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Nombre: Lonnie Brooks

Apodo: Leibi
Fecha de nacimiento: 16 Noviembre 2002
Padre: Derek Brooks, nacido en Los Angeles
Madre: Kenia Smith, nacida en Los Angeles

Residencia de mis padres: 521 San Pedro Street, Skid Row, Los Angeles

Residencia de mi abuela: 440 South Witmer Street, Downtown, Los Angeles


Hola, mi nombre es Lonnie Brooks, tengo 18 años y hoy quiero contarte mi historia. Nací un
16 de Noviembre de 2002 en el Hospital Helipad, 1244 W 6th St, Los Angeles. Mi padre se
llamaba Derek y mi madre Kenia, ambos habían nacido y crecido en Los Angeles. De mis
abuelos paternos nunca supe nada, por la otra parte mi abuelo materno había fallecido, era
policía y falleció a causa de un infarto un año antes de mi nacimiento. Mi abuela materna se
llamaba Leiza y vivía a unos 2 kilómetros de nuestra casa.

De mis primeros años apenas tengo recuerdos, ni buenos ni malos, sólo recuerdo que mis
padres pasaban mucho tiempo fuera de casa y nunca estábamos juntos. Además, casi
todas las noches, cuando yo me dormía, ellos se iban a la calle, e incluso algunas veces
amanecía y seguía estando solo en casa.

Mi abuela intentaba venir a casa para hacerme compañía cada vez que podía, pero con
mucho cuidado, ya que el barrio en el que vivíamos no era especialmente bueno. Recuerdo
estar horas solo en casa asomado a la ventana y ver gente peleándose en las calles y todo
tipo de movimientos extraños, en aquel entonces yo pensaba que sólo estaban
intercambiando estampitas.

Mis primeros recuerdos vienen cuando empecé a ir al colegio, apenas tenía 6 años, todas
las mañanas me levantaba temprano o incluso me despertaban las peleas y ruidos de la
calle, muchas de ellas estaba solo en casa, me vestía, cogía mi mochila y me iba hacia el
colegio con mucho cuidado. Salía de mi portal y tenía que ir esquivando suciedad, gente
durmiendo en la calle, tiendas de campaña y todo tipo de “artilugios” que utilizaban para
hacer su vida. Aunque vivía rodeado de todas estas situaciones complicadas, nunca había
tenido ningún problema directo, hasta que un día por la mañana, un joven de 14 años me
robó el dinero que llevaba para el almuerzo en el colegio. Esto despertó en mí un
sentimiento de supervivencia y me convirtió en un niño angustiado con la vida que le había
tocado vivir, pero como no podía hacer nada para cambiarlo, decidí hacerme el duro y
afrontarlo. A partir de ahí, todas las mañanas me estaba esperando en la misma esquina
para quitarme lo que llevaba, hasta que decidí buscarme otra ruta para evitar esto.

Recién cumplidos los 7 años, recuerdo como vi a mi madre por primera vez quedarse
dormida a causa de la heroína, la vi en el sillón, echada hacia atrás, con la goma atada en
el brazo y la aguja aún clavada, pensaba que le había pasado algo y le daba pequeños
golpecitos en la cara para intentar despertarla. Ahí conocí el por qué mis padres siempre
estaban fuera de casa, eran adictos a la heroína. No sabía muy bien qué era eso, pero
buscando y leyendo conseguí entender en parte que era y también entendí por qué había
tantas agujas por las calles que pasaba mientras iba al colegio. Esta situación generó en mí
una fobia real hacia las inyecciones, me daba reparo incluso ir al médico por si me tenían
que pinchar.

Normalmente mi abuela solía hacerme visitas, ya que la mayoría de los días los pasaba
solo en casa, aburrido y sin mucho que hacer, mi padre cuando se enteró que mi abuela me
hacía visitas me dijo que cada vez que viniese tendría que esconder sus juguetes, con esto
se refería a todo lo que usaban mi padre y mi madre para consumir heroína. Y así lo hacía,
aunque estuviera sólo, mi padre era una persona que me infundía temor, le había visto en
diversas ocasiones pegar a mi madre y yo tenía miedo de que hiciera lo mismo conmigo si
le desobedecía.
Los días pasaban uno igual que otro y el aburrimiento podía conmigo, era solo un niño y no
tenía cómo divertirme, hasta que un día, bajando las escaleras, me di cuenta que mi vecino
de abajo tenía un patín junto a la escalera, me pareció buena idea cogerlo sin pedir permiso
y ponerme a jugar con él por toda mi calle. Este fue mi primer contacto en el que perdí el
miedo a “coger algo prestado”. Aunque cuando se enteró la madre de mi vecino no se lo
tomó a mal, me dejaba cogerlo siempre que luego lo dejase en su sitio, ya que ella conocía
mi situación, sabía que estaba solo y también muchas veces me daba de comer, la mayoría
de las veces comía de lo que me daban los vecinos ya que estaba solo en casa.

En casa sólo teníamos una cama de matrimonio y un sofá, recuerdo estar durmiendo
muchas noches en la cama, teniendo que ir al día siguiente al colegio y que llegaran mis
padres de madrugada y me despertaran echándome de la cama, obligándome a ir al sofá.
Me decían que yo llevaba mucho rato y que ahora les tocaba a ellos.

Recién cumplidos los 8 años en una de las veces que mi madre se quedó dormida con la
aguja pinchada y la goma atada y mi padre estaba en la calle, vi un sobre con 200$, mi
mente de niño pensó que era buena idea, y como nunca había tenido juguetes, los cogí y
me fui a la juguetería de dos manzanas más abajo, cuando llegué le di el dinero al
dependiente y le dije que quería un yoyo, el dependiente entre risas me dijo que con ese
dinero tenía para muchos yoyos, a lo que yo respondí que me diera todos los yoyos que
tuviera, y así fue como compré una caja gigante de yoyos, iba muy feliz con ellos, pero
cuando llegué a la puerta de casa empecé a escuchar voces y golpes. Mis madre estaba
diciendo a mi padre que le había robado para colocarse, estaban dándose multitud de
golpes mientras gritaban y se increpaban. Al llegar, me miraron y vieron que el dinero lo
había cogido yo, el odio de ambos en ese momento fue contra mí y recibí un par de golpes
que me dejaron el pómulo algo hinchado, mi madre me catalogó como molestia y cogieron
la caja de yoyos y se fueron a devolverla, con la excusa de que el dinero era para el alquiler
y lo había cogido yo, cosa que era mentira, ese dinero era para consumir más droga. En
ese momento, el poco aprecio que sentía por mis padres y el lazo que me unía a ellos
terminó de romperse.

En este momento me sentía aún más perdido, recuerdo que me pasaba el día haciendo
trastadas y en la calle tirado, un día había una exposición de pinturas cerca de casa, había
varios artistas pintando, vi que todos tenían un buen maletín de pinturas, esto me atraía
para poder pintar mis cosas en casa, me acerqué por detrás, cogí el maletín de uno de ellos
y me fui corriendo a casa, el tío me estaba siguiendo pero conseguí encerrarme en casa, yo
pensaba que ya estaba a salvo, pero a los 15 minutos llamó la policía la puerta de casa,
tuve que devolver el maletín de pinturas y mi padre me calzó una hostia que nunca
recordaré. Aquí aunque yo no lo supiese, estaba alimentando esa parte de mi que le
gustaba “coger cosas prestadas”, sin recursos y aburrido, era lo que más me divertía, coger
lo que me apeteciera en cada momento, fuese mío o no, trastadas de niño en aquel
entonces y que no le daba importancia.
Eran navidades del 2011-2012, tenía 9 años, mi abuela me había traído algo para cenar y
cené solo esa noche, mi madre llegó a las 2 de la madrugada, venía algo puesta y a la vez
muy agresiva, me cogió de los pelos, se bajó los pantalones y me puso la cara frente a su
vagina mientras me gritaba “MIRA, ESTO ES LO QUE NOS DA DE COMER”, en aquel
entonces no entendía nada, a día de hoy, quiero pensar que aparte de ser adicta a la
heroína, el dinero para drogarse lo sacaba prostituyéndose, es por eso por lo que tengo un
respeto tremendo hacia el colectivo de prostitutas, a día de hoy que conozco lo que es.

Tras esto, me quedé muy traumado y el siguiente año fue el más problemático para mi, mis
padres cada vez estaban más enganchados y consumían más droga, estaban menos en
casa y gracias a mi abuela me sentía menos solo, pero a principios del 2013, cuando tenía
10 años, mi abuela conocedora de la situación que vivía, decidió denunciar legalmente a mi
madre, consiguiendo así mi tutela y me sacó de casa de mis padres, en ese momento me
fui a vivir con mi abuela al 440 de South Witmer Street, no era una zona especialmente
buena, pero al menos no estaba en el epicentro de la pobreza, la droga y los problemas del
Downtown.

En este momento me tocó cambiar de colegio también, de amistades y de juntas en la calle,


aunque en casa de mis padres estaba sólo y tenía una realidad más complicada, era la
realidad y la vida con la que había crecido y estaba acostumbrado, pero no tenía a nadie
que me mal influenciara, en cambio, al mudarme a casa de mi abuela me empecé a juntar
con chavales del barrio que eran algo mayores que yo, a esto se le juntó que yo ya estaba
bastante perdido y que había crecido sin saber qué estaba bien y qué estaba mal y sobre
todo, sin nadie que me guiase.

Desde aquel día que me fui a vivir con mi abuela, con solo 10 años, perdí el contacto con
mis padres, mi ingreso en el nuevo colegio era bastante complicado, el colegio al que me
llevó mi abuela tenía más afluencia de niños de color blanco, por lo que me miraban el
rarito, el nuevo y el marginado. Me sentía solo, y lo que antes para mi era mi diversión,
ahora pasaba a ser un martirio, no me gustaba ir al colegio, porque mis nuevas amistades
eran del barrio de mi abuela y no venían al mismo colegio.

Recuerdo una fría mañana de invierno, tenía 12 años y llamaron al telefonillo de la puerta
de casa de mi abuela, lo cogí y pregunté “¿quién es?” A lo que respondieron “yo”, me
sonaba la voz y por eso decidí abrir la puerta, la persona que había llamado subió las
escaleras, abrí la puerta de casa y era mi madre, me dijo que se había rehabilitado y que se
me quería ir con ella, ahí dudé, era mi madre y no sabía si quería volver con ella, pero lo
afronté con coraje y dije que no, no quería volver a vivir el sufrimiento que había estado
viviendo, le pregunté por mi padre, me dijo que no sabía nada de él, que ella se había
rehabilitado y él estaba más enganchado que nunca, y desde ese fue el último contacto que
tuve con mis padres.
Como no conseguía adaptarme al colegio, pedí a mi abuela que me cambiara, y con 13
años me fui a hacer mi último año a otro colegio, en este conocí a Lamar un chico
afroamericano que había vivido una situación similar a la mía, además en ese colegio le
habían hecho bullying y me ayudó a que a mi no me marginasen. Pero no todo es oro lo que
reluce, también fue la persona que me descubrió la sensación de fumar porros, yo lo veía
como se quedaba tan tranquilo y relajado mientras fumaba, que se me apeteció probarlo a
mi también. Además, por las tardes me seguía juntando con los chicos del barrio que eran
mayores que yo, y estos ya fumaban porros, por lo que sin darme cuenta, mi vida se estaba
guiando hacia el consumo de drogas sin apenas apreciarlo y la verdad que me gustaba.

Este fue el año que decidió el rumbo de mi vida, las influencias y las juntas al fin y al cabo
hacen mucho y yo veía como mi grupo del barrio, aunque fuesen mayores que yo, tenían
buenas bambas, ropa cara y algún que otro cordón de oro, y todo esto lo conseguían sin
estudiar, en ese momento fue en el que empecé a saltarme las clases y a estar más con
ellos, yo quería vestir bien también y llevar su ritmo de vida. Pero al principio no me
contaban que hacían, hasta que un día me necesitaron y me contaron todo, yo tenía ya 14
años y había visto de todos, robos, peleas, drogas, armas, además había vivido la ley del
más fuerte en mis propias carnes. Mi grupo de amigos se dedicaba a pegar pequeños palos
en el metro de la ciudad, tenían diferentes modos de operación y se iban cambiando. Así
que me uní a ellos y sin que mi abuela lo supiera, estaba en la calle robando mientras ella
pensaba que estaba estudiando.

Mis días pasaban siendo iguales, salía con mis colegas, buscábamos planes nuevos y
ganábamos dinero como podíamos en las calles, así fui creciendo entre robos con
intimidación, usábamos navajas para intimidar y una pistola de fogueo que tenía uno del
grupo, cuando conseguíamos el dinero nos lo repartíamos y yo siempre me lo solía gastar
en porros y ropa nueva, cada vez más lujosa, había conocido la vida fácil y me gustaba
vivirla así.

Con 15 años preparamos un robo a una tienda de un barrio vecino y nos dispusimos a
hacerlo, con la mala suerte para mi de que no me di cuenta de que me estaban utilizando a
modo de señuelo, el final fue trágico, terminé entre rejas comiendo 9 meses de prisión más
3 meses de libertad condicional, en total un año lleno de mierda y en el que cambié
muchísimo de personalidad, ya había vivido mucho en la calle, pero lo que se vive ahí
dentro es aterrador. El 15 de Enero de 2018 entré en el módulo de menores, aquí tuve
varias peleas y sobre todo sufrí abusos por parte de los presos más veteranos, al salir era
una persona aún más dura y fría.

Volví a vivir con mi abuela, pero la relación ya no era igual, además mis colegas del barrio
me habían vendido para salir ellos ganando, caí en una depresión y además de consumir
porros, con 16 años empecé a probar la cocaína, me hacía animarme y olvidar la mierda
que había vivido ahí dentro, pero no cambié, el medio para conseguir dinero seguía siendo
el mismo, pero esta vez actuaba solo, no tenía a nadie y no me quería fiar de nadie, aquella
jugarreta que me hicieron y por la que acabé entre rejas me hizo ser una persona muy
desconfiada.
El año 2019 empezó con mal pie, a mi abuela le diagnosticaron un cáncer y me tocó
cuidarla, ya que mi madre no sabíamos nada de ella y su otro hijo, Mike, vivía en Los
Santos, tenía una pequeña tienda y gasolinera al final de una calle llamada Groove Street.
Al principio parecía que mi abuela estaba afrontando bien su enfermedad, yo intentaba cada
vez consumir menos cocaína para poder estar más con ella, a finales de año parecía que se
había recuperado, pero unos meses más tarde, a mediados de 2020, empeoró muchísimo,
estuvo recibiendo quimioterapia y radioterapia, pero según le dijeron los médicos, ya no
había más que hacer, y así ha sido como la he visto apagarse poco a poco hasta ahora.

El 17 de mayo de 2021 falleció, luchó hasta el último momento y yo le ayudé a salir de ahí,
pero no pudo ser. Ahora estoy algo perdido, no hay nada que me haga querer seguir aquí,
no se nada de mis padres, mis amigos me la jugaron y mi abuela ya no está, así que tras
unas conversaciones con mi tío Mike he decidido viajar a Los Santos y empezar una nueva
vida allí, no se si será mejor o peor, pero seguro que diferente.

Descripción física:
Lonnie Brooks es un chico afroamericano de 18 años, mide 1,75 y es bastante delgado,
pesa aproximadamente unos 60 kilos. Actualmente luce largas rastas que se cuida desde
que entró en la cárcel y un bigote no muy frondoso.

Descripción psicológica:
Lonnie Brooks “Leibi” es calmado, pero a la vez muestra rasgos de nerviosismo frente a
diversas situaciones, es una persona que siempre ha luchado solo contra viento y marea y
cuando ha tenido gente a su alrededor le han fallado. Es amable con la gente, pero siempre
guarda las distancias. Le tiene mucho respeto a las mujeres que ejercen la prostitución y
tiene un miedo increíble a las agujas. Le encanta escuchar música y siente una necesidad
imperiosa de tener una familia o sentirse parte de algo. No se atemoriza ante nada debido a
lo que le tocó vivir de pequeño y aunque le hayan fallado en numerosas ocasiones es una
persona leal. Nunca ha tenido pareja ni le interesa tenerla, conoció la historia de sus padres
y no cree en el amor.

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