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Sentencia T-264/09

JURISPRUDENCIA DE TUTELA-Unificación

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-


Finalidad

La tutela contra sentencias cumple, además, una función indispensable dentro


de un estado constitucional, como es la de unificar la jurisprudencia nacional
sobre los derechos fundamentales. Como se sabe, las cláusulas de derechos
son especialmente amplias e indeterminadas, así que la precisión de su
contenido por parte del órgano de cierre de la jurisdicción constitucional
asegura la vigencia del principio de igualdad en aplicación de las normas de
derechos constitucionales, garantiza un nivel adecuado de seguridad jurídica,
y asegura que los jueces cumplan con la obligación de propender por la
justicia material, representada en la vigencia de los derechos inalienables del
hombre, cuando puedan verse afectados en el proceso de aplicación de la ley.
Por otra parte, la excepcionalidad de la acción garantiza que las sentencias
judiciales estén amparadas adecuadamente por el principio de cosa juzgada
que prescribe su inmutabilidad, y que los jueces conserven sus competencias,
autonomía e independencia al decidir los casos de los que conocen.

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-


Papel protagónico de los requisitos generales de procedencia formal de la
acción, subsidiaridad e inmediatez en la preservación de los principios

En la preservación de estos principios adquieren un papel protagónico los


requisitos generales de procedencia formal de la acción, subsidiariedad e
inmediatez. El primero, asegura la independencia y autonomía judicial pues
el peticionario sólo puede acudir a la tutela una vez haya agotado los
mecanismos previstos por el sistema jurídico; el segundo, por su parte, evita
que se dé una erosión muy acentuada de la seguridad jurídica y la cosa
juzgada, pues preserva la intangibilidad de las sentencias ejecutoriadas, toda
vez que, transcurrido un tiempo razonable no es posible que sean
cuestionadas por un supuesto desconocimiento de derechos fundamentales.
Por ello, se afirma que la cosa juzgada adquiere una dimensión sustancial:
las sentencias se protegen en la medida en que aseguran no solo seguridad
jurídica, sino un mínimo de justicia material.

CORTE CONSTITUCIONAL-Principal y máximo órgano en el


control constitucional

JUEZ CONSTITUCIONAL-No puede entrometerse en asuntos


puramente litigiosos, en la escogencia de interpretaciones legales
constitucionalmente válidas y en las amplias atribuciones del juez para la
valoración del material probatorio
ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-
Requisitos formales de procedibilidad

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-


Requisitos sustanciales para la procedencia

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-


Situaciones de procedencia

DEFECTO FACTICO-Dimensiones

DEFECTO PROCEDIMENTAL-Configuración

PREVALENCIA DEL DERECHO SUSTANCIAL-No puede el juez


desconocer la justicia material por un exceso ritual probatorio que se
oponga a la prevalencia del derecho sustancial

JUEZ CIVIL-Deber legal de decretar pruebas de oficio

El decreto oficioso de pruebas, en materia civil, no es una atribución o


facultad postestativa del Juez: es un verdadero deber legal. En efecto, el
funcionario deberá decretar pruebas oficiosamente siempre que, a partir de
los hechos narrados por las partes y de los medios de prueba que estas
pretendan hacer valer, surja en el funcionario la necesidad de esclarecer
espacios oscuros de la controversia; cuando la ley le marque un claro
derrotero a seguir; o cuando existan fundadas razones para considerar que su
inactividad puede apartar su decisión del sendero de la justicia material.
Como lo ha expresado la Corte Suprema de Justicia, la facultad oficiosa del
juez, deviene en un deber derivado de su papel como director del proceso y de
su compromiso por hallar la verdad como presupuesto de la justicia,
especialmente, si se toma en cuenta que la ley no impuso límites materiales al
decreto de pruebas por parte del juez, como sí ocurre en el caso de las partes.

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-


Inexistencia de defecto fáctico

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES-


Procedencia por omisión de decretar pruebas de oficio que resultaba
imprescindible para adoptar un fallo ajustado a la realidad en proceso
ordinario por responsabilidad civil extracontractual

EXCESO RITUAL MANIFIESTO

Referencia: expediente T-2.112.744

Acción de tutela de Luz Mary Jaimes Carvajal en contra del


Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Sala de Decisión
Civil.

Magistrado Ponente:
Dr. Luis Ernesto Vargas Silva

Bogotá, D.C., tres (3) de abril de dos mil nueve (2009).

La Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los


magistrados Mauricio González Cuervo, Gabriel Eduardo Mendoza Martelo y
Luis Ernesto Vargas Silva, en ejercicio de sus competencias constitucionales y
legales, ha proferido la siguiente

SENTENCIA

Dentro del trámite de revisión del fallo proferido sobre el asunto de la


referencia por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia en
primera instancia el veintidós (22) de agosto de dos mil ocho (2008), y la Sala
de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia el siete (7) de octubre de
dos mil ocho (2008), en segunda instancia.

I. ANTECEDENTES

De los hechos y la demanda.

Luz Mary Jaimes Carvajal, actuando por intermedio de apoderado, interpuso


acción de tutela en contra del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá,
Sala de Decisión Civil, por considerar que dicha autoridad judicial vulneró sus
derechos fundamentales a la igualdad, al debido proceso y al acceso a la
administración de justicia, al proferir el fallo de segunda instancia en el proceso
ordinario de responsabilidad civil extracontractual iniciado por la señora Jaimes
Carvajal en contra del señor Pablo Antonio Muñoz Garzón y la empresa
Transportes Expreso Cundinamarca Limitada y Cia. S.C.A.

1. De los hechos que dieron origen al proceso de responsabilidad civil


extracontractual.

1.1 El señor Gustavo Angarita Carreño, esposo de la peticionaria y padre de sus


hijos, falleció el día siete (7) de agosto de mil novecientos noventa y seis
(1996) en un accidente de tránsito ocurrido cuando el vehículo que guiaba por
la carretera que de Facatativá se dirige a Bogotá, colisionó con un vehículo de
servicio público, dirigido por el señor José Hernando Hidalgo Linares, de
propiedad del señor Pablo Antonio Muñoz, y adscrito a la empresa Transportes
Expreso Cundinamarca Limitada y Cia. S.C.A.

1.2 Por tales hechos, el Juzgado Segundo (2º) Penal del Circuito de Facatativá
adelantó un proceso penal por homicidio culposo en contra del señor José
Hernando Hidalgo Linares, que culminó con sentencia de veintisiete (27) de
octubre de dos mil (2000), en la que se declaró la responsabilidad penal del
señor Hidalgo, y se le condenó al pago de una indemnización por daños y
perjuicios morales y materiales a la señora Luz Mary Jaimes Carvajal y sus
menores hijos.

1.3 La sentencia fue recurrida por la señora Jaimes Carvajal, con el fin de
solicitar que se declarara como terceros civilmente responsables al señor Pablo
Antonio Muñoz, propietario del vehículo de servicio público, y a la empresa
Transportes Expreso Cundinamarca Limitada y Cia. S.C.A.

1.4 El Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cundinamarca, mediante


providencia de doce (12) de febrero de dos mil uno (2001) decidió confirmar
el fallo de instancia y modificar el monto de los perjuicios morales en favor de
la peticionaria y sus hijos. Advirtió que, si bien la solicitud de condenar a
terceros no resultaba procedente, la interesada podría acudir a la Jurisdicción
Civil para buscar la declaratoria de responsabilidad de terceros, por la muerte
de su esposo.

1.5 En atención a lo dispuesto por el fallo del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Cundinamarca, Sala de Decisión Penal, la peticionaria inició un
proceso ordinario de mayor cuantía, por responsabilidad civil extracontractual,
en contra del señor Pablo Antonio Muñoz Garzón y de la empresa Transportes
Expreso Cundinamarca Ltda. y Cia S.C.A.

2. De las sentencias proferidas en el proceso de responsabilidad civil


extracontractual.

2.1. Del fallo de primera instancia en el proceso ordinario de responsabilidad


civil extracontractual.

El Juzgado Trece (13) Civil del Circuito de Bogotá, en sentencia de veintiséis


(26) de junio de dos mil siete (2007), accedió a las pretensiones de la
demanda. En el fallo se determinó que se configuraron los elementos propios
de la responsabilidad civil (daño, acción que lo ocasiona, nexo causal y culpa),
por lo que se declaró a los demandados civilmente responsables por la muerte
del señor Gustavo Angarita Carreño y se les condenó al pago de $42.784.962
por concepto de daños materiales, y 600 gramos oro por perjuicios morales.

Resulta pertinente señalar que la parte demandada propuso la excepción de


“ilegitimidad de personería de la demandante para demandar”, la cual fue
rechazada por el Juez, quien consideró que el interés jurídico de los
demandantes para actuar como cónyuge e hijos herederos del causante, se
acreditó a través del fallo penal.

2.2 Del recurso de apelación interpuesto en contra de la sentencia del


Juzgado Trece (13) Civil del Circuito de Bogotá.

Los demandados interpusieron recurso de apelación en contra de la sentencia


reseñada, alegando que el juez debió analizar de oficio los elementos que
configuran el daño y pronunciarse sobre la compensación de culpas, pues el
fallo proferido en el proceso penal no es prueba suficiente de que se haya
materializado un daño desde del punto de vista civil.

La peticionaria –demandante en el proceso de civil- intervino con el fin de


solicitar que se denegara el recurso, pues la censura efectuada al experticio
que sirvió de base para la condena económica, no fue convincente, clara ni
profunda.

2.3. Del fallo de segunda instancia en el proceso de responsabilidad civil


extracontractual. (providencia atacada por vía de tutela).

La Sala de Decisión Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de


Bogotá decidió revocar el fallo de primera instancia mediante sentencia de
nueve (9) de junio de dos mil ocho (2008), con base en dos consideraciones
centrales: (i) la falta de legitimidad por activa de la peticionaria pues, aparte
de las afirmaciones de la demanda, no se aportó prueba alguna sobre la
relación de parentesco con el señor Angarita Carreño; y (ii), la falta de
legitimidad por pasiva del señor Pablo Antonio Muñoz Garzón, pues el
vehículo de servicio público que se encontraba en el accidente, actualmente no
es de su propiedad sino que pertenece al señor Pablo Rodrigo Muñoz Peña.

Sobre el primer punto, agregó que la legitimación no se puede acreditar


mediante las copias de las sentencias penales allegadas al proceso, pues estas
carecen de valor probatorio y no demuestran nada diferente a las actuaciones
surtidas dentro de un proceso penal. Se transcriben algunas consideraciones
del Tribunal:

“En las condiciones anotadas emerge, con absoluta claridad, la


ausencia absoluta de pruebas que posibiliten éxito a las pretensiones
pues ni siquiera se acredita la legitimación que le asiste a los actores
para impetrar las súplicas que formulan ya que si bien se adujo
ostentar la condición de cónyuge y de hijos, respectivamente del
fallecido, no se aportaron los documentos que así lo acrediten” (…)
“No sobra advertir que las copias de los fallos penales allegados con
la demanda no acrediten (sic) las exigencias que se hechan (sic) de
menos, pues ellos no constituyen medios de prueba, tan solo reflejan lo
ocurrido en la actuación penal y las decisiones adoptadas en esa
oportunidad, nada más”

El magistrado Ariel Salazar Ramírez salvó su voto, por considerar que la Sala
de Decisión debió ejercer las facultades oficiosas que le otorga la ley en
materia de decreto de pruebas, especialmente si se toma en cuenta que, como
ocurrió el caso bajo estudio, la responsabilidad extracontractual fue
comprobada en un proceso penal y en la primera instancia del proceso civil.
Para el Magistrado, revocar el fallo después de 5 años de actuaciones
judiciales por motivos formales no resulta razonable.

3. De la acción de tutela.
El peticionario interpuso acción de tutela en contra del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Bogotá, Sala de Decisión Civil, por considerar que al
proferir la sentencia de segunda instancia, esa autoridad vulneró derechos
constitucionales y patrimoniales de Luz Mary Jaimes Carvajal y sus hijos. A
continuación se sintetiza la argumentación expuesta en la demanda:

3.1 (i) El Tribunal vulneró el derecho fundamental al debido proceso de la


peticionaria al proferir sentencia sin observar el principio de consonancia,
pues los demandados nunca desconocieron el interés de la peticionaria para
actuar en el proceso civil como cónyuge sobreviviente y madre de los hijos del
señor Gustavo Angarita Carreño; (ii) si, en concepto de la Sala de Decisión
Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, los registros civiles
eran imprescindibles para llegar a una decisión de fondo, debió ordenar que
fueran anexados en aplicación de los artículos 179 y 180 del Código de
Procedimiento Civil, relativos a las facultades oficiosas del juez en materia de
pruebas; (iii) o si, por otra parte, el mismo Despacho consideraba que la
carencia de los registros era causal de nulidad, debió declararla de oficio; en la
medida en que esto no ocurrió, cualquier nulidad debe considerarse saneada en
aplicación del artículo 145 del Código de Procedimiento Civil; (iv) la
sentencia atacada, además, presenta defectos de carácter probatorio pues no
dio ningún valor a las sentencias judiciales aportadas al proceso, lo que
supone un desconocimiento del artículo 264 del Código de Procedimiento
Civil y del principio de cosa juzgada.

3.2 Una valoración adecuada de la prueba habría llevado a la conclusión de


que el interés para actuar se hallaba comprobado pues, si en un proceso penal
surtido en dos instancias y cuyas decisiones se encuentran en firme, se le
otorgó la calidad de parte civil a la accionante fue porque aportó los registros
civiles, así que no hacía falta volver a hacerlo.

3.3 En adición a lo expuesto, el apoderado de la peticionaria reprodujo los


argumentos del magistrado disidente en el fallo de primera instancia, en lo
atinente a las facultades oficiosas del juez civil en la recolección de las
pruebas y en el sentido de que la decisión de revocar la sentencia de primera
instancia, producida después de 11 años (no cinco, como lo señaló el
magistrado citado) de actuaciones judiciales por un motivo formal, resulta
desproporcionada.

Finalmente, argumentó que la Sala de Decisión Civil del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Bogotá se equivocó al considerar que no se encontraba
acreditada la legitimidad por pasiva, pues la demanda se interpuso en contra
del señor Pablo Antonio Muñoz Garzón, propietario del vehículo al momento
del accidente. El señor Pablo Rodrigo Muñoz Peña, contra quien consideró el
Tribunal que debió dirigirse la demanda, al parecer recibió como herencia el
automotor, pero el demandado sólo podía ser el dueño del vehículo al
momento del accidente. Para el profesional del derecho, revocar “en tres
renglones” once años de actuaciones judiciales comporta un desconocimiento
de los artículos 228 y 229 de la Carta, por obstruir el acceso a la
administración de justicia y dar prevalencia a las normas procesales sobre las
sustantivas, y una vulneración del artículo 29 superior, por establecer
exigencias procesales ajenas a la Constitución y la Ley.

4. La demanda fue admitida el once (11) de agosto de dos mil ocho (2008),
por la Sala de Decisión Civil de la Corte Suprema de Justicia.

5. Intervención del Juzgado Trece (13) Civil del Circuito de Bogotá.

El Juzgado Trece (13) Civil del Circuito de Bogotá solicitó al juez de tutela
denegar el amparo solicitado por el actor, por considerar que, tanto en el fallo
proferido en primera instancia, como en el fallo del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Bogotá, Sala de Decisión Civil, se efectuó un análisis
probatorio adecuado y se observaron las normas procedimentales que regulan
la materia, por lo que no puede afirmarse que se haya configurado una vía de
hecho judicial.

6. Intervención del Tribunal Superior de Distrito Judicial de Bogotá, Sala


de Decisión Civil.

La Sala de Decisión Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de


Bogotá se abstuvo de intervenir en el trámite de la acción de tutela.

7. Del fallo de primera instancia.

La Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, actuando como


juez de primera instancia en el asunto sub júdice decidió denegar la tutela
mediante sentencia de primera instancia de veintidós (22) de agosto de dos mil
ocho (2008), con base en las siguientes razones:

7.1 La procedencia de la acción de tutela frente a providencias judiciales debe


estructurarse en presupuestos que evidencien la presencia de defectos de orden
sustantivo, fáctico, orgánico y procedimental “que son, en suma, los que
constituyen la llamada vía de hecho”.

7.2 A pesar de que el peticionario alega que la Sala de Decisión Civil del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá actuó con ligereza por no
decretar de oficio una prueba que consideraba imprescindible para acreditar la
legitimación para actuar de la demandante y sus hijos, al revisar el expediente
no se encuentra un error grosero en la sentencia atacada, capaz de ocasionar la
vulneración o amenaza al debido proceso.

7.3 La legitimación en la causa no es un presupuesto del proceso, sino una


cuestión inherente a la titularidad del derecho de acción o contradicción, así
que lo que pretende el accionante es realizar un nuevo examen de una cuestión
litigiosa por vía constitucional. En la medida en que el juez constitucional no
puede sustituir al juez natural en la apreciación de las pruebas, y la tutela no es
una tercera instancia, el amparo no puede prosperar.
8. Impugnación al fallo de primera instancia.

El apoderado de la peticionaria impugnó la decisión de primera instancia. En


su concepto, la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá
sí incurrió en una vía de hecho y una vulneración al debido proceso al decidir
sobre aspectos que no fueron objeto de la apelación interpuesta por los
demandados, violando el principio procesal de consonancia.

Por otra parte, el artículo 77 del Código de Procedimiento Civil establece, en


su numeral 5º, que a la demanda debe acompañarse prueba “de la calidad de
heredero, cónyuge, curador de bienes, administrador de comunidad y albacea
con que actúe el demandante o se cite al demandado”, y el artículo 85 ibídem
establece que de no acompañarse los anexos ordenados por ley deberá
rechazarse la demanda.

En la medida en que el Juzgado Trece (13) Civil del Circuito admitió la


demanda y, ni en el trámite de la audiencia prevista por el artículo 101 del
Código de Procedimiento Civil ni al dictar sentencia de primera instancia
encontró vicios o nulidades que afectaran el proceso, un eventual defecto de la
demanda se hallaba saneado. Pero, en caso de que el Tribunal considerara lo
contrario, es decir que el vicio permanecía, lo procedente no era revocar la
sentencia de primera instancia sino decretar la nulidad para preservar el
derecho al debido proceso de la demandante.

9. Fallo de segunda instancia.

La Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia decidió


confirmar el fallo de primera instancia, en sentencia de siete (7) de octubre de
dos mil ocho (2008). Para la Corte, en el fallo acusado de vulnerar los
derechos constitucionales de la peticionaria no se evidencia la vía de hecho
que se le endilga, pues “la interpretación de los juzgadores acusados … no se
mira irrazonable, aunque la conclusión eventualmente pudiera ser diferente si
se analizara desde otra óptica interpretativa admisible o con elementos de
persuasión distintos … sobre el punto materia del cuestionamiento formulado
a través del instrumento de defensa de los derechos fundamentales.”

10. Pruebas ordenadas por la Corte Constitucional.

El tres (3) de marzo de dos mil nueve (2009), el Magistrado Sustanciador


mediante auto para mejor proveer, solicitó la remisión de los fallos de primera
y segunda instancia proferidos en el proceso penal adelantado en contra de
José Hernando Hidalgo Linares por el homicidio culposo del señor Gustavo
Angarita Carreño. Los fallos fueron recibidos en la Secretaría de la Corte el 10
y 6 de marzo del presente año, respectivamente, y el sentido de los mismos fue
reseñado en el acápite de antecedentes.

II. FUNDAMENTOS DE LA DECISIÓN

Competencia.

Esta Corte es competente para conocer del fallo materia de revisión, de


conformidad con lo determinado en los artículos 86 y 241-9 de la
Constitución Política y en los artículos 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991 y,
en cumplimiento del auto de nueve (9) de diciembre de dos mil ocho (2008),
expedido por la Sala de Selección número doce (12) de esta Corporación, que
seleccionó este asunto para revisión.

a. Problema jurídico planteado.

La Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional debe determinar si el


Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Sala de Decisión Civil,
vulneró los derechos fundamentales al debido proceso y al acceso a la
administración de justicia de la peticionaria, como consecuencia de haber
incurrido en defectos de carácter fáctico y procedimental al proferir el fallo de
segunda instancia en el proceso de responsabilidad civil extracontractual al
que se ha hecho referencia, por las siguientes razones: (i) desconocer el
mandato constitucional de dar prevalencia al derecho sustancial en las
actuaciones judiciales; (ii) fallar en contra del principio de consonancia; (iii)
omitir el decreto oficioso de una prueba determinante para fallar, y/o (iv)
incurrir en errores de hecho y derecho en la estimación del alcance probatorio
de dos sentencias penales que hicieron tránsito a cosa juzgada.

Para abordar el estudio del problema descrito, la Sala (i) reiterará la


jurisprudencia de esta Corporación en relación con los requisitos generales y
especiales de procedencia de tutela contra sentencias judiciales; (ii) efectuará
una breve caracterización del defecto fáctico; (iii) realizará una breve
caracterización del defecto procedimental absoluto y del defecto
procedimental por exceso ritual manifiesto; (iv) se referirá a la relevancia
constitucional del decreto oficioso de pruebas en el proceso civil; dentro de
ese marco jurisprudencial, (v) estudiará el caso concreto.

1. Procedencia de la acción de tutela contra sentencias judiciales.


Reiteración de Jurisprudencia.

1.1 La Corte Constitucional, intérprete autorizada de la Constitución Política y


guardiana de la integridad del texto superior (artículo 241 C.P.), ha
desarrollado una sólida doctrina en relación con la procedencia de la acción de
tutela en contra de providencias judiciales, basada en la búsqueda de un
equilibrio adecuado entre los principios de cosa juzgada, autonomía e
independencia judicial –pilares de todo estado democrático de derecho- y la
prevalencia y efectividad de los derechos constitucionales –razón de ser
primordial del estado constitucional y democrático de derecho-. Este
equilibrio se logra a partir de la procedencia excepcional de la acción, dentro
de supuestos cuidadosamente decantados por la jurisprudencia constitucional.

1.2 Para esta Corporación, la acción de tutela contra providencias judiciales


constituye un mecanismo idóneo para garantizar la primacía y efectividad de
los derechos constitucionales, cuyo fundamento normativo-constitucional se
encuentra en los artículos 86 de la Carta, que prescribe que la acción se orienta
a proteger los derechos frente a cualquier autoridad pública, y 25 de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos -parte del Bloque de
Constitucionalidad-, que establece en cabeza del Estado la obligación de
proveer un recurso efectivo para la protección de los derechos humanos.

1.3 La tutela contra sentencias cumple, además, una función indispensable


dentro de un estado constitucional, como es la de unificar la jurisprudencia
nacional sobre los derechos fundamentales. Como se sabe, las cláusulas de
derechos son especialmente amplias e indeterminadas, así que la precisión de
su contenido por parte del órgano de cierre de la jurisdicción constitucional
asegura la vigencia del principio de igualdad en aplicación de las normas de
derechos constitucionales, garantiza un nivel adecuado de seguridad jurídica,
y asegura que los jueces cumplan con la obligación de propender por la
justicia material, representada en la vigencia de los derechos inalienables del
hombre, cuando puedan verse afectados en el proceso de aplicación de la ley.

1.4 Por otra parte, la excepcionalidad de la acción garantiza que las sentencias
judiciales estén amparadas adecuadamente por el principio de cosa juzgada
que prescribe su inmutabilidad, y que los jueces conserven sus competencias,
autonomía e independencia al decidir los casos de los que conocen.

1.5 En la preservación de estos principios adquieren un papel protagónico los


requisitos generales de procedencia formal de la acción, subsidiariedad e
inmediatez. El primero, asegura la independencia y autonomía judicial pues el
peticionario sólo puede acudir a la tutela una vez haya agotado los
mecanismos previstos por el sistema jurídico; el segundo, por su parte, evita
que se dé una erosión muy acentuada de la seguridad jurídica y la cosa
juzgada, pues preserva la intangibilidad de las sentencias ejecutoriadas, toda
vez que, transcurrido un tiempo razonable no es posible que sean cuestionadas
por un supuesto desconocimiento de derechos fundamentales. Por ello, se
afirma que la cosa juzgada adquiere una dimensión sustancial: las sentencias
se protegen en la medida en que aseguran no solo seguridad jurídica, sino un
mínimo de justicia material.

1.6 En cuanto a la autonomía e independencia judicial y los eventuales


problemas ocasionados por la intervención del juez constitucional en
pronunciamientos de otras jurisdicciones, una sencilla consideración sobre la
composición de la jurisdicción constitucional permite demostrar que se trata
de temores infundados.

De acuerdo con las disposiciones legales y constitucionales, la Corte ha


distinguido entre la jurisdicción constitucional en sentido orgánico y en
sentido funcional. Desde el primer punto de vista, el único órgano que hace
parte de la jurisdicción constitucional es la Corte Constitucional; sin embargo,
desde el punto de vista funcional, todos los jueces de la república, individuales
y colegiados, hacen parte de la jurisdicción constitucional cuando conocen de
acciones de tutela, o cuando ejercen el control de constitucionalidad mediante
la aplicación preferente de la Carta (excepción de inconstitucionalidad) en
virtud del artículo 4º Superior.

La objeción según la cual la tutela contra sentencias afecta el orden jurídico


por desconocer la posición de los tribunales de cierre de las jurisdicciones
ordinaria y administrativa, y la independencia y autonomía del juez natural de
cada proceso, se desvanece una vez se repara en el sentido funcional de la
jurisdicción constitucional. La intervención de la Corte ante la eventual
afectación de derechos constitucionales en los procesos judiciales adquiere
pleno sentido si, por una parte, se asume su posición como órgano de cierre de
la jurisdicción constitucional pero, por otra, se entiende que su competencia se
restringe a los asuntos de relevancia constitucional y a la protección efectiva
de los derechos mencionados y no -se enfatiza- a problemas de carácter legal.

Por ello, está vedada al juez de tutela cualquier intromisión en asuntos


puramente litigiosos, en la escogencia de interpretaciones legales
constitucionalmente válidas; o, finalmente, en las amplias atribuciones del
juez para la valoración del material probatorio, mientras su ejercicio se ajuste
a la efectividad de los derechos constitucionales.

1.7 Dentro del marco expuesto, en sentencia C-590 de 2005, la Sala Plena de
la Corporación señaló los requisitos formales y materiales de procedencia de
la acción.

REQUISITOS FORMALES O DE PROCEDIBILIDAD DE LA ACCION DE


TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES
1.7.1 Requisitos formales (o de procedibilidad): (i) que el asunto sometido a
estudio del juez de tutela tenga relevancia constitucional; (ii) que el actor haya
agotado los recursos judiciales ordinarios y extraordinarios, antes de acudir al
juez de tutela; (iii) que la petición cumpla con el requisito de inmediatez, de
acuerdo con criterios de razonabilidad y proporcionalidad; (iv) en caso de
tratarse de una irregularidad procesal, que esta tenga incidencia directa en la
decisión que resulta vulneratoria de los derechos fundamentales; (v) que el
actor identifique, de forma razonable, los hechos que generan la violación y
que esta haya sido alegada al interior del proceso judicial, en caso de haber
sido posible; (vi) que el fallo impugnado no sea de tutela.

REQUISITOS SUSTANCIALES. CAUSALES GENERICAS: (7)

1.7.2 Requisitos sustanciales o de procedencia material del amparo: que se


presente alguna de las causales genéricas de procedibilidad, ampliamente
elaboradas por la jurisprudencia constitucional: defecto orgánico sustantivo,
procedimental o fáctico; error inducido; decisión sin motivación;
desconocimiento del precedente constitucional; y violación directa a la
constitución.

En relación con las causales genéricas de procedencia, ha manifestado la Corte


que no existe un límite indivisible entre estas, pues resulta evidente que la
aplicación de una norma inconstitucional o el desconocimiento del precedente
constitucional pueden derivar en un irrespeto por los procedimientos legales;
o, que la falta de apreciación de una prueba, puede producir una aplicación
indebida o la falta de aplicación de disposiciones normativas relevantes para la
solución de un caso específico.

1.8 No sobra señalar que el criterio sostenido en la ratio decidendi de la


sentencia C-543 de 1992 se mantiene incólume: la preservación de la
supremacía de los derechos fundamentales, a través de un entendimiento
sustancial de los principios de seguridad jurídica e independencia judicial.

De acuerdo con las consideraciones precedentes, para determinar la


procedencia de la acción de tutela en contra de una sentencia judicial, es
preciso que concurran tres situaciones: (i) el cumplimiento de los requisitos
formales de procedibilidad, (ii) la existencia de alguna o algunas de las
causales genéricas establecidas por la Corporación para hacer procedente el
amparo material y, (iii) el requisito sine que non, consistente en la necesidad
de intervención del juez de tutela, para evitar la consumación de un perjuicio
iusfundamental.

2. 2. Breve caracterización del defecto fáctico.

2. 2.1 De acuerdo con la jurisprudencia de la Corporación, este defecto se


produce cuando el juez toma una decisión sin que se halle plenamente
comprobado el supuesto de hecho que legalmente la determina, como
consecuencia de una omisión en el decreto o valoración de las pruebas; de una
valoración irrazonable de las mismas; de la suposición de una prueba, o del
otorgamiento de un alcance contraevidente a los medios probatorios.

2.2 Para la Corte, el defecto fáctico puede darse tanto en una dimensión
positiva, que comprende los supuestos de una valoración por completo
equivocada, o en la fundamentación de una decisión en una prueba no apta
para ello, así como en una dimensión negativa, es decir, por la omisión en la
valoración de una prueba determinante, o en el decreto de pruebas de
carácter esencial.

2.3 El fundamento de la intervención radica en que, a pesar de las amplias


facultades discrecionales que posee el juez natural para el análisis del material
probatorio, este debe actuar de acuerdo con los principios de la sana crítica, es
decir, con base en criterios objetivos y racionales. Así, en la sentencia T-442
de 1994, la Corte señaló:

“(…) si bien el juzgador goza de un gran poder discrecional para


valorar el material probatorio en el cual debe fundar su decisión y
formar libremente su convencimiento, inspirándose en los principios
científicos de la sana crítica (…), dicho poder jamás puede ser
arbitrario; su actividad evaluativa probatoria supone necesariamente
la adopción de criterios objetivos, racionales, serios y responsables. No
se adecua a este desideratum, la negación o valoración arbitraria,
irracional y caprichosa de la prueba, que se presenta cuando el juez
simplemente ignora la prueba u omite su valoración o sin razón
valedera alguna no da por probado el hecho o la circunstancia que de
la misma emerge clara y objetivamente”

2.4 A pesar de lo expuesto, la intervención del juez de tutela, en relación con


el manejo dado por el juez natural al material probatorio es extremadamente
reducida pues el respeto por los principios de autonomía judicial, juez natural,
e inmediación, impide que el juez constitucional realice un examen exhaustivo
del material probatorio; así, la Corte Constitucional, en sentencia T-055 de
1997, determinó que, en lo que hace al análisis del material probatorio, la
independencia judicial cobra mayor valor y trascendencia.

2.5 En similar sentido, ha reiterado la Corte que las diferencias de valoración


en la apreciación de una prueba no constituyen errores fácticos pues, frente a
interpretaciones diversas y razonables, el juez natural debe determinar,
conforme con los criterios señalados, cuál es la que mejor se ajusta al caso
concreto. El juez, en su labor, no sólo es autónomo, sino que sus actuaciones
se presumen de buena fe. En consecuencia, el juez de tutela debe partir de la
corrección de la decisión judicial, así como de la valoración de las pruebas
realizadas por el juez natural:

“(…) al paso que el juez ordinario debe partir de la inocencia plena


del implicado, el juez constitucional debe hacerlo de la corrección de
la decisión judicial impugnada, la cual, no obstante, ha de poder ser
cuestionada ampliamente por una instancia de mayor jerarquía
rodeada de plenas garantías”.

2.6 Por último, para que la tutela resulte procedente por la configuración de un
error fáctico, “El error en el juicio valorativo de la prueba debe ser de tal
entidad que sea ostensible, flagrante y manifiesto, y el mismo debe tener una
incidencia directa en la decisión, pues el juez de tutela no puede convertirse
en una instancia revisora de la actividad de evaluación probatoria del juez
que ordinariamente conoce de un asunto” (Resaltado fuera del original).

3. Breve caracterización del defecto procedimental. Reiteración de


jurisprudencia.
3.1 Esta causal genérica de procedencia de la acción de tutela contra
sentencias judiciales encuentra fundamento normativo en los artículos 29 y
228 de la Constitución. El primero, incorpora el conjunto de garantías
conocidas como debido proceso, entre las cuales se destacan el principio de
legalidad, el derecho de defensa y contradicción, y la consecuente obligación
de “observar las formas propias de cada juicio”; el segundo, por su parte,
consagra el derecho al acceso a la administración de justicia y la prevalencia
del derecho sustancial en las actuaciones judiciales.

Como puede verse, las citadas cláusulas de derecho fundamental establecen


diversas garantías que se complementan entre sí. Sin embargo, puede
generarse una tensión aparente entre el respeto por la plenitud de las formas
del juicio y la prevalencia del derecho sustancial, que supone una
subordinación de los procedimientos al derecho material. La solución a esta
tensión se encuentra en la concepción de las formas procedimentales como un
medio para lograr la efectividad de los derechos subjetivos, y no como fines
en sí mismas.

En atención a lo expuesto, como regla general, el defecto procedimental sólo


se presenta cuando se da un desconocimiento absoluto de las formas del
juicio. Sin embargo, de manera excepcional, la Corte ha considerado que
puede producirse por un exceso ritual manifiesto que lleva al juzgador a
obstaculizar la efectividad de los derechos constitucionales por motivos
formales. A continuación, la Sala reiterará la jurisprudencia sobre el defecto
procedimental absoluto y el exceso ritual manifiesto.

3.1.1 El defecto procedimental absoluto se produce cuando el funcionario


judicial se aparta por completo del procedimiento legalmente establecido en el
trámite de un asunto específico porque (i) sigue un trámite por completo ajeno
al pertinente (desvía el cauce del asunto), o (ii) pretermite etapas sustanciales
del procedimiento legalmente establecido afectando el derecho de defensa y
contradicción de una de las partes del proceso.

3.1.2. Por otra parte, a partir del derecho fundamental al acceso a la


administración de justicia, y de la obligación de dar prevalencia al derecho
sustancial (artículo 228 de la Constitución), la Corte ha encontrado que puede
producirse un defecto procedimental en una sentencia cuando el funcionario
judicial, por un apego excesivo a las formas, se aparta de sus obligaciones de
impartir justicia, buscar que las sentencias se basen en una verdad judicial que
se acerque lo más posible a la verdad real, garantizar la efectividad de los
derechos constitucionales y evitar pronunciamientos inhibitorios que trunquen
la eficacia de las actuaciones de la Administración de Justicia y de los
derechos materiales, pues los procedimientos judiciales son medios para
alcanzar la efectividad del derecho y no fines en sí mismos.

De acuerdo con la jurisprudencia de esta Corporación, un defecto


procedimental por exceso ritual manifiesto se presenta cuando un funcionario
utiliza o concibe los procedimientos como un obstáculo para la eficacia del
derecho sustancial y por esta vía, sus actuaciones devienen en una denegación
de justicia.

La línea jurisprudencial relativa al exceso ritual manifiesto tuvo su inicio en la


sentencia T-1306 de 2001. En este fallo, la Corte conoció del caso de un
ciudadano que, tras haber cumplido los requisitos legales para acceder a la
pensión de vejez, acudió a la jurisdicción con el fin de lograr la
materialización del derecho. En sentencia de segunda instancia, su petición fue
denegada con base en una interpretación de las normas que regulan los
regímenes de transición ajena a la sostenida por la Corte Suprema de Justicia,
Sala de Casación Laboral. El apoderado del accionante acudió entonces al
recurso de casación para controvertir la decisión mencionada.

La Corte Suprema de Justicia decidió no casar el fallo de segunda instancia,


por considerar que el actor habría incurrido en fallas técnicas al presentar el
recurso. Sin embargo, notó que la interpretación del ad-quem resultaba
inaceptable, por lo que procedió a hacer la corrección doctrinaria pertinente, a
partir de la cual resultaba evidente que el peticionario sí había cumplido los
requisitos para acceder a la pensión, en aplicación de disposiciones legales
anteriores a la ley 100 de 1993, con fundamento en el régimen de transición.

La Corte Constitucional, al conocer en sede de revisión el fallo citado,


consideró que si bien los requisitos formales y técnicos de la casación son
constitucionalmente legítimos en razón a los fines específicos de ese recurso
extraordinario, en el caso concreto no resultaba admisible que la Corte
Suprema de Justicia, órgano de cierre de la jurisdicción ordinaria, tras
constatar que el peticionario cumplía con los requisitos para acceder a un
derecho de raigambre constitucional, decidiera no casar el fallo que lo
desconoció por razones formales.

En ese proceso, como se puede ver, la Corte no consideró que la decisión de la


Corte Suprema de Justicia constituyera una vía de hecho, ni que su sentencia
tuviera fundamentos irrazonables. Por el contrario, la Corte constató que se
basaba en la concepción tradicional del recurso de casación, concepción que,
además, es ajustada a la Constitución. Sin embargo, estableció que tales
características del recurso extraordinario debían armonizarse con la vigencia
del derecho sustancial (artículo 228 C.P.), el carácter normativo de la
Constitución (artículo 4º C.P.), y la prevalencia de los derechos inalienables
del ser humano (artículo 5º C.P.).

Al margen de la posición que tengamos sobre la procedencia de la tutela


contra órganos judiciales de cierre, que no constituye el thema decidendum, es
pertinente evocar que a partir de esa oportunidad, la Corte se ha referido al
defecto por exceso ritual en eventos en los cuales el juzgador incurre en una
vulneración del mandato de dar prevalencia al derecho sustancial, o del
derecho al acceso a la administración de justicia por (i) dejar de inaplicar
disposiciones procesales que se oponen a la vigencia de derechos
constitucionales en un caso concreto; (ii) exigir el cumplimiento de requisitos
formales de forma irreflexiva, aunque en determinadas circunstancias puedan
constituir cargas imposibles de cumplir para las partes, siempre que esa
situación se encuentre comprobada; o (iii), incurrir en un rigorismo
procedimental en la apreciación de las pruebas.

En relación con la dimensión probatoria del defecto procedimental por exceso


ritual manifiesto, es de recibo reiterar lo señalado por la Corte en la sentencia
T-973 de 2004. En esa oportunidad, la Corte analizó un caso en el cual, en un
proceso civil por responsabilidad extracontractual en el que las partes eran dos
sociedades comerciales, el juez decretó la perención del proceso por la
inasistencia del suplente del representante legal de una de las entidades,
aunque la entidad afectada intentó demostrar, mediante un acta de la
Asamblea de Accionistas, que el mencionado suplente había sido removido
del cargo, más de dos años antes de la fecha programada para la celebración
de la audiencia. Para el juez, tal prueba no era idónea, pues la decisión
resultaba inoponible hasta su inscripción en el registro mercantil.

La Corte, tras reiterar la ratio decidendi de la sentencia T-1306 de 2001 –


citada- señaló que, si bien los jueces gozan de libertad para valorar las pruebas
dentro del marco de la sana crítica, no pueden desconocer la justicia material
por un exceso ritual probatorio que se oponga a la prevalencia del derecho
sustancial; que el sistema de libre apreciación es proporcional, mientras no
sacrifique derechos constitucionales más importantes, y que “tiene operancia”
aun tratándose de actos sujetos a formas sustanciales:

“(A)nte la falta de escritura pública en un contrato de compraventa


(…) el juez no puede decretar la existencia de dicho acto, pero sí puede
determinar que existieron como hechos el acuerdo sobre la cosa y el
precio”.

Por lo tanto, concluyó la Corte, la correcta administración de justicia supone:

“(1º) Que en la aplicación del sistema probatorio de libre apreciación


no se incurra, (i) ni en exceso ritual manifiesto, (ii) ni en una falta de
valoración de las pruebas desconociendo la obligación legal y
constitucional de apreciarlas en su conjunto, verbi gracia, (a)
ignorando la existencia de alguna, (b) omitiendo su valoración o (c) no
dando por probado un hecho o circunstancia que del material
probatorio emerge clara y objetivamente. (2º) Que en el desarrollo de
la sana crítica el juez se sujete a los contenidos, postulados y principios
constitucionales de forzosa aplicación, por ejemplo, la prevalencia del
derecho sustancial sobre las formas”.

En síntesis, el defecto procedimental por exceso ritual manifiesto se presenta


porque el juez no acata el mandato de dar prevalencia al derecho sustancial,
situación que lo lleva a denegar o vulnerar el derecho al acceso a la
administración de justicia.
Cabe señalar, sobre esta causal de procedibilidad de la acción de tutela contra
sentencias, que se presenta en íntima relación con problemas de hecho y de
derecho en la apreciación de las pruebas (defecto fáctico), y con problemas
sustanciales relacionados con la aplicación preferente de la Constitución
cuando los requisitos legales amenazan la vigencia de los derechos
constitucionales.

Tanto en el evento en que se discuta la ocurrencia de un defecto procedimental


absoluto, como en aquellos en que se alega la configuración de un defecto
procedimental por exceso ritual manifiesto, la procedencia de la tutela se
sujetará a la concurrencia de los siguientes elementos: “(i) (Q)ue no haya
posibilidad de corregir la irregularidad por ninguna otra vía, de acuerdo con
el carácter subsidiario de la acción de tutela; (ii) que el defecto procesal
tenga una incidencia directa en el fallo que se acusa de ser vulneratorio de
los derechos fundamentales; (iii) que la irregularidad haya sido alegada al
interior del proceso ordinario, salvo que ello hubiera sido imposible, de
acuerdo con las circunstancias del caso específico; y (iv) que como
consecuencia de lo anterior se presente una vulneración a los derechos
fundamentales”.

4. Relevancia constitucional de las pruebas de oficio en el proceso civil.

4.1 El decreto de pruebas de oficio es un asunto que genera amplio interés y


controversia en el ámbito de la teoría del proceso. Estas controversias se
relacionan, principalmente, con (i) la posibilidad -teórica o práctica- de
alcanzar la verdad en el ámbito del proceso judicial; y (ii) la relevancia o
necesidad de la prueba en el marco de los fines del proceso.

4.2 En cuanto al primer problema, la discusión se ubica en el plano de la


posibilidad (o imposibilidad) teórica y práctica de alcanzar algún tipo de
conocimiento que pueda considerarse verdadero. Desde un punto de vista
filosófico y epistemológico, se discute la existencia misma de la verdad, y
desde un punto de vista práctico se considera que, aun en caso de aceptar que
algún tipo de verdad es posible, esta no puede ser alcanzada dentro de un
proceso judicial, debido a las limitaciones normativas y fácticas impuestas al
juez. Finalmente, se cuestiona la relevancia de la verdad, pues el juez puede
adoptar sus decisiones a partir de las narraciones de las partes o bien, con su
percepción jurídica sobre la mejor forma de componer los intereses en pugna.

4.3 Frente a esta posición que afirma la imposibilidad cognitiva o


escepticismo ante la determinación veraz de los hechos, se encuentra una
orientación que considera que, si bien la verdad como entidad metafísica
puede ser inalcanzable o inexistente, en el proceso sí es posible acceder a
algún tipo de verdad relativa sobre los hechos.

Esta verdad se construye en dos etapas. En la primera, el juez debe obtener la


mayor cantidad de información jurídicamente relevante para la resolución del
caso sometido a su estudio. Esta información comprende los relatos de las
partes, los dictámenes científicos y técnicos, las opiniones de expertos, los
testimonios sobre la ocurrencia de los hechos, los elementos legalmente
determinados para la prueba de determinado evento. De forma más amplia, la
primera etapa consiste en la incorporación de todo medio de convicción, sin
importar su denominación técnica, que se refiera a la ocurrencia de un hecho
determinado y que tenga relevancia jurídica, mientras no se trate de uno
proscrito por expresa disposición legal.

A partir de la información mencionada es posible proponer hipótesis


susceptibles de una comprobación y análisis racional que, si bien no conduce a
una certeza absoluta sobre alguna de las hipótesis –como sí lo pretende la
demostración o comprobación científica-, sí permite inferir la ocurrencia de un
hecho, determinar la mayor o menor probabilidad de un evento, y la mayor o
menor verosimilitud de una hipótesis determinada. La evaluación de estas
hipótesis, y el análisis de conjunto de la información recogida en el proceso,
son las bases para una decisión o un juicio bien fundamentado sobre los
hechos y las hipótesis que sobre ellos se erigen como premisas fácticas de la
decisión judicial.

El segundo paso, concerniente al análisis de la información acopiada en el


proceso para efectuar el juicio definitivo sobre los hechos, supone una
perspectiva metodológica a la vez compleja y flexible: el empleo de la lógica
formal permite al juez determinar la validez o corrección de los argumentos
expresados en las narraciones y los testimonios de las partes; mediante los
principios de no contradicción, identidad y tercero excluido, así como a partir
de las reglas clásicas de inferencia, será posible excluir o confirmar
determinadas hipótesis; la lógica inductiva le brinda al juez la posibilidad de
llegar a conclusiones que van más allá de lo aportado por las partes con base
en la experiencia y el sentido común, pero que precisamente por ir más allá de
la información incorporada solo permiten juzgar sobre la probabilidad de un
hecho o la verosimilitud de una hipótesis; el análisis semiótico y las reglas de
la argumentación permiten una evaluación crítica de las versiones y los
testimonios que lleva a determinar su fuerza y capacidad de persuasión; y,
finalmente, la regulación legal de las pruebas lleva al juez al campo de la
interpretación jurídica para la determinación del valor de una prueba.

La verdad así construida, como se ha expresado, es de tipo relativo,


contextual, y limitada legal y fácticamente, pero cualquier decisión judicial
debe partir de las conclusiones obtenidas en ese proceso de análisis si no se
quiere que la sentencia sea absurda o inicua.

Por ello, frente a una posición común que señala que la actividad del juez
difiere en cuanto al método de la que utiliza el científico, debido a que el
primero no cuenta con la posibilidad de la experimentación; y que se asemeja
a la del historiador, en cuanto pretende comprobar la veracidad de hechos
pasados, responde con acierto Taruffo que la actividad probatoria y de
verificación de hipótesis llevada a cabo por el juez puede no tener la
intensidad metodológica de la que adelanta el científico, o que las semejanzas
con la actividad del historiador no son tan marcadas pues el segundo persigue
fines muy diversos, es posible afirmar que las semejanzas y diferencias
aludidas no son de carácter esencial u ontológico, sino de orientación,
finalidad y relevancia.

El juez entonces acude cada vez más a la ciencia y a la técnica para conocer la
realidad; aplica a la información recogida todos los medios de evaluación
racional que tiene a su disposición y que, en términos generales, son los
mismos que se encuentran al alcance del resto de la sociedad, pues de otra
forma sus conclusiones escaparían al control social; su análisis, empero, debe
ser riguroso si pretende dar una base fáctica adecuada a su decisión; y el único
límite y a la vez norte de su actividad es la relevancia jurídica del material
probatorio que, como se expresó, es lo que diferencia su actividad de la de
otros profesionales interesados por la determinación de los hechos, o por
efectuar juicios sobre la veracidad de enunciados referidos a los hechos.

4.4 El segundo problema, en cambio, se relaciona directamente con la


ideología con la que se conciba el proceso civil. Al respecto, es posible
distinguir dos tendencias: una que preconiza que el proceso civil mantenga un
carácter plenamente dispositivo, y otra que propugna por dar pleno alcance a
las facultades oficiosas del juez, incluidas aquellas de carácter inquisitivo para
la determinación de los hechos. La primera tendencia concibe al proceso
exclusivamente como un mecanismo para la resolución pronta y definitiva de
los conflictos sociales mediante la composición de los intereses en pugna, en
tanto que la segunda lo concibe como una instancia destinada a lograr la
vigencia y efectividad del derecho material.

La verdad, desde el primer punto de vista no resulta relevante e, incluso,


puede convertirse en un obstáculo para la composición de conflictos dentro de
términos temporales estrictos, pues supone (i) el alejamiento de posiciones
intermedias que permitan soluciones sencillas y prácticas, o que lleven a un
acuerdo para la terminación del proceso basado más en la conveniencia que en
la verdad, y (ii) implica un desgaste de recursos, lo que disminuye la eficacia y
eficiencia del proceso.

Desde el segundo punto de vista, en cambio, se considera que una decisión


solo es justa si se basa en un soporte fáctico que pueda considerarse
verdadero. En este sentido, la verdad es un fin del proceso, y la solución de
conflictos solo se considera adecuada si se lleva a cabo mediante decisiones
justas, basadas en un fundamento fáctico confiable y veraz.

Las pruebas de oficio en el proceso civil en Colombia.

4.5 Para determinar el papel de las pruebas de oficio en el proceso civil, es


preciso señalar que en Colombia se presenta un sistema de carácter mixto. Es
decir, en parte dispositivo y en parte inquisitivo. Así, por un lado, el derecho
de acción, es decir, la iniciativa de acudir a la jurisdicción, recae en las partes,
quienes, además, tienen la obligación de ser diligentes en el cuidado de sus
asuntos y de brindar al juez todos los elementos que consideren necesarios
para la prosperidad de sus pretensiones (o de sus excepciones); el juez, sin
embargo, no es un simple espectador del proceso como sucede en sistemas
puramente dispositivos, pues la ley le asigna, entre otras, las funciones de
dirigir el proceso, de adoptar todas las medidas que considere necesarias para
lograr el esclarecimiento de los hechos, de eliminar los obstáculos que le
impiden llegar a decisiones de fondo, y de decretar las pruebas de oficio que
considere necesarias, tanto en primera como en segunda instancia (artículos
37.1, 37.4, 179 y 180 del C.P.C.).

Las funciones atribuidas al juez permiten afirmar, entonces, que el hecho de


que el sistema procesal sea mixto no implica que exista algún tipo de
ambigüedad sobre los fines perseguidos por el proceso. En ese sentido, la
Corte ha establecido claramente que el proceso se dirige a la vigencia del
derecho sustancial, la búsqueda de la verdad y la solución de controversias
mediante decisiones justas.

4.6 En esta oportunidad, la Sala considera pertinente adelantar algunas


consideraciones adicionales sobre la relación necesaria que se encuentra entre
el valor de la verdad (o su búsqueda dentro del proceso) y la efectividad del
derecho material, recalcando que una sentencia justa solo se alcanza si el Juez
parte de una base de conocimiento que pueda considerarse, al menos en cierta
medida, verdadera. Esa base de conocimiento es una condición necesaria,
aunque no suficiente, para la consecución de la justicia pues, evidentemente,
la justicia de la sentencia depende también de la forma en que se interpreten y
apliquen las normas legales, y del respeto por el debido proceso de las partes.

• • En primer lugar, resulta claro que la defensa de la verdad (o su


búsqueda) en el proceso no requiere de la adopción de ninguna posición
frente a las orientaciones filosóficas que plantean la imposibilidad de
acceder al conocimiento. Estas posiciones no son necesariamente
ciertas, pues existen otras, igualmente plausibles, que consideran que es
posible acceder a la verdad, o a verdades relativas, contextuales,
fáctico-procesales, etc. 0

Como se ha expresado, es posible defender la posibilidad de llevar a cabo una


verificación racional y hasta cierto punto confiable de las afirmaciones sobre
los hechos, apoyándose en la ciencia, la lógica, la experiencia, y las
herramientas estadísticas que permiten determinar la mayor o menor
probabilidad de la ocurrencia de un evento. La verdad del proceso siempre
será relativa, ubicada en un contexto determinado y limitado, pero ello ocurre
en cualquier actividad que se interese por el estudio de la realidad.

Una vez aclarado el hecho de que los obstáculos cognoscitivos no son un


hecho cierto, sino una posición epistemológica, frente a la cual el derecho no
puede adoptar una posición definitiva, es viable señalar que el ordenamiento
colombiano no es indiferente a la verdad desde un punto de vista ideológico,
como lo demuestra el valor dado a la prueba como elemento del debido
proceso constitucional, el mandato de dar prevalencia al derecho sustancial en
las actuaciones judiciales, y la obligación de los funcionarios de evitar fallos
inhibitorios que erosionan el derecho al acceso a la administración de justicia
(T-134 de 2004), removiendo los obstáculos que le impidan llegar a una
decisión de mérito.

Así, el artículo 29 de la Constitución establece como elemento del debido


proceso la posibilidad de aportar y controvertir pruebas, así como el principio
de exclusión de la prueba ilícita. En el plano legal, el principio de necesidad
de la prueba se encuentra íntimamente ligado al derecho fundamental al
debido proceso, pues se dirige a evitar cualquier tipo de decisión arbitraria por
parte de las autoridades (núcleo esencial de la garantía constitucional citada);
y, además, porque la valoración dada a las pruebas, o el juicio sobre los
hechos, debe materializarse en la sentencia para que su motivación sea
adecuada.

El interés dado por el Constituyente al tema probatorio y su relación con el


debido proceso, solo se explica si se valora la verdad como objetivo o
finalidad de las actuaciones judiciales. De no ser así, poco importarían el
principio de necesidad, la motivación de la valoración probatoria o la
posibilidad de aportar y controvertir pruebas, pues el juez podría adoptar sus
decisiones con base en los alegatos de las partes o, sencillamente, en su
criterio sobre la adecuada composición de los intereses en conflicto.

• • En segundo lugar, el artículo 228 de la Constitución consagra la


prevalencia del derecho sustancial en las actuaciones judiciales. El
derecho sustancial es aquel que se refiere a los derechos subjetivos de
las personas, en oposición al derecho formal que establece los medios
para buscar la efectividad del primero. En un Estado de derecho, se
considera que la justicia se logra precisamente mediante la aplicación
de la ley sustancial. El Estado Constitucional, además, establece límites
a la ley y condiciona la justicia al respeto de los derechos
constitucionales y de los demás derechos humanos que el Estado, como
miembro de una comunidad internacional fundada en el respeto por la
dignidad humana, se ha comprometido a garantizar y proteger. Por lo
tanto, la justicia y el derecho sustancial, -legal y constitucional-
coinciden en el Estado Constitucional de Derecho.

Ahora bien. De acuerdo con una formulación ampliamente aceptada, las


normas jurídicas pueden tener el carácter de reglas o de principios. En el
primer caso, pueden ser representadas mediante una estructura hipotética en la
cual a un supuesto de hecho se le imputa una consecuencia jurídica (Si a,
entonces b). Pues bien, la correcta atribución de una consecuencia jurídica
implica una adecuada determinación del supuesto de hecho, es decir, la
posibilidad de que el juez verifique la veracidad de los hechos alegados por las
partes. En otras palabras, si el juez es indiferente a la verdad, corre el riesgo de
aplicar consecuencias jurídicas a supuestos que no se corresponden legalmente
con ellas, o a no aplicar tales consecuencias cuando debería hacerlo.

En el caso de los principios, estos indican que hay un objetivo que debe
cumplirse en el máximo nivel posible jurídica y fácticamente. La eficacia de
los principios puede verse limitada por la obligación del juez de buscar la
eficacia de otros principios que puedan hallarse en conflicto en un caso
concreto. En tales eventos, el juez debe determinar cual principio debe
prevalecer en el contexto del caso concreto, garantizando la menor afectación
posible del principio que deba ceder. Este proceso se conoce como
ponderación y equivale a la determinación del peso específico de cada
principio en el caso concreto.

Para realizar un ejercicio de ponderación legítimo, el juez debe contar con


información confiable sobre las circunstancias del caso, pues si la que posee
es insuficiente, inadecuada, o abiertamente falsa, las relaciones de precedencia
que establezca entre los principios en conflicto será arbitraria e injusta.

Lo expuesto permite aseverar que la correcta aplicación del derecho, bien sea
mediante la atribución de consecuencias jurídicas a determinadas situaciones
de hecho, bien sea mediante la ponderación de principios en un caso concreto,
solo se logra si se parte de una base fáctica adecuada. Por lo tanto, la verdad es
un presupuesto de la vigencia del derecho material o, dicho de otra forma, de
la justicia de las decisiones. Como lo ha reiterado la Corte, el derecho
procesal, en el marco de un estado constitucional de derecho, debe buscar la
solución de conflictos, pero desde una base justa y no sólo eficiente, basada en
el establecimiento de la verdad.

4.7 Como conclusión, se puede afirmar que, para la Constitución Política,


arribar a la verdad es algo posible y necesario; que la Jurisdicción tiene como
finalidad la solución de conflictos de manera justa; y que esa solución supone
la adopción de las decisiones judiciales sobre una consideración de los hechos
que pueda considerarse verdadera.

Una vez establecidas las consideraciones precedentes sobre los fines del
proceso, y la relación entre la verdad y la justicia, resulta claro que el decreto
oficioso de pruebas constituye una manifestación del deber de juez de indagar
la verdad de los hechos antes de tomar una decisión determinada, con pleno
sustento en la adopción de la forma política del Estado Social de Derecho, en
donde el juez deja de ser un frío funcionario que aplica irreflexivamente la ley,
para adoptar el papel de garante de los derechos materiales.

4.8 Resulta relevante, sin embargo, referirse a dos posibles objeciones al


decreto oficioso de pruebas: por una parte, se considera que podría convertirse
en un obstáculo para la solución oportuna de las controversias sociales, y por
otra, se dice que lleva a que el juez pierda su imparcialidad..

En cuanto a la primera objeción, debe señalarse que la solución de conflictos


es compatible con la búsqueda de la verdad, porque el establecimiento de la
verdad puede ser un método adecuado para la solución de las controversias.
Desde un punto de vista práctico podría señalarse, además, que una solución
de los conflictos que no se fundamente en la indagación de los hechos puede
resultar contraproducente, pues genera desconfianza en el derecho y un riesgo
para la paz social, en caso de que las partes decidan acudir a la violencia en
busca de lo que el derecho injustificadamente les niega.

En relación con la segunda objeción, debe recalcarse que el juez no desplaza a


las partes ni asume la defensa de sus intereses privados. Desde el punto de
vista de la Constitución Política, la facultad de decretar pruebas de oficio
implica un compromiso del juez con la verdad, ergo con el derecho sustancial,
y no con las partes del proceso. Por ello, el decreto de pruebas no afecta la
imparcialidad del juez, ya que el funcionario puede decretar pruebas que
favorezcan a cualquiera de las partes siempre que le ofrezca a la otra la
posibilidad de ejercer el derecho de defensa y contradicción.

El temor por la pérdida de imparcialidad del juez por el decreto oficioso de


pruebas, no es diferente al temor que puede tenerse frente a cualquier
actuación arbitraria del funcionario. Suponer que al decretar pruebas el juez
asume los intereses de las partes, es como suponer que este prejuzga, que
puede desviar la correcta aplicación de las normas para favorecer a alguna de
las partes; o, en fin, que utiliza su poder correccional para intimidar a los
litigantes o, específicamente, a uno de ellos. El juez debe parcializarse en
favor de la verdad, manteniendo enhiesta e incólume su imparcialidad en la
aplicación de la ley sustancial al caso concreto.

Aquellas suposiciones repugnan al principio de buena fe y a una de sus


manifestaciones más importantes, la lealtad procesal. Si el juez realiza
conductas ajenas a su misión constitucional, puede que sea llevado al terreno
del derecho sancionatorio, en sus distintas modalidades, pero esto no ocurre
por la atribución de una facultad determinada, sino por efectuar un uso
inadecuado, irregular o ilegal de la misma.

Lo expuesto demuestra la relevancia constitucional del decreto de pruebas,


pero no significa que siempre que el juez omita el decreto de una prueba que
alguna de las partes considere conveniente, incurra en una actuación irregular,
o que su sentencia se vea afectada por un defecto fáctico (insuficiencia de
pruebas), sustantivo (falta de aplicación de los artículos 179 y 180 del C.P.C.),
o procedimental (por no buscar la prevalencia del derecho sustancial o negar
el acceso a la administración de justicia). Ello se debe a que los principios de
autonomía e independencia judicial le dan al juez un amplio margen para la
dirección del proceso, especialmente en lo que hace a la evaluación sobre la
conducencia, pertinencia o necesidad de una prueba.

4.9 En síntesis, el decreto oficioso de pruebas, en materia civil, no es una


atribución o facultad postestativa del Juez: es un verdadero deber legal. En
efecto, el funcionario deberá decretar pruebas oficiosamente siempre que, a
partir de los hechos narrados por las partes y de los medios de prueba que
estas pretendan hacer valer, surja en el funcionario la necesidad de esclarecer
espacios oscuros de la controversia; cuando la ley le marque un claro derrotero
a seguir; o cuando existan fundadas razones para considerar que su inactividad
puede apartar su decisión del sendero de la justicia material.

Como lo ha expresado la Corte Suprema de Justicia, la facultad oficiosa del


juez, deviene en un deber derivado de su papel como director del proceso y de
su compromiso por hallar la verdad como presupuesto de la justicia,
especialmente, si se toma en cuenta que la ley no impuso límites materiales al
decreto de pruebas por parte del juez, como sí ocurre en el caso de las partes.

4.10 En cuanto a la posibilidad de que la omisión en el decreto de pruebas sea


analizada en sede de tutela, es menester establecer la siguiente consideración:
en la medida en que la omisión en el decreto de pruebas puede tener como
origen o como consecuencia, la configuración de alguna de las causales de
procedencia de la acción de tutela y, especialmente, puede relacionarse con los
defectos fáctico y procedimental, la procedencia de la acción está
condicionada a que se cumplan los requisitos señalados por la jurisprudencia
constitucional para cada una de las causales referidas, y al cumplimiento de
los requisitos formales de procedencia de la tutela contra providencias
judiciales.

5. Del caso concreto.

A continuación, la Sala analizará la procedencia de la acción impetrada por


Luz Mary Jaimes Carvajal estudiando, en primer término, el cumplimiento de
los requisitos formales de procedibilidad de la acción; y, en segundo lugar, la
procedencia material del amparo.

5.1. Análisis de procedibilidad de la acción: en este acápite, la Sala


verificará el cumplimiento de los requisitos formales de procedibilidad de la
tutela contra sentencias judiciales (Ver, Supra, fundamento 3.1 de esta
decisión). De acuerdo con los antecedentes del caso, resulta especialmente
necesario determinar el agotamiento de los recursos judiciales, y la relevancia
constitucional del problema sometido a su consideración.

5.1.1. Relevancia Constitucional: el asunto planteado a esta Sala de Revisión


posee relevancia constitucional, pues se refiere a la presunta violación a los
derechos fundamentales al debido proceso y al acceso a la administración de
justicia, así como al desconocimiento del principio constitucional que ordena a
las autoridades judiciales dar prevalencia al derecho sustancial. Es decir, el
problema jurídico atañe a la eficacia y respeto por los artículos 29 (debido
proceso) y 228 (acceso a la administración de justicia) de la Constitución
Política, y pone sobre el escenario la relación entre estos principios y el papel
del juez en el Estado Social de Derecho.

5.1.2. El agotamiento de los recursos judiciales ordinarios y


extraordinarios.
De acuerdo con el trámite procesal brevemente reseñado en los antecedentes
de este fallo, la peticionaria ha perseguido el resarcimiento del daño
ocasionado por la muerte de su esposo en instancias penales y civiles. El
proceso civil por responsabilidad extracontractual fue iniciado, precisamente,
con base en la sentencia proferida en segunda instancia por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Cundinamarca, Sala de Decisión Penal, en la
que se confirmó la responsabilidad penal del señor Hidalgo Linares en el
homicidio culposo de su esposo y se le condenó al pago de perjuicios
materiales y morales. El fin de la demanda civil era la declaración de
responsabilidad del propietario del automotor y de la empresa de transportes a
la que se hallaba adscrito el vehículo conducido por el señor Hidalgo Linares.

En fallo civil proferido en primera instancia por el Juzgado Trece (13) Civil
del Circuito, el veintiséis (26) de junio de dos mil siete (2007), se condenó a
los demandados a pagar una suma de aproximadamente 43 millones por
concepto de lucro cesante, y 600 gramos oro -25 millones de pesos
aproximadamente- por perjuicios morales. Es decir, el juez de primera
instancia estimó los perjuicios en una suma cercana a los 70 millones de
pesos. Posteriormente, en fallo de segunda instancia, la Sala Civil de Decisión
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá revocó la sentencia de
primera instancia.

Para verificar que se cumpla el requisito de procedibilidad de agotar los


recursos judiciales disponibles, la Sala considera preciso determinar si la
peticionaria debió acudir en primer lugar al recurso extraordinario de
casación, o si existen serias razones que legitimen la no interposición del
mismo, dadas las circunstancias del caso concreto. La Sala evaluará entonces,
si prima facie, el recurso era procedente en razón de la cuantía del asunto
estimada por el juez de primera instancia (Juzgado 13 Civil del Circuito de
Bogotá).

En tal sentido, como lo señaló la Sala Tercera de Revisión en la sentencia T-


898 de 2003, a falta de otro criterio que permita determinar con precisión la
cuantía del proceso, el fallo judicial de primera instancia sirve como una pauta
para determinar si resultaba razonable la interposición del recurso.

De acuerdo con el artículo 368 del Código de Procedimiento Civil, la cuantía


para acudir al recurso extraordinario de casación debe ser igual o superior a
425 salarios mínimos, monto que a la fecha del fallo ascendía a algo más de
190 millones de pesos, es decir, más del doble de lo establecido por el juez de
primera instancia por daños morales y materiales. En consecuencia la Sala
considera razonable que el peticionario no haya hecho uso de esta vía judicial
antes de acudir a la acción de tutela.

Es pertinente recordar que el agotamiento de los recursos judiciales es una


manifestación del principio de subsidiariedad que tiene dos finalidades
primordiales: (i) preservar el reparto de competencias establecidas
constitucional y legalmente entre las diferentes autoridades judiciales, y (ii)
verificar que el peticionario demuestre diligencia en la defensa de sus
derechos, pues de lo contrario se pone en duda que se enfrente a un perjuicio
de carácter iusfundamental.

Por ello, la exigencia procedimental consiste en que se agoten los recursos, o


que se demuestre que existieron buenas razones para omitir la interposición de
alguno de ellos. En este caso, la estimación de la cuantía del proceso llevada a
cabo a partir del fallo de primera instancia, es una razón lo suficientemente
fuerte para su no interposición, por lo que el requisito se encuentra cumplido.

5.1.3. El principio de inmediatez.

En la presente oportunidad no hace falta un amplio análisis para dar por


acreditado el requisito, pues el fallo del Tribunal fue proferido el nueve (9) de
junio de dos mil ocho (2008) y la tutela fue interpuesta el seis (6) de agosto
de dos mil ocho (2008), es decir, menos de dos meses después de proferida la
sentencia que se controvierte. Aún sin reparar en la fecha de notificación del
fallo, el tiempo de dos meses resulta razonable para la preparación de la
demanda, y no supone una afectación insoportable para la seguridad jurídica.

5.1.4. Que, en caso de tratarse de una irregularidad procesal, esta tenga


incidencia directa en la decisión que resulta vulneratoria de los derechos
fundamentales.

La acción objeto de estudio se dirige a cuestionar irregularidades procesales y


fácticas que se habrían producido en el fallo del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Bogotá: en la demanda se afirma que la inadecuada valoración de
las pruebas, la omisión en el decreto de las mismas, o la inactividad del ad-
quem para sanear una eventual nulidad fueron la causa de una decisión que
violó los derechos al debido proceso y el acceso a la administración de justicia
de la peticionaria. De acuerdo con los fundamentos de la sentencia atacada por
vía de tutela, tal como se registró en los antecedentes de esta decisión, uno de
los fundamentos del fallo fue la falta de legitimidad, por no existir prueba que
acreditara la relación de parentesco entre la demandada y el difunto Gustavo
Angarita Carreño. En caso de que los cargos presentados por la peticionaria
tengan sustento, evidentemente, ese fundamento de la decisión del Tribunal
perdería su valor. Por lo tanto, el requisito se encuentra acreditado.

5.1.5. Que el actor identifique, de forma razonable, los hechos que


generan la violación y que esta haya sido alegada al interior del proceso
judicial, en caso de haber sido posible.

Sin duda, el actor ha identificado plenamente tales hechos. En su concepto, los


hechos o actuaciones atribuidos al Tribunal y causantes de la vulneración a sus
derechos constitucionales, son: (i) que el tribunal no haya utilizado sus
facultades oficiosas para decretar pruebas que consideraba imprescindibles;
(ii) que haya fallado por fuera del ámbito de su competencia funcional como
juez de segunda instancia; (iii) que no haya decretado la nulidad por la
ausencia de un requisito formal, en caso de considerarlo necesario, sino que
haya decidido denegar el acceso a la administración de justicia revocando
definitivamente el fallo de primera instancia; (iv) que no haya dado valor de
pruebas a las sentencias judiciales allegadas a proceso. Sin embargo, tales
irregularidades se habrían configurado al momento de proferirse la sentencia
de segunda instancia por la cual se dio por terminado el proceso, así que no
pudieron ser discutidas al interior del mismo.

5.1.6. Que el fallo controvertido no sea una sentencia de tutela. Al


respecto, basta señalar que la sentencia judicial que se considera vulneratoria
de los derechos fundamentales se produjo en un proceso ordinario por
responsabilidad civil extracontractual.

Acreditados todos los requisitos formales de procedibilidad de la tutela contra


providencias judiciales, la Sala abordará el estudio de fondo, o de la
procedencia material del amparo.

5.2. De la procedencia material del amparo.

El peticionario elevó cuatro cargos en contra de la sentencia proferida por el


Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Sala de Decisión Civil. En
primer lugar, (i) argumentó que dicha autoridad vulneró el principio de
consonancia al declarar de oficio la falta de legitimidad por activa de la
accionante; en segundo lugar, (ii) alegó que la sentencia controvertida incurrió
en defectos fácticos por (i) falta de apreciación de las sentencias judiciales
aportadas al proceso; y (ii) el desconocimiento del alcance dado por la ley
procesal a esas pruebas y al principio de cosa juzgada (artículo 264 del
C.P.C.); por último, (iii) señaló que la omisión en el decreto de pruebas de
oficio necesarias para fallar, o bien, el no haber decretado la nulidad de lo
actuado para incorporar esas pruebas, que encajaban en lo que la ley describe
como anexos de la demanda implicó un desconocimiento de los derechos
constitucionales al debido proceso y al acceso a la administración de justicia
de la peticionaria.

La Sala reitera, como se indicó en los fundamentos (Ver considerando 1.7),


que las causales genéricas de procedibilidad de la tutela contra decisiones
judiciales, suelen relacionarse entre sí y que no es posible establecer barreras
infranqueables entre estas.

En este caso, esa relación es evidente, pues el problema planteado alude al


alcance o aplicación de las normas que regulan el recaudo de pruebas y al
valor dado por la ley a algunos medios de prueba; pero, además, toca el
aspecto procedimental de la decisión, pues se refiere a la necesidad de
remover obstáculos para dar prevalencia al derecho sustancial y garantizar el
acceso a la administración de justicia, a partir de los procedimientos
legalmente establecidos.

Para evitar que la relación entre los aspectos fácticos, sustanciales y


procedimentales lleve a una confusión en el análisis del caso, la Sala
encuentra pertinente efectuar una breve precisión: la interrelación entre las
causales de procedibilidad de tutela en el caso concreto obedece a que el tema
probatorio es, de un lado, una parte del derecho procesal así que su manejo se
relaciona con el respeto por los procedimientos legales y con la vigencia del
debido proceso; pero, de otro lado, cuando la ley establece el valor de un
medio probatorio, proscribe la utilización de otro, establece presunciones,
consagra principios y reglas para la valoración de las pruebas, su recaudo, etc.,
tal regulación le transmite un carácter legal al manejo de la prueba, al punto
que, en sistemas cerrados de tarifa legal, los problemas probatorios son en
realidad problemas de interpretación y aplicación del derecho.

En la medida en que la acción de tutela no está sujeta a complejas exigencias


técnicas -como sucede por ejemplo con la casación-, sino que rige el principio
de informalidad, la Sala abordará el estudio de la forma que considera más
cercana a las acusaciones elevadas por el apoderado de la peticionaria.

En virtud de lo expuesto, la exposición se adelantará dentro de este esquema:


(i) el desconocimiento del principio de consonancia, a partir de la causal
defecto procedimental absoluto; (ii) los defectos relativos a la falta de
apreciación o a la apreciación errónea –por motivos tanto de hecho como de
derecho- de las pruebas, desde la perspectiva del defecto fáctico; y (iii) la
acusación relativa a la omisión en el decreto de pruebas de oficio y la no
corrección de la eventual nulidad, desde el punto de vista del exceso ritual
manifiesto, la prevalencia del derecho sustancial y el derecho al acceso a la
administración de justicia. Lo anterior, sin perjuicio de que la Sala acuda a
precisiones de carácter normativo cuando la exposición así lo exija.

5.2.1. Inexistencia de defecto procedimental por vulneración al principio de


consonancia.

En términos sencillos, puede afirmarse que el principio de consonancia


establece que la competencia funcional del juez se restringe al pedido de las
partes; es decir, a las súplicas de la demanda y a las excepciones propuestas
por el demandado (salvo aquellas que, excepcionalmente, el Juez puede
decretar de oficio por mandato legal). El juez de segunda instancia, por su
parte, debe decidir a partir de los aspectos del fallo de primera instancia que
fueron objeto de impugnación. En ese orden de ideas, el apoderado de la
peticionaria considera que el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá
desconoció este principio al declarar de oficio la ausencia de legitimidad de la
demandante, a pesar de que este aspecto no fue discutido en el recurso de
apelación.

La Sala constata que, en concepto de la Corte Suprema de Justicia, la


legitimidad para actuar no es un simple requisito formal del proceso, sino un
elemento inherente a la titularidad del derecho de acción y contradicción.
Dentro de esa concepción de la legitimación, resulta natural para la Alta
Corporación citada que el juez de segunda instancia pueda pronunciarse de
oficio sobre un asunto que estaría ligado a las cuestiones materiales, o de
fondo del proceso, como la titularidad del derecho en controversia.

Esta Sala acoge la doctrina del órgano de cierre de la jurisdicción ordinaria y


considera que, desde esta perspectiva, el principio de consonancia no se vio
vulnerado por la decisión del Tribunal Superior de Distrito Judicial de Bogotá,
Sala de Decisión Civil.

5.2.2. Análisis de los cargos relativos a la ocurrencia de un defecto fáctico.

A continuación, la Sala determinará si en la sentencia proferida por la Sala de


Decisión Civil del Tribunal Superior de Bogotá se configuró un defecto
fáctico por (i) la falta de apreciación de las sentencias judiciales aportadas al
proceso; o (ii) el desconocimiento del alcance dado por la ley procesal
(artículo 264 del C.P.C.) a esas pruebas y al principio de cosa juzgada. Los
argumentos del peticionario se pueden concebir desde dos perspectivas. En
primer lugar, desde una hipótesis en la que se propone la continuidad entre los
procesos penal y civil; y, por otra parte, desde el punto de vista del
desconocimiento de mandatos normativos relativos al alcance probatorio de
los fallos mencionados. Pasa la Sala a analizar cada una de estas hipótesis:

En primer lugar, el apoderado de la señora Jaimes Carvajal aduce que, en


virtud de las sentencias penales aportadas al proceso, resultaba forzoso (esto
es, lógicamente necesario) concluir que la peticionaria se hallaba legitimada
para actuar en el proceso de responsabilidad civil extracontractual. Considera
que al no dar por probado este hecho, el Tribunal incurrió en un error que
puede situarse en el desconocimiento de los principios de la sana crítica.

En desarrollo de esa idea, el profesional del derecho señala que la prueba de la


relación de parentesco se deriva de una inferencia lógica, así: (i) la
constitución en parte civil dentro de un proceso penal requiere de la
presentación de los registros civiles que acrediten el interés de la parte; (ii) la
peticionaria se constituyó en parte civil en un proceso penal que culminó
accediendo a sus pretensiones, mediante fallo judicial que hizo tránsito a cosa
juzgada; (iii) por lo tanto, la relación de parentesco se hallaba judicialmente
comprobada. Estando comprobado de esa forma el parentesco, (iv) resultaba
superfluo aportar al proceso civil la copia de los registros civiles de la
peticionaria y sus hijos.

Desde el punto de vista de la lógica, el argumento del apoderado resulta bien


estructurado. Desde el punto de vista normativo, empero, presenta dos
problemas: en primer lugar, omite señalar que existe una regla de carácter
legal que prescribe que el estado civil se prueba (únicamente) mediante el
registro civil; por otra parte, no hace referencia a la regla general según la cual
la carga de la prueba incumbe al actor. En virtud de tales reglas, en un proceso
como el asumido por el Tribunal Superior de Distrito Judicial de Bogotá, Sala
de Decisión Civil, la única prueba conducente del parentesco era la copia de
los registros civiles que, además, debían ser aportados, en principio, por la
demandante.

En cuanto a la segunda hipótesis, el peticionario considera que la autoridad


judicial accionada desconoció el valor dado por la ley a las sentencias como
medios de prueba y, por esa vía, transgredió a la vez el principio de cosa
juzgada. Si el artículo 264 del C.P.C. señala el alcance probatorio de los
documentos públicos, y además, como en este caso, ese documento público
incorpora una norma jurídica particular (una sentencia judicial), entonces el
juez civil no podría ignorar tales pruebas sin transgredir la ley.

El argumento también se muestra sugerente, pero nuevamente choca con la


regla jurídica que prescribe un medio específico para la prueba del estado
civil. De acuerdo con la Ley -se reitera- el medio conducente para probar el
estado civil es el registro civil, y no las sentencias judiciales. Por otra parte,
imponer al Tribunal Superior del Distrito Judicial, en calidad de juez de
segunda instancia en un proceso civil, acoger de forma absoluta los resultados
de un proceso penal, se enfrenta con la autonomía y la independencia judicial.

No puede por lo tanto afirmarse que esa autoridad desconoció los fallos
penales, pues aquellos, como se sabe, solo surtieron efectos inter-partes. La
posición del Tribunal, según la cual resultaba preciso efectuar un análisis
probatorio independiente del llevado a cabo en el proceso penal, puede ser
discutible, pero no es de ninguna manera irrazonable. La valoración de las
pruebas, además, se ajustó a lo prescrito por la ley en cuanto al estado civil.

A partir de lo expuesto, se arriba a la siguiente conclusión: desde un punto de


vista formal, la actuación del Tribunal en la apreciación de las pruebas no
adolece de los defectos imputados por el accionante. Ahora bien, resta
determinar si la actuación del tribunal pudo derivar en un defecto de tipo
procedimental por un exceso ritual.

5.2.3 Configuración de un defecto procedimental por exceso ritual manifiesto.

La peticionaria, a través de su apoderado, planteó como una violación al


debido proceso, la omisión en el decreto de pruebas por parte de la Sala Civil
del Tribunal Superior de Distrito Judicial de Bogotá. En su concepto, el juez
de segunda instancia debió acudir a sus facultades oficiosas en caso de
considerar que los registros civiles eran una prueba imprescindible para
pronunciarse de fondo en el proceso; o bien, proceder a decretar la nulidad de
lo actuado, pues el juez de primera instancia debió haber rechazado la
demanda y solicitado la incorporación de tales documentos, en virtud de lo
establecido por los artículos 77 y 85 del Código de Procedimiento Civil.

Estas acusaciones pueden enmarcarse dentro del presupuesto del defecto


procedimental por exceso ritual, pues atañen a la prevalencia del derecho
sustancial en las actuaciones judiciales, y al derecho al acceso a la
administración de justicia, así que el análisis de este cargo se efectuará con
base en los acápites 3º y 4º de los fundamentos de esta decisión.

PROBELA JURIDICO EN RELACION ALD EFECTO FACTICO

El problema presentado a la Sala por el último cargo puede ser reformulado de


esta manera: ¿incurrió el juez de segunda instancia en un defecto
procedimental o fáctico, al no decretar de oficio las pruebas que, de acuerdo
con el material aportado por las partes, resultaban imprescindibles para la
adopción de un fallo de fondo?

Previo el análisis del cargo, debe recordarse que, como se expresó al estudiar
el primer cargo, la ausencia de legitimación es considerada por la Corte
Suprema de Justicia -órgano de cierre de la jurisdicción civil- como un
presupuesto de la pretensión que, en consecuencia, puede ser verificado de
oficio por los falladores de primera y segunda instancia en el proceso civil. Si
el juez encuentra comprobado que el actor carece de legitimación debe
desestimar las súplicas de la demanda o, en segunda instancia, revocar la
decisión estimatoria del a-quo. En tal sentido, la decisión controvertida es, a
primera vista, una decisión de fondo, contraria a los intereses de los
demandantes y no un fallo inhibitorio.

Ahora bien, en el caso objeto de estudio, el Tribunal no se basó en la


comprobación de la ausencia de legitimidad de la actora. El fundamento de su
decisión fue la ausencia de la única prueba necesaria para comprobar el
parentesco entre ella, sus hijos, y el señor Angarita Carreño. Aunque puede
parecer obvio, no sobra resaltar que no es lo mismo sustentar un fallo en la
comprobada falta de legitimación que en la ausencia de prueba sobre este
aspecto.

Es relevante mencionar que la razón por la que la ausencia de prueba solo se


evidenció en el fallo de segunda instancia fue la decisión del a-quo -explícita
en su fallo (ver, supra, antecedentes, 2.1)-, en el sentido de dar por acreditada
la personería para demandar, con base en las sentencias penales allegadas al
proceso. En los términos en que se analizó el primer cargo de la demanda, el
juez de primera instancia acogió la tesis de la continuidad entre los procesos
penal y civil.

Así las cosas, el fallo atacado no se fundamentó en el problema material de la


falta de legitimación de la demandante sino en un problema probatorio que, de
acuerdo con la ley procesal, pudo corregirse en el trámite de las instancias,
como lo evidenció el salvamento de voto a la sentencia desestimatoria
proferida por la Sala de Decisión Civil del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Bogotá.
IMPORTANTE PARA REORGANIZACION
Ahora bien. La decisión del juez podría considerarse ajustada a derecho si
partiera de una evaluación sobre la necesidad del medio de prueba, y de allí
concluyera que no hacía falta decretarlo para decidir con una base fáctica
sólida. Sin embargo, la autoridad accionada no adelantó ningún tipo de
evaluación como la descrita, a pesar de que existían en el expediente serios
elementos de juicio para generar en el juzgador la necesidad de esclarecer
algunos aspectos de la controversia y para concluir que, de no ejercer
actividades inquisitivas en búsqueda de la verdad, la sentencia definitiva podía
traducirse en una vulneración a los derechos constitucionales al debido
proceso y al acceso a la administración de justicia de la peticionaria, y en un
desconocimiento de la obligación de dar prevalencia al derecho sustancial y
evitar fallos inicuos, en tanto desinteresados por la búsqueda de la verdad.

La necesidad ineludible de decretar pruebas de oficio se puede inferir, además,


de las circunstancias en las que el juez de segunda instancia conoció el
proceso: la demandante aportó sentencias judiciales de carácter penal que
constituían un elemento de juicio importante en cuanto a la configuración de
la responsabilidad civil extracontractual (o aquiliana); las partes, además,
adelantaron una controversia sobre elementos propios de la responsabilidad y
el daño, como la fuerza mayor, el caso fortuito y la eventual concurrencia de
culpas. Por ello, si bien es cierto que las sentencias mencionadas no eran
conducentes para la prueba del registro civil, sí acreditaban un hecho muy
relevante para perseguir una decisión basada en el acopio de las pruebas
necesarias: la existencia de esas sentencias demostraba que la peticionaria
debió aportar al proceso penal las pruebas que hacían falta en el proceso de
responsabilidad civil extracontractual, por lo que resultaba plausible suponer
que tales pruebas podían ser fácilmente incorporadas al proceso civil.

Las sentencias penales y la actividad de las partes constituían, entonces, razón


suficiente para crear en el juez civil el deber de decretar pruebas de forma
oficiosa. La decisión de la Sala Civil del Tribunal de Bogotá, en cambio, fue
la de considerar que, en la medida en que la ley establece que el estado civil se
prueba con el registro civil, nada correspondía hacer al juzgador para
contribuir a esclarecer ese hecho, secundario incluso para las partes. Se trata
de una actuación plenamente marcada por un exceso ritual manifiesto, pues es
posible percibir cómo el juez de segunda instancia se mostró indiferente al
derecho sustancial y, por esa ruta, a la emisión de un fallo justo.

SUSTENTO CONCRETO PARA LA TUTELA. FALLO EL TRIBUNAL


DE BOGOTA EN NO DECRETAR PRUEBAS D EOFICI, CON BASE EN
UN EXCESO RITUAL MANIFIESTO
La Sala de Decisión Civil del Tribunal Superior de Bogotá, una vez constató
que hacía falta un medio probatorio imprescindible para adoptar una decisión
apegada al derecho material como lo indicaban todos los demás elementos del
proceso, en lugar de adoptar las medidas necesarias para suplir esa necesidad
y, especialmente, para cumplir con su tarea de solucionar los conflictos que se
someten a su consideración desde una base fáctica adecuada, requisito
necesario para proferir una decisión justa (supra, acápite 4º), prefirió revocar
el fallo de primera instancia y cerrar definitivamente las puertas de la
jurisdicción civil a la demandante, actuación que comporta negarle el acceso
material a la administración de justicia.

Para adoptar una decisión conforme con lo ordenado por el artículo 228 de la
Constitución, en la cual se diera prevalencia del derecho material, la autoridad
accionada no requería decretar una nulidad ni retrotraer el proceso a su fase
inicial como lo sugirió el representante de la peticionaria. Lo único que debía
hacer era decretar de oficio las pruebas que resultaban imprescindibles para
adoptar un fallo ajustado a la realidad que se insinuaba a partir de los
elementos aportados al proceso.

Como ha ocurrido en otros eventos en los cuales la Corte se ha referido al


exceso ritual manifiesto, la conducta de la Sala de Decisión Civil del Tribunal
Superior de Bogotá, indiferente a la efectividad del derecho sustancial, se
convirtió en una violación a los derechos fundamentales al debido proceso y
acceso a la administración de justicia. La decisión atacada por vía de tutela
solo podría considerarse un fallo avenido con la verdad y, por lo tanto justo, si
la autoridad judicial hubiera comprobado la falta de interés para actuar de la
peticionaria o si no existiera ningún elemento como los reseñados en párrafos
anteriores para generar la necesidad de la prueba.

Situaciones similares a la sucedida en esta oportunidad han llevado a la Corte


a referirse a los fallos inhibitorios manifiestos e implícitos. La Corporación ha
explicado que el derecho fundamental al acceso a la administración de justicia
comporta la garantía de la obtención de una respuesta de fondo por parte de
los jueces, quienes, a su vez, se hallan obligados a evitar a toda costa fallos
que, basados en obstáculos formales, impidan la vigencia del derecho material
o de los derechos subjetivos. Esto ocurre tanto en los fallos que son
inhibitorios de forma manifiesta como en aquellos que lo son de forma
implícita, es decir, bajo la apariencia de un pronunciamiento de mérito
(sentencia T-134 de 2004, citada).

Debido a la relación que existe entre la vigencia y prevalencia del derecho


material, y la necesidad de que el juez civil ejerza sus funciones inquisitivas
para hallar la verdad, se puede concluir que en el presente caso se presentó
una situación análoga a la referida por la sentencia citada: la Sala de Decisión
Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, bajo el manto de
una sentencia de fondo desestimatoria, es decir, contraria a las pretensiones de
la actora en virtud de su falta de legitimidad para actuar, escondió una
sentencia inicua, en razón al desinterés de la autoridad judicial por acercarse a
la verdad real.

Una sentencia como ésta, si bien no es de carácter inhibitorio, tiene el mismo


efecto, pues impide la prevalencia del derecho sustancial y deniega el acceso
material a la administración de justicia de la peticionaria. Contrasta de forma
evidente la actitud de la autoridad judicial accionada con aquella prescrita por
el artículo 228 de la Constitución, que ordena al juez la adopción de todas las
medidas conducentes y necesarias para arribar a una decisión de fondo y
apegada a la justicia material.

Las consideraciones precedentes permiten concluir que el Tribunal Superior


del Distrito Judicial de Bogotá, Sala de Decisión Civil, actuó en contra de su
papel de director del proceso y del rol protagónico que le asigna el
ordenamiento en la garantía de los derechos materiales, al omitir la práctica de
una prueba imprescindible para fallar, a pesar de la presencia de elementos
que le permitían concluir que por esa vía llegaría a una decisión indiferente al
derecho material. Por esta vía, la autoridad accionada cerró definitivamente las
puertas de la jurisdicción a la peticionaria, olvidó su papel de garante de los
derechos sustanciales, su obligación de dar prevalencia al derecho sustancial,
y su compromiso con la búsqueda de la verdad en el proceso como
presupuesto para la adopción de decisiones justas.

Como lo expresó la Corte en la citada sentencia T-134 de 2004, la autonomía


del juez tiene límites. Concretamente, esta no lo faculta para denegar justicia.

Del alcance del amparo.

Con el fin de preservar la prevalencia del derecho sustancial y de garantizar el


acceso a la administración de justicia de la señora Luz Mary Jaimes Carvajal,
esta Sala de Revisión dejará sin efecto el fallo proferido por la Sala de
Decisión Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá para que
esta autoridad abra un término probatorio adicional con el fin de ejercer sus
deberes para arribar a la verdad y adoptar un fallo de mérito basado en la
determinación de la verdad real. La autoridad decidirá sobre la duración del
período probatorio indicado sin que, en todo caso, éste exceda de cuarenta
días. Una vez cumplido el término referido, el Tribunal deberá dictar sentencia
de segunda instancia en el término legal para fallar.

La Sala advierte que esta decisión, adoptada en sede de revisión de tutela, no


incide ni determina el sentido del fallo que deberá proferir el Tribunal. El
sentido de la decisión será el que la autoridad accionada, como juez natural del
proceso, determine en derecho, una vez cuente con todos los elementos de
juicio necesarios para que su sentencia se ajuste a lo prescrito por el artículo
228 constitucional.

III. DECISIÓN.

Con fundamento en las consideraciones expuestas en precedencia, la Sala


Tercera de Revisión de la Corte Constitucional, administrando justicia en
nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE:
Primero: REVOCAR las sentencias de tutela proferidas por la Sala de
Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia en primera instancia el
veintidós (22) de agosto de dos mil ocho (2008), y la Sala de Casación
Laboral de la Corte Suprema de Justicia el siete (7) de octubre de dos mil ocho
(2008), en segunda instancia y, en su lugar, CONCEDER la tutela de los
derechos fundamentales al debido proceso y el acceso a la administración de
justicia de la señora Luz Mary Jaimes Carvajal.

Segundo: DEJAR SIN EFECTO la sentencia proferida por el Tribunal


Superior del Distrito Judicial de Bogotá el nueve (9) de junio de dos mil ocho
(2008), al conocer en segunda instancia del proceso ordinario por
responsabilidad civil extracontractual adelantado por la peticionaria en contra
del señor Pablo Antonio Muñoz y la empresa Transportes Expreso
Cundinamarca Ltda. y CIA S.C.A.

La autoridad accionada deberá decretar un período probatorio adicional en el


cual hará uso de sus facultades inquisitivas para dictar un fallo en los términos
indicado en la parte motiva de esta providencia, cuyo término no podrá
exceder de 40 días. Una vez cerrado este período probatorio adicional, la Sala
de Decisión Civil del Tribunal Superior de Bogotá, deberá dictar sentencia en
los términos previstos por el artículo 124 del Código de Procedimiento Civil.

Tercero: Por Secretaría General líbrense las comunicaciones previstas en el


artículo 36 del Decreto Ley 2591 de 1991.

Notifíquese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte


Constitucional.

LUIS ERNESTO VARGAS SILVA


Magistrado Ponente

MAURICIO GONZÁLEZ CUERVO


Magistrado
GABRIEL EDUARDO MENDOZA MARTELO
Magistrado

MARTHA VICTORIA SÁCHICA MÉNDEZ


Secretaria

TALLER DERECHO PROBATORIO: PROCEDENCIA DE LA ACCION DE TUTELA CONTRA


PROVIDENCIAS JUDICIALES POR DEFECTO PROCESAL- FACTICO.

SENTENCIA ANALIZADA: T-264 de 2009 Corte Constitucional.

Partiendo del principio de cosa juzgada y seguridad jurídica, la jurisprudencia nacional ha aceptado
la procedencia de la acción de tutela contra providencias judiciales, de manera muy cauta y
exigente, con el fin de salvaguardar tales principios y mantener la independencia de los jueces.
Para ello en reiterada jurisprudencia, La Corte Constitucional, ha ido decantado el tema,
estableciendo ciertas exigencias adicionales a la legales, para su procedencia, tanto de orden formal,
como sustancial, entre las ultimas, la configuración del DEFECTO FACTICO, relacionado con la
prueba.

OBJETIVO: El estudiante a través del análisis hermenéutico de la sentencia, adquiere competencia


para identificar los requisitos formales y sustanciales, señalados por la Jurisprudencia, para la
procedencia de la acción de tutela contra providencias judiciales. Reconocimiento del alcance del
defecto factico-probatorio y destreza en la aplicación de dichos conceptos a casos concretos.

CONTENIDO DEL ANALISIS JURISPRUDENCIAL

1. 1. Identificación de la providencia analizada.


2. 2. Hechos de la sentencia analizada (revisión)
3. 3. Hechos de la providencia contra la cual que se instauró acción de tutela (Tribunal de
Bogotá)
4. 4. Problema jurídico de la sentencia analizada (revisión)
5. 5. Problema jurídico con relación a la sentencia objeto de acción de tutela. (Tribunal
de Bogotá)
6. 6. Cargos formulados por el peticionario de tutela en contra de la sentencia proferida
por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Sala de Decisión Civil,
relacionados con la prueba.
7. 7. REQUISITOS FORMALES O DE PROCEDIBILIDAD DE LA ACCION DE
TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES. Identificarlos y explicarlos (6)
8. 8. REQUISITOS SUSTANCIALES. CAUSALES GENERICAS: (7). Solo
Nombrarlos.
9. 9. Caracterización del DEFECTO FACTICO. Contenido y alcance.
10. 10. Relevancia constitucional de las pruebas de oficio en el proceso civil
11. 11. Explicar cómo se estructuró el defecto fáctico en el caso concreto de la
sentencia objeto de tutela (sentencia del tribunal superior de Bogotá, sala civil), para ello se
debe identificar los hechos, conductas y conceptos que tuvo en cuenta la Corte
Constitucional, para afirmar que se incurrió en defecto fáctico y que ello vulneró los
derechos al debido proceso y acceso a la justicia.

• - Grupos máximo de tres personas.


• - Por escrito, para entregarlo la próxima clase, en donde deben exponer los puntos
analizados.

CLAUDIA MARIA PADILLA


Docente Derecho Probatorio.
Universidad del cauca.

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