Está en la página 1de 331

ganz1912

Cómo hacer filosofía


con palabras
A propósito del desencuentro
entre Searle y Derrida

Jesú s Navarro Reyes

FILOSOFÍA
Sección de O bras de F ilosofía

CÓM O HACER FILOSOFÍA C O N PALABRAS


A propósito del desencuentro entre Searle y Derrida
ganz1912
JESÚS NAVARRO REYES

Cómo hacer filosofía


con palabras
A propósito del desencuentro
entre Searle y Derrida

Prólogo de
M arcelo D ascal
g a n z l9 1 2

Primera edición, 2010

N avarro Reyes, Jesús


Cómo hacer filosofía con palabras. A propósito del
desencuentro entre Searle y D errida / Jesús Navarro
Reyes. - M adrid : FCE, 2010.

336 p . ; 21 x 14 cm - (Colee. Filosofía)


ISBN 978-84-375-0640-1

l. Filosofía m oderna 2. Searle, John - Crítica e interpreta­


ción 3. D erriba, Jacques - Crítica e interpretación 4. Len­
guaje y lenguas - Filosofía I. Ser. II. t.

LC Bl649 Dewey 190 N339c

© 2010, Jesús Navarro Reyes

© 201 O, del prólogo: Marcelo Dascal

Diseño de portada: Leo G. Navarro

Ilustración de portada: Carla P. Montaño López

D. R. © 2010, Fondo de CULTURA Económica de E spaña, S.L.


Vía de los Poblados, 17, 4.°-15; 28033 Madrid
^ ^ w .fondodeculturaeconomica.es
editor@fondodeculturaeconomica.es

Fondo de CULTURA Económica

Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 México, D. F.


^ ^ w .fondodeculturaeconomica.com

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra


^incluido el diseño tipográfico y de portada-,
sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico,
sin el consentimiento por escrito del editor.

ISBN: 978-84-375-0640-1
Depósito Legal: M-14568-2010

Impreso en España

https://tinyurl.com/y794dggv
https://tinyurl.com/y9malmmm
ÍNDICE GENERAL

P rólogo, p o r M arcelo D a s c a l .......................................... .. 13

P r e fa c io .......................................................................................... 17

I n t r o d u c c ió n ............................................................................... 23
Abreviaturas utilizadas.......................................... 43

Cuadro cronológico................................................ 44

I. A u s tin : el le n g u a je , la v e r d a d y la f u e r z a .......... 47
El ideal de u n lenguaje d escrip tiv o ................................ 47
El tesoro del lenguaje o rd in a rio ..................................... 50
La inasibilidad de los p e rf o rm a tiv o s ........................... 57
Las fuerzas ilo cu tiv a s......................................................... 60
F orm as de in f o r t u n i o ....................................................... 64
La p le n itu d del acto ilo c u tiv o ........................................ 66
R etorno a la verdad a través del co n te x to .................... 71

II. Searle: la in te n c io n a lid a d d e lo m e n t a l ............... 75


A ustin según Searle: los actos de h a b l a ...................... 75
El p rin cip io de ex p re sa b ilid a d ........................................ 77
Las prom esas in sin cera s.................................................... 81
El giro m en talista .............................................................. 87
In ten cio n alid ad in trín se c a y t r a s f o n d o ...................... 91
El m isterio de la consciencia .......................................... 99
R ealidades sociales.............................................................. 103

III. D e r r id a : so sp e c h a y d e c o n s tr u c c ió n ...................... 107


La ten tació n de la im p acien cia........................................ 107
La filosofía com o acto d e s o s p e c h a .............................. 108
D e la m etafísica a la diferencia: H eidegger y Lévinas 112
El desencanto d e H usserl: la fo rm a de lo presen te . . 117
El m o d erad o encan to de Saussure: la e stru c tu ra . . . 122
C rítica del fo n o c e n tris m o ............................................... 127
E scritura y «diferan cia» .................................................... 128
8 Í NDICE GE NERAL

IV. Deconstruyendo a Austin............................................ 133


Comunicación y sentido.................................................. 133
Iterabilidad: la escritura como metáfora........................... 137
La ausencia de la intencionalidad..................................... 141
Austin según Derrida: expectativas y decepciones............. 146
Parasitismo: el olvido de una posibilidad necesaria........... 150
Citabilidad e iteración.................................................... 154
El acontecimiento de la firma.......................................... 157

V. La indignación del legítimo heredero.......................... 163


Derrida en los Estados Unidos........................................ 163
Una respuesta inesperada................................................ 167
Derrida según Searle: escritura y ausencia....................... 169
La intención y el acto comunicativo................................. 173
El Austin de Derrida, según Searle.................................. 177
Falsos amigos filosóficos: la escritura............................... 180
Falsos amigos filosóficos: la intencionalidad..................... 184

VI. Deconstruyendo a S.A.R.L........................................... 189


Seamos serios.................................................................. 189
Searle según Derrida: reconocerse en el enemigo............. 191
Derrida’s «Sarl’s “Derrida’s Austin”» ................................. 196
El sujeto, Sociedad Limitada............................................ 198
La intención en la emisión............................................ 203
¿Es inocua la metodología?.............................................. 210
Ficciones teóricas........................................................... 215

VII. Un debate viciado........................................................ 223


El mundo patas arriba.................................................... 223
Las fronteras de los conceptos........................................ 227
Apología de la deconstrucción........................................ 231
Hacia una ética de la discusión........................................ 237
Las invasiones bárbaras.................................................. 241
Los descontentos de la teoría literaria............................... 246
¿Dónde está el significado?.............................................. 250
Ontología y epistemología: las pretensiones del teórico .. . 254

VIII. Cuando filosofar es hacer............................................ 261


La filosofía como acto de habla........................................ 261
La instrucción filosófica .................................................. 268
Í NDI CE GENERAL 9

Comunicación y reconstrucción del sentido..................... 273


«¿Y si Sec estuviera haciendo algo distinto?»..................... 276
El doble juego del infiltrado............................................ 280
El comentario duplicante................................................ 285
Agendas intelectuales...................................................... 288

Conclusión............................................................................. 295
La precaria unidad de la filosofía.............................................. 295
Posiciones enfrentadas............................................................. 302
¿Qué es lo que permanece?....................................................... 305
La intención fungible............................................................... 309
Lo dicho y lo pensado............................................................... 314
¿Puede hacerse presente el saber-hacer?...................................... 318
Argumentos y motivaciones...................................................... 323

Bibliografía............................................................................ 327
A Teresa Bejarano Fernández y José Luis López López,
que me ayudaron a entrar en la filosofía por caminos tan distintos.
PRÓLOGO

Cómo hacer filosofía con palabras es un título que alude di­


rectamente al del conocido clásico de la filosofía del lenguaje
contemporánea, How to do things with words, publicado por el
filósofo británico John Austin a mediados del siglo xx. Como
hay mucho todavía por aprender en la obra aparentemente sen­
cilla de Austin, la elección de Navarro no podía ser mejor, pues
una buena parte de su libro se refiere, directa o indirectamente,
a esa obra. Sin embargo, no toda alusión, por más directa que
sea, es por eso transparente. ¿A qué precisamente alude esta
alusión? Claro está que quien tendrá que decidirlo al concluir la
lectura es el lector y no le quiero quitar, en este prólogo, el pla­
cer de la interpretación. Me contentaré con hacer referencia a
otras alusiones presentes en el libro, algunas en el mismo títu­
lo, que podrían guiar al lector hacia otras formas de reconocer
su valor y originalidad. Pasemos entonces a nuestro ejercicio
hermenéutico.
¿Querría con su obvia alusión sugerir Jesús Navarro que fi­
losofar no es más que hablar o escribir, o sea, jugar con pa­
labras, construir «sistemas» que, por grandiosos y pretenciosos
que sean, no son más que meros textos? ¿O quizás estaría di­
ciendo que la creación filosófica, aun cuando no crea solamen­
te textos, crea por medio de ellos, conteniendo enunciados del
tipo que Austin ha llamado con gran discernimiento «perfor-
mativos», es decir, enunciados capaces de crear realidad por su
mera enunciación en las condiciones apropiadas? O sea, ¿esta­
ría Navarro sugiriendo que los textos filosóficos están permea-
dos de afirmaciones análogas, por ejemplo, a las del pastor o
cura o rabino o juez que, al declarar a un hombre y una mujer

[ 13]
14 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

unidos en matrimonio (religioso o civil, poco importa), provo­


ca, gracias a las palabras que solemnemente pronuncia, el naci­
miento en el mundo de un vínculo nuevo, más o menos per­
manente entre ellos, de una nueva realidad social de la cual no
les será muy fácil deshacerse?
Pero si es a esta analogía a lo que se alude, ¿cuáles serían las
«condiciones apropiadas» en las que al proferir los enunciados
filosóficos se les daría su fuerza performativa propiamente fi­
losófica? ¿Consisten aquellas condiciones en el tono con que
son dichos o escritos los textos filosóficos, en la forma en que son
escuchados o leídos, o más bien en la autoridad de los que los
dicen o escriben frente a la obediencia de los que los escuchan
o leen, o quizás en la ropa que visten al decirlos los que los
dicen, acompañada del saber indispensable para que sean com­
prendidos por los que los escuchan? ¿O quién sabe qué otras
condiciones misteriosas son las responsables del milagro filosó­
fico que se realiza por medio de las palabras? Por lo tanto, lo
que tendríamos que preguntarnos de modo implacable es exac­
tamente aquello que subraya la primera palabra del título, ese
cómo impertinente. Pues lo que está en cuestión es qué le da al
texto filosófico su supuesta fuerza a la hora de captar, expresar,
transmitir y crear realidad, y de esa forma su capacidad de con­
vencer al lector u oyente de que aquello que el texto dice ha sido
efectivamente creado, y que el texto responde a dicha realidad.
Cómo hacer filosofía para obtener ese resultado, se nos pregun­
ta. Cómo es eso posible, nos preguntamos nosotros. Lo que está
en cuestión, cuando se trata no de los performativos comunes
y corrientes que ha investigado Austin, sino de sus presuntos
análogos, los «performativos filosóficos», por medio de cuya
enunciación hacemos filosofía, es nada menos que lo que es ha­
cer filosofía.
Por eso no nos encontramos aquí frente a un texto filosófi­
co común y corriente, de aquellos que tratan de alguno de los
muchos problemas de la filosofía, sin plantear sin embargo las
cuestiones fundamentales que nos llevan, si no a explicar, por
lo menos a interrogarnos sobre lo que hace de la filosofía filo­
PRÓLOGO
I5

sofía. Como las múltiples alusiones que sugiere su título, su


contenido también trata de aclarar esta interrogación funda­
mental en forma indirecta, sirviéndose así de la multiplicidad
de respuestas posibles presentes en las innumerables modalida­
des del filosofar.
Jesús Navarro analiza en su libro una confrontación sin com­
promisos entre dos grandes pensadores de nuestra época. Uno
puede no estar de acuerdo con las posiciones de uno, del otro,
o de ninguno de los dos; pero ambos son sin duda dignos de
atención por parte de quienes se interesan por la filosofía. Aun­
que lo que Jesús Navarro muestra claramente es que, además de
sus ideas, lo que merece atención es la confrontación misma
entre esas ideas. Porque es en el momento del enfrentamiento
entre ellas cuando las ideas filosóficas adquieren su pleno sen­
tido al ser criticadas y defendidas, objetadas y justificadas por
pensadores capaces. Es, en el momento de la controversia, de la
crítica y de la defensa de ideas opuestas, donde el hacer filoso­
fía se revela ante el observador en toda su magnitud, belleza y
dificultad; al mismo tiempo, se le revelan en su magnitud y pro­
fundidad los productos de ese hacer ilimitado que son las ideas,
teorías o posiciones enriquecidas inmensamente gracias a su
capacidad de criticar y ser criticadas, de atacar y defenderse.
Jesús Navarro ha elegido para su análisis en este libro un
debate de gran importancia en el pensamiento contemporá­
neo. Un debate que ha puesto frente a frente a representantes
de las más importantes corrientes actuales de la filosofía. Un
debate que ha aclarado no sólo la diversidad de posiciones en­
tre esas corrientes, sino también sus diferencias metodológicas
y argumentativas. Un debate que ha revelado cómo las teorías
filosóficas pueden y deben ser vistas desde diferentes perspec­
tivas para ser comprendidas mejor. Un debate que ha demos­
trado también cómo esa comprensión de hecho se obtiene a la
luz del análisis riguroso de los argumentos y maniobras de
cada uno de los adversarios al tratar de superar a su oponente.
Jesús Navarro nos da así en su libro una importante lección
sobre la práctica de la filosofía, que siempre va más allá de los
16 C Ó M O H A CE R FILOSOFÍA C O N PALABRAS

inevitables límites de la reflexión solitaria. Quizás la perfor-


matividad, a la que no sólo alude sino que también demuestra
el libro, resida en el hecho de que la realidad que crea el filo­
sofar es resultado del proceso necesariamente dialéctico que lo
constituye.

M arcelo D ascal
Universidad de Tel Aviv
P R E F A C IO

Venus huic erat utraque nota.


O vidio , Metamorfosis, III, 323

En 1998, durante la realización de mi tesis doctoral, tuve ocasión


de asistir a algunas de las clases que impartía por aquel entonces
Jacques Derrida en la École des Hautes Études en Sciences Socia­
les de París. Aquel curso, cuyo tema era «El perdón», partía del
análisis del discurso político que siguió al apartheid, y tenia lugar
en un anfiteatro multitudinario, repleto de estudiantes y profeso­
res, autóctonos y extranjeros, que se diseminaban incómodamente
por el suelo, recostados en pasillos y salidas de incendio. Sobre la
mesa del orador reposaban numerosos aparatos de grabación que
los oyentes habían ido colocando a titulo personal, con la inten­
ción de registrar las palabras del maestro y hacer perdurable su
voz como texto. Casi avergonzado por ello, el discurso se disponía
a atravesar fugazmente el terreno de la oralidad, a medio cami­
no entre el texto escrito y el texto transcrito, en una lección que
habría de ser estrictamente leida de principio a fin. Cuando
Derrida hizo por fin aparición en la sala, el aura de su blanca
cabellera se extendió por todo el auditorio en forma de silencio
sepulcral. De sus enigmáticas palabras, a decir verdad, poco re­
cuerdo; pero tardaré en olvidar la primera impresión de aquellas
clases, y el ritmo pausado de su penetrante retórica.
En aquel momento estaba deseoso de conocer el pensamiento
de Derrida porque su influencia en la critica literaria de las dé­
cadas precedentes había sido dificil de exagerar. Los Ensayos de
Montaigne, que eran el tema de mi tesis, habían sido expuestos a
una nueva lectura por ciertos autores que, de modo más o menos

[ 17]
I 8 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

directo, decían recibir los influjos del deconstructivismo derridia-


no, dando lugar al llamado textualismo («no hayfuera del texto»,
ergo la interpretación no debe salir del texto mismo). Este plantea­
miento me había parecido errado desde el principio, y por tanto
tenía cierta predisposición contra aquel misterioso maestro. Sin
embargo, a medida que fui leyendo su obra desde entonces, cons­
taté que lo que no me convencía en el textualismo -al menos en
sus manifestaciones más toscas- era precisamente que no desarro­
llaba de modo acertado el planteamiento de Derrida, confundien­
do su concepto de «texto» con el ámbito limitado de las obras lite­
rarias. De ahí que, a diferencia del textualismo, Derrida me re­
sultara cada vez más estimulante, pues creí encontrar en su obra
un desarrollo vivo y penetrante del problema levinasiano de la
alteridad (en concreto, en la manera que tiene de defender la dise­
minación del sentido). No obstante, he de admitir que su desa­
rrollo me sigue resultando aún hoy, al menos en ocasiones, irri­
tantemente críptico y oscuro.
Seis años después realicé una estancia posdoctoral en la Uni­
versidad de California-Berkeley, invitado por la profesora ]anet
Broughton, con la intención de desarrollar algunas líneas de mi
tesis de doctorado. Durante aquel tiempo asistí al excelente curso
de Philosophy of Mind que impartía Paul Skokowski pues, a tra­
vés del problema de la identidad personal, había llegado a inte­
resarme en esa disciplina. Dentro de su variopinto panorama,
la posición de John R. Searle acerca de la intencionalidad de la
mente me resultaba especialmente atractiva, siendo uno de los
pocos autores que verdaderamente escapan a la larga sombra del
conductismo. Aprovechando que, en el siguiente cuatrimestre, el
propio Searle comenzaba a impartir un curso sobre filosofía social,
me infiltré una vez más de libre oyente, con la misma inocente
curiosidad que manifestara en París años atrás. La sala, como no
podía ser de otro modo, también estaba completamente repleta
(aunque, dando muestras de la eficaz organización norteamerica­
na, cada alumno tenía su pupitre). Una cámara de vídeo regis­
traba sistemáticamente los actos de habla del orador, preserván­
dolos embalsamados en su contexto. El resultado no fue menos
PREFACIO 19

deslumbrante, pues la fama de gran docente que tiene Searle es


bien merecida: sin un papel por delante, y con más de setenta años,
su agilidad mental es portentosa. La facilidad con que acuden a su
mente los ejemplos más adecuados, la claridad con que expone sus
argumentos, la firme definición de sus objetivos intelectuales y el
dinamismo con que los transmite son verdaderamente envidiables
(eso sí: tampoco es inmerecida su fama de testarudez pues, como es
bien conocido, tiene una formidable habilidad para desembara­
zarse al instante, sin la más mínima intención de argumentar, de
aquellas objeciones que considera superadas).
En el momento en que realicé aquellas estancias no tenía pre­
visto en absoluto escribir el presente ensayo, pero probablemente
nunca lo hubiera hecho de no haber sido por ellas. Y no sólo por
los anecdóticos encuentros que pude tener con estas dos figuras del
pensamiento actual, sino sobre todo porque aquellas estancias me
permitieron vivir por unos meses en los contextos sociales y huma­
nos donde desarrollaban sus respectivas actividades intelectuales,
los ámbitos donde son admirados y respetados, teniendo así con­
tacto con los modos de hacer filosofía en que se integran sus res­
pectivas prácticas. El análisis comparado de ambas filosofías, y el
esfuerzo por establecer un entendimiento entre ellas, es un proyec­
to imprudente y arriesgado que decidí llevar a cabo al constatar
que cada uno de los fervorosos auditorios ante los que estos auto­
res aparecían como grandes paradigmas intelectuales estaba per­
fectamente predispuesto a despreciar olímpicamente al otro: Sear­
le, entre los deconstructivistas, no es más que un rancio teórico
trasnochado; Derrida, entre la mayoría de los filósofos analíticos,
un intelectual deshonesto y embaucador. ¿Cómo es posible que se
den, simultáneamente, tal admiración y tal desprecio? ¿Es una
situación definitivamente irremediable? ¿No debería ser la filosofía
el ámbito de la comunicación abierta, del diálogo, del respeto? ¿No
hay acaso problemas comunes en sus obras, sobre los que cada uno
de ellos puede arrojar alguna luz, desde su propia perspectiva?
Al aproximarme a los textos del enfrentamiento explícito que
tuvieron ambos autores me encontré en una posición relativa­
mente favorable para comprender los motivos de su desencuentro,
20 C Ó M O HA C E R FI LOSOFÍA C O N PALABRAS

habiendo conocido algo de ambos mundos. El choque entre sus


planteamientos me resultó a la vez inevitable y sugerente, pues en
el fondo presentía que un cierto entendimiento no era del todo
descartable. Eso sí, dicho entendimiento implicaría la toma en
consideración de la actividad filosófica desde una perspectiva más
amplia que la estrictamente teórica. Es decir: como intentaré mos­
trar con detenimiento, la problemática confluencia de las filosofías
de Searle y Derrida -en torno a cuestiones como la «iterabilidad»,
la «intencionalidad» o el «parasitismo» del lenguaje- no puede re­
solverse ateniéndonos exclusivamente a lo que cada autor dice sino
que, como ya Austin sostuviera acerca de los actos de habla, ha de
dirimirse en el terreno de lo que cada uno de ellos hace con lo que
dice. Pero esto ya es cuestión que habrá de ser tratada en el libro.
Quisiera agradecer a Owen Flanagan la hospitalidad de su
acogida en la Duke University en el verano de 2005, pues duran­
te aquella estancia pude recoger la mayor parte de la bibliografía
que precisaba, y mantener algunas conversaciones, tanto con él
como con sus compañeros del Department of Philosophy, que me
han sido de gran utilidad. Vaya también mi agradecimiento a los
profesores y compañeros que han leído partes o la totalidad del
manuscrito, por sus valiosos comentarios: entre ellos, Manuel
Barrios Casares, César Moreno Márquez, Enrique Bocardo Cres­
po, Manuel Padilla Cruz, Luis Sáez-Rueda, Juan José Acero y
Marcelo Dascal. He tenido ocasión de discutir largamente sobre la
argumentación del libro con Teresa Bejarano, Pedro J. Chamizo-
Domínguez, Antonio Pineda Cachero, Federico Rodríguez Gó­
mez, Margarita Planelles Almeida, Miguel Vidal Pérez y Gabriel
Arnáiz; el resultado debe mucho a sus observaciones atentas y
minuciosas. A Cristina San Juan, con quien asistí a las clases de
Derrida, quiero agradecer su infinita hospitalidad durante aque­
llas estancias. Más allá de lo estrictamente académico, el apoyo de
mi familia ha sido tan incondicional como siempre; quisiera agra­
decer particularmente a Carla su inagotable paciencia y com­
prensión, y a Nora todo el tiempo que he dejado de dedicarle.
Presenté esbozos de este libro en distintos cursos de doctorado
de la Universidad de Sevilla entre 2006 y 2008, y también he de
PREFACIO 2 1

reconocer mi deuda con aquellos alumnos por sus perspicaces opi­


niones y críticas. Pero ante todo quisiera recordar especialmente a
mis alumnos de la asignatura de Corrientes Actuales de la Filoso­
fía de la Universidad de Sevilla, porque ante ellos me he visto en
la obligación de ofrecer un amplio panorama del pensamiento
contemporáneo, constatando la necesidad y la dificultad de inte­
grar a los distintos autores en una historia común. Éste es el obje­
tivo que persigue el presente libro, dentro del estrecho ámbito al
que se ciñe, y debo mucho en ese sentido a los debates que hemos
mantenido en clase.

J.N.R.
Sanlúcar de Barram eda, verano de 2009
INTRODUCCIÓN

Las grandes figuras de la Historia de la Filosofía


no suelen ser unos completos ineptos.
M anuel Pavón Rodríguez

En la primavera de 1996, la prestigiosa revista Social Text, edita­


da por la Duke University Press en Carolina del Norte, dedica un
número monográfico a la publicación de diversos ataques con­
tra el cientificismo, en defensa de una visión relativista y pos­
moderna de la cultura contemporánea. Entre los artículos pu­
blicados encontramos uno de título ciertamente inquietante
(«Transgredir las fronteras: hacia una hermenéutica transfor­
madora de la gravedad cuántica») donde, aplicando los últimos
avances de la física y la matemática, se sostiene la imposibilidad
de referirse a una realidad objetiva. La concepción del conoci­
miento humano como una progresiva constatación de hechos
verificables, mediante los cuales descubrimos las leyes que es­
tructuran la realidad, queda tajantemente descartada, y los pro­
ductos de la ciencia moderna son equiparados a cualquier otro
efecto cultural de la sociedad occidental. En este trabajo, escrito
según los cánones retóricos de los Social Studies, el autor pre­
tende demostrar, por ejemplo, cómo

la Jt d e E uclides y la G d e N e w to n , q u e a n tig u a m e n te se creían


co n sta n te s y univ ersale s, so n a h o ra p e rc ib id a s e n su in e lu c ta b le
h is to ric id a d , y el h ip o té tic o o b s e r v a d o r a cab a fa ta lm e n te d e sc e n ­
tr a d o , d e sc o n e c ta d o d e c u a lq u ie r v ín c u lo e p isté m ic o c o n rela c ió n
a u n p u n to del e sp a c io -tie m p o q u e y a n o se p u e d e d e fin ir
m e d ia n te el u so exclusivo d e la g e o m e tría .1

1 Alain Sokal: «Transgressing the Boundaries: Toward a Transformative Her-


meneutics of Q uantum Gravity», Social Text, 46/47, 1996, pp. 217-52. Citado por
24 C Ó M O H A C E R FILOSOFÍ A C O N PALABRAS

A pesar de su apariencia grave y sesuda, el texto resultó ser


una broma. Su autor, Alain Sokal, físico de la New York Univer-
sity, adquirió cierto renombre a raíz de aquel artículo, cuyo
estilo abstruso y enrevesado imitaba el de buena parte de la
filosofía francesa contemporánea, principalmente del ámbito
postestructuralista: autores como Lacan, Deleuze o Baudrillard
que, en opinión de Sokal, construyen sus textos ocultando tras
ampulosas palabras una argumentación falaz desde el punto de
vista lógico y absolutamente descabellada en cuanto a sus con­
clusiones. Asombrosamente, el manuscrito original pasó los
estrictos procesos de selección de la revista, siendo leído como
un texto serio hasta que poco tiempo después su autor hiciera
públicas sus malévolas intenciones.2
Desde el mítico enfrentamiento entre Rudolph Carnap y
Martin Heidegger hasta la irónica denuncia del caso Sokal, insi­
diosas acusaciones se han cruzado esporádicamente entre pen­
sadores llamados analíticos, mayormente de tradición anglosa­
jona, y pensadores continentales, generalmente de tradición
alemana o francesa. Sin caer por ello en el fácil estereotipo, re­
sulta difícil negar el hecho de que la filosofía contemporánea
está dividida: hay inestabilidad en las fronteras, figuras que por
su ambigüedad no son fácilmente ubicables, conceptos y pro­
blemas de aparente cosmopolitismo, que aparecen inesperada­
mente aquí y allá, en los contextos más diversos, pero la posibi­
lidad de realizar una acusación tajante sigue en el aire: una
acusación que no se efectúa en el seno del diálogo, sino que
obstruye con firmeza las puertas del mismo, negando la entra­
da a la disensión razonada y la voluntad de mutuo entendi­
miento. Esa acusación es la siguiente: lo que usted dice no tiene
sentido. ¿Para qué seguir hablando, pues?

la traducción de Joan Caries GuixVilaplana en Alain Sokal y Jean Bricmont: Impos­


turas intelectuales, Paidós, Barcelona, 1999, p. 242. En adelante citaremos los textos
según las traducciones disponibles en castellano, que se irán indicando en nota. En
los casos donde no se indique edición castellana, las traducciones son propias.
2 Lo hizo en «A physicist experiments with cultural studies», Lingua Franca
6(4), mayo/junio 1996, pp. 62-4.
INTRODUCCIÓN 25

El enfrentamiento alcanza su mayor virulencia en el mo­


mento en que aquello que impide la comprensión no es ya la
discrepancia en la definición de los conceptos, ni el plantea­
miento divergente de los problemas, sino la propia idea de con­
cepto, o la tácita asunción de qué constituye un verdadero pro­
blema, en cuanto a formulación, temática y finalidad. Son los
valores que subyacen al quehacer filosófico, y no sólo sus teorí­
as, los que producen la brecha que señalamos. Podríamos acu­
dir al ajado concepto kuhniano, e indicar que la discordia entre
analíticos y continentales es un caso ejemplar de choque entre
paradigmas; pero no podríamos pasar por alto el hecho de que
los paradigmas se suceden dentro de cada uno de esos ámbitos,
enfrentándose entre ellos con esa carga de irracionalidad que
Kuhn encontró en las revoluciones científicas. Se trataría por
tanto de una especie de metaparadigmas: grandes tradiciones
inconmensurables que, generalmente, discurren en paralelo sin
relación alguna. Esto hace además que la concepción diacrónica y
evolutiva de Kuhn no sea aquí de aplicación, pues no hay a la vista
ninguna posibilidad de integrar ambas tradiciones en una histo­
ria común en la que una pudiera aparecer como precedente de la
otra: etapa obsoleta y superada a la que sólo le quedaría esperar
un abandono definitivo e inexorable. Más bien parece que ocurra
todo lo contrario: que ambas estén aquí para quedarse.
¿Cuánto puede retrotraerse en la historia esta diferencia de
actitud? ¿Sería descabellado pensar que ya fuera su primera
manifestación, allá por la Edad Media, el enfrentamiento entre
los nominalistas de Oxford y los realistas de La Sorbona? ¿Tal
vez, en el XVII, entre los empiristas ingleses y los racionalistas
franceses? ¿O, por el contrario, la brecha no ha existido nunca,
y sólo son estereotipos fantasmagóricos en los que propiamen­
te nadie encaja, pero que constriñen nuestra comprensión del
panorama de la filosofía contemporánea? El supuesto «bando»
continental, por ejemplo, estaría constituido por un amasijo de
corrientes muy diversas -fenomenología, hermenéutica, teoría
crítica fran^úrtiana, estructuralismo, postestructuralismo, o
incluso neotomismo- que poco o nada tienen en común entre
2 6 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

sí, más allá del hecho de que los filósofos del supuesto «bando»
contrario suelen etiquetarlos de ese modo, tomándolos como
ejemplo de sofistería y vacuidad.3 La llamada filosofía analítica,
por su parte, parece haber levantado acta de su propia defun­
ción, manteniendo sólo una cierta afinidad estilística con los
hitos que inauguraran el movimiento.4 Además, a la falta de
unidad y coherencia interna de cada una de estas tradiciones
se suma el hecho de que, precisamente en los momentos en
que dicho enfrentamiento se hace patente, las fronteras se
muestran inestables y borrosas. Un buen ejemplo es el famoso
choque entre Rorty y Habermas, en el que actitudes y maneras
de los dos bandos se encuentran entremezcladas en las respec-

3 Simon Glendinning ha sostenido de modo convincente que no existe una


tradición continental en filosofía, sino que ese título reúne de algún modo todo lo
que la filosofía analítica falazmente considera su «Otro» ( The Idea of Continental
Philosophy, Edimburgo, Edinburgh University Press, 2006, pp. 12 y 83-4). En un
sentido parecido, Simon Critchley ha mostrado que la noción de filosofía conti­
nental sólo ha recibido unidad corno efecto de una proyección de la filosofía ana­
lítica («Introduction», en S. Critchley yW. Schroeder (eds.),A Companion to Con­
tinental Philosophy, Oxford, Blackwell, 1998). Sin embargo, aunque la procedencia
del etiquetado sea exógena, no puede negarse que está comenzando a crear una
cierta sensación de unidad en el ám bito continental: no hay nada que una tanto
corno la aparición de un enemigo común.
4 Hans-Johann Glock constata, a su pesar, una doble tendencia de pérdida de
identidad y pérdida de vigor entre los propios representantes de la filosofía analí­
tica (What is Analytic Philosophy?, Cambridge, C ^ b rid g e University Press, 2008,
pp. 1-2). Por ejemplo: J.J. Acero, paradigma de lo que suele considerarse en Espa­
ña un filósofo analítico, considera que, tras las aportaciones de autores corno
Quine, Sellars o Austin, «la filosofía analítica es ya un movimiento filosófico fina­
lizado y, por tanto, agua pasada» (Filosofía y análisis del lenguaje, Madrid, Edicio­
nes Pedagógicas, 1994, p. 17). Hilary Putnarn ha abogado en este sentido por el
abandono del térm ino «analítico» corno indicación de un movimiento o escuela
(«A Half Century of Philosophy, Viewed Frorn Within», Daedalus, 126, 1997,
p. 203). Hay en cambio quien defiende aún hoy su mantenimiento: unos apun­
tando que, más que cuestión de doctrina, se trata de una identidad de estilo (ver
Fran^ois Recanati, «Beyond Analytic Philosophy?», Stanford French Review, 17:2-3,
1993, pp. 197-206); y otros reivindicando para la analítica una serie de «normas
cognitivas» de las que la filosofía continental, en mayor o menor medida, se con­
sidera exenta (ver Pascal Engel, «Analytic philosophy and cognitive norrns», The
Monist, 82:2, 1999, pp. 218-34).
INTRODUCCIÓN 27

tivas posiciones, lo cual ha hecho pensar a más de uno que las


fronteras entre analíticos y continentales propiamente no exis­
ten, o que la dicotomía debería de ser abandonada en bene­
ficio de otras demarcaciones teóricamente más relevantes.
A ello han contribuido autores como Putnam, Goodman, Drey-
fus, Ricoeur, F0llesdal o Tugendhat que, desde uno u otro bando,.
han fomentado en las últimas décadas un fructífero entendi­
miento^
Sin embargo, basta con conocer in situ los modos de hacer
filosofía que imperan a cada lado del canal de la Mancha -o del
océano Atlántico- para tomar consciencia de que la brecha
existe. Su justificación teórica puede estar en cuestión, pero lo
que no puede negarse es que la idea de que hay tal brecha forma
ineludiblemente parte de la autoconsciencia de la filosofía con­
temporánea.6 Ahora bien, lo más desconcertante de esta esci-

5 Lo cierto es que estos puentes entre ambas tradiciones se han trazado con
mayor frecuencia desde planteamientos fenomenológicos, hermenéuticos o frank-
furtianos que deconstructivos. Sobre la problemática constitución de las comuni­
dades analítica y continental ver los artículos de Christopher Norris («Home
Thoughts from Abroad: Derrida, Austin and The Oxford Connection», Philosophy
and Literature, 1O:l, 1986, pp. 1-25) y Marcelo Dascal ( «How Rational Can a Pole-
mic Across the Analitic-Continental “divide” be?», International Journal ofPhilo-
sophical Studies, 9:3, 2001, p. 317). Desde un planteamiento sociológico, Randall
Collins ha sostenido que la diferencia entre ambas corrientes probablemente no
sea más que un efecto de superficie bajo el cual se ocultan respuestas paralelas, y
no muy distantes, a una misma situación histórica (Sociología de las filosofías: una
teoría global del cambio intelectual, Barcelona, Hacer, 2005, pp. 757-60). Dummett
ha señalado lo mucho que es compartido en su origen por ambas tendencias (ver
Origins of Analytical Philosophy, Londres, Duckworth, 1993, p. 26).
6 Puede que dicha idea, como opina Glendinning, no capte la escena, «pero
no puede negarse que forma parte de ella» (op. cit., pp. 4-5), algo que se pone de
manifiesto en los recurrentes números monográficos que les dedican las revistas
especializadas (ver, por ejemplo, Stanford French Review, 17:2-3, 1993; Internatio­
nal Journal o f Philosophical Studies, 9:3, 2001; o Philosophie, 35, 1992). Para un
panorama general de la filosofía contemporánea en torno a esta división ver las
obras de Pascal Engel (La dispute. Une introduction á la philosophie analytique,
París, Minuit, 1997), Franca D’Agostini (Analíticos y continentales. Guía de la filo­
sofía de los últimos treinta años, Madrid, Cátedra, 2000) o Luis Sáez Rueda (Movi­
mientos filosóficos actuales, Madrid, Trotta, 2001 y El conflicto entre continentales y
analíticos: dos tradiciones filosóficas, Barcelona, Crítica, 2002). Este último, además,
28 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

sión es precisamente que no suele haber enfrentamientos explíci­


tos: lo extraño es que choquen, porque sólo donde hay coinci­
dencia en algún aspecto, por nimio que sea, puede haber choque,
y generalmente ni siquiera la hay. De este modo, la mayoría de los
filósofos, tanto analíticos como continentales, consiguen aún hoy
cgnorar durante la mayor parte del tiempo la existencia de la
facción contraria: las aportaciones del otro ámbito no suelen ser
siquiera despreciadas como irrelevantes, extraviadas o confusas,
sino sencillamente asumidas como el ruido de fondo que uno ha
de ignorar para ponerse a trabajar en lo que verdaderamente
importa. Afortunadamente, hay excepciones: unas veces con me­
jor actitud y otras de mala gana, ha habido ocasiones en que los
filósofos de ambos meta-paradigmas no han tenido más remedio
que hablar los unos acerca de los otros -aunque, en la mayoría de
las ocasiones, sus respectivas intervenciones no hayan sido más
que glosas prolongadas que vienen a justificar por qué lo que usted
dice no tiene sentido. El presente ensayo pretende an^^M' uno de
estos desencuentros: el que tuvo lugar entre John R. Searle y Jac-
ques Derrida desde finales de los años setenta, en torno a la inter­
pretación de la obra de John Langshaw Austin.
Antes de sumergirnos en el tema que nos ocupará durante
el resto del libro, volvamos por un momento al caso Sokal. En
su denuncia encontramos la clásica tesis -lo que usted dice no
tiene sentido- presentada con una original y efectista argucia
retórica, pues Sokal vendría a afirmar algo parecido a lo
siguiente: «al decir yo lo que usted dice, por mucho que usted
crea entenderme, sé que lo que yo digo no tiene sentido, ergo
lo que usted dice no tiene sentido».7 El argumento de Sokal pre­

ha abogado por una diferencia de peso entre ambas tradiciones en cuanto a sus
presupuestos y proyectos ontológicos, como veremos más adelante.
7 De hecho, Sokal y Bricmont se plantean como tarea en Imposturas intelec­
tuales demostrar que u n gran número de textos fundamentales del movimiento
postmoderno y postestructuralista, «si parecen incomprensibles, es por la sencilla
razón de que no quieren decir nada» (op. cit., p. 23). Esta crítica ha sido desarro­
llada con una actitud más sosegada por Jacques Bouveresse en diversas ocasiones
(por ejemplo, en Prodiges et vertiges de l'analogie, París, Raisons d’Agir, 1999).
INTRODUCCIÓN 29

tende rebatir la posición contraria sosteniéndola él mismo y


demostrando, desde su interior, que es insostenible. Sokal in­
troduce al lobo en terreno enemigo vistiéndolo con piel de cor­
dero, haciendo uso de una estrategia que, como veremos más
adelante, comparte estructura con el ya clásico argumento de la
habitación china, presentado por Searle en los ochenta contra el
proyecto de la Inteligencia Artificial fuerte. No obstante, si
hemos comenzado refiriéndonos al caso Sokal no ha sido sim­
plemente por partir de otro ejemplo del clásico enfrentamien­
to entre filosofía analítica y continental. En realidad, aquél no
fue precisamente un caso paradigmático de dicho enfrenta­
miento, puesto que Sokal no puede ser considerado -n i por su
formación, ni por sus intenciones en aquella obra- como un
filósofo. Por el contrario, es la forma del caso Sokal lo que pare­
ce guardar estrecha relación con el contenido del caso que aquí
nos ocupa, pues el modo que tuvo Sokal de presentar su crítica
nos recuerda al motivo del desencuentro entre Searle y Derrida.
Sokal presenta su texto como obra seria, oratio recta en la que,
supuestamente, se sostiene una determinada tesis con una serie de
argumentos. El contexto en el que se publicó el artículo no hacía
previsible otro tipo de interpretación: Social Text era una revista
prestigiosa, en cuya línea editorial encajaba perfecta­
mente, por su temática y por su intención aparente, el empeño
posmoderno y relativista del texto de Sokal. No obstante, la
ampliación del contexto en que fue leído a raíz de su desenmas­
caramiento posterior hizo que un discurso que, en principio,
parecía serio resultara ser jocoso y burlón; lo que se presentaba
como una argumentación rigurosa, se reveló como una parodia;
lo que aparentaba ser la tesis pasó a constituirse como antítesis de
lo dicho.
El lenguaje utilizado por Sokal puede ser descrito como
anormal: se construye aparentando normalidad, pero sien­
do constitutivamente algo distinto. El hecho de que sea leído
como discurso normal o como discurso irónico, sarcástico o sa­
tírico dependerá del contexto en el que sea recibido. Y dicho
contexto tal vez no pueda ser determinado exhaustivamente de
30 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

antemano: en principio, por enrevesada que sea esa posibilidad,


es perfectamente concebible que el día de mañana Sokal publi­
que un nuevo artículo denunciando su propia denuncia como
una nueva y retorcida estrategia retórica. Tal vez Sokal sea en
realidad un posmoderno disfrazado de científico cientificista
que, a su vez, vistió por un momento las guisas del todo vale.
Aun aceptando la posibilidad de que en algún momento llegue
el desenmascaramiento del desenmascaramiento, cabe pregun­
tarse si acaso no hay algo que sea el hecho: si, de hecho, Sokal quiso
decir lo que dijo, o en realidad quiso decir lo contrario. Cabe
plantearse el problema de si, una vez considerado el contexto del
discurso 4:a. so de que sea factible hacer tal cosa de un modo
exhaustivo-, es posible estar absolutamente seguros de que nos
encontramos ante un acto de habla normal y serio que, por tanto,
haya de ser entendido en su sentido literal. Ese aspecto formal del
affaire Sokal es el contenido material del caso que aquí nos ocupa.
*

Searle y Derrida son dos autores estrictamente contemporáne­


os: nacen prácticamente a la vez (uno en el estado de Colorado,
en 1932, y el otro en Argelia, en 1930), y ambos tienen 37 años
cuando publican sus primeros libros (Actos de habla en 1969 y
De la gramatología en 1967), que resultaron ser aportaciones
canónicas en sus respectivos ámbitos. En el momento de su
enfrentamiento eran ya autores de referencia, y se encontraban
en plena etapa de madurez intelectual. El desencuentro entre
ellos estuvo marcado por la ausencia de Austin, uno de los
grandes filósofos de la generación anterior, que había dejado
inconclusa una obra incipiente y prometedora en la que pre­
tendía considerar el lenguaje desde una perspectiva más amplia
que la adoptada hasta el momento (no partiendo de una abs­
tracción lógica e idealizada, sino incluyendo en el análisis todos
los elementos pragmáticos y contextuales que lo dotan de sen­
tido y validez en su uso cotidiano). Tras haber dirigido la te­
sis de doctorado de Searle sobre Sentido y referencia -leída en
Oxford en 1959- y antes de concluir su importante obra Cómo
INTRODUCCIÓN 31

hacer cosas con palabras, Austin falleció prematuramente por


culpa de un cáncer de pulmón. En ese momento Searle tomó el
testigo de su maestro, desarrollando durante los años sesenta
una de las posibles interpretaciones de su obra, que daría lugar
a la hoy archiconocida «teoría de los actos de habla». Su inten­
ción fue roturar el terreno descubierto por Austin para, como
veremos más adelante, integrar el pragmatismo lingüístico en
un contexto filosófico y científico más amplio, en la mejor tra­
dición de la filosofía analítica de Wittgenstein o Strawson.
A principios de los setenta tuvo lugar la osadía que desenca­
denaría el enfrentamiento: Jacques Derrida, en su afán por
transgredir las fronteras, abandona por un momento el ámbito
puramente continental en el que se había gestado su pensa­
miento -entre las críticas levinasianas a la fenomenología, la
hermenéutica ontológica heideggeriana y el postestructuralis-
m o - para aplicar sus métodos deconstructivos a la obra de Aus­
tin. Derrida dice encontrar en ella un esfuerzo «casi nietzs-
cheano» por retrotraer el lenguaje a la vida, por subyugar la
cuestión de la verdad a la de la fuerza, aunque, en su opinión -y
ya veremos qué significa todo esto-, Austin sucumbe de nuevo
a una «metafísica de la presencia» que da la espalda a las pers­
pectivas revolucionarias de su propio trabajo, recayendo, a tra­
vés de la noción de contexto, en un planteamiento convencional
fono-logo-céntrico. Derrida ofreció su lectura de Austin en un
congreso canadiense en 1971, con una conferencia en francés
que llevó por título «Firma, acontecimiento, contexto»;8 pero la
tormenta no habría de desatarse hasta 1977, con la traducción
al inglés de dicho texto, publicada por Samuel Weber y Jeffrey
Mehlman en el primer número de la revista Glyph, de la John
Hopkins University.9 El motivo: a página seguida del artículo se

8 «Signature événement contexte» fue publicado por primera vez en francés en las
actas del Congrés International des Sociétés de Philosophie de Langue FranfQise (Montre-
al, agosto, 1971), y recogido posteriormente en la colección de obras de Derrida Mar-
ges de la Philosophie (^París, Minuit, 1972). Lo citaremos por la traducción de Carmen
González Marín en Márgenes de la Filosofía, Madrid, Cátedra, 1989, pp. 347-72.
9 «Signature Event Context», Glyph, 1, 1977, pp. 172-97.
32 C Ó M O H A C E R F I L O S O F Í A CON P A L A B R A S

encuentra una crítica mordaz y destructiva del mismo por


parte de John Searle, denunciando -n o podía ser de otro m odo-
que lo que Derrida sostiene en su texto sencillamente no tiene
sentido. El texto de Searle lleva por título «Reiterando las di­
ferencias: una respuesta a Derrida»:101Searle dice responder a
Derrida, lo cual da una idea de hasta qué punto se considera a
sí mismo como legítimo heredero filosófico de Austin (pues el
texto del francés no se refería en ningún momento a Searle, que
ni siquiera era citado en él, sino a su maestro). Searle toma por
él la palabra, asumiendo su propia interpretación como si fuera
la que Austin mismo habría llevado a cabo, de no haberle sobre­
venido la muerte. Es por tanto Searle quien responde al escrito
de Derrida sobre Austin, denunciando que el texto está plagado
de falacias argumentales y flagrantes confusiones entre concep­
tos tan básicos que cualquier alumno de grado de una buena
universidad estadounidense debería conocer y distinguir a la
perfección. La respuesta refleja la tensión y el desprecio impe­
rante en los departamentos de filosofía de las universidades
americanas ante la progresiva conquista de los departamentos
de literatura por parte de los críticos postestructuralistas.
Pero Derrida era bien conocido por no amilanarse ante las
críticas, y quizás sea éste el mejor ejemplo de esa actitud: el
segundo número de Glyph, publicado aquel mismo año, se cie­
rra con un artículo de dimensiones desproporcionadas, «Limi-
ted Inc. a b c ...», en el que Derrida pretende rebatir una por
una cada crítica, cada argumento, cada pequeño renglón de la
respuesta de Searle.u El francés sucumbe igualmente a la tenta­
ción de la polémica, acusando a su oponente -parodiado tras el
acrónimo S.A.R.L.- de no haber entendido nada de su texto, y
de dirigirle constantemente como críticas ideas que él mismo
pretendía sostener.
La polémica tuvo una considerable repercusión en los me­
dios culturales franceses y americanos, y desde entonces ha

10 «Reiterating the Differences: A Reply to Derrida», Glyph, 1, 1977, pp. 198-208.


11 Glyph, II, 1977, pp. 202 y ss. Traducción al inglés de Samuel Weber.
INTRODUCCIÓN 33

habido un goteo constante de bibliografía secundaria al respec­


to. Aunque Searle no escribió propiamente una contrarréplica,
es posible rastrear los estertores del debate en una reseña que
publicó en el New York Review of Books12 y algún artículo pos­
terior.13*Por otra parte, Derrida reflexiona detenida y abierta­
mente sobre el enfrentamiento en una entrevista epistolar
mantenida con Gerald Graff una década después, que lleva por
título «Toward An Ethic of Discussion», donde el francés inten­
ta centrarse en la cuestión de la cortesía académica, de cuya
ausencia en aquel debate él mismo acepta ser, al menos en
parte, responsable.14
*

En varias ocasiones hemos utilizado la palabra desencuentro,


pero ¿cómo es posible que tal cosa tenga lugar? Sería preciso
algo tan contradictorio como que hubiese un espacio común,
que dos personas pudieran compartir, sin que por ello llegaran a
encontrarse: un lenguaje compartido en el que les fuera posible
empezar a no entenderse. En el caso que nos ocupa, ese lugar
corresponde evidentemente a la obra de Austin, y ese lenguaje es
el que ambos autores heredan de él, en torno a términos clá­
sicos -como «habla», «verdad», «fuerza» o «sentido»- y ciertos

12 «The World Turned Upside Down», The New York Review ofBooks, 30:16,
27/10/1983. La reseña, que tenía por objeto un libro de Jonathan Culler (On De-
construction: Theory and Criticism After Structuralism, Ithaca, N. Y., Cornell Uni-
versity Press, 1982), ha sido traducida al francés por Jean-Pierre Cometti, y publi­
cada en forma de opúsculo: Déconstruction - Le langage dans tous ses états, Com­
bas, Éditions de l’Éclat, 1992.
13 Principalmente «Rationality and Realism: What Is at Stake?» (Daedalus,
1993, 122:4, pp. 55-83) y «Literary Theory and Its Discontents» (New Literary His-
tory, 1994, 25:3, pp. 637-67).
14 «Signature évenement contexte», «Limited Inc. a b C» y la entrevista con
Graff están disponibles en inglés, editados por el propio Graff (Evanston, IL,
Northwestern University Press, 1988) y en francés, editados por Elisabeth Weber
(París, Galilée, 1990), con idéntico título: Limited Inc. La paginación de nuestras
citas de «Limited Inc. a b c» y «Afterword ...» remiten a su versión inglesa, aunque
haremos referencia puntualmente a la versión francesa cuando sea conveniente
matizar la traducción.
34 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

neologismos -com o «performativo», «infelicidad», «ilocutivo» o


«perlocutivo». Pero cabe preguntar si, por detrás de la coinci­
dencia en el uso de los significantes, hay realmente algo común y
compartido en el modo que tienen Searle y Derrida de com­
prender esas palabras, en la manera en que resuenan dentro de
sus respectivos espacios intelectuales, en consonancia con sus
respectivos pasados vitales.
El desencuentro intelectual, caso de que tal cosa sea posible,
es sólo un tipo particular de desencuentro humano, aconteci­
miento bien estudiado por los novelistas. Milan Kundera, por
ejemplo, escribió todo un «diccionario de palabras incompren­
didas» mostrando cómo los amantes de La insoportable levedad
del ser, Franz y Sabina, asimilaban de modo distinto cada una
de las palabras y conceptos que entraban en juego en su rela­
ción amorosa. De ellos decía Kundera algo que podría aplicar­
se a la perfección a los autores de nuestro desencuentro:

Comprendían con precisión el significado lógico de las palabras


que se decían, pero no oían en cambio el murmullo del río
semántico que fluía por aquellas palabras. [ ...] Mientras las per­
sonas son jóvenes y la composición musical de su vida está aún
en sus primeros compases, pueden escribirla juntas e intercam­
biarse motivos [ ... ] , pero cuando se encuentran y son ya mayo­
res, sus composiciones musicales están ya más o menos cerradas
y cada palabra, cada objeto, significa una cosa distinta en la com­
posición de la una y de la otra.'5

He ahí el motivo tanto del encuentro como de su no reali­


zación, que acaece cuando, al tiempo que se coincide en lo que
Kundera llama el «significado lógico de las palabras», se igno­
ran consciente o inconscientemente los ríos semánticos que flu­
yen por ellas. La mayoría de los estudios realizados acerca del
desencuentro entre Searle y Derrida comete el mismo error en
que cayeron ambos autores en su día: ignorar sistemáticamente15

15 Barcelona, Tusquets, 1992, p. 88; traducción de Fernando de Valenzuela.


INTRODUCCIÓN 35

los ríos semánticos que fluyen por sus respectivos discursos. Es


un espejismo peligroso creer que esos ríos pueden ser dejados
de lado con sólo ignorarlos; pero no lo es menos pensar que la
tarea propiamente filosófica sólo puede ponerse en marcha tras
una sistemática depuración terminológica, una epojé del len­
guaje, que logre desvincular cada palabra de sus diferentes ecos
y reminiscencias. Semejante purificación del sentido de los tex­
tos probablemente no fuera realizable y, en cualquier caso,
tendría con toda probabilidad resultados nefastos, pues las pa­
labras, desprovistas de esos ríos semánticos que las nutren, de­
generarían en cauces secos e inertes. Por ese motivo, lo que es
preciso realizar, si verdaderamente aspiramos a entender mejor
aquel desencuentro, es remontar ambos ríos con la esperanza de
que, una vez recorridos los pasados de los autores, seamos capa­
ces de reconocer las fuerzas que vienen a confluir en sus obras,
por detrás de las palabras que aparentemente comparten.
Ahora bien: hay motivos, profundamente arraigados en la
idiosincrasia de la comunidad filosófica actual, que han dificul­
tado hasta hoy esta tarea. En una imagen risueña y autocom-
placiente de la filosofía, suele decirse que las actitudes que están
en su base son la curiosidad, el asombro ante el mundo y, ante
todo, el respeto a la diferencia de opinión -condición impres­
cindible del debate y la discrepancia razonada. Desgraciada­
mente, nada hay más lejos de la realidad, pues cuando atende­
mos al modo que tienen los filósofos de enfrentarse al corpus
de su disciplina, probablemente la actitud más generalizada sea
la del desprecio: un desprecio manifiesto y perseverante hacia
cualquier planteamiento que diverja considerablemente de la
propia posición. Y no se trata de una actitud que afecte única­
mente a la escisión entre analíticos y continentales; tomemos a
un filósofo actual cualquiera: es muy probable que sea mayor el
número de autores que merecen su desprecio, que el de aque­
llos que admira o respeta.16 El problema es que, como tende-

16 Como ha señalado Collins, «todos los diversos movimientos posteriores a


la realineación de principios del siglo XX fueron vehementes de un modo sin pre-
36 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

mos a encerrarnos en la propia escuela, creemos que esa admi­


ración y ese respeto constituyen lo esencial de nuestra actividad,
cuando en realidad son preocupantemente limitados. Los pocos
autores que respetamos al menos tienen nombre; la ingente
multitud de los que despreciamos, en cambio, permanece inno­
minada tras cómodas etiquetas que rechazamos con desdén, no
dedicándoles siquiera un esfuerzo serio de refutación.
Si tendemos a ignorar los ríos semánticos que recorren las
obras de determinados autores no es sólo porque no los conoz­
camos, sino porque no los consideramos dignos de ser conoci-
dos.17 De ahí que sea precisa, para iniciar nuestra tarea, una
cura de humüdad. La arrogancia suele ser defecto de los gran­
des pensadores, pero sólo en ellos es excusable. No es inusitado
verlos despreciarse unos a otros como meros incompetentes de
renombre inmerecido, que rellenan páginas con ideas obsoletas
y falaces. Sin duda eso fue lo que ocurrió en el desencuentro
que nos ocupa, pues ambos parecieron menospreciarse mutua­
mente en tanto que intelectuales, mas no debe serlo ahora: por
el contrario, conviene pecar de ingenuo y aceptar acríticamen­
te al menos la idea que abre estas páginas: que «las grandes figu­
ras de la Historia de la Filosofía» - y sólo el futuro dirá si es exa­
gerado calificar así a nuestros dos autores- «no suelen ser unos
completos ineptos». Por supuesto, el hecho de que un determi­
nado autor o una determinada obra se inscriban con cierto
renombre en una tradición no justifica sus argumentos ni les da
más valor o peso filosófico; pero al menos deja sin justificación

cedentes en su condena de cualquier otro modo de hacer filosofía. Dicha militan-


cia sobrevivió a casi todas las otras características fundamentales de su programa».
(op. cit., p. 757; traducción de Joan Quesada).
17 ¿Hasta qué punto la voluntad de ignorancia, y no sólo la de saber, ha desem­
peñado un papel fundamental en la historia de la filosofía y, en concreto, en la filo­
sofía contemporánea? Sin duda, la llamada «epistemología de la ignorancia» ten­
dría mucho que decir aquí (y agradecemos a José Medina que nos ilustrara en este
sentido): la negativa persistente a dedicar el propio tiempo a leer y comprender
posiciones divergentes, actitud que prolonga de modo indefinido un desconoci­
miento activo y militante, por omisión reiterada de un cierto deber epistémico, tiene
un efecto sobre la evolución de la filosofía que no debería pasar desapercibido.
INTRODUCCIÓN 37

todo desprecio precipitado que nos impida prejuiciosamente


abrirnos a la posibilidad de que tengan valor y sentido.
Ya que ni Searle ni Derrida fueron capaces de definir un espa­
cio donde el debate pudiera desarrollarse con la paz y el sosiego
que exigen los problemas filosóficos, intentaremos aquí establecer
dicho espacio, siendo conscientes del riesgo y la insensatez de pro­
ponerse uno mismo como posible campo de batalla. Y hemos
optado por hacerlo prestando en todo momento atención al deta­
lle de la controversia, centrándonos en la minucia de la argumen­
tación, antes que dejarnos llevar por grandes y ampulosas tesis
acerca de la Racionalidad, la Verdad, el Realismo, la Modernidad
u otros grandes principios cuyo cuestionamiento favorece el posi-
cionamiento radical, predisponiendo a un enfrentamiento enco­
nado e improductivo. Nos mantendremos así durante la mayor
parte del libro, temerariamente, en plena falla tectónica, sin deci­
dirnos a apoyar nuestros pies en una placa u otra de modo defi­
nitivo, intentando ejercer más como árbitro que como juez.
Generalmente, las lecturas que se han realizado del enfren­
tamiento sí han tomado partido desde el principio: hay nume­
rosas lecturas postestructuralistas, que defienden a ultranza el
planteamiento derridiano, y algunas -notablemente menos
numerosas- de corte analítico, que hacen otro tanto con res­
pecto a Searle.18 En ocasiones se ha apelado a una tercera vía
mediadora, como en la excelente lectura de Manfred Frank, que
pretende asumir y superar los propósitos de ambos autores
desde los planteamientos de la hermenéutica contemporánea.19

18 Entre los defensores de Derrida se encuentran, por ejemplo, Jonathan Cu-


ller, Stanley E. Fish, Christopher Norris o Simon Glendinning. Entre los de Sear­
le, nada menos que Richard Rorty y Jürgen Habermas, aunque por motivos
diametralmente opuestos. Una prolija defensa de Searle (que a su vez le dirige
importantes críticas acerca de su fallida lectura del oponente) está en la tesis de
doctorado de Kevin Halion: Deconstruction and Speech Act Theory: A Defence of
the Distinction between Normal and Parasitic Speech Acts, McMaster University
(Canada), 1989. Otra puede encontrarse en el libro de Raoul Moati Derrida/Sear-
le. Déconstruction et langage ordinaire, París, Presses Universitaires de France, 2009.
19 «La loi du langage et l’anarchie du sens. A propos du débat Searle-Derri-
da», Revue Internationale de Philosophie, 151:38, fase. 4, 1984, pp. 396-421 (des-
38 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

Pero ninguna de estas opciones será la que adoptemos aquí: no


optaremos por una tercera vía al modo de Frank, pues más que
arrojar luz sobre el asunto podríamos term inar oscureciéndo­
lo; pero tampoco estaremos parapetados en el planteamiento
de uno de los contendientes, actitud que sólo podría llevarnos
a ofrecer una visión parcial y sesgada de la historia. Por el con­
trario, nuestra opción metodológica consistirá en apuntar los
presupuestos de las lecturas que Searle por una parte y Derrida
por otra hicieron de la obra de Austin, intentando subrayar la
riqueza que, desde sus respectivos contextos, ambos encontra­
ron en ella. Sólo adoptaremos una posición externa al debate al
final de nuestro análisis, pues en principio aquello a lo que as­
piramos es a ver unos autores desde la óptica de los otros: a
Austin desde Searle, a Austin desde Derrida, a Derrida desde
Searle y a Searle desde Derrida. Y todo este juego de espejos
tiene una clara justificación: estamos convencidos de que no
hay una mirada pura, desprejuiciada, desde la que sea posible
observar con frialdad el enfrentamiento; por el contrario, nues­
tra lectura apuesta por asumir las diversas perspectivas que
confluyen en el desencuentro, haciendo patentes ciertos aspec­
tos que quizás para ellos no lo fueron tanto, enriqueciendo
unas lecturas con otras, superando en la práctica ese desprecio
congénito que suele acompañar en nuestros días a la actividad
filosófica.
*

El libro comienza con un primer capítulo en el que recorrere­


mos brevemente la historia que conduce desde la llamada «con­
cepción heredada» de la filosofía analítica -deteniéndonos por
un momento en el hito del Tractatus de Wittgenstein- hasta el
giro pragmatista que centró la atención en el lenguaje cotidia-

pués recogido en The subject and the text, Cambridge, Cambridge University Press,
1997, pp. 122-89). Paul Ricoeur ha hecho tam bién una memorable lectura en clave
hermenéutica de la teoría de los actos de habla (Sí mismo como otro, Madrid, Si­
glo ^XXI, 1996, pp. 18-36), aunque no hace referencia a este debate en concreto.
INTRODUCCIÓN 39

no, con la intención de presentar las líneas generales del incon­


cluso proyecto filosófico de Austin. En el segundo capítulo
esbozaremos el modo que tuvo Searle de asumir ese proyecto
en Actos de habla, así como su posterior búsqueda de funda­
mentos en el ámbito de la filosofía de la mente. Sólo así podrá
entenderse después su reticencia no sólo a admitir, sino incluso
a comprender las críticas derridianas, dado que la cuestión que
estuvo en juego -m u y al contrario de lo que el propio Sear­
le pensó- no fue meramente tangencial para su filosofía, un
breve alto en el camino para deslegitimar una lectura falaz de la
obra de su maestro. Sostendremos, en cambio, que las críticas
formuladas por Derrida apuntaban al núcleo mismo de la teoría
de la intencionalidad de Searle y, por ende, de todo su sistema.
Por otra parte, para que estas críticas resulten cabalmente
comprensibles, habremos de remontar en el tercer capítulo la
vertiente continental del problema, partiendo de los denomi­
nados «filósofos de la sospecha», que son el germen de la acti­
tud antihumanista y antimetafísica de Derrida. Revisitando
igualmente las raíces heideggerianas y estructuralistas de su
pensamiento, intentaremos comprender cómo se recibieron las
ideas de Austin en aquel contexto, resultando a un tiempo
extraordinariamente prometedoras y tremendamente decep­
cionantes.
El primer tercio de este ensayo estará por lo tanto dedicado
a comprender los antecedentes del desencuentro, remontando
los ríos semánticos que hicieron resonar los mismos términos,
en cada contexto, de un modo profundamente distinto. Este
paso inicial ha sido generalmente obviado en los estudios que,
hasta el momento, se han realizado sobre el debate, principal­
mente por presuponer que los conceptos y momentos de la
Historia de la Filosofía que dieron lugar a los planteamientos de
Searle o Derrida eran bien conocidos por la comunidad filosó­
fica. No obstante, lo que está en juego en este debate es preci­
samente la existencia de una comunidad filosófica que com­
parta no ya un corpus de conocimientos básicos, sino incluso
un canon de autores y obras relevantes, cuyo conocimiento
40 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

q u e p a d a r p o r s e n ta d o . P ro b a b le m e n te , e l p la n te a m ie n to q u e
a s u m i m o s h a r á q u e , a lo l a r g o d e n u e s t r a e s c u e ta r e m e m o r a ­
c i ó n h is t ó r i c a , c a d a l e c t o r e n c u e n t r e d e t e r m i n a d o s a s p e c t o s
e x c e s iv a m e n te b á s ic o s , tr iv ia le s in c l u s o . P e r o la t r i v i a l i d a d n o es
u n a c a r a c t e r í s ti c a q u e c o r r e s p o n d a a lo s c o n t e n i d o s m i s m o s ,
s i n o q u e r e m i t e s i e m p r e a lo s c o n o c i m i e n t o s p r e v i o s d e l le c t o r
e n c u e s t ió n : s in d u d a , p a r a a q u é ll o s q u e e s t é n v e r s a d o s e n la
o b r a d e r r i d i a n a , n u e s t r a la c ó n i c a a l u s i ó n a la s r a íc e s n ie t z s c h e -
a n a s o h e id e g g e r ia n a s d e s u p l a n t e a m i e n t o r e s u l t a r á s u p e r f lu a ;
p e r o o t r o t a n t o le s o c u r r i r á a lo s q u e c o n o z c a n s i q u i e r a la s l í n e ­
a s p r i n c i p a l e s d e la f ilo s o f ía d e la m e n t e d e la s ú l t i m a s d é c a d a s
c u a n d o h a b l e m o s , p o r e je m p lo , d e la s c r í ti c a s q u e S e a rle d ir ig e
a l f u n c i o n a li s m o . P u e s t o q u e e l l i b r o a s p i r a a d e s a r r o ll a r s e e n t r e
a m b a s tr a d ic io n e s , h e m o s o p ta d o p o r a lu d ir e x p líc ita m e n te
in c l u s o a a q u e ll o q u e p u e d a r e s u l t a r b i e n c o n o c i d o d e s d e c a d a
u n a d e e lla s. Y e s q u e lo s li b r o s n o t i e n e n u n le c to r , s i n o u n
e s p e c t r o d e p o s i b le s le c to r e s , y e s t a m o s d i s p u e s t o s a p a g a r e l
p r e c i o d e u n a r e la tiv a t r i v i a l i d a d c o n t a l d e a b r i r d i c h o e s p e c ­
t r o t a n t o a p a r t i d a r i o s d e u n m o d o d e h a c e r f ilo s o f ía c o m o d e l
o t r o . D e ja m o s a s í a ju ic io d e l le c to r , c o m o n o p o d í a s e r d e o t r o
m o d o , la p o s i b i l i d a d d e o m i t i r la le c t u r a d e a q u e ll o s c a p ít u lo s
c u y o c o n t e n i d o c o n s i d e r e s u f i c i e n t e m e n t e c o n o c id o .
U n a v e z t r a z a d a la p r e h i s t o r i a d e la c u e s t i ó n e n lo s t r e s p r i ­
m e r o s c a p í t u l o s , lo s c u a t r o s i g u i e n t e s a n a l i z a r á n p r o p i a m e n t e
lo s t e x t o s d e l d e s e n c u e n t r o : e l c a p í t u l o c u a r t o , la d e c o n s t r u c ­
c i ó n d e la o b r a d e A u s t i n q u e r e a l iz ó D e r r i d a e n s u a r t í c u l o
« F ir m a , a c o n t e c i m i e n t o , c o n te x to » ; e l q u i n t o , la r e s p u e s t a q u e le
e s p e t ó S e a rle e n « R e it e r a n d o la s d if e re n c ia s » ; e l s e x t o , la e x te n s a
c o n tr a r r é p l ic a d e « L im ite d In c . a b c»; y e l s é p tim o , lo s t e x t o s d e
r é p l ic a y c o n tr a r r é p l ic a q u e se d ir ig i e r o n e l u n o a l o t r o , d e m o d o
m á s o m e n o s d ir e c to , d u r a n t e lo s a ñ o s s ig u ie n te s .
H e m o s r e s e r v a d o p a r a e l o c ta v o y ú l t i m o c a p í t u l o a lg u n a s
r e f le x io n e s a c e r c a d e c ó m o e l e n f r e n t a m i e n t o p u e d e s e r v ir
c o m o e je m p lo p r i v il e g ia d o p a r a c o m p r e n d e r e n q u é c o n s is te
p r o p i a m e n t e la filo s o f ía , e n t e n d i d a m á s c o m o a c ti v id a d q u e
c o m o c o n t e n i d o d o c t r i n a r i o . E n e s te s e n t i d o , s u b r a y a r e m o s
INTRODUCCIÓN 4 1

que tanto Searle como Derrida, aunque en diversa medida,


parecieron ignorar la riqueza fractal del tema tratado, en el sen­
tido de que se trata de una cuestión recurrente, que se pliega
sobre ella misma constituyendo a su vez la materia y la manera
del debate: lo discutido y la discusión misma. La obra de Aus-
tin muestra -ya lo veremos en el primer capítulo- que los len­
guajes humanos sirven para hacer muchas cosas, aparte de sen­
cillamente describir la realidad con pretensiones de adecuación
y verdad: además del aspecto locutivo del discurso, es decir, del
contenido de lo dicho, hay aspectos ilocutivos y perlocutivos
mediante los cuales los hablantes hacen cosas en el mundo,
transmitiendo a través de sus palabras una fuerza que transfor­
ma la realidad, por ejemplo, al hacer promesas, inaugurar cur­
sos académicos, decretar leyes o emitir órdenes. De hecho,
como mostró el propio Searle en su desarrollo del plantea­
miento de Austin, el sentido locutivo de los actos de habla
nunca puede acontecer por sí mismo, como una pura predica­
ción acerca de la realidad, sino que necesariamente ha de apa­
recer en escena a través de un acto ilocutivo, con todo lo que
ello implica. Si decimos que el tema tiene carácter fractal es
porque, al igual que estos objetos matemáticos, repite su estruc­
tura recursivamente a distintos niveles^0 ¿acaso cuando Derri­
da escribe «Firma, acontecimiento, contexto» o cuando Searle
le dirige su «Respuesta», sus acciones sólo tienen aspectos locu-
tivos? ¿Estamos ante un enfrentamiento puro entre dos doctri­
nas? ¿O también la filosofía, en tanto que acto de habla com­
plejo y social, está cargada de efectos ilocutivos y perlocutivos,
que se realizan solidaria e indisolublemente con su aspecto
meramente locutivo? También hacemos cosas con las palabras
al hacer filosofía con ellas, y tal vez el sentido del enfrenta­
miento haya residido justo en esos aspectos ilocutivos y perlo­
cutivos que ambos autores parecieron ignorar: se empeñaron 20

20 El diccionario de la R.A.E. define fractal como «figura plana o espacial,


compuesta de infinitos elementos, que tiene la propiedad de que su aspecto y dis­
tribución estadística no cambian cualquiera que sea .la escala con que se observe».
42 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

en enfrentarse con lo que el otro decía, sin percatarse de que tal


vez el verdadero enfrentamiento se estaba dando entre lo que
uno intentaba hacer y lo que hacía el otro. En la medida en que
ambos parecieron ignorar esta idea, Derrida malinterpretó a
Searle tanto como Searle a Derrida.21
Si queremos comprender el desencuentro será preciso retrotra­
er el discurso de Searle hasta lo que él pretendió hacer con él, que
no fue otra cosa que construir una teoría sistemática acerca del
decir. A ese intento de construcción habrá que oponer el intento de
deconstrucción derridiano, sopesando los motivos que están en su
base, y teniendo en cuenta que la cuestión se dirimirá más en el
valor de sus proyectos que en la supuesta verdad de sus teorías
-dado que la noción misma de verdad está también en juego.
Este plan hará ineludible un cuestionamiento de la propia
unidad de la filosofía, en tanto que actividad humana: si lo que
hacen Searle y Derrida -n o sólo lo que dicen, sino lo que hacen
al decirlo- es, en última instancia, algo profundamente distin­
to, ¿acaso hay alguna unidad en el concepto de filosofía? ¿Les
une algo más que la homofonía de un nombré? ¿Puede decirse
en algún sentido que ambos están inmersos en una tarea
común, compartida, en la que aún hoy nosotros estemos perse­
verando? Creemos firmemente que sí: que la filosofía o es una
o no existe. Porque, en el momento en que la discusión llegue a
estar definitivamente cerrada' en ámbitos no permeables entre
sí, se habrá venido abajo el convencimiento que la define como
disciplina: que es posible discutir y argumentar acerca de todo.
A la puesta en práctica de esa convicción está dedicado el pre­
sente ensayo, cuyo objetivo no es otro que desbrozar el terreno
entre ambos modos de filosofar, y así hacer operativo el debate;
una apuesta imprescindible para que la filosofía pueda seguir
siendo considerada, siquiera por analogía, como una misma
cosa.
21 Es preciso admitir, como haremos al analizar con detalle el enfrentamien­
to, que el francés pareció ser más consciente de este aspecto del debate; no obs­
tante, tal vez con cierta malicia consubstancial a su método deconstructivo, eludió
asumir la responsabilidad de seguir explícitamente por este camino.
A B R E V IA T U R A S U T IL IZ A D A S

Obras de Jacques Derrida:


Sec «Signature Event Context», Glyph, I, 1977, pp. 172­
97 (citamos la traducción al castellano de Carmen
González Marín en Márgenes de la Filosofía, Ma­
drid, Cátedra, 1989, pp. 347-72).
Limited «Limited Inc. a b c», Glyph, II, 1977, pp. 202 y ss.
(remitimos a la traducción inglesa de Samuel Weber
en Limited Inc, Evanston (IL), Northwestern Uni-
versity Press, 1988, pp. 29-110).
Afterword «Afterword: Toward An Ethic ofDiscussion» (entre­
vista con Gerald Graff, traducida por Samuel Weber
y recogida en el mismo volumen, pp. 111-60).

Obras de John R. Searle:


Reply «Reiterating the Differences: A Reply to Derrida»,
Glyph, I, 1977, pp. 198-208.
Review «The World Turned Upside Down», The New York
Review ofBooks, 30:16, 27/10/1983.
RR «Rationality and Realism: What Is at Stake?», Daeda-
lus, 1993, 122:4, pp. 55-83.
LT «Literary Theory and Its Discontents», New Literary
History, 1994, 25:3, pp. 637-67.
C U A D R O C R O N O L Ó G IC O

1873 Nietzsche: Sobre verdad y mentira...


Frege: Conceptografta. 1879
1900 Husserl: Investigaciones lógicas.
Russell: Principia Mathematica. 1910
1916 Saussure: Curso de lingüística general.
Wittgenstein: Tractatus. 1921
Moore: «En defensa del sentido común». 1925
1927 Heidegger: Ser y tiempo.
Carnap: «Superación de la metafísica...». 1931 Husserl: Meditaciones cartesianas.
1946 Heidegger: Carta sobre el humanismo.
Ryle: El concepto de lo mental. 1949
Turing: «¿Puede pensar una máquina?» 1950
Wittgenstein: Invest. filosóficas (póst.). 1953
Austin: conferencias de Harvard. 1955 Blanchot: El espacio literario.
1957 Heidegger: Identidad y diferencia.
Searle lee su tesis dirigida por Austin. 1959
Muere Austin. 1960
1961 Lévinas: Totalidad e infinito.
Austin: Cómo hacer c. con palabras (póst). 1962 Derrida: El o. de la geometría de Husserl.
1967 Derrida: De la gramatología.
Derrida: La voz y elfenómeno.
Derrida: La escritura y la diferencia.
Searle: Actos de habla. 1969
1971 Derrida: conferencia de Sec (Montreal).
1972 Derrida: Márgenes de la filosofía.
1974 Derrida: Glas.
Searle: «The L. S. of Fictional Discourse». 1975

[4 4 ]
CUADRO CRONOLÓGICO 45

Searle: Reply (Glyph, I). 1977 Derrida: Sec (Glyph, I).


Derrida: Limited (Glyph, 11).
Searle: «Literal Meaning». 1978
Searle: Expresión y significado. 1979
Searle: argumento de la habitación china. 1980 Derrida Honoris Causa (Columbia, N.Y.).
1982 Culler: Sobre la deconstrucción.
Searle: «The World Turned Upside Down». 1983
Searle: Intencionalidad.
Marcus: carta al gobierno francés. 1984
1985 Habermas: El discurso f de la modernidad.
1987 Graff entrevista a Derrida: Afterword.
Smith et a l. : carta contra Derrida. 1992 Derrida Honoris Causa (^Cambridge, R.U.).
Searle: «Rationality and Realism...». 1993
Searle: «Literary Theory...». 1994
Searle: La constr. de la realidad social. 1995
Sokal: «Transgredir las fronteras ...». 1996 Derrida: El monolingüismo del otro.
1998 Derrida: Universidad sin condición.
Searle: Mind, a brief introduction. 2004 Muere Derrida en París.
I. AUSTIN: EL LENGUAJE, LA VERDAD
Y LA FUERZA

El ideal de un lenguaje descriptivo

Hubo un momento a principios del siglo pasado en que el


entusiasmo ante los avances de la ciencia fue, siquiera por un ins­
tante, absoluto y desbordante. La filosofía por fin parecía haber
dejado atrás el oscurantismo metafísico, y ante ella se abría un
nuevo camino, vía de la autodisolución, que vendría a identificar
todo el saber con el conocimiento científico. Para los filósofos del
llamado Círculo de Viena, el método a seguir estaba claro: era
preciso constatar cuáles son los hechos positivos, es decir, qué es
el caso y qué no lo es, mediante una experimentación sistemáti­
ca y controlada; a partir de los datos obtenidos, según un riguro­
so procedimiento lógico de inducción, no quedaría más que ir
demostrando progresivamente la verdad de nuestras teorías, un
proceso gradual e irreversible que conduciría de la ignorancia de
los antiguos a la ciencia del futuro, entendida ésta como un len­
guaje capaz de representar adecuadamente el mundo.
Hay un delicioso texto, otro de los múltiples desencuentros
entre filósofos de tendencia analítica y continental -aunque por
aquel entonces su autor fuera propiamente continental por su
ubicación- en el que Rudolf Carnap, adalid de este positivismo
lógico, se atreve a denunciar la vacuidad y falta de sentido de la
obra de Martin Heidegger, tildándolo de metafísico trasnochado,
virtuoso en el uso de un lenguaje vacío, que no busca más que
la admiración de sus lectores a través del aturdimiento.1 Para

1 Rudolf Carnap: «La superación de la metafísica mediante el análisis lógico


del lenguaje», en A. J. Ayer (comp.): El positivismo lógico, Madrid, Fondo de Cul­
tura Económica, 1993.

[47 ]
48 C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

demostrar que Heidegger rellena páginas enteras, libros inclu­


so, sin haber dicho propiamente nada, Carnap echa mano del
llamado «criterio empirista de significado», según el cual cual­
quier proposición cuya verdad o falsedad no sea comprobable
-bien a través de la observación, bien por demostración lógica-
habría de ser descartada como puro sinsentido: sostener que
«La nada nadea» -D as Nichts nichtet- o que es preciso «pensar
la diferencia entre el ser y el ente» sería perfectamente equiva­
lente a decir: «Bla, bla, bla». Peor aún: sería un modo encubier­
to de utüizar el lenguaje poético, expresión de emociones sub­
jetivas, disfrazándolo de lenguaje con valor epistémico. Hei-
degger estaría haciendo mala poesía, disfrazándola de pésima
ciencia.
Ni siquiera el más empecinado de los neopositivistas podía
negar que ciertos problemas nos conducen por terrenos en los
que el método científico parece servirnos de poca ayuda. Pero
estaban convencidos de que un estoico autodominio podía per­
mitirles descartar dichos problemas como pseudoproblemas:
cuestiones aparentemente insolubles, de las que un buen análi­
sis lógico puede librarnos. Para ello no creían que fuera precisa
una metafísica nueva, positivista y científica, sino más bien un
método de desmontaje de las argumentaciones metafísicas: una
filosofía cuya única función fuera sentar las bases lógicas sobre
las que construir el lenguaje de la ciencia, de modo que to­
dos los pseudoproblemas en los que se encontraban enredados
los que ellos llamaban metafísicos quedaran claramente señali­
zados como vías muertas. Los neopositivistas creyeron encon­
trar esa filosofía en un enigmático, austero y conciso tratado -el
Tractatus Logico-Philosophicus- que un tal Ludwig Wittgenstein
había legado a la humanidad antes de desaparecer misteriosa­
mente, al menos por un tiempo, de la faz de la tierra.
El Tractatus, según una de sus posibles lecturas -que no son
pocas, pues lo lacónico del texto hace que se preste a numero­
sas controversias-, habría presentado básicamente una serie de
ideas articuladas a priori que vendrían a imposibilitar toda es­
peculación metafísica: en primer lugar, el mundo no sería más
a u s t i n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la f u e r z a
49

q u e e l c o n j u n t o d e lo s hechos ( p r o p o s i c i ó n 1 .1 ), lo s c u a le s n o
s e r ía n sin o c o n fig u ra c io n e s d e objetos ( 2 .0 1 ) .2 E n s e g u n d o
l u g a r , el lenguaje proposi­
n o s e r ía m á s q u e e l c o n j u n t o d e la s
ciones (4 .0 0 1 ), q u e a s u v e z e s t a b le c e r ía n r e l a c io n e s e n t r e nom­
bres (3 .2 ) . E n te r c e r lu g a r , e l pensamiento n o s e r ía m á s q u e u n
c o n j u n t o d e figuras (2 .1 y 3) c o n l a s q u e n o s r e p r e s e n t a r í a m o s
la s r e l a c io n e s e n t r e d i s t i n t o s elementos ( 2 .1 3 ) .

Mundo Lenguaje Pensamiento


H echo P ro p o s ic ió n F ig u r a

O b je to N o m b re E le m e n to

L a t e n t a c i ó n q u e h a b r í a q u e e v i t a r s i s te m á ti c a m e n t e , a f in
d e n o r e c a e r e n la m e ta f ís ic a , e s la d e d e s v i n c u l a r e s to s t r e s
á m b ito s - m u n d o , le n g u a je y p e n s a m ie n to - , p u e s h a b r á n d e
c o m p a r t i r la e s t r u c t u r a q u e le s o t o r g a la f o r m a d e la ló g ic a , y a
q u e es e lla la q u e n o s p e r m i t e decir c o n s e n t i d o a q u e ll o q u e
pensamos a c e r c a d e lo q u e ocurre.
E s é s te s in d u d a u n e s b o z o d e l Tractatus q u e lo s im p lif ic a
m á s a llá d e lo r a z o n a b l e , p e r o p u e d e s e r v ir p a r a h a c e r n o s u n a
id e a d e c u á l es, s e g ú n e l j o v e n W it tg e n s te i n , la c o n d i c i ó n d e
p o s i b i l i d a d d e l c o n o c i m i e n t o c ie n t í f i c o y d e la p r o p i a r a c i o ­
n a l i d a d h u m a n a : la f o r m a d e la r e a l i d a d , q u e c o n s t it u y e a l
m u n d o , h a d e c o in c i d ir c o n la f o r m a f ig u r a tiv a q u e d e f i n e a l p e n ­
s a m ie n t o (2 .1 5 1 ), y a m b o s h a n d e e n c a ja r e n la f o r m a ló g ic a q u e
d e t e r m i n a el le n g u a je ( 1 .1 3 ). E l m o t iv o p o r e l q u e e s te p ro y e c to
n u n c a a n te s se h a b ía re a liz a d o e s q u e la ló g ic a p r o p o s ic io n a l n o
h a b ía a lc a n z a d o h a s t a e n to n c e s el n iv e l d e d e s a r r o llo n e c e s a r io .
U n a v e z s u p e r a d a s la s p a r a d o j a s q u e h a b í a n p e r t u r b a d o a su s
m a e s t r o s F re g e y R u s s e ll - y s i e m p r e q u e i g n o r e m o s , c o m o e l
p r o p i o W i t tg e n s te i n h a r í a d e s p u é s c o n p e r s e v e r a n c ia , la s a p o r í -
as se ñ a la d a s p o r G o d e l- , el Tractatus p a r e c e o fre c e r u n m o d o
e fe c tiv o d e d e l i m i t a r m u n d o y p e n s a m i e n t o d e s d e e l le n g u a je :

2 Citamos p o rla edición bilingüe de Jacobo Muñoz e Isidro Reguera, Madrid,


Alianza, 1993.
50 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

un lenguaje que no dejaría lugar alguno para ambigüedades,


oscurantismos y mistificaciones, y que tendría la función de
determinar un orden a priori donde mundo y pensamiento
puedan estar articulados. Sería lo expresable desde un punto de
vista lógico riguroso lo que vendría a determinar lo susceptible
de acontecer y de ser pensado (5.6). Por supuesto, hay aspectos
de nuestra existencia que no encajan en este rígido armazón;
son lo místico, aquello que podemos apuntar con el dedo, pero
de lo que no es posible hablar con claridad (6.44); y al respecto
Wittgenstein es bien tajante: «De lo que no se puede hablar, hay
que callar» (7).
La ciencia, según este planteamiento, sería básicamente len­
guaje. un lenguaje descriptivo, que vendría a coincidir en su forma
lógica con la forma de la realidad. Es la sintaxis lógica del lengua­
je la que, por decirlo de algún modo, ha de estar reflejada en la sin­
taxis ontológica del mundo y en la sintaxis conceptual del pensa­
miento. Esa unidad sintáctica sería así la condición de posibilidad
del saber, pues gracias a ella podría darse la conexión semántica
-a comprobar empíricamente- entre determinadas proposicio­
nes y determinados estados de cosas, o hechos. El Tractatus habría
ofrecido el armazón: sólo sería preciso rellenarlo con la experien­
cia y la observación empírica. Una vez realizada esta tarea, sería
posible afirmar que conocemos la verdad, es decir, que somos
capaces de utilizar un lenguaje que se adecua al mundo.

El tesoro del lenguaje ordinario

Probablemente, la epistemología del siglo XX no haya sido más


que un constante y denodado esfuerzo por rebatir esta concep­
ción heredada y plantear alternativas al positivismo lógico. El
optimismo original del Círculo de Viena sólo fue posible a
costa de dejar provisionalmente de lado complicaciones que
posteriormente resultaron letales: la falta de un principio de
inducción, que ya apuntó Popper desde el principio, aunque no
fuera escuchado hasta mucho tiempo después; la dificultad para
a u s t i n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la fu e r z a
5 I

definir un lenguaje observacional puro, sin que fuese contami­


nado por la subjetividad de la percepción individual; la impo­
sibilidad, denunciada por Sellars, de establecer con claridad la
noción de hecho; la débil y borrosa frontera entre los juicios
analíticos y los sintéticos, puesta de manifiesto por Quine; la
indisoluble mezcla entre contexto de justificación y contexto
de descubrimiento, que hizo que la epistemología, con Kuhn,
tuviera que bajar de su limbo lógico, para enfrentarse a la en­
fangada historia de la ciencia... Por todos estos motivos y algu­
nos más, el planteamiento inicial del neopositivismo hubo de
ser reformado hasta quedar casi irreconocible. La epistemolo­
gía, sin duda, perdió en optimismo, pero ganó en sensatez, al
desprenderse de su ingenuidad original.
Por otra parte, de modo más o menos brusco, se fue toman­
do consciencia a partir de los años treinta y cuarenta de que la
concepción del lenguaje que había desarrollado el núcleo duro
del positivismo lógico había sido excesivamente restringida:
limitando su análisis al lenguaje estrictamente lógico -una espe­
cie de lenguaje de laboratorio, creado expresamente para funda­
mentar el rigor de la ciencia- habían dejado de lado el lenguaje en
su uso habitual, ordinario, cuya estructura y funcionamiento es
fruto de la acción impremeditada, colectiva y acrítica de inconta­
bles generaciones. Para un neopositivista, hacer filosofía a partir de
semejante material habría sido como pretender hacer física a par­
tir de las explicaciones ingenuas y espontáneas con las que un niño
justifica que vuelen los pájaros, o que floten los barcos. Carente por
completo de rigor y fundamento, el lenguaje cotidiano ni siquiera
había sido descartado, pues para ello tendría al menos que haber
sido considerado con cierta seriedad; era sencillamente impensa­
ble que pudiera revestir interés filosófico alguno.
Como suele ser habitual en la historia de la filosofía, lo que
en un principio era impensable terminó resultando no sólo
concebible, sino incluso evidente. Responsables de este cambio
de actitud fueron principalmente el propio Wittgenstein y John
Langshaw Austin, uno desde Cambridge y el otro desde Oxford.
El joven Wittgenstein había sostenido, con una arrogancia casi
52 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

sin precedentes, que todos los problemas de la filosofía habían


quedado resueltos o, más bien, disueltos en su breve y conciso
libro. Consecuentemente, decidió abandonar la filosofía, desa­
pareciendo durante una década de la escena intelectual, y dedi­
cándose a actividades tan variopintas como la educación infan­
til, la jardinería o la arquitectura. No obstante, en 1929 regresó
a Cambridge para desarrollar un pensamiento que difícilmen­
te podría haber sido más distinto del de su primera época: fren­
te a la sistematicidad del Tractatus, tras su vuelta sólo escribió
fragmentos desordenados, ejemplos sin desarrollo, aforismos
sugerentes pero inconexos; frente a su antigua obsesión por un
lenguaje lógicamente perfecto, libre de paradojas y contradic­
ciones, en su segunda época no cesó de pensar y repensar las
implicaciones de los usos cotidianos del lenguaje ordinario.
¿Cuál fue la razón de ese cambio en la actitud y el objeto de su
reflexión? ¿Había reconsiderado Wittgenstein su arrogancia
juvenil, aceptando que la filosofía es una disciplina más vasta y
profunda de lo que su vista podía alcanzar? En absoluto, pues
su postura al respecto poco había cambiado: siguió conside­
rando la filosofía precedente como una jerga vacía de conteni­
do, que no puede aportar ningún conocimiento adicional al
alcanzado por las ciencias empíricas. Los problemas filosóficos
siguieron siendo para él meros pseudoproblemas, enredos lin­
güísticos de los que no sabemos salir y que, como un espejismo,
nos hacen creer que reflexionamos acerca de un objeto miste­
rioso y trascendental, no accesible a la ciencia empírica; un
objeto que, en realidad, nunca habría existido. Las tesis filosó­
ficas son sólo los «chichones» que nos hacemos al golpearnos
con los límites de nuestro lenguaje, planteando cuestiones que
no podemos solucionar, pues sólo está en nuestra mano curar­
nos de ellas mediante un fino análisis lingüístico.3
La diferencia con la primera etapa estriba en que dicho aná­
lisis ya no busca la formalización abstracta de un lenguaje lógi­

3 Investigaciones filosóficas, Barcelona, Crítica, 2002, §119, p. 127; traducción


castellana de Alfonso García Suárez y Ulises Moulines.
a u s t i n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la fu e r z a
53

camente perfecto, sino que asume la aparente imperfección de


nuestro modo de usar el lenguaje como algo digno de estudio.45
El joven Wittgenstein, como la mayor parte de su generación,
tuvo una cierta estrechez de miras al considerar que el único
uso valioso y filosóficamente interesante del lenguaje era el des­
criptivo: decir cómo son las cosas. Pero el lenguaje, como va
constatando Wittgenstein en la década de los treinta, es usado
de múltiples maneras distintas, y cada uno de estos usos lo dota
de sentido en la medida en que se integra en una forma de vida,
una manera de relacionarnos entre nosotros y con el mundo
que nos rodea. El problema aparece cuando, alejándonos de
esas formas de vida, postulamos entidades y realidades que ca­
recen de referente y nos enfangan en presuposiciones metafísicas
de las que no conseguimos salir. Por ejemplo, la idea platónica
según la cual, aparte de los hechos y objetos observables, exis­
ten las ideas, las significaciones objetivas de nuestro lenguaje,
eternas e inmutables; o la noción cartesiana del alma como una
especie de teatro interno, aparte del mundo físico, en el que
acontecen los eventos mentales. Wittgenstein pretende librar­
nos de todo ese bagaje innecesario al sostener que el significa­
do del lenguaje reside en el uso que hacemos de él, dando un
fuerte impulso a un proyecto que resultará esencial para el pen­
samiento analítico: la naturalización del significado.5
Dando inicio junto con Strawson y Ryle a la llamada Escue­
la de Oxford, Austin desarrolló poco después un interés similar
por el lenguaje cotidiano, aunque con un estilo más desenfada­

4 Como ha sostenido Acero, y a diferencia de la interpretación que Adorno


hiciera canónica, no se trata propiamente de un abandono de los problemas lógi­
cos en beneficio de los pragmáticos, pues los primeros han seguido siendo objeto
de estudio y atención: «nadie que trabaje en este campo [la pragmática de los len­
guajes cotidianos] duda de la necesidad del uso de métodos formales para mejor
conocer parcelas muy centrales de las lenguas naturales». «Después del análisis:
significado, comprensión e intencionalidad», en Mercedes Torrevejano (ed.): Filo­
sofía analítica hoy. Encuentro de tradiciones, Santiago de Compostela, Universidad
de Santiago de Compostela, 1991, p. 22.
5 Ver J. L. Prades Celma y V. Sanfelix Vidarte: Wittgenstein, Madrid, Cincel,
1992 y Sáez Rueda, El conflicto..., op. cit.
54 C Ó M O HA C E R FILOSOFÍA C O N PALABRAS

do que Wittgenstein, y haciendo gala de un afán sistematizador


del que carecía el austríaco. La mutua antipatía que se mostraron
ambos autores, justificada por sus marcadas diferencias de carác­
ter, hizo que la influencia directa entre ellos fuera escasa. No obs­
tante, bajo ambos influjos la comunidad filosófica inglesa fue
girando su atención de modo generalizado hacia la filosofía del
lenguaje cotidiano, germen de la pragmática lingüística. A pesar
de sus diferencias en cuanto al modo de enfrentarse a la cuestión,
lo que ambos autores habían apuntado era ciertamente común:
el planteamiento original de la generación anterior había sido
estrecho y limitado, pues sólo consideraron el uso del lenguaje
como descripción de la realidad. Pero, evidentemente, con el len­
guaje hacemos muchas cosas aparte de describir: el lenguaje es
un instrumento fundamental para nuestra existencia, base de la
convivencia social, útil de incalculable valor en nuestra vida coti­
diana, y aspirar a ser verdadero no es en absoluto su única fina­
lidad, sino sólo una más entre múltiples usos o juegos -como dar
órdenes, hacer bromas, traducir o narrar historias- que, en opi­
nión de Wittgenstein, eran incontables. Sin embargo, para Austin
-y éste es un buen ejemplo de la distinta actitud de ambos auto­
res-, aunque esos usos fueran incontables, merecería la pena el
esfuerzo de intentar contarlos. Por eso se reía condescendiente­
mente de la impaciencia con la que el austriaco se apresuraba a
considerar que hay infinitos usos del lenguaje: «Los filósofos
hacen esto cuando han enumerado tantos como, digamos, dieci­
siete; pero incluso si hubiese unos diez mil usos del lengua­
je, seguro que podríamos enumerarlos todos con el tiempo».6
La parsimonia y laboriosidad de Austin contrastaban con la
impaciencia y genial excentricidad de Wittgenstein, haciendo
que sus respectivos métodos de aproximación al problema fue­
ran por completo divergentes.7

6 «Emisiones realizativas», Ensayos Filosóficos, Madrid, Ed. Revista de Occi­


dente, 1975, p. 218; traducción de Alfonso García Suárez.
7 Dicho sea de paso, la acusación de Austin no fue del todo exacta a este res­
pecto: Wittgenstein llegó a enumerar diecinueve usos lingüísticos en sus Investiga­
ciones filosóficas, antes de afirmar que eran incontables (op. cit., § 23, pp. 39-40).
a u s t i n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la fu e r z a
5 5

El interés de Austin por el análisis filosófico del lenguaje or­


dinario ofrece un componente negativo y otro positivo: por
una parte, el lenguaje ordinario es el enemigo a batir o, más
bien, la bestia que debemos domesticar para tener unas he­
rramientas bien pulidas como filósofos, pues habitualmente
expresamos nuestros razonamientos en un lenguaje ordinario
ante cuyas trampas debemos estar precavidos. El lenguaje ocul­
ta la verdadera realidad de las cosas, y una depuración detenida
nos permitiría «remirar el mundo sin anteojos».8 Pero, por otra
parte, el lenguaje ordinario nos aporta un beneficio positivo
a la hora de plantearnos cuestiones filosóficas, pues «nuestro
común stock de palabras incorpora todas las distinciones que
los hombres han hallado conveniente hacer, y las conexiones
que han hallado conveniente establecer, durante la vida de
muchas generaciones» («Un alegato ...», pp. 174-5). Es decir: el
lenguaje no sólo es una herramienta peligrosa que es preciso
controlar, sino una fuente de conocimiento que está en nuestra
mano explotar convenientemente. A tal fin, Austin esboza la
posibilidad de una fenomenología lingüística que nos permita
describir esa sabiduría inconsciente que hemos heredado de
nuestros ancestros junto con su lenguaje. El análisis del lengua­
je cotidiano ofrece así al filósofo algo que en numerosas oca­
siones echamos en falta: la posibilidad de hacer trabajo de
campo, bajando de las nubes de la especulación racional, y
poniendo los pies en la tierra del lenguaje cotidiano, base del
sentido común. No considera en absoluto Austin que el análisis
del lenguaje ordinario pueda decir la última palabra acerca de
las cuestiones filosóficas, al menos «si nuestros intereses son
más amplios o más intelectuales que los ordinarios» («Un ale­
gato...», p. 177); pero sí sostiene que dicho análisis puede de­
sempeñar adecuadamente la función de ser la primera palabra:
el punto de partida de la reflexión filosófica.
Austin es bien consciente de las limitaciones que tenemos en
el desarrollo de esta fenomenología lingüística: a la hora de des-

«Un alegato en pro de las excusas», Ensayos Filosóficos, op. cit., p. 174.
56 C Ó M O H A C E R F I LOS OFÍ A C O N PALABRAS

cribir los usos del lenguaje podemos no estar de acuerdo entre


nosotros acerca de cuestiones esenciales, pues los modos de
hablar no están nunca perfectamente sistematizados, ni son
completamente coherentes. El desacuerdo es posible, aunque
no debe desesperanzarnos, sino más bien ser un acicate para
que continúe la conversación:

¿por qué habría de desanimarnos esto? Todo lo que está ocu­


rriendo es perfectamente explicable. Si nuestras usanzas están en
desacuerdo, entonces usted usa «X» donde yo uso «Y», o más
probablemente (y más intrigantemente) su sistema conceptual es
diferente del mío, aunque muy plausiblemente es al menos igual­
mente consistente y utilizable; en resumen, podemos averiguar
por qué estamos en desacuerdo -usted eligió una manera de cla­
sificar y yo otra-. Si la usanza es laxa, podemos comprender la
tentación que lleva a ella, y las distinciones que oculta; si hay des­
cripciones «alternativas», entonces la situación puede ser descri­
ta o puede ser «estructurada» de dos formas [. ..].Un desacuerdo
en cuanto a qué diríamos no debe ser desdeftado, sino que debe
ser acometido: pues su explicación difícilmente no será ilumina­
dora («Un alegato...», p. 176).

Con esta actitud, a través del diálogo podremos comprender


por qué estamos en desacuerdo, que es el mejor modo de enten­
der el motivo por el que usamos el lenguaje -cada uno a su
m odo- del modo en que lo usamos. La fenomenología a la que
apunta Austin parece ser por tanto fruto de una conversación
intersubjetiva, más que del acto solitario por el que un sujeto
toma consciencia del modo como el lenguaje está inscrito en su
pensamiento.9Y es éste un aspecto especialmente atractivo, que
no siempre ha sido respetado en la ulterior filosofía del lengua­
je ordinario, como veremos más adelante.

9 Gracias a esta actitud de modestia y precaución, Austin queda eximido de la


crítica generalizada que C. W. K. Mundle dirige a los filósofos del lenguaje ordina­
rio, por haber intentado realizar una suerte de «lingüística apriori» (Una critica de
la filosofía lingüística, México, Fondo de Cultura Económica, 1975, pp. 111-27).
a u s t i n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la f u e r z a
57

La inasibilidad de los performativos

El primer esfuerzo de Austin consistió en intentar delimitar un


ámbito nuevo para esos modos de usar el lenguaje, en los que
éste parece no cumplir una función descriptiva. En ocasiones,
nos dice Austin, el lenguaje no es utilizado para decir cómo son
las cosas, sino para hacer algo mediante las palabras: prometer,
inaugurar un curso académico, amenazar, declarar unidos en
matrimonio, expulsar a alguien de la sala, invitar a cenar, etc.
Cabe interpretar estos casos como momentos en los que el
hablante expresa externamente una acción que realiza men­
talmente, como si las palabras vinieran a hacer pública y mani­
fiesta una cierta actitud espiritual. Por ejemplo, en el caso de la
promesa o el juramento:

Nos sentimos inclinados a pensar que la seriedad de la expresión


consiste en que ella sea formulada -ya por conveniencia, ya para
fines de información- como (un mero) signo externo y visible de
un acto espiritual interno. La expresión clásica de esta idea puede
hallarse en el Hippolytus (l. 612), donde Hippolytus dice «Mi len­
gua lo juró, pero no lo juró mi corazón» (o mi mente u otro
protagonista oculto). Así, «Te prometo...» me obliga: registra mi
adopción espiritual de una atadura espiritual.101

Según esta interpretación, que Austin descartará inmedia­


tamente, el acto propiamente no se realizaría en las palabras,
sino aparte de ellas, oculta y mentalmente, de modo que el len­
guaje sólo vendría a levantar acta de lo acontecido: la promesa,
la inauguración, la amenaza... La promesa sería verdadera o
falsa en función de si describe correcta o incorrectamente el
acaecimiento de un evento mental.11 A Austin esta interpreta-

10 Cómo hacer cosas con palabras. Palabras y acciones, Barcelona, Paidós, 1971,
p. 54. Citamos según la traducción deGenaro R.Carrió y Eduardo A. Rabossi (con
alguna alteración que iremos indicando).
11 Es especialmente interesante para esta cuestión el debate que siguió a la
conferencia impartida por Austin en Francia en 1958, bajo el título «Performa-
58 C Ó M O H A C E R F I L O S O F Í A C O N P A L AB R AS

ción no le parece en absoluto correcta porque «proporciona


una escapatoria a Hippolytus, una excusa al perjuro que ha
dicho “Sí, juro”, y una defensa al tramposo que ha- dicho “Te
apuesto”» (ídem). La razón es evidente: si lo único que permite
constatar la efectiva realización del acto está oculto en la mente
del hablante, cualquiera podría sencillamente negar que fuera
su intención hacer lo que dijo. Nadie faltaría propiamente a sus
palabras, porque bastaría con afirmar que no se tuvo intención
de hacer una promesa para quedar eximido de su cumplimien­
to, pues no habría forma de demostrar lo contrario. Por ese
motivo, sostiene Austin que: «La precisión y la moral están
igualmente a favor de la expresión común según la cual la pala­
bra empeñada nos obliga» (ídem). De modo que, en los momen­
tos en que realizamos algo con el lenguaje, nuestras palabras no
están dando fe de un acto que acontezca aparte de ellas, sino
que propiamente hacen lo que dicen: es la palabra, no la inten­
ción, la que obliga. La emisión no describe lo acaecido: es lo
acaecido mismo, y sólo por una similitud antinatural y carente
de justificación podríamos decir que tales proferencias son ver­
daderas o falsas. Su grado de cumplimiento está en función de
si realizan el acto en cuestión -es decir, de si de hecho constitu­
yen una promesa, una inauguración, una amenaza, etc.- y no
de si describen de modo correcto un acontecimiento oculto.
Para estudiar convenientemente estas formas de lenguaje
será preciso que nos olvidemos «por una vez y por un momen­
to, de esa otra curiosa pregunta: “¿Es verdadero?” ¿Podemos?»
(«Un alegato ...», p. 177, nota 6). La cuestión de la verdad, que

tif/constatif», en el que Chaim Perelman apuntó a la necesidad de algún criterio


meta o extralingüístico para el performativo. Aunque Austin negó que tuviera que
tratarse de un «sentiment intérieur», con estátus psicológico u ontológico, su
audiencia no parecía convencida de la cuestión, pues se consideraba que una lógi­
ca de los enunciados performativos implicaría previamente una lógica de los pen­
samientos performativos. La conferencia y su debate posterior están recogidos en
en J. Béra (ed.): La Philosophie analytique, París, M inuit, 1962, pp. 271-304 (cita­
dos a partir de Ian Maclean, «Un dialogue de sourdsl Sorne implications of the
Austin-Searle-Derrida debate», en Ian Maclachlan (ed.): Jacques Derrida. Critical
Thought, Hampshire, Ashgate, 2004, p. 52).
a u s t i n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la f u e r z a
59

había dominado hasta entonces el estudio filosófico del lengua­


je, debía ser dejada provisionalmente de lado. Había llegado el
momento de delimitar las fronteras del lenguaje que Aristóteles
denominaba apofántico o declarativo, pues en absoluto abarca
todos los usos posibles. En su margen, un lenguaje que Austin
denomina realizativo o performativo había de ser claramente
distinguido de las emisiones no performativas, que propiamen­
te no realizan nada en el mundo, sino que únicamente se limi­
tan a decir cómo son las cosas.
¿Qué es lo que distingue al lenguaje descriptivo del perfor­
mativo? ¿Cómo podríamos establecer un criterio para reconocer
a este último y poder estudiarlo? Tan sencillas eran las pregun­
tas planteadas como difícil resultó encontrarles respuesta. Aus­
tin en principio intentó buscar un criterio semántico, delimi­
tando una serie de verbos que, por su propio significado,
tendrían implicaciones performativas explícitas -com o «jurar»,
«ordenar» o «advertir»-, y llegó a clasificarlos entre veredicti-
vos, ejercitativos, compromisorios, comportativos y expositi­
vos. Sin embargo, salta a la vista que estos verbos, en numero­
sas ocasiones, pueden ser utilizados sin que impliquen per-
formatividad alguna (por ejemplo, si digo «Federico ordena que
bajemos a comer» mi emisión no es performativa, sino mera­
mente descriptiva), de modo que sería preciso añadir al menos
ciertos criterios sintácticos, como que el verbo esté siendo
usado en primera persona del singular y en presente de la voz
activa. Al decir «Yo ordeno ...» parece que sí estaría realizando
necesariamente un performativo ... o tal vez no: pueden darse
circunstancias en las que decir «Yo ordeno ...» no implique
orden alguna como, por ejemplo, cuando citamos las palabras
de otro o las pronunciamos con un evidente sentido irónico.
Por otra parte, es perfectamente posible usar el lenguaje para
ordenar algo sin usar el verbo «ordenar» ni ningún sinónimo
explícito, ni siquiera un imperativo (como en «¡Todos a
comer!»). Los criterios semánticos y sintácticos se mostraron
inmediatamente ineficaces a la hora de distinguir entre emisio­
nes performativas y descriptivas. Lo que en principio parecía
6o C Ó M O HA C E R FILOSOFÍA C O N PALABRAS

una tarea factible a corto plazo dio pie al desarrollo de toda una
disciplina lingüística, la pragmática, que centró su atención no
sólo en los aspectos gramaticales o semánticos del lenguaje,
sino en el contexto en el que éste es utilizado, que es lo que en
última instancia viene a determinar el valor y el grado de reali­
zación de los actos lingüísticos.
No obstante, con los términos así planteados, las pesquisas
de Austin no parecían dar los frutos esperados: la distinción
entre descriptivos y performativos, según sus propias palabras,
«no es tan clara como podría ser» (Cómo hacer... , p. 227), pues
«quizás, en verdad, no hay una gran diferencia entre los enun­
ciados y las expresiones realizativas» (p. 95). No por ello desfa­
lleció en el intento: tan sólo era preciso cambiar la formulación
del problema, pues tal vez la búsqueda de una distinción entre
lenguaje descriptivo y performativo estuviera mal encaminada.

Las fuerzas ilocutivas

La obra de Austin, quizás por culpa de su fallecimiento prema­


turo, tiene la peculiaridad de no ofrecernos una filosofía
pretendidamente acabada y perfecta; por el contrario, lo que
encontramos en ella es el proceso mismo de filosofar, el cami­
no recorrido por su autor, cuyo interés no reside en haber lle­
gado a cierto sitio, sino en el viaje mismo. Un camino que
puede recorrerse a lo largo de Cómo hacer cosas con palabras,
recopilación póstuma de las conferencias que impartió en Har­
vard en 1955. En ellas Austin parte del problema de la imposi­
bilidad de distinguir con claridad los performativos, para ter­
minar apuntando a lo que denomina una teoría de las fuerzas
locutivas, que vendría a distinguir en toda proferencia una serie
de actos que la constituirían de modo solidario: los actos locu-
tivos, ilocutivos y perlocutivos (pp. 146 y ss.). Por acto locutivo
entiende Austin la acción de decir algo, es decir, el mero hecho
de hablar, que a su vez tiene aspectos fonéticos (la pronun­
ciación de los sonidos), fóticos (cuando esos sonidos están pro­
a u s t i n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la fu e r z a 6 i

vistos de un léxico y una gramática) y réticos (sonidos con sen­


tido y referencia). Las emisiones llevan además una fuerza ilo-
cutiva por la cual el hablante realiza algo al decir lo que dice: al
decir «yo prometo...», realiza una promesa; al decir «yo inau­
guro el curso académico ...», queda de hecho inaugurado el
curso académico. Esa fuerza en ocasiones no es indicada de
modo explícito, lo cual no quiere decir que no esté ahí, ni tenga
sus efectos. Los efectos de la fuerza ilocutiva están determina­
dos por las convenciones sociales, de modo que si no existieran,
por ejemplo, las convenciones de la justicia, un juez no podría
declarar culpable a un acusado: su emisión de las palabras no
implicaría acto ilocutivo alguno. Por otra parte, hay otro tipo
de efectos que no dependen necesariamente de las convencio­
nes para ser reales (aunque sí pueden apoyarse en ellas para lle­
varse a cabo): son los efectos perlocutivos, concepto que vendría
a recoger todas las consecuencias que la proferencia pueda aca­
rrear: al prometer algo puedo convencer a alguien para que
confíe en mí y realice un determinado acto; al ordenar que
alguien haga algo puedo conseguir que mi orden se cumpla, en
cuyo caso tendría efectos perlocutivos, o puedo ser desobedeci­
do. Existan o no existan convenciones que los justifiquen, los
actos y acontecimientos que se derivan de mis palabras son
efectivamente reales por sí mismos.
La principal novedad reside en que no se trata ya de distin­
guir las emisiones meramente descriptivas de las performativas,
sino que toda emisión de hecho puede ser descrita en función
de estas fuerzas, cuya existencia y efectos habrán de ser deter­
minados por el contexto pragmático en el que el lenguaje es
utilizado. Serán las condiciones del contexto las que marquen
en qué momento una promesa puede ser considerada como tal,
o bajo qué condiciones una inauguración es oficial y efectiva;
condiciones que atañen al momento y lugar en que el acto es
realizado, tanto como al estado en que se encuentran el emisor
y el receptor de las palabras.
Hay dos cuestiones de suma importancia que emergen de este
planteamiento. Por una parte, parecía en ^n primer momento
6 2 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

que la tarea de Austin consistía en delimitar en los márgenes del


lenguaje descriptivo -concebido hasta entonces como el único
filosóficamente relevante- un lenguaje distinto, con implica­
ciones performativas; ahora parece más bien que ese lenguaje
marginal, el performativo, haya engullido por completo aque­
llo que en principio quedaba fuera de él, lo descriptivo o apo-
fántico. Y ello ocurre porque cabe preguntarse si realmente es
posible encontrar emisiones que sean puramente descriptivas,
de modo que carezcan por completo de fuerza ilocutiva y de
condiciones pragmáticas de realización. Incluso cuando descri­
bimos la realidad, hay algo que hacemos con las palabras: des­
cribir el mundo.

Lo q u e n e c e sita m o s h a c e r c o n el caso d e la e n u n c ia c ió n y , p o r la
m is m a reg la d e tre s , d e la d e sc rip c ió n y d e l in f o rm e , es b a ja rlo s
u n p o c o de su p e d e sta l, d a rn o s c u e n ta d e q u e so n a c to s d e h a b la
n o m e n o s q u e to d o s esos o tro s a cto s d e h a b la q u e h e m o s esta d o
m e n c io n a n d o y d is c u tie n d o c o m o realizativ o s. [ ... ]
«V erdadero» y «falso» so n ju s ta m e n te e tiq u e ta s g en erales p a ra
to d a u n a d im e n s ió n d e d ife re n te s v a lo ra c io n e s q u e tie n e n q u e v e r
c o n la relació n e n tr e lo q u e d ecim o s y los h e c h o s. Si, e n to n c e s,
re la ja m o s n u e stra s id eas d e v e rd a d y fa lsed ad v e re m o s q u e los
e n u n c ia d o s, c u a n d o so n ev a lu a d o s e n re la c ió n c o n los h e c h o s, n o
so n ta n d is tin to s d e sp u é s d e to d o d e c o n sejo s, a d v e rte n c ia s, v e re ­
dictos, e tc .12

Lo que apunta Austin es que en realidad también es preciso


cumplir con ciertas condiciones de contexto para que una des­
cripción sea asumida como tal en un entorno discursivo, pues
sólo de los actos de proferencia -y no de los enunciados en abs­
tracto- puede afirmarse que son verdaderos o falsos. La idea
tuvo incalculables consecuencias, pues muchos empezaron a
considerar que las condiciones pragmáticas de la emisión -éti­
cas y sociales incluso- afectan constitutivamente al aspecto des-

12 «Emisiones realizativas», op. cit., p. 230 (hemos modificado la traducción).


a u s t i n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la f u e r z a
63

criptivo del lenguaje, que hasta entonces se había considerado a


salvo de tales influencias. No parece que haya lugar, como pre­
tendió el Wittgenstein del Tractatus, para un lenguaje que, por
su sintaxis lógica, esté capacitado para representar el mundo:

La figura concuerda o no con la realidad; es correcta o incorrec­


ta, verdadera o falsa (2.21).
La proposición muestra cómo se comportan las cosas si es verda­
dera. Y dice que se comportan así (4.022).

Las proposiciones por sí mismas ni muestran ni dicen nada:


son las personas, en contextos de habla concretos, las que las
usan con la intención de mostrar o decir algo. De este modo,
toda representación, toda figura, toda proposición, incluso la
más pretendidamente aséptica y objetiva, queda ineludiblemen­
te contaminada por las condiciones del contexto, pues su senti­
do sólo puede referir al mundo a través de la fuerza ilocutiva de
la emisión en que acontece. Si el conocimiento es lenguaje -idea
que en cierto modo se mantiene desde la concepción hereda­
da-, y el lenguaje no puede ser analizado exhaustivamente en
función de su sintaxis y su semántica, parece inevitable el hecho
de que la pragmática contamine la raíz misma de la epistemo­
logía. Se abrió así la vía tanto para un relativismo cultural -e n
el cual cada contexto determina un m undo- como para una
teoría consensual de la verdad que aspire al universalismo
-donde las condiciones pragmáticas del acuerdo determinan el
propio concepto de objetividad.13 El propio Austin dejaba

13 Un buen ejemplo de cómo el planteamiento de Austin puede desembocar


en un relativismo socio-cultural -p ara el cual, si bien no se abre la vía al libre
juego absoluto, la verdad de los hechos reside en «nothing firmer than an agree-
ment»- lo encontramos en Stanley E. Fish (ver «How to Do Things with Austin
and Searle», Modern Language Notes, 91:5, 1976, especialmente las pp. 1001-25;
recogido y desarrollado en Is There a Text in this Class?, Cambridge (Mass), Har­
vard University Press, 1980). Por otra parte, Jürgen Habermas ha desarrollado una
teoría consensualista de la verdad, también como desarrollo explícito de la prag­
mática lingüística (ver «Teorías de la verdad», en J. A. Nicolás y M. J. Frápolli
(eds.): Teorías de la verdad en el siglo XX, Madrid, Tecnos, 1997, pp. 113-58).
64 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

entrever, a pesar de su perseverante humildad y modestia, la


fuerza revolucionaria de su planteamiento:

H e m o s d is c u tid o la e m isió n realizativ a y su s in fo rtu n io s. Ello n o s


e q u ip a , p o d e m o s s u p o n e r, c o n d o s n u e v a s y re lu c ie n te s h e r r a ­
m ie n ta s p a ra re s q u e b ra ja r acaso la c u n a d e la re a lid a d . T a m b ié n
n o s e q u ip a - s ie m p r e lo h a c e - c o n d o s n u e v o s y re lu c ie n te s p a ti­
n es b a jo n u e s tro s p ies m e ta físic o s.14

La realidad descrita por las palabras deja de aparecer como


la pura objetividad de los hechos, pasando a ser el efecto de
emisiones lingüísticas que no pueden ser tomadas en consi­
deración con independencia de su contexto. No obstante, esa
misma noción de contexto -esa «situación total» en la que la
expresión es emitida (Cómo hacer..., p. 95)- resultará cierta­
mente controvertible, como veremos a continuación.

Formas de infortunio

Como si de una especie de teología negativa se tratase, el


método de Austin consiste más en señalar lo que no es una
emisión performativa plena que en apuntar positivamente en
qué consisten tales emisiones. Su obsesión es delimitar y cata­
logar las formas de infortunio, es decir, los modos en que el
acto lingüístico puede salir mal. En primer lugar nos habla de
los llamados «desaciertos», en los que el acto es intencionado,
pero nulo. Esto puede deberse a una mala apelación al proce­
dimiento, por la que quedaría desautorizado el acto: bien

14 «Emisiones realizativas», op. cit., p. 223. Hemos alterado la traducción.


Acerca de la fuerza revolucionaria del planteamiento austiniano, ver el hermoso
libro de Shoshana Felman Le Scandale du corps parlant, París, Seuü, 1980 (parti­
cularmente las pp. 23-7 y 83-95). Felman contrapone su postura a la de Émile
Benveniste, que pretende mantener la división tajante entre constativo y perfor-
mativo (ver «La filosofía analítica y el lenguaje», Problemas de lingüística general,
México, Siglo XXI, 1971, pp. 188-97).
a u s t i n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la f u e r z a
6 5

porque no exista el procedimiento que el hablante pretende


realizar (si, por ejemplo, intenta divorciarse con sólo pronun­
ciar las palabras «Me divorcio de ti»), bien porque las circuns­
tancias en las que pretende realizarlo no se acuerdan con la
convención comúnmente aceptada (como cuando una perso­
na intenta designar a alguien para un determinado cargo, sin
tener autoridad para ello). O puede deberse a una mala ejecu­
ción del acto, que en ese caso resultaría viciado (si, por ejem­
plo, pronuncio las palabras «te regalo mi casa» sin indicar a
cuál de las dos casas que poseo me refiero), o inconcluso (como
cuando una persona se apuesta algo, sin que el oyente acepte la
apuesta).
Los tipos de desaciertos serían por lo tanto los siguientes:

S A
Desaciertos
Acto intencionado
pero nulo
' ---------- --------- '
1 1
f A N ( B
Malas Malas
apelaciones ejecuciones
^Acto no autorizado ^ Acto afectado
1 1
r 1 r "” l
/ N
A.l A.2 B.l B.2
Sin Malas Actos Actos
procedimiento aplicaciones viciados inconclusos
> ^ y - t J

Aparte de los desaciertos, Austin considera otro tipo de


infortunios, que denomina abusos, en los que el acto es preten­
dido pero, en cierto modo, queda incompleto. Por ejemplo,
cuando realizo un acto insincero, como felicitar a alguien por
haber recibido un premio, sin que interiormente me congratu­
le porque lo haya obtenido. O cuando doy la bienvenida a una
persona a mi casa, y posteriormente lo desatiendo, tratándolo
con descortesía, sin que mi conducta sea consecuente con el
acto de habla previamente realizado:
66 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

A
Abusos
Acto pretendido
pero hueco y
I
s
C.l C.2
Actos C onducta
insinceros no consecuente

Con respecto a estos abusos del lenguaje, Austin se inclina a


pensar que los actos efectivamente se realizan: una promesa sin
intención de ser cumplida, o un agradecimiento sin verdadera
gratitud, son sin duda actos performativos, pues su fuerza ilo-
cutiva se transmite; empero, en opinión de Austin, y usando
una metáfora que daría mucho que hablar, se trata de actos hue­
cos, vacíos, que no están plenamente realizados por faltarles la
intención, el deseo o la creencia que en condiciones normales
habría hecho de ellos actos plenamente realizados.

La plenitud del acto ilocutivo

Una vez descritas las líneas generales del planteamiento de Aus­


tin, estamos en condiciones de apuntar al problema que poste­
riormente vendrá a denunciar Derrida, dando lugar al desen­
cuentro con Searle: la realización plena y completa de un acto
ilocutivo parece apelar a la verdad de determinados hechos como
condición indispensable para su realización, sin que quede muy
clara la posición que ocupan entre dichos hechos los estados
de consciencia de los hablantes.
Es en la cuarta de las conferencias de Harvard donde Austin
se centra en las condiciones de realización de los actos plenos
-siguiendo una vez más esa metodología negativa, que comien­
za descartando los actos vacíos o huecos. En primer lugar, con
respecto a los actos insinceros (C. l), Austin indica que al me­
nos ciertos actos ilocutivos exigen como condición de realiza­
a u s t i n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la f u e r z a
6 7

ción que el hablante tenga determinados sentimientos (como


alegrarse al felicitar, o entristecerse al dar el pésame), pensa­
mientos (como creer que algo es beneficioso cuando se lo acon­
seja a alguien, o creer que alguien es culpable cuando se lo
declara como tal) e intenciones (con respecto a acciones futu­
ras al prometer, apostar o declarar la guerra). Es preciso distin­
guir con claridad los casos en los que el hablante está equivoca­
do de aquellos en los que actúa de modo insincero, es decir,
aquellos actos en los que el hablante está en el error de aquellos
en los que miente. Esta diferencia hace posible que al decir algo
estemos equivocados sin estar mintiendo (así como otra curio­
sa implicación, que Austin no apunta: que podamos mentir di­
ciendo la verdad; el hablante puede estar sosteniendo algo que
considera falso - y por tanto mintiendo-, aunque eso que con­
sidera falso resulte en realidad ser verdadero).
Pero las condiciones de realización plena de un acto ilocuti-
vo no atañen exclusivamente al momento presente en que el
acto aparenta realizarse: si tomamos en consideración los casos
de conducta no consecuente (C.2), veremos que es preciso que
determinados actos futuros sean llevados a cabo para evitar que
se dé el carácter vacío o hueco del acto presente. Por ejemplo,
no queda claro cuál es exactamente «el grado o el tipo de infor­
tunio» que acontece cuando no cumplo una promesa que había
realizado; cuando doy la bienvenida a alguien, comportándome
después groseramente; cuando ataco -a un amigo por realizar
algo que yo mismo le había aconsejado; o cuando, tras rogar a
mi interlocutor que realice cierto acto, habiendo él accedido,
luego yo protesto por ello. Del mismo modo, podrían buscarse
las condiciones pasadas para la realización de ciertos actos,
como la efectiva concesión de un premio para que pueda darse
la felicitación por el mismo, o el fallecimiento de un familiar
para que se pueda dar el pésame.
Austin se ve comprometido entonces a asumir algo que
parece tan trivial que difícilmente podría ser discutido: «para
que una determinada expresión realizativa sea afortunada es
menester que ciertos enunciados sean verdaderos» (Cómo ha­
68 C Ó M O HA C E R FILOSOFÍA C O N PALABRAS

cer..., p. 88), enunciados que se refieren al presente, al pasado y


al futuro. En concreto, las condiciones del contexto incluyen
estados mentales subjetivos, como los deseos, las creencias o las
intenciones, que han de ser verdaderos para que el acto pueda
acontecer en absoluta plenitud. De este modo, como ha apun­
tado Jonathan Culler, Austin «se ve obligado a reintroducir la
noción, antes rechazada, de que el significado de una emisión
depende de la presencia de una intención significativa en la
consciencia del hablante». 15
Austin hace algunas apreciaciones interesantes acerca del
tipo de implicación que se da entre el acto ilocutivo y estas con­
diciones de contexto, implicación que no es meramente tauto­
lógica, ni del tipo de las presuposiciones apuntadas por Russell
en su teoría de las descripciones definidas: por el contrario, se
trata principalmente de implicaciones pragmáticas, de las que
ya habían sido señaladas por G. E. Moore al sostener, por ejem­
plo, que hay algún tipo de contradicción en la emisión «El gato

'5 Sobre la deconstrucción. Teoría y crítica después del estructuralismo, Madrid,


Cátedra, 1988, p. 110 (traducción de Luis Cremades). Stanley Cavell ha criticado
esta lectura de Austin, que otorga a la intencionalidad un papel decisivo en la rea­
lización del acto de habla (ver Un tono de filosofía. Ejercicios autobiográficos,
Madrid, A. Machado Libros, 2002, p. 143). Raoul Moati ha desarrollado la idea,
siguiendo a Jocelyn Benoist, en Derrida/Searle. Déconstruction et langage ordinai-
re, op. cit., passim. A pesar de tener cierta empatía con su lectura, no podemos
coincidir del todo con Moati cuando atribuye a Austin una eliminación radical de
los estados mentales como condiciones de contexto de los actos de habla, en bene­
ficio de los aspectos externos y convencionales (pp. 50-1). Hay sin duda una des­
confianza por parte de Austin a la hora de adm itir el carácter imprescindible y
determinante de los estados mentales para la realización efectiva del acto, como se
puso de manifiesto anteriormente con respecto a la excusa de Hipólito; pero pare­
ce que aún se mantenga la necesidad de tales estados para su plena realización,
pues Austin, a pesar suyo, requiere de un criterio extralingüístico para distinguir
los actos sinceros de los insinceros. Un acto llevado a cabo conforme a las con­
venciones establecidas, pero en ausencia de los deseos, creencias e intenciones
adecuados, podría efectivamente realizarse, pero constituiría un abuso, y quedaría
hueco. No obstante, es cierto que la ambigüedad de la posición de Austin da pie al
desarrollo de lecturas más convencionalistas o más intencionalistas; la realizada
por Searle, como veremos más adelante, aúna ambas tendencias a través del lla­
mado «principio de expresabilidad».
a u s t i n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la f u e r z a
6 9

está sobre el felpudo, pero yo no lo creo». Los hechos descritos


en esta conjunción son perfectamente compatibles desde un
punto de vista lógico: es imaginable, por ejemplo, una situación
en la que el gato esté sobre el felpudo, pero yo crea que está en
la ventana; la contradicción aparece cuando afirmo, de modo
inconsecuente, que, aunque está sobre el felpudo, yo creo lo
contrario. De ser ese el caso, yo no debería afirmarlo (como no
debería de decir algo como lo siguiente: «te prometo que ven­
dré mañana, pero no tengo ninguna intención de venir»). La
condición de sinceridad atañe por igual al acto de prometer y al
acto de describir, de modo que es una situación bastante simi­
lar la que acontece cuando prometo algo y no tengo la inten­
ción de cumplirlo y cuando sostengo que algo es verdad, pero
que yo no lo creo. Como apuntábamos antes, el propio uso des­
criptivo del lenguaje adquiere connotaciones de responsabili­
dad moral -pues la sinceridad es un concepto estrictamente
m oral- propias de los actos ilocutivos.
La necesidad de que concurran determinadas condiciones
de contexto (pasadas, presentes o futuras, internas o externas)
para la plena realización de los actos ilocutivos es la cuestión
general, de la que un aspecto específico resultará problemático
para Derrida: la cuestión del lenguaje llamado por Austin
«parasitario», como el utilizado en una obra de teatro, al citar
palabras ajenas, o al hablar con ironía. En estos casos, que Aus­
tin considera no normales, hay determinadas condiciones del
contexto externo y, sobre todo, del interno, que no se cumplen
en el sentido habitual, de manera que las intenciones manifies­
tas en la emisión pueden ser distintas de las esperadas, opues­
tas, o incluso estar completamente ausentes. A fin de simplifi­
car su análisis, Austin había decidido excluir tales posibilidades
desde el principio; y lo hizo en un pasaje que será trascenden­
tal para nuestro estudio, y que por ello quisiéramos citar con
cierta extensión:

en tanto que expresiones nuestros realizativos son también sus­


ceptibles de padecer otros tipos de deficiencias que afectan a
70 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

todas las ex p resio n e s. A u n q u e estas deficien cias p o d r ía n a su vez


ser e n g lo b a d a s e n u n a c o n c e p c ió n m á s g e n e ra l, n o n o s o c u p a m o s
d e ellas d e lib e ra d a m e n te . M e refiero , p o r e je m p lo , a lo sig u ie n te :
u n a e x p re s ió n realiz a tiv a se rá h u e c a o v acía [hodow or void] d e un
modo peculiar si es fo rm u la d a p o r u n a c to r e n u n e sc e n a ­
rio , in c lu id a e n u n p o e m a o d ic h a e n u n so lilo q u io . E sto v ale d e
m a n e r a s im ila r p a ra to d a s las ex p resio n e s: e n c irc u n sta n c ia s
especiales c o m o las in d ic a d a s, sie m p re h a y u n c a m b io fu n d a ­
m e n ta l d e ese tip o . E n tales c irc u n sta n c ia s el le n g u a je n o es u sa d o
e n serio, sin o e n m o d o s o m a n e ra s q u e s o n dependientes d e su u so
n o rm a l. E stos m o d o s o m a n e ra s c a e n d e n tr o d e la d o c tr in a d e las
decoloraciones del len g u a je . Excluiremos to d o esto e n n u e s tra c o n ­
s id e ra c ió n . Las e x p re s io n e s realizativ as, a fo rtu n a d a s o n o , h a n d e
se r e n te n d id a s c o m o e m itid a s e n c irc u n sta n c ia s o rd in a ria s (Cómo
hacer..., op. cit., p. 63).

Esta exclusión, aun siendo metódica y transitoria, no deja


de resultar desconcertante: si, como dice Austin, este tipo de
deficiencias pueden afectar a todas las expresiones, ¿cómo pue­
de dirigir su análisis hacia las expresiones pretendidamen­
te normales, en las que dichas deficiencias o decoloraciones
supuestamente no tienen lugar? La estrategia de definición
negativa de Austin, por la cual se dirige hacia aquello que busca
-el acto pleno- descartando todo aquello que no es él mismo
-los infortunios, abusos y demás oquedades del lenguaje- pare­
ce discutible desde el momento en que no podemos dejar de
preguntar acerca del acto perfectamente realizado: ¿en qué con­
siste él mismo? Si el contexto se extiende en el tiempo y el espa­
cio hasta hacerse inabarcable, si implica tanto lo subjetivo y
mental como lo físico y conductual, ¿será efectivamente posible
que alguna vez se dé un acto ilocutivo pleno? ¿Será posible, por
tanto, distinguirlo realmente de esos casos que Austin pretende
excluir desde el origen -la cita, la actuación, el recitado, el soli­
loquio o la broma? ¿O más bien la exclusión habrá sido un error
desafortunado, una trampa en la que Austin habría caído, no
logrando escapar del plantemiento precedente?
a u s t i n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la f u e r z a
7 I

Retorno a la verdad a través del contexto

C a b e p r e g u n t a r s e , p a r a t e r m i n a r , si v e r d a d e r a m e n t e A u s t i n
e s t a b le c i ó u n t e r r e n o p a r a e l l e n g u a j e e n e l q u e , c o m o y a
a p u n ta r a él m is m o , fu e ra p o s ib le o lv id a rs e « p o r u n a v e z y
p o r u n m o m e n t o , d e e sa o t r a c u r i o s a p r e g u n t a : “ ¿E s v e r d a d e ­
r o ? ” ». S u o b j e t i v o e r a d e s c r i b i r d e t e r m i n a d o s u s o s d e l l e n ­
g u a je q u e p e r m a n e c ía n al margen d e s u u s o d e s c rip tiv o y
v e r i t a t i v o - q u e h a b í a a s u m i d o la p o s i c i ó n c e n t r a l e n e l T ra c -
tatus-, a p e l a n d o a u n a v a li d e z q u e no r e s id ir ía e n s u a d e c u a ­
c i ó n a u n e s t a d o d e c o s a s . F r e n t e a la c u e s t i ó n d e la v e r d a d
d e l le n g u a je , e n ta n to q u e s u p u e s ta a d e c u a c ió n a u n a r e a li­
d a d o b j e t i v a , A u s t i n a p u n t ó a la c u e s t i ó n d e l a « f u e r z a » , e n
p rin c ip io c o m o u n m o d o a lte rn a tiv o d e fu n c io n a m ie n to d el
h a b la y , e n ú ltim a in s ta n c ia , c o m o u n a s p e c to c o n s titu tiv o
d e la m i s m a . « ¿ P o d e m o s ? » , s e p r e g u n t a b a A u s t i n : ¿ p o d e m o s
re a lm e n te p e r m a n e c e r al m a r g e n d e l a s p e c to v e rita tiv o d e l
le n g u a je p a r a e x p lo r a r s u a s p e c t o d in á m ic o y e n e rg é tic o ?
¿E s p o s i b l e e s t u d i a r la f u e r z a , s o s l a y a n d o la c u e s t i ó n d e la
v e rd a d ?
T ra s u n a n á l i s i s d e t e n i d o d e la s i m p l i c a c i o n e s p r a g m á t i c a s
d e lo s a c to s ilo c u tiv o s , m á s b i e n p a r e c e q u e la c u e s t i ó n d e la
f u e r z a h a y a t e r m i n a d o r e c a y e n d o e n la d e la v e r d a d : p a r a q u e
el á m b i t o d e la f u e r z a il o c u ti v a funcione, n o s d e c ía A u s ti n , «es
m e n e s te r q u e c ie r to s e n u n c ia d o s s e a n v e rd a d e ro s » . P o d ría m o s
in c l u s o d e c ir q u e e s suficiente q u e c ie r to s e n u n c ia d o s s e a n v e r ­
d a d e r o s , d e m o d o q u e la p r a g m á t i c a t e r m i n a r í a r e c a y e n d o e n
la s e m á n t i c a : la c u e s t i ó n d e la f u e r z a se c o n v e r t i r í a e n u n
a s p e c t o d e r i v a d o , e n g u ll id o p o r el á m b i t o d e la v e r d a d , y la
r e a l iz a c i ó n d e la p r o m e s a v e n d r í a a s e r a lg o i d é n t i c o a la d e s ­
c r i p c i ó n a b r e v i a d a d e u n c o m p l e j o e s t a d o d e c o s a s . D e s e r e s to
c ie r to , s e r ía e l p e r f o r m a t i v o e l q u e r e c a e r ía d e l l a d o d e lo d e s ­
c r i p ti v o , i m p o s i b i l i t a n d o e l m o v i m i e n t o i n i c i a l d e A u s ti n , p u e s
a l f i n y a l c a b o , la v e r d a d - p u r a d e s c r i p c i ó n d e la r e a l i d a d t a l y
c o m o e s - i m p o n d r í a s u n o r m a a la f u e r z a d e la s p r o f e r e n c ia s .
E n t a l c a s o , p o d r í a d e c ir s e q u e lo s e s f u e r z o s d e A u s ti n n o
72 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

habrían logrado que su planteamiento escapara al sistema del


Tractatus, sino que habría permanecido en su interior, como un
inmenso corolario: la cuestión de la performatividad no habría
dejado de ser un modo derivado, y en el fondo superfluo y
redundante, de describir la verdad del mundo como totalidad
de los hechos acaecidos.
Ahora bien: para que esa descripción completa del acto de
habla pueda llevarse a cabo, sus condiciones de realización ha­
brán de ser acotables como hechos tangibles. Esto ya resulta difí­
cil para las condiciones externas, a pesar de ser observables
intersubjetivamente y accesibles desde una perspectiva imperso­
nal, porque dichas condiciones, como hemos visto, se extienden
indefinidamente en el tiempo y el espacio; pero son las condi­
ciones mentales internas -esas creencias, deseos o intenciones
de las que únicamente es espectadora la propia consciencia, o tal
vez ni ella mism a- las que conducen a un problema intratable
pues, a la hora de cerrar o saturar definitivamente la noción de
contexto, da la impresión de que Hipólito finalmente se haya
salido con la suya -pues estaría sólo en sus manos constatar la
plena realización del acto.
Es ese carácter supuestamente cerrado del contexto -y la
exclusión metódica de aquellas situaciones que podrían dejarlo
definitivamente abierto- lo que será objeto de debate en la con­
frontación que nos ocupa. Llegados .aquí, parece de momento
que hayamos dado con un punto muerto en nuestra aproxima-
cion al pensamiento de Austin, pues no hay unanimidad entre
los intérpretes acerca de cuál fue su posición a este respecto. Por
una parte, siguiendo las críticas de Derrida, encontramos por
ejemplo a Stanley Fish, cuando sostiene que la tendencia austi-
niana a analizar exhaustivamente las condiciones necesarias y
suficientes del contexto del acto. de habla termina desarmando
el carácter rompedor de su planteamiento, haciéndolo recaer en
una metafísica factualista tradicional:

to d o lo q u e h a b ría o c u rr id o es q u e u n a e n tid a d a u to - in te r p r e ­
ta n te h a b ría sid o re e m p la z a d a p o r o tra ; e n lu g a r d e frases q u e
a u s t j n : el l e n g u a j e , la v e r d a d y la f u e r z a
73

d e c la ra n su p ro p io se n tid o , te n d ría m o s a h o ra c o n te x to s q u e d e ­
c la ra n su p ro p io s e n tid o .16

Pero, por otra parte, según la lectura que Medina, siguiendo


a Cavell, Felman o Buttler, ha venido a llamar «El Nuevo Aus-
tin», encontramos otra tendencia que interpreta la idea de con­
texto como algo esencialmente abierto e indefinido, siempre
susceptible de ser revisado y, por tanto, no identificable con una
enumeración cerrada de acontecimientos que, al modo del Trac-
tatus, pudieran inapelablemente ser el caso.17 La cuestión es que
hay pasajes de Austin que permiten interpretarlo en uno u otro
sentido, de modo que es fácil dejarse llevar por la inclinación
personal a la hora de determinar cuál de los dos Austins fue el
auténtico. Sin querer entrar aquí en ese debate, lo cierto es que
cabe preguntarse si este New Austin no es, en efecto, una inno­
vación histórica aportada por sus intérpretes actuales; o, al
menos, cabe dudar de si esa faceta de su pensamiento habría
salido algún día a la luz, de no ser por las críticas derridianas.
Se trata sin duda de una cuestión de difícil respuesta, sobre
todo por el prematuro fallecimiento del inglés, que le impidió
enfrentarse de modo más explícito al problema de la saturabi-
lidad del contexto. Otros lo harían por él.

16 «With the Compliments of the Author: Reflections on Austin and Derri-


da», Critical Inquiry, 8:4, 1982, p. 708. Se pondría así de manifiesto la pertenencia
de Austin a la tradición analítica, con la que compartiría sus esquemas ontológi-
cos más fundamentales que, como ha mostrado Sáez Rueda, apuntan siempre
hacia una ontdogía de la factualidad que asume la totalidad de lo real como un
conjunto de hechos empíricos, susceptibles de ser recogidos en leyes. El conflic­
to .... op. cit.,passim.
17 José Medina: Speaking from Elsewhere: A New Contextualist Perspective on
Meaning. Identity, and Discursive Agency, Albany, S^UNY Press, 2006, pp. 144-59.
11. SEARLE: LA INTENCIONALIDAD
DE LO MENTAL

Austin según Searle: los actos de habla

Gracias a la obtención de una beca Rhodes, el norteamericano


John Rogers Searle tuvo la ocasión de realizar en Oxford su tesis
doctoral sobre «Sentido y referencia» bajo la dirección de Aus­
tin. Tras la muerte de éste, Searle continuó desarrollando las
intuiciones de su maestro -tan sugerentes como desorganiza­
das- hasta la publicación de Actos de habla en 1969, obra en la
que presenta una teoría completa encargada de articular y sis­
tematizar la noción de acto ilocutivo. Ese afán sistematizador es
lo que mejor caracteriza la obra de Searle, autor con una admi­
rable capacidad para no dispersarse en los ejemplos y mantener
ante todo la coherencia conceptual. Con respecto a su modo de
aproximación al problema del lenguaje, Searle dice manifestar
«una fuerte confianza en las intuiciones del hablante nativo»,1
aspecto ciertamente diferente de la actitud de Austin, en la
medida en que éste, como vimos anteriormente, desarroHó un
método más basado en el cauteloso avance del diálogo que en
la intuición subjetiva de un hablante concreto.12

1 Actos de habla. Ensayo de filosofía del lenguaje, Madrid, Cátedra, 2001; tra ­
ducción de Luis M. Valdés Villanueva, p. 25.
2 Searle incluso da preferencia a las intuiciones del hablante nativo sobre la
recogida de datos empíricos acerca delusodellenguaje. Sostiene, por ejemplo, que
al analizar la estructura lógica de las conversaciones, «en lo que concierne a la teo­
ría, el hablante nativo tiene prioridad sobre el registro histórico. Sólo estaríamos
dispuestos a aceptar las transcripciones de conversaciones en nuestra cultura nati­
va en la medida en que encontráramos en ellas conversaciones aceptables o, al
menos, posibles. [ ... ] Para ser de interés teórico, los hechos “empíricos” tienen que

[75]
76 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

El objetivo de ambos estudios también es, a pesar de lo que


pudiera parecer, netamente distinto: cuando Austin se aproxima­
ba al lenguaje cotidiano como «primera palabra» del quehacer
filosófico buscaba, también lo apuntábamos antes, una especie de
trabajo de campo en el cual el pensador podía recopilar de modo
cuasi-empírico una sabiduría oculta transmitida de generación
en generación. Lo que pretende Searle, en cambio, es más bien
establecer un marco conceptual a priori, que venga a mostrar las
condiciones de posibilidad de los actos de habla. No le interesa
por lo tanto cómo empírica y cotidianamente utilizamos el len­
guaje, sino cuál es la estructura ideal, teórica, que hace posible su
utilización. Defendiendo la máxima «Sin abstracción e idealiza­
ción no hay sistematización» (Actos de habla, p. 64), Searle se deci­
de a dejar de lado los casos marginales, defectuosos e imperfectos,
en busca de la definición positiva del acto de habla pleno.
El punto de partida de la teoría de Searle es la definición del
lenguaje como un modo particular de conducta gobernada por
reglas (Actos de habla, p. 31), de modo que la teoría de los actos
de habla no es sino una parte de la teoría de la acción. La par­
ticularidad de la acción lingüística está en que permite la trans­
misión de un cierto contenido, que a su vez tiene carácter inten­
cional, es decir, se refiere a algo en el mundo -aunque no toda
intencionalidad, como veremos posteriormente, es lingüística.
El procedimiento a seguir para comprender los actos de habla
será por lo tanto la descripción de las reglas de juego que cons­
tituyen la acción lingüística, es decir, las pautas que siguen - o
más bien habrían de seguir- los hablantes en los casos estándar,
al utilizar el lenguaje en su vida cotidiana.

estar de acuerdo con nuestras habilidades, y no al revés» ( «Conversation», en J. R.


Searle et al.: (On) Searle on Conversation, Amsterdam/Filadelfia, John Benjamins,
1992, pp. 19-20). A pesar de las notables diferencias en cuanto a desarrollo, Stan­
ley Cavell sostiene en un sentido similar que los hablantes nativos «no necesitan,
en general, ninguna evidencia acerca de lo que se dice en el lenguaje; son ellos la
fuente de tal evidencia. Es de ellos de donde el lingüista descriptivo extrae el cor­
pus de emisiones sobre el cual construirá una gramática de dicho lenguaje». M ust
we mean what we say?, Cambridge, Cambridge University Press, 1976, p. 4.
s e a r l e : la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l
77

El principio de expresabilidad

Si Austin seguía un procedimiento esencialmente negativo a la


hora de aproximarse a la cuestión de los actos de habla (en la me­
dida en que describía sus posibilidades de infelicidad o no rea­
lización sin llegar a definir qué constituye propiamente al acto
pleno), en Searle encontramos desde el inicio una formulación
positiva del acto de habla completamente realizado:

resulta posible en principio que todo acto de habla que se realice


o pueda realizarse esté determinado de manera singularizadora
por una oración dada (o un conjunto de oraciones), dadas las
suposiciones de que el hablante está hablando literalmente y que
el contexto es apropiado (Actos de habla, p. 27).

Para que sea concebible la existencia de este tipo de oracio­


nes, Searle postula como «una verdad analítica sobre el lenguaje
que cualquier cosa que quiera ser dicha puede ser dicha» (ídem);
y no se refiere a que pueda ser dicha gracias a la genialidad
expresiva de un poeta que recurra a metáforas inusitadas para
quebrantar las reglas del lenguaje, sino a que, en opinión de
Searle, cualquier contenido puede ser dicho de modo literal
y directo. Caso de concurrir las circunstancias de literalidad y
corrección de contexto, la emisión de esa oración constituiría
por sí misma la realización plena y completa del acto de habla
en cuestión. Searle recoge esta idea en el llamado «principio de
expresabüidad», según el cual, para todo hablante y todo signi­
ficado posibles, existe una expresión exacta de dicho significado
que el hablante podría utilizar (o, dicho con la concisión de la
lengua inglesa, whatever can be meant, can be said). Cuestión
distinta es que el hablante conozca o no esa expresión, que ésta
aún no haya sido inventada, que, aunque posea ese instrumento
lingüístico, vaya a ser capaz de hacerse entender por el oyente, o
que consiga producir en él los efectos perlocutivos que desea
-como conmoverlo, o convencerlo de algo. Al igual que Witt-
genstein sostuvo al final de su Tractatus que todo lo que se
78 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

puede decir se puede decir con claridad, Searle sostiene en Actos


de habla que todo lo que se puede querer decir (mean), se
puede decir (say) literalmente.3 No hay límites que mantengan
inexpresable ningún contenido, o que nos obliguen de modo
necesario a expresarlo de modo indirecto o metafórico: tales
límites sólo podrían ser transitorios y superables.
La noción de literalidad está ligada en la obra de Searle a la
de convención, y es fruto de la discusión y reelaboración del
análisis que hizo Grice del acto comunicativo.4 La idea que
defiende Searle en este contexto es que, con independencia de
lo que un hablante concreto quiera decir mediante su emisión,
las palabras emitidas significan lo que significan en función de
las convenciones semánticas del lenguaje al que pertenecen. Su
ejemplo es especialmente clarificador: un soldado americano es
capturado por soldados italianos durante la segunda guerra
mundial. El americano pretende convencer a sus captores de
que es en realidad un soldado alemán, y que por lo tanto están
en el mismo bando. Pero sólo conoce algunas frases en alemán,
versos sueltos de un poema que estudió en el instituto. Con la
esperanza de que sus captores sepan aún menos alemán que él,
emite con convencimiento el verso de Goethe «Kennst du das

3 A pesar del notable parecido entre el principio de expresabilidad de Speech


Acts y la proposición 7“ del Tractatus, es preciso señalar algunas diferencias entre
ambos planteamientos: para empezar, la idea wittgensteiniana de «claridad» no
tiene por qué coincidir con la idea searleana de «literalidad»; pero, lo que es más
importante, Wittgenstein sostiene que lo que puede decirse puede decirse con cla­
ridad, mientras que Searle indica que cualquier cosa que el hablante pueda querer
decir puede ser dicha. La tesis de Searle es, en este sentido, más fuerte que la de
Wittgenstein, pues el primero asume que todo puede ser dicho, mientras que el
segundo sólo sostiene que lo que puede decirse, puede decirse de un modo parti­
cular. Es probable que el autor del Tractatus no estuviera dispuesto a aceptar el
principio de expresabilidad, pues aboliría la distinción entre decir (sagen) y mos­
trar (zeigen) (4.1212). En su opinión, hay algo que no podemos decir, algo que
sólo podemos mostrar: lo místico, «acerca de lo que no es posible hablar» (7).
Y resulta patente que, en su opinión, es posible intentar decir lo que no puede
decirse, pues nos recomienda encarecidamente no hacerlo.
4 H. P. Grice: «Meaning», Philosophical Review, 66, 1957, pp. 377-88. Ver Sear­
le, Actos de habla, pp. 51 y ss.
s e a r l e : la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l
79

L a n d w o d i Z itr o n e n B lü h e n ? » . S u in t e n c ió n es q u e lo s ita lia n o s


c re a n q u e e s tá d ic ie n d o a lg o p a re c id o a «Soy u n s o ld a d o a le m á n ,
e s to y d e v u e s t r a p a rte » , y p u e d e q u e c o n s ig a s u o b je tiv o ; p e r o n o
c o n e llo c o n s e g u ir ía q u e s u fra s e s ig n ific a ra o t r a c o s a q u e « ¿ C o n o ­
c e s el p a ís d o n d e flo re c e n lo s lim o n e r o s ? » . E l s ig n ific a d o lite r a l d e
la f r a s e n o d e p e n d e d e la in t e n c ió n in d i v id u a l d e l h a b la n te , s in o
d e las c o n v e n c io n e s s e m á n tic a s d e l id i o m a u tiliz a d o . 5
G r a c ia s a q u e e x is te e l s i g n if ic a d o li te r a l, e n t e n d i d o c o m o
c o n v e n c i ó n , S e a rle p u e d e d i s t i n g u i r c o n c l a r i d a d e l s i g n if ic a d o
d e la f r a s e d e l s i g n if ic a d o d e la e m is ió n . P o n g a m o s o t r o e j e m ­
p lo : u n h a b l a n t e p u e d e d e c ir « E s ta o b r a d e t e a t r o e s t r e p i d a n ­
te» c o n i n t e n c i ó n i r ó n i c a , q u e r i e n d o d e c ir q u e la o b r a es t e d i o ­
sa y a b u r r i d a ; e n e s e c a s o , el s i g n if i c a d o d e s u e m i s i ó n s e r ía
o p u e s t o a l s i g n if i c a d o q u e ' la f r a s e t e n d r í a p o r sí m i s m a . N o es
la f r a s e e n sí la q u e e s ir ó n ic a , s i n o la e m i s i ó n d o n d e a c o n te c e ,
p u e s es e lla la q u e le o t o r g a e se s e n tid o . D e n i n g ú n m o d o p u e d e
d e c ir s e q u e la p a l a b r a « tr e p id a n te » s ig n if iq u e « te d io s o » o « a b u ­
r r id o » , p o r m u c h o q u e s e a p o s i b le u ti li z a r l a e n e s e s e n t id o .
I g u a l m e n t e , u n a e x p r e s ió n n o p u e d e , p o r sí m i s m a , t e n e r u n
s i g n if i c a d o m e t a f ó r ic o : e l s i g n if ic a d o d e la e x p r e s ió n e s tá d e t e r ­
m i n a d o p o r la s c o n v e n c i o n e s q u e lo d o t a n d e s i g n if ic a d o l i t e ­
r a l. S i, a p a r t e d e e se s ig n if ic a d o , le e n c o n t r a m o s u n s e n t i d o
m e t a f ó r ic o , é s te p e r t e n e c e a u n a e m i s i ó n c o n c r e t a , n o a la fr a s e
o e x p re s ió n m is m a . P e rte n e c e al h a b la n te c o n c re to , n o al le n ­
g u a je c o m o c ó d ig o in s t i t u c i o n a l i z a d o . S o n la s c o n d ic i o n e s d e l
c o n t e x t o la s q u e n o s p e r m i t e n d e t e r m i n a r s i f r a s e y e m i s i ó n
c o in c i d e n e n s u s i g n if ic a d o , o s i p o r el c o n t r a r i o d if ie r e n . P e r o ,
e n c a s o d e q u e d if ie r a n , lo q u e a p u n t a e l p r i n c i p i o d e e x p r e s a - 5

5 El carácter central que tiene la convención en la teoría de los actos de habla


de Searle fue criticado por P. F. Strawson en «Intención y convención en los actos
de habla» (Ensayos lógico-lingüísticos, Madrid, Tecnos, 1983). La tradición proba­
blemente dominante en la pragmática contemporánea concede, siguiendo a Grice,
una importancia menor a la noción de convención, como puede verse en la influ­
yente obra de Sperber y Wilson La Relevancia: comunicación y procesos cognitivos,
Madrid, Visor, 1994. Ver también el capítulo de Anita Avramides «lntention and
Convention» en B. Hale y C. Wright (eds.): A Companion to the Philosophy ofLan-
guage, Malden (MA), Blackwell, 2005, pp. 60-86.
80 C Ó M O H A C E R F I LOS OFÍ A C O N PALABRAS

bilidad es que siempre es posible imaginar una situación en que


coincidan. Es decir: todo lo que se ha expresado irónica o meta­
fóricamente podría haberse dicho de modo literal.
Gracias a la aceptación de este principio, es posible conside­
rar que

los casos donde el hablante no dice exactamente lo que quiere


decir -casos cuyos géneros principales son la no-literalidad, la
vaguedad, la ambigüedad y la no-completud de las expresiones-
no son teóricamente esenciales para la comunicación lingüística
(Actos de habla, p. 30).

Tales casos son excluidos metodológicamente porque, una


vez aceptada la existencia de esa oración exacta, podemos con­
siderar equivalentes las reglas para emitir dicha oración de
modo literal y las reglas para la realización del acto de habla.
Lo que viene a sostener el principio de expresabilidad es que
el carácter vago, ambiguo o metafórico de una expresión, al
menos a la hora de desarrollar un estudio teórico de la estruc­
tura de los actos de habla, es una característica prescindible,
que provisionalmente puede ser dejada de lado. Ya hay bastan­
te complejidad en el análisis de los casos estándar como para
querer comprender simultáneamente los casos anormales; de
aquí que sea una buena estrategia de investigación comenzar
por los primeros, dejando para después el estudio de los usos
no-literales que, en realidad, son parasitarios de los literales
-pues en teoría pueden ser reducidos a ellos, si aceptamos el
principio de expresabilidad.
De este modo además evitamos un segundo problema: en
muchas ocasiones, las creencias, deseos o intenciones de los
hablantes no están directa y literalmente representados en sus
palabras. En efecto, es difícil saber lo que piensa exactamente
un hablante, a no ser que de modo ideal restrinjamos nuestro
análisis a aquellas expresiones que son utilizadas de modo lite­
ral. Ese carácter vaporoso, disperso e inasible de los estados
mentales es en principio analizable desde un punto de vista
s e a r l e : la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l 8 i

lógico y riguroso, si los consideramos expresados en la realización


literal del acto de habla correspondiente. Por ejemplo: en lugar de
intentar definir en qué consiste la intención de ir a trabajar ma­
ñana, podemos estudiar dicha intención como el sentido exacto
de la expresión «Pienso ir a trabajar mañana», utilizada de modo
literal en el contexto adecuado.6
Searle consigue cerrar así la noción de contexto, dando fir­
meza a la idea de estado mental. Las creencias, deseos o inten­
ciones concomitantes al acto de habla, que ya en Austin eran un
aspecto esencial de su plena realización, dejan de resultar
nociones vaporosas e inasibles, para quedar fijadas por el senti­
do literal de la expresión exacta.7

Las promesas insinceras

En Actos de habla Searle se centra en el caso de la promesa como


ejemplo privilegiado en el que aplicar una metodología que,
abiertamente, idealiza el problema a estudiar, con la intención
de analizar a priori sus rasgos esenciales:

6 Algunos intérpretes consideran que este planteamiento metódico hace


depender la teoría de los actos de habla de las convenciones semánticas, dando la
impresión en últim a instancia de que éstas gobiernan a aquélla. Eduardo Rabossi
apunta en este sentido: «La fuerza ilocucionaria es, en definitiva, una parte del sig­
nificado semántico. Searle alega haber logrado la confluencia del enfoque semán­
tico y la doctrina de los actos de habla. En realidad, ha subsumido a ésta en aquél»,
«Actos de habla», en M. Dascal (ed.): Filosofía del lenguaje II: Pragmática, Madrid,
Trotta, 1999, p. 65. Pero al problema se le puede dar la vuelta, si nos preguntamos
acerca del origen de las convenciones semánticas: ¿es para Searle la propia noción
de semántica independiente de la pragmática? Aunque el significado literal de la
frase sea independiente del uso que haga de ella un hablante concreto, ¿cómo se
define dicho significado literal, si no es a partir del uso que hacen de ella los
hablantes de una lengua?
7 El planteamiento de Searle pretende de este modo descartar a priori la pro­
blemática que insufla a la hermenéutica contemporánea, en torno a la inasibüidad
del sentido. Por ese motivo, recuerda Manfred Frank pertinentemente, Searle no
puede «excluir (en su teoría) la posibilidad estructural de que la intención y la
expresión no se recubran simplemente» lo cual no obsta para que, sin embargo,
82 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

ciertas formas de análisis, especialmente el análisis en condiciones


necesarias y suficientes, incluyen verosímilmente la ideálización
(en varios grados) del concepto analizado. En el caso presente,
nuestro análisis se dirigirá al centro del concepto de prometer.
Ignoro las promesas marginales, los casos límite y las promesas
parcialmente defectuosas (Actos de habla, p. 63).

Su formalización de las condiciones de realización de una


promesa es la siguiente:

Dado que un hablante H emite una oración T, en presencia de un


oyente O, entonces, al emitir literalmente T, H promete sincera y
no defectivamente quep a O si y sólo si se dan las siguientes con­
diciones 1-9 (Actos de habla, pp. 65 y ss.):

(1) Se dan las condiciones normales de input y output.

En esta condición Searle incluye aspectos del contexto


bastante heterogéneos; por ejemplo, se refiere a la ausen­
cia de impedimentos físicos que dificulten la transmisión
del sonido -com o un ruido ambiental excesivo, o una
sordera en el oyente- y a renglón seguido indica la con­
dición de que el lenguaje en cuestión sea serio y literal
--excluyendo por principio el lenguaje utilizado en el tea­
tro, la enseñanza, la recitación, la metáfora o el sarcasmo.
Poco parecen tener en común estos dos tipos de condi­
ciones, más allá de estar agrupadas bajo el ambiguo rótu­
lo de «condiciones normales de input y output».

(2) H expresa la proposición de que p al emitir T.

Searle ya es perfectamente consciente de que las propo­


siciones no acontecen solas en el mundo, sino que siem-

«deba insistir en su recubrimiento completo, si no quiere renunciar a la posibili­


dad de dominar las intenciones por la convención», op. cit. p. 403.
:
s e a r l e la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l
83

p r e h a n d e f o r m a r p a r t e d e u n a c to d e h a b l a i n t e n ­
c io n a l.

(3) Al expresar que p , H predica un acto futuro A de H.

N o es p o s i b le re a liz a r , p o r e je m p lo , u n a p r o m e s a a c e rc a
d e u n a c to p a s a d o , p u e s y a n o e s p o s ib le c a m b i a r l o , o
p r o m e t e r q u e o t r a p e r s o n a r e a liz a r á a lg o (e n t o d o c a s o
s e r ía p o s ib le p r o m e t e r q u e u n o h a r á lo q u e e s té e n s u
m a n o p a r a q u e la o t r a p e r s o n a r e a lic e d e t e r m i n a d a
a c c ió n , p e r o n o p r o m e t e r la a c c ió n m i s m a ) .

(4) O preferiría que H hiciese A a que no hiciese A, y H cree


que O preferiría que él hiciese A a que no hiciese A

L o q u e d if e r e n c i a a la p r o m e s a d e la a m e n a z a e s q u e e n
a q u e ll a la a c c ió n i n d i c a d a e s d e s e a d a p o r el o y e n te ,
m i e n t r a s q u e e n é s ta e s t e m i d a p o r él. Y n o in f lu y e ú n i ­
c a m e n t e la p r e d i s p o s i c i ó n d e l o y e n te , s i n o t a m b i é n lo
q u e e l h a b l a n t e c r e e a c e r c a d e d ic h a p r e d i s p o s i c ió n .

(5) No es obvio ni para H ni para O, que H hará A en el curso


normal de los acontecimientos.

D e lo c o n t r a r i o , la p r o m e s a n o s ó lo s e r ía o b v ia y s u p e r -
f lu a , s i n o q u e p o d r í a lle g a r a p r o d u c i r u n e f e c to p e r l o -
c u ti v o o p u e s t o a l h a b i t u a l : c ie r ta i n q u i e t u d e n e l o y e n ­
te a l d a r s e c u e n ta d e q u e u n d e t e r m i n a d o a c to , q u e d a b a
p o r s e n ta d o , p o d r í a e n r e a l id a d n o t e n e r lu g a r ( p o r
e je m p lo , e s p r o b a b l e q u e u n a e m i s i ó n c o m o « B a jo a
c o m p r a r ta b a c o , p e r o te p r o m e t o q u e v o lv e ré » p r o d u z ­
c a m á s d e s a s o s ie g o q u e t r a n q u i l i d a d ) .

(6) H tiene la intención de hacer A.

Se tr a ta d e la im p o rta n te condición de sinceridad: el


h a b l a n t e h a d e c r e e r q u e e s p o s ib le r e a l iz a r A y t e n e r la
84 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

i n t e n c i ó n d e h a c e r l o e n e l f u t u r o . S a lta a la v is ta q u e s e
t r a t a d e u n a c o n d i c i ó n p r o b l e m á t i c a , y v o lv e r e m o s a
e lla e n s e g u i d a .

(7) H intenta que la emisión de T le coloque a él bajo la obli­


gación de hacer A.

E s ta es la condición esencial, q u e p r o p i a m e n t e v ie n e a d e f i­
n i r e n q u é c o n s is te la r e a liz a c ió n d e la p r o m e s a . L a c o n s ­
tr ic c i ó n m o r a l a la h o r a d e c u m p l i r lo p r o m e t i d o a p a r e c e
a r a íz d e la e m i s i ó n lin g ü ís tic a , d e m o d o q u e é s ta e s c a u s a
d e la o b lig a c ió n c o n tr a íd a , y n o u n m e r o a d itiv o .

(8) H intenta producir en O el conocimiento (C) de que la


emisión de T cuenta como el hecho de colocar a H bajo la
obligación de hacer A (por medio del conocimiento que
O tiene del significado de T).

E s ta c o n d i c i ó n e s f r u t o d e la r e v i s ió n q u e h a c e S e a rle
d e l c o n c e p t o g r i c e a n o d e s i g n if i c a d o ( e n el q u e n o h e ­
m o s q u e r i d o e n t r a r p o r n o s e r f u n d a m e n t a l e n e s te
e s t u d i o ) . E l a c to d e h a b l a n o s ó lo p r e t e n d e e s t a b le c e r
u n a o b li g a c ió n c o n r e s p e c to a l f u t u r o , s i n o e l r e c o n o c i ­
m i e n t o p o r p a r t e d e l o y e n te d e la s i n t e n c i o n e s d e l h a ­
b la n t e , m e d i a n t e p r o c e d i m i e n t o s lin g ü ís ti c o s , e s d e c ir ,
p o r e l c o n o c i m i e n t o d e la s e m á n t i c a d e l le n g u a j e , y n o
p o r in f e r e n c i a s d e o t r o ti p o .

(9) Las reglas semánticas del dialecto hablado por H y por O


son tales que T se emite correcta y sinceramente si y sólo si
se dan las condiciones 1-8.

D e e s te m o d o se c i e r r a la p o s i b i l i d a d d e q u e a s p e c t o s
i d i o s i n c r á s i c o s p e c u l i a r e s a l d i a l e c t o d e lo s h a b l a n t e s
h a g a n d e la a p a r e n t e p r o m e s a o t r o t i p o d e a c t o l i n ­
g ü ís tic o .
s e a r l e : la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l
85

L a s c a r a c t e r í s ti c a s d e s c r ita s s o n d e c a r á c t e r m u y h e t e r o ­
g é n e o , r e f i r i é n d o s e a a s p e c t o s t a n d iv e r s o s c o m o e l a m b i e n t e
físico , la s itu a c ió n m e n t a l d e lo s h a b la n t e s , o el c ó d ig o lin g ü ís tic o
q u e c o m p a r te n . E l o b je tiv o d e l a n á lis is e s e n u m e r a r la s c o n d i ­
c io n e s s u f ic ie n t e s y n e c e s a r ia s p a r a q u e u n a p r o m e s a a c o n te z c a
c o m o a c to d e h a b la p l e n a m e n t e r e a liz a d o . A t a l fin , S e a rle se v e
o b lig a d o a r e f o r m u l a r la c o n d i c i ó n s e x ta , a fin d e in c l u i r c o m o
p r o m e s a s e fe c tiv a s a q u e lla s e n la s q u e e l h a b l a n t e n o ti e n e i n t e n ­
c ió n d e c u m p l i r lo p r o m e t i d o - r e c u p e r a n d o a s í la p r e o c u p a c i ó n
in i c ia l d e A u s tin p o r e l h e c h o d e q u e la p a l a b r a e m p e ñ a d a o b li­
g a. A p e s a r d e q u e s ig u e a s u m ie n d o , c o m o a n t e s h ic i e r a s u m a e s ­
tr o , q u e h a y u n a c ie r ta v a c u id a d e n la s p r o m e s a s in s in c e r a s ,
S e a rle n o ti e n e m á s r e m e d i o q u e a c e p t a r q u e é s ta s c o n s t it u y e n
p o r ig u a l a c to s d e h a b la c o m p r o m i s o r i o s , d e m o d o q u e la c o n ­
d ic i ó n d e s i n c e r i d a d h a b r á d e s e r r e f o r m u l a d a :

(6b) H intenta que la emisión de T le haga responsable de


tener la intención de hacer A.

L a c u e s t ió n n o s e r á y a q u e H t e n g a d e h e c h o la i n t e n c i ó n d e
c u m p l i r s u p r o m e s a , s i n o q u e se h a g a responsable d e t e n e r d ic h a
in t e n c ió n . L a c o n d ic i ó n d e sinceridad e s p o r t a n t o s u s titu id a : n o
se t r a t a y a d e q u e e l h a b l a n t e d e b a e x p r e s a r s i n c e r a m e n t e s u
p r o p i o e s t a d o m e n t a l , s i n o d e q u e se r e s p o n s a b il ic e a n t e e l o t r o
d e e n c o n tr a r s e e n d ic h o e s t a d o - e n e l c a s o d e la p r o m e s a , la
i n t e n c i ó n d e r e a liz a r la a c c ió n p r o m e t i d a . D e e s te m o d o S e a rle
i n t e n t a d e j a r a H ip ó li to s in e s c a p a to r ia : si d e h e c h o su lengua lo
juró, c o n e llo se c o m p r o m e t ió t a m b i é n a j u r a r l o con el corazón.8
E s ta c o n c lu s ió n , a la q u e lle g a S e a rle a tr a v é s d e l a n á lis is d e
la p r o m e s a , p u e d e i g u a l m e n t e s e r a p li c a d a a o t r o s t i p o s d e a c to s
d e h a b la . P o r e je m p lo : e n e l c a s o d e u n a f e lic i ta c i ó n t r a s la
o b te n c i ó n d e u n p r e m i o , e l h a b l a n t e se h a c e r e s p o n s a b le d e
s e n t i r a g r a d o y c o n s i d e r a r a l o y e n t e d i g n o d e m e r e c e r lo ; e n e l

8 Searle elimina además la referencia a la sinceridad en la condición 9 (Actos


de habla, p. 70).
86 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

caso de una orden, el hablante se hace responsable de tener el


deseo de que tal orden sea cumplida; en el caso de una afirma­
ción, el hablante se hace responsable de tener la creencia de que
aquello que afirma es verdadero. Mediante la condición de sin­
ceridad, todo acto de habla queda representado como la expre­
sión de un cierto estado mental intencional:

En la realización de cada acto ilocutivo con contenido proposi-


cional, expresamos cierto estado intencional con un contenido
proposicional, y ese estado intencional es la condición de sinceri­
dad de ese tipo de acto de habla. [...] La condición de sinceridad
intencional no es sólo un acompañamiento de la realización del
acto de habla. La realización del acto de habla es necesariamente
una expresión del correspondiente estado intencional [...]. La
realización del acto de habla es eo ipso una expresión del corres­
pondiente estado intencional.9

Sin duda, la emisión puede ser sincera o insincera, pero eso


no es óbice para que el acto de habla exprese su estado inten­
cional:

Siempre es posible mentir o, dicho de otro modo, realizar un acto


de habla insincero. Pero una mentira, o un acto de habla insince­
ro, consiste en la realización de un acto de habla -y, por lo tanto,
la expresión de un estado intencional- en el que uno no tiene el
estado intencional que expresa.10

Ahora bien: la diferencia introducida con el punto 6b impli­


ca una transformación aparentemente ligera, de la cual Searle
no parece extraer mayores consecuencias, pero que no está
exenta de controversia. Para que alguien pueda responsabilizar-

9 «What is an Intentional State?», M ind, vol. 88:349, 1979, p. 78.


10 Idem. Acerca de la distinción entre «estar comprometido a tener una inten­
ción» y «tener actualmente la intención» ver J. R. Searle: «How Performatives
Work», en D. Vanderveken ( ed.): Essays in Speech Act Theory, Filadelfia, John Ben-
jamins, 2001, p. 96.
s e a r l e : la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l 87

se d e a lg o , h a d e e s ta r e n s u m a n o la r e a liz a c ió n d e e s e d e t e r m i ­
n a d o a c to , y s ó lo e n la m e d i d a e n q u e se e x t i e n d a e s a c a p a c i d a d
p u e d e e x te n d e r s e ig u a l m e n t e la r e s p o n s a b il id a d a n te e l h e c h o .
Si u n a c to d e h a b la im p li c a a s u m i r la r e s p o n s a b il id a d d e tener
u n a d e te r m in a d a in te n c ió n , u n d e te r m in a d o d e se o o u n a d e te r ­
m i n a d a c r e e n c ia , e l h a b l a n t e h a d e e s t a r e n c o n d ic i o n e s d e saber
s i es o n o el c a s o q u e se e n c u e n t r a e n ta l e s t a d o m e n t a l , e in c l u ­
so d e a lt e r a r lo v o l u n t a r i a m e n t e p a r a q u e a s í s e a . E s d e c ir : la t e o ­
r ía d e lo s a c to s d e h a b l a d e S e a rle se a p o y a s o b r e la n o c i ó n d e
« a u t o r i d a d d e p r i m e r a p e r s o n a » , s e g ú n la c u a l c a d a s u j e to ti e n e
u n c ie r to a c c e s o p r i v ile g ia d o a s u s p r o p i o s e s ta d o s m e n t a le s , y es
u n a g e n te r a c io n a l c o n c a p a c id a d p a r a c a m b ia r lo s . D e a h í q u e , a
fin d e b u s c a r lo s f u n d a m e n to s p a r a s u te o r ía d e lo s a c to s d e h a b la ,
S e a rle h u b ie r a d e e n c a m in a r s e h a c ia la filo so fía d e la m e n te .

El giro mentalista

A l ig u a l q u e d u r a n t e lo s a ñ o s t r e i n t a y c u a r e n t a se p r o d u j o e n
la f ilo s o f ía a n g lo s a jo n a el g ir o p r a g m á ti c o q u e y a h e m o s a n a liz a ­
d o - a l p a s a r el c e n tr o d e a te n c ió n d e l le n g u a je ló g ic a m e n te p e r ­
fe c to a l le n g u a je c o t i d i a n o - , S e a r le s o s tie n e q u e e n lo s a ñ o s 7 0 y
8 0 a c o n te c ió o t r a e s p e c ie d e g iro , q u e d ir ig ió la a t e n c i ó n d e lo s
filó s o fo s a n a lític o s h a c ia la ll a m a d a Philosophy of Mind. E l p r o p i o
g ir o p r a g m á t i c o p r e s t a b a y a e n s u o r i g e n u n a e s p e c ia l a t e n c i ó n a
la s c u e s tio n e s d e la m e n t e , a s p e c to m u c h o m á s e v id e n t e e n el
W it tg e n s te i n d e la ú l t i m a e ta p a q u e e n A u s tin . W it tg e n s te i n s o s ­
te n í a a l r e s p e c to u n a p o s i c i ó n q u e s u e le c a lific a rs e d e antimenta-
lista: e v i t a b a i d e n t if ic a r lo s e s t a d o s m e n t a le s c o n e v e n t o s i n t e r ­
n o s , c o m o si h u b i e r a , a p a r t e d e lo s h e c h o s d e s c r ib ib l e s d e
m o d o i m p e r s o n a l y o b je t iv o , o t r a s e r ie d e m i s t e r i o s o s a c o n t e ­
c im ie n t o s o b s e r v a b le s ú n i c a m e n t e d e s d e la p e r s p e c ti v a d e p r i ­
m e r a p e r s o n a . E n la e s te la d e W it tg e n s te i n , a u n q u e d e m o d o
m á s e x p líc ito y s i s te m á ti c o , G i l b e r t R y le h a b í a s o s t e n i d o la i d e a
d e q u e la m e n t e n o e s u n a e s p e c i e d e s u b s t a n c i a o res cogitans,
c o m o la d e f i n ió D e s c a r te s , s i n o q u e m á s b i e n e l v o c a b u la r io
88 C Ó M O H A C E R FI LOS OFf A C O N PALABRAS

m e n t a l c o n s titu y e u n m o d o d e d e s c r ib ir l a c o n d u c t a o b s e r v a b le
d e lo s se re s h u m a n o s . 11 A l h a b la r e n t é r m i n o s d e c re e n c ia s , d e s e ­
o s o i n t e n c i o n e s n o t e n d r í a m o s p o r q u é p r e s u p o n e r q u e é s to s s o n
hechos q u e a c o n te c e n e n e l teatro interior d e la m e n t e d e u n s u je ­
to . P o r e l c o n tr a r i o , d e c ir q u e a lg u ie n ti e n e , p o r e je m p lo , u n d e s e o
d e te r m i n a d o , c o n s is tir ía , s e g ú n R y le, e n a s ig n a r a d i c h o s u je to
u n a c ie r ta p r e d i s p o s ic ió n a a c tu a r d e u n d e t e r m i n a d o m o d o .
E n u n a a s o c ia c ió n h a r t o im p r e c i s a , se t i e n d e a i d e n t i f i ­
c a r e s ta a c t i t u d a n t i m e n t a l i s t a d e W i t t g e n s t e i n y R y le c o n la
c o r r i e n t e c o n d u c t i s t a e n p s ic o lo g ía . Si b ie n e s c ie r to q u e c o m ­
p a r t e n la r e t ic e n c i a a c o n s i d e r a r la p e r s p e c ti v a d e p r i m e r a p e r ­
s o n a - e s d e c ir , e l í n t i m o c o n o c i m i e n t o q u e c a d a s u j e t o t i e n e d e
s u p r o p i a v i d a m e n t a l - c o m o u n a f u e n t e e p is té m ic a s ó l id a p a r a
c o m p r e n d e r la m e n t e , lo s m o t i v o s q u e lo s lle v a n a e llo s o n p r o ­
f u n d a m e n t e d i s t i n t o s . E n e l c a s o d e W ittg e n s te in . y R y le , e sa
r e t ic e n c i a e s tá m o v i d a p o r r a z o n e s f ilo s ó f ic a s y li n g ü ís ti c a s - e n
la m e d i d a e n q u e c o n s i d e r a n q u e e s u n e r r o r e s t a b le c e r la o n t o -
lo g ía d e l o m e n t a l a l m o d o c a r t e s i a n o , y q u e e s p r e c i s o r e i n t e r ­
p r e t a r la s e x p r e s io n e s li n g ü ís ti c a s q u e c o n d u c e n h a c ia e s e s i n ­
s e n t i d o - , m i e n t r a s q u e lo s m o t i v o s q u e m u e v e n a l c o n d u c -
tis m o s o n g e n e ra lm e n te d e c a rá c te r e p is te m o ló g ic o : s u te m o r a
a c e p ta r c o m o dato a lg o q u e ú n i c a m e n t e e s o b s e r v a b le p o r
u n in d i v i d u o . A lo s p r i m e r o s se lo s h a d e n o m i n a d o c o m ú n ­
m e n te conductistas lógicos, p u e s s u e s f u e r z o ti e n e l u g a r e n el
á m b i t o d e l a n á lis is lin g ü ís tic o ; a lo s s e g u n d o s , e n c a m b io , se lo s
s u e le d e n o m i n a r conductistas metodológicos. B a jo el d o m in io d e
e s te ú l t i m o p l a n t e a m i e n t o se c o n s i d e r ó d u r a n t e m u c h o t i e m p o
q u e la m e n t e e r a u n a e s p e c ie d e caja negra i n o b s e r v a b le , d e la
q u e só lo podem os e s t u d i a r c ie n t í f i c a m e n t e lo s inputs que
i n t r o d u c i m o s y lo s outputs q u e n o s d e v u e lv e , es d e c i r , lo s e s ­
t í m u l o s y la s r e s p u e s ta s . L o s a c o n t e c i m i e n t o s i n t e r n o s e r a n
p o r ta n t o c o n s id e ra d o s u n m is te r io - c u a n d o n o u n a m e r a q u i-

11 El concepto de lo mental, Buenos Aires, Paidós, 1967. La postura puede com­


prenderse mejor por analogía con el hilemorfismo aristotélico: al iguala que, según
Aristóteles, el alma no es una substancia independiente del cuerpo sino su forma, para
Ryle el acerca de lo mental no refiere a nada distinto de la conducta misma.
s e a r l e : la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l 89

mera inventada por la psicología popular- cuya naturaleza y


funcionamiento serían por principio inaccesibles al método
científico.
La irrupción de los estudios de Inteligencia Artificial, fun­
damentalmente a partir del impulso que Alan Turing dio a la
disciplina, abrió una nueva posibilidad de vencer ese cajane-
grismo y acceder al misterio de la mente. Por una parte, Turing
demostró la posibilidad de diseñar una máquina capaz de com­
putar ciertos datos de entrada, en función de un programa que
determina los posibles «estados internos» del aparato, para
obtener unos resultados deseados. Esos estados internos, defi­
nibles en términos computacionales, serían el equivalente para
la máquina de los estados mentales inobservables que habían
sido exorcizados por los conductistas. Entre el input y el output
habría algo de lo que podríamos hablar, algo analizable desde
un punto de vista aséptico y objetivo: el programa de la máqui­
na. Al considerar que dicho programa cumplía una función
similar a la de los estados mentales -es decir, mediar entre el
estímulo y la respuesta- se abrió la posibilidad de extrapolar
el análisis computacional al ámbito de la psicología, paso que
dio lugar a la llamada revolución cognitiva.
La «máquina de Turing», ancestro de los actuales ordenadores,
no sólo puede realizar cálculos matemáticos, sino reproducir cual­
quier proceso computable, ya sea una partida de ajedrez o una
conversación cotidiana. El hecho de que los actos de habla sean
definibles -como plantea el propio Searle- en términos de «con­
ducta gobernada por reglas» hizo parecer factible la idea de que, al
igual que los ordenadores pueden participar en determinados jue­
gos, puedan simular el uso del lenguaje. Esta idea conduce a la
segunda aportación fundamental de Alan Turing: su idea de que
un test de imitación -después conocido como «test de Turing»-
sería suficiente para saber si una máquina efectivamente es
capaz de pensar.12 Ante la dificultad de definir el concepto de

12 Alan M. Turing: «¿Puede pensar una máquina?», en A. M. Turing, H. Put-


nam y D. Davidson: Mentes y máquinas, Madrid, Tecnos, 1985 (original de 1950).
90 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

pensamiento y la duda resultante acerca de cómo valorar los logros


de la Inteligencia .^Artificial, Turing propuso que estableciéramos un
criterio observable para la atribución de mente. Dicho criterio no
debería estar influido por aspectos que sensatamente no cabe pos­
tular como condiciones imprescindibles del pensamiento, como
son los gestos del rostro, la entonación del lenguaje o la gesticula­
ción. Aceptando que una máquina no tiene que ser capaz de desa­
rrollar esas capacidades para que propiamente se le puedan atri­
buir pensamientos, el test de Turing intenta centrarse en lo
esencial: la conversación. Básicamente, lo que sostuvo Turing es
que en el momento en que una máquina pueda mantener una
conversación con una persona sin que ésta sea capaz de discernir
si su interlocutor es un ser humano o un ordenador, será lícito
sostener que la máquina efectivamente piensa. Si la máquina llega
a imitar hasta tal punto la conducta verbal del ser humano, no
cabrá otra alternativa, según Turing, que admitir que se trata de
un ser inteligente que, efectivamente, piensa como un humano.
La analogía es tan sencilla como efectiva: no diríamos que un
ordenador aparenta derrotar a un campeón de ajedrez haciendo
como que juega al ajedrez; la máquina, de hecho, juega y gana. De
igual modo, no diríamos que, caso de que fuera realizable un
simulador de conversación indiscernible de una persona humana,
tal máquina estaría haciendo como que habla: por el contrario,
estaría re^^m do, de hecho, actos de habla. Y éstos, como acaba­
mos de ver, implican la concurrencia de ciertos estados mentales
internos como condición de realización (o algo incluso más com­
plejo: la capacidad de asumir la responsabilidad de encontrarse en
tales estados mentales).
Las fecundas ideas de la máquina y el test de Turing dieron
pie, con algunos años de retraso, al desarrollo del funcionalismo
en filosofía de la mente: una escuela heterogénea que asumió
como modelo para entender la relación entre mente y cerebro
el símil del software y el hardware de un ordenador.13 La parti-

13 El artículo de Hilary Putnam «Mentes y máquinas» (en A. M. Turing,


H. Putnam y D. Davidson: op. cit., pp. 63-101), publicado originalmente en 1960,
s e a r l e : la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l
9 1

cularidad de la máquina de Turing reside en que su realización


física en uno u otro material es completamente indiferente,
característica denominada «múltiple realizabilidad»: un mismo
diseño de máquina de Turing puede estar realizado con chips
de silicio, válvulas de aire, bolas de metal o cualquier otro mate­
rial que pueda ocurrírsenos. La diferencia es completamente
irrelevante, pues lo fundamental es que, dados determinados
inputs, en función de los estados internos de la máquina, poda­
mos obtener unos determinados outputs. No sería por lo tanto
el hardware, la realización física de la máquina, lo que determi­
naría su carácter mental, sino el software o programación que
dicha máquina implementa. Sería indiferente si el hardware que
realiza el pensamiento está compuesto por chips de silicio o por
una red de neuronas: la mente no residiría en la materia, sino
en la función computacional desempeñada por ésta en un pro­
ceso de intercambio de información con el medio. De este
modo sería posible, según el funcionalismo, mantener la dife­
rencia entre cuerpo y mente sin caer en un misterioso dualismo
cartesiano que los convierta en substancias irreconciliables. No
hay nada misterioso en la diferencia entre el hardware de un
ordenador y su software, como tampoco debería haberlo entre
el cerebro y sus estados mentales. Y, por los mismos motivos, de
ser cierta la hipótesis funcionalista, nada impediría que las mis­
mas mentes que hemos visto hasta ahora realizadas en cerebros
biológicos pudieran en el futuro ser implementadas por siste­
mas artificiales de computación.

Intencionalidad intrínseca y trasfondo

Pese al empeño de Turing, las pretensiones de los ordena­


dores de llegar a pensar como nosotros se vieron truncadas
hace casi 30 años, cuando John Searle tuvo la idea de diseñar

suele considerarse un texto clave en la génesis del funcionalismo, aunque su autor


se convirtiera después en un prom inente crítico de este movimiento.
92 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

mentalmente un habitáculo un tanto peculiar: «La Habitación


China».14 El objetivo de este conocido experimento mental era
demostrar que la mera manipulación de símbolos conforme a
reglas formales preestablecidas no es suficiente para desarrollar
una inteligencia artificial en sentido fuerte, es decir, para crear
una mente similar a la mente humana. El experimento consis­
te en lo siguiente:

(a) Tomamos a un sujeto que no conozca en absoluto el


idioma chino, por ejemplo, el propio Searle.
(b) Lo introducimos en una habitación que disponga de
dos orificios: uno de entrada y otro de salida, por los
que atravesarán textos escritos en chino.
( c) Dotamos la habitación de un manual de instrucciones,
redactado en inglés (idioma conocido por el sujeto),
que permita, dada una cadena cualquiera de caracteres
chinos, mediante la aplicación de reglas puramen­
te sintácticas (es decir, basadas exclusivamente en la
forma de los caracteres y sus posiciones relativas), ofre­
cer una respuesta perfectamente coherente, similar a la
que cabría esperar de cualquier hablante chino.

Es difícil imaginar que las reglas del manual de instruccio­


nes pudieran ser puramente formales y sintácticas, pero ahí
reside la fuerza del argumento: Searle, dentro de la habitación,
sólo manipula signos, sin conocer en absoluto lo que esos sig­
nos significan, es decir, sin saber cuál es el referente en el mundo
exterior de los caracteres que utiliza. Recibe textos de los que
desconoce el significado, los trata como meros dibujos a los

14 La primera aparición por escrito del argumento tuvo lugar en «Minds,


Brains and Programs», Behavioral and Brain Sciences, 3 (3), 1980, pp. 417-57. Pue­
den encontrarse otras versiones del propio Searle en: Minds, Brains and Science,
Londres, British Broadcasting Corp., 1984; The Rediscovery of Mind, Cambridge,
Mass, MIT Press, 1992; «Twenty-One Years in the Chinese Room», en John Pres-
ton y Mark Bishop (eds.): Views into the Chinese Room. New Essays on Searle and
Artificial Intelligence, Oxford, Clarendon Press, 2002, pp. 51-69.
s e a r l e : la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l
93

que, gracias al manual, hace corresponder otros dibujos, y


devuelve éstos por el orificio de salida. Si el libro de instruccio­
nes fuera lo suficientemente bueno, y Searle lo suficientemente
hábil, cualquier interlocutor chino fuera de la habitación llega­
ría a estar convencido de que el sujeto del interior ha compren­
dido el texto que se le ha dado, y que está manteniendo una ver­
dadera conversación en chino, entendiendo lo que se le dice.
Pero, por muy convencido que esté el interlocutor chino, Sear­
le puede asegurar que él no tiene ni idea de a qué se refieren los
caracteres que utiliza. No entiende absolutamente nada: sólo
maneja signos.
El experimento mental tiene interés para la discusión acerca
de la inteligencia artificial porque los ordenadores, por princi­
pio, sólo son capaces de hacer eso: manejar signos con criterios
sintácticos. Pero la semántica, dice Searle, no puede ser re­
producida en un sistema computacional basado en principios
exclusivamente sintácticos. Sin una semántica, los signos care­
cen de referente y, en sentido estricto, ni siquiera puede decirse
que sean verdaderos signos. Los ordenadores, por muy potentes
y veloces que puedan llegar a ser, nunca serán capaces de salir
de sus particulares habitaciones chinas, pues no podrán com­
prender que los signos que utilizan apuntan hacia algo distinto
de ellos mismos, es decir, que son intencionales.
La noción de intencionalidad (que volverá a aparecer repeti­
damente a lo largo de este libro en distintos contextos) es asumida
por Searle como característica definitoria de la mente humana.
Ésta es transferida de modo diferido a ciertos objetos en el mun­
do que, a partir de ese momento, adquieren una especie de inten­
cionalidad derivada. Considérese el siguiente ejemplo:

La flecha que aparece sobre estas líneas, por sí misma, no


apunta hacia el círculo que se encuentra a su lado. Propiamen­
94 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

te, la flecha no es más que un trazo de tinta sobre el papel, con


una determinada forma que sólo en función de una convención
asumimos como señal de algo distinto de ella misma. En sí, la
flecha no es intencional, sino que su intencionalidad le viene
prestada por nuestras mentes, que asumen ese trazo de tinta
como una unidad mínima de significado. A diferencia de los
trazos de tinta, los estados mentales son, según Searle, «intrín­
secamente intencionales», es decir, no dependen de nada más
que de ellos mismos para apuntar hacia algo fuera de sí. Mi
creencia de que «América se descubrió en el siglo XV» es algo
intrínsecamente intencional, pues se refiere a un tiempo y un
lugar distintos de aquéllos en los que dicha creencia acontece
-en la Europa del siglo XXI. Mi deseo de comer un bistec, aun­
que es algo que acontece en mi cerebro, apunta intrínsecamen­
te a algo que -a l menos por el m om ento- no está físicamente
en mi cerebro: el bistec mismo. Los libros, los planos, las seña­
les de tráfico, las listas de la compra ..., todo ello tiene intencio­
nalidad, pero sólo de un modo derivado, pues estas entidades
por sí mismas no refieren a nada. Es la intencionalidad de nues­
tras mentes la que les hace ser intencionales: nuestro lenguaje
sólo puede representar el mundo gracias a que nosotros lo usa­
mos. Un idioma entero, con todas sus convenciones semánti­
cas, no puede significar propiamente nada, a no ser que haya
hablantes que lo utilicen. Esto es un rechazo tajante del plante­
amiento del Tractatus, que pretendía justificar el carácter
referencial del lenguaje en su isomorfismo con el mundo; por
mucho que el lenguaje se parezca estructuralmente a los hechos
del mundo, no se refiere intrínsecamente a ellos, a no ser que
dicho lenguaje esté siendo usado por alguien.
Retomando la distinción anteriormente establecida entre sig­
nificado de la frase y significado de la emisión, podríamos decir
que, en realidad, ninguna frase por sí misma, intrínsecamente,
tiene significado alguno. La convención que le permite ser sig­
nificativa se apoya en última instancia en la intencionalidad de
las emisiones en las que acontece (sólo que no deriva de la emi­
sión individual de un hablante concreto, sino del uso común
s e a r l e : la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l
95

compartido por una comunidad de hablantes). El significado


de la frase deriva del de la emisión, y éste a su vez de la inten­
cionalidad del estado mental, que ya no deriva de nada aparte
de él mismo. Esta intencionalidad intrínseca del estado mental
es lo que soporta en el sistema de Searle todo el edificio de la
significación: una especie de motor inmóvil que ha sido dura­
mente criticado desde las posiciones llamadas «externalistas».^
La necesidad de encontrar un fundamento a la noción de
intencionalidad hizo que Searle, tras formular su teoría de los
actos de habla, se centrara en el análisis filosófico de esta noción
que, como ya apuntábamos anteriormente, no es característica
exclusiva del lenguaje. No tiene por qué haber nada lingüístico,
por ejemplo, en la acción de empujar un coche, aunque en ella
incurran intenciones, creencias y deseos que son intrínseca­
mente intencionales. Pedagógicamente, el lenguaje nos ayuda a
comprender cómo funciona la intencionalidad, pues es un ele­
mento esencial para su funcionamiento; pero desde un punto
de vista lógico, la intencionalidad es previa al lenguaje, y cons­
tituye un fenómeno mucho más amplio.
En su análisis de la intencionalidad, Searle describe diversas
características que todo estado mental intencional -y, de modo
derivado, todo acto de habla- ha de tener: contenido proposi-
cional, modo psicológico, dirección de ajuste, condiciones de
satisfacción ..., características que no analizaremos por no ex­
tender el presente capítulo más de lo necesario.1516No obstante, sí
hay un aspecto en el que es preciso detenerse, siquiera un
momento, por la importancia que tendrá en nuestra lectura del
enfrentamiento con Derrida: los estados mentales intencionales,
según Searle, no acontecen independientemente unos de otros,
sino que están inscritos en «redes» (Networks). Según el ejemplo
que él mismo propone en Intencionalidad (pp. 150 y ss.), tener

15 Un buen ejemplo es el artículo de Hilary Putnam «Cerebros en una cube­


ta», en Razón, verdad e historia, Madrid, Tecnos, 1988, pp. 15-33.
16 El lector puede encontrar su desarrollo en Intencionalidad: un ensayo en la
filosofía de la mente (Madrid, Tecnos, 1992, cap. 1), o resumido por Searle en una
versión más reciente: Mind, a brief introduction (Oxford, OUP, 2004, cap. VI).
96 C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

el deseo de presentarse a las elecciones presidenciales de EEUU


implica normalmente tener muchas otras creencias (que E E ^U
es una república, que en una democracia hay elecciones perió­
dicamente ...) y deseos (ser nominado por su partido, que sus
colaboradores trabajen a favor de su candidatura...), de modo
que para tener tal deseo o creencia es preciso a su vez tener
muchos más. Probablemente la mayoría de las creencias y dese­
os implicados son inconscientes, o nunca han sido planteados
de modo explícito, pero eso no los hace menos necesarios para
que funcione la intencionalidad del estado mental en cuestión.
Además, aparte de la «red» de estados intencionales que está
implicada en la tenencia de un estado intencional determinado,
también es preciso tomar en consideración lo que Searle llama
«trasfondo» (Background):

Creo que cualquiera que intente seriamente seguir los hilos de la


Red, alcanzará a la larga un lecho de capacidades mentales que en
sí mismas no consisten en estados Intencionales (representaciona-
les) pero que, sin embargo, establecen las precondiciones para el
funcionamiento de los mismos. El Trasfondo es «preintencional»
en el sentido de que, si bien no es una forma o formas de Inten­
cionalidad, sí que es, sin embargo, una precondición o grupo de
precondiciones de la Intencionalidad (Intencionalidad, p. 152).

Para poder comprender el sentido de una expresión -y do­


tarla así de intencionalidad- no basta con tener un conjunto de
creencias arraigadas en la mente, o con conocer su definición
en abstracto, sino que además es preciso saber cómo relacio­
narse con la realidad, de modo que la intencionalidad efectiva­
mente se lleve a cabo. La idea desarrolla la aspiración del últi­
mo Wittgenstein de anclar el significado de las palabras en el
uso que le dan los hablantes.17 Para poder entender, por ejem­

17 Gilbert Ryle por su parte sostenía algo semejante - a su vez aplicando ideas
de W ittgenstein- al mostrar cómo muchas características de la mente se explican
en términos de saber-cómo, y no de saber-qué (op. cit., cap. 11).
s e a r l e : la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l
97

plo, lo que significa «Voy a cortar la tarta», no basta con cono­


cer el significado de las palabras en cuestión, pues el verbo
«cortar», en su mismo uso literal, puede consistir en algo muy
distinto -como en «Voy a cortar el césped» o «Me voy a cortar
el pelo». La comprensión de los términos y, en última instancia,
la utilización del lenguaje de modo intencional exige el a d ie s ­
tr a m ie n to en unas prácticas y habilidades que los dotan de sig­
nificado. Si el hablante se dispusiera a cortar la tarta pasándole
por encima una máquina cortac^sped tendríamos que admitir,
bien que no comprendió el significado literal de la frase, bien
que no la usó en dicho sentido, sino haciendo una pesada bro­
ma. En cualquier caso, el significado de la frase exigía para su
correcta comprensión algo que no aparecía en las correspon­
dencias semánticas que definen su significado de modo abs­
tracto. Además, en opinión de Searle, no bastaría con añadir
nuevas determinaciones semánticas a dichas correspondencias,
pues las malinterpretaciones son innumerables. Ninguna espe­
cificación meramente semántica permitirá determinar la com­
prensión del significado; ningún diccionario, por completo que
sea, será capaz de decirnos lo que significan las palabras cu­
yos significados literales pretende definir. Y esto es así porque el
acto de comprensión no tiene propiamente lugar en el lengua­
je, sino en las cabezas de los hablantes. La intencionalidad de
sus estados mentales tiene lugar gracias a que saben qué hacer
con sus palabras: saben no sólo lo que significan, sino cómo
usarlas. Ese s a b e r c ó m o , que propiamente no es un contenido
consciente, ni objetivable como regla, ni susceptible de ser reco­
gido por un conjunto de proposiciones, es lo que constituye el
trasfondo: la base no intencional que hace posible la intencio­
nalidad misma.
Según Searle, la noción de trasfondo es el punto de partida
para comprender la diferencia antes indicadaentre el significado
literal de una frase y los significados derivados que el hablante
puede darle en emisiones concretas. Pongamos un ejemplo: la
frase «Hoy hace un buen día» es lite r a lm e n te v e r d a d e r a cuando
hace buen tiempo (esas son, en la terminología de Searle, sus
98 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

condiciones de satisfacción). No obstante, dicha frase puede ser


emitida por un hablante con intención irónica, en cuyo caso el
significado de la emisión sería precisamente el contrario: que
hoy hace un día de perros. Evidentemente, es el contexto lo que
nos permite identificar con qué sentido ha usado la frase el
hablante, es decir, cuál ha sido el significado -n o necesaria­
mente literal- de su emisión. ¿Pero qué decir con respecto al
significado literal de la frase misma? Hay quien sostiene que
éste es el que tiene con independencia de todo contexto; pero
en tal caso estaríamos ante una situación bastante cercana a la
del Tractatus: el lenguaje, con independencia del uso que de él
hagan los hablantes, tendría la facultad de representar la reali­
dad. En absoluto estaría Searle de acuerdo con ello; en cambio,
el significado de la frase ha de depender también de un contex­
to, pues de lo contrario, al no estar siendo usado, el lenguaje no
podría referir intrínsecamente a nada: serían palabras vacías.
Pero ese contexto está reducido a su mínima expresión: se limi­
ta a las asunciones de trasfondo que haya en el ámbito social de
los hablantes.18 Todo ello implica que el significado literal no
sea comprensible tomando en consideración exclusivamente
las convenciones semánticas imperantes; por el contrario, sos­
tiene Searle, el significado literal es el que la frase tiene toman­
do como contexto exclusivamente el trasfondo.19
Searle sólo sostiene la idea del trasfondo como una hipóte­
sis, siendo consciente de su carácter discutible, pero el concep­
to termina siendo central en su concepción del lenguaje y del
conocimiento humano. Su tesis incluye la diferenciación entre
un «trasfondo profundo» (que incluiría únicamente las capaci­
dades comunes a todos los seres humanos normales, en virtud
de su estructura biológica) y un «trasfondo local» (que se cons­

18 «Literal Meaning», en Expression and Meaning, op. cit., pp. 117-36.


19 De esta manera, Searle elude adscribirse a lo que Fran^ois Recanati ha lla­
mado «the determination view»: la idea de que el significado se determina com­
pletamente desde las convenciones semánticas (ver «The limits o f expressibility»,
en B. Smith (ed.), John Searle, Cambridge, Cambridge University Press, 2003,
p. 189).
s e a r l e : la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l
99

tituiría sociohistóricamente por las prácticas en las que está ins­


crito el sujeto en cuestión). Aunque parezca dar pie a un cierto
relativismo cultural, el modo que tiene Searle de sostenerla pre­
tende excluir cualquier posible derivación en ese sentido:

El Trasfondo no es un conjunto de cosas ni un conjunto de mis­


teriosas relaciones entre nosotros mismos y las cosas, sino que,
más bien, es simplemente un conjunto de destrezas, posturas,
suposiciones y presuposiciones preintencionales, usos y hábitos.
Y todo esto, al menos hasta donde sabemos, se realiza en los cuer­
pos y cerebros humanos. No hay nada en absoluto que sea «tras­
cendental» o «metafísico» en lo que al Trasfondo se refiere, tal y
como yo estoy usando el término (Intencionalidad, p. 163).

No parece que Searle pretenda extraer de la hipótesis' del tras­


fondo ninguna conclusión de profundo calado en cuanto a la cons­
titución ontológica de la realidad. Sin embargo, es significativo que
un autor como Habermas, que no suele hablar a la ligera, dé por
sentada la identificación de las nociones de trasfondo en Searle,
mundo de la vida en Husserl y precomprensión en Heidegger, todas
ellas condiciones de posibilidad del conocimiento y la racionalidad
que socavan la concepción ingenua del mundo objetivo.20 Que
Searle no pretenda llegar tan lejos con su propia tesis, como vere­
mos más adelante, no significa que no sea posible hacerlo.

El misterio de la consciencia

El funcionalismo mantenía cierto prurito conductista que sólo


le permitía analizar lo mental en la medida en que tuviera efec­
tos causales en la conducta, efectos que habrían de ser observa­
bles empíricamente desde una perspectiva de tercera persona.
La caja negra sólo era propiamente observable construyendo
un modelo computacional en el exterior de la misma que fun-

20 El discurso filosófico de la modernidad, Madrid, Taurus, 1989, p. 238.


ioo C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

donara como ella. La denuncia de Searle fue que dicho mode­


lo sólo aparenta funcionar como una mente, pero en realidad
carece, entre otras cosas, de la intencionalidad intrínseca que
caracteriza a ésta. El ordenador no es consciente del sentido de
sus palabras ni de sus actos, no importa lo bien que sepa imi­
tarlos, por lo que propiamente no podría realizar actos de
habla, cuyas reglas constitutivas implican la capacidad de
encontrarse en un determinado estado mental -o , al menos, de
responsabilizarse de ello. Pero para que asumamos la existencia
de esa consciencia intencional es preciso admitir como válido,
aparte de aquello que resulta accesible a distintos observadores,
el tipo de experiencia que nos informa acerca de nuestros pro­
pios estados mentales; es decir: es preciso admitir el valor epis-
témico de la perspectiva de primera persona.
Distintos argumentos, a cada cual más ingenioso, han ido
convenciendo a buena parte de la comunidad filosófica analíti­
ca de la necesidad de admitir la validez de esa perspectiva.
Frank Jackson, por ejemplo, propuso su conocido «argumento
del conocimiento» -knowledge argument- con la intención de
demostrar que el conocimiento de las ciencias empíricas, basa­
do en la perspectiva de tercera persona, no es suficiente para
comprender la especificidad de los estados mentales, pues la
riqueza de las vivencias en primera persona no puede ser re­
ducida a datos observables desde un punto de vista externo.21
Jackson nos pide que imaginemos una situación en la que las
neurociencias hubieran avanzado lo suficiente como para ex­
plicar por completo el funcionamiento de la visión; si una per­
sona lograra adquirir todo ese conocimiento, podría decirse de
ella que sabe todo lo que, desde un punto de vista fisiológico y
fisicoquímico es posible saber acerca de, por ejemplo, la visión
humana. Ahora bien: es concebible que esta persona haya ad­
quirido todo ese conocimiento sin haber percibido en su vida
ningún color, aparte del blanco y el negro. Jackson plantea el

21 Fr^ank Jackson: «Epiphenomenal Qualia», Philosophical Quarterly, 32, 1982,


pp. 127-36 y «What Mary Didn’t Know», Journal of Philosophy, 83, 1986, pp. 291-95.
s e a r l e : la i n t e n c i o n a l i d a d de lo m e n t a l I OI

argumento imaginando la situación de Mary, una neurofisiólo-


ga que se encontraría en la situación antes imaginada, teniendo
en su poder todo el conocimiento científico imaginable acerca
de la visión. La pobre Mary, por el motivo que sea, habría pasa­
do toda su vida en una habitación monocromática: incluso su
propia piel estaría pintada en blanco y negro, y todo su conoci­
miento científico lo habría adquirido en libros y monitores
monocromáticos. Un buen día, aparece en su habitación una
rosa roja, y Mary percibe por primera vez en su vida el color
rojo. Podemos decir sin duda que ese día aprende algo: el aspec­
to cualitativo -el quale- de la experiencia del rojo. Si ella por
principio tenía todo el conocimiento científico que es posible
imaginar y, no obstante, ese día aprende algo nuevo, podemos
concluir que el conocimiento de lo subjetivo excede el ámbito
de lo expresable en tercera persona.
Thomas Nagel, por su parte, ha sostenido la imposibilidad de
comprender en qué consiste propiamente la cualidad subjetiva
de las vivencias de un organismo que difiera radicalmente de
nuestra estructura sensitiva como, por ejemplo, el caso de un
murciélago.22 Por mucho que conozcamos desde una perspecti­
va objetiva la configuración de los órganos de dicho animal,
nunca podremos saber de modo subjetivo qué se siente siendo
un murciélago -ni, llevando el argumento al extremo, qué se
siente siendo otro ser humano. Ese aspecto fenoménico ha veni­
do a recibir incluso un nombre, la «que-se-sienteidad» (what-is-
it-likeness), y apunta, al igual que el argumento de Jackson, hacia
un misterio que resulta inaccesible al conocimiento científico
objetivo: misterio que concierne a la consciencia, con sus qualia
o cualidades subjetivas vividas, y que no puede por principio ser
franqueado desde una perspectiva de tercera persona.
Argumentos como los de Jackson y Nagel invitan a abando­
nar los restos de conductismo que aún perduran en el proyecto
funcionalista: resulta patente que hay algo en la mente -u n mis­
terio si se quiere, pero algo al fin y al cabo- aparte de la con­

22 «^What Is It Like to Be a Bat?», Philosophical Review, 83, 1974, pp. 435-50.


102 C Ó M O H A C E R F I LOS OFÍ A C O N PALABRAS

ducta observable externamente y reproducible computacio-


nalmente. Esos qualia y esa what-is-it-likeness están ahí, y no es
cabal negar su existencia. Ahora bien: la fuerza del proyecto
funcionalista está incitando a no pocos autores a asumir una
postura que resulta, aunque un tanto desconcertante, al menos
coherente: por una parte, se mantiene el planteamiento fun-
cionalista, concibiendo los estados mentales como estados
funcionales que se definen por sus efectos directos o indirectos
en la conducta; por otra, se acepta la existencia de la viven­
cia subjetiva, aunque se le niegan los efectos causales sobre
la conducta observable. Los qualia, la what-is-it-likeness y la
consciencia subjetiva en general serían meros epifenómenos:
algo producido por el cerebro, pero que a su vez no tendría
efecto alguno sobre la conducta observable. Desde la postura
del epifenomenismo, se acepta la existencia de lo subjetivo y lo
mental, aunque se lo preserva aparte de la explicación de la
conducta humana.
Searle es defensor de la perspectiva de primera persona,
pues considera fuera de sentido común intentar negar la exis­
tencia de los estados mentales o poner en cuestión de un modo
generalizado la autoridad del sujeto para informar acerca de
ellos. No obstante, se ha manifestado en diversas ocasiones
opuesto a las conclusiones mistéricas de los autores antes aludi­
dos: si bien es cierto que tenemos un problema considerable a
la hora de hacer confluir las experiencias de primera y tercera
persona, en opinión de Searle ese problema es meramente tran­
sitorio, una cuestión empírica que está en vías de solución. No
podría ser de otro modo, si estamos realmente dispuestos a
escapar al dualismo cartesiano, verdadera bestia negra de toda
la disciplina de la filosofía de la mente.23 Por ello, Searle dice

23 Buena muestra de esta aversión al cartesianismo son las múltiples obras de


referencia de la disciplina que consideran el dualismo de Descartes como punto
de partida a refutar. Véanse algunos ejemplos en Gilbert Ryle (op. cit., cap. I);
Antonio Damasio (Descartes’ Error: Emotion, Reason and The Human Brain, Lon­
dres, Picador, 1994); John R. Searle (Mind. A Brief Introduction, op. cit.); Owen
Flanágan (TheProblem o f theSoul,Nueva York, Basic Books, 2003); David J. Chal-
SE A R L E : LA I N T E N C I O N A L I D A D DE LO M E N T A L I o 3

considerarse a sí mismo un «naturalista biológico»,24 posición


según la cual todos esos estados mentales subjetivos son en rea­
lidad efectos de la actividad compleja del cerebro humano,
explicables en última instancia por el origen evolutivo del orga­
nismo en la lucha por la supervivencia.
Desde su posición, aunque los estados mentales intencionales
son subjetivos, eso no impide que sean hechos objetivos en el
mundo con plena eficiencia causal, de modo que el epifenome-
nismo queda descartado. Nuestro acceso a ellos es subjetivo, de
primera persona, pero su existencia misma es un hecho objetivo
y palpable, que ha de recibir una explicación coherente con el
resto de los hechos objetivos, tal y como son explicados por las
ciencias empíricas. Para ello es preciso averiguar cómo el cerebro
produce -o más bien se encuentra en- estados mentales intencio­
nales, y cómo funciona el tipo de causalidad que les es propio. El
primer paso en ese camino será buscar el correlato cerebral de la
consciencia, es decir, identificar unívocamente qué configura­
ción neuronal corresponde al estado mental que denominamos
estar consciente, bien sea como estado general de la mente, bien
como estado específico en el que somos conscientes de algo en
particular. Una vez encontrado ese correlato -que, en opinión de
Searle, es una cuestión empírica que tarde o temprano se resol­
verá-, estaremos en condiciones de mostrar cómo se produce la
consciencia intencional y, tal vez, de desarrollar un modelo de
Inteligencia Artificial que no aspire a construir un mero simula­
dor, sino una verdadera réplica artificial de la mente hum anad

Realidades sociales

En resumen: la trayectoria intelectual de Searle comienza con la


teoría de los actos de habla, en tanto que descripción idealiza-

mers (ed.) (Philosophy o f Mind. Classical and Contemporary Readings, Oxford,


OUP, 2002, pp. 10-21); o Anthony Kenny (The Metaphysics o f Language, Oxford,
OUP, 1989).
24 Por ejemplo, en Mind, a BriefIntroduction, op. cit., pp. 113 y ss.
25 Ibídem, cap. V.
1 04 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

da y sistemática del tipo de conducta gobernada por reglas que


es el lenguaje. Como parte integrante de esas reglas, señala la
implicación de ciertos estados mentales subjetivos, creencias,
deseos e intenciones, que han de concurrir en el acto como he­
chos de los que el hablante es subjetivamente consciente y, por
lo tanto, responsable de su sincera manifestación ante el oyente.
En busca de una fundamentación de estas condiciones contex­
tuales de realización de los actos de habla, Searle se sumerge en
la filosofía de la mente, sosteniendo un naturalismo biológico
que intenta combatir por una parte el prurito conductista que
aún perdura en el funcionalismo y, por otra, el pesimismo epis-
témico que se apoderó de los llamados mistéricos.
Ahora bien: estaríamos dejando de lado un aspecto funda­
mental de su obra si no consideráramos el prolongado interés
que ha manifestado por las implicaciones de su planteamiento
en el ámbito de la filosofía social. Gracias a la intencionalidad de
nuestros estados mentales somos capaces de crear ciertas reali­
dades en las que vivimos. Nos referimos a realidades como el
dinero, el matrimonio, los títulos honoríficos o cualquier otro
tipo de institución social que, de no ser por ese carácter inten­
cional que le otorgamos, es decir, de no ser porque creemos en
ella, no existiría por sí misma. Para explicar ese tipo de realida­
des sociales, Searle introduce un concepto que ha sido objeto de
bastante controversia: la idea de «intencionalidad colectiva». En
opinión de Searle, la complejidad de la interacción social no se
explica si apelamos únicamente a la intencionalidad individual,
aquella que se realiza en cada uno de nuestros cerebros de modo
individualizado; por el contrario, es preciso que de modo colec­
tivo realicemos acciones intencionales en común, de manera
intrínsecamente cooperativa. Para ello no hay por qué caer en
concepciones vaporosas y discutibles, como las de mente social
o inconsciente colectivo: no hay más mente que las mentes indi­
viduales de las personas, pero en su capacidad de acción pode­
mos distinguir claramente dos tipos' de intencionalidad, según
actúen de modo individual o colectivo. El reconocimiento de
las reglas de acción intencional -que en unas ocasiones regulan
s e a r l e : l a i n t e n c i o n a l i d a d d e l o m e n t a l 1 05

y en otras constituyen las realidades sociales- es el primer paso


para que disciplinas como las ciencias políticas, la sociología o
la antropología reciban un fundamento sólido.
La teoría de la intencionalidad se postula así como posible
eje de articulación de las ciencias humanas y las ciencias de la
naturaleza, reestableciendo la conexión entre dos ámbitos epis-
témicos de difícil reconciliación. Eso sí: son las ciencias de la
naturaleza las que, en última instancia, aportan los cimientos
del conjunto. No hay, Searle lo dice taxativamente, una cons­
trucción social de la realidad, sino una construcción de la rea­
lidad social, a partir del mundo físico y biológico .26 La realidad
es externa a nuestra percepción, e independiente de nuestro
particular modo socializado de acceder a ella: algo objetivo, y
no un constructo cultural. En ese mundo objetivo hay organis­
mos vivos complejos, como los, seres humanos y algunos otros
animales, que tienen vivencias subjetivas intencionales; dichas
vivencias sólo son observables directamente por el propio suje­
to que las tiene, pero su acontecer es una realidad objetiva y
biológica. En concreto el hombre es capaz de interactuar en la
realización de tareas que implican intencionalidad colectiva y
establecen realidades sociales, ellas mismas tan objetivas como
los estados mentales que las generan. De este modo, el progre­
so del conocimiento científico no tiene por qué detenerse ante
las fronteras de las ciencias humanas, y la articulación de un
saber universal parece estar al alcance de nuestra mano.
Hasta qué punto puede calificarse de reduccionista la posi­
ción de Searle es una cuestión discutible. Sin duda se trataría de
un reduccionismo laxo, que pretende integrar los aspectos
específicos que caracterizan a las realidades humanas, respetan­
do su ámbito de explicación. En este sentido, Searle está dis­
puesto a reconocer los límites de esta articulación teórica de lo
humano: por ejemplo, no le parece cabal el proyecto de esta­
blecer normas y reglas que rijan las conversaciones, sino que
considera que dichas reglas se limitan a la emisión de actos de

26 La construcción de la realidad social, Barcelona, Paidós, 1997.


i o 6 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

habla concretos, sin que sea posible formalizar normativamen­


te todo el ámbito de la conversación.2728O, con respecto a la
acción humana, apunta barreras o saltos -gaps- en el orden de
los acontecimientos que preservan, desde el punto de vista de la
descripción lógica y teórica, el ámbito de la libertad y la racio­
nalidad humana .28
En todo caso, sea o no reduccionista, es innegable que su
búsqueda de una articulación sistemática entre la filosofía -del
lenguaje, de la mente, de la sociedad- y la ciencia tiene como
objetivo la integración de las partes en un todo coherente y
cerrado. Y tal vez, en definitiva, sea ese el objetivo de toda teo­
ría, no siendo comprender o explicar otra cosa que encontrar esa
coherencia.

27 «Conversation», en Searle, J. R. et al.: (On) Searle on Conversation, op. cit.


28 Razones para actuar. Una teoría del libre albedrío, Oviedo, Nobel, 2000, cap. III.
111. DERRIDA: SOSPECHA Y DECONSTRUCCIÓN

La tentación de la impaciencia

Llegados a este punto es preciso no sucumbir a la tentación de


analizar directamente la crítica de Derrida al concepto austinia-
no y searleano de contexto. Recordemos que un paso ineludible
de nuestra lectura consiste en remontar los ríos semánticos que
dotan de sentido las respectivas aportaciones de Searle y De­
rrida al debate. En este momento, tras el apresurado recorrido
que hemos trazado desde el Tractatus de Wittgenstein, pasando
por el planteamiento original de Austin, hasta los desarrollos de
Searle en torno al lenguaje, la mente y la sociedad, sólo esta­
ríamos en condiciones de asumir la contribución de Derrida
como una serie de consideraciones confusas y extraviadas, com­
pletamente prescindibles para el desarrollo de la disciplina. Eso
fue sin duda lo que le ocurrió a Searle: que únicamente prestó
atención a lo que aparentemente Derrida quería decir en su
texto, sin atender a lo que pretendía hacer en él, ni a cómo esa
actividad se inscribía en una tradición distinta de la propia -o ,
más bien, cómo hacía frente a su propia tradición, intentando
desarticularla.
Para evitar la tentación de la impaciencia, el presente libro
habrá de ser un tanto esquizofrénico, pues a renglón seguido
tendremos que narrar un recorrido filosófico que, al menos en
apariencia, es completamente heterogéneo con respecto al que
acabamos de trazar. Sería preciso incluso cambiar de registro,
pasando a escribir de un modo distinto, entrelazando las argu­
mentaciones de manera completamente diferente para hacer
justicia a la diversidad de sus planteamientos. Sin embargo
intentaremos no hacerlo, en parte por una cuestión de pre­

[ 107]
i o 8 C Ó M O HA C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

ferencia subjetiva, y en parte por una necesidad metodológica


evidente, pues nuestro objetivo es poner en fructífera confron­
tación los planteamientos de ambos autores, y no reproducir el
diálogo de sordos en que de hecho se convirtió su desencuentro.
Evidentemente, no podemos aspirar a recoger aquí todos los
aspectos que confluyen en la prolija y densa obra de Derrida
(algo que tampoco hemos pretendido con la obra de Searle);
por el contrario, nos limitaremos a apuntar algunos aspectos de
la tradición en la que se inscribe, así como a recorrer somera­
mente ciertos momentos de su pensamiento, seleccionados en
función de su relevancia en la cuestión que nos ocupa. Sin
duda, otros recorridos habrían sido posibles, pero esperamos
que el aquí presentado sea al menos suficiente para dar sentido
a la lectura que hace Derrida de la obra de Austin.

La filosofía como acto de sospecha

Jacques Derrida, como toda la amalgama de pensadores inclui­


dos en el llamado postestructuralismo, recibe una profunda
influencia de los llamados «filósofos de la sospecha»: Marx, Freud
y Nietzsche. A pesar de las enormes diferencias de sus plantea­
mientos teóricos, estos tres autores compartieron una misma
actitud de desconfianza hacia los productos aparentemente más
elevados y sublimes de la cultura occidental. Para Marx, los
inmensos mecanos metafísicos con los que los grandes pensa­
dores han creído describir el armazón mismo de lo real no son
sino ideologías producidas por la estructura económica subya­
cente en un esfuerzo por autojustificarse. La infraestructura de
las relaciones materiales determina los productos de la superes­
tructura ideológica, de manera que cada sistema filosófico par­
ticular, a no ser que tome consciencia crítica de sí mismo, no
hace sino devolver a la sociedad una autocomplacida imagen de
la realidad, que perpetúa la injusticia del orden establecido.
Freud, por su parte, nos mostró cómo los instintos reprimi­
dos de la libido son en el fondo la única energía de la que pro­
DERRI DA : SOSPECHA Y D E C O N ST R UC C IÓ N 109

ceden nuestras acciones; los más excelsos productos del arte y la


ciencia, que tanto admiramos, son en realidad efecto de la subli­
mación de esas bajas e inconfesables pulsiones, que tanto des­
preciamos. Partiendo de esta idea, la mirada freudiana sospecha
sistemáticamente del sentido de las palabras, buscando tras ellas
una fuerza pulsional que verdaderamente dé una explicación de
lo dicho, esquivando la engañosa consciencia del hablante. El
sujeto deja de ser autosuficiente en la reflexión acerca de sí
mismo, y se hace precisa la intervención de otro: aquél que sea
capaz de romper las barreras del inconsciente, aun sabiendo que
una buena parte de la vida mental permanecerá por siempre
oscura e inaccesible. Y es que la frontera del inconsciente no es
un límite provisional, transitorio, superable, sino una oscuridad
constitutiva, estructural, que en su tenaz perseverancia constitu­
ye internamente toda posible concepción del sujeto.
Nietzsche finalmente habría venido a invertir el orden mismo
del pensamiento, siendo el primero en enfrentarse abiertamente a
la tradición de la metafísica occidental, al denunciarla como estra­
tegia moralizante encubierta. La argucia socrática que dio origen
a ese desvarío habría consistido en disfrazar con cautivadoras
palabras una inmensa mentira: que existe un único mundo ver­
dadero, al que el sabio es capaz de acceder mediante el uso de
la razón, y que ese acceso privilegiado le confiere una autori­
dad sobre el resto del género humano. La fábula metafísica del
mundo verdadero, unida a la moral cristiana de la humildad y
la humillación, habrían venido a justificar una estrategia de
dominio tejida por los débiles para subyugar a los fuertes.
Ambas habrían abogado por un mundo más verdadero que el
meramente visible, una Verdad más permanente que las coyun-
turales verdades humanas, apelando a una realidad suprasensi­
ble que nunca está ella misma presente, sino siempre por venir.
Y el deseo de ese otro mundo nihiliza el único en el que de he­
cho vivimos, que termina cayendo como una cáscara vacía en
beneficio de la Idea, del Paraíso, de una Presencia que nunca
llega a hacerse manifiesta. De este modo, por detrás del apa­
rentemente inocente deseo de conocer, Nietzsche denuncia el
I IO C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

oscuro rostro de una voluntad de poder, la del más débil, que


logra imponer su ley al más fuerte, hundiendo a la sociedad
occidental en un proceso de decadencia que es preciso invertir.
Marx, Freud y Nietzsche, más que formar una tradición,
parecen compartir sólo su afán de enfrentarse a las tradiciones
establecidas; lo que los une no es tanto aquello que ofrecen,
como aquello que atacan y critican: la fuerza de ruptura que
tienen sus planteamientos con respecto a la consciencia y la
subjetividad. La confluencia de estos tres autores en las gene­
raciones posteriores tuvo un efecto sinérgico, que potenció esa
actitud de rechazo y de sospecha frente a las producciones de la
consciencia moderna. En el caso de Derrida, la herencia recibi­
da de los filósofos de la sospecha, principalmente de Freud y
Nietzsche, aunque también Marx, es definitoria; pero no se trata
de que Derrida haya sido marxista, freudiano o nietzscheano, si
por tales conceptos queremos decir que asimüara como propios
aspectos de las respectivas cosmovisiones de estos autores, es
decir, de sus respectivas doctrinas. Por el contrario, lo heredado
de ellos es un modo de hacer filosofía, que no tiene como obje­
tivo la construcción de un sistema teórico capaz de traer a la
consciencia el sentido mismo de lo real. Es precisamente la acti­
tud de sospecha frente a esas pretensiones lo que retoma Derri-
da, obviando el hecho de que los propios filósofos de la sospe­
cha -sobre todo Marx, bastante también Freud, y quizás nada
Nietzsche- intentaran ellos mismos ofrecer su propio sistema
alternativo, como teoría pretendidamente verdadera.
En el caso de Nietzsche, un famoso opúsculo nos puede re­
sultar especialmente revelador a la hora de comprender la posi­
ción de Derrida en el debate. En De verdad y mentira en sentido
extramoral expone Nietzsche en forma de fábula -nada pareci­
do a una teoría, en el sentido convencional- una genealogía de
la inteligencia y del lenguaje. En ella sostiene que estas habili­
dades en absoluto cumplían originariamente la función de
intelección de la verdad del mundo y establecimiento de una
cooperación sincera entre los hombres: el intelecto tenía como
función originaria la supervivencia; el lenguaje, la posibilidad
d e r r i d a : s o s p e c h a y d e c o n s t r u c c i ó n I I I

d e l e n g a ñ o d e n u e s t r o s s e m e ja n te s ; y s ó lo d e u n m o d o d e r i v a ­
d o y s e c u n d a r i o a d q u i r i ó el p r i m e r o l a s u p u e s ta f u n c i ó n d e
c a p t a r la v e r d a d a c e r c a d e l m u n d o , y el s e g u n d o la d e r e p r e s e n ­
t a r d i c h a v e r d a d p a r a q u e f u e r a c o m u n i c a d a . S ó lo c u a n d o el
h o m b r e v e c o n v e n ie n te e v i t a r la g u e r r a d e t o d o s c o n t r a t o d o s
a p a r e c e e n e s c e n a la i d e a d e v e r d a d c o m o ú l t i m o o b je t iv o d e la
in t e le c c i ó n y d e l le n g u a je , v e r d a d q u e e n r e a l i d a d n o s e r á s i n o
el f r u t o d e u n a c o n v e n c i ó n c o n s o l id a d a , í n t i m a m e n t e c o n s t i ­
t u i d a p o r e l j u e g o d e f u e r z a s q u e la h a c e p o s ib le .
E n el o r i g e n d e l a c to d e n o m b r a r , s o s tie n e N ie tz s c h e , n o
h a y u n a i n t e n c i ó n o r i g i n a r i a d e r e s p o n d e r a la v e r d a d d e l m u n ­
d o , s i n o u n p r o c e s o a r b i t r a r i o p o r el q u e , s in f u n d a m e n t o
a lg u n o , e s t a b le c e m o s s i m i l i t u d e s y d if e r e n c i a s e n t r e la s c o s a s ,
c o n c r i t e r i o s s e s g a d o s y a n t r o p o m ó r f i c o s . A g r u p a m o s lo s f e ­
n ó m e n o s b a jo t é r m i n o s q u e s ó lo d e u n m o d o m e t a f ó r i c o p u e ­
d e n r e c o g e r l a d i v e r s i d a d d e lo q u e o c u r r e . S i v e m o s m u c h a s
h o ja s q u e se p a r e c e n , a g r u p a m o s s u d i v e r s i d a d b a j o e l t é r m i n o
h o ja , y a él le a t r i b u i m o s la r e p r e s e n t a c i ó n d e u n c o n c e p t o .
P e r o e s e c o n c e p t o , s o s tie n e N ie tz s c h e e n u n e c o d e l n o m i n a l i s ­
m o m e d i e v a l, n o es p r o p i a m e n t e n a d a m á s q u e u n a a g r u p a ­
c i ó n m e t a f ó r ic a , i n v e n t a d a p o r n o s o t r o s , q u e e s t á p o r t a n t o
t e ñ i d a p o r la v o l u n t a d d e p o d e r q u e n o s c o n s t i t u y e . V e m o s ,
p o n e N i e t z s c h e c o m o e je m p lo , a u n h o m b r e q u e e s h o n e s t o , y
p r e g u n t a m o s p o r q u é ; u n f i ló s o f o p o d r í a d e c i r n o s q u e e l m o t i ­
v o d e s u c o n d u c t a e s la h o n e s t id a d q u e h a y e n é l, m a s c o n e llo
e s t a r ía i n c u r r i e n d o e n u n a fa la c ia , p u e s e s t a r ía t o m a n d o c o m o
c a u s a a la m e t á f o r a c o n la q u e n o s o t r o s , a p o s te r io r i, h e m o s
u n i f i c a d o la d i v e r s i d a d d e la s a c c i o n e s q u e c o n s i d e r a m o s
h o n e s ta s b a jo u n r ó tu lo c o m ú n .
S e g ú n p r o c l a m a N ie tz s c h e e n e s te o p ú s c u l o , lo s c o n c e p to s n o
s o n s in o m e tá f o r a s g a s ta d a s q u e c o n s e r v a n e s a a m b i g ü e d a d y
v a g u e d a d q u e la s h a c e s ie r v a s d e lo s in te r e s e s d e s u p e r v iv e n c ia ,
c o n t r o l y d o m i n io . Y n o es s e n s a to a s p i r a r a li b r a r n o s d e d ic h o s
in te re s e s , p u e s n o s d e f in e n e s e n c ia lm e n te ; d e lo q u e h a b r í a q u e
lib r a r s e e s d e la n o c i ó n d e c o n c e p to c o m o i n s t r u m e n t o c a p a z d e
a p r e h e n d e r la e s e n c ia d e la r e a lid a d ; y, a s i m i s m o , l i b r a r n o s d e la
112 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

engañosa idea de que el lenguaje pueda en algún momento


apresar la verdad del mundo:

¿Q ué es e n to n c e s la v e rd a d ? U n a h u e s te e n m o v im ie n to d e m e tá ­
foras, m e to n im ia s , a n tro p o m o rfis m o s , e n re s u m id a s c u e n ta s, u n a
su m a de re lacio n e s h u m a n a s q u e h a n sid o realizad as, e x tra p o la ­
d as y a d o rn a d a s p o é tic a y re tó ric a m e n te y q u e , d e sp u é s d e u n
p ro lo n g a d o u so , u n p u e b lo c o n s id e ra firm e s, c a n ó n ic a s y v in c u ­
la n te s; las v erd a d e s s o n ilu sio n e s d e las q u e se h a o lv id a d o q u e lo
so n : m e tá fo ra s q u e se h a n v u e lto g astad as y sin fu e rz a sensible,
m o n e d a s q u e h a n p e rd id o su tr o q u e la d o y n o s o n a h o ra y a c o n ­
sid e ra d a s c o m o m o n e d a s sin o c o m o m e ta l.1

Es por lo tanto un esfuerzo baldío, cuando no hipócrita e


insincero, construir teorías mediante conceptos que pretendan
recoger la objetividad de lo real porque, una vez denunciada la
vacuidad del concepto de verdad, la distinción entre lo objetivo
y lo meramente subjetivo aparece como algo que debe ser supe­
rado, al igual que la frontera entre lo real y lo meramente apa­
rente. Derrida recibirá de Nietzsche esta actitud de sospecha
ante todo concepto dado, incitándole a buscar en sus recóndi­
tos orígenes la metáfora injustificada y parcial de donde proce­
de, la fuerza que viene a explicar el porqué de su sentido.

De la metafísica a la diferencia: Heidegger y Lévinas

La influencia de M artin Heidegger en la filosofía del siglo x x es


difícil de exagerar. En concreto, la obra de Derrida no habría
sido posible de no haber realizado Heidegger su devastadora
crítica de la tradición metafísica. En opinión de Heidegger, el
esfuerzo de Nietzsche había constituido la última manifesta­
ción de la metafísica antes de su inevitable disolución, de modo
1 «Sobre verdad y mentira en sentido extramoral», en F. Nietzsche, F. y H.
Vaihinger: Sobre verdad y mentira, Madrid, Tecnos, 1998, pp. 9-10; traducción de
Luis M. Valdés y Teresa Orduña.
d e r r i d a : s o s p e c h a y d e c o n s t r u c c i ó n 1 13

que aún habría permanecido dentro de ésta: Nietzsche habría


realizado una metafísica invertida, una transmutación de los
valores consagrados por la tradición, pero habría mantenido su
objetivo en lo fundamental y, por tanto, compartido su destino
-si bien es cierto que esta lectura heideggeriana de Nietzsche
no pareció tomar suficientemente en consideración el modo
que tuvo éste de culminar el nihilismo subvirtiendo la distin­
ción entre verdad y apariencia, algo que apuntaría posterior­
mente el propio Derrida .2
¿Y en qué consiste ese destino, ese error de la metafísica occi­
dental, que requiere esta detenida y persistente labor de crítica
y desmontaje? Fundamentalmente, en haber olvidado una dife­
rencia, la llamada diferencia ortológica, que se establece entre
los entes y el ser, es decir, entre aquello que existe y el propio
acto de existir -algo que es común a todos los entes en tanto
que, más allá de sus distintos caracteres, puede decirse que
todos ellos son o existen. Preguntando por el ser, la metafísica
desde Platón sólo ha sido capaz de contestar apelando a los
entes: al ente eterno de la Idea; a Dios como ente sumamente
perfecto y sumamente real; al ente infinito del Mundo, que
todo lo abarca; al ente cuya Razón es capaz de aprehender la
verdad de todo otro ente. . . al fin y al cabo, por detrás de sus
múltiples rostros, la metafísica siempre ha confundido al ser
con un determinado tipo de ente, constituyendo una ontoteo-
logía que persevera en el olvido de la diferencia ontológica, y
cosifica la realidad sin ser capaz de responder -n i plantear
siquiera- correctamente la pregunta por el ser.3

2 Ver Espolones. Los estilos de Nietzsche, Valencia, Pre-Textos, 1997. Como ha


sostenido Manuel Barrios Casares: «Al remontar la crítica de la metafísica a esta
crítica del lenguaje, del conocimiento y la verdad, que desvela los componentes
ficcionales de la razón, se comprende por qué Nietzsche no puede, a partir de los
presupuestos mismos de su argumentación, llegar a una mera inversión del plato­
nismo, sino a un planteamiento mucho más denso y de alcance más enriquecedor
acerca del nexo entre dóxa y epistéme». «Retórica y crítica de la gramática teoló­
gica de la historia en Nietzsche», Reflexión, Revista de Filosofía, 3, 1999, p. 138.
3 Ver la obra de Heidegger «La constitución onto-teo-lógica de la metafísica»,
en Identidad y diferencia, Barcelona, Anthropos, 1990.
1 *4 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

El Heidegger de Ser y tiempo se esforzó en plantear correc­


tamente esta pregunta, evitando que la diferencia ontológica
cayera en el olvido .4 Para ello - y asumiendo el método de su
maestro Husserl, del que hablaremos en el próximo apartado-
partió de la descripción «fenomenológica» de aquel ente que es
capaz de preguntar por el ser, es decir, del hombre mismo, de su
existencia -dando pie así al desarrollo existencialista de su pen­
samiento. Como prolegómeno a la pregunta por el ser, Heideg­
ger intenta formular la pregunta por el sentido del ser, es decir,
por lo que es ser para mí, en tanto que existente. En lugar de
preguntar en abstracto por el ser, será preciso averiguar, en un
primer paso, en qué consiste concretamente ser el tipo de ente
que soy yo. Ya lo decía Agustín de Hipona: «no quieras ir fuera,
en el interior del hombre habita la verdad». Y ser un existente
-u n Dasein- es estar inscrito necesariamente en el tiempo,
encontrarse arrojado al mundo, condenado a tener que plante­
arse un proyecto de vida que, haga lo que haga, culminará en la
muerte, en el no ser. Por eso el tiempo, para mí, es el horizonte
de aparición del ser.
Al igual que la de Wittgenstein -con quien se han estable­
cido interesantísimos paralelismos y divergencias-, la obra de
Heidegger tiene un punto de inflexión que separa dos etapas
bien definidas. Temiendo que su punto de partida en Ser y tiem­
po condujera hacia una nueva forma de metafísica que diera
prioridad al ente humano, Heidegger dejó inconclusa aquella
gran obra, girando su atención hacia el problema del lenguaje,
cuestionando cómo es posible que en él pueda hacerse patente
el ser o, más bien, desocultarse, sin cosificarse de nuevo. Tal vez
el propio lenguaje de la metafísica -del que aún era deudor en
Ser y tiempo- haya sido el culpable, o al menos una de las cau­
sas, del olvido de la diferencia ontológica, y los esfuerzos de
Heidegger irán conducidos en su última época, por una parte,
hacia el desmontaje de dicho lenguaje y, por otra, hacia la
constatación de que es posible otro tipo de expresión, de corte

Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1998; traducción de José Gaos.


d er r id a : sospecha y deconstrucción 11 5

más poético que teórico, capaz de prestar su oído al ser sin


apresarlo como cosa, sin pretender limitarlo a los modos de ser
que son propios de un ente concreto; un lenguaje que no es ya
concebido como una facultad del hombre, un instrumento a su
servicio, sino más bien como aquello a cuyo servicio ha de
ponerse el hombre, en su esfuerzo por responder al ser:

El lenguaje es la casa d el ser. E n su m o r a d a h a b ita el h o m b re . Los


p en sad o res y p o e ta s so n los g u a rd ia n e s d e esa m o ra d a . Su g u ard a
consiste e n llevar a cabo la m a n ife sta c ió n del ser, e n la m e d id a en
que, m e d ia n te su decir, ellos la llev an al lenguaje y allí la custodian.5

La influencia de Heidegger en Derrida está tamizada por la


lectura perspicaz e insatisfecha del que fuera discípulo del pri­
mero y maestro del segundo: Emmanuel Lévinas. Para Lévinas,
el concepto de diferencia es el fundamental, más incluso que el
de ser, porque es la diferencia la que preserva la otredad de las
cosas, de las personas y, en última instancia, de Dios -su pensa­
miento está íntimamente relacionado con la religión judía. En
opinión de Lévinas, el gran problema de la tradición occidental
no ha sido el olvido del ser, sino el olvido del Otro: la negación
de su alteridad y de su intrínseca diferencia con respecto a ese
Mismo que todo lo engulle, dejando el mundo vacío de sentido
y validez.56
La problemática levinasiana es, por su origen y objetivo, de
carácter ético: es el drama del siglo x x , sobre todo a partir del
holocausto, el que nos obliga a reivindicar desde la filosofía el
valor incondicional del Otro, de ese Otro que fue negado siste­
máticamente en un ingente esfuerzo autodestructivo del géne­

5 Carta sobre el humanismo, Alianza Editorial, M adrid, 2000. Traducción de


Helena Cortés y A rturo Leyte.
6 Emmanuel Lévinas: Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, Sala­
manca, Sígueme, 1977, pp. 57-71 y passim. La relevancia del problema del otro en
la filosofía francesa contemporánea es bien conocida (ver el libro de Vincent Des­
combes: Lo mismo y lo otro. Cuarenta y cinco años de filosofía francesa (1933-1978),
Madrid, Cátedra, 1998).
116 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

ro humano. Y es preciso reivindicarlo más allá de cualquier sín­


tesis aparentemente reconciliadora en la que el Mismo y el Otro
se unifiquen falazmente: la realidad, el mundo, la humanidad,
o incluso el ser... Todos estos conceptos, pretendidos espacios
comunes en los que el Mismo y el Otro se encuentran en con­
cordia y armonía (pues ambos son reales, ambos están en el
mundo, ambos son humanos, ambos existen ...) han conducido
en la práctica a la negación de una distancia que debería haber
sido preservada. El respeto al Otro sólo fue concebible a través
de estos conceptos negando su diferencia, ubicándolo en un
espacio de igualdad, haciendo que el Otro, en el fondo, fuera
una manifestación de lo Mismo. Por eso Lévinas se enfrenta al
planteamiento ontológico de Heidegger, que no vendría sino a
ofrecer un nuevo polo unificador, el ser, que inevitablemente
vendría a negar la alteridad originaria. Ésta, en cambio, no se
establece ya entre el ser y los entes, sino entre el Mismo y el
Otro, marcando una diferencia que no sólo se encuentra, sino
que ha de ser preservada, mantenida, respetada en su intrínse­
ca debilidad, una debilidad que nos constituye a nosotros mis­
mos como seres humanos.
De modo que, a través de Lévinas, Derrida recibe de Hei­
degger más que la idea del ser, la misión de hacer perdurar la
diferencia por detrás de toda conceptualización que venga a
negarla en beneficio de una unidad que la dote de sentido, un
concepto que venga a explicarla y hacerla superflua e innecesa­
ria. La unificación de la realidad en una teoría, la búsqueda de
un sistema que viniera a decir «el mundo es esto», o «las cosas
funcionan así, y no de otro modo», vendría a ser el mayor de los
despropósitos; sobre todo si, dentro de ese esto y de ese así fue­
ran a caer los propios seres humanos, cuya diferencia habría
sido negada una vez más, en beneficio de un colosal e imper­
donable olvido metafísico -u n olvido esencialmente constituti­
vo de la metafísica misma.
:
d e r r i d a s o s p e c h a y d e c o n s t r u c c i ó n
1 *7

El desencanto de Husserl: la forma de lo presente

Uno de los aspectos diferenciales más evidentes entre la tradi­


ción analítica y la continental, del cual el lector seguramente ya
se habrá percatado, es que mientras que la primera suele arti­
cular su propia historia en torno al desarrollo de proble­
mas teóricos, la segunda suele hacerlo en torno a autores que, a
modo de grandes hitos, van marcando el ritmo y el desarrollo
de la filosofía en tanto que disciplina. Probablemente, también
sería concebible un esfuerzo por trazar la historia de la filosofía
analítica atendiendo a las figuras que fueron desarrollándola,
así como una narración de la filosofía continental que se basa­
ra en el despliegue impersonal de los problemas. Pero tales
esfuerzos quizás irían desencaminados, porque no es cuestión
baladí la peculiaridad de los respectivos modos que tienen los
filósofos de una u otra tradición de tom ar consciencia de su
propio pasado y de sus tareas de futuro. Articular la historia de
una manera u otra exigiría un cambio en la organización ges-
táltica de nuestra percepción de la disciplina, alteración que no
sería neutra ni carente de consecuencias. Por el contrario, la
elección -si es que propiamente se toma de modo consciente' y
premeditado- de narrar la historia de un modo u otro, hasta
cierto punto, predetermina ya la manera que tendremos de
enfrentarnos a las cuestiones.
Pues bien: hay al menos otras dos figuras que no podemos
dejar de lado, si aspiramos a hacer mínimamente explícito el
tejido de influencias que hace comprensible el quehacer de
Derrida: Edmund Husserl y Ferdinand de Saussure. Queremos
traer aquí a colación a Husserl -maestro de Heidegger, que a su
vez fue maestro de Lévinas, que a su vez fue maestro de Derri­
da- para introducir en esta historia el concepto de presencia,
que vendrá a ser fundamental en la crítica derridiana de la obra
de Austin. Una filosofía rigurosa, sostiene Husserl, debería
superar la actitud «natural» e «ingenua», por la cual el científi­
co describe las cosas como si existieran ahí fuera, independien­
tes de su ser-vistas por alguien. De ahí que proponga una feno­
11 8 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

menología pura, que parte de la idea de que, antes de comenzar


a hablar acerca del mundo como realidad objetiva exterior a
nuestras mentes, es posible y deseable hacer una descripción de
la realidad «tal y como se da en la experiencia», es decir, en su
carácter puramente fenoménico. Sólo desde esa filosofía feno-
menológica seremos capaces de construir una ciencia verdade­
ramente valiosa para el ser humano, haciendo arraigar nuestra
concepción objetiva del mundo en las vivencias subjetivas que
de él tenemos.
El problema de la ciencia moderna - y motivo según Husserl
de su crisis en el siglo x x - reside en que se ha construido con un
lenguaje, y a partir de un modelo de experiencia, que han perdi­
do ese arraigo en la vivencia subjetiva, convirtiéndose en un
inmenso y abstracto mecano que cada vez dice menos al hombre
contemporáneo acerca de su propio lugar en el mundo, y acerca
del valor y del sentido que las cosas tienen para él. Esa recupera­
ción del sentido será la tarea que Husserl se plantee en su obra:
una descripción fenomenológica, previa a toda ciencia empírica,
de lo que las cosas son para nosotros de modo inmediato, antes
de que la abstracción de las ciencias positivas les eliminen sus
valores éticos, estéticos y plenamente humanos. Esta fenomeno­
logía del sentido, ya lo hemos visto, vendrá a ser fundamental en
el planteamiento metodológico del primer Heidegger.
En Meditaciones cartesianas, Husserl describe didácticamen­
te su propio método, marcando similitudes y diferencias con la
duda metódica de Descartes:7 éste habría sostenido que, al
menos una vez en la vida, conviene poner en duda absoluta­
mente todo lo que puede ser cuestionado, para tener así la cer­
teza de que nuestro saber está bien fundamentado en un cono­
cimiento verdadero. En esa duda hiperbólica, la tradición he­
redada -e n el caso de Descartes, la escolástica medieval- queda
provisionalmente entre paréntesis, e incluso la propia existen­
cia del mundo parece incierta, pues los sentidos podrían estar

7 Meditaciones cartesianas. Introducción a la fenomenología, Madrid, Fondo de


Cultura Económica, 1985; traducción de José Gaos y Miguel García-Baró.
d e r r i d a : s o s p e c h a y d e c o n s t r u c c i ó n 119

engañándome; podría estar confundiendo el sueño con la vigilia,


o incluso estar siendo embaucado por un geniecillo maligno que
confundiera sistemáticamente hasta mis intuiciones más indis­
cutibles. En cualquier caso, había concluido Descartes, mi propia
existencia es evidente y necesaria, pues la duda no sería posible si
no estuviera yo mismo realizándola. A partir de esta certeza de la
existencia del yo pensante, Descartes recupera el conocimiento
acerca del mundo mediante la idea de Dios que, por el mero
hecho de estar presente en mi mente como idea, exige existir
fuera de mí; y, puesto que Dios existe fuera de mí, él no permiti­
ría un engaño absoluto, de modo que quedan abiertas las puer­
tas para la recuperación del mundo a través de los pensamientos
claros y distintos. Este último paso, variación del argumento
ontológico de San Anselmo, será denunciado como falacia por
Kant, abriendo la vía al idealismo trascendental y al solipsismo.
Pero según Husserl el error cartesiano tuvo lugar antes: en el
momento en que Descartes creyó llegar a la conclusión de que
la consciencia subjetiva implica la existencia del yo como un
pequeño hecho, un «cabillo del mundo» a partir del cuál poda­
mos ir tirando para recuperarlo por entero. Por el contrario,
sostiene Husserl, ese yo no es propiamente un ente en el m un­
do, ya que la existencia misma habría sido puesta entre parén­
tesis por la duda metódica; se trata más bien de aquello que
hace propiamente que el mundo sea-, un sujeto trascendental
-es decir, algo que propiamente no pertenece al m undo-, foco
de toda experiencia posible y, por tanto, origen de toda posible
descripción de la realidad, y de sí mismo como parte de ella. El
descubrimiento de Descartes resultó ser mucho más decisivo de
lo que él mismo creyó, pues apuntó a todo un ámbito de cono­
cimiento, el de la subjetividad trascendental; su problema fue
que salió apresuradamente de dicho ámbito, pecando de
impaciencia por recuperar la objetividad del mundo.
Si pudiéramos tener la paciencia que le faltó a Descartes, nos
dice Husserl, seríamos capaces de detenernos en esa duda
metódica, en el momento en que el mundo está puesto entre
paréntesis y, al igual que él dijo encontrar en su mente la idea
120 C Ó M O HA C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

de Dios, apuntar en ese mismo lugar todas las demás ideas que
caracterizan al mundo, tal y como se presenta a la consciencia.
Aunque el mundo no existiera, yo sabría lo que significa ser
hermoso, ser humano, ser terrible o ser amigo; quizás de hecho
no exista nada ni nadie que, objetivamente fuera de mí - to ­
mando estas palabras en un sentido-ingenuo-, sea hermoso,
humano, terrible o amigo, pero eso no impide que yo pueda
describir el sentido de esas vivencias. Sean o no sean engaños,
nadie puede quitarme lo que significan para mí. Descartes des­
preció el tesoro que había encontrado tras poner entre parén­
tesis la existencia objetiva del mundo: la patente presencia de
las vivencias ante la mente, con todo su contenido intencional.8
Exista o no el mundo como noúmeno o cosa en sí, los conteni­
dos de la consciencia, plenamente presentes ante la mente, pue­
den ser descritos en tanto que contenidos del pensamiento con
una certeza apodíctica, es decir, más allá de toda duda posi­
ble. Y en última instancia, la idea de que el m undo real pueda
ser algo radicalmente distinto del correlato intencional de la
consciencia es un espejismo peligroso. Si el sujeto cuya expe­
riencia describimos no es un sujeto empírico concreto, falible,
cargado de limitaciones, sino un sujeto trascendental, es decir,
aquello que le hace ser sujeto tanto a él como a cualquier otro
sujeto empírico, el extremo intencional de su experiencia sería
el mundo mismo. El mundo sería el correlato intencional de la
experiencia, y no una misteriosa e inaccesible cosa en sí; des­
cribir el fenómeno intencional -e n tanto que presente ante la
consciencia- es, desde esta perspectiva, ir «a las cosas mismas».
En Husserl se pone especialmente de manifiesto una actitud
que es en buena medida compartida por toda la filosofía conti­
nental: la reflexión aspira a tener lugar en torno a una proble­
mática previa a la descripción del mundo como conjunto de

8 Encontramos así otro de esos términos aparentemente compartidos entre la


tradición analítica y la continental: la idea de «intencionalidad», que es funda­
mental tanto en el planteamiento de Husserl como -veíamos antes- en el de Sear-
le. Vid. infra similitudes y diferencias en los distintos usos de este término (cap. V,
p. 163).
d er r id a : sospecha y deconstrucción I 2 I

hechos observables empíricamente y susceptibles de ser recogi­


dos en forma de leyes científicas .9 Es precisamente aquello
que el Tractatus no podía decir, sino sólo mostrar, lo que
ocupa directamente la atención del filósofo continental, con
Husserl como ejemplo paradigmático. Su reflexión tiene lugar
en ese ámbito previo a la constitución del mundo como con­
junto de hechos, es decir, en el ámbito de la consciencia como
actividad por la cual los contenidos de las vivencias devienen
facticidades.
Esa necesidad de partir de la consciencia y los contenidos
que tiene presentes ante ella otorga a la presencia un papel prota­
gonista en la construcción del mundo objetivo y en la determi­
nación de la verdad. Un movimiento que resultará, a ojos de
Derrida, muy sospechoso: sospechoso marxistamente de ser el
punto de partida de toda ideología como ofuscación de la reali­
dad en beneficio de recónditos intereses que no están ellos mis­
mos presentes ante nadie; sospechoso freudianamente de ser el
fruto de pulsiones inconscientes, caracterizadas de modo in­
deleble por no llegar nunca a ser plenamente conscientes; sos­
pechoso nietzscheanamente de ser la primera piedra de la hipó­
crita construcción del «mundo verdadero», correlato de un con­
junto de conceptos pretendidamente no metafóricos:

c o n tra ria m e n te a lo q u e la fe n o m e n o lo g ía - q u e es sie m p re fe n o ­


m e n o lo g ía d e la p e rc e p c ió n - h a in te n ta d o h a c e rn o s c reer, c o n ­
tr a ria m e n te a lo q u e n u e s tro d eseo n o p u e d e n o e sta r te n ta d o d e
creer, la cosa m ism a se su strae sie m p re .10

9 Sáez Rueda ha defendido convincentemente la tesis de que tanto Husserl


como la tradición continental en su conjunto se mueven en el ámbito de una onto-
logía del acontecimiento, llevando a cabo el proyecto de comprender la constitu­
ción del mundo objetivo a partir del fenómeno de sentido. Este rasgo contrastaría
con la ontología de la /actualidad anteriormente referida, propia de la tradición
analítica, que tendría como finalidad la descripción del mundo como conjunto de
hechos (El conflicto..., op. cit.,pássim).
10 La voz y elfenómeno, Valencia, Pre-Textos, 1985, p. 167; traducción de Fran­
cisco Peñalver. Ver Patricio Peñalver Gómez: Critica de la teoría fenomenológica del
sentido, Granada, Universidad de Granada, 1979.
12 2 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

Dando rienda suelta a esa sospecha, Derrida pregunta si


la presencia de los fenómenos ante la consciencia no estará ya
marcada desde su origen por su Otro, es decir, por lo que está
ausente: si la identidad de lo pensado no es, desde el primer
momento, fruto de la diferencia con lo que permanece escondi­
do a la consciencia. Y lo hace siguiendo precisamente la pista
del lenguaje, condición pretendidamente secundaria para Hus-
serl, en el sentido de que supuestamente llega después de la
experiencia -tan to en el orden lógico como en el cronológico-
para describir lo que está presente ante la consciencia. Es decir:
supuestamente, primero vemos y después describimos, primero
aparece el fenómeno y después llega la voz de la descripción fe-
nomenológica.
Sin embargo, apunta Derrida, para que aquello que está pre­
sente ante la mente sea susceptible de ser descrito, ha de estar ya
en sí mismo estructurado: sus elementos han de ser distinguibles
en función de su forma, al igual que los signos de la lengua están
estructurados por la forma de sus significantes. El fenómeno, en
cierto modo, incluso antes de ser expresado, tiene ya algo de voz.
La estructura de la lengua, desde esta perspectiva, no es algo
secundario, sino que atañe al propio fenómeno. Que la propia
consciencia sea de por sí una especie de lenguaje es por tanto
una condición ineludible para el acceso a su verdad .11 Y fue
Saussure quien, al mismo tiempo que Husserl buscaba la vía de
la presencia, mostraba desde la lingüística que los elementos
de la lengua no son concebibles por sí mismos, sino sólo en fun­
ción de la estructura de oposiciones en la que están engarzados.

El moderado encanto de Saussure: la estructura

El Curso de lingüística general de Saussure, asumido como obra


fundacional por lo que tiempo después sería el movimiento
estructuralista, tiene como objetivo primordial demarcar un

11 Ver también «La forma y el querer decir», Márgenes, op. cit., pp. 193-212.
d e r r i d a : s o s p e c h a y d e c o n s t r u c c i ó n 123

campo de trabajo específico para la lingüística.12 Saussure dis­


tingue desde el comienzo dos aspectos elementales del lengua­
je: por una parte, el habla (parole), que es el conjunto de accio­
nes complejas por las que los hablantes ponen en marcha el
lenguaje en circunstancias concretas (realizando lo que poste­
riormente vendría a ser catalogado como actos de habla); por
otra parte, la lengua ( langue) estaría constituida por el sistema
de signos que utilizan los hablantes en dichos actos de habla.
Cada signo a su vez es fruto de la combinación arbitraria de un
significante y un significado: un material -fonético o escrito- y
un sentido -intencional- que los hablantes le otorgan. Es este
sistema o estructura de signos, la lengua, lo que habrá de ser
estudiado por la lingüística.
¿Pero cómo estudiar una serie de asociaciones que son desde
un principio definidas como arbitrarias? Si no hay un motivo o
justificación por el que cada significante se asocia con un signifi­
cado, ¿cómo será posible que la lingüística sea verdaderamente
una ciencia explicativa, y no una mera catalogación de signos, un
inmenso diccionario? Ante este problema, Saussure ofrece una
idea que resultará enormemente fecunda para las generaciones
venideras: el valor lingüístico de cada significante, es decir, su
posibilidad de ser asociado con un significado, no reside en el
significante mismo, sino en sus relaciones diferenciales con otros
significantes dentro del sistema de la lengua. Es decir: lo que
importa no es cómo es en sí mismo cada significante -cómo
suena o qué forma tiene-, sino cómo se diferencia del resto.
Con esta idea, tan sencilla como genial, Saussure deja de lado
el planteamiento diacrónico que venía siendo habitual hasta
entonces en su disciplina: la búsqueda, en la etimología del tér­
mino, del motivo que hace necesaria, y no meramente arbitra­
ria, la asociación lingüística. Por su parte, la metodología de
Saussure es abiertamente sincrónica: el sistema de la lengua
tomado en un instante, como un todo, recibe su explicación de
las relaciones diferenciales que se establecen aquí y ahora entre

12 Buenos Aires, Losada, 1945, en particular pp. 49-62 y 127-34.


124 C Ó M O HA C E R FILOSOFÍA C O N PALABRAS

sus términos. La cuestión del tiempo y la mutación sólo podrá


ser entendida -con gran dificultad, es preciso admitirlo- como
un cambio resultante de un cierto hueco en la estructura: una
deficiencia de la misma que intenta cerrarse para perfeccionar
el sistema. Este planteamiento permitió el desarrollo de las
ciencias humanas -desde la antropología y la historia hasta el
psicoanálisis y la economía- en un sentido inaudito hasta en­
tonces: frente a las explicaciones historicistas, que buscaban la
justificación de los productos culturales enel desarrollo histó­
rico de una consciencia -personal o social-, el planteamiento
estructuralista venía a explicar esa misma consciencia en fun­
ción de aquello que, sin aparecer en ella, la hace posible. Nadie
es propiamente consciente de la estructura: más bien es nuestra
consciencia la que es un efecto de ella.
Es comprensible que el estructuralismo, aunque en ciertas
versiones llegara a constituir una nueva metafísica -donde la
Estructura vendría a suplantar el papel del mundo inteligible
platónico-, revistiera no obstante un interés especial para Derri-
da en su búsqueda de un modelo que escape a la metafísica
de la presencia. Si el valor de cada signo sólo es comprensible
por lo que no es él mismo, lo presente resulta estar íntimamen­
te constituido por su diferencia con lo ausente, con lo Otro, que
no está inmediatamente presente ante la consciencia. La intui­
ción de Saussure acerca de la constitución del signo lingüístico
abre una vía de desarrollo que Derrida no podía dejar escapar:
por una parte, ofrece un instrumento de gran utilidad para el
desarrollo de la sospecha, pues la consciencia deja de ser auto-
suficiente en su despliegue de lo presente; por otra parte, disuel­
ve el espejismo de la identidad en el juego de las diferencias,
respondiendo a la exigencia heideggeriana de respetar la dife­
rencia ontológica y no detenernos en la identidad del ente
como límite de la reflexión; además, la idea de que la identidad
del elemento sólo sea concebible en su diferencia con lo que no
es él mismo apunta a la exigencia levinasiana del manteni­
miento de la distancia entre el Mismo y el Otro; finalmente, la
idea de que el lenguaje sea constitutivamente una relación dife­
d e r r i d a : s o s p e c h a y d e c o n s t r u c c i ó n 125

rencial, en la que ningún elemento vale por sí, le da el instru­


mento perfecto para desmontar la pretensión husserliana de
realizar una descripción fenomenológica pura: nada, ni siquie­
ra la presencia de una idea ante la mente, puede ser tomado en
sí mismo como punto de partida cuya comprensión no requie­
ra ser referido a algo distinto.
La propia idea nietzscheana de fuerza será reinterpretada
por Derrida como una noción diferencial:13 nada tiene pro­
piamente fuerza por sí mismo, si no es en relación con algo
cuya diferencia lo hace débil o fuerte. Si se nos permite el símil,
que una insignificante hormiga tenga o no tenga fuerza no
depende de ella misma, sino de en relación con quién intente
ejercerla -ciertamente, la fuerza que puede ejercer una hormiga
contra un pulgón no es en absoluto despreciable, y se manifiesta
en el dominio con el que le impone su voluntad de poder. Todo
en definitiva podría ser reinterpretado de este modo: como algo
que no tiene sentido en sí mismo, ni identidad autosuficiente,
sino sólo en relación con lo Otro. La idea de «diferencia estruc­
tural» ofrece así a Derrida un sugerente modo de intentar supe­
rar la concepción clásica del ente como substancia idéntica a sí
misma, y de la idea como lo presente ante la consciencia.
Ahora bien: para que la intuición saussuriana del valor dife­
rencial del signo lingüístico pudiera cumplir las funciones que
Derrida quiso otorgarle habría de ser llevada a una radicalidad
que su descubridor no pudo siquiera intuir, pues la disolución
de las identidades de la lengua en juegos de diferencias sólo fue
realizada por Saussure de modo parcial y limitado. Para Saus-
sure, cada significante tiene una forma, cuyo valor no reside en
ella misma, sino en su potencial diferenciación con otras for­
mas; no obstante, sí parece creer que los significados mismos
puedan ser pensados, cada uno a su vez, como elementos inde­
pendientes. Sin duda, y de esta idea es bien consciente Saussu-
re, la diferenciación de la materia fónica de los significantes
favorece la capacidad de distinción de los significados -pues

13 «La Différance», en Márgenes, op. cit., p. 52.


I 2Ó C Ó M O H A C E R FI LOS OF( A C O N PALABRAS

somos capaces de pensar con mayor claridad los conceptos


cuando los sabemos nombrar distintamente-, de modo que la
lengua es indudablemente un instrumento de gran utilidad
para el desarrollo del pensamiento. Pero en principio, denuncia
Derrida, para Saussure es concebible la existencia de significa­
dos trascendentales, es decir, de ideas o conceptos que puedan
ser pensados en sí mismos, anterior e independientemente de
las asociaciones que vengan a establecerse entre ellos y los sig­
nificantes que los representan.14 Los conceptos podrían ser
pensados en su pura identidad, por el mero hecho de estar pre­
sentes -fenoménicamente- ante la consciencia del sujeto.
Caso de mantenerse dicha posibilidad, la apología de la dife­
rencia que parecía despuntar en la lingüística de Saussure perde­
ría toda su fuerza. Por este motivo se propone Derrida explicar a
partir del juego de diferencias no ya el valor lingüístico de los
significantes, sino la propia validez de los significados. Los con­
ceptos y las ideas tendrán sólo identidad en la medida en que
tengan forma, y sólo adquirirán forma en la medida en que sean
diferentes de otros conceptos e ideas. La validez de cada concep­
to no estará en el contenido de lo presente ante la mente, sino
que el sentido de su identidad residirá perpetuamente fuera de
sí, en la inasibilidad de lo ausente, de lo que aún está por llegar.
De ser posible esta transferencia desde la metodología de
la lingüística hasta la estructura misma del pensamiento, el
esfuerzo husserliano por detener la verdad del fenómeno en
el momento presente ante la consciencia resultaría infructuo­
so. El problema no consistiría únicamente en que la descrip­
ción fenomenológica estaría obligada a traducir al terreno del
lenguaje la verdad presente inefablemente ante la consciencia,
sino que la propia estructura de la consciencia estaría ella
misma diferida, es decir, referida siempre a lo no consciente, a
lo ausente, a su Otro, a aquello que siempre está por venir.

14 Acerca de la lectura derridiana de Saussure ver «La Différance», op. cit.,


pp. 46 y ss. y «Semiología y gramatología -entrevista con Julia Kristeva» en Posi­
ciones, Valencia, Pre-Textos, 1977, pp. 25-47.
d e r r i d a : s o s p e c h a y d e c o n s t r u c c i ó n 127

Crítica del fonocentrismo

Aunque en su momento fuera conveniente echar mano de


Saussure a la hora de atacar a Husserl, Derrida los denuncia a
ambos como buenos ejemplos de una obsesión que ha domi­
nado la filosofía occidental - y en buena medida toda nuestra
cultura- al menos desde los griegos: la de subordinar la escri­
tura al lenguaje oral, el texto a la phoné. Ya lo decía Platón, al
narrar en el Fedro el mito de Thamus y Theuth, cuando des­
cribía la escritura como un «fármaco peligroso»:^ por una
parte, Platón no puede sino reconocer que la escritura es un
instrumento útil, pues acrecienta nuestra memoria, nos permi­
te pensar con mayor detenimiento las palabras que empleamos
y las dota de un soporte perdurable en el tiempo; pero, por otra,
esa misma escritura tiene un lado siniestro, en la medida en que
debilita nuestras habilidades naturales y, sobre todo, por prestar­
se a todo tipo de tergiversaciones en contra del sentido original.
Los motivos de Platón son evidentes: cuando tenemos delante al
interlocutor que nos habla, ante la vaguedad o indefinición de
sus palabras podemos interpelarle directamente, pedirle que nos
comunique qué es lo que quiere decir, evitando así la malinter-
pretación de su discurso. No obstante, cuando lo que tenemos
delante es un escrito, la ausencia del emisor hace que la interpre­
tación corra el riesgo de extraviarse, haciendo decir al texto algo
distinto de lo que estuvo en la intención de su autor.
La filosofía misma sólo fue tomando confianza en la palabra
escrita tras un proceso lento y gradual: si Sócrates no escribió
ni una sola línea, y Platón sólo accedió a escribir para transcri­
bir el diálogo vivo, fue porque ambos eran conscientes de que
el lenguaje escrito se aleja peligrosamente de la fuente de la
enunciación, permitiendo a la vez la transmisión del sentido y
su irremediable extravío. Según Derrida, esa obsesión por man­
tener el logos en el ámbito de la phoné ha sido una constante en15

15 Ver «La farmacia de Platón», en La diseminación, Madrid, Fundamentos,


1975, pp. 91-261.
128 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

todas las filosofías que han aspirado al ideal de la presencia: Pla­


tón, Rousseau, Condillac, Husserl, e incluso Saussure... En todos
ellos la escritura aparece subordinada a la voz, como si se tratara
de una huella cuyo original fuera posible encontrar, pasando así
la palabra escrita a ser palabra borrada, significado sin signifi­
cante, pura transparencia capaz de dejar pasar imperturbado el
sentido que el hablante tiene presente ante sí en su consciencia.
Todo texto metafísico comporta así un esfuerzo por borrarse a sí
mismo en tanto que escritura, en tanto que huella; un esfuerzo
por eliminar la posibilidad de la tergiversación, legando a la pos­
teridad una única interpretación posible de la obra, idéntica a la
intención con la que fue escrita, e idéntica a su vez a la verdad del
concepto que el pensador tenía presente ante sí.

Escritura y «diferancia»

Ese fonocentrismo ha de ser reconsiderado a la luz de la crítica


de la presencia, para mostrar que en realidad el lenguaje habla­
do no es tan distinto de la escritura, como tampoco el propio
acto de ser consciente es radicalmente distinto del acto de hablar
o escribir:
Si « e scritu ra» sig n ific a in s c rip c ió n y a n te to d o in s titu c ió n d u r a ­
b le d e u n sig n o (y e ste es el ú n ic o n ú c le o irre d u c tib le d e l c o n c e p ­
to de e sc ritu ra ), la e s c r itu r a e n g e n e ra l c u b r e to d o el c a m p o d e los
sig n o s lin g ü ístic o s. E n este c a m p o p u e d e a p a re c e r lu e g o u n a c ie r­
ta especie d e sig n ific a n te s in s titu id o s , «gráficos» e n el se n tid o
lim ita d o y d e riv a d o d e la p a la b ra , re g u la d o s p o r u n a c ie rta re la ­
c ió n c o n o tro s sig n ific a n te s in s titu id o s , p o r lo ta n to «escritos»
a u n c u a n d o sea n fó n ic o s.16

Todo lenguaje, e incluso todo pensamiento, está impregna­


do de aquel carácter peligroso que la metafísica denunciaba en

16 De la gramatdogía, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971, p. 58; traducción de


Oscar del Barco y Conrado Ceretti.
d e r r i d a : s o s p e c h a y d e c o n s t r u c c i ó n 129

la escritura: todos son en realidad frutos de un mismo juego


diferencial que los dota de sentido, escabulléndose éste cons­
tantemente sin venir nunca a acontecer como plena presencia
absoluta.
Pero tal vez en ese peligro resida nuestra salvación, la única
vía para desarrollar hasta el extremo la sospecha acerca de la
consciencia, evitando así que la identidad engulla la diferencia,
y que el Otro levinasiano caiga bajo el imperio del Mismo. Para
ello habría que asumir hasta las últimas consecuencias lo que
Derrida llama «un desplazamiento de la escritura», es decir,
aceptar que tanto el lenguaje hablado como la propia conscien­
cia son en cierto modo escritura; o que, como sostiene un ada­
gio repetido - y malinterpretado- hasta la extenuación, «no hay
fuera del texto» (II n’y a pas de hors-texte). Que no haya nada
fuera del texto implica que, propiamente, no hay nada que ver­
daderamente sea en plenitud: no hay ninguna idea ni ninguna
substancia, ninguna esencia ñi ninguna causa en las que repo­
sar finalmente la reflexión para llevar a su culmen la pretensión
metafísica por antonomasia, que no es otra que la de poder
decir que, a pesar de la multiplicidad de sus apariencias, el ser
es en realidad esto: esto que es idéntico a sí mismo; esto que ten­
go presente ante mí; esto que, de modo inmediato, puedo decir
oralmente, esto que, secundariamente, puedo poner por escri­
to. Por detrás de las huellas no estaría la presencia de esa iden­
tidad originaria; y no ya porque haya desaparecido al alejarse la
emisión de la fuente de la conciencia, sino porque en realidad
nunca estuvo ahí, plenamente presente, dotando de sentido al
uso primigenio de la lengua. De ahí que haya que revertir la
lógica de la presencia, para señalar que en el origen de la huella
no hay sino una archi-huella, una ausencia originaria encarga­
da de preservar la diferencia:

El c o n c e p to d e a rc h i-h u e lla d e b e a te n d e r a esta n e c e sid a d y esta


ta c h a d u ra . E n efecto eso es c o n tr a d ic to rio e in a d m is ib le e n la
lógica d e la id e n tid a d . La h u e lla n o só lo es la d e sa p a ric ió n d e l o r i­
gen; q u ie re d e c ir a q u í - e n el d is c u rs o q u e so s te n e m o s y d e a c u e r­
130 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

do al recorrido que seguimos- que el origen ni siquiera ha desa­


parecido, que nunca fue constituida salvo, en un movimiento
retroactivo, por un no-origen, la huella, que deviene así el origen
del origen. A partir de esto, para sacar el concepto de huella del
esquema clásico que lo haría derivar de una presencia o de una
no-huella originaria y que lo convertiría en una marca empírica,
es completamente necesario hablar de huella originaria o de
archi-huella (De la gramatología, p. 80).

Y este desarrollo del concepto de huella, ya presente en Nietzs-


che, Freud y Lévinas, es asumido explícitamente por Derrida
como una relectura de la ontología de Heidegger:

Vinculada aquí, y no en el pensamiento de Levinas, con una


intención heideggeriana, esta noción significa, a veces más allá del
discurso heideggeriano, la destrucción de una ontología que en
su desarrollo más profundo determinó el sentido del ser como
presencia y el sentido del lenguaje como continuidad plena del
habla. Volver enigmático lo que cree entenderse bajo los nombres
de proximidad, inmediatez, presencia (lo próximo, lo propio y el
pre- de la presencia), tal sería entonces la intención última del
presente ensayo. Esta desconstrucción de la presencia pasa por la
desconstrucción de la consciencia, vale decir por la noción irre­
ductible de huella (Spur), tal como aparece en el discurso nietzs-
cheano y en el freudiano (ídem, p. 91).

Por lo tanto, la intención de Derrida al hacer una apología


de la huella y la escritura -frente al original y al sentido de lo
dicho- no es otra que mostrar la imposibilidad de toda metafí­
sica, por el hecho de que ese ser inaprensible en el fondo care­
ce de identidad, siendo originariamente diferencia. O, más
bien, diferancia, neologismo hoy archiconocido, cuya transmu­
tación vocálica no es -al menos únicamente- resultado de un
mero capricho. Con el término différance, que precisamente
sólo puede ser distinguido en francés del «correcto» différence
por su distinta grafía -motivo por el que en ocasiones es tradu­
D E RR I DA ' SOSPECHA Y D E CO N S TR U C C I Ó N 131

cido al castellano como «diferenzia»-, Derrida pretende recoger


por igual el aspecto pasivo del término diferir (el hecho de ser
diferente) y su aspecto activo (la acción de diferir), su sentido
cualitativo (tener diferencias) y su sentido temporal (estar dife­
rido). El sentido nunca acontece propiamente como evento,
nunca asiste en plenitud a un acto de consciencia, sino que
siempre está difiriéndose, postergándose, demorándose en su
ausencia. No hay nada auténtico, original e insustituible que
haya de ser escrutado a partir de sus huellas: lo único a lo que
podemos aspirar es a mostrar que la huella es originaria -es
archi-huella-, no habiendo más fundamento que la vacuidad
de las diferencias.
Es importante subrayar que la diferancia no es propiamente
un concepto filosófico (como pudieron ser los conceptos de
ente, substancia, esencia, idea o sujeto), sino precisamente aque­
llo que delimita internamente a todo concepto, haciendo impo­
sible su establecimiento definitivo, más allá de aquella escritura
en la que se inscribe. La diferancia señala, por una parte, una
limitación epistémica, un resto, un aspecto inaccesible de lo
pensado, cuya identidad siempre queda por aparecer, haciendo
imposible la aspiración a un ideal de pura presencia; pero, por
otra parte, y tal vez de manera más determinante, la diferancia
constituye positivamente todo acto de dación, todo fenómeno:
no hay presencia sin despresencia, no hay aparición del sentido
sin que, necesariamente, se dé una cierta ocultación del mismo.
De este modo, la diferancia es condición de posibilidad de todo
pensamiento, de todo fenómeno y de toda significación; y, a un
tiempo, condición de imposibilidad de la pura y plena realiza­
ción de cada uno de estos actos.1718
. La reivindicación de la primacía de la escritura, tarea. que
Derrida recibe de Maurice Blanchot,^ le exige simultánea­
mente recuperar a Saussure y superarlo. Así, frente al interés
17 Desde esta perspectiva, la diferancia constituye no sólo un límite, sino una
potencia positiva que abre la posibilidad de la dación. Agradezco a Luis Sáez-
Rueda que me señalara este aspecto del pensamiento de Derrida.
18 Ver su obra El espacio literario, Barcelona, Paidós, 1992.
1 3 2 C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

prioritario del lingüista suizo por el fonema como constituyen­


te atómico del lenguaje oral, Derrida reivindica el carácter gra-
femático de todo lenguaje. El grafema, unidad básica de escri­
tura, es esencialmente capaz de funcionar en la ausencia del
emisor, como puro significante, sólo legible y comprensible por
su carácter diferencial. Derrida pretende mostrar que, en el
fondo, todo fonema es grafema: que todo acto de habla está tan
separado de su sentido como lo está cualquier texto escrito, y
que no hay privilegio alguno en la oralidad, que permita salvar
a los textos de ese distanciamiento.
¿Cómo hacer filosofía pues, una vez descartada la aspiración
metafísica a ubicarse de una vez y para siempre en la verdad de
lo presente? Dedicándose a la tarea de deconstruir los falaces
esfuerzos de los metafísicos por apresar lo inapresable; esfor­
zándose en m ostrar que aquellos textos que aspiraban a ser
dueños y señores de su propio sentido no pueden evitar en rea­
lidad la multiplicación ad infinitum de sus posibles signifi­
caciones. No se trata sólo de apuntar cierta polisemia en sus
palabras, que pueden significar esto o lo otro, como si de una
especie de presencia fragmentada se tratara, sino de mostrar a
través de un tenaz proceso de deconstrucción que todo texto es
una fuente inagotable de diseminación: que, lo quiera o no su
autor, va a diseminar indefinidamente múltiples sentidos, sin
que sea cabal plantearse la tarea de delimitar con rigidez, ni en
la teoría ni en la práctica, los márgenes de validez de las futuras
interpretaciones. Sólo en contextos transitoriamente aceptados
es posible establecer estos márgenes de modo efímero, siendo
conscientes de que la imparable diseminación de los sentidos,
más tarde o más temprano, afortunadamente, borrará sus fron­
teras. La tarea de la deconstrucción, lejos de ser una salvaje
labor destructiva, se presenta como el único modo de evitar
que la pretendida presencia ante la consciencia de lo idéntico
fagocite la riqueza ilimitada de lo Otro.
IV. DECONSTRUYENDO A AUSTIN

Comunicación y sentido

Por mucho que nos hemos propuesto mantener de algún modo


la unidad de estilo del presente libro -intentando que la cla­
ridad analítica fuera una constante, aun asumiendo un enfo­
que histórico más bien continental-, no podemos sino admitir
que la materia del capítulo anterior ha ido poco a poco trans­
formando nuestra propia escritura. La vaguedad en la estructu­
ra de los razonamientos, la personalización de las ideas a lo
largo de la narración, la apelación a grandes periodos históri­
cos a través de rasgos abstractos, la tendencia al juego de pala­
bras como modo de expresión consubstancial al contenido ...
poco a poco nuestro propio discurso ha tenido que mimetizar
el estilo derridiano para poder dar cabida al despliegue de su
pensamiento. Expresar con un mismo registro planteamientos
tan distintos habría exigido el ejercicio de una considerable
violencia sobre las propias ideas, que no siempre son completa­
mente separables de las palabras -aspecto que forma parte pre­
cisamente de lo que Derrida pretende demostrar: que signi­
ficado y significante se constituyen mutuamente, y que no es
posible decantar un significado puro.
Sin embargo, no cejaremos en el intento: con una tenacidad
que pudiera estar abocada al fracaso, nuestra apuesta por el
diálogo nos obliga a tensar el estilo para crear ese espacio com­
partido que buscamos. En esta línea, cabe preguntar, con la
mejor de las intenciones, qué es lo que propiamente pretende
hacer Derrida, más allá de desarrollar la tradición a la que nos
hemos referido: ¿qué puede aportar su planteamiento y su tarea
a una tradición tan distinta como la de la filosofía analítica?
134 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

¿Puede tener sentido, en el contexto de los dos primeros capí­


tulos del presente libro, el itinerario que acabamos de describir
en el tercero? Searle y Derrida discutiendo sobre Austin: ¿no
resultará tan surrealista esa coincidencia como aquella que evo­
caba Duchamp: la de un paraguas y una máquina de escribir
sobre una mesa de disección? ¿Acaso es posible la confluencia
de estos ríos semánticos, sin que el producto resulte informe y
monstruoso? El primer paso hacia este encuentro fortuito lo
realizó el propio Derrida en «Firma, acontecimiento, contexto»
( «Signature événement contexte», Sec de aquí en adelante ),1
opúsculo que dio lugar al desencuentro con Searle. En el pre­
sente capítulo analizaremos este conato de deconstrucción de la
filosofía austiniana, intentando mostrar cómo se inscribe en
la anti-tradición que acabamos de describir.
Derrida presenta Sec por primera vez en el Congreso In­
ternacional de las Sociedades de Filosofía de Lengua Francesa
en Montreal, en 1971. El congreso está dedicado monográfi­
camente a «La comunicación», y Derrida comienza su confe­
rencia con un breve prólogo, ejerciendo la sospecha sobre dicho
término: «¿Es seguro que corresponda a la palabra comunica­
ción un concepto único, unívoco, rigurosamente dominable
y transmisible: comunicable?» (Sec, p. 349). El problema del
término «comunicación» ofrece así el primer pliegue de la confe­
rencia, condensando la problemática de la misma: ante nosotros
tenemos un significante -u n a serie de letras diferenciables- al
que supuestamente' corresponde un significado -u n sentido-
que podemos comunicarnos los unos a los otros. Pero ¿cuál es
el significado del término «comunicación»? Para empezar,
dicho término es utilizado, apunta Derrida, en sentidos que
exceden el ámbito de la semiótica -es decir, que no se refieren
al contexto de los signos y el lenguaje- como, por ejemplo,
cuando decimos que una bola de billar comunica su movi­
miento a otra. En un caso como éste no se trata de un «fenó-

1 Márgenes, op. cit., pp. 347-72. Citaremos Sec por la traducción de Carmen
González Marín.
DECONSTRUYENDO A AUSTIN 13 5

m e n o d e s e n t i d o o s ig n if ic a c ió n » , p o r q u e n o h a y n i n g u n a i n ­
t e n c i o n a l i d a d p r e s e n t e e n el a c to : t a n s ó lo h a y algo, el m o v i­
m ie n to , q u e pasa d e u n o b je t o a o tr o . P o d r í a m o s e s t a r te n t a d o s
d e a p u n t a r e s te s i g n if ic a d o n o s e m ió t ic o c o m o e l o r i g in a r i o : el
s e n tid o p r o p io o p rim itiv o d e l té r m in o , s u u so literal, d el cual
el s e n t i d o s e m á n t i c o o l i n g ü í s t i c o s e r ía u n u s o d e r i v a d o y
m e t a f ó r i c o . D e a s u m i r e s t a e x p li c a c ió n , d i r í a m o s q u e lo s s e n ­
comunican e n t r e lo s h a b l a n t e s c o m o la
t i d o s d e la s p a l a b r a s se
fu e rz a se comunica e n t r e lo s o b j e t o s . P e r o e s t a e s t r a t e g i a r e s u l ­
t a r í a p r o b l e m á t i c a , p o r q u e e n la e x p li c a c ió n d e l c o n c e p t o d e
c o m u n i c a c i ó n e s t a r í a e n t r a n d o e l p r o p i o c o n c e p t o . E s ta r ía m o s
e x p l i c a n d o la c o m u n i c a c i ó n l i n g ü í s t i c a c o m o u n a m e t á f o r a d e
la c o m u n i c a c i ó n fís ic a d e l m o v i m i e n t o , h a c i e n d o u s o p o r
ta n to d e l c o n c e p to d e m e tá fo ra ; y el p r o p io c o n c e p to d e m e tá ­
fo ra n o es a s u v ez s in o la id e a d e u n desplazamiento d e s e n ti­
do, que se comunica d e u n u s o a o t r o . E x p l i c a r la e x p r e s i ó n
« c o m u n i c a c i ó n lin g ü ís tic a » c o m o u n a m e t á f o r a d e la e x p r e ­
s i ó n « c o m u n i c a c i ó n m o t o r a » s e r ía c o m o d e c ir q u e el s e n t i d o
d e « c o m u n i c a c i ó n » e n s u u s o s e m ió t ic o «se c o m u n i c a » d e s d e
s u s e n t i d o l i t e r a l a s u s e n t i d o m e t a f ó r ic o .
E n e s te b r e v e p r ó l o g o a p a r e c e p o r t a n t o e j e m p l i f i c a d a u n a
d e la s c u e s t io n e s f u n d a m e n t a l d e l te x to : q u e t a l v e z n o s e a p o s i ­
b le d e p u r a r u n s e n t i d o li te r a l o r i g i n a r i o d e la s e x p r e s io n e s , a
p a r t i r d e l c u a l d e r i v a r u n s e n t id o m e t a f ó r i c o s e c u n d a r io . P e r o
t a m b i é n se i n t r o d u c e t á c i t a m e n t e o t r a c u e s t ió n c o li n d a n te : la
p ro b le m a tic id a d d e l sentido c o m o u n a s u p u e s ta e n tid a d c o n s ­
t a n t e d u r a n t e t o d o e l a c to c o m u n i c a ti v o , t r a n s f e r i d o d e l h a ­
b l a n t e a l o y e n te , id é n t ic o a sí m i s m o c o n i n d e p e n d e n c i a d e si
e s t á s i e n d o p e n s a d o p o r u n o o p o r o tr o . P a r a q u e la c o m u n i c a ­
c ió n a s í e n t e n d i d a f u e r a p o s i b le , el s e n t i d o d e lo d i c h o t e n d r í a
q u e s e r p l e n a m e n t e i d e n t if ic a b l e p o r sí m is m o , i d e n t if ic a c i ó n
q u e se p r o d u c i r í a g r a c ia s a s e n d o s a c to s d e « p r e s e n c ia a n t e la
c o n s c ie n c ia » : e l h a b l a n t e t e n d r í a p r e s e n t e a n t e sí el s e n t i d o d e
lo q u e q u i e r e d e c ir , f o r z á n d o l o a a d o p t a r la f o r m a d e u n a c a d e ­
n a d e s i g n if ic a n te s , y t r a n s f i r i e n d o d i c h a c a d e n a a l o y e n te ; é s te ,
a s u v e z , g r a c i a s a q u e c o n o c e e l c ó d ig o c o m p a r t i d o , p o d r í a
136 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

trascender esa cadena de significantes para tener presente ante


sí el sentido de lo dicho. El lenguaje no sería más que el envol­
torio en el que el hablante empaquetaría el sentido antes de
entregárselo al oyente; una vez desempaquetado, dicho envol­
torio no habría afectado al contenido sino que, más bien, lo
habría preservado en su pureza, haciendo posible el intercambio
comunicativo.
Empero, para que esa plena identificación del sentido pu­
diera darse de hecho, sería necesario determinar completamen­
te el contexto en el que las palabras son utilizadas; contexto
que, ya lo vimos al analizar los actos de habla, contiene ele­
mentos tanto internos como externos, tanto pasados como pre­
sentes y futuros. Ante la necesidad de determinar el contexto
para identificar plenamente el sentido, Derrida plantea el pro­
blema central de su conferencia:

Pero ¿son las exigencias de un contexto alguna vez absolutamen­


te determinables? [... ] ¿Existe un concepto riguroso y científico
del contexto? La noción de contexto, ¿no da cobijo, tras una cier­
ta confusión, a presuposiciones filosóficas muy determinadas?
(Sec, p. 351).

La intención de Sec será mostrar que, dado que «saturar» el


contexto -o sea, describirlo de modo exhaustivo- es completa­
mente imposible, hay una insuficiencia teórica que afecta a la
concepción ordinaria del lenguaje, en tanto que comunicación
del sentido. La comunicación nunca será pura sino que, en todo
caso, habrá de asumir su propio papel de reconstrucción: el sen­
tido no se comunica, sino que más bien se reconstruye. Todo
lenguaje habrá de ser concebido, por tanto, como una especie
de escritura: con los textos escritos, al faltarnos su contexto,
tenemos que reescribir su sentido (lo cual implica una cierta
invención del mismo, una cierta novedad y, por tanto, una dife­
rencia con respecto al sentido «original»); del mismo modo, la
comunicación oral supondrá una cierta reconstrucción del sen­
tido de lo dicho, pues su contexto está, al menos en parte, tan
DECONSTRUYENDO A AUSTIN 137

ausente c o m o e n e l c a s o d e la e s c r itu r a . E l c o n c e p t o d e e s c r i t u r a
s u f r e , s e g ú n la e x p r e s ió n d e r r i d i a n a , « u n c ie r to d e s p l a z a m i e n ­
to » q u e le p e r m i t e c o n q u i s t a r t o d o e l t e r r e n o d e lo s e m ió t ic o o
li n g ü ís tic o . Y , p r e c i s a m e n te p o r q u e e l a c to d e r e c o n s t r u c c i ó n
- n o p u r a c o m u n i c a c i ó n - d e l s e n t i d o e x ig e la i n t e r v e n c i ó n d e
u n c ó d ig o , se a b r e s i m u l t á n e a m e n t e l a p o s i b i l i d a d d e r e a l iz a r s u
d e c o n s tru c c ió n .

Iterabilidad: la escritura como metáfora

T ra s e s te b r e v e p r ó l o g o , Sec e s t á d i v i d i d o e n tr e s a p a r t a d o s :
« E s t r u c t u r a y te l e c o m u n i c a c ió n » , « P a rá s ito s . I te r , la e s c r itu r a :
q u e q u iz á n o e x is te » y « F ir m a s » . A u s ti n n o a p a r e c e r á e x p lí c it a ­
m e n t e h a s t a el s e g u n d o d e e s to s a p a r t a d o s , p u e s e l p r i m e r o e s tá
e n c a rg a d o d e p r o b le m a tiz a r el c o n c e p to tr a d ic io n a l d e e s c r itu r a
y d e b o r r a r s u s f r o n te r a s c o n la c o m u n i c a c ió n o ra l. N o o b s ta n te ,
n o s d e t e n d r e m o s e n él p o r u n m o m e n t o .
Q u iz á s n o s e a d e l t o d o s u p e r f l u o r e c o r d a r q u e , c u a n d o D e -
r r id a u tiliz a el té r m in o escritura, n o es e n el u s o o r d in a r io d e l
t é r m i n o - c o m o si q u i s i e r a d e c i r q u e s i e m p r e q u e h a b l a m o s
e s t a m o s d e a lg ú n m o d o e s c r i b i e n d o - , s i n o e n e l u s o m e t a f ó r i ­
c o - n o p o d í a s e r d e o t r o m o d o - q u e h e m o s d e s c r i t o a l f in a l d e l
c a p í t u l o p r e c e d e n t e . L a i d e a d e q u e t o d o a c to d e h a b l a s e a escri­
tura p r e t e n d e m o s t r a r q u e a q u e l a s p e c to p r o b l e m á t i c o y p e l i ­
g r o s o q u e l a t r a d i c i ó n f o n o c e n t r i s t a a p u n t a b a ú n i c a m e n t e e n el
l e n g u a j e e s c r ito a f e c ta p o r ig u a l a l l e n g u a j e o r a l. P a r a e llo s e r á
p r e c i s o e n p r i m e r l u g a r d e f i n i r e n q u é c o n s is te « la c o n c e p c i ó n
c lá s ic a d e l a e s c r itu r a » , ta r e a q u e D e r r i d a y a h a b í a d e s a r r o ll a d o
e n s u s le c t u r a s d e P la t ó n , R o u s s e a u o H u s s e r l, y q u e e n e s te c a s o
r e a liz a a n a li z a n d o el Ensayo sobre el origen de los conocimientos
humanos d e C o n d il la c .
D e r r i d a e lig e a C o n d il la c c o m o e je m p lo p a r a d i g m á t i c o d e la
a c t i t u d m e t a f ís ic a p o r la c u a l la t r a d i c i ó n h a c o in c i d id o e n
a c e p t a r - c o n c i e r t a f a lta d e c r í t i c a - q u e , p r e v i a m e n t e a la i n v e n ­
c ió n d e la e s c r i t u r a , « lo s h o m b r e s se e n c u e n t r a n y a e n s i tu a c i ó n
I 38 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

de comunicar y de comunicarse su pensamiento» (Sec, p. 352).


De ser esto cierto, el lenguaje oral constituiría por sí mismo un
sistema autosuficiente y efectivo para transportar las ideas entre
nuestras mentes; dicho sistema podría extenderse en el tiempo
y el espacio, a modo de suplemento, gracias al invento de la
escritura. La tarea asumida por Condillac consiste en mostrar
que esa extensión adicional no tiene por qué afectar a la inten­
ción originaria del lenguaje, que no es otra que la represen­
tación de las ideas con el objetivo de comunicar un sentido:
«el nacimiento y el progreso de la escritura seguirán una línea
recta, simple y continua» (Sec, p. 353), que comenzará por una
representación pictórica de la realidad, a través de imágenes
que la mimetizan, hasta llegar a las escrituras jeroglíficas, ideo­
gráficas y, finalmente, fonético-alfabéticas.
Derrida describe este planteamiento como «ideológico»
-térm ino en el que resuena la crítica marxista de las ideologías,
a la que antes nos referíamos-, indicando que todo él está domi­
nado por la presencia del eidos: el signo representa la idea que, a
su vez, representa la cosa pensada o percibida. La cadena de la
representación, eslabón tras eslabón, iría progresivamente desde
la cosa misma hasta la consciencia, de ésta al lenguaje oral -en
el que lo que el hablante pretende decir está inmediatamente
manifiesto-, y del lenguaje oral al escrito -que en su origen rea­
lizaba incluso una imitación pictórica del sentido representado.
Según esta concepción clásica, sólo en el momento de la
escritura sería posible el funcionamiento del lenguaje en la más
absoluta de las ausencias: una carta, por ejemplo, a diferencia de
una interlocución oral, puede ser leída cuando el emisor está
ausente, o incluso muerto; puede ser leída a su vez en ausencia
del receptor para el que fue originalmente escrita, con vistas al
cual se hicieron en el texto determinadas elipsis y asociaciones
no explícitas, que tal vez resulten inaccesibles para este impre­
visto lector; y puede ser leída, por tanto, sin que aparezcan en
escena las ideas a las que supuestamente estaba referida, es
decir, sin que entre en juego el sentido del texto y su referente.
La posibilidad de esta triple ausencia -del emisor, del receptor
DECONSTRUYENDO A AUSTIN 139

y del referente- define la escritura, constituyendo a su vez su


grandeza y su peligro: grandeza, por ser capaz de llevar la repre­
sentación cada vez más lejos de la cosa representada, haciendo
posible la «tele-comunicación» a la que se refiere el título del
apartado; peligro, porque lo que queda del lenguaje escrito tras
esta triple ausencia es la pura estructura del texto: un fragmen­
to de código que puede ser repetido en múltiples contextos,
recogiendo incontables significados, perdiendo por tanto ese
carácter representativo que le era consubstancial. La carta
puede terminar diciendo, en un contexto diferente, para un lec­
tor desautorizado, algo profundamente distinto de lo que
supuestamente pretendió comunicar el emisor a su destinata­
rio. La escritura puede terminar siendo el infierno de la comu­
nicación, entendida como transmisión pura del sentido.
El término iterabilidad, que será central en el enfrentamien­
to con Searle, procede del sánscrito itara (otro), y recoge esta
característica del lenguaje escrito que abre la posibilidad de ser
utilizado en contextos diferentes: todo fragmento de texto tiene
la posibilidad intrínseca de ser citado, repetido fuera del lugar
y del momento de su ocurrencia original. Comporta, por tanto,
una «fuerza de ruptura con el contexto», que es fruto del carác­
ter estructural de los elementos lingüísticos cuyo valor, ya lo
mostró Saussure, no reside en los elementos mismos -ya sean
signos, oraciones o textos-, sino en su relación con aquello que
no son ellos mismos. Ése es el carácter grafemático al que se
refiere Derrida, que no es más que el hecho de que la esencia
de los signos, en tanto que grafemas, no reside en aquello que
los caracteriza en su identidad, sino en las diferencias y con­
trastes que pueden establecer con respecto a otros significantes,
dentro de un contexto. Ningún grafema puede tener en sí
mismo la posibilidad de ser diferente -ni, por lo tanto, de defi­
nir su propia identidad- porque esa posibilidad siempre remi­
te a otro distinto de sí, abriendo un cierto espacio en el que el
lenguaje adquiere la posibilidad de ser significativo.
Es fundamental aquí la metáfora visual del espacio o espa-
ciamiento (concepto probablemente emparentado con la idea
I40 C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

levinasiana de exterioridad como el lugar en que pueden acon­


tecer el Mismo y el Otro sin identificarse, preservando su dis­
tancia). La idea de espaciamiento señala precisamente que nin­
gún elemento lingüístico puede él mismo constituirse como
punto, como elemento autosuficiente que no remita a una dis­
tensión espacial: todo signo, todo grafema, ocurre dilatada­
mente a lo largo de un espacio en el que difiere de otros ele­
mentos, no siendo posible delimitar el punto que ocupa por sí
mismo, sin referencia a nada distinto. Eso hace que el sentido
de las palabras no pueda ser fijado en el estricto ámbito de lo
dicho, sino que siempre remita a elementos que no aparecen de
hecho, estando así marcado por la ausencia. Lo que un texto
quiere decir (dado que, en primer lugar, puede funcionar en
ausencia de emisor, receptor y referente; en segundo lugar,
depende por completo del contexto en el que se inscribe; y en
tercer lugar sólo puede adquirir significado en función de
aquello de lo que se diferencia) no puede acontecer nunca ple­
namente, sino que siempre se difiere en el tiempo y se distien­
de en el espacio, haciendo que su presencia comporte siempre
una cierta ausencia.
Lo que pretende Condillac y, en definitiva, todo el pensa­
miento metafísico, es reconstruir el camino que lleva desde este
infierno de la escritura al paraíso de la comunicación oral o
gestual: de la ausencia a la presencia. Sólo así la verdad podrá
manifestarse en el lenguaje, y el mundo mismo hacerse propia­
mente visible a la consciencia en un punto no espaciado ni dife­
rido. Ahora bien: el problema, sostiene Derrida, no es que ese
camino del infierno al paraíso sea difícil de reconstruir, sino
que el paraíso que Condillac aspira a reencontrar, en realidad,
nunca ha existido. Las características que la tradición temía
encontrar en la escritura son constitutivas de todo lenguaje en
general, incluidos tanto el lenguaje oral como el gestual: en la
medida en que están constituidos por signos, sus elementos
pueden funcionar en incontables contextos diferentes, en
ausencia de los elementos que definen el proceso de la comúni-
cación. En cierto modo, todo el lenguaje es como la escritura:
DECONSTRUYENDO A AUSTIN I 4 I

t o d o él c o m p o r t a u n a fuerza d e r u p t u r a c o n el c o n te x to , y s ó lo
p o r u n o lv i d o p e r s e v e r a n te y fa la z h a p o d i d o la t r a d i c i ó n m e t a ­
físic a m a n t e n e r s u s te m o r e s e n la f r o n t e r a d e lo e s c r ito . T a m b ié n
e l le n g u a je o r a l e s iterable, e n la m e d i d a e n q u e e s tá c o n s t i t u i d o
p o r m a r c a s o g r a f e m a s q u e e s t á n r e g u l a d o s p o r c ó d ig o s , q u e lo s
h a c e n r e p e t ib l e s e n a u s e n c ia d e l d e s t in a t a r io ; ta m b i é n la o r a l id a d
p u e d e f u n c i o n a r e n a u s e n c ia d e l e m is o r , s in q u e s u in t e n c ió n s ig ­
n if ic a tiv a ( s u querer-decir) v iv if iq u e la s p a la b r a s , d o t á n d o l a s e n
ú l t i m a in s ta n c i a d e la a u t o r i d a d d e s u c o n s c ie n c ia .
P e r o e n e l l e n g u a j e o r a l , c a b r í a o b j e t a r , t e n e m o s d e l a n t e al
h a b l a n t e y p o d e m o s p r e g u n t a r l e p o r e l s e n t i d o d e lo d ic h o , a lg o
q u e n o s u e le o c u r r i r c o n e l l e n g u a j e e s c r ito . T al v e z s e a a sí,
p o d r ía c o n te s ta r D e rrid a , a u n q u e n o p o d e m o s o lv id a r q u e
i n c l u s o e n u n a c o n v e r s a c ió n o r a l e l s e n t i d o s i e m p r e e s a lg o q u e
se difiere: a n u e s t r a s p r e g u n t a s p o r e l s e n t i d o d e lo d ic h o , e l
e m i s o r s ó lo p o d r á r e s p o n d e r c o n n u e v a s p a l a b r a s , n u e v o s s ig ­
n o s it e r a b l e s q u e a s u v e z h a b r á n d e s e r i n t e r p r e t a d o s , s i n q u e
n u n c a p u e d a lle g a r s e a d e c ir , d e u n a v e z p o r to d a s , q u e lo p e n ­
s a d o m i s m o se h a h e c h o presente. P o r o t r a p a r t e , l a im p o s i b i l i ­
d a d d e l le n g u a je o ra l d e s e r re c o g id o e n u n a m a te r ia lid a d p e r ­
d u r a b l e - y p o r t a n t o m a n i p u l a b l e , a lt e r a b l e y r e p e t i b l e - s ó lo
f u e u n a l i m i t a c i ó n c i r c u n s t a n c i a l q u e p a s ó a la h i s t o r i a e n e l
m o m e n t o e n q u e se h i z o t é c n i c a m e n t e p o s i b le la g r a b a c i ó n y
r e p r o d u c c i ó n d e l s o n id o . T al i n n o v a c i ó n t é c n i c a n o h a b r í a
c a m b i a d o e n n a d a lo s u b s ta n c ia l d e l f e n ó m e n o , p e r o p r o b a b l e ­
m e n t e c u m p l i ó u n a f u n c i ó n c o n s i d e r a b l e a la h o r a d e h a c e r q u e
se t o m a r a c o n s c i e n c ia d e ello .

La ausencia de la intencionalidad

N o se t r a t a p o r t a n t o d e ll e v a r e l i n f ie r n o d e l a e s c r i t u r a a l p a r a ­
ís o d e la c o m u n i c a c ió n o r a l , s i n o d e h a c e r p a t e n t e q u e d ic h o
p a r a í s o n u n c a h a e x is tid o , y q u e , e n el f o n d o , ta l v e z e s e i n f i e r ­
n o n o sea ta n te m ib le c o m o c re ía m o s . P o r el c o n tr a r io , esa
g e n e r a l i z a c i ó n d e la e s c r i t u r a t e n d r í a i m p li c a c io n e s q u e D e r r i -
I 4 2 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

d a c o n s i d e r a p l e n a m e n t e s a tis f a c to r ia s : a n t e t o d o , i m p l i c a r í a
u n c a m b i o e n la c o n c e p c i ó n d e la c o m u n i c a c ió n , q u e y a n o
s e r í a d e f i n i d a c o m o t r a s l a c i ó n e n t r e c o n s c i e n c ia s d e algo -e l
s e n t i d o - q u e e l e m i s o r tie n e p r e s e n t e a n te s u m e n te . L a e s c r i­
t u r a , l i b e r a d a d e la t i r a n í a d e l s e n t i d o p r e s e n t e , p o d r í a « s u b s ­
t r a e r s e a l h o r i z o n t e s e m á n t i c o - h e r m e n é u t i c o » ; e s d e c ir : l a le c ­
t u r a o l a e s c u c h a y a n o s e r í a n a c to s p o r lo s q u e u n l e c t o r u
o y e n te h a b r í a d e subyugarse a u n s e n t i d o p r e v i a m e n t e e s t a b le ­
c id o , s i n o q u e s u f u n c i ó n a d q u i r i r í a u n m a t i z c r e a t i v o y g e n e ­
r a d o r p o r e l q u e c a d a te x to , e n c a d a n u e v o c o n te x t o , v e n d r í a a
d e c ir n o s a lg o d is ti n to . C o m o v i n o a s o s te n e r R o l a n d B a r th e s ,
s e r ía e l le c to r , y n o e l a u t o r , e l q u e t o m a r í a e l p a p e l p r o t a g o n i s ­
t a e n la l e c t u r a ,2 lo c u a l o b l i g a r í a a r e c o n s i d e r a r e l c o n c e p t o d e
s e n t i d o d e u n m o d o q u e i r í a m á s a llá d e la m e r a p o li s e m ia ,
p u e s c a d a e le m e n to lin g ü ís tic o m u ltip lic a ría in d e f in id a m e n te
s u s e n tid o diseminando s u s p o s i b le s s ig n if ic a c io n e s , d a d o q u e
n u n c a se s a b r í a d e a n t e m a n o lo q u e u n te x t o - o r a l o e s c r i t o -
p u e d e ll e g a r a d e c i r e n u n c o n t e x t o i n u s it a d o .
A h o r a b ie n , ¿d e v e r d a d p o d r í a e l le n g u a je f u n c i o n a r e n
a u s e n c i a d e u n a c o n s c i e n c ia i n t e n c i o n a l q u e lo d o t a r a d e s e n t i ­
d o ? L a s tr a z a s d e u n in s e c to s o b r e la a r e n a p o d r í a n c a s u a l m e n ­
te a d o p t a r l a f o r m a d e le t r a s , q u e p u d i e r a n s e r leídas por un
p a s e a n t e o c a s io n a l: ¿ d ir ía m o s a c a s o q u e e n e s a s i t u a c i ó n se p r o ­
d u c e u n a c to d e c o m u n ic a c ió n ? ¿ N o s e r ía p r e c is o q u e e l in s e c to
quisiera decir a lg o c o n s u a c c ió n p a r a q u e su s h u e ll a s p u d i e r a n se r
e f e c tiv a m e n te leídas, y n o s ó lo d e u n m o d o fa lso y a p a r e n te ?
E n f r e n t á n d o s e a e s te p r o b l e m a , y a n t e s d e r e f e r ir s e a A u s ti n ,
D e r r i d a h a c e u n b r e v e e x c u r s o s o b r e u n p a s a je d e la s Investiga­
ciones lógicas d e H u s s e r l .3 E n e s ta o b r a t e m p r a n a , c u y a p u b l i c a ­
c i ó n i n a u g u r a e l s ig lo XX, e n c o n t r a m o s e l p r i m e r c o n a t o d e la
f e n o m e n o l o g í a h u s s e r li a n a : u n e s f u e r z o p o r d e f i n i r u n a gramá­
tica universal, e s d e c ir , l a e s t r u c t u r a ló g i c a q u e t o d a l e n g u a h a

2 «La muerte del autor», El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la
escritura, Barcelona, Paidós, 1999, pp. 65-71.
3 Madrid, Alianza, 1985, vol. 1, cap. 1.1, pp. 253 y ss.
DECONSTRUYENDO A AUSTIN
143

de tener para posibilitar la plasmación de las ideas puras. Con


esta intención, Husserl se plantea la tarea de delimitar los márge­
nes del lenguaje plenamente significativo -tarea que, por otra
parte, también acometerá Austin a su m odo- explorando los
exteriores de dicho recinto, es decir, apuntando los momentos en
que los códigos pueden Regar a funcionar, en ausencia de inten­
ción significativa, como vacíos juegos de signos. Por una parte, el
lenguaje puede funcionar en ausencia de referente, no existiendo
éste o no estando presente ante la consciencia del hablante:

Si mirando por la ventana digo: «El cielo está azul», este enuncia­
do será inteligible (digamos provisionalmente, si ustedes quieren,
comunicable) incluso si el interlocutor no ve el cielo; incluso si yo
mismo no lo veo, si lo veo mal, si me equivoco o si quiero enga­
ñar a mi interlocutor (Sec, p. 360).

No se trata de que siempre sea así como se usa el lenguaje:


Derrida no niega que se pueda decir que el cielo está azul vién­
dolo de hecho, y manifestándolo sinceramente; por el momento,
lo único que sostiene es que es posible utilizar el lenguaje en
ausencia de esa evidencia y de esa sinceridad, sin que el lengua­
je sea por ello menos comunicativo.
Pero no sólo podemos utilizar el lenguaje en ausencia de
referente, sino también en ausencia de sentido, al menos de tres
formas distintas: en primer lugar, uno de los principales pro­
blemas que Husserl apuntaba ya en El origen de la geometría
-obra que había sido traducida y extensamente prologada por
Derrida- es el hecho de que la matemática pueda desvincularse
en su funcionamiento y desarrollo de la significación subjetiva
que supuestamente viene a hacer del uso del lenguaje un acto
pleno. Esta carencia de significación -el hecho, hablando en
bruto, de que propiamente no sepamos lo que los signos signi­
fican- no impide que continuemos utilizando el lenguaje mate­
mático y desplegándolo como ciencia. En opinión de Husserl,
esta desvinculación comporta una crisis en las ciencias europeas
-p o r ser el comienzo de la pérdida de su significación vivida-,
1^4 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

teniendo por tanto una connotación peyorativa; p o r el contra­


rio, esta misma posibilidad produjo en ciertos postestructura-
listas una auténtica fascinación por los formalismos cuasi-
matemáticos .4 En segundo lugar, Husserl señala la posibilidad
de que ciertos enunciados puedan tener sentido estando priva­
dos de significación objetiva. Podríamos por ejemplo decir que
la expresión «El círculo cuadrado» significa «línea cerrada en
un plano, cuyos puntos son todos equidistantes del centro, for­
mando cuatro ángulos rectos»; pero no podríamos decir que el
objeto referido propiamente exista, ni mucho menos que pueda
estar efectivamente presente ante nosotros, como correlato de
nuestra consciencia intencional. En tercer lugar, apunta Husserl
la agramaticalidad por la que ciertas expresiones imitan o
transgreden la estructura del lenguaje, sin llegar a decir propia­
mente nada (como al proferir «abracadabra» o «el verde es o»).
Aquí no quedaría más que la forma vacía de un lenguaje, total­
mente desprovista de intención significativa.
Husserl apunta a estas posibilidades para delimitar por con­
traste el espacio interno, en el que el lenguaje sí puede ser uti­
lizado de modo plenamente significativo, pero la malicia de
Derrida hace del logro husserliano una victoria pírrica: pre­
cisamente al demarcar el lenguaje con plena intención signifi­
cativa, el propio Husserl muestra que es posible un lenguaje
desprovisto de ella. La cuestión ahora será aclarar con qué
intenciones nos aproximamos al fenómeno descrito. Husserl,
ya lo decíamos antes, tiene el objetivo de establecer una gramá­
tica universal que posibilite la fundamentación del conoci­
miento; pretende establecer las condiciones que ha de cumplir
el lenguaje para recoger en su seno el sentido presente ante la
consciencia, o sea, para manifestar la verdad de lo que el sujeto
quiere decir. Su esfuerzo, por lo tanto, se inscribe en «un con­
texto determinado por una voluntad de saber, por una inten­
ción epistémica, por una relación consciente con el objeto

4 Un buen ejemplo de esta actitud es la últim a parte de la entrevista de Derri­


da con Julia Kristeva (Posiciones, op. cit., pp. 42 y ss.).
DECONSTRUYENDO A AUSTIN 145

como objeto de conocimiento en un horizonte de verdad»


(Sec, p. 361). Es decir: el esfuerzo husserliano sólo tiene sentido
en el ámbito de esa verdad de la que nos hablaba Nietzsche,
como el inútil y artificioso empeño de ciertos seres humanos
por borrar el origen metafórico y antropomórfico de su propio
lenguaje, olvidando así que éste no es un nítido espejo capaz de
reflejar transparentemente la estructura misma de la realidad,
sino ante todo un instrumento para la vida. Si en lugar de
embarcarnos en esa tarea de la voluntad de saber -que, en opi­
nión de Nietzsche, no es sino una forma enmascarada e hipó­
crita de la voluntad de poder- optamos por desarrollar el acto
de la sospecha, el mismo esfuerzo de Husserl puede ser invertido;
eso es lo que pretende Derrida poniendo los ejemplos husserlia-
nos al servicio de intenciones opuestas, mostrando precisamen­
te que el lenguaje puede ser utilizado desprovisto de intención
significativa, sin que el espejismo de la consciencia tenga que
venir a hacerlo plenamente funcional y efectivo.
Ahora bien: Derrida no pretende sostener que el lenguaje
nunca esté caracterizado por la intención significativa, ni que la
consciencia intencional en el fondo no exista o no cumpla un
cierto papel en la explicación de lo que decimos o escribimos. Al
menos por el momento, lo único que sostiene es que existe la
posibilidad de que el lenguaje, en algunos de sus usos, funcione
como puro código, desprovisto de significación subjetiva. Esto
obliga a que, en los momentos en que el lenguaje supuestamen­
te haya de ser entendido como significativo, sea indispensable
señalar qué diferencia hay con los usos anteriormente descritos.
Será únicamente la referencia al contexto lo que permita dis­
cernir entre aquellos lenguajes vacíos -relegados más allá de los
márgenes y las fronteras- y este lenguaje pleno -preservado en
su interior, a salvo de tal vacuidad, constituyendo el uso preten­
didamente propio y auténtico. Y esto implica que ningún signo
ni ningún texto puede considerarse nunca por sí mismo a salvo
de la sospecha, pues la constatación ulterior de que el contexto
en el que lo leímos no era absolutamente adecuado podrá
hacerlo caer como una máscara. Habrá que mostrar que la
146 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

intención del hablante fue de hecho la apropiada, que las cir­


cunstancias fueron las correctas, que los acontecimientos pre­
vios y posteriores al acto de habla estuvieron en consonancia
con su sentido. Ningún signo vale ya por sí mismo, sin referen­
cia a esos contextos que lo llenan de significación, y lo hacen
comunicativo. El acercamiento de Derrida a los actos de ha­
bla como problema filosófico estará así marcado por la sospe­
cha de que el vacío puede esconderse por detrás de todo uso del
lenguaje. Sólo un análisis exhaustivo del contexto, caso de ser
realizable, podría neutralizar dicha sospecha.

Austin según Derrida: expectativas y decepciones

Llegamos por fin al encuentro -o desencuentro- de Derrida con la


filosofía de Austin: al apartado segundo de Sec que, recordamos,
lleva por título «Los parásitos. Iter, la escritura: que quizá no exis­
te» (Sec, pp. 362 y ss.). Derrida dice haber encontrado en el inglés
-como ya le ocurriera con Saussure- un aspecto prometedor y
otro decepcionante. Vimos en el capítulo primero que el giro prag­
mático de la filosofía analítica se enfrentó al ingenuo objetivismo
positivista, sosteniendo que el lenguaje tiene múltiples usos aparte
de la representación fidedigna y verdadera de la realidad; el uso
descriptivo, para el segundo Wittgenstein, era sólo uno de los
muchos juegos de lenguaje posibles, una de las múltiples funciones
que las palabras pueden cumplir en las incontables formas de vida
de los seres humanos. El analisis lógico del lenguaje descriptivo
había de ser complementado, según la terminología de Austin, con
un analisis del lenguaje performativo, que no esté ya dominado
por la cuestión del sentido y el referente sino por la de la fuerza ilo-
cutiva o perlocutiva que nos permite «hacer cosas con palabras»,
transformando la realidad al hablar entre nosotros.
Derrida no podía sino simpatizar con estas ideas, en la
medida en que comportan un desplazamiento del foco de inte­
rés del lenguaje, dejando atrás el terreno de la verdad y del sen­
tido, en beneficio de la idea de fuerza:
DECONSTRUYENDO A AUSTIN 147

Las n o c io n e s a u stin ia n a s d e ilo c u c ió n y d e p e rlo c u c ió n n o d esig ­


n a n el tr a n s p o r te o el p a so d e u n c o n te n id o d e s e n tid o , sin o d e
a lg u n a m a n e ra la c o m u n ic a c ió n d e u n m o v im ie n to o rig in a l (q u e
se d e fin irá e n u n a te o ría g e n e ra l d e la a c c ió n ), u n a o p e ra c ió n y la
p ro d u c c ió n d e u n efecto. C o m u n ic a r, e n el caso d el p e rfo rm a tiv o ,
si algo se m e ja n te existe c o n to d o rig o r y e n p u rid a d , [ ... ] sería
c o m u n ic a r u n a fu erza p o r el im p u ls o d e u n a m a rc a (Sec, p. 362).

El término fuerza, en el río semántico de Derrida, debía de


tener connotaciones nietzscheanas por una parte y freudianas
por otra. Nietzscheanas, como el propio Derrida apunta, en la
medida en que incita a recontextualizar la voluntad de saber -el
sentido de las palabras como el carácter presente de las ideas
ante la consciencia- como un aspecto de la voluntad de poder
-e l efecto de las palabras en la transformación y el dominio de
la realidad. El uso descriptivo del lenguaje tendría que convivir
con -o incluso ser explicado p o r- los usos performativos que
hacen de él una herramienta de supervivencia y un instrumen­
to para la vida. Freudianas, en la medida en que, por detrás de
los sentidos presentes ante la consciencia, el psicoanálisis inci­
taba a descubrir en el lenguaje las fuerzas reprimidas que usan
dichos sentidos como vehículos para su manifestación; quedar­
nos en el nivel del sentido, había sostenido Freud, es un vano
intento de explicar nuestra conducta a partir de los espejismos
de la consciencia, en lugar de buscar las fuerzas inconscientes
que determinan, desde las sombras, nuestro comportamiento.
De este modo, la elección de la fuerza como concepto cen­
tral en la explicación del lenguaje parecía un punto de partida
prometedor para que la filosofía analítica hubiera asumido la
tarea de la sospecha, substrayendo la cuestión del performativo
«a la autoridad del valor de verdad, a la oposición verdadero/
falso, al menos bajo su forma clásica» (Sec, p. 363). Y, cierta­
mente, el enfoque inicial de Austin generaba esas expectativas
al sostener, como vimos en el capítulo primero, la intención de
olvidarse «por una vez y por un momento de esa otra curiosa
pregunta: “¿Es verdadero?”». Lo importante de un acto perfor-
148 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

mativo, lo que lo hace efectivo o ineficaz, feliz o infeliz, sostenía


Austin, es el hecho de que funcione, y no de que describa ade­
cuadamente la verdadera disposición de un estado de cosas.
Parecía que quedaba atrás una concepción del lenguaje que le
atribuía como finalidad esencial la comunicación de ciertos
estados intencionales de la consciencia, cuyos contenidos esta­
rían presentes ante la mente, y que habrían de quedar reflejados
en las palabras de modo adecuado: si las nociones de ilocución
y perlocución no designan la comunicación de un sentido, el
performativo no tiene su referente fuera de él, antes que él, fren­
te a él, sino que su función es operar, funcionar, transformar la
realidad. A l hacer que su filosofía del lenguaje se rija por el
valor de fuerza en lugar de por el de verdad, Austin realiza un
movimiento «nada menos que nietzscheano» (palabras que,
procediendo de Derrida, habían de ser leídas como un elogio
considerable).5
Pero tan grandes fueron las expectativas creadas como la
decepción subsiguiente:

Y sin e m b a rg o [ ... ], to d a s las d ific u lta d e s e n c o n tra d a s p o r A u stin


e n u n análisis p a c ie n te , a b ierto , ap o rético , e n c o n sta n te tr a s fo r­
m a c ió n , a m e n u d o m á s fe c u n d o e n el re c o n o c im ie n to d e su s p u n ­
to s m u e r to s q u e e n sus p o sic io n e s, m e p are c e q u e tie n e n u n a ra íz 5

5 A pesar de que Cavell no considere pertinente la lectura que hace Derrida


de Austin desde el prisma nietzscheano (ver Un tono de filosofía, op. cit.), hay pasa­
jes de su obra que ciertamente inclinan a interpretarlo así. Valga el siguiente ejem­
plo: «Hay algo, empero, que sería muy peligroso hacer, y que nos sentimos incli­
nados a hacer: considerar que de alguna manera sabemos que el uso primitivo de
las oraciones tiene que ser, porque así debe ser, un uso enunciativo o constatativo
en el sentido al que los filósofos dan preferencia, y que consiste en la mera expre­
sión de algo con la pretensión única de que sea verdadero o falso sin que esté
expuesto a críticas en ninguna otra dimensión. Por cierto que no sabemos que ello
sea así. Tenemos tanta seguridad al respecto como podríamos tener para tom ar un
ejemplo alternativo, frente a la tesis de que todas las expresiones tienen que haber
comenzado siendo maldiciones. Parece mucho más probable que la noción de un
enunciado “puro” es una meta, un ideal, hacia el que hemos sido impelidos por el
desarrollo gradual de la ciencia, como lo hemos sido hacia el ideal de la precisión».
Cómo hacer...,op. cit., pp. 120-1.
DECONSTRUYENDO A AUSTIN 149

común. Ésta: Austin no ha tenido en cuenta lo que, en la estruc­


tura de la locución (o sea, antes de toda determinación ilocutoria
o perlocutoria) comporta ya este sistema de predicados que yo
denomino grafemáticos en general y trastorna por este hecho
todas las oposiciones ulteriores cuya pertinencia, pureza, rigor, ha
intentado en vano fijar Austin (Sec, p. 363).

E n o p i n i ó n d e D e r r i d a , A u s ti n re a liz a c o n e x c e s iv a lig e re z a
e l t r á n s i t o d e la lo c u c i ó n a la i l o c u c ió n , e s d e c ir , d e la m e r a
e n u n c i a c i ó n d e u n a s p a l a b r a s a la r e a l iz a c i ó n e fe c tiv a d e u n
a c to d e h a b la : t o d a l o c u c i ó n h a d e s e r r e a liz a d a m e d i a n t e
u n c ó d ig o , e s d e c ir , m e d i a n t e u n le n g u a je . E l le n g u a je , s e g ú n la
le c t u r a d e r r i d i a n a d e S a u s s u r e , e s e s e n c i a lm e n te u n s i s te m a
d if e r e n c i a l e n e l q u e n i n g ú n e le m e n to , n i e n s u a s p e c t o s i n t á c ­
tic o n i e n e l s e m á n ti c o , t i e n e s e n t i d o o v a lid e z p o r sí m i s m o :
to d o fo n e m a , to d a p a la b r a y to d a fra se re c ib e su p r o p ia id e n ti­
d a d d e l c o n t r a s t e q u e e s ta b le c e c o n lo s e le m e n to s c i r c u n d a n t e s .
N o se p u e d e s a b e r si u n a d e t e r m i n a d a l o c u c i ó n c o n s t it u y e e fe c ­
tiv a m e n te u n a ilo c u c ió n a t e n i é n d o n o s e x c lu s iv a m e n te a la
l o c u c i ó n m is m a : p a r a p o d e r t r a n s i t a r c o n a b s o l u ta s e g u r id a d
d e l t e r r e n o d e lo dicho a l d e lo hecho s e r ía p r e c i s o a is la r e l l e n ­
g u a je u ti li z a d o , d e m o d o q u e n o r e m i t i e r a a a lg o q u e e s c a p a s e
a n u e s t r o c o n t r o l . A sí, e l e s f u e r z o d e A u s ti n e x ig e q u e , p a r a c o n ­
c e b ir la r e a l iz a c i ó n p l e n a y e fe c tiv a d e u n p e r f o r m a t i v o , h a y a ­
m o s d e d e f i n i r u n « v a lo r d e c o n te x to e n p e r m a n e n c i a , e in c l u ­
so de c o n te x to e x h a u s tiv a m e n te d e te rm in a b le , d ir e c ta o
te le o ló g ic a m e n te » ( Sec, p . 3 6 3 ) . Ya lo a n a li z á b a m o s a n t e r i o r ­
m e n t e e n la c u a r t a c o n f e r e n c ia d e How to Do Things with
Words, c u a n d o A u s t i n s o s te n ía u n a i d e a e n s u o p i n i ó n t a n e v i­
d e n t e q u e a p e n a s v io n e c e s a r io f o r m u l a r l a : « p a r a q u e u n a
afortunada
d e t e r m i n a d a e x p r e s ió n r e a liz a tiv a s e a es m e n e s te r
q u e c ie r to s e n u n c i a d o s s e a n verdaderos» (p. 8 8 ) .
D e e s te m o d o s u m e t o d o l o g í a h a c e r e c a e r l a c u e s t i ó n d e la
f u e r z a e n la d e la v e r d a d : h a d e s e r verdad q u e el s u je to c u e n te
c o n c ie r ta a u t o r i d a d ; h a d e s e r verdad q u e h a y a r e a liz a d o c ie r ­
to s a c to s ; h a d e s e r verdad q u e s u s p a l a b r a s h a y a n s i d o o íd a s ; h a
I 5 0 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

de ser verdad que tenga la intención de actuar en consecuencia;


ha de ser verdad, por tanto, que se encuentra en determinados
estados mentales: intenciones, deseos, creencias ... Parece que la
fuerza del performativo no esté constituida en definitiva más
que por la suma prolongada de determinadas verdades acerca
del mundo, hechos expresables en proposiciones que aspiran a
describirlos exhaustivamente. Y no es casualidad el hecho de
que uno de sus

e le m e n to s esenciales - y n o u n o e n tre o t r o s - [siga] sie n d o c lási­


c a m e n te la co n sc ie n c ia , la p re s e n c ia c o n sc ie n te d e la in te n c ió n del
su je to h a b la n te c o n re sp e c to a la to ta lid a d d e su a c to lo c u tiv o . P o r
ello, la c o m u n ic a c ió n p e rfo rm a tiv a v u elv e a se r c o m u n ic a c ió n en
u n s e n tid o in te n c io n a l. [C o n tin ú a D e rrid a e n n o ta al pie:] Lo q u e
o b lig a a A u stin a re in tro d u c ir a veces el c rite rio d e v e rd a d e n la
d esc rip c ió n d e los p e rfo rm a tiv o s (Sec, p. 363).

Es precisamente el hecho de que Austin llegara tan cerca de


su propia posición lo que exaspera a Derrida: que tuviera tan a
mano la posibilidad de invertir la relación entre la verdad y la
fuerza -algo que habría hecho estallar el concepto convencional
de comunicación como transmisión de un sentidcr- y no llega­
ra en cambio a dar el paso.

Parasitismo: el olvido de una posibilidad necesaria

El método de Austin, recordamos, asume como punto de parti­


da la delimitación de los actos de habla plenos, es decir, de aque­
llos en los que concurren todas las condiciones de contexto
imprescindibles para que no ocurra un infortunio. En la reali­
dad, algo que pareciera un pleno acto de habla podría estar
siendo realizado de forma insincera, fingida, dentro de una
obra de teatro, como parte de un poema, de un soliloquio, o
estar siendo citado sin que, como oyentes o espectadores, estu­
viéramos siendo conscientes de ese hecho. Todos estos actos,
DECONSTRUYENDO A AUSTIN Í 5 1

que son calificados por Austin como casos parasitarios, no serios,


no ordinarios, habrán de ser dejados de lado para analizar en pri­
mer lugar los casos de plena realización, serios y completamente
normales. De este modo, quedan inicialmente excluidos del aná­
lisis tanto los actos no realizados -lo que Austin denomina «desa­
ciertos»- como los actos que resultan huecos o vados --calificados
como «abusos». Todos ellos son resultado de la ruptura de deter­
minadas convenciones, y Austin, evidentemente, los considera
posibles; de hecho su descripción constituye el primer paso hacia
la teoría. Pero el procedimiento para comprender cómo funcio­
nan los actos de habla consistirá en imaginar cómo habrá de ser
aquel acto en el que nada venga a imposibilitar su realización
plena y perfecta -aunque tal imaginación, al menos hasta la lle:-
gada de Searle, sólo pueda funcionar de modo negativo, es decir,
por exclusión de aquello que es vacío e imperfecto.
Esta exclusión inicial es la que parece intolerable a ojos de
Derrida, ni siquiera como planteamiento metódico transitorio,
pues hace parecer circunstanciales, secundarias y prescindibles
ciertas características del lenguaje que él considera definitorias
e ineludibles. Austin estaría incurriendo en la contradicción de
aceptar el fracaso en tanto que riesgo esencial de las operacio­
nes consideradas para, a continuación, excluir ese mismo ries­
go como si fuera algo meramente accidental y exterior. Si es el
carácter convencional de los actos de habla el que hace posible
su fracaso, y esa convencionalidad es intrínsecamente definito-
ria de los actos en cuestión, no puede ser dejada de lado ni
siquiera provisionalmente para definir la noción de éxito, pues
«¿Qué es un éxito cuando la posibilidad del fracaso continúa
constituyendo su estructura?» (Sec, p. 365).
El eje del problema está en torno a la distinción entre éxito
y fracaso, que pretende ser incluida en la teoría del lenguaje
ordinario de modo un tanto controvertible:6 en la realidad coti-

6 Ver el artículo de Hagi Kenaan: «Language, Philosophy and the Risk of Fai-
lure: Rereading the Debate Between Searle and Derrida», Continental Philosophy
Review, 35, 2002, p. 129.
152 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

diana difícilmente podría encontrarse ese acto pleno que Aus-


tin intenta depurar en su teoría pues, como él mismo admite,
siempre hay «circunstancias atenuantes» o, al menos, es posible
imaginarlas, dado que el contexto que sería preciso analizar
para demostrar la plenitud del acto es virtualmente inabarca­
ble. En lugar de aceptar el carácter intrínsecamente incierto de
la realidad cotidiana, Austin analiza el lenguaje ordinario desde
una posición idealizada en la que no concurren dichas circuns­
tancias atenuantes. Esta situación es imaginada, según Derrida,
«teleológicamente»; es decir, el fin hacia el que tendería la teo­
ría del lenguaje cotidiano sería la superación de su imperfec­
ción ordinaria, la depuración de sus formas parasitarias en
beneficio de su aparecer pleno y perfecto. Desde este punto de
vista teleológico, «ningún resto escapa a la totalización presen­
te» (Sec, p. 364): las convenciones están perfectamente defini­
das; los usos lingüísticos, definitivamente establecidos; las con­
diciones del contexto interno --es decir, de los estados mentales
de los hablantes-, absolutamente acordes con sus actos; la
forma gramatical de sus palabras, transparente y perfecta; su
propio significado, plenamente explícito y literal. .. No es posi­
ble, en caso de que la teoría aspire a tal objetivo de idealización,
que tras su paso quede «ninguna polisemia irreductible, es
decir, ninguna «diseminación» que escape al horizonte de la
unidad del sentido» (ídem).7
En concreto, a Derrida verdaderamente le horroriza la idea
de que el contexto interno pueda ser analizado de modo
exhaustivo, aunque sea en una ficción teórica; esta idea com­
portaría el mantenimiento de la consciencia como centro or­
ganizador de todo el sistema pues, para que el acto pleno fuera

7 Como indica Glendinning, Derrida parece reprochar a Austin que no lo


acompañara en su exilio voluntario de la filosofía tradicional: a su modo de ver, el
inglés hizo bien en recriminar a la filosofía tradicional su tendencia endógena a la
idealización simplificadora, pero finalmente recayó en ella al decidir, por mor de la
simplicidad, analizar en primer lugar los casos supuestamente normales. Ver
«Inheriting “Philosophy”: The Case of Austin and Derrida Revisited», en Simon
Glendinning (ed), Arguing with Derrida, Oxford, Wiley-Blackwell, 2001, p. 31.
DECONSTRUYENDO A AUSTIN
15 3

concebible, habría de realizarse mediante una «consciencia li­


bre y presente en la totalidad de la operación» (ídem). Si alguien
pretendiera realizar, por ejemplo, una promesa plena y perfec­
ta, tendría que emitir las palabras siendo absolutamente dueño
de su propia consciencia, dominando plenamente sus propias
intenciones presentes y futuras, conociendo a la perfección el
sentido literal de sus propias palabras ... ¿Dónde quedaría en­
tonces ese carácter elusivo de la consciencia que denuncia la
filosofía de la sospecha? ¿Dónde apuntar esa inconsciencia
estructural que subyace a la vida mental? ¿Cómo señalar tras los
contenidos de consciencia algo que nunca está presente ante
ella, una ausencia que la determina inadvertidamente? La pro­
pia posibilidad de la sospecha como actividad filosófica queda­
ría negada por esta intención teleológica de la teoría de los
actos de habla.
Según un paralelismo que apunta el propio Derrida (Sec,
p. 366), encontramos en la filosofía del lenguaje ordinario una
desvaloración de lo parasitario equivalente al desprecio que la
metafísica había dirigido hacia la escritura: la phoné constitui­
ría el acto plenamente comunicativo -equivalente del per-
formativo serio y literal-, mientras que la escritura sería algo
derivado, suplementario, prescindible en el fondo -com o
supuestamente lo es el uso parasitario- a la hora de compren­
der el fenómeno básico de la traslación de sentido. De ahí que
Derrida se vea obligado a deconstruir el planteamiento austi-
niano, mostrando que aquello que asume como fundamento o
esencia, la clave de bóveda de toda la teoría, está en realidad
internamente constituido por lo definido como secundario,
accesorio o circunstancial, que en absoluto puede ser conside­
rado como prescindible. La oratio obliqua, el lenguaje no serio,
la metáfora, la ironía, la cita..., habrán de ser presentados como
condición de posibilidad del lenguaje mal llamado normal. La
teoría habrá de asumir algo que es constitutivo del hecho estu­
diado: que en ningún caso es posible ser exhaustivo en el análi­
sis del contexto, de modo que jamás podremos tener la certeza
de encontrarnos ante un acto de habla plenamente realizado.
C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS
15 4

El fracaso habrá de ser asumido como un riesgo estructural, lo


cual no implica que todo acto de habla haya de fracasar, sino
que es completamente necesario que sea posible su fracaso; un
fracaso que no se encuentra fuera del lenguaje ordinario, allen­
de sus márgenes, como un abismo que estuviera más allá de sus
límites habituales, y que pudiese contemplarse, desde la seguri­
dad del uso pleno y significativo, como un peligro lejano. Por el
contrario, la posibilidad del fracaso constituye internamente al
lenguaje, haciéndolo ser lo que es:

¿la generalidad del riesgo admitido por Austin rodea el lenguaje


como una suerte de foso, de lugar de perdición externo del que la
locución podría siempre no salir, cosa que podría evitar quedán­
dose en su casa, al abrigo de su esencia o de su telos? ¿O bien este
riesgo es, por el contrario, su condición de posibilidad interna y
positiva?, ¿este afuera, su adentro?, ¿la fuerza misma y la ley de su
surgimiento? (Sec, p. 367).

Olvidar esa posibilidad necesaria sería traicionar la propia


naturaleza del fenómeno a estudiar: condenar como patología
lo que es una ley del lenguaje.8 Ni siquiera en aras de una teo­
ría que venga a idealizar el fenómeno sería lícito dejar de lado
este aspecto constitutivo del mismo.

Citabilidad e iteración

En la esencia misma del lenguaje está inscrita la imposibilidad


de realizar un análisis exhaustivo del contexto, pues ningún ele­
mento lingüístico puede adquirir valor por sí mismo sino siem­

8 Según comenta Patricio Peñalver Gómez, «esa posibilidad de funciona­


miento del lenguaje en el vacío y en la ausencia es una ley del lenguaje, y no su
patología» ( «lnsaturabilidad del contexto y anarquía del sentido», Fragmentos de
filosofía, 3, 1993, p. 161). Por ese motivo, se trata de un fenómeno que es preciso
«pensar en su positividad, y por así decirlo, en su primitividad, y no como pérdi­
da anómala o anhelo utópico del sentido íntegro» (ídem, p. 160).
DECONSTRUYENDO A AUSTIN 15 5

pre en relación con otro; no por su identidad sino por su dife­


rencia, es decir, por su carácter grafemático. Todo performativo,
en la medida en que requiere de un código instituido por con­
vención -pues sólo puede realizarse con palabras-, está afecta­
do por la arbitrariedad del signo lingüístico que apuntaba
Saussure y que, sostiene Derrida, atañe no sólo al significante,
sino incluso al significado. En la medida en que está siendo for­
mulado en un código, puede ser extraído del contexto inme­
diato en el que ocurre y repetido en uno distinto, adquiriendo
nuevas significaciones en función de las nuevas relaciones dife­
renciales que establezca. Dado que el contexto no se puede ana­
lizar de modo exhaustivo, la identidad del grafema no será
determinable en sí misma; todo acto de habla, al estar intrínse­
camente constituido por ese carácter grafemático, incluirá la
posibilidad de estar siendo emitido en un contexto que lo re-
lativiza como cita, como broma o como metáfora. Por lo tanto
no es posible distinguir rigurosamente el uso normal y la cita,
la palabra seria y la jocosa, el sentido literal y el metafórico:

Pues, en fin, lo que Austin excluye como anomalía, excepción, lo


«no-serio», la cita (en la escena, en un poema, o en un soliloquio),
¿no es la modificación determinada de una citacionalidad gene­
ral -de una iterabilidad general, más bien- sin la cual no habría
siquiera un performativo «exitoso»? De manera que -consecuen­
cia paradójica pero ineludible- un performativo con éxito es for­
zosamente un performativo «impuro» (Sec, p. 367).

La argumentación de Derrida concluye así con una parado­


ja, mas no una reducción al absurdo. No es la primera vez que
Derrida se manifiesta en contra de la lógica del tercio excluso,
que nos obliga a elegir entre dos posibilidades alternativas sin
mezcla alguna entre ellas: o el lenguaje es serio o es broma, o es
literal o es metafórico, o es normal o es parasitario. La parado­
ja que Derrida persigue como conclusión es que no puede ser
lo uno sin ser lo otro: que para ser exitoso todo performativo
ha de utilizar un código y, por ese motivo, sufre el riesgo de ser
I 56 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

re-iterado en un contexto que no está en la mano del emisor


controlar, que no puede ser cerrado de hecho, sino que está irre­
mediablemente abierto a la diseminación de su sentido. Creer
que es posible vencer, siquiera transitoriamente, esta apertura
del contexto apelando a la pureza del acto pleno es -en el mejor
de los casos- un acto de ingenuidad. Una ingenuidad que no
está exenta de implicaciones nefastas pues, en opinión de
Derrida -u n a opinión que ciertamente puede parecer discuti­
ble- el esfuerzo de Austin por depurar lo normal en el ámbito
del lenguaje cotidiano u ordinario esconde sutilmente «el se­
ñuelo teleológico de la consciencia», que lleva en su interior
«una determinación teleológica y ética», es decir, un ideal de
plenitud que se establece como gradación evaluativa, como
escala de valores en la que lo parasitario aparece, podríamos
decirlo así, como una «caída del estado de gracia». Hay por
tanto un cierto juicio de valor en la propia teoría, cuyos térm i­
nos (éxito/fracaso, afortunado/infortunio, normal/anormal,
ordinario/parasitario) están lejos de ser asépticamente neutros.
Frente a esa escala evaluativa, teleológicamente dirigida por
el espejismo de la plenitud, Derrida propone explorar una vía
distinta: no se trataría ya de distinguir el acto pleno frente al
vacío, el éxito frente al fracaso, la emisión auténtica frente a la
repetida o iterada, sino de «construir una tipología diferencial
de formas de iteración» (Sec, p. 368).9 Sólo así sería posible
escapar a ese discurso ético y teleológico que subyuga nihilista­
mente la realidad a la supuesta perfección -siempre prometida,
pero siempre por llegar- de la idea. 10

9 Ver posibles desarrollos de esta tipología diferencial en el artículo de Fish


antes citado (particularmente las pp. 700-10) y en el de Rose Macelay «An Apo-
logy for Parasitism: Revisiting an Old Debate in the Theory of Narrative Art»,
Minerva - An Internet Journal o f Philosophy, 5, 2001.
10 En opinión de Kenaan (op. cit., p. 131), no se trataría sólo de m ostrar que
la posibilidad del fracaso es inherente al éxito, sino de poner en cuestión la propia
noción de éxito -transm isión efectiva de un contenido entre los hablantes- como
ideal regulativo de la filosofía del lenguaje. Sin embargo, no parece que Kenaan
acierte al considerar esto como una crítica a Derrida que, en su opinión, sólo
DECONSTRUYENDO A AUSTIN 157

El acontecimiento de la firma

El tercer y último apartado de Sec, que lleva por título «Fir­


mas», constituye una derivación desde la cuestión de las emi­
siones orales -a las que, como recuerda Derrida en la cita que
antepone a su texto, Austin se había ceñido «por mor de la sim­
plicidad»- a la de la escritura. Recordamos que, en un princi­
pio, Austin había intentado delimitar el ámbito de lo perfor-
mativo con criterios semánticos (ciertos verbos que implicaban
acciones) o gramaticales (uso en primera persona del presente
de indicativo...) pero que, visto el fracaso de tales intentos, se
vio obligado a acudir a criterios pragmáticos que no apelan
únicamente a la emisión lingüística (lo que de hecho se dice),
sino también al contexto en el que acontece dicha emisión
(quién, cómo y dónde dice lo que dice). No obstante, en un
intento por justificar su preferencia inicial por las formas de
primera persona del indicativo presente de la voz activa, Austin
había apuntado a la justificación pragmática de que, en esos
usos, se hace referencia a «la fuente de la enunciación».
Austin no duda que en las proferencias orales dicha fuente
-que no es otra cosa que la consciencia intencional del hablan­
te - haya de estar presente haciendo patente su función en la
emisión lingüística; pero - y aquí encuentra Derrida la pista
para intentar rebatir esa idea- el inglés estima que en las enun­
ciaciones escritas la ligadura con la fuente de la enunciación
está igualmente garantizada por la firma. A pesar de que un
escrito esté realizado con la impersonal letra tipográfica de una
máquina, la presencia de la firma manuscrita, con lugar y fecha,
indica que la fuente de la enunciación, el sujeto firmante, estu­
vo presente en el momento de la escritura; gracias a esa presen­
cia diferida, representada por la realización de un acto inten­
cional pretendidamente original como es la firma, el texto tiene

habría dado el primer paso, sin acometer el segundo; por el contrario, es probable
que Derrida estuviera apuntando en ese mismo sentido (ver, por ejemplo, las pri­
meras páginas de Sec, anteriormente analizadas, donde insta a considerar la comu­
nicación como algo distinto de la mera transmisión exitosa de un sentido).
158 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

en el momento de la lectura el mismo sentido intencional que


tendrían las palabras, oralmente enunciadas, caso de estar el fir­
mante presente.
Y, ante este razonamiento, Derrida se pregunta por la natu­
raleza de las firmas: «¿Hay algo semejante? La singularidad de
un acontecimiento de firma ¿se produce alguna vez? ¿Hay fir­
mas?» (Sec, p. 371). Para que un trazo de tinta en el papel pueda
ser considerado firma, ha de ser necesariamente repetible, ite-
rable, pues es su forma lo que reconocemos, y no la materiali­
dad de su realización. Y si la firma es iterable, su originalidad es
discutible, siendo concebible la ocurrencia de la misma forma en
ausencia de la fuente de la enunciación que la ha realizado, es
decir, fuera del contexto en el que la fuente estaba presente. Por
supuesto que las firmas existen, se realizan todos los días, pero «la
condición de posibilidad de estos efectos es simultáneamente, una
vez más, la condición de su imposibilidad, de la imposibilidad de
su pureza rigurosa» (ídem). La cuestión no es únicamente que la
firma pueda ser imitada o falsificada, sino que incluso una firma
realizada por el propio sujeto, en determinadas circunstancias,
puede no ser considerada como firma válida: puede haberla rea­
lizado bajo coacción, de modo inconsciente y maquinal, malin-
terpretando el texto que se le antepone, del cual más tarde habrá
de desdecirse, o sin prever ulteriores malinterpretaciones del
mismo, que el propio autor habría de considerar más correctas
que la suya propia, de haberlo considerado con detenimiento. La
firma, en tanto que forma iterable, no garantiza de una vez por
todas la presencia de la fuente de la enunciación, su consciente
autoría de lo dicho: no es más que la huella de esa presencia, una
presencia que se difiere, posponiéndose y alterándose de modo
inevitable, como pone de manifiesto irónicamente la propia firma
de Derrida, estampada al final del texto.
De ser esto cierto con respecto a la firma escrita, sostiene
Derrida, otro tanto ocurriría con la «firma» oral, que es -o pre­
tende ser- la presencia del «autor» como «persona que enuncia»
como «fuente», en la producción del enunciado (Sec, p. 370): esta
«“firmal oral» también sería iterable, al no ser la materialidad
DECONSTRUYENDO A AUSTIN 159

d e s u p r e s e n c ia s i n o s u f o r m a lo q u e v e r d a d e r a m e n t e la d e fin e :
e l g e s to , la e x p r e s ió n , e l t o n o d e la v o z . .. t o d o s e llo s e le m e n to s
c o d if ic a b le s y r e p e t ib l e s , s u s c e p tib le s d e a c o n te c e r e n a u s e n c ia
d e u n a c o n s c i e n c ia i n t e n c i o n a l q u e s u p u e s t a m e n t e lo s d o t e d e
s e n t id o .
D e m o d o a lg o a p r e s u r a d o , D e r r i d a t e r m i n a s u c o n f e r e n c ia
s e ñ a l a n d o la s im p li c a c io n e s q u e c a b e e x t r a e r ' d e lo s a r g u m e n ­
t o s e s g r im id o s : e n p r i m e r lu g a r , q u e la c o m u n i c a c ió n , e n t a n t o
q u e e s c r itu r a , d e ja r ía d e s e r c o n s i d e r a d a c o m o « e l m e d i o d e
t r a n s p o r t e d e l s e n t id o , e l i n t e r c a m b i o d e la s i n t e n c io n e s y d e l
q u e r e r - d e c ir , e l d is c u r s o y la “c o m u n i c a c i ó n ” d e la s c o n s c i e n ­
c ia s» (Sec, p . 3 7 1 ); t o d o s e s to s e le m e n to s c o n s t it u ti v o s d e la
s u b j e ti v id a d h u m a n a , s i g u ie n d o la tó n i c a g e n e r a l d e l p o s t e s -
t r u c t u r a l i s m o , s e r í a n e n r e a l id a d e l e f e c to - n o la fuente- de u n
i n m e n s o ju e g o d e d if e r e n c i a s q u e lo t r a s c i e n d e y lo d is u e lv e . E n
s e g u n d o lu g a r , d u d a D e r r i d a d e q u e , a n t e lo s a c to s c o m u n i c a ­
tiv o s , s e a p r e c i s o u n d e s c i f r a m i e n t o h e r m e n é u t i c o q u e d e s v e le
s u s e n t id o s u b y a c e n te : e s ta i n t e n c i ó n e s ta r ía m a n i f i e s t a m e n t e
d e s e n c a m in a d a , p u e s n o h a b r í a d e h e c h o n i n g ú n s e n t i d o o v e r ­
d a d ú l t i m a id e n t if ic a b l e c o m o e l c o n t e n i d o t r a n s m i t i d o p o r la s
p a la b r a s . E n t e r c e r lu g a r , d e f ie n d e e l m a n t e n i m i e n t o d e lo s t é r ­
m in o s escritura y ausencia c o m o p a r t e d e u n a e s t r a te g ia q u e
(oralidad o presencia),
p r e t e n d e in v e r t i r la s o p o s i c io n e s c lá s ic a s
a l ig u a l q u e h i c i e r a N ie tz s c h e c o n t é r m i n o s c o m o materia y
fuerza, a l o p o n e r l o s a lo s d e idea o sentido - l o q u e le v a lió ,
c o m o v im o s a n t e r i o r m e n t e , la a c u s a c i ó n d e H e id e g g e r d e i n c u ­
r r i r e n u n p l a t o n i s m o i n v e r ti d o . D e r r i d a s o s tie n e q u e d ic h a
i n v e r s ió n es n e c e s a r ia si d e h e c h o la d e c o n s t r u c c i ó n a s p i r a a
a c t u a r s o b r e e l « c a m p o d e f u e r z a s n o d is c u r s iv a s » q u e s u b y a c e
a s u p ro b le m á tic a . La n o c ió n d e escritura e n la o b r a d e D e r r i d a
n o c o in c i d e c o n la c o n c e p c i ó n t r a d i c i o n a l d e l t e x t o e s c r ito
- c u e s t i ó n a la q u e v o lv e r e m o s m á s a d e l a n t e - a u n q u e , a la h o r a
d e i n v e r t i r la a n c e s t r a l j e r a r q u í a lo g o c é n t r i c a , p r e f ie r e s e g u ir
u s a n d o e l t é r m i n o a fin d e fa v o r e c e r la l i b e r a c i ó n d e u n a f u e r ­
z a - e l c a r á c t e r g r a f e m á t ic o d e l te x t o e s c r i t o - q u e , d e n t r o d e e sa
m i s m a t r a d i c i ó n , se h a b í a r e s is t id o a q u e d a r s u b y u g a d a .
1 60 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

El carácter apresurado de sus conclusiones pone de mani­


fiesto que la argumentación recorrida por Sec no es propia­
mente una demostración, sino la aportación de un argumento
más, que venga a inclinar la balanza a su favor en la controver­
sia del antisubjetivismo.11 La incardinación de Sec en dicha
controversia sólo es apuntada de pasada al final del texto y en
algún momento esporádico de éste, como cuando apunta que
la iterabilidad que constituye al lenguaje atañe, en su opinión, a
toda forma de experiencia:

Esta posibilidad estructural de ser separado del referente o del sig­


nificado (por tanto, de la comunicación y de su contexto) me
parece que hace de toda marca, aunque sea oral, un grafema en
general, es decir, como ya hemos visto, la permanencia no-presente
de una marca diferencial (separada de su pretendida «produc­
ción» u origen). Yyo extendería esta ley incluso a toda «experien­
cia» en general si aceptamos que no hay experiencia de presencia
pura, sino sólo cadenas de marcas diferenciales (Sec, p. 359).

El paralelismo está claro: en el lenguaje todo signo es grafe­


ma, y exige apelar a lo distinto -su código, su contexto- para ser
comprendido; en la experiencia, todo lo vivido es asimilado en
función de aquello de lo que se diferencia, y todo lo presente en
función de lo ausente: «no hay experiencia de presencia pura,
sino sólo cadenas de marcas diferenciales». De hecho, sólo si la
propia experiencia es, ella misma, diferencial, será susceptible
de ser expresada, y adquirir forma significante. En eso consistió
precisamente la crítica derridiana de la fenomenología de Hus-
serl, a la que antes nos referíamos: la descripción fenomenoló-
gica, al ser necesariamente lingüística, sólo es concebible si
renegamos de la pretendida pureza de lo descrito, que sólo
puede ser descrito si es diferenciable; y sólo puede ser diferen-

11 Marcelo Dascal parece así estar en lo cierto cuando sostiene que Derrida
asumió en principio el debate como una controversia, y no como la disputa en que
term inó degenerando. Ver «How rational. ..», op. cit., pp. 326 y ss.
DECONSTRUYENDO A AUSTIN 161

ciable si está de suyo diferenciado, es decir, si tiene una forma


que tiene que ser iterable, repetible, constituyendo así un grafe-
ma cuya identidad no reside en él mismo, sino en sus relacio­
nes diferenciales con aquello que no está presente. Es decir: el
contenido mismo de la experiencia aparece como una forma de
lenguaje o, más bien, de escritura.
Aquí es donde el planteamiento de Derrida entra en con­
frontación más evidente con la interpretación de la obra de
Austin que hizo Searle. El objetivo de ambos autores parece ser,
en ese sentido, completamente opuesto: la intención de Derri-
da es mostrar que toda experiencia es lenguaje o escritura; para
Searle, en cambio, es el lenguaje el que ha de ser entendido
como correlato de un estado mental, es decir, de una experien­
cia intencional. ¿Es toda experiencia una forma de lenguaje, o
más bien todo lenguaje una forma de experiencia? En esta oca­
sión el orden de los factores sí altera el producto.
V. LA INDIGNACIÓN DEL LEGÍTIMO HEREDERO

Derrida en los Estados Unidos

D e s d e fin a le s d e lo s a ñ o s s e s e n ta h a s ta p r i n c i p i o s d e lo s o c h e n ­
t a la s id e a s d e D e r r i d a h a b í a n i d o p e n e t r a n d o e n e l m u n d o
a n g lo s a jó n d e m o d o f i r m e p e r o ir r e g u l a r . 1 H u b o n u m e r o s o s
e s p e c ia lis ta s q u e a s u m i e r o n e l p l a n t e a m i e n t o d e r r i d i a n o c o m o
u n a a p o r t a c i ó n s u m a m e n t e s ig n if i c a ti v a , r e v o l u c i o n a r i a i n c l u ­
so , a l m e n o s e n d o s d is c ip lin a s : la t e o r í a l i t e r a r i a y la a n t r o p o ­
lo g ía c u l t u r a l .2 P o r u n a p a r t e , e n e l á m b i t o d e la t e o r í a li t e r a r i a ,

1 Es sumamente interesante a este respecto un estudio sociológico de Michele


Lamont en el que, en la línea de Pierre Bourdieu, analiza la distinta difusión del
«theoretical trademark» de Derrida en los ámbitos franceses y estadounidenses
(«How to Become a Dominant French Philosopher: The Case o f Jacques Derrida»,
The American Journal of Sociology, 93:3, 1987, pp. 584-622). En opinión de La­
mont - y haciendo uso de una terminología mercantilista que puede resultar des­
concertante-, la clave del éxito en EE UU del «producto cultural» derridiano, por
encima incluso del que recibió en su propio país, fue efecto de la «segmentación del
mercado cultural»: «la legitimación del trabajo de Derrida en los Estados Unidos se
hizo posible por su adaptación al proyecto intelectual existente, y por un cambio de
público, desde una audiencia general hacia una especializada en literatura» (p. 586).
Frarn;:ois Cusset hace un análisis sociológico detallado de la recepción del postes-
tructuralismo francés en EE en French Theory: Foucault, Derrida, Deleuze & Cía.
y las mutaciones de la vida intelectual en Estados Unidos, Barcelona, Melusina, 2005.
2 A ojos de Searle, la situación era la siguiente: «En muchas disciplinas, por
ejemplo, la filosofía analítica, [los pensadores “postmodernos” ] encontraron el
camino bloqueado por un profesorado sólido y seguro de sí, firmemente com­
prometido con los valores intelectuales tradicionales. Pero en algunas disciplinas,
principalmente las disciplinas de humanidades relacionadas con los estudios lite­
rarios -particularm ente Inglés, Francés y Literatura Comparada-, las normas
académicas existentes eran frágiles, y el camino estaba abierto para una nueva
agenda académica mediante el impacto liberador de las obras de autores como
Jacques Derrida, Thomas Kuhn y Richard Rorty». «Rationality and Realism ...»,
op. cit, p. 71.

[163]
164 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

Derrida dotaba de un discurso filosófico a la nueva metodolo­


gía de lectura que, por el desarrollo de la llamada Escuela de
Yale, iba poco a poco. haciéndose dominante. 3 Hasta entonces,
el modo de lectura convencional, en la línea clásica de los estu­
dios literarios, había tenido su objetivo en la búsqueda fuera del
texto de la explicación del mismo: la lectura no podía detener­
se propiamente hasta que no saliera de la obra, encontrando en
alguna instancia exterior -la intención original del autor, el
contexto social del que surge la obra, su momento histórico .. .­
la tierra firme que permitiera asentar un análisis correcto y
definitivo. Frente a ese protocolo de lectura hermenéutica y
humanista -pues se perseguía interpretar al hombre por detrás
de su obra-, se encontró en la aportación de los postestructu-
ralistas franceses, Derrida a la cabeza, la base filosófica que vino
a corroborar un modo de lectura distinto, que negaba la nece­
sidad -e incluso la posibilidad- de acudir al exterior de la obra
para dotarla de sentido: sería la obra misma o, más bien, su
texto, el que, en su entramado inter e intratextual, ofreciera su
propia clave explicativa. El objetivo de este tipo de análisis lite­
rario es mostrar cómo adquiere sentido un texto -siempre en
función de ese entramado textual-, y no lo que éste significa
-com o si su sentido fuera algo separable del texto mismo, sus­
ceptible de sobrevivir sin él, una vez interpretado. Lo que estaba
en juego era la intencionalidad como fuente de sentido: una
intencionalidad que, mediante la noción estructuralista de códi­
go, era cuestionada como guía de la interpretación literaria.
Por otra parte, en el ámbito de la antropología, Derrida
supuso también un acicate para el desarrollo de los llamados
cultural studies, donde confluyeron diversos modos de relativis­
mo cultural más o menos radical, que se oponían al cientificis­
mo imperante. La concepción de la ciencia contemporánea
como una disciplina que accede progresivamente a la verdad de
3 Harold Bloom, Paul de Man, Geoffrey Hartman, J. Hillis Miller y el propio
Derrida colaboraron en la obra colectiva Deconstruction and Criticism, que resul­
tó especialmente influyente en su momento (Londres/Henley, Routledge & Kegan
Paul, 1979).
LA I N D I G N A C I Ó N D E L L E G Í T I M O H E R E D E R O l6 5

l o re a l, o f r e c i é n d o n o s u n a d e s c r ip c i ó n d e l m u n d o v á lid a d e p o r
sí, m á s a llá d e é p o c a s y c u l t u r a s , e r a c r i ti c a d a c o n e l a p o y o d e
lo s m é t o d o s d e c o n s t r u c c i o n i s t a s , q u e v e n ía n a m o s t r a r lo s
d é b ile s y r a n c i o s f u n d a m e n t o s m e t a f í s ic o s d e e s e i n g e n u o o b j e ­
ti v is m o u n iv e r s a lis ta .
P r e c is a m e n te p o r s u é x ito e n e s to s c ír c u lo s , D e r r i d a fu e c o n s i­
d e r a d o p o r m u c h o s c o m o el e n e m ig o a b a ti r . E ra p re c is o r e f u ta r
el d e c o n s t r u c c i o n is m o , b ie n e n d e f e n s a d e u n p l a n t e a m i e n t o
h e r m e n é u t i c o r e n o v a d o a c e rc a d e la l e c t u r a d e lo s te x to s li te r a ­
rio s , b i e n d e u n r e a lis m o r e v is a d o e n e p is te m o lo g ía , c a p a z d e
h a c e r f r e n te a la d e r i v a re la tiv is ta . E n c u a lq u i e r c a s o , la a p o r t a ­
c ió n d e D e r r i d a d e s p e r tó , a l m e n o s e n lo s á m b i t o s d e la t e o r ía
l i t e r a r i a y la a n tr o p o lo g í a , a q u e ll a p o lé m ic a y c o n f r o n t a c i ó n q u e
é l m i s m o h a b ía b u s c a d o , p r o b a b l e m e n t e , d e m o d o d e li b e r a d o .
N o o b s t a n t e , a p e s a r d e e s ta s o n o r a i r r u p c i ó n e n e l e s p a ­
c io c u l t u r a l a n g lo s a jó n , b u e n a p a r t e d e lo s e s t u d io s filo s ó f ic o s
h a b í a p e r m a n e c i d o , y lo s ig u e e s t a n d o h a s t a a h o r a , c o m p l e t a ­
m e n t e a je n a a la s a p o r t a c i o n e s d e D e r r i d a .4 E s to e s u n s í n t o m a
n a d a o c a s i o n a l d e la f i s u r a q u e d iv i d e g e n e r a l m e n t e a la s h u m a ­
n i d a d e s y , e n c o n c r e t o , a lo s f iló s o f o s , e n la s u n iv e r s id a d e s n o r ­
te a m e r i c a n a s : p o r u n a p a r t e se s u e le e n c o n t r a r u n n ú c l e o d u r o
d e in v e s ti g a d o r e s e n f ilo s o f ía a n a lí ti c a - a l c u a l p e r t e n e c e S e a rle
c o m o u n o d e s u s p r i n c i p a l e s r e f e r e n t e s - , c u y o t r a b a j o se d e s a ­
r r o l l a h a b i t u a l m e n t e e n c o l a b o r a c i ó n c o n la s a p o r t a c i o n e s
c ie n t íf ic a s d e l m o m e n t o , y c u y o o b je t iv o p r i o r i t a r i o es, e n la
m a y o r ía d e lo s c a s o s , la b ú s q u e d a d e u n t e j i d o c o n c e p t u a l c o h e ­
r e n t e c o n u n n a t u r a l i s m o m á s o m e n o s r e d u c c i o n is ta ; p o r o t r a ,
q u e d a u n g ru p o n o rm a lm e n te m in o rita rio , en b u e n a m e d id a
h e r e d e r o d e l p r a g m a ti s m o a m e r ic a n o , q u e r e c ib e u n a n o ta b le

4 La conferencia que impartió Derrida en Oxford en 1967 resultó premoni­


toria: «La cosa fue recibida bastante mal: fría consternación, más que objeción y
crítica, pero explosión de cólera de Ayer, el único que perdió su sangre fría, en
medio de Ryle, Strawson, etc. Cuando me ocurren desgracias [mésaventures] en
Oxford, donde Austin enseñaba (o, más tarde, en Cambridge, aun cuando las
cosas term inan por arreglarse), pienso siempre en él». Papel máquina. La cinta de
máquina de escribir y otras respuestas, Madrid, Trotta, 2003, p. 91.
i 66 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

in f lu e n c ia d e l a filo s o fía c o n ti n e n ta l , p r i n c ip a l m e n t e d e H e id e g -
g e r, q u e n o e s tá p o r t a n t o t a n c o m p r o m e t i d o c o n la s p r e te n s io n e s
d e c ie n t if ic i s m o y f is ic a lis m o , y q u e c o q u e te a m e t o d o l ó g i c a y
e s t il ís t ic a m e n te c o n la l i t e r a t u r a . H u e lg a d e c ir q u e s ó lo e s te
s e g u n d o g r u p o h a s i d o p e r m e a b l e a la s id e a s d e r r id ia n a s . 5 L a
r e l a c ió n e n t r e e s to s d o s g r u p o s n o e s e n a b s o l u t o f l u id a , a p e s a r
de q u e h a y a u to re s q u e h a n tra n s ita d o e n tr e u n o y o tro c o n
c i e r t a s o l tu r a : p ié n s e s e e n R i c h a r d R o r ty , u n d i s i d e n t e d e l p r i ­
m e r g r u p o q u e h a te rm in a d o sie n d o p a ra d ig m a d el se g u n d o ; o
e n H i l a r y P u t n a m q u e , e n la ú l t i m a - p o r e l m o m e n t o - d e s u s
e ta p a s , h a e n t r a d o e n d iá l o g o a b i e r t o c o n lo s p l a n t e a m i e n t o s
a n t i r r e a l i s t a s d e c i e r t a f ilo s o f ía c o n t i n e n t a l . P e r o e s to s m e s t i z a ­
je s s u e l e n s e r m á s b i e n a n e c d ó t ic o s : e n t é r m i n o s g e n e r a l e s , la
fis u ra e n tr e a m b o s m u n d o s a c o s tu m b r a a s e r ta ja n te , n o ta n to
p o r q u e h a y a e n f r e n t a m i e n t o e n t r e e llo s c o m o p o r q u e s e n c i ll a ­
m e n t e , c o m o y a a p u n t á b a m o s e n la i n t r o d u c c i ó n , h a y m u t u o
d e s c o n o c i m i e n t o y d e s d é n ( e l p r o p i o R i c h a r d R o rty , p o r e je m ­
p lo , r e s u l t a b a p r á c t i c a m e n t e u n d e s c o n o c i d o p a r a m u c h o s d e
s u s p r o p i o s c o m p a ñ e r o s d e l n ú c l e o d u r o a n a lí ti c o e n la S ta n -
f o r d U n iv e r s ity , s e g ú n n o s c o n f e s a b a p e r s o n a l m e n t e u n o d e
e llo s ) . E se t i p o d e d e s c o n o c i m i e n t o , m á s q u e e l e n f r e n t a m i e n t o
a b i e r t o , es la tó n i c a g e n e r a l e n e s te c is m a i n t e r n o d e la f ilo s o f ía
a n g l o s a j o n a , u n a e s p e c ie d e m i c r o c o s m o s q u e r e f le j a e l m a c r o ­
c o s m o s d e l e n f r e n t a m i e n t o a n a l í t i c o - c o n t i n e n t a l : lo s f iló s o f o s
d e l n ú c l e o d u r o s u e l e n t r a b a j a r d e m o d o m u y e s p e c i a li z a d o e n
p r o b l e m a s c o n c r e t o s , c o l a b o r a n d o c o n d i s t i n t a s d is c ip l in a s
c ie n tíf ic a s , y s ó lo a t r a v é s d e u n t r a b a j o d e g r u p o c o m b i n a d o
a d q u i e r e n p e r s p e c ti v a s g lo b a le s . D e n t r o d e s u q u e h a c e r c o t i ­
d ia n o , a p o r t a c i o n e s t a n p r o f u n d a m e n t e d iv e r g e n te s y g e n e r a l e s
c o m o la d e r r i d i a n a , s u e l e n p a s a r s e n c i l l a m e n t e d e s a p e r c ib i d a s .
S in e m b a r g o , p o r u n a v e z , é s te n o f u e e l c a s o . 5

5 Incluso dentro de este grupo, la recepción de Derrida es desigual, como


plantea Rorty en «¿Es Derrida un filósofo trascendental?», Escritos filosóficos II.
Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos, Barcelona, Paidós,
1993, pp. 169-82.
LA I N D I G N A C I Ó N DEL L E G ( T I M O H E R E D E R O I Ó 7

Una respuesta inesperada

La reedición de Sec dentro de la revista americana Glyph, seis


años después de ser presentada en el congreso de Montreal, iba
acompañada de una tajante respuesta por parte de Searle ( «Rei-
terating the Differences: A Reply to Derrida», Reply de aquí en
adelante),6 que supuso un pequeño terremoto intelectual a
ambos lados del Atlántico. Al elegir a Austin como objeto de sus
críticas, Derrida había metido el dedo en la herida abierta de
la filosofía norteamericana, abriendo la posibilidad de un en­
cuentro entre dos grandes tradiciones filosóficas. No obstante,
en opinión de Searle, dicho encuentro no llegó siquiera a tener
lugar:

Sería u n e rro r, e n m i o p in ió n , c o n s id e ra r la in te rp re ta c ió n q u e
h ace D e rrid a d e A u s tin c o m o u n a c o n fro n ta c ió n e n tre d o s p r o ­
m in e n te s tra d ic io n e s filosóficas. N o ta n t o p o rq u e D e rrid a n o
h a y a co n se g u id o d is c u tir las tesis c e n tra le s d e la te o ría d el le n ­
g u aje d e A u stin , c o m o p o rq u e h a m a le n te n d id o y te rg iv e rsa d o su
p o sic ió n e n n u m e r o s o s p u n to s c ru c ia le s, c o m o tr a ta r é d e m o s ­
tr a r , d e m o d o q u e la c o n fro n ta c ió n n u n c a lle g a a te n e r lu g a r
(Reply, p. 198).

La ocasión era demasiado perfecta para desaprovecharla:


Derrida había cometido la insensatez de exponerse a que un
peso pesado del núcleo duro viniera a refutar vergonzosamen­
te sus desatinos de postestructuralista. Searle estaba situado en
una posición claramente ventajosa, pues su formación en
Oxford bajo la dirección de Austin le permitía sostener con
autoridad que «el Austin de Derrida es irreconocible. No man­
tiene casi ninguna relación con el original» (Reply, p. 204). El
legítimo heredero de la filosofía de Austin se disponía a
defender a su maestro, haciendo uso de toda su ironía y su sar­
casmo.

Glyph, 1, 1977, pp. 198-208.


I 68 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

Searle es conocido por su habilidad para descartar las posi­


ciones de sus adversarios con frases lapidarias, sin detenerse
siquiera a tomar en consideración vías que tiene por erróneas u
obsoletas, pero en esta ocasión lo hizo con una decena de pági­
nas polémicas, hirientes, que no resultan de fácil acceso hoy en
día: su reticencia a prácticamente cualquier reedición o traduc­
ción del texto obligó a Gerald Graff a incluir un resumen de
Reply, en lugar del texto completo, en la edición de las obras
de Derrida en torno a la polémica .7 ¿Cuáles fueron los motivos
de esa negativa? ¿La dureza retórica del texto? ¿Los supuestos
errores de apreciación en su lectura de Derrida que le fueron
señalados? ¿O más bien, como apunta Mark Alfino, la absoluta
indiferencia con la que Searle prefirió tratar la cuestión?:

El p ro fe s o r S earle d e c lin ó p e r m itir la re im p re s ió n d e este a r t íc u ­


lo e n L im ite d In c p o rq u e , ta l y c o m o él m ism o m e d ijo , n o c o n s i­
d e ra q u e el tip o d e o b ra q u e re a liz a D e rrid a sea le g ítim a (n i, e n su
m a y o r p a rte , in te lig ib le ), y p re fie re n o d a r á n im o s a lo s d e c o n s-
tru c c io n ista s , n i a n a d ie m á s, p r e s ta n d o al d e b a te m á s a te n c ió n d e
la q u e ya h a re c ib id o .8

Parece que Searle no quiso echar más leña a un asunto que


consideró episódico y secundario, casi un divertimento cuya
finalidad habría sido ridiculizar la ilegibilidad y el sinsentido de
un intelectual extraviado. No obstante, esa actitud reticente no
impidió que años después viesen la luz algunos textos en los
que Searle puntualizó y amplió sus críticas al deconstruccionis­
mo, textos que analizaremos con detenimiento en el capítulo

7 Ver Limited Inc, op. cit., pp. vii y 25-7. La John Hopkins University sólo
publicó la revista Glyph entre 1977 y 1981.Aunque el texto no se ha reeditado en
inglés, la reticencia de Searle no ha sido absoluta pues, a pesar de lo dicho, en 1991
apareció inesperadamente una edición en francés, traducida y epilogada por Joe-
lle Proust (Pour réitérer les différences. Réponse á Derrida, Combas, Éditions de
l’Éclat, 1991).
8 «Another Look at the Derrida-Searle Debate», Philosophy and Rhetoric,
24:2, 1991, p. 143.
LA I N D I G N A C I Ó N DE L L E G Í T I M O H E R E D E R O L 69

séptimo, y que sólo utilizaremos esporádicamente aquí cuando


sirvan para aclarar las posiciones ya aparecidas en Reply. En
cualquier caso, y a pesar del tiempo que le dedica, en absoluto
parece estimar Searle que en aquel debate entraran en conside­
ración problemas que pudieran afectar al centro mismo de su
teoría de los actos de habla, menos aún a su filosofía de la
mente o de la sociedad. Intentaremos justificar más adelante
que no creemos que éste fuera el caso sino que, de haber sido
asumido con algo más de seriedad, este choque hubiera condu­
cido hacia una discusión provechosa para todas estas disciplinas,
incitando a una revisión crítica del concepto de intencionalidad
que las recorre transversalmente. En lugar de eso, la tensión del
contexto -entre el núcleo duro de la filosofía analítica y las in­
vasiones del postestructuralismo y posmodernismo continen­
tales- se manifestó en una retórica violenta, que sólo tuvo
como resultado un estéril desencuentro.

Derrida según Searle: escritura y ausencia

Reply se compone de dos apartados: el primero de eUos ( «Wri-


ting, Permanence, and Iterability») discute las ideas de Derrida
acerca de la comunicación y el concepto de escritura, mientras
que el segundo ( ««Derrida’s Austin») se centra en la crítica de
Derrida a la filosofía austiniana. El texto resulta denso, apresu­
rado y, sobre todo, parco en ejemplos -algo que en absoluto es
común en la obra de Searle, y que intentaremos compensar en
nuestro análisis añadiendo ejemplos propios que puedan servir
para aclarar su postura. Inicialmente nos vamos a detener en el
apartado primero para analizar una serie de tesis que Searle
atribuye a Derrida y que, tras la exposición de los dos capítulos
precedentes, deben parecernos cuando menos desconcertantes.
Al principio de Reply encontramos un breve resumen de Sec
que, en líneas generales, no resulta demasiado desacertado, al
menos teniendo en consideración lo que vendrá a continua­
ción. En opinión de Searle, la intención de Derrida habría sido
170 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

mostrar, en primer lugar, que la escritura necesariamente pue­


de funcionar en ausencia del contexto de enunciación y, en
concreto, de la intención presente del hablante, de donde
habría extraído la idea de que la finalidad de la escritura no es
el transporte del sentido entre las consciencias; a continuación,
habría sostenido que las características clásicamente atribuidas
a la escritura atañen por igual a todo lenguaje, a toda comuni­
cación y a toda experiencia en general; finalmente, a modo de
pretendida conclusión, el francés creería haber demostrado que
ninguno de estos fenómenos puede ser explicado como efecto
de actos mediante los cuales las consciencias intencionales de
los hablantes ponen en común sus contenidos. El argumento
tendría como eje el concepto de iterabilidad, que es definido
tácitamente por Searle como la posibilidad de repetición de los
elementos lingüísticos.
Tras este resumen pretendidamente objetivo e inocuo, la crí­
tica de Searle se dirige a la distinción entre lenguaje oral y len­
guaje escrito que, en su opinión, Derrida malinterpreta por
completo. Searle da a entender que, según Derrida, hay dos
aspectos que caracterizarían a la escritura: la iterabilidad y la
ausencia. Frente a esa idea, sostiene Searle, en primer lugar, que
la iterabilidad no es una característica específica de la escritura,
sino un aspecto esencial del lenguaje que atañe a todas sus posi­
bles manifestaciones, en tanto que conducta gobernada por
reglas. Por ejemplo: imaginemos que los elementos lingüísticos
no fueran repetibles, de modo que la emisión de la palabra
«perro» en un momento dado (tt) no pudiera ser considerada
como emisión de la misma palabra, caso de ser realizada en un
momento distinto (tJ. Habría que inventar leyes semánticas y
sintácticas que adscribieran unas normas de uso en cada una
de las posibles ocurrencias (en tp t2,... tn) de esa palabra -que de
hecho no podría ni siquiera ser considerada la misma palabra.
Para que la propia idea de regla sea concebible, es preciso acep­
tar que una cadena fonética semejante entre sí -o una serie de
grafemas, para el caso del lenguaje escrito- cuenta como una
repetición del mismo elemento lingüístico, a pesar de sus dife-
LA I N D I G N A C I Ó N D E L L E G Í T I M O H E R E D E R O
171

r e n d a s e n p r o n u n c i a c i ó n , a c e n t o , g r a f ía , e tc . E s ta c a r a c t e r í s ti c a
n o es m á s q u e u n a a p li c a c ió n d e la d is t i n c i ó n b á s ic a e n t r e la
token identity - i d e n t i d a d d e e je m p la r , p o r la c u a l c a d a e l e m e n ­
to es él mismo- y la type identity - i d e n t i d a d d e t i p o , p o r la c u a l
p u e d e d e c ir s e q u e d i s t i n t o s e j e m p la r e s s o n el mismo, e n la m e ­
d i d a e n q u e c o m p a r t e n c ie r ta s c a r a c t e r í s ti c a s . D ic h a d i s t i n c i ó n
es c o n s t i t u t i v a d e l le n g u a j e , s e a o r a l o e s c r ito , y a f e c ta p o r ig u a l
a to d o s lo s n iv e le s , d e s d e e l f o n e m a h a s t a e l d is c u r s o y d e s d e e l
g r a f e m a h a s t a e l te x to . A h o r a b ie n , c o m o a c la r a r í a S e a rle p o s t e ­
r i o r m e n t e , 9 lo it e r a b l e n o s o n la s m a r c a s o s ig n o s m i s m o s , e n
s u r e a liz a c ió n m a t e r i a l , s i n o lo s ti p o s a lo s q u e p e r t e n e c e n : u n
te x t o n o e s iterado c a d a v e z q u e e s le í d o , s i n o s ó lo c u a n d o s u
c o n t e n i d o e s r e p e t i d o m e d i a n t e u n a c o p ia o r e e d ic ió n . M i
e je m p la r d e El Quijote e s e l m i s m o h o y y a y e r, s in q u e m e d ie
i t e r a c i ó n a lg u n a ; e n c a m b i o , e se e je m p la r y e l q u e h a y e n la
b ib lio te c a s ó lo s o n e l m i s m o e n la m e d i d a e n q u e s o n c a so s q u e
c a e n b a j o e l m i s m o tip o : it e r a c i o n e s d e u n a m i s m a f o r m a .
H a b la r d e i t e r a c i ó n e n e l p r i m e r s e n t i d o e s u n a t r e m e n d a c o n ­
f u s ió n c o n c e p t u a l, p u e s n o in t e r v i e n e it e r a c i ó n a l g u n a e n e l
f e n ó m e n o d e la p e r m a n e n c i a t e m p o r a l .
E n s e g u n d o lu g a r , la a u s e n c i a d e l e m i s o r o d e l r e c e p t o r q u e
s u e le a c o m p a ñ a r a la e s c r i t u r a n o e s e n a b s o l u t o , s e g ú n S e a rle ,
u n r a s g o e s e n c ia l d e la m i s m a , c o m o p a r e c e c r e e r D e r r i d a , p u e s
la e s c r i t u r a p u e d e f u n c i o n a r p e r f e c t a m e n t e e s t a n d o p r e s e n te s
lo s h a b la n t e s . P o r e l c o n t r a r i o , lo q u e d if e r e n c i a a l le n g u a j e
e s c r ito d e l h a b l a d o e s s u d i s t i n t a permanencia: la s e m i s i o n e s
e s c r ita s p e r d u r a n f í s ic a m e n te e n e l t i e m p o , m i e n t r a s q u e la s
p r o f e r e n c ia s o r a le s , c a s o d e n o s e r r e g i s t r a d a s , s o n e f ím e r a s .
P e r m ít a s e n o s a ñ a d i r a q u í u n e je m p lo d e n u e s t r a p r o p i a
co sech a: im a g in e m o s d o s a m ig o s s e n ta d o s ju n to s d u r a n te u n
a b u r r i d í s i m o c o n c ie r to ; u n o d e e llo s n o lo s o p o r t a m á s y d e c i­
d e s a lir d e l a s a la , p e r o a n t e s d e b e a v is a r a l o t r o d e q u e lo e s p e ­
r a r á f u e r a . E n e s ta s i t u a c i ó n p u e d e o p t a r p o r d e c i r l e e n v o z b a ja
«Te e s p e r o f u e r a c u a n d o e s to a c a b e » , o p o r e s c r i b i r e n u n p a p e l

iLiterary Theory and Its Discontents», op. cit., p. 643.


172 C Ó M O H A C E R FILOSOFÍ A C O N PALABRAS

las mismas palabras, a fin de no emitir sonido alguno que pue­


da molestar a sus vecinos. El enunciado emitido sería el mismo,
tanto en la emisión oral como en la escrita; lo único que dife­
rencia el primer caso del segundo es que la proferencia o reali­
zación física del primero no perdura en el tiempo, mientras que
la del segundo sí lo hace. Esta diferencia permite que, horas
después del concierto, el papel pueda ser encontrado por un
encargado de la limpieza, estando ausentes los interlocutores
originales, abriéndose la posibilidad de que sea interpretado de
modo distinto, dado que el contexto de emisión no es cono­
cido. Pero ahí no estaría implicada iterabilidad alguna: nota
escrita y nota encontrada serían la misma proferencia, el mismo
token, y no una iteración o repetición del original. En el caso de
que el oyente no hubiera entendido las palabras de su amigo y
éste las hubiera repetido sí habría habido un fenómeno de ite­
ración, pues el mismo enunciado se habría emitido dos veces.
Pero esto podría haber acontecido en el lenguaje oral -p o r no
haber oído bien las palabras- con la misma facilidad que en el
escrito -p o r no haber comprendido la letra.
La iterabilidad, por lo tanto, es un fenómeno que afecta por
igual al lenguaje oral y al escrito. Y lo mismo ocurre con la
ausencia que, aunque suele afectar más al lenguaje escrito, no le
es ni esencial ni exclusiva, pues ambos comunicantes pueden
estar presentes en el momento de la escritura, o ausentes en el
momento de la audición, caso de haber quedado su voz regis­
trada. El argumento de Derrida estaría confundiendo iterabili-
dad, permanencia y ausencia, y no habría atinado a apuntar cuál
de esos aspectos es el que diferencia al lenguaje oral del escrito.
Para colmo de males, el francés habría introducido en este
marasmo el concepto de cita, que sería una combinación de los
fenómenos de la iterabilidad y la realización física de los signos.
Volviendo al ejemplo anterior, imaginemos que el encargado de
limpieza encuentra el papel al día siguiente y, estando ausentes
tanto el emisor original como el receptor, lee en voz alta las
palabras que están escritas en él: «Te espero fuera cuando esto
acabe». Su compañero que, concentrado en el trabajo, no se
LA I N D I G N A C I Ó N DE L L E G Í T I M O H E R E D E R O 173

había percatado de la aparición del papel, se habría indignado


sin duda ante la perspectiva de tener que acabar él solo toda la
faena. Pero el primero le habría tranquilizado de inmediato,
mostrándole que su emisión era en realidad una cita: la itera­
ción de una emisión anterior que había perdurado en el tiempo,
a través de su materialidad escrita (hecho que, por otra parte,
también es circunstancial, pues la cita puede realizarse con
independencia de si la permanencia de lo dicho acontece por
escrito, mediante grabación del sonido, o simplemente por el
ejercicio de la memoria).

La intención y el acto comunicativo

Una vez aclarada la serie de confusiones que dice encontrar en


Sec, Searle constata que «la intencionalidad desempeña exac­
tamente la misma función en la comunicación escrita y en la
oral» (Reply, p. 202), pues ambos tipos de emisión tienen sen­
tido en la medida en que el emisor las ha utilizado intencional­
mente para comunicarse con el receptor: ya escribiera una nota
o hablara en voz baja, el espectador quiso decir lo que dijo, y sus
palabras han de ser interpretadas en ese sentido. Sólo en el caso
de la cita, sobre todo cuando se ha perdido el contexto de emi­
sión, la intención del hablante o escritor original puede resultar
lejana, o incluso inaccesible. Pero del hecho de que puedan
separarse emisión y emisor no se sigue que la emisión haya de
ser interpretada sin tener en consideración la intención con la
que fue emitida. Sin duda, este tipo de interpretación, un tanto
irresponsable, podría llevarse a cabo: podríamos imaginar, por
ejemplo, que las palabras «Te espero fuera cuando esto acabe»
forman parte de una dramática nota de suicidio en la que un
enamorado hace referencia al fin del mundo, única esperanza
que le queda de reencontrarse con su amada perdida, más allá
del tiempo y del espacio que cruelmente los han separado. Y sin
duda esta interpretación nos resultaría más poética y grandilo­
cuente, pero nada nos diría acerca del hecho de que un especta-
174 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

dor estaba hasta el gorro de escuchar a Mozart. Silo que nos inte­
resa es la realidad, por prosaica que ésta pueda resultar, la inter­
pretación correcta de las palabras estará ligada al contexto de emi­
sión y, concretamente, al contenido intencional que el hablante
quiso atribuirles: «fuera» no estaba referido al «más allá», sino al
exterior del teatro; el deíctico «esto» no apuntaba hacia «este
mundo cruel», sino hacia este aburridísimo concierto.
En opinión de Searle, el lenguaje escrito adquiere un carácter
«genuinamente grafemático» -aunque difícilmente puede imagi­
narse lo que viene a significar esta palabra siendo usada por él-
por el hecho de que su ocurrencia permanece en el tiempo, «lo
cual le posibilita sobrevivir a la muerte de su autor, receptor y
contexto de producción» (Reply, p. 201). De este modo, las pala­
bras pueden ser interpretadas como si dijeran algo distinto de lo
que significaron en su uso original. Pero esto no sirve para jus­
tificar la descabellada propuesta de Derrida, según la cual ha­
bríamos de explicar el lenguaje entero sin hacer referencia a la
intención comunicativa que lo produce. Y menos sirve aún el
argumento según el cual en ocasiones utilizamos el lenguaje des­
provisto de intencionalidad. Derrida, recordémoslo, sostenía al
hilo de su discusión con Husserl que la agramaticalidad es un
ejemplo de que ciertas expresiones transgreden la estructura
intencional del lenguaje, sin llegar a decir propiamente nada,
como cuando proferimos la oración «el verde es o». Aquí creía
Derrida encontrar el ejemplo perfecto de que el lenguaje puede
funcionar como forma vacía, totalmente desprovista de intención
significativa. Ciertamente, no es concebible que un color pue­
da ser una conjunción disyuntiva, ni es por tanto expresable tal
idea en el lenguaje. Pero eso no implica según Searle que, al emi­
tir esa oración, estemos usando el lenguaje sin que lo respalde una
consciencia intencional: por el contrario, estamos mencionando
una serie de palabras, sin usarlas propiamente. El argumento está
construido una vez más sobre la confusión de conceptos ridícu-
lamente elementales, en esta ocasión, los de uso y mención.
Esta misma tónica se mantendría según Searle en todo el
texto de Sec, que no sería más que una sarta de argumentos
LA I N D I G N A C I Ó N DE L L E G Í T I M O H E R E D E R O 175

i n c o n g r u e n t e s d o n d e se c o n f u n d e n lo s c o n c e p to s m á s b á s ic o s
d e la f ilo s o f ía a n a l í t i c a , c o n c e p t o s q u e se r u b o r i z a d e t e n e r q u e
h a c e r e x p líc ito s . F r e n t e a t o d a la p a l a b r e r í a d e l f r a n c é s , el e s t a ­
d o u n i d e n s e r e a f i r m a s u s te s is f u n d a m e n t a l e s s o b r e e l le n g u a je ,
q u e c o n s i d e r a o p u e s t a s a la s d e D e r r i d a :

La situ a c ió n , c o n re s p e c to a la in te n c io n a lid a d , es e x a c ta m e n te la
m is m a p a ra la p a la b ra e sc rita y p a ra la h a b la d a : c o m p r e n d e r u n a
e m isió n c o n siste e n re c o n o c e r las in te n c io n e s ilo c u tiv a s d el a u to r,
in ten cio n es q u e p u e d e n e sta r re alizad as d e m o d o m ás o m e n o s
p e rfe c to m e d ia n te las p a la b ra s e m itid a s, se a n éstas e scrita s o
h ab la d a s (Reply, p. 202).

N i n g ú n te x t o h a d e s e r c o n s i d e r a d o p o r sí m i s m o c o m o u n
a c t o c o m u n i c a ti v o , a n o s e r q u e r e p r e s e n t e « la p o s i b i l i d a d m a ­
n i f i e s t a d e l c o r r e s p o n d i e n t e a c t o d e h a b l a in t e n c io n a l » ( íd e m ) .
L a id e a q u e d a m á s c la r a e n u n a r t í c u l o p o s t e r i o r , d o n d e s u b r a ­
y a la d i s t i n c i ó n - a la q u e y a n o s r e f e r im o s e n e l c a p í t u l o s e g u n ­
d o - e n t r e s i g n if ic a d o d e f r a s e y s i g n if ic a d o d e e m is ió n : el s ig n i­
f ic a d o d e la f r a s e n o e s tá d e t e r m i n a d o p o r la s i n t e n c io n e s
c o n c r e t a s d e l h a b l a n t e q u e la e m i te , s i n o p o r la s c o n v e n c i o n e s
lin g ü ís tic a s i m p e r a n t e s . 10 E s o h a c e q u e u n f r a g m e n t o d e c ó d ig o
c u a lq u i e r a , h a y a s id o e m i t i d o c o n s c i e n te e i n t e n c i o n a l m e n t e o
p o r p u r a c a s u a l id a d , p o s e a u n s ig n if ic a d o li te r a l y o b je tiv o . I n ­
c lu s o u n a f r a s e e s c r ita e n la a r e n a p o r e l c a p r i c h o s o i r y v e n ir d e
la s o l a s p o d r í a t e n e r s i g n if ic a d o , e n t a n t o q u e f r a s e , y e je m p li f i­
c a r u n t i p o d e e m i s i ó n l i n g ü ís ti c a . H a s ta e s te p u n t o , la p o s i c ió n
d e S e a r le n o p a r e c e l e j a n a d e la d e D e r r i d a :

u n tex to c o n siste e n p a la b ra s y frases, y c o n tin ú a te n ie n d o sig n i­


ficad o lingüístico, c o n in d e p e n d e n c ia d e las in te n c io n e s d e l au to r.
A dem ás, es ta m b ié n posib le d e fin ir «texto» sin tá c tic a m e n te , c o m o
u n c o n ju n to d e p a lab ras y frases, c o m o q u ie ra q u e se a n p ro d u c i­
das. Y en este caso el sig n ific a d o d e u n te x to p u e d e se r e x a m in a ­

10 «Literary Theory and its Discontents», op. cit., pp. 651 y ss.
176 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

d o d e ja n d o a p a rte c u a lq u ie r in te n c ió n a u to ria l, p o rq u e e l sig n ifi­


c a d o d el te x to c o n siste e n los sig n ificad o s d e las p a la b ra s y frases
d e las q u e e s tá c o m p u e s to ( « L ite ra ry T h e o r y ...» , p . 652).

Ahora bien: sólo cuando el hablante utiliza la frase para co­


municar algo, puede ésta tener intenciones ilocutivas y signifi­
cado en tanto que emisión; un significado que podrá coincidir
o no con el que literalmente cabría adscribir a la frase misma.
De ahí que esta independencia del lenguaje como código no
implique en absoluto una ausencia de intencionalidad en la
base de los fenómenos lingüísticos, pues «el sistema completo
de la sintaxis sólo existe con relación a la intencionalidad hu­
mana» («Literary Theory...», p. 654). En realidad, el significado
de la frase no es más que una abstracta convención que esta­
blecemos a partir de los usos imperantes, es decir, a partir de las
emisiones en las que ha sido usada por los hablantes. Cuando
Derrida sostiene que el lenguaje puede funcionar esencialmen­
te con independencia de la intencionalidad está siendo mani­
fiestamente parcial en su percepción del problema.
¿Por qué manifiesta Derrida esa «preocupante tendencia a
decir cosas que son obviamente falsas»? (Reply, p. 203). En opi­
nión de Searle, porque su concepción del lenguaje es esclava de
dos ilusiones implícitas que, combinadas, resultan nefastas: en
primer lugar, la ilusión de que las intenciones ilocutivas per­
manecen por detrás (lay behind) de las emisiones, como si se
tratara de dos procesos separados: uno, emitir ciertas palabras;
y el otro, pretender decir algo con ellas. Por el contrario, el acto
ilocutivo se realiza al emitir las palabras, no en un misterio­
so segundo plano, que hubiera que sacar a la luz. En segundo
lugar, Derrida sería también esclavo de la ilusión de que las
intenciones han de ser todas conscientes, presentes como un
conjunto separado de estados mentales, aparte del sencillo acto
de escribir o hablar. Incurre así -aspecto que Searle no apunta
explícitamente- en un error similar al que en su opinión carac­
teriza en filosofía de la mente a las teorías «de orden supe­
rior» acerca del funcionamiento de la consciencia, las llamadas
LA I N D I G N A C I Ó N D E L L E G Í T I M O H E R E D E R O
177

Higher-Order Thought Theories: c o n s i d e r a r q u e , p a r a q u e a lg ú n


a c to m e n t a l sea r e a l iz a d o c o n s c i e n t e m e n t e , h a d e h a b e r u n
s e g u n d o a c to p o r el q u e la m e n t e lo monitoriza.11 E m p e r o , en
o p in i ó n d e S e arle, n o h a y d o s a c to s s in o u n o : « h a b la r y e s c r ib ir
s o n d e h e c h o a c ti v id a d e s c o n s c i e n te s in t e n c io n a l e s , p e r o e l
a s p e c to in t e n c io n a l d e lo s a c to s ilo c u tiv o s n o im p lic a q u e h a y a
u n c o n j u n t o s e p a r a d o d e e s t a d o s c o n s c i e n te s , a p a r t e d e s i m p l e ­
m e n t e e s c r ib ir y h a b l a r » (Reply, p . 2 0 2 ).

ElAustin de Derrida, según Searle

E n lo q u e a o íd o s i n c a u t o s p o d r í a p a r e c e r u n a c to d e h u m i l d a d
o d e m o d e s ti a , S e a rle h a b í a s o s t e n i d o a l p r i n c i p i o d e s u Reply
lo s ig u ie n te :

H e d e d e c ir n a d a m á s c o m e n z a r q u e n o e n c o n tr é sus a rg u m e n to s
m u y claros, y q u e es p o sib le q u e yo h a y a m a lin te rp re ta d o ta n p ro ­
fu n d a m e n te [a D errid a] c o m o creo q u e él h a m a lin te rp re ta d o a
A u stin (Reply, p. 198).

T al p o s i b il id a d d e m a l in t e r p r e t a c ió n , h u e lg a d e c ir lo , n o h a ­
b r í a s id o p r o v o c a d a p o r u n d é f ic it d e a te n c ió n o i n t e r é s p o r p a r t e
d e l in t é r p r e te , s i n o p o r la m a lic io s a a m b i g ü e d a d d e l a u t o r o r i g i­
n a l, tr a s la c u a l se e s c o n d e r ía u n d is c u r s o v a c ío e in c o h e r e n te . D e
e s t e m o d o , e n c o n t r a m o s e n la s e g u n d a p a r t e d e Reply u n m em o­
r a b le a c t o d e reported speech, e n e l q u e S e a rle i n t e r p r e t a - p r o b a ­
b le m e n te m a l - d e q u é m o d o D e r r id a m a l in t e r p r e t a a A u s tin .
S e a rle c o m i e n z a s u a n á lis is s o s te n ie n d o q u e « d e a c u e r d o
c o n D e r r i d a , A u s ti n e x c lu y e la p o s i b i l i d a d d e q u e la s e m i s i o n e s
p e r f o r m a t i v a s (y a priori c u a lq u i e r o tr a e m is ió n ) p u e d a n se r1

11 Acerca de las Higher-Order Thought Theories ver el capítulo de David M.


Rosenthal «Explaining Consciousness», en David J. Chalmers (ed.): Philosophy of
Mind. Classical and Contemporary Readings, Oxford, OUP, 2002, pp. 406-21. La
visión alternativa de Searle puede encontrarse en El redescubrimiento de la mente,
Barcelona, Crítica, 1996, cap. VI.
q 8 C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

citadas» (Reply, p. 203), en la medida en que descarta del ámbi­


to del lenguaje ordinario tanto el discurso parasitario como el
discurso de ficción. Al excluir estas formas anormales como
riesgos meramente accesorios del acto performativo, Austin
habría construido su teoría ignorando un aspecto esencial y
definitorio del propio lenguaje.
El problema, ya lo apuntábamos antes, no es que las críticas
de Derrida sean injustas, sino que «el Austin de Derrida es irre­
conocible» (Reply, p. 204): lo que Derrida está criticando no
sería propiamente la filosofía de Austin, sino el efecto de una
lectura falaz y desencaminada, fruto de una larga serie de erro­
res cometidos por el francés en su apreciación de la obra de
Austin y en su propia concepción del funcionamiento del len­
guaje. En primer lugar, Derrida no capta el sentido metodo­
lógico de la exclusión de Austin: el hecho de que se tratara de
una mera estrategia de investigación, cuyo único objetivo era
aislar provisionalmente los casos paradigmáticos. El propio
Searle había aplicado y defendido expresamente esta misma
metodología en Actos de habla:

El e n fo q u e a p ro p ia d o , m e atrev o a su g erir, es e x a m in a r a q u e ­
llos casos q u e c o n stitu y e n el c e n tro d e v a ria c ió n d el c o n c e p to d e
re fe re n c ia y, a c o n tin u a c ió n , e x a m in a r los casos d u d o s o s a la lu z
de su s sem ejan zas y d ife re n c ia s re sp e c to a los p a ra d ig m a s (A ctos
de habla, p. 37).

Dejándose llevar por el sentido peyorativo del término «pa­


rasitario», Derrida considera injustificadamente que la exclusión
de Austin tiene el carácter de un juicio moral inapelable. No obs­
tante, la relación entre lenguaje normal y parasitario es una ino­
cua dependencia lógica, según la cual los usos parasitarios se cons­
truyen sobre los usos ordinarios, que son más básicos. La estrategia
de Austin no sólo es correcta sino necesaria, porque no se puede
explicar el uso parasitario sin recurrir al normal, mientras es
perfectamente posible explicar el uso normal sin recurrir al pa­
rasitario. Imaginemos, por ejemplo, que una persona exclama
LA I N D I G N A C I Ó N DE L L E G Í T I M O H E R E D E R O 179

«¡Mira qué buen día hace!» mientras vemos por la ventana una
terrible tormenta. Si pretendemos explicar cómo funciona la iro­
nía de tal enunciado, necesitaremos mostrar previamente cuál
sería el sentido normal de sus palabras para, a continuación, seña­
lar que la intención del hablante es decir lo contrario de lo que
éstas significan. Sin embargo, para mostrar el significado normal
de la expresión «¡Mira qué buen día hace!» no es preciso explicar
previamente que dicha expresión puede usarse de modo irónico.
El uso irónico es parasitario -es decir, lógicamente dependiente-
del uso normal, y por ese motivo éste ha de ser explicado por la
teoría de los actos de habla antes que aquél, lo cual no implica en
absoluto un juicio moralmente devaluativo del uso parasitario.
En segundo lugar, como efecto del embrollo que analizába­
mos anteriormente, Derrida confunde las nociones de citabili-
dad y parasitismo, distinción directamente relacionada con la
de uso y mención. En el caso de la cita, la expresión está siendo
mencionada, pero no usada; por el contrario, en el caso del para­
sitismo, la expresión está siendo usada, aunque el sentido no sea
el habitual. Pongamos otro ejemplo: imaginemos que, en la
situación anterior, las palabras «¡Mira qué buen día hace!» estu­
vieran escritas en la pared, y el hablante las hubiera pronunciado
sin otra intención que la de comunicar lo que alguien había
escrito. En ese caso el hablante no estaría usando la frase, ni de
modo normal -pues no quiere decir que de hecho haga un buen
día- ni irónicamente -pues tampoco quiere decir lo contrario-,
pues simplemente estaría mencionando la oración. No la usa in­
tencionalmente más que, si acaso, para apuntar cuál fue la inten­
ción del emisor original. La confusión llega al paroxismo cuando
Derrida considera que citabilidad y parasitismo no sólo son lo
mismo, sino que además coinciden con otro concepto distinto,
que es la iterabilidad. Gracias a este marasmo conceptual, Derri-
da llega a la conclusión de que, al excluir provisionalmente las
emisiones parasitarias, Austin excluyó la citabilidad y la iterabili-
dad de los actos de habla. El error en la interpretación derridiana
es, sostiene Searle, imperdonable, pues Austin jamás podría haber
excluido la iterabilidad de su explicación del lenguaje, ni siquie­
18o C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

ra transitoriamente: la repetibilidad de los elementos lingüísti­


cos -su carácter de convenciones regidas por la distinción
ejemplar/tipo- es absolutamente inseparable de la propia idea
de lenguaje, y Austin sabía esto perfectamente.
Pero no acaba aquí la cuestión: aún es posible confundir
más los conceptos al asimilar, como hace Derrida, la distinción
entre lenguaje normal y parasitario con la diferencia entre len­
guaje oral y escritura. Esta regla de tres no funciona porque la
relación entre lenguaje parasitario y normal -así como entre
ficción y no ficción- es de dependencia lógica, como acabamos
de mostrar, mientras que la relación entre oralidad y escritura
es un mero hecho contingente acerca de la historia de las len­
guas humanas. Si bien no es posible entender el lenguaje para­
sitario sin hacer referencia al normal, sí es posible entender en
qué consiste la escritura sin hacer referencia al lenguaje oral,
dada la contingencia de su relación. De hecho, sostiene Searle,
en las matemáticas y el simbolismo lógico, la relación de depen­
dencia es inversa: la escritura es previa a su manifestación oral.
Finalmente, Searle termina criticando la tesis que considera el
objetivo fundamental de Sec: que, como consecuencia de la itera-
bilidad de los elementos lingüísticos, hay una «esencial ausencia
de intención en la actualidad de la emisión». Por el contrario, sos­
tiene Searle, esa iterabilidad es «la presuposición necesaria de las
formas que adopta esa intencionalidad». Es decir, que no hay len­
guaje sin iterabilidad, y que eso no quiere decir que el lenguaje no
sea una actividad consciente e intencional, sino que la iterabilidad
de sus elementos es condición de posibilidad de la manifestación
lingüística de esa intencionalidad - y no aquello que la hace impo­
sible como, según Searle, habría sostenido Derrida.

Falsos amigos filosóficos: la escritura

La sensación que queda después de haber leído Reply es verda­


deramente desconcertante. Por una parte, es preciso admitir
que los argumentos esgrimidos por Searle son de sentido co-
LA I N D I G N A C I Ó N DE L L E G Í T I M O H E R E D E R O 181

m ú n , y q u e la s d is tin c io n e s e s ta b le c id a s e n tr e c ita b ilid a d , p a r a s i­


tis m o , ite ra b ilid a d , e s c r itu r a y p e r m a n e n c ia s o n c la ra s y c e rte ra s ;
p e ro , p o r o tr a , S e a rle d a la im p r e s ió n d e h a b e r m a l e n te n d i d o n o
s ó lo la s te sis c e n tr a le s d e Sec, s in o el o b je tiv o m i s m o q u e se h a b ía
m a r c a d o D e r r id a c o n el te x to - y e n g e n e ra l c o n t o d a s u o b ra .
A n te s d e d e v o lv e r la p a la b r a a D e r r id a c o n el a n á lisis d e s u c o n tr a ­
rré p lic a , c o n v e n d r ía q u e n o s d e tu v ié r a m o s u n m o m e n t o p a r a
t o m a r c o n s c ie n c ia d e h a s ta q u é p u n t o la le c t u r a d e S e a rle es d e s a ­
c e r ta d a p o r ig n o r a r c o m p l e ta m e n te el r ío s e m á n ti c o d e l q u e se
n u t r e n lo s t é r m i n o s d e Sec. L a m e r a tr a d u c c ió n d e l fr a n c é s a l
in g lé s n o es s u f ic ie n te p a r a tr a n s m i t i r el s e n tid o d e lo d ic h o , p u e s
lo s té r m i n o s n o p u e d e n s e r v o lc a d o s a u n id i o m a d is tin to s in p e r ­
d e r lo s e c o s q u e r e s o n a b a n e n el o rig e n : c r e e r q u e té r m i n o s c o m o
écriture o intentionalité p u e d e n s e r s e n c illa m e n te tr a d u c id o s p o r
writing o intentionality, s in q u e se p ie r d a e n el tr á n s it o n a d a d e s u
s e n tid o , es p r o f u n d a m e n t e in g e n u o . P o r q u e la c u e s tió n q u e e s tá e n
ju e g o n o es la tr a d u c c ió n e n tr e le n g u a s , s in o la c a rg a s e m á n tic a ,
te ó r ic a , e m o t iv a e in c lu s o m o r a l, q u e im p lic a n lo s té r m i n o s u s a d o s
e n f u n c ió n d e q u ié n lo s u^tiliza.12*E l m a l e n te n d i d o n o se o r ig in a
c o n u n a m a la tr a d u c c ió n e n tr e la s le n g u a s , s in o c o n la fa lta d e u n a
m a t iz a c i ó n e x p líc ita d e l d is tin to u s o q u e h a c e n a m b o s a u to r e s d e
u n a m is m a te r m in o lo g ía , q u e só lo e n a p a rie n c ia es c o m p a r tid a . A l
ig u a l q u e lo s tr a d u c to r e s d e b e n e v ita r q u e lo s faux-amis le s i n d u z ­
c a n a r e ^ ^ ^ u n a tr a d u c c ió n e q u iv o c a d a p o r el e n g a ñ o s o p a r e c i­
d o d e la s p a la b r a s d e d is ti n to s id io m a s , n o s o t r o s d e b e r e m o s e v ita r
la c re e n c ia a p r e s u r a d a d e q u e , c u a n d o D e r r i d a d ic e écriture y S e a r-
le d ic e writing, a m b o s se r e f ie r e n a lo mismo; p o r e l c o n tr a r i o , s e r á
p re c is o h a c e r p a t e n t e la d i s t i n t a c a r g a q u e lle v a n lo s té r m i n o s d e la
d is c u s ió n , e n f u n c i ó n d e q u i é n lo s u ti l i z a . 13

12 Ver el interesante y controvertible artículo de Yehoshua Bar-Hillel «A Pre-


Requisite for Rational Philosophical Discussion», en Richard Rorty (ed.): The Lin-
guistic Turn. Recent Essays in Philosophical Method, Chicago, The University of
Chicago Press, 1967, pp. 356-9.
13 Acerca de las implicaciones del fenómeno de los falsos amigos para los tex­
tos filosóficos ver el estudio de Pedro J. Chamizo-Domínguez: Semantics and Prag-
matics ofFalse Friends, Londres/Nueva York, Routledge, 2007.
182 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

Curiosamente, cuando en otro momento reflexiona en abs­


tracto sobre la lógica de las conversaciones desde el punto de
vista de la pragmática lingüística, Searle manifiesta ser bien
consciente de ciertas ideas que sin embargo no puso en prácti­
ca en su debate con Derrida: en su opinión, «las conversaciones
sólo pueden proceder cuando está dada una estructura de
expectativas y presuposiciones», pues «implican intencionali­
dad colectiva» («Conversation», op. cit., p. 11); y, para que ése
sea el caso, es decir, para que los interlocutores puedan propia­
mente «estar hablando de lo mismo», es preciso que compartan
una red de creencias previas y un trasfondo común (condiciones
imprescindibles de la intencionalidad, a las que ya nos referi­
mos en el capítulo segundo). No es descabellado pensar que
Searle, pocos años después del fatídico debate con Derrida, lo
tuviera en mente cuando escribió que

a lg u n as d e las co n v e rsa c io n e s m á s fru s tra n te s e in sa tisfa c to ria s


o c u rr e n e n tre p e rs o n a s c o n tra sfo n d o s ra d ic a lm e n te d iferen tes,
q u e p u e d e n h a b la r d u r a n te la rg o tie m p o lo g ra n d o ú n ic a m e n te
m u tu a in c o m p re n s ió n (« C o n v e rsa tio n » , p. 29).

Como bien apunta Habermas en su lectura del debate, los


interlocutores de una conversación «sólo pueden actuar comu­
nicativamente bajo la suposición de atribuciones de significa­
do intersubjetivamente idénticas ».14 Eso sí, la identificación de
dkhas atribuciones de significado, por mucho que deba ser
presupuesta, no puede ser ingenuamente asumida como si se
tratara de un hecho; por el contrario, habrá que sacar a la luz
las condiciones de dicha significación: la red, el trasfondo, la
historia, el río semántico que recorre cada término, a fin de evi­
tar el espejismo de un lenguaje aparentemente compartido.
Comencemos por la palabra escritura: como ya vimos en los
capítulos precedentes, el uso que hace Derrida de dicho térmi-

14 El discurso filosófico de la modernidad, op. cit., p. 240; traducción de Manuel


Jiménez Redondo.
LA I N D I G N A C I Ó N DE L L E G Í T I M O H E R E D E R O 183

no difiere significativamente de su sentido habitual, dando lu­


gar a una confusión de la que el propio autor es perversamente
culpable. Con el fin de evitarla, reservaremos de ahora en ade­
lante el término «escritura» para referirnos al concepto derri-
diano, y hablaremos de «lenguaje escrito» cuando queramos
referirnos al concepto tradicional -definido por el diccionario
de la R.A.E. como la representación del lenguaje «en letras u
otros signos trazados en papel u otra superficie».
El lenguaje escrito, recordémoslo, había representado para
la tradición a la vez una ventaja y un peligro: ventaja de la per­
manencia de lo dicho más allá del instante de la emisión; pe­
ligro de la tergiversación, dado que la emisión escrita puede
separarse del contexto y funcionar en ausencia de emisor,
receptor y referente. Aunque este doble aspecto se había consi­
derado tradicionalmente como un rasgo específico del lenguaje
escrito, es evidente que, desde el momento en que disponemos
de medios técnicos para registrar sonidos y reproducirlos, tam­
bién el lenguaje oral lo presenta: también él tiene esa ventaja y
ese peligro. La idea es que, una vez despejado el espejismo de la
tradición fonocéntrica, hemos de aceptar que lenguaje oral y
lenguaje escrito manifiestan una idéntica disponibilidad a ser
interpretados en ausencia de emisor y receptor; es decir, por
usar la expresión derridiana, que tanto el lenguaje oral como el
escrito son escritura.
La crítica de Searle resulta desconcertante porque en abso­
luto había sostenido Derrida que la iterabilidad y la ausencia
fueran rasgos definitorios en particular del lenguaje escrito, de
los cuales careciera el lenguaje oral. La iterabilidad, ciertamen­
te, corresponde a ambos de modo necesario; y la ausencia -d e
emisor, destinatario y referente- es una posibilidad -n o una
necesidad- que les atañe por igual. Es decir, lo que Searle diri­
ge a Derrida como una crítica es en realidad su propia tesis: que
la iterabilidad y la posibilidad de la ausencia son aspectos cons­
titutivos de todo lenguaje. Traducido a la terminología derri-
diana, paradójicamente, Searle estaría sosteniendo que lengua­
je oral y lenguaje escrito son escritura.
C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

Falsos amigos filosóficos: la intencionalidad

Otro gran término que está aquí en juego siendo sólo compar­
tido de modo falaz y engañoso es el de «intencionalidad». Nin­
guno de los dos autores parece constatar que la carga semántica
del mismo es profundamente distinta en ambos, a pesar de que,
evidentemente, hay aspectos compartidos. Por ejemplo: ambos
son conscientes del origen histórico del término, de que su pri­
mer uso corresponde a la escolástica medieval, y de que fue
recuperado por Franz Brentano en el XIXpara referirse al aspec­
to que él consideraba exclusivo y definitorio de los eventos
mentales: la capacidad de referirse a algo distinto a ellos mis-
mos.!5 Ahora bien: para Brentano, la intencionalidad era un
rasgo de la mente que había de ser objeto de la psicología como
ciencia empírica: son los sujetos empíricos los que, según Bren-
tano, tienen la capacidad de referirse mentalmente a algo fuera
de ellos mismos. Cuando alguien dice, por ejemplo, «Me gus­
ta aquella mesa», los sonidos que emite tienen lugar en su
aparato fonador, sus conceptos y representaciones mentales
acontecen en su cerebro, pero lo referido no se encuentra en un
sitio ni en el otro. Ambos refieren a algo que está fuera del suje­
to, pues sonido y representación mental apuntan al contenido
intencional: la mesa.
Ya vimos anteriormente de qué modo Husserl, discípulo de
Brentano, asumió la idea de la intencionalidad como eje de toda
su fenomenología. A tal fin quiso previamente desprenderla del
sentido psicologista que impregnaba la obra de su maestro: la
intencionalidad a la que se refiere Husserl corresponde al suje­
to trascendental, y no a un sujeto empírico concreto, que pueda
ser objeto de un análisis psicológico. De lo contrario, su feno­
menología no estaría en condiciones de encontrar un fun­
damento a las ciencias empíricas ni, por tanto, de ofrecer una
salida a la crisis de las ciencias europeas -recordémoslo: a su

■5 Franz Brentano, Psychologie Vom Empirischen Standpunkt, Hamburgo, Felix


Meiner, 1973.
LA I N D I G N A C I Ó N D E L L E G Í T I M O H E R E D E R O 185

p é r d i d a d e l s e n t i d o v iv i d o d e s u s c o n s t r u c t o s te ó r ic o s . A t r a ­
v é s d e la id e a d e in t e n c i o n a l i d a d , H u s s e r l p r e t e n d e s a lv a r el
c o n c e p t o d e s u j e to t a n t o d e l p l a n t e a m i e n t o id e a lis ta k a n t i a n o
- i n e v i t a b l e m e n t e a n c la d o e n e l fa la z o b s t á c u l o d e la « c o sa e n
s í » - c o m o d e l s o l ip s i s m o . L a c o n s c i e n c ia i n t e n c i o n a l , e n e s te
s e n t id o , n o e s tá en el mundo - e r r o r q u e , v e ía m o s a n te s , c o m e ­
trascendente, e n t a n t o q u e c o n d i ­
t i ó D e s c a r t e s - , s i n o q u e le e s
c ió n d e p o s ib ilid a d d e l m is m o : es el s u je to tr a s c e n d e n ta l. P o r
o t r a p a r t e , e l m u n d o o b je tiv o , « la s c o s a s m is m a s » , n o s e r ía n e n
ú l t i m a i n s t a n c i a m á s q u e e l c o r r e la t o i n t e n c i o n a l d e e s a c o n s ­
c i e n c ia . I m a g i n e m o s que fu e ra p o s i b le c o n s id e ra r el re ­
s u lta d o in te n c io n a l d e toda e x p e r i e n c ia p o s i b le , s i n l i m i t a c i ó n
t e m p o r a l n i e s p a c ia l a l g u n a ; u n a e x p e r i e n c ia q u e e s t u v i e r a d e s ­
p r o v i s t a d e lo s o b s t á c u lo s q u e h a b i t u a l m e n t e i m p i d e n la c a p t a ­
c ió n d e c ie r to s a s p e c t o s d e la r e a l i d a d p o r e l s u j e to e m p í r i c o
c o n c r e t o , d a d o s lo s lí m i te s d e s u s e n s i b i l i d a d o in t e li g e n c ia . E n
t a l c a so , e l m u n d o o b je t iv o m i s m o s e r ía in d i s c e r n i b l e d e lo
e x p e r i m e n t a d o , d e m o d o q u e n o s e r ía o t r a c o s a q u e e l correla­
to intencional d e e s a e x p e r ie n c ia .
E n e l c a s o d e H u s s e r l , a d e m á s , la n o c i ó n d e i n t e n c i o n a l i d a d
e s tá d i r e c t a m e n t e r e l a c io n a d a c o n la d e eidos o id e a : lo q u e e s tá
p r e s e n t e a n te la m e n t e d e m o d o i n t e n c i o n a l e s la id e a p u r a d e
la c o s a , q u e se d a e n la p r o p i a f a c t ic i d a d d e s u a c o n te c e r c o n ­
c r e t o . C u a n d o y o v e o u n a m e s a , la v e o en tanto que m e s a ; c u a n ­
d o h a b l o c o n u n a p e r s o n a , h a b l o c o n e ll a en tanto que p e r s o n a .
L a e s e n c ia d e la m e s a o d e la p e r s o n a se m e h a c e p r e s e n t e e n
c a d a a c to i n t e n c i o n a l e n e l q u e m e r e l a c io n o c o n u n a m e s a o
u n a p e r s o n a c o n c r e ta s . G r a c ia s a e llo e s p o s ib le r e a l iz a r la ll a ­
m a d a « r e d u c c ió n e id é tic a » , p o r la c u a l la d e s c r i p c i ó n f e n o m e -
n o l ó g i c a p u e d e a c c e d e r a la s e s e n c i a s d e la s c o s a s m i s m a s , e n la
m e d i d a e n q u e e s t á n p r e s e n te s a n t e la c o n s c i e n c ia .16
É sa es la i n t e n c i o n a l i d a d c o n t r a la q u e l u c h a D e r r id a : u n a
i n t e n c i o n a l i d a d q u e a s p i r a a id e n t i f i c a r e l s e r c o n e l eidos p r e ­

16 Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica,


México, Fondo de Cultura Económica, 1993, pp. 17-45.
1 86 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

sente, es decir, con el correlato de una consciencia intencional.


La realidad sería una, la misma, idéntica a sí, sin posibilidad de
que un acto de sospecha viniera a apuntar una diferencia intrín­
seca, una otredad que habría quedado injustamente olvidada,
detrás de los espejismos de la consciencia. El objetivo que Derri-
da se propone abolir no es el concepto de intencionalidad, sino
la tendencia a asimilarlo desde el modelo ideal de la presencia
plena y absoluta. La intencionalidad, Derrida no lo niega, está
ahí como un aspecto ineludible del lenguaje; lo que critica es
que los contenidos intencionales de consciencia se asuman
como cimientos inamovibles, que no requieran mayor explica­
ción ni justificación por el supuesto hecho de que están plena­
mente presentes ante nosotros.
Ahora bien: poco tiene que ver ese concepto de intencio­
nalidad con el que usa Searle, a pesar de que él mismo tienda a
identificarlos de modo impremeditado, dando en ocasiones la
impresión de conocer la tradición continental de modo super­
ficial e indirecto. Éste es manifiestamente el caso en el capítulo
primero de El redescubrimiento de lo mental, donde Searle sos­
tiene que la misma defensa que él realiza de las nociones de
consciencia e intencionalidad frente a las posturas del mate­
rialismo eliminativo es aplicable a la filosofía continental en su
conjunto:

L im ita ré m i d is c u sió n a lo s filó so fo s a n a lític o s, p e ro , a p a re n te ­


m e n te , el m ism o tip o d e im p lau sib ilid ad afecta a la lla m a d a filosofía
c o n tin e n ta l. D e a c u e rd o c o n D re y fu s (1 9 9 1 ), H e id e g g e r y sus
seg u id o res d u d a n ta m b ié n d e la im p o rta n c ia de la c o n sc ie n c ia y
la in te n c io n a lid a d .17

Searle no parece percatarse en absoluto de la enorme dis­


tancia que separa los planteamientos de ambas tradiciones, y
produce sobre el lector un efecto ciertamente desconcertante

17 Op. cit., p. 20, n4; traducción de Luis M. Valdés Villanueva. La obra referi­
da de Hubert L. D re^ns es Being in the World: A Commentary on Heigegger’s Being
and Time División I, Cambridge (Mass.), MIT Press, 1991.
LA I N D I G N A C I Ó N DE L L E G Í T I M O H E R E D E R O 187

al poner en un mismo saco las posiciones funcionalistas o eli-


minativistas y la crítica heideggeriana al trascendentalismo
de Husserl. Y es que, para Searle, esa intencionalidad cuyo
valor se esfuerza en demostrar sería un hecho en el mundo,
acerca de nuestras mentes y, en definitiva, de nuestros cere­
bros. No se trataría de un acto que constituya el mundo obje­
tivo, como ocurría en Husserl, sino de un fenómeno objeti­
vo más, que nos definiría como especie biológica. Husserl
no habría dudado en acusarlo por ello de psicologista, pues
la idea searleana de intencionalidad atañe únicamente a la
mente como realidad empírica -ese «cabillo del mundo» que
Descartes, recordémoslo, creía haber salvado de la duda
m etódica-, y no a la subjetividad como fuente trascendental
de todo posible sentido.18 Probablemente, el propio Derrida
le habría dirigido esa misma acusación - y en algún momen­
to lo hace tácitamente (como en «Limited Inc. a b c», op. cit.,
pp. 66-7)- pues, a pesar de su divergencia con la fenome­
nología de Husserl, el francés hace suya aquella denuncia del
psicologismo.
No obstante, más allá de la diferencia en su forma de con-
ceptualizar la intencionalidad, algo es compartido entre
ambos, y habrá que analizarlo. Quizás incluso haya una mayor
cercanía entre el concepto derridiano y el searleano de inten­
cionalidad que entre ambos y el concepto husserliano, que
ciertamente está guiado por un ideal de presencia plena, a la
que nada puede escapar. Como veremos más adelante, al hacer
depender la noción de intencionalidad de la del trasfondo, en
cierto modo Searle elude esta intención totalizadora. En cual­
quier caso, lo que no conviene olvidar es que los términos uti­
lizados -de los que aquí solamente hemos visto un par de

18 Acerca del distinto posicionamiento ontológico de Husserl y Searle en


torno a las nociones de consciencia e intencionalidad ver L. Sáez Rueda, El con­
flicto..., op. cit., cap. VI y Kevin MuUigan: «Searle, Derrida and the Ends of Pheno-
menology», en Barry C. Smith (ed.): John Searle, op. cit., pp. 261-86. J. J. Acero ha
explorado algunas vías de conexión entre las tradiciones analíticas y fenomenoló-
gicas en «Después del análisis...», op. cit., pp. 11 y ss.
i 88 C Ó M O HA C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

e j e m p l o s - e s t á n le jo s d e r e p r e s e n t a r u n ú n i c o s e n t i d o i n m e ­
d i a t a m e n t e c o m p a r t i d o . 19 E s a i d e n t i d a d s ó l o p o d r á e s t a b le c e r ­
s e c o n u n a g r a n c a u te la , y h a c i e n d o e x p líc ito s n o p o c o s p r e s u ­
p u e s to s .

19 Ian Maclean ha analizado sagazmente otros malentendidos de Reply -en


torno a expresiones como «the play of differences»/«le jeu des différences», «a sim­
ple element»/«un élément simple», «referrals»/«renvois» o «simple presence or
absence»- que son efecto del desconocimiento por parte de Searle de ciertas ideas
previas imprescindibles para una lectura pertinente del texto (op. cit., pp. 59-60).
V I . D E C O N S T R U Y E N D O A S .A .R .L .

Seamos serios...

La contrarréplica de Derrida no se hizo esperar, pues apareció


aquel mismo año de 1977, simultáneamente en francés y en
inglés (en francés en forma de panfleto, y en inglés, traducido
por Samuel Weber, en el siguiente número de la revista Glyph),
siendo posteriormente mucho más leída y conocida que el
breve texto de Searle al que responde. Se trata de un inmenso
artículo de extraño título -«Limited Inc. a b c...», Limited de
ahora en adelante-, cuyo texto está dividido en 23 apartados
de extensión irregular, cada uno de los cuales está precedido
por una letra del alfabeto, comenzando por la d .1 Nada nos dice
el autor acerca de esta caprichosa distribución, aunque cabe
especular que se trate de un guiño a la idea de que el pensa­
miento no puede desvincularse por completo de la forma arbi­
traria de los significantes en los que ha de materializarse. Por
otra parte, el hecho de que no haya apartados correspondientes
a las tres primeras letras del alfabeto puede interpretarse como
un primer golpe de ironía hacia su destinatario, al que habría
que presuponerle «el conocimiento de cierto a b c de la filoso­
fía clásica» (Limited, p. 100) que aparenta no poseer.12

1 Glyph, 11, 1977. Las citas, como indicamos en la introducción, remiten a la


traducción al inglés de Samuel Weber, compilada por Gerald Graff en Limited Inc.,
op. cit. Un meritorio esfuerzo por hacer asimilable el texto de Limited mediante
ejemplos y argumentos especialmente clarificadores es el artículo de Jonathan
Culler «Convention and Meaning: Derrida and Austin», New Literary History,
13:1, 1981. Ver también su Sobre la deconstrucción, op. cit., pp. 100-20.
2 Sobre otras posibles interpretaciones, ver G. C. Spivak: «Revolutions that as
yet have no model: Derrida’s Limited Inc», Diacritics, 10:4, 1980, p. 45

[ 189]
190 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

No sólo el título y la distribución, sino ante todo el propio


texto de Limited resulta, por su estilo, completamente descon­
certante: está plagado precisamente de ese lenguaje parasitario
que está siendo objeto de la polémica, de modo que nunca es
posible saber a ciencia cierta si determinada afirmación ha de
ser leída como seria, sarcástica, irónica o literal. La constante
repetición por parte de Derrida de las palabras «Seamos se­
rios ...» no hace sino crear un mayor desasosiego en el lector,
que a cada paso ha de abandonar la idea de que ya había entra­
do en la parte seria del escrito. De hecho, uno no está nunca
totalmente seguro de que esa seriedad llegue a aparecer final­
mente, de modo que es en la forma del texto, más incluso que
en su contenido, donde Derrida da respuesta a «Sarl» -acróni-
mo que explicaremos más adelante-, retándolo a decidir en
cada frase acerca de la literalidad de su sentido.
Salta a la vista que Limited no fue escrito para convencer con
argumentos: más bien se trata de un extenso ejercicio de vir­
tuosismo en el ancestral - y muy francés- ejercicio de la sátira;
ejercicio que debió hacer las delicias de la camarilla de alle­
gados al postestructuralismo, pero que poco contribuyó a la
aclaración de los numerosos malentendidos que impedían el
desarrollo de un debate medianamente razonable. Bien es ver­
dad que no puede acusarse únicamente a Derrida de tal actitud,
pues el ataque de Searle había sido ciertamente irrespetuoso y
ofensivo; pero habría estado en su mano reducir la tensión del
momento, mostrando que la firmeza de sus argumentos no
precisaba de violencia verbal para manifestarse. En cambio, la
agresividad de su respuesta resulta un tanto desmesurada,
como el propio Derrida reconoce al revisar retrospectivamente
los textos del debate.3
A diferencia de la metodología utilizada hasta ahora, no
analizaremos Limited al hilo del desarrollo del texto pues, aun­
que éste sigue de cerca el orden de las objeciones de Searle ofre­
ciéndoles una réplica detenida y sistemática, el resultado es en

3 Ver el «Afterword» de Limited Inc., op. cit., pp. 111-2.


D E CO N S TR U Y E N D O A S. A. R.L. 191

o c a s i o n e s t e d i o s a m e n t e r e p e t it iv o . P o r e l c o n t r a r i o , i n t e n t a r e ­
m o s r e o r g a n i z a r y s i n t e t i z a r la s id e a s c e n tr a le s - a s í c o m o a lg u ­
n a s d e la s m a r g i n a l e s - r e s e r v a n d o p a r a m á s a d e l a n t e n u e s t r a
a p r e c i a c ió n p e r s o n a l d e la s m is m a s .

Searle según Derrida: reconocerse en el enemigo

E n o p i n i ó n d e D e r r i d a , S e a rle c o n v ie r te a Sec e n « su p ro p ia
r e p r e s e n t a c i ó n a u ti s t a » (Limited, p . 4 6 ), d o m e s t i c a n d o y te r g i ­
v e r s a n d o s u s e n t id o , l e y é n d o l o d e m o d o t a n a p r e s u r a d o y fa lto
d e a t e n c i ó n , q u e e n s u r e s p u e s ta le d e v o lv ió c o m o c r ític a s id e a s
q u e p r e c i s a m e n t e e r a n s o s te n id a s e n Sec c o m o te s is. D e r r i d a
d ic e t e n e r e n o c a s io n e s la e x t r a ñ a s e n s a c ió n d e h a b e r d i c t a d o
Reply él m i s m o , e n c o n t r a n d o s u s p r o p i o s a r g u m e n t o s , e s g r im i­
d o s in e x p l ic a b l e m e n t e e n c o n t r a s u y a .
L a v e r d a d es q u e , al m e n o s e n e ste p u n t o , n o c a b e o t r a a lte r ­
n a ti v a q u e d a rle la r a z ó n al fra n c é s: re s u lta c u a n d o m e n o s s o r ­
p r e n d e n t e q u e S e a rle f u e r a c a p a z d e a tr ib u i r le la te s is s e g ú n la
cual la iterabilidad es un rasgo esencialmente distintivo de la es­
critura, rasgo del que carecería el lenguaje oral, y que permitiría por
tanto establecer una tajante diferencia entre ambos. E l o b je tiv o d e
Sec e r a m a n if ie s ta m e n te o p u e s to : d e m o s t r a r q u e la ite r a b ilid a d e s
n e c e s a r ia m e n te c o m ú n a todo le n g u a je - e in c lu s o a t o d o f e n ó m e ­
n o i n t e n c i o n a l - , lo c u a l p r e c is a m e n te h a r í a im p o s i b le e s ta b le c e r
u n a f ir m e b a r r e r a d is tin tiv a e n tr e le n g u a je o r a l y le n g u a je e s c rito .

La d e m o s tra c ió n d e Sec se m u e v e e n u n á re a d o n d e la d is tin c ió n


e n tre e sc ritu ra y h a b la p ie rd e to d a p e rtin e n c ia , y d o n d e «cada
m a rc a , in c lu y e n d o las q u e s o n orales» , p u e d e ser v ista c o m o «un
g rafem a e n g eneral» (Sec, p. 1O). C ó m o Sarl, q u e c ita e sta m ism a
frase e n la p á g in a sig u ie n te , p u d o tra n s fo rm a rla e n u n a o b je c ió n
a Sec, es u n m iste rio [sic] (L im ited , p p . 4 6 -7 ).

E s ta e x t r a ñ a s e n s a c ió n r e c o r r e t o d a s u le c t u r a d e Reply.
r e c o r d e m o s la f r a s e q u e le p o n e fin , y q u e S e a rle s o s tie n e c o m o
192 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

colofón a su crítica: «La iterabilidad [ ...] es la presuposición


necesaria de las formas que adopta la intencionalidad» (Reply,
p. 208); desconcertado, Derrida se pregunta «¿Cómo puede soste­
nerse seriamente esto como una objeción hacia Sec, y menos aún
afirmar que se trata de “la tesis opuesta’ cuando de hecho se está
diciendo exactamente lo mismo?» (Limited, p. 105). A lo largo
de todo Reply, Searle desarrolla una curiosa estrategia de res­
puesta y reaplicación (reply/reapply), desplegando una retórica
de/hacia Sec (from/to Sec) que pretende desarmar la posición
contraria devolviéndole de modo desconcertante sus propios
argumentos.
Aunque, como decimos, es preciso dar aquí la razón a De-
rrida, no es menos justo apuntar una cierta ingenuidad o, más
bien, un conato de autorrefutación, en su denuncia de la in­
comprensión de Searle. Dejemos planteadas algunas cuestiones
a las que volveremos en el capítulo siguiente: ¿cómo puede sos­
tener Derrida que lo dicho por Searle en Reply es idéntico a lo
dicho por él mismo en Sec? ¿No está asumiendo con ello tácita­
mente aquello que está pretendiendo rebatir, es decir, que un
acto de comunicación pueda ser la traslación entre consciencias
de un sentido puro, separable de las palabras y de los contextos?
Incluso si las emisiones de ambos autores fueran idénticas en
sus estructuras significantes, es decir, incluso si emitieran las
mismas palabras, ¿podríamos con ello sostener que dicen lo
mismo? ¿Qué puede querer decir Searle al sostener que la itera­
bilidad es condición indispensable para la manifestación de la
intencionalidad? Probablemente, que la distinción type/token
rige al lenguaje, al tratarse de una conducta gobernada por
reglas y que, por tanto, la repetibilidad de los elementos lingüís­
ticos es una «condición de posibilidad» del lenguaje mismo. La
iterabilidad sería aquello que hace posible la traslación del sen­
tido. Y, por otra parte, ¿qué puede querer decir Derrida al sos­
tener una tesis idéntica en apariencia? Que esa necesidad es
«condición de imposibilidad» de la transmisión plena del sen­
tido: que, en la medida en que haya iterabilidad, los elementos
del lenguaje adquieren un carácter grafemático, es decir, pasan
D E C O N S T R U Y E N D O A S. A. R.L. 193

a recibir su valor y su sentido de un contexto que no puede ser


acotado de modo definitivo, . algo que hace imposible la deter­
minación estricta y tajante del sentido de lo dicho.
Volviendo a Limited, es patente que toda la discusión se de­
sarrolla en torno a términos que sólo son compartidos en apa­
riencia, términos que orbitan de manera irregular en torno a
la noción de iterabilidad. Searle, recordémoslo, había acu­
sado a Derrida de confundir la cuestión de la iterabilidad con
las de la permanencia, la citabilidad, la ficción, el parasitis­
mo ..., y Derrida se defiende ferozmente:

H a c ia lo q u e Sec se d irig ía, sin c o n fu n d ir c ita b ilid a d c o n p a ra s i­


tis m o (o ficción, lite ra tu ra , te a tro ), e ra a la p o sib ilid a d q u e to d o s
ello s tie n e n e n c o m ú n : la ite ra b ilid a d q u e h a c e p o s ib le a am bas,
la reg la o c o n v e n c ió n « n o rm a l» y su tra n sg re s ió n , tr a n s fo r m a ­
ció n , s im u la c ió n o im ita c ió n (L im ite d , p. 98).

El problema es que el concepto referido por Derrida me­


diante el término iterabilidad aspira a estar configurado por una
lógica distinta, como tantos otros términos centrales en su filo­
sofía: diferancia, escritura, marca, margen, suplemento, fár­
maco ... En todos estos casos el objetivo es mostrar que la úni­
ca forma que tienen de sostenerse los conceptos tradicionales de
la metafísica -el sentido, la idea, la substancia, la esencia, lo
oral . .. - es renunciando a la firmeza absoluta, asumiendo que no
pueden dejar en el exterior aquello a lo que se oponen, sino que
ese otro -el significante, la materia, lo accidental, lo circunstan­
cial, la escritura...- necesariamente los constituye por dentro. En
concreto, la iterabilidad es, simultáneamente, condición de posi­
bilidad del lenguaje -pues sin ella no es posible concebir la forma
significativa, el signo- y condición de imposibilidad del mis­
mo -pues por su culpa ningún lenguaje puede ser pleno y llegar
a borrarse a sí mismo para permitir la pura traslación del senti­
do. Por el contrario, la lógica que rige el quehacer de Searle es en
el fondo la misma que Derrida, apuntábamos antes, ya denunció
en Platón o Rousseau: la del «O/o». O el lenguaje escrito es bene­
194 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

ficioso -pues permite transmitir lo dicho más allá del tiempo y


el espacio- o es perjudicial -pues debilita nuestras facultades y
se presta a la tergiversación. O la iterabilidad es condición de
posibilidad de la intencionalidad y del lenguaje, o es aquello
que hace imposible su plenitud. Partiendo del principio del ter­
cio excluso, ninguna indecibilidad es concebible. Con una lógi­
ca que se construye sobre el temor visceral a la contradicción, a
pesar de los términos aparentemente compartidos, Searle no
habría podido leer Sec de un modo mínimamente competente:
en su lugar, asimiló la postura de Derrida como la alternativa
negativa -la iterabilidad hace imposible el lenguaje como co­
municación intencional-, cuya adopción había de implicar que
la alternativa positiva -la iterabilidad hace posible el lenguaje
como comunicación intencional- fuera negada tajantemente.
Derrida replica que él nunca sostuvo que la intencionalidad
fuera sencillamente imposible: lo que sería imposible es su rea­
lización plena -su telos, aquello hacia lo que tiende como fin
último. La intencionalidad, efectivamente, precisa de la iterabi­
lidad para tener lugar, pues ha de manifestarse en una forma
reconocible, repetible, citable ...; pero es esa misma dependen­
cia lo que hace imposible su manifestación pura y perfecta, de
modo que todo acto intencional está contaminado por la pro­
pia forma en que se manifiesta, al ser ésta iterable en ausencia
de intencionalidad alguna.
Por los mismos motivos hay que dar la razón a Derrida
cuando sostiene que nunca fue suya otra de las tesis que Searle
le atribuye: que la ausencia sea un aspecto ineludible del len­
guaje escrito. Lo que sostiene Derrida es que el lenguaje escrito
puede -necesariamente- funcionar en la ausencia de emisor,
receptor y contexto, lo cual no quiere decir que únicamente
pueda funcionar estando éstos ausentes.

Sec n u n ca dijo q u e esta a u se n c ia sea necesaria, sin o ú n ic a m e n te


q u e es posible (y Sari e stá d e a c u e rd o ) y q u e esta p o sib ilid a d d e b e
p o r ta n to se r to m a d a e n c o n sid e ra c ió n : p e rte n e c e , en ta n to q u e
p o sib ilid a d , a la e s tru c tu r a d e la m a rc a c o m o ta l (L im ite d , p. 4 7).
D E CO N S TR U Y E N D O A S. A. R.L. 195

Los argumentos de Searle al respecto no son pertinentes,


pues se afanan por demostrar que la escritura puede funcionar
estando éstos presentes -com o cuando escribimos una nota a
nuestro compañero durante un concierto-, mientras que lo
que Derrida pretendía sostener es que, incluso estando emisor,
receptor y contexto físicamente presentes, su presencia nunca
llega a determinar de modo definitivo e inapelable el sentido
de lo dicho: siempre es posible que lo que uno ha querido decir
sea distinto de lo entendido -q u e lo que parecía serio resulte
ser una broma, que lo que parecía literal no fuera sino una
metáfora. Y esta indeterminación, este peligro que la tradición
pretendía confinar en los límites del lenguaje escrito, es intrín­
seco a toda comunicación, pues es una implicación necesaria
de la iterabilidad de las formas lingüísticas -iterabilidad que,
como Searle bien sabe, es común a todas sus posibles manifes­
taciones.

Si u n o a d m ite q u e la e s c r itu r a (y la m a rc a e n g e n e ra l) h a d e ser


capaz de fu n c io n a r e n la a u se n c ia d e l em iso r, el re c e p to r, el c o n ­
tex to d e p ro d u c c ió n , etc., eso im p lic a q u e e ste p o d e r, e ste ser
capaz, esta posibilid a d e stá siem pre in s c rita , p o r lo t a n t o necesa­
ria m en te in s c rita como posibilidad e n el fu n c io n a m ie n to o e n la
e stru c tu ra fu n cio n a l d e la m arca. [ ...] n o p u e d e se r p o r m ás
tie m p o p u esta e n tre p a ré n te sis, ex clu id a, d eja d a d e lad o , n i d e
facto n i d e iure, n i siq u iera te m p o ra lm e n te , p o r m o tiv o s a leg a d a-
m e n te m e to d o ló g ic o s. E n la m e d id a e n q u e es esen cial y e s tru c ­
tu ra l, esta p o sib ilid a d e stá sie m p re e n fu n c io n a m ie n to , m a rc a n d o
to d o s los h ech o s, to d o s los e v en to s, in c lu so a q u e llo s q u e a p a re n ­
ta n d is im u la rla (L im ited , p. 48).

La teoría de los actos de habla no puede partir de la nega­


ción de un aspecto constitutivo de los mismos: el hecho de que
el sentido, ya sea en el lenguaje oral o en el escrito, inevitable­
mente se disemina, sin que la supuesta presencia de emisor,
receptor y contexto pueda hacer nada -o, al menos, nada abso­
lutamente determinante y definitivo- por evitarlo.
196 C Ó M O H A CE R FILOSOFÍ A C O N PALABRAS

Derrida’s «Saris “Derrida’s Austin"».

T e n ie n d o e n c u e n ta t o d o lo d i c h o h a s t a a h o r a , v o lv a m o s a d i ­
r i g ir n o s a A u s tin . A l ig u a l q u e S e a rle s o s te n ía e n Reply q u e D e r r i -
d a n o h a b ía e n t e n d i d o a A u s tin , s o s tie n e D e r r i d a e n Limited q u e
S e a rle n o lo h a e n te n d i d o a él n i, p o r ta n t o , a s im ila d o c o r r e c ta ­
m e n t e s u le c t u r a d e A u s tin : « S a rl’s “ D e r r i d a ’s A u s ti n ”», p a r a f r a s e a
e l fr a n c é s c o n ir o n ía , «es ir r e c o n o c ib le » (Limited, p . 8 5 ).
E n o p i n i ó n d e S e a rle , D e r r i d a h a b r í a a t r i b u i d o a A u s ti n la
id e a d e q u e e l le n g u a je n o r m a l n o p u e d e s e r c it a d o , n i u t i l i z a d o
p a r a h a c e r u n a b ro m a , u n a m e tá fo ra o u n m o n ó lo g o te a tra l. S u
f ilo s o f ía d e l l e n g u a j e e s t a r ía c o n s t r u i d a s o b r e la e x c lu s ió n d e
la posibilidad d e e s ta s m a n i f e s t a c io n e s p a r a s ita r ia s , s o b r e la s
c u a le s h a b r í a c a íd o u n j u i c i o m o r a l p e r e n t o r i o , c o m o f o r m a s
d e g e n e r a d a s d e l u s o d e l le n g u a je . N o o b s t a n t e , se d e f i e n d e
D e rrid a , e n Sec n u n c a se s o s tu v o t a l id e a : la a c u s a c i ó n d i r i g i d a
a A u s t i n n o f u e la d e n e g a r la posi.bilidad d e q u e e l l e n g u a j e s e a
c ita d o o parasitado, s i n o la eventualidad d e q u e e s a p o s i b i l i d a d
e s té t e n i e n d o l u g a r e n u n c a s o d a d o :

Sec d is tin g u e c la ra m e n te e n tre p o sib ilid a d y e v e n tu a lid a d ; la p o s i­


b ilid a d o el h e c h o d e q u e los p e rfo rm a tiv o s p u e d a n s ie m p re ser
c ita d o s ( [ ... ] y Sec n u n c a d ijo q u e A u s tin ex clu y era el h e c h o «de
q u e las e m is io n e s p e rfo rm a tiv a s p u e d e n ser citadas») n o es lo m is ­
m o q u e la even tu a lid a d , es d e c ir, el h e c h o d e q u e d ic h o s p o ­
sibles e v en to s -c ita s , « in f o rtu n io s » - e fe c tiv a m e n te te n g a n lug ar,
o c u rr a n , algo q u e A u stin , n o m e n o s in d isc u tib le m e n te , excluye
d e su análisis, e n ú ltim a in s ta n c ia de fa c to y p ro v isio n a lm e n te
(L im ited , p p . 86-7).

A u s ti n , e v i d e n t e m e n t e , t e n í a q u e a s u m i r q u e t o d o le n g u a j e
puede ser citado e n u n m o m e n to d a d o , o u sarse d e m o d o ir ó n i­
co , m e ta fó r ic o ... N o es esa p o s ib ilid a d lo q u e el in g lé s h a b ía
n e g a d o , s e g ú n D e r r i d a , s i n o la eventualidad d e q u e , to m a n d o
u n c a so d e te r m in a d o p r e te n d id a m e n te n o r m a l, e s te m o s e n r e a ­
li d a d a n t e u n a c it a o u n a c to p a r a s i t a r i o . Y, d e s d e lu e g o , e s o sí
D E CO N S TR U Y E N D O A S. A. R.L. 197

lo hace Austin desde el principio de su investigación, al dejar de


lado de modo transitorio el lenguaje citado, teatralizado, mera­
mente mencionado, etc. Partiendo de la delimitación imaginaria
de un lenguaje plenamente normal -aquel caso paradigmático
que, como veíamos en el capítulo primero, se habría ido defi­
niendo mediante la exclusión de una prolongada serie de posi­
bles infortunios-, Austin habría creído -falazmente, en opinión
de Derrida- que su teoría podría desarrollarse en un aséptico
espacio teórico, instalándose apaciblemente a salvo del parasi­
tismo. Éste constituiría una posibilidad necesaria que, eventual­
mente, no se habría realizado en los casos paradigmáticos. Pero
estos casos paradigmáticos no son en realidad, denuncia Derri-
da, más que una ficción metodológica en la que se excluye algo
que formaría parte de modo intrínseco e inevitable de ese
lenguaje normal que pretende ser estudiado: en la vida real no
existe ese caso paradigmático a salvo de toda posible reinter­
pretación, sino que necesariamente la posibilidad del parasitis­
mo constituye a todo acto lingüístico -siendo imposible por
tanto excluir la eventualidad de que dicha posibilidad se esté
realizando en un momento dado .4

D esd e el m o m e n to e n q u e es ite ra b le , c ie rta m e n te , u n a m a rc a


m a rc a d a c o n su p u e s to v a lo r «positivo» («serio», «literal», etc.)
p u e d e se r im ita d a , c ita d a , tr a n s fo r m a d a e n u n «ejercicio», in c lu -
so^ e n u n a « m entira» - e s d ecir, se p u e d e h a c e r q u e im p liq u e su
o tro , su d o b le «negativo». P e ro la ite ra b ilid a d es ta m b ié n , p o r el
m ism o m o tiv o , la c o n d ic ió n d e los v a lo re s lla m a d o s «positivos»
(L im ited , p. 70).

4 Es posible que en este caso estuviera entorpeciendo el diálogo la introm i­


sión, no ya de un falso amigo filosófico de los estudiados en el capítulo preceden­
te, sino de un falso amigo en el sentido semántico más elemental: «éventuel», en
francés, hace referencia a aquello que depende de las circunstancias («de la suite
des événements» ), en un sentido cercano al «eventual» del castellano, que implica
contingencia; por el contrario, el inglés «eventual» tiene el sentido de aconteci­
miento último o final ( «occurring at the end or as a result of a series of events»),
pero en absoluto contingente. Ni Searle ni Derrida señalan expresamente este
posible malentendido. Ver Chamizo-Domínguez, op. cit., pp. 137-41 y 145-6.
198 C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

Austin no niega esa posibilidad necesaria, pero aspira a


domesticarla, negando la eventualidad de su acaecimiento en el
caso paradigmático.5 De este modo, toda su teoría se construye
sobre un olvido consciente y voluntario, que pretende dejar al
margen del lenguaje normal -fuera de él- un aspecto que, en
realidad, lo constituye necesariamente por dentro.

El sujeto, Sociedad Limitada

El problema reside, ya lo apuntaba Sec desde el principio, en la


ambigüedad de la noción de contexto. Nada en el acto de
comunicación lingüística puede ser entendido al margen de él,
de modo que la teoría de los actos de habla estaría teniendo un
comienzo inadecuado si aspirara a ponerlo entre paréntesis por
razones metodológicas, como si se tratara de una cuestión me­
ramente secundaria:

O la d ife re n c ia e n el c o n te x to lo c a m b ia to d o , p u e s d e te r m in a lo
q u e d e te rm in a desde den tro , e n cuyo caso d ifíc ilm e n te p u e d e ser
p u e s to e n tr e p a ré n te sis, siq u ie ra p ro v is io n a lm e n te ; o d e ja c ie rto s
asp ecto s in ta c to s, y esto sig n ifica q u e d ic h o s asp e c to s s ie m p re
p u e d e n se p a ra rse d e l c o n te x to p r e te n d id a m e n te «orig in al» p a ra
e x p o rta rs e o in je rta rs e [«se greffer» e n la v e rsió n fra n c e sa , «graft»
e n la inglesa] e n o tr o lu g a r d o n d e sig a n fu n c io n a n d o d e u n m o d o
u o tr o , c o n firm a n d o p o r t a n t o la tesis « g rafem ática» d e Sec.
P a ra e v ita r h a c e r d e este O /o u n a a lte rn a tiv a o u n a c o n tra d ic c ió n
lógica in s u p e ra b le , el v a lo r d el c o n te x to h a d e se r re e la b o ra d o
m e d ia n te u n a n u e v a lógica, u n a g ra fe m á tic a d e la ite ra b ilid a d
(L im ited , p. 78).

Por una parte, los elementos lingüísticos no son nada sin su


contexto; pero, por otra, comportan una fuerza de ruptura con
5 La relación entre «posibüidad necesaria» y «posibilidad esencial», crucial en
la lectura derridiana de Austin, tiene su origen en la fenomenología de Husserl,
como señala Kevin Mulligan en «Searle, D errida...», op. cit., p. 270.
D E CO N S TR U Y E N D O A S. A. R.L. 199

todo contexto dado, pues pueden funcionar fuera de él. Para


Derrida, este funcionamiento implica que el contexto no es
saturable, es decir, susceptible de ser descrito exhaustivamen­
te de modo que, una vez realizada esa tarea, pudiera ser dejado
de lado. Por mucho que intentemos delimitar el contexto en
el que se realiza un performativo -aspirando, por ejemplo,
a determinar a ciencia cierta si lo dicho se dijo en serio o en
broma, literal o metafóricamente-, siempre quedarán aspectos
por describir, de modo que una lectura ulterior podría venir a
rebatir nuestra interpretación de lo dicho. Cada emisión dada
sólo puede tener sentido en un contexto aunque, a un tiempo,
jamás puede llegar a estar atrapada eventualmente por un con­
texto determinado; su posibilidad de adquirir distintos signifi­
cados no puede ser neutralizada.
La noción de contexto, recordémoslo, está constituida tanto
por elementos externos -el momento y lugar de la enunciación,
los actos o acontecimientos que la preceden y la siguen ...­
como por elementos internos -los estados mentales de emisor
y receptor. Si bien los elementos externos también resultan pro­
blemáticos, es en los internos donde Derrida centra sus críticas
(probablemente por los ecos que cree encontrar de la fenome­
nología husserliana, y que le hacen ver en Searle a un autor más
continental que él mismo). Para que fuera imaginableel caso
normal o paradigmático sobre el que se construye la teoría de
los actos de habla, el contexto interno habría de ser saturable,
es decir, sería preciso que los sujetos en cuestión estuvieran en
los estados conscientes e intencionales perfectamente adecua­
dos. Por ejemplo: para hacer una promesa normal, habría que
tener la intención de cumplir lo prometido (o al menos, recor­
démoslo, de que la emisión nos ponga en la obligación de tener
esa intención); para dar una enhorabuena normal a alguien que
ha ganado un premio, sería preciso tener la creencia de que el
galardonado lo merece; para hacer un ruego normal sería nece­
sario tener el deseo de que lo solicitado efectivamente ocurra.
Creencias, deseos e intenciones habrían de estar plena y perfec­
tamente presentes en el acto de la enunciación, si queremos que
200 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

e l e j e m p l o p a r a d i g m á t i c o s e a s i q u i e r a c o n c e b i b le c o m o ta l , y
a b r a a s í la p o s i b i l i d a d d e d e s a r r o l l a r la p r a g m á t i c a c o m o d is c i­
p l i n a c ie n t íf ic a .6
E l m o d o d e g a r a n t iz a r la c o n c u r r e n c ia d e e s to s e s t a d o s m e n ­
ta l e s es a s e g u r a r la p r o x i m i d a d e n t r e la e n u n c ia c ió n m i s m a y s u
fu.ente, es d e c ir , la c o n s c ie n c ia in te n c io n a l d e l h a b la n te .
E l m i e d o a p e r d e r la p r o x i m i d a d d e la f u e n t e e s tá , r e c o r d é m o s lo ,
e n e l o r i g e n d e l f o n o c e n t r i s m o q u e h a c a r a c t e r i z a d o a la filo s o fía
o c c id e n ta l y d e s u p e r s e v e r a n te r e c e lo a n t e la e s c r itu r a p o r t r a ­
ta r s e d e u n i n s t r u m e n t o q u e p e r m i t e a la p r o f e r e n c ia a le ja rs e
in d e f in i d a m e n t e d e s u f u e n t e d e e n u n c ia c ió n . E sa m i s m a a n s i e ­
d a d p o r m a n t e n e r la p r o x i m i d a d d e la f u e n t e e s lo q u e D e r r i d a
a p u n ta b a e n el ú ltim o a p a r ta d o d e Sec, e n t o r n o a la s f ir m a s .
T o d a la c u e s t ió n d e la s f i r m a s - l a a u to r ía , e l copyright.. . - ha de
s e r p o r t a n t o u n a s p e c to in e l u d ib l e d e la d is c u s ió n , a s p e c to q u e
Reply h a b ía o b v ia d o p o r c o m p le to , p e r o q u e Limited a n a liz a de
m o d o t a n d e t e n i d o c o m o jo c o s o , r e c o r d a n d o q u e to d a f i r m a y
t o d o copyright h a d e m a te r ia liz a r s e n e c e s a r ia m e n te e n u n a
forma, u n a marca q u e , c o m o ta l, p u e d e s e r it e r a b l e e n a u s e n c ia
d e l e m is o r , lo c u a l la h a c e u s u r p a b le , c o r r u p tib l e .
J u g u e t e a n d o c o n e l te m a , D e r r i d a se c o m p la c e e n r e a l iz a r
d iv e r s a s p e r ip e c ia s e s tilís tic a s c o m o , p o r e je m p lo , citar e l copy­
right d e S e a rle r e p e t id a s v e c e s, c it a s d e c ita s d e c ita s , c u e s t i o ­
n a n d o si t a l i t e r a c i ó n p o d r í a d e a l g ú n m o d o a d q u i r i r e l c a r á c ­
t e r d e u n a c to il o c u ti v o o , t a l v e z , h a c é r s e lo p e r d e r a l s u p u e s t o
original:

« « « C o p y rig h t © 1977 b y J o h n R. Searle»»» (L im ite d , p . 31).

Y, r e c o r d é m o s l o , se t r a t a d e u n copyright qu e, a pesar de
a u to r r e f u ta r s e - p u e s D e r r id a s e ñ a la q u e re c ib ió el m a n u s c r ito
c o n esa marca a n te s d e f i n d e a ñ o d e 1 9 7 6 - , h a b r í a d e s e r e je r ­

6 Como indica Dascal, la pragmática «enfoca aquellos aspectos del significa­


do vehiculado por la actividad lingüística en que el sujeto es tratado como agente
intencional pleno». «La pragmática y las intenciones comunicativas», en M. Das-
cal (ed.): Filosofía del lenguaje II: Pragmática, op. cit, p. 33.
D E C O N S T R U Y E N D O A S. A. R.L. 2 0 !

c id o c o n f ir m e z a p o r s u p r o p i e t a r i o , o b s t r u y e n d o , a l m e n o s
p a r c i a l m e n t e , la r e e d i c ió n y la c o p ia .
P o r o t r a p a r t e , p r e g u n t á n d o s e p o r la i d e n t i d a d d e l a u t o r q u e
firm a Reply, D e r r i d a r e c u e r d a q u e é s te m a n i f i e s t a s u a g r a d e c i­
m ie n to d e sd e el p rin c ip io - e n u n a n o ta al títu lo m is m o d e l a r­
t í c u l o - a l m e n o s a d o s p e r s o n a s : D . S e a rle y H . D r e y f u s . P o r u n a
p a r t e , la r e f e r e n c ia a D . S e a rle - p r o b a b l e m e n t e D a g m a r S e a rle ,
s u p r o p i a e s p o s a , a la q u e h a d e d ic a d o h a s t a la fe c h a t o d o s y
cad a u n o d e sus lib ro s - h ace d el copyright a lg o r e f e r i d o «a u n
S e a rle q u e e s tá d i v i d id o , m u l t i p l i c a d o , c o n ju g a d o , c o m p a r t i d o »
(ídem ) ; p o r o t r a p a r t e , la d e u d a c o n H u b e r t D r e y f u s , c o m p a ñ e ­
r o d e S e a rle e n B e rk e le y , a b r e u n a v í a in e s p e r a d a e n la a u t o r í a
c o m p a r t i d a d e l te x to :

¡Vaya u n a firm a co m p licad a! Y, ad e m á s, se h a c e in c lu so m ás c o m ­


pleja c u a n d o la d e u d a in c lu y e a m i v iejo a m ig o , H . D rey fu s, c o n
el cu al yo m ism o h e tra b a ja d o , d is c u tid o , in te rc a m b ia d o id eas, d e
m o d o q u e, si d e h e c h o es a tra v é s d e él c o m o los Searle m e h a n
«leído», « en ten d id o » y « re sp o n d id o » , e n to n c e s ta m b ié n y o p u e d o
re c la m a r a lg u n a «acción» u « o b lig ació n » , u n a p a rtic ip a c ió n en
este h o ld in g , la F u n d a c ió n d e l C o p y rig h t (íd e m ).

Reply n o lo f i r m a p o r t a n t o u n ú n i c o a u t o r , s i n o « 3 + n»; e n
s u o r ig e n n o h a y u n a f u e n t e d e la e n u n c i a c i ó n , s i n o u n a c o n f e ­
d e r a c i ó n d e m a n a n t i a l e s , u n a S o c ie d a d L im ita d a (Limited Inc.)
a la q u e D e r r i d a se v e o b li g a d o a r e s p o n d e r , s i n t i e n d o q u e e n
c ie r to m o d o é l m i s m o p e r t e n e c e a a m b o s b a n d o s d e la c o n ­
t i e n d a . P o r e s o , e n la q u e p r o b a b l e m e n t e s e a la m e j o r e s to c a d a
d e i r o n í a d e t o d o e l te x t o , D e r r i d a d e c id e n o d ir ig i r s e a l a u t o r
de Reply m á s q u e p o r u n a c r ó n i m o d e lo q u e e n r e a l id a d es: u n a
Société á Responsabilité Limitée: S .A .R .L .7

7 Lo hace en Limited, desde la p. 36 en adelante. Huelga apuntar que poca


diferencia hay -si es que hay alguna- entre la pronunciación de Searle y la de
S.A.R.L., de modo que, al igual que ya ocurriera con el término dfférance, Derri­
da introduce una alteración en la grafía que sólo es distinguible del original aten­
diendo al lenguaje escrito. A diferencia de la interpretación que hace Hans-Johann
202 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

De este modo, y aplicando el argumento a su propia perso­


na, sostiene Derrida aparentemente la misma tesis que Searle:
que entre ellos, o entre él y Austin, no se da ninguna «confron­
tación entre dos prominentes tradiciones filosóficas»:

E v id e n te m e n te , Jo h n R. S e a rle y «yo m ism o » n o firm a m o s a q u í,


o h a b la m o s, p o r n o s o tro s m ism o s. N o so m o s m á s q u e « p réte-
n o m s» [te staferro s], « n o m b re s p re sta d o s» , e sp a n ta p á ja ro s. E n
e s ta c o n fro n ta c ió n sim u la d a so m o s « ta p a d e ra s» [ ... ]. P ero estas
«tapaderas» n o re p re se n ta n , c o m o su g ie re Sari, a «dos p ro m in e n ­
tes tra d ic io n e s filosóficas» [ ...] . Lo q u e lleva e l peso, p o r e n c im a
d e ellas, tra n s c e n d ie n d o este c u rio so q u ia sm o , s o n fu erzas d e
n a tu ra le z a n o -filo só fica (L im ite d , p. 3 7 ).8

En un eco nietzscheano, Derrida sospecha que, por detrás de


la consciencia del sujeto, por detrás del sentido que cree dar a
sus emisiones, lo que rige es la fuerza, no siendo la unidad del
hablante más que una máscara que oculta pluralidad y discor­
dancia. Y ante esta tapadera, ¿qué certeza y seguridad habrá de
tener la idea de «contexto saturable»? ¿Cómo -ante quién- po­
drían estar plenamente presentes esos estados intencionales que
supuestamente son inseparables del acto plenamente normal?

e n el « o rigen» d e c a d a a c to d e h a b la sólo p u e d e h a b e r S o cied ad es


q u e s o n (e n m a y o r o m e n o r m e d id a ) a n ó n im a s , c o n o b lig a c ió n o
re s p o n sa b ilid a d lim ita d a - S a r l - , u n a m u ltitu d d e in stan cias, si n o

Glock de este punto, no creemos que Derrida esté acusando a Searle de «falta
de integridad o responsabilidad intelectual» al manifestar estos agradecimientos
(op. cit., p. 257), pues en absoluto le está recriminando algo que hubiese estado en
su mano evitar.
8 La traducción de Samuel Weber altera ligeramente el original: «A l’éviden-
ce John R. Searle et “moi-méme” ne signons pas ici. Nous ne sommes que des
“préte-noms”. Dans ce simulacre de confrontation, nous sommes des “fronts” [...] .
Mais ces “fronts” ne représentent pas comme le suggere Sarl, “two prominent phi-
losophical traditions”. [...] ce qui pese sur eux au-defa de cet étrange chiasme, ce
sont des forces non philosophiques» (Limited Inc., París, Galilée, 1990, pp. 78-9).
D E C O N S T R U Y E N D O A S. A. R.L. 203

d e «sujetos», d e se n tid o s a lta m e n te v u ln e ra b le s al p a ra s itism o


- t o d o s ellos fe n ó m e n o s q u e el «ego c o n scien te» d el h a b la n te y del
o y e n te (ú ltim a s in sta n c ia s d e la te o ría d e los a cto s d e h a b la ) es
in c a p a z d e in c o rp o ra r c o m o tales y q u e , a d e c ir v e rd a d , h a c e to d o
lo p osible p o r ex c lu ir (L im ite d , p p . 7 5 -6 ).

Los presupuestos metafísicos de la teoría de los actos de


habla parecen ser mucho menos asépticos de lo que cabía espe­
rar en un principio.

La intención en la emisión

Llegados a este punto cabría preguntar si hay algo «serio» y


«riguroso» por detrás de los artificiosos juegos de palabras con
los que Derrida ridiculiza a Sarl y su copyright. ¿No podría el
sano sentido común venir a desplomar este inane castillo de
naipes? ¿No está claro que una cosa es un agradecimiento y otra
asumir una co-autoría? ¿Acaso no tiene el autor autoridad
sobre lo dicho, con independencia de con quién haya conversa­
do previamente? Por mucho que aparezcan citados D. Searle o
H. Dreyfus, no es posible cabalmente responsabilizarles por el
contenido de Reply, ya que sólo John R. Searle, persona bioló­
gica y jurídica, es la instancia putativa con responsabilidad y
derecho sobre lo dicho. ¿De qué está hablando Derrida enton­
ces? ¿Hay algún modo de tomarse todo esto en serio?
Para hacer frente a este envite del sentido común es preciso
sospechar acerca de sus raíces, poniendo en duda precisamente
lo que se está dando por sentado de modo acrítico e incuestio­
nado. Eso es lo que ya había intentado hacer Derrida, al anali­
zar la problemática del querer-decir en Husserl: mostrar que,
por la propia constitución del lenguaje, es imposible que el acto
de comunicación consista en la manifestación pura y perfecta,
imperturbada, del sentido pensado por el hablante o escribien­
te, como si se pudiera pensar por una parte, sin lenguaje, y
expresar lo pensado por otra, sin mancha ni pérdida alguna.
204 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

¿Cómo es posible, en general, que una intención venga a mani­


festarse en una expresión? En este punto, Derrida identifica
-quizás apresuradamente, ya lo apuntábamos antes- la noción
searleana de intencionalidad con la husserliana:

«la in te n c io n a lid a d d e se m p e ñ a e x a c ta m e n te el m is m o p a p e l
t a n t o e n la c o m u n ic a c ió n e sc rita c o m o e n la o ral» . C o n o z c o b ie n
este a rg u m e n to . A l ig u a l q u e to d o el s u b s tra to d el d is c u rs o d e
Sarl, es d e c a rá c te r fe n o m e n o ló g ic o ( cf. p o r e je m p lo el O rigen d e
la geom etría d e H u sse rl) (L im ite d , p. 5 6).

Una vez identificado el nuevo oponente con uno anterior­


mente rebatido, Derrida estima que no tiene más que desem­
polvar su crítica de la fenomenología husserliana para combatir
lateoría de Searle:

N u n c a m e h e o p u e s to a esta p o s ic ió n c o m p le ta m e n te , y Sec ta m ­
p o c o lo hace. [. ..] en n in g ú n m o m e n to in v o ca Sec la ausencia,
p u r a y sim p le , d e la in te n c io n a lid a d . T a m p o c o h a y allí n in g u n a
ru p tu r a , sim p le o ra d ic a l, c o n la in te n c io n a lid a d . Lo q u e el tex to
c u e s tio n a n o es la in te n c ió n o la in te n c io n a lid a d sin o su telos, q u e
o rie n ta y o rg a n iz a el m o v im ie n to y la p o sib ilid a d d e u n a im p le -
m e n ta c ió n , re a liz a c ió n y a ctu a liza ció n e n u n a p le n itu d q u e e sta ­
ría presente a n te , e id é n tic a c o n , ella m is m a (íd e m ).9

9 La reaplicación a Searle de las críticas que había realizado a Husserl ha sido


recientemente denunciada por Raul Moati como un desacierto por parte de
Derrida (op. cit., p. 115). Coincidimos con la idea, aunque sólo parcialmente, pues
la atribución a Searle de una concepción no intencionalista y puramente conven-
cionalista de los actos de habla que hace Moati nos parece desmesurada. En la filo­
sofía de Searle, efectivamente, convención e intención no están opuestas, siendo
en lo esencial identificables mediante el principio de expresabilidad -u n movi­
miento no exento de controversia, como puede verse en el capítulo de Frarn¡:ois
Recanati «The limits of expressibility», op. cit., o en nuestro artículo «Can we say
what we mean? Expressibility and background» (Pragmatics & Cognition, 17:2,
2009, pp. 283-308). Pero del hecho de que postule tal principio no se sigue en
absoluto que, como señala Moati, «para Searle, el valor intencional de un enun­
ciado procede enteramente del uso de las convenciones» sin que haya necesidad
alguna de apelar a «la intencionalidad presente de una subjetividad viva» (p. 151).
D E C O N S T R U Y E N D O A S. A. R.L. 205

Searle, efectivamente, lo había intentado rebatir como si


hubiera sostenido que no existe propiamente la intencionalidad,
o que ésta no cumple ninguna función en la comunicación
humana. Pero, sostiene Derrida, no es ésa su postura: él no aban­
dona la noción de intencionalidad, sino que pretende limitar su
tendencia a la idealización, es decir, a postular su contenido como
aquello que tenemos plenamente presente ante nosotros, una pre­
sencia que no quedaría mermada en su manifestación lingüísti­
ca.10 En este doble acto de captación y expresión, el sujeto de la
fenomenología tendría en su mano el ejercicio de una autonomía
sin límites, algo que, en opinión de Derrida, es imposible (o, al
menos, imposible en plenitud). Por el contrario, todo acto de
habla ha de tener algo de acontecimiento: es en parte algo que
hacemos, pero también algo que nos pasa, que nos viene dado,
que puede ocurrirnos o no, en función de un contexto que no
podemos controlar. Esto hace del performativo algo inasible,
incontrolable, y condena al fracaso cualquier intento de domi­
narlo en un sistema -ya provenga de la fenomenología husserlia-
na o de la teoría de los actos de habla.u

De ser así, por ejemplo, la habitación china estaría plenamente capacitada para
efectuar actos de habla, pues su comportamiento concuerda a la perfección con las
convenciones establecidas. Algo de razón sí que hay, por tanto, en la reaplicación
que hace Derrida de las críticas a la fenomenología, aunque, para hilar más fino,
habrá que atender a las limitaciones que implica para la subjetividad la noción de
trasfondo, cuestión a la que volveremos más adelante.
10 Según lo plantea Manfred Frank, para Derrida «los efectos de sentido del
discurso no pueden nunca ser “dominados” y controlados de manera convencio­
nal y con certitumbre cartesiana», de modo que «no hay armonía preestablecida
entre las intenciones animantes y su enunciación», «La loi du langage et l’anarchie
du sens ...», op. cit., p. 399.
11 Derrida ha desarrollado la idea en una conferencia reciente: «El aconteci­
miento debe no sólo sorprender al modo constatativo y proposicional del lenguaje
del saber (S es P) sino que ni siquiera debe dejarse regir por el speech act perfor­
mativo de un sujeto. Mientras yo puedo producir y determinar un aconte­
cimiento mediante un acto performativo garantizado, como cualquier performativo,
por unas convenciones, por unas ficciones legítimas y un determinado “como si”,
no diré, sin duda, que no pasa o no ocurre nada; pero diré que lo que tiene lugar,
lo que ocurre o lo que me ocurre sigue siendo todavía controlable y programable
dentro de un horizonte de anticipación o de pre-comprensión: dentro de un hori-
2 06 C Ó M O H A C E R FI LOS OF f A C O N PALABRAS

Searle había sostenido en Reply -y acusado a Derrida de


creer lo contrario- que en los actos de habla conscientes y nor­
males no hay propiamente dos actos, la emisión y su intención
consciente, sino uno solo, pues «el aspecto intencional de los
actos ilocutivos no implica que haya un conjunto separado de
estados conscientes, aparte de simplemente escribir y hablar»
(Reply, p. 202). En opinión de Searle, es el propio acto de hablar
o escribir el que es intencional por sí mismo, y no porque en
paralelo se esté realizando un oculto acto mental consciente
que lo controle y monitorice. La intención en este tipo de ac­
tos de habla -según una expresión de Searle en la que Derrida
asombrosamente no repara- habría de ser fungible, es decir con -
sumible en el propio acto de la emisión, siendo idéntica con él
y no coexistente en algún misterioso segundo plano mental,
como si por una parte pronunciáramos unas palabras y, por
otra, quisiéramos decir algo con ellas.
Y Derrida contraataca atribuyendo a Searle la idea que él
mismo aparenta combatir:

n in g ú n c rite rio q u e sea s im p le m e n te in h eren te a la e m is ió n m a n i­


fiesta es cap az d e d is tin g u ir u n a e m is ió n c u a n d o es se ria d e la
m is m a e m is ió n c u a n d o n o lo es. Ú n ic a m e n te la in te n c ió n p u e d e
d e c id ir e n este asp e c to , y n o es id é n tic a c o n la «realizació n » . N a d a
p u e d e d is tin g u ir u n a p ro m e s a se ria o sin c e ra d e la m is m a « p ro ­
m esa» n o -s e ria o in sin c e ra , e x cep to la in te n c ió n q u e le d a fo rm a
y la a n im a (L im ited , p p . 6 8 -9 ).

zonte sin más. Forma parte del orden de lo posible controlable, es el despliegue de
lo que y aes posible. Forma parte del orden del poder, del “yo puedo”, del “yo estoy
capacitado para” (I may, I can). No hay sorpresa alguna ni, por consiguiente, acon­
tecimiento alguno en sentido fuerte. [ ... ] La fuerza del acontecimiento es siempre
más fuerte que la fuerza de un performativo. Ante lo que me ocurre, e incluso en
lo que decido [ ... ], ante el/lo otro que llega y me ocurre, toda fuerza performati-
va queda desbordada, excedida, expuesta.» Universidad sin condición, Madrid,
Trotta, 2002, p. 71; traducción de Cristina de Peretti y Paco Vidarte. Esta reivindi­
cación de la heteronomía hace patente la herencia levinasiana que apuntábamos
en el capítulo tercero.
D E CO N S TR U Y E N D O A S. A. R.L. 207

Si de verdad la intención fuera idéntica a la emisión nor­


mal, no habría modo de distinguir una promesa seria de, por
ejemplo, una promesa realizada en broma, o en una representa­
ción teatral: si algo los distingue tajantemente -como pretende
sostener Searle- es que en la primera está supuestamente pre­
sente una intención que no está en la segunda. No obstante, sus
realizaciones pueden ser idénticas en la forma, por lo que en la
propia emisión no está la intención con la que es realizada, sino
que, pace Searle, habrá que buscarla en un misterioso segundo
plano mental. En este sentido, Derrida es tajante: en la medida
en que puede darse el acto sin intención consciente, o la inten­
ción consciente sin el acto, no hay identificación entre ambas:
la posición de Searle es inconsecuente.
Y otro tanto ocurre con la acusación -ciertamente asom­
brosa- según la cual Derrida parece suponer «que todas las
intenciones han de ser conscientes»:12

C o n fro n ta d o c o n esta aserció n , d e b o co n fesar q u e tu v e q u e fro ta r­


m e los ojos. ¿Estaba soñando? ¿H abía leído m al? ¿T raducido mal?
¿Se h a b ía v u e lto el te x to d e p ro n to sarcástico? ¿O incluso, c o m o yo
m ism o h u b ie ra deseado, irónico? ¿Era to d o u n a b ro m a ? ¿Estaba el
p a te n ta d o teó rico - o te ó r ic o s - d e los acto s d e h a b la lla m á n d o n o s
la a te n c ió n p o r olv id a r la existencia d el in co n scien te? [ ... ] S o sten er
q u e p a ra Sec to d a s las in te n c io n e s so n co n scien tes es leerlo a c o n ­
trap ié, e n el s e n tid o d el d ic c io n a rio . P ues allí n o sólo se d ice q u e
to d a s las in te n c io n e s no so n co n scien tes: se dice q u e n in g u n a in te n ­
c ió n p u e d e n unca ser to ta lm e n te co n sc ie n te , o a c tu a lm e n te p re ­
sen te a n te ella m ism a (L im ite d , p. 73).

Derrida llega a afirmar no sólo que Searle lo ha interpreta­


do mal a él, sino que probablemente también haya perdido de

12 «Esta ilusión [que de algún modo las intenciones ilocutivas están por de­
trás de las emisiones] está relacionada con la segunda, que es que todas las inten­
ciones han de ser conscientes. Pero de hecho bastantes pocas de las intenciones
que tenemos son alguna vez traídas a la consciencia, en tanto que intenciones»
(Reply, p. 202).
208 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

vista la posición de su propio maestro, Austin, en la medida en


que éste fue mucho más comedido a la hora de describir los
efectos de la consciencia sobre nuestros actos. De hecho, un
importante pasaje del artículo de Austin «Tres modos de derra­
mar tinta» (al que inexplicablemente Derrida sólo hace una
escueta referencia en una nota) recoge esta misma idea del
carácter limitado de la consciencia y la intención:

A u n q u e te n g a m o s esta n o c ió n d e m i id e a d e lo q u e e sto y h a c ie n ­
d o - y g e n e ra lm e n te c o n c e b im o s esta id ea c o m o si se tr a ta r a d e
u n a lá m p a ra de m in e ro q u e lle v á ra m o s e n la fre n te , ilu m in a n d o
s ie m p re p o r d e la n te d e d o n d e v a m o s -, n o d e b e su p o n e rse q u e h a y
reglas precisas so b re la e x te n sió n y el g rad o d e ilu m in a c ió n q u e
p ro d u ce. L a ú n ic a reg la g e n eral es q u e la ilu m in a c ió n es sie m p re
lim ita d a [lim ited], y ello d e d iv ersas fo rm as. N u n c a se e x te n d e rá
in d e f in id a m e n te a d e la n te .13

La consciencia de la realización de nuestros actos o palabras


siempre es limitada: esto es lo que, según Derrida, Searle pare­
ce haber olvidado, a diferencia de Austin (de modo que, curio­
samente, las críticas de Sec habrían sido más apropiadas para el
primero que para el segundo). Y, sin embargo, ese mismo olvi­
do es precisamente lo que Searle imputa a Derrida.

13 «Tres modos de derramar tinta», Ensayos filosóficos, op. cit., p. 259. La cur­
siva es de Austin. Derrida lo cita en Limited, p. 109, n3. En esta actitud de modes­
tia se apoya Medina para defender la interpretación de «El Nuevo Austin» a la que
nos referíamos en el capítulo primero, que no habría pretendido cerrar la noción
de contexto de modo inapelable, con lo cual las críticas de Derrida no habrían sido
acertadas (Speaking from Elsewhere, op. cit., p. 147). No obstante, es preciso seña­
lar que la modestia de Austin estaba contrarrestada por su infatigable determina­
ción a sacar a la luz todos y cada uno de los elementos implicados en el fenómeno
del acto de habla. Es probable que la misma impaciencia que manifestara en su día
hacia Wittgenstein por considerar que hay incontables juegos de lenguaje al llegar
a enumerar 17 la mostrara también con Medina o Butler cuando afirman que es
imposible saturar las condiciones de contexto. Por ese motivo, nos inclinaríamos
a interpretar este pasaje en el sentido de que es el hablante quien, según Austin,
tiene que asumir sus limitaciones epistémicas, pero no el teórico que reflexiona
acerca del habla.
D E CO N S TR U Y E N D O A S. A. R.L. 209

Intentemos interpretar este tremendo malentendido: parece


que la diferencia entre Searle y Derrida consiste en que, desde la
perspectiva del primero, hay intenciones conscientes e intencio­
nes inconscientes -siendo ambas susceptibles de actuar causal­
mente en nuestros actos- y que, si bien hay tonos de grises entre
ellos, es posible en principio definir y trabajar teóricamente con la
noción de intención plenamente consciente; por el contrario,
según el segundo, la separación entre ambas no puede ser tajante,
como si estuviera en nuestra mano establecer una barrera precisa
entre lo que es plenamente consciente y lo que no lo es. Para
Derrida, no puede haber ninguna intención absolutamente cons­
ciente, pues siempre hay un resto en el inconsciente, algo oculto
que no está presente al sujeto, sin que ello impida, faltaría más,
que tenga sus efectos sobre la conducta. Searle - y esto no lo
apunta Derrida, probablemente por desconocer los detalles de su
postura- sostendría una posición equivalente pero inversa, en el
sentido de que consideraría que no existe ningún estado mental
completa y definitivamente inconsciente, sino que todo estado
mental ha de ser considerado en principio como susceptible de
ser llevado plenamente a la consciencia.14
En definitiva, lo que está en juego en la discusión en torno a
la intención y la emisión es el tipo de evento que sostiene la teo­
ría de los actos de habla: «la plenitud del significado intencional
[vouloir dire], y de los otros valores -d e consciencia, presencia e
intuición originaria- que organizan la fenomenología» (Limited,
p. 58). En este punto, Derrida identifica plenamente la postura de
Searle con la de Husserl, acusando a ambos de considerar que
el lenguaje de algún modo puede traer plenamente a la cons­
ciencia los contenidos de la vida mental, y darles forma expre-
sable sin que, al menos en los casos ideales, sufran alteración
alguna. Inconcebiblemente, en esta crítica Derrida no hace
referencia al «principio de expresabilidad», que había sido in­
troducido de modo explícito por Searle en Actos de habla como
14 La posición de Searle sobre el inconsciente puede encontrarse en El redes­
cubrimiento de la mente, op. cit., cap. VII, o en Mind, a brief introduction, op. cit.,
cap. IX.
2 10 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

uno de sus presupuestos fundamentales -y que difícilmente


puede ser compatible con la noción de inconsciente estructural
que opera en el pensamiento de Derrida-; así como tampoco
apunta a un aspecto fundamental de la teoría de Searle, como
es la noción de trasfondo. En realidad Derrida da muestras de
conocer poco la teoría de Searle y, lo que es peor, parece estimar
que no sea preciso conocerla en profundidad para dirigirle una
crítica demoledora. No obstante, la apelación a conceptos como
la expresabilidad o el trasfondo habría hecho la discusión más
fructífera e interesante, produciendo unos resultados que tal
vez no hubieran sido tan demoledores para la teoría de los actos
de habla como hubiese querido el francés, pero tampoco tan
inocuos como estimó el norteamericano, lo cual intentaremos
demostrar más adelante.

¿Es inocua la metodología?

En el fondo de toda la discusión late un reproche dirigido por


Derrida a la teoría de los actos de habla: que, por detrás de la
idealización metódica, subyace un prejuicio moralizante. Sear-
le, evidentemente, no puede consentir tal reproche pues, en su
opinión, si tanto Austin como él mismo excluyen al lenguaje
parasitario -la cita, la ironía, la metáfora...- en la etapa inicial
de su investigación no es porque les recriminen su anormali­
dad, como si de un defecto moral se tratase, sino porque, desde
un planteamiento estratégico, lo sensato es avanzar de lo senci­
llo a lo complejo, del uso normal al parasitario, del sentido li­
teral al figurado. Searle sostiene en Reply que la idealización es
imprescindible para la realización de una teoría rigurosa acerca
de los actos de habla, pues esa misma idealización es de hecho
condición de posibilidad de cualquier teoría. Ya había defendi­
do explícitamente esta metodología en Actos de habla:

E ste m é to d o , c o n siste n te e n c o n s tr u ir m o d e lo s id e a liz a d o s, es


a n á lo g o al m o d o d e c o n stru c c ió n d e te o ría s q u e fu n c io n a e n la
D E CO N S TR U Y E N D O A S. A. R.L. 2 1 1

m a y o r p a rte d e las ciencias; p o r e je m p lo , la c o n s tru c c ió n d e los


m o d e lo s e c o n ó m ic o s o las e x p lic a c io n e s d el siste m a so lar, q u e
c o n sid e ra a lo s p la n e ta s c o m o p u n to s . Sin a b stra c c ió n e id ealiza­
c ió n n o h ay siste m a tiz a c ió n (A cto s de habla, p. 64).

Newton, por poner un ejemplo, prescinde inicialmente del


problema de la fricción, suponiendo que los movimientos de
los cuerpos sólidos se realizan sin rozamiento alguno ni entre
ellos ni con el aire circundante y, desde esa situación idealizada,
postula las famosas leyes que habrían de definir la mecánica
clásica. Posteriormente, se ve obligado a introducir coeficientes
de rozamiento que permiten a la teoría aproximarse más a la
experiencia cotidiana y real; pero su exclusión inicial no forma
parte de un furtivo mecanismo moralizante -p o r mucho que
un psicoanalista desbocado pudiera, pongamos por caso, rela­
cionar esa negación de la fricción con la aversión puritana al
rozamiento físico. Por el contrario, se trata de una estrategia
metódica, que aspira a simplificar su objeto limitándose a lo
esencial, y que no desprecia los aspectos excluidos de la ideali­
zación, sino que pospone su explicación provisionalmente. Si
uno pretende hacer con los actos de habla lo que Newton hizo
con la mecánica, es preciso que idealice, que deje provisional­
mente de lado aspectos que, aunque siempre acompañen la
experiencia cotidiana, no podrían sino estorbar para la postu­
lación de una teoría explicativamente potente.
Lo que no está claro es que este tipo de idealización pueda
aplicarse a la teoría de los actos de habla sin mayores conse­
cuencias. En este sentido, Derrida reitera su crítica en Limited,
sosteniendo que ni siquiera en una situación idealizada pode­
mos imaginar un caso plenamente normal de acto de habla, en
el que no quepa posibilidad alguna de parasitismo:

in cluso e n el caso id eal, c o n s id e ra d o p o r e stra te g ia , d e b e h a b e r y a


u n c ie rto e le m e n to d e ju e g o , u n a c ie rta h o lg u ra , u n c ie rto g ra ­
d o d e in d e p e n d e n c ia c o n re s p e c to al o rig e n , a la p ro d u c c ió n o a
la in te n c ió n (L im ite d , p. 6 4).
2 12 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

Es la iterabilidad, evidentemente, la responsable de esta hol­


gura: todo acto lingüístico está constituido por elementos nece­
sariamente iterables, grafemáticos, que pueden por principio
extraerse de su contexto supuestamente original y ser injer­
tados en uno distinto, donde lo que aparentaba ser normal
resulte parasitario, y lo literal, irónico o metafórico. No cabe
imaginar el caso plenamente normal, literal y puro como eje
paradigmático de la teoría, más que excluyendo un aspecto
definitorio del fenómeno a estudiar: la corruptibilidad de las
formas lingüísticas, que nos obliga a extender la sospecha sobre
toda pretendida literalidad y toda aparente pureza. Además, la
exclusión de estos fenómenos sí tiene, alega Derrida, un carác­
ter moralizante, en la medida en que en absoluto son asépticos
los términos usados por Austin: «anormalidad», «parasitismo»,
«agonía del lenguaje» ..., todos ellos implican de modo paten­
te y explícito una valoración peyorativa, una concepción de
dichos usos como degeneración o caída del lenguaje desde un
imaginario estado de gracia.
La crítica de Derrida, conviene no olvidarlo, sólo se aplica a
la teoría de los actos de habla como un caso concreto, dentro de
una estrategia más amplia: la deconstrucción tiene por objeto
mostrar que toda teoría, todo proyecto de idealización, está
marcado por la iterabilidad, es decir, lacerado por una différan-
ce que le impide lograr plenamente su objetivo:

N in g ú n p ro c e so o p ro y e c to d e id e a liz a c ió n es p o sib le sin ite ra b i­


lid a d , y e n c a m b io la ite ra b ilid a d «m ism a» n o p u e d e se r id e a liz a ­
da. P ues c o m p o r ta u n lím ite in te r n o e im p u ro q u e la p re v ie n e d e
id e n tific a rse , s in te tiz a rs e o re a p ro p ia rs e [ ...] .
P ero b a jo esas c irc u n sta n c ia s, p o d ría re s p o n d e rse , n o sería
p o sib le , e n se n tid o rig u ro so , se rio y p u ro , n in g u n a te o ría d e los
acto s d e h a b la c ie n tífic a o filosófica. É sa es, p re c isa m e n te , la c u e s­
tió n (L im ite d , p. 71).

El desconcierto de Searle está justificado: caso de asumir el


planteamiento de Derrida, el propio proyecto de una teoría de
D E CO N S TR U Y E N D O A S. A. R.L. 2 13

los actos de habla, que viniera a explicar, regular y predecir el


funcionamiento del lenguaje mediante una teoría rigurosa y
científica, sería sencillamente imposible. Felizmente imposible,
diría Derrida, porque, ignorando el problema de la iterabilidad,
la teoría de los actos de habla estaría intentando peligrosamen­
te extrapolar el modelo de las ciencias naturales a las ciencias
del hombre. Algo del enfrentamiento entre Dilthey y Brentano,
acerca de la necesidad de un método particular para las ciencias
humanas, resuena aún en estas palabras de Derrida, a pesar de
su conocido talante antihumanista:

El len g u aje d e la te o ría sie m p re d eja u n re s id u o q u e n o es fo rm a -


lizable n i id ealiza b le e n té rm in o s d e esa te o ría d el len g u aje. Las
e m isio n es te ó ric a s so n a cto s d e h ab la . Sea m ira d o este h e c h o
c o m o u n p riv ileg io o c o m o u n lím ite d e la te o ría d e los a cto s d e
h ab la, a rr u in a el v a lo r a n a ló g ic o (e n se n tid o e stric to ) e n tr e la te o ­
ría de los a c to s d e h a b la y las d e m á s te o ría s (L im ite d , p p . 6 9 -7 0 ).

Toda teoría, necesariamente, se formula en un lenguaje; el


problema aparece cuando, además de formularse en un len­
guaje, una determinada teoría pretende apresar al lenguaje
mismo. He ahí la descabellada pretensión de la teoría de los
actos de habla, que intenta levantarse del suelo tirando de sus
propios tobillos. Usando un lenguaje serio y riguroso, su in­
tención es delimitar los usos del lenguaje en general; pero,
para hacerlo, ha de utilizar necesariamente un lenguaje meta­
fórico, ¿pues dónde se apoya la analogía entre ciencias experi­
mentales y ciencias humanas, sino en una metáfora? Y esa
analogía estaría en la misma base de la teoría de los actos de
habla, haciendo de toda ella un lenguaje metafórico, figurado,
no literal, como Nietzsche ya denunciara para todo discurso
veritativo en general. La propia teoría de los actos de habla
sería un buen ejemplo de lo que ella misma en principio pre­
tende excluir.
Esta obsesión por la idealización, además, estaría dejando de
lado un aspecto que en absoluto puede ser considerado secun­
214 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

dario o accidental para el fenómeno en cuestión, como podría


ser secundario el rozamiento con respecto al movimiento en la
mecánica newtoniana: la posibilidad del parasitismo es un rasgo
absolutamente inseparable de todo acto de habla, que está inter­
namente caracterizado por la vaguedad y la indefinición:

S earle re c o n o c e la n e c e sid a d d e u n a « id ealizació n d e l c o n te x to


a n alizad o » e n el m ism o m o m e n to e n q u e p re te n d e d e fin ir la «es­
tr u c tu r a d e los a c to s ilo c u c io n a rio s» . A n te la « v a g u ed ad d e n u e s ­
tro s co n cep to s» , q u e p o d ría « llev arn o s al a b a n d o n o d e la p ro p ia
e m p re sa d el an álisis filosófico», re a c c io n a , al m e n o s a p a re n te ­
m e n te , del m ism o m o d o q u e lo s g ra n d e s filósofos d e la tra d ic ió n
h a n h e c h o sie m p re (sien d o A u stin e n este a sp e c to u n a ex cep ció n
p a rc ia l). C o n sid e ra e sta « v a g u ed ad » c o m o algo e x trín se c o , e se n ­
c ia lm e n te a c c id e n ta l y re d u c ib le (L im ite d , p . 67).

Pero esa vaguedad del lenguaje, fruto de la iterabilidad de


sus formas, tal vez sea definitoria, ineludible -diríamos incluso
esencial, de no ser porque la iterabilidad es precisamente lo que
imposibilita cualquier definición firme de la esencia de la cosa.
Caso de excluir esa vaguedad constitutiva, la propia teoría estaría
siendo invalidada en su origen: sería como si Newton hubiera
intentado definir su mecánica prescindiendo provisionalmente
de la idea de espacio: cualquier paso siguiente habría ido ne­
cesariamente desencaminado, pues la exclusión habría dejado
fuera de juego uno de los principios fundamentales de la mecá­
nica misma. Del mismo modo, sostendría Derrida, a la hora de
analizar los actos de habla es imprescindible tomar en conside­
ración que los hablantes sólo pueden manifestar sus propios
contenidos de consciencia de modo confuso e indefinido, a
través de la penumbra de su propio inconsciente, que siempre
permanece parcialmente opaco. Esa finitud y opacidad de la
consciencia tal vez sea inseparable de la cuestión tratada, de
modo que la noción de contexto, necesaria e ineludiblemente,
no puede ser considerada como algo saturable, ni siquiera en
una idealización metódica.
D E C O N S T R U Y E N D O A S. A. R.L. 215

Ficciones teóricas

La presencia de una ficción idealizada en la base de la teoría de


los actos de habla pone de manifiesto, desde un ángulo distin­
to al indicado hasta ahora, esa carencia de fundamentos que
denuncia Derrida: sólo en la ficción literaria -y, probable­
mente, sólo en la mala literatura- es legítimo considerar que las
creencias, deseos o intenciones de los personajes son hechos
completamente cerrados, cuya determinación permite saturar
el contexto y discernir a ciencia cierta los usos normales de los
parasitarios:

«el a u to r ex p re sa lo q u e q u ie re d ecir» n o se p u e d e fo r m u la r id e ­
a lm e n te . E xcepto, eso sí, b a jo la fo rm a d e u n a «ficción», acerca
d e la cu al n o p o d ría y o d e c ir si es o n o seria, o ex te rn a al te r re n o d e
o tro s tipos d e ficción (en p a rtic u la r, al d e la lite r a tu ra ) , p e ro q u e
c ie rta m e n te co n d u c iría a la sig u ie n te p re g u n ta : ¿de q u é m o d o , o
h a sta q u é p u n to , d e riv a el d isc u rso filosófico tra d ic io n a l, y la te o ­
ría d e los actos d e h a b la e n p a rtic u la r, d e la ficción? ¿Es cap az
d e a s u m ir to ta lm e n te la re sp o n sa b ilid a d d e este d isc u rso ficticio, d e
p o sic io n a rs e a sí m ism o c o m o tal? Y, si así fuera, ¿de q u é m o d o ?
E n c u a lq u ie r caso , n o creo q u e este ú ltim o c o n c e p to d e fic c ió n sea
m u y c o m p a tib le c o n la te m a tiz a c ió n d e la fic c ió n q u e h a c e Sear-
le (L im ited , p. 77).

El concepto de «vida real» con el que funciona Searle está


según Derrida contaminado por una concepción, un tanto
ingenua, de la ficción literaria. Imaginemos que tomamos un
personaje de una novela; de él podríamos decir que, en deter­
minado momento de la historia, tiene una serie saturable de
creencias, deseos e intenciones: aquellos que su autor le atribu­
ye. Carece de sentido preguntar cómo sabe el autor que su per­
sonaje se encuentra en esos estados mentales: está en su mano
que así sea, en principio, por ser el personaje una libre creación
suya. Imaginemos que dicho personaje, en la novela, realiza una
determinada emisión lingüística; al conocer todos los elemen­
2 l6 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

tos del contexto, el autor podría determinar el tipo de acto de


habla llevado a cabo: una promesa, una amenaza, una invita­
ción ... Él sabría a ciencia cierta lo que su personaje ha hecho,
pues él le ha hecho hacer lo que hace. Por supuesto, esta con­
cepción de la literatura, dominada por la hegemonía del autor,
sería muy controvertible -y el propio Derrida la consideraría
seguramente desencaminada-, pero da una idea de hasta qué
punto ese modelo de la ficción literaria moldea la concepción
que tiene Searle de la «vida real».^
Tomemos un ejemplo paralelo, procedente de esa «no fic­
ción» en la que supuestamente vivimos: imaginemos que no es
un personaje, sino una persona normal, quien realiza el acto de
habla. Para que hubiera una única interpretación correcta y
definitiva del mismo -com o sería supuestamente concebible en
la ficción-, alguien tendría que estar en la posición privilegiada
en la que dice encontrarse el autor con respecto a su obra. Es
decir: alguien tendría que ser capaz de determinar a ciencia
cierta todos los elementos del contexto, externo e interno, de
hablante y oyentes, que influyen en el acto de habla en cuestión.
Y eso exigiría que alguien tuviera perfectamente presentes ante
sí los contenidos de consciencia de los participantes, que no

‘5 En alguna ocasión, esa asunción del modelo literario a la hora de desarro­


llar la teoría de los actos de habla es abiertamente explícita. Por ejemplo, Searle
sostiene que el acto performativo no se realiza al emitir las palabras en el sentido
en que primero se emiten éstas, y a continuación se realiza el acto, sino en un sen­
tido de inmediatez absoluta. Cuando alguien dice «Yo prometo que vendré a visi­
tarte mañana», su promesa no es un efecto causal de las palabras, un compromi­
so que acontezca inmediatamente después de decirlas, sino un acto completa­
mente simultáneo con la propia emisión. La forma verbal del presente allí utiliza­
da es, según Searle, un «presente presente» similar al que se emplea en una pieza
de teatro para indicar lo que están haciendo los personajes: «Hemos de pensar en
frases como “John se sienta” o “Sally se lleva el vaso a los labios” no como des­
cripciones de una serie de eventos ocurrida previamente, ni como predicciones
de lo que ocurrirá en el escenario, sino como un modelo isomórfico, una especie de
espejo lingüístico de una secuencia de eventos» («How Performatives Work»,
op. cit., p. 106). Realizar un acto de habla performativo sería como ser autor y actor
de nuestra propia obra de teatro, algo que nos garantizaría un control completo
sobre el desarrollo de la trama.
D E C O N S T R U Y E N D O A S. A. R.L. 217

pudiera errar su consideración de los mismos, como el autor


cree no poder equivocarse con respecto a los de sus personajes.
Tal posición privilegiada, en última instancia, no la tiene nadie,
y ni siquiera está repartida entre los hablantes, de modo que
cada uno tuviera plenamente presentes ante sí los contenidos
de su propia consciencia, pues sus respectivas autoconsciencias
están limitadas por las perennes tinieblas del inconsciente. Las
formas lingüísticas que utilizamos no están ligadas a un único
uso posible, ni están nunca asociadas a un mismo contenido de
consciencia; al ser iterables, son intrínsecamente vagas, difusas,
y pueden ser interpretadas de múltiples formas, incluso por el
propio hablante, sin que definitivamente puedan ser identifica­
das con determinadas intenciones. Creer que en la «vida real»
el contexto puede ser saturado es imaginarla desde un modelo
particular de la ficción literaria. La teoría de los actos de habla,
una vez más, estaría construyéndose sobre aquello que ella
misma pretende excluir.
Además, esa «vida real» que supuestamente es objeto de la
teoría de los actos de habla, ¿qué es ella misma? ¿Acaso su len­
guaje está constituido exclusivamente por la literalidad, por la
seriedad? ¿No está ella misma plagada de metáforas, ficciones,
citas, parásitos...?

El p a ra sitism o n o p re c isa d el te a tro o la lite r a tu ra p a ra ap arecer.


[ ... ] esa «vida real» q u e S arl e stá ta n seg u ro , ta n (casi) in im ita ­
b le m e n te c o n fia d o e n c o n o c e r lo q u e es, d ó n d e c o m ie n z a y d ó n d e
te rm in a ; c o m o si el se n tid o d e esas p a la b ra s («vida real») p u d ie ­
ra in m e d ia ta m e n te se r u n a m a te ria d e u n a n im id a d , sin el m ín i­
m o riesgo d e p a ra s itism o ; ¡co m o si la lite ra tu ra , el te a tro , el e n g a ­
ñ o , la in fid e lid a d , la h ip o c re sía , el in fo rtu n io , el p a ra s itism o y la
sim u la c ió n d e la v id a real n o fu e ra n p a rte d e la v id a real! (L im i­
ted, p p . 8 9 -9 0 ).16

16 La importancia en concreto de la metáfora como instrumento cognitivo en


el uso cotidiano del lenguaje ha sido estudiada por George Lakoff y Mark Johnson
en su famoso libro Metáforas de la vida cotidiana (Madrid, Cátedra, 2004). Tanto
Searle como Derrida han estudiado específicamente ese fenómeno (como ejem-
2 18 C Ó M O H A CE R FILOSOFÍA C O N PALABRAS

Por detrás de toda esta acusación subyace una sospecha muy


marxista, muy nietzscheana, que atribuye a la teoría de Searle la
misma confianza acrítica que caracterizó a toda la Ilustración:
el espejismo de creer que la teoría puede ser aséptica, estar des­
provista de todo interés y dar una imagen nítida y objetiva de
la realidad que describe. Como si el conocimiento científico
pudiera estar libre de las presuposiciones metafísicas preceden­
tes y, sobre todo, de los intereses ocultos de la sociedad de la que
surge.17 Derrida en cambio asume abiertamente la necesidad de
que la actividad del intelectual intervenga y transforme el teji­
do de fuerzas sobre el que opera, y en el que ha de inscribirse.
Y ésta, considera el francés, es una actitud ineludible, pues Sear-
le tampoco puede evitar, a pesar suyo, que la teoría de los actos
de habla venga a manifestar en el plano teórico una coerción
moral y un constreñimiento jurídico que en absoluto proceden
de la realidad misma que pretende estudiar, sino que más bien
le son impuestos de modo subrepticio y arbitrario. 18

plo, ver del primero «Metaphor», en Expression and Meaning, op. cit., pp. 76-116,
y del segundo «La mitología blanca. La metáfora en el texto filosófico», Márge­
nes..., op. cit., pp. 247-312), aunque no nos detendremos particularmente en él
para no extender nuestro estudio más allá de lo deseable. En cualquier caso, el pro­
blema discutido por nuestros autores atañe a un aspecto del lenguaje que no es
específico de la metáfora, sino que está en la base de toda forma de parasitismo,
como la ironía, el sarcasmo, la cita o el teatro.
17 Es ésta una actitud denigrada por algunos como «antiteorética», pues pa­
rece estar siempre «al servicio de proyectos morales y políticos». Mulligan, Simons
y Smith hacen extensible la crítica a toda la filosofía continental en «What’s wrong
with contemporary philosohy?», Topoi, 25:1-2, 2006, pp. 63-7.
18 Por supuesto, aun admitiendo la necesaria intervención del interés en la for­
mulación de la teoría, esta crítica sigue siendo discutible. Resulta aquí particular­
mente relevante la participación puntual de Jürgen Habermas en nuestro debate, en
la medida en que él comparte con Derrida ese prejuicio antiteórico que denuncian
Mulligan, Simons y Smith — en su caso, por motivos específicamente neomarxistas.
A diferencia de Derrida, Habermas no considera que el contexto cotidiano y normal
sobre el que los teóricos del lenguaje ordinario construyen sus teorías constituya una
coerción moralizante, ni la imposición injustificada de una ficción: «Las restriccio­
nes bajo las que los actos ilocucionarios desarrollan una fuerza coordinadora de la
acción y provocan consecuencias relevantes para la acción, definen el ámbito del
lenguaje “normal”. Tales restricciones pueden analizarse como suposiciones ideali-
D E CO N S TR U Y E N D O A S. A. R.L. 2 19

Ahora bien: pretender librarse de ese carácter moralizante y


jurídico es tal vez el mayor de los espejismos, la intención más
ilustrada y autoengañosa. Por ese motivo Derrida no rechaza
ese carácter ético-jurídico de la teoría de los actos de habla, sino
que aboga por hacerlo explícito, con todas sus consecuencias:

E sto y co n v e n c id o d e q u e la te o ría d e los a c to s d e h a b la es f u n d a ­


m e n ta lm e n te , y e n sus m á s fe c u n d o s, rig u ro so s e in te re sa n te s
asp ecto s (¿necesito re c o rd a r q u e m e in te re sa c o n sid e ra b le m e n te ? )
u n a te o ría d el d e re c h o o d e la ley, d e la c o n v e n c ió n , d e la ética
p o lític a o d e la p o lític a c o m o ética. [ ...] e sta « teo ría» está o b lig a ­
d a a re p ro d u c ir, a re d u p lic a r e n ella m is m a la ley d e su o b je to , o
su o b je to c o m o ley; d e b e s u c u m b ir a la n o r m a q u e se p ro p o n e
analizar. D e a h í ta n to su m o r a lis m o fu n d a m e n ta l, in trín se c o ,
c o m o su irre d u c tib le e m p iris m o (L im ite d , p. 9 7 ).

La alternativa propuesta por Derrida está lejos de ofrecerse


como una mirada pura, una teoría desprovista de interés que
refleje la estructura misma de lo real: por el contrario, es más
bien un modo de operar sobre la realidad, en la realidad misma.
La suya es una alternativa que no pretende salirse del mundo
para estudiarlo, como tampoco pretende dejar fuera el len­
guaje jocoso y parasitario para definirlo desde el adentro del
lenguaje serio y literal. Por eso, más que establecer una firme
frontera entre lenguaje normal y parasitario, la alternativa
derridiana aspira a desarrollar una «tipología de las formas de
iteración», es decir, a mostrar que el lenguaje llamado normal
sólo puede ser considerado como tal en relación con ciertas for­
mas parasitarias que excluye; pero que, constitutivamente, ese
lenguaje normal puede resultar él mismo parasitario, en refe-

zadoras que no tenemos más remedio que hacer cuando actuamos comunicativa­
mente. [ ... ] pero estas idealizaciones no son logocéntricos actos arbitrarios que el
teórico imponga a contextos en sí indomesticables para en apariencia dominarlos,
sino presuposiciones que los participantes mismos han de hacer para que la
acción comunicativa pueda resultar posible». El discurso filosófico de la moderni­
dad, op. cit., pp. 237-9.
220 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

renda a otro contexto posible -otro contexto que nunca pode­


mos excluir de modo definitivo en beneficio del contexto dado,
por el sencillo motivo de que el contexto de una emisión nunca
está definitiva y absolutamente d a d o .
Una posición como ésta «no implica que toda “teoriza­
ción” sea imposible. Únicamente de-limita una teorización
que aspiraría a incorporar su objeto totalmente, pero única­
mente puede lograrlo hasta un punto limitado» ( L im ite d ,
p. 71). La propia teoría ha de aceptar su imposible separación
de lo teorizado, admitiendo que su mirada no es pura, y que
no puede excluir definitivamente la ficción, sino que ha de
asimilar la inestabilidad de sus propios cimientos, admitiendo
que toda su seriedad y literalidad puede en el fondo estar
construida, parafraseando a Nietzsche, sobre «una hueste en
movimiento de metáforas». De este modo, la teoría se consti­
tuye como apertura, admitiendo en su origen una indecidibi-
lidad que respeta la diseminación del sentido y, a un tiempo,
opera sobre él.
El peligro que atemoriza a Searle, probablemente, no es ya
que la ficción vaya a entrar en la realidad, sino que la ausencia
de una frontera clara entre ambos mundos haga tambalearse la
noción misma de m u n d o rea l. Si sólo es posible delimitar una
ficción con la ayuda de otra ficción, sin que sea posible salirse
de esos límites y decir a ciencia cierta que un determinado len­
guaje, definitivamente, no es parasitario, quedan abiertas las
puertas para un relativismo cultural que asimile la propia idea
de «mundo real» -incluyendo la descripción científica del mis­
mo- a una ficción cu a si lite r a r ia .19 Como la teoría de los actos
de habla cree ingenuamente estar en la posición privilegiada de
determinar la realidad de su propio objeto, su resultado apare­
ce irónicamente como algo risible, ficticio, irreal:
[La te o ría d e los a cto s d e h a b la ] n o es c ien tífica, y n o p u e d e ser
to m a d a e n serio. E sto es lo q u e c o n stitu y e el d ra m a d e esta fa m i-

19 Ver, por ejemplo, la lectura que hace Stanley Fish del debate en «Hów to Do
Things w ith Austin and Searle», op. cit.
D E C O N S TR U YE N DO A S. A. R.L. 2 2 1

lia d e te ó rico s: c u a n to m á s p re te n d e n p ro d u c ir e m isio n e s serias,


m e n o s se los p u e d e to m a r e n serio. E stá e n su m a n o a p ro v e c h a r­
se d e esta o p o r tu n id a d p a ra tr a n s fo r m a r el in fo rtu n io en gozo
\jouissance] (L im ite d , p. 72).
V II. U N D E B A T E V IC IA D O

El mundo patas arriba

Tras la publicación de Limited el mismo año que se reeditara Sec


y apareciera Reply, el debate se prolongó de modo muy irregular
a lo largo de las décadas siguientes. Los textos que analizaremos
en el presente capítulo no constituyen ya prop^mente réplicas y
contrarréplicas, pues no están dirigidos del uno al otro. Por el
contrario, son un buen ejemplo de la clásica actitud, un tanto
pueril, por la que dos personas deciden no hablarse directamen­
te, aun estando ambas presentes, y utilizar en cambio intermedia­
rios a la hora de dirigirse la palabra: Searle escribe su reseña sobre
Johnathan Culler, seguida de un intercambio con Mackey, para
atacar a Derrida; Derrida conversa con Gerald Graff acerca de su
conflicto con Searle; Searle vuelve a atacar a Derrida, sin citar nin­
guna de sus obras, como principal representante del «posmoder­
nismo»; o lo esquina en un artículo donde lo agrupa con otros
teóricos literarios, con los que poco o nada comparte... El deba­
te está viciado, los mismos argumentos se repiten hasta la sacie­
dad, y nadie parece estar dispuesto a buscar un entendimiento.
Comencemos por la reseña que publica Searle seis años des­
pués de aquél número de Glyph (Review de ahora en adelante ).1
Su título, «El mundo patas arriba», está ilustrado por una ca­
ricatura de David Levine en la que puede verse a Derrida cabe­
za abajo, recuperando la ancestral tradición medieval de los
«cuadros de oprobio ».12 Con la intención antes indicada de no
1 «The World Turned Upside Down», The New York Review of Books, 30:16,
27/10/1983.
2 «Las fuentes nos informan de funciones de la pintura [entre los siglos XIII y
xv] de las que no se ha conservado prácticamente nada, como por ejemplo el cua-

[223]
2 24 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

prestar al debate mayor atención de la que merecería, Searle


decide no redactar un artículo riguroso y consistente que refu­
te la posición de Derrida, sino una mera reseña acerca de un
libro reciente, en el que se defiende al francés y se exponen los
principios básicos de la nueva teoría literaria. Johnathan Culler,
el autor de Sobre la deconstrucción, se convierte así en interme­
diario en este enfrentamiento, al ser tomado por Searle como
diana de sus ataques. Resulta lamentable que fuera precisamen­
te un autor que, en su momento, realizó un denodado esfuerzo
por abandonar la jerga oscurantista de la deconstrucción, el
que quedara por ese mismo motivo más expuesto a los envites
del adversario. La claridad tiene sus riesgos y, desgraciadamen­
te, el ataque de Searle serviría para que otros escarmentaran en
cabeza ajena, no siguiendo el ejemplo de Culler, y continuando
pertrechados en la cerrada retórica que ha caracterizado al
movimiento.
La reseña de Searle es feroz, aunque manifiestamente par­
cial, pues no se ocupa más que de algunos capítulos de la obra,
pasando durante la mayor parte del tiempo a atacar directa­
mente a Derrida con la excusa de ser el padrino intelectual del
planteamiento defendido por Culler. Austin parece haber desa­
parecido por completo de la escena (a pesar de que el libro de
Culler sí lo trata específicamente), pues Searle prefiere centrar
su atención en la deconstrucción en general, concebida como
una crítica a la cultura occidental logocentrista, en su obsesión
por la verdad, la racionalidad y la lógica. El método de lectura
deconstructivo consistiría, según Searle extrae de Culler, en un
triple objetivo:

( 1 ) Detectar oposiciones binarias tradicionales en los tex­


tos (habla/escritura, hombre/mujer, verdad/ficción...)
e invertir su jerarquía.

dro de oprobio, que retrataba a traidores, deudores o enemigos políticos, fre­


cuentemente colgados de las piernas para su “vergüenza”». R. Suckale, M. Weni-
ger, y M. Wundram: Gótico, Colonia, Taschen, 2006, p. 38.
UN D E B A T E V I C I A D O 2 2 5

(2) Señalar las palabras (como parergon en Kant, pharma-


kon en Platón, o supplément en Rousseau) que pervierten
las reglas del juego que intenta establecer el autor.
( 3) Prestar especial atención a los aspectos supuestamente
marginales del texto, como las metáforas en él utilizadas.

Llevado a la práctica, este esfuerzo por poner «el mundo


patas arriba» da lugar a una sarta de despropósitos, de los que
Searle analiza dos ejemplos. El primero de ellos es la decons­
trucción nietzscheana de la idea de causalidad donde, en su
opinión, Culler confunde el origen causal de los fenómenos
(qué produce qué) con el origen epistémico de nuestro conoci­
miento (cómo lo averiguamos). Se trata de un pasaje del libro de
Culler que, como el propio Derrida manifestara después (After-
word, p. 124), es especialmente débil;, aunque quizás habría que
matizar la cuestión, pues su autor sólo lo presenta como una
primera aproximación didáctica al método deconstructivo: un
esfuerzo por hacerlo más intuitivo y accesible. Aunque como
ejemplo sea imperfecto y requiera matizaciones, cumplía acer­
tadamente una función propedéutica e introductoria. Searle en
cambio lo asume como un ejemplo paradigmático del método,
sometiéndolo a una crítica que resulta algo desproporcionada.
El segundo ejemplo de deconstrucción sí puede ser con­
siderado verdaderamente paradigmático: la oposición binaria
habla/escritura, jerarquía en la que la tradición supuestamente ha­
bría dado prioridad a la primera. Desde un punto de vista históri­
co, sostiene Searle, la posición de Derrida es manifiestamente
inconsistente: los autores de la tradición filosófica occidental no
han prestado la más mínima atención a la distinción entre habla y
escritura, exceptuando quizás a Husserl; además, si quisiéramos
buscar en dicha tradición una prioridad por algún tipo de lengua­
je, sería en todo caso por la escritura, pues la importancia de la
lógica y la racionalidad se enfatiza en el lenguaje escrito. Sólo a par­
tir de los años cincuenta - y aquí reaparece la sombra de Austin- es
reivindicado según Searle el lenguaje oral como una cuestión que
pueda revestir cierta importancia para la filosofía. Con una lec­
2 2 6 C O M O H A C E R FI LOS OFI A C O N PALABRAS

tura parcial y pretenciosa de la historia, Derrida «pretende ser


apocalíptico, y está sencillamente desinformado».
Hasta este punto parece que Searie recaiga enel error que ya
apuntábamos en Reply: confundir la noción de escritura de
Derrida con la definición convencional del lenguaje escrito.
Pero acto seguido da un giro a la argumentación, escapando a
aquel primer error de lectura:

La e stra te g ia d e D e rrid a e n su e sfu e rz o p o r m o s tr a r q u e la e sc ri­


tu r a es re a lm e n te p rim a ria , y q u e el h a b la es e n re a lid a d u n a
fo rm a d e e sc ritu ra , es id e n tific a r a sp e c to s q u e «el c o n c e p to clásico
d e escritu ra» le a trib u y e , y e n to n c e s m o s tra r q u e d ic h o s aspectos
co n c ie rn e n p o r ig u a l al h a b la . Así, p a ra D e rrid a ta n to las p a la b ra s
escrita s c o m o las h a b la d a s s o n re p e tib le s o, c o m o él p re fie re d ecir,
«iterables»; a m b a s e stá n in s titu c io n a liz a d a s, a m b a s p u e d e n ser
m a lin te rp re ta d a s y, q u iz á s lo m á s im p o rta n te , a m b a s se so s tie n e n
so b re u n siste m a d e d iferen cias (R e v ie w , § 2).

Searle trae aquí a colación a Saussure, en cuya teoría lin­


güística estaría supuestamente el origen de estas ideas. Ya vimos
en el capítulo tercero que Saussure analiza los elementos de la
lengua como un sistema de relaciones diferenciales donde nin­
gún elemento adquiere valor por sí mismo. Ahora bien, el he­
cho de que sean las diferencias las que definen a los elementos
no quiere decir, según Searle, que no haya identidades ni pre­
sencias en la lengua: precisamente, lo que Saussure mostró es
que la lengua es un sistema de «presencias y ausencias», y no,
como pretende Derrida, un sistema donde nada esté verdade­
ramente presente. A partir de esta idea descabellada, la estrate­
gia del francés consiste en una arbitraria redefinición de los tér­
minos que no se basa «en ningún estudio empírico», ni es
«inocente»: refiriéndose con el término escritura al hecho de que
el lenguaje funciona como sistema de marcas diferenciales, su
misteriosa tesis inicial -q u e todo el lenguaje es escritura- ter­
mina resultando tan trivial como superflua. Mediante la redefi­
nición de los términos puede demostrarse cualquier cosa, pero
UN D E B A T E V I C I A D O 227

lo único que puede tener algún valor son las razones que se ale­
gan para dicha redefinición, y Derrida no ofrece ninguna.

Las fronteras de los conceptos

Los últimos apartados de Review dan un giro interesante a la


argumentación, desde el momento en que Searle afirma que
Culler hace parecer a Derrida «peor de lo que realmente es»
-algo completamente inesperado para el lector que conociese
los primeros textos del enfrentamiento, pues hasta entonces
Searle no daba la impresión de creer que tal proeza fuera posi­
ble. El motivo es que «Culler no parece ser consciente de que
Derrida está respondiendo a ciertas tesis específicas de Husserl,
usando armas que derivan en gran parte de Heidegger» (§ 4).
Su obra aparece así enfrentada a una tradición que, con Platón,
Descartes o Husserl, aspiraba a encontrar una fundamentación
metafísica inquebrantable del conocimiento, el lenguaje, el sig­
nificado, la matemática o la moral. Según Searle, bajo la in­
fluencia de Wittgenstein y Heidegger, el siglo XX ha dejado atrás
esa tradición y Derrida-¡«correctamente»!- ha constatado que
estas pretensiones fundacionistas están desencaminadas. Pero
el error que comete entonces, y que hace de él «un metafísico
clásico» es creer «que de algún modo esos fundamentos eran
necesarios, y que a no ser que los hallemos algo se va a perder,
algo estará amenazado, o indeterminado, o puesto en cuestión».
Y esto es lo que, en opinión de Searle, Wittgenstein mostró que
no ocurriría: que dichos fundamentos no sólo son inalcanza­
bles, sino por completo innecesarios:

P o r ejem p lo : el ú n ic o « fu n d a m e n to » q u e tie n e o n e c e sita el le n ­


g u aje es q u e haya p e rso n a s b io ló g ic a , p sico ló g ica y so c ia lm e n te
co n stitu id a s q u e se a n capaces d e u tiliz a rlo p a ra so ste n e r verd ad es,
d a r y o b e d e c e r ó rd en es, e x p re sa r sus se n tim ie n to s y a ctitu d es,
agradecer, disculparse, a d v e rtir, c o n g ra tu la r, etc. (R e v ie w , § 4).
228 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

E l m o t i v o p o r e l q u e l a d e c o n s t r u c c i ó n h a s i d o « g e n e r a l­
m e n t e i g n o r a d a » p o r lo s f iló s o f o s a n a lí ti c o s e s q u e p e r s is t e e n
m a n te n e r a q u e llo s p re ju ic io s q u e W ittg e n s te in e c h a r a p o r tie ­
r r a , y q u e S e a r le s i n t e t i z a e n d o s:

1) q u e , a n o s e r q u e u n a d i s t i n c i ó n s e a r i g u r o s a y p r e c i s a ,
ta l d i s t i n c i ó n n o e x is te ;
2) q u e , p a r a q u e a l g ú n c o n c e p t o p u e d a a p lic a r s e , h a d e
a d m i t i r u n p r o c e d i m i e n t o m e c á n i c o d e v e r if ic a c ió n .

A l m a n t e n e r e l p r e j u i c i o d e q u e la s d is t i n c i o n e s t e ó r ic a s h a n
d e s e r ta j a n te s y p r e c is a s , c u e s t i ó n d e b l a n c o o n e g r o , a lo s d e -
c o n s t r u c c i o n is t a s se le s v i e n e a b a jo t o d o e l o r d e n c o n c e p tu a l: e l
h a b la se c o n v ie r te e n u n a f o r m a d e e s c r itu r a ; la p r e s e n c ia , e n u n
c i e r t o t i p o d e a u s e n c ia ; lo m a r g in a l , e n c e n tr a l; lo lite r a l, e n
m e t a f ó r ic o ; la v e r d a d , e n fic c ió n ; la c o m p r e n s ió n , e n i n c o m p r e n ­
s ió n ; la s a lu d , e n n e u r o s i s . . . , p e r o n o e s t o d o e s te o r d e n c o n ­
c e p t u a l lo q u e h a y q u e re v is a r, a p u n t a S e a rle , s in o a q u e l r a n c i o
p r e j u ic i o e l q u e h a d e s e r d e s c a r ta d o . P o r o t r a p a r t e , d e l s e g u n d o
p r e j u ic i o se s ig u e la id e a d e q u e la i n t e n c i ó n d e l a u t o r n o p u e d e
t e n e r i m p o r t a n c i a a l g u n a e n u n a t e o r í a l i t e r a r i a c o n s is te n te , p u e s
c a r e c e m o s d e c r i te r io s m e c á n ic o s p a r a d e te r m i n a r la . A l n o h a b e r
u n s e n t id o o b je tiv a b le y c o m p l e t a m e n t e d e t e r m i n a b l e e n el le n ­
g u a je , t o d a i n t e r p r e t a c i ó n p a r e c e q u e d a r c a r a c t e r i z a d a p o r u n a
c ie r ta a r b i tr a r ie d a d : s ie m p r e s e r ía p o s ib le le e r lo s te x to s d e o t r o
m o d o , y e s t a r ía m o s ir r e m e d ia b le m e n te c o n d e n a d o s a la in d e c i-
b il id a d y e l li b r e ju e g o d e lo s s ig n ific a n te s .
L o m á s c u r i o s o e s q u e a m b o s s o n d e f i n id o s p o r S e a rle c o m o
p r e j u ic i o s « p o s itiv is ta s » , e s d e c ir , p e r t e n e c i e n t e s a a q u e ll a é p o ­
c a a la q u e n o s r e f e r ía m o s e n e l p r i m e r c a p í t u l o c o n e l n o m b r e
d e « c o n c e p c i ó n h e r e d a d a » : u n a é p o c a s u p e r a d a p o r W it tg e n s -
t e i n y A u s ti n , c u a n d o se d e jó a t r á s l a f a s c in a c ió n p o r e l r i g o r y
p r e c i s i ó n d e u n l e n g u a j e ló g i c a m e n t e p e r f e c to , a b r i e n d o la f i lo ­
s o f ía a l t e s o r o d e l le n g u a j e o r d i n a r i o ; y c u a n d o e l o lv i d o d e la
o b s e s i ó n p o r « p r o c e d i m i e n t o s m e c á n ic o s d e v e rific a c ió n » p e r ­
m i t i ó s u p e r a r e l c o n d u c t i s m o , y a f r o n t a r d e s d e la f ilo s o f ía d e la
UN D E B A T E V I C I A D O 2 29

mente los problemas de la consciencia y la intencionalidad. En


el momento en que estos principios fueron abandonados por
figuras como «Chomsky y Quine, Austin, Tarski, Grice, Dum-
mett, Davidson, Putnam, Kripke, Strawson, Montague y una
docena más de escritores de primera línea», dio comienzo en
opinión de Searle una verdadera «edad de oro de la filosofía del
lenguaje»:
Sin d u d a , to d a s estas te o ría s p u e d e n estar, e n d is tin to s se n tid o s,
eq u iv o ca d as, se r im p e rfe c ta s y p ro v isio n a le s, p e ro e n c u a n to a
c la rid a d , rigor, p re c isió n , a m p litu d te ó ric a y, a n te to d o , c o n te n i­
d o in te le c tu a l, e stá n e scrita s e n u n n iv e l q u e es c o n sid e ra b le m e n ­
te s u p e r io r al d e la filosofía d e c o n s tru c tiv a (R e v ie w , § 5 ).3

Comparada con estas perlas de la tradición analítica, la de­


construcción aparece como un juego irresponsable que cualquie­
ra podría jugar, incluso aplicándolo contra la propia filosofía
deconstructiva (como el propio Searle intenta hacer, sin dema­
siada fortuna, en algún momento del texto). Un juego que tiene
embelesados a gran parte de los teóricos literarios con la idea de
que, puesto que no hay diferencia entre textos científicos, his­
tóricos y de ficción, y dado que no hay realidad propiamente
más allá de los textos, son ellos, los críticos literarios, y no los
científicos ni los artistas, los que están encargados de represen­
tar el papel protagonista en la cultura occidental.

3 Hilary Putnam , que manifiestamente se ha mostrado más predispuesto a la


posibilidad de establecer un diálogo abierto con planteamientos continentales y
posmodernos, ha puesto de manifiesto la parcialidad de este juicio de valor: «Aun­
que estoy agradecido por haber sido incluido en la lista de Searle, me pregunto por
el modo particular que tiene de distinguir entre lo que es “debilidad intelectual” y
lo que es “filosofía de primera clase” [.;.]. Si, por otra parte, el crimen del que se
acusa a Derrida es la negación de que haya un sentido absoluto, más allá del inm a­
nente, en el que los textos se pongan en relación de referencia con respecto al
“mundo real”, seguramente Quine se sentaría igualmente en el banco de los acu­
sados, junto con Derrida. De algún modo, el cambio de lenguaje desde “Il n'y a pas
de hors texte” a “truth is immanent” transforma a los intelectuales presuntuosos
en filósofos de primera clase». «A Comparison of Something W ith Something
Else», New Literary History, 17:1, 1985, pp. 71-2.
2 3 O C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

The New York Review of Books publica meses después un


breve intercambio acerca del Review, donde Louis H. Mackey
recrimina a Searle haber hecho una lectura fragmentada, par­
cial y tendenciosa de la obra de Culler.4 Las citas, fuera de con­
texto, habrían estado al servicio de una crítica de mala fe,
carente de rigor y mal informada. Ante tal acusación, Searle no
retrocede ni un paso en su réplica; por el contrario, prosigue
en su denuncia de la deconstrucción, atribuyéndole una triple
estrategia retórica, consistente en los tres movimientos
siguientes:

1) Mantenimiento de una «evasividad sistemática»: las des­


cabelladas tesis deconstruccionistas nunca son expuestas
directamente, sino a través de cláusulas condicionales
que las relativizan, impidiendo identificar con claridad
la opinión del autor.
2) Estrategia del «Cara, gano yo; cruz, tú pierdes»: al mos­
trar que un argumento o dato que había sido aducido a
favor de la deconstrucción es falso, se sostiene in­
mediatamente que la alternativa opuesta también sirve
para apoyarla.
3) Argumento del «hombre de paja»: se emiten oscuras
proferencias carentes de significado literal en tanto que
tipo que, una vez analizadas en tanto que caso, se mues­
tran triviales y vacías.

Ante la queja de Mackey por no haber hecho una lectura


mejor predispuesta (sympathetic) del texto de Culler, Searle
aduce que hay buenas razones para su «falta de simpatía», pues
hay <<Una atmósfera de engaño y falsedad extendida por gran
parte (no toda, por supuesto) de la escritura deconstructiva».
Lamentablemente, no indica de modo explícito la parte de
dicha escritura que escapa a sus objeciones.

4 «An Exchange on Deconstruction», The New York Review o f Books, 31:1,


2/2/1984.
UN D E B A T E V I C I A D O 231

Apología de la deconstrucción

En 1987, es decir, cinco años después de la aparición de la reseña


sobre CuUer, Derrida acepta participar en una entrevista epistolar
con Gerald Graff que llevaría por título «Afterword: Toward An
Ethic of Discussion» («Epílogo: hacia una ética de la discusión»),
y se publicaría junto con una recopilación de textos que incluía
Sec, Limited y un resumen del Reply de Searle -dada la negativa de
éste a reeditarlo. En la entrevista Derrida da muestras de haber
leído la reseña, y asume el reto de redirigir la cuestión hacia la
deconstrucción en general, contribuyendo al descentramiento de
Austin con respecto al centro de gravedad de la discusión. La
entrevista resulta algo desordenada, sin un orden temático claro.
En lo que sigue dividiremos las cuestiones que allí fueron abor­
dadas en dos bloques: en el presente apartado analizaremos el
aspecto teórico de la discusión, acerca de la validez y el valor de
los métodos deconstructivos (no entrando nuevamente en cues­
tiones que ya hayan sido tratadas en capítulos anteriores, para evi­
tar la redundancia), y dejaremos para el siguiente la reflexión
derridiana sobre el carácter violento y agresivo que adoptó el
intercambio, cuyas razones buscaremos en el último capítulo.
En una apreciación que podría resultar desconcertante para
aquellos que sólo conocen a Derrida de oídas, el francés afirma
taxativamente en el Afterword su convicción en un prejuicio
que Searle le había acusado de tener:

T odo c o n c e p to q u e a s p ire a te n e r a lg ú n rig o r h a d e im p lic a r d e u n


m o d o u o tro la a lte rn a tiv a d el « to d o o nada». In c lu so si e n la «rea­
lidad» o e n la «experiencia» to d o el m u n d o cree q u e sab e q u e n o
h ay n u n c a « to d o o n a d a » , u n c o n c e p to se d e te r m in a a sí m ism o
sólo d e a c u e rd o c o n u n « to d o o n a d a» . In c lu so el c o n c e p to d e
«diferencia d e grado», el c o n c e p to d e re la tiv id a d , está, e n ta n to
q u e c o n cep to , d e te rm in a d o d e a c u e rd o c o n la lógica d el to d o o
n a d a , del sí o no: d iferen cias d e g ra d o o n o d iferen cias d e g rad o .
Es im p o sib le o ile g ítim o fo r m a r u n concepto filosófico fu e ra d e esa
lógica del to d o o n a d a (A fterw ord, p p . 116-7).
232 C Ó M O H A C E R F I LOSOFÍ A C O N PALABRAS

Si Searle sostuviera seriamente que sus apreciaciones no son


precisas ni rigurosas,

el aparato completo de distinciones sobre el que está basado su


discurso se derretiría como la nieve bajo el sol. A cada palabra ha­
bría que añadir «un poco», «más o menos», «hasta cierto punto»,
«más bien»; y, además, lo literal no dejaría de ser en cierto modo
metafórico, la «mención» no dejaría de confundirse con el «uso»,
lo «intencional» con lo «inintencional», etc. (Afterword, p. 124).

La teoría de los actos de habla, diga lo que diga su autor más


prominente, ha de buscar una distinción precisa y determinante
entre lo que es una promesa y lo que no, y para eUo Searle ha de
acudir a la controvertible distinción entre el plano teórico ideali­
zado y la «vida real»: concepto inasible y falaz que, en realidad,
emerge por necesidad interna de la propia teoría. Por ejemplo, en
Review, Searle había sostenido que con su teoría no pretende
establecer una distinción tajante entre lo que es una promesa y lo
que no lo es, algo con lo que Derrida no está de acuerdo:

Si la teoría de los actos de habla (y siempre habría que añadir: en


la forma que le da Searle, que está lejos de ser su único y exclusivo
representante) no aspira a «alcanzar algún tipo de línea divisoria
precisa entre lo que es una promesa y lo que no lo es», ¿qué es lo
que hace exactamente? Teniendo en cuenta además que esta extra­
ña afirmación debería ser válida acerca de todo acto de habla, y no
sólo para la promesa, que aquí no es más que un ejemplo particu­
lar. Si uno no busca, y por lo tanto no encuentra, ninguna «línea
divisoria precisa», ¿cómo podrá una promesa estar determinada?
¿Cómo se podrá proceder a la «idealización del concepto analiza­
do»? ¿Cómo podrá «el centro del concepto de prometer» diferen­
ciarse de «todos los distintos tipos de casos marginales»? (After­
word, p. 125; Derrida está citando Actos de habla, pp. 64 y ss.).

Aunque en la «vida real» no acontezcan casos puros de actos


ilocutivos, la teoría los concibe desde una hipotética situa­
ción de pureza, en la que todos los elementos que habrían de
UN D E B A T E V I C I A D O 2 33

concurrir en ellos están plenamente presentes, y en la que por


tanto aquellos casos en los que no lo estén han de ser marcados,
excluidos, marginados, considerados anormales e imperfec-
tos.5 Y ello es así principalmente por la concurrencia del con­
cepto de intencionalidad, que siempre por principio aspira a la
totalización presente, pues él mismo está concebido como pre­
sencia ante la mente de algo distinto de ella misma, como iden­
tidad perfecta e inmaculada entre intención y expresión.
Un ataque clásico o convencional a la teoría de los actos de
habla habría consistido en criticar con escepticismo la presupo­
sición de que la vida real haya de ceñirse a ella, o en sospechar
acerca de la validez epistemológica de los datos que la susten­
tan. Este tipo de ataque es el que aparentemente identifica Sear-
le en los textos de Derrida, cuando equipara su crítica con el
prejuicio conductista y positivista según el cual todo aquello que
conozcamos acerca del lenguaje ha de ser comprobable median­
te «procedimientos mecánicos». Pero el ataque de Derrida es de
un tipo muy distinto: para él es la estructura misma del orden
conceptual lo que resulta discutible, algo que, paradójicamen­
te, lo aproxima enormemente a ese segundo Wittgenstein que
Searle considera su propio referente. El concepto de iterabili-
dad, en ese sentido, pretende mostrar la imposibilidad de todo
concepto de establecerse definitivamente según su propia ló­
gica interna: ningún concepto, ni mucho menos el de in­
tencionalidad, puede sencillamente ser pensado y aplicado con
completa pureza, porque todo concepto implica iteración: rea­
parición de lo mismo en contextos diversos, no previsibles de
antemano. Y se trata de una iteración que, a diferencia de lo que
sostiene Searle, no es sólo repetición: no basta con señalar que5

5 La opinión de Searle en Review es exactamente que «una teoría precisa de


un fenómeno indeterminado tiene como condición de adecuación la caracteriza­
ción precisa de dicho fenómeno, en tanto que indeterminado; y una distincion no
es menos una distinción por permitir un conjunto de casos relacionados, margi­
nales y divergentes» (p. 78). La precisión habría de estar en la teoría, no en el fenó­
meno mismo. Sin embargo, para alcanzar tal precisión, el fenómeno habría de ser
idealizado; ahí es donde ataca la crítica de Derrida.
2^4 C Ó M O H A C E R FI LOSOFI A C O N PALABRAS

algo ya acontecido, el signo lingüístico, vuelve a acontecer, sino


que toda aparición está necesariamente contaminada y altera­
da por el propio hecho de ser repetible, ya que su significado y
su sentido, su validez y función en el sistema, no dependen sólo
de ella misma, de su capacidad para volver a acontecer, sino de
los elementos contextuales entre los que aparece, y que no son
ella misma. La iterabilidad no es sólo posibilidad de repetición,
sino necesidad ineludible de alteración y contaminación:

N o h a y id e a liz a c ió n sin ite ra b ilid a d (id e n tific a tiv a ); p e ro p o r


la m is m a ra z ó n , p o r ra z o n e s d e ite ra b ilid a d (a lte ra n te ), n o h a y
id e a lizació n q u e se m a n te n g a p u ra a sí m ism a , a salvo d e to d a
c o n ta m in a c ió n (A fterw ord, p. 119).

Esta imposibilidad conceptual, que no empírica, subyace a toda


idealización y a toda teoría; pero, como señalábamos en el capítu­
lo precedente, es especialmente virulenta cuando lo que está en
juego es una teoría acerca del lenguaje mismo, puesto que toda
teoría es, a su vez, lenguaje. Y sus implicaciones, en opinión del
francés, son demoledoras para la obsesión cientificista de Searle:

N o p u e d e h a b e r u n a a n a lo g ía rig u ro sa e n tr e u n a te o ría c ie n tífi­


ca, c u a lq u ie ra q u e sea, y u n a te o ría d e l len g u a je, p o r las diversas
razo n es q u e indico . N o excluyo la p o sib ilid a d d e q u e esto lleve a
co n secu en cias ex tre m a s, p e ro a m i v ista esto n o es o b s c u ra n tis ta
n i a n tic ie n tífic o ; al c o n tra rio , n o está c laro q u e lo q u e lla m a m o s
le n g u a je o acto s d e h a b la p u e d a a lg u n a vez lleg ar a e sta r e x h a u s­
tiv a m e n te d e te r m in a d o p o r u n a c ie n c ia o te o ría c o m p le ta m e n te
o b je tiv a (A fterw ord, p. 118).

Ahora bien: dado que no se trata dela objeción escéptica clá­


sica, positivista o conductista, acerca de la imposibilidad de
acceder epistémicamente a la posición de primera persona,
la crítica que hace Derrida al concepto de intencionalidad no
pretende simplemente negarlo en beneficio de explicaciones
supuestamente más accesibles y objetivas. Por el contrario, el
concepto de intencionalidad conserva su lugar en la compren-
UN D E B A T E V I C I A D O 2^5

sión derridiana del lenguaje: permanece ahí como un gran enig­


ma central que exige ser pensado. Lo que sí ha perdido es aque­
lla capacidad que se le presupuso de ser fundamento definitivo
de la explicación del lenguaje y de la experiencia, punto de
apoyo de una teoría que aspirara, siquiera idealmente, a descri­
bir su objeto como si estuviera todo él presente, a un tiempo,
ante nuestra vista; una teoría que sólo por limitaciones parcia­
les y circunstanciales no podría, de momento, captar y contro­
lar plenamente aquello de lo que trata.
Si el concepto de intencionalidad carece de base autosu-
ficiente, y no puede sostenerse por sí mismo ni siquiera en la
idealizada situación de la teoría, ¿qué es la interpretación? ¿Qué
es la lectura, por ejemplo, cuando no cabe encontrar en su
extremo el pleno sentido pensado y expresado por su autor? Si
el sentido de lo dicho no es un hecho, hacia cuya dilucidación
se dirija la lectura, ¿cómo evitar aquella posición que se ha atri­
buido a Derrida en incontables ocasiones, a saber, que todo vale
en la lectura de los textos? Él mismo es bien tajante al respecto:
«yo nunca propuse “una especie de elección de ‘todo o nada'”
entre la pura realización de la auto-presencia y el completo
libre juego de la indecibilidad» (Afterword, p. 115). No se trata
de que, una vez que el concepto de intención ha desaparecido
de la escena, quede vía libre para que cualquier texto pueda
decir cualquier cosa. Entre la pura y perfecta determinación del
sentido intencional como hecho, a lo que parece aspirar Searle,
y su completa indeterminación, que abriría una libertad abso­
luta al intérprete a la hora de atribuir sentidos, debe haber algo,
un espacio que Derrida pretende explorar sin quedar aprisio­
nado en la dialéctica del todo o nada, escapando una vez más a
la lógica del tercio excluso. Lo que él defiende no es una com­
pleta libertad a la hora de atribuir significados, sino la existen­
cia de «una cierta holgura constitutiva» en todo texto, una
indecibilidad imposible de superar por mucho que imagine­
mos la concurrencia de elementos del contexto que podrían
idealmente estar presentes ante nosotros, los intérpretes. No se
trata de que, en teoría, el acto de comunicación tenga un senti-
236 C Ó M O H A C E R F I LOSOFÍ A C O N PALABRAS

do determinado pero, en la práctica, no podamos encontrarlo


(al no estar «presente» ante nosotros la intención del autor); la
cuestión es que ni siquiera en la más pura de las teorías puede
ser apresado y controlado a la perfección dicho sentido.
Searle considera que, en los casos «ideales» (que, no se sabe
cómo, acaban confluyendo en su teoría con los casos «norma­
les») esa captación del sentido sí es posible en plenitud, y por
tanto determinable como hecho objetivo. Derrida, en cambio,
sostiene que en la base de toda atribución de sentido está el
olvido de que lo dicho o escrito podría haber significado algo
distinto, si hubiéramos aceptado otras presuposiciones in­
terpretativas. Puesto que la noción de contexto no puede ser
acotada o limitada, ni en la teoría ni en la práctica, toda inter­
pretación está siempre sustentada en la decisión de asumir un
contexto determinado. Toda interpretación se apoya sobre esa
decisión previa, y tal decisión no es la constatación de un hecho,
sino más bien la puesta en práctica de un supuesto derecho; un
ejercicio de poder, más o menos explícito, por el que se impo­
nen ciertos criterios hegemónicos en un momento dado:

La re c o n s titu c ió n d e u n c o n te x to n u n c a p u e d e ser p e rfe c ta e ir r e ­


p ro c h a b le , a p e s a r d e q u e se tr a t e d e u n id e a l reg u la tiv o e n la ética
d e la le c tu ra , d e la in te rp re ta c ió n o d e la d iscu sió n . P ero d e sd e el
m o m e n to e n q u e este id eal es in a lc a n z a b le , p o r ra z o n e s q u e so n
esenciales [ . . . ] , l a d e te rm in a c ió n , o in c lu so la re d e te rm in a c ió n , la
sim p le re m e m o ra c ió n d e u n c o n te x to n u n c a es u n g esto n e u tro ,
in o c e n te , tra n s p a re n te , d e sin te re sa d o (A fterw ord, p. 131).

A todo acto interpretativo siempre subyace una cierta polí­


tica, un ejercicio de fuerza y poder: a todo copyright, una ley
que lo sustenta; a toda firma, un notario que la garantiza; y a
toda ley y todo notario, un juez, unas fuerzas del orden, un
ordenamiento político que los defienden y los imponen. Dicho
orden no tiene por qué ser necesariamente represivo, pero lo
que sí tiene que ser necesariamente es político, y no fruto de un
descubrimiento científico o teórico neutro, objetivo y suscepti-
UN D E B A T E V I C I A D O 237

b le d e s e r i m p u e s t o a c u a l q u i e r a p o r la s u p u e s t a verdad q u e en
él se m a n if ie s ta . I n c l u s o la i n t e r p r e t a c i ó n m á s p r e t e n d i d a m e n ­
te a s é p t ic a (e l commentaire redoublant q u e a n a l i z a r e m o s e n el
c a p í t u l o s ig u ie n te ) h a d e e s t a r a s e n t a d a s o b r e p r e s u p u e s t o s q u e
e n r e a l i d a d s o n d is c u ti b le s , y q u e a s u m i m o s s in q u e n o s o f r e z ­
c a n u n a c e r t e z a i n q u e b r a n t a b l e n i e v id e n t e .
D e t o d o e llo se s ig u e q u e la s n o c io n e s d e i n t e r p r e t a c i ó n y d e
v e r d a d - a l t r a t a r s e d e c o n c e p t o s in t e n c i o n a l e s a c e r c a d e algo-
se s u s t e n t a n s o b r e la a s u n c i ó n d e c o n te x t o s q u e , p o r m u y e s ­
ta b le s q u e p a r e z c a n , n o s o n d e f i n it iv o s n i i n m u t a b l e s . A n o s e r
q u e t o m e m o s c o n s c i e n c ia d e la s ficciones legítimas q u e e s tá n e n
la b a s e d e e se o r d e n s o c i a l - y c o n e ll o a s u m a m o s c o m o a lg o
in e v i ta b l e e l p a p e l c e n t r a l d e la p o l í t i c a e n la s p r á c tic a s i n t e r ­
p r e t a ti v a s y c o g n o s c i ti v a s - , e s d e c ir , a n o s e r q u e a s u m a m o s la
d e c o n s t r u c c i ó n c o m o u n r e t o in e l u d ib l e , la s p e lig r o s a s p r á c t i ­
c a s e je r c id a s p o r lo s te ó r ic o s d e l le n g u a je , p r á c t ic a s c o m o la
e x c lu s ió n d e lo m a r g i n a l y la b ú s q u e d a d e la p u r e z a , e x t e n d e r á n
s u s t e n t á c u l o s h a s t a lle g a r a e s a « v id a re a l» e n la q u e s u p u e s t a ­
m e n t e e s t á b a m o s a sa lv o .

Hacia una ética de la discusión

E n el p r o p i o d e b a te a c a d é m ic o q u e tu v o l u g a r e n t r e n u e s tr o s
a u to r e s se h a c e p a te n t e e sa b a s e d e re la c io n e s d e p o d e r y c o n v e n ­
c io n e s so ciales q u e , e n o p in i ó n d e D e r r id a , s u s te n ta la s n o c io n e s
d e in t e r p r e ta c ió n y d e v e r d a d . S u in t e r é s p r i o r i t a r i o a l a c e p ta r la
e n tr e v is ta , c o m o q u e d ó d e m a n if ie s to e n el s u b t ít u lo d e l After-
word, fu e d is c u tir la p o s ib ilid a d d e u n a « é tic a d e la d is c u s ió n »
c a p a z d e re g ir lo s e n f r e n ta m ie n to s e n el s e n o d e la u n iv e r s id a d :

La violencia, p o lític a o d e c u a lq u ie r tip o , q u e se m a n ifie sta e n las


d iscu sio n es acad é m ic a s o e n las d isc u sio n e s in te le c tu a le s en g e n e ­
ral, h a d e se r rec o n o c id a . A l d e c ir esto n o e sto y s o s te n ie n d o q u e
d ic h a v io len cia d e b a se r d e sa ta d a o sim p le m e n te a c e p ta d a . E stoy
a n te to d o p id ie n d o q u e in te n te m o s re c o n o c e rla y a n a liz a rla del
2 38 C O M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

m e jo r m o d o q u e p o d a m o s , e n su s v a ria d a s fo rm a s: p a te n te o
e n c u b ie rta , in s titu c io n a l o in d iv id u a l, lite ra l o m e ta fó ric a , c á n d i­
d a o h ip ó c rita , d e b u e n a o d e m a la fe (Afterword, p. 111-2).

D e r r i d a r e c o n o c e l a « a g r e s iv id a d » d e s u c o n t r a r r é p l i c a , a u n ­
q u e la ju s ti f ic a p o r la « b r u t a l i d a d » c o n la q u e S e a rle lo a ta c ó ,
ta n to e n Reply c o m o en Review, r e a l iz a n d o u n a le c tu ra c a re n te
d e b u e n a fe, lu c i d e z y r ig o r . S u p r o p i a a g r e s iv id a d y m a l ic i a a la
h o r a d e e s c r ib ir Limited e s ta b a n ju s tific a d a s a d e m á s p o r u n a
d o b le e s t r a t e g i a d e e s c r i t u r a - a l a q u e t a m b i é n v o lv e r e m o s e n
e l c a p í t u l o s i g u i e n t e - s e g ú n la c u a l, p o r u n a p a r t e , p r e t e n d í a
a r g u m e n t a r d e s d e u n p u n t o d e v is ta c o n v e n c i o n a l y , p o r o t r a ,
a c t u a r a l n iv e l d e la s f u e r z a s n o d is c u r s iv a s q u e s u b y a c e n a l
d e b a te , t r a s t o r n a n d o c o n u n a r e t ó r i c a p e r v e r s a l a in o c e n t e c o n ­
f i a n z a d e s u o p o n e n t e e n e l l e n g u a j e p l e n a m e n t e li t e r a l y d i r e c ­
t o ( « e r a c o m o si e s t u v i e r a d ic i é n d o l e a S e a rle , además: i n t e n t a
i n t e r p r e t a r e s te t e x t o t a m b i é n c o n t u s c a te g o r ía s » , Afterword,
p . 1 1 4 ).
E s a c o m p l e ja y d e s c o n c e r t a n t e m a n e r a d e e s c r ib ir e s p r o b a ­
b l e m e n t e lo q u e c o n d u j o a F o u c a u l t a c a li f i c a r e l e s tilo d e r r i -
d i a n o c o m o « o s c u r a n t i s m o te r r o r i s t a » , s e g ú n u n a c o n v e r s a c ió n
r e f e r i d a p o r S e a rle e n Review:

El tex to e stá esc rito d e m o d o ta n o sc u ro q u e n o p u e d e s a v e rig u a r


e x a c ta m e n te cu á l es su tesis (d e a h í el « obscurantisme» ), y c u a n d o
u n o lo critica, el a u to r d ic e «Vous m’avez mal compris; vous étes
idiot>> (d e a h í el «terroriste») (Review, § 2).

D e r r i d a s o s p e c h a d e l a a u t e n t i c i d a d d e e s ta a c u s a c i ó n p r i ­
v a d a y a u r i c u l a r - « N o sé si e l h e c h o d e q u e se lo c i t e e n f r a n c é s
b a s t a p a r a g a r a n t i z a r la a u t e n t i c i d a d d e u n a c ita , c u a n d o c o n ­
c ie r n e a u n a o p i n i ó n p r i v a d a » (Afterword, p . 1 5 8 ) - y se d e f i e n ­
d e d e e lla a t a c a n d o a s u o p o n e n t e c o n s u s p r o p i a s a r m a s :

A q u e llo s q u e d e se a n sim p lific a r a to d a co sta, y q u e se ra s g a n las


v e stid u ra s al h a b la r d e o s c u r id a d p o rq u e n o re c o n o c e n la falta d e
UN D E B A T E V I C I A D O 2 1 0

clarid ad de s u b u e n a A ufklarung, so n a m is o jos los p elig ro so s d o g ­


m á tic o s y ted io so s o sc u ra n tista s. N o m e n o s p elig ro so s so n a q u e ­
llos q u e (p o r e jem p lo , e n p o lític a ) d e se a n d e p u r a r a to d a co sta
(A fterw ord, p. 119).

C u a n d o lo s p r i m e r o s s e u n e n a lo s s e g u n d o s , e s d e c ir , lo s
a c a d é m ic o s o b s e s i o n a d o s c o n la c l a r i d a d a lo s p o l í t i c o s o b s e ­
s i o n a d o s p o r la p u r e z a , el e f e c to p u e d e s e r d e v a s t a d o r . E n u n a
n o t a c u a n t o m e n o s in t e r e s a n te , D e r r i d a o f r e c e u n e j e m p l o p e r ­
fe c to d e c ó m o se i n t e n t ó e je r c e r e s a v i o l e n t a p o l í t i c a p u r i f ic a -
d o r a s o b re s u p r o p ia p e rs o n a , h a c ie n d o u s o p re c is a m e n te d e
a q u e l l a d i s c u t i b l e c ita :

A u to riz á n d o se a ella m ism a a su vez c o n el m ism o ju ic io d e a u to ­


rid a d , y c ita n d o esta m ism a cita in v erificable, la H allec k P ro fe sso r
o f P h ilo so p h y de Yale, m ie m b ro d el In s titu to In te rn a c io n a l d e
F ilosofía, in te g ra n te d e la A cad em ia A m e ric a n a p a ra las A rte s y las
C iencias, D ire c to ra d e la A so ciació n A m e ric a n a d e Filosofía ( 1976­
83), P resid en ta d e la A so ciació n p a ra la L ó g ica S im b ó lica ( 1 9 8 3 -) ,
la Sra. R u th B arcan M arcu s, e scrib ió al G o b ie rn o F ran cés (M in is­
tr o d e E sta d o , M in istro d e In v estig a c ió n y T ecnología) el 12 d e
m a rz o d e 1984, p a ra p ro te sta r p o r m i d esig n ació n (en realid ad ,
elección u n á n im e p o r m is colegas) p a ra el carg o d e D ire c to r del
C olegio In te rn a c io n a l d e F ilosofía (A fterw ord, p. 158).

E n o p i n i ó n d e D e r r i d a , e n c a s o s c o m o é s te

esta m o s c ie rta m e n te c o n fro n ta d o s c o n c a d e n a s d e p rá c tic a s re ­


presivas y c o n la p o lític a en su s fo rm a s m á s básicas, e n lo s lím ite s
e n tr e la p re s u n ta lib e rta d a c a d é m ic a , la p re n s a y el p o d e r d el E s­
ta d o . La d im e n s ió n in te rn a c io n a l d e esta p o lític a rep resiv a (u n a
esp e c ie d e « in terp o l» ) es m a n ifie sta , y p o d r ía p re s e n ta r m á s p r u e ­
b as (A fterw ord, p. 159).

P a r a d ó j ic a m e n te , a q u e llo s q u e a p e la n a u n a v e r d a d n o d e -
c o n s t r u i b l e s ó lo s o n c a p a c e s d e d e f e n d e r la e n ú l t i m a i n s ta n c i a
240 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

apelando al orden político, es decir, a instancias externas al ám­


bito de la discusión académica, a las que se requiere el ejercicio
de un poder represivo que permita mantener el statu quo aca­
démico.
En 1992 volvió a repetirse una situación similar, en esta ocasión
con mayor revuelo: Barry Smith, junto con otros 17 eminentes
especialistas en filosofía (entre los que se contaban W. O. Quine,
David Armstrong, Kevin Mulligan o, de nuevo, R. B. Marcus)
publicaron una carta en el Times de Londres (6 de mayo) y
otros diarios de tirada internacional para protestar por la con­
cesión a Derrida de un doctorado honoris causa por la Univer­
sidad de Cambridge .6 En opinión de estos autores, aunque se
considere a sí mismo como un filósofo, la influencia de Derri­
da «se ejerció en general, y casi únicamente, en ámbitos ex­
ternos a la filosofía: en departamentos de estudios de cine o de
literatura francesa o inglesa». No consideraban que su obra,
«cargada de falacias lógicas», alcanzara «los estándares de clari­
dad y rigor» que lo harían merecedor de tal reconocimiento;
algo que, finalmente, no impidió que el título honorífico le
fuera otorgado.
Frente a este recurso al orden político para regir y purificar
las discusiones intelectuales, Derrida apelará en textos poste­
riores a la necesidad de una «Universidad sin condición»: un
ámbito en el que nada esté a resguardo de ser cuestionado, y
donde se respete «un derecho primordial a decirlo todo, aun­
que sea como ficción y experimentación del saber, y el derecho
a decirlo públicamente, a publicarlo ».7 No es en la hipócrita
negación del poder como sustento de la verdad, sino en su
aceptación como fundamento ineludible de todo acto discursi­
vo, donde reside la posibilidad de un pensamiento libre.

6 Un año antes, Kevin Mulligan había plasmado sus críticas del estilo derri-
diano en «How not to read: Derrida on Husserl>>, Topoi, 10:2, 1991, pp. 199-208.
Sobre aquel incidente ver J. Derrida: «Mnemosyne», Memorias para Paul de Man,
Barcelona, Gedisa, 1998, n5.
7 Universidad sin condición, op. cit., p. 14.
UN D E B A T E V I C I A D O 2 4 1

Las invasiones bárbaras

Un año después del sonoro episodio de Cambridge, Searle pu­


blica en Daedalus un artículo -«Rationality and Realism, What
is at Stake?» (op. cit., RR en adelante)- donde decide plantar
cara abiertamente a los ataques de la «subcultura» contempo­
ránea del posmodernismo.8 En su opinión, el modelo de univer­
sidad que ha sido dominante desde los orígenes de la cultura
europea hasta la actualidad está en peligro: un modelo basado
en ciertos principios, que constituyen los pilares fundacionales
de toda la Tradición Racionalista Occidental:

H a y u n a co n c e p c ió n d e la re a lid a d , y d e las re lacio n es q u e se e sta ­


b lece n e n tre la re a lid a d p o r u n a p a rte y el p e n s a m ie n to y el le n ­
g u a je p o r o tra , q u e tie n e u n a larg a h is to ria e n la tr a d ic ió n in te ­
le c tu a l o c c id e n ta l. D e h e c h o , esta c o n c e p c ió n es ta n fu n d a m e n ta l
q u e h a sta c ie rto p u n to d e fin e esa tra d ic ió n . Im p lic a u n a c o n c e p ­
c ió n m u y p a rtic u la r d e la v e rd a d , la ra z ó n , la re a lid a d , la ra c io n a ­
lid a d , la lógica, el c o n o c im ie n to , la e v id e n c ia y la p ru e b a . Sin
m u c h a ex ag eració n , p u e d e d e sc rib irse esta c o n c ep c ió n c o m o «la
T ra d ic ió n R a cio n a lista O ccid en tal» (RR, p. 57).

Esos principios -muchos de ellos «esenciales para cualquier


cultura exitosa», en la medida en que afectan a la propia super­
vivencia (RR, p. 58)- quedan concretados en seis:

1) La re a lid a d existe in d e p e n d ie n te m e n te d e las re p re se n ta c io n e s


h u m a n a s (RR, p. 60). 8

8 Searle ya había iniciado esta defensa en «The Storm Over the University»,
The New York Review ofBooks, 37:19, 6/12/1990, artículo que promovió dos dis­
cusiones en la misma revista: la primera, con Gerald Graff, George Levine y Bar­
bara Herrnstein Smith ( «“The Storm Over the University”: An Exchange», 38:4,
14/2/1991) y la segunda únicamente con Graff ( «“The Storm Over th e Univer­
sity”: A Further Exchange», 38:9, 16/5/1991). Ver también de Searle «Is There a
Crisis in American Higher Education?», The Bulletin of the American Academy of
Arts and Sciences, 46:4, enero de 1993, pp. 24-47.
242 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

2) A l m e n o s u n a d e las fu n c io n e s d el le n g u a je es c o m u n ic a r sig­
n ific a d o s d e sd e los h a b la n te s h a c ia los o y e n te s y, e n a lg u n o s
casos, estos sig n ificad o s p e rm ite n q u e la c o m u n ic a c ió n esté
re fe rid a a o b je to s y esta d o s d e cosas e n el m u n d o q u e ex isten
c o n in d e p e n d e n c ia d e l len g u aje (RR, p. 61).
3) L a v e rd a d es u n a c u e stió n d e e x a c titu d e n l a re p re se n ta c ió n
(R R , p. 62).
4) E l c o n o c im ie n to e s o b je tiv o (RR, p . 6 6 ).
5) L a ló g ica y la ra c io n a lid a d so n fo rm a le s (RR, p . 67).
6) Los e stá n d a re s in te le c tu a le s n o e stá n a d is p o sic ió n d e c u a l­
q u ie ra . H a y c rite rio s d e lo g ro y excelen cia in te le c tu a l q u e so n
o b je tiv a e in te rs u b je tiv a m e n te v á lid o s (RR, p. 68).

Más que tesis o teorías explícitas, como desarrollará en La


construcción de la realidad social (op. cit., cap. VI), estas ideas
constituyen elementos del trasfondo, inscritas en nuestras for­
mas de vida más cotidianas y reflejadas en nuestras prácticas
intelectuales, aunque ello no ha evitado que, en cierto modo,
siempre hayan estado en cuestión -pues uno de los rasgos dis­
tintivos de la Tradición Racionalista Occidental es su capacidad
de ejercer la autocrítica y cuestionar sus propios fundamentos.
Pero la novedad de la situación actual es que los principios fun­
dacionales no están siendo cuestionados por la limitación que
nos es constitutiva como seres humanos, y que nos impide al­
canzarlos en plenitud -algo de lo que ha sido bien consciente
la propia Tradición-, sino en tanto que ideales regulativos. No
están siendo denunciados por ser inalcanzables, sino por ser
supuestamente injustos y arbitrarios instrumentos de opresión
política. Frente a dicha opresión, y bajo el influjo de pensado­
res como Derrida o Rorty, cierta lectura de Kuhn y, en menor
medida, de Foucault, la «izquierda nietzscheizada» -expresión
que Searle hereda de Allan Bloom- está tomando el control de
los departamentos de humanidades más débiles del espectro
académico americano, supeditando los proyectos de investiga­
ción, de modo más o menos explícito, a ciertas agendas po­
líticas -com o ocurre, en su opinión, con la proliferación de
UN D E B A T E V I C I A D O 243

lo sWomen Studies, lo s Chicano Studies, lo s Gay and Lesbian


Studies, lo s African American Studies, y o t r o s c a s o s s e m e ja n te s
(RR, p . 7 4 ). .
E rig id o e n d e f e n s o r d e la c u l t u r a y la c iv iliz a c ió n o c c id e n ta l,
a b a n d e r a n d o u n a h e r o ic a c r u z a d a c o n t r a lo s a p ó s to le s d e l todo
vale, S earle re iv in d ic a la filo s o fía a n a lític a c o m o ú n ic a g a r a n te d e
la ra c io n a lid a d , la v e r d a d , la c o h e re n c ia y la c la r id a d . H a s ta a h o r a ,
la h e g e m o n ía d e d ic h a e s c u e la h a b ía s id o in c u e s tio n a b le e n lo s
p a ís e s d e h a b la in g le s a ,9 a u n q u e , c o m o s e ñ a la S e a rle e n o t r o lu g a r
c o n c ie r ta a m a r g u r a , p a r e c e e s ta r c o n d e n a d a al d e c liv e :

La filosofía an a lític a h a llegado a ser n o sólo d o m in a n te sino in te ­


le c tu a lm e n te resp e ta b le y, c o m o to d o s los m o v im ie n to s re v o lu ­
cio n a rio s ex ito so s, h a p e rd id o p a rte d e su v ita lid a d c o m o efecto
d e su p ro p io éxito . D a d a su d e m a n d a c o n s ta n te d e ra c io n a lid a d ,
in telig en cia, clarid a d , rig o r y a u to c rític a , n o p a re c e q u e p u e d a
v en cer in d e fin id a m e n te , p o r el sim p le m o tiv o d e q u e estas e x i­
gencias s o n u n co ste d e m a s ia d o alto p a ra m u c h a g e n te .10

A h o r a b ie n : l o q u e e s t á p l a n t e a n d o S e a rle e n R R v a m á s a llá
d e l p r o b l e m a d e la f ilo s o f ía a n a lític a , p u e s a f e c ta p o r c o m p l e t o
a la T r a d ic ió n R a c io n a l is t a O c c id e n t a l, i d e n t i f i c a d a - a l m e n o s
« h a s ta c i e r t o p u n t o » - c o n la t r a d i c i ó n in t e le c t u a l d e O c c id e n t e
e n s u c o n j u n t o ( d a n d o la im p r e s i ó n d e q u e c u a l q u i e r p e n s a d o r
q u e h a y a c u e s t i o n a d o s u s p r i n c i p i o s e s, e n c ie r to m o d o , u n
i n t r u s o a d v e n e d i z o ) . A n te e s ta s i tu a c i ó n , n o e s la i n t e n c i ó n d e
S e a r le d e f e n d e r e s o s p r i n c i p i o s c o n a r g u m e n t o s s ó l id o s y c o n ­
v in c e n t e s p u e s , p a r a q u e t a l e s a r g u m e n t o s f u e r a n a c e p t a d o s y
p u d i e r a n f u n c i o n a r , h a b r í a n d e s e r a c e p t a d o s e so s m i s m o s
p r i n c ip i o s :

9 Alegando como autoridad precisamente a Searle, Hans-Johann Glock se


atreve a afirmar que esta hegemonía de la analítica se extiende a toda la filosofía
occidental (op. cit., p. 1).
10 «Contemporary Philosophy in the United States», en Bunnin, N. y Tsui-
James, E.P. (eds.): The Blackwell Companion to Philosophy, Oxford, Blackwell,
2003, p. 21.
244 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

L a situ a c ió n es s im ila r a u n a o c u rre n c ia m u y c o m ú n d e lo s a ñ o s


60: «C uál es t u a r g u m e n to p a ra la rac io n a lid a d ? » La n o c ió n d e
a r g u m e n to ya p re s u p o n e e stá n d a re s d e v alid ez, y p o r ta n to ra c io ­
n a lid a d . [ ... ] P u e d e s m o s tra r q u e c ie rto s c á n o n e s d e ra c io n a lid a d
s o n a u to -e n g a ñ o so s, o in c o n siste n te s, p e ro n o h a y m o d o d e « p ro ­
b ar» la ra c io n a lid a d (RR, p. 80).

De manera que da la impresión de que Searle contraataque


ofreciendo precisamente aquello que critica: «eslóganes y gritos
de guerra» (RR, p. 78), recogidos en una especie de credo de ine­
ludible aceptación a la hora de pasar a formar parte de pleno
derecho de la intelectualidad no degenerada. Searle se ubica así
muy alejado de los planteamientos de Universidad sin condición,
si no en sus antípodas. Su actitud adopta un tono aún más peren­
torio en otro artículo posterior poco conocido donde, apelando a
su experiencia como miembro del Consejo Nacional de Finan­
ciación de las Humanidades (National Council of the National
Endowment for the Humanities ), acusa a los representantes del
posmodernismo de «hipocresía y engaño» al recibir fondos de
instituciones que habrían de promover el conocimiento y el saber,
proponiendo la retirada paulatina de dichos fondos:

Es p e rfe c ta m e n te le g ítim o , y d e h e c h o d eseab le, q u e los p ro fe s o ­


res d e F ilología Inglesa, así c o m o los d e c u a lq u ie r o tr a d isc ip lin a ,
se im p liq u e n e n c u a le sq u ie ra activ id a d e s p o lític a s q u e les a p e te z ­
ca. P ero n o es p o r eso p o r lo q u e se les e stá p a g a n d o . N o es eso lo
q u e las ag encias d e fin a n c ia c ió n tie n e n e n m e n te c u a n d o e sta b le ­
cen y m a n tie n e n esos d e p a rta m e n to s . [ ... ] M i m o d e s ta p ro p u e s ­
ta es s im p le m e n te ir e lim in a n d o e sto s d e p a rta m e n to s , rev istas y
e s tru c tu ra s in s titu c io n a le s, q u e n o p u e d e n ju stific a rse p o r c rite ­
rio s a los q u e o fic ia lm e n te se so m e te n , p e ro q u e e n la p rá c tic a
re c h a z a n y s o c a v a n .11

En cualquier caso, con respecto a lo que aquí nos ocupa


-que es el debate explícito con Derrida-, en RR no hay propia­
11 «Postmodernism and Truth», 2B: a Journal o f Ideas, 13, 1998, p. 87.
UN D E B A T E V I C I A D O 245

m e n t e a n á lis is n i d is c u s ió n a l g u n a d e s u i n t e r p r e t a c i ó n d e lo s
a c to s d e h a b l a n i d e n i n g ú n o t r o a s p e c t o c o n c r e t o d e s u f i lo s o ­
fía , s i n o s ó lo u n a c r í ti c a m a n i q u e a d e u n D e r r i d a e s t e r e o t i p a ­
d o , c a r i c a t u r i z a d o in c l u s o , c u y a b á r b a r a i n v a s ió n d e la e s c e n a
in t e le c t u a l n o r t e a m e r i c a n a h a e x t e n d i d o p e l i g r o s a m e n t e la d e ­
c a d e n c ia d e l v ie jo c o n ti n e n te . P o r si e l le c t o r c o n s i d e r a q u e h a b la r
d e « c a r i c a tu r iz a c ió n » e s e x a g e r a d o , r e p r o d u c i m o s el s ig u ie n t e
fra g m e n to :

P o r ejem p lo , s u p ó n q u e lla m o a m i m e c á n ic o p a ra a v e rig u a r si y a


m e h a a rre g la d o el c a rb u ra d o r; o q u e lla m o al m é d ic o p a ra q u e
m e d é el in fo rm e d e m i re c ie n te análisis clínico. A h o ra , su p ó n q u e
h e d a d o c o n u n m e c á n ic o d e c o n stru c c io n ista , e in te n ta e x p lic a r­
m e q u e el c a rb u r a d o r e n c u a lq u ie r caso n o es m á s q u e te x to , y q u e
n o h ay n a d a d e lo q u e h a b la r a p a rte d e la te x tu a lid a d d e l tex to .
O su p ó n q u e h e d a d o c o n u n m é d ic o p o s m o d e rn o , q u e m e ex p li­
ca q u e la e n fe rm e d a d es e se n c ia lm e n te u n c o n stru c to m e ta fó ric o
(R R , p. 81).

E c h a n d o a s í m a n o d e i n s t r u m e n t o s r e t ó r i c o s d e b a j o n iv e l,
m á s p r o p i o s d e u n a c o n v e r s a c ió n c a lle je r a q u e d e u n a r t íc u l o
s e r io y r ig u r o s o , S e a rle p r e t e n d e m o s t r a r q u e la s o p i n i o n e s d e
D e r r i d a o R o r ty s o n in c o n s is t e n te s c o n la s p r á c t ic a s lin g ü ís tic a s
o r d i n a r ia s . P e r o la s p o s ic io n e s d e lo s a d v e r s a r io s a p a r e c e n c o m o
b o r r o s o s c lic h é s , y e l d e b a te p a r e c e h a b e r d e g e n e r a d o i r r e ­
m e d i a b l e m e n t e . E n el c a s o d e D e r r i d a , a d if e r e n c i a d e R o r t y o
K u h n , s u o b r a n o es c i t a d a n i u n a v e z ; id e n t if ic a d o c o n e l to s c o
e s t e r e o t ip o d e l q u e t a n t a s v e c e s h a i n t e n t a d o z a fa r s e , el fr a n c é s
q u e d a r e d u c i d o a u n a p a r o d i a d e sí m i s m o . C o n s c ie n te d e la
s i m p l if i c a c ió n a la q u e e s tá s o m e t i e n d o e l te m a , S e a r le a p u n t a
al fin a l d e l a rtíc u lo q u e:

E n c u a lq u ie r caso, h a y u n p e lig ro e n d é m ic o e n c u a lq u ie r re p re ­
s e n ta c ió n d e este tip o . E stás casi fo rz a d o a p re s e n ta r las c u e stio ­
nes co n m a y o r c la rid a d y sim p lic id a d d e la q u e re a lm e n te les
co rresp o n d e. A la h o ra d e d e sc rib ir el fe n ó m e n o , tie n e s q u e fo r­
2 4 6 C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

m u la r tesis m á s o m e n o s claras p a ra a m b o s b a n d o s: la s u b c u ltu ­


ra d e la u n iv e rsid a d tr a d ic io n a l y la s u b c u ltu ra d e l p o s m o d e rn is ­
m o . E n c u a lq u ie r caso, la g e n te e n la v id a real, e n a m b o s b a n d o s,
tie n d e a se r a m b iv a le n te e in c lu s o c o n fu sa . A m e n u d o n o e stá n
m u y seg u ro s d e lo q u e p ie n s a n e fe c tiv a m e n te (RR, p . 8 2 ).

Es decir: que si algún intelectual considera que no encaja en


los simplificados estereotipos que el artículo le plantea, es que
no tiene las ideas claras.

Los descontentos de la teoría literaria

Encontramos la última escena de este prolongado desencuen­


tro en un artículo que, al igual que Review y Afterword, tie­
ne cierto carácter indirecto: Searle sigue sin dedicar un texto
completo a replicar a Derrida, lo cual le concedería demasiada
importancia, y por ello lo esquina en un artículo ecléctico,
«Literary Theory and lts Discontents» (op. cit., LT en adelante),
en el que agrupa una serie de criticas diversas contra algunos
teóricos literarios. El texto, bastante más argumentativo y deta­
llado que los anteriores, aparece publicado en francés en 1993 y
en inglés, con una adición final, en 1994.12A pesar de que su pri­
mera versión fuera ofrecida como conferencia en 1987, es decir,
un año antes de que se publicara la compilación de Graff, ésta
aparece ya profusamente citada en ambas versiones impresas.
La intención de Searle en LT es refutar tres posiciones en
teoría literaria que no sólo no comparten nada entre sí, sino
que en muchos sentidos son completamente opuestas: por una
parte, la concepción del significado de los textos sostenida por
Stanley Fish (al menos durante algún tiempo), según la cual la
interpretación depende totalmente de la respuesta del lector;

12 La versión francesa apareció en el monográfico acerca de la división entre


analíticos y continentales de la Stanford French Review (17, 2-3, 1993, pp. 221-56),
bajo el título: «La théorie littéraire et ses bévues philosophiques». Haremos refe­
rencia a la edición inglesa antes citada.
UN D E B A T E V I C I A D O 247

por otra, la concepción opuesta de Stephen Knapp y Walter


Michaels, según los cuales el significado de los textos depende
total y exclusivamente de la intención de su autor; y, finalmente,
«el más oscuro de los casos» (LT, p. 657), la posición derridia-
na que sostiene que los significados son indecidibles y radical­
mente indeterminables. Posturas tan divergentes pueden ser
criticadas en un mismo artículo porque todas ellas tienen en su
raíz el mismo problema: la ignorancia de «principios y distin­
ciones que están comúnmente aceptadas en lógica, lingüística y
filosofía del lenguaje» (LT, p. 637), y la intención de Searle en el
artículo es ilustrarlos al respecto ya que,

si cap tas b ie n c ie rto s p rin c ip io s y d istin c io n e s fu n d a m e n ta le s


acerca del lenguaje, e n to n c e s m u c h a s d e las c u e stio n e s q u e p a re ­
cen te rrib le m e n te p e n e tra n te s , p ro fu n d a s y m iste rio sa s e n te o ría
lite ra ria tie n e n so lu c io n e s m á s b ie n sim p le s y claras (LT, p. 639).

Aunque al comienzo Searle anuncia media docena de prin­


cipios, finalmente analiza ocho (a la mayoría de los cuales ya
nos hemos referido en momentos anteriores): el trasfondo;
la distinción entre identidad de ejemplar e identidad de tipo;
entre frases y emisiones; entre uso y mención; la composicio-
nalidad del lenguaje; la diferencia entre el significado de la frase
y el significado del hablante; la necesidad de distinguir entre
problemas ontológicos y epistemológicos; y, finalmente, la ini­
dentidad entre propiedades sintácticas y físicas. Analizaremos a
continuación estas cuestiones centrándonos en las novedades
que aportan al debate.
LT comienza haciendo una apología explícita de aquella
vaguedad conceptual que Derrida había criticado en el After-
word: los conceptos de la filosofía del lenguaje, tal y como ya
apuntó en Review, no tienen por qué tener límites tajantes, pues
los estados intencionales que los sustentan carecen de la «pure­
za cristalina» que algunos les presuponen. Ésta es una concep­
ción prewittgensteiniana que él considera superada, y uno de
los motivos es la importancia de la noción de trasfondo -que,
248 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

en nuestra opinión, debería haber sido central en el debate desde


el principio, si ambos contendientes hubieran tenido bien claro
el motivo de su desencuentro. La idea se recordará del capítu­
lo tercero: según Searle, la intencionalidad de nuestro lenguaje
no es interpretable teniendo en cuenta únicamente la semánti­
ca desde un punto de vista abstracto, sino que es preciso tomar
en consideración una serie de habilidades y capacidades no
intencionales, un saber-hacer que nos permite dar sentido a
lo que decimos. El ejemplo clásico era el siguiente: para saber lo
que significa «cortar la tarta» no basta con mirar un dicciona­
rio, sino que es preciso aprender en qué consiste hacer tal cosa,
ya que «cortar» ha de ser interpretado de modo muy distinto en
otras ocurrencias -com o «cortar el césped» o «cortar el agua»-
que, no obstante, comparten un mismo significado literal. Las
infinitas interpretaciones que permiten los significados literales
de las palabras siempre han de ser limitadas por nuestro saber-
hacer preintencional.
Se trata de una idea -cuyos antecedentes están en Hume,
Nietzsche y, sobre todo, Wittgenstein- que, según el propio
Searle manifiesta, no está tan «comúnmente aceptada» como a
él le gustaría (comenzamos así con una excepción esta enume­
ración de principios generalmente establecidos). Su efecto es que
«no haya cosas tales como estados intencionales con el tipo de
pureza que les atribuyeron los autores que han escrito sobre la
intencionalidad en la tradición fenomenológica, como Hus-
serl» (LT, p. 642): los significados de las palabras no están cris­
talinamente «presentes» ante nosotros, porque el trasfondo
que los hace posibles no es a su vez un contenido intencional
de la consciencia, sino un modo de relacionarse con las cosas.
Por ese motivo, la acusación hecha por Derrida contra la teo­
ría de los actos de habla, por su supuesta tendencia a postular
la plena presencia de los contenidos intencionales, es, en opi­
nión de Searle, completamente injusta, pues él sería el prime­
ro en aceptar, siguiendo a Wittgenstein, que no existe dicha
autopresencia cristalina. En este sentido, Searle llega a sostener
lo siguiente:
UN D E B A T E V I C I A D O 2 49

E s u n a c o n secu en c ia d e m i p la n te a m ie n to q u e e l sig n ificad o y la


in te n c io n a lid a d tie n e n u n a fo rm a d e in d e te rm in a c ió n m u c h o m á s
ra d ic a l d e la q u e D e rrid a p u e d e co n ceb ir, p o rq u e n o p u e d e n fu n ­
c io n a r in d e p e n d ie n te m e n te e n ab so lu to : sólo p u e d e n fu n c io n a r
en re lació n c o n u n T rasfo n d o n o re p re se n ta c io n a l (LT, p . 659).

Salta a la vista que, como ya apuntamos en su momento, la


noción de trasfondo contiene un germen de relativismo cultu­
ral, y que puede aparecer como una limitación intrínseca para
el pleno desarrollo de una teoría del lenguaje. No obstante,
Searle quisiera atajar esas interpretaciones desde el principio:
no hay relativismo cultural alguno porque, como ya vimos en
el tercer capítulo, el trasfondo no es más que un hecho objetivo
acerca de nuestros cerebros, nuestros cuerpos y nuestras socie­
dades. Y no implica en absoluto una limitación teórica en el
análisis del lenguaje, sino más bien todo lo contrario: es uno de
los elementos esenciales a considerar cuando está en juego la
intencionalidad lingüística y, en general, la intencionalidad de
nuestros estados mentales. No es un obstáculo para la teoría,
sino su condición de posibilidad -siempre que seamos capaces
de asumir una concepción postwittgensteiniana de la noción de
teoría. El principio de expresabilidad, por ejemplo, no está afec­
tado por el problema del trasfondo por el sencillo motivo de
que siempre es posible decir lo que queremos decir, dada la con­
currencia del trasfondo adecuado:

C o m o q u ie ra q u e esté d a d o u n c o n ju n to d e c a p a c id a d e s d e T ras­
fo n d o y u n a R ed d e in te n c io n a lid a d , in c lu id o u n d o m in io d e u n
a p a ra to lin g ü ístico c o m p a rtid o e n tre h a b la n te y o y e n te , el signifi­
cad o y la c o m u n ic a c ió n p u e d e n e sta r c o m p le ta m e n te d e te rm in a ­
dos. C u a n d o m e q u e jo p o r el c a lo r o p id o u n a h a m b u rg u e sa soy,
e n general, c ap az d e h acerlo sin a m b ig ü e d a d o v a g u e d a d , n i m u ­
cho m e n o s in d e te rm in a c ió n . D e n tro d e los lím ite s estab lecid o s
p o r las c o n d icio n e s d e p o sib ilid a d del a c to d e h a b la , p u e d o d ecir
lo q u e q u iero d e c ir y e x p re sa r lo q u e q u ie ro ex p re sa r [7 can say
w h a t 7 w a n t to say a n d m e a n w h a t 7 w a n t to m ean] (LT, p. 659).
2^ 0 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

¿Dónde está el significado?

P a r a a p u n t a r q u e la n o c i ó n d e i t e r a b i l i d a d e s t á m a l d e f i n i d a e n
la o b r a d e D e r r i d a , S e a r le t r a e n u e v a m e n t e a c o l a c i ó n la d i s ­
t i n c i ó n e n t r e i d e n t i d a d d e t i p o ( type) e i d e n t i d a d d e e j e m p l a r
(token), a f i n a n d o a lg o m á s la c r í ti c a q u e y a a p a r e c i e r a e n Reply.
E l f r a n c é s e s t á c l a r a m e n t e e q u iv o c a d o , e n s u o p i n i ó n , p o r q u e
c o n s i d e r a q u e la s « m a r c a s » y lo s « sig n o s» p u e d e n s e r it e r a d o s ,
c u a n d o e n r e a lid a d lo q u e e s it e r a d o o r e p e t i d o n o s o n la s p r o ­
p ia s m a r c a s n i lo s p r o p i o s s ig n o s , e n t a n t o q u e e je m p la r e s físic o s,
s i n o lo s t i p o s b a j o lo s q u e c a e n . E s ta id e n t if ic a c i ó n e x p líc ita d e
lo s e j e m p l a r e s o tokens c o n lo s o b je t o s fís ic o s , c o m o se p o n e
d e m a n ifie s to e n La construcción de la realidad social (op. cit.,
c a p . I V ) , e s d e s u m a i m p o r t a n c i a p a r a S e a rle , p o r q u e m a r c a
u n a v e z m á s e l lí m i t e d e l r e l a ti v is m o c u lt u r a l : p o r m u c h o q u e ,
m e d i a n t e e l u s o d e l l e n g u a j e y o t r a s in s ti tu c i o n e s c o n v e n c i o n a ­
le s , p o d a m o s d o t a r d e s i g n if i c a d o s e i n t e n c i o n a l i d a d a la s p a l a ­
b r a s y lo s o b je t o s , e s e s e n c i a l r e s a lta r q u e la e x is te n c ia d e é s to s
es u n h e c h o b r u t o , fís ic o , n o d e p e n d i e n t e d e n u e s t r o le n g u a j e n i
d e n u e s t r a s c o n v e n c io n e s : lo s s o n i d o s o lo s t r a z o s d e t i n t a n o
s o n i t e r a b l e s , s i n o in d i v id u a l e s e n s u a c o n te c e r , e i n d e p e n d i e n ­
te s d e c ó m o lo s c o n s i d e r a m o s o c la s if ic a m o s .
O t r o d e lo s p r i n c i p i o s q u e s e ñ a l a S e a rle e n s u a r t í c u l o e s tá
r e l a c i o n a d o c o n e s ta a p r e c i a c ió n : « la s i n t a x i s n o e s i n t r í n s e c a a
la físic a » . A u n q u e t o d o s ig n o t i e n e u n a r e a l iz a c i ó n físic a , la s
c a te g o r ía s s i n tá c t ic a s n o s o n c a te g o r ía s físic a s: « N o h a y , p o r
e je m p lo , p r o p i e d a d e s a c ú s tic a s , q u ím ic a s , g r a v i ta c i o n a le s , e le c ­
tr o m a g n é t i c a s , e tc . q u e to d a s y c a d a u n a d e la s f r a s e s e n in g lé s
h a y a n d e te n e r e n c o m ú n » (LT, p . 6 4 8 ) . L o q u e sí t i e n e n e n
c o m ú n es q u e t o d a s e lla s e s t á n r e g i d a s p o r u n s i s te m a d e c o n ­
v e n c io n e s , y e s to n o s lle v a a la s c u a t r o d is ti n c io n e s s ig u ie n te s ,
q u e e s t á n e s t r e c h a m e n t e r e l a c io n a d a s e n t r e sí. A u n q u e S e a rle
n o la s u ti li z a d e s p u é s e x p r e s a m e n t e p a r a r e f u t a r a D e r r i d a , s o n
d e v ita l im p o r ta n c ia p a r a c o m p r e n d e r s u d is tin ta c o n c e p c ió n
d e l f u n c i o n a m i e n t o d e l le n g u a j e . S u o b je t iv o c o n e lla s e s r e f u ­
t a r p o r u n a p a r t e la p o s i c i ó n d e F is h , q u e c o n s i d e r a el s i g n if i­
UN D E B A T E V I C I A D O 2 5 1

c a d o c o m o u n a li b r e c r e a c i ó n d e l le c to r , y p o r o t r a l a d e K n a p p
y M ic h a e ls , s e g ú n lo s c u a le s u n f r a g m e n t o d e c ó d ig o n o p u e d e
s e r c o n s id e ra d o le n g u a je a n o se r q u e h a y a s id o p r o d u c id o
c o n s c i e n t e m e n t e p o r u n a u t o r , n o s i e n d o s u s i g n if ic a d o d i s t i n ­
t o d e l q u e é s te le a tr ib u y ó .
¿ D e p e n d e e l s ig n if ic a d o d e la i n t e n c i ó n d e l a u to r ? L a re s ­
p u e s t a d e S e a rle es q u e s ó lo h a s t a c ie r to p u n t o : lo s s ig n o s li n ­
g ü ís tic o s , p o r sí m is m o s , p o s e e n u n s ig n if ic a d o e n f u n c i ó n d e la s
c o n v e n c io n e s a c e p ta d a s e n e l le n g u a j e a l q u e p e r t e n e c e n .
Y lo h a c e n c o n t o t a l in d e p e n d e n c i a d e s u o r i g e n , p u e s p u e d e n s e r
legibles a u n q u e n o h a y a n i n g ú n a u t o r q u e lo s h a y a p r o d u c i d o
in t e n c io n a l m e n t e . D a d o u n c o n j u n t o d e c o n v e n c io n e s s o c ia l­
m e n t e a c e p ta d a s - p o r e je m p lo , la le n g u a i n g l e s a - lo s t r a z o s d e
t i n t a q u e c o m p o n e n u n t e x t o s ig n if ic a n lo q u e s ig n ific a n . E l sig ­
n if ic a d o d e la s p a l a b r a s s u e l ta s p r o c e d e d e l s i s te m a d e c o n v e n ­
c io n e s e s ta b le c id o , es d e c ir, d e la s e m á n tic a d e l id i o m a e n c u e s ­
ti ó n ; y el s ig n if ic a d o d e la s fra s e s c o m p l e ta s se a v e r ig u a a p a r t i r
d e lo s s ig n if ic a d o s d e s u s p a r te s , s e g ú n el p r i n c i p i o d e c o m p o s i-
c io n a l id a d . N o o b s t a n te , la fra s e n o p u e d e s e r c o n s i d e r a d a u n a
emisión a n o s e r q u e a lg u i e n la p r o f ie r a , e n c u y o c a s o e l e m i s o r
p o d ría e s ta r usándola o mencionándola: si e s tu v ie r a u s á n d o l a , el
queriendo decir lo q u e la fr a s e s ig n ific a , m i e n tr a s
h a b la n t e e s ta ría
q u e , si e s t u v ie r a m e n c i o n á n d o la , e n p r i n c ip i o , e s ta r ía ú n i c a m e n ­
te r e f ir ié n d o s e a e lla .13 P u n t u a l i z a n d o lo q u e y a s o s tu v o e n Reply,
S e a rle v u e lv e a a c u s a r a D e r r i d a d e c o n f u n d i r d is ti n to s c o n c e p ­
to s e n la n o c i ó n d e citationalité p u e s , p o r e je m p lo , c u a n d o u n
a c to r e m ite u n a s p a l a b r a s e n e s c e n a n o la s e s tá c it a n d o n i m e n ­
c io n a n d o , s i n o usándolas, s ó lo q u e e n u n c o n te x t o r e s tr in g id o .
E l s ig n if ic a d o d e l a f r a s e t a l y c o m o lo a c a b a m o s d e d e f i n ir
n o t i e n e p o r q u é c o i n c i d i r c o n e l s i g n if ic a d o d e l h a b l a n t e , q u e
puede querer decir a lg o d i s t i n t o d e lo q u e s u s p a l a b r a s e fe c tiv a
dicen. E n e ste c a s o ,
y li t e r a l m e n t e el o y e n te o l e c t o r h a b r á d e
r e a liz a r u n a d e d u c c i ó n p a r a c o m p r e n d e r el s e n t i d o d e lo d ic h o ,

13 Hay quien sostiene que en este segundo caso los elementos lingüísticos
propiamente no estarían presentes, sino sólo su «nombre propio», pero esta es una
posición que Searle considera equivocada (Actos de habla, pp. 82 y ss.).
252 C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

y en ella habrá de tomar en consideración no sólo el signifi­


cado literal sino también el contexto, a fin de determinar si el
hablante está siendo irónico, hablando metafóricamente,
haciendo un chiste, etc. Pero el hecho de que el hablante pueda
hacer eso con sus palabras no implica que estos significados no
literales formen parte del significado de la frase, pues éste se
define exclusivamente por las convenciones lingüísticas.
Con estos principios, enfrentarse tanto a Fish como a Knapp
y Michaels es bien sencillo: respondiendo al primero, el signifi­
cado no es una creación del lector en ningún sentido, pues su
función sólo puede ser o bien constatar cuál es el significado
literal de la frase, o bien deducir cuál fue la intención del
hablante; sólo si él mismo se convierte a su vez en hablante o
autor podrá dar a las palabras un significado distinto. Y, res­
pondiendo a los últimos, un fragmento de código posee un sig­
nificado literal con independencia de si hubo o no un autor en
su origen; lo que no posee es significado en tanto que emisión,
pues no hay tal emisión a no ser que haya un emisor al cual .
atribuir el sentido de lo dicho. Y, aunque un autor pueda que­
rer decir algo distinto de lo que las palabras significan, no pue­
de cambiar lo que éstas significan de hecho, pues esto depende
de unas convenciones que no está en su mano transformar.1415Es
más, aunque el significado que otorga a su frase sea distinto de
su significado literal, sólo es posible transmitir el primero apo­
yándose en el segundo: sólo si el oyente conoce el sentido lite­
ral de una frase, el que ésta tiene por sí misma, es posible que
deduzca el sentido irónico o metafórico que quiso darle el
hablante en un momento determinado.^ La idea de que el sig­
14 Knapp y Michaels replicaron a estas críticas sosteniendo que una interpre­
tación puramente literal de los fragmentos de código -q u e se llevaría a cabo sin
atenerse en absoluto a las intenciones del em isor- sería completamente arbitraria;
para empezar, tendría que elegir, sin justificación alguna, cuáles son las conven­
ciones que rigen el significado del texto. Ver su «Reply to John Searle», N ew Lite-
rary History, 25:3, verano 1999, pp. 669-75.
15 La idea de que en los casos literales la convención rige la comunicación
hasta el punto de que no es preciso que el oyente realice deducción contextual
alguna ha sido muy discutida. En este sentido, Kent Bach y Robert M. Harnish han
UN D E B A T E V I C I A D O 253

nificado literal no depende del hablante sino de las convencio­


nes aceptadas es esencial no sólo para la comunicación, sino
incluso para el pensamiento mismo, pues «Sólo es posible co­
municar, o incluso pensar, pensamientos complejos a partir de
una estructura de significados de frase» (LT, p. 647). Las impli­
caciones de esta idea en la psicopragmática, es decir, en el estu­
dio de cómo el lenguaje es un vehículo del pensamiento, son de
gran interés.16
Searle se apresura a señalar que el hecho de que las palabras
tengan significado por sí mismas, con independencia de lo que
quiera decir el hablante que las usa en un momento dado, no
implica que la intencionalidad del estado mental sea un concep­
to superfluo a la hora de entender el funcionamiento del len­
guaje. El motivo es que la intencionalidad de la frase sólo es en
realidad de tipo derivado, y no intrínseco: sólo el estado mental
en que se encuentra el hablante al realizar su emisión es intrín­
secamente intencional, mientras que la intencionalidad literal
de la frase misma deriva de las intenciones con las que normal­
mente es emitida por los hablantes en una sociedad dada:

N o c io n e s c o m o «frase e n inglés» n o p u e d e n ser d e fin id a s e n té r ­


m in o s, p o r e jem p lo , a c ú stic o s o m ec á n ic o s. N o h a y p ro p ie d a d e s
acústicas, p o r ejem p lo , q u e p o se a n to d a s las frases e n inglés y sólo
ellas. H a y u n a ra z ó n p ro f u n d a p a ra esto , y es q u e el siste m a c o m ­
p le to d e la sin tax is só lo existe re la tiv a m e n te a la in te n c io n a lid a d
h u m a n a , in c lu y e n d o la R ed y el T ra sfo n d o (LT, p. 654).

desarrollado la teoría de los actos de habla que otorga a la capacidad deductiva


del oyente una importancia mucho más fundamental (Linguistic Communica-
tion and Speech Acts, Cambridge (Mass.), MIT Press, 1984). Searle se ha enfren­
tado explícitamente a “este planteamiento actualmente de moda, según el cual
los performativos son cierto tipo de actos de habla indirectos, donde el supues­
to performativo no literal ha de ser de algún modo derivado a partir de la aserción
literal mediante mecanismos griceanos» («How Performatives Work», op. cit,
p. 101).
16 Acerca de la noción de psicopragmática ver Marcelo Dascal: Interpretation
and Understanding, Amsterdam, John Benjamins, 2003, p. 47.
254 C Ó M O H A C E R FI LOS OFI A C O N PALABRAS

E l s i g n if i c a d o d e l a f r a s e n o t i e n e i n t e n c i o n a l i d a d i n t r í n s e ­
c a , p e r o e s o n o i m p i d e q u e t e n g a s u r e f e r e n c ia e s t a b le c i d a d e
m o d o f i r m e y o b je tiv o . D e h e c h o , a u n q u e e l s ig n if ic a d o li te r a l
e n ú l t i m a i n s t a n c i a d e r i v e d e lo s s ig n if ic a d o s d e lo s h a b la n t e s ,
é s to s s ó lo p u e d e n s e r e x p r e s a d o s (y e n o c a s io n e s in c l u s o p e n ­
s a d o s ) g r a c i a s a la s c o n v e n c i o n e s q u e e s ta b le c e n lo s s i g n if ic a ­
d o s d e fr a s e . P a r e c e q u e a q u í h a y a c ir c u l a r i d a d e n la d e f i n i c i ó n
d e lo s c o n c e p t o s , p e r o é s t a e s u n a i m p r e s i ó n q u e S e a rle a c la r a
e n o t r o s te x to s , c o m o La construcción de la realidad social: la s
c o n v e n c i o n e s s o c i a lm e n te a c e p t a d a s , c o m o la s e m á n t i c a d e u n
l e n g u a j e , s ó lo e x is te n p o r q u e h a y a c t i t u d e s i n t e n c io n a l e s s u b j e ­
tiv a s q u e la s a s u m e n ; e m p e r o , a u n q u e e s ta s a c t i t u d e s s e a n d e
c a r á c t e r s u b je tiv o , l a r e a l id a d q u e i n s t a u r a n e s u n h e c h o o b j e t i ­
v o . L a p a l a b r a « p e r r o » ti e n e o b j e t i v a m e n t e u n s i g n if i c a d o e n
c a s te lla n o , c o m o u n b i l l e t e d e 5 0 e u r o s t i e n e o b j e t i v a m e n t e u n
v a lo r , u n a p a r e j a p u e d e e s t a r o b j e t i v a m e n t e c a s a d a o u n a p e r ­
s o n a p u e d e h a b e r r e c i b i d o , t a m b i é n o b je t iv a m e n te , u n a d i s t i n ­
c ió n h o n o r í f ic a ; y e llo e s a sí, a u n q u e n i n g u n o d e e s to s h e c h o s
p o d r í a a c o n te c e r d e n o e x i s t i r la subjetividad d e lo s s e r e s h u m a ­
n o s , p u e s s ó lo s o n r e a le s si d ic h o s s e r e s le s o t o r g a r a n c o le c tiv a ­
m e n t e u n v a l o r y u n s e n t id o : u n a in t e n c i o n a l i d a d d e r i v a d a .

Ontología y epistemología: las pretensiones del teórico

S ó lo n o s q u e d a p o r c o m e n t a r u n o d e lo s p r i n c i p i o s in d i c a d o s
p o r S e a rle e n LT: la d i s t i n c i ó n e n t r e p r o b l e m a s o n t o l ó g i c o s y
p r o b l e m a s e p i s te m o ló g i c o s , q u e sí a p lic a e x p l í c i t a m e n t e a D e -
rr id a .

Es c ru c ia l d is tin g u ir cu e stio n e s acerca d e lo q u e existe (o n to lo g ía )


d e c u e stio n e s ac e rc a d e c ó m o sa b e m o s q u e e x iste (e p iste m o lo ­
gía). [ ... ] Las c u e stio n e s e p iste m o ló g ic a s tie n e n q u e v er c o n la
e v id e n c ia y, a u n q u e s o n in m e n s a m e n te im p o rta n te s p a ra los b ió ­
g rafo s, h is to ria d o re s y crític o s, tie n e n m u y p o c o in te ré s p a ra la
te o r ía d e l len g u a je . H a b la n d o c la ra m e n te : c o m o te ó ric o s e sta m o s
UN D E B A T E V I C I A D O 2 *) ">

in te re sa d o s e n la o n to lo g ía d el len g u aje, y la c u e stió n e p is te m o ló ­


gica -¿ c ó m o lo sa b e s? - es irre le v a n te (LT, p. 64 8 ).

P a ra u n h is to r ia d o r p u e d e re s u lta r m u y c o m p lic a d o av e­
r i g u a r lo q u e ta l p e r s o n a je r e a lm e n te q u is o d e c ir c o n su s p a la b r a s ,
si h a b la b a e n s e r io o e n b r o m a , si e s ta b a s i e n d o ir ó n ic o o h a b l a n ­
d o e n s e n tid o lite r a l . . . p e r o eso s p r o b le m a s s o la m e n te a f e c ta n a l
e s p e c ia lis ta c u a n d o la c u e s tió n e s la d e t e r m i n a c i ó n e m p ír ic a d e l
s e n t id o d e u n a e m is ió n c o n c r e ta . S in e m b a r g o , c u a n d o lo q u e
e s tá e n ju e g o e s la te o r ía d e l le n g u a je , lo s p r o b le m a s e p is té m ic o s
h a n d e s e r d e ja d o s d e la d o , p u e s n o s im a g in a m o s e n u n a p o s i ­
c i ó n id e a liz a d a e n la q u e n o e x is tiría n . T al v e z e l s u je to n o te n ía
c la r o lo q u e q u e r í a d e c ir, o h a b la b a m e d i o e n s e rio m e d i o e n
b r o m a ; p e r o e so es u n a c u e s t ió n ( o n to ló g ic a , a c e r c a d e lo q u e
o c u r r ió ) y o t r a m u y d i s t i n t a ( e p is te m o ló g ic a , a c e r c a d e c ó m o lo
a v e r ig u a m o s ) es q u e n o s o t r o s s e a m o s c a p a c e s a l g ú n d ía d e s a b e r
a c ie n c ia c ie r ta q u é f u e lo q u e q u is o d e c ir. Q u e n o s e a m o s c a p a ­
ces d e a v e r ig u a r lo n o q u ie r e d e c ir n e c e s a r ia m e n te q u e el s u je to
n o q u is ie r a d e c ir c o n s u s p a la b r a s a lg o m u y c o n c re to . E n e ste
s e n tid o , «E l e r r o r e s t á n d a r c o n s is te e n s u p o n e r q u e la fa lta d e
p r u e b a s , es d e c ir, n u e s t r a ig n o r a n c ia , e s m u e s tr a d e i n d e t e r m i ­
n a c i ó n o in d e c i b il id a d e n p r in c ip io » (L T , p . 6 4 8 ).
R e t o m a n d o l a id e a q u e y a e x p u s o e n R e v ie w , S e a rle a c u s a a
D e r r i d a d e c o m p a r t i r c o n lo s n e o p o s i ti v is t a s el « v ic io e n d é m i ­
co » d e i d e n t i f i c a r o n t o l o g í a y e p is te m o lo g í a : é s to s s o s te n ía n ,
m e d i a n t e e l p r i n c i p i o d e v e r if ic a b ilid a d , q u e s ó lo lo c o m p r o b a ­
b le e m p í r i c a m e n t e d e b e r í a s e r a c e p t a d o c o m o h e c h o , m i e n t r a s
q u e D e r r i d a i n t e n t a q u e la s d e f ic ie n c ia s d e n u e s t r o a c c e s o e p is -
t é m ic o a la d e t e r m i n a c i ó n d e l s ig n if ic a d o t e n g a n im p li c a c io n e s
e n e l p l a n o o n to l ó g ic o . S in e m b a r g o ,

a p a r tir d e lim ita c io n e s ep iste m o ló g ic a s, d e n u e s tra falta d e e v i­


d en cia , n a d a e n a b s o lu to se sigue a cerca d e la o n to lo g ía . [ ... ] P a ra
e x p o n e rlo d e m a n e ra m u y sim p le: la falta d e p ru e b a e m p íric a n o
tie n e n a d a q u e ver, e n p rin c ip io , c o n la c u e stió n d e la in d e te rm i­
n a c ió n o in d e c ib ilid a d . In d e te rm in a c ió n e in d e c ib ilid a d so n b ási­
256 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

c a m e n te p ro b le m a s q u e a p a re c e n dado u n conocim iento perfecto,


s u p o n ie n d o q u e to d a s las c u e stio n e s e p iste m o ló g ic a s h a n sid o
resu elta s. Es s im p le m e n te u n a c o n fu s ió n a p lic a r estas n o c io n e s
e n u n se n tid o ep istém ico .

La intención de Searle de separar tajantemente ontología y


epistemología puede resultar a oídos continentales casi prekan­
tiana, pues aparenta creer que es posible hablar directamente de
la cosa en sí, obviando el problema de nuestro acceso epistémi­
co. Pero lo que resulta aún más desconcertante para el lector de
LT es que Searle en ningún momento llegue a identificar pro­
piamente la crítica de Derrida: que el teórico, precisamente al
adoptar esa especie de «punto de vista de Dios», está asumien­
do de hecho una metafísica de la presencia, es decir, el plantea­
miento según el cual todos los elementos que determinan el
sentido del lenguaje (convenciones, intenciones, red, trasfon­
do ...) podrían llegar a estar idealmente presentes, aunque de
hecho no puedan estarlo. Ese planteamiento hace, según Derri-
da, que la teoría de los actos de habla se rija teleológicamente
por el ideal de la presencia plena, es decir, teniendo como ob­
jetivo el logro de una situación en la que todo lo acaeci­
do, incluido el significado mismo, estaría determinado por una
serie de f actualidades que, aunque no puedan ser comprobadas
de hecho, serían teóricamente comprobables de derecho.
La forma que tiene el francés de desmontar esa ilusión no
consiste, como le recrimina Searle de modo recurrente, en
señalar la imposibilidad epistemológica, empírica, de averiguar
la verdad de lo acaecido -clásico argumento escéptico, al que ya
nos referimos más arriba. Por el contrario, la argumentación de
Derrida apela a la estructura misma del orden conceptual,
principalmente a través de la noción de contexto. Decir que la
noción de contexto sencillamente puede estar dada, no ya epis­
temológica sino ontológicamente, es lo que Derrida pone en
cuestión. Y nada dice Searle al respecto, pues da por supuesto
precisamente lo que habría de ser cuestionado, aunque fuera
para defenderlo y reafirmarlo.
UN D E B A T E V I C I A D O 2 57

El diálogo termina siendo de sordos, porque el problema de


fondo no sale a la palestra, no llegando siquiera a ser formula­
do por ambos contendientes. En lugar de ello, Searle pasa a
cuestionarse las razones por las que tiene lugar ese desconoci­
miento tan abrumador de los principios fundamentales de las
disciplinas implicadas (lógica, lingüística y filosofía del lengua­
je), y ahí al menos sí da, aunque sea de modo parcial, con algu­
nas claves fundamentales que permiten entender el porqué del
desencuentro:

C reo q u e estos e rro re s d e riv a n n o só lo d e la n o a p lic a c ió n d e los


p rin c ip io s q u e h e m e n c io n a d o , sin o ta m b ié n d e u n a fa lta g e n e ­
ral d e fa m ilia rid a d c o n la re c ie n te h is to ria d e la filo so fía d el le n ­
guaje, y la lin g ü ís tic a c o n te m p o rá n e a . «La filo so fía d el le n g u aje» ,
ta l y c o m o u sa m o s a h o ra esa ex p re sió n , só lo c o m ie n z a a finales
d el siglo xix , c o n Frege, y c o n tin ú a a tra v é s d e las o b ra s d e R us-
sell, M o o re, W ittg e n s te in , C a rn a p , T arski, Q u in e y o tro s h a sta el
p resen te. [ ... ] H a sta d o n d e p u e d o d ecir, D e rrid a n o sab e p rá c ti­
c a m e n te n a d a so b re las o b ra s d e Frege, R ussell, W ittg e n s te in , etc;
y u n a d e las p rin c ip a le s ra z o n e s d e su in c o m p re n s ió n d e la o b ra
d e A u stin , así c o m o d e la m ía, es q u e n o sa b e c ó m o e s tá n s itu a ­
das e n , y re s p o n d e n a, esa h is to ria d e sd e F reg e h a s ta W ittg e n s te in
(LT, p. 663).

Dada su ignorancia supina, Derrida «no puede ni siquiera


intuir que [la obra de Searle] sobre teoría de los actos de habla
no procede de sus asunciones filosóficas tradicionales» (LT,
p. 665). Por su parte, las referencias sobre las que el francés
construye su obra se retrotraen hasta Rousseau, Condillac, por
no decir Platón, y, al hablar de lingüística, no va más allá de
Benveniste, o incluso de Saussure. Como efecto de este desfa­
se, a ojos de Searle, la filosofía de su oponente permanece
anclada en el pasado, es «prewittgensteiniana», y por ello no
puede ni siquiera acceder a los problemas que se discuten en la
actualidad, sino sólo seguir especulando sobre el sexo de los
ángeles:
258 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

T odos estos s o n im p o rta n te s y d is tin g u id o s p e n sa d o re s [P la tó n ,


R o u sseau , S a u s s u re ...] y su o b ra c ie rta m e n te n o d e b e ser tr a ta d a
c o n n eg lig en cia, p e ro n o e n te n d e rá s lo q u e e stá o c u rr ie n d o h o y si
allí es d o n d e se p a ra t u e n te n d im ie n to (LT, p . 663).

La peculiar relación que Derrida establece con sus prece­


dentes históricos resulta para Searle desconcertante. Pero no
menos desconcertante es, para un filósofo continental, la con­
cepción que tiene el estadounidense de «what is happening to-
day»: ¿dónde tiene lugar ese hoy en el que Derrida no se en­
cuentra? ¿Es que no ha ocurrido nada en la Europa continental
desde que el Círculo de Viena la abandonara en los años trein­
ta? Si Searle acusa a Derrida de «prewittgensteiniano», ¿no
podríamos hacer otro tanto con él porque, hasta donde pode­
mos decir, aparenta no saber prácticamente nada sobre las obras
de Heidegger, Lévinas, Gadamer, Habermas, Ricreur, Vattimo,
Blumenberg y un largo etcétera de pensadores que han sido
determinantes para el desarrollo de la filosofía continental del
siglo xx? ¿Y cómo es posible que ello no sea un obstáculo para
que hable sin tapujos de fenomenología, ontología, intenciona­
lidad, escritura, interpretación, razón, metáfora..., cuestiones
que hoy resulta completamente anacrónico siquiera mencionar,
sin tener bien presente la aportación de estos autores?
Incluso si aceptáramos, con Martial Gueroult, que «La filo­
sofía auténtica, como la ciencia auténtica, siempre es la de la
última hora »,17 aún nos quedaría por averiguar dónde acontece
esa última hora, y si es posible hablar de ella dándole un senti­
do que vaya más allá de la mecánica medición de los relojes. Por
eso creemos que, más fructífero que enzarzarnos en mutuas
acusaciones acerca de quién vive en el pasado y quién en el pre­
sente, sería analizar de qué modo se produce siempre la asimi­
lación de las posiciones filosóficas divergentes desde la pers­
pectiva en que cobra sentido la tarea intelectual en la que uno
mismo se haya inmerso, desde la tradición en la que uno se ha

17 Philosophie de l’histoire de la philosophie, París, Aubier, 1979, p. 268.


UN D E B A T E V I C I A D O 259

formado y con las miras puestas en el proyecto de futuro con el


que está comprometido. Si siguiéramos esta pista, probable­
mente tomaríamos consciencia de algo que no pareció captar
ninguno de los implicados: que este fenómeno que describimos
no sólo nos afecta cuando somos los incomprendidos, cuando
el otro no nos entiende, sino también cuando somos nosotros
los que no conseguimos comprender al otro.
V III. C U A N D O F IL O S O F A R ES H A C E R

La filosofía como acto de habla

Ya vimos en el primer capítulo que, en el origen de todo este


desencuentro filosófico, estaba el descubrimiento de que el len­
guaje descriptivo sólo es un uso particular del lenguaje humano,
y que no tiene por qué ser el único que reviste interés filosófi­
co, como parecían creer los positivistas lógicos. Gracias a Witt-
genstein y a Austin constatamos que, aparte de describir la rea­
lidad con pretensiones de verdad y adecuación, el lenguaje
humano sirve para realizar actos de la más diversa naturaleza,
que transmiten una cierta fuerza, con la que hacemos algo al emi­
tir nuestras palabras. En realidad, veíamos entonces -siguiendo
uno de los posibles desarrollos del análisis austiniano-, las des­
cripciones sólo pueden acontecer dentro de actos ilocutivos, de
modo que el aspecto pragmático del lenguaje en cierto modo
engulle su función descriptiva: sólo es posible decir cómo son
las cosas a través de un acto de habla, es decir, haciendo cosas
con las palabras. También la descripción está sujeta a la posibi­
lidad del infortunio, dado que el sentido de lo que decimos sólo
puede acontecer en un contexto discursivo mediante el ejer­
cicio, por parte de alguien, de una cierta fuerza ilocutiva. Como
sostuvo después Searle: «Los actos proposicionales no pueden
ocurrir solos; esto es, no se puede referir y predicar sin más, sin
hacer una aserción, plantear una pregunta o realizar algún otro
acto ilocucionario» (Actos de habla, p. 34).
Pues bien, parece que los contendientes de este debate, aun­
que en diferente grado, se resistan a aplicar estos mismos prin­
cipios a la propia discusión filosófica en la que están enzarzados.
Ambos actúan como si, a través de sus palabras, los significados

[261]
2 62 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

p u d i e r a n d e s c r i b i r l a r e a l i d a d p o r s í m i s m o s , s i n m a r c a a lg u n a
d e f u e r z a il o c u ti v a q u e p u d i e r a c o n ta m in a r lo s ; c o m o si h a c e r
filo s o f ía n o f u e r a p r o p i a m e n t e « h a c e r a lg o c o n p a la b r a s » , s in o
t r a n s m i t i r u n a im a g e n d e la r e a l i d a d c a p a z d e a d e c u a r s e p o r sí
m is m a , in m a c u la d a , al o r d e n d e l m u n d o , y se r así verdadera.
P e r o la f ilo s o f ía e s i n e l u d i b l e m e n t e u n a a c ti v id a d l i n g ü ís ti c a y,
e n t a n t o q u e ta l, u n a s u c e s ió n d e « a c to s d e h a b la » , d e m o d o q u e
t a m b i é n filo s o f a r e s u n m o d o d e hacer: u n h a c e r q u e p u e d e ll e ­
v a r s e a c a b o d e m ú l t i p l e s m a n e r a s , c o n i n c o n t a b l e s o b je tiv o s
d i s t i n t o s . P o r e je m p lo , a l h a c e r filo s o f ía , la i n t e n c i ó n d e n u e s ­
t r o s a c t o s p u e d e s e r:

- S o s t e n e r u n a te o r ía .
- E je r c e r la s o s p e c h a .
- P o s tu la r u n fu n d a m e n to .
- V i n c u l a r s e a u n a tr a d i c i ó n .
- D e s a rro lla r u n a rg u m e n to .
- S e d u c ir .
- C o n v e n c e r.
- N a tu ra liz a r u n fe n ó m e n o .
- E n t o n a r u n m e a c u lp a .
- S is te m a tiz a r .
- B u s c a r u n a c i e r t a lib e ra c ió n .
- A p e la r a u n a e v id e n c ia .
- D e c o n s t r u i r te o r ía s .
- D i s c u t i r la i n t e n c i ó n d e l a u t o r d e u n te x to .
- F u n d a m e n t a r , d e f e n d e r , in t e r p r e t a r , r e i v in d i c a r , d e s a c r e ­
d ita r .

S in d u d a el p r o p i o le c to r p o d r á r e c o r d a r d is ti n to s t e x t o s d e
filo s o fía q u e t e n g a n c o m o f i n a l i d a d l l e v a r a c a b o c a d a u n a d e e s ta s
a c c io n e s , o m u c h a s o tr a s , y la j e r a r q u í a q u e h a y a d e e s t a b le c e r ­
se e n t r e e lla s n o e s t á d a d a d e a n t e m a n o . 1 ¿ C ó m o p u e d e la filo -

1 Como apunta Glock, «argumentar no es la única actividad en la que los filó­


sofos se embarcan legítimamente. También describen, clasifican, clarifican, ínter-
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 263

s o f ía , s i e n d o n e c e s a r i a m e n t e u n a a c ti v id a d lin g ü ís ti c a , a s p i r a r a
li b r a r s e d e e s a p l u r a l i d a d d e u so s q u e e lla m i s m a a t r i b u y e al
le n g u a je ? ¿ N o le s o c u r r i r á a la s d i s t i n t a s filo s o fía s c o m o a lo s
p r o p i o s ju e g o s d e le n g u a je : q u e s ó lo g u a r d a n e n t r e sí r e la tiv o s
e in e s ta b le s « p a r e c id o s d e f a m ilia » , s i n q u e h a y a p r o p i a m e n t e
u n a e s e n c ia d e l filo s o f a r? P o r q u e , a n t e t o d o , ¿ c ó m o p o d r í a m o s
p o n e r n o s d e a c u e r d o a c e r c a d e e s a e s e n c ia , si n o e s a tr a v é s d e
a c to s d e h a b la ilo c u tiv o s , e s d e c ir , a tr a v é s d e u n a p r á c t i c a l i n ­
g ü ís tic a ? ¿Es la f i n a li d a d d e f i n it o r ia d e la f ilo s o f ía c o m p r e n d e r la
r e a l id a d e n q u e v iv im o s ? ¿ O e s p r i o r i t a r i o e s t a b le c e r u n a r e d d e
c o n c e p t o s q u e n o s p e r m i t a s o b r e v iv ir e n ella? ¿ D e b e la f ilo s o f ía
e s f o rz a rs e p o r a r tic u la r e l s a b e r , f a c i li ta n d o a s í q u e la c ie n c ia y
la té c n i c a c o n t e m p o r á n e a s p u e d a n c o n o c e r y c o n t r o l a r m e j o r
n u e s t r o e n t o r n o ? ¿O s u o b je tiv o p o r e l c o n t r a r i o es lu c h a r p o r
q u e e se c o n t r o l n u n c a s e a a b s o l u to , p r e s e r v a r u n r e d u c t o i n a c ­
c e s ib le a t o d o m é t o d o , l o g r a n d o a s í q u e la i m p l e m e n t a c i ó n d e
d i c h o c o n t r o l se a , p o r p r i n c i p i o , ir r e a liz a b le ? Y, lo q u e e s m á s
i m p o r t a n t e , ¿ a c a s o p u e d e d a r s e u n c h o q u e p u r o e n t r e la s te o r ía s
filo s ó fic a s , u n a d is c u s ió n a c e r c a d e c u á l e s v e r d a d e r a , s i n q u e
e s ta s c u e s t io n e s d e f o n d o e s t é n r i g i e n d o t o d o e l p r o c e s o , d e
m o d o m á s o m e n o s e x p líc ito ?
E s u n r a s g o e s e n c ia l d e lo s a c to s d e h a b l a q u e s ó lo e s p o s i ­
b le c o n t r a p o n e r s u s a s p e c t o s lo c u t iv o s - e s d e c ir , lo d ic h o p o r
e llo s , s u s e n t i d o - si p r e s u p o n e m o s u n a i d e n t i d a d e n c u a n t o a
s u s r e s p e c tiv a s f u e r z a s il o c u ti v a s .2 P o n g a m o s u n s e n c illo e je m -

pretan, glosan, parafrasean, formalizan, ilustran, resumen, sermonean, etc. Que


todas estas otras actividades deban en última instancia estar al servicio de la argu­
mentación es una cuestión discutible», op. cit., p. 6. Ya decía Austin, en una cita
antes referida, que «tenemos tanta seguridad [acerca del carácter originario de las
enunciaciones con respecto al resto de tipos de actos de habla] como podríamos
tener para tomar un ejemplo alternativo, frente a la tesis de que todas las expre­
siones tienen que haber comenzado siendo maldiciones», Cómo hacer..., op. cit.,
pp. 120-1.
2 «Ninguna frase puede ser aprehendida independientemente de una u otra
fuerza ilocutiva. La fuerza ilocutiva es el término clave en la teoría de los actos
de habla. Refiere al modo como una emisión es tomada -com o una orden, una
advertencia, una promesa, una proposición, una petición, etc.- y la aserción más
264 C Ó M O H A C E R F I L O S O F Í A C O N P A L AB R AS

p lo : t r e s s u je to s - A , B y C - r e a l iz a n o t r o s t a n t o s a c to s d e h a b la
c o n i d é n t i c o c o n t e n i d o lo c u tiv o , p e r o d i s t i n t a f u e r z a ilo c u tiv a :

A -« M a rc o s e stá c e rra n d o la p u e rta .»


B -« ¡M arco s, c ie rra la p u e rta !»
C -« O ja lá M a rc o s e sté c e rra n d o la p u e rta .»

¿ T ie n e s e n t i d o p r e g u n t a r si A , B o C e s t á n d e a c u e r d o e n t r e
e llo s , t o m a n d o e n c o n s i d e r a c i ó n ú n i c a m e n t e el c o n t e n i d o e x ­
p r e s a d o e n e s ta s e m is io n e s ? ¿ P u e d e d e c ir s e c o n p r o p i e d a d q u e
e s ta s e m i s i o n e s c o in c id e n e n tr e s í o q u e , p o r e l c o n t r a r i o , e n tr a n
e n c o n tr a d ic c ió n ? A u n q u e s u c o n t e n i d o l o c u t i v o s e a el m i s m o ,
r e m itie n d o in te n c io n a lm e n te a u n a m is m a s itu a c ió n d e h e c h o
- M a r c o s c e r r a n d o la p u e r t a - y t e n i e n d o p o r t a n t o u n s e n t i ­
d o c o m ú n , la f u e r z a il o c u ti v a c o n la q u e se r e a l i z a d i c h o s e n ­
t i d o e s d i s t i n t a e n c a d a u n o d e lo s c a s o s : u s a d a p o r A , se t r a t a
d e u n a d e s c r ip c i ó n ; p o r B, d e u n a o r d e n ; p o r C , d e la m a n i f e s ­
ta c i ó n d e u n d e s e o . P a r a q u e p r o p i a m e n t e p u d i e r a d a r s e a c u e r d o
o d is e n s i ó n e n s e n t i d o e s t r ic t o , h a b r í a d e d a r s e u n a c o i n c i d e n ­
c ia e n la fu e r z a : q u e A d ij e r a q u e M a r c o s e s tá c e r r a n d o la p u e r t a ,
m i e n t r a s q u e B s o s tu v ie r a lo c o n t r a r i o ; o q u e B d ie s e a M a r c o s
la o r d e n d e c e r r a r la p u e r t a y C le o r d e n a r a n o h a c e r lo . S in d u d a
p u e d e h a b e r r e la c io n e s e n t r e u n a d e s c r ip c i ó n y u n a o r d e n , o
e n t r e la m a n i f e s t a c i ó n d e u n d e s e o y la d e s c r i p c i ó n d e u n
h e c h o . . . , p e r o d ic h a s r e l a c io n e s n o p u e d e n se r, s e n c i ll a m e n t e ,
d e i d e n t i d a d u o p o s i c ió n , s i n o q u e h a b r á n d e s e r m a t i z a d a s e n
f u n c i ó n d e la r e l a ti v a f u e r z a il o c u ti v a c o n la q u e la s e m i s i o n e s
e s tá n c a rg a d a s .
O t r o t a n t o o c u r r e , lo q u e r a m o s o n o , c o n lo s t e x t o s f i lo s ó f i­
c o s: q u e s u s s e n t i d o s n o p u e d e n e n t r a r e n r e l a c i ó n d i r e c t a d e
i d e n t i d a d u o p o s i c i ó n , m á s q u e a t r a v é s d e la s r e s p e c tiv a s f u e r ­
z a s c o n q u e s o n e m i ti d o s . C o n e s to n o q u e r e m o s d e c ir q u e s e n -

fuerte de la teoría es que ninguna emisión puede jamás ser tomada pura, es decir,
sin haber sido entendida como la realización de cierto acto ilocutivo.» Stanley
Fish, Is There a Text in this Class?, op. cit, p. 284.
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 265

c il la m e n te n o e x is ta n lo s c o n c e p t o s y p r o b l e m a s filo s ó f ic o s c o n
i n d e p e n d e n c i a d e lo s c o n te x t o s d e u s o y la s p r á c t ic a s e n la s q u e
se i n j e r t a n . 3 L o q u e n o s l i m i t a m o s a c o n s t a t a r e s q u e lo s c o n te ­
n id o s d e la s te o r í a s - s u a s p e c t o p u r a m e n t e lo c u tiv o , p r e d i c a t i ­
v o - s ó lo p u e d e n a c o n te c e r y a d q u i r i r a l g ú n v a lo r a r g u m e n ta t iv o
e n el e je r c ic io d e u n a a c ti v id a d in t e le c t u a l m e d i a n t e la c u a l se
h a c e uso d e e llo s , e je r c ie n d o p o r t a n t o u n a c i e r t a f u e r z a ilo c u -
tiv a , y b u s c a n d o la c o n s e c u c i ó n d e c ie r to s lo g r o s p e r l o c u ti v o s ;
es d e c ir : q u e , c o m o h a s o s te n id o D a s c a l, « la a p r o x i m a c i ó n p u ­
r a m e n t e s e m á n ti c a e s i n s u f ic i e n te a la h o r a d e c a p t u r a r la n a t u ­
r a le z a p e c u l i a r d e la s c o n tr o v e r s i a s » .4
P o n d r e m o s u n p a r d e e je m p lo s d e e s t a d e p e n d e n c i a q u e
s e ñ a l a m o s . E n p r i m e r lu g a r , t o m a n d o e n a b s t r a c t o u n a e m i s i ó n
c o m o la s i g u ie n te :

la ite ra b ilid a d es la p re s u p o sic ió n n e c e sa ria d e las fo rm a s q u e


a d o p ta la in te n c io n a lid a d ,

la f u e r z a c o n l a q u e d i c h a e m i s i ó n e s e f e c t u a d a v a r i a r á d r á s t i ­
c a m e n t e s e g ú n la e n c o n t r e m o s e n u n t e x t o d e D e r r i d a o e n u n o
d e S e a rle . A p a r e n t e m e n t e , se t r a t a d e u n a te s is c o m p a r t i d a p o r
a m b o s : D e r r i d a la d e f i e n d e a b i e r t a m e n t e e n S ec, a c u s a n d o a
A u s ti n d e h a b e r l a o lv i d a d o ; S e a rle se la d ir ig e a D e r r id a , a l fin a l
d e R e p ly , c o m o s u c r í ti c a d e c is iv a ; y D e r r i d a se a s o m b r a e n
L im it e d d e e n c o n t r a r s u p r o p i a te s is d e f e n d i d a p o r s u o p o n e n -

3 Aunque Richard Rorty probablemente intentaría extraer esta implicación


pragmatista -llegando a diluir la filosofía como un género literario más-, tal vez
no sea preciso acompañarlo tan lejos: «En ocasiones [Derrida] habla como si
hubiera algún proyecto común (Dios sabe cuál) en el que él y Condillac, Hum-
boldt, Saussure, Chomsky, Austin et al. estuvieran envueltos, y como si él tuviera
argumentos para la superioridad de sus propios puntos de vista sobre los de ellos.
[ ...] Yo creo que sus intentos de criticismo interno generalmente están desenca­
minados, y que de hecho no comparte un tema común con aquellos que discute».
«Derrida on Language, Being and Abnormal Philosophy», The Journal of Phi-
losophy, 74:11, 1977, p. 674. Ver también «Deconstrucción y circunvención», en
Ensayos sobre Heidegger, op. cit., pp. 125-52.
4 Interpretation and Understanding, op. cit., p. 280.
266 C Ó M O H A C E R F I LOSOFÍ A C O N PALABRAS

te , c o m o s i v i n i e r a a r e b a t i r l a p o s i c i ó n d e Sec. O c u r r e e n el
f o n d o a lg o p a r e c i d o a lo q u e v e í a m o s e n e l e je m p lo a n te r io r ,
c u a n d o n o s p r e g u n t á b a m o s si A , B y C , d i c i e n d o lo m is m o , p u e ­
d e n o n o e s t a r d e a c u e r d o : n o se t r a t a d e u n a c u e s t i ó n q u e
p u e d a d i r i m i r s e i g n o r a n d o lo s a c to s d e h a b l a e n q u e a c o n te c e n
la s e x p r e s io n e s u s a d a s . E n e l c a s o d e D e r r i d a , la e m i s i ó n f o r m a
p a r t e d e u n e je r c ic io d e s o s p e c h a : e s e l m o v i m i e n t o c e n t r a l d e
s u d e c o n s t r u c c i ó n d e la t e o r ía d e A u s ti n , m e d i a n t e l a c u a l e l
f r a n c é s p r e t e n d e d e n u n c i a r la s r a í c e s m e t a f í s ic a s y f o n o c é n t r i -
c a s d e c i e r t a f ilo s o f ía a n a lític a ; e n e l c a s o d e S e a rle , e s la p i e d r a
a n g u l a r e n la f o r m u l a c i ó n d e u n a t e o r í a d e lo s a c t o s d e h a b l a
q u e v e n d r í a a s i s t e m a t i z a r la s in t u ic i o n e s d e s u m a e s tr o . S ó lo
p u e d e p l a n t e a r s e c a b a l m e n t e la c o in c i d e n c ia o e l c h o q u e e n t r e
s u s r e s p e c ti v a s p o s i c io n e s t o m a n d o e n c o n s i d e r a c i ó n d e q u é
m o d o se i n t e g r a lo d i c h o p o r e llo s - q u e a p a r e n t e m e n t e c o in c i­
d e - d e n t r o d e la s e r ie d e ta r e a s q u e c a d a u n o p r e t e n d e r e a l iz a r
- q u e es, e n c a d a c a s o , p r o f u n d a m e n t e d i s t i n t a . N u e s t r o a s o m ­
b r o i n i c i a l a n t e e l h e c h o d e q u e a m b o s a u t o r e s p a r e c i e r a n e s ta r
e n c o m p l e t o d e s a c u e r d o c o m p a r t i e n d o u n a m i s m a te s is es, e n
e l f o n d o , a lg o t a n i n g e n u o c o m o la i n c o m p r e n s i ó n q u e p o d r í a
m a n i f e s t a r q u i e n n o e n t e n d i e s e p o r q u é d o s d u e l i s t a s se e n ­
f r e n t a n e n t r e sí, si a m b o s t i e n e n e n s u s m a n o s e l m i s m o t i p o d e
a rm a .
S e g u n d o e je m p lo : a p u n t á b a m o s e n l a i n t r o d u c c i ó n q u e el
m o d u s o p e r a n d i d e A la in S o k a l e n s u p o lé m ic o a r t í c u l o f u e e n
c ie r to m o d o u n a v a r i a c i ó n d e l a r g u m e n t o d e la h a b i t a c i ó n
c h i n a o , m á s b ie n , u n a p u e s t a e n p r á c tic a d e l m i s m o . E l a r ­
g u m e n t o d e S e a rle y la e s t r a t e g i a d e S o k a l se c o n s t r u y e n d e l
m i s m o m o d o : p a r a d e m o s t r a r q u e « lo q u e u s t e d d ic e n o tie n e
s e n t id o » , i m i t o s u s a c to s d e h a b l a y c o m p r u e b o q u e , d e s d e m i
p e r s p e c t i v a d e p r i m e r a p e r s o n a , lo q u e y o d ig o n o ti e n e s e n t i ­
d o , s i n q u e e llo le i m p i d a a u s t e d a s u m i r l o d e m o d o s e r io y l i t e ­
r a l. E n el c a s o d e la h a b i t a c i ó n c h in a , la s p a l a b r a s q u e e s c r ib o
e n u n p a p e l s o n le íd a s p o r u s t e d c o m o l e n g u a j e s ig n if ic a tiv o ,
c u a n d o e n r e a l id a d s o n e l e f e c to d e ju e g o s s in tá c t ic o s ; e n e l c a s o
S o k a l, e l te x t o d e « T r a n s g r e d ie n d o la s f r o n te r a s . . . » e s a s u m i d o
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 267

p o r l a c o m u n i d a d p o s m o d e r n a c o m o u n a a p o r t a c i ó n s ig n if ic a ti­
v a y v a lio s a , c u a n d o e n r e a l id a d s ó lo e s u n a ir r e s p o n s a b le c o n ­
ju n c i ó n d e a r g u m e n t o s v a g o s y fa la c e s. E n a m b o s c a s o s , la f o r m a
d e l le n g u a je es ite r a d a , r e p e t id a e n a b s o l u ta a u s e n c i a d e s ig n ifi­
c a c ió n y , s in e m b a r g o , s ig u e f u n c i o n a n d o . E l v a lo r d e é ste , a l ig u a l
q u e el d e to d o s lo s a r g u m e n to s filo só fic o s, d e p e n d e d e al se rv ic io
d e q u é in t e n c io n e s se lo p o n g a . P a r a S e a rle y S o k a l, el a r g u m e n ­
to s ir v e d e r e f u ta c i ó n d e la s p o s ic io n e s c o n tr a r i a s : p a r a el p r i m e ­
ro , la h a b it a c ió n c h in a d e m u e s t r a q u e el p r o y e c t o d e la I n te lig e n ­
c ia A rtific ia l F u e r te , b a s a d o e n el f u n c io n a lis m o , e s tá d e s e n ­
c a m i n a d o , p u e s s ó lo se d e s a r r o lla m e d i a n te m e c a n is m o s s i n t á c ­
tic o s , s in q u e la s e m á n t i c a e n t r e e n ju e g o ; p a r a el s e g u n d o , s o n lo s
d e s v a r io s d e l r e la tiv is m o p o s m o d e r n o lo s q u e se m u e s t r a n
a b s u r d o s , p u e s t r a s la a m p u l o s i d a d d e s u le n g u a je s ó lo h a y u n
in m e n s o v a c ío d e s ig n ific a c ió n . N o o b s t a n te , si t o m a m o s ese
m i s m o a r g u m e n t o c o m o u n i n s t r u m e n t o e n m a n o s d e D e r r id a ,
s u u s o s e r ía c o m p l e t a m e n t e o p u e s to : p a r a D e r r id a , t a n t o el a r g u ­
m e n t o d e la h a b it a c ió n c h in a c o m o la e s tr a te g ia d e l c a s o S o k a l
s e r ía n e je m p lo s p e r f e c to s d e lo q u e él m i s m o p r e t e n d e d e f e n d e r :
q u e la f o r m a lin g ü ís tic a p u e d e s e r ite r a d a e n a u s e n c i a d e s e r ie d a d
- S o k a l - o in c lu s o d e i n t e n c i ó n s ig n ific a tiv a - S e a r l e - s in q u e , p o r
e llo , la « c o m u n ic a c ió n » d e je d e s e r e fe c tiv a , p e r f o r m a t iv a , y el
le n g u a je tr i u n f e fe l iz m e n t e e n s u f u n c i ó n d e c o m u n i c a r u n a f u e r ­
z a m e d i a n t e el i m p u l s o d e u n a m a r c a . L a a u s e n c i a d e u n a
c o n c ie n c ia in te n c io n a l q u e a c tú e c o m o f u e n t e d e la e n u n c ia c ió n
n o h a b r í a d e s e r im p e d i m e n t o p a r a e l d e s p lie g u e d e la e sc ritu ra .
E s p r e c i s o t o m a r c o n s c i e n c ia d e q u e n i l a s te s is n i lo s a r g u ­
m e n t o s f ilo s ó f ic o s t i e n e n v a l o r e n sí m i s m o s , s i n o s ó lo e n f u n ­
c ió n d e la t a r e a e n la q u e s o n u tiliz a d o s .5 F ilo s o fa r , d e s d e e s te
p u n t o d e v is ta , n o e s s ó lo d e c ir a lg o a c e r c a d e , p o r e je m p lo , el 5

5 Un ejemplo extremo de esto que apuntam os es la estrategia retórica que


denuncia Searle en su respuesta a Mackey, recogida en el capítulo precedente
-«Cara, gano yo; cruz, tú pierdes»: tanto un argumento o dato concreto como su
refutación pueden ser usados para un mismo fin. No obstante, tal posibilidad no
implica que ambos hayan de ser igual de efectivos. Intentar utilizar determinados
instrumentos para determinadas acciones puede constituir un tremendo error.
268 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

mundo, el conocimiento o el lenguaje: es necesariamente hacer


algo mediante la emisión de esas palabras.

L a in s tr u c c ió n filo s ó fic a

Wittgenstein criticaba al principio de sus In v e s tig a c io n e s fi lo s ó ­


p. 17) la descripción que hace Agustín de Hipona
f i c a s (o p . c it.,
del aprendizaje de la lengua materna: según Agustín, el niño
identificaría por ostensión las palabras con sus referentes, como
si aprender a hablar fuera adquirir un glosario. Esta descrip­
ción, sostiene Wittgenstein, es parcial y poco significativa, pues
en la mayoría de los casos aprender un lenguaje es aprender a
usarlo en contextos prácticos: no memorizar en abstracto aque­
llo a lo que refieren las palabras, sino in s tr u ir s e en su utiliza­
ción. Del mismo modo, el procedimiento por el que se aprende
filosofía no consiste en la asimilación de una serie de doctrinas
que aspiren a representar las estructuras esenciales del mundo,
de la realidad o de la subjetividad: consiste por el contrario en
una prolongada instrucción práctica, un proceso por el que
aprendemos filosofía adquiriendo la habilidad de h a c e r algo
con las palabras, interactuando con otros sujetos. Es una ins­
trucción en el desarrollo de una práctica social, y no la intelec­
tiva adquisición de una serie de conceptos.6
¿Qué es lo que h a c e un filósofo, en tanto que filósofo? ¿En
qué consiste a p r e n d e r a filo s o fa r ? Tendemos a esconder la di­
versidad de las prácticas filosóficas tras términos ambiguos y
vagos, como «analizar» o «sintetizar», «sistematizar» o «criti­
car», como si h a c e r filo s o fía , en cualquier caso, fuera realizar una

6 «Una enseñanza adecuada de la filosofía, en la actualidad, debe dotar a los


aprendices de los instrumentos necesarios para evaluar los enfrentamientos filo­
sóficos que se están desarrollando ante sus ojos y, más tarde, participar ellos en los
suyos propios. Una historiografía adecuada de la filosofía no puede contentarse
con informar acerca de las doctrinas, ahorrándose los debates que suscitan y las
engendran.» Marcelo Dascal, «La controverse en philosophie», en 'VVAA., Encyclo-
pédie Philosophique Universelle, vol. IV: Le Discours Philosophique, París, Presses
Universitaires de France, 1998, pp. 1583-4.
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 2 6 9

m i s m a s e r ie d e ta r e a s . P e r o h a c e r l a e n u n á m b i to , p o r e je m p lo ,
a n a l í t i c o es a lg o p r o f u n d a m e n t e d i s t i n t o d e h a c e r l a e n u n c o n ­
te x to h e r m e n é u t i c o , p o s t e s t r u c t u r a l i s t a o n e o m a r x is t a . S e g ú n se
a d q u i e r a la h a b i l i d a d d e f i lo s o f a r e n u n á m b i t o u o tr o , el p u p i ­
lo e s ta r á a p r e n d i e n d o a h a c e r a lg o p r o f u n d a m e n t e d is ti n to . L a
d e t e r m i n a c i ó n d e lo q u e r e s u lta n o y a v e r d a d e r o o fa lso , s in o
c o r r e c to o i n c o r r e c t o , v a lio s o o b a n a l, r a z o n a b l e o in s e n s a to , se
v a e s ta b le c ie n d o a t r a v é s d e e s a s p r á c tic a s , q u e i m p li c a n n e c e s a ­
r i a m e n t e u n a e s c a la d e v a lo r e s , y q u e se i n t e g r a n e n c ie r to s
m o d o s d e v i d a q u e v a n m á s a llá d e lo e s t r i c t a m e n t e a c a d é m ic o .
A l i n s t r u i r s e e n s u n u e v a h a b i l i d a d , a tr a v é s d e la r e a liz a c ió n
d e d e t e r m i n a d a s ta r e a s p r á c tic a s , e l filó s o f o a d q u i e r e u n a s r e ­
g la s d e ju e g o q u e d e t e r m i n a n s u q u e h a c e r s u b s ig u ie n te . P o r e se
m o t i v o , lo s p r i m e r o s c a p ít u lo s d e l p r e s e n t e l i b r o n o h a n d e s e r
le í d o s c o m o u n a s u c e s i ó n d e d o c t r i n a s q u e d e n s e n t i d o a la s
r e s p e c tiv a s t e o r í a s d e S e a r le y D e r r i d a ; p o r el c o n t r a r i o , e s o s río s
s e m á n tic o s a lo s q u e n o s r e f e r ía m o s r e p r e s e n t a n la c o n t i n u i d a d
d e la s ta r e a s a s u m id a s e n s u s r e s p e c tiv a s o b r a s , ta r e a s q u e t i e ­
n e n s e n t i d o e n la m e d i d a e n q u e d e s a r r o l l a n t r a d i c i o n e s q u e le s
s o n p r e e x is te n te s . Se t r a t a d e a c ti v id a d e s a s u m i d a s y c o m p a r t i ­
d a s a lo la r g o d e g e n e r a c i o n e s , q u e h a n v e n i d o a d e s e m b o c a r e n
la s a c c io n e s d e s e m p e ñ a d a s c o n c r e t a m e n t e p o r c a d a u n o d e
e llo s . L a s t r a d i c i o n e s f ilo s ó f ic a s n o s o n u n a s e r ie d e t e o r í a s q u e
h a y a n i d o q u e d a n d o o b s o l e ta s , s i n o la p r o l o n g a c i ó n d e u n a
a c ti v id a d , el d e s a r r o l l o d i l a t a d o d e u n m i s m o j u e g o - p o r d ú c ­
t i le s y m a le a b le s q u e s e a n s u s r e g l a s - e n e l q u e lo s p a r t i c i p a n t e s
h a n id o a p r e n d i e n d o a h a c e r lo q u e h a c e n , a d e c ir lo q u e d ic e n
y a s e r lo q u e s o n .
T al v e z la c o in c i d e n c ia e n e l n o m b r e q u e d a m o s a s u s r e s ­
p e c tiv a s p r á c t ic a s , « filo so fía » , e s c o n d a u n a d if e r e n c i a a b s o l u ­
t a m e n t e r a d i c a l q u e , n o o b s t a n t e , p u e d e p a s a r d e s a p e r c ib i d a .7

7 Como señala Derrida, las «diferencias -p o r ejemplo, entre las filosofías de­
nominadas continental y anglosajona- son a menudo tan importantes que es­
tán ausentes las mínimas condiciones para la comunicación y la cooperación.
[... ] Dentro de una misma área lingüística, por ejemplo, el mundo anglófono bri­
tánico o americano, la misma interferencia u opacidad puede impedir la comuni-
270 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

A q u e llo q u e ll a m a m o s « fú tb o l» e n E u r o p a - e l soccer, s e g ú n lo s
a m e r i c a n o s - p o c o t i e n e q u e v e r c o n lo q u e l l a m a n fo o t b a ll e n
E s ta d o s U n i d o s - e l « f ú tb o l a m e r ic a n o » , s e g ú n lo s e u r o p e o s . L a
a p a r e n t e i d e n t i d a d d e u n m i s m o n o m b r e r e m it e a d o s ju e g o s
c o m p l e t a m e n t e d i s t i n t o s . I m a g i n e m o s la a b s u r d a s i t u a c i ó n q u e
se p r o d u c i r í a e n t r e a m i g o s e u r o p e o s y a m e r i c a n o s q u e h u b i e ­
r a n a c o r d a d o o r a l m e n t e ju g a r u n p a r t id o d e ['fótb:> : l]: el c h o q u e
d e la s re g la s h a r í a im p o s i b le e l ju e g o , q u e n o p o d r í a s e r e n c a ­
m i n a d o h a c i a u n a s o l u c ió n c o n s t a t a n d o , s e n c i ll a m e n t e , q u e
c ie r ta s re g la s s o n d i s t i n t a s a c a d a la d o d e l A tlá n t ic o . Se t r a t a d e
d o s a c ti v id a d e s m a n i f i e s t a m e n t e d if e r e n t e s , c o n o b je t iv o s q u e
s ó lo p o r u n a in c i e r t a a n a lo g í a p u e d e n ll e v a r e l m i s m o n o m ­
b r e - « j u g a r » , « m a r c a r » , « g a n a r » . ¿ N o p o d r í a o c u r r i r lo m i s m o
con el té r m in o « f i l o s o f ía / p h il o s o p h y /p h i lo s o p h i e » ? ¿ C u á n ta
d iv e r g e n c ia e s c o n d e la a p a r e n t e h o m o f o n í a d e s u s n o m b r e s ?
¿ N o e s u n e s p e j is m o c r e e r q u e la s d i s t i n t a s f ilo s o f ía s p u e d a n
c o n t r a p o n e r s e , m á s a llá d e s u s t r a d ic i o n e s , c o m o si f ú e r a n d o c ­
t r i n a s p u r a s , c o m o si s u s c o n t e n i d o s lo c u t i v o s f ú e r a n s e p a r a ­
b le s d e la s a c t i v i d a d e s d e la s q u e f o r m a n p a r te ? ¿Y n o c o n s t i ­
t u i r í a d e p o r sí e s te i n t e n t o d e a b s t r a c c i ó n u n a t o m a d e p a r t i d o ,
e n c o n c r e t o u n a b a n d o n o d e la s p r e t e n s i o n e s d e la s o s p e c h a , e n
b e n e f i c io d e la b ú s q u e d a d e u n a t e o r í a p u r a ? ¿ A c a so e s a b ú s ­
q u e d a n o e s a s u v e z u n a a c ti v id a d c o n tr o v e r t ib le ?
C u a n d o a c o n te c e u n e n c u e n t r o in te r c o n tin e n ta l c o m o el q u e
e n e s te l i b r o n o s o c u p a , la f a l ta d e u n a c o n s c i e n c ia e x p lí c it a
a c e r c a d e l a d iv e r s id a d d e la s re g la s d e l ju e g o p u e d e c o n d u c i r a
s i tu a c i o n e s t a n c o n f ú s a s c o m o n u e s t r o i m a g i n a d o p a r t i d o d e
« fú tb o l» . A q u e llo q u e h a c e p o s ib le e l ju e g o - s u s re g la s , e l a d ie s ­
tr a m i e n to e n e lla s , e l s a b e r -h a c e r e n q u e se m a n i f i e s t a n - es, p r e ­
c is a m e n t e , lo q u e d i f i c u l t a e l in t e r - j u e g o . T a l v e z e n n u e s t r o
c a s o s e a p e o r a ú n p u e s , m i e n t r a s q u e e l f a llid o p a r t i d o d e « f ú t­
b o l» s e g u r a m e n t e n o ll e g a r ía a c o m e n z a r - d a d o q u e s a l t a r í a a

cación filosófica, e incluso hacernos dudar acerca de la unidad de lo filosófico, del


concepto o proyecto que supuestamente subyace a la palabra filosofía, que cons­
tantemente corre el riesgo de no ser más que un señuelo homonímico.» Who’s
afraid of philosophy?, Stanford, Stanford University Press, 2002, pp. 103-4.
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 271

l a v is ta , p o r s u s d i m e n s i o n e s y e s t r u c t u r a , q u e e l c a m p o e s
t o t a l m e n t e d i s t i n t o d e lo e s p e r a d o p o r u n o d e lo s e q u i p o s - ,
S e a rle y D e r r i d a sí c o m i e n z a n d e h e c h o s u p a r t i d o , c r e y e n d o
c o m p a r t i r u n m i s m o e s p a c io d is c u rs iv o : el e s ta b le c id o p o r A u s -
t i n e n H o w to D o T h in g s w it h W o rd s. E n el d e s e n c u e n t r o e n t r e
a m b o s , el t e r r e n o a p a r e n t a s e r e l m is m o : u n a s u p e r f ic ie c u a d r a ­
d a , o c h o p o r o c h o c a s illa s d e c o lo r b l a n c o y n e g r o , d o n d e to d o
p a r e c e d is p u e s to p a r a c o m e n z a r u n a p a r t i d a . Y la p a r t i d a , d e
h e c h o , c o m i e n z a , p e r o s ó lo p a r a c o n s t a ta r , t r a s v a r i o s m o v i ­
m i e n t o s a b s u r d o s y c o n t r a d i c t o r i o s , q u e u n o e s tá j u g a n d o al
a je d r e z , m i e n t r a s q u e e l o t r o ju e g a a la s d a m a s . ¿ Q u ié n lle v a a h í
razó n ? ¿ C ó m o d e s h a c e r e l e n t u e r t o ? ¿ Q u é s i g n if ic a r ía « p o n e r s e
d e a c u e r d o » ? Y, a n t e t o d o , ¿ c u á l d e lo s d o s e s e l t e m e r a r i o q u e
c e d e , p o r e l b i e n d e la p a r t i d a , a c e p t a n d o el r e t o d e c o n t i n u a r
s o b r e la m a r c h a c o n la s re g la s d e l o tr o ? N o o lv i d e m o s q u e lo s
ju g a d o r e s n o e s t á n s o lo s , q u e lo s r o d e a u n p ú b l i c o i n f o r m e y
d iv e r s o q u e v a l o r a r á s u s a c tu a c io n e s e n f u n c i ó n d e c r ite r io s y
o b je t iv o s n e t a m e n t e d is tin to s : ¿ c ó m o p o n e r e n p e li g r o el p r o ­
p i o p r e s tig i o , la p o s i c i ó n d e p a r a d i g m a d e l b u e n ju e g o , a c e p t a n ­
d o p a r t i c i p a r e n u n a p a r t i d a e n l a q u e s ó lo p o d r á a c t u a r c o m o
u n n o v a to , u n j u g a d o r in e x p e r t o e n t e r r e n o e n e m i g o , u n t r a i ­
d o r in c l u s o , p a r a lo s d e l p r o p i o b a n d o ? 8
P o c o s t i e n e n la o s a d í a d e a c e p t a r e s e r e t o ; p a r a b i e n o p a r a
m a l, n i S e a rle n i D e r r i d a lo h i c i e r o n , p o r q u e s ó lo t o m a r o n
c o n s c i e n c ia d e m o d o p a r c i a l e i n c o m p l e t o d e e s te a s p e c t o fr a c -
ta l y r e c u r r e n t e d e l d e b a t e q u e e s t a b a n s o s te n ie n d o . S e a rle , p o r
s u p a r t e , a p e s a r d e c o n s t a t a r q u e el p r o y e c t o d e la T r a d ic ió n
R a c io n a l is t a E u r o p e a e s t a b a s i e n d o a ta c a d o , y q u e ta le s a ta q u e s
d e b í a n f o r z o s a m e n t e a m e n a z a r la s re g la s d e l ju e g o , se m u e s t r a
a s o m b r a d o e in d i g n a d o a n t e lo s d e s c o n c e r ta n t e s m o v i m i e n t o s

8 «Compartir una definición común del “buen trabajo” es esencial no sólo


para la integración de una teoría en un medio cultural, sino también para su difu­
sión efectiva. Para comprender este proceso de legitimación, es necesario identifi­
car los canales de difusión; los productos culturales no se difunden en mercados
unificados, sino entre actores cuya definición del “buen trabajo” segmenta los
mercados culturales.» Lamont, «How to become ...», op. cit., p. 608.
2 7 2 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

d e s u c o n tr in c a n te . D e rrid a , p o r s u p a rte , a u n s o s te n ie n d o e x ­
p r e s a m e n t e q u e el a p a r e n t e c h o q u e e n t r e s u s r e s p e c tiv a s p o s i ­
c io n e s h a b r í a d e r e s o lv e r s e a l n iv e l d e la s f u e r z a s s u b y a c e n t e s ,9
d ic e n o e n t e n d e r la a n i m a d v e r s i ó n d e S e a rle , n i e l p o r q u é d e s u
s a l id a d e to n o .9
U n a n á lis is d e e s t e c h o q u e q u e se l i m i te a c o n t r a p o n e r lo s
s e n tid o s d e s u s r e s p e c tiv o s a c to s s ó l o p o d r í a d a r l u g a r a u n d e s ­
p r o p ó s i t o . Si c o n s i g u i é r a m o s e x p li c a r a S e a r le el c o n t e n i d o m e ­
r a m e n t e l o c u t iv o d e la o b r a d e D e r r i d a - n o s ó lo t r a d u c i r l o d e l
f r a n c é s a l in g lé s , s i n o i n c l u i r t o d a la c a r g a e s t r i c t a m e n t e s e m á n ­
tic a d e lo s t é r m i n o s y t r a n s m i t i r t o d o lo q u e é s t o s s ig n ific a n
p a r a D e r r i d a - , S e a rle s ó lo p o d r í a m a n i f e s t a r e s t u p e f a c t o , c o m o
d e h e c h o h iz o , q u e e s a s id e a s le p a r e c e n tr iv i a le s y e v id e n te s ,
p e r o q u e e n a b s o l u t o c o n s i d e r a q u e s e a líc ito a s u m ir , d e s d e e se
p u n t o d e p a r t i d a , q u e u n a t e o r í a s e r ia d e lo s a c t o s d e h a b l a s e a
im p o s i b le . S ie n d o p a r a é l i n c o n c e b ib le q u e d i c h a t e o r í a n o
f u e r a d e se a b le p o r s í m i s m a , n o p u e d e c o n s i d e r a r q u e c i e r t o
a s p e c t o c o n s t i t u t i v o y d e f i n i t o r i o d e la r e a l id a d a e s t u d i a r - y a
s e a la i t e r a b i l i d a d d e lo s e l e m e n t o s l i n g ü í s t i c o s o el c a r á c t e r
i n a b a r c a b l e d e l t r a s f o n d o - i n v a l i d e la s p r e t e n s i o n e s d e ll e v a r
a c a b o e s a ta r e a h e r e d a d a d e la s g e n e r a c i o n e s p r e c e d e n t e s . L o
q u e h a b r í a q u e m o s t r a r a S e a rle n o s o n p o r t a n t o la s te s is d e
D e r r i d a , si es q u e h a y a l g u n a , s i n o la ta r e a q u e é l, p o r s u p a r t e ,
p r e t e n d e r e a l i z a r , q u e n o e s o t r a q u e r e s p o n d e r a la i m p e r i o s a
n e c e s i d a d d e i m p e d i r q u e e l id e a l d e t e o r í a - y , e n p a r t i c u l a r ,
l a t e o r í a d e lo s a c to s d e h a b l a - lle g u e a d e s a r r o l l a r s e e n p l e n i ­
t u d . H a b r í a q u e m o s t r a r l e q u e e s a p e r s e v e r a n c i a e n la c o n s t a ­
ta c ió n d e u n a im p o s ib ilid a d te ó r ic a n o es s im p le m e n te u n a
ir re s p o n s a b le d e fe n s a d e l r e la tiv is m o m á s a b s o lu to , s in o p a r te
d e u n p r o c e s o d e d e c o n s t r u c c i ó n d e l a m e t a f í s i c a d e la p r e ­
s e n c i a c o n e l q u e se a s p i r a a s o s t e n e r y p r e s e r v a r a q u e ll a s d ife -

9 Acerca del carácter necesariamente violento que adquirió el debate por afec­
tar a las bases mismas del concepto de racionalidad, ver el artículo de Mathieu
Potte-Bonneville, «La violence dans le débat philosophique: le débat Derrida-
Searle», Recherches sur la philosophie et le langage, 14, 1992, pp. 219-48.
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 273

r e n d a s q u e h a b í a n s i d o d o b le g a d a s p o r la ló g i c a d e la i d e n t i ­
d a d y e l t o t a l i t a r i s m o . S e ría la c o m p r e n s i ó n d e e s a ta r e a , y d e lo s
m o t iv o s q u e le lle v a n a r e a liz a r la , lo q u e h a r í a p o s ib le u n c ie r to
e n t e n d i m i e n t o , a u n q u e f u e r a b a jo la f o r m a d e u n d e s a c u e r d o
ra z o n a d o .
E n t e n d e r e l e n f r e n t a m i e n t o a l n iv e l d e la s fu e r z a s im p lic a d a s
e n lo s te x to s , y n o c o m o e l a s é p tic o c h o q u e d e s u s s e n tid o s , es
c o n d i c i ó n in d i s p e n s a b l e , s i q u ie r a p a r a i n t u i r e l p o r q u é d e s u d e ­
s e n c u e n t r o . A u n q u e la a s u n c i ó n d e e s ta p e r s p e c tiv a , p o r s u p u e s ­
to , n o g a r a n t iz a el lo g r o d e u n a r e s o lu c ió n d e f in itiv a . M á s b i e n
a l c o n tr a r i o , p u e s , a s u m i e n d o s e m e ja n t e p l a n t e a m i e n t o , r e s u lta
m u c h o m á s c o m p l ic a d o v i s l u m b r a r q u i é n p u e d e g a n a r e s te d e ­
b a te , p r i n c i p a l m e n t e p o r q u e el s e n t i d o d e l t é r m i n o « g a n a r» , e n
t o d o ju e g o , e m a n a d e s u s p r o p i a s re g la s. G a n a r , p a r a S e a rle , s e r ía
e s ta b le c e r p o r la f u e r z a d e s u s a r g u m e n t o s , s i q u ie r a t e m p o r a l ­
m e n t e , la h e g e m o n í a d e s u p r o p i a p o s i c ió n ; p e r o , p a r a D e r r i d a ,
e s e o b je tiv o , c a s o d e a lc a n z a r lo él m i s m o , s e r ía u n a v ic t o r i a
p ír r ic a , p u e s s u a s p i r a c i ó n es la r u p t u r a d e l c o n s e n s o y la o b s ­
t r u c c i ó n d e c u a lq u i e r h e g e m o n í a . ¿Y q u i é n g a n a r í a e n n u e s t r a
p a r t i d a im a g in a r ia , a q u é l q u e d é j a q u e m a t e o el q u e e li m i n e la
ú lt im a d e la s d a m a s d e s u a d v e rs a rio ?

C o m u n ic a c ió n y re c o n s tru c c ió n d e l s e n tid o

E l m e j o r e je m p lo d e h a s ta q u é p u n t o e l j u e g o e n q u e e s tá i n ­
m e r s o c a d a c o n t e n d i e n t e e s p r o f u n d a m e n t e d i s t i n t o lo e n c o n ­
t r a m o s e n la s p a l a b r a s d e S e a rle c o n la s q u e a p a r e n t a , p o r u n
m o m e n t o , b a j a r s u s a r m a s , e i n t e n t a r c o m p r e n d e r a D e r r i d a s in
m a lic ia :

E n u n a le c tu ra c a rita tiv a d el te x to d e D e rrid a p o d e m o s c o n s­


tru irlo c o m o si a p u n ta ra , c o rre c ta m e n te , q u e la p o sib ilid a d del
d isc u rso p a ra sita rio es in te rn a a la n o c ió n d e len g u a je , y q u e los
p e rfo rm a tiv o s sólo p u e d e n te n e r é x ito si las em isio n es so n ite-
rables, fo rm a s re p e tid a s c o n v e n c io n a le s - o , c o m o él las llam a,
274 C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

«codificadas». P ero n in g u n o d e esto s p u n to s e s d e n in g ú n m o d o


u n a o b je c ió n a A u s tin (R eply, p. 207).

H e m o s h e c h o u n a t r a d u c c i ó n d e l i b e r a d a m e n t e a r t if i c io s a
d e la e x p r e s i ó n « w e c a n c o n s t r u e h i m a s p o i n t i n g o u t» p o r q u e
la i d e a q u e p r e t e n d e m o s s u b r a y a r se p e r d e r í a e n u n a t r a d u c ­
c ió n m á s n a t u r a l . 10 L a c a r ita tiv a o p e r a c i ó n q u e p l a n t e a S e a rle ,
p r e c i s a m e n t e e n e l m o m e n t o e n q u e se p r o p o n e a p u n t a r u n a
l e c t u r a e m p á tic a d e S e c , n o p o d r í a r e s u l t a r m á s a n ti - p á t ic a p a r a
D e r r i d a : e s a v o l u n t a d d e c o n s tr u ir o r e c o n s tr u ir la i n t e n c i ó n o r i ­
g i n a l d e l a u t o r e s la a n tí te s is d e l t i p o d e l e c t u r a p r o m o v i d a
p o r é l y s u s s e g u id o r e s , la d e c o n s t r u c c i ó n , q u e b u s c a p r i o r i t a ­
r i a m e n t e e l d e s m o n t a j e d e la r e t ó r i c a d e l te x to , c o n e l o b je tiv o
d e m o s t r a r q u e la p u t a t i v a f u e n t e d e e n u n c i a c i ó n q u e lo d o t a d e
s e n t id o , el s u je to , p i e r d e e n r e a l id a d s u c o n t r o l s o b r e lo d i c h o
d e s d e e l m i s m o m o m e n t o e n q u e ti e n e q u e h a c e r u s o d e l l e n ­
g u a je p a r a e x p r e s a r lo , si n o a n te s . E l p r o p i o s u je to , n o c i ó n q u e
l a o b r a d e D e r r i d a a s p i r a a d e s t r o n a r , s e r ía e n r e a l i d a d u n e fe c ­
t o d e s u s s ig n o s , m á s q u e e l d u e ñ o y s e ñ o r d e s u s e n t id o . D e
m o d o q u e h a y a lg o p r o f u n d a m e n t e p a r a d ó j i c o e n la p o s t u r a
d e S e a r le c u a n d o , c r e y e n d o s e r c a r i ta t iv o o e m p á t i c o - s y m p a -
t h e t i c - c o n u n d e c o n s t r u c c i o n i s t a , se p r o p o n e c o n s tr u ir lo a t r a ­
v é s d e l s e n t i d o d e s u te x to .
A n te e s te in t e r c a m b io in f r u c tu o s o , D e r r i d a p a r e c e d a r l o to d o
p o r p e r d i d o - « a p e s a r d e t o d a e s ta s i m p a t ía e n t r e n o s o tr o s » ( L i­
m ite d , p . 1 0 2 ) - , c o n s i d e r a n d o q u e n o e s p o s i b l e h a c e r e n t e n d e r
a s u c o n t e n d i e n t e e l v a l o r d e s u s p r o p i a s te s is :

H a s ta este p u n to al m e n o s , lo s a c to s d e h a b la d e Sec p e rm a n e c e n
in in telig ib les, ileg ib les y , e n c u a lq u ie r caso, in o p e ra tiv o s, p a ra
c u a lq u ie ra q u e n o esté in te re sa d o e n las c u e stio n e s q u e h ic ie ro n
n a c e r esos análisis. E sto es ta m b ié n u n a c irc u n s ta n c ia e x te n u a n te
p a ra c u a lq u ie ra q u e n o los c o m p re n d a (L im ite d , p. 104).

10 Como de hecho se pierde e n la traducción francesa de Joelle Proust: «Une


lecture plus favorable du texte de Derrida pourrait conduire a y voir ...», Pour réi-
térer les différences, op. cit., p. 22.
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 275

¿ P e ro es ú n i c a m e n t e a S e a rle , a s u d e s a c i e r t o y s u f a lta d e
in te r é s , a q u i e n h a y q u e a t r i b u i r la s c a u s a s d e l in f o r tu n i o ? ¿ R e a l­
m e n t e f u e D e r r i d a t o d o lo - s e g ú n s u s p r o p i o s t é r m i n o s (A fte r -
w o r d , p. 1 4 7 ) - « p e d a g ó g ic o » q u e c a b ía e s p e r a r ? A l p r i n c i p i o d e
L im it e d se p r o p u s o c o n s t r u i r s u d is c u r s o d e m o d o q u e n o
h i c i e r a r e f e r e n c ia a l r e s to d e su s p u b li c a c io n e s , s i n o q u e l i m i t a ­
r a s u s a r g u m e n t o s a lo q u e p u d i e r a s e r a s i m i la d o p o r u n le c t o r
q u e , p r o c e d i e n d o d e u n a t r a d i c i ó n d is ti n ta , d e s c o n o c i e r a s u t r a ­
y e c to r ia p r e c e d e n t e . N o o b s t a n t e , c o n f o r m e a v a n z a e n la e s c r i­
t u r a d e L im ite d , d a n d o r i e n d a s u e l t a a s u s a r c a s m o y, s o b r e to d o ,
c o n s t a t a n d o la i m p o s i b i l i d a d d e u n e n t e n d i m i e n t o , D e r r i d a v a
d e s p l e g a n d o p r o g r e s iv a m e n te u n a r e t ó r i c a q u e n o b u s c a la e x ­
p li c a c i ó n c l a r a d e l p r o p i o a r g u m e n t o , s i n o q u e se c o n s tr u y e
s o b r e a lu s io n e s y tá c ita s r e f e r e n c ia s a c u e s t io n e s q u e s u d e s t i ­
n a t a r i o o b v i a m e n t e d e s c o n o c e . D u r a n t e la l e c t u r a d e L im ite d ,
e l le c t o r tie n e la s e n s a c ió n d e q u e D e r r i d a n o e sté e s c r ib ie n d o
p a r a S e a rle , s i n o p a r a s u p r o p i o p ú b li c o . V a lg a c o m o e je m p lo el
m o d o q u e ti e n e d e d e s c a r t a r la p o s i c ió n d e s u a d v e r s a r io a c e r ­
c a d e q u e es la d i s t i n t a p e r m a n e n c ia t e m p o r a l d e lo s s ig n o s lo
q u e d if e r e n c i a a l le n g u a j e e s c r ito d e l l e n g u a j e o ra l: a le g a n d o
h a b e r sid o m a le n te n d id o , D e r r id a a p u n ta a s u p ro p ia n o c ió n
d e re sta n c e , c o n o s c u r a s a lu s io n e s a s u s o b r a s a n te r io r e s , q u e
h a c e n d i f í c i l m e n t e c o m p r e n s i b l e el m o t i v o d e la c o n f u s i ó n
( L im ite d , p p . 5 0 y ss .). L o s i n c o n t a b l e s ju e g o s d e p a l a b r a s d e
L im ite d , e n lo s q u e « L a d i f i c u l t a d d e t r a d u c c i ó n e s p a r t e d e l
d e m o s t r a n d u m » (L im ite d , p . 4 7 ), s o n o t r o b u e n e je m p lo d e q u e
la s u p u e s ta p e d a g o g ía d e D e r r i d a es, e n r e a l id a d , u n m o v i m i e n ­
t o m a lic io s o . Y, a n t e to d o , h a y u n a e le c c ió n e s tilís tic a q u e n o
d e ja d e r e s u l t a r i n c ó m o d a , i n c l u s o f a s tid io s a : la d e u t i li z a r el
t é r m i n o e s c r itu r a p a r a d e s i g n a r a lg o q u e , e n el f o n d o , n o a t a ñ e a l
le n g u a je e s c r ito m á s q u e a c u a l q u i e r o t r o t i p o d e le n g u a je : s u
c a r á c t e r g r a fe m á tic o , la p o s i b il id a d d e f u n c i o n a r , c o m o j u e g o d e
d if e r e n c ia s , e n a u s e n c i a d e e m i s o r , d e s t i n a t a r i o y r e f e r e n te . ¿ P o r
q u é ll a m a r lo e sc r itu r a , s a b i e n d o q u e d a r á l u g a r a c o n f u s io n e s
c o m o la q u e , d e p r i n c i p i o a f in , r e c o r r e t o d o R e p ly , y q u e p r o ­
b a b l e m e n t e a fe c te t a m b i é n a la l l a m a d a c r í t i c a te x tu a lis ta ?
276 C Ó M O H A C E R FI LOS OF Í A C O N PALABRAS

E n d e f i n it iv a , u n o n o p u e d e d e j a r d e c o n s t a t a r e n D e r r i d a
u n c ie r to g u s to - c o m p a r t i d o c o n m á s d e u n c o n c iu d a d a n o ,
c o m o c o n s ta ta r a n S o k a l y B r ic m o n t- p o r se r m a le n te n d id o ,
a p a r e c e r c o m o e l e n f a n t te r r ib le d e la f ilo s o f ía c o n t e m p o r á n e a ,
y d e j a r p a r a g e n e r a c i o n e s p o s t e r i o r e s el p a u l a t i n o d e s c u b r i ­
m i e n t o d e s u s e n ig m á ti c a s i n t e n c io n e s . D e a h í q u e l a v o l u n t a d
s e a r le a n a d e r e c o n s tr u ir lo e m p á t i c a m e n t e n o p u e d a r e s u lta r
m á s q u e u n a b r o m a p e s a d a , u n a ju g a d a d e s c o n c e r t a n t e - á c o n -
tr e - p ie d - , s í n t o m a d e lo p o c o q u e , e n e l t e r r e n o ilo c u tiv o , es
c o m p a r tid o p o r a m b o s a u to r e s .

« ¿ Y s i S e c e s tu v ie r a h a c ie n d o a lg o d is tin to ? »

C o m o y a h e m o s a p u n t a d o , D e r r i d a p a r e c i ó s e r a lg o m á s c o n s ­
c i e n t e q u e S e a r le d e q u e e n el d e b a t e se e s t a b a d a n d o u n d e s e n ­
c u e n t r o e n e l n iv e l d e la s d i s t i n t a s f u e r z a s il o c u tiv a s , m á s q u e e n
e l d e s u s e n t i d o lo c u tiv o . S u r e f le x ió n a c e r c a d e la i n t e n c i ó n d e
S e c a s í lo p o n e d e m a n i f i e s to :

¿C onsiste el p ro p ó s ito p rin c ip a l d e S ec e n ser verdad? ¿En a p a re n ­


ta r v e rd a d ? ¿En d e c ir la verd ad ?
¿Y si Sec estu v ie ra haciendo algo d istin to ?
¿Q ué? E stá b ien , d a ré a lg u n o s ejem p lo s: 1. D ic ie n d o algo a p a ­
re n te m e n te «falso» [... ] o d u d o so , p e ro p re s e n tá n d o lo d e m o d o
y m a n e r a q u e (lle n o d e tr a m p a s y p a ra s ita rio p o r n a tu ra le z a )
a u m e n ta ría las p ro b a b ilid a d e s d e q u e d é c o m ie n z o el d e b a te [ ... ].
O ta m b ié n : 2. P ro p o n ie n d o u n tex to , c o m o es a q u í u n a vez m ás
el caso, u n a e s c ritu ra y u n a firm a , c u y a realización (e s tru c tu ra ,
e v e n to , co n te x to , etc.) d e fin e e n el m ism o m o m e n to las o p o s ic io ­
n es e n tr e c o n c e p to s o v a lo re s [... ], o fre c ie n d o la re a liz a c ió n d e
u n te x to q u e, al p r o p o n e r d e p a sa d a la c u e stió n d e la v e rd a d (m á s
allá d e los im p u ls o s in te rm ite n te s d e A u stin e n esta d ire c c ió n ),
n o s u c u m b e sim p le m e n te a s u ju risd ic c ió n y p e rm a n e c e , e n este
p u n to , e n ta n to q u e re a liz a c ió n te x tu a l, irre d u c tib le a las s e n te n ­
cias - d i r í a A u s tin - « veridictivas» d e l tip o : esto es v e rd a d , esto es
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 2 ~j~J

falso, « c o m p le ta m e n te eq u iv o c a d o » u « o b v ia m e n te falso» (L im i­
ted, p. 43).

A p e s a r d e e s e m o m e n t o d e lu c i d e z , e n e s ta s lí n e a s s e r e f le ­
j a u n a c o n c e p c i ó n c i e r t a m e n t e o b s o l e t a d e lo s a c to s d e h a b l a ,
c o n c e p c i ó n q u e A u s t i n y a d e j ó d e la d o d u r a n t e s u in v e s ti­
g a c ió n , y q u e s e g u r a m e n t e e l p r o p i o D e r r i d a d e s c a r t a r í a si se
le p l a n t e a r a d e m o d o e x p líc ito . R e c o r d é m o s lo : e n u n p r i n c i ­
p io , A u s t i n i n t e n t ó s e ñ a l a r a l m a r g e n d e l l e n g u a j e d e s c r ip ti v o ,
b ie n e s t u d i a d o p o r lo s f iló s o f o s p r e c e d e n t e s , o t r o le n g u a j e d e
c a r á c t e r p e r f o r m a tiv o q u e n o t e n d r í a c o m o f i n a l i d a d s e r v e r d a ­
d e r o , sin o h a c e r a lg o a l e m i t i r la s p a la b r a s . N o o b s t a n te , a l f in a l
d e s u in v e s tig a c ió n , A u s ti n f u e a s u m i e n d o a lg o q u e o tr o s d e s a ­
r r o l l a r í a n c o n m á s t i e m p o : la i d e a d e q u e e s te e s f u e r z o in ic ia l
h a b í a s i d o b a ld í o , p u e s t a l v e z se a p o y a r a e n u n a e s p e c ie d e
e r r o r c a te g o r ia l . T a m b i é n el d e s c r i b i r , e l m e r o d e c ir a lg o , ti e n e
c o n d i c i o n e s c o n t e x t u a l e s d e r e a l i z a c i ó n . E s d e c ir : t a m b i é n la
p r o p i a d e s c r i p c i ó n ti e n e , p o r s u p a r t e , a s p e c t o s il o c u ti v o s y
p e r lo c u tiv o s . D e a h í q u e , f r e n t e a la i n t e n c i ó n in ic ia l d e d i s t i n ­
g u i r lo p e r f o r m a t i v o d e lo d e s c r ip ti v o , A u s t i n o p t a r a p o r e s b o ­
z a r u n a t e o r í a d e la s f u e r z a s i l o c u ti v a s e n l a q u e t a n t o lo u n o
c o m o lo o t r o v i n i e r a n a s e r i n t e g r a d o s c o m o d i s t i n t o s u so s l i n ­
g ü ís ti c o s ( p l a n t e a m i e n t o q u e s e r ía p o s t e r i o r m e n t e d e s a r r o l l a ­
d o p o r S e a rle e n A c to s d e h a b la ). S a lta a la v is ta q u e D e r r i d a ,
e n e l t e x t o q u e a c a b a m o s d e c it a r , m a n t i e n e , a l m e n o s e n a p a ­
r i e n c ia , la p r i m e r a t a x o n o m í a a u s t i n i a n a , c a t a l o g a n d o a S ec
c o m o u n te x t o n o d e s c r ip ti v o sin o p e r f o r m a t i v o - c o m o si se
t r a t a r a d e u n a c a t e g o r í a a l t e r n a t i v a - ; u n t e x t o q u e , p o r lo
t a n t o , n o e s t a r ía d i r e c t a m e n t e g o b e r n a d o p o r la s e x ig e n c ia s d e
v e ra c id a d .
D e s e r c i e r t a la d e s c r i p c i ó n q u e h a c e D e r r i d a d e s u p r o p i o
t e x t o , n o s e r ía s u o b je t iv o p r i o r i t a r i o s e r v e r d a d e r o , sin o r e a l i­
z a r a t r a v é s d e s u r e t ó r i c a u n c u e s t i o n a m i e n t o d e lo s p r i n c i p i o s
d e t o d a t e o r í a d e l le n g u a j e q u e a s p i r e a c o n s t i t u i r s e c o m o d e s ­
c r i p c i ó n i d e a l i z a d a y a b s o l u t a m e n t e v e r d a d e r a d e s u o b je to .
S e c n o e s t a r í a c o n s t i t u i d o p o r u n a s e r ie d e d e s c r ip c i o n e s p r e ­
278 C Ó M O H A C E R F I LOSOFÍ A C O N PALABRAS

t e n d i d a m e n t e c ie r ta s a c e r c a d e l f u n c i o n a m i e n t o d e l le n g u a je ,
s in o p o r u n a s u c e s ió n d e a c to s d e h a b la , c u y o o b je t iv o e s o b t e ­
n e r d iv e r s o s e fe c to s . A lg u n o s d e e llo s s e r ía n d e c a r á c t e r il o c u ti -
v o , p u e s se r e a l iz a r ía n a l e m i t i r la s p r o p o s i c i o n e s - p o r e je m p lo ,
e l d e s f o n d a m i e n t o d e la t e o r í a d e lo s a c to s d e h a b l a - , m i e n t r a s
q u e o t r o s s e r ía n d e t i p o p e r lo c u tiv o - c o m o e l a b a n d o n o e fe c tiv o ,
p o r p a r t e d e la c o m u n i d a d f ilo s ó f ic a , d e la s p r e t e n s i o n e s d e s is ­
t e m a t i z a c i ó n i d e o l ó g i c a d e d i c h a te o r ía .
V a lg a e l s i g u ie n t e e je m p lo d e - la p e r f o r m a t i v i d a d d e l te x t o
d e r r i d i a n o : c u a n d o d e s c r ib e s u p r o p i a a c t i t u d a n t e s u o b r a
d i c i e n d o « d o y m i p a l a b r a d e h o n o r d e q u e t e n d r é b u e n a fe e n
m i a r g u m e n t a c i ó n . E s to lo p r o m e t o e n t o t a l s i n c e r i d a d y s e r i e ­
d a d , l i t e r a l m e n t e , l e v a n t a n d o m i m a n o s o b r e la m á q u i n a d e
e s c r ib ir » ( L im ite d , p . 4 5 ) , s u i n t e n c i ó n n o e s o t r a q u e m o s t r a r
e l a b s u r d o d e la p r e t e n s i ó n d e d i s t i n g u i r d e m o d o t a j a n t e el
le n g u a je s e r io d e la b r o m a . E l l e c t o r n o s a b e c ó m o t o m a r e s ta s
p a la b r a s , p u e s e n n i n g ú n l u g a r p u e d e e n c o n t r a r u n a p o y o f i r ­
m e p a r a c la s if i c a r l a s c o m o l e n g u a j e n o r m a l o p a r a s i t a r i o :
¿ d ó n d e q u e d a r e f le ja d a e s a p a la b r a d e h o n o r , m á s q u e e n la s
p a l a b r a s e s c r ita s e n la s q u e se m a n if ie s ta ? ¿Y c ó m o e s p o s i b le
a s e g u r a r la l i t e r a l i d a d d e e s a s p a la b r a s , s i e n d o e lla s m i s m a s ite -
ra b le s e n a u s e n c i a d e la s e r ie d a d q u e d ic e n te n e r ? ¿ N o p o d r í a n
a s u v e z s e r u n a b r o m a ? E l t e x t o se e x ti e n d e h a s t a e n g u l l i r a q u e ­
ll a f u e n t e d e la e n u n c i a c i ó n q u e , d e s d e f u e r a d e é l, p o d r í a v e n i r
a l i m i t a r s u s e n t id o : ¿ q u é m á s d a s i D e r r i d a d e h e c h o l e v a n t a
s u m a n o y p r o m e t e s e r s e r io y lite ra l? I n c lu s o si p u d i é r a m o s
d e m o s t r a r q u e , f í s ic a m e n te , r e a liz ó ta l a c to , ¿ a c a s o é s te n o s e r ía
a s u v e z r e i n te r p r e ta b l e ? ¿ N o s e r ía t a m b i é n u n s ig n o ? ¿ N o s e r ía
t a m b i é n ite ra b le , t a n t o c o m o la s p a l a b r a s q u e h a b r í a p e n s a d o
e n el i n s t a n t e p r e c e d e n t e , o la s q u e h a b r í a e s c r ito a c o n t i n u a ­
c ió n ? E l t e x t o d e D e r r i d a , c o m o a c to d e h a b la , r e a l iz a s u s p r e ­
t e n s i o n e s c o n i n d e p e n d e n c i a d e s u s u p u e s t a v e rd a d : a r r o j a d e
h e c h o u n a s o m b ra d e d u d a s o b re c u a lq u ie r p re te n s ió n d e l le n ­
g u a je d e c e ñ i r s u s p o s i b le s in t e r p r e t a c i o n e s , s e a m e d i a n t e e s t r a ­
te g ia s i n t r a t e x t u a l e s - « S e a m o s s e r i o s » - o a c u d i e n d o a a p o y o s
q u e se e n c u e n t r e n , s u p u e s t a m e n t e , f u e r a d e l te x to - « l e v a n t a n d o
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 279

m i m a n o . . . » - , p e r o q u e n o p u e d e n e v it a r r e c a e r e n e l t e j i d o d e
la t e x t u a li d a d .
E l t e x t o d e S e a rle , e n c a m b io , a s p i r a e n g e n e r a l a s o s te n e r s e
n o y a e n s u e s t r u c t u r a r e t ó r i c a , s i n o e n la a p e la c ió n a a lg o q u e
se e n c u e n t r a f u e r a d e l p r o p i o te x t o , a s a b e r , la s u p u e s t a e v i d e n ­
c ia d e s u s te sis; e v id e n c ia c o n t r a l a q u e D e r r i d a h a b r í a a t e n t a ­
d o r e p e t i d a m e n t e p o r s u « p r e o c u p a n t e t e n d e n c i a a d e c ir c o s a s
q u e s o n o b v i a m e n t e fa lsa s» (R e p ly , p . 2 0 3 ) . D e e llo se d e f ie n d e
D e r r i d a s o s t e n i e n d o q u e « la n o c i ó n d e e v id e n c ia , a s í c o m o el
s i s te m a d e v a lo r e s a e lla a s o c ia d o s ( p r e s e n c ia , v e r d a d , i n t u i c i ó n
i n m e d i a t a , c e r t e z a a s e g u r a d a , e tc .) e s p r e c i s a m e n t e lo q u e Sec
p o n e e n c u e s tió n » ( L im ite d , p p . 4 0 - 1 ) . ¿ P o d ría Sec s e r r e f u ­
t a d o , c o m o p r e t e n d e S e a rle , p o r s e r « o b v ia m e n te fa lso » ? S i la
n o c i ó n d e o b v ie d a d , d e e v id e n c ia , y l a p r o p i a i d e a d e v e r d a d , e s
lo q u e S e c p r e t e n d e c u e s t io n a r , la r e s p u e s t a a s u s e n v ite s n o
p o d r á c o n s is tir , s e n c i ll a m e n t e , e n la d e n u n c i a d e s u e v id e n te
f a lta d e v e r a c id a d . S e ría c o m o d e m o s t r a r a a lg u i e n q u e n o tie n e
r a z ó n a l d e n u n c i a r la in j u s tic ia d e l c ó d ig o p e n a l r e m i t i e n d o a
lo e s ta b le c id o e n d i c h o c ó d ig o .
D e r r i d a es c o n s c i e n te d e q u e e s la f u e r z a , y n o el s e n t id o ,
q u i e n r ig e e l d e s t i n o d e s u te x t o . P e r o p a r e c e c o n c e p t u a l i z a r e se
h e c h o s e g ú n la f a l li d a c a ta lo g a c ió n i n i c i a l d e A u s tin , c o m o si s u
o b r a f u e r a p e r f o r m a t i v a , y la d e S e a r l e m e r a m e n te c o n s t a ta t iv a .
P o r e l c o n t r a r i o , u n a r e s p u e s ta a d e c u a d a p o r p a r t e d e S e a rle a
la a c ció n lin g ü ís ti c a d e D e r r i d a n o p o d í a c o n s i s ti r s i n o e n u n
n u e v o a c to ilo c u tiv o , u n a n u e v a a c c ió n c o n t r a p u e s t a , q u e v e n ­
d r í a a d e s a c r e d i t a r - p e r s i g u i e n d o , p o r t a n t o , i m p o s i b i l i t a r - la
r e a l iz a c i ó n d e a q u e ll o q u e el c o n t e n d i e n t e se h a b í a p r o p u e s t o .
L a r e s p u e s ta d e S e a rle h a b í a d e t o m a r la f o r m a d e u n n u e v o
a c to d e h a b l a , c u y o o b je tiv o f u e r a d e ja r s in e f e c to s p e r l o c u ti v o s
a Sec - e s d e c ir : c o n s e g u i r q u e e l te x t o n o p e r v i e r t a i n t e l e c t u a l ­
m e n t e a n a d ie m á s . P o r e s o e s p o s i b le d e v o lv e r a D e r r i d a s u
p r o p i a p r e g u n t a , c u e s t i o n a n d o si c o n s is te e l p r o p ó s i t o p r i n c i ­
p a l d e R e p ly e n s e r v e r d a d . ¿Y si S e a rle e s t u v ie r a « h a c ie n d o a lg o
d is tin to » ? ¿Y si s u a p e la c ió n a la e v id e n c ia d e su s te sis n o f u e r a
m á s q u e u n a e s tra te g ia p a r a d e s a c r e d ita r el d e c o n s tru c c io n is ­
2 8o C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

m o y, p o r e n d e , e l r e l a ti v is m o p o s m o d e r n o c o n e l q u e , c o r r e c ­
t a o i n c o r r e c t a m e n t e , lo id e n tif ic a ?
P r o b a b le m e n te , D e r r id a h a b r ía c o n te s ta d o q u e ta l in te n c ió n
s ó lo e s lí c it a c a s o d e p r e s e n t a r s e c o m o ta l, e s d e c ir , si se a c e p t a
a b i e r t a m e n t e q u e l a f ilo s o f ía d e l le n g u a j e o r d i n a r i o y , e n c o n ­
c r e to , la t e o r í a d e lo s a c t o s d e h a b l a , n o se d e s a r r o l l a n c o m o
p u r a s e n te l e q u ia s in t e le c t u a le s , p r e t e n d i d a m e n t e v e r d a d e r a s
p o r a d ecu a rse al o rd e n d e l m u n d o , s in o q u e re s p o n d e n a u n a
v o lu n ta d d e p o d e r d e te r m in a d a ; v o lu n ta d q u e , a s u vez, n o
p u e d e e s t a r j u s t i f i c a d a p o r l a p r o p i a te o r ía . E n c i e r t o m o d o , la
d e n u n c i a d e la f u e r z a q u e s u b y a c e a l s e n t i d o d e f e n d i d o p o r s u s
a d v e r s a r io s - A u s t i n e n Sec, S e a rle e n L i m i t e d - h a b í a s i d o e n
t o d o m o m e n t o e l o b je t iv o p r i n c i p a l d e D e r r i d a .

E l d o b le ju e g o d e l in filtr a d o

A p a r e n t e m e n t e , D e r r i d a e s c r ib e p a r a ha cerse e n te n d e r . A p e s a r
d e q u e e n o c a s io n e s p a r e z c a d i s f r u t a r d e s u p o s i c i ó n d e i n c o m ­
p r e n d id o y v ilip e n d ia d o , al m e n o s a lg u n o s d e s u s te x to s e s tá n
m a r c a d o s p o r u n a c l a r i d a d y s i s t e m a t i c i d a d d e la q u e c a r e ­
c e n m u c h o s d e s u s c o m p a ñ e r o s d e e s c u e la . I n c l u s o p o d r í a d e c i r ­
se d e él q u e e s u n a e s p e c ie d e n e o - c a r t e s i a n o , u n t a n t o p e r v e r ­
so , q u e b u s c a la e v id e n c ia h a s t a e l e x tr e m o , p e r o n o c o n la i n t e n ­
c ió n de e n c o n tr a r un firm e apoyo en la c e rte z a , s in o
p r e c i s a m e n te p a r a m o s t r a r q u e s ó l o p o d e m o s c r e e r q u e h e m o s
a lc a n z a d o u n a a b s o l u t a e v id e n c ia a c o s t a d e d e t e n e r n u e s t r o
a n á lis is , d e j a n d o e n el o lv i d o d e t e r m i n a d o s a s p e c to s q u e se n o s
e s c a p a n . A l ig u a l q u e D e s c a r t e s , D e r r i d a s o s tie n e q u e n i n g u n a
c e r t e z a m e r a m e n t e r e l a ti v a p u e d e s e r p r o p u e s t a c o m o a lg o i n a ­
m o v ib le . P o r e je m p lo , c u a n d o S e a rle s o s tie n e q u e la d if e r e n c i a
e n t r e u n a c to i l o c u t i v o r e a l i z a d o y u n i n f o r t u n i o n o ti e n e p o r
q u é s e r t a j a n te , r e c o r d é m o s l o , D e r r i d a r e c h a z a e s a a m b i g ü e d a d
s o s t e n i e n d o q u e , a n o s e r q u e u n a d if e r e n c i a p u e d a s e r c l a r a y
t a j a n t e , n o es u n a d if e r e n c i a e n a b s o lu to : « c u a n d o u n c o n c e p t o
v a a s e r t r a t a d o e n t a n t o q u e c o n c e p t o , u n o t i e n e q u e a c e p t a r la
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 281

ló g ic a d e l t o d o o n a d a » ( A fte r w o r d , p . 1 1 7 ). A h o r a b ie n : a d if e ­
r e n c i a d e D e s c a r te s , D e r r i d a c o n s i d e r a q u e la p u l c r i t u d y c e r t i­
d u m b r e e n el e s t a b le c i m i e n to d e e so s lím ite s o m á r g e n e s e s i n a l ­
c a n z a b le , p e r o n o p o r u n a d e f ic ie n c ia d e n u e s t r a s c a p a c id a d e s
c o g n o s c itiv a s , s in o p o r la e s t r u c t u r a m i s m a d e lo s c o n c e p t o s d e
r e p r e s e n ta c i ó n , id e a , v e r d a d . . . q u e se e n c u e n t r a n in d i s o l u b l e ­
m e n t e u n i d o s a la e s t r u c t u r a d e l s i g n o y d e l le n g u a je , e n s u i n a ­
s ib le ju e g o d e d if e r e n c ia s .
C o n e s te p u n t o d e p a r t id a , la d e c o n s t r u c c i ó n d e D e r r i d a se
in filtr a e n lo s p la n t e a m i e n to s d e d is tin to s a u to r e s , a c e p t a n d o a p a ­
r e n t e m e n t e su s re g la s d e ju e g o , p a r a m o s t r a r c ó m o e lla s m is m a s
c a re c e n d e u n a p o y o e v id e n te , n o t e n i e n d o e n s u b a s e m á s q u e
u n a p o s ic ió n a r b i t r a r i a m e n t e e le g id a . P e ro n o o fre c e a c a m b io
u n a n u e v a e v id e n c ia m e d i a n te u n a a r g u m e n ta c i ó n p a ra le la , s in o
q u e se d e tie n e e n el m o m e n t o e n q u e d e ja d e s n u d a la e s tra te g ia
d e l a d v e rs a rio : s u s is te m a d e c o n s tr u id o . N o p la n t e a u n a a lt e r n a ­
ti v a e n su s m is m o s té r m i n o s , u n a n u e v a te o r ía , s in o q u e p r o p o n e
u n c a m b i o r a d ic a l e n la s re g la s y e n lo s o b je tiv o s . D e e s te m o d o ,
s u filo s o fía es c o n s t it u ti v a m e n te p a ra s ita r ia , p u e s se a li m e n t a d e
lo d e c o n s t r u id o m e d i a n te u n d o b le ju e g o : p o r u n a p a r te a p a r e n ­
t a a c e p ta r s u s re g la s , p o r o t r a t r a b a ja d e s d e el i n t e r i o r d e l s is te m a
p a r a m o s t r a r s u in c o n s is te n c ia y e v it a r q u e s u s c o n c e p to s se c ie ­
r r e n s o b r e sí m i s m o s d e m o d o a u to s u f ic ie n te . F r e n t e a l filó so fo
c lá s ic o , q u e d e s p r e c ia la r e t ó r ic a d e l te x to e n b e n e f ic io d e l o r d e n
d e la r a z ó n y la e v id e n c ia , D e r r i d a m u e s t r a q u e e se o r d e n d e la
r a z ó n n o es, e n el f o n d o , s in o u n a r e t ó r ic a p a r t ic u l a r , r e t ó r ic a q u e
d e c id e a s u m ir él m is m o , c o n la in t e n c ió n d e tr a s to r n a r l a .
A u n q u e e l c a r á c te r d e in f il tr a d o e x ig e u n a a c t i t u d c o n s t a n ­
te d e s i m u l a c ió n - p u e s D e r r i d a a c e p t a e l ju e g o c o n l a i n t e n c i ó n
d e p e r v e r t i r l o - , e n c o n t a d a s o c a s io n e s e l f r a n c é s d e ja c a e r s u
m á s c a r a , h a b l a n d o c o n u n a s i n c e r id a d d e s c o n c e r t a n t e a c e r c a
d e s u p r o p i a o b r a . S u e le o c u r r i r l e e n te x t o s q u e t r a n s c r i b e n
e n t r e v i s t a s o c o n v e r s a c io n e s , c o m o P o sic io n e s o A fte r w o r d , e n
lo s q u e a p a r e c e c o m o c o m e n t a d o r d e sí m is m o , r e f le x i o n a n d o
a c e r c a d e s u p r o p i a o b r a d e m o d o in d i r e c t o . Ya v e ía m o s e n el
c a p í t u l o a n t e r i o r c ó m o , e n e s to s m o m e n t o s d e m e t a d e c o n s -
282 C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

t r u c c i ó n , e l i n f i l t r a d o p a r e c e b a j a r la s a r m a s d e s u r e t ó r ic a ,
e x p o n i e n d o a b i e r t a m e n t e s u s p r o p i a s e s t r a ta g e m a s :

« L im ited I n c ...» se lee c o n in c o m o d id a d p o rq u e su te x to e stá es­


c rito s im u ltá n e a m e n te e n d o s reg istro s, y a q u e r e s p o n d e al m e n o s
a d o s im p e ra tiv o s. P o r u n la d o , tr a t o d e s o m e te rm e a las n o rm a s
m ás severas d e la d iscu sió n filosófica clásica. T rato en efecto d e res­
p o n d e r p u n to p o r p u n to , del m o d o m ás h o n e sto y rac io n a l posible,
a los a rg u m e n to s d e Searle, cuyo te x to es c ita d o casi p o r co m p leto .
P o r o tro lad o , al hacerlo, m u ltip lic o d ecla racio n es, gestos d isc u rsi­
vos, fo rm as d e e sc ritu ra , c u y a e stru c tu ra fo rtifica m i d e m o s tra c ió n
d e u n m o d o cuasi p ráctico : es d ecir, p ro v ey én d o la d e in stan cias de
«actos d e habla» q u e p o r ellos m ism o s h a c e n im p ra c tic a b le s y te ó ­
ric a m e n te insu ficien tes las o p o sic io n e s c o n cep tu ales so b re las c u a ­
les rep o sa la te o ría d e los a c to s d e h a b la e n g en e ra l, y la v e rsió n d e
Searle e n p a rtic u la r (s e rio /n o serio; lite ra l/m e ta fó ric o o iró n ico ;
fo rm as n o rm a le s/fo rm a s parasita rias; u so /m e n c ió n ; in te n c io n a l/
n o in ten cio n al; etc.) (A fterw o rd , p. 114).

L im ite d - y , p o r a ñ a d id u r a , m u c h o s d e lo s te x to s d e D e r r i d a -
s o n así s u s c e p tib le s d e u n a d o b le le c tu ra : p o r u n a p a r te , p u e d e n se r
le íd o s s e g ú n «las n o r m a s m á s s e v e ra s d e la d is c u s ió n filo só fic a
clásica» , es d e c ir , c o m o u n a s e r ie d e a r g u m e n t o s e v id e n te s q u e
d e f ie n d e n u n a d e te r m i n a d a p o s t u r a filo só fic a f r e n te a la d e l a d v e r ­
s a rio ; p o r o tr a , c o m o u n a se rie d e p r e t e n d id o s a c to s p e r f o r m a t i-
v o s, q u e p e r v ie r te n el p r o p i o s is te m a d e la e v id e n c ia , s o b r e el c u a l
se c o n s tru y e la d is c u s ió n m is m a . E ste d o b le ju e g o , a u n q u e p e rv e r s o
y p r o f u n d a m e n t e c o n tr o v e r tib le , e s a l m e n o s c o h e r e n te c o m o es­
tr a te g ia . E l p r o b l e m a a p a re c e c o n eso s te x to s m e t a d e c o n s tr u c tiv o s
e n lo s q u e el d o b le ju e g o e s p r o v is io n a lm e n te p u e s t o e n tr e p a r é n ­
te sis c o n la in t e n c ió n d e a cla ra rlo . D a la im p r e s ió n d e q u e , d e s d e el
m o m e n t o e n q u e D e r r i d a p r e te n d e e x p lic a r e n e s ta s e n tr e v is ta s lo
q u e h iz o e n su s te x to s o rig in a le s, s e a e n ú lt im a in s ta n c ia el ju e g o
d e la « d is c u s ió n filo s ó fic a clásic a » , es d e c ir, la a r g u m e n ta c i ó n c o n ­
v e n c io n a l - l o e v id e n te , lo p la u s ib le , lo v e rd a d e r o , el s e n t id o d e lo
d ic h o . . . - el q u e a s u m a e l p a p e l d e t e r m i n a n t e :
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 2 8 3

h e d e c id id o e v ita r e sc rib ir a q u í d e este m o d b d u a l. O a l m e n o s


in te n ta r lo , p u e s n o es sie m p re p o sib le , p o r d e fin ic ió n . D irig ié n ­
d o m e a u ste d d e la m a n e ra m á s d ir e c ta p o sib le , v u elv o a u n a
fo rm a d e d is c u sió n m u y clásica y d ire c ta (A fterw ord, p. 114).

C a b e p re g u n ta rs e s i e s ta b a ja d a d e a rm a s , a u n q u e sea e n
b e n e f ic io d e la e x p li c a c ió n c la r a y s i n c e r a d e la p r o p i a p o s i c ió n ,
y p o r m u y m a t i z a d a q u e e s té , n o i m p l i c a p o r sí m i s m a u n a c i e r ­
t a r e n d i c i ó n . P a r e c e q u e e n c o n t r e m o s a D e r r i d a e n la m i s m a
c o n t r a d i c t o r i a p o s i c i ó n e n la q u e e n c o n t r á b a m o s a n t e s a S e a r -
le , c u a n d o i n t e n t a b a h a c e r u n a l e c t u r a e m p á t i c a d e s u o p o n e n ­
te : a l r e f le x i o n a r a c e r c a d e s u p r o p i a o b r a , D e r r i d a p r e t e n d e
r e c o n s tru ir el s e n t i d o d e s u s te x to s , e x p lic a n d o lo q u e é s to s h a c e n
y lo q u e s i g n if ic a n , c o m o si s u g lo s a p u d i e r a u b ic a r s e f u e r a d e
la a c c ió n , d e j a n d o d e s e r p e r f o r m a t i v a , a b a n d o n a n d o s u d o b le
ju e g o , y s ie n d o , s i q u i e r a p o r u n m o m e n t o , s i n c e r a , c a s i e x e n ta
d e r e t ó r i c a . V a lg a e l s i g u ie n t e e j e m p l o d e t a l i n t e n c i ó n :

U n a d e las d efin ic io n e s d e la lla m a d a d e c o n s tru c c ió n se ría el e s­


fu erzo p o r t o m a r n o ta d e l c a rá c te r ilim ita d o d e l c o n te x to , p re s ta r
la a te n c ió n m ás d e te n id a y a m p lia p o sib le al c o n te x to , y p o r lo
ta n to a u n in c e s a n te m o v im ie n to d e re c o n te x tu a liz a c ió n . La frase,
e n g en eral m u y m a le n te n d id a , q u e p a ra a lg u n o s se h a c o n v e rtid o
e n u n a especie d e eslogan d e la d e c o n s tru c c ió n (« n o h a y fu e ra del
tex to » [Jl n y a p a s de hors-texte]) no significa m ás que lo siguiente:
n o ex iste n a d a fu e ra d e c o n te x to . E n esta fo rm a , que dice exa cta ­
m e n te lo m ism o, la fó rm u la h a b ría sid o sin d u d a m e n o s c h o c a n te
(A fterw ord, p. 136; la c u rsiv a es n u e stra ).

A n te e x p r e s io n e s c o m o « n o s ig n if ic a m á s q u e » ( n e s ig n ifie
r ie n d ’a u tr e ) o « d ic e e x a c t a m e n te lo m i s m o » ( d i t e x a c t e m e n t la
m é m e ch o se) 11 e s in e v ita b le p r e g u n t a r s e d ó n d e q u e d ó e sa d is e ­
m i n a c i ó n d e l s e n t i d o q u e D e r r i d a a s p i r a b a a m o s t r a r e n to d o
te x to , y q u e h a c ía d e é l u n a in a g o t a b le f u e n t e d e n u e v a s in t e r -

11 Ver la edición francesa del Afterword, p. 252.


284 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

p r e t a c io n e s . P a r e c e p o r e l c o n t r a r i o q u e a p e le a q u í a s u p o ­
te s t a d c o m o a u t o r p a r a d e t e r m i n a r y d e l i m i t a r d e u n a v e z p o r
t o d a s e l ú n i c o s e n t i d o c o r r e c t o d e lo d ic h o , m á s a llá d e s u c o n ­
t i n g e n t e m a t e r i a l i z a c i ó n li n g ü ís ti c a , h a c i e n d o q u e la f o r m a d e
lo s s i g n if i c a n te s s e a p r e s c in d ib l e , s u s tit u ib l e s i n p e r j u i c i o d e la
p l e n a m a n i f e s t a c i ó n d e s u s e n t id o . E s te D e r r i d a q u e r e f le x i o n a
e n v o z a lt a a c e r c a d e s u p r o p i a o b r a a p a r e n t a c r e e r q u e e l s e n ­
t i d o d e l a m i s m a e s a is la b le m e d i a n t e u n a c t o d e c o n s c i e n c ia
q u e p u d i e r a h a c e r l o p l e n a m e n t e p r e s e n te ; a c to q u e le c o n f e r i ­
r í a a él l a a u t o r i d a d n e c e s a r ia p a r a c e r t if ic a r q u e , e f e c t iv a m e n ­
te , n o s e n c o n t r a m o s a n t e la i n t e r p r e t a c i ó n c o r r e c ta , la t r a ­
d u c c i ó n a c e r t a d a d e s u e s lo g a n , u n e s lo g a n q u e « n o s ig n if ic a r ía
o t r a c o sa » q u e lo q u e é l q u ie r e q u e s ig n if iq u e .
P a r e c e q u e s ó lo a p e l a n d o a e s a a u t o r i d a d se p u e d a p o s t u l a r
el a u t o r c o m o i n t é r p r e t e p r i v il e g ia d o d e s u p r o p i a o b r a , la c u a l
t e n d r í a u n s e n t i d o o r ig in a l q u e h a b r í a d e s e r s a c a d o a la lu z , a fin
d e d e s c a r t a r la s te r g iv e r s a c io n e s . L a s p r o p i a s c r ític a s d e D e r r i d a
se v u e lv e n e n s u c o n t r a c u a n d o la s o s p e c h a se e je r c e s o b r e él.
R e c o r d e m o s , p o r e je m p lo , el s i g u ie n t e m o m e n t o d e L im ite d , e n
el q u e s u a u t o r r e f le x i o n a s o b r e u n a a f i r m a c ió n d e S e a rle :

«El p ro b le m a es m ás b ie n q u e el A u stin d e D e rrid a es irreco n o cib le.


P rácticam en te n o m a n tie n e n in g u n a relación c o n el original.» Esto
es v erd ad . P ero lo q u e es irre c o n o c ib le , lo q u e n o m a n tie n e n in ­
g u n a re la c ió n c o n el o rig in a l, n o es s im p le m e n te A u stin , sin o «el
A u stin d e D errid a » . S u b sc rib o to ta lm e n te lo q u e Sarl dice: le y é n ­
d o lo así, «el A u stin d e D e rrid a es irre c o n o c ib le » (L im ite d , p. 88).

A s o m b r o s a m e n t e , y a p e s a r d e t o d a l a i r o n í a d e l a q u e e s tá
c a r g a d o e s te t e x t o , D e r r i d a p a r e c e d e f e n d e r e n él u n c o n o c i ­
m i e n to p r iv ile g ia d o d e s u p r o p i a p o s t u r a , d e s u v e r s ió n d e A u s tin ,
c o n o c i m i e n t o q u e ju s t i f i c a r í a la e x a s p e r a c ió n - p r o l í f i c a m e n t e
m a n i f i e s t a e n L i m i t e d - a n t e la s m a lin te r p r e ta c io n e s d e l a m i s ­
m a . A l ig u a l q u e D e r r i d a se r í e d e S e a rle c u a n d o é s te a p e la a l
A u s tin o r i g in a l , c a b e r e í r s e d e D e r r i d a c u a n d o a p e la a l « A u s-
t i n d e D e r r id a » o r i g in a l , o c u a n d o se e s f u e r z a i n ú t i l m e n t e p o r
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 2 8 5

q u e s u te x t o « n o s ig n if iq u e o t r a c o s a » q u e l o q u e é l q u ie r e q u e
s i g n if iq u e . D e r r i d a p a r e c e a u t o r r e f u t a r s e i r ó n i c a m e n t e e n el
m o m e n t o e n q u e a p e la a la i n t e r p r e t a c i ó n c o r r e c ta , ú n ic a y
d e f i n it iv a d e s u p r o p i a o b r a , r e a l iz a n d o u n m o v i m i e n t o q u e , a l
m e n o s e n a p a r i e n c ia , e s p r o f u n d a m e n t e in c o n s e c u e n t e c o n s u
p r o p io p la n te a m ie n to .

E l c o m e n ta r io d u p lic a n te

E l p r o p i o D e r r i d a t u v o q u e s a lir a l p a s o d e e s te t i p o d e a c u s a ­
c io n e s m a t i z a n d o p o r e n é s i m a v e z la p o s t u r a d e l d e c o n s t r u c ­
c io n i s m o c o n r e s p e c to a la n o c i ó n d e v e r d a d :

p e rm íta s e m e d e c ir d e p a sa d a c u á n s o rp re n d id o h e esta d o a m e ­
n u d o , d iv e rtid o o d e sa le n ta d o , d e p e n d ie n d o d e m i h u m o r , p o r el
u so o a b u so d el sig u ie n te a rg u m e n to : d e sd e el m o m e n to e n q u e
se su p o n e q u e el d e c o n stru c tiv is ta (o lo q u e es lo m ism o: ¡el es-
cép tic o -re la tiv ista -n ih ilista !) n o c re e e n la v e rd a d , e sta b ilid a d o
u n id a d d el se n tid o , e n la in te n c ió n o el « q u e re r-d e c ir» , ¿cóm o
p u e d e p e d irn o s q u e lo le a m o s c o n p e rtin e n c ia , p recisió n , rigor?
[ ... ] E n o tra s palab ras, ¿có m o p u e d e d isc u tir, y d is c u tir la le c tu ­
ra, d e lo q u e él escribe? La re sp u e sta es b ie n sim p le: e sta d e fin i­
c ió n del d e c o n s tru c c io n is m o es fa lsa (sí: falsa, n o v e rd a d e ra ) y
e n d e b le (A fterw o rd , p. 146).

E l d e c o n s tru c c io n is m o d e D e rrid a - s i h e m o s d e h a c e r caso


a la i n t e r p r e t a c i ó n q u e o f r e c e é l m i s m o , q u e e s p r e c i s a m e n t e lo
q u e e s t á e n c u e s t i ó n - n o e x c lu ir ía la n o c i ó n d e v e r d a d , n i la d e
in te n c ió n ; n o se t r a t a r í a p o r t a n t o d e u n r e l a ti v is m o d e s b o c a d o ,
c o m o e l q u e S e a rle le a tr ib u y e e n R R , e n e l q u e e l li b r e j u e g o d e
lo s s ig n if ic a n te s n o ti e n e la m á s m í n i m a d e t e r m i n a c i ó n , d o n d e
la s i n t e r p r e t a c i o n e s d e lo s te x to s p u e d e n m u l ti p li c a r s e s in l í m i­
te a lg u n o , s in q u e q u e p a a r g u m e n t a r a c e r c a d e e lla s n i d a r le s
u n a ju s ti f ic a c i ó n , y d o n d e t o d o s lo s te x t o s q u e d a r a n h o m o g e -
n e iz a d o s e n u n a in s u ls a m o n o t o n í a d e s j e r a r q u i z a d a :
286 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

D e lo c o n tra rio , u n o p o d ría d e h e c h o d e c ir s im p le m e n te c u a lq u ie r


cosa, y yo n u n c a h e a c e p ta d o , n i h e in c ita d o a o tro s a acep tar, q u e
se d iga c u a lq u ie r cosa, n i h e d e fe n d id o la in d e te rm in a c ió n c o m o
ta l (A fterw ord, p. 145).

H a y p o r t a n t o i n t e r p r e t a c i o n e s co rre c ta s y fa ls a s , p e r o la
c o r r e c c i ó n d e u n a d e t e r m i n a d a i n t e r p r e t a c i ó n n o se e s ta b le c e
d e f i n i t i v a m e n t e u n a v e z c o n s t a t a d o e l c o n t e x t o d e la e m i s i ó n
lin g ü ís tic a , p o r e l s e n c illo h e c h o d e q u e n in g ú n c o n te x to es s a t u ­
ra b le . L as i n t e r p r e t a c i o n e s s o n c o r r e c t a s o fa ls a s e n f u n c i ó n d e
u n c o n te x to q u e , él m is m o , n o p u e d e s e r d e lim ita d o d e m o d o
t a j a n t e y d e f in itiv o . E s o h a c e q u e c u a l q u i e r g lo s a a c e r c a d e lo
d i c h o , p o r m u y a u t o r i z a d a q u e e s té , n o d e je d e s e r u n a i n t e r p r e ­
t a c i ó n a b ie r ta , u n a l e c t u r a q u e p r e s e r v a c i e r t a in d e t e r m i n a c i ó n .
N o p u e d e e x is ti r u n c o m e n t a r i o q u e s e n c i ll a m e n t e d u p li q u e el
s e n t i d o d e lo d i c h o s i n p e r v e r ti r lo , s i n a l t e r a r l o m e d i a n t e la
in t r o d u c c i ó n d e c o n v e n c i o n e s y a c u e r d o s q u e h a c e n p o s ib le el
p r o p i o c o m e n t a r i o - p u e s s o n lo s q u e d e l i m i t a n d e m a n e r a p r o ­
v is io n a l , y s i e m p r e u n t a n t o a r b i t r a r i a , el c o n te x t o e n e l q u e
d i c h o c o m e n t a r i o e s r e a l iz a d o y a c e p t a d o .
G e r a l d G r a f f r e c u e r d a a D e r r i d a e n e l A ft e r w o r d (p . 1 4 2 ), d e
m o d o a g u d o y p e r t i n e n t e , q u e él m i s m o se h a b í a r e f e r i d o a la
p o s i b il id a d d e u n « c o m e n t a r i o d u p li c a n te » ( c o m m e n ta ir e re -
d o u b la n t) e n D e la G ra m a to lo g ía : a q u e l c o m e n t a r i o - p o r e j e m ­
p lo , d e u n a o b r a l i t e r a r i a - q u e s ó l o v e n d r í a a e x p lic a r lo q u e el
t e x t o o r i g in a l p r e t e n d e d e c ir , s in a lt e r a r s u s e n tid o . A p a r e n t e ­
m e n t e , ta l m o m e n t o d e la i n t e r p r e t a c i ó n h a b r í a d u p lic a d o lo
d ic h o p o r e l a u to r , p a r a f r a s e á n d o l o d e m o d o lite r a l, p o n i e n d o
a s í u n l í m i t e a la d i s e m i n a c i ó n d e s u s e n t i d o y a l l i b r e j u e g o d e
la s i n t e r p r e t a c i o n e s . 12 A n te l a p r e g u n t a d e G ra ff, v e in t e a ñ o s

12 Graff se refiere probablemente al siguiente párrafo: «Sin duda ese momen­


to del comentario duplicante debe tener su sitio dentro de la lectura crítica. A falta
de reconocerla y de respetar todas sus exigencias clásicas, cosa que no es fácil y
requiere todos los instrumentos de la crítica tradicional, la producción crítica se
arriesgaría a efectuarse en cualquier sentido y a autorizarse a decir, poco más o
menos, cualquier cosa. Pero ese indispensable parapeto nunca ha hecho más que
proteger, jamás ha abierto una lectura», De la gramatología, op. cit., p. 202.
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 2 8 7

d e s p u é s d e p u b li c a r s e D e la g r a m a to lo g ía , D e r r i d a m a t i z a s u
p o s t u r a a l r e s p e c to , s o s t e n i e n d o q u e n o c re e e n « la p o s i b il id a d
p u r a y s i m p l e d e u n “c o m e n t a r i o d u p l i c a n t e ” », y p a r a e llo p o n e
c o m o e je m p lo lo q u e s e r ía u n a l e c t u r a a u t o r i z a d a d e R o u s s e a u :

E ste m o m e n to p a ra frá stic o , in c lu so si a p e la a u n a m ín im a c o m ­


p e te n c ia (q u e es m u c h o m e n o s c o m ú n d e lo q u e g e n e ra lm e n te se
cree: p o r ejem p lo , fa m ilia rid a d c o n el francés, c o n u n c ie rto fra n ­
cés, q u e p e rm ita le e r a R o u sse a u e n el te x to o rig in a l), es ya u n a
le c tu ra in te rp re ta tiv a . E ste m o m e n to , esta c a p a y a co n llev a in te r ­
p re ta c io n e s y decisio n e s se m á n tic a s q u e n a d a tie n e n d e « n atu ral»
u «original», y q u e im p o n e n , b a jo c o n d ic io n e s q u e re q u ie re n ser
an alizad as, co n v e n c io n e s q u e e n a d e la n te se rá n d o m in a n te s [ ... ].
S en cillam en te, esta in te rp re ta c ió n c u a si-p a ra frá stic a se b asa en
aq u ello q u e c o n s titu y e e n u n te x to (p o r e je m p lo , el d e R ousseau,
acerca del cu al esta b a y o h a b la n d o en to n c e s) u n a z o n a m u y p r o ­
fu n d a y só lid a d e «co n v en cio n es» o « c o n tra to s» im p líc ito s. N o d e
estru ctu ras sem án ticas q u e estén a b so lu ta m e n te ancladas, d e m o d o
ah istó rico o tra n ste x tu a l, m o n o lític o o id é n tic o a sí m ism o [ ... ]
(A fterw o rd , p. 144).

D e e s te m o d o , D e r r i d a p u e d e d e f e n d e r u n a i n t e r p r e t a c i ó n
d e t e r m i n a d a - d e s u o b r a o d e la d e c u a l q u i e r o t r o - c o m o la
i n t e r p r e t a c i ó n c o rr e c ta , l a p a r á f r a s i s c u a s i li te r a l d e l t e x t o o r i g i ­
n a l, s ó lo e n la m e d i d a e n q u e u n a b a s e f i r m e - p e r o a r b i t r a r i a y
r e v i s a b l e - d e c o n v e n c i o n e s le p e r m i t e ju s ti f ic a r s u le c tu r a . P e r o
n o s e r á p o s ib le e n c o n t r a r l e u n f u n d a m e n t o a b s t r a c t o y d e f i ­
n it iv o , m á s q u e a s u m i e n d o e se f o n d o c o n v e n c i o n a l, q u e n a d a
ti e n e d e « n a tu r a l» n i « o r ig in a l» . N i n g u n a le c t u r a n i n i n g ú n c o ­
m e n t a r i o p o d r á d u p l i c a r e l s e n t i d o li te r a l d e lo d ic h o , s i n o q u e
s i e m p r e im p li c a r á i n t e r p r e t a c i ó n e i m p o s i c i ó n d e u n o s m a r c o s
c o n v e n c io n a le s q u e a l t e r a n s u s e n t i d o y lo t r a n s f o r m a n .
E s p a t e n t e , p o r t a n t o , la c o n t r a d i c c i ó n e n la q u e c a e D e r r i d a
c u a n d o i n t e r p r e t a s u p r o p i a o b r a u s a n d o e x p r e s io n e s q u e c ie r ­
t a m e n t e se o f r e c e n c o m o c o m e n t a r i o s e s t r i c t a m e n t e d u p li c a n ­
tes, i m p e r a t iv o s y p e r e n t o r i o s . P a r a p o d e r d e c ir q u e II n ’y a p a s
288 C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

de hors-texte « n o s ig n if ic a m á s q u e . . . » , o « d ic e e x a c t a m e n t e l o
m i s m o q u e .. . » d e b e r í a s e r p o s i b le e s a d u p l i c a c i ó n p e r f e c t a e
i m p o l u t a d e l s e n t id o d e lo d ic h o , q u e el p r o p i o D e r r i d a d e s c a r ­
ta . T o d a i n t e r p r e t a c i ó n y t o d a g lo s a se r e a l iz a n s o b r e u n f o n d o
d e c o n v e n c i o n e s d o m i n a n t e s y n o p a r e c e l í c i t a la a p e l a c i ó n a la
i d e n t i d a d d e l a u t o r - d e n o s t a d o p o r la p r o p i a t r a d i c i ó n d e c o n s ­
tr u c ti v a - p a r a g a ra n tiz a r u n c o m e n ta r io q u e e sc a p e a d ic h o
f o n d o d e c o n v e n c io n e s . D e m o d o q u e , c u a n d o el te x to d e D e ­
r r i d a e s o f r e c id o a u n c o n t e x t o in t e le c t u a l e n e l q u e s u s c o n ­
v e n c io n e s o r i g in a l e s n o s o n d o m i n a n t e s - c o m o e s e l c a s o , p o r
e je m p lo , e n el á m b i t o d e la f i lo s o f ía a n a l í t i c a - , la i n t e r p r e t a c i ó n
correcta d e lo d i c h o p u e d e s e r r a d i c a l m e n t e d i s t i n t a d e la e s p e ­
r a d a p o r e l a u t o r - s i n q u e s e a líc ito d e n u n c i a r p r o p i a m e n t e u n a
incorrección d e la m i s m a , d a d o q u e la s c o n d i c i o n e s d e c o r r e c ­
c i ó n p e r t e n e c e n a l p r o p i o s i s te m a d e c o n v e n c i o n e s . D e r r i d a c a e
v íc tim a d e s u p ro p io a rg u m e n to , p u e s n o p u e d e im p e d ir q u e su
te x to se a ite ra d o g ra f e m á tic a m e n te e in je r ta d o e n n u e v o s c o n ­
te x t o s e n lo s q u e se d i s e m i n e s u s e n t id o , h a s t a h a c e r s e i r r e c o ­
n o c i b l e p a r a s u p r o p i o a u to r .

Agendas intelectuales

Si s o m o s c o n s e c u e n t e s c o n l a a r g u m e n t a c i ó n d e r r i d i a n a , e s líc i­
t o s u p o n e r q u e , e n u n c o n t e x t o c o m o e l d e la f ilo s o f ía a n a lí ti c a
d e lo s a ñ o s s e t e n ta , la s p a l a b r a s d e D e r r i d a - t a n t o s u e s lo g a n
II n’y a pas de hors-texte, c o m o c u a l q u i e r o t r o t e x t o s u y o : Sec o
Limited, p o r e n t e r o - p u e d a n s ig n if ic a r literalmente a lg o d i s t i n ­
t o d e lo q u e e l p r o p i o a u t o r c r e y ó e n to n c e s q u e s i g n if i c a b a n y,
s o b r e t o d o , d e lo q u e d i c h o a u to r , a ñ o s d e s p u é s , p u e d a c r e e r
q u e s i g n if i c a r o n e n s u d ía . C o n e llo n o q u e r e m o s d e c ir q u e
p u e d a n s i g n if ic a r c u a l q u i e r c o s a , n i q u e n o h a y a d e t e r m i n a c i ó n
a l g u n a d e s u s e n t id o , n i q u e c u a l q u i e r le c t u r a d e la s m i s m a s , p o r
d e s c a b e l la d a q u e s e a , h a y a d e s e r ig u a l m e n t e v á lid a . P o r el c o n ­
t r a r i o , y s in q u e e s o i m p l i q u e q u e se t r a t e d e u n d u p l i c a d o
i m p o l u t o d e l s e n t i d o o r ig in a l, p u e d e h a b e r l e c t u r a s m á s a c e r t a ­
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 289

d a s q u e o t r a s , m á s ric a s , m á s f r u c tíf e r a s y, s o b r e t o d o , m á s p e r ­
ti n e n te s . P e r o p a r a q u e e s t o te n g a lu g a r , es p r e c i s o q u e el i n t é r ­
p r e t e p a r t i c i p e e n la a c e p t a c i ó n d e c ie r ta s n o r m a s , a c t i t u d e s y
v a lo r e s , c r e a n d o a s í « c o n te x to s in t e r p r e t a t i v o s [ . . . ] q u e s o n
r e l a ti v a m e n t e e s ta b le s , a v e c e s a p a r e n t e m e n t e c a s i i n q u e b r a n t a ­
b le s » , c o n t e x t o s q u e h a g a n p o s i b le in v o c a r « re g la s d e c o m p e ­
te n c ia , c r i te r io s d e d is c u s ió n y d e c o n s e n s o , b u e n a fe , lu c id e z ,
rig o r , c r i ti c is m o y p e d a g o g ía » ( A fte r w o r d , p . 1 4 6 ). E n la m e d i d a
e n q u e e s to s e le m e n to s e s t a b a n a u s e n t e s , d e n u n c i a D e r r i d a ,
« S e a rle n o e s t a b a e n la “p i s t a c o r r e c t a ” p a r a c o m p r e n d e r lo q u e
y o q u is e d e c ir» (p. 1 4 7 ). D o n d e el f r a n c é s n o e s tá a c e r t a d o e s a l
c r e e r q u e s u p u e s ta s b u e n a s d o s is d e « p e d a g o g ía » h a b r í a n d e s e r
s u f ic ie n te s p a r a i n c i t a r a u n a l e c t u r a m á s b e n é v o la . L a ú n i c a r e ­
f e r e n c ia q u e h a c e S e a rle a D e r r i d a e n L a c o n s tr u c c ió n d e la re a ­
lid a d social - u n lib r o q u e d e b e r ía e s ta r r e p le to d e e lla s, si el
d e b a te h u b ie s e p r o d u c i d o lo s f r u t o s q u e c a b ía e s p e r a r - h a c e
p a t e n t e e l f r a c a s o d e e s a e s tr a te g ia :

D e rrid a , e n la m e d id a e n q u e p u e d o e n te n d e rlo , n o p re s e n ta u n
a rg u m e n to . Se lim ita a d e c la ra r sim p le m e n te q u e n o h a y n a d a
fu e ra d e los te x to s (II n’y a p a s de ‘hors tex te’). E n to d o caso, en
u n a re sp u e sta p o lé m ic a su b s ig u ie n te a u n a s o b jecio n es m ías, a p a ­
re n te m e n te se re tra c ta d e to d o : d ic e q u e to d o lo q u e q u e ría d e c ir
c o n la su p e rfe ro lític a d e c la ra c ió n d e q u e n o h a y n a d a fu e ra d e los
te x to s... ¡es la b a n a lid a d d e q u e to d o ex iste d e n tr o d e u n o u o tro
contexto! ¿Q ué se p u e d e hacer, p u e s, fre n te a u n a p o m p a d e a rg u ­
m e n to s d é b ile s o a u n in e x iste n te s a fa v o r d e u n a c o n c lu s ió n q u e
p a rece p rep ó stera? (op. cit., p. 169).

S e p o n e a q u í d e m a n i f i e s to q u e la s te s is d e D e r r i d a , c a s o d e
s e r p e d a g ó g ic a m e n te e x p lic a d a s d e m o d o q u e a d q u i e r a n s e n tid o
p a r a a lg u ie n a le ja d o d e s u c o n te x t o in t e le c t u a l, n o p u e d e n p a ­
r e c e r s i n o p u r a s b a n a li d a d e s ; p r e c i s a m e n t e p o r q u e e l in t e r é s
q u e p u e d a t e n e r u n a d e t e r m i n a d a o b r a - n o s ó l o la d e D e r r i d a ,
s i n o c u a l q u i e r o t r a o b r a f i l o s ó f i c a - n o r e s id e e n la s te s is m i s ­
m a s , es d e c ir , e n s u a s p e c t o p u r a m e n t e l o c u t iv o , s i n o e n a q u e ­
29O C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

llo q u e e l a u t o r p r e t e n d e h a c e r c o n e s a s te s is . S ó lo i n c o r p o r a n ­
d o e l s e n t i d o d e lo d i c h o a e s a t a r e a p u e d e n la s te s is a d q u i r i r
v a lo r y s e r c a b a lm e n te c o m p r e n d id a s .
E s o h a c e q u e u n c o m e n t a r i o p r e t e n d i d a m e n t e d u p lic a n te
c o m o e l q u e D e r r i d a o fr e c e d e sí m i s m o - u n a g lo s a q u e a s p i r e
a r e e x p r e s a r u n m is m o s e n t i d o c o n u n o s s i g n if i c a n te s d i s t i n t o s ,
s u p u e s t a m e n t e m á s a c c e s i b le s - r e s u l t e c o m p l e t a m e n t e f a llid o a
la h o r a d e e x p li c a r a S e a rle n o y a e n q u é c o n s is te la d e c o n s ­
t r u c c i ó n , s i n o p o r q u é e s p r e c i s o r e a liz a r la . P o r e l s e n c i l l o m o t i ­
v o d e q u e , p a r a f r a s e a n d o al p r o p io D e rrid a , h a y u n a ra d ic a l
d iv e r g e n c ia e n e l c o n j u n t o d e c o n v e n c i o n e s d o m i n a n t e s q u e
d e f i n e n la l i t e r a l i d a d d e la i n t e r p r e t a c i ó n . Y e s e c o n j u n t o d e
c o n v e n c io n e s , la t r a d i c i ó n o p a r a d i g m a e n q u e S e a rle se in s c r ib e
c o m o le c t o r y c o m o c r ític o , se d e f in e p o r u n a t a r e a c o m p a r t i d a
a lo la r g o d e g e n e r a c io n e s , u n a m i s i ó n p r á c t i c a q u e e s ta b le c e
m e t o d o lo g í a s , o b je t iv o s y e s c a la s d e v a lo r e s m u y d i s t i n t o s d e
lo s q u e ti e n e e l f r a n c é s .
P o r m u c h o q u e e s t é n g l o s a d o s d e u n m o d o m e n o s p o lé m ic o ,
lo s t é r m i n o s e x p r e s a d o s p o r D e r r i d a n o a d q u i e r e n u n s i g n if i­
c a d o m á s c la r o , p o r q u e la d e t e r m i n a c i ó n d e lo q u e u n a t e o r í a
s ig n ific a n o se r e a l i z a e n el e s p a c i o p u r o , n e u t r o y a b s t r a c t o d e
la s id e a s , s i n o q u e se e s ta b le c e e n e l m a r c o d e u n p r o g r a m a
d e a c c ió n in t e le c t u a l, p r o l o n g a d o y c o m p a r t i d o : u n e s f u e r z o
q u e se i n t e g r a e n c i e r t a t r a d i c i ó n p r e c e d e n t e , a b r i e n d o a s í p e r s ­
p e c tiv a s d e f u t u r o . E n e l c a s o d e S e a rle , e s e p r o g r a m a se t r a z a
d e s d e la c r is is d e la l l a m a d a « c o n c e p c i ó n h e r e d a d a » - c o n s u
in t e r é s l i m i t a d o a l l e n g u a j e c o n s t a ta t iv o , ló g i c a m e n t e p e r f e c to ,
y s u o b s e s ió n p o s i t i v i s t a p o r a te n e r s e a l a c o n d u c t a o b s e r v a b l e -
h a s t a l a d e f e n s a d e u n n a t u r a l i s m o b io l ó g ic o q u e p e r m i t a c o m ­
p r e n d e r el l e n g u a j e y la r e a l i d a d s o c i a l c o m o e f e c to s d e la m e n t e
c o n s c i e n te in t e n c io n a l . Si la p o s t u r a d e D e r r i d a p u d i e r a c o n ­
c r e t a r s e e n u n a s e r ie d e te s is , y q u i s i é r a m o s h a c é r s e la s c o m ­
p r e n s ib le s a S e a r le , é s te h a b r í a d e e n c a j a r la s d e a l g ú n m o d o e n
la a g e n d a in t e l e c t u a l e s t a b le c id a p o r e se p r o g r a m a d e l a f i lo s o ­
fía a n a lí ti c a . S o n lo s p r o y e c t o s d e a c c i ó n - a c c i ó n i n t e l e c t u a l si
se q u i e r e , p e r o a c c i ó n a l f i n y a l c a b o - lo s q u e e s ta b le c e n lo s
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 291

v a lo r e s q u e p u e d e n a d o p t a r la s d i s t i n t a s te o r ía s , h ip ó t e s i s , a r ­
g u m e n t o s y c o n c e p to s .
L a c r í ti c a d e D e r r i d a a l c a r á c t e r c e n t r a l d e la i n t e n c i o n a l i d a d
e n la t e o r í a d e lo s a c to s d e h a b l a s ó lo p o d r í a s e r a s u m i d a p o r
S e a rle , f a la z m e n te , c o m o u n a c o n f u s a m e z c la d e c o n d u c t i s m o y
e p if e n o m e n i s m o : S e a rle n o s a b r ía b i e n d e c ir si D e r r i d a n ie g a la
e x is te n c ia d e lo s e s t a d o s i n t e n c io n a l e s d e c o n s c ie n c ia , o s i ú n i ­
c a m e n t e le s n ie g a s u e f e c to c a u s a l s o b r e lo s a c to s d e h a b la . E n
c u a l q u i e r c a s o , s u e r r o r le p a r e c e r í a i m p e r d o n a b l e , p u e s e s t a r ía
d e j a n d o f u e r a d e ju e g o p r e c i s a m e n t e a q u e l l o q u e e x p li c a el f u n ­
c i o n a m i e n t o d e l l e n g u a j e y d e la m e n t e . E n s u l u c h a p o r d e f i n ir
u n a p o s t u r a e n t r e lo s r e s to s c o n d u c t i s t a s d e l f u n c i o n a l i s m o
- q u e e n ú l t i m a i n s t a n c i a n ie g a n la p e r s p e c ti v a d e p r i m e r a p e r ­
s o n a - y la r e n d i c i ó n d e lo s m i s t é r ic o s - q u e p a r e c e n r e n e g a r
d e l a p o s i b il id a d d e e n c o n t r a r u n a e x p li c a c ió n c ie n t íf ic a a la
c o n s c i e n c i a - , la s id e a s d e D e r r i d a , s e n c illa m e n te , n o e n c a ja n : y
n o e n c a j a n p o r q u e n o s ir v e n , p o r q u e n o p e r m i t e n h a c e r n a d a
- n a d a , a l m e n o s , q u e t u v i e r a s e n t i d o e n la a g e n d a q u e S e a rle
t i e n e p o r d e la n te . P o r e s e m o t i v o n i s i q u i e r a p u e d e p l a n t e á r ­
se la s: s e n c i ll a m e n t e , le r e s u l t a n ir r e le v a n te s .
P e r o s e r í a u n g ra v e e r r o r c r e e r q u e D e r r i d a e s t á a s a lv o d e
e s e p r o b l e m a , y a q u e a é l, e n r e a l id a d , le o c u r r e lo m i s m o : q u e
s ó lo p u e d e a s u m i r la s te s is d e S e a rle c o m o u n a e x t e m p o r á n e a
v e r s ió n n a t u r a l i s t a d e la f e n o m e n o l o g í a h u s s e r li a n a . N o o b s ­
t a n t e , c u a n d o S e a r le a p e l a a la i n t e n c i o n a l i d a d p a r a e x p li c a r e l
le n g u a je , s u o b je tiv o n o e s e n c o n t r a r e n el p l a n o t r a s c e n d e n t e
d e la c o n s c i e n c ia u n a f u n d a m e n t a c i ó n a p o d í c t i c a d e la c ie n c ia
y la c u l t u r a e u r o p e a s . N o h a y e n S e a rle n i n g u n a o b s e s ió n p o r
d e f i n i r la p r e s e n c ia p u r a d e lo p e n s a d o a n t e la c o n s c i e n c ia
c o m o u n p u n t o a r q u i m é d i c o s o b r e el c u a l a p o y a r e l e d if ic io d e l
s a b e r. E n e s te s e n tid o , e s i m p e r d o n a b l e q u e D e r r i d a n o r e p a r e
e n l a f e c u n d a n o c i ó n d e tr a s f o n d o , q u e t a n e s e n c ia l e s e n la t e o ­
r í a d e la i n t e n c i o n a l i d a d d e S e a rle : u n a i d e a q u e r e c o g e la s
in tu ic io n e s m á s sag aces d e l ú ltim o W ittg e n s te in a c e rc a d e l
c a r á c t e r la x o e i n d e t e r m i n a b l e d e lo s s i g n if i c a d o s , y q u e i m p l i ­
c a r ía , c o m o el p r o p i o S e a rle a p u n t a , q u e « n o h a y ta le s c o s a s
2 92 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

c o m o lo s e s t a d o s in t e n c i o n a l e s c o n e l t i p o d e p u r e z a q u e le s
a t r i b u y e r o n lo s a u t o r e s t r a d i c i o n a l e s q u e h a n t r a t a d o la c u e s ­
t i ó n d e la i n t e n c i o n a l i d a d e n la t r a d i c i ó n f e n o m e n o ló g i c a ,
c o m o H u s s e r l» (L T , p . 6 4 2 ) . E s d e c ir : u n a i d e a c o n la q u e e n
p r i n c i p i o e l p r o p i o D e r r i d a p o d r í a h a b e r s i m p a t iz a d o . E s ta
s i m p a t í a q u i z á s n o h a b r í a l l e g a d o m u y le jo s , p u e s S e a rle n o
a s p i r a a s u b v e r t i r c o n la n o c i ó n d e t r a s f o n d o n i n g ú n p r e j u i c i o
o n to l ó g i c o n i e p is te m o ló g i c o d e p e s o ( c o m o y a v i m o s e n el
c a p í t u l o s e g u n d o , e l t r a s f o n d o p a r a S e a rle n o e s m á s q u e u n
h e c h o b r u t o , b io l ó g ic o y s o c ia l a c e r c a d e lo s s e r e s h u m a n o s ) ,
p e r o e n c u a l q u i e r c a s o u n a c o s a e s t á c la r a : l a p r e d i s p o s i c i ó n a
d e s a c r e d it a r la p o s i c i ó n d e l a d v e r s a r io n o d e b e r í a h a b e r i m p e ­
d i d o la e x p l o r a c i ó n d e p o s i b le s p u n t o s d e c o n v e r g e n c ia .
T al v e z D e r r i d a n o d e b e r í a h a b e r e s t a d o t a n p r e s t o a r e c ic la r
s u c r ític a d e H u s s e r l a l e n c o n t r a r e n S e a rle c ie r to s e le m e n to s q u e
se r e p ite n e n a m b o s a u to r e s . P r e c is a m e n te é l t e n d r í a q u e h a b e r
e s ta d o a l t a n t o d e q u e e s a a p a r e n t e r e p e t ic i ó n o i t e r a c i ó n d e
t é r m i n o s - c o m o « in te n c io n a lid a d » , « c o n s c ie n c ia » o « s e n t i d o » -
e s c o n d í a in e v i ta b l e m e n t e u n a i m p o r t a n t e a lt e r a c i ó n , p u e s s ó lo
a p a r e n t e m e n t e e r a n lo s m is m o s . Q u iz á s n o f u e r a t a n fá c il t r a n s ­
p l a n t a r e l á r b o l d e la d e c o n s t r u c c i ó n e n la t i e r r a d e la a n a lític a .
E n d e f in itiv a , n i D e r r i d a e s tá e n a b s o l u to o b s e s io n a d o , c o m o
lo s c o n d u c t i s t a s , p o r l a f ir m e z a d e u n a e x p e r i e n c ia o b je t iv a y
c o m p a r t i d a , n i S e a rle ti e n e c o m o o b je t iv o la a p o d i c t i c i d a d d e
u n a f e n o m e n o l o g í a p u r a q u e , a l m o d o h u s s e r li a n o , p u d i e r a
v e n ir a a p o r ta r u n f u n d a m e n to in d u b ita b le al c o n o c im ie n to
c ie n tíf ic o . Y, s in e m b a r g o , e s o e s lo q u e se e m p e ñ a r o n e n c r e e r
e l u n o d e l o t r o , i n t e g r a n d o a l a d v e r s a r io e n s u p r o p i o e s q u e m a
p r e c o n c e b i d o , y h a c i e n d o im p o s i b le c o n e llo u n a c o r r e c t a c o m ­
p r e n s i ó n d e s u p o s t u r a . 13

13 Como apunta Rorty con ironía, en estos casos de desencuentros entre tra­
diciones parece que sólo se pueda reconocer la posición del otro identificándo­
la con una postura superada y obsoleta: «un autor que trabaja en una tradición
no conocida debe estar necesariamente intentando (y fracasando en) hacer el tipo
de cosa que están haciendo los autores más conocidos para uno». Ensayos sobre
Heidegger, op. cit., pp. 136-7, nl2. Traducción de Jorge Vigil Rubio.
C U A N D O F I L O S O F A R ES H A C E R 293

L o c ie r to es q u e , e n c u a lq u i e r c a s o , la c o m p r e n s i ó n h a d e
p a s a r p o r la in t e g r a c i ó n d e la p o s ic ió n d e l a d v e r s a r io e n n u e s t r o
p r o p i o p r o y e c to : la a g e n d a in t e le c t u a l d e la q u e h e m o s d e p a r t i r
h a d e s e r n e c e s a r ia m e n te la n u e s t r a , c o n s u c a r g a d e p r e ju ic io s y
d e v a lo r e s , a s í c o m o s u r e f e r e n c ia a u n a t r a d i c i ó n p r e v ia , p u e s ,
d e lo c o n t r a r i o , n o se d a r í a e n r e a l i d a d c o m p r e n s i ó n n i i n t e r ­
p r e t a c i ó n a l g u n a - a l g o q u e la h e r m e n é u t i c a h a d e m o s t r a d o
d e s d e h a c e t i e m p o . 1415Y c a d a a g e n d a in t e le c t u a l, le jo s d e s e r u n a
e s t r u c t u r a d e a s é p t ic o s c o n c e p t o s , se d e f i n e p o r la a c ti v id a d
c o m p a r t i d a e n la q u e n o s e n c o n t r a m o s i n t e g r a d o s , c o n d i c i ó n
d e p o s i b il id a d d e la r e a l iz a c i ó n d e u n a a c c i ó n filo s ó f ic a p r o p i a .
A h o r a b i e n - c o m o t a m b i é n h a m o s t r a d o la h e r m e n é u t i c a - , es
p r e c is o q u e e s a f a g o c ita c ió n d e l a p o s t u r a a j e n a se a c o m p a ñ e d e
u n a v o l u n t a d d e s a lir d e sí, d e t r a n s f o r m a r s e , d e a b r i r s e a l s e n ­
t i d o q u e se n o s m a n i f i e s t a e n a q u e ll o q u e i n t e r p r e t a m o s . A c ti­
t u d q u e d e b e r e f le ja r s e e n u n a c i e r t a d i s p o n i b i l i d a d a r e v i s a r la
p r o p i a a g e n d a , e s t a n d o d is p u e s to s a t r a s t o r n a r el a p a c i b le c u r s o
d e n u e s t r a p r o p i a h i s t o r i a a n te u n a i r r u p c i ó n i n e s p e r a d a .
L a c u e s t i ó n a b ie r ta , el p r o b l e m a d e f o n d o , s e r á p o r t a n t o si
e s te c o n j u n t o h e te r o g é n e o d e a g e n d a s in t e le c t u a le s q u e d ic e n
d e s a r r o l l a r la f ilo s o f ía a c tu a l ti e n e e n r e a l id a d a l g ú n r a s g o d e fi-
n i t o r i o q u e v e r d a d e r a m e n t e p o s i b il it e la in s c r i p c i ó n d e lo s d is ­
t i n t o s a c to r e s e n u n e s c e n a r io c o m ú n , p o r p r e c a r i o q u e s e a ; o
si, c o m o v a t i c i n a R o r ty , c o n e l p a s o d e l ti e m p o l a t e n d e n c i a
d iv e r g e n te h a r á q u e el h e c h o d e q u e d i s t i n t a s in s t i t u c i o n e s
c o m p a r t a n e l n o m b r e d e F ilo s o f ía n o s t e r m i n e p a r e c i e n d o u n
c u r i o s o a c c i d e n te h i s t ó r i c o . ^

14 Ver Hans-Georg Gadamer: Verdad y método I, Salamanca, Sígueme, 1999,


apdo. 11, ii, 9, pp. 331-77.
15 «La filosofía como ciencia, como metáfora y como política», en Ensayos
sobre Heidegger, op. cit., p. 23.
C O N C L U S IÓ N

L a p r e c a r ia u n id a d d e la filo s o fía

A l a n a liz a r u n e n f r e n ta m ie n to e n tr e fo rm a s ta n d is tin ta s d e
h a c e r f ilo s o f ía n o s h e m o s p e r c a t a d o d e q u e n o b a s t a c o n c o n ­
c e b ir lo in g e n u a m e n te c o m o el c h o q u e d e d is tin ta s te o r ía s o
d o c tr in a s . M á x i m e c u a n d o n o t o d a s la s p r á c t ic a s f ilo s ó f ic a s
o f r e c e n c o m o s e d i m e n t o u n a d o c t r i n a s i s te m á ti c a c o n p r e t e n ­
s i o n e s d e v e r d a d , q u e p u d i e r a s e r c o n t r a p u e s t a a la s d e lo s
a d v e r s a r io s . B u e n e j e m p l o d e e llo s o n lo s n u m e r o s o s a u to r e s
- n o s ó lo D e r r i d a , s i n o t a m b i é n S ó c ra te s , M o n t a ig n e , N ie tz s -
c h e , H e id e g g e r o , el c a s o m á s p a t e n t e , e l ú l t i m o W i t t g e n s t e i n -
q u e n o p u e d e n s e r d e s c a r ta d o s c o m o f i ló s o f o s m á s q u e e j e r ­
c i e n d o u n a n o t a b l e v i o l e n c i a s o b r e el c a n o n e s ta b le c id o , y q u e
n o o b s t a n t e c a r e c e n p r o p i a m e n t e d e d o c t r i n a d e f i n i d a . S in e m ­
b a r g o , n o se t r a t a s o l a m e n t e d e c o n t r a p o n e r e s te t i p o d e a u t o ­
re s , q u e t i e n d e n a c o n s i d e r a r la f ilo s o f ía c o m o u n a a c tiv id a d , a
o tr o s c u y a f ilo s o f ía e s p r o p i a m e n t e d o c tr in a r ia ; n o se t r a t a s ó lo
d e e s o p o r q u e , e n c ie r to s e n tid o , p o d r í a d e c ir s e q u e n o h a y f ilo ­
s o fía s q u e s e a n sab eres s u s ta n tiv o s , s i n o a c ti v id a d e s filo s ó f ic a s
q u e t i e n e n c o m o o b je tiv o la p r o d u c c i ó n d e e s e t i p o d e s a b e r .
N in g u n a d o c t r i n a e s, p o r s í m i s m a , f ilo s o f ía - n i a n a lí ti c a , n i
c o n ti n e n ta l , n i d e n i n g ú n o t r o t i p o - si n o h a y a lg u ie n q u e la
d e f ie n d a , q u e e s té d is p u e s to a s o s te n e r l a y m a n t e n e r l a v iv a . D e
m o d o q u e n i s i q u ie r a a q u e llo s a u to r e s q u e a s p i r a n a e s ta b le c e r
c o n te n i d o s s is te m á tic o s o d o c t r i n a r i o s p u e d e n e s c a p a r a la id e a
d e q u e la filo s o fía es, t a m b i é n p a r a e llo s, u n a f o r m a d e s a b e r -
h a c e r ( c o n f ir m á n d o s e u n a v e z m á s q u e a q u e ll o q u e e n p r i n c i p i o
a p a r e n t a b a t e n e r u n a p o s i c ió n m a r g i n a l p u e d e t e r m i n a r el d ía
m e n o s p e n s a d o e n g u ll e n d o lo q u e c r e í a m o s n o r m a l ) .

[295]
2 96 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

P o r e llo n o b a s t a , d e c im o s , c o n c o n t r a p o n e r la s d o c t r i n a s d e
lo s c o n t e n d i e n t e s , s i n o q u e é s ta s h a n d e s e r a s u m i d a s c o m o i n s ­
t r u m e n t o s p u e s t o s a l s e r v ic io d e u n a d e t e r m i n a d a a c ti v id a d , la
p r a x i s f ilo s ó f ic a , c o n c r e t a d a e n u n a a g e n d a c u y o s o b je tiv o s ,
v a lo r e s y p r o y e c t o s d o t a n d e s e n t i d o a la in v e s tig a c ió n . U n a
m a r c a d a d iv e r g e n c ia e n la c o n c e p c i ó n d e d ic h a p r a x i s h a d e
m a n i f e s t a r s e n e c e s a r ia m e n te e n el d e s e n c u e n t r o , c o n s t i t u y e n d o
q u iz á s la c la v e f u n d a m e n t a l p a r a c o m p r e n d e r l o .
A a l g ú n l e c t o r s u s p ic a z el p l a n t e a m i e n t o e x p u e s t o p u e d e
r e s u l t a r l e e x c e s iv a m e n te p r a g m a t i s t a , e n la m e d i d a e n q u e
p a r e c e s u b o r d i n a r la c u e s t ió n d e la v e r d a d o f a ls e d a d d e la s t e o ­
r í a s a s u f u n c i o n a l i d a d y e f i c a c ia e n c o n te x t o s d e a c c ió n . P e ro
e s ta id e a n o tie n e p o r q u é c o n d u c ir - p r o b a b le m o tiv o d e l re c e ­
lo d e e s te l e c t o r - h a c i a u n r e l a ti v is m o in s a lv a b le . A l s o s te n e r
q u e la s t e o r í a s y d o c t r i n a s s ó lo s o n s u s c e p tib l e s d e v a l o r a c i ó n
d e n t r o d e c o n te x t o s d e p r a x i s f i lo s ó f ic a s ó lo q u e r e m o s a p u n t a r
a l h e c h o d e q u e es e s a a c t i v i d a d h u m a n a la q u e le s d a s e n t i d o y
v a lid e z ; f u e r a d e e lla s e n c i ll a m e n t e n o fu n c i o n a n , p u e s n i s i q u i e ­
r a p u e d e n c u m p lir s u f u n c ió n d e se r te o r ía o d o c tr in a . L o q u e
q u e r e m o s d e c i r c o n r e s p e c t o a la f ilo s o f ía e s a n á l o g o a lo q u e le
o c u r r i ó a l a f u n c i ó n p r e d i c a t i v a d e l le n g u a j e e n t r e el T r a c ta tu s
y la t e o r í a d e lo s a c to s d e h a b la : f r e n te a u n a c o n c e p c i ó n q u e
c o n s i d e r a b a a l le n g u a j e c o m o a lg o c a p a z d e r e p r e s e n t a r el
m u n d o y s e r v e r d a d e r o p o r sí m i s m o v im o s q u e , c o n e l l l a m a ­
d o g ir o p r a g m á t i c o , se d e s c u b r ió q u e el c o n t e n i d o l o c u t iv o d e
u n a e x p r e s ió n s ó l o p u e d e a c o n te c e r d e n t r o d e u n a c to d e h a b la ,
y q u e p o r e llo s i e m p r e e s t á c a r g a d o c o n la f u e r z a q u e e je rc e u n
h a b l a n t e e n u n c o n t e x t o l i n g ü ís ti c o c o m p a r t i d o . T o d a p r e d i ­
c a c ió n h a d e a p a re c e r n e c e s a r ia m e n te e n u n a e m is ió n lin g ü ís ­
tic a , c o m o p a r t e d e u n a p r o f e r e n c i a , c o n s t i t u y e n d o u n a a c c i ó n
(y a s e a u n a a d v e r t e n c ia , u n r u e g o , u n a p r o m e s a , o u n a m e r a
d e s c r i p c i ó n , p r e t e n d i d a m e n t e a s é p tic a ) q u e ti e n e c o n d i c i o n e s
d e re a liz a c ió n (c o n v e n c io n e s , e s ta d o s m e n ta le s a d e c u a d o s ,
s a b e r -h a c e r, e tc .) . L o q u e h e m o s s o s te n id o a q u í es q u e , d e l m i s m o
m o d o , la s id e a s f ilo s ó f ic a s s ó lo p u e d e n a c o n te c e r - y a c o n te c é r
lin g ü ís tic a m e n te , p u e s ¿ d e q u é o t r o m o d o i b a n a h a c e r l o ? - e n la
CONCLUSIÓN 2 97

m e d i d a e n q u e s o n u s a d a s , e s d e c ir , d e n t r o d e u n a p r a x i s f i lo ­
s ó f ic a c o m p a r t i d a p o r u n a c o m u n i d a d , y e s t a n d o p o r t a n t o
c a r g a d a s d e e s a f u e r z a q u e h a c e d e e lla s u n a a cción: d e s d e la
a c c i ó n m á s s e n c illa , c o m o h a c e r u n r e p r o c h e o f o r m u l a r u n a
h i p ó t e s i s , h a s t a a c to s c o m p l e jo s y s o f is t ic a d o s c o m o , p o r e j e m ­
p lo , s i s te m a ti z a r y f u n d a m e n t a r , o s o s p e c h a r y d e c o n s t r u i r .
F r e n t e a lo q u e p u e d a p e n s a r e s te r e c e lo s o le c to r , y c o n t r a ­
r i a m e n t e a lo q u e p a r e c e o p i n a r S e a rle e n R R , c r e e m o s q u e el
h e c h o d e q u e e n t r e e n ju e g o la p r o p i a d e f i n ic i ó n d e la p r a x i s
filo s ó fic a n o c ie r r a el p o s ib le d e b a te , n i n o s d e ja d e s p r o v is t o s d e
a r g u m e n t o s p a r a c o n t i n u a r l o . P o r e l c o n t r a r i o , e s e n ese d e b a ­
te a c e r c a d e lo s m o d o s y lo s f in e s d e la a c t i v i d a d filo s ó f ic a
d o n d e p r o b a b l e m e n t e r e s id a el m a y o r in te r é s . A u n q u e , c o m o n o
p o d r í a s e r d e o t r o m o d o , t a m b i é n e n c ie r r e l a m a y o r d if ic u lta d :
c u a n d o lo s fin e s e s tá n e s ta b le c id o s y s ó lo se t r a t a d e e n c o n t r a r lo s
m e d i o s p a r a lle v a rlo s a c a b o , lo s c o n te n d i e n te s t i e n e n u n lu g a r
d o n d e h a c e r p ie y ll e g a r a u n c i e r t o e n te n d i m i e n to ; s in e m b a r g o ,
c u a n d o s o n lo s fin e s m i s m o s lo s q u e e s tá n e n c u e s tió n , el p r o ­
b l e m a d e ja d e s e r m e r a m e n t e té c n ic o , p u e s n o h a y m é to d o q u e
p u e d a c o n d u c i r n o s h a c ia u n a r e s o lu c ió n , e s t a n d o e n ju e g o la
p r o p i a c o n c e p c i ó n d e l m é t o d o ; m a s n o p o r e llo tie n e q u e h u n ­
d ir s e la d is c u s ió n e n el d e c is io n i s m o i r r a c i o n a lis ta . P o r u s a r la
t e r m i n o lo g í a d e D a sc a l, c u a n d o n o e s p o s ib le p r o s e g u ir la « d is ­
c u s ió n » s e g ú n e s tr ic to s c á n o n e s p r e e s ta b le c id o s , a f in d e e v ita r
q u e e l d e b a te d e g e n e re e n u n a v io le n ta « d is p u ta » , e s p re c is o
h a c e r u s o d e la ló g ic a d ú c ti l y m a le a b le d e la s « c o n tr o v e r s ia s » .1
L a d if i c u lt a d a l a h o r a d e e s ta b le c e r a p r i o r i u n m a r c o d e f in iti­
v o d e v a lo r a c ió n q u e p e r m i t a d i r i m i r e ste ti p o d e e n f r e n ta m ie n ­
to s n o tie n e p o r q u é s e r v is ta c o m o u n im p e d i m e n t o d e fin itiv o .
F u e u n e r r o r p e li g r o s o d e l p o s i ti v is m o ló g ic o - a u n q u e ta l v e z

1 «Vistos desde el punto de vista de sus fines, las discusiones tienen por obje­
to básicamente el establecimiento de la verdad, las disputas ganar, y las controver­
sias persuadir al adversario y/o a un auditorio competente para que acepte la pro­
pia posición.» «How Rational... », op. cit., p. 315 (ver también «La controverse
en philosophie», op.cit.). Eso sí, la difícil apelación a un mismo «auditorio com­
petente», como apuntábamos más arriba, es el mayor impedimento.
298 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

se a m á s c o m ú n d e lo q u e c re e m o s - p e n s a r q u e e s im p re s c in d i­
b le d e f i n i r d e a n t e m a n o la s re g la s d e l ju e g o filo s ó f ic o , y q u e e se
p u n t o d e p a r t i d a h a d e p o s i b i l i t a r u n a v a n c e ir r e v o c a b l e e n la
r e s o l u c i ó n d e lo s c o n f lic to s t e ó r ic o s , u n a v e z d e s c a r ta d o s c o m o
s in s e n tid o s - y n o m e r o s d e s a c i e r t o s - la s p o s i c io n e s q u e se u b i ­
q u e n f u e r a d e e s a s r e g la s . P o r e l c o n t r a r i o , la p e c u l i a r i d a d d e
la f i lo s o f ía c o m o d i s c i p l i n a r e s id e e n q u e n o p u e d e a p e l a r a u n a
m e t a d i s c i p l i n a l e g i t i m a n t e q u e la e x i m a d e p l a n t e a r u n a y o t r a
v e z e s te t i p o d e c u e s t io n e s . L a m e t a f i lo s o f ía n o p u e d e u b ic a r s e
f u e r a d e la filo s o f ía , c o m o u n a d i s c ip l in a q u e v e n g a d e s d e el
e x t e r i o r a e s t a b le c e r la s re g la s f u n d a m e n t a l e s d e l ju e g o f ilo s ó f i­
c o , p o r la s e n c i ll a r a z ó n d e q u e p o n e r e n c u e s t i ó n d i c h a s re g la s
c o n s t it u y e la t a r e a m á s in e l u d ib l e d e la filo s o f ía m i s m a . 2
P o r e llo , e n n u e s t r a o p i n i ó n , n o e s t a m o s a b o g a n d o a q u í p o r
u n a b a n d o n o d e la s c u e s t i o n e s p r o p i a m e n t e f ilo s ó f ic a s e n b e n e ­
fic io d e p e r s p e c ti v a s q u e e x p li q u e n o ju s t i f i q u e n el d e s a r r o ll o d e
la d is c ip l in a p o r f a c to r e s e x te r n o s a la m i s m a . P o r s u p u e s t o q u e
d ic h o s f a c t o r e s - s o c i o l ó g i c o s , h is tó r i c o s , p o lí ti c o s , e t c . - d e b e r á n
s e r t a m b i é n t e n i d o s e n c u e n t a e n ú l t i m a i n s ta n c i a , p e r o lo a q u í
a p u n t a d o n o v a n e c e s a r i a m e n t e e n e se s e n t id o : la c o n tr o v e r s i a
a c e r c a d e la v a lid e z y j u s ti f ic a c i ó n d e la s d i s t i n t a s a g e n d a s i n t e ­
le c tu a le s e s u n a a c ti v id a d ta n filo s ó fic a c o m o lo e s la d i s c u s ió n
r e g l a d a d e n t r o d e c a d a u n a d e ella s; y n o e s m e n o s i m p o r t a n t e
p a r a n o s o t r o s , e n t a n t o q u e filó s o fo s , t o m a r c o n s c ie n c ia d e e s to s
f a c to r e s y d is c u ti r lo s . L a f ilo s o f ía n o d e b e r e f le x i o n a r s ó lo s o b r e
e l q u é d e lo q u e se p la n t e a , s i n o t a m b i é n s o b r e el c ó m o , e l p o r q u é
y e l p a r a q u é d e s u p r o p i a a c ti v id a d .3

2 Como ha señalado Hans-Johann Glock, siguiendo a Tugendhat y Cohen,


«la propia naturaleza de la filosofía es una cuestión filosófica a discutir, y las opi­
niones acerca de esta cuestión son cuestionables filosóficamente. Aunque la inves­
tigación de los objetivos y métodos adecuados para la filosofía es conocida en
nuestros días como “metafilosofía”, no se trata de una disciplina distinta de orden
superior, sino de una parte integrante de la propia filosofía» (op. cit., p. 6).
3 El clásico debate acerca del carácter relevante o supérfluo de la historia de la
filosofía para la comprensión y justificación de sus tesis forma parte del problema
que apuntamos, aunque no se identifica totalmente con él. La necesidad de aten­
der a la filosofía como actividad, qué duda cabe, tiene un componente histórico,
CONCLUSIÓN 299

E l t e m a e n t o r n o a l c u a l se e n f r e n t a r o n n u e s t r o s a u to r e s , la
t e o r í a d e lo s a c to s d e h a b la , e s a d e m á s u n lu g a r p r i v il e g ia d o p a r a
p l a n t e a r la p r e g u n t a a c e r c a d e la f ilo s o f ía c o m o a c ti v id a d i n t e ­
le c tu a l y d e s u s r e la c io n e s c o n o t r o s t i p o s d e d is c u r s o , c o m o la
c i e n c i a y la li t e r a t u r a . N o e n v a n o , a u to r e s d e p e s o c o m o R o r ty
o H a b e r m a s h a n e c h a d o m a n o d e e s te d e b a te p a r a a r g u m e n t a r
a f a v o r d e s u s r e s p e c tiv a s p o s i c io n e s s o b r e la c u e s tió n . E l p r i ­
m e r o , p a r a s o s te n e r q u e , u n a v e z d e s p r o v is t a la f i lo s o f ía d e r r i -
d i a n a d e lo s t i n t e s m e s iá n i c o s y t r a s c e n d e n t a l e s d e H e id e g g e r,
la d i s c ip l in a a p a r e c e c o m o u n g é n e r o li t e r a r i o m á s : s o f is tic a d o ,
e d if ic a n te , p e r o n o e s e n c i a lm e n te d i s t i n t o d e la f i c c ió n l i te r a -
r ia .4 E l s e g u n d o , p a r a d e f e n d e r la n o c i ó n a u s t i n i a n a d e le n g u a je
n o r m a l c o m o u n id e a l r e g u l a ti v o im p r e s c i n d i b l e , c o n d ic i ó n d e
p o s i b il id a d d e c u a l q u i e r e n t e n d i m i e n t o , q u e m a r c a la d i f e r e n ­
c ia e n t r e el d i s c u r s o d e l a f i c c ió n , s in p r e t e n s i o n e s d e v e r d a d , y
la e x ig e n c ia r a c i o n a l d e l d is c u r s o te ó r ic o y filo só fic o .5 E n c u a l­
q u i e r c a s o , t a n t o e l u n o c o m o el o t r o m u e s t r a n q u e lo q u e e s tá
e n ju e g o e n e l d e b a te v a m á s a llá d e l á m b i t o e s p e c ífic o d e la
p r a g m á t i c a li n g ü ís ti c a , o in c l u s o d e l a f ilo s o f ía d e l le n g u a je , y
a t a ñ e a la filo s o f ía e n g e n e r a l, a la r e l a c ió n q u e é s t a h a d e e s t a ­
b le c e r c o n la n o c ió n d e v e r d a d , y a l a p o s i c i ó n q u e le c o r r e s ­
p o n d e e n e l c o n j u n t o d e la c u l t u r a .
P r o b a b l e m e n t e , e l h e c h o d e q u e p a r a la f ilo s o f ía s e a u n r e t o
i n e l u d ib l e c u e s t io n a r s e y d e f in ir s e a s í m i s m a t e n g a c o m o c o n ­
s e c u e n c ia q u e , e n d e s e n c u e n t r o s c o m o el q u e a q u í n o s o c u p a ,
n o p u e d a d a r s e u n a r e c o n c i li a c ió n d e f i n it iv a . P e r o q u e la s
re g la s s ie m p r e h a y a n d e e s t a r e n c u e s t i ó n n o i m p li c a q u e h a y a
q u e c o n s i d e r a r e l d iá l o g o c o m o u n fr a c a s o , p u e s s u é x ito ta l v e z
n o c o n s i s ta e n la c o n s e c u c i ó n d e f in itiv a d e u n lo g r o , e l h e c h o

pues las agendas intelectuales no se pueden comprender sin referencia a las tradi­
ciones de las que proceden; pero también se refleja en el presente de cada situación
concreta y en su previsible futuro, pues no son menos determinantes los valores, las
metodologías y los proyectos que componen en la actualidad dichas agendas.
4 «Derrida on Language...», op. cit. Cf. Luis Sáez Rueda: «Segregación o do­
mesticación de la experiencia prerreflexiva», Volubilis, 4, 1996, pp. 35-53.
5 El discurso filosófico de la modernidad, op. cit., pp. 234-40.
300 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

d e a lc a n z a r y p ro lo n g a r in d e f in id a m e n te u n a e d a d d e o r o d e l
c o n s e n s o , e l a s e n t i m i e n t o o la c o n c o r d i a .6 P o r e l c o n t r a r i o ,
e l é x i t o d e l d iá lo g o , y d e la f ilo s o f ía m i s m a , p u e d e r e s i d i r e n el
d e s a r r o ll o a d e c u a d o , c o r d i a l y p a c íf ic o d e u n a c ie r ta a c ti v id a d ,
y n o e n el a d v e n i m i e n t o d e a lg o q u e h a y a d e a c o n te c e r d e sp u é s
d e d i c h a a c ti v id a d o p r o c e s o .7 N o p o r c a s u a l id a d , el o r i g e n d e
l a f ilo s o f ía c o in c id e h i s t ó r i c a m e n t e c o n el d e la d e m o c r a c ia :
a p a r t e d e p o r la s e x ig e n c ia s d e to l e r a n c i a y r e s p e t o q u e a a m b a s
s o n c o n s u b s t a n c i a l e s , p o r q u e la s d o s p r o d u c e n r e s u l t a d o s e s e n ­
c i a l m e n t e re v is a b le s , p r e c a r i o s y tr a n s i t o r i o s .
F r e n t e a la p r e t e n s i ó n d e e n c o n t r a r u n a s e m p i t e r n a G r a n
S a lid a a lo s d e s e n c u e n t r o s filo s ó f ic o s , p a r e c e m á s c a b a l y s e n s a ­
t o e s f o r z a r s e p o r p r o m o v e r e n c u e n t r o s p r e c a r i o s y f a lib le s q u e ,
e n s u c a rá c te r p ro v is io n a l y lim ita d o , h a g a n s iq u ie ra im a g in a ­
b l e a l g ú n t i p o d e e n t e n d i m i e n t o . N o se t r a t a p o r t a n t o d e e s­
t a b l e c e r u n a a r t i c u l a c i ó n q u e f i n a l m e n t e v e n g a a d i s o l v e r la s
d if e r e n c ia s , s i n o d e p e r m i t i r q u e la c o n t r o v e r s i a f ilo s ó f ic a i n t e r ­
t r a d i c i o n a l d i s c u r r a c o n u n a c i e r t a flu id e z . E s ta i n t e n c i ó n e x ig e
q u e c o n c u r r a n e n el b u e n h a c e r in t e le c t u a l d e lo s c o n t e n d i e n t e s
c ie r ta s a c ti tu d e s , h a b il id a d e s y c o n o c im ie n t o s q u e d e s g r a c ia ­
d a m e n t e n o s u e l e n e s t a r p r e s e n te s e n la s d is c u s io n e s e n t r e e s­
c u e la s filo s ó f ic a s : a c t i t u d e s c o m o e l s o s ie g o , la p a c ie n c ia , y u n a
c i e r t a c o n f i a n z a - p o r i n f u n d a d a q u e e s t é - e n la p o s i b i l i d a d d e
q u e el o t r o n o r e s u lte e n el f o n d o t a n i n e p t o c o m o a p a r e n t a ;
h a b il id a d e s , n o s ó lo p a r a e x p li c a r p e d a g ó g ic a m e n te la s p r o p i a s
te s is a a q u e ll o s q u e p r o c e d a n d e u n a t r a d i c i ó n d if e r e n t e , s i n o

6 Siguiendo a Dascal, podríamos preguntarnos: «Puesto que la controversia


tiene una presencia importante y constante a lo largo de la historia de la filosofía,
¿podría ser que no se tratara simplemente de un signo de falta de madurez, como
una especie de tentativa precientífica, sino más bien de un componente esencial
de la actividad filosófica?»: «La controverse en philosophie», op. cit., p. 1583.
7 Como sostiene Hagi Kenaan: «el debate entre Searle y Derrida es un buen
ejemplo -e n absoluto inusual- de un caso de comunicación que no se deja captar
por la oposición estricta entre éxito y fracaso, comprensión e incomprensión. Es
una comunicación que sobrepasa la cuestión del éxito y que, como tal, ejemplifi­
ca el modo en que la dicotomía éxito/fracaso distorsiona el carácter actual del
fenómeno del habla», op. cit., p. 127.
CONCLUSIÓN 30 1

a n t e t o d o p a r a r e f o r m u l a r lo s p r o b l e m a s a lo s q u e se p r e t e n d e
h a c e r f r e n te , p r o b l e m a s q u e e s t á n e n la b a s e d e la a g e n d a c o n la
q u e u n o e s tá c o m p r o m e t i d o , y q u e h a n d e r e s u l t a r a l o t r o n o
s ó lo c o m p r e n s ib l e s d e s d e u n f r ío p u n t o d e v i s t a te ó r ic o , s i n o
v á lid o s y p r o v e c h o s o s e n c u a n t o a m o t i v a c i ó n in t e le c t u a l; y
c o n o c i m i e n t o s , q u é d u d a c a b e , a c e r c a d e la p o s i c ió n d e l i n t e r ­
l o c u t o r y d e la t r a d i c i ó n e n q u e se i n s c r ib e , q u e v a y a n m á s a llá
d e la d iv u l g a c ió n c u a s i p e r i o d ís t ic a , o d e la e s p o r á d ic a y d e s -
c o n te x t u a li z a d a l e c t u r a d e a l g u n o s f r a g m e n t o s te x tu a le s .
É s to s n o p r e t e n d e n s e r g r a n d e s p r i n c i p i o s a c e r c a d e la e s e n ­
c ia d e la f ilo s o f ía q u e e s t a b le z c a n lo q u e s o n o d e b e r í a n s e r s u s
c o n t e n i d o s f u n d a m e n t a l e s , n i lo s f in e s u o b je t iv o s h a c ia lo s q u e
h a b r í a d e te n d e r . L a d is c u s ió n a c e r c a d e e s ta s c u e s t io n e s lle g a ­
r á d e s p u é s , c o m o t u v o lu g a r e n t r e R o r ty y H a b e r m a s , p o r e je m ­
p lo . P e r o , p a r a lle g a r a e se p u n t o , e s p r e c i s o q u e se a c e p t e n a n te s
la s n o r m a s que in d ic a m o s , q u e so n m e ra m e n te f o r m a le s :
m a n e r a s d e a c t u a r q u e h a b r í a n d e a c o m p a ñ a r s i e m p r e a la f ilo ­
s o f ía c o m o a c ti v id a d d is c u r s iv a . S e t r a t a d e u n a s e x ig e n c ia s q u e
p u e d e n p a r e c e r tr iv ia le s , y p o r e se p r e c i s o m o t iv o d e b e r í a r e ­
s u l t a m o s t a n s o r p r e n d e n t e c o m o in a d m i s i b l e s u m a n i f i e s to
i n c u m p l i m i e n t o , n o s ó lo e n el e n f r e n t a m i e n t o e n t r e S e a rle y
D e r r i d a , q u e e n e s te s e n t i d o n o e s m á s q u e u n e je m p lo , s i n o e n
g r a n p a r t e d e lo s d e b a te s q u e h a n a r t i c u l a d o la h is to r i a r e c i e n ­
te d e n u e s t r a d is c ip l in a . D e e s e i n c u m p l i m i e n t o se d e r i v a el
e f e c to d e q u e lo s filó s o fo s q u e t r a b a j a n e n t r a d i c i o n e s a n t a g ó ­
n ic a s s e n c i ll a m e n t e se d e s e c h e n m u t u a m e n t e , y a lo d e c ía m o s
e n la i n t r o d u c c i ó n , c o m o el r u i d o d e f o n d o q u e h a y q u e ig n o ­
r a r p a r a c o m e n z a r a t r a b a j a r e n lo q u e r e a l m e n t e i m p o r t a ; o
q u e , e n c a s o d e q u e c o m ie n c e e n t r e e llo s a lg o p a r e c i d o a u n
d e b a te , é s te s ó lo o b t e n g a c o m o r e s u l t a d o la m u t u a i n c o m p r e n ­
s i ó n , q u e s u e le d e g e n e r a r e n el i n s u l t o .
L o q u e es p r e c is o h a c e r p a r a e v ita r e s ta s i t u a c i ó n es e v ita r q u e
el d iá l o g o se v u e lv a im p r a c tic a b le , f o m e n t a n d o e l e je r c ic io d e la s
a c titu d e s , h a b ilid a d e s y c o n o c i m i e n t o s a p u n ta d o s . D e a h í q u e el
o b je tiv o d e l p r e s e n te li b r o h a y a s id o c o n t r i b u i r a q u e la d is c u s ió n
se a rtic u le : u n e s f u e rz o q u e im p li c a u n a a p u e s t a , i n c i e r t a p e r o
302 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

f i r m e , p o r l a u n i d a d d e la f ilo s o f ía , e s d e c ir , p o r e l h e c h o d e q u e
al u s a r ese té r m in o e n c o n te x to s ta n d is tin to s e s te m o s h a c ie n ­
d o a lg o m á s q u e u n a m e r a t r a n s f e r e n c i a p o r h o m o f o n í a . S in
d u d a , h a b r í a s i d o m u c h o m á s c ó m o d o a s u m i r u n a d e la s p o s ­
t u r a s : d e f e n d e r la a u té n t ic a filo s o f ía , s e a la u n a o la o t r a , u b i ­
c á n d o s e d e f i n i t i v a m e n t e e n u n a e s c u e la , y d e s c a r t a n d o c o m o
a b s u r d o d e s v a r í o lo q u e se r e a l iz a e n e l á m b i t o c o n t r a r i o . S o b re
to d o si e s a d e c is ió n n i s i q u i e r a la t o m a p r o p i a m e n t e u n o
m i s m o , s i n o q u e la d e j a m o s e n m a n o d e la i n c l i n a c i ó n d e n u e s ­
t r o t e m p e r a m e n t o , o d e la a r b i t r a r i e d a d d e h a b e r s i d o f o r m a d o
e n u n o u o tr o p a ra d ig m a . P o r el c o n tra rio , a s u m ir el re to d el
e n c u e n t r o in t e r f i lo s ó f ic o h a c e q u e a u n o lo c o n s i d e r e n g ü e lfo
e n tr e los g ib e lin o s , y g ib e lin o e n tr e los g ü e lfo s; u n rie s g o q u e e s ­
t a m o s d i s p u e s t o s a a c e p ta r , d a d a l a i m p o r t a n c i a d e n u e s t r a
a p u e s ta .
A f in d e q u e e s ta s p a l a b r a s n o q u e d e n e n el l i m b o d e la s a b s ­
t r a c t a s i n t e n c i o n e s , q u i s i é r a m o s e s b o z a r a q u í u n a p o s i b le c o n ­
f l u e n c ia d e lo s p l a n t e a m i e n t o s d e a m b o s a u to r e s : n o t a n t o p a r a
e n c o n t r a r u n p u n t o d e a c u e r d o e n t r e e llo s c o m o p a r a d e l i m i ­
t a r , d e l m o d o m á s c la r o p o s ib le , d ó n d e ti e n e lu g a r e l e n f r e n t a ­
m i e n t o , y c ó m o e s p o s i b le e v i t a r q u e é s te se e s t a n q u e . N u e s t r o
e s f u e rz o , t e n t a t i v o e i n a c a b a d o , a s p i r a a m o s t r a r q u e h a b r í a
s i d o p o s i b le lo q u e d e h e c h o n o t u v o lu g a r : e l d e s a r r o ll o d e u n
d iá l o g o f é r til y p r o d u c t i v o . P e r o p a r a e llo n o b a s t a r á c o n q u e
s u s id e a s se s u c e d a n a l t e r n a t i v a m e n t e , c o m o h a o c u r r i d o h a s t a
a h o r a , e n u n m e r o co lla g e d o n d e se a l t e r n e n s in m e z c la r s e , s in o
q u e s e r á p r e c i s o a r t i c u l a r lo s p r o b l e m a s y s u s d i s t i n t a s f o r m u ­
la c i o n e s , f u s i o n á n d o l o s e n u n a m i s m a r e f le x ió n a c e r c a d e l l e n ­
g u a je y e l c a r á c t e r in a s i b l e d e lo s a c to s d e h a b la .

P o sic io n e s e n fr e n ta d a s

A lo la r g o d e l l i b r o h e m o s i d o c o n s t a t a n d o lo s m o m e n t o s a p o ­
r é tic o s , p u n t o s m u e r t o s , i n c o m p r e n s i o n e s y d e s e n c u e n t r o s q u e
m a r c a r o n e l d e b a t e e n t r e S e a rle y D e r r i d a . E n u n e s f u e r z o p o r
CONCLUSIÓN 3°3

a c l a r a r s u s p l a n t e a m i e n t o s , y s i g u ie n d o e l m o d e l o d e la s a n t i ­
n o m ia s k a n tia n a s , v a m o s a p r o c e d e r a e n u m e r a r s o m e ra m e n te
s u s r e s p e c tiv a s p o s i c io n e s e n t o r n o a l p r o b l e m a q u e n o s o c u p a ,
u b ic á n d o l a s e n c o l u m n a s c o n tr a p u e s t a s :

J o h n R . S e a rle Jacq u es D e rrid a

Es lícito - y p ro b ab le m e n te im ­ C u a lq u ie r in te n to d e idealiza­
p re sc in d ib le - a n ^ ^ u el lenguaje ció n del lenguaje, al ser éste co n s­
im a g in a n d o m e tó d ic a m e n te si­ titu tiv a m e n te u n juego d e d ife re n ­
tu a c io n e s idealizadas; esa id e a li­ cias, ejerce so b re él la a rb itra ria y
zación es ino cu a y m e ram e n te d es­ v io le n ta in te n c ió n d e red u c irlo a
c rip tiv a (n o n o rm a tiv a ). la lógica d e la id en tid ad .

E l o b jetiv o es estab le c e r u n a El o b je tiv o es esta b le c e r u n a


teoría de los actos de habla, c o m o tipo lo g ía diferencial de fo r m a s de
siste m a tiz a c ió n id ealiz a d a d e los iteración, q u e p rese rv e la in d e -
d is tin to s u sos del le n g u a je y d e cibilidad característica de to d o acto
sus c o n d ic io n e s d e co n te x to . E sta d e habla. E n ú ltim a instancia, dicha
te o ría será u lte rio rm e n te f u n d a ­ tip o lo g ía c o n sta ta ría la im p o s i­
m e n ta d a p o r u n a filoso fía d e la b ilid a d d e e sta b le c e r u n f u n d a ­
m e n te , y se rv irá d e fu n d a m e n to m e n to a b s o lu to p a ra u n a cien c ia
a u n a filosofía social. d el len g u aje.

El lenguaje está regido p o r el El le n g u a je e s tá s ie m p re c o n ­


p rincipio de expresabilidad: p a ra ta m in a d o p o r la iterabilidad: cu al­
to d o aquello q u e u n hab lan te q u ie ­ q u ie r signo, al te n e r u n a fo rm a
re decir, h a y u n a ex p resió n üteral re p e tib le , es su sc e p tib le d e se r in ­
que lo dice (aunque el hab lan te pue­ je r ta d o e n u n c o n te x to d is tin to ,
de n o conocerla, o el id io m a pu e d e p u d ie n d o q u e d a r v acío d e signi­
re q u e rir innovaciones). ficació n .

E n las situaciones idealizadas, N i e n la re a lid a d n i e n la fic­


el contexto está p le n a m e n te d e te r­ c ió n te ó r ic a es p o s ib le la s a tu ra ­
m in ad o ; se tra ta d e u n a su e rte d e c ió n d el c o n te x to : s ie m p re q u e ­
ex p erim en to m e n ta l d o n d e el te ó ­ d a rá n asp ecto s d e l m ism o su s ­
ric o se sitú a en el ojo de D ios. c ep tib les d e re in te rp re ta c ió n .
304 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

U n o d e los e le m e n to s f u n d a ­ U n o d e los e le m e n to s f u n ­
m e n ta le s d el c o n te x to es la in t e n ­ d a m e n ta le s d el c o n te x to es la i n ­
c ió n c o n s c ie n te d e l h a b la n te . te n c ió n c o n sc ie n te d el h a b la n te .
É ste, e n c o n d ic io n e s n o rm a le s, P ero éste n u n c a p u e d e lle g a r a
p u e d e sa b e r a cien c ia c ie rta lo q u e te n e r p le n a m e n te presentes a n te sí
q u ie re d e c ir p u e s, al m e n o s en su s p ro p io s •c o n te n id o s d e c o n s ­
d ich as ocasiones, tie n e p lena a u to ­ cien c ia. Su a u to r id a d , p o r ta n to ,
rid a d (de p rim e ra p e rs o n a ) so b re n u n c a es a b so lu ta : p e rsiste lo im ­
los c o n te n id o s in te n c io n a le s d e p e n sa d o (el se n tid o se difiere, se
su co n scien cia. p o s p o n e , está p o r lleg ar).

P o d em o s d istin g u ir el u so li­ E n ú ltim a in s ta n c ia e s in d e c i-


teral del u so parasita rio gracias a d ib le si u n c ie rto u so es lite ra l o
q ue, e n el caso norm al, existe la p a ra s ita rio : in c lu so el caso q u e
po sib ilid ad d e q u e el h a b la n te diga a p a re n te se r m á s n o rm a l p u e d e
exactam en te lo q u e q u ie re decir. e v e n tu a lm e n te re s u lta r n o serlo.

E n el uso lite ra l y n o rm a l del El h a b la n te n u n c a es d u e ñ o y


le n g u aje, la in te n c ió n d el h a b la n ­ s e ñ o r a b so lu to d e l se n tid o d e lo
te es fungible: n o se tr a ta d e u n d ic h o , p u e s su p ro p ia in te n c ió n ,
m isterio so seg u n d o a c to q u e haya a sp e c to fu n d a m e n ta l d e l c o n te x ­
d e a c o n te c e r p o r d e trá s d e la e m i­ to d e in te rp re ta c ió n , n u n c a está
sió n , sin o q u e es e n c ie rto m o d o p le n a m e n te presente, n i a n te él n i
id é n tic o a ésta. a n te los o tro s.

U n a vez c o m p re n d id o el u so El te ó ric o só lo p u e d e e sta b le ­


n o r m a l y literal, la te o ría d e los c e r c o y u n tu r a lm e n te fro n te ra s
a cto s d e h a b la h a d e a sim ila r la revisables y p ro v isio n a le s e n tr e lo
v a ria c ió n d el p a ra sitism o e n u n a lite r a l y lo p a ra sita rio , c o n sc ie n te
especie' de c o ro la rio so b re casos d e q u e esto ú ltim o n o es algo q u e
so fisticad o s. Se tr a ta d e u n a v a ­ h a y a q u e d a d o fu e r a d el le n g u a je
ria c ió n d e las reglas d e l u so n o r ­ n o rm a l, sin o q u e lo co n stitu y e in ­
m al. te rn a m e n te .

T a n to el le n g u a je o ra l c o m o El le n g u a je o ra l c o m p a r te c o n
el esc rito re c ib e n su sig n ific a c ió n el esc rito el rasg o q u e la tr a d i­
d e la in te n c io n a lid a d d e los su je­ c ió n h a b ía c o n sid e ra d o p elig ro so ,
to s im p lic a d o s e n la c o m u n ic a ­ y q u e h a b ía c re íd o c o n fin a r e n la
ció n . Lo ú n ic o q u e d ife re n c ia al escritura: la se p a ra c ió n e n tre la
CONCLUSIÓN 305

u n o d el o tro es la m a y o r p e r m a ­ e n u n c ia c ió n y su fu e n te , la c o n s­
nencia te m p o ra l d e las p re f e re n ­ ciencia in ten cio n al. E n realidad,
cias escritas, q u e p u e d e n seg u ir en a m b o s casos esta d istan cia es
sien d o leídas e n au se n c ia d e su insalvable, p u es a m b o s e stá n c o n ­
co n te x to o rig in al. ta m in a d o s p o r la iterabilidad.

L a s p o s ic io n e s p a r e c e n c o m p l e ta m e n te ir re c o n c ilia b le s , ta n t o
p o r el o b je tiv o q u e se p r o p o n e n a lc a n z a r c o m o p o r el m é to d o - q u e
s ig u e n p a r a lo g r a rlo y lo s p r i n c ip i o s te ó r ic o s f u n d a m e n ta le s e n
lo s q u e se a p o y a n . S in e m b a r g o , n u e s t r a in te n c ió n e s e n c o n tr a r
a lg ú n p u n t o d e c o n ta c to q u e p u e d a d a r p ie al d e b a te , y p a r a e llo
n o v a m o s a d u d a r e n r e f o r m u l a r i m p ú d ic a m e n te la s o b je c io n e s
d e D e r r id a , d e m o d o q u e r e s u lte n m á s e fe c tiv a s e n el c o n te x to d e
S e arle. Ya n o n o s a t e n d r e m o s p o r t a n t o n i a la s e x p r e s io n e s n i a
lo s a r g u m e n to s e s g r im id o s p o r lo s c o n te n d i e n te s , p u e s lo q u e
p r e t e n d e m o s a c o n ti n u a c ió n , a d if e r e n c ia d e lo q u e h e m o s i n t e n ­
t a d o a lo la r g o d e l lib r o , n o e s r e f le ja r f i e lm e n te el d e s a s tr e d e lo
o c u r r id o , s in o e s b o z a r la p o s ib ilid a d d e q u e lo s a c o n te c im ie n to s
se h u b i e r a n d e s a r r o lla d o d e u n m o d o d is tin to , si lo s a r g u m e n to s
h u b i e r a n id o m e j o r e n c a m in a d o s .
E n p r i m e r lu g a r p a r t i r e m o s d e la n o c ió n d e p e r m a n e n c ia ,
r a s g o q u e m a r c a la d if e r e n c ia e n t r e el le n g u a j e o r a l y el e s c r ito , lo
c u a l n o s o b lig a r á a d is ti n g u ir e n t r e el a c t o d e la p r o f e r e n c ia y la
f o r m a d e lo p r o f e r id o . E n s e g u n d o lu g a r , c u e s t io n a r e m o s el
c a r á c t e r s u p u e s t a m e n t e fu n g ib le d e la i n t e n c i ó n e n lo s a c to s n o r ­
m a le s , lo c u a l n o s in c i t a r á a r e v i s a r la id e a d e q u e s ig n ific a d o d e
la e m is ió n y s ig n ific a d o d e la fra s e p u e d a n s e n c i ll a m e n t e c o in c i­
d ir , c o m o a s u m e S e a rle a l a d o p t a r c o m o p u n t o d e p a r t i d a d e s u
t e o r í a d e lo s a c to s d e h a b l a e l p r i n c i p i o d e e x p r e s a b il id a d .

¿ Q u é es lo q u e p e r m a n e c e ?

A p e s a r d e la s p r o f u n d a s d if e r e n c i a s e n s u s p l a n t e a m i e n t o s , c r e ­
e m o s q u e es p o s i b le y n e c e s a r io a p u n t a r h a c ia a lg o q u e , s i q u i e ­
r a e n su fo r m u la c ió n m á s in g e n u a e in o c e n te , a m b o s p o d ría n
306 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

a s u m i r c o m o o b j e t o d e s u d is c u r s o : a q u e ll o q u e A u s ti n ll a m ó
« a c to d e h a b la » , es d e c ir , e l h e c h o d e q u e la s p e r s o n a s u ti li c e n
el le n g u a j e p a r a r e a l iz a r a c c io n e s t a n v a r i a d a s c o m o p r o m e t e r ,
d e s c r i b i r o c a s a r s e . E n ta le s a c to s , e l h a b l a n t e p r o f ie r e d e t e r m i ­
n a d a s p a l a b r a s q u e c u e n t a n c o m o a lg o ( u n a p r o m e s a , u n a d e s ­
c r i p c i ó n , e tc .) e n u n c o n te x t o d a d o . A m b o s a u t o r e s s o s tie n e n
q u e e l h e c h o d e q u e la p r o f e r e n c ia se r e a lic e o r a l m e n t e o p o r
e s c r ito es u n a c u e s t ió n s e c u n d a r ia . S e g ú n S e a rle , lo q u e c a r a c t e ­
r iz a a l le n g u a je e s c r ito es q u e g e n e r a l m e n t e s u s e je m p la r e s p e r ­
m a n e c e n e n el ti e m p o : lo s t r a z o s d e t i n t a e n el p a p e l, p o r e je m ­
p lo , p e r m i t e n q u e lo d ic h o p u e d a v ia j a r m á s a llá d e l c o n te x t o d e
e m is ió n , m i e n t r a s q u e la v o z s u e le e x tin g u ir s e e n el m i s m o
m o m e n t o e n q u e e s e m itid a . E s ta d if e r e n c ia e s m e r a m e n t e a c c i­
d e n ta l: p o r u n a p a r t e , la v o z t a m b i é n p u e d e s e r r e g i s tr a d a y p e r ­
m a n e c e r m á s a llá d e l m o m e n t o d e la e m is ió n ; p o r o t r a , e s p o s i­
b le i m a g i n a r u n a e s c r i t u r a q u e n o p e r d u r a r a e n el t i e m p o m á s
a llá d e l i n s t a n t e e n q u e e s le íd a . P ié n s e s e e n c ó m o H e lle n K eller,
s o r d o m u d a y c ie g a , a p r e n d i ó a c o m u n i c a r s e c o n s u i n s t i t u t r i z
e s c r ib ié n d o le é s ta le t r a s e n la p a l m a d e s u m a n o : 8 n a d a p e r m a ­
n e c e d e e s ta e s c r i t u r a m á s a llá d e l a c t o m i s m o e n el q u e e s e s­
c r ita , s i e n d o lo s a c to s d e e m i s i ó n y r e c e p c i ó n e s t r ic t a m e n t e
s im u l tá n e o s , c o m o s u e le o c u r r i r e n el le n g u a je o r a l. L a ú n ic a
d if e r e n c ia n o a c c id e n ta l e n t r e a m b o s s e r ía la d i s t i n t a m a t e r i a l i ­
d a d q u e a d o p t a n lo s sig n o s: la v o z se d e s a r r o ll a e n el t i e m p o y la
e s c r i t u r a e n e l e s p a c io , a lg o q u e p a r e c e re v e s tir e sc a s o in t e r é s t e ó ­
r ic o p a r a el e s t u d io d e la in t e n c i o n a l i d a d d e lo s a c to s d e h a b la .
C u a n d o S e a rle a p u n t a q u e u n te x t o e s c r ito n o e s m á s q u e la
p o s i b i l i d a d m a n i f i e s t a d e u n a c to d e h a b la i n t e n c i o n a l (R e p ly ,
p . 2 0 2 ) , lo m i s m o p o d r í a d e c ir s e c o n r e s p e c to a c u a l q u i e r s o n i ­
d o : t a n t o el t e x t o c o m o la v o z h a n d e e s t a r s i e n d o u s a d o s p o r
a lg u i e n p a r a q u e a d q u i e r a n el c a r á c t e r d e p r o f e r e n c ia . E n r e a l i­
d a d , l e n g u a j e e s c r ito y l e n g u a j e o r a l se e n c u e n t r a n e n i d é n t i c a
r e l a c i ó n c o n r e s p e c to a la i n t e n c i o n a l i d a d : e n el m o m e n t o d e s u

8 Hellen Keller: The Story o f M y Life, Nueva York, Scholastic Inc., 1967,
cap. IV y ss.
CONCLUSIÓN 307

e m i s i ó n , l a p r o f e r e n c i a r e c ib e s u s e n t i d o d e l a i n t e n c i ó n d e l
h a b l a n t e o e s c r ito r , s i e n d o la p e r m a n e n c i a d e lo p r o f e r i d o e n
e l t i e m p o u n f e n ó m e n o s e c u n d a r io y c ir c u n s ta n c ia l.
A h o r a b ie n : r e s u l t a p a t e n t e q u e lo q u e p e r m a n e c e e n e l t i e m ­
p o n o es e n n i n g ú n c a s o la p r o fe r e n c ia m i s m a , s i n o lo p r o fe r id o .
E l a c to d e la e s c r itu r a s i e m p r e q u e d ó a tr á s , c o m o q u e d a a tr á s el
a c to d e la e n u n c ia c ió n o r a l , c o n in d i f e r e n c i a d e si e s tá o n o
s i e n d o r e g i s tr a d a . E f e c tiv a m e n te , a m b o s a c t o s a c o n t e c e n s in
p e r m a n e c e r , n o q u e d a n d o d e e llo s m á s q u e la f o r m a v a c ía d e lo
d ic h o : la v o z , c a s o d e s e r g r a b a d a , o la t i n t a , m i e n t r a s n o se
b o r r e c o n el t i e m p o . L a p r o f e r e n c i a m i s m a n o p e r m a n e c e , s i n o
s ó lo lo p r o f e r id o : a lg o q u e q u i z á v a y a a s e r le í d o e n u n c o n t e x ­
t o d i s t i n t o d e l o r i g in a l , p o r a lg u i e n q u e p r e t e n d e r á r e c o n s t r u i r
s u s e n t id o , l o g r á n d o l o c o n m a y o r o m e n o r f id e lid a d .
I m a g in e m o s e n q u é c o n s i s ti r í a la p e r m a n e n c i a n o y a d e
lo p r o f e r i d o , s i n o d e la p r o f e r e n c i a m i s m a : ¿ c ó m o s e r ía p o s ib le
p r o l o n g a r u n a c to d e p r o f e r e n c ia ? ¿ A c a so si el h a b l a n t e p r o ­
n u n c i a la s p a l a b r a s c o n m á s l e n t i t u d , o e s c r ib e m á s d e s p a c io ,
p u e d e d e c ir s e q u e e l a c t o p e r m a n e c e d u r a n t e m á s ti e m p o ? ¿ N o
p a r e c e r ía m á s b i e n q u e el a c to m i s m o s ó lo p u e d e c o n s i d e r a r s e
hecho e n el in s ta n te e n q u e te rm in a , p o r m u c h o q u e p r o lo n ­
g u e m o s s u a c a e c im ie n to ? E n c u a l q u i e r c a s o , s u p e r m a n e n c i a
n o p o d r í a s e r in e r c ia l, c o m o la d e lo p r o f e r i d o q u e , e n t a n t o q u e
e v e n t o físic o , s ig u e s i e n d o lo q u e e s a u n q u e n a d i e lo h a g a se rlo .
Si a l g u i e n d e ja u n c a r t e l e n s u p u e r t a q u e d ic e « N o m o le s ta r » ,
¿ e stá p r o f i r i e n d o e l a c to d e h a b l a t o d o e l t i e m p o q u e e s té p u e s ­
t o el c a rte l? ¿ P u e d e d e c ir s e q u e h a y a h í u n a p r o l o n g a c i ó n d e l
a c to d e la p r o f e r e n c ia , y n o s ó lo d e lo p r o f e r id o ? ¿Y si o l v i d a r a
q u ita r lo ? ¿ E n q u é m o m e n t o e s t a r ía d e j a n d o d e p r o f e r ir lo ? ¿ N o
s e r ía m á s s e n s a to c o n s i d e r a r q u e s ó lo lo p r o f ir i ó e n e l m o m e n ­
t o e n q u e lo p u s o , a l r e a l iz a r f í s ic a m e n te el m o v i m i e n t o d e la
m a n o c o n el q u e lo c o lg ó ?
S in d u d a , e n a lg ú n s e n t i d o p u e d e d e c ir s e q u e el a c to d e la
p r o f e r e n c i a p r e c is a d e l t i e m p o p a r a a c o n te c e r , p u e s c o m i e n z a a
s e r r e a liz a d o e n u n m o m e n t o y a c a b a e n o tr o . P e r o a l h a b l a r d e
p e r m a n e n c ia c o n r e s p e c to a l a c to y c o n r e s p e c to a lo p r o f e r i d o
308 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

e s t a m o s r e f i r i é n d o n o s a a lg o m u y d is t i n t o . E s e l t i e m p o q u e
t a r d a m o s e n d a r f o r m a a lo p r o f e r i d o lo q u e c o n t a r í a c o m o
p e r m a n e n c i a d e l a c to d e p r o f e r e n c ia , y n o el t i e m p o q u e p e r ­
m a n e c e d i c h a f o r m a s i e n d o r e c o n o c i b le c o m o t a l . 9
E l a c to d e la p r o f e r e n c i a y la f o r m a d e lo p r o f e r i d o s o n , p o r
lo t a n t o , d o s e l e m e n t o s m u y h e te r o g é n e o s , lo c u a l h a c e p r o ­
b le m á t i c a s u id e n t i f i c a c i ó n i n m e d i a t a . L o p r o f e r i d o t i e n e i n ­
t r í n s e c a m e n t e el r i e s g o d e a le ja r s e d e l a c t o d e p r o f e r e n c ia , la
f u e n t e d e la e n u n c i a c i ó n , a l g o q u e , s e g ú n D e r r i d a , la t r a d i c i ó n
d e la m e t a f í s ic a o c c id e n ta l c o n s i d e r ó p e lig r o s o , p u e s a b r í a la
p o s i b i l i d a d d e q u e el le n g u a j e se z a f a r a d e la i d e a e n é l r e p r e ­
s e n t a d a . A f in d e e v i t a r d i c h o p e li g r o , se i n t e n t ó n e g a r el l e n ­
g u a je e s c r ito , e n b e n e f i c io d e l o r a l: é s te f u e a s u m i d o c o m o el
m o d e l o g e n u in o , a u t é n t i c o y o r i g in a l d e l le n g u a je p o r q u e , n o
p u d i e n d o la s p a l a b r a s s o b r e v iv ir a l a c to d e s u e m is ió n ( p u e s
n o e x is tí a n p r o c e d i m i e n t o s a c ú s t ic o s d e g r a b a c i ó n ) , a m b o s
a s p e c t o s d e l a c to d e h a b l a s e r ía n n e c e s a r i a m e n t e s i m u l tá n e o s ,
s i e n d o s u s c e p tib l e s d e u n a id e n t i f i c a c i ó n p le n a . É se e s el e s p e ­
j i s m o d e n u n c i a d o p o r el f r a n c é s c u a n d o s o s tie n e q u e t a n t o el
le n g u a je o r a l c o m o e l e s c r ito s o n e n r e a l id a d e s c r itu r a , p u e s e n
a m b o s caso s el r e s u lta d o es u n a p ro f e re n c ia q u e , p e r d u r e o n o ,
e s h e t e r o g é n e a c o n r e s p e c to a l a c to d e l q u e p r o c e d e . L e n g u a je
o r a l y le n g u a je e s c r ito e s t a r í a n e n r e a l id a d i g u a l m e n t e a m e n a ­
z a d o s p o r a q u e l p e li g r o q u e la t r a d i c i ó n c r e ía h a b e r c o n f i n a d o
e n el s e g u n d o . I n c l u s o si lo p r o f e r i d o n o p u d i e r a n u n c a p e r d u ­
r a r d e h e c h o , in c l u s o si n o f u e r a p o s i b le r e g i s t r a r n i n g ú n s o n i ­
d o y t o d o el l e n g u a j e e s c r i t o f u e r a c o m o e l d e H e l e n K e lle r, el
a c to d e p r o f e r e n c i a y la f o r m a d e lo p r o f e r i d o s e g u i r ía n s i e n d o
d o s r e a l id a d e s p r o f u n d a m e n t e d i s t i n t a s , c u y a i d e n t i f i c a c i ó n e s
p ro b le m á tic a .
A p e s a r d e s u s d if e r e n c ia s , S e a rle y D e r r i d a c o i n c i d e n a l a f i r ­
m a r q u e n a d a e s e n c ia l d if e r e n c i a a m b o s t i p o s d e le n g u a je . L o

9 Searle se referiría aquí a una «intención-en-la-acción» según la cual, más


allá de la «intención previa», el agente efectúa el acto (en este caso, el acto de
habla) a lo largo de toda su duración temporal, de manera consciente y volunta­
ria. Ver Razones para actuar, op. cit., p. 63.
CONCLUSIÓN 309

q u e d is ti n g u e a u n o y o t r o a u t o r e s q u e r e a liz a n e s a id e n t if ic a ­
c ió n c o n v a lo r e s d is ti n to s : p o d r í a d e c ir s e e n c ie r to m o d o q u e
p a r a S e a rle el le n g u a je e s c r ito es c o m o el oral, m i e n t r a s q u e p a r a
D e r r i d a el le n g u a je o ra l es c o m o el escrito: S e a rle - a l ig u a l q u e
A u s tin e n s u r e f le x ió n s o b r e la s f i r m a s - s o s tie n e q u e la s p a la b r a s
e sc rita s, e n el a c to d e la e s c r itu r a , e s t u v ie r o n ta n ce rc a d e la f u e n ­
te c o m o si h u b i e r a n s id o d ic h a s o r a l m e n t e ; p o r s u p a r t e , D e r r i -
d a s o s tie n e q u e la s p a l a b r a s h a b la d a s , e n el m o m e n t o m i s m o e n
q u e s o n p r o n u n c i a d a s , e s t á n ta n lejos d e la f u e n t e c o m o si h u ­
b i e r a n s i d o e s c r ita s ti e m p o a tr á s . E l p r o b l e m a n o e s u n a c u e s ­
t i ó n d e p e r m a n e n c i a t e m p o r a l , s i n o q u e a c o n te c e e n e l i n s t a n t e
m i s m o d e la e n u n c ia c ió n , t a n t o si é s ta e s o r a l c o m o si e s e s c rita .

L a in te n c ió n fu n g i b le

L a d i s t i n c i ó n e n t r e s i g n if ic a d o d e l h a b l a n t e y s i g n if ic a d o d e la
fr a s e , e s e n c ia l e n la te o r ía d e S e a rle , se a p o y a s o b r e é s ta q u e
in d i c a m o s , e n t r e e l a c to d e la p r o f e r e n c i a y la f o r m a d e lo p r o ­
f e r id o . U n f r a g m e n t o d e c ó d ig o , d e c í a S e a rle e n r e s p u e s t a a
K n a p p y M ic h a e ls (L T , p p . 6 4 9 y s s .), p u e d e s e r c o n s i d e r a d o
c o m o le n g u a j e e n la m e d i d a e n q u e s u f o r m a se a d e c u a a c ie r ta s
c o n v e n c io n e s lin g ü ís tic a s , r e s u l t a n d o s ig n if ic a tiv o c o n i n d e p e n ­
d e n c i a d e s u o r ig e n . E s to e s a lg o q u e le o c u r r e a lo p r o f e r id o :
q u e t i e n e p o r s í m i s m o c ie r to s r a s g o s , p e r d u r a b l e s o n o , c ie r ta
f o r m a q u e p u e d e s e r le í d a y r e c o n o c i d a e n t a n t o q u e c o n v e n ­
c ió n . L a fr a s e , t a n t o si h a s i d o p r o f e r i d a c o m o si n o , t e n d r í a p o r
sí m i s m a c i e r t o s i g n if i c a d o l i t e r a l . P o r s u p a r t e , el s ig n if ic a d o
d e l h a b l a n t e , e s d e c ir , e l q u e ti e n e s u a c to d e p r o f e r e n c i a , p u e d e
c o i n c i d i r o n o c o n el s i g n if i c a d o l i t e r a l d e la f r a s e q u e h a p r o f e ­
r i d o . E n e l c a s o d e q u e sí c o i n c i d a n , el a c t o d e p r o f e r e n c i a c o m ­
p a r t i r á s u s e n t i d o - s i g n i f i c a d o d e l h a b l a n t e - c o n e l q u e ti e n e la
f o r m a d e lo p r o f e r i d o - s i g n i f i c a d o d e la fra s e .
E n c a s o s c o m o é s te , s o s t i e n e S e a rle , la i n t e n c i ó n d e l h a b l a n ­
te n o a c o n te c e e n u n m i s t e r io s o y o c u l t o s e g u n d o p l a n o q u e
h u b i e r a d e s e r s a c a d o a la lu z m e d i a n t e u n a s a g a z i n t e r p r e t a ­
310 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

c i ó n d e l o d ic h o , s i n o q u e la s i n t e n c i o n e s s o n fu n g i b le s : s e c o n ­
s u m e n e n el u s o , s i e n d o m a n i f i e s ta s e n e l a c t o m i s m o d e l a e m i ­
s i ó n . É s te s e r í a e n s u o p i n i ó n u n e j e m p l o p r á c t i c o d e la v a lid e z
d e l p r i n c i p i o d e e x p r e s a b ilid a d : e l h a b l a n t e e s t a r ía d i c i e n d o ,
s e n c i ll a m e n t e , lo q u e q u i e r e d e c ir . E n c a s o d e u n a e m i s i ó n n o
i r ó n i c a , n i m e t a f ó r i c a , n i s a r c á s tic a , s i n o se t r a t a d e u n a c ita , n i
d e u n r e c i ta l d e p o e s í a n i d e n i n g ú n a c t o p a r e c i d o d e p a r a s i t i s ­
m o , la i n t e n c i ó n se e x p r e s a p l e n a m e n t e e n lo d ic h o , q u e d a n d o
p a t e n t e e l e s t a d o m e n t a l d e l h a b la n t e .
E s te p l a n t e a m i e n t o c o n d u c e a l m e n o s a d o s p r o b l e m a s : u n o
d e c a r á c t e r e p is te m o ló g i c o (¿ c ó m o s a b e m o s s i e l h a b l a n t e e s tá
d i c i e n d o lo q u e q u i e r e d e c ir ? ) , y o t r o o n to l ó g i c o / l i n g ü í s t i c o
(¿ c ó m o e s p o s ib le q u e e l h a b l a n t e d ig a lo q u e q u i e r e d e c ir ? ) . D e ­
t e n g á m o n o s e n e l p r i m e r o , a u n q u e S e a rle t e n g a r a z ó n e n c o n ­
s i d e r a r q u e r e v is te m u c h o m e n o s i n t e r é s te ó r ic o . P a r a s a b e r si
es o n o e l c a s o q u e e l h a b l a n t e e s tá p r o f i r i e n d o s u a c t o d e h a b la
e n s e n t i d o li te r a l s e r á p r e c is o q u e e l o y e n te t o m e e n c o n s i d e r a ­
c i ó n e l c o n te x t o . D e b e r á h a c e r u s o d e u n c r i t e r i o q u e , c o n s i d e ­
r a n d o el t o n o d e v o z d e l h a b l a n t e , s u s a s e v e r a c io n e s a c e r c a d e
la s e r i e d a d d e s u s p a l a b r a s , e l m o m e n t o e n el q u e é s t a s s o n e m i ­
ti d a s , y u n s i n f ín d e r a s g o s c o n te x t u a le s , le p e r m i t a a t r i b u i r a la s
p a la b ra s u n s e n tid o d e te r m in a d o . P e ro to d o s y c a d a u n o d e
e s to s ra s g o s s o n im ita b le s , ite r a b le s , s u s c e p tib le s d e a c o n te c e r
c o n u n a i n t e n c i ó n d i s t i n t a , o in c l u s o e n a u s e n c i a d e i n t e n c i o ­
n a li d a d a lg u n a . E l p r o p i o S e a rle e s b i e n c o n s c ie n te d e q u e sie m p r e
c a b e s o s p e c h a r d e l e n g a ñ o , c o m o q u e d a c la r o e n s u a r g u m e n t o
d e l a h a b i t a c i ó n c h in a , q u e p r e t e n d e lle v a r d i c h a s o s p e c h a h a s t a
e l e x tr e m o . Y lo h a c e m o s t r a n d o q u e es p o s i b le i m a g i n a r u n a
s i t u a c i ó n e n la q u e , m e d i a n t e u n p r o c e d i m i e n t o e s t r i c t a m e n t e
s i n tá c t ic o - e s d e c ir , s i n u s a r p r o p i a m e n t e lo s s ig n o s s i n o s ó lo
m e n c io n á n d o lo s - , u n s u j e to a p a r e n t e p a r t i c i p a r e n u n a c o n v e r ­
s a c i ó n , r e a l iz a n d o t o d o s lo s o u tp u t s q u e c a b r í a e s p e r a r e n u n
i n t e r l o c u t o r c o n v e n c i o n a l, s i n q u e d e h e c h o c o m p r e n d a lo q u e
e s t á o y e n d o o d ic i e n d o . M e d i a n t e e s t e a r g u m e n t o , S e a r le c o n s i ­
d e r a h a b e r r e b a t i d o e l t e s t d e T u r in g , y c o n é l el f u n c i o n a li s m o ,
p u e s s e r ía p o s i b le u n a i m i t a c i ó n p e r f e c t a d e la c o n v e r s a c ió n ,
CONCLUSIÓN
3 1 1

u n a r é p l ic a f u n c i o n a l m e n t e i d é n t i c a d e u n h a b l a n t e , s i n q u e lo s
s ig n o s e s t é n i m b u i d o s d e i n t e n c i o n a l i d a d : la s e m i s i o n e s q u e
a p a r e n t a r e a l i z a r d e s d e e l i n t e r i o r d e la h a b i t a c i ó n c h i n a n o
c o n s t it u y e n s i q u i e r a a c t o s d e h a b l a , p u e s f a l ta r ía e n e l c o n te x t o
la c o n c u r r e n c i a d e u n a c o n s c i e n c ia i n t e n c i o n a l q u e a c t u a r a
c o m o f u e n t e d e la e n u n c ia c ió n . L as p a la b r a s q u e s a le n d e la h a b i ­
t a c i ó n c h in a , a l ig u a l q u e la s a r tif ic ia le s e m i s i o n e s li n g ü ís ti c a s d e
u n o r d e n a d o r , s e r ía n e l e f e c to d e u n m e r o a lg o r it m o m e c á n ic o ,
s i n t á c t i c o q u iz á s - a l g o q u e t a m b i é n e s d i s c u t i b l e - , p e r o e n
c u a l q u i e r c a s o c a r e n t e p o r c o m p l e t o d e s e m á n ti c a e i n t e n c i o ­
n a l i d a d in t r í n s e c a .
L a f u e r z a d e l a r g u m e n t o s e a r le a n o e s ta l q u e n o c a b e a p e la r
a la g e s t ic u l a c ió n d e u n i n t e r l o c u t o r real, n i a c u a l q u i e r o t r a
m a n i f e s t a c ió n fís ic a d e s u c o n s c ie n c ia , p u e s t o d o s e s to s r a s g o s
s o n a s u v e z c o d if ic a b le s , y p o r t a n t o i t e r a b l e s e n a u s e n c i a d e
i n t e n c io n a l id a d . I m a g in e m o s , p o r e je m p lo , q u e S e a rle e n el
i n t e r i o r d e la h a b i t a c i ó n n o s ó lo h u b ie s e r e c i b id o in s tr u c c i o n e s
p a r a r e a l iz a r o u tp u t s lin g ü ís ti c o s , s i n o q u e t a m b i é n la s t u v i e r a
p a r a h a c e r q u e u n r o b o t d e a p a r i e n c ia h u m a n a g e s tic u la r a d e
m o d o p e r f e c t a m e n t e c o h e r e n t e c o n e l d e s a r r o ll o d e la c o n v e r ­
s a c ió n . E l r o b o t p o d r í a p o r e je m p lo m a n i f e s t a r f í s ic a m e n te el
m is m o e n fa d o y d e s c o n c ie rto q u e c u a lq u ie r h a b la n te c o n v e n ­
c io n a l m o s t r a r í a a n t e la i n c r e d u l i d a d p o r p a r t e d e s u i n t e r l o c u ­
t o r a c e r c a d e si c o m p r e n d e la s p a la b r a s q u e e m i te . D e l m i s m o
m o d o q u e S e a rle n o s a b r í a lo q u e e s tá d i c i e n d o e n c h in o , t a m ­
p o c o c o n o c e r í a lo s m o v i m i e n t o s q u e el r o b o t r e a l i z a e n el e x te ­
r i o r d e l a h a b it a c ió n : t a n s ó lo e s ta r ía m a n e j a n d o c ie g o s s ig n o s ,
a u n q u e e s ta v e z n o se t r a t a r í a d e s ig n o s li n g ü ís ti c o s , s i n o g e s t i­
c u la r e s . C i e r t a m e n t e , la c o m p l e j i d a d d e s u t a r e a h a b r í a a u m e n ­
ta d o , p e ro n o h a b r ía n in g u n a d if ic u lta d te ó r ic a a ñ a d id a q u e
h i c i e r a i n c o h e r e n t e el e x p e r i m e n t o m e n t a l . 10
N o c a b e p o r t a n t o , a l m e n o s e n p r i n c i p i o , a p e la r a n i n g u n a
e v id e n c ia li n g ü ís ti c a n i c o n d u c t u a l d e t e r m i n a n t e q u e p e r m i t a

10 Acerca del carácter no falsable del argumento de la habitación china - y su


consecuente ineficacia- ver nuestro artículo «Cómo salir de la habitación china:
consciencia e intencionalidad en las otras mentes», Thémata, 35, 2005, pp. 267-75.
3 12 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

d i s t i n g u i r a c ie n c ia c i e r t a e l l e n g u a j e li te r a l d e l p a r a s i t a r i o , n i la
i n t e n c i ó n f u n g i b l e d e la c o m p l e t a a u s e n c i a d e in t e n c i o n a l i d a d .
T a m b i é n la i n t e n c i ó n f u n g i b le h a d e p la s m a r s e e n u n a f o r m a
r e c o n o c i b le , la d e lo p r o f e r i d o , q u e e s e n sí m i s m a i m i t a b l e y
f a ls if ic a b le . L a c u e s t ió n n o e s s i la f o r m a d e l a p r o f e r e n c i a
p u e d e p e r m a n e c e r e n a u s e n c i a d e in t e n c i o n a l i d a d , el fa la z p r o ­
b l e m a d e la e s c r i t u r a , s i n o q u e d i c h a f o r m a p u e d e in c l u s o
a c o n te c e r , e n e l in s t a n t e , e n a u s e n c i a d e c o n s c i e n c ia i n t e n c i o ­
n a l. C o m o a p u n t á b a m o s e n el a p a r t a d o a n t e r i o r , la p e r m a n e n ­
c ia d e lo d i c h o n o e s e l p r o b l e m a , s i n o la c o n e x i ó n e n t r e lo
d i c h o y l a i n t e n c i ó n d e l e m i s o r q u e , e n el m o m e n t o m i s m o e n
q u e la p r o f e r e n c i a e s e m i t i d a , e s t á a u s e n t e d e la e s c e n a .
P a r a S e a rle , el p r o b l e m a e p is té m ic o e s ir r e le v a n te p o r q u e c o n ­
s i d e r a d e s e n t id o c o m ú n la a p e la c ió n a a q u e lla a u t o r i d a d d e p r i ­
m e r a p e r s o n a q u e in j u s t a m e n t e h a b í a s i d o e x c lu id a d e l e s t u d io d e
lo m e n t a l - - o r ig i n a lm e n te p o r el c o n d u c t i s m o y , d e m o d o d e r iv a ­
d o , p o r el f u n c io n a lis m o . E s e s a a u t o r i d a d lo ú n ic o q u e p o d r í a
c o n s t a t a r e n ú l t i m a in s ta n c i a la p r e s e n c ia d e u n a c ie r ta i n t e n c ió n
fu n g ib le : y o sé q u e lo q u e e s to y d ic i e n d o es, lite r a lm e n te , lo q u e
q u ie r o d e c ir. E l p r i n c ip i o d e e x p r e s a b ilid a d s ó lo p u e d e lle v a rs e a
la p r á c t ic a a s u m i e n d o la a u t o r i d a d d e p r i m e r a p e r s o n a p u e s , e n el
a c to d e p r o f e r e n c ia , lo p r o f e r id o a c o n te c e s i m u ltá n e a m e n te c o n la
c o n s t a ta c i ó n , p o r p a r t e d e l s u je to , d e q u e él e s tá s i e n d o la f u e n t e
d e la e n u n c ia c ió n , y q u e p o r t a n t o la f o r m a d e lo p r o f e r id o c o in ­
c id e c o n la i n t e n c i ó n c o n s c ie n te d e l a c to d e p ro f e r e n c ia . S e ría
p o s ib le c o n s i d e r a r q u e el c o n te x to e s p le n o p o r q u e el s u je to s e ría
p l e n a m e n te c o n s c ie n te d e s u s e s ta d o s m e n ta le s .
B ie n es c ie r to q u e e s a p l e n i t u d n o a c o n te c e e n t o d o s lo s c a s o s ,
p e r o n a d a p a r e c e i n c o h e r e n t e e n l a e le c c ió n c o m o p a r a d i g m a s
d e la t e o r í a d e lo s a c to s d e h a b l a d e a q u e ll o s c a s o s e n lo s q u e sí
a c o n te c e : a c to s e n lo s q u e to d o s lo s e l e m e n t o s d e l c o n t e x t o e s t a ­
r í a n p r e s e n te s . P a r a u n h i s t o r i a d o r o u n b ió g r a f o , la c u e s t i ó n
p u e d e re s u lta r u n v e rd a d e ro q u e b ra d e r o d e c a b e z a , p u e s el s u ­
j e t o c u y o s a c to s d e h a b l a i n t e n t a c o n o c e r n o e s é l m i s m o ; al
e s t a r i n t e n t a n d o c o m p r e n d e r e l s e n t i d o d e lo d i c h o p o r o t r a
p e r s o n a tie m p o a tr á s , h a b r ía c ie r to s a s p e c to s d e l c o n te x to q u e
CONCLUSIÓN 313

n o e s t a r í a n p r e s e n te s a n te él, a s p e c t o s q u e , p o r m u c h o q u e
f u e r a n e s t u d i a d o s a t r a v é s d e d o c u m e n t o s y e n t r e v i s t a s , s ó lo
p o d r í a n s e r f o r m u l a d o s e n t a n t o q u e h ip ó t e s i s . P e r o p a r a el t e ó ­
r ic o d e lo s a c to s d e h a b la , d e s d e e l m o m e n t o e n q u e r e a l iz a s u
t e o r í a p a r t i e n d o d e la i d e a l iz a d a s i t u a c i ó n e n q u e t o d o s lo s e le ­
m e n t o s d e l c o n t e x t o e s t a r í a n p r e s e n te s , el p r o b l e m a e p is té m ic o
d e ja d e s e r d e t e r m i n a n t e . U b ic a d o e n el « p u n to d e v is ta d e
D io s » , a n t e él e s ta r ía p r e s e n te in c l u s o a q u e llo q u e s ó l o es a c c e s i­
b le a c a d a s u je to p a r t ic u l a r , e n la i n t e r i o r i d a d d e s u c o n s c ie n c ia .
L a in t e n c i o n a l i d a d d e lo s a c to s d e h a b l a li te r a le s s e r ía p a r a él
e f e c tiv a m e n te fu n g ib le , p u e s s e r ía d u e ñ o y s e ñ o r d e s u p r o p i o
e x p e r i m e n t o m e n t a l. E n la m e d i d a e n q u e n o s a lg a d e él, es
im p o s ib le q u e e s té e q u iv o c a d o .
A l ig u a l q u e el c o g ito d e D e s c a r te s , el a r g u m e n t o d e la h a b i ­
t a c i ó n c h i n a s ó lo f u n c i o n a s i e s r e a l i z a d o e n p r i m e r a p e r s o n a :
« E n el i n t e r i o r d e la h a b i t a c i ó n , y o sé q u e s ó lo m a n e j o s í m b o ­
lo s » . S ó lo si c a d a u n o d e n o s o t r o s a s u m e el p a p e l d e S e a rle e n
el i n t e r i o r d e la h a b i t a c i ó n c o m p r e n d e r e m o s a q u é se r e f ie r e s u
a u t o r , y a s u m i r e m o s l a v a lid e z d e l a r g u m e n t o . D e lo c o n t r a r i o ,
si n o s l i m i t a m o s e s t r i c t a m e n t e a lo o b s e r v a b le e x t e r i o r m e n t e ,
n o t e n d r í a m o s m á s m o t i v o s p a r a c r e e r a S e a rle q u e p a r a c r e e r
a l m i s t e r io s o i n t e r l o c u t o r q u e n o s d e v u e lv e s u s s ig n o s a tr a v é s
d e la r e n d i ja d e l a h a b i t a c i ó n , o a l r o b o t q u e g e s t ic u l a a n te
n o s o t r o s i n d i g n a d o p o r n u e s t r a d e s c o n f ia n z a . S ó lo si s o y y o el
q u e se im a g in a a sí m i s m o e n e l i n t e r i o r d e la h a b i t a c i ó n p u e d o
s a b e r q u e m is e m i s i o n e s e n c h i n o c a r e c e n d e s e n t i d o c o m o p r o -
f e r e n c ia s , p o r m u c h o q u e d i e r a n la i m p r e s i ó n c o n t r a r i a . 11
A l d e p e n d e r d e la p e r s p e c ti v a d e p r i m e r a p e r s o n a , la p o s i ­
c i ó n d e S e a r le n o p u e d e e v it a r h e r e d a r a lg u n o s d e lo s in c o n v e -

11 Searle no suele apoyar expresamente su argumento en esta perspectiva de


primera persona, sino en la constatación de que un mismo material biológico
constituye a los seres que consideramos dotados de intencionalidad. Pero este
movimiento no hace sino posponer el problema, pues la generalización basada en
similitudes biológicas también parte de la idea de que, desde mi perspectiva de
primera persona, poseo una intencionalidad que, dada la similitud biológica que
tengo con el resto de los seres humanos, también les presupongo a ellos.
3M C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

n i e n t e s d e l c a r t e s i a n is m o : e x c e s iv a c o n f i a n z a e n l a a u t o r i d a d d e
la c o n s c ie n c ia , e s t a n c a m i e n t o e n e l p r o b l e m a d e la s o t r a s m e n ­
te s , y t e n d e n c i a a l s o l ip s i s m o . N o o b s t a n t e , e n o p i n i ó n d e l n o r ­
t e a m e r i c a n o , t o d o s e ll o s s o n p r o b l e m a s e p is te m o ló g i c o s q u e e l
s e n t i d o c o m ú n e x c lu y e d e u n a c o n s i d e r a c i ó n s e r ia : e s e s e n t i d o
c o m ú n c o n c u y a re iv in d ic a c ió n M o o r e in a u g u r a r a la e d a d d e
o r o d e la f ilo s o f ía a n a l í t i c a . 12 N o e s t a n t o q u e e s t a s c u e s t io n e s
e s t é n r e s u e lta s , c o m o q u e r e s u l t a n i n ú t i l e s e i n f r u c t u o s a s p a r a
q u e la a c ti v id a d f ilo s ó f ic a , t a l y c o m o S e a rle se la p l a n t e a , p u e d a
s e g u i r s u c u r s o . C u e s t i o n e s c o m o la d e l s e x o d e lo s á n g e le s n o
se d e j a r o n a t r á s p o r q u e f u e r a n f i n a l m e n t e s o l u c io n a d a s , s in o
p o r q u e t e r m i n a r o n r e s u l t a n d o r i d íc u la s y e x tr a v a g a n te s . P a r a
e v i t a r q u e la in v e s ti g a c ió n d e g e n e r e e n d is c u s io n e s i g u a l m e n t e
v a c ía s , s e a a c e r c a d e l a e x is te n c ia d e l m u n d o e x t e r n o , d e la
c o n s c i e n c i a d e lo s o t r o s o d e la in t e n c i o n a l i d a d , S e a r le c o n s i d e ­
r a q u e es p r e c i s o n o s u c u m b i r a la t e n t a c i ó n d e D e r r i d a , q u e n o
es o t r a q u e j u g a r d e m a n e r a ir r e s p o n s a b l e a s o s t e n e r p o s i c io n e s
q u e s o n « e v id e n t e m e n t e fa lsa s» .

L o d ic h o y lo p e n s a d o

D e ja m o s a s í d e la d o - u n t a n t o s u b r e p t i c i a m e n t e , p o r c i e r t o - el
p r o b l e m a e p is te m o ló g i c o , e s d e c ir , la c u e s t ió n d e si p o s e e m o s
u n c r i t e r i o p a r a d i s c e r n i r la i n t e n c i o n a l i d a d li te r a l y f u n g i b le d e
s u it e r a c i ó n p a r a s i t a r i a . P e r o n o s s ig u e q u e d a n d o e l p r o b l e ­
m a o n to l ó g i c o / l i n g ü í s t i c o q u e t a m b i é n a p u n t á b a m o s : ¿ có m o es
p o s ib le q u e el h a b l a n t e d ig a lo q u e q u i e r e d e c ir ? N o se t r a t a y a
d e d i l u c i d a r c ó m o p o d e m o s a v e r i g u a r si e s to es el c a s o , s i n o d e
a c l a r a r c ó m o e s p o s i b le q u e se d é el c a s o , e s d e c ir , q u e el p e n s a ­
m i e n t o ll e g u e a e x p r e s a r s e p l e n a m e n t e e n la s c o n v e n c i o n e s d e l
le n g u a je . ¿ N o es e l p r i n c i p i o d e e x p r e s a b il id a d p r e c i s a m e n t e lo
m á s in a l c a n z a b le e n l a p r á c t ic a ? ¿ S o n lo s e s t a d o s m e n t a l e s s u s -

12 Cf. G.E. Moore: Defensa del sentido común y otros ensayos, Madrid, Taurus,
1972.
CONCLUSIÓN 315

c e p tib le s d e s e r r e c o g i d o s p l e n a m e n t e e n la s e x p r e s io n e s l i n ­
g ü ís tic a s ?
E l p r i n c i p i o d e e x p r e s a b ilid a d e s p r e s e n t a d o p o r S e a rle c o m o
« u n a v e r d a d a n a l í t i c a a c e r c a d e l le n g u a je » , d e m o d o q u e n o
c r e e n e c e s a r io m o s t r a r d a t o s e m p í r i c o s q u e l o c o r r o b o r e n . P r o ­
b a b le m e n te , n o s e r í a s i q u i e r a p l a n t e a b l e u n e x p e r i m e n t o q u e
f a ls a r a e m p í r i c a m e n t e d i c h o p r i n c i p i o , p u e s p a r a m o s t r a r q u e
h a y a lg o p e n s a d o q u e e s in e f a b le , e se a lg o h a b r í a d e s e r re p re ­
se n ta d o y , p o r lo t a n t o , d ic h o . D e m o d o q u e se t r a t a d e u n a
n e c e s i d a d ló g ic a , u n j u i c i o a n a l í t i c o q u e , c o m o ta l, lo e s p o r
d e f i n ic i ó n . L o q u e S e a rle n o s e s t a r í a p l a n t e a n d o d e s d e e l p r i n ­
c ip io d e A c to s d e h a b la e s u n a c o n c e p c i ó n s i m u l t á n e a d e l p e n ­
s a m i e n t o y d e l le n g u a je , q u e d e f i n ir í a a l u n o e n t é r m i n o s d e l
o tr o . E n c ie r to m o d o , s u e s t r a te g ia r e c u e r d a a l is o m o r f is m o
e n t r e m u n d o , p e n s a m i e n t o y le n g u a j e q u e e n c o n t r á b a m o s e n el
T ra c ta tu s, a u n q u e r e s tr i n g id o e s t a v e z - a l m e n o s p r o v i s i o n a l ­
m e n t e - a la r e l a c ió n e n t r e lo s d o s ú l t i m o s t é r m i n o s .
E s p r e c i s a m e n t e e s ta s i m i l i t u d la q u e n o s i n c i t a a t r a e r a q u í
a c o la c ió n el a r g u m e n t o q u e u s ó W i t tg e n s te i n e n s u s e g u n d a
e t a p a p a r a d e s m o n t a r s u p r o p i o p l a n t e a m i e n t o in ic ia l: el sig ­
n if ic a d o d e la s p a la b r a s n o se d e t e r m i n a p o r q u e el s u j e to s e p a
q u é s ig n ific a n , s i n o p o r q u e s a b e c ó m o u s a r la s . H a b l a r e x ig e u n a
c i e r t a c o m p e t e n c i a p o r p a r t e d e l h a b l a n t e : u n s a b e r p r á c t ic o ,
q u e se a d q u i e r e s o c i a lm e n te m e d i a n t e e l u s o c o m p a r t i d o d e l
u tilla je li n g ü ís ti c o . S a b e r h a b l a r n o c o n s is te e n h a b e r a c u m u ­
l a d o c o n e x io n e s s e m á n ti c a s e n t r e c o s a s y t é r m i n o s - i n g e n u a
c o n c e p c i ó n d e l a p r e n d i z a je d e l h a b l a q u e m a n i f e s t a r a A g u s tín
d e H i p o n a e n l a c it a a n te s r e f e r i d a - s i n o q u e u n s u j e to a p r e n ­
d e a h a b l a r c u a n d o a p r e n d e a u sa r la s p a l a b r a s e n c o n te x t o s d e
p r a x i s i n t e r s u b j e ti v a . N o se t r a t a , p o r t a n t o , d e q u e el h a b l a n t e
t e n g a p r e s e n te a n t e sí el q u e , a c ie n c ia c ie r ta , e s e l c o r r e la t o l i n ­
g ü ís ti c o d e s u e s t a d o m e n t a l , s i n o d e q u e s e p a u s a r u n a e x p r e ­
s i ó n lin g ü ís ti c a a d e c u a d a a l c o n t e x t o e n e l q u e . se e n c u e n t r a ,
i n c l u y e n d o e n d ic h o c o n te x t o s u s p r o p i o s e s t a d o s m e n t a l e s y
lo s d e lo s d e m á s (q u e a p r e n d e a id e n t if ic a r , d i c h o s e a d e p a s o ,
p r e c i s a m e n t e a tr a v é s d e e sa s m i s m a s p r á c t ic a s ) . A p lic a n d o e s ta
316 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

i d e a a l p r i n c i p i o d e e x p r e s a b il id a d , h a b r í a q u e d e j a r d e le e r lo
c o m o si a p u n t a r a a la e x is te n c ia - s i q u i e r a i m a g i n a b l e - d e u n
p e r f e c to d i c c i o n a r i o e n el q u e f u e r a p o s i b le e n c o n t r a r , p a r a c a d a
e s t a d o m e n t a l, u n a c t o d e h a b l a q u e lo e x p r e s a li t e r a l m e n t e : p o r
e l c o n t r a r i o , lo a p u n t a d o e n d i c h o p r i n c i p i o s e r í a la e x is te n c ia
d e u n i n s t r u m e n t o l i n g ü ís ti c o s u s c e p tib l e d e s e r u s a d o a d e c u a ­
d a m e n te e n c u a lq u ie r c o n te x to - e x t e r n o y, s o b re to d o , in t e r n o -
e n q u e p u e d a e n c o n t r a r s e e l s u je to .
D e e s to es y a b i e n c o n s c i e n te e l p r o p i o S e a rle , y p r o b a b l e ­
m e n t e p o r e s e m o t i v o d e f i e n d a a c a p a y e s p a d a la h i p ó t e s i s d e l
t r a s f o n d o s e g ú n la c u a l, r e c o r d é m o s l o , el le n g u a je s ó lo p u e d e
f u n c i o n a r a p o y a d o e n u n a s e r ie d e h a b i l i d a d e s q u e , n o s i e n d o
e lla s m i s m a s i n t e n c io n a l e s , h a c e n p o s i b le la m a n i f e s t a c i ó n d e la
in t e n c i o n a l i d a d . E l s ig n if ic a d o li te r a l d e lo p r o f e r i d o e s tá e s ­
t a b l e c id o p o r la s c o n v e n c i o n e s s e m á n ti c a s i m p e r a n t e s e n u n
m o m e n t o d a d o ; p e r o e l s i g n if i c a d o d e l a p r o f e r e n c i a o e m i s i ó n
n e c e s ita , i n c l u s o p a r a s e r lite r a l, n o s ó lo d e la c o n c u r r e n c i a d e
u n a r e d d e c r e e n c i a s y d e s e o s in t e n c i o n a l e s , s i n o t a m b i é n d e u n
t r a s f o n d o d e h a b i l i d a d e s p r á c t ic a s . A q u í e s d o n d e p u e d e h a b e r
u n a c i e r t a in c o n s i s t e n c i a e n e l p l a n t e a m i e n t o d e S e a rle , e n la
m e d i d a e n q u e p a r e c e c o n s i d e r a r , p o r u n a p a r t e , q u e e l s i g n if i­
c a d o l i t e r a l d e la f r a s e e s d e f i n i b l e p o r c o n v e n c i o n e s p u r a m e n ­
te s e m á n ti c a s y , p o r o t r a , q u e e l s i g n if i c a d o l i t e r a l d e la e m i s i ó n
s ó lo p u e d e a c o n te c e r si c o n c u r r e n , a d e m á s d e e s ta s c o n v e n c i o ­
n e s, el tr a s f o n d o o s a b e r -h a c e r d e l h a b la n te . ¿ C ó m o p o d r á n
i d e n t i f i c a r s e p l e n a m e n t e el u n o c o n e l o t r o , s i e n d o t a n h e t e ­
r o g é n e o s ? ¿ C ó m o p o d r á lle v a r s e a la p r á c t i c a e l p r i n c i p i o d e
e x p r e s a b il id a d , si e n lo q u e q u i e r o d e c ir s i e m p r e h a y a lg o q u e
n o e s tá c o m p l e t a m e n t e r e c o g id o e n lo q u e d ig o ? 13
E l s i g n if i c a d o d e l a fr a s e , e n t a n t o q u e c u e s t i ó n p u r a m e n t e
s e m á n ti c a , d e t e r m i n a el s e n tid o d e lo d ic h o , p e r o c a r e c e d e f u e r ­
z a , y n o p u e d e c o m o ta l e n f r e n ta r s e a la r e a lid a d . E n c a m b io , la

13 Hemos desarrollado esta problemática en «Can we say what we mean? Ex-


pressibility and Background» (op. cit.), atendiendo a sus implicaciones para la filo­
sofía de Searle en general (acerca del lenguaje, de la mente, de la sociedad y de la
acción).
CONCLUSIÓN 3 17

e m i s i ó n e s c o n s t i t u t i v a m e n t e u n a c to p o r e l q u e e l s u j e to e j e r ­
c e e s a f u e r z a , a lg o q u e d e t e r m i n a c ó m o h a d e s e r i n t e r p r e t a d a
s u p r o f e r e n c ia . P a r a q u e el s u je to p u e d a e je r c e r e s a f u e r z a es p r e ­
c is o n o s ó lo q u e c o n o z c a lo q u e s u s p a l a b r a s s ig n if ic a n e n a b s ­
tr a c t o , s i n o c ó m o h a y q u e u s a r la s p a r a v é rs e la s c o n la r e a lid a d
q u e lo r o d e a . Y e s a c a p a c id a d n o es el r e s u lta d o d e la a d q u i s i ­
c ió n d e c o n t e n i d o s te ó r i c o s d e « s a b e r - q u é » , s i n o d e la i n s t r u c ­
c i ó n e n h a b i l i d a d e s p r á c t ic a s d e « s a b e r - c ó m o » , h a b i l i d a d e s q u e
n o p u e d e n e lla s m i s m a s e s t a r r e c o g id a s e n la s c o n v e n c i o n e s s e ­
m á n t i c a s d e la s p a l a b r a s u s a d a s .
E s te es u n p r o b l e m a q u e la p r o p i a t r a d i c i ó n a n a lí ti c a e s tá
p l a n t e a n d o h o y , a n t e el r e t o d e l e x te r n a li s m o : P u t n a m , p o r
e je m p lo , s o s tie n e q u e n o b a s t a c o n s a b e r lo q u e el s u j e t o c r e e
q u e s i g n if i c a s u le n g u a j e p a r a s a b e r lo q u e é s te d e h e c h o s i g n i­
fic a . E n s u o p i n i ó n , « lo s s i g n if i c a d o s n o e s t á n e n la c a b e z a » p o r ­
q u e la s p a la b r a s q u e u s a m o s s ó lo s o n s ig n if ic a tiv a s e n la m e d i ­
d a e n q u e se r e l a c i o n a n c o n la s c o s a s q u e n o s r o d e a n , a tr a v é s
d e n u e s t r a s p r á c t ic a s s o c ia le s . A u n q u e el s u je to , d e s d e s u p e r s ­
p e c tiv a d e p r i m e r a p e r s o n a , t e n g a im á g e n e s m e n t a le s o c o n c e p ­
to s c o n lo s q u e c re e r e f e r ir s e a l m u n d o , é s to s n o s o n c a p a c e s p o r
sí m i s m o s d e r e f e r ir a n a d a , n i d e s e r i n t e n c io n a l e s s iq u ie r a , a n o
s e r q u e s u s c o n te n i d o s t e n g a n r e l a c ió n c a u s a l c o n a q u e ll o q u e es
r e f e r id o , a lg o q u e se c o m p r u e b a , e x te r n a m e n t e , v i e n d o c o n q u é
se r e l a c io n a e l s u j e to y s u c o m u n i d a d li n g ü ís ti c a a l e m p l e a r su s
im á g e n e s y c o n c e p to s . E s p r e c is o v e r c ó m o n o s r e l a c io n a m o s
c o n e l m u n d o p a r a s a b e r q u é s ig n if ic a n u e s t r o l e n g u a j e .14
E l a r g u m e n to d e P u tn a m p a re c e e n re a lid a d casi d e rr id ia n o :
la f o r m a q u e h a d e a d o p t a r t o d o c o n t e n i d o d e c o n s c i e n c ia es
ite ra b le e n a u s e n c ia d e s u s u p u e s to r e f e r e n te . E l s u j e to p u e d e
t e n e r la i m a g e n m e n t a l d e , p o r e je m p lo , u n á r b o l ; p e r o e s a i m a ­
g e n n o se r e f ie r e a á r b o l e s r e a le s p o r el m e r o h e c h o d e p a r e c e r ­
se a e llo s , p u e s es p o s i b le i m a g i n a r u n e x p e r i m e n t o m e n t a l e n

14 Ver «Cerebros en una cubeta», en Razón, verdad e historia, Madrid, Tecnos,


1988, pp. 15-33 y, para una crítica de la noción de significado literal que va en la
misma línea, J. J. Acero: «Searle y el significado literal», Revista de Filosofía, 31:2,
2006, pp. 9-30.
318 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

el que introdujéramos dicha imagen en su mente sin que nunca


hubiera tenido relación alguna con árboles, ni reales ni ima­
ginarios. La forma de lo pensado o de lo dicho es iterable en
ausencia del significante que le creíamos concomitante. Hasta
cierto punto podría decirse que los lemas de Derrida -II n ’y a
p a s d e h o r s - t e x t e - y Putnam - M e a n i n g s a i n ’t in th e h e a d - vie­
nen a sostener algo no muy distinto. Pero sólo hasta cierto
punto, porque los objetivos hacia los que tienden ambos lemas
se inscriben en tareas intelectuales muy diferentes: Putnam, por
ejemplo, intentaría reconstruir la objetividad de la semántica
buscando las relaciones causales, empíricamente observables,
que se establecen entre las palabras y las cosas a través de las
prácticas de los hablantes, estando animado por una intención
naturalista que está ausente de la obra de Derrida.

¿ P u e d e h a c e rse presente el sa b e r-h a c e r?

Para conducirnos hacia la crítica de Derrida a Searle, sería pre­


ciso preguntarse ahora si el trasfondo es algo susceptible de estar
p r e s e n te , no ya ante la consciencia del sujeto empírico -del bió­
grafo o del historiador-, sino incluso ante ese «ojo de Dios» en
el que se ubica el teórico de los actos de habla en su experimen­
to mental idealizado. ¿Es nuestro s a b e r -h a c e r algo determinable
como un h e c h o , algo susceptible de estar sencilla y plenamen­
te presente en el contexto de nuestro acto de habla? El concep­
to de s a b e r -h a c e r es tan sugerente como oscuro, y nos conduce
una vez más, como veremos a continuación, a la vaporosa no­
ción de fu n g i b il id a d .
Gilbert Ryle puso de manifiesto que la habilidad a la hora de
actuar no es algo que ocurra a p a r te de lo observable exterior-
mente, en un misterioso segundo plano mental, sino que acon­
tece e n la propia práctica.^ No hay ningún plano paralelo a la
conducta observable, donde el sujeto esté llevando a cabo, por 15

15 Ver Ryle, op. cit., cap 11 y passim.


CONCLUSIÓN 3 19

e je m p lo , e l a c to m e n t a l d e s e r h a b il id o s o , c o m o s i u n a e s p e c ie
d e f a n t a s m a h u b ie s e d e r e a l iz a r e l a c t o d e m o d o c o n s c ie n te ,
m i e n t r a s q u e e l c u e r p o m i s m o n o f u e r a m á s q u e u n m e c á n ic o
i n s t r u m e n t o a s u s e r v ic io . A c t u a r i n t e l i g e n t e o h a b i l i d o s a m e n ­
te es, p o r el c o n t r a r i o , ll e v a r a c a b o u n a c i e r t a c o n d u c t a d e u n
d e te r m i n a d o m o d o - a l g o q u e , e n o p i n i ó n d e R y le , ta m b i é n p o ­
d r í a d e c ir s e a c e r c a d e l p r o p i o h e c h o d e s e r c o n sc ie n te , a u n q u e
n o t e n e m o s p o r q u é a c o m p a ñ a r l o t a n le jo s a q u í, p a r a e l a r g u ­
m e n t o q u e d e s a r r o lla m o s . S e g ú n e s t a p e r s p e c tiv a , s e r h a b ilid o s o ,
es d e c ir , e s t a r e n p o s e s ió n d e c ie r to s a b e r - h a c e r , e s a lg o f u n g i b le
c o n e n e l a c o n te c e r d e l a a c c ió n : n o tie n e p o r q u é s e r s u p u e s t o
o d e d u c i d o a p a r t i r d e la a c c i ó n , s i n o d i r e c t a m e n t e o b s e r v a d o
e n ella, p u e s se c o n s u m e e n ella. E l s a b e r -h a c e r n o p a r e c e e s t a r
a f e c ta d o p o r el p r o b l e m a d e la i t e r a b i l i d a d d e la f o r m a , p u e s él
m i s m o es id e n t if ic a b l e e n t a n t o q u e f o r m a , h a s t a el p u n t o d e
q u e n o d i r í a m o s q u e u n r o b o t a p a r e n ta s e r h a b i l i d o s o , s i n o q u e
s e n c i ll a m e n t e lo es.
E s a p u e r t a la d e j a a b i e r t a p r e c i s a m e n t e e l p r o p i o S e a r le , e n
el m o m e n to e n q u e c o n s id e r a q u e el tr a s f o n d o n o es in te n c io ­
n a l: s i a q u e l l o d e lo q u e c a r e c e l a in t e l i g e n c i a a r t if i c ia l e s la
i n t e n c i o n a l i d a d d e la s e m á n t i c a , n o p a r e c e h a b e r i m p e d i m e n ­
to p a r a a d s c r ib ir tr a s f o n d o a u n r o b o t, e n el m o m e n to e n q u e
é s te m a n i f i e s te c i e r t o s a b e r - h a c e r . A u n q u e D e e p B lu e , la c o m ­
p u ta d o r a d e IB M q u e d e r r o tó a K a sp a ro v e n 1 997, n o p u d ie r a
s a b e r q u e e s t a b a j u g a n d o a l a je d r e z , n i lo q u e e s u n p e ó n , n i a
q u i é n t e n í a s e n t a d o d e la n t e , ¿ d ir ía m o s q u e s ó lo a p a r e n tó e s ta r
j u g a n d o a l a je d re z ? ¿P arecía e s t a r te n i e n d o l u g a r u n a p a r t i d a ,
q u e e n r e a l i d a d n u n c a a c o n te c ió ? ¿ S ó lo d a b a la i m p r e s i ó n d e
s e r h a b i l i d o s a e n s u s ju g a d a s ? N o p a r e c e s e n s a to : p o d r í a m o s
d e c ir q u e n o s a b í a q u é e r a lo q u e h a c ía , p e r o n o c a b e n i n g u n a
d u d a a c e r c a d e q u e lo h iz o , y q u e lo h iz o b ie n . E s d e c ir : p o d e ­
m o s d u d a r d e s u in te n c io n a lid a d , s o s te n e r q u e e n re a lid a d n o
s a l ió d e s u p a r t i c u l a r h a b i t a c i ó n c h i n a , p e r o n o p o d e m o s
n e g a r el s a b e r - h a c e r p r e i n t e n c i o n a l q u e m a n i f e s t ó e n s u c o n ­
d u c ta . D e m o s tr ó s a b e r ju g a r al a je d re z , a u n q u e n o s u p ie r a q u é
e r a lo q u e e s t a b a h a c ie n d o .
320 C Ó M O H A C E R FI LOSOFÍ A C O N PALABRAS

S in e m b a r g o , p o r m u c h o q u e e l s a b e r - h a c e r p a r e z c a i d e n t i ­
fic a r s e f u n g i b l e m e n t e c o n s u p r o p i o a c o n te c e r , e s a r e l a c i ó n
t a m b i é n p u e d e s e r c u e s t i o n a d a : ¿ a c a s o n o e s p o s i b le q u e a l­
g u i e n a p a r e n te s a b e r - h a c e r lo q u e h a c e , s i n q u e e n r e a l i d a d s e p a
h a c e rlo e n a b s o lu to , o h a b ie n d o p r e te n d id o h a c e r e n re a lid a d
a lg o d i s t i n t o d e lo q u e c r e í a m o s q u e h a c ía ? A lg u ie n p u e d e p a r e ­
c e r h a b i l i d o s o , s i e n d o s u s a c t o s e l f r u t o d e l a c a s u a l i d a d , o el
e f e c t o d e u n a i n t e n c i ó n d i s t i n t a d e la q u e c r e ía m o s h a b e r e n ­
c o n t r a d o . T o d a l a r e f le x i ó n w i t t g e n s t e i n i a n a a c e r c a d e l a d if e ­
r e n c i a e n tr e s e g u i r u n a re g la y a p a r e n t a r q u e se la s ig u e e n t r a ­
r í a a q u í e n ju e g o , u n a r e f le x i ó n q u e h a d a d o m ucho de
sí d e n t r o d e l p r o p i o á m b i t o a n a lític o , a b r i e n d o p e r s p e c ti v a s
d e g r a n in te r é s e n e p is te m o lo g í a y f ilo s o f ía d e l l e n g u a j e .16 D e
m o d o q u e e l m i s m o a r g u m e n t o q u e t r a j i m o s a c o la c ió n a c e r c a
d e la i n t e n c i ó n f u n g i b le d e l a c to d e h a b l a li te r a l p u e d e v o lv e r a
a p lic a r s e a h o r a : e s e c a r á c t e r f u n g ib le d e l s a b e r - h a c e r n o i m p l i ­
c a e n a b s o l u t o u n a p r e s e n c i a in f a lib le , p u e s t o d o a c t o ti e n e u n a
f o r m a q u e p u e d e s e r ite r a d a . ¿ D ó n d e e s tá la d if e r e n c i a e n t r e s e r
h a b i l i d o s o y s ó lo a p a r e n t a r l o ? ¿E s a lg o q u e n o t e n g a m o s p r e ­
s e n t e p o r s e r s u je to s f i n it o s , f a lib le s e n n u e s t r a s c a p a c i d a d e s
c o g n o s c itiv a s , t r a t á n d o s e p o r t a n t o d e u n m e r o p r o b l e m a e p is -

16 Esta idea es señalada por diversos autores que se han aproximado al deba­
te. Simon Glendinning, por ejemplo, combina el concepto de iterabilidad derri-
diano y el antimentalismo de Wittgenstein en su reflexión sobre el problema de las
otras mentes (ver On Being with Others: Heidegger, Wittgenstein, Derrida, Londres,
Routledge, 1998, especialmente el cap. VIII). Por otra parte, Frank B. Farrell com­
bina la interpretación wittgensteiniana del concepto de regla y la concepción
externalista del significado de Hilary Putnam para sostener que la posición de
Searle es desacertada, pues el sentido no es acotable en el contexto presente («lte-
rability and Meaning: The Searle-Derrida Debate», Metaphilosophy, 19:1, 1988,
pp. 53-64). U na referencia similar a la indeterminación de los conceptos en el últi­
mo Wittgenstein la encontramos en el artículo de Mark Alfino antes citado, así
como en el de J. J. Acero «Derrida vs. Austin-Searle: ¿dos tradiciones en pugna?»
(Anthropos, Suplementos, n° 13, 1989), donde el autor sostiene que lo que tiene
«mayor interés en la obra de Derrida es que sus razones están muy próximas a
las que en las últimas décadas han venido aduciendo autores como W illard van
O. Quine o Donald Davidson sobre la posibilidad y los límites del análisis semán­
tico o como las que adujo Wittgenstein en su última etapa» (p. 125).
CONCLUSIÓN 3 2 1

té m ic o ? ¿O n i s i q u ie r a el p u n t o d e v is ta d e D io s p o d r í a s a c a r ­
n o s d e l a d u d a a la h o r a d e d i s t i n g u i r e n t r e a lg u i e n q u e h a c e
a lg o y a lg u i e n q u e sa b e h a c e rlo ? L a c u e s t i ó n e s q u e , e n ú l t i m a
in s ta n c i a , la d if e r e n c i a n o e s tá e n n i n g ú n s itio . N o e s a lg o q u e
n o h a y a m o s e n c o n t r a d o a ú n , s i n o a lg o q u e n o a c a b a r á d e a p a ­
re c e r , p o r m u c h o q u e i n t e n t e m o s d e s c r ib ir la t o t a l i d a d d e lo
a c o n te c id o .
L o i m p o r t a n t e a q u í es q u e e l p r o b l e m a q u e a n te s e r a e p is ­
te m o ló g i c o , c u e s tió n d e c r i te r io , re a p a r e c e a f e c ta n d o a la o n to l o -
g ía m i s m a d e lo s a c to s d e e x p re s ió n : n o es y a u n p r o b l e m a a c e rc a
d e c ó m o s a b e m o s q u é e s el c a s o , s in o a c e rc a d e c ó m o es p o s i ­
b le q u e s e a el c a s o . S i a d m i t i é r a m o s q u e la e x p r e s ió n li te r a l es
- n o s ó lo se m a n i f i e s ta , s i n o q u e p r o p i a m e n t e es, d e m o d o f u n -
g i b l e - el u so a d e c u a d o d e lo s t é r m i n o s , n o s e r í a p o s i b l e d i s t i n ­
g u i r u n a m a n i f e s t a c i ó n in t e li g e n te , c o n s c i e n te e i n t e n c i o n a l
d e o t r a q u e ú n i c a m e n t e lo p a r e c e .1718 E n la m e d i d a e n q u e el
tr a s f o n d o e s tá e n la b a s e d e la in t e n c i o n a l i d a d , e lla m i s m a se
e n c u e n t r a a f e c t a d a p o r el p r o b l e m a o n to l ó g ic o q u e a p u n t a ­
m o s . Y n o es p o s i b le a p e la r a la c o n s c ie n c ia d e l h a b l a n t e , d e s d e
e l m o m e n t o e n q u e e l t r a s f o n d o q u e la s u s t e n t a n o e s a lg o q u e
e s té p r e s e n te c o m o u n c o n t e n i d o - d e l i m i t a b l e p o r u n s a b e r -
q u é - n i a n te e lla n i a n t e n a d ie . E l t r a s f o n d o , s i e n d o c o m o e s u n
e l e m e n t o f u n d a m e n t a l e n e l c o n t e x t o , n u n c a p u e d e él m i s m o
e s t a r p l e n a m e n t e p r e s e n t e , p u e s ¿ d ó n d e p o d r í a e s ta r lo ? N i e n la
a c c ió n m i s m a - q u e p u e d e p a r e c e r in t e li g e n te e i n t e n c i o n a l s in
s e r l o - n i e n l a c o n s c i e n c ia d e l h a b l a n t e - p u e s la h a b i l i d a d p r á c ­
ti c a n o es a lg o s u s c e p tib l e d e a c o n te c e r a n t e la m e n t e , c o m o u n
c o n t e n i d o d e la m i s m a . 18 E l h e c h o d e q u e a lg u ie n c r e a q u e s a b e

17 Por ese motivo, y a diferencia de Searle, cree Daniel Dennett que la inten­
cionalidad en última instancia es cuestión de descripción: el carácter intencional,
desde este planteamiento, no sería intrínseco al acto, sino dependiente del obser­
vador. Ver La actitud intencional, Barcelona, Gedisa, 1998, cap. II.
18 Peter Hadreas ha sostenido precisamente que la noción de trasfondo per­
mite establecer prácticamente una identidad entre lo defendido por Searle y
Derrida, con respecto a la literalidad del sentido: «Searle versus Derrida?», Philo-
sophiques, XXIII, pp. 317-26. En la misma línea, Dascal apunta de pasada que Sear-
le «descompone el contexto preciso para la comprensión de un acto de habla en
3 2 2 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

h a c e r l o q u e e s tá h a c i e n d o t a m p o c o e s u n a g a r a n t í a d e q u e a sí
sea; y , e n l a m e d i d a e n q u e h a b l a r e s u n m o d o d e h a c e r, t o d o el
le n g u a j e e s t a r í a a f e c t a d o p o r e s t a p r o b l e m á t i c a . 19
H a b r í a p o r t a n t o u n a i n d e c i b il id a d r a d ic a l, o n t o l ó g i c a , q u e
n o p r o c e d e r í a d e n u e s t r a s d e f ic ie n c ia s e p is té m ic a s s i n o d e la
p r o p i a c o n s t it u c ió n d e l a c to d e h a b la , q u e se a p o y a a t o d o s lo s
n iv e le s s o b r e l a i d e a d e f o r m a . A l s e r é s t a ite r a b le , se ta m b a l e a e l
c o n c e p t o d e f u n g i b il id a d , h a c ié n d o s e in d i s t in g u i b le s la a u t e n t i ­
c id a d y la c o p ia . L a it e r a b i li d a d , e s d e c ir , la p o s i b il id a d q u e ti e n e
t o d o e l e m e n to d e l c o n t e x t o - s e a o n o i n t e n c i o n a l - d e r e p e t ir s e
e n a u s e n c i a d e lo q u e s u p u e s t a m e n t e le es c o n c o m i t a n t e , h a c e
q u e t o d o e s f u e r z o p o r id e a l iz a r la s i tu a c i ó n p a r e z c a im p o s ib le .
U n a ir ó n i c a f r a s e d e l p r o d u c t o r d e c in e S a m G o ld w y n e j e m p l i ­
fic a m a g i s t r a l m e n t e la s i t u a c i ó n a la q u e lle g a m o s :

Lo m á s im p o r ta n te a la h o r a d e a c tu a r es la h o n e stid a d ; u n a vez
q u e a p re n d e s a fin g irla , lo has c o n se g u id o .20

N o p a re c e e n ú ltim a in s ta n c ia q u e p u e d a h a b e r n in g ú n
a s p e c t o i n t r í n s e c a m e n t e n o f in g ib le - y p o r lo t a n t o f u n g i b l e -
q u e d is ti n g a e l a c to d e h a b la li te r a l d e l q u e s ó lo a p a r e n t a s e rlo .
N o se t r a t a y a d e q u e n o p o d a m o s d is ti n g u ir l o s , s i n o d e q u e e n
c ie r to s e n t i d o s o n , e n sí m is m o s , i n d i s t in g u i b le s .2! A lg o q u e
h a c e q u e , e n la p r á c tic a , to d a e x p r e s ió n s e a s u s c e p tib le d e r e i n ­

distintos componentes, de los cuales uno al menos -e l “trasfondo”- es descrito


como “inarticulado”, noción que recuerda a la insistencia de Derrida en el carác­
ter “indeterminado” del contexto», «How Rational ...», op. cit., p. 334.
19 Dicho con admirable concisión: «Decir no es querer-decir, no es el querer-
decir de una consciencia: decir es hacer.» P. Peñalver Gómez: «Insaturabilidad del
contexto ...», op. cit., p. 164.
20 Citado por Fish en «With the Compliments ...», op. cit., p. 693.
21 Como ha sostenido Bearn, «la cosecuencia más inquietante de la iterabili­
dad tal vez sea que nada es simplemente auténtico. Todo es también teatral; toda
emisión, una representación; toda acción, actuación [every utterance, a perfor­
mance; every action, acting]», «Derrida Dry: Iterating Iterability Analitically», Dia-
critics, 25:3, 1995, p. 23. Ver también la lectura que hace Stanley Cavell del proble­
ma del fingimiento en Austin (Un tono de filosofia, op. cit., pp. 136 y ss.).
CONCLUSIÓN 323

te r p e t a c i o n e s u lt e r i o r e s : e l u s o p o d r á s e r v is to c o m o m e n c i ó n ,
o c o m o c ita ; la i n t e n c i ó n r e c ta , c o m o i r o n í a o c o m o m e t á f o r a ;
y t o d o d is c u r s o s i e m p r e p o d r á , e n d e f i n it iv a , r e s u l t a r v a c ío .
U n a s itu a c ió n q u e h a c e d e l a c to d e h a b la u n a c o n te c im ie n to
in t r í n s e c a m e n t e p r e c a r i o . 22
T al v e z e s te m o s e q u iv o c a d o s a l c o n s i d e r a r q u e el a c to d e p r o -
fe r e n c ia s e a d e la m i s m a n a tu r a le z a q u e lo p r o f e r id o : q u e s e a s e n ­
c illa m e n te a lg o a c a e c id o d e m o d o d e f in itiv o e in a p e la b le ; a lg o
q u e , e n t a n t o q u e hecho, s ó lo e s t a r ía e n n u e s t r a m a n o c o n s t a ta r
p a s i v a m e n t e c o m o d a d o . E n ú l t i m a in s ta n c ia , si a lg u ie n h a re a li­
z a d o o n o d e t e r m i n a d o a c to d e h a b la , si h a d ic h o o h e c h o e s to o
lo o tr o , n o s e r á s ó lo c u e s t ió n d e a te n e r s e a lo s h e c h o s , p o r q u e
é s to s s ie m p r e d e ja r á n u n a c ie r ta h o lg u r a , a b r i e n d o la p o s i b il id a d
d e a p e l a r a u n d e r e c h o : a q u e l o r d e n ju r íd i c o q u e a r t i c u l a el c o n ­
te x to d is c u rs iv o y la s r e la c io n e s d e p o d e r d o n d e se i n t e g r a n n u e s ­
t r o s a c to s .

A r g u m e n to s y m o tiv a c io n e s

N o o b s t a n t e , a p e s a r d e lo d ic h o , t a m b i é n e s p o s i b le s e g u ir
d e f e n d i e n d o l a n e c e s i d a d d e l p r i n c i p i o d e e x p r e s a b il id a d , si lo
q u e p r e t e n d e m o s e s d e s a r r o l l a r u n a t e o r í a d e lo s a c t o s d e h a b l a
f i r m e , q u e p u e d a s e r v ir p o s t e r i o r m e n t e p a r a fu n d a m e n ta r
p r á c t ic a s y te o r ía s q u e v a n m á s a llá d e lo m e r a m e n t e e s p e c u la -

22 Derrida ha descrito la situación en otro contexto con claridad inusitada:


«Todo enunciado teórico cognitivo, toda verdad por revelar, etc., adopta una
forma testimonial, la de un “yo pienso” o “yo digo” o “yo creo”, “yo tengo el senti­
miento interno de que”, etc., “yo conservo una relación conmigo mismo a la que
tú no accedes jamás inmediatamente y por la cual debes creerme bajo palabra”.
Desde ese momento, puedo mentir y dar un falso testimonio, allí precisamente
donde te digo “te hablo, yo, a ti” [ ... ]. Dado que siempre puedo mentir y que el
otro siempre puede ser víctima de esa mentira, al no tener jamás el mismo acceso
que yo a lo que yo pienso o quiero decir, comienzo siempre, al menos implícita­
mente, por confesar una culpa, un abuso o una violencia posibles, un perjurio ele­
mental, una traición originaria», Papel máquina, op. cit., pp. 73-4 (traducción de
Cristina de Peretti y Paco Vidarte).
324 C Ó M O H A C E R FI LOS OFÍ A C O N PALABRAS

tiv o . L a t e o r í a d e S e a rle , p o r e je m p lo , ti e n e n o t a b l e s a p li c a c io ­
n e s e n el á m b i t o m o r a l , s o c ia l y ju r íd i c o , p u e s s ir v e p a r a d e t e r ­
m i n a r la r e s p o n s a b i l i d a d d e lo s s u j e to s a n t e lo s c o m p r o m i s o s
q u e a s u m e n m e d ia n te su s p a la b r a s , a p o r ta n d o a sí u n f u n d a ­
m e n t o a lo s h e c h o s in s t i t u c i o n a l e s s o b r e lo s q u e se c o n s t r u y e n
n u e s t r a s s o c i e d a d e s ;23 c o m o t a m b i é n la s . tie n e e n á m b i t o s r e g i ­
d o s p o r f i n a li d a d e s m á s lu c r a ti v a s , c o m o la e c o n o m í a o e l m a r -
k e t i n g . 24 E s d e c ir : la t e o r í a d e lo s a c to s d e h a b l a p u e d e s e r c o n ­
s i d e r a d a c o m o u n i n s t r u m e n t o t a n ú til, q u e s e a p r e c i s o a s u m i r
el r ie s g o d e p a s a r p o r a l t o la i n e s t a b i l i d a d d e s u s f u n d a m e n t o s .
L o s e f e c to s q u e d i c h a t e o r í a p u e d a t e n e r e n e s o s á m b i t o s es
a lg o q u e a s u v e z p o d r í a s e r c u e s t i o n a d o : h a y q u i e n lo s c o n s i ­
d e r a , c o n D e r r i d a , e s e n c i a lm e n te c o e r c itiv o s , t e n d e n t e s a la
to t a li z a c ió n , p u e s p a r e c e n a s p i r a r a l p l e n o c o n t r o l y d o m i n i o
s o b r e la s s u b j e ti v id a d e s . E n la m e d i d a e n q u e e l s e n t i d o y la
f u e r z a d e lo d i c h o t e n d e r í a n a s e r c o n s i d e r a d o s c o m o h e c h o s
d e t e r m i n a d o s , a c a e c id o s i n d e f e c t i b l e m e n t e , n o q u e d a r í a n i n ­
g u n a l i b e r t a d p a r a r e i n t e r p r e t a r lo o c u r r i d o , n i s e r ía p o s i b le
a s u m i r q u e e l p a s a d o s i e m p r e p o d r á s e r v i s t o e n el f u t u r o d e s d e
u n a p e r s p e c ti v a d if e r e n t e . E l p r e s e n te , e n t e n d i d o c o m o p le n i -

23 Ver Paul Amselek y Zenon Bankowski (eds.), Théorie des actes de langage,
éthique et droit, París, Presses Universitaires de France, 1986. Valgan los siguientes
ejemplos de estas aplicaciones: Peter Meijes Tiersma, «The Language o f Defama-
tion», Texas Law Review Archives, 66:2, 1987; Jonathan Yovel, «What Is Contract
Law “About”? Speech Act Theory and a Critique o f “Skeletal Promises”», North­
western University Law Review, 94, 2000, pp. 937-62; Miguel Polaino Navarrete,
Cometer delitos con palabras: teoría de los actos de habla y funcionalismo jurídico-
penal, Madrid, Dykinson, 2004.
24 Ver H. R. Ewald y D. Stine, «Speech Act Theory and Business Communica-
tion Conventions», Journal o f Business Communication, 20:3, 1983, pp. 13-25;
G. T. Bilbow, «Commissive speech act use in intercultural business meetings»,
International Review o f Applied Linguistics in Language Teaching, 40:4, 11, 2002,
pp. 287-303. El propio Searle apunta posibles aplicaciones de su noción de racio­
nalidad a la reformulación de la clásica teoría de la decisión, de uso habitual en
estudios de mercado: Razonespara actuar, op. cit, pp. 18 y ss. Siquiera como mera
anécdota, ver «Las cartas de compromiso como estrategia de marketing» (MK:
Marketing + ventas, nl98, 2005, pp. 18-27), donde se estudia el efecto de los com­
promisos verbales por parte de las empresas a la hora de ganar la confianza de
clientes de servicios financieros.
CO NCLUSI ÓN 325

t u d d e l a p r e s e n c ia , h a b r í a e li m i n a d o t o d a p o s ib le d if e r e n c ia . U n
d e t e r m i n a d o m o d o d e v e r la r e a l id a d e s t a r ía i n t e n t a n d o i m p o ­
n e r s e c o m o c r i t e r i o d e f in itiv o y c o n c lu y e n te , o c u l t a n d o la p a r ­
c ia l id a d d e s u p r o p i a p e r s p e c tiv a , e s d e c ir , e l ju e g o d e fu e r z a s d e l
q u e él m i s m o h a s u r g id o . P o r e s o t a m b i é n e s p o s ib le d e f e n d e r la
a lt e r n a t iv a o p u e s ta : q u e la i n d e c i b il id a d d e lo s a c to s d e h a b la h a
d e s e r p r e s e r v a d a , q u e la i d e n t i d a d r e c o g i d a e n el p r i n c i p i o d e
e x p r e s a b ilid a d s i e m p r e p u e d e y d e b e s e r p u e s t a e n c u e s tió n .
P e r o t a n t o u n a a l t e r n a t i v a c o m o la o t r a se d i r i m e n y a e n el
p la n o d e lo q u e q u e r e m o s h a c e r c o n n u e s t r a s te o r ía s : la s r a z o ­
n e s p a r a o p t a r p o r u n a o p o r o t r a p e r t e n e c e n m á s al o r d e n d e
lo s p r o y e c t o s y la s a g e n d a s q u e a l d e lo s h e c h o s . Y é s te e s o t r o
e f e c to d e e se c a r á c t e r f r a c ta l d e l d e b a te q u e h e m o s a n a li z a d o , a l
q u e n o s h e m o s r e f e r id o a lo la r g o d e l li b r o : a l ig u a l q u e e n lo s
a c t o s d e h a b l a l a f u e r z a n o p u e d e s e r r e d u c i d a a l s e n t i d o , n i el
s a b e r - q u é a l s a b e r - c ó m o , t a m p o c o e n f ilo s o f ía p u e d e n lo s a r g u ­
m e n t o s t e r m i n a r d o b l e g a n d o a lo s p r o y e c t o s e n lo s q u e se i n s ­
c r i b e n , p o r q u e d ic h o s a r g u m e n t o s s ó lo e n t r a n e n ju e g o si q u e ­
r e m o s h a c e r a lg o c o n e llo s. M u c h a s v e c e s la i m p o r t a n c i a d e lo
q u e q u e r e m o s h a c e r n o s i n c i t a a r e s a lta r c ie r to s a s p e c t o s t e ó r i ­
c o s d e l p r o b l e m a q u e n o s r e s u l t a n c o n v e n ie n te s , p a s a n d o p o r
a l t o o t r o s q u e p o d r í a n a c t u a r c o m o i m p e d i m e n t o s . Y, g e n e r a l­
m e n t e , n o s o l e m o s c o n s i d e r a r q u e lo s a r g u m e n t o s s e a n d e t e r ­
m i n a n t e s , m á s q u e si c o n v i e n e n p a r a n u e s t r a s m o t iv a c i o n e s .
E s to es a lg o q u e n u e s t r o s a u t o r e s h a n e x p e r i m e n t a d o e n s u s
r e s p e c tiv a s tr a y e c to r ia s in t e le c tu a le s , a u n q u e s i e m p r e d e n u n ­
c iá n d o lo c o m o u n a a c titu d d e s h o n e s ta p o r p a r te d e su s a d v e r­
s a r io s . S e a rle , p o r e je m p lo , se in d i g n a p o r q u e e l p r o y e c t o f u n -
c io n a l is ta d e la i n t e li g e n c ia a r tif ic ia l s ig a s u c u r s o , a p e s a r d e
q u e el a r g u m e n t o d e la h a b i t a c i ó n c h in a , e n s u o p i n i ó n , lo r e ­
f u t a r a ir r e v o c a b l e m e n te v e in t e a ñ o s a tr á s : c o m o é l m i s m o h a
c o n s t a ta d o , p o c o p u e d e u n a r g u m e n t o c o n t r a la f u e r z a d e t o d o
u n p r o y e c t o d e in v e s tig a c ió n in t e r d i s c ip l in a r . P o r s u p a r t e ,
D e r r i d a d ic e a s o m b r a r s e p o r la r e t i c e n c i a q u e h a e n c o n t r a d o
r e p e t i d a m e n t e a a c e p t a r lo s e fe c to s d e la d e c o n s t r u c c i ó n ; n o
p a r e c e d a r s e c u e n t a d e q u e u n a t e o r í a d e c o n s t r u i d a n o tie n e
326 C Ó M O H A C E R F I LOSOFÍ A C O N PALABRAS

p o r q u é s e r a b a n d o n a d a si la m o tiv a c ió n c o n la q u e fu e c o n s ­
t r u i d a s ig u e e s t a n d o p r e s e n t e . L a d e c o n s t r u c c i ó n , d e h e c h o , n o
d e m u e s t r a la f a l s e d a d d e n i n g u n a t e o r í a , c o m o p r e t e n d e r í a
h a c e r u n a a r g u m e n t a c i ó n c o n v e n c io n a l: lo ú n i c o a lo q u e a s p i­
r a , q u e n o es p o c o , e s a m o s t r a r l a p o s i b i l i d a d i n t r í n s e c a a t o d a
t e o r í a d e s o s t e n e r lo c o n t r a r i o , u n a i n d e c i b i l i d a d q u e d ic h a t e o ­
r í a n o p u e d e e x c lu ir n i m a r g i n a r , p u e s e s t á i n s c r i t a e n s u p r o ­
p i o c e n t r o . S in e m b a r g o , n o p o r q u e d e m o s t r e m o s a a lg u i e n q u e
e s i n t r í n s e c a m e n t e p o s i b l e s o s t e n e r lo c o n t r a r i o d e lo q u e s o s ­
t i e n e c o n s e g u i r e m o s q u e a b a n d o n e s u p o s t u r a , si lo s m o t iv o s
q u e le l l e v a r o n a e lla s i g u e n ig u a l d e v iv o s q u e a n te s .
E n d e f in itiv a , h a b r í a q u e r e d i r i g i r l a d is c u s ió n h a c ia e l p u n t o
e n e l q u e v e r d a d e r a m e n t e e n t r a n e n ju e g o la s d i s t i n t a s f u e r z a s
d e l d e b a te , p u e s n o se t r a t a y a d e d i r i m i r c u á l s e a la te s is v e r ­
d a d e ra a c e rc a d e l l e n g u a j e - s i lo r e f le ja m e j o r e l « p r i n c i p i o d e
e x p r e s a b ilid a d » o «la it e r a c i ó n q u e c o n t a m i n a » - , s in o d e a v e r i­
g u a r c u á l es la a l t e r n a t iv a q u e n o s p e r m i t e h a c e r l o q u e q u e r e m o s
h a c e r , y si te n e m o s o n o r a z ó n a l i n t e n t a r h a c e r lo . L a v e r d a d
p u r a , s in d u d a , h a d e t e n e r s u lu g a r ; p e r o n o c o n v ie n e o l v i d a r
q u e n i n g u n a v e r d a d h a e n t r a d o n u n c a e lla s o la p o r l a p u e r t a ,
i m p o n i é n d o s e a lo s c o n t e n d i e n t e s d e u n a d is c u s ió n , a n o s e r
q u e a l g u i e n q u i s i e r a a p o s t a r p o r e lla .
P o r si a lg u i e n q u e d a r a d e s e n c a n t a d o a n t e u n a c o n c lu s ió n
s e m e ja n te , r e c o r d a r e m o s q u e e n a b s o l u t o h a s i d o n u e s t r a i n ­
t e n c i ó n e n c o n t r a r l e u n a s a lid a a la d is c u s ió n , s i n o m á s b ie n
a d e n t r a r n o s e n e lla p a r a h a c e r l a o p e r a t i v a , p e r m i t i e n d o q u e el
d e b a te p r o s ig a d e l m o d o m á s f l u id o p o s i b le . E n e s te s e n t id o ,
e s p e ra m o s h a b e r m o s tra d o q u e a ú n h a y a rg u m e n to s d e p e so a
a m b o s la d o s d e la b a la n z a . S in e m b a r g o , p a r a q u e n o p u e d a
d e c ir s e q u e n o n o s a p li c a m o s n u e s t r a p r o p i a m e d i c i n a , e s t a m o s
d i s p u e s t o s a a c e p t a r q u e t a m b i é n e s to e s d is c u ti b le , y q u e lo q u e
a c a b a m o s d e s o s te n e r n o lo c re e m o s p o r q u e se a v e rd a d e r o o, al
m e n o s , n o s ó l o p o r e llo , s i n o p o r q u e r e s p o n d e a n u e s t r a s m o t i ­
v a c io n e s , p u e s n o s p e r m ite m a n t e n e r n u e s t r o c o n v e n c im ie n to
e n q u e e s p o s ib le s e g u i r h a c ie n d o filo s o fía , u n a m i s m a filo s o f ía ,
a u n q u e se a d e m o d o s ta n d is tin to s .
BIBLIOG RAFÍA

Acero Fernandez, Juan José: «Después del análisis: significado, com prensión
e intencionalidad», en T orrevejano, M. (ed.): op. c it, 1991, pp. 9-26.
— Filosofia y análisis del lenguaje, M adrid, Ediciones Pedagógicas, 1994.
— «Searle y el significado literal», Revista de Filosofía, 31:2, 2006, pp. 9-30.
A lpino, Mark: «Another Look at th e Derrida-Searle D ebate», Philosophy and
Rhetoric, 24:2, 1991, pp. 143-52.
^MSELEK, Paul y Bankowski, Zenon (eds.): Théorie des actes de langage, éthi-
que et droit, París, Presses Universitaires de France, 1986.
Austin, John L.: «Performatif/constatif», en Béra, J. (ed.): La Philosophie ana-
lytique, París, M inuit, 1962, pp. 271-304.
— Cómo hacer cosas con palabras. Palabras y acciones, Barcelona, Paidós, 1971.
— Ensayos Filosóficos, M adrid, Ed. Revista d e Occidente, 1975.
— Sentido y percepción, M adrid, Tecnos, 1981.
A^^MIDES, Anita: «Intention and Convention» e n H ale, B. y W right, C.
(eds.): A Companion to the Philosophy o f Language, M alden ( ^ ^ ) , Black-
well, 2005, pp. 60-86.
Bach, Kent y HARNISH, Robert M.: Linguistic Communication and Speech Acts,
Cam bridge (Mass.), MIT Press, 1984.
Barnett, Clive: «Deconstructing Context: Exposing D errida», Transactions o f
the Institute ofBritish Geographers, New Series, 24:3, 1999, pp. 277-93.
BARRIOS CASARES, Manuel: «Retórica y crítica de la gram ática teológica de la
historia en Nietzsche», Reflexión, Revista de Filosofia, 3, 1999, pp. 115-141.
Barthes, Roland: E l susurro del lenguaje. Más allá d e la palabra y la escritura,
Barcelona, Paidos, 1999.
BEARN, G ordon C. F.: «Derrida Dry: Iterating Iterability Analitically», Diacri-
tics, 25:3, 1995, p. 3-25.
Benveniste, Émile: Problemas de lingüística general, México, Siglo XX!, 1971.
Bilbow, G raham T.: «Commissive speech act use in intercultural business
meetings», International Review o f Applied Linguistics in Language Tea-
ching, 40:4, 11, 2002, pp. 287-303.
Blanchot, Maurice: El espacio literario, Barcelona, Paidós, 1992.

[3 2 7 ]
328 BI BLIOGRAFÍ A

Blo o m , H arold; d e M an , Paul; H artman , Geoffrey; M iller , J. Hillis; D errida ,


Jacques: Deconstruction and Criticism, Londres/Henley, Routledge & Ke-
gan Paul, 1979.
Boly, John R.: «Nihilism Aside: D errida’s Debate over Intentional Models»,
Philosophy and Literature, 9:2, 1985, pp. 152-65.
Bouveresse, Jacques: Prodiges et vertiges de l’analogie, París, Raisons d’Agir, 1999.
— «Une différence sans distinction?», en Essais IV. Pourquoi pas des philoso-
phes?, M arsella, Agone, 2004, pp. 163-203.
Brentano , Franz: Psychologie Vom Empirischen Standpunkt, H am burg, Felix
Meiner, 1973.
Burkhardt , A. ( ed.): Speech Acts, Meanings and Intentions. Critical Approaches
to the Philosophy o f John R. Searle, Berlín/Nueva York, de Gruyter, 1990.
C arnap , Rudolf: «La superación de la metafísica m ediante el análisis lógico
del lenguaje», en Ayer, A. J. (comp.): El positivismo lógico, M adrid, Fondo
de C ultura Económica, 1993.
C avell, Stanley: M ust w e m ean w hat we say?, Cambridge, Cam bridge Univer-
sity Press, 1976.
— Un tono de filosofía. Ejercicios autobiográficos, M adrid, A. M achado Libros,
2002.
C h a m izo -D o m Ingu ez , Pedro J.: Semantics and Pragmatics o f False Friends,
Londres/Nueva York, Routledge, 2007.
C ollins , Randall: Sociología de las filosofías: una teoría global del cambio inte­
lectual, Barcelona, Hacer, 2005.
C ruz , Manuel: Filosofía contemporánea, M adrid, Taurus, 2002.
C uller , Jonathan: «Convention and Meaning: D errida an d Austin», N ew Lite-
rary History, 13:1, 1981, pp. 15-30.
— Sobre la deconstrucción. Teoría y crítica después del estructuralismo, M a­
drid, Cátedra, 1988.
CussET, Frarn¡:ois: French Theory: Foucault, Derrida, Deleuze & Cía y las m uta­
ciones de la vida intelectual en Estados Unidos, Barcelona, Melusina, 2005.
C ritchley , Simon: «Introduction», en C ritchley , S. y Schroeder , W. (eds.):
A Companion to Continental Philosophy, O xford, Blackwell, 1998.
D ’A gostini , Franca: Analíticos y continentales. Guía de la filosofía de los últi­
mos treinta años, M adrid, Cátedra, 2000.
DASCAL, Marcelo (ed.): Filosofía del lenguaje II. Pragmática, M adrid, Trotta, 1999.
D ascal, Marcelo: «La controverse en philosophie», en AA./VV., Encyclopédie
Philosophique Universelle, vol. IV: Le Discours Philosophique, París, Presses
Universitaires de France, 1998, pp. 1583-604.
— «How Rational C an a Polemic Across th e A nalitic-Continental “divide”
be?», International Journal o f Philosophical Studies, 9:3, 2001, pp. 313-39.
— Interpretation and Understanding, A m sterdam , John Benjamins, 2003.
BIBLIOGRAFÍA 329

— «Tipos de polémicas y tipos d e m ovim ientos polémicos», en MARAFIOTI,


Roberto (ed.): Parlamentos. Teoría de la argumentación y debate parlamen­
tario, Buenos Aires, Biblos, 2007, pp. 69-92.
D ennett, Daniel: La actitud intencional, Barcelona, Gedisa, 1998.
DERRIDA, Jacques: De la grammatologie, París, M inuit, 1967 (D e la gramatolo-
gía, Buenos Aires, Siglo ^X I, 1971).
— La Voix et lephénomene: introduction auprobleme du signe dans laphénomé-
nologie de Husserl, París, PUF, 1967 (La voz y el fenómeno: introducción al
problema del signo en la fenomenología de Husserl, Valencia, Pre-Textos,
1985).
— Marges de la philosophie, París, M inuit, 1972 (Márgenes de la Filosofí a, M a­
drid, Cátedra, 1989).
— La Dissémination, París, Seuil, 1972 (La diseminación, M adrid, Funda­
m entos, 1975).
— Positions, París, M inuit, 1972 (Posiciones, Valencia, Pre-Textos, 1977).
— «Signature Event Context», Glyph, I, 1977, pp. 172-97.
— «Limited Inc. a b c», Glyph, II, 1977, pp. 202 y ss.
— Éperons. Les styles de Nietzsche, París, Flam m arion, 1978 (Espolones. Los es­
tilos de Nietzsche, Valencia, Pre-Textos, 1997).
— Limited Inc., Evanston (IL), N orthw estern University Press, 1988. Editado
posteriorm ente en francés con idéntico título (París, Galilée, 1990).
— Mémoires: pour Paul de Man, París, Galilée, ¡988 (Memorias para Paul de
M an, Barcelona, Gedisa, 1998).
— Le monolinguisme de l’autre: ou la prothese d ’origine, París, Galilée, 1996
(El monolingüismo del otro, o la prótesis de origen, Buenos Aires, M anan­
tial, 1997).
— No escribo sin luz artificial, Valladolid, Cuatro Ediciones, 1999.
— L’université sans condition, París, Galilée, 2001 (Universidadsin condición,
M adrid, Trotta, 2002).
— Papier machine: le ruban de machine a écrire e ta u tres réponses, París, Gali­
lée, 2001 (Papel máquina: La cinta de máquina de escribir y otras respues­
tas, M adrid, Trotta, 2003).
— Who’s afraid o f philosophy?, Stanford, Stanford University Press, 2002.
D escombes, Vincent: Lo mismo y lo otro. Cuarenta y cinco años de filosofia
francesa (¡933-1978), M adrid, Cátedra, 1998.
D ^ ^ e, Alfonso: Hablar, hacer, causar: la teoría de los actos de habla deJ.L. Aus-
tin, M adrid, Universidad Pontificia Comillas, 2001.
D ummett , Michael A. E.: Origins o f Analytical Philosophy, Londres, Duck-
w orth, 1993.
Engel, Pascal: La dispute. Une introduction a la philosophie analytique, París,
M inuit, 1997.
330 BI BLIOGRAFÍ A

— «Analytic philosophy and cognitive norm s», The Monist, 82:2, 1999,
pp. 218-34.
Ewald , Helen R. y Stin e , D onna: «Speech A ct T heory and Business C om m u-
nication Conventions», Journal o f Business Communication, 20:3, 1983,
pp. 13-25.
F arrell, Frank B.: «Iterability a n d Meaning: T he Searle-Derrida Debate»,
Metaphilosophy, 19:1, 1988, pp. 53-64.
Felman , Shoshana: Le Scandale du corps parlant, París, Seuil, 1980.
Ferraris, M aurizio: «Envejecimiento de la “Escuela de la Sospecha”, en Vatti-
m o , G. y R ovatti, P. A. (eds.): El pensamiento débil, M adrid, Cátedra,
2000, pp. 169-91.
F ish , Stanley E.: «How to D o Things w ith Austin and Searle», Modern Lan-
guage Notes, 91:5, 1976, pp. 983-1025.
— Is There a Textin this Class?, Cambridge (Mass), Harvard University Press, 1980.
— «With the C om plim ents o f the A uthor: Reflections on Austin and D erri-
da», Critical Inquiry, 8:4, 1982, pp. 693-721.
FRANK, Manfred: «La loi d u langage et l’anarchie d u sens. A propos d u débat
Searle-Derrida», Revue Internationale de Philosophie, 151:38, fase. 4, 1984,
pp. 396-421.
GADAMER, Hans-Georg: Verdad y método I, Salamanca, Sígueme, 1999.
G lendinning , Simon: On Being with Others: Heidegger, Wittgenstein, Derrida,
Londres, Routledge, 1998.
— «Inheriting “Philosophy”: T h e Case of Austin a n d D errida Revisited», en
G lendinning , Simon (ed): Arguing with Derrida, Oxford, Wiley-Black-
well, 2001, pp. 9-33.
— The Idea o f Continental Philosophy, Edim burgo, Edinburgh University
Press, 2006.
G w c k , H ans-Johann: W h a t is Analytic Philosophy?, Cambridge, Cam bridge
University Press, 2008.
G ueroult , Martial: Philosophie de l’histoire de la philosophie, París, Aubier,
1979.
HABER^MAS, Jürgen: El discurso filosófico de la modernidad, M adrid, Taurus, 1989.
— «Teorías de la verdad», en NicoLAs, J. A. y FRAPOLLI, M. J. (eds.): Teorías de
la verdad en el siglo X X , M adrid, Tecnos, 1997, pp. 543-54.
H adreas , Peter: «Searle versus D errida?», Philosophiques, XXJ II, 2, pp. 317-26.
H m .e, Bob y W right , C rispin (eds.): A Companion to the Philosophy o f Lan-
guage, Malden (MA), Blackwell, 2005.
H alion , Kevin: Deconstruction and Speech A c t Theory: A Defence o f the Dis-
tinction between Normal and Parasitic Speech Acts, McM aster University
(Canada), 1989.
H eidegger , M artin: Identidad y diferencia, Barcelona, A nthropos, 1990.
BIBLIOGRAFÍA 331

— El ser y el tiempo, M adrid, Fondo de C ultura Económica, 1998.


— Carta sobre el humanismo, Alianza Editorial, M adrid, 2000.
H owells, Christina: Derrida: Deconstruction fro m Phenomenology to Ethics,
Cambridge, Polity Press, 1998.
H usserl, Edmund: Investigaciones lógicas, M adrid, Alianza, 1985.
— Meditaciones cartesianas. Introducción a lafenomenología, M adrid, Fondo
de C ultura Económica, 1985.
— Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica,
México, Fondo de Cultura Económica, 1993.
I zuzquiza , Ignacio: Caleidoscopios. La filosofía occidental en la segunda mitad
del siglo X X, M adrid, Alianza, 2000.
Jackson , Frank: «Epiphenom enal Qualia», Philosophical Quarterly, 32, 1982,
pp. 127-36.
— «What M ary Didn’t Know», Journal o f Philosophy, 83, 1986, pp. 291-5.
K eller, Helen: The Story o f M y Life, Nueva York, Scholastic Inc., 1967.
K enaan , Hagi: «Language, Philosophy a n d th e Risk o f Failure: Rereading the
Debate Between Searle and Derrida», Continental Philosophy Review, 35,
2002, pp. 117-33.
K napp , Steven y M ichaels , Walter Benn: «Against Theory», Critical Inquiry, 8,
1981/82, pp. 723-42.
— «Reply to John Searle», New Literary History, 25:3, 1999, pp. 669-75.
K u h n , Thomas S.: La estructura de las revoluciones científicas, México, Fondo
de Cultura Económica, 2001.
K undera , Milan: La insoportable levedad del ser, Barcelona, Tusquets, 1992.
Lamont , Michele: «How to Become a D om inant French Philosopher: The
Case o f Jacques Derrida», The American Journal o f Sociology, 93:3, 1987,
pp. 584-622.
Lepore , Ernest y V an G u u c k , R obert (eds.): John Searle and His Critics, C am ­
bridge (Mass.), Basil Blackwell, 1991.
Lévinas, Emmanuel: Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, Sala­
m anca, Sígueme, 1977.
LucY, Niall y M cHouL, Alee: «The Logical Status of Searlean Discourse»,
boundary 2, otoño, 1996, pp. 219-41.
MACELAY, Rose: «An Apology for Parasitism: Revisiting an Old Debate in the
Theory of Narrative Art», Minerva - An Internet Journal o f Philosophy, 5,
2001.
M ackey, Louis H. y S^ EARLE, J. R.: «An Exchange o n Deconstruction», The New
York Review o f Books, 31: l, 2/2/1984.
M aclean , Jan: «Un dialogue de sourds? Sorne im plications o f th e Austin-Sear-
le-Derrida debate», en M aclachlan , Jan (ed): Jacques Derrida. Critical
Thought, H ampshire, Ashgate, 2004, pp. 49-66.
332 BI BLIOGRAFÍ A

M artInez-Freire, Pascual F.: La nueva filosofía de la mente, Barcelona, Gedi-


sa, 1995.
M edina, José: Speaking from Elsewhere: A New Contextualist Perspective
on Meaning, Identity, and Discursive Agency, Albany, S ^ ^ Y Press, 2006,
pp. 144-59.
M oati, Raoul: Derrida/Searle. Déconstruction et langage ordinaire, París, Pres-
ses Universitaires de France, 2009.
M oore , G eorge E.: Defensa del sentido común y otros ensayos, M adrid, Taurus,
1972.
M ulligan, Kevin: «H ow n o t to read: D errida on Husserl», Topoi, 10:2, 1991,
pp. 199-208.
— «Searle, D errida a n d th e E nds o f Phenomenology», en Smith , Barry (ed.):
John Searle, op. cit., 2003, pp. 261-86.
M ulligan, Kevin; Simons, Peter y Smith , Barry: «W hat’s w rong with contem -
porary philosophy?», Topoi, 25:1-2, 2006, pp. 63-7.
M undle, C. W. K.: Una crítica de lafilosofía lingüística, México, Fondo de C ul­
tu ra Económica, 1975.
N agel, Thomas: «W hat Is It Like to Be a Bat?», PhilosophicalReview, 83, 1974,
pp. 435-50.
Navarro R eyes, Jesús: «C óm o salir de la habitación china: consciencia e in ­
tencionalidad en las otras mentes», Thémata, 35, 2005, pp. 267-75.
— «Can we say what w e mean? Expressibility a n d background», Pragmatics
& Cognition, 17:2, 2009, pp. 283-308.
N ietzsche, Friedrich yVAlHlNGER, Hans: Sobre verdad y mentira, M adrid, Tec-
nos, 1998.
N orris, Christopher: «Home Thoughts from Abroad: Derrida, Austin a n d The
Oxford Connection», Philosophy and Literature, 10:1, 1986, pp. 1-25.
P eñalver GOMEZ, Patricio: Crítica de la teoría fenomenológica del sentido, G ra­
nada, Universidad de Granada, 1979.
— Deconstrucción, escritura y filosofía, Barcelona, Montesinos, 1990.
— «Insaturabilidad del contexto y anarquía del sentido», Fragmentos de filo ­
sofía, 3, 1993, pp. 157-66.
— «Derrida y la Academia», Archipiélago, 75, mayo 2007.
P érez de T udela V elasco, Jorge: «Escritura y “p hone”: el desplazamiento de-
rridiano de la tradición analítica», en T orrevejano, M. (ed.): op. cit., 1991,
pp. 155-75.
P olaino N avarrete, Miguel: Cometer delitos con palabras: teoría de los actos de
habla y funcionalismo jurídico-penal, M adrid, Dykinson, 2004.
P otte -B onneville, M athieu: «La violence dans le d éb at philosophique: le dé-
bat Derrida-Searle», Recherches sur la philosophie et le langage, 14, 1992,
pp. 219-48.
BI BLIOGRAFÍ A
333

P rades C elma , José Luis y Sanfelix V idarte , Vicente: Wittgenstein, M adrid,


Cincel, 1992.
P rado , C. G. ( ed.): A house divided: comparing analytic and continentalphilo-
sophy, A m herst (N. Y.), H u m an ity Books, 2003.
P rado , C. G.: Searle and Foucault on truth, Cambridge, Cambridge Univer-
sity Press, 2006.
P reston , John y Bish o p , M ark (eds.): Views into theChíneseRoom. NewEssays
on Searle and Artificial Intelligence, Oxford, Calendon Press, 2002.
P utnam , Hilary: «A Com parison of Som ething W ith Something Else», New
Literary History, 17:1, 1985, pp. 61-79.
— Razón, verdad e historia, M adrid, Tecnos, 1988.
— Cómo renovar la filosofía, M adrid, Cátedra, 1994.
— «A H alf C entury o f Philosophy, Viewed From W ithin», Daedalus, 126,
1997, pp. 175-208.
R abossi, Eduardo: «Actos de habla», en D ascal, M. (ed): Filosofía del lengua­
je II: Pragmática, op. cit., 1999, pp. 53-72.
Recanati, Frarn¡:ois: Meaning and Force. The P ragmatics o f Performative Utte-
rances, Cambridge, Cam bridge University Press, 1987.
— «Beyond Analytic Philosophy?», Stanford French Review, 17:2-3, 1993,
pp. 197-206.
— «The limits of expressibility», en Sm it h , B. (ed): John Searle, op. cit., 2003,
pp. 189-213.
R icoeur , Paul: S í mismo como otro, M adrid, Siglo XXJ , 1996.
R orty, Richard (ed.): The Linguistic Turn. Recent Essays in Philosophical Met-
hod, Chicago, The University o f Chicago Press, 1967.
R orty , Richard: «Derrida on Language, Being a n d A bnorm al Philosophy»,
The Journal o f Philosophy, 74:11, 1977, pp. 673-81.
— Escritos filosóficos II. Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contempo­
ráneos, Barcelona, Paidós, 1993.
— La filosofía y el espejo de la naturaleza, M adrid, Cátedra, 2001.
R osenthal , David M .: «Explaining Consciousness», en C halmers, David J.
(ed.): Philosophy o f M ind. Classical and Contemporary Readings, Oxford,
OUP, 2002, pp. 406-21.
R yle, Gilbert: Elconcepto de lo mental, Buenos Aires, Paidós, 1967.
Sáez R ueda, Luis: «Segregación o domesticación de la experiencia prerrefle-
xiva», Volubilis, 4, 1996, pp. 35-53.
— Movimientos filosóficos actuales, M adrid, Trotta, 2001.
— El conflicto entre continentales y analíticos: dos tradiciones filosóficas, Bar­
celona, Crítica, 2002.
Saussure, Ferdinand de: Curso de lingüística general, Buenos Aires, Losada,
1945.
334 BI BLIOGRAFÍ A

Seam .e, John R. y FaiGenbaum , Gustavo: Conversaciones con John Searle, ed.
Libros en Red, 2001.
SEARLE, John R. et al.: (On) Searle on Conversation, Amsterdam/Filadelfia,
John Benjamins, 1992.
SEARLE, John R.: Speech Acts, An Essay in the Philosophy o f Language, C am ­
bridge, C am bridge University Press, 1969 (Actos de habla. Ensayo de filo­
sofía del lenguaje, M adrid, C átedra, 2001).
— «Reiterating the Differences: A Reply to Derrida», Glyph, I, 1977, pp. 198­
208 (Pour réitérer les différences. Réponse a Derrida, Combas, Éditions de
l’Éclat, 1991).
— Expression and Meaning, Cambridge, CUP, 1979 (incluye entre otros ar­
tículos «The Logical Status o f Fictional Discourse», «Literal Meaning» y
«Metaphor» ).
— «W hat is an Intentional State?», M ind, 88:349, 1979,pp. 74-92.
— «Minds, Brains a n d Programs», Behavioral and Brain Sciences, 3:3, 1980,
pp. 417-457.
— Intentionality: An Essay in the Philosophy o f M ind, Cambridge, C am brid­
ge University Press, 1983 (Intencionalidad: un ensayo en la filosofía de la
mente, M adrid, Tecnos, 1992).
— «The World Turned Upside Down», The New York Review o f Books, 30:16,
27/10/1983 (Déconstruction - Le langage dans tous ses états, Combas, Édi­
tions de l’Éclat, 1992).
— Minds, Brains and Science, Londres, British Broadcasting Corp., 1984.
— «How Performatives Work», Linguistics and Philosophy, 12, 1989, pp. 535­
58 (recogido en Vanderveken , D. (ed.): Essays in Speech A c t Theory,
op. cit., 2001, pp. 85-107).
— The Rediscovery o f the M ind, Cam bridge (Mass.), M IT Press, 1992 (El re­
descubrimiento de la mente, Barcelona, Crítica, 1996).
— «Rationality and Realism: W hat Is at Stake?», Daedalus, 1993, 122:4, pp. 55-83.
— «Literary T heory an d Its Discontents», New Literary History, 1994, 25:3,
pp. 637-67 (versión am pliada de «La théorie littéraire et ses bévues philo-
sophiques», Stanford French Review, 17, 2-3, 1993, pp. 221-56).
— The Construction o f Social Reality, New York, The Free Press, 1995 (La
construcción de la realidad social, Barcelona, Paidós, 1997).
— «C ontem porary Philosophy in the U nited States», en Bu n n in , N . y Tsui-
JAMES, E. P. (eds.): TheBlackwell Companion to Philosophy, Oxford, Black-
well, 2003, pp. 1-22.
— «Postm odernism a n d Truth», 2B: a Journal o f Ideas, 13, 1998, p. 85-7.
— Rationality in Action, Cambridge, MA: MIT Press 2001 (Razones para
actuar. Una teoría del libre albedrío, Oviedo, Nobel, 2000; algunos capítu­
los de la edición traducida están basados en u n a versión anterior).
BI BLIOGRAFÍA 335

— Mind, a brief introduction, Oxford, OUP, 2004.


Sm ith , Barry et al:. «From Professor Barry Smith and others», The Times
(Londres), sábado 9 de mayo, 1992.
Smith , Barry (ed.): John Searle, Cambridge, Cambridge University Press, 2003.
So^KAL Alain y Bricmont, Jean: Imposturas intelectuales, Barcelona, Paidós, 1999.
Sokal, Alain: «Transgressing th e Boundaries: Toward a Transformative Her-
meneutics of Q uantum Gravity», Social Text, 46/47, 1996, pp. 217-52.
SPERBER, D an y W ilson, Dreide: La Relevancia: comunicación y procesos cogni-
tivos, M adrid, Visor, 1994.
Spivak, Gayatri Chakravorty: «Revolutions th a t as yet have no model: D erri-
da’s Limited Inc», Diacritics, 10:4, 1980, pp. 29-49.
Strawson, Peter R: Ensayos lógico-lingüísticos, M adrid, Tecnos, 1983.
T iersma, Peter Meijes: «The Language o f Defamation», Texas Law Review Ar­
chives, 66:2, 1987.
T orrevejano, Mercedes (ed.): Filosofía analítica hoy. Encuentro de tradiciones,
Universidad de Santiago de Compostela, 1991.
T ugendhat, Ernesto: «La filosofía analítica y su concepción del m étodo de la
filosofía», en T orrevejano, M. (ed.): op. cit., 1991, pp. 27-33.
T uring, Alan M.; Putnam , H ilary y Davidson, Donald: Mentes y máquinas,
M adrid, Tecnos, 1985.
Vanderveken, D. (ed.): Essays in Speech A c t Theory, Filadelfia, John Benja-
mins, 2001.
W ittgenstein, Ludwig: Tractatus Logico-Philosophicus, M adrid, Alianza, 1993.
— Investigaciones filosóficas, Barcelona, Crítica, 2002.
W right, Edmond: «Derrida, Searle, Contexts, Games, Riddles», N ew Literary
History, 13:3, 1982, pp. 463-77.
Yovel, Jonathan: «What Is C ontract Law “A bout”? Speech Act T heory and a
C ritique o f “Skeletal Prom ises”», Northwestern University Law Review, 94,
2000, pp. 937-92.
Este libro se terminó de im primir y encuadernar
el 31 de marzo de 2010
en los talleres de Tecnología Gráfica, S.L.,
Madrid.
Basta con conocer in situ los distintos modos de hacer filosofía
que imperan a cada lado del canal de la Mancha - o del océa­
no Atlántico- para tomar consciencia de que la filosofía con­
temporánea está dividida. Aunque lo más desconcertante de
esta escisión es que no suele haber enfrentamientos explíci­
tos, sino que la mayoría de los filósofos, tanto los llamados
a n a lític o s como los c o n tin e n ta le s , consigue hoy en día desa­
tender durante la mayor parte del tiempo las aportaciones de
la facción contraria, asumiéndolas como el ruido de fondo
que uno ha de ignorar para ponerse a trabajar en lo que ver­
daderamente importa. Afortunadamente hay excepciones, y
aquí se analiza una de ellas: el fallido debate que tuvo lugar
entre John Searle y Jacques Derrida desde finales de los años
setenta, en torno a la teoría de los actos de habla de John L.
Austin.
Este ensayo no sólo estudia minuciosamente aquel desen­
cuentro sino que, esforzándose por superar la violencia y la
incomprensión entonces manifiestas, ofrece sendas visiones
retrospectivas de las tradiciones de Searle y Derrida, a fin de
contextualizar los motivos de su disputa y hacer de ella lo que
no fue: una controversia respetuosa, sensata y fructífera. Se
aprovecha así el episodio para retratar algunos momentos
cruciales de la filosofía contemporánea y reflexionar sobre la
peculiar naturaleza de esta disciplina, plasmada en prácticas
intelectuales tan heterogéneas que cabe dudar de su unidad y
su coherencia. De fondo, los grandes problemas de la filoso­
fía del lenguaje y de lamente: la palabra como instrumento de
comunicación, la intencionalidad de la conciencia y la d ife ra n -
c ia como aspecto constitutivo de todo texto.

Jesús Navarro Reyes (1974), profesor de Filosofía en la Univer­


sidad de Sevilla, ha sido investigador visitante en diversas uni­
versidades, como la Sorbona, Berkeley y Oxford. Colabora en
revistas internacionales especializadas y es autor del libro P ensar
sin certezas: M ontaigne y e l a rte de conversar, publicado en esta
misma editorial.

11111111111
978 84 375 06401

También podría gustarte