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Introducción:

Los suelos tienen su origen en los macizos rocosos preexistentes que constituyen
la roca madre, sometida a la acción ambiental disgregadora de la erosión en sus
tres facetas. Una es la física, debida a cambios térmicos y a la acción del agua.
Estas acciones físicas tienden a romper la roca inicial y a dividirla en fragmentos
de tamaño cada vez más pequeño, que pueden ser separados de la roca por
agentes activos (agua, viento, gravedad) y llevados a otros puntos en los que
continúa la acción erosiva. Es decir, tienden a crear las partículas que van a
formar el suelo. Así mismo, la segunda es la química, originada por fenómenos de
hidratación, disolución, oxidación, cementación, etc. Esta acción, por lo tanto,
tiende tanto a disgregar como a cementar, lo que quiere decir que puede ayudar a
la acción física y, posteriormente, cementar los productos formados, dando unión
química a las partículas pequeñas, tamaño suelo, que se forman, aunque la mayor
parte de las veces contribuye más a destruir y transformar que a unir. Por último,
está la biológica, que es producida por actividad bacteriana, induciendo
putrefacciones de materiales orgánicos y mezclando el producto con otras
partículas de origen físico-químico, actuando de elemento catalizador, etc.

Todo ello da lugar a fenómenos de disgregación y transformación de la roca,


creándose el perfil de meteorización. Cuando el suelo permanece in situ sin ser
transportado, se le conoce como suelo residual, y cuando ha sufrido transporte,
formando depósitos coluviales, aluviales, etc., se denomina suelo transportado.
Así mismo, la materia sólida que constituye el suelo presenta composición química
diferente según la roca o rocas que dieron origen al suelo y las transformaciones
ocasionadas por la erosión en esas partículas, por lo que puede encontrarse
materia orgánica (muy deformable), sales diversas, carbonatos (que ayudan a
cementar las partículas), etc.

Para estudiar un material complejo como el suelo (con diferente tamaño de


partículas y composición química) es necesario seguir una metodología con
definiciones y sistemas de evaluación de propiedades. Así, se han clasificado los
suelos en cuatro grandes grupos en función de su granulometría.
Las gravas, con tamaño de grano entre unos 8-10 cm y 2 mm; se caracterizan
porque los granos son observables directamente. No retienen el agua, por la
inactividad de su superficie y los grandes huecos existentes entre partículas.

Las arenas, con partículas comprendidas entre 2 y 0,060 mm, todavía son
observables a simple vista. Cuando se mezclan con el agua no se forman
agregados continuos, sino que se separan de ella con facilidad.

Los limos, con partículas comprendidas entre 0,060 y 0,002 mm (algunas


normativas indican que este último valor debe de ser 0,005 mm, pero no hay
apenas consecuencias prácticas entre ambas distinciones). Retienen el agua
mejor que los tamaños superiores.

Las arcillas, formadas por partículas con tamaños inferiores a los limos (0,002
mm). Se trata ya de partículas tamaño gel y se necesita que haya habido
transformaciones químicas para llegar a estos tamaños. . Están formadas,
principalmente, por minerales silicatados, constituidos por cadenas de elementos
tetraédricos y octaédricos, unidas por enlaces covalentes débiles, pudiendo entrar
las moléculas de agua entre las cadenas produciendo, a veces, aumentos de
volumen. Todo ello hace que la capacidad de retención del agua sea muy grande,
por lo que son generalmente los materiales más problemáticos.

En campo se hacen pruebas físicas de valor estimativo, a esta practica se le


denomina identificación de suelo en campo, ejemplos de ellos son la tenacidad,
resistencia en estado sexo, dilatancia, color, olor, textura y apariencia.

Las pruebas de campo y laboratorio nos permiten definir parámetros importantes


para los proyectos de ingeniería civil, tales como: capacidad de carga, resistencia
de los suelos, perfil estratigráfico, clasificación de suelos, etc.

Una característica que hace muy distintivos a diferentes tipos de suelos es la


cohesión. Debido a ello, los suelos se clasifican en cohesivos y no cohesivos.

Los suelos cohesivos son los que poseen cohesión, es decir, la propiedad de
atracción intermolecular, la cual se ve afectada por el contenido de agua. Además,
se pueden clasificar los suelos por sus partículas, toda partícula menor a 0.075
mm es cohesivo, y toda partícula mayor a 0.075 mm es no cohesivo.

Por otra parte, la densidad de sólidos se define como la relación existente entre el
peso específico de los sólidos y el peso específico del volumen de agua destilada
desalojada a la temperatura ambiente. Por lo general, existe una variación de la
densidad de sólidos, la cual se encuentra entre los valores 2.60 y 2.80 unidades,
aunque existen casos donde no se cumple debido que en distintas muestras de
material se pueden encontrar presencia de materia orgánica la cual disminuye su
densidad, y en otros casos puede aumentar su densidad debido a la presencia de
minerales como lo es el hierro.

La masa específica relativa de los solidos es una propiedad índice que debe
determinarse a todos los suelos, debido a que este valor interviene en la mayor
parte de los cálculos relacionados con la mecánica de suelos, en forma relativa,
con los diversos valores determinados en el laboratorio pueden clasificarse
algunos materiales. Una de las aplicaciones mas comunes de la densidad (Ss), es
en la obtención del volumen de sólidos, cuando se calculan las relaciones
gravimétricas y volumétricas de un suelo.

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