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EN TIEMPOS bíblicos, para hacer andar a los animales de tiro y dirigirlos se usaba un aguijón, o
sea, una vara larga que solía tener una punta de metal en un extremo. ¿Qué sucedía si el
animal resistía tercamente los puyazos y golpeaba el aguijón? En vez de librarse de él, solo
conseguía hacerse más daño.
¿Podríamos nosotros involuntariamente estar “dando coces contra los aguijones”? La Biblia
compara “las palabras de los sabios” a aguijones que nos mueven a avanzar en la dirección
correcta (Eclesiastés 12:11). Si lo permitimos, los consejos inspirados de la Palabra de Dios nos
incitarán y guiarán de la misma manera (2 Timoteo 3:16). Ahora bien, resistirnos a su estímulo
no consigue sino lastimarnos.
Saulo tomó a pecho las palabras de Jesús, cambió de vida y llegó a ser el amado apóstol
cristiano Pablo. Si seguimos los consejos divinos, también recibiremos