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Lectura semanal

3° y 4° básico
2021

OTRAS COSAS PARA HACER EN PANDEMIA


-Lavarse las manos no es tan difícil. Pero cambiar nuestras rutinas puede serlo. Todo lo que está pasando,
significa no estar con personas con las que te gusta estar y no poder ir a lugares a los que te gusta ir.

Sin embargo, no todo es tan malo, he aquí otras cosas que los niños pueden hacer:

Presta atención a tus sentimientos. Echar de menos muchas cosas, como estar con tus amigos, las
excursiones con tu escuela y el deporte pueden hacer que estés triste. Pero no durarán para siempre. Ahora, te
puedes encontrar mejor si sigues en contacto con la gente que quieres. Habla con ella por teléfono o mediante
videollamada. Haz dibujos que muestren cómo te encuentras. O habla sobre cómo te sientes con alguien en
quién confíes.

Haz cosas con las que disfrutes. Intenta divertirte pasando más tiempo con las personas con las que vives.
Cuando estés dentro de casa, puedes jugar a juegos de mesa, leer, hacer rompecabezas, dibujar, hacer
manualidades o escribir un cuento. También puedes bailar, hacer yoga, crear cosas, aprender, tocar un
instrumento o escuchar música. Cuando salgas al exterior, puedes montar en bici, correr, andar o hacer
caminatas. Llévate unas tizas y escribe mensajes de ánimo en las veredas para que los vea la gente.

Sé amable y ayuda. Todos los cambios que está causando el coronavirus pueden hacer que los niños y los
adultos se estresen. Los niños pueden ayudar haciendo pequeñas cosas que pueden marcar la diferencia.

He aquí algunas ideas:

 Si tienes un hermano pequeño, ayuda a cuidar de él. Haz que se lo pase bien. Léele y juega
con él.
 Recoge tus cosas. Haz la cama. Haz las tareas lo mejor que puedas. Pide ayuda (con
educación). Sé amable y usa palabras agradables. Báñate o dúchate sin necesitar ayuda.
Comparte. Ofrécete a ayudar en las comidas y en la limpieza de la casa.

 Demuestra a tu familia que la quieres. Dales abrazos. Ayuda a cuidar de tu mascota.

Sé también amable contigo mismo. Relájate. Sal a jugar al exterior cuando puedas. Cuando eres amable y
ayudas a los demás, es muy agradable para los demás miembros de tu familia. Y, además, eso también te ayuda
a sentirte bien.
Los niños de hoy no serán la generación de la
pandemia
Los bebés nacidos poco antes o durante el confinamiento presentan menor autonomía y peor desarrollo
del lenguaje, pero los expertos confían en la plasticidad del cerebro infantil para amortiguar el impacto
y borrar las huellas

El pasado mes de marzo, casi 7 millones de niños en España pasaron seis semanas
encerrados en sus casas. En aquel momento, las pantallas fueron el único apoyo para
muchos padres  que tenían que compatibilizar trabajo y cuidados. El abuso de los
dispositivos electrónicos generó los primeros problemas para los pequeños.
Desde entonces, la nueva normalidad ha irrumpido en sus vidas con pautas difíciles de
seguir y explicar y que inciden directamente, en su desarrollo:  higiene constante,
mascarillas y distancia social.

Sin embargo, psicólogos y pedagogos coinciden en sus predicciones:  la enorme


capacidad de adaptación de los más pequeños borrará, con el tiempo, las
huellas de la pandemia.

Esta generación llegará tan lejos como cualquier otra.


Fábula sobre las falsa apariencias - El lobo con piel de oveja

Un lobo hambriento caminaba por el bosque buscando algo para comer. Cuando ya no podía
más, se sentó y fue cuando tuvo una idea.

Pensó y dijo: Si como lobo no puedo agarrar ni una sola presa, entonces cambiaré mi
apariencia y con el engaño podré comer.

Eso fue lo que hizo el lobo para obtener su comida. Se metió en una piel de oveja y se fue a
pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor.

Pero su plan no ha salido como él esperaba.

Al atardecer, para su sorpresa, el lobo disfrazado de oveja fue llevado junto a las demás ovejas
a un encierro, quedando la puerta asegurada.

En la noche, cuando el pastor buscó su provisión de carne para el día siguiente, tomó al lobo
creyendo que era un cordero y lo sacrificó al instante para hacer una deliciosa cena.

Moraleja: Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.


El mono y las lentejas

Cuenta una antigua historia que una vez un hombre iba cargado con un gran saco de lentejas. Atravesó
calles y plazas, dejó atrás la muralla de la ciudad y se adentró en el bosque. Anduvo durante un par de
horas y llegó un momento en que se sintió agotado.
Como hacía calor y todavía le quedaba un buen trecho por recorrer, decidió pararse a descansar. Se
quitó el abrigo, dejó el saco de lentejas en el suelo y se tumbó bajo la sombra de los árboles. Pronto le
venció el sueño y sus ronquidos llamaron la atención de un monito que andaba por allí, saltando de rama
en rama.
El animal, fisgón por naturaleza, sintió curiosidad por ver qué llevaba el hombre en el saco. Dio unos
cuantos brincos y se plantó a su lado, procurando no hacer ruido. Con mucho sigilo, tiró de la cuerda que
lo ataba y metió la mano.
 ¡Qué suerte! ¡El saco estaba llenito de lentejas! A ese mono en particular le encantaban. Cogió un buen
puñado y sin ni siquiera detenerse a cerrar la gran bolsa de cuero, subió al árbol para poder comérselas
una a una.
 Estaba a punto de dar cuenta del rico manjar cuando de repente, una lentejita se le cayó de las manos y
rebotando fue a parar al suelo.
¡Qué rabia le dio! ¡Con lo que le gustaban, no podía permitir que una se desperdiciara tontamente!
Gruñendo, descendió a toda velocidad del árbol para recuperarla.
Por las prisas, el atolondrado macaco se enredó las patas en una rama enroscada en espiral e inició una
caída que le pareció eterna. Intentó agarrarse como pudo, pero el tortazo fue inevitable. No sólo se dio un
buen golpe, sino que todas las lentejas que llevaba en el puño se desparramaron por la hierba y
desaparecieron de su vista.
Miró a su alrededor, pero el dueño del saco había retomado su camino y ya no estaba.
¿Sabéis lo que pensó el monito? Pues que no había merecido la pena arriesgarse por una lenteja. Se dio
cuenta de que, por culpa de esa torpeza, ahora tenía más hambre y encima, se había ganado un buen
chichón.
Moraleja: A veces tenemos cosas seguras, pero, por querer tener más, lo arriesgamos todo y nos
quedamos sin nada. Ten siempre en cuenta, como dice el famoso refrán, que la avaricia rompe el saco.
O bien, más vale pájaro en mano que cien volando.

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