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Los intelectuales

La trayectoria de las ideas en el Asia


oriental de los siglos XIX y XX
Raquel Bouso García
Antonio José Doménech del Río
Carles Prado Fonts
Timothy B. Weston

P05/87014/00689
© FUOC • P05/87014/00689 Los intelectuales

Índice

Introducción .............................................................................................. 5

Objetivos ..................................................................................................... 6

1. Aspectos introductorios (Carles Prado Fonts) .................................... 7


1.1. El legado del confucianismo ............................................................. 7
1.1.1. La raíz confuciana ................................................................. 8
1.1.2. La evolución: de Menci y Xunzi al neoconfucianismo ........ 9
1.1.3. Implicaciones ........................................................................ 11
1.2. El imperialismo ................................................................................. 12
1.2.1. Primeros contactos ................................................................ 12
1.2.2. La intrusión de occidente ...................................................... 15

2. Historia intelectual del Japón moderno


(Raquel Bouso Garcia)............................................................................... 17
2.1. Bakumatsu. La transición Tokugawa-Meiji ...................................... 17
2.1.1. Ciencia holandesa (rangaku 蘭学 ) ........................................ 18
2.1.2. Estudios nacionales (kokugaku 国学 ) ................................... 19
2.2. La generación Meiji (1868-1945) ...................................................... 20
2.2.1. Civilización e ilustración (bunmei-kaika 文明開化 ) .............. 21
2.2.2. El movimiento por los derechos civiles
y la política de partidos ......................................................... 22
2.2.3. Tradicionalismo frente a occidentalización .......................... 24
2.3. La democracia Taishò (1912-1926) y el camino hacia la guerra ...... 27
2.3.1. Natsume Sòseki y el nuevo contexto cultural ....................... 27
2.3.2. Aires reformistas .................................................................... 30
2.3.3. Los intelectuales y la guerra .................................................. 33
2.4. La generación de posguerra (1945-65) y la época contemporánea ...... 35
2.4.1. Ocupación y reconstrucción ................................................. 35
2.4.2. Literatura sobre la bomba atómica ....................................... 37
2.4.3. Yukio Mishima y las contradicciones del Japón
moderno ................................................................................ 38
2.4.4. Nuevas perspectivas ............................................................. 39

3. Historia intelectual de la China moderna


(Timothy B. Weston) ................................................................................ 42
3.1. El movimiento reformista de finales del siglo XIX ........................... 43
3.2. El Movimiento por la Nueva Cultura ............................................... 46
3.3. La primera etapa comunista ............................................................. 50
3.4. La Revolución Cultural ..................................................................... 53
3.5. Los años ochenta .............................................................................. 55
3.6. El nuevo siglo ................................................................................... 58
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4. Historia intelectual de la Corea moderna


(Antonio José Doménech del Río) ............................................................ 61
4.1. Joseon tardío (XIX-XX) ....................................................................... 64
4.1.1. Donghak, Escuela del Pensamiento Oriental ........................ 65
4.1.2. La Ilustración ......................................................................... 66
4.1.3. Instauración de la educación moderna ................................. 68
4.1.4. El nacimiento de la prensa moderna coreana ...................... 69
4.1.5. Inicios del movimiento feminista en Corea ......................... 70
4.2. Colonización japonesa (1910-1945) ................................................. 72
4.2.1. La japoneización de la cultura coreana ................................. 72
4.2.2. Nacimiento de la resistencia coreana .................................... 73
4.2.3. El movimiento independentista ........................................... 73
4.2.4. El movimiento intelectual y la conservación
de la cultura coreana ............................................................. 74
4.2.5. Los intelectuales coreanos y la introducción
de la filosofía occidental ....................................................... 76
4.3. Corea desde 1945 hasta la actualidad .............................................. 77
4.3.1. La división política e intelectual de Corea ............................ 78
4.3.2. Papel de los intelectuales en la Corea actual ........................ 80
4.3.3. Los “Nuevos Intelectuales” coreanos .................................... 81
4.3.4. Los intelectuales en Corea del Norte .................................... 83

Bibliografía ................................................................................................ 91
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Introducción

Dentro del conjunto de la asignatura Sociedad y cultura en Asia oriental, la his-


toria intelectual tiene un papel importante como elemento contextualizador.
Para poder entender aspectos sociales y culturales de Asia oriental (como la so-
ciedad civil o la cultura popular, que serán objeto de análisis en los próximos
módulos), y profundizar en ello, es indispensable tener un conocimiento bá-
sico de las principales tendencias de pensamiento dentro de las cuales se han
desarrollado estos aspectos concretos. En este módulo, pues, daremos un vis-
tazo a las diferentes tendencias y especificidades históricas que marcaron el
pensamiento y la vida de los intelectuales de los siglos XIX y XX.

En una tradición marcada por el confucianismo (como se verá en los diferen-


tes apartados de este módulo) los intelectuales han sido históricamente la
fuerza aglutinadora y articuladora de la sociedad y la cultura en Oriente, aun-
que, en la mayoría de los casos, la clase intelectual protagonizara una intere-
sante paradoja: alienados de la población, pero participativos en el Gobierno
del Estado y preocupados por el desarrollo social y cultural.

En el primer apartado del módulo nos acercaremos de manera general a dos


aspectos que reencontraremos, con diferentes formas y matices, en los tres
apartados siguientes: el pensamiento confuciano y el impacto del imperialis-
mo occidental. Más adelante, el repaso más exhaustivo de la historia intelec-
tual de Japón, China y Corea nos debería permitir establecer vínculos entre,
por un lado, cada caso concreto y los aspectos introductorios y, por otro, entre
los tres casos concretos.
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Objetivos

Los objetivos que nos proponemos alcanzar en este módulo didáctico son los
siguientes:

1. Repasar las bases del pensamiento confuciano y su evolución histórica, y


ver cómo se han trasladado y han influido en la historia intelectual moder-
na de Asia oriental.

2. Relacionar la trayectoría de las ideas en el Asia oriental de los siglos XIX y XX


con el impacto del colonialismo y el imperialismo occidental.

3. Conocer de manera detallada la trayectoria histórica del pensamiento mo-


derno a lo largo de los siglos XIX y XX en cada una de las grandes áreas de
Asia oriental: Japón, China y Corea.

4. Reflexionar sobre la importancia de la clase intelectual en Asia oriental y


sobre la difusión de sus ideas en el conjunto de la sociedad y la cultura de
la época.

5. Saber aplicar el análisis de la historia intelectual en manifestaciones socia-


les y culturales del Asia oriental moderna y contemporánea.
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1. Aspectos introductorios

En este primer apartado comentaremos un par de aspectos introductorios que


nos parecen importantes para contextualizar los repasos en las historias inte-
lectuales de Japón, China y Corea que seguirán en los apartados siguientes. En
primer lugar, haremos un breve repaso a la importancia de la raíz confuciana
de la intelectualidad moderna de Asia oriental recordando las bases del pensa-
miento confuciano y su evolución a lo largo de la historia. En segundo lugar,
haremos un breve repaso a los primeros contactos modernos entre Asia orien-
tal y los países occidentales, que llevaron al establecimiento de un nuevo mar-
co geopolítico en la zona.

Este nuevo contexto –marcado, de manera interna, por la herencia del confu-
cianismo y, de manera externa, por el nacimiento de un nuevo mapa de ten-
siones y de intereses comerciales, militares e ideológicos a escala mundial– fue
esencial no sólo para el desarrollo de los diferentes problemas y cuestiones de
la historia intelectual moderna en Japón, China y Corea, sino también en la
formación de las problemáticas y manifestaciones de la sociedad civil y la
cultura popular que veremos en los módulos 3 y 4.

1.1. El legado del confucianismo

Tal vez sería posible ver el confucianismo como un pensamiento que apuntala
algunos de los puntos que conforman el esqueleto de esta asignatura, especial-
mente por lo que respecta al mundo intelectual y a la sociedad civil. Además,
el confucianismo también se puede considerar un nexo de unión entre civili-
zaciones y naciones con peculiaridades y diferencias como las que forman el
conjunto global de Asia oriental.

A pesar de las influencias del budismo y del taoísmo, el confucianismo


(especialmente en su vertiente neoconfuciana) fue altamente influyen-
te para la intelectualidad y la sociedad no sólo de China, sino también
de Japón y Corea.

El confucianismo y su evolución histórica hacia el neoconfucianismo nos pro-


porciona el contexto, una herramienta de un análisis interno para el mundo
intelectual de los siglos XIX y XX. Proporciona un centro de significado común
para la ideología, la política, la administración, la cultura y la sociedad de Chi-
na, Japón y Corea antes del siglo XIX.

Intentaremos, pues, repasar sucintamente algunos de los aspectos del confucia-


nismo y el neconfucianismo en clave de la historia intelectual moderna, que
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nos permitan entender mejor el desarrollo moderno posterior. Nos interesa re-
flexionar sobre cómo el legado del confucianismo llegó a influir en el mundo
social e intelectual moderno y contemporáneo en China, Japón y Corea.

1.1.1. La raíz confuciana

Sin querer llegar a formular un extenso resumen de las bases confucianas, al-
Confucio
gunos de los parámetros básicos del confucianismo que pueden tener relación
El confucianismo nace de
con alguno o algunos de los aspectos de la sociedad y la cultura de Asia orien- la figura de Confucio o Maes-
tro Kong o Kong Fuzi
tal que trataremos en esta asignatura son los siguientes: (551-479 a. C.). Su obra princi-
pal, Las Analectas (Lunyu)
no fue escrita directamente
• Confucio promulgó una filosofía basada en ideas y tradiciones con un obje- por él, fue compilada por
sus discípulos.
tivo claro: facilitar la manera de gobernar a la sociedad china de la época,
una sociedad fragmentada, con diferentes reinos en conflicto constante. El
mismo Confucio, de hecho, intentó establecerse como consejero de varios
señores feudales, aportando sus ideas sobre la manera de gobernar. Como no
tuvo éxito como consejero, se dedicó a la enseñanza.

• De su filosofía de Confucio destaca el pragmatismo: Confucio no muestra


interés en el mundo sobrenatural, ni en el más allá. En cambio, le preocupa
la armonía social del mundo real.

• Para conseguir la armonía social, hay que pautar la sociedad según un con-
junto de relaciones jerárquicas y de mecanismos autoritarios en todos los
planos: el Estado, la familia, la sociedad en general. Los rituales (li) o prác-
ticas como la piedad filial (xiao) son, por lo tanto, herramientas para man-
tener este equilibrio de fuerzas sociales.

• El colectivo es claramente prioritario sobre el individuo. La unidad social


Lectura recomendada
básica, por ejemplo, es la familia. Esta orientación colectivista articula una
En este punto, podéis leer
serie de comportamientos sociales y morales: el autoritarismo y la acepta- la obra siguiente:
ción de la autoridad, la valoración de la edad y de la experiencia vital acu- Confucio (Maestro Kong)
(1997). Lun Yu. Reflexiones
mulada, la voluntad de evitar conflictos generacionales. y enseñanzas Trad. Anne-
Hélène Suárez. Barcelona:
Kairós.
• El gobernante (y, de hecho, cualquier persona respecto de sus “inferiores”
sociales) tiene que tener un profundo sentido ético del deber. Las virtudes
o valores éticos de un hombre noble (o junzi) son la humanidad o solidari-
dad humana (ren), el altruismo (shu), la lealtad (zhong), justicia (yi) y el co-
nocimiento (zhi).

• La clave del pensamiento confuciano es la educación, es la base que per-


mite transmitir e inculcar adecuadamente las virtudes y las conductas co-
rrectas. En principio, la educación no hace ninguna discriminación de
clase, cosa que demuestran los exámenes para la administración civil, me-
diante los cuales se podía acceder al mandarinato (y, por lo tanto, progresar
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socialmente no gracias al linaje, sino a la educación). Ahora bien, es evi-


dente que, para aprobar los exámenes, había que estudiar, y, para estudiar,
había que tener el tiempo y los recursos para hacerlo (es decir, no tener que
trabajar en el campo, por ejemplo).

Aunque el confucianismo no se puede considerar como lo que hoy entende-


mos por religión, funcionó y se expandió como si de una religión se tratase:
mediante rituales pautados, en torno a textos escritos, tanto en China como
en Japón y Corea. Cabe recordar, sin embargo, que coexistió con elementos
del taoísmo y del budismo y –más recientemente– del cristianismo. a

1.1.2. La evolución: de Menci y Xunzi al neoconfucianismo

Después de la muerte de Confucio y aún en la época previa a la dinastia Qin,


Lectura recomendada
los que se ha considerado como los primeros dos grandes discípulos de Con-
Para repasar con más
fucio han sido Mencio (ca. 370-ca. 300 a. C.) y Xunzi (ca. 310-215 a. C.). profundidad estos aspectos,
podéis volver a los módulos 1
y 2 de:
La obra de Mencio, el Mencio, es, como las Analectas de Confucio, una recopi- A. Prevosti (coord.) (2003).
Pensamiento y religión en Asia
lación de las conversaciones del filósofo. Mencio, que viajó de corte en corte Oriental. Barcelona: Ediuoc.
dando consejo a gobernantes, enfatiza que un Gobierno debe ser benevolente De los cuales hemos
cribado buena parte de la
para poder ganarse al pueblo. Su pensamiento hace referencia a aspectos de fi- información de este punto.
losofía moral, especialmente relacionados con la bondad del ser humano.

Medio siglo más tarde, Xunzi remarcó aún más la importancia de la educación y
de la preparación de los letrados. Con más experiencia política y administrativa,
Xunzi (al contrario de Mencio) cree que la naturaleza humana es mala por natu-
raleza, pero que puede ser entrenada y redirigida mediante la educación –que por
eso deviene esencial– y un impulso de leyes y castigos estrictos. No es casual que
los principales filósofos legalistas (Han Fei Zi como teórico y Li Si, ministro de la
dinastía Qin, como pragmático) fueran discípulos de Xunzi.

Después de ser eclipsado por el budismo, sobre todo durante la dinastía Tang,
el confucianismo recupera vigencia a partir de la dinastía Song. Durante los
Song –una época en la que la composición de la sociedad se hace mucho más
diversa y compleja– la nueva elite dedica grandes esfuerzos a estudiar la obra
de Confucio y, al mismo tiempo que le aportan nuevas interpretaciones,
transmiten más devoción por los principios confucianos. El estudio del pasado
queda reforzado como una herramienta básica para entender y servir el pre-
sente. Es en esta época cuando se crean multitud de escuelas y academias de
estudio de la obra de Confucio.

Una de estas escuelas fue dirigida por quien ha sido considerado la figura prin-
cipal del neoconfucianismo: Zhu Xi (1130-1200). Zhu Xi propugnó una con-
cepción del aprendizaje como una herramienta para la perfección personal y
no como mero instrumento para pasar los exámenes de la administración. Por
eso, aunque concedía una gran importancia a la figura del maestro como edu-
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cador, también preparó, juntamente con Lu Zuqian (1137-1181) una antolo-


gía con los principales textos del confucianismo Song destinados al
autoaprendizaje de los que vivieran en áreas remotas.

Esta antología, que tuvo una gran influencia en Corea y en Japón, incluye
escritos de los considerados fundadores del nuevo confucianismo: Zhou
Dunyi (1017-73), Zhang Zai (1020-77) y los dos hermanos Chen Han (1032-85)
y Chen Yi (1033-1107), así como una serie de aspectos de aplicación práctica
(como gestionar una familia, desarrollarse en la administración), siempre con
un énfasis en las capacidades de perfeccionamiento personal.

Hacia mediados del siglo XIII, Zhu Xi y sus comentarios a los denominados
Cuatro Libros (las Analectas, el Mencio, el Gran Estudio, y el Zhongyong) fueron
aceptados oficialmente como la ortodoxia confuciana. Esta consideración se
mantuvo hasta el final del imperio, ya entrado el siglo XX. a
Vemos en Zhu Xi y en la manera de trabajar el canon confuciano una caracte-
rística propia de los pensadores de Asia oriental: a menudo no plantean sus
postulados en obra propia, sino como comentarios a clásicos, en escritos va-
rios (como cartas) y en conversaciones con los discípulos. Esto dificulta la ta-
rea de sistematizar sus postulados, al mismo tiempo que estimula la crítica y
la reinterpretación continuadas. a

Ya en esta época y en Zhu Xi encontramos una primera distinción entre


sustancia (ti) y función (yong), en el marco de opuestos y dualidades que
planteaban los filósofos neoconfucianos. Esta distinción se manifestará
en otra dimensión a partir del impacto del colonialismo y la ciencia oc-
cidental, que provocó que los países de Asia oriental se llegaran a plantear
postulados como “la ciencia (occidental) como yong, pero el pensamiento
nacional como ti”.

La ortodoxia confuciana a partir de Zhu Xi se mantuvo de una manera efectiva


gracias al sistema de exámenes para acceder a la administración civil. El tema-
rio de estos exámenes estaba formado por los clásicos –en la interpretación de
Zhu Xi. Todo aquel que quería acceder a la función pública, pues, tenía que
dominarla.

Aunque la figura de Zhu Xi y sus interpretaciones fueron centrales en siglos


posteriores, hacia finales del siglo XV, la Escuela de la Mente, representada por
Wang Yangming (1472-1529), ganó popularidad. Wang defendía la medita-
ción y la iluminación interior; es decir enfatizaba el subjetivismo y el idea-
lismo ante el racionalismo propugnado por Zhu Xi. En consecuencia, la
educación (tan importante para Zhu Xi) era secundaria: Wang defendía que
todo el mundo puede alcanzar la perfección, porque es interna, y todo el mun-
do lleva en su interior la sabiduría. Este énfasis comportó algunas coinciden-
cias con el budismo y el taoísmo. Wang Yangming
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En Corea y Japón, donde había dominado el budismo, el neoconfucianismo


llegó ya en tiempo de la dinastía Yuan. La influencia del confucianismo se ha-
bía hecho patente en otros aspectos, como el establecimiento de exámenes
imperiales, el lenguaje o la centralización del Gobierno.

En Corea, durante la dinastía Yi (1392-1910), se adopta el confucianismo en


las interpretaciones de Zhu Xi, como modelo espiritual y moral. Se da una
gran importancia a las escuelas, en las que se enseña la lengua china clásica y
los clásicos confucianos.

En Japón, el neoconfucianismo llega por la vía coreana. También, por lo tanto,


se valoran las interpretaciones de Zhu Xi (Shushi en japonés, que da pie a la
escuela Shushigaku), que se convierten durante la era Tokugawa en la ortodo-
xia nacional. A diferencia de China y Corea, en Japón no había sistema de exá-
menes imperiales y los cargos eran para la nobleza. Sin embargo, el estímulo
de los estudios históricos y de la actividad de letrados en general se valoró mu-
cho, especialmente los aspectos como la lealtad y el orden.

A partir de mediados del siglo XVIII, nuevas corrientes intelectuales (entre las
cuales se encuentra el contacto con el oeste) debilitaron el dominio de la or-
todoxia neoconfuciana.

1.1.3. Implicaciones

A partir de estos dos breves recorridos por las raíces y la difusión del confucia-
nismo, vale la pena que intentemos extraer algunas ideas que pueden tener
una implicación más directa (aunque se manifieste de manera más o menos
explícita) en los apartados sobre la historia intelectual:

• El confucianismo tuvo una estrecha relación con los mecanismos de Go-


bierno y de la administración, tanto en China como en Japón y Corea,
donde llegó a la cúspide en el periodo previo a la llegada de las fuerzas oc-
cidentales del siglo XIX. En este sentido, es fundamental ver cómo el Esta-
do –en tanto que mecanismo de Gobierno– es una de las claves en el
despliegue del pensamiento confuciano en Asia oriental.

• El énfasis en el orden, la estabilidad y la jerarquía comportan una tenden-


cia al pragmatismo y al relativismo. Tanto el equilibrio y la moderación,
como –más allá de esto– el conservadurismo político seguido por muchos
Gobiernos de Asia oriental, serían consecuencias tangibles de ello.

• La prioridad del colectivo (familia) sobre el individuo marca una concep-


ción social que choca claramente con concepciones individualistas como
las que llegaron de Occidente durante los siglos XIX y XX (Adam Smith o
Darwin). Por otro lado, la familia es el organismo que organiza la vida del
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individuo y le da sentido: trabajo, sustentación, seguridad, relaciones so-


ciales, recreación, etc. Este bagaje colectivista y autoritario impregna al
mismo tiempo organismos como los Gobiernos, la empresa o la intelectua-
lidad.

• Se nos abre (por ausencia) una perspectiva de análisis: la de género. El con-


fucianismo contempla las virtudes de un junzi u hombre noble. La ausencia
de referencias a la mujer da pie a observar el desarrollo de corrientes femi-
nistas a partir del siglo XX.

• La importancia del estudio y la educación es fundamental en todo el entra-


mado social e intelectual confuciano. La mayoría de los intelectuales de la
época moderna se formaron en este paradigma. Eso, por una parte, los su-
merge en unos parámetros de actuación similares. Pero, de la otra, justa-
mente les da pie a rebelarse contra esta tradición. a

1.2. El imperialismo

Después de repasar los antecedentes del imperialismo europeo en Asia orien-


tal, a partir del análisis de los primeros contactos entre Europa y Asia oriental,
veremos como, a partir del siglo XIX, se produjo un giro importante que tuvo
una gran significación en el contexto cultural e intelectual del Asia oriental
moderna.

1.2.1. Primeros contactos

Los contactos iniciales entre las civilizaciones de Asia oriental y los países del
ámbito europeo no tuvieron el impacto de los producidos en el siglo XX, pero
marcaron el tono de lo que más adelante serían las relaciones entre estas cul-
turas y prefiguran algunas de las consecuencias de estos últimos.

Los primeros contactos entre los países del ámbito europeo y Asia oriental no fueron he-
chos aislados; por ejemplo, la relación que tuvieron los jesuitas con Japón condicionó su
posterior acercamiento a China.

Los portugueses llegaron a la India en 1498 y, pocos años después, a Asia


oriental: a China en 1514 y a Japón en 1543. Su llegada a Asia oriental tuvo
fundamentalmente motivos económicos: romper el monopolio árabe de las
especias. Los portugueses (como anteriormente lo habían hecho los japone-
ses), se dedicaron, pues, al comercio (legal e ilegal) y a la piratería. Este com-
portamiento fue interpretado por la corte Ming como barbárico (se ganaron
la fama de comedores de criaturas), pero, aun así, en 1557 se les permitió es-
tablecerse en Macao a cambio de un pago anual. Macao continuó siendo te-
rritorio chino hasta 1887, cuando fue cedido a Portugal –cesión que duró
hasta 1999.
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Aparte del comercio, el otro objetivo de los europeos que llegaban a Asia orien-
tal era, evidentemente, religioso. El impulso misionero fue, sin duda, un in-
centivo complementario –pero no por eso menos importante desde un punto
de vista ideológico y discursivo– para la expansión europea. Normalmente,
eran los misioneros (y no los comerciantes) los que hacían de primeros inter-
mediarios y agentes interculturales.

Los jesuitas –una orden disciplinada y de gran vigor intelectual, fundada


Lectura recomendada
en 1540 en la vanguardia de la Reforma católica– llegaron a Japón pocos
Para una teorización de estos
años después de su fundación como orden religiosa. En 1549, San Francisco primeros contactos
Javier (1506-1552) desembarcó en las costas de Kyushu sólo seis años después interculturales en China,
podéis ver:
de que los japoneses se encontraran con los primeros europeos (portugueses) S. Golden (2000). “From the
Society of Jesus to the East
en la isla de Tanegashima. India Company: A Case
Study in the Social History of
Translation”. En: M. Gaddis
Inicialmente, las relaciones fueron cordiales. Los japoneses quedaron impre- Rose (ed.) In Beyond the
Western Tradition (pág. 199-
sionados por el carácter riguroso y disciplinado de los jesuitas, y no destacaron 215). Binghamton, NY: State
tanto las diferencias como las similitudes: religiosa (el cristianismo que se les University of New York,
El artículo puede consultarse
proponía lo veían como una especie de budismo) y política (compartían la en línea:
misma concepción feudal). Asimismo, los jesuitas se adaptaron a algunas de http://www.fti.uab.es/
sgolden/docencia/doctorat/
las costumbres y hábitos japoneses. jesuits.htm.

Los jesuitas querían convertir a la fe católica al pueblo japonés con una estra-
tegia de arriba abajo: convertir, de entrada, a los gobernantes, para que así el
pueblo tomara ejemplo y se convirtiera más tarde. No se trataba de europei-
zar a la población, sino de convertirlos a la fe cristiana. En muchos casos, la
conversión de algunos señores feudales respondió a la voluntad de obtener
ventajas comerciales. A nivel institucional, los primeros contactos con el Go-
bierno central de Kyoto fueron positivos. Pero más adelante, a causa de poten-
ciales conflictos de autoridad en 1587, se decretó una orden de expulsión de
los monjes. Poco más de dos décadas más tarde, en 1614, empezaron las per-
secuciones.

Los españoles, que en 1571 habían conquistado Filipinas, llegaron a Japón po-
cos años más tarde, y a comienzos del siglo siguiente lo hicieron los ingleses y
los holandeses. Esta diversidad de voces, de intereses y de matices religiosos
(ingleses y holandeses, por ejemplo, eran protestantes) rompió la uniformidad
de los contactos y contribuyó a hacer las relaciones más complejas.

Los españoles daban apoyo a los franciscanos, no a los jesuitas. Menos discre-
tos y menos informados que los jesuitas, los franciscanos rechazaron la táctica
de arriba abajo y decidieron invertirla. La estrategia resultó un fracaso. En 1597
se produjo la crucifixión de seis franciscanos y de 18 japoneses conversos,
en 1606 el cristianismo fue declarado ilegal, y en 1614, como decíamos, em-
pezó la persecución de los cristianos en Japón.

Todo ello contribuyó al hecho de que en 1630 Japón se cerrara a los extranje-
ros y sólo mantuviera relaciones con los holandeses (con contactos muy espo-
© FUOC • P05/87014/00689 14 Los intelectuales

rádicos). Los japoneses veían la religión cristiana como potencialmente


subversiva para las estructuras básicas de la sociedad, porque ponía en duda
valores y creencias tradicionales (el primer mandamiento, por ejemplo, se veía
como una incitación a la desobediencia y a la deslealtad hacia los padres y al
señor feudal). Pero, sobre todo, el rechazo religioso tuvo su raíz en el hecho de
que iba asociado al expansionismo europeo.

Aunque el cierre de Japón a las relaciones con países europeos fue casi comple-
to, continuó manteniendo relaciones comerciales con China y diplomáticas
con Corea.

En China, en 1601, Matteo Ricci (1551-1610) es recibido por el emperador chi-


no después de 18 años en el país. Ricci es valorado por sus amplios conoci-
mientos de ciencia occidental (especialmente de astronomía), pero también
por su dominio de la lengua china y los clásicos. A su muerte en 1610, su mi-
sión estaba bien establecida en la capital y aceptada por el Gobierno imperial.

La actividad de los jesuitas aceptaba las enseñanzas de Confucio. El confucia-


nismo no se condenaba, sino que se adaptaba a los clásicos y a los rituales de
veneración a Confucio y a los ancestros de cada familia. Los jesuitas creían que
estas ceremonias no eran religiosas y que, por lo tanto, se podían permitir. Los
dominicanos, en cambio, se opusieron a esta política de acomodación.
Mateo Ricci

Esta polémica no se había producido en Japón. Allí todos los religiosos de to-
das las órdenes estuvieron de acuerdo en condenar el budismo y el shintoís-
mo. En China, en cambio, los jesuitas tenían razones políticas para permitirlo:

“Excluir a los cristianos de practicar las ceremonias por Confucio sería excluirlos de par-
ticipar en la vida política china. O peor aún, prohibirles la veneración ritual de los ances-
tros no sólo desproveiría a los cristianos chinos del sentido de la familia, sino también
les haría parecer monstruos no filiales, inmorales a los ojos de los compañeros no cristia-
nos. Si la cristiandad rechazaba a los clásicos y abogaba por este tipo de comportamiento
inconformista, se convertiría en una religión subversiva en la sociedad y en el Estado chi-
nos. Perseguida y condenada, la cristiandad sería incapaz de llegar a muchas almas, que,
en consecuencia, quedarían desprovistas de su oportunidad de salvación.”

Schirokauer, 221

Pero los dominicanos presionaron y en 1704, el papa Clemente XI condenó


los rituales chinos y en 1742 se publicó un decreto que se oponía directamente
a la perspectiva defendida por los jesuitas en la controversia. Esta postura se
mantuvo hasta 1939.

Aparte de eso, en muchos lugares de China tampoco se veía con buenos ojos
la presencia de los misioneros, especialmente en Guangdong (había una rela- La influencia...
ción más directa con los occidentales), donde en 1724 se prohibió la religión ... no sólo fue de Occidente
cristiana. en China, sino al revés. Los in-
formes de los jesuitas ayudaron
a crear una imagen idealizada
de China en Europa, que
Estos primeros contactos históricos en cierta manera marcan algunas de las adoptaron los filósofos
de la Ilustración.
pautas que más adelante influenciarán la sociedad y la cultura de los siglos XIX
© FUOC • P05/87014/00689 15 Los intelectuales

y XX. En primer lugar, la importancia del equilibrio –o tensión– entre los inte-
reses comerciales, ideológicos y militares. En estos primeros contactos la ideo-
logía todavía se podía rechazar; más adelante el poder de la fuerza militar lo
hizo irrefutable.

Finalmente, es importante constatar que los primeros contactos con Occiden-


te ya muestran una diversidad en la localización y en la profundidad del im-
pacto (no es lo mismo la costa que el interior de China, por ejemplo). Estos
impactos y los sucesivos no se pueden explicar por una simple relación bipo-
lar, hace falta una perspectiva más abierta y compleja.

1.2.2. La intrusión de occidente

Durante la segunda mitad del siglo XIX, Asia oriental cedió a la pujanza de los
países europeos, principalmente a causa de la desventaja militar. Esta desven-
taja tenía diferentes motivos, entre los cuales la no implicación de los Estados
de Asia oriental en la investigación en tecnología y armamento o las conse-
cuencias directas de las intrusiones coloniales. Ya los portugueses habían teni-
do armamento más avanzado, móvil y, en definitiva, óptimo para la lucha
marítima. Esta superioridad militar todavía se remarcó más con la llegada de
los ingleses y los franceses.

Pero no se trató sólo de una conquista militar. La interrelación poderes mili-


tares y organizaciones comerciales fue un elemento clave para el expansio-
nismo europeo en la zona. La Compañía de las Indias Orientales, por ejemplo,
no se habría desarrollado de la manera que lo hizo en Asia oriental sin el apoyo
militar.

Otro aspecto que cabe tener en cuenta en esta intrusión occidental es la indus-
Lectura recomendada
trialización (o el llamado capitalismo industrial), que contribuyó a dar más
Todavía hoy día tienen
ventaja militar y tecnológica, por un lado, y a abrir (y satisfacer) mercados, vigencia las tesis de Lenin
apuntadas en su artículo
por otro. Este momento histórico ha sido visto como el paso clave en la “Imperialismo, la fase
transformación del capitalismo europeo que, impulsado por las necesidades superior del capitalismo”
escrito en 1916 y publicado
de mercado, se expandió –transformado en imperialismo– hacia el mundo como panfleto en 1917. El
artículo se puede consultar
no europeo. De aquí viene que el término imperialismo se asocie no sólo a en cualquiera de las ediciones
de sus obras completas.
conquista militar, sino también a conquista económica.

Esta conjunción de factores permitió a los británicos imponer el comercio li-


bre, por ejemplo. En este contexto, el comercio de opio procedente de la India,
provocó la Guerra del Opio en China (1839-1842) y los norteamericanos, en-
cabezados por el comodoro Perry, obligaron a Japón a abrirse al comercio en
1853. Como consecuencia del Tratado de Nanjing (1842) un gran número de
territorios se abrieron al comercio británico, se otorgó la soberanía británica
sobre Hong Kong y se pusieron límites a las tarifas y aranceles chinos. France-
ses y norteamericanos también se aseguraron tratados parecidos.
© FUOC • P05/87014/00689 16 Los intelectuales

La reacción japonesa al contacto con Occidente fue diferente. Viendo lo que


había pasado con la dinastía Qing, evitaron el conflicto y decidieron (a pesar
de las discrepancias) emprender una reforma interna. La restauración Meiji
(que analizaremos más adelante) puso el país en el camino de la moderniza-
ción.

Esta dinámica imperialista también se manifestó de manera interna dentro


de Asia oriental. En 1894, la rivalidad por la influencia política en Corea lle-
vó a la guerra entre China y Japón (1894-1895), que resultó una primera
prueba para un Japón en vías de expansión. El Tratado de Shimonoseki que
cerró la guerra dio a Japón el control territorial de la isla de Formosa (Taiwan).
Aunque el tratado también afirmó la independencia coreana, la lucha poste-
rior con Rusia por el control de la península coreana hizo que los japoneses
convirtieran Corea en un protectorado en 1905 y en una colonia cinco años
después.

Este nuevo escenario geopolítico tuvo importantes repercusiones en ámbitos


como la historia intelectual, la sociedad civil o la cultura popular –como vere-
mos en las próximas páginas y en los próximos módulos. Un efecto lo bastante
manifiesto y visible en los diferentes planos que repasaremos es el incremento
del nacionalismo como consecuencia de este contexto político. a
© FUOC • P05/87014/00689 17 Los intelectuales

2. Historia intelectual del Japón moderno

Los historiadores sitúan los comienzos de la época moderna en Japón a me-


diados del siglo XIX, cuando los dirigentes del país, persuadidos por Estados
Unidos, ponen fin a un período de relativo aislamiento de la esfera interna-
cional, establecen acuerdos comerciales e inician una etapa de grandes trans-
formaciones denominada era Meiji (1868-1912).

Así, tras la caída del régimen anterior, el shogunato Tokugawa, tiene lugar
una apertura significativa de Japón a las influencias externas y una moder-
nización del país a todos los niveles. En los círculos intelectuales, los deba-
tes vendrán marcados en gran medida por una confrontación con la
cultura occidental y una tensión entre tradición y modernidad.

2.1. Bakumatsu. La transición Tokugawa-Meiji

El Gobierno Tokugawa (bakufu) empleaba el budismo institucional como órga-


no administrativo y favorecía las enseñanzas confucianas sobre política y ética.
Los intelectuales de la época eran monjes zen y, cada vez en mayor número, se-
guidores de las enseñanzas confucianas. Ponían sus conocimientos al servicio
de las autoridades (en calidad de estudiosos oficiales), de los samuráis o incluso
de la gente común; otros eran poetas que cultivaban su arte apartados del mun-
do. En las postrimerías de la era Tokugawa (bakumatsu, fin del bakufu), la de-
manda creciente de administradores favoreció la creación de nuevas escuelas
y la especialización. Con ello se ponía fin al monopolio de monjes y samuráis
# in; es decir, pertenecientes al
sobre la educación y aparecían los estudiosos chon
escalafón social inferior de la jerarquía oficial Tokugawa: habitantes de las ciu-
Tokugawa
dades, comerciantes y, en algunos casos, de origen campesino.

A partir de 1790, el activismo contra el régimen procedía precisamente de ple-


beyos que habían prosperado, así como de la difusión de ideas heterodoxas
como las neoconfucianas de Wang Yangming (1472-1528). Las reformas del
Gobierno, de corte tradicionalista, despertaban una creciente oposición que se
articulaba en torno a un movimiento partidario de la restauración del poder
imperial. El bakufu censuró y reprimió con dureza el librepensamiento que al-
gunos intelectuales empezaban a manifestar y que contó con escaso reconoci-
miento entre sus contemporáneos.

Hacia 1840, en una época de gran desarrollo de la navegación, y tras la derrota


de China a manos de los británicos en la Guerra del Opio de 1839-42, el bakufu
comenzó a reconsiderar la continuidad de su política nacional de aislamiento.
© FUOC • P05/87014/00689 18 Los intelectuales

Puesto que temía ceder a las presiones extranjeras y vacilaba en introducir


cambios, y dado que la identidad nacional se asentaba en la antigüedad y la
continuidad de la dinastía y del país, optó por mantener la fidelidad al empe-
rador (Tenno#), a la tradición cultural del país y a las instituciones. Sin embargo,
tampoco renunció a los saberes prácticos extranjeros y aplicó la célebre máxi-
ma de su consejero Sakuma Shòzan (1811-1864), “Moral oriental, técnica oc-
cidental” (to#yo# do#toku, seiyo# geijutsu). Shòzan unía así la filosofía de Wang
Yangming con las ciencias occidentales a partir de las ideas neoconfucianas de
Zhu Xi (1130-1200) y reformulaba el lema tradicional “alma japonesa y saber
práctico chino” (wakon kansai). La escuela de Shòzan, situada en el centro
oficial de estudios occidentales, fundado en 1855, pasaría a ser en 1877 la
Universidad de Tokio, lugar donde se formaron la mayoría de los grandes in-
telectuales modernizadores de la generación de 1868.

El debate sobre la defensa exterior y la política de aislamiento desató una po-


lémica de alcance nacional con la llegada a la bahía de Edo, el verano de 1853,
del comodoro Matthew Perry y su escuadrón de “barcos negros”, enviado por
Estados Unidos para indagar sobre una posible apertura de relaciones diplo-
máticas y comerciales con Japón. En 1854, se firmaba un tratado de amistad
que proporcionaba un intercambio de oficiales consulares entre Japón y Esta-
dos Unidos. Hubo dos actitudes divergentes: quienes defendían abrir el país a
unas relaciones con el extranjero limitadas (kaikoku) y quienes miraban con
preocupación el esquema de valores occidental basado en el propio provecho
y no en el deber, en la ostentación y el lujo frente a las virtudes de la disciplina,
El comodoro Matthew Perry
la frugalidad o el respeto de la jerarquía tradicionales (jo#i).

De este modo, el problema que centró las discusiones intelectuales fue


cómo conciliar las nuevas necesidades de la época con las formas de
pensar tradicionales; esto es, la visión científica del mundo con las an-
tiguas ideas de valor, moral práctica, historia y deber político.

2.1.1. Ciencia holandesa (rangaku 蘭学 )


Tras la llegada de Perry, en 1855, el shogunato Tokugawa estableció una oficina
para los que denominó estudios bárbaros. Un siglo y medio antes ya se había in-
troducido en Japón el estudio de las ciencias y técnicas occidentales, de acuerdo
con la costumbre tradicional japonesa de asimilar los conocimientos foráneos.
En 1720, se había levantado la prohibición de importar libros occidentales o sus
traducciones en chino, a excepción de las obras de contenido cristiano. Durante
el siglo XVIII, debido a que los japoneses sólo mantenían relaciones comerciales
con Holanda, la formación en cultura europea recibía el nombre de “Estudios
holandeses” y la lengua holandesa era el vehículo privilegiado de acceso a di-
chos conocimientos. En un principio, estos estudios consistían básicamente en
el acopio de la información sobre astronomía, calendarios, geografía, medicina
© FUOC • P05/87014/00689 19 Los intelectuales

y armamento proporcionada por los mercaderes holandeses y sus libros. A prin-


cipios del siglo XIX, había cientos de especialistas japoneses en estas materias y
se habían traducido varios libros de texto de medicina.

Entre los intelectuales interesados por la ciencia occidental, Hayashi Shiei


(1738-1793) propuso desarrollar una política nacional de desarrollo tecnológico
y Honda Toshiaki (1744-1821) abogó por un Estado centralizado y mercan-
tilista basado en la promoción por méritos. Según sus aspiraciones, estos
estudiosos se dividieron entre los universalistas, como por ejemplo el lite-
rato y pintor Watanabe Kazan (1793-1841), y los nacionalistas, como Sato
Nobuhiro (1793-1841), quien defendió un programa de modernización de la
economía y del Estado a fin de lograr un dominio mundial.
Watanabe Kazan

2.1.2. Estudios nacionales (kokugaku 国学 )


Paralelamente al interés por las ciencias occidentales, había grupos de intelec-
tuales que reivindicaban la necesidad de cultivar los conocimientos de la tra-
dición nativa e iniciaron una recuperación y sistematización del legado
cultural nipón. Con el estudio de los mitos y textos clásicos, Motoori Norinaga
(1730-1801) trató de definir la mentalidad indígena (yamatogokoro) del pueblo
japonés libre de influencias externas ya fueran budistas o confucianas.

En esta línea, los miembros de la escuela del feudo de Mito acuñaron el eslo-
gan “¡Reverenciad al emperador! ¡Expulsad a los bárbaros!” (sonno#-jo#i), que se
convertiría poco después en el lema aclamado durante los mítines de los lega-
listas en la Restauración Meiji. La intención de esta escuela no era atacar al
shogunato o reclamar la restauración imperial, sino recordar las obligaciones
éticas inspiradas por el confucianismo y el shintoísmo en una sociedad como
la japonesa ordenada jerárquicamente: la reverencia al emperador implicaba
automáticamente lealtad al shogun, en quien el emperador había delegado los
poderes de Gobierno. Y con la exhortación a expulsar a los bárbaros, conmi-
naban al shogunato a fortalecer las defensas contra las amenazas de agresión
externa. A partir de 1790, la Escuela de Mito produjo escritos políticos como
Shinron (Nuevas tesis, 1825) de Aizawa Seishisai (1782-1863), donde alertaba
del riesgo de acoger los aspectos materiales de Occidente pues conllevaba
aceptar su cultura, el espíritu científico o los principios cristianos.

La doctrina imperial fue cobrando forma paulatinamente entre los opositores al


bakufu y llegó a dominar el pensamiento japonés de 1825 a 1868. Se puede
clasificar a los críticos como reformistas o restauracionistas. Entre los re-
formistas, Yokoi Shonan (1809-1869) propuso introducir el parlamentaris-
mo y un federalismo de inspiración americana. El reformista Oshio Heihachiro
(o Chusai, 1793-1837), funcionario de la policía de Osaka perteneciente al ala
radical de la escuela de Wang Yangming, dirigió una insurrección popular que
fracasó, tras lo cual se suicidó ritualmente; prácticamente hasta 1945 fue tenido
por una gran figura heroica. Los reformistas fueron superados por los restaura-
cionistas. Éstos se declaraban fieles al Tennó, fuente de la legitimidad de sus as-
© FUOC • P05/87014/00689 20 Los intelectuales

piraciones, y reivindicaban un “retorno a la antigüedad” (fukko) a fin de


recuperar el espíritu y las formas del pasado. Yoshida Shoin (1830-1859), alum-
no de Shòzan, proclamó, inspirándose en Mencio, la legitimidad de la revolu-
ción de la elite moral contra las autoridades debilitadas, y del código de honor
guerrero bushido (desarrollado en el siglo XII y codificado en el XVI) y del ala ra-
dical de la escuela de Wang Yangming extrajo su doctrina de la acción heroica
basada en el fervor y el desprecio a la muerte. Ejecutado por el bakufu, también
fue considerado un héroe nacional hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.

En términos fácticos, la principal oposición a la política exterior del shoguna-


to vino de los dominios tozama o han del oeste de Japón, especialmente Satsuma
y Chòshù, que consideraban anacrónico el sistema de Gobierno Tokugawa y
se sentían excluidos de la conducción de los asuntos nacionales. Muchos jóve-
nes activistas de estos dominios renunciaron a sus lazos feudales para convertir-
se en rónin (samurai sin señor) y seguir libremente sus convicciones políticas.
Formaron el núcleo del movimiento legalista, que creció en pocos años y pre-
tendía derrocar el shogunato, al que acusaban de haber usurpado los poderes
legítimos del emperador y fracasado en la protección militar de Japón contra
la intrusión de los occidentales.

El shogunato no logró derrocar a la facción legalista en los dominios más in-


gobernables y tras un golpe de Estado en Kioto, fue proclamada la restauración
imperial. a

2.2. La generación Meiji (1868-1945)

El emperador Meiji (1852-1912) subió al trono en 1867 y llevó a cabo la denomi-


nada Restauración Meiji, una revolución política liderada por jóvenes miembros
de la clase dirigente samurai. Los líderes Meiji, samuráis y cortesanos de Kioto,
reinstauraron las antiguas instituciones del Gobierno imperial tal como fueron es-
tablecidas originalmente en el código Taihò en el siglo VIII. Con respecto a la po-
lítica exterior, se mostraron contrarios a los tratados desiguales firmados por
Japón con las potencias occidentales y trataron de emular la superioridad material
de Occidente llevando a cabo un proceso de modernización del país. Con ello es-
peraban obtener beneficios económicos y garantizar la independencia territorial
del Japón frente a posibles ataques desde el exterior.

Su actuación puede resumirse en el lema tomado del pensamiento lega- Emperador Meiji

lista chino “Enriquecer el país y fortalecer sus armas” (fukoku-kyóhei). A


fin de hacer de Japón un Estado moderno, durante su primera década
en el poder, el nuevo Gobierno realizó una serie de reformas radicales
de la sociedad japonesa: los han feudales fueron abolidos, desposeyó a
los samuráis de sus privilegios tradicionales e instituyó una administra-
ción centralizada controlada por cada prefectura, un sistema legal igua-
litario y el reclutamiento militar universal.
© FUOC • P05/87014/00689 21 Los intelectuales

2.2.1. Civilización e ilustración (bunmei-kaika 文明開化 )


Una de las medidas adoptadas por el Gobierno para modernizar Japón, como
parte de una política de civilización e ilustración de la población, fue subven-
cionar viajes de estudio al extranjero. En 1871, se envió una delegación para
visitar Estados Unidos y Europa encabezada por un noble cortesano, Iwakura
Tomomi (1825-83). Con estos desplazamientos, las oportunidades de hacer
carrera aumentaban para los jóvenes formados fuera del país a su regreso, y
para los que no podían marcharse, el Gobierno y otras instituciones invitaron
a profesores y técnicos extranjeros a Japón a cambio de elevados salarios.

Desde la perspectiva de la historia intelectual de Japón, el ideal de formación


del periodo Meiji consistía en promover la capacidad de adaptación de las per-
sonas a las transformaciones que conllevaba la nueva política de moderniza-
ción del Gobierno. Con la mirada puesta en el Siglo de las Luces europeo
(s. XVIII), los intelectuales japoneses adujeron ideas como la “ley natural” o los
“derechos naturales”, basados en la naturaleza humana, en esencia, invaria-
bles y aplicables en un sentido universal, como modelo para guiar y valorar la
conducta y las leyes civiles, y romper con la jerarquía feudal y justificar un
nuevo orden social. No obstante, frente al modelo ilustrado europeo de esta-
do-nación como comunidad de individuos libres, en Japón se puso el acento
en el pueblo como nación. Más que forjar la conciencia del individuo moder-
no, la principal tarea de los nuevos intelectuales consistió en la construcción
racional del orden del Estado. Y entre quienes reivindicaban conceptos de la
democracia liberal británica como independencia, libertad o derechos individua-
les, nadie llegó a plantear el derecho de un pueblo libre a elegir su propio Go-
bierno. a
Meirokusha

Fundada en 1873, el sexto año del período Meiji, Meirokusha (“Sociedad Meiji
Seis”) fue uno de los círculos intelectuales de estudio y de debate más influ-
yentes en el proyecto nacional de civilización e ilustración. Creada por diez de
los más prominentes occidentalistas del momento e integrada mayoritaria-
mente por antiguos traductores y profesores de la Oficina para los estudios
bárbaros. Entre sus miembros, destacan: Katò Hiroyuki, Mori Arinori, Tsuda
Masamichi, Nishi Amane (considerado el introductor de la filosofía occidental
en Japón) o Nakamura Keiu. Se encontraban regularmente dos veces al mes
para discutir de política, economía, educación, religión, el idioma japonés o
los derechos de las mujeres, y en 1874 crearon Meiroku Zasshi (Revista Meiji
Seis) para publicar sus opiniones. La sociedad Meiroku fue el núcleo de un mo-
vimiento intelectual más amplio conocido como keimó (iluminar la oscuridad)
que pretendía educar a las masas no sólo mediante el conocimiento de he-
chos, sino inculcando una nueva mirada sobre la realidad, para lo cual cabía
repensar las suposiciones acostumbradas sobre el ser humano, la naturaleza y
los valores.
© FUOC • P05/87014/00689 22 Los intelectuales

Fukuzawa Yukichi y la educación

La figura más destacada de Meirokusha y, sin duda, el intelectual más popular


y leído en el período Meiji, fue Fukuzawa Yukichi (1835-1901), quien se con-
virtió en todo un símbolo de la modernización del país. Hijo de una familia
modesta de samuráis, estudió el armamento holandés bajo el patrocinio de su
dominio feudal. En una visita a Yokohama en 1858, observó que el holandés
no servía para tratar con la mayoría de extranjeros recién llegados y empren-
dió el aprendizaje del inglés. Acompañó a la misión del shogunato a Estados
Unidos en el primer viaje transoceánico de un barco japonés y volvió al ex-
tranjero en 1861 y 1867. Su obra Seiyó Jijó (Situación de Occidente) le convirtió
en un intérprete destacado de Occidente. En su libro más famoso, Gakumon no
susume (Invitación al estudio), escrito entre 1872 y 1876, del que vendió cerca
de 3,5 millones de copias, y en Bunmeiron no gairyaku (Breve tratado de civiliza-
ción) apelaba a los dirigentes del país a modernizar Japón e integrarlo en la co-
munidad internacional con el comercio de sus productos. Denunció el
feudalismo Tokugawa y declaró que, con arreglo a la “razón natural”, todo
hombre debía ser libre y todo país independiente. A diferencia de otros miem-
bros de Meirokusha, rehusó entrar al servicio del Gobierno Meiji e insistió en
mantener su independencia como crítico social.

Influido por el utilitarismo británico y por la idea ilustrada de la perfectibili-


dad del hombre por medio de la educación, Fukuzawa abogó incondicional-
mente por una instrucción moderna, con especial atención a las materias
prácticas. Antes del periodo Meiji, pese a que la educación primaria estaba ex-
tendida, sólo entre el 40-50% de la población masculina y el 15% de la feme-
nina sabía leer y escribir y tenía algún conocimiento práctico de aritmética. El
Gobierno Meiji no construyó el nuevo sistema educativo sobre el antiguo,
sino sobre un sistema totalmente nuevo modelado según el patrón occidental.
El objetivo básico en materia de educación fue la alfabetización de toda la po-
blación. Una ordenanza de 1872 prometía garantizar la educación universal
primaria según el modelo educativo americano y fundar un sistema escolar
público. Se estableció un procedimiento de selección competitiva por medio
de exámenes, abierto a todas las clases sociales, que aumentó las aspiraciones
de la población en general y fue un medio eficaz de llevar la civilización occi-
dental al país. Las escuelas de secundaria gubernamentales eran el estadio pre-
vio del acceso a la educación superior, en cuya cima se situaba la Universidad
Imperial de Tokio, donde se formaba a los futuros dirigentes del país.

2.2.2. El movimiento por los derechos civiles


y la política de partidos

El propósito de ilustrar al pueblo no parecía responder tanto al deseo de ha-


cerlo políticamente maduro y activo, como de enriquecer el país y fortalecerlo
frente a las naciones occidentales. De ahí que la oposición al Gobierno en las
© FUOC • P05/87014/00689 23 Los intelectuales

décadas siguientes no surgiera de un movimiento popular, sino de disputas


de facciones dentro del Gobierno.

La resistencia de Corea a los intentos japoneses de entablar relaciones diplo-


máticas y comerciales desencadenó una crisis en 1873 entre los partidarios
de invadir Corea y los que aconsejaban comedimiento. La fallida Rebelión de
Satsuma de 1877, liderada por Saigò Takamori (1827-77) –lo que le convirtió
en gran héroe romántico del Japón moderno–, representó el último gesto de
los ideales de la clase samurai y el último intento de oposición por la fuerza
al Gobierno Meiji. Por otro lado, surgió un movimiento a favor de la libertad
y los derechos del pueblo (minken), que acabó convirtiéndose en una campa-
ña por una democracia plena que incluyese el sufragio universal. El origen
del proyecto no fue una reivindicación popular, sino otro líder samurai, Ita-
gaki Taisuke (1837-1919), quien reclamó que la participación del Gobierno
fuera ampliada a través del establecimiento de una asamblea electa. En 1874,
presentó un memorándum al trono exponiendo ideas de democracia parla-
mentaria y tachando al régimen de absolutista. También fue activista de este
movimiento uno de los intelectuales más importantes del momento, Nakae
Chòmin (1847-1901), traductor del Contrato social de Rousseau al japonés
(1882), escritor de obras sobre filosofía y política, y colaborador de numero-
sos periódicos, entre ellos, el diario de Itagaki Jiyú (Libertad), Tóyó jijyú (Asia
libre, 1881), Rikken jiyú (Libertad constitucional, 1891) o Maiyú (Noticias de la
mañana, 1900-1901).

El Gobierno respondió que aún era pronto para dar voz a la gente en los
asuntos políticos y en 1875 promulgó una ley de prensa que causó la auto-
disolución de Meirokusha. Con ésta y otras medidas, que recortaban las liber-
tades de expresión y reunión, procuraba frenar los intentos de fundar
partidos políticos por parte de propietarios de periódicos portavoces de opi-
niones políticas y sociales de tono antigubernamental. Puede decirse que la
prensa en el Japón moderno fue, en su desarrollo inicial, un periodismo de
protesta, una importante fuente de oposición a la oligarquía Meiji. Con to-
do, el mismo año Itakagi formó la primera asociación política nacional, el
Partido Patriota (Aikokusha). En 1881, una orden pública de los oligarcas
daba la oportunidad al pueblo de participar en el Gobierno, prometía una consti-
tución y la apertura de un parlamento nacional. Los defensores de los derechos
civiles se hallaban activos, las obras de teóricos políticos occidentales como las de
J.-J. Rousseau o J. S. Mill habían sido traducidas y, en previsión de la creación
de un parlamento (o dieta), Itagaki y Òkuma Shigenobu (1838-1922) formaron
nuevas asociaciones políticas, el Partido Liberal (Jiyútó) y el Partido Progresista
(Shinpotó) respectivamente. Aunque en líneas generales eran bastante simi-
lares, el primero se inclinaba por la democracia francesa de los derechos na-
turales y representaba a los intereses agrarios, mientras que el segundo se
inclinaba por el utilitarismo británico y tendía a alinearse con la emergente
clase industrial urbana.
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2.2.3. Tradicionalismo frente a occidentalización

La admiración por Occidente fue sustituida progresivamente por una


revalorización de las tradiciones nativas. La Ordenanza Imperial sobre
Educación de 1890 refleja cómo los ideales occidentales de liberalismo
y democracia fueron reemplazados por una ideología social derivada de
conceptos shintoconfucianos que, a finales del período Tokugawa, evo-
lucionó hacia una nueva ortodoxia. La moral volvía a basarse en virtu-
des jerárquicas como la lealtad y la piedad filial y el objeto último de
devoción para todos los ciudadanos japoneses debía ser el trono impe-
rial. La actitud oficial hacia la educación se centró en la restitución de
la moral tradicional en las escuelas y en redefinir su objetivo en servir
al Estado.

Este vuelco hacia el conservadurismo se produjo incluso entre quienes habían


defendido acríticamente la occidentalización, una vez descubiertas las ambi-
ciones imperialistas que ocultaban los utópicos ideales de la democracia libe-
ral y que justificaban teorías como el darwinismo social de Herbert Spencer:
antes de alcanzar el estadio pacífico plenamente industrializado de una civili-
zación ilustrada, un proceso de selección militar garantizaba la supervivencia
de las razas y naciones más adecuadas. Desde un principio, los oligarcas Meiji
no escondieron su intención de revisar los tratados desiguales para que Japón
pudiera competir con Occidente por un imperio, pero la persecución abierta
de este fin tardó en ser ampliamente aceptada por los intelectuales ajenos al
Gobierno y por el público en general.

El debate entre occidentalización y tradicionalismo se agudizó a finales de


la década de los ochenta, aunque ni la oposición a la occidentalización fue
frontal, ni el giro conservador fue una actitud reaccionaria irreflexiva. Era con-
ducido por una nueva generación, cuya formación intelectual tuvo lugar en el
período de transición Tokugawa-Meiji, que se debatía irresuelta entre la propia
cultura que representaba el pasado y la occidental, emblema del futuro. a
Min’yu#sha

Tokutomi Sohò (1863-1957) fue una de las voces que más defendió la occiden-
talización. En su opinión, el progreso era un fenómeno universal y Japón es-
taba en vías de convertirse en una civilización moderna. Oriundo de una
familia campesina adinerada, recibió una formación occidental que amplió en
la Universidad cristiana Dòshisha de Kioto. Escritor y periodista, organizó el
grupo Min’yúsha (Sociedad de los amigos del pueblo) y en 1887 impulsó la re-
vista Kokumin no Tomo (Amigo del pueblo), que alcanzó una gran difusión. Cri-
ticó a los ilustrados de principios del período Meiji que persiguieran sólo los
aspectos materiales de la civilización occidental y no su espíritu subyacente.
También condenó la reinstauración de la moral confuciana en las escuelas pú-
© FUOC • P05/87014/00689 25 Los intelectuales

blicas promovida por el Gobierno Meiji como intento de adoctrinar a los ja-
poneses una lealtad incuestionable al Estado.

Seikyòsha

Otro grupo de escritores y críticos fundó en 1888 una organización de signo


contrario, Seikyósha (Sociedad para la Educación Política) y la revista Nihonjin
(Los japoneses). Atacaban la occidentalización y clamaban una “preservación
de la esencia nacional” (kokushi hozon). Miyake Setsurei (1860-1945) presentó
su posición en el libro Shinzenbi Nihonjin (Verdad, bien y belleza de los japone-
ses). Estudiante de filosofía rival de Tokutomi, Miyake sostenía que si bien la
lucha entre naciones era inevitable en el curso del progreso histórico, las na-
ciones competirían mejor utilizando las cualidades que las distinguían de las
demás, mientras que adoptar indiscriminadamente los caminos de otras podía
ser pernicioso. Como otros miembros de Seikyósha, consideraba importantes
los efectos de la geografía y el clima en las características raciales y las culturas
nacionales.

Tras dos décadas de rupturas a la sombra de un Occidente tenido por superior


y más avanzado, estos argumentos alimentaron en los japoneses un senti-
miento de riqueza cultural. La producción artística y literaria moderna se ba-
saba en la asimilación de ideas y estilos artísticos importados de Occidente.
Futabatei Shimei (1864-1909) es considerado el autor de la primera novela
moderna japonesa, Ukigumo (Nubes a la deriva), publicada por episodios entre
1887 y 1889 y escrita en estilo coloquial, inaugura una época de escritura de
ficción realista en el Japón moderno. Kawakami Tögai (1827-1881) destaca
por haber desarrollado y popularizado el arte occidental en Japón.

Una de las consecuencias positivas del debate entre el espíritu moderno y la


esencia nacional japonesa fue el redescubrimiento de la cultura clásica japo-
Futabatei Shimei
nesa. Volvieron a circular obras literarias antiguas, ahora anotadas y accesibles
a un amplio público lector: colecciones de poesía waka, la literatura Genroku,
la prosa de Saikaku, el teatro de marionetas de Chikamatsu o los poemas de
Bashò. El grupo más activo en revitalizar la literatura japonesa desde su propia
tradición fue Ken’yúsha (Sociedad de los amigos de la imprenta), fundada en
1885 por Ozaki Kòyò (1867-1903) y otros estudiantes de la Universidad Imperial
de Tokio. Los partidarios de las formas poéticas antiguas fundaron revistas para
la “preservación de la esencia nacional” y dar un nuevo impulso al arte como
Nihon (Japón), en la que colaboraba el poeta haiku Masaoka Shiki (1857-1902),
o Nihonjin (Los japoneses) de Miyake Setsurei. Y en el teatro, los esfuerzos para
dar nueva vida al teatro tradicional kabuki vinieron principalmente del empre-
sario Morita Kanya (1846-97) y el dramaturgo Kawatake Mokuami (1816-93).
El interés por recuperar el arte pictórico tradicional de Japón arranca en gran
medida del americano Ernest Fenollosa (1853-1908) y uno de sus estudiantes,
Okakura Tenshin (1862-1913), fundadores de Kangakai (Sociedad para Apre-
ciar la Pintura). Instaron al Gobierno a promover los estilos artísticos nativos,
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el cual patrocinó en 1889 la Tókyó Bijutsu Gakkó (Escuela de Arte de Tokio) de-
dicada exclusivamente a la formación en arte asiático.

No obstante, la idea de la preservación de la esencia nacional también propor-


cionó material a los nacionalistas extremistas y a los grupos xenófobos, por lo
que se convirtió en los años siguientes en sinónimo de ultranacionalismo.

El cristianismo

Para la presencia del cristianismo en Japón, la polémica tuvo efectos nocivos.


Legalizado en 1873, había despertado poco interés entre líderes de la restaura-
ción Meiji, a excepción del pionero en el movimiento por los derechos civiles
Itagaki Taisuke, pero en la generación siguiente llegó a ser muy influyente. Los
misioneros occidentales, sobre todo americanos y británicos protestantes, ela-
boraron diccionarios inglés-japonés, tradujeron la Biblia al japonés y partici-
paron en la educación por medio de centros privados como la Universidad
cristiana de Dòshisha en Kyoto o la Universidad Keiò y la Universidad Waseda
en Tokio, fundadas respectivamente por Fukuzawa Yukichi y Òkuma Shigenobu.
Pese a su popularidad y su papel en la formación de jóvenes, menos de un 1% de
la población era cristiana y con los aires conservadores, el cristianismo se con-
virtió en algo sectario sin lograr arraigar del todo en la vida japonesa.

El pensador cristiano Uchimura Kanzö (1861-1930) fue una de las víctimas


del cambio de actitud de la opinión pública y de muchos intelectuales. Estudió
en Estados Unidos y allí se convirtió al cristianismo. A su regreso a Japón, fue
profesor de la Primera Escuela Superior de Tokio. En 1891, al negarse a incli-
narse ante una copia de la ordenanza imperial sobre la Educación, fue acusado
de traidor y obligado a dejar su cargo. Trabajó un tiempo de periodista y des-
pués se retiró de la vida pública para dedicarse a la enseñanza privada y a es-
cribir sobre religión. Uchimura no consideraba excluyentes la lealtad a la
nación y el cristianismo, y fundó un movimiento denominado “no-iglesia”
(mukyo#kai), sin organización clerical y otros signos eclesiásticos, en un intento
por desarraigar al cristianismo de las instituciones y tradiciones foráneas.
Uchimura Kanzf

Kokutai

La ortodoxia sociopolítica que codificaron los oligarcas en la Constitución


Meiji y la Ordenanza Imperial sobre Educación se conoce como kokutai, que
significa literalmente ‘el cuerpo del país’, pero se suele traducir por ‘política
nacional’. En 1889, la Constitución Meiji fue presentada por Itò Hirobumi
(1841-1909) como un regalo al emperador. El texto constitucional combinaba
principios conservadores y liberales y debía mucho a las propuestas alemanas,
pueblo que consideraban análogo al japonés y en similar estadio de moderni-
zación. Las libertades personales del pueblo no figuraban como inalienables,
sino que podían ser restringidas por decreto gubernamental. Y la rama ejecu-
tiva contaba con un gran poder, ya que no quedaban especificados los límites
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de su autoridad. La cámara de los representantes de la Dieta (abierta por pri-


mera vez en 1890) participaba de forma poco significativa en el Gobierno del
país que quedaba en manos del cuerpo de oligarcas consejeros del emperador
(genro#, los “mayores”) del que surgieron los primeros ministros.

La Constitución describía la línea de soberanos como una institución sacro-


santa eterna e ininterrumpida que distinguía a Japón de los demás países del
mundo, a pesar de que durante siglos los emperadores no habían ejercido un
poder político efectivo. El trono sirvió de punto de convergencia del senti-
miento nacionalista y del Gobierno y de los intelectuales conservadores que
deseaban revitalizar los valores tradicionales, morales o culturales. El empera-
dor se convirtió en un símbolo, la encarnación viva del kokutai, basado a su
vez en el concepto shinto-confuciano del Estado como una gran familia.

2.3. La democracia Taishô (1912-1926) y el camino hacia la guerra

En 1912, Yoshihito sucede a su padre en el trono y da a su reinado el nombre


de Taishò (“gran justicia”). Serán unos años de protagonismo de la sociedad
civil, en los que los militares y los consejeros gubernamentales verán dismi-
nuir su influencia a favor del Parlamento y los partidos políticos. En este pe-
ríodo se consagra la asimilación de la cultura occidental y la sociedad de
masas. También se afianza el socialismo y el feminismo. En 1922, las mujeres
obtienen en 1922 el derecho de participar u organizar reuniones políticas,
pero no el derecho a inscribirse en una formación política ni a votar. Autores
como Miki Kiyoshi (1897-1945) y Tosaka Jun (1900-1945) introducen el mar-
xismo. Sin embargo, esta tendencia progresista durará poco. Pese a las discre-
pancias entre los intelectuales y los líderes del Gobierno acerca de los métodos
de modernización y los valores culturales adecuados para ello, la actitud hacia
los fines nacionales será unánime. Resurgen las ideas neotradicionales y la ma-
yoría de intelectuales dan su apoyo al régimen imperial. a

2.3.1. Natsume So#seki y el nuevo contexto cultural

En el período Taishò y tras la Primera Guerra Mundial, emergió una cultura


de masas en Japón con una clara asimilación de la cultura occidental. Las me-
joras en transporte público, comunicación, educación, publicidad y periodis-
mo ampliaron la participación en la vida cultural de la clase media urbana. Los
intelectuales de la era Taishò también participaron de este ambiente cosmo-
polita y de internacionalismo. Los escritores se inclinaron por los modelos eu-
ropeos y, en ocasiones, su pluma se deslizaba hacia la crítica de la sociedad
contemporánea y de la cultura japonesa de su tiempo.

Los escritores de los años veinte se interesaron por el individuo en la sociedad


moderna, centrando su atención en la interioridad psicológica y la vida emo-
tiva del individuo, por lo que el género dominante se denominó watakushi
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shósetsu (“novela Yo”). Mori Ògai (1862-1922), en su primera novela, Maihime


Naturalismo
(La bailarina, 1890), narra la historia de un fracaso en la competición por la
Corriente literaria, derivada del
veloz modernización del Japón. Este escritor, traductor y crítico, había desta- positivismo filosófico europeo
del siglo XIX, que permitía a los
cado en una etapa de su carrera en el romanticismo de finales del xix en Japón,
escritores retratar a las perso-
corriente que influyó a muchos autores del período de la guerra ruso-japonesa, nas y a la sociedad con fideli-
dad casi científica, por medio
pero pronto entró en el naturalismo. de la observación meticulosa
de cada aspecto del comporta-
miento humano.
Los miembros del círculo literario Bungakukai (Mundo literario, 1893-1898),
que publicaban en la revista del mismo nombre, expresan este cambio de ten-
dencia: la progresión desde el romanticismo inicial, por ejemplo de Kitamura
Tokoku (1868-1894), a la novela realista y después naturalista, representada
por Shimazaki Tòson (1872-1943) cuya obra Hakai (El mandamiento quebranta-
do), publicada en 1906, se considera la primera obra naturalista de Japón. La
crítica a las restricciones de la moral impuesta a la sociedad japonesa y el deseo
de investigar las fuentes del comportamiento del naturalismo era compartido
por otros autores, denominados estetas o decadentes, pese a que lo hacían más
interesados por patrones de conducta hedonistas, como Nagai Kafù (1873-1959)
o Tanizaki Junichirò (1886-1965). Tanizaki llevó el conflicto entre la espiritua-
lidad oriental y el materialismo occidental al terreno puramente estético; tras
una fascinación inicial por las formas europeas, en su madurez se interesó cada
vez más por las del Japón tradicional.

En las tendencias de la literatura de principios del siglo XX, se suceden escuelas


y movimientos: neorrealismo, sensualismo, modernismo, percepcionismo,
etc. Destaca la propuesta humanista, más intelectual que práctica, con ideas
sociales del círculo Shirakaba (Abedules), constituido hacia 1910. Su líder,
Mushanokòji Sanaeatsu (1885-1976) fundó en 1919 una especie de comuni-
dad utópica en Kyushu. Aunque el escritor de mayor relevancia asociado a este
grupo es Shiga Naoya (1883-1971), célebre por sus relatos cortos y por la no-
vela, An’ya Kóro (El transcurso de una noche, 1921-37). El gusto por el arte euro-
peo de este grupo, que se mostraba optimista por el futuro de la sociedad
japonesa con el advenimiento de la democracia Taishò frente al que conside-
raban un excesivo pesimismo de los naturalistas, impulsó la introducción de
los movimientos artísticos de las vanguardias europeas, desde el expresionis-
mo al fauvismo o el cubismo, aunque no necesariamente en un orden cohe-
rente, sino más bien basado en la admiración de obras de arte o artistas
particulares, como fue el caso de Van Gogh y el postimpresionismo.

También la vanguardia llegó al teatro aunque sin lograr el éxito popular que
alcanzó el cine. El movimiento shingeki (nuevo teatro) formado en torno a la
asociación literaria (Bungei Kyókai), organizada por el novelista y crítico Tsu-
bouchi Shòyò, y el teatro liberal (Jiyú Gekijó) de Osanai Kaoru (1811-1928) in-
tentó renovar el panorama teatral con la representación de obras de Ibsen,
Chehov o Gorki, y la creación de dramas modernos japoneses; es decir, obras
experimentales e intelectualizadas con las que ofrecer discusión y mensajes a
un público necesitado de reflexión sobre los problemas vitales del hombre
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moderno, debido a la rápida modernización del país. Con el tiempo, este nue-
vo teatro tendió a utilizar el escenario con fines de propaganda ideológica y
fue perseguido.

Natsume So#seki (1867-1916) desempeñó un papel notable en el debate litera-


rio de la época y se opuso al naturalismo; fue el intelectual más representativo
de finales del periodo Meiji y principios de Taishò. Natsume Sòseki, licenciado
en literatura inglesa por la Universidad Imperial de Tokio, sucedió a Lafcadio
Hearn en dicha universidad, pero en 1907, tras el éxito de su primer libro, el
diario Asahi Shinbun le propuso un contrato que le permitirá consagrarse a la
escritura y mantener cierta independencia en sus opiniones. Sus principales
obras de ficción son Soy un gato (1905-1906), Botchan (1906), Sanshiro (1908),
Sorekara (1909), la considerada su obra maestra Kokoro (1914) y su última e in-
acabada obra Luz y tinieblas (1916).

Kokoro
Natsume Sfseki
Esta obra narra la amistad entre un joven y un hombre mayor, que oculta una tragedia y
lleva una vida misantrópica, y con cuya muerte, el autor evoca el doble suicidio del héroe
de la guerra ruso-japonesa, el general Nogi Maresuke (1849-1912), y su esposa en 1912,
el mismo año en que muere el emperador y concluye la era Meiji.

Los héroes de sus novelas son personas que se mantienen deliberadamente


apartadas de la sociedad, intelectuales que buscan en vano una norma interior
con la que guiar sus vidas pero critican el estilo de vida de sus contemporáneos
y a la gente comprometida con la sociedad. Atento a las condiciones de vida
de sus contemporáneos, en sus novelas aborda la soledad y el aislamiento del
hombre y denuncia lo que considera un fracaso de la modernización de Japón:
el vacío espiritual que ha dejado en los japoneses el rechazo de la tradición na-
tiva y la adopción de la ciencia y la industria occidentales. Sintió agudamente
la brecha o la fricción entre la cultura oriental y occidental, especialmente en
la cultura moderna, por lo que, escribiendo según los principios de la estética
occidental, intentó situar un principio de unidad para la supervivencia de la
propia identidad cultural.

Su preocupación por la autonomía individual frente a la coerción externa tam-


bién es el tema que centra su obra ensayística y sus conferencias como “La ci-
vilización del Japón moderno” (1911) o “Mi individualismo” (1914). Aborda
temas como el papel del novelista en la sociedad moderna o el vínculo entre
ética y estética; critica el intento del Gobierno de imponer unos conceptos
morales a un pueblo cada vez más individualista y analiza la relación de Japón
con el mundo occidental, que califica de “trágica”. En Bungei to do#toku (Litera-
tura y ética) resume los criterios morales de antes y después de la restauración
Meiji que marcarán las diferencias en el campo literario y artístico: el cambio
de las estructuras sociales y el espíritu científico han hecho que la fidelidad, la
piedad filial y la honestidad que configuraban el ideal ético de matriz confu-
ciana sean sustituidas por el individualismo como virtud suprema. En 1911
pronunció su célebre discurso sobre “La apertura del Japón actual” que descri-
be magistralmente la situación espiritual en la que se hallaba el Japón del mo-
© FUOC • P05/87014/00689 30 Los intelectuales

mento. Sostiene que los japoneses, pese a haberse convertido en una nación
de primera en la esfera internacional, viven una situación enormemente ten-
sa, entregados a una frenética competición y que tan sólo un cambio desde
dentro podría ayudarles a salir de ella.

Otra corriente significativa de finales de los años veinte y principios de los


treinta está formada por escritores procedentes de la clase obrera, la denomi-
nada literatura proletaria, en la que desempeñó un papel decisivo la revista
Maku hito (El sembrador). Destacan autores como Takeo Arishima y Kobayashi
Takiji, autor de Kani kósen (El barco conservero, 1929), una de las principales
obras de esta literatura de protesta y de propaganda surgida de la escritura es-
timulada por el celo ideológico.

2.3.2. Aires reformistas

La participación, aunque mínima, de Japón en la Primera Guerra Mundial


al lado de los aliados le permitió ampliar su imperio y propició un gran cre-
cimiento económico. Japón se convirtió en un Estado capitalista con un
marcado carácter de monopolio, pues gran parte de la industria y el co-
mercio estaba controlado por un pequeño número de grupos financieros o
zaibatsu, cuyas familias estaban plutocráticamente asociadas por matrimo-
nio y otros lazos con los miembros dirigentes de la burocracia y los partidos
políticos.

Después de la Primera Guerra Mundial, en Japón florecía la democracia


Taishò y la izquierda despertaba de su letargo anterior. En parte por el influjo
de la revolución comunista de Rusia y en parte por la explotación zaibatsu que
comportó un empeoramiento de las condiciones de trabajo, llegaron las
huelgas. Esto se notó sobre todo en los ambientes industriales urbanos,
puesto que en el campo las condiciones sociales eran algo mejores que an-
tes de la Restauración Meiji, ya que el número de grandes terratenientes ha-
bía descendido a la mitad. Sin embargo, una dura recesión en el período de
posguerra provocó la caída del precio de la seda y el aumento del precio del
arroz.

El 23 de julio de 1918 hubo una protesta por el elevado coste del arroz pro-
vocada por la inflación posbélica que se expandió espontáneamente de la
periferia a las grandes ciudades. Estos disturbios provocaron una cierta
toma de conciencia de clase. Se constituyeron el Nihon nómin kumiai (Sin-
dicato de Agricultores Japoneses), la Nihon ródó sódómei (Federación Gene-
ral Japonesa del Trabajo) y la Shin fujin kyókai (Asociación de Nuevas
Mujeres). Incluso los más desfavorecidos, los burakumin (aldeanos, parias
o desclasados) fundaron en marzo de 1922 la zenkoku suiheisha (Sociedad
Nacional por la Igualdad) para que sus derechos fundamentales fuesen re-
conocidos. A pesar de que una ley de 1871 acababa con la discriminación,
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aún perduraban los prejuicios sociales hacia los burakumin que seguían
siendo asociados a los marginados en la época feudal; esto es, los esclavos
(dorei), los considerados “no-humanos” (hinin) –comediantes itinerantes,
prostitutas, pobres y delincuentes–, y los extremadamente impuros (eta) –por
su profesión (matarife, carnicero, curtidor, etc.), por motivos de raza, de es-
tirpe o por padecer enfermedades o anomalías.

Ideológicamente, la revolución rusa de 1917 causó un gran impacto entre


los estudiantes universitarios japoneses. En aquel momento, el profesor de
Ciencias Políticas del Departamento de Derecho de la Universidad Imperial
de Tokio, cristiano y principal teórico de la democracia Taishò, Yoshino
Sakuzò (1878-1933), expresó sus aspiraciones de hacer avanzar la causa por
la democracia liberal contra el Gobierno plutocrático y oligarca en una se-
rie de artículos para la revista Chúókórón (Revista central). El más famoso de
estos artículos fue Kensei no hongi o toite sono yúshú no bi o nasu no michi o
ronzu (“Sobre el significado del Gobierno Constitucional y los medios para
perfeccionarlo”), publicado en 1916. Sus ideas sedujeron la intelligentsia,
que impulsó una campaña a favor de una reforma del sistema político, el
sufragio universal (adoptado finalmente en 1925, aunque limitado al géne-
ro masculino) y la limitación de poder de las instituciones no parlamenta-
rias como el Consejo Privado mediante una reforma de la Cámara de los
Pares y otros cuerpos representativos, para fortalecer así el poder de la Cá-
mara de los Representantes.

Yoshino planteó la cuestión de la compatibilidad de un Gobierno democrá-


tico y la institución imperial, representada por el concepto de kokutai, que
sostenía que el emperador era la fuente de toda la autoridad y poder del Es-
tado. En su opinión, el Gobierno debía ser para el pueblo; en sus constantes
referencias al bienestar del pueblo se dejaba ver la huella del confucianismo.
Dado que la democracia japonesa era una especie de monarquía constitu-
cional, la democracia debía ser entendida como sugiere el término minpon
(lit. ‘el pueblo es el fundamento [del Estado]’), una adaptación del término
democrático habitual minshu ‘el pueblo es soberano’.

Un mes después de la participación de Yoshino en un forum con líderes del mo-


vimiento de derechas, los estudiantes presentes entre el auditorio Akamatsu
Katsumaro, Miyazaki Ryùsuke e Ishiwata Haruo fundaron la Asociación de
los Nuevos Hombres, con el propósito de luchar para acelerar la que consi-
deraban la tendencia dominante en la cultura mundial: la búsqueda de la li-
beración del hombre. En la línea reformista, nace el movimiento Kaizó
(Reorganización) entre cuyos defensores más activos figuran el economista
Kawakami Hajime, autor de Binbó monogatari (Historia de la pobreza) apareci-
do de septiembre a diciembre de 1916 en el periódico Osaka Asahi Shinbun,
y el constitucionalista Minobe Tatsukichi.
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Pese a la gran influencia que ejercieron en los escritores, artistas e intelectuales


japoneses, en general, el socialismo y otros movimientos de izquierdas tuvie-
ron poco éxito en el período anterior a la Segunda Guerra Mundial. La línea
progresista no resultó muy visible antes de la guerra por la fuerte presión a que
estaba sometida por parte del Gobierno. En enero de 1906, se había fundado
el primer Partido Socialista (Nihon Shakaitó) encabezado por Sakai Toshihiko,
quien defendía ideas socialistas y pacificistas desde el semanario Heimin Shimbun
(Diario del pueblo). Por su antibelicismo declarado, la publicación fue suspen-
dida durante la guerra ruso-japonesa pero siguió difundiéndose después de 1907
entre los doscientos miembros de la formación socialista. Poco después cesó
en sus actividades a causa de la inquietud de las autoridades ante la pugna en-
tre los socialistas partidarios de la acción armada y los de la vía parlamentaria
(división que, por otro lado, coincidía aproximadamente con la división inter-
na entre no cristianos y cristianos, respectivamente). Hasta 1945, el socialismo
no obtendría su derecho de ciudadanía en toda regla. a
El Partido Comunista Japonés (Kyósantó), fundado en 1922, tenía sus raíces
en la rama radical anarcosindicalista del movimiento socialista que había sido
notoria en la primera década del siglo XX, fue disuelto en 1924 y resurgió en 1926,
aunque apenas tuvo protagonismo en la vida política debido al acérrimo con-
trol de la policía, y tampoco estuvo presente de forma efectiva, práctica y pro-
gramática para los proletarios. Con todo, las ideas que defendía tuvieron cierta
resonancia en los círculos académicos y una ligera repercusión entre los traba-
jadores de la industria.

El partido vivió un debate interno entre los partidarios de defender la línea de


Moscú y los anarquistas, entre los que sostenían que el proletariado debía de-
rrocar el régimen burgués capitalista, otros que sería necesario eliminar prime-
ro los elementos feudales de la sociedad japonesa. También era cuestionado el
imperialismo en Asia oriental frente a la propuesta de Lenin de cooperar con
los movimientos nacionalistas de los demócratas burgueses para expulsar a los
imperialistas extranjeros. El militarismo y las incursiones en el continente aca-
baron por destruir el movimiento.

La estructura de la sociedad japonesa no era demasiado favorable a las activida-


des de los movimientos de izquierdas, pues la mayoría de la población eran
granjeros dedicados a la agricultura intensiva e ideológicamente conservadores.
En las ciudades, en el sector industrial, se trataba a los trabajadores de forma pa-
ternalista, el sentimiento de pertenencia al grupo no dejaba lugar para experi-
mentar la alienación proletaria que conducía a la conciencia de clase oprimida.
Campesinos y trabajadores industriales aceptaron sus posiciones subordina-
das y obedecieron la autoridad de sus superiores. Constituían masas alfabeti-
zadas, pero su educación moral se decantaba por los valores tradicionalistas
kokutai. La reverencia al emperador y al orden establecido estaba firmemente
arraigada. La acción colectiva provino antes de la derecha nacionalista y pro
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emperador que de la izquierda internacionalista y contraria a los privilegios eli-


tistas amparados por la ideología kokutai.

2.3.3. Los intelectuales y la guerra

En 1894, Japón revisó los tratados desiguales con las naciones occidentales. La
triple intervención en 1896 de Rusia, Francia y Alemania forzando a Japón a
devolver a China la península Liaotung, había vuelto más nacionalista a un
sector de los intelectuales, insatisfecho por la concesión, y más pacifista a otro,
que atribuyó los desajustes económicos que siguieron a la guerra al capitalis-
mo y expuso doctrinas socialistas. Así, tras la guerra con China, fueron más
visibles que antes las divisiones ideológicas que acompañaron el proceso de
modernización, pero se adoptó una política de compromiso entre los partidos
y los oligarcas en la fase de construcción del imperio que disipó muchas de las
discrepancias con la autoridad.

Desde el triunfo sobre Rusia en 1904-1905, Japón inauguró una etapa de polí-
tica hegemónica en Asia con la anexión de Corea en 1910, aspiración de los
dirigentes nipones de la restauración Meiji y del movimiento conocido por
Seikanron (De la invasión de Corea). Las victorias militares y los avances tec-
nológicos provocaron un sentimiento de orgullo tal entre los japoneses que
prácticamente no surgieron voces contrarias a la guerra con China. La retórica
de la propaganda de guerra, así como la demostrada ineficacia china en el
campo de batalla, llevó a muchos intelectuales y líderes japoneses a menospre-
ciar los antiguos lazos culturales con el país vecino. Y puesto que China dejaba
de ser vista como la tradicional fuente de una cultura elevada, parecía lógico
que Japón difundiera los logros de su modernización entre los pueblos más
atrasados de Asia oriental. a
Cuando el mercado mundial entró en crisis en 1929-30, Japón abandonó su
política de cooperación con las potencias occidentales. Los militares propusie-
ron emprender acciones y en septiembre de 1931, el ejército provocó un inci-
dente en Manchuria que llevó a fundar el Estado títere de Manchukuo y en 1933
a salir de la Liga de las Naciones. Mientras el ejército se dedicaba a la agresión
exterior, grupos ultranacionalistas empezaron desarrollar actividades terroris-
tas dentro de Japón contra capitalistas, líderes de partidos y otros a los que res-
ponsabilizaban del Estado del país. Los ultranacionalistas reclamaban la
destrucción del Estado ministerial y la concesión real de los poderes al empe-
rador, a quien consideraban el principio de autoridad absoluta. El Gobierno
estaba controlado por militares o burócratas que cooperaban con ellos. Bajo
una presión internacional y una crisis interna, la democracia parlamentaria se
desintegró ante el auge del militarismo y la exitosa política de Estado agresiva.

El poder militar no contaba con un apoyo organizado de las masas, pero se be-
nefició de la ausencia de diálogo público sobre el rumbo que los acontecimien-
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tos estaban tomando. Los militares fueron reemplazando a los parlamentarios,


representantes de los partidos políticos, como elite dominante de la política na-
cional. El nuevo credo del Estado aparecía formulado en un escrito del Ministe-
rio de Educación 1937, Kokutai no hongi (Principios fundamentales de nuestra
política nacional), difundido en escuelas y medios de comunicación que invoca-
ba la tradición mítica y aportaba evidencias documentadas de la superioridad
marcial y moral del Japón. Los militares, presentados como depositarios del es-
píritu tradicional japonés, debían unificar la nación y actuar, en una época de
excepcional emergencia, contra las doctrinas sociopolíticas y las ideologías in-
troducidas en Japón desde Occidente durante el medio siglo anterior.

El nacionalismo y el etnocentrismo cultural alcanzaron a todos los niveles de la


sociedad y contaron con el apoyo de la religión tradicional japonesa, el shintois-
mo. Convertido en religión oficial del Estado, su evolución va ligada a la ideología
nacionalista en la medida en que fue utilizado para legitimar políticamente el
origen mítico de la familia imperial, y así divinizar al emperador, absolutizar su
autoridad y justificar la necesidad de la guerra. Los estudiosos simpatizantes de
la derecha se volvieron hacia los clásicos, las ideas shinto y confucianas de las
escuelas Hirata, Kimon y Mito. Entre ellos, Hiraizumi Kiyoshi (1895-1984), pro-
fesor de Historia nacional en la Universidad Imperial de Tokio, quien desempe-
ñó el papel de teórico de los asuntos relativos al kokutai. Los que se sentían
atraídos por el budismo, como Kita Ikki, Inoue Nisshò e Ishihara Kanji, reci-
bieron el apoyo de la escuela Nichiren según la línea propuesta por Tanaka
Chigaku. La fundamentación legal de la absolutización del emperador fue la
Teoría del derecho divino del emperador de Uesugi Shinkichi.

En el lado contrario, Minobe Tatsukichi (1873-1948) cuya Teoría del Órgano Im-
perial fue la interpretación dominante de la Constitución en el final del periodo
Taishò y el principio del periodo Shòwa fue cesado de su cargo en 1935. Tsuda
Sòkichi (1873-1961) fue acusado en 1941 de irreverencia a la institución impe-
rial, y encarcelado, por publicar una investigación que cuestionaba la literalidad
de los mitos narrados en los textos clásicos Kojiki y Nihonshoki. El especialista en
pensamiento social occidental Kawai Eijirò (1881-1944) fue perseguido por sus
ataques al militarismo japonés que tachaba de fascismo y en 1939 fue cesado y
sus libros prohibidos.

Minoda Muneki (1894-1946) fue uno de los ideólogos y artífices de la demago-


gia estatal desde la Genri Nipponsha (Sociedad de los principios de Japón) fun-
dada en 1925, donde publicaba artículos contra el marxismo y contra la
democracia. Persiguió las tendencias democráticas en las universidades e insti-
gó, entre otras, la expulsión de Tatsukichi. Entre los filósofos de derechas que
defendían una “filosofía de la vía imperial” en la que el Imperio se convertía en
un arquetipo histórico particular, figuran Saitò Tadashi, Saitò Shò, Toyokawa
Noboru y Satò Tsùji.

El sentido de urgencia del “regreso a Japón” del nacionalismo articulado en la


ideología kokutai que reclamaba el ejército, también animó una campaña para
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conversión o apostasía (tenko#) de la izquierda. Alarmado por la popularidad del


análisis marxista en el estudio de los problemas sociales y la política económica,
el Gobierno emprendió una política de persecución y represión de los comunis-
tas. El movimiento tenko# tuvo un gran impacto en el campo académico de las
ciencias sociales y la teoría marxista. Llevó a algunos intelectuales retractados a
rechazar aspectos del comunismo como el internacionalismo y a justificar el im-
perialismo japonés como una necesidad de supervivencia ante la explotación
del capitalismo internacional. a
El Tribunal Militar internacional reunido en Tokio el 3 de mayo de 1945 para
determinar las responsabilidades por las decisiones que llevaron a la guerra,
calificó a veintiocho militares (casi todos altos mandos) como criminales de
guerra de clase A, acusándoles de haber formado el círculo elitista criminal y
militarista que había dominado la política japonesa de 1928 a 1945. A pesar
de los juicios, las purgas ideológicas de quienes permanecieron fieles a la doc-
trina oficial y que la mayoría de los que habían abrazado el régimen imperial
aceptaron la nueva democracia, la revisión de la historia sigue siendo un tema
tabú. Una muestra de ello es el caso del profesor de la Universidad de Pedago-
# yo# Kyo#iku Daigaku), Ienaga Saburò, cuyo libro de historia no
gía de Tokio (Tok
fue autorizado por el Ministerio de Educación porque contenía datos sobre la
masacre de Nanjing en 1937. Ienaga denunció el control del Estado sobre el
contenido de los libros de texto, en particular en los manuales de historia y con
respecto a las actuaciones japonesas durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta omisión también ha despertado suspicacias en China y Corea. En agosto
de 1997, veinte años después de que los tribunales admitieran su caso, la Corte
Suprema falló a favor del historiador.

2.4. La generación de posguerra (1945-65) y la época


contemporánea

2.4.1. Ocupación y reconstrucción

Tras la guerra, el sistema de valores de la preguerra se desmoronó: el concepto


de unidad nacional y superioridad, el modo de vida y toda la construcción
moral y psicológica que acompañó a la formación del imperio y que había
alentado a los kamikaze a sacrificarse por la nación, y la aceptación de la de-
rrota por parte del emperador y la negación pública de su condición de repre-
sentante de una dinastía solar en un discurso emitido por la radio a todo el
país. Se trató de llenar el vacío moral y cultural con las costumbres rápidamen-
te adoptadas de la ocupación americana. a Kamikaze

Puesto que los cambios políticos no habían venido acompañados por


un cambio de mentalidad o de comportamiento, la tarea de los intelec-
tuales era reorientar la cultura de la nación.
© FUOC • P05/87014/00689 36 Los intelectuales

Permanecía la actitud tradicional en la relación del pueblo con los órga-


nos de poder del Estado, así como la actitud de las provincias con la ca-
pital. Japón no había experimentado una revolución burguesa por lo
que el gran cambio social desde la posguerra podría ser el igualitarismo
y la relajación de la rigurosa jerarquía de una sociedad orientada a los
grupos (familias, escuelas, compañías, etc.). En cuanto a las relaciones
exteriores, ha dominado la influencia americana desde la ocupación.

El 3 de mayo de 1947, entró en vigor la nueva Constitución que establecía la


soberanía popular, reduciendo el papel del emperador a una posición simbó-
lica y otorgando preponderancia a la Cámara de representantes y garantizaba
las libertades públicas. Además, en su artículo 9, Japón renuncia al uso de la
fuerza en los litigios internacionales y a la detención de su potencial militar.
Y para evitar futuras alianzas entre un credo oficial como el shintoísmo y el
Estado, la nueva Constitución garantiza la libertad religiosa y prohíbe el em-
pleo de dinero público para fines religiosos.

Los cambios se sucedieron pero de una manera controlada. El 17 de diciembre


de 1945, el Gobierno modifica la ley y autoriza a las mujeres a participar en
los comicios como electoras y como candidatas. La lucha feminista, al frente
de la cual se situaban mujeres como Ichikawa Fusae, es retomada con la llega-
da de los americanos en 1945. El 10 de abril de 1946, en ocasión de las prime-
ras elecciones legislativas tras la guerra, por primera vez, treinta y nueve
mujeres son elegidas en la Dieta.

La nueva Constitución restablecía también las libertades sindicales, lo que per-


mitió el renacimiento del movimiento obrero. Dos federaciones dominaban el
movimiento, una próxima a los comunistas (Sanbestu Kaigi), otra a los socia-
listas (Sódómei). Se organizaron grandes asambleas, entre las que destaca la ce-
lebrada en Tokio en 1946 a la que acudieron más de tres millones de personas.
Temerosas de un control comunista del movimiento obrero, las autoridades
de ocupación tomaron medidas. En junio de 1949, los funcionarios perdieron
el derecho a la huelga, la denominada “purga roja” en 1950 se tradujo en el
arresto y condena de 12.000 sindicalistas, decapitando el movimiento obrero,
y en julio del mismo año se creó el Consejo General de Sindicatos Obreros
(So#hyo#) para contrarrestar la influencia de los comunistas.

Sin embargo, las divisiones que se crearon entre los intelectuales que domina-
ron la década de los sesenta a raíz de la evolución de Japón durante los años
cincuenta, se debieron especialmente al texto constitucional y a la política de
paz. La publicación mensual Sekai (El mundo), lanzada por la editorial Iwanami,
se convirtió en la plataforma de los intelectuales progresistas. Se formó un
Grupo de Discusión sobre los Problemas de la Paz (Heiwa Mondai Danwakai)
que, ante la perspectiva de la renovación del Tratado de Seguridad con Estados
Unidos en 1960, se mostró contrario a pactar con uno de los bloques de la gue-
© FUOC • P05/87014/00689 37 Los intelectuales

rra fría argumentando que sería una violación de la Constitución. Había una
voluntad por parte de los intelectuales y escritores que no habían cooperado
con el Estado de expiar su silencio durante los años de militarismo y guerra.
El análisis marxista dominaba la escritura de ciencias sociales pues su prestigio
había aumentado por su persecución durante la guerra. Las voces conservado-
ras del pasado, como la del profesor Hiraizumi, cuya historia imperial había
sido tan influyente, habían desaparecido de la escena pública.

En el debate, sin embargo, no había grandes divisiones entre “antiguos libera-


les” y “nuevos progresistas”. Durante cuatro décadas, el poder nacional había
estado en manos de políticos conservadores que, en 1955, formaron un parti-
do democrático liberal y sus oponentes, de izquierdas o progresistas liderados
por el Partido Socialista, habían sido una minoría. Ahora la izquierda estaba
dividida según su afinidad al comunismo, pero unida en su oposición al con-
servadurismo pro-americano. Otro elemento de unión entre los nuevos inte-
lectuales era la condena unánime a la agresión de Japón a China, por lo que
no eran bien vistas las políticas de distanciamiento del país vecino. Las bases
americanas fueron otro motivo de debate, Estados Unidos era libre de usar sus
fuerzas para mantener la seguridad interna de Japón y Asia oriental sin previa
consulta, mientras que Japón debía sufragar los costes de la protección ameri-
cana. El Pacto de Mutua Seguridad fue renovado otros diez años y la izquierda
quedó fragmentada por disputas internas. Aun así, los intelectuales vieron que
el clima de opinión y las manifestaciones marcaban una nueva etapa en el pro-
ceso de democratización del país: por primera vez, la fuerza para un cambio
venía de abajo, de la base social.

2.4.2. Literatura sobre la bomba atómica

Las dos bombas atómicas que la aviación de Estados Unidos lanzó sobre Hi-
roshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto, respectivamente, (las primeras bombas
atómicas que se lanzaban sobre población civil) fueron un golpe muy duro
para la sociedad japonesa.

Este hecho ha perdurado en la memoria colectiva japonesa gracias a los testi-


monios de las víctimas de las bombas, hibakusha (“aquellos que han sido afec-
tados por la radioactividad”). Han sido tantos los relatos sobre el desastre que
ha sido acuñada una nueva categoría de género literario, la literatura sobre la
bomba atómica (genbaku bungaku).

Los primeros años posteriores a la tragedia (1945-51) se publicaron obras con


Hiroshima
historias personales, descripciones directas de escritores que sintieron el de-
ber moral de contar su experiencia. El control de las fuerzas de ocupación
impidió la difusión de relatos sobre este tema. A principios de los años cin-
cuenta, se discutieron abiertamente los problemas relativos a los efectos de
la bomba, proliferaron obras literarias y documentación incluso de autores
© FUOC • P05/87014/00689 38 Los intelectuales

que no habían vivido la catástrofe. Y tras un período de declive de publica-


ciones sobre el tema, entre 1963 y 1967, el género trasciende la experiencia
histórica y asume unas connotaciones cada vez más literarias, y alcanza una
de sus máximas expresiones artísticas en la obra de Ibuse Masuji, Kuroi ame
(La lluvia negra) de 1965.

En los años cincuenta, algunos sucesos favorecieron el interés por el género


como la guerra de Corea, entre ellos la eclosión de los movimientos ecolo-
gistas y pacifistas o la nueva amenaza nuclear. Si bien el crecimiento econó-
mico había permitido mejorar las condiciones de vida de los japoneses,
también aparecía como responsable de generar un elevado índice de conta-
minación. Bajo la presión de los movimientos ciudadanos, así como de las
Carátula de la versión
cinematográfica de Kuroi ame
críticas procedentes del extranjero, el Estado lanzó un proceso de control de
la producción en 1967 e inició una serie de reformas legislativas para luchar Ejemplo

contra la polución. En marzo de 1954, un barco ja-


ponés recibió radiaciones tras
una explosión. A raíz de un in-
cidente, se desencadenó un
movimiento ciudadano antinu-
2.4.3. Yukio Mishima y las contradicciones clear, dirigido sobre todo por
mujeres, que reclamaba la sus-
del Japón moderno pensión de las pruebas nuclea-
res submarinas.

La recuperación económica fue seguida de una expansión económica du-


rante los años sesenta y setenta, que favoreció sobre todo a la industria. Los
movimientos de protesta estudiantil de 1968 también se dieron en Japón,
donde expresaron una oposición a la política gubernamental, en concreto
educativa, y al tratado de seguridad nipo-americano, a la guerra de Viet-
nam y a la sociedad de consumo. La principal organización de estudiantes
era Zengakuren, creada en 1948. Las protestas, que reclamaban mayor con-
sideración y libertad, alcanzaron su clímax en enero de 1968, en la facultad
de medicina de la Universidad de Tokio, y rápidamente se extendieron por
las ciento quince universidades que había entonces por todo el país. La re-
presión de la revuelta fue dura, pero al año siguiente, el Gobierno promo-
vió una ley de universidades. El eco del movimiento estudiantil y la
persecución al partido comunista auspiciaron la formación de grupos de ex-
trema izquierda que defendían el uso de la violencia y la acción armada con
fines políticos, entre ellos, Sekigunha (Facción Armada Roja), Nihon Sekigun
(Armada Roja Japonesa) que apoyaba a la OLP (Organización para la Libe-
ración de Palestina) y Rengó sekigun (Armada Roja Reunificada).

Yukio Mishima
En 1969, el escritor Yukio Mishima (1925-1970) aceptó participar en un
debate público con estudiantes comunistas de la universidad de Tokio. En
sus declaraciones a su biógrafo Henry Scott-Stokes tras el encuentro, el es-
critor anunció que, aun perteneciendo a extremos opuestos, había descubier-
to puntos de vista comunes, como una ideología rigurosa y la inclinación a
la violencia física, y objetivos parecidos, como el de imaginar un nuevo Ja-
pón, aunque reconocía que les separaba algo que él tenía de su parte, el em-
perador.
© FUOC • P05/87014/00689 39 Los intelectuales

Yukio Mishima encarna de un modo paradigmático las contradicciones


que afrontaron los intelectuales de la posguerra, ya que en su persona y
sus escritos conviven dos aspectos, occidentalización y nacionalismo
radicalizados. Su figura puede interpretarse como uno de los últimos in-
tentos por hacer revivir un pasado perdido.

Mishima se dio a conocer, en 1949, con su primera novela parcialmente autobio-


gráfica, Confesiones de una máscara, emblema de los valores reinantes entonces
entre la intelligentsia: el marxismo y el existencialismo. Cultivó prácticamente
todos los géneros, novela, obras de teatro nó y kabuki, de marionetas, tragedia,
relatos breves..., con un lenguaje de estilo arcaizante, repleto de metáforas y
alusiones a pensadores occidentales. En 1960 publicó un relato titulado Patrio-
tismo, donde narraba el harakiri de un oficial ultranacionalista tras el golpe de
Estado de 1936, y más adelante otros escritos que tratan sobre los ideales trai-
cionados como Las voces de los muertos heroicos (1966) o la obra teatral Mi amigo
Hitler. Sus polémicos escritos y gestos politizados como la formación de un
“ejército” paramilitar en 1967, llamado Tatenokai (Sociedad del Escudo), culmi-
naron en su suicidio ritual (seppuku), como protesta contra la sociedad contem-
poránea, en pleno centro de Tokio y ante los medios de comunicación en 1970.
Con este intento de revivir el destino de los samuráis, conmocionó a la opi-
nión pública, especialmente a la clase literaria y política, y resquebrajó la ima-
gen democrática y pacifista del Japón de posguerra.

Mishima denunciaba la ocupación americana y la sumisión japonesa en los


tratados que retenían la influencia del ocupante, la corrupción política así
como el materialismo y consumismo de la sociedad contemporánea. Su obra
está marcada por un profundo pesar por la esterilidad espiritual de la sociedad
japonesa del siglo XX, su desesperación por la occidentalización de su país y su
deseo de un retorno a las épocas antiguas más nobles. En su tetralogía El mar
de la fertilidad (1970), una historia épica del Japón moderno, expresó su nos-
talgia por los valores enérgicos y la poderosa unidad cultural de la sociedad ja-
ponesa tradicional. Sus últimas palabras antes de morir fueron Tennó heikai
banzai (¡Larga vida al emperador!).

2.4.4. Nuevas perspectivas

En los años ochenta, Japón experimentó un cambio espectacular gracias


a un alto nivel de desarrollo de la ciencia y la tecnología que situó al
país entre las principales potencias económicas del mundo. En los años
sucesivos, la presión de las economías recién industrializadas de Asia ha
sido cada vez más fuerte y el debate intelectual de los últimos años se
ha movido en torno a la cuestión de cómo va a evolucionar la estructura
industrial y la cultura japonesa en un futuro próximo.
© FUOC • P05/87014/00689 40 Los intelectuales

La ciencia y la tecnología irrumpieron en la escena del Japón moderno


como una importación, no como un producto del entorno intelectual del
país, por lo que su aparición vino acompañada del sentimiento de ver ame-
nazada la propia identidad. Si bien tradicionalmente la historia cultural japo-
nesa se ha formado en una interacción entre elementos propios e importados,
principalmente procedentes de China y Corea, el caso de la ciencia y la tec-
nología occidentales se ha vivido de forma diferente. La ciencia y la tecno-
logía, más allá de ser obra del espíritu europeo, poseen una universalidad que
las hace aplicables a cualquier parte, independientemente de la raza, ideolo-
gía o carácter de sus destinatarios. De ahí que los avances científicos y tec-
nológicos hayan acortado las distancias, nivelado diferencias culturales y
homogeneizado en ciertos aspectos el mundo entero, mientras que la cultura
es inherentemente local y está ligada al propio medio espiritual. Ante la
disyuntiva de proteger la propia cultura o competir con los poderes occiden-
tales en términos de igualdad, como hemos visto, en Japón triunfó la segun-
da opción por medio de la política de “civilización e ilustración” impulsada
por los dirigentes Meiji. Y puesto que civilización y modernización venían
asociadas con la occidentalización de la cultura, ha perdurado una profunda
corriente de resistencia a este proceso. a
En la actualidad, intelectuales como Ishii Takmochi miran el porvenir con
optimismo y defienden que Japón será el dirigente tecnológico del mundo en
el siglo XXI. Por el contrario, Minamoto Ryöen, especialista en historia inte-
lectual japonesa de la Universidad de Tòhoku, señala que el elevado creci-
miento económico de Japón ha exigido un alto coste psicológico que ahora
empieza a pasar factura. Este autor alega que la civilización japonesa entró en
una fase demasiado madura desde los años sesenta y que, al haber alcanzado
lo que fue durante años objetivo nacional –la imitación de la cultura occiden-
tal–, el país ha quedado en un estado de “anarquía espiritual”.

Posiblemente, tratando de cubrir este vacío espiritual, desde el período de pos-


guerra, han proliferado en Japón los nuevos movimientos religiosos. Las nuevas
religiones incluyen los trece grupos que constituyen el shintoísmo religioso sur-
gido en el siglo XIX, entre ellos, Tenrikyò, Konkòkyò y Kurozumikyò, así como
los que emergieron antes y después de la Segunda Guerra Mundial en las zo-
nas urbanas más industrializadas de Japón. Las nuevas organizaciones más
influyentes en el seno del budismo son las sectas laicas Sòkka Gakkai y Risshò
Koseikai. Se calcula que los nuevos movimientos religiosos ascienden ya a unos
dos mil y que Japón cuenta con unos ciento ochenta mil lugares de culto entre
templos, santuarios e iglesias.

Una tercera posición, ni confiada ni desesperanzada, sería la del filósofo Öhashi


Ryosuke, que pretende conciliar la flexibilidad que caracteriza a la cultura ja-
ponesa con la universalidad científica. En la antigüedad, sostiene Òhashi, cultura
y tecnología, productos del esfuerzo humano, buscaban integrarse en la natu-
raleza; para los japoneses, ambos aspectos no entraban en contradicción. Esta
© FUOC • P05/87014/00689 41 Los intelectuales

visión de la naturaleza que sirve de base a la cultura japonesa, y ha actuado


como intermediario en el proceso de modernización del Japón, debería guiar
un desarrollo tecnológico con un contenido de valor añadido. Dicho de otro
modo, cabría dirigir la potencia de la ciencia y la tecnología en una dirección
acorde con el carácter local del contexto cultural japonés y de otros países asiá-
ticos. Para ello, el reto de los intelectuales japoneses será emprender seriamen-
te la tarea filosófica de tomar conciencia de las peculiaridades de la propia
cultura. Si a lo largo de su historia Japón se ha dedicado a asimilar otras civili-
zaciones y culturas, ahora le correspondería hacer autocrítica de la cultura y la
tecnología del país, incluyendo una valoración de la civilización moderna oc-
cidental y de la respuesta japonesa a la asimilación: hoy, un debate sobre “cul-
tura y civilización” requiere considerar el espíritu europeo y el modo de pensar
tradicional japonés.
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3. Historia intelectual de la China moderna

Los intelectuales han sido el centro de las numerosas oleadas del proceso revolu-
cionario de la China moderna y se han visto profundamente afectados por ellas.
Se puede decir que no hay ningún otro grupo que haya contribuido tanto al cam-
bio de la sociedad china, ni encontramos ninguna otra postura en esta sociedad
que haya cambiado de una manera tan dramática durante la era moderna.

Podemos estudiar la historia de los intelectuales y de la vida intelectual en la


China moderna desde diferentes puntos de vista. En este apartado nos concen-
traremos en la relación entre los intelectuales y los diferentes Estados que a
lo largo del siglo XX se han mantenido en el poder en China.

Nos interesan principalmente los intelectuales como actores políticos que


han intentado influir en el transcurso de la sociedad y la dirección tomada por
el Estado durante un periodo de cambios extraordinarios, fundamentales, rá-
pidos y largos, que se inició durante los últimos años del siglo XIX y que ha
durado hasta la actualidad.

Así, pues, presentaremos brevemente una serie de “momentos” de todo el si-


glo XX que son especialmente ricos con respecto al extenso tema de las rela-
ciones entre intelectuales y Estado: el movimiento reformista de la última
década del siglo XIX; el Movimiento por la Nueva Cultura; el primer periodo
comunista; la Revolución Cultural; los años ochenta, y los inicios del siglo XXI.
Claro está que estos momentos no son los únicos importantes en relación con
el tema que tratamos, pero son una muestra representativa que ayudará a en-
tender cuestiones de una importancia primordial. a
Con el fin de valorar los cambios en la relación entre los intelectuales y el Es-
tado durante el siglo pasado, hay que establecer ciertos puntos que tienen que
ver con la naturaleza de esta relación a comienzos de la era revolucionaria. A
finales de la China imperial, los eruditos –prácticamente todas las personas
que recibían una educación eran hombres– tenían mucha importancia dentro
de la sociedad. Representaban una fracción muy pequeña de toda la población
y no se les conocía como intelectuales, sino como académicos. Eran respetados
por sus amplios conocimientos humanísticos y por un autoaprendizaje moral
constante. En general, estos hombres estaban familiarizados con una gran va-
riedad de tradiciones textuales, como el taoísmo y el budismo, pero lo que de-
terminaba el alcance de su prestigio social era sobre todo su dominio de la
ortodoxia intelectual defendida por el Estado: el confucianismo.

Con el fin de tener un sitio en esta ortodoxia, simplemente debía ser res-
petados y entrar a formar parte del Gobierno, convirtiéndose en funciona-
© FUOC • P05/87014/00689 43 Los intelectuales

rios académicos. Si tenemos en cuenta que se entraba en la burocracia


académica en función de los resultados obtenidos en los exámenes para
diferentes niveles de funcionarios –un sistema que defendía y definía la
ortodoxia confuciana– no es ninguna exageración afirmar que el último Es-
tado imperial tuvo un papel muy importante a la hora de determinar quién
podía ser un funcionario académico y qué tipo de personas podían consi-
derarse como tales.

La relación entre los intelectuales y el Estado era una relación de depen-


dencia de los primeros respecto del último. Los intelectuales no se ha-
cían ellos mismos ni determinaban su valor social, sino que era el
Estado el que los hacía y también el que decidía a qué prestigio tenían
derecho.

Pero si bien es cierto que los intelectuales dependían del Estado, no es menos
cierto que el Estado también dependía de los intelectuales, porque a la hora de
reclutar a las personas con talento mediante el sistema de exámenes para fun-
cionarios, con la presunción de identificar a los más preparados intelectual y
moralmente para trabajar para el Gobierno, el Estado promovía la idea de que
los funcionarios académicos eran hombres muy bien valorados. Tanto es así,
que el Estado daba mucha importancia al hecho de que las personas mejor
educadas moralmente quisieran formar parte del cuerpo de trabajadores. Con
el apoyo de este tipo de personas, el poder dinástico podía defender que sus
normas eran razonables moralmente y que tenían la bendición del cielo. Pero
este orden también otorgaba poder a los intelectuales, porque les transforma-
ba en jueces morales que podían pasar cuentas al Gobierno si éste les retenía
el poder.

Según la teoría confuciana, un gobernante era moral si estaba preparado para


escuchar la verdad de sus funcionarios-sirvientes, incluso cuando la fuerza
de sus mensajes era crítica con él o con sus políticas. A finales del siglo XIX,

este “derecho” de protesta ofreció a algunos intelectuales la oportunidad de


empezar una discusión sobre importantes reformas institucionales.

3.1. El movimiento reformista de finales del siglo XIX

A mediados de la última década del siglo XIX, China entró en guerra y sufrió
una derrota humillante contra Japón. Poco tiempo antes, la dinastía Qing
(1644-1911) había luchado y perdido otra guerra contra Francia. La crisis
provocada por las derrotas, sobre todo la segunda con Japón, llevó a accio-
nes sin precedentes por parte de los intelectuales, que querían convencer a
la dinastía Qing a fin de que llevara a cabo reformas políticas e institucio-
nales drásticas.
© FUOC • P05/87014/00689 44 Los intelectuales

Movidos por el miedo de que China estuviera a punto de ser engullida por
los poderes imperialistas occidentales, y con la convicción de que tenían el
deber de dirigir a la dinastía hacia la reforma, el año 1895, un grupo de fun-
cionarios de la capital, encabezados por el académico cantonés Kang
Youwei (1858-1927), envió una petición al trono, subrayando una serie de
cambios políticos con el objetivo de encaminar a China hacia la moderniza-
ción. Aquella petición, cuyo contenido estaba influenciado por las reformas
radicales y puestas en marcha que había emprendido durante las décadas an-
teriores el Gobierno japonés de Meiji, fue muy importante, ya que estaba fir-
mada por funcionarios académicos que defendían una idea contundente:
tenían el derecho de dirigirse al trono y plantear temas de importancia nacio-
nal, aunque nadie se lo hubiera pedido. a Kang Youwei

La petición estaba redactada con un lenguaje de lealtad y respeto, pero el acta


Lectura recomendada
en sí misma ya significaba una voluntad nueva y atrevida de poner a prueba
Para una descripción
los límites de su poder político respecto de los del Gobierno dinástico. Estos novelada de Kang Youwei y
funcionarios creían que actuaban correctamente porque, al fin y al cabo, uti- el movimiento reformista
que protagonizó, podéis ver:
lizaban un lenguaje político que daba importancia a los consejos morales al J. Spence (1982). The Gate of
Heavenly Peace: The Chinese
trono, y las posturas que adoptaban eran patrióticas y tenían el objetivo de ha- and Their Revolution.
cer de la dinastía Qing un poder más fuerte y duradero. Harmondsworth: Penguin.

A corto plazo, los reformadores no tuvieron éxito. La dinastía Qing los culpó
de no cumplir con el protocolo y no quiso escuchar seriamente sus ideas. La
gran mayoría de los que se habían arriesgado a hablar abiertamente fueron for-
zados a retirarse a provincias. Allí, los más atrevidos continuaron luchando
por el cambio. Los grupos de intelectuales que compartían la misma opinión
formaron sociedades de estudio donde leían y escribían tratados políticos e in-
tentaban forjar una primera forma de opinión pública, con el objetivo de pre-
sionar a la dinastía para que aceptara las propuestas de reforma. Más o menos
en este momento, un pequeño número de reformistas de las provincias empe-
zó a publicar diarios de tendencia reformista con el mismo objetivo. La opi-
nión pública que querían crear los intelectuales reformistas se basaba en una
idea muy concreta del público, limitada más o menos al reducido número de
personas con un alto nivel de educación, como ellos mismos. Los reformado-
res progresistas eran muy elitistas a la hora de entender la sociedad, ya que
creían que la mayor parte de la población no estaba preparada para participar
en la vida política. a
Estos desarrollos de los últimos años del siglo XIX estaban relacionados con el
interés creciente entre los intelectuales chinos en las teorías modernas del
nacionalismo. Las derrotas recientes en manos de Francia y Japón, y las de-
rrotas humillantes en manos de Gran Bretaña unas décadas antes, instaron a
los intelectuales a buscar la clave del éxito de aquellos países. En aquella mis-
ma década llegó a China, desde Occidente, el darwinismo social que explica
que el mundo está hecho de naciones fuertes y débiles y que las fuertes avan-
zan, en parte, gracias a su dominio sobre las débiles. Estas ideas provocaron
© FUOC • P05/87014/00689 45 Los intelectuales

que muchos intelectuales chinos pensaran que la clave para sobrevivir y


prosperar, lo que Gran Bretaña, Francia, Japón y otras potencias occidentales
habían entendido y China no, era la autotransformación y el paso de una
monarquía anticuada a un estado-nación moderno. Para los estudiosos chi-
nos, el modelo de estado-nación ofrecía la promesa de riqueza y poder.

El modelo de estado-nación, para los intelectuales chinos, estaba íntimamente ligado a


la noción de republicanismo, una forma de Gobierno basada en la idea de que a la mo-
narquía, en caso de que continuara existiendo, había que restringirle el poder con una
constitución legalmente vinculante y que las personas son soberanas y tienen el derecho
de representación política.

Los reformistas chinos que defendían estas ideas denominaban “el pueblo” a los que eran
como ellos, pero sin embargo sus ideas representaron un cambio radical a la hora de pen-
sar en la sociedad y la política; un cambio que anunciaba la relación moderna entre los
intelectuales chinos y el estado donde vivían.

Durante los últimos años del siglo XIX, los intelectuales que querían convencer
a la dinastía Qing para llevar a cabo reformas fundamentales desde arriba con-
siguieron captar la atención del joven emperador Guangxu (1871-1908), que
invitó a la capital a figuras como Kang Youwei y a su discípulo, Liang Qichao
(1873-1929), para que lo ayudaran a planificar un movimiento reformista ma-
sivo. La victoria más importante para los intelectuales reformistas llegó el ve-
rano de 1898 cuando el emperador Guangxu publicó una serie de decretos en
los que pedía una revisión institucional extensa, la misma que los intelectua-
les querían desde el movimiento de la petición de 1895.

Conocida con el nombre de la Revolución de los Cien Días, el raudal de de-


cretos promovidos por el imperio que gastó del trono aquel verano generó un
sentimiento muy optimista entre los pensadores reformistas. Todo indicaba
El emperador Guangxu
que se abría un nuevo tipo de relación entre la dinastía imperial y los intelec-
tuales.

La opinión pública que los intelectuales habían trabajado duramente des-


pués de la experiencia decepcionante del movimiento de 1895, parecía que
había arraigado y había llevado a la dinastía a reconocer la lealtad de los pen-
sadores, así como la esperanza en la dirección concreta que ellos abogaban
para el imperio. Ahora parecía que se podía conseguir una monarquía cons-
titucional como la que se había adoptado recientemente en Japón y que con
ella se creaba un nuevo y amplio espacio donde los hombres educados po-
dían dar su opinión.

Nada más lejos de la verdad. Tan pronto como el emperador Guangxu dio apo- Liang Qichao
yo a la reforma, una coalición de funcionarios conservadores, que hacían piña
en torno a la tía del emperador, la emperatriz regente Cixi (1835-1908), pusie-
ron al emperador en arresto domiciliario y capturaron y ejecutaron a una serie
de intelectuales, que el emperador había llevado a la capital para que lo ayu-
daran a idear y llevar a cabo el programa de reformas masivas. Tanto Kang
Youwei como Liang Qichao consiguieron huir de la capital a tiempo, pero fue-
ron forzados a vivir en el exilio y con la desesperación de haber estado a punto
© FUOC • P05/87014/00689 46 Los intelectuales

de conseguir su objetivo, si los reaccionarios no hubieran conseguido el poder


y no hubieran ratificado el modelo de Estado absolutista. La reforma se había
acabado. Parecía que la dinastía Qing ignoraba los cambios que acontecían en
el mundo y que tenía muy pocas ideas sobre cómo mejorar la posición de Chi-
na respecto de los otros poderes imperialistas.

Hay que destacar que el fracaso de la Reforma de los Cien Días y otros
signos de locura imperial motivaron que, en la década siguiente, toda-
vía más intelectuales empezaran a pensar lo inimaginable: la idea de
La emperatriz regente Cix
que el futuro de China estaría mejor protegido no trabajando con la di-
nastía y dándole apoyo, sino derribándola, mediante una revolución,
en nombre de un Gobierno en forma de república dirigido por personas
con pensamientos modernistas como ellos.

3.2. El Movimiento por la Nueva Cultura

Dando un salto de un par de décadas, llegamos al Movimiento por la Nueva


Cultura, un periodo de activismo político y pensamiento crítico dirigido por
intelectuales de las ciudades costeras de China, sobre todo Pekín y Shanghai.
Cuando empezó este nuevo movimiento, cuyo apogeo tuvo lugar desde fina-
les de 1910 hasta mediados de los años veinte, la dinastía Qing había desapa-
recido del mapa gracias a un movimiento revolucionario que empezó a finales
del siglo XIX, tal como se ha visto en el apartado anterior.

Como mínimo por el nombre, la Revolución de 1911 produjo una forma de


Gobierno republicano que los reformistas y revolucionarios habían defendido
durante más de una década. En muchos aspectos, pues, este resultado era exac-
tamente el que habían soñado los intelectuales, muchos de los cuales creían
que la oportunidad de empezar de nuevo, construyendo instituciones políti-
cas congruentes, como las que existían en los países más desarrollados del
mundo, permitiría que finalmente China pudiera afirmarse como nación po-
derosa y moderna. Sin embargo, un momento de optimismo acabó convir-
tiéndose de nuevo en una gran decepción, ya que pronto se vio que la promesa
de la revolución no se llegó a cumplir.

Hacia 1913, Yuan Shikai (1859-1916) –el militar fuerte que había llegado al
Muchos intelectuales...
poder después del fin de la dinastía Qing con la promesa de mantener el país
... se dedicaron a la literatura
unido y establecer las bases de un sistema republicano estable– siguió activa- como modo de subsistencia
mente los poderes dictatoriales declarados. Yuan Shikai ilegalizó el parlamen- una vez se abolió el sistema de
funcionariado.
to, cerró diarios, arrestó a sus críticos e incluso ordenó algunos asesinatos: el
sueño revolucionario había muerto. Los que habían creído en este sueño, una
gran mayoría de intelectuales, ahora se enfrentaban otra vez a un Estado que
era del todo hostil a sus intereses. Además, ahora que la dinastía Qing no exis-
tía, ni tampoco el sistema de exámenes para funcionarios del Estado, los inte-
© FUOC • P05/87014/00689 47 Los intelectuales

lectuales ya no tenían ningún medio establecido a través del cual acceder a la


estructura de poder social y político. La Revolución de 1911 había destruido el
antiguo orden que les garantizaba un sitio de honor a cambio de lealtad, pero
tampoco había creado un nuevo sistema social en el que las personas como
ellos pudieran prosperar. La categoría social tan apreciada de los funcionarios
académicos ahora era irrelevante. La dependencia mutua entre intelectuales y
Estado que existió mientras duró el sistema imperial se había acabado del to-
do, de manera tal que ahora aquellos hombres fuertes en el área académica,
política o moral eran forzados a espabilarse para encontrar nuevas maneras de
tener algún papel importante en la sociedad. a
Aunque Yuan Shikai murió en 1916 y se hicieron esfuerzos vacilantes por eri-
gir un sistema republicano viable a partir de las cenizas de las promesas de la
Revolución de 1911, China se convirtió en menos unificada y más difícil de
gobernar a finales de 1910 y durante la década siguiente. Los militares com- Yuan Shikai

pitieron entre ellos para controlar tanto territorio como fuera posible duran-
te aquel periodo, esparciendo violencia y estancamiento económico, sin
respetar la ley y creando un profundo sentimiento de malestar entre los
intelectuales.

Durante aquellos años, los poderes extranjeros, con Japón como potencia cada
vez más fuerte, también continuaron persiguiendo sus intereses nacionales en
China, arruinando así cualquier intento chino de construir un orden político
y social estable. El Movimiento por la Nueva Cultura surgió con estas circuns-
tancias nada prometedoras y fue dirigido por profesores y estudiantes de uni-
versidades y escuelas secundarias de las zonas urbanas de China. Durante la
década anterior, muchos de los que se convertirían en líderes del movimiento
–por ejemplo, Chen Duxiu (1879-1942) y Hu Shi (1891-1962)– habían pasado
mucho tiempo estudiando en el extranjero, en Europa, Estados Unidos o Ja-
pón, donde adquirieron conocimientos sobre las sociedades democráticas mo-
dernas y una perspectiva sobre su propio país, que los llevó a estar realmente
preocupados por un cierto atraso de China.

Los intelectuales como Chen Duxiu y Hu Shi, que eran profundamente Chen Duxiu y Hu Shi

patrióticos y de pensamiento crítico, querían hacer avanzar a China ha-


cia la estabilidad, la fuerza, la modernidad y el respeto internacional.
Por eso se hacían las preguntas siguientes:

• ¿Qué problema tiene China?

• ¿Por qué fracasó la Revolución de 1911 y China no pudo aceptar va-


lores modernos e instituciones políticas y sociales modernas?

Los intelectuales tenían muchas respuestas a estas preguntas. Ninguna de las


líneas de pensamiento, sin embargo, consiguió el éxito excepto una: que los
problemas de China eran problemas más culturales que políticos y que, por
© FUOC • P05/87014/00689 48 Los intelectuales

encima de todo, el país necesitaba una educación moderna si realmente que-


ría caminar junto a las naciones más adelantadas. Basándose en este análisis,
los intelectuales concluyeron que la Revolución de 1911 había fracasado por-
que los chinos, el futuro ciudadano de la nueva nación que tenía que nacer,
continuaban anclados en el antiguo pensamiento y, por lo tanto, eran incapa-
ces de entender los valores modernos y las prácticas políticas.

No es sorprendente, pues, que los jóvenes que defendían estas ideas creyeran
que eran ellos quienes tenían que educar a los chinos para hacer avanzar a la
nación. El elitismo que había marcado a los reformistas intelectuales de la ge-
neración anterior continuaba presente entre los intelectuales del Movimiento
por la Nueva Cultura, pero había una diferencia importante: estos últimos
comprendieron mucho mejor que sus predecesores que China sólo llegaría a
ser tan fuerte como lo fueran los ciudadanos chinos y por eso dedicaron gran-
des esfuerzos a la educación de todos los niveles de la sociedad. En otras pala-
bras, los intelectuales fueron forzados a reconocer, aunque fuera doloroso, que
su fortuna estaba inevitablemente ligada a la de la sociedad –campesinos, tra-
bajadores, comerciantes– a quien entendían bien poco y con quien casi no sa-
bían cómo comunicarse. a
Por todos estos motivos, el Movimiento por la Nueva Cultura inculcó nuevos
valores –como celebrar la juventud, liberarse de las creencias confucianas,
promover la ciencia y la democracia y estudiar continuamente la modernidad
de Occidente– y creó nuevos tipos de instituciones comunicativas. Hom-
bres como Chen Duxiu y Hu Shi lucharon enérgicamente con el fin de desa-
rrollar una mentalidad moderna para ellos mismos y también entendieron
que tenían que comunicar las nociones de aquella mentalidad a tantos com-
patriotas como fuera posible si querían que la sociedad china cambiara de
una manera significativa. Para conseguir este objetivo, publicaron una gran
variedad de revistas y diarios, fundaron escuelas, organizaron ciclos de con-
ferencias públicas, dirigieron manifestaciones políticas y visitaron pueblos y
fábricas para entender mejor las condiciones de vida de la población. Ninguno
de estos esfuerzos hizo desaparecer el elitismo, pero los intelectuales como
grupo experimentaron una revolución en la conciencia social, que los llevó
a pensar en ellos mismos y en su papel social de maneras nuevas y diversas.
Aunque continuaron considerándose líderes naturales de la sociedad, se die-
ron cuenta de que no tenían suficiente poder para salvar a China ellos solos y
que necesitaban ser más y más fuertes. a
Si durante este periodo los intelectuales tuvieron tantas posibilidades para ac-
tuar fue precisamente porque el país no tenía ningún Estado dominante que
pudiera hacerles callar. Varios movimientos militares castigaron a los intelec-
tuales, pero la mayoría duraron poco y, además, si en algunas zonas las con-
diciones eran muy restrictivas, siempre había otros lugares del país donde los
intelectuales podían continuar su activismo cultural y político. En otras pala-
© FUOC • P05/87014/00689 49 Los intelectuales

bras, en aquella época había una relación directa entre la debilidad del siste-
ma estatal y la extraordinaria apertura de creatividad cultural.

Durante los años veinte, los intelectuales que querían liberar el país de la tira-
nía imperialista empezaron a darse cuenta de que sólo lo podían conseguir a
través de la colaboración con un Estado poderoso. Entendieron que la educa-
ción no tendría éxito sin un Gobierno que impulsara y llevara a cabo una re-
organización social. El estatismo, la creencia en la importancia primordial
de un Estado fuerte, estaba de moda. Hacia mediados de los años veinte, líde-
res del Movimiento por la Nueva Cultura como Chen Duxiu y Hu Shi se ha-
bían convencido de la necesidad de formar partidos políticos fuertes que
pudieran fundar un sistema estatal fuerte. En aquel momento, los intelectua-
les dejaron más de lado los temas culturales que marcaron el apogeo del Mo-
vimiento por la Nueva Cultura para fijarse en cuestiones prácticas de la
organización política.

El cambio de énfasis hacia la organización política de la segunda mitad de los


años veinte representó en cierta manera un sobrecrecimiento del Movimiento
por la Nueva Cultura, ya que el movimiento había sido enfocado desde el prin-
cipio hacia la acción. El cambio llevó a nuevas alianzas entre los intelectuales
y otros actores sociales –políticos, militares, hombres de negocios, etc.–, gen-
te que no necesariamente compartía los mismos valores o las mismas priori-
dades que los intelectuales. El nuevo énfasis en la organización política
también hizo más evidente que no todos los intelectuales pensaban de la
misma manera sobre cuestiones de valor fundamental y que a la hora de ave-
riguar la mejor estrategia para hacer avanzar a China, no había una única
“posición intelectual”.

La mayoría de los intelectuales daban apoyo al movimiento revolucionario


nacional, una coalición entre los dos partidos políticos revolucionarios (los
nacionalistas y los comunistas) que se crearon a mediados de 1920 y que que-
rían, de una sola vez, liberar el país de los militares y del imperialismo extran-
jero. El movimiento revolucionario nacional tuvo un gran éxito y a finales de los
años veinte ya había instalado en el poder al Partido Nacionalista (Guomindang)
de Chiang Kai-shek (1887-1975) en la zona central, en torno a las ciudades de
Chiang Kai-shek
Nanjing y Shanghai. Pero la subida al poder de Chiang Kai-shek también com-
portó una rotura violenta entre los nacionalistas y los comunistas, que llevó
al país a una guerra civil que dominaría la política del mismo durante las dos
décadas siguientes. No es sorprendente, pues, que allí hubiera intelectuales en
los dos bandos de la división política.

Al principio, muchos intelectuales, incluso aquellos que daban apoyo a los co-
munistas, pensaron que acabarían trabajando dentro del orden social y políti-
co establecido por los nacionalistas, y así podrían conducir la política y la
sociedad chinas hacia la izquierda. Pero en la década de los treinta, muchos
intelectuales de izquierdas vieron imposible esta estrategia y rompieron con el
© FUOC • P05/87014/00689 50 Los intelectuales

statu quo. Así, al principio de la década de los treinta, China se encontró des-
truida por un conflicto civil violento entre sus dos partidos políticos revolu-
cionarios, y los intelectuales de todo el país estaban internamente más
divididos que nunca antes lo habían estado en la época moderna. Los intelec-
tuales de todas las ramas políticas eran profundamente patrióticos y todavía
creían que su deber era hacer hacer avanzar a China, pero había graves des-
acuerdos en cuestiones fundamentales (¿Con qué fuerza política se tenían que
aliar? ¿Qué grado de compromiso tenían que adoptar? ¿Qué tipo de sociedad
tenían el objetivo de construir?).

En cualquier caso, los años treinta evidenciaron que una vez se dio el
Estado fuerte que los líderes de la nueva cultura habían empezado a an-
helar en la década anterior, el poder y la influencia de los intelectuales
en la sociedad empezó a disminuir.

Los dos Estados, el nacionalista que gobernó buena parte de China durante los
años treinta y el ambicioso Estado comunista que sólo se encontraba en zonas
aisladas del país durante la mayor parte de la década, necesitaban el talento de
los intelectuales si querían sobrevivir y prosperar, pero ni el uno ni el otro, so-
bre todo durante la guerra civil, les dio el grado de libertad y autoridad que
ellos habrían deseado. Los intelectuales tenían papeles importantes, se ocupa-
ban de la propaganda, eran ingenieros, científicos y académicos, pero en los
dos bandos ideológicos y militares, los líderes se reservaban el derecho de de-
cidir a quién le tocaba cada papel, con qué objetivos y en qué circunstancias.
En aquellas condiciones, pues, no es extraño que muchos intelectuales fueran
absorbidos por los sistemas de poder hasta el punto de convertirse en funcio-
narios, pequeñas piezas de las nuevas estructuras estatales, ni tampoco que el
espacio para la autonomía intelectual se fuera encogiendo.

3.3. La primera etapa comunista

En 1937, Japón inició un ataque a gran escala contra China. Los japoneses
muy pronto derrotaron a las fuerzas chinas en las provincias de la costa y ocu-
paron con éxito una zona bastante grande. Desde aquella gran base, los inva-
sores intentaron dominar el resto de China. Las fuerzas japonesas expulsaron
al Partido Nacionalista de Chiang Kai-shek de su capital al corazón de China y
lo forzaron a retirarse a la ciudad atrasada, pero bien protegida, de Chongqing, en
la provincia de Sichuan. Durante casi diez años, con el apoyo de los americanos,
el Gobierno nacionalista hizo una guerra cruel contra los invasores japoneses.
Con el fin de sobrevivir y derrotarlos, Chiang Kai-shek no tuvo ninguna otra
opción más que dejar de lado la guerra contra los comunistas chinos. Así pues,
desde 1937 hasta el final de la Guerra de resistencia contra Japón en 1945,
nacionalistas y comunistas se aliaron para luchar contra el enemigo común.
© FUOC • P05/87014/00689 51 Los intelectuales

Esta alianza, que nunca fue perfecta, fue lo bastante real como para permitir
un nuevo desarrollo importante, es decir, la creación de una nueva estructura
estatal del Partido Comunista al margen de la parte ocupada por los japoneses
y la controlada por los nacionalistas. Mientras la invasión japonesa significó
un desastre para el Partido Nacionalista, para el Comunista fue una gran opor-
tunidad política: mientras duró la guerra, sobre todo en la región pobre del
noroeste del país, centrada en la ciudad de Yan'an en la provincia de Shaanxi,
se establecieron los fundamentos de lo que se convertiría en el Estado del Par-
tido Comunista a partir de 1949.

A partir de aquí nos centraremos en la primera época comunista, en la fase de


Yan'an y en los primeros años después de que en 1949 los comunistas fueran
ganando poder por toda China.

Durante la primera época comunista, y de hecho hasta su muerte en 1976, el


líder revolucionario carismático Mao Zedong (1893-1976) dirigió el Partido
Comunista Chino. Aunque era un intelectual que llegó a la mayoría de edad
durante el Movimiento por la Nueva Cultura, como gobernante, Mao Zedong
fue muy severo con los intelectuales. Durante la guerra contra Japón, el Par-
tido Comunista tuvo que ganarse el apoyo de las clases educadas, porque en
parte necesitaba los servicios de los intelectuales, y también porque ganando
su apoyo, los comunistas ganaban más propaganda que los nacionalistas. A
pesar de eso, la política de los comunistas durante este primer periodo ya
anunciaba el tratamiento hostil que recibirían los intelectuales a partir de en-
tonces. Las palabras de Mao Zedong durante la famosa Conferencia de Yan'an, Mao Zedong

en 1942, sobre arte y literatura representaron la única afirmación relevante so-


bre cómo los comunistas veían la relación entre el partido y los intelectuales.

Podemos destacar dos ideas de la Conferencia de Yan’an de 1942:

• Existe una manera correcta para que los intelectuales hagan un servicio a la revo-
lución, y sólo el líder del partido está ideológicamente preparado para determinar
cuál es.

• Los intelectuales que se pongan en contra de la política del partido corren el riesgo
de ser tildados de antirrevolucionarios, ser castigados duramente e, incluso, ser ase-
sinados.

Como tenía clara la importancia de la propaganda, Mao Zedong sabía que los
intelectuales, como creadores y comunicadores de ideas, jugaban un papel
muy importante a la hora de hacer la revolución. Quizás por eso también cre-
yó que tenía que controlarlos si quería que la revolución continuara por el
buen camino. a
En la Conferencia de Yanan, Mao desarrolló la importante idea de que el tra-
bajo de los intelectuales sólo podía considerarse nacionalista y revolucionario
si defendía la causa de la clase proletaria de China. Siguiendo este modelo,
cualquier producción artística –literatura, artes visuales, artes interpretativas,
etc.– podía y debía ser juzgada siguiendo el modelo de clases marxistas y sólo
se aceptaban aquellas obras que el partido creía que expresaban el punto de
© FUOC • P05/87014/00689 52 Los intelectuales

vista de clase correcto. Se comunicó a los intelectuales que se tenían que fijar
en el partido para tener unas directrices en estos temas y que tenían que re-
nunciar a la idea de que, como productores de arte y de ideas, no tenían nin-
gún derecho a determinar qué era de calidad y qué no.

Las obras de arte que se creía que reflejaban una posición de clase revolucionaria insufi-
ciente (no había ningún arte que superara las clases) a veces eran permitidas sólo como
ejemplos de aquello que había que evitar.

Por otra parte, la esfera cultural sólo se llenaba con obras que según el partido
expresaban el punto de vista de clases correcto. En general, el partido no uti-
lizó la violencia contra los intelectuales que no conseguían reflejar la perspec-
tiva correcta, pero les obligaba a asistir a campañas de reeducación y les
sometía a presiones morales e ideológicas intensas con el fin de que se re-
tractaran de sus visiones incorrectas y adoptaran otras nuevas. La dirección del
partido, liderada por intelectuales marxistas convencidos, también aplicó es-
tos criterios ideológicos en otros sectores de la cultura, como la educación y el
periodismo. Como en el arte, la enseñanza y el periodismo no tenían un esta-
tus independiente de la política, sino que tanto el uno como el otro se tenían
que organizar según los dictados ideológicos del Partido Comunista.

Todo eso no cambió nada después de que el Partido Comunista derrotara a


Chiang Kai-shek y al Partido Nacionalista y ocupara la totalidad del país en 1949,
(Japón fue vencido en 1945). Muy al contrario, una vez el partido controló el
país entero, su control sobre los asuntos culturales todavía se convirtió en más
minucioso. a
Muchos intelectuales, que ya se lo olían, abandonaron el país para ir a Taiwan,
donde el Partido Nacionalista había establecido un Gobierno en el exilio, o a
la colonia británica de Hong Kong, en Estados Unidos, Canadá, Europa Occi-
dental o Australia. Hubo una auténtica fuga de cerebros al triunfar la revolu-
ción. Sin embargo, muchos de los intelectuales patrióticos que la habían
defendido durante tanto tiempo, e incluso muchos que no lo habían hecho,
quisieron dar una oportunidad a Mao Zedong y al Partido Comunista y per-
manecieron en China porque era su casa y querían contribuir a la reconstruc-
ción de la sociedad china dentro del nuevo orden. En aquellos primeros años
después de la revolución, hubo una especie de espíritu utópico, una voluntad
generalizada de creer que China se había salvado y que el Partido Comunista
tenía la función de devolver al país la grandeza del pasado.

Los intelectuales no fueron inmunes a este espíritu. Aunque a muchos de ellos


no les gustaba la política del partido, después de décadas en guerra, China fi-
nalmente había conseguido la paz, la economía se estaba estabilizando y cre-
cía, los poderes extranjeros habían abandonado sus colonias en el país, China
formaba parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y la pobla-
ción china experimentaba un sentimiento de esperanza y de orgullo que hacía
una o incluso dos generaciones que no sentía.
© FUOC • P05/87014/00689 53 Los intelectuales

Mirando atrás, queda claro que la confianza de los intelectuales en el Partido


Comunista estaba fuera de lugar. La mayoría de intelectuales que daban apo-
yo al partido y al camino que tomaba la revolución los primeros años des-
pués de 1949 tuvieron pocos problemas, pero para aquellos que eran más
críticos –fuera por la razón que fuera–, o aquellos que creían que el partido te-
nía que ser más democrático en el proceso de toma de decisiones y escuchar
diferentes puntos de vista, pronto se les hizo evidente que el régimen de Mao
Zedong no estaba dispuesto a ceder ni pizca. Los diferentes futuros posibles
que intelectuales y artistas habían soñado para su país cuando la revolución
todavía empezaba a revelarse, quedaron restringidos de manera efectiva a
principios de 1950 a la única vía defendida por el Partido Comunista cerrado
y culturalmente conservador.

A mediados de los años cincuenta, el mundo cultural chino estuvo mar-


cado por una actitud de precaución y temor. La mayoría de intelectuales
todavía creía que la revolución era buena, que gracias a ella China esta-
ba mucho mejor, pero poco a poco muchos empezaron a impacientarse
con las restricciones que imponía el Partido Comunista. Casi no había
espacios para la sociedad, no había foros donde los intelectuales pudie-
ran expresar opiniones contrarias o mínimamente diferentes a las de la
línea del partido. El Estado chino era lo bastante fuerte como para im-
poner un monopolio eficaz que controlara la esfera cultural. Nunca
antes, en todos los periodos de los que hemos hablado hasta ahora en
este apartado, los intelectuales habían tenido que luchar dentro de un
Estado tan poderoso, ni tan receloso con su sentimiento tradicional
como líderes legítimos de la sociedad.

3.4. La Revolución Cultural

Las condiciones de los intelectuales se deterioraron mucho durante la primera


década después de la Revolución Comunista, pero nunca fueron tan malas
como durante la campaña política y cultural conocida con el nombre de Gran
Revolución Cultural Proletaria (1966-1976). Ideada por Mao Zedong, la Re-
volución Cultural era una revolución dentro de la gran Revolución Comunista
que solidificaría su posición y también llevaría a toda una transformación de
la conciencia de la población china.

Hacia mediados de los años sesenta, Mao se había convencido de que la Unión
Soviética había agotado a la causa revolucionaria proletaria en nombre de la bu-
rocracia y el gradualismo, y también creía que, si él no intervenía, en China pa-
saría lo mismo. Con el fin de evitarlo, Mao fomentó el culto a la personalidad,
centrado en su persona, cosa que después utilizaría para llegar a ser un dios vi-
viente a quien todo el mundo escucharía servilmente. Sus tropas de asalto eran
conocidas con el nombre de guardias rojos y, en un principio, estaban formadas
© FUOC • P05/87014/00689 54 Los intelectuales

por gente de los niveles más altos de las escuelas secundarias y las universidades.
Mao les enseñaba que tenían el “derecho de rebelarse” y el deber de salir afuera
a hacer la revolución, con el fin de limpiar a China de todos los elementos con-
servadores, de todos los obstáculos que impedían llegar a una sociedad pura y
sin clases. Como Mao expresó la idea de que la sociedad china –a pesar de estar
controlada por el Partido Comunista– había sido ocupada por reaccionarios que
querían detener el progreso, inculcó a los guardias rojos la idea de que todas las
personas con cargos de autoridad eran sospechosas.

Para los intelectuales estas palabras eran muy peligrosas. Las primeras auto-
ridades que los estudiantes identificaron con el objetivo de atacarles fueron,
evidentemente, sus profesores. Cuando la Revolución Cultural triunfó en 1966
y 1967, se frenó la educación ordinaria a todos los niveles y las escuelas y
universidades de todo el país se convirtieron en planteles del activismo re-
volucionario.
Póster de Mao Zedong
durante la Revolución Cultural

Los intelectuales tendían a ver el mundo en términos complejos, va-


lorando los matices mucho más que la mayoría. Esta manera de ver
las cosas era muy arriesgada en unos momentos, a finales de la déca-
da de los sesenta, en los que el ambiente político era o blanco o ne-
gro. Los intelectuales y artistas que pronunciaban una mínima objeción
contra la línea extremista de Mao, que estaba distorsionando la so-
ciedad y las relaciones humanas, eran atacados sin ningún tipo de
compasión.

La gente educada, los que habían estudiado o vivido en el extranjero, los que
se ganaban la vida a partir de algún tipo de conocimiento especializado, eran
considerados elitistas por definición y se creía que querían mandar a la gente
ordinaria con despotismo. La “rojez”, el puritanismo ideológico, se conside-
raba mucho más importante que la “experiencia” o conocimiento especiali-
zado, o sea que durante la Revolución Cultural todos los expertos fueron
forzados a cumplir con las demandas de los que poseían la actitud política
correcta, aunque en la mayoría de los casos, estos últimos tenían menos edu-
cación, menos habilidades y eran más jóvenes que aquéllos sobre quienes
ejercían el poder.

Durante este periodo, la esfera cultural se convirtió en monocroma, ya que


toda forma de expresión intelectual tenía que adherirse a las directrices ideo-
lógicamente estrictas. Todos los productores de teatro, música, literatura o arte
se tenían que centrar en temas políticos y defender posiciones políticas con-
cretas. Hacer lo contrario era arriesgar la carrera y la vida, la propia y la de los
miembros de la familia. Un gran número de intelectuales se desmoralizaron
espiritualmente y psicológicamente por culpa de la violencia y la conformidad
forzada de la época, y muchos de ellos se suicidaron.
© FUOC • P05/87014/00689 55 Los intelectuales

Aquellos que se mantuvieron firmes a menudo eran forzados a vivir separados


Película recomendada
de sus familias y a pasar largos periodos de “trabajos forzados” (difíciles traba-
La cometa azul (Lan
jos manuales en fábricas o granjas en partes remotas del país). En lugar de en- fengzheng) (1993), dirigida
por Tian Zhuangzhuang.
señar a los estudiantes y hacer investigación, a los profesores de escuelas y
universidades se les exigía ayudar a los campesinos a plantar grano o trabajar
en proyectos de utilización de la tierra, con la idea de que este trabajo acabaría
con el sentimiento de superioridad de los intelectuales elitistas y les inculcaría
la manera de entender la sociedad a partir de las clases sociales. a
A principios de los años setenta, muchos de los jóvenes que habían sido guar-
dias rojos, también fueron enviados al campo con el mismo objetivo. A menudo
eran obligados a separarse de sus padres y amigos y durante años no podían vol-
ver a las ciudades. A pesar de que muchos intelectuales y antiguos guardias rojos
después admitieron que habían aprendido mucho de ellos mismos, de su país y
de las personas que no podían disfrutar de las mismas ventajas que ellos, para
mucha gente esta reeducación durante la Revolución Cultural supuso un sufri-
miento inmenso y les pareció una pérdida extraordinaria.

3.5. Los años ochenta

La Revolución Cultural acabó con la muerte de Mao Zedong en el año 1976.


Al cabo de unos años, Deng Xiaoping (1905-1997), que había sido uno de
los altos funcionarios destituidos durante la Revolución, organizó un resta-
blecimiento político abrumador y se convirtió en el líder del Partido Comu-
nista. Deng Xiaoping repudió inmediatamente la Revolución Cultural y se
declaró él mismo y el Gobierno chino más interesado en temas prácticos que
en luchas ideológicas. Con su liderazgo del Partido Comunista, se embarcó
Deng Xiaoping
en las Cuatro Modernizaciones (agricultura, industria, defensa, y ciencia
y tecnología) para enriquecer a China y a los chinos. Se instauró el pragma-
tismo y se eliminó la preocupación obsesiva con el puritanismo revolucio-
nario.

Para avanzar hacia las Cuatro Modernizaciones, Deng y sus aliados entendie-
¿Gato blanco / gato
ron que había que alistar el talento de los intelectuales, de los mismos especia- negro?

listas que habían sufrido tanto durante la Revolución Cultural, cuando la Para ilustrar el nuevo pragma-
tismo social y económico,
“rojez” era más valorada que la “experiencia”. A principios de los ochenta, el Deng utilizó la fábula clásica
Partido Comunista había rehabilitado a miles de intelectuales acusados de ha- del gato que acaba con la ya
célebre frase: “Es lo mismo si el
ber sido antirrevolucionarios durante la Revolución Cultural. Además, se per- gato es blanco o negro, lo im-
portante es que cace ratones”.
mitió que los institutos, las universidades y las instituciones de investigación
continuaran enseñando y haciendo investigación, y a los estudiantes se les
exigió otra vez que demostraran sus conocimientos y habilidades y no tanto
su clase o actitud política, con el fin de ganarse unos buenos asientos en las
clases. Así, el régimen de Deng Xiaoping fue un cambio muy bien recibido por
parte de los intelectuales. a
© FUOC • P05/87014/00689 56 Los intelectuales

Todavía había límites en lo que los intelectuales podían decir y escribir


y, en general, se hacía callar a aquellos que el partido creía que habían
superado un límite inaceptable en determinados temas. Sin embargo,
en general el régimen de Deng era mucho más laxo en termas culturales
que el de Mao.

El Gobierno pragmático de Deng entendió muy bien que las Cuatro Moder-
nizaciones adelantarían mucho más rápido si China se aprovechaba del co-
nocimiento y capital extranjero, y por eso empezó a enviar a muchos
estudiantes e investigadores chinos a otros países para estudiar durante pe-
riodos más cortos o más largos. La mayoría de ellos se dedicaban a las cien-
cias naturales o aplicadas, pero con el tiempo, los humanistas y sociólogos
también tuvieron la oportunidad de viajar. Al mismo tiempo, y por el mismo
motivo, el Gobierno chino empezó a recibir investigadores extranjeros, es-
pecialistas académicos y gente de negocios en el país. Los intelectuales se sin-
tieron animados por la nueva apertura de su casa y estimulados por estas
oportunidades de comprometerse con los ciudadanos y las sociedades ex-
tranjeras.

Paralelamente se extendió una moda por las cosas de Occidente, y sobre todo
El teórico norteamericano
americanas, que entraron a los campus de las universidades chinas hacia los Fredric Jameson...

80. Se tradujeron al chino una gran variedad de libros occidentales de filosofía, ... visitó la China en 1985. Sus
conferencias a instituciones
economía, teoría política, historia y novelas, libros que estudiantes e intelec- como la Universidad de Beijing
supusieron un detonante im-
tuales se tragaban deseosos de descubrir y conocer bien el mundo exterior. La
portante para la desazón por el
fascinación con Occidente y el esfuerzo masivo por aprender y absorber las pensamiento contemporáneo
occidental.
ideas de fuera hizo retornar el sentimiento del Movimiento por la Nueva
Cultura de finales de los años diez y principios de los veinte. Efectivamente,
no es ninguna exageración afirmar que los años ochenta la China experi-
mentó uno de los periodos intelectualmente más abiertos de todo el siglo XX y
ciertamente el periodo más abierto desde la creación de la República popu-
lar de la China el año 1949.

Sin embargo, había una gran diferencia entre la China del Movimiento por
la Nueva Cultura y la de los años ochenta: si entre 1910 y 1920 la China
tuvo una serie de Gobiernos débiles, en 1980 el Gobierno comunista era ex-
tremadamente fuerte. En los ochenta, el Partido Comunista quería expre-
samente que los límites de la libertad de expresión fueran huelgas, pero
siempre se reservaba el derecho de castigar severamente si lo creía oportu-
no. Cuando castigaba, normalmente el Partido invocaba los “Cuatro prin-
cipios cardinales” que lo incluían aunque Deng Xiaoping subrayó en 1979,
poco después de llegar al poder. Lo que decían aquellos principios era que
la población china en todo momento había de: seguir el camino socialista;
defender la dictadura democrática popular; no cuestionar nunca el lideraz-
© FUOC • P05/87014/00689 57 Los intelectuales

go del Partido Comunista, y defender siempre el pensamiento de Mao Ze-


dong y las ideas marxistas-leninistas.

Todo eso indica que, aunque la atmósfera abierta de los 80 era bastante
real, dependía totalmente de si el Partido Comunista quería mantener-
la; los intelectuales dependían del Estado y no tenían ninguna base de
poder propio.

Eso todavía era más evidente cada vez que la censura del partido decidía
que algún intelectual había ido demasiado hacia allá. Entonces, era atacado
a través de campañas mediáticas muy bien orquestadas y, en ciertos casos,
arrestado y enviado a las prisiones de trabajos forzados. Estos casos preten-
dían ser advertencias para otros intelectuales que también pensaran poner
a prueba los límites del Estado. En el año 1987, una figura con mucho peso,
Fang Lizhi (1936-), un astrofísico miembro del Partido Comunista y admi-
nistrador general de una institución académica, se convirtió en una de es-
tas advertencias porque se le expulsó del partido y de sus posiciones
académicas por su apoyo declarado a los estudiantes que reclamaban más
democracia al país. Haciendo caer a alguien como Fang Lizhi, un científico
mundialmente famoso y con muchos contactos, el Partido Comunista que-
Fang Lizhi
ría demostrar que no permitiría que nadie pusiera en duda su manera de
gobernar.

A pesar de los arrestos y castigos periódicos, la apertura de los 80 creó un


clima de investigación relajada en los campus universitarios y entre los
círculos intelectuales. A medida que los chinos se iban familiarizando más
con la vida de los países democráticos adelantados, y con el rápido desarro-
llo de la economía que transformó el país, los intelectuales empezaron a oír
que la China estaba cambiando demasiado poco a poco en el terreno político
y que la modernidad a gran escala no llegaría nunca si el Partido Comunista
no se comprometía a avanzar hacia la democracia. Eran conscientes de las
mejoras en la Europa del Este y a la Unión Soviética, donde había reformas
importantes de los sistemas comunistas y donde los movimientos sociales
a gran escala que reclamaban democracia ya eran imparables. Al mismo
tiempo, estaban descontentos con la corrupción endémica que acompaña-
ba la transformación de la China hacia una economía de mercado y oían
que no iban por el buen camino respecto del status social y el nivel de vida
comparado con los hombres de negocios que sabían cómo aprovecharse de
las nuevas reglas económicas. La apertura y el cambio rápido había creado
demasiadas expectativas y produjo decepciones entre la población china.
Este descontento se notaba sobre todo entre los estudiantes universitarios
y los intelectuales de cierta edad. Ningún a finales de los ochenta se expre-
só de manera dramática mediante manifestaciones masivas y la ocupación
definitiva de la plaza de Tiananmen, el espacio público más visible de la
China.
© FUOC • P05/87014/00689 58 Los intelectuales

Los estudiantes que ocuparon la plaza de Tiananmen durante semanas la pri-


mavera de 1989 hicieron referencia a sus compatriotas de hacia el final de la
década de los edu y que, inspirados por el Movimiento por la Nueva Cultura,
protestaron por las calles de Pekín en nombre del nacionalismo y la demo-
cracia. Como los protestantes de décadas anteriores, los de los años ochenta
también creían que tenían la obligación de hablar en nombre de la población
china, de que eran los líderes naturales de la sociedad. a Estudiantes en la plaza
de Tiananmen, junio de 1989

Como sus antecesores, los activistas modernos se inspiraron en los intelectuales más ma-
yores, uno de los cuales –quizás de los más importantes– era Fang Lizhi que a pesar de
haber perdido sus posiciones oficiales, se arriesgó a ser aprisionado y no dejó de pedir
más transparencia y democracia.

Mientras las protestas avanzaban y el Partido Comunista buscaba una manera


Documental
de solucionar la situación de manera pacífica, los estudiantes iban ganando so- recomendado
porte público de intelectuales bien situados que vieron en sus reivindicaciones The Gate of Heavenly Peace
la mejor esperanza para una sociedad más justa y más democrática. Natural- (1995), dirigido por Carma
Hinton y Richard. Gordon.
mente, las protestas que habían empezado a Pekín y que se extendieron para
toda China la primavera de 1989 representaron la voz de la comunidad intelec-
tual mayor del país, aunque estuvieran involucrados otros grupos sociales.

Mientras el mundo estaba petrificado ante el espectáculo de intelectuales des-


armados en una confrontación con el poderoso Estado comunista, los líderes
del Estado, y al frente Deng Xiaoping, decidieron que lo único que podía aca-
bar con el desastre era la fuerza policial y militaron.

El 4 de junio de 1989, el Partido acabó con el levantamiento utilizando


la fuerza militar, matando a mucha gente en el proceso y dejando bien
claro que quien tenía alguna cosa a decir era el Partido y en ningún caso
los intelectuales que actuaban en nombre suyo y de la sociedad. Otra
El ejército llega a Tiananmen.
vez, el Estado chino había aplastado violentamente las esperanzas de
los intelectuales del país.

3.6. El nuevo siglo

Entendidos de todo el mundo predijeron que la “Masacre de Tiananmen” haría


disminuir el soporte de los chinos al Partido Comunista y propiciaría la caída. El
comunismo ya había fracasado en la Europa del Este y a la Unión Soviética y pa-
recía que en la China sólo era cuestión de tiempo. A corto plazo, la rabia de los
intelectuales de la China y la depresión que se extendió por todo el mundo in-
telectual chino, hacía prever que el Partido Comunista había agotado a cualquier
tipo de legitimidad que le puguès quedar y que tenía los días contados.

Evidentemente, ahora sabemos que el Partido Comunista Chino no desapare-


ció. Como ideología, el comunismo ya no está arraigado a la sociedad china,
pero en términos de poder político, todavía está vivo al inicio del siglo XXI.
© FUOC • P05/87014/00689 59 Los intelectuales

Además, muchos intelectuales han aceptado la idea que los activistas de fina-
les de los años ochenta eran del todo idealistas porque querían demasiados
cambios en demasiado poco tiempo. Aunque hay algunos intelectuales que
han condonado la violencia estatal utilizada para eliminar el movimiento de
protesta de 1989, las dos últimas décadas de los siglo XX han visto aparecer in-
telectuales muy respetados que quieren dar soporte a la idea de un Estado co-
munista fuerte. Estas personas creen que la China necesita un Estado fuerte
que la lidere a través de una transición tumultuosa hacia una economía de
mercado y una integración llena en el sistema mundial, y a menudo expresan
su orgullo nacionalista sobre lo que la China ha conseguido gracias al lide-
razgo del Partido Comunista desde la muerte de Mao Zedong.

Durante los años noventa, como la mayoría de intelectuales acabaron acep-


tando que el Partido Comunista Chino no desaparecería y que la reforma
política llegaría de una manera lenta, en general prefirieron dejar de lado
la confrontación directa con el Estado y el activismo político. En las gran-
des ciudades, donde viven la mayoría de intelectuales, la realidad contun-
dente de los noventa y de la década actual ha sido y es un cambio social y
económico rápido. La sociedad actual da muchas más oportunidades a la
automejora que la de hace sólo diez años. Tal como esperaba al Partido Co-
munista, mejorar la posición familiar y las circunstancias materiales ha
ocurrido una prioridad tanto para los intelectuales como para el resto de
ciudadanos chinos. a
En estas circunstancias los intelectuales se han dedicado a nuevas actividades
que han hecho que dejaran de centrarse sólo en la política y el liderazgo pú-
blico y cambiaran el papel que tuvieron durante el siglo XX. Al mismo tiempo,
con la competencia de la grande demasiados productos culturales del merca-
do, y el hecho de que Internet y otras formas de ocio actualmente llegan a los
ciudadanos de clase media, los intelectuales se encuentran con que su voz ya
no tiene tanta importancia como tenía hace poco tiempo. La sociedad china
avanza a un ritmo más rápido y es pluralista, y eso ha diluido la influencia que
los intelectuales tuvieron durante los días más indigestos de Mao y durante los
primeros años del régimen de Deng Xiaoping.

Lectura recomendada
Los intelectuales chinos no han abandonado el papel de críticos sociales
Wang Hui. (2003) China se
y hay muchos que todavía están descontentos con el Partido Comunis- New Order: Society, Politics,
ta, en una era caótica de corrupción, explotación y cambio. Es irónico and Economy in Transition.
Cambridge: Harvard
que las mismas fuerzas del mercado que han servido para marginalitzar University Press.

los intelectuales también hayan ofrecido a los que tienen más sentido
común, nuevas maneras de comunicar las ideas –mediante libros, los
medios de comunicación y el arte. Internet también se ha convertido
en un nuevo foro de propagación de sus voces, que antes habían tenían
un público mucho más reducido.
© FUOC • P05/87014/00689 60 Los intelectuales

Aunque muchos de ellos quieren condenar al Partido Comunista en termas ge-


nerales o cuestionar el derecho de estar al poder, estos últimos años se encuen-
tran cada vez más que están convencidos que la sociedad china vuelve a ser lo
bastante abierta como para poder culpar al Partido de fracasos específicos y
para ofrecerlos consejos sobre cómo resolver problemas sociales concretos. Es-
tas personas –que los medios chinos tildan de intelectuales públicos– también
empezaron a posicionarse a favor de un espacio social más amplio para la gente
como ellos. Sólo si se fomenta una discusión pública abierta y diversa, dicen,
será posible educar la población china y maximizar la posibilidad de resolver los
problemas sociales más notorios del país, como por ejemplo la expansión del si-
da, la destrucción medioambiental, el desempleo y la corrupción.

Quizás el Partido Comunista no ha reaccionado bien a las demandas urgentes


de estas nuevas voces críticas. En una actuación que afianza la importancia de
lo que se ha explicado en este apartado, en noviembre de 2004, el Partido Co-
munista lanzó una nueva campaña para hacer callar los que están intentando
sobrepasar los límites del discurso público que ellos consideran aceptable. El
Partido declaró que el concepto intelectuales públicos es un concepto extranjero
que no tiene lugar en la China, y de esta manera los culpó de ser elitistas y de
buscar la exacerbación de las tensiones sociales de una manera que sólo puede
afectar negativamente la sociedad china. Ahora que empezamos un nuevo si-
glo, pues, vemos claramente que la relación entre los intelectuales y el Estado
chino, que ya fue bastante difícil el siglo pasado, continúa siendo un tema no
resuelto y lleno de tensión. a
© FUOC • P05/87014/00689 61 Los intelectuales

4. Historia intelectual de la Corea moderna

Durante la mayor parte de la dinastía Joseon (1392-1910) los estudios realiza-


dos por los intelectuales del reino estuvieron basados en la metafísica confu-
ciana. Los estudiosos de esta rama filosófica consideraban que únicamente la
metafísica era correcta y rechazaban otras ciencias y saberes. El neoconfucia-
nismo dominante en el siglo XVIII se encuentra anclado en una serie de prin-
cipios sobre los que continúa especulando: las ideas de principio, fuerza
material, naturaleza humana. Esto les hizo rechazar nuevas corrientes de pen-
samiento procedentes del budismo e incluso del mismo confucianismo como
la filosofía de Wang Yangming. Este exclusivismo hizo que no se desarrollaran
otras ciencias y estudios. Cada vez era mayor la separación entre la teoría y la
realidad, lo que hacía que el neoconfucianismo se estuviera convirtiendo en
una ideología vacía de contenido real.

Algunos intelectuales de Joseon sienten la necesidad de explorar en nuevas di-


recciones. Y se encuentran ante el dilema de buscar esas nuevas líneas de pen-
samiento dentro del propio neoconfucianismo o romper definitivamente con
él buscando nuevas ideologías con que reemplazarlo.

Yangban ( 양반 )
Uno de los primeros movimientos reformadores que aparecieron en el
La clase social más elevada a la
Joseon tardío, que pretendía corregir esta situación de cerrazón y mo- que pertenecía la nobleza, los
nopolio intelectual de la clase noble o Yangban, fue la ideología lla- funcionarios del Estado que

mada Silhak ( 실학 ), Escuela del Conocimiento Práctico o Estudios habían pasado los examenes
nacionales sobre los clásicos
chinos y prácticamente la tota-
Pragmáticos. lidad de los intelectuales
y estudiosos durante la época
Joseon.

Este movimiento para la modernización de la nación comienza un esfuerzo por


la recuperación de la identidad nacional y el abandono de la dependencia tanto
política como económica y cultural de China. Esta escuela intentaba responder
a los problemas de la nación después de haber sufrido la invasión japonesa y de
Manchuria en los siglos XVI y XVII. Con ellos creció la conciencia del pueblo co-
reano como una nación independiente de la influencia china. Los líderes que
profundizaron en estos estudios filosóficos fueron Yu Hyeong-won (1622-1673)
y Yi Ik (1681-1763). No ocuparon posiciones como funcionarios estatales, sino
que se dedicaron a la enseñanza en las comunidades rurales. Ellos crearon las
bases para el desarrollo del movimiento pragmático. Los pensadores de la escue-
la Silhak investigaron problemas prácticos de la sociedad, como por ejemplo so-
lucionar el problema de la pobreza y recuperar el orden social. La primera
generación de pensadores de Silhak trataron principalmente los problemas de
las áreas rurales, proponiendo una reforma agraria y del sistema tributario.
Mientras que la segunda generación, desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta
la primera del XIX, se centró en una gran variedad de campos, entre los que des-
© FUOC • P05/87014/00689 62 Los intelectuales

tacaron los estudios clásicos, ciencias naturales, literatura coreana, geografía e


historia. Durante este periodo llegó el cristianismo a la península y comenzó el
movimiento para el desarrollo industrial y mercantil de la nación, un auténtico
movimiento intelectual coreano. Entre los representantes más destacados de
este periodo podemos mencionar a Bak Ji-won, Bak Je-ga, Hong Dae-yong,
Kim Jeong-hui, y Jeong Yak-yong, este último puede ser considerado como la
culminación de Silhak. Jeong Yak-yong ( 정약용 , conocido con el sobrenom-
bre de Dasan, 1762-1836) destaca por su profunda preocupación por los cam-
pesinos y el pueblo en general. Ferviente defensor de la bondad humana, ofreció
sus ideas para un desarrollo más completo del hombre, enfatizando los aspec-
tos prácticos y de acción tanto en el campo agrícola como tecnológico. Sus ac-
tividades científicas abarcaron todos los campos científicos, por ejemplo, los
estudios de medicina, religión y confucianismo. Escribió cerca de quinientos
Jeong Yak-yong (정약용 ),
libros con los que estableció una síntesis de los estudios del pragmatismo. Rea- 다산 )
1762-1836 (Dasan

lizó numerosos descubrimientos científicos, algunos de los cuales los utilizó en


la construcción de la Fortaleza de Hwaseong, que protegía la capital.

Dasan realizó una profunda reinterpretación de los clásicos confucianos y


publicó una extensa colección de escritos sobre ideas de Gobierno y econo-
mía. Uno de sus más famosos escritos fue “Sobre cómo gobernar al pueblo”
(Mongminsimseo). Su teoría de Gobierno se centra en cómo hacer para asegu-
rar el bienestar de la gente y el sistema jurídico de la nación. Por esta razón,
su filosofía pragmática rechazó el neoconfucianismo obsesionado con la me-
tafísica. En su lugar, intentó con su pensamiento dar respuesta a los proble-
mas que afectaban al modo de vivir de la gente y animar al Gobierno a
responder a las necesidades del pueblo en los momentos de crisis. Las dos
ideas más radicales de Dasan fueron por un lado su idea política de que el
pueblo debía elegir a su rey, y por otro lado, su idea económica de que los
campesinos tenían que ser responsables de cultivar sus propias tierras, y una
parte fija de la cosecha tenía que ser ofrecida como impuestos. Sus ideas so-
bre Gobierno básicamente pretendían la participación también de los cam-
pesinos en el Gobierno de la nación.

Tal vez lo más destacado de este periodo a nivel intelectual es que se consiguió
superar el fraccionalismo existente entre los intelectuales y comenzar un pe-
riodo de tolerancia y apertura intelectual.

Podemos identificar tres características comunes a las diferentes corrientes del


Silhak y que nos permiten hablar de esta escuela como una unidad:

• El espíritu crítico, que se dirigió principalmente hacia la rígida ortodoxia


neoconfuciana. Se requerían reformas económicas y administrativas basadas
en la convicción de que el Gobierno debía buscar el beneficio del pueblo.

• El espíritu de buscar evidencias para establecer los hechos verdaderos. Se tra-


taba de buscar amplias propuestas para llevar a cabo dichas reformas econó-
micas y administrativas, y avances en los conocimientos intelectuales.
© FUOC • P05/87014/00689 63 Los intelectuales

• El espíritu pragmático basado en la búsqueda de mejoras sociales que favo-


recieran la situación del pueblo.

Los intelectuales del pragmatismo fueron los primeros en introducir elemen-


tos procedentes de las ciencias y tecnología occidentales. Se publicaron libros
basados en estudios de tecnología agrícola, ganadería, climatología, etc. Tam-
bién introdujeron el calendario occidental desde China.

En el siglo XIX, una corriente dentro del Silhak, la escuela Silsagusi ( 실사구시 )
lideró el movimiento de la fundación del Hangukhak ( 한국학 ); es decir, los es-
tudios coreanos. Estos estudios buscaban la comprensión de la realidad corea-
na desde distintas perspectivas, histórica, geográfica, lingüística y cartográfica.

En este proceso de modernización de la nación, el uso del Hangeul ( 한글 ), la es-


critura coreana, también jugó un papel muy importante. Hasta entonces los ca-
racteres chinos eran considerados por la clase dominante como las letras
verdaderas; mientras que el Hangeul era visto como inferior, como letras del pue-
blo llano. Pero este movimiento nacionalista buscaba que el pueblo retomara su
destino y fuera protagonista de su futuro. El Hangeul se convirtió en el medio para
que el pueblo pudiera expresar demandas públicas y su postura en los asuntos po-
líticos y sociales por medio de carteles en las calles y de obras literarias. Hangeul
jugó un papel fundamental en el proceso de transformación de la sociedad, pa-
sándose de una sociedad feudal, centrada en la figura de los yangban, a una socie-
dad moderna centrada en el poder del pueblo. Y fue en este proceso donde los
caracteres chinos perdieron su posición predominante y el Hangeul se liberó de
su posición secundaria para pasar a ser las letras representativas de la nación.

Estos intelectuales también promovieron cambios en el mundo literario, cen-


trado hasta ese momento en la literatura china siguiendo sus mismos cánones.
Pansori ( 판소리 )
El pansori es un estilo de relatar
Apareció un nuevo movimiento literario que fomentó el uso del lenguaje co- en forma de canción.Este estilo
loquial y cotidiano, lejos de los moldes tradicionales. La característica más pe- se inició en el siglo XIX, durante
el reinado del rey Yongjo.
culiar de las actividades literarias en la segunda mitad del período de Joseon
consistió en la creación de obras que reflejaban la conciencia y el gusto popu-
lar. Se trataba de obras narrativas: novelas y textos de pansori.

Hasta ese momento, la mayoría de las obras literarias estaban escritas


con caracteres chinos, pero ahora los literatos comienzan a escribir sus
novelas en Hangeul y son muy bien aceptadas, especialmente entre las
clases populares y las mujeres.

A principios del siglo XIX se producen los primeros contactos directos con las
potencias occidentales: barcos procedentes de Inglaterra y Francia intentaron
en varias ocasiones obtener tratados comerciales con el Gobierno Joseon, pero
éste continuó con su política de aislamiento, también lo intentaron barcos ru-
sos y americanos, pero corrieron la misma suerte. Esta política de aislamiento
le valió a Corea el sobrenombre de “reino eremita”.
© FUOC • P05/87014/00689 64 Los intelectuales

4.1. Joseon tardío (XIX-XX)

El final de la dinastía Joseon se caracterizó por su incapacidad para conectar el


desarrollo socioeconómico con la modernización, y la inestabilidad política
les llevaría finalmente a ser invadidos por las fuerzas japonesas.

Los movimientos reformistas para la modernización fueron promocio-


nados por los intelectuales. Sin embargo, estas corrientes de ilustración
no progresaron ni consiguieron tener la suficiente fuerza para evitar el
desplome de la dinastía en manos del poder japonés.

Hacia 1860, Joseon se enfrentó con difíciles problemas internos y externos. In-
ternamente, los pilares de la ley y el orden se tambaleaban. La vida del pueblo
se empobreció y se produjeron incesantes rebeliones en diferentes partes de la
nación. Los buques extranjeros aparecían con frecuencia en las costas de Co-
rea, en busca de una actividad comercial con Joseon.

En estos momentos de tensión, la gente de Joseon siente un gran temor hacia


las potencias occidentales. China había sido derrotada por Inglaterra, Japón
se ve obligada a abrir sus puertos debido a la presión de Estados Unidos, y las
naves francesas habían invadido las costas occidentales de Corea en 1866.
Frente a esta situación, la comunidad intelectual se encontraba dividida entre
los que defendían una postura belicista en contra de las fuerzas invasoras oc-
cidentales y los que apoyaban la iniciativa pacifista que rechazaba la acción
bélica inmediata y proponía el fortalecimiento del poder de la nación a largo
plazo. Estas dos tendencias elaboraron dos ideologías políticas opuestas, los
que abogaban por una reacción frente a Occidente cerrándose como nación,
y aquellos que promulgaban el pensamiento de la iluminación.

En estos momentos de crisis, el Gobierno de la nación se encontraba en manos


del regente, Yi Haung, más conocido como Daewon-gun, que gobernaba en nom-
bre del rey Gojong, que era un niño. Impulsó una política de oposición a las po-
tencias occidentales, expulsando a las tropas francesas y americanas que habían
invadido las costas coreanas. Después de conseguir la expulsión de estas tropas ex-
tranjeras, reforzó la política de aislamiento que, aunque fue acogida con entusias-
mo por el pueblo, lo único que consiguió fue retrasar aún más el proceso de
modernización del país. Durante este periodo, tuvieron el predominio los intelec-
tuales defensores de la llamada “Reacción a la Heterodoxia”.

Tras diez años (1864-1873) de regencia de Daewon-gun, tomó el Gobierno el


rey Gojong ( 고종왕 , 1863-1907), que dio un giro a la política exterior de Corea
y fomentó el contacto con los países extranjeros, abriendo los puertos y favo-
reciendo los intercambios comerciales. Esta apertura favoreció la aceptación
de la civilización moderna occidental.
© FUOC • P05/87014/00689 65 Los intelectuales

El rey Gojong firma el tratado de Ganghwa en 1876, por medio del cual esta-
blecía relaciones diplomáticas y comerciales con Japón. Este tratado permite a
un gran número de coreanos visitar Japón y ver la profunda transformación
que se está llevando a cabo en este país bajo el Gobierno Meiji. Impresionados
por la modernización de Japón, muchos de estos coreanos quisieron aprender
y adoptar las ideas y la tecnología occidentales, lo que favoreció el inicio del
movimiento ilustrado en Corea, Kaehwa ( 개화 ).
En esta nueva situación política, la ideología intelectual que dominará el pen-
samiento de esta época fue la de “el Camino Oriental y la Tecnología Occiden-
tal”. El principal teórico de este pensamiento fue Sin Gi-seon, que intentó
demostrar que era posible separar el “Camino” ( 도 , 道 ) de la “Tecnología”:
aceptar la tecnología occidental no implicaba aceptar el pensamiento occiden-
tal del que procedía. En esta época, en Corea, el pensamiento occidental se
identificaba con el catolicismo, que era denominado la “Escuela de Pensa-
miento Occidental” (Seohak, 서학 , 西學 ) y que había sufrido un periodo de
persecución a principios del siglo XIX por parte del Gobierno.

La estructura básica de este eclecticismo entre Oriente y Occidente seguía la


lógica del “Camino como lo Constituyente y la Tecnología como el Medio”
(doche giyong, 도체 기용 , 道體 器用 ); es decir, consiste en aceptar el camino como
el principio y la tecnología como su resultado práctico y concreto. Pero los defen-
sores de este pensamiento dejaban claro que el “Camino Oriental” no podría
cambiar nunca. Por tanto, el camino era constante y la tecnología se encontraba
controlada por el camino. Podemos decir que los intelectuales seguidores de esta
ideología continuaban creyendo profundamente en el neoconfucianismo como
la base teórica del pensamiento coreano pero intentaron un compromiso eclécti-
co con Occidente aceptando aquellos elementos del modo de Gobierno y de la
economía que, según ellos, podían ayudar al desarrollo de la nación.

4.1.1. Donghak, Escuela del Pensamiento Oriental

Al final de la dinastía Joseon, cuando el pensamiento y la ética tradicional coreana


se sentían desafiados por las influencias provenientes de Occidente, una nueva
corriente ideológica y religiosa apareció para responder al nuevo desafío. Esta co-
rriente, iniciada por Choe Jae-u ( 최재우, 1824-1864) al inicio de los años 1860, fue
la llamada Donghak ( 동학 ), o Escuela del Conocimiento Oriental. Le da este nom-
bre en clara oposición al Seohak, Escuela del Pensamiento Occidental.

“Nuestro camino acentúa la realización de las cosas a través de las acciones naturales. Si
uno cultiva su mente, armoniza su energía, recibe las enseñanzas divinas y sigue su na-
turaleza divina, las cosas se realizarán de un modo natural. Pero los occidentales no tie-
nen orden en sus palabras ni tampoco un respeto auténtico por Dios. Ellos rezan
realmente por su propio cuerpo, y no tienen un Dios efectivo. En sus doctrinas no hay
una auténtica enseñanza de Dios. Ellos tienen forma pero no sustancia. Su camino es va-
no, y su doctrina no trata realmente de Dios. Así, ¿cómo alguien puede decir que no exis-
te diferencia entre nuestro camino y el suyo?”
Choe Jae-u ( 최재우 )
Choe Jae-u, Cheondogyo Kyeongjeon.
© FUOC • P05/87014/00689 66 Los intelectuales

La principal idea de Donghak es considerar que “la persona es Dios (Innaechon


인 내 천 , In = Chon 인 = 천 , 人 = 天 )”, por tanto, debemos tratar y relacionarnos
con los demás como si estuviéramos sirviendo a Dios. Donghak también in-
tentó terminar con el sistema feudal que gobernaba la sociedad promoviendo
la idea de igualdad de todas las personas. Estas ideas se difundieron rápida-
mente entre la maltratada población campesina y sirvieron de inspiración
para la llamada “Sublevación Campesina Donghak”.

El pensamiento de Choe Jae-u incluía elementos del pensamiento tradicional


confuciano, del chamanismo coreano, del taoísmo y otros elementos origina-
les suyos. Entre estos últimos encontramos las ideas de un dios personal que
guía al individuo hacia una salvación personal y a la sociedad hacia una armo-
nía natural.

Después que Choe Jae-u fuera juzgado y ejecutado por promover la rebe-
lión de los campesinos en 1864, le sucedió como líder de Donghak, Choe
Sihyeong ( 최시형 , 1827-1898), que aumentó considerablemente los miem-
bros de esta escuela y expandió su pensamiento, sobre todo en las regiones
del sur de la península. Tal vez su mayor logro fue el reforzamiento del con-
cepto de igualdad social presente en las ideas de Choe Jae-u. Choe Si-
hyeong denunció abiertamente las discriminaciones sociales basándose en
la idea de que los humanos son el cielo y por tanto todos son iguales. Esta
lucha por la igualdad social recoge el clima de resentimiento contra la clase
privilegiada de los yangban en este periodo de inestabilidad social y políti-
ca. Este movimiento inspiró la rebelión campesina de 1890, que provocaría
la detención y ejecución de Choe Sihyeong en 1898 a manos de las fuerzas
gubernamentales.

4.1.2. La Ilustración

En los últimos años de la dinastía Joseon, cuando la cultura occidental


fue importada y el peligro de invasión extranjera se hacía cada vez más
acuciante, el pensamiento de la Ilustración se expandió rápidamente
entre una parte de los intelectuales.

Las ideas ilustradas fueron un intento, por medio de la tecnología científica e


introduciendo instituciones occidentales, de reformar y modernizar la nación.
Estas ideas se formaron a principios de 1870 y entre los más representativos
estudiosos se encontraban Pak Kyu-su ( 박규수 , 1807-1876) y O Kyeong-seok
( 오셩석 , 1831-1879). Pak Kyu-su y Kyeong-seok viajaron a China y presencia-
ron los avances de la civilización occidental, así como la situación internacio-
nal y, consecuentemente, abogaron por la apertura de las puertas de Joseon, y
la introducción y la utilización de la tecnología de Occidente.
© FUOC • P05/87014/00689 67 Los intelectuales

Estos intelectuales estaban convencidos de que la razón del retraso tecnológi-


co de Joseon estaba en sus instituciones políticas y sociales y, por consiguien-
te, abogaron por la reforma de estas estructuras. Propusieron el cambio del
sistema monárquico vigente por una monarquía constitucional, la libre asig-
nación y elección de personas para los cargos sin atender a su clase social y, en
los asuntos económicos, la promoción de la industria moderna a través del de-
sarrollo de ferrocarriles, buques de vapor y comunicaciones telegráficas. De
este modo, la nación se reforzaría. Los propulsores de la Ilustración adoptaron
la idea de “reformas institucionales y autorreforzamiento”. Pero la realización
de estas metas desembocó en una serie de conflictos sociales que llegarían a su
clímax con la llamada Reforma Kabo (Kabo kyongjang, 갑오경장 ) en 1894.

La corriente de la Ilustración encabezó la reforma del sistema de examen de


Sistema Gwageo
funcionarios, el llamado sistema Gwageo (pilar de la estructura feudal de la na-
Este sistema de examenes para
ción), que supuso un momento decisivo en el proceso de reforma de la socie- los funcionarios de la nación
dad. El año 1894 puede tomarse como fecha simbólica del comienzo de la fue adoptado siguiendo el mo-
delo chino. Los que se presen-
etapa del pensamiento moderno en Corea. Esta reforma produjo un fuerte taban a los examentes tenían
que estudiar a los clásicos con-
movimiento en la sociedad, que presionó por la modernización de la misma y fucianos y sirvió para implantar
los valores confucianos en la
sus estructuras de Gobierno. Ante esta situación, el pensamiento confuciano sociedad coreana.
se dividió en dos escuelas:

• La Escuela Positiva admiradora de la cultura China y opuesta a toda in-


fluencia externa, especialmente la influencia japonesa. Entre los represen-
tantes más destacados y acérrimos defensores de la ortodoxia confuciana
estaban Choe Ikhyeon (죄익현 , 1833-1906) y Yu Inseok (유인석 , 1842-1915).
Choe Ikhyeon imploró al trono que resistiera la presión de Japón, una na-
ción considerada por él como un agente de los “bandidos occidentales”.

• La Escuela Negativa que promulgaba un retiro de todo, tanto de lo antiguo


como de lo nuevo. Retirarse de la vida activa para refugiarse en la soledad.

Durante el periodo de apertura de los puertos, las nuevas ideas ilustra-


das provenientes de Occidente se expandieron rápidamente entre una
parte de los intelectuales coreanos y se inició un animado debate sobre
cómo responder a la civilización occidental.

Los intelectuales defensores de la Ilustración (Kaehwa, 개화 ) proponían la ne-


cesidad de aprender las ciencias y la tecnología occidentales, al mismo tiempo
que muchos de ellos recomendaban la modernización de las instituciones po-
líticas, económicas y sociales de la nación. Y los más radicales llegaban a de-
fender la necesidad de un golpe de Estado para acelerar las reformas y terminar
con la oposición conservadora.

Estas ideas de la Ilustración fueron calando lentamente entre los jóvenes bu-
rócratas, como Kim Ok-kyun, Hong Yong-sik, Pak Yong-hyo, So Chae-pil y So
© FUOC • P05/87014/00689 68 Los intelectuales

Kwang-pom, los cuales promocionaron las reformas políticas y económicas.


Sus mayores intereses fueron en las áreas de la moderna tecnología científica,
la industria de municiones y la organización industrial.

Los intelectuales de la Ilustración coreana intentaron también acabar con el


sistema de clases sociales vigente en Joseon. Yu Gil-jun ( 유길준 , 1856-1914) Referencia bibliográfica

Yu Gil-jun, “inmin-ui
dijo que “nadie existe sobre los demás, y nadie existe por debajo de cualquier gwolli” (“El derecho del
Pueblo”). En: Seoyu gyeonmun
otro”, una clara defensa de la igualdad de todos delante de la ley. Kim Ok-gyun (Observaciones en un viaje a
( 김옥균 , 1851-1894), critica la severa explotación que hacen los yangban de la Occidente), capítulo 4.

gente, e insiste en la necesidad de abolir el sistema aristocrático. También dice


que bajo el reinado de burócratas no es posible producir nada bueno ni tam-
poco acumular ningún capital. Los pensadores de la Ilustración también de-
fienden que la libertad personal es un derecho innato. Según Yu Gil-jun, la
libertad personal significa “hacer lo que uno quiera”, siempre que estas accio-
nes no vayan en contra de la ley nacional.

“La Ilustración hace referencia a la obtención del Estado mejor y más perfecto en los mi-
les de aspectos de la vida humana…La ilustración de la conducta consiste en purificar la
conducta basándose en las cinco normas éticas y permitir a la gente aprender los princi-
pios morales. La ilustración del aprendizaje es perseguir el conocimiento y comprender
el significado de todas las cosas. La ilustración de la política consiste en reformar la polí-
tica de la nación y traer la paz para la gente común. La ilustración de la ley es hacer leyes
justas y eliminar las injusticias hacia el pueblo. La ilustración del bienestar es fabricar
buenos productos y enriquecer a la gente, y eliminar las carencias. Sólo cuando todos es-
tos aspectos se han realizado se puede hablar de una ilustración bien hecha.”

Yu Gil-jun, Niveles de Ilustración.

Los pensadores de la Ilustración también defendieron la independencia de


Joseon. Kim Ok-gyun resistió la política de la dinastía Qing china para subyu-
gar a Joseon e insistió en la completa independencia de Joseon. Yu Gil-yun en-
fatiza la necesidad de la soberanía nacional, que incluye la auto-protección, la
independencia, la protección de las propiedades y la creación de las propias
leyes. Se trata de crear una conciencia de autonomía e independencia para
proteger las libertades de Joseon frente a la conciencia centrada en el poder de
China defendida por los neoconfucianos.

Pero todas estas propuestas de reforma se enfrentaron con la oposición de las


fuerzas conservadoras y no pudieron desarrollarse fácilmente. Aun así, estas
ideas poco a poco fueron calando en todas las clases sociales y se convirtieron
en la ideología del moderno movimiento de reforma que luchó por la inde-
pendencia, el autorreforzamiento, y el desarrollo de la nación coreana. a

4.1.3. Instauración de la educación moderna

La primera escuela moderna en Corea se estableció en 1883. El instituto de


educación Dongmunhak ( 동문학 ) fue fundado en Seúl para enseñar principal-
mente lenguas extranjeras con el fin de preparar a los intérpretes. A esta escue-
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la le siguieron otras similares que se especializaron en la enseñanza de idiomas


y de las ciencias occidentales, así como otras materias académicas modernas.

Los misioneros cristianos occidentales jugaron también un papel muy impor-


tante en la instauración de un sistema educativo moderno basado en los mo-
delos occidentales. Fundaron numerosas escuelas dedicadas a la educación de
los jóvenes y a propagar su religión.

El Gobierno también se sumó a este movimiento ilustrado y de reforma educa-


tiva. El Rey Gojong ( 고종 ) promulgó el Edicto Real sobre Educación, que acon-
sejaba al pueblo prepararse intelectual, moral y físicamente, para convertirse en
súbditos leales y patriotas. Se organizó un moderno sistema educativo y se fun-
daron escuelas de enseñanza básica, lenguas extranjeras (1895), medicina, co-
mercio e industria (1899) y estudios de agricultura a nivel universitario (1904).

De este modo se fueron difundiendo los conocimientos científicos y tecnoló-


gicos. Y en los distintos campos aparecieron personas ilustradas que abande-
raron el progreso en sus respectivas especialidades. Por ejemplo, en el campo
médico, Ji Seokyong ( 지석영 , 1855-1935) divulgó métodos de vacunación y
fundó un centro de vacunación en Jeonju y Daegu, propiciando un gran avan-
ce en la sanidad pública. En el campo agrícola, An Chong-su combinó los mé-
todos agrícolas tradicionales con los extranjeros y escribió un nuevo tratado
de agricultura. Contribuyó a que se crearan granjas experimentales donde se
desarrollaron las nuevas técnicas agrícolas y ganaderas.

4.1.4. El nacimiento de la prensa moderna coreana

El primer periódico publicado en Joseon fue el Hanseong Sunbo ( 한성순보 ),


en 1883. En un principio se publicaba exclusivamente en caracteres chinos,
pero más tarde se añadieron artículos en Hangeul para facilitar la difusión de
los nuevos conocimientos.

Este periódico lo publicaba el Gobierno. Tras formarse el Consejo de la Inde-


pendencia, los pensadores de la Ilustración también comenzaron a editar pe-
riódicos. El Dongnip Sinmun (Periódico de la Independencia) en 1896, escrito
únicamente en Hangeul, fue publicado por el Consejo de la Independencia y
consiguió una amplia difusión entre el pueblo. Sus páginas sirvieron para di-
fundir ideas reformistas, introducir nuevos conocimientos, e informar al pue-
blo sobre asuntos nacionales y extranjeros. Desde sus páginas, los intelectuales
ilustrados demandaban al Gobierno de la nación que diera prioridad a la pro-
moción de los derechos civiles y que protegiera la soberanía nacional en con-
tra de las influencias extranjeras. Su editor también se preocupó por hacer
llegar las ciencias modernas y las ideologías occidentales. La tirada del Dongnip
Sinmun creció rápidamente y cada vez eran más fuertes sus denuncias contra
la corrupción y sus demandas de una mejor educación.
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Entre los intelectuales más destacados que publicaban regularmente en este


periódico se encontraba, Seo Jae-pil ( 서재필 , 1866-1951). A través de sus artícu-
los intentó concienciar al público de la necesidad de modernización. Según él
los pasos que tenía que dar el país para su modernización eran los siguientes:

• Educación para las masas


• Construcción de carreteras
• Comercio
• Educación de las mujeres
• Promoción del uso del hangeul en las escuelas
• Fomento del uso de una moneda corriente
• Amplia difusión de periódicos nacionales e internacionales
• Explotación de los recursos mineros
• Establecimiento de un congreso

El carácter crítico con las instituciones de este periódico terminó por propiciar
que fuese clausurado después de tres años debido a las presiones del Gobierno.

Posteriormente, fueron publicados otros periódicos como el Hwangseong


Sinmun, el Taehan Maeil Sinbo y el Cheguk Sinmun, que jugaron un impor-
tante papel en la denuncia de las agresiones japonesas y en la inspiración
del patriotismo.

4.1.5. Inicios del movimiento feminista en Corea

Las nuevas ideas introducidas por el catolicismo y Donghak en el siglo


XVIII y principios del XIX comenzaron a propagarse entre las mujeres y
fueron creando una conciencia de cambio entre ellas. Ambas promulga-
ban la igualdad de todos los seres humanos, tanto hombres como mu-
jeres, todos eran iguales delante de Dios. Estas ideas inspiraron a
muchas mujeres coreanas y, de hecho, muchas se convirtieron en líde-
res de ambas tradiciones y tuvieron un importante papel en su propa-
gación.

Estas dos tradiciones, aunque tuvieron una influencia positiva sobre la situa-
ción de la mujer, aún reconocían la autoridad patriarcal a la que se tenían que
someter todos los miembros de la familia.

Fue la incorporación de la mujer al sistema educativo moderno que estaba


siendo introducido en Corea al final del siglo XIX lo que realmente determinó
que se incorporara a la sociedad civil e intelectual. Los intelectuales de la Ilus-
tración tenían entre sus temas favoritos de discusión la instrucción de las mu-
jeres. Lo entendían como un elemento esencial para la modernización de la
nación. Esto hizo que en 1894, la Reforma Kabo (Kabo kyongjang, 갑오경장 )
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reconociera la igualdad de derechos de los dos sexos, la posibilidad de que las


viudas se casaran de nuevo y la importancia de la educación de las mujeres.
Un decreto sobre escuelas elementales, promulgado en julio de 1895 recono-
ció legalmente la igualdad de oportunidades para la educación entre hombres
y mujeres.

Pero a pesar de estas innovaciones, la actitud general de la gente hacia estas


reformas y la incorporación de la mujer a la educación era negativa. La fuer-
za y arraigo de las ideas conservadoras confucianas eran aún demasiado pro-
fundos. a
El movimiento feminista comenzó a tomar cuerpo a medida que aumentaba
el número de mujeres que recibían una educación moderna. La primera escue-
la de mujeres fundada en Corea fue Ewha Haktang ( 이화학당 ), y la fundó en
1986 una misionera cristiana, Mary Fitch Scranton.

En septiembre de 1898, un grupo de mujeres que residía en el distrito norte de


Seúl, un distrito tradicionalmente ocupado por la nobleza, emitió una Decla-
ración de los Derechos de la Mujer. La declaración pedía que las mujeres pu-
dieran votar y más derechos en temas de empleo y educación. Esas mujeres
formaron un movimiento denominado Chanyanghoe para apoyar el estableci-
miento de una escuela pública para mujeres y unieron a la Sociedad Común de
Todo el Pueblo (Manmin Kongdonghoe, 만민공동회 ), una organización para el
movimiento de los derechos civiles afiliado al Club de la Independencia.

Este grupo de mujeres estableció también la Escuela Femenina de Sunsong, la


primera institución privada no religiosa para la educación de las mujeres en
Corea, en 1899. Sus actividades significaron que las mujeres coreanas empeza-
ron a moverse independientemente para tomar parte en las actividades inte-
lectuales y profesionales que hasta entonces habían estado reservadas a los
hombres.

Durante la primera década del siglo XX se formaron numerosas asociaciones


de mujeres que perseguían la mejora de la situación de la mujer en la sociedad,
especialmente a nivel educativo. Entre ellas cabe destacar la fundada por Chin
Haksin (진학신 ), Ko Jun ( 고준 ) y Chin Hakchu ( 진학주 ), la Sociedad para la
Educación de las Mujeres (Yoja Kyoyuk-hoe, 여자교육회 ). Esta sociedad fundó
varios institutos de educación para la mujer y otros proyectos para mejorar la
condición de ésta, como un hospital o la organización de actividades artísti-
cas, y crearon la primera revista dedicada a la educación de las mujeres, Yoja
chinam, en 1908.

Entre las intelectuales que lideraron el movimiento feminista hay que destacar
a Yi Ok-kyeong y Helen Kim, que entendían que la educación de la mujer no
era únicamente conseguir un desarrollo intelectual o personal, sino que éste
debía ir estrechamente unido a la mejora y reforma social en favor de la mujer.
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Yi Ok-kyeong fue nombrada presidenta de la Sociedad para la Educación de


las Mujeres y promovió numerosas actividades para mejorar la situación eco-
nómica de las mujeres coreanas, como la creación de una sociedad asegura-
dora para apoyar los negocios de las mujeres. Por su parte, Helen Kim fue la
primera mujer coreana en conseguir un doctorado. Su tesis doctoral tuvo por
título La educación rural para la regeneración de Corea y la defendió en la Uni-
versidad de Columbia (USA). En ella analiza la situación de la Corea rural de
los años veinte y propone la regeneración de las áreas rurales por medio de
la educación.

4.2. Colonización japonesa (1910-1945)

Desde finales del siglo XIX, Japón había realizado varios intentos para con-
trolar el territorio coreano y anexionárselo. En 1904 declara la guerra a Rusia
y la península coreana se convertirá en el campo de batalla de estas dos po-
tencias. Japón, que ya manipulaba al Gobierno coreano, le obliga a firmar el
Protocolo de Corea-Japón de 1904, por el cual las tropas coreanas combati-
rían con las japonesas en contra de Rusia. Durante los siguientes años, Japón
fue poco a poco controlando todos los estamentos de la nación, incluso de-
rrocando al emperador Gojong ( 고종 ) llegando a imponer a Sungjong como
emperador (1907-1910). Por último, Japón arrebató la soberanía nominal a
Corea y la convirtió en una colonia japonesa en el año 1910.

4.2.1. La japoneización de la cultura coreana

La política japonesa de dominación colonial fue muy evidente en la


educación. Destruyeron la historia y la cultura de la nación, y se esfor-
zaron en inculcar el espíritu y la cultura japonesa en el pueblo coreano.
Todos los libros de texto fueron escritos para adecuarse a la política de
agresión japonesa y se prohibió el uso del Hangeul y la lengua coreana.

Japón intentó apaciguar al pueblo coreano con la teoría de que coreanos y ja-
poneses eran descendientes de los mismos antepasados y, por ello, eran como
hermanos. Forzó a los coreanos a estudiar la historia japonesa, a utilizar la len-
gua japonesa y jurar lealtad a su emperador. Los que no seguían estos princi-
pios eran encarcelados o expulsados de su trabajo.

Con el fin de convertir a los coreanos exactamente en japoneses, los habitantes


de la península tuvieron que cambiar sus apellidos al estilo japonés. En religión,
Japón obligó al pueblo coreano a venerar a los dioses japoneses, los Kami. Tam-
bién, Japón condujo a innumerables jóvenes y mujeres coreanos a los campos
de batalla, factorías y minas para utilizarlos en sus guerras y conquistas.
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4.2.2. Nacimiento de la resistencia coreana

Ante la invasión japonesa se formó un ejército popular, llamado “Ejercito Jus-


to” que comenzó su lucha contra los agresores. El Ejército Justo se empezó a
organizar con motivo del asesinato de la emperatriz Myongsong Hwanghu ( 명
성황후 , 1851-1895) y con la aplicación del edicto del corte obligatorio de pelo.
Fueron los eruditos confucianos, y a su cabeza Yu In-seok ( 유인석 , 1842-1915),
los que tomaron el mando de dicha oposición. Este ejercito abarcaba todas las
clases sociales, estaba formado por estudiosos confucianos, soldados, campe-
sinos, pescadores, etc.

En 1896, se organizó el llamado Club de la Independencia, liderado por Seo


Chaepil ( 서재필 , 1866-1951), con el fin de concienciar a la población coreana
de la necesidad de la independencia. Este club, al que pertenecieron numero-
sos intelectuales de la época, publicó un periódico, organizó discusiones pú-
blicas, campañas en contra de permitir concesiones económicas a las
potencias extranjeras, trabajó por una mayor participación popular en el Go-
bierno de la nación, en definitiva, desarrolló muchas actividades para favore-
cer la independencia coreana. El rey se vio amenazado por las campañas de
este movimiento y lo ilegalizó en 1898.

Después de la ilegalización del Club de la Independencia se creó un fuerte mo-


vimiento, encabezado por los pensadores ilustrados, para la recuperación de
la soberanía nacional por medio del fortalecimiento del poder de la nación.
Organizaron varias agrupaciones sociales y realizaron actividades ilustradas
para fomentar el patriotismo. a
Los precursores de este movimiento organizaron una sociedad llamada
Sinminhoe ( 신민회 , la Nueva Sociedad del Pueblo, 1907) que propago los ideales
ilustrados a la política, prensa, sociedad, cultura y educación. Y a esto contri-
buyó especialmente la prensa creada por los intelectuales del movimiento, así
como las miles de escuelas fundadas por todo el país, que fomentaron el pa-
triotismo en la juventud coreana.

4.2.3. El movimiento independentista

El movimiento independentista se fraguó tanto en el interior de la península


como fuera de ella. Después de que se instalara el Gobierno japonés en el país,
fue casi imposible continuar la actividad del movimiento en el interior del
país, por lo que muchos de sus líderes se instalaron en China, en Manchuria,
desde donde continuaron sus actividades para intentar derrocar al Gobierno
colonial.

El movimiento independentista finalmente estalló en una gran manifestación


nacional, de donde surgió el Movimiento del Uno de Marzo, planeado por
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Son Byeong-hui ( 손병희 , 1861-1922), Lee Seung-hun ( 이승훈 , 1864-1930) y


otros líderes nacionalistas. El primer día de marzo de 1919 fue leída la decla-
ración de independencia en el Parque de la Pagoda, en Seúl, y la multitud de
ciudadanos reunidos allí, alzaron sus banderas coreanas y marcharon por las
calles de Seúl gritando la frase: “Taehan Tongnip Manse” ( 대한 독립 만세 , viva
la independencia de Corea). A partir de este momento, estas manifestaciones po-
pulares pacíficas por la independencia se extendieron por todos los rincones
de la nación.

“Nosotros proclamamos en este lugar que Corea es un Estado independiente y que los
coreanos son un pueblo que se auto-gobierna. Lo proclamamos a todas las naciones del
mundo afirmando la igualdad de todas las naciones, y lo declaramos para que conste para
la posteridad, preservando en perpetuidad el derecho de supervivencia nacional…”

Primeras palabras de la Declaración de Independencia proclamada el 1 de marzo de 1919.

Representación de la Declaración de
Japón ignoró las demandas del pueblo coreano en sus manifestaciones pacífi- Independencia el 1 de marzo de 1919 en el
Parque de la Pagoda, en Seúl.
cas y lo reprimió cruelmente con las fuerzas militares y policiales. Aunque esta
represión impidió la inmediata independencia del país, avivó los distintos
grupos sociales, estudiantes, campesinos, obreros, etc., a organizarse en contra
del Gobierno japonés. Con el paso de los años, este movimiento indepen-
dentista se diversificó, y los líderes del movimiento vieron la necesidad de
volver a unificarlo para poder conseguir la independencia. Con este fin, fun-
daron en 1927 la sociedad Singanhoe ( 신간회 ), que intentó eliminar las dife-
rencias ideológicas. Esta sociedad se convirtió en el alma del movimiento
independentista y promovió la idea de eliminar las diferencias entre las clases
y entre las ideologías para unirlas en la lucha por la liberación nacional.

4.2.4. El movimiento intelectual y la conservación


de la cultura coreana

Los intelectuales que inspirados en las ideas de la ilustración lideraron el movi-


miento independentista dieron gran importancia a la educación de las masas y
fundaron numerosas escuelas en todo el país. Dieron una gran importancia al
estudio de la historia nacional y del Hangeul.

El poder japonés cerró la mayoría de estas escuelas, pero los líderes indepen-
dentistas continuaron su acción en contra de las escuelas gubernamentales y
fundaron academias y escuelas nocturnas que jugaron un papel muy impor-
tante en la educación de los nuevos líderes del movimiento de independencia.

Una de los principales objetivos de los colonizadores japoneses fue la des-


trucción de la lengua coreana, como medio para destruir la cultura coreana.
En 1938 se prohiben los textos escolares escritos en coreano y se clausuraron
los periódicos escritos en coreano. Dos años después, treinta estudiosos de la
lengua coreana pertenecientes al Centro de Investigación de la Lengua Corea-
na fueron encarcelados. Se prohibió incluso en el uso cotidiano de la lengua
coreana. De este modo comenzó una fuerte campaña para el uso único de la
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lengua japonesa. Los 36 años de dominación japonesa, seguramente, se pue-


den considerar como los más tristes para la lengua coreana.

Chu Si-gyeong ( 주시경 , 1876-1914) fue uno de los precursores del estudio y la
promoción de la lengua y la escritura coreana. Sus discípulos fundaron el Ins-
tituto de Lenguas de Joseon para investigar y propagar el idioma coreano a pe-
sar de la oposición de los colonizadores japoneses que encarcelaron a muchos
de sus miembros.

Poco a poco, el nacionalismo coreano va tomando aún más fuerza y comien-


za a estar también influenciado por las ideologías revolucionarias izquierdis-
tas que llegaban desde Occidente. Este movimiento nacionalista en contra
del poder colonial japonés estuvo también fuertemente ligado a la defensa
de la cultura y la tradición “racial” coreana. Por tanto, podemos decir que el
nacionalismo coreano de esta época incluía elementos políticos, económi-
cos, culturales y raciales. a
En el año 1926, mientras Corea se encontraba bajo el dominio japonés y sus
intentos asimilacionistas, la Sociedad Joseon de la Lengua decidió designar un
día para conmemorar la creación del Hangeul. Se decidió que fuera el 9 de oc-
tubre y fue denominado el Día del Hangeul. A pesar de la ocupación japone-
sa, el pueblo continuó usando la lengua y celebrando la fiesta.

Un famoso poeta de esta época, Han Yong-un, escribió las siguientes palabras
en la primera celebración del día del Hangeul, en 1926.

“Si tuviera que expresar mis impresiones sobre el día del Hangeul por escrito, diría que
es como encontrarse repentinamente con la persona amada después de una larga separa- Han Yong-un
ción, familiar pero nueva, alegre pero melancólica, linda y emocionante. Tiene una fuer-
Por medio de estas palabras, el
za invisible formidable, como un arsenal escondido. Estos son mis sentimientos con
poeta pretende reavivar el es-
respecto al Día del Hangeul, ni subestimados ni adornados. Ellos son impresiones que me
píritu de resistencia del pueblo
han venido inconscientemente, pero quizás tales simples e intuitivas percepciones son contra el colonialismo japonés.
lo que realmente la vida es.”

Publicado por Han Yong-un, en el periódico Dong-A Ilbo

Con este mismo espíritu de reconstrucción del espíritu nacional, el Día del
Hangeul se continuó celebrando incluso después de la liberación nacional
en 1945: el Gobierno reconoció su importancia y la declaro fiesta nacional. a
Por otro lado, el estudio de la historia se desarrolló en oposición a la pers-
pectiva histórica colonial que escribieron los profesores gubernamentales
de Japón. Entre los grandes historiadores de esta época, encontramos a Sin
Chae-ho ( 신채호 , 1880-1936), que redactó la historia antigua de Corea y a
Pak Eun-sik ( 박은식, 1859-1926), que escribió un libro sobre la historia moder-
na de Corea, donde contaba las atrocidades cometidas bajo la dominación ja-
ponesa. Estos dos historiadores no fueron simplemente estudiosos, sino
líderes nacionales que dedicaron sus vidas a la lucha independentista desa-
rrollada en Manchuria y China. Pak Un-sik fue presidente del Gobierno pro-
visional de la Republica de Corea.
© FUOC • P05/87014/00689 76 Los intelectuales

Durante este periodo, surgieron nuevos periódicos que también sirvieron


para implantar una conciencia moderna en el pueblo y contribuyeron al de-
sarrollo de la ideología nacional, los más importantes fueron el Dong-A Ilbo
y el Chosun-Ilbo. Pero los dos sufrieron la represión del Gobierno japonés y
fueron cerrados en 1940.

Algunos intelectuales también se dedicaron a la literatura y, por medio de sus


obras, expresaron la realidad de la dominación japonesa y la resistencia del
pueblo coreano. Éste fue el caso de Yi Yuk-sa ( 이육사 , 1904-1944) y Yun Dong-
chu ( 윤동주 , 1917-1945). Pero también ellos fueron reprimidos por las fuerzas
japonesas y sólo fueron permitidas las actividades pro japonesas.

4.2.5. Los intelectuales coreanos y la introducción


de la filosofía occidental

La filosofía como ciencia fue introducida por primera vez en Corea alrededor
del año 1910, cuando Yi Cheong-Jik (1841-1910) escribió su libro titulado Un
Estudio Comprensivo de la Filosofía de Kant y Yi In-Jae (1870-1929) publicó Una
Guía a la Filosofía Griega Antigua. Yi Cheong-Jik en su obra considera la obra
de Kant de gran relevancia debido a sus teorías sobre moralidad y práctica.
Para Yi la filosofía moral de Kant puede ser comparada con el concepto con-
fuciano de “humanidad” ( 仁 ). Considera el pensamiento de Kant como sa-
grado y se llega incluso a hacer la pregunta, “¿No sería Kant un filósofo
oriental renacido en Occidente?”. Por medio de su investigación sobre Kant,
Yi reafirma su idea sobre la universalidad de las ideas de Confucio más que
buscar nuevas ideas. a
Estos primeros filósofos que investigaron la filosofía occidental eran eruditos
confucianos que sólo hacían referencia a libros procedentes de China y su in-
vestigación dependía de libros escritos o traducidos del japonés por autores
chinos. Por tanto, se puede decir que durante este primer periodo la filosofía
coreana dependió directamente de la interpretación que los japoneses hacían
de las ideas filosóficas occidentales.

Dado que la introducción de la filosofía occidental en Corea coincide con el


período de ocupación japonesa y Japón mantenía una especial relación con
Alemania, podemos decir que en las primeras etapas del desarrollo moderno
de la filosofía en Corea, el término filosofía occidental era prácticamente sinó-
nimo de filosofía alemana.

Cheon Pyeong-Hun (1860-?), otro de los principales filósofos de esta época,


en su libro Una Introducción a la Filosofía de la Mente, define la filosofía como
la ciencia que busca los principios básicos. Cheon consideraba a Platón y Kant
como los más grandes filósofos de la historia. Pero consideraba que la teoría
del idealismo fue propuesta en Occidente por Kant y en Oriente por Confucio.
© FUOC • P05/87014/00689 77 Los intelectuales

Estos dos ejemplos de Yi y Cheon nos muestran cómo en este primer periodo
de introducción de la filosofía occidental, los pensadores coreanos, usando
fuentes secundarias provenientes de China y Japón, intentan introducir las
nuevas ideas occidentales, pero manteniendo el pensamiento tradicional con-
fuciano.

Entre los filósofos de la época colonial japonesa se encontraba también Shin


Nam-Cheol (1906-1957), que intentó responder a la situación trágica por la
que pasaba su país debido a la invasión japonesa y, posteriormente, a la divi-
sión del país en dos. Shin escribió la obra Historia de la Filosofía en 1948, obra
en la que se muestra como seguidor de las teorías izquierdistas hegelianas, cri-
tica el surgimiento del nazismo y ataca el fascismo japonés.

4.3. Corea desde 1945 hasta la actualidad

El 15 de agosto de 1945, Corea fue restaurada como nación independiente,


después de arduas luchas desarrolladas dentro y fuera del país por movimien-
tos de independencia. Pero la alegría de la independencia no duró mucho. Los
coreanos tuvieron que enfrentarse a la tragedia de la división del país. Estados
Unidos y la Unión Soviética, cuyos papeles fueron decisivos en la derrota de
Japón como miembros de las fuerzas aliadas, ocuparon separadamente los te-
rritorios al sur y al norte del paralelo 38, con el pretexto de desarmar al ejército
japonés. En 1948, las Naciones Unidas propusieron celebrar unas elecciones
generales en toda la península, norte y sur, para establecer un Gobierno uni-
ficado e independiente. Pero Corea del Norte, bajo el control de la Unión So-
viética, se opuso a que se celebraran dichas elecciones en su territorio.

Las elecciones se celebraron únicamente en Corea del Sur, donde el 15 de agos-


to de 1948 se estableció un nuevo Estado, la actual República de Corea. En Co-
rea del Norte, Kim Il-sung ( 김일성 , 1900-1995) estableció un Gobierno según
el sistema comunista en septiembre de 1948. De este modo se consolidaba la
gran tragedia histórica de Corea: la división del territorio nacional y del pue-
blo. Esta división creó un Estado de continua tensión en la península coreana,
agravada por las tensiones de la Guerra Fría. La situación se precipitó cuando
las tropas de Corea del Norte invadieron Corea del Sur cogiendo a las tropas
desprevenidas, en tres días habían ocupado Seúl. Las fuerzas de Estados Uni- Kim Il-sung

dos junto a sus aliados vinieron a la ayuda de las tropas de la Republica de Co-
rea y tras tres años de cruentos enfrentamientos, se acordó el cese de las
hostilidades y ambas Coreas firmaron un armisticio el 27 de julio de 1953.
Pero esta guerra dejó una profunda cicatriz en el pueblo coreano. En Corea del
Norte continuó gobernando Kim Il-sung hasta su muerte, cuando le sucedió
su hijo Kim Yong-il ( 김정일 , 1942- ); en la República de Corea se sucedieron
los Gobiernos dictatoriales con presidentes militares apoyados por Estados
Kim Jong-il
Unidos, hasta que, en 1992, se celebraron las primeras elecciones realmente
democráticas y la República de Corea eligió a su primer presidente no militar.
© FUOC • P05/87014/00689 78 Los intelectuales

4.3.1. La división política e intelectual de Corea

La división territorial y política de la nación hizo que también los inte-


lectuales coreanos se dividieran en dos tendencias, los marxistas y los
no marxistas. Los no marxistas se inclinaban hacia el idealismo ale-
mán, el neo kantianismo, y el existencialismo. Estas dos corrientes
proponían diferentes principios filosóficos para la reconstrucción de la
nación, y la organización de la sociedad. Tras la guerra de Corea en
1950-1953, muchos de estos intelectuales también tuvieron que elegir
la mitad del país donde vivir.

Los intelectuales marxistas, que durante el mandato japonés habían luchado


contra el imperialismo, el fascismo y habían promovido el movimiento de in-
dependencia nacional, tras la liberación jugaron un papel muy activo en el
campo social, político y académico. Pero tras la proclamación de la primera re-
pública coreana, de marcado carácter antimarxista, la promoción activa de la
investigación sobre el marxismo repentinamente desaparece debido a la pro-
clamación de la política nacional anticomunista.

Uno de los intelectuales pioneros en adoptar el pensamiento marxista y que


contribuyó a su introducción en Corea fue Sin Nam-cheol ( 신남절 , 1907-1958).
Durante sus estudios de posgrado se une a la Asociación para la Investigación
de la Sociedad Coreana y comienza a estudiar el pensamiento y la economía
marxista. Fruto de sus estudios es la publicación de numerosos artículos sobre
el marxismo en revistas de investigación. En 1933, funda, junto con otros in-
telectuales, la Sociedad de Estudios Filosóficos. Sin tuvo un papel muy activo
durante los años de lucha contra el colonialismo japonés y, tras la liberación,
pasó a formar parte de grupos organizados que trataban temas de antiimperia-
lismo y antifeudalismo para, de este modo, intentar crear una nación unifica-
da e independiente. Durante el resto de su vida, su trabajo intelectual se
concentró en el desarrollo académico que había de propiciar la creación de
una nación independiente, progresista, democrática, y unificada. Sin también
jugó un papel muy activo en la vida política del país durante estos años des-
pués de la liberación, y en abril de 1948, decide irse a Corea del Norte donde
trabajó como profesor de filosofía occidental en la Universidad Kim Il-sung y
también participó activamente en política hasta su muerte en 1958.

Algunas de las principales ideas desarrolladas por Sin Nam-cheol en sus escri-
tos fueron las siguientes:

• Como pensador que buscaba la liberación de su pueblo y la emancipación


de las clases sociales, pone el acento en el mantenimiento de la independen-
cia y la practicidad del pensamiento a la hora de adoptar la filosofía
marxista.
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• A pesar de ser pionero en adoptar el marxismo, sigue dándole gran impor-


tancia al pensamiento tradicional coreano.

• Interpreta la filosofía antigua y moderna de Occidente desde el materialis-


mo práctico y dialéctico: critica la filosofía occidental dominante en su
época (neokantianismo, fenomenología, existencialismo y neohegelianis-
mo) y a los filósofos japoneses.

• Enfatiza la importancia del “conocimiento físico” en la práctica histórica y


el carácter político de la praxis. La práctica humana es una acción en la que
uno reconoce las contradicciones de la realidad y lanza su propio cuerpo
a dicho proceso. Lo resume con la frase confuciana, “uno conoce las cosas a
través de su propio cuerpo”.

• La base de la filosofía son las teorías humanistas y su valor.

• Su entendimiento de la muerte y el desarrollo histórico están basados en


Hegel, que le empujan al autosacrificio como filósofo marxista en pos de la
reunificación nacional y la emancipación de la masas. Para Sin, era esencial
unificar la teoría con la práctica.

Entre los intelectuales no marxistas, cabe destacar a Ham Seok-heon ( 함석헌 ,


1901-1989) que jugó un importante papel en el movimiento democrático y de
independencia de la nación después de la liberación del poder colonial. Man-
tuvo el espíritu de defensa de la nación y se inspiró también en el pensamiento
occidental y cristiano. Intentó unir el pensamiento coreano tradicional con el
pensamiento occidental y con ideas provenientes del cristianismo. La princi-
pal característica de su pensamiento es la “independencia”: “actuar indepen-
Ham Seok-heon
dientemente” (seuseuro ham) es el principio fundamental de la vida.

El centro de su pensamiento, con el que pretendía reforzar el espíritu nacional


oprimido, es “yo que actúo por mí mismo”. Ham critica el objetivismo propio
del pensamiento occidental, que separa el sujeto del objeto. Esta crítica nace
de su convencimiento de que la llave para resolver los problemas humanos y
sociales se encuentra dentro de uno mismo. Por tanto, la vida y el pensamien-
to comienzan por el respeto a “mí” dignidad y haciéndome una persona hon-
rada. Respetar la propia dignidad y que ésta sea honrada significa liberarse de
cualquier tipo de subordinación o sumisión política y cultural y levantar al su-
jeto de “mi” espíritu y pensamiento.

En medio del sufrimiento y el dolor de la nación, Ham creó sus teorías a través
de una búsqueda incansable de la verdad. Estaba convencido del valor de la
lucha pacífica por la libertad, la igualdad y la democracia. Construyó su pen-
samiento a través del propio sacrificio que le lleva a prisión en varias ocasio-
nes. Muchos lo consideran el Gandhi de Corea.
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Otro de los más grandes filósofos coreanos de esta nueva época de la historia
de esta nación fue Pak Chong-Hong (1903-1976). Su libro La Lógica Cognitiva
y el artículo “Un estudio sobre la Negación” fueron muy importantes en el
proceso de asimilación de las ideas filosóficas occidentales. Pero este autor
también intentó durante toda su vida académica reconciliar el pensamiento
occidental, sobre todo el idealismo hegeliano, con el pensamiento tradicional
coreano y crear un sistema de pensamiento propio.

4.3.2. Papel de los intelectuales en la Corea actual

Durante los años posteriores a la liberación de Corea en 1945, la universidad


fue el lugar donde los intelectuales coreanos pudieron desarrollar su actividad
con cierta independencia de los poderes políticos que dominaban la nación. Los
intelectuales y profesores universitarios eran respetados por su conocimiento y
su autoridad moral, y tenían fácil acceso a los medios de comunicación donde
podían expresar sus opiniones sobre los acontecimientos nacionales y locales.
En general, se puede decir que durante décadas los coreanos consideraron a los
intelectuales como una clase en la que se podía confiar; la gente quería escuchar
sus opiniones sobre diferentes temas y acontecimientos de actualidad. Por todo
ello, aún hoy es muy común encontrar nombres de profesores universitarios y
de intelectuales en los artículos de opinión de los periódicos y verlos frecuente-
mente en los programas informativos de la televisión.

Incluso los Gobiernos militares que gobernaron Corea del Sur hasta la llegada
de la democracia después de 1987 a menudo reclutaban algunos de sus minis-
tros entre los profesores universitarios más destacados, que se habían distin-
guido por su activismo a nivel político o social.

El liderazgo de los profesores universitarios y los intelectuales refleja la


aspiración de todo coreano, conseguir una buena educación para sí mis-
mo y sus hijos.

En la historia más reciente de Corea, podemos distinguir varias tradiciones


culturales entre los intelectuales, determinadas principalmente por su com-
promiso o no con la sociedad civil: Seonbi

Seonbi eran eruditos y poetas


• El grupo de intelectuales que sigue la tradición cultural proveniente de la que buscaban llegar a ser sa-
bios confucianos a través del
dinastía Joseon y que intenta aplicar los principios de la filosofía confucia- estudio y las artes. Buscaban
honrar la naturaleza y la socie-
na a la sociedad y la política. Según esta tradición, los intelectuales ocupa- dad a través de su estudio y de
la poesía intentando reconci-
rían el estrato social más elevado y serían los responsables de mantener el liar en armonía al ser humano
orden social y político según los principios confucianos. Dentro de este con la naturaleza. Muchos de
ellos eran funcionarios públi-
grupo hay que distinguir entre los que buscan una participación activa en cos que buscaban poder reti-
rarse lo antes posible a algún
política para conseguir poder e influir en el Gobierno de la nación y los que lugar apartado para continuar
se mantienen al margen de la actividad política para concentrarse única- con su estudio y la poesía.
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mente en su mundo intelectual y de investigación. Ambas tendencias co-


inciden en su firme creencia de que los intelectuales son responsables de
establecer una ética y una moral que puedan guiar al pueblo hacia un or-
den social justo. Ésta sería la cultura del Seonbi ( 선비 ) tradicional y que aún
tiene su influencia en la comunidad moderna universitaria e intelectual.

• El grupo de intelectuales que se encuadran en una tradición revolucionaria


que buscaba la libertad y la autonomía frente al autoritarismo dominante.
Esta tradición cultural tomó fuerza principalmente durante el periodo au-
toritario militar y heredó muchos elementos del movimiento nacionalista
de la época de ocupación japonesa. Este grupo de intelectuales, muy in-
fluenciado por las corrientes intelectuales provenientes de la Unión Sovié-
tica, consideraba las prácticas revolucionarias como el fin último de todo
intelectual. Esta tradición intelectual fue reavivada especialmente durante
la revolución estudiantil del 19 de abril que terminaría por deponer al dic-
tador Syngman Rhee en 1960.

Estas dos tradiciones culturales de intelectuales coexistieron sin grandes conflic-


tos durante los años de Gobierno dictatorial desde 1961 hasta 1987. Los intelec-
tuales dedicados a las humanidades (literatura, historia, filosofía) siguieron
principalmente la línea intelectual de los tradicionales Seonbi con una menor
participación directa en la política, mientras que los profesores de ciencias so-
ciales tendieron más a enmarcarse en la tradición más activa en el campo polí-
tico y social. Algunos ocuparon puestos dentro de los Gobiernos diseñando las
políticas del Estado y otros asumieron un papel de liderazgo en la oposición a la
dictadura. Este último grupo que seguía la tradición más revolucionaria, aunque
menor en número, consiguió que sus palabras y acciones tuvieran mucha más
influencia que cualquiera de los otros grupos de intelectuales durante el periodo
de Gobierno militar. Algunos de ellos tuvieron que sufrir la represión del Estado
y pasaron muchos años en prisión en virtud de la “Ley de Seguridad Nacional”,
pero fueron los líderes ideológicos y espirituales del movimiento pro democra-
cia durante las décadas de los setenta y los ochenta y consiguieron movilizar a
estudiantes y trabajadores en el movimiento que conseguiría al final de los
ochenta establecer el sistema democrático. Algunos de estos líderes intelectua-
les, después, serían elegidos en los años noventa para formar parte de los Go-
biernos democráticos, aunque la mayor parte de ellos permanecieron en sus
círculos académicos para continuar como fuerza crítica de la globalización y el
neoliberalismo, y muchos de ellos también están teniendo un papel importante
en el proceso de reunificación con Corea del Norte.

4.3.3. Los “Nuevos Intelectuales” coreanos

La crisis económica de 1997 que forzó la intervención directa del Fondo Mo-
netario Internacional en la economía del país, también tuvo una gran influen-
cia sobre la comunidad intelectual. Esta crisis forzó a la comunidad intelectual
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a reflexionar sobre su papel y habilidad para prevenir este tipo de crisis y su


capacidad para ofrecer remedios a los síntomas de la crisis económica. Algunos
intelectuales del campo económico habían ya prevenido al Gobierno sobre las
consecuencias de continuar con las mismas políticas económicas y propusie-
ron posibles reformas, principalmente de las grandes empresas, los Chaebol,
pero debido a la cercanía de las elecciones generales, estas propuestas no tu-
vieron resonancia en los poderes políticos.

Debido al papel de liderazgo que a lo largo de los años habían tenido los inte-
lectuales como fuerza orientadora de la nación, en estos momentos de crisis
también recayó sobre ellos gran parte de los reproches por parte del pueblo lla-
no. Se les culpaba de falta de prevención y de suficiente liderazgo para sacar a
la nación de la crisis en la que se encontraba sumergida. a
Esta situación de crisis llevó al Gobierno y a los poderes políticos de la nación
a promover la llamada teoría de los “Nuevos Intelectuales”. El Gobierno decía
que para poder superar la crisis nacional todo el mundo tenía que desarrollar
la creatividad y un pensamiento innovador en su lugar de trabajo y en todas
las facetas de la vida. El presidente Kim Dae-Jung (1998-2002) se convirtió en
un abanderado de esta teoría, sobre todo en el ámbito educativo. En sus dis-
cursos, frecuentemente mencionaba la necesidad de favorecer un tipo de edu-
cación que promoviese la creatividad entre los estudiantes: todo el mundo
puede ser un intelectual en la sociedad de la información si adquiere creativi-
dad, habilidades y un pensamiento innovadores. De este modo, en Corea se
ha ido creando en los últimos años la imagen del “Nuevo Intelectual”, una
persona que contribuye a la productividad y a mejorar las condiciones de vida
por medio de un pensamiento innovador y una actividad creativa.

Esta nueva manera de entender la clase intelectual de la nación ha dado lugar


a lo que podríamos llamar una “masificación de los intelectuales”. En una so-
ciedad como la coreana, donde la estratificación social y la separación de roles
ha sido tan marcada durante siglos, esta nueva visión de los intelectuales está
generando grandes interrogantes entre los intelectuales. Se están produciendo
importantes debates sobre el papel del intelectual en la sociedad coreana ac-
tual. Entre los temas que más se discuten, cabe destacar el siguiente: los inte-
lectuales sólo deben tener un papel en el desarrollo económico de la nación y,
por tanto, lo que hay que buscar es la eficiencia y el utilitarismo, o por el con-
trario, también tienen que continuar, como tradicionalmente, con su impor-
tante papel como conciencia ética y moral de la sociedad.

Otra importante consecuencia de este cambio en el modo de entender a los


intelectuales ha sido la presencia de intelectuales y profesores universitarios
en los Gobiernos de la era democrática coreana. Como ya hemos visto, en las
décadas posteriores a la liberación muchos presidentes de la nación llamaron
a intelectuales y profesores universitarios a formar parte de sus Gobiernos
como un modo de mejorar su imagen frente al pueblo. Pero con la llegada de
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la democracia los nuevos presidentes se han rodeado de ministros procedentes


de otros sectores como pueden ser la abogacía, la empresa privada, grupos re-
ligiosos, e incluso el mundo del arte, con lo que los intelectuales han perdido
gran parte de su poder político.

Estos cambios en la sociedad han hecho que los intelectuales estén bus-
cando su lugar dentro de la sociedad: muchos intelectuales están parti-
cipando activamente en los nuevos movimientos sociales, los cuales
frecuentemente se enfrentan a los intereses del Gobierno y las grandes
empresas.

Ejemplo

El movimiento feminista coreano está liderado en la actualidad por profesoras universi-


tarias.

El movimiento ecologista o de lucha por los derechos humanos está encabezado por in-
telectuales y estudiosos.

El movimiento contra la corrupción política iniciado en los últimos años ha sido promo-
vido por profesores universitarios.

4.3.4. Los intelectuales en Corea del Norte

Tras la liberación de Corea del poder colonial japonés (1945) y la división de


la península, la vida intelectual de Corea del Norte quedó muy deteriorada. El
nuevo líder norcoreano, Kim Il-sung, con el apoyo de la Unión Soviética, in-
tenta construir un nuevo Estado socialista pero se encontró con el grave pro-
blema de carecer de una clase intelectual lo suficientemente numerosa como
para apoyar y difundir su proyecto entre el pueblo. Esta escasez fue especial-
mente evidente en el campo de la tecnología.

Para resolver este problema de falta de intelectuales, Kim Il-sung intenta im-
plementar una doble política:

• Hace una llamada a los denominados “viejos intelectuales” (educados bajo


Ejemplo
el colonialismo japonés) a participar en la “revolución antiimperialista, an-
Tras una visita del famoso no-
tifeudal y democrática”, los pasos necesarios para poder llegar a un autén- velista surcoreano Hong
tico socialismo. En los primeros años después de la división de la nación, Myeong-Hi ( 홍명희 , 1888-
1968) a Corea del Norte, le in-
Kim Il-sung fue especialmente agresivo en su política para reclutar viejos vitó a residir en el Norte.

intelectuales.

Esta política de reclutamiento de intelectuales tuvo su eco en el sur donde intelectuales


de izquierda que se encontraban con problemas por las políticas anti-comunistas. Así, en-
tre la liberación en 1945 y el comienzo de la Guerra de Corea en 1950, un gran numero
de intelectuales surcoreanos de diferentes ramas, tales como las ciencias tecnológicas
(Jeong Jun-Taek, Yi Seung-Gi, etc.), literatos (Han Seol-Ya, Yi Gi-Yeong, Im Hwa, Kim
Nam’Cheon, Yi Tae-Jun, etc.), artistas (Choe Seung-Hi, Mun Ye-Bong, etc.) y de las cien-
cias de la salud (Yi Byeong Nam, etc.), decidieron dejar el sur y cruzar la frontera hacia el
norte.
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• Pone en marcha una política para educar una nueva promoción de intelec-
tuales. En 1946, bajo el eslogan de “formar líderes nacionales”, Corea del
Norte comienza a crear una serie de instituciones educativas. Las más im-
portantes fueron el Instituto de Pyongyang para la educación de los líderes
militares y políticos, la Escuela del Partido Central para la educación de los
líderes del partido, y la Universidad de Kim Il-sung, la primera universidad
en Corea del Norte. Por medio de estas nuevas instituciones educativas, en
pocos años se consiguió aumentar considerablemente el número de inte-
lectuales y también comenzaron a enviar estudiantes al exterior, la Unión
Soviética y los países de Europa del Este para darles una mayor preparación.

Purga de intelectuales durante la Guerra de Corea

Con el inicio de la Guerra de Corea, se produce una nueva crisis en el número


de intelectuales en Corea del Norte, ya que la mayoría de los profesores y es-
tudiantes universitarios son llamados a filas. Tras el armisticio que puso fin a
la guerra, los líderes de Corea del Norte hacen una llamada a los estudiantes
universitarios para que retornen a sus universidades y reciban la educación
tecnológica necesaria para contribuir a la reconstrucción de la nación. Se ins-
tauró una política educativa donde más del 70% de los estudiantes tenía que
estudiar carreras técnicas, ingenierías y ciencias naturales. Se puso el acento en
el desarrollo de la industria pesada, la industria ligera y la agricultura, siguien-
do los principios estalinistas.

Este nuevo impulso dado a los nuevos intelectuales después de la guerra supu-
so un cambio de política hacia los viejos intelectuales, a partir del año 1951.
Muchos de ellos se vieron amenazados, muy especialmente los escritores y ar-
tistas que fueron utilizados como herramientas de la propaganda política del
Estado: se les obligaba a crear héroes y acontecimientos que sirvieran de ins-
piración sobre la revolución socialista y los que se negaban a seguir las direc-
trices de los nuevos líderes de la nación fueron purgados. Durante estos
primeros años después de la guerra, el Gobierno liderado por Kim Il-sung con-
siguió deshacerse de todos aquellos intelectuales que ejercían algún tipo de
oposición a su grupo de poder. Esta purga la sufrieron especialmente los intelec-
tuales pertenecientes al Partido de los Trabajadores de Corea del Sur, aunque se
hizo extensible a todos los intelectuales en general que no se sometieran a las
directrices impuestas por el Gobierno. De este modo, consiguió crear una clase
intelectual fiel a los principios de la revolución socialista.

Desarrollo intelectual de la posguerra en Corea del Norte

Durante la posguerra, en los años cincuenta y sesenta, se trabajó sobre el papel


que los intelectuales debían jugar en la construcción del socialismo, poten-
ciando el desarrollo intelectual especializado en las ciencias tecnológicas. Para
ello, los intelectuales de esas ramas debían superar las viejas tendencias ideo-
lógicas burguesas que les hacían caer en la pasividad y el conservadurismo.
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Con este propósito se programó una reeducación de los intelectuales, que en


la década de los sesenta dio lugar a la política de “Revolucionar a los Intelec-
tuales y convertirlos en Clase Trabajadora”. De nuevo los intelectuales que
más sufrieron bajo esta nueva política fueron los literatos y artistas, a los cua-
les se les obligó a demostrar su fidelidad al régimen.

Kim Il-sung creó la ideología de Juche ( 주체사상 ), que debía convertirse en la


base para la construcción del partido, de la nación y para el funcionamiento
del Gobierno, y por ende, debía ser el motor de toda actividad intelectual.

“Juche es el Estado independiente que rechaza la dependencia de otros


Estados y que usa los poderes propios, creyendo en las propias fuerzas y
realizando el espíritu revolucionario de la autodependencia.”

Kim Il-sung

Esta ideología se refleja en una política exterior independiente, una economía


autosuficiente y una defensa independiente. El juche es un credo político ba-
sado en la autodependencia, que sigue siendo hoy día la piedra angular de la
ideología política de Corea del Norte y ha servido como fundamento para le-
gitimar el sistema marxista local. El objetivo final de esta ideología es lograr el
paraíso de las masas en Corea del Norte con una economía que cubra las ne-
cesidades del país, sin tener que depender para nada del exterior. Es necesario
mantener a la nación fuera de las influencias extranjeras, cueste lo que cueste.

La movilización de los intelectuales desde los setenta a la actualidad

En los años setenta, la ideología de Juché se convierte en la ideología monolí-


tica del partido, a la vez que Kim Il-sung se convierte en el único líder de la
nación a todos los niveles: en 1972 es nombrado el líder supremo, tanto del
partido, como del Gobierno y del ejercito, y tras este nombramiento, pasa a
resolver el problema sucesorio. Así, en septiembre de 1973 en la séptima sesión
plenaria del Comité Central del Partido Coreano de los Trabajadores, nombra
a su hijo Kim Jong-il como secretario de la organización y comienza a preparar
su sucesión dentro del partido. Dicha preparación la completaría un año más
tarde cuando le nombra miembro del Politburó.

El nuevo eslogan propuesto en este periodo es “una Revolución continua por


una Nueva Generación” que el “Movimiento de Equipos de Trabajo para las
tres Revoluciones” (el 90% de cuyos miembros eran jóvenes intelectuales), ini-
ciado en 1974, se encargó de llevar adelante con el propósito de mantener la
política de Kim Il-sung, consolidar su posición como líder y preparar la suce-
sión de Kim Jong-il.

El Movimiento de los Equipos de Trabajo, en lugar de favorecer el desarrollo


científico y tecnológico de la nación, lo deterioró aún más, puesto que la ma-
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yoría de los intelectuales miembros de los equipos dejaron de concentrarse en


sus estudios e investigaciones, para intentar ascender en el partido a través del
movimiento. Además concentraban la mayor parte de su esfuerzo en promo-
ver la revolución ideológica y cultural dentro de la universidad poniendo tra-
bas a los estudios e investigaciones independientes llevadas a cabo por el resto
de intelectuales.

Dado que la ideología Juche era la única oficialmente reconocida, los intelec-
tuales veían casi imposible adoptar teorías científicas que pudieran entrar en
conflicto con ella, y aún eran más remisos a intentar crear nuevos conoci-
mientos por el miedo a que no fueran aceptados por el partido. Además, el rí-
gido control sobre los contactos con intelectuales extranjeros dificultaba el
avance científico y la introducción de nuevas tecnologías.

El propio Kim Il-sung percibió el retraso intelectual y tecnológico en el que se


encontraba la nación y al final de la década de los setenta hace una llamada
para mejorar el sistema educativo y comienza a acentuar la importancia del es-
tudio de las lenguas extranjeras y la escritura china. En 1980 crea un nuevo
eslogan con motivo del sexto congreso del partido: “Revoluciona e intelectua-
liza toda la sociedad y convierte a todo el pueblo en clase trabajadora”. Esta
nueva política reflejaba la necesidad de educar y elevar el nivel intelectual de
toda la población para mejorar la productividad de la nación. Esto hizo que se
crearan nuevas universidades e instituciones de educación superior especiali-
zadas en el trabajo de las fábricas, las granjas, etc., para reeducar a la gente y
favorecer su productividad.

“La sociedad comunista no es únicamente una sociedad donde todo el pueblo viste y vive
bien, sino también una sociedad donde todo el pueblo trabaja menos y produce más ri-
queza material. En nuestra sociedad, aún existen diferencias entre el trabajo pesado y li-
gero, y entre el trabajo físico e intelectual. Para eliminar todas esas diferencias y hacer
que la gente trabaje menos, tenemos que mejorar la producción y automatizarla. Para es-
to, necesitamos una mejora sustancial del nivel de conocimiento tecnológico del pueblo.
En otras palabras, toda la sociedad tiene que ser intelectualizada.”

Kim Il-sung, “Hagamos una nueva transición en el proyecto educativo realizando una
aplicación completa de las tesis socialistas sobre educación”.

Discurso a los trabajadores de la educación, 1 de octubre de 1978.

Otro momento importante en relación con la situación intelectual de Corea


del Norte fue la caída del comunismo en Europa del Este. Kim Il-sung la atri-
buyó a la existencia de elementos desleales dentro del sistema, enemigos in-
ternos, traidores de la revolución, que procedían de dos grupos: la elite en el
poder y los intelectuales. Según Kim Jong-il, los intelectuales son influencia-
dos fácilmente por las corrientes de pensamiento imperialista y sus mentes li-
berales pueden causar graves daños a la revolución. Esto hizo que se diseñaran
nuevas medidas para controlar más rígidamente la actividad de los intelectua-
les.
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En septiembre de 1990, Kim Jong-il presenta las medidas que se deben tomar
para controlar la actividad intelectual a los miembros del Comité Central del
Partido Coreano de los Trabajadores: el partido debe guiar la actividad de los
intelectuales.

“Como los intelectuales no forman una clase social propia e independiente, ellos tampoco
poseen unas necesidades y una ideología que refleje sus intereses, como sí que la tienen
normalmente las clases obreras y capitalistas. Si los intelectuales se arman con la ideología
revolucionaria de la clase trabajadora, ellos lucharan por sí mismos permaneciendo al lado
de la revolución. Si por el contrario se equipan con la ideología burguesa, ellos sólo lucha-
ran por el capitalismo – la clase explotadora. Por medio de la guía del partido, los intelec-
tuales deben aceptar la ideología revolucionaria de la clase trabajadora, dando un paso
adelante para completar la liberación e independencia de los trabajadores.”

Kim Jong-il. Defendamos el papel de los intelectuales en la revolución continua (pág. 281).

Sus ideas están totalmente en línea con la política hacia los intelectuales pro-
puesta por su padre en los años sesenta. Continúa acentuando la necesidad de
estrechar el control sobre los intelectuales a través de los mecanismos del par-
tido, no admitiendo la creación de una clase social separada propia de los in-
telectuales. Las principales ideas que los intelectuales debían seguir eran la fe
en el socialismo, el valor del colectivismo, la lealtad al partido y al líder, el re-
forzamiento de las actividades grupales y el convencimiento de la superiori-
dad de la nación coreana.

Una de las medidas más destacadas en este sentido fue la convocatoria de una
reunión de intelectuales de toda la nación en 1992, la primera de este tipo. En
ella participaron Kim Il-sung y Kim Jong-il junto con todos los líderes del
partido y unos seis mil intelectuales provenientes de todas las disciplinas. Se
discutió sobre el papel de los intelectuales en la protección del régimen, cen-
trado en el Partido Coreano de los Trabajadores. Después de la muerte de
Kim Il-sung (9 de julio de 1994), se ha puesto el énfasis en el deber de los in-
telectuales de promover la lealtad al nuevo líder Kim Jong-il.
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Resumen

Aplicando la cautela a cuestiones de perspectiva que hemos trabajado en el


módulo anterior, la lectura de este segundo módulo nos debería evitar caer en
simplificaciones o malentendidos interculturales, relacionados con el pensa-
miento moderno de Asia oriental y su impacto en la sociedad y la cultura de
los siglos XIX y XX.

Es el caso de la consideración del confucianismo, por ejemplo. Si bien se trata,


ciertamente, de una corriente con orígenes clásicos, no podemos decir que sea
una corriente de pensamiento pretérito en el Asia oriental moderna. Los aná-
lisis a lo largo de los diferentes apartados del módulo demuestran que en los
dos últimos siglos se han mantenido muchas influencias que han pautado el
funcionamiento de la sociedad y la cultura oriental. El confucianismo, ade-
más, se mantiene vivo como teoría política.

De la misma manera, los diferentes apartados de este módulo nos indican que
el desarrollo intelectual moderno en Asia oriental no ha resultado una simple
copia o traducción de las corrientes imperantes en Occidente. El impacto oc-
cidental –efectivo a partir de diferentes formas de colonialismo e imperialis-
mo– fue obvio y manifiesto. Ahora bien, Japón, China y Corea negociaron y
dialogaron con el discurso occidental de manera autóctona. Si bien es cierto
que algunas tendencias occidentales sí que se impusieron con vehemencia,
cualquier adaptación siempre mantiene una vertiente de elaboración propia.

Un repaso detallado a las trayectorias del pensamiento y la circulación de las


ideas en el Japón, China y Corea de los siglos XIX y XX nos permite ver algunas
dinámicas compartidas que afectan a la sociedad y a la cultura de Asia oriental
en conjunto: las voluntades de reforma a partir de mediados del siglo XIX, las
problemáticas para la transición hacia un mundo moderno, las tensiones y las
negociaciones con el pensamiento extranjero, los debates entre lo occidental
y lo autóctono, las relaciones conflictivas con el Estado, la importancia del na-
cimiento de la prensa, el énfasis en la educación o los efectos de las guerras son
algunos de los ejemplos de ello más evidentes.

Aparte de la relación entre Asia oriental y Occidente, se puede apreciar una im-
portante dinámica interasiática. Los contactos políticos, sociales y culturales
entre las tres grandes áreas que hemos analizado no datan del siglo XIX, sino
que, evidentemente, son muy anteriores. Ahora bien, a partir del siglo XIX, con
el cambio geopolítico y la nueva preponderancia económica y cultural de Ja-
pón, los contactos políticos, sociales y culturales pasan a derivar del rol de Ja-
pón como país colonizador dentro de Asia oriental. Más adelante, el contexto
de Guerra Fría de mediados del siglo XX (simbolizado de manera nítida por la
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división de Corea) continúa remarcando la importancia de esta dinámica in-


terasiática, esencial a la hora de aproximarnos a las realidades sociales y cultu-
rales de cualquiera de los países que la integran.
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