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web del artı́culo completo en Wiley InterScience.
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Artı́culo titulado ‘‘Male Emotional Intimacy: How Therapeutic Men’s Groups can Enhance
Couples Therapy’’ (N. de la T.)
El autor expresa su reconocimiento a Jake Kriger, MSS, por el apoyo como coterapeuta y en el desarrollo
de nuestros grupos con hombres. También a la Dra. Sandra Whipple y la Dra. Ellen Berman por leer y editar
todas las versiones preliminares de este artı́culo.
La correspondencia en relación a este artı́culo debe dirigirse a Robert Garfield, 191 Presidential
Blvd., Suite W-10, Bala Cynwyd, PA 19004. E-mail: robgar1@comcast.net
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Family Process, Vol. 49, No. 1, 2010 r FPI, Inc.
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John no tiene verdaderos amigos. Tiene gente con la que se junta de vez en cuando a jugar
golf, cosas ası́. Pero no creo que converse con ninguno de ellos. Quiero decir, cosas realmente
importantes. Probablemente yo soy la persona con quien más habla. Dice que soy su mejor
amiga. Pero, para ser sincera, nosotros tampoco hablamos mucho. (Esposa, en terapia de
pareja)
INTRODUCCIOŁ N
control de las emociones, la homofobia, y dar poca importancia a las amistades cerc-
anasFtodos valores masculinos dominantes en nuestra culturaF, tenı́an un efecto
mediador significativo en contra de la intimidad y el apoyo emocional en las relaciones
entre los hombres. En particular, estos autores encontraron que los rasgos tradic-
ionales de la ‘‘identidad masculina’’ reducı́an la probabilidad de que existiera in-
timidad en las amistades entre hombres. Luego de revisar las investigaciones
publicadas, Fehr observó que si bien los hombres eran capaces de comunicación ı́n-
tima, generalmente elegı´an no tenerla con otros hombres, y al mismo tiempo se que-
jaban de esta situación. Coincidiendo con estos hallazgos, los hombres de nuestros
grupos a menudo lamentan que no hay ‘‘otros tipos por ahı́’’ que realmente quieran
tener una relación cercana con ellos, y sin embargo admiten que no toman ninguna
iniciativa para ponerse en contacto con ‘‘otros tipos’’ que pudieran llegar a ser
amigos.
Esta ambivalencia de los hombres con frecuencia requiere que los terapeutas de
pareja ajusten su enfoque para establecer una alianza terapéutica equitativa con
ambos miembros de la pareja. Muchas veces los hombres inician la terapia sintiendo
que carecen de ‘‘poder relacional’’ o capacidad de ejercer influencia dentro del con-
texto de una relación interpersonal ı́ntima (Blanton y Vandergriff-Avery, 2001).
Bourgeois, Sabourin y Wright (1990), al igual que Symonds y Horvath (2004) en-
contraron que la solidez de la alianza del terapeuta con el hombre, y también la
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Los hombres que se mencionan en este artı́culo, excepto cuando se explicita otra cosa, son
heterosexuales. Del mismo modo, ‘‘matrimonio’’ indicará matrimonio heterosexual.
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mejorı́a de esta alianza a través del tiempo (Symonds y Horvath, 2004)Fmás que la
alianza con la mujerF, era un determinante importante del resultado positivo de la
terapia. Se ha sugerido que algunas intervenciones especı́ficas pueden reforzar el co-
mpromiso de los hombres con la terapia de pareja (Garfield, 2004). Las resistencias
emocionales vinculadas al tiempo, el dinero y los horarios de trabajo a menudo re-
quieren mayor atención con el fin de involucrar exitosamente a los hombres en la
terapia.
En este trabajo discutiré en primer lugar los factores históricos y culturales que
contribuyen a las dificultades masculinas con la intimidad emocional en los mat-
rimonios heterosexuales y las amistades entre hombres, como también los desafı́os que
estos temas plantean a los terapeutas de pareja. Los grupos terapéuticos de hombres
centrados en el desarrollo de habilidades necesarias para la amistad pueden ofrecer
una experiencia correctora a los hombres que enfrentan este dilema, y ayudarles a
redefinir una identidad masculina positiva que contribuya a su salud emocional, y al
mismo tiempo mejore su capacidad de trabajo en la terapia de pareja. Este artı́culo
describe los principios y componentes centrales de nuestro modelo, y ejemplos de casos
que ilustran cómo funciona en la práctica clı́nica. Se formulan sugerencias especı́ficas
para nuevos estudios que podrı́an conducir a una práctica que sea, en mayor medida,
basada en la evidencia.
luego con la Revolución Industrial en la Europa y Estados Unidos del siglo XVIII,
emergió una nueva sensación de libertad que celebraba la razón y el bienestar em-
ocional de los individuos. Según Stone (1977) antes de este perı́odo las relaciones
familiares habı́an sido menos amistosas, más basadas en lo utilitario, y los hombres y
las mujeres vivı́an en esferas sociales separadas (Rosenberg-Smith, 1986). Durante
esta época florecieron brevemente intensas amistades románticas (no necesariamente
sexuales) entre personas del mismo sexo, tanto entre hombres como entre mujeres, en
respuesta a la nueva libertad emocional (Crain, 2001; Faderman, 1981).
Sin embargo, hacia mediados del siglo XIX las preocupaciones morales victorianas,
los escritos pseudocientı́ficos y las cambiantes fuerzas económicas empezaron a red-
efinir las relaciones entre hombres y mujeres de maneras más restrictivas. Dos nuevos
paradigmas sociales, la ‘‘doctrina de las esferas separadas’’ (descrita en Ruskin, 1864),
basada en una complementariedad rı́gida de los roles de género entre ambos sexos, ası́
como el ‘‘matrimonio de compañerismo’’, un nuevo prototipo idealizado de la pareja,
basado en la exclusividad, la igualdad, el amor romántico y la amistad estrecha, se
transformaron en orientaciones fundamentales para las relaciones entre hombres y
mujeres.
Estos paradigmas definieron poderosamente las expectativas con respecto a los
roles de género de muchas maneras que siguen presentes en las parejas de hoy. En su
‘‘esfera separada’’ se esperaba que las mujeres fueran las guı́as espirituales y emoc-
ionales de su familia, y que permanecieran fuera del mundo público. Por otro lado,
se alentaba a los hombres a centrarse en objetivos autónomos, como proveedores,
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fuera del hogar, dejando la responsabilidad por sus relaciones emocionales y re-
sponsabilidades domésticas a sus esposas. También se les alentaba a evitar o des-
confiar de las emociones intensas, que podrı́an ser interpretadas como debilidad o
‘‘perversión moral’’ (por ej., deseo homosexual o lujurioso) (Rosenberg, 1973, p. 137).
En segundo lugar, la importancia que otorgaba el matrimonio de compañerismo a la
exclusividad tenı́a por resultado que las amistades del mismo sexo de ambos miembros
de la pareja, y las relaciones con la familia extensa quedaban marginadas. Las amis-
tades de las mujeres con otras mujeres se preservaron con el fin de proveer apoyo
colectivo para sus familias y para sı́ mismas en relación al estrés presente en sus
matrimonios (Oliker, 1989). Por otro lado, se desincentivaba que los hombres busc-
aran relaciones cercanas fuera de la familia, y por lo tanto ofrecı́an y recibı́an escaso
apoyo emocional en otras relaciones.
La influencia del feminismo y la revolución sexual ha alterado algunas de estas
costumbres restrictivas desde el siglo pasado. Sin embargo, Sherrod (1987) señala que
su influencia, en especial con respecto al firme control de las emociones y la intimidad
entre los hombres, continúa presente en las prácticas modernas de socialización en la
familia, y más profundamente, en las dinámicas psicológicas que presentan hombres y
mujeres en sus conflictos individuales y matrimoniales hoy en dı́a.
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UNA CULTURA DE MASCULINIDADES
Las expectativas culturales juegan un rol crı́tico para los hombres en términos de
los problemas que enfrentan en terapia. Las representaciones de género y ma-
sculinidad dominantes o hegemónicas coexisten siempre con formas alternativas en
todas las sociedades. En la actualidad los hombres y las mujeres no se ajustan est-
rictamente a ningún modelo en particular, ningún conjunto especı́fico de rasgos o
conductas que definan su género. Ası́, como sugiere Brod (1987), vivimos en una
cultura de ‘‘masculinidades’’ (o ‘‘femineidades’’) en la cual cada persona expresa su
género de una forma única, combinando rasgos predominantes con atributos o com-
portamientos alternativos que le dan un carácter único a su forma de ser hombre o
mujer. Más aún, las expectativas sobre el comportamiento masculino (y femenino)
varı́an de una cultura a otra, a lo largo del ciclo vital de un individuo y, cómo ya
mencionamos, también evolucionan a lo largo de la historia.
En general los terapeutas pueden ayudar a sus pacientes hombres a darse cuenta de
que si bien adherir a la ‘‘ideologı́a masculina’’ o los valores masculinos predominantes,
puede efectivamente ofrecer una oportunidad de identificación, comunicación y
vinculación con otros hombres, esto también puede contribuir a su alienación y su-
frimiento. En su teorı́a de la ‘‘tensión del rol de género’’ Pleck (1995) afirma que los
roles de género prescritos por la cultura para los hombres con frecuencia son psi-
cológicamente disfuncionales. Y agrega que aún cuando estos roles no se sigan al pie de
la letra, puede haber consecuencias dolorosas y condena social para quienes los
transgreden. Un ejemplo habitual de esto sucede cuando un hombre siente que las
expectativas emocionales en su matrimonio o las que provienen de su herencia cul-
tural parecen estar en conflicto con las expectativas sobre actitudes y conductas ma-
sculinas que prevalecen en su lugar de trabajo.
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más poder y prestigio en la sociedad. Aunque están solos e infelices, con frecuencia se
resisten a aprender y adoptar las habilidades necesarias para la intimidad emocional
cuando inician una terapia de pareja.
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HISTORIA DE LOS GRUPOS DE HOMBRES
A comienzos de los ’70 se formaron grupos de sensibilización3 para hombres que
solidarizaban con el movimiento de liberación femenina. Se desarrollaron para ayudar
a los hombres a abordar problemas relacionados con estereotipos de género, privilegio
y poder, y para explorar en sus relaciones formas de comunicación y conductas de rol
no tradicionales e igualitarias (Farrell, 1974; Goldberg, 1976).
En los años ’90 se originó el Movimiento Mitopoético, liderado por el poeta Robert
Bly (1990), para ayudar a los hombres a expresarse en forma más completa mediante
la conexión con imágenes arquetı́picas primitivas en torno a la masculinidad. El ob-
jetivo de estos grupos era ayudar a los hombres a encontrar una energı́a emocional
renovada y conexiones más profundas con otros hombres, y al mismo tiempo superar
lo que veı́an como una respuesta pasiva al feminismo.
Más recientemente, organizaciones religiosas y sociales tales como Promise Keepers
y National Congress for Men4 han hecho un llamado a la unificación de los hombres en
torno al tema de la crianza y el compromiso con la familia, y asuntos legales como
manutención y custodia de los hijos. Otros grupos se han centrado en ayudar a los
hombres a resolver conductas violentas o relacionadas con adicciones (grupos de re-
habilitación para hombres), y también daños asociados al abuso fı́sico o sexual.
Pensamos que hoy la tarea más importante de los grupos de hombres es abordar el
impacto negativo de los estereotipos de ge´nero sobre la intimidad emocional en los
matrimonios y las amistades con otros hombres. Nuestro intento de enfrentar este
desafı́o es el enfoque terapéutico orientado hacia las relaciones que se describe a
continuación.
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Entrevista de selección: Antes que un hombre sea aceptado en el grupo, se reúne con
ambos coterapeutas, quienes le ofrecen una visión general de la experiencia y evalúan
si él ‘‘encajarı́a bien’’ en el grupo. La mayorı́a de los hombres comprende que nuestros
grupos se centran en desarrollar habilidades para la intimidad emocional, pero a veces
el hombre descubre que sus intereses no coinciden con los del grupo. En algunas
situaciones, cuando un hombre se presenta con un problema psiquiátrico no diag-
nosticado o no tratado (drogadicción, trastorno bipolar, depresión) le sugerimos que
busque otra instancia para recibir el tratamiento adecuado.
Colaboración con otros terapeutas: la colaboración con otros profesionales es un
aspecto extremadamente importante de nuestro trabajo con hombres. Si un hombre es
aceptado en nuestros grupos, le pedimos su autorización para conversar con otros
terapeutas involucrados en su tratamiento. Hablar con otros terapeutas nos permite
ayudarle mejor a explicar y obtener apoyo del grupo con respecto a algún tema em-
ocional difı́cil que está enfrentando, como por ejemplo, el que puede estar teniendo en
su matrimonio. Luego él vuelve a la terapia de pareja y puede abordar este tema en
forma más positiva. El manejo cuidadoso de los lı́mites, lo que está o no está permitido
compartir entre los terapeutas es un aspecto importante de la colaboración, y siempre
debe involucrar la participación del hombre. Nos hemos dado cuenta de que este
proceso ayuda a modelar habilidades positivas relacionadas con la intimidad frente a
los hombres de nuestros grupos.
La colaboración también ofrece a los terapeutas diferentes perspectivas acerca de
sus clientes y la oportunidad de reforzar nuevos comportamientos sanos. Otro bene-
ficio es evitar la escisión y la triangulación que pueden ocurrir cuando los clientes
participan en varias terapias (Berman, 2008; Garfield, 2004).
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en sı´ misma y también como un aspecto importante de otras relaciones (por ejemplo el
matrimonio, la familia y el trabajo), hemos observado que las habilidades para la
amistad tienden a fomentar la intimidad en una amplia variedad de relaciones, inc-
luyendo los matrimonios heterosexuales y las amistades entre personas del mismo sexo.
Si bien hombres y mujeres en principio están de acuerdo en que la confianza y la
intimidad emocional son fundamentales para desarrollar amistades cercanas (Fehr,
1996; Pahl, 2000), por razones ya señaladas en este trabajo, las mujeres han sido más
capaces de integrar esta caracterı́stica en sus relaciones de amistad (Oliker, 1989).
A menudo se desarrollan amistades perdurables entre los hombres de nuestros
grupos. Suceda o no, nuestro principal objetivo es ayudarles para que aprendan cómo
tenerlas, que desarrollen habilidades para la amistad que les permitan relacionarse
mejor con los demás, y cuidar de sı́ mismos tanto fı́sica como emocionalmente.
El Caso de Wally
Wally fue derivado a nuestros grupos por su terapeuta de pareja, que lo describió
como alguien que ‘‘habı´a elevado la capacidad de ser pasivo-agresivo a la categorı´a de
una nueva forma de arte.’’ Wally era un exitoso abogado de una empresa, casado dos
veces antes y abandonado por las dos esposas anteriores. Aun cuando era muy
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apreciado por sus colegas profesionales, tenı´a constantes problemas con su esposa y sus
hijos porque muchas veces no cumplı´a las promesas que les habı´a hecho.
Wally confesó que aceptaba ‘‘seguir la corriente para no tener problemas’’, pero
nunca cumplı´a las cosas si realmente no querı´a. Aunque rara vez describı´a estos epi-
sodios en el grupo, su terapeuta de pareja nos informaba que cuando su esposa lo
confrontaba, e´l generalmente se quejaba de que estaba cansado, empezaba a beber al-
cohol y hacı´a una pataleta. Esto servı´a para disuadir a su esposa por un tiempo, pero a
la larga siempre aumentaba sus quejas. Él habı´a crecido en un hogar donde los padres
peleaban constantemente, y el padre lidiaba con la decepción de la madre estando en
casa lo menos posible.
Durante un ejercicio estructurado sobre el tema del matrimonio, en el cual se le pide
a cada hombre que describa el e´xito que está teniendo (o no) en su rol como marido,
Wally anunció que sentı´a un alivio enorme al escuchar que otros hombres se sentı´an
intimidados frente a sus parejas. ‘‘No soy el único al que molestan.’’ Cuando lo
alentamos a preguntar a uno de los hombres con más experiencia en el grupo cómo
manejaba e´l esta situación, quedó sorprendido al escucharle decir: ‘‘He tenido que
preguntarme por que´lo que hago molesta a mi esposa, y por que´no estoy cumpliendo mi
parte del trato.’’ Era la primera vez que pedı´a y recibı´a una retroalimentación con-
structiva de otro hombre acerca de sus problemas matrimoniales.
Despue´s de algunos meses de trabajo grupal, el terapeuta de pareja nos informó que
la actitud de Wally habı´a empezado a cambiar. En una sesión, su mujer, Carol, lo
presionó para que, despue´s de mucho tiempo, le contestara acerca de las fechas para
unas vacaciones familiares. Wally, que por lo general era evasivo, le contestó direct-
amente: ‘‘Se´ que he estado dilatando esto.’’ Y continuó con cierta frustración: ‘‘No
quiero pelear contigo y los niños. Es que simplemente no concibo gastar todo ese dinero
en unas vacaciones en este momento.’’ Era obvio que e´l estaba incómodo, pero por una
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comunicación que se centran en usar oraciones tipo ‘‘Yo . . .’’ , hacerse responsable por
lo que uno dice, y responder desde las emociones del momento (versus la solución de
problemas o el análisis intelectual). Se alienta la expresión de afecto genuino y em-
patı́a. Les pedimos que eviten las descalificaciones ‘‘inocentes’’, los desprecios y las
bromas a expensas de otros miembros. Los hombres a menudo aguantan este tipo de
bromas, pero no se abrirán mientras éstas existan.
En un ejercicio de comunicación centrado en los mensajes emocionales y la ret-
roalimentación, se le pidió a uno de los hombres que compartiera sus sentimientos con
otro a cuya esposa le habı´an diagnosticado recientemente un tipo de cáncer grave. En
estos ejercicios pedimos a los hombres que se centren principalmente en el componente
emocional de su respuesta, más que en el aspecto cognitivo o de solución de problemas.
Sin embargo, este hombre contestó con un detallado análisis intelectual de las tasas de
sobrevivencia de los pacientes con este tipo de cáncer. El hombre cuya esposa estaba
enferma se sintió claramente perturbado por el comentario. ‘‘Que´ tal decir ‘Siento
mucho lo de la enfermedad de tu mujer’’’ dijo. ‘‘Ese no es el tipo de respuesta que
reconforta a un hombre que sufre.’’ Cada hombre aprendió algo del otro: el primero
aprendió que alardear sobre su capacidad intelectual podı´a ser recibido como una
actitud insensible, y el otro aprendió que podı´a decir lo que le pasaba cuando se sentı´a
herido.
Pedimos a los hombres que tienen dificultades con la rabia y el autocontrol que
hablen de estos sentimientos en el grupo (en lugar de actuarlos inconscientemente).
La retroalimentación atenta y comprensiva de otros hombres muchas veces les ayuda a
manejar sus sentimientos de manera más apropiada.
A veces recomendamos programas de manejo de la rabia. Este puede ser un com-
ponente importante del proceso de sanación para hombres que han sufrido abuso fı́sico
o emocional en etapas previas de su vida.
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‘‘I . . .’’ statements (N. de la T.)
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El Caso de Bob
Bob era empresario y fue derivado a nuestro grupo por su terapeuta de pareja. Se
presentó con sı´ntomas de depresión, que comenzaron poco despue´s de que su madre
anciana se habı´a venido a vivir con e´l y su familia. La tensión comenzó a aumentar, y
las discusiones entre Bob y su mujer se hicieron cada vez más frecuentes. La terapeuta
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gran cosa. Todavı´a ni siquiera le he dicho la fecha de la cirugı´a a mi esposa.’’ ‘‘To-
davı´a’’ era dos semanas despue´s. Varios miembros abrieron los ojos sorprendidos ante
esta revelación. El grupo completo le insistió en que debı´a decı´rselo a su esposa cuando
llegara a casa. Los terapeutas insistimos también en que lo comentara con la terapeuta
de pareja en la siguiente sesión previa a la cirugı´a.
Despue´s de la reunión algunos miembros organizaron un calendario de visitas para
ir a ver a Bob mientras se recuperaba en el hospital. Tambie´n siguieron visitándolo
cuando volvió a casa.
Cuando Bob y su esposa volvieron a la terapia de pareja varias semanas despue´s, la
terapeuta notó que la actitud de Bob hacia su esposa habı´a cambiado. Parecı´a triste
cuando describı´a la atención que habı´a recibido de los hombres del grupo. Su esposa
señaló: ‘‘Él estaba mucho más feliz cuando ellos lo visitaban.’’ Luego añadió mel-
ancólicamente: ‘‘Nunca está tan contento conmigo. Ni siquiera cuando lo ayudo con su
madre.’’ Bob suspiró frustrado: ‘‘Ella tiene razón. Parece que no puedo dejarla entrar.
Reconocerle las cosas buenas que hace por mı´. Los tipos del grupo siempre me pre-
guntan por que´.’’ La terapeuta aprovechó esta oportunidad para hablar con Bob sobre
no haber podido depender de nadie durante su infancia, los dolorosos sentimientos
gatillados por la estadı´a de su madre, y cómo todo esto se habı´a trasladado a su crı´tica
relación con su cónyuge. Estas conversaciones condujeron a una disminución gradual
de la tensión en la pareja, y Bob aumentó su reconocimiento positivo de los cuidados
que recibı´a de su esposa.
(4) Cooperación: compartir el poder, establecer una autoridad flexible:
Respeto mutuo, sentido de igualdad y capacidad de manejar el conflicto y los
sentimientos competitivos son ingredientes fundamentales de una amistad. Los
hombres de nuestros grupos frecuentemente ejercen roles de liderazgo en casa y en el
trabajo, y todo el tiempo se les pide que tomen decisiones importantes. Las expect-
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ativas sociales de que deben mantener el poder y el control, sin embargo, muchas veces
les llevan a resistirse a compartir su autoridad o pedir la ayuda de otros. Aunque puede
que defiendan valores de igualdad, les cuesta mucho renunciar a tener el control en
sus relaciones con otros hombres y en sus matrimonios.
Tratamos de ayudar a los hombres a sentirse seguros de su propia autoridad, y que
aprendan al mismo tiempo a compartir el poder y abordar los conflictos que surgen en
sus relaciones. Cuando percibimos que hay una tensión o competencia tácita entre
hombres del grupo, a menudo introducimos el tema de competir y compartir, lo que les
da una posibilidad de reconocer estos sentimientos. Connotamos estos conflictos como
responsabilidad de todo el grupo, porque cuando no se abordan, todos nos vemos
afectados.
Cuando un hombre nuevo se unió al grupo, otro miembro más antiguo tomó una
actitud competitiva hacia e´l y comenzó a desafiar sus opiniones deliberadamente. El
resto del grupo sintió que el intercambio de frases que se desarrollaba entre los dos era
infantil y distractor. Despue´s de algunas sesiones un miembro comentó: ‘‘Ustedes dos
parecen hermanos riñendo sobre quie´n es el favorito.’’ Desconcertado por el comentario,
uno de los rivales dijo: ‘‘Bueno, si hubieras tenido un hermano como el que yo tuve lo
entenderı´as.’’ Su contrapartida, sorprendido señaló: ‘‘¿Tú tambie´n tuviste uno de esos
hermanos?’’ Los dos hombres comprendieron algo nuevo al descubrir que las raı´ces de
su competencia estaban en sus conflictos no resueltos con hermanos mayores domi-
nantes. Con este reconocimiento sus ofensivas batallas se acabaron, y con el tiempo
desarrollaron una amistosa admiración mutua.
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CONCLUSIONES
Los grupos terapéuticos para hombres pueden contribuir a facilitar el desarrollo de
habilidades para la intimidad emocional en quienes tienen conflictos con los com-
portamientos del rol masculino tradicional. Estos conflictos tienen sus raı́ces en ex-
pectativas históricas y culturales acerca de la masculinidad que a menudo no
representan totalmente (o incluso pueden ser contrarias a) la experiencia emocional
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afroamericanos y asiáticos que participan en gruposF; (4) finalmente, comparar los
efectos que puede tener sobre el resultado el que los hombres estén o no en otros
procesos terapéuticos paralelos, como también la colaboración versus no colaboración
de los terapeutas entre sı́. Todos estos pasos podrı́an ser útiles para generar infor-
mación que podrı́a mejorar la calidad de las intervenciones grupales con hombres.
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