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La otra cara de la moneda

La identidad nacional y la leyenda de El Dorado en las monedas y billetes de


Colombia. 1

Por: Wilson Peña-Pinzón.

Hablar de identidad nacional muchas veces es confundido con otros términos como patriotismo,
nacionalismo y hasta el chovinismo, que son fenómenos similares en sus dinámicas y campos de
referencia, pero que tienen una estructura y un actuar muy diferentes. Al mismo tiempo la
identidad nacional suele estar conjugada en singular, siendo en verdad un error craso, ya que
pueden existir muchas identidades nacionales en un territorio, donde ese carácter general que se
asume comúnmente se desplaza a una funcionalidad particular que reside en cada caso.

Las identidades nacionales tienen una función específica dentro de la modernidad, ya que es en
este tiempo donde surge el término y el fenómeno, más específicamente con la emancipación de
los pueblos oprimidos por el poder colonial. Dentro de este contexto las identidades nacionales
han sido instrumentos que apelaron a diferentes valores sociales, culturales, económicos,
políticos, biológicos etc., para crear lasos afectivos, no sólo entre compatriotas, sino con una idea
de territorio y con un Estado que se estructuraba como el ente organizador y el salvaguarda de
todo el país. A pesar de las particularidades del fenómeno del surgimiento de las identidades
nacionales, estas son aún más complejas de lo que parecen; estas son compuestas por una
espontaneidad casi natural o por una direccionalidad que a su vez es naturalizada, haciendo
parecer cualquier caso en el que se apela al sentimiento de lo propio, de lo nuestro, dentro de
esos lazos afectivos, que los individuos lo aceptan como tal.

La lengua, la religión, la moral, el vestido, la comida, el clima, las fiestas, las tradiciones, las
costumbres, los paisajes, las flora, la fauna, los héroes de la patria, los símbolos del país, son
elementos que hacen parte constitutiva de identidades sociales, que dentro del juego discursivo
de la construcción de la nación, han pasado de ser identidades locales o regionales, a identidades
nacionales que tienen lugar en espacios cotidianos: La numismática es uno de ellos y sobre la cual
discutiremos el caso Colombiano.

De manera contingente, el fenómeno de la identidad nacional expuesta en las monedas y billetes


del país a lo largo de sus doscientos años de existencia, existe otro fenómeno de identidad
nacional que lo atraviesa, lo complementa y le da significado a nuestro país: La leyenda de El
Dorado.
1
El presente artículo es complemento de mi trabajo de grado para optar al título de Antropólogo de la
Universidad Externado de Colombia, monografía que aborda diversos eventos históricos donde aparece la
leyenda de El Dorado como un recurso para identificar y simbolizar a Colombia.
La leyenda de El Dorado y la identi dad colombiana:

El choque cultural entre el Europa y el nuevo mundo, producto de la conquista dio como resultado
un sinnúmero de eventos que transformaron la visión que se tenía del mundo y transformó al
mundo mismo. Desde un punto de vista económico, se afirman que este fue el principio de la era
del capitalismo, ya que gracias a las riquezas acumuladas de las colonias se tuvo el capital
suficiente para emprender, siglos después, la industrialización de los países europeos.
Adicionalmente las riquezas de América implicaron una masificación del comercio de bienes que
no producía Europa. Pero no solo el plano económico y político se vio afectado. El golpe cultural
fue el más fuerte al encontrarse el blanco católico con indígenas en taparrabos y con atavíos de
oro de pies a cabeza. Además fue más duro ya que lo que buscaban los españoles en su momento
era una ruta más corta para llegar a la India para negociar con ellos sus productos, o para llegar a
las tierras maravillosamente ricas del Gran Kan. Sin embargo lo que encontraron fue algo
totalmente nuevo, algo que se tuvo que reinventar y re imaginar, pero el punto de partida siempre
fue la mentalidad y el espíritu católico y la sumisión a la corona.

Aún así, los españoles encontraron a primera vista pueblos ricos, que les abundaba el oro (el cual
deseaban y querían conseguir llegando a la India), algunos sumisos dignos de catolizar y otros con
ritos y costumbres que parecía eran propias de las adoraciones al demonio. Poco tiempo después
de haber recorrido parte de tierra firme, los españoles que iban de lugar en lugar expropiando el
oro de los nativos, se fueron topando con maravillosas historias donde existían lugares magníficos,
exóticos, otros bíblicos como el árbol de la vida de donde comieron Adán y Eva, o la fuente de la
eterna juventud. Pero hubo una historia que se volvió mítica y legendaria de una gente que tenía
tanta riqueza que para posesionar a su rey lo bañaban en polvo de oro y luego arrojaban objetos
del mismo metal y piedras preciosas al fondo de una laguna para celebrar su coronación. La
primera referencia escrita que existe de El Dorado, se encuentra consignada en las Elegías de
Barones Ilustres escritas por Juan de Castellanos, donde engalana una historia llegada a manos del
conquistador Don Sebastián de Belalcázar sobre un hombre muy particular:

...Belalcázar inquiría
Un indio forastero peregrino
Que en la ciudad de Quito residía,
Y de Bogotá dijo ser vecino,
Allí venido no sé por qué vía;
El cual habló con él, y certifica
Ser tierra de esmeraldas y oro rica.
Y entre las cosas que les encamina
Dijo de cierto rey, que sin vestido,
En balsas iba por una piscina
A hacer oblación según él vido,
Ungido todo bien de trementina,
Y encima cantidad de oro molido,
Desde los bajos pies hasta la frente,
Como rayo del sol resplandeciente.
Dijo más las venidas ser continas
Allí para hacer ofrecimientos
De joyas de oro y esmeraldas finas
Con otras piezas de sus ornamentos,
Y afirmando ser cosas fidedinas:
Los soldados alegres y contentos
Entonces le pusieron el Dorado....
Lo cual os vendo yo por cosa cierta.

(Castellanos [1522-1606]: 1997)

El Dorado es un caso particular, que sirve como elemento clave para comprender los sucesos de la
conquista y la colonia, momentos que han marcado una línea divisoria donde el mito o la leyenda
van a estar hablándonos de la búsqueda de los tesoros y riquezas de los indígenas nativos, pero
también de aquellos lugares fantásticos donde se escondía el país de oro, el volcán que hacía
brotar líquido dorado desde sus entrañas y de maravillosos ríos y lagunas donde manaba aquel
metal en forma líquida2. También la leyenda nos pondrá de manifiesto la incansable búsqueda en
la que los europeos se embarcaron por siglos y que desencadenaron en la exploración casi total
del continente, en el sometimiento de las grandes sociedades de la época y de un proceso de
colonización de más de cuatro siglos (Martínez y Calaño 1967). El Dorado habla claramente de
América, de la condición fantástica de sus gentes y sus tierras -ficciones atribuidas por el blanco-,
de sus formas particulares de ser, de sus entornos naturales, pero sobretodo El Dorado habla con
la voz de la historia que los conquistadores y colonos quisieron describir a los habitantes
originarios de este lado del mundo.

Aquí lo importante e interesante es también que El Dorado tiene lugar en el territorio hoy
colombiano, y quienes hacían dicho rito eran los muiscas, sociedad orfebre por excelencia y con
una consolidación sociocultural prominente.

Siglos después de la colonización y sometimiento de las sociedades originarias de América, los


procesos de independencia de la corona española dieron lugar a la emancipación de los pueblos
americanos. Quienes comenzaron dichas gestas no fueron los indígenas que habían resistido al
catolicismo y al sistema administrativo colonial, mucho menos los afrodescendientes traídos para
ser esclavos de la producción minera y agrícola: fueron los criollos, hijos de españoles nacidos en
América los cuales reclamaron como suyo el poder que España les había negado por no haber
nacido en la madre patria.

Ellos eran herederos de la cultura española, tenían poder económico suficiente para emprender
una independencia y además tenían la influencia de la ilustración europea que promulgaba un
humanismos renovador, que implicaba nuevos puntos de abordar el poder político producto de
una separación del poder monárquico y religioso, ante el poder democrático y la libertad del
pueblo. La ilustración también influenció en la manera de percibir la realidad y también en el

2
Juan Gil (1989) elabora un estudio juicioso sobre los eventos de la conquista, especialmente dedica uno de
sus tomos a la fantasía de El Dorado, sus múltiples búsquedas y las incansables formas de las que fue
dotado.
conocimiento que se producía bajo su acercamiento. El conocimiento científico fue una
herramienta también de la emancipación y de contacto con los elementos que constituían a un
país. Dentro de este la botánica, la geografía y la prematura etnología neogranadina participaron
activamente dentro de la construcción de una visión particular de un país nuevo que,
coincidentemente comparte elementos indirectos e indirectos con el imaginario que explotó en la
conquista con El Dorado. Colombia es asociado, desde la independencia hasta el presente, como
uno de los países más ricos del mundo - principalmente ante sus recursos naturales, su amplia
diversidad biológica y cultural-, cuestión en la que El Dorado entra como metáfora de esta
condición. Además El Dorado se presenta como una reminiscencia constante frente a las
comunidades prehispánicas que dentro del discurso nacional, han sido el símbolo de la opresión y
de la libertad. También sus vestigios materiales han sido absorbidos por el discurso del patrimonio
nacional, como objetos artísticos y como elementos científicos que permiten conocer más de
nuestro pasado.

Durante doscientos años El Dorado ha tenido una presencia fuerte haciendo gala de su esplendor
en diversos escenarios: Liborio Zerda a finales del siglo XIX recorre en una separata del Papel
Periódico Ilustrado la historia de las búsquedas de El Dorado en nuestro país, haciendo referencia
y reconstruyendo la memoria de los indígenas que habitaron diversas regiones del país,
especialmente los muiscas.

De manera contemporánea un joven suizo, Ernst Röthlisberger llega a Colombia para impartir
clases de historia y sociología en la Universidad Nacional, y como resultado de su permanencia en
el país hace un texto con un alto contenido anecdotario sobre sus aventuras en muchos lugares
del territorio nacional. Como resultado del mismo hace un texto llamado El Dorado: estampas de
viaje y cultura de la Colombia Suramericana, en donde figura la leyenda como una explicación
sobre la magnífica naturaleza del país, la intrincada diversidad humana y su esperanza de
progreso.

En 1956 la historia se repite con la visita de un diplomático francés, el Conde d’Aumale, quien
también hace lo propio escribiendo un libro de nula difusión en nuestro país llamado Colombia,
país de Eldorado, el cual hace una exposición sin la influencia anecdótica y sentimental que podría
tener un visitante al escribir sus memorias y experiencias sobre un lugar -como lo es el caso de
Röthlisberger-. Su texto aborda un recorrido sobre nuestro país en muchos puntos de vista
incluyendo la historia indígena, la historia colonial, la historia patria, los recursos naturales,
tipología étnica de los habitantes del país, etc., aparentemente como un informe detallado de lo
que ese país es, donde el título una vez más como metáfora juega un papel crucial dentro de la
identificación.

Pocos años después se inaugura la terminal aérea más grande de América Latina para su
momento, llamada Eldorado, nombre otorgado por un francés -casualmente se repite el rasgo
internacional de la leyenda- miembro de la Air France, quién hizo parte de la junta principal que
propuso darle a tan magno espacio un nombre terrígeno, procedente de nuestro país, algo
auténtico pero al mismo tiempo que tuviera una resonancia internacional para el flujo de público
extranjero. Además para su momento era la obra de infraestructura más costosa en la que el
Estado colombiano había invertido. La obra se puede considerar como un símbolo de progreso del
país, que iba encaminada a la apertura económica de nuestras relaciones comerciales más allá de
las fronteras y a la bienvenida de visitantes foráneos que llegaban en búsqueda de aventuras y
riquezas (turismo e inversión).

Para el inicio de la década de los sesentas el Museo del Oro, a pesar de haber sido iniciado 1939
bajo la tutela del Banco de la República, cobra un lugar importante dentro del país como un eje
cultural y científico, también turístico y patrimonial el cual basa su colección de objetos en
artefactos metalúrgicos, especialmente orfebrería la cual representa en gran parte El Dorado que
venían a buscar los europeos y que portaban los indígenas. Sin embargo, esta vez el oro que no se
pudieron llevar en la conquista y en la colonia estaba salvaguardado por el espacio del museo y
hacia parte del patrimonio histórico y cultural del país. En 1969 un hallazgo arqueológico maravilló
al país y a los miembros del museo: en una caverna cercana a una vereda de Pasca Cundinamarca,
un campesino y su hijo encontraron una vasija de barro con algunas figurillas de oro en su interior,
una de ellas de gran factura que representaba el rito de posesión de cacicazgo de los muiscas, rito
que fue llamado por los españoles como El Dorado. Hoy en día es una de las piezas maestras del
museo, de la mayor complejidad en su técnica de elaboración y de las más representativas por la
historia que lleva consigo.

En 1992 el presidente de momento, César Gaviria Trujillo, como parte de su programa político
implementó reformas económicas dirigidas hacía la apertura del país, direccionando la legislación
a la privatización de algunos sectores del Estado, quitando restricciones para la inversión
extranjera y flexibilizando el mercado laboral interno, como parte de la estrategia para incentivar
el progreso del país. Como parte de esta maniobra surge un texto-guía para inversionistas
publicada por el Citi Group, dueños del Citi Bank y una de las más grandes corporaciones bancarias
y financieras del mundo. La guía busca llamar la atención sobre nuestro país y sus riquezas y las
maravillosas posibilidades que tiene nuestra naturaleza y las garantías que brinda nuestro
gobierno para tener beneficios económicos. Lo curioso es que el texto se llama In search of
Eldorado. A guide to investment en Colombia y es presentado de la siguiente manera:

For over 500 years people from all over the world have searched for the treasures of El
Dorado. Colombia, because of this geography, climate, demographics, social, economic and
political framework, can today proudly state that it constitutes the culmination of all those
treasures searched for and dreamed of for so many years. Welcome to the treasures of El
3
Dorado . (Sin autor – 1993 Prólogo)

Además de ser Colombia identificada con la leyenda, el contexto en el que se sitúa su uso se
asemeja a la realidad de la conquista en la que extranjeros vinieron a estas tierras en busca de

3
Traducción al español: Por más de 500 años gente de todo el mundo han buscado los tesoros de El Dorado. Colombia, a
causa de su geografía, su clima, demografía, y su marco social, económico y político, orgullosamente hoy puede declarar
que estos constituyen la culminación de todos esos tesoros buscados y soñados durante tantos años. Bienvenidos a los
tesoros de El Dorado.
riquezas y fortuna, de la misma manera en que se planteó la apertura del aeropuerto Eldorado y
de la misma manera en que se ha manejado la política económica durante los últimos 20 años en
nuestro país. El ex presidente presenta a Colombia como un lugar hecho milagro y que quiere
compartir con el mundo. De manera sucesiva se presenta a Colombia como un conglomerado de
datos e índices estadísticos, y su afamada diversidad en materia productiva y humana.

Curiosamente el año pasado (2010), el hijo de César Gaviria, Simón Gaviria fue la fuente principal
de una polémica ley que fue aprobada por otros representantes políticos y ratificada por el ex
presidente Álvaro Uribe, el cual le cambiaba el nombre al aeropuerto Eldorado por el de Luís
Carlos Galán Sarmiento, en conmemoración de los 20 años de su magnicidio. La polémica surgió
debido al descontento generalizado por la población civil y algunos dirigentes que veían inviable el
cambio: Primero, por razones económicas y operacionales ya que cambiarle el nombre al
aeropuerto era cambiarle el nombre a las cartas de navegación y a otros aspectos técnicos que
implican un alto valor monetario; y segundo, porque el nombre de El Dorado enarbola la memoria
patria frente a la riqueza del país y a las raíces indígenas de nuestro pueblo. Lo anteriormente
dicho es producto del sentimiento generalizado y expresado en medios como Facebook, el cual ha
liderado la oposición al cambio del nombre y que tiene más de 10.000 miembros en un grupo
destinado a dicho fin y para reclamar que el nombre siempre sea El Dorado. Otros espacios de
debate han sido las columnas y artículos digitales de medios de comunicación como El Tiempo, El
Espectador y Semana, donde los usuarios y visitantes de estas páginas web han expresado cosas
como por ejemplo4:

EL AEROPUERTO EL DORADO DE BOGOTA DEBE CONTINUAR CON SU EMBLEMATICO NOMBRE


QUE RESALTA NUESTRA HISTORIA Y CULTURA PRECOLOMBINA. NOMBRE RECONOCIDO ANTE
EL MUNDO COMO LOS GRANDES AEROPUERTOS QUE RECIBEN MILLONES DE PASAJEROS

Constantemente vemos como eliminan elementos de nuestra identidad cultural y, aunque
crean que un nombre no tiene importancia, "El Dorado" es akel ke al ser mencionado evoca
mucho de nuestra historia y hace ke colombianos y extranjeros identifiken los verdaderos
orígenes no avergonzantes de este país!!!

El Dorado es y seguirá siendo el nombre mas hermoso de un aeropuerto en todo el mundo.

La voz de los colombianos que no estamos de acuerdo con el cambio del nombre del
Aeropuerto EL DORADO, debe ser oida. Si bien Luis Carlos Galán fue un personaje importante
para la política colombiana ya ha reibibido merecidos homenajes; pero en este caso creo que
su nombre no aglutina a todos los colombiamos. El DORADO, es un nombre que está arraigado
a nuestra historia, en nuestro pasado, en nuestro corazón, reconocido internacionalmente. Es
el que queremos seguir escuchando cuando regresamos a nuestra capital desde el exterior, o
cuando dentro de nuestro mismo país arribamos a Bogotá. Así por ley se cambie el nombre el
aeropuerto seguirá siendo para nosotros “EL DORADO.”

4
Las presentes citas, no contienen nombre ni seudónimo, como garantía de opinión y reserva de las
personas que participaron en los foros de discusión. Se preserva el estilo de escritura, el cual también
conserva la expresión del autor.
Esta manera histórica de ver a Colombia como el lugar con el que imaginaron y desearon los
europeos se ha convertido en un símbolo que representa a nuestro país, específicamente en
algunos rasgos que han sido afianzados gracias a los espacios en los que la leyenda tiene un plano
activo y se idealiza la nación. Estos rasgos son los de un arraigo e identificación con el pasado
cultural indígena como un pasado magnificente; un país dotado de grandes riquezas, no solo del
oro de los objetos que perviven de los indígenas, sino de un país biodiverso, con grandes espacios
naturales, con las más altas reservas minerales e hídricas, con una diversidad humana importante
y con oportunidades para todos y por último, un país que desde el extranjero es percibido como
tal, imperativamente como un país rico, lo cual se conecta con parte fundamental de la leyenda
que tiene que ver con el actor extranjero como usurpador, pero esta vez no hurta, vuelve más rico
al país con su inversión.

Estos rasgos son visibles en diferentes espacios en las representaciones de la numismática


colombiana, que durante doscientos años ha reafirmado y afianzado estas ideas como parte activa
de la construcción de las identidades nacionales y las miradas sobre lo propio de este país.

Identidad de bolsillo: moneda naciona l ¿símbolos esporádicos o


reminiscencias perpetuas? 5

Es muy interesante abordar aspectos tan cotidianos como el uso simbólico del dinero para adquirir
objetos, ya que el dinero funciona además, con otro sentido, uno que está metido dentro de lo
cotidiano, pero el cual opera de manera silenciosa. Si bien, el asumir el dinero dentro de un país,
permite pensar en una estandarización de equivalencias para comerciar bienes y servicios, es
también pertinente ser atentos ante su condición visual más allá de su condición de uso.

Ese doble sentido tiene que ver con la homogeneidad del dinero usado para vender y comprar
cosas dentro de un país, ya que está cargado de un peso simbólico al ser empleado en un territorio
delimitado y donde también es un medio que comunica. Esta delimitación propulsada por el uso
del dinero es un primer acto restrictivo e identitario que obliga a los individuos a comerciar en
territorio determinado6. Por ejemplo en la época de la colonia, las monedas acuñadas llevaban
consigo diseños específicos que hablaban de una realidad. La gran mayoría de monedas de este
tiempo tenían en una de sus caras el escudo que representaba al soberano o rey, correspondiente
a su heráldica. En la moneda aparecía su nombre y el escudo que representaba las tierras bajo el
dominio del monarca. A su vez estos símbolos denotaban una garantía en metal acuñado para
comerciar en sus tierras (Restrepo 2006: pp. 66).

5
El siguiente aparte del artículo contiene algunas imágenes, pero para mayor claridad en la iconografía y
símbolos usados dentro de la numismática de Colombia, véase el apéndice de imágenes numismáticas, el
cual contiene una selección específica de billetes y monedas relativos a los temas desarrollados en este
apartado.
6
Cabe anotar que las dinámicas comerciales en los límites fronterizos son de otra índole, pero que
conservan esta esencia.
Después de las emancipaciones americanas, el comercio debía continuar, pero los patrones de
intercambio y sus símbolos debían ser otros. El caso colombiano,
muestra por ejemplo que los primeros diseños que se usaron en la
acuñación de monedas, contenían imágenes de indígenas. Según
J. E. Restrepo (Ibíd.: pp. 153), la primera moneda acuñada después
de la insurrección del 20 de Julio de 1810 y declarando así un
primer paso de la independencia de España, fue hecha en la
primera provincia totalmente independiente de la Nueva Granda,
Cartagena, donde a partir de 1812 se
comenzaron a forjar. Eduardo
Lemaitre, citado por Restrepo (Ídem) describe el escudo de
Cartagena que representó el diseño de una de las caras de dicha
primer moneda después de la independencia: “Una india sentada a la
sombra de una palma de coco, con un carcaj a la espalda y en la mano
derecha una granada abierta, cuyos granos pica un turpial; y en la
izquierda, una cadena destrizada”.

Pero el simbolismo en las monedas se


hace aún más interesante al reseñar la
emisión de monedas ordenadas por
Antonio Nariño7 en Santa Fe. Al respecto
Restrepo dice: “La efigie de una india
ocupa el lugar del rey y alrededor se lee,
LIBERTAD AMERICANA, en lugar del
nombre del soberano. En los países
influenciados por la revolución francesa
el anverso de las monedas lo ocupaba una figura emblemática, la Libertad. Nariño quiso hacer lo
mismo pero no con la efigie clásica de una mujer europea sino con la de una mujer nativa.” (Ibíd.:
154)

Aquí la distancia entre los sucesos y los


ideales, de la enunciada anteriormente
revolución francesa, se resaltan con
personajes como Nariño, que se movían
por el recién ampliado mundo del
conocimiento gracias al laicismo y a la
libertad promulgada desde Europa.
Además de ser esa india al relieve de una
moneda una versión criolla de la libertad,

7
Cabe señalar aquí la ordenanza de líderes políticos en la selección de los símbolos en las monedas y
billetes, como un elemento de creación de identidad desde la capa superior de la sociedad.
es una libertad antaña llena de permanencias simbolizadas por la resistencia de los indígenas ante
el sometimiento colonial. Es posible que esta efigie de la india, sea correlativa a la India Catalina y
a la historia que ella lleva consigo, o un juego metafórico donde la representación de lo indígena
es compatible con la idea de libertad. De igual manera, una moneda con fecha de 1889, es
catalogada como La Mulata (Ídem), ya que las facciones y los rasgos, a pesar de aparentar ser una
efigie clásica de la libertad, corresponden más a los de una mujer afrodescendiente e indígena al
mismo tiempo8. Es curioso, ya que son sutiles los rasgos aquí los que hacen que un catalogador
numismático, encuentre un detalle que pueda estar dando una condición simbólica dentro de la
apreciación misma que adquiere el dinero. Y si no fuesen rasgos sutiles, sino una situación
explícita en la que intencionalmente se relaciona la esclavitud y, como sujeto de esta condición, a
la sociedad desarraigada de África y todos sus descendientes nacidos en América junto con la
historia que lleva consigo los indígenas, que en la construcción de una nación con ideales e
intereses contradictorios a los del poder colonial español, adquieren aquella libertad -en este caso
en un plano ideal, simbólico y económico- a través de instrumentos como ésta moneda y muchas
otras, además por ser un caso excepcional en la historia numismática de nuestro país que se
concede un espacio para los afrodescendientes. Y no sólo es dar una relación unidireccional entre
lo que significó la esclavitud de los pueblos africanos en América y la libertad que se obtiene con la
independencia, es una relación donde a partir de esta conexión, desborda un sinnúmero de
significantes a ocupar espacios cotidianos de la vida social. Las relaciones entre el uso de imágenes
y sus intenciones se hacen más dicientes en este contexto ya que son microhistorias en imágenes -
símbolos- las que se pretenden contar a un público nacional por medio de estos interesantes
objetos.

Sin embargo, el debate de la nación y los fundamentos externos a


ella, también motivaron a que reiteradamente la imagen clásica
de libertad estuviera presente durante la constante emisión de
monedas en nuestro país. Aún más interesante es el caso de la
esposa del presidente Rafael Núñez, Doña Soledad Román de
Núñez a quien se le dedicó una moneda, cuestión que levantó
gran polémica dentro de los
círculos políticos del país y de los
detractores de Núñez.

Si bien la emisión y el uso de estas monedas fueron en un primer


momento regional, poco a poco éstas fueron expandiendo su
alcance, hasta llegar a una paridad de emisión y distribución de las
mismas, de la misma forma en que se fue consolidando Colombia
como Estado Nacional, empero nuevos diseños surgen y son
usados según su contexto. Para 1823 se prescindió de la India con
corona de plumas por la efigie caucásica, efigie clásica europea de una mujer con una cinta en su

8
De esta moneda existe la referencia más no una imagen de la misma.
cabello con la palabra libertad escrita (Ibíd.: 158). De igual manera, el envés de la moneda
representa el escudo de las armas de La Gran Colombia. Es así como poco a poco las monedas van
cambiando y lo que representan son fruto de
su contexto, y porque no decirlo, por los
deseos de aquel que tuvo el poder de
designar qué imagen debía llevar el metal con
el que los residentes de un lugar comprarían y
recibirían pago en una tierra libre y soberana.
Imágenes como la granada (fruto del
granado), el gorro frigio, los cuernos
rebosantes de oro y frutas tropicales,
aparecieron separadas en las monedas antes de estar unidas bajo el símbolo patrio del escudo,
junto con el cóndor de los andes con alas abiertas y demás elementos
propios del escudo colombiano que aún perdura sin mayor
modificación. Pero bueno, también en las monedas se han recordado
personajes como Simón Bolívar, Jorge Eliecer Gaitán, Cristóbal Colón,
Policarpa Salavarrieta y Francisco de Paula Santander. También el
Cacique Calarcá es remembrado en una moneda de 1952 (Ibíd.: 245),
famoso entre los pijaos por su valentía y resistencia ante la conquista
española.

Es muy interesante que las monedas sean en muchos sentidos sean percibidas como obras de
arte, de gran calidad estética la cuales adoptan condiciones especiales para ser multifuncionales.
No sólo es su condición de ser dinero y de ser el estándar monetario de un territorio, si no, es su
condición de medio de comunicación, a pesar que poco nos fijemos en ello. Si bien aquí esbozo un
panorama frente a las monedas, es y son otra y otras la y las historias que se pueden contar con el
papel moneda. En ambas se puede ver la evidente conexión entre la reminiscencia encarnada en
los símbolos y en los personajes que intervinieron dentro de la realidad de un territorio,
convirtiéndose en seres esplendorosos que ocupan un lugar primordial en la memoria del país y
que se les concede un espacio para ser conmemorados. Pero esa conexión sólo está interpuesta
con el pasado. Ningún personaje insigne de la realidad colombiana ha ocupado un lugar en el
bolsillo de los habitantes del país estando en vida, salvo la primera dama Soledad Román de
Núñez, como si sucedía con las monedas de la realeza europea. Para ellos ha habido otro tipo de
conmemoraciones. Tan sólo personajes como Francisco José de Caldas, Jorge Eliecer Gaitán, José
Antonio Galán, Miguel Antonio Caro, Antonio Nariño, Gonzalo Jiménez de Quesada, Camilo Torres,
Francisco de Paula Santander, José Asunción Silva, el Mariscal Antonio José de Sucre, el General
José María Córdoba, José Celestino Mutis, Rafael Núñez, Julio Garavito Armero, el General Simón
Bolívar, Jorge Isaacs, Policarpa Salavarrieta y el retrato de una mujer Emberá, siendo estás dos
últimas casos especiales de mujeres9, que se les conmemora dentro de la simbología del dinero en
Colombia. A manera de anécdota, los símbolos del país no sólo cambian debido a las necesidades
de renovar los valores del dinero mismo por las fluctuaciones que tiene la economía interna de un
país:

“El lamentable suceso del robo de billetes "sin emitir" a la sucursal del
Banco en Valledupar ocurrido en octubre 16 y 17 de 1994, tuvo
importantes consecuencias para el manejo de los billetes en circulación,
particularmente en las denominaciones de $2.000 (Bolívar), $5.000
(Núñez) y $10.000 (mujer embera). Como uno de los resultados de este
penoso episodio, el Banco, para mantener la fe pública, determinó
cambiar el diseño de los billetes de estas tres denominaciones con la
mayor celeridad posible. La Imprenta cumplió una vez más importante
papel en la ejecución de esta determinación.” (Banco de la República,
2007).

Tenemos un billete con el retrato de Gaitán, pero no tenemos uno de nuestro actual presidente.
Tenemos un billete con el retrato de Jorge Isaacs, pero no tenemos un billete con el rostro del
premio nobel colombiano Gabriel García Márquez. Es como si fuera necesaria una condición de
añejamiento para que ciertos personajes y ciertos íconos fueran parte de la imagen de lo que debe
ser mostrado dentro del territorio. Es como si el viejo adagio que reza El tiempo les reconocerá un
espacio en la historia, se hiciera efectivo. Y aún más, es como si se necesitará que la muerte
vinculada con la excelencia estuviese totalmente ligada. Es interesante aquí esa conexión que hay
entre el pasado y el presente, y más el sentido que adquiere el pasado que se cuenta como un
pasado de esplendor, y este pasado como un elemento integro dentro del Estado, la nación y la
identidad nacional. Este elemento se conjuga con la presencia constante de la referencia a lo
prehispánico, ya que se exalta como un valor del pasado, como si hubiera muerto, teniendo en el
otro lado de la moneda, unas sociedades que siguen vivas dentro del contexto del Estado, pero
olvidadas y absorbidas por las dinámicas modernas y gubernamentales.

Ese pasado esplendoroso se puede ver, majestuosamente, en el diseño del anverso de los billetes
que han circulado en el país a lo largo del tiempo. En ellos se pueden ver, desde el cóndor de los
andes alzándose entre las altas montañas, la muralla de Cartagena, las ruinas de San Agustín, una
colección de piezas del Museo del Oro -donde figuran el Poporo Quimbaya, narigueras y
pectorales Tayronas y Tolimas, y tunjos Muiscas-, la balsa muisca -que representa El Dorado-, una
9
Estos dos son casos especiales, puesto que son casos resientes. Recordemos las efigies femeninas de
libertad, algunas impresiones de mujeres campesinas en sus labores del campo y las referencias a la mujer
muisca que han existido en las monedas y billetes de Colombia. Ver apéndice.
imagen de orquídeas colombianas, campesinos recogiendo café, entre lugares insignes del país y
de la historia cultural de Colombia.

La referencia a los símbolos precolombinos han sido permanentes dentro de la iconografía de


nuestras monedas y billetes, símbolos que hacen parte de una apropiación de elementos
culturales no propios, pero que se naturalizan dentro del discurso de la nación diversa e
incluyente, elementos que se reafirman dentro de lo ideal, pero que en el plano real tiene grandes
deficiencias.

Es así como estos elementos tan cotidianos y tan preciados por su uso, necesidad y relativa
escases, se vuelven en obras arte que transmiten aquellas historias, aquellos íconos, todos
símbolos de una magnificencia donde se consolida y comunica la idea de lo que es un país.

Interpretando el caso del dinero:

La figura del Estado está encaminada a regular y administrar la soberanía de los ciudadanos sobre
un territorio libre. De aquí surge la idea de nación, la cual se articula emotivamente a los
ciudadanos dotándolos de valores y condiciones de común-unidad, las cuales operan
efectivamente buscando la lealtad de la masa poblacional al poder político que idealmente los
representa.

Pero adicionalmente han existido situaciones técnicas ante la solidificación de la idea de Estado-
Nación su funcionamiento práctico: la creación de un mercado interno y externo bajo el
imperativo de que las estructuras políticas modernas (Camilo Domínguez 2000: 344), bajo un
control monetario que posibilite un sistema de intercambio estable frente a mercados externos.

El dinero es un elemento clave para ver el funcionamiento del Estado y su relación con la idea de
nación y los individuos que la habitan. Aquí está manifiesta una función administrativa que tiene
un Estado sobre el territorio y sus recursos, en pro del beneficio de sus habitantes. El dinero
nacional, es una herramienta técnica que posibilita las transacciones internas de un territorio,
además posibilita ejercer un control sobre el monopolio de dicho poder administrativo,
procurando que las ganancias obtenidas en este territorio sean controladas, evitando y
fiscalizando que la salida del dinero sea legal, también procurando que el flujo de dinero sea
reinvertido en bienes o servicios, como un ciclo natural del dinero dentro del sistema de
intercambio comercial. En ello están implícitas las políticas que se ejecutan para cumplir
efectivamente estas funciones y las instituciones creadas para administrar dicho poder.

Los ideales políticos, se funden con los económicos y hacen que se mezcle de manera activa cierto
tipo de interés que surgen desde el poder estatal, la cotidianidad -esta vez medida en términos
productivos- de los habitantes que hacen parte del sistema. La nación como tal está determinada
por los continuos proyectos ejecutables que repercuten en cada entramado de la sociedad, en
este caso el económico. El pensamiento marxista afirma que las naciones modernas se acoplan a
un desarrollo capitalista burgués (Mármora: 1986 - 88), el cual se legitima como clase dirigente a
través de, no sólo el ejercicio de un poder político y económico, sino también por medio de
estrategias que buscan la cohesión social y la lealtad de los demás miembros de un país ante su
gobierno.

En la otra cara de la misma moneda, está ese papel simbólico que describíamos anteriormente y
que es muy útil para situarnos históricamente para pensar el patriotismo y la visualización de
múltiples identidades nacionales. Las naciones en general, se han cimentado en rasgos históricos
que le dan fortaleza y trascendencia, profundidad y vigor al espíritu que adoptan los ideales
progresistas de un Estado. Eso es lo que básicamente se establece de manera operativa con la
función simbólica del dinero. Es la legitimación de un Estado soberano, que encamina las riendas
de una historia gloriosa hacia un devenir mucho más prometedor que el del pasado. En ello la
identificación con los símbolos es contingente, ya que es más funcional y efectiva una empatía con
los personajes e íconos representados en el dinero, como un ejercicio hegemónico sobre la
memoria y los símbolos de común-unidad.

Las identidades nacionales han sido necesarias para legitimar la existencia de gobiernos con
ideales políticos y sociales específicos, los cuales se estructuran bajo una moral y un imaginario
deseado de país, de nación, frente a la cual la masa de la sociedad se moldea y se encamina bajo
estrategias de instrucción pública y de afectos con el país.

El dinero es uno de los actos de caracterización de un Estado y de una nación, más destacables ya
que es un fenómeno direccionado para ello y que surge desde el mismo lugar desde el que se
ejerce control y se administra el territorio.

Nuestro país, como concepto imaginado y con su correspondencia histórica, ha estado desde el
principio en una constante búsqueda de elementos de autenticidad y de contextos propios que le
brinden echar las raíces que nunca crecieron con la colonia, y que con la emancipación y la puesta
en juego de la erudición, el patriotismo y los sentimientos encontrados ante la victoria sobre la
opresión y el futuro de libertad, igualdad y progreso que se reclamó, después de un proceso más
bien deforme y sin compás, dio como resultado un país con un gobierno republicano centralista,
bipartidista y católico, hispanoparlante y retroalimentado por el reflejo europeo y
norteamericano, como representantes de los ejes de poder y de desarrollo basado en el
capitalismo moderno.

Este último punto, la referencia a Europa ha sido un gran colofón del tipo de identidad, del tipo de
país que ha querido ser el nuestro, pero no por un consenso general de todos los individuos, sino
de una capa muy especial que se auto otorgó dotes mesiánicos, para comandar el destino de un
país tan grande y tan diverso. Ese juego entre el verse y querer ser visto, puede leerse como el
trauma psicoanalítico del no reconocimiento de la madre10, al hijo que lleva su lengua, sus rasgos y

10
Aún más grave que el no reconocimiento del padre, ya que la es innegable el lazo biológico y umbilical que
implica el ser, además de apropiado, ya que ¿no era llamada España, la madre patria?
su herencia. Es entonces un momento en el que el matricidio simbólico es propicio, y el nuevo
paso es inventarse una nueva madre en el lugar del abandono de la ausencia de la biológica.
Empero la lengua, la herencia cultural, los modales, la religión de la madre se aceptan como
propias en el nuevo contexto, pero con la tensión en un constante proceso de separación y de
querer ser reconocidos de alguna forma. Frederick Martínez hace un magistral estudio
historiográfico sobre la constante referencia a Europa en la construcción nacional en nuestro país
en la última mitad del siglo XIX, dejando a la luz ese ir y venir entre lo que se quería ser y como
queríamos ser asumidos (2001).

Todas las fuentes de la historia nacional en las que se recalca la idea de identidad colombiana, se
basan sobre un poder hegemónico que heredaron los criollos de los españoles y que se legitimó
con la independencia y la posterior transformación en un Estado. La consolidación de una clase
económica con incidencia y conexión en el ejercicio del poder político del Estado ha sido otra
razón desde la cual se ha comandado los ideales, intereses y necesidades del país, muy a pesar de
las minorías y de la gran masa social que se asimiló a la propuesta de la nueva aristocracia.

A pesar de estar El Dorado conduciendo la mirada constantemente a una memoria que parte de la
infamia del europeo que enceguecido de avaricia mancilló al nativo en uno de los actos genocidas
más atroces de la historia de la humanidad, la gran mayoría de los colombianos estamos
convencidos que El Dorado representa la riqueza de nuestro pueblo y la herencia patrimonial de la
cultura ancestral, que sigue siendo reprimida, violentada, desplazada y desposeída por intereses
económicos y políticos de las altas esferas del poder colombiano.
APÉNDICE DE IMÁGENES NUMISMÁTICAS

El presente apéndice es una selección de imágenes de billetes y monedas que han circulado a lo
largo de la historia colombiana, los cuales representan una caracterización de nuestro país que
tiene que ver con los temas aquí abordados; El Dorado, la idea y representación de la riqueza, la
magnificencia de la naturaleza, la diversidad humana y el patrimonio ancestral y cultural de las
comunidades indígenas como condiciones perpetuas a la invención de lo colombiano.

Las imágenes aquí expuestas hacen parte de las colecciones numismáticas publicadas por el Banco
de la Republica en 2006 y por Villegas Editores en 200111.

MONEDAS CON REPRESENTACIONES INDÍGENAS/PREHISPÁNICAS:

Libertad Americana / Nueva Granada 1813-1819

Gran Colombia 1819-1836

Moneda conmemorativa VI Juegos Panamericanos Cali 1971.


Cara: motivo calima / Reverso: Balsa Muisca (Eldorado)
Moneda del Estado de Cartagena
1812

11
GAMARRA HERNÁNDEZ, ANTONIO. 2001. A monetary history of Colombia. Villegas Editores: Bogotá.

HENAO JARAMILLO, IGNACIO ALBERTO. 2006. Billetes de Colombia: Época del Banco de la República 1923 -
2006. Grupo OP Gráficas Ltda (Banco de la República): Bogotá.
Moneda conmemorativa VI Juegos Panamericanos Cali 1971.
Cara: Bachué y su hijo / Reverso: Bochica

Moneda conmemorativa VI Juegos Panamericanos Cali 1971.


Cara: Atleta indígena / Reverso: Atleta Indígena

Moneda de diez centavos 1960


Cara: Escudo de Colombia / Reverso: Busto del Cacique Calarcá

Moneda de 20 Pesos 1983


Motivo: Poporo Quimbaya
Moneda de 200 Pesos 1994
Motivo: Pájaros precolombinos Quimbaya

Moneda de 1000 pesos 1996


Motivo: Orfebrería Senú

BILLETES CON REPRESENTACIONES INDÍGENAS/PREHISPÁNICAS:

Billete de Dos Pesos 1973


Cara: Policarpa Salavarrieta / Reverso Balsa Muisca (Representa El Dorado y el Museo del Oro)
Billete de 10 Pesos 1974
Cara: Antonio Nariño / Reverso: monolitos del parque arqueológico San Agustín

Billete de 20 Pesos 1972


Cara: El Sabio Caldas / Reverso: Piezas prehispánicas culturas Quimbaya, Tolima, Tayrona, Calima y
Muisca (Museo del Oro)
Billete de 50 Pesos 1969
Cara: Camilo Torres / Reverso: Orquídeas de Colombia, Figura Tairona y Escudo de Colombia

Billete de 200 Pesos 1974


Cara: Simón Bolívar / Reverso: Recolector de Café y Pájaro prehispánico Tairona
Billete de 1000 Pesos 1984
Cara: Simón Bolívar / Reverso: Monumento Pantano de Vargas, Sellos de Agua con símbolos
prehispánicos.

Billete de 2000 Pesos 1984


Cara: Simón Bolívar / Reverso: Páramo de Pisba, Tejido prehispánico y -sellos de agua con símbolos
prehispánicos.
Billete de 10000 Pesos 1994
Cara: Mujer Embera y Orfebrería Quimbaya / Reverso: Aves exóticas y cenefa prehispánica.

Billete de 10000 Pesos 1995


Cara: Policarpa Salavarrieta y sellos de agua prehispánicos / Reverso: Guadas
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