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Elect Iva
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La corrupción está instalada desde hace tiempo en América Latina como una de las
principales preocupaciones de la población, tanto por su incidencia cotidiana como por sus
consecuencias económicas y políticas. La percepción de corrupción en la región es
ligeramente superior al promedio mundial, y bastante mayor que la media de los países
desarrollados, según Transparencia Internacional.
Además, el Reporte de Economia y Desarrollo (RED2019) de CAF encuentra que el 51%
de los latinoamericanos consideran que la corrupción es el principal problema de sus países
(por encima de las condiciones económicas, el acceso a la vivienda y a servicios o la
inseguridad), y que el 23% de los ciudadanos reporta que un funcionario le solicitó una
coima en los últimos 12 meses.
Existen razones de peso que justifican esa preocupación. La corrupción disminuye la
capacidad del Estado para proveer bienes y servicios públicos de calidad, a la vez que
limita el crecimiento económico. Pero quizás más importantes sean las consecuencias sobre
las instituciones de gobierno: cuando los ciudadanos sienten que la corrupción es
generalizada, se deteriora confianza en la democracia.
Esta realidad ha provocado que los gobiernos latinoamericanos reaccionaran, en su mayoría
implementando instrumentos legales y fortaleciendo los órganos de justicia y,
complementariamente, varios países están llevando a cabo iniciativas para aumentar la
transparencia y mejorar la rendición de cuentas. De todas formas, todavía existe un largo
camino por recorrer para llenar vacíos legales y asegurar la efectividad de muchas de las
medidas que se están implementando.
El establecimiento de una agenda anticorrupción efectiva en América Latina debe
contemplar acciones en cuatros ámbitos que se complementan y potencian entre sí. El
primero de la lista es mejorar los mecanismos de regulación y control de la función pública.
Esto implica combinar reglas ex ante que limiten las atribuciones y discrecionalidad de los
funcionarios (qué decisiones pueden tomar y cómo), y controles ex post que fiscalicen esas
decisiones y acciones una vez que han sido ejecutadas. En otras palabras, es necesario
adoptar criterios objetivos para la toma de decisiones (por ejemplo, en el caso de compras
públicas y contrataciones), reforzar las instancias de fiscalización (como los órganos
auditores) y fortalecer los sistemas de justicia con procedimientos y protocolos que faciliten
investigaciones y la generación de pruebas (como el mecanismo de delación compensada).
El segundo frente de acción tiene que ver con la mejora de los mecanismos de entrada a la
política y a cargos de funcionarios públicos. Esto implica la selección de profesionales
capaces, con baja tolerancia a la corrupción y ajenos a relaciones clientelares o intereses
particulares para garantizar independencia en el ejercicio de los cargos y un sistema de
contrapesos efectivo en el Estado. Para el caso de cargos políticos los sistemas electorales
deben estar orientados a maximizar la pluralidad y la competencia entre opciones. Para ello
las regulaciones al financiamiento de campañas, como los límites a los aportes de empresas
y de particulares y topes a los gastos electorales, pueden ayudar.
El tercer punto implica activar al ciudadano para que monitoree la acción de los
funcionarios y promueve la rendición de cuentas. Un requisito indispensable es la hacer que
la información sea accesible a través, por ejemplo, de leyes de acceso a la información y de
gobierno abierto. Adicionalmente, deben existir canales de reclamo más allá del voto, como
la creación de espacios para la participación y denuncia a través de plataformas digitales o
redes sociales promovidas desde el propio Estado.
Por último, es imprescindible mejorar las regulaciones para controlar la influencia de los
intereses de empresas y particulares en las decisiones del Estado. Para lograrlo, se requieren
leyes que penalicen a las personas jurídicas involucradas en el pago y ofrecimiento de
sobornos. También se requiere la regulación de los conflictos de interés y actividades de
cabildeo o lobby. En la contratación de obra pública y en iniciativas de APP es importante
reforzar las capacidades de las entidades contratantes para evitar que contratos inadecuados
se traduzcan en costosas renegociaciones en la etapa posterior a la licitación.
En los próximos años, los países de la región tienen una importante tarea por delante:
recuperar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones públicas a través de una
gestión transparente que minimice las opciones de corrupción. Y esto solo se logrará con
Estados más transparentes, eficientes en el uso de los recursos públicos, que sancionen las
irregularidades y que sean sensibles a las verdaderas necesidades de los ciudadanos.
https://www.caf.com/es/conocimiento/visiones/2019/11/4-formas-de-reducir-la-corrupcion-en-
america-latina/
2-Explique cómo desarrollar la Ética y la Moral en las políticas Públicas en los procesos
públicos.
¿Es la ética una entidad racional, objetiva y universal, o es meramente subjetiva, o relativa
a cada persona o cultura, o simplemente debe consistir en imitar lo que vemos en la
naturaleza?
Tal y como puede apreciarse a menudo en debates sobre esta cuestión, muchas personas
realmente creen que no puede existir una ética basada en la razón, universal y objetiva,
válida para todos y en todo momento, y que las cuestiones morales se reducen en última
instancia a sentimientos o gustos personales, o a lo que convengamos en sociedad, o que
debemos intentar imitar a lo que ocurre en la naturaleza, o simplemente perpetuar
la tradición.
Pero todos los enfoques que rechazan la razón devienen profundamente problemáticos por
varias razones.
A menudo confundimos la moral con el código de conducta que se impone en una cultura.
No son lo mismo. La moral no se fundamenta en los códigos deontológicos de la
sociedad. La moral se basa puramente en la razón. Es por esto que a pesar de que
nuestra cultura considera que los demás animales son inferiores y está bien explotarlos;
nosotros hemos podido razonar que eso es falso. Si la moral fuera lo mismo que el código
social entonces jamás habríamos avanzado nada en cuestiones como el racismo, el sexismo
o la homofobia. Este cambio sólo se explica apelando a un sentido moral que es
subyacente a nuestra naturaleza y no depende del contexto.
El razonamiento ético también puede ser objeto de valoración con respecto a su calidad. Un
buen razonamiento ha de ser válido y tanto los argumentos que lo apoyan como las
conclusiones a las que se llega deberían ser sostenibles y relevantes. Los argumentos
sostenibles son aquellos que están relacionados con el tema, es decir, con los hechos
del caso y con las normas o valores a los que están adscritos. Dichos argumentos son
llamados relevantes y tienen algo que añadir a la autoridad de un juicio que establece que
cierta conducta es correcta desde el punto de vista moral. Así lo expone el filósofo Shelly
Kagan:
«Si ahora pasamos a la pregunta ¿qué se necesita —más allá de la racionalidad— para
que la maldad ingrese al mundo?, pienso que la respuesta bien podría ser que,
simplemente, cuando alcanzamos un cierto nivel de racionalidad, nada más es necesario.
La razón por la cual es objetivamente malo que yo practique el homicidio es precisamente
porque existe una razón para que no lo haga, una razón que soy capaz de reconocer. Y si
usted pregunta ¿qué más se necesita? la respuesta es, esos son los ingredientes básicos,
podemos refinarlos un poco si lo desea, pero en esencia, eso es todo.»
Si la ética no se fundamentara en la razón, entonces todo se reduciría a gustos, caprichos e
intereses particulares. Pero así ya no habría ética. Por tanto, la ética no puede ser subjetiva,
relativa o simple imitación. Si la ética fuera subjetiva entonces la violación sexual no sería
algo malo en sí, sino que eso dependería de que lo que nosotros opináramos subjetivamente
sobre ella o de lo que dijeran las normas acordadas. Pero la violación sexual es algo que
está siempre mal y está mal en sí mismo, independientemente de lo que nosotros pensamos
sobre ello.
La violación sexual está mal porque implica hacer a otro individuo algo que no deseamos
para nosotros mismos —atenta contra la igualdad— y porque implica causar un daño que
no podemos justificar moralmente sino que lo hacemos únicamente para nuestro beneficio:
es una violación de derechos individuales. Y esto vale no sólo para la violación sino para
cualquier acto que afecte a los intereses básicos de un individuo.
Me temo que a menudo confundimos lo que es la moral en sí con las diferentes ideas acerca
de lo que se considera la moral. Del mismo modo, no es lo mismo lo que algo sea en sí
mismo que la creencia acerca de lo que ese algo sea. Asimismo hay una confusión entre lo
que es la ética y la moral con lo que es simplemente el código de conducta que prescribe
una religión el cual nada tiene que ver con la ética ni con la moral.
Incluso, aunque existiera un dios, él tampoco estaría legitimado en decidir lo que está
objetivamente bien y mal. Si así fuera, ya no sería moral sino mero capricho sujeto a la
voluntad personal. Un dios no puede ser fundador ni garante de una moral objetiva y
universal. Y postular que deberíamos igualmente someternos a la voluntad divina es apelar
a la falacia ad baculum, es decir, a la idea de que la posesión de poder es lo que otorga la
legitimidad y la razón.
Ciertamente, algunos pueden pensar que algo está bien o mal solamente porque lo dice un
libro o una persona, que es considerado la autoridad máxima en su cultura. Pero esto no
tiene nada que ver con la ética desde un punto de vista racional.
¡Valores! El no reconocer ni aceptar que existe una gravísima crisis social, se puede considerar un
gran acto de descaro.
Aquella frase que normalmente utilizaban adultos de la tercera edad que dice “aquí se perdió todo”
ya hoy prácticamente es un himno constante.
De verdad el venezolano dejó de ser el que era para convertirse en este personaje desconocido
perdiendo totalmente de su verdadera esencia.
Recordando un poco como era el venezolano en la época en la que nacimos, cuando sólo éramos un
niño, recordamos ese venezolano amable, humilde, emprendedor, honesto, correcto, siempre
actuando con buena fe, si, ese es el venezolano que conocí.
Aquel venezolano trabajador, dando el máximo de sí mismo para salir adelante. Pues parece que ese
venezolano está en peligro de extinción, quedamos muy pocos.
Hablemos de antivalores
Ahora, en pleno 2016, tenemos ciudadanos que prefieren ganarse la vida aprovechándose de la
necesidad de humana, inclusive personas que teniendo un trabajo por el cual se le está pagando
quiere sacar algo extra a su cliente e increíblemente lo justifican.
También como tener periodos escolares más cortos, lo cual no se justifica, ya que día perdido
debería ser día que se recupere. Por ello, cada día es mayor la cantidad de personas que prefieren
mendigar que trabajar. Jóvenes que se dedican a “modelos” para ganarse la vida.
Por otra parte, la muy conocida viveza criolla no es más que una enfermedad que poco a poco va
consumiendo todos los valores de la sociedad hasta acabar con ella.
Hasta al manejar un auto, partiendo del principio que hay personas que colocan el carro por encima
de una vida, ya sabes que todo está mal.
El transeúnte tampoco es que es un angelito, cruza en cualquier parte, no respeta ni el rayado ni los
semáforos para cruzar. Una suma de tantas cosas malas que realmente lo que causa es dolor.
No hay que desistir en hacer las cosas bien:
Todo socialmente esta tan mal que ahora sorprende conseguirse personas honestas en la calle. Por
eso los antivalores en el hogar, la calle, el colegio y todo espacio público se deben desechar y los
valores cultivar.
Tomando la iniciativa y practicándolos se podrán mejorar las relaciones de convivencia y
aceptación con los otros, lo más importante siempre será mantener el respeto.
Todavía hay personas así, siguen allí, haciendo trabajo de hormigas. A esas personas les digo
¡gracias! Gracias por seguir allí.
Por seguir trabajando por ser el ejemplo de la Venezuela que quieren no solo para ellos, sino para
todos.
Es una difícil tarea y pueden llegar a cansar, pero estamos seguro, que en un futuro ese esfuerzo
será recompensado. Sigamos apostando y sigamos creyendo en nosotros para lograr esa Venezuela
posible, esa Venezuela de bien.
Recuerden: La honestidad, el respeto, la lealtad y esperanza son valores esenciales para el buen
desarrollo de cualquier sociedad. Inclusive, el título más valioso que puedes conseguir en la vida es
el de ser buena persona. No lo conceden en ninguna universidad.