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Universidad Rafael Urdaneta

Facultad de Ciencias Políticas, Administrativas y Sociales

Filosofía Política

Prof. John Gonzales

¿UNA INCORPORACIÓN A LA TEORÍA DE LA JUSTICIA?

Sobre “La Bondad como Racionalidad. La Teoría de la Justicia” de John Rawls

AUTORES:
Bianculli, Maria.
Cachuco, Juan
Duran, José.
Faría, Vicente.
Pérez, Gerardo
Piña, Alejandro.
Urdaneta, Mervin.
Valeri, Carlos.

Maracaibo, julio 2021


Primeramente, se procederá a explicar a profundidad la teoría del bien más detallada con el
objeto de caracterizar los bienes primarios y los intereses de las personas desde la
perspectiva de la situación original, impulsando así una teoría más sólida y que va tratando
desde una psicología moral y una adquisición de un sentimiento de justicia, definiendo
como tal la justicia y bondad como una parte congruente para la obtención de una sociedad
bien ordenada y, el cómo este se va relacionando con los valores sociales y el bien de la
comunidad.

Abarcaremos algo que se ha tratado muy poco en este texto como lo es el concepto
de bondad, dado que simplemente fue mencionado en una que otra parte del bien de una
persona y que quedaría este determinado a hacer un plan de vida más racional, pero todo el
tiempo se fue sentando una sociedad bien ordenada y que dentro de esta sociedad bien
ordenada existen concepciones de ciudadanos acerca del propio bien y de los principios del
derecho más reconocidos y adaptados a los diferentes primarios bienes.

Sobre el concepto de bondad se ha empleado de una forma superficial o “tenue”


como habla él, y que en base a esta necesidad intentará discutir dos teorías del bien, la
primera consistiría en la justicia como imparcialidad porque da una forma de derecho con
respecto al bien y un aspecto hacia la teorías teleologicas, y que ésta se va adaptando a las
formas de vida con respecto a los principios. Que, además de ser necesario nos hace
depender de alguna noción de bondad de tal manera que nos cuestionamos: ¿Es la
concepción de justicia el único fundamento para lograr la estabilidad en una sociedad
bien ordenada?
En primera instancia el autor llama a esta descripción del bien la teoría tenue, qué es
simplemente una concepción del bien del hombre en común y que estas opciones personales
o planes de vida serán establecidos subjetivamente para unos bienes particulares subjetivos,
e intentar imponerse como un criterio de la perfección a los ciudadanos, debido a que su
propósito es simplemente asegurar las premisas acerca de los bienes primarios requeridos
para llegar a los principios de justicia. Luego que se laboró esta teoría como tal y fueron
explicados los bienes primarios tendremos la potestad de tener una libertad para emplear
ciertos principios de justicia en el desarrollo para lograr una teoría completa del bien.
Las teorías del bien prácticamente se utilizan para ayudar los miembros menos
favorecidos de la sociedad, el principio de diferencia debe suponer que esto, y que se debe
ver desde el punto de vista que, para adecuarlo a una estructura básica para todos, han de ser
identificados los grupos.
Debemos partir de una definición inicial sobre las expectativas en base poniendo en
prioridad la libertad y la riqueza, y que es necesaria la inclusión de otros tipos de bienes
primarios, que requerirán una descripción del bien y el cómo incluirlo en una teoría de
tenue, para luego hacer una interpretación de la bondad que permita defender la justicia
como imparcialidad; pudiendo replicar que la racionalidad de la elección de una persona no
depende de la sabiduría o razocinio a partir de lo que se intente obtener o disponer, sino que
debemos afrontar las consecuencias y que se debe actuar de un mejor modo posible para
que asi todas las partes puedan adoptar efectivamente una decisión racional dentro de las
diversas concepciones de la justicia.
La teoría del Tenue del bien, suponiendo que las personas ya aceptaron y
demuestran que deberían tratar de asegurar la libertad y el respeto propio, y que a raíz de
eso va intentando lograr sus propósitos al participar en el acuerdo original, las partes
supondrán que sus concepciones del bien podrían permitirles decidir acerca de una base
racional. Por lo que, es sumamente importante esta teoría del tenue del bien para intentar
entender la preferencia racional de los bienes primarios. Siendo necesaria como un medio
para sustentar todas las premisas que derivan de los principios de justicia. Pudiendo definir
los actos beneficiosos de esta teoría, como la definición del valor moral de las personas, que
siendo un concepto importante de la ética como raíz de este precepto podemos encontrar un
lugar dentro de la visión del contrato social.
Para completar esta teoría hay que considerar los principios de la justicia y como
estos principios se usarán para definir otros conceptos morales en el cómo influyen el
concepto de bondad, para eso debemos determinar que son las cosas buenas para los seres
humanos y que a su vez los ciertos principios de justicia le den un valor a la vida humana, y
que finalmente cuando llegamos a la explicación de todos los valores sociales y la
estabilidad en una concepción justa, se va a requiriendo una interpretación amplia del bien.
Para finalizar, dentro de esta teoría tenue es necesario entender el sentimiento de
justicia que siempre tendría que ser un bien y que, dentro de una sociedad bien ordenada
todo debería ser estable, generando actitudes morales de bien, puntos de vista racionales y
congruencias sociales.
Habiendo entendido que el concepto de racionalidad establece como podría darse la
aplicación de la interpretación de la bondad en tres fases; señalamos que son: una primera
fase en donde predomina que A es un buen X, siempre y cuando A tiene las propiedades
para superar al promedio o a la norma X, valorando a en conformidad con lo que se desea a
través del racionamiento en un X. Esto significa que un sujeto tiene establecida unas
propiedades que es racional que se tengan conforme a su proyecto de vida, para poder
realizar esta valoración necesitamos tener en cuenta las características especiales de la
situación de la persona (intereses, facultades, circunstancias, etc.), estas propiedades se
pueden dar en virtud de la práctica comercial a estas Rawls las llama normas
convencionales, o también podemos establecer una determinada cosa como buena en virtud
de las experiencias anteriores con ellos a esto se le llama juicio de valor básico, y nacen
desde el punto de vista de la persona.
Una segunda fase sería cuando A es un buen X para K (K es una persona), solo
cuando A posee unas propiedades que es racional que K desee en un X, teniendo en cuenta
las circunstancias, posibilidades y proyecto de vida de K y por ende lo que él desea hacer
con X, o de cualquier cosa que pretenda, aquí se presenta cierta complejidad ya que
debemos ajustar el objeto a elegir a una circunstancia y necesidad específica, estamos
ajustando nuestros juicios de valor al agente en cuestión, no se escoge una definición de
bien en un sentido tradicional donde basta con la declaración de la identidad de conceptos
sino que se requiere realiza un juicio de valor en virtud de razones especiales que dan
origen a esta necesidad.
Y por último una tercera fase en donde se le añade a la segunda fase una cláusula en
el sentido de que el proyecto de vida de K, o la parte que nos interesa en el presente ejemplo
es en sí mismo racional, se puede comprender, al menos, una parte de lo que se quiere decir
cuando se llama bueno a algo aun cuando no sabemos las características deseadas del objeto
que se valora, esto se da sin necesidad de ser explícito, pero las características son las
adecuadas para establecer un juicio, y según la descripción de los intereses que tales
personas tienen en el objeto, nos adaptamos al punto de vista de K.
También se aclara que existe una neutralidad moral de la definición del bien, no se
establece algo como justo ni moralmente correcto, en el punto de vista desde el cual se
juzga si las cosas son buenas o malas, entendiendo que el concepto de racionalidad en sí
mismo no es una base para el concepto de lo justo, sino más bien sirve para el estudio y la
comprensión de distintas actividades y a través de principios morales podemos encontrar las
propiedades deseada, logrando entender lo que las personas desean, racionalmente, una de
otras cuando adoptas el punto de vista necesario.
Normalmente se utiliza estas palabras para describir diversas situaciones y objetos,
pero su uso puede depender bastante del contexto en el que se encuentre. Según la
definición de bueno, se trata un adjetivo que se emplea para referirse a “algo en lo que se
reconoce un valor positivo”. Así, bueno o buena podrá ser una persona que actúa conforme
a lo que está bien, a lo que es correcto, o que tiene inclinación natural para hacer el bien. En
cambio, la definición de malo explica que es “aquello que carece de bondad y de otras
cualidades positivas”. Una vez entendido las definiciones, comprendemos que se trata de
palabras opuestas entre sí en cuanto a definición y uso y que, por lo tanto, se utilizan para
describir situaciones y objetos desde una perspectiva moralista y políticamente correcta. Lo
que se considera moralmente correcto se le califica de “bueno” y lo que es contrario a la
moral de “malo”.
Cuando se realiza una opinión sobre si algo es “bueno” significa que nosotros
estamos realizando un análisis de si ese “algo” algo nos parece conveniente y funcional para
la sociedad y que es capaz de generar productividad o satisfacción para los ciudadanos, por
ello es que la bondad es una cualidad de bueno porque se trata de la inclinación natural de
las personas para hacer lo que se considera racional para la comunidad. Pero siempre la
naturaleza del término dependerá del contexto en que uno se encuentre pues la moralidad
siempre difiere en cuanto al momento que se encuentra las personas.

Ahora bien, la forma en la que se puede utilizar este término para los proyectos de
vida puede pues definir el tipo de proyecto que quiere llevar a cabo una persona. Para
explicarlo de una manera simple, tenemos que entender que toda persona tiene el libre
albedrio de qué quiere hacer con su vida y por lo tanto que proyecto de vida quiere llevar a
cabo. Pero se tiene que saber que cada persona debe estar consciente de los actos que va a
realizar pues para que un proyecto de vida funcione debe ser racional, porque todo proyecto
que genere frutos es un buen proyecto. La viabilidad de cada proyecto depende de los
deseos de la persona pues esta debe fijarse metas realistas y coherentes para que así el
proyecto tenga resultados fiables y seguros. Cuando un ser humano ha decidido que quiere
ser en la vida ha empezado pues su camino hacia el desarrollo personal y deberá saber que
habrá situaciones en la que no pasará buenos momentos y que deberá aprender de sus
errores para seguir creciendo como persona.
Adquirir nuevas habilidades hace más efectiva alcanzar este objetivo y es una forma
de motivación, pues según el principio aristotélico se establece que, en circunstancias
iguales, los seres humanos disfrutan del ejercicio de sus capacidades hechas realidad (sus
facultades innatas o adquiridas), y que este disfrute aumenta cuando aumenta la capacidad
que se realiza, o cuanto mayor es su complejidad. Es decir que cuando una persona
aprovecha sus conocimientos y los aplica y estos generan ganancias, ya sea física o
monetaria, los hace sentir mejor con ellos mismos y saben que el camino que han elegido es
el correcto. Este proyecto, si quiere ser aceptado en sociedad, debe ser bajo las normas pues,
en caso contrario, va a ser rechazada y denigrada.
Pero, enfocándose más concretamente en el punto de la racionalidad, Rawls expone
sobre el libre albedrío decisional en cada individuo, determinándole como racionalidad
deliberativa. Expresa que las elecciones están valorizadas por medio de la importancia que
tienen éstas en el individuo, por consiguiente, se acciona sobre lo que debe ser más
importante para él. Como consecuencia, él adopta la posición de Henry Sigdwick en el
contexto de una racionalidad deliberativa, la cual expone como un factor del ente en el cual
se postula una valoración de sus acciones por medio de la ponderación que tienen dichas
acciones en su vida, proyectando así hacia el futuro un bienestar mayor. “El bien de un
individuo es la composición hipotética de las fuerzas impulsivas que resulta de la reflexión
deliberativa que cumple determinadas condiciones”.

Bajo este postulado, Rawls expresa que el mejor proyecto (llámese proyecto de
vida, etc.) es el que se ha analizado deliberadamente, con una reflexión cuidadosa en la que
el individuo considera que la acción a tomar es la mejor, con previa investigación sobre
dicha acción, cumpliendo así con sus deseos más fundamentales. La deliberación racional
es como cualquier otra actividad en la búsqueda de la construcción del ser, o de la sociedad.
Una vez que se está consciente de los costos de deliberar es irracional pensar en un mejor
proyecto, puesto la deliberación es la que ofrece una mejor perspectiva a nivel temporal.

Hasta ahora, Rawls expresa que en la racionalidad deliberativa ha supuesto una


cierta competencia por parte de la persona que decide: conoce los rasgos generales de sus
deseos y de sus objetivos y una vez fijado un proyecto, el individuo puede apegarse a él
resistiendo tentaciones y distracciones presentes que estorban su realización. Se expone
entonces la necesidad de valorizar el deseo del hombre para sí mismo, con el fin de conocer
el proyecto que mejor le convenga. Por lo que es importante investigar también las
circunstancias donde se adquieren los deseos, y concluir realmente si es lo que se desea, o
no. Volviendo al factor del tiempo, la racionalidad deliberativa propone la prolongación del
análisis de lo que piensa el individuo que es bueno para sí, con el fin de evidenciar con
criterio si lo que se desea es lo adecuado para nuestro proyecto. Propone entonces otro
principio, el de aplazamiento. Este principio sostiene que, en igualdad de circunstancias, los
proyectos racionales tratan de que no nos comprometamos mientras no tengamos una clara
visión de los hechos relevantes.
Al comprender todo lo anterior, se concluye que la racionalidad deliberativa es
fundamental y sólo puede asegurar la elección de nuestros proyectos sí y sólo sí se tiene
conocimiento de la responsabilidad propia, es decir, si se conoce que la decisión es
individual y que las consecuencias de las elecciones son igual de individuales. Por lo que
propone otro principio, el de responsabilidad, asemejándose a un principio del derecho, el
cual considera que todos los individuos no deben lamentarse a causa de elecciones
realizadas en otros momentos. Esto expone que los individuos no pueden ponerse de
acuerdo con una concepción de justicia si las consecuencias de su aplicación su susceptibles
a reproches por no elegir posteriormente la más adecuada. Esto, el principio de justicia
como imparcialidad los satisface muy bien.
Pese a ello, más adelante, John Rawls en el apartado del principio aristotélico,
determina que la definición del bien es puramente formal. Establece, simplemente, que el
bien de una persona está determinado por el proyecto racional de vida que elegiría con la
racionalidad deliberativa, entre la clase de proyectos del máximo valor.

El principio aristotélico se desarrolla como sigue: en igualdad de circunstancias, los


seres humanos disfrutan con el ejercicio de sus capacidades realizadas (sus facultades
innatas o adquiridas), y este disfrute aumenta cuantas más capacidades se realizan o cuanto
mayor es su complejidad. La idea intuitiva aquí es la de que los seres humanos
experimentan más placer en hacer algo cuanto más versados van siendo en ello y, de dos
actividades que realizan igualmente bien, prefieren la que requiere un mayor repertorio de
disposiciones más intrincadas y sutiles.

Es preciso tener presentes algunos puntos para evitar malos entendimientos de este
principio. En primer lugar, formula una tendencia, y no una pauta invariable de elección y,
como todas las tendencias, puede ser superada. Inclinaciones contrapuestas pueden inhibir
el desarrollo de la capacidad verificada y la preferencia por actividades más complejas.
Diversos azares y riesgos, tanto psicológicos como sociales, se hallan implícitos en el
aprendizaje y en la realización esperada, y los temores a ellos pueden vencer la propensión
original. Debemos interpretar el principio en el sentido de que permite estos hechos.

El principio forma parte del fondo que regula estos juicios. Siempre que sea cierto y
conduzca a conclusiones equiparables a nuestras convicciones acerca de lo que es bueno y
de lo que es malo (en equilibrio reflexivo), tiene un lugar adecuado en la teoría moral. Aun
cuando esta concepción no sea verdadera para algunas personas, sigue siendo aplicable la
idea de un proyecto racional a largo plazo. Podemos resolver lo que es bueno para ellas, de
un modo muy similar al de antes. Por ejemplo, imaginemos a alguien cuyo único placer
consiste en contar briznas de hierba en diversas zonas geométricamente conformadas, como
parterres y espacios bien recortados.

Por lo demás, es inteligente y posee, en realidad, aptitudes poco comunes, pues vive
de lo que gana resolviendo difíciles problemas matemáticos. La definición del bien nos
obliga a reconocer que el bien para este hombre consiste, ciertamente, en contar briznas de
hierba o, más exactamente, que su bien está determinado por un proyecto que concede un
lugar especial a esta actividad. Naturalmente, nos sorprendería que tal persona existiese.

Ya entendido que el bien de una persona se encuentra en la realización de un


proyecto de vida, basado en unos bienes primarios, podemos empezar a desarrollar más el
punto del bien a nivel del individuo. Para lograr la realización de un plan de vida, el
individuo debe adoptar unos bienes primarios, determinados en la situación de posición
original. En esta posición original vemos como la concepción de teoría tenue hace acto de
presencia para determinar la concepción de justicia y bien que tendrá la sociedad bien
ordenada. Entre estos bienes primarios encontramos la libertad y las oportunidades, los
ingresos y la riqueza y, sobre todo, el respeto propio y se llegan a determinar haciendo uso
de la concepción de la bondad como racionalidad, en conjunción con los hechos generales
acerca de las facultades y de los deseos humanos, sus características fases y las exigencias
de su cultura, el principio aristotélico y las necesidades de interdependencia social.
Para el estudio de lo planteado anteriormente, se hace uso de la teoría tenue y
completa del bien, pero Rawls especializa su estudio de la teoría del bien haciendo
referencia al hombre. Cuando se habla de una persona moralmente buena, se hace referencia
a un concepto de bondad un tanto diferente. Una persona buena es aquella poseedora de
rasgos y actitudes que la sociedad desea que se tengan a la hora de relacionarse, pero esta es
solo una forma de verlo, ya que podemos ver a una persona buena como aquella que poseen
las propiedades de base amplia (que son determinadas en la posición original) que todos
desean que se tengan en sociedad. Es necesario recalcar que todo esto se plantea asumiendo
que se habla de una sociedad bien ordenada o llegando a ese punto, en donde todos tienen
una concepción de justicia y esperan que esta sea respetada junto con sus bienes primarios.

Por último, vemos que toda persona buena tiene entre sus propiedades de base
amplia, las virtudes fundamentales entre las que destacan la eficacia, la durabilidad y la
facilidad de mantenimiento. Pero a su vez, los valores naturales también entran a ser
propiedades de base amplia y entre ellos encontramos a la inteligencia y la imaginación, la
fuerza y la resistencia. Todos estos atributos determinan lo que es una persona buena,
siendo racional que los miembros de una sociedad bien ordenada deseen que sus semejantes
los posean.

Y es por ello que, con el sentido de explicar una vez más la exposición de los
valores y la congruencia entre el sujeto particular y la acepción general del bien y la justicia,
Rawls se decide a interpretar la permanencia reflejada de esta bondad para con uno mismo,
al poner en manifiesto el como la concepción de todo aquello cuanto incluye el carácter
tanto valorativo como moral, que se desprende de los planteamientos realizados por todos
en función de nuestros intereses y capacidades. Es decir, él mantiene esta auto estimación
como el fundamento de un bien primario en sí mismo, dado que se realiza basado en un
plan de vida, debe constar de un sentido o cierto grado importancia, de tal manera que, de
presentar una ausencia en este aspecto, los juicios valorativos tenderían a recaer en todo
aquello que promueve el nihilismo y sus derivados al estructurar objetivos y planes que no
tienen trascendencia alguna.

Es por ello que el autor emplea a la bondad como racionalidad para la estructuración
de estos matices que engloban los principios de la sociedad. Tendiendo a la necesidad de
mantener objetivos viables y significativos como la confirmación de nuestras posibilidades
y capacidades, vemos que estas gozan de cierta estima precisamente porque van
acompañadas de la consideración e otros.

El principio aristotélico, como fue planteado con anterioridad, funge un papel


esencial en el hecho de esta confirmación de nuestros esfuerzos. Interpretando que la
necesidad consecuente del respeto por uno mismo se desglosa de aquellos proyectos, no
sólo realizados en función de un plan de vida que, además de ir acorde a nuestras
capacidades y tener el deber de ser realizados con efectividad, también constituyen un
complemento racional de la estigmatización de actividades que todos valoran.

Sin embargo, Rawls le determina que este escenario puede resultar por poco viable
por no decir realista. En sí mismo, la posibilidad de fomentar los intereses y capacidades
comunes para la imposición de una base del respeto propio se considera compleja, incluso
sólo refiriéndose a un grupo específico y limitado, dotado con facultades similares, pero que
además cuenta con intereses consistentes. Es por ello que los tejidos asociativos que
resaltan y otorguen importancia a una característica particular es más que suficiente para la
confirmación y reforzamiento de este auto estimación.

Es decir, Rawls no busca labrar su teoría en función de una misma base del respeto
común, sino más bien, que la agrupación de diversos grados interpretativos del respeto
común es la base misma que fomenta la realización en el individuo. No centra su punto en
el qué sino en el por qué. Pese a ello, si bien remarca en la importancia de este
entendimiento mutuo entre las partes cuando refiere al grado de auto aceptación. También
enfatiza en la vergüenza tanto natural como moral que fundamenta este carácter primario de
la emoción.

Al ser consistente la interpretación de la vergüenza como aquel sentimiento


resultante de la afección del respeto propio mismo, Rawls remarca su primacía como un
elemento necesario para enfatizar una experiencia de la cual puede sacarse una enseñanza.
Y esto no debe confundirse con el pesar, puesto que si bien ambos pueden resultar
únicamente del individuo mismo, mientras que el primero hace alusión al respeto propio al
verse violentado, el segundo representa la usencia de estas capacidades.

Determinando lo que conoceremos como vergüenza natural y vergüenza moral,


respectivamente.. La primera proviene de una ofensa directa recibida al respeto propio, al
volverse imposible el ejercicio de capacidades o facultades concretas, de la misma forma en
la que se siente pesar ante la falta de coordinación para conducir una bicicleta, no podemos
avergonzarnos de un aspecto que de forma natural no es cosechado por uno mismo.

La segunda, por otro lado, surge de la contraposición entre las características que
subjetivamente son cosechadas por el individuo como virtuosas o buenas y es asociado al
estado de vergüenza, Dando a entender que el propósito regulador de estas reside en las
propiedades que tanto la sociedad como uno mismo contempla.

Ya concluyendo con el último punto del capítulo, se manifiesta que, ya cuando se


resaltan las diferencias que existen entre los sentimientos de vergüenza moral y de culpa,
pese a que suelen tener los mismos detonantes no poseen una explicación igual, de tal
manera que, en el momento en que se realizan los aportes a asuntos concernientes a la vida
social. Y ya sea porque no abarcamos todo el catálogo de capacidades debidas para no
exponernos a la vergüenza, o el mismo dominio de nuestro carácter deriva, en síntesis de
nuestra aceptación por determinados principios que consolidan la estructuración de
concepciones particulares entorno a la justicia y de todo aquello conocido como bueno.
En este inciso Rawls nos comenta como estos conceptos nos permiten explicar el
valor moral, son los dos conceptos fundamentales de la teoría. Rawls indica que una vez
elegidos los principios de justicia no habrá necesidad alguna de determinar la descripción
del bien de modo que imponga unanimidad acerca de todas las normas de la elección
racional. En realidad, esto se opondría a la libertad de elección que la justicia como
imparcialidad asegura a los individuos y a los grupos dentro de la estructura de unas
instituciones justas. Generalmente Rawls apoya a que las personas encuentran su bien de
distinto modo, y para una persona pueden ser buenas muchas cosas que no lo serían para
otra.
De este modo se nos plantean 3 grandes contrastes generales entre el bien y la
justicia. Una diferencia consiste en que, mientras los principios de la justicia son los que se
elegirían en la situación original, los principios de la elección racional y los criterios de
racionalidad deliberativa no se eligen, en absoluto.

Un segundo contraste entre lo justo y lo bueno consiste en que en general es bueno


que las concepciones que los individuos tienen de su propio bien difieran de modo notable,
mientras no ocurre lo mismo respecto a sus concepciones de lo justo. En una sociedad bien
ordenada, por tanto, los proyectos de vida de los individuos son diferentes, en el sentido de
que tales proyectos dan especial importancia a diferentes propósitos, y las personas quedan
en libertad de determinar su bien, sin contar con las opiniones de otros, más que a título
consultivo

La tercera diferencia consiste en que muchas aplicaciones de los principios de


justicia se ven reducidas por el velo de la ignorancia, cuando las evaluaciones del bien de
una persona deben basarse en un pleno conocimiento de los hechos. Estos contrastes
evidencian que, en la justicia como imparcialidad, los conceptos de lo justo y de lo bueno
tienen rasgos marcadamente distintos.

Los principios más evidentes y más fáciles de aplicar de la elección racional no


especifican cuál es el proyecto mejor; muchas cosas quedan todavía por decidir. Esta
indeterminación no es una dificultad para la justicia como imparcialidad, porque los detalles
de los proyectos no afectan, en modo alguno, lo que es correcto o justo.

De forma tal que, una vez analizados todos los puntos contemplados en el esquema
de Rawls somos capaces de reconocer una serie de conclusiones específicas; en primera
instancia, que la bondad aceptada en el título del problema que ofrece Rawls no refiere, en
sí misma, una acepción general de la concepción misma, sino que, por el contrario,
representa un marco conceptual que consoliden los bienes primarios previamente
seleccionados gracias a los preceptos de imparcialidad y de justicia, siéndose estratégico su
cumplimiento que se ve abocado a una racionalidad específica, y que no sienta las bases de
la bondad, sino de los bienes primarios que la rigen.

Estos bienes primarios siempre buscaran redirigir las facultades y virtudes


específicos que han de considerarse en el planteamiento para la formulación de una persona
buena, que si bien ha de ser subjetivo dependiendo de los criterios de quienes la interpreten,
la posición original nos da la herramienta del espectador imparcial necesaria para
determinar un marco de alcance específico. Y el proyecto de vida tendría el papel de
estructurar nuestros objetivos a largo plazo. Sin embargo, en el esquema de variables
previamente consideradas por Rawls; dígase la imparcialidad, los principios de justicia, y
las presunciones de la sociedad bien ordenada, ahora se le añade la bondad como eje que
determina un rango de acción y nos hace preguntarnos ¿realmente la justicia es suficiente
fundamento para establecer una sociedad bien ordenada? En este capítulo, el autor nos
muestra que no, al determinar un esquema bastante entramado de directrices que, aunadas a
la bondad, buscan determinar, por los medios más racionales y objetivos posibles una
respuesta a esta pregunta.

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