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filósofo
La filosofía como
forma de vida
*
EDITORIAL TROTTA
De Santayana se ha dicho que carece de sistema y que
se contradice escandalosamente. Un análisis atento del
conjunto de su obra filosófica arroja sin embargo otro
resultado. Ciertamente, no es fácil de clasificar un pen-
sador materialista platónico, nihilista irónico, ateo
espiritual y conservador sin compromiso político, pero,
si se respeta su lenguaje —algo imprescindible para
interpretar desde dentro cualquier pensamiento—, el
paisaje se aclara y deja ver un Santayana sorprendente
y poco frecuentado.
Siempre atento a las modas filosóficas y científicas
de finales del siglo xix y primera mitad del siglo xx,
Santayana, ante los excesos del tardorromanticismo y
la barbarie que veía avecinarse, buscó en los griegos la
cordura suficiente para afrontar con coraje la desinte-
gración de la Modernidad. Su voz sonó con fuerza en
el Harvard de sus años de poeta y profesor, y alcanzó
renombre internacional en los difíciles años de la se-
gunda guerra mundial. Su mensaje, con todo, no fue
bien recibido entonces. Quizá ahora sea mejor mo-
mento para un filósofo que consideraba que lo abierto
es también una forma de arquitectura o que el purita-
nismo no tiene nada que ver con la pureza. A modo de
testamento espiritual, dejó escrito: «Cuanto más me
limpio a mí mismo de mí mismo, mejor ilumino ese
algo en mí que es más mí mismo de lo que soy yo: el
espíritu».
-e
https://archive.org/details/santayanafilosofOOmore
Santayana filósofo
Santayana filósofo
La filosofía como forma de vida
Daniel Moreno
E D T O R I A L T R O T T A
COLECCIÓN ESTRUCTURAS Y PROCESOS
Serie Filosofía
ISBN: 978-84-8164-898-0
Depósito Legal: M. 9.006-2007
Impresión
Fernández Ciudad, S. L.
A Inmaculada
INTRODUCCIÓN 13
1. Santayana habla de sí mismo 13
2. Santayana desde dentro 16
3. Santayana filósofo 19
4. Principales datos biográficos 23
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SIGLAS DE LAS OBRAS DE SANTAYANA
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SANTAYANA FILÓSOFO
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INTRODUCCIÓN
Entre dos siglos, el xix y el xx, y entre dos tradiciones culturales, la nor-
teamericana y la europea, Santayana presenta una trayectoria intelec-
tual y vital que va desde cierta notoriedad, última década del siglo XIX
y primera del XX, hasta una considerable fama, años treinta y cuarenta
del siglo pasado, cuando una inmensa minoría está pendiente de sus
escritos, para acabar en un espeso silencio y casi olvido tras su muerte.
Variadas son también las corrientes filosóficas que confluyen en su pen-
samiento —materialismo griego, platonismo, trascendentalismo, natu-
ralismo, mística oriental y occidental, pragmatismo, realismo crítico—,
sin que se pueda decir que se entregue a ninguna de ellas en cuerpo y
alma. No obstante, a pesar de que un lector dado al turismo intelectual
podría encontrar entre sus libros citas que ilustraran las posturas más
variopintas, Santayana recorre un camino propio y original, aunque no
exento de trampas.
Una de ellas es la vastedad de su obra, que incluye una tesis doc-
toral sobre Lotze, sonetos, poemas de carácter personal, histórico o
teológico, una novela y una autobiografía que fueron grandes éxitos
de ventas, un tratado de estética, cinco libritos que se convirtieron en
la biblia del naturalismo, abundantes estudios sobre el pasado y el pre-
sente cultural de Estados Unidos, una colección de 55 ensayos breves e
íntimos, un tratado de epistemología, la dramatización de su filosofía en
15 diálogos desarrollados en el limbo, abundantes artículos analizando
las novedades filosóficas, un tratado de ontología repartido en cuatro
libros, un estudio sobre la figura de Cristo, un tratado de política y más
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INTRODUCCIÓN
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1. Agradezco a Juan Antonio Villarreal, María del Carmen Paredes Martín, Fran-
cisco José Reyes y Alejandro del Río Herrmann sus oportunas sugerencias sobre la redac-
ción del texto.
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INTRODUCCIÓN
matiz debido. Para ello este trabajo sigue la línea interpretativa de estu-
dios y autores que han presentado a Santayana como filósofo, no sólo
como poeta o como literato2. Ciertamente Santayana escribió sonetos,
un drama teológico, una novela y abundante obra de crítica literaria,
pero a ningún intérprete se le oculta el sólido armazón filosófico que
los soporta y dota de sentido último y coherente. Una coherencia cons-
truida con elementos ciertamente dispares —materialismo e idealismo,
pragmatismo y espiritualismo, ateísmo y ortodoxia católica—, pero no
por ello contradictoria o ambigua.
Para mostrar esta coherencia es preciso leer a Santayana desde San-
tayana, es decir, hacer un ejercicio de lo que él llama psicología lite-
raria, expresión que naturaliza y traduce en cierto modo la denomi-
nación diltheana de Geisteswissenschaften. La psicología literaria es
así el complemento del conductismo, definido éste como psicología
científica, en tanto que estudio físico de la naturaleza, de lo observa-
ble de la conducta humana, mientras que la psicología literaria es el
arte de entender comprehensivamente —sympathetically— los actos
humanos, de imaginar o adivinar el sentido de las acciones de otras
personas (EFA 252). Es adivinación comprehensiva, tarea difícil para
la que el intérprete cuenta únicamente con la simpatía imitativa que
aprehende las ideas y sentimientos del otro dramáticamente, es decir,
colocándose mediante la imaginación en su lugar (RS 836). Presupo-
ne, por tanto, la creencia en una dimensión espiritual, cuya proyección
sobre la persona por conocer no es mítica aunque sea por principio
imposible conseguir una adecuación completa. El intérprete nunca des-
cubrirá la experiencia real tal como fue dada originariamente, ni en él
mismo ni en los otros. La ilusión dramática creada puede, sin embargo,
ser simbólicamente verdadera (EFA 259). O incluso —y aquí es donde
Santayana muestra su perfil más característico—, en el caso de que el in-
térprete errara de forma más o menos completa, o de que la experiencia
invocada no estuviera realmente allí, la ilusión creada sería un síntoma
de que, al menos, está aquí, serviría para expandir la propia mente del
intérprete (EFA 273). La psicología literaria se mueve por ello entre po-
sibilidades de sentido, insiste en la distancia, en la ironía. Hace suya la
afirmación nietzscheana de que no existen hechos, sino interpretaciones
(VR 34). La historia o la filosofía no son, por tanto, más que psicología
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INTRODUCCIÓN
3. SANTAYANA FILÓSOFO
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Las nociones de los salvajes y de los niños, si se dejan crecer silvestres, son
extravagantemente fantasiosas y confusas; y gran parte de esa confusión
y extravagancia me parece que subsiste en la filosofía tradicional [...]
La superstición, y a veces la filosofía, acepta la imaginación como una
avenida más cierta hacia el conocimiento que el contacto con las cosas;
pero es esto precisamente lo que me empeño por evitar distinguiendo
la materia, o la sustancia de las cosas dinámicas, de la esencia, o el dato
directo, sensible o inteligible, de la intuición (RS xxviii).
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INTRODUCCIÓN
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to, imprescindibles para Santayana: hay algo por conocer, algo que co-
noce, y un medio a través del cual se conoce. El mundo no se entrega al
sujeto tal como es en sí mismo porque el sujeto organiza con elementos
a priori el material que recibe de fuera. Es por ello la gran aportación
de la Epoca Moderna a la filosofía, pero siempre que se limite a un uso
metodológico, es decir, a destacar el hecho natural de que cualquier
mente animal es el centro desde el que se dirige a conocer el mundo
organizándolo. Cuando, sin embargo, toma como absoluto ese centro y
se olvida de las condiciones materiales necesarias, el trascendentalismo
adquiere connotaciones ontológicas y da «pasos en falso». Santayana,
por el contrario, destaca la diferencia ontológica entre el objeto y su
representación, e insiste en lo fácil que resulta tomar imperceptible-
mente la representación por el objeto. Por eso no desespera del carácter
simbólico que adquiere el conocimiento una vez que la pretensión de
literalidad es inalcanzable. Por eso coloca el conocimiento infalible en
su lugar, en la intuición de esencias, donde no hay sujeto, ni objeto, ni
memoria, ni análisis: es el éxtasis místico.
Mucho se ha discutido sobre la adscripción de Santayana al natura-
lismo y al pragmatismo norteamericanos^. Es cierto que está vinculado
de forma clara a ambos movimientos, pero con diferencias sustanciales.
Al primero se siente cercano, pero en su versión no reductiva, la que ad-
mite elementos inmateriales como palabras, sentimientos, ideas y repre-
sentaciones, aunque se distancia de la interpretación humanista propia de
John Dewey. Para éste, las ideas humanas, en tanto que organizaciones y
valores producidos por la razón, mantienen su carácter natural en última
instancia. La razón, instrumento humano y natural, tiene como misión
potenciar la estabilidad presente por doquier en la naturaleza frente a la
precariedad, también natural. Santayana, por el contrario, tiene como
referencia el naturalismo no-humanista, destaca la desproporción entre
las ideas humanas y la naturaleza, en su inmensidad no totalmente ho-
mogénea. La naturaleza, tal como afirmaba Demócrito, se ríe de noso-
tros. En este sentido, la convención y la arbitrariedad son constitutivas e
insalvables. Que la ilusión sea un producto natural, no implica que la di-
mensión que añade se ajuste al mundo que le da origen. Dar por supuesta
esta correspondencia indica que el filósofo se ve empujado por una pa-
sión, el orgullo, que es natural pero no por ello aceptable en este ámbito.
Respecto al pragmatismo, Santayana se separó de William James por-
que entendía que, a pesar de la frescura de sus planteamientos iniciales
5. El libro que ha renovado la discusión ha sido Levinson 1992. Pueden verse las
distintas posturas en Levinson 1994. Aunque la discusión tiene su propia historia: cf.
Duron 1950, 71-77, 489-495; Rice 1951; Arnett 1968, cap. IV; Gross 1972.
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INTRODUCCIÓN
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INTRODUCCIÓN
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Capítulo I
1. NIHILISMO IRÓNICO
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Como sabes hice las paces con la naturaleza hace tiempo, y sigo sintiendo
que mi vocación es la afirmación de la tranquilidad contra una agitación
que no ha producido su racionalidad. El pensamiento ha de iluminar la
carga de la existencia, mantenernos alejados de las vanidades, y cuadrar
nuestras cuentas con el universo. El abultado pensamiento que prevalece
en nuestra época y generación es él mismo una pasión no controlada,
una imposición de lo innecesario, y una agresión contra nuestro natural
contento. Veo cada día más claro que tanto en enseñar como en vivir
nuestra necesidad es simplificación, medida y docilidad a los hechos.
¿Cómo podría tal espíritu dejar de llevarnos en la dirección tanto de
la verdad como de la más grande felicidad posible? (C 36-CGS1 135).
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Las opiniones simplemente cultas no son filosofía, y por esto ningún es-
critor moderno es, en conjunto, filósofo a mis ojos, excepto Spinoza; y los
críticos del conocimiento en particular me parecen tan débiles moralmente
como lo son técnicamente (EFA 305).
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9. «[Spinoza] establece la relatividad del bien y del mal respecto a intereses parti-
culares y finitos a la vez que no intenta llamar a los males relativos bienes absolutos. La
distinción misma entre bien y mal es la que es trascendida en lo absoluto» (IES xiii).
10. Sender 1961, 22.
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Una vida buena me parece un bien y una vida mala un mal; pero la vida
y la muerte simplemente no son ni bien ni mal a mis ojos. La vida es una
oportunidad u ocasión tanto para el bien como para el mal, y la muerte
nos asegura contra ambos [...] Amar la existencia o quedarse horrorizado
ante la no-existencia es simplemente un impulso animal, [...] y la psique
no tiene ninguna razón para existir o deseos de existir: este asunto se ha
decidido antes de que ella estuviera allí para votar (DL 202).
Ser filósofo es buscar la verdad por ella misma, estar por encima del
bien y del mal, vivir en lo eterno, comprender todos los intereses e im-
pulsos sin sucumbir a ninguno, gozar con la contemplación del mundo,
vivir la desilusión como gracia. Este talante se puede asociar a la manera
de entender la filosofía en la época helenística, más en concreto al epi-
cureismo, al que Santayana dijo sentirse siempre muy cercano.
En líneas generales, hay gran coincidencia entre el ideal de vida pro-
puesto, seguramente llevado a la práctica también en su vida diaria, y la
descripción de la vida espiritual, que fue adquiriendo relevancia en sus
últimos escritos. El cambio de intereses especulativos que se aprecia a
partir de Vientos de doctrina fue paralelo al cambio de tono en el modelo
de vida. Los momentos puntuales de éxtasis poetizables, pero armoni-
zables dentro de la vida de la razón que están presentes en sus primeras
obras, aunque ocupando un segundo plano, pasan al lugar central den-
tro de lo que acaba llamando vida espiritual, caracterizada por una acti-
tud de desasimiento que le lleva a no comprometerse con nada. Una de
las máximas de Santayana publicada postumamente recoge este talante:
14. «Por eso podemos decir con más razón que el mundo impone movimiento al
espíritu, que por su propia tendencia está dirigido a lo eterno» (RS 268).
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16. Russell 1940, 459. También Timothy L. S. Sprigge echa en falta una tercera po-
sibilidad en los planteamientos de Santayana: «Tendría que responder, quizás, que es con-
cebible una tercera posibilidad, que es más que ser como mera posibilidad y es diferente
de la existencia como un suceso o una cosa en el tiempo, en el espacio o en la mente, una
auto-existencia aislada, y que Santayana confunde ésta con la primera» (Sprigge 1974, 46).
17. Russell 1940, 461. En este caso, Sprigge sigue a Santayana considerando cla-
rificador el tertium non datur entre fe animal y solipsismo del momento presente: «La
demostración de Santayana de que no hay una tercera vía satisfactoria entre la confiada fe
animal y el solipsismo del momento presente puede servir maravillosamente, aún en estos
sofisticados días, para clarificar el ambiente» (Sprigge 1974, 218).
18. Lamprecht 1940, 134.
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2. MATERIALISMO PLATÓNICO
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La mente es la entelequia del cuerpo, [...] así que mientras que el cuerpo
alimenta la mente, la mente perfecciona el cuerpo, elevándolo a él y a
sus impulsos y relaciones naturales hasta el mundo moral (VR 136-137).
La unidad sintética de la apercepción (el más radical de los principios
trascendentales) obedece a una compulsión peculiar de la economía ani-
mal (EFA281)19.
19. Cf. la siguiente declaración: «Nada podría ser más ajeno ontológicamente a la
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naturaleza que el espíritu, pero, con todo, nada sería más capaz de amoldarse, a su modo
ideal, a cada detalle y circunvolución de la naturaleza para comtemplarla y conocerla;
nada diversificaría y enriquecería a la naturaleza más radicalmente, al añadir una dimen-
sión moral a lo que, de otro modo, sería meramente material» (RS 612).
20. C 184-CGS2 406; C 341-CGS6 277. Escribe: «No hay por tanto oposición en
mi pensamiento entre materialismo y una disciplina del espíritu platónica» (CG 13).
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da, mente, alma, espíritu o voluntad. Son nociones que utiliza a veces
como sinónimas en el sentido de nombrar las funciones intelectuales hu-
manas y, a veces, para establecer contraposiciones fundamentales en su
sistema, como la alternativa hombre natural/hombre espiritual. La cues-
tión de fondo es la relación cuerpo-mente, respecto a la cual Santayana
mantiene posturas cercanas al epifenomenalismo. Resultan importantes
dos flancos críticos, uno respecto al tratamiento moderno del espíritu
como conciencia, otro respecto a la doctrina tradicional cristiana. A la
filosofía moderna le critica olvidarse de elementos importantes del es-
píritu tradicionalmente recogidos bajo su concepto. A la interpretación
cristiana del alma como espíritu sin cuerpo le critica que olvida las nece-
sarias raíces naturales de la elevación espiritual. Su intención es volver al
uso aristotélico de los términos, que recupere su sentido naturalista y los
despoje de añadidos antropocéntricos.
Por esto utiliza el neologismo psique, un término que cobra protago-
nismo a partir de Soliloquios en Inglaterra como alternativa a conciencia
o alma, demasiado cargados de connotaciones psicologistas y espiritua-
listas. Santayana parte del sentido griego de «soplo que da vida» e incluye
las funciones vegetativas, sensitivas y parte de las funciones intelectivas
de la clasificación de Aristóteles21. Así la psique es el sistema que late bajo
la experiencia humana haciéndola posible, pero del que el hombre no
es consciente porque es lo que le permite mirar a su alrededor, lo que
le empuja hacia fuera, no hacia sí mismo. Es el orden natural necesario
para el discurso mental humano, el que explica que el hombre disponga
de perspectivas y distinciones morales. Es el hábito complejo de cada ser
viviente, compuesto de múltiples «subhábitos» materiales, transmisible
materialmente como semilla, que forma el cuerpo y la mente humana.
Sin esa base natural no habría razón para dar la bienvenida o deplorar
nada del mundo. Las interrupciones y renovaciones de los recuerdos y
experiencias no tienen su causa última en ellas mismas, como piensa el
idealista, sino que proceden del cuerpo. El dolor o el placer, por ejem-
plo, expresan desacuerdo o acuerdo del sistema nervioso respecto a los
eventos del mundo o del cuerpo. Como forma del cuerpo que es, la psi-
que se puede estudiar desde fuera, desde la física o desde la biología, es
decir, desde el naciente conductismo, al que Santayana alude siempre de
forma positiva. Vista desde dentro, su actividad consiste en seleccionar y
distinguir lo bueno de lo malo, el amigo del enemigo:
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3. ATEÍSMO ESPIRITUAL
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al negar que Dios como espíritu exista. Dios como fuente de necesidad
ontológica, tal como lo entienden tantos pensadores, es una contradic-
ción. Si Dios existiera, si tuviera fuerza y poder sobre el mundo, sería
parte del mundo. De este modo, aunque estuviera situado sobre-la-natu-
raleza, Dios se vería contagiado por la contingencia de la existencia, por
lo que perdería la función ontológica que le es atribuida.
El principio que vertebra este planteamiento es: «Dios es una crea-
ción del hombre». Una afirmación que va más allá de la alternativa entre
afirmar la existencia de Dios, negarla o ponerla en duda. Para el teísmo,
ateísmo y agnosticismo decimonónicos la cuestión de la existencia de
Dios es fundamental, para Santayana no lo es en absoluto. El principio
no establece exactamente que Dios no exista, aunque tampoco afirma su
existencia. El abismo ontológico que Santayana establece entre esencia
y existencia a nivel teórico quizá tenga su raíz en el descubrimiento per
sonal de que la idea de Dios no tiene como referente a un ser existente,
creador y omnipotente, sino que es fruto de la imaginación humana. No
puede estar de acuerdo por tanto ni con la tradición sobrenaturalista
bostoniana, ni con las ideas de su hermana Susana, católica creyente que
llegó a ingresar en una orden religiosa. Si Dios es una idea o concepto
inventado por el hombre, no se puede esperar ni temer nada de él,
pierde sentido rezarle con la pretensión de conseguir algo a cambio. Por
otro lado, no se dice exactamente que Dios no exista, que sea mentira y
que haya que acabar con todo lo que le rodea. El ateísmo santayaniano
no es el positivista que afirma la no existencia de Dios y la consecuente
superación de la religión. Afirmar la creación humana de la idea de Dios
no implica que se mate a Dios o que sea urgente revolverse contra los
que le han engañado. No hay que desesperar, ni ser pesimistas, es una
desilusión, pero una desilusión tocada por la gracia.
En 1904 Santayana le escribía a su amigo Benjamin Fuller:
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de la existencia y plasmar el ideal puro. Por eso es ideal y por eso tiene
fuerza, mueve porque es natural, pero lanza al hombre hacia arriba, a lo
puro, perfecto y armonioso.
Éste es el Santayana-hombre que viaja cargado con ese hecho vivido
de manera tan peculiar, obligado a mantener un difícil equilibrio entre el
positivismo y la tradición protestante-católica. Y es una situación com-
pleja: ni practica la religión como los creyentes, ni deja de disfrutar con
lo que la rodea, a diferencia de los positivistas; ni eliminaría la religión, ni
permitiría que dominara la cultura. Su educación religiosa fue, sin duda,
determinante. Sus padres no eran creyentes, sino deístas de tradición ilus-
trada. Por esto asoció desde temprana edad ciertos aspectos de la religión
con la superstición y con intereses demasiado mundanos. Su padre, por
ejemplo, le escribe el 17 de diciembre de 1884:
Porque no puedo pasar por que se diga que la religión hace a los hombres
mejores o más felices, creo todo lo contrario, que la religión erigida en
sistema social hará a los hombres peores y más infelices de lo que lo son
por naturaleza. Abundan los ejemplos y las pruebas en favor de esta opi-
nión, no sólo en España, que es en este respecto el país más desgraciado
de Europa, sino en todo el mundo22.
Mi madre, como su padre antes que ella, era deísta: ella estaba segura de
que había un Dios porque, ¿quién más podría haber hecho el mundo?
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23. Este talante diferente quizás explique que, a pesar de intercambiarse algunos li-
bros, no cuajara la relación entre Santayana y Unamuno (Alonso Gamo, 1966, 236-237).
Llegaron a coincidir casualmente en Salamanca en el último verano que Santayana pasó en
España, en 1930, cuando Unamuno acaba de volver del exilio, pero Santayana, discreto, no
se dio a conocer (Irazusta, 1954, 80).
24. Russell 1956, 91.
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losofía es preguntarle qué piensa sobre la muerte (VD 100). Sirvan dos
ejemplos: el libro de Josiah Royce La concepción de la inmortalidad
(1904), donde no pone en cuestión la inmortalidad como tal, sino que
se plantea qué concepción de ella permite compatibilizar la conserva-
ción de la personalidad individual dentro de la unidad del todo y el
libro de Goldsworthy L. Dickinson, amigo y compañero de Santayana
en sus paseos por Cambridge, ¿Es deseable la inmortalidad? (1909),
en cuya recensión, aparecida en The Journal of Philosophy (FAVE 365-
370), Santayana responde que la inmortalidad, entendida como prolon-
gación de la vida personal y corporal en otro tiempo, no es deseable. La
existencia de una vida futura no es cuestión de creencia religiosa, a su
juicio, sino de investigación científica de los fenómenos paranormales
en que se basa y no tiene relevancia espiritual puesto que sería un pro-
ceso natural, aunque prodigioso25. La muerte no es triste, sino que es el
fin natural de todas las cosas puesto que son esencialmente transitorias.
Imaginar por tanto una vida duradera que atraviese la muerte es una ilu-
sión sentimental basada en proyectar lo que se siente cuando algún im-
pulso queda insatisfecho sobre la vida en su conjunto, cuando ésta, si se
ha vivido intensa y armoniosamente, acaba placenteramente (CPFC 90).
Lo interesante es investigar las raíces naturales del deseo de inmor-
talidad y ahí topa Santayana de nuevo con el instinto animal, que lleva
a desear compulsivamente que la vida no acabe nunca y a imaginar la
permanencia del yo. Se suele olvidar que si el cuerpo resucitara o fue-
ra recreado perdería la identidad psicológica, de modo que la psique
no conseguiría la perpetuación del yo deseada (RS 738). Es el instinto
animal el que crea un mundo donde se satisfagan los deseos no rea-
lizados en éste, tal como hacen judíos y musulmanes, el que desea el
establecimiento de premios y castigos más allá de los que la conducta
humana encuentra en este mundo. La mirada de Santayana detecta bajo
el instinto animal el orgullo, por lo que el deseo de inmortalidad carece
de relevancia espiritual (VRa 283). En particular, la consideración kan-
tiana de la inmortalidad como postulado de la razón práctica le parece
demasiado optimista porque confía en que el requisito de la moral ra-
cional debe ser realizado en la experiencia. Respecto a la reproducción
como forma de ser inmortales en los herederos, Santayana considera
que, aun siendo interesante como ideal moral puesto que propone ven-
cer a la muerte personal de un modo noble y no egoísta, no evita el mal
radical de la muerte y acaba siendo insatisfactoria.
Hay únicamente una puerta abierta a la inmortalidad coherente con
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La aprehensión, que tan cerca está de hacer del hombre un dios, le hace,
en un sentido, inmortal; vivifica sus contados momentos con una visión
de lo que nunca muere, la verdad de esos momentos y sus valores ina-
lienables (VRa 292).
Son las esencias las que son inmortales, de modo que cada hombre
se hace inmortal cuando las contempla, aunque sólo se pueden contem-
plar en ciertos momentos espirituales, tan contingentes como la materia
en su conjunto:
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La negación de que las cosas existan tal como son conocidas por
el hombre, vendría a confirmar la tesis fundamental de Escepticismo y
fe animal de que «nada dado existe» (EFA 52). El mundo externo, tal
como se aparece al hombre, es una ilusión. La fe animal, en tanto que
empuja al hombre a tomar la ilusión por realidad, está equivocada, por
tanto hay que ponerla en suspenso.
El centro de formación de Santayana fue, con todo, la Universidad
de Harvard, donde destacaba la figura de William James, receptor de
las cartas que el joven Santayana escribía desde Alemania, y al que de-
dica numerosas páginas de su obra. En ellas distingue entre el James de
Principios de psicología, del que se siente, todavía en 1930, su discípulo
(CG 16-17), y el James de Pragmatismo, al que critica por convertir la
psicología en cosmología (CO 64s.). Santayana recuerda su asistencia al
seminario en que James leyó el manuscrito de Principios de psicología
capítulo por capítulo y califica al libro de genial (PL 389), especialmente
su descripción de la realidad como radicalmente contingente y arbitra-
ria. La conferencia dada ante la Asociación filosófica de la Universidad
de California en Berkeley en 1911 fue el enclave elegido por Santaya-
na para, bien alejado de Boston, hacer público su distanciamiento de
James. Le critica: 1) confundir la esencia específica de la verdad con
la cuestión de las fuerzas vitales que la verdad expresa; 2) exagerar las
críticas al intelectualismo hasta infravalorar el componente ocioso de la
razón, y 3) concebir la naturaleza en términos psicológicos (VD 207s.).
Ante esta situación, Santayana toma la decisión que particulariza su
filosofía: volver la mirada a los griegos como punto de apoyo desde
el que situarse al margen de su época. De forma gráfica simboliza esta
situación en Diálogos en el limbo, obra en la que da a conocer lo esen-
cial de su filosofía, al presentarse como el Extranjero que dialoga en el
limbo con Demócrito, Alcibíades, Aristipo de Cirene, Dioniso el Joven,
Sócrates y Avicena.
Del Sócrates y del Platón históricos acepta el descubrimiento del
ideal, aunque considera que no le hicieron justicia, porque Sócrates
acabó identificándolo con lo útil y Platón creyó necesaria la ayuda de
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Que el bien y el mal son relativos a las naturalezas de los animales, irre-
versibles en esa relación, pero indiferentes a la marcha de los sucesos
cósmicos, puesto que la fuerza del universo excede infinitamente la fuerza
de cada una de sus partes34 (GC 10).
33. La cita en que Lucrecio niega que los órganos del cuerpo humano nazcan con un
fin {De rerum natura, IV, 834-835) es utilizada por Santayana en dos ocasiones con veinte
años de diferencia: una en Tres poetas filósofos y otra como encabezamiento de El reino
de la materia.
34. Cf. la siguiente cita: «Representar a Dios como no-moral, tal como hace Spinoza,
puede parecer una extraña inversión de la concepción de los Profetas de Dios como poder
que conduce a la rectitud; pero lo que conduce a la rectitud, las condiciones de una vida
exitosa, no tienen por qué ser morales en sentido personal» (IES xix).
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38. Para Santayana esta expresión resulta inapropiada para un filósofo que ha dis-
tinguido las cosas de los datos de los sentidos. Lo único que las esencias permiten decir es
«así son» (OFLM 89).
39. El contexto de la cita puede verse en Russell 1918, 167.
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términos por los cuales es indicado ese objeto (que son las esencias) ni
es la experiencia mental (que es un evento, un momento de la atención
viviente) en la cual tanto el objeto como el término son examinados»
(OFLM 96). Russell utiliza también ambiguamente el verbo inglés are,
aprovechando la no distinción entre ser y estar, para aludir tanto al ser
lógico, inmutable e inmaterial propio de las esencias como a la exis-
tencia particular, transitoria y física. Por eso cuando Russell describe el
mundo físico puede hacerlo de seis dimensiones, incluir las quimeras
de la imaginación o hacer depender el pasado del futuro. Lo que tiene
en mente realmente es el ámbito de la esencia, no el ámbito de la exis-
tencia.
La tercera moda filosófica con la que choca Santayana es el impara-
ble bergsonismo que llenó varias décadas de la filosofía francesa y euro-
pea. Una vez desvelada su relación con la tradición gentil y establecida
su distancia con el pensamiento británico emergente, no rehúsa marcar
diferencias con el nuevo paradigma francés. Únicamente un pensador
tan dado a los viajes, no sólo geográficos, sino también filosóficos, podía
medir sus armas en campos tan distantes entre sí. Henri Bergson, aun
que se presenta como superador del dualismo materialismo/idealismo,
es calificado por Santayana como idealista emparentado con Bradley.
Con todo, reconoce que es, en 1913, cuando ya ha publicado Materia
y memoria (1896) y Evolución creadora (1907), el filósofo viviente con
más proyección tanto por su nuevo punto de vista como por su ele-
gante estilo. Heredero del esplritualismo intimista y del evolucionismo
espiritualista, Bergson intenta pensar desde los últimos descubnmien
tos de la ciencia sin dejar de ser religioso y místico. A Santayana, sin
embargo, le parece que teme las inmensidades no-humanas que estudia
la ciencia, especialmente las matemáticas, por eso se siente incómodo,
al contrario que Russell, ante la eternidad y necesidad de los números,
por eso prefiere lo inmediato, lo cálido, lo cercano al corazón humano.
Tampoco le es afín la razón, prefiere desintegrar la inteligencia a favor
de la experiencia inmediata. Santayana, por su parte, gran enemigo del
endiosamiento de la razón, no puede estar de acuerdo tampoco con su
anulación.
Otras aportaciones, como la duración y el élan vital, le parecen
más aceptables, pero si se limita su ámbito de aplicación. Pertenecen a
la psicología literaria, no pueden presentarse como metafísica ni como
cosmología. Bergson hace poesía, no ciencia, comienza a pensar cuando
la ciencia calla. Para él los hechos originales son las pasiones humanas,
sin preguntarse por las fuerzas materiales que los originan. Por eso juzga
el universo desde el hombre. Se aprovecha de que sus lectores son tam-
bién hombres, por eso ignorantes, a los que les puede parecer plausible
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La típica falacia del filósofo, a sus ojos [de Dewey], ha sido el hábito
de hipostasiar las conclusiones a que la reflexión pueda llegar y de
presentarlas como siendo realidades previas: la falacia del dogmatismo.
[...] Sería diáfana idolatría considerarlas como realidades o poderes más
fundamentados que obvios objetos. [...] Hay aquí un golpe rudo dado
a cualquier forma de dogma: Dios, materia, ideas platónicas, espíritus
activos y lógica creativa parecen tambalearse en sus tronos (OS, 162).
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haCÍ
póreVsto'llamó la atención que en 1951 Max H. Fisch editara una
selección de textos con el provocativo título Filósofos clasicos amenca
nos donde establecía el canon de la filosofía estadounidense e incluyera
a Charles S. Peirce, William James, Josiah Royce, George Santayana,
John Dewey y Alfred N. Whitehead. Un elenco donde la figuraMe San-
tayana era la más incómoda48. Como el mismo estudio de Fisch de,a al
descubierto, tanto la figura de Santayana como sus posiciones intelec-
tuales le alejan más que le acercan al resto de los integrantes, especia
mente respecto a Dewey. Baste pensar que Santayana no era m medico
ni psicólogo experimental, sino poeta; que mantiene nociones filoso -
cas desechadas por Dewey —sustancia, verdad, contemplación de esen-
cias— mientras rechaza la confianza en el futuro y olvida desarrollar
alguna teoría de los signos o alguna lógica de la investigación científica
En el fondo discrepan en la concepción misma de la filosofía, entendida
por Dewey como actividad cooperativa de servicio a la sociedad y a la
ciencia, mientras que para Santayana la filosofía abre el camino perso-
nal a la libertad y la felicidad. ... i
Más recientemente, Henry S. Levinson considera interesante la
especial posición de Santayana dentro de la filosofía norteamericana
porque puede ayudar a rescatar el elemento espiritual dentro del prag-
matismo, dejado tradicionalmente de lado por la influencia del reduc-
cionismo positivista. Aunque no olvida destacar las diferencias entre
Santayana y Dewey. Mientras que Dewey, a su juicio, se muestra como
un moralista que diluye la religión tradicional, Santayana pasa a primer
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LA FILOSOFÍA COMO FORMA DE VIDA
49. Las diferencias entre Santayana y Dewey han sido aludidas permanentemente
en la bibliografía: Arnett 1968, 104-107, 138-140; Rorty 1976; Stuhr 1976. Ha sido
también el tema central de la reunión de la Santayana Society en 2002 con parecidas
conclusiones. Cf. Shook 2003, 7, y Rubín 2003, 8.
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Capítulo II
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En una palabra, «o hay ningún camino que baje del cielo a la nena,
del Ser a la existencia. La existencia puede existir, y pue e ser p
lada, sólo desde el punto de vista de la parte. Lo eterno no esta justo
más allá del parque de casa [...] Igual ocurre con la Pro>'ecc'°r' ““
jerarquía ontológica, que marca etapas de emancipación espiritual, en
un mundo natural, o cuando ocupa su lugar. La fábula es transparen e
La supremacía de las cosas eternas es moral y lógica no causal, y seria
imposible pasar genéticamente de. Ser puro y sus modos (mduso s. son
hipostasiados en sustancias eternas) a las cosas contingentes, mudables
y existentes (OT 123).
—actuality— porque Santayana anuncia una ontología de la intuición —de la luz del
pensamiento, del espíritu— en la que destaca el estar presente como modo de existencia.
Por ello actualidad es un tecnicismo en su vocabulario.
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3¡s=£r^=^
tamente ambas cosas son, pero «azul» es una esencia y la flor
evidencia «Azul» es, mientras que la flor esta.
Los supuestos ep.stemológicos de esta cuestión aparecieron en ^
artículo «Conocimiento literal y conocimiento simbólico», pubh«do
en 1918 en The Journal of Philosophy, donde Santayana ptantea
se
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La duda que motivó este comentario era qué tipo de profesión ele-
gir para el futuro. A la altura de sus 23 años, Santayana considera que el
oficio de artista o el de profesor tiene el riesgo de convertir al hombre
en lunático porque lo vincula profesionalmente a un ámbito no existen-
te, que pide en todo caso la libertad del ocioso, nunca una dedicación
laboriosa. El peligro es materializar las ideas solo imaginadas o so o
PCn
Chicuenta y cinco años más tarde, le escribe a Nancy S. Toy^co-
mentándole lo mal que se sentía interpretado por los discípulos de Jo
Dewey:
Un hombre que cree que los conceptos pueden ocupar el lugar de las
cosas, y que al definir los conceptos capta verdaderamente las cosas es,
para ser franco, un loco (C 346).
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CONOCIMIENTO Y REALIDAD
opinión. De ahí surgen las erróneas críticas a la naturaleza por los ho-
rrores y conflictos que produce. La naturaleza, sin embargo, según De-
mócrito-Santayana, sigue su curso por debajo de las valoraciones mora-
les humanas, ajena a las proyecciones subjetivas. Santayana hace que la
anciana corte la cabeza del niño porque el error que enuncia Autologos
es un error radical: «La ilusión principal y más duradera de la mente
es la ilusión de su propia importancia» (DL 44). Que el discurso-razón
tenga el fundamento en sí mismo, es más, que sea el fundamento desde
el cual dar órdenes o desde el cual juzgar a la naturaleza es una ilusión
que hay que cortar de raíz cuando aún se puede, cuando la ilusión es
joven. El destino de Autologos no puede ser otro que la muerte. Si se
deja crecer, el fin no es menos trágico, sólo que tarda más en manifes-
tarse, tal como le ocurre a Oliver Alden, el protagonista de El último
puritano, cuyo destino es también una accidental muerte temprana.
«Locura normal» adopta un tono de confesión personal en el últi-
mo momento. Demócrito-Santayana afirma que él sabe bien hasta qué
punto afecta descubrir que la belleza no es un hecho, sino una ilusión,
que conoce bien «el shock que produce a la inocencia el descubrir que
la belleza es insustancial» (DL 55-56). Este descubrimiento tiene su con-
trapartida lógica porque también los dolores y las alegrías cambian de
ámbito: son sueños en vigilia, extraños para una mente cuerda que al-
canza la sabiduría. Para esta sabiduría hay que ser más valiente que para
aceptar simplemente la muerte porque, una vez que cae el velo de la
ilusión, quedamos
[...] paseando muertos entre los vivos, sin saber lo que parece que sabe-
mos, sin amar lo que parece que amamos, sino previamente transportados
a un paraíso invisible donde ninguna de estas cosas existe, sino sólo un
compañero que, sonriente y silencioso, permanece a nuestro lado día y
noche y mueve la cabeza gentilmente ordenándonos decir no, no a todas
nuestras locuras (DL 57)5.
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2. UN SISTEMA DE FILOSOFÍA
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Se oye decir que una palabra no es más que un flatus vocis, que una casa
no es nada más que ladrillo y mortero, que una mente no es nada mas
que un conjunto de percepciones, [...] pero la expresión «nada mas que»
al excluir todos los demás elementos, convierte una observación avispada
en un error innoble (OS 158).
3. ESCEPTICISMO Y FE ANIMAL
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Escepticismo y fe animal, pero su posibilidad, incluso su contenido, eran claros para San-
tayana desde la época de su tesis doctoral: «El primer y más absoluto tipo de unidad es la
unidad de la conciencia, la unidad del momento presente. Es una unidad real porque no
hay nada dado que no esté dado dentro de ella, envuelto e incluido en ella. No podemos
tener nunca al mundo presente ante nosotros de ningún modo salvo en un pensamiento
o sentimiento actual» (L 211).
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10. El limbo es un lugar que le permite a Santayana estar más allá o más acá de la
división platónico-cristiana del mundo. Su admirado Dante sitúa el limbo en el primer cír-
culo del infierno —cf. Divina Comedia, canto IV— habitado por los pensadores paganos
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14. Se podría forzar este enfoque y relacionar el clasismo del xix con el culto al
origen, en este caso de los individuos, y el igualitarismo del siglo xx con el poner entre
paréntesis las diferencias sociales. Del reino de las esencias dice, por cierto, Santayana
que constituye una democracia perfecta, a la que se acercan, en música por ejemplo, el
atonalismo, el serialismo y la música aleatoria.
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ié L“rolém.cásXmás relevantes que escapan del hilo conductor de este libro son:
1) cómo interpreta Santayana lo que otros filósofos afirman sobre su tema de medita
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repetitivas. Por eso creo que la estrategia interpretativa debe ser aclarar
estos pasajes desde aquellos que son claros porque a veces, con su habi-
tual costumbre de hablar simultáneamente desde varios puntos de vista,
Santayana no está describiendo las esencias desde ellas mismas, sino
desde el uso que de ellas hace la psique, auténtica mistificadora del rei-
no de la esencia. El hilo de Ariadna que permite salir de este laberinto es
el cambio que sufre la atención cuando pasa de ser dirigida por la psique
a ser dirigida por el espíritu, cuando es empujada por la pasión hacia la
acción y la consecución de ciertos fines, y cuando no se conforma con
esos objetivos y busca la inmediatez y la desnuda inocencia de las cosas,
de las palabras y de las ideas. Éste es el cambio de atención que Santa-
yana está tan interesado en destacar porque hace que la psique se eleve
por encima de sí misma y surja el espíritu, que contempla las esencias
como tales. En tanto que lleva consigo una disciplina intelectual, es el
camino hacia la vida espiritual17.
El reino de la esencia, por su parte, no es cada esencia individual,
es una categoría nueva, un tema de meditación, más que el objeto de la
intuición. Es una reflexión en la que el pensamiento alcanza perspectivas
ahumanas y espirituales al colocar cualquier esencia, desde un color a una
teoría científica o una visión filosófica, sobre el trasfondo de la idea de
lo eterno, impasible, inexistente, muerto. Por esto está tan presente en la
obra santayaniana la posibilidad de suspender la acción, de trascender las
limitaciones humanas, de cancelar las perspectivas privadas, de superar
el miedo, de neutralizar la voluntad, etc., como camino hacia el trance:
favorito: el Ser Puro; 2) en qué sentido puede una esencia ser compleja siendo indivisible
unidad; 3) si una esencia lleva necesaria o lógicamente a otra; 4) qué relación guardan las
esencias con las palabras; 5) en qué sentido se puede decir que las esencias están en otros
ámbitos: la psique o la materia; 6) en qué sentido todas las esencias son primarias.
17. Cuando Santayana se entera de que su sobrino George Sturgis es un gran jugador
de ajedrez, intenta ilustrar la esencia a partir del ajedrez de este modo: «El ajedrez es una
lucha: pero supongamos que eliminamos el móvil de la vanidad o del deseo de ganar [...]
y supongamos que eliminamos también cualquier interés partidario en que gane un bando
u otro, incluso si se es un simple espectador. Mi pregunta entonces es: ¿qué parte de la
fascinación del ajedrez procede de la excitación de conseguir un propósito a pesar de la
oposición: una indicación de las dificultades de vivir, y qué parte procede del interés en
relaciones formales, como en matemáticas, en los vidrios de colores o en los arabescos? A
éste último interés es al que llamo interés en las esencias: por supuesto el interés mismo,
que podemos sentir, será una forma de vida en nosotros; pero el objeto que nos interesa
no tiene por qué estar vivo» (CGS6 20-21).
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mm
iLas proyecciones y errores categoriales en este ámbito son: 1) To-
mar las apariencias de las cosas por las cosas mismas, es decir, confun-
dir las esencias en la psique con las esencias en las cosas; por ejemp o,
cuando los científicos creen que las teorías científicas revelan la esencia
del mundo. 2) Imputar identidad o simplicidad a las esencias cuan o
sus diferencias o su complejidad son irrelevantes para el discurso por
ejemplo entre «Ser» y «Uno»—, y viceversa, imputarles vaguedad si el
lenguaje o la intuición no consiguen captar la claridad que les es cons-
titutiva. 3) Relacionar lógicamente unas esencias con otras, cuando son
interindependientes; la lógica o la aritmética no son puras puesto que
se basan en observaciones de la existencia o en necesidades del discurso,
nunca en las implicaciones de las esencias mismas. 4) Aplicar al análi-
sis de las esencias el método genético propio de las cosas, cuando las
esencias no se explican por los elementos mínimos de que constan; por
ejemplo, pretender que la historia de la cultura descubre relaciones ló-
gicas entre los distintos sistemas que han ido apareciendo, cuan o so o
rastrea la secuencia histórica contingente a partir de la cual construye
vínculos lógicos.
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«ahora mismo», «entonces», «aún no», «pronto», «demasiado tarde», «hace tiempo
«siempre» y «nunca».
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Pero la liberación que llega a través de la verdad llega a través del su-
frimiento: es la redención por la cruz. Cuanto mas inhumana se hace la
verdad, cuanto más deprimente o cruel, tanto mayor es la autoconquista
implícita en enfrentarla, en rechazar falsas esperanzas y en reafirmarnos
inconquistablemente en nuestra insignificancia (RS 523)- .
21. «Un filósofo que ha descubierto sus principios por él mismo los puede llevar con
gracia; pero uno que los ha adoptado de otros puede fácilmente convertirse en fanático.
Nada injuria más a un hombre que ser contradicho en las opiniones que ha aprendido
con dedicación, aceptadas en base a una alta autoridad y convertidas en el centro de sus
Densamientos» (RS 462). . .
22 La cruz, como símbolo de Cristo y del cristianismo, está presente en el imagina-
rio santayaniano al menos desde la época de la Gran Guerra. Véase el soliloquio «Sepul-
cros de guerra», una meditación sobre el valor espiritual de la renunciación donde puede
leerse: «De modo que vivir a la sombra de la muerte y la cruz supone difundir un gran
nimbo de paz en torno a nuestra pequeñez» (SI 99).
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de El reino del espíritu, una vez aceptada la base material del espíritu.
En este volumen, tan importante para comprender su sistema com-
pleto, se pueden oír claramente varias voces con las que Santayana juega
de forma simultánea siguiendo su costumbre. La reacción de uno de sus
primeros lectores no pudo ser más sintomática:
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24. «La diferencia entre yo mismo como un centro trascendental del espíritu y yo
mismo como un hecho del mundo es, en un sentido, insalvable, pero no porque sean dos
hechos yuxtapuestos en el mismo ámbito de forma incongruente o milagros, sino porque
son realizaciones del mismo hecho en dos ámbitos del ser incomparables. Hay solo un
hecho» (RS 564). Cf. DP 55-56. . ,
25. Henny Wenkart insiste en el uso irónico del término idealista spint por parte de
Santayana (Wenkart 1972, 174, 181, 183). Ignacio Izuzquiza destaca el sentido simbólico
del término (Izuzquiza 1989, p. 131).
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atrapar la existencia; cuando, por otra parte, son los hechos los que son
calificados de vagos, en el sentido de que son copias imperfectas de las
esencias, también se incurre en error porque los hechos desde sí mismos
son como son, sería imposible que fueran vagos en sí mismos; es una
atribución cuya fuente está en la relación esencias-objetos, no en cada
uno de los polos relacionados, que son perfectamente independizables
el uno del otro y nítidos desde sí mismos; Santayana no niega la legi-
timidad de estudiar la relación esencia-objeto como tal relación, sólo
proclama precaución para no intoxicar unas cuestiones con respuestas
que son válidas, pero para otras preguntas (EFA 94; RS 124).
Otro problema clásico abordado fue el del finalismo. Como se ha
visto en el capítulo primero, Santayana mostró siempre afinidad por los
planteamientos de Lucrecio y Spinoza, en el sentido de entender que
es el hombre el que atribuye intención a los hechos en función de las
experiencias propias. Cuando establece de forma definitiva su posición,
distingue dos niveles en este problema. Por un lado, la adaptación real
de las cosas entre sí y con el mundo, porque sin esa adaptación no ha-
bría nada. Es más, la teleología en este sentido es un hecho prevalente
en la naturaleza. Cualquier cosa puede surgir sólo encontrando su lugar
donde otras cosas le hacen sitio, en caso contrario ni siquiera se estaría
hablando de ese suceso. En cierto modo es una afirmación casi tauto-
lógica. Por otro lado, la tesis que sostiene, malinterpretando el hecho
anterior, que las cosas ocurren buscando ese ajuste de forma necesaria,
que la adaptación como tal es la causa de la cooperación en la natura-
leza. Es la psique la que proyecta sobre la naturaleza la forma de actuar
que encuentra en sí misma como hombre y pretende que la naturaleza
también tenga intenciones y busque el bien. Lo cierto no es que la in-
tención dirija el mundo para que todo encaje, sino que el mundo mueve
la intención y por eso ajusta de manera aproximada, sin poder evitar los
errores o las catástrofes, asegurando sólo la perdurabilidad hasta el pre-
sente. Sin negar la teleología presente en el mundo, Santayana rechaza
que el Bien presida el movimiento de la naturaleza o guíe su desarrollo.
Además, a pesar de la mayúscula, el bien que suelen hacer rector de
la naturaleza los moralistas no es otro que el bien propio del hombre,
incluyendo la propia aparición del hombre sobre la Tierra, que es visto
como el fin último de la evolución, con lo que es una forma de egotis-
mo. Detrás del establecimiento de las causas finales late, por tanto, la
arriesgada afirmación de la importancia del hombre, de la centralidad
del yo. Algo defendible en todo caso desde la poesía o la filosofía, pero
no, como se pretende, desde la ciencia natural (RS 310-327).
No menos clásico es el problema del mal, reiteradamente plantea-
do en el Departamento de Filosofía de Harvard. Las discrepancias con
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que existe de forma más evidente que el mundo. Cuando un fino psicó-
logo se observa a sí mismo sin ideas preconcebidas, cada momento del
yo recupera su voz independiente.
Seguramente este planteamiento está basado en experiencias de au-
toanálisis del propio Santayana, mostrando la íntima relación entre el
autor y su obra. Por tanto, si tuviera que escribir una novela, nada tiene
de extraño que utilizara, como materiales para construir sus personajes,
experiencias, emociones e ideas propias a modo de fragmentos. Como
los elementos resultantes de la disolución de su propio yo tienen en-
tidad propia, pueden ser combinados con elementos procedentes de
otros orígenes y dar lugar a unidades complejas centradas en sí mis-
mas donde establezcan nuevas relaciones. Carece de sentido por tanto
investigar qué elementos proceden de Santayana, cuáles proceden de
experiencias de sus amigos y cuáles de vivencias imaginadas o leídas.
No otro es el método compositivo de El último puritano. Una memoria
en forma de novela, su exitosa novela. Y si Santayana hubiera decidido
escribir su autobiografía, género que tiene al yo como centro, no podría
llamarse de otra manera que Personas y lugares. Título donde destaca
tanto el carácter genérico y distanciado de los términos, que no aluden
al propio yo, como la elección de la coordinación entre ambos, en lugar
de la subordinación, porque las memorias recogen hechos contingentes
que se suceden sin orden de prelación y podrían ser organizados de otro
modo, así como el número plural que señala la diversidad de personas
y lugares recogidos en la memorias, sin caracterización especial, sin an-
claje definido. Cada persona y cada lugar adquieren así una nueva luz,
son presentados centrados en sí mismos, aislables, sin ser llamados por
otros ni llamando a otros, sin tragedia ni comedia, en flujo, sin más.
El subtítulo no podría ser otro que Fragmentos de autobiografía, que
recoge una forma de ver el mundo y de estar en él propia de quien ha
atravesado y se ha visto atravesado por los difíciles avatares que jalona-
ron su vida.
De hecho, su vida y su obra están presididas por la idea de fragmen-
to. Los instantes espirituales son puntuales e independizables, como ra-
ciones individuales de éxtasis. Cada momento puede sugerir una idea,
que él anotaba en el cuaderno de notas que llevaba siempre consigo
para dar forma posteriormente a cierta inspiración. Frecuentemente
acababan convirtiéndose en pequeños artículos publicados de forma se-
parada. Soliloquios en Inglaterra es un libro compuesto de esta forma.
Dominaciones y potestades también, con la diferencia de que los capí-
tulos no fueron publicados con anterioridad. Si la inspiración era más
consistente, podía dar lugar a un artículo más elaborado o a material
para las clases o para conferencias. Varias colecciones de estos mate-
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Capítulo III
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3. DOMINACIONES Y POTESTADES
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aP
10. «Las debilidades [de la estructura] proceden de la forzada imposición de orden a
una masa de material escrito a lo largo de mucho tiempo. Aunque las tres grandes seccio-
nes, o libros, son lógicas y justas así como sus títulos —los órdenes generativo,^ militan e
y racional de la sociedad—, partes de cada parte son intercambiables los tres ordenes se
mezclan y confunden en ocasiones, y la apariencia de orden en la tabla de contenidos es
engañosa» (McCormick 1987, 486).
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No menciono por tanto a las Virtudes en el título de este libro, que trata
de política y no, salvo indirectamente, del conjunto de la filosofía de la
vida y del espíritu. Pero, aunque no llegue a mencionar con frecuencia
las Virtudes últimas o fundamentales, espero que el lector pueda sentirlas
flotando siempre silenciosamente sobre sus páginas (DP 3).
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11. Es curioso el comentario de Alvaro d’Ors cuando recensiona esta parte de Do-
minaciones y Potestades: «Ésta es una idea ya muy prodigada en los pueblos que estamos
de vuelta de la democracia» (D’Ors 1952, 395).
12. El contexto de la definición de libertad como «gobierno del pueblo, por el pue-
blo y para el pueblo» resulta revelador porque ilustra la mezcla de romanticismo y reli-
giosidad que coloreaba la forma de ver el mundo de Lincoln: «[...] que de estos honrosos
muertos recibimos nosotros una devoción acrecentada por la causa por la que ellos dieron
hasta la última gota de devoción; que nosotros resolvemos aquí solemnemente que estos
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muertos no habrán muerto en vano; que esta nación, protegida por Dios, presenciará un
nuevo nacimiento de la libertad [freedom]-, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo,
para el pueblo no perecerá en la tierra».
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Al sugerir tal división del trabajo, orden donde las condiciones son co-
nocidas, libertad donde la imaginación construye sus propias leyes, estoy
lejos de esperar que tal división se lleve a cabo realmente; ni imagino, si
por casualidad las mil fuerzas en juego llegaran alguna vez a ese acuer-
do, que durara mucho. La razón misma es un método de pensamiento
imaginativo. Se insinúa con dificultad incluso en las artes económicas, en
virtud de la regularidad de los procesos naturales, a los que la acción tiene
que adaptarse; pero vive libre y segura únicamente en las construcciones
ideales, matemáticas o poéticas (DP 463).
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Conviene por ello tomar nota de sus reacciones ante los avatares
políticos que jalonaron su vida.
Es significativo que el año de su metanoia, 1893, cuando tiene 30
años y es profesor en Harvard, se viviera una época de pánico, de rei-
vindicaciones agrarias y de depresión industrial y financiera. Esta situa-
ción no se calmó hasta el acceso a la presidencia de Estados Unidos de
William McKinley en 1897. Comenzó entonces un periodo de tran-
quilidad en el que el gobierno fue ocupado por el Big Business, suce-
diéndose las concentraciones industriales que dieron lugar a constantes
subidas de precios. Aumentó la fuerza del movimiento progresista que
pedía reformas como la elección directa de los senadores, la regulación
estricta de los ferrocarriles interestatales, la prohibición de trabajar a
los niños, la protección de las mujeres trabajadoras, el establecimiento
de seguros de accidentes, etc. El asesinato de McKinley en 1901 llevó
a la presidencia a Theodore Roosevelt, un joven político portavoz del
progresismo que activó el Acta Antitrust, vigiló las prácticas económi-
cas, forzó el arbitraje en la huelga de los mineros, puso los ferrocarriles
bajo control nacional, reguló las condiciones sanitarias de los alimentos
y fomentó la explotación del Oeste norteamericano. La gestión de su
sucesor, William H. Taft, estuvo presidida por la incompetencia, por
grandes indecisiones y graves errores.
Los años que Santayana pasó en Cambridge estudiando a Platón,
1895-1897, presenciaron la intensificación de los conflictos entre bri-
tánicos y Boers, que llevaría a la guerra abierta, sobre la cual no se
ponían de acuerdo los liberales, divididos entre los proimperialistas y
los proboers, como Lloyd George. El reinado de la reina Victoria había
dejado atrás la prosperidad que le caracterizó hasta los años setenta y
atravesaba un periodo de tensiones, dudas y pesimismo. Los agriculto-
res, ganaderos e industriales sentían la competencia de los productos
extranjeros mientras bajaba la producción de acero, la producción textil
y la exportación. Las asociaciones obreras de corte socialista crecieron
enormemente entre 1880 y 1900 dando lugar a la fundación del par-
tido laborista en 1893, que acabaría por arrebatar al partido liberal la
condición de segundo gran partido. Aunque en 1906 el partido liberal,
salvando sus diferencias internas, consiguió una gran mayoría en las
elecciones generales, liderado por sir Henry Campbell-Bannerman. El
efecto directo fue un gran programa de legislación social sobre educa-
ción, pensiones y jornada laboral.
Para las elecciones de 1912, el año en que Santayana abandona Esta-
dos Unidos, el panorama no podía ser más confuso en su país adoptivo.
El partido republicano estaba dividido entre el aparato y los conserva-
dores, que apoyaban la nominación de William H. Taft, y las bases y los
145
SANTAYANA FILÓSOFO
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LA URDIMBRE SOCIAL
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SANTAYANA FILÓSOFO
filosofía: «Sin embargo, las desilusiones nos llueven estos días desde to-
dos los frentes, y usted sabe que mi filosofía ha sido siempre que la des-
ilusión es el único fundamento seguro para la felicidad» (C 151-CGS2
233). Desilusión que, a nivel filosófico, viene acompañada de tranquili
dad y felicidad, pero que, a nivel personal, siente como intranquilidad
inevitable, como lucha interna entre la manera en que le gustaría sentir-
se y cómo se siente realmente, como dificultad para reajustarse al nuevo
destino y no estar pendiente cada día de las novedades por la prensa.
Nuevo y duro destino que no es otro que su desafección de Inglaterra y
de la vida de la razón, a la que había dedicado su obra más importante.
La dura realidad de la guerra acaba por infiltrarse en su vida por varios
frentes: en el mundo —con los soldados metidos en las trincheras , en
la mente —por su difícil posición teórica—, en el corazón por la in-
tranquilidad que siente—, y en la familia—por la posición germanófila
de Susana, que le lleva a no querer ir a Ávila para evitar enfrentamien-
tos— (C 152-CGS2 233).
En abril de 1918, tras el fuerte avance alemán en el frente que parecía
decidir la guerra a su favor, Santayana afirma sentirse menos afectado
que los primeros años de la contienda, a pesar del cariz que muestra el
conflicto, porque ha desarrollado una cutícula que le protege del sufri-
miento. Lo sorprendente, por las implicaciones teóricas que tiene para lo
que llamará vida espiritual, es que describe ese estado como propio de la
filosofía y a ésta como la concepción de que todos los propósitos huma-
nos y todas sus ambiciones, todos los placeres y todos los sufrimientos se
neutralizan mutuamente en tanto que producidos sucesivamente por os-
curos poderes. La filosofía es concebida, por tanto, como el refugio desde
el que contemplar, distanciado, si no indiferente, los conflictos sociales,
teóricos y personales (C 164-165-CGS2 315). No es menos relevante
la impresión que recibe de la Revolución bolchevique del año anterior.
La conducta concreta de los bolcheviques le parece escandalosa, pero
considera que los valores que encarnan son correctos porque suponen
hostilidad «hacia cualquier gobierno fundado en la propiedad y el privi-
legio» (C 165-CGS2 315), afirmación donde es difícil no ver una acerba
crítica a los gobiernos de los que tenía experiencia personal. En marzo
de 1919, puede hacer ya una valoración de lo que ha supuesto la guerra:
«la disolución de la edad de lujo y respetabilidad en la que usted [Logan
P. Smith] y yo nacimos»13 (C 174-CGS2 343) y anunciar el surgimiento
13. Destacan aquí dos términos —luxury y respectability—, que recogen el aroma de
una época que Santayana ve acabar, sin sentir tampoco pena. En el prólogo a la edición
de Vientos de doctrina de 1926 utiliza la siguiente imagen: «El confortable mundo liberal
era como un gran árbol con el tronco ya serrado moviéndose ostensiblemente, y nosotros
148
LA URDIMBRE SOCIAL
de una nueva época donde Rusia parece recoger el testigo dejado por
Alemania. De modo que Santayana desarrollará la misma relación ambi-
valente con el nuevo sistema social bolchevique que la que mantenía con
la Alemania bismarckiana.
En enero de 1924, instalado ya en Roma, considera que es un lugar
agradable no sólo por el carácter de la gente y el modo latino de ver el
mundo, no sólo por ser una ciudad privilegiada, ciertamente única, para
viajar ampliamente en el tiempo moviéndose ligeramente en el espacio,
sino porque la atmósfera política es buena, en el sentido de que «se han
desacreditado las farsas anglosajonas y alemanas, entre otras, la farsa del
gobierno representativo» (C 209-CGS3 179)14. De hecho, aunque ini-
ciara su costumbre de pasar los inviernos en Roma en 1920, no es has-
ta 1925 que decide quedarse de forma definitiva y llegar a un acuerdo
con el Hotel Bristol para ocupar un espacio adecuado a su condición de
residente permanente (CGS3 236). Conviene recordar que la Marcha
sobre Roma fue en octubre de 1922, que en abril de 1923 las elecciones
dieron la victoria al Partido Nazionale Fascista y sus aliados, y que, tras la
crisis gubernamental por el asesinato en junio del diputado socialista G.
Mateotti, Mussolini salió reforzado al concentrar todo el poder, limitan-
do la libertad de prensa y suprimiendo el sistema parlamentario liberal.
Paralelamente a estos cambios políticos, relanzó, en el periodo 1924-
1932, las excavaciones que sacaron a la luz partes de los foros de César,
Trajano, Nerva y Augusto, en un intento de buscar referentes históricos
para la nueva Italia. Santayana, que vivió in situ estos descubrimientos,
los tomó gustoso como lugar donde «se explayaba sobre los principios de
la política»15. Posiblemente el encadenamiento de estos sucesos políticos
y culturales es lo que produjo la euforia de Santayana. Euforia que le
reconcilia también con la Iglesia y que le lleva a preferir Europa frente a
Estados Unidos. En esta línea escribe a Benjamin A. G. Fuller en 1926:
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SANTAYANA FILÓSOFO
16. García Martín 1985, 362. La carta está dirigida a Rafael, hijo del primer matri-
monio del marido de Susana, compañero habitual en los paseos campestres de Santayana
en Ávila y participante en el levantamiento contra la república española en 1936. Merece
la pena citar el resto del párrafo, que dice así: «De otra manera se podía haber repetido
en España el desastre de Rusia. Y hubiera sido peor, porque en España hay tradiciones y
costumbres y monumentos muy superiores a los que existían en el imperio de los Zares, y
destrozándolo todo se hubiera perdido mucho más». Hay que recordar que Santayana se
comunicó con su familia abulense siempre en castellano.
17. CGS4 171-172; C 267-CGS4 313; Woodward 1988, 6. Holzberger aborda esta
cuestión en una interesante nota en Holzberger 2001a, liii.
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LA URDIMBRE SOCIAL
18. García Martín 1985, 363. Esta separación teórica y afectiva del país con el que
durante la Gran Guerra se sintió tan identificado llega a su punto culminante al afirmar
que ha dejado de leer periódicos ingleses (CGS5 251, 253; García Martín 1985, 363;
GGS6 93).
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SANTAYANA FILÓSOFO
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LA URDIMBRE SOCIAL
19. No hay que olvidar que aunque la anécdota se refiere a 1898 está escrita mucho
más tarde, seguramente en los años cuarenta, tiempo suficiente para que la memoria haga
su trabajo, ajustando el recuerdo a la interpretación. García Martín destaca, comentando
estas páginas, que Santayana «no muestra ni un sólo rasgo de alteración afectiva frente a
los hechos» (García Martín 1997, 177).
20. Es matizable, por tanto, el acercamiento de Santayana a la generación del 98 que
se puede leer en Zardoya 1952, 1 y Garrigues 1952, 4. Ramón J. Sender llega a afirmar
que Santayana encarna el «tipo» mejor que los demás integrantes de su generación (Sen-
der 1961, 4). En la misma idea insiste José María Alonso Gamo (1966, 56-60).
21. «Manifestaba cierto desasimiento que no era del todo sincero. Aunque sus pa-
dres eran españoles, fue educado en Boston, y enseñó filosofía en Harvard. Se sentía
siempre, sin embargo, un exiliado de España. En la guerra hispano-norteamericana estuvo
apasionadamente al lado de España, lo que quizás no se sea sorprendente, pues su padre
había sido gobernador de Manila. En todo aquello que afectaba a su patriotismo español,
desaparecía su acostumbrado aire de desasimiento» (Russell 1956, 86).
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SANTAYANA FILÓSOFO
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Capítulo IV
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FILOSOFÍA Y NOVELA EN EL ÚLTIMO PURITANO
gran admiración y establece una fuerte relación con su padre, del que
descubre el asesinato que pende sobre su conciencia y la costumbre de
consumir estupefacientes.
La tercera parte, «Primera peregrinación»3, incluye un crucero a
Europa, como modo de alejar a Oliver de la órbita de su madre. Con
Jim, visita Iffley, cerca de Oxford, donde conoce a la familia de éste,
compuesta por su padre, que es el vicario, su madre y su hermana Rose.
Se entera además de que Jim tiene un hijo no reconocido y de las di-
ficultades de su vida en la marina antes de conocer a Peter Alden, por
lo que decide que su deber es ayudarlo, decisión que mantiene incluso
cuando dejan de frecuentarse. También entabla relación, a través de su
padre, con Mario Van de Weyer, de origen italiano, que está estudiando
en Eton. Peter Alden cae enfermo y es cuidado por Oliver. Ante las pre-
siones de su madre, que considera que está perdiendo el tiempo, Oliver
decide volver a Boston en contra de sus deseos. Su padre, desencantado
de su hijo y convencido de la inutilidad de su propia vida, se suicida.
Oliver vuelve a Boston, adonde también irá a estudiar Mario. Ambos
coinciden en Harvard al año siguiente.
La cuarta parte, «En la órbita de casa», abarca la madurez de Oliver.
A partir de los veinte años, ya formado, toma la iniciativa de su propia
vida y decide estudiar filosofía en Harvard, donde conoce al profesor
Santayana. Vive en una austera habitación en el Divinity Hall, tal como
había hecho Ralph W. Emerson, y forma parte del equipo de remo,
con cuyo capitán establece cierta relación de amistad. Mario, mientras
tanto, se dedica a disfrutar frívolamente de la vida incitando a Oliver a
hacer lo mismo. Éste conoce a Edith Van de Weyer, mujer culta y soña-
dora, convencida creyente dedicada a actividades sociales y religiosas a
la que propone, sin fortuna, matrimonio. Intenta, no obstante, mante-
ner la relación, pero no lo consigue porque plantea el amor demasiado
intelectualmente. Poco a poco se va encerrando en sí mismo y en sus
deberes. Entre ellos incluye ayudar a Mario tanto en la elección de las
asignaturas como económicamente. Mario, por su parte, le introduce
en el ambiente juvenil.
La quinta parte, «El último peregrinaje», comienza con la decisión,
tras ser rechazada su propuesta de matrimonio, de iniciar la que será
su segunda y definitiva peregrinación. Viaja con Mario a lo largo del
mundo durante un año sin obtener paz espiritual y se instala en Lon-
dres para dedicarse a sus estudios, abocado a su propia tragedia. En
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SANTAYANA FILÓSOFO
2. REALIDAD Y FICCIÓN
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FILOSOFÍA Y NOVELA EN EL ÚLTIMO PURITANO
La primera etapa hacia la unión con Dios es haber puesto en claro las
propias cuentas con el mundo y con la verdad. Después de eso, la verdad
y la ficción pueden ser admitidas juntas, y la diferencia entre ellas puede
ser ignorada. Aunque esta licencia, que el mundo toma por incompe-
tencia o locura en los hombres espirituales, sería realmente locura o
incompetencia si no estuviera fundada en la salud, en el ajuste al po-
der universal, y en una lealtad hacia la verdad profundamente irónica.
Cuando se presupone una tal salud moral, las perspectivas de la ver-
dad y la ficción pueden ser desarrolladas juntas, sin miedo espiritual
de ninguna, puesto que el ágil espíritu puede digerir ambas (RS 821).
159
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FILOSOFÍA Y NOVELA EN EL ÚLTIMO PURITANO
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SANTAYANA FILÓSOFO
6. Las respuestas dadas, con todo, han sido varias. Además de la más extendida,
que asimila a Santayana con Oliver, se ha defendido que es Mario el personaje con el
que Santayana se identifica más (Vivas 1940, 349) o Peter Alden (Holzberger 1991). En
realidad todos los personajes son partes constitutivas del múltiple Santayana.
7. De hecho, H. T. Kirby-Smith recorre pacientemente todos los aspectos que en-
cuentra de Santayana en cada personaje, no sólo de su vida, sino también de su obra
filosófica (Kirby-Smith 1997, 117-138; 141-168). El criterio es el siguiente: «El método
de Santayana en esta ‘memoria en forma de novela’ ha sido disolver su propio talante,
personalidad, gustos, experiencias —todo lo que formaba su propia identidad en el ám-
bito de la verdad— y redistribuirlo entre varios de los personajes que pueblan su novela».
Kirby-Smith detecta correctamente la estrategia de Santayana, pero no destaca su relación
con el eje de su filosofía. Además la filosofía que encuentra en la novela es la de La vida
de la razón, cuando la obra santayaniana es más amplia.
162
FILOSOFíA Y NOVELA EN EL úLTIMO PURITANO
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SANTAYANA FILÓSOFO
alegre y cristalino, que sabe disfrutar del lujo y de la vida*. Considero, sin
embargo, que la relación Oliver-Jim Darnley recoge también las preocu-
paciones de Santayana y el juego de realidad y ficción. Oliver conoce a
íim cuando, en el verano de 1907, inicia su primera peregrinación. Du-
rante las dos semanas que disfruta embarcado en el Black Swan,, intima
con Jim, marino inglés diez años mayor que Oliver, ejemplo de hombre
natural, instintivo, dominante, con un esquema de valores propio muje-
riego y jugador. Jim Darnley no sólo está presente casi a lo largo de toda
la novela, influyendo de forma decisiva en su trama, no sólo provoca en
Oliver todo tipo de reacciones intelectuales y afectivas, sino que repre-
senta un contraste relevante dentro del sistema filosófico de Santayana:
es el hombre natural, expresión de la psique fuerte y sana que domina
su entorno, en relación al cual Oliver representa al hombre espiritual,
donde predomina el espíritu sobre la psique, con la particularidad añadi-
da, origen de su tragedia, de que en su caso el espíritu pretende mandar
sobre la psique. Es además una relación muy cargada afectivamente, en
la que Santayana vuelca gran parte de su experiencia personal, puesto
que traspone a la ficción su propia relación, como hombre espiritual,
con John Francis Stanley, hermano de Bertrand Russell, claro ejemplo de
hombre natural. El 13 de agosto de 1925, al escribirle informándole de
los progresos de la novela, le dice:
Hay una justificación real para el motto de Alain sobre jeunesse sauvée
[alusión a la cita10 que preside El último puritano]. Lord Jim es un poco
8. Holzberger 1991, 232; Singer 1994, xvi, xxxviii; Estébanez 2000, 210.
9. Una vez publicada la novela, Santayana mismo desvela a William L. Phelps que se
ha basado para el personaje de Lord Jim en J. F. Stanley (C 304, 306-CGS5 296, 313).
De la trascendencia de esta relación para Santayana habla no sólo la importancia del per-
sonaje en la novela, sino el gran número de páginas que le dedica en su autobiografía (I L
10. La cita completa es: On dit bien que Vexpérience parle par la bouche des hommes
d'áee: mais la meilleure expérience qu’ils puissent nous apporter est celle de leur jeunesse
sauvée [Se suele decir que la experiencia habla por boca de los hombres de edad: pero la
mejor experiencia que pueden aportarnos es la de su juventud rescatada.]
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3. TRASCENDENTALISMO Y PLATONISMO
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FILOSOFÍA Y NOVELA EN EL ÚLTIMO PURITANO
Ante una tradición que dejó a sus compañeros de generación sin aire que
respirar, Santayana busca alternativas: la filosofía griega, España, el mate-
rialismo, el catolicismo. Oliver carece, por el contrario, de otros referentes:
167
SANTAYANA FILÓSOFO
destacado por los intérpretes en los nombres de los personajes, pero creo
que se ha pasado por alto el caso de Great Falls, la ciudad donde nace
Oliver, y de High Bluff, la denominación del lugar donde se asienta su
casa. Del mismo modo que no es casual que el apellido de la familia
sea Alden, ni que la inicial del protagonista sea O, m son casuales los
nombres de los personajes que deciden sobre el futuro de Peter Alden
-el consejero espiritual se llama Dr. Hart (ciervo, homófono de heart
corazón), el juez es Mr. Head (head, cabeza), y el médico es el Dr. Hand
0band, mano)—, o el de Letitia Lamb (lamb, cordero), tampoco lo son
las denominaciones Great Falls m High Bluff. El primero, ademas de
significar catarata, tiene el sentido de caída, descenso en sentido físico y
de tentación como caída en sentido moral. Sabiendo que para Santayana
el trascendentalismo es un paso en falso en la filosofía, Oliver tiene muy
cerca la tentación de caer en él, siendo como es «grande»13. El segundo
es el nombre del cerro donde está situada la casa, cuyo desnivel respecto
a los alrededores tampoco es inocente. Significa peñasco y persona brus-
ca, ambas acepciones apropiadas al lugar y a las personas que lo habitan,
pero también: engañar, intimidar con amenazas que no se pueden cum-
plir, o farol en el juego del póquer. El uso filosófico del termino aparece
en un artículo postumo dedicado a Vaihinger. Su filosofía es llamada
«filosofía del Bluff», traducción al «norteamericano», afirma Santaya-
na con su habitual ironía, del conocido apelativo filosofía del como si.
Kant, Fichte, Nietzsche, junto con Vaihinger representan la filosofía del
Bluff como principio del universo porque interpretan el trascendentalis-
mo no sólo como método, sino como ontología (OFLM 311). De ahí
que, trasplantado a Nueva Inglaterra, el trascendentalismo pueda vivir
en High Bluff, personificado en Harriet Bumstead, la madre de Oliver.
Oliver es la encarnación del trascendentalismo ontológico emerso-
niano, encarna su convencimiento de que no hay anarquía en el universo,
de que cada bien tiene su lugar en el firmamento por debajo de las tor-
mentas de la vida, de modo que se compensa la sensación de impotencia
que asóla al individuo cuando es empujado por vientos contrarios. Por
eso le llama Santayana «nuestro trascendentalista en capullo» (UP 244)
y le hace ocupar las mismas habitaciones en Harvard que las que ocupó
realmente Emerson, un edificio de ladrillo, viejo, con grandes ventana-
les, llamado, muy apropiadamente, Divinity Hall. El intento emersonia-
no de que el espíritu domine la naturaleza es comprendido por Santaya-
13. En 1938 le descubre Santayana a Alyse Gregory su irónica intención: «[...] así
inventé Great Falls, Conn., donde, entre un Cementerio y un insano manicomio, mi héroe
debería hacer su entrada en el mejor de los mundos posibles, en la mejor época y en e
mejor país» (CGS6 174).
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FILOSOFíA Y NOVELA EN EL úLTIMO PURITANO
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SANTAYANA FILÓSOFO
14. Génesis 28, 11-12; Divina Comedia, Paraíso, canto XXII. En el estudio sobre
Dante recogido en Tres poetas filósofos, Santayana afirma que Dante convierte las cosas
del mundo en efecto de algo que esta más allá del mundo, de suerte que son un paso hacia
algo superior a la vida (TPF 75).
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FILOSOFÍA Y NOVELA EN EL ÚLTIMO PURITANO
entre ambos, por el sentido de las jerarquías entre los alumnos de Eton
y de las pruebas indignantes para pasar de un nivel al superior. Según
Peter Alden, es la versión laica de la escala de Jacob. Ésta representa el
orden moral del universo tal como lo ven Platón y los católicos, supone
que el universo está hecho por y para el hombre en escala ascendente.
Es, sin embargo, a su juicio, un orden impuesto por el hombre, un orden
que no pertenece al universo mismo. Tanto él como Oliver declaran no
creerse la moraleja de la escala de Jacob; Oliver, por ejemplo, la llama
«falsa hipótesis». Es locura e idolatría afirmar que el orden moral hu-
mano representa el orden del universo, cuando éste se ríe del hombre.
Peter Alden parece añorar la antigua creencia y cree poder mantenerla
interpretándola poéticamente como grados que se pueden alcanzar en
la vida moral. Oliver afronta las consecuencias de un rechazo total y
radical. A su juicio, creer que Dios tiene al hombre en particular estima
es adorar las propias fantasías. Más adelante, ampliando el horizonte de
la misma cuestión, dirá que un error de la filosofía alemana es confundir
la gramática del pensamiento con la cosmología, error que es la fuente
de la ilusión radical de la teología (UP 697).
El siguiente entuerto al que se enfrenta Oliver lo encuentra leyendo
a Platón en Harvard, de la mano del profesor Santayana. Según Oliver,
Platón confunde el amor verdadero con el deseo. Cuando pretende que
lo bello sea deseado, que el amante se una a lo amado, se profana el
amor. Este no es egoísta ni interesado, se contenta con permanecer ig-
norado por el objeto amado, sufriendo si está triste, alegrándose si está
alegre. A lo sumo, se puede desear que cada criatura de la naturaleza
alcance la perfección que le corresponda. Ese deseo sí sería amor, pero
no incluye posesión ni entusiasmo. Es decir, Oliver no acepta, o no
comprende, la forma mundana de ser platónico, tan bien encarnada por
Mario. Es incapaz de seducir y de ser seducido por el mundo, tal como
hace su primo. Como hombre espiritual, se relaciona con el mundo es-
piritualmente, en todo caso cumpliendo con su deber, pero no arrastra-
do por ninguna pasión. Mario, poniendo voz al sarcasmo de Santayana,
apunta como explicación de esta incapacidad de Oliver el haber sido
alimentado con biberón en vez de con el pecho materno como lo fue
él mismo. Edith capta bien la diferencia entre el amor de Oliver y el de
Mario, por eso rechaza la forma de ser amada que le propone Oliver,
le merece respeto, pero le da miedo (UP 657). También Rose Darnley
rechaza su ofrecimiento de matrimonio.
De modo que Oliver, aceptando su impotencia para amar apasio-
nadamente a una persona real, comprende que hay otra posibilidad. El
objeto del amor platónico no es ni la Edith de carne y hueso ni la Rose
real, ambas son cambiantes, accidentales a su idea, pueden ser diferen-
171
SANTAYANA FILÓSOFO
15. Santayana aborda esta cuestión en los diálogos «El libertino» y «El alma caída»
de Diálogos en el limbo.
16. Santayana escribe en «Una confesión general»: «El compromiso, es de todas las
cosas, la más inestable y la menos filosófica» (CG 30).
172
FILOSOFíA Y NOVELA EN EL úLTIMO PURITANO
17. Las reflexiones que siguen son una respuesta a los planteamientos de Lyon (1991).
Creo que sus paradójicas conclusiones —que Santayana se contradice, que hay dos Oliver
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SANTAYANA FILÓSOFO
o que hay que poner en suspenso los comentarios de Santayana sobre Oliver pueden
evitarse.
18. «Ni usted ni yo somos puritanos; pero, precisamente por esto, y por contraste
con nuestra propia laxitud, no podemos menos de admirar a los que son más puros que
nosotros, a los que no vacilan en arrancarse el ojo que ha ofendido, aunque para ello
tengan que renunciar a la percepción de la belleza y que entrar renqueantes en el reino de
la simplicidad espiritual» (UP 17-18).
174
FILOSOFÍA Y NOVELA EN EL ÚLTIMO PURITANO
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SANTAYANA FILÓSOFO
bre de carne y hueso, que no hay gigantes Bien, Belleza, Dios , sino
molinos, una realidad con la que trabajar, que a veces ayuda al espíritu,
que a veces entorpece su labor. Fausto, antes que despertar, prefiere la
muerte, porque despertar supondría algo peor que la desaparición físi-
ca. Por ello Santayana hace morir al niño Autologos a manos de la diosa
anciana y a Oliver a causa de un error de cálculo, quizás de un exceso
de confianza. Oliver enraíza en la tradición fáustica más que en la qui-
jotesca. Fausto no puede ser convertido porque su propia naturaleza es
bárbara, es incapaz de ver más allá de su campo de acción. Don Quijote
sí que puede ser convertido, no está perdido completamente.
La conversión, que Santayana mismo vivió como cbange of beuvt
o metanoiu, está lejos del romanticismo de fondo que anima a Oliver
Alden. La transformación personal que produce la vida espiritual es una
puerta abierta, hay una alternativa. Cervantes y Santayana experimen-
taron el vértigo faústico, pero el cortante viento de Castilla les despertó
a la cordura, les hizo distinguir entre el cielo y la tierra, entre ficción
y realidad, en definitiva, entre esencia y existencia. Por esto, ante el
calificativo de «místico castellano» que le atribuye Antonio Marichalar,
Santayana comenta:
176
Capítulo V
TESTAMENTO ESPIRITUAL
1. APOLO Y DIONISO
1. Hay que añadir las reuniones anuales de la Santayana Society de 1997 y 1999
dedicadas respectivamente a comentar «Religión última» y el misticismo naturalista de
Santayana.
177
SANTAYANA FILÓSOFO
178
TESTAMENTO ESPIRITUAL
está presente siempre, explícita o implícitamente, como la gran tentación del espíritu. Joe
L. Davis ha estudiado la relación entre solipsismo y Lucifer (Davis 1972, 128-130).
3. Cory 1963, 325s. Esta disposión ya aparece en la carta de 3 de enero de 1932,
dirigida a Charles A. Strong: «No quiero ambiente protestante ni un funeral protestante
ni tumba al lado de Keats y Shelley [ambos están enterrados en Roma en el cementerio
protestantej. Si los sacerdotes no me aceptan como católico, que sea un evento civil, por
la puerta de atrás, estorbando lo menos posible» (CGS4 306).
179
SANTAYANA FILÓSOFO
4. El nombre de Jorge Ruiz Santayana, junto con sus fechas de nacimiento y muerte
(16-XII-l863 y 26-IX-1952, respectivamente) figuran en una losa que levanta unos veinte
centímetros del suelo y que destaca a Santayana como el español más ilustre entre los más
de doscientos con los que comparte panteón, aún en uso desde su inauguración en los
años veinte.
180
TESTAMENTO ESPIRITUAL
El artista que representa una farsa para otros sufre una tragedia en sí
mismo. Cuando aspira a despojarse en lo posible de los engaños de las
pasiones humanas, y a mirar a las cosas alegre y altruistamente, con los
.5. Véase el artículo «Vuelta al platonismo» (SI 224-228), donde Santayana celebra
el interés en Oxford por leer a Plotino tras la Gran Guerra, sustituyendo a Hegel. La nue-
va moda supone que la adoración romántica por el simple movimiento del mundo deja
paso a la contemplación y al deleite.
181
SANTAYANA FILÓSOFO
6. Cory 1963, 70. Más recientemente, Irving Singer manifiesta la misma incom-
prensión hacia la caridad tal como la entiende Santayana (Singer 2000, 108-126).
182
TESTAMENTO ESPIRITUAL
183
SANTAYANA FILÓSOFO
11. Edman (1940, 310). Sterling P. Lamprecht (1940, 117-120) insiste en los mis-
mos argumentos. También Jacques Duron critica la escasa confianza en la fuerza de los
valores (Duron 1950, 516-519).
12. Levinson quisiera justificar que «el genocidio es un mal», por eso acaba prefi-
riendo Reason in Religión a The Realm ofTruth (Levinson 1998, 18); Gouinlock quiere
probar que Charles Manson es malo (Gouinlock 1998, 7); a Alexander le gustaría tener
respuesta a males absolutos como el reflejado en el Guernica (Alexander 2000, 7, 11-12),
y Singer critica su escaso compromiso social y político (Singer 2000, 189).
184
TESTAMENTO ESPIRITUAL
Lo espiritual es el bien supremo para los que son llamados a él, los pocos
cuya sed intelectual puede ser saciada sólo con la verdad imparcial y la
autoaniquiladora contemplación de todo el Ser. El hombre de Estado y el
padre de familia pueden no dar siempre la bienvenida a esta disposición,
les puede parecer superflua y ociosa (PVE 258).
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TESTAMENTO ESPIRITUAL
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TESTAMENTO ESPIRITUAL
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SANTAYANA FILÓSOFO
16. John Lachs destaca este aspecto al afirmar que la vida espiritual tal como la en-
tiende Santayana está siempre al alcance, los raptos intuitivos pueden ser conseguidos por
cualquier persona en cualquier circunstancia siempre que se quede absorto en su actividad
(Lachs 2000, 18).
17. Bernard Berenson (1865-1959) fue compañero de Santayana en la Boston Latín
School y en Harvard, crítico de arte y gran conocedor del renacimiento italiano. Véase el
mismo comentario en C 237-CGS4 76.
18. Irazusta 1954, 73.
190
TESTAMENTO ESPIRITUAL
¿Pero cuánto éxito hay o ha habido alguna vez sobre la tierra? ¿Quién
será el profeta de la edad tardía, del pesar, de la servidumbre? ¿Qué dios
nos ayudará cuando hemos fallado? (DL 136).
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SANTAYANA FILÓSOFO
En «El alma caída», Sócrates consigue que Alcibíades acepte que hay
algo mejor en él que la apariencia física de su cuerpo y afirma que él
mismo ama la humildad y el autoconocimiento implícito en el recono-
cimiento de Alcibíades, prueba, a su juicio, de que la semilla divina que
porta no se ha contaminado totalmente. Con la aparición del Extran-
jero, sin embargo, Alcibíades se muestra de acuerdo con éste en sus
críticas a Sócrates. Si Sócrates amase la Belleza realmente, la amaría en
su expresión ideal, pero lo que ama en realidad es su encarnación en el
Alcibíades existente, es decir, el alma caída aun cuando sea bella sólo
de forma aproximada, espontánea y variable. Es más, al amar de forma
especial la metanoia espiritual de Alcibíades, Sócrates anuncia el cam-
bio de mentalidad propio de las edades tardías, cuenta con el fracaso,
empieza a valorar la humildad, a sintonizar con «el desprecio radical del
mundo, mitad desesperación, mitad aspiración mística» (DL 181). La
diferencia entre Sócrates y el Extranjero radica en un presupuesto fun-
damental: para Sócrates hay acuerdo entre razón y mundo, el deber ser
manda sobre el ser; para el Extranjero, por el contrario, los bienes son
múltiples y no son compatibles ni entre sí ni con la vida humana, la es-
peranza en la armonía racional entre los diversos bienes es una ilusión.
En este punto enlaza el diálogo «El vórtice de la dialéctica», don-
de Santayana compone su particular variación sobre el Lisis platónico.
Sócrates insiste en la identificación de lo real con lo ideal, afirma que la
Belleza no es responsable de la posible confusión con que se manifieste
en la naturaleza porque no se puede contaminar. La Belleza, que es
un bien, no puede convertirse en un mal. La imposibilidad del diálogo
cuando se abordan los presupuestos fundamentales es escenificada por
Santayana, con su habitual sentido del humor, haciendo a Sócrates dia-
logar consigo mismo siguiendo su acostumbrado método de preguntas y
respuestas, Sócrates pregunta y Sócrates, cambiando de lugar, responde
(DL 211-213). Se consigue así uno de los momentos más hilarantes de
Diálogos en el limbo, a la vez que ofrece un modo de leer algunos de los
diálogos platónicos que destaca la efectiva sensación que producen a ve-
ces de que Sócrates-Platón ningunea a sus interlocutores, de que habla
consigo mismo. Alcibíades, al final del soliloquio socrático, le dice que
por fin se ha quitado la máscara típica del filósofo y deja al descubierto
que no acepta al otro en su diferencia radical (DL 213). La dialéctica,
alcanzando velocidad en su giro, empuja a Sócrates a darse a sí mismo la
razón, a jugar con las palabras y a recurrir a trucos verbales. El Extranje-
ro y Alcibíades insisten, por su parte, en que la realidad es híbrida, que
está en flujo y que no puede manifestar la Belleza en toda su plenitud
porque es confusión esencial. Es más, esforzarse en mantenerla a toda
costa en un mundo no preparado para ello es un tipo de locura, divina,
192
TESTAMENTO ESPIRITUAL
193
SANTAYANA FILÓSOFO
20. Angus Kerr-Lawson ha destacado esta influencia: «Para todas las personas, in-
cluso para aquellas que no adoptan la espiritualidad como un ideal, la vida es enriquecida
por el espíritu. Su forma de vida se verá transformada por la contemplación, quizás sin
gran cambio en las actividades externas realizadas» (Kerr-Lawson 1997, 37).
21. Título engañoso porque alude, más que a la religión, a la filosofía tal como era
concebida en la Grecia helenística, como camino de salvación personal desde la honesti-
dad: «Propiamente hablando, a lo que llego no es a la religión. Tampoco es exactamente
filosofía, puesto que no ofrece hipótesis sobre la naturaleza del universo o sobre el cono-
cimiento. Pero, para ser sincero, creo que en este examen de conciencia hay un tipo de
filosofía secreta o privada que es quizás más filosófica que la otra» (OS 224).
22. Santayana relaciona libertad y desilusión, al entender que las ilusiones esclavizan
al espíritu. Considero por ello que James Gouinlock olvida el camino andado por Santa-
194
TESTAMENTO ESPIRITUAL
yana hasta plantear esta cuestión. Sólo así se entiende que busque en esta charla pautas
morales con que luchar contra el mal (Gouinlock 1998, 2-3).
195
SANTAYANA FILÓSOFO
Lucifer podría admitir que existió un Cristo divino, aunque podría des-
deñar imitarlo; y un filósofo desilusionado podría aspirar a imitarlo sin
creer en su existencia. [...] La idea de Cristo [...] es también un ideal que
sostener ante el filósofo que no puede renunciar a ser hombre, pero no
puede evitar trascender en el pensamiento su humanidad ante el sobre-
cogedor espectáculo de la naturaleza y de las infinitas complejidades de
la lógica (ICE 174, 212).
196
TESTAMENTO ESPIRITUAL
una nueva poesía que expresa lo más profundo del alma. No entra, por
tanto, en la discusión de si existió un Jesús histórico, si era un revolu-
cionario judío o si las palabras que recogen los evangelios son suyas o de
los evangelistas (ICE 172-174). Tal como afirmó ya en Interpretaciones
de poesía y religión:
197
SANTAYANA FILÓSOFO
198
TESTAMENTO ESPIRITUAL
más perspicaz, una vez que se interpreta desde el materialismo, que las
demás alternativas mencionadas. En ella no se renuncia al cuerpo, ni a
la materia porque Dios ha decidido hacerse carne, amar al hombre hasta
adoptar su humanidad, pero tampoco se acepta todo lo humano porque
pasiones animales como el sexo, la política o la guerra no tienen lugar en
la vida de Cristo:
199
SANTAYANA FILÓSOFO
Fue aquel espectáculo [el mal, los crímenes, las pasiones, los sufrimientos]
lo que movió a Dios, en la persona de su Hijo, a un nuevo amor cristiano
hacia el mundo, que es llamado caridad: [...] amor de algo perdido, de
algo frustrado e inexpresado, hacia lo cual este mundo errante estaba ín-
timamente dirigido, y por cuya ausencia sufre horrible y perpetuamente.
[...] Aquello que ilumina la caridad no es el mal en el mundo, sino el bien
oculto que podría ocupar su lugar. [...] Es para desvelar el bien oculto por
el mal, y no simplemente para parar el mal mismo, para lo que la caridad
fue llamada. [...] La caridad no es, por tanto, amor inocente, espontáneo,
absoluto por las cosas o personas. Desciende sobre ellas desde una esfera
más alta, de la cual es siempre consciente (ICE 215-216).
200
TESTAMENTO ESPIRITUAL
23. Véase el capítulo «Cambio de corazón» de Personas y lugares (PL 417-429), don-
de Santayana recuerda su propia transformación personal ocurrida a los 30 años. También
habla de metanoia en RS 778, aunque hay referencias a la posible conversión del hombre
a una nueva vida a partir de los años veinte.
201
SANTAYANA FILÓSOFO
Aunque El reino del espíritu fue publicado antes que La idea de Cristo en
los evangelios, la prelación temporal no implica en este caso prelación
lógica. En este punto sigo la indicación del propio Santayana a Daniel
Cory cuando, al comprobar que El reino del espíritu no era bien inter-
pretado, le comenta que quizás habría que leer antes La idea de Cristo
en los evangelios14. Una vez que se profundiza en la idea de Cristo como
Dios hecho hombre y en la caridad cristiana a partir de los momentos
espirituales, se tiene el comienzo y el final de un largo camino. Falta el
desarrollo de la senda que lleva del hombre a Dios, falta el detalle de las
fases de regeneración que llevan a la caridad. Este es el contenido de los
capítulos finales de El reino del espíritu: «Aturdimiento», «Liberación» y
«Unión», donde Santayana expone su testamento espiritual.
El camino de liberación espiritual no es un camino infinito, ni un
camino cuyo sentido sea sólo el hacerlo, ni un camino que lleve a la no-
che o al suicidio. No es la noche oscura del alma. Tampoco es un viaje
al corazón de las tinieblas. La permanente opción de Santayana por los
griegos, en especial por Aristóteles, le encamina hacia la luz, hacia la
unión alegre y gozosa con la materia omnificiente. No en vano la intui-
ción es caracterizada como flash of light (RS 650). Santayana disfruta de
la meta desde que la anuncia, si bien sólo tentativamente, en Diálogos
en el limbo y en el famoso capítulo sobre el Ser Puro recogido en El
reino de la esencia, pero necesita asegurarse del trayecto antes de darlo
a conocer como colofón a El reino del espíritu. Es un vía crucis espiri-
tual paralelo al vía crucis epistemológico propuesto en Escepticismo y fe
202
TESTAMENTO ESPIRITUAL
El evangélico Reino de los Cielos o reinado de Dios sería unión con Dios.
Pero, ¿qué es Dios, y qué somos nosotros, y cómo es la unión posible
entre él y nosotros, y qué tipo de unión? (ICE 167).
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SANTAYANA FILÓSOFO
25. Santayana alude a la cita bíblica, axiomática para él, que pregunta de qué sirve
al hombre ganar el mundo si pierde su alma. En el famoso capítulo «Cambio de corazón»,
204
TESTAMENTO ESPIRITUAL
donde explica su metanoia, alude a esta cita en una de las acotaciones: «Perdiendo la vida
propia y salvando el alma propia» (PL 427).
205
SANTAYANA FILÓSOFO
¿Cómo podría ser liberado si tiene que continuar, mientras exista, en-
frentando un mundo de circunstancias no sólo ajenas en sí mismas, sino
a menudo enemigas? Entre extinción, por un lado, y aturdimientos sin
fin, por otro, podría parecer que no hay salvación en absoluto para el
espíritu (RS 751).
26. El interés de Santayana por la Biblia y la filosofía y la mística orientales está bien
documentado. Que la Summa Theologicae, especialmente el tratado sobre los ángeles, le
ayudara en su análisis del espíritu puro está recogido en Cory 1963, 86-CGS4 290, 349.
Entre los libros que compusieron su biblioteca personal, actualmente en la Universidad de
Waterloo se encuentran los siguientes: Islam cristianizado: estudio del «sufismo» a través
de Abenarabi, de M. Asín Palacios, 1931; San Juan de la Cruz: su obra científica y su obra
literaria (1929), del padre carmelita Crisógono de Jesús Sacramentado (1904-1945). Este
último lo estaba leyendo Santayana el año 1931 y se alegra de que estuviera publicado en
Ávila (CGS4 272).
206
TESTAMENTO ESPIRITUAL
27. Es san Juan de la Cruz quien está de nuevo en la mente de Santayana. En 1935
había escrito a Cory: «Estoy metido de lleno en san Juan de la Cruz, vivamente interesado
por descifrar, en lo que puedo, hasta qué punto su unión con Dios, y su mismo Dios,
son puramente místicos y filosóficos, y hasta qué punto son dogmáticamente cristianos.
Es muy importante para mi elaborado tratamiento de la ‘unión’, en la que ahora estoy
trabajando» (CGS5 220).
207
SANTAYANA FILÓSOFO
Por otro lado, no son las personas, con sus limitaciones personales, las
que pueden formar una unión espiritual: porque las limitaciones son
trascendidas al ser comprendidas, tanto las limitaciones propias como las
de otra gente. Las personas se vuelven traslúcidas, como las almas en el
Paraíso de Dante, y lo que cada una ve en las otras es sólo aquella parte
de la verdad que ellas ven (RS 820).
208
TESTAMENTO ESPIRITUAL
28. El poema postumo fue leído por Daniel Cory ante su tumba (Cory 1963, 326).
A él hacen referencias Edman (1954, 64) y Rallen (1964, 19). Está recogido en Teorema
21/1-3, pp. 257-258.
209
SANTAYANA FILÓSOFO
210
APÉNDICE BIBLIOGRÁFICO
1. OBRAS DE SANTAYANA
211
SANTAYANA FILÓSOFO
212
APÉNDICE BIBLIOGRÁFICO
1935/1937 The Last Puritan. A Memoir in the Form of a Novel. [El último puri-
tano (UP), trad. de R. Baeza, Sudamericana, Buenos Aires, 1945.] Novela
de gran éxito donde Santayana acierta a encarnar su filosofía. En 1937
añadió un interesante prefacio recogido en The Last Puritan. A Memoir
in the Form of a Novel, ed. de W. G. Holzberger y H. J. Saatkamp, MIT
Press, Cambridge/London, 1994, pp. 3-9 (PUP).
1936 Obiter Scripta. Lectures, Essays and Reviews by George Santayana, ed. de
J. Buchler y B. Schwartz, Constable, London, 1936. [Obiter Scripta (OS).]
Los editores recogen 16 importantes artículos publicados con anterioridad.
1940 «A General Confession», en The Philosophy of George Santayana, ed.
de P. A. Schilpp, Open Court, La Salle, 1971, pp. 3-30. [«Una confesión
general» (CG).] Nuevo título con que Santayana reunifica tres escritos
anteriores sobre su biografía intelectual.
«Apologia Pro Mente Sua», en The Philosophy of George Santayana, cit.,
pp. 497-605. [«Apologia pro mente sua» (APMS).] Intensa defensa de
su pensamiento ante las interpretaciones desenfocadas recogidas en el
mismo libro.
1944-1953/1987 Persons and Places: Fragments of Autobiography: The Back-
ground of My Life (1944); The Middle Span (1945); My Host the World
(1953), ed. de W. G. Holzberger y H. J. Saatkamp, MIT Press, Cambridge/
London, 1987. [Personas y lugares (PL).] La edición de 1987 restituye el
texto original con las partes eliminadas en su momento por varios motivos.
1946 The Idea ofChrist in the Gospels or God in Man, Charles Scribner’s Sons,
New York, 1946. [La idea de Cristo en los evangelios (ICE).]
1951 Dominations and Powers: Reflections on Liberty, Society, and Government,
Transaction Publishers, New Brunswick, 1995. [Dominaciones y potesta-
des (DP).] Completa el sistema santayaniano con los aspectos políticos.
1954 The Life ofReason or The Phases of Human Progress, London, Constable,
1954. [La vida de la razón (VRa).] Edición abreviada por Daniel Cory y
Santayana sobre la edición original.
1955 The Letters of George Santayana, ed. de D. Cory, Charles Scribner’s Sons,
New York, 1955. [Cartas de George Santayana (C).] Edición incompleta
de las cartas de Santayana.
1957 The Idler and His Works, and Other Essays by George Santayana, ed. de D.
Cory, George Braziller, New York, 1957. [El ocioso y sus trabajos (OT).]
1967 Animal Faith and Spiritual Life: Previously LJnpublished and Uncollected
Writings by George Santayana with Critical Essays on His Thought, ed.
de J. Lachs, Appleton-Century-Crofts, New York, 1967. [Fe animal y
vida espiritual (FAVE).]
1968 The Birth of Reason and Other Essays by George Santayana, ed. de D. Cory,
Columbia University, New York, 1968. [El nacimiento de la razón (NR).]
1969 Physical Order and Moral Liberty: Previously Unpublished Essays of
George Santayana, ed. de J. y S. Lachs, Vanderbilt University, Nashville,
1969. [Orden físico y libertad moral (OFLM).]
2001 -2007 The Letters of George Santayana. Critical Edition. Book One (1868-
1909) [CGS1], ed. de W. G. Holzberger y H. J. Saatkamp, MIT Press,
Cambridge/London, 2001; Book Two (1910-1920) [CGS2], 2001; Book
213
SANTAYANA FILÓSOFO
1920 Little Essays: Drawn from the Writings of George Santayana by Logan
Pearsall Smith with the Collaboration of the Author, Scribner’s Sons,
New York.
1923 Poems: Selected by the Author and Revised, Scribner’s Sons, New
York.
1936 Philosophy of Santayana: Selections from the Works of George Santaya-
na, ed. de I. Edman, Scribner’s Sons, New York.
1941 Diálogos en el limbo, Losada, Buenos Aires.
1950/1964 The Wisdom of George Santayana (Atoms ofThought), ed. de I. D.
Cardiff, Philosophical Library, New York.
1956 Essays in Literary Criticism of George Santayana, ed. de I. Singer,
Scribner’s Sons, New York.
1967 The Genteel Tradition: Nine Essays by George Santayana, ed. de D. L.
Wilson, Harvard University, Cambridge (MA).
1967 George Santayana's America: Essays on Literature and Culture, ed. de
J. B., University of Illinois, Urbana.
1968 Santayana on America: Essays, Notes and Letters on American Life,
Literature and Philosophy, ed. de R. C. Lyon, Brace and World, New
York/Harcourt.
1968 Selected Critical Writings of George Santayana, ed. de N. Henfrey,
Cambridge University Press, Cambridge.
1970 Poems of George Santayana, ed. de R. H., New York, Dover.
1975 11 Pensiero di George Santayana, ed. de A. Santucci, Loescher, Torino.
1996 Santayana (1863-1956) [sic], ed. de J. L. Abellán, Ediciones del Orto,
Madrid.
214
APÉNDICE BIBLIOGRÁFICO
215
SANTAYANA FILÓSOFO
216
APÉNDICE BIBLIOGRÁFICO
Más allá de las puntuales recensiones de las obras de Santayana, el primer es-
tudio importante sobre su filosofía apareció como introducción a una selección
de sus obras a cargo de Irwin Edman en 1936. En 1940 «The Library of Living
Philosophers» le dedicó su segundo volumen, a cargo de Paul A. Schilpp (citado
infra como Schilpp), donde aparecen dieciocho contribuciones sobre su pensa-
217
SANTAYANA FILÓSOFO
miento con un tono, en general, bastante crítico. Jacques Duron publicó en 1950
su tesis doctoral donde profundiza no sólo en la obra de Santayana en América,
tal como recoge el subtítulo, sino hasta El reino de la materia. Esta obra fue
conocida y apreciada por Santayana1. En la década de los cincuenta aparecieron
varias críticas de su filosofía desde el neotomismo, una de la cuales —Richard
Butler, The Life and the World of George Santayana, 1960— fue rápidamente
vertida al español. En 1954 Journal of Philosophy, revista donde Santayana pu-
blicó tantos artículos, le dedicó un número doble con ocho colaboraciones (JPh
51 [1954]). Con ocasión del centenario de su nacimiento, la revista belga Revue
internationale de Philosophie, y de nuevo Journal of Philosophy, le dedicaron
sendos números monográficos (RlPh 17 [1963], JPh 61 [1964]). En 1972 The
Southern Journal of Philosophy le dedica un voluminoso número especial (10/2)
(citado infra como Southern), a cargo de Andrew J. Reck y John Lachs, para
celebrar el vigésimo aniversario de la muerte del filósofo. Thomas L. S. Sprigge
escribe en 1974 la mayor contribución inglesa a los estudios santayanianos, San-
tayana. An Examination ofhis Philosophy, reeditada en 1995. Su enfoque idea-
lista produce, no obstante, desajustes tanto en el tipo de cuestiones que plantea
a Santayana como en las respuestas que construye. En el marco del Bicentennial
Symposium of Philosophy, que reflexionó en 1976 sobre los dos siglos de filo-
sofía en Estados Unidos, se pronunciaron cinco conferencias sobre Santayana.
En 1980 se funda la Santayana Society y se inició, desde la estadounidense
Vanderbilt University de la mano de John Lachs, el renacimiento de los es-
tudios sobre Santayana. Desde 1983 aparece anualmente, a cargo de Angus
Kerr-Lawson, Overheard in Seville. Bulletin of the Santayana Society (citado
infra como Overheard), donde aparecen las contribuciones recientes sobre su
obra. Están disponibles en Internet los artículos publicados a partir de 1993. En
1988 aparece el estudio de John Lachs sobre la filosofía de Santayana, aunque
sin referencias a su pensamiento político ni a The Last Puritan. El efectivo re-
nacimiento del interés por Santayana ha dado lugar a McCormick (1987), Wo-
odward (1988), Levinson (1992), Kirby-Smith (1997), Singer (2000), Hodges-
Lachs (2000), así como a numerosas tesis doctorales escritas desde el campo
de la literatura y la filosofía.
Mención especial merece la atención prestada en Italia a Santayana. Anto-
nio Banfi participó en Schilpp; Nynfa Bosco ha estudiado su pensamiento en //
Realismo Critico di Giorgio Santayana (1954) y en Invito al pensiero di Santaya-
na (1987); Enzo Paci y Michele F. Sciacca contribuyeron al número monográfico
de Revue internationale de Philosophie y A. Santucci escribió en 1975 II Pensiero
di George Santayana. Recientemente Giuseppe Patella continúa esta tradición
con Belleza, arte e vita. Lestética mediterránea di George Santayana (2000).
La bibliografía en castellano se inagura con el artículo de Antonio Ma-
richalar (1924), publicado en la recién fundada Revista de Occidente, al que
siguieron obras como Belleza, arte y poesía en la estética de Santayana (1943)
de Raimundo Lida, Luis Farré (1953) y los artículos de Julio Irazusta (1932,
1954). En 1936 aparece en Cruz y Raya la interesante recensión de El último
218
APÉNDICE BIBLIOGRÁFICO
219
SANTAYANA FILÓSOFO
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221
SANTAYANA FILÓSOFO
222
APÉNDICE BIBLIOGRÁFICO
223
SANTAYANA FILÓSOFO
224
APÉNDICE BIBLIOGRÁFICO
225
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226
INDICE DE NOMBRES
227
SANTAYANA FILÓSOFO
Duron, J.: 17, 22, 30, 51, 183s Jefferson, Th.: 128
Edman, I: 27, 182-184, 209 Jesús de Nazaret: 197
Einstein, A.: 41, 77, 103, 150 Juan de la Cruz, san: 31, 113, 184, 206,
Eliot, T. S.: 57, 132 207, 209
Emerson, R. W.: 57, 157, 162, 168s
Engels, F.: 97 Rallen, H. M.: 209
Epicuro: 39, 198 Kant, I.: 20, 83, 168
Estébanez, C.: 155, 158, 164 Keats, J.: 179
Eurípides: 29 Kerr-Lawson, A.: 136, 183, 194
Kirby-Smith, H. T.: 162, 175
Farré, L.: 30 Kirkwood, M. M.: 177
Fausto: 175-176 Kuntz, R G.: 52
Fernández-Llebrez, F.: 133
Fichte, J. G.: 140, 168 Lachs, J.: 17, 63, 177, 183, 190
Fisch, M. H.: 66 Lamont, C.: 152
Francisco de Asís, san: 206 Lamprecht, S. P.: 36, 184
Freud, S.: 150 Leibniz, G. W.: 41, 98
Fuller, B. A. G.: 46, 149 Leitz, R. C.: 155
Lenin (Vladimir Ilich Ulianov): 150
García Martín, P.: 47, 15Os, 153 Leopardi, G.: 191
Garrigues, E.: 153 Levinson, H. S.: 17, 22, 66, 80, 177, 184
Goethe, J. W.: 156, 163, 206 Lincoln, A.: 141
Gouinlock, J.: 184, 194s Lloyd George, D.: 145-146
Goya, F. de: 175 Locke, J.: 25, 95, 97
Green, T. H.: 115 Lotze, H.: 13, 24, 52
Gregory, A.: 168 Lovejoy, A. O.: 62
Gross, S. A.: 22 Lowell, R.: 51
Grossman, M.: 111 Lucifer: 178s, 185, 196, 205
Guénon, R.: 97 Lucrecio: 15, 51, 55, 117
Lyon, R. C.: 32, 79, 173
Hamlet: 160, 170
Hapgood, N.: 28 MacDonald, D. M.: 183
Hegel, G. F. W.: 15, 181 Mach, E.: 62
Hermes: 107, 197 Marco Aurelio: 200
Hodges, M.: 51 Marichalar, A.: 176
Holt, E. B.: 62 Maritain, J.: 132
Holzberger, W. G.: 150, 155, 162, 164 Marvin, W. T.: 62
Hook, S.: 125, 151 Maurras, Ch.: 132, 165
Hulme, T. E.: 132 McCormick, J.: 134, 136, 155
Hume, D.: 83, 95 McKinley, W.: 145
Husserl, E.: 97 McTaggart, J.: 24
Huxley, A.: 127, 144 Meinong, A.: 62, 97
Menéndez, J.: 155
Irazusta, J.: 48, 149, 190 Mercedes de la Escalera: 150
Izuzquiza, I.: 17, 27, 32, 110 Montague, W. R: 62
Moore, G. E.: 24, 59, 62, 73, 97s
Jackson, H.: 15, 24 More, P. E.: 57
Jacob: 160, 170s, 190 Moreno, D.: 32
James, H.: 57 Munitz, M. K.: 186
James, W.: 15, 22, 28, 44s, 51s, 54, 62, Musset, A. de: 191
66s, 79, 114, 118, 152-154 Mussolini, B.: 134, 149, 150ss
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ÍNDICE DE NOMBRES
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Daniel Moreno