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El narco negocia con Dios.

Análisis y relación con Bertolt Brecht

En este ensayo haré un análisis de la obra El narco negocia con Dios, de la dramaturga mexicana
Sabina Berman, para después establecer una relación con la dramaturgia de Bertolt Brecht.

Voy a analizar los elementos que tiene en común la obra de Sabina Berman con los supuestos que
siguen las obras de Brecht, para argumentar lo que señalo en el título. Algunos de estos elementos
los rastreé en la popular obra de Brecht, El que dijo sí, el que dijo no. Que es una clara muestra de
los elementos que aparecen en la obra de Berman.

Hablaré también de cómo se relaciona el llamado rompimiento brechtiano con la obra de la


dramaturga mexicana.

¿Por qué El narco negocia con Dios no es una obra Aristotélica?

Para una mejor comprensión del tema, describiré los elementos de la tragedia en Aristóteles y
argumentaré del por qué no corresponden a la propuesta de Berman.

En la Poética, Aristóteles describe el drama como el imitar una acción mediante un esfuerzo. Los
actores involucrados tienen que ver con alguna de las partes de esa acción. A través de los actos de
los personajes, nos compadecemos de ellos y nos preocupamos por ellos. Así, la tragedia es una
forma de lidiar con sentimientos, negativos y positivos, es decir, apela más a nuestras emociones
que a la razón.

Los elementos adicionales en la tragedia aristotélica son anagnórisis (el personaje toma conciencia
de sus acciones y toma una decisión que haga sentido a su tragedia) y catarsis, que es la eliminación
de los miedos y malos sentimientos del espectador, a través de sus personajes. Por ejemplo:
experimentar la culpa o castigo a través de un personaje que sufre las consecuencias de sus malas
decisiones, si yo me identifico con él y soporto el dolor que me producen mis malas decisiones,
tengo una catarsis sin estar expuesto o tener que hacer algo al respecto.

Con Brecht no hay anagnórisis ni catarsis esto es: los personajes rara vez se dan cuenta de sus
acciones y no tratan de hacer un cambio significativo. Y con respecto a la catarsis, no es el caso que
haya sentimientos que el espectador pueda tratar o experimentar, más bien los interioriza porque,
cuando acaba la obra, los lugares a los que ha sido llevado son a los que no desea volver.

En su obra El que dijo si, el que dijo no, se encuentran elementos como la adversidad ante una
fuerza más grande, la sensación de disminución para quien sufre una tragedia; la necesidad de tomar
decisiones complejas ante una problemática; la deliberación por sujetos que son incapaces de
decidir sobre sí; la participación de la sociedad para hacerse de una opinión crítica ante la acción
que se lleva a cabo en el escenario. Y, finalmente, la ausencia de Dios ante los problemas de la vida.

Lo cierto es que Berman es una autora contemporánea y por su contexto es más cercana la
influencia de Brecht. Aunado a esto, la obra apela a crear una reflexión mediante dilemas morales y
la toma de conciencia social ante el problema del narcotráfico y la inmoralidad.

Sinopsis de la obra

Dos hermanos: Gabriela y Alberto, se reúnen con Patricia, dentro de un lujoso apartamento. Patricia
es una mujer muy atractiva y tiene todo lo que podría desear. A lo largo de la trama, Patricia sufrirá
un accidente y pronto los hermanos tendrán que lidiar con un invitado al que no esperaban.

Las relaciones entre los personajes son complejas y, en cierto modo, perversas. Ante el análisis de
sus verdaderas motivaciones, la falta de acción y las malas decisiones, observamos quiénes son en
realidad. Escapan de la unidimensionalidad y obligan al espectador a confrontarse mediante
supuestos y tópicos de la moralidad.

El horror cósmico y el dilema moral

Brecht y Berman planean incomodar a su audiencia, a pensar en lo que creen y en lo que hacen. Los
retratan con indefensión ante un mundo indiferente de su dolor y sus pocas certezas. Estas
problemáticas se ven representadas en el personaje de Alberto, un profesor obeso, maníaco
depresivo e impotente, que tiene una relación, más por costumbre que por amor, con la atractiva
Patricia.

El horror cósmico se presenta cuando la tragedia que vivimos en realidad no es significativa para el
curso de los eventos del universo. Berman pone el ejemplo del sufrimiento: la superioridad moral de
Alberto es porque sufre, porque es sumiso y porque no toma lo que quiere. No es como Ramón, el
narco en el que se representa la audacia, la inmoralidad y el triunfo pese a una vida de excesos.

Incluso las drogas son un símbolo de control, pero actúan de diferente forma: para Alberto le hacen
recuperar la vida y la poca cordura que le queda. Para el narco Ramón son una extensión de su
poder: él y sólo él puede controlar su cuerpo, no cree en la depresión maniaca de Alberto; cree que
no es un adicto, que no es un esclavo, cuando en realidad él también es otro adicto más.

El dilema comienza a raíz de la discusión de Alberto y Ramón sobre el bien: Ramón increpa a
Alberto que no es bueno, sólo es inepto para tomar decisiones, para vivir y tener lo que quiere.
Alberto se escuda en que es débil, en que le pesa la vida (incluso, interpreto que usa la depresión
como una forma de no actuar ante circunstancias que lo rebasan y que lo obligan a mostrarse
vulnerable).

El narco lo obliga a repensar sus endebles principios morales: si Alberto ha cometido faltas,
entonces no está limpio, no es puro. Lo que uno ve como muertes, para un narco como Ramón son
daños colaterales, gajes del oficio y consecuencias de su negocio. No es diferente del político
corrupto, del ciudadano común que cree que por una falta no hay consecuencias.

En el fondo, Alberto no es bueno: porque su motivación para actuar es el poseer a otra mujer, una
mujer que lo usó y que en venganza será desechada, expuesta. Usa toda la intelectualización
posible, trata de ser sofisticado, pero sólo se cree superior porque no ha hecho nada malo, cuando
esa inacción lo tiene una depresión, en una afección paralizante.

Incluso su gordura es condenada como una falla, un fracaso personal: se ha abandonado. Los gordos
como él, son la representación de un obstáculo para que tenga lugar la ley del más fuerte. Esa
gordura es protección, es debilidad de carácter. Ante la representación de alguien fuerte, que toma
lo que quiere y que ciertamente, es representado como un hombre bien parecido.

Es ahí donde tiene lugar el distanciamiento, el llamado rompimiento brechtiano, porque nos
obligamos a participar de cuestionar nuestras creencias y acciones. Surgen preguntas: ¿somos un
Alberto, pero queremos ser un Ramón? ¿Si la mayoría de las veces pensamos como Ramón, por qué
no deshacernos del Alberto que interiorizamos? ¿Qué baja pasión rige nuestras vidas como para
abandonar lo que creemos y que permite que nos mantengamos a salvo?

¿Por qué se llama El narco negocia con Dios?

Dios es una presencia invisible en la obra porque, no es que actúe de maneras misteriosas, sino que
está ahí y nos muestra su gran indiferencia. Irónicamente, es el único dios que existe en este
planteamiento en donde no hay esperanza.

Con Brecht no hay una manifestación de Dios, porque, o bien la gente decide o se encuentra presa
de otros designios, sucesos inesperados, volatilidad del carácter del hombre, malas decisiones
auspiciadas por creencias igualmente dañinas.

Hay una conciencia política que se manifiesta en las circunstancias adversas. El actor de esa
circunstancia actúa por lo que cree y lo que considera correcto. No es su función conmover ni tiene
intención de narrar una historia que nos inspire. Desafía constantemente al espectador.
Regreso al personaje de Alberto: un personaje cobarde, que trata de esconder bajo sus adicciones a
medicamentos psiquiátricos su cobardía. No es una pareja estable y está necesitado del amor de una
indiferente Patricia, amante de un narcotraficante que le da la vida que ella cree que desea.

Aunque el narco le reitera el amor que le tiene Patricia, que es algo eterno, algo en lo que Alberto si
puede creer, Alberto se siente disminuido: Ramón pone el dedo en la llaga, sabe quién es Alberto y
le hace imaginar cómo tuvo sexo con su mujer, con la pasión y la emoción que él no tiene. Se mete
con sus creencias, abusa verbalmente de él.

Sin embargo, cuando Alberto toma el control, el narco hace una suerte de plegaria. Le explica a
Alberto de actos de expiación (como la construcción de iglesias y de ayudas mínimas al pueblo en
donde vive), el narco elimina las consecuencias de sus acciones. Es más articulado que Alberto
porque su sistema es más simple, es mucho más lógico en su sistema de creencias, porque estas si
llevan a la acción. Lo que nos hace cuestionarnos si es mejor alguien que produzca un mayor
beneficio o alguien que no haga algo significativo, pese a que no represente una amenaza mayor.

La hermana de Alberto, Gabriela se aferra a la religión para conservar sus pocas certidumbres. Para
ella la religión es un opio, no tiene conciencia de lo que pasa y ve a Patricia como una amenaza,
porque ella decidió, es auténtica y vive bajo sus propias reglas. Pero es por eso que tiene una muerte
sorpresiva y que es un castigo a su audacia.

En ella se encarna todo lo que Gabriela no es. La culpa del fracaso de su hermano, pero a la vez,
ella quiere que acepte que sólo Alberto es responsable de sus acciones. Siempre sermonea a
Patricia, pero ella no es mejor persona. La obediencia ciega de la religión, hace que participe del
asesinato de Patricia, que haga lo que le dice su hermano; que suspenda su juicio religioso para
actuar libremente por primera vez.

Ninguno de los personajes tiene una relación con Dios, ni siquiera a la medida: el narco lo ve como
una autoridad más a quien sobornar, alguien más que le ayuda a cumplir sus fines, incluso, le
premia. Para el profesor Dios está ahí, pero simplemente no lo toma en cuenta, es una proyección de
la indefensión y el abandono que vive. Para la hermana es más un Dios de rituales, de seguir lo que
dicen sus enseñanzas, sin apenas cuestionarlo. Para la mujer atractiva, Dios no es un concepto que
le importe, porque no tiene consecuencias hasta que se reencuentra con su esposo.

El Dios de Brecht y de Berman aparece en los peores momentos.

Conclusiones
La anagnórisis está en el espectador, no tiene lugar dentro de los personajes de la tragedia: si bien
hay un momento en donde Alberto se da cuenta del amor de Patricia, está cegado por perder ante un
hombre inmoral, un hombre que le ha quitado lo que él cree que le pertenece. Aunque se empeñe en
diferenciarse del narco, su superioridad moral es el extremo opuesto de la maldad del criminal.

Hay cierto absurdismo en Brecht, esto es, una búsqueda de la comedia en la tragedia; una fuerza
que se nos presenta como difícil de vencer: ya sean de las circunstancias políticas, las malas
decisiones o los designios de la naturaleza. En la obra de Berman, sucede cuando muere Patricia y
cuando llega su amante. Es inesperado, pero es la esencia del conflicto.

A quien le toca morir, es al personaje que desafió algo mucho más grande, pero lo hizo por su
egoísmo y por su mundo de creencias. Lo cierto es que es el personaje más auténtico. Es el
simbolismo del triunfo de la corrección, más que las decisiones.

El narco, por otra parte, no es el villano, es el deseo reprimido: una vida sin leyes, pero bajo
nuestras propias reglas. Es una fantasía de control, porque a veces nos cansamos de ser buenos, de
que no tiene sentido la bondad en un mundo que premia y privilegia a los criminales. Pero bajo esta
creencia justificamos las peores formas de violencia: tal vez, no es que seamos buenos, sino que
seamos conscientes de que somos capaces de hacer el mal. Y que eso no se elimina por todo lo
bueno que hagamos o seamos. Es un desequilibrio que, sin embargo, da sentido a nuestro modo de
actuar.

Alberto no decidía porque sabía que un solo acto de maldad bastaría para dañar la imagen que tenía
de si, porque se sabía juzgado e indefenso ante un mundo indiferente. La decisión más importante
de su vida, es la que le condena más, porque le expone como una persona real, compleja y con bajas
pasiones.

Esta representación es un mundo sin Dios, con el tratamiento del absurdo y de lo inesperado.
Alberto se convierte en la fantasía que rechaza, pero vive anhelando: un ser desalmado, amoral, que
tomó lo que le pertenecía: cualquier cosa es mejor que afrontar que no es tan bueno como cree (en
muchos sentidos) y que es evidente que no hay antídoto para contrarrestar su propio veneno.

Bibliografía:

Berman, S. (1994). El narco negocia con Dios. Marzo 25, 2020, de Comedias para actores principiantes.
Sitio web: https://es.scribd.com/doc/274296115/El-Narco-Negocia-Con-Dios#download

Negrete, R. (2014). El distanciamiento brechtiano. Marzo 25, 2020, de Revista Mito. Sitio web:
http://revistamito.com/el-distanciamiento-brechtiano
Malena (2008). Aristóteles y la tragedia. Marzo 25, 2020, de La guía. Sitio web:
https://filosofia.laguia2000.com/filosofia-griega/aristoteles-y-la-tragedia

Brecht, B. (1930). El que dijo si, el que dijo no. Marzo 25, 2020, de UCH Perú. Sitio web:
https://www.youtube.com/watch?v=HTnAbEvinXw

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