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ACTIVIDADES PARA EL PRIMER PARCIAL DE LITERATURA

El día del parcial se sortearán 4 (una por cada texto), de las cuales el estudiante deberá
desarrollar 3 como mínimo.

“EL PUENTE SOBRE EL RÍO DEL BHÚO” de Ambrose Bierce

1- Al comenzar el Capítulo III, el personaje siente que ha caído al río, y percibe una
luminosidad extraña:

“Pero se daba cuenta de que se movía; rodeado de un halo luminoso del cual no era más
que el corazón ardiente, se balanceaba como un vasto péndulo según arcos de
vacilaciones inimaginables. Después, de un solo golpe, terriblemente brisco, la luz que lo
rodeaba subió al cielo. Hubo un chapoteo en el agua, un rugido atroz en sus oídos, y todo
fue tinieblas y frío”.

En el final del Capítulo III, cuando Peyton se lanza hacia su mujer con los brazos abiertos,
el narrador expresa:

“En el instante mismo que va a estrecharla contra su pecho, siente en la nuca un golpe
que lo aturde. Una luz blanca y enceguecedora flamea a su alrededor con un ruido
semejante al estampido del cañón, y después todo fue tiniebla y silencio”.

Analiza estas dos citas relacionándolas con el desenlace.

2- Explica desde qué perspectiva cuenta el narrador los hechos en el Capítulo II y en el III.
3- Analiza el título del cuento, teniendo en cuenta la simbología de: puente, río, búho.

El Buho y la Lechuza son talismanes de carácter universal cuyos orígenes se pierden en la


noche de los tiempos.

En algunas culturas son símbolos de sabiduría, protectores contra la ignorancia y el


oscurantismo, por lo que han adquirido las formas más diversas como talismanes para guadar
a las personas y sus hogares.

Muchos pueblos han revestido a estos animales con significados positivos, mientras que en
otros tienen connotaciones negativas.
Búhos y Lechuzas tienen una larga historia como símbolos sagrados, siendo de las pocas aves
que aparecen en pinturas rupestres.

En la Grecia clásica, la lechuza era uno de los simbolos de Atenea, la diosa que se
relacionaba con la sabiduría y la inteligencia.

En Babilonia se usaban amuletos en forma de lechuza para proteger a la mujer durante el


parto.
En muchas culturas, el viejo y sabio búho ha tenido una vinculación estrecha con todo lo que se
halla iluminado por el conocimiento.

En Japón se veían en los búhos a mensajeros de los dioses o de los ancestros. Se creía
también que el grito de la lechuza advertía del peligro.
Sin embargo, en la antigua Roma, búhos y lechuzas eran criaturas demoníacas de la noche. Su
vuelo solía traer malos presagios. En la batalla, el vuelo de una lechuza podía ser sinónimo de
derrota.

Un río simboliza nuestra existencia y, según sea, se corresponderá con las peripecias de
nuestro destino. Así, cuando fluye apacible y tranquilo, fertilizando las tierras que atraviesa, es
un símbolo de bienestar y riqueza; si desborda su cauce y arrasa todo cuanto se cruza en su
camino, es un mal presagio de penurias y calamidades, quizá incluso de muerte; cuando las
aguas son cristalinas y puras, representa una circunstancia de felicidad; y, en cambio, si están
contaminadas o turbias son síntoma de sentimientos impuros y pesares. Pero el fluir de las
aguas del río también puede ser una representación de nuestro deseo de perpetuarnos en el
tiempo, de prolongar nuestra vida, ya sea mediante los hijos o a través de nuestras obras. Por
último, también podría aludir a una corriente de energía o de sentimientos que fluye en nuestro
interior; en este último caso, si en el sueño nos limitamos a contemplar cómo fluye el río hacia
el mar, la imagen refleja nuestro desaprovechamiento de dichas energías o sentimientos:
estamos dejando pasar la oportunidad y la corriente se la lleva consigo.

Un puente sirve para pasar de un lado a otro, de una situación a otra: por eso representa
transformación, evolución... Si el puente es levadizo y se halla a tu disposición para que lo
franquees, es un excelente augurio, vas a vencer obstáculos que hasta hace poco te parecían
insalvables. Pero si, en lugar de atravesarlo, lo miramos recelosos sin decidirnos a cruzar,
nuestra situación en la vida real se puede acabar deteriorando.

ROMANCE DE “EL ENAMORADO Y LA MUERTE” (ANÓNIMO)

1- Explica qué aspectos propios del fragmentarismo en el Romancero se observan en el


texto.
2- Analiza el personaje de la muerte en el poema.
3- Aplica al texto la simbología del cuerda, como cordón o lazo.

Cuerda, nudo, lazo

La cuerda tiene un amplio y diverso simbolismo según aparezca con o sin nudos, pues
entonces sus símbolos recaen más en éstos que en ella. Como casi siempre, es lo religioso y
sagrado lo que cubre con símbolos todos los objetos e instrumentos de los que se sirve para
que el hombre entre en comunicación con lo trascendental: la verdad o principio primordial de
todo lo creado. Es símbolo de medio para ascender al cielo —lo mismo cabe decir de la
escalera—, pero siempre que la cuerda venga de lo alto, pues no hay creación terrena capaz
de llegar al más allá si éste no ha tomado la iniciativa de acercarse a este mundo. Una cuerda
de plata guía la conciencia del hombre en su meditación trascendental, como de plata es la
cuerda con la que los dioses tienen el poder de atar y desatar. Una cuerda es la que constituye
el ser personal para los egipcios, y cuerdas son, para los mayas, las que descienden del cielo
en forma de lluvia con su poder fecundador. Una cuerda lleva consigo el destino porque
Fortuna es caprichosa.

“ROMANCE DE GERINELDO Y LA INFANTA” (Anónimo)

1- Analiza el personaje de la Infanta en el romance. (intenciones, sentimientos, lenguaje


utilizado, su postura en relación a las leyes de lo social y de lo natural)
2- Analiza el personaje de Gerineldo. (intenciones, sentimientos, lenguaje utilizado, su
postura en relación a las leyes de lo social y de lo natural)
3- Según el historiados J. Le Goff: “Eva y María constituyen los dos polos de la belleza
femenina en la Edad Media. La oposición expresa la tensión que existe en el corazón
mismo de la imagen de la mujer. De un lado está Eva, la tentadora y más en particular
la pecadora, que procede de una lectura sexuada del pecado original. (…) Frente a
Eva, María parece como la redentora. Es la belleza sacara frente a la belleza profana.”
¿Por qué podríamos decir que el personaje de la Infanta se construye en base a estos
dos arquetipos femeninos medievales?

“PERIBÁÑEZ Y EL COMENDADOR DE OCAÑA” (Lope de Vega)

1- Analizar el personaje del Comendador en el Acto I de la obra.


2- Analizar el personaje de Casilda en: Acto I, escenas 1 y 6. Acto II: escena XII
3- Analiza el personaje de Peribáñez considerando: los dichos de Casilda en la escena 1,
los dichos de Leonardo (criado del Comendador) en la escena XVI, y la simbología del
toro.
EL SIMBOLISMO DEL TORO

El toro: símbolo de potencia fecundante, de propagación vital. Asociado por sus cuernos con
la luna y sus influjos.

En muchas culturas antiguas, un símbolo de gran fuerza. En las imágenes de las cuevas de

las grutas de culto paleolíticas las representaciones de bóvidos salvajes junto con las de

caballos -constituyen el motivo más importante (bisonte y uro). El toro primigenio debió de

causar la impresión de fuerza vital y de poder masculino, aunque simbológicamente sigue

siendo dudosa su interpretación. En tanto que la fuerza y el carácter salvaje impresionan, la

sorda brutalidad de sus ataques, tal como los experimenta el ser humano, infunden temor.

Desde e1 punto de vista de la historia de las religiones, el papel del toro es sumamente

importante, lo cual se manifiesta en el culto de que es objeto y que se refiere sobre todo al

poder procreador del animal; también son importantes sus cuernos, que hacen pensar en la

Luna (pero en relación con esto se considera también la vaca; por ejemplo a la derecha: fiesta

de los dinkas sudaneses. Las jóvenes a punto de ser cortejadas portan cuernos de vaca. Los

hombres que las cortejan se presentan con bueyes mimados a los que llaman "toros

cantarines"). Por otro lado hay un sinfín de ritos simbólicos que se refieren a la victoria sobre el

toro y al sacrificio de este animal. Antiguos cultos cretenses, que probablemente eran

conocidos también por otras culturas en forma parecida, convierten el toro en objeto de danzas

con saltos por encima, mediante las cuales el hombre trata de demostrar su superioridad y

supera la naturaleza toscamente animal tan profundamente sentida del toro. (Abajo izquierda

puede verse un fresco de las paredes del palacio de Cnosos, en la Creta minoica, que data

aproximadamente del 1500 a.C. Con nitidez puede apreciarse el salto de un danzarín sobre el

toro). Con esto se relaciona el afán por domar este bóvido y ponerlo al servicio del hombre. En

tanto que para el trabajo se utilizan bueyes, toros sin castrar suelen permanecer en el ámbito

sagrado (por ejemplo, el egipcio Apis, al que también se momifica) y son venerados como

especímenes de las fuerzas reproductoras de la naturaleza. La fecundidad, la muerte y la

resurrección, muchas veces, por ejemplo, en el culto de Mitra, de la Antiguedad tardía, se

relacionan con el toro.

El Minotauro de la antigua Creta, un ser mixto de hombre y toro, primero vive escondido en

el laberinto, pero después es muerto por Teseo. La corrida de toros del sudoeste europeo no
debe considerarse primordialmente un espectáculo deportivo, sino una forma ritualizada de

espectáculos taurinos del Mediterráneo antiguo que terminan con un sacrificio del

representante tan respetado como temido de la indómita fuerza de la naturaleza.

En el simbolismo astrológico del zodiaco, el toro (tauro) es el segundo signo, un "signo de

tierra", y a los nacidos bajo este signo se les atribuyen cualidades tales como pesadez,

vinculación a lo terreno, firmeza y vitalidad. Este signo estelar domina el período de tiempo

entre el 21 de abril y el 21 de mayo, y Venus tiene en él su "casa nocturna", lo cual hace pensar

en relaciones mitológicas del dios toro con la diosa del amor, las leyendas astrológicas de los

griegos ven en el toro celeste el Minotauro, pero también aquel bóvido salvaje que en cierta

ocasión devastaba los campos de los alrededores de Maratón y que fue abatido por el héroe

Teseo. Detrás del toro celeste se encuentra el nebuloso grupo de estrellas de las Pléyades, las

siete hijas de Atlas, que fueron perseguidas por el cazador Orión hasta que primero se

convirtieron en palomas y luego en estrellas. El ojo brillante del toro celeste es la estrella fija de

Aldebaran. (1)

2. MITRA Y EL SACRIFICIO DEL TORO

El toro de Mitra no es otra cosa que el espíritu del grano La importancia atribuida al símbolo

de las espigas corresponde a la relación directa que la teología del misterio quiere establecer

entre el sacrificio del toro y el banquete sagrado: la sustancia del toro divino está en el pan de

la cena de los iniciados, tal como estará en el alimento de los bienaventurados. Pero el mito no

supone que el toro sea sólo una víctima de cosecha, que encarna al final de la estación al

espíritu del grano. La puesta en escena no responde de ningún modo a esta hipótesis. La

persecución del toro salvaje concuerda con las costumbres de un pueblo cazador: el toro no

está todavía domesticado: los que al comienzo lo inmolaron, no se dedicaban regularmente a la

agricultura; era una ruda población de montañeses que no podía tener grandes campos de

trigo. El toro debe de haber encarnado el espíritu de la vegetación, la renovación de la

naturaleza, el regreso de la primavera, que parece haber sido la época de las iniciaciones

mitríacas y no coincide con el tiempo normal de la siembra ni con el de la recolección del trigo.

El sacrificio del toro tenía pues una significación tan amplia como el corte del pino de Atis,

como el sacrificio del jabalí que debe de constituir la base de uno de sus principales mitos.
También se ha dicho de Atis, en tiempos del sincretismo grecorromano, que representaba el

grano recogido, tal como se lo ha dicho, y mucho más antiguamente, de Osiris.

En el comienzo de los tiempos se ha ubicado el sacrificio del toro como principio de vida

sobre la tierra, precisamente porque se lo destinaba no a significar, como se ha dicho muchas

veces, sino procurar la renovación de la naturaleza. Apenas puede hablarse de transposición

mítica. Bastaba que se pensara en un comienzo de las cosas, para que se ubicara en él el

sacrificio que cada año procuraba un nuevo inicio. ¿No será que el mismo rito eficaz que todos

los años reanimaba la vida de la naturaleza, despertaba las energías del mundo vegetal y del

mundo animal, y probablemente aseguraba también el predominio del día sobre la noche y

producía la estación florida, debió dar origen al proceso de la vida sobre la Tierra, y que de tal

sacrificio debieron nacer al comienzo los seres vivientes, ya que su reproducción perpetua

dependía de él en la actualidad?

No hace falta preguntar cómo se pudo inmolar un toro antes que existieran animales.

Tampoco había hombres en esa época, ni ningún ordenen las cosas. Este primer toro era más

un espíritu viviente que un animal, prototipo del toro del sacrificio, que lleva en sí la simiente de

los seres vivos. No hay que olvidar que el toro anualmente sacrificado no era una bestia vulgar;

era la manifestación de la vida universal, su expresión más perfecta, y en él se condensaba,

por así decirlo, la virtud de ésta:

tal virtud podía difundirse entonces mediante el sacrificio en toda la naturaleza. Así ocurría con

el toro primordial. La víctima anual era verdaderamente divina; el toro original lo había sido de

modo especial. En cuanto a las circunstancias del sacrificio de aquél, era materia de

imaginación, como el toro mismo. Las ideas debían ser mucho menos firmes sobre estas

circunstancias que sobre el hecho, pues es la muerte del toro, y no su ocasión particular, lo que

constituyó el principio de la vida. Además era inevitable una incertidumbre en las ideas acerca

de las condiciones accesorias del sacrificio original, por el hecho mismo de que la víctima era

divina, encarnaba el espíritu, y había sido primero, en los sacrificios reales, de algún modo un

dios inmolado y no una víctima ofrecida a un dios. Por ello el toro primordial era dios; no se

había convertido en tal, sino que había seguido siéndolo. (2)

(1) Fuente: Hans Biedermann, Diccionario de Símbolos, Editorial Paidós, pp.450-452.


(2) Fuente: Alfred Loisy, Los misterios paganos y el misterio cristiano, Ed. Paidós, pp.141-
142.

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