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Fallos procesal

Derecho Procesal I (Universidad Nacional de La Matanza)

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FUNCIONES DEL DERECHO PENAL

 FALLO QUIROGA (Sirve para etapa intermedia también)

Tema: GARANTÍA DE IMPARCIALIDAD

Muy resumido:

Se declara la Inconstitucionalidad del art. 348 CPPN.

La medida la tomó la Corte en autos "Quiroga, Edgardo Oscar s/ causa N° 4302" al hacer lugar al recurso
interpuesto por el Ministerio Público Fiscal que había solicitado la nulidad de la resolución del juez de
instrucción que ante el pedido de sobreseimiento por parte del fiscal resolvió remitir el sumario al Fiscal
General ante la Cámara de Apelaciones para que apartara al Agente Fiscal y desinsaculara un nuevo
representante del Ministerio Público.

El Fiscal General argumentó que el mentado artículo 348 había sido derogado tácitamente en virtud de lo
dispuesto por el artículo 120 de la Constitución Nacional y los artículos 1 y 76 de la Ley Orgánica del Ministerio
Público solicitando en consecuencia la nulidad del auto por el que el juez elevó la causa en consulta y de todos
los actos posteriores practicados en su consecuencia.

Arribada la queja a la Corte, el tribunal señaló que "aun cuando se pueda sostener que los fiscales cumplen,
materialmente, una función judicial, en tanto, al igual que los jueces, aspiran a que el proceso finalice con una
sentencia justa, lo hacen desde posiciones procesales diversas, y el ejercicio efectivo de la misión que a cada
uno de ellos le compete se excluye recíprocamente: ni el fiscal puede juzgar ni el juez puede acusar"

Por ello reafirmaron que el 120 de la Constitución Nacional en cuanto se refiere al Ministerio Publico "supone
no sólo independencia del Poder Ejecutivo, sino también del Poder Judicial, como correlato de una concepción
dentro de la cual sólo dicha independencia permite estructurar un procedimiento penal en el que las garantías
de la defensa en juicio y la imparcialidad del tribunal no estén en discusión"

Añadieron al respecto que el deber del Ministerio Público de actuar "en coordinación con las demás
autoridades de la República" no puede ser convertido en subordinación, a riesgo de neutralizar el sentido
mismo de su existencia.

En cuanto a la posición sostenida por la cámara de casación, según la cual el Poder Judicial es el que debe
"controlar" el ejercicio que de la legalidad hace el Ministerio Público, es la que conduce, finalmente, a admitir
la consecuencia extrema de que en el debate la imputación provenga, en definitiva, del propio tribunal que
debe juzgar sobre su admisibilidad, advirtieron.

De esta forma resolvieron que "la necesidad de asegurar la independencia funcional del Ministerio Público
Fiscal" consagrada en el art. 120 de la Constitución Nacional impone declarar la inconstitucionalidad del art.
348, segundo párrafo, primera alternativa, del Código Procesal Penal de la Nación.

La medida contó con los votos de Enrique Santiago Petracchi - Augusto Cesar Belluscio (en disidencia)- Carlos
S. Fayt (según su voto)- Antonio Boggiano (según su voto)- Juan Carlos Maqueda (según su voto)- E. Raul
Zaffaroni (según su voto) - Elena I. Highton De Nolasco.

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VOTO DEL DR. ZAFFARONI.-

Al expedirse en el sub lite sobre el mérito de la instrucción en la oportunidad prevista por el art.
346 CPPN. el agente fiscal se pronunció por el sobreseimiento del imputado. El juez federal
discrepó con el criterio del Ministerio Público y elevó los autos en consulta a la Cámara de
Apelaciones, de acuerdo con el procedimiento previsto por el art. 348.

Que el planteo de nulidad del auto de elevación en consulta formulado por el agente fiscal fue
rechazado por la sala A de la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario. El recurso de casación
interpuesto contra dicha decisión fue declarado inadmisible por la sala 1ª de la Cámara Nacional
de Casación Penal, y ello dio origen al recurso extraordinario cuya denegación motiva esta queja.

A este respecto, en la decisión apelada se afirma que el art. 348 establece "una excepción al
principio acusatorio (a la vez que es una muestra del procedimiento mixto instaurado), en tanto
autoriza al juez de instrucción a requerir la intervención de la Cámara de Apelaciones si no
estuviese de acuerdo con el sobreseimiento instado por el agente fiscal, no se opone a la garantía
implícita del debido proceso ni a la independencia funcional y orgánica del Ministerio Público (art.
120 Ver Texto CN.), que asegura a los habitantes de la Nación un juicio previo en el que las
funciones de acusar y juzgar se encuentren manos de órganos diferentes. Ello es así tan pronto se
advierta que el sumario es un procedimiento breve de recolección de pruebas con un restringido
control de partes, y que, en todo caso, debe estarse a la prueba que en definitiva surja del debate,
que es el juicio contradictorio en sentido estricto. Y que, por lo tanto, los actos cumplidos durante
dicha instrucción preparatoria del juicio no pueden dar base a la sentencia sino a una acusación o,
en su caso, al sobreseimiento, razón ésta que, sumada a la imposibilidad de apertura del proceso
de forma oficiosa, convierte al recordado art. 348 sólo en la herramienta puesta en manos de los
jueces para asegurar la vigencia del principio de oficialidad en la persecución penal que consagra
nuestra legislación" (sin destacar en el original). Respecto del art. 120 Ver Texto CN. el a quo
sostuvo que "...la única conclusión válida que con referencia al tema analizado cabe extraer del
art. 120 CN. reside en el hecho de que a partir de la promulgación de las reformas introducidas...
los miembros del Ministerio Público se desprendieron de la dependencia del Poder Ejecutivo
Nacional...".

Que, por su parte, en el recurso extraordinario ante esta Corte el fiscal general sostuvo que la
decisión de la Cámara de Casación incurrió en un arbitrario rigorismo formal al examinar los
requisitos de admisibilidad del recurso y en una errónea interpretación del art. 120 CN. y de la ley
24946. Según el apelante, la regla establecida en el art. 348 CPPN. configura una violación al
principio ne procedat iudex ex officio. Al permitir -afirma- que el tribunal encargado de dirimir el
pleito se entrometa en la función requirente, que se encuentra en cabeza del Ministerio Público,
se llega a la pérdida de toda posibilidad de garantizarle al imputado un proceso donde sea juzgado
por un órgano imparcial que se encuentre totalmente ajeno a la imputación y, de este modo, se
viola la garantía de imparcialidad y defensa en juicio. Asimismo, la utilización del procedimiento de
"consulta" desconoce la autonomía funcional del Ministerio Público Fiscal, como titular de la
acción penal pública.

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Que el recurso extraordinario resulta formalmente procedente, pues se encuentra en cuestión la


compatibilidad de la facultad de las Cámaras Nacionales de Apelaciones de obligar al Ministerio
Público a producir el requerimiento de elevación a juicio (art. 348 Ver Texto CPPN.), con la
independencia funcional de que goza dicho organismo en virtud del art. 120 CN. y del art. 1 ley
24946, y la decisión apelada causa agravio de imposible reparación ulterior.

Que el art. 348 párr. 2º CPPN. establece: "El juez dictará el sobreseimiento si estuviera de acuerdo
con el requerido. De lo contrario, sea que no esté de acuerdo con el sobreseimiento pedido por el
fiscal o sea que sólo el querellante estimara que debe elevar la causa a juicio, dará intervención
por seis días a la Cámara de Apelaciones. Si ésta entiende que corresponde elevar la causa a juicio,
apartará al fiscal interviniente e instruirá en tal sentido al fiscal que designe el fiscal de Cámara o al
que siga en orden de turno". A su vez, el art. 120 CN. consagra al Ministerio Público como "órgano
independiente con autonomía funcional". Por su parte, el art. 1 de la ley 24946 señala que sus
funciones serán ejercidas "en coordinación con las demás autoridades de la República" (conf. art.
120 Ver Texto CN.), pero "sin sujeción a instrucciones o directivas emanadas de órganos ajenos a
su estructura".

Posición del ministerio público:

Que de acuerdo con la interpretación que el Ministerio Público hace de las normas mencionadas,
el llamado "procedimiento de consulta", en el cual las discrepancias entre el juez de instrucción y
el fiscal en cuanto a si corresponde o no elevar la causa a juicio son resueltas por las Cámaras de
Apelaciones, que puede instruir a los fiscales para que produzcan el requerimiento respectivo,
viola el principio ne procedat iudex ex officio ("No hay juicio sin actor, ni el juez puede iniciarlo de
oficio" o "No hay juicio sin parte que lo promueva") y, consecuentemente, pone en riesgo las
garantías de imparcialidad, defensa en juicio y debido proceso legal.

Posición de la cámara de casación:

Que la decisión de la Cámara de Casación, por el contrario, justifica la existencia del


procedimiento cuestionado en la necesidad de implementar un instrumento legal que controle
la actividad de los fiscales, quienes deben adecuar su actuación al principio de legalidad, siendo
los jueces quienes deben efectuar ese control, a fin de evitar la concesión de "un amplio campo
para el funcionamiento práctico del principio de oportunidad". Asimismo, expresó que esta
situación no se haya visto alterada ni por la introducción del art. 120 CN. ni por la Ley Orgánica del
Ministerio Público.

Lo que se discute en el caso no es que sean los jueces quienes decidan dentro de su jurisdicción
apelada que no existen elementos que justifiquen un debate, sino si pueden ser quienes resuelvan
de oficio lo contrario, impulsar la acción penal, no sólo en contra del fiscal sino también del
imputado.

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El principio de separación de las funciones de acusar y de juzgar es el corolario lógico de la


interpretación armónica de las normas invocadas. La autonomía funcional, que como órgano
independiente de los demás poderes del Estado le otorga el art. 120 CN. al Ministerio Público
Fiscal, el ejercicio de la acción penal pública, así como el imperativo de promover y ejercer la
acción durante el proceso, de que lo invisten los arts. 5 y 65 CPPN., y el control jerárquico que
impone la ley 24946 no dejan lugar a duda de que la función de acusar recae de manera
excluyente en los miembros del Ministerio Público Fiscal y que la de juzgar, en orden a la
imparcialidad de las decisiones y la necesidad de garantizar el derecho de defensa, recae en la
figura del juez, también de manera excluyente, ya que es la única garantía de obtener un
adecuado equilibrio en cada una de las etapas del proceso penal.

Que siendo el fiscal quien tiene la tarea de acusar, si el acusador declina la prosecución del
proceso, el juzgador no puede suplantarlo en su rol sin romper el juego de equilibrio entre
partes, resignando la imparcialidad y afectando las garantías que la Constitución Nacional y la
ley consideran vigentes desde la imputación.

En el marco de un sistema de procedimiento regido por el principio de legalidad procesal las


funciones de acusar y juzgar deben encontrarse, al menos formalmente, en cabeza de funcionarios
distintos, principio que quedaría completamente diluido si el tribunal de alzada pudiera, en
contra del criterio del Ministerio Público, decidir, por sí solo, que se produzcan la acusación y la
apertura del debate.

Aun cuando se pueda sostener que los fiscales cumplen, materialmente, una función judicial, en
tanto, al igual que los jueces, aspiran a que el proceso finalice con una sentencia justa, lo hacen en
posiciones procesales diversas, y el ejercicio efectivo de la misión que a cada uno de ellos les
compete se excluye recíprocamente; ni el fiscal puede juzgar ni el juez puede acusar. De otro
modo durante la instrucción el imputado debe defenderse no sólo de quien lo acusa, sino también
de quien decide, y de quien debería poder esperar independencia de criterio.

No puede haber ninguna duda en cuanto a que la introducción del art. 120 CN. sustrae al
Ministerio Público del control de cualquiera de los poderes del Estado, en virtud de su autonomía,
pero que ello no significa "falta de control". Ello es así, porque, más allá del control jurisdiccional
que se ejerce en el marco de un proceso, la ley 24946 prevé controles internos del Ministerio
Público y porque los fiscales no se encuentran exentos de ser sancionados por las posibles
violaciones en las que pudieran incurrir por su calidad de funcionarios públicos. Por ello la
intervención de las Cámaras de Apelaciones "ordenando" que se produzca la acusación no sólo
pone en tela de juicio la imparcialidad del tribunal, sino que incluso avanza más allá del ámbito de
sus competencias, cuando al decidir el apartamiento de las causas donde la controversia se
plantea lo hace sobre funcionarios que integran un organismo diferente, independiente y
autónomo (art. 120 CN.).

Que conforme a lo manifestado se debe concluir que la decisión del tribunal de alzada al
interpretar el párr. 2º del art. 348 CPPN. vulnera la autonomía funcional de los fiscales consagrada

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en el art. 120 CN., al conceder a los jueces una facultad que la propia Constitución les veda, toda
vez que posibilita que éstos puedan determinar el contenido de los actos del fiscal y ejercer el
control y el reemplazo del fiscal ante situaciones como la aquí analizadas, sin que el órgano judicial
posea competencia para ello.

En consecuencia, la necesidad de asegurar la independencia funcional del Ministerio Público Fiscal


consagrada en el art. 120 CN. impone declarar la inconstitucionalidad del art. 348 párr. 2º
primera alternativa CPPN., en cuanto autoriza a la Cámara de Apelaciones, en los casos en que el
juez no está de acuerdo con el pedido de sobreseimiento del fiscal, apartarlo e instruir el que
designe el fiscal de Cámara, a fin de producir la elevación a juicio.

Por ello, oído el procurador general, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso
extraordinario y se deja sin efecto el pronunciamiento apelado. Agréguese la queja al principal.
Notifíquese y devuélvanse los autos al tribunal de origen, a fin de que, por quien corresponda, se
dicte nuevo pronunciamiento conforme a derecho.

GARANTÍAS CONSTITUCIONALES

 Fallo Ibáñez: Robo calificado por uso de arma

En mayo del 98 Ibáñez es condenado a 5 años de prisión como coautor penalmente responsable del delito de
robo calificado por el uso de arma. En diciembre del 98, la sentencia condenatoria es confirmada por la sala
cuarta de la cámara de apelación y garantías en lo penal. Se interpuso un recurso de inaplicabilidad de la ley,
siendo éste rechazado recién en 2007 por la suprema corte de justicia de la provincia de Bs.As. Contra esta
decisión se dedujo recurso extraordinario federal, concedido en julio del 2008.

En diversas oportunidades el Tribunal ha señalado que el instituto de la prescripción de la acción tiene una
estrecha vinculación con el derecho del imputado a un pronunciamiento sin dilaciones indebidas, y que dicha
excepción constituye el instrumento jurídico adecuado para salvaguardar el derecho en cuestión.

La corte concluye que un procedimiento recursivo que como en el caso se ha prolongado durante diez años
excede todo parámetro de razonabilidad de duración del proceso penal, y en tales condiciones, la suspensión
del trámite para que se sustancie un incidente de prescripción como propone el señor Procurador Fiscal en su
dictamen no haría más que continuar dilatando indebidamente esta causa cuya prolongada duración por casi
trece años viola ostensiblemente el derecho a ser juzgado en un plazo razonable consagrado en el art. 8.1 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos.

Por lo tanto, corresponde que sea la Corte la que ponga fin a la presente causa declarando la extinción de la
acción penal. se declara procedente el recurso extraordinario, se revoca la sentencia apelada y se declara
extinguida la acción penal

 Fallo Giroldi

El Tribunal Oral en lo Criminal N° 6 de la

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Capital Federal condenó a Horacio David Giroldi a la pena de un mes de prisión en suspenso, como autor
penalmente responsable del delito de robo simple en grado de tentativa. Contra dicho pronunciamiento, la
defensora oficial interpuso recurso de casación. Sostuvo, en cuanto al fondo del litigio, que la sentencia del
tribunal oral violaba la garantía de la defensa en juicio. Consideró, además, a fin de fundar la admisibilidad del
mencionado recurso, que era inconstitucional el límite impuesto por el artículo 459, inc. 2°, del Código
Procesal Penal de la Nación, por contrariar lo dispuesto en el artículo 8°, inc. 2°, ap. h) de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, que otorga a toda persona inculpada de delito el derecho "...de recurrir
del fallo ante juez o tribunal superior".

La Cámara Nacional de Casación Penal (Sala I) rechazó el planteo de inconstitucionalidad y, en consecuencia,


declaró inadmisible el recurso de casación. Contra el pronunciamiento de la Cámara de Casación, la defensa
interpuso recurso extraordinario, cuya denegación dio origen a este fallo.

Se declara que el recurso es admisible en tanto se ha puesto en tela de juicio la validez de una ley nacional por
ser contraria a normas de la Constitución Nacional y de un tratado internacional al que ella hace referencia, y
la decisión ha sido adversa al derecho fundado en estas últimas.

Basado en los arts. 458 al 462 del Cód. procesal penal, no hay posibilidad de recursos de casación ni
inconstitucionalidad... y la causa ha fenecido en instancia única, por lo que su sentencia es final y contra ella
cabe el recurso extraordinario de apelación.

La Corte expresó que ante la reforma constitucional de 1994 que ha conferido jerarquía constitucional a varios
acuerdos internacionales (Art. 75, inc. 22, parr. 2), corresponde determinar si dentro del ordenamiento
procesal penal existen el órgano y los procedimientos para dar adecuada satisfacción a la garantía
constitucional en cuestión.

Puede sostenerse que en la hipótesis de autos, el recurso extraordinario no constituye un remedio eficaz para
la salvaguarda de la garantía de la doble instancia que debe observarse dentro del marco del proceso penal
como garantía mínima para toda persona inculpada de un delito

La Cámara de Casación Penal ha sido creada, precisamente, para conocer, por vía de los recursos de casación e
inconstitucionalidad – y aun de revisión – de las sentencias que dicten, sobre los puntos que hacen a su
competencia, tanto los tribunales orales en lo criminal como los juzgados en lo correccional.

La forma más adecuada para asegurar la garantía de la doble instancia en materia penal prevista en la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 8°, inc. 2°, ap. h), es declarar la invalidez
constitucional de la limitación establecida en el artículo 459, inc. 2, del Código Procesal Penal de la Nación, en
cuanto veda la admisibilidad del recurso de casación contra las sentencias de los tribunales en lo criminal en
razón del monto de la pena.

La Corte determina aplicar los tratados internacionales a que el país está vinculado en los términos
anteriormente expuestos, ya que lo contrario podría implicar responsabilidad de la Nación frente a la
comunidad internacional.

Se declara procedente la queja y el recurso extraordinario y se deja sin efecto el pronunciamiento apelado.

 Fallo Mattei

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El abogado defensor en la causa impone un recurso extraordinario. Mattei es juzgado por contrabando de
importación en Abasto.

En principio, el recurso extraordinario es improcedente contra resoluciones que decretan nulidades de carácter
procesal dado que por su índole ellas no constituyen sentencia definitiva. Sin embargo, la jurisprudencia de la
corte ha admitido, por vía de excepción, que son equiparables a sentencia definitiva, debido a que, por su
índole, las consecuencias podrían llegar a frustrar el derecho federal invocado.

El abogado defensor sostiene que se ha violado la garantía de la defensa por cuanto, encontrándose el proceso
en situación de ser fallado por el tribunal que conoce de él por vía de apelación, en lugar de dictar la sentencia
definitiva, declaró la nulidad de todas las actuaciones a partir del cierre del sumario inclusive.

La corte declara procedente el recurso debido a la gravedad de la cuestión planteada; se declara Se declara mal
denegado el recurso extraordinario. El juicio ha sido retrogadado a su etapa inicial, o sea la de sumario, cuando
se encontraba ya en condiciones de ser definitivamente fallado con relación al apelante.

El proceso penal se integra con una serie de etapas a través de las cuales y en forma progresiva se tiende a
poner al juez en condiciones de pronunciar un veredicto de absolución o condena; por ende cada una de esas
etapas constituyen el presupuesto necesario de la que le subsigue, en forma tal que no es posible eliminar una
de llas sin afectar la validez que le suceden.

La garantía del debido proceso legal ha sido arbitrada fundamentalmente a favor del acusado. No cabe admitir
que la posible deficiencia de la prueba constituya causal de nulidad de lo regularmente actuado dentro del
juicio.

El derecho a un juicio razonablemente rápido se frustraría si se aceptara que, cumplidas las etapas esenciales
del juicio y cuando no falta más que el veredicto definitivo, es posible anular lo actuado en razón de no
haberse reunido pruebas de cargo, cuya omisión solo cabría imputar a los encargados de producirlas, pero no
por cierto al encausado. Todo ello con perjuicio para éste en cuanto, lo obliga a volver a soportar todas las
penosas contingencias propias de un juicio criminal, inclusive la prolongación de la prisión preventiva.

Se declara la nulidad de lo actuado.

 Fallo Kipperband

Kipperband se encuentra acusado por estafas reiteradas por falsificación de documentos. La Sala IV de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, rechazó la excepción de
extinción de la acción penal. La defensa del imputado Kipperband interpuso el recurso extraordinario en razón
de “incidente de excepción previa de prescripción de la acción penal”, sostiene que se prolonga la duración del
juicio, en un plazo no razonable.

Vázquez sostiene que, si se tiene en cuenta los valores en juego en el juicio penal, si bien es imperativo
satisfacer el derecho que tiene toda persona a liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de
haber cometido un delito, mediante una sentencia que establezca, de una vez para siempre, su situación frente
la ley penal, también lo es el de los integrantes de la sociedad de ver protegidos sus derechos individuales
consagrados de igual manera en la Constitución Nacional.

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La armonización de derechos no es obstáculo para que esta Corte recomiende a los magistrados encargados de
conocer en el expediente, que adopten los recaudos necesarios para el cumplimiento de la función de
administrar justicia que les ha sido encomendada, en un lapso breve, de modo tal que no se frustren los
derechos consagrados en nuestra Carta Magna.

Para él, el recurso extraordinario es improcedente.

Fayt y Bossert sostienen que, contra este pronunciamiento la defensa de Benjamín Kipperband interpuso
recurso extraordinario que fue concedido a fs. 101. Esgrime que Benjamín Kipperband ha sido despojado del
derecho constitucional a obtener un pronunciamiento razonable, reconocido por esta Corte en innumerables
precedentes y previsto en el art. 14, inc. 3, c, del Pacto de San José de Costa Rica.

Relata que el sub lite es un proceso criminal que lleva más de doce años de tramitación, en el que aún faltan
realizar innumerables actos procesales antes de arribar a la sentencia y, luego de ello, resta tramitar toda la
segunda instancia, y que todo indicaría que el proceso insumirá unos tres años más, lo que elevaría el tiempo
de tramitación a más de quince años. Mientras Kipperband, además de haberse encontrado cierto tiempo
privado de su libertad, ha visto restringida su libertad personal por las condiciones impuestas por la
excarcelación, así como la de su patrimonio con motivo de cautela real dictada para garantizar su libertad
provisional.

Alega que la demora es atribuible especialmente al instructor, quien no puso el empeño que exige el art. 442
del Código de Procedimientos en Materia Penal, y que frente a la demora del sub lite, la disposición del art.
701 del mismo cuerpo legal aparece claramente violada. Finalmente señala que su parte no efectuó ningún
tipo de articulación dilatoria que socave su derecho a una pronta culminación del juicio.

La Corte tiene dicho que son equiparables a sentencia definitiva, a los fines de la apelación del art. 14 de la ley
48, los pronunciamientos que por su índole y consecuencias pueden llegar a frustrar el derecho federal
invocado, acarreando perjuicios de imposible o tardía reparación ulterior, consideraciones que resultan
aplicables a circunstancias como las expuestas en el presente caso.

La Corte en el caso "Mattei" ha establecido que la garantía constitucional de la defensa en juicio incluye el
derecho de todo imputado a obtener un pronunciamiento que, definiendo su posición frente a la ley y a la
sociedad, ponga término del modo más breve, a la situación de incertidumbre y de restricción de la libertad
que comporta el enjuiciamiento penal, y que esto obedece además al imperativo de satisfacer una exigencia
consustancial que es el respeto debido a la dignidad del hombre, el cual es el reconocimiento del derecho que
tiene toda persona de liberarse del estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito.

El Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles, además de su preocupación por los plazos de detención
irrazonables -art. 9, inc 3°-, también consagró en el art. 14, inc. 3, el derecho de "toda persona acusada de un
delito... c) a ser juzgada sin dilaciones indebidas...". Además, la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos ha expresado "...que el Estado proceda al enjuiciamiento penal de todos los delitos, no justifica que
se dedique un período de tiempo ilimitado a la resolución de un asunto de índole criminal. De otro modo, se
asumiría de manera implícita que el Estado siempre enjuicia a culpables y que, por lo tanto, es irrelevante el
tiempo que se utilice para probar la culpabilidad".

Para ellos el recurso extraordinario es procedente.

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Petracchi y Boggiano sostienen que en contra de tal parecer la defensa de Benjamín Kipperband expresó en su
recurso extraordinario, con cita de Fallos: 272:188 y 300:1102, que el sometimiento indefinido a
enjuiciamiento penal provocó al nombrado una restricción injustificada a su libertad personal, en tanto ésta, al
igual que su patrimonio, se encuentran limitados por las condiciones impuestas al serle concedida la
excarcelación bajo caución real. Alegó que el proceso se ha extendido por más de doce años, y que aún no se
han llevado a cabo las defensas, por lo cual no es presumible un rápido dictado de la sentencia definitiva.
Aseveró que ello configura una violación al derecho de rango constitucional consagrado por el art. 7°, inc. 5°,
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y por el art. 14, inc. 3°, letra c, del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos.

La Corte tiene dicho que las decisiones que rechazan la defensa de prescripción no constituyen sentencias
definitivas, en tanto no ponen término al pleito ni impiden su continuación (Fallos: 236:392; 238:487; 279:16,
entre otros), también ha sentado el criterio de que dichas resoluciones pueden ser equiparadas a definitivas en
sus efectos, en la medida en que "cabe presumir que hasta la sentencia final puede transcurrir un lapso tan
prolongado que, por sí solo, irrogue al procesado un perjuicio que no podrá ser ulteriormente reparado".

El recurso extraordinario es formalmente procedente pues, en el sub lite, existe cuestión federal bastante al
encontrarse en discusión el alcance que cabe asignar a la garantía a obtener un pronunciamiento judicial sin
dilaciones indebidas derivada del art. 18 de la Constitución Nacional y de tratados internacionales referidos en
ella (arts. 7, inc. 5°, y 8, inc. 1°, C.A.D.H.), y la sentencia ha sido contraria a la pretensión que el apelante ha
apoyado en tal derecho.

Mucho antes de su expresa incorporación a la Constitución Nacional, el derecho invocado ya había sido
reconocido por este Tribunal al interpretar los principios de progresividad y preclusión como instrumentos
procesales concretos destinados a evitar la duración indeterminada de los juicios. Así, en "Mattei" (Fallos:
272:188), se dijo que ellos "obedecen al imperativo de satisfacer una exigencia consustancial con el respeto
debido a la dignidad del hombre, cual es el reconocimiento del derecho que tiene toda persona a liberarse del
estado de sospecha que importa la acusación de haber cometido un delito, mediante una sentencia que
establezca, de una vez y para siempre, su situación frente a la ley penal" (considerando 10). "Debe reputarse
incluido en la garantía de defensa en juicio consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional el derecho de
todo imputado a obtener -luego de un juicio tramitado en legal forma- un pronunciamiento que, definiendo su
situación frente a la ley y a la sociedad, ponga término, del modo más rápido posible, a la situación de
incertidumbre y de innegable restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal (considerando
14, sin destacar en el original).

Para ellos se hace lugar al recurso extraordinario, se revoca la sentencia apelada y se declara extinguida por
prescripción la acción penal, sin perjuicio de los derechos de las partes de naturaleza patrimonial.

 Fallo Casal

M. Casal fue condenado por el delito de robo con armas y se le impuso una pena de cinco años de prisión.

Casal apeló esa sentencia argumentando que no estaba probado que hubiera usado un arma y que la
sustracción sólo había quedado en grado de tentativa. Si estos argumentos prosperaban, le correspondía
recibir una pena significativamente menor.

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La Cámara Nacional de Casación Penal, que era la que tenía que resolver su recurso, lo rechazó. El fundamento
fue que Casal pretendía la revisión de los hechos que se dieron por probados en la sentencia y que esto era
ajeno a la competencia de la Cámara, que sólo puede revisar la manera en que se interpretaron y aplicaron las
leyes penales y procesales.

Así, Casal llevó el caso ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Argumentó que el criterio adoptado por
la Cámara de Casación había desconocido el derecho a apelar su condena reconocido en la Convención
Americana y en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, con jerarquía constitucional.

La Corte Suprema hizo lugar al planteo de Casal y ordenó a la Cámara Nacional de Casación Penal que revisara
la condena de Casal (voto de los jueces Petracchi, Maqueda, Zaffaroni, Lorenzetti, Argibay, Highton de Nolasco
y Fayt).

La Corte remarcó que era indiscutible que a partir de la reforma constitucional del año 1994 todo condenado
tenía derecho a recurrir el fallo.

Luego analizó el fundamento mediante el cual la Casación había rehusado revisar la condena de Casal.

La Corte señaló que la Casación había basado su postura restrictiva en la concepción histórica y tradicional
sobre el rol de un tribunal de casación: la unificación de la aplicación de las leyes penales y procesales. Sin
embargo, según sostuvo la Corte, además de ser éste un objetivo difícilmente realizable en un sistema federal,
debido a su multiplicidad de jurisdicciones, no constituía en sí mismo razón suficiente para privar al condenado
del derecho a obtener una revisión de su condena.

La Corte analizó luego el argumento de que como la condena, en los procedimientos federal y nacional, es
dictada al final de un juicio oral y público, ello ponía un límite al alcance de esa revisión. Teniendo en cuenta
que la jurisprudencia internacional establece que la revisión de la condena debe ser integral, el Tribunal
sostuvo que los únicos aspectos de la condena que no pueden ser reexaminados por la Casación son los que
éstan íntimamente ligados a la inmediación. Es decir, aquellos aspectos excepcionales que se relacionen con
ciertas consideraciones relativas a la prueba rendida ante los magistrados que sentenciaron, y que los jueces
que revisan la condena por definición no pueden llegar a evaluar.

De este modo, si bien los jueces de Casación no pueden revisar la impresión que un testigo causó en los
magistrados sentenciantes, sí puede controlar la coherencia de su declaración testimonial y si esta tiene la
fuerza necesaria para probar o no el hecho por el que el imputado ha sido acusado.

Seguidamente la Corte remarcó que la norma procesal que regula el recurso de casación -art. 456 CPPN- no
restringe el alcance del recurso entendido de este modo. Señaló que esta norma había sido interpretada
restrictivamente -y por ende de modo inconstitucional- por haber sido leída a la luz de la mencionada
justificación histórica, pero que su formulación en sí no era inconstitucional. Por ello, la Corte no declaró la
inconstitucionalidad de la norma sino que estableció cuál es el criterio con que debe ser interpretada y
aplicada.

CONTINUACIÓN DE GARANTÍAS CONSTITUCIONALES

 "Paulino, Oscar Ce ferino si recurso extraordinario federal"

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El Tribunal Superior de Justicia de La Pampa había confirmado una condena a prisión perpetua a Oscar Paulino,
por considerarlo como coautor como del delito de homicidio doblemente calificado por alevosía y criminis
causae.

Hubo dos acusados por ese homicidio, pero el otro señalado como coautor, resultó absuelto por la aplicación
de la “regla de la exclusión”. La misma, consiste en eliminar como prueba la obtenida mediante la violación de
preceptos legales.

De esta manera, se había decretado la nulidad de un acta en la que el coimputado, en presencia del juez que
instruyó la causa, y sin presencia de abogado defensor, señaló el lugar en donde había escondido el cadáver de
la víctima.

Pero el TSJ consideró que la ilegalidad de esa prueba no se extendía a Paulino, ya que “existían otros
elementos incriminantes que autorizaban a confirmar su condena”. Además, sostuvo que “los castigos que
habría sufrido por parte del personal policial que previno en el caso, no le generaron ‘consecuencias
procesales’”.

Ello, ya que “no se tuvieron en cuenta sus dichos vertidos en esa ocasión, y además, se negó a declarar en la
oportunidad en que denunció esa situación, haciéndole recién al finalizar la audiencia de debate”.

Frente a esa sentencia, el encartado interpuso recurso extraordinario, al considerar que se violó su garantía de
defensa en juicio por la arbitrariedad de la sentencia, fundamentalmente porque no se le aplicó la “regla de la
exclusión”, siendo que todas las demás pruebas obtenidas para incriminarlo se obtuvieron luego de la
realización del acta que fue anulada.

La Corte Suprema, de conformidad por lo dictaminado por el Procurador General de la Nación, Ezequiel Casal,
resolvió revocar la sentencia de la causa "Paulino, Oscar Ceferino s/ recurso extraordinario federal", y ordenar
que se dicte un nuevo fallo.

El Tribunal, integrado en esta ocasión por los ministros Ricardo Lorenzetti, Eugenio Zaffaroni Carmen Argibay y
Elena Highton, entendió que la autopsia que se practicó en la causa, de la que se extrajeron los datos de cómo
fue asesinada la víctima, fue resultado del hallazgo del cuerpo, gracias al acta que luego se declaró inválida.

De esta forma, según la Corte, el fallo presentaba “un marcado apartamiento de las constancias de la causa en
cuanto admite, sin mayor fundamento, al referido informe pericial como prueba incriminante por no estar
alcanzada por esa ilegitimidad”.

Esa postura “autoriza su descalificación como acto jurisdiccional válido”, debido a que “ese defecto de
fundamentación que importó no extender a P, las consecuencias derivadas de la nulidad de dicha acta que
benefició al coimputado, equivaldría a permitir la violación sistemática de derechos individuales para obtener
pruebas en contra de otras personas distintas de las directamente afectadas `por la infracción”

Por lo tanto, “sin desconocer la trascendencia que tienen esas pruebas para la dilucidación del grave hecho
debatido”, la Corte entendió que había que aplicar “el principio según el cual los magistrados judiciales no
pueden prescindir de todos los medios a su alcance para determinar la verdad jurídica objetiva y, de esa forma
velar por el fin último al que debe ajustarse todo litigio: contribuir a la más efectiva realización de un derecho”.

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Por lo tanto, era necesario que el Tribunal inferior “analice y se pronuncie sobre si el resto de las evidencias
recogidas, cuya validez no se encuentra afectada por el acto viciado permitirían mantener el reproche que se
formula”.

Ello, “sin que implique adelantar una opinión sobre este punto”. El fallo además destacó que se imponía la
necesidad de que “los jueces extremen los recaudos tendientes a lograr esa finalidad, ante el cuadro
presuncial que surgiría del análisis de diversas constancias en torno a las condiciones de modo, tiempo y lugar
en que apareció el vehículo de la víctima y éste fue visto por última vez”.

Por ello, se concluyó que “una aplicación errónea de la regla de la exclusión puede desviar al proceso de la
búsqueda de la verdad y torcer injustificadamente el principio de justicia que debe primar en todo
pronunciamiento judicial”.

“Revoca, adhiriendo al dictamen de la Procuración General, la condena a prisión perpetua impuesta a un


imputado en orden al delito de homicidio doblemente calificado por alevosía y criminis causae, cometido en
2005 en perjuicio de un empresario español en la provincia de La Pampa. Por el mismo hecho, había sido
absuelto un coimputado como consecuencia de la declaración de nulidad del acta policial, en la cual éste
último, en presencia del magistrado interviniente y sin asistencia letrada, había confesado el crimen e indicado
el lugar en donde había sido sepultada la víctima. Entiende que no extender a un coimputado las
consecuencias de la nulidad del acta que benefició al restante, equivaldría a permitir la violación sistemática de
derechos individuales para obtener pruebas en contra de otras personas distintas de las directamente
afectadas por la infracción.” (Resumen SAIJ).

 Fallo Hilda

"Recurso de hecho deducido por Ricardo G. Rongo, Fiscal ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Criminal y Correccional de la Capital Federal en la causa Jofré, Hilda Nélida y Alaniz, Soledad Justina s/ hurto
reiterado -Causa N° 1455-", para decidir sobre su procedencia.

Que contra la sentencia de la Sala VI de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional que
absolvió a Hilda Nélida Jofré en orden al delito de hurto reiterado, el señor fiscal de cámara interpuso recurso
extraordinario cuya denegación dio origen a la presente queja.

Que esta causa se inició con motivo de la detención de la procesada junto con otras dos mujeres y un hombre
en las inmediaciones de las calles Santa Fe y Pueyrredón en circunstancias en que entraban y salían
reiteradamente de negocios de venta de ropa de la zona.

Al no dar una respuesta satisfactoria sobre tal comportamiento fueron conducidas a la comisaría para
averiguación de antecedentes.

Al llegar a esa dependencia se encontraron entre sus pertenencias varias prendas de vestir, y en esa
oportunidad Jofré admitió ante el preventor el apoderamiento de dos polleras de un comercio sito en
Corrientes 3126, mientras que la otra mujer manifestó la sustracción de un pantalón del negocio ubicado en
Paso 428.

La policía visitó ambos locales, lugares en los que comprobó por los dichos de sus dueños que las prendas eran
de su propiedad y les habían sido sustraídas, pues no habían vendido ropas similares a las secuestradas. Al
prestar declaración indagatoria, Jofré confesó ser la única autora de los delitos investigados.

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El juez de primera instancia consideró que el proceso estaba viciado de nulidad toda vez que la pesquisa se
había originado en una confesión extrajudicial que carecía de valor probatorio y no podía ser usada en la
causa. La cámara, al confirmar el fallo apelado, sostuvo que "como bien refiere el sentenciante, toda la
instrucción sumarial se basó únicamente en los dichos extrajudiciales de Jofré cuyo valor probatorio es nulo,
careciendo por ende de aptitud como inicio de una investigación judicial".

Que en el recurso extraordinario deducido por el señor fiscal se invoca la violación de la garantía de la defensa
en juicio por desconocimiento de prueba regularmente incorporada a la causa, idónea para acreditar la
materialidad de los hechos y la responsabilidad penal de la acusada, sobre la base de argumentos irrazonables
que otorgan a la sentencia un sustento aparente.

Que el remedio federal es formalmente admisible pues los agravios del apelante -si bien conducen al examen
de cuestiones de hecho y derecho procesal, extrañas como principio a esta vía extraordinaria- remiten al
alcance que cabe atribuir a la garantía constitucional del debido proceso y lo resuelto guarda relación directa e
inmediata con aquélla.

Que en el presente caso no se dan las particulares circunstancias que hagan aplicable la doctrina desarrollada
por este Tribunal en Fallos, según la cual debe excluirse del proceso cualquier medio de prueba obtenido por
vía ilegítima, toda vez que los datos que permitieron a la policía individualizar a las víctimas fueron recabados
sin coacción y como resultado de las averiguaciones que le eran impuestas por el art. 184 del Código de
Procedimiento Penal habida cuenta de que el auto de prisión preventiva obrante a fs. 71/72 se dictó sobre la
base de la confesión prestada en sede judicial (fs. 39) y pruebas recogidas por el personal policial, la absolución
dictada deviene violatoria de la garantía constitucional del debido proceso ya que -al no haberse transgredido
las disposiciones del art. 316 del Código de Procedimientos en Materia Penal- se descalificó prueba
conducente para la adecuada solución de la causa.

Por ello, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia
apelada.

 Fallo Bernardino Montenegro

La defensa del condenado interpuso recurso extraordinario contra el fallo que consideró a su defendido autor
del delito de robo con armas. Sostiene que lo resuelto transgredió el principio contenido en el art. 18 de la CN
en cuanto manda que nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo, y con ello la inviolabilidad de la
defensa en juicio.

Funda su presentación en que, según las constancias obrantes en la causa, el imputado habría sido víctima de
apremios ilegales lo que invalida a la declaración en sede policial en la que confiesa el ilícito.

Agrega que pese a ello la Alzada consideró que la declaración aún en esas condiciones constituía una grave
presunción contra el acusado.

Denegada la concesión del recurso, por entender el tribunal que sólo plantea cuestiones de hecho y prueba
propias de los jueces de la causa, la declarante arriba a esta instancia mediante la queja en análisis.

En la sentencia, la mayoría del tribunal expresa que si bien se constataron lesiones en el prevenido que
demostrarían que fue apremiado físicamente, sus dichos permitieron esclarecer un hecho ilícito que no había
sido denunciado.

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Concluye la Alzada que las manifestaciones del ahora condenado en ningún momento se consideraron
confesión pero si constituyen una presunción grave que halló adecuada corroboración en el relato de la victima
y secuestro de parte de los sustraídos, acreditándose de tal manera tanto la materialidad del hecho cuanto la
autoría del acusado.

La cuestión federal planteada en autos consiste en decidir acerca de la validez de la condena dictada, a la que
se arribó como consecuencia de hechos que se consideraron probados a través de una investigación basada en
la confesión extrajudicial obtenida del reo mediante los apremios ilegales a que fuera sometido.

La cuestión de hecho relativa a la existencia de tal coacción ha sido resuelta afirmativamente por los tres
jueces de cámara.

También coinciden los magistrados ordinarios en que la aplicación de la tortura ha sido decisiva para la
solución de la causa, tal como pone de manifiesto el voto de mayoría.

El recurso extraordinario cuya denegación motiva esta queja somete al tribunal el conflicto entre dos intereses
fundamentales de la sociedad, su interés en una rápida y eficiente ejecución de la ley y su interés en prevenir
que los derechos de sus miembros individuales resulten menoscabados por métodos inconstitucionales de
ejecución de la ley.

Se declara mal denegado el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada en cuanto fue objeto de el
a fin de que se dicte un nuevo pronunciamiento acorde a derecho.

 Fallo Schenone, Carlos

La recurrente solicitó la reconsideración de la resolución del Tribunal de fs. 138 mediante la cual se tuvo por no
presentado el recurso de queja por no haber dado cumplimiento a las exigencias previstas en la acordada.

La intimación efectuada en los términos de la disposición mencionada fue cursada para que la parte diera
cumplimiento a los recaudos de identidad y domicilio que allí se exigen, por lo que no se advierte el agravio
que pudo haber causado a la peticionante, en tanto que su observancia hubiese permitido el tratamiento de
las cuestiones de fondo planteadas en el recurso sin suspender su trámite, a la espera de la concesión del
beneficio de litigar sin gastos reclamado.

Se advierten en el expediente circunstancias concretas, vinculadas con el ejercicio de la defensa técnica en esta
instancia, que esta Corte Suprema no puede dejar de señalar, en tanto ponen al descubierto una transgresión a
la garantía constitucional de la defensa en juicio de tal entidad que más allá de cualquier imperfección en la
habilitación de la competencia del Tribunal para conocer los agravios expresados, afecta la validez misma del
proceso en esta instancia, circunstancia que debe ser atendida y resuelta de modo prioritario a cualquier
cuestión que se haya planteado.

Ello es así, pues constituye una exigencia previa emanada de la función jurisdiccional de esta Corte el control,
aun de oficio, del desarrollo del procedimiento cuando se encuentran comprometidos aspectos que atañen al
orden público. En efecto, la eventual existencia de un vicio capaz de provocar una nulidad absoluta y que
afecte una garantía constitucional no podría convalidarse.

Que a los efectos de puntualizar estas circunstancias, resulta necesario describir brevemente el trámite de la
queja ante esta Corte.

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Así, a fs. 1, luce la presentación in pauperis efectuada por Schenone, en la cual manifestó su voluntad recursiva
al notificársele el rechazo del recurso extraordinario. En virtud de ello, la Secretaría certificó que el recurrente
había designado como nuevos defensores a los doctores Alberto José Troncoso y Sandra Elizabeth Balzano,
siendo esta última la única que aceptó el cargo (cfr. fs. 2 y 3).

Luego se intimó a la defensa para que cumpliera con lo dispuesto en la acordada 13/90, como así también para
que acompañe las copias de la sentencia condenatoria, de los recursos interpuestos y las resoluciones
denegatorias de los mismos, sin hacer mención alguna a la fundamentación de la queja, que como ya se dijera,
fue presentada en forma pauperis.

La doctora Balzano acompañó las copias solicitadas y a fs. 134/135 puntualizó los agravios Clo que podría
interpretarse como fundamentación del recurso, pues así lo justifica la letradaC sin cumplir con los requisitos
mínimos y formales del recurso de queja, puesto que no hace mención ni a los hechos, ni al trámite de la
causa, no justifica los requisitos del recurso, no dice nada en cuanto a la resolución que declaró inadmisible el
recurso extraordinario, etc. Por su parte, la Secretaría intimó nuevamente a la defensa para que cumpla con la
acordada 13/90, bajo apercibimiento de tener por no presentada la queja. Al agotarse el plazo de la
intimación, sin que la parte recurrente cumpliera con los requerimientos efectuados, se hizo efectivo el
apercibimiento.

La garantía de defensa en juicio posee como una de sus manifestaciones más importantes el aseguramiento de
una defensa técnica a todo justiciable, manifestación ésta que, para no desvirtuar el alcance de la garantía y
transformarla en un elemento simbólico, no puede quedar resumida a un requisito puramente formal, pues no
es suficiente en este aspecto con que se asegure la posibilidad de que el imputado cuente con asesoramiento
legal, sino que este asesoramiento debe ser efectivo.

Si bien como principio no compete a los jueces subsanar deficiencias técnicas de los abogados en sus
presentaciones, las irregularidades descriptas precedentemente motivan que este Tribunal tome los recaudos
necesarios al respecto a los efectos de salvaguardar, en esta instancia, la integridad del derecho de defensa y la
voluntad recursiva del imputado, máxime cuando en el sub judice se trata de una condena de doce años de
prisión.

Sentado ello, esta Corte Suprema no puede dejar de señalar Cen este caso y tratándose de una presentación in
pauperis de un detenidoC que la falta de idoneidad puesta en evidencia por la letrada particular, Cal no
fundamentar la presentación de su defendido detenido, y al no dar cumplimiento a los recaudos de la
acordada 13/90, pese a ser intimada en dos ocasiones para hacerloC, importó un inadmisible menoscabo del
derecho de defensa que impide mantener el pronunciamiento de fs. 138.

La excepcional circunstancia apuntada ut supra obliga a este Tribunal a disponer el apartamiento de aquélla y
ordenar poner en conocimiento del imputado su derecho a designar un nuevo defensor o, en su caso, asignarle
la asistencia de la defensora oficial ante esta Corte Suprema, para que sea debidamente fundamentada su
presentación de fs.1

Por ello, se deja sin efecto la resolución de fs. 138. Apártase a la doctora Sandra Elizabeth Balzano de la
defensa técnica de Carlos Abel Schenone y hágasele saber al nombrado que dentro del quinto día de notificado
deberá designar un nuevo abogado de confianza bajo apercibimiento de designar a la defensora oficial ante
esta Corte Suprema de Justicia.

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 Fallo Charles Hnos.

Sumario: son nulos los decretos judiciales dictados sobre hechos extraños a la causa y sin audiencia del
interesado.

Caso: En la causa seguida por contrabando y falsedad contra los Sres. Charles hermanos y Cº, se reclamó por
los acusados sobre unas mercaderías que se les retenía en la Aduana, no comprendidas en las que eran
materia de la causa. Se pidió informa a la Aduana, y recibido éste, se dictó:

No resultando del informe que precede el motivo por el cual no se han entregado las mercaderías, ni la
cantidad que se adeuda, líbrese oficio a la Aduana para que proceda en el día a entregar dichas mercaderías,
dejándose así sin efecto el informe mandado evacuar por auto de fecha 20.

Resultando de los informes de la Aduana, que la detención y embargo de las mercaderías a que se refiere este
incidente responde al pago y proceden de derechos y responsabilidades extrañas a la causa criminal pendiente
contra Charles y de que el juez de sección no ha podido conocer sino con arreglo a los tramites y previos los
recursos determinados por el art.1073 de las ordenanzas de aduana y considerando además, que tampoco ha
podido pronunciarse en la reclamación interpuesta sin la previa audiencia prescripta por el art. 1073 de dichas
ordenanzas: se declaran sin efecto los autos recurridos de fojas 95/97, dejandose a salvo las acciones que
puedan corresponder a los procesados, para la entrega de las mercaderías expresadas, para que las hagan
valer por la vía y tramites que hubiere lugar. Y siendo este incidente extraño a la causa a que se ha agregado.

 Cazo Piersack

Los hechos pueden resumirse de la siguiente manera: el señor Piersack, ciudadano belga, fue condenado por
un delito de asesinato a dieciocho años de trabajos forzosos por la Audiencia («Cour dŽassises») de Brabant. El
veredicto de culpabilidad fue emitido por un jurado por siete votos contra cinco, por lo que, de acuerdo con la
legislación belga vigente, el Presidente y los dos Magistrados que forman parte de la Audiencia debieron
pronunciarse sobre aquél, coincidiendo con la mayoría del jurado (parágrafos 14-15 y 20-21).

El Presidente de la Audiencia, señor Van de Walle, había sido recientemente designado para ese cargo. Con
anterioridad había formado parte del Ministerio Fiscal, dirigiendo un departamento encargado de asuntos
penales, y en concreto de los delitos contra las personas. Ejerció ese cargo durante el tiempo en que
comenzaron las investigaciones del caso Piersack, sin llevar personalmente la investigación, aunque con
facultades de supervisión de la labor de los encargados propiamente del caso.

En su virtud, el señor Piersack recurrió ante la Corte de Casación belga solicitando la nulidad de las actuaciones
conforme a la legislación belga. La Corte rechazó el recurso por estimar que no se había probado
suficientemente la participación personal del señor Van de Walle en el caso mientras ejercía sus funciones en
el Ministerio Público.

Procedimiento. El señor Piersack interpuso la correspondiente demanda ante la Comisión Europea de los
Derechos Humanos, alegando que había sido víctima de una violación del artículo 6.1 del Convenio, al no
haber sido juzgado por un «Tribunal independiente e imparcial establecido por la ley» (parágrafo 23).

La Comisión admitió a trámite la demanda, estimando por unanimidad que se había producido tal violación.

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El Tribunal expone en los fundamentos jurídicos de la sentencia los motivos que le han llevado a fallar por
unanimidad la existencia de una violación del artículo 6.1 del Convenio.

Rechaza los argumentos en contra de la «independencia del Tribunal» -la legislación belga en la materia
establece garantías suficientes para su defensa (parágrafo 27)-, así como que no se esté ante un «Tribunal
establecido por la ley» -remitiéndose en este punto a lo referido respecto de la imparcialidad (parágrafo 33).

Efectivamente, es en torno a la «imparcialidad del Tribunal» donde se encuentra la sustancia de la sentencia,


así como en su significado en el artículo 6.1 del Convenio:

1. El Tribunal precisa, en primer lugar, el doble aspecto subjetivo y objetivo con el que debe analizarse la
imparcialidad de los Tribunales. Subjetivo en cuanto a la convicción personal de un juez concreto en un caso
concreto. Objetivo en cuanto a que un juez ofrezca garantías suficientes para excluir cualquier duda legítima
sobre la imparcialidad de su actuación. No basta que el juez actúe imparcialmente, sino que es preciso que no
exista apariencia de imparcialidad; «en esta materia incluso las apariencias tienen importancia», ya que «lo
que está en juego es la confianza que los Tribunales deben inspirar a los ciudadanos en una sociedad
democrática» [parágrafo 30, a)].

2. Una vez apuntado el aspecto objetivo de requisito de imparcialidad de los Tribunales, procede fijar el criterio
para su determinación.

El Tribunal rechaza la interpretación extrema según la cual quien en algún momento haya formado parte del
Ministerio Público no podrá pasar después a formar parte de un Tribunal, haciendo ver los trastornos a que
podría llevar adoptar tal criterio [parágrafo 30, b)].

Pero tampoco cree suficiente mantener un criterio puramente funcional como el adoptado por la Corte de
Casación belga, que requeriría una intervención personal en el caso específico con ocasión del ejercicio de sus
competencias como miembro del Ministerio Público [parágrafo 30, c)].

Es preciso tener también en cuenta consideraciones orgánicas, como la de dirigir un departamento del
Ministerio Público encargado de la investigación de asuntos como el aquí visto; aunque no haya intervenido
personalmente, tenían facultades y responsabilidad en el caso y ello, indudablemente, afecta a la
anteriormente aludida confianza de los ciudadanos en la imparcialidad de los Tribunales [parágrafo 30, d)].

Esto es lo ocurrido en el presente caso (parágrafo 31), por lo que el Tribunal entiende que se ha infringido el
artículo 6.1 del Convenio.

En relación con el artículo 50 del Convenio se reserva su decisión, apuntando la posibilidad de un arreglo
amistoso entre las partes.

FUNDAMENTOS DE DERECHO

I. SOBRE LA ALEGADA VIOLACIÓN DEL ARTICULO 6.1

26. El artículo 6.1 del Convenio reza lo siguiente:

«Toda persona tiene derecho a que su causa sea conocida (...) por un tribunal independiente e imparcial
establecido por la ley, que decidirá (...) sobre el fundamento de cualquier acusación en materia penal dirigida
contra ella (...)»

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1. «Tribunal independiente»

27. Según el demandante, el tribunal que le condenó el 10 de noviembre de 1978 no era un «tribunal
independiente». Esta afirmación, respecto de la que no se aporta prueba alguna, no puede ser aceptada.
Conforme a la Constitución (arts. 99 - 100 ) y a la legislación belga, los tres jueces que componen las audiencias
gozan de amplias garantías en orden a su protección frente a presiones externas, y la misma finalidad subyace
en las reglas estrictas para la designación de los miembros de los jurados ( artículos 217 - 253 del Código
Judicial ).

2. «Tribunal imparcial»

28. El magistrado que presidió la audiencia de Brabant en el presente caso, señor Van de Walle, había ejercido
previamente las funciones de adjunto primero del Procurador del Rey en Bruselas; hasta su designación en el
Tribunal de Apelación fue el jefe de la sección B del departamento de acusación pública de Bruselas, sección
encargada de la investigación de los crímenes y delitos contra las personas y, en consecuencia, la que conoció
el caso del señor Piersack (ver parágrafos 9-12, 14 y 19 más arriba).

29. Por este hecho el demandante ha alegado que su caso no fue conocido por un «tribunal imparcial» desde
su punto de vista, «cuando una persona ha tratado un asunto como Ministerio Público durante año y medio no
puede sino prejuzgar el caso».

Para el Gobierno, en aquel momento era el Procurador del Rey personalmente y no el adjunto primero señor
Van de Walle quien se encargaba de los asuntos penales: cada uno de los adjuntos -en esta ocasión la señora
Del Carril y el señor De Nauw- informaban directamente al Procurador de estos casos y no a través del señor
Van de Walle, que ejercía un papel sobre todo administrativo, ajeno al ejercicio de la acción pública y
consistente básicamente en firmar con sus iniciales numerosos documentos, como las notas de 13 de enero y
de 20 de junio de 1977 (ver parágrafos 9, 11 y 19 más arriba). Por lo que se refiere a la nota de 4 de febrero de
1977 (ver parágrafo 10 más arriba), el juez instructor, señor Preuveneers, la remitió con las palabras «a la
atención del señor Van de Walle» únicamente porque conocía que la señora Del Carril se encontraba
frecuentemente con permiso de enfermedad. Por otro lado, según las alegaciones del Gobierno, no hay prueba
alguna que muestre que el señor Van de Walle recibiera aquella nota y que, en cualquier caso, no fue él sino la
señora Del Carril la que contestó al señor Preuveneers.

30. Si la imparcialidad se define ordinariamente por la ausencia de prejuicios o parcialidades, su existencia


puede ser apreciada, especialmente conforme al artículo 6.1 del Convenio, de diversas maneras. Se puede
distinguir así entre un aspecto subjetivo, que trata de averiguar la convicción personal de un juez determinado
en un caso concreto, y un aspecto objetivo, que se refiere a si éste ofrece las garantías suficientes para excluir
cualquier duda razonable al respecto.

a) En cuanto al primer aspecto, el Tribunal hace notar que el demandante se complace en rendir homenaje a la
imparcialidad personal del señor Van de Walle; no tiene motivo alguno para dudar de su imparcialidad
personal, que por otro lado debe ser presumida mientras no se demuestre lo contrario (ver la sentencia Le
Compte, Van Leuven y De Meyere de 23 de junio de 1981, serie A, núm. 43, página 25, parágrafo 58).

Sin embargo, no es posible reducirse a una apreciación puramente subjetiva. En esta materia incluso las
apariencias pueden revestir una cierta importancia (ver la sentencia Del Court de 17 de junio de 1970, serie A,
núm. 11, p. 17, parágrafo 31). Como observó la Corte de Casación belga en su sentencia de 21 de febrero de

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1979 (ver parágrafo 17 más arriba), todo juez en relación con el cual pueda haber razones legítimas para dudar
de su imparcialidad debe abstenerse de conocer ese caso. Lo que está en juego es la confianza que los
tribunales deben inspirar a los ciudadanos en una sociedad democrática.

b) Si se va al extremo opuesto habría que mantener que los miembros de los departamentos del Ministerio
Público no podrían formar parte de un tribunal en relación con un caso que hubiese sido examinado
inicialmente por ese departamento, aunque personalmente no hubiesen tenido nada que ver con él. Una
solución tan radical, basada en una interpretación formalista e inflexible de la unidad e indivisibilidad del
Ministerio Público, supondría una barrera infranqueable entre dicho Ministerio y los tribunales. Llevaría a un
grave trastorno el sistema judicial de numerosos Estados Contratantes donde el traslado de unos a otros es
una práctica frecuente. Pero, sobre todo, el simple hecho de que un juez haya sido miembro del Ministerio
Público no es razón suficiente para temer que carece de imparcialidad; el Tribunal coincide con el Gobierno en
este punto.

c) En la consideración de oficio que la Corte de Casación belga hizo del artículo 6.1 adoptó sobre este tema un
criterio funcional: la existencia de una intervención anterior del juez «en la causa, en el ejercicio o con ocasión
del ejercicio de (...) funciones de miembro del Ministerio Público». Rechazó el recurso del señor Piersack
porque las pruebas aportadas por éste, bajo su punto de vista, no permitían deducir una intervención del
señor Van de Walle como adjunto primero del Procurador del Rey de Bruselas en alguna forma que supusiera
la adopción de una posición personal o de un acto inscrito en el procedimiento de instrucción (ver parágrafo
17 más arriba).

d) Incluso hecha la anterior precisión, parece que un criterio de este tipo no llena plenamente los requisitos
del artículo 6.1. En orden a que los tribunales puedan inspirar la confianza que es indispensable, es preciso
tener en cuenta un criterio de carácter orgánico. Si una persona, después de haber ocupado un departamento
del Ministerio Público cuya naturaleza es tal que deba tratar un determinado asunto en razón de sus
competencias y posteriormente debe conocer el mismo caso como juez, los ciudadanos tienen el derecho a
temer que no ofrezca las suficientes garantías de imparcialidad.

31. Esto fue lo que ocurrió en el presente caso. En noviembre de 1978 el señor Van de Walle presidió la
Audiencia de Brabant, a la que la correspondiente Sala del Tribunal de Apelación de Bruselas había trasladado
al demandante para juicio. En su virtud dispuso de amplios poderes, a los que, por otra parte, debía recurrir en
ocasiones, por ejemplo el poder discrecional conferido por el artículo 268 del Código Judicial y el poder de
decidir con los otros jueces acerca de la culpabilidad del acusado cuando el jurado decidiera el veredicto de
culpable únicamente por mayoría simple (ver parágrafos 13-14 y 20-21 más arriba).

Sin embargo, previamente y hasta noviembre de 1967, el señor Van de Walle había dirigido la sección B del
departamento del Ministerio Público en Bruselas, responsable de la investigación dirigida contra el señor
Piersack. Como superior jerárquico de los adjuntos encargados del caso, señora Del Carril y después señor De
Nauw, podía haber revisado cualquier escrito que debiera presentarse a los tribunales, discutido con ellos
sobre la orientación que debía darse al caso, así como asesorarles sobre cuestiones jurídicas (ver parágrafo 19
más arriba). De otra parte, la información obtenida por la Comisión y por el Tribunal (ver parágrafos 9-11 más
arriba) tiende a confirmar que el señor Van de Walle jugó efectivamente un cierto papel en el procedimiento.

En cualquier caso, importa poco saber si, como cree el Gobierno, el señor Piersack ignoró estos hechos en
aquel momento. Como tampoco es necesario tratar de medir la extensión precisa del papel jugado por el

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señor Van de Walle, realizando otras investigaciones en orden a determinar, por ejemplo, si recibió o no la nota
de 4 de febrero de 1977 o si discutió el caso particular con la señora Del Carril y del señor De Nauw. Es
suficiente constatar que la imparcialidad del tribunal al que incumbía decidir sobre el fondo de la acusación
podía ser sometida a duda.

32. En consecuencia, el Tribunal concluye que ha habido una violación del artículo 6.1.

3. «Tribunal establecido por la ley»

33. Igualmente el demandante alegó que la audiencia de Brabant no era un «tribunal establecido por la ley»,
ya que la presencia del señor Van de Walle contravenía especialmente el artículo 127 del Código Judicial .

Para resolver esta cuestión es preciso determinar si la frase «establecido por la ley» cubre no sólo el
fundamento legal para la misma existencia del «tribunal» -sobre lo que no cabe disputa en esta ocasión ( art.
98 de la Constitución belga)-, sino también la composición de éste en cada caso, y en este caso si el Tribunal
Europeo puede revisar el modo en que los tribunales nacionales -como la Corte de Casación belga en su
sentencia de 21 de febrero de 1979 (ver parágrafo 17 más arriba)- interpretan y aplican su Derecho interno en
esta materia, y, finalmente, si este derecho no es en sí mismo conforme con el Convenio y en concreto con el
requisito de imparcialidad que figura en el artículo 6.1 (ver en el contexto del art. 5 la sentencia Winterwerp de
24 de octubre de 1979, serie A, número 33, pp. 19-20, parágrafos 45-46, y la sentencia X contra el Reino Unido
de 5 de noviembre de 1981, serie A, núm. 46, pp. 18-19, parágrafo 41).

En el caso presente no parece necesario examinar esta cuestión, ya que, si bien planteada en un contexto legal
diferente, coincide sustancialmente con la argumentación que se ha mantenido en el parágrafo anterior como
bien fundada; por otro lado, el demandante no mantuvo esta queja ni en su escrito de observaciones de abril
de 1980 sobre la admisibilidad de la demanda ni durante la vista celebrada el 10 de diciembre de 1980 ante la
Comisión o el 25 de marzo de 1982 ante el Tribunal.

II. SOBRE LA APLICACIÓN DEL ARTICULO 50

34. Con ocasión de la vista, el abogado del señor Piersack precisó que su cliente reclamaba en virtud del
artículo 50 del Convenio su inmediata puesta en libertad, según las medidas que puedan ser discutidas, así
como a una indemnización destinada al pago de los honorarios de sus abogados ante la Corte de Casación
belga (cincuenta mil francos belgas) y en Estrasburgo (ciento cincuenta mil francos belgas), con deducción de la
cantidad recibida del Consejo de Europa como ayuda para la asistencia legal (tres mil quinientos francos
belgas).

El Consejero del Gobierno mantuvo que si el Tribunal constatara que había existido una violación, la
publicación de la sentencia constituiría en sí misma una satisfacción justa y suficiente. Añadió que desconocía
la opinión de las autoridades acerca de la puesta en libertad anticipada del demandante.

35. En consecuencia, a pesar de ser alegado el artículo 47 bis del Reglamento del Tribunal , esta cuestión no
está todavía vista para ser decidida. El Tribunal debe, por tanto, reservar su posición sobre este punto y fijar un
procedimiento ulterior, teniendo en cuenta la hipótesis de un acuerdo entre el Estado demandado y el
demandante.

POR ESTOS MOTIVOS, EL TRIBUNAL, POR UNANIMIDAD,

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1. Falla que ha habido una violación del artículo 6.1 del Convenio.
2. Falla que la cuestión de la aplicación del artículo 50 no puede ser todavía decidida.

En consecuencia,

a) se reserva la decisión sobre ésta;


b) pide a la Comisión que remita al Tribunal en el plazo de dos meses, a contar desde el pronunciamiento
de la presente sentencia, sus observaciones sobre la referida cuestión y, en concreto, que notifique al
Tribunal de cualquier arreglo amistoso a que hayan podido llegar el Gobierno y el demandante;
c) se reserva el procedimiento que ulteriormente pueda ser seguido y delega en el Presidente de la Sala la
facultad de determinar éste si fuese necesario.

 Fallo Cabral

La mera comunicación de un dato por el imputado al personal policial, en la medida que no sea producto de
coacción, no es un indicio que deba desecharse de la investigación criminal.

La Cámara Nacional de apelaciones en lo penal económico condenó a Agustín Cabral como autor del delito de
encubrimiento de contrabando (art.874 del cód. Aduanero) a la pena de diez meses de prisión; pérdida de las
concesiones, regímenes especiales, privilegios y prerrogativas de que gozare, un año de inhabilitación para el
ejercicio del comercio; un año y ocho meses de inhabilitación absoluta para desempeñarse como funcionario
público e inhabilitación especial perpetua para desempeñarse como miembro de las fuerzas de seguridad.

Con esta sentencia se dedujo el recurso extraordinario cuya denegación originó esta queja.

Cabral fue detenido por una comisión policial en la intersección de las calles Brasil y Santiago del estero. El
procesado había descendido de un automóvil de alquiler y estaba de pie junto dos cajas de cartón con la
inscripción TECO, con un dibujo que indicaría que contenían televisores o monitores de computación.

Ante su actitud inusual, la policía lo identificó, y que preguntando acerca de su permanencia en el lugar
respondió con evasivas y contradicciones, sin poder acreditar el origen de la mercadería que tenía en su poder.

Durante el trayecto a la comisaría, Cabral habría manifestado espontáneamente a los policías que esos
equipos, juntos con otros que poseía en el departamento A de la planta baja de la calle independencia, los
había adquirido en un bar de la zona del bajo a una persona que los traía del puerto, y que al momento de ser
detenido iba a venderlos a otra que tenia contactos con una empresa de computación a cien dólares cada uno.

El recurso extraordinario plantea la violación a la garantía de la defensa en juicio, toda vez que de acuerdo con
lo dispuesto por la primera parte del art. 316 del cód. de procedimientos en materia penal, la manifestación
prestada por el proceso ante la autoridad de prevención carece de valor probatorio y no puede ser usada en la
causa.

Como consecuencia de ello, el secuestro del monitor en la casa del procesado, aun hecho con autorización
judicial, derivaría directamente de un acto nulo.

A los efectos de ponderar los agravios del recurrente, corresponde en primer lugar, aclarar que el
procedimiento que culminó con el secuestro del monitor en la casa del procesado no se originó en una

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declaración policial de las que habla el art. 316, sino en un dato aportado por Cabral al personal que lo
conducía hacia la comisaría.

El recurrente no aduce que tal dato haya sido arrancado mediante algún tipo de coacción por parte de los
policías.

En tales condiciones, y teniendo en cuenta que el allanamiento se llevó a cabo por orden del juez competente,
no se advierte en el caso una violación a la doctrina del tribunal según la cual no es posible aprovechar las
pruebas obtenidas con desconocimiento de garantías constitucionales.

Se desestima la queja.

 Fallo Schenone

La recurrente solicitó la reconsideración de la resolución del Tribunal de fs. 138 mediante la cual se tuvo por no
presentado el recurso de queja por no haber dado cumplimiento a las exigencias previstas en la acordada.

La intimación efectuada en los términos de la disposición mencionada fue cursada para que la parte diera
cumplimiento a los recaudos de identidad y domicilio que allí se exigen, por lo que no se advierte el agravio
que pudo haber causado a la peticionante, en tanto que su observancia hubiese permitido el tratamiento de
las cuestiones de fondo planteadas en el recurso sin suspender su trámite, a la espera de la concesión del
beneficio de litigar sin gastos reclamado.

Se advierten en el expediente circunstancias concretas, vinculadas con el ejercicio de la defensa técnica en esta
instancia, que esta Corte Suprema no puede dejar de señalar, en tanto ponen al descubierto una transgresión a
la garantía constitucional de la defensa en juicio de tal entidad que más allá de cualquier imperfección en la
habilitación de la competencia del Tribunal para conocer los agravios expresados, afecta la validez misma del
proceso en esta instancia, circunstancia que debe ser atendida y resuelta de modo prioritario a cualquier
cuestión que se haya planteado.

Luce la presentación in pauperis efectuada por Schenone, en la cual manifestó su voluntad recursiva al
notificársele el rechazo del recurso extraordinario. En virtud de ello, la Secretaría certificó que el recurrente
había designado como nuevos defensores a los doctores Alberto José Troncoso y Sandra Elizabeth Balzano,
siendo esta última la única que aceptó el cargo.

Luego se intimó a la defensa para que cumpliera con lo dispuesto en la acordada 13/90, como así también para
que acompañe las copias de la sentencia condenatoria, de los recursos interpuestos y las resoluciones
denegatorias de los mismos, sin hacer mención alguna a la fundamentación de la queja, que como ya se dijera,
fue presentada en forma pauperis.

La doctora Balzano acompañó las copias solicitadas y a fs. 134/135 puntualizó los agravios Clo que podría
interpretarse como fundamentación del recurso, pues así lo justifica la letrada sin cumplir con los requisitos
mínimos y formales del recurso de queja, puesto que no hace mención ni a los hechos, ni al trámite de la
causa, no justifica los requisitos del recurso, no dice nada en cuanto a la resolución que declaró inadmisible el
recurso extraordinario, etc.

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Por su parte, la Secretaría intimó nuevamente a la defensa para que cumpla con la acordada 13/90, bajo
apercibimiento de tener por no presentada la queja. Al agotarse el plazo de la intimación, sin que la parte
recurrente cumpliera con los requerimientos efectuados, se hizo efectivo el apercibimiento.

Finalmente a fs. 141, la defensora particular planteó la "reconsideración" de la decisión del tribunal, haciendo
mención a la iniciación del beneficio de litigar sin gastos. la garantía de defensa en juicio posee como una de
sus manifestaciones más importantes el aseguramiento de una defensa técnica a todo justiciable,
manifestación ésta que, para no desvirtuar el alcance de la garantía y transformarla en un elemento simbólico,
no puede quedar resumida a un requisito puramente formal, pues no es suficiente en este aspecto con que se
asegure la posibilidad de que el imputado cuente con asesoramiento legal, sino que este asesoramiento debe
ser efectivo.

Se desprende que el recurso in pauperis presentado por el imputado, no ha sido sustanciado por su defensora
técnica, ya que la presentación efectuada por ésta carece absolutamente de fundamentos, en la medida que
sólo enumeró los agravios que habrían inspirado el reclamo de su defendido, sin cumplir mínimamente con la
labor técnica que le compete, pues si bien es cierto que no se le puede requerir al detenido que ensaye
argumentación jurídica, sí debe exigírsele ésta a su defensor, quien lo podrá hacer mejor o peor, con más o
menos ingenio, pero que más allá de su calificación, debe hacerlo y en este caso no lo hizo. En definitiva, no
sustanció la voluntad recursiva de su defendido.

Si bien como principio no compete a los jueces subsanar deficiencias técnicas de los abogados en sus
presentaciones, las irregularidades descriptas precedentemente motivan que este Tribunal tome los recaudos
necesarios al respecto a los efectos de salvaguardar, en esta instancia, la integridad del derecho de defensa y la
voluntad recursiva del imputado, máxime cuando en el sub judice se trata de una condena de doce años de
prisión.

La excepcional circunstancia apuntada ut supra obliga a este Tribunal a disponer el apartamiento de aquélla y
ordenar poner en conocimiento del imputado su derecho a designar un nuevo defensor o, en su caso, asignarle
la asistencia de la defensora oficial ante esta Corte Suprema, para que sea debidamente fundamentada su
presentación de fs.

Por ello, se deja sin efecto la resolución de fs. 138. Apártase a la doctora Sandra Elizabeth Balzano de la
defensa técnica de Carlos Abel Schenone y hágasele saber al nombrado que dentro del quinto día de notificado
deberá designar un nuevo abogado de confianza bajo apercibimiento de designar a la defensora oficial ante
esta Corte Suprema de Justicia.

 Fallo Schettini

La Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal condenó a Jorge Rubén
Llambay a las penas de dos años de prisión de cumplimiento efectivo y multa de sesenta centavos por
considerarlo autor penalmente responsable del delito de tenencia simple de estupefacientes (art. 14 de la ley
23.737). Contra dicho pronunciamiento, la defensa interpuso recurso extraordinario que le fue concedido sólo
en cuanto al alcance asignado a disposiciones procesales que reviste íntima relación con las garantías del
debido proceso y de la defensa en juicio, sin que se haya efectuado presentación directa alguna respecto de los
restantes agravios. El a quo admitió la validez del secuestro de estupefacientes que se había practicado en el

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domicilio del imputado Llambay como consecuencia de una manifestación espontánea de su coprocesado
Schettini formulada en sede policial.

El tribunal de la instancia anterior tuvo en cuenta para ello que la prohibición contenida en el art. 316, inc. 1°,
del Código De Procedimientos en Materia Penal no está dirigida a que la prevención reciba esa clase de
manifestaciones sino a los efectos legales de la confesión y se vincula con cualquier cláusula que torne
obligatoria la autoincriminación, hipótesis ésta que no se verificaba en au A lo expuesto agregó que el acto
cuestionado no debía desecharse de la investigación criminal en tanto no fuese producto de la coacción (con
cita del precedente de esta Corte en la causa "Cabral"), circunstancia acerca de la que no existía elemento
alguno de prueba en el expediente.

El apelante se agravia por estimar violadas las garantías de la defensa en juicio y del debido proceso toda vez
que a su criterio el a quo realizó una interpretación inconstitucional del art. 316, inc. 1°, del Código de
Procedimientos en Materia Penal, ya que las declaraciones a las que allí se alude no podrían siquiera usarse
para iniciar o proseguir una pesquisa; a lo que añade que no fue correcta la conclusión del tribunal de alzada
acerca de que la manifestación espontánea cuestionada no resultaba autoincriminatoria pues en ella el
detenido, aparte de aportar el domicilio de Llambay, había admitido la tenencia de la droga que le había sido
secuestrada. Además señala que ello se ve corroborado por la preeminencia valorativa que la cámara asignó al
resultado de la diligencia en el domicilio de Llambay, y que confirmó aquellos dichos espontáneos, sobre la
negativa que al respecto mantuvo Schettini en su declaración indagatoria.

Los agravios del apelante suscitan cuestión federal suficiente para la apertura de la instancia prevista en el art.
14 de la ley 48 pues la naturaleza del planteo conduce, en definitiva, a determinar el alcance de las garantías
constitucionales de la defensa en juicio, del debido proceso, y la que establece que nadie puede ser obligado a
declarar contra sí mismo, y porque existe relación directa entre la situación del recurrente y la validez de
constancias probatorias originadas a partir de actuaciones supuestamente nulas.

En el sub lite es aplicable la doctrina expuesta por esta Corte en los autos "Cabral, Agustín s/ contrabando",
causa: C.9.XXIV. resuelta el 14 de octubre de 1992, en cuanto allí se sostuvo que la mera comunicación de un
dato, en la medida en que no sea el producto de coacción, no es un indicio que deba desecharse de la
investigación criminal, pues lo contrario llevaría a concluir en que la restricción procesal del art. 316, inc. 1° del
Código de Procedimientos en Materia Penal impide a los funcionarios investigar las pistas que pudiesen surgir
de esa comunicación.

Por ello, habiendo dictaminado el señor Procurador General, se declara procedente el recurso extraordinario y
se confirma la sentencia apelada en cuanto fue materia de recurso.

Carecen de validez las manifestaciones que fueron fruto de apremios ilegales, aún cuando hubieran prestado
utilidad para la investigación.

Otorgar validez al resultado de un delito y apoyar sobre él una sentencia judicial, no sólo es contradictorio con
el reproche formulado, sino que compromete la buena administración de justicia al pretender constituirla en
beneficiaria del hecho ílicito.

La regla de la prueba es la exclusión de cualquier medio probatorio obtenido por vías ilegítimas, pero teniendo
en cuenta al concurso de factores que pueden atenuar los efectos derivados de una aplicación automática e
irracional de aquella.

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Debe descartarse por ineficaz la prueba habida en la causa, siempre y cuando su obtención dependa directa y
necesariamente de la violación de una garantía constitucional, o bien cuando sea una consecuencia inmediata
de dicha violación.

Corresponde descalificar la fundamentación que dio sustento a la condena si no se advierte de que modo pudo
la pesquisa llegar hasta la víctima, que reconoció al prevenido, sin transitar por una vía distinta de los probados
apremios que sufrió el procesado.

La cámara de apelaciones en lo criminal y correccional confirmó la sentencia que condenó al acusado a la pena
de 7 años de prisión, accesorias legales y costas como autor responsable del delito de robo calificado por
haberse cometido con armas, en lugar poblado y en banda, la que fue unificada con una condena anterior de
nueve años de dicha especie de pena, accesorias y costas.

Contra ese pronunciamiento interpuso recurso extraordinario el defensor oficial del procesado, el que fue
concedido.

Los magistrados sentenciantes que hicieron mayoría en el acuerdo en que el fallo fue dictado sostuvieron que
los presuntos apremios ilegales sufridos por el justificable determinaban la invalidación de la declaración
extrajudicial obtenida mediante el empleo de aquellos mas no las demás pruebas labradas en sede policial
preventora.

El apelante, por su parte, ha controvertido esa conclusión del a quo afirmando que la individualización de los
testigos que luego reconocieran al reo en rueda de personas se consiguió a partir de la declaración extorcada,
por lo que también deben caer como prueba de cargo. Sostuvo, además, que no es imaginable el
cumplimiento de diligencias procesales adecuadas a derecho por parte de funcionarios que incurrieron en
aquel delito, conducta esta última que tiñe de ilegalidad todo lo que actuaron posteriormente, de conformidad
con el criterio adoptado por V.E. en el caso de Montenegro, sentencia del 10/12/81.

En el presente caso, los magistrados intervinientes coincidieron en descalificar como prueba de cargo a la
declaración prestada en sede policial, por entender que el procesado fue objeto de apremios ilegales.
Corresponde hacer notar, sin embargo, que el dictamen de los peritos que dio sustento a tal apreciación no
respondió adecuadamente a la solicitud del a quo habida cuenta de que no refirió como se requiera
expresamente si las lesiones que presentaba Ruiz databan o no de la época de su detención en dependencias
de la comisaria de Monte Grande, es decir, de dos años y medio antes del examen. Ello no obstante,
corresponde recordar una vez más que Ruiz fue condenado sin tener en cuenta aquella declaración.

Por ello se confirma la sentencia apelada, salvo en cuanto al hecho ilícito que perjudicó a Alberto Proscopio,
respecto del cual se absuelve al acusado Ruiz cuya pena se modifica por la de 5 años de prisión, accesorias
legales y costas. Asimismo, y con el alcance indicado, se modifica la pena única impuesta por la de 7 años de
prisión.

 Fallo Francomano

La cámara de apelaciones en lo criminal y correccional confirmó la sentencia de primera instancia e cuanto


condena a Aurora Bondarewsky por el delito de asociación ilícita calificada por los propósitos a la pena de 5
años de prisión. Contra la denegatoria del recurso extraordinario interpuesto por la procesada, ésta ha
recurrido en queja ante la corte suprema.

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Resulta evidente que la captura de la acusada Vilas y el secuestro de los elementos que la incriminan se originó
a partir de las informaciones que proporcionara a las autoridades policiales Francomano en su manifestación
espontánea. Por otra parte, obra en la causa graves presunciones que indican que la mencionada declaración
de Francomano no fue producto de una libre expresión de su voluntad, por lo menos en lo que respecta a la
procesada Vilas.

En consecuencia, aparece en autos un cause probatorio invalido que parte de la declaración de Francomano y,
en una cadena causal ininterrumpida, pasa por la coimputada Palacios, hasta llegar a la captura de la
recurrente. Tal circunstancia hace aplicable al caso la doctrina desarrollada por esta Corte en fallos anteriores,
según la cual debe excluirse del proceso cualquier medio de prueba obtenido por vías ilegítimas. Esta exclusión
también debe extenderse a los elementos de cargo que incriminasen a un tercero cuando aquellos como
ocurre en el caso de autos, se originasen en un cauce de investigación viciado de nulidad.

Por ello se hace lugar a la queja y se declara procedente el recurso y se revoca la sentencia apelada y en
ejercicio de la facultad conferida en la 2da parte del art.16 de la ley 48, se absuelve libremente a Vilas de
Bondarewsky por el delito de asociación ilícita calificada.

 Fallo Dieser

La Corte Suprema de Justicia de la provincia de Santa Fe, rechazó la queja promovida por la defensa de María
Graciela Dieser contra la resolución que denegó el recurso de inconstitucionalidad local, a su vez interpuesto
contra la sentencia de la Cámara de Apelaciones en lo Penal de Venado Tuerto, que confirmó la condena de la
nombrada dictada por el juez de primera instancia de Distrito en lo Penal de Sentencia de la ciudad de
Melincué.

Contra ese pronunciamiento se interpuso recurso extraordinario federal, cuya denegación dio lugar a la
presente queja.

En cuanto aquí interesa, la defensa técnica de la nombrada se agravia de que fue afectada la garantía que le
asiste a su defendida de ser juzgada por un tribunal imparcial, porque dos de los tres magistrados, integrantes
de la Cámara Penal de Venado Tuerto, que suscriben el voto mayoritario a favor de la condena mediante la
sentencia n1 38/03, son los mismos que intervinieron previamente en diversas apelaciones suscitadas en el
mismo proceso, entre ellos: el auto que confirmó el procesamiento y prisión preventiva. En prieta síntesis,
adujo que se afectaron las garantías de objetividad de jurisdicción -imparcialidad- y de doble instancia que le
asisten constitucionalmente.

La Corte provincial, por mayoría, en el punto 3.1.4 de la resolución n1 410 rechazó la concesión del agravio pre
cedentemente expuesto por la defensa en oportunidad de la interposición del remedio federal del artículo 14
de la ley 48.

 Fallo Zambrana

Contra la decisión de la Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal que
declaró la nulidad de todo lo actuado a partir del auto que disponía la instrucción del sumario y en
consecuencia absolvió a la procesada del delito de transporte de estupefacientes por el que fuera acusada,

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interpuso el señor fiscal de cámara recurso extraordinario, cuya denegación motivó esta presentación directa,
sostenida por el señor Procurador General.

De las constancias de autos surge:

a) que el 4 de abril de 1992 personal policial concurrió a la sala de terapia intensiva del Hospital Piñero,
ocasión en que la doctora Rosario Pacheco hizo entrega de cuatro bombitas de látex que habían sido
expulsadas por vía bucal por la imputada, las que contenían clorhidrato de cocaína. Posteriormente
aquélla fue sometida a un proceso de desintoxicación que le permitió expulsar la totalidad de las 44
cápsulas ingeridas.
b) que al prestar declaración indagatoria Zambrana Daza manifestó que debido a una afligente situación
económica se conectó en Bolivia con una persona que le propuso viajar a la ciudad de Pocitos en la que
conocería a Mario Blanco. Al llegar a la citada localidad, Blanco le indicó que debía ingerir cápsulas que
-según le habría expresadocontenían oro, debiendo trasladarlas desde Pocitos hasta la Capital Federal.
Al llegar a esta ciudad, sintió fuertes dolores de estómago, ocasión en que aquél le manifestó que lo
que había ingerido era clorhidrato de cocaína y que era conveniente que se dirigiera a un hospital, lo
que así hizo.
c) Que en primera instancia la procesada fue condenada a la pena de cuatro años de prisión por el delito
de transporte de estupefacientes (art. 5, inc. c, de la ley 23.737).

El tribunal anterior en grado -por mayoría anuló todo lo actuado a partir de la resolución de fs. 45 que disponía
la prosecución del sumario y como consecuencia absolvió a la procesada del delito de transporte de
estupefacientes por el que fuera acusada. Para llegar a esa conclusión consideró que era ilegítima la
investigación llevada a cabo a partir de los dichos de un médico en contra de la paciente debido a que el hecho
le había sido comunicado dentro de la relación terapéutica. En ese aspecto expresó que "resulta inadmisible
que el Estado se beneficie con un hecho delictivo para facilitar la investigación de los delitos, debiendo
excluirse todo medio probatorio obtenido por vías ilegítimas". Refirió que a los efectos de evitar el debate
acerca de qué deber debe prevalecer -el de denunciar o el de guardar secreto- "el legislador ha tomado la
precaución de prever esas situaciones y de resolverlas por anticipado con excepciones (arts. 166 y 167 del
Código de Procedimientos en Materia Penal), de manera tal que sea clara la aplicación del adagio 'lex specialis
derogat generalis' en virtud del cual desaparece la obligación de denunciar del profesional ligado al deber de
mantener el secreto, obligación que, de este modo, desplaza a la de denunciar". Destacó que "el carácter de
funcionario del médico no lo releva de la obligación de conservar el secreto profesional".

Consideró vulnerada la garantía constitucional que prohíbe la autoincriminación criminal puesto que la
imputada no habría actuado libremente sino por el miedo a la muerte. En ese aspecto refirió que "la garantía
de no estar obligado a declarar contra sí mismo presupone, justamente, que aquel que asumió
voluntariamente la posibilidad de ser penado, a pesar de ello, no esté obligado a denunciarse, de modo que el
haber cometido un delito no sólo no reduce el valor de la garantía, sino que es, precisamente, lo que le otorga
sentido”.

El apelante se agravia del alcance otorgado a la garantía que impide que nadie pueda ser obligado a declarar
contra sí mismo, al ponérsela en pugna con el debido proceso legal del acusador público. Asimismo y con
sustento en la doctrina de la arbitrariedad alega que se ha efectuado una errónea interpretación de normas de
derecho común y procesal que rigen el caso (arts. 164, 165 y 167 del Código de Procedimientos en Materia

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Penal en relación a los arts. 156 y 277, inc. 1°, del Código Penal), lo que habría impedido la aplicación de la ley
federal de estupefacientes 23.737.

Los agravios del recurrente habilitan instancia extraordinaria, puesto que conducen a determinar el alcance de
las garantías del debido proceso legal y la prohibición de autoincriminación, así como la aplicación de la
Convención de Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias sicotrópicas y la ley
federal de estupefacientes, con resultado adverso a las pretensiones del apelante.

En cuanto a la primera de las cuestiones - vinculada con la interpretación de la garantía constitucional que
prescribe que nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo- asiste razón al recurrente al alegar que el
tribunal anterior en grado ha efectuado una interpretación irrazonable de la prohibición de autoincriminación.
Ello es así porque resulta inadmisible interpretar la mencionada garantía de modo que conduzca
inevitablemente a calificar de ilegítimas las pruebas incriminatorias obtenidas del organismo del imputado en
todos los casos en que el individuo que delinque requiera asistencia médica en un hospital público. La debida
tutela de la mencionada garantía constitucional, en necesaria relación con el debido proceso legal requiere un
examen exhaustivo de las circunstancias que rodearon cada situación en concreto, para arribar a una
conclusión acerca de la existencia de vicios que hayan podido afectar la voluntad del imputado.

En atención a los valores en juego en el proceso penal resulta inadmisible plantear la cuestión de la prohibición
de la autoincriminación desde la opción del a quo -prisión o muerte- puesto que el legítimo derecho de la
imputada de obtener asistencia médica en un nosocomio debe relacionarse con los requerimientos
fundamentales del debido proceso en la administración imparcial de la justicia penal.

Dado que en el sub lite se ha demostrado que la imputada no fue objeto de un despliegue de medios
engañosos para obtener los elementos del delito y que el secuestro de las pruebas incriminatorias se debió a la
libre decisión de la acusada de concurrir a un hospital público, no resulta razonable ni menos compatible con el
orden constitucional vigente entender que, en las circunstancias comprobadas de este proceso, se hubiese
visto comprometida la garantía de la prohibición de autoincriminación.

Esas mismas circunstancias evidencian que la incautación de los efectos fue realizada con el máximo respeto
de tan eminente garantía individual concertándola con el interés social en la averiguación del delito y el
ejercicio adecuado de las potestades estatales respectivas que, al fin y al cabo, es el logro del delicado
equilibrio entre tan preciados valores que esta Corte siempre ha procurado resguardar.

El privilegio contra la autoincriminación no puede ser invocado en casos como el de autos en que no existe el
más mínimo rastro de que la incautación de los efectos del delito haya sido obtenida por medios compulsivos
para lograr la confesión. la sanción de nulidad decretada

Por el a quo sobre la base de lo dispuesto en una norma del código procesal -art. 167 del Código de
Procedimientos en Materia Penal- omitiendo aplicar las disposiciones de los tratados pertinentes y la ley
federal de estupefacientes, constituye flagrante violación a las reglas de supremacía de las normas previsto por
el art. 31 de la Constitución Nacional.

La sanción de nulidad absoluta que el a quo ha aplicado a la totalidad de las actuaciones guarda relación
directa e inmediata con la lesión a las garantías invocadas por el recurrente y justifica la descalificación de la
sentencia como acto jurisdiccional.

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Por ello, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia
apelada.

 Fallo Roque Ruiz

Carecen de validez las manifestaciones que fueron fruto de apremios ilegales, aún cuando hubieran prestado
utilidad para la investigación.

Otorgar validez al resultado de un delito y apoyar sobre él una sentencia judicial, no sólo es contradictorio con
el reproche formulado, sino que compromete la buena administración de justicia al pretender constituirla en
beneficiaria del hecho ilícito.

La regla es la exclusión de cualquier medio probatorio obtenido por vías ilegítimas, pero teniendo en cuenta al
concurso de factores que pueden atenuar los efectos derivados de una aplicación automática e irracional de
aquella.

El 19/3/83 Roque Ruiz fue detenido por una comisión de la policía de la provincia de BS.AS cuando asaltaba
una farmacia junto con dos cómplices, movilizándose en un taxímetro. A raíz de que los delincuentes
comenzaron a disparar sus armas contra los efectivos policiales, se originó un tiroteo que culminó con la
muerte de uno de aquellos, mientras el tercer asaltante fugó. La policía secuestró el vehículo.

Al presentar declaración indagatoria ante el personal policial, Ruiz mencionó sus antecedentes penales, que
había salido en libertad condicional dos meses antes y que en los días previos a su detención había conocido a
sus cómplices, Miguel y Acevedo, como así también la fecha ya señalada se encontró con aquellos, y salieron
en el taxímetro que conducía Miguel. Fue entonces cuando con sus compañeros asaltaron a mano armada, con
revólveres que estaban dentro del vehículo, primero dos panaderías de la zona, en una de las cuales Acevedo
efectuó un disparo contra el comerciante, y en seguida, la farmacia donde Ruiz fue detenido y murió Acevedo.

Al revidar las ropas del muerto, los preventores hallaron el documento nacional de identidad n°12.900.163
perteneciente a Cándido. Con tales datos, los policías intervinientes encontraron a Cándido, quien refirió que
pocos días antes tres desconocidos que llevaba como pasajeros en su taxímetro lo habían asaltado, llevándose
su documento de identidad, una suma de dinero y el vehículo, que luego encontró abandonado. Los
instructores también señalaron que se ha podido establecer que los imputados no resultarían ajenos en la
perpetración de otros dos robos a mano armada cometidos en CABA en perjuicio de os conductores de
taxímetros Procopio , a quien sustrajeron el automóvil que luego abandonaron y Alberto Izquierdo, despojado
de su rodado, que se secuestró en la causa junto con la documentación pertinente.

Al comparecer ante la instrucción, Cándido, Izquierdo y Procopio declararon de forma coincidente que habían
sido asaltados en CABA por tres hombres jóvenes, cuya descripción efectuaron los que se hicieron conducir en
los taxímetros y al término del viaje utilizaron armas para amenazarlos y exigirles la entrega del dinero y el
automóvil. Señalaron que habían efectuado las correspondientes denuncias, y en rueda de personas
reconocieron a Ruiz como uno de los que los despojó, e inclusive Cándido sufrió una crisis nerviosa al
reconocer al imputado.

Tras la declaración de incompetencia del juez provincial por los hechos que damnificaron a los taxistas, las
actuaciones pasaron a la justicia nacional en lo criminal y correccional en cuya sede Ruiz negó haber
participado en tales sucesos. Cándido, Izquierdo y Procopio ratificaron sus manifestaciones y el juez en lo

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criminal de sentencia condenó al acusado a cumplir la pena de siete años de prisión por ser autor responsable
de robo agravado por haberse cometido con armas y en lugar poblado y en banda reiterado. El magistrado
unificó esta sanción con la pena única de tres años de prisión cuya condicionalidad revocó que había recaído
en otra causa, condenándolo, en definitiva, a cumplir la pena única de nueve años de prisión.

En tales condiciones, por mayoría, se confirmó el fallo apelado. El juez que votó en disidencia entendió que el
trámite en sede policial había violado las garantías del art.18 de la CN y que conforme a la doctrina del caso
Montenegro debía descalificarse como elemento de cargo todo lo que hubiese llegado a conocimiento de la
justicia por medio de obtención ilícita por lo que votó porque se declarase la nulidad de la prevención policial
realizada en sede provincial y la de todos los actos que se hubiesen llevado a cabo en su consecuencia y se
absolviera al acusado.

El señor defensor oficial interpuso contra dicho pronunciamiento el recurso extraordinario que fue concedido,
en el que plantea que la condena se basó en la violación del art.18 CN pues solo a través de la declaración
prestada bajo tormentos pudo llegarse a individualizar a los damnificados y a relacionarlos con Ruiz, como así
también a averiguar la vinculación de éste con los hechos investigados, de tal suerte que todos los actos
siguientes fueron el fruto de la primera pesquisa ilegal.

Los magistrados intervinientes coincidieron en descalificar como prueba de cargo a la declaración prestada en
sede policial, por entender que el procesado fue objeto de apremios ilegales. Corresponde hacer notar, sin
embargo, que el dictamen de los peritos que dio sustento a tal apreciación no respondió adecuadamente a la
solicitud del a quo, habida cuenta de que no refirió si las lesiones que presentaba Ruiz databan o no de la
época de su detención en dependencias de la comisaría de Monte Grande, dos años antes del examen. Ruiz
fue condenado sin tener en cuenta aquella declaración.

Corresponde descalificar la fundamentación que dio sustento a la condena a Ruiz por el hecho ilícito que
perjudicó al taxista Procopio.

Se confirma la sentencia apelada, salvo en cuanto al hecho ilícito que perjudicó a Procopio, respecto del cual
se absuelve al acusado Ruiz, cuya pena se modifica por la de 5 años de prisión.

 Fallo Rayford

En la madrugada del 4/02/82 se constituyó una comisión policial en el cruce de las calles Florida y Viamonte de
CABA, con el objeto de investigar la actividad de una persona de origen extranjero que, según informaciones
confidenciales, se dedicaría en esa zona a la consumición y distribución de picadura de marihuana. A las 4:45
se individualizó a Rayford, estadounidense, en tránsito en el país, quien refirió consumir marihuana y poseer
esa sustancia en su domicilio. Allí concurrieron de inmediato los policías y ante la falta de reparo por parte de
Rayford se procedió a la inspección de la morada, secuestrándose de un portafolios una envoltura de papel
contenido dicho estupefaciente. Durante el traslado a la comisaria, el detenido entregó una tarjeta personal de
Baintrub, quien sería el que le suministró la marihuana, el menor Baintrub fue detenido en la casa de sus
padres y sus manifestaciones condujeron a la detención de Sarrasin, también menor de edad.

Rayford relató que se hallaba circunstancialmente en el país para pertenecer a una compañía extranjera de
espectáculos y que conoció casualmente a Baintrub, con quien trabó cierta relación que los llevó a convenir la
compra de marihuana para consumo personal, que sería provista por el nombrado, entregando Rayford el
dinero. Reconoció que la sustancia secuestrada era el sobrante de la que le llevó Baintrub. A su vez, éste

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admitió haber adquirido la marihuana con el dinero de Rayford, para lo que solicitó la colaboración de
Sarrasin, quien le presentó a un proveedor a fin de comprar el estupefaciente, que luego fumó en parte con
Rayford en su departamento, quedándose éste con el resto. Por último, Sarrasion aceptó haber intervenido en
el acercamiento de Baintrub con el proveedor.

El ministerio público formuló acusación solicitando que se condenase a Rayford a la pena de un año de prisión
y multa como autor del delito de tenencia de estupefacientes y a Baintrub y Sarrasin a la pena de 3 años de
prisión y multa como autores de delito de suministro de estupefacientes.

La defensa de Rayford cuestionó la validez del allanamiento y secuestro sobre la base de la violación del
art.188 del cód. de procedimientos en materia penal.

La sentencia de primera instancia absolvió a los imputados por considerar nula la diligencia de secuestro, en
razón de no haberse recabado la pertinente orden de allanamiento la ausencia de consentimiento válido del
interesado, la hora en que se realizó y por ser insuficiente la presencia de un solo testigo. Valoró también el
haberse omitido la exhibición del material secuestrado al tiempo de rendirse las respectivas declaraciones
indagatorias, concluyendo en la falta de acreditación del cuerpo del delito. Apelado este pronunciamiento por
el fiscal, la cámara de apelaciones revocó la sentencia, condenando a los procesados de acuerdo a la
pretensión por haber mediado el consentimiento del interesado, circunstancia que consideró no negada por
éste y que sólo introdujo la defensa al alegar. Tampoco encontró óbice en la hora del procedimiento por
corresponder al momento de la detención del sospechoso; ni estimó inválida el acta por haber concurrido un
solo testigo, ya que este punto no fue cuestionado y debía computarse también los testimonios de los policías
intervinientes. Desechó el vicio derivado de la falta de exhibición de la sustancia en las indagatorias, pues ese
tema no se había planteado antes y porque siempre reconocieron los imputados la calidad de lo secuestrado.

Dicha sentencia dio lugar al recurso extraordinario articulado por la defensa de Baintrub en el que se impugna
la condena, entre agravios, a raíz de la ilegitimidad de la actividad policial que condujo a la formación del
proceso.

Cuestiona los actos iniciales de la investigación por cuanto resultarían violatorios de las garantías contenidas en
el art. 18 de la CN. En particular, se agravia del ilegitimo allanamiento en el domicilio de Rayford y todo lo que
fue su consecuencia.

A partir de la inspección realizada en el domicilio de Baintrub que se desenvolvieron los distintos pasos de la
pesquisa que llevaron a su incriminación en esta causa. Tales acontecimientos, pues, aunque en apariencia
habrían ocurrido fuera del ámbito de protección de sus derechos, resultan indisolublemente relacionados con
su situación, a punto tal que la condena es fruto de todos los antecedentes del sumario, desde el comienzo del
mismo de los sucesos que tuvieron a Rayford como protagonista.

En consecuencia, la garantía del debido proceso que ampara a Baintrub lo legitima para perseguir la nulidad de
dichas actuaciones y su recurso ha sido entonces bien concedido por el a quo. Es de desatacar que la
circunstancia de que Rayford no haya apelado el fallo condenatorio por la vía prevista en el art. 14 de la ley 48,
no configura óbice a los agravios de Baintrub.

La corte tiene declarado que la ausencia de objeción por parte del interesado respecto de la inspección
domiciliaria que pretenda llevar a cabo el personal policial, no resulta por sí sola equivalente al consentimiento
de aquél, en la medida en que tal actitud debe hallarse expresada de manera que no queden dudas en cuanto

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a la plena libertad del individuo al formular la autorización Para ello es útil el examen de las circunstancias que
han rodeado al procedimiento y las particularidades en que se manifestó la falta de oposición al registro. En
este sentido corresponde tener especialmente en cuenta que, en el caso, se procedió a la detención de
Rayford en la vía pública y durante la madrugada, a escasos metros de su domicilio, al que penetró de
inmediato la comisión policial. Pero esa persona era extranjera y desconocedora del idioma nacional, de modo
que ante la falta de auxilio por algún interprete, resulte extremadamente dudoso que pudiera comprender
cabalmente el alcance del procedimiento que se realizaba y la posibilidad que tenia de oponerse a su
ejecución. Cabe concluir que en estas condiciones la mera ausencia de reparos no puede razonablemente
equipararse a una autorización válida. Como consecuencia de lo expuesto debe desecharse la legitimidad de la
riqueza y, por ende, del secuestro que es su resultado.

Si bien la invalidez declarada precedentemente resulta decisiva en cuanto elimina la prueba esencial referente
a la existencia misma del objeto material sobre el que recae el delito de tenencia de estupefacientes, es de
destacar que Baintrub no ha sido condenado por esa figura, sino por la de suministro, cuya comprobación no
requeriría necesariamente el secuestro de la sustancia incriminada y podría extraerse de otros medios prueba.

La condena del nombrado se sustenta en el secuestro de la marihuana que suministró en su confesión y en los
dichos de Rayford y Sarrasin. Descartado el secuestro, los restantes medios podrían aún constituir elementos
suficientes para justificar el reproche.

La regla es la exclusión de cualquier medio probatorio obtenido por vías ilegítimas porque de lo contrario se
desconocería el derecho al debido proceso que tiene todo habitante de acuerdo con las garantías otorgadas
por nuestra CN. Pero dicha regla admite también el concurso de factores que pueden atenuar los efectos
derivados de una aplicación automática e irracional.

En el procedimiento se incauta indebidamente parte del estupefaciente suministrado por Baintrub. De no


haber sido por ese medio, resulta harto conjetural suponer que Rayford lo hubiera involucrado
espontáneamente. Ello es así porque surge obvio que la indagación ha girado desde el comienzo sobre esa
sustancia secuestrada y no sobre otra, de modo que existe un nexo directo entre el secuestro ilegítimo y la
mención que Rayford trae de Braintrub.

La incirminación de Baintrub por Rayford no puede tenerse en cuenta porque las circunstancias en que se
efectuó autorizan a descartar que sus manifestaciones sean el fruto de una libre expresión de la voluntad. Al
contrario, aparecen evidentemente inducidas por la situación en que se lo colocó a raíz del allanamiento ilegal
que, por otra parte, no fue causal sino que llevaba el específico propósito de reunir evidencias del delito. Si se
elimina el secuestro y su inmediata consecuencia que son los dichos de Rayfor, no se podría llegar a la
individualización de Baintrub.

Bantrub quedó vinculado a la investigación como efecto explosivo del procedimiento ilegítimo en el que se
secuestró el estupefaciente, desde que esa circunstancia determinó las manifestaciones de aquel. No hubo
varios causes de investigación sino uno solo, cuya vertiente original estuvo viciada y contaminó todo su curso,
abarcando también el reconocimiento del propio Baintrub en tanto ello es consecuencia directa de su ilegítima
vinculación al sumario. También deben caer los dichos de Sarrasin por los mimos motivos.

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Por ello se revoca la sentencia apelada y en ejercicio de la facultad conferida en la segunda parte del art. 16 de
la ley 48 se absuelve a Rayford, Baintrub y Sarrasin, por los delitos de tenencia de estupefacientes el primero y
tráfico de estupefacientes los dos últimos que fueron objeto de acusación en esta causa.

 Fallo Baldivieso

En octubre de 2002, la guardia de emergencias del Hospital San Bernardo puso en conocimiento de la policía
que ingresó una persona para ser atendida a raíz de una obstrucción intestinal a la que se le extrajeron del
cuerpo trece cápsulas con material estupefaciente. El paciente fue imputado por la comisión del delito
transporte de estupefacientes y, posteriormente, condenado por ese delito a la pena de cuatro años de
prisión, multa de doscientos veintiséis pesos e inhabilitación absoluta por el término de la condena. La Corte
Suprema de Justicia de la Nación hizo lugar al recurso de la defensa, declaró la nulidad de todo lo actuado y se
absolvió al imputado.

Corresponde hacer lugar a la queja y revocar la sentencia recurrida, reafirmando la antigua línea
jurisprudencial sentada por la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional en el fallo plenario
"Natividad Frías" del 26 de agosto de 1966.

En efecto, cualquiera sea el entendimiento de las normas infraconstitucionales y, en concreto, de naturaleza


procesal, aplicables al caso, éstas nunca podrían ser interpretadas pasando por alto el conflicto de intereses
que se halla en la base del caso concreto de autos. En abstracto puede entenderse que se trata de la
ponderación entre el derecho a la confidencialidad que le asiste a todo habitante de la Nación que requiere
asistencia a un profesional de la salud Cuna acción privada incluso para quien se encuentra realizando una
conducta delictiva, en tanto parte integrante de su ámbito de autonomía individual tal como señala el señor
Procurador General (art. 19 de la Constitución Nacional)C y el interés del Estado en la persecución de los
delitos; pero, en concreto y en el caso, se trata nada menos que del derecho a la vida de una persona y ese
interés del Estado.

Es este mismo conflicto sobre el que se debatió en el antiguo plenario mencionado, pues más allá de que en
aquél conjunto de casos la concurrencia al hospital había sido precedida por la realización de maniobras
abortivas, fue el peligro de muerte y el dilema al que se veía expuesto quien había delinquido y demandaba
auxilio para su vida, el argumento central para su resolución (tal como puede advertirse en numerosos pasajes
del fallo en pleno). A modo de ejemplo puede citarse el voto del juez Frías Caballero quien señala que el
imputado "confronta una grave situación dilemática: o solicita el auxilio médico para conjurar el peligro en que
se halla y entonces se expone a la denuncia del hecho, al proceso y a la condena criminal, o se resigna incluso a
la posibilidad de perder la vida".

Del mismo modo, es incuestionable que el estallido de las cápsulas en el aparato digestivo del procesado
importaba un peligro cierto de muerte; de entenderse que son válidas las pruebas que surgen de la necesaria
intervención médica para evitar su propia muerte, el procesado aquí también se hallaba en la disyuntiva de
morir o de afrontar un proceso y una pena (en palabras del juez Lejarza en ocasión del plenario nombrado: el
"inhumano dilema: la muerte o la cárcel"). Los valores en juego en el caso concreto son, por ende, la vida y el
interés del Estado en perseguir los delitos, cualquiera sea la gravedad de éstos y sin que quepa tomar en
cuenta distinciones contenidas en disposiciones procesales, pues esta ponderación no puede resolverse con
otra base que la jerarquía de valores y bienes jurídicos que deriva de la propia Constitución Nacional.

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Siendo claro que la dignidad de la persona es un valor supremo en nuestro orden constitucional, que es
claramente personalista y que, por ende, impone que cualquier norma infraconstitucional sea interpretada y
aplicada al caso con el entendimiento señalado por ese marco general, cabe agregar que, en consonancia con
éste, el principio republicano de gobierno impide que el Estado persiga delitos valiéndose de medios
inmorales, como sería aprovecharse del inminente peligro de muerte que pesa sobre el procesado que acude a
la atención médica, mediante la imposición de un deber al médico que lo convierta en un agente de la
persecución penal del Estado.

El argumento alguna vez esgrimido de que el riesgo de muerte inminente resulta de la propia conducta del
procesado es insostenible, pues remite a un actio libera in causa que podría llevarse hasta cualquier extremo,
dado que son excepcionales los riesgos que en alguna medida no sean previsibles y reconducibles a conductas
precedentes.

Por ello y oído el señor Procurador General, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso
extraordinario se revoca la sentencia apelada, se declara la nulidad de todo lo actuado en esta causa y se
absuelve a César Alejandro Baldivieso, de las demás condiciones personales obrantes en autos, del delito de
transporte de estupefaciente.

 Voto de Highton de Nolasco y Petracchi

En efecto, cualquiera sea el entendimiento de las normas infraconstitucionales y, en concreto, de naturaleza


procesal, aplicables al caso, éstas nunca podrían ser interpretadas pasando por alto el conflicto de intereses
que se halla en la base del caso concreto de autos. En abstracto puede entenderse que se trata de la
ponderación entre el derecho a la confidencialidad que le asiste a todo habitante de la Nación que requiere
asistencia a un profesional de la salud y el interés del Estado en la persecución de los delitos, pero en concreto
y en el caso, se trata nada menos que del derecho a la vida de una persona y ese interés del Estado.

Es incuestionable que el estallido de las cápsulas en el aparato digestivo del procesado importaba un peligro
cierto de muerte; de entenderse que son válidas las pruebas que surgen de la necesaria intervención médica
para evitar su propia muerte, el procesado se hallaba ante la disyuntiva de morir o de afrontar un proceso y
una pena. Los valores en juego en el caso concreto son, por ende, la vida y el interés del Estado en perseguir
los delitos, cualquiera sea la gravedad de éstos y sin que quepa tomar en cuenta distinciones contenidas en
disposiciones procesales, pues esta ponderación no puede resolverse contra otra base que la jerarquía de
valores y bienes jurídicos que deriva de la propia Constitución Nacional.

Siendo claro que la dignidad de la persona es un valor supremo en nuestro orden constitucional, que es
claramente personalista y que, por ende, impone que cualquier norma infraconstitucional sea interpretada y
aplicada al caso con el entendimiento señalado por ese maro general, cabe agregar que, en consonancia con
éste, el principio republicano de gobierno impide que el Estado persiga delitos valiéndose de medios
inmorales, como sería aprovecharse del inminente peligro de muerte que pesa sobre el procesado que acude a
la atención médica, mediante la imposición de un deber al médico que lo convierta en un agente de la
persecución penal del Estado.

El argumento alguna vez esgrimido de que el riesgo de muerte inminente resulta de la propia conducta del
procesado es insostenible, pues remite a una actio libera in causa que podría llevarse hasta cualquier extremo,

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dado que son excepciones los riesgos que en alguna medida no sean previsibles y reconducibles a conductas
precedentes.

Por ello y oído el señor Procurador General, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso
extraordinario se revoca la sentencia apelada, se declara la nulidad de todo lo actuado en esta causa y se
absuelve a César Alejandro Baldivieso, de las demás condiciones personales obrantes en autos, del delito de
transporte de estupefacientes (artículo 5° inciso c de la ley 23.737), en calidad de autor, por el que fuera
acusado, sin costas.

 Voto de Argibay

El 20 de octubre de 2002 César A. Baldivieso ingresó al Hospital San Bernardo ubicado en la capital salteña y
tras diagnosticársele una obstrucción intestinal producida por la presencia de cápsulas que más tarde se
determinó contenían clorhidrato de cocaína, fue intervenido quirúrgicamente. En esa circunstancia se le
extrajeron de su cuerpo trece envolturas y otras tantas expulsó naturalmente. Todas ellas fueron incautadas
por personal policial al que los médicos del nosocomio habían puesto sobre aviso.

Tras el juicio oral, el 24 de junio de 2003, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Salta condenó a César
Alejandro Baldivieso a cuatro años de prisión, multa de doscientos veintiséis pesos e inhabilitación absoluta
por el término de la condena, como autor responsable del delito de transporte de estupefacientes (artículo 5°,
inciso c de la ley 23.737).

La defensa cuestionó en el recurso de casación únicamente la calificación asignada por el tribunal oral en
punto a que se tuviera el delito por consumado. En este sentido señaló que el imputado, debido a la
obstrucción intestinal, nunca pudo disponer de las cápsulas con cocaína, las que debió evacuar con asistencia
médica en el hospital. Concluyó, por tales razones, que se trataba de un delito imposible o, en todo caso, que
no llegó a completarse.

Más tarde, en el término de oficina, amplió sus agravios e incorporó un nuevo argumento que, a su criterio,
habilitaba la intervención de la Cámara Nacional de Casación Penal aún sin planteo de parte al tratarse de una
nulidad absoluta. Con cita del conocido plenario de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional de esta
ciudad "Natividad Frías" afirmó que no fue libre el consentimiento que prestó Baldivieso para que se le
extrajera el material que luego fuera utilizado en su contra, pues había sido obtenido en el transcurso de una
situación acuciante en la que se debatía entre la vida y la muerte.

En relación con el precedente "Zambrana Daza" de esta Corte (Fallos: 320:1717), estimó que en la presente
causa la demanda angustiosa de auxilio no podía equipararse al consentimiento libre, sino que debía ser
considerada como producto de la aflicción o tortura que la ingesta de las cápsulas le estaba causando a
Baldivieso.

En resumidas cuentas, sostuvo que se había afectado la garantía del artículo 18 de la Constitución Nacional,
por lo que solicitó que se excluyese la prueba obtenida en forma ilegal derivada de la comparecencia del
imputado al hospital. De este modo, y por no haber una fuente independiente de prueba, debía anularse todo
lo actuado.

 Fallo Fiorentino

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Según surge de los autos principales, Fiorentino fue detenido por una comisión policial del 24/11/81 cuando
ingresaba con su novia en el hall del edificio de departamentos de la calle Junín 1276 de CABA y al ser
interrogado reconoció espontáneamente ser poseedor de marihuana que guardaba para consumo propio e la
unidad C del primer piso de dicho inmueble, donde vivía con sus padres, por lo que habría autorizado el
registro domiciliario. De ese modo se secuestraron en su dormitorio cinco cigarrillos y cinco colillas de picadura
de cannabis sativa y 38 semillas de la misma especie.

Durante el juicio, la defensa impugnó el aludido procedimiento por ser contrario a la garantía de la
inviolabilidad del domicilio e importar un allanamiento ilegítimo, toda vez que se efectuó sin autorización
válida. Con ese objeto depuso a Fiorentino quien sostuvo que al ser detenido le sacaron las llaves del
departamento con las que ingresaron en él los cuatro integrantes de la brigada y dos testigos, junto con el
declarante y su novia. Los progenitores del encausado declararon, coincidiendo en que fueron sorprendidos en
la cocina de la vivienda por la presencia de los extraños, quienes pasaron para el dormitorio, donde no los
dejaron entrar, limitándose a anunciar que eran de la policía. La novia del procesado ofreció una versión
análoga a la de éste en el sentido que la comisión policial lo detuvo y con sus llaves accedió al domicilio donde
llevaron a cabo el secuestro. La testigo de la diligencia, Zanoni sólo declaró ante la autoridad de prevención sin
que en sus dichos exista referencia alguna a la existencia o inexistencia de autorización. El otro testigo,
Antonelli en sede policial dijo que se procedió con la autorización pertinente, mas al deponer en el plenario
manifestó no recordar si existió o no autorización, cómo se produjo el acceso y donde se encontraban en ese
momento los padres de Fiorentino, vale decir, las circunstancias estructurantes del consentimiento o
autorización a que había hecho referencia.

En primera instancia Fiorentino fue condenado como autor del delito de tenencia de estupefacientes, a la pena
de un año de prisión en suspenso y multa de un millón de pesos, más el pago de las costas. Las alegaciones de
la defensa fueron desechadas por presumirse la autorización de los padres del condenado para el ingreso a la
vivienda. Apelada esta decisión, me mantuvieron los argumentos contra la ilegitimidad del secuestro y la
pertinente reserva del caso federal. La cámara de apelaciones confirmó la condena. Sostuvo allí, para desechar
los agravios del apelante, que no se había violado en el caso ninguna garantía constitucional, pues el
procedimiento policial resultaba ilegítimo. Ello habría sido así, por haber autorizado Fiorentino la entrada en el
departamento, según el testimonio del oficial que intervino y levantó el acta.

Contra el referido pronunciamiento se dedujo el recurso extraordinario, cuya denegación origina la presente
queja. El apelante mantiene el cuestionamiento de la validez de la diligencia policial, sosteniendo su
ilegitimidad por resultar violatoria de la garantía de la inviolabilidad del domicilio consagrada en el art. 18 de la
CN (domicilio inviolable). Establecidas las circunstancias fácticas del caso tal como han sido admitidas por el a
quio, el agravio que formula del recurrente suscita cuestión federal bastante para la apertura de la instancia
prevista en el art.14 de la ley 48.

Se consagra así el derecho individual a la privacidad del domicilio de todo habitante, correlativo al art.19 de la
CN, en cuyo resguardo se determina la garantía de su inviolabilidad, oponible a cualquier extraño, sea
particular o funcionario público. Si bien la cláusula constitucional previó la reglamentación del tema por vía de
una ley, son diversas las leyes especiales que contienen disposiciones sobre el modo en que puede efectuarse
el allanamiento en determinadas materias y en particular es en algunas constituciones y en los códigos de
procedimientos locales donde se regulan las excepciones a la inmunidad del domicilio. Aunque en rigor no
resulta exigencia del art.18 que la orden de allanamiento emane de los jueces, el principio es que sólo ellos

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pueden autorizar esa medida, sin perjuicio de algunos supuestos en que se reconoce a los funcionarios la
posibilidad de obviar tal recaudo. En cuanto al alcance del concepto domicilio es innecesario aquí ahondar
sobre su contenido pues está fuera de discusión que la diligencia policial se llevó a cabo en la residencia
particular del imputado donde vivía de modo permanente con su familia.

En la especie no se ha configurado ninguna de las excepciones previstas en el art.189 del Cód. de


procedimientos en materia penal, ni ha mediado consentimiento válido que permitiera la intromisión del
personal policial en el domicilio del procesado, dado que la prueba examinada revela la falta de
fundamentación de la sentencia del a quo. En efecto, aún de haber autorizado éste el ingreso como se señala
en los testimonios del oficial subinspector Verdini y Antonelli, el permios que podría haber otorgado carecería
de efectos por las circunstancias en que se prestó, al haber sido Fiorentino aprehendido e interrogado
sorpresivamente por una comisión de cuatro hombres en momentos en que ingresaba con su novia en el hall
del edificio donde habitaba, quedando detenido. En tales condiciones, lo expresado por el a quo en el sentido
de que debió mediar al menos una resistencia verbal para que fuera oída por los testigos, resulta irrazonable
dada la situación referida, a lo que se suma la inexperiencia del imputado en trances de este tipo, razón que
puede presumirse en razón de su edad y de la falta de antecedentes judiciales.

Los progenitores no autorizaron el allanamiento, por ende aparece carente de lógica derivar la existencia de un
supuesto consentimiento tácito por ausencia de oposición expresa al registro, cuando ya se había consumando
el ingreso de los extraños a la vivienda, máxime si se tiene en cuenta el modo como se desarrollaron los
hechos según surge de los testimonios.

Establecida la invalidez del registro domiciliario, igual suerte debe correr el secuestro practicado en esas
circunstancias. Ello es así porque la incautación del cuerpo del delito, no es entonces sino el fruto de un
procedimiento ilegitimo y reconocer su idoneidad para sustentar la condena equivaldría a admitir la utilidad
del empleo de medios ilícitos en la persecución penal, haciendo valer contra el procesado la evidencia
obtenida con desconocimiento de garantías constitucionales, lo cual no solo es contradictorio con el reproche
formulado, sino que compromete la buena administración de justicia al pretender constituirla en beneficiaria
del hecho ilícito.

Por ello, se declara procedente el recurso deducido y se deja sin efecto la sentencia apelada.

 Fallo Minaglia

Se inician las presentes actuaciones en el mes de febrero de 1992 con la declaración del Principal Gabriel
Eduardo Núñez (fs. 1/1 vta.), relativa a un procedimiento destinado a detectar posibles infracciones a la ley
23.737. De tal relato surge que, en la fecha antes indicada, una brigada policial se encontraba realizando tareas
de vigilancia frente a la finca ubicada en la calle Alberti 1056 de esta Capital, lugar en el que, según se había
"tenido conocimiento" (tales los términos del testimonio), se podían estar vendiendo sustancias
estupefacientes.

En tales circunstancias, el personal policial pudo advertir que un vehículo particular tripulado por dos hombres
se estacionaba en el frente de la finca, que éstos descendían del rodado y golpeaban a la puerta del domicilio
referido, siendo atendidos por una persona "con quien intercambiaron elementos aparentemente". Luego,
volvieron a subir al rodado y emprendieron la marcha, siendo seguidos por el personal policial, que los detuvo
en la intersección de las calles Estados Unidos y Matheu, donde fueron identificados como Pablo Jesús

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Rodríguez y Alexis Ochiovet. También se requisó el vehículo, secuestrándose del interior del mismo algunos
envoltorios con cocaína.

Luego de relatar las incidencias del operativo, y antes de finalizar su declaración, el Principal Núñez indicó:
"Que al ser trasladado a esta dependencia Pablo Jesús Rodríguez, manifestó espontáneamente que: 'la cocaína
la habían comprado en Alberti 1056, donde la venden en los departamentos A, B y C de la Planta Baja, siendo
esta mercadería del "Gordo", que vive en Humberto 1° 3353, Segundo Departamento, donde estaría el toco'"
(fs. 1 vta.).

En forma coincidente, el Subinspector Pedro Fernando Narváez, quien también había participado del
procedimiento en cuestión, dijo: "Que en momentos que los causantes eran trasladados del lugar de los
hechos a la dependencia Rodríguez expresó en forma espontánea que en la calle Alberti entre las calles
Estados Unidos y Carlos Calvo momentos antes conjuntamente con Ochiovet, habrían (sic) concurrido al lugar
con el fin de comprar cocaína a una persona del sexo masculino a la que no conoce su nombre" (fs. 5 vta.).

Seguidamente, la autoridad policial solicitó al juez federal en turno la respectiva orden de allanamiento "con el
objeto de lograr la individualización y secuestro de estupefacientes y/o alcaloides, como así elementos
probatorios que hacen a la presente causa y la identificación y detención de los responsables de los mismos"
(fs. 30).

El juez federal hizo lugar al pedido de modo inmediato, indicando: "Líbrense las órdenes de allanamiento
requeridas contra los domicilios indicados con el objeto de proceder al secuestro de sustancias y demás
elementos en infracción a la ley 23.737 y detención de los responsables" (fs. 30 vta.).

Finalmente, se produjeron los allanamientos ordenados, obteniéndose resultado positivo en los practicados en
los departamentos "A" y "C" de Alberti 1056, en los que se secuestraron drogas y armamento, y se detuvo a
numerosas personas, entre las que se encontraba Mauro Oscar Minaglia, a quien la policía interceptó en el
palier de la finca de referencia. Corresponde aclarar que las cuestiones que aquí se debaten se refieren
exclusivamente al allanamiento practicado en el departamento referido en último término, ya que el tribunal a
quo ha fijado la cuestión con tal alcance y la defensa ha ceñido sus planteos a ese acto en particular (v., al
respecto, punto "V" del recurso extraordinario, "Conclusión", fs. 1172 vta.)

Al momento de prestar declaración indagatoria, Pablo Jesús Rodríguez negó el hecho que se le imputaba y, con
relación a los dichos espontáneos que el personal policial le atribuía, ni fue preguntado ni hizo él referencia
alguna al respecto (fs. 59/60 vta.).

Por su parte, al tener lugar dicho acto respecto de Minaglia, este negó el hecho y manifestó desconocer a
Rodríguez y Ochiovet (fs. 185/188).

Habiéndose dictado la prisión preventiva respecto de su asistido y la acusación fiscal respectiva (fs. 236/238 y
633/637 vta.), la defensa planteó, en lo que aquí interesa, la nulidad del procedimiento que derivó en la
detención de Minaglia, en tanto el allanamiento había tenido lugar en horario nocturno en un domicilio que
carecía de luz eléctrica (657/664 vta.). A ello, agregó: "Podría extenderme sobre otras irregularidades que
nulifican el acto ordenado, pero dejaré al criterio de S. S. su exacta mención en la redacción del decreto
pedido" (fs. 663 vta.).

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La defensa (ya con otros abogados) se presentó nuevamente a fs. 851/859 y volvió a impugnar los
allanamientos en la finca de la calle Alberti 1056 en razón de la nocturnidad y la falta de luz eléctrica y afirmó
que los testigos llegaron después de comenzado el procedimiento.

El trámite de la causa continuó con un nuevo juez, quien dictó sentencia a fs. 1001/1009 vta., resolviendo
hacer lugar al pedido de nulidad interpuesto por la defensa y en consecuencia, absolver a Minaglia. Al
sustentar dicha decisión, y al hacer referencia al auto que había dispuesto el allanamiento cuestionado, indicó
el magistrado: "En ese auto no surge fundamentación alguna que permita evaluar cuáles fueron los elementos
tenidos en cuenta por el Magistrado predecesor para autorizar el registro cuya nulidad se pide.

Por ello es necesario efectuar una revisión de lo actuado con anterioridad, para analizar si de dichas
constancias se desprenden indicios cuya valoración sea suficiente como para motivar el dictado de una medida
semejante conforme al requisito previsto en el art. 399 del C.P.M.P." (fs. 1006). Adentrado en tal análisis, el
juez reseñó las tareas de vigilancia efectuadas por el personal policial frente al domicilio de Alberti 1056, la
transacción presenciada por los preventores y la posterior detención de Rodríguez y Ochiovet y, por último, los
dichos espontáneos del primero de los nombrados al momento de ser trasladado en el móvil policial. Sentados
tales antecedentes, afirmó el magistrado que "los dichos espontáneos que habría manifestado Pablo Jesús
Rodríguez ante el personal policial que lo había detenido, fueron la fuente de obtención de la información que
condujo al personal policial a solicitar las órdenes de registro al juez y, por ende, ese fue el motivo de
libramiento de las mismas" (fs. 1006 vta.), y agregó, a párrafo seguido: "No surge de autos ningún otro tipo de
indicio que permitiere arribar a la misma sospecha introducida por la manifestación 'espontánea' de Rodríguez
porque no se realizó ninguna tarea de investigación previa o posterior que pudieran llegar a individualizar los
domicilios del supuesto proveedor identificado como "El Gordo" y los departamentos de Planta Baja de la calle
Alberti 1056" (ídem).

Fijado lo anterior, el juez pasó a tratar la validez de las manifestaciones espontáneas, señalando que resultaba
dudoso que hubiesen tenido tal carácter, en tanto el detenido las había proferido estando ya privado de su
libertad; a su vez, dio especial relevancia al hecho que Rodríguez, al momento de ser indagado, negara la
comisión del hecho imputado y no refiriera nada respecto a declaración espontánea alguna. Tales
circunstancias generaron dudas en el magistrado, quien, en virtud del principio in dubio pro reo, concluyó en
que los dichos del detenido eran inválidos y que, por ende, correspondía anular la orden de allanamiento y
todo lo actuado en consecuencia y absolver a Minaglia.

Esta decisión fue apelada por el Ministerio Público Fiscal, quien afirmó que la referencia a los dichos
espontáneos de Rodríguez constaba en las actas en que habían quedado asentadas las declaraciones
testimoniales de los policías preventores, instrumentos que hacen plena fe en tanto no sean redargüidos de
falsedad. Indicó, asimismo, que Rodríguez no había denunciado haber sido víctima de apremios o coacción
alguna y que, por lo tanto, sus manifestaciones relativas al lugar en el que se comercializaban los
estupefacientes resultaban válidas (fs. 1125/1133).

El recurso fiscal motivó la presentación ante la cámara de la defensa para mejorar fundamentos y solicitar la
confirmación de la sentencia (fs. 1134/1141). Allí, sostuvo (con cita de un precedente del tribunal a quo) que la
falta de fundamentación de la orden debía, en principio, acarrear su nulidad, y que si bien ésta no había sido la
solución adoptada por el juez, era correcta la conclusión a la que éste había arribado en cuanto a que el único
fundamento había sido la declaración espontánea y que esta era nula.

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Al tratar el recurso, la Sala II de la Cámara Criminal y Correccional Federal revocó la decisión del juez de

primera instancia y, en tal sentido, no hizo lugar al planteo de nulidad de la defensa y condenó a Minaglia a la
pena de cuatro años de prisión y multa por resultar autor penalmente responsable del delito de tenencia de
estupefacientes con fines de comercialización, declarándolo además reincidente.

Contra la sentencia de la Cámara Federal de Apelaciones, dedujo la defensa recurso extraordinario


(fs.1161/1173), en el que expuso los siguientes agravios:

Bajo el título de "Falta de fundamentación del auto que dispuso los allanamientos" (fs. 1163 vta.), critica la
defensa lo decidido por el a quo en cuanto a la validez de la orden de allanamiento, señalando el recurrente
que dicho temperamento se adoptó "para salvar la omisión de fundamentar las órdenes de allanamiento en la
que incurriera el juez oportunamente actuante" y "desconociendo la expresa previsión del artículo 403 del
C.P.M.P." (fs. 1164/1164 vta.).

Afirmó, asimismo, que "el deber de fundar las resoluciones que de alguna manera conculcan los derechos de
los ciudadanos es la única manera de verificar la legalidad de los actos de los agentes del Estado" (fs. 1164
vta.), y, a párrafo seguido, señala: "Podríamos coincidir en que en algunos casos, donde hubiese distintos
elementos arrimados al proceso legítimamente, y que dieran cuenta de la posibilidad de hallarse elementos de
cargo en un domicilio determinado, la omisión - igualmente irregular - por parte del Juez de fundar la orden de
registro podría ser salvada".

A continuación, agrega: "Pero no se trata de un formalismo absoluto en otro tipo de situaciones, como en la
estudiada en autos, a poco que se repare en que la fundamentación que debió haberse puesto por escrito no
era otra que la manifestación 'espontánea' que habría vertido un detenido a la policía. No se trató de un
simple olvido de fundamentar el auto, sino que el juez actuante en ese entonces valoró la inconveniencia de
poner el motivo con todas las letras, a la espera de que una resolución como la que aquí se critica deje entrar
por la ventana lo que está prohibido ingrese por la puerta" (ídem).

El segundo agravio ha sido presentado como "Desconocimiento de la regla de exclusión y su derivada, doctrina
de los frutos del árbol venenoso" (fs. 1166), en el que la defensa reitera que el único fundamento que pudo
haber tenido la orden de allanamiento fue la declaración espontánea de Rodríguez y que ésta, conforme
argumentos que ya había esgrimido en presentaciones anteriores, resultaba inválida. Remitió, a su vez, a la
descalificación que había hecho el juez de primera instancia de la declaración espontánea del detenido
Rodríguez, indicando que tal solución era la correcta "a poco que reparemos que tanto en el Código de
Procedimientos en Materia Penal, como en el actual C.P.P.N., entre las obligaciones y facultades acordadas a
los agentes de policía no se encuentra la de recibir declaración a la persona detenida" (fs. 1166/1166 vta.),
remitiéndose a lo prescripto por los artículos 4, 184 y, especialmente, 316 del ordenamiento procesal.

Agregó, con relación a los dichos espontáneos que: "Resulta claro que en el caso no se verificó 'fuente
independiente' alguna que permita valorar los testimonios espontáneos del detenido, ni tampoco la
posibilidad de suponer que los elementos secuestrados en la finca allanada hubiesen sido descubiertos
inevitablemente" (fs. 1169).

Contestó también aquí la afirmación de la Cámara relativa a la carencia de constancias que permitan inferir la
existencia de apremios (aunque sin referir que el a quo había fundado ese aserto en un precedente de esta
Corte), apuntando que "es potestad de los órganos de persecución estatales demostrar que esa manifestación

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espontánea no fue obtenida bajo presiones. Ello, bajo ningún concepto, puede ponerse a cargo de esta
defensa, lo que equivaldría a invertir la carga de la prueba" (fs. 1171).

Finalmente se agravió por el horario en que tuvo lugar el allanamiento y por el modo de intervención de los
testigos, indicando que habían resultado vulnerados los artículos 306 y 400 del Código de Procedimientos en
Materia Penal (fs. 1170/1172 vta.).

El remedio federal fue declarado admisible por el a quo (fs. 1320/1320 vta.).

Como primera consideración, debe afirmarse, en coincidencia con lo postulado por el señor Procurador Fiscal,
que en aquellos aspectos relativos a la hora en que fue realizado el allanamiento y a la intervención que les
cupo a los testigos del mismo, el recurso extraordinario debe ser declarado mal concedido, en tanto tales
asuntos remiten a la interpretación y aplicación de la ley procesal, materia ajena a la instancia extraordinaria
federal (artículo 280 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación).

También corresponde desestimar el recurso extraordinario en lo atinente a la pretendida invalidez de los


dichos espontáneos del detenido Pablo Jesús Rodríguez, rechazo formal que se sustenta en los motivos que a
continuación se desarrollan.

El fundamento principal para declarar mal concedido el recurso en lo atinente a esta cuestión radica en que,
conforme a la propia jurisprudencia de esta Corte, las manifestaciones que una persona detenida efectúa ante
la autoridad policial, dadas ciertas circunstancias y con un alcance acotado, resultan válidas. Ese criterio fue
establecido en el precedente "Cabral" (Fallos: 315:2505), y luego confirmado en los casos "Jofré" (Fallos:
317:241) y "Schettini" (Fallos: 317:956).

Por los motivos indicados, corresponde declarar mal concedido el recurso extraordinario en lo relativo a la
presunta invalidez de los dichos espontáneos del detenido Pablo Jesús Rodríguez.

Finalmente, corresponde tratar el agravio relativo a la falta de fundamentos del auto que dispuso el
allanamiento. En lo atinente a esta cuestión, el recurso extraordinario ha sido bien concedido ya que la defensa
sostiene que el auto que dispone el allanamiento debe contener los fundamentos de tal decisión y que el
incumplimiento de dicha obligación importa una afectación a la garantía de inviolabilidad del domicilio, y la
decisión del a quo ha sido contraria a los intereses del recurrente (art. 14, inc. 3° de la ley 48).

Ingresando, entonces, al fondo del agravio, corresponde inicialmente recordar que la Constitución Nacional, en
su art. 18, determina como regla general que el domicilio es inviolable, estableciendo, a su vez, que
excepcionalmente se podrá proceder a su allanamiento y ocupación cuando concurran los casos y justificativos
que una ley previa deberá consignar (este mandato de protección legal contra las injerencias abusivas o
arbitrarias del Estado en el domicilio de los ciudadanos también está contenido en los pactos internacionales
investidos de rango constitucional en virtud del art. 75, inc. 22 de nuestra Ley Suprema; en particular, artículos
9 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; 12 de la Declaración Universal de
Derechos Humanos; 11.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; 17 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos).

Como ya advirtiera esta Corte en casos anteriores, si bien la regla constitucional previó la reglamentación de
los casos y justificativos para que proceda el allanamiento por vía de una ley "son diversas las leyes especiales
que contienen disposiciones sobre el modo en que puede efectuarse el allanamiento en determinadas

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materias, y en particular es en algunas constituciones y en los códigos de procedimientos locales donde se


regulan las excepciones a la inmunidad del domicilio" (Fallos: 306:1752, considerando 5°). En el caso que aquí
nos ocupa, la ley procesal aplicable al mismo (Código de Procedimientos en Materia Penal - Ley 2372) cumple
con la referida manda constitucional en su art. 399 que, en lo pertinente, dispone: "Los jueces encargados de
la instrucción (Y) pueden practicar pesquisas o investigaciones, sea en la habitación o domicilio del procesado,
o en cualquier otro lugar, cuando existan indicios suficientes para presumir que allí se encuentra el presunto
delincuente o que pueden hallarse objetos útiles para el descubrimiento y comprobación de la verdad".

Ahora bien, habiéndose fijado que el allanamiento ha cumplido con las exigencias constitucionales de haber
sido dispuesto por un juez y, a su vez, estar fundado en los casos y justificativos previstos por la ley, resta
considerar el cuestionamiento que hace la parte en cuanto a que los motivos del allanamiento no fueron
consignados por el magistrado en el auto que lo dispuso ni en la orden respectiva y determinar si esa sola
circunstancia puede redundar en una afectación a la garantía de inviolabilidad de domicilio.

Esta omisión está, sin embargo, referida a un marco muy acotado, vinculado estrictamente a que los
fundamentos del allanamiento (que en sí resultan una exigencia constitucional y que, como ya se afirmara,
existieron en el caso) consten en la resolución judicial que lo dispuso. Precisado en tales términos el agravio
que la defensa trae a estudio, debe indicarse que la falta de consignación en el acto que dispone el
allanamiento de los motivos del mismo comporta, en principio, sólo una infracción a la regla procesal del art.
403 del Código de Procedimientos en Materia Penal que dispone que: "La resolución en que el juez ordene la
entrada y registro en el domicilio de un particular, será siempre fundada". Sin embargo, en lo estrictamente
referido a la posible infracción a la norma procesal citada, ha sido la Cámara de Apelaciones quien tuvo la
última palabra al respecto, toda vez que no compete a esta Corte expedirse sobre la interpretación y alcance
de la ley procesal.

Conforme lo señalado en los considerandos precedentes, y de conformidad con lo dictaminado por el señor
Procurador Fiscal, se resuelve:

1) Declarar mal concedido el recurso extraordinario respecto del agravio referido al horario en que se realizó el
allanamiento y el modo de intervención de los testigos en el mismo;

2) Declarar mal concedido el recurso extraordinario en lo atinente a la pretendida invalidez de la declaración


espontánea del detenido Pablo Jesús Rodríguez; y,

3) Rechazar el recurso extraordinario en lo que hace a la invocada falta de fundamentación del auto que
dispuso el allanamiento y la orden respectiva.

 Fallo Llerena

En el caso "Llerena" la Corte por primera vez declaró que viola la garantía constitucional de imparcialidad del
juez que el mismo magistrado que investigó sea quien juzgue y sentencie al imputado.

(Resuelto el 17/05/2005)

Hechos:

Según la ley procesal, en los procedimientos correccionales -que son aquellos que investigan y juzgan delitos
cuya pena es menor a la de tres años de prisión- el mismo juez que estuvo a cargo de la investigación y procesó

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al imputado es quien debe juzgarlo en el juicio oral. Por otra parte, la ley procesal penal no establecía
expresamente que el juez que investigó no puede juzgar al imputado.

Llerena fue procesado por la justicia correccional por su presunta responsabilidad en delito de abuso de armas
y lesiones. Antes de que comenzara el juicio oral, la defensa de Llerena recusó a la jueza que lo había
procesado argumentando que ella no sería imparcial para juzgar y sentenciar.

Decisión de la Corte:

La Corte afirmó que la garantía de juez imparcial, protegida en la Constitución Nacional y en los pactos
internacionales de derechos humanos que tienen jerarquía constitucional, prohíbe que el juez que investiga
sea el mismo que juzgue y sentencie (Voto de los jueces Petracchi, Maqueda, Zaffaroni, Highton de Nolasco,
Argibay, Belluscio y Boggiano. Lorenzetti y Fayt no votaron).

Para estos jueces, la garantía de imparcialidad estaba afectada por una razón objetiva: el juez que investigó el
hecho y procesó al imputado es el mismo que tiene que juzgarlo. Es la propia organización del procedimiento
correccional y la naturaleza misma de las funciones que tiene que desempeñar el juez correccional -investigar y
juzgar- la que da pie a temer que exista esta parcialidad. No es necesario entonces probar que en el caso
concreto existe parcialidad.

Si bien hubo consenso en esta regla, no hubo acuerdos respecto de qué manera debía implementarse esta en
la práctica.

Zaffaroni, Highton de Nolasco resolvieron que la ley procesal debía interpretarse de conformidad a este
principio y, por más que no estuviera prevista esta circunstancia como causal de excusación, debía aceptarse la
misma. Estos jueces además establecieron de qué manera en la práctica se podía garantizar el respeto al
principio de juez imparcial: deben intervenir dos jueces distintos en el procedimiento correccional. Uno en la
etapa de instrucción y otro en la etapa de juicio.

De esta manera, sin inversión de presupuesto, demora de los procedimientos o creación de nuevos juzgados,
se encuentra una solución sencilla, eficiente y respetuosa de la Constitución. Así, el respeto de esta regla está a
cargo de cada juez correccional que deberá inhibirse de juzgar en juicio oral al imputado que previamente
procesó. Estos jueces también remarcaron que la aplicación de esta nueva regla es para el futuro.

Por su parte, Petracchi afirmó que esta regla tendrá aplicación en los casos correccionales en que el juez se
excuse o cuando el imputado solicite que el juez que lo procesó no sea el mismo que lo juzgue en juicio oral.

Boggiano y Maqueda votaron por declarara la inconstitucionalidad de la ley procesal que, reformando la
anterior, había suprimido esta circunstancia como causal de excusación. Es importante señalar que Boggiano
está cambiando su criterio ya que en el caso “Zenzerovich” resuelto el 31/08/1999 junto con Fayt
expresamente había sostenido que esta situación no violaba la garantía del juez imparcial. Maqueda por su
parte, ya había declarado la inconstitucionalidad de esta ley en su voto en disidencia en el caso “Álvarez”
resuelto el 30/09/2003.

Argibay y Belluscio sostuvieron que esta ley era incompatible con las normas constitucionales pero no
declararon expresamente su inconstitucionalidad.

GARANTÍAS CONSTITUCIONALES: NE BIS IN IDEM

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 Fallo Puig Lucas Manuel s/ Recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley en causa Nro. 75.647 del
Tribunal de Casación Penal, Sala V

Que contra la decisión de esta Suprema Corte que rechazó el recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley
deducido a favor de Lucas Manuel Puig los señores defensores particulares del nombrado, doctores Alberto
Daniel Apaz y Adrián Enrique Fernández dedujeron recurso extraordinario federal.

Allí expresaron que la decisión impugnada incurrió en arbitrariedad en cuanto no decidió todas las cuestiones
planteadas, incurriendo en excesos rituales y sustentándose en afirmaciones dogmáticas y contradictorias.

Sostuvieron que esta Corte se expidió únicamente respecto del agravio vinculado con la prohibición de la
múltiple persecución penal, cuando con anterioridad debió analizar, de acuerdo con los fundamentos del
recurso, las condiciones de validez de aquel veredicto y absolución, para más tarde expedirse sobre aquel
tópico.

Indicaron que en el caso se transitó todo el proceso sin que las partes objetasen su validez, y que, como
consecuencia de un razonamiento erróneo, el tribunal intermedio anuló el veredicto y la absolución.

Expresaron que la prohibición de persecución penal múltiple se encuentra consagrada por imperio del art. 75
inc. 22 de la Constitución nacional, a través de los arts. 8.4 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y 14.7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Dijeron que la prohibición repara tanto
en el aspecto material como el procesal, refiriéndose a la doble sanción por un mismo hecho, como a su
múltiple juzgamiento.

La Corte desestimó la denuncia de que la casación del veredicto absolutorio y el reenvío dispuesto importase
la violación al principio del ne bis in ídem.

En primer término destacó que el alcance de su pronunciamiento se encontraba dado por los términos en que
el recurso extraordinario local había sido concedido.

Luego decidió que el recurso resultaba insuficiente -de acuerdo con lo normado en el art. 495 del CPP- por
cuanto ningún reproche en términos de arbitrariedad, ni desde el plano constitucional había efectuado el
recurrente respecto de la aplicación al caso del art. 461 del Código Procesal Penal.

Consideró que la parte no había logrado demostrar que la cuestión planteada en el sub lite -con relación al ne
bis in ídem- resultase sustancialmente análoga a la juzgada en esos casos, en los que el tribunal federal diera
amparo al imputado con el alcance de la garantía a la que se hizo referencia, según se pregonaba.

Concluyó en que el caso traído a estudio no reunía las características necesarias para que se viera configurada
una violación a la garantía invocada.

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El recurso extraordinario federal incoado es inadmisible.

El fundamento en el que se sustentó la decisión recurrida no ha sido blanco de una crítica concreta y razonada
de parte de los impugnantes quienes, a través de sus planteos no refutaron la respuesta calibrada por esta
Corte para desestimar el recurso extraordinario local oportunamente deducido.

Lo decidido por la Corte resulta violatorio del non bis in ídem, sin demostrar haberse hecho cargo en el recurso
extraordinario local de las razones que llevaron al Tribunal de Casación a interpretar y aplicar la norma
contenida en el art. 461 del Código Procesal Penal del modo en que lo hizo, ni cuestionar el contenido de dicha
norma desde el plano constitucional.

Por ello, la Suprema Corte de Justicia, RESUELVE:

Denegar, por inadmisible, el recurso extraordinario federal deducido por los defensores particulares de Lucas
Manuel Puig (arts. 14 y 15, ley 48; 3 "d" y "e" y 11 de las Reglas para la interposición del recurso extraordinario
federal, Acordada n° 4/2007, CSJN).

 Fallo Kang, Yoong Soo s/ rec. Extraordinario

La Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal, al tomar intervención en la presente causa a raíz de lo
resuelto por esta Corte, hizo lugar al agravio relativo al non bis in ídem oportunamente introducido por la
defensa. Ello motivó el recurso extraordinario del Fiscal ante dicha cámara, que fue concedido.

La decisión recurrida rechazó “toda posibilidad de retrogradación de los procedimientos por vía del recurso
articulado por la acusación contra la sentencia absolutoria que obedeció exclusivamente a errores del Estado”,
en virtud de la preclusión operada a favor del imputado.

En su recurso, el Ministerio Público se ha limitado a expresar su discrepancia con la interpretación de la


garantía del non bis ídem postulada por el a quo, extendiéndose en consideraciones relativas a las facultades y
función de los recursos interpuestos por el fiscal, pero sin refutar el argumento central del fallo, referido a la
inadmisibilidad de que los errores procesales producidos en el caso recaigan sobre el imputado que no los
produjo. Asimismo, nada dijo en cuanto a cómo sería posible compatibilizar la solución del reenvío reclamada
con el derecho a obtener un pronunciamiento definitivo dentro de un plazo razonable. Este último aspecto
resultaba en el sub lite de particular significación, en tanto el recurrente pretende que se lleve a cabo un nuevo
juicio por hechos de contrabando que datan de 1995 y 1996, por los que el imputado se encuentra procesado
desde el 17 de marzo de 1998 y respecto de los cuales ya en el juicio anterior la fiscalía había considerado
necesaria la realización de una instrucción suplementaria. En tales condiciones, el recurso intentado carece de
fundamentación suficiente.

Se desestima el recurso extraordinario. Hágase saber y devuélvase. RICARDO LUIS LORENZETTI - ELENA I.
HIGHTON de NOLASCO (en disidencia)- CARLOS S. FAYT - ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI - JUAN CARLOS
MAQUEDA (según su voto)- E. RAÚL ZAFFARONI (en disidencia)- CARMEN M. ARGIBAY (según su voto).

 Fallo Sandoval, David Andrés s/ homicidio agravado por ensañamiento- 3 víctimas- Sandoval, Javier
Orlando s/encubrimiento

Vistos los autos: Recurso de hecho deducido por la defensa de David Andrés Sandoval en la causa Sandoval.

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El Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Río Negro resolvió anular parcialmente la sentencia y el
correspondiente debate sólo con relación al enjuiciado David Andrés Sandoval, quien había sido absuelto del
delito de homicidio agravado por ensañamiento -tres víctimas-(art. 80, inciso 21, del Código Penal); ordenando
el reenvío de la causa al tribunal de origen para que, con distinta integración, dicte un nuevo pronunciamiento.

Dicho órgano jurisdiccional sostuvo que ante las contradicciones que el tribunal de juicio advirtió entre los
peritajes efectuados en punto a la determinación de un aspecto fundamental del caso -la presencia del
imputado en el lugar del hecho y en oportunidad de él- no debió inclinarse por la utilización de reglas
procesales vinculadas con la salvaguarda del estado de inocencia sino que debió realizar un estudio crítico de
cada una de las pruebas y además debió disponer un último peritaje a efectos de zanjar la cuestión.

Tales disparidades han consistido en que mientras para los peritos de Gendarmería Nacional se hallaron
huellas digitales de David Andrés Sandoval en el lugar de los hechos, según el peritaje de la Policía Federal los
rastros relevados no resultaban idóneos para establecer identidad alguna, por carecer de suficiente nitidez e
integridad papiloscópica.

La Cámara Segunda en lo Criminal de la II0 Circunscripción Judicial de la Provincia de Río Negro -integrada por
subrogantes- desarrolló un nuevo juicio al cabo del cual resolvió, en lo pertinente, condenar a David Andrés
Sandoval a la pena de prisión perpetua, accesorias legales del art. 12 del Código Penal y costas, por
considerarlo coautor del delito de homicidio calificado por alevosía reiterado -tres hechos- (arts. 45, 79 y 80,
inciso 2°, del aludido código). En el mismo pronunciamiento se dispuso también la revocación de la
excarcelación que se le había otorgado en el mes de junio de 2006, renovándosele la prisión preventiva
oportunamente decretada a su respecto.

Contra dicho pronunciamiento, el condenado interpuso un recurso de casación y el máximo tribunal provincial
decidió rechazar la impugnación, motivando ello la presentación del recurso extraordinario cuya denegación
originó esta queja.

A criterio del apelante y en tales condiciones, el segundo juicio desarrollado en su contra vulneró la garantía
constitucional que veda la múltiple persecución penal (art. 18 de la Constitución Nacional, art. 8.4 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y art. 14.7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, en función del art. 75, inciso 22 de la Constitución Nacional).

Los defectos señalados por el señor Procurador Fiscal acerca del incumplimiento de determinados recaudos
previstos en el reglamento aprobado por la acordada 4/07 como así también en torno a la oportunidad del
planteo federal traído a conocimiento del Tribunal, carecen de entidad -en el caso- a los fines de obstar a la
procedencia formal del recurso.

Se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada.
Acumúlese al principal y vuelvan los autos al tribunal de origen, a fin de que por quien corresponda se dicte un
nuevo pronunciamiento conforme a derecho.

 Fallo Alvarado, Julio s/ averiguación infracción art. 3° ley 23.771 (ANSeS).

Contra la sentencia del Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Comodoro Rivadavia que declaró la nulidad de
todo lo actuado a partir de la denuncia formulada por la Administración Nacional de la Seguridad Social y
absolvió a Julio Armando Alvarado en orden al delito de retención y omisión de depósito de aportes

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previsionales (art. 8 de la ley 23.771) por el que había sido imputado, el fiscal interpuso recurso extraordinario
que fue concedido en lo concerniente a la interpretación, alcance y aplicación del art. 18 de la Constitución
Nacional, y denegado en lo referente a la arbitrariedad alegada, lo cual dio origen a esta queja.

El tribunal oral entendió que el informe técnico-administrativo previsto en el art 16 de la ley 23.771, que había
sido elaborado por funcionarios del organismo estatal, presentaba serias irregularidades, que ponían de
manifiesto que ni el ente recaudador ni el acusado tenían certeza de lo adeudado desde la iniciación del
proceso, lo cual era lesivo de la garantía del art. 18 de la Constitución Nacional porque impedía corroborar los
elementos de la "obligación penalmente reclamada", motivo que determinó su nulidad. Reconoció que el
acusado abonaba el sueldo sin recibo a distintos empleados, pero que ello no era determinante para enervar
los vicios invalidantes que surgían de los actos iniciales. Sostuvo que no siempre el responsable del deber
extrapenal era autor del delito por su omisión, porque la confusión creada por ese informe del ente
recaudador impedía atribuirle la previa percepción dolosa o mantenimiento ilegítimo en su poder de lo
debido, elemento indispensable de la retención ilegal. El tipo objetivo consistía en la efectiva tenencia del
dinero en poder del autor del hecho y, el subjetivo, en el ánimo de apropiárselo o retenerlo, descartándose
cualquier presunción legal en virtud del principio constitucional de culpabilidad.

El recurso extraordinario el fiscal tachó de arbitraria la decisión del a quo por entender que se había apartado
de las constancias de la causa y que había hecho una errónea interpretación, que en la práctica resultaba
derogatoria del art. 8° de la ley 23.771. Entendió que la absolución no reconocía ningún fundamento legal al
no responder a los elementos obrantes en la causa y que era errónea la afirmación acerca de la falta de
información del monto adeudado por parte del organismo recaudador que habría originado un estado de
"confusión" del procesado, además de no ser ese el objeto del proceso penal.

La Corte tiene dicho reiteradamente que la apreciación de la prueba constituye, por vía de principio, facultad
de los jueces de la causa y no es susceptible de revisión en la instancia extraordinaria, aun en el caso de las
presunciones.

La regla no es óbice para que el Tribunal haga excepción a ella con base en la doctrina de la arbitrariedad, toda
vez que con ésta se tiende a resguardar la garantía de la defensa en juicio y el debido proceso, al exigirse que
las sentencias sean fundadas y constituyan una derivación razonada del derecho vigente con aplicación a las
circunstancias comprobadas en la causa.

El tribunal a quo equiparó indebidamente los objetos del proceso penal y el de determinación de la deuda
previsional, al exigir del organismo denunciante una precisión incompatible con su mera función de tal, lo cual
lo condujo a confundir la invalidez con el valor probatorio de los actos procesales iniciales. De la simple lectura
de las actuaciones resulta la comprobación de circunstancias que dotaban de razonable base fáctica al debate,
tales como la determinación mes a mes de los aportes previsionales cuyo depósito se habría omitido y la
intimación cursada al imputado; los posibles pagos de haberes sin recibo o retenciones de aportes
previsionales; y era en esta última etapa procesal donde pudieron haberse esclarecido las dudas sobre la
materialidad de cada hecho y determinado fehacientemente la eventual responsabilidad en ellos del
imputado.

La sentencia se apoya en fundamentos aparentes que no constituyen una derivación razonada del derecho
vigente de acuerdo con las circunstancias comprobadas en la causa, y en esas circunstancias dicho

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pronunciamiento no constituye un acto jurisdiccional válido. Ello determina que las garantías constitucionales
invocadas guarden relación directa e inmediata con lo resuelto.

Se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario con el alcance indicado y se deja sin
efecto la sentencia apelada.

MEDIOS DE PRUEBA

 Fallo Cichero

Hechos: se discutió la existencia de consentimiento prestado para el registro domiciliario. Así, da cuenta el acta
prevencional de una “autorización concedida por el dueño de casa para acceder a la finca”. El imputado fue
condenado como autor del delito de tenencia de estupefacientes. El recurrente sostuvo la arbitrariedad de la
sentencia en tanto no surge de la causa la existencia de la referida autorización.

“5º) Que la tacha articulada resulta admisible. En efecto, ninguna constancia del proceso permite afirmar la
existencia de la autorización del dueño de la casa. Del acta…sólo surge que los moradores del inmueble,
enterados de la presencia policial no pusieron reparos algunos al ingreso como asimismo a una posterior
inspección en los distintos ambientes de la vivienda‟…es obvio que la mera ausencia de reparo al ingreso no
puede equipararse a la autorización pertinente. En tal sentido cabe destacar que la pesquisa domiciliaria se
llevó a cabo a las 23 hs., sin la correspondiente orden de allanamiento, y mediante una comisión policial que
podría haber estado integrada hasta por cinco miembros, casi todos vestidos de civil…no es razonable
equiparar –sin apoyo en razón alguna- la mera ausencia de reparos a una autorización válida pues, en las
particulares circunstancias señaladas, esperar una actitud de resistencia importaría reclamar una postura no
exigible con arreglo a la conducta ordinaria de las personas”.

 Fallo Fiorentino (resumido arriba)

 FALLO D’ACOSTA MIGUEL ANGEL-CSJN -1987 INVIOLABILIDAD DEL DOMICILIO (ART 18 CN)-
ALLANAMIENTO SIN ORDEN JUDICIAL.

SE DA LUGAR AL RECURSO EXTRAORDINARIO.

HECHOS

Las presentes actuaciones se iniciaron con el informe del suboficial mayor de la Policía de la Provincia de
Buenos Aires Eduardo Cuacci, quien dio cuenta a sus superiores de que el 14 de febrero de 1983, "continuando
con las diligencias investigativas que se me encomendaran" y secundado por otros tres suboficiales de su
dependencia, se constituyó en la calle Monte núm. 2170 de la localidad de Castelar, partido de Morón, donde
procedió a la detención de Miguel A. D'Acosta, que se encontraba prófugo por haberse evadido de la Alcaidía
de Neuquén el día 28 de noviembre de 1982, donde se encontraba detenido a disposición del juez en lo penal
de Cutral-Co, Provincia del Neuquén, y que también era buscado por haberse resistido mediante disparos de
armas de fuego a su detención, unos días antes de que ésta en definitiva se efectivizara.
En el lugar de la detención, los funcionarios policiales labraron un acta en la que se expresa que se
constituyeron en el domicilio indicado "donde se presume se encontraría refugiado el malviviente Miguel A.
D'Acosta", con un testigo llamado al efecto, y que inmediatamente procedieron a entrar a la vivienda "ya que

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la puerta principal se encuentra abierta". Con posterioridad a la aprehensión del prófugo y de otras dos
personas, se secuestró un revólver, calibre 38 largo, con la carga completa, sin marca visible y con un número
en la base de la culata 6675, y una funda de paño con la inscripción "relojes Pomar", con cinco balas del mismo
calibre. -
El mismo día, a las dieciséis y cuarenta, la comisión policial se volvió a constituir en el domicilio indicado con la
detenida María T. Botegui, a raíz de manifestaciones que la nombrada habría efectuado ante los preventores
sobre la existencia de más armas.

El apelante, que habia consentido el argumento de la legitimidad del primer acceso a la vivienda sin orden de
allanamiento por las razones dadas por los jueces, ha disentido con éstos, sin embargo, por considerar que se
trata de procedimientos con finalidades distintas. La aprehensión del delincuente prófugo en el primer caso, y
el decomiso del arma de guerra que tenía sin derecho según lo revelado por la mujer con la que
circunstancialmente convivía, en el segundo. Con esa inteligencia de la situación creada, adujo el recurrente
que este segundo ingreso no se encuentra amparado por la necesidad que prevé el art. 189, inc. 2° de la ley
procesal, por lo que la omisión de requerir la orden judicial de allanamiento constituye violación a la garantía
del domicilio privado establecida por el art. 18 de la Constitución Nacional.-

- Por la tenencia de un revólver marca Colt, calibre 44, se imputó a Miguel A. D'Acosta. El juez federal de
Morón, Provincia de Buenos Aires, lo condenó a la pena de 4 años de prisión e inhabilitación absoluta por igual
tiempo más las accesorias del art. 12 del Cód. Penal, y costas, como autor responsable del delito previsto por
el art. 189, 3º par. del Cód. Penal, sentencia que fue apelada por la defensa y confirmada por la Cámara Federal
de Apelaciones de la Ciudad de La Plata.
- Que contra esa decisión interpuso el defensor del condenado el recurso extraordinario del art. 14 de la ley
48, que fue concedido. Sostiene el recurrente que la pesquisa domiciliaria realizada por las autoridades de
prevención, a raíz de la cual se secuestró el arma cuya tenencia se imputó al procesado, constituye un acto que
vulneró la garantía constitucional de la inviolabilidad del domicilio (art. 18, Constitución Nacional), porque en
el caso los funcionarios no contaban con una orden de allanamiento expedida por un juez, como lo exige el art.
188 del Cód. de Proced. en Materia Penal. Concluye el defensor que establecida la invalidez del registro
domiciliario, igual suerte debe correr el secuestro practicado en esa circunstancia, por lo que resulta inhábil
para fundar la sentencia en él.

El recurrente expreso que los motivos que determinan el registro domiciliario se encuentran reducidos a dos, a
saber, lograr la aprehensión de quien es buscado por la autoridad o proceder a la búsqueda de elementos
relacionados con la investigación criminal. Al respecto argumentó que no se cuestionaba que el procedimiento
en el que se produjo la detención estuviera incluido en el supuesto del art. 189, inc. 1° del Cód. de Proced. en
Materia Penal, pero que ello no convalidaba la segunda inspección, porque con ésta no se perseguía la
aprehensión de un prófugo sino el objetivo de adquirir elementos de prueba que no se encontraba cubierto
por la excepción de la norma antes citada, y que una vez detenido aquél, nada impedía que la autoridad
policial recabara del juez la orden pertinente.

CORTE:
Que el agravio que formula el recurrente suscita cuestión federal bastante para la apertura de la instancia
prevista en el art. 14 de la ley 48, pues la sustancia del planteo conduce en definitiva a determinar el alcance

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de la garantía consagrada en el art. 18 de la Constitución Nacional. En efecto, esa norma establece que "el
domicilio es inviolable ...; y una ley determinará en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su
allanamiento y ocupación", de modo que el alcance de esta garantía debe ser fijado con relación a su
reglamentación

-El art. 399 del referido código establece la facultad de los jueces para practicar investigaciones, sea en la
habitación o domicilio del procesado, o en cualquier otro lugar, "cuando existan indicios suficientes para
presumir que allí se encuentra el presunto delincuente o que puedan hallarse objetos útiles para el
descubrimiento y comprobación de la verdad"; y en concordancia con ello, el art. 188 sienta la regla de que los
funcionarios de policía deberán recabar del juez competente la respectiva orden de allanamiento "cuando con
el mismo objeto de la investigación criminal o aprehensión del delincuente, fuere necesario penetrar en el
domicilio de algún particular". A su vez, el art. 189 establece que "se exceptúa de lo dispuesto en el artículo
anterior los casos siguientes: ... 2°. cuando se introduzca en la casa un reo de delito grave a quien se persigue
para su aprehensión ...".-
De esas normas se sigue que los jueces tienen la facultad de disponer allanamientos de moradas sólo por dos
órdenes de razones: a) para lograr una aprehensión; b) para la obtención de pruebas, y la policía que actúa en
función judicial no puede en estos dos supuestos obrar por propia iniciativa, sino que debe requerir del juez la
correspondiente orden de allanamiento.

- Se trata en el caso de establecer si puede afirmarse que, concluida la primer diligencia, el domicilio ha
perdido la protección constitucional como consecuencia de aquélla, y ha quedado sujeto a cualquier nueva
pesquisa que pudieran realizar los agentes de prevención, sin necesidad de requerir una orden judicial. -
Que la orden de allanamiento que regula la ley procesal, no constituye un acto por el cual el juez delega su
"imperium" en un funcionario de policía u otra autoridad, susceptible de ser utilizado discrecionalmente por
ésta, sino que por el contrario, es un mandato singular que se agota con el cumplimiento de la orden, y que no
habilita a nuevas entradas
Una vez que la pesquisa ha concluido, el habitante recupera su derecho de oponerse a la entrada de un tercero
ajeno a la morada, aun en el caso de encontrarse en la imposibilidad material de repeler la entrada. En este
sentido no puede sostenerse que la diligencia ha concluido si el juez ha adoptado las medidas de vigilancia o
custodia a las que se refiere el art. 406 del Cód. de Proced. en Materia Penal, pero si no han sido adoptadas,
cesa con la consecución del objeto al que se refería la orden o con el abandono del domicilio por parte de la
autoridad.-

-Que, además de la conclusión precedente, según la cual no hay disposición legal expresa que permita
sostener la facultad policial para efectuar el segundo allanamiento, cabe señalar que los jueces no han hecho
mérito de que hubiera mediado consentimiento válido en ninguna de las circunstancias a las que se refieren
las actas, y por lo demás ese requisito tampoco puede extraerse de la causa. Ninguno de los policías la invoca y
de lo declarado surge que los ocupantes se encontraban durmiendo cuando aquéllos ingresaron
En virtud de lo expuesto, cabe concluir en la nulidad del mencionado procedimiento. -

Se revoca la sentencia apelada. Hágase saber y devuélvase a su origen para que, por quien corresponda, se
dicte un nuevo pronunciamiento de conformidad con lo declarado en la presente (art. 16, 1º par., ley 48).-

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 Fallo Fabro Pedro H. y otros s/ falsificación de documento público.

Es improcedente el recurso extraordinario. De los agravios traídos acerca de la legalidad del procedimiento
policial en que se secuestró una cédula de identificación del automotor falsa no surge que exista una relación
directa e inmediata con la garantía del art.18 de la Constitución Nacional

HECHOS
El 15 de diciembre de 1981, el procesado Pedro H. Fabro, junto con Perujo, ocupaban un vehículo, en
circunstancias en que la policía de la Provincia de Corrientes se hizo presente en el prostíbulo "Los Paraísos" de
la Ciudad de Mercedes, y procedió a requerir la exhibición de la documentación del rodado, momento en el
cual el primero de los nombrados mostró una cédula de identificación del automotor presuntamente
falsificada, de la cual se incautó la autoridad policial.
Que, contra la sentencia de la Cámara Federal de Apelaciones de la Ciudad de Paraná, que confirmó el fallo de
primera instancia mediante el que se condenó a Pedro H. Fabro a la pena de 4 años de prisión, como autor
responsable del delito de falsificación de documento público destinado a acreditar el dominio de un
automotor, interpuso la defensa recurso extraordinario, que fue concedido.

- El recurrente se agravia solicitando que se decrete la nulidad del procedimiento policial, por cuanto entiende
que fue llevado a cabo sin orden judicial, violándose de ese modo las normas procesales y también la garantía
consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional.
-Sostiene, además, que el pronunciamiento es arbitrario porque ¬¬según su criterio¬ se apoya sobre
elementos de juicio nulos. En ese aspecto plantea que el acta de secuestro carece de validez por haber sido
labrada sin la presencia del testigo que exigen los arts. 122 y sigts. del Cód. Procesal Penal de la Provincia de
Corrientes.
-Que también afirma que los informes periciales son nulos al no haber prestado el técnico que los realizó el
juramento previsto por el art. 326 del Cód. de Proced. en Materia Penal. Asimismo, se agravia de que no se ha
acreditado que de la falsificación atribuida a su defendido pudiera resultar algún perjuicio, con lo cual el hecho
que se tuvo por probado no sería típico.
CORTE:
-La incautación del documento mencionado, tal como surge de las constancias de autos y del relato efectuado
por el mismo recurrente, fue consecuencia del requerimiento de los funcionarios, sin que se aprecie que a raíz
de ese procedimiento pueda haber resultado afectada garantía constitucional alguna, ya que no tuvo por
objeto la requisa de un domicilio sino la identificación de un automotor. A ello debe agregarse que la cédula
incautada no puede considerarse como uno de los papeles privados que ampara el art. 18 de la Constitución
Nacional, ya que se trata de un instrumento público que, por imperativo legal, debe ser exhibido cuando lo
exija la autoridad competente.

- Que aun si se entendiese que la cédula de identificación del automotor falsa, en lugar de haber sido exhibida
por el acusado, hubiera sido hallada en el rodado, igualmente correspondería desechar el agravio. Ello es así,
en la medida en que el recurrente no ha demostrado que las reglas procesales invocadas, referentes al registro
domiciliario y a la requisa personal, tanto locales como nacionales, sean aplicables a la inspección de un
automóvil.

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Por lo demás, el apelante ni siquiera realizó un mínimo esfuerzo para convencer a los jueces de que la
situación de hecho encontraría amparo en la cláusula constitucional que citó (art. 18).

-Que en la medida en que en autos no se ventila una hipótesis de allanamiento de domicilio ni de requisa
personal, la invalidez del acta por carecer de la firma de dos testigos sólo podría provenir, al menos en el
orden nacional, de la supuesta violación de los arts. 211 y 215 del Cód. de Proced. en Materia Penal.
Sin embargo, tal cuestión procesal fue resuelta sin arbitrariedad, pues el a quo se valió de que el acta lleva la
firma de las personas en cuyo poder fue hallado el instrumento del delito y que la situación documentada en
ella encontró corroboración en las respectivas indagatorias cumplidas con las formalidades legales.

- Que la afirmación del recurrente, en cuanto sostiene que no se ha probado que de la falsificación del
documento secuestrado pudiera resultar perjuicio, ha sido desvirtuada por la Cámara con el argumento de su
naturaleza pública y con sustento en las constancias de la causa, de las cuales surge que en la especie se
falsificó una cédula destinada a establecer la identificación y dominio de un automóvil que había sido sustraído
a su propietario. En tal caso se trata de un tema de derecho común razonablemente decidido. (El actor alega
que el hecho no es tipico, pero si lo es)

En definitiva, es aplicable el criterio reiteradamente señalado por esta Corte, de que la doctrina de la
arbitrariedad no tiene por objeto corregir en tercera instancia sentencias equivocadas o que el apelante
considere tales, a raíz de su discrepancia con el alcance atribuido por el juzgador a principios y normas de
derecho común o con la valoración de la prueba, sino que reviste un carácter estrictamente excepcional
Por ello, se declara improcedente el recurso extraordinario.

 Fallo Yemal, Jorge Gabriel y otros s/ ley 23.771 -expte. n° 7595-.

Contra la resolución de la Sala B de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económico que declaró la
nulidad de las providencias que disponían registros domiciliarios y sobreseyó definitivamente a los procesados
León Michanie y Rubén Freue, la señora fiscal interina de la cámara dedujo recurso extraordinario cuya
denegación dio origen a la presente queja, sostenida por el señor Procurador General.

El jefe del Departamento Jurídico de la Dirección de Auditoría Fiscal de la Dirección General Impositiva requirió
orden de allanamiento para la finca de la calle Azcuénaga n° 555, piso 5°, "21". Fundamentó la petición en el
hecho de que "la firma se dedica a la fabricación, venta e importación principalmente de telas denominadas en
el comercio "Denin y/o Jean" fabricando con las mismas vaqueros, camperas, etc.; las que luego se enajenan
sin la correspondiente factura de venta. A su vez, las importaciones que realizan se efectúan a valores
subfacturados. Además, con relación a parte del personal empleado en la empresa no se realizarían los aportes
sociales legales. De averiguaciones oficiosas concretadas, cabría la posibilidad que los responsables sean
titulares de cuentas bancarias en el exterior...". Se solicitó asimismo autorización para secuestrar
documentación relevante de interés fiscal.

El magistrado de instrucción dispuso expedir orden de allanamiento "como se solicita precedentemente". La


diligencia tuvo comienzo de ejecución el 14 de enero de 1992, pero debió suspenderse ante la existencia de
una puerta blindada en el interior de la vivienda, razón por la cual se colocaron fajas de clausura en aquélla y
se dejó custodia policial.

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Las autoridades de la Dirección General Impositiva solicitaron nueva orden de allanamiento del citado
departamento, habiéndose alegado que "a raíz de no haberse producido circunstancias que modifiquen la
situación de hecho existente al inicio del procedimiento se considera que aún persiste el interés fiscal en
realizar el allanamiento en dicha finca", petición que fue proveída de conformidad a fs. 27, con el resultado de
los informes técnicos obrantes en autos.

Otro magistrado a cargo del Juzgado Nacional en lo Penal Económico N° 5 declaró la nulidad de las órdenes de
allanamiento dispuestas por el anterior titular del juzgado. Para así decidir sostuvo que aquéllas "fueron
otorgadas para ser cumplidas por funcionarios que no se hallaban autorizados al efecto, por no ser
autoridades de prevención...en las mismas no se identifica debidamente el presunto objeto procesal y fueron
otorgadas en forma omnicomprensiva vulnerando principios procesales". Como consecuencia de aquella
sanción, anuló todo lo actuado y sobreseyó definitivamente en la causa y respecto de los procesados.

El tribunal anterior en grado, si bien expresó que no compartía los fundamentos del juez de instrucción,
decretó la nulidad de las providencias debido a que carecían de fundamentación. Como consecuencia de la
sanción decretada -que abarcó la de todo lo actuado en consecuencia- sobreseyó definitivamente en la causa y
respecto de los procesados.

El apelante se agravia por la violación de la garantía de la defensa en juicio del Ministerio Público y el debido
proceso. En sustancia, esos agravios radican en la falta de fundamentación del pronunciamiento, dado que no
se habrían valorado las constancias de la causa de las que surgirían los motivos y fundamentos de las órdenes
de allanamiento decretadas.

Los agravios del apelante suscitan cuestión federal bastante para habilitar la vía extraordinaria pues si bien la
tacha de arbitrariedad no es aplicable a la discrepancia del apelante con relación a la interpretación de normas
procesales, cualquiera que sea su acierto o error, no lo es menos que sí es cuestionable con sustento en
aquella doctrina que la causa haya sido resuelta sobre un punto controvertido en doctrina -como son las
formalidades de las providencias que disponen allanamientos- con fundamento sólo aparente y sin más base
que la afirmación dogmática de quienes suscriben el fallo, afectando de ese modo el debido proceso legal (art.
18 de la Constitución Nacional).

Por ello, los fundamentos pertinentes del recurso examinado y los concordemente expresados por el señor
Procurador General al sostenerlo, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se
revoca el pronunciamiento apelado.

 Fallo Hansen

El recurso extraordinario concedido se interpuso contra la sentencia de la Cámara Federal de Apelaciones de la


Plata, que confirmó la condena impuesta en primera instancia a Cristian Enrique Hansen, como autor del delito
previsto en el art. 6º de la ley 20.771.

Respecto del secuestro de platas y semillas de marihuana practicado en el domicilio del procesado, resulta
aplicable la doctrina expuesta por el tribunal en la causa Fiorentino, toda vez que el allanamiento se llevó a
cabo sin la pertinente orden judicial, y sin que mediara la autorización valida que permitiera prescindir de
dicho recaudo. En efecto, no existe constancia de que al imputado Hansen se le haya requerido su venia para el
registro; y la ratificación que de dicha acta nada cambia, ya que en ella no se menciona que hubiera otorgado
permiso alguno a ese efecto. Tampoco suple la falta de orden judicial la invocada autorización de la madre,

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pues no surge de autos su otorgamiento, toda vez que a la progenitora sólo se la interiorizó de los motivos de
la visita policial, sin que se recabara su permiso para el ingreso al domicilio. Cabe señalar, en este sentido, que
carecen de significación tanto los dichos del oficial que intervino, como el de los testigos Rivarola y Márquez,
pues la mera ausencia de reparo no puede equipararse a una autorización suficiente.

En cuanto al hecho que se le imputa a Hansen a raíz del secuestro de estupefacientes practicado en el
automóvil que conducía, también corresponde descalificar el pronunciamiento apelado en razón de no haber
atendido mínimamente los argumentos expuestos por la defensa al impugnar la sentencia de primera
instancia.

Se deja sin efecto la decisión.

 Fallo Torres Oscar

Contra la sentencia de la Sala A penal de la cámara federal de apelaciones de rosario, por la que se condenó a
Eduardo Rasuk como autor del delito de almacenamiento de estupefacientes, a la pena de tres años y seis
meses de prisión y multa de 50 mil australes, se interpuso el recurso extraordinario cuya denegación originó
esta queja.

El recurrente sostiene que la sentencia apelada vulnera el art. 18 de la CN al haberse fundado en elementos
probatorios incautados en ocasión de efectuarse un allanamiento que reputa ilegal. Este, según expresa, se
habría llevado adelante sin orden de magistrado competente y sólo en un segundo término, luego de haber
ingresado el personal policial a la morada del procesado, se habría requerido la orden de allanamiento al juez
federal correspondiente, situación que a su entender, no convalidaría la ilegalidad del procedimiento
ejecutado.

La sentencia condenatoria fue notificada al procesado y éste había en ese acto revocado el poder de sus
abogados y pedido que se designara al defensor oficial. Dicha recayó sobre el titular de la Defensoría de
Pobres.

El defensor oficial planteó una cuestión de turno, solicitando que se dejase sin efecto su designación, por
considerar que al haber participado previamente en el expediente la Defensoría nº1, le correspondía a ésta
continuar con la asistencia letrada. El juez no hizo lugar a lo solicitado.

El recurso extraordinario fue impuesto después de haberse cumplido el plazo de 10 días hábiles a partir de la
notificación sin que haya constancias de ninguna interrupción de los términos.

No basta para cumplir con las exigencias básicas del debido proceso, que el acusado haya tenido patrocinio
letrado de manera formal, sino que es menester además que aquél reciba una efectiva y substancial asistencia
de parte de su defensor.

El allanamiento fue dispuesto por el juez fundado en la presunción de que el domicilio se producían hechos
violatorios de normas provinciales. El referido magistrado tenia indudablemente facultades para disponer el
allanamiento cuestionado. Si como resultado de tal procedimiento, fueron obtenidas probanzas referidas a la
posible comisión de delitos cuyo conocimiento excede la competencia de aquel magistrado, ello no autoriza a
descalificar sin más lo elementos probatorios.

Se declara admisible el recurso extraordinario y se confirma la sentencia apelada.

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MEDIDAS DE COERCIÓN EN EL PROCESO PENAL

 Fallo Loyo Fraire por estafa reiterada

El Tribunal Superior de Justicia de la provincia de Córdoba resolvió rechazar el recurso de casación deducido
por la Defensa del imputado contra el auto que rechazó el cese de la prisión preventiva impuesta por medio de
la sentencia por la que fue condenado a la pena de cuatro años y tres meses de prisión. Contra esa
determinación se interpuso recurso extraordinario federal.

La CSJN se remitió al dictamen de la Procuración General de la Nación e hizo lugar al recurso extraordinario
federal. En su dictamen, la PGN sostuvo que la mera circunstancia de que se haya dictado sentencia de
condena en primera instancia (recurrida) no es fundamento suficiente para mantener la prisión preventiva
mientras se resuelven los recursos contra la condena. En ese sentido, sostuvo lo siguiente: “[n]o pierdo de vista
que en el sub examine […] se dictó sentencia de condena que, aunque no se encuentre firme, constituye una
decisión sobre el fondo que, como tal, goza de una presunción de acierto que incide desfavorablemente en
cuanto al riesgo de fuga. Sin embargo, estimo que ese pronunciamiento, aun así, no priva de significación a
aquella omisión del a quo, desde que el encarcelamiento no deja de ser cautelar, y entonces la decisión debe
contener la motivación suficiente que permita evaluar si se ajusta a los requisitos impuestos por la Corte
Interamericana [de] Derechos Humanos, entre ellos, el de necesidad, en el sentido de que sean absolutamente
indispensables para conseguir el fin deseado y que no exista une medida menos gravosa respecto al derecho
intervenido entre todas aquellas que cuentan con la misma idoneidad para alcanzar el objetivo propuesto […]”.

La corte hace lugar a la queja, declara procedente el recurso extraordinario y deja sin efecto la sentencia
apelada.

 Fallo Guerrieri Pascual prórroga de prisión preventiva

El 7 de julio de 2005, el Juzgado Criminal y Correccional Federal N° 4 resolvió prorrogar por nueve meses la
prisión preventiva de Julio Héctor Simón, quien ya detenido con relación a otro proceso, había sido anotado a
disposición de ese juzgado desde el 10 de julio de 2002. Fundó esta decisión genéricamente en la complejidad
y gravedad de los delitos que pesaban en su contra y en la presunción de fuga derivada de la imposibilidad, en
caso de recaer una condena, de que la pena fuera de ejecución en suspenso.

La defensa apeló la medida aduciendo que la detención de Simón había excedido todos los plazos legales, y
por lo tanto se había tornado ilegítima. Dijo que su parte no había articulado estrategia alguna para dilatar el
trámite del proceso, que por otra parte no revestía ya la complejidad aducida en la decisión en crisis.

Sostuvo con apoyo en los fallos "Neumeister" y "Stögmüller" del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que
en tanto el derecho a ser juzgado en un plazo razonable o puesto en libertad tutela el principio de inocencia,
resultaba incongruente supeditar la determinación de aquella garantía a la gravedad o complejidad del delito
endilgado.

Por último consideró que la "razonabilidad" a la que alude el artículo 7.5 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos había sido reglamentada en los artículos 1 y 3 de la ley 24.390 que establecía plazos de
aplicación restrictiva y que una interpretación inversa, que sostuviera que los términos de esta ley debían
conjugarse con el "plazo razonable" al que se refiere la Convención, anularía por completo la regulación que se
ha intentado hacer de esa garantía.

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La Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal confirmó la decisión recurrida con sustento en
fallos de esta Corte que citó, en los que consideró que el plazo fijado en el artículo 1 de la ley 24.390 no
resultaba de aplicación automática, en tanto su razonabilidad debía ser valorada de conformidad con las
pautas que rigen la excarcelación en el proceso penal, esto es con sujeción a las circunstancias particulares del
proceso en cuestión. En este sentido coincidió con el juez en cuanto a que las particulares dificultades de la
investigación y la gravedad de los hechos imputados justificaban la continuación de la detención de Simón.

En el recurso extraordinario la defensa agregó a sus argumentos, que la decisión del tribunal a quo infringía el
principio de legalidad en tanto integró inadecuadamente a la ley 24.390 las normas relativas a la excarcelación.
Argumentó que el Congreso, al reglamentar el artículo 7.5 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos estimó que el encierro cautelar resultaba razonable dentro de los plazos que fijó en la ley 24.390.
Estimó, con cita de la disidencia del juez Bossert en la causa "Estévez, José Luis" (Fallos: 320:2105) que esa
exégesis de la ley efectuada por la Cámara, en el sentido de integrar las disposiciones de la ley 24.390 con las
relativas a la excarcelación, implicaba privar de efectos a dicha norma y por lo tanto anular la garantía
constitucional que allí se pretendió reglamentar.

La corte establece que el recurso es improcedente.

 Fallo Bramajo incidente de excarcelación

Contra la resolución de la Sala IV de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la


Capital Federal que concedió la excarcelación de Hernán Javier Bramajo, el señor fiscal de cámara dedujo
recurso extraordinario, cuya denegación dio lugar a la presente queja.

El procesado Bramajo fue detenido el 1 de julio de 1992, habiendo sido excarcelado por aplicación del art. 1°
de la ley 24.390, al cumplir tres años de detención en prisión preventiva.

El fiscal acusó al procesado por el delito de homicidio calificado criminis causae en concurso material con el de
robo doblemente agravado por haber sido cometido con armas, en poblado y en banda y requirió la pena de
reclusión perpetua con la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado.

El tribunal anterior en grado concedió la excarcelación por estricta aplicación de lo dispuesto por el art. 1° de la
ley 24.390. En relación a este aspecto estimó que "los plazos fijados por la ley 24.390 no resultan

irrazonables ya que el propio legislador es quien los ha establecido y tampoco se vislumbra que esa
determinación conculque alguna garantía fundamental". No obstante lo expuesto concedió la excarcelación
bajo caución real debido a la gravedad de los delitos atribuidos al procesado, la pena solicitada por el fiscal y la
circunstancia de que registra una condena.

En el escrito de apelación federal el representante del Ministerio Público cuestiona la validez del art. 1° de la
ley 24.390 debido a que se hallaría en colisión con lo dispuesto por el art. 7°, inc. 5°, de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. Al respecto aduce que bajo el pretexto de reglamentar un tratado
internacional la ley 24.390 lo ha desvirtuado, pues "convierte una cuestión subjetiva, como es el determinar
cuál plazo es razonable, en una cuestión netamente objetiva, supeditada al simple cumplimiento de un plazo
fijo".

El recurso federal resulta procedente en la medida en que se ha cuestionado la validez de una ley nacional
(24.390) por ser contraria a un tratado internacional y la decisión ha sido contraria al derecho fundado en la

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última (art. 14, inc. 3°, de la ley 48), a lo que cabe agregar que la resolución impugnada es equiparable a
sentencia definitiva pues se trata de una cuestión que reviste gravedad institucional, en tanto el criterio
adoptado por el a quo compromete la administración de justicia al afectar la forma de aplicación de la ley
procesal penal.

La Convención Americana sobre Derechos Humanos dispone en el art. 7°, inc. 5°, que "toda persona detenida
o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer
funciones judiciales y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin
perjuicio de que continúe el proceso".

Por su parte la ley 24.390, que se autodefine como reglamentaria del art. 7°, inc. 5°, de la Convención America
na sobre Derechos Humanos (art. 9°) determina un plazo fijo de dos años, con una prórroga de un año y otra
de seis meses para los procesados que habiendo cumplido aquel lapso de detención en prisión preventiva no
hubiesen sido juzgados en forma definitiva (arts. 1° y 2°). Además dispone que transcurrido el plazo
mencionado, se computará por un día de prisión preventiva dos de prisión o uno de reclusión (art. 7°).

Resulta pertinente reseñar la opinión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, desarrollada en el


informe sobre el caso 10.037 de la República Argentina del 13 de abril de 1989 el que, si bien es anterior a la
vigencia de la ley 24.390 resulta de significativa importancia para el caso debido a que el mencionado
organismo internacional ha fijado las pautas que los Estados Partes deben tener en cuenta al reglamentar lo
que se ha denominado "plazo razonable de detención sin juzgamiento".

Así, consideró la Comisión que "...la determinación del plazo razonable en el derecho interno argentino surge
en cada caso de la consideración armoniosa de estas dos disposiciones -hizo referencia al art. 379, inc. 6° y al
art. 380 del Código de Procedimientos en lo Criminal quedando librada esa consideración al criterio del juez
que debe decidir en base a los parámetros que la ley le marca taxativamente para que los valore en forma
conjunta".

Cabe tener presente que el espíritu que determinó la sanción de la ley 24.390 y el fin último por ella
perseguido, surge del debate parlamentario, el que puede sintetizarse en la necesidad de resolver la situación
de los detenidos en prisión preventiva sin haber sido juzgados, los cuales, no obstante gozar de la presunción
de inocencia por no haber sido condenados, continúan detenidos sin sentencia definitiva, más allá de lo que la
Convención Americana sobre Derechos Humanos denomina "plazo razonable de detención". En relación a este
último concepto, en la Cámara de Senadores se expresó que "el origen de la razonabilidad de este plazo de dos
años debe buscarse en el antiguo Código de Procedimientos en lo Criminal, que establecía que la instrucción
debía durar dos años".

Si bien la ley 24.390 fija plazos para la procedencia de la libertad caucionada, de ello no se deriva que vulnere
lo establecido por el art. 7°, inc. 5°, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, puesto que la
comisión no prohíbe que cada Estado Parte establezca plazos de duración de la detención sin juzgamiento, lo
que no admite es la aplicación de aquéllos en forma automática sin valorar otras circunstancias. Así, en el
informe del caso 10.037 de la República Argentina la comisión expresó que "...el Estado Parte no está obligado
(por la convención) a fijar un plazo válido para todos los casos con independencia de sus
circunstancias...quedando el concepto de plazo razonable sujeto a la apreciación de la gravedad de la
infracción, en cuanto a los efectos de establecer si la detención ha dejado de ser razonable".

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Bajo los presupuestos enunciados, este Tribunal considera que la validez del art. 1° de la ley 24.390 se halla
supeditada a la circunstancia de que los plazos fijados en aquella norma no resulten de aplicación automática
por el mero transcurso de los plazos fijados, sino que han de ser valorados en relación a las pautas establecidas
en los arts. 380 y 319 del Código de Procedimientos en Materia Penal y Código Procesal Penal,
respectivamente, a los efectos de establecer si la detención ha dejado de ser razonable.

Por los argumentos expuestos, en el caso sometido a estudio del Tribunal, el examen de las condiciones
personales del procesado, la gravedad de los hechos que se le imputan, la condena anterior que registra -que
eventualmente ha de ser unificada con la que pueda resultar en la presenteasí como la pena solicitada por el
fiscal, hacen presumir que en caso de obtener la libertad intentará burlar la acción de la justicia, razón por la
cual debe revocarse la resolución impugnada, puesto que la interpretación efectuada por el a quo del art. 1° de
la ley 24.390 ha sido incompatible con la jurisprudencia elaborada por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos y la establecida por esta Corte en la causa "Firmenich" (Fallos: 310:1476). Por ello, se rechaza la
inconstitucionalidad del art. 1° de la ley 24.390 y se revoca la resolución impugnada. Hágase saber y vuelva al
tribunal de origen para que se dicte nuevo fallo con arreglo a derecho.

 Fallo Macchieraldo, Ana María Luisa s/ recurso de casación e inconstitucionalidad

Llega la causa a conocimiento de esta Alzada en virtud del recurso de casación e inconstitucionalidad
interpuesto por Eduardo Dario De Biase en beneficio de Ana María Luisa Marafoscchi, con el patrocinio
letrado de los Dres. Norberto Eduardo Spolansky y Gustavo Héctor Bobbio, contra la resolución dictada con
fecha 30 de julio de 2004 por la Sala "B" de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económico,
que resolvió: "I.- CONFIRMAR la resolución de fs. 53/58 vta. de este incidente ....".-

Los recursos deducidos fueron rechazados por el Tribunal de mención, lo que motivo la presentación directa
ante esta Cámara, queja que fuera concedida por esta Sala; y mantenida-

Que durante el término de oficina el Sr. Representante del Ministerio Público se presentó a los fines dispuestos
por el art. 465, primera parte y 466 del Código Procesal Penal de la Nación, solicitando se haga lugar al recurso
de casación e inconstitucionalidad interpuestos.

No habiéndose celebrado la audiencia prevista por el art. 468 del ritual por mediar expresa renuncia de las
partes, la causa quedó en condiciones de ser resuelta.

Con invocación de ambos supuestos del art. 456 se dedujo el presente recurso de casación.-

Así el recurrente señaló que la interpretación efectuada por los sentenciantes " ... implica una violación a lo
dispuesto por los arts. 316 y 319 del CPPN, toda vez que se han entendido los límites de pena establecidos por
el primero como una presunción iuris et iure y las previsiones del segundo como una nueva posibilidad de
limitar la concesión del beneficio en caso de ser procedente conforme al primero. Asimismo, se ha
interpretado —inobservando la expresa previsión de la norma procesal— que el máximo no superior a ocho
años al que hace referencia el art. 316 CPPN es el que se refiere al delito imputado y no () a la concreta
persona del imputado, pese a lo cual se ha dicho que le correspondería a Macchieraldo una pena cuyo máximo
sería superior a ocho años, sin dar razones fundadas para ello".-

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También ante la violación de normas o garantías constitucionales entendió procede el recurso de


inconstitucionalidad en los términos del art. 474 CPPN, pues las razones que avalan ambos cuestionamientos
resultan inescindibles en cuanto a su tratamiento.-

Destacó que "esta aplicación de las normas procesales (arts. 316 y 319 del C.P.P.N.) Que ha hecho V.E. de
ninguna manera puede conciliarse con el carácter restrictivo que deben tener las medida privativas de la
libertad durante el proceso (art. 2 y 280 C.P.P.N.) Ni mucho menos con el principio de inocencia, el derecho a la
libertad ambulatoria y el instituto de la exención de prisión".-

Por otra parte recalcó que el Tribunal "ha recurrido (a) fórmulas genéricas o abstractas para aplicar el art. 316
CPPN como una presunción 'iuris et de iure', en violación tanto el principio de inocencia, el derecho a la
libertad ambulatoria durante el proceso, y el instituto de la exención de prisión, en la medida que pretende
privar al beneficiario de su libertad durante el proceso en contra de la presunción de inocencia aún vigente y
que sólo puede ser recovada mediante una sentencia de condena firme".-

Señaló que el resolutorio recurrido carece de la motivación exigida por el ordenamiento procesal, lo que torna
arbitraria la decisión adoptada.

En este orden de cosas, adujo que los sentenciantes tampoco han dado "razones fundadas por las cuales
afirman que: 'correspondería a Macchieraldo una pena cuyo máximo sería superior a los (8) años de privación
de libertad'. El beneficiario podría ser sobreseído, absuelto, o condenado a una pena inferior a los 8 años, por
ello afirmar que le correspondería una pena mayor a 8 años con el objeto de privarlo de su libertad durante el
proceso y sin dar razones fundadas para ello, importa una falta de motivación arbitraria".-

Finalmente, hizo saber que Ana María Luisa Macchieraldo, se pone a disposición del Tribunal bajo la fianza que
se determine, probando de este modo su vocación de estar a disposición de la justicia.-

Por todo ello requirió se declare la inconstitucionalidad de la interpretación dada a las normas sustantivas y
procesales, por ser violatorias de las garantías y se haga lugar a la exención peticionada, previa fijación de la
correspondiente caución razonable para garantizar su conducta en el proceso.-

El Sr. Fiscal de Cámara, Dr. Ricardo Gustavo Weschler, señaló que "el fallo puesto en crisis merece ser tachado
de arbitrario por falta de motivación, en tanto esos 'principios rectores' (al decir de la Sala II) no han sido
motivo de análisis, en virtud de que la Alzada recepta las limitaciones de los arts. 316 y 317 como de 'iuris et
de iure'. Ello ha impedido que se diera debido tratamiento a las circunstancias puestas de manifiesto por la
defensa, que a mi juicio rebate adecuadamente la posición del Juez de Primera Instancia respecto a negarle a
los encausados el derecho a permanecer en libertad durante la sustanciación de la causa, únicamente por
mantenerse en rebeldía".-

Por resolución de fecha 7 de julio de 2004 el Sr. juez de grado denegó la exención de prisión impetrada a favor
de Ana María Luisa Macchieraldo, circunstancia ésta que motivo la apelación de dicho decisorio.-

La Sala "B" de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Penal Económico dispuso confirmar la
resolución recurrida.-

De la lectura del decisorio impugnado se advierte que el mismo adolece de los siguientes vicios, por un lado
incurre en afirmaciones dogmáticas, desprovistas de un análisis de los hechos de la causa y, por el otro viola la

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garantía constitucional de todo ciudadano a permanecer en libertad durante la sustanciación de un proceso


llevado en su contra, cuando no existan pruebas que hagan presumir que eludirá la acción de la justicia.-

Lo dicho permite adelantar que la resolución es arbitraria pues no basta que un fallo tenga fundamentos; es
menester que estos fundamentos estén a su vez fundados. Porque si no lo están entonces sólo hay apariencia
de fundamentación. Esto es lo que ha sucedido en Autos.

Por el art. 316, segundo párrafo, del C.P.P.N. (aplicable al 'sub lite' en función de lo prescripto por el art. 317
inc. 1°), se impone al juez la obligación de estimar la condena que, eventualmente, podría corresponder a la
imputada en la causa, al momento de examinar un pedido de exención de prisión como el efectuado a fs.
38/50. En consecuencia, si se tiene en cuenta la pena máxima prevista por el art. 2° de la ley 24.769, en caso
de ser condenado en esta causa, correspondería a MACCHIERALDO una pena cuyo máximo sería superior a los
ocho (8) años de prisión de la libertad.- Asimismo, el mínimo de la escala penal en abstracto para los delitos
que se imputan sería superior a tres (3) años. Esta circunstancia constituiría un obstáculo inoslayable a la
procedencia de la suspensión del incumplimiento de la pena ..."

En caso en que pudiera corresponder al imputado un máximo superior a los ocho años de pena privativa de la
libertad, y en la hipótesis en que el juez estimara 'prima facie' que no será procedente la aplicación de una
condena de ejecución condicional (art. 317 inc. 1° en función del art. 316 segundo párrafo, del C.P.P.N.), por la
ley procesal no se impone al magistrado la tarea de evaluar una eventual elusión de la acción de la justicia por
el imputado; por el contrario, por aquéllas disposiciones legales se parte de una presunción del legislador que
se encuentra insíta en aquellas normas, vinculadas con que el imputado, en las hipótesis mencionadas, no se
someterá a la acción de la justicia por la gravedad de la condena que se pronostica, en función del hecho o
hechos ilícitos que se atribuyen a aquél en el proceso' 'Si bien ello conduce a que el delito que se le imputa al
procesado no sea excarcelable, el derecho a gozar de libertad hasta el momento en que se dicte la sentencia
de condena, no constituye una salvaguarda contra el arresto, detención o prisión preventiva, medidas
cautelares éstas que cuentan con respaldo constitucional pues la idea de justicia impone que el derecho de la
sociedad a defenderse contra el delito, sea conjugado con el del individuo sometido a proceso.

La insistencia en la aplicación de una presunción legal, sin valorar las circunstancias de la causa aparece
nuevamente cuando expresan que "... este Tribunal, ha establecido en casos anteriores: '...en atención a lo que
se prescribe por el art. 26 del Código Penal, y por los arts. 316 2° párrafo y 317 del C.P.P.N. ('a contrario sensu'),
queda claro que en los casos como el que se examina, en los que el imputado se enfrenta a la eventualidad de
ser condenado a una pena mínima privativa de la libertad de cuatro años (confr. art. 867 del Código Aduanero),
se advierte una presunción del legislador, que se encuentra incita en las disposiciones legales mencionadas, en
cuanto a la sustracción a las órdenes del tribunal en que incurriría el imputado si recuperase la libertad, como
consecuencia de la gravedad de la posible sanción que se imponga en la causa'. ' Por ende, la resolución
apelada es ajustada a derecho y a las constancias de la causa, y no resulta necesario considerar la aplicación
del art. 319 del C.P.P.N.'

Tales afirmaciones tornan arbitrario el decisorio impugnado, ya que están desprovistas del necesario
fundamento que es condición indispensable de las sentencias judiciales.

El art. 319 del C.P.P.N. se establece un principio de excepción al principio general de la limitación a la
restricción de la libertad personal durante el proceso, de aplicación a los casos en los que, por estimarse
posible, que se configure alguna de las situaciones establecidas por la norma, pese a la calificación legal del

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hecho o a la situación procesal de la imputada, no resultan viables la excarcelación o la exención de prisión...


Que, por otra parte, tampoco se advierte la existencia de alguna circunstancia particular, en este caso
específico, en virtud de la cual pudiera sostenerse que la aplicación de la presunción legal a la cual se hizo
referencia por el considerando anterior de la presente resulte irrazonable o desproporcionada, o que exceda la
finalidad de asegurar la aplicación de la ley sustantiva.

Aceptar el criterio sustentado significaría supeditar una garantía primaria "libertad", resguardada entre otras
por la garantía secundaria de que goza el imputado "estado de inocencia", a una presunción legal en abstracto,
que cerraría toda posibilidad de interpretación en contrario, permitiendo que el legislador fije una presunción
iure et iure en contra de la Constitución.

Que la privación de la libertad "no debe ser la regla", constituye un principio expreso constitucionalizado (art.
9 inc. 3° del PIDCP). Alberto Bovino enseña que el carácter excepcional del encarcelamiento preventivo surge
directamente de la combinación entre el derecho general a la libertad ambulatoria (art. 14 y 75 inc. 22 de la
C.N. y art. 8.2 CADH y 14.2 PIDCP) y la prohibición de aplicar una pena antes de obtener una sentencia
condenatoria firme (principio de inocencia) -art. 18 y 75 inc. 22 de la C.N., art. 9.1 del P.I.D.C.P y art. 7 CADH.

Cafferata Nores señala que la privación de la libertad durante el proceso penal es una medida cautelar
excepcional dirigida a neutralizar los graves peligros (por lo serio y lo probable) que se puedan cernir sobre el
juicio previo, con riesgo de apartarlo de sus fines de afianzar la justicia. Explicita que el texto constitucional
establece en forma expresa que "el encarcelamiento durante el proceso 'no debe ser la regla general' y que
sólo tiende a asegurar la comparecencia del acusado en el acto del juicio, o en cualquier otro momento de las
diligencias procesales y, en su caso para la ejecución del fallo (art. 9.3 PIDCP).

Cabe recordar que una de las características principales de la coerción es que, no constituye un fin en sí misma,
sino que es sólo un medio para asegurar otros fines, que son los del proceso. Éstas medidas no tienen el
carácter de sanción, ya que no son penas, sino medidas instrumentales, que se conciben como formas de
restricción imprescindibles para neutralizar los peligros que puede tener la libertad de la persona que lleven a
que se impida el descubrimiento de la verdad, por una parte, y la actuación de la ley sustantiva por la otra. De
ahí que, en el derecho procesal penal, excluyendo los fines preventivos inmediatos, el fundamento real de una
medida de coerción sólo puede residir en el peligro de fuga del imputado o en el peligro de que se obstaculice
la averiguación de la verdad.

En consecuencia habrá que verificar en autos, si se han acreditado los motivos justificantes para la procedencia
de la medida cautelar dispuesta, cuyo valor orientador no puede negarse la Corte Suprema de Justicia de la
Nación ha dicho que "la jurisprudencia de los tribunales internacionales competentes para la interpretación y
aplicación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos debe servir de guía para la interpretación de
los preceptos convencionales en la medida en que el Estado Argentino reconoció la competencia de la Corte
Interoamericana para conocer en todos los casos relativos a la interpretación y aplicación de la Convención
Americana (confr. arts. 75 de la Constitución Nacional, 62 y 64 de la Convención Americana y artículo 2° ley
23.054).

Los jueces disponen de distintas herramientas para garantizar el

cumplimiento de la ley sustantiva como fin último del proceso. Si el

peligro de fuga constituyera la única causal para la procedencia de la

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prisión preventiva, correspondería entender que las autoridades

judiciales pueden arbitrar otras medidas no privativas de la libertad

para asegurar la comparecencia del acusado, tales como las fianzas o,

en casos extremos, la prohibición de salida del país (Gialdino, op. cit,

pág. 698).-

La exigencia de motivación constituye un deber insoslayable de los

jueces en estos casos, expresamente prevista para habilitar cualquier

medida de coerción (art. 283 del C.P.P.N.), a partir de la norma eje

que rige el instituto, el art. 280 del C.P.P.N., en concordancia con los

principios constitucionales antes aludidos.-

En consecuencia, los jueces sólo podrán disponer una medida cautelar máxima -encarcelamiento- en la
medida que hayan comprobado razones suficientes para justificar la presunción contraria al principio de
permanencia en libertad, extremo éste que no se acreditó en autos.-

En el sub judice el juez de grado omitió motivar el decisorio mediante el cual dispuso la detención y
convocatoria a prestar declaración indagatoria de la mencionada Macchieraldo, sin expresar cual fue el
razonamiento que le permitió inducir que dicha medida cautelar era indispensable para el proceso.-

Por su parte, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha afirmado que es arbitraria la resolución en la cual se
denegó la excarcelación sobre la base de fórmulas genéricas y abstractas. Destacando que "... la sola referencia
a la pena establecida por el delito por el que ha sido acusado y la condena anterior que registra, sin que se
precise cuáles son las circunstancias concretas de la causas que permitieran presumir, fundadamente, que el
mismo intentará burlar la acción de la justicia no constituye fundamento válido de una decisión de los jueces
que sólo transunta la voluntad de denegar el beneficio solicitado", extremo éste que se verifica en autos.

Por las razones expuestas, teniendo en cuenta las características del hecho enrostrado a la nombrada
Macchieraldo, el carácter de accionista en la firma Marcoser S.A., su edad, condiciones personales,medios de
vida, buena situación financiera y el ilícito imputado, propicio al acuerdo hacer lugar a la pretensión de la
defensa, anular la resolución recurrida y la obrante a fs. 53/58vta,, por ser su antecedente necesario y,
conceder la exención de prisión de Ana María Luisa Macchieraldo, bajo la caución real y las condiciones que
estime el juez instructor correspondan para hacerla efectiva(arts. 14, 18 y 75 inc. 22 de la C.N., arts.7 incs. 1, 2,
3, 5 y 8 inc. 2 de la CADH , arts. 9 inc.1 y 3 y 14 inc. 2 del PIDCP, arts. 2, 123, 280, 310, 316,319, 320 321, 456
inc. 1° y 2°, 530 y 531 del C.P.P.N.)

 Fallo Barbará exención de prisión

Se había tomado como único elemento para aplicar la medida de coerción la pena en expectativa de acuerdo a
la normativa procesal.

La toman como indicio de culpabilidad, indicio de fuga.

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Es lógico que una persona con pena alta en expectativa, no se va a quedar a esperar en su casa.

Pero el FALLO dice que no es elemento de convicción suficiente.

Por un lado está el “humo de buen derecho” peligro en la demora, pero además, se tiene que acreditar al
menos el “peligro en la demora” no puede solamente tenérselo por presente con un UNICO indicio, debe
haber suficientes indicios.

No es el único elemento a valorar.

LA EXENCIÓN DE PRISIÓN EN FIGURAS AGRAVADAS

La medida fue tomada por los integrantes de la Sala I Edgardo Donna, Gustavo Bruzzone, y Carlos Elbert en
autos “BARBARÁ, Rodrigo Ruy s/exención de prisión” causa que arribó al tribunal luego de la denegación el
pedido de exención de prisión solicitado por la defensa.

En la causa el 29 de agosto de 2002 se decretó el procesamiento con prisión preventiva de Rodrigo Ruy
Barbará, por considerarlo responsable del delito de asociación ilícita en carácter de organizador, en concurso
real con estafas reiteradas y tentativa de estafas reiteradas, y tentativa de hurto reiterado, todos en calidad de
partícipe necesario, los cuales concurren realmente con el delito de falsificación de documento público, en
calidad de coautor.

Al respecto, la Sala I de la Cámara confirmó el pronunciamiento dictado modificando a su favor la calificación


legal y revocando la resolución que había denegado su excarcelación, derecho le fue concedido bajo la caución
que prudencialmente habría de determinar el A quo.

No obstante luego de fijar una caución juratoria de $ 200.000 -impugnado por la defensa- fue reducido por
esta Sala, el 25 de octubre de ese año, a la suma $ 20.000 dinero éste que fue depositado recuperando su
libertad en esa última fecha.

Pero en abril de este año, el juez de primera instancia resolvió modificar la calificación legal de los hechos
atribuidos a Rodrigo Ruy Barbará –de miembro de la asociación ilícita a organizador- decretando nuevamente
la prisión preventiva del nombrado debido a la penalidad prevista para tal delito.

Ante tal resolución, estando vigente la excarcelación con la cual se había beneficiado, la defensa de Barbará
presentó –sin hacer referencia a aquella- un pedido de exención de prisión que denegado fue concedido por el
tribunal de alzada.

Argumentos principales

El vocal preopinante Donna, señaló que la coerción del imputado, “depende del sistema procesal que se siga,
que depende, en este caso, de la idea política que tenga el Estado sobre el fin de proceso penal.”

Agregó que si el modelo está basado en un Estado democrático y social, influido por el principio acusatorio, la
privación de libertad no es utilizada como fin en sí mismo, esto es, como una pena, sino que sólo será un
medio instrumental y cautelar, debido fundamentalmente a que se basa en la presunción de inocencia de la
persona.

El tribunal sostuvo que la libertad del imputado se puede restringir, de acuerdo a las normas constitucionales
“sólo cuando la libertad del imputado lleve a un peligro de la realización del proceso, o de la aplicación de la

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ley sustantiva... cuando el imputado...eluda tanto el proceso previo, como la sentencia....”. Señalaron los
camaristas que LAS CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DE LA COERCIÓN ES QUE, EN SÍ, NO ES UN FIN, SINO QUE
ES SÓLO UN MEDIO PARA ASEGURAR OTROS FINES, que en este caso son los del proceso, no teniendo estas
medidas carácter de sanción, ya que no son penas, sino medidas instrumentales.

La idea esencial es que el arresto previo sólo es posible para evitar el gran peligro del riesgo de ese juicio
previo. Luego frente a riesgos menores las medidas para neutralizar con medidas de menor intensidad,
agregaron.

Destacaron que en nuestro sistema constitucional, el imputado tiene derecho a permanecer en libertad
durante el proceso, pues... “La privación de la libertad antes de la sentencia, afecta este derecho
constitucional, que además tiene como base al art.18 de la Constitución Nacional, que exige sentencia firme
para restringir la libertad personal” agregándose en esta línea los Tratados sobre Derechos Humanos en virtud
el art. 75, inc. 22 CN.

Por ello –agregaron- las leyes procesales penales sólo vienen a reglamentar la Constitución Nacional, para que
se determinen las restricciones que se podrán hacer a la libertad de la persona, dentro de ese marco
normativo, ya que de lo contrario, esas normas procesales serían inconstitucionales.

Remarcaron citando doctrina que “(...) La prisión provisional constituye la medida más grave que puede sufrir
el ciudadano en el proceso penal antes de su condena” ya que afecta materialmente al derecho a la
presunción de inocencia y así entendida es inconstitucional ya que nadie puede ser penado sin juicio previo.

Precisaron los magistrados que “la detención provisional...no se trata de una medida ejemplarizante que
tiende a tranquilizar a la comunidad inquieta por el delito”, porque se trataría de una anticipación de la pena, y
es por lo tanto, una primera e inmediata sanción.

En otras líneas fustigaron en tanto la decisión del juez de grado al señalar que “impuso la prisión preventiva del
imputado sustentando su decisión exclusivamente en la calificación de los hechos que le fueron atribuidos al
nombrado, los que a su criterio, impiden que el imputado transite el proceso en libertad.”

Al respecto señalaron que “si previamente se ha dispuesto una libertad ésta sólo puede revocarse si se
constatan objetivamente los peligros procesales señalados en el art. 280 del CPPN: de fuga y/o
entorpecimiento de la investigación” por lo que “el mero cambio de calificación posterior no puede incidir
sobre ella.”

”Las cuestiones vinculadas a la calificación del hecho deben definirse en la etapa del debate, en donde rige
plenamente el contradictorio y, en donde, luego de la discusión se dará a los hechos, en la sentencia, una
calificación definitiva. Si en la etapa de preparación de juicio surgen más de una calificación como de posible
aplicación al caso, siempre se debe estar por la menos gravosa para el imputado” agregaron.

Asimismo afirmaron que al no haber sido revocado el beneficio de la excarcelación que el imputado había
logrado, mantiene el derecho que allí le fuera concedido, esto es: el de enfrentar el proceso en libertad
mientras cumpla con los compromisos asumidos.

“(…) La sola sospecha de que el imputado, por el monto de pena que se espera en el caso de recaer condena
intentará eludir la acción de la administración de justicia penal, no puede justificar ningún encarcelamiento
preventivo” concluyeron.

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OTRO RESUMEN DE BARBARÁ

Fallo “Barbará” (CCC, Sala I, 2003) y “Macchieraldo” (CNCP, Sala III, 2004).

Delitos inexcarcelables por la escala penal:

1). Sumario: exención de prisión y excarcelación – calificación legal – presunciones iuris tantum – la “escala
penal” del art. 316 CPPN – necesidad de pautas objetivas para dictar la prisión preventiva – interpretación
armónica de las normas del CPPN y de la CN.

2). Hechos: a Barbará se le imputaba el delito de asociación ilícita en concurso real con otros delitos. Debido a
un cambio de calificación legal respecto de su intervención en la asociación ilícita (la de miembro por
organizador), se dispone su prisión preventiva debido a la penalidad prevista para tal delito (escala de 5 - 10
años). La Cámara debe resolver si con la variación de la calificación legal del delito debía mantenerse el estado
de libertad o procedía la prisión preventiva.

3). Decisión mayoritaria: Argumenta que el art. 280 CPPN y las reglas de los artículos 316, 317 y concordantes
deben interpretarse armónicamente con el principio de inocencia, es decir, que dichas reglas son presunciones
iuris tantum de que el imputado intentará eludir la acción de la justicia, pero no es una presunción iure et de
iure. Con esto, interpreta que el 316 CPPN no puede ser el único argumento para denegar la exención de
prisión.

Se traslada la doctrina del fallo “Nápoli” (que se refería únicamente a los delitos “inexcarcelables”,
contemplados como excepción en el 316 CPPN) a todos los casos que resultarían inexcarcelables por la escala
penal.

Acerca de las pautas que fija el art. 316 CPPN, se ha sostenido con razón que "...la sola sospecha de que el
imputado, por el monto de pena que se espera en el caso de recaer condena intentará eludir la acción de la
administración de justicia penal, no puede justificar ningún encarcelamiento preventivo. El Estado, para aplicar
un encarcelamiento preventivo constitucionalmente autorizado, debe probar sus presupuestos... si, por la
escala penal prevista para el delito imputado, en el hipotético caso de llegarse a una condena ésta deberá ser
de cumplimiento efectivo, entonces siempre, en la escena del proceso, el cumplimiento será adelantado desde
la sentencia definitiva hasta el auto de procesamiento, en franca violación al principio de inocencia, dado que,
además, ese encarcelamiento preventivo previsto por el Código Procesal Penal no debe cumplir
necesariamente función en la neutralización de los peligros procesales que, según la teoría, autorizan la
imposición de la prisión preventiva: basta el monto de la pena que se espera; los peligros procesales se
presumen.

Tanto o más relevantes que las condenas anteriores o procesos en trámite son las cuestiones que hacen a su
identidad, medios de vida, arraigo en el país determinado por el domicilio, residencia habitual, asiento de la
familia y de sus negocios o trabajo y las facilidades para abandonar definitivamente el país o permanecer
oculto. A estos datos objetivos, que surgen deficientemente de los informes ambientales cuando no son
efectivamente constatados in situ luego de la información brindada por el imputado en su lugar de detención,
se agregan otros factores como, por ejemplo, los que surgen del art. 203 del Código Procesal Penal Modelo
para Iberoamérica: la importancia del daño resarcible y la actitud que el imputado adopte, voluntariamente,
frente a él y el comportamiento del imputado durante el procedimiento o en otro procedimiento anterior, en la
medida en que indique su voluntad de someterse a la persecución penal.

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En cuanto al peligro de obstaculización de la investigación la prudencia indica, como lo hace el art. 204 del
Código modelo citado, que sólo lo constituye la grave sospecha de que el imputado destruirá, modificará,
ocultará, suprimirá o falsificará elementos de prueba, o que pueda influir para que coimputados, testigos o
peritos informen falsamente o se comporten de manera desleal o reticente o que, por estar en libertad, pueda
inducir a otros a realizar esas conductas. Estas circunstancias, que son de entidad en el curso de una
investigación, especialmente al inicio, se van relajando a medida que nos aproximamos al cierre de la etapa
instructoria; no pueden justificarse exclusivamente en el hecho de que la investigación se encuentra en cierre o
incompleta, sino en el hecho concreto de que el imputado pueda llevar a cabo alguna de las conductas
indicadas, porque los peligros procesales no pueden presumirse; debe haber elementos objetivos que los
configuren. Así declaran la inconstitucionalidad de la interpretación restrictiva efectuada del art. 316 CPPN.

 Fallo Díaz Bessone

El fallo resolvió dos puntos:

I- DECLARAR como doctrina plenaria que no basta en materia de excarcelación o eximición de

prisión para su denegación la imposibilidad de futura condena de ejecución condicional, o que pudiere
corresponderle al imputado una pena privativa de la libertad superior a ocho años (arts. 316 y 317 del
C.P.P.N.), sino que deben valorarse en forma conjunta con otros parámetros tales como los establecidos en el
art. 319 del ordenamiento ritual a los fines de determinar la existencia de riesgo procesal.

En este punto votaron a favor: (10) Riggi, Ledesma, Tragant, Hornos, Michell, González Palazzo, Hergott, David,
Mitchell, Fégoli.

En contra: (3) Catucci, Madueño, Basavilbaso. Estos, entendieron que BASTA en materia de excarcelación para
su denegación la imposibilidad de futura condena de ejecución condicional, o que pudiere corresponderle al
imputado una pena privativa de la libertad superior a ocho años.

II- RECHAZAR el recurso de inaplicabilidad de ley interpuesto por el Dr. Rafael Sarmiento en su carácter de
defensor de R. G. Diaz Bessone (art. 11 de la ley 24.050).

No basta en materia de excarcelación o eximición de prisión para su denegación la imposibilidad de futura


condena de ejecución condicional, o que pudiere corresponderle al imputado una pena privativa de la libertad
superior a ocho años (arts. 316 y 317 del C.P.P.N.), sino que deben valorarse en forma conjunta con otros
parámetros tales como los establecidos en el art. 319 del ordenamiento ritual a los fines de determinar la
existencia de riesgo procesal".-

Díaz Bessone, R. G. s/recurso de inaplicabilidad de ley" - CNCP -EN PLENO - 30/10/2008 Acuerdo Nº 1/2008, en
Plenario Nº 13.

El señor juez doctor Pedro R. David dijo:

La cuestión a dilucidar, según quedara determinado en el temario, se centra en despejar la incógnita de "si en
materia de excarcelación o eximición de prisión basta, para su denegación, la imposibilidad de futura condena
condicional o que pudiere corresponderle al imputado una pena privativa de la libertad superior a ocho (8)
años (arts. 316 y 317 del C.P.P.N.); o si, pese a ello, pueden otorgarse ante la comprobada inexistencia de riesgo
procesal: peligro de fuga o de entorpecimiento de la investigación (art. 319 del C.P.P.N.)".-

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Lleva razón Cafferata Nores al afirmar que lo que realmente importa al imputado es estar en libertad y que los
nombres, las cauciones y hasta las obligaciones que se le imponen son asuntos accesorios, por cuanto, por más
sujeciones o instrucciones que se deban acatar, la situación no es la de encarcelamiento -la más (caucionada)
de las libertades será siempre libertad-. Así planteado, libertad y encarcelamiento se presentan como anverso
y reverso de una sola moneda, las dos caras posibles de una misma realidad. El meollo del problema reside en
resolver cuándo el sujeto sometido a proceso deberá esperar la sentencia encarcelado, en qué casos podrá
hacerlo en libertad y cuáles son los criterios a tener en cuenta para resolver el asunto (confr.: "La
excarcelación", 2º edición, Buenos Aires, Depalma, 1988, pág. 3 y 4).-

PRINCIPIOS RECTORES

El fundamento constitucional básico que debe iluminar al intérprete en la materia que viene a estudio es que
la ley fundamental impide que se trate como culpable a la persona a quien se le atribuye un hecho punible,
mientras el Estado, por medio de los órganos judiciales establecidos para exteriorizar la voluntad en esta
materia, no pronuncie la sentencia penal firme que declare su culpabilidad y lo someta a una pena.

Ello es así, por cuanto el artículo 18 de la Constitución Nacional dice que "nadie puede ser penado sin juicio
previo fundado en ley anterior al hecho del proceso". Esto de que nadie será penado sin juicio previo ha dado
pie a que se le asigne a la llamada presunción de inocencia jerarquía constitucional. El argumento sería éste:
puesto que sólo después de un juicio alguien puede ser declarado culpable, previo a ese momento toda
persona debe recibir el trato de inocente.

Así se ha pronunciado nuestro más Alto Tribunal, señalando "que cuando el art. 18 de la C.N. dispone
categóricamente que ningún habitante de la Nación será penado sin juicio previo, establece el principio de que
toda persona debe ser considerada y tratada como inocente de los delitos que se le imputan hasta que en un
juicio respetuoso del debido proceso se demuestre lo contrario mediante una sentencia firme.

Como correlato de este estado de inocencia, surge el derecho de la persona a gozar de libertad durante el
proceso, que tiene jerarquía constitucional.

Sin embargo, "los derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la seguridad
de todos y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad democrática (art. 32 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, Pacto de San José de Costa Rica); y el derecho a la libertad durante el
proceso está condicionado a las leyes que reglamentan su ejercicio" (Fallos: 304:319, 1524).-

Sucede que es propio ya del concepto de política criminal la tensión entre interés en la libertad y el interés en
la persecución y para conseguir un equilibrio entre ambos se trata de llegar efectivamente a una síntesis
dialéctica.

Resulta que, "si bien es cierto que existe un derecho constitucional a la libertad durante el trámite del proceso
penal no lo es menos que ese derecho (como todos) no es absoluto; ello significa que los habitantes gozan de
él, conforme las leyes que lo reglamentan; el Estado puede reglamentarlo en función de una legítima finalidad:
la de evitar que el individuo sometido a proceso eluda la acción de la justicia, sea impidiendo u obstaculizando
la investigación del hecho o no cumpliendo la eventual pena que se imponga.

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En este entendimiento, "el derecho de gozar de libertad hasta el momento en que se dicte la sentencia de
condena no constituye una salvaguardia contra el arresto, detención o prisión preventiva, medidas cautelares
éstas que cuentan con respaldo constitucional" (Fallos: 305:1022).-

Entonces, específicamente la prisión preventiva "consiste en la restricción coactiva de la libertad ambulatoria


de una persona, y esa restricción de naturaleza cautelar se aplica sobre una persona que, por imperio del art.
18 de la Constitución Nacional, goza del estado de inocencia hasta tanto una sentencia final y dictada con
autoridad de cosa juzgada no lo destruya declarando su responsabilidad penal".

El respeto debido a la libertad individual –ha dicho la Corte- no puede excluir el legítimo derecho de la
sociedad a adoptar todas las medidas de precaución que sean necesarias no sólo para asegurar el éxito de la
investigación sino también para garantizar, en casos graves, que no se siga delinquiendo y que no se frustre la
ejecución de la eventual condena por la incomparecencia del reo.

Se trata, en definitiva de conciliar el derecho del individuo a no sufrir persecución injusta con el interés general
de no facilitar la impunidad del delincuente, pues la idea de justicia impone que el derecho de la sociedad a
defenderse contra el delito sea conjugado con el del individuo sometido a proceso, en forma que ninguno de
ellos sea sacrificado en aras del otro.

Ahora bien, en virtud de los Pactos Internacionales incorporados a la Constitución Nacional (art. 75, inc. 22),
"la prisión preventiva solo puede tener carácter excepcional, como lo establece expresamente el art. 9.3 del
PIDCyP al disponer que "la prisión preventiva no puede ser la regla general". En la CADH, en cambio, esta
conclusión no está expresada de modo tan claro, aunque puede tomarse como indicio argumental en favor de
ella el orden de los incisos del art. 7, que regula el derecho a la libertad personal, pues allí el derecho aparece
mencionado antes que las restricciones”.

Asimismo, el art. 6.1 de las "Reglas Mínimas de las Naciones Unidas sobre las medidas no privativas de la
libertad (Reglas de Tokio)", establece que "en el procedimiento penal sólo se recurrirá a la prisión preventiva
como último recurso, teniendo debidamente en cuenta la investigación del supuesto delito y la protección de
la sociedad y de la víctima".-

También el art. 280 del Código Procesal Penal de la Nación afirma el carácter excepcional de las medidas de
restricción, señalando que "la libertad personal sólo podrá ser restringida, de acuerdo con las disposiciones de
este Código, en los límites absolutamente indispensables para asegurar el descubrimiento de la verdad y la
aplicación de la ley”.

 Fallo Fiscal Fernández infracción a la ley 20.771

La cámara federal de Mendoza, al revocar la dictada en primera instancia, absolvió al acusado Ricardo Eduardo
Rivas Grañas de los delitos de introducción, almacenamiento y trafico de estupefacientes, agravados por el
concurso de mas de tres personas, por los que había sido condenado a 7 años de prisión, multa de ciento
veinte australes, accesorias legales y costas, interpuso el señor fiscal de la cámara recurso extraordinario, que
fue concedido.

Hechos:

a) El personal de la policía federal, anoticiado por información confidencial, llevó a cabo un procedimiento
en el hotel Huentala en cuyo transcurso se detuvo al ciudadano de origen boliviano Víctor Hugo

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Fernández y secuestró 380 gramos de cocaína que tenia dispuesta para la venta y procedía a su país
natal

b) Por manifestaciones del detenido, pudo saberse que en las inmediaciones del lugar se hallaba
estacionado el automóvil de su amigo Fuhad Carmelo Chaad, cuya detención también se procedió al
habérsele encontrado otros dos paquetes conteniendo 300 gramos de cocaína y una balanza para pesar
la sustancia.

c) Ante los dichos de Fernández (de que en una casa en Godoy Cruz se guardaba el resto de la droga
traída de Bolivia) uno de los policías se trasladó, en compañía del nombrado, hasta la vivienda cuyo
cartel y escudo lo identificaba como la sede del Consulado de Bolivia. Ya en el lugar, Fernández llamó a
la puerta y fue atendido por su conocido, el cónsul Graña, quien lo hizo pasar junto con el policía, que
no se presentó como tal, y a requerimiento del primero, el funcionario extranjero le entregó una caja
con el contenido ya especificado, la que fue trasladada al asiento policial donde se confeccionó el acta
de estilo.

d) El sospechoso Graña fue llamado a concurrir a un lugar público y allí fue detenido.

El tribunal a quo entendió (basándose en el fallo Francomano) que la incautación de nueve kilogramos de
cocaína, extraídos de Graña, debía se excluido del proceso como prueba por habérsela obtenido en infracción
a la garantía de inviolabilidad del domicilio (art.18 de la CN). Estimaron los jueces que ello era así porque el
coprocesado Fernández y el oficial de policía ingresaron en el domicilio del acusado sin orden de allanamiento
y en circunstancias tales que no hacían excepción a la necesidad de obtenerla; y en cuanto al consentimiento
prestado por Graña, lo consideraron viciado al hacerle creer que el acompañante de su conocido Fernández
era un amigo de este y ocultarle de que en verdad Fernández se encontraba privado de su libertad y que quien
lo acompañaba era un policía encubierto. La cámara destacó la falta de cumplimiento de las normas procesales
y declaró nulo el practicado en la vivienda del cónsul e ineficaz su resultado.

El recurrente sostiene que la sentencia es arbitraria por contener dos vicios fundamentales:

 El primero vinculado a la presunta violación de la garantía de la inviolabilidad del domicilio

 El segundo que atañe a la irrazonabilidad en la interpretación de los hechos de la causa.

La corte remite el caso Fiorentino, el cual dejó establecido que, fuera de los supuestos de necesidad previstos
por el art.189 del código de procedimientos en lo criminal o de la existencia de consentimiento para el ingreso
expresado sin vicio alguno de la voluntad, resulta necesaria la orden de allanamiento expedida por el juez
competente para el acceso al domicilio o morada por parte de los funcionarios de la autoridad púbica
encargados de su visita y ulterior pesquisa.

La corte sostiene que, al no darse ninguna de las excepciones del citado art.189 del Código Procesal, ni ser
jurídicamente posible la obtención de orden de allanamiento en virtud de la inviolabilidad del local consular,
donde también se domiciliaba el imputado, la situación es diferente a la contemplada en los precedentes de la
corte en los que se apoyó la sentencia recurrida.

Si bien es verdad que el ingreso del coprocesado Fernández y del oficial que lo acompaña encubría un
procedimiento policial, no es menos cierto que aquel se produjo por la amistad existente entre el procesado y
su cómplice, circunstancia favorecida por el ilícito negocio en el que estaban embarcados. No hubo engaño

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alguno que viciara la voluntad del imputado, ya que ninguna maquinación, ocultamiento o fraude fue utilizado
para acceder a su vivienda. Bastó con que uno de los visitantes fuese su conocido y que se le presentase al
acompañante como un amigo para que les franquease la entrada. Y, después de esta última, no fue practicada
pesquisa, registro, inspección o requisa, ni el paquete que contenía el estupefaciente fue obtenido mediante
ardid o aprovechamiento del descuido del morador, sino por entrega voluntaria del procesado a su cómplice.
En condiciones tales, no se advierte interferencia ilegítima del Estado en un ámbito en el que como domicilio
una persona puede tener la mayor expectativa de intimidad y privacidad.

Además, si está probado que el imputado y titular del derecho de exclusión, permitió el acceso a su casa de
dos personas, sin indagar los motivos del acompañamiento ni cerciorarse debidamente de la identidad del
desconocido: y, pese a ello, con entera libertad y desprecio por las eventuales consecuencias de su proceder,
descorrió el velo de protección de la intimidad de su hogar y realizó actos que permitieron comprobar el grave
delito que estaba cometiendo, no puede ser posteriormente amparado por la clausula del art. 18 de la CN
cuando fue su propia conducta discrecional la que posibilitó la presencia del agente preventor en el recinto
privado y aquella comprobación.

Es criterio de la corte que el empleo de un agente encubierto para la averiguación de los delitos no es por sí
mismo contrario a garantías constitucionales.

La corte revoca la sentencia apelada.

 Acosta, Jorge Eduardo y otros s/ recurso de casación.

El titular interinamente a cargo del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional n° 12 de la ciudad dispuso
oportunamente prorrogar por el término de un año la prisión preventiva de Jorge Eduardo Acosta y de Jorge
Carlos Radice en la causa 1376/04. Asimismo, ordenó la formación de incidentes de prórroga de la prisión
preventiva por cada imputado en particular para elevarlos a su alzada.

Para decidir de esta manera tomó en cuenta que el 2 de septiembre de 2005 se dictó auto de procesamiento
con prisión preventiva con respecto a Acosta y Radice en orden a los delitos de robo, en concurso real con
extorsión reiterada (tres hechos), en concurso real con falsificación ideológica de instrumento público, los que
a su vez concurren con el delito de asociación ilícita por el que, Jorge Eduardo Acosta se encuentra en calidad
de organizador y Jorge Carlos Radice como integrante; y que el 27 de diciembre de 2007 -luego de rechazadas
las oposiciones articuladas por las defensas- se declaró parcialmente clausurada la instrucción y se dictó el
auto de elevación a juicio de las actuaciones con respecto a varios hechos enrostrados.

A los efectos de establecer la racionalidad de la prolongación de la prisión preventiva tomó en cuenta entre
otros criterios: la complejidad de las actuaciones, la gravedad de los hechos investigados, las condiciones
personales de los imputados, la actividad procesal de las partes, que ambos imputados se encontraban
procesados con prisi6n preventiva por otros hechos y en otras actuaciones, que no era posible atribuir demora
al tribunal en su actividad jurisdiccional, y que no se daban en la especie ninguno de los motivos establecidos
en el art. 317 del C6digo Procesal Penal de la Naci6n para que los imputados recuperaran la libertad.

La Sala 11 de la Camara Nacional en lo CriminaI y Correccional Federal de esta ciudad por unanimidad resolvió
homologar las prórrogas de prisi6n preventivas mencionadas por el término de un año.

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Para decidir de este modo, los jueces consideraron que la resoluei6n dietada por el juez de primera instancia
había desarrollado adecuadamente los fundamentos para decretar la pr6rroga de las prisiones preventivas,
pues en su criterio el plazo fijado por el art. l° de la ley 24.390 no era de aplieaei6n automática por el mero
transcurso de los tiempos establecidos. A ello sumaron que la razonabilidad del plazo debía ser valorada
Judicialmente.

Contra esa sentencia, la defensa interpuso recurso de casación. Planteó como agravios -en lo que aquí resulta
de interés- la caducidad del término legal para mantener la prisión preventiva y la errónea interpretación de la
ley 24.390, de la que también reclamó la aplicación ultractiva de su redacción original. El recurso fue
concedido.

A los efectos de fundamentar sus agravios, la defensa expresó que ni la complejidad de las actuaciones, ni la
cantidad de los hechos imputados fue lo que signó que este trámite se viera retardado, sino que fue la
actuación de los órganos jurisdiccionales la que lo provocó.

la Sala II de la Cámara Federal de Casaci6n Penal al conocer en la impugnación reseñada, resolvió -por
mayoría- hacer lugar parcialmente al recurso de casación de la defensa, revocó la resolución cuestionada en el
recurso y dispuso la libertad de Acosta y Radice bajo caución personal suficiente para asegurar sus
comparecencias en juicio.

Para decidir de esta manera se tuvo en cuenta que el objeto sometido a estudio es la prórroga de la prisión
preventiva dispuesta respecto de los imputados Acosta y Radice en las investigaciones antes aludidas que
integran tanto las extensiones oportunamente convalidadas por la Cámara Federal, como el pedido de
ratificaci6n de una nueva prolongaci6n presentada ante esta casaci6n por el tribunal de juicio.

Concluyó que el examen sobre la duración de la prisión preventiva presupone la existencia de los motivos que
legitiman la presunción; pero su prolongación no puede justificarse en la gravedad de los hechos, la intensidad
de la pena amenazada y las consideraciones derivadas de la importancia y complejidad o voluminosidad del
proceso.

Destacó que son las autoridades locales las encargadas de valorar la pertinencia o no de las medidas cautelares
e indicó que tales restricciones deben contar con fundamentos suficientes.

Contra la decisión del Tribunal casatorio, el Fiscal General ante la Cámara Federal de Casación Penal interpuso
recurso extraordinario que fue concedido y mantenido ante esta instancia por el Procurador General de la
Nación.

El recurso extraordinario concedido resulta formalmente admisible, en tanto se ha impugnado la inteligencia


asignada al art. 1 de la ley 24.390, en cuanto reglamenta la garantía del del plazo razonable de duración de la
prisión preventiva consagrada en el art.7.5 de CADDHH, la resolución recurrida es contraria a la exégesis
propuesta por la parte, y se discute el alcance de normas federales que a su vez se vinculan con el
cumplimiento de clausulas convencionales cuyo incumplimiento podría generar responsabilidad internacional
del Estado. Por consiguiente la sentencia es equiparable a definitiva pues podría llegar a comprometer el
desarrollo posterior de la investigación por delitos contra la humanidad, cuya obligación de investigar,
perseguir y eventualmente condenar ha sido asumida por el Estado argentino.

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La cámara federal de casación penal por unanimidad sostuvo que la normativa aplicable al caso era el texto de
la ley 24.390 (la prisión preventiva no podrá ser superior a dos años, sin que se haya dictado sentencia. No
obstante cuando la cantidad de delitos atribuidos al procesado o la evidente complejidad de la causa hayan
impedido el dictado de la misma en el plazo indicado, éste podrá prorrogarse por un año más, por resolución
fundada, que deberá comunicarse de inmediato al tribunal superior que correspondiere para su debido
contralor). Que este punto no fue recurrido y por lo tanto se encuentra firme, restando por desentrañar
entonces la interpretación, alcance e inteligencia que corresponde darle a esta normativa, en cuyo texto
también se funda sus agravios el ministerio público.

La interpretación literal de la conjunción de los arts. 1 y 3 de la ley 24.390 en su actual redacción, seria
inadmisible frente a la CN (convención americana) y a la jurisprudencia reiterada de la CIDDHH, pues dejaría de
existir cualquier criterio rector sobre la materia, dejando caer en saco roto la letra del art.7.5 de la CADDHH.

Convergen en estos supuestos delitos con multiplicidad de resultados graves y en concursos reales plurales,
cuestiones de hecho y de derecho que deben valorarse para decidir acerca del plazo de prisión preventiva en
cada caso. Como cuestiones de hecho:

 La complejidad del caso

 Los obstáculos que pueden oponerse a la investigación

 La edad, condiciones físicas y mentales de la persona

 El menor rigor de algunas privaciones de la libertad, en casos de beneficio de detención domiciliaria

 El grado de avance de la causa (si está próximo a juicio oral)

 La enorme cantidad de obstáculos con que ha chocado el juzgamiento de estos delitos, que
permanecieron impunes durante décadas, lesionando la seguridad y vivencia colectiva.

Corresponde que se analice nuevamente la prórroga de prisión preventiva cuestionada en orden a los
parámetros establecidos en el presente a los efectos de establecer su razonabilidad.

Se declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada.

 Fallo Véliz

Contra la sentencia de la Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal que anuló la resolución pronunciada
por el titular del Juzgado Nacional de Ejecución Penal n° 1 en cuanto había resuelto declarar la
inconstitucionalidad del originario art. 10 de la ley 24.390 -aplicado al caso- y ordenar la revisión del cómputo
de pena practicado respecto de Linda Cristina Veliz de acuerdo con el texto derogado del art. 7° de aquella ley,
la defensa interpuso el recurso extraordinario cuyo rechazo dio origen a esta queja.

La nombrada había sido condenada a la pena de doce años de prisión, doce mil pesos de multa y accesorias
legales, en razón de que el Tribunal Oral en lo Criminal Federal n° 3 la consideró autora del delito de transporte
de estupefacientes, agravado por la intervención de tres o más personas (arts. 5°, inciso c, y 11, inciso c, de la
ley 23.737). Agotada la vía recursiva activada contra dicho pronunciamiento, el órgano jurisdiccional aludido
ordenó la realización del cómputo de pena respectivo, en el cual se fijó que el vencimiento de la pena se

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produciría el día 9 de octubre del año 2008, a las 24 horas, teniendo en cuenta que la condenada había sido
detenida con relación al hecho de la causa el 10 de octubre de 1996.

Como consecuencia de ello, la defensa de Linda Cristina Veliz observó el cómputo de pena efectuado por
entender que el art. 10 de la ley 24.390 -en su versión original- había impedido a la nombrada beneficiarse con
el cómputo de pena privilegiado (el denominado "dos por uno"), violando la garantía de igualdad y llevando al
Estado argentino a incurrir en un incumplimiento de las obligaciones contraídas en virtud de instrumentos de
jerarquía constitucional. En razón de ello se propició la declaración de inconstitucionalidad de la citada
disposición y se solicitó la realización de un nuevo cómputo de pena en el que se aplicase el privilegio
denegado, todo lo cual -según se ha dicho- fue acogido por el juez de ejecución penal.

Para dejar sin efecto la declaración de inconstitucionalidad en cuestión, el tribunal a quo aplicó al caso la
doctrina de Fallos: 318:2611, según la cual "el art. 10 de la ley 24.390 de ningún modo contradice lo dispuesto
por el art. 7, inc. 5°, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, puesto que si bien esta última
disposición determina que se aplica a los procesados por toda clase de delitos, lo cierto es que en el art. 32 se
limita los derechos individuales al establecer que 'los derechos de cada persona están limitados por los
derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad
democrática'"

La apelación extraordinaria la defensa planteó que el art. 10 de la ley 24.390 resultaba inconstitucional por
vulnerar principios de orden superior como lo son los de culpabilidad y proporcionalidad de la pena, así como
el de igualdad y el derecho a ser juzgado en un plazo razonable (arts. 16 y 18 de la Constitución Nacional y arts.
7.5 y 8.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos).

El art. 7°, inciso 5°, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos dispone que "toda persona detenida
o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer
funciones judiciales y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin
perjuicio de que continúe el proceso...".

Por su parte, la ley 24.390 -previo a la reforma introducida por la ley 25.430- determinaba un plazo fijo de dos
años, junto a una prórroga de un año y a otra de seis meses, para los procesados que habiendo cumplido aquel
lapso de detención en prisión preventiva, no hubiesen sido juzgados en forma definitiva. A su vez, el
actualmente derogado art. 7° preveía la posibilidad de computar por cada día de prisión preventiva dos de
pena privativa de la libertad. Sin embargo, el art. 10 de la citada ley también establecía que "quedan
expresamente excluidos de los alcances de la presente ley los imputados por el delito previsto en el art. 7° de
la ley 23.737 y aquéllos a quienes resulten aplicables las agravantes previstas en el art. 11 de esa misma ley".

El derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable acordado a toda persona detenida se inserta dentro de
un conjunto de disposiciones que intentan garantizar el derecho a la libertad personal (art. 7° de la citada
Convención), las cuales no prevén restricción alguna para semejante derecho basada en el mero reproche o
repulsa social que puedan tener determinadas conductas, por más graves que ellas puedan resultar.

La sanción de la ley 24.390 también respondió a la necesidad de paliar un estado de situación insostenible en
el país relativo a la duración de los procesos penales y a la utilización de la prisión preventiva como pena
anticipada.

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Los acuerdos suscriptos en materia de lucha contra el tráfico ilícito de sustancias estupefacientes presupone
necesariamente el compromiso de que su debido cumplimiento jamás puede significar la violación o supresión
de derecho o garantía alguna consagrada en la Constitución Nacional. De lo contrario, ella misma quedaría a
merced de la voluntad política coyuntural y, entonces, se desvirtuaría su propio carácter supremo,
soslayándose el propósito de construir un Estado constitucional de derecho.

El originario art. 10 de la ley 24.390 (así como el actual art. 11) termina por cristalizar un criterio de distinción
arbitrario en la medida en que no obedece a los fines propios de la competencia del Congreso, pues en lugar
de utilizar las facultades que la Constitución Nacional le ha conferido para la protección de ciertos bienes
jurídicos mediante el aumento de la escala penal en los casos en que lo estime pertinente, niega el plazo
razonable de encierro contra lo dispuesto por nuestra Ley Fundamental.

En consecuencia, la aludida norma viola asimismo el derecho a la igualdad (art. 16 de la Constitución Nacional)
de Linda Cristina Veliz, puesto que la priva de una garantía constitucional prevista para toda persona detenida
o retenida (art. 7°, inciso 5°, de la reiteradamente citada Convención).

Se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario interpuesto y se deja sin efecto la
sentencia apelada con los alcances citados.

 Fallo Alfredo López Álvarez

Los hechos del presente caso se refieren al señor Alfredo López Álvarez, quien era dirigente de la Organización
Fraternal Negra de Honduras, de la Confederación de los Pueblos Autóctonos de Honduras y del Comité
Defensa de Tierras Triunfeñas. El 27 de abril de 1997 oficiales policías decomisaron a los señores Alfredo López
Álvarez y Luis Ángel Acosta, dos paquetes que contenían un polvo blanco y los detuvieron. Luego fue llevado a
la oficina de la Dirección de Investigación Criminal, donde se le exigió que se quitara la ropa y fue sometido a
una inspección corporal realizada por otro detenido.

El 27 de abril de 1997 el señor López Álvarez permaneció en la Dirección de Investigación Criminal con las
esposas apretadas, lo que provocó que sus muñecas sangraran y se inflamaran, y fue coaccionado para
declarase culpable de los hechos que se le imputaban. No recibió atención médica por el maltrato físico al que
fue sometido. El 7 de noviembre de 2000 el Juzgado dictó sentencia condenatoria en perjuicio de los
procesados debido a la presunta posesión de droga. La sentencia condenó a cumplir en la Penitenciaría
Nacional de Támara la pena de quince años. El 2 de mayo de 2001 la Corte de Apelaciones resolvió declarar la
nulidad absoluta de las actuaciones a partir inclusive, del auto de fecha 8 de octubre de 1997 por
irregularidades.

El señor López Álvarez y sus familiares interpusieron una serie de recursos exigiendo sea liberado. No obstante,
éstos fueron denegados. El 13 de enero de 2003 el Juzgado de Letras Seccional de Tela dictó sentencia
absolutoria a favor del señor López Álvarez, por no tener certeza de si la muestra enviada al laboratorio
toxicológico y que resultó positivo se sustrajo de los dos kilos de polvo blanco decomisados al imputado. El 20
de enero de 2003 el Ministerio Público interpuso recurso de apelación ante la Corte de Apelaciones de la
Ceiba. El 29 de mayo de 2003 la Corte de Apelaciones confirmó la sentencia absolutoria.

El señor López Álvarez estuvo privado de libertad durante 6 años y 4 meses. En los centros donde permaneció
detenida la presunta víctima no existía un sistema de clasificación de reclusos; no había separación entre
procesados y condenados. Asimismo, el señor López Álvarez fue sometido a condiciones de detención

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insalubres y de hacinamiento. Ambos establecimientos penales estaban sobrepoblados y carecían de


condiciones higiénicas adecuadas. A principios del año 2000 el director del Centro Penal de Tela prohibió a la
población garífuna en dicho penal hablar el garífuna, su lengua materna.

1. Violación del artículo 7 de la Convención Americana en Relación con el artículo 1.1 de la misma

64. En la detención infraganti legítima es preciso que exista un control judicial inmediato de dicha detención,
como medida tendiente a evitar la arbitrariedad o ilegalidad de la medida.

65. En el presente caso, de acuerdo con los hechos establecidos (…), el señor Alfredo López Álvarez fue
detenido en condiciones que permiten suponer, razonablemente, la flagrancia requerida para ese fin por la
legislación interna, tomando en cuenta que la detención coincidió con el decomiso por parte de los agentes del
Estado de una sustancia con la apariencia de ser una droga prohibida; por ello, la detención no fue ilegal en sí
misma. (…)

67. La prisión preventiva está limitada por los principios de legalidad, presunción de inocencia, necesidad y
proporcionalidad, indispensables en una sociedad democrática. Constituye la medida más severa que se puede
imponer al imputado, y por ello debe aplicarse excepcionalmente. La regla debe ser la libertad del procesado
mientras se resuelve acerca de su responsabilidad penal.

74. No fue sino hasta el 13 de enero de 2003, casi cinco años después de aparecer el problema probatorio el 4
de mayo de 1998, cuando el Juzgado de Letras Seccional de Tela se manifestó sobre la contradicción de la
prueba y dictó sentencia absolutoria a favor del señor Alfredo López Álvarez (…).

75. Al mantener a la presunta víctima bajo prisión preventiva en tales condiciones, se violó su derecho a no ser
sometido a detención o encarcelamiento arbitrario e ilegal. (…)

79. En las circunstancias del presente caso, lo anterior contraviene los principios y las normas aplicables a la
prisión preventiva, de acuerdo con la Convención Americana y la legislación interna pertinente (…).

83. El derecho de la persona detenida o retenida de ser informada de las razones de su detención y notificada,
sin demora, de los cargos formulados en su contra está consagrado en el artículo 7.4 de la Convención
Americana, que no distingue entre la detención efectuada por orden judicial y la que se practica infragranti.
Por ello se puede concluir que el arrestado en flagrante delito conserva aquel derecho.

87. Conforme al artículo 7.5 de la Convención y de acuerdo con los principios de control judicial e inmediación
procesal, la persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez o autoridad judicial
competente. Esto es esencial para la protección del derecho a la libertad personal y de otros derechos, como la
vida y la integridad personal. El simple conocimiento judicial de que una persona está detenida no satisface esa
garantía; el detenido debe comparecer personalmente y rendir declaración ante el juez o autoridad
competente.

91. En el presente caso ha quedado demostrado que el 28 de abril de 1997 el Ministerio Público puso a
disposición del Juzgado de Letras Seccional de Tela al señor López Álvarez, y que el 29 de abril de 1997 la
presunta víctima rindió declaración indagatoria ante la Jueza del mencionado Juzgado, conforme aparece en el
acta respectiva (…), en la que constan las firmas de la Jueza Reina Isabel Najera, la secretaria del juzgado,
señora Adela E. Mejía Murillo y el señor Alfredo López Álvarez, sin que exista prueba suficiente que desvirtúe

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la existencia o autenticidad de la firma de la Jueza o la ausencia de ésta en la diligencia judicial, y por lo tanto
no se acredita la existencia de una violación del artículo 7.5 de la Convención.

II. Violación del Artículo 5.1 de la Convención Americana en relación con el Artículo 1.1 de la misma (Derecho a
la Integridad Personal y Obligación de Respetar los derechos)

106. El Estado es garante de los derechos de los detenidos, y debe ofrecer a éstos condiciones de vida
compatibles con su dignidad. (…)

110. (…) [L]a presunta víctima no fue tratada con el debido respeto a su dignidad humana, y que el Estado
incumplió los deberes que le corresponden en su condición de garante de los derechos de los detenidos. (…)

112. Está demostrado que en los centros penitenciarios en donde estuvo recluido el señor Alfredo López
Álvarez no regía un sistema de clasificación de los detenidos. Durante más de seis años y cuatro meses en que
estuvo privado de libertad, permaneció en compañía de reclusos condenados, sin que el Estado haya invocado
y probado la existencia de circunstancias excepcionales.

113. Las anteriores consideraciones llevan a la Corte a concluir que el Estado tiene responsabilidad por la
violación del derecho a la integridad personal, consagrado en el artículo 5.1, 5.2, y 5.4 de la Convención
Americana, en relación con el artículo 1.1 de dicho instrumento, en perjuicio del señor Alfredo López Álvarez.
(…)

119. Esta Corte ha señalado que los familiares de las víctimas de violaciones de derechos humanos pueden ser,
a su vez, víctimas. Ha considerado violado el derecho a la integridad psíquica y moral de los familiares de las
víctimas por el sufrimiento causado por las violaciones perpetradas contra sus seres queridos y las posteriores
actuaciones u omisiones de las autoridades estatales. En consideración de lo expuesto, este Tribunal estima
que ha sido afectada la integridad personal de determinados familiares del señor Alfredo López Álvarez.

120. Las anteriores consideraciones llevan a la Corte a concluir que el Estado tiene responsabilidad por la
violación del derecho a la integridad personal consagrado en el artículo 5.1 de la Convención Americana, en
relación con el artículo 1.1 de dicho tratado, en perjuicio de la señora Teresa Reyes Reyes, compañera del
señor López Álvarez; de Alfa Barauda López Reyes, Suamein Alfred López Reyes y Gustavo Narciso López Reyes,
hijos de la señora Reyes Reyes y del señor López Álvarez; de Alfred Omaly López Suazo, Deikel Yanell López
Suazo, Iris Tatiana López Bermúdez, José Álvarez Martínez y Joseph López Harolstohn, hijos de la presunta
víctima, y de José Jaime Reyes Reyes y María Marcelina Reyes Reyes, hijos de la señora Teresa Reyes Reyes,
quienes serán considerados también como hijos de la presunta víctima; de Apolonia Álvarez Aranda y Catarino
López, padres del señor López Álvarez, y de sus hermanas y su hermano: Alba Luz, Rina Maribel, Marcia
Migdali, Mirna Suyapa y Joel Enrique, todos de apellidos García Álvarez

121. Por otra parte, los representantes de la presunta víctima alegaron la violación del artículo 17.1 de la
Convención, que consagra la Protección a la Familia, aduciendo que el traslado del señor Alfredo López Álvarez
a la Penitenciaría Nacional de Támara agravó el alejamiento de éste en relación con su familia y su comunidad.
Indicaron que la presunta víctima no pudo desplegar actividades laborales mientras permaneció detenida, dejó
desprotegida a su familia y no estuvo con ésta en momentos difíciles. Ni la Comisión ni el Estado se refirieron a
esta violación.

III. Violación de los artículos 8 y 25 de la Convención Americana en relación con el artículo 1.1 de la misma

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128. El derecho de acceso a la justicia implica que la solución de la controversia se produzca en tiempo
razonable; una demora prolongada puede llegar a constituir, por sí misma, una violación de las garantías
judiciales

129. El plazo razonable al que se refiere el artículo 8.1 de la Convención se debe apreciar en relación con la
duración total del procedimiento penal que se desarrolla en contra de cierto imputado, hasta que se dicta
sentencia definitiva. En materia penal este plazo comienza cuando se presenta el primer acto de
procedimiento dirigido en contra de determinada persona como probable responsable de cierto delito.

130. En el presente caso el primer acto de procedimiento se dio con la aprehensión del señor Alfredo López
Álvarez ocurrida el 27 de abril de 1997, fecha a partir de la cual se debe apreciar el plazo, aún cuando en este
punto se trate del plazo para la realización del proceso, no para la duración de la detención, en virtud de que
aquella fue la primera diligencia de que se tiene noticia en el conjunto de los actos del procedimiento penal
correspondiente al señor López Álvarez. Para determinar si el plazo fue razonable es preciso tomar en cuenta
que el proceso concluye cuando se dicta sentencia firme; en este momento concluye el ejercicio de la
jurisdicción de conocimiento (…)

132. Para examinar si en este proceso el plazo fue razonable, según los términos del artículo 8.1 de la
Convención, la Corte tomará en consideración tres elementos: a) complejidad del asunto, b) actividad procesal
del interesado y c) conducta de las autoridades judiciales.

133. El caso no revestía complejidad especial. (…) No aparece en el expediente que el señor López Álvarez
realizara diligencias que retrasaran o entorpecieran la tramitación de la causa.

136. Con fundamento en las consideraciones precedentes, y en el estudio global del proceso penal seguido al
señor Alfredo López Álvarez, se advierte que éste se extendió por más de seis años. El Estado no observó el
principio del plazo razonable consagrado en la Convención Americana, por responsabilidad exclusiva de las
autoridades judiciales a quienes competía haber administrado justicia.

137. El artículo 25.1 de la Convención establece la obligación de los Estados de ofrecer a todas las personas
sometidas a su jurisdicción un recurso judicial efectivo contra actos violatorios de sus derechos fundamentales.
(…)

140. En consecuencia, la Corte considera que el Estado violó el artículo 25 de la Convención Americana, en
perjuicio del señor Alfredo López Álvarez, dado que no le garantizó el acceso a recursos judiciales efectivos que
lo ampararan contra las violaciones a sus derechos.

143. En la presente sentencia se estableció que el señor Alfredo López Álvarez sufrió prisión preventiva en
forma ilegal y arbitraria y permaneció privado de libertad hasta el 26 de agosto de 2003 (…).

144. La presunta víctima estuvo detenida por más de 6 años, sin que existieran razones que justificaran la
prisión preventiva (…), lo que violó su derecho a que se le presumiera su inocencia del delito que le había sido
imputado.
145. Esta Corte reitera que las presuntas víctimas o sus representantes pueden invocar derechos distintos a los
comprendidos en la demanda de la Comisión, ateniéndose a los hechos contenidos en ésta (…). En consideración a ello,
la Corte analizará la violación del artículo 8, literales 2.b, 2.d, 2.e y 2.g de la Convención, alegada por los representantes.
(…)

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150. En el presente caso, quedó demostrado que el señor Alfredo López Álvarez rindió su declaración indagatoria el 29
de abril de 1997, sin contar con la asistencia de un abogado defensor (…). De la prueba aportada consta que ese mismo
día la presunta víctima nombró a su abogado defensor, cuya acreditación ante el Juzgado de Letras Seccional de Tela fue
presentada el 30 de abril de 1997 y este Juzgado admitió el escrito el 2 de mayo de 1997 (…). El citado 30 de abril de
1997 el Ministerio Público presentó ante el Juzgado de Letras Seccional de Tela acusación por posesión, venta y tráfico de
cocaína en contra del señor Alfredo López Álvarez y otras personas (…). Por lo que, el señor López Álvarez rindió su
declaración indagatoria sin conocer previa y detalladamente la acusación formulada en su contra. (…)

152. Se advierte que el señor López Álvarez no tuvo oportunidad de rendir declaración indagatoria en la presencia de su
abogado, con quien tuvo comunicaciones algunos días después de su detención. En consecuencia, no se le garantizó el
derecho de contar con abogado defensor conforme al artículo 8.2.d de la Convención.

153. Por otra parte, también ha quedado demostrado que el señor López Álvarez hizo varios nombramientos y
sustituciones de abogados defensores a lo largo del proceso (…), por lo que esta Corte no tiene elementos de prueba
suficientes para determinar que se vulneró el derecho de la presunta víctima a ser asistido por abogado defensor en los
términos del artículo 8.2.e de la Convención.

155. El señor Alfredo López Álvarez manifestó en su declaración indagatoria que “fu[e] fuertemente coaccionado en la
[Dirección de Investigación Criminal], mediante el maltrato físico y sicológico con el objetivo de incriminar[lo…] con las
interrogantes que [los agentes estatales le] hacían […]”, pese a lo cual la presunta víctima no aceptó los cargos (…). En
consideración de lo expresado por el señor López Álvarez, que no fue controvertido por el Estado, y las particularidades
del presente caso, esta Corte estima que la presunta víctima fue sometida a tales actos con el propósito de debilitar su
resistencia psíquica y obligarle a auto-inculparse por el hecho que se le imputaba, en contravención de lo previsto en el
artículo 8.2.g de la Convención.

156. Las anteriores consideraciones llevan a la Corte a concluir que el Estado tiene responsabilidad por la violación de los
derechos consagrados en los artículos 8.1, 8.2, 8.2.b, 8.2.d y 8.2.g, y 25.1 de la Convención Americana, en relación con el
artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del señor Alfredo López Álvarez.

169. Según los hechos de este caso, la prohibición fue dictada en relación al idioma materno del señor Alfredo López
Álvarez, el cual es la forma de expresión de la minoría a la que pertenece la presunta víctima. La prohibición adquiere por
ello una especial gravedad, ya que el idioma materno representa un elemento de identidad del señor Alfredo López
Álvarez como garífuna. (…)

170. Este Tribunal ha reiterado que el principio de derecho imperativo de protección igualitaria y efectiva de la ley y no
discriminación determina que los Estados deben abstenerse de producir regulaciones discriminatorias o que tengan
efectos discriminatorios en los diferentes grupos de una población al momento de ejercer sus derechos.

171. Los Estados deben tomar en consideración los datos que diferencian a los miembros de pueblos indígenas de la
población en general, y que conforman [su] identidad cultural (…).

172. En el presente caso, la restricción al ejercicio de la libertad de hablar garífuna aplicada a algunos reclusos del Centro
Penal de Tela, fue discriminatoria en perjuicio del señor Alfredo López Álvarez, como miembro de la comunidad garífuna.

173. La Corte encuentra que al prohibir al señor Alfredo López Álvarez expresarse en el idioma de su elección, durante su
detención en el Centro Penal de Tela, el Estado aplicó una restricción al ejercicio de su libertad de expresión incompatible
con la garantía prevista en la Convención y que, a su vez, constituyó un acto discriminatorio en su contra.

174. Las anteriores consideraciones llevan a la Corte a concluir que el Estado tiene responsabilidad por la violación de los
derechos a la libertad de pensamiento y de expresión y de la igualdad ante la ley, consagrados en los artículos 13 y 24 de

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la Convención Americana, y por el incumplimiento de la obligación general de respetar y garantizar los derechos y
libertades establecida en el artículo 1.1 del mismo instrumento, en perjuicio del señor Alfredo López Álvarez.

La corte declara:

 Que el Estado violó el derecho a la libertad personal consagrado en el artículo 7.1, 7.2, 7.3, 7.4 y 7.6 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en perjuicio del señor Alfredo López Álvarez, en relación con la
obligación general de respetar y garantizar los derechos y libertades establecida en el artículo 1.1 de dicho
tratado.
 Que el Estado violó el derecho a la integridad personal consagrado en el artículo 5.1, 5.2 y 5.4 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en perjuicio del señor Alfredo López Álvarez, en relación con la obligación
general de respetar y garantizar los derechos y libertades establecida en el artículo 1.1 de dicho tratado.
 Que el Estado violó el derecho a las garantías judiciales y protección judicial consagrados en los artículos 8.1, 8.2,
8.2.b, 8.2.d, 8.2.g y 25.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en perjuicio del señor Alfredo
López Álvarez, en relación con la obligación general de respetar y garantizar los derechos y libertades establecida
en el artículo 1.1 de dicho tratado.

 Fallo Suárez Rosero vs Ecuador

- El señor Rafael Iván Suárez Rosero fue arrestado a las dos y treinta horas del 23 de junio de 1992 por agentes de la
Policía Nacional del Ecuador, en el marco de la operación policíaca “Ciclón”, cuyo objetivo era “desarticular a una de las
más grandes organizaciones del narcotráfico internacional”, en virtud de una orden policial emitida a raíz de una
denuncia hecha por residentes del sector de Zámbiza, en la ciudad de Quito, quienes manifestaron que los ocupantes de
un vehículo “Trooper” se encontraban incinerando lo que, en apariencia, era droga.

- El señor Suárez Rosero fue detenido sin orden emitida por autoridad competente y sin haber sido sorprendido en
flagrante delito.

- El día de su detención, el señor Suárez Rosero rindió declaración presumarial ante oficiales de policía y en presencia de
tres fiscales del Ministerio Público. En este interrogatorio no estuvo presente un abogado defensor.

- Del 23 de junio al 23 de julio de 1992, el señor Suárez Rosero estuvo incomunicado en el Regimiento de Policía “Quito
número dos”, ubicado en la calle Montúfar y Manabí de la ciudad de Quito, en una húmeda y poco ventilada celda de
cinco por tres metros, con otras dieciséis personas

- El 22 de julio de 1992, el Intendente General de Policía de Pichincha ordenó al Director del Centro de Rehabilitación
Social para Varones que mantuviera detenido, entre otras personas, al señor Suárez Rosero hasta que un juez emitiera
orden en contrario.

- El 23 de julio de 1992 el señor Suárez Rosero fue trasladado al Centro de Rehabilitación Social para Varones de Quito
(antiguo penal García Moreno), en el cual permaneció incomunicado por cinco días más.

- Durante el período total de su incomunicación, del 23 de junio hasta el 28 de julio de 1992, no se permitió al señor
Suárez Rosero recibir visitas de su familia o comunicarse con un abogado. Durante este lapso, su único contacto con sus
familiares se limitó al cambio de ropa y sucintas notas manuscritas, las cuales eran revisadas por el personal de
seguridad. Este intercambio se hacía posible por medio de “pasadores”, que son personas vestidas de civil que tienen la
posibilidad de hacer llegar este tipo de efectos a los reclusos.

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- A partir del 28 de julio de 1992 se permitió al señor Suárez Rosero, en días de visita, recibir a su familia, abogado y
miembros de organizaciones de derechos humanos. Las entrevistas con su abogado se realizaron en presencia de
oficiales de la policía.

- El 12 de agosto de 1992 el Juez Tercero de lo Penal de Pichincha dictó auto de prisión preventiva al señor Suárez Rosero.

- Incomunicación de personas detenidas:

a) La incomunicación es una medida de carácter excepcional que tiene como propósito impedir que se
entorpezca la investigación de los hechos. Dicho aislamiento debe estar limitado al período de tiempo
determinado expresamente por la ley. Aún en ese caso el Estado está obligado a asegurar al detenido el
ejercicio de las garantías mínimas e inderogables establecidas en la Convención y, concretamente, el derecho a
cuestionar la legalidad de la detención y la garantía del acceso, durante su aislamiento, a una defensa efectiva.

- Habeas corpus:

a) Ya ha dicho la Corte que el derecho de hábeas corpus debe ser garantizado en todo momento a un detenido,
aún cuando se encuentre bajo condiciones excepcionales de incomunicación legalmente decretada.

b) Esta Corte comparte la opinión de la Comisión en el sentido de que el derecho establecido en el artículo 7.6
de la Convención Americana no se cumple con la sola existencia formal de los recursos que regula. Dichos
recursos deben ser eficaces, pues su propósito, según el mismo artículo 7.6, es obtener una decisión pronta
“sobre la legalidad [del] arresto o [la] detención” y, en caso de que éstos fuesen ilegales, la obtención, también
sin demora, de una orden de libertad. Asimismo, la Corte ha declarado que el hábeas corpus, para cumplir con
su objeto de verificación judicial de la legalidad de la privación de libertad, exige la presentación del detenido
ante el juez o tribunal competente bajo cuya disposición queda la persona afectada. En este sentido es
esencial la función que cumple el hábeas corpus como medio para controlar el respeto a la vida e integridad de
la persona, para impedir su desaparición o la indeterminación de su lugar de detención, así como para
protegerla contra la tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.

- Efectividad del recurso - habeas data:

a) El artículo 25 de la Convención Americana establece que toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y
rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes. La Corte ha declarado que
esta disposición constituye uno de los pilares básicos, no sólo de la Convención Americana, sino del propio
Estado de Derecho en una sociedad democrática en el sentido de la Convención.

b) El artículo 25 se encuentra íntimamente ligado con la obligación general del artículo 1.1 de la Convención
Americana, al atribuir funciones de protección al derecho interno de los Estados Partes. El hábeas corpus tiene
como finalidad, no solamente garantizar la libertad y la integridad personales, sino también prevenir la
desaparición o indeterminación del lugar de detención y, en última instancia, asegurar el derecho a la vida.

Plazo razonable:

a) El principio de “plazo razonable” al que hacen referencia los artículos 7.5 y 8.1 de la Convención Americana
tiene como finalidad impedir que los acusados permanezcan largo tiempo bajo acusación y asegurar que ésta
se decida prontamente.

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b) Considera la Corte que el proceso termina cuando se dicta sentencia definitiva y firme en el asunto, con lo
cual se agota la jurisdicción y que, particularmente en materia penal, dicho plazo debe comprender todo el
procedimiento, incluyendo los recursos de instancia que pudieran eventualmente presentarse.

c) Esta Corte comparte el criterio de la Corte Europea de Derechos Humanos, la cual ha analizado en varios
fallos el concepto de plazo razonable y ha dicho que se debe tomar en cuenta tres elementos para determinar
la razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla el proceso: a) la complejidad del asunto, b) la actividad
procesal del interesado y c) la conducta de las autoridades judiciales.

- Presunción de inocencia:

a) Esta Corte estima que en el principio de presunción de inocencia subyace el propósito de las garantías
judiciales, al afirmar la idea de que una persona es inocente hasta que su culpabilidad sea demostrada. De lo
dispuesto en el artículo 8.2 de la Convención se deriva la obligación estatal de no restringir la libertad del
detenido más allá de los límites estrictamente necesarios para asegurar que no impedirá el desarrollo eficiente
de las investigaciones y que no eludirá la acción de la justicia, pues la prisión preventiva es una medida
cautelar, no punitiva. Este concepto está expresado en múltiples instrumentos del derecho internacional de los
derechos humanos y, entre otros, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que dispone que la
prisión preventiva de las personas que hayan de ser juzgadas no debe ser la regla general (art. 9.3). En caso
contrario se estaría cometiendo una injusticia al privar de libertad, por un plazo desproporcionado respecto de
la pena que correspondería al delito imputado, a personas cuya responsabilidad criminal no ha sido
establecida. Sería lo mismo que anticipar una pena a la sentencia, lo cual está en contra de principios
generales del derecho universalmente reconocidos.

- Aislamiento:

a) Una de las razones por las cuales la incomunicación es concebida como un instrumento excepcional es por
los graves efectos que tiene sobre el detenido. En efecto, el aislamiento del mundo exterior produce en
cualquier persona sufrimientos morales y perturbaciones psíquicas, la coloca en una situación de particular
vulnerabilidad y acrecienta el riesgo de agresión y arbitrariedad en las cárceles.

- Deber de adoptar medidas de derecho interno:

a) Como la Corte ha sostenido, los Estados Partes en la Convención no pueden dictar medidas que violen los
derechos y libertades reconocidos en ella (Responsabilidad internacional por expedición y aplicación de leyes
violatorias de la Convención

En el presente caso no fue demostrado que el señor Suárez Rosero haya sido aprehendido en delito flagrante.
En consecuencia, su detención debió haberse producido en virtud de una orden emitida por una autoridad
judicial competente. Sin embargo, la primera actuación judicial respecto de la privación de libertad del señor
Suárez Rosero fue de fecha 12 de agosto de 1992 (supra, párr. 34, aparte i), es decir, más de un mes después
de su detención, en contravención de los procedimientos establecidos de antemano por la Constitución
Política y el Código de Procedimiento Penal del Ecuador.

- La Corte considera innecesario pronunciarse sobre los indicios o sospechas que pudieron haber
fundamentado un auto de detención. El hecho relevante es que dicho auto se produjo en este caso mucho

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tiempo después de la detención de la víctima. Eso lo reconoció expresamente el Estado en el curso de la


audiencia pública al manifestar que “el señor Suárez permaneció arbitrariamente detenido”.

Decisión:

1. Declara que el Estado del Ecuador violó, en perjuicio de Rafael Iván Suárez Rosero, los articulos 7 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en concordancia con el artículo 1.1 de la
misma, en los términos señalados en los párrafos 38 a 66 de la presente sentencia.

2. Declara que el Estado del Ecuador violó, en perjuicio de Rafael Iván Suárez Rosero, el artículo 8 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en concordancia con el artículo 1.1 de la misma,
en los términos señalados en los párrafos 57 a 83 de la presente sentencia.

3. Declara que el Estado del Ecuador violó, en perjuicio de Rafael Iván Suárez Rosero, el artículo 5 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, en concordancia con el artículo 1.1 de la misma,
en los términos señalados en los párrafos 84 a 92 de la presente sentencia.

4. Declara que el Estado del Ecuador violó, en perjuicio de Rafael Iván Suárez Rosero, el artículo 25 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en concordancia con el artículo 1.1 de la
misma, en los términos señalados en los párrafos 61 a 66 de la presente sentencia.

5. Declara que el último párrafo del artículo sin numeración después del artículo 114 del Código Penal
del Ecuador es violatorio del artículo 2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
concordancia con los artículos 7.5 y 1.1 de la misma.

6. Declara que el Ecuador debe ordenar una investigación para determinar las personas responsables
de las violaciones a los derechos humanos a que se ha hecho referencia en esta sentencia y,
eventualmente sancionarlos.

7. Declara que el Ecuador está obligado a pagar una justa indemnización a la víctima y a sus familiares
y a resarcirles los gastos en que hubieran incurrido en las gestiones relacionadas con este proceso.

8. Ordena abrir la etapa de reparaciones, a cuyo efecto comisiona a su Presidente para que
oportunamente adopte las medidas que fuesen necesarias.

 Fallo Daray (también sirve para IPP)

A raíz de un incidente promovido ante el juez federal de San Rafael por el apoderado de Clorindo de la Paz
Barreto Duarte, en el que, con sustento en las inmunidades procesales de los arts. 30 y 31 de la Convención de
Viena sobre Relaciones Diplomáticas, se solicitó la devolución de un rodado secuestrado en los autos A-6318
"Policía Federal Argentina San Rafael s/ orden de allanamiento", del registro de ese tribunal, la Cámara Federal
de Apelaciones de Mendoza, sin resolver sobre la petición, declaró la incompetencia parcial del juez de sección
para continuar entendiendo en la causa y remitió testimonio de esas actuaciones a esta Corte Suprema.

La declinación de competencia se refiere al contrabando o, en su defecto, la infracción aduanera, de cuya


comisión aparece imputado el Cónsul del Paraguay en la ciudad de Resistencia, D. Clorindo de la Paz Barreto
Duarte, por la transferencia de la posesión de su automóvil Mercedes Benz 190 E, chapa oficial CC-2553, a
Alejandro Garbin, de la ciudad de San Rafael, Mendoza.

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Para mejor proveer sobre la competencia originaria de la Corte, el presidente del Tribunal dictó las
providencias, por medio de las cuales se acreditó el status consular del señor Barreto Duarte como Cónsul de
la República del Paraguay en la ciudad de Resistencia y se agregaron copias del expediente que dio origen a
estas actuaciones, del expediente aduanero de introducción a plaza del automóvil, y del expediente A- 6324
"Colegio de Abogados de San Rafael", en el cual se denunció a distintos oficiales y suboficiales de la Delegación
San Rafael de la Policía Federal, a raíz de las exigencias extorsivas de las que habrían sido víctimas los tres
detenidos en la causa principal.

Este expediente se inició, según la declaración testimonial prestada por el principal Héctor Horacio Cattaneo, a
raíz de un control de rutina que realizó personal de la Delegación San Rafael de la Policía Federal el día 18 de
abril de 1991. En la mencionada declaración, el funcionario policial manifestó que: "...en el día de la fecha,
siendo las horas 09.30 aproximadamente, en circunstancias que recorría el radio jurisdiccional a cargo de la
Brigada de esta Dependencia, pudiendo observar que se desplazaba por la calle Dorrego hacia el Norte un
rodado importado marca Mercedes Benz chapa patente C-1.494.782, el que era conducido por una persona
del sexo masculino. Que a los efectos de su debido control procedió a la detención del rodado, siendo su
conductor el señor Carlos Antonio GARBIN,..., con domicilio en la calle Chile 520 de esta ciudad, exhibiendo
Cédula de Identificación del Automotor, resultando su número de motor el siguiente: 103983-12-178359,
carrocería Nro. WDB124050-1B-058640. Que para una mayor verificación de la documentación del vehículo se
invitó al señor GARBIN, que se debería trasladar al local de esta Dependencia a lo que accedió de plena
conformidad..."

A fs. 13 del citado expediente, figura una "constancia de la instrucción" -suscripta por el comisario Daniel
Romero, jefe de la Delegación San Rafael de la Policía Federal Argentina- en la que se informa lo siguiente:
"...Que en circunstancias que la Instrucción, se encontraba comunicándose con la Ciudad de Buenos Aires, a
efectos de establecer si el rodado de mención poseía impedimento legal alguno, el señor Carlos Antonio
GARBIN refiere espontáneamente que sus hijos Claudio y Alejandro, poseen vehículos de industria extranjera
con patentes colocadas diplomáticas que los adquirieron a fines del año próximo pasado, ofreciéndose a
acompañar a personal de ésta para hablar con los mismos. Atento a ello se resuelve: Comisionar personal para
que junto con el señor GARBIN entreviste a sus hijos dejándose constancia, que el rodado de éste no registra
impedimento alguno y queda a resguardo en ésta hasta tanto regrese en su búsqueda...".

A fs. 1 del mismo expediente figura la comunicación dirigida por el comisario Romero al juez federal de San
Rafael en esa misma fecha en la cual, luego de hacer saber al magistrado que se había detenido al señor Carlos
Garbin y de relatar las manifestaciones que el nombrado hizo al personal policial y que se reseñaron supra,
surge que el funcionario policial requirió del magistrado "...la correspondiente orden de Allanamiento para los
siguientes lugares: Bodega y Viñedos S.A. sito en CASTELLI 1331; República de SIRIA 455; CHILE 520 y Blas
PARERA Nro. 1220, domicilios particulares de los involucrados y el trabajo de los mismos; con el fin de
secuestrar autos de origen extranjero y documentación que ampare a los mismos...". Dichas órdenes fueron
expedidas por el juez el mismo 18 de abril.

Al efectuarse el allanamiento en la vivienda ubicada en la calle Chile 520 fue hallado el automóvil Mercedes
Benz mencionado en el considerado 2° supra.

También corre por cuerda la fotocopia del expediente originado en una presentación formulada por el Colegio
de Abogados de San Rafael. En esas actuaciones dicha institución hace saber al fiscal federal de San Rafael que

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el señor Carlos Garbin y sus hijos Claudio y Alejandro Garbin denunciaron ante ese colegio profesional que los
funcionarios policiales intervinientes en el caso les habrían requerido dinero "...abusando de su autoridad, a
fin de evitarles a los detenidos las consecuencias que podrían sobrevenirles de continuar la investigación
adelante en relación al delito presuntamente cometido..." (fs. 8). En esta comunicación se hace saber, además,
que la detención e incomunicación de los nombrados se efectuó sin dar aviso de inmediato al juez
competente, tal como lo prescribe la ley procesal.

Puesto que el proceso se inicia con la detención de Carlos Antonio Garbin, es indispensable examinar, en
primer lugar, si esa detención se ha llevado a cabo de manera compatible con el art. 18 la Constitución
Nacional el cual, en la parte que interesa, dispone "...Nadie puede ser...arrestado sino en virtud de orden
escrita de autoridad competente...".

Resulta obvio que la "competencia" para efectuar arrestos a que se refiere la norma constitucional sólo puede
provenir de un expreso mandato legislativo y debe, además, ejercerse en las formas y condiciones fijadas por
esa disposición legal. Tal requisito surge claramente del principio constitucional de legalidad, respecto del cual
el Tribunal ha dicho: "Toda nuestra organización política y civil reposa en la ley. Los derechos y obligaciones de
los habitantes así como las penas de cualquier clase que sean, sólo existen en virtud de sanciones legislativas y
el Poder Ejecutivo no puede crearlas ni el Poder Judicial aplicarlas si falta la ley que las establezca".

Del examen de las distintas normas legales que autorizan a la Policía Federal a restringir la libertad ambulatoria
de los habitantes de la República, surge indubitablemente que dicho organismo carecía de facultades legales
para detener en el caso al señor Garbin. Así, el art. 4° del Código de Procedimientos en Materia Penal (ley
2372, aplicable a este caso) dispone que el Jefe de Policía de la Capital y sus agentes tienen el deber de
detener a las personas que sorprendan en "...in fraganti delito, y aquellas contra quienes haya indicios
vehementes o semiplena prueba de culpabilidad, debiendo ponerlas inmediatamente a disposición del Juez
competente". Resulta evidente, de la lectura de las actuaciones policiales iniciales transcriptas en el
considerando 5° supra, que la necesidad de efectuar "una mayor verificación de la documentación del
vehículo" y que dieron lugar a la "invitación" para que el señor Garbin concurriera a la dependencia policial,
(que no fue tal, sino una verdadera detención, conforme surge de la reseña del considerando 7° supra), en
forma alguna puede equipararse a "los indicios vehementes o semiplena prueba de culpabilidad" a que se
refiere la ley procesal.

Tampoco se cumplieron en el sub lite los requisitos fijados por el art. 5, inc. 1°, del decreto-ley 333/58 -en su
antigua redacción-, ratificado por la ley 14.467, que facultaba a la Policía Federal para el cumplimiento de sus
funciones a "detener con fines de identificación, en circunstancias que lo justifiquen, y por un lapso no mayor
de veinticuatro (24) horas, a toda persona de la cual sea necesario conocer sus antecedentes". Ello es así pues
las actuaciones policiales examinadas de manera alguna explican cuáles eran las circunstancias que justificaban
-a los fines de realizar "una mayor verificación de la documentación del vehículo"-, la detención del señor
Garbin.

A partir del caso "Rayford" (Fallos: 308: 733), esta Corte ha establecido que si en el proceso existe un solo
cauce de investigación y éste estuvo viciado de ilegalidad, tal circunstancia contamina de nulidad todas las
pruebas que se hubieran originado a partir de aquél (considerando 6°; doctrina reiterada en los casos "Ruiz",
Fallos: 310:1847 y "Francomano", Fallos: 310:2384).

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Por cierto, no es suficiente para aceptar la existencia de un curso de prueba independiente que, a través de un
juicio meramente hipotético o conjetural, se pueda imaginar la existencia de otras actividades de la autoridad
de prevención que hubiesen llevado al mismo resultado probatorio; es necesario que en el expediente conste
en forma expresa la existencia de dicha actividad "independiente" que habría llevado inevitablemente al
mismo Resultado.

No son idóneas a tal fin las declaraciones prestadas por los vecinos de los señores Garbin en el sentido de que
era habitual observar a los nombrados conducir automóviles importados. En primer lugar, que la familia Garbin
circulase con autos extranjeros nada tendría de sospechoso, salvo que, además, se tratara de autos que
poseyeran chapa diplomática y que apareciesen en poder de quienes no gozaban de ese status. Por otra parte,
los testigos en cuestión declararon en la causa con posterioridad y a raíz de las actuaciones policiales que se
iniciaron con la detención de los nombrados, lo que impide considerar su testimonio como el curso de prueba
"independiente" a que se refiere la jurisprudencia del Tribunal. Por último, y esto es decisivo, no existe
constancia alguna en autos de la iniciación de un procedimiento de investigación por parte de la policía ante el
"hecho notorio" de que la familia Garbin poseía automóviles extranjeros.

También es irrelevante para otorgar validez al procedimiento policial la circunstancia de que el propio Garbin
(p) declaró que, previo a su detención, había sido objeto de un seguimiento por parte de personal policial, lo
cual pondría en evidencia "...que ya existía una causa en el accionar policial que motivaba ese seguimiento..."

El Tribunal no comparte este razonamiento pues no existe en autos manifestación alguna del personal de
prevención que señale expresamente la existencia de una actividad policial de investigación previa a la
detención que hubiera llevado al hallazgo del rodado en cuestión.

También corresponde desestimar el argumento según el cual no existiría relación causal entre la detención de
Garbin (p) y los allanamientos ya que aquél negó en sede judicial (fs. 78 vta. del expte. A-6324) haber
manifestado espontáneamente a la policía que sus hijos tenían autos importados. Dicha rectificación tampoco
sería idónea para acreditar la existencia de un curso de prueba "independiente"; sólo indicaría que la policía
carecía de motivos para requerir la orden de allanamiento y que, en consecuencia, la decisión del juez que
ordenó el allanamiento no se encontraba fundada, en violación al art. 403 del Código de Procedimientos en
Materia Penal.

Por las razones señaladas precedentemente, la aplicación al caso de la doctrina enunciada en el considerando
12 supra lleva a declarar la nulidad de todo lo actuado en este procedimiento, en el cual se ha violado el art. 18
de la Constitución Nacional, según el cual la detención de los habitantes de la Nación requiere la existencia de
una orden de "autoridad competente".

La circunstancia de que los elementos incautados en autos -fruto de la detención ilegítima de Carlos Antonio
Garbin- no incriminarían a éste, sino a sus hijos Claudio y Alejandro, no es óbice para la aplicación de la citada
doctrina.

Por ello, habiendo dictaminado el señor Procurador Fiscal, se declara que la presente causa es de la
competencia originaria de la Corte Suprema y se declara la nulidad de todo lo actuado en ella.

 Fallo Acosta Calderón vs Ecuador

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- Los hechos del presente caso se refieren al arresto del señor Acosta Calderón, de nacionalidad colombiana, el
15 de noviembre de 1989 en el Ecuador por la policía militar de aduana. El arresto se realizó bajo la sospecha
de tráfico de drogas. Luego de su detención, el señor Acosta Calderón no fue notificado de su derecho a
asistencia consular.

- El día siguiente la Fiscalía se abstuvo de acusar al señor Acosta Calderón. No obstante, en julio de 1994 se
revocó el auto de sobreseimiento provisional de la causa y se dictó un auto de apertura del plenario en contra
del señor Acosta Calderón, ordenándose que éste continuara detenido, por considerarlo autor del delito que
se le imputaba.

- En diciembre de 1994 se condenó al señor Acosta Calderón bajo la Ley de Control y Fiscalización del Tráfico
de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas y se le impuso una pena de nueve años de reclusión en el Centro
de Rehabilitación Social de Quito. Asimismo se le impuso una multa de 50.000 sucres. El señor Acosta Calderón
permaneció bajo custodia del Estado por seis años y ocho meses, incluyendo los cinco años y un mes que
permaneció bajo prisión preventiva.

I. Violación del artículo 7 de la Convención Americana (Derecho a la libertad personal)

62. Esta Corte recuerda que, de conformidad con la misma legislación interna, en el presente caso se debieron
seguir los procedimientos relativos a la comprobación de los elementos del tipo penal aplicado que pudieran
dar pie a la subsistencia de las causales de la detención en supuesta flagrancia y la apertura de un proceso
penal en contra de la persona detenida. (…)

70. (…) [El] Estado tenía la obligación, según el derecho interno, de comprobar mediante análisis químicos que
la sustancia en cuestión era pasta de cocaína. El Ecuador nunca realizó dichos análisis químicos y, además,
extravió toda la presunta pasta de cocaína (…). A pesar de que el Estado nunca presentó dicho informe y, por
tanto, no se pudo comprobar la existencia de la sustancia cuya posesión se imputó al señor Acosta Calderón,
éste permaneció detenido por más de cinco años. Lo anterior configuró una privación arbitraria de la libertad
en su perjuicio.

71. Por lo anteriormente expuesto, esta Corte considera que el Estado violó el derecho del señor Acosta
Calderón a no ser sometido a detención o encarcelamientos arbitrarios, reconocido en el artículo 7.3 de la
Convención Americana, en conexión con el artículo 1.1 de la misma.

73. La Corte no considera que exista una violación del artículo 7.4 de la Convención en virtud de que la
detención de la presunta víctima fue hecha con fundamento en que supuestamente se trataba de un flagrante
delito. En dicha circunstancia, cabía suponer que el señor Acosta Calderón conocía que la razón de su
detención era por el supuesto tráfico de drogas.

74. La Corte considera indispensable destacar que la prisión preventiva es la medida más severa que se puede
aplicar al imputado de un delito, motivo por el cual su aplicación debe tener un carácter excepcional, en virtud
de que se encuentra limitada por los principios de legalidad, presunción de inocencia, necesidad y
proporcionalidad, indispensables en una sociedad democrática.

76. (…). El control judicial inmediato es una medida tendiente a evitar la arbitrariedad o ilegalidad de las
detenciones, tomando en cuenta que en un Estado de derecho corresponde al juzgador garantizar los derechos

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del detenido, autorizar la adopción de medidas cautelares o de coerción, cuando sea estrictamente necesario,
y procurar, en general, que se trate al inculpado de manera consecuente con la presunción de inocencia.

79. (…) No consta en el expediente que el señor Acosta Calderón haya rendido declaración alguna ante un juez,
sino hasta transcurridos casi dos años de su detención. (…)

81. Por ello, la Corte considera que el Estado violó en perjuicio del señor Acosta Calderón el derecho a ser
llevado, sin demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales,
como lo requiere el artículo 7.5 de la Convención, en conexión con el artículo 1.1 de la misma.

82. Por otra parte, el artículo 7.5 de la Convención Americana establece que la persona detenida “tendrá
derecho a ser juzgada dentro de un plazo razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe el
proceso”. Toda vez que la detención del señor Acosta Calderón se convirtió en arbitraria, el Tribunal no
considera necesario entrar a considerar si el tiempo transcurrido entre su detención y la sentencia definitiva
sobrepasó los límites de lo razonable.

84. En consecuencia, la Corte concluye que el Estado violó en perjuicio del señor Acosta Calderón el artículo
7.1, 7.3 y 7.5 de la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma.

II. Violación de los artículos 7.6 y 25 de la Convención Americana (Derecho a la libertad personal y protección
judicial)

90. La Corte ha considerado que “los procedimientos de hábeas corpus y de amparo son aquellas garantías
judiciales indispensables para la protección de varios derechos cuya suspensión está vedada por el artículo
27.2 [de la convención] y sirven, además, para preservar la legalidad en una sociedad democrática.

93.(…) Para que el estado cumpla con lo dispuesto en el citado artículo 25.1 de la convención no basta con que
los recursos existan formalmente, sino es preciso que sean efectivos , es decir, se debe brindar a la persona la
posibilidad real de interponer un recurso sencillo y rápido que permita alcanzar, en su caso, la protección
judicial requerida. (…) la existencia de estas garantías “constituye uno de los pilares básicos, no sólo de la
Convención Americana, sino del propio Estado de Derecho en una sociedad democrática en el sentido de la
Convención.

96. El Ecuador mantuvo en prisión preventiva al señor Acosta Calderón por más de cinco años, sin haber
presentado en algún momento del proceso el informe respectivo, el cual justificaría procesalmente la
existencia de la sustancia que se atribuyó pertenecía al señor acosta calderón requerida por el derecho interno
para poder condenarlo. Ante esta situación, el señor Acosta Calderón presentó varias veces recursos de
amparo de libertad ante las autoridades judiciales pertinentes pidiendo así la revocación de su orden de
arresto y su liberación. (…)

100. Por lo expuesto, la Corte concluye que el Estado violó en perjuicio del señor Acosta Calderón el derecho a
recurrir ante un juez o tribunal competente, a fin de que este decidiera sin demora, sobre la legalidad de su
arresto o detención y ordenara su libertad si el arresto o la detención fueran ilegales, así como el derecho a la
protección judicial, consagrados en los artículos 7.6 y 25 de la Convención Americana, en relación con el
artículo 1.1 de la misma.

III. Violación del artículo 8 de la Convención Americana (Garantías judiciales)

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3.1. Respecto al principio de plazo razonable del proceso penal seguido contra el señor Acosta Calderón

104. La razonabilidad del plazo al que se refiere ese precepto se debe apreciar en relación con la duración total
del proceso, desde el primer acto procesal hasta que se dicte sentencia definitiva, incluyendo los recursos de
instancia que pudieran eventualmente presentarse. La Corte se ha pronunciado en el sentido de que, en
materia penal, el plazo comienza en la fecha de la aprehensión del individuo. (…)

105. Para examinar la razonabilidad de este proceso según los términos del artículo 8.1 de la Convención, la
Corte toma en cuenta tres elementos: a) la complejidad del asunto, b) la actividad procesal del interesado y c)
la conducta de las autoridades judiciales.

106. El caso no era complejo. No existió pluralidad de sujetos procesales. No aparece del expediente que el
señor Acosta Calderón realizara diligencias que retrasaran la causa. De las pruebas en este caso se refleja que
la demora de más de cinco años en la tramitación del proceso se debió a la conducta de la autoridad judicial.
(…).

108. Por todo lo anterior, la Corte concluye que el Estado violó, en perjuicio del señor Acosta Calderón, el
derecho a ser juzgado dentro de un plazo razonable, que establece el artículo 8.1 de la Convención Americana.

3.2. Respecto al derecho a la presunción de inocencia

111. Esta Corte ha señalado que el principio de presunción de inocencia constituye un fundamento de las
garantías judiciales. De lo dispuesto en el artículo 8.2 de la Convención deriva la obligación estatal de no
restringir la libertad del detenido más allá de los límites estrictamente necesarios para asegurar que aquél no
impedirá el desarrollo eficiente de las investigaciones ni eludirá la acción de la justicia. En este sentido, la
prisión preventiva es una medida cautelar, no punitiva. (…)

112. Se ha probado que el señor Acosta Calderón permaneció detenido desde el 15 de noviembre de 1989
hasta el 8 de diciembre de 1994 (…). Esta privación de libertad fue arbitraria y excesiva (…), por no existir
razones que justificaran la prisión preventiva del señor Acosta Calderón por más de cinco años.

114. A pesar de que no se demostró por medios técnicos o científicos, como la ley lo exigía, que las sustancias
cuya posesión se atribuyó al señor Acosta Calderón eran estupefacientes, los tribunales llevaron adelante el
proceso en contra del inculpado con fundamento en la declaración policial (…) de quienes practicaron el
arresto. Esto demuestra que se trató de inculpar al señor Acosta Calderón sin indicios suficientes para ello,
presumiéndose que era culpable e infringiendo el principio de presunción de inocencia.

115. Por todo lo expuesto, la Corte declara que el Estado violó en perjuicio del señor Acosta Calderón el
derecho a la presunción de inocencia, reconocido en el artículo 8.2 de la Convención Americana, en conexión
con el artículo 1.1 de la misma.

3.3. Respecto al derecho a la comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada

118. El artículo 8.2.b de la Convención Americana ordena a las autoridades judiciales competentes notificar al
inculpado la acusación formulada en su contra, sus razones y los delitos o faltas por los cuales se le pretende
atribuir responsabilidad, en forma previa a la realización del proceso. Para que este derecho opere en plenitud
y satisfaga los fines que le son inherentes, es necesario que esa notificación ocurra antes de que el inculpado

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rinda su primera declaración. Sin esta garantía, se vería conculcado el derecho de aquél a preparar
debidamente su defensa.

119. En el caso sub judice quedó demostrado que la presunta víctima no tuvo conocimiento oportuno de la
acusación formulada en su contra, al no estar mencionada en el auto cabeza del proceso la legislación que
contenía el tipo penal aplicable en su caso (…)

120. En consecuencia, este Tribunal declara que el Estado violó en perjuicio del señor Acosta Calderón el
derecho a ser comunicado previa y detalladamente de la acusación formulada, consagrado en el artículo 8.2.b
de la Convención Americana, en conexión con el artículo 1.1. de la misma.

3.4 Respecto al derecho a la defensa

124. (…) [E]l señor Acosta Calderón no contó con la presencia de un abogado defensor al momento de realizar
el interrogatorio inicial ante la policía

125 (…) [C]omo detenido extranjero, no fue notificado de su derecho de comunicarse con un funcionario
consular de su país con el fin de procurar la asistencia reconocida en el artículo 36.1.b de la Convención de
Viena sobre Relaciones Consulares. El extranjero detenido, al momento de ser privado de su libertad y antes
de que rinda su primera declaración ante la autoridad, debe ser notificado de su derecho de establecer
contacto con una tercera persona, por ejemplo, un familiar, un abogado o un funcionario consular, según
corresponda, para informarle que se halla bajo custodia del Estado. En el caso de la notificación consular, la
Corte ha señalado que el cónsul podrá asistir al detenido en diversos actos de defensa, (…) En este sentido, la
Corte también ha señalado que el derecho individual de solicitar asistencia consular a su país de nacionalidad
debe ser reconocido y considerado en el marco de las garantías mínimas para brindar a los extranjeros la
oportunidad de preparar adecuadamente su defensa y contar con un juicio justo. La inobservancia de este
derecho afectó el derecho a la defensa del señor Acosta Calderón, el cual forma parte de las garantías del
debido proceso legal.

126. De lo expuesto, la Corte concluye que el Estado violó en perjuicio del señor Acosta Calderón el derecho a
la defensa, establecido en los artículos 8.2.d y 8.2.e de la Convención Americana, en conexión con el artículo
1.1. de la misma

127. Por todo lo expuesto, este Tribunal considera que el Estado violó el artículo 8.1, 8.2, 8.2.b, 8.2.d y 8.2.e de
la Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del señor Acosta Calderón.

La Corte declara que,

- El Estado violó, en perjuicio del señor Rigoberto Acosta Calderón, el Derecho a la Libertad Personal
consagrado en el artículo 7.1, 7.3 y 7.5 de la Convención Americana sobre

Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma.

- El Estado violó, en perjuicio del señor Rigoberto Acosta Calderón, el Derecho a la Libertad Personal y a la
Protección Judicial consagrados en los artículos 7.6 y 25 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma.

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- El Estado violó, en perjuicio del señor Rigoberto Acosta Calderón, el Derecho a las Garantías Judiciales
consagrado en el artículo 8.1, 8.2, 8.2.b, 8.2.d y 8.2.e de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
en relación con el artículo 1.1. de la misma.

- El Estado incumplió, al momento en que ocurrieron los hechos, con la obligación establecida en el artículo 2
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos en relación con el artículo 7.5 de la misma.

INVESTIGACIÓN PENAL PREPARATORIA

 Fallo Fernández Prieto

Recurso de hecho deducido por Patricia A. G. Azzi (defensora oficial) en la causa Fernández Prieto, Carlos
Alberto y otro s/ infracción ley 23.737 -causa n° 10.099-

Contra la sentencia de la Cámara Federal de Apelaciones de Mar del Plata que condenó a Carlos Alberto
Fernández Prieto a la pena de cinco años de prisión y multa de tres mil pesos como autor del delito de
transporte de sustancias estupefacientes (art. 5, inc. c, de la ley 23.737), dedujo la defensa recurso
extraordinario cuya denegación originó esta queja.

El 26 de mayo de 1992 a las 19, en circunstancias en que miembros del personal policial de la sección
"Sustracción de Automotores" recorrían la jurisdicción de General Pueyrredón, ciudad de Mar del Plata,
observaron que circulaba un vehículo marca Renault 12 con tres sujetos en su interior en "actitud sospechosa",
razón por la que lo interceptaron e hicieron descender a los ocupantes y lo requisaron en presencia de testigos
habiéndose hallado "ladrillos" característicos de picadura de marihuana tanto en el baúl como en el interior
del vehículo. Asimismo se incautaron de un arma y proyectiles que se encontraban en el baúl.

La autoridad policial dejó constancia de que "ante la prontitud y hora de la tarde, y tratándose además de una
zona casi despoblada (Punta Mogotes), en cuestión de habitantes ya que se halla completamente edificada, en
su mayoría chalets, nos trasladamos al asiento de la dependencia donde además de dar parte de lo
acontecido, se solicitará apoyo de personal especializado en la materia...se procede al secuestro de todo lo
narrado y descripto, incluido el automotor, y procediéndose a la detención de los interceptados..." (el acta es
firmada por los preventores, los testigos y el procesado).

Al prestar declaración indagatoria el procesado admitió que transportaba droga desde Capital Federal con
destino a la ciudad de Mar del Plata, y, si bien no cuestionó el procedimiento policial, dio una versión distinta
de la ubicación de aquélla en el interior del rodado. Uno de los testigos que firmó el acta relató las
circunstancias en que tuvo lugar el hallazgo de los efectos en el vehículo.

Al confirmar la sentencia condenatoria, el tribunal a quo admitió la validez de la requisa del automóvil y la
posterior detención de éste a consecuencia de haberse encontrado en aquél objetos vinculados a la
perpetración de un delito. Consideró que "la requisa efectuada en autos tuvo su origen en un estado de
sospecha previo que animaba a los funcionarios policiales, en circunstancias en que resultaba imposible
requerir una orden judicial previa, y que dicho proceder se llevó a cabo sin conculcar garantía o derecho
individual alguno.

La recurrente sostiene que la sentencia apelada vulnera el art. 18 de la Constitución Nacional toda vez que a su
criterio el a quo realizó una interpretación del art. 4 del Código de Procedimientos en Materia Penal violatoria
de aquella garantía, ya que los indicios vehementes de culpabilidad que se mencionan en la norma procesal

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-para habilitar a las fuerzas policiales a detener a una persona sin orden judicial- no pueden asimilarse al
"estado de sospecha" al que se alude en el fallo impugnado. Considera que "sólo cuando existan actuaciones
sumariales previas podrá efectuarse una detención y requisa sin orden...". Además se agravia de la omisión de
describir en qué consistió la "actitud sospechosa" y en la interpretación efectuada por el a quo de las garantías
constitucionales y normas procesales que rigen el caso pues -según aduce- se hallaría en contradicción a la
doctrina de esta Corte en el caso "Daray".

Por último invoca la aplicación al caso de la regla de exclusión del derecho norteamericano -teoría de los frutos
del árbol envenenado-, aceptada por esta Corte en algunos casos y alega la existencia de un supuesto de
gravedad institucional.

Los agravios de la apelante suscitan cuestión federal suficiente para la apertura de la instancia extraordinaria
pues la naturaleza del planteo conduce a determinar el alcance de la garantía del debido proceso y la que
establece que nadie puede ser arrestado sino en virtud de orden escrita emanada de autoridad competente.
Además existe relación directa entre la actuación del procesado y la validez de constancias probatorias
obtenidas a partir de actuaciones supuestamente nulas.

Contrariamente a lo afirmado por el recurrente, la causa de Fallos: 317:1985 no guarda analogía con la
presente, pues en ella se imputaba la ilegitimidad de una detención so pretexto de realizar "una mayor
verificación de la documentación del vehículo" mientras que en la presente lo que se sostiene es la nulidad de
la requisa de un automóvil, de la cual derivó la detención de sus ocupantes.

Resulta conveniente precisar que el art. 18 de la Constitución Nacional, al establecer que la orden de arresto
debe provenir de autoridad competente presupone una norma previa que establezca en qué casos y bajo qué
condiciones procede una privación de libertad. El art. 4 del Código de Procedimientos en Materia Penal (bajo
cuyo imperio se inició esta causa) es la norma que reglamenta el art. 18 de la Constitución Nacional al
establecer el deber de los agentes de policía de detener a las personas que sorprendan en flagrante delito y a
aquéllas contra quienes haya indicios vehementes o semiplena prueba de culpabilidad, debiendo ponerlos de
inmediato a disposición del juez competente.

A los efectos de determinar si resulta legítima la medida cautelar que tuvo por sustento la existen cia de un
estado de sospecha de la presunta comisión de un delito, ha de examinarse aquel concepto a la luz de las
circunstancias en que tuvo lugar la detención. En ese aspecto resulta ilustrativo recordar la opinión de la
Suprema Corte de los Estados Unidos de Norteamérica, en cuanto ha fijado pautas tendientes a precisar los
conceptos de "causa probable", "sospecha razonable", "situaciones de urgencia" y la "totalidad de las
circunstancias del caso".

El tribunal de ee.uu, asimismo, ha establecido la legitimidad de arrestos y requisas sin orden judicial que no
tuvieron por base la existencia de "causa probable" sino de "sospecha razonable". En ese sentido manifestó
que al igual que ocurre con el concepto de "causa probable", la definición de "sospecha razonable" es
necesario que sea flexible.

En cuanto a los vehículos interceptados para ser requisados, la Suprema Corte de los Estados Unidos de
Norteamérica ha desarrollado la doctrina de la "excepción de los automotores", en el caso "Carroll v. United
States" 267, U.S., 132, (1925), en el cual se convalidó la requisa de un automóvil sin orden judicial y la prueba

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obtenida de ese procedimiento, con fundamento en que los oficiales de policía tenían "causa probable" para
sospechar que había contrabando o evidencia de una actividad ilícita.

La Suprema Corte de los Estados Unidos ha establecido que para determinar si existe "causa probable"o
"sospecha razonable" para inspecciones y requisas se debe considerar la totalidad de las circunstancias del
caso.

Las pautas señaladas en los considerandos anteriores resultan aplicables al caso, porque el examen de las
especiales circunstancias en que se desarrolló el acto impugnado resulta decisivo para considerar legítima la
requisa del automóvil y detención de los ocupantes practicada por los funcionarios policiales. Ello debido a que
éstos habían sido comisionados para recorrer el radio de la jurisdicción en la específica función de prevención
del delito y en ese contexto interceptaron un automóvil al advertir que las personas que se encontraban en su
interior se hallaban en "actitud sospechosa" de la presunta comisión de un delito, sospecha que fue
corroborada con el hallazgo de efectos vinculados con el tráfico de estupefacientes y habiendo así procedido,
comunicaron de inmediato la detención al juez.

Por ello, los planteos de la defensa no pueden prosperar, puesto que no se advierte ninguna irregularidad en el
procedimiento de la que pueda inferirse violación alguna al debido proceso legal, más aún si se tiene en cuenta
que los preventores, una vez que interceptaron el automotor, requirieron la presencia de testigos para
requisarlo, uno de los cuales relató que en su presencia se secuestraron armas y efectos del interior del auto.
Además el procesado no cuestionó el procedimiento, sino el lugar -en el interior del rodado- en el que se
hallaban aquéllos, los que admitió que transportaba con fines de comercialización.

Resulta pertinente destacar asimismo, que existían razones de urgencia para no demorar el procedimiento
hasta recabar la orden judicial de detención, tal como surge de los argumentos expuestos en el cierre del acta,
pues al tratarse de un vehículo en circulación, esa demora hubiera favorecido tanto la desaparición del bien,
como los efectos que se hallaban en su interior y la posible fuga de los ocupantes.

La interpretación que propicia el recurrente del art. 4 del Código de Procedimientos en Materia Penal
prescinde así del significado constitucional de sus términos y de las restantes normas del ordenamiento
procesal penal, de las que resulta que en supuestos como el de autos en que la detención se realiza por parte
de la prevención policial, las garantías constitucionales en juego se resguardan mediante la regularidad del
procedimiento cumplido, según el examen de todas las circunstancias que lo rodearon conforme a las
constancias de autos y la comunicación inmediata al juez (arts. 4 última parte, 183, 184, 364 del código citado),
recaudo que se halla cumplido en la presente causa.

Bajo los supuestos enunciados, cabe concluir expresando que el acto de detención se efectuó dentro del
marco de una actuación prudente y razonable del personal policial en el ejercicio de sus funciones específicas,
en circunstancias de urgencia, sin que se halle probada ni mínimamente la vulneración de la norma que
reglamenta el art. 18 de la Constitución Nacional.

Asimismo, resulta conveniente recordar que los jueces tienen el deber de resguardar, dentro del marco
constitucional estricto, "la razón de justicia, que exige que el delito comprobado, no rinda beneficios".

Por lo demás, tampoco es posible olvidar que en el procedimiento penal tiene excepcional relevancia y debe
ser siempre tutelado "el interés público que reclama la determinación de la verdad en el juicio", ya que aquél

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no es sino el medio para alcanzar los valores más altos: la verdad y la justicia (doctrina citada en Fallos:
313:1305).

Es por ello que una solución diferente no implicaría un aseguramiento de la defensa en juicio, sino desconocer
la verdad material revelada en el proceso, toda vez que se trata de medios probatorios que no exhiben tacha
original alguna, más aún si se tiene en cuenta que el procesado al prestar declaración indagatoria reconoció
que en ocasión de ser detenido transportaba estupefacientes.

Por ello, se confirma la sentencia apelada. Hágase saber y devuélvase.

ETAPA DE JUICIO-JUICIO ORAL

 Fallo Benítez (Recurso de hecho deducido por la defensa de Aníbal Leonel Benítez en la causa Benítez,
Aníbal Leonel s/ lesiones graves para decidir sobre su procedencia).

El Tribunal Oral en lo Criminal N° 8 condenó a Aníbal Leonel Benítez a la pena de dos años y seis meses de
prisión y costas como autor del delito de lesiones graves, calificado por haber sido cometido con un arma de
fuego.

En contra de dicha condena la defensa interpuso recurso de casación con fundamento en vicios de
procedimiento originados durante el debate. En lo fundamental, cuestionó la incorporación por lectura de
testimonios que fueron utilizados como prueba de cargo sin que esa parte hubiera tenido la oportunidad de
interrogar a los testigos, y consideró que una interpretación tan amplia de las excepciones a la inmediación y a
la oralidad previstas en el art. 391 del Código Procesal Penal de la Nación, además de desnaturalizar el debate,
había lesionado el derecho de defensa en juicio del imputado, y en particular, su derecho a interrogar o hacer
interrogar a los testigos, consagrado por los arts. 18 de la Constitución Nacional, 8.2.f de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y 14.3.e del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

La Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal declaró mal concedido el recurso. En su decisión, el a quo
sostuvo que el tribunal oral, al disponer la incorporación por lectura, se había atenido a lo dispuesto por el art.
391, Código Procesal Penal de la Nación, toda vez que habían resultado infructuosas las diligencias para lograr
la comparecencia de los testigos a la audiencia, y que la defensa, por su parte, no cuestionó la
constitucionalidad del precepto legal invocado por los jueces. Agregó, por lo demás, que la recurrente no
demostró que, excluidas las declaraciones testimoniales cuya incorporación fue impugnada, no se pudiera
llegar, de todos modos, a un pronunciamiento condenatorio.

En contra de esta decisión la defensa interpuso el recurso extraordinario, que fue rechazado, lo cual dio origen
a la presente queja.

En la medida en que se encuentra en discusión el alcance del "derecho de la defensa de interrogar a los
testigos presentes en el tribunal y de obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas
que puedan arrojar luz sobre los hechos" y la decisión definitiva del tribunal superior de la causa ha sido
contraria al derecho federal invocado por la apelante, resulta formalmente procedente la vía extraordinaria
intentada.

Aníbal Leonel Benítez fue llevado a juicio por haber amenazado de muerte con un arma de fuego, junto con
Hipólito Ricardo Pérez, a Juan Horacio Bejarano, el 3 de diciembre de 2000, a las 4.30 hs. aproximadamente, en

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la puerta del domicilio de este último. Luego de que Benítez intentara dispararle sin éxito a Bejarano, ambos
comenzaron a forcejear, y se produjo un disparo que produjo lesiones graves al damnificado.

En apoyo de la acusación, el fiscal indica que "la evidencia de la responsabilidad de Aníbal Leonel Benítez en el
hecho que se le imputa se basa principalmente en los dichos del damnificado Bejarano, de los testigos
Gregorio, Herminio y Osvaldo Paredes, de Espínola y del personal policial interviniente; los informes médicos y
de la División Balística" (sin destacar en el original).

Al realizarse el debate se dejó constancia de que no fue posible lograr la comparecencia de los testigos Juan
Horacio Bejarano, Gregorio, Osvaldo y Herminio Paredes, Hipólito Ricardo Pérez y Pascualina Núñez González,
y con oposición de la defensa de Benítez, se resolvió incorporar por lectura las declaraciones que los
nombrados habían prestado durante la etapa de instrucción mientras dicho imputado aún no había sido
habido.

En la sentencia, el tribunal oral consideró que la ausencia en el juicio de Gregorio Paredes -testigo directo del
hecho- y de la víctima, impedían tener por acreditado el dolo de homicidio, pero que sí existían elementos de
convicción suficientes con relación a las graves lesiones producidas por Benítez a Bejarano con un arma de
fuego.

El imputado había sostenido una versión contraria a la de la acusación, al afirmar que había sido Bejarano
quien le había apuntado con un arma de fuego, y que por esa razón se produjo el forcejeo que derivó en el
disparo. No obstante, el descargo en cuestión fue rechazado por el sentenciante, sobre la base de "las
contestes versiones en contrario de Bejarano y Gregorio Paredes" así como "la intervención que le achaca [el
coimputado] Pérez". Se señala, asimismo, que "la hipótesis de amenaza con un arma de fuego por parte de
Bejarano y la negativa de Benítez...no encuentran sustento sino cabal oposición en los contestes testimonios
de Bejarano y Gregorio Paredes, ni siquiera fueron avaladas por el coprocesado Pérez, y resultan
manifiestamente incompatibles con el testimonio de Espínola...".

En efecto, la sentencia de condena parte de la base de que los nombrados, además de Benítez, fueron los
únicos que estuvieron efectivamente presentes durante el incidente, y de los fundamentos expresados en la
decisión se deriva claramente que fueron los dichos de los mencionados los que dieron verdadero sustento al
rechazo de los descargos ensayados por el imputado.

El tribunal de juicio fundó la sentencia de condena en prueba de cargo decisiva que la defensa no tuvo
oportunidad adecuada de controlar, en desmedro del derecho consagrado por los arts. 8.2.f, de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, y 14.3.e, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Resulta inaceptable la afirmación del a quo relativa a que "la defensa no ha demostrado que, excluida las
declaraciones testimoniales cuya incorporación por lectura ha sido puesta en crisis, la restante prueba
colectada impida alcanzar certidumbre acerca de la forma en que sucedieron los hechos y respecto de la
participación penalmente responsable de Benítez". En efecto, en un caso como el presente, en que
prácticamente toda la prueba de cargo de alguna significación fue incorporada por lectura, una exigencia
semejante carece de todo sustento.

La circunstancia señalada por el a quo con relación a que la incorporación por lectura de las declaraciones se
produjo en el marco del art. 391 del Código Procesal Penal de la Nación, en razón de que resultaron
infructuosas las numerosas diligencias para lograr su comparecencia a la audiencia@ no basta para subsanar la

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lesión al derecho de defensa producida durante el debate. El hecho de que el Estado haya realizado todos los
esfuerzos posibles para hallar al testigo y para satisfacer la pretensión de la defensa de interrogarlo, carece de
toda relevancia, pues lo que se encuentra en discusión es otra cosa: si la base probatoria obtenida sin control
de la defensa es legítima como tal. De allí que la invocación de la imposibilidad de hacer comparecer al testigo
no baste para subsanar la lesión al debido proceso que significa que, finalmente, la parte no haya tenido
siquiera la posibilidad de controlar dicha prueba. Desde este punto de vista, lo decisivo no es la legitimidad del
procedimiento de incorporación por lectura, el cual, bajo ciertas condiciones, bien puede resultar admisible,
sino que lo que se debe garantizar es que al utilizar tales declaraciones como prueba se respete el derecho de
defensa del acusado.

La palmaria lesión al derecho de defensa producida en el caso por la incorporación por lectura de testimonios
de cargo torna inoficioso el examen de los restantes agravios de la recurrente, invocados desde la perspectiva
de las exigencias constitucionales de oralidad, publicidad e inmediación del debate.

Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso
extraordinario y se deja sin efecto la sentencia apelada. Vuelvan los autos al tribunal de origen, a fin de que
por quien corresponda se dicte nueva sentencia con arreglo al presente.

 Fallo Gallo Lopez “Recurso de hecho deducido por el Fiscal General ante la Cámara Nacional de
Casación Penal en la causa Gallo López, Javier s/ causa Nº 2222”, para decidir sobre su Procedencia”.

Las presentes actuaciones se investigaron y juzgaron, tanto la promoción de la corrupción como los abusos
sexuales que habrían sido cometidos por Javier Gallo López sobre su hija M.V.G.S, con quien convivía, desde el
año 2000, fecha en que la niña contaba con 12 años de edad, accediéndola carnalmente por vía vaginal,
ejerciendo violencia física y amenazándola de muerte para que no lo denunciara.

El Tribunal Oral en lo Criminal nº 12 de la Capital Federal resolvió condenarlo a la pena de dieciocho años de
prisión, accesorias legales y costas, por considerarlo autor del delito de abuso sexual con acceso carnal
agravado por haber sido cometido por un ascendiente —al menos en dos oportunidades— en concurso ideal
con el delito de corrupción de una menor de dieciocho años de edad agravado por la misma circunstancia.

Contra dicha decisión, el abogado defensor del condenado, interpuso un recurso de casación argumentando la
imposibilidad que había tenido la defensa de controvertir los dichos de la joven y su tía, denunciante en la
causa, y ello, en el primero de los casos, como consecuencia de haber sido desaconsejada por las expertas su
comparecencia en juicio a la luz del intento de suicidio y de los episodios psicóticos padecidos por la joven y en
el segundo caso, por la imposibilidad de dar con el paradero de la denunciante.

El mencionado recurso fue concedido y radicado ante la Sala IV de la Cámara Nacional de Casación Penal que
anuló la sentencia condenatoria y reenvió las actuaciones a un nuevo tribunal, para que se ocupara de que la
víctima fuera preparada psicológicamente para prestar declaración en el debate y de la búsqueda intensiva de
la denunciante, a fin de que se realizara un nuevo juicio.

Contra esa resolución el Fiscal General interpuso el recurso extraordinario federal cuya denegación derivó en la
presente queja, que fue mantenida por el señor Procurador Fiscal ante el Tribunal. en el recurso extraordinario
el Fiscal General planteó la arbitrariedad del fallo recurrido por considerar —entre otras cuestiones— que “las
declaraciones omitidas en el juicio de referencia no constituyen el único ‘hilo conductor’ de la investigación y
la responsabilidad del imputado en los hechos denunciados. En efecto, debe reconocerse que la prueba

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señalada era de suma importancia para dilucidar lo ocurrido, mas no fue la única en la cual se basó la
sentencia que culminó en la condena de Gallo López”.

El fallo impugnado resulta asimilable por sus efectos a una sentencia definitiva, ya que constituiría una
decisión exculpatoria o absolutoria, dada la imposibilidad de la víctima —según el criterio de los médicos
forenses— de prestar declaración en el debate, razón por la cual cabe dar por satisfecho el cumplimiento de
este requisito propio de la vía intentada.

El a quo decidió anular el pronunciamiento de reenviando las actuaciones a un nuevo Tribunal, a fin de que,
practicado un nuevo juicio, se dicte sentencia conforme al voto mayoritario.

Al fundar sus dichos, tal como lo sostiene el recurrente, el a quo construyó una nulidad en abierta
contradicción a la doctrina sentada por la Corte.

A ello, sumó contradicciones manifiestas al evidenciar su opinión respecto de la salud mental de la joven pues
no obstante considerarla comprometida, sostuvo que la declaración de aquélla debía llevarse a cabo de todos
modos, si no se viera por ello afectada, “aún más” o “sin alto riesgo”, entendiendo por este último algo más
que el riesgo de vida oportunamente denunciado por las peritos profesionales de la salud intervinientes. sin
desmedro de lo anterior y de las demás cuestiones que —al decir de la parte recurrente— el a quo debió
también atender, tales como los mecanismos especiales de protección de los derechos de quienes ya se
encuentran en situación de vulnerabilidad, el agravio relativo a la prueba independiente, importa referir que el
tribunal de juicio fundamentó las declaraciones de culpabilidad de Gallo López en otras pruebas. A tal fin
resultaron determinantes para la construcción de la sentencia condenatoria, a) el examen ginecológico, por el
que se constató que la menor presentaba a nivel genital desgarros himeneales de características antiguas —
que habían completado su período de cicatrización de alrededor de 7 a 10 días—, cuyo mecanismo
determinante fue la penetración de un objeto romo, duro o semiduro; b) las conclusiones del peritaje
efectuado sobre el colchón de la víctima —en el que se habrían producido las vejaciones— toda vez que “…se
comprobó la presencia de sangre y semen humano” compatible “…con la información genética obtenida de la
muestra de sangre perteneciente al encausado, con una probabilidad del 99,9999999990385%”, c) la
declaración en el debate de la licenciada Norma Griselda Miotto, psicóloga del Cuerpo Médico Forense, quien
señaló que la menor de edad —durante las entrevistas que realizó— siempre se mantuvo en su discurso sobre
los abusos de los que había sido objeto por parte de su padre, que no existían dudas de las consecuencias
traumáticas de lo que había sufrido y, por último, que la damnificada se encontraba en un estado de extrema
vulnerabilidad por las vivencias de intensa agresión padecidas, siendo factible que pudiera intentar suicidarse,
lo que sumado al resultado de los peritajes médicos permitirían corroborar la veracidad de la imputación.

En tales condiciones, no puede sino colegirse de lo anterior que las pruebas objetivas —que en modo alguno
fueron impugnadas por la defensa— consideradas por el tribunal de juicio a los fines de emitir su fallo
condenatorio, debieron cuanto menos ser atendidas por el a quo en orden a examinar si constituían un curso
causal probatorio independiente, lo que fundamenta per se el carácter arbitrario del pronunciamiento
recurrido.

En virtud de lo expuesto cabe concluir que la sentencia impugnada no constituye una derivación razonada y
lógica del derecho vigente con arreglo a las circunstancias comprobadas de la causa, lo que configura un
supuesto de arbitrariedad que justifica su descalificación como acto jurisdiccional válido.

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Por todo lo expuesto, de conformidad con lo dictaminado por

el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario y se deja
sin efecto el pronunciamiento recurrido.

Voto de Highton de Nolasco

Decisiones como la cuestionada pueden equipararse a una sentencia definitiva, con sustento en el daño
psicológico que podría sufrir la víctima y la consiguiente lesión de los derechos que le asisten en tal carácter.

Se debe determinar qué alcance corresponde otorgar al derecho del imputado a controlar de modo útil la
prueba (art. 14 párrafo 3 inciso “e” del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y 8 párrafo 2 inciso
“f” de la Convención Americana sobre Derechos Humanos) frente a los derechos de una víctima en condición
de vulnerabilidad, pues incumbe al Estado la carga de justificar la limitación que se deba verificar.

Se encuentra en condición de vulnerabilidad aquella víctima del delito que tiene una relevante limitación para
evitar o mitigar los daños y perjuicios derivados de la infracción penal o de su contacto con el sistema de
justicia o para afrontar los riesgos de sufrir una nueva víctimización. La vulnerabilidad puede proceder de sus
propias características personales o bien de las circunstancias de la infracción penal. Se destacan, entre otras
víctimas, las menores de edad y las que padecieron delitos sexuales. Todas estas condiciones se presentaron
en la damnificada.

Los jueces deben adoptar en estos casos las medidas que resulten adecuadas para moderar los efectos
negativos del delito (víctimización primaria) y también deben procurar que el daño sufrido no se vea
incrementado como consecuencia del contacto con el sistema de justicia (victimización secundaria); en todas
las fases del procedimiento penal, deben proteger la integridad física y psicológica de la víctima.

La sentencia anulada por la cámara de casación había garantizado el cumplimiento de esos parámetros y si
bien es cierto que para ello necesitó restringir el derecho a interrogar del imputado, lo hizo en la medida
estrictamente necesaria para preservar la salud psicofísica de la damnificada, con argumentos pertinentes que
se basaron en un informe médico que demostró objetiva y concretamente, superando toda mención genérica,
el alto riesgo que para su salud mental una decisión en contrario podía aparejar.

No puede sostenerse que la incorporación por lectura de los dichos de la víctima hubiera generado una
iniquidad inaceptable entre los derechos colisionantes. No toda restricción del derecho a interrogar es
incompatible con la noción de un juicio justo, en tanto y en cuanto —como en el caso— no se resigne
definitivamente a mantener el equilibrio que debe mediar entre la acusación y la defensa.

Que por ello, de conformidad con lo dictaminado por el señor Procurador Fiscal se hace lugar a la queja, se
declara procedente el recurso extraordinario y se deja sin efecto el pronunciamiento impugnado.

 Fallo Cattonar (abuso deshonesto)

El recurso extraordinario concedido en autos fue interpuesto con fundamento en la violación a las garantías
del debido proceso y la defensa en juicio, contra la sentencia del Tribunal Oral en lo Criminal N° 5 que condenó
a Julio Pablo Cattonar a la pena de un año y seis meses de prisión en suspenso como autor penalmente
responsable del delito de abuso deshonesto, a pesar del pedido de absolución por duda formulado por el fiscal
de juicio.

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Si bien esta Corte en la causa Giroldi declaró la inconstitucionalidad de la limitación establecida en el artículo
459, inciso 2° del Código Procesal Penal corresponde establecer que la autoridad institucional de las pautas
jurisprudenciales contenidas respecto al recaudo de tribunal superior de la causa en el ámbito de la justicia
federal, deberá comenzar a regir para las apelaciones extraordinarias federales dirigidas contra sentencias
notificadas con posterioridad a la primera de las decisiones nombradas.

Lo contrario conduciría a un resultado adverso a aquel que se pretendió lograr ya que se impediría la apertura
de la instancia extraordinaria en un momento en el que el acceso a la Cámara Nacional de Casación Penal se
encuentra clausurado por la preclusión en la etapa pertinente. En tales condiciones, corresponde que este
Tribunal se avoque al conocimiento de la procedencia del recurso.

En el sub lite no han sido respetadas esas formas, en la medida en que se ha dictado sentencia condenatoria
sin que mediase acusación. En efecto, dispuesta la elevación a juicio, el fiscal durante el debate solicitó la
absolución del imputado y, pese a ello, el tribunal de juicio impuso la condena recurrida, lo cual pone al
descubierto una transgresión a las garantías constitucionales de la defensa en juicio y el debido proceso que
conducen a la revocación del pronunciamiento recurrido.

Por ello, se resuelve: Declarar procedente el recurso extraordinario y dejar sin efecto el pronunciamiento
apelado. Hágase saber y devuélvase al tribunal de origen, a fin de que, por quien corresponda, se dicte un
nuevo fallo conforme a lo resuelto por el presente.

 Fallo Tarifeño (encubrimiento con abuso de autoridad)

La Cámara en lo Criminal de Neuquén condenó a Francisco Tarifeño, como autor del delito previsto en el art.
274 del Código Penal modificando en beneficio del nombrado la calificación legal propuesta en el auto de
elevación a juicio que encuadraba la conducta incriminada en los arts. 277 y 248, con la relación concursal del
art. 54 del código citado.

Contra ella la defensa interpuso incidente de nulidad y de prescripción de la acción penal, sustentando esta
excepción en que de acuerdo con el encuadre legal mencionado, el llamado a prestar declaración indagatoria a
Tarifeño se habría producido luego de vencido el plazo establecido en el art. 62 inc. 4º del Código Penal.

Rechazados estos planteos la defensa interpuso recurso extraordinario contra la sentencia condenatoria y
contra la resolución recién citada.

En ambos casos el recurso fue denegado por el a quo quien, entre otros argumentos, señaló que no reviste la
calidad de tribunal superior de la causa, ya que aún era posible para el apelante, a su juicio, interponer el
recurso de casación previsto en el art. 415 del Código de Procedimientos local, sin que obste a ello que el
monto y calidad de la pena impuesta (un año y medio de inhabilitación absoluta), sea inferior al mínimo
establecido como condición de procedencia del recurso en el art. 418, inc. 2 º ibidem ya que el delito juzgado
es materia correccional por su naturaleza (art. 25, inc. 1º, del C.P.P. y C.) y hubiese sido fallado por el
correccional de no haber mediado las causales de conexidad (arts. 33, inc. 2, y 34, inc. 1 º del C.P.P. y C.) que
hicieron que la causa fuera radicada en la cámara. Por tal motivo, a juicio del a quo, debió tenerse como
condición de procedencia del recurso casatorio la prevista en el inc. 1º del art. 418 citado.

La defensa interpuso entonces el presente recurso de hecho en el que sostuvo que cuando en el art. 418 se
establecen mayores limitaciones para la vía casatoria contra los fallos de la cámara que contra los del juez

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correccional se ha tenido en cuenta exclusivamente la mayor jerarquía funcional de la primera y no la


competencia para juzgar un delito, ya que de haber querido esto último, así debió haberlo expresado el
legislador.

Sin perjuicio de la inobservancia del requisito propio de la vía intentada, señalada en el dictamen que
antecede, la lectura del expediente pone al descubierto una trasgresión a las garantías constitucionales de la
defensa en juicio y el debido proceso de tal entidad que, más allá de cualquier imperfección en la habilitación
dela competencia de la Corte para conocer de los agravios expresados res pecto de la sentencia apelada,
afecta la validez misma de su pronunciamiento, circunstancia que debe ser atendida y declarada con
antelación a cualquier otra cuestión que se hubiera planteado.

En efecto, si bien es doctrina de este Tribunal que sus sentencias deben limitarse a lo peticionado por las
partes en el recurso extraordinario constituye un requisito previo emanado de su función jurisdiccional
el control, aun de oficio, del desarrollo del procedimiento cuando se encuentran involucrados aspectos
que atañen al orden público.

Esta Corte tiene dicho reiteradamente que en materia criminal la garantía consagrada por el art. 18 de la
Constitución Nacional exige la observancia de las formas sustanciales del juicio relativas a la acusación,
defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces naturales. en el sub lite no han sido respetadas esas
formas, en la medida en que se ha dictado sentencia condenatoria sin que mediase acusación. En efecto,
dispuesta la elevación a juicio, durante el debate el fiscal solicitó la libre absolución del sujeto pasivo del
proceso, y, pese a ello, el tribunal de juicio emitió la sentencia recurrida, por lo que corresponde
decretar su nulidad y la de las actuaciones posteriores que son consecuencia de ese acto inválido.

Por ello, se resuelve: Declarar la nulidad del fallo y de los actos procesales dictados en su consecuencia.
Hágase saber, incorpórese al principal y devuélvase a su origen para que se prosiga con la tramitación de
la causa conforme a derecho.

 Fallo Santillán (recurso de casación)

La Cámara Nacional de Casación Penal confirmó la sentencia del tribunal oral que había absuelto a Francisco
Agustín Santillán del delito por el cual fue oportunamente requerida la elevación de la causa a juicio por la
parte querellante y el fiscal.

En ocasión de alegar oralmente sobre la prueba producida (art. 393 del Código Procesal Penal de la Nación), el
representante del ministerio público solicitó la absolución del procesado por considerar atípicos los hechos en
que se había fundado la conducta a él atribuida, en tanto que el querellante particular requirió que se le
condenase por el delito de abandono de persona agravado (art. 106, párrafo segundo del Código Penal) a la
pena de cinco años de prisión.

El a quo consideró que, como consecuencia de las facultades conferidas por el actual ordenamiento procesal al
representante del ministerio público para el ejercicio de la acción penal pública, la actuación del querellante
particular no era autónoma respecto de aquel órgano y que, por ello, postulada la absolución por el primero, el
pedido de condena de la querella no era suficiente para habilitar al tribunal a emitir un pronunciamiento de
condena. Por tal motivo absolvió a Santillán por inobservancia de una de las formas sustanciales del juicio (art.
18 de la Constitución Nacional).

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Contra ese pronunciamiento, la parte querellante interpuso el recurso extraordinario federal con apoyo en la
doctrina de arbitrariedad de sentencias, por considerar que la resolución apelada no constituía una derivación
razonada del derecho vigente. Argumentó que, a diferencia del precedente de la Corte Tarifeño, Francisco, en
el sub lite la parte querellante legalmente constituida había ejercido en plenitud su pretensión punitiva
respecto de la cual la defensa pudo, a su turno, hacer valer los derechos que pudieren asistirle. En tales
condiciones, en la medida en que el tribunal de la instancia anterior estaba obligado a ejercer su jurisdicción y
no lo hizo, estimó conculcados sus derechos a la igualdad y al debido proceso.

El a quo declaró improcedente el remedio federal con apoyo en la arbitrariedad invocada y habilitó la vía
extraordinaria respecto de la cuestión federal fundada en la inobservancia de las formas sustanciales del juicio.

En autos existe cuestión federal suficiente para habilitar la instancia extraordinaria, en la medida en que se ha
puesto en tela de juicio el alcance del art. 18 de la Constitución Nacional.

Cabe señalar que las circunstancias que concurren en el sub lite difieren sustancialmente de aquéllas que
dieron origen al precedente "Tarifeño" antes citado, y lo resuelto.

Mientras que en esos casos las partes legitimadas para ello no habían formulado acusación alguna durante el
proceso, en la etapa prevista en los respectivos ordenamientos procesales penales, en autos -pese al pedido de
absolución formulado por el representante del ministerio público en la oportunidad prevista por el art. 393 del
Código Procesal Penal de la Nación- el querellante particular solicitó, en esa misma oportunidad, la imposición
de una pena en los términos ut supra reseñados.

Al precisar qué debe entenderse por procedimientos judiciales a los efectos del art. 18 de la Constitución
Nacional, ha dicho que esa norma exige la observancia de las formas sustanciales del juicio relativas a la
acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces naturales y dotó así de contenido constitucional
al principio de bilateralidad sobre cuya base, en consecuencia, el legislador está sujeto a reglamentar el
proceso criminal.

De ello se sigue que la exigencia de acusación, como forma sustancial en todo proceso penal, salvaguarda la
defensa en juicio del justiciable, sin que tal requisito tenga otro alcance que el antes expuesto o contenga
distingo alguno respecto del carácter público o privado de quien la formula.

En el marco del derecho a la jurisdicción consagrado implícitamente en el art. 18 de la Carta Magna y cuyo
alcance, como la posibilidad de ocurrir ante algún órgano jurisdiccional en procura de justicia y obtener de él
sentencia útil relativa a los derechos de los litigantes, es coincidente con el que reconocen los arts. 8°, párrafo
primero, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 14.1. del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos.

Es misión de los jueces contribuir al eficaz y justo desempeño de los poderes atribuidos al Estado para el
cumplimiento de sus fines del modo más beneficioso para la comunidad y los individuos que la forman y en el
logro de este propósito de asegurar la administración de justicia no deben estar cegados al principio de
supremacía constitucional para que esa función sea plena y cabalmente eficaz.

Es principio aceptado que jamás la inconsecuencia o falta de previsión pueden suponerse en el legislador, por
lo que el a quo debió, frente a los diversos intereses en juego que surgen de la normativa constitucional a

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aplicarse en el sub examine, interpretar las normas del Código Procesal Penal de la Nación de modo que
armonizasen con el ordenamiento jurídico restante y con los principios y garantías de la Constitución, evitando
darles un sentido que pone en pugna sus disposiciones, destruyendo las unas por las otras y adoptando como
verdadero el que las concilie y deje a todas con valor y efecto.

Ello es así aun cuando el a quo estimase, en el marco de atribuciones que le competen en materia no federal,
que la norma procesal ofrece distintas interpretaciones posibles, caso en el cual no debió optar por aquélla
que -como en el sub lite- ha ido en desmedro de una adecuada hermenéutica de las normas en juego, con
serio menoscabo de los derechos asegurados por la Constitución Nacional al privar al particular querellante, a
quien la ley le reconoce el derecho a formular acusación en juicio penal, de un pronunciamiento útil relativo a
sus derechos, pues esta interpretación dejaría a aquél vacuo de contenido.

Por ello, oído el señor Procurador General, se declara procedente el recurso extraordinario y se deja sin efecto
el pronunciamiento apelado. Hágase saber y devuélvase al tribunal de origen a fin de que, por quien
corresponda, se dicte un nuevo fallo conforme a derecho.

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