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Linea Suicida - Larry Stylinson
Linea Suicida - Larry Stylinson
@paulalcda
No freedom until
We are
Equal.
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Línea Suicida
Es 1998 y Harry Howell aún no sabe qué diablos hacer con
toda la gran herencia que su difunto abuelo le dejó. En los
típicos clichés de las típicas novelas; Harry sería el bastardo
lleno de dinero y totalmente arrogante, pero ésta vez no.
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Primera noche:
1 de Diciembre de 1998.
Nombre y apellido:
Edad:
Dirección:
Ciudad:
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Muchas personas seguían un protocolo en su trabajo, pero él
no. Y en cuanto a su trabajo, Harry no hacía nada, no necesi-
taba trabajar, había heredado una gran fortuna de su abuelo,
y por ende no debía mover el trasero ni para respirar.
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siempre le agradecían que fuera de esa forma. Siempre agra-
decían que diera todo sin esperar recibir algo a cambio.
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Era una línea de ayuda al suicida.
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Louis King era todo lo contrario a Harry… de contextura pe-
queña. Su espalda no era grande ni pequeña, su cintura esta-
ba bien formada y tenía un gran trasero. Su cuerpo era tan
curvilíneo como el de una mujer, lo cual era raro, ya que él
era un hombre.
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—Tu apellido es muy bonito, ¡significa ‘’rey’’! ¿No sabes de
dónde viene? —habló H, tratando de desviar la mente del
chico y calmar la situación.
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Necesitaba sacarle su dirección. ¡Una desgracia podía pasar y
él podía impedirlo! ¡Era su trabajo!
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Segunda noche:
2 de Diciembre de 1998.
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ía gustado el tono con el cual H le había hablado. Parecía muy
amable e interesado. Hacía tiempo que no hablaba con al-
guien.
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Su pareja se levantó y apartó de su lado con asco, mientras
comenzaba a tomar sus ropas y colocárselas. En el transcurso
de los cortos segundos en los cuales todo sucedió, su pareja
simplemente soltó con desprecio:
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Sus ojos brillaron y no lo dudó, tomó de su lapicero un bolí-
grafo y arrancó un pedazo de papel de un cuaderno. Anotó el
número y debajo escribió con su pésima caligrafía ''Ayuda''.
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A las once, el show de los divertidos dibujos animados se dio
por acabado. Suspiró y dejó su taza de chocolate a un lado. Su
hermoso gato saltó sobre su regazo y descansó sobre sus
piernas, mientras Lou peinaba el hermoso pelaje del minino
hacia atrás. Louis le susurró cosas, mientras el hermoso gato
Chartreux le ronroneaba. Se amaban. Se tenían el uno al otro.
Y él suponía que eso bastaba.
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dormir. La ansiedad le carcomió la mente hasta que recordó
el anuncio en internet.
Esa noche no se sintió tan triste. Sabía que había alguien que
se había interesado por él, por su bienestar. Esa noche, des-
pués de mucho tiempo, Louis intentó volver a considerar que
el mundo no era tan malo como él suponía.
Su misma rutina se repitió otra vez, sólo que ése nuevo día
tenía sentido. Sabía que podía volver a llamar al call center y
sentirse bien otra vez. Sabía que podía hablar con ese tal
Harry, quien había sido tan amable.
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De vez en cuando Louis salía de su casa y buscaba refugio en
el señor A, como él le llamaba. Él era un buen hombre, sus
nietos iban de vez en cuando, y sus hijos siempre le gritaban.
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no de queso, envuelto en un poco de jamón parma y con un
poco de puré de papas casero. Louis no sabía cocinar del todo
bien, pero se las arreglaba.
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Tragó saliva y se dijo a él mismo que esa noche hablaría con
Harry, o de lo contrario al día siguiente renunciaría a su tra-
bajo.
—Soy...Louis.
—Sí. Anoche.
— ¿S-sí? —titubeó.
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—Sí, realmente. Temía porque algo horrible te hubiese pasa-
do.
—H-harry...
— ¿Sí?
—Quiero suicidarme.
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—Lou, está bien, está bien, de verdad está bien —el rizado
comenzó a hablar de prisa, no quería que el contrario se alte-
rara. — No tienes que llorar. Estoy aquí para ayudarte, ¿está
bien? Puedes contarme lo que quieras —Harry suspiró, era
tan difícil…— Éstas conversaciones, por respeto a la gente, no
son grabadas. Sólo yo te estoy escuchando, sólo yo puedo
saber de lo que hablamos. Es como una llamada a un amigo,
¿sí? Puedes contarme lo que quieras.
—Estoy tan triste, lo siento tanto si lloro pero e-es que... Soy
un estúpido.
—No lo eres no digas eso de ti. Está todo bien, ¿okay? Puedes
confiar en mi.
—Oh Lou, tienes mucha razón. Debes ser fuerte por tu gatito,
Félix seguramente se pondría triste si lo hicieras.
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—Además, huh, mi vecino es un buen hombre. Él siempre me
invita a comer cuando hace comida de más...Y, ugh…
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refiero a que tus palabras…Y la forma en la que tratas a quie-
nes llaman, —se sentía bastante tonto, por lo que tomó ai-
re— eres muy amable.
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Tercera noche:
5 de Diciembre de 1998.
Tres días habían pasado desde que Louis habló por última
vez con Harry. Todas las noches llamaba a aquella línea sui-
cida, pero siempre escuchaba una voz diferente, nunca la de
Harry.
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—Ya voy, gordito —murmuró Louis cariñosamente a pesar
del gran sueño que tenía.
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que hacía minutos había leído. Trató de arreglar un poco su
habitación, pero al ver que no podía distraerse o dejar de
divagar, decidió tomar una siesta.
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Félix ronroneó, gritando por caricias. Los pensamientos os-
curos de Louis no desparecieron, pero sí se disiparon un po-
co. Suspiró y miró sonriendo a su hermoso felino.
—¡Buenas noches!
—¿Harry?
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Harry sintió cómo su estómago se contraía. El corazón co-
menzó a latirle con fuerza. Louis, Louis seguía vivo. Una son-
risa de alivio se pintó en sus labios. Y del otro lado de la línea,
el corazón de Louis daba saltos en lugar de palpitaciones.
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mejillas de Louis se estaban tiñendo de un rojo muy intenso.
No sabía qué decir, estaba tan nervioso que el solo decir ''Ah''
se le dificultaba:
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¿Qué ocurría? Él siempre había sido gay, lo sabía, y muy bien.
Sus cicatrices se lo recordaban a cada segundo. Pero de todas
formas…desde hacía tiempo no sentía esa extraña sensación.
''Te extraño''.
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Mucha gente no extrañaba a Harry. Y a su vez, mucha gente
no extrañaba a Louis, tan simple como el destino juntando a
dos personas
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—Bueno, muy bueno, la tristeza se va…y sólo quedamos tú y
yo —contestó, mientras se atrevía a apostar su pequeña for-
tuna a Harry.
Se estaba confesando…
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alguien que necesitaba cariño, atención, cuidados. Pero lo
más importante, amor.
—Sí, todas las noches espero que llames —se sinceró el chico
de los ojos verdes, mientras bajaba ligeramente la vista.
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Cuarta noche:
6 de Diciembre de 1998.
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dientes y vistió, para luego caminar a la cocina y prepararse
un usual desayuno. Félix, como siempre, se paseaba entre sus
piernas alegando su desayuno.
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El chico de los ojos azules frunció el ceño, no podía ser. Era
imposible, todas las mañanas despertaba a la misma hora y
llegaba a horario perfecto a la tienda.
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Hassar Amir-Ajras era un joven de 18 años de edad, de aspec-
to musulmán; estatura promedio, piel morena y cabello corte
militar negro peinado hacia arriba en un jopo, ojos color miel
y labios carnosos, junto con unas abundantes y grumosas
pestañas.
El chico de los ojos color cielo tomó el vaso de café con timi-
dez y una simple dona con glaseado de frutillas.
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Louis suspiró mientras veía a varias niñas de 16 años entrar
y comenzar a desordenar los vinilos que él había ordenado
cautelosamente hacía no menos de 30 minutos.
Con mucho esfuerzo él la miró a los ojos y soltó con tono ner-
vioso:
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— ¡No! —gritó el hombre, cortando el silencio. Louis rápida-
mente subió la mirada y se permitió dar un respingo ante el
cortante grito del señor. — ¿Qué mierda hiciste? ¡Ése vinilo ni
siquiera es mío! ¡Y sale £100! ¿Acaso querías meterlo entre
los míos para cobrarme más dinero? —Louis no supo cómo
reaccionar ante los gritos del hombre, quien seguía alegando
a los gritos que harían que le despidieran —, ¡voy a deman-
dar éste local! ¡¿Dónde mierda está el gerente?! ¡Quiero
hablar con él en éste mismo momento! — en escasos segun-
dos, el chico de los ojos azules comenzó a temblar del miedo,
sintiendo como una soga le rodeaba el cuello y comenzaba a
ahogarle.
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Louis se cubrió el rostro con las manos, tenía un nudo en la
garganta y una fuerte sensación de náuseas provocadas por
la ansiedad del momento. No lo logró, y comenzó a llorar.
Así que con las manos aún cubriéndole el rostro y los pasos
acelerados, Louis salió corriendo de allí, escuchando cómo el
hombre, furioso, le gritaba uno de los peores insultos del
mundo:
Sabía que Louis era una persona sensible pero no podía com-
prender por qué aquél chico se había derrumbado de tal ma-
nera contra la puerta de su oficina.
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—Louis tienes que decirme qué es lo que pasó. Por el amor
de Dios, habla —dijo algo más nervioso, mientras se acercaba
a pasos rápidos y arrodillaba frente al pequeño de cabellos
color chocolate, quien sollozaba notoriamente. —Habla, por
favor —dijo con más suavidad al escuchar el desesperado
llanto del ojiazul.
— ¿Hassar lo calmó?
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Incluso cuando admiró el rostro desnudo de Louis sintió co-
mo su corazón daba un vuelco.
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Éste pedaleó lo más fuerte que pudo con su bicicleta hasta
llegar a su casa. No quería ver a nadie más, sólo necesitaba
una larga siesta, algo que comer y a su gato. Apenas dio el
fuerte portazo contra la puerta de su casa, Louis murmuró en
voz alta:
— ¿Félix?
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do sus piecitos. Sus ojos estaban hinchados de tanto llorar.
Félix, la razón de su vivir, no estaba. Era un hecho que ahora
sí podía suicidarse. Tomando un sorbo del chocolate caliente,
encendió la televisión y marcó con su control remoto el canal
en donde emitían los dibujos animados que él tanto amaba.
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palma de su mano. Bajó la vista y se puso a garabatear cosas
mientras oía cómo del otro lado de la línea, la voz chillona se
hacía presente.
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hacerlo, y la simple idea de Louis quitándose la vida era todo
lo que le atemorizaba al rizado
—No tengo otro motivo más para estar vivo —las piernas de
Louis estaban siendo fuertemente abrazadas contra su pecho
por él mismo, mientras que se balanceaba suavemente hacia
adelante y hacia atrás.
—Sí lo tienes.
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Louis pudo sentir cómo algo se removía en él. Desde hacía
tiempo sentía que su única razón para estar vivo era su pre-
ciado gato, pero ahora que ya no estaba era libre de suicidar-
se.
—¿Sí, Louis?
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Harry soltó una risa un tanto socarrona. Un hoyuelo habitaba
en su mejilla derecha…
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Quinta noche:
8 de Diciembre de 1998.
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gordo, flaco, rubio, moreno… Louis tenía un gran alma y un
hermoso corazón.
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No tenía idea de quién era, pero igualmente copió el nombre.
Al pasar a la segunda guía, la cual era de guías residenciales,
volvió a detenerse en la L, rogándole a Dios que le ayudase
para encontrar la residencia del chico del alma preciosa.
Ahí decía Franklin House 163, pero si contamos con que esa
guía había sido publicada en 1995...Bueno, las cosas podrían
haber cambiado un poco.
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preocupado. Si le pasar algo a aquél hermoso chico de la voz
aguda, viajaría esos más de 200 kilómetros para ayudarlo y
hacerle saber que él estaba allí.
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El hecho de estar buscando a alguien con quien había habla-
do apenas cuatro noches era genuinamente absurdo.
—¿Hola?
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—Buenos días señor, mire, soy Harry, Harry Howell y estoy
buscando información sobre Louis King —el rostro de Keith
palideció al oír ese sucio nombre.
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—Quiero saber si sabe donde vive actualmente, algo, su telé-
fono. Tan sólo quiero algo de él, ayúdeme —dijo Harry, des-
esperado y pasando por alto aquella respuesta grosera.
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—Okay Dios, hagamos un trato. Si me das a Louis, prometo
aprender a leer la biblia de forma adecuada —dijo en un sus-
piro y elevando su mirada, mientras soltaba su cuaderno y lo
dejaba sobre el sofá.
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—Claro.
—Dígame.
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—No, a decir verdad, no sé nada sobre él. Louis no suele
hablarme casi nunca. Es decir, él no habla con nadie, o sea, sí
habla, pero sólo responde cuando se ve obligado a hacerlo —
el morocho chasqueó la lengua, mientras alzaba ligeramente
las cejas y se ayudaba con sus manos para agregarle ‘’énfasis’’
a sus explicaciones—, cosas sencillas, sabes, cómo ‘’sí’’, ‘’no’’,
‘’yo lo hago’’, ‘’iré en un minuto’’. Louis solo me mira cuando
le hablo y rara vez contesta, sólo asiente —durante unos cor-
tos segundos Hassar pareció apenado ante la relación con su
compañero de trabajo—, creo que él está...asustado de la
gente —confesó el chico de los ojos color miel cuando Harry
pensó que había acabado.
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—Vamos Louis, vamos. Toma el teléfono y llámame, vamos
—murmuró H ansioso, mientras daba leve golpecitos a la
mesa con la parte superior de un lápiz.
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Había investigado y logrado avances sobre quién era Louis, y
no iba a perderse su llamada por nada del mundo, ni siquiera
por un café.
—No quiero que alguien muera— «No quiero que Louis mue-
ra».
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—¡Louis!, ¡cariño estás bien! —contestó el rizado, sufriendo
un arrebato de felicidad y dejando que una sonrisa de oreja a
oreja se asentara en sus labios.
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Yo daría muchas cosas por sólo ver tu sonrisa, ¡y las cosas
malas te la arrebatan como si tuvieran el permiso de hacerlo!
—escupió con sinceridad y frustración.
—Louis…
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—Lo haré, si tú lo haces conmigo. Seamos felices, pero seá-
moslo al mismo tiempo…
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Sexta noche:
9 de Diciembre de 1998.
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Al verlo, el pequeño de ojos azules sólo sintió sus ojos llenar-
se de lágrimas, y con un nudo en la garganta exclamó en tono
bajo un:
—¡Oh Dios mío, Stephen! —se cubrió la boca con las palmas
de las manos y comenzó a caminar con pasos lentos y teme-
rosos hasta la cama del señor A. —¿Q-qué es lo que le pasó?
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Uno de los tres, quien ocupaba un cabello naranja como una
zanahoria asintió, mientras, a diferencia de su compañero,
quien llevaba cabello negro, dijo amablemente:
Iba acompañar al señor A., aun así fuese una mala experien-
cia y un mal momento él iba a estar allí para su querido com-
pañero de momentos hermosos.
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—No voy a dejarte, lo prometo —murmuró nuevamente, con
voz segura, era la primera vez en años que él lo tuteaba.
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—Creemos que deberíamos decirle lo que pasó con el señor
Stephen Antonelli —dijo el policía que tenía una placa en la
cual decía ''Lowier''.
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—No lo sabemos, los porcentajes indican que no — y con ese
simple comentario sincero, el mundo de Louis cayó.
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además del cabello revuelto y enmarañado. Caminó a pasos
lentos mientras se abrazaba a él mismo con los brazos.
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—¡Hola! Es una hermosa noche, ¿con quién estoy hablando?
¡Yo soy Harry! —dijo, al fin.
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blemente. H sintió cómo recobraba la vida y el color en su
piel en ese momento.
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de London, porque era seguro que Louis estaría allí, y apenas
estacionó, salió del auto como un rayo. Él simplemente co-
rrió.
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Caminó lentamente, hacia el pasillo, dejando de lado que el
médico lo veía despectivamente.
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con timidez deslizó sus largos dedos hasta tocar con suavidad
el hombro del chico de voz chillona.
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—Tus ojos son bonitos —le confesó Louis, perdiendo la ver-
güenza al observar esas hermosas esmeraldas.
''Los tuyos también'' dijo Harry, haciendo señas con sus de-
dos.
Esa fue la primera vez que Harry contempló cómo los labios
de Louis se movían para formar una sonrisa diferente a todas
las que había visto en toda su vida.
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Séptima noche:
11 de Diciembre de 1998.
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Buscó entre sus pilas de ropa un par de jeans, una camiseta
de mangas largas y por último un hermoso suéter que tenía
el detalle de un pequeño gatito negro bordado.
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Caminó y caminó, aún con todo el frío chocando contra sus
mejillas y con los pequeños copos de nieve por encima de su
cabello. Suspiró, cuando por fin pasó por la puerta de la espa-
ciosa tienda.
Con sus dedos aún fríos y tiesos tomó las cajas Kerplunk e
Insomaniac, para luego comenzar a caminar entre los mue-
bles llenos de vinilos. El chico de los ojos verdes alzó la cabe-
za para ver sobre los muebles, pero en realidad Harry no
necesitaba hacerlo, él era demasiado alto y podía ver perfec-
tamente, por lo que al darse cuenta se sintió bastante estúpi-
do.
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Con pasos rápidos se planto frente a su chico de ojos azules,
pero él pareció no prestarle atención.
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mejillas, las cuales estaban inyectadas con un tinte rosáceo.
Su cabello era un delicado nido de pájaros, pero de todas
maneras hacía que se viese más adorable.
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Harry se aclaró la garganta levemente, tenía una sonrisa en el
rostro. Aquellos ojos azules brillaban tanto como el mar en
un día de verano.
‘’ ¡Hola!’’
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Las grandes manos de Harry temblaban, junto con sus pier-
nas…Necesitaba un nombre…Suerte que tenía dos. La sonrisa
de idiota no se le borraba del rostro, y sentía que iba a des-
mayarse de la emoción. Continuó creando señas.
‘’ ¿Y a ti?’’
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permiten… Pero algún día deberías invitarme a tu casa a oír
los vinilos —dijo con timidez, para luego bajar la mirada. —
¿Son para ti o para regalo?
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''Todos me dicen eso'' dijo él en señas, pero con una sonrisa
en el rostro.
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—¡Oh Lou! ¡Eso es extremadamente genial! Tienes una razón
muy grande para estar feliz.
—¿Qué sentiste?
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Octava noche:
13 de Diciembre de 1998.
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Suspiró y con sus delicadas manos intentó sacar su bicicleta.
Por más de cinco minutos trató y trató, pero sin poder lograr-
lo se dió por vencido, bufando y soltando un pequeño insulto.
Era por esa razón que cuando vio a Louis hecho una pequeña
bolita, sollozando y cubriéndose el rostro como un niño heri-
do, pensó en su hijo.
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Louis fanfarroneó en voz baja, para luego acomodar sus boti-
tas y salir bajo la fría nieve. Maldijo hasta caminar más de dos
cuadras.
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Louis frunció el ceño, temeroso. Suspiró y con pasos tímidos
se acercó un poco más hasta el auto. Hasta que se abrió la
puerta del acompañante.
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‘‘¿Vas a Enterteiment?''.
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‘‘ ¿Podríamos beber un café juntos?''
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—¿Cómo estás hoy, Lou? —le preguntó Harry mientras repo-
saba su mejilla en su mano y sonreía tontamente.
—¿Qué pasó?
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Pero simplemente tragó con fuerza el nudo que le apretaba la
garganta y soltó una pequeña risita.
Era inevitable.
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Le dolía el alma, pero aún así, rió.
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Novena noche:
14 de Diciembre de 1998.
Ella levantó la vista, sus ojos eran oscuros, al igual que su piel
y su cabello, el cual era adornado por inmensos rizos.
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te’’, fue lo que me dijo hace tiempo, ¿se acuerda? De verdad,
recuérdelo, sé que lo logrará —susurró las últimas palabras
con la voz cortada, mientras acercaba una silla a él y se sen-
taba.
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Una vez dentro de su casa, Louis suspiró y se sentó en el
sillón. Un ruido hizo que Louis diera un respingo y en pocos
segundos una silueta regordeta se sentó en el sillón.
— ¡Por Dios, Félix, eres tú! ¡Eres tú, mi gordito hermoso eres
tú! —gritó, mientras las lágrimas de felicidad le caían por los
ojos.
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en el suelo, el minino corrió y con pequeños ruidos Louis dio
por hecho que Félix estaba hambriento como una hiena.
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colgó el teléfono. Se aseguró de dejar todas las ventanas ce-
rradas y puso un abrigo, para luego salir corriendo de su ca-
sa.
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Espero que vayas, me gustaría concretar cosas x
E.’’
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Cuando éste terminó simplemente tomó el teléfono y marcó a
la línea suicida. Tuvo que marcar cinco veces, porque la voz
que él quería escuchar no se presentaba.
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El corazón de Harry latió fuerte. Se sintió como una puntada,
pero de esas que dan placer.
—Louis…
''Edward''.
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—Te quiero Lou. Te quiero mucho, te quiero muchísimo
muchísimo, eres muy importante para mi —murmuró H, sin-
tiendo su corazón hincharse.
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Decima noche:
15 de Diciembre de 1998.
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—Buenos días, Félix —agregó mientras se separaba y aden-
traba en la cocina, sirviéndole un plato de alimento balan-
ceado a su felino y preparándose un desayuno para él mismo.
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Cuando lo tuvo puesto se sentó en la banqueta de la caja y
esperó pacientemente a que los clientes llegasen.
—Claro que no, ¿te parece que lo hago? Porque si es así pue-
do cambiar de opinión.
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—Les traje el desayuno —el morocho dejó unos tres cafés y
una caja de donas, como siempre hacía.
Los tres festejaron ese aumento con las donas, el café y abra-
zos. Por primera vez en años, el pequeño interactuaba con su
jefe y compañero de trabajo y no se sentía ni un pelín inco-
modo, asustado o enfermo.
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En la charla que tuvieron el chico de ojos azules y profundos
pudo observar cómo Merlín se veía mucho más demacrado
por el paso de los años y el sueño.
Louis sintió pánico. Una cosa era poder hablar con la gente
con quien había trabajado durante años, pero otra era hablar
con extraños y desconocidos.
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—Sí, tenemos el álbum en la sección LIVE, sólo tienes que
buscar la letra del artista y ya está —él le mostró a la niña
cómo debía buscar apropiadamente y en un segundo logró
volver al mostrador, para así tomar un sorbo de café.
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—¡Yo no hice nada! —murmuró Louis asustado y temiendo
severamente cualquier cosa que aquél hombre pudiese
hacerlo.
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El golpe fue de tal magnitud que provocó que el pequeño de
cuerpo curvilíneo cayera hacia atrás de la butaca.
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Merlín apenas se asomó por el portal de su oficina para ver
qué diablos hacía que ambos de sus empleados gritasen de
esa forma, cuando vio el desorden que había.
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a cargar el torso de Louis y abrazarlo con fuerza. Louis no se
aferró a su cuerpo, no le devolvió el abrazo, estaba demasia-
do asustado como para hacerlo.
—Te traje esto, Lou. Por si quieres agua, no voy a hacer que
lo bebas, pero cuando te sientas listo puedes hacerlo —dijo
Hassar con mirada preocupada, mientras dejaba un pequeño
vaso plástico a un costado de Louis.
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no era la de Louis. Conforme Harry se acercaba pudo ver que
un señor mayor abrazaba a alguien. El corazón de Harry se
aceleró, mientras su mente comenzaba a maquinar historias
sobre qué diablos podía haber pasado ahí.
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—Edward, Edward, Eddie, Edward —repitió incontables ve-
ces mientras su tono de voz disminuía y sus lágrimas conti-
nuaban quemándole las mejillas.
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''Venía a suplicarte que salgas ésta noche conmigo, porque no
podía esperar al sábado''.
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pequeñas y transparentes gotas comenzaban a caer desde el
cielo.
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‘’Recuerda que te quiero’’.
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Undécima noche:
16 de Diciembre de 1998.
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su garganta se formaba un nudo y de sus párpados cerrados
se escapaban unas pequeñísimas lágrimas.
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Louis no existía para nada más que para pasar sus días recos-
tado y llorando. Louis no podía salir, gritaba por ayuda pero
era un grito silencioso al que nadie acudía. Estaba enfermo
gracias a las bajas defensas por su inestabilidad emocional.
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Y aún tenía su cita con Edward... Louis se limpió las lágrimas
y tragó el nudo que le comenzaba a ahorcar, mientras que su
gato continuaba maullando y caminando sobre su cuerpo.
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Unos pantalones de jeans, los cuales eran pegados a las pier-
nas, y finalmente unas zapatillas negras. Louis acomodó su
ropa en su escritorio, con bastante emoción y entró a duchar-
se, para lavar todas aquellas lágrimas que había derramado.
Era la engreída hija del señor Antonelli. Con rabia, tragó sali-
va y cerró los ojos. No quería armar un drama de telenovela
frente a su preciado vecino, así que decidió caminar por los
pasillos hasta que la muchacha se fuera.
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señor, se sentó en su silla de siempre y tomó la mano del an-
cianito. Apretó ésta entre las palmas de sus manos y sonrió
tristemente al ver cómo su vecino estaba atado a millones de
cables...
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Sabía que las Navidades eran difíciles para él, casi como las
demás temporadas del año, pero de todas formas no le
asombró con cuánta rapidez se le había acabado el dinero.
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pero de todas formas tomó la cuadrada caja empapelada que
aquél rubio le tendía.
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móvil, un Nokia 5110. El chico de ojos azules sabía muy bien
cuánto salía uno de esos novedosos teléfonos móviles y sim-
plemente no podía creer que entre sus manos habitara uno.
128
El de Harry.
129
Besó la coronilla de la cabeza de Félix y salió de la casa. Louis
caminó directamente al asiento de detrás, pero la puerta de-
lantera se abrió. Y para su sorpresa, Edward conducía.
‘’Hola Lou’’
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misma sensación que tenía con Harry al hablar por teléfono.
Louis observó fijamente el rostro de Edward, vio sus labios
rojizos y sus ojos verdes brillantes.
Tragó saliva, mirando los ojos del pequeño con una sonrisa
en los labios.
131
Edward pidió por ambos, ordenando un trozo de pavo y una
ensalada para cada uno. Y cuando Louis comenzó a llevarse la
comida a la boca, Harry sintió su corazón latir con fuerza. Se
veía como un niño...Un niño tan tierno y perfecto.
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—Eres tan amable y tierno Harry —murmuró Louis, no nota-
do que había dicho el nombre equivocado.
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— ¿Podemos sacarnos una foto?
Se veían felices…
Louis alardeó sobre cuán bien habían salido por algunos mi-
nutos, mientras que continuaba buscando en el maletero un
bolígrafo o algo que se le pareciese.
Lou. ’’
134
—Espero que podamos salir otro día, Eddie —susurró el
ojiazul, mirando los hermosos ojos verdes de su acompañan-
te.
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además de la hermosa foto de ambos y la nota que había al
reverso de ésta.
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Duodécima noche:
20 de Diciembre de 1998.
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Observó la tormenta de nieve que se avecinaba e inmediata-
mente pensó en Louis, era día semanal lo que indicaba que su
pequeño estaría en su bicicleta, pedaleando y sintiendo el frío
del invierno chocar contra sus perfectas y apenas rosadas
mejillas.
Se repetía que tenía que decirle a Louis quién era, pero algo
le gritaba que si lo hacía, Louis le odiaría. Se habían besado,
lo que significaba que habían llegado lejos. Demasiado lejos
como para arruinarlo todo.
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Apretando los párpados nuevamente, Harry trató de alejar el
dolor y caminó con pereza hasta su baño, donde lavó su cara
y cepilló sus dientes. Sus ojos estaban algo hinchados debido
al llanto, pero supuso que podría crear una excusa para su
mal aspecto.
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sona especial te dijera. Harry sonrió, mientras sentía su co-
razón latir muy fuerte.
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—¿Cómo estás? —preguntó mientras miraba los brillosos y
marrones ojos de aquél hermoso bebé.
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El chico de ojos verdes se acercó y murmuró:
—¡Margaret!
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común, sino una que venía desde su alma. Caminando, pudo
escuchar cómo algunos niños murmuraban su nombre. Y vio
cómo algunos le señalaban para luego sonreír y dar palmadi-
tas.
Con ayuda de varios niños, Harry logró llevar todas las cajas
hasta la cocina. Y una vez allí, Margaret se plantó ante él, para
apretar su barbilla con el dedo pulgar y el índice.
143
Estaba garabateando algunas cosas en un papel, por lo que él
podía observar. Sintiendo cosquillas en el estómago, Harry
golpeó el cristal con su puño, haciendo que el chico de ojos
azules levantara la vista.
— ¡Edward —oyó.
144
Un cosquilleo recorrió el cuerpo del chico de ojos verdes al
escuchar la chillona pero dulce voz de Louis en su oreja.
Tragó saliva, con dificultad, mientras se separaba apenas un
poco para verlo.
145
«Es el ser más perfecto del mundo» pensó Harry al ver cómo
las mejillas de Louis estaban rojas como manzanas. Tocó el
hombro del pequeño, llamando la atención de éste, y hacien-
do las señas correspondientes, dijo
—Eso está bien por mi, gracias Eddie. ¡Oh! —los ojitos de
Louis parecieron encenderse totalmente, mientras que en su
rostro se pintaba una hermosa y gigantesca sonrisa—, ¡Eddie
hoy es mi último día de trabajo! ¡Tengo vacaciones de Navi-
dad! —removiéndose en el asiento del auto, Louis festejó,
mientras que Edward simplemente le miraba soltando tontas
risitas.
146
—¡Podemos salir cuando queramos! —dijo alegremente,
mientras Edward ponía la llave en el contacto y ponía en
marcha su auto.
147
Edward apretó ligeramente la mano de su amado, quien son-
rió tímidamente y apretó la mano del contrario en respuesta.
Incluso hizo que una señora les tomara una de pie, antes de
entrar al local para almorzar.
148
pidiera tan fuerte amor que a los dos unía. Y en efecto, eso
era, amor. Amor y no aberración ni anti naturalidad.
149
Decimotercera noche:
21 de Diciembre de 1998.
150
Su dueño sonrió y lentamente salió de la habitación.
151
Al abrir la puerta se encontró al mismo chico que había lo-
grado ver hacía días.
—Sí, soy Aiden, bueno, aquí está tu paquete. Hace frío y tengo
que seguir, así que —el rubio volvió a sonreír, tenía la nariz
roja a causa del frío, lo que hacía que se viera adorable—, que
tengas un lindo día.
152
Dejó la bandeja sobre la pequeña mesa donde el teléfono fijo
descansaba. Tragó saliva, mientras le daba un sorbo a su be-
bida y tomaba las tijeras.
153
Tragó saliva, para luego rebuscar dentro de la caja por más
tarjetas, y había otra más.
154
—Pero…Pero la placa de Félix debe haber salido bastante…Y
el gorro, si es que es tejido a mano, yo…Harry no gastes tanto
dinero en mi, no gastes dinero alguno…por favor. Yo, Dios,
estoy…estoy en shock. Me siento…muy especial.
155
—No, Louis. No debes echarlo todo al diablo por mi, sólo
acepta los regalos —Harry suspiró, mientras volvía a levan-
tar la cabeza y daba su mejor sonrisa, aun así Louis no pudie-
ra verla—, ¿sabes?...Ese gorro era mío.
156
—¡Eres un niñito! ¡y yo soy un pervertido! Éste año cumpliré
24.
157
— ¿Cómo estás? —preguntó Louis mientras tomaba de la
mano al muchacho y lo conducía hasta el sillón, en el trayec-
to, Edward intentaba quitarse el abrigo.
158
—Huh...Ed, ¿puedo preguntar algo?
159
El chico de ojos azules sonrió, mientras asentía y se acercaba
al rostro de Edward. Con suavidad sus labios se presionaron,
creando un hermoso, tierno y meloso beso que ambos disfru-
taron.
Era como tocar un pedacito del cielo para ambos. Sus ojos
cerrados y sus labios uniéndose, mientras Harry buscaba a
tientas la mano de Louis, para luego estrecharla entre la suya
y entrelazar sus dedos.
Con una sonrisa en los labios, bajó la mirada por unos segun-
dos.
‘’Noviazgo’’.
160
‘’Traje algo que te gusta mucho’’.
Louis chilló, mientras que reía y dejaba que su, ahora, novio
caminara hasta la puerta de salida…El ojiazul pensó bastante
durante los minutos que estuvo solo.
Por fin eran una pareja, pero, ¿valía la pena tirarlo todo a la
basura por Harry? No lo sabía…Sólo pensaba en la sonrisa de
Edward.
161
Cuando Edward volvió, ambos se sacaron una foto juntos. El
rizado besaba la mejilla sonrojada de su novio...
162
Decimocuarta noche:
23 de Diciembre de 1998.
163
Sonrió tontamente, enamorado y al mismo tiempo sintiendo
su pecho pesado.
164
bordándose y haciendo que su piel ardiera. Era como si no
pudiese detenerse, y de hecho, no podía hacerlo.
165
Llamando la atención de Edward, él volvió a golpear el cris-
tal, para indicarle que quitara el seguro de la puerta del
acompañante.
—Todo está bien, puedes llorar, suéltalo todo. Las cosas tris-
tes merecen salir…Todo estará bien, te tengo, estás seguro
Ed…— Louis apretó los labios, para segundos después co-
menzar a desparramar tiernos y pequeños besos entre los
rizos de su novio.
166
hacerlo sentir mucho mejor, le preguntaría. Lo había encon-
trado de casualidad, pero agradecía al cielo el haberlo hecho.
167
Edward y Louis se acurrucaron en el asiento trasero. Ambos
se abrazaron, mientras que Edward tomaba su abrigo y con él
cubría a ambos.
«Te amo tanto que nunca te dejaré ir» pensó Harry, mientras
aferraba a Louis contra su cuerpo en un intento por mante-
nerlo cálido.
168
tierna sonrisa se hacía lugar en su rostro. Sus ojos brillaron
de emoción al enterarse de lo confesado.
169
cesidad de tener que usar las manos o una tonta libreta para
escribir sus respuestas. Harry golpeó sus dedos contra su
mesita de luz, esperando que el chico de ojos azules contesta-
ra.
—Te extraño
—¿Dormías?
170
mientras se aseguraba de continuar respirando profunda-
mente.
171
Harry se sintió libre, relamiendo sus labios y apretando sus
labios comenzó a tocarse a él mismo, no reprimiéndose al
gemir.
172
Louis gimió sin algún temor, escuchando cómo los gruñidos
llenos de placer de Harry lo incitaban a más.
Siendo amado.
173
Decimoquinta noche:
24 de Diciembre de 1998.
174
El timbre volvió a sonar, por lo que Louis miró hacia su puer-
ta y con pereza, se levantó de la cama. El suelo estaba frío y el
living de su casa también, con resoplidos de furia ante el mal
tiempo, Louis caminó con pasos lentos hasta la puerta de
entrada, para luego abrir y levantar la vista tímidamente.
175
—Dios mío Eddie— dijo el pequeño mientras cerraba la
puerta y se llevaba ambas manos al rostro para cubrirse la
boca—, no debiste...No debiste, n-no lo merezco, yo, yo
no…mi cumpleaños…— repitió mientras sus ojos se llenaban
de unas pequeñísimas lágrimas.
176
‘’Basta de decir eso, ahora, bésame tonto’’ dijo Edward,
haciendo que su novio riera y le besara nuevamente.
177
fuerza. Los ojos de Eddie comenzaron a pesar, se había levan-
tado a las seis de la mañana a recoger el pastel que había
encargado el día anterior y también el desayuno.
178
—¡Hola Lou!— dijo el mismo chico rubio, de ojos celestes y
acento irlandés.
179
Más de una persona le había dicho ''feliz cumpleaños'' y para
él eso era como un millón de saludos. Aiden se separó, para
luego mirar a los ojos al chico de la voz chillona.
—Veinticuatro.
— ¡Hola! Soy Aiden —dijo, al ver al chico de los rizos allí sen-
tado.
180
—Él es Edward —señaló Louis, mientras sonreía vergonzo-
samente—, Eddie, él es Aiden. Es…es el cartero, pero nos
llevamos muy bien.
181
— ¡Ustedes son bien lindos! —comentaba Aiden en voz alta,
mientras reía y les observaba maravillado.
182
Harry vio cómo los hermosos ojitos de su pequeño brillaban
de alegría y cómo su risa era efusiva. El corazón se le enter-
neció y sintiéndose lleno, sonrió ampliamente.
183
Era una tienda de tatuajes.
¿Un tatuaje juntos? ¡Se conocían tan poco! ¡Era una jodida
locura! Pero ellos sentían que se conocían desde hacía tanto,
como si en otra vida hubiesen estado juntos por demasiado
tiempo, como si al haberse encontrado se hubiesen comple-
mentado…
Y el brillo en los ojos del otro los delataba casi siempre, tam-
bién esa extraña sensación que sentían en sus pechos cuando
se besaban. ¡Era amor!, ¡nada más que amor! Y el amor pro-
voca locuras…
184
Una hermosa señorita con ojos verdes, cabello oscuro y ta-
tuajes se acercó hasta ellos. Les preguntó qué era lo que de-
seaban y cuando Louis contestó que querían hacerse un ta-
tuaje de pareja, ella les entregó un catálogo en donde absolu-
tamente todos los tatuajes que habían era para novios.
185
Tres horas y media tardaron hasta que la tinta estuvo pene-
trada en sus seres.
''Iremos a tu casa, tengo una sorpresa para tí, pero antes de-
bes ducharte, porque hueles a caca'' dijo el chico de los rizos
entre señas, logrando conseguir un puñetazo en el hombro de
parte de su novio.
186
tenía un tono muy diferente al de su voz Louis sonaba tan
bien.
187
En unos pocos minutos Louis se hallaba caminando hasta la
ducha con sus toallas al hombro. El chico tardó varios minu-
tos en ducharse y arreglarse, provocando que Edward vagara
por su casa, merodeando y curioseando por su cuarto y coci-
na.
''Perfecto''.
188
volvió a encender la radio para volver a cantar, ésta vez una
canción de Aerosmith, I don't wanna miss a thing.
189
''Quédate aquí, okay?'' dijo Eddie mediante señas, para luego
caminar hasta su cocina.
190
Los ojos de Louis se llenaron de lágrimas, mientras veía cómo
aquél chico de rizos comenzaba a aplaudir y con sus labios
formaba las palabras.
Louis cerró los ojos y tomando aire pensó para sus adentros.
191
ron Edward arrastró a Louis hasta la cocina, donde ambos
debatieron qué podrían cocinar que sea casero.
Por varios minutos, él sintió que todas las marcas que poseía
físicamente y mental, habían desaparecido. Y las caricias de
Edward eran tan gentiles que lo único que sintió fue que no
quería abrir los ojos nunca más, no quería dejar de sentirse
así de amado.
192
sarían que podían hacer, se demostraban el amor y el placer
que sentían. Sus labios chocaron innumerables veces, al igual
que sus cuerpos cuando se fundieron el uno con el otro y
formaron sólo un ser.
193
Decimosexta noche:
25 de Diciembre de 1998.
194
Los labios del pequeño de cabellos color chocolate y voz chi-
llona se elevaron, hasta que formaron una sonrisa llena de
ternura.
195
tros. La mano que le proporcionaba caricias era la de su no-
vio, la del amor de su vida, y deseaba que siempre fuese así.
196
Las manos de Harry viajaron por la piel sedosa de Louis, to-
cando, descubriendo, explorando, aprendiendo cómo él reac-
cionaba ante cada caricia en determinado lugar y provocando
sensaciones que el chico de los ojos azules pensaba que nun-
ca más podría sentir alguna vez.
197
Harry explotaba dentro de su ser, sintiendo cómo Louis se
retorcía del regocijo.
198
Edward fuera de la casa, para ver cómo los niños de la zona
jugaban con bolas de nieve.
Un hijo y una hija, un esposo, una gran casa y una vida digna.
Suspiró pesadamente mientras continuaba observando al
bebito jugar en la nieve, metiéndose en sus pensamientos se
imaginó por primera vez cómo sería el estar casado...
199
Se vio a él mismo con 30 o tal vez 32 años, de la mano de un
pequeño de tres años y ayudándole a caminar, mientras que
frente a él, de rodillas, estaba Edward, animando a su peque-
ño a que caminase y llegase con ''Papá''.
200
problemas del corazón, y al parir…todo se complicó, ya sabes,
los médicos me eligieron a mi antes que a ella…Luego…mi
hermana se escapó cuando ella tenía 15 años.
201
Y cuando digo ‘’innecesarios’’ es porque lo son, con la heren-
cia que tengo no tendría que mover un pelo, pero lo hago,
porque no quiero sentirme solo.
202
Tú eres mi hogar'' dijo Edward, haciendo que Louis se sintie-
ra muchísimo más especial de lo que él pensaba.
203
Tenía amor, una pequeña familia, algo rota…pero una familia
al fin, tenía salud, comida y un techo, ¿qué más podía pe-
dir?...— se preguntó a él mismo, soltando una nostálgica risa,
tras un suspiro comenzó a retorcer sus manos— cuando ten-
ía 12 años recuerdo haber visto a…a alguien, bueno, él se
llamaba Stanley y era mi mejor amigo.
204
Mi abuelo nos encontró. Me tomó por el brazo y arrastró
lejos...— Louis entrecerró sus ojos y pasó sus finos dedos por
su brazo izquierdo, lo sobó y apretó los labios durante unos
momentos, recordando el dolor y ardor por su piel—, esa
tarde me castigó severamente, él...
205
Huh, ¿sabes? Yo pensé que estaría a salvo allí…Pensé que los
generales me protegería. Pero me equivoqué bastante, donde
estaba, las golpizas continuaron ya que se corrió la voz de
que era homosexual — Louis tomó aire, mientras guiaba sus
hermosos ojos color cielo hasta los de Edward y con un nudo
en la garganta volvió a hablar—, allí fui víctima de abuso
sexual y abusos…psicológicos. Me decían que no servía para
nada, q-que no era un hombre y que ser lo que yo era estaba
mal, q-que debían acabar conmigo y…
206
briento, con el alma rota y el dolor en el pecho que no se iba.
Desde ese momento comencé a pensar que el mundo era un
lugar horrible y que no valía la pena vivir, pensé que iba a
morir de tristeza.
Me destruyó emocionalmente.
207
Desapareció sin dejar rastro alguno...Se fue y yo simplemente
tomé un camino diferente, me dejé ir, me hundí en la depre-
sión...— con un suspiro, Louis pasó el dorso de su mano por
sus ojos, retirando las lágrimas y volvió a mirar los ojos ver-
des de su novio.
208
Decimoséptima noche:
26 de Diciembre de 1998.
209
salió del closet con su padre. La aceptación no había sido una
opción para su antecesor. Pero en lugar de marginarlo o
echarlo de la casa, simplemente rechazó las palabras de su
hijo y procuró continuar pensando que Harry era hetero-
sexual.
210
Había sido juzgado por su ex-pareja. Había sido maltratado
psicológicamente por aquella mierda de persona, y no quería
que esa vez fuera igual.
211
Harry sintió una punzada de dolor. Tenía que devolverlo a su
casa y la verdad era que no quería. Él deseaba que su novio y
él se quedaran eternamente juntos.
Quería que Louis viviera con él, para así despertar cada día
junto a su cuerpo, junto a su olor y sus hermosos ojos celes-
tes como el cielo de la primavera. Suspiró con dolor, mientras
miraba los preciosos iris de su novio, para asentir.
212
años o menos. Edward caminó por su casa, mientras se acer-
caba a la puerta y su sueño de que Louis se quede con él para
siempre volvía a desvanecerse.
213
Pero Harry no había contestado. Y era porque Edward había
dejado el teléfono móvil con su número original dentro del
armario, para que Louis no lo encontrase jamás.
214
—N-no— titubeó con el aire faltándole. Louis se giró para ver
por la ventanilla del coche. Estaba aparcado frente a su casa,
y allí, en su pequeño y estúpido hogar, la puerta estaba abier-
ta.
215
sita de café. Louis comenzó a recorrer lo que antes era su
casa, pasando por las ruinas de todo lo que quedaba. Tragan-
do saliva y dejando que las lágrimas le recorrieran el rostro,
caminó hasta la cocina, donde encendió la luz y se encontró
con lo peor que podría haber visto jamás.
216
cuerpo, lo abrazó, aferrándose a la idea de que algún día ale-
jaría a su pequeño de toda esa mierda de vida que estaba
viviendo. Louis sollozó entre los brazos de su novio, mientas
susurraba con dolor:
''No puedo dejarte aquí, tengo miedo que algo te pase. O que
alguien te haga algo'' dijo con las señas correspondientes.
''No, Louis'' dijo con firmeza el chico de los ojos verdes mien-
tras se aferraba a los hombros de su novio.
217
¡me han hecho esto varias veces, conozco el sentimiento!—
gritó con toda la fuerza que tenía, mientras que de los ojos las
lágrimas le salían con fiereza.
Con ira y dolor soltó un grito, para luego darle un golpe seco
a los azulejos del baño. — ¡Dios odia a los homosexuales, Dios
me odia!— gritó, para luego volver a explotar en llanto.
218
Desnudo y mojado Louis simplemente se levantó de la ducha
para caminar escasos pasos y mirarse en el pequeño espejo
que colgaba en la pared de su cuarto de baño.
219
Extrañaba aquella sensación llenadora.
220
Decimoctava noche:
27 de Diciembre de 1998.
Había visto sus ojos azules brillar de dolor mientras que las
lágrimas inundadas de rabia le resbalaban por las rojas meji-
llas. Louis había tocado justamente donde a Harry le dolía.
221
suspiró, retirando la mirada queda desde la mesa y mirando
a su alrededor. Solo, otra vez. Solo, desde hacía tanto tiempo.
222
te a la puerta de la casa de su novio. Tocó el timbre, esperan-
do una respuesta inmediata, Louis siempre acudía ágilmente
a la puerta, pero esa mañana fría no lo hizo.
223
La idea de pensar que Louis podía estar yaciendo muerto en
el suelo de lo que parecía ser el baño era como su peor pesa-
dilla.
224
«Vive, por favor, vive. Vive, no me dejes ahora, por favor, no
lo hagas. Vive» pedía la mente de Harry a gritos a medida que
los pasos acortaban la distancia entre ambos.
225
Edward sonrió, mientras aún las lágrimas le caían por las
mejillas y sentía que su mundo se venía abajo. Lo abrazó con
tanta fuerza que pudo sentir el débil corazón de Louis latir
contra el suyo, mientras que con cuidado le cargaba.
226
puerta, para meter la llave en el contacto y darle vida al mo-
tor. Edward condujo con rapidez, desesperado.
227
El chico de los ojos verdes podía sentir cómo el pequeño
cuerpo de su novio temblaba y se retorcía gracias a las bajas
temperaturas.
228
a abrazarlo. Los ojos del chico de cuerpo curvilíneo no se
abrieron, pero sus labios decidieron moverse.
229
''Debería ayudar a ducharte'' dijo él con las señas correspon-
dientes.
230
Harry llevó sus tiritantes manos hasta el estante donde guar-
daba el shampoo y acondicionador y los dejó a un lado de sus
rodillas, para luego mirar a Louis.
231
En sus ojos lo único que aparecía era el deseo de un ''juntos
para siempre''. Y en sus pieles marcadas la verdad superaba
cualquier cicatriz o corte con ese ‘’Always in my heart'' que
ambos habían elegido.
232
tras en sus labios la sonrisa comenzaba a formarse vagamen-
te.
233
Tras escribir el mensaje Harry soltó una tonta risa y presionó
el botón de ''OK'' para enviarlo.
Harry no quiso despertarle, pero tenía qué, así que con dos
leves golpes en la puerta logro que el ojiazul entreabriera sus
párpados con lentitud.
234
Con pereza lavó su cabello y talló su cuerpo con la esponja,
quitando cualquier suciedad.
235
—No sabes cuánto lo siento, no lo sabes, de verdad no lo sa-
bes— decía el pequeño mientras pasaba sus brazos por el
cuello del rizado.
236
apretón de manos a su amigo rizado y alejarse en la típica
motocicleta repartidora del restaurant.
237
El corazón le latió rápido, el alma se le cayó a los pies. Y lo
confirmó, aún estaba enamorado de Edward.
238
Decimonovena noche:
28 de Diciembre de 1998.
239
La luz del sol se colaba por la habitación, haciendo que Louis
se viese como la criatura más hermosa en todo el planeta. La
respiración del pequeño era lenta y pausada, se veía tranqui-
lo, en paz. Como un ángel.
240
Cuando el chico de los ojos verdes llegó a su cocina se dispu-
so a prender la hornalla y calentar algo de leche. Quería pre-
pararle el desayuno a Louis para que él no tuviese que levan-
tarse. Bufando, Harry caminó de un lado a otro, sacando el
café, azúcar, pan para tostar, mantequilla para untar.
— ¿Eddie?
241
Y sus pies parecían los de una mujer. Apretando los labios
ligeramente, Edward llegó a la conclusión de que su novio era
demasiado femenino en la intimidad.
242
''Buenos días, amor''.
243
Verlo allí, acurrucadito entre las sábanas era, sin dudas, el
mejor de los paraísos después de verle dormir. El corazón se
le retorcía a cada paso que daba.
244
Algo era diferente en aquellos ojos color cielo de primavera.
Algo definitivamente había cambiado en Louis, y sus ojos lo
reflejaban a la perfección.
245
En ese instante los brazos del rizado viajaron por el curvilí-
neo cuerpo de su chico de ojos azules y se enroscaron en la
cintura de éste. Le aferró y abrazó con fuerza.
Acarició y tanteó con sus largos dedos cada parte del cuerpo
de Louis.
246
''No quiero que llores...Toma tu desayuno. Tenemos todo el
tiempo del mundo para hablar, Lou'' dijo haciendo las señas,
mientras dejaba un corto beso en su frente.
247
Los brazos de su novio se aferraban a su cintura, y el peque-
ño trataba de alejarlas para así continuar corriendo. Como si
nada, Louis siguió riendo a carcajadas, logrando escuchar
cómo su novio también lo hacía.
''¿Por qué lloras?'' preguntó con señas, mirando los ojos color
cielo apagado de Louis.
248
manos viajaban por los hombros de su novio, buscando com-
pasión.
249
Tan puro y perfecto era aquél chico de voz chillona y perfec-
tas pestañas espesas...Su voz sonaba tan lastimada...Harry
tomó su rostro entre las palmas de sus manos y le miró a los
ojos.
250
Vigésima noche:
29 de Diciembre de 1998.
251
Lo tomó entre sus dedos, mientras que éste volvía a sonar
atrozmente.
252
verse de un lado a otro, negando. —¡No! ¡No es verdad!—
gritó mientras colgaba el teléfono y lo dejaba caer al suelo.
253
—Edward...— susurró Louis mientras bajaba las manos des-
de su cabeza hacia su rostro.
254
Sus ojos estaban hechos pequeñitos y sus largas pestañas
estaban pegoteadas con las inmensas lágrimas que se des-
prendían. Su pecho dolía y a cada sollozo sentía como si un
respiro le fuera arrebatado.
255
Lo apretó y aferró a su pecho como si de eso se tratara su
vida, como deseando que una burbuja de protección contra el
sufrimiento se creara alrededor de Louis.
Con un suspiro, el rizado pasó sus pulgares por las ojeras del
chico de voz chillona, tratando de quitar toda lágrima. El pe-
queño apretó los labios y cerró sus ojos, mientras que con sus
manos acariciaba las sanas muñecas de su novio.
256
por arte de magia, le quedó bastante bien. Ambos se vistie-
ron, mostrándose tal y como eran. Humanos con cicatrices,
historias, pieles sensibles, y almas bastante lastimadas.
257
—Te quiero tanto Eddie...— susurró dolido, mientras se for-
zaba a él mismo por sonreír de lado.
258
—Q-quiero ver a Stephen Antonelli. Soy Louis King, me lla-
maron porque falleció— Louis no sabía de dónde había saca-
do las fuerzas para hablar, pero lo que sí sabía era que al
pronunciar la última palabra, algo dentro de su alma se había
roto.
259
Abrió la puerta, y la empujó poco a poco, temiendo con lo que
podía encontrarse.
260
— ¡Cómo puedes venir aquí! ¡Cómo te atreves, asquerosa, yo
he estado con tu padre todo el tiempo que tú no!— gritó Lou-
is a todo pulmón, sintiendo que un peso de sus hombros se
caía. —¡Hipócrita!— volvió a gritar el pequeño, mientras las
lágrimas de enojo le quemaban las mejillas y en su fuero in-
terior algo crecía cada vez más.
261
novio acurrucarlo. Louis apoyó su cabeza en Edward, quien
veía cómo éste comenzaba a limpiarse las lágrimas.
262
—Vuelve...V-vuelve— lloriqueó Louis, mientras apretaba la
mano del hombre entre la suya.
263
Porque estaba harto de verlo llorar y porque el no poder sa-
car el sufrimiento de la vida de Louis le creaba una frustra-
ción gigantesca. Arrastrándolo hasta los ascensores, Harry
obligó a Louis a irse del hospital, alegando que era demasiado
para ambos, y cuando estuvieron dentro del coche, el chico
de ojos color cielo miró a su novio.
264
Última noche en el mundo:
31 de Diciembre de 1998.
El chico de los ojos azules sabía muy bien que no podía vol-
ver. Y que ya no le quedaba nada, puesto que ni el señor A ni
incluso Félix estarían allí.
265
Alzó las cejas en un gesto de interrogación, mientras que se
acercaba al pequeño de ojos azules.
266
Louis sucumbió en el silencio durante tantos segundos que
por un segundo Harry pensó que se había quedado dormido,
pero no.
267
Sonrió, sintiéndose honrado por el simple hecho de habérse-
lo comprado él mismo, pero segundos después la culpa le
invadió. Porque estaba ayudando a su novio a arreglarse para
el funeral de alguien a quien éste consideraba su abuelo.
268
—Te amo Eddie —murmuró éste, tratando de sonreír vaga-
mente de lado.
''Te amo con toda mi vida'' dijo con una gigantesca sonrisa
tras colocarle la camisa.
269
tió demostrarlo puesto que miró a su pequeño a los ojos y
sonrió, simulando que todo estaba bien.
270
Y eso provocaba en Louis una rabia ciega, produciéndole do-
lor de estómago.
—Nadie vino, ¿por qué nadie vino? ¿Es que nadie quería des-
pedirse?— susurraba sin parar y sin poder creérselo. Las
lágrimas le cubrían el rostro y hacían que sus mejillas se en-
rojecieran —¿Por qué tuvo que irse? ¿por qué me dejó?—
preguntó, mientras abrazaba a su novio con fuerza,
manchándole el traje con sus húmedas lágrimas.
271
‘‘¿Está todo bien ahora?'' preguntó el rizado, mientras acari-
ciaba con ternura la mejilla sonrojada de su novio.
—Sí, algo así— dijo Louis con la voz un tanto ronca, mientras
se dedicaba a mirar los verdes ojos de Edward. —Q-quiero
quedarme hasta que cierren ésto, ¿podemos? No quiero irme,
no quiero dejarlo— soltó, mientras volvía su mano un puño y
trataba de levantarse por sí mismo.
272
me quitó la única familia que tenía?— habló Louis, con la voz
cortada y débil.
273
El rizado aceptó y observó a su pequeño corretear hasta el
enorme ataúd de madera.
274
no dándole tanta importancia. Edward logró hacer reír a Lou-
is varias veces, y cada vez que escuchaba ese celestial sonido
salir desde la garganta de Louis, él podía jurar que se sentía
en el mismo paraíso.
275
Y un sentimiento horrible lo invadió al remontar aquél
horroroso recuerdo en el cual Louis yacía en el suelo, con las
muñecas sangrantes e inconscientes. Se apretó los labios y
trató de fingir que se nudo que le crecía en la garganta no
existía, por lo que asintió y giró en la última calle, para poder
llegar hasta la destrozada vivienda de Louis.
No podía, no sabía.
276
Porque frente a él, frente a sus propios pies...
277
Louis se repitió a él mismo que en el paraíso de Dios él no
tenía lugar. También se lamentó, porque al haber caído en el
pozo de la depresión, lo único que hacía era pedirle y orarle
que le diera fuerzas para no volver a caer.
278
Se encontró con un Edward totalmente roto ante la muerte
del gato, pero éste no le permitió verle con los ojos rojos.
Él era fuerte. Era el ser más fuerte que había podido cono-
cer...
279
Louis no estaba jugando. El pecho del rizado se apretó y su
boca se secó. Volvió a tocar la puerta, algo más desesperado.
‘’Te quiero’’.
280
‘’Recuérdalo’’.
281
La desesperación del rizado crecía cada vez más, porque no
podía abrir la puerta.
282
Las lágrimas en sus mejillas quemaban como ácido.
283
rodillas junto a Louis, con los nervios a flor de piel, le volteó,
para poder observar cómo el rostro del chico de ojos azules
estaba más pálido que de costumbre.
284
—Sí, sí. Lo siento, lo siento. Yo soy Harry, yo mentí y dije que
era Edward porque no quería dañarte. Yo lo siento tanto
amor mío, lo siento, pero fue para protegerte— dijo Harry
mientras los brazos le temblaban más de lo normal y el alma
se le apretujaba.
285
La ambulancia se posicionó frente a ellos, y el chico alto vio
cómo su mejor amigo bajaba junto con un equipo médico.
286
Cuando la ambulancia entró en el hospital, el chico de los
rizos y los ojos verdes corrieron junto a la camilla de su no-
vio, escuchando cómo éste susurraba cosas inentendibles.
1 de Enero de 1999.
287
¡Dijiste que seguirías viviendo por mi! ¡Dijiste que ibas a
hacerlo! ¡Louis, no puedes mentirme! —gritó Harry desafo-
radamente, mientras las lágrimas le quemaban y el alma se le
prendía fuego.
¡Por favor, sigue, sigue por mi! ¡Eres amado, renace! ¡Por el
amor de Dios, renace!
288
Lleno de cicatrices y experiencias que sólo te dan más cono-
cimiento. Tú sabes lo que es la vida, tú conoces al mundo.
Pero sigue conociéndolo Louis, quédate. Quédate y conócelo
conmigo.
289
solía poseer, hasta ennegrecerla y llevársela junto con lo po-
drido.
Por eso fue que en aquella fría noche, cuando los fuegos arti-
ficiales fueron lanzados y toda la gente se embriagó de la
felicidad, Harry fue el más infeliz.
290
Epilogo:
4 de Enero de 1999.
291
Tras dar unos cortos pasos y apenas adentrarse, algo lo retu-
vo. No quería, su mente le decía que no, su cuerpo no quería
cooperar. Pero se forzó y se mordió los labios cuando sintió
ganas de llorar.
292
Porque el tiempo había pasado, el café se había enfriado, y las
calles estaban demasiado grises como para ser recorridas.
—Él está bien ahora— fue lo único que dijo mientras levan-
taba la mirada y volvía a esforzarse para pintar una leve y
vaga sonrisa de lado entre sus labios de color sandía.
293
Y Harry no pensó que mucha gente iría, pero lo cierto fue que
cuando levantó la vista para encaminarse al ataúd, había
muchísimas más de las que él consideró o imaginó.
294
lleno de flores y color que no podía imaginar que dentro, la
fría e incolora piel del hermoso chicos de ojos azules, cabellos
lacios color chocolate, contextura pequeña y cuerpo curvilí-
neo descansara dentro.
295
murar palabras llenas de sentimientos, en sus ojos los senti-
mientos se desbordaban.
296
No saben cómo su rostro pasaba de ser un alma perdida a
una llena de vida y emoción…
Lo único que puedo decir ahora es, gracias Harry, por soste-
nerlo…Por cuidarlo, pero lo más importante; gracias por de-
volverle la felicidad que alguna vez le robaron…—tras lim-
piarse las lágrimas que deslizaban sus mejillas, Hassar giró
suavemente hacia Harry, para así colisionar contra su cuerpo
y abrazarlo lo más fuerte posible.
297
—Hola— habló Harry, mientras se forzaba a él mismo a no
llorar y sentía cómo el viento corría contra su ser. —Mi
nombre es Harry, y yo soy el novio de Louis. Y sí…Soy, por-
que… —soltó un pequeño suspiro, con los ojos cristaliza-
dos—, porque la muerte no es un obstáculo para el amor.
298
Porque algo me gritaba que él era diferente a los demás lla-
mantes. Y en efecto lo era.
Con esos ojos celestes y esa mirada perdida, con ese tono
inocente en la voz. C-con ese...ese aspecto de temerle a la
gente y estar herido como un pequeño cachorro...—Harry
suspiró, mientras tragaba saliva y sentía las primeras lágri-
mas derramarse por sus mejillas—, Louis...Louis era como
esas muchachas que tratan de adaptarse a las normas socia-
les, de la misma forma en la que… ¿Han visto esas chicas de
preparatoria que hacen dieta para entrar en su vestido de
promoción? De esa forma Louis trataba…
N-no digo que sea malo, pero él era como ellas...p-poco usual.
299
tratar de llegar a ella. Porque sé pensaba inconscientemente
en la muerte, y en cómo tratar de desaparecer sin dolor.
300
Estas personas toman pastillas para calmar su dolor, o algo
que les mate por dentro y no por fuera, aún esperando estar
presentables en la morgue, para que nadie vea rasguños, cor-
tes, o alguna otra imperfección en su piel, para que nadie más
se fije en sus defectos físicos...
Aun deseando que las personas que las llorarán las vean
atractivas.
301
Y nadie quiere relacionarse con gente así…Enferma, lo-
ca…Etiquetada por patanes que no ven nada más que los
efectos colaterales del sufrimiento.
—Sé que Louis pasaba las tardes ebrio del dolor y la tristeza,
esperando que un día, al salir de su casa, alguien le encontra-
ra y le dijera lo bien que se veía, lo lindo que era, o incluso
que hizo bien al tratar de comenzar desde cero.... O, no lo sé,
que estaba llevando su vida bien.
302
ganas de continuar tocándolo, porque la grisácea luz que se
colaba por las cortinas y se posaba sobre él hacía que se viera
mucho más precioso de lo común, y el polvo que siempre hay
en mi casa bailaba en los rayos de luz de la misma manera en
la que mi corazón latía cada vez que lo veía, abrazaba y escu-
chaba su voz.
303
P-pero, sé que para él, aquél incendio forestal en sus muñe-
cas eran las señales de humo más significativas que había
visto o incluso creado.
304
Estaban unidos, en ese momento y para siempre…Sus pieles
lo gritaban. Sus almas lo reconocían…Sólo que no podían
emanar aquel brillo enamorado por sus orbes…
¡Él seguirá vivo para mí! ¡No pretendo olvidarlo jamás! ¡No
pretendo olvidar que lo vi morir entre mis brazos por
305
ese…Ese veneno para ratas! ¡No pretendo dejar de amarlo
jamás! S-sólo procuraré que se fue de viaje por un largo
tiempo, y que me dejó la tarea de aprender a vivir sin él.
306
‘’Gracias por la linda noche. Hagamos que dure’’…
Fin.
307
Agradecimientos:
A ésta altura, lo que menos se quieren leer son los agra-
decimientos. ¿No? Lo entiendo perfectamente…
Gracias a ellas...
308
Y por último, pero no menos importante…Gracias a Harry
Styles y Louis Tomlinson, por inspirarme y siempre ayu-
darme a escribirle al amor.
-Puwu.
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Índice
Línea Suicida .............................................................................3
Primera noche: .........................................................................4
Segunda noche: ..................................................................... 11
Tercera noche: ....................................................................... 24
Cuarta noche: ........................................................................ 34
Quinta noche: ........................................................................ 49
Sexta noche: .......................................................................... 64
Séptima noche: ...................................................................... 77
Octava noche: ........................................................................ 87
Novena noche:....................................................................... 96
Decima noche: ..................................................................... 105
Undécima noche:................................................................. 120
Duodécima noche:............................................................... 137
Decimotercera noche: ......................................................... 150
Decimocuarta noche: .......................................................... 163
Decimoquinta noche: .......................................................... 174
Decimosexta noche: ............................................................ 194
Decimoséptima noche: ........................................................ 209
Decimoctava noche: ............................................................ 221
Decimonovena noche: ......................................................... 239
Vigésima noche: .................................................................. 251
310
Última noche en el mundo: ................................................. 265
Epilogo: ................................................................................ 291
Agradecimientos:.......................¡Error! Marcador no definido.
311