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Azar Tolerante
Azar Tolerante
Ciencia y Metafísica
En primer lugar, debe quedar claro que intentar responder a esta pregunta
siempre nos lleva al marco de la relación entre la ciencia y la religión. Considerar en ese
sentido las relaciones entre el Azar y Dios es preguntarnos por la tolerancia de la ciencia
respecto de otras formas de comprensión de la realidad como la teología o la filosofía
misma. Tal como está planteado el problema, pareciera ser que cualquier hipótesis
1
Ponencia del XV Congreso Interamericano de Filosofía y del II Congreso Iberoamericano de Filosofía
realizado en Lima en la Pontificia Universidad Católica del Perú en Enero del 2004, cuyo tema central
era la tolerancia.
2
Comenta así Carl Sagan el ya clásico libro de Hawking, Historia del tiempo, “… se trata de un libro
acerca de Dios… o quizás acerca de la ausencia de Dios (…) la conclusión (es) un universo (…) sin lugar
para un Creador”. HAWKING, S.: Historia del tiempo; Madrid, Alianza Editorial, 1994, p. 13.
resolutiva al respecto debería incorporar tanto al filósofo como al científico y al teólogo.
Sin embargo, el famoso científico Stephen Hawking, en la conclusión de su obra
Historia del tiempo, afirmaba que los filósofos, cuya ocupación es preguntarse el
porqué del universo, “no han podido avanzar al paso de las teorías científicas… (y)… la
ciencia se hizo demasiada técnica y matemática para ellos” 3. Citando a Wittgenstein,
Hawking se lamenta que los filósofos se dediquen únicamente a hacer análisis del
lenguaje4. Lo que lleva finalmente, a que los científicos terminen haciendo reflexiones
propias de los filósofos.5
3
HAWKING, S.: Op. cit., p. 230 -231
4
“El objeto de la filosofía es la aclaración lógica del pensamiento. Filosofía no es una teoría sino una
actividad. Una obra filosófica consiste esencialmente en elucidaciones. El resultado de la filosofía no son
‘proposiciones filosóficas’ sino el esclarecerse de las proposiciones”. WITTGENSTEIN, L.: Tractatus
Logico-Philosophicus; Madrid, Alianza Universidad, 1994, NÚM. 4.112.
5
Algunos teólogos también manifiestan su molestia por esta situación respecto de la filosofía: “… a nivel
universitario la filosofía entra sociológicamente en el círculo (¿vicioso?) de tener casi como único
«mercado» la formación de futuros profesores de filosofía. Nadie parece necesitarla como tal”.
SEGUNDO, J. L.: Que mundo, que hombre, que Dios; Santander, Sal Terrae, 1993, p. 16.
6
GARDNER, M.: La Ciencia, lo bueno, lo malo y lo falso; Madrid, Alianza Editorial, 1988, p. 37. Estas
expresiones de Gardner encuentran eco en otros científicos: “Cuando se habla de la energía de las
pirámides, cuando se la aplica a la parapsicología, astrología, telequinesis y otros innumerables
esoterismos y engaños que se alimentan de la ignorancia de la población, los físicos añoramos leyes que
penalicen el ‘ejercicio ilegal de la física’”. CLEMENTE DE LA TORRE, S: Física cuántica para filo-
sofos; México, F. C. E., 2000, p. 30.
la metafísica no tiene sentido, en clara alusión a la idea neo - positivista expresada en el
Tractactus de Wittgenstein7. En segundo lugar, Popper afirmó que cualquier teoría
científica ha de ser empíricamente refutable por un enunciado falseador 8. Esto consiste
en decir que para que una teoría pueda ser considerada científica debe poder definir las
condiciones que, en caso de observarse, demostrasen la incorrección de la teoría, lo que
convierte a todas ellas en eternamente hipotéticas. Asociado con el primer punto,
Popper deja en claro que este criterio de falsabilidad no es un criterio de sentido sino de
demarcación.
Finalmente, Popper afirmó, en tercer lugar, que sería necesario tener un criterio
para evaluar las teorías metafísicas ya que la falsación no procede cuando los
enunciados no son esencialmente empíricos. Además, si queremos otorgar valor a las
proposiciones metafísicas, no podemos quedarnos con el “tómelo o déjelo”, pues eso
sería negarnos a evaluar racionalmente las posturas filosóficas en general. En ese
sentido, para guiar la evaluación, Popper sugiere que se pueden hacer las siguientes
preguntas: La teoría a ser evaluada, ¿resuelve problemas mejor que otras teorías? ¿Ha
desplazado simplemente el problema? ¿Es simple la solución? ¿Es fecunda?
¿Contradice a otras teorías filosóficas que son necesarias para resolver otros
problemas?9
Pareciera ser entonces que, según Popper, las teorías metafísicas válidas serían
aquellas que fuesen hábiles para guiar la construcción de otras teorías científicas
falseables (a esto es a lo que llama fecundidad). En esa misma línea de pensamiento,
Imre Lakatos10 intentó redefinir el proceso de desarrollo de las ciencias denominando a
los “principios metafísicos” como “reglas metodológicas”. Lakatos advierte que las
proposiciones presentadas como postulados metafísicos tienen una cierta tendencia al
absolutismo por lo cual no serían aceptados por hombres de ciencia. Mientras que, si
aparecen con el ropaje de prescripción metodológica, pueden ser rechazadas en el
transcurso del trabajo experimental y, por ello (paradójicamente), son más fáciles de
aceptar. Además, hay que considerar que en la formulación de una teoría científica
natural no influye todo un sistema filosófico sino sólo algunos fragmentos suyos. Es así
como “proposiciones metafísicas” (y no un sistema metafísico completo), pueden ser
partes constituyentes de las ciencias. El mismo Hawking reconoció que algunas de sus
más importantes propuestas científicas sólo están sugeridas por razones metafísicas11
7
“… y siempre que alguien quisiera decir algo de carácter metafísico, demostrarle que no ha dado
significado a ciertos signos en sus proposiciones”. WITTGENSTEIN, L.: Op. cit., NÚM. 6.53.
8
“No exigiré que un sistema científico pueda ser seleccionado de una vez por siempre en un sentido
positivo; pero sí que sea susceptible de selección en un sentido negativo por medio de contrastes o
pruebas empíricas: ha de ser posible refutar por la experiencia un sistema científico empírico”. POPPER,
K.: La lógica de la investigación científica; Madrid, Tecnos, 1994, p. 40.
9
POPPER, K.: Conjeturas y refutaciones; Barcelona, Paidos, 1972, p. 246
10
LAKATOS, I.: La metodología de los programas de investigación científica; Madrid, Alianza
Editorial, 1983, p. 650.
11
HAWKING, S.: Op. cit.; p.187.
“una completa comprensión de lo que sucede a nuestro alrededor y de nuestra propia
existencia”12.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto último con el concepto del azar y la
posibilidad de la acción divina?
12
Ibid. p. 225. Hawking incluso llega a decir que se trata de alcanzar a conocer el pensamiento de Dios.
Ibid., p. 231.
13
WOLFMAN M. & PÉREZ, G.: Crisis on infinite earths 1-12; New York, DC Comics, 1985
14
Cit. por DAVIES, P.: Dios y la nueva física, Barcelona, Salvat, 1986, p. 24
y, por lo tanto, la concepción metafísica de la eternidad del mundo puede volver a
plantearse como si el universo oscilara en una gran respiración cósmica al estilo del
eterno retorno griego.
Pero, además, la hipótesis del Big Bang como resultado de un Big Crunch puede
ser calculada matemáticamente de tal manera que nuestro actual universo sólo sería el
resultado de un sistema probabilístico. Lo que convierte al origen del mundo en un
producto del azar. Esto supondría, también, superar la frontera espacio temporal pero,
al hacerlo, terminaríamos por identificar las matemáticas con la metafísica. ¿Es esto
legítimo? Como sabemos, la pretensión no es nueva. Descartes y los racionalistas
modernos habían planteado modelos de comprensión en ese sentido. Pero también Kant,
en la primera antinomia cosmológica sobre la eternidad del Universo, pretendió afirmar
que la física matemática es incompetente para juzgar estas cuestiones. Lo que sucede es
que, en realidad, aunque se pueda establecer una fórmula matemática que represente lo
inverificable más allá del punto singular, la posibilidad racional de la eternidad del
mundo no responde a la pregunta si hubo creación o no. La cuestión del porqué del Big
Bang queda sin resolverse. De allí que cuando Carl Sagan dijo, con el optimismo propio
de los cientificistas, que en las próximas décadas los astrónomos obtendrán la respuesta
a la pregunta ¿cómo se puso en marcha nuestro cosmos? Martin Gardner respondió a
ello que
“Si Sagan no se refiere mas que a la decisión entre un modelo de una sola gran
explosión y un modelo oscilante que repite explosiones y crujidos sin fin, quizá esté en
lo cierto, pero si se refiere a la solución del enigma último del origen del universo, con
todos los respetos debo poner inconvenientes. Ninguno de los dos modelos toca el
problema metafísico de la génesis. Sobre esta pregunta nadie puede imaginar siquiera
ningún progreso de la cosmología que pudiera situar a la ciencia en mejor posición para
resolver el enigma de la que gozaron Platón o Aristóteles”15.
Esto significa que, incluso si la energía fuese eterna (es decir, sin considerar
espacio, tiempo o materia), no hay una explicación científica a su razón de ser. El
porqué de la existencia del universo sólo puede plantearse en el marco de una metafísica
razonable. Esta postura tampoco es nueva. Ya en uno de sus opúsculos filosóficos,
Tomás de Aquino16 había establecido que no puede identificarse la cuestión de la
eternidad del mundo con la de su creación y, por lo tanto, sería razonable aceptar un
universo eterno sin negar la existencia de un Dios creador.
15
GARDNER, M.: Op. cit. p.596. Ver el análisis que al respecto hace Mariano Artigas. ARTIGAS, M.:
El hombre a la luz de la ciencia; Madrid, Ediciones Palabra, 1992 p.120
16
Cf. TOMÁS DE AQUINO, “Sobre la eternidad del mundo” en TOMAS DE AQUINO: Opúsculos
filosóficos genuinos; Buenos Aires, Poblet, 1947.
sólo se debe a que, en este caso, a diferencia de otros posibles universos, la antimateria
no nos consumió. ¿Qué significa eso? En nuestro universo existen partículas parecidas a
los electrones pero con carga positiva. A estas partículas se les llaman “antielectrones”.
Mediante procesos controlados también se han podido detectar “antiprotones” y
“antineutrones”. Todas estas partículas reciben el nombre genérico de antimateria. Al
inicio del Big Bang la energía debe haber producido la misma cantidad de materia y
antimateria, pero al encontrarse se aniquilan mutuamente. ¿Cómo puede existir nuestro
universo? Sólo porque hay más materia que antimateria nuestro universo ha podido
sobrevivir. Nuevamente, la conclusión no tendría que ser necesariamente que Dios creó
más materia que antimateria violando las leyes físicas, sino que es posible pensar que
éste es el resultado de uno en mil millones de posibles universos como fruto del azar.
Estamos entonces entrampados entre el azar y el sentido del mundo. ¿Se puede
interpretar el éxito en el cálculo de las probabilidades como una forma de encontrar o
desarrollar cierto sentido al universo? Y ¿es posible introducir a un Dios creador en esta
ecuación?
En realidad, como bien indica Artigas18, Davies concluye en una doctrina de tipo
panteísta, al estilo de Spinoza, producto de cierto cientificismo, pues Davies afirma y
recalca que, en su opinión, “la ciencia ofrece un camino más seguro hacia Dios que la
religión”19. La idea de un Dios de origen material resulta generalmente del prejuicio
agnóstico de muchos hombres de ciencia. Como el conjunto de sus investigaciones se
refiere al universo material, sus reflexiones se reducen a este ámbito y llegan a
considerar cualquier forma espiritual como resultado de una acción de la materia
misma. Esto incluye tanto al hombre como al propio Dios. Con lo cual la idea del Dios
material termina siendo, en concreto, una idea reductivista y estrecha.
17
“El cerebro es el medio de expresión de la mente humana. De manera similar, el Universo físico entero
podría ser el medio de expresión de la mente de un Dios natural. En este contexto, Dios es el concepto
holístico supremo, quizá muchos niveles de descripción por encima de la mente humana”. DAVIES, P.:
Op. cit p. 265.
18
ARTIGAS, M.: Op. cit. p. 128.
19
DAVIES, P.: Op. cit ps. VII y 272.
supuesto, hay otras clases de elementos que los cientificistas buscan incorporar en sus
reflexiones. Por ejemplo Carl Sagan dice que cada vez que explota un quasar desaparece
un millón de planetas, muchos de ellos quizá con vida inteligente y, por lo tanto, al
saber más acerca del universo hay menos sitio para la intervención de un Dios
tradicional que se preocupe por todos esos seres20. Sin embargo, habría que preguntarse
qué clase de Dios tradicional tienen en mente los cientificistas para poder deshacerse de
él tan alegremente.
Ante esto último hay un par de problemas que deberíamos de revisar antes de
terminar. Muchos autores creen que si el comportamiento de la naturaleza no
corresponde con una ley determinada, lo que la hace caótica e incierta, entonces
podemos eliminar todo sentido o idea de Dios providente. Esta generalización proviene
de una forma contemporánea de física que conocemos como la física cuántica. ¿Cuál es
su relevancia metafísica y hasta dónde se puede llegar con ella? Y, por último, si
alguien, como los teólogos, pretende seguir hablando de un Dios sobrenatural,
considerando el azar, ¿qué perspectivas le quedan?
En diciembre de 1926, Albert Einstein le dirigía una carta a Max Born que
concluía de la siguiente forma:
“La mecánica cuántica es muy impresionante. Pero una voz interna me dice que esto no
es todavía lo auténtico. La teoría da mucho, pero difícilmente nos acerca al secreto del
viejo. De todas maneras estoy convencido que Él no juega a los dados”21
Por supuesto que, si alguien quiere sacar un 12 lanzando dos dados, tendría que
intentarlo varias veces y, a la larga en una de esas lanzadas, el objetivo se conseguiría.
Los que defienden el puro azar en el desarrollo de la naturaleza parecerían estar
convencidos de que varios miles de millones de años son suficientes para que se hayan
dado las combinaciones casuales suficientes (o los tiros de dados suficientes), para que
exista el universo tal como lo conocemos. Por ello la hipótesis del azar resulta atractiva
para algunos científicos. Sin embargo, debe quedar en claro que cualquier concepto de
evolución, sea de las especies o del universo, mantiene todavía un nivel muy alto de
metafísica. Tanto el origen de las galaxias como el origen de la vida siguen siendo
rompecabezas sin ninguna solución plenamente satisfactoria por la imposibilidad de ser
verificadas. Ningún paso evolutivo ha sido comprobado empíricamente y pensar que el
azar es el único causante de las mutaciones es mucho menos demostrable. Por cierto
que, el análisis de comportamientos virales como el del virus del SIDA, hace altamente
probable que el proceso evolutivo se haya desarrollado de la manera como Darwin y sus
seguidores lo pretenden presentar. Sin embargo, como ya había dejado sentado
Wittgenstein a principios del siglo XX “no existe la necesidad de que una cosa deba
acontecer porque otra haya acontecido; hay sólo una necesidad lógica (…) Así, los
modernos confían en las leyes naturales lo mismo que los antiguos en Dios” 24.
22
Niels Bohr, uno de los padres de la física cuántica, respondía al respecto: “No es competencia de los
físicos enseñarle a Dios cómo debe gobernar el mundo”. Cit. por ALFARO DRAKE, T.: Op. cit., p. 157.
23
Compárese el optimismo de Davies “Bohr ganó y Einstein perdió”. DAVIES, P.: Op. cit., p.125; con
las expresiones más mesuradas de otros físicos “Seguramente estamos haciendo algo bien, pero no
sabemos qué es”, CLEMENTE DE LA TORRE, S.: Op. cit. p.25. Por otra parte, el realismo de Einstein
no ha sido totalmente desechado en la física. Cf. PENROSE, R.: La mente nueva del emperador; México,
F.C.E., 1996.
24
WITTGENSTEIN, L.: Op. cit., NÚM. 6.37; 6.372.
Pero, después de todo, admitir el azar en las condiciones que aquí hemos
presentado, podría hacer mucho más razonable aceptar la existencia de un Dios
sobrenatural ya que la indeterminación probabilística del mundo cuántico permitiría que
un Dios actúe sobre todo sin vulnerar las leyes de la naturaleza. De manera irónica Jan
Stewart, el matemático del caos, decía que “si Dios jugara a los dados… ganaría” 25.
Pero no hay una cuestión de principio que nos diga que Él no los está jugando.
Probablemente pensar así no sería del agrado de la mayoría. Los científicos no parecen
estar interesados en el Dios sobrenatural y los cristianos verían muy complicado
considerar a Dios como un jugador en el proceso de creación y conservación del
mundo26. Sin embargo, hay algunos autores cristianos, a los que podríamos llamar
‘teólogos de la naturaleza’ que desarrollan un punto de vista diferente partiendo de la
aceptación del azar en el universo. Esta es la postura de Alfaro Drake, cuyo libro El
Señor del azar, lleva por subtítulo “de cómo Dios rige el cosmos con sus dados”. En
esta obra el autor afirma que, en el momento en que aparecieron planetas que
ecológicamente podían albergar vidas, Dios intervino en su función de Señor del azar
trucando los dados en una sola tirada. En esta medida, la aparición del hombre puede ser
el resultado final que Dios buscaba en su creación aunque no haya estado determinada
la forma de llegar a él. De ahí que el azar pueda considerarse parte del diseño de Dios.
Lo que nos recuerda la famosa frase de Anatole France: “El azar es el seudónimo que
utiliza Dios cuando no quiere firmar”27.
De una manera parecida se expresa el teólogo Juan Luis Segundo cuando afirma
que “un mundo sin azar no ofrecería finalidad ni sentido alguno a su supuesto Creador
ni a su habitante humano”28. Esto significa que el objetivo de la naturaleza, en tanto que
obra de Dios, sólo llega a cumplirse si colocamos el azar en la ecuación. En ese sentido
la idea de casualidad no tiene por qué asociarse con la idea de fatalidad sino, al
contrario, consistiría en la generación de nuevas posibilidades sin las cuales la vida no
sería creativa29. Con la aparición del Sol, muchas otras estrellas también se han creado,
con la aparición de la tierra, muchos otros planetas y con la aparición del hombre,
muchas otras especies. Esto exige humildad al hombre pero también es como si Dios,
después de jugar a los dados, se los entregara al hombre para que juegue su mano con la
responsabilidad de cumplir con su destino. ¿Cómo así un juego se convierte en un acto
de responsabilidad mayor tanto para Dios como para el hombre? La idea es que al
participar del juego de la creación, uno y otro deben estar dispuestos a asumir todos los
riesgos que ello conlleva. En esta misma línea, el jesuita Antony Campbell defiende una
concepción sobre la evolución del universo de Dios que él denomina “arriesgada” 30.
Esta concepción afirma que Dios corrió el riesgo de crear un universo que evoluciona,
está con él en su evolución (con alegría y pena, dicha y dolor), pero no lo controla. Sin
embargo, Campbell tiene mucho cuidado al referirse al “riesgo supremo de Dios” como
una posibilidad entre otras pero que, a la luz de la historia del hombre mismo, es más
fácil de aceptar cuando consideramos los horrores de nuestro mundo.
25
STEWART, J.: ¿Juega Dios a los dados?; Barcelona, Crítica, 1991, p. 305.
26
Desde otras perspectivas parece más fácil congeniar la idea del azar con alguna concepción tradicional.
Por ejemplo, Schrödinger, otro de los padres de la física cuántica tiene una concepción védica del mundo.
Cf. SCHRÖDINGER: Mi concepción del mundo; Tusquets, Barcelona, 1988. Otros autores hacen lo
mismo con el taoísmo y la new age.
27
ALFARO DRAKE, T.: Op. cit, p. 229.
28
SEGUNDO, J. L.: Op. cit, p. 419
29
Cf. DE SCHRIJVER, G.: “La evolución del cosmos y de la vida”; en CONCILIUM, revista
internacional de Teología, NÚM. 284, Febrero 2000, ps. 43 - 54.
30
CAMPBELL, A.: “La teoría de la evolución y el discurso bíblico”; en CONCILIUM, ed. cit., p. 115.
Aunque todo esto último que hemos dicho es metafísico y teológico, nada de
ello puede ser negado por la ciencia. Como el mismo Davies reconoce, la mente humana
es capaz de “cargar los dados cuánticos” de tal forma que el cerebro tenga la facultad de
condicionar el colapso cuántico de un electrón y a esto es a lo que llamaríamos voluntad
libre31. Pero esto no nos lleva, qué duda cabe, al solipsista irracional sino a la obligación
moral que el ser humano debe aprender a actuar considerando a la raza humana como
un todo.
***
¿Qué podemos concluir de todo esto? Todavía tenemos muchos cabos sueltos en
nuestra reflexión y para algunos de esos puntos señalados no bastaría un artículo. El
hecho es que asumir un papel para el azar no anula por principio la cuestión del sentido
o propósito para el universo. Ambas ideas son congeniables aceptando que, tanto la una
como la otra, son conceptos metafísicos. De hecho, parece plausible mezclar ambos
conceptos de manera que tengamos una teoría metafísica más fecunda. Lo que, además,
permitiría un paralelismo entre la naturaleza del hombre y la naturaleza del cosmos. Por
ejemplo, si el que Sandro y Susana se conozcan puede ser fruto del azar, el hecho de
que se casen y tengan hijos ya no lo parece tanto. De la misma forma, si el que el
hombre encuentre ballenas en el océano puede ser fruto del azar de la evolución, el
hecho que las aniquile, tampoco parecería tal. Finalmente, si la existencia compartida de
incontables galaxias en el universo, la mayoría de ellas sin posibilidad de albergar
formas de vida, pueda ser fruto del azar, la existencia de un ser inteligente que
comprenda y ordene la naturaleza dando orden allí donde hay caos, no sería en ningún
caso fruto del azar. En todo caso, la pregunta sigue vigente32.
“Vamos… sécate las lagrimas porque eres vida. Más rara que un quark y más
improbable que los sueños de Heisenberg; el barro en el que las fuerzas que dan forma
a las cosas dejan su huella de forma más clara…
…sécate las lágrimas…
…y vámonos a casa”
31
DAVIES, P.: Op. cit., p. 251. Un desarrollo más amplio de este tema lo tenemos en la obra del Premio
Nobel Roger Penrose. Cf. PENROSE, R.: La nueva mente del emperador; ed. cit.
32
Tampoco se puede pensar que lo sobrenatural agota lo natural. Como bien ha indicado Alfaro Drake,
“¿para qué se iba a tomar Dios todas las «molestias» descritas (en el proceso de creación) si sólo
perseguía la felicidad de criaturas puramente espirituales?” ALFARO DRAKE, A.: Op. cit., p. 316.