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CARLOS JAVIER ALONSO

HISTORIA BÁSICA
DE LA CIENCIA

EUNSA
EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.
PAMPLONA
P rim e r a e d ic ió n : A b ril 2 0 0 1

© 2001. Carlos Javier Alonso


Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)
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ISBN: 84-313-1867-8
Depósito legal: NA 1.150-2001

Autor y editor agradecen el respeto a la propiedad intelectual.

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Félix Torres

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P retexto . Pamplona

Imprime:
N avaprint, S.L. Mutilva Baja (Navarra)

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La ciencia contemporánea 433

veles de colesterol en la sangre. Desde mediados de la década de


1920, el mundo occidental ha experimentado un declive continuo y
dramático de muertes por enfermedades coronarias. Este declive se
ha atribuido a los cambios en la dieta, el control médico de la ten­
sión arterial, el descenso del número de fumadores y el aumento
del ejercicio físico.
No obstante, debido al creciente aumento de la proporción de
individuos ancianos en la población, el porcentaje de muertes cau­
sadas por el cáncer ha aumentado mucho en los últimos años. Algu­
nos aspectos de esta enfermedad permanecen, desde el punto de
vista científico, sin aclarar, a pesar de que se sabe que las exposi­
ciones ocupacionales y ambientales a productos químicos son al­
gunas de sus causas. En particular, el consumo de tabaco causa la
mayoría de los cánceres de pulmón, algunos de la vejiga, boca, gar­
ganta y páncreas. Un diagnóstico precoz, en especial en el cáncer
de cérvix, ayuda al descenso de las muertes. El primer tratamiento
aplicado fue la radiación, pero en la década de 1960 se introdujo el
tratamiento farmacológico. Este último, en la actualidad, es curati­
vo en muchos casos de cáncer de mama y de testículo y en algunos
cánceres que afectan a la sangre, en especial en niños.

8.7. E l origen y consolidación de las ciencias sociales

En sentido amplio, las ciencias sociales pueden identificarse


con las ciencias del espíritu, o con las ciencias humanas, pero en
sentido propio deben considerarse sólo aquellas cuyo objeto de es­
tudio son los fenómenos sociales. Surgen, al igual que las ciencias
de la naturaleza, durante el s. XIX, cuando aparecen las primeras
obras sobre filosofía de la ciencia. El primero en emplear el térmi­
no de «sociología» para aplicarlo a una ciencia de tipo experimen­
tal fue Auguste Comte. Ejemplos de ciencias sociales son, además
de la sociología, la psicología, la antropología, la economía, la lin­
güística, la criminología, la ciencia política, la psicología social, la
historia de las ideas, etc.
Desde que Dilthey, a finales del s. XIX, distingue entre ciencias
de la naturaleza y ciencias del espíritu, existe la polémica acerca de
las características de estas últimas y acerca del método que les es
propio. Uno de los supuestos fundamentales del neopositivismo es
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la afirmación de la unidad del método científico, que exige que


también las ciencias sociales construyan leyes invariables sobre los
fenómenos humanos. La llamada disputa del positivismo enfrentó
dos concepciones opuestas —el racionalismo crítico de Popper y la
teoría crítica de la escuela de Francfort— sobre la cuestión de si las
ciencias sociales poseen una estructura científica similar a la de las
ciencias de la naturaleza y si el método que les corresponde es o no
es el mismo que el de estas últimas. Popper ha sostenido siempre la
unidad del método científico, mientras que la escuela de Francfort
sostiene la dualidad de ciencias y de métodos. La discusión puede
ampliarse a las críticas dirigidas por Hempel, defensor del modelo
nomológico de explicación, a las teorías de W. Dray, que en su Le-
yes y explicación en la historia (1957) sostiene que la explicación
histórica tiene su propio modelo; le, siguen én esto E. Anscombe y
G.H. von Wright.
En esta cuestión, son dos los enfoques posibles: reducir las
ciencias sociales a la misma estructura y metodología de las cien­
cias de la naturaleza, o respetar la idiosincrasia de las ciencias so­
ciales. Esta última opción enlaza con la postura tradicional, que
sostiene que lo propio de las ciencias sociales, igual que las cien­
cias del espíritu, o las ciencias humanas, es la comprensión de la
sociedad y la cultura. Es propio de estas ciencias contemplar su
objeto de estudio, en definitiva el hombre, no como un ser bioló­
gico sometido a leyes deterministas, sino como ser libre, capaz de
autodeterminarse y no sometido al destino, aunque sí a los condi­
cionamientos psicológicos, ambientales y sociales, y que se mani­
fiesta activamente a través del lenguaje y de sus producciones e
instituciones culturales y sociales. Esta situación de intercomuni­
cación e interacción, en la que coincide la naturaleza de lo que se
estudia y de quien estudia, produce la peculiaridad de las ciencias
de la sociedad y del espíritu: por un lado, la ventaja de compren­
der desde dentro, y no solamente entender desde fuera, el objeto
que se investiga, y, por el otro, el carácter problemático de la obje­
tividad científica, más difícil de conseguir por la dificultad de con­
seguir conceptos objetivos y leyes universales. En el estudio de la
realidad social, forzosamente intervienen los prejuicios, las ideo­
logías y los juicios de valor. Son las dos caras, positiva y negativa,
del llamado «método de la comprensión», método en definitiva
subjetivo.
La ciencia contemporánea 435

Añádase la dificultad de emprender experimentos en materia


social, o repetirlos en circunstancias idénticas, la dificultad de ana-
lizar las predicciones, y, sobre todo, el problema de los enunciados
universales en las ciencias sociales: si las generalizaciones en es­
tas ciencias pueden hacerse con el rigor necesario. En las ciencias
naturales se supone la regularidad de los fenómenos: a efectos se­
mejantes, causas semejantes, de modo que, siendo iguales las cir­
cunstancias y los objetos, los fenómenos son los mismos. En las
ciencias sociales, los objetos —esto es, los hombres— en circuns­
tancias semejantes actúan de maneras diferentes.
Ernest Nagel precisa la diferencia de metodología entre las
ciencias naturales y las ciencias sociales en los siguientes términos:
Las ciencias naturales gozan de unanimidad entre los investigado­
res respecto a 1) cuáles son los hechos que hay que explicar, 2) cuá­
les son las explicaciones satisfactorias de los hechos (si las hay), y
3) cuáles son los procedimientos de investigación que permiten ha­
llar las explicaciones de los hechos. Frente a ello, en las ciencias
sociales no existe tal suficiente unanimidad ni sobre cuestiones de
contenido ni sobre cuestiones de método, y es posible dudar acerca
de si estas ciencias «suministran leyes estrictamente universales
acerca de fenómenos sociales».

8.7.1. Psicología

El término «psicología» fue introducido por Goclenius (Rudolf


Góckel) hacia 1590, con la obra Hoc est de hominis perfeccione,
animo el in primis ortu huius commentationes ac disputationes qito-
rundam theologonim et philosophorum nostrae aelatis (Psicología,
esto es, comentarios y tratados de teólogos y filósofos de nuestro
tiempo sobre la perfección del hombre y de su ánimo, y sobre todo
del origen de éste). El título remite al Perípsykhés (Sobre el alma)
de Aristóteles, e indica claramente cómo era tratada la psicología
antes de que naciera como ciencia independiente: como parte de la
filosofía, mejorando no obstante el tratamiento que le diera Aristó­
teles, como parte de la física. Actualmente «psicología» designa el
estudio científico del comportamiento y la experiencia, y de cómo
los seres humanos y los animales sienten, piensan, aprenden y cono­
cen para adaptarse al medio que les rodea. La psicología moderna se

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