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Actos Humanos

Se denominan actos humanos a todas las acciones que realiza una persona en forma
voluntaria y en los que interviene la voluntad (capacidad de decidir sobre la realización del
acto), la razón (realización del acto basándose en la inteligencia) y la conciencia
(conocimiento responsable y personal sobre el acto).

Se trata de una serie de actos que se originan en la parte más humana del hombre
basándose en sus cualidades y facultades específicas como la inteligencia, libertad y
voluntad. Se puede decir que los actos humanos manifiestan la riqueza o carencia de moral,
ya que, pueden ser juzgados como buenos o malos en atención a los criterios o normas
socialmente aceptados.

En efecto, los actos humanos son la manifestación de los valores y virtudes de la persona,
por lo tanto, si la persona posee valores positivos sus actos serán considerados positivos y
si la persona posee valores negativos (antivalores o desvalores) sus actos serán juzgados
como negativos.

Ejemplos: Conversar, dibujar, bailar y mentir son ejemplos de actos humanos.

Actos del Hombre

Se denominan actos del hombre a aquellos actos que carecen de voluntad, conciencia o
libertad y son realizados por el hombre desde su misma naturaleza humana. Los actos del
hombre son los actos fisiológicos propios del hombre biológico, es decir, como especie del
reino animal. Por ello, estos actos carecen de moral y no pueden juzgarse desde el punto
de vista moral como positivo o negativo, ya que, no obedecen a un criterio o valor sino a
una conducta propia de su especie, por lo que se califican como amorales (carentes de
moral).

Adicionalmente, los actos del hombre son unilaterales, ya que, obedecen a acciones
naturales propias del individuo, además son incoercibles, es decir, se cumplen
espontáneamente y no por obligación y también se relacionan con el hacer, es decir, toda
acción que se manifiesta.

Ejemplos: Toser, estornudar, bostezar y respirar son actos del hombre.

Actos Morales.
Los actos morales son actos humanos, voluntarios, que podemos elegir realizar o no, y que
podemos valorar según las normas y criterios morales que hayamos asumido previamente.
Ante la posibilidad de elegir, el primer elemento de estos actos que se nos muestra es la
existencia de un motivo para los mismos. El motivo es la causa directa de la realización del
acto, la respuesta a la pregunta '¿por qué?'. Además, este tipo de actos tiene un fin, esto
es, la representación o anticipación mental del resultado que se pretende alcanzar con la
acción. El fin se hallaría respondiendo a la pregunta '¿para qué?' Pero la finalidad que se
pretende conseguir con cualquiera de estos actos ha de conseguirse de algún modo. Cuando
hablamos de los pasos que hay que seguir necesariamente para completar el acto moral,
para conseguir el fin propuesto, estamos hablando de los medios. Estos se hallan
respondiendo a la pregunta '¿cómo?' El elemento que completa la estructura de los actos
morales es el resultado efectivo de los mismos, sus consecuencias.

Podemos distinguir entre motivos conscientes y motivos inconscientes. Los primeros los
pensamos antes de que nos hagan actuar. De los segundos no tenemos esta representación
previa a la actuación: pueden ser derivados del hábito, del capricho o de la misma biología
del ser humano, pero también pueden ser aquellos que no nos atrevemos a reconocer ni
ante nosotros mismos, y que ocultamos tras de otros más dignos que los justifican -a veces,
por envidia o celos, atacamos a otras personas, y lo hacemos convencidos de que éstas
actúan mal y deben ser reprendidas-. Contrariamente a lo que pudiera parecer, la
inconsciencia de los motivos no anula totalmente el carácter moral de un acto humano.

Aunque a veces puedan confundirse, los motivos y los fines no son lo mismo. El fin de una
acción es la representación anticipada de sus consecuencias, lo que se pretende conseguir
con dicha acción. En este sentido, es un elemento fundamental para la valoración moral de
la misma. Dependiendo de que la finalidad de nuestros actos, nuestra intención, sea buena
o mala, así serán también los mismos.
Por otra parte, no basta con la intención. Nuestras acciones se desarrollan en la realidad y,
por tanto, dependen de la utilización de unos medios y producen unas consecuencias. La
elección de los medios adecuados para la consecución de nuestros fines es fundamental
para la valoración moral de nuestras acciones. Podemos afirmar que el fin no justifica los
medios y, en este sentido valorar negativamente toda acción que utilice malos medios.
Las consecuencias reales de nuestras acciones son también muy importantes para
valorarlas moralmente. Como seres con conciencia podemos prever en gran medida estas
consecuencias y, al menos, estamos obligados a intentarlo. Por ejemplo: cuando nos
excusamos por alguna acción culpando a otra persona esto influye sobre su reputación,
cuando dejamos el grifo abierto mientras nos cepillamos los dientes estamos tirando unos
cuantos litros de agua potable a las alcantarillas, cuando recogemos el agua del suelo del
cuarto de baño después de ducharnos evitamos que otra persona tenga que hacerlo...

La conciencia de las posibles consecuencias de nuestros actos es importante para la


valoración moral de los mismos, pero la ignorancia de éstas no siempre nos exime de toda
responsabilidad. A veces es imposible prever determinadas consecuencias de algunas
acciones, pero, en general, no sólo es posible, sino que estamos obligados a conocerlas. Por
ejemplo, si una persona está tomando medicamentos, debe informarse sobre los efectos
de los mismos y sobre los alimentos y bebidas que no puede consumir mientras los toma.
La ignorancia de esos efectos e incompatibilidades no hace que la persona sea menos
responsable de las consecuencias de ignorarlos. Sin embargo, el camarero de un
restaurante no es responsable del daño que pueda sufrir esa misma persona por tomar
algunos de esos alimentos y bebidas incompatibles con su medicación.

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