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Sendero en los penales: El 18 y 19 de junio de 1986 ocurrió uno de los picos de violencia en la

historia del conflicto interno en el Perú, cuando los presos senderistas de las cárceles del Frontón,
Lurigancho y Santa Bárbara se amotinaron simultáneamente generando una respuesta violenta del
gobierno de Alan García quien ordenó debelar los motines empleando las Fuerzas Armadas. El
resultado fue la denominada “masacre de los penales” que se convirtió en un hecho con
repercusiones políticas no solo para su administración del mandatario aprista sino también para la
Izquierda Unida, la alianza de partidos de izquierda y la segunda fuerza política del país, cuya
reacción mostró cómo el conflicto interno podía afectar el clima político de entonces.

El debelamiento de los motines se remontan a varios meses e incluso años antes de 1986 debido
a que las cárceles limeñas fueron poblándose con presos acusados de terrorismo y en las que los
detenidos, sobretodo de Sendero Luminoso, empezaron a controlar los pabellones que se les
asignaban convirtiendo estos en territorios de adoctrinamiento, culto a la personalidad de Abimael
Guzmán, ante la vista y paciencia del personal de INPE que se limitaba a evitar las fugas más no a
controlar el comportamiento de los presos. En medio de la crisis que atravesaba el país las
cárceles no eran prioridad para los gobiernos de la década de los ochenta.

Sendero tenía un discurso dirigido para la cárcel según el cual esta no era un lugar de tránsito sino
de sacrificio y lucha por lo que las batallas contra el Estado se librarían ahí, por lo que hubo
preparación para futuros enfrentamientos con la Policía que no tardaron en llegar en forma de
motines los cuales se dieron con frecuencia.

Uno de los más conocidos ocurrió en 1985 cuando la policía interviene en el penal de Lurigancho y
termina con la muerte 30 de presos con indicios de haber sido ejecutados extrajudicialmente en
uno de los pabellones.

No es de extrañar que la muerte fuera una de las cuestiones que más se resaltaba en el discurso
senderista, pues según su ideología la lucha que libraban requería una cuota de sangre que debían
pagar sus militantes por la revolución. Un rasgo particular dentro del común de grupos insurgentes
latinoamericanos que buscaban preservar la vida de sus presos.

Así, la férrea disciplina y convicción de estos internos de que eran prisioneros de guerra y no
delincuentes comunes se volvió un hecho notorio en medio del caos de las hacinadas cárceles
limeñas.

Por ello no raro notar que los internos senderistas cuando negociaban con las autoridades
revelaban que tenían objetivos claros. No por nada, en una de las negociaciones en el contexto de
un motín, lograron en julio de 1985 la categoría de “presos especiales”, con lo que se puede ver
que SL tenía un plan político en los penales con el que buscaba sacar el máximo de ventajas
posibles.

En el caso de los motines del 18 y 19 junio de 1986 se mostró que Sendero Luminoso los había
premeditado, pues el propio presidente Gonzalo en sus escritos señaló meses antes que ante el
gobierno aprista había que “incentivar el genocidio” para quitarle la careta al presidente Alan
García y así mostrar el verdadero rostro fascista de su régimen.

Diapositivas 2 - 9

Clima previo a la masacre de penales: Como se sabe, en el momento de lo ocurrido Alan García
era el joven primer presidente aprista de la historia del Perú, con apenas un año en el gobierno,
quien tenía un discurso que prometía combatir a la subversión sin violar los derechos humanos, tal
como se venía haciendo. Era pues un prometedor líder latinoamericano con un aire renovador que
señalaba que “la barbarie no debería responderse con barbarie”.
Sin embargo, los motines fueron un desafío a su autoridad precisamente en el momento en que se
realizaba en Lima una reunión de la Internacional Socialista la cual reunía mandatarios de distintos
países así como prensa internacional, lo cual llamaría necesariamente la atención y lo

La respuesta de Alan García fue ordenar a las Fuerzas Armadas que retomaran las cárceles
rompiendo su promesa inicial de no cometer excesos y demostrando una vez más que los civiles
preferían dejar el “asunto” de Sendero en manos de los militares sin medir las consecuencias.

Vale recordar que Sendero Luminoso tenía una guerra abierta contra los militares en varias zonas
del Perú como Ayacucho y meses antes había librado una serie de asesinatos selectivos en la
capital, entre ellos del vicecomandante de la Marina, Carlos Ponce Canessa, que había significado
la respuesta del ministro de Marina, Julio Pacheco Concha, de que habían herido a su institución y
que por lo tanto habían “despertado a el león”.

A esto se suma la declaración de personas cercanas al Ejército como el general en retiro, Luis
Cisneros Vizquerra, que afirmaba que si los senderistas amotinados en los penales buscaban un
exterminio con gusto se les podría satisfacer ese deseo.

Diapositivas 10 y 11

Masacre de los penales: Con un clima tan encendido, las consecuencias de la decisión del
presidente no se dejaron de esperar. La toma de los penales por los militares dejó más de un
centenar de muertos, sobretodo en el Frontón y el Lurigancho, las sospechas de ejecuciones
extrajudiciales, el ocultamiento de pruebas y la evidencia de que en un caso como este la lógica
militar se imponía a los otros poderes del Estado, como venía sucediendo en el resto del país en
las zonas de emergencia. Además de esto nunca hubo según los testimonios de los propios
involucrados, una intensión de resolver el asunto, pacíficamente, muestras claras fueron la
intervención de la Comisión de Paz, creada meses atrás, que se quedó sin respaldo del Ejecutivo
o del Poder Judicial que fue ignorado al desconocerse una orden de un juez que impedía el
operativo.

Diapositivas: 12 - 15

Izquierda y los penales: Por el lado de lzquierda Unida, el asunto de los penales generó
reacciones entre sus principales dirigentes quienes tuvieron distintas actitudes. Por un lado estaba
el alcalde de Lima y presidente de IU, Alfonso Barrantes, quien tuvo varios acercamientos con el
presidente desde que este llegó al poder. Un hecho que da muestra de la relación fue que en la
víspera de la toma de los penales Alan García llamó al líder de izquierda para informarle de lo
ocurrido. El hecho no dejaría de ser extraño si es que no hubiera sido porque Barrantes fue al
único líder político al que llamó, dado que era no solo burgomaestre de Lima sino líder de la
segunda fuerza política del país, por otro lado, la estrecha relación que forjaron los dos líderes
hacía pensar en algún tipo de acuerdo previo a las elecciones municipales de octubre en que
Barrantes se jugaba la reelección y buscaba que el mandatario por lo menos no de su apoyo
abierto al candidato de su partido.

Alfonso Barrantes quien siempre fue cauto, moderado y la cara amable de la izquierda se vio
comprometido por el presidente y al ser consultado por la prensa sobre el tema, con la poca
información que había en ese momento, señaló que restablecer el orden en los penales debería
hacerse con la mayor cautela, lamentaba los “hechos dolorosos” y las bajas, pero señalando que,
“los senderistas eran lo que habían violado la ley y, por lo tanto, había que hacer respetar las
normas”.

La respuesta del alcalde era una forma de aceptar lo ocurrido sin tratar de comprometerse
seriamente con el Gobierno, era además conocida su posición acerca de Sendero a quien
rechazaba totalmente y hacia quien pedía a sus propios compañeros de izquierda rechazarlos
tajantemente.

Sin embargo, la declaración desató críticas al interior de IU, como del dirigente del PUM, Javier
Diez Canseco, quien cuestionó abiertamente la posición de Barrantes al señalar que: “No
aceptaremos jamás que se pretenda justificar el terror de Estado y el genocidio como respuesta a
Sendero,” la discrepancia de Diez Canseco era parte de la posición del PUM que denunció desde
el inicio el operativo y criticaba al gobierno aprista por su política antisubversiva.

Para el PUM y otros partidos como Patria Roja había ocurrido un genocidio atroz por del cual el
gobierno era el responsable, por lo que la culpa recaía en los militares y el Ejecutivo. Para este
sector era también una señal de alerta sobre el poder que estaban ganando las Fuerzas Armadas
y lo frágil que era la democracia. La guerra de esta manera, recrudecería y la violencia haría
inviable al Estado peruano.

La posición oficial de IU días después, tomada en el Consejo Directivo Nacional que reunía a los
dirigentes de los partidos de izquierda resumió el malestar sobre la situación en los penales en dos
comunicados. En el primero el 20 de junio en donde se rechaza la intervención militar criticando
que no se agotaran los medios pacíficos y mostrando preocupación por como esto alimentaría el
espiral de violencia.

El texto muestra sus críticas no solo al operativo sino por el curso que esto podría tomar el conflicto
interno y critica que se haya empleado la lógica del exterminio. El documento firmado por Barrantes
presenta una primera opinión de la coalición sobre lo ocurrido.

El segundo comunicado del 28 de junio es más duro y califica el hecho de “terrorismo de Estado”, y
señalando abiertamente a los perpetradores como “criminales”, señalando que hay responsabilidad
política en el Gobierno por dejar en el asunto en manos de los militares. Este texto es firmado por
todos los miembros de la izquierda excepto por Barrantes, quien salió de viaje pero cuyo
reemplazo es el teniente alcalde, Henry Pease, sin embargo, la ausencia de Barrantes en este y en
otros casos da cuenta de la manera como dirigió el frente, sus constantes viajes y ausencias en
situaciones complicadas fueron muchas veces criticadas por sus correligionarios quienes
consideraban que era demasiado personalista, pragmático y poco comprometido con la dinámica
de la coalición. Sin embargo, para sus partidarios sus alejamientos también podrían ser una
estrategia para que la IU tenga una posición más dura sin comprometerse demasiado.

El operativo en los penales había afectado a la Izquierda Unida, mostrando las diferencias que
había a su interior que ya se arrastraban desde su fundación en 1980 en donde las disputas entre
los dirigentes de los partidos hicieron que fuera muy difícil tomar una posición unitaria sobre
asuntos como el valor de la democracia, el Apra, el liderazgo de Barrantes o sobre la violencia
política.

Las desavenencias entre Barrantes y Diez Canseco solo eran parte de las disputas ideológicas que
había al interior de la IU y de las dificultades para encontrar una posición unitaria, en un caso como
el de los penales que fue uno de los picos de violencia en el conflicto interno, desató las
discrepancias sobre la violencia, si bien tanto Barrantes como Diez Canseco estaban a favor de los
derechos humanos y en contra de Sendero Luminoso, no lo estaban en cuestiones como la
relación con el Apra o sobre qué tan críticos había que ser, aunque hubiera matices estos se
acrecentaban en momentos de tensión como estos y además cuando había posturas diferentes
sobre cómo ser de izquierda en un país que estaba en guerra.

Por otro lado, si bien mucho se habla sobre las disputas entre radicales y reformistas dentro de lU,
poco se habla de las posiciones de centro sobretodo conformadas por independientes como Henry
Pease, Rolando Ames o Jorge del Prado del Partido Comunista del Perú, hacían una suerte de
enlace entre sectores tan encontrados.
En el caso de los penales sus posiciones aportaron moderación y contribuyeron a crear un punto
medio, tal como lo muestra un artículo publicado en la revista Quehacer, vinculada a Henry Pease,
en donde al hacer un balance y criticar al gobierno hace un llamado de atención a los sectores
radicales al interior de IU al señalar que aprovechar la situación para hacer caer al régimen aprista
es una alternativa pésima, pues no llevaría a Alfonso Barrantes o a Javier Diez Canseco al poder
sino a los sectores más conservadores y la cancelación del régimen democrático.

La muerte de más de un centenar de presos senderistas fue un hecho que remeció al sistema
político, y lo hacía por varias razones pues cuestionaba al propio régimen democrático y mostraba
cómo la lógica de la guerra total se podía instalar tan rápidamente. Es por ello que la reacción del
mandatario fue sumamente criticada por las organizaciones de derecho humanos y la izquierda en
general quienes perdieron totalmente la esperanza en el gobierno aprista.

Por su parte el Gobierno había reconocido lo evidente y a diferencia de otros momentos en la


historia del conflicto, no lo negó, el propio presidente Alan García condenó los hechos y reafirmaba
que no se combatiría la barbarie con barbarie. Cerrando con la frase: “O se van ellos o me voy yo”,
refiriéndose a los miembros de las fuerzas armadas implicados.

Para el gobierno aprista era claro, se habían cometido excesos de algunas manzanas podridas de
las fuerzas armadas y policiales pero que esto no fue una orden directa del Poder Ejecutivo. Años
después se sabrían en documentos desclasificados del Archivo de Seguridad Nacional en
Washington que el mandatario se reunió con los jefes militares para felicitarlos personalmente por
el debelamiento del motín.

Diapositivas: 16-21

Memoria de los sucesos de los penales: Como podemos ver, las consecuencias que dejó el
debelamiento de los motines fueron variadas, uno de los actores involucrados fue el propio
Sendero Luminoso que declaró la fecha como el Día de la Heroicidad para conmemorar los
sucesos de los penales un año después en su periódico afín El Diario.

El PCP-SL consideró la fecha como un día para recordar el sacrificio y el martirio de sus militantes,
siendo considerada como un hecho heroico y como una batalla de los revolucionarios contra la
represión del Estado. Así, Sendero Luminoso había construido una historia favorable en donde los
senderistas eran víctimas de un régimen opresor.

El discurso senderista además se encargó de recordar constantemente este hecho señalando


además a la izquierda legal como traidora a la causa de la revolución y señalando la complicidad
de Alfonso Barrantes en los hechos.

Por su lado, la izquierda legal recordó el hecho como una violación a los derechos humanos y su
mayor preocupación era que no hubiera impunidad, como tantas otras veces, su versión de los
hechos hacía énfasis en las cuestiones legales y morales de este hecho sin las connotaciones
políticas que buscaba darle SL, para la izquierda no fue un hecho heroico sino un crimen que
debería ser investigado. Fue de alguna manera una lucha por la memoria estos hechos en la que la
izquierda legal compitió con Sendero por la versión de lo ocurrido.

Diapositivas: 22-25

Comisión investigadora e Informe Ames: Para la izquierda legal en este caso Izquierda Unida,
la lucha por esclarecer los hechos de los penales se convirtió en un tema de importante, acorde
con las convicciones que venían mostrando sus militantes que desde el principio del conflicto
armado convirtieron los derechos humanos en una de los principales argumentos para cuestionar
la política antisubversiva que se venía aplicando desde comienzos de la década de 1980.
Para el caso de los penales se había creado en el Congreso una comisión investigadora que un
año después recién empezó a funcionar presidida por Rolando Ames, uno de los independientes
de izquierda y profesor universitario que tuvo el respaldo de la mayoría de militantes de IU e
incluso del APRA.

Ames comenzó su investigación no sin sufrir duros cuestionamientos y trabas de parte los
congresistas apristas que cuestionaban que indagara demasiado en la decisión gubernamental de
debelar los motines.

Sin embargo, el senador realizó una indagación profunda que incluyó testimonios de funcionarios,
militares y policías, además de las actas del Consejo de Ministros en donde se reunían pistas
sobre cómo se tomaron las decisiones en este dramático momento. El resultado de esta
investigación debía dar un informe sobre los acontecimientos de los penales en junio 1986.

La respuesta de los parlamentarios apristas fue retirarse de la comisión en protesta y emitir un


dictamen en mayoría, mientras que Ames presentaría otro en minoría firmado por representantes
de IU, el PPC y Acción Popular.

El documento que presentó Ames fue sumamente esclarecedor al señalar como principal
responsable a Sendero Luminoso por amotinarse y por adoctrinar a sus prisioneros en militantes
dispuestos a morir por su causa. El informe es sumamente crítico en cómo para la dirigencia
senderista expuso a sus propios militantes a la muerte sin importar las consecuencias.

El señalamiento cobra importancia porque es un espacio donde la IU hace un deslinde oficial y en


el Parlamento contra Sendero Luminoso, incrementándose esas críticas al considerarla
abiertamente como una enemiga de la izquierda legal.

Un segundo responsable fue el Poder Ejecutivo en donde se señalaba responsabilidades a los


ministros que aprobaron la medida así como al presidente Alan García en quien recaía gran parte
de la culpa por ordenar el debelamiento de los motines a sangre y fuego. Al tener inmunidad
presidencial el documento señala que el próximo congreso de 1990 tendría que evaluar si las
imputaciones contra Alan García deberían pasar al Poder Judicial.

Como se puede ver la investigación desmenuzó las decisiones del gobierno y señaló
responsabilidades al más alto nivel, siendo sobretodo una mancha en el legado del Apra que por
primera vez gobernaba y cuyo presidente que se vería envuelto en graves cuestionamientos.

El Informe Ames, como se denominó, hizo también una radiografía sobre cómo estaba funcionando
la democracia peruana en medio de la guerra interna, por lo que fue más allá y presentó
sugerencias que buscaban sobretodo bajar el componente militar a la lucha antisubversiva y darle
mayor poder a los civiles. Para el documento solo así se podría bajar el alto costo en vidas
inocentes y en excesos que solo contribuían a que la población estuviera entre los dos fuegos de
Sendero y de las Fuerzas Armadas.

La propuesta del dictamen era que si el Perú estaba envuelto en una lógica de violencia y
militarista lo que tenía contraponerse era una corriente democrática liderada por las organizaciones
sociales y civiles que defiendan los derechos humanos y la democracia.

La preocupación por el curso de la conflicto calaba en la propia Izquierda Unida y era notorio que la
izquierda legal necesitaba presentar propuestas para pacificar al país desde un enfoque político, es
por ello que estos planteamientos se trasladaron a documentos como las tesis políticas de IU para
el congreso que se realizaría en 1989.

Por otro lado, la reacción del informe no se hizo esperar por un lado en el Congreso se debatió en
diciembre de 1987 pero como era predecible por ser APRA mayoría se votó en contra del
dictamen, sin embargo, hubo un consenso general sobre que lo ocurrido en los penales fue
responsabilidad del gobierno, debido a la solidez de la investigación.

Por el lado de la Izquierda Unida hubo aceptación de la mayoría de sus miembros aunque muchos
en el fondo hubieran deseado que se castigara a los responsables, por otro lado, Alfonso Barrantes
casi no opinó sobre el informe y no mostró mayor interés, para él siempre fue un tema incómodo a
pesar de que la relación con el Apra tras ser derrotado por el candidato aprista Jorge del Castillo,
quien ganó la elección a la alcaldía de Lima, por otro lado, sin duda la moderación fue lo que primó
en ese momento pues se aproximaban las elecciones presidenciales de 1990.

Asimismo, hay algo notorio en este caso y es que en un tema como derechos humanos las
posiciones de centro como la de Rolando Ames y Henry Pease se acercaron al sector radical como
el de Javier Diez Canseco quien promovió la elección de Ames como presidente de la comisión así
como la investigación.

Finalmente, los sucesos de los penales debe llamar la atención sobre cómo empezar a construir la
historia de la izquierda peruana en los 80’s, enfrentada a circunstancias como el conflicto armado y
la crisis económica. Si IU es un actor principal en esta década vale la pena entonces empezar a
reflexionar sobre su comportamiento en esta época.

Diapositivas: 26 - 28

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