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La experiencia de lo imposible

Conversión conceptual kuhniana y teoría de la información

Alfredo Marcos
Universidad de Valladolid
amarcos@fyl.uva.es

1 Introducción

En un escrito reciente, Ana Rosa Pérez Ransanz caracteriza la noción de


experiencia apelando a una constelación de ideas inspiradas sobre todo en su
lectura de Kuhn, Dewey, Popper y Van Fraassen. Quisiera destacar algunas de
sus más relevantes conclusiones y plantear un diálogo con las mismas desde la
teoría de la información.

En primer lugar, siguiendo a Dewey, Pérez Ransanz señala que “la experiencia
es primariamente interacción con el entorno, y por tanto todo hacer y todo sentir”
1
. Lejos de una noción estrecha de experiencia, como la que tradicionalmente
atribuimos a empiristas y racionalistas, la experiencia en Dewey es acción, más
en concreto interacción del ser humano con el medio, vínculo, por tanto, entre
lo subjetivo y lo objetivo. Y entiéndase por objeto un mundo dinámico, del
cual forman parte las propias acciones humanas. Además, la experiencia deja
de concebirse de modo atomista, y pasa a ser el lugar en el que se integran
todas las vivencias, el reservorio de la sabiduría práctica, forjada en la
interacción pasada y proyectada hacia la interacción futura. La experiencia, así
entendida, genera una serie de expectativas que orientan nuevas y sucesivas

1 A. R. Pérez Ransanz: Las emociones en la ciencia y en el arte, p. 3


interacciones con el mundo. Estas nuevas interacciones a su vez modifican el
conjunto de nuestra experiencia, reafirmando nuestras expectativas o bien
obligándonos a revisarlas. A veces las nuevas interacciones chocan
frontalmente con nuestras expectativas. Se genera así lo que podríamos
denominar “experiencia de lo imposible”, o para ser más exactos, experiencia
de lo que previamente considerábamos imposible. Si tras el choque
conseguimos reestructurar nuestra experiencia, nuestro sistema de expectativas,
de un modo drástico, habremos completado lo que Kuhn llamaba “experiencia
de conversión”, la cual, según él, caracteriza algunos de los más conspicuos
episodios en la historia de la ciencia. Pérez Ransanz acude para su definición a
un texto de Kuhn:

“La experiencia de conversión, que he comparado con un cambio de Gestalt,


permanece por tanto en el núcleo mismo del proceso revolucionario. Las
buenas razones para elegir [entre teorías rivales] ofrecen motivos para la
conversión y [propician] el clima más favorable para que ésta ocurra. […] Pero
ni las buenas razones ni la traducción constituyen una conversión, y es este
proceso el que debemos elucidar para comprender un tipo esencial de cambio
científico”2.

La enigmática naturaleza de tales experiencias de conversión resulta un tema de


importancia capital para la actual filosofía de la ciencia, así como para el debate
postmoderno sobre la racionalidad. ¿En qué consisten tales experiencias? ¿Qué
nos impulsa a saltar desde un marco conceptual a otro? ¿De dónde surge la
nueva configuración de la experiencia? ¿Estamos ante un proceso controlado
por la razón, o bien sometido al arbitrio de lo irracional?, ¿impulsado por
emociones?, ¿orientado por tradiciones?, ¿sujeto a método?... La tesis de fondo

2Kuhn, T.S. (1962), La estructura de las revoluciones científicas, 2ª. edición, trad. de Carlos Solís, Fondo
de Cultura Económica, México, 2002, p. 204.
de Ana Rosa Pérez Ransanz, si no la malinterpreto, es que en el salto desde un
marco a otro hay intervención de las emociones, es más, que no se podría
explicar sin las mismas. Ahora bien, la intervención de lo emocional no
convierte el proceso directamente en algo irracional, sino más bien lo
contrario. La defensa de esta tesis obliga, claro está, a revisar los conceptos
estereotípicos que tendemos a manejar, tanto de lo que son las emociones
como de lo que significa la racionalidad. Perez Ransanz aborda esta tarea en su
escrito y, en general, en su investigación de los últimos años. No puedo hacer
aquí justicia a sus ideas sino alentando a la lectura directa de sus textos. Pero
con lo visto hasta ahora es suficiente para plantear el resto de mi intervención.

En lo que sigue quisiera poner en contacto estas reflexiones sobre la noción de


experiencia con el concepto de información. Es decir, quisiera preguntarme si
el concepto de información podría arrojar alguna luz sobre lo que Kuhn llamó
experiencia de conversión, sobre “la experiencia de lo imposible”. No
podemos olvidar, a tal efecto, que el propio concepto de información es
controvertido y plural. Para los fines que nos ocupan habrá que partir de un
concepto de información activo. A fin de hacer justicia al concepto pragmatista
de experiencia, habrá que pensar también la información como una interacción,
más que como un mero contenido pasivo, como una relación de carácter
pragmático. Presentaré un concepto de información con tales características
(apartado 2). A continuación desarrollaré una medida de la información que se
ajuste a dicho concepto y emplearé esta medida como instrumento para captar
formalmente la diferencia entre una experiencia de conversión y una
experiencia ordinaria (o en terminología más kuhniana: normal) (apartado 3).
Tras este recorrido cerraré mi contribución reconsiderando el problema de la
racionalidad de las experiencias de conversión (apartado 4).
2 La información como relación

El concepto de información es actualmente ubicuo. No en vano se dice que


vivimos en la sociedad de la información. Aparece en las más diversas
disciplinas, desde el periodismo y la informática hasta la biología. Sin embargo,
más que ante un concepto único, nos encontramos ante una familia de conceptos
y medidas diferentes, cuya conexión no siempre es clara.

La información puede ser vista, e históricamente ha sido vista, i) como una cosa
o sustancia, ii) como una propiedad de una cosa, iii) o bien como una relación
entre dos o entre tres elementos. En lo sucesivo defenderé que el concepto
más general de información es el que la trata como una relación triádica. Las
razones son que, tomando la información como una relación triádica, es
posible producir una medida general de la información, integrar los usos del
concepto de información y las medidas de la información específicas en un
solo marco conceptual, clarificar las relaciones del concepto de información
con otros cercanos y resolver el recurrente problema de la ubicación de la
información, además de ser el más adecuado para el propósito filosófico que
aquí nos hemos trazado.

Charles S. Peirce escribió: “All dynamical action, or action of brute force,


physical or psychical, either takes place between two subjects... or at any rate is
a resultant of such actions between pairs. But by semiosis I mean, on the
contrary, an action or influence which is or involves a cooperation of three
subjects, such as a sign, its object and its interpretant, this three-relative
influence not being in any way resolvable into actions between pairs”3.

3 Charles S. Peirce, Collected Papers, 1931-35, vol. 5. p. 484.


Consideremos, pues, la información como una relación triádica y
comprobemos si presenta las ventajas recién mencionadas. La información (I)
así entendida consistirá en una relación entre:

i) un mensaje (m), que puede ser cualquier evento, lingüístico o de otro tipo;

ii) un sistema de referencia (S), acerca del cual el mensaje informa al receptor y

iii) un receptor (R)

El receptor es un esquema formal residente en un sujeto concreto (un


computador, un ser humano u otro ser vivo, un ecosistema…). Por supuesto,
un sujeto puede disponer de más de un receptor y usarlos alternativamente. Es
decir, puede jugar con distintas hipótesis o expectativas, o cambiar de una a
otra debido a un proceso de aprendizaje. Además, algunos elementos de una
relación informacional pueden aparecer en otras desempeñando un papel
diferente. Esta posibilidad da pie a la conocida metáfora del “flujo de
información”. Así, la entidad que en una relación informacional desempeña el
papel de receptor puede aparecer en otra como sistema de referencia, o como
sistema de mensajes.

Pudiera parecer sorprendente que el emisor, o la fuente, no haya sido


mencionado. Ello es debido a que el emisor se convierte en S si la información
que R recibe a través del mensaje, m, resulta ser sobre el propio emisor. Por
otro lado, al determinar el significado intentado, el emisor actúa como un
receptor virtual, y así puede ser tratado formalmente. Y, por ultimo, a menudo
no existe un emisor determinado de la información, especialmente en
contextos no lingüísticos.

Otro punto importante de nuestra caracterización de la información es que un


mensaje siempre ofrece información acerca de un sistema de referencia, es
decir, acerca de todos los estados posibles del mismo y no sólo sobre uno de
ellos. Si un mensaje incrementa la probabilidad estimada para un estado posible
del sistema de referencia, entonces necesariamente hace decrecer la
probabilidad estimada para el resto.

La mayor parte de los problemas conceptuales relativos a la información


ocurren por elipsis. A menudo se habla de la información de un mensaje sin
hacer ninguna referencia al receptor ni al sistema de referencia. Se toma un
elemento de la relación informacional, pero se olvida explicitar los otros dos,
aunque siempre queda la sugerencia implícita de que existen. La información, si
de veras es tal, será siempre funcional, transitiva, pragmática. Es decir, siempre
va más allá del mensaje, a través de un receptor, hasta un sistema de referencia.
El mensaje siempre se refiere a algo, o no será un mensaje, siempre informa a
un receptor, o no habrá información en absoluto. Y, por supuesto, el mismo
mensaje puede aportar distinta cantidad de información a distintos receptores,
y puede aportar distinta cantidad de información al mismo receptor sobre
distintos sistemas de referencia. Dicho de otro modo, la información no está
ubicada en el mensaje, ni en receptor, ni en el sistema de referencia, sino en la
relación o interacción entre estos polos.

El resto de los problemas conceptuales relativos a la información proceden de


la confusión entre ésta y los factores que la condicionan, pero que no son
propiamente información. Es el caso de las características formales del sistema
de referencia o del mensaje. Obviamente estas características formales
condicionan la información, pero no son la información misma. Otro tanto
sucede con la correlación entre el mensaje y el sistema de referencia. También
condiciona la cantidad de información. Pero ni la correlación ni la forma son
propiamente información.

La relación entre los tres elementos mencionados más arriba (m, R, S) será
informativa si produce un cambio en el conocimiento que el receptor tiene sobre
el sistema de referencia. Es decir, el efecto de la información es siempre un
cambio en el conocimiento. A partir de ahí, podremos medir la cantidad de
información en función de la magnitud de dicho cambio.

La noción de conocimiento la tomamos aquí en un sentido tan amplio como el


que señala Popper: “Can only animals know? Why not plants? Obviously, in
the biological and evolutionary sense in which I speak of knowledge, not only
animals and men have expectations and therefore (unconscious) knowledge,
but also plants; and, indeed, all organisms”4.

Desde un punto de vista formal, por conocimiento aquí entenderemos la


distribución de probabilidades estimada por el receptor sobre los distintos
estados posibles del sistema de referencia.

Soy consciente de que un concepto de información conectado tan


estrechamente con el conocimiento carga inmediatamente sobre sí con una
serie de problemas epistemológicos, entre los cuales el de la verdad no es el
menor. Como dice Dretske: “we must carefully distinguish meaning,
something that need not be true, from information which must be true”5.

Podemos, pues, describir la información (I) como una relación entre un


mensaje (m), un receptor (R) y un sistema de referencia (S). Pertenecerán a esta
relación las tríadas formadas por un mensaje, un receptor y un sistema de
referencia para las cuales se cumpla que el mensaje recibido produce un cambio
en el conocimiento que el receptor previamente tenía sobre el sistema de

4 K. R. Popper, “Towards an evolutionary theory of knowledge”, en K. Popper, A world of propensities ).

Thoemmes, Bristol, 1990, pp. 9, 10, 35.


5 F. Dretske, “Epistemology and Information”, en J. van Benthem, & P. Adriaans (Eds.), Handbook on the

philosophy of information. Accesible en: http://www.illc.uva.nl/HPI/Draft_Epistemology


_and_Information.pdf., 2007, p. 2. No puedo tratar a fondo aquí esta cuestión. Permítaseme tan solo
sugerir que tal vez sería útil en este caso hablar de verdad práctica, una noción que procede de filosofía
práctica de Aristóteles (EN, IV, 2). La verdad de la información iría de la mano de su funcionalidad.
referencia. Información implica cambio de conocimiento, así pues, la cantidad
de información dependerá también del conocimiento previo, es decir, anterior
a la recepción del mensaje, que el receptor tuviera sobre el sistema de
referencia. Así, cuanto más alta sea la probabilidad estimada por el receptor
para un determinado estado del sistema de referencia, más información recibirá
cuando un mensaje le indique que el sistema está en otro estado.

La información puede ser medida por el efecto que produce, es decir, por la
magnitud del cambio cognoscitivo que un mensaje produce en un receptor
sobre un cierto sistema de referencia. Desarrollaré en lo sucesivo una medida
de la información inspirada en esta idea.

3 Una medida de la información como relación

Dos son los requisitos mínimos para dar por correcta una medida de la
información: debe captar el núcleo de nuestra noción intuitiva de información
y debe ser coherente con la mejor teoría de la información de la que
disponemos hasta el momento, es decir, la teoría matemática de la
comunicación de C. Shannon6. Para desarrollar una medida así tenemos que
precisar los conceptos adelantados más arriba.

i) Consideremos un mensaje, mi, como un elemento de un conjunto de


mensajes alternativos, M = {m1, m2, ..., mn}

ii) S puede ser cualquier sistema. σ = {s1, s2, ..., sq} es el conjunto de estados
posibles del sistema S.

iii) R viene caracterizado por:

6Shannon, C. y Weaver, W. Mathematical theory of communication. University of Illinois Press, Urbana, 1949,
p. 26.
iii.i) Un conjunto de probabilidades a priori asociadas con los diferentes
estados posibles del sistema de referencia: P(s1), ..., P(sq), siendo Σk P(sk) = 1.

iii.ii) una función que asigna probabilidades a posteriori, P(sk|mi), a


cada par <mi,sk>; siendo Σk P(sk|mi) = 1.

La información de-mi-para-R-sobre-S, puede ser medida, entonces, tomando


en cuenta la diferencia, D, entre las probabilidades a priori y las probabilidades
a posteriori de la recepción del mensaje. Las probabilidades a priori son: P(s1),
..., P(sq). Las probabilidades a posteriori son: P(s1|mi),...,P(sq|mi). La diferencia
se calcula mediante la fórmula:

D(mi, R, S) = Σk |P(sk)-P(sk|mi)|

Conforme a lo dicho, la medida propuesta de la información vendrá dada por


la fórmula:

I(mi, R, S) = -log (1-(D/2))

Se puede probar de modo trivial que:

0≤D≤2

Si D = 0, entonces I = 0

Si D = 2, entonces no hay valor real para I

Si 0 < D < 2, entonces I tiende a ∞ según D tiende a 2

Analicemos ahora el significado de los diferentes valores que toman D e I:

i) D = 0 significa que no hay cambio en el conocimiento que R tiene sobre S, a


pesar de la recepción del mensaje. En este caso es lógico que I sea igual a cero.

ii) Para el resto de los valores, I tiende a ∞ si D tiende a 2. Esto significa que
cuanto mayor es el número de los estados posibles del sistema y cuanto mayor
es el choque con las convicciones previas del receptor -sin llegar a la
“experiencia de lo imposible”, que analizaremos a continuación-, mayor es la
información que el receptor ha recibido sobre el sistema de referencia con la
llegada del mensaje.

iii) D = 2 sólo se produce si el mensaje, m, informa de que se da algo que R


consideraba previamente como imposible, es decir, de que el sistema está en un
estado cuya probabilidad estimada a priori era cero. Es el caso al que nos
referíamos con la expresión “experiencia de lo imposible”. En este caso, I no
tiene un valor real. Esta situación puede ser considerada como una indicación
de que se requiere una reestructuración radical de las expectativas del sujeto. El
receptor usado hasta el momento por el sujeto, su esquema de expectativas, ha
colapsado y se requiere el uso de un receptor distinto. Estos resultados son
plenamente coherentes con nuestra noción intuitiva o pre-teórica de
información7.

Podríamos, a partir de ahí, calcular la cantidad de información en relación con


un meta-receptor que se ocupe de alternativas de segundo orden para la
elección entre diferentes receptores. Por ejemplo, puede pasar que un
enunciado cuyo contenido consideremos imposible desde un punto de vista
convencional, como “el hombre es un lobo para el hombre”, nos invite a pasar
a una clave interpretativa metafórica. Cito específicamente este ejemplo por la
importancia que la metaforización tiene para la creatividad científica. Para
nuestro receptor convencional la cantidad de información del mensaje no tiene
valor real, sin embargo, cobra un valor positivo definido en relación con el

7 Vease figura 1. Se puede probar también que esta medida de la información produce los mismos

resultados que las fórmulas clásicas de Shannon bajo ciertas restricciones. No aportaré aquí la prueba,
pero puede verse en A.. Marcos, “Una medida general de la información”, en J. M. Cavero, B. Vela y E.
Marcos (eds.): Aspectos filosóficos, psicológicos y metodológicos de la informática. Editorial Dykinson / Universidad
Rey Juan Carlos, Madrid, 2005, pp. 57-64.
segundo receptor, en clave metafórica. Ahora vemos, retrospectivamente, que
el salto de un receptor a otro ha sido razonable. Este fenómeno nos recuerda la
asimetría de la que habla Ana Rosa Pérez Ransanz: “Cuando se presenta una
asimetría de este tipo [revolución científica], el punto de vista anterior a la
revolución resulta perfectamente comprensible desde el punto de vista
posterior, y la transición se puede justificar o suscribir sin mayor problema; sin
embargo, desde la perspectiva anterior, la nueva concepción resulta
simplemente absurda y la transición aparece como algo imposible de
justificar”8. Por añadidura, podemos obtener cantidades positivas de
información en relación con un receptor de segundo orden que juegue con
receptores de primer orden (convencional / metafórico) como alternativas.
Esta idea evoca la de metarrelato y sugiere la posibilidad de encontrar en el
nivel meta algo más que un puro salto en el vacío, quizá incluso un criterio de
racionalidad.

En definitiva, este caso (D = 2) tiene enorme importancia, ya que todos los


procesos de aprendizaje -evolución biológica y cultural, desarrollo piagetiano
de estructuras cognitivas, y, por supuesto, dinámica kuhniana de las teorías
científicas- parece que presentan dos tipos diferentes de cambio: i) acumulativo
o gradual, asumible dentro de los límites de un determinado receptor, y ii)
reorganizativo o saltacional, que requiere un cambio radical, la utilización de un
nuevo receptor. Creo que la medida de la información presentada puede ayudar
a captar formalmente esta distinción entre cambios cognoscitivos graduales y
revolucionarios.

8 A. R. Pérez Ransanz: Las emociones en la ciencia y en el arte, p. 10.


Ampliaré un poco esta idea. De acuerdo con la interpretación que hace Kuhn
de la historia de la ciencia, podemos identificar periodos en los que los nuevos
datos se acomodan dentro de marcos teóricos preexistentes. En terminología
informacional diríamos que los nuevos datos rinden una cierta cantidad de
información para un receptor dado. Existen otros periodos en los que las
expectativas tradicionales resultan rotas y se requiere un cambio de paradigma.
Es decir, la necesidad de un cambio de receptor es sentida por la comunidad
científica.

Una de las ventajas de este análisis informacional de las ideas kuhnianas, es que
inmediatamente pueden ser puestas en paralelo con otras análogas que admiten
la misma caracterización formal. Así, como observó Piaget, los niños pequeños
creen que dos recipientes de la misma altura contienen la misma cantidad de
líquido. El niño usa un receptor en el que la altura del líquido está
estrictamente correlacionada con la cantidad total de líquido. No obstante, la
frustración de este sistema de expectativas llegará en un momento u otro. Una
nueva interacción le obligará a reestructurar su experiencia. Entonces, si la
inteligencia del niño se desarrolla con normalidad, lo cual estará relacionado
seguramente con su normal desarrollo emocional, cambiará su visión de este
aspecto del mundo y pasará a la utilización de otro receptor. Para el nuevo
receptor la cantidad total de líquido en un recipiente estará correlacionada con
el volumen y no simplemente con la altura. Es un cambio abrupto precedido
de una experiencia de frustración, con todo su cortejo de emociones. Sería
tentador ver este proceso como la base psicológica u ontogenética (genética, en
terminología piagetiana) de la experiencia de conversión kuhniana.

Por otro lado, un fenómeno evolutivo como la extinción de especies también


puede ser entendido como el surgimiento de nuevas circunstancias
medioambientales que desafían el sistema de expectativas asociadas con una
determinada clase de organismos. Si ninguno de ellos está en condiciones de
cambiar de receptor, la extinción llega inevitablemente. Si por el contrario parte
de la población, por azar, disponía de un receptor alternativo, entonces, esta
parte puede sobrevivir. De nuevo, surge la tentación de ver este fenómeno
como la base filogenética más o menos remota de la experiencia de conversión
kuhniana. Podría decirse que esta observación, unida a la que concluía el
párrafo anterior, contribuyen a poner la figura kuhniana de la experiencia de
conversión en una senda naturalizadora. En algún otro lugar he defendido una
versión moderada de la naturalización de la filosofía de la ciencia. Una versión
que deje lugar para un elemento propiamente libre, voluntario y racional en la
decisión científica. Creo, en consecuencia, que la experiencia de conversión
kuhniana, si ha de ser en algún sentido racional, debe estar pilotada por la
phrónesis, ya desde la constitución integradora de la experiencia como saber
práctico, pasando por la gestión de las emociones vinculadas a la frustración de
expectativas, incluyendo la propedéutica del momento creativo y finalizando
por el filtrado crítico de los sistemas de expectativas emergentes.

4 Conclusión y perspectivas

Todo lo visto apoya la hipótesis de que la teoría de la información puede servir


para captar formalmente la diferencia entre una experiencia que encaja en
esquemas previos (ciencia normal) y una que obliga a romper dichos esquemas
(ciencia revolucionaria, experiencia de conversión o “experiencia de lo
imposible”). En este último caso, el salto hacia un nuevo esquema, paradigma,
o, en términos informacionales, receptor, estará impulsado por un elemento
creativo, que probablemente tenga que ver con la metaforización y con la base
emocional, y guiado por alguna forma de racionalidad prudencial.
Figura 1.- Medida de la información, I, en función de la variación del
conocimiento, D

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