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Buenos días hermanos y hermanas, el obispo me invitó a compartir un mensaje hoy sobre el

tema de ministrar, o más específicamente, auto-ministrar. Ahora que nos encontramos en


medio de una pandemia mundial, por necesidad tenemos que confiar más que nunca en
nuestro propio testimonio. No podemos reunirnos como grupo, muchos de nuestros
hermanos y hermanas no tienen acceso a Internet o ni siquiera telefono y, por lo tanto, no
pueden reunirse en Zoom u otros programas. Incluso aquellos de nosotros que tenemos
acceso, también tenemos que ser más autosuficientes espiritualmente que nunca. Admito
que estos últimos 6 meses han sido muy duros para mí. Necesito estructura. Es más fácil
para mí despertarme temprano sabiendo que tengo que estar tocando el piano antes de las 8
a.m. Ahora que no hay una hora de inicio o finalización específica, no sé qué hacer
conmigo mismo.

Pero debo reconocer que el Señor nos ha estado preparando para este tiempo. Hace un par
de años, vimos un gran cambio en el horario de las reuniones dominicales. Los horarios de
las reuniones cambiaron de 3 a 2 horas, y el Profeta nos pidió que usáramos esa hora extra
para estudiar con nuestras familias en casa. En el manual de instrucciones, dice que: “Dios
ha revelado un patrón de progreso espiritual para las personas y las familias mediante
ordenanzas, enseñanzas, programas y actividades que se centran en el hogar y reciben el
apoyo de la Iglesia”. Esto significa que somos responsables de nuestro propio aprendizaje y
progreso espiritual. Ni el obispo, ni nuestros maestros de las SS, ni los presidentes de
quórum de élderes ni de RS.

El domingo pasado compartí con la RS un discurso del presidente Nelson titulado


“Escuchalo”. Dice lo siguiente:

Cada vez que Él ha presentado a Su Hijo Unigénito a seres mortales en la


tierra, lo ha hecho usando muy pocas palabras. En el monte de la
Transfiguración, Dios dijo a Pedro, Santiago y Juan: “Este es mi Hijo
Amado; a él oíd”9. Sus palabras a los nefitas en la antigua ciudad de
Abundancia fueron: “He aquí a mi Hijo Amado, en quien me complazco,
en quien he glorificado mi nombre: a él oíd”10. Y a José Smith, en esa
declaración profunda que dio inicio a esta dispensación, Dios dijo con
sencillez: “Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!”11.
Ahora, queridos hermanos y hermanas, consideren el hecho de que en
estos tres casos que acabo de mencionar, justo antes de que el Padre
presentara a Su Hijo, las personas allí presentes se hallaban en un estado
de temor, y hasta cierto punto, de desesperación.

Nuestro Padre sabe que lo que más nos ayudará cuando nos rodee la
incertidumbre y el temor, es escuchar a Su Hijo.
Porque cuando procuremos escuchar —verdaderamente escuchar— a Su
Hijo, seremos guiados a saber lo que debemos hacer en toda circunstancia

Al tratar de ser discípulos de Jesucristo, nuestros esfuerzos por escucharle


a Él han de ser cada vez con mayor intención. Se requiere un esfuerzo
consciente y constante para llenar nuestra vida diaria con Sus palabras,
Sus enseñanzas y Sus verdades.

Reitero mi súplica de que hagan lo que sea necesario para elevar su


capacidad espiritual para recibir revelación personal.

Todos estamos familiarizados con la escritura de Alma que compara la palabra con una
semilla. Tenga en cuenta que en esa escritura, para hacer crecer la semilla, ¿qué tiene que
suceder? Tenemos que nutrirlo, podarlo, darle luz solar, regarlo, etc. La escritura dice que
NOSOTROS tenemos que hacer esas cosas. No dice, "Y si tu maestro SS nutre la
semilla ..." o "Si tu obispo nutre la semilla ..." NOSOTROS somos responsables de nutrir la
semilla. Según las Escrituras, esa es la única forma en que crece la semilla, es si
NOSOTROS la hacemos crecer. Eso no quiere decir que otros no puedan desempeñar un
papel o ayudar. Pero en última instancia, si esa semilla vive o muere, depende de nosotros.

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