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El Problema de Los Materialismos Cientificistas. El Problema de Los Dualismos Espiritualistas. La Antropologà - A de Tomás de Aquino
El Problema de Los Materialismos Cientificistas. El Problema de Los Dualismos Espiritualistas. La Antropologà - A de Tomás de Aquino
El problema de los materialismos cientificistas .El problema de los dualismos espiritualistas .La
antropología de Tomás de Aquino
Introducción
En esta sesión estudiaremos las principales respuestas al problema de la relación cuerpo y alma,
cuáles son los fundamentos filosóficos de cada una de esas respuestas y qué coherencia se puede
encontrar entre tales respuestas y la experiencia existencial de las personas “comunes y
corrientes” (es decir, nosotros).
Este tema es central en antropología: la concepción de la naturaleza humana permite, por una
parte, descubrir las causas más profundas de la conducta humana y, por otra, constituye el
fundamento de la ética. Es evidente que una ética materialista (es decir, que asuma que el ser
humano es pura materia) no puede ser igual a que vea el cuerpo humano esencialmente unido a
un alma espiritual; y las dos anteriores serán distintas de una ética que conciba al hombre como
“prisionero” en un cuerpo que es un mero instrumento.
La intimidad posee un carácter dinámico frente a la corporalidad e identidad del sujeto :es una
realidad dinámica , en constante cambio en la cual está constantemente manifestándose la
interioridad y el sí mismo de la persona (identidad esencial).
Así, por ejemplo, para la ética materialista, no habrá diferencia alguna entre demoler un edificio y
matar a un hombre (pues ambos son pura materia); para una ética dualista, en cambio, la vida en
este mundo será vista como una permanente contradicción de fines y tendencias entre el cuerpo
y el alma; para una ética de tipo hilemorfista, todo acto que el hombre realice con su cuerpo o el
de los demás tendrá una consecuencia moral en lo íntimo de su alma.
Por tanto, es totalmente necesario que cada uno de nosotros tenga claro cuál es la verdadera
constitución de la naturaleza humana, si queremos saber cómo caminar bien por la vida.
El materialismo cientificista es una filosofía que sostiene, en general, que todo el Universo con
todo lo que existe no es más que materia y productos de la materia, en particular, que el ser
humano es un complejo conjunto de elementos materiales, admirablemente organizados,
pero nada más que eso.
Nota: todo lo que parece “no material” en el ser humano debe explicarse como
un producto o emanación material del cuerpo humano. Por ejemplo, el
sentimiento de admiración ante la belleza de un paisaje no es más que la
alteración corporal resultada de la conexión de ciertas neuronas, conexión
producida por la inmutación física de cierto espectro de luz en nuestros ojos.
Algunos representantes del materialismo filosófico son: Demócrito de Abdera (Grecia, 460 -
370 a. C.), Giordano Bruno (Italia, 1548-1600), Thomas Hobbes (Inglaterra, 1588-1679), John
Locke (Inglaterra 1632-1704), Ludwig Feuerbach (Alemania, 1804 – 1872), Karl Marx
(Alemania, 1818 – 1883).
Para el cientificismo sólo es real, sólo es verdadero aquello que el ser humano puede percibir
mediante sus sentidos, ya sea directa ya indirectamente. Como los sentidos sólo pueden
experimentar las realidades materiales (y tan sólo en su dimensión accidental), de esta
posición filosófica se deriva la negación de toda realidad suprasensible y supra material.
Examen crítico del materialismo cientificista
También parece que nos resulta más fácil e inmediato comprender los conceptos
referidos a realidades sensibles que los conceptos de cosas ultrasensibles. Por ejemplo,
nos parece más fácil comprender el concepto de “piedra” que el de “generosidad”.
Además es cierto que la existencia de las cosas materiales nos resulta una verdad
evidente de suyo, testimoniada por la experiencia sensible que de ellas tenemos.
Sin embargo, estas experiencias humanas no dan razón suficiente para “reducir” el
Universo y los entes a sus meras dimensiones materiales y sensibles.
Respecto a la naturaleza del ser humano, esta posición filosófica sostiene que:
En la vida presente cada hombre se encuentra, de hecho, unido a un cuerpo, pero esta unión
de cuerpo y alma es accidental.
Por consiguiente, en la vida presente sucede que cada ser humano está constituido por dos
substancias diversas y contrarias (cuerpo-alma/cerebro-mente) unidas entre sí de modo
accidental o no esencial.
Puesto que se trata dos substancias, esta posición es denominada como “dualismo”… Pero
como entiende que el ser humano es, en realidad y de modo total sólo su alma espiritual (o su
mente), se le añade “espiritualista”.
El fundamento metafísico de esta postura se encuentra en Platón y su teoría del mundo de las
ideas.
Según Platón, el mundo material y sensible no es la realidad en su sentido más pleno, sino el
mundo de las ideas, perfectas e inmutables. El mundo material es sólo un pálido reflejo, en
constante cambio, de aquel mundo perfecto de las ideas.
El alma humana pertenece al mundo de las ideas, pero arrastrada por sus malas pasiones, ha
caído en el mundo sensible, en un cuerpo, en el cual se encuentra encerrada.
"Mientras tengamos el cuerpo, y nuestra alma se halle entremezclada con semejante mal, no
poseeremos suficientemente aquello que deseamos, es decir, la verdad (...). La purificación
consiste… en separar al máximo el alma del cuerpo y que aquella se acostumbre a
concentrarse sobre sí misma... y vivir en lo posible... sola en sí, liberándose del cuerpo, como si
se tratara de cadenas... ¿Y no es la muerte una liberación del alma con respecto al cuerpo?"
(Platón, "Fedón”, 66b - 67e).
Fundamento gnoseológico
Aplicando su “duda metódica” a todo su conocimiento del mundo, de Dios y de sí mismo, llega
a la conclusión de que la única verdad firme sobre la que puede fundamentar sus demás
certezas es que “pienso, luego existo” (cogito ergo sum). Cualquiera sea mi duda acerca de
todo mi conocimiento, no puedo dudar de que estoy pensando, y si estoy pensando, entonces
es necesario que exista. La experiencia del propio pensamiento y, por ende, la deducción de la
propia existencia son aquellas “verdades firmes y evidentes” sobre las cuales Descartes se
encuentra capaz de desarrollar una verdadera sabiduría.
Existe una íntima unidad entre nuestras funciones mentales y la actividad de nuestro
organismo. Nuestras funciones mentales consumen mucha energía (física) de nuestro
cuerpo, y un daño en el cerebro puede producir graves trastornos de memoria y de
personalidad. Y la psiquiatría y la psicología nos han mostrado que los estados anímicos
(tristeza, alegría, miedo…) pueden producir –para bien o para mal- alteraciones físicas
considerables. En otras palabras, no parece haber en el hombre una separación
claramente delimitada entre funciones mentales y funciones corporales, sino que unas
implican a otras y viceversa.
"El cuerpo y el alma no son dos sustancias existentes en acto, sino que de ellos resulta
una sola sustancia en acto. En efecto, el cuerpo del hombre no está igualmente en acto
cuando el alma está presente que cuando está ausente, sino que el alma lo hace ser en
acto” (Tomás de Aquino, Summa contra gentiles, II, 69).
El cuerpo humano es “tal” (esto es, cuerpo vivo y humano) gracias al alma, que es el
principio vital que lo vivifica y le da su organización e identidad. Y el alma humana es tal
que, por naturaleza, le corresponde comunicar vida a un cuerpo y constituirlo como
“este” cuerpo humano.
Respecto a la naturaleza del ser humano, Tomás de Aquino sostiene que: El ser humano es una
única substancia compuesta por dos co-principios: cuerpo y alma. La unidad de estos
principios no es accidental, sino substancial o esencial.
Unidad esencial (o substancial) es el modo de unión propio de las partes de un todo natural, es
decir, es la unión que se da entre elementos a los cuales compete por naturaleza (esto es, por
esencia) estar unidos entre sí, de manera que separados entre sí, el “todo” ya no subsiste o, al
menos, ya no subsiste de manera completa.
El tomismo reconoce y afirma que el alma humana es espiritual y, por consiguiente, capaz de
subsistir después de la muerte del hombre (nota 1: muerte es separación de alma y cuerpo),
pero esto no significa que el hombre se identifique únicamente con su alma, sino que la
persona humana completa en su naturaleza es la unidad substancial de cuerpo y alma.
Sin el alma, el cuerpo ya no es un cuerpo vivo. Por su parte, sin el cuerpo, el alma humana se
encuentra impedida de muchas operaciones propias del ser humano (por ejemplo, todas las
operaciones de los sentidos externos, pues todas ellas requieren la inmutación física de los
órganos corpóreos).
Por consiguiente, cuando el hombre muere, su cuerpo deja de ser “cuerpo humano”, para
convertirse en una mera agregación de elementos en descomposición, y su alma, aunque
subsiste, subsiste de manera incompleta, pues falta una parte esencial de la persona humana.
Nota 4: hasta lo que la razón nos permite llegar, debemos reconocer que el alma humana que
subsiste separada del cuerpo (esto es, después de la muerte) subsiste de una manera menos
perfecta que en la vida presente, como “mutilada” en su ser e impedida de muchas
operaciones humanas. Sin embargo, la fe cristiana nos revela que la deficiencia natural de las
almas después de la muerte es suplida por el poder divino, que siendo infinito, puede sostener
las operaciones del hombre mejor que su propio cuerpo.
Fundamento metafísico
Todas las cosas cambiantes se encuentran “compuestas” por una dimensión que es “acto” (ser
en acto) y una dimensión que es “potencia” (poder ser). Por ejemplo, un tronco de árbol es, a
la vez y en el mismo hecho, árbol en acto y mesa en potencia; un espermatozoide de león es
parte de un león en acto (parte del león progenitor) y es, a la vez, un nuevo león en potencia.
El acto y la potencia corresponden a la naturaleza de cada cosa (el tronco de un árbol es mesa
en potencia, pero no hierro en potencia).
Todas las cosas materiales están compuestas de “materia prima” y “forma substancial”. La
forma substancial es aquello por lo cual algo es en acto, es el principio específico de ser de
cada cosa, que la define en lo que es y la distingue del resto. La materia prima es la
potencialidad receptiva de cada cosa, que es actualizada por una determinada forma, pero
puede ser actualizada por otras, de acuerdo a la potencialidad propia de esa cosa.
La unión de la forma substancial y de la materia prima es, pues, una unidad substancial (o
esencial), de tal modo que a la materia prima le corresponde “ser” en tanto y en cuanto está
actualizada por alguna forma, y a la forma existe “en tanto y en cuanto” es la actualidad de
una determinada materia.
La forma substancial de los seres vivos recibe un nombre especial: “alma” (psique, en griego;
anima, en latín), y se define como “acto primero de un cuerpo que tiene la vida en potencia”;
el alma, por tanto, es aquello por lo cual un viviente “es”, y como “para los vivientes, vivir es
ser”, el alma es el principio primero por el cual un viviente “vive”: cuando hay alma, hay vida y
hay viviente, cuando el viviente muere, pierde su alma.
Todo viviente corpóreo –también el ser humano- es una substancia compuesta de cuerpo y
alma. Por consiguiente, las operaciones propias de cualquier viviente corpóreo nunca son
“sólo del cuerpo” ni “sólo” del alma, sino que son operaciones “vitales” de un ser corporal, lo
cual implica –aunque de diversa manera- la intervención del cuerpo y el alma a la vez.
No obstante, el modo de vida y las operaciones propias del ser humano manifiestan un alma
distinta y superior a la de los demás viviente: un alma racional, y por ende, espiritual.
El hecho de que “el ser humano tiene un cuerpo” es una evidencia inobjetable.
También parece cada vez más evidente que la actividad mental (sentimientos,
sensaciones, decisiones, pensamientos etc.) está íntimamente unida a la actividad
corporal y a las alteraciones corpóreas.
Se han expuesto las principales respuestas al problema de la relación cuerpo y alma, así
como cuáles son los fundamentos filosóficos de cada una de esas respuestas .Se ha
determinado que es un tema esencial para la Filosofía y la antropología puesto que al
determinar filosóficamente la concepción de la naturaleza humana nos permite, por una
parte, descubrir las causas más profundas de la conducta humana y, por otra, constituye
el fundamento de la ética. Es evidente que una ética materialista (es decir, que asuma que
el ser humano es pura materia) no puede ser igual a que vea el cuerpo humano
esencialmente unido a un alma espiritual; y las dos anteriores serán distintas de una ética
que conciba al hombre como “prisionero” en un cuerpo que es un mero instrumento.
Por ende para la ética materialista, no habrá diferencia alguna, por ejemplo, entre
demoler un edificio y matar a un hombre (pues ambos son pura materia); Para una ética
dualista, en cambio, la vida en este mundo será vista como una permanente contradicción
de fines y tendencias entre el cuerpo y el alma; Para una ética de tipo hilemorfista, todo
acto que el hombre realice con su cuerpo o el de los demás tendrá una consecuencia
moral en lo íntimo de su alma.
Por tanto, es totalmente necesario que cada uno de nosotros tenga claro cuál es la
verdadera constitución de la naturaleza humana, si queremos saber cómo caminar bien
por la vida. Y lo anterior evidentemente depende de la concepción antropológica que
tengamos como fundamento. En el curso “Persona y sentido”.