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Índice
Sam Crescent
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epílogo
Próximo Libro
A
Sam Crescent le apasiona la ficción. Le encantan los buenos
romances eróticos y, por lo tanto, era lógico que extendiera
sus alas y empezara a escribir. Comenzó a escribir en 2009 y
finalmente consiguió su primera aceptación en 2011 por parte de Total-E-
Bound.
Le encanta crear nuevos personajes y adentrarse en los mundos que
crea. Cuando no está entrando en pánico con una historia o discutiendo
con un personaje, se le puede encontrar en su cocina creando todo tipo de
estragos. Al igual que sus historias, las creaciones en la cocina pueden ser
igual de dudosas, pero a veces las cosas salen bien.
C
assie Love no soporta Slade Coal. No tiene ningún respeto por
los límites personales, también es su vecina de al lado y su
colega, el ardiente y oh-tan popular adjunto del alguacil.
Todas las mujeres de la ciudad lo aman, pero ella no. Nope.
Slade tiene su ojo puesto en su sexy y curvilínea vecina. Ella es tan
elegante y correcta que simplemente quiere ensuciarla un poco. Tendrá
que conformarse con provocarla, porque Slade no se involucra en
relaciones, ni en el amor.
Cuando Slade y Cassie se dan una segunda oportunidad sus actitudes
cambian, y descubren que tienen mucho en común, así nace su amistad.
Sin darse cuenta, Slade ayuda a curar el corazón roto de Cassie, y al hacerlo,
despierta a la mujer que ha mantenido enterrada profundamente.
¿Pero qué pasa cuando su amistad cambia de nuevo e incluye un
pequeño beneficio en la mezcla? A Slade le encanta ensuciarse, y Cassie
quiere experimentar algo caliente. Pero ir de amigos con beneficios a
caminar al altar, ¿si quiera es posible?
C
assie Love rechinó sus dientes cuando su tarde de tomar el sol
se volvió mucho más sexual. Tenía el libro de bolsillo en su
mano. Era un libro de suspenso al estilo antiguo, pero le
gustaba la mierda rara como esa. El sol brillaba, y se sentía como a un millón
de grados fuera. Era un día libre cualquiera de trabajar como recepcionista
en la oficina del alguacil.
Crecer con un padre vago que estaba en problemas con la ley cada
semana, le había dado un don para conocer una o dos cosas acerca de la
ley. Por supuesto a Daniel, el alguacil a cargo, no le importó darle un trabajo
tampoco. Era súper organizada, y nunca había causado un problema en su
vida.
Ella sabía que él se consideraba un poco como un padrastro para ella,
y no le importaba. La había ayudado a conseguir un trabajo en el
restaurante, y luego en la biblioteca mientras estudiaba en la universidad
local. Cuando su recepcionista se había retirado, le dio el trabajo a ella.
Para Cassie había sido un asombroso voto de confianza. El alguacil
había estado en buenos términos con ella durante algún tiempo. No había
sido capaz de escapar de eso. Las borracheras de su padre habían
significado ser arrojado a la cárcel cada semana.
—Oh sí, Slade, oh joder. Eso se siente tan bien.
Siendo apartada de su fiesta de compasión, Cassie puso sus ojos en
blanco. Slade Coal era la piedra en su zapato en casa y en el trabajo, ya
que era el adjunto trabajando debajo de Daniel. Vivía justo al lado de ella.
Eran las únicas casas al final de la calle. Desearía que sus otros vecinos
estuvieran más cerca, pero a ambos lados de sus casas había abundancia
de árboles dividiéndolos del resto de las casas. Si caminaba fuera de su
puerta, podía ver toda la calle, y saludar a sus vecinos. Los árboles habían
sido una de las razones por las que había comprado la casa. También
amaba el espacio, la cocina, y era tan completamente diferente del
remolque en el que había crecido.
Este era su propio dominio, y le encantaba.
Lo que ella no sabía era que al mismo tiempo que se había mudado,
también lo hizo Slade. Vivían al lado del otro, y lo veía todos los días en el
trabajo. Era como si no pudiera tomar un descanso. En aquel entonces
cuando había comprado este lugar, el dueño anterior le había dicho que
mantuviera un ojo en el chico de al lado. Siendo la mujer curiosa que era,
preguntó por qué. Resultaría que ambas casas tenían una historia de
cincuenta años de que los ocupantes solteros terminaban juntándose.
—Esa es la extraña maldición de la que me hablaron, y ¿sabes qué?
Estoy feliz por ello. Estamos casados, y esperando un bebé.
Cassie no creía en cosas así. Claramente, las parejas anteriores habían
empezado con una atracción el uno al otro, que evolucionó con el tiempo.
La forma en que se sentía acerca de Slade no era atracción.
El tipo se estaba follando a otra mujer en su patio trasero. Ella le había
pedido repetida y amablemente, si mantendría esa acción adentro. Cada
vez él le daría una sonrisa y le diría que creciera. Que follar afuera era lo
mejor. También era dueño de una piscina.
Su tarde de lectura y el capturar algunos rayos de sol se había ido. No
había forma de que estuviera sentada aquí escuchando esto.
—Oh, Slade, eres el más grande que he tenido. Dámelo. Por favor, por
favor.
Levantándose de su asiento, se fue adentro, abriendo la nevera para
agarrar el té helado de melocotón que había hecho. Sirviéndose un
generoso vaso, tomó un sorbo. Su cuerpo estaba caliente. Sus pezones
estaban apretados, y su coño estaba resbaladizo. Se negaba a ser
afectada por los sonidos que habían estado viniendo por la valla, o la forma
en que él rio.
Slade Coal era un ser humano horrible. Nunca follaba con la misma
mujer dos veces. De hecho, había estado en la recepción cuando las
mujeres con las que había estado esperaban. Cada vez que rompía con
una mujer, Cassie tenía un asiento en primera fila para ese desastre, y lo
odiaba. Todas las mujeres actuaban como si fuera este tipo mega brillante
y caliente. No veían que era un idiota que las usaba para conseguir lo que
quería. Además, Cassie era una mujer mucho mejor que eso.
Cuando su teléfono sonó, lo aceptó como un bienvenido respiro.
—Hola —dijo, preguntándose quién la llamaría.
—Hola, Cassie, soy yo, Jessica.
Cassie rio.
—Oye, cariño. Es genial escuchar de ti. ¿Qué pasa?
—¿Puedo llevar a los niños? Quieren salir, y está caliente como el
infierno aquí.
Mordiéndose el labio, Cassie miró hacia su jardín. Otra cosa que le
encantaba de su casa era que, a pesar de ser una modesta casa de dos
habitaciones, venía con un montón de tierra, la que le encantaba cuidar.
—Están… Uhm, mi vecino, está en ello de nuevo.
—¿Están follando? —preguntó Jessica.
—Síp.
—¿Vamos a ver cuánto tiempo dura con un montón de niños gritando
por mami?
Esto tuvo a Cassie sonriendo. Era hora de que empezara a combatir el
fuego con fuego.
—Seguro. Tráelos. Voy a preparar la parrilla, y vamos a tener una
explosión.
—Eres una salvavidas, Cassie. Te amo tanto.
Jessica era una de las pocas amigas en su vida que nunca la había
juzgado. Viviendo en un remolque, Cassie estaba acostumbrada a ser
llamada basura de remolque, basurero y algunas otras cosas. Su ropa
siempre había sido demasiado pequeña, lo que no había ayudado a su
figura mucho más rellenita. Había sido la niña grande, o la chica gorda en
la escuela. Todavía era una mujer grande, talla dieciocho, pero amaba su
cuerpo. Había tanto en la vida que preocuparse. Cassie no creía que su
peso importara. Trabajaba y caminaba al trabajo. No tenía un auto propio,
y rara vez tomaba un taxi, pero le encantaba cocinar y hornear. También
cultivaba algunas de sus propias verduras en su jardín.
Terminando su té helado, Cassie salió. Se habían detenido por el
momento, pero conociendo Slade y sus pequeñas visitas de la manera que
lo hacía, no pasaría mucho antes de que empezara de nuevo. Corriendo
los dedos a través de su cabello, quitó la cubierta protectora de la parrilla,
y luego se dirigió adentro de nuevo para empezar a preparar algo de
comida. Amaba cocinar brochetas fuera, y tomando algunas de las
verduras y pollo, las preparó.
En veinte minutos, tenía todo listo. Su timbre sonó, y escuchó a Slade y
la mujer en ello de nuevo.
Abriendo la puerta, dio una advertencia de que estaban teniendo
sexo. Jessica se encogió de hombros, y después de que sus tres hijos
arrojaron sus brazos alrededor de Cassie, corrieron afuera.
—¿Sigue sin haber suerte en el frente casero? —preguntó Cassie.
—Vimos diez lugares la semana pasada, y ninguno de ellos en encaja.
William piensa que puede que tengamos que mudarnos pueblos, y no quiero
hacer eso.
—Encontrarás un lugar pronto.
—Sí. —Salieron de la cocina, cargando bandejas de su comida
preparada. Sus tres hijos ya corrían por ahí, jugando a perseguir y gritar.
Jessica se movió hacia la valla, y Cassie puso sus ojos en blanco. Su
amiga estaba escuchando lo que sucedía. No pudo creerlo cuando Jessica
encontró un agujero en la valla, y se puso a espiar. Aun así, no le dijo que se
detuviera. Jessica era el tipo de mujer que hacía lo que quería hacer.
Todo el mundo le había dicho a Jessica que esperara entre niños, y
que no los tuviera tan joven. Incluso antes de graduarse, estaba
embarazada. Ahora, a los veinticinco años, Jessica estaba casada con tres
hijos, pero William era un buen tipo.
Cassie colocaba la comida en la parrilla cuando Jessica se acercó.
—Están tratando de ser silenciosos.
—Realmente no necesito oír esto.
—A veces eres tan mojigata, Cassie. Me sorprende que no hayas
tomado una oportunidad con Slade. Tienes que admitirlo, está bueno.
Se volvió hacia su amiga, y frunció el ceño.
—¿Unirme a su interminable fila de mujeres compitiendo por un lugar
en el poste de su cama? No, gracias.
—No todo el mundo va a ser como Andrew, ¿de acuerdo?
Cassie suspiró, y no dijo nada más.
Andrew era un tema delicado para ella. Era el tipo que la había usado
para una apuesta con uno de sus amigos. Cassie no sabía que todos sus
sentimientos eran falsos. No solo le había dado su virginidad, también le
había dicho que lo amaba.
Su último año en la secundaria había sido una pesadilla.
La verdad había salido en ese primer día cuando volvieron. Andrew la
había usado en un concurso de popularidad. Él había conseguido que la
gorda, la chica de remolque lo amara.
Desde entonces, no había estado con nadie, y se negó a salir. Todos
los hombres eran iguales. Después de ver a su padre, luego a Andrew, había
observado a los hombres en la oficina del alguacil, y decidió que ninguno
de ellos valía la pena.

***

Slade bebió su café mientras observaba a la recepcionista


organizando el área principal del departamento. Eran una ciudad
pequeña, así que además de algunos de los borrachos y desordenados, la
ruptura ocasional, o algunos padres queriendo enseñarles a sus hijos una
lección, rara vez estaban ocupados. Aun así, Cassie Love tenía que
mantener las cosas inmaculadas. Había notado esto sobre ella, y Daniel no
tenía un problema con tener un ambiente limpio.
Incluso su propio escritorio había sido limpiado cuando salía por un
trabajo. Bebiendo su café caliente, miró como ella se inclinó, admirando la
plenitud de su culo. La falda que Cassie llevaba moldeaba cada curva, al
igual que la blusa blanca, realzando sus grandes tetas. Daría cualquier cosa
por tenerla doblada sobre el escritorio, o al menos para estropear toda esa
pulcritud.
Cassie fue hecha para ser follada, para ser adorada, pero aún tenía
que ver que eso sucediera alguna vez.
—¿Hay alguna razón por la que estás comiéndote con los ojos al
personal? —le preguntó Daniel, de pie en su propia puerta.
Slade ni siquiera estaba avergonzado de haber sido atrapado. No era
la primera vez.
—Sí, luce bonita hoy. —Pero entonces pensó en que se veía bonita
todos los días. Venir a trabajar, sabiendo que iba a ver a Cassie era lo
destacado de su día.
Daniel suspiró.
—No la hagas enojar.
—Nunca lo hago.
—¿En serio? Porque he estado oyendo hablar en la ciudad que no
eres el más considerado de los vecinos.
—¿Qué ¿Se ha quejado? —Slade caminó a la oficina de Daniel.
Cassie vendría si la necesitaban.
—Solo lo que oí en la cafetería en el desayuno. Jessica, su amiga,
estaba chismeando sobre ti follando a alguna mujer en el patio trasero.
Slade sonrió. Darla lo había mantenido entretenido a lo largo del fin
de semana. Era una regular en el gimnasio y había estado jadeando detrás
de él algún tiempo. Él necesitaba la liberación, así que fue realmente fácil
llevar a casa lo que le fue ofrecido. Por supuesto, cuando llegó el domingo
por la noche, y estuvo satisfecho, había pateado su trasero a la acera.
Odiaba cuando las mujeres parecían tener sueños en sus ojos que no
tenían derecho a conseguir. Slade era honesto y abierto con cada persona
con la que estaba. Follaba, y le encantaba hacerlo. A su polla le gustaba
una variedad de coños, y no había manera de que se estableciera. A los
treinta y seis años había tratado de establecerse, pero simplemente no era
para él. Sin embargo, nunca había engañado a una mujer en su vida. La
relación se había vuelto amarga cuando era más joven porque no pudo
soportar convertirse en un aburrido. Su novia había pasado de pervertida a
puritana del sexo en el momento en que había puesto un anillo de
compromiso en su dedo. El matrimonio de sus padres había sido un desastre.
Su madre era miserable por los engaños constantes de su padre. Su padre
odiaba a su madre porque se sentía atrapado en el matrimonio. Slade
siempre estaba enojado porque su padre era igual de culpable, y sin
embargo a veces era como si su padre lo culpara a su madre y a él.
Crecer en esa mierda había sido una pesadilla. Cuando vio la misma
cosa repitiéndose para él, tuvo que salir, así que rompió el compromiso, y no
había sido serio sobre una mujer desde entonces.
—No me vieron. —Y en el momento en que escuchó a los niños, había
perdido todo el deseo de follar. Llevando su pequeña fiesta adentro, no
pudo concentrarse. Escuchar a Cassie reír lo había atraído a verla en el
jardín. Se preguntó si sabía que desde su habitación había una vista
perfecta de su patio trasero. Había pasado muchas noches observándola.
Era la única mujer que no lo adulaba ni trataba de impresionarlo. Siempre
era educada con él.
Slade había hecho todo lo que podía para tratar de conseguir un
ascenso con ella. Follando mujeres en su patio trasero cuando sabía que
estaba allí también habían sido parte de ello. Solo una vez, quería verla
perder el control.
—No se refleja bien en mí o en esa placa. No quiero que mi oficina se
convierta en un hazmerreír, ¿me entiendes?
—Sí, lo hago, y no lo haré.
—Bien. Simplemente sucede que Jessica es una chismosa, así que no
es un gran problema, pero por favor, considérame cuando actúes la
próxima vez.
Slade se enorgullecía de su placa, y nunca haría nada para faltarle el
respeto.
—Así que, uhm, ¿cuál es el asunto con Cassie? —preguntó.
Ni una vez se había quejado de él, y le hizo preguntarse si era incluso
real o no. Nadie era tan bueno, ni tan ignorante. Tenía que llegar a un punto
donde simplemente le contestaría.
—¿Qué quieres decir? —Daniel metió un archivo en una pila.
—Ya sabes, es muy reservada, y me doy cuenta de que eres protector
con ella.
Daniel suspiró.
—Es... complicado.
—Puedo manejar eso. —Slade tomó asiento y miró al otro lado del
escritorio. Daniel se frotó la nuca.
—Ella no tuvo el mejor momento al crecer. Su madre la abandonó
cuando tenía diez años, y lo único bueno que su padre podía hacer era
emborracharse y ser arrestado. La mayoría de sus fines de semana pasaron
aquí. Cada vez su padre le prometía que era la última, pero todavía estaba
aquí. Miré como su fe se volvió aceptación. Decía lo mismo, y sabía que no
le creía. La luz de sus ojos murió un poco más. No ayudaba que los niños
pudieran ser crueles. Después de un tiempo, creo que Cassie simplemente
dejó de preocuparse.
Slade vio que Daniel se sentía responsable de ella.
—No confía fácilmente.
—No. Yo tampoco espero que lo haga.
—¿El padre sigue en la foto?
—No. Cassie es una buena mujer.
Slade sabía que era una mujer amable. Nadie tenía nada malo que
decir sobre ella, aparte de todo el comentario de basura de tráiler. Aunque
él realmente no escuchaba esa mierda. Cassie era una trabajadora dura y
dedicada.
Daniel confiaba en ella, y Slade también.
—No me pagan por chismear sobre mis empleados. Ponte a trabajar,
Slade.
Fue despedido. Saliendo de la oficina de Daniel, se dirigió a la
cafetera. Su propia bebida estaba fría. Cassie miraba fijamente a la pantalla
de la computadora con un bolígrafo en la mano. Llevaba un par de gafas,
lo que la hacía muy sexy. Su cabello castaño estaba atado a un bollo en la
base de su cuello.
La forma en que se veía le recordaba a las bibliotecarias en películas
pornográficas. En cualquier momento dejaría salir a una tigresa sexual, pero
por desgracia, eso tampoco pasó.
—¿Necesitas algo? —le preguntó ella, su mirada cayendo sobre él
aunque su cabeza no se moviera. Tenía esa forma de evaluar que parecía
excitarlo.
Sí, tus labios alrededor de mi polla.
—He oído que Jessica habló de mí hoy —dijo.
—¿Sobre qué?
—Los ruidos que salieron de mi casa el fin de semana.
Sus mejillas se pusieron rosadas.
—¿Te molesté? —preguntó Slade, intentando ser inocente.
—En absoluto. No has hecho nada para molestarme.
Lo había oído bien. Lo que daría porque saliera y le dijera de cosas.
No le importaría en absoluto.
—¿De verdad? Porque pensé que los niños que vinieron eran un poco
ruidosos. —Amaba a los niños, y no le importaba su presencia. Escuchar la
risa de Cassie había sido refrescante. Por supuesto, al verla en traje de baño
también había despertado un fuego en él que no podía apagar.
Cassie se sentó, mirándolo fijamente.
—¿De verdad te vas a quejar de los hijos de mi amiga?
—¿Por qué no? Eran ruidosos. La próxima vez baja el ruido.
Ella no dijo nada. Sus ojos ni siquiera fulguraron en su dirección.
Volviendo la espalda hacia ella, volvió a su oficina.
—Claro, la próxima vez que te oiga follar, me aseguraré de que lo
reporten. Estoy segura de que existe alguna violación sobre ello.
Su charla de pelea le hizo sonreír, y le dio exactamente lo que quería.
Caminando hacia ella, se apoyó en su escritorio. Slade quería que se
interesara en él. No sabía lo que tenía, pero Cassie se le metió debajo de la
piel, y le hacía sentir dolor de maneras que ninguna otra mujer había hecho.
Nunca jugaba donde trabajaba, pero Cassie no solo estaba cerca de él
durante el día, sino que también de noche. Vivían justo al lado, y era difícil
ignorarla, sobre todo porque mostraba una sexualidad cruda que le daba
ganas de humillarse y ensuciarse. Cassie trataba de esconderlo en sus trajes
conservadores, y apretados, pero él la vio. Incluso cuando sus mejillas se
tornaron un poco rosadas, ella se lamió los labios, y Slade supo que tenía
curiosidad por él, aunque no quería.
—Sabes, en cualquier momento que quieras ser la mujer que hace
ruido conmigo, todo lo que tienes que hacer es decirlo. Tengo sitio en mi
agenda.
—Con el debido respeto, Slade, eres un anuncio de enfermedades
sexuales. Preferiría no tener sexo nunca más. —Ella le dio la espalda,
despidiéndolo.
Cassie decía eso ahora, pero estaba luchando una batalla perdida.
C
assie no podía negar que Slade era un tipo atractivo, pero él
lo sabía también. Era demasiado engreído, y a ella no le
gustaba. Aunque era muy guapo, no se enamoraría de él.
Igual sabía que era un jugador y había oído la evidencia con sus propios
oídos.
Pasando el bolígrafo por su labio, no pudo evitar la forma en que su
cuerpo se despertó al pensar en su tacto. Estaba mal. Después de estar con
Andrew y perder una parte de sí misma con él, juró no estar nunca con nadie
más. Al crecer, todo lo que siempre había querido eran niños y una familia,
un hogar, pero había cambiado de opinión. No había forma de que pudiera
volver a confiar en un hombre.
—¿Todavía estás aquí? —preguntó Daniel—. ¿No sales a almorzar?
Saltó mientras se giraba para ver al alguacil. Viendo que habían
pasado un par de horas, sus mejillas se calentaron y saltó.
—Lo siento mucho. El tiempo pasó volando y ni siquiera me di cuenta.
—Había estado muy ocupada soñando despierta sobre Slade y se iba a
espabilar.
Él era un jugador y ella quiso decir lo que dijo, una enfermedad sexual
que hablaba y caminaba.
Al salir de la oficina del alguacil, se dirigió hacia el restaurante donde
la esperaba el emparedado de albóndigas. Le encantaban las albóndigas
con casi cualquier cosa. Pagando por su emparedado, dejó el restaurante
y se dirigió hacia el parque cerca del lago. Tomando asiento en el banco,
desenvolvió su almuerzo y dio un mordisco. Cerrando los ojos, soltó un
gemido cuando los sabores de la cebolla, el ajo, los tomates y la carne de
res explotaron en su boca.
Le gustaba tanto su comida.
—¿Aquí es dónde vienes? —preguntó Slade.
Abriendo los ojos, vio como el objeto de sus pensamientos se sentaba
a su lado. Frunció el ceño.
—¿Te invité a almorzar conmigo? —le preguntó ella, sintiéndose como
una perra, pero necesitando mantenerlo alejado.
—No. Me invité a mí mismo, y tengo que decir que no estoy
decepcionado. He sentido curiosidad por saber a dónde desapareces. —
Miró a su alrededor a las otras familias que venían al parque para cada
almuerzo.
Tomando otro bocado de su emparedado, trató de ignorar su
presencia. El almuerzo era algo que disfrutaba mucho. Le encantaba su
comida, y ahora mismo, él estaba invadiendo su espacio.
—¿No vas a hablar conmigo? —preguntó Slade.
Cassie lo miró mientras desenvolvía su propio emparedado, que
parecía carne asada con cebollas y pimientos, y mucho queso.
—Eso está bien. Puedo lidiar con el silencio. Es un cambio refrescante
en realidad. Las mujeres suelen hablarme sin parar. Puede ser bastante
irritante.
Apretando los dientes, siguió ignorándolo, negándose a decirle una
palabra al hombre que estaba a su lado, incluso cuando se sentía grosera.
—A las mujeres les encanta hablar mucho, ¿no crees? Normalmente
son ellas rogándome que le haga cosas a sus cuerpos, que les haga gritar
un…
—¿No tienes a nadie más con quien almorzar? —preguntó ella,
cediendo porque las imágenes que le estaba dando eran demasiado.
—Así que sí hablas. Sabía que conseguiría algo que te haría rendirte.
Hablar de sexo te altera. Encuentro eso realmente interesante.
Suspiró, y se deslizó por el banco para intentar distanciarse un poco
de su duro cuerpo. Nunca había sido afectada de esta manera por nadie
más, y en este momento, la estaba volviendo loca que él se metiera bajo su
piel.
¿Había algo en el aire? ¿Había habido algún gas liberado? Sus
hormonas estaban por todas partes y lo odiaba.
—No me irrita. No necesito oír lo que haces con otras mujeres, o con
cualquier mujer. —Tomó un bocado de su emparedado, y miró a las familias
mientras se estaban divirtiendo. La hora del almuerzo siempre evocaba estos
sentimientos en su interior. Se sentía como si se estuviera perdiendo algo. Su
padre nunca la trajo al parque, ni la llevó a almorzar. Desde muy joven,
había tenido que aprender a hacer todo por sí misma.
El dolor la golpeó con fuerza y se frotó el pecho, consciente de que
los sueños que tuvo cuando era niña nunca llegarían a cumplirse. En todos
sus veinticinco años, había aprendido una cosa: Nunca se podía confiar en
los hombres.
Daniel era la única excepción a la regla. Había sido como una figura
paterna cuando tuvo que serlo. Sin embargo, no ayudó que solo le sirviera
para recordarle que su propio padre prefería la felicidad en el fondo de la
botella. Durante muchos años pensó que podía ayudarlo, para que dejara
de hacerlo. No siempre había sido adicto a la botella. Claro, cuando su
madre era mala, él bebía, diciéndole que era más fácil adormecer el dolor.
Su madre era la mayor debilidad de su padre.
—Entonces sal en una cita conmigo. Te mostraré lo que es un buen
momento.
Se volvió hacia él, y lo miró fijamente.
—No me interesa salir contigo, Slade, ni ser otra cosa que vecinos o
colegas. Por favor, intenta molestar a alguien más. —Pensar en su padre le
había quitado el apetito. Envolviendo el emparedado a medio comer, se
levantó y lo llevó de vuelta al trabajo. No podía tirar nada, especialmente
comida.
—Espera, espera, espera.
No había dado más de tres pasos cuando Slade la detuvo, agarrando
su brazo.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que ninguno de los dos se
había tocado antes y no le gustó lo bien que se sentía su mano en su codo.
Usando cada gramo de fuerza que poseía, no se apartó de su toque. Ella lo
miró fijamente y esperó.
—No quiero incomodarte.
—Entonces deja de acostarte con mujeres mientras estoy en el patio
trasero. —Vio su reacción, y supo en sus entrañas que lo hizo a propósito—.
Sabes que estoy afuera relajándome y aun así lo haces de todos modos.
¿Por qué?
—Soy un imbécil.
—Esa no es ninguna excusa. Hazlo de nuevo, Slade, y ¡te juro que
llamaré a Daniel! —Se marchó, pero tropezó en un poco de tierra y habría
caído de bruces si Slade no la hubiese atrapado.
—Las mujeres siempre caen a mis pies, pero lo hacen con gracia.
Su corazón estaba acelerado, especialmente cuando sus musculosos
brazos la abrazaron, manteniéndola cerca. Lamiendo sus labios, lo miró
fijamente, odiaba que su cuerpo se sintiera vivo con su toque y ni siquiera se
habían estado tocando en un lugar inapropiado.
—No me estaba cayendo.
—Lo sé. Tratabas de hacer una salida realmente buena, y tienes un
culo muy bonito para mirar cuando se aleja.
—¿De esto se trata todo? Reír y bromear, ¿sin ser real?
—La vida es demasiado corta para no vivirla. Necesitas dejar de ser
esa diosa virginal que te gusta ser, y empezar a ser aventurera.
—¿Te refieres a aceptar tu oferta? —preguntó Cassie, que ya odiaba
haberse caído delante de él.
—Puedo mostrarte algunos movimientos que harán girar tu cabeza.
Eres lo mejor que me ha pasado, Cassie. Te amaré por el resto de mi
vida.
Esas fueron las palabras que había creído de Andrew cuando las
derramó de sus labios. Le había creído, y ese había sido su mayor error, y no
iba a volver a ocurrir. Su voto de no estar con nadie se quedaría. Incluso si
su cuerpo quería a Slade, no iba a tenerlo.
Tirando de sus brazos, ni siquiera dijo nada. Agarrando su
emparedado envuelto del suelo, lo dejó allí parado, negándose a decir otra
palabra. Cuando regresó detrás de su escritorio, golpeó sus dedos en el este
y deseó que se le ocurriera otro lugar donde pudiera estar.
—¿Estás bien? —preguntó Daniel, saliendo de su oficina.
—Sí, estoy bien. Almorcé. —Miró fijamente a la pantalla, sabiendo que
Slade llegaría en cualquier momento—. En realidad, no me siento muy bien
hoy. ¿Está bien si salgo temprano y me voy a casa?
Daniel asintió.
—Claro. Tienes horas que ni siquiera puedo pagarte. Eres muy
trabajadora, Cassie. Vete a casa, relájate y disfruta del sol. Escuché que una
tormenta se dirige hacia nosotros.
—Gracias.
Agarró su bolso y salió por la puerta, ya caminando a casa. Su
estómago se retorcía y no le gustaba cómo Slade se había metido bajo su
piel. No quería tener nada que ver con él, ni ahora ni nunca.
Era un hombre peligroso que usaba mujeres para su propia diversión.
Había visto a algunas de las mujeres con las que él jugaba venir a la oficina
con un pastel, o algún otro mejunje con la esperanza de tentarlo.
Cassie no sería esa mujer, por mucho que hiciera cantar a su cuerpo.

***

Frotándose la barbilla, Slade observó cómo Cassie sacaba una silla y


luego se sentaba. Llevaba puestas las gafas de sol y un libro descansaba
sobre su estómago. El traje de baño de una pieza seguía siendo muy
conservador, pero mostraba bien su figura. Nunca la vio lucirla en otro lugar
que no fuera en su patio trasero.
Si alguna vez le decía que la había visto, sabía que no lo volvería a
usar. ¿Qué tenía esta mujer que parecía tener signos de interrogación sobre
ella? Daniel rara vez hablaba de ella, y nadie cotilleaba con él ya que
todavía era considerado un forastero, dado que solo había estado en la
ciudad por unos cuantos años. Todo lo que sabía era que tenía un padre
vago que ya no estaba en la foto. Había crecido en un parque de
caravanas. Tal vez eso era todo. Necesitaba visitar su antigua casa y ver si
alguien quería hablar de ella.
Pagaría con gusto la información porque quería saber todo lo que se
pudiera sobre ella.
Metió su largo cabello castaño detrás de la cabeza, y se acomodó.
Le encantaba el pequeño meneo que hacía, su mano yendo hacia el libro
que llevaba en su estómago mientras su rodilla se levantaba. Aún no había
empezado a leer, pero lo haría.
Hoy no tenía nada más que hacer, así que iba a disfrutar de la vista.
En realidad, quería hablarle y sabía cómo hacerlo sin que ella se
moviera un centímetro. Entró en su patio trasero y fue al fondo, al extremo
más lejano y levantó el panel de la cerca. Había descubierto esto hace unos
meses cuando pintaba.
El dueño anterior le había dicho sobre la pequeña maldición o
bendición, cualquiera que fuera, de la gente soltera que se había mudado
a estas casas, terminando juntos. Slade no creía en esas tonterías y levantó
el panel, entrando en su jardín.
Ahora estaba invadiendo su propiedad, pero necesitaba saber por
qué ayer se había ido el trabajo temprano. Tenía toda la intención de hablar
con ella sobre eso, después de darle tiempo para refrescarse. Cuando
regresó a la oficina, Daniel dijo que ella no se sentía bien.
Probablemente fue la primera mentira en la que la atrapó, y se
sorprendió. No pensó por un segundo que Cassie podría mentirle a Daniel.
Aun así, Slade quería saber si fue por él y quería hacer las cosas bien entre
ellos.
Había un asiento a su lado y él lo tomó.
—¿Por qué estás aquí? —le preguntó, sorprendiéndole cuando habló
sin asustarse.
—¿Sabías que estaba aquí?
—Vi esa cerca cuando me mudé. El dueño anterior me contó todos
sus secretos. No esperaba que la usaras. —Se subió las gafas a la cabeza—.
¿Qué deseas?
La miró mientras ella cruzaba los brazos, tratando de ocultar su cuerpo
curvilíneo de su mirada.
—Puedes relajarte. No soy un violador. Solo lo hago con mujeres
dispuestas.
—No pensé por un segundo qué harías algo así.
—¿No lo hiciste? —cuestionó, algo sorprendido por esa revelación.
Creía que ella pensaba lo peor de él sin importar nada.
—Solo porque crea que eres un imbécil no significa que crea que eres
un violador. Escuché a las mujeres con las que has estado, Slade. Están allí
porque quieren estarlo. —Se encogió de hombros—. Lo que no entiendo es
por qué estás en mi jardín. —Se sentó, inclinándose hacia delante, y creó
una pequeña hendidura entre sus pechos. Maldita sea, esas bellezas tenían
su pene cada vez más duro.
Por lo general, tenía mucho más autocontrol que esto.
—¿Por qué huiste?
—No sé de qué estás hablando.
Slade la miró y vio que estaba mintiendo. Sus mejillas estaban rojas.
—No querías verme ayer después de lo que hablamos. ¿Por qué?
—No me siento cómoda con un chico que hace que todo sea sobre
el sexo. Eso no es lo que soy. Realmente me gustaría que te vayas ahora. —
Movió las piernas hacia un lado y se levantó.
Él también se levantó y notó cuánto más pequeña era que él. Era muy
curvilínea y quería poner sus manos sobre ella. Le gustaba que tampoco
temiera comer. Antes de invadir su almuerzo el otro día, había visto el placer
que ella obtenía de su comida. Algunas de las mujeres con las que había
estado habían hecho todo el recuento de calorías y se habían negado a
comer. Realmente le importaba una mierda si una mujer quería aderezo con
su ensalada, o si quería la última pieza de pollo frito.
La vida era demasiado corta para evitar todo o para negarte a ti
mismo lo que realmente querías.
Le encantaba jugar, y tenía la intención de vivir todos los días al
máximo.
—Me di cuenta de que no tienes ninguna cita.
—Me estás confundiendo en este momento. ¿Estás invadiendo mi
jardín porque quieres que vaya a citas? —Frunció el ceño, sosteniendo el
libro en su pecho como si fuera una especie de salvavidas.
—Mira, sé que tu padre era un gran imbécil, pero no necesitas seguir
caminando con una vara en el culo.
Slade se arrepintió tan pronto como lo dijo.
Cuando estaba cerca de Cassie, parecía que no podía mantener la
compostura y ahora, estaba volviendo a meter la pata.
—Vaya, quiero decir, realmente, vaya. Piensas que, porque has
hablado sobre mí con personas al azar, tienes derecho a decirme que viva
mi vida de la manera que tú crees que debería. ¿Cuál es el problema,
Slade? ¿No estás acostumbrado a que una mujer no esté interesada en ti?
—Lo miró de arriba abajo y sonrió.
—No tengo ningún problema con que una mujer no me desee, pero
créeme, tú no eres una de ellas. —Dio un paso hacia ella—. Me deseas, es
lo que te molesta. No quieres, te lo concedo, pero no te equivoques, Cassie,
tu coño me quiere.
Antes de que pudiera detenerla, ella le dio una bofetada en la cara.
—Sal de mi jardín. Eres un cerdo, y no hay forma de que alguna vez
me enamore de ti. Eres una horrible excusa para un ser humano. —Giró sobre
sus talones, y entró a su casa.
Apretando los dientes, estaba a punto de regresar a su propio jardín,
cuando se detuvo. No podía permitir que eso sucediera entre ellos. Era su
vecina y sabía que era una mujer agradable. Él mismo la había visto con
otras personas, cómo siempre ayudaba a alguien que lo necesitaba, desde
ayudar a una anciana a cruzar la calle, hasta escuchar a la gente
lamentarse, incluso cuando no tenía tiempo.
Habían empezado mal.
No era un monstruo y su madre estaría muy enojada con él por la
forma en que había hablado con Cassie, sin importar cómo hubiera
reaccionado.
Vamos, Slade, contrólate.
Antes de que pudiera cuestionarse, entró en su casa y la encontró en
la cocina, sirviéndose una bebida.
—Lo siento —dijo—. No sé por qué dije esas cosas, pero no lo dije en
serio y lo siento.
Se volvió hacia él con un vaso en los labios. Observó mientras ella
apartaba el vaso, y lamía esas bellezas que se verían tan bien envueltas
alrededor de su polla.
Pensamiento equivocado.
—Lamento haberte pegado. —Hubo una pausa, y vio que sus mejillas
estaban un poco rojas—. ¿Quieres una bebida? Hice un nuevo lote de té de
durazno.
—Me gustaría un poco.
Le sirvió un vaso y se lo tendió.
—Aquí tienes.
Él agarró el vaso y tomó un trago. Era realmente agradable, dulce,
afrutado y refrescante.
—No siempre soy tan grosero.
—Y no siempre soy tan directa o violenta. —Se movió para que la isla
se interpusiera entre ellos. La miró mientras bebía. Su mirada siguió
aterrizando en la suya—. Estoy avergonzada en este momento. Por alguna
extraña razón, nuestras conversaciones parecen desplazarse al sexo.
—Soy un idiota. Échame la culpa. —Esto la hizo sonreír—. ¿Has oído
sobre la supuesta maldición con esta casa?
—¿Te refieres a las parejas antes que nosotros? ¿Las que terminaron
casándose? —preguntó.
—Esa es.
—Creo que estamos sanos y salvos con eso. Apenas nos soportamos.
—Ella miró su vaso y él lo odió.
No le gustaba el silencio o la incomodidad entre ellos. Ambos eran
mejores que eso.
—Mira, sé que empezamos mal, pero también trabajamos juntos. Lo
lamento por ser cruel, y te agradezco que no hayas llamado a Daniel sobre
el ruido. No lo haré de nuevo.
Ella sonrió.
—Gracias. Lo aprecio mucho. No te ignoraré y quiero disculparme por
ser una perra. Normalmente no soy así.
—También quiero pedir perdón por comentar acerca de tu padre. No
sé quién era ni nada sobre ti. Lo siento.
Extendió su mano.
—Entonces es un placer conocerle, señor Coal.
Slade no dudó. Tomó su mano y la sacudió, sonriendo como lo hizo.
—¿Amigos?
—Más como vecinos sin agresividad —dijo.
—Puedo vivir con eso. —Terminó su té y luego salió por la parte trasera
de la casa.
No había forma de que estuviera arreglando esa valla. Algo le decía
que la iba a usar mucho más.
UNOS DÍAS DESPUÉS

C
assie salió de la tienda de comestibles. Su carrito estaba
completamente lleno de comestibles, y es posible que se
haya excedido en algunas de las ofertas. Bueno, podría
hornear una gran cantidad para llevar al centro de cuidados o a la
cafetería. Había mucha gente en su antiguo parque de casas rodantes que
apreciaría la comida que hacía.
Amaba cocinar. El mayor problema era que no podía comerlo todo.
Esta era otra razón por la que esperaba tener una gran familia algún día. Su
amor por la cocina y la repostería sería bastante útil. Tal como estaba, no
parecía que iba a ser pronto.
Sacando su celular, comenzó a desplazarse a través de sus contactos
hasta que encontró una compañía de taxis para que viniera y la llevara a su
casa.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Slade. Se paró frente a ella con
una pequeña bolsa marrón en sus brazos.
—Llamaré a un taxi para que me lleve a casa.
—Estoy aquí. Puedo llevarte a casa.
Habían pasado unos pocos días desde su pequeño encuentro en su
patio trasero, y todo parecía ir sin problemas entre ellos. Sus comentarios
idiotas habían disminuido a casi nada. Por supuesto, cuando las mujeres
vinieron al trabajo queriendo hablar con él, tuvo que escucharlo muy
educadamente explicar su situación. Él no tenía citas... nunca.
Hubo un tiempo en que se sintió mal por ellas hasta que supo por
Jessica que Slade era conocido por ser muy sincero. Ofrecía un buen
momento, y nada más. Eran las mujeres decididas a hacerlo cambiar de
opinión lo que parecía ser el mayor problema. Esto solo sirvió para hacerla
sentir como el peor ser humano en el mundo por juzgarlo. Ella no había
sabido nada más y al instante asumió lo peor de él.
Aun así, lo encontró triste, pero luego supo por qué Slade estaba
pasando por eso. Después de lo que pasó con Andrew, no creería ni
confiaría en nadie más su corazón. Sin embargo, no tenía mucha opción en
el asunto, realmente no. Le encantaría tener una experiencia en la que no
hubiera riesgo de enamorarse. ¿Era posible simplemente divertirse?
¿Encontrar un chico y solamente follar?
—¿Estás bien? ¿Pareces perdida en tus pensamientos?
Saliendo de su propia excitación, sonrió.
—Un viaje sería genial, gracias.
Empujó el carrito hacia el auto, y se sorprendió cuando él se hizo
cargo, colocando sus bolsas en el baúl de este.
Cuando el carrito estuvo vacío, ella lo llevó de vuelta a uno de los
espacios, y luego subió a la parte delantera de su auto. Esta era la primera
vez que había estado en su auto, y era un poco extraño para ella, y sin
embargo, completamente íntimo.
—Entonces, ¿cómo has estado? —le preguntó Slade.
—He estado bien. ¿Y tú?
—Estupendo, realmente genial. ¿Caminaste hasta la tienda?
—Sí. Me gusta caminar. Sobre todo, porque parecía que iba a ser un
día muy agradable. —Bajó la ventana para que entrara un poco de aire en
el auto. Slade arrancó, y se dirigieron de vuelta a su casa. Ella saludó a un
par de personas a su paso—. Vi a un par de mujeres pasar por tu casa ayer.
¿Por qué iban a destrozar tu auto?
Había tenido el teléfono en su mano, cuando vio que una de las
mujeres empiezo a patear su neumático. Fue un poco aterrador, la mirada
malvada en sus ojos.
—No tomaron muy bien que las rechacé.
—Ah, puedo entender eso.
—¿Puedes?
—Ninguna mujer quiere ser rechazada.
—No lo hice la primera vez, pero siempre soy claro. Es sexo y nada
más. No soy un mal tipo en esto.
—No dije que lo fueras, Slade. Agh, de acuerdo, pensé que lo eras,
pero estaba equivocada, y lo siento. Sí, me trago mis palabras, y puedo ver
por esa mirada en tu rostro que estás muy contento con todo esto.
—Totalmente. Es bueno escuchar a una mujer admitir cuando se
equivoca con alguien.
—He oído que eres un tipo muy abierto y honesto. Algunas mujeres
solo quieren ser la que te haga cambiar de opinión.
—¿Alguna vez has hecho eso? —preguntó Slade.
—¿Qué? ¿Hacer cambiar de opinión a alguien? No, tampoco querría.
Eso depende de alguien más.
—Así que, ¿tú no haces lo de las relaciones? —preguntó.
—No. —No había tenido una en mucho tiempo.
Detuvo su auto, y salieron.
Cassie esperó que él abriera el maletero de su auto, y cuando se
detuvo, parecía congelado en el tiempo ella lo miró. Él la miraba fijamente.
—¿Qué?
—¿Sabes sobre esa cosa de “de vecinos a amantes”?
—Sí.
—¿Crees que empezó con un viaje en auto?
Cassie se echó a reír.
—No, creo que comenzó con muchas cosas más. Tal vez hubo algunos
paseos en auto, y luego pasar tiempo juntos, estar el uno con el otro todos
los días, decorando. Al poco tiempo no hay citas a la vista, y luego boom,
están teniendo sexo. No me preocuparía, Slade. No creo ni por un segundo
que un viaje en auto a casa, y nos estemos dirigiendo hacia el altar.
Él también empezó a reírse. Ella agarró varias bolsas, y cuando fue por
la tercera, Slade se la quitó.
—Las llevaré.
—Excelente, gracias.
Cassie entró a su casa y fue directamente a la cocina. La luz natural
era algo que le gustaba de la casa. Abriendo las puertas traseras para dejar
entrar más aire fresco, colocó las bolsas en el mostrador y comenzó a
vaciarlas.
—¿Esperas una fiesta o algo?
—Lo sé. Soy una loca por las ofertas, y todo esto me costó como la
mitad del precio. —Estaba acostumbrada a crecer sin nada, por lo que
ahora tenía que asegurarse de que había suficiente para comer en la
casa—. Estará bien.
—Si necesitas ayuda para comer todo esto, me avisas. Soy un experto
en comer, y me encanta la comida.
Se rio.
—Puede que recuerde eso.
—Bien, mejor consigo mis propios bistecs en la nevera. —Se estaba
yendo, y cuando abrió la puerta el mango se rompió.
—Bueno, mierda —dijo.
Ella hizo una mueca.
—Sí, eso ha estado flojo desde hace algún tiempo. Tengo que decir
que la reparación de las manijas de la puerta no es mi fuerte.
—Tengo un repuesto. Déjame ir y agarrarlo. Voy a arreglar el daño.
—Está bien. Voy a dejar la puerta abierta.
Para el momento que Slade regresó con una pequeña caja de
herramientas en la mano, ella había puesto todo en su lugar, y estaba
haciendo una ensalada.
—¿Quieres almorzar? —le preguntó Cassie—. ¿Podría asar algunos
camarones, y hacer algo un poco más que algunas hojas de ensalada?
—Absolutamente. Me muero de hambre.
Mientras Slade arreglaba la manija de la puerta, terminó la ensalada
de tomate y mozzarella, con un aderezo de albahaca. Rápidamente cocinó
algunos camarones, y los arrojó en la mezcla añadiendo un poco de rúcula
para terminar. Sirvió por igual mientras que Slade terminaba.
Colocó sus comidas en un plato, con un poco de té helado, y
acordaron comer en el patio.
Cassie se sentó, empujando su cabello hacía un hombro antes de
alcanzar su plato.
—El único problema con el verano es mantenerse al día con todo. —
Tenía que cortar el césped y la maleza de su huerto.
—¿Qué vas a hacer con todas tus verduras? —preguntó—. Hay más
de lo que puedes usar.
—Enlato. —Sus mejillas se calentaron cuando admitió su antigua
habilidad.
—¿En serio? Guau, enlatas. Pensé que aún era bastante anticuado.
Ya sabes que tenemos tiendas por todas partes con productos enlatados.
Cassie empezó a reírse.
—Hay algo sobre hacerlo en casa. Además, a veces soy un poco
fatalista. Me preocupa que, si no aprendo esa habilidad, pronto un día, la
voy a necesitar. Además, lo disfruto. En el último día de la cosecha, reúno
mis verduras, y las llevo adentro, planeando durante el fin de semana cómo
las haré. Es divertido. —Trató de no temblar por segunda vez ese día. ¿Enlatar
es divertido? Es como decir que quitarte el vidrio de tu pie es divertido. Sus
pasatiempos eran patéticos para una persona promedio.
—Sabes qué, puede que tenga que ver esto en vivo y directo.
—¿Quieres verme enlatando?
—Tendría que verlo para creerlo.
—Podría mostrarte mi cazuela, y mis frascos. —Todos estaban en su
despensa listos para el día.
Terminaron su almuerzo, y ella lo llevó dentro, mostrándole la gran
cazuela de enlatar, y luego se movió un poco más abajo, para que él viera
algunos de los frascos del evento de enlatado del año pasado.
—Mira, te lo dije. Soy algo rara de este modo.
Tomó una que decía salsa.
—Esto fue hecho de todos los ingredientes cosechas?
—Sí. Bastante impresionante si me lo digo a mí misma. Es genial con
frituras.
—¿Puedo tomarla? —preguntó.
Al principio iba a decir que no, pero luego se dio cuenta de que sólo
estaba siendo tonta.
—Seguro. Espero que la disfrutes.

***

La salsa con frituras había estado increíble. Había comido todo el


frasco cuando llegó el lunes, y tuvo que pedir más. Sin embargo, antes de
dirigirse al trabajo, tomó un pequeño desvío hacia el área de remolques.
Slade había estado por aquí un par de veces, y no le parecía real que Cassie
hubiera crecido aquí.
Ella siempre era tan pulcra, tan ordenada, tan limpia. Se había dado
cuenta de que su casa ni siquiera tenía una mota de polvo. Su despensa era
la más limpia que jamás había visto. Incluso era mejor que su madre en la
organización de cosas.
—¿Hay alguien en problemas, oficial?
Se giró para ver a una anciana sentada en la sombra, tejiendo algo
en su regazo.
—Nadie está en problemas. ¿Ha vivido aquí mucho tiempo? —le
preguntó Slade, moviéndose hacia ella.
—Toda mi vida. Puede sentarse. Nadie le tiene miedo. Ha pasado
mucho tiempo desde que lo vimos aquí, oficial.
Tomó un asiento frente a ella, y miró a través de toda el área.
—¿Recuerda a Cassie Love?
—La familia Love. Los recuerdo. Su padre era un buen tipo cuando se
mudó aquí. Su esposa... no tanto. Quiero decir, todos pensaban que la
esposa era una dulzura, pero no lo era. Tenía hombres cada día, y en
ocasiones Bill la atrapaba.
—¿Bill?
—Bill Love. Es el padre de Cassie. Por supuesto, gritarían y delirarían. Su
madre tiraba cosas por ahí, y Cassie se sentaba en el pasto por allí mientras
peleaban. Bill la perdonaría, y entonces todo volvería a suceder. Un día llegó
un auto. Algo lujoso, y vi como la madre de Cassie tomó una bolsa, besó a
su hija en la cabeza, y se fue sin una mirada hacia atrás. Era un auto muy
elegante. Ella se había ido a una vida mejor, sin siquiera llevar a su hija.
A Slade no le gustaba esta pequeña historia.
—Poco después de eso, Bill comenzó a emborracharse. No era
físicamente malo, pero a veces lo oímos despotricar y gritarle a Cassie.
Diciendo que era su culpa. Nunca vi a un hombre ir cuesta abajo tan rápido.
Cassie tuvo que vivir con mucho. —La anciana se detuvo—. Entonces, un
verano antes del último año, vimos a un joven agradable que venía. La
estaba tratando bien. Sabíamos que Cassie se estaba enamorando, y que
lo tenía mal por ese chico.
A Slade no le gustaron los celos que surgieron de la idea de que Cassie
podría amar a alguien más.
—¿Qué pasó?
La anciana suspiró.
—Le rompió el corazón a Cassie. Le dijo que todo era parte de una
apuesta, y que no solo consiguió follar a la basura del remolque también
consiguió reventar su cereza. Ray se aseguró de que el chico no volviera de
nuevo. —Señaló a otro remolque, tres abajo del suyo—. Cassie todavía
viene. Ella siempre nos trae sus productos horneados.
—¿Qué le pasó a su padre?
—No lo sé. Se escapó de la ciudad cuando Cassie se graduó. Un par
de nosotros fuimos a verla. Ray y yo incluidos. La vimos graduarse, y fue un
momento de orgullo.
Slade vio lo orgullosa que estaba. No escondía esa mirada.
—Bueno, creo que he dicho todo lo que hay que decir. Necesito ir a
tomar una siesta.
Antes de que pudiera pedir más información, ella se había ido.
No tenía sentido quedarse, regresó a la oficina del alguacil. Daniel le
había prometido que sería el alguacil tan pronto como él estuviera listo para
jubilarse. Por supuesto, también le había advertido que necesitaba hacer
que el pueblo lo amara, y primero lo quisieran para el puesto. Slade tenía un
montón de trabajo que hacer para llegar a donde quería estar, pero le
encantaba el desafío. No tenía intención de dejarlo, o de encontrar un
trabajo en otro lugar. Estaba contento con ser adjunto en un pueblo
pequeño.
Entró en la oficina, vio que Cassie estaba al teléfono, así que le dio
una sonrisa, y se dirigió a la oficina de Daniel, donde encontró a su jefe
firmando algunas cosas.
—Tuviste una mañana productiva —le dijo Daniel sin siquiera levantar
la vista—. Hablando con algunas personas en el área de remolques. —
Terminó de firmar una hoja de papel antes de mirar hacia arriba.
Tomando asiento, miró a Daniel.
—Estaba haciendo algunas preguntas eso es todo.
—¿Qué pasa?
Rechinando sus dientes, Slade se levantó, y cerró la puerta.
—Estaba haciendo algunas preguntas sobre Cassie. Ella es mi vecina,
y tenía curiosidad por ella.
Daniel ladeó la cabeza.
—¿Por qué no le preguntaste?
—No quería ningún problema.
—¿Crees que hablar de ella a sus espaldas no causará problemas? —
Daniel se reclinó en su silla—. No tienes ni idea de las mujeres, ¿no?
—Sé muchas cosas que tendría que saber. ¿Qué sabemos del idiota
que la lastimó?
Daniel se rio, y Slade no sabía por qué. Por lo que a él se refería, esto
no era ningún asunto de risa. Quería saber qué demonios le parecía gracioso
al bastardo.
—Cielos, ¿crees en esa pequeña maldición que está en sus casas?
—No, no lo hago. Quería saber más sobre Cassie. Es tan nerviosa y no
tiene citas. Yo solo... ¿un chico no puede tener algo de curiosidad?
Daniel suspiró.
—Supongo que tienes razón. Él se llamaba Andrew. Ya no vive por
aquí. Su padre aún lo hace. Son dueños de una de las grandes fábricas.
—¿Son una de las familias ricas?
—Lo entiendes.
Slade se sentó de nuevo.
—Y no quiero que Andrew vuelva pronto. Vi lo que le hizo a Cassie
después de que ese bastardo le rompiera el corazón. La usó para lo que
pudiera conseguir, que eran puntos en un maldito juego. Lo último que oí, y
por lo que he visto, Cassie nunca ha salido desde entonces.
—No me gusta el cabrón. —Y Slade ni siquiera lo conocía.
—No tiene que gustarte. Si quieres saber por qué Cassie no se acerca
a nadie, entonces diría que Andrew es una razón muy grande. Después de
ser arrojada, y toda su... experiencia de chismes una y otra vez, yo diría que
sería muy... cuidadosa a la siguiente.
—¿Qué hay con su padre? —le preguntó Slade. Quería respuestas, y
quería que fueran rápidas.
Daniel se inclinó hacia adelante.
—¿Quieres decirme por qué estás haciendo todas estas preguntas?
—Te lo dije. Quiero saber más sobre mi vecina. —No había otra razón.
—Bien, está bien. Si te interesa, rastreé a Bill yo mismo.
Slade esperó, la curiosidad devorándolo.
—Está muerto. Fui y lo identifiqué yo mismo. Se metió en una pelea en
la ciudad, y se puso feo. Terminó con una botella que se rompió, atascada
en su garganta. Fue una forma fea de morir, pero tuve la sensación de que
Bill se aseguró de que alguien lo matara.
—¿Ella no lo sabe?
—No. No lo sabe.
Corriendo una mano por su rostro, Slade no pudo evitar los
sentimientos que corrían a través de él. Se sintió mal, y enojado, también
triste por ella. No había vivido una gran vida. De hecho, de todo lo que le
habían dicho, su vida había sido una mierda increíble.
—¿Es por eso que eres protector con ella?
Daniel negó con la cabeza.
—Soy protector con ella porque detrás de toda la mierda que ves, y
la actitud de perra, es una mujer muy amable. Se lastima muy fácilmente.
El teléfono en el escritorio de Daniel empezó a sonar.
Sin que le dijeran que se fuera, Slade ya lo había hecho, cerrando la
puerta detrás de él. Yendo hacia el escritorio principal, vio a Cassie
comiendo algún tipo de ensalada de pasta.
Estaba mirando su pantalla, y tecleando algo.
—La señora O'Ryan llamó de nuevo. Dijo que los alienígenas están
atacando su campo, y que, si no vas pronto, van a embarazarla. —Cassie le
sonrió.
—Solo otro día en la oficina.
—Entró en grandes detalles. Te hubiera encantado. —Cassie le tendió
comida—. ¿Quieres? Es una ensalada de caprese1. Muy buena.
Agarró el tazón y el tenedor de sus manos, y tomo un bocado. Los
sabores eran increíbles, y se apoyó contra la pared.
—Así que, ¿me preguntaba qué vas a hacer el viernes por la noche?
—preguntó.
—¿Yo? No sé. Probablemente leer o algo así.

1 Caprese: Es una ensalada italiana compuesta de rodajas de tomate y de mozzarella


fresca, y hojas de albahaca fresca, de la variedad "hoja grande" y "superhoja", regado con
aceite de oliva.
—Bueno, se de esta película realmente genial que medio vi el otro día.
Se supone que es muy buena.
Cassie giró para mirarlo.
—¿Me estás invitando a ver una película?
—¿Por qué no? Estoy siendo generoso aquí. Podría ser una película de
miedo.
—Muy cierto. —Se rio entre dientes—. Bien, bien. Llevaré unas
palomitas. ¿Cuándo vas a jugar?
—Alrededor de las ocho. ¿Crees que puedas hacerlo para entonces?
—preguntó. ¿Por qué estaba haciendo esto? Pidiéndole salir a ver una
película. No era gran cosa. La verdad es que no. Podía pedirle a una mujer
ver una película.
Tenía la intención de pasar la noche solo, bebiendo unas cervezas, y
relajándose. No había nada malo en tener un poco de compañía.
—Estaré allí.
Slade le entregó de nuevo el tazón vacío.
—No puedo esperar. —Lo que lo hizo aún peor para él, era el hecho
de que realmente no podía esperar.
L
a película estuvo genial, pensó Cassie al día siguiente. Había
conseguido un par de bolsas de palomitas de maíz, y también
había sido divertido. Slade se hizo cargo del helado, y fue mucho
más divertido.
Soltó una risita mientras sacaba más hierba, agradecida de tener los
guantes, ya que parecía otro aguijón. Su parcela de verduras no había sido
atendida la semana pasada, y lo lamentaba. Los frutos de su trabajo le
estaban yendo muy bien, pero debería haberse ocupado de esas malas
hierbas. Sin embargo, a ella no le gustaba usar productos químicos, así que
eso no hubiera sucedido. El sol estaba brillando, pero había otra tormenta
dirigiéndose hacia ellos. Quería terminar tanto esta tarde como pudiera
para no tener que preocuparse.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Slade, abriendo la valla suelta.
—Realmente necesitas arreglar eso.
—¿Por qué? No es como si estuvieras respondiendo a tu puerta. ¿Esto
llegó para ti? —Levantó una caja y ella frunció el ceño.
—No he ordenado nada.
—¿Supongo que ganaste algo? —preguntó Slade.
Se encogió de hombros.
—No que yo sepa. —Al salir de su huerto, tomó la caja y comenzó a
abrirla. Cuando no pudo, Slade sacó una navaja y la pasó por el borde—.
¿Llevas un cuchillo?
—No es tan grande, pero es perfecta para abrir paquetes molestos.
Abriendo la caja, sus mejillas se calentaron, y ella rápidamente la
cerró.
—¿Qué es eso? —preguntó Slade.
—Es un regalo de mi amiga Jessica. —A quién mataría la próxima vez
que la viera.
Slade le quitó la caja e intentó evitar que mirara adentro, pero el daño
ya estaba hecho.
—¿Quién te enviaría un vibrador?
No había forma de que pudiera ponerse más roja de lo que ya estaba,
¿verdad?
—Es una broma.
—No creo que sea una broma.
Gimió.
—¿Esos son los sonidos que haces durante el sexo?
—No. No lo son. —Le arrebató el vibrador y dejó la caja en sus manos.
Al entrar a su casa, colocó el vibrador empaquetado en el mostrador de la
cocina. Estuvo tentada de tirarlo a la basura, pero Jessica le había dicho
que necesitaba relajarse un poco. ¿Podría ayudar el vibrador con sus
sueños?
Recientemente, Cassie había estado teniendo muchos sueños
sexuales. El chico siempre estaba borroso, pero cuando estaba con él,
estaba feliz. La forma en que tocaba su cuerpo la volvería loca con aún más
necesidad.
—¿Por qué necesitas un vibrador y quién te lo enviará?
Ella agarró para ambos un poco de té helado. Hacía demasiado calor
para una conversación como esta.
—Mi amiga Jessica me lo envió, como acabo de decir, y ahora que
has reaccionado exageradamente, ¿qué tal si cortas mi césped? —El
desmalezar era un trabajo que le estaba llevando mucho tiempo.
Necesitaba un poco de ayuda.
—¿Por qué te conseguirá tu amiga un vibrador? —cuestionó.
Si no lo supiera mejor, pensaría que estaba celoso, lo cual tendría que
ser completamente erróneo. No había forma de que él se sintiera así. Tenía
tantas mujeres a su entera disposición.
—Ella piensa que necesito alegrarme. Estábamos hablando, y ella dijo
que un vibrador haría el trabajo. —Le dio unas palmaditas en el pecho—.
No hay necesidad de preocuparse.
Al salir de la casa, puso algo de distancia entre ellos cuando Slade
estaba empezando a parecer más atractivo. Tenía que recordar que él era
el hijo de puta que vivía al lado. Era un hombre horrible, y aunque pensaba
todas esas cosas, las últimas semanas habían sido muy divertidas. Hablaron
incluso. Entonces recordó que Slade no era un tipo horrible en absoluto. Era
un hombre que las mujeres querían, pero a ellas no les gustaban que no las
quisiera a largo plazo. Él ya no era una mala persona.
Aun así, solo habían pasado un par de semanas, y ella se imaginaba
que aún follaba a mujeres al azar.
Slade la siguió afuera, y ni siquiera esperó para agarrar su cortadora
de césped, y comenzó a ayudarla a salir. Terminó de desmalezar a través
de su área de verduras, y luego verificó sus plantas para asegurarse de que
no tenían plagas o enfermedades. Feliz de ver que estaban creciendo, se
dirigió hacia los muebles.
Dobló las tumbonas y las llevó al cobertizo. Para cuando el sol
comenzó a ponerse, su jardín estaba lleno de plantas, y habían terminado
en el jardín de Slade. Él había cortado su césped, y ella dejó los muebles.
Ella usó guantes como lo hizo con su jardín. No sabía qué había hecho con
los muebles, y de alguna manera le asustaba lo que iba a atrapar.
—Sabes que no he follado a nadie sobre esto —dijo Slade, saliendo
con una botella de cerveza.
Cassie tomó la cerveza y bebió un sorbo. No era una gran bebedora.
Había visto de primera mano lo malo que el alcohol podía hacer a una
persona, y no quería nunca ser así de débil.
—Eres realmente rudo. —Y estuvo feliz de que sus mejillas no se
hubieran puesto rojas. Hubo un tiempo que lo estaría. El vibrador era una
historia diferente.
—Lo llamo como es. No tengo el hábito de evitar la mierda.
—Lo suficientemente justo. Creo que hemos terminado. No
deberíamos ser demasiado dañados por la tormenta. —Luego miró los
árboles a cada lado de su propiedad. Algunos de ellos eran realmente altos,
y siempre la ponían nerviosa. Habían tenido mucha suerte hasta ahora.
—¿Lo usarás? —preguntó Slade.
—¿Usaré qué?
—El vibrador.
Frunció el ceño y se giró hacia él.
—¿No es eso un poco personal?
Slade se encogió de hombros.
—No me importa. Creo que es importante. Somos amigos, ¿verdad?
—Sí, pero no te preguntaría si usaste un vibrador. ¿Usas una muñeca
inflable? —preguntó ella.
A ella no le gustaba la imagen de él follando a una pobre muñeca
indefensa. Simplemente no estaba pasando por ella.
—Olvida que pregunté.
Slade estalló en carcajadas.
—No, no lo hago y nunca he usado una muñeca inflable. Parecen
sacadas de una película de terror.
Cubriendo su rostro, rio.
—Realmente, realmente, no debería haber preguntado. Lo siento.
—Nah, está bien. Es lo que los amigos se preguntan todo el tiempo,
¿verdad?
—No lo sé. Nunca antes le había contado cosas así a Jessica, y no
creo que me gustaría saber si era verdad. —Bebió su cerveza—. Nuestro
trabajo aquí está hecho.
Slade miró hacia el cielo.
—Sí, y parece que se abrirá en cualquier momento.
—Voy a regresar a casa. Ten una buena noche.
Estuvo allí para levantar la valla, ayudándola.
—Gracias. —Le dio una última sonrisa antes de dirigirse hacia adentro,
donde su teléfono estaba sonando. Cerrando su puerta, corrió hacia él y lo
levantó—. Hola.
—Ya era hora. Estaba preocupada allí.
—¿Qué pasa, Jessica?
—Quería asegurarme de que estás bien. Sabes que estas tormentas te
asustan.
La lluvia ya había comenzado a caer, y Cassie se movió hacia la
ventana de su sala de estar que daba a toda la calle. En cuestión de
minutos, pasó de ser una leve llovizna a llover de verdad.
—Estaré bien. He manejado tormentas antes. —Esperaba que esta
fuera la última de la temporada ya que realmente odiaba las tormentas.
Cuando vivía en el remolque, siempre era más ruidoso que nunca y, por
supuesto, existía el temor de morir quemada si los rayos caían sobre el
remolque.
La mayoría de las veces pasaba tormentas sola, y ahora no era
diferente.
—¿Qué hiciste hoy?
—Limpié el jardín. Slade me ayudó, y luego nos movimos a su casa, y
limpiamos su jardín. Todo se ve genial.
En el fondo, Cassie oyó gritar a uno de los pequeños.
—Mejor me voy —dijo Jessica—. Si me necesitas, llámame.
—Lo haré. Gracias.
Recolocó su teléfono y se detuvo cuando las luces parpadearon.
Estaría bien. No había nada de qué preocuparse en absoluto.
Dirigiéndose arriba, tomó una ducha rápida. Cambiándose a su
pijama, se instaló en la cama, encendiendo la televisión. Sostuvo una
almohada con fuerza, tratando de calmar sus nervios, pero nada estaba
sucediendo. La tormenta se hacía más fuerte con cada minuto que pasaba.
Cuando se apagaron las luces y se fue la electricidad, no pudo
quedarse en un solo lugar. Alcanzando su linterna, la encendió. Su corazón
estaba acelerado mientras bajaba las escaleras.
De vez en cuando, soltaba un pequeño grito cuando otra ola de
truenos explotaba.
Finalmente, cuando sonó el timbre de su puerta, corrió hacia allí.
Allí estaba Slade, completamente empapado, pero ella lo abrazó.
—¿No te gustan las tormentas? —le preguntó.
—No. Para nada, y ahora estoy totalmente enloqueciendo.
La llevó adentro, cerrando y asegurando la puerta.
—Escuché tus gritos, así que creo que tiene sentido que pasemos un
tiempo juntos. O al menos hasta que la tormenta se vaya.
—¿Harías eso?
—Claro que sí. Claramente no te gustan.
Negó con la cabeza.
—Nunca me han gustado. Lo siento si te molesté.
Slade se echó a reír.
—No estaba haciendo otra cosa que ver una película, lo que me
aburría por completo.
—Yo también. Piso de arriba.
—Vamos, tomemos un poco de ese té helado que te gusta tener
disponible y juguemos un juego o algo así.

***

Slade estaba sentado en su oficina, no podía dejar de pensar en


Cassie. Se había quedado con ella toda la noche. Cada vez que había una
tanda de truenos él había visto lo nerviosa que se ponía. Al final, se había
quedado dormido con Cassie en sus brazos.
Cuando se despertó a la mañana siguiente, ella todavía estaba allí. Él
no perdió el control. De hecho, durante otra hora mientras ella dormía,
simplemente la abrazó, disfrutando la sensación de tenerla en sus brazos. No
era la primera vez que se preguntaba si eso era lo que hacía que los
hombres fueran primero. La sensación de su mujer en sus brazos.
—¿Has sobrevivido a la tormenta? —le preguntó Daniel, parado en su
puerta.
—Sí. No tuvimos luz, pero no por mucho tiempo. Nada se estropeo en
mi congelador.
Cassie también había estado preocupada por la suya. Como sabía
que cuando ella crecía la comida era a menudo escasa, él no había dicho
nada. Su congelador estaba lleno, cuidadosamente etiquetado, y era tan
bueno que había podido retener el frío.
—Sé que se rompieron algunas tuberías de agua y algunos cables
cayeron. Toda la ciudad se quedó sin energía. No es la primera vez que les
recomendaré Cassie y a ti que compren un generador para sus casas.
Pueden ser costosos, pero si dividen la factura, mantendrán sus hogares en
funcionamiento.
—Manejamos todo bastante bien. —No quería darle energía cuando
ella estaba más que feliz de aceptarlo en su casa.
—¿Está comenzando? —preguntó Daniel.
—¿Qué está comenzando?
—Ya sabes, la caída.
—No tengo idea de lo que estás hablando.
—El chico que estaba antes empezó a tontear, a tener un montón de
diversión, y eso cambió bastante rápido cuando se dio cuenta de la joya
que tenía viviendo en la casa de al lado.
Slade puso los ojos en blanco.
—No pasa nada. Soy más de amar a tu vecina que odiarla. No quiero
que arroje bombas de mierda sobre mi cerca.
Daniel se rio.
—Cassie nunca haría eso. Oh bueno, ya veremos. Tengo que ir al lugar
del viejo pastor. Él piensa que alguien ha irrumpido en su iglesia de nuevo.
—Bueno. Voy a ocuparme de la oficina. —Le sonrió a Daniel y vio que
el anciano se alejaba. No había forma en el infierno de que se estuviera
enamorando de Cassie. Era un tipo que amaba a una variedad de mujeres,
que amaba follar.
Aun así, no había estado con una mujer en un par de semanas. Eso no
significaba nada. Necesitaba tiempo para recuperarse. No había manera
de que un tipo pudiera ser tan malditamente atractivo y no necesitara
tiempo para reunir fuerzas. No se estaba enamorando de su vecina. Claro,
la encontraba linda y ardiente, pero eso era lo que sentía por muchas
mujeres. Eran lindas y ardientes.
Pasándose los dedos por el cabello, suspiró. Estaba perdiendo la
cabeza y tenía que conseguir sexo.

***

—Cuatro horizontal, algo grande —dijo Cassie, llegando a su puerta y


sosteniendo un periódico.
Usaba un par de pantalones negros y una camisa blanca. Cada vez
que ella estaba trabajando, siempre usaba algo conservador. La había visto
en jeans, e incluso en un vestido cuando ella había estado en casa.
¿Por qué estaba obsesionado con lo que ella usaba?
¿Por qué le importaba?
—Mi polla. Eso es grande.
Ella puso los ojos en blanco.
—Leí mal. Algo más para grande… enorme. Esas son cuatro letras
horizontales, y eso va con la altura, que está abajo. Hurra.
—Mi pene es enorme, solo para que lo sepas.
—¿Por qué todo tiene que ver con el sexo contigo?
Se encogió de hombros.
—Porque el sexo es lo que hace al mundo girar.
—Suena bastante superficial para mí. Solo digo. —Ella levantó sus
manos.
—¿De verdad? ¿Crees que dos personas conectadas de la manera
más básica son superficiales? —le preguntó.
—Todas esas mujeres con las que... saliste, ¿te sentiste conectado con
ellas? ¿Tuviste un instinto básico para aparearte con ellas? ¿Para que fueran
la madre de tu hijo?
—Joder, no.
—Entonces todo es realmente superficial. Las usaste para algo.
—Y me gustó, y a ellas también. Tengo una manera de hacer que una
mujer grite por más.
—Vaya. Te dejo con eso.
Cassie salió de su oficina y regresó detrás de su escritorio.
Apretando los dientes, estuvo decidido a demostrar a todos que no se
estaba enamorando de Cassie. Iba a quedarse en la zona de vecina. Él no
quería conectarse con nadie. Había visto de primera mano lo que les había
sucedido a sus padres, y estaba decidido a no sentar cabeza nunca.
Cuando llegó el momento de irse, se dirigió a casa, y sin ir a la casa
de Cassie, aunque vio el automóvil de Jessica allí, se puso unos vaqueros y
una camisa antes de salir.
Condujo hacia el mejor bar de la ciudad que estaba en la calle
principal, y atendía a personas de al menos cinco ciudades diferentes. Era
un lugar enorme, que también se abría en la parte posterior, en el verano. El
restaurante de Howard servía comida, cerveza y también tenía una banda
en vivo.
Slade había recogido a muchas de sus conquistas aquí.
Al llegar al bar, dio una palmada en el mostrador y le dio a Bethany su
sonrisa más sexy.
—Hola hermosa, ¿cómo estás?
—Bueno, bueno, bueno, no pensé que volvería a ver a Slade Coal.
Han pasado… ¿un par de meses?
—He estado ocupado. Tenía mucho que hacer.
Ella sonrió, movió su cabello rubio teñido y le guiñó un ojo.
—Bueno, cariño, sin duda puedes hacerlo conmigo cuando quieras.
Sabes que me encanta lo sucio que puede ser.
Ciertamente, y esa mujer le había enseñado una cosa o dos. Tenía
más de cincuenta años y ya se había divorciado siete veces. La ironía era
que se había divorciado de sus hombres por engañarla.
También era una dulzura, que no veía nada malo en pasar un buen
rato.
—¿Alguna novedad por aquí? —le preguntó, tomando la botella de
cerveza.
—No. Solo clientes habituales, y un par de transeúntes para pasar un
buen rato.
Revisó el bar, y casi escupió su cerveza cuando vio a Cassie. Estaba
sentada en una mesa con Jessica, William y otro chico. Tuvo que
preguntarse quién estaba cuidando a los niños.
—¿Conoces a ese tipo sentado en la mesa de Jessica y William?
—Ese es Chuck. Es un ranchero que acaba de lidiar con su ganado.
Buen amigo de William, y rara vez sale a jugar. —Al estar detrás de la barra,
Bethany era una gran fuente de información—. Es bueno ver a Cassie aquí
sola. Ella estuvo aquí muchas veces cuando era pequeña, tratando de que
su padre se fuera a casa. Por supuesto, él la echaría y los hombres estarían
enojados por lo triste que se veía. Ella está bien por su cuenta.
Ahora su curiosidad se despertó una vez más.
—¿Conoces a Cassie?
Se volvió hacia Bethany, queriendo toda la información que podía
obtener.
—Todo el mundo conoce a Cassie. Su madre era una puta y atrapó a
uno de los hombres más dulces de la ciudad.
Slade conocía a Bethany lo suficiente como para ver dolor en los ojos
de la mujer.
—¿Amabas a Bill?
Bethany suspiró.
—Ese hombre era... él era un amor, Slade. Trabajaba duro, y adoraba
a su pequeña familia. Quería mucho a la madre de Cassie. Siempre me
rompía el corazón cuando la veía aquí, consiguiendo miradas de hombres.
Estaba vaciando la basura una vez, y vi a seis hombres turnándose con ella,
y ella lo estaba amando. Iba a hacer que se detuvieran, hasta que la oí
gritar por más. Eso era lo que quería. —Bethany negó con la cabeza—. Por
primera vez en mi vida, realmente pensé que podría haber sido una buena
mujer para Bill, y darle a Cassie una vida increíble. Se merecía más de lo que
la madre le había dado. Bill también lo hizo. De todos modos, él se dio a la
bebida cuando ella se fue de la ciudad, y ese hombre dulce y trabajador
dejó de existir. Fue una puta pesadilla. Me rompió el corazón verlo caer.
Supongo que, en ese momento, me di cuenta del poder que algunas
mujeres tienen sobre los hombres. Vaya, me tienes chismorreando como una
anciana, Slade Coal. Ahora, dime, ¿por qué tienes tanta curiosidad por la
pequeña Cassie?
—Por nada. Ella es mi vecina y trabajo con ella. Creo que es un misterio
para mí.
Eso, y no podía dejar de pensar en ella.
Estaba empezando a volverlo loco.
—S
abes que Slade está aquí, ¿no? —preguntó Jessica.
—No. No lo he visto.
—¿Es por Chuck? ¿Te gusta él?
Cassie retocó su lápiz labial, y puso los ojos en blanco hacia su amiga.
Estar en esta cita doble no había sido lo que quería hacer esta noche. Un
buen libro y un poco de chocolate caliente habían estado en juego, pero
Jessica le había ordenado salir de la casa. Si no hubiera llegado, su amiga
había prometido quemar su colección entera de corpiños, sin mencionar su
romance erótico. Cassie sí tenía un lector de libros electrónicos, pero
también amaba los libros de bolsillo y formaban parte de su orgullosa
colección.
No se estaba arriesgando a que le pasara nada a esos libros, por eso
estaba aquí ahora, retocando sus labios y tratando de pasar un buen rato.
Chuck era agradable y todo eso. Era un ranchero, era dulce a los ojos,
amable, pero también sabía que estaba buscando una cocinera para su
rancho.
Lo último que quería hacer era quedarse en un rancho todo el día. Le
encantaba cocinar, limpiar y relajarse, y nada de eso incluía trabajar en un
rancho. No le interesaba, aunque no le importaba que Chuck hablara de sí
mismo.
—Si esperas campanas de la boda, estás totalmente equivocada. —
Se giró hacia su amiga.
—¿Chuck no te interesa?
—Está bien y no me importan las citas, pero nunca seré lo que él
necesita.
—¿Una cocinera?
—Lo entiendes. Lo siento. No tengo lo que se necesita para estar con
él.
Jessica suspiró.
—¿Cuándo vas a superar esta tontería de Andrew?
—No tengo idea de lo que estás hablando.
—Sí. Lo haces. Desde el momento en que ese imbécil te lastimó, y
entiendo que lo hizo de la manera más despreciable, no has dejado entrar
a nadie más. No todos los hombres son como Andrew. No todos van a
lastimarte.
Cassie dejó escapar un suspiro.
—No estoy haciendo esto por lo que pasó entre Andrew y yo. Solo...
no voy a juzgar a un hombre por eso, ni siquiera pretendo que algo pueda
pasar entre nosotros. Espero que Chuck encuentre lo que está buscando.
Simplemente yo no lo soy.
Salieron del baño y Cassie chocó contra un cuerpo grande. Antes de
caer hacia atrás, fuertes brazos la atraparon y cuando levantó la vista,
sonrió.
—Bueno, ¿Jessica me dijo que estabas aquí? —No pudo evitar la
felicidad que la inundó al ver a Slade, e incluso su sonrisa descarada.
—¿Estás aquí en una cita?
—Sí. Algunas de mis preciadas posesiones fueron amenazadas, así que
no tuve más remedio que venir y festejar. —Le dio unas palmaditas en el
pecho—. Mejor me voy. Que tengas una buena noche.
Volvió a su mesa y encontró a William y Jessica allí.
—¿Dónde está Chuck? —preguntó.
—Ha salido a fumar.
Cassie asintió.
—Vamos a bailar. ¿Está bien? —preguntó William.
—Esta es su primera vez lejos de los niños en mucho tiempo. Vayan y
diviértanse. Puedo divertirme a mí misma. —Los despidió con una gran
sonrisa. Jessica era una gran amiga y la amaba mucho.
El emparejamiento no era el fuerte de Jessica, a pesar de que
realmente estaba convencida de que era buena en eso.
Golpeando con los dedos la mesa, Cassie observó a la feliz pareja y
se alegró de haber salido, incluso si estar allí no era exactamente algo que
quisiera hacer.
—Sabes, siempre he sido un fanático de una mujer sola —dijo Slade,
dejándose caer junto a ella.
—¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que estarías recogiendo tu
próximo lanzamiento en la cama.
Slade cubrió su corazón y pareció herido.
—Estoy aquí para hacer compañía a mi pequeña vecina. Me
sorprendió verte aquí.
—¿Sorprendido de que realmente pudiera divertirme?
—Lo pillaste. Me sorprendió por completo.
Esto la hizo reír.
—Puedo divertirme un poco.
La miró y a ella realmente no le gustaba lo que le estaba haciendo
esa mirada a su cuerpo.
—¿Puedes? ¿Qué tal si bailamos?
—Puedo bailar.
Slade extendió su mano.
—Entonces vamos. Es una fiesta y en lugar de estar al margen,
entremos.
Colocó su mano en la de él, y en cuestión de segundos estaba en la
pista de baile, riéndose en sus brazos. Al principio, él la tomó de las manos e
hicieron una especie de dos pasos. Estaba tan ocupada riéndose mientras
tropezaban con sus propios pies. Se olvidó de todos los demás en la pista de
baile, ya que de repente estaban haciendo una especie de baile de los
años sesenta con un giro y un tirón. Cuando la atrajo hacia él, su espalda
estaba hacia su frente, y sus manos la estaban estrechando.
Balanceaban sus caderas, y ella fue capaz de mirar hacia el bar, ver
a la gente mirarlos y, en ese momento, no le importó.
—¿Sabes que Chuck está buscando una cocinera para su rancho,
verdad?
—Sí lo sé. No te preocupes. No soy fácilmente enamoradiza. No me
importó salir en una cita, sin embargo. A veces es agradable bailar.
La giró, la dejó caer dando vueltas para que su cabello rozara el suelo
y, para cuando ella estaba levantada, pecho contra pecho, la música
había cambiado a un número realmente lento.
—Tengo que decirte algo, Cassie —dijo.
—¿Qué es?
—No puedo bailar.
Esto le pareció tan divertido que echó la cabeza hacia atrás, riendo.
Se unió a ella, y durante al menos un minuto eso fue todo lo que estaban
haciendo.
—Bueno, para ser un bailarín terrible, lo estoy pasando bien. Mis pies
no duelen en absoluto. No los has pisado ni una vez. —Miró hacia abajo, y
luego le devolvió la sonrisa—. Mira, no lo estás haciendo tan mal. No siempre
seas tan duro contigo mismo.
Amaba la sensación de sus brazos alrededor de ella y toda la diversión
que estaba teniendo. No importaba que estuviera aquí en una cita con
alguien más. Chuck la había dejado para fumar un cigarrillo y Slade le había
pedido que bailara. Ella lo encontró realmente dulce por preguntar.
—Yo, ejem, batallo con los hombres.
—¿De qué hablas? —le preguntó.
—Todo el asunto de hablar y lidiar con ellos, y teniendo que… No sé.
Supongo que intento fingir y eso me puede hacer sentir incomoda.
—No necesitas fingir.
—¿No? —preguntó Cassie.
—No. Puedes solo ser tu misma y los chicos te querrán.
Tal vez fue el baile o las cervezas que había disfrutado, pero Cassie no
supo porque le habló sobre Andrew. Sin embargo, lo hizo.
—Antes de mi último año en la secundaria, yo, emmm, me enamoré
de uno de los chicos de la escuela. Habíamos estado pasando el rato todo
el verano y era tan lindo y dulce. Me dijo que me amaba y yo nunca me
había sentido así. Él no me juzgó, o al menos no pensé que lo hiciera. Todo
había sido una mentira. —Cassie lo miró—. He luchado para confiar en
alguien más después de eso.
—No te culpo. Algunos chicos son idiotas.
—He hecho esto muy deprimente.
—No lo has hecho. No lo creo. Gracias, Cassie, por confiarme esto.
Significa mucho para mí.
La canción llegó a su fin y las parejas comenzaron a dejar la pista de
baile.
—Gracias por el baile, Slade.
Se estaba yendo cuando él la agarró del brazo, deteniéndola.
—¿Te gustaría ir de compras conmigo mañana? —preguntó.
—¿Compras?
—Necesito darles un regalo de aniversario a mis padres. Estaba
pensando en hacer un viaje al centro comercial. Tú no conduces así que si
quieres ir conmigo, la oferta está en pie.
—Eso sería fantástico. Estaré lista.
Se alejó y se sentó en su asiento. El hedor del humo del cigarrillo estaba
alrededor de Chuck y descubrió que le revolvía un poco el estómago. A ella
no le gustaban los cigarrillos. Muchos de los amantes de su madre habían
sido fumadores. Una vez que ellos habían visitado a su madre y la habían
follado, se habían quedado afuera para fumar un cigarrillo, Cassie los había
visto, luciendo satisfechos. En esa época, ella no sabía que estaban
teniendo sexo. El balanceo de la caravana y los gritos de su madre habían
sido un juego, o al menos eso es lo que le había dicho su madre.
—¿De qué estaban hablando tú y Slade? —preguntó Jessica.
—Solo algunas cosas.
—Tienes que ser cuidadosa con Slade. Él va detrás de las mujeres más
rápido que una manada de lobos persiguiendo a un conejo —dijo Chuck.
Ella volteó hacia Chuck.
—Trabajamos juntos y soy consciente de cómo trata a las mujeres.
Chuck se acercó más y colocó un brazo sobre el respaldo de su silla.
—Entonces, ¿qué piensas de un recorrido por el rancho?

***

—¿Cuánto tiempo han estado casados?


—Treinta y seis años —dijo Slade. Echó un vistazo a Cassie, que estaba
desplazándose a través de su celular. Ella acababa de recibir un mensaje y
estaba curioso sobre a quién le estaba mandando mensajes. En vez de
preguntar, apretó sus dientes.
—¿Entonces no es un hito o algo así?
—Hicieron el hito, a pesar de que es un alivio en sí mismo. —Siempre
se mostraba cínico en el aniversario de sus padres. Cada año intentaba no
serlo, pero todavía ocurría.
—¿Por qué es un alivio? —preguntó ella.
—Porque no deberían de haberse casado. A menudo pienso que ellos
no se aman entre sí. Se toleran el uno al otro.
—Treinta y seis años es mucho tiempo para tolerarse el uno al otro.
—Se casaron porque mi mamá estaba embarazada de mí.
—Oh.
—Sí.
—Así que tienes treinta y seis. Já, nunca lo supe.
Él encontró esto divertido.
—No sabías mi edad.
—Nope.
Slade conocía su edad y fecha de nacimiento, así como el hecho de
que ella amaba las margaritas. Había muchas creciendo en su jardín y la
había visto acariciar las lindas flores. Tampoco eran las plantas pequeñas,
sino las grandes con enormes flores.
—Deben amarse entre sí para estar juntos aún.
—Mi padre ha tenido numerosos amoríos —le dijo Slade. Solo decir las
palabras en voz alta le dejó un mal sabor de boca—. Él no la amaba lo
suficiente para mantenerlo en sus pantalones.
—¿Y tu madre lo perdonó?
Slade suspiró.
—Ella no quería que creciera sin un padre. No sé. Hubo muchas veces
que le pedí que saliera corriendo. No necesitaba quedarse en un
matrimonio sin amor por mí, pero se quedó.
—Supongo que significa que lo ama incluso si no lo ves.
—Mi madre es muy guapa. Cuando vi hombres coquetear con ella,
es una locura, pero esperé que engañara a mi padre, solo así él podría tener
una probada de lo que le hizo a ella. —Slade se encogió de hombros—.
Nunca lo hizo.
—¿Es por eso que duermes con mujeres al azar?
—Dormir no está involucrado.
Esto la tuvo riéndose.
—Lo siento, follas mujeres al azar.
—Tu experiencia con Andrew te mantiene a un brazo de distancia de
los hombres.
—No estoy juzgándote, Slade. Solo intento darle sentido a quién eres.
A ti te gusta dormir con mujeres, yo prefiero hornear y leer. Todos tenemos
nuestras formas de afrontarlo.
—Tu manera debe ser muy solitaria —dijo él.
—¿Y la tuya es mejor? —preguntó ella.
—Tengo sexo. Eso es íntimo, cercano.
—Tú las follas. No soy virgen, Slade. Sé que hay muchas maneras
diferentes de follar y muchas posiciones diferentes. También hay algo que
significa que no estás cerca en absoluto. Es solo una acción, mecánica
incluso. Además, follar no crea una conexión. Pasar tiempo y disfrutar el uno
del otro, el juego previo en medio del sexo, eso es auténtico.
—¿Ahora estás citando uno de tus libros de romance? —Slade no
estaba completamente seguro de si estaba o no en lo correcto.
—No lo hago. Realmente creo que el sexo no es solo sobre la cosa de
follar. Pienso que es sobre construir. El juego previo.
—¿Esto viene de una mujer que no deja que un chico se acerque a
ella? —preguntó.
Ella se rio.
—Te dejé a ti, a Chuck y a Daniel acercarse. Y está William por
supuesto.
—Estoy hablando sobre hombres que atravesarían ese exterior helado
que te gusta conservar demasiado.
—No te preocupes, Slade, no tienes que hacer eso por mí. Puedo
cuidar de mí misma.
La miró mientras guardaba su celular.
—¿Quién sigue mandándote mensajes?
—Chuck. Quiere llevarme a un recorrido por su rancho. Le dije que en
otra ocasión y que estaba ocupada con un amigo.
A Slade le gustó eso. Había pasado de otro chico para pasar tiempo
con él.
—¿Encontraste a alguna mujer para pasar un buen momento
anoche? —preguntó Cassie.
—¿Por qué estamos hablando sobre esto?
—Tú preguntaste sobre Chuck y con nuestra reciente amistad, creo
que es justo que compartamos. —Descansó su cabeza sobre su hombro—.
Además, sabes cómo fue mi noche.
Chuck se había ofrecido a llevarla a casa y había aceptado. Slade
también había llegado al mismo tiempo y había hecho un gran espectáculo
saludando, sacando su basura y para el momento en que se metió a su
casa, ella ya había entrado.
—Y tú sabes cómo termino mi noche. Ninguna mujer vino a casa
conmigo. —Tampoco quería pensar en la razón.
No había habido una mujer que le interesara. Cuando no estaba
hablando con Bethany detrás de la barra, había estado observando a
Cassie. No le había gustado la sensación de ver a Chuck bailando con ella.
Muchas veces mientras habían estado bailando, había querido arrebatarla
de los brazos del hijo de puta.
Finalmente llegó al centro comercial, se estacionó en la parte superior
del estacionamiento donde el sol estaba brillando.
Cassie estaba usando un vestido de verano y cuando la había visto
esta mañana, le había sorprendido cuan hermosa se veía. Su largo cabello
castaño estaba suelto y su rostro estaba libre de maquillaje. Para él, aún se
veía totalmente hermosa.
—¿Tienes algunas ideas para tus padres? —quiso saber, cerrando la
puerta y colocando su bolso sobre su hombro.
—Un abogado de divorcios.
—¿Qué tal un portarretratos o alguna clase de baratija para
conmemorar la ocasión?
—Normalmente les envío una estatuilla de parejas bailando. —Se frotó
la nuca mientras entraban al concurrido centro comercial—. En realidad,
hay algo más que quiero pedirte.
—Adelante. Tienes toda mi atención.
—Mis padres están organizando una cena y me han invitado. No
quiero ir solo y ya que somos amigos y todo, ¿vendrías a la cena de
aniversario de mis padres? —preguntó.
—¿Estás seguro? ¿Una cena de aniversario no es un asunto más
personal?
—Si no vienes hay una probabilidad de que solo arruinaré lo correctos
y formales que son. Es como si quisieran un gran aplauso por su logro.
—¿Y crees que no se lo merecen?
—No lo creo. Se casaron y ha dependido de ellos aguantar. No me
gusta.
Ella suspiró.
—Tú realmente estás sobrepasando los límites de esta nueva amistad,
pero no soy el tipo de persona que ve a un amigo sufrir, así que lo tienes.
Estaré ahí.
—Genial. Les dejaré saber que habrá un invitado.
Cassie se rio entre dientes.
—Bueno, si vamos a estar allí juntos, vamos a llevarles algo decente.
¿Qué tal una máquina de gofres? —le preguntó.
—Creo que eso es algo que les das a las parejas recién casadas, ¿no?
—No lo sé. Nunca he estado casada y no tengo intención de estarlo.
—Ella agarró su mano y antes de que supiera a donde iban, estaban en una
tienda de cocina.
—Mi mamá tiene todas las cosas que necesita para su cocina.
—Yo no y sucede que he roto mi espátula así que necesito un
remplazo.
—¿Te estás apoderando de mi viaje al centro comercial? —preguntó
Slade, viendo como agarraba una cesta.
—¿Tienes algo más importante que hacer por el resto del día?
—No. No puedo decir que lo tenga.
Cassie le entregó la cesta.
—Entonces sé un buen hombre y sostén esto. —Observó cómo metió
un plato, tres espátulas, dos grupos de moldes para hornear y finalmente
algún tipo de papel para hornear.
Jamás había visto tanta emoción en el rostro de una mujer antes solo
porque estaba comprando para su cocina.
—Bien, ahora que he acabado, ¿alguna idea?
Pararon en una tienda de joyería y Slade la forzó a entrar. No podía
creer como volteó su nariz de las hermosas piezas.
—Todas las mujeres aman los diamantes —le dijo.
—No soy la mayoría de las personas. —Cassie se movió hacia una caja
de anillos de compromiso y los miró. Había varios diamantes hermosos.
—¿Están buscando algo en particular? —preguntó la señorita detrás
del mostrador. Su placa decía Jules.
—No. Solo estamos viendo —dijo Cassie.
—Esta no es nuestra única selección de anillos de compromiso. Si su
prometido quisiera, podría mostrarle más piezas. —Jules miró hacia él
cuando ella habló.
—No estamos…
Él colocó su brazo alrededor de sus hombros, acercándola.
—Estaríamos encantados de ver lo que tenga para mostrarnos. Solo lo
mejor para mi chica.
La mujer sonrió y los dejó.
—¿Qué demonios estás haciendo? —lo cuestionó.
—Me estoy divirtiendo. ¿Sabes qué es eso lo que haces cuando te
ríes?
—Sé de qué se trata la diversión. ¿Por qué perder el tiempo así? No
estamos comprometidos y nunca vamos a estarlo.
—Ahora estás rompiendo mi corazón. Nunca presupongas nuestro
destino. Siempre nos equivocaremos. Vamos, no puedes decirme que
algunos de estos no son bonitos.
Ella miró hacia las cajas y sacudió su cabeza.
—Son bonitos, pero son para mujeres que tienen novios o que están
comprometidas.
—Entonces por una mañana, vas a fingir. —Se paró detrás de ella con
sus manos en sus hombros—. Y no tomaré un no por respuesta.
S
lade perdió una hora en la joyería haciéndola probarse pieza,
tras pieza, tras pieza. Cassie no era y nunca sería una chica de
joyas. Al menos, no de nuevo. Hubo unos cuantos anillos que le
habían gustado y se sintieron increíbles en su dedo. Andrew había utilizado
joyas y le había dicho que toda mujer las amaba. Se rehusaba a ser atraída
por tantas mentiras otra vez.
Ya no estaba enamorada de Andrew. Sí, le rompió el corazón, pero
también le había enseñado algunas valiosas lecciones en la vida, y eran
esas lecciones a las que intentaba apegarse.
Tomando una para frita, la metió en su boca y se rehusó a mirar al
hombre frente a ella.
—¿Sigues enojada conmigo?
Cassie lo ignoró.
—Mira, fue sólo un poco de diversión.
Nuevamente, lo ignoró.
—Hicimos este día de la mujer.
Finalmente, lo miró.
—Decirle que la invitabas a nuestra boda no fue gracioso, Slade. No
me gusta mentir, lo que hiciste fue simplemente anticuado y estúpido.
—No escogí el anillo, ¿verdad? Te gustó el gran diamante con
pequeñas estrellas en la banda.
Se metió otra papita a la boca, y lo miró.
—¿Todo es un juego para ti?
—No es un juego. No realmente. No veo nada de malo en tener un
poco de diversión.
—No lo creí divertido.
La apuntó con su propia papita.
—Entiendo lo que dices. Estás muy tensa. ¿Alguna vez te has soltado?
—Sí, lo hice. Y conseguí que me rompieran el corazón y que se
burlaran de mí cada que caminaba por el pasillo de la escuela. Créeme, sé
cómo es, y no tengo intensión de revivir la experiencia.
Ella sumergió su papita en cátsup, y dio una mordida, soltando un
suspiro.
—No cada chico soltero es como Andrew.
—Sé eso.
Slade se acercó y tomó su mano.
—Quiero que lo creas. Sé que me divierto con estas mujeres y piensas
que soy un imbécil, pero nunca les prometo más.
—No tengo problema con eso. Digo, sí, pienso que fue cruel, pero
puedo ver que no eres un completo idiota. —Miró hacia su plato—. Sólo…
creo que todavía dejo que lo que Andrew me hizo dictamine algunas de
mis decisiones.
—¿Alguna vez has estado con otro hombre que no fuera él?
Sus mejillas se calentaron, aunque no quería que lo hicieran. Sacudió
su cabeza.
—No.
—No sé lo que debió haber sido ser una chica en una secundaria así.
Ella encogió los hombros.
—Los pasillos de la escuela eran lo peor. Lo odiaba más que cualquier
otra cosa. Ellos fijarían bragas en mi casillero, pintarían palabras como zorra
y puta. Basura de remolque. No sé por qué te estoy diciendo todo esto. Sí no
fuera por Jessica y William, no podría haber pasado por el último año. Al
principio cuando vi a Andrew, siempre tendría a una chica nueva en su
brazo. Se aseguraría de que supiera que estaba pasándolo mucho mejor
con ella de lo que tenía conmigo.
—Este tipo suena totalmente como un jodido idiota.
—Lo era, lo es. Sus padres son dueños de la mitad de la ciudad.
—¿Todavía lo amas?
Sacudió su cabeza.
—No. No creo que fuera amor en ese entonces. Creo que fue un
encaprichamiento por él. Me hacía sentir especial y con un padre como Bill,
bueno, eso fue difícil de ignorar. —Slade le acarició la mano, ella sonrió y lo
miró—. Gracias, por escucharme.
—Creo que si alguna vez veo a este Andrew, voy a darle una paliza.
—No lo vale. Para el final del año escolar, no tenía sentimientos por él.
Lo miraba, y en vez de sentir dolor o el corazón roto, la mera visión de él me
enojaba. Era como si finalmente hubiera visto al perdedor que era. Sólo fue
demasiado tarde.
—¿Es cuando te prometiste que nunca te enamorarías de otro chico
otra vez?
—Síp. Creo que lo estoy haciendo bien. He tenido un par de citas. No
muchas. Chuck fue mi primero en mucho tiempo.
—Daniel es muy protector contigo también.
—Lo sé. Fue como un padre para mí cuando el mío era un desperdicio
de espacio. —Puso su cabello detrás de sus orejas—. Creo que lo hice pasar
por un infierno por un tiempo. No estando mis padres, empecé mi… ciclo
menstrual mientras estaba en el baño de la oficina del alguacil. Esperaba a
que mi padre fuera liberado, y debo haber gritado o algo. Daniel vino, e hizo
todo lo que pudo para explicarme lo que me pasaba. —Sus mejillas ahora
estaban ardiendo. No sabía por qué le contaba estas cosas a Slade. Se
cubrió el rostro—. Eres horrible.
—¿Por qué soy horrible? —pregunto riendo.
—Me haces sentir cómoda y después empiezo a decirte todas estas
cosas embarazosas acerca de mí. —Lo miró a través de sus dedos—. ¿Esto
es una clase de hechizo? ¿Me llevas a derramar mis secretos más íntimos?
—Esto no es un secreto. Tú tienes a alguien con vida que sabe lo que
pasó.
—Lo sé. Durante un tiempo no pude verlo, estaba muy avergonzada.
—Daniel ha sido un buen amigo para ti.
—Lo es, y aprecio todo lo que ha hecho por mí. —Agarró su
hamburguesa, y le dio una gran mordida—. ¿Qué hay de ti? ¿Alguna historia
interesante que contar?
—De ninguna manera. Soy genial como dicen. —Le guiñó el ojo.
—No te creo.
Puso los ojos en blanco.
—Está bien, hubo una vez… grité cuando desperté por primera vez.
Hace muchos años.
—¿Por qué?
—Bueno… estaba dura. —Señaló hacia su polla, y ella empezó a reír—
. No sabía por qué y entré en pánico.
—Wow, yo nunca, es solo que… es tan divertido. ¿Ni siquiera te diste
cuenta que tenías una erección?
—Nop, y sabes que a veces cuando hablas me haces olvidar que eres
esta pequeña virgen inocente.
—Nunca dije que fuera una virgen inocente. Puedes pensar lo que
quieras. —Algunos de los libros que leía eran francamente sucios. Sólo
porque mantuviera a todos a distancia para protegerse, no significaba que
no quisiera conectar con otros. Andrew la había herido realmente mal, y no
quería que la siguiera afectando, pero sabía que tenía que cambiar algo
en su vida para ser capaz de encontrar alguna clase de felicidad.

***

Al final, Slade se decidió por un crucero para sus padres como regalo
de aniversario. Él y Cassie habían recogido unas cuantas chucherías, un
portarretratos, un álbum fotográfico y un florero para llevar a la cenar.
Tenía un mes hasta la cena, pero estaba todo reservado y listo, tenía
todo arreglado.
Sentado en su patio, empapándose del sol un sábado por la mañana,
trató de no escuchar a Jessica, Cassie y William mientras hablaban acerca
de las citas en línea. Los niños jugaban alrededor, no le gustaba no estar allí
y ser parte de eso.
Finalmente, después de veinte minutos de solo escuchar pequeños
pedazos de conversación, levantó su cerca y entró a su patio.
—¿Eso no es allanamiento? —le preguntó Jessica. William y Jessica
estaban sentados a cada lado de Cassie mientras ella tenía una laptop
posada en sus rodillas.
—No, él lo llama amistad con acceso —dijo Cassie, sonriéndole.
Demonios. Realmente amaba su sonrisa, y se encontraba a sí mismo
dándole razones para hacerlo.
—¿Qué están haciendo? —les preguntó Slade, moviéndose detrás de
Cassie, para ver un sitio web de citas.
—Jessica dijo que necesitaba conocer nuevas personas, así que
comencé por una página de un sitio web de citas —señaló Cassie.
Era una linda foto tomada cuando ella había estado cultivando en su
pequeño huerto.
A Slade no le gustó la punzada de celos que lo invadió al ver su foto
en un sitio de citas.
—¿Alguien ya te ha contactado? —preguntó.
—Tres chicos. Uno es un contador.
—Aburrido. Esos chicos no hacen nada más que hablar de números,
impuestos y reglas. Siguiente —dijo.
—Un profesor de ciencias…
—No necesitas perderte en productos químicos y mierda. Sigue
adelante.
—Eres un poco pesado, Slade. Esto es serio, y si no vas a tomarlo
enserio, puedes hacer tu camino a la cerca. —Cassie lo miró y fijamente.
—Bien, bien, bien. El siguiente.
Ella hizo unos clics, y luego lo detuvo.
—Un bombero.
No podía decir nada acerca del bombero.
—Creo que tenemos un ganador —dijo Jesica—. Organiza la cita y
que sea cerca para que estés segura, William verá a los niños, y yo puedo
llevarte a tu cita.
—Yo la acompañaré —dijo Slade—. Me quedaré cerca por si el chico
resulta ser un total perdedor y peligroso, él no sabe dónde vive. ¿Puedo
tomar un té helado? —preguntó.
—Seguro, está en el refrigerador. Sabes donde lo mantengo. —Asintió,
y se fue, dirigiéndose hacia el refrigerador para llenar un vaso. Jessica lo
siguió dentro de la cocina, y le sonrió.
—Sabes, Slade, estás actuando todo celoso con Cassie.
—No estoy celoso, solo siendo cauteloso. ¿Sabes cuán peligrosos son
esos sitios en línea?
—Todos sabemos lo peligrosos que son.
Tomó un sorbo de té de limón, y miró a Jessica. Ella tenía los brazos
cruzados, y lo observaba.
—¿Qué? —le preguntó.
—Sabes, si te gusta Cassie, podrías invitarla a una cita.
—Yo no salgo, y Cassie y yo somos amigos. Nada más. —No le gustó
el mal sabor en su boca por decir esas palabras.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que tuviste una mujer, o saliste
en una cita?
—Estoy tomando un descanso —dijo.
—Sabes, esta casa y tu casa, han visto a muchas parejas solteras
encontrar…
—Romance, lo sé. Escuché los rumores, pero todo es basura. Cassie y
yo somos amigos. Me preocupo por ella, y no quiero verla herida. —Tomó
otro largo trago de su té, y miró por la ventana de la cocina.
Cassie perseguía a los niños. Usaba su traje de baño con un par de
pantalones cortos. Su polla se engrosó mientras veía sus tetas rebotar, y su
interior se retorció mientras veía recoger a una de las niñas y balancearla en
sus brazos. En ese momento, Slade podía verla haciendo eso con sus hijos.
Un anhelo distinto a todo lo que había conocido se despertó en su
interior, y ya no quería ver a otras parejas con sus hijos siendo familias felices.
Lo deseaba él mismo. Lo deseaba tanto que tuvo que agarrarse al
mostrador cuando la realidad empezó a imponerse.
No había estado con otra mujer y se sentía atraído por Cassie, cada
vez más.
Sacudiendo la cabeza, se rehusó a creer que estuviera
enamorándose de ella.
—No —dijo, volviéndose para encontrar que el espacio donde Jessica
estaba parada ahora estaba vacío.
No había manera de que tuviera sentimientos por Cassie. Ellos eran
amigos, y otras personas necesitaban parar de pensar que podían interferir
entre ellos.
Dejando la cocina, tomó asiento en la silla de Cassie. William se sentó
a su lado y por varios segundos ninguno de los dos habló.
—Tienes una maravillosa familia —le dijo Slade.
—Gracias. Cuando Jessica y yo nos dimos cuenta de que estábamos
embarazados a tan temprana edad, tuvimos miedo también.
—¿Tienes solo veinticinco?
—Sí, y tenemos tres hijos. Mis padres son dueños de uno de los negocios
en la ciudad, y he estado trabajando mi camino desde que tenía dieciocho
años —dijo William—. Haría cualquier cosa por mi familia.
Jessica y Cassie estaban corriendo al rededor riendo.
—Sabes Cassie trató de darnos a Jessica y a mi este lugar —comentó
William.
Slade giró hacia él.
—¿Lo hizo?
—Sí, pagó el anticipo y vino a nuestra casa, para entregar las llaves.
Ambos sabíamos lo que este lugar significaba para Cassie. Por mucho que
quisiéramos un lugar más grande, finalmente hemos encontrado un lugar
propio. Estamos en proceso de arreglar todos los trámites. Le dijimos a Cassie
que se quedara con esta.
Todo lo que estaba descubriendo sobre Cassie le demostraba lo
buena mujer que era en realidad.
—¿T ienes que ponerte un vestido? —le preguntó Slade.
Cassie dio un giro y se rio.
—¿Te gusta?
—Creo que te ves hermosa.
—No suenas demasiado feliz sobre esto.
—Lo estoy. Estoy muy feliz por ti.
—Entonces ¿cuál es el problema? —cuestionó, metiendo su cabello
detrás de sus orejas—. Esta es mi primera cita oficial.
—¿Que hay con Chuck?
—Esa fue una cita doble. Así que no es lo mismo. Al menos no lo creo.
Nos reuniremos en un restaurante italiano.
—Lo sé. Tengo todos los detalles, y me quedaré para asegurarme que
todo está bien.
Cassie se movió hacia Slade, y lanzó sus brazos a su cuello.
—Realmente aprecio que seas un increíble amigo. —Se alejó y
cuando iba a moverse, la abrazó fuertemente.
Cerrando sus ojos, trató de ignorar sus reacciones ante su cercanía.
No quería que él se alejara o la dejará sola.
La liberó y no lo miró directamente. No pudo, no en ese momento.
—Si en algún momento no eres feliz, quiero que me lo digas.
—¿Quieres que te dé una especie de código? —preguntó Cassie.
—Sí. —La miró por unos instantes—. Quiero que me saludes. —El
levantó su mano e hizo un saludo.
Ella rio.
—Quieres que haga eso.
—Sí, y después yo iré a tu rescate y te sacaré de allí.
—Eres un buen amigo. —Estaba tan nerviosa—. ¿Estás listo para irnos?
Dudó, y ella esperó.
—Sí, estoy listo. Manos a la obra.
—Estoy tan nerviosa.
—¿Cuál es el nombre del tipo?
—Dijo que es Greg.
—¿Y no le creíste? Sino le crees ahora, no hay oportunidad de que lo
hagas alguna vez.
Cassie se rio.
—No lo sé. Supongo que ahora mismo, me estoy volviendo loca
porque todo lo que veo son todas las horribles historias de lo que otras
mujeres han sufrido. —Además no le gustaba el hecho de que se sentía
culpable.
Ese único abrazo de Slade había causado muchos sentimientos
encontrados en ella.
Reacomodándose el cabello, se lamió los labios, y luego juntó los
dedos. Todo el tiempo estuvo al tanto de Slade sentado a su lado.
Pasaban mucho tiempo juntos. Cuando estaban en el trabajo, a
menudo se le había unido mientras terminaba el crucigrama. Para almorzar
si no estaba fuera, comían juntos. De alguna manera sus compras en el
supermercado también las habían hecho juntos. De hecho, pasaba más
tiempo con Slade que con cualquier otra persona.
Daniel incluso había comentado cómo terminaban las frases del otro.
—Entonces, ummm, ¿alguna mujer especial va a hacer una visita?
—Nop. Ninguna mujer.
No había oído nada de sus sexys aventuras en su patio trasero desde
hacía tiempo. Siempre encontraba una razón para visitarla y se sentaban
durante horas, charlando y riéndose. Incluso la había ayudado a mantener
su huerto.
Encontró un lugar de estacionamiento cerca del restaurante y
caminaron juntos. Llevaba unos tacones modestos y un vestido realmente
ajustado que mostraba sus curvas. Esta había sido una adquisición de lujo
que Jessica la convenció de hacer.
Una vez dentro, le dijo al maître que esperaba a alguien y resultó que
Greg ya estaba allí.
—Estaré en el bar —le dijo Slade.
El maître tomó la iniciativa, y entonces ella se movía hacia el asiento
de la ventana del restaurante, pero todavía cerca del bar. Por el rabillo del
ojo, vio a Slade sentarse y eso la ayudó a relajarse un poco.
—¿Tú eres Cassie Love? —dijo el hombre, sentándose más recto.
—¿Greg?
—Sí, ese soy yo. Tu foto no te hizo justicia. —Le tomó la mano y le dio
un beso en la mejilla. Sacó al maître del camino y empujó su asiento para
ella.
Se sentía un poco incómoda, pero lo había atribuido a toda esta
novedad.
—Lo siento mucho. Estoy tan nerviosa. Si digo algo estúpido, por favor
ignórame —dijo.
—¿Es tu primera cita en línea? —le preguntó Greg.
—Sí, realmente lo es. ¿Se nota?
Se rio.
—Solo un poco, pero eso está más que bien.
—¿Es tu primera vez?
—No. Tú eres mi cuarta.
—Oh, bueno, entonces deberías ser un profesional, y puedes dirigir la
conversación, ¿no? —Sonrió, y esto le hizo reír.
—No me llamaría profesional. La cuarta cita podría significar que soy
realmente malo.
—O tengo mucha suerte. La cuarta vez es la vencida. —Agarró su
vaso de agua y tomó un sorbo.
¿Por qué dejé que Jessica me convenciera?
Estoy tan jodidamente nerviosa.
Estaba tan nerviosa que incluso pensaba en palabrotas. Su corazón
estaba acelerado y al mismo tiempo sentía que traicionaba a Slade. Miró
hacia el bar y lo vio jugando con su celular.
No le estaba prestando mucha atención.
—¿Quieres un poco de vino? —le preguntó Greg.
—No bebo mucho. Creo que decía eso en mi perfil.
—Sí, también decía que trabajabas como recepcionista en la oficina
del alguacil. Eso debe ser emocionante —comentó, inclinándose hacia
adelante.
No sabía qué hacer con sus brazos. ¿Debería cruzarlos, e inclinarse
hacia delante, mostrando interés? Eso pondría sus codos en la mesa, ¿no
sería grosero? ¿Y si cruzaba los brazos? No, eso demostraría que estaba a la
defensiva.
¿Cuáles eran las malditas reglas?
Descansando las manos en su regazo, forzó una sonrisa.
—Yo no lo llamaría emocionante. Es una oficina de un alguacil de
pueblo pequeño. Un par de chicos borrachos, o la ocasional persona, uhm,
de grafiti. El paranoico borracho, eso es todo. ¿Qué hay de ti? Eres bombero.
Eso debe ser realmente aterrador pero gratificante.
Asintió.
—Lo es. En su mayor parte, da miedo. Entrar en edificios en llamas no
es fácil, y cuando pierdes gente, es aún más difícil.
—Me lo puedo imaginar. Nunca podría hacer un trabajo como el tuyo.
Hubo un tema del que Greg estaba más que feliz de hablar, y se sentó
escuchándolo. Habló de algunas de las personas que había salvado, y le
mostró algunas fotos de gatos que había rescatado. También había un
perro, un conejo y un conejillo de indias.
Disfrutaron su comida. Ella tenía algún tipo de plato de pasta, ni
siquiera recordaba el nombre, mientras él comía un filete grande. Al final de
la comida, estaba lista para irse a casa, y sabía que no había manera de
una segunda cita. Había sido divertido, pero no había chispa.
—¿Necesitas que te llame un taxi? —le preguntó Greg.
—No, no, mi amigo está aquí, esperando para llevarme a casa. —Se
pararon de la mesa y sonrieron—. Esto fue divertido.
—¿Divertido pero no otra vez?
—Yo…
—No te preocupes por eso. No teníamos esa chispa realmente. —
Asintió hacia ella, y se fue.
Fue un final extraño para una de las experiencias más incómodas de
su vida. Se sentó junto a Slade y se pidió un trago de whisky.
—¿Se ha ido? —preguntó Slade—. ¿Qué le dijiste?
—Que eres mi chulo y si no se iba, le vas a dar una paliza.
Slade se rio.
—¿Qué has dicho realmente?
—Que fue divertido, pero no volvería a pasar, adiós.
—¿En serio?
—Prácticamente. Fue tan incómodo, y no sabía de qué hablar con él.
Nos leíamos los perfiles del otro, y todo parecía tan frío. Era tan raro que ni
siquiera sabía lo que comía. —Agitó la cabeza—. Nunca más. No voy a
hacer las citas en línea. Jessica también mencionó las citas rápidas. No
sucederá. Esto ha sido un verdadero abridor de ojos.
Agradeció al camarero y dejó caer el líquido picante.
—¿Lista para ir a casa?
—Síp. Desde luego que sí.

***

Slade había querido hacer un baile de la victoria cuando su cita se


había levantado y se había ido. Se sentó en su sala de estar, esperando la
cerveza helada que Cassie le había prometido. Ya se había sacado los
zapatos, y puso los pies sobre la mesita de café frente a él.
Se habían sentado en su salón muchas veces comiendo una caja de
frituras de queso, bebiendo una cerveza fría.
Cassie entró cargando dos botellas de cerveza y una cubeta de
helado de chocolate.
—Espera un segundo.
Observó mientras se quitaba los zapatos y suspiraba mientras se dirigía
hacia él. Le dio una cerveza y una cuchara, tomando asiento a su lado. La
botella de cerveza estaba en la mesa de café. Tenía los pies acurrucados
debajo de ella. Apoyó la cubeta de helado en un cojín y luego se
sumergieron.
—Ni siquiera sé por qué me dejé convencer.
—Querías salir con alguien —dijo.
—No era eso.
Slade la miró, y vio que sus mejillas ya estaban de color rojo brillante.
—No puedes decir algo así y no explicarlo. Soy un hombre. No sé qué
significa todo ese rubor.
—Eso no importa. Olvida que dije algo.
Suspiró.
—¿Qué es eso? Si no fue por la cita, ¿entonces para qué era?
Tomó un poco de helado de chocolate, y sus ojos marrones lo miraron
fijamente. Vio el conflicto en su mirada, y levantó las manos.
—Puedes decir lo que quieras, y no te juzgaré. No voy a decir nada.
Me guardaré mis opiniones para mí.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo. No digo una mierda que no quiera decir.
Ella se mordió el labio, y la miró mientras cuadraba sus hombros.
—Tengo veinticinco años.
—Lo sé.
—Solo he estado con un hombre. Me destrozó el corazón.
Slade la miró fijamente.
—¿Buscas a alguien a quien follar?
Asintió con la cabeza, sorprendiéndolo.
—Soy una mujer. Tengo necesidades como todos los demás. No
quiero, ni necesito, un para siempre. Solo... quiero hacer recuerdos,
diferentes a los que tengo con Andrew. Él no fue tan genial, y yo estaba
cegada por las mentiras. Quiero sentir algo. Te oí con esas mujeres allá atrás.
Sonaba como si se sintiera bien, y supongo que, no sé, pensé que
encontraría a alguien con quien hacerlo.
Slade honestamente no sabía qué decir. Su polla estaba
malditamente dura. Oír la necesidad de Cassie y saber lo que quería, lo
encendió.
Sentarse en el bar esta noche observándola con otro hombre, le había
hecho evaluar sus propios sentimientos por ella. No estaba enamorado de
ella, y no veía ni por un segundo el matrimonio en su futuro. Era su amiga y
no quería que eso cambiara.
Lo que no podía era negar que lo excitaba. Se sentía atraído por ella,
y lo había estado durante mucho tiempo, incluso antes de que fueran
amigos.
Poniéndole la mano en el muslo, la miró fijamente a los ojos.
Ella nunca iba a dar el siguiente paso, y le tocaba a él tomar la
decisión. Le quitó el helado y el cojín, colocándolos en el suelo.
Cassie no lo detuvo.
Si en cualquier momento le decía que se detuviera, lo haría. Volviendo
a poner la mano ahora sobre su rodilla, acarició debajo del vestido, pero no
fue muy lejos. Apoyando el brazo sobre el respaldo del sofá, le acarició el
cuello, quitándole el cabello del camino. Pasando su pulgar por su labio,
lentamente lo deslizó dentro de su boca. Observó cómo salía su lengua, y lo
lamía. Se retiró y luego reemplazó el pulgar con su boca, reclamando el
beso que llevaba tanto tiempo esperando.
Sus manos agarraron sus brazos, deslizándose hacia arriba para
hundirse en su cabello.
Esto era probablemente una línea que no deberían cruzar, pero la
idea de que ella estuviera con alguien más era demasiado para él. No
quería que nadie más la tocara. Cassie le pertenecía en todos los sentidos
del mundo, y ningún bastardo se la iba a quitar. Deslizando su mano por su
muslo, y luego por su cuerpo hasta su seno, oyó su jadeo.
Esa pequeña abertura hizo que metiera la lengua en su boca. Cassie
se unió con él caricia por caricia.
Le apretó el seno, sintiendo el duro brote de su pezón contra la palma
de su mano. Había demasiada ropa entre ellos. La quería desnuda, debajo
de él.
—¿Crees que es una buena idea? —le preguntó, susurrando las
palabras contra su oreja mientras le besaba el cuello, mordisqueando el
pulso que le latía erráticamente allí.
—¿Cómo te sientes ahora mismo? —Slade movió su mano hacia
abajo, agarrándole el culo mientras lo hacía.
—Se siente increíble.
—¿Quieres que pare?
—No. No quiero.
—Si se siente tan mal, entonces nunca quiero tener razón. —Se alejó.
Sus mejillas estaban rojas, y acunó su rostro—. ¿Quieres que pare?
Agitó la cabeza.
—No quiero arruinar nuestra amistad.
Slade se rio entre dientes.
—No arruinaremos nuestra amistad. Tendremos el beneficio de
ayudarnos mutuamente en nuestro tiempo de necesidad. —Movió la mano
entre sus muslos y le acunó su coño. Las bragas que llevaba estaban
empapadas—. Voy a advertirte, Cassie, me gusta el sexo sucio. Me gusta
follar duro y me encanta el sexo. No me gusta puro ni limpio. No voy a
apagar la luz y no hay forma de que te escondas de mí. Me gusta ver lo que
me follo.
Vio cómo se lamía los labios.
—No tengo ningún problema con eso.
—Bien.
Slade arrancó sus bragas del cuerpo y las tiró al suelo. Capturando sus
labios, encontró su coño mojado al introducir dos dedos. No se sorprendió
por lo mojada que estaba, ni lo apretada. Empezó a estirar sus dos dedos,
empujándolos dentro y fuera, trabajando con la humedad de sus dedos.
—Estás jodidamente mojada. —Empujó su vestido hasta las caderas, y
miró fijamente su hermoso coño preparado. El vello de su coño estaba bien
cortado, apenas un contorno alrededor de los labios luciendo tan sensual.
Su polla latió cuando otra ola de excitación lo invadió.
Sostuvo sus caderas y la levantó para poder lamerle su preciosa
vagina.
Deslizando su lengua desde la entrada hasta su clítoris, arremolinó el
botón, y se movió hacia abajo para sumergirse dentro de ella. Sabía
jodidamente increíble. Nunca le había gustado el sexo oral, pero Cassie
tenía algo diferente. Quería su sabor en su boca, y darle el tipo de placer
que nadie más había tenido antes.
—Oh, wow —dijo.
—¿Alguna vez te lamieron el coño?
—No.
Sonrió contra su montículo, y luego tomó su clítoris en su boca y lo
chupó con fuerza. Sus gritos de placer resonaban por la habitación, y Slade
los disfrutó.
Usando sus dientes para causar un poco de dolor, la escuchó jadear
y gritar su nombre una vez más.
Metió dos dedos mientras le mordía el clítoris. En cuestión de segundos
se desmoronó, su orgasmo viniendo rápido. No esperaba que se viniera tan
rápido, pero no iba a quejarse.
Le pasó la lengua por el clítoris y la bajó de nuevo al sofá.
Sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos vidriosos.
—Eso se sintió increíble.
—¿Quieres que pare?
Se levantó, y se movió para que estuviera a horcajadas sobre su
regazo.
—¿Nuestra amistad sigue siendo la misma?
Slade la agarró del culo, moliéndola en su polla para que ella sintiera
lo duro que estaba en realidad.
—Se mantiene igual.
—¿Podemos tener cualquier cosa que queramos? —cuestionó,
besándole, sus dedos hundiéndose en su cabello.
—Cualquier cosa que queramos. Si quieres follar aquí abajo, o arriba,
en nuestros jardines, estoy de acuerdo. Quieres chuparme la polla hasta que
me venga en tu garganta, solo dilo. Al final, seguimos siendo amigos. Sin
juicios de ninguno de nosotros. Los dos conseguimos lo que queremos.
Lo miró fijamente a los ojos mientras la miraba. Su polla estaba tan
jodidamente dura que empezaba a dolerle cuando presionaba contra su
cremallera.
—Solo he estado con una persona, así que no tengo mucha
experiencia —dijo.
—Te lo dije, sin juicios. Puedes practicar conmigo.
Slade recordaría la sonrisa en sus labios por el resto de su vida. Era un
pecado total, y era toda suya.
—Entonces quiero que me folles, Slade. Quiero que me tomes y me
hagas chillar. Haz que haga todos esos ruidos que a las mujeres les encanta
hacer para ti.
N
unca en su vida había sido tan directa. Cassie estaba
acostumbrada a evitar situaciones como esta, sin embargo,
quería jugar peligrosamente. Slade no era como ninguno de
los chicos con los que creció. Cuando la miraba, no veía a una niña de
remolque. Solo veía a Cassie, y eso a ella le gustaba.
—¿Quieres que te folle? —preguntó Slade.
—Sí, ¿quieres que lo repita y lo haga despacio?
La levantó, y ella soltó un pequeño chillido, envolviendo sus piernas
alrededor de su cintura.
—Necesitas bajarme —dijo.
—No te dejaré ir hasta que esté bien y listo. —Le apretó el culo con
fuerza, y envolvió sus brazos alrededor de su cuello, sosteniéndose.
Slade no esperó y la llevó escaleras arriba hacia su habitación. No fue
amistoso cuando la dejó caer sobre la cama, y ella dio un pequeño rebote.
Apartándose el cabello de la cara, lo observó mientras comenzaba a
quitarse los jeans.
Notó que se tomó su tiempo, acomodando los jeans sobre su polla.
Cuando se volvió, vio por qué. Estaba duro como una roca. La parte superior
estaba roja, palpitante y resbaladiza con pre-semen.
—¿Esto es lo que quieres, nena? —Envolvió sus dedos alrededor de su
eje y comenzó a mover su puño arriba y abajo por la longitud.
—Sí. —¿Por qué no estaba avergonzada o tratando de esconderse?
La forma en que la miraba, era como si quisiera comerla. Ella felizmente
tendría sus labios en su cuerpo, o incluso en alguna parte de él. La había
hecho sentir tan bien y no quería perder esa sensación.
—Entonces recuéstate y extiende esos bonitos muslos.
—Quiero que uses un condón.
Metió la mano en el bolsillo en el suelo y sacó uno.
—Estabas tan seguro de que iba a ceder.
—Esto puede sorprenderte, Cassie, pero no tenía intención de follarte
esta noche. Lo he pensado mucho, pero no pensé que me lo permitieras. —
Se arrastró hasta la cama—. Sabía que tenías un lado sucio con toda esa
pulcritud impecable que pareces mantener a tu alrededor.
Cassie sonrió, y presionó un beso en sus labios. Era más bien casta,
considerando que hacía menos de cinco minutos su rostro había estado
entre sus muslos.
—Ni una sola vez dije que era una mojigata.
—Y te afeitas el coño. —Deslizó sus dedos sobre la suave carne de su
coño y ella jadeó. Resbaló un dedo por su abertura, jugueteando con su
clítoris sensible y luego bajó para sumergirse en su interior—. Estás muy
mojada. Puedo lastimarte.
—No eres muy grande, Slade. No soy estúpida. Sé de hecho que
encajarás.
—Oh, lo sabes, ¿lo sabes? —La empujó hacia abajo y le abrió los
muslos de par en par. Su punta estaba preparada en su entrada. Su mirada
estaba en donde estaban a punto de cruzar esa línea de vecinos y amigos
a amantes. Ella no tenía miedo ni nervios.
Cassie quería su pene. Quería tanto que la follara que no podía pensar
con claridad.
Slade nunca habló de sus mujeres. Nunca las hizo sentir estúpidas o
inferiores. Sí, las rechazó, pero Cassie estaba entrando con los ojos abiertos.
Si por la mañana no quería recordar esto, estaba más que de acuerdo con
eso.
Presionó unos centímetros en su interior.
—¿Estás bien? —le preguntó.
Había un brillo malvado en sus ojos, y ella levantó su ceja.
—¿Siquiera estás dentro de mí?
Tal vez fue algo incorrecto que decir, o lo correcto, porque sujetó sus
caderas y estrelló cada centímetro de su impresionante longitud dentro de
ella, haciéndola gritar su nombre.
Slade no era un hombre pequeño, para nada. De hecho, era muy
grande y no estaba acostumbrada a su tamaño. Sin embargo, no fue
doloroso en absoluto.
—Joder, estás tan increíblemente apretada. Puedo sentir cada jodido
pulso de tu coño, cariño. Tan perfecto. —Dejó caer un beso en un pezón y
luego en el otro, antes de subir con elegancia justo encima de ella.
Agarrándole los brazos, deslizó sus manos hacia arriba para sujetarse
de su cuello.
—Te sientes tan jodidamente increíble —dijo. Su mano fue desde su
cadera a su muslo, luego bajó para agarrar su culo con fuerza.
Slade no era gentil. Su toque era realmente duro, y supo que por la
mañana tendría moretones que coincidirían con sus manos. Y no le
importaba.
—No te vas a enamorar de mí, ¿verdad? —preguntó Cassie.
Su mirada volvió a la de ella.
—No, no me voy a enamorar de ti. Ambos sabemos que ya me amas.
Ella rio, lo que rápidamente se transformó en un gemido cuando
empujó profundamente, haciéndola jadear.
—No estoy enamorada de ti.
—Bien, ni siquiera pienses en enamorarte de mí. —Se retiró—. No soy el
tipo de hombre para cumplir promesas. —Golpeó su interior, y cuando lo
hizo de nuevo, Cassie bajó la mirada para ver cómo su pene cubierto por el
condón se retiraba de su cuerpo.
—No soy el tipo de chica que se casa —dijo.
—No quiero una esposa. Prefiero follar que amar. —La penetró duro,
follándola en la cama. Se agarró a sus hombros, empujando hacia arriba
para encontrar cada una de sus embestidas.
Su miembro estaba tan duro, y el placer que le estaba dando era
diferente a todo lo que alguna vez había sentido.
—Junta tus pechos —le ordenó.
Ella hizo lo que le pidió, y lamió cada pezón por turno, mordisqueando
y chupando. El placer y el dolor fueron directamente a su clítoris, excitándola
aún más.
Cassie sintió el comienzo de otro orgasmo, y gritó su nombre,
necesitándolo.
De repente, Slade salió de su coño, y levantó sus caderas para poder
mirar.
—Juega con tu coño
—¿En este momento?
—Sí. Quiero verte. Vamos, Cassie, pensé que podías ser un poco sucia.
Con él tan cerca, no sabía si podría hacerlo, pero lo hizo. Alcanzando
su coño, y con su mirada fija todavía en la de él, pasó los dedos por su raja.
No podía creer lo mojada que se sentía incluso con su propio toque. Sus
dedos estaban completamente resbaladizos. Empujando dos, se sintió un
poco sensible incluso después de los pocos segundos de follar que habían
tenido. Moviendo los dedos por su raja para rodear su clítoris, jadeó, su boca
se abrió mientras jugueteaba con su sensible carne.
Cada toque solo aumentaba el combustible de la ahora ardiente
llama.
—Te ves tan sexy, lista para tomar una buena y dura follada, Cassie.
¿Quieres mi polla dentro de ti?
—Sí.
—Entonces hazte venir y te follaré hasta que olvides tu propio nombre.
Ella jugueteó con su clítoris, observando cómo su mirada ni una vez
dejaba la suya. Sus ojos eran tan azules, en ese momento pensó que él era
el demonio del sexo, la forma en que parecía leer su cuerpo, para saber lo
que quería y la mejor manera de hacer que se viniera abajo.
—Puedo ver qué tan mojada estás. ¿Te encanta que te den órdenes,
Cassie?
No le respondió.
Slade se rio entre dientes, y luego mordió la carne de su muslo.
—Esta bien. Tengo suficiente para decir por los dos. —Su barba
incipiente arañó su muslo, pero no le importó la aspereza, ya que solo
parecía aumentar su necesidad de él—. El lunes, quiero que uses una de
esas lindas faldas que te encantan. Las que muestran este culo perfecto,
solo que esta vez no quiero ver ninguna línea de tus bragas. Quiero que
vayas desnuda, para que sepa que todo lo que necesitaría es mi mano
debajo de tu falda para sentir tu bonito coño.
—Slade —dijo, gimiendo.
—Sé lo que necesitas, Cassie. Córrete para mí, y te lo daré.
Ella acarició su clítoris, sintiendo que su orgasmo comenzando a
construirse. No lo prolongó, se corrió gritando su nombre, que solo se hizo
más fuerte cuando su lengua se hundió dentro de ella. Su coño latía, era
como si estuviera tratando de mantenerlo allí, aferrándose a él, no
queriendo dejarlo ir.
Antes de que las últimas brasas de su liberación comenzaran a
desvanecerse, la presionó contra la cama y su pene reemplazó su lengua.
La penetró tan fuerte haciendo que la cabecera golpeara contra la pared.
—Es un buen asunto no estar en casa ahora, de lo contrario tendría
que ir a ver quién se llevaba lo que era mío.
—No soy tuya, Slade.
—¿No? —Se apartó, y ella gimió, deseándolo. Empujó y ella gritó—.
Eres mía, Cassie. Ni siquiera lo sabes todavía. Este cuerpo, por el tiempo que
queramos, es mío. Puedo hacer lo que quiera con él.
Ella le envolvió el cuello con sus brazos, arrastrando sus uñas por su
espalda, marcando la carne.
—Entonces tu cuerpo es mío para usar, y para hacer con lo que
quiero.
—Quieres usarme, Cassie, puedes usarme. No tengo ningún problema
en ser tu pequeño juguete. ¡Siempre y cuando seas mía para hacer lo
mismo!
—Soy una gran creyente de la igualad.
Slade la follaba con fuerza, y Cassie llegó por tercera vez, gritando su
nombre. Cuando finalmente encontró su propia liberación, disfrutó verlo
romperse. Con la expresión de total éxtasis en su rostro, y lo abierto que fue,
Cassie sabía que había tomado la decisión correcta, y desde luego
esperaba jugar con él.

***

—Mamada —dijo Slade.


—No puedes poner una mamada —dijo.
—¿Por qué no? Son siete letras, y es una palabra.
—Mamada es una palabra grosera, y no deberías usarla.
—¡Pusiste oral! —Slade señaló el tablero, y ella negó con la cabeza.
—Eso no significa sexo, o cualquier otra cosa. Como un examen oral.
Lo que tienes con el dentista.
Slade sonrió.
—Tú y yo sabemos que pensabas en mi boca en tu bonito coño.
Era sábado por la mañana, y aún no se había ido para su casa. Ambos
estaban desnudos. Las cortinas aún cerradas y estaban jugando. Nunca era
de los que jugaban con las mujeres con las que follaba y, sin embargo, con
Cassie era algo más.
Sacudió la cabeza, echando el pelo hacia atrás y dejándolo sobre un
hombro.
—No voy a jugar más si te niegas a jugar correctamente. —Se levantó,
agarró sus copas vacías y entró a la cocina.
Se distrajo mientras veía su culo alejarse de él. Amaba su culo. Era tan
malditamente lleno y redondo. No había hecho ningún movimiento para
cubrirse y le encantó. La confianza solo sirvió para excitarlo aún más. Incluso
con el sol brillando, su cabeza se mantuvo alta y en toda su postura dijo:
—Esto es lo que soy, vete a la mierda si no te gusta.
Empacando el juego de mesa, entró en la cocina, para verla
haciendo un brindis. Tenía algo de chocolate abierto y ya estaba comiendo
una porción.
—Lo siento. Realmente me dio hambre. ¿Quieres un pedazo?
Su estómago eligió ese momento para gruñir. Miró lo que ella estaba
comiendo, y mordió.
—Mmm, eso sabe tan bien. —Lamió sus labios, y sonrió mientras lo
miraba.
—¿No puedes simplemente tomar un pedazo nuevo? —preguntó.
—¿Por qué haría eso cuando el tuyo luce tan sabroso? —Metió el
último pedazo en su boca, y gimió otra vez —. Casi tanto como tu coño.
Su mirada corrió por su cuerpo, y tomó otro pedazo, lamiendo sus
labios. Su polla se endureció, y quiso ver esos labios envueltos alrededor de
su polla.
—¿Cuáles son tus planes para el día? —le preguntó.
—No mucho. ¿Y tú?
—Voy a tener tus labios envueltos alrededor de mi polla. Así es como
voy a pasar el día.
Ella comenzó a reírse.
—No hay forma de que vaya a pasar el día entero lamiendo tu polla.
—No tienes que lamer, puedes chupar. —Se sentó, y envolvió sus
dedos alrededor de su polla.
Tomando una cuchara, untó algo del chocolate en ella.
—Incluso he hecho que sepa bien. —Le guiñó, y Cassie solo sacudió
su cabeza.
—No puedo creer que hayas hecho eso.
—Créelo, nena. Sabes que quieres probar.
Se movió de detrás de la isla y se paró en frente de él. Sus manos
aterrizando en sus rodillas, se inclinó más cerca.
—¿Qué saco de esto?
—Consigues probar mi polla, y ver si puedes hacerme venir antes del
final del día.
Ya estaba listo para explotar. Con sus tetas colgando, y su cuerpo en
exposición, sabiendo cuán bien se sentía su coño, la quería otra vez.
Su mirada se movió por su polla.
—No creo que sea lo suficientemente tentador.
—Tú me lo haces, yo te lo haré. —Capturó su mano.
Cassie estaba riéndose, metiendo un poco de su cabello detrás de su
oreja mientras lo besaba.
Slade dejó salir un gemido mientras se hundía en el suelo.
Sus labios se movieron sobre su polla, succionando la punta. No había
chocolate en la punta, pero lamió su líquido pre-seminal. Ella gimió, dándole
una sonrisa, antes de deslizar sus labios en su polla.
—¡Santa mierda! —Agarró la parte posterior de su cabeza, y miró
mientras ella succionaba su polla. Un rastro de chocolate siguió su boca,
pero no le importó.
Ella lo tomó hasta la parte posterior de su garganta, y luego cedió.
Mientras movía su cabeza, se sintió endurecerse más.
Cuando todo el chocolate se había ido, se alejó, lamiendo sus labios.
Se levantó, y vio mientras metía sus dedos en el chocolate, y lo untaba
en cada uno de sus pezones.
—¿Cómo sabe?
Agarrando su espalda, la empujó hacia adelante, y chupó su primer
pezón, asegurándose de usar sus dientes. Cada vez que le daba un poco
de dolor, ella gemía y presionaba su cuerpo más cerca de él.
—Es la mejor forma de comer chocolate. —Arrastró su lengua entre el
valle de sus pechos, y chupó su otro pezón.
Ella se alejó y bajó al suelo, chupando su polla. Usando su mano y
boca, se burló de su polla y bolas, llevándolo más cerca de la cima. Pero no
cayó sobre el borde, y sus ojos lo vieron.
—¿Alguna vez has tenido a un hombre viniéndose en tus tetas? —
preguntó.
Cassie sacudió su cabeza.
—Nope. Tampoco he tenido a nadie viniéndose en mi boca.
Slade odió a Andrew en ese momento, pero ahora estaba a punto de
ser muchas de las primeras veces de Cassie. Era una mujer hermosa,
inteligente, amable y simplemente asombrosa. La pasión en su interior
igualaba la suya. Había visto unos de los libros más eróticos que le gustaba
esconder. Había perversión dentro de Cassie e intentaría acceder a ella,
darle todo lo que su corazón deseaba, y cosechar las recompensas para sí
mismo.
Ella acunó sus bolas y lo chupó más profundo, casi atragantándose en
su longitud. Salió de ella, justo cuando el primer chorro de semen estallaba
de su punta. Trabajando su longitud, cubrió sus pechos con su esperma,
creando una pieza de arte de la que deseaba poder tener una foto.
Cassie era suya. Era cliché como la mierda, pero cuando la miraba,
eso era todo lo que sentía.
Cuando lo último de su orgasmo culminó, luchó contra la necesidad
de solo relajarse, y la agarró, empujándola al suelo. Extendió sus piernas, y
frotó su clítoris con su lengua. Metiendo dos dedos en su coño, la folló tan
duro mientras se burlaba de su clítoris, trayéndola cerca al orgasmo.
—Vente sobre todo mi rostro, Cassie. Muéstrame cuánto amas
malditamente ensuciarte. —Estirándose, trazó un dedo por su semen y jugó
con sus tetas. Era sucio, era travieso y se sentía tan bien.
Con su dedo recubierto en su semen, lo puso contra su boca. Ella lo
succionó, y él jugó con su coño, llevándola al orgasmo. Cuando se vino,
lamió su crema y la sostuvo en su lugar, no dejándola escapar de su toque.
Quería que se viniera en su boca, probarla. Era perfecta.
Yaciendo junto a ella después de que se acabó, esperó por sus
palabras de arrepentimiento.
—Creo que necesito una ducha —dijo Cassie—. Me ensuciaste toda.
—¿No tienes ningún arrepentimiento? —le preguntó, girándose así
estaba enfrentándola.
—¿Arrepentimientos?
—No lo sé. Esperaba que patearas mi culo, y me dijeras toda la mierda
mala sobre tratarte como una zorra. —Tomó su mano, y enlazó sus dedos.
—Me dijiste que mientras estamos en esto, no habrá ningún juicio. No
crees que soy una puta y zorra, ¿cierto?
—No. No lo hago. Esa es la última cosa que pensaría.
—Entonces no me importa. Disfruté lo que tuvimos. —Apretó su mano
—. No creo que sería así con todos los chicos. No fue así con Andrew.
—Tienes que dejar de pensar en ese idiota. No te merecía. Eres una
mujer hermosa, y él es un perdedor.
Cassie sonrió.
—Ya me estás haciendo sentir mejor. Pensaba que yo era basura de
remolque. Algo para ser usado y descartado. Algo así como un juguete.
—Yo siempre cuido de mis juguetes. Nunca tuve una razón para
encerrarlos.
—Esa tiene que ser una de las cosas más lindas que alguna vez me
dijeron —dijo—. Y tú ni siquiera estás diciéndolo para meterte en mis
pantalones.
Slade sacudió su cabeza.
—Por supuesto que no. Yo ya estoy ahí.
—¿R ealmente crees que es una buena idea? —le
preguntó Jessica.
Cassie miró por encima de su taza de café.
—¿Qué es realmente una buena idea? —Estaban comiendo en el
restaurante, afuera a la luz del sol. Tenían un dosel para darles algo de
sombra.
—¿Acostarte con tu jefe?
Habían pasado casi dos semanas desde que ella y Slade habían
comenzado a tener sexo. Dos semanas esperando la hora de ir a la cama.
Tuvieron mucho sexo. Anoche habían follado seis veces, siete si incluyera las
hazañas en el baño.
No había tenido tanto sexo en su vida. Por supuesto, la última vez que
había tenido relaciones sexuales fue cuando tenía dieciocho años con un
imbécil. Pensar en Andrew ya no la hacía sentir nada. Tampoco se
avergonzaba por el sexo que estaba disfrutando con Slade. Era tan
malditamente caliente en la cama, y lo que era más, después, a menudo
hablaban. A veces todavía estaría dentro de ella y él haría algún tipo de
broma que la haría reír. Cuando estaba con él todo se sentía bien.
—Técnicamente, él no es mi jefe. Daniel lo es.
—Sabes a lo que me refiero. He visto la forma en que se miran el uno
al otro. Ustedes casi se follan con la mirada.
—Dejemos de hablar sobre mi vida amorosa, y hablemos sobre tu
inminente mudanza. —Ayudaba a Jessica el fin de semana a mudarse a su
nuevo hogar. Ya tenía varias lasañas, cazuelas de pollo y pasteles hechos
para que no tuvieran que preocuparse por la cena. También había
conseguido cajas y estaría ayudando.
Todo lo que tenía que hacer era convencer a Slade para que la
ayudara con su automóvil, y ella estaba lista.
—No, no hablemos de la mudanza. Sabes que sus casas tienen una
larga historia de parejas enamorándose. Has pasado de odiar a Slade, a ser
amiga de él, y ahora están teniendo sexo.
La camarera trajo sus hamburguesas y Cassie le dio las gracias antes
de zambullirse.
—No estamos enamorados. Es solo sexo, Jessica. Me dijiste que
necesitaba aligerarme. Considera esto mi camino hacia la iluminación.
—Ahora solo estás siendo un dolor en el culo.
—No. De verdad. Slade y yo somos amigos con todos los beneficios.
Me estoy divirtiendo mucho.
Jessica suspiró.
—Sabes que estuve jugando con William mucho antes de que
quedáramos atrapados. Sabía que lo amaba, pero tuvimos ese período de
luna de miel.
—No voy a quedar embarazada. Usamos protección —dijo Cassie.
—Te conozco, Cassie. Te advertí sobre Andrew, y mira lo que pasó allí.
Esto hizo que Cassie se detuviera y mirara a su amiga. Teniendo
dieciocho años y el primer chico mostrándole atención, ella lo había
disfrutado. Jessica le había advertido muchas veces, pero ella no escuchó.
Su apetito desapareció. Poniendo su hamburguesa en la bandeja,
miró a Jessica.
—¿Crees que me está usando?
—No creo que te esté usando.
—¿Crees que les contará a los demás lo que estamos haciendo? —
Andrew había entrado en detalles gráficos.
Jessica se acercó y puso una mano sobre la de ella.
—No creo nada de eso. Slade, considerando que es un prostituto, es
un buen tipo. Me preocupa que te enamores de él y te rompa el corazón.
—Oh, ¿eso es todo? —le preguntó Cassie.
—Sí.
Ella vio que su amiga estaba preocupada.
—No te preocupes. No tengo intención de enamorarme de Slade. Es
un gran tipo, pero no tenemos ese tipo de sentimientos. —Terminó su
hamburguesa, y la conversación giró hacia la mudanza.
Cassie se obligó a sí misma a mostrar que no le importaba. Sí le
importaba. Uno de sus mayores temores en las últimas semanas era que
comenzaba a enamorarse de Slade. Por otra parte, no podía enamorarse
de él. Eran amigos, vecinos, colegas. Nada iba a salir de eso y tener buen
sexo no significaba nada en absoluto.
Le encantaba estar con él. Veían películas, jugaban videojuegos. Él
tenía este impresionante en el que competían en cada nivel para disparar
o apuñalarse entre sí. No ganaba, pero le daba una buena pelea. Luego
estaban los tiempos que pasaban simplemente divirtiéndose. Él vendría y se
posaría en su escritorio y harían el crucigrama juntos. Ya no llevaban dos
autos para hacer sus compras, solo usaban uno. Incluso dividían la cuenta.
Llegaba y hacía cualquier trabajo alrededor de su casa con el que
ella luchaba y habían pintado su cuarto de invitados la semana pasada.
Al entrar a la oficina del alguacil, vio a tres personas esperando y
después de asegurarse de que estaban agendadas y listas para hablar con
Daniel o Slade, comenzó a trabajar en los correos electrónicos necesarios.
Se ocupó de la Sra. Wilson quejándose de gatos otra vez y actualizó el
horario de trabajo que Daniel le dio, junto con las enmiendas necesarias
para la seguridad durante la feria que sería en tres semanas para marcar el
final del verano.
Golpeaba un lápiz contra su labio, mientras terminaba la última carta
que Daniel quería que le enviara a un abogado.
—¿Cómo estuvo tu almuerzo? —le preguntó Slade.
Acababa de entrar a la oficina y estaba abanicando su rostro con un
archivo.
—Estuvo bien. ¿Y el tuyo?
—Aburrido sin ti. Sin embargo, esa ensalada de pasta que hiciste
estaba deliciosa.
—¿Sacaste todo el cuenco de la nevera? —preguntó Cassie.
—Síp, y encontré la tapa que trataste de esconder. Lo terminé hoy
después de hablar con uno de los Anderson.
Esto la hizo detenerse.
—¿Fuiste a ver a los Anderson?
—Sí. Parece que han recibido algunas quejas sobre el ruido de su
actual edificio. Están construyendo una casa en su tierra y los residentes se
molestan con el ruido.
—Los Andersons son los dueños de gran parte de la ciudad. —Imprimió
la carta y la colocó en la pila para que Daniel la firmara.
Cuando se volvió para mirar a Slade otra vez, él la observaba. No le
gustaba que lo hiciera, se levantó y agarró las cartas.
—¿Por qué me estás mirando?
—¿Los Anderson son Andrew? ¿Andrew Anderson?
—Uno y los mismos. Sin embargo, no es gran cosa. Sólo sé cuidadoso.
Pueden ser bastante malos para las personas que pisan sobre sus pies.
—No me importan los bastardos ricos. ¿Todavía dentro para el próximo
fin de semana de mis padres? —le preguntó Slade.
—Sí.
Escuchó el teléfono de él sonar en su escritorio.
—Cuando termines con eso, ven y hablamos. Me ocuparé de esto. —
Se fue para ir a contestar su teléfono y ella le pasó las cartas a Daniel.
—¿Estas son para que yo firme? —le preguntó.
—Lo son. —Las colocó en su escritorio y esperó mientras los revisaba.
—Escuché sobre ti y Slade —dijo Daniel.
Miró al alguacil y sus mejillas se calentaron.
—Emm, lo siento.
—No necesitas disculparte, Cassie. Solo quiero que tengas cuidado.
Sé lo triste que te sentiste la última vez y no quiero verte lastimada.
—No lo harás. Lo prometo. No pretendo salir lastimada de nuevo. —
Agarró las cartas.
—Escuché noticias de que Andrew está de regreso en la ciudad.
Ella se encogió de hombros.
—Honestamente, no me importa. He tenido mucho tiempo para lidiar
con todo lo que sucedió. Fue hace siete años y fui lastimada, pero he
llegado a ver que no estaba triste por él. Estaba triste por lo que sucedió
después. Ya no soy una niña pequeña, Daniel. Puedo cuidarme sola. —Se
dirigió hacia la puerta y se mordió el labio—. En realidad, quería
agradecerte.
—¿Por qué?
—Por todo lo que hiciste por mí mientras crecía y también quiero
agradecerte por ir y ver el cuerpo de mi padre y dejarlo descansar. —No le
había dicho a Daniel que había sabido de eso.
Repasando algunos de sus archivos antiguos hace unos años, había
visto el informe escondido. Su padre había muerto y nadie tuvo ninguna
forma de contactarla, así que habían ido con Daniel.
—¿Lo sabías?
—No lo sabía en ese momento. Me enteré después. —Tampoco había
llorado. Era difícil llorar por un hombre que te dijo cuánto te odiaba—.
¿Sufrió?
Daniel negó con la cabeza.
—No, no lo hizo.
—Eso es todo lo que necesitaba saber.
Salió, fue a su escritorio y colocó las cartas en los sobres necesarios.
Fue bueno finalmente sacar eso de su pecho y admitir a Daniel que ella lo
sabía.

***

—Si les estás dando comida para ayudarlos a sobrevivir, ¿por qué
estamos ayudando? —preguntó Slade.
—Hicimos un trato y vas a cumplir tu parte, y yo cumpliré la mía. —
Cassie colocó la caja en el suelo dentro de la nueva casa de Jessica y
William. Era grande y los niños ya estaban en algún lado, gritando y riendo.
Slade colocó su caja en el suelo y tomó a su mujer en sus brazos.
Agarrando las mejillas de su culo, acarició su cuello.
—No queremos que uno de los niños mire.
—¿Vale la pena arriesgarse? —preguntó.
Ella se rio entre dientes.
—Te pedí ayuda y me dijiste que me costaría anal. —Ella se apartó, y
acunó sus mejillas. Presionó un beso en sus labios—. Pensé que era un buen
premio.
Lo besó de nuevo y luego se fue.
Slade observó su trasero en los pantalones cortos hasta la rodilla que
llevaba. Quería llevarla a su casa y hacer las paces con ella, pero había
aceptado ayudar a sus amigos a mudarse. No quería cargar mierda, pero
estaba encontrando que su vida era mucho más divertida estando con
Cassie.
—Realmente aprecio que nos hayas ayudado —dijo Jessica—. Nos ha
llevado mucho tiempo encontrar este lugar.
—Siempre estoy feliz de ayudar. —Se giró para dejar la habitación,
pero las siguientes palabras de Jessica hicieron que se detuviera.
—¿Estás jugando con ella?
Se volvió hacia Jessica, sorprendido por su arrebato.
—No estoy jugando con ella. —Ni siquiera iba a fingir que no sabía de
lo que hablaba.
Se echó a reír.
—William me dijo que me mantuviera fuera de esto. Cassie puede vivir
su vida de la manera que ella quiera y tengo que aceptar eso. Ella es mi
mejor amiga. La vi lastimada por ese hijo de puta y no quiero verla
enamorarse de ti.
—No voy a lastimarla.
—Crees que no vas a hacerlo y eso en sí mismo me dice que eres un
jodido idiota. —Jessica puso sus manos en sus caderas—. ¿Te das cuenta de
que eres el único tipo con el que ha estado desde Andrew? ¿Desde que
tenía dieciocho años? No ha habido nadie más en su vida. Ambos están
actuando como si esto fuera algo divertido. Que seguirán adelante y
seguirán siendo amigo, pero no lo serán. ¿Qué pasa cuando ella encuentre
a alguien más? ¿Qué pasa si te aburres? ¿Qué pasa si ya están enamorados
el uno del otro y están fingiendo que no es el caso?
Solo la idea de que Cassie estuviera con alguien más hizo que su
estómago se torciera. Nadie más se la merecía.
—No lo sé. —No había palabras que él pudiera dar, ya que no sabía
la respuesta a eso.
—Odio esto. Es como que puedo ver que esto va de dos maneras
diferentes —dijo Jessica.
—¿De qué maneras lo ves? —Era la amiga de Cassie y él le estaba
dando el respeto para expresar su opinión.
—O ustedes se enamorarán y vivirán una vida feliz.
—¿O?
—O van a romperse los corazones mutuamente. Sé que si esto se
arruina, Cassie nunca volverá a ser la misma.
El silencio cayó entre ellos. Slade no dijo nada especialmente cuando
Cassie y William entraron en ese momento.
Sonrió y fingió que Jessica no solo le había hecho pensar en toda la
mierda que había estado tratando de evitar.
No había forma de que pudiera pensar o incluso tratar con que Cassie
estuviera con alguien más, o que se enamorara de otra persona. Ella había
cancelado y eliminado su foto de dos sitios de citas, y nunca volvió con
Greg. Él sabía, en el fondo, que por muy divertido que lo estuvieran pasando,
no sería algo para siempre. Cassie era una buena mujer y se merecía a
alguien que la amara.
Lo que no podía hacer era dejarla ir.
No quería.
Por una vez, tampoco quería compartirla. Nunca había tenido estos
instintos posesivos y protectores para nadie más, sin embargo, con Cassie,
estaban fuera con toda su fuerza.
—¿Estás bien? —le preguntó Cassie un par de horas más tarde.
Había estado trabajando un poco en la bruma, siguiendo a William y
Jessica señalando hacia donde querían que se metieran las cajas y
simplemente resolviendo sus propios pensamientos.
—Sí, estoy bien. ¿Por qué?
—Es solo que estás... actuando extraño. ¿Jessica te ha dicho algo?
—¿Eres feliz? —preguntó.
—¿Qué? Sí, por supuesto. ¿Por qué no lo sería?
—Lo siento, simplemente no estoy en el lugar correcto en este
momento. Todo está bien. No te preocupes por eso.
Ella atrapó su muñeca, impidiéndole irse.
—Jessica dijo algo, ¿verdad?
—No es nada, y no, ella no lo hizo. —Mintió con facilidad—. Hagamos
todo esto para que podamos ir a comer.
—Está bien.
Salió de la habitación y se concentró en descargar la camioneta.
Cuando todas las cajas se distribuyeron alrededor de la casa, se despidieron
de la feliz familia y evitó la mirada de Jessica. No le gustaba la mierda que
había estado diciendo y sobre todo porque golpeó tan cerca de casa en
él.
Llegando al bar, aparcó.
—¿No estoy cocinando? —preguntó Cassie.
—No esta noche. Bistec, papas y un poco de baile están a la orden.
Vamos. —Salió de su camioneta y se dirigió hacia Cassie para ayudarla a
salir.
—Estás de un humor realmente extraño. —Se sentaron en la parte
posterior de la pista de baile. Asintió a Bethany, quien lo saludó con la mano.
—Lo siento.
—Jessica dijo algo, ¿verdad? —preguntó Cassie—. Ella ya me ha dado
todo el discurso de vas a estar triste o a salir lastimada. Solo está cuidando
de mí. No lo pensaría demasiado.
—Ella es tu amiga, Cassie. Por supuesto, cuidará de ti. Yo sol... ella dijo
algunas cosas y me hizo pensar.
—¿Quieres terminarlo?
Slade se echó hacia atrás y miró a Cassie. Su cara era ilegible. No
sabía lo que estaba pensando o sintiendo.
—No, yo no. ¿Tú sí?
Cassie no pudo responder porque llegaron a tomar su orden.
—No, no lo hago —dijo Cassie, al momento en que tuvieron su
privacidad—. No tienes que empezar a enloquecer. Sé que esto no es una
especie de amor, o un felices por siempre. No tengo intención de pronunciar
palabras de amor para ti, Slade.
¿Qué pasa si es lo que quiero?
—No he estado en una relación real por algún tiempo. No quería
terminar como mis padres. Odiándose mutuamente y luego causar un dolor
de corazón para alejarse el uno del otro.
—Slade, no soy así.
—Solo has estado con Andrew. ¿Cómo sabes si te estás enamorando
de mí? —la cuestionó.
Ella suspiró.
—¿Vamos a hacer esto ahora? ¿Quieres follarte a una de las mujeres
de ahí, Salde? ¿Ya estás aburrido?
—¡Joder no!
—Entonces ¿cuál es tu problema? No estoy aburrida. No te he dicho
que te amo, y estás actuando como si te hubiera dicho que estoy
embarazada. No escuches todo lo que dice Jessica, ¿bien? Es mi amiga.
Tiene permitido hacer toda la cosa de preocupación y amenaza. No me
culpes de eso. —Se puso de pie, y esta vez él atrapó su cintura.
—¿A dónde vas? —preguntó.
—Voy a ir a bailar con alguien, y no tienes que ser tú. Si quieres ser un
idiota, puedes sentarte aquí, y serlo.
Ella irrumpió en la pista de baile, solo que con un Slade enojado.
Estaba actuando como un imbécil, y por eso, no pudo evitar reaccionar a
él. Parecía que quería meterse bajo su piel y volverla loca.
Slade no sabía que estaba mal con él. Empujar a Cassie no era lo que
quería hacer. Corriendo los dedos por su cabello, se forzó a observarla
mientras era arrastrada a los brazos de otro hombre.
Las manos de Slade se apretaron en puños mientras los celos corrían
por él, y luego se tomó su tiempo para observarla. Cassie no se veía libre en
su baile. Mantenía al tipo a un brazo de distancia, y no había sacudida de
sus caderas, o nada.
Solo estaba bailando con una persona. No había conexión.
Deja de ser un maldito idiota, y ve y consíguela.
No necesitaba que se lo dijeran dos veces. Cruzando la pista de baile,
envolvió su brazo en su cintura, y la arrastró hacia él.
—Lo siento, hombre, pero esta mujer me pertenece —dijo Slade.
El tipo levantó sus manos.
—Sin problema.
Cassie envolvió sus manos alrededor de su cuello, pero sin moverse. Su
espalda estaba presionada a su parte delantera y él mantuvo su mano en
su estómago.
—¿Terminaste de ser un estúpido? —le preguntó.
—Sí.
—¿Aun seguiremos follando?
—Diablos sí.
Slade mordisqueó su cuello, oliendo su esencia.
Te estás enamorando de ella.
Ella es tuya para tomar.
Tómala.
Slade ignoró todos esos pensamientos suyos, terminaron de bailar, y
después hicieron su camino de regreso a su mesa, justo a tiempo para
comer.
E
ntrando a la casa de Slade, Cassie se rio. Las pocas cervezas que
había bebido con el filete y papas fueron suficiente para darle
un poco de zumbido. Lo que tampoco ayudaba eran las manos
de Slade sobre todo su cuerpo mientras la provocaba. Estaba en llamas, y
todo era su culpa.
Ni siquiera encendió la luz. La presionó contra la pared tan pronto
como la puerta estuvo cerrada, su boca en la de ella mientas tomaba
posesión de sus labios.
Slade capturó sus manos, presionándolas sobre su cabeza, y se
entregó a él, sin oponer resistencia.
—Eres tan jodidamente hermosa. Todo el día y toda la noche he
querido inclinarte, y follarte tan malditamente duro.
Juntó sus muslos, gimiendo mientras lo hacía. Los pantalones cortos
que usaba parecían presionar contra su clítoris así que cuando cerraba sus
piernas, creaba un pequeño pulso agradable que la hacía doler por más.
El muslo de Slade se movió entre sus piernas, y ella jadeó mientras
frotaba justo en el lugar correcto para hacerla querer más.
—¿Quieres mi polla, nena?
—Pensé que acordamos que iba a ser en mi culo. —Agarró su culo,
tirándolo más cerca.
Se sentía tan bien.
Ella lo quería.
—Tenemos demasiada ropa puesta.
—Tienes razón en eso. Necesitamos desnudarnos. —Slade alcanzó su
blusa, y en un tirón, la tuvo partida en dos. La empujó por sus brazos y la dejó
caer al suelo.
—Me gustaba esa camisa —dijo ella.
—La usas para la jardinería. Es una fea, fea camisa.
Ella se rio. Agarrando su camisa, no tuvo la fuerza para rasgarla, y él
ayudó mientras la arrancaba de su cuerpo.
Corriendo sus manos por su pecho musculoso, agarró sus caderas,
moliendo su coño en su muslo.
—¿Tu coño necesita un poco de atención?
—Sí. Estoy tan mojada.
Le acunó él coño a través de la mezclilla, pero no era suficiente.
En segundos ambos estaban luchando para desnudarse, y solo
cuando lo estuvieron, ella se lanzó de vuelta a sus brazos.
Slade la presionó contra la pared, sus manos ahuecando sus tetas,
rudamente. Pellizcó un pecho, y luego el otro, antes de darle a cada curva
una ligera palmada.
—¡Mía!
Reclamó sus labios, su mano moviéndose arriba alrededor de su
cuello. Su pulgar levantó su barbilla así no tenía más opción que tomar el
beso que estaba dándole. Su dominancia la encendió incluso más.
La sensación de sus dedos en su cuello la hizo jadear, y ella cerró los
ojos, disfrutando de su toque. La forma en que la sostenía, sentía en ese
momento como si perteneciera a él. Era embriagador, asombroso, y oh tan
malditamente bueno. El agarre en sus manos se apretó, y abrió sus ojos, para
mirarlo.
—No me gustó que alguien más te tocara.
—La próxima vez, no me dejes bailar con nadie más. —Se inclinó más
cerca, y ssonri—. ¿Qué vas a hacer, Slade?
Sus manos la liberaron, y antes de que supiera lo que estaba pasando,
sostuvo sus caderas, la levantó, y la sumergió duro en su polla. La tenía
metida entre la pared, y su cuerpo.
Ambos jadearon mientras llenaba su coño. Ella envolvió los brazos en
su cuello, gimiendo mientras le tomó unos pocos minutos acostumbrarse a
su dura polla.
—No me puse un jodido condón. No podía esperar —dijo Slade.
—Estoy... estoy con la píldora. Estoy limpia.
—No espero que me creas, pero yo también estoy limpio.
Ella se rio.
—Por supuesto que te creo. Pules tus botas.
—¿Qué tiene eso que ver con nada?
—Te tomas tu tiempo con tu apariencia, y aunque piensas que mi
limpieza es graciosa, tu lugar siempre está impecable. Me imaginé que eras
un fanático de la salud en todas las cosas.
La sonrisa en su rostro era malvada.
—¿Sabes lo que eso significa?
—Nop. Soy inocente, oficial. Nunca he sido traviesa en toda mi vida.
—Si ya no tengo que usar un condón, puedo llenarte con mi semen —
dijo.
Ella sabía que le gustaba ver su reclamación sobre su piel. Era una
persona muy física, y entre más sucio, mejor para él.
A Cassie no le importaba. Le encantaba su mente sucia,
especialmente dado que siempre era beneficiada por ella. Cuando se
ponía sucio, ella obtenía placer, ¿y qué mujer en su sano juicio se quejaría
de eso?
Slade bombeaba en su interior, y Cassie miró hacia abajo, queriendo
ver su polla dentro de ella.
Estaba demasiado oscuro, y él gimió.
—Arriba, a la habitación. Quiero lo que me prometiste. —Salió, y ella
se apresuró adelante. Slade le dio una pequeña bofetada a su culo,
haciéndola gritar.
Corriendo a su habitación, saltó en la cama, extendiendo sus muslos.
Había descubierto que cuando la atrapada jugando con su coño, siempre
funcionaba en volverlo salvaje, y lo quería salvaje. Lo quería en el punto de
no retorno.
Cuando había pedido su ayuda en mudar a sus amigos, no sabía qué
querría a cambio. Ante la mención de anal, su primer instinto había sido
decirle que se fuera a la mierda. La cosa era... había leído un montón de
libros eróticos, y hablaban con detalles del anal.
Estaba... curiosa sobre eso.
No había nadie más con quien alguna vez se sentiría más cómoda.
Cassie sonrió incluso mientras llenaba su coño con dos de sus dedos
antes de sacarlos para provocar su clítoris. El recuerdo de su rostro
sorprendido se quedaría con ella por un largo tiempo.
Slade se paró en la puerta, y ella deslizó sus dedos sobre su clítoris,
viéndolo, esperando a que reaccionara.
—Sabes lo que estás haciéndome, ¿no es así?
—Se siente tan bien, Slade.
—Muéstrame qué tan húmeda estás.
Sostuvo sus dedos en alto, y se movió hacia ella, atrapando su
muñeca, y chupó sus dedos, probando su coño.
—¿Quieres que reclame mi deuda? —preguntó.
—Sí.
—Entonces ponte de rodillas, y muéstrame ese culo que ahora me
pertenece.
Ella se movió a sus rodillas y se inclinó hacia adelante.
—Extiende tus mejillas ampliamente. Quiero verte.
Cassie hizo lo que pidió, y cerró sus ojos. Le acarició el culo, y ella dejó
salir un pequeño jadeo. Su toque la trajo a la vida.
Sus dedos se movieron por el centro de su culo, corriendo por su ano
y hacia abajo.
Cerró sus ojos, disfrutando de la sensación inusual.
Estaba nerviosa, pero confiaba en Slade.
Los sonidos de un cajón abriéndose y cerrándose llenaron el aire,
haciendo eco en las paredes. Su emoción estaba construyéndose con
cada segundo.
—Sabes, tienes el culo más agradable que he visto alguna vez. Es tan
redondo, tan jugoso, y he querido follarlo por tanto tiempo como puedo
recordar.
Ella giró su cabeza.
—No hablas en serio.
—Lo hago. No me malinterpretes, quería tus tetas primero. Te vi
agachada, y esas bellezas casi se salían de la blusa que estabas usando.
Pensé que había muerto e ido al cielo. Una mujer con un par de tetas
perfectas, y un agradable trasero jugoso. Mi suerte no conoce límites.
Imagina mi sorpresa de saber que no te gustaba demasiado.
—No te conocía. Pensé que eras como los otros hombres que he
conocido.
—Nunca me pongas en la misma categoría que Andrew. Ese chico es
un idiota por lo que hizo, y escuché que está mudándose de vuelta a la
ciudad. ¿Lo quieres en tu vida?
—Infiernos, no. Sigue hablando de él, y preferiría encender las noticias
que escuchar más cosas sobre él. —Iba a apartarse, pero la atrapó antes
de que lo hiciera—. SI no lo supiera mejor, Slade, pensaría que estás celoso.
No respondió su pregunta, y ella jadeó cuando presionó el lubricante
frío contra su ano.
Sus dedos comenzaron a trabajar el lubricante contra su culo,
trabajando en círculos, y luego comenzó a presionar hacia adelante.
—Tu culo es tan apretado —comentó—. Voy a ser el único hombre
que llene esto.
Ella se emocionó por sus palabras, y había notado toda la noche que
se había estado refiriendo a ella como si le perteneciera.
Cassie pensó que sus palabras de posesión la habrían molestado. La
estaban excitando. Ella quería escucharlas, las amaba.
Agarró las sábanas debajo de ella con fuerza mientras él empujaba
un dedo en su trasero. No se detuvo hasta que estuvo bajo los nudillos.
—¿Quieres que me detenga? —le preguntó, su voz suave.
—No. —Era doloroso pero también... extrañamente agradable. No
sabía si quería alejarlo, o pedirle más.
Comenzó a bombear ese dedo en su culo, tomándose su tiempo,
trabajando dentro y fuera, y luego otra vez.
Cassie contuvo la respiración mientras le introducía un segundo dedo.
Esta vez, comenzó a estirar su culo.
—Necesito prepararte para meter mi polla. A este paso, nunca
encajaré. —Trabajó en su trasero, estirándola mientras lo hacía.
Algunas sensaciones eran incómodas, y otras le encantaron. Había
cierta tensión allí, pero cuando jugaba con su coño, el placer se hacía
cargo. Los pequeños mordiscos de dolor lo valieron.
—Voy a usar un condón, bebé. —Pasaron los segundos mientras ella
se lo imaginaba enfundándose. Esto era, ella iba a conseguir su culo follado.
Slade presionó contra su culo, y ella jadeó cuando comenzó a llenarla
lentamente. Había leído tanto que empujó hacía atrás sin que él se lo
ordenara mientras empezaba a hundirse dentro de ella.
Cuando un par de centímetros de su pene estuvo dentro, la agarró
por las caderas y lentamente llenó su culo hasta que tuvo toda lq polla en
su interior.
Slade se mantuvo quieto, dándole la oportunidad de acostumbrarse
a su pene.
—¿Estás bien, cariño?
—Sí. Es grande.
Él se rio entre dientes, lo que hizo que su polla presionara, haciéndola
gemir.
Lentamente, la sacó de modo que solo la cabeza estaba dentro, y
luego la llenó de nuevo. Sus embestidas fueron lentas, y cuando ella le pidió
que se detuviera, que esperara, lo hizo. Slade se tomó su tiempo, sacando
su propio placer de ella antes de continuar.
La llevó al orgasmo antes de que encontrara el suyo, llenando el
condón. La estrechez de su culo la hizo sentir cada pulsación de su polla
cuando llegó.
No había forma de que ella pudiera hacer esto con nadie más. Esto
era algo que solo podía sentir por alguien que le importaba, o incluso peor,
a quien amara.
¿Amaba a Slade?

***

Slade estaba revisando un par de informes que había escrito y algunas


declaraciones sobre la queja de ruido de los Anderson cuando Daniel
ingresó a su oficina, y tomó asiento.
—¿Estás aquí para quejarte de Cassie y de mí?
—No.
—Serás el primero. Ya tuve una advertencia de Jessica. Pensé que
ahora era tu turno. —Slade hizo clic en la parte superior de su bolígrafo,
mirando a su jefe. Daniel era un buen hombre, y la ciudad lo amaba.
—Cuando escuché la noticia de que tú y Cassie estaban juntos o
como sea que lo llamen, pensé que era un error. Al ver tu forma de ser, estoy
feliz por los dos.
Esto sorprendió a Slade. Había pensado que Daniel lo advertiría o le
diría algo.
—Cassie es una mujer especial, y me preocupo por ella
profundamente. Solo espero que veas eso, y no la lastimes, como otros lo
han hecho. Es de Cassie de quien quería hablarte.
—¿Qué pasa? —preguntó Slade, ignorando la advertencia que
Daniel le había dado. Sus sentimientos por Cassie ya lo estaban volviendo
loco.
Daniel suspiró y levantó una carta.
—Es de su madre. Está muy enferma y quiere hablar con ella.
Slade tomó la carta que Daniel le dio, girándola en sus manos.
—Está dirigida al alguacil.
—Sí, pero adentro está la carta para Cassie. A ella no le importó que
su madre se fuera. Lo único que le importaba a Cassie era la forma en que
afectaba a su padre. El abandono de su madre desencadenó una espiral
con Bill que nunca podrá olvidar. No sé qué hacer, pero supuse que con lo
cerca que han estado ustedes dos, tú lo sabrás.
—Yo no…
—Puedes engañarte a ti mismo, hijo, pero no a mí. Te preocupas por
ella. Probablemente incluso la amas. Esto no es difícil de hacer. Es una mujer
agradable, cuando la conoces, por supuesto. Puedes luchar contra esto
todo lo que quieras, pero no puedes negar que sientes algo por ella. No te
hace menos. Te hace más hombre.
Slade giró la carta en sus manos. Ya había sido abierta, pero luego la
habían cerrado.
—Si no le doy esta carta...
—Voy a dejar esto en ti, Slade. Sabrás qué hacer.
Daniel se levantó, y lo vio irse, sintiéndose como si le hubieran dado
una responsabilidad mucho más grande de lo que quería.
Mirando hacia el sobre, la curiosidad se apoderó de él y la abrió.
Había tres cartas en total. Una era para el alguacil, la otra para Bill, y
luego había una para Cassie.
Ignoró las demás y abrió la carta de Cassie.

Querida Cassie,
Quise abrirme y decirte querida hija, pero no sé cómo tomarías eso.
No he visto ni escuchado de ti desde que eras una niña pequeña. Eso es
completamente mi culpa. En los últimos años he llegado a ver que mis
acciones cuando eras más joven, no fueron las de una madre, sino las de
una mujer que era egoísta, que buscaba atención y era una prostituta. Tu
padre era un buen hombre, y no sé cómo resultó. No he tenido noticias de
Bill después del primer año de llamadas telefónicas en las que me suplicaba
que volviera a casa.
Me fui porque sabía que nunca saldría de ese tráiler con él. Tenía
ambiciones, y él y una hija no eran parte de eso. Durante los primeros años,
no me importó. Estaba viviendo la gran vida. Yo era la amante, no la esposa.
Cuando iba a ciertas funciones, las mujeres me odiaban, las esposas en su
mayoría. Algunos de los hombres me adoraban, y no me veían como lo que
realmente era. Era una destructora de hogares, una perra, y lo más
importante, una puta. En mi mente, no tomaba dinero de los hombres con
los que estaba. Por supuesto, siendo una amante, es todo lo que haces.
Estaba equivocada, y no me di cuenta de mi error hasta mucho después.
Cuando me di cuenta de lo que había perdido, ya era demasiado
tarde. Eras toda una adulta, y tenía miedo de ir a visitarte, Cassie. Sé que
debería hacerlo, y enviar esta carta es solo un acto de egoísmo aún mayor.
Si rompes esto y no me buscas, lo entiendo. Sé en el fondo de mi corazón
que no valgo tu tiempo.
Me estoy muriendo, y parece que solo vales algo para alguien
cuando estás vivo y puedes separar las piernas. Eso es algo muy frío para
decir, ¿verdad? Bueno, me han enseñado una dura lección en la vida.
Pensé que ser una amante era el mejor de todos los mundos. Tenía un
hombre cuando pensaba que lo quería. Ropa, un departamento, todo lo
que podía hacer. Ni siquiera tuve que trabajar un día en mi vida. La realidad
es que estaba a su disposición cuando lo consideraba necesario. Desearía
poder decir que fui inteligente y me di cuenta de eso por mi cuenta, pero
eso no es cierto. Es mentira.
Él está pagando por mi cuidado. No viene de visita, y lo último que
escuché es que ya se había movido a una nueva amante. Una joven de
unos veintitantos años con la misma vida que yo tenía delante de mí. Si
tuviera la fuerza, le advertiría lo frío y solitario que es. Solía fingir que era mejor
así. Que no tenía que preocuparme por nadie. La verdad es que, a menos
que él me quisiera, siempre estaba sola. Nadie quería ser amiga de una
mujer como yo. Cometí ese error. La enfermera me preguntó si tenía algún
remordimiento. Tengo tantos, pero el más grande fue alejarme de ti. Yo era
una madre horrible y una esposa desagradable. Bill merecía algo mejor.
Luego estás tú, mí querida hija. Lo siento por todo lo que te hice pasar.
Sé que no puedo y no debo pedir tu perdón, pero nunca he hecho lo
correcto.
Te amo, y espero que encuentres una vida maravillosa, con felicidad
y un hombre que te quiera por completo. Quien no quiera dormir en otra
habitación porque echa de menos tu cercanía, tu calor, tu fuego. Espero
que tengas a alguien en tu vida que te ame hasta tu último aliento, y seguirá
tomando tu mano, porque no soporta estar solo.
Tu madre,
Trixie

Cuando Slade bajó la carta, sus ojos estaban llenos de putas lágrimas.
Era un hombre adulto y una mierda así no debería afectarlo. Trixie, la madre
de Cassie, había jodido con los sentimientos de su hija, y él no iba a hacerle
daño así. Iba a romper la carta, pero no pudo hacerlo. Bajó la vista a la
última parte de nuevo.
Quien no quiera dormir en otra habitación porque echa de menos tu
cercanía, tu calor, tu fuego. Espero que tengas a alguien en tu vida que te
ame hasta tu último aliento, y seguirá tomando tu mano, porque no soporta
estar solo.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se había ido y
dormía solo. Incluso cuando su periodo había llegado, y ella había dicho
que estaba bien si quería irse a casa, se había quedado, acurrucado contra
ella y le había frotado el estómago hasta que se sintió mejor. Slade no quería
vivir la vida sin Cassie en ella.
En las últimas semanas, se había encontrado anhelando la compañía
de Cassie, y a menudo iba a buscarla. Sabía cómo tomaba su café, e
incluso algo de la comida que le gustaba.
Ella era parte de su vida y nunca quería dejarla ir.
La única pregunta ahora era ¿qué demonios iba a hacer?
A
Cassie no le gustaba el silencio en el auto. Iban hacia el
restaurante donde sus padres los estaban esperando. Los
pocos regalos que habían comprado ya estaban envueltos y
en la parte trasera del vehículo. En su bolso estaban los detalles del crucero.
—Estás muy callado hoy —dijo.
Slade había estado muy callado los últimos días, incluso en el trabajo,
lo cual era extraño. Habían pasado la mayor parte del tiempo viendo
televisión, y ni siquiera habían tenido relaciones sexuales.
—Lo siento. Tengo muchas cosas en la mente últimamente. Ojalá no
fuéramos a esta maldita y estúpida farsa. Lo siento. —Tomó su mano y
presionó un beso en sus nudillos.
—Está bien. Sé que estás bajo mucha presión en el trabajo.
A los Anderson no les gustó que Slade les pusiera una multa por
alteración del orden público por el ruido. No solo eso, también había pedido
que llamaran al regulador de construcción. Cuando fue al sitio, y nadie
podía proporcionarle uno, o al encargado, Slade se había enojado.
Supuso que eso tenía más que ver con el regreso de Andrew a la
ciudad. El hombre que había hecho su vida una miseria en su último año de
secundaria había regresado. Lo había visto un día que salía del restaurante.
Él había estado paseando por la calle, y al principio Cassie se había
escondido detrás de un letrero, pero luego, se rio y salió con la cabeza en
alto. Ya no era una niña tímida. Había estado tan feliz con la forma en que
había reaccionado, había vuelto a casa para ver a Ray, y a la anciana
Mary, para contarles. Por supuesto, habían comido un pastel de coco con
ella, por si acaso. Jamás le gustaba ir al parque de remolques con las manos
vacías. Ray y Mary habían estado felices por ella, y les había contado todo
sobre Slade.
Un par de veces en los últimos años había ofrecido ayudarles a
encontrarles un lugar fuera de allí, pero ninguno lo haría. Era su hogar, y no
guardaban rencor contra ella por irse. Dijeron que nunca fue su hogar.
—¿Alguna vez piensas en tu madre? —le preguntó Slade.
—¿Mi madre?
—Sí. Lo siento, es una pregunta extraña. Lo sé. Es solo que tenía
curiosidad.
—No. No pienso en ella para ser honesta. Nunca fue una mujer
agradable. ¿Por qué?
—Sin razón. ¿Alguna vez quisiste ser madre, tener una familia, muchos
hijos? —preguntó Slade.
—Sí, de hecho, lo hacía. —Comenzó a reír—. Probablemente sea una
locura ahora, pero quería ser el tipo de madre que llevaba un delantal, y
horneaba pasteles dulces para mis hijos cuando se sentían miserables. El tipo
de mujer que cuando se acercaba a otro padre, sabían que iban a recibir
mi ira. Quería ser el tipo de madre que sus hijos sabían que estaban bien
cuidados y que eran amados.
Ella no se molestó en preguntarle qué quería. Slade le había dicho
muchas veces que su futuro se basaba en follar y divertirse. Había
demasiadas mujeres para que él se estableciera con una.
Su pregunta la hizo detenerse. ¿Quería terminar con lo que tenían?
Sabía que sucedería un día, y probablemente pronto. Se movía de una
mujer a la siguiente, sin mirar atrás. Su tiempo juntos había sido a contra reloj.
—¿Quieres que lo acabemos?
Se obligó a mirarlo y hacer la pregunta. Por fuera, esperaba que
pareciera tranquila, reservada y lista para lo que fuera que iba a decir. Por
dentro, estaba llorando. Su corazón se estaba rompiendo, y odiaba el
hecho de que había llegado a amar a este hombre a su lado. Slade no era
el tipo de hombre que quería como marido. O al menos, no lo era cuando
empezaron esto.
Maldición. Se había prometido que no se iba a enamorar de él, y
ahora las advertencias de Jessica atravesaban su cabeza, burlándose de
ella, porque la verdad era que se había enamorado profundamente de
Slade. Le encantaba cómo roncaba, lo cual él no sabía. Era muy lindo, y
solo lo hacía cuando estaba agotado.
Incluso cuando dejaba la tapa del inodoro arriba, lo adoraba. No
ponía la tapa en la pasta de dientes, y a menudo no volvía a poner el
teléfono en el soporte. Bebía leche directamente de la caja, y odiaba eso.
Pero ella lo amaba, y ahora iba a dejarla rota.
Apretó los dientes, tratando de mantener el nudo en la garganta.
Trató de concentrarse en otras cosas, pero no podía.
—¿Qué? No. ¿Quieres terminarlo? Porque pensé que las cosas iban
realmente bien —dijo.
Wow, eso no le dio un impulso de confianza en absoluto.
Ella solo asintió, y luego miró por la ventana.
Golpeando sus dedos en su muslo, Cassie se preguntó qué demonios
iba a hacer. Vivía justo al lado de Slade. Tenía una mala reputación, y en
este momento, no creía que alguna vez fuera capaz de verlo enamorarse
de otra persona.
—¿Algo te molesta? —preguntó Slade.
—No. Está bien. Estoy nerviosa. Esta es la primera vez que veo a tus
padres. ¿Por qué preguntaste por mi mamá?
—Sin razón. Solo conversando.
Algo se sentía mal, y no le gustaba. Había una incomodidad entre
ellos. Dejó escapar un suspiro. Cuando llegó a su límite, no tuvo tiempo de
hacerle más preguntas, ya que finalmente habían llegado al restaurante.
Su automóvil fue tomado, y Slade le ofreció su brazo.
El restaurante era realmente lujoso, y estaba contenta de haber
hecho el esfuerzo extra con el maquillaje y el vestido de cóctel.
—Te ves hermosa —dijo, presionando un beso en su cabeza.
Esta era una de las cosas que amaba de él. Anticipaba todas sus
necesidades, y en este momento, la estaba volviendo loca. ¿Sabía que ella
sentía algo por él? ¿Era por eso por lo que había estado distante?
Dijo que no quería terminar las cosas, pero ¿por cuánto tiempo?
¡Mierda! Ella no quería estar en este lugar, y lo odiaba más que
cualquier otra cosa.
Forzó una sonrisa en sus labios cuando Slade le presentó a sus padres.
Su madre era hermosa. Tenía el cabello largo y negro, y ojos grises que
brillaban. Cassie vio lo hermosa que era, y se sorprendió por lo que Slade le
había dicho.
Su padre lucía exactamente como Slade.
—Esta es la primera vez. Por lo general, nuestro hijo nunca trae a sus
mujeres aquí —dijo su padre.
De acuerdo, ahora estaba aún más conmocionada.
—Hank, no —dijo su madre—. Perdona a mi esposo. Sus modales no
son lo que se supone que deberían ser.
—No quise decir nada con eso. Joanne tiene razón. Tengo una
tendencia a meter la pata.
—Síp, tu boca no es lo único que te mete en problemas.
Esto se estaba volviendo aún más incómodo.
Slade le tendió la silla y ella le dio las gracias. El camarero trajo algunos
menús mientras Slade led pasaba la bolsa de regalos.
—Esto es parte de su regalo de aniversario —dijo.
—Y aquí está la otra mitad —dijo Cassie, entregándosela a Slade.
Joanne, su madre, se la quitó.
Cassie estaba nerviosa mientras Hank seguía mirándola, y luego a
Slade.
—¿Tienes algo que decirnos, hijo? —cuestionó Hank.
—No tengo nada que decir, ¿por qué?
La hostilidad fue una sorpresa. Cassie juntó sus dedos, y esperó que la
comida pasara sin ningún problema.
—Oh, mira, Hank, nos está enviando a un crucero.
—Debes mantenerlo a tu lado todo el tiempo, mamá.
—No otra vez.
Cassie permaneció sentada mientras Hank se inclinaba hacia
delante, y veía lo molesta que estaba Joanne.
—¿Cuál es tu problema? —preguntó Hank.
—Tú eres mi problema, y toda esta mierda que fingen. No la amas.
Nunca lo hiciste. En lugar de dejarla vivir su propia vida y encontrar algo de
felicidad, haces que se quede de alguna manera.
—Hoy no —dijo Joanne—. Iré al baño, y cuando regrese, será mejor
que hayan resuelto cualquier problema que estén teniendo.
Cassie vio a Joanne irse, e inventó una excusa, siguiendo a la otra
mujer al baño.
—Lamento mucho que tengas que ver eso —dijo Joanne—. Yo…
siempre ha sido tenso entre esos dos.
—Slade me dijo que Hank te engañó.
Joanne se rio.
—Siempre tuvo un problema con Hank. Entonces dime, ¿cuánto
tiempo has estado enamorada de mi hijo?
Cassie la miró y supo que no podía mentirle.
—Desde que logré conocerlo. Al principio, no me agradaba, y nunca
nos entendíamos. Cuando me mostró su lado real, ¿quién podría evitar
enamorarse de él?
Joanne sonrió.
—Esa es la mejor respuesta que podría haber esperado.

***

—¿Quieres que me divorcie de tu madre? Después de todo este


tiempo.
—No la mereces —dijo Slade, mirando a su padre. No le había
gustado cómo Hank había puesto a Cassie en el mismo grupo que a las
mujeres con las que había follado. Cassie valía más que eso. Estaba
metiendo la pata en todo con ella, porque la verdad era que la amaba.
Ahí, se lo había admitido a sí mismo en el camino. Estaba enamorado
de Cassie Love, y la quería toda para él.
—¿Crees que no lo sé? —dijo Hank—. Crees que no me siento aquí, y
veo a los hombres mirar a mi esposa, y saber que estoy jodido. ¿Que hubo
un tiempo hace varios años cuando casi la pierdo por completo?
Slade miró a su padre, por primera vez viendo remordimiento en su
rostro.
Hank miró alrededor del restaurante y se arregló la chaqueta del traje.
—Tu madre y yo, estamos trabajando en muchas cosas. Te
agradecería si no pasaras el resto de esta noche señalando mis fallas. Sé
que las tengo. Sé que has visto muchas de ellas. No he tratado a tu madre
como se merecía que la trataran.
Slade se cruzó de brazos y miró a su padre.
—¿Qué quieres decir con que casi la pierdes?
—No había pasado mucho desde que te mudaste, cuando llegué a
casa del trabajo, y todo lo suyo había desaparecido. Ni siquiera me había
dejado una nota. Solo se había ido. Una de mis antiguas aventuras había
aparecido en nuestra casa exigiendo dinero. Fue la gota final. Desde
entonces, hemos estado en terapia de parejas. Me di cuenta cuando me
había dejado y llegaron los papeles del divorcio, que no podía perderla. La
amaba, y la idea de no despertar junto a ella era insoportable. Casi había
perdido lo bueno de mi vida. Ella es única en su tipo.
Slade pensó en la carta que había leído de la madre de Cassie.
—¿Están en terapia?
—Estamos reparando el daño que causé. Tu madre, ella tuvo que
aguantar mucho. Hemos progresado mucho. Sin embargo, tengo
momentos, como ahora, cuando las cosas se salen de control. Te pido que
no… hables de nada más y que tengamos una buena comida.
Miró a su padre, y realmente vio a un buen hombre allí.
—Está bien. Lo haré. Aunque no lo haré por ti. Estoy haciendo esto por
mamá.
—Por quien sea que lo hagas, solo déjanos tener una buena comida.
Permanecieron en silencio, y Slade miró hacia el baño. Siempre había
tenido una relación tensa con su padre.
—Estás enamorado de esa mujer, ¿verdad? —preguntó Hank.
No quería hablar sobre sus sentimientos por Cassie con su padre.
Girando la cabeza para mirarlo, Slade suspiró.
—¿Vas a reventar mis bolas por esto?
Hank levantó sus manos.
—Como parte de la terapia de parejas tuvimos que hablar de ti y de
cómo nuestra relación afectaba tu vida. Pensé que estabas bien. Eras como
cualquier otro niño. Habías crecido, de cama en cama, cancelaste un
compromiso. Entonces Joanne dijo que creía que nuestra relación rota
había hecho que no te conectaras de otras personas.
Esto hizo que Slade rodara los ojos.
—Estoy hablando en serio, hijo. Ya estaba casado, y tenía un hijo a tu
edad. Estaba cometiendo errores todo el tiempo. Pensé que estaba
atrapado en un matrimonio que no quería. La verdad es que lo quería. Lo
quería todo, y lo tenía todo. Simplemente no lo vi. Eso no excusa mi
comportamiento. Nada lo hace. No quiero que apartes a la gente porque
tienes miedo de terminar como nosotros.
Slade golpeó la mesa con los dedos. Quería ignorar lo que decía su
padre, pero no podía hacerlo.
—Estoy enamorado de Cassie. Ella es mi vecina y colega, y
jodidamente la amo. Estoy aterrado —dijo Slade. Nunca había sido abierto
con su padre. La verdad es que nunca había confiado en él con cosas
como esta.
—¿Por qué estás asustado?
Miró a Hank y dejó escapar un suspiro.
—Porque solo nos estamos divirtiendo mucho. Ella no quiere
enamorarse, ni ser mi mujer. —Frunció el ceño y se odió a sí mismo cuando
dijo lo siguiente—: Follé con otras mujeres en mi patio, y ella pudo escuchar.
El hombre que conoció primero no fue uno bueno. Fue un idiota ¡Un… hijo
de puta! —Apretó los dientes.
—Sé que tenemos mucho trabajo por hacer, tú y yo. Diría que
cualquier mujer dispuesta a venir a comer con tus padres, e ir de compras
contigo, creo que hay muchas cosas más ocultas de las que crees.
Slade miró a su padre.
—¿Crees que hay una posibilidad de que ella me ame?
—Sí, realmente lo creo.
Nunca esperó sentir alivio por eso, pero ahora tenía que esforzarse
para que lo admitiera. Él la amaba, más que nada.
No hubo tiempo para preguntar más, cuando regresaron su madre y
Cassie.
Ella le sonrió, y fue como si un interruptor se hubiera apagado en su
cerebro. La miró y vio su futuro. ¿Era esto lo que las otras parejas que lo
habían precedido sentían? No lo sabía, ni le importaba. Todo lo que quería
era a Cassie, y un futuro con ella.
No quería a nadie más, y sabía que nunca lo haría. Ella era su único
amor verdadero, y había estado demasiado ciego para verlo.
Con la revelación, y sabiendo que no podía mantenerla por mucho
más tiempo, consiguió superar la comida sin otras complicaciones.
Cassie hablaba con su padre, que se disculpaba por sus comentarios
anteriores. Mientras Slade observaba a su padre y a su madre, vio un lazo allí
que nunca antes había estado presente, y eso le dio la esperanza de que
tal vez su madre conseguiría el final feliz que ella siempre había deseado.
Después de la cena, se abrazaron, él prometió visitarlos con más
frecuencia, y luego estaban en el auto, conduciendo de regreso a casa.
—Tus padres parecían agradables. Después… de ese pequeño error.
—Sí, están trabajando en ello. Puede que lo haya juzgado muy
duramente —dijo él.
—No lo sé. Supongo que la gente puede cambiar.
La miró.
—¿Lo crees?
—¿Qué?
—Que la gente puede cambiar.
Ella se rio.
—Lo vi de primera mano, Slade. Sé que la gente puede cambiar. Mi
papá fue de ser un gran tipo a bebedor y perdedor. Pasé tanto tiempo en
la oficina de Daniel, que se siente como casa cuando estoy trabajando.
Estacionó fuera de la casa de ella, y la siguió. Estaba desbloqueando
la puerta, cuando la alcanzó y la detuvo. Justo en ese momento, la lluvia
comenzó a caer. Comenzó como algunas gotas primero, antes de que se
volviera más pesada.
—¿Todo está bien? —preguntó Cassie—. Está lloviendo. Vamos a
entrar.
—Hay algo que necesito preguntarte, y no puedo hacerlo dentro. No
quiero hacerlo dentro. Necesito hacerlo aquí afuera, para que lo escuches.
—Puedo escuchar adentro, Slade —dijo.
—He hecho algo horrible —dijo.
Eso la tuvo dándose la vuelta para mirarlo.
—¿Qué?
Slade estiró la mano, acunando su mejilla.
—Hice algo que prometí que no haría.
Ahora ella estaba frunciendo el ceño.
—Me he… enamorado de ti. —Se sentía como un jodido idiota
mientras tenía lágrimas en sus ojos. Sus manos temblaban, y nunca se había
sentido tan jodidamente asustado en toda su vida—. Te amo, Cassie. No
quiero que sigamos perdiendo el tiempo y divirtiéndonos. En realidad, quiero
que sigamos haciéndolo, pero quiero que sepas que un día, quiero casarme
contigo, y quiero que tengas mis hijos.
Su boca estaba abiertamente en shock, y vio sus ojos centellear, pero
podía haber sido la lluvia que estaba mojándolos a los dos.
—Lo he sabido por un tiempo, pero no he querido decir nada. Luché
contra ello, para ser honesto. Ya no quiero luchar más. Estar contigo es como
la mejor sensación del mundo. Haces todo mejor solo por estar cerca de ti.
—Le acarició el cabello, y la miró a los ojos—. Eso fue lo que hice, Cassie. Me
enamoré de ti, y ahora no sé qué hacer a continuación.
Ella no habló por lo que se sintió como toda una vida, y entonces se
lanzó a sus brazos. Él la sostuvo cerca, besando su cuello, sosteniéndola
fuertemente, y sabiendo profundamente en su corazón que nunca la iba a
dejar ir.
—También te amo. Estaba tan asustada. Pensaba que querías
terminar. Ni siquiera me di cuenta de que también me amabas.
—Entonces, ambos hemos estado luchando.
Ella se apartó, y él acunó sus mejillas, besándola duro en los labios.
—Salgamos de esta lluvia.
La levantó y la llevó a través de su puerta, escaleras arriba, donde
pasó el resto de la noche haciéndole el amor.
TRES SEMANAS DESPUÉS

C
assie permanecía de pie fuera de la habitación del hospital
donde su madre estaba siendo tratada. El cáncer terminal la
había atrapado, y según la enfermera, tenía menos de un mes
de vida.
Le había pedido a Slade que esperara fuera del auto. Este no iba a
ser un viaje que tardara mucho. Cuando le hubo mostrado las cartas el día
después de confesarle su amor, Cassie había luchado contra la decisión de
venir aquí.
Al principio, le había dicho a su madre que podría pudrirse después
de todo lo que había hecho. Ahora, no quería irse sin conseguir un cierre por
su cuenta. La carta había respondido muchas preguntas, pero necesitaba
ver a su madre por sí misma.
Al entrar en la habitación, la cama estaba vacía, pero la silla al lado
de la ventana tenía a una mujer que no se parecía en nada a lo que Cassie
recordaba de ella.
El cabello había desaparecido, y usaba una pañoleta sobre la
cabeza. Se veía frágil, vieja y… solitaria.
Trixie se volvió hacia ella, y hubo ese momento en el que Cassie vio
que su madre la reconoció.
—Cassie —dijo.
Incluso su voz sonaba débil.
Durante mucho tiempo Cassie contempló a la mujer que había
odiado la mayor parte de su vida. Incluso después de leer la carta que le
había enviado a su padre, no había sentido pena por la mujer. Su madre
había escrito cuán apenada estaba por ser una esposa de mierda y que
esperaba que hubiera encontrado a la mujer perfecta, y que viviera una
vida maravillosa.
Tomando asiento frente a su madre, Cassie miró fijamente a la mujer
que sentía que le había arruinado la vida.
—Estoy tan contenta de que vinieras.
—Yo no creo estarlo —le respondió—. De hecho, desearía no haber
venido. —Cassie negó con la cabeza, incluso mientras las lágrimas llegaban
a sus ojos—. ¿Todo esto valió la pena? Estás sola, y no sabes nada.
Las lágrimas cayeron del rostro de Trixie.
—No, esto no valió la pena.
—Sin embargo, solo lo lamentaste porque te diste cuenta de cuán sola
estás. —Cassie se rio y negó con la cabeza, las lágrimas bajando por su
rostro. Se sentía triste por la mujer sentada frente a ella, pero eso no la hacía
sentir mejor. No había grandes revelaciones.
—¿Dónde está Bill? —preguntó Trixie—. Pensé… que había venido
contigo.
—Está muerto. Ha estado muerto por casi seis años. —Cassie miraba
fijamente a su madre—. Te fuiste y él se sumió en una espiral. Perdió su
trabajo, su reputación, y se volcó a la bebida. Se convirtió en un alcohólico,
provocó una pelea, y fue asesinado.
Trixie inclinó la cabeza, y Cassie se limpió las lágrimas.
—Fue un error venir aquí. Lamento que estés sola, y que desearas
perdón o lo que fuera. Bien. Te perdono. Si es lo que necesitas, entonces te
perdono.
No había conexión, ni amor. Si acaso, Cassie estaba enojada con ella,
y no podía atreverse a herir a la mujer que estaba muriendo.
—Lo lamento, Cassie.
—Sé que lo haces. Me voy a casar —comentó Cassie—. Me enamoré
de un adjunto de alguacil, no lo conoces. —Cassie sonrió. De la manera en
que lo veía, Trixie probablemente habría tratado de dormir con él.
—¿Por lo menos puedes sentarte conmigo por un rato? —le preguntó
Trixie—. Realmente me gustaría si lo hicieras.

***
Durante el siguiente mes, Cassie visitó a su madre cada día. Slade la
llevaría al hogar de cuidado, donde se sentaría con ella. Mirarían al jardín, y
hacia el fin de la vida de su madre, incluso comenzarían los planes para la
boda de Cassie.
Su madre eligió el vestido, y también le entregó la banda de oro que
Bill le había dado.
—¿No lo vendiste?
—Intenté venderlo muchas veces. Nunca pude separarme de él —dijo
Trixie—. Estoy avergonzada de que muriera de esa manera. Lo conduje a la
bebida, y a ser un padre horrible. Lamento no poder recompensarte, Cassie,
cariño.
Una semana después, Trixie murió, y Cassie enterró su cuerpo en la
misma parcela en la que estaba descansando Bill.
Daniel estuvo allí, con Jessica, William y Slade. Estuvieron detrás de ella
mientras bajaba al último de sus padres a la tumba. Al descansar la cabeza
contra el hombro de Slade, la envolvió con sus brazos, sosteniéndola cerca.
—Te amo —dijo Cassie.
—Desearía no haberte mostrado esas estúpidas cartas —dijo,
susurrando las palabras contra su oído.
—Me alegra que lo hicieras.
—Eso te hizo entristecer —dijo Slade—. No me gusta verte triste.
Ella le sonrió.
—Conseguí un cierre, Slade. No había manera de que pudiera haber
conseguido alguna otra cosa. Nunca fui cercana a ella cuando estuvo en
mi vida. Al final, conseguí algo, y es todo lo que puedo pedir.
—Siempre me tendrás, nena. Siempre.
Cerró los ojos, y supo que nunca se desharía de él. Siempre lo
atesoraría.

***

SEIS MESES DESPUÉS

—¿Te vas a desmayar? —preguntó Daniel.


—No. Estoy bien. —Slade bajó la mirada a su reloj, y luego volvió a
subirla, esperando. Estaba nervioso. Cassie tenía cinco minutos de retraso, y
hasta ahora tampoco había señal de Jessica ni de su madre.
Estaba de pie cerca del sacerdote. Sus padres estaban sentados con
los invitados, e incluso vio que los Anderson habían decidido unirse a la
celebración. Había enviado una invitación, pero no había esperado que en
realidad vinieran. Por supuesto, se había asegurado de que Andrew
Anderson tuviera una.
Slade sonrió, pensando en el otro imbécil. Habían estado afuera,
dando una caminata con Cassie, cuando se habían topado con Andrew.
Cassie le había sonreído a Andrew y lo presentó. Al mismo tiempo,
Jessica la había llamado a una tienda, dejándolo solo con Andrew, donde
se había asegurado de que el tipo supiera que Cassie le pertenecía, y si
alguna vez lo escuchaba o veía diciendo mierda sobre su mujer,
personalmente haría de su vida un infierno viviente.
Andrew se había puesto arrogante, y dijo que no podría ser tocado.
Slade le había dicho a Andrew que les preguntara a sus padres cuán difícil
podría ser él.
Ese había sido el fin de ello, y, por supuesto, Slade había ganado. Tenía
el corazón de Cassie, su cuerpo y su futuro sería estar juntos si tan solo
apareciera.
Estaba comenzando a ponerse nervioso. ¿Qué tal si se había
asustado? Revisó para asegurarse de que tuviera el anillo que ella había
estado mirando en la joyería aquella vez. El anillo que la uniría a él estaba
en un nido en la tela. Levantando la mirada, vio que el vendedor estaba
observando. Cuando volvió para recoger el anillo, había invitado al
vendedor.
Slade sentía que la gente lo estaba mirando, y cuando estaba por
agarrar su celular y llamarla, Jessica entró corriendo, y la música comenzó.
Solo cuando Cassie lo hizo fue que respiró. Se veía impresionante en
el vestido blanco que tenía corte en los hombros, y realzaba sus curvas. Iba
a tener un montón de diversión sacándola de allí esta noche.
Finalmente, cuando ella estuvo en sus brazos, sintió que el mundo
estaba bien otra vez.
—¿Qué te tomó tanto tiempo? —le preguntó.
—Problemas con el auto. Lo siento. No sabía que se tardaría tanto. —
Le dio un apretón a su brazo, y entonces se pararon frente al sacerdote.
Unirse a Cassie hacía que Slade se sintiera completo de nuevo. Ella era
suya, él era suyo, y juntos podrían manejar todo.
Para el momento en que le tocó besar a la novia, frente a toda la
ciudad, reclamó a Cassie como suya para siempre.
Tal vez la maldición sobre la casa era cierta. Aunque no lo veía como
una maldición. No, la veía como una bendición.
CINCO MESES DESPUÉS

C
assie frotaba su estómago hinchado mientras sonreía hacia la
casa que le cambió la vida. Ahora habían estado felizmente
casados por cinco meses, y también estaban embarazados.
Un pequeño bebé estaba en camino, y con ello, habían escogido
juntos una nueva casa. Las parejas que se habían juntado antes que ellos
habían vendido las casas exactamente al mismo tiempo, y no querían
romper el hechizo, la maldición o la coincidencia que juntaba a la gente.
Creía lindo que Slade deseara darle una oportunidad a otra pareja.
—¿Estás bien, nena? —le preguntó Slade, apareciendo detrás de ella.
Le envolvió sus brazos alrededor de la cintura, acunando a su hijo, y besando
su cuello.
Cerrando los ojos, se deleitó en su atención, y en su amor.
—Sí, estoy bien. ¿Así que crees que escogimos a la pareja correcta?
—Sabes, eso hace que me pregunte si algo estaba en las cartas
cuando escogí esta casa. Vine aquí después de ti. Ya estabas acomodada.
¿No crees que eso es aterrador?
—Tres tipos diferentes ofertaron por tu casa, pero todos fracasaron.
Supongo que realmente estaba destinado que estuviera contigo —dijo,
riendo.
—Tengo la sensación de que te estás burlando de mí en este
momento.
Ella se cubrió la boca, tratando de ocultar la risita.
—No creo que el que dos casas estén juntas determine si una pareja
se junta.
—¿No lo crees?
—No. —Se giró en sus brazos—. Hay mucho más en ello que solo una
casa.
—Bueno, Sra. Coal, creo que esta es la última caja. Pretendo llevarte
a casa, y vamos a estrenar nuestra cama nueva.
—¿Lo vamos a hacer?
—Sí. Todo este fin de semana tu coño es mío. Tenemos un pequeño
llegando pronto, y antes de que él o ella lo haga, quiero follarte en todas y
cada una de las habitaciones de la casa, y hacerla tuya.
Su coño latió cuando una nueva ola de excitación la invadió. Desde
que había quedado embarazada, se había encontrado cada vez más
excitada. Slade le mordió el cuello, volviendo su necesidad incluso mayor.
—Salgamos de aquí.
—Te dije que encontraría otra razón para que no desempacáramos
—comentó.
Ella se rio, y mientras salían de su casa, vio los dos grandes camiones
dirigiéndose hacia ellos. Ya tenían otra casa, a la que habían estado
llevando cajas durante toda la semana. Subiéndose al asiento del pasajero,
observó mientras la mujer a la que Slade le había vendido la casa salía y
comenzaba a llevar cosas a esta. El chico al que ella le había vendido
estaba cubierto en tinta, y parecía que iba a ser una pesadilla al lado de la
cual vivir.
—Les doy un año —dijo Slade.
—¿Un año para qué?
—Un año antes de que sean pareja.
Ella puso los ojos en blanco.
—Todavía crees que las casas unen parejas.
Slade encogió los hombros.
—Tengo al amor de mi vida sentado a mi lado, embarazada de mi
hijo. Tengo que creer en algo. —Tomó su mano, presionando un beso en sus
nudillos—. Vamos, sé que por un largo tiempo fui el follador de la puerta de
al lado. No te tomó mucho tiempo cambiar de opinión.
—Bien. —Miró a la pareja. La chica era remilgada, correcta, y parecía
que iba a la iglesia. Arrugando sus labios, tenía la fecha prevista—. Seis
meses.
—Eso no es mucho.
—Sé que no lo es. Pero tampoco creo que vaya a tomar tanto.
—Nena, tienes una apuesta.
No, ella tenía al hombre de sus sueños, y un futuro que siempre deseó.
Tal vez él tuviera razón, y los sueños o bendiciones sí se volvían realidad.
Wynter Griffin finalmente ha encontrado su independencia después de
años de ser controlada por sus padres. ¿El único problema con su nueva
paz? Su vecino fiestero y aficionado a la música rock. La paciencia se le ha
agotado y le exige que deje de hacer ruido o llamará a la policía.
A Zane Webster le gusta su vecina. Su cabello rubio, sus ojos azules y su
dulzura le recuerdan a una princesa. Todo lo que ella tiene que hacer es
pedirlo, y él está más que dispuesto a darle lo que quiere.
La culpa corroe a Wynter, y no tarda en hacerse amiga del chico malo.
Después de emborracharse una noche, se le escapa que es virgen y que
necesita desesperadamente deshacerse de ese título. Zane acepta
ayudarla, siempre que lo hagan a su ritmo. Con Zane, por fin puede vivir su
vida al máximo. Incluso le enseña a enamorarse.
Pero, ¿qué ocurrirá cuando sus padres le exijan que crezca y haga lo que
le dicen? ¿Qué elegirá Wynter? ¿Pueden dos personas tan diferentes
encontrar la felicidad juntas?
Next Door Series #2

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