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P05/87014/00689
© FUOC • P05/87014/00689 Los intelectuales
Índice
Introducción .............................................................................................. 5
Objetivos ..................................................................................................... 6
Bibliografía ................................................................................................ 91
© FUOC • P05/87014/00689 5 Los intelectuales
Introducción
Objetivos
Los objetivos que nos proponemos alcanzar en este módulo didáctico son los
siguientes:
1. Aspectos introductorios
Este nuevo contexto –marcado, de manera interna, por la herencia del confu-
cianismo y, de manera externa, por el nacimiento de un nuevo mapa de ten-
siones y de intereses comerciales, militares e ideológicos a escala mundial– fue
esencial no sólo para el desarrollo de los diferentes problemas y cuestiones de
la historia intelectual moderna en Japón, China y Corea, sino también en la
formación de las problemáticas y manifestaciones de la sociedad civil y la
cultura popular que veremos en los módulos 3 y 4.
Tal vez sería posible ver el confucianismo como un pensamiento que apuntala
algunos de los puntos que conforman el esqueleto de esta asignatura, especial-
mente por lo que respecta al mundo intelectual y a la sociedad civil. Además,
el confucianismo también se puede considerar un nexo de unión entre civili-
zaciones y naciones con peculiaridades y diferencias como las que forman el
conjunto global de Asia oriental.
nos permitan entender mejor el desarrollo moderno posterior. Nos interesa re-
flexionar sobre cómo el legado del confucianismo llegó a influir en el mundo
social e intelectual moderno y contemporáneo en China, Japón y Corea.
Sin querer llegar a formular un extenso resumen de las bases confucianas, al-
Confucio
gunos de los parámetros básicos del confucianismo que pueden tener relación
El confucianismo nace de
con alguno o algunos de los aspectos de la sociedad y la cultura de Asia orien- la figura de Confucio o Maes-
tro Kong o Kong Fuzi
tal que trataremos en esta asignatura son los siguientes: (551-479 a. C.). Su obra princi-
pal, Las Analectas (Lunyu)
no fue escrita directamente
• Confucio promulgó una filosofía basada en ideas y tradiciones con un obje- por él, fue compilada por
sus discípulos.
tivo claro: facilitar la manera de gobernar a la sociedad china de la época,
una sociedad fragmentada, con diferentes reinos en conflicto constante. El
mismo Confucio, de hecho, intentó establecerse como consejero de varios
señores feudales, aportando sus ideas sobre la manera de gobernar. Como no
tuvo éxito como consejero, se dedicó a la enseñanza.
• Para conseguir la armonía social, hay que pautar la sociedad según un con-
junto de relaciones jerárquicas y de mecanismos autoritarios en todos los
planos: el Estado, la familia, la sociedad en general. Los rituales (li) o prác-
ticas como la piedad filial (xiao) son, por lo tanto, herramientas para man-
tener este equilibrio de fuerzas sociales.
Medio siglo más tarde, Xunzi remarcó aún más la importancia de la educación y
de la preparación de los letrados. Con más experiencia política y administrativa,
Xunzi (al contrario de Mencio) cree que la naturaleza humana es mala por natu-
raleza, pero que puede ser entrenada y redirigida mediante la educación –que por
eso deviene esencial– y un impulso de leyes y castigos estrictos. No es casual que
los principales filósofos legalistas (Han Fei Zi como teórico y Li Si, ministro de la
dinastía Qin, como pragmático) fueran discípulos de Xunzi.
Después de ser eclipsado por el budismo, sobre todo durante la dinastía Tang,
el confucianismo recupera vigencia a partir de la dinastía Song. Durante los
Song –una época en la que la composición de la sociedad se hace mucho más
diversa y compleja– la nueva elite dedica grandes esfuerzos a estudiar la obra
de Confucio y, al mismo tiempo que le aportan nuevas interpretaciones,
transmiten más devoción por los principios confucianos. El estudio del pasado
queda reforzado como una herramienta básica para entender y servir el pre-
sente. Es en esta época cuando se crean multitud de escuelas y academias de
estudio de la obra de Confucio.
Una de estas escuelas fue dirigida por quien ha sido considerado la figura prin-
cipal del neoconfucianismo: Zhu Xi (1130-1200). Zhu Xi propugnó una con-
cepción del aprendizaje como una herramienta para la perfección personal y
no como mero instrumento para pasar los exámenes de la administración. Por
eso, aunque concedía una gran importancia a la figura del maestro como edu-
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Esta antología, que tuvo una gran influencia en Corea y en Japón, incluye
escritos de los considerados fundadores del nuevo confucianismo: Zhou
Dunyi (1017-73), Zhang Zai (1020-77) y los dos hermanos Chen Han (1032-85)
y Chen Yi (1033-1107), así como una serie de aspectos de aplicación práctica
(como gestionar una familia, desarrollarse en la administración), siempre con
un énfasis en las capacidades de perfeccionamiento personal.
Hacia mediados del siglo XIII, Zhu Xi y sus comentarios a los denominados
Cuatro Libros (las Analectas, el Mencio, el Gran Estudio, y el Zhongyong) fueron
aceptados oficialmente como la ortodoxia confuciana. Esta consideración se
mantuvo hasta el final del imperio, ya entrado el siglo XX. a
Vemos en Zhu Xi y en la manera de trabajar el canon confuciano una caracte-
rística propia de los pensadores de Asia oriental: a menudo no plantean sus
postulados en obra propia, sino como comentarios a clásicos, en escritos va-
rios (como cartas) y en conversaciones con los discípulos. Esto dificulta la ta-
rea de sistematizar sus postulados, al mismo tiempo que estimula la crítica y
la reinterpretación continuadas. a
A partir de mediados del siglo XVIII, nuevas corrientes intelectuales (entre las
cuales se encuentra el contacto con el oeste) debilitaron el dominio de la or-
todoxia neoconfuciana.
1.1.3. Implicaciones
A partir de estos dos breves recorridos por las raíces y la difusión del confucia-
nismo, vale la pena que intentemos extraer algunas ideas que pueden tener
una implicación más directa (aunque se manifieste de manera más o menos
explícita) en los apartados sobre la historia intelectual:
1.2. El imperialismo
Los contactos iniciales entre las civilizaciones de Asia oriental y los países del
ámbito europeo no tuvieron el impacto de los producidos en el siglo XX, pero
marcaron el tono de lo que más adelante serían las relaciones entre estas cul-
turas y prefiguran algunas de las consecuencias de estos últimos.
Los primeros contactos entre los países del ámbito europeo y Asia oriental no fueron he-
chos aislados; por ejemplo, la relación que tuvieron los jesuitas con Japón condicionó su
posterior acercamiento a China.
Aparte del comercio, el otro objetivo de los europeos que llegaban a Asia orien-
tal era, evidentemente, religioso. El impulso misionero fue, sin duda, un in-
centivo complementario –pero no por eso menos importante desde un punto
de vista ideológico y discursivo– para la expansión europea. Normalmente,
eran los misioneros (y no los comerciantes) los que hacían de primeros inter-
mediarios y agentes interculturales.
Los jesuitas querían convertir a la fe católica al pueblo japonés con una estra-
tegia de arriba abajo: convertir, de entrada, a los gobernantes, para que así el
pueblo tomara ejemplo y se convirtiera más tarde. No se trataba de europei-
zar a la población, sino de convertirlos a la fe cristiana. En muchos casos, la
conversión de algunos señores feudales respondió a la voluntad de obtener
ventajas comerciales. A nivel institucional, los primeros contactos con el Go-
bierno central de Kyoto fueron positivos. Pero más adelante, a causa de poten-
ciales conflictos de autoridad en 1587, se decretó una orden de expulsión de
los monjes. Poco más de dos décadas más tarde, en 1614, empezaron las per-
secuciones.
Los españoles, que en 1571 habían conquistado Filipinas, llegaron a Japón po-
cos años más tarde, y a comienzos del siglo siguiente lo hicieron los ingleses y
los holandeses. Esta diversidad de voces, de intereses y de matices religiosos
(ingleses y holandeses, por ejemplo, eran protestantes) rompió la uniformidad
de los contactos y contribuyó a hacer las relaciones más complejas.
Los españoles daban apoyo a los franciscanos, no a los jesuitas. Menos discre-
tos y menos informados que los jesuitas, los franciscanos rechazaron la táctica
de arriba abajo y decidieron invertirla. La estrategia resultó un fracaso. En 1597
se produjo la crucifixión de seis franciscanos y de 18 japoneses conversos,
en 1606 el cristianismo fue declarado ilegal, y en 1614, como decíamos, em-
pezó la persecución de los cristianos en Japón.
Todo ello contribuyó al hecho de que en 1630 Japón se cerrara a los extranje-
ros y sólo mantuviera relaciones con los holandeses (con contactos muy espo-
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Aunque el cierre de Japón a las relaciones con países europeos fue casi comple-
to, continuó manteniendo relaciones comerciales con China y diplomáticas
con Corea.
Esta polémica no se había producido en Japón. Allí todos los religiosos de to-
das las órdenes estuvieron de acuerdo en condenar el budismo y el shintoís-
mo. En China, en cambio, los jesuitas tenían razones políticas para permitirlo:
“Excluir a los cristianos de practicar las ceremonias por Confucio sería excluirlos de par-
ticipar en la vida política china. O peor aún, prohibirles la veneración ritual de los ances-
tros no sólo desproveiría a los cristianos chinos del sentido de la familia, sino también
les haría parecer monstruos no filiales, inmorales a los ojos de los compañeros no cristia-
nos. Si la cristiandad rechazaba a los clásicos y abogaba por este tipo de comportamiento
inconformista, se convertiría en una religión subversiva en la sociedad y en el Estado chi-
nos. Perseguida y condenada, la cristiandad sería incapaz de llegar a muchas almas, que,
en consecuencia, quedarían desprovistas de su oportunidad de salvación.”
Schirokauer, 221
Aparte de eso, en muchos lugares de China tampoco se veía con buenos ojos
la presencia de los misioneros, especialmente en Guangdong (había una rela- La influencia...
ción más directa con los occidentales), donde en 1724 se prohibió la religión ... no sólo fue de Occidente
cristiana. en China, sino al revés. Los in-
formes de los jesuitas ayudaron
a crear una imagen idealizada
de China en Europa, que
Estos primeros contactos históricos en cierta manera marcan algunas de las adoptaron los filósofos
de la Ilustración.
pautas que más adelante influenciarán la sociedad y la cultura de los siglos XIX
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y XX. En primer lugar, la importancia del equilibrio –o tensión– entre los inte-
reses comerciales, ideológicos y militares. En estos primeros contactos la ideo-
logía todavía se podía rechazar; más adelante el poder de la fuerza militar lo
hizo irrefutable.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, Asia oriental cedió a la pujanza de los
países europeos, principalmente a causa de la desventaja militar. Esta desven-
taja tenía diferentes motivos, entre los cuales la no implicación de los Estados
de Asia oriental en la investigación en tecnología y armamento o las conse-
cuencias directas de las intrusiones coloniales. Ya los portugueses habían teni-
do armamento más avanzado, móvil y, en definitiva, óptimo para la lucha
marítima. Esta superioridad militar todavía se remarcó más con la llegada de
los ingleses y los franceses.
Otro aspecto que cabe tener en cuenta en esta intrusión occidental es la indus-
Lectura recomendada
trialización (o el llamado capitalismo industrial), que contribuyó a dar más
Todavía hoy día tienen
ventaja militar y tecnológica, por un lado, y a abrir (y satisfacer) mercados, vigencia las tesis de Lenin
apuntadas en su artículo
por otro. Este momento histórico ha sido visto como el paso clave en la “Imperialismo, la fase
transformación del capitalismo europeo que, impulsado por las necesidades superior del capitalismo”
escrito en 1916 y publicado
de mercado, se expandió –transformado en imperialismo– hacia el mundo como panfleto en 1917. El
artículo se puede consultar
no europeo. De aquí viene que el término imperialismo se asocie no sólo a en cualquiera de las ediciones
de sus obras completas.
conquista militar, sino también a conquista económica.
Así, tras la caída del régimen anterior, el shogunato Tokugawa, tiene lugar
una apertura significativa de Japón a las influencias externas y una moder-
nización del país a todos los niveles. En los círculos intelectuales, los deba-
tes vendrán marcados en gran medida por una confrontación con la
cultura occidental y una tensión entre tradición y modernidad.
En esta línea, los miembros de la escuela del feudo de Mito acuñaron el eslo-
gan “¡Reverenciad al emperador! ¡Expulsad a los bárbaros!” (sonno#-jo#i), que se
convertiría poco después en el lema aclamado durante los mítines de los lega-
listas en la Restauración Meiji. La intención de esta escuela no era atacar al
shogunato o reclamar la restauración imperial, sino recordar las obligaciones
éticas inspiradas por el confucianismo y el shintoísmo en una sociedad como
la japonesa ordenada jerárquicamente: la reverencia al emperador implicaba
automáticamente lealtad al shogun, en quien el emperador había delegado los
poderes de Gobierno. Y con la exhortación a expulsar a los bárbaros, conmi-
naban al shogunato a fortalecer las defensas contra las amenazas de agresión
externa. A partir de 1790, la Escuela de Mito produjo escritos políticos como
Shinron (Nuevas tesis, 1825) de Aizawa Seishisai (1782-1863), donde alertaba
del riesgo de acoger los aspectos materiales de Occidente pues conllevaba
aceptar su cultura, el espíritu científico o los principios cristianos.
Su actuación puede resumirse en el lema tomado del pensamiento lega- Emperador Meiji
Fundada en 1873, el sexto año del período Meiji, Meirokusha (“Sociedad Meiji
Seis”) fue uno de los círculos intelectuales de estudio y de debate más influ-
yentes en el proyecto nacional de civilización e ilustración. Creada por diez de
los más prominentes occidentalistas del momento e integrada mayoritaria-
mente por antiguos traductores y profesores de la Oficina para los estudios
bárbaros. Entre sus miembros, destacan: Katò Hiroyuki, Mori Arinori, Tsuda
Masamichi, Nishi Amane (considerado el introductor de la filosofía occidental
en Japón) o Nakamura Keiu. Se encontraban regularmente dos veces al mes
para discutir de política, economía, educación, religión, el idioma japonés o
los derechos de las mujeres, y en 1874 crearon Meiroku Zasshi (Revista Meiji
Seis) para publicar sus opiniones. La sociedad Meiroku fue el núcleo de un mo-
vimiento intelectual más amplio conocido como keimó (iluminar la oscuridad)
que pretendía educar a las masas no sólo mediante el conocimiento de he-
chos, sino inculcando una nueva mirada sobre la realidad, para lo cual cabía
repensar las suposiciones acostumbradas sobre el ser humano, la naturaleza y
los valores.
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El Gobierno respondió que aún era pronto para dar voz a la gente en los
asuntos políticos y en 1875 promulgó una ley de prensa que causó la auto-
disolución de Meirokusha. Con ésta y otras medidas, que recortaban las liber-
tades de expresión y reunión, procuraba frenar los intentos de fundar
partidos políticos por parte de propietarios de periódicos portavoces de opi-
niones políticas y sociales de tono antigubernamental. Puede decirse que la
prensa en el Japón moderno fue, en su desarrollo inicial, un periodismo de
protesta, una importante fuente de oposición a la oligarquía Meiji. Con to-
do, el mismo año Itakagi formó la primera asociación política nacional, el
Partido Patriota (Aikokusha). En 1881, una orden pública de los oligarcas
daba la oportunidad al pueblo de participar en el Gobierno, prometía una consti-
tución y la apertura de un parlamento nacional. Los defensores de los derechos
civiles se hallaban activos, las obras de teóricos políticos occidentales como las de
J.-J. Rousseau o J. S. Mill habían sido traducidas y, en previsión de la creación
de un parlamento (o dieta), Itagaki y Òkuma Shigenobu (1838-1922) formaron
nuevas asociaciones políticas, el Partido Liberal (Jiyútó) y el Partido Progresista
(Shinpotó) respectivamente. Aunque en líneas generales eran bastante simi-
lares, el primero se inclinaba por la democracia francesa de los derechos na-
turales y representaba a los intereses agrarios, mientras que el segundo se
inclinaba por el utilitarismo británico y tendía a alinearse con la emergente
clase industrial urbana.
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Tokutomi Sohò (1863-1957) fue una de las voces que más defendió la occiden-
talización. En su opinión, el progreso era un fenómeno universal y Japón es-
taba en vías de convertirse en una civilización moderna. Oriundo de una
familia campesina adinerada, recibió una formación occidental que amplió en
la Universidad cristiana Dòshisha de Kioto. Escritor y periodista, organizó el
grupo Min’yúsha (Sociedad de los amigos del pueblo) y en 1887 impulsó la re-
vista Kokumin no Tomo (Amigo del pueblo), que alcanzó una gran difusión. Cri-
ticó a los ilustrados de principios del período Meiji que persiguieran sólo los
aspectos materiales de la civilización occidental y no su espíritu subyacente.
También condenó la reinstauración de la moral confuciana en las escuelas pú-
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blicas promovida por el Gobierno Meiji como intento de adoctrinar a los ja-
poneses una lealtad incuestionable al Estado.
Seikyòsha
el cual patrocinó en 1889 la Tókyó Bijutsu Gakkó (Escuela de Arte de Tokio) de-
dicada exclusivamente a la formación en arte asiático.
El cristianismo
Kokutai
También la vanguardia llegó al teatro aunque sin lograr el éxito popular que
alcanzó el cine. El movimiento shingeki (nuevo teatro) formado en torno a la
asociación literaria (Bungei Kyókai), organizada por el novelista y crítico Tsu-
bouchi Shòyò, y el teatro liberal (Jiyú Gekijó) de Osanai Kaoru (1811-1928) in-
tentó renovar el panorama teatral con la representación de obras de Ibsen,
Chehov o Gorki, y la creación de dramas modernos japoneses; es decir, obras
experimentales e intelectualizadas con las que ofrecer discusión y mensajes a
un público necesitado de reflexión sobre los problemas vitales del hombre
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moderno, debido a la rápida modernización del país. Con el tiempo, este nue-
vo teatro tendió a utilizar el escenario con fines de propaganda ideológica y
fue perseguido.
Kokoro
Natsume Sfseki
Esta obra narra la amistad entre un joven y un hombre mayor, que oculta una tragedia y
lleva una vida misantrópica, y con cuya muerte, el autor evoca el doble suicidio del héroe
de la guerra ruso-japonesa, el general Nogi Maresuke (1849-1912), y su esposa en 1912,
el mismo año en que muere el emperador y concluye la era Meiji.
mento. Sostiene que los japoneses, pese a haberse convertido en una nación
de primera en la esfera internacional, viven una situación enormemente ten-
sa, entregados a una frenética competición y que tan sólo un cambio desde
dentro podría ayudarles a salir de ella.
El 23 de julio de 1918 hubo una protesta por el elevado coste del arroz pro-
vocada por la inflación posbélica que se expandió espontáneamente de la
periferia a las grandes ciudades. Estos disturbios provocaron una cierta
toma de conciencia de clase. Se constituyeron el Nihon nómin kumiai (Sin-
dicato de Agricultores Japoneses), la Nihon ródó sódómei (Federación Gene-
ral Japonesa del Trabajo) y la Shin fujin kyókai (Asociación de Nuevas
Mujeres). Incluso los más desfavorecidos, los burakumin (aldeanos, parias
o desclasados) fundaron en marzo de 1922 la zenkoku suiheisha (Sociedad
Nacional por la Igualdad) para que sus derechos fundamentales fuesen re-
conocidos. A pesar de que una ley de 1871 acababa con la discriminación,
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aún perduraban los prejuicios sociales hacia los burakumin que seguían
siendo asociados a los marginados en la época feudal; esto es, los esclavos
(dorei), los considerados “no-humanos” (hinin) –comediantes itinerantes,
prostitutas, pobres y delincuentes–, y los extremadamente impuros (eta) –por
su profesión (matarife, carnicero, curtidor, etc.), por motivos de raza, de es-
tirpe o por padecer enfermedades o anomalías.
En 1894, Japón revisó los tratados desiguales con las naciones occidentales. La
triple intervención en 1896 de Rusia, Francia y Alemania forzando a Japón a
devolver a China la península Liaotung, había vuelto más nacionalista a un
sector de los intelectuales, insatisfecho por la concesión, y más pacifista a otro,
que atribuyó los desajustes económicos que siguieron a la guerra al capitalis-
mo y expuso doctrinas socialistas. Así, tras la guerra con China, fueron más
visibles que antes las divisiones ideológicas que acompañaron el proceso de
modernización, pero se adoptó una política de compromiso entre los partidos
y los oligarcas en la fase de construcción del imperio que disipó muchas de las
discrepancias con la autoridad.
Desde el triunfo sobre Rusia en 1904-1905, Japón inauguró una etapa de polí-
tica hegemónica en Asia con la anexión de Corea en 1910, aspiración de los
dirigentes nipones de la restauración Meiji y del movimiento conocido por
Seikanron (De la invasión de Corea). Las victorias militares y los avances tec-
nológicos provocaron un sentimiento de orgullo tal entre los japoneses que
prácticamente no surgieron voces contrarias a la guerra con China. La retórica
de la propaganda de guerra, así como la demostrada ineficacia china en el
campo de batalla, llevó a muchos intelectuales y líderes japoneses a menospre-
ciar los antiguos lazos culturales con el país vecino. Y puesto que China dejaba
de ser vista como la tradicional fuente de una cultura elevada, parecía lógico
que Japón difundiera los logros de su modernización entre los pueblos más
atrasados de Asia oriental. a
Cuando el mercado mundial entró en crisis en 1929-30, Japón abandonó su
política de cooperación con las potencias occidentales. Los militares propusie-
ron emprender acciones y en septiembre de 1931, el ejército provocó un inci-
dente en Manchuria que llevó a fundar el Estado títere de Manchukuo y en 1933
a salir de la Liga de las Naciones. Mientras el ejército se dedicaba a la agresión
exterior, grupos ultranacionalistas empezaron desarrollar actividades terroris-
tas dentro de Japón contra capitalistas, líderes de partidos y otros a los que res-
ponsabilizaban del Estado del país. Los ultranacionalistas reclamaban la
destrucción del Estado ministerial y la concesión real de los poderes al empe-
rador, a quien consideraban el principio de autoridad absoluta. El Gobierno
estaba controlado por militares o burócratas que cooperaban con ellos. Bajo
una presión internacional y una crisis interna, la democracia parlamentaria se
desintegró ante el auge del militarismo y la exitosa política de Estado agresiva.
El poder militar no contaba con un apoyo organizado de las masas, pero se be-
nefició de la ausencia de diálogo público sobre el rumbo que los acontecimien-
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En el lado contrario, Minobe Tatsukichi (1873-1948) cuya Teoría del Órgano Im-
perial fue la interpretación dominante de la Constitución en el final del periodo
Taishò y el principio del periodo Shòwa fue cesado de su cargo en 1935. Tsuda
Sòkichi (1873-1961) fue acusado en 1941 de irreverencia a la institución impe-
rial, y encarcelado, por publicar una investigación que cuestionaba la literalidad
de los mitos narrados en los textos clásicos Kojiki y Nihonshoki. El especialista en
pensamiento social occidental Kawai Eijirò (1881-1944) fue perseguido por sus
ataques al militarismo japonés que tachaba de fascismo y en 1939 fue cesado y
sus libros prohibidos.
Sin embargo, las divisiones que se crearon entre los intelectuales que domina-
ron la década de los sesenta a raíz de la evolución de Japón durante los años
cincuenta, se debieron especialmente al texto constitucional y a la política de
paz. La publicación mensual Sekai (El mundo), lanzada por la editorial Iwanami,
se convirtió en la plataforma de los intelectuales progresistas. Se formó un
Grupo de Discusión sobre los Problemas de la Paz (Heiwa Mondai Danwakai)
que, ante la perspectiva de la renovación del Tratado de Seguridad con Estados
Unidos en 1960, se mostró contrario a pactar con uno de los bloques de la gue-
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rra fría argumentando que sería una violación de la Constitución. Había una
voluntad por parte de los intelectuales y escritores que no habían cooperado
con el Estado de expiar su silencio durante los años de militarismo y guerra.
El análisis marxista dominaba la escritura de ciencias sociales pues su prestigio
había aumentado por su persecución durante la guerra. Las voces conservado-
ras del pasado, como la del profesor Hiraizumi, cuya historia imperial había
sido tan influyente, habían desaparecido de la escena pública.
Las dos bombas atómicas que la aviación de Estados Unidos lanzó sobre Hi-
roshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto, respectivamente, (las primeras bombas
atómicas que se lanzaban sobre población civil) fueron un golpe muy duro
para la sociedad japonesa.
Yukio Mishima
En 1969, el escritor Yukio Mishima (1925-1970) aceptó participar en un
debate público con estudiantes comunistas de la universidad de Tokio. En
sus declaraciones a su biógrafo Henry Scott-Stokes tras el encuentro, el es-
critor anunció que, aun perteneciendo a extremos opuestos, había descubier-
to puntos de vista comunes, como una ideología rigurosa y la inclinación a
la violencia física, y objetivos parecidos, como el de imaginar un nuevo Ja-
pón, aunque reconocía que les separaba algo que él tenía de su parte, el em-
perador.
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Los intelectuales han sido el centro de las numerosas oleadas del proceso revolu-
cionario de la China moderna y se han visto profundamente afectados por ellas.
Se puede decir que no hay ningún otro grupo que haya contribuido tanto al cam-
bio de la sociedad china, ni encontramos ninguna otra postura en esta sociedad
que haya cambiado de una manera tan dramática durante la era moderna.
Con el fin de tener un sitio en esta ortodoxia, simplemente debía ser res-
petados y entrar a formar parte del Gobierno, convirtiéndose en funciona-
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Pero si bien es cierto que los intelectuales dependían del Estado, no es menos
cierto que el Estado también dependía de los intelectuales, porque a la hora de
reclutar a las personas con talento mediante el sistema de exámenes para fun-
cionarios, con la presunción de identificar a los más preparados intelectual y
moralmente para trabajar para el Gobierno, el Estado promovía la idea de que
los funcionarios académicos eran hombres muy bien valorados. Tanto es así,
que el Estado daba mucha importancia al hecho de que las personas mejor
educadas moralmente quisieran formar parte del cuerpo de trabajadores. Con
el apoyo de este tipo de personas, el poder dinástico podía defender que sus
normas eran razonables moralmente y que tenían la bendición del cielo. Pero
este orden también otorgaba poder a los intelectuales, porque les transforma-
ba en jueces morales que podían pasar cuentas al Gobierno si éste les retenía
el poder.
A mediados de la última década del siglo XIX, China entró en guerra y sufrió
una derrota humillante contra Japón. Poco tiempo antes, la dinastía Qing
(1644-1911) había luchado y perdido otra guerra contra Francia. La crisis
provocada por las derrotas, sobre todo la segunda con Japón, llevó a accio-
nes sin precedentes por parte de los intelectuales, que querían convencer a
la dinastía Qing a fin de que llevara a cabo reformas políticas e institucio-
nales drásticas.
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Movidos por el miedo de que China estuviera a punto de ser engullida por
los poderes imperialistas occidentales, y con la convicción de que tenían el
deber de dirigir a la dinastía hacia la reforma, el año 1895, un grupo de fun-
cionarios de la capital, encabezados por el académico cantonés Kang
Youwei (1858-1927), envió una petición al trono, subrayando una serie de
cambios políticos con el objetivo de encaminar a China hacia la moderniza-
ción. Aquella petición, cuyo contenido estaba influenciado por las reformas
radicales y puestas en marcha que había emprendido durante las décadas an-
teriores el Gobierno japonés de Meiji, fue muy importante, ya que estaba fir-
mada por funcionarios académicos que defendían una idea contundente:
tenían el derecho de dirigirse al trono y plantear temas de importancia nacio-
nal, aunque nadie se lo hubiera pedido. a Kang Youwei
A corto plazo, los reformadores no tuvieron éxito. La dinastía Qing los culpó
de no cumplir con el protocolo y no quiso escuchar seriamente sus ideas. La
gran mayoría de los que se habían arriesgado a hablar abiertamente fueron for-
zados a retirarse a provincias. Allí, los más atrevidos continuaron luchando
por el cambio. Los grupos de intelectuales que compartían la misma opinión
formaron sociedades de estudio donde leían y escribían tratados políticos e in-
tentaban forjar una primera forma de opinión pública, con el objetivo de pre-
sionar a la dinastía para que aceptara las propuestas de reforma. Más o menos
en este momento, un pequeño número de reformistas de las provincias empe-
zó a publicar diarios de tendencia reformista con el mismo objetivo. La opi-
nión pública que querían crear los intelectuales reformistas se basaba en una
idea muy concreta del público, limitada más o menos al reducido número de
personas con un alto nivel de educación, como ellos mismos. Los reformado-
res progresistas eran muy elitistas a la hora de entender la sociedad, ya que
creían que la mayor parte de la población no estaba preparada para participar
en la vida política. a
Estos desarrollos de los últimos años del siglo XIX estaban relacionados con el
interés creciente entre los intelectuales chinos en las teorías modernas del
nacionalismo. Las derrotas recientes en manos de Francia y Japón, y las de-
rrotas humillantes en manos de Gran Bretaña unas décadas antes, instaron a
los intelectuales a buscar la clave del éxito de aquellos países. En aquella mis-
ma década llegó a China, desde Occidente, el darwinismo social que explica
que el mundo está hecho de naciones fuertes y débiles y que las fuertes avan-
zan, en parte, gracias a su dominio sobre las débiles. Estas ideas provocaron
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Los reformistas chinos que defendían estas ideas denominaban “el pueblo” a los que eran
como ellos, pero sin embargo sus ideas representaron un cambio radical a la hora de pen-
sar en la sociedad y la política; un cambio que anunciaba la relación moderna entre los
intelectuales chinos y el estado donde vivían.
Durante los últimos años del siglo XIX, los intelectuales que querían convencer
a la dinastía Qing para llevar a cabo reformas fundamentales desde arriba con-
siguieron captar la atención del joven emperador Guangxu (1871-1908), que
invitó a la capital a figuras como Kang Youwei y a su discípulo, Liang Qichao
(1873-1929), para que lo ayudaran a planificar un movimiento reformista ma-
sivo. La victoria más importante para los intelectuales reformistas llegó el ve-
rano de 1898 cuando el emperador Guangxu publicó una serie de decretos en
los que pedía una revisión institucional extensa, la misma que los intelectua-
les querían desde el movimiento de la petición de 1895.
Nada más lejos de la verdad. Tan pronto como el emperador Guangxu dio apo- Liang Qichao
yo a la reforma, una coalición de funcionarios conservadores, que hacían piña
en torno a la tía del emperador, la emperatriz regente Cixi (1835-1908), pusie-
ron al emperador en arresto domiciliario y capturaron y ejecutaron a una serie
de intelectuales, que el emperador había llevado a la capital para que lo ayu-
daran a idear y llevar a cabo el programa de reformas masivas. Tanto Kang
Youwei como Liang Qichao consiguieron huir de la capital a tiempo, pero fue-
ron forzados a vivir en el exilio y con la desesperación de haber estado a punto
© FUOC • P05/87014/00689 46 Los intelectuales
Hay que destacar que el fracaso de la Reforma de los Cien Días y otros
signos de locura imperial motivaron que, en la década siguiente, toda-
vía más intelectuales empezaran a pensar lo inimaginable: la idea de
La emperatriz regente Cix
que el futuro de China estaría mejor protegido no trabajando con la di-
nastía y dándole apoyo, sino derribándola, mediante una revolución,
en nombre de un Gobierno en forma de república dirigido por personas
con pensamientos modernistas como ellos.
Hacia 1913, Yuan Shikai (1859-1916) –el militar fuerte que había llegado al
Muchos intelectuales...
poder después del fin de la dinastía Qing con la promesa de mantener el país
... se dedicaron a la literatura
unido y establecer las bases de un sistema republicano estable– siguió activa- como modo de subsistencia
mente los poderes dictatoriales declarados. Yuan Shikai ilegalizó el parlamen- una vez se abolió el sistema de
funcionariado.
to, cerró diarios, arrestó a sus críticos e incluso ordenó algunos asesinatos: el
sueño revolucionario había muerto. Los que habían creído en este sueño, una
gran mayoría de intelectuales, ahora se enfrentaban otra vez a un Estado que
era del todo hostil a sus intereses. Además, ahora que la dinastía Qing no exis-
tía, ni tampoco el sistema de exámenes para funcionarios del Estado, los inte-
© FUOC • P05/87014/00689 47 Los intelectuales
pitieron entre ellos para controlar tanto territorio como fuera posible duran-
te aquel periodo, esparciendo violencia y estancamiento económico, sin
respetar la ley y creando un profundo sentimiento de malestar entre los
intelectuales.
Durante aquellos años, los poderes extranjeros, con Japón como potencia cada
vez más fuerte, también continuaron persiguiendo sus intereses nacionales en
China, arruinando así cualquier intento chino de construir un orden político
y social estable. El Movimiento por la Nueva Cultura surgió con estas circuns-
tancias nada prometedoras y fue dirigido por profesores y estudiantes de uni-
versidades y escuelas secundarias de las zonas urbanas de China. Durante la
década anterior, muchos de los que se convertirían en líderes del movimiento
–por ejemplo, Chen Duxiu (1879-1942) y Hu Shi (1891-1962)– habían pasado
mucho tiempo estudiando en el extranjero, en Europa, Estados Unidos o Ja-
pón, donde adquirieron conocimientos sobre las sociedades democráticas mo-
dernas y una perspectiva sobre su propio país, que los llevó a estar realmente
preocupados por un cierto atraso de China.
Los intelectuales como Chen Duxiu y Hu Shi, que eran profundamente Chen Duxiu y Hu Shi
No es sorprendente, pues, que los jóvenes que defendían estas ideas creyeran
que eran ellos quienes tenían que educar a los chinos para hacer avanzar a la
nación. El elitismo que había marcado a los reformistas intelectuales de la ge-
neración anterior continuaba presente entre los intelectuales del Movimiento
por la Nueva Cultura, pero había una diferencia importante: estos últimos
comprendieron mucho mejor que sus predecesores que China sólo llegaría a
ser tan fuerte como lo fueran los ciudadanos chinos y por eso dedicaron gran-
des esfuerzos a la educación de todos los niveles de la sociedad. En otras pala-
bras, los intelectuales fueron forzados a reconocer, aunque fuera doloroso, que
su fortuna estaba inevitablemente ligada a la de la sociedad –campesinos, tra-
bajadores, comerciantes– a quien entendían bien poco y con quien casi no sa-
bían cómo comunicarse. a
Por todos estos motivos, el Movimiento por la Nueva Cultura inculcó nuevos
valores –como celebrar la juventud, liberarse de las creencias confucianas,
promover la ciencia y la democracia y estudiar continuamente la modernidad
de Occidente– y creó nuevos tipos de instituciones comunicativas. Hom-
bres como Chen Duxiu y Hu Shi lucharon enérgicamente con el fin de desa-
rrollar una mentalidad moderna para ellos mismos y también entendieron
que tenían que comunicar las nociones de aquella mentalidad a tantos com-
patriotas como fuera posible si querían que la sociedad china cambiara de
una manera significativa. Para conseguir este objetivo, publicaron una gran
variedad de revistas y diarios, fundaron escuelas, organizaron ciclos de con-
ferencias públicas, dirigieron manifestaciones políticas y visitaron pueblos y
fábricas para entender mejor las condiciones de vida de la población. Ninguno
de estos esfuerzos hizo desaparecer el elitismo, pero los intelectuales como
grupo experimentaron una revolución en la conciencia social, que los llevó
a pensar en ellos mismos y en su papel social de maneras nuevas y diversas.
Aunque continuaron considerándose líderes naturales de la sociedad, se die-
ron cuenta de que no tenían suficiente poder para salvar a China ellos solos y
que necesitaban ser más y más fuertes. a
Si durante este periodo los intelectuales tuvieron tantas posibilidades para ac-
tuar fue precisamente porque el país no tenía ningún Estado dominante que
pudiera hacerles callar. Varios movimientos militares castigaron a los intelec-
tuales, pero la mayoría duraron poco y, además, si en algunas zonas las con-
diciones eran muy restrictivas, siempre había otros lugares del país donde los
intelectuales podían continuar su activismo cultural y político. En otras pala-
© FUOC • P05/87014/00689 49 Los intelectuales
bras, en aquella época había una relación directa entre la debilidad del siste-
ma estatal y la extraordinaria apertura de creatividad cultural.
Durante los años veinte, los intelectuales que querían liberar el país de la tira-
nía imperialista empezaron a darse cuenta de que sólo lo podían conseguir a
través de la colaboración con un Estado poderoso. Entendieron que la educa-
ción no tendría éxito sin un Gobierno que impulsara y llevara a cabo una re-
organización social. El estatismo, la creencia en la importancia primordial
de un Estado fuerte, estaba de moda. Hacia mediados de los años veinte, líde-
res del Movimiento por la Nueva Cultura como Chen Duxiu y Hu Shi se ha-
bían convencido de la necesidad de formar partidos políticos fuertes que
pudieran fundar un sistema estatal fuerte. En aquel momento, los intelectua-
les dejaron más de lado los temas culturales que marcaron el apogeo del Mo-
vimiento por la Nueva Cultura para fijarse en cuestiones prácticas de la
organización política.
Al principio, muchos intelectuales, incluso aquellos que daban apoyo a los co-
munistas, pensaron que acabarían trabajando dentro del orden social y políti-
co establecido por los nacionalistas, y así podrían conducir la política y la
sociedad chinas hacia la izquierda. Pero en la década de los treinta, muchos
intelectuales de izquierdas vieron imposible esta estrategia y rompieron con el
© FUOC • P05/87014/00689 50 Los intelectuales
statu quo. Así, al principio de la década de los treinta, China se encontró des-
truida por un conflicto civil violento entre sus dos partidos políticos revolu-
cionarios, y los intelectuales de todo el país estaban internamente más
divididos que nunca antes lo habían estado en la época moderna. Los intelec-
tuales de todas las ramas políticas eran profundamente patrióticos y todavía
creían que su deber era hacer hacer avanzar a China, pero había graves des-
acuerdos en cuestiones fundamentales (¿Con qué fuerza política se tenían que
aliar? ¿Qué grado de compromiso tenían que adoptar? ¿Qué tipo de sociedad
tenían el objetivo de construir?).
En cualquier caso, los años treinta evidenciaron que una vez se dio el
Estado fuerte que los líderes de la nueva cultura habían empezado a an-
helar en la década anterior, el poder y la influencia de los intelectuales
en la sociedad empezó a disminuir.
Los dos Estados, el nacionalista que gobernó buena parte de China durante los
años treinta y el ambicioso Estado comunista que sólo se encontraba en zonas
aisladas del país durante la mayor parte de la década, necesitaban el talento de
los intelectuales si querían sobrevivir y prosperar, pero ni el uno ni el otro, so-
bre todo durante la guerra civil, les dio el grado de libertad y autoridad que
ellos habrían deseado. Los intelectuales tenían papeles importantes, se ocupa-
ban de la propaganda, eran ingenieros, científicos y académicos, pero en los
dos bandos ideológicos y militares, los líderes se reservaban el derecho de de-
cidir a quién le tocaba cada papel, con qué objetivos y en qué circunstancias.
En aquellas condiciones, pues, no es extraño que muchos intelectuales fueran
absorbidos por los sistemas de poder hasta el punto de convertirse en funcio-
narios, pequeñas piezas de las nuevas estructuras estatales, ni tampoco que el
espacio para la autonomía intelectual se fuera encogiendo.
En 1937, Japón inició un ataque a gran escala contra China. Los japoneses
muy pronto derrotaron a las fuerzas chinas en las provincias de la costa y ocu-
paron con éxito una zona bastante grande. Desde aquella gran base, los inva-
sores intentaron dominar el resto de China. Las fuerzas japonesas expulsaron
al Partido Nacionalista de Chiang Kai-shek de su capital al corazón de China y
lo forzaron a retirarse a la ciudad atrasada, pero bien protegida, de Chongqing, en
la provincia de Sichuan. Durante casi diez años, con el apoyo de los americanos,
el Gobierno nacionalista hizo una guerra cruel contra los invasores japoneses.
Con el fin de sobrevivir y derrotarlos, Chiang Kai-shek no tuvo ninguna otra
opción más que dejar de lado la guerra contra los comunistas chinos. Así pues,
desde 1937 hasta el final de la Guerra de resistencia contra Japón en 1945,
nacionalistas y comunistas se aliaron para luchar contra el enemigo común.
© FUOC • P05/87014/00689 51 Los intelectuales
Esta alianza, que nunca fue perfecta, fue lo bastante real como para permitir
un nuevo desarrollo importante, es decir, la creación de una nueva estructura
estatal del Partido Comunista al margen de la parte ocupada por los japoneses
y la controlada por los nacionalistas. Mientras la invasión japonesa significó
un desastre para el Partido Nacionalista, para el Comunista fue una gran opor-
tunidad política: mientras duró la guerra, sobre todo en la región pobre del
noroeste del país, centrada en la ciudad de Yan'an en la provincia de Shaanxi,
se establecieron los fundamentos de lo que se convertiría en el Estado del Par-
tido Comunista a partir de 1949.
• Existe una manera correcta para que los intelectuales hagan un servicio a la revo-
lución, y sólo el líder del partido está ideológicamente preparado para determinar
cuál es.
• Los intelectuales que se pongan en contra de la política del partido corren el riesgo
de ser tildados de antirrevolucionarios, ser castigados duramente e, incluso, ser ase-
sinados.
Como tenía clara la importancia de la propaganda, Mao Zedong sabía que los
intelectuales, como creadores y comunicadores de ideas, jugaban un papel
muy importante a la hora de hacer la revolución. Quizás por eso también cre-
yó que tenía que controlarlos si quería que la revolución continuara por el
buen camino. a
En la Conferencia de Yanan, Mao desarrolló la importante idea de que el tra-
bajo de los intelectuales sólo podía considerarse nacionalista y revolucionario
si defendía la causa de la clase proletaria de China. Siguiendo este modelo,
cualquier producción artística –literatura, artes visuales, artes interpretativas,
etc.– podía y debía ser juzgada siguiendo el modelo de clases marxistas y sólo
se aceptaban aquellas obras que el partido creía que expresaban el punto de
© FUOC • P05/87014/00689 52 Los intelectuales
vista de clase correcto. Se comunicó a los intelectuales que se tenían que fijar
en el partido para tener unas directrices en estos temas y que tenían que re-
nunciar a la idea de que, como productores de arte y de ideas, no tenían nin-
gún derecho a determinar qué era de calidad y qué no.
Las obras de arte que se creía que reflejaban una posición de clase revolucionaria insufi-
ciente (no había ningún arte que superara las clases) a veces eran permitidas sólo como
ejemplos de aquello que había que evitar.
Por otra parte, la esfera cultural sólo se llenaba con obras que según el partido
expresaban el punto de vista de clases correcto. En general, el partido no uti-
lizó la violencia contra los intelectuales que no conseguían reflejar la perspec-
tiva correcta, pero les obligaba a asistir a campañas de reeducación y les
sometía a presiones morales e ideológicas intensas con el fin de que se re-
tractaran de sus visiones incorrectas y adoptaran otras nuevas. La dirección del
partido, liderada por intelectuales marxistas convencidos, también aplicó es-
tos criterios ideológicos en otros sectores de la cultura, como la educación y el
periodismo. Como en el arte, la enseñanza y el periodismo no tenían un esta-
tus independiente de la política, sino que tanto el uno como el otro se tenían
que organizar según los dictados ideológicos del Partido Comunista.
Hacia mediados de los años sesenta, Mao se había convencido de que la Unión
Soviética había agotado a la causa revolucionaria proletaria en nombre de la bu-
rocracia y el gradualismo, y también creía que, si él no intervenía, en China pa-
saría lo mismo. Con el fin de evitarlo, Mao fomentó el culto a la personalidad,
centrado en su persona, cosa que después utilizaría para llegar a ser un dios vi-
viente a quien todo el mundo escucharía servilmente. Sus tropas de asalto eran
conocidas con el nombre de guardias rojos y, en un principio, estaban formadas
© FUOC • P05/87014/00689 54 Los intelectuales
por gente de los niveles más altos de las escuelas secundarias y las universidades.
Mao les enseñaba que tenían el “derecho de rebelarse” y el deber de salir afuera
a hacer la revolución, con el fin de limpiar a China de todos los elementos con-
servadores, de todos los obstáculos que impedían llegar a una sociedad pura y
sin clases. Como Mao expresó la idea de que la sociedad china –a pesar de estar
controlada por el Partido Comunista– había sido ocupada por reaccionarios que
querían detener el progreso, inculcó a los guardias rojos la idea de que todas las
personas con cargos de autoridad eran sospechosas.
Para los intelectuales estas palabras eran muy peligrosas. Las primeras auto-
ridades que los estudiantes identificaron con el objetivo de atacarles fueron,
evidentemente, sus profesores. Cuando la Revolución Cultural triunfó en 1966
y 1967, se frenó la educación ordinaria a todos los niveles y las escuelas y
universidades de todo el país se convirtieron en planteles del activismo re-
volucionario.
Póster de Mao Zedong
durante la Revolución Cultural
La gente educada, los que habían estudiado o vivido en el extranjero, los que
se ganaban la vida a partir de algún tipo de conocimiento especializado, eran
considerados elitistas por definición y se creía que querían mandar a la gente
ordinaria con despotismo. La “rojez”, el puritanismo ideológico, se conside-
raba mucho más importante que la “experiencia” o conocimiento especiali-
zado, o sea que durante la Revolución Cultural todos los expertos fueron
forzados a cumplir con las demandas de los que poseían la actitud política
correcta, aunque en la mayoría de los casos, estos últimos tenían menos edu-
cación, menos habilidades y eran más jóvenes que aquéllos sobre quienes
ejercían el poder.
Para avanzar hacia las Cuatro Modernizaciones, Deng y sus aliados entendie-
¿Gato blanco / gato
ron que había que alistar el talento de los intelectuales, de los mismos especia- negro?
listas que habían sufrido tanto durante la Revolución Cultural, cuando la Para ilustrar el nuevo pragma-
tismo social y económico,
“rojez” era más valorada que la “experiencia”. A principios de los ochenta, el Deng utilizó la fábula clásica
Partido Comunista había rehabilitado a miles de intelectuales acusados de ha- del gato que acaba con la ya
célebre frase: “Es lo mismo si el
ber sido antirrevolucionarios durante la Revolución Cultural. Además, se per- gato es blanco o negro, lo im-
portante es que cace ratones”.
mitió que los institutos, las universidades y las instituciones de investigación
continuaran enseñando y haciendo investigación, y a los estudiantes se les
exigió otra vez que demostraran sus conocimientos y habilidades y no tanto
su clase o actitud política, con el fin de ganarse unos buenos asientos en las
clases. Así, el régimen de Deng Xiaoping fue un cambio muy bien recibido por
parte de los intelectuales. a
© FUOC • P05/87014/00689 56 Los intelectuales
El Gobierno pragmático de Deng entendió muy bien que las Cuatro Moder-
nizaciones adelantarían mucho más rápido si China se aprovechaba del co-
nocimiento y capital extranjero, y por eso empezó a enviar a muchos
estudiantes e investigadores chinos a otros países para estudiar durante pe-
riodos más cortos o más largos. La mayoría de ellos se dedicaban a las cien-
cias naturales o aplicadas, pero con el tiempo, los humanistas y sociólogos
también tuvieron la oportunidad de viajar. Al mismo tiempo, y por el mismo
motivo, el Gobierno chino empezó a recibir investigadores extranjeros, es-
pecialistas académicos y gente de negocios en el país. Los intelectuales se sin-
tieron animados por la nueva apertura de su casa y estimulados por estas
oportunidades de comprometerse con los ciudadanos y las sociedades ex-
tranjeras.
Paralelamente se extendió una moda por las cosas de Occidente, y sobre todo
El teórico norteamericano
americanas, que entraron a los campus de las universidades chinas hacia los Fredric Jameson...
80. Se tradujeron al chino una gran variedad de libros occidentales de filosofía, ... visitó la China en 1985. Sus
conferencias a instituciones
economía, teoría política, historia y novelas, libros que estudiantes e intelec- como la Universidad de Beijing
supusieron un detonante im-
tuales se tragaban deseosos de descubrir y conocer bien el mundo exterior. La
portante para la desazón por el
fascinación con Occidente y el esfuerzo masivo por aprender y absorber las pensamiento contemporáneo
occidental.
ideas de fuera hizo retornar el sentimiento del Movimiento por la Nueva
Cultura de finales de los años diez y principios de los veinte. Efectivamente,
no es ninguna exageración afirmar que los años ochenta la China experi-
mentó uno de los periodos intelectualmente más abiertos de todo el siglo XX y
ciertamente el periodo más abierto desde la creación de la República popu-
lar de la China el año 1949.
Sin embargo, había una gran diferencia entre la China del Movimiento por
la Nueva Cultura y la de los años ochenta: si entre 1910 y 1920 la China
tuvo una serie de Gobiernos débiles, en 1980 el Gobierno comunista era ex-
tremadamente fuerte. En los ochenta, el Partido Comunista quería expre-
samente que los límites de la libertad de expresión fueran huelgas, pero
siempre se reservaba el derecho de castigar severamente si lo creía oportu-
no. Cuando castigaba, normalmente el Partido invocaba los “Cuatro prin-
cipios cardinales” que lo incluían aunque Deng Xiaoping subrayó en 1979,
poco después de llegar al poder. Lo que decían aquellos principios era que
la población china en todo momento había de: seguir el camino socialista;
defender la dictadura democrática popular; no cuestionar nunca el lideraz-
© FUOC • P05/87014/00689 57 Los intelectuales
Todo eso indica que, aunque la atmósfera abierta de los 80 era bastante
real, dependía totalmente de si el Partido Comunista quería mantener-
la; los intelectuales dependían del Estado y no tenían ninguna base de
poder propio.
Eso todavía era más evidente cada vez que la censura del partido decidía
que algún intelectual había ido demasiado hacia allá. Entonces, era atacado
a través de campañas mediáticas muy bien orquestadas y, en ciertos casos,
arrestado y enviado a las prisiones de trabajos forzados. Estos casos preten-
dían ser advertencias para otros intelectuales que también pensaran poner
a prueba los límites del Estado. En el año 1987, una figura con mucho peso,
Fang Lizhi (1936-), un astrofísico miembro del Partido Comunista y admi-
nistrador general de una institución académica, se convirtió en una de es-
tas advertencias porque se le expulsó del partido y de sus posiciones
académicas por su apoyo declarado a los estudiantes que reclamaban más
democracia al país. Haciendo caer a alguien como Fang Lizhi, un científico
mundialmente famoso y con muchos contactos, el Partido Comunista que-
Fang Lizhi
ría demostrar que no permitiría que nadie pusiera en duda su manera de
gobernar.
Como sus antecesores, los activistas modernos se inspiraron en los intelectuales más ma-
yores, uno de los cuales –quizás de los más importantes– era Fang Lizhi que a pesar de
haber perdido sus posiciones oficiales, se arriesgó a ser aprisionado y no dejó de pedir
más transparencia y democracia.
Además, muchos intelectuales han aceptado la idea que los activistas de fina-
les de los años ochenta eran del todo idealistas porque querían demasiados
cambios en demasiado poco tiempo. Aunque hay algunos intelectuales que
han condonado la violencia estatal utilizada para eliminar el movimiento de
protesta de 1989, las dos últimas décadas de los siglo XX han visto aparecer in-
telectuales muy respetados que quieren dar soporte a la idea de un Estado co-
munista fuerte. Estas personas creen que la China necesita un Estado fuerte
que la lidere a través de una transición tumultuosa hacia una economía de
mercado y una integración llena en el sistema mundial, y a menudo expresan
su orgullo nacionalista sobre lo que la China ha conseguido gracias al lide-
razgo del Partido Comunista desde la muerte de Mao Zedong.
Lectura recomendada
Los intelectuales chinos no han abandonado el papel de críticos sociales
Wang Hui. (2003) China se
y hay muchos que todavía están descontentos con el Partido Comunis- New Order: Society, Politics,
ta, en una era caótica de corrupción, explotación y cambio. Es irónico and Economy in Transition.
Cambridge: Harvard
que las mismas fuerzas del mercado que han servido para marginalitzar University Press.
los intelectuales también hayan ofrecido a los que tienen más sentido
común, nuevas maneras de comunicar las ideas –mediante libros, los
medios de comunicación y el arte. Internet también se ha convertido
en un nuevo foro de propagación de sus voces, que antes habían tenían
un público mucho más reducido.
© FUOC • P05/87014/00689 60 Los intelectuales
Yangban ( 양반 )
Uno de los primeros movimientos reformadores que aparecieron en el
La clase social más elevada a la
Joseon tardío, que pretendía corregir esta situación de cerrazón y mo- que pertenecía la nobleza, los
nopolio intelectual de la clase noble o Yangban, fue la ideología lla- funcionarios del Estado que
mada Silhak ( 실학 ), Escuela del Conocimiento Práctico o Estudios habían pasado los examenes
nacionales sobre los clásicos
chinos y prácticamente la tota-
Pragmáticos. lidad de los intelectuales
y estudiosos durante la época
Joseon.
Tal vez lo más destacado de este periodo a nivel intelectual es que se consiguió
superar el fraccionalismo existente entre los intelectuales y comenzar un pe-
riodo de tolerancia y apertura intelectual.
En el siglo XIX, una corriente dentro del Silhak, la escuela Silsagusi ( 실사구시 )
lideró el movimiento de la fundación del Hangukhak ( 한국학 ); es decir, los es-
tudios coreanos. Estos estudios buscaban la comprensión de la realidad corea-
na desde distintas perspectivas, histórica, geográfica, lingüística y cartográfica.
A principios del siglo XIX se producen los primeros contactos directos con las
potencias occidentales: barcos procedentes de Inglaterra y Francia intentaron
en varias ocasiones obtener tratados comerciales con el Gobierno Joseon, pero
éste continuó con su política de aislamiento, también lo intentaron barcos ru-
sos y americanos, pero corrieron la misma suerte. Esta política de aislamiento
le valió a Corea el sobrenombre de “reino eremita”.
© FUOC • P05/87014/00689 64 Los intelectuales
Hacia 1860, Joseon se enfrentó con difíciles problemas internos y externos. In-
ternamente, los pilares de la ley y el orden se tambaleaban. La vida del pueblo
se empobreció y se produjeron incesantes rebeliones en diferentes partes de la
nación. Los buques extranjeros aparecían con frecuencia en las costas de Co-
rea, en busca de una actividad comercial con Joseon.
El rey Gojong firma el tratado de Ganghwa en 1876, por medio del cual esta-
blecía relaciones diplomáticas y comerciales con Japón. Este tratado permite a
un gran número de coreanos visitar Japón y ver la profunda transformación
que se está llevando a cabo en este país bajo el Gobierno Meiji. Impresionados
por la modernización de Japón, muchos de estos coreanos quisieron aprender
y adoptar las ideas y la tecnología occidentales, lo que favoreció el inicio del
movimiento ilustrado en Corea, Kaehwa ( 개화 ).
En esta nueva situación política, la ideología intelectual que dominará el pen-
samiento de esta época fue la de “el Camino Oriental y la Tecnología Occiden-
tal”. El principal teórico de este pensamiento fue Sin Gi-seon, que intentó
demostrar que era posible separar el “Camino” ( 도 , 道 ) de la “Tecnología”:
aceptar la tecnología occidental no implicaba aceptar el pensamiento occiden-
tal del que procedía. En esta época, en Corea, el pensamiento occidental se
identificaba con el catolicismo, que era denominado la “Escuela de Pensa-
miento Occidental” (Seohak, 서학 , 西學 ) y que había sufrido un periodo de
persecución a principios del siglo XIX por parte del Gobierno.
“Nuestro camino acentúa la realización de las cosas a través de las acciones naturales. Si
uno cultiva su mente, armoniza su energía, recibe las enseñanzas divinas y sigue su na-
turaleza divina, las cosas se realizarán de un modo natural. Pero los occidentales no tie-
nen orden en sus palabras ni tampoco un respeto auténtico por Dios. Ellos rezan
realmente por su propio cuerpo, y no tienen un Dios efectivo. En sus doctrinas no hay
una auténtica enseñanza de Dios. Ellos tienen forma pero no sustancia. Su camino es va-
no, y su doctrina no trata realmente de Dios. Así, ¿cómo alguien puede decir que no exis-
te diferencia entre nuestro camino y el suyo?”
Choe Jae-u ( 최재우 )
Choe Jae-u, Cheondogyo Kyeongjeon.
© FUOC • P05/87014/00689 66 Los intelectuales
Después que Choe Jae-u fuera juzgado y ejecutado por promover la rebe-
lión de los campesinos en 1864, le sucedió como líder de Donghak, Choe
Sihyeong ( 최시형 , 1827-1898), que aumentó considerablemente los miem-
bros de esta escuela y expandió su pensamiento, sobre todo en las regiones
del sur de la península. Tal vez su mayor logro fue el reforzamiento del con-
cepto de igualdad social presente en las ideas de Choe Jae-u. Choe Si-
hyeong denunció abiertamente las discriminaciones sociales basándose en
la idea de que los humanos son el cielo y por tanto todos son iguales. Esta
lucha por la igualdad social recoge el clima de resentimiento contra la clase
privilegiada de los yangban en este periodo de inestabilidad social y políti-
ca. Este movimiento inspiró la rebelión campesina de 1890, que provocaría
la detención y ejecución de Choe Sihyeong en 1898 a manos de las fuerzas
gubernamentales.
4.1.2. La Ilustración
Estas ideas de la Ilustración fueron calando lentamente entre los jóvenes bu-
rócratas, como Kim Ok-kyun, Hong Yong-sik, Pak Yong-hyo, So Chae-pil y So
© FUOC • P05/87014/00689 68 Los intelectuales
Yu Gil-jun, “inmin-ui
dijo que “nadie existe sobre los demás, y nadie existe por debajo de cualquier gwolli” (“El derecho del
Pueblo”). En: Seoyu gyeonmun
otro”, una clara defensa de la igualdad de todos delante de la ley. Kim Ok-gyun (Observaciones en un viaje a
( 김옥균 , 1851-1894), critica la severa explotación que hacen los yangban de la Occidente), capítulo 4.
“La Ilustración hace referencia a la obtención del Estado mejor y más perfecto en los mi-
les de aspectos de la vida humana…La ilustración de la conducta consiste en purificar la
conducta basándose en las cinco normas éticas y permitir a la gente aprender los princi-
pios morales. La ilustración del aprendizaje es perseguir el conocimiento y comprender
el significado de todas las cosas. La ilustración de la política consiste en reformar la polí-
tica de la nación y traer la paz para la gente común. La ilustración de la ley es hacer leyes
justas y eliminar las injusticias hacia el pueblo. La ilustración del bienestar es fabricar
buenos productos y enriquecer a la gente, y eliminar las carencias. Sólo cuando todos es-
tos aspectos se han realizado se puede hablar de una ilustración bien hecha.”
El carácter crítico con las instituciones de este periódico terminó por propiciar
que fuese clausurado después de tres años debido a las presiones del Gobierno.
Estas dos tradiciones, aunque tuvieron una influencia positiva sobre la situa-
ción de la mujer, aún reconocían la autoridad patriarcal a la que se tenían que
someter todos los miembros de la familia.
Entre las intelectuales que lideraron el movimiento feminista hay que destacar
a Yi Ok-kyeong y Helen Kim, que entendían que la educación de la mujer no
era únicamente conseguir un desarrollo intelectual o personal, sino que éste
debía ir estrechamente unido a la mejora y reforma social en favor de la mujer.
© FUOC • P05/87014/00689 72 Los intelectuales
Desde finales del siglo XIX, Japón había realizado varios intentos para con-
trolar el territorio coreano y anexionárselo. En 1904 declara la guerra a Rusia
y la península coreana se convertirá en el campo de batalla de estas dos po-
tencias. Japón, que ya manipulaba al Gobierno coreano, le obliga a firmar el
Protocolo de Corea-Japón de 1904, por el cual las tropas coreanas combati-
rían con las japonesas en contra de Rusia. Durante los siguientes años, Japón
fue poco a poco controlando todos los estamentos de la nación, incluso de-
rrocando al emperador Gojong ( 고종 ) llegando a imponer a Sungjong como
emperador (1907-1910). Por último, Japón arrebató la soberanía nominal a
Corea y la convirtió en una colonia japonesa en el año 1910.
Japón intentó apaciguar al pueblo coreano con la teoría de que coreanos y ja-
poneses eran descendientes de los mismos antepasados y, por ello, eran como
hermanos. Forzó a los coreanos a estudiar la historia japonesa, a utilizar la len-
gua japonesa y jurar lealtad a su emperador. Los que no seguían estos princi-
pios eran encarcelados o expulsados de su trabajo.
“Nosotros proclamamos en este lugar que Corea es un Estado independiente y que los
coreanos son un pueblo que se auto-gobierna. Lo proclamamos a todas las naciones del
mundo afirmando la igualdad de todas las naciones, y lo declaramos para que conste para
la posteridad, preservando en perpetuidad el derecho de supervivencia nacional…”
Representación de la Declaración de
Japón ignoró las demandas del pueblo coreano en sus manifestaciones pacífi- Independencia el 1 de marzo de 1919 en el
Parque de la Pagoda, en Seúl.
cas y lo reprimió cruelmente con las fuerzas militares y policiales. Aunque esta
represión impidió la inmediata independencia del país, avivó los distintos
grupos sociales, estudiantes, campesinos, obreros, etc., a organizarse en contra
del Gobierno japonés. Con el paso de los años, este movimiento indepen-
dentista se diversificó, y los líderes del movimiento vieron la necesidad de
volver a unificarlo para poder conseguir la independencia. Con este fin, fun-
daron en 1927 la sociedad Singanhoe ( 신간회 ), que intentó eliminar las dife-
rencias ideológicas. Esta sociedad se convirtió en el alma del movimiento
independentista y promovió la idea de eliminar las diferencias entre las clases
y entre las ideologías para unirlas en la lucha por la liberación nacional.
El poder japonés cerró la mayoría de estas escuelas, pero los líderes indepen-
dentistas continuaron su acción en contra de las escuelas gubernamentales y
fundaron academias y escuelas nocturnas que jugaron un papel muy impor-
tante en la educación de los nuevos líderes del movimiento de independencia.
Chu Si-gyeong ( 주시경 , 1876-1914) fue uno de los precursores del estudio y la
promoción de la lengua y la escritura coreana. Sus discípulos fundaron el Ins-
tituto de Lenguas de Joseon para investigar y propagar el idioma coreano a pe-
sar de la oposición de los colonizadores japoneses que encarcelaron a muchos
de sus miembros.
Un famoso poeta de esta época, Han Yong-un, escribió las siguientes palabras
en la primera celebración del día del Hangeul, en 1926.
“Si tuviera que expresar mis impresiones sobre el día del Hangeul por escrito, diría que
es como encontrarse repentinamente con la persona amada después de una larga separa- Han Yong-un
ción, familiar pero nueva, alegre pero melancólica, linda y emocionante. Tiene una fuer-
Por medio de estas palabras, el
za invisible formidable, como un arsenal escondido. Estos son mis sentimientos con
poeta pretende reavivar el es-
respecto al Día del Hangeul, ni subestimados ni adornados. Ellos son impresiones que me
píritu de resistencia del pueblo
han venido inconscientemente, pero quizás tales simples e intuitivas percepciones son contra el colonialismo japonés.
lo que realmente la vida es.”
Con este mismo espíritu de reconstrucción del espíritu nacional, el Día del
Hangeul se continuó celebrando incluso después de la liberación nacional
en 1945: el Gobierno reconoció su importancia y la declaro fiesta nacional. a
Por otro lado, el estudio de la historia se desarrolló en oposición a la pers-
pectiva histórica colonial que escribieron los profesores gubernamentales
de Japón. Entre los grandes historiadores de esta época, encontramos a Sin
Chae-ho ( 신채호 , 1880-1936), que redactó la historia antigua de Corea y a
Pak Eun-sik ( 박은식, 1859-1926), que escribió un libro sobre la historia moder-
na de Corea, donde contaba las atrocidades cometidas bajo la dominación ja-
ponesa. Estos dos historiadores no fueron simplemente estudiosos, sino
líderes nacionales que dedicaron sus vidas a la lucha independentista desa-
rrollada en Manchuria y China. Pak Un-sik fue presidente del Gobierno pro-
visional de la Republica de Corea.
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La filosofía como ciencia fue introducida por primera vez en Corea alrededor
del año 1910, cuando Yi Cheong-Jik (1841-1910) escribió su libro titulado Un
Estudio Comprensivo de la Filosofía de Kant y Yi In-Jae (1870-1929) publicó Una
Guía a la Filosofía Griega Antigua. Yi Cheong-Jik en su obra considera la obra
de Kant de gran relevancia debido a sus teorías sobre moralidad y práctica.
Para Yi la filosofía moral de Kant puede ser comparada con el concepto con-
fuciano de “humanidad” ( 仁 ). Considera el pensamiento de Kant como sa-
grado y se llega incluso a hacer la pregunta, “¿No sería Kant un filósofo
oriental renacido en Occidente?”. Por medio de su investigación sobre Kant,
Yi reafirma su idea sobre la universalidad de las ideas de Confucio más que
buscar nuevas ideas. a
Estos primeros filósofos que investigaron la filosofía occidental eran eruditos
confucianos que sólo hacían referencia a libros procedentes de China y su in-
vestigación dependía de libros escritos o traducidos del japonés por autores
chinos. Por tanto, se puede decir que durante este primer periodo la filosofía
coreana dependió directamente de la interpretación que los japoneses hacían
de las ideas filosóficas occidentales.
Estos dos ejemplos de Yi y Cheon nos muestran cómo en este primer periodo
de introducción de la filosofía occidental, los pensadores coreanos, usando
fuentes secundarias provenientes de China y Japón, intentan introducir las
nuevas ideas occidentales, pero manteniendo el pensamiento tradicional con-
fuciano.
dos junto a sus aliados vinieron a la ayuda de las tropas de la Republica de Co-
rea y tras tres años de cruentos enfrentamientos, se acordó el cese de las
hostilidades y ambas Coreas firmaron un armisticio el 27 de julio de 1953.
Pero esta guerra dejó una profunda cicatriz en el pueblo coreano. En Corea del
Norte continuó gobernando Kim Il-sung hasta su muerte, cuando le sucedió
su hijo Kim Yong-il ( 김정일 , 1942- ); en la República de Corea se sucedieron
los Gobiernos dictatoriales con presidentes militares apoyados por Estados
Kim Jong-il
Unidos, hasta que, en 1992, se celebraron las primeras elecciones realmente
democráticas y la República de Corea eligió a su primer presidente no militar.
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Algunas de las principales ideas desarrolladas por Sin Nam-cheol en sus escri-
tos fueron las siguientes:
En medio del sufrimiento y el dolor de la nación, Ham creó sus teorías a través
de una búsqueda incansable de la verdad. Estaba convencido del valor de la
lucha pacífica por la libertad, la igualdad y la democracia. Construyó su pen-
samiento a través del propio sacrificio que le lleva a prisión en varias ocasio-
nes. Muchos lo consideran el Gandhi de Corea.
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Otro de los más grandes filósofos coreanos de esta nueva época de la historia
de esta nación fue Pak Chong-Hong (1903-1976). Su libro La Lógica Cognitiva
y el artículo “Un estudio sobre la Negación” fueron muy importantes en el
proceso de asimilación de las ideas filosóficas occidentales. Pero este autor
también intentó durante toda su vida académica reconciliar el pensamiento
occidental, sobre todo el idealismo hegeliano, con el pensamiento tradicional
coreano y crear un sistema de pensamiento propio.
Incluso los Gobiernos militares que gobernaron Corea del Sur hasta la llegada
de la democracia después de 1987 a menudo reclutaban algunos de sus minis-
tros entre los profesores universitarios más destacados, que se habían distin-
guido por su activismo a nivel político o social.
La crisis económica de 1997 que forzó la intervención directa del Fondo Mo-
netario Internacional en la economía del país, también tuvo una gran influen-
cia sobre la comunidad intelectual. Esta crisis forzó a la comunidad intelectual
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Debido al papel de liderazgo que a lo largo de los años habían tenido los inte-
lectuales como fuerza orientadora de la nación, en estos momentos de crisis
también recayó sobre ellos gran parte de los reproches por parte del pueblo lla-
no. Se les culpaba de falta de prevención y de suficiente liderazgo para sacar a
la nación de la crisis en la que se encontraba sumergida. a
Esta situación de crisis llevó al Gobierno y a los poderes políticos de la nación
a promover la llamada teoría de los “Nuevos Intelectuales”. El Gobierno decía
que para poder superar la crisis nacional todo el mundo tenía que desarrollar
la creatividad y un pensamiento innovador en su lugar de trabajo y en todas
las facetas de la vida. El presidente Kim Dae-Jung (1998-2002) se convirtió en
un abanderado de esta teoría, sobre todo en el ámbito educativo. En sus dis-
cursos, frecuentemente mencionaba la necesidad de favorecer un tipo de edu-
cación que promoviese la creatividad entre los estudiantes: todo el mundo
puede ser un intelectual en la sociedad de la información si adquiere creativi-
dad, habilidades y un pensamiento innovadores. De este modo, en Corea se
ha ido creando en los últimos años la imagen del “Nuevo Intelectual”, una
persona que contribuye a la productividad y a mejorar las condiciones de vida
por medio de un pensamiento innovador y una actividad creativa.
Estos cambios en la sociedad han hecho que los intelectuales estén bus-
cando su lugar dentro de la sociedad: muchos intelectuales están parti-
cipando activamente en los nuevos movimientos sociales, los cuales
frecuentemente se enfrentan a los intereses del Gobierno y las grandes
empresas.
Ejemplo
El movimiento ecologista o de lucha por los derechos humanos está encabezado por in-
telectuales y estudiosos.
El movimiento contra la corrupción política iniciado en los últimos años ha sido promo-
vido por profesores universitarios.
Para resolver este problema de falta de intelectuales, Kim Il-sung intenta im-
plementar una doble política:
intelectuales.
• Pone en marcha una política para educar una nueva promoción de intelec-
tuales. En 1946, bajo el eslogan de “formar líderes nacionales”, Corea del
Norte comienza a crear una serie de instituciones educativas. Las más im-
portantes fueron el Instituto de Pyongyang para la educación de los líderes
militares y políticos, la Escuela del Partido Central para la educación de los
líderes del partido, y la Universidad de Kim Il-sung, la primera universidad
en Corea del Norte. Por medio de estas nuevas instituciones educativas, en
pocos años se consiguió aumentar considerablemente el número de inte-
lectuales y también comenzaron a enviar estudiantes al exterior, la Unión
Soviética y los países de Europa del Este para darles una mayor preparación.
Este nuevo impulso dado a los nuevos intelectuales después de la guerra supu-
so un cambio de política hacia los viejos intelectuales, a partir del año 1951.
Muchos de ellos se vieron amenazados, muy especialmente los escritores y ar-
tistas que fueron utilizados como herramientas de la propaganda política del
Estado: se les obligaba a crear héroes y acontecimientos que sirvieran de ins-
piración sobre la revolución socialista y los que se negaban a seguir las direc-
trices de los nuevos líderes de la nación fueron purgados. Durante estos
primeros años después de la guerra, el Gobierno liderado por Kim Il-sung con-
siguió deshacerse de todos aquellos intelectuales que ejercían algún tipo de
oposición a su grupo de poder. Esta purga la sufrieron especialmente los intelec-
tuales pertenecientes al Partido de los Trabajadores de Corea del Sur, aunque se
hizo extensible a todos los intelectuales en general que no se sometieran a las
directrices impuestas por el Gobierno. De este modo, consiguió crear una clase
intelectual fiel a los principios de la revolución socialista.
Kim Il-sung
Dado que la ideología Juche era la única oficialmente reconocida, los intelec-
tuales veían casi imposible adoptar teorías científicas que pudieran entrar en
conflicto con ella, y aún eran más remisos a intentar crear nuevos conoci-
mientos por el miedo a que no fueran aceptados por el partido. Además, el rí-
gido control sobre los contactos con intelectuales extranjeros dificultaba el
avance científico y la introducción de nuevas tecnologías.
“La sociedad comunista no es únicamente una sociedad donde todo el pueblo viste y vive
bien, sino también una sociedad donde todo el pueblo trabaja menos y produce más ri-
queza material. En nuestra sociedad, aún existen diferencias entre el trabajo pesado y li-
gero, y entre el trabajo físico e intelectual. Para eliminar todas esas diferencias y hacer
que la gente trabaje menos, tenemos que mejorar la producción y automatizarla. Para es-
to, necesitamos una mejora sustancial del nivel de conocimiento tecnológico del pueblo.
En otras palabras, toda la sociedad tiene que ser intelectualizada.”
Kim Il-sung, “Hagamos una nueva transición en el proyecto educativo realizando una
aplicación completa de las tesis socialistas sobre educación”.
En septiembre de 1990, Kim Jong-il presenta las medidas que se deben tomar
para controlar la actividad intelectual a los miembros del Comité Central del
Partido Coreano de los Trabajadores: el partido debe guiar la actividad de los
intelectuales.
“Como los intelectuales no forman una clase social propia e independiente, ellos tampoco
poseen unas necesidades y una ideología que refleje sus intereses, como sí que la tienen
normalmente las clases obreras y capitalistas. Si los intelectuales se arman con la ideología
revolucionaria de la clase trabajadora, ellos lucharan por sí mismos permaneciendo al lado
de la revolución. Si por el contrario se equipan con la ideología burguesa, ellos sólo lucha-
ran por el capitalismo – la clase explotadora. Por medio de la guía del partido, los intelec-
tuales deben aceptar la ideología revolucionaria de la clase trabajadora, dando un paso
adelante para completar la liberación e independencia de los trabajadores.”
Kim Jong-il. Defendamos el papel de los intelectuales en la revolución continua (pág. 281).
Sus ideas están totalmente en línea con la política hacia los intelectuales pro-
puesta por su padre en los años sesenta. Continúa acentuando la necesidad de
estrechar el control sobre los intelectuales a través de los mecanismos del par-
tido, no admitiendo la creación de una clase social separada propia de los in-
telectuales. Las principales ideas que los intelectuales debían seguir eran la fe
en el socialismo, el valor del colectivismo, la lealtad al partido y al líder, el re-
forzamiento de las actividades grupales y el convencimiento de la superiori-
dad de la nación coreana.
Una de las medidas más destacadas en este sentido fue la convocatoria de una
reunión de intelectuales de toda la nación en 1992, la primera de este tipo. En
ella participaron Kim Il-sung y Kim Jong-il junto con todos los líderes del
partido y unos seis mil intelectuales provenientes de todas las disciplinas. Se
discutió sobre el papel de los intelectuales en la protección del régimen, cen-
trado en el Partido Coreano de los Trabajadores. Después de la muerte de
Kim Il-sung (9 de julio de 1994), se ha puesto el énfasis en el deber de los in-
telectuales de promover la lealtad al nuevo líder Kim Jong-il.
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Resumen
De la misma manera, los diferentes apartados de este módulo nos indican que
el desarrollo intelectual moderno en Asia oriental no ha resultado una simple
copia o traducción de las corrientes imperantes en Occidente. El impacto oc-
cidental –efectivo a partir de diferentes formas de colonialismo e imperialis-
mo– fue obvio y manifiesto. Ahora bien, Japón, China y Corea negociaron y
dialogaron con el discurso occidental de manera autóctona. Si bien es cierto
que algunas tendencias occidentales sí que se impusieron con vehemencia,
cualquier adaptación siempre mantiene una vertiente de elaboración propia.
Aparte de la relación entre Asia oriental y Occidente, se puede apreciar una im-
portante dinámica interasiática. Los contactos políticos, sociales y culturales
entre las tres grandes áreas que hemos analizado no datan del siglo XIX, sino
que, evidentemente, son muy anteriores. Ahora bien, a partir del siglo XIX, con
el cambio geopolítico y la nueva preponderancia económica y cultural de Ja-
pón, los contactos políticos, sociales y culturales pasan a derivar del rol de Ja-
pón como país colonizador dentro de Asia oriental. Más adelante, el contexto
de Guerra Fría de mediados del siglo XX (simbolizado de manera nítida por la
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