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No se negocia. Los padres ponen las normas que se deben cumplir, pues ellos
saben qué es bueno y adecuado para su hijo. Ante la normal rebeldía del niño de
esta edad no hay negociación. En la infancia no se negocia, se guía con firmeza
amorosa. En todo caso se pueden dar alternativas.
Repite: Tantas veces como necesite esos pocos límites. Su cerebro requiere la
repetición para poder fijar esa información, es decir, para aprenderlo Puedes ir
variando para aplicar la misma norma: unas veces dilo con palabras, otras con
miradas o con gestos.
Poner límites sin negociar y sin excederse: Mamá y papá ponen las normas y
ellos las cumplen, les guste o no (sin negociación en la mayoría de casos, por
ahora). Ante sus negativas, nosotros decidimos y ellos no tienen derecho a voto,
aunque sí tienen derecho a enfadarse, gritar y descargar su rabia.
Ambos padres deben estar de acuerdo con las normas y límites, y lo que sucederá
si se rompen. De lo contrario, el hijo aprende rápidamente a manipular las
situaciones para saciar su ansia natural de poder. Si mamá le dice “no” pero papá
no le dice nada (o viceversa), centrará su atención en cómo obtener su deseo, en
vez de aprender a aceptar e integrar una norma que le ayudará a autorregularse
en sus frustraciones.
Rutinas diarias: ayudan a ofrecer esta consistencia. Fijar horarios más o menos
estables para la hora del desayuno, de la comida, de la merienda, del parque, del
baño, de la cena y de irse a dormir favorece una regularidad y orden que
beneficia, por sí mismo, a que el peque sepa qué debe hacer y cómo, y, por tanto,
a que aprenda a autorregularse.