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VIDA Y OBRA DE JESUS

INTRODUCCION

LA historia hace constar que al iniciarse, o cuando estaba para empezar


lo que ha llegado a conocerse como la era cristiana, nació en Belén de
Judea el Varón Jesús, a quien se puso por sobrenombre el Cristo. A
Han sido atestiguados tan extensamente los datos principales
relacionados con su nacimiento, vida y muerte, que han llegado a
considerarse razonablemente incontrovertibles; son hechos históricos,
y el mundo civilizado generalmente los acepta como esencialmente
auténticos. Es verdad que, en cuanto a detalles circunstanciales, existen
diversidades de inferencias basadas sobre discrepancias supuestas en
los anales de lo pasado; pero estas diferencias son netamente de
importancia menor, porque ninguna de ellas, de por sí, ni todas en
conjunto, provocan la más leve duda racional en lo que concierne al
carácter histórico de la existencia del Varón conocido en la literatura
como Jesús de Nazaret.

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VIDA DE JESÚS DE NAZARET

A comienzos de nuestra era, en la lejana Palestina, el pueblo escucha


con admiración el mensaje de un predicador que habla del amor divino
y que posee poderes milagrosos para curar a los enfermos.
Sus enseñanzas serán la base de una nueva religión que se difundirá
por todo el mundo a lo largo de los siglos.
La predicación de Jesucriso en Palestina fue el punto de partida de una
nueva religión, el cristianismo, que, frente a la obediencia estricta a la
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ley mosaica, presentaba una vida religiosa basada en el amor a Dios y al
prójimo.
Jesús había nacido en una modesta aldea de Nazaret.
Vivió en Palestina, un pequeño estado oriental dominado por el
imperio romano, durante el reinado de Herodes.
En su juventud aprendió el oficio de su padre carpintero y acudió con
frecuencia a la sinagoga para leer los textos sagrados del Antiguo
Testamento. Pero un día lo dejó todo para seguir a Juan el Bautista, un
miembro de la secta de los ese-nios, que le dio el bautismo a orillas del
río Jordán. El Bautista había enardecido a Palestina con sus palabras,
que anunciaban la llegada de un enviado de Dios para salvar al pueblo
judío.
Cuando Jesús se presentó ante él, Juan lo reconoció como el Mesías y
le confió sus discípulos.
EL NACIMIENTO DE JESUS DE NAZARET
En la oscura ciudad de Belén, en la desolada provincia de Judea,
durante el gran Imperio romano, un niño nació hacia el año 4 a. C. Su
madre era una joven llamada María, prometida con José.

Aunque el linaje del niño se remonta hasta David y Abraham en el


primer capítulo del Evangelio según san Mateo, nadie hubiera
sospechado que este niño era el Mesías prometido, el Rey de reyes y el
Señor de señores.
Su vida, muerte y resurrección constituyen los acontecimientos
centrales de la historia del cristianismo.
LA INFANCIA DE JESÚS:
Sabemos muy poco de la madre del niño, tan sólo que era una joven
virgen que había concebido por obra del Espíritu Santo.
Todavía menos sabemos del padre «adoptivo» de Jesús, José, excepto
que era carpintero y un hombre de gran integridad moral.

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Cuando José descubrió que María estaba embarazada antes de celebrar
su matrimonio, decidió romper el compromiso discretamente.
En un sueño, un ángel le avisó de que el niño era de Dios, por lo que
debía seguir adelante con el matrimonio.
Cuando Jesús contaba con dos años, aproximadamente, a José se le
apareció de nuevo un ángel para advertirle de la exterminación de
todos los niños de Belén menores de dos años que Herodes iba a llevar
a cabo.
José y su familia escaparon a Egipto.
Después de la muerte de Heredes, el ángel informó a José de que
podían volver, y la familia se instaló en la ciudad galilea de Nazaret.
Los Evangelios proporcionan muy poca información sobre la infancia y
la juventud de Jesús.
El Evangelio según san Lucas cuenta que un hombre honrado llamado
Simeón y una profetisa llamada Ana lo reconocieron como el Mesías.
En el mismo capítulo leemos que Jesús crecía «lleno de sabiduría»
(Lucas, 2, 40) y que, cuando tenía 12 años, los doctores religiosos de
Jerusalén «quedaron pasmados de su sabiduría y de sus respuestas»
(Lucas, 2, 47) cuando Jesús se encontró con ellos durante una fiesta de
Pascua.

JESÚS DE NAZARETH, UN HUMILDE HOMBRE


¿REVOLUCIONARIO, FANÁTICO RELIGIOSO O MESÍAS?
Cada uno de estos términos ha sido aplicado a través de los siglos a
Jesús de Nazareth. Un hombre que, en el breve plazo de 3 años —
algunos entendidos lo hacen más corto—, creó un alboroto religioso
que le costó su vida y hasta cambió la historia. Ninguna información
fidedigna sobre su infancia, adolescencia o temprana madurez puede
encontrarse, a pesar que el año 4 d.C. es considerado la fecha de su
nacimiento. Hasta esto es confuso debido a que el calendario sufrió
más tarde una adaptación.

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Jesús no escribió nada durante su vida que haya perdurado, y estamos
forzados a confiar sólo en los Evangelios de San Mateo, San Lucas y
San Juan, todos escritos algunos años después, cuando la conmoción se
había calmado, entre los años 65 y 125 d.C.
Estos, desafortunadamente, no pueden ser considerados estrictamente
biográficos en su contenido, ya que su mensaje se convirtió en más
importante que el hombre para los escritores.
Y hay alguna evidencia de que ellos tomaron el ejemplo de su maestro,
quien, en un pasaje del Evangelio de Marcos, les aconseja ceno contar
nada sobre mí».
Lo que permite suponer que Jesús estaba más interesado en crear una
imagen espiritual que física.
BAUTISMO Y AYUNO DE JESUS
Como muchos otros judíos, él cayó bajo la influencia de Juan Bautista,
un asceta de mirada penetrante que recorrió las tierras de Galilea y las
riberas del río Jordán, predicando el próximo Juicio Final y la
necesidad de arrepentirse antes de que ese día llegara.
En el año 28 d.C., Jesús dejó la tranquila vida de Nazareth y se
encontró con las multitudes que se habían reunido en el Jordán para
ver a Juan.
Allí recibió de él el bautismo y cuando salió del agua, vivió una
experiencia religiosa profunda en la que escuchó la voz de Dios
proclamándolo Su Hijo (Marcos 1:9-11).

Luego pasó 40 días y 40 noches recorriendo y ayunando en el desierto


y durante este tiempo fue gravemente tentado por Satán, pero resistió
(Lucas 4:1-13).Cuando regresó de esta prueba, comenzó a enseñar con
fervor. Con el tiempo, Juan Bautista se enredó con las autoridades, es
decir, con el rey Heredes, y fue hecho prisionero y asesinado. Jesús
quedó solo; donde Juan había predicado un futuro de fuego y azufre, él
tomó una línea más blanda poniendo de relieve la dulzura, la gracia y la

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misericordia de Dios. Una o dos veces en su vida, pareció aceptar el
infierno eterno para los no creyentes, pero estos ejemplos son raros.

JESUS PREDICA Y HACE MILAGROS


Llevó sus enseñanzas desde el desierto a las sinagogas y a las calles de
la ciudad.
Tenía un magnetismo que atraía a la gente y enseñaba por medio de
parábolas simples historias en cuya interpretación era casi imposible
equivocarse.
Jesús se diferenció de Juan Bautista en otra cosa.
Mientras el segundo vivía como un asceta, subsistiendo gracias a
langostas secas y miel y vistiendo pieles de animales, Jesús era gregario
y fácilmente se contactó con grupos de todos los niveles sociales.
En efecto, su primer milagro lo realizó en una boda donde los
huéspedes habían acabado el vino. Jesús dijo: «Llenen las tinajas de
agua. Y cuando el agua fue probada, la gente se sorprendió al descubrir
que era vino. No estaba en contra de relacionarse con hombres ricos en
los banquetes ni desdeñaba la compañía de taberneros y pecadores,
pero estaba más que nada dedicado a los pobres y los humildes, y basó
sus principios en ellos.El pueblo se reunía en torno a él. Su mensaje era
simple; su modo de expresarse, directo.Se convirtió rápidamente en un
elemento predicador en la sociedad. Claro que debe entenderse que la
atmósfera de Jerusalén era propicia.

Los judíos estaban preparados para cierta «llegada», pero no estaban


preparados para recibir a Jesús. Los romanos, que a la sazón
constituían el gobierno de ocupación, estaban intranquilos por la
inestabilidad creciente del pueblo. A pesar de que los invasores
romanos no estaban considerados como opresores, se daba la oposición
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de dos sistemas ampliamente diferentes. Para ellos el Estado era lo
primero que consideraban; mientras, para los judíos, Dios y los
aspectos espirituales de la vida eran más importantes. Además, los
judíos estaban fragmentados en grupos seculares de diferentes grados
de ortodoxia. En conclusión, la escena era caótica. Primeramente Jesús
fue visto más como un Mesías político que espiritual.La multitud lo
aclamaba como el Rey de Israel, que había sido enviado para derrocar a
los romanos y llevar a la cumbre a Judea.Esta opinión cambió, sin
embargo, cuando comenzó a atacar algunas leyes judías y
violentamente a los fariseos, que eran sus defensores.Luego se
convencieron aún más de que él era, en verdad, el Mesías, y cuando
abiertamente lo proclamó, su suerte ya estaba echada.
La aprensión de sus adversarios creció porque su reputación se
difundió gracias a los milagros y curas que realizaba. Una cosa fue
tornar el agua en vino, pero algo más fue resucitar a Lázaro.
Rápidamente se hizo evidente tanto para los romanos como para el
Sanhedrín, el más alto consejo eclesiástico judío, que debían llegar a un
acuerdo con este hombre. Si le permitimos seguir de este modo, todos
creerán en él y los romanos vendrán y destruirán nuestro lugar santo y
nuestra nación» (Juan 11: 48). Y el sumo sacerdote continúa: “Ustedes
no conocen nada. No entienden que es conveniente que un hombre
muera por el pueblo, y que toda la nación no se eche a perder» (Juan
11: 49-5 3).Desde esta época, el Sanhedrín trabajó para acabar con él de
una manera legal.
En febrero del año 30 d.C., se dio a conocer el aviso de que quien
conociera su paradero debería notificarlo a las autoridades para
poderlo aprehender.
Pero él decidió que el período de Pascua sería el más apropiado para el
final que le estaba reservado y permaneció retirado. Una semana antes
de esta fecha inició su retorno a Jerusalén y en este camino dirigió su
marcha a la cima del Monte de los Olivos.
Se encontró con una multitud de peregrinos que lo escoltaron en una
solemne procesión, esperando que interviniera a su favor en política.
JESÚS ES TRAICIONADO Y CRUCIFICADO
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Cuando llegó a la ciudad, pasó varios días predicando y curando
personas en el templo, pero no fue arrestado inmediatamente porque
las autoridades querían evitar un incidente mayor.
En lugar de esto, urdieron una forma de aprehenderlo silenciosamente.
Fue en este momento que Judas Iscariote ofreció sus servicios por 30
monedas de plata.
Jesús y sus discípulos se reunieron para celebrar la cena de Pascua, en
la casa de un amigo en Jerusalén.
Estaba enterado que uno de los discípulos presentes lo había
traicionado y abiertamente acusó a Judas durante el transcurso de la
noche.
Estaba aparentemente conforme con lo que él sabía que debía ocurrir,
pero ansioso porque pasara de acuerdo a lo que pensaba.
Cuando la cena terminó, Él y sus seguidores salieron de la ciudad hacia
el Huerto de Getsemaní, donde se escondieron para evitar que lo
arrestaran en forma inmediata.
Pero un destacamento de soldados del templo lo encontró; y cuando
Judas, besándole una mejilla, lo identificó, fue arrestado y llevado
nuevamente a la ciudad para su juicio.
Estaba todavía oscuro cuando se presentó ante Caifas. Los judíos
estaban tan ansiosos de iniciar el juicio que ya habían escuchado
declaraciones contra Jesús.
Cuando Caifas le preguntó: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios?».
Se dice que Jesús dijo: «Sí, lo soy». Esto fue justo lo que necesitaban.
Se reunieron nuevamente en la mañana y pronunciaron un veredicto
que lo encontraba culpable de blasfemia, en aquel momento un delito
capital.

Sin embargo, había un problema. El pronunciamiento de una sentencia


de este tipo no era privativo de la autoridad del Sanhedrín desde que el
procurador romano, Poncio Pilatos, era la máxima autoridad en la
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ciudad. Este hombre tenía fama de ser duro, pero no estaba convencido
de que lo hecho por Jesús justificara tan severa sentencia, y tampoco
estaba preocupado de que ésta se cumpliera.No obstante, el Sanhedrín
lo presionó políticamente y finalmente devolvió el reo a sus
perseguidores diciendo: «No encuentro en él ninguna falta”».

JESÚS MUERE EN LA CRUZ:


Los Evangelios nos ofrecen las últimas palabras de Jesús, conocidas
como las «siete palabras finales».
Pidió a Dios que perdonase a sus torturadores (Lucas, 23, 34); consoló
al ladrón penitente que se encontraba crucificado a su lado (Lucas, 23,
43); pidió a Juan que cuidase le su madre (Juan, 19, 26-27); clamó a
Dios (Mateo, 27, 46; Marcos, 15, 34); expresó su sufrimiento físico
Juan, 19, 28); declaró finalizada su misión (Juan, 19, 30) y, finalmente,
se encomendó a Dios (Lucas, 23,46).
Tras su muerte, la oscuridad inundó la tierra y un terremoto partió la
cortina del Templo, separando el Lugar Sagrado del Sagrado de
Sagrados (la sala externa y el santuario interno).
Muchos de los que habían dudado y se habían burlado de Jesús
comenzaron a decir que podría tratarse del Hijo de Dios. No obstante,
los líderes religiosos esperaban dar por terminada la historia de Jesús,
para lo cual pusieron guardias junto a su sepulcro. Así pretendían
evitar que alguien robase el cuerpo y afirmase que Jesús había
resucitado. A pesar de esta medida, sus discípulos afirmaron al tercer
día de su muerte que Jesús ya no estaba en su tumba.
AL TERCER DÍA RESUCITARÉ
Los testigos de la Resurrección se contaban por centenares. Después de
tres días en la tumba, Jesús se apareció a María Magdalena, a Pedro, a
dos discípulos que se dirigían a Emaús, a quinientas personas en una
montaña de Galilea, a los once apóstoles que quedaban (Judas se colgó

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después de traicionar a Jesús), y a otras personas en diferentes
ocasiones antes de su ascensión a los cielos.
La veracidad de estos hechos es objeto de debate entre estudiosos de
todos los puntos del espectro teológico.
Lo que resulta innegable es que todas estas personas creían que lo que
habían visto no era un espíritu o alguien que hubiese resucitado en la
tumba, sino al verdadero Señor resucitado.
En un principio, incluso los discípulos se mostraban escépticos.
Sin embargo, si no hubiesen creído realmente lo que habían visto con
sus ojos, escuchado con sus oídos y tocado con sus manos, no habrían
arriesgado sus vidas para propagar el mensaje evangélico, sobre todo
entre sus hostiles contemporáneos, que podían discutir sus palabras.
La orden para la evangelización, conocida como «Gran Misión», la
recibieron los discípulos de Jesús inmediatamente antes de su
ascensión: «Id, pues, adoctrinad a todos los pueblos, bautizadlos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Y enseñadles a observar todas las cosas que yo os he mandado. Y estad
ciertos que yo estaré continuamente con vosotros hasta la consumación
de los siglos» (Mateo, 28, 18b-20).

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LA OBRA DE JESUS

Milagros sobre curaciones


Siete enfermedades causadas por demonios
El de la región de Gerasa: Era poseído por muchos espíritus inmundos
que se hacían llamar Legión, que fueron expulsados y entraron en un
hato de cerdos, que luego murieron.
El mudo: La gente estaba asombrada y los fariseos afirmaban que
gracias al príncipe de los demonios Jesús realizaba sus exorcismos.
El endemoniado ciego y mudo

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La hija de la cananea .(Mt. 15:21-28, Mc. 7:24-30): Fue un milagro
llevado a cabo en la región de Tiro y de Sidón, por petición y gracia a la
fe de la madre de la víctima.
El niño epiléptico (Mt. 17:14-21, Mc. 9:14-29, Lc. 9:37-43): Los
discípulos que acompañaban a Jesús no pudieron curar al niño porque
tenían falta de fe.
El de la sinagoga en Cafarnaúm (Mc. 1:21-28, Lc. 4:31-37): Fue sanado
en los días de reposo,
María Magdalena (Lc. 8:1-3): De la cual salieron 7 demonios. También
sanó a otras muchachas, entre ellas: Juana, mujer de Chuza intendente
de Herodes, y Susana.
Cinco curaciones de paralíticos
En un cuadro de Gabriel von Max, representación de Jesús sanando a
un niño (Imposición de manos).
El criado del centurión en Cafarnaúm (Mt. 8:5-13, Lc. 7:1-10): Fue
curado a distancia por petición y gracias a la fe del centurión. No está
claro si el relatado en el Evangelio de Juan es el mismo milagro, ya que
el beneficiario es en este caso el hijo de un cortesano, aunque los
detalles de la narración son idénticos.
Un paralítico de Cafarnaúm (Mt. 9:1-8, Mr. 2:1-12, Lc. 5:17-26): quien
estaba postrado, y también le fueron perdonados sus pecados. Los
escribas acusaron a Jesús de blasfemo.
El hombre de la mano seca (Mt. 12:9-14, Mc. 3:1-6, Lc. 6:6-11): debido
a este milagro los fariseos se enfurecieron y murmuraban planeando la
destrucción de Jesús.
La mujer en la sinagoga que estaba encorvada y no podía enderezarse
(Lc. 13:10-17): esta curación tuvo lugar también en sábado y en una
sinagoga, por lo cual Jesús fue criticado.
El de Jerusalén (Jn. 5:1-18): este hombre llevaba treinta y ocho años
enfermo y fue sanado un sábado en un estanque llamado Betesda en
hebreo.

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Cuatro curaciones de ciegos
Los dos ciegos de Cafarnaúm (Mt.9:27-31).
Bartimeo, el de Jericó (Mt. 20:29-34, Mc. 10:46-52, Lc. 18:35-43,
también encontrado en el Corán): Él le suplicó misericordia y Jesús le
dijo que fue salvado gracias a su fe.
El de Betsaida (Mc. 8:22-26): A quien sanó poniéndole saliva en los
ojos e imponiéndole las manos.
El ciego de nacimiento (Jn. 9:1-41): Jesús lo sanó restregando lodo
hecho con su propia saliva en los ojos del ciego, a quien luego mandó
lavarse en la piscina de Siloé ("enviado").
Dos curaciones de leprosos
De un leproso de Galilea (Mt. 8:1-4, Mc. 1:40-45, Lc. 5:12-16, también
encontrado en el Evangelio Egerton y en el Corán): fue curado al ser
tocado por la mano de Jesús.
De diez leprosos (Lc. 17:11-19): iban camino a Jerusalén y Jesús los
curó con el poder de su palabra.
Otras seis curaciones
Jesús y la suegra de Pedro, escena de la abadesa Hitda de Meschede
La fiebre de la suegra de Pedro (Mt. 8:14-15, Mc. 1:29-31, Lc. 4:38-39):
fue sanada en su casa en Cafarnaúm, al ser tomada por la mano de
Jesús.
La mujer con flujo de sangre (Mt. 9:20-22, Mc. 5:25-34, Lc. 8:41-48):
quien se sanó al tocar el manto de Jesús.
Un sordomudo en la Decápolis (Mc. 7:31-37): a quien sanó metiéndole
los dedos en los oídos, escupiendo, tocándole la lengua y diciendo:
"Effatá", que significa "ábrete".
El hidrópico (Lc. 14:1-6): Esta curación fue hecha un sábado en la casa
de uno de los principales fariseos.
La oreja de Malco (Lc. 22:50-51): quien fue herido por un discípulo de
Jesús, a quien Jesús reprendió por ello.
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El hijo del alto oficial del rey (Jn. 4:46-54): Jesús y el oficial se
encontraban en Caná, y el niño que moría se encontraba en Cafarnaún.
Curaciones hechas de modo genérico
Además de las ya mencionadas curaciones, hay pasajes que hacen
referencia a ocasiones en que Jesús curó de modo genérico diversas
enfermedades. Se mencionan cinco a continuación:
Recorriendo Galilea (Mt. 4:23-25, Lc. 16:17-19).
Al ponerse el sol (Mt. 8:16-17, Mr. 1:32-34, Lc. 4:40-41).
Junto al mar de Galilea (Mt. 15:29-31).
En el Templo (Mt. 21:14-15).
Cuando se retira al mar con sus discípulos (Mc 3:7-12).
Diez milagros sobre la naturaleza
La multiplicación de los panes. Retablo de 1870, Iglesia de la natividad
de María, Ravensburg, Alemania
Jesús obró también, según los evangelios, diez prodigios de tipo
natural, en los que se pone de manifiesto la obediencia de las fuerzas
naturales a su autoridad.
La tempestad calmada (Mt. 8:23-27, Mr. 4:35-41, Lc 8:22-25): Sucede
en el Mar de Galilea. Jesús les dice a sus discípulos hombres de poca fe,
ya que estos se atemorizan y piensan que perecerán.
Caminar sobre el agua (Mt. 14:22-27, Mr.6:45-52, Jn. 6:16-21): Los
discípulos creyeron ver un fantasma y dieron voces de miedo. Se
dirigían en una barca a Cafarnaún.
La primera multiplicación de los panes y los peces (Mt. 14:13-21, Mr.
6:30-44, Lc. 9:10-17, Jn. 6:1-14): Este es el único milagro que se
encuentra en los cuatro evangelios canónicos. Fue realizado en un
monte de Galilea, localizado en el desierto cerca del lago de Tiberíades.
La moneda en la boca del pez (Mt. 17:24-27): Jesús mandó a Pedro a
traer dinero de la boca del pez para pagar impuestos.

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Cuando secó la higuera (Mt. 21:18-22): Secó la higuera ordenándole
que nunca más tuviera fruto. Este milagro muestra la importancia y el
poder de la fe. Jesús afirma que con fe se pueden mover montañas.
La segunda multiplicación de los panes y los peces (Mr. 8:1-10): Fue
realizado en el desierto.
La pesca milagrosa (Lc. 5:1-11): Sucedió en el Lago Genesaret. Luego de
este, Simón Pedro, Jacobo y Juan se convirtieron en discípulos de
Jesús.
La Transfiguración de Jesús (Mt. 17:1-13, Mr. 9:2-13, Lc. 9:28-36).
La Transubstanciación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de
Cristo (Mt. 26:26-29, Mr. 14:22-25, Lc. 22:19-20, 1ª de Corintios 11:23-
26, 1ª de Pedro 1:16-18).
Las Bodas de Caná (Jn. 2:1-12): Donde convirtió el agua en vino. De
acuerdo al Evangelio según San Juan, fue el primer signo realizado por
Jesús al inicio de su ministerio público, y fue efectuado a pedido de la
Virgen María, su madre.
Cuatro milagros sobre resurrección
La resurrección de Lázaro por Giotto di Bondone (siglo XIV).
Una niña de doce años de edad, hija de Jairo (Mr. 5:38-43, Lc. 8:49-
56): Jesús afirmó que la niña no estaba muerta, sino sólo dormida.
Lázaro, el de Betania (Jn. 11:38-44, también encontrado en el Corán):
quien ya llevaba cuatro días de estar muerto y estaba sepultado en una
cueva. (Ver La resurrección de Lázaro).
El hijo de la viuda de Naín (Lc. 7:11.17): Jesús se compadeció de la
viuda al verla llorar, tocó el féretro en el que llevaban al muchacho y le
ordenó que se levantara.
La Resurrección de Jesús (Mt. 28:1-10, Mr. 16:1-8, Lc. 24:1-12). Los
restantes milagros denominados vulgarmente "resurrecciones" son en
verdad "reanimaciones", es decir, un retorno a la vida anterior (la hija
de Jairo, el hijo de la viuda de Naí, y Lázaro). La resurrección de Jesús
representa el triunfo definitivo sobre la muerte, pues "una vez
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resucitado de entre los muertos, ya no muere más; desde ahora la
muerte ya no tiene poder sobre él" (Romanos 6:9). Para los cristianos,
la resurrección de Jesús es la que define su divinidad.
Milagros en los evangelios apócrifos
Resurrección del joven rico (fragmento del Evangelio secreto de
Marcos): Jesús le enseñó al joven los secretos del Reino de Dios.
Evangelio de la infancia de Tomás
Gorriones hechos con barro (parte II): Se lee que Jesús a los cinco años
de edad dio vida a doce gorriones hechos con barro un día sábado.
Resurrección del niño caído en una terraza (parte IX): Acusan a Jesús
de haber hecho caer al niño y Jesús lo resucita.
Resurrección del joven que cortaba leña (parte X): Murió desangrado al
cortase la planta del pie con el hacha, Jesús lo resucitó y las multitudes
se asombraron y le admiraban.
Jesús en la fuente (parte XI): Jesús tenía seis años de edad.
Multiplicación del grano de trigo (parte XII): Jesús tenía ocho años de
edad y alimentó a todos los pobres de la aldea al recolectar y moler la
siembra de un grano de trigo.
Milagro de las dos piezas de un lecho (parte XIII): Jesús ayuda a su
padre José con el encargo de hacer un lecho.
Jesús enferma y cura a su segundo maestro (partes XIV-XV): José le
llevó a este maestro, al que Jesús maldijo porque este le pegó en la
cabeza. Luego lo curó al oír el buen testimonio que decía su tercer
maestro sobre Él.
Cura a Jacobo de la mordedura de una víbora (parte XVI): La víbora lo
mordió en la mano, Jesús sopló sobre la herida y la víbora quedó
muerta.
Resurrección de un niño (parte XVII): Jesús le tomó del pecho y le
ordenó que reviviera. Era un niño de su vecindad.

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Resurrección de un hombre (parte XVIII): El hombré resucitó y le
adoró y la gente quedó impresionada.

CONCLUSION

Los Evangelios nos cuentan lo que distinguía a Jesús. Explican que


vino al mundo para entregar Su vida por la humanidad, para que a
consecuencia de Su muerte y resurrección los seres humanos pudieran
disfrutar de una nueva relación con Dios. No vino con el propósito de
enseñar a las personas a portarse bien, sino de capacitarlas para
conducirse bien, mediante el supremo sacrificio que hizo por todos
nosotros. No hay relato más importante que este, dado que nuestro
destino eterno viene determinado por la postura que adoptemos con
relación a este personaje único, Jesús. Los Evangelios nos permiten
entender el gran regalo que se nos ofrece: el don de convertirnos en
hijos de nuestro Padre celestial, el procedimiento para integrarnos en
Su familia, y la maravilla de vivir perpetuamente con Él.

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ANEXO

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