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MÍNIMA FINAL DE CURSO

SUBSIDIO PARA PASTORAL JUVENIL

DEL LIBRO DE ECLESIASTÉS O COHÉLET

Jesús Alberto Contreras Mejía

Carnet: 201919751

UNIVERSIDAD MESOAMERICANA

Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Universidad Mesoamericana

Centro Salesiano de Estudios Superiores

Licenciatura en Teología

Literatura Bíblica V, Los Sapienciales

Dr. Carlos Morales

Nueva Guatemala de la Asunción, 22 octubre de 2021

Teologado Salesiano
El presente subsidio está dirigido a la pastoral juvenil, el que abordaré el libro del
Eclesiastés o Cohélet, sobre los bienes terrenos (tener, poder y placer, etc.) por los que se
afana y fatiga sin límites el hombre, en su juventud y adultez, pero, en definitiva, según la
traducción de san Jerónimo "¡Vanidad de vanidades! - dice Cohélet -, ¡vanidad de
vanidades, todo vanidad!" (Qo 1, 2) Quiero subrayar, que, en el texto (original) masorético
en hebreo, no tiene este sentido moralista que le dio san Jerónimo, pues el autor de Cohélet
trata de describir todas las realidades que agobian y fatigan al hombre como (Eclesiastés, 1,
2) humo, todo eso se evapora, nada de eso permanece para siempre, nada trasciende a la
eternidad.
El personaje de (que se atribuye a Salomón) Cohélet, se afanó por el placer,
disfrutar del bienestar (cf. 2, 1-26) y confort, y vio que todo eso es humo que se evapora; se
entregó a la sabiduría y a practicar la necedad, para descubrir si en ellas se encontraba su
felicidad y plenitud y vio que era humo. Emprendió grandes obras, templos, palacios,
plantó huertos, viñas, jardines, etc. Tuvo siervos y esclavos; poseyó servidumbre, ganados,
ovejas como ninguno de sus predecesores. Atesoró todo tipo de tesoros (oro, plata, bronce,
etc.) En síntesis, no negó nada a sus ojos de cuanto le pedían, ni privó a su corazón de
ninguna alegría, y vio que todo esto era humo que se vaporaba y era querer atrapar vientos.
Y en este camino de hastío de la vida, llega a detestarla (2, 17) pues se da cuenta
que todo en ella es humo y atrapar vientos. Pues el hombre se afana y fatiga atesorando una
fortuna que la disfrutarán otros a quienes nada les costó. Pero ¿Qué es lo que le queda al
hombre de todas sus fatigas y afanes? Y la respuesta que encuentra es simple: “No hay
mayor felicidad para el hombre que comer, beber, y disfrutar en medio de sus fatigas” (2,
24) Y ve que también esto es don de Dios. Y que es Dios la fuente de la sabiduría, ciencia y
alegría. En vano se pierde y fatiga el hombre en múltiples cosas que son humo que evapora.
E incluso, puede que en la vida los justos sean tratados como malvados y los
malvados sean tratados como justos. Pero al final, lo importante dice Cohélet es “temer a
Dios y guardar sus (12, 13) mandamientos, que eso es ser hombre cabal. Porque toda obra
será juzgada por Dios, incluso lo oculto, a ver si es bueno o malo.”
Aplicación en la Pastoral Juvenil
En el contexto de nuestra cultura posmoderna, los jóvenes con mucha frecuencia
tienden a absolutizar en sus vidas la ciencia, la filosofía atea, la libertad o más bien
libertinaje, la riqueza, el placer, el poder político y económico, el prestigio, el ser influencer
en las redes sociales, el culto a la propia imagen, etc.
Todo esto es humo que se desvanece nos dice Cohélet, y si tú joven pones tu vida en
estas cosas de forma absoluta, serás por siempre un vendedor de humo, para ti mismo y
para los demás, aparentarás ser feliz y pleno, pero en el fondo no lo eres, esto lo puedes
constatar con un simple ejemplo: si son pocas personas que le dan like a tus publicaciones o
las comparten de tus 5, 000 amigos en Facebook o tus 5, 00000 seguidores en Instragram,
Twitter u otra red social, no estarás muy feliz ¿o sí? O por tu afán desmedido por el dinero
sacrificas a tu familia, dejando de lado lo que más amas y optando por lo que deseas y
quieres, y lo intentas justificar por una o mil razones. Y donde quedarán tus amigos que
ahora te rodean cuando fracases en tu vida, los que se quedaron a tu lado, los podrás contar
con los dedos de tus manos, cuando antes era ensalzado y alabado por ellos. Porque esto
también es humo.
El mensaje fuerte de Cohéhelet a nuestra cultura posmoderna, más no quiere llevarte
a despreocuparte del todo de los bienes (pues son necesarios) materiales, pero te invita a no
poner en ellos tu corazón y todos los afanes de tu vida de forma absoluta, pues Cohélet te
advierte que el desprendimiento de los bienes terrenos (humo que se evapora) en esta vida
te hace bien, para que pongas tu corazón en los bienes realmente importante, en lo que no
es humo; es decir, en el compartir tu vida con tus semejantes y en buscar guardar los
mandamientos de Dios, hasta llegar a ser pobre de Espíritu y heredero del reino (Lc 6, 20)
de los cielos. Sin que, por ello, dejes de llegar a tener toda clase de bienes en la tierra, pues
si tú no los conviertes en dioses, volviéndote esclavo de ellos, podrás utilizarlos para tu
bien y el de tus hermanos y así serás grato ante los ojos de Dios y de los hombres.
Pero si por el contrario, no quieres caer en la cuenta de lo que se te advierte, está
bien, afánate y desvívete por todo ello, y al final te darás cuenta por ti mismo de que eso es
humo que se evapora, que no es para siempre, que no puede ser la fuente (pue ofrecen una
felicidad que se desvanece fugazmente) de tu felicidad y plenitud humana y espiritual, pues
es vapor inconsistente que se diluye, por tanto, no debes absolutizar nada de todo eso, más
bien preocúpate de detener en algunos momentos en tu vida vertiginosa y volátil, y trata de
disfrutar las cosas sencillas, los pequeños detalles, ahí encontrarás tu alegría, paz y todo lo
que buscas en todas aquellas cosas por las que te has afanado hasta ahora.
Si bien, el autor del Eclesiastés llega a tener nausea de la ciencia, del placer, del
tener, del poder, etc., nunca se le cruza por su mente el suicido ni proclamar a los cuatro
vientos la muerte de Dios. Este es un dato para subrayarte, pues, de hecho, tú mismo quizá
has vivido el drama del vacío existencial, del sinsentido de la vida, o has experimentado
dudas sobre la existencia o no de Dios, si bien, esto es fruto de los padres de la sospecha, en
especial Nietzsche. Ya Cohélet, te dice que este es un mal de todos los tiempos, pero que
las dudas o la crisis existencia no deben de llevarte al suicidio, ni a negar a Dios, sino a
saber que las cosas más importantes y hermosas de la vida no se compran ni se conquistan
con dinero, poder y placer, sino abriendo tu vida a Dios, y guiándola en el día a día según
su voluntad.
En nuestro ambiente posmoderno quizá algunas veces te has preguntado ¿Será
verdad que Dios existe? ¿Es pecado dudar si Dios existe? Joven, dudar no es pecado, lo que
debes cuidar es que las dudas no te lleven a endurecer tu corazón y cerrarte a la verdad,
pues, bendita la duda que te lleve a conocer más a Dios, bendita la crisis existencial que te
ayudó a despertar de tu retardo, y ahora valoras más lo que eres, lo que tienes y lo que estás
llamado a ser por la eternidad, es decir, participar de la vida divina; y ya no te mueves en el
vaivén de una cultura hedonista y volátil del momento. Ya no te afanas más allá de lo
necesario por ellas.
Por parte de la realidad terrenal, puede venirte pobreza o riqueza, gozo o tristeza,
pena o gloria, tribulación o paz, y sabrás que todo eso es humo que se evapora con el
tiempo, y que sólo Dios permanece. Y tu vida sabrá a eternidad y ya no te perderás
intentando llenar con cosas el vacío de tu corazón y el sentido de tu existencia, que sólo
Dios puede llenar y dar. Serás libre para vivir tu vida, ahora y siempre, y no dejar que la
vida te viva a ti.

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