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Historia conceptual, Histórica y modernidad

velociferina: diagnóstico y pronóstico


de Reinhart Koselleck
FAUSTINO ONCINA COVES
Universitat de Valencia

1. De la Historia del Concepto La historia conceptual se vio apremia-


al Concepto de Histórica da en sus inicios por la necesidad de
autoafirmación frente a otros enfoques,
Es innegable que Reinhart Koselleck y su especialmente frente a neokantismo e his-
proyecto intelectual han adquirido un toricismo, aunque empezó a consolidarse
inusitado y creciente lustre entre no- en su segunda generación, en los círculos
sotros 1, si bien han dejado su estela de que se formaron en Heidelberg y en
manera diferida, acaso porque su irrup" Münster en torno a Gadamer, siempre
ción por estos lares a mediados de los presto para la rehabilitación de Heideg"
sesenta pudo dar la impresión, no del ger, y J. Ritter, bajo el irresistible embru-
todo infundada, de estar ideológicamente jo de Carl Schmitt. Si los padres funda-
amañada. Pero lo cierto es que su pensa- dores, R. Eucken y después E. Rothacker,
miento, sometido a una fructífera madu- impulsor en 1955 del Archivo para una
ración, a menudo inducida tanto por sus historia conceptual (AB), todavía prima-
detractores como por sus mismos correli- ban la historia de la terminología y la
gionarios, no ha perdido lozanía y sí relegaban a una posición subalterna res-
ganado prestancia. Desde el primer traba- pecto a la filosofía sistemática, sus suce-
jo de campo ~su polémica diser- sores exoneran a la Begrijfsgeschichte de
tación 2 _ y la articulación programática su función meramente auxiliar, destacan-
de la historia conceptual, con su aplica- do su protagonismo y su dinamismo: el
ción al monumental Conceptos históricos concepto tiene historia y ella es, se dice
fundamentales. Léxico histórico del len- enfáticamente, filosofía 5. La hermenéuti-
guaje político-social en Alemania (GG), ca gadameriana y el Collegium Philoso-
hasta la Histórica, KoseUeck no ha segui- phicum de Ritter enaltecen su rango, y un
do un itinerario abrupto, sino que insiste discípulo del último comienza a darle la
en que su teoría de los tiempos históricos pátina política de la que a partir de enton-
le ha acompañado de continuo como cua- ces hará gala. Hermann Lübbe (junto a K.
derno de bitácora, obviamente no siempre Gründer y O. Marquard, conspicuos del-
con igual clarividencia 3: «A la historia fines del catedrático de Münster) define
conceptual le compete medir y estudiar los conceptos como «esquemas de orien"
esta diferencia o convergencia entre con- tación y de acción para la praxis y la teo-
ceptos antiguos y categorías actuales del ría», de modo que en ciertas situaciones
conocimiento. En este sentido... la histo- se han vuelto significativos menos por su
ria de los conceptos es una especie de fuerza de manifestación de la realidad
propedéutica para una teoría científica de que por la provocación para la formación
la historia; la epistemología de la historia de frentes idealpolíticos 6. Anticipa el
conduce a la Histórica» 4. carácter bifronte de los conceptos en

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Koselleck, su doble dimensión de índice y do en el siglo XVIII, se reúnen simbiótica-


factor. mente la apología de la absoluta
Gründer, al integrarse en el gremio de disponibilidad humana de la historia y la
coeditores del AB, estampará el sello de la coacción que ejerce esa divinidad tempo-
legítima historia conceptual en el diccio- ralizada para asignarle sentido, con la
nario de Ritter y en el léxico de O. Brun- consiguiente abdicación de responsabili-
ner, W. Conze y Koselleck 7. En el volu- dades tanto por los actores como por sus
men a partir del cual dirigen la revista exégetas: «la historia se distingue porque
Gründer, Gadamer y Ritter, éste publica la previsión hUmana, los planes humanos
«Ideas dominantes y principios fundamen- y su ejecución se disocian siempre en el
tales del Dicionario histórico de la Filoso- curso del tiempo. Guardémonos de recha-
fía», donde apostasía irrevocablemente del zar en bloque la expresión moderna de la
Diccionario de los conceptos filosóficos factibilidad de la historia. Los hombres
de Eisler, aparecido en 1897, pero de son responsables de las historias en las
recalcitrante longevidad editorial, el cual que están implicados, sean o no culpables
discrimina entre lo susceptible de exacti- de las consecuencias de su acción. Los
tud, los conceptos claros y distintos, y la hombres deben responder de la inconmen-
ganga histórica. Ritter y Gadamer, frente a surabilidad entre intención y resultado, y
la preeminencia que Eisler concede a las es eso lo que le confiere un sentido pro-
ciencias de la naturaleza, despiertan de su fundamente auténtico al dictum "hacer la
letargo a las del espíritu. Pero no sólo por historia"» (FP, p. 262). Tal cruzada con-
apostar por esa diferente relación de fuer- trailustrada, con sus matices, es una tónica
zas en la discusión sobre el lugar de la constante de mandarines y delfines de la
filosofía en el conjunto del saber van con- que hemos denominado con cierta laxitud
tracorriente, sino que tampoco celebran la segunda generación.
bonanza de una mathesis universalis y de La hermenéutica ha llevado, espoleada
un fisicalismo remozados, y la historia por Heidegger y su destrucción de la onto-
conceptual ortodoxa se emplea a fondo en logía tradicional ~ue arrastra con ella
favor de «una nueva conciencia crítica que varias aproximaciones a la sazón vigentes
desde entonces debe acompañar a todo (véase el epígrafe § 6 de Ser y tiempo)~,
filosofar responsable, y que coloca a los a la historia conceptual a punta de lanza,
hábitos de lenguaje y pensamiento... ante deslindándola de la historia de los proble-
el foro de la tradición histórica a la que mas (Problemgeschichte) neokantiana y
todos pertenecemos comunitariamente». de la historia del espíritu (Geistesges-
Esta trabazón entre historia conceptual y chichte) diltheyana, del entumecimiento
responsabilidad 8, en la que ha abundado de una nueva dogmática (aunque reclame
Gadamer y que ha abonado la semántica la patente del criticismo) a guisa de philo-
histórica de Koselleck, aboga por una sophia perennis y de la relativización his-
metacrítica, esto es, por una crítica de la toricista. Gadamer aprecia en la inflexión
crítica por antonomasia, la incubada en la ontológica heideggeriana (entendida corno
época de la Ilustración. Puesto que la críti- modo de ser) un avance respecto a la
ca aboca irremisible e irresponsablemente metodológica diltheyana (entendida como
a la crisis (M, p. 75), la Ilustración a la modo de conocer). Esta última, amén de
Revolución, y la modernidad es su herede- no disimular la psicologización de la filo"
ra, resulta perentoria su rectificación por sofía ~cuya historia queda reducida a la
las patologías que ha generado ~luego se comparación de las cosmovisiones engen-
trata de una patogénesis 9~ ese tránsito. dradas por una tipología de personali-
En el singular colectivo Geschichte, forja- dades~, incurre en el anacronismo y en la

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empatía, en la transposición histórica o que a la vez es una censura del rumbo que
psíquica del sujeto en el objeto, que presu- ha adoptado la modernidad.
pone la erradicación de prejuicios y viven- No se puede preterir que, con indepen-
cias del primero para no viciar la cientifi- dencia del peso real de cada uno, GG es
cidad del conocimiento. Koselleck no sólo una empresa en la que están involucrados
comparte semejante recusación, sino que dos profesores comprometidos con el régi-
le debe a su maestro -merced a la cesura men nazi -ha habido que asistir al patéti-
que ha establecido entre palabra y concep- co espectáculo de su desenmascaramiento,
to- la posibilidad de tender un puente inexplicablemente diferido-, si bien no
entre el rechazo de la univocidad y la exi- tan estigmatizados como Carl Schmitt, el
gencia de Una ética de la responsabilidad. muñidor par excellence. El léxico estudia
Aunque tanto palabras como conceptos la convergencia, no la identidad, de con-
son polisémicos, éstos no pueden devenir cepto e historia en un período agitado,
unívocos; y los fundamentales son, ade- entre 1750 y 1850 (la llamada Sattelzeit o
más, esencialmente controvertidos 10. La después, en un intento tan superfluo como
concentración de contenidos semánticos estéril de depotenciarlo, Schwellenzeit) ,
en los conceptos procede de la necesidad cuya trama semántica se aviene a un cuá-
de expresar la multiplicidad de la expe- druple criterio: temporalización, democra-
riencia histórica. Sólo el contexto sumi- tización, ideologización y politización. Un
nistra razones para decidir una interpreta" concepto es a la par retrospectivo y pros-
ción en su inextirpable equivocidad. Por pectivo, alberga experiencias habidas y
eso el significado de los conceptos no apunta a expectativas por colmar. Registra
puede obtenerse fUera de su uso en la a la vez que propulsa, y, por 10 tanto,
sociedad (FP, p. 109), e incluso en grupos como afirmaba Lübbe, es teórico-práctico:
de intereses. Mas al atenerse a dicha pre- «Un concepto no es sólo indicador de los
misa metodológica se describe el frecuen- contextos que engloba; también es un fac-
te abuso de las consignas y se prescribe tor suyo. Con cada concepto se establecen
que tal uso debe ser responsable. Ya Lüb- determinados horizontes, pero también
be había hablado de la saludable función límites para la experiencia posible y para
terapéutica, depuradora, de la historia la teoría pensable» (FP, p. 118). En él se
conceptual (S, pp. 13-14), habida cuenta superponen varias capas, y el análisis de
del empleo licencioso de determinadas su sedimentación permite localizar lo con-
nociones (piénsese, p. ej., en los turbulen- temporáneo y lo anticuado, aquilatar el
tos años en que todo era planteado y des- grado de correspondencia o fractura entre
pachado por vía «dialéctica»). Para Kose- un cuadro histórico objetivo y las visiones
lleck también ella ha de coadyuvar a subjetivas coetáneas, y entre éstas y las
acendrar nuestro vocabulario y, por ende, nuestras. Tan peculiar estratigrafía nos
nuestra autoconciencia política, pues el enseña que el tempo de los conceptos, sin
problema hoy estriba en que el discurso se embargo, no es el de las estructuras socia-
ha vuelto tan teatral, tan formalista, tan les, sino que unos y otras contienen diver-
behaviorista, que ya no se requieren clari- sos estratos temporales con diferentes
ficaciones conceptuales, y lo que así se velocidades de cambio. Por eso la historia
pretende conseguir es, paradójicamente, conceptual afronta la duración y mutación
incrementar la ofuscación, porque la pre- de los primeros y las segundas. Al socaire
cisión lingüística desmoviliza a los votan- del Grupo de trabajo de historia social
tes (P, pp. 24-25). Esta mixtura de des- moderna de Conze, del que Koselleck
cripción y prescripción aflorará nolens asumirá la presidencia en 1986, dos déca-
volens en su teoría de la modernización, das después de su integración en el mis-

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mo, publica en 1967 las «Líneas directri- mónica incontestable (una «Gran Teoría»
ces para el léxico de conceptos político- o paradigma), sino que más bien impera el
sociales de la época moderna» 11, donde pirronismo y se habla sin tapujos (incluso
promueve las nupcias entre historia con- en el país vecino, donde los Annales de
ceptual e historia social, labor que prose- Marc Bloch y Lucien Febvre parecían ser
guirá a partir de 1975 en el Centro de un lugar de culto inconmovible) de cri-
investigación interdisciplinar de la joven sis 14. La historia social crítica se propone
y puntera universidad de Bielefeld, y aquí como panacea, pero Koselleck se aleja
se halla el embrión de un equipo que se cada vez más de ella y de sus adalides,
enfrentará a la problemática de los confi- quienes le auguran la muerte súbita o a lo
nes entre lingüística e historia. Mas la sumo una vida efímera 15 a la Begriffsges-
convivencia de estrategias sólo académi- chichte. A causa de esta incertidumbre
camente afines se toma complicada y el doctrinal general ~sazonada con una
divorcio es inminente. La emergente his" sobresaturación de referencias cruzadas, a
toria social crítica de sus colegas J. Kocka menudo más espectral que esclarecedora o
y H.-U. Wehler recela pronto de una apro- enriquecedora~ se toma aún más apre-
ximación que siquiera en sus albores se miante un diálogo sin desgaires ni sambe-
declara tributaria de la historia social tra- nitos entre las distintas ciencias humanas
dicional de Conze y Brunner, continuado- empíricas y especulativas, especialmente
ra de la perversa Volksgeschichte, que ofi- entre la ciencia histórica y la filosofía. En
ció de escabel del pangermanismo nazi. la Histórica, una vez reformulados los
La tentativa truncada de colaboración, lazos entre historia social e historia con-
cristalizada en la revista Geschichte und ceptual, dejando ésta de ser un satélite de
Gesellschaft 12, acaeció en momentos de aquélla al conquistar mayor autonomía el
zozobra en la ciencia histórica, pues hace lenguaje (T, p. 23), se arraciman todos
algo más de treinta años comenzaron a estos ingredientes que penden del interro-
discutirse apasionadamente en Alemania gante clave: ¿Hay una teoría histórica
(y Bielefeld se reveló como un foro espe- mínima? Es una pregunta que desafía, con
cialmente idóneo para ello) algunas cues- una saludable dosis de escepticismo, tanto
tiones básicas: Objetividad y parcialidad, a quienes alertan sobre una excesiva epis-
procesos históricos -estructuras y acon- temologización (Koselleck apela sin com-
tecirnientos~, narración y ficción en la plejos a su trascendentalización) y se
historia, método (analítico o hermenéuti- abandonan a Una autocondescendencia
co),... Casi simultáneamente, en 1974, sur- pragmática como a la tendencia contraria,
gió en Francia, por iniciativa de Jacques proclive a fundirse con la filosofía de la
Le Goff y Pierre Nora, el proyecto de historia y su moralina (Koselleck denun-
hacer un balance de las transformaciones cia el totalitarismo que ella ha propiciado
habidas desde los años cincuenta en su junto con su reverso, el singular colectivo
disciplina (Faire de l'histoire: l. Nouve- «Geschichte»). El interrogante se muda en
aux Problemes; I!. Nouvelles approches; este otro: ¿Cuáles son las condiciones de
II!. Nouveaux objets), que derivó hacia un posibilidad de las historias, leídas al uní-
debate epistemológico con el trasfondo de sono como historias acontecidas e histo-
las marejadas de las disputas sobre el rias relatadas? ¿Dónde interfieren hoy pra-
estructuralismo y el marxismo. Con el xis y teoría, y en qué medida precisa la
tiempo la barruntada indigencia teórica 13 empiria una filosofía? ¿O constituye ésta,
se ha convertido en una afrenta palmaria, cual injerencia contaminante, más bien
que se ha internacionalizado, y hoy ya en una tentación que conviene resistir? Así
ninguna parte existe una posición hege- parece sugerirlo, a pesar de su notoria

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vecindad, en el caso de la hermenéutica de puede considerarse «como un subcaso de


la facticidad y de la hermenéutica filo- la hermenéutica». Ha indicado, sin volun-
sófica 16. Partiendo de categorías tradicio- tad de exhaustividad, 5 pares antitéticos
nales, que denotan la impronta no sólo (matar/poder ser matado, amigo/enemi-
subliminalmente neoconservadora, pero go, interior/exterior [secreto/publicidad],
de las que en absoluto cabe despedirse por antes/después [padres/hijos 1, arriba/abajo
su fecundidad heurística, importa peraltar [amo/esclavo]) como «una clase de cate-
los cambios en las percepciones del gorías trascendentales de historias». Por
«tiempo», que tanto han incidido en la una parte, la analítica existenciaria se le
lógica de la investigación yde la exposi- antoja insuficiente para derivarlas. Por
ción. En la clásica discusión sobre la obje- otra, subraya la prelación de la Histórica
tividad se ha producido un viraje -no respecto a la hermenéutica, que es una
sólo por el influjo del «lingüistic turn», comprensión reactiva del acontecer prefi-
que ya entrañaba un «rhetorical turn»- jado teóricamente por la Histórica provo-
al plantearse incluso si lo histórico posee cativa. La Histórica remite a procesos a
títulos de verdad o la historiografía es a la largo plazo que no están acotados por tex-
postre sólo un ejercicio literario. Subsisten tos en cuanto tales ni depositados en los
aquí lazos complementarios, mas siempre testimonios, sino que más bien los inducen
lo bastante tensos como para impedir su (HH, pp. 88, 92-93). Pero esta tabla, a
ecuación. diferencia de la de Kant, no la da por
La historia no es un simple efecto retó- cerrada. Precisamente este autor compare-
rico, sino una realidad existente allende el ce en todos los niveles del pensamiento de
lenguaje. Resulta posible indagar los Koselleck, aunque se trata de una ubicui-
hechos e informar de una manera fidedig" dad un tanto desubicada, puesta al servicio
na, si bien las decisiones de cómo inter- de una «urbanización de la provincia
pretar las fuentes poseen un insoslayable schmittiana».
sustrato teórico. La mediación lingüística
no significa que todo sea sólo texto.
Auschwitz no fue ningún discurso ni se n. Estratigrafía del tiempo:
infiere de Mein Kampf (HH, pp. 92-93), Y ¿Cuán moderna es la modernidad?
juzgar el genocidio como tal equivale a
trivializarlo. La Histórica, que desde sus En CC hallamos una enojosa a la vez que
orígenes forcejea con Heidegger y Gada- sugerente lectura de la modernidad, en la
mer, hosqueja relaciones elementales de que Se mezclan elementos descriptivos y
oposición ancladas antropológicamente, prescriptivos. Aquí empieza exponiendo la
que constituyen una primera delimitación vía que conduce de la conciencia indivi"
respecto a ambos autores. La otra es la dual a las cruentas guerras de religión,
distinción entre lenguaje e historia, que para cuyo conjuro se instituye la razón de
choca con la aspiración hermenéutica de Estado. El fuero interno y la acción exter-
que todo lo que el hombre piensa y hace na, el hombre y el súbdito configuran en
está condicionado lingüísticamente. A adelante un estricto antagonismo. La razón
Koselleck le separa de su maestro en Hei- moral aparece camuflada bajo el arcano o
delberg la pretensión de universalidad de la hipocresía, madura en el seno de las
la hermenéutica 17, pues VM ve en ésta alianzas secretas y en la república de las
el <<fundamento de la Histórica» (VM, letras, consideradas epígonos -«mellizos
p. 255). La Histórica como teoría univer- históricos» (CC, p. 108)- de la concien-
sal de condiciones de posibilidad, también cia atribulada en la que se había refugiado
extra- y prelingüísticas, de historias no la moral por el asedio del absolutismo a la

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espera de vengarse de éste. Ocultándose Ellas se han hecho ostensibles únicamente


del Estado, las logias masónicas y las al alcanzar la máxima repulsión mutua por
sociedades doctas -caladeros de los clu- la explosión del progreso científico-técni-
bes jacobinos- le incoan un proceso que co: «sólo se puede concebir la modernidad
las hará salir de su refugio para invadir el (Neuzeit) como un tiempo nuevo (neue
espacio público. La crítica de las Luces se Zeit) desde que las expectativas se han ido
concibe como soberana y para ella todo alejando cada vez más de las experiencias
poder del Estado es un abuso de poder. La hechas hasta entonces» (FP, pp. 342-343).
filosofía de la historia anuncia el triunfo Estas categorías son aplicables a la con-
de la libertad, es la ejecución del plan ciencia moderna del tiempo. En el mundo
urdido por la moral, y se torna ineluctable campesino y artesano, el porvenir estaba
la Revolución. Es la crisis, que desemboca varado en el pasado. Gracias al progreso,
en el desmoronamiento del Estado absolu- el horizonte de expectativa ganó una cuali-
tista en 1789. También la guerra será la dad históricamente nueva, rebosante de
secuela de la Revolución. La Ilustración utopismo y catalizadora de una acelera-
siempre jalea una transposición de la mera ción desbocada. Pero lucha, guerra y ene"
crítica en modos de comportamiento polí- mistad no pueden ser desalojadas del mun-
tico, que suelen traducirse en crisis béli- do mediante el expediente taumatúrgico
cas. Mas, en contra del dictamen de Kose- de la filosofía de la historia. La violencia
lleck, ni la conspiración contra el Estado tampoco se evapora en el ensalmo del pro-
ni la alienación del poder con vistas a su greso ni se sublima bajo la forma de con-
usurpación son las dos únicas caras de la flictos sociales nO trágicos o episodios
Ilustración. Ni Lessing ni Kant, ni la onto- propedéuticos, a lo sumo dialécticos, de
logía de la masonería ni la historia proféti- una armonía que acabará imponiéndose.
ca, son instigadores de la Revolución, ni Schmitt ha aguzado la vista para la morali-
mucho menos de su crono apocalíptico y zación autodestructora de la política y
acelerado 18. Koselleck, siguiendo su magisterio, ha
La jacobinización de la Ilustración hecho otro tanto para la normativización
reclama invertir el proceso de desvertebra- de la historia. Desconfían de su instrumen-
ción social. El diagnóstico cohonesta un talización desvergonzada en favor de inte-
pronóstico aún válido, pues todavía hoy reses capciosamente encubiertos, de la
nuestro patrimonio semántico sociopolíti- tentación de erigir la historia en tribunal o
co está hipotecado por lo gestado en la de aducirla como coartada 20.
Sattelzeit, en la franja temporal de 1750 a Tal como insinúa en la conversación
1850 19. La prioridad de este lapso obede- que traducimos, Goethe se ha convertido
ce a que con la emergencia de la moderni- en un venero de sus parejas categoriales.
dad afloran las dos categorías estelares, Ciertamente, es un sismógrafo de los des-
los trascendentales por antonomasia: lizamientos en los estratos temporales que
<<nuestras dos categorías [experiencia y componen nuestra modernidad. La maldi-
expectativa] señalan la condición humana ción fáustica de la parsimonia, la disolu-
universal; ... remiten a un dato antropológi- ción de los vínculos entre el tiempo y el
co previo [el recuerdo y la esperanza], sin espacio -dimensiones que Koselleck pre-
el cual la historia no es ni posible, ni tende anudar, o re-anudar, con la metáfora
siquiera concebible. [...]. y con esto llego geológica~, la subyugación de la prisa,
a mi tesis: la experiencia y la expectativa son resumidas en un neologismo, coyunda
son dos categorías adecuadas para temati- de velocidad y Lucifer: velociferino. Luci-
zar el tiempo histórico por entrecruzar el fer seduce a la impaciencia con la cultura
pasado y el futuro» (FP, pp. 336-337). de lo veloz como elixir de la vida joven y

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plena. El apresuramiento moderno se ha judíos. De lo contrario, se introduciría una


olvidado de declinar en pretérito y se inexcusable clasificación y jerarquización,
ensaña con lo transmitido despacio: «No justificando además así el pérfido criterio
tengo más remedio que considerar que la de selección de las SS 22.
mayor desgracia de nuestra época, de este La estratigrafía posee una doble con-
tiempo que no permite que nada madure, notación: por un lado, mienta la superposi"
es que devoramos cada instante al cabo de ción de planos en la experiencia, para con"
un instante, que arruinamos el día antes de cluir que lo habitual es un requisito de lo
que acabe, y que así vivimos siempre al sorprendente, lo repetitivo de lo único, lo
día, sin engendrar nada» 21. Por eso hay recurrente de lo singular; en suma, sin
que atajar el desasosiego reinante, la exal" estructura no hay acontecimiento. De ahí
tación de lo nuevo, el hedonismo de lo se colige una arqueología del tiempo his-
rápido y oponer a estas modernas servi" tórico que refuta el dilema historia lineal o
dumbres la cultura del retardo. Goethe y cíclica. Por otro, también sirve para eluci-
su perspicaz acólito diagnostican las pato" dar la relación entre lenguaje y actos de
logías de la precipitación: la mediocridad habla, semántica y pragmática. Ningún
y la entropía. La embriaguez de la celeri" autor puede crear algo nuevo sin retro-
dad, la aversión a lo sido, la amnesia traerse al corpus establecido del lenguaje,
simulada o la memoria selectiva prefigu" a los recursos lingüísticos creados diacró-
ran aquí las abruptas quiebras de la histo" nicamente en el pasado próximo o remoto,
ria alemana. Los dos intentan una morato" y compartido por todos los hablantes y
ria en la marcha alocada hacia la barbarie oyentes. Entender o ser entendido presu-
de la inmediatez, porque de otro modo se pone un conocimiento previo de cómo ha
desintegra la condición del ser humano, sido usado el lenguaje. Todos los concep"
que vive hacia adelante, pero sólo se tos son actos de habla en una situación que
entiende mirando hacia atrás. No debe no puede ser replicada, ocurren sólo una
extrañamos que quien da fe de la incapaci" vez, pero son irreductibles a actos de habla
dad de evocación, se haya ocupado del individuales. La unicidad histórica de los
estudio de una de las formas de que el actos de habla, que parece imposibilitar
recuerdo perdure: los monumentos. El len- una historia de los conceptos, crea de
guaje no es el único médium en el que la hecho la necesidad de revisar nociones
historia se coagula. La iconografía del cul" pretéritas. Al devenir fundamental un con-
to a la muerte ha ingresado -como un cepto, enmarca y restringe, aumenta y
corolario más de la Histórica- en el índi- limita el vocabulario válido para las gene-
ce de temas de una semántica así ampliada raciones sucesivas. El reciclaje lingüístico
y a ella se ha consagrado con denuedo asegura al menos un grado mínimo de
últimamente en un grupo de trabajo en el continuidad, pero toda aserción acerca de
Centro de investigación interdisciplinar continuidades en el empleo de conceptos
sobre «Monumentos funerarios e imáge" debe ser apoyada por usos concretos e ite"
nes de la muerte: entre arte y política». rativos 23.
Koselleck ha saltado consecuentemente a Vale la pena meditar sobre la precita"
la arena pública, participando con insólita da connotación «arqueológica». De tan
vehemencia en las discusiones que prelu- presente que está el futuro, ambos se han
diaron la decisión sobre el monumento quedado sin porvenir. Semejante depre-
conmemorativo del Holocausto, para ciación de los tiempos (el pasado dejó de
subrayar que, si iba a ser auspiciado por interesar desde el siglo XVIII como vade-
los verdugos, debía recordar a todas las mécum vital instructivo y el futuro es un
víctimas del terror nazi y no sólo a los saldo que ahora se malbarata) acaso ha

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coadyuvado, amén de otros factores, a la cuestión, si el futuro es ignoto, y lo es una


despolitización de los intelectuales y a la vez calcinada toda la experiencia prece-
desecación de su fantasía. Mientras que en dente, nos quedamos paralizados. Necesi"
épocas anteriores las utopías sociales tamos presupuestos mínimos que se repi"
lamentaban el estancamiento de las condi- tan para poder actuar. De ahí que debamos
ciones y la manifiesta falta de futuro, hoy recuperar la historia como magistra vitae.
ocurre justamente lo contrario: nos senti- Urge repoblar el presente con potencias
mos no tan ávidos como ahítos de futuro. compensatorias, con estabilizadores pro-
A la adicción le ha seguido la sobredosis. venientes del pasado, con estructuras per-
Si antiguamente se vivía dentro de unas manentes (FP, pp. 62-64, 152; P, pp. 11 Y
coordenadas espacio-temporales estables, 23). Se trata de ensanchar los dominios de
se transforma ahora el presente en un lo duradero y de reforzar lo institucional.
galope desbridado y sin rumbo, en un Desde sus respectivas atalayas del
tránsito aterra incognita. Ni utopía ni principio de conservación y del teorema
ucronía. De aquí resulta una paradoja: de compensación, Gadamer y la pléyade
Precisamente por estar abocado el presen- de miembros del Collegium (Ritter, Lübbe
te al porvenir, desaparece el horizonte y Marquard) podrían confirmar diagnósti"
abierto del futuro, que se vuelve romo, ca y pronóstico. Gadamer invoca el «ne-
vano y banal ideológicamente, que cesa cesario recurso a la filosofía de la auto-
de ser una alternativa a lo imperante. El rresponsabilidad», que ha de «hacerse
futuro se ha ido ajando, porque siempre consciente de los condicionamientos pre-
está ahí, cual tópico manido. Obviamente vios» 24. VM denuncia la devaluación ilus-
gana así pujanza una posición conserva- trada del prejuicio (por respeto humano a
dora, a la defensiva, por maliciar que otros), de la autoridad y la tradición, sin
cualquier cambio político supone un tras- dar por ello su beneplácito al prejuicio por
torno; los agoreros presagian incluso la precipitación, al autoritarismo y al tradi-
catástrofe ante cualquier amago de icono- cionalismo (VM, pp. 338-353). El romanti-
clastia. Lo apocalíptico moviliza sobre cismo acepta las reglas de juego de la Ilus-
todo a los fanáticos. Tras el agotamiento tración: la dicotomía mythos-Iogos,
espacial de la utopía y su posterior sobre- aunque su valoración sea distinta e incluso
explotación temporal, asistimos a la mal- inversa, esto es, el culto idolátrico a lo
versación del caudal utópico del tiempo, nuevo se sustituye por el culto a lo viejo,
que ha dejado en barbecho la imaginación pero implican «una misma ruptura con la
política. De lo primero nos ha advertido continuidad de sentido de la tradición»,
Koselleck (ZS, pp. 132 ss.); de lo segun- sacrificando aquél el presente por mor del
do, sin embargo, no se ha quejado. Pru" pasado y ésta haciendo lo propio con el
dentemente, desea enderezar el curso fre- pasado en nombre del futuro. Esa lábil
nético de nuestra civilización y ralentizar equidistancia termina por esfumarse: «al
el ritmo vertiginoso de nuestros días: margen de los fundamentos de la razón, la
«Podría entonces suceder que una antigua tradición conserva algún derecho y deter-
determinación de relación volviera de mina ampliamente nuestras instituciones y
nuevo por sus fueros: cuanto mayor sea la comportamiento. La superioridad de la éti"
experiencia, tanto más cauta, pero tam- ca antigua sobre la filosofía moral de la
bién más abierta es la expectativa. Esto Edad Moderna se caracteriza precisamente
significaría, sin palabras grandilocuentes, por el hecho de que fundamenta el paso de
que se habría alcanzado el fin de la la ética a la "política", al arte de la buena
modernidad en el sentido de un progreso legislación, en base a la ineludibilidad de
óptimo» (FP, p. 356). Si todo se pone en la tradición. En comparación con esto la

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TEXTOS Y DOCUMENTOS

Ilustración moderna es abstracta y revolu- pero ellas, coriáceas por naturaleza, sólo
cionaria. [...]. En todo caso, la conserva- reaccionan si .se les brindan opciones.
ción representa una conducta tan libre Cada vez gira más rápido el carrusel
como la transformación y la innovación» del futuro, del futuro presente (Gegen-
(VM, pp. 349-350). Este propósito de wartszukunft), al que le es intrínseco una
enmienda rima con la optimización kose- soteriología del ahora, cuyos coetáneos lo
lleckiana de la modernidad al enjugar sus quieren todo y lo quieren ya. Ante este
déficit con la rehabilitación del topos His- penoso ejemplo de autodenigración, ¿qué
toria magistra vitae y la decantación prác- ocurriría si redujera la velocidad y redes-
tica de la Histórica, que no renuncia a cubriese ese precioso airbag, la lentitud?
intervenir estructuralmente, y, por tanto, a Un dulce sueño (ZS, p. 221). Esta segunda
largo plazo, en el mundo, a transformar generación ensalza al homo compensator,
los datos previos responsabilizándose de un virtuoso del equilibrio, un contempori-
los efectos 25. Habermas ha sometido a un zador, un utópico maduro y experimenta-
estrecho marcaje a todos los afluentes de do, que está de vuelta de la moda de las
la historia conceptual y a sus veredictos utopías y que no confía sino en lo calmo y
sobre la modernidad, acusándolos sin familiar, en lo rutinario y ritual. La tarea
ambages de haberse alineado con la revo- del conservador estriba en frenar el tempo
lución conservadora y de velar intereses de la maquinaria destructora de esa nueva
continuistas con el pasado más siniestro de superstición del progreso exponencial -
Alemania 26. La hermenéutica filosófica no detenerla es imposible- y en restituir el
se ha atrevido a rebasar reflexivamente el derecho a su pervivencia a tradiciones de
prejuicio, la tradición y la autoridad; la valor acreditado. Mas ¿no se puede trocar
Histórica tampoco lo ha hecho con la a su vez el afán de ralentización en un
estructura, con la institución, que, al igual empecinado aferrarse al statu quo y hasta
que aquéllos, también han podido surgir de en opilación irresponsable? ¿Hemos de
relaciones asimétricas y de la desviación buscar la etiología de tan desalentador
de poder. Luego es justo deplorar que fenómeno en una lucha entre universos
Koselleck no haya injertado una metaher- desacompasados e irreconciliables, en la
menéutica en su metahistoria, cuando su contemporaneidad de lo no contemporá-
instrumental lo permitía: Entre historia y neo? ¿Tenemos frente a frente, y sincróni"
lenguaje, entre acción y discurso, entre lo camente, sociedades modernas y otras
que ocurre y lo que se dice sobre ello, entre arcaicas, culturas vanguardistas y otras
estructura y concepto no existe un encaje atávicas? ¿O es más bien la globalización
perfecto, sino un desajuste sempiterno, y de la relampagueante modernización occi-
semejantes estridencias constituyen la dental la que ha dejado sin resuello y en
ambrosía de la crítica de las ideologías. Lo la cuneta a quienes no han podido seguir
ha atisbado en el terreno de la historiogra- su ritmo acelerado hasta el paroxismo, y
fía, donde son los perdedores, los vencidos ha fomentado un encono entre aventaja-
(desde Heródoto y Tucídides hasta Marx), dos y rezagados, entre arribistas y descla-
los principales innovadores, pues no se sados? En tal caso, el terror no procedería
dejan llevar por la inercia de la acomoda- de fuera del sistema, sino quesería inhe-
ción, sino que ambicionan desentrañar las rente a éste y la esperanza de la paz
causas de su derrota. Las explicaciones habría quedado hecha añicos, suplantada
dadas ya nos les convencen, y su esfuerzo por la ubicuidad microscópica o macros-
en pos de alternativas les conduce a la cópica, molecular o estatal, de la violen-
reescritura de la historia (ZS, pp. 67 ss.). cia. Pero ¿hay que ser schmittiano para
Las instituciones son capaces de aprender, reconocer esto?

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TEXTOS y DOCUMENTOS

NOTAS

I Es importante reseñar el eco que tuvo la celebra- (D), en Neue politische Literatur, núm. 43, 1998,
ción en Vitoria-Gasteiz y Bilbao del V Congreso de pp. 187-205; «Formen der Bürgerlichkeit. Reinhart
Historia de los Conceptos organizado por el Instituto Koselleck im Gesprach mit Manfred Hettlich und
Universitario de Historia Social Valentín de Foronda Bernd Ulrich» (M), en Mittelweg 36, vol. 12, núm. 2,
desde el 30 de junio al 2 de julio de 2003 bajo los 2003, pp. 62-82; «Offentlichkeit ist kein Subjekt. Rein-
auspicios del History of Politícal and Social Concepts har! Koselleck im Gesprach mit Renate Solbach», en
Group. Previamente, en 1997 y 2002, hubo sendos lablis. Jahrbuchfür europiiische Prozesse, 2003].
encuentros, con sus propias peculiaridades, dedicados 4 Vergangene Zukunft. Zur Semantik geschichtli-
a la historia conceptual y la filosofía política en cher Zeiten, Frankfurt, Suhrkamp,1979;ed. cast.,
Valencia y Alcalá de Henares. Un trabajo muy rico en Futuro pasado (FP), Barcelona, Paidós, 1993, p. 334.
información sobre estos y otros simposios internacio- Remitiremos a esta edición, aunque sin atenemos lite"
nales, además de sobre las investigaciones que han ralmente a su traducción.
propiciado, se lo debemos a Javier Fernández Sebas" 5 Una genealogía de la historia conceptual, en la
tián, «Historia de los conceptos. Nuevas perspectivas que se han tenido en cuenta sus variantes, la hemos
para el estudio de los lenguajes políticos europeos», expuesto en: «Historia conceptual y hermenéutica»,
en Ayer, núm. 48, 2002, pp. 331-364. Una publica- en Azafea, núm. 5, 2003, pp. 161-190. Un esbozo
ción especialmente receptiva a este enfoque en nues- somero de la misma también puede encontrarse en la
tro país es Res publica. Revista de la historia y el pre- Introducción (en colaboración con J. L. Villacañas) a
sentede los conceptos políticos, nacida en 1998 y R. Koselleck y H.-G. Gadamer, Historia y hermenéu-
dirigida por José Luis Villacañas. tica (HR), Barcelona, Paidós, 1997, 2002'.
2 Kritik und Krise. Eine Studie zur Genese der 6 Sakularisierung. Geschichte eines ideenpoli-

bürgerlichen Welt (CC), Freiburg/München, Karl tischen Begriffs (S), FreiburglMünchen, Karl Alber,
Alber, 1959 (ed. cast., Crítica y crisis. Un estudio 1965,20033, pp. 16,20-22.
sobre la patogénesis del mundo burgués, Madrid, 7 «Bericht über das "Archiv für Begriffsgeschi-
Rialp, 1965 -citaremos por esta versión~). chte"», en Jahrbuch der Akademie der Wissenschaf-
'En Zeitschichten. Studien zur Historik (ZS) ten und der Literatur, Mainz, 1967, p. 77. Se refiere
(Frankfurt, Suhrkamp, 2000) afirma el carácter prima- al Historisches Worterbuch der Philosophie (HWP),
rio de sus investigaciones sobre la teoría del tiempo, BasellStuttgart, Schwabe & Co, 1971 ss., y a Ges-
de las que son subsidiarias las relativas a la historia chichtliche Grundbegriffe. Historisches Lexikon zur
conceptual, la historiografía y la historia social politisch-sozialen Sprache in Deutschland, Stuttgart,
(p. 10). Así lo corroboran, además de, p. ej., la entre- Klett-Cotta, 1972 ss.
vista que aquí traducimos, el prólogo a las sucesivas 8 Verdad y método (VM), Salamanca, Sígueme,
ediciones de bolsillo de su tesis doctoral -la primera 1991, p. 27; Ritter, arto cit., AB, núm. n, 1967,
data de 1973~ «,vorwort zur Taschenbuchausgabe», pp. 75_80 Y su prólogo al primer volumen del HWP
Frankfurt, Suhrkamp, 8." reimpr., 1997, p. IX) y (pp. VII-VIU). En su autobiografía dice Gadamer:
«Zeil, Zeitlichkeit und Geschichte - Sperrige Refle- «En este campo [de la historia conceptual], el Diccio-
xionen. Reinhart Koselleck im Gesprach mil Wolf- nario histórico de filosofía fundado por Joachim Rit-
Dieter Narr und Kari Palonen», en J. Kurunmaki y ter, en cuyos inicios colaboré, significó un acicate
K. Palonen(eds.), Zeit, Geschichte und Politik. Zum para otros muchos estudios. Entre ellos, el Archivo de
achtzigsten Geburtstag von Reinhart Koselleck (P), historia de los conceptos que publicamos Ritter yyo
University of Jyvaskyla, 2003, pp. 1-2. Aunque esta en compañía de K. F. Gründer... A mi juicio, la histo-
conversación tuvo lugar en febrero de 1999, Kose- ria de los conceptos constituye una condición previa
lleck la revisó en marzo de 2003. La lectura de una para todo filosofar responsable» [Mis años de apren-
versión mecanografiada de la misma, por la que cito, dizaje (1977), Barcelona, Herder, 1996, p. 215].
se la debo a la deferencia de Annita Kananen. Última- 9 Koselleck confiesa sin rebozo que el auténtico
mente han proliferado las entrevistas a Koselleck, lo mentor de su tesis doctoral fue Carl Schmitt (P,p. 2;
que delata el progresivo interés que despierta su plan- T, p. 24; M, pp. 75-76), a quien se la dedica. Este tra-
teamiento [«Intervista. Indici del divenire. Reinhart bajo, así como la voz «/(rise» en GG (véase, p. ej.,
Koselleck risponde a Edoardo Tortarolo» (n, en m, pp. 624-634), se encuentra bajo la nítida égida del
L'lndice, núm. 1, 1989, pp. 23-24; «Begriffsges- jurista.
chichte, Sozialgeschichte, begriffene Geschichte. 10 H.-G. Gadamer, Verdad y método, II (VM, II),
Reinhart Koselleck im Gesprach mil Christof Dipper» Salamanca, Sígueme, 1992, pp. 92-93; R. Koselleck,

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TEXTOS y DOCUMENTOS

FP, p. 117; Ídem, «A Response to Comments on the medio plazo conducirá al callejón sin salida historicis"
Geschichtliche Grundbegriffe», en H. Lehmann y M. ta» «<Geschichtswissenschaft heute», en 1. Habermas
Richter (eds.), The Meaning of Historical Terms and (ed.), Stichtworte zur «Geistigen Situation der Zeit»,
Concepts. New Studies on Begriffsgeschichte, Wash- Il, Frankfurt, Suhrkamp, 1979, p. 725; cfr. Ch. Dip-
ington D.C., German Historical Institute, 1996, per, «Die "Geschichtlichen Grundbegriffe". Van der
p. 64. Son sumamente útiles los libros de M. Richter, Begriffsgeschichte zur Theorie der historischen Zei-
The History of Political and Social Concepts, Nueva tell», en Historische Zeitschrift, núm. 270, 2000,
York, Oxford University Press, 1995; H. E. Bo- pp. 282-283). Por otro lado, la tentativa de J. Kocka
decker (ed.), Begriffsgeschichte, Diskursgeschichte, de redefinir la historia social como «historia total de
Metapherngeschichte, Gottingen, Wallstein Verlag, la sociedad» ha despertado en Koselleck más reticen-
2002, y C. Dutt (ed.), Herausforderungen der cias que interés [«Sozialgeschichte und Begriffsges-
Begriffsgeschichte, Heidelberg, Universitiltsverlag chichte», en W. Schieder y V.Sellin (eds.), Sozialges-
Winter, 2003. chichte in Deutschland, Gottingen, Vandenhoeck &
II «Richtlinien für das Lexikon politisch-sozialer Ruprecht, vol. 1, 1986, pp. 89-109; T, p. 23].
Begriffe der Neuzeit», AB, núm. 11, 1967, pp. 81-89. lO En HH entró en buena lid con Heidegger y

Cfr. la Introducción al primer volumen de GG en Gadamer. El camino de la finitud del Dasein a la tem-
1972. poralidad de la historia no fue seguido, aunque sí
12 Su manifiesto editorial es una obra de orfebrería señalado, por el primero. Por eso acecha el doble peli-
por el sincretismo metódico y programático. La gro de una ontología transhistórica de la historia y de
impronta koselleckiana es perceptible (deuda con la una filosofía de la historia convencional -la historia
hermenéutica, estudio prioritario de las «revoluciones del ser teñida escatológicamente- centrada en los
políticas e industriales que arrancan del siglo XVIll», esquemas de declive y apogeo, de decadencia y
investigación de «estructuras longevas y de procesos ascensión (ZS, p. 299).
evolutivos a largo plazo», de sus cambios y duración). 17 Su coincidencia parcial radica en que «el len-

No obstante, Geschichte und Gesellschaft está clara- guaje que compila la experiencia y preformula expe"
mente escorada hacia la Teoría Crítica francfortiana, riencias venideras, posee una capacidad limitada de
al conectar la historia con la praxis social actual y integrar el mundo en su saber, en modos de comporta-
concebirla como una «ciencia social histórica». Ésta mientO y en desafíos que orienten nuestra acción.
puede contribuir a la «autoilustración del presente» y Pero, en contra de la hermenéutica universal, el len"
facilitar una acción racional de individuos y grupos..., guaje ofrece sólo un aspecto de lo que el mundo real
cooperar en el diseño de formas humanas de cOl1Vi" es posiblemente para los hombres». Las fuentes son
vencia... y en el desarrollo de una teoría de la con- siempre legibles en un doble sentido: en primer lugar,
temporaneidad orientada históricamente a la par que como fuente indicativa de lo que ocurre fuera de sí
relevante prácticamente» (vol. 1, 1975, pp. 5-7). misma, y, en segundo lugar, como el modo en que el
Koselleck, tras sus discrepancias con los otros coedi- lenguaje articula lo que ocurre (D, p. 188).
tares, se descolgó de la revista. 18 CC, pp. 339-340. Cfr. <<Vorwort zur Taschen-
13 «Über die Theoriebedürftigkeit der Geschichts- buchausgabe», pp. IX-X. En varias ocasiones hemos
wissenschaft», en ZS, 1972, pp. 298-316. argumentado nuestras disensiones con esta lectura
14 Una sucinta descripción de esa situación la sesgada de la Ilustración y de dos de sus más íncli-
hallamos en G. G. Iggers, La ciencia histórica en el tos representantes [«El arcano: entre la postrevolu-
siglo xx. Las tendencias actuales: Una visión panorá- ción y la contrarrevolución», en R. R. Aramayo,
mica y crítica del debate internacional, Barcelona, 1. Muguerza y A. Valdecantas (comps.), El individuo y
Idea Books, 1998. la historia, Barcelona, Paidós, 1995, pp. 215-249;
15 La historia social crítica, imbuida de intereses «La rivoluzione e la violenza della precipitazione: 11
cognoscitivos y actitudes axiológicas relacionados tempo della modernita in Kant», en C. Bertani y
con el presente y con una orientación emancipatoria, M. A. Pranteda (eds.), Kant e il conflitto delle
y emancipada del lastre anterior a 1945, sospechó facolta, Bolonia, 11 Mulino, 2003, pp. 231-251; «La
desde el principio que la Begriffsgeschichte no era modernidad velociferina y el conjuro de la seculari-
sino otra versión del historicismo, pues en 1973 zación», Introducción a R. Koselleck, Aceleración,
Koselleckasumía como «exigencia metódica míni- prognosis y secularización, Valencia, Pre-Textos,
ma» la necesidad de captar el pasado en el médium de 2003, pp. 11-33].
su propia conceptualidad, esto es, «en la autocom- 19 GG, 1, pp. XIII-XXVII. La vinculación del arte

prensión del uso del lenguaje de las partes implicadas del pronóstico con su proyecto de optimización de la
en los conflictos de entonces» (FP, p. 111). Esta asi- modernidad reaparece en varios artículos de su último
milación es falaz y el propio Koselleck ha precisado a libro ZS (algunos de ellos han sido vertidos al caste"
menudo que él profesa un «historicismo reflexivo» llano en Las estratos del tiempo: estudios sobre la
(D, p. 188). Las querellas han sido continuas y Weh- historia, Paidós, Barcelona, 2001, y en Acderación,
ler declara en 1979 que tan exangüe enfoque «ya a prognosis y secularización, op. cit.).

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TEXTOS Y DOCUMENTOS

20 R. Koselleck, <Nom Sinn und Unsinn der Ges- formas de saber y operar posibilitadoras de mo"
chichte», en Merkur, núm. 577, 1997, p. 334. demización (idea que fácilmente podría congraciarse
21 Carta a Nicolovius de noviembre de 1825 (Goe- con la koselleckiana de Su optimización). Gadamer,
thes Briefe, IV, Hamburg, 1967, p.159). Koselleck, en no obstante, ha rechazado el teorema de compensa-
el precioso libro que le dedica (Goethes unzeitgemiis- ción [Outt, op" cit., pp. 51-52; cfr. J. Ritter, «Die Auf-
se Geschichte, Heidelberg, Manutius Verlag, 1997), gabe der Geisteswissenschaften in der modernen
ha negligido esa carta. Un excelente complemento es Gesellschaft», en Subjektivitiit, Frankfurt, Suhrkamp,
el ensayo de M. Osten, Alles veloziferisch oder Goe- 1974, pp. 105-140 (ed. cast., Barcelona, Alfa, 1986,
thes Entdeckung der Langsamkeit. Zur Modemitiit pp. 93"123); H. Lübbe, «Pérdida de experiencia y
eines Klassikers im 21. Jahrhundert, Frankfurt, Insel compensaciones. Acerca del problema fiosófico de la
Verlag, 2003. experiencia en el mundo actual», en Filosofía prác-
22 P, p. 21. Cfr. la bibliografía incluida en la nota 23 tica y Teoría de la Historia, Barcelona, Alfa, 1983,
a nuestra traducción de la conversación. Koselleck ha pp. 155-172; O. Marquard, Filosofía de la compensa-
examinado concienzudamente las modificaciones que ción, Barcelona, Paidós, 2001].
se han producido en la iconografía de los caídos en 25 «En la historia sucede siempre más o menos de

combate desde la Revolución Francesa, formulando la lo que está contenido en los datos previos, en las pre-
tesis de que la única identidad que perdura es la iden- misas de base (Vorgegebenheiten). Sobre este más o
tidad de los muertos consigo mismos, y el resto de menos se encuentran y deciden los hombres, lo quie-
identificaciones políticas y sociales se desvanecen ran O no. Pero los datos previos no cambian por eso, y
con el tiempo. La entrada en la modernidad aporta cuando cambian, lo hacen tan lentamente y a tan largo
dos novedades: En primer lugar, la desaparición del plazo que se escapan de la disposición directa, de la
sentido trascendente de la muerte y la pretensión factibilidad» (FP, p. 266; cfr. HH, pp. 90-93).
intramundana de sus representaciones; esto es, el ocaso 26 La antropología política que subyace a CC

de la interpretación cristiana deja el camino expedito muestra su «conexión con el pensamiento de la revo-
a interpretaciones sociales y políticas. En segundo lución conservadora: como representantes de lo cual
lugar, a tal funcionalización se añade la democratiza- se considera a Carl Schmitt, a Hans Freyer y a Arnold
ción, es decir, si la representación prerrevolucionaria Gehlen. [...]. Pero esta categoría de guerra civil se
de la muerte era distinta según los órdenes sociales del define negativamente por referencia a una organiza-
más acá, tras la Revolución los monumentos funera- ción del poder político, que encuentra en la persona
rios se despojan de las diferenciaciones tradicionales. del monarca absoluto su tipo ideal; al mismo tiempo
23 El principal mérito de la llamada Escuela de supone que el restablecimiento del orden perturbado
Cambridge es que ha de distinguirse la perspectiva es algo deseable. Pero nosotros sabemos muy bien que
semántica de la pragmática, y su principal objeción a bajo las condiciones sociales actuales tal orden sólo
Skínner y Pocock consiste en que privilegian la prag- podría ser posible en forma de un Estado totalitario»
mática en detrimento de la semántica «<A Response», [«Crítica de la filosofía de la historia (1960)>>, en Perfi"
cit., pp. 63-66; P, p. 6). Además, hablar es un hacer, les fílosófíco-politicos, Madrid, Taurus, 1975, pp. 389-
pero no toda acción es un acto de habla. 390]. En la reseña que le hace al libro de D. Van Laak
24 C. Dutt, En conversación con H.-G. Gadamer, (Gespriiche in der Sicherheit des Schweigens. Carl
Madrid, Tecnos, 1998, pp. 97-99; VM, p. 27. Kose- Schmitt in der politischen GeistesgeschÜ:hteder
lleck ofrece varios ejemplos de estas estructuras: las frühen J3undesrepublik, Berlín, Akademie Verlag,
formas de organización, las fuerzas productivas y las 1993) echa de menos que no le dedique una semblan-
relaciones de producción, las relaciones amigo-ene- za a Koselleck -sí, en cambio, a «Münster: das
migo, las circunstancias espacio-geográficas, las for- Collegium Philosophicum» y «Hermann Lübbe»
mas inconscientes del comportamiento, las conse- (op. cit., pp. 192-200, 276-281)~ comO uno de los
cuencias naturales de la generación que incluyen valedores de Schmitt en la actual Alemania «<Carl
posibilidades para la formación de conflictos o para la Schmitt en la historia de la cultura política de la
fundación de tradiciones, las costumbres y los siste- República Federal. La necesidad de continuidades
mas jurídicos... (FP, p. 144). En la conferencia que alemanas», en Más allá del Estado nacional, Madrid,
pronunció con motivo de la concesión del premio del Trotta, 1997, p. 130). Es cierto que Koselleck ha tra-
Historischen Kolleg, titulada «cuán moderna es la mo- tado a Conze con enojosa condescendencia «<Werner
dernidad», esto es, cuán nuevos son los nuevos tiem- Conze Tradition und Innovation», en Historische
pos, repara en los estratos de la tradición contenidos en Zeitschrift, núm. 245. 1987, pp. 529-543), pero los
nuestro presente (25', pp. 225-239; cfr. pp. 12 ss.). historiadores han comenzado felizmente a desbrozar
Ritter le adjudicaba a las ciencias del espíritu el las miserias cómplices de los colegas. G. Aly (Macht,
cometido de compensar las pérdidas del viejo patri- Geist, Wahn. Kontinuitiiten deutschen Denkens, Ber-
monio histórico por el efecto erosionador de la cons- lín, 1997) se ocupa de dos presidentes de la asocia"
tante modernización científico-técnica. A sus víctimas ción alemana de este gremio, T. Schieder y W. Conze.
dichas ciencias ofrecen refugio al custodiarlas corno Véanse también las aportaciones del propio Aly, de

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TEXTOS Y DOCUMENTOS

H.-U. Wehler y de 1. I<.ocka a W. Schulze y O. G. Richter,op. cit., pp. 21-33.) YG. Wolters (<<Der "Füh-
Oexle (eds.), Deutsche Historiker im Nazionalsozialis- rer" und seine Denker. Zur Philosophie des "Dritten
mus, Frankfurt, Fischer, 1989. J. van Horn Melton ha Reichs"», en Deutsche Zeitschrift jür Philosophie.
destacado el compromiso de Brunner, el otro coectitor núm. 4712, 1999, pp. 223-251) informa que Rothacker
de GG, con el nazismo «<Otto Brunner and the Ideo- y Ritter fueron miembros cotizantes del NSDAP hasta
Iogical Origins of Begriffsgeschichte», en Lehmann y mayo de 1945 (pp. 232-233).

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