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LOS USOS DEL LENGUAJE 1

(Fuente bibliográfica: Introducción a la lógica, Irving Copi)

A fin de evitar caer en la tendencia a simplificar demasiado el uso del lenguaje y hacerle perder su carácter sutil
y complicado, debemos recuperar la referencia a la multiplicidad de sus usos.
Sin negar la vertiginosa variedad de usos del lenguaje que reconocen los especialistas, en filosofía del lenguaje,
se suele simplificar su división a tres categorías o tres funciones generales: la información informativa, la
expresiva y la directiva. El uso informativo del lenguaje se caracteriza por comunicar información. Esto se
lograr comúnmente mediante la formulación y afirmación (o negación de proposiciones). Se trata de un
lenguaje usado para afirmar o negar proposiciones, o para presentar argumentos, independientemente de si la
palabra “información”, sirve para incluir la desinformación o mala información, proposiciones falsas como
verdaderas, argumentos correctos o incorrectos. El discurso informativo, se usa para describir el mundo y para
razonar acerca de él. No importa si los hechos que se alegan son importantes o no, si son generales o
particulares, el lenguaje aquí sólo sirve al propósito de describirlos, hacer un reporte de ellos. Un ejemplo de
uso informativo del lenguaje sería el siguiente argumento “El uso de drogas es equivocado, porque es inmoral y
es inmoral porque esclaviza la mente y destruye el alma”.

En lo que respecto al uso expresivo del lenguaje, alude a cuando éste es empleado para expresar un sentimiento,
una emoción o una actitud. En este caso, el discurso expresivo no intenta informarnos sobre hechos o teorías
concerniente al mundo, como es el caso del discurso informativo. Ejemplos del lenguaje expresivo son aquellas
expresiones en las que manifestamos nuestro pesar diciendo “Qué barbaridad”o “¡Lo siento!”. El amante
expresa su delicada pasión murmurando “Querida” y algunas palabras íntimas de cariño. La tercera función del
lenguaje, la directiva, es aquella en la que el lenguaje intenta ocasionar (o evitar) que se realicen ciertas
acciones. Cuando un padre le dice a su hijo que se lave las manos antes de comer, la intención no consiste en
comunicar una información o en evocar una emoción en particular. Aquí el lenguaje intenta obtener resultados,
ocasionar la acción del tipo previsto.

Es importante advertir que el discurso sirve siempre a varias funciones a la vez, porque casi cualquier
comunicación cotidiana, ejemplificará probablemente en mayor o menor medida, los tres usos del lenguaje. La
mayoría de los usos ordinarios del lenguaje son mitxtos.Por ejemplo, aunque un sermón religioso puede ser ante
todo directivo, ya que busca inducir ciertas acciones entre los miembros de una congregación, puede evocar o
expresar sentimientos, sirviendo así a la función expresiva, y también puede incluir alguna información, como
las glosas de los Evangelios. Un artículo científico, que es esencia, es informativo, puede expresar algo del
propio entusiasmo del escritor y también, aunque en forma implícita, llevar al lector a verificar por su parte la
conclusión del autor, con lo cual asume también una función directiva.

En filosofía importa mucho, reconocer estas tres funciones del lenguaje para poder centrarse en el discurso
informativo, ya que es él en el que se resuelven disputas de sentido lógico, vinculadas con la afirmación y
negación de proposiciones, sobre estados de cosas de la realidad, para presentar y valorar argumentos,
habilidades centrales a la forma de operar que tiene el pensamiento crítico como motor de la fundamentación de
los conocimientos y problemas filosóficos. En este sentido, al análisis lógico le importa reconocer que las
acciones tienen causas muy complejas y que por ello, es preciso distinguir entre que las acciones involucran por
lo general lo que el actor desea y lo que el actor cree. Las personas que tienen hambre y desean comida no
pondrán lo que tienen frente a ellos en su boca a menos de que crean que es comida. Si no tienen duda de que es
comida (creencia), no la probarán a menos que quieran comer algo (deseo). En suma, los deseos son un tipo
especial de actitudes o sentimientos y las creencias están influenciadas por la información recibida. Por lo
tanto, en ocasiones, tenemos éxito en propiciar que otras lleven a cabo determinadas acciones (función
directiva), evocándoles las actitudes apropiadas (función expresiva) y en ocasiones dándoles información
(función informativa) que afecta sus creencias pertinentes.
Ejemplo del uso mixto ordinario del lenguaje es el siguiente. Supongamos, que nuestro interés consiste en
inducir a los oyentes a colaborar con donaciones a una organización solidaria y sabemos de antemano que 2
dichos oyentes, no tienen una actitud solidaria o caritativa ni creen que la organización solidaria en cuestión
sirva a un propósito benéfico. Entonces, uno debe usar el lenguaje tanto expresivo como informativo, y el
lenguaje usado, que anima a la acción (función directiva), servirá al mismo tiempo, a las tres funciones, no de
manera accidental sino deliberada como herramienta necesaria para la comunicación exitosa.

Tipos de desacuerdos, disputas verbales y definiciones


El un hecho recurrente que el mismo estado de cosas (situación o actividad), se puede describir de diferentes
formas (lenguaje informativo) que expresan actitudes ampliamente divergentes (lenguaje expresivo) en torno a
él. Y en la medida en que todo se puede describir usando frases alternativas-una de las cuales expresa una
actitud de aprobación, otra de desaprobación y otra más de neutralidad- hay diferentes tipos de acuerdo y
desacuerdo que se pueden comunicar acerca de cualquier situación o actividad.
Dos personas pueden tener un desacuerdo acerca de si ha sucedido o no alguna cosa, y cuando eso sucede
pueden decir que tienen un desacuerdo de creencias. No olvidemos que lo que se pone en juego aquí, en
función de lo anterior, es el uso informativo del discurso. Por otra parte, pueden estar de acuerdo, en que ha
ocurrido un determinado hecho y, a la vez, pueden estar en divergencia o en oposición, incluso en sus actitudes
respecto de él. Quien lo aprueba, lo describirá en términos aprobatorios y quien lo desaprueba, utilizará
términos de censura, pero el desacuerdo no está en la creencia de que el hecho ha ocurrido. El desacuerdo
puesto de manifiesto aquí, nos remite a la función expresiva, y por lo tanto, traduce una diferencia en las
percepciones acerca de ese hecho, es un desacuerdo de actitud.

Cuando la resolución de un desacuerdo es nuestra meta, debemos atender no solamente a los hechos de un caso
dado, sino también a las variables actitudes de los disputantes, en torno a esos hechos. Para diferentes tipos de
desacuerdo, se requieren también diferentes métodos para resolverlos.
A) Un desacuerdo de creencias, se puede resolver mejor si comenzamos por afirmar los hechos. Para decidir
cuáles son, de ser importantes, puede recurrirse a testigos, documentos y registros. Cuando se establecen los
hechos y se decide el asunto, es muy probable que se resuelva el desacuerdo.
B) Un desacuerdo de actitud, en cambio, requiere de técnicas para resolverlo muy diferentes, más variadas y
menos directas. En esta caso, los hechos no están en discusión, sino que el desacuerdo reside sobre cómo deben
ser valorados. En este caso, las técnicas que pueden resultar más productivas, pasan por considerar las
consecuencias de este hecho y las secuencias perjudiciales o benéficas que ocurrirían si no tuviera lugar. Otro
recurso es, ensayar la persuasión con su uso extenso del lenguaje expresivo. En este caso, es importante
apreciar las actitudes que están detrás de las palabras que suelen usarse para valorar los hechos , que traducen
así los desacuerdo de actitud que separan a las partes en discusión. Tales palabras son “bueno”,
“malo”,”correcto”, “equivocado”, que registran así sus usos éticos. Cuando caracterizamos una acción como
correcta, o una acción como buena, expresamos una actitud aprobatoria en torno a ella, mientras que cuando
caracterizamos una situación como errónea o mala, expresamos desaprobación.

Cuando usamos el lenguaje para comunicarnos, pueden surgir desacuerdos en el plano de las creencias y las
actitudes de las personas. Es preciso distinguir tres tipos de desacuerdos.
1) Un desacuerdo genuino: las dos partes o personas explícitamente y sin ambigüedad en el uso de las
palabras, están en desacuerdo sobre algo (una situación o actividad) sea en sus actitudes, sea en sus creencias.
Cuando el equipo de fútbol X gana el campeonato, a una parte puede parecerle magnífico y a la otra,
lamentable. Nada podrá resolver la diferencia de actitudes, pero no hay discusión acerca de quién ganó el
campeonato. Los hechos pueden ser lingüísticos (uso de términos), o psicológicos, geográficos o físicos y las
creencias acerca de tales hechos podrán variar. Pero una discusión genuina, involucra un desacuerdo auténtico,
sea de creencias o sea de actitudes.
2) Un desacuerdo meramente verbal: es aquel donde la presencia de una palabra ambigua en sus
formulaciones de los oponentes de sus creencias, oculta el hecho de que no existe un desacuerdo real entre
ellos. En este caso, puede haber desacuerdo verbal sobre los diferentes significados de un término clave que
aparece en un argumento. Por ejemplo, el desacuerdo puede versar sobre distintos significados implícitos que 3
las partes le dan la expresión “fracaso escolar”. Unos quieren enfatizar que se trata de una falla de la institución
escolar en su conjunto, otros quieren poner el acento en la ausencia específica de mecanismos de integración y
de socialización. Ambos contendientes mantienen una actitud desaprobatoria hacia la escuela tal como
funciona actualmente y pueden estar están totalmente de acuerdo sobre los hechos en los que se expresa el
fracaso escolar (bajo rendimiento en determinadas asignaturas, limitada participación en las actividades
escolares, insuficiente apoyo y motivación en el hogar, etc.)
Cuando las disputas son verbales, podemos resolverlas dando las definiciones que eliminan la ambigüedad. En
realidad, se está dando cuenta de que las partes no están totalmente opuestas una con la otra,; simplemente,
están defendiendo diferentes proposiciones (contenidos), usando la misma palabra o frase, en diferentes
sentidos o pueden estar defendiendo la misma proposición, usando palabras diferentes.
3) Un desacuerdo aparentemente verbal pero realmente genuino: en tal conflicto, resolver la ambigüedad en
el uso de términos claves no elimina la disputa, porque permanece algún desacuerdo genuino, posiblemente en
creencia (función informativa), pero más probablemente en actitud (función expresiva). Es decir, hay una
ambigüedad presente y quienes discuten, están en desacuerdo en actitudes.Por ejemplo, dos partes, pueden
disputar acerca de determinada película, en la cual se muestra explícitamente la actividad sexual y se puede
calificar como “pornografía”. Una de las partes puede rechazar totalmente la película sobre la base de que se
trata de mera pornografía, mientras que la otra puede afirmar que su sensibilidad y valor estético la hacen una
obra de arte. Ambas partes pueden estar totalmente en desacuerdo acerca de la palabra “pornografía”-si la
ambigüedad verbal fuese aclarada y se aceptara por ambas partes una determinada definición de “pornografía”,
es muy probable que permanecería el desacuerdo genuino en las actitudes sobre la película.

La importancia de las definiciones:


La definición de un término puede ser fundamental para exponer y evitar los errores por ambigüedad. Pero
también los distintos tipos de definiciones funcionan para evitar o corregir errores en el razonamiento.
Las definiciones son siempre acerca de símbolos, porque los símbolos tienen significados que las definiciones
han de explicar. Podemos definir la palabra “silla”, puesto que tiene un significado pero no podemos definir la
silla misma, considerada como la cosa a la que el símbolo se refiere. Podemos sentarnos en una silla, o
podemos pintarla, o quemarla, o describirla, pero no podemos definirla (ya que es un objeto concreto) porque
no es un símbolo que tenga un significado que se pueda explicar.
Dos términos técnicos resultarán aquí comunes y útiles. El término que se está definiendo, o para abreviar
definiendum, en nuestro ejemplo, la palabra “silla” y el símbolo o grupo de símbolos que se usan para explicar
el significando del definiendum, y a los que se llama definiens. Siguiendo nuestro ejemplo, el definiens de silla,
sería “asiento con respaldo, por lo general de cuatro patas, y en que cabe sólo una persona”. No es correcto
decir que el definiens es el significado del definiendum, más bien es un símbolo, o grupo de símbolos que, de
acuerdo con la definición, tiene el mismo significado que el definiendum.
Distintos tipos de definiciones
Cuando se trata de eliminar las ambigüedades en el uso de términos claves de un razonamiento, se usan
comúnmente dos tipos de definiciones.
1. Definiciones estipulativas
Se trata de cuando alguien introduce un nuevo símbolo “palabra”, “sigla”, “fórmula” teniendo completa libertad
para estipular el significado que se le debe asignar; la definición que surge de la asignación deliberada de
significado se llama estipulativa. El término recién definido no necesita ser totalmente nuevo, puede ser nuevo
en el contexto en el cual tiene lugar la definición. También se llama “nominales” o “verbales” a las definiciones
estipulativas.
Se pueden introducir nuevos términos, por estipulación por diferentes y variadas razones. La conveniencia es
una de ellas; una palabra simple puede servir como abreviatura de muchas palabras en un código o mensaje
complicado. El secreto puede ser otra razón; la estipulación puede establecerse para que sólo quien envía el
mensaje y el receptor que deba recibirlo entiendan el mensaje. La economía en la expresión es otra razón; en las
ciencias especialmente hay mucha ventajas de introducir un símbolo nuevo y técnico para significar lo que de
otra manera requeriría una larga secuencia de palabras para expresarlo. De esta forma, el investigador economía 4
el espacio requerido para realizar informes y teorías así como el tiempo que le insume hacerlo. Más importante
resulta la reducción de la energía mental requerida, pues cuando una ecuación o fórmula se hace demasiado
larga, su sentido no se puede captar fácilmente. En este sentido podemos citar la fórmula de la gravedad de
Newton como un ejemplo de ello:
F1 = F2= G m1 x m2
r2
Pero hay más razones para que un investigador o científico introduzca nuevos símbolos. La introducción de
nuevos símbolos, puede centrarse en las palabras familiares que poseen connotaciones emotivas que con
frecuencia perturban a quien quiere usarlas. Para eliminar dicha connotación perturbadora, se la usará sólo en su
significado informativo o literal. Por ejemplo, en psicología moderna, nos encontramos en presencia de lagunas
palabras curiosas, como el “el factor g” de Sperman, que intenta comunicar el mismo significado descriptivo
que la palabra “inteligencia” pero despojada de su significado emotivo.
En filosofía, la introducción de nuevas palabras se justifica para facilitar un análisis neutral de asuntos
problemáticos u objeto de un debate intelectual. Por ejemplo, para referirse con precisión al contenido de la
experiencia sensorial, algunos filósofos introdujeron el término de “sensum” de manera estipulativa, con
relación al problema acerca de si nuestra experiencia de los objetos físicos es directa o indirecta.
Para terminar, una definición estipulativa, del tipo de las que hemos ejemplificado, no es ni verdadera ni falsa,
ni adecuada ni inadecuada; en este sentido, se diferencia de modo claro de una definición de diccionario. Es
evidente, que un símbolo definido mediante una definición estipulativa no tiene ese significado antes de que así
haya sido estipulado por la definición. Es por ello que su definición no se puede reconocer como un enunciado
donde el definiendum y el definiens tienen el mismo significado. De hecho, tienen el mismo significado para
cualquiera que acepte por convención dicha definición, pero es una consecuencia de ella más que un hecho
previo por ella afirmado. Se debe entender la definición estipulativa como propuesta o resolución, como una
petición o instrucción de usar el definiendum para significar lo que significa el definiens. Volviendo al ejemplo
anterior, es una propuesta o petición de que usemos el término “sensum” (o sea, el definiendum) para significar
el contenido de la experiencia senserial (o sea, el definiens)

2. Definiciones lexicográficas
Cuando el propósito de la definición es eliminar la ambigüedad o incrementar el vocabulario de la persona que
la construye, entonces el término que se define no es nuevo sino que tiene un uso establecido; se trata en este
caso de una definición lexicográfica. Es así porque no proporciona al definiendum (símbolo) un significado del
cual carecía sino que reporta un significado que ya tenía. Es claro que esta definición lexicográfica puede ser
verdadera o falsa. Por ejemplo, la palabra “montaña” significa una gran masa de tierra o de roca que se eleva a
una considerable altura sobre el terreno adyacente, es verdadera; es un reporte o descripción verdadera de la
forma en que los hablantes del español usan la palabra “montaña”. Por el contrario, la definición: la palabra
“montaña” significa una figura plana encerrada por tres líneas rectas, es falsa, pues constituye un reporte
falso de cómo los hablantes del español usan la palabra “montaña”.
Dicho en otras palabras, puesto que el definiendum de una definición lexicográfica tiene de hecho un
significado anterior e independiente, su definición es o bien verdadera, o falsa, dependiendo de si ese
significado se ha reportado correcta o incorrectamente. También se las llama definiciones “reales”
Mención aparte es el caso de muchas palabras que se usan de maneras diferentes, no porque tengan significados
distintos, sino porque son utilizadas por muchas personas en formas que se podrían calificar de erróneas o
equivocadas. Cualquier definición de una palabra que ignora la forma en la cual la usa un grupo particular de
hablantes no es verdadera respecto a su uso actual y por ende, no es correcta.
Podría decirse también que las definiciones lexicográficas de las palabras remiten implícitamente a una
definición estadística de sus usos más frecuentes entre una comunidad de hablantes actual. De este modo,
presupone una descripción estadística de los diferentes significados con que una palabra es usada en forma
variable. De alguna manera, si bien es cierto que no habría una definición estadística “normal” o “estándar” del
uso de un término, los diccionarios se aproximan a ella indicando qué significados son “obsoletos” y cuáles
“coloquiales”, es decir, usados en el lenguaje vivo y corriente. Las definiciones de términos en el vocabulario
técnico y académico, difieren de las definiciones lexicográficas que operan en el habla corriente. Quizás 5
algunos de los usos de estos términos pueden hacerse universales, como la palabra “libido”, introducida por el
lenguaje del psicoanálisis. Pero se trata de una excepción y no de la regla.

3. Definiciones explicativas
La confusión en un argumento puede surgir de la vaguedad (indeterminación o imprecisión respecto de su
campo de aplicación) lo que mismo que de la ambigüedad. En este sentido, los usuarios de un determinado
término pueden conocer su significado y, sin embargo, tener dudas respecto a su campo de aplicación.
Conviene distinguir entre ambigüedad (la cual se resuelve mediante los dos tipos de definiciones anteriores,
tanto estipulativas como lexicográficas) y vaguedad. Un término es ambiguo en un contexto dado cuando tiee
más de un significado y el contexto no nos aclara en qué sentido se está usando. Un término es vago cuando
existen “casos límite” y no es posible determinar si el término se aplica o no a ellos. La mayoría de las palabras
poseen algún grado de vaguedad y, por supuesto, hay palabras que pueden ser tanto ambiguas como vagas. Por
ejemplo, en las discusiones acaloradas que suelen suscitarse con respecto a la legalización del aborto, palabras
claves como “el derecho a la vida”, “el derecho a elegir” o “el feto humano” pueden resultar, a la vez, ambiguas
y vagas. Bajo ciertos contextos, dificultades como éstas puede revestir gran importancia práctica.
Un ejemplo puede aclarar la importancia de la precisión en la definición que se busca lograr con las
definiciones explicativas. En el contexto de las compañas de donación de órganos se habla de que sólo se puede
donar una vez que las personas han sido declaradas muertas. En ese caso se usa el término “muerte cerebral”, el
cual se ha usado de manera muy imprecisa. Esto se debe que hay dos subdivisiones del cerebro, la superior y la
inferior, el cerebro superior puede destruirse permanentemente, con todas sus sensaciones y su conciencia,
aunque el cerebro inferior, o flujo cerebral, continúe funcionando. Así, pues, se requiere de una definición
precisa y bien entendida de “muerte”. Con tal motivo, un especialista planteó una definición explicativa de la
misma: un individuo al que le ha sucedido cualquiera de las siguientes cosas: (1) un paro irreversible de las
funciones respiratorias y circulatorias, o 82) el paro irreversible de todas las funciones del cerebro, incluyendo
el flujo cerebral, está muerto.
Reparemos en que no era posible eliminar la problemática vaguedad del uso de la palabra “muerte cerebral” en
el lenguaje ordinario, como territorio ya descripto de las definiciones lexicográficas. El uso ordinario de este
términos no era suficientemente claro. Por otra parte, para llegar a una decisión respecto de los casos límite, es
necesario ir mas allá del lenguaje natural. En ese caso, sólo una definición explicativa puede ayudar a decidir
sobre los casos límite e ir más allá del uso normal de estos términos. De esta manera, en la definición
explicativa, su definiendum no es un nuevo término sino uno que ya está en uso (con lo cual se diferencia de la
definición estipulativa), aunque su significado es vago. Por tanto, los que elabora una definición explicativa no
están en libertad de asignar cualquier significado que ellos elijan al definiendum. Deben ser fieles al uso
establecido, en la medida de lo posible. La intención es hacer más preciso un significado que es vago, y al
mismo tiempo, deben ir más allá del uso establecido (definición en el lenguaje coloquial, lexicográfica) a fin de
reducir la vaguedad del definiendum.
Ejemplos muy difundidos en su uso de definiciones explicativas son las decisiones legales, que involucran
definiciones explicativas en las cuales ciertos términos estatutarios, se clarifican para abarcar o excluir el caso
en cuestión. Pero los jueces no puede decidir arbitrariamente, (en nuestros términos, con definiciones
estipulativas) sobre esos asuntos. Por eso, ellos presentarán argumentos que justifiquen su decisión.

4. Definiciones teóricas.
La mayoría de las discusiones sobre definiciones ocurren en conexión con las definiciones teóricas. Una
definición teórica de un término es una definición que intenta formular una descripción teórica y
científicamente adecuada de los objetos a los cuales se refiere el término. Proponer una definición teórica
equivale a proponer la aceptación de una teoría-y las teorías, como su nombre lo indica, son altemente
discutibles. En este ámbito, una definición reemplazará a otra conforme aumente nuestro conocimiento y
nuestra comprensión teórica. A la luz de los cambios de época, una vez los físicos definieron “calor” como un
fluido sutil e irremplazable, ahora, lo definen como una forma de energía poseída por un cuerpo en virtud del
movimiento irregular de sus moléculas. 6

Las definiciones teóricas tienen un papel principal en filosofía lo mismo que en las ciencias. Sócrates (según
nos relata Platón), siempre estaba buscando definiciones. Pero no estaba interesado en la búsqueda de usos
comunes (lexicográficos) de términos como “valor” “justicia” “maldad”. Y las definiciones arbitrarias
(estipulativas) acerca de sus significados no le interesaban en lo más mínimo. Aún las definiciones explicativas
no eran su objetivo principal, pues rara vez enfatizaba los casos límite. El objetivo principal de Socrates era
mucho más grande: una teoría dentro de la cual se pudiera enunciar una definición adecuada de una serie de
términos importantes, como “conocimiento”, “amor”, “virtud” y otros. Tanto los filósofos como los científicos
que hoy disputas sobre las cuestiones políticas, morales, epistemológicas, físicas, psicológicas, sociológicas,
históricas, geográficas, no buscan resolver meras discusiones verbales sino construir definiciones teóricas. Con
ayuda de estas definiciones, se dice, los acuerdos y malentendidos sobre los hechos, físicos, políticos, morales,
educativos, etc. se pueden resolver eficazmente.

5. Definiciones persuasivas
Por último, es posible formular y usar persuasivamente las definiciones; a fin de resolver discusiones
influyendo sobre las actitudes o manejando las emociones de los lectores o de los oyentes. A estas definiciones
las llamaremos persuasivas. Para entender su especificidad debemos recordar que el lenguaje puede funcionar
tanto informativa como expresivamente, tal como lo hemos planteado más arriba. Los cinco tipos de
definiciones tratadas aquí conciernen todas ellas, al uso informativo del lenguaje. En cambio, cuando se
definimos términos en formas deliberadamente calculadas para afectar sentimientos, y de modo indirecto, para
alterar la conducta, entramos en el dominio de las definiciones persuasivas. Por ejemplo, en Estados Unidos
cuando durante las audiencias que se llevaron a cabo en la legislatura de Hawai, sobre la propuesta de abolir la
ley del Estado contra el aborto, apareció una nota en un periódico de Honolulu, con el siguiente encabezado
“Definiendo el aborto como un negocio truculento”:
En medio del emotivo debate sobre el tema del aborto en la legislatura estatal, aún sobrevive el humor.
Miembros anónimos del cuerpo legislativo elaboraron y enviaron esta semana a los legisladores una propuesta de “respuesta
general a la cartas constitutivas sobre el aborto”. Es la siguiente:
“Estimados señores:
Nos preguntan ustedes qué opinamos sobre el aborto. Permítannos responder definitivamente y sin equívocos.
Si por aborto entendemos el asesinato de seres humanos indefensos, la negación de los derechos de los más jóvenes de nuestros
ciudadanos, la promoción de la promiscuidad entre los jóvenes, la pérdida de los valores morales y el rechazo de la Vida, la Libertad y
la búsqueda de la felicidad, entonces, Dios nos guarde, seguro que estamos contra el aborto.
Pero señores, si por aborto, entendemos el hecho de garantizar iguales derechos a todos nuestros ciudadanos, no importa su raza,
color o sexo, la eliminación de instituciones nocivas y viles, que hacen presan de mujeres desesperadas e infelices, una oportunidad
para que nuestros jóvenes sean queridos y amados y sobre todo, el derecho divino de todos los ciudadanos para actuar conforme a los
dictados de su propia conciencia, entonces, señores, prometemos como patriotas y humanistas, luchar contra la defensa de estos
sagrados derechos humanos.
Gracias por preguntarnos nuestra opinión sobre este punto tan crucial y permítannos asegurarles de nuevo la firmeza de nuestra
posición”
“Mahalo y Aloha Nui”

Las definiciones persuasivas son frecuentes en la discusión política y en todo ámbito donde se disputen
políticas de estado (sociales, educacionales, científicas, económicas, etc.). Desde la izquierda, encontramos la
palabra “socialismo” definida como la democracia extendida al campo económico y desde la derecha oímos
que capitalismo es la libertad de la esfera económica. Es más que evidente que habrá diferentes intereses (de
grupos, sectores, intelectuales, instituciones) que animan el lenguaje emotivo que anima a estas definiciones. La
manipulación que producen las definiciones persuasivas, puede ser también más sutil e indirecta: la
connotación afectiva (sentimientos, actitudes, emociones) puede estar inyectada en el lenguaje de una
definición que pretende ser exacta y que aparece a primera vista como objetiva. Siempre con el mirada atenta a
distinguir y valorar razonamientos buenos y manos, debemos estar en guarda contra las definiciones
persuasivas.

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