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Seminario Diocesano de Matamoros

Instituto de Teología
Gabriel de la Cruz Santiago
Historia de la Iglesia: La Guerra de los Cien años

En general en la Edad Media, aceptaba la guerra con fatalismo, formaba parte del plan
divino, junto con el hambre, las inundaciones y la peste como manifestación del castigo
divino por los pecados cometidos. ¿Dónde han buscado los historiadores las causas de la
llamada Guerra de los cien años? Uno de los elementos es la confiscación del ducado de
Aquitania por el rey Felipe VI de Francia en mayo de 1337.
Haciendo pasar una serie de problemas ya antiguos cuyas raíces se encuentran en dos
factores: el primero era que, desde el siglo XI, los reyes de Inglaterra poseían una gran
parte del noreste de Francia, una zona que se extendía desde Normandía, hasta el ducado de
Aquitania que, un siglo después paso a manos de Enrique II gracias a su matrimonio con la
duquesa Leonor, que fuera anterior esposa de Luis VII de Francia.
En octubre de 1259, Enrique III firmó un tratado de paz con Luis IX (san Luis) de Francia
por el cual, renunciaba sobre los derechos sobre Normandía, Maine, Anjou, Turena y
Poitou, mientras que el rey francés, reconociendo a Enrique como vasallo en Aquitania y
otros territorios del sudoeste, lo convertía en par de Francia. Los términos del tratado
establecieron una nueva relación feudal entre los reyes de Francia y los de Inglaterra,
sembrando la simiente de no pocos conflictos futuros.
Los orígenes de ese conflicto eran dobles. El primero era el homenaje ligio que estaba
obligado a prestar Enrique III a los reyes franceses. En segundo lugar, es el ducado de
Aquitania estaba en manos de un rey que se había convertido en vasallo de otro rey.
Provocando innumerables complicaciones. En 1294 Felipe anunció la confiscación del
ducado de Aquitania, al mes siguiente, Eduardo rompió sus vínculos feudales con la corona
de Francia y los dos países no tardaron en entrar en guerra. La lucha cesó en 1297 la paz no
se reestableció hasta 1303, fecha en el que el ducado fue devuelto y se reestableció la
situación anterior a 1294.
La situación es la prolongada disputa de Aquitania con el derecho de Eduardo III, el 24 de
mayo, Felipe VI confiscó el ducado para la corona francesa como consecuencias de los
numerosos actos de rebelión y desobediencia de Eduardo. Se considera que esta decisión
marca el comienzo de la guerra de los Cien años. las causas a medio y corto plazo del
estallido de la guerra fueron el problema de la relación feudal del rey de Francia con su
vasallo más importante, el duque de Aquitania, que era además rey de Inglaterra, y el de la
sucesión a la corona de Francia.
1337- 1360
Eduardo III había prestado apoyo moral a Roberto de Artois, condenado por los franceses
como traidor y enemigo declarado del rey de Francia. Se podía considerar que el monarca
inglés había quebrantado su juramento de fidelidad mediante ese grave acto de desafío. A
fin de evitar la escalada de la guerra, el papa Clemente VI convocó a ambos bandos a
celebrar una conferencia en Aviñón en octubre de 1344. Sin embargo, pronto se hizo
evidente que el abismo que existía entre franceses e ingleses era muy profundo. Para los
ingleses ningún acuerdo era posible sin que se tuvieran en cuenta los derechos de su
monarca a la corona de Francia. Francia pierde en esta batalla.
1360-1396
El tratado de Brétigny supuso una paz relativa para Inglaterra y Francia. Cuando menos
habían terminado las hostilidades abiertas. Pero quedaban todavía problemas por resolver.
Uno de ellos era que, como consecuencia de la transferencia de territorios de uno a otro
bando, muchos ciudadanos se encontraban sometidos a un nuevo señor y algunos
rechazaban esa situación. Un problema más serio era el que planteaban los soldados que,
acostumbrados a la lucha y a los atractivos de la guerra, se encontraban sin ocupación.
Muchos ingleses permanecieron en Francia y se integraron en las bandas de soldados
dispuestos a servir a quien quisiera dirigirlos o contratarlos. No tardó en hacerse evidente el
peligro que representaban. El 6 de abril de 1362 esos routiers derrotaron a un ejército real
en Brignais, en el valle del Ródano. Otros entraron al servicio de Carlos de Navarra y
contribuyeron a extender el desorden en Normandía y en las zonas circundantes.
1396-1422
Los franceses prestaron su apoyo a los escoceses, quienes desde el inicio del nuevo reinado
provocaron problemas en el norte; por otra parte, en el oeste, en Gales, donde Owain Glyn
Dwr se iba a levantar contra el dominio inglés en 1400, se produjo un desembarco de tropas
francesas que pudieron ser vistas incluso en la región de Herefordshire. Este
comportamiento estaba al alcance de ambos bandos y lo cierto es que los ingleses atacaron
la costa de Normandía en varias ocasiones entre 1400 y 1410.
En el otoño de 1419, cuando Enrique V llegó a la conclusión de que la corona de Francia,
que ninguno de sus predecesores había podido conseguir, podía ser suya. En los meses
venideros se negociaron las concesiones que Enrique podía conseguir de los franceses (o al
menos de la facción política dominante en ese momento). El resultado fue el tratado de
Troyes de mayo de 1420. Fue este el tratado más importante de la Guerra de los Cien Años,
poniendo fin a los sesenta años de vivencia de este tratado. La razón es muy sencilla. El
tratado acordado entre Eduardo III y Juan II abordaba desde una posición claramente feudal
la disputa que separaba a los dos reinos y a sus pueblos; había servido para decidir quién
tenía qué y cómo.
1422-1453
En Francia, el duque de Bedford, actuando en nombre de su sobrino, intentó reducir la zona
del país que todavía permanecía fiel al pretendiente Valois, el delfín Carlos, considerado
ahora por muchos como Carlos VII, aunque, al igual que su joven sobrino inglés, todavía
no había sido coronado. Por lo que respecta a los franceses, parecían haber vuelto los años
negros de la guerra, la situación que reinaba en los decenios de 1340 y 1350.
En mayo de 1429 se resolvió el enfrentamiento. Una desconocida campesina de Lorena,
Juana de Arco, convenció al delfín de que había sido enviada por Dios para levantar el
asedio. Pese al escepticismo y la abierta hostilidad que despertaba en la corte (¿cómo podía
conseguir lo que no habían podido alcanzar los soldados profesionales?), Juana recibió
permiso y estímulo para intentar alcanzar el objetivo para el que afirmaba haber sido
enviada. Lo cierto es que tuvo éxito en la empresa. El 8 de mayo de 1429 los ingleses
levantaron el sitio; Francia había conseguido una gran victoria moral a través de Juana de
Arco. Como afirmó Christine de Pisan: «el sol comenzó a brillar de nuevo». En el plazo de
un mes los franceses, estaban en situación de dar el siguiente paso lógico en su trayectoria
triunfante, la coronación del delfín como rey de Francia.
Ni Enrique V ni su hijo habían situado la solución al problema de Aquitania (el viejo
problema feudal) en uno de los lugares de privilegio en su lista de prioridades. Cuando
Felipe de Borgoña renunció a la alianza inglesa para acercarse a Francia en 1435, Carlos
VII pudo retirar algunas tropas del este de Francia para utilizarlas en el sudoeste. En 1442
el rey y el delfín, Luis, participaron en una expedición a Aquitania que preocupó
gravemente al gobierno de Londres. Poco después se firmó la tregua de Tours. De cualquier
forma, reanudada la guerra en 1449 y recuperada Normandía, había llegado el momento de
preocuparse de nuevo por Aquitania, donde los ingleses debían de sentirse aislados e
inquietos. En 1451 los franceses invadieron y saquearon la mayor parte del ducado y
conquistaron Burdeos. Sin embargo, al año siguiente los ingleses y sus partidarios
consiguieron reconquistar el control de la ciudad. En 1453, los franceses volvieron de
nuevo a la carga y el 17 de julio derrotaron en Castillon a los ingleses, cuyo comandante,
John Talbot, conde de Shrewsbury, hombre de larga experiencia, murió bajo el fuego
mortífero de un cañón francés. Aunque los contemporáneos tal vez no lo sabían, la Guerra
de los Cien Años había terminado1.

1
Cfr. ALLMAND, C. La guerra de los cien años, Inglaterra y Francia en guerra c. 1300- c. 1450. Ed. Crítica,
Barcelona, 1990, pp. 23-62.

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