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A 9.020 kms. de donde escribo estas líneas, en México, hay una cadena de librerías,
Gandhi, que no solo es referencia cultural en aquel país sino ejemplo de creatividad en
sus anuncios publicitarios, modelo de cómo convertir un producto en promesa. De uno
de ellos tomo prestado el título de cabecera: “Menos face y más book”… Y no hace falta
añadir mucho más.
En el tema que aquí me ocupa, la ingeniosa frase me sirve para ilustrar, de manera
metafórica, la tentación de confundir la apariencia con la sustancia, la información con
la solución, en la toma de decisiones empresariales.
Está extendida hoy la tentación --y no seré yo quien lance la primera piedra-- de confiar
en que Google nos resuelva cualquier duda en una fracción de segundo, pues no en
vano es el sabueso por excelencia de la red. Pero, como leí en algún sitio, “internet no
es más que un pastillero de información con riesgo de sobredosis, algunas
contraindicaciones y no pocos efectos secundarios”. En efecto, esta “medicina” digital no
lo cura todo porque por muchas pastillas-datos que nos proporcione de poco sirven si
antes no hay un diagnóstico y un plan de tratamiento adecuado a la “enfermedad”.
Creemos que con tener la Wikipedia abierta las 24 horas estamos ya a la altura de
Leonardo Da Vinci, y que con dominar Instagram o WhatsApp nuestro control de la
comunicación es incuestionable y El Quijote resulta perfectamente prescindible; un
Emoji tiene más valor como mensaje que cualquier reflexión de Sancho Panza… ¡dónde
va a parar!
La carga de datos que hoy nos abruman –al menos a mi— producen a veces efectos
parecidos a los que se atribuyen a las huestes de Atila, solo que en este caso deja
yermos los campos del estudio y el pensamiento. Galopamos sobre información y
devoramos data sin detenernos a admirar el paisaje del pensamiento ni digerir
con calma tal cantidad de contenido presentado en cómodas y vistosas píldoras
listas para el consumo.
Los buenos empresarios y profesionales saben que los resultados son fruto de una
carrera de fondo, excepción hecha de “pelotazos” puntuales, con frecuencia más
No descubro nada si digo que no hay decisión ni solución posibles si antes no hay un
problema, un reto, un objetivo. El aparente perogrullo no lo es tanto ni nos enfocamos
en su definición, lo que puede ya resultar algo más difícil.
La labor anterior exige datos, por supuesto, y ello implica definir qué opciones tenemos
para alcanzarlos y qué recursos precisamos para cada una de las alternativas. Las
fuentes de información pueden ser variadas y resultar complementarias, pero hay que
concretarlas y establecer un campo de búsqueda con criterios de eficacia y eficiencia.
Tras identificar el problema real y la información necesaria para tratarlo, hay que
enfrentarse directamente, en tercer lugar, a los omnipresentes data. Sabiendo ya dónde
y cómo conseguirlos, tanto de fuentes internas como externas, conviene ordenarlos,
contrastarlos y corroborar su utilidad en función de su correspondencia con el
problema que nos atañe. Así se entiende que una de las profesiones con más presente
y mejor futuro es la de Data Scientist o Científico de Datos, la persona preparada para
analizar y extraer conclusiones de la información y convertir tales datos en instrumento
de gestión, mejora o resolución de problemas. De hecho, sus funciones corresponden
también con la cuarta etapa de nuestro camino que es el análisis y estudio del mapa de
datos sobre los que habrá que decidir, una vez extraídos y transformados en algo
manejable.
De esta forma, la decisión final contará con la garantía de que las partes del proceso se
han desarrollado de manera concienzuda y profesional. Siempre habrá un margen de
error, pero incluso ante tal eventualidad sabremos el método a aplicar.
Así, y por resumir lo expuesto con otras palabras, se trata de recorrer un camino en
estas etapas: delimitar los hechos y las circunstancias, aislar el problema y
comprenderlo, hacer un juicio jerarquizando prioridades e identificando alternativas y
consecuencias y, en fin, tomar la decisión y aplicarla.
Entiéndase ahora el título como una metáfora: mientras el “book” es el esfuerzo por la
reflexión, la “face” es la tentación de salvar solo las apariencias.
… Será por eso que Mark Elliot Zuckerberg dejaba a sus más de cien millones de
seguidores en su perfil de Facebook, y antes de testificar ante el Senado
estadounidense, el siguiente mensaje: “En una hora testificaré ante el Senado sobre
cómo Facebook necesita tener una visión más amplia de nuestra responsabilidad, no solo
para construir herramientas, sino para asegurarse de que esas herramientas se utilicen
para el bien. Haré todo lo posible para que sea un lugar donde todos puedan estar más
cerca de las personas que les importan y sea una fuerza positiva en el mundo.”
Javier Ongay