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DESARROLLO BIOPSICOLÓGICO
Al momento del nacimiento, solo unos pocos patrones de comportamiento
adaptativos heredados, están suficientemente maduros para contribuir a la
supervivencia del infante. Este ha heredado los reflejos de búsqueda del pezón,
succión y deglución, que le permite tomar alimento, siempre y cuando el pecho de
la madre se encuentre dentro del espacio que puede recorrer con su cabeza.
También es capaz de llorar, simbolizando que tiene necesidad de algo; a los
pocos días puede emitir algunos sonidos guturales y hace expresiones faciales
que motivan la ternura de la madre. Fuera de estos patrones relativamente
primitivos y de ciertas funciones regulativas automáticas, el bebé es un ser
completamente desvalido, incapaz de ayudarle y, si alguien no cuida de el morirá.
Las habilidades mentales superiores, como la memoria consciente, la anticipación,
el discurso, el razonamiento abstracto y la comunicación mediante el lenguaje
hablado o escrito, se desarrollan poco a poco; creando así dependencia y
vulnerabilidad.
La habilidades congénitas del niño maduran lentamente, viéndose influenciada por
el entorno que lo rodea, el medio en el que el individuo esta inmerso y los patrones
hereditarios pueden alterar el comportamiento y las habilidades mentales.
La experiencia en el desarrollo de la personalidad puede ser positiva o negativa, si
se tiene en cuenta que la memoria empieza a desarrollarse en los primeros mese
de vida, las experiencias del infante constituyen la base de su desarrollo
psicológico; las experiencias positivas y significativas le traen grandes beneficios y
aseguran una sana evolución de su personalidad, pero si son traumáticas y
negativas pueden afectar la salud mental y emocional.
1.- Factores biológicos: las características biológicas del niño, y el papel que
desempeña, se puntualizan en tres factores íntimamente relacionados:
Patrones constitucionales heredados
Patrones y tiempo predeterminado de maduración biológica.
Energía necesaria para el crecimiento, desarrollo y funcionamiento.
1.1.- Patrones constitucionales heredados: tienen como elementos básicos: las
características físicas y fisiológicas del individuo, su potencial de inteligencia, sus
principales rasgos temperamentales y algunas potencialidades más específicas,
como talentos especiales para la música, el arte o las matemáticas.
En los primeros años se puede observar tendencias temperamentales
genéticamente determinadas que puede persistir, sin mayores cambios, hasta la
edad adulta. El temperamento o personalidad en los niños es la suma de
cualidades del comportamiento como nivel de actividad, ritmicidad, adaptabilidad,
tendencia a acercarse o alejarse de un nuevo estímulo, estado de ánimo
sensibilidad, distractibilidad, duración de la atención y concentración.
Los factores biológicos están determinados no solo por la herencia, sino también
por otros eventos adversos que puedan ocurrir después de la concepción, durante
la vida intrauterina, en el parto o en el período posnatal. Tales eventos pueden
producir defectos que hagan del niño un ser diferente de lo que estaba
determinado por la herencia.
1.2.- Maduración biológica: Factores innatos, tales como los que determinan el
desarrollo del embrión y las características físicas del niño, continúan operando
después del nacimiento. Así, el tiempo de emergencia de la capacidad para el
razonamiento abstracto, está biológicamente predeterminado. Aunque el momento
en que aparece cada una de estas capacidades es acertadamente predecible, hay
algunas variaciones según el individuo y, al igual las diferencias orgánicas
constitucionales, es muy importante que también éstas se tengan en cuenta para
no exigirle al niño más de lo que pueda hacer en un momento dado.
Debido a que el desarrollo psicológico y de la personalidad de cada niño está
íntimamente ligado al desarrollo de sus habilidades mentales, debe tenerse en
cuenta que la maduración biológica predeterminada del sistema nervioso tiene
lugar de una manera gradual y secuencial. También hay que advertir que otros
factores pueden afectar el proceso de maduración; por ejemplo, las deficiencias
nutricionales severas alteran el funcionamiento psicológico y limitan el crecimiento.
1.3.- Energía vital: El tercer factor biológico que requiere ser considerado es el de
la energía vital. Dicha energía es utilizada en dos formas diferentes aunque
relacionadas: de una parte se usa para el crecimiento del niño, para las funciones
que garantizaban el sostenimiento de la vida y, en última instancia, para su
reproducción; hay, en efecto, una tendencia natural en el hombre a reproducir su
propia especie. Aunque la capacidad biológico para la procreación no aparece
hasta la pubertad, el desarrollo en los años a convertirse en un ser socia, capaz de
llevarse bien con los demás, de establecer relaciones con personas del sexo
opuesto y, finalmente, de casarse, continuar una familia y engendrar hijos.
De otra parte, la energía vital impulsa el desarrollo y la actividad de la persona.
Durante la infancia, dicha energía se expresa en forma de impulsos y se utilizan
básicamente para propósito físicos, como correr y brincar; pero, a medida que se
va desarrollando la canaliza hacia el ejercicio de las habilidades mentales
superiores. En la teoría vital derivada del impulso sexual se identifica con el
nombre de libido.
2.- Factores Ambientales: Para el desarrollo normal del niño en todos los
aspectos, juega un papel importante el medio que lo rodea y las primeras
experiencias, dichas experiencias pueden ser prenatal o posnatal; aunque también
es importante tener en cuenta que el estado emocional y mental de la madre
durante el embarazo se refleja en alguna forma, en la personalidad del niño.
El clima emocional y las actitudes frente al niño comienzan los padres mucho
antes de su nacimiento y son el resultado de numerosas vivencias anteriores, de
las fantasías y de los resultados de numerosas vivencias anteriores, de las
fantasías y de los conceptos sobre la paternidad adquiridos a lo largo de la vida;
dichas actividades desempeñan un papel importante en la forma como ejerce la
paternidad. Así pues, la actividad positiva frente al niño, la armonía y el amor entre
los padres, el soporte emocional del esposo durante el embarazo, contribuyen a
crear un ambiente favorable para su llegada. Las necesidades emocionales del
bebé son evidentes y podrían resumirse en su necesidad de amor; la ternura, el
cuidado y la cercanía física de la madre durante los primeros años de la vida del
niño y, de manera especial en los doce primeros meses, son esenciales e
irremplazables.
El ambiente físico se refiere a la disponibilidad o carencia de los elementos
requeridos para satisfacer las necesidades básicas de nutrición, vivienda, vestido,
atención médica, y demás recursos indispensables para el sano crecimiento del
niño.
El medio social se refiere a las características de sus interacciones con los demás,
es decir a la calidad de su ambiente familiar, a su situación escolar y a sus
oportunidades de recreación y de contacto con otras personas.
Las oportunidades de estímulo se refiere a la disponibilidad o carencia de aquellos
elementos, que favorecen el desarrollo y crecimiento del niño, como el contacto
con la sangre, la interacción con los abuelos, tíos y familiares, el espacio, la
libertad de movimiento, los juguetes que estimulan el desarrollo de sus sentidos,
los libros, las láminas, la música, etc.