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UNIDAD I: ¿Qué significa ser persona?

El problema de los materialismos cientificistas .El problema de los dualismos espiritualistas .La
antropología de Tomás de Aquino
Introducción

En esta sesión estudiaremos las principales respuestas al problema de la relación cuerpo y alma,
cuáles son los fundamentos filosóficos de cada una de esas respuestas y qué coherencia se puede
encontrar entre tales respuestas y la experiencia existencial de las personas “comunes y
corrientes” (es decir, nosotros).

Este tema es central en antropología: la concepción de la naturaleza humana permite, por una
parte, descubrir las causas más profundas de la conducta humana y, por otra, constituye el
fundamento de la ética. Es evidente que una ética materialista (es decir, que asuma que el ser
humano es pura materia) no puede ser igual a que vea el cuerpo humano esencialmente unido a
un alma espiritual; y las dos anteriores serán distintas de una ética que conciba al hombre como
“prisionero” en un cuerpo que es un mero instrumento.

La importancia de la corporalidad radica en que nuestra primera evidencia antropológica respecto


a la existencia de la persona se presenta a través de su realidad .Ésta se refiere a la dimensión
física, orgánica o material de la persona. Por lo cual el ser humano no es comprensible ni pensable
sino es en relación a su cuerpo. Por lo tanto podemos afirmar que “Soy un sujeto espiritual,
consciente de sí mismo “y al mismo tiempo e inseparablemente de lo anterior soy una realidad
corporal (mi cuerpo) .Entonces existe una relación substancial alma –cuerpo.

La corporalidad humana se caracteriza por su participación tanto en la condición subjetiva de la


persona (su singularidad o individualidad) y en la relación objetiva que sostiene con el mundo y la
temporalidad histórica y finita.

La corporalidad es manifestación de la interioridad de cada persona, lo cual implica que es el


mismo cuerpo quien nos hace evidente que estamos ante alguien (el individuo singular) y no ante
algo (una cosa).Así es como surge un sentimiento natural de protección frente al cuerpo y a la
intimidad: la vergüenza o pudor, que es una tendencia natural a cubrir u ocultar lo intimo frente a
extraños.

La intimidad posee un carácter dinámico frente a la corporalidad e identidad del sujeto :es una
realidad dinámica , en constante cambio en la cual está constantemente manifestándose la
interioridad y el sí mismo de la persona (identidad esencial).

Finalmente dada la vinculación esencial de la corporalidad en relación a la persona humana, se


vincula esencialmente con su dignidad de ser y carácter particularmente singular, evidenciando así
que la persona es única e irrepetible por que es un “alguien”, nunca un “algo”. Esto significa que la
persona humana no puede ser reducida a la connotación de un objeto o una cosa.

Así, por ejemplo, para la ética materialista, no habrá diferencia alguna entre demoler un edificio y
matar a un hombre (pues ambos son pura materia); para una ética dualista, en cambio, la vida en
este mundo será vista como una permanente contradicción de fines y tendencias entre el cuerpo
y el alma; para una ética de tipo hilemorfista, todo acto que el hombre realice con su cuerpo o el
de los demás tendrá una consecuencia moral en lo íntimo de su alma.
Por tanto, es totalmente necesario que cada uno de nosotros tenga claro cuál es la verdadera
constitución de la naturaleza humana, si queremos saber cómo caminar bien por la vida.

I. La postura del materialismo cientificista

El materialismo cientificista es una filosofía que sostiene, en general, que todo el Universo con
todo lo que existe no es más que materia y productos de la materia, en particular, que el ser
humano es un complejo conjunto de elementos materiales, admirablemente organizados,
pero nada más que eso.

Nota: todo lo que parece “no material” en el ser humano debe explicarse como
un producto o emanación material del cuerpo humano. Por ejemplo, el
sentimiento de admiración ante la belleza de un paisaje no es más que la
alteración corporal resultada de la conexión de ciertas neuronas, conexión
producida por la inmutación física de cierto espectro de luz en nuestros ojos.

Este materialismo antropológico tiene su fundamento en la filosofía materialista, que sostiene


que la causa última de todo lo existe y puede existir es la materia. Por eso –de acuerdo a esta
postura– no puede darse otra explicación del Universo y de los seres que la explicación
materialista.

Nota: no hay que confundir el materialismo metafísico y materialismo moral. El


primero es una postura filosófica que interpreta el conjunto de la realidad (por
eso se llama “metafísico”) y la identifica con la materia. El segundo (el “moral”)
más que una postura filosófica es el modo de vida de las personas que ponen
como fin último de sus acciones la adquisición y disfrute de bienes materiales.

Algunos representantes del materialismo filosófico son: Demócrito de Abdera (Grecia, 460 -
370 a. C.), Giordano Bruno (Italia, 1548-1600), Thomas Hobbes (Inglaterra, 1588-1679), John
Locke (Inglaterra 1632-1704), Ludwig Feuerbach (Alemania, 1804 – 1872), Karl Marx
(Alemania, 1818 – 1883).

Detrás del materialismo moderno, se encuentra una filosofía del conocimiento: el


cientificismo.
El cientificismo (o cientismo) sostiene que no existe otra verdad que la alcanzada por las
ciencias naturales y humanas, ni otro método que el de la "verificación experimental.

Para el cientificismo sólo es real, sólo es verdadero aquello que el ser humano puede percibir
mediante sus sentidos, ya sea directa ya indirectamente. Como los sentidos sólo pueden
experimentar las realidades materiales (y tan sólo en su dimensión accidental), de esta
posición filosófica se deriva la negación de toda realidad suprasensible y supra material.
Examen crítico del materialismo cientificista

a) Lo que hay de verdadero

Si atendemos a la experiencia de todos los seres humanos, se debe reconocer que el


ser humano comienza a conocer la realidad a partir de sus sentidos y que, por tanto, lo
primero y más inmediato que conoce son las cosas materiales y éstas, en sus
dimensiones sensibles.

También parece que nos resulta más fácil e inmediato comprender los conceptos
referidos a realidades sensibles que los conceptos de cosas ultrasensibles. Por ejemplo,
nos parece más fácil comprender el concepto de “piedra” que el de “generosidad”.

Además es cierto que la existencia de las cosas materiales nos resulta una verdad
evidente de suyo, testimoniada por la experiencia sensible que de ellas tenemos.

Las ciencias experimentales han realizado enormes avances en el conocimiento y


dominio de las cosas materiales, lo mismo que en el descubrimiento de la composición
del macro y el micro cosmos, y en la dilucidación de sus orígenes.

b) Lo que hay de erróneo

Sin embargo, estas experiencias humanas no dan razón suficiente para “reducir” el
Universo y los entes a sus meras dimensiones materiales y sensibles.

La experiencia humana también abarca realidades no sensibles, y no obstante, igual o


más reales que el mundo sensible. Por ejemplo, nuestros pensamientos, nuestros
propósitos, la libertad de nuestros actos, la generosidad, la buena o mala intención,
etc. Son actos que no pueden ser directamente captados por ningún sentido, pero
sabemos con certeza que existen.

El cientificismo materialista sostiene que "solamente lo verificable experimentalmente


es verdadero", pero la verdad de esa afirmación ¿puede ser verificada
experimentalmente? Evidentemente no. El cientificismo no es una postura “científica”,
sino una ilegítima absolutización del método experimental.
II. El dualismo espiritualista

Respecto a la naturaleza del ser humano, esta posición filosófica sostiene que:

El ser humano es esencial y totalmente su alma.

Nota: en términos más actuales está tesis se expresa


diciendo que la identidad o la substancia de la persona
humana es esencial y totalmente su “mente”.

En la vida presente cada hombre se encuentra, de hecho, unido a un cuerpo, pero esta unión
de cuerpo y alma es accidental.

Nota: “Unión accidental” es un modo de unidad que se


da entre dos o más cosas distintas, y que no corresponde
a la naturaleza de dichas cosas. Por ejemplo: una piedra
pegada a una alfombra están unidas con unión
accidental. Están “accidentalmente” unidas porque no
corresponde a la naturaleza de la piedra estar pegada a
una alfombra ni a la naturaleza de la alfombra tener una
piedra pegada. Si ambas cosas estuviesen separadas, la
piedra no perdería nada de su “ser piedra” y la alfombra
seguiría siendo todo lo “alfombra” que debe ser (e
incluso quizás mejor alfombra, porque tendría una
suciedad menos).

Por consiguiente, en la vida presente sucede que cada ser humano está constituido por dos
substancias diversas y contrarias (cuerpo-alma/cerebro-mente) unidas entre sí de modo
accidental o no esencial.

Puesto que se trata dos substancias, esta posición es denominada como “dualismo”… Pero
como entiende que el ser humano es, en realidad y de modo total sólo su alma espiritual (o su
mente), se le añade “espiritualista”.

Nota: la visión dualista de la naturaleza humana se


encuentra detrás de las religiones que postulan la
rencarnación del ser humano.
Fundamento metafísico

El fundamento metafísico de esta postura se encuentra en Platón y su teoría del mundo de las
ideas.

Según Platón, el mundo material y sensible no es la realidad en su sentido más pleno, sino el
mundo de las ideas, perfectas e inmutables. El mundo material es sólo un pálido reflejo, en
constante cambio, de aquel mundo perfecto de las ideas.

El alma humana pertenece al mundo de las ideas, pero arrastrada por sus malas pasiones, ha
caído en el mundo sensible, en un cuerpo, en el cual se encuentra encerrada.

Mediante un proceso de purificación, el hombre podrá ir liberándose de las ataduras del


mundo material para regresar al mundo de las ideas cuando muera.

En la teoría platónica, es manifiesto que el cuerpo es un elemento extraño y ajeno a la vida


propiamente humana, y que viene a entorpecer el viaje del alma hacia el mundo verdadero. El
hombre es, pues, su alma, y su cuerpo, un “transporte momentáneo” que debe abandonar en
cierto tramo del camino.

"Mientras tengamos el cuerpo, y nuestra alma se halle entremezclada con semejante mal, no
poseeremos suficientemente aquello que deseamos, es decir, la verdad (...). La purificación
consiste… en separar al máximo el alma del cuerpo y que aquella se acostumbre a
concentrarse sobre sí misma... y vivir en lo posible... sola en sí, liberándose del cuerpo, como si
se tratara de cadenas... ¿Y no es la muerte una liberación del alma con respecto al cuerpo?"
(Platón, "Fedón”, 66b - 67e).

Fundamento gnoseológico

El fundamento gnoseológico del dualismo moderno y contemporáneo se encuentra, en


definitiva, en la duda metódica de René Descartes).

Nota: René Descartes (1596-1650): filósofo, matemático


y físico francés, considerado como el padre de la filosofía
moderna y uno de los nombres más destacados de la
revolución científica.

En sus obras, buscando cuestionar todo lo aprendido en su educación anterior y encontrar


verdades firmes, se propone utilizar un método de investigación “nuevo”, cuya regla principal
es la siguiente: “No admitir cosa alguna como verdadera si no se la había conocido
evidentemente como tal. Es decir, con todo cuidado debía evitar la precipitación y la
prevención, admitiendo exclusivamente en mis juicios aquello que se presentara tan clara y
distintamente a mi espíritu que no tuviera motivo alguno para ponerlo en duda”. (Discurso del
método. Segunda parte. Trad. G. Quintás. 1981. Madrid. Alfaguara).

Aplicando su “duda metódica” a todo su conocimiento del mundo, de Dios y de sí mismo, llega
a la conclusión de que la única verdad firme sobre la que puede fundamentar sus demás
certezas es que “pienso, luego existo” (cogito ergo sum). Cualquiera sea mi duda acerca de
todo mi conocimiento, no puedo dudar de que estoy pensando, y si estoy pensando, entonces
es necesario que exista. La experiencia del propio pensamiento y, por ende, la deducción de la
propia existencia son aquellas “verdades firmes y evidentes” sobre las cuales Descartes se
encuentra capaz de desarrollar una verdadera sabiduría.

Examen crítico del dualismo

a) Lo que hay de verdadero

La experiencia real de nuestros actos conscientes: pensamientos, decisiones,


propósitos, sentimientos… Todas estas operaciones interiores no son aprehensibles por
los sentidos ni por la imaginación, sino por la razón.

La experiencia efectiva de que no es lo mismo un acto psíquico (por ejemplo, decidir


mover una mano) que un acto físico (mover la mano). De hecho, puede pasar que,
habiendo decidido mover una mano, ésta no me obedezca.

La experiencia, también real, de que la unidad de nuestra personalidad parece radicar


más en un acto psíquico (lo retenido en la memoria y en la experiencia presente) que
en el cuerpo (éste de hecho, va cambiando constantemente).
Existen varios neuro-científicos que sostienen que no existen soportes biológicos
(físicos) de algunas operaciones humanas, como por ejemplo la libertad y la conciencia.

Nota: Según John Eccles (premio nobel de medicina)


sostiene que no hay suficiente fundamento neurológica
para explicar la unicidad, identidad y continuidad de la
auto experiencia del "yo" personal humano, desde el
principio al fin de sus días, puesto que el cuerpo humano
cambia continuamente.
b) Lo que hay de erróneo

Cada persona experimenta su propia existencia como una unidad, no nos


experimentamos como una “conciencia” encerrada en un cuerpo extraño a nosotros,
sino que nuestro cuerpo y sus funciones son tan “nuestras” como nuestros
pensamientos y decisiones. Por eso, afirmamos con la misma seguridad y certeza: “yo
pienso, yo decido, yo siento” (operaciones mentales) que “yo camino, yo como o yo
respiro” (operaciones corporales).

Existe una íntima unidad entre nuestras funciones mentales y la actividad de nuestro
organismo. Nuestras funciones mentales consumen mucha energía (física) de nuestro
cuerpo, y un daño en el cerebro puede producir graves trastornos de memoria y de
personalidad. Y la psiquiatría y la psicología nos han mostrado que los estados anímicos
(tristeza, alegría, miedo…) pueden producir –para bien o para mal- alteraciones físicas
considerables. En otras palabras, no parece haber en el hombre una separación
claramente delimitada entre funciones mentales y funciones corporales, sino que unas
implican a otras y viceversa.

"El cuerpo y el alma no son dos sustancias existentes en acto, sino que de ellos resulta
una sola sustancia en acto. En efecto, el cuerpo del hombre no está igualmente en acto
cuando el alma está presente que cuando está ausente, sino que el alma lo hace ser en
acto” (Tomás de Aquino, Summa contra gentiles, II, 69).

El cuerpo humano es “tal” (esto es, cuerpo vivo y humano) gracias al alma, que es el
principio vital que lo vivifica y le da su organización e identidad. Y el alma humana es tal
que, por naturaleza, le corresponde comunicar vida a un cuerpo y constituirlo como
“este” cuerpo humano.

III. La antropología de Santo Tomás de Aquino

Respecto a la naturaleza del ser humano, Tomás de Aquino sostiene que: El ser humano es una
única substancia compuesta por dos co-principios: cuerpo y alma. La unidad de estos
principios no es accidental, sino substancial o esencial.

Unidad esencial (o substancial) es el modo de unión propio de las partes de un todo natural, es
decir, es la unión que se da entre elementos a los cuales compete por naturaleza (esto es, por
esencia) estar unidos entre sí, de manera que separados entre sí, el “todo” ya no subsiste o, al
menos, ya no subsiste de manera completa.

Por ejemplo: es unión substancial (o esencial, o por


naturaleza) la que se da entre el cuerpo de un cisne y sus
alas. Al cisne por naturaleza le corresponde tener alas, y
a estas alas estar unidas al cuerpo del cisne. Si al cisne se
le cortara un ala, el ala dejaría de vivir y, por tanto,
dejaría de ser propiamente un ala, y el cisne quizás
pueda sobrevivir, pero evidentemente será un cisne
“incompleto”, carente de una parte esencial de su ser.

El tomismo reconoce y afirma que el alma humana es espiritual y, por consiguiente, capaz de
subsistir después de la muerte del hombre (nota 1: muerte es separación de alma y cuerpo),
pero esto no significa que el hombre se identifique únicamente con su alma, sino que la
persona humana completa en su naturaleza es la unidad substancial de cuerpo y alma.

Nota: para Santo Tomás, el elemento principal sigue


siendo el alma, porque ella comunica al cuerpo humano
el ser en acto. No obstante, no identifica al hombre sólo
con su alma, sino con la unidad de alma y cuerpo.
Nota: El hecho de que el alma sea espiritual puede ser
demostrado por la razón humana, y Santo Tomás, en su
obra, desarrolla tal demostración. Sin embargo, la
presente sesión no es el lugar propio para explicarla.
Este tema será abordado en las sesiones siguientes. Sin
el alma, el cuerpo ya no es un cuerpo vivo. Por su parte,
sin el cuerpo, el alma humana se encuentra impedida de
muchas operaciones propias del ser humano (por
ejemplo, todas las operaciones de los sentidos externos,
pues todas ellas requieren la inmutación física de los
órganos corpóreos).

Sin el alma, el cuerpo ya no es un cuerpo vivo. Por su parte, sin el cuerpo, el alma humana se
encuentra impedida de muchas operaciones propias del ser humano (por ejemplo, todas las
operaciones de los sentidos externos, pues todas ellas requieren la inmutación física de los
órganos corpóreos).

Por consiguiente, cuando el hombre muere, su cuerpo deja de ser “cuerpo humano”, para
convertirse en una mera agregación de elementos en descomposición, y su alma, aunque
subsiste, subsiste de manera incompleta, pues falta una parte esencial de la persona humana.
Nota 4: hasta lo que la razón nos permite llegar, debemos reconocer que el alma humana que
subsiste separada del cuerpo (esto es, después de la muerte) subsiste de una manera menos
perfecta que en la vida presente, como “mutilada” en su ser e impedida de muchas
operaciones humanas. Sin embargo, la fe cristiana nos revela que la deficiencia natural de las
almas después de la muerte es suplida por el poder divino, que siendo infinito, puede sostener
las operaciones del hombre mejor que su propio cuerpo.

Fundamento metafísico

El fundamento metafísico de la antropología tomista se encuentra en la filosofía aristotélica


del acto y la potencia, y de la materia y la forma.

Todas las cosas cambiantes se encuentran “compuestas” por una dimensión que es “acto” (ser
en acto) y una dimensión que es “potencia” (poder ser). Por ejemplo, un tronco de árbol es, a
la vez y en el mismo hecho, árbol en acto y mesa en potencia; un espermatozoide de león es
parte de un león en acto (parte del león progenitor) y es, a la vez, un nuevo león en potencia.
El acto y la potencia corresponden a la naturaleza de cada cosa (el tronco de un árbol es mesa
en potencia, pero no hierro en potencia).

Todas las cosas materiales están compuestas de “materia prima” y “forma substancial”. La
forma substancial es aquello por lo cual algo es en acto, es el principio específico de ser de
cada cosa, que la define en lo que es y la distingue del resto. La materia prima es la
potencialidad receptiva de cada cosa, que es actualizada por una determinada forma, pero
puede ser actualizada por otras, de acuerdo a la potencialidad propia de esa cosa.

Nota: Materia prima y forma substancial no son “dos


cosas” que existen por separado y se juntan para
constituir una tercera cosa. La materia prima no existe
“pura” ni “sola” (esto es, no existe separada de alguna
forma, porque la “pura” materia prima es “pura”
indeterminación), ni hay formas substanciales que
existan “fuera” de la materia (porque la forma siempre
es forma “de una materia”).

La unión de la forma substancial y de la materia prima es, pues, una unidad substancial (o
esencial), de tal modo que a la materia prima le corresponde “ser” en tanto y en cuanto está
actualizada por alguna forma, y a la forma existe “en tanto y en cuanto” es la actualidad de
una determinada materia.

Un ejemplo: un trozo de hierro. El hierro es una


substancia compuesta de materia prima y forma
substancial. No existe una “materia prima” de hierro
separada de la forma, ni una “forma substancial” de
hierro separada de la materia: sólo existe realmente el
“hierro” como substancia compuesta de estos dos co-
principios.

La forma substancial de los seres vivos recibe un nombre especial: “alma” (psique, en griego;
anima, en latín), y se define como “acto primero de un cuerpo que tiene la vida en potencia”;
el alma, por tanto, es aquello por lo cual un viviente “es”, y como “para los vivientes, vivir es
ser”, el alma es el principio primero por el cual un viviente “vive”: cuando hay alma, hay vida y
hay viviente, cuando el viviente muere, pierde su alma.

Nota: adviértase que la noción de “alma” en la teoría


aristotélica se aplica no sólo al ser humano, sino a todo
ser corpóreo viviente (plantas y animales), aunque para
cada clase de viviente existe un tipo distinto de alma.

Todo viviente corpóreo –también el ser humano- es una substancia compuesta de cuerpo y
alma. Por consiguiente, las operaciones propias de cualquier viviente corpóreo nunca son
“sólo del cuerpo” ni “sólo” del alma, sino que son operaciones “vitales” de un ser corporal, lo
cual implica –aunque de diversa manera- la intervención del cuerpo y el alma a la vez.

No obstante, el modo de vida y las operaciones propias del ser humano manifiestan un alma
distinta y superior a la de los demás viviente: un alma racional, y por ende, espiritual.

Nota: sólo el alma humana es alma espiritual.


Santo Tomás descubre que hay una operación en el ser humano (la operación de la razón) que
solamente puede ser explicada como “acción solo del alma” y que manifiesta que el alma
humana implica un modo de ser diverso al de los demás vivientes.

Examen crítico de la antropología tomista

a) Lo que hay de verdadero

El hecho de que “el ser humano tiene un cuerpo” es una evidencia inobjetable.

También parece cada vez más evidente que la actividad mental (sentimientos,
sensaciones, decisiones, pensamientos etc.) está íntimamente unida a la actividad
corporal y a las alteraciones corpóreas.

Vamos a mencionar alguno hechos, entre otros:

 cuando estamos mucho rato pensando o estudiando, nos duele la cabeza;


 cuando contemplamos extasiados un paisaje, nuestros ojos son inmutados
físicamente por la luz reflejada en las cosas y nuestro cerebro transmite una
serie de estímulos nerviosos, pero somos nosotros (nuestro yo pensante y
sintiente) -y no nuestras neuronas- los que vemos y nos llenamos de admiración
ante la belleza contemplada (nótese que unas neuronas no saben nada sobre la
belleza).
 La ira es no sólo el aumento de adrenalina y la alteración del ritmo cardíaco, ni
tampoco es únicamente el deseo de venganza ante la injusticia cometida, sino
que es ambas cosas a la vez e indisolublemente.
 Cuando estamos tristes, disminuyen las energías físicas y las defensas, y
fácilmente atrapamos una gripe o un malestar estomacal.
 ¿y qué decir del famoso “colón irritable”?..

Cada persona se experimenta a sí misma como una unidad de cuerpo y alma: nuestros
miembros son tan “nuestros” como nuestro pensamiento, y no decimos “tengo una
mano que se está quemando”, sino que “me quemo”. Como diría Santo Tomás: es el
mismo e idéntico hombre el que piensa, el que siente y el que camina.
Resumen

Se han expuesto las principales respuestas al problema de la relación cuerpo y alma, así
como cuáles son los fundamentos filosóficos de cada una de esas respuestas .Se ha
determinado que es un tema esencial para la Filosofía y la antropología puesto que al
determinar filosóficamente la concepción de la naturaleza humana nos permite, por una
parte, descubrir las causas más profundas de la conducta humana y, por otra, constituye
el fundamento de la ética. Es evidente que una ética materialista (es decir, que asuma que
el ser humano es pura materia) no puede ser igual a que vea el cuerpo humano
esencialmente unido a un alma espiritual; y las dos anteriores serán distintas de una ética
que conciba al hombre como “prisionero” en un cuerpo que es un mero instrumento.

Por ende para la ética materialista, no habrá diferencia alguna, por ejemplo, entre
demoler un edificio y matar a un hombre (pues ambos son pura materia); Para una ética
dualista, en cambio, la vida en este mundo será vista como una permanente contradicción
de fines y tendencias entre el cuerpo y el alma; Para una ética de tipo hilemorfista, todo
acto que el hombre realice con su cuerpo o el de los demás tendrá una consecuencia
moral en lo íntimo de su alma.

Por tanto, es totalmente necesario que cada uno de nosotros tenga claro cuál es la
verdadera constitución de la naturaleza humana, si queremos saber cómo caminar bien
por la vida. Y lo anterior evidentemente depende de la concepción antropológica que
tengamos como fundamento. En el curso “Persona y sentido”.

Asumiremos una visión antropológica realista de fundamentos aristotélicos tomistas,


fundamentada en una visión integral de la persona como individuo único e irrepetible,
poseedor de una dignidad y singularidad tal en cuanto hijo de Dios, constituido
intrínsecamente a partir de la unión substancial alma-cuerpo. Todo lo anterior nos
previene de asumir cualquiera de las visiones reductivistas de la persona humana, a
saber: los materialismos cientificistas y los dualismos espiritualistas.

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