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El Propósito de Dios Es Conformarnos Al Corazón de Su Hijo
El Propósito de Dios Es Conformarnos Al Corazón de Su Hijo
Es un
camino largo y constante que hay que recorrer, pues aún quedan
los surcos y las huellas que dejó el dominio del antiguo corazón.
“He hallado a David... varón conforme a mi corazón” (Hch.13:22). “Llevad mi yugo sobre
vosotros, y a prended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas; porque mi yugo e fácil y ligera mi carga” (Mt.11:29-30).
Sabemos que el corazón del hombre es contrario al corazón de Dios. El corazón del
hombre es arrogante, duro, rebelde, egoísta y engañoso, entre otros muchos
defectos. El de Dios, en cambio, es un corazón manso y humilde.
Una vez que la persona está regenerada, ha de aprender a ser manso y humilde de
corazón. Es un camino largo y constante que hay que recorrer, pues, aunque
tenemos un corazón nuevo y un espíritu nuevo dentro de nosotros, aún quedan los
surcos y las huellas que dejó el dominio del antiguo corazón. No es que el corazón
viejo haya desaparecido, pues no creemos en la aniquilación del alma, sino en la
subyugación de ésta al espíritu. El nuevo corazón es Cristo morando en nosotros.
Antes de la conversión, nuestro espíritu estaba muerto para Dios. Ahora, con el
espíritu renacido, hacemos morar a Cristo por la fe en él. Entonces, el cambio de
corazón consiste en que antes no teníamos vida eterna porque no habíamos
recibido a Cristo; pero ahora que le hemos recibido, Él mora en nuestros corazones
y ha pasado a ser la Vida de nuestra vida.
Lo mismo pasó con el corazón que se había llenado del ripio de la religión. Este tipo
de corazón representa a los cristianos superficiales. En ellos la palabra del reino no
puede penetrar, porque el suelo de tierra es poco profundo, entonces viene el sol y
quema las raíces. Así, la siembra se hace infructuosa. El ripio representa el lastre
de la religión, cualquiera sea su nombre.
Se puede tener la mejor religión, pero ésta sólo mantiene a los hombres en una
apariencia de piedad. Algunos ponen el acento en la vestimenta, otros en las
comidas, otros en el estudio de la Biblia (el estudio de la Biblia es bueno pero no
como un fin en sí mismo, sino como un medio para que nos muestre a Cristo; de lo
contrario es pura letra). Algunos remedan una cierta entonación; otros oran con voz
lastimera. Sin embargo, los peores son los que tienen una justicia propia. Sacar
este lastre religioso es más difícil que sanar el corazón de los maltratados. Pero hay
esperanza. Son muchos los que vienen en estas condiciones, y el Señor tiene
poder para limpiarlos hasta dejarlos aptos.
Hasta que llega el día en que es alcanzado por la palabra del reino. En este punto
es de suma importancia el ministerio de la palabra en las iglesias. Los pastores
tienen que darse cuenta que ellos solos no son suficientes para edificar a los
hermanos. Se necesita el modelo de Efesios 4 para llevar a cabo esta siembra.
Por lo expuesto hasta aquí, queda claro que no hay terrenos naturalmente buenos y
que todos necesitamos los oficios del agricultor divino. Le diremos: “¡Señor, envía la
lluvia, ablanda nuestros corazones con tu palabra, mete tu arado, quebranta
nuestros corazones!”. Sólo entonces los terrenos estarán aptos para recibir la
palabra del reino. Tal vez Dios utilizará la palabra de la gracia para ablandar los
corazones, sanarlos y limpiarlos, antes de que la palabra del reino pueda ser
sembrada y recibida, y dar así el fruto anhelado.
El corazón de Jesús
El Evangelio de Mateo nos presenta a Jesús como el Rey. Nos dirá que la
característica de este Rey es que su corazón es manso y humilde. Él es distinto a
todos los demás reyes de la tierra. Ellos son arrogantes autoritarios, soberbios,
prepotentes, dominantes etc., pero el Señor Jesucristo es diferente. Y es que su
reino no es de este mundo. El viene a formar súbditos que compartirán con él –por
ahora– un reinado sobre el pecado, el mundo, la carne y Satanás; y –en un futuro
cercano– reinarán con El sobre las naciones en un reinado de paz.
Mateo nos muestra que nuestro rey nace en un pesebre humilde. Luego nos
muestra las enseñanzas del rey para los ciudadanos del reino, pues Él es el Rey de
reyes – no de los reyes de este mundo, que no lo aprecian ni lo desean, sino Rey
de estos reyes que somos nosotros, y que precisamos ser conformados al carácter
de nuestro Rey. Sus enseñanzas se encuentran en Mateo 5 al 7, y comienzan con
el famoso Sermón de la Montaña: “Bienaventurado los pobres en espíritu porque
de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos
recibirán consolación. Bienaventurado los mansos porque ellos recibirán la tierra
por heredad... Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”.
Mateo nos muestra el corazón de nuestro Rey: “...Aprended de mí, que soy manso
y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mat.11:29). El
Rey nos invita para aprender de Él. Estamos siendo conformados a su imagen.
Quien quiera ubicarse sobre sus hermanos no será manso ni humilde, y llevará la
desgracia de no poder descansar. Por eso, tiene sentido cuando Pablo nos invita a
considerar a los demás como superiores a nosotros.