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Imagínese que asiste a la boda de una chica con la que salía en el pasado. Mientras pasa por la fila de
recepción, el novio de repente agarra su brazo y le dice, “Quisiera agradecerle por proteger el corazón
de mi esposa. Gracias por salvaguardar su pureza.”
La mayoría de los cristianos creen en desear la pureza en sus relaciones, pero Harris se pregunta:
“¿Vivimos esa clase de vida que fomenta esa pureza?”
Muchos chicos piensan que son bastante puros porque se refrenan de “hacer todo”. Pero eso no es
suficiente, dice Harris. La pureza verdadera no existe como alguna medida que se pesa en la balanza
sexual. Es “una dirección, una búsqueda persistente y comprometida en pro de la rectitud.”
Si realmente queremos la pureza, dice, tenemos que cambiar nuestras actitudes y estilos de vida.
Primero, debemos aprender a “respetar el profundo significado de nuestra intimidad física.”
El mundo secular dice que está bien relacionarse sexualmente, “probar” a las personas emocional y
sexualmente. Pero Dios dice que hay que proteger la santidad de la intimidad sexual entre esposo y
esposa – y eso significa antes del matrimonio y después del mismo. Bueno, usted podría estar
pensando, “un pequeño beso de ninguna manera puede producir un daño”. Pero, piénselo de esta
manera. Harris escribe que Dios diseñó el sexo “para terminar en una completa consumación... La
interacción física nos anima a empezar algo que luego no debemos terminar. Despierta deseos que no
nos permiten consumar, prendiendo pasiones que tenemos que apagar.”
Y por eso, dice, “Evito salir solo con una chica... Alienta la intimidad física y me coloca en un escenario
aislado con una chica. ¿Lo puedo manejar?” pregunta Harris. “Si, tal vez puedo... pero eso no es el
punto. Pues no se trata de ver cuánta tentación puedo aguantar.”
Harris exhorta a otros adolescente a hacer lo mismo, adoptar un estilo de vida que promueve la pureza
en lugar de amenazarla. Los jóvenes “necesitan dejar de comportarse como ‘cazadores’ intentando
conquistar a las chicas, y empezar a verse como guerreros que las protegen,” dice. Y las jóvenes no
deben por sus acciones, palabras o ropa, de forma deliberada incitar la concupiscencia en sus
hermanos en Cristo.
Con más de medio millón de ejemplares impresos, el libro de Harris ofrece cierta comprensión acerca
de la perspectiva cristiana sobre el sexo y las citas entre chicos y chicas – ideas que pueden ayudar a
los hijos del lector.
Podrían aprender por qué Cristo dijo, “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a
Dios.” Y así incrementarán sus posibilidades de encontrar la felicidad aquí en la tierra.