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M a r t ín P u c h e t A n y u l

A l ic ia P u y a n a M u t is
Editores

América Latina
en la larga historia de la W f

desigualdad
Luis Bértola Fernando Cortés
Natalle Gómez • José Antonio Ocampo
Laura Policardo • Lionello Punzo
Edgar Sánchez Carrera
Diego Sánchez-Ancochea

FLACSO
América Latina
en la larga historia
de la desigualdad

Martín Puchet Anyul


Alicia Puyana Mutis
(Editores)

FLACSO
M É X I C O

Prohibida su reproducción
305.098
A 512 Am érica L atina en la larga historia de la desigualdad / M artín Puchet Anyul,
Alicia Puyana M utis (editores) -- México : F L A C S O , 2 018.
208 páginas : gráficas ; 23 cm

I S B N 978-607-8517-27-5

1. D esigu aldad Social -- Am érica Latina 2. D esarrollo Social -- Am érica L atina 3. D esigualdad
Económ ica -- Am érica L atina 4. A m érica L atina -- Política Social 5. D istribución del Ingreso -- América
Latina 6. Pobreza -- Am érica L atina I. Puchet, M . (M artín), editor II. Puyana A licia, 1941-editora

Primera edición: enero de 2018


D .R . © 2018, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede México
Carretera al Ajusco 377, H éroes de Padierna, Tlalpan, 14200 Ciudad de México
www.flacso.edu.mx | public@flacso.edu.mx

IS B N 978-607-8517-27-5

Este libro fue sometido a un proceso de dictaminación por parte de académicos externos na­
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aplicables.

Impreso y hecho en México. Printed and made in México.

© Flacso México
Índice

Introducción
M artín Puchet Anyul, Alicia Puyana M utis . . . . . . . . . . . . . . . . 7

I. L a larga historia de la desigualdad: efectos, causas y políticas


para enfrentarla
M artín Puchet Anyul, Alicia Puyana M utis .................................................. 19

II. D esarrollo social: avances asim étricos durante la últim a década


José Antonio Ocampo, Natalie Gómez Arteaga . . . . . . . . . . . . . .3 7

III. E l remolino de la desigualdad en A m érica Latina: las corrientes


del pasado, la presión interna y los vientos globales
Luis Bértola .............................................................................................................69

IV. ¿H acia una A m érica L atina m enos desigual? Reflexiones después


de una década de éxito
Diego Sánchez-Ancochea ......................................................................................95

V. D esigualdad en el ingreso en México, 1963 a 2014


Fernando Cortés .................................................................................................. 119

V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la


desigualdad: Chile, Colom bia, México y Perú
Alicia Puyana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147

V II. ¿D esigualdad insostenible? Evidencia empírica para países


de A m érica Latina
L au ra Policardo, Lionello F. Punzo, Edgar J . Sánchez Carrera . . . . . 177

L as autoras, los autores .......................................................................................... 206

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Introducción
M artín Puchet Anyul, Alicia Puyana M utis

L as páginas siguientes describen la estructura del libro a partir de cada


capítulo, pero destacando sobre todo las conexiones entre sus temas y
argumentos.
En el primer capítulo, los editores ubican a América Latina en la larga
historia de la desigualdad e intentan mostrar rasgos comunes y diferencia­
les de un fenómeno que trasciende la región hasta su nueva emergencia en
los países desarrollados durante la Gran Moderación. Q ue América L a­
tina sea vista habitualmente como un caso paradigmático de desigualdad
de ingreso, se debe a que hay dimensiones y elementos de la historia eco­
nómica para situarla en ese papel.
José Antonio Ocampo y Natalie G óm ez Arteaga, ya en el segundo ca­
pítulo, analizan las principales transformaciones sociales experimentadas
por América Latina durante la primera década del siglo x x i y, en algunos
casos, desde la última del x x . S u estudio se enfoca en el aumento genera­
lizado del gasto público social y en el crecimiento económico de la región
que, en conjunción, los autores resaltan como los dos principales motores
de cambio. Enfatizan, además, la reducción de la pobreza y la desigualdad,
así como cierta mejoría en el mercado laboral, que no borran del todo la
precarización sufrida entre 1990 y 2000. El análisis atiende las importan­
tes implicaciones en el desarrollo futuro de la región que son discutidas
al final, en especial en el apartado dedicado al tema de la desigualdad, en el
cual, a partir de las experiencias pasadas, señalan probables perspectivas.
Ocam po y G óm ez arriban a las conclusiones anteriores luego de un
cuidadoso y pormenorizado trabajo estadístico sobre las variables más re­
levantes y mediante la comparación de diferentes países latinoamericanos

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América Latina en la larga historia de la desigualdad

y de otras regiones del mundo. Se ocupan también de la trayectoria de la


desigualdad de la región y establecen sus principales tendencias, utilizan­
do como columna vertebral de su análisis una comparación temporal del
avance de ciertos indicadores de la región, en particular desde la última
década del siglo x x pero llegando hasta la actualidad.
Sobre esta base, O cam po y G óm ez ratifican las propuestas de Luis
Bértola y Diego Sánchez Ancochea, en este libro, y de Prados de la Esco-
sura, en su conferencia en Flacso M éxico: el aumento de la desigualdad
entre 1 9 8 0 y 1 995 fue seguido por su reducción gracias al incremento
generalizado del gasto público social que se elevó en casi cinco puntos
porcentuales entre 1 9 9 0 y 2003, y al importante crecimiento económico
que expandió el p i b regional al 5.1% anual, entre 2003 y 2008. Este creci­
miento fue enmarcado y catalizado por los elevados precios de las mate­
rias prim as que Belgue y Ocampo (2013) calificaran como el periodo del
superciclo de los precios de los productos básicos que la región exporta
y al mismo tiempo señalaran su fin y que la región no aprovechó esa bo­
nanza al no invertir de manera sostenida para procurar el cambio estruc­
tural en la producción y las exportaciones.
L os efectos distributivos durante esta etapa de crecimiento econó­
mico fueron importantes y se materializaron en aumentos generalizados
de los ingresos per cápita, mucho más intensos en la parte baja de la dis­
tribución del ingreso, resultado directo del incremento de la tasa de ocu­
pación y de la disminución de la tasa de dependencia. L a mejoría de los
ingresos de los quintiles bajos se dio principalmente elevando los salarios
y, en menor m edida, por el mayor número de ocupados en los hogares.
Sin embargo, estas mejoras no estuvieron acompañadas de cambios sus­
tanciales en las condiciones laborales de este grupo. L as reducciones en la
tasa de informalidad han sido mínimas, la mitad de los ocupados de la re­
gión aún son trabajadores informales y el acceso a la seguridad social con­
tinúa siendo insuficiente. En definitiva, las mejoras del empleo han sido
más importantes en términos de cantidad que en calidad y, en virtud de
la reducción de la elasticidad ingreso del empleo, hoy se requieren tasas
más altas de expansión económica para lograr el empleo generado entre
1950 y 1980 (Puyana, 2011).1

Véase Puyana, A . (2011). Economic growth, employment and poverty reduction: A compa-
rative analysis of Chile and Mexico, n o Em ployment W orking Paper núm. 78, [en línea],

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Introducción

Ocam po y G óm ez concluyen que, a pesar de las mejorías registradas,


la desigualdad de la distribución del ingreso de América Latina se m an­
tiene alta y, con excepción de Uruguay, todos los países de esta región
acusan un grado de inequidad muy superior al patrón internacional para
el nivel de desarrollo que ostentan. Por esta razón no es factible decir que
América Latina haya dejado de registrar la peor distribución de ingresos
en el mundo.
Com o principal explicación tanto de las mejoras como de los retos
mencionados, Ocampo y Góm ez señalan al mercado laboral como el ca­
nal principal por el que las ganancias del crecimiento económico se tras-
fieren hacia una mejor distribución de los ingresos, y a la vez sugieren
analizar los cambios y tendencias que en él se dan para comprender con
mayor claridad las razones de los avances y retrocesos de la desigualdad en
América Latina. Resaltan en particular la informalidad, la alta inestabili­
dad, la rotación y, en general, la baja calidad en la experiencia del trabajo
como los elementos que caracterizan al ámbito laboral de la región.
E l tercer capítulo, escrito por Luis Bértola, se interroga sobre si la
disminución en la desigualdad de la primera década o de los primeros
tres lustros de este siglo es un cambio de tendencia o una mera fase de
descenso observable para uno de los ciclos largos que registra la desigual­
dad distributiva en toda la historia latinoamericana. S i esto fuera así, los
elementos subyacentes en su disminución, no son la causa estructural
de la desigualdad sino aspectos relevantes de una caída que pertenece a
una fase del ciclo.
M ediante un tratamiento conjunto e integrado de la desigualdad
interna de los países de la región (distribución inequitativa de riqueza
e ingreso) y la desigualdad internacional (por lo común señalada como
retraso, subdesarrollo, posición periférica, dependencia, entre otros, res­
pecto de los países avanzados), Bértola destaca la presencia de grandes
tendencias seculares en ambos aspectos que, por otra parte, han tenido
destacadas fluctuaciones. En cuanto a la desigualdad internacional, la
tendencia de los países latinoamericanos ha sido alejarse cada vez más
de los países m ás ricos, y distanciarse de los más pobres. H asta la Prim e­
ra G uerra M undial, los países “euroamericanos” — Argentina, Uruguay

disponible en < http://w w w .ilo.org/em ploym ent/W hatw edo/Publications/w orking


-p a p e rs/W C M S _ 1 5 6 1 1 5 /lan g —en/index.htm >.

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y C hile— acortaron distancias con los líderes mundiales. D urante el si­


glo x x , la tendencia fue acortar la brecha entre los países latinoamerica­
nos al menos hasta la década de 1980 cuando se abre una nueva era de
desigualdad entre países, aunque todavía muy moderada.
En cuanto a la desigualdad interna, Bértola llama la atención sobre
la intensidad y frecuencia de las fluctuaciones y la inestabilidad, factores
que dificultan discernir cuáles han sido los avances recientes en la región,
cuánto de lo logrado es duradero y cuánto será efímero, como muchas
otras ocasiones ha sucedido. S i bien destaca algunos cambios en parti­
cular positivos, como el progreso hacia sociedades más educadas y mejor
informadas, además de los efectos de las políticas redistributivas, Bérto-
la sugiere, coincidiendo con Ocam po y Góm ez, que, durante el reciente
ciclo de crecimiento y de condiciones externas en extremo positivas, la
región no consiguió realizar cambios suficientemente profundos en sus
estructuras productivas como para mantener el ritmo de crecimiento que
perm ita nuevas reducciones de la desigualdad.
En el cuarto capítulo, Diego Sánchez-Ancochea pone el acento so ­
bre el hecho de que la disminución de la desigualdad tuvo su origen en
tipos específicos, tanto de crecimiento como de política social. Com o
Bértola, Sánchez-Ancochea se pregunta si nos encontramos ante una
verdadera ruptura en las tendencias experimentadas en las últim as dé­
cadas y sobre todo si la reducción en la desigualdad es sostenible. En una
línea opuesta a la que denomina la explicación dominante sobre la des­
igualdad en América Latina que enfatiza en su historia colonial y en la
concentración de poder y privilegios por parte de las élites económicas y
sociales, es decir, exclusivamente en factores internos, Sánchez-Ancochea
destaca que la estructura productiva latinoamericana y su desarrollo en
el contexto del comercio internacional son elementos centrales para en­
tender las grandes diferencias de ingresos en la región m ás desigual del
mundo. D urante el reciente periodo de disminución de la desigualdad,
el crecimiento se basó en exportaciones con alto contenido de recursos
naturales, o en productos generados en etapas de transformación cerca­
nas a la extracción de dichos recursos. Las políticas sociales se caracte­
rizaron por un alto grado de focalización y por su intención de elevar el
ingreso de sectores desfavorecidos mediante transferencias pecuniarias
y subsidios directos. A m bos procesos, un crecimiento orientado por una
especialización productiva hacia el comercio de mercancías de menor

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Introducción

incorporación tecnológica y una política social m ás dedicada al aumento


de los ingresos relativos de los estratos pobres que al mejoramiento del
espectro de las condiciones de vida, refuerzan la heterogeneidad estruc­
tural de las economías, promoviendo así diferenciales de productividad
en su interior que son muy superiores a los de los países desarrollados.
Estos diferenciales son la razón fundamental de las enormes brechas de
ingresos personales.
A l vincular la histórica desigualdad de la región a la heterogenei­
dad estructural, Sánchez-Ancochea pone en duda, en coincidencia con
Bértola, que una reducción de la desigualdad basada en un retorno a la
especialización prim aria y en un ciclo de precios favorable de estos p ro­
ductos, tenga la capacidad de ser perdurable. Este autor recalca que la
mejora en la equidad de las últimas décadas se ha dado por varias razo­
nes, entre las que destacan, por el lado de la estructura económica, que
la nueva orientación de las economías de la región contribuyó a reducir
la dem anda de mano de obra calificada y, de esa forma, ayudó a la reduc­
ción del diferencial salarial entre trabajadores cualificados y no cualifi­
cados y, por el lado de la política pública, a un aumento en el ingreso no
laboral de los segmentos no calificados de las sociedades latinoamerica­
nas por medio de los program as de transferencias condicionadas. Sin
embargo, la región ha visto poco avance hacia un cambio fundamental
de su estructura productiva y un débil o nulo impulso hacia un cambio
estructural que promueva la productividad de los sectores atrasados y
una reducción de su distancia respecto de los sectores más avanzados.
Por estas razones, el pronóstico de Sánchez-Ancochea sobre la sosteni-
bilidad de las mejoras en desigualdad logradas en décadas recientes es
negativo. L a única forma de garantizar estos resultados en el largo pla­
zo es atendiendo a la heterogeneidad estructural, causa principal de la
desigualdad en América Latina, por medio de soluciones de corte polí­
tico para aminorarla y que, en específico, comprendan una agenda para
vincular los sectores que son motores del crecimiento, incluso si son pri­
marios, con los m ás atrasados. Los capítulos II, III y I V rastrean las
causas de la desigualdad m ás allá del crecimiento y ponen en una pers­
pectiva de largo plazo la disminución observada. Las tres contribucio­
nes no dejan de ubicar a la desigualdad como un resultado conjunto de
la evolución económica concebida como una conjunción de crecimiento
económico y políticas redistributivas.

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América Latina en la larga historia de la desigualdad

Los trabajos de Cortés, de Puyana y de Policardo, Punzo y Sánchez


Carrera, correspondientes a los capítulos V, V I y V II, respectivamente,
ubican otros aspectos de la desigualdad y sitúan sus orígenes en un en­
torno más amplio. Aunque no miran todo el subcontinente sino una ca­
suística restringida — Puyana se concentra en Chile, Colombia, México
y Perú, Cortés en México, y Policardo y coautores en trece países latinoa­
mericanos— , todos muestran que hay otros orígenes profundos y remo­
tos para la desigualdad.
Puyana identifica la discriminación de carácter étnico e, incluso inte-
ractuando con esta, señala a la inequidad de género, como un núcleo
irreductible y persistente de las grandes diferencias en los ingresos de las
personas. L a discriminación étnica es multiforme e interseccional en el
lenguaje de la sociología y los estudios de género y tiene en los países
seleccionados, como en los demás de América Latina con población in­
dígena y afrodescendiente, un asidero histórico, está enraizada en la
conquista, profundizada en la Colonia e institucionalizada tanto en
las cartas políticas que dieron origen a las repúblicas latinoamericanas
como en las instituciones formales e informales que desde entonces se
han conformado.
En estos países el problema de la desigualdad étnica es fundamental
en el contexto de la reducción de la desigualdad general; Puyana refiere
la dificultad de reducir la desigualdad individual sin previamente abatir la
grupal. A mayor el tamaño de la población discriminada y las intensidad
de la desigualdad, más necesario reducirla para abatir la de carácter gene­
ral. En este punto diverge con lo que propone Milanovic (2016),2 quien
sostiene que disminuir la desigualdad de ingresos de por sí disminuiría la
existencial y la horizontal. Sin embargo, al hablar a nivel global y no re­
gional, Milanovic (2016) remite a la desigualdad horizontal en contextos
más generales, donde no aparece de manera tan clara, como en América
Latina, el peso histórico, cultural e institucional de la discriminación ét­
nica y demás tipos de segregación social.
El tipo de sociedades y su historia de colonizadoras o colonizadas no
es un dato menor al considerar la centralidad de la desigualdad horizon­
tal. En el contexto latinoamericano, donde la variable étnica es parte de

Véase Milanovic, B. (2016). Global Inequality: A New Approach for the Age of Globali-
zation, N ueva York, H arvard University Press.

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Introducción

la formación histórica de las sociedades y se ha cristalizado de diversas


formas en la estructura social a lo largo de siglos, lo étnico no es un rasgo
secundario de la desigualdad. Por el contrario, se entrelaza con sus deter­
minantes económicas al condicionar el acceso a recursos sociales y m a­
teriales de los individuos y posicionarlos de modo diferenciado frente al
mercado. Entre los resultados que presenta Puyana destaca la detección
de importantes brechas de desigualdad horizontal, tanto en términos de­
mográficos, como en sociales y políticos.
El análisis de la brecha étnica en el caso mexicano permite a dicha
autora establecer una vinculación directa y estrecha entre ser indígena,
vivir en un municipio con mayor proporción de población indígena, re­
gistrar más altos niveles de pobreza y tener más agudos grados de reza­
go. Adem ás ella observa una mayor centralidad de aquellas actividades
menos favorecidas por la liberalización comercial en las áreas con m a­
yor población indígena. Se trata primordialmente de pequeños produc­
tores por cuenta propia. Este último punto reviste un gran interés porque
pone de relieve que la política pública no solo no ha tenido como objeto
la disminución de las desigualdades sino que, en un marco más amplio,
importantes desigualdades han sido reforzadas — o creadas— por sus
efectos y consecuencias económico-políticas.
En su capítulo, Cortés penetra detalladamente en la información de
ingresos y gastos de los hogares para detectar la interconexión entre p o ­
breza y desigualdad. Aparecen allí las diferencias sustanciales entre la
desigualdad en descenso durante el largo proceso de la sustitución de im­
portaciones y su incremento coincidente con las políticas que favorecie­
ron la desregulación y la extensión de los mercados. Las políticas sociales
focalizadas adquieren el papel de moderar suavemente la desigualdad
pero, sobre todo, de estabilizar las diferencias más agudas.
L a reducción de la desigualdad a ritmo moderado, que el autor ob­
serva que va de 1963 hasta 1984, fue consistente con la necesidad del
modelo de desarrollo de la época de crear el mercado interno y con la
ideología de un Estado surgido de una revolución popular. En la déca­
da de 1980 se asistió al cambio de régimen económico, al vuelco de la
economía hacia el exterior y al dominio ideológico del papel del merca­
do sobre el Estado, procesos que se acompañaron de un fuerte aumen­
to de la desigualdad en la distribución del ingreso. Para Cortés, es muy
probable que estos procesos sean una manifestación del aumento en la

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América Latina en la larga historia de la desigualdad

heterogeneidad estructural, cuestión en la que coincide con Sánchez-


Ancochea. L a posterior caída en la desigualdad al comienzo del siglo
x x i se habría originado en un aumento en la participación relativa del
prim er decil y respondió, principalmente, al apoyo de la política social a
los hogares m ás pobres.
Las concepciones que se preguntan por la persistencia de la desigual­
dad y por sus múltiples orígenes no enfrentan directamente la discusión
sobre las relaciones causales entre algunos de los determinantes y la co­
rrespondiente medición de la desigualdad distributiva. Sería factible afir­
m ar que gran parte de los argumentos de estos seis primeros capítulos
perfilan la idea de que existen condicionantes, e incluso determinantes,
que coevolucionan con la desigualdad. Una descripción por planos analí­
ticos de tales elementos distinguiría los siguientes:

1. Crecimiento y política social condicionan los cambios en la desigual­


dad en una etapa bien delimitada de la evolución económica.
2. El enfoque de largo periodo del fenómeno coloca la disminución de
la desigualdad como una fase del ciclo distributivo.
3. Los tipos específicos de crecimiento y de política social son los con­
dicionantes de la modificación de la desigualdad, pero es su conexión
con las heterogéneas estructuras de la producción y el empleo lo que
posibilita que exista o no una disminución persistente.
4. Las condiciones que afectan directamente el desarrollo de las perso­
nas, en particular la discriminación étnica, de género y de acceso a los
satisfactores básicos, están en un plano de mayor profundidad en re­
lación con las posibilidades de disminuir y, en definitiva, erradicar la
desigualdad.

L a aproximación al asunto de la posible interpretación causal y a las


características que sean el núcleo explicativo del tránsito de una economía
en vías de desarrollo a una desarrollada, según una dinámica intrínseca
entre crecimiento y desigualdad, se aborda en el último capítulo. Policar-
do, Punzo y Sánchez Carrera cierran este recuento de las etapas, tipos y
causas de la desigualdad. Un ejercicio econométrico detallado basado en
técnicas para diagnosticar la bondad estadística de relaciones no lineales
muestra que, en todo caso, en la serie temporal del ingreso per cápita y el
índice de G ini de un conjunto amplio de trece países de América Latina,

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Introducción

sí hay una correlación positiva hasta cierto umbral de desigualdad, y lue­


go no es posible sostener empíricamente la presencia de correlación algu­
na. Los autores se preguntan sobre la implicación de este resultado para
sostener la existencia de una curva de Kuznets.
Este último capítulo del libro cuestiona la relación determinante que
se ha establecido entre el crecimiento económico y la desigualdad y, a
partir de los cuestionamientos empíricos de muchos investigadores de
diferentes vertientes económicas, explora el peso de otras variables im ­
portantes en la dinámica de la desigualdad sugerida por K uznets y que
diera vida a la U invertida. A su vez, aceptan que la U invertida sí se ve­
rifica para América Latina — fenómeno no muy claro en otras regio­
nes del m undo— . En efecto, el incremento que se dio en los ochenta y
los noventa fue seguido por la reducción en los dos mil, tendencia que,
luego de la crisis de 2008, se ha mantenido hasta la actual década. E s­
tas variaciones en la desigualdad del ingreso son producto de diversas
fuerzas que operan en distintas direcciones y muestran que el im pac­
to del crecimiento del p i b sobre ellas es escaso. Las pruebas empíricas
aportadas por Policardo, Punzo y Sánchez Carrera revelan que las in­
vestigaciones futuras deberán concentrarse en el entendimiento de los
distintos factores culturales, institucionales y sociopolíticos que, junto
con los económicos, contribuyen al punto de inflexión de la desigualdad
y su insostenibilidad.
Los estudios que integran este libro ofrecen una mirada histórica
pero también estructural y multidimensional de la desigualdad y mues­
tran que tan persistente fenómeno se relaciona con distintas variables y
con elementos centrales de la estructura productiva del subcontinente.
Aportando al debate regional se proponen soluciones de política en pro­
cura de la superación más permanente y profunda de las grandes brechas
sociales y económicas que afectan a nuestras sociedades. Por el estilo flui­
do y claro y, en lo posible, libre del instrumental específico de la econo­
mía, es un texto elaborado para un amplio público, en particular, para los
estudiantes de todas las ramas de las ciencias sociales y de otros campos
del conocimiento, así como para políticos, administradores públicos, ac­
tivistas sociales y empresarios.
A modo de recapitulación, añadimos que todas las colaboraciones
permiten un conocimiento amplio y conclusiones sólidas sobre la des­
igualdad latinoamericana, las etapas de su trayectoria, algunas de sus

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América Latina en la larga historia de la desigualdad

posibles causas y los cambios que ha mostrado, además de las diversas p o ­


líticas que pueden reducir su intensidad.
D e una u otra forma, los trabajos hacen referencia a autores latinoa­
mericanos pioneros en el estudio de los problemas del desarrollo latino­
americano como Prebisch, Furtado, Cardoso y varios m ás de las escuelas
estructuralista y de la dependencia. Los análisis de O cam po y G óm ez y
el de Cortés se concentran en mayor medida en los cálculos estadísticos
necesarios para abordar la desigualdad, por lo que contienen con menos
detalle los elementos teóricos relevantes. En contraste, Policardo, Punzo
y Sánchez Carrera, junto con Sánchez-Ancochea, así como la conferen­
cia de Prados de la Escosura, consagran parte de sus investigaciones a
la discusión de las contribuciones de las distintas escuelas relacionadas
con el estudio de la desigualdad, delimitando en especial las contribu­
ciones de la c e p a l y otras teorías del desarrollo. Para Prados, el aporte
viene sobre todo de parte de Singer y Prebisch, mientras que Sánchez-
Ancochea discute el concepto de heterogeneidad estructural de la eco­
nomía estructuralista propuesto originalmente por Pinto. Por último, la
discusión de la curva de K uznets es explícito en el prim er capítulo y en
Policardo, Punzo y Sánchez Carrera y en menor medida en O cam po y
G óm ez y en Bértola.
Varias preguntas persisten al margen de tan completo análisis mul-
tidisciplinario: ¿por qué América Latina es una de las regiones con m a­
yor nivel de desigualdad de ingreso?, ¿por qué persiste esta desigualdad
en épocas recientes, cuando otros países han revertido una tendencia que
parecía inevitable en ciertos momentos históricos de sus respectivos de­
sarrollos? T odos los autores parecen cortejar posibles respuestas: Prados
apunta a un acceso desigual a servicios de calidad en educación y salud
con una importante correlación que va en la misma dirección de los in­
dicadores de desigualdad en la región, cuando se la compara con otras.
Ocam po y G óm ez estarían de acuerdo con esta aseveración sobre la fal­
ta de acceso y de calidad de los servicios, pero remarcarían la carencia de
provisión de empleos. La informalidad también fue resaltada como uno
de los principales retos de la región y uno de los mecanismos por el cual
el crecimiento económico no genera, por sí solo, las condiciones labora­
les adecuadas para la mayor parte de la población. Esta tendencia al tra­
bajo informal fomenta la desigualdad y sigue siendo determinante en su
persistencia. Sánchez-Ancochea y Cortés apuntan al problema de la he­

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Introducción

terogeneidad estructural de las sociedades de América Latina, caracte­


rística que no cambia automáticamente con el crecimiento del ingreso y
demanda políticas diseñadas con el propósito de disminuir la brecha en
el acceso y uso de tecnologías y en la difusión de cualificaciones entre los
dos grupos de trabajadores. L a heterogeneidad estructural se asocia asi­
mismo a la informalidad.
L a especialización internacional en materias primas y la estructura
de la propiedad de la tierra como causas de la mayor y persistente des­
igualdad de la región se mencionan en el trabajo de Sánchez-Ancochea.
Mientras que, en su análisis de los motores de crecimiento, Ocam po y
G óm ez plantean cómo "América Latina experimentó un crecimiento im­
portante, en especial durante el lustro 2003-2008, gracias al auge de los
precios de los productos básicos”, pero no relacionan esta modalidad de
crecimiento económico con el incremento y persistencia de la desigual­
dad. En este sentido, Prados incluye la especialización en productos pri­
marios como a) causa de la trayectoria desfavorable de los términos de
intercambio, la desindustrialización y la desigualdad y b) el desarrollo de
una ventaja comparativa basada en aumentar la producción y por tanto
la especialización por medio del factor abundante. Pero si este factor son
los recursos naturales y están distribuidos de manera desigual, una inte­
gración más profunda o intensa en la economía internacional supondrá
un aumento de la desigualdad.
Los capítulos de este libro constituyen un avance en el entendi­
miento de la persistente desigualdad económica latinoamericana, cuyos
rasgos actuales son difícilmente captables sin comprender sus raíces
históricas y las poleas que la han transm itido a lo largo de casi toda la
vida republicana de las naciones de América Latina. Sin pretender fata­
lism o histórico o geográfico, ni alegar predestinación institucional que
de estos deriva, los autores coinciden en señalar el peso de la estructu­
ra productiva y de la inserción en el mercado internacional como un
factor persistente y de valor explicativo. D e estas parece emanar cierto
dualism o que perm ea toda las actividades económicas y afecta al mer­
cado laboral en el cual la inform alidad parece no ceder ni al paso del
tiempo ni al crecimiento económico, mismo que ha sido insuficiente
para los requerimientos del desarrollo, razón por la cual la región no
ha convergido con los países industrializados y, en ciertos indicadores,
parece inclusive alejarse de los de crecimiento medio y acercarse a los

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América Latina en la larga historia de la desigualdad

países o regiones más pobres del mundo, apreciación coincidente con


R os (2 0 0 0 ).3
Las épocas o episodios de reducción de la pobreza coinciden con ci­
clos de bonanzas de precios internacionales de las materias primas que
en el ámbito interno repercutieron en crecimiento y avances en políti­
cas distributivas, si bien las bonanzas no fueron plenamente aprovecha­
das para subsanar los rezagos sociales y económicos. Ante la evidencia de
que el ciclo de precios altos y de crecimiento de la economía global y el
de los demandantes de materias primas ha llegado a su fin, parece acon­
sejable retomar las políticas sectoriales, industriales y manufactureras que
conduzcan a la región hacia la senda de crecimiento sostenido de la pro­
ductividad y que permitan la instrumentación de políticas distributivas y
de dinamización de la demanda interna. En este contexto, la reducción de
la desigualdad horizontal, los desequilibrios inter e intra sectoriales y re­
gionales son temas que reclaman más investigación y consideración en las
políticas públicas. O tro tema a profundizar es la concentración de la pro­
piedad e impacto en las esferas del ejercicio político y en el mantenimien­
to de la desigualdad del ingreso, ya individual o de hogares, ya horizontal
o de importantes grupos sociales.
L a Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede México,
contribuye con este libro a la comprensión del desarrollo de la región
desde una perspectiva de equidad y democracia, coherente con su m i­
sión fundacional.

Consúltese Ros, J. (2000). “ Divergence and Growth Collapses. Theory and Empirical
Evidence”, en J. A . O cam po (ed.), Beyond Reforms. Structural Dynamics and Macroeco-
nomic Vulnerability, W ashington, D. C., cEpAL/Stanford University Press.

18

© Flacso México
I. L a larga historia de la desigualdad: efectos,
causas y políticas para enfrentarla
M artín Puchet Anyul, Alicia Puyana M utis

E l crecimiento económico y la reducción m oderada de la desigualdad


registrados entre circa 1995 y el primer quinquenio del presente siglo,
dieron pie para augurar que América Latina entraba en un periodo de
expansión del producto interno bruto con estabilidad macroeconómica
y reducción de la concentración en el ingreso. Se iniciaba una era en la
cual el desafío era distribuir la prosperidad1 y no el conocido de contro­
lar la caída del crecimiento y la escalada de precios. Parecía que luego de
dos décadas y media desde la crisis de la deuda, y "década perdida” m e­
diante, las reformas estructurales y la liberalización de la economía ren­
dían los frutos anunciados y las economías trasegaban hacia la ruta del
crecimiento. Con la alineación de los precios internos con los externos
y la estabilidad macroeconómica, gracias a la liberación de los mercados
laboral, de capitales y cambiario, los factores productivos se ubicarían en
los sectores y en los productos en los cuales la región tiene ventajas com ­
parativas evidentes lo que garantizaría un crecimiento con más y mejor
remunerado empleo. En estas condiciones, el manejo macroeconómico
se debía concentrar en establecer los estímulos adecuados para inducir a
los agentes económicos a limitar el consumo presente para incrementar
el ahorro, la inversión y la producción. Con sana fiscalidad, bajos im ­
puestos y presupuesto balanceado, el crecimiento daría los recursos para

"Prosperidad con Equidad: El D esafío de la Cooperación en las Américas” fue el tem a


de la V II Cum bre de las Américas, a cargo de la Organización de Estados Americanos,
la c e p a l y el Banco Mundial, en abril de 2015.

19

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

reducir la pobreza y controlar la desigualdad y América Latina daría


luz verde a su hora de la igualdad ( c e p a l , 2010) y tendría finalmente la
oportunidad de borrar de su imagen el sello de la región m ás desigual
del mundo. A sí parecía suceder.
Este capítulo se pregunta sobre asuntos que parecen indicar que
América Latina más que un caso de estudio paradigmático de desigual­
dad en muchos sentidos es parte de la larga historia mundial de la des­
igualdad. En prim er término se presenta la idea de qué tanto cambia la
desigualdad cuando la m irada histórica se posa sobre un largo horizon­
te, luego se m uestra que la desigualdad entre países no es solo un fenó­
meno latinoamericano y, finalmente, se ubica la discusión de causas y
efectos de la desigualdad en un contexto internacional que trasciende la
ocurrencia latinoamericana.

¿Declina la desigualdad en América Latina?

En efecto, mientras en casi todos los países desarrollados y varios en desa­


rrollo, la desigualdad crecía y empeoraban los ingresos reales de la mayo­
ría de la población, en América Latina la concentración amainaba gracias
a la política social de varios países considerados de centro izquierda
que anunciaban el retorno del Estado desarrollista (Cornia, 2012). E stu ­
dios recientes sobre la desigualdad a escala global hechos por Milanovic
(2011, 2012) y Lakner y Milanovic (2013) señalan que la trayectoria la­
tinoamericana de distribución del producto se ajusta al patrón mundial:
un aumento de la desigualdad en las décadas de 1980 y 1990, sucedido
por su reducción durante 2000-2013. Q ué pueda ocurrir en años veni­
deros está en cuestión.
En ese estado de optimismo real, si bien moderado, llegó la crisis fi­
nanciera de 2008 y con esta el fin de la bonanza de precios de las materias
prim as. Los programas sociales se redujeron o congelaron, el desem ­
pleo creció y varios de los gobiernos de América Latina que lideraron
la reducción de la desigualdad fueron reemplazados, ya en elecciones no
contestadas, ya por medio de actos políticos de cuestionable limpidez
institucional. Q ue los márgenes de acción para modificar el modelo de
economía liberal vigente en la región son estrechos parecería ser una con­
clusión digna de reflexión.

20

© Flacso México
I. La larga historia de la desigualdad: efectos, causas y políticas para enfrentarla

Aun luego de la reducción de la desigualdad de los últim os años,


el grado de concentración en la distribución personal del ingreso es en
la Am érica Latina y el C aribe contem poráneos sensiblemente mayor
que en otras regiones del mundo, como lo ilustra la relación del ingre­
so captado po r el decil superior y el inferior en diferentes países lati­
noam ericanos y respecto de algunos desarrollados que se ilustran en
el cuadro I.1.
Las brechas del ingreso son mayores en los países latinoam erica­
nos, con variaciones considerables entre ellos, lo que relieva la necesi­
dad de análisis específicos por país. Argentina es la nación con la menor
desigualdad entre deciles y Colom bia duplica la brecha registrada para
aquella. Pero es de recalcar que la distancia entre Colom bia y A rgen­
tina es menor que la encontrada entre los E stados Unidos y Alemania,
razón por la cual los países latinoam ericanos aparecen menos distan ­
tes de los E stados U nidos que de A lem ania, según los valores que se
muestran en las dos últimas columnas del cuadro I.1, los que sugie­
ren que, en términos de igualdad, el mundo desarrollado tampoco es un
bloque homogéneo.

Cuadro I.1. Distribución del ingreso en varios países latinoam ericanos. Razón entre los
deciles superior e inferior, 2015

(B)/(A) de países latinoam ericanos


respecto a

% de % de
ingreso del ingreso del Estados
(B)/(A) Argentina Alem ania
decil más decil más Unidos
pob re (A) rico (B)

Argentina 1.62 30.75 18.98 1.00 2.69 1.07

Brasil 1.18 40.66 34.46 1.82 4.89 1.94

C hile* 1.72 41.47 24.11 1.27 3.42 1.36

Colom bia 1.1 42.16 38.33 2.02 5.44 2.16

Costa Rica 1.47 36.85 25.07 1.32 3.56 1.41

Ecuador 1.7 35.24 20.73 1.09 2.94 1.17

México 1.93 39.7 20.57 1.08 2.92 1.16

Perú 1.6 33 20.63 1.09 2.93 1.16

España** 1.7 25.9 15.24 0.80 2.16 0.86

Estados Unidos* 1.7 30.19 17.76 0.94 2.52 1.00

A le m a n ia *** 3.36 23.69 7.05 0.37 1.00 0.40

* D a to s de 2 0 1 3 . * * D atos de 2 01 2. * * * D atos de 2011.

Fuente: Elaboración pro p ia basada en W o rld Bank (2017).

21

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Actualidad y larga historia

Para analizar la trayectoria de la concentración del ingreso en Améri­


ca Latina, comparadamente con otras regiones del mundo y suministrar
claves para su comprensión, Flacso México estableció el proyecto de in­
vestigación sobre sus efectos en el crecimiento económico y en el trabajo.
U na de sus actividades fue invitar a historiadores económicos renom­
brados como Luis Bértola, José Antonio O cam po, Leandro Prados de
la Escosura y Diego Sánchez-Ancochea a disertar sobre la desigualdad
actual de la región desde una perspectiva histórica y explorar por qué es
esta endemia fatalmente inmune a todo intento de superarla y si, por las
relaciones depredadoras creadas en las colonias por las metrópolis ibéri­
cas, se explicaría el fallo de las naciones latinoamericanas como lo dicta­
minan autores neoinstitucionalistas (Acemoglu et al., 2001; Acemoglu
y Robinson, 2012). Este análisis histórico de la desigualdad echa las ba­
ses para el segundo propósito de la convocatoria: aportar explicaciones
sobre la trayectoria más contemporánea de la concentración del ingre­
so, las causas de su intensificación, la vigencia u obsolescencia de para­
digm as analíticos como la curva de K uznets y la emergencia de nuevos
conceptos como desigualdad horizontal, o la discriminación de grupos
sociales por razones de género, etnia y cultura.
D ificulta el estudio de la desigualdad la disociación entre, por un
lado, las encuestas de ingresos y gastos, la fuente de datos del ingreso
individual o familiar y, por el otro, las cuentas nacionales que son el so ­
porte del análisis macroeconómico (Piketty et al., 2016). Entre las pri­
meras y las segundas hay una diferencia de hasta un 40% de cobertura,
discrepancia que se ha expandido en los últimos años, añade este au­
tor y corrobora para México el capítulo de Fernando C ortés en este li­
bro. D e ahí que no sea simple conocer cabalmente la distribución del
ingreso ni responder a una pregunta de im portancia política innegable:
"¿Q ué parte del aumento de la desigualdad se debe a cambios en la p ro­
porción del ingreso nacional percibida por los trabajadores (ingresos
laborales) y la que va a los propietarios (ingresos de capital) y cómo se
distribuyen estas modificaciones entre los individuos?” (Piketty et al.,
2016: 3. Traducción propia). Si estos problem as complican el análisis
de la desigualdad actual de la distribución del ingreso, no obstante la
profusión de largas series de datos para un número muy considerable

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© Flacso México
I. La larga historia de la desigualdad: efectos, causas y políticas para enfrentarla

de países, los obstáculos a que se enfrentan los historiadores crean di­


ficultades analíticas que son inconmensurables. G racias al esfuerzo de
los autores de este libro y de muchos otros investigadores, las barreras
son menos intrincadas.
D esde el trabajo de H um boldt, claro representante de la Ilustración,
la segregación social imperante en la N ueva España era mucho mayor
a la de todos los territorios y posesiones inglesas e imposibilitaba que
existiera el respeto, el diálogo razonado entre las clases sociales, la con­
fianza y la sociabilidad indispensables para el funcionamiento de la so­
ciedad y la economía (H um boldt, 1812: 276). L a conquista española
introdujo en la desigualdad existente la moderna del capitalismo tem ­
prano. En H um boldt, un factor determinante implícito de la abismal
separación de castas (sic, H um boldt, 1812: 276) es la propiedad de la
tierra, mismo que se ha identificado como elemento de la exclusión con­
temporánea (Bértola y O cam po, 2013).2 Y Milanovic (2010) coincide
con Deininger et al. (2000) al señalar que la concentración de la tierra y
de capital, m ás que la del ingreso, retarda el crecimiento y desestimula
las inversiones en capital, inclusive pueden anular el efecto de las inver­
siones en educación sobre el ingreso. Para estos autores la concentración
de la tierra en América Latina, con coeficiente de Gini de 81.5 en 1990,
es la mayor del mundo y supera con creces el respectivo índice del ingre­
so, de 51.6 en 1990.3 Ocho de los diez países del mundo con la mayor
concentración de la propiedad de la tierra son latinoamericanos, con un
valor prom edio del índice de 87, superior en 6 puntos al promedio lati­
noamericano y en 17 al mundial, como se ilustra en el cuadro I.2.
Es notable que desde ese entonces y hasta los más recientes estudios
de Bértola y W illianson (2016), Milanovic et al. (2007), Prados de la Es-
cosura (2008, 2015), Altimir (1994a, 1994b) o Lustig (2010) y Cortés,
en este libro, se han dado grandes pasos en la reconstrucción de la con­
centración del ingreso y la riqueza en el mundo y en América Latina o

2
Sobre este punto trabajaron Cardoso (1977) y Prebisch (1950), entre otros.
E l poder político de los terratenientes latinoamericanos fue tem a tratado, entre va­
rios, por Prebisch (1949), Furtado (1976) y C ardoso y Faleto (1969), quienes lo
identificaron entre las causas del estancamiento económico de la región y entre los
factores que develaron García (1973) y Delgado (1965) para la necesidad de las re­
formas agrarias.

23

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

al menos en algunos países que, con iguales preocupaciones que las de


Hum boldt, aportan nuevos conocimientos. Milanovic et al. (2010) pre­
sentan un panoram a sintético y revelador de la concentración del ingreso
en México a fines del siglo x v i i i que desarrolla supuestos de H um boldt
y se reproduce en el cuadro I.3.

Cuadro I.2. Índices de concentración del ingreso y de la propiedad de la tierra en el m undo,


1966-1990

Índice GINI de concentración del ingreso y de la tierra

Promedio quinquenal 1981-1690


Regiones Indicadores
1966-6970 1997-9997 1706-1780 1781-1785 1 7 8 6 -1 ^ 0 Tierra Ingreso

Asia GINI tierra 56.0 56.0 56.0 56.0 56.0 1.45


O riental y
Pacífico GINI ingreso 37.3 38.9 38.5 38.6 40.0 79.8

América GINI tierra 81.0 81.0 81.0 81.0 81.0 1.00


Latina GINI ingreso 57.2 50.9 49.8 49.1 50.2 100.0

Medio GINI tierra 61.0 61.0 61.0 61.0 61.0 1.21


Oriente y
Norte de
GINI ingreso 43.7 41.7 41.9 43.0 38.2 76.1
África

Norteamé- GINI tierra 64.0 64.0 64.0 64.0 64.0 1.27


rica GINI ingreso 35.6 35.3 35.9 35.1 36.5 72.8

Asia del GINI tierra 56.0 56.0 56.0 56.0 56.0 1.45
Sur GINI ingreso 33.3 33.3 35.4 36.7 33.6 66.9

África Sub- GINI tierra 61.0 61.0 61.0 61.0 61.0 1.33
sahariana GINI ingreso 39.0 44.0 41.2 35.8 71.3

Europa GINI tierra 57.0 57.0 57.0 57.0 57.0 1.42


O riental GINI ingreso 37.1 34.9 30.8 29.7 30.8 61.5

GINI tierra 65.0 65.0 65.0 65.0 65.0 1.25


Total
GINI ingreso 40.6 39.3 38.5 36.9 38.6 76.9

Fuente: Tom ado de D e in in g e r y O lin to (2000).

Cuadro I.3. Nueva España, 1790

Ingreso anu al en pesos mexicanos

Población Ingreso m edio

porcentajes Por familia Per cápita Relación a la media

Español de clase alta 10 1543 309 6.12

M estizo de clase media 18 300 60 1.14

Indígena 72 61 12.2 0.24

Total 100 252 50.4 N.D.

Fuente: Tom ado de M ila n o v ic e t al. (2010).

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© Flacso México
I. La larga historia de la desigualdad: efectos, causas y políticas para enfrentarla

El mismo autor ubica los índices de G ini de Brasil (43.3, en 1873),


Chile (63.7, en 1861), Nueva España (63.7, en 1784-1799) y Perú (42.2,
en 1876) en rangos no muy alejados de los registrados recientemente en
las estadísticas del Banco M undial (2017). Milanovic et al. (2008), en un
trabajo sobre América Latina, sugieren que tanto la estructura de la pro­
piedad de la tierra como aquella de la producción y su especialización in­
ternacional son elementos que explican, en buena parte, la resistencia al
cambio de las grandes divisiones que el autor encontró a fines del siglo
x x . Conclusiones no muy alejadas de las de Cardoso (1977) en su ilus­
trativo ensayo L a originalidad de la copia: la c e p a l y la idea de desarrollo o
de los aportes de Prebisch (1949) y Furtado (1976).
En esta línea, Prados de la Escosura (2008, 2015) y en su conferen­
cia en la Flacso México, avanzó en la exploración de largo plazo de la des­
igualdad en América Latina, y de los factores detrás de los cambios en su
trayectoria, desde fines del siglo x ix al presente. Desarrolló el índice de
desigualdad de W illiamson, un método práctico para estimar la concen­
tración del ingreso a partir de la diferencia entre los ingresos de distintos
grupos de trabajadores y las percepciones de los propietarios que usa una
distinción básica de la economía clásica. Si bien esta medición es aplica­
ble solo cuando existe una clara dicotomía entre, por un lado, los trabaja­
dores, individuos con precaria o ninguna educación y escasa calificación
y, por la otra, los dueños de capital y conocimiento. Con el avance econó­
mico desaparece esa dualidad en la medida que surge una mayor varianza
de los salarios de los trabajadores. Simplificando, el índice de desigualdad
de W illiamson resulta de dividir el p i b por trabajador y = (Y /L ) entre
el ingreso de los trabajadores no calificados: y/w us. La argumentación es
que el p i b por trabajador (o productividad laboral) captura el rendimien­
to de todos los factores de producción, mientras que el ingreso de los
no calificados muestra solo el rendimiento de la mano de obra primaria.
Un crecimiento del ingreso de los trabajadores no calificados superior al
del total de los trabajadores implica una reducción del índice y, por tan­
to, ganancias en equidad. Sobre la base del trabajo de Milanovic (2009)
se elabora la "razón de desigualdad por extracción” (inequality extraction
ratio),4 la cual mide la desigualdad máxima entre el ingreso mínimo de

Milanovic (2 0 0 9 ) define la razón de desigualdad por extracción como la proporción


del aumento en la desigualdad atribuible al acaparamiento de ingreso por las élites

25

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

subsistencia y el ingreso promedio de la población que, a un nivel dado


de desarrollo, una sociedad y una economía pueden soportar. S e trata de
una “frontera de posibilidades de desigualdad”, es decir, un concepto teó­
rico difícilmente realizable que mide esta desigualdad imaginaria.
Para Bértola et al. (2016), Bértola y Ocampo (2013), López-Calva et
al. (2010), la elevada desigualdad no es un rasgo permanente de la historia
de la región sino una característica distintiva principalmente de las últi­
mas décadas; la elevación del p i b per cápita, sobre todo en los años cin­
cuenta, sesenta y setenta, resulta menos relevante al compararla con otros
países. En efecto, en su disertación, Prados de la Escosura (2015) propuso
que, en virtud de que el ingreso de subsistencia básico es el 60% del máxi­
mo teórico posible y el p i b per cápita es mediano, el efecto sobre el bienes­
tar es más grave que en los países de la o e c d con p i b per cápita superior.
Solam ente África Subsahariana enfrenta un peor impacto de la con­
centración del ingreso en el bienestar que América Latina. La meseta de
desigualdad que persiste en la región explicaría por consiguiente la per­
sistencia de la pobreza absoluta, si bien el crecimiento económico ha re­
ducido la población que se encuentra por debajo de este umbral. D ad a la
concentración del ingreso, la mediocre expansión económica registrada
desde los años ochenta ha resultado insuficiente para erradicar la pobre­
za extrema y, añade Prados de la Escosura, para eliminar el rezago rela­
tivo en varios factores que integran el desarrollo humano, como son la
salud y la educación, por las restricciones del acceso a estos servicios. En
estas condiciones, no es de extrañar que no haya convergencia entre los
países latinoamericanos y los desarrollados.
Estas conclusiones ratifican, al menos para América Latina, las de
Milanovic (2016), quien enfatiza la reducción de la “desigualdad existen-
cial” pese a que las diferencias de riqueza al interior de las sociedades no
han disminuido, al menos con la misma velocidad y en proporción.
Emergen así algunos consensos respecto de América Latina. En pri­
mer lugar, la existencia de “un patrón común a estos países: creciente

mundiales o de un país. Si el ingreso promedio de una comunidad es el doble del ni­


vel de ingreso de subsistencia, el máximo coeficiente de G ini posible será de 50; mayor
desigualdad pondría en riesgo de hambre a buena parte de la población. En las socie­
dades ricas m odernas, si el ingreso promedio observado es 100 veces el de subsistencia,
el Gini posible es de 100. Si este indicador aumenta, sugiere el éxito que las élites han
tenido en extraer riqueza de la sociedad en su conjunto.

26

© Flacso México
I. La larga historia de la desigualdad: efectos, causas y políticas para enfrentarla

desigualdad durante la primera globalización, una tendencia igualitaria


desde los años 20 que es profundizada durante la isi, y una nueva ten­
dencia a la desigualdad en la segunda globalización” (Bértola, 2005: 1).
L a intensificación de la desigualdad desde el final del periodo de la susti­
tución de importaciones puede fecharse, según países y subregiones, en­
tre los primeros años de la década de 1970 y la crisis de la deuda de 1982
hasta el abandono o el viraje de las políticas del Consenso de W ashing­
ton acaecidos en los primeros años de este siglo.
En este panoram a general, se puede sugerir que desde la época co­
lonial hasta nuestros días, en la historia socioeconómica y política de
América Latina, ha sido constante la profunda estratificación social con
regímenes poco democráticos, incluso dictatoriales, y modelos económi­
cos excluyentes (Furtado, 2006; Cardoso, 1977; Bértola y W illiamson,
2016). Los avances logrados en las últimas décadas deben ser contempla­
dos en este contexto. Los progresos, en muchos casos, solo han compen­
sado parcialmente el fuerte incremento de la desigualdad ocurrida en las
décadas anteriores (Gasparini et al., 2008). En efecto, en el último lustro
se ha fortalecido la opinión de que, en los últimos diez o quince años, en
la mayoría de las economías de la región, la desigualdad se ha reducido.
El cuadro I.4 indica la trayectoria de la desigualdad en algunos países de
América Latina entre 1960 y 2014. La trayectoria es mixta pero confir­
m a la tendencia a la reducción de las brechas de ingreso, más pronuncia­
da en unos países que en otros.
López-Calva y Lustig (2010) adjudican la reducción de la concentra­
ción del ingreso, en primer lugar, al aumento del número de miembros del
hogar vinculados al mercado laboral y de la jornada laboral de cada uno de
estos y, en segundo término, a la contracción del diferencial salarial entre
trabajadores calificados y no calificados. La mayor abundancia de mano de
obra calificada frente a su demanda habría deteriorado sus salarios relativos
y el bono a la educación, fenómeno encontrado para México. Lustig (2009)
destaca el rol de las políticas sociales redistributivas y observa una fuerte
correlación entre la orientación política de los gobiernos (hacia la izquier­
da) y un mayor progreso en materia distributiva. Esta relación también ha
sido estudiada por Cornia (2010) con más especificidad y en un mayor nú­
mero de países, concluyendo que en la región se fortaleció un modelo eco­
nómico socialdemócrata de redistribución prudente con crecimiento, con
lo que coincide Puyana (2017). En este sentido, el crecimiento económico

27

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Cuadro I.4. Índice de concentración del ingreso en varios países latinoamericanos, 1960-2014

1760 1700 1780 1785 1770 1775 2000 200 5 200 8 2014

Argentina 36.1 39.3 42.2 46.7 48.1 50.4 48.8 45.9 42.67

Bolivia* 53.0 66.8 42.0 53.7 59.1 54.6 51.5 48.4

Brasil 54.0 57.6 57.8 58.9 60.4 59.1 58.5 56.4 54.2 51.48

Chile 45.6 53.2 54.9 55.1 54.9 55.2 51.8 51.9 50.45

Colom bia 62.0 52.0 54.7 50.6 45.0 52.8 57.2 54.8 55.5 53.5

Costa Rica 50.0 50.0 45.0 34.4 44.0 44.7 45.8 47.2 48.4 48.53

Ecuador 38.0 50.5 45.3 56.8 56.0 53.6 50.2 45.38

Honduras 61.8 54.9 57.4 55.4 54.3 59.4 55.6 57.2

México 53.0 58.0 50.0 48.4 52.4 55.2 53.6 50.9 50.2 48.21

Panamá 57.0 47.5 43.0 55.0 55.1 55.5 53.8 52.0 51.9

Perú 61.0 55.0 49.3 45.7 43.0 48.3 56.7 54.4 50.5 44.14

Uruguay 41.8 42.4 41.7 35.3 42.1 44.4 45.9 46.3 43.4

Venezuela 42.0 47.7 39.4 47.4 44.4 46.4 44.1 47.5 40.3 38.8

* P rim er año d isp o n ib le en el p erio do.

Fuentes: Para los años 196 0-2 012, Banco M undial (2013) y "A ll th e Ginis data se t"; para 201 4, W o rld Bank
(2017); para Bolivia de 1960 a 1985, Brasil 1960 y C olom bia, Costa Rica y Panamá 1960 y 1970, M orly (2000).

y las políticas focalizadas han sido señalados como responsables de la re­


ducción de la pobreza en las últimas décadas e incluso de un ensancha­
miento de la clase media por retroceso de la concentración del ingreso. Para
Birsdall (2005), la extrema desigualdad latinoamericana tiene un efecto
destructivo, dado que elimina todo aliciente a la emulación y a realizar in­
versiones indivisibles, por ejemplo, en educación. Acepta la relación inversa
entre desigualdad y crecimiento, pues la primera alimenta pujas distributi­
vas conducentes a populismos con gobiernos no plenamente legítimos. La
pequeña clase media no puede incidir en un buen gobierno. Para Birdsdall
(2010) serían mejores las políticas encaminadas a ampliar la clase media5
que aquellas dirigidas a la población en extrema pobreza. Tanto la más alta
capacidad de consumo y ahorro de la clase media como su mayor dispo­
sición a presionar por políticas en favor de mejores servicios y por mayor
respeto a los derechos humanos justifican, según Birdsall, esta orientación
de las políticas. Para economías liberales no inscritas en el Consenso de
Washington, Birdsdall propone elevar el gasto en servicios públicos socia­
les, controlar la inflación y mantener la estabilidad macroeconómica.

Para Birdsdall (2010), la clase media es la población que percibe el equivalente a diez d ó ­
lares de 2005 per cápita y está por debajo del 95 percentil en la distribución del ingreso.

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© Flacso México
I. La larga historia de la desigualdad: efectos, causas y políticas para enfrentarla

Generalmente, los estudios de la desigualdad omitían el análisis de


la concentración de la propiedad, tema que se ha emprendido a raíz del
trabajo de Piketty (2014). Valga mencionar que abundan las referencias
a este tema, en especial a la concentración de la propiedad de la tierra
y a la necesidad de su distribución en diversas modalidades de reforma
agraria y como una forma de activar el crecimiento económico y resolver
problem as sociales (Berry, 2002). N uevas aproximaciones enfatizan la
necesidad de la distribución de la tierra como medio para hacer la “revo­
lución agraria” de K ald or: elevar la productividad sectorial y con ella el
ingreso sectorial, su demanda de bienes industriales y su suministro de
alimentos e insumos a bajos precios. Para Stiglitz y el Banco M undial,
la economía campesina es el más eficiente sistem a de producción agra­
ria capitalista.

¿Está presente la curva de Kuznets?

L a evidencia internacional no es contundente para todos los países en


cuanto a que a mayor crecimiento menor desigualdad, o viceversa. La
existencia de una importante cantidad de trabajos que han intentado m e­
dir la existencia y robustez de la curva de K uznets sigue orientando gran
parte de la investigación económica sobre la relación entre crecimiento y
desigualdad en la distribución personal del ingreso. La idea que subyace
en esa búsqueda es que cuando aumenta el ingreso per cápita crece la
desigualdad hasta un punto en que la correlación se invierte y comienza
a dism inuir la desigualdad ante el aumento en el ingreso.
El cuestionamiento de la existencia de la curva de Kuznets ha resur­
gido con vigor luego de la crisis de la deuda de 1982 y de la financiera de
2008.6 H oy Milanovic (2016) propone, para la desigualdad global y para
varios países, la metamorfosis de la U invertida en un elefante, cuya trom­
pa asciende luego de caer casi al suelo. Al constatar la creciente desigual­
dad entre países desarrollados, el tramo “igualitario” es cuestionado y las
dudas se fortalecen aún más al comparar la trayectoria de la distribución

6 Entre otros, D e Dominicis, D e G root y Florax (2006), Castelló-Clim ent (2007),


G randa (2008), Palma (2011), Herzer y Vollmer (2012), Riggs, H obbs, H obbs y Ri-
ggs (2012) y Piketty (2014).

29

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

entre varios países y controlando la relación desigualdad-crecimiento por


el nivel de ingreso. Bértola (2005) propuso considerar otras variables que,
además del crecimiento, generan la curva de Kuznets y, para Argentina,
Chile y Uruguay, encuentra que la desigualdad ha crecido en la segunda
globalización que siguió al fin de la industrialización sustitutiva.
D os aspectos sobresalen en las interpretaciones de la curva de Kuz-
nets. El primero es concebir la curva como una relación de causalidad
en la que el crecimiento determina la desigualdad. El segundo es identi­
ficar a los países de menor ingreso per cápita con los de menor desarro­
llo de manera tal que la curva muestra el tránsito desde un bajo grado
de desarrollo hacia uno alto. En particular, Palma (2011) sostiene que la
evidencia de una curva de Kuznets se basa en el hecho de que cuando se
incluyen en la muestra algunos países atípicos (o fuera de la relación ro­
busta entre ambas variables) surge una curva con forma de U invertida.
E sos países son algunos de América Latina y si se quitan del ejercicio la
curva no es empíricamente evidente.

Desigualdad como problema: de los países en desarrollo


a los desarrollados

Las tendencias de la desigualdad, las causas de su disminución y la rela­


ción que guarda con el crecimiento en los países de América Latina son
algunos de los aspectos polémicos tratados. N o es necesario, en nuestra
opinión, remarcar la importancia de ahondar en el análisis de la desigual­
dad debido a su relevancia en términos de crecimiento económico, cohe­
sión social, estabilidad de la paz mundial e inclusive protección del medio
ambiente. Si bien el concepto ha estado presente en la teoría económica
desde los albores de la economía clásica, la desigualdad y la pobreza de
amplios sectores de la población, así como su diferente presencia entre los
países según el nivel de desarrollo, es un tema relativamente nuevo que
ocupó a investigadores y políticos a partir de la Segunda Guerra M undial
y la independencia de amplios territorios de África, Asia y el Caribe, pro­
ceso que tuvo lugar en medio de la G uerra Fría. En este marco surgieron
tanto el Plan M arshall y program as como el de Necesidades Básicas y la
Alianza para el Progreso como las propuestas de desarrollo de econo­
m istas de diversa orientación política y variadas vertientes teóricas como

30

© Flacso México
I. La larga historia de la desigualdad: efectos, causas y políticas para enfrentarla

Baran (1957), H irschman (1958), Rostow (1957), Myrdal (1968) y los


trabajos, sobre América Latina, de los estructuralistas y los exponentes
de la escuela de la dependencia.
En el contexto de la G uerra Fría, como señalaba G albraith (1974),
la necesidad de com batir la pobreza de m asas y la brecha entre ricos y
pobres resultaba eminente si se procuraba la estabilidad mundial, evi­
tar nuevas guerras y enfrentar el socialismo (Valcárcel, 2007). Atemperar
la desigualdad entre naciones, y al interior de estas, era un objetivo ex­
plícito unas veces, implícito la mayoría. A la par del fortalecimiento del
Estado de bienestar en los países desarrollados, se extendieron los de­
rechos ciudadanos y las nociones de equidad económica y social a los
países en desarrollo. En estos, como en los latinoamericanos, embar­
cados en la sustitución de importaciones, esta expansión de derechos
era esencial para la m odernización que demandan la urbanización y
la industrialización. A los países periféricos correspondió una versión
del E stado de bienestar limitada, poco integrada a las políticas sociales
(M kandawire, 2011).
El aumento de la desigualdad en el último cuarto del siglo x x , cons­
tatada en todos los trabajos de este libro, reinstaló la pobreza y la des­
igualdad en el debate público en el que se señalaron como detonadores:
la disparidad regional en la sociedad globalizada, el compromiso con los
derechos humanos, la posibilidad de que la desigualdad impulse el terro­
rismo y los disturbios en general y, finalmente, y más relevante aún, la in­
tensificación de las brechas de ingreso en los países desarrollados,7 en los
cuales el desmonte del Estado de bienestar creó preocupaciones cercanas
a las del mundo en desarrollo (Palma, 2011).
El reconocimiento de la naturaleza polidimensional de la pobreza
y la desigualdad, y su medición a partir de esquemas más complejos, da
cuenta de esta realidad y promovió iniciativas de orden mundial, como
los Objetivos del Milenio, impulsados por el Banco M undial desde el año
2000 y el program a que los sucedió. Una contradicción implícita de es­
tos proyectos es que abatir la pobreza por medio del goteo y sin reducir
la desigualdad demanda tasas de crecimiento insostenibles desde el pun­
to de vista ambiental ( n e f , 2006). Prácticamente todos los capítulos de

Justino y M oore (2015) incluyen un estado de la cuestión exhaustivo sobre estudios


empíricos de la desigualdad, distinguiendo entre países centrales y periféricos.

31

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

este libro también hacen el mencionado reconocimiento y muestran las


dificultades de concretar las orientaciones internacionales para combatir
este fenómeno de naturaleza polidimensional.8
En el contexto económico y político actual, la preocupación por la
desigualdad emana de la creciente concentración en los ingresos y la ri­
queza acaecida en los países desarrollados en los últimos cuarenta años,
agudizada por la crisis que estalló en 2008, y de los efectos sobre el em ­
pleo, las pensiones y la seguridad social. L a lógica de la Gran M odera­
ción, periodo de plena vigencia del modelo de oferta y de expansión del
capital financiero, priorizó bajar la inflación mediante la desregulación
de la economía que, supuestamente, induciría altas tasas de crecimiento
del p i b y del empleo ya que, por "goteo”, se reduciría la pobreza.

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(2010).

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36

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos
durante la última década
José Antonio Ocampo, Natalie Gómez Arteaga

Introducción

E ste capítulo analiza las principales transformaciones sociales que se


dieron en América Latina durante la primera década del siglo x x i y, en
algunos casos, desde la últim a del x x . L o s cambios que son descritos
fueron sustanciales, sobre todo en materia de inclusión social y en di­
mensiones básicas como educación, salud, vivienda y servicios públicos
domiciliarios. D etrás de dichos avances se evidencian dos m otores: un
papel más activo del sector público, apuntalado por el aumento del gasto
social, y un mayor crecimiento económico.
El gasto público social se elevó en casi cinco puntos porcentuales del
producto interno bruto ( p i b ) al pasar de 13%, en 1990, a 17.7%, en 2013.
Por su parte, el p i b regional creció a un ritmo anual del 4.1% entre 2003
y 2013 y experimentó un “lustro de oro” entre 2003 y 2008, cuando al­
canzó el 5.1% anual. El alto crecimiento económico estuvo apoyado por
el superciclo de los precios de productos básicos y en un gran acceso al fi-
nanciamiento internacional, que benefició en especial a Sudamérica. Sin
embargo, la caída de los precios de estos productos, en el contexto de un
lento dinamismo del comercio internacional y de las incertidumbres que
rodean la economía mundial, ha generado una fuerte caída en los ritmos
de crecimiento de la región, los cuales se proyectan con bajos niveles en
el futuro. El lento crecimiento económico ha frenado ya la expansión del
gasto público social, que se ha estancado desde 2014.
Am bos motores tuvieron importantes efectos redistributivos m a­
terializados como un generalizado aumento de los ingresos per cápita,

37

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

mismo que se dio con mucho más vigor en la parte baja de la distribu­
ción. A su vez, el crecimiento económico y la mejor distribución del in­
greso disminuyeron fuertemente la pobreza. Un resultado que también
se originó por las mejorías en el mercado laboral provenientes del creci­
miento económico y, en especial, por el aumento de la tasa de ocupación
y de la disminución del desempleo, lo que revirtió el deterioro que habían
experimentado estas variables en la última década del siglo x x . La tasa de
informalidad, por otra parte, aunque ha disminuido levemente, todavía
representa la mitad de los ocupados de la región. El acceso a la protec­
ción social ha mejorado, pero sigue siendo insuficiente para garantizar su
universalidad y persisten condiciones precarias en muchas otras dimen­
siones del empleo. Por ello, a pesar de las mejoras parciales en la calidad
del trabajo, todavía persiste una asincronía entre los avances en desarrollo
humano y las mejorías menos marcadas en las condiciones del empleo.
En particular, la mejoría en los ingresos de los quintiles bajos se dio
principalmente por el aumento en los salarios y, en menor grado, por el
número de ocupados del hogar, pero no estuvo acompañada en la misma
m edida de mejorías en las condiciones laborales de este grupo. Poco más
del 70% de la población pobre trabaja en empleos informales e incluso la
creciente clase media de la región todavía presenta una alta incidencia en
empleos informales carentes de seguridad social.
Podría decirse que los últimos diez años de cambio social han sido
exitosos en materia de desarrollo humano e inclusión social, con una alta
reducción de pobreza y desigualdad en la última década, pero todavía
persiste un desajuste entre estos logros y la mejora en las condiciones del
empleo, la cual ha sido más importante en términos de cantidad que de
calidad. El crecimiento económico de la década fue, por lo tanto, menos
efectivo en cuanto a creación de empleos de calidad de lo que el gasto so­
cial lo fue en cuanto al desarrollo humano. S i bien ya no nos encontramos
en las mismas condiciones de la última década del siglo x x , cuando se
habían dado avances en el desarrollo humano pero con precarización la­
boral (Ocam po y Vallejo, 2012), la garantía de "empleo decente”, para uti­
lizar la terminología de la Organización Internacional de Trabajo ( o i t ) ,
es todavía un desafío pendiente de la región. El reto de los próximos años
será, por lo tanto, diseñar una estrategia de desarrollo que continúe con
las mejoras sociales, al tiempo que absorba el mayor capital humano que
se ha venido creando con empleos adecuados y de calidad.

38

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

Este capítulo se divide en cuatro secciones, aparte de esta introduc­


ción. En la segunda se presentan los rasgos destacados de los dos motores
del cambio: aumento generalizado del gasto público social y crecimien­
to económico. En la tercera se muestran los cambios más importantes en
términos de reducción de pobreza y desigualdad. L a cuarta sección re­
seña los cambios en el mercado laboral. Mientras que la última concluye
con diversas observaciones relevantes para el diseño del modelo de desa­
rrollo futuro de América Latina.

Gasto social y crecimiento económico como los motores


del cambio

Entre 1990 y 2013 hubo un aumento generalizado del gasto social en todos
los países de América Latina, el cual pasó del 13.0 al 17.7% del p i b (grá­
fica II.1). Esto es, un crecimiento del 110% del gasto social per cápita, que
transitó de 554 a 1138 dólares americanos de 2005 ( c e p a l , 2014). Dicho
crecimiento fue relativamente mayor entre 2003 y 2013, periodo que con­
centra el 70% del aumento del gasto social del cuarto de siglo analizado.

Gráfica 11.1. Gasto público social com o % del PIB

Am érica Latina A um en tos por país


Promedio ponderado En porcentaje del PIB

V ivien da y Servicios públicos C re c im ie n to a nivel 2 0 1 2 -2 0 1 3

P rotección social Cuba


A rge ntin a
■ Saluc
Brasil
■ E d ucaciór U ruguay
C osta Rica
Venezuela
Paraguay
1.0 Chile

„ C olo m b ia
N icaragua
H onduras
M éxico
Perú
Panamá
Ecuador
G uatem ala
R epública D

1 9 90 -19 91 1 9 9 6 -1 9 9 7 2 0 0 2 -2 0 0 3 2 0 0 8 -2 0 0 9 2 0 1 2 -2 0 1 3 10 15 20 25 30 35 40 45

N otas: El v a lo r d e salud para 1 9 9 0 -1 9 9 1 , c o rre s p o n d ie n te al a g re g a d o d e A m é ric a Latin a, es el v a lo r de


199 2. El nivel d e 2 0 1 2 -2 0 1 3 , c o rre s p o n d ie n te a los a u m e n to s p o r país, es el del ú ltim o a ñ o d is p o n ib le
(varía e n tre 2 0 0 8 y 201 3).
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39

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Dicho tipo de gasto creció especialmente en protección social (que


incluye asistencia y seguridad social) y educación. La primera refleja la
“revolución de la asistencia social” que inició a comienzos de 2000 con
la creación de los program as de transferencias monetarias condicionadas
( t m c ) , que se desarrollaron primero en Brasil y México para expandir­

se después al resto de la región (Ferreira y Robalino, 2011). Comprende


asimism o la mayor cobertura de seguridad social en salud, la creación
de pensiones no contributivas que permiten la pensión universal en Bo-
livia, Chile, Argentina y Brasil, y otras transferencias universales como
los beneficios por tener niños en Argentina. Respecto de la educación, los
esfuerzos en América Latina han trascendido la meta de universalizar
la educación prim aria que era parte de los Objetivos de D esarrollo del
Milenio, para dirigirse hacia una mayor cobertura en los niveles medio,
técnico y superior.
El Banco M undial calcula que 82% de la población pobre (primer
quintil de la distribución) de la región se encuentra en un program a de
t m c . D e igual modo ha habido un importante aumento en el gasto social

en los países que han impulsado las pensiones no contributivas, así como
otro más en las coberturas de acceso a seguridad social de la población en
edad de trabajar, sobre todo en salud (Ocampo y Góm ez, 2016). Por su
parte, elevar el gasto en educación responde a su ampliación en cobertura
y calidad. L a matrícula neta en primaria pasó de 86%, en 1991, al 94%,
en 2014 ( c e p a l , 2015a). Mientras que el porcentaje de niños que ingresa
a prim aria y culmina el ciclo escolar completo creció significativamente,
en particular en las zonas rurales. S i bien el porcentaje todavía es bajo si
se lo compara con el de los países desarrollados (76% vs. 94%), supera el
promedio de las naciones en vía de desarrollo (75%).
L a inclusión social de miles de personas de la región se debió al au­
mento en este tipo de gasto, ello se refleja en un mejor índice de desarro­
llo humano ( i d h ) , el indicador internacional más utilizado para evaluar
y comparar el desempeño de los países en las dimensiones de ingresos,
salud y educación. Entre 1990 y 2013, el i d h latinoamericano creció de
0.63 a 0.74 (gráfica II.2), lo que se originó en las mejoras en salud y edu­
cación más que en ingresos.
Asim ism o, el i d h sin ingreso (que solo incluye salud y educación)
pasó de 0.61 en 1991 a 0.74 en 2013. La dimensión que más rápido m e­
joró fue la de educación, la cual subió 16 puntos entre 1991 y 2013, casi

40

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

tres veces el avance en la dimensión de ingresos. Sin embargo, a pesar de


ello, el índice de educación es el más bajo de los tres que forman el i d h .

Gráfica II.2. Índice d e desarrollo hum ano: Latinoam érica y el Caribe

■ 1980 ■ 1991 ■ 1997 « 2003 « 2013

0.90 1 0 84
0.81

0.80

0.70

0.60

0.50 -

0.40

0.30

0.20

0.10

0.00
Índice de salud Índice de educación Índice ingresos IDH IDH sin ingresos

Fuente: Base de d a to s de los In fo rm e s sobre D e sarrollo H u m a n o del PNUD, series c om ple tas.

Las mejoras en el i d h están directamente relacionadas con el au­


mento del gasto social (gráfica III.3). A mayor gasto público social per
cápita, mayor es el i d h . E sta relación es incluso más alta si se mira el i d h
ajustado por desigualdad.1 Una ampliación en el gasto social se asocia
con un comportamiento semejante en el i d h y, aún más, con mejorías
en el i d h ajustado por desigualdad. Esto significa que la diferencia entre
ambos indicadores tiende a cerrarse a mayor nivel de gasto social, lo cual
revela la mayor eficiencia relativa de este en el cierre de brechas. En todo
caso, si bien hay una correlación entre mayor ingreso per cápita, incluido
en el i d h , y mayor gasto social, esta tendencia se conserva incluso si solo
se mira el i d h sin ingreso. M ás aún, como lo muestran Ocam po y G ó ­
mez (2016), hay una alta variación en la región en el gasto social entre

El Informe sobre Desarrollo Humano del p n u d publica regularmente un i d h ajustado


por desigualdad, que tiene en cuenta la pérdida de bienestar generada por la desigual­
dad en educación, salud e ingresos.

41

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

países con ingreso per cápita similares, lo cual indica que los que presen­
tan mayor gasto social no son necesariamente los mismos con mayores
niveles de ingreso.

Gráfica 11.3. Gasto social per cápita y el IDH, 2014

• IDH ------------- Regresión lineal


• IDH ajustado por desigualdad ------------- Regresión lineal

Fuente: Los d a to s de g a s to p ú b lic o social per cá p ita pro v ie n e n de CEPAL (2 0 1 4 ) y c o rre s p o n d e n al año
más cercano al seña lado en la g rá fic a , y el IDH de PNUD (2015).

Com parado con el resto de los países, el desempeño de América L a ­


tina en educación y salud (el i d h sin ingreso) es mejor que el patrón in­
ternacional. C om o se muestra en la gráfica II.4, todos los países de la
región, excepto Guatem ala, se encuentran en el mismo o en mejor nivel
que el patrón internacional que compara el desempeño de cada país fren­
te a su nivel de p i b per cápita. Esto significa que el desempeño latinoame­
ricano en educación y salud es relativamente mejor de lo esperado dado
su nivel de ingreso per cápita.
E sto es cierto aun si se ajustan estas dos dimensiones por el grado
de desigualdad. Si bien hay pérdidas de bienestar al realizar dicho ajus­
te, de lo que da testimonio el menor valor del índice y que más países se
encuentran sobre el patrón internacional o ligeramente por debajo de
él, como Brasil, la región en general sigue estando mejor que el prom e­
dio mundial para su nivel de desarrollo en educación y salud ajustadas
por desigualdad.

42

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

Gráfica II.4. Índice de desarrollo hum ano sin ingreso, 2014

• IDH sin ingreso ------------ Patrón Int.

• IDH sin ingreso ajustado por desigualdad ------------ Patrón Int.

N o ta: La línea co n tin u a representa el p a tró n in te rn a c io n a l según los cu a tro g ru p o s de d esa rrollo h u m a n o
(bajo, m edio , a lto y m uy a lto ) y su nivel de in gre so nacional b ru to per cápita.

Fuente: E stim ado con base en PNUD (2015).

Lo anterior no acontece cuando se incluye la dimensión de ingresos.


L a gráfica II.5 muestra la desigualdad al interior de las tres dimensiones
del i d h y la pérdida total en el índice al ajustarlo por la desigualdad en
cada una de esas dimensiones. Com o se puede observar, la desigualdad
en educación y salud de los países latinoamericanos es menor que el p a ­
trón internacional en relación con el nivel de desarrollo de cada uno de
ellos. M ás aún, Cuba, Argentina y Uruguay, para su nivel de desarrollo,
tienen un grado de desigualdad en educación bastante menor que el del

43

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

patrón internacional. D e igual forma, Cuba, C osta Rica, y Nicaragua re­


portan un menor nivel de desigualdad en salud en comparación con otros
países con similar nivel de ingresos.
Por el contrario, la desigualdad en el ingreso es alta en la región y, por
ende, también lo es la pérdida en el bienestar asociado a ella. Para su ni­
vel de desarrollo, todos los países, con excepción de Uruguay, tienen una
desigualdad en el ingreso muy superior al patrón internacional. Y aunque
la desigualdad ha venido cayendo de forma importante desde el 2000 en
América Latina, esta región continúa siendo la de peor distribución de
ingresos en el mundo.2 Según el patrón internacional, la desigualdad en
la distribución del ingreso se inclina a reducirse después de cierto nivel de
ingreso nacional per cápita (una versión moderada de la curva de Kuz-
nets). Sin embargo, este patrón no se observa en América Latina, ya que
naciones como Brasil, Chile y Panamá, con algunos de los ingresos per
cápita más altos, también presentan alta desigualdad.
Dado lo anterior, a pesar de tener una pérdida por desigualdad menor
al patrón internacional en educación y salud, la asociada a la inequitativa
distribución del ingreso es tan alta que la pérdida total por desigualdad en
el i d h supera al patrón internacional. Solo en muy pocos casos, como Uru­
guay y Argentina, esa pérdida es menor. Por ello, el gran desafío de Améri­
ca Latina sigue siendo superar la inequitativa distribución del ingreso.

Gráfica II.5. Desigualdad en cada dim ensión del IDH y pérdida to tal por desigualdad, en
porcentaje, 2014

G u a t e m a l a ^ 91!
H onduras®
N icarag u a* * S e nezuela (Rep B ol)
. am* ir f \ _ M _ ^ Panama
- M éx ic ^ --------------- • ^Argentina

Costa Rica
Cuba Chile

0 10000 200 00 3 00 00 4 00 00
Ingreso nacional b ru to per cápita

LAC Patrón Int

2
U n punto que resaltan diversas organizaciones internacionales. N o obstante, hay
que considerar que los indicadores de desigualdad no son siem pre comparables entre

44

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

Gráfica II.5 (Continuación)

Ingreso nacional b ru to per cápita

• LAC Patrón Int.

Brasil
Bolivia (Est. Plu.) # . Panamá

__ j
El S a lv a dro r^
Guatemala w , ^P erú
C oS ^'
V • c h il e

k uadorJ L e' un
H| • # R . Dominicana
0 Paraguay
Nicaragua

0 10000 2 00 00 30000 40000


Ingreso nacional b ru to per cápita

• LAC Patrón Int.

Ingreso nacional b ru to per cápita

• LAC Patrón Int.

D e finiciones: D e sig u a ld a d en s a lu d (esperanza de vida): desig u a ld a d en la d is trib u c ió n de los años de


esperanza de vida. D e s ig u a ld a d en e d u c a c ió n : desig u a ld a d en la d is trib u c ió n de años de escolaridad con
base en las encuestas de hogares. D e s ig u a ld a d e n e l in g re s o : desig u a ld a d en la d is trib u c ió n del in greso.
En to d o s los casos se utiliz a el in d ic a d o r de A tk in s o n de d esigualdad. P érdida to ta l p o r d e s ig u a ld a d :
c a m b io p o rce n tu a l entre el ID H a ju s ta d o p o r desig u a ld a d y el IDH.

Fuente: E stim ado con base en da to s del ane xo estadístico de PNUD (2015).

p aíses y regiones porque provienen de diferentes fuentes y en algunos casos se refieren


al consumo y no al ingreso.

45

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

L as mejoras en el bienestar en otras dimensiones básicas de inclu­


sión social, como vivienda, servicios públicos y otros indicadores de sa­
lud y educación, han sido ampliamente analizadas en otros estudios,
entre ellos el Informe Regional sobre Desarrollo Humano de América L a ­
tina y el Caribe ( p n ü d , 2016). Este documento muestra las mejorías
m ás allá del ingreso, analizando diversas variables de calidad de vida y
la transformación por clases sociales. L o que también se observa en la
reducción del índice de pobreza m ultidimensional, tanto en el global
publicado por el p n u d , en la Iniciativa de Oxford para la Pobreza y el
Desarrollo H um ano ( o p h i , según sus siglas en inglés), y el ajustado para
la región (Santos et al., 2015). D e acuerdo con este último, el porcentaje
de población que enfrenta pobreza multidimensional (es decir, con múl­
tiples privaciones simultáneas en dimensiones de calidad de vida) cayó
en todos los países analizados, en general por mejoras en servicios bási­
cos y educación. U no de los rasgos sobresalientes en todos los informes
es el mayor logro educativo de la población, el cual, ha permitido contar
con una fuerza laboral más calificada.
En todo caso, quedan todavía grandes problemas asociados a la pro­
visión de servicios públicos en la región. El primero, el de calidad. Este
se encuentra generalizado en la región y es en especial significativo en la
educación. El desempeño de los países latinoamericanos en las pruebas
p i s a de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económ i­

cos ( o c d e ) siempre es deficiente y ocupan puestos muy bajos en relación


con su nivel de desarrollo (G anim ian y Solano, 2011). El segundo p ro­
blema es la segmentación de los servicios públicos, que termina en la
provisión de servicios de diferente calidad según nivel de ingresos. Esto
fue resaltado por Malagón y Ocam po (2011) y es una de las causas del
bajo consumo de bienes públicos entre la creciente clase media. Por úl­
timo, la baja cobertura en algunos países en salud y acceso a pensiones
todavía refleja el vínculo de los sistemas de protección social con el em ­
pleo formal, el cual excluye a un alto porcentaje de población (Ribe et al.,
2010; Ocam po y G óm ez, 2016).
El segundo motor de los cambios exitosos de la primera década del
siglo x x i fue un alto crecimiento económico (gráfica II.6), el cual benefi­
ció en mayor medida a la población en condición de pobreza. En efecto,
durante dicho periodo América Latina experimentó un crecimiento im­
portante, sobre todo en el lustro 2003-2008, gracias al auge de los precios

46

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

de los productos básicos y la abundante financiación externa. Entonces la


región creció en promedio al 5.1% anual, y continuó haciéndolo, aunque
a un ritmo más lento (3.1%) entre 2008 y 2103, antes de que viniera un
desplome a partir de 2014.

Gráfica II.6. Cambio porcentual anual del PIB

Cam bio porcentual anual --------- Promedio 1990-1997

Promedio 1997-2003 Promedio 2003-20 0 8

— Promedio 2008-20 1 3

Fuente: CEPAL y proyección del Fondo M o n e ta rio para 201 6.

El alto crecimiento económico acom pañado de un aumento del


gasto público social benefició m ás a la población pobre. C om o se o b ­
serva en la gráfica II.7, durante el lustro de oro el aumento de los ingre­
sos fue mucho mayor en la parte baja de la distribución, es decir, para
la población en condición de pobreza. Este comportamiento estuvo aso ­
ciado al aumento en los salarios por hora, que en parte se explica por
una m ás alta formalidad laboral, como a una mejora en los ingresos no
laborales, la cual respondía a transferencias de protección social (Lus-
tig et al., 2013).
Sin embargo, desde 2010 y debido a la disminución del crecimiento
y del dinamismo del gasto social, dichos beneficios vistos como reduc­
ción de la pobreza fueron inferiores a los del lustro de oro. S i bien los
ingresos de la parte de baja de la distribución siguieron aumentando a
una tasa mayor que el resto, las diferencias a lo largo de aquella fueron
m ás m oderadas.

47

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Gráfica II.7. Curvas de incidencia del crecimiento económico

LAC (2003-2008)
C recim iento Anual

Percentil de ingreso per cápita del hogar

LAC (2010-2013)
C recim iento A nual

Percentil de ingreso per cápita del hogar

Nota: Las cifras presentadas se basan en un esfuerzo de arm onización de datos estadísticos regionales co n o ­
cid o c o m o SEDLAC, que aum e n ta la com pa ra b ilid a d entre países de los resultados derivados de encuestas de
hogares. El agregado LAC se basa en los 17 países de la región para los cuales hay m icrodatos disponibles. Se
recurrió a la interpolación utilizand o los datos IDM cuando en algún año no había datos disponibles, con el fin
de po d e r analizar el m ism o g ru p o de países to d o s los años. La m edia na reporta da en esta gráfica es el
crecim ien to de los ingresos del percentil 50 y la m edia es el c recim ien to del ingreso p ro m e d io per cápita.

Fuente: Tabulaciones del LAC E quity Lab con d a to s del S o cio-E con om ic Database f o r La tin A m e ric a a n d the
C añbbean, S E D LA C (CEDLAS y Banco M u n d ia l) y los Indicadores del D esarrollo M u n d ia l (ID M ), [en línea],
d is p o n ib le en < h ttp ://w w w .b a n c o m u n d ia l.o rg /e s /to p ic /p o v e rty /la c -e q u ity -la b 1 /o v e rv ie w >.

En efecto, mientras que en 2003-2008 los ingresos del decil 1 (el


10% más pobre de la distribución) crecieron en promedio un poco más
del doble de los ingresos del decil más rico (7.0%, frente a un 3.2%), entre
2010 y 2013, dichas cifras fueron de 5.2% en promedio para el primero
frente a 3.1% para el segundo.
En este contexto, y en ausencia de una expansión de los sistemas de
protección social, el menor ritmo de crecimiento económico esperado ya

48

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

se refleja en un ligero repunte de los niveles de pobreza, que continuará


en el futuro. Según las estimaciones del p n ü d , 2.8 millones de personas
caerán en pobreza entre 2015 y 2016 ( p n ü d , 2016). Por ello, un reto prio­
ritario en los próximos años será mantener el gasto social como elemen­
to esencial para continuar con las ganancias hasta ahora alcanzadas, una
acción clave en un marco de menor dinamism o económico.

Reducción de la pobreza y la desigualdad

Los mayores avances de la década 2003-2013 fueron la mejor distri­


bución del ingreso y la fuerte caída de la población en condición de
pobreza. D espués del deterioro de la década perdida de 1980 y como
resultado de las reformas estructurales de los noventa y la crisis de fin
de siglo, la desigualdad, m edida por el coeficiente de G ini, cayó signi­
ficativamente del 0.548 de 2 0 0 2 al 0.494, en 2013 (gráfica II.8). Esto
sucedió en todos los países de la región, en algunos casos desde finales
de los noventa y en otros desde principios de la década del 2000.

Gráfica II. 8. La desigualdad en América Latina, coeficiente de Gini

0 .570 n Gasparini-Lusting CEDLAS


0.560

0 .550 -

0.540

0 .530 -

0 .520 -

0.510

0.500

0.490

0 .480 -

0.470

0.460
9 9 9 9 9
9 9 9 9 9

Notas: La serie de Gasparini y Lustig es un prom edio pon derado de 18 países desde 1992. Para los años
anteriores, prom edios ponderadas de 14 países en 1986 y de och o países en 1980. La serie de SEDLAC es un
p rom edio pon derado de los 18 países (todos, con excepción de Cuba). En los casos sin datos sobre desigualdad
en un año determ inado, el prom edio se construyó a partir de una in terpolació n lineal.

Fuente: Con base en Gasparini y Lustig (2011) y datos de CEDLAC (2016).

49

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Diversos estudios sobre la descomposición de la desigualdad eviden­


cian que la caída provino de una mejora en los ingresos laborales por hora
— percibida en especial por los ocupados de los deciles bajos de la distri­
bución— , del cierre de la brecha salarial entre niveles de educación y del
aumento en los ingresos no laborales gracias a las transferencias públicas
con un impacto en general progresivo (Lustig et al., 2013).
En todo caso, y a pesar de las mejoras, América Latina se mantie­
ne como la región del mundo con los mayores niveles de desigualdad. En
efecto, la desigualdad en los ingresos es alta en todos estos países, aun si
se controla por su nivel de desarrollo (véase la gráfica II.5). Pero en 2014
la caída en desigualdad se estancó. Según los últimos estimativos del Ban­
co Mundial y del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales
( c e d l a s ) , entre 2013 y 2014, el Gini solo habría caído 0.002 puntos.
El crecimiento económico, el mayor gasto social y la menor desigual­
dad se tradujeron en una masiva reducción de la población en pobreza en
la última década (gráfica II.9). Según los datos de c e d l a s y el Banco M un­
dial, después de permanecer casi constante entre 1990 y 2002, la inciden­
cia de la pobreza se redujo de 42.5%, en 2003, a 24.4%, en 2013. Gracias
a ello, 74 millones de personas salieron de la pobreza, de los que 59 mi­
llones correspondían a la pobreza extrema. Los datos de la c e p a l señalan
una historia similar. Después del deterioro de los ochenta y de la crisis de
fin de siglo, la incidencia bajó de 43.9%, en 2002, a 28.1%, en 2013. Inde­
pendientemente de las medidas utilizadas por ambas instituciones,3 entre
2003 y 2013 todos los países latinoamericanos, con excepción de G uate­
mala, lograron disminuir de forma importante la incidencia de pobreza.
Com o lo ha demostrado ampliamente el Banco Mundial, la fuerte
caída de la pobreza se acompañó del crecimiento de la clase media en la re­
gión (Ferreira et al., 2011), la cual pasó de 21%, en 2002, a 35%, en 2013.
Aunque ello también ha implicado el crecimiento de un grupo vulnerable
(aquel con un ingreso diario per cápita de entre cuatro y diez dólares), que
si bien tiene ingresos superiores a la línea de pobreza, vive un alto riesgo
de caer nuevamente en ella. Esta población pasó de 35%, en 2003, a 38%,

El Banco M undial define la línea de pobreza como cuatro dólares de poder adquisiti­
vo constante según la m etodología de paridad de poder de compra. L a c e p a l utiliza
líneas de pobreza nacionales estimadas con base en el costo de la canasta de alimentos
de cada país.

50

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

en 2013, y ha llegado a ser el grupo más grande por encima de aquel en


condiciones de pobreza.
Este grupo vulnerable todavía muestra privaciones importantes en
varias dimensiones de calidad de vida, como bajo acceso a seguridad so­
cial, alta incidencia de empleos informales, mayor número de dependien­
tes y menor logro educativo ( p n u d , 2016). En general, esta población se
asemeja más a la pobre que a la clase media. En ausencia de políticas p ú ­
blicas dirigidas a este grupo (sobre todo para enfrentar riesgos con siste­
mas de protección en donde se incluya el ingreso y empleos de calidad),
se espera que entre el 10 y el 12% de la población en vulnerabilidad re­
caiga en situación de pobreza de un año a otro (Stam pini et al., 2015).

Gráfica II.9. Incidencia de pobreza

60
Pobreza CEPAL « Pobreza CEDLAC

50

40 -

30

20 -

10

0
C O C ^ O ' ' — r - g r o ' ^ L n i . D r ^ c o c ^

Nota: La pobreza del CEDLAS está m edida con base en la línea internacional de 4 dólares PPA por persona al día.

Fuente: Con base en datos de la CEPAL y de SEDLAS.

Los avances en el mercado laboral: más cantidad que calidad

El mercado laboral en América Latina ha sido el canal principal median­


te el que los hogares superan su condición de pobreza y acceden a mayor
bienestar y protección social. Esto refleja el hecho de que el 80% de los

51

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

ingresos totales de los hogares latinoamericanos provenga del trabajo. Es


también el principal canal mediante el cual las ganancias del crecimiento
económico se traducen en mejor distribución de los ingresos. Sin em ­
bargo, en condiciones precarias y en presencia de alta informalidad, di­
cho mercado puede producir y exacerbar las desigualdades. En América
Latina y el Caribe, el mercado laboral ha sido históricamente el eslabón
que vincula el alto peso del sector de baja productividad (informal) y una
estructura productiva heterogénea con la alta desigualdad de los ingresos
de los hogares ( c e p a l , 2015).
Dentro de este patrón estructural, las mejorías en los indicado­
res laborales de 2003 a 2013 fueron significativas después de un fuerte
deterioro en la última década del siglo x x . Estos cambios positivos se ob­
servaron en la evolución de la tasa de desempleo, en la proporción de
la población en edad de trabajar que está ocupada (tasa de ocupación),
en la participación laboral femenina, en los salarios por hora (en parti­
cular, en la parte baja de la distribución) y, en menor medida, en la for­
malidad. Sin embargo, estos logros no han sido tan acelerados como los
observados en otras dimensiones sociales, por lo cual ha habido una asi­
metría entre el avance en múltiples dimensiones sociales y la creación de
empleos de calidad. Así, pese a su desempeño positivo en esa década, los
mercados de trabajo latinoamericanos siguen caracterizándose por sus
grandes brechas, exclusiones y alta informalidad.
Durante la última década del siglo x x , el menor crecimiento econó­
mico, la apertura externa y liberalización económica, y la crisis que inició
en 1997, trajeron consigo un aumento generalizado en la tasa de desem­
pleo, disminución de la tasa de ocupación y mayores porcentajes en la
informalidad. Diversos estudios muestran que el periodo de apertura eco­
nómica tuvo efectos adversos en el mercado laboral. Según Ocampo y Va-
llejo (2012), esta etapa puede caracterizarse como de desarrollo humano
en medio de condiciones precarias de empleo y baja seguridad económica.
Por el contrario, la década 2003-2013 se singulariza por una reduc­
ción del desempleo, que en 2013 alcanzó niveles incluso ligeramente in­
feriores a los de 1991 y un avance en la tasa de ocupación, especialmente
urbana (gráficas II.10A , II.10B).4 La crisis financiera del Atlántico Nor-

Sobre la mej ora de los indicadores del mercado laboral en la década, véanse los dos informes
del Banco Mundial (2015a, 2015b), así como los informes regulares de la c e p a l y la oiT.

52

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

te de 2007-2008 produjo un ligero deterioro temporal, que fue de in­


mediato sucedido por la renovación de la tendencia a la mejoría de estos
indicadores. En general, los países de la región actualmente muestran ta­
sas de desempleo mucho más bajas que las que caracterizan a los países
de altos ingresos. Y las cifras muestran una evolución muy favorable del
empleo. Durante el periodo 1993-2013, la tasa de ocupación aumentó
ocho puntos porcentuales: cuatro en la primera década y cuatro en la se­
gunda (Banco Mundial, 2015b).

Gráfica II.10. Tasas de desem pleo y ocupación de América Latina

A. Desempleo

Tasa de desem pleo Promedio 1990-1997

Promedio 1997-2003 Promedio 200 3-20 0 8

Promedio 2008-20 1 3

B. Tasa de ocupación

Fuente: CEPAL (2015).

53

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

El aumento en la tasa de participación laboral femenina ha sido otro


cambio característico de América Latina: dicho dato pasó de 41.1%, en
1990, a 53.3%, en 2013. N o obstante, todavía es inferior en una terce­
ra parte a la tasa de participación laboral masculina (78.6%). Mientras
que hacia 2013, la tasa de desempleo femenina a nivel regional (7.2%) se
mantenía más elevada que la de los hombres (5.3%) ( c e p a l , 2015b). A si­
mismo, las brechas en cantidad de empleo se dan además por ingresos,
edad, etnia y nivel educativo.
L a mejoría se dio también en los ingresos laborales, con un efecto
en particular favorable para la población pobre. Los salarios por hora y
las tasas de ocupación crecieron en mayor medida para la población más
pobre (Lustig et al., 2015; Banco Mundial, 2015a). Las ganancias por
productividad laboral fueron, en todo caso, bajas. El cambio en capital y
trabajo explican gran parte del mayor crecimiento económico del perio­
do 2003-2103, en tanto que la contribución a ese crecimiento de la pro­
ductividad total de los factores fue de apenas 4.5% en esos años ( p n u d ,
2016). M ás aún, los aumentos en productividad en 2008-2013 fueron
negativos en la región ( o i t , 2013) y muy bajos si se comparan con los de
otras regiones en desarrollo.
En adición a los indicadores tradicionales del mercado laboral, como
tasa de desempleo y número de ocupados, que miden de manera general
la "cantidad de trabajo”, la literatura reciente evidencia la necesidad de m e­
dir tanto la cantidad como la "calidad” del empleo con indicadores como
el tipo de contrato, el número de horas trabajadas, los riesgos y las condi­
ciones laborales, entre otros aspectos.5Tales estudios responden también
al llamado de la o i t por el derecho a un empleo decente y al de la Unión
Europea por empleos de calidad (Ocampo y Sehnbruch, 2015).
Las mejorías en estos indicadores han sido menores. Por ejemplo, la
informalidad medida por tipo de ocupación (que define como informales
a los asalariados en pequeñas empresas, a los ocupados por cuenta propia
con bajo nivel educativo y a los trabajadores sin remuneración) disminuyó
entre 1993 y 2013 de 56.6 a 51.5% (gráfica II.11A ). El mejor comporta­
miento del dato se dio sobre todo entre 2003 y 2013. Y si se mide la infor-

A pesar de la falta de series internacionales comparables y de un consenso sobre lo que


constituye un empleo decente o de calidad, ha habido un esfuerzo por empezar a in­
cluir este tipo de indicadores.

54

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

malidad por el número de ocupados sin acceso a seguridad social, también


ha disminuido levemente entre 2003 y 2013, después del deterioro entre
1993 y 2002 (gráfica II.11B). Todo esto indica que, a pesar del mayor cre­
cimiento económico y las mejoras en capital humano, la mitad de los ocu­
pados de la región todavía trabaja en condiciones de informalidad ya sea
en ocupaciones de este tipo o con contratos sin seguridad social.

Gráfica II.11. Tasa de inform alidad

A. Por tip o de ocupación B. Sin acceso a seguridad social


En porcentajes En porcentajes

I Traba. sin remuneración

■ Cuenta propia - Unskilled

■ Asalariados pequeña empresa


■ Sin seguridad social
6 0.0

50.0

4 0.0

3 0.0

2 0.0

10.0

0.0
1993 2002 2013

Nota: El da to de Am érica Latina es el prom edio ponderado para 17 países, excluyendo Nicaragua.

Fuente: Con base en datos de SEDLAC preparados para el Inform e Regional sobre Desarrollo H um ano (PNUD,
2016).

Una tendencia similar se observa en los datos de la c e p a l , los cuales


miden la proporción de empleos urbanos de baja productividad (una va­
riable similar al empleo informal por tipo de ocupación) (gráfica II.12).
El porcentaje de empleos informales se deterioró entre 1990 y 2002, m e­
joró de 2002 a 2008 y, después de un aumento durante la crisis del Atlán­
tico N orte, presentó mejorías adicionales hasta 2014.
A pesar de ello, la proporción de ocupados urbanos en sectores de
baja productividad fue superior a la de dos décadas atrás: 43%, en 2013,
vs. 41% , en 1990. Incluso la tasa de informalidad es hoy más de diez
puntos porcentuales más alta que la tasa de pobreza, lo que señala que

55

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Gráfica II.12. Ocupados urbanos en sectores de baja productividad (sector inform al)

Trabajadores indepen­
dientes no calificados

□ Empleo dom éstico

Microempresa:
Total asalariados

Microempresa:
Empleadores

Fuente: Con base en datos de C EPAL ( 2015).

no es solo un fenómeno asociado al ingreso. En efecto, un alto porcentaje


de población por encima de la línea de pobreza tiene empleos informales
y existen grandes brechas en el acceso a la seguridad social. Mientras que
en 2013 el 76 y 82% de los ocupados en situación de pobreza eran in­
formales por tipo de ocupación o por no tener acceso a seguridad social,
entre los vulnerables (entre 4 y 10 dólares de poder de compra por per­
sona y por día, según la definición del Banco M undial), la tasa de infor­
malidad alcanzaba 5 2 y 55%, y entre la clase media (ingresos superiores
a 10 dólares por día) 36 y 38%, respectivamente. M ás allá de las brechas
y exclusión de la población pobre, la alta incidencia de empleos informa­
les es un problema generalizado en la región incluso al interior de la clase
media (gráfica II.13).
Esto va en línea con el reporte del panoram a laboral del Banco M un­
dial, el cual muestra que entre 2003 y 2013 la región tuvo solo leves m e­
joras en informalidad. L a caída en la tasa de informalidad por tipo de
ocupación se debió sobre todo a la disminución en la proporción de ocu­
pados por cuenta propia con bajo nivel educativo, a lo que siguió una caí­
da en el empleo doméstico y trabajadores familiares sin remuneración
(gráficas II.9A , II.10). En todo caso, América Latina todavía cuenta con
un alto porcentaje de autoempleo o asalariados en pequeñas empresas de
baja productividad (Banco Mundial, 2015a). La mayoría de la población

56

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

con bajo nivel educativo se mantiene en empleos de baja productividad


y en condiciones precarias. Agregado a la alta informalidad, persiste una
alta inestabilidad laboral evidente en la alta rotación de empleos (Alaimo
et al., 2015). En especial, los jóvenes ingresan el mercado laboral vía em ­
pleos informales, de corto plazo y de alta rotación, lo que los puede afec­
tar negativamente en su acumulación de capital humano y, por ende, en
su trayectoria laboral futura.

Gráfica 11.13. Tasa de inform alidad por grupos de ingreso, 2013

A. Por tipo de ocupación B. s¡n acce50 a 5eauridad social

Notas: El da to de Am érica Latina es el prom edio ponderado para 17 países, excluyendo Nicaragua. La clasificación
de grupos sociales se da según la definición de López y O rtiz (2011).

Fuente: Estimaciones con base en datos de SEDLAC preparados para el Inform e Regional sobre Desarrollo
Hum ano del PNUD (2016).

Com o lo indican estas tendencias, la disminución de la informalidad


se correlaciona con el mayor logro educativo de la población. En efecto,
entre 1993 y 2013 la estructura de la fuerza laboral adulta pasó de ser
predominantemente de población con bajo nivel educativo a ser de nivel
educativo medio o alto (gráfica II.14). El cambio en la estructura de la
población adulta fue en particular significativo para las mujeres.6

A pesar del aumento en el logro educativo de las mujeres, las cuales tienen incluso en
promedio más años de educación que los hombres, esto no se ha reflejado en mejoras
en los ingresos y el cierre de brechas en los salarios ( p n u d , 2016).

57

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Gráfica II.14. Distribución de la población ad ulta por nivel educativo

■ A lt e

— M e d ie

•*». B a je

N otas: El d a to de A m é ric a Latina es el p ro m e d io p o n d e ra d o para los 18 países. Los niveles edu cativos
se a p ro xim a n a p rim a ria , secundaria y nivel m e d io superior, y profesion al.
Fuente: Estim aciones con d a to s del SEDLAC p reparados para el In fo rm e Regional sobre D esarrollo
H u m a n o (PNUD, 201 6).

Este cambio en la estructura educativa de la fuerza laboral fue pro­


ducto de dos tendencias. Por un lado, el menor crecimiento de la fuer­
za laboral por los efectos rezagados de la caída en la tasa de crecimiento
demográfico y de la gradual incorporación de la mujer al mercado de
trabajo y, por otro, los mayores niveles de educación provenientes de la
aplicación de las políticas sociales de largo plazo. La combinación de am ­
bos procesos ha implicado una reducción en términos absolutos del nú­
mero de trabajadores con un nivel de educación bajo (de 0 a 5 años) y el
aumento de la población con niveles de educación alto (de 10 a 12 años)
y muy alto (de 13 y más años) (cuadro II.1). Entre 2002 y 2013 la fuerza
laboral con un nivel de educación bajo se redujo en diez millones de per­
sonas, mientras que la de nivel educativo alto y muy alto alcanzó los 43 y
29 millones, respectivamente.
Este efecto, combinado con la alta caída en las tasas de pobreza, sig­
nificó un cambio en las características de la población en situación de p o ­
breza. Entre 2002 y 2013, esta población se redujo a una tasa anual de
3.4%. La población pobre con un nivel educativo bajo se redujo a una tasa
del 4.8%, en tanto que la población pobre con un nivel educativo medio
y alto aumentó. Este resultado refleja que el mayor logro educativo de la

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II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

población no se acompaña en la misma medida de una demanda por em ­


pleos de calidad, es decir, es una de las manifestaciones de la asimetría
entre los avances en desarrollo humano y las condiciones del mercado de
trabajo (cuadro II.2).

Cuadro II.1. Crecimiento de la fu erza laboral por nivel educativo

Indicador Nivel educativo 1997-2002 2 00 2-0 002 2002-001:2

C recim iento de la PET Bajo (0 a 5 años) -1.45% -2.22% -2.35%


por nivel educativo
M edio (6 a 9 años) -0.36% -0.62% -0.96%
(Tasa de crecim iento
prom edio anual) A lto (10 a 12 años) 1.22% 1.87% 1.65%

M uy alto (13 años y más) 2.80% 3.15% 2.96%

Cam bio en núm ero Bajo (0 a 5 años) 2.126 -5.349 -4.647


de personas de la PET
M edio (6 a 9 años) 8.293 5.774 3.146
por nivel educativo
(en absolutos) A lto (10 a 12 años) 11.004 16.891 15.895

M uy alto (13 años y más) 9.530 14.478 14.962

N ota: Para el cálculo de n ú m e ro a b s o lu to de personas se to m a ro n las estim aciones de p ob lación de 15 a 65


años de la CEPAL para los años 2 00 0, 2 0 0 5 , 2 0 1 0 y 2015.

Fuente: Estim ado con base en estadísticas de la CEPAL (2015).

Cuadro II.2. Cambio en la población en pobreza por nivel educativo*

Cambio población en pobreza 1993-2009 299 2-2919

Total 0.91% -3.42%

Con nivel bajo de educación 0.19% -4.87%

Con nivel medio de educación 4 .80% 0.99%

Con nivel alto de educación 4 .95% 1.98%

* El nivel edu ca tivo se d e fin e según el que te n g a el je fe de hogar. Se considera a to d a la p ob lación en p o b re ­


za según las personas vivan en hogares con je fe de bajo nivel e du cativo, m e d io o alto.

Notas: El d a to de A m é ric a Latina es el p ro m e d io p o n d e ra d o para los 18 países. Los niveles se a p ro x im a n a


prim a ria , secundaria y nivel m e d io superior, y profesion al. La pob la c ió n pob re se d e fin e c o m o aquella con
un in gre so per cápita d ia rio m e n o r a 4 dólares de p o d e r de c o m p ra c o n s ta n te (PPA) p o r persona p o r día,
según la m e to d o lo g ía de López-C alva y O rtiz-Juárez (2011).

Fuente: Estim aciones con base en datos de SEDLAC (2016).

Las condiciones precarias de empleo se evidencian en otros indica­


dores distintos a la informalidad, como la desmotivación, la inestabili­
dad y la alta rotación laborales. Según la encuesta mundial de opinión de
Gallup (2015), el porcentaje de población ocupada que se siente activa y
productiva en la región pasó de 41%, en 2013, a 39%, en 2014. D e igual
forma, según el reporte mundial de trabajo de la o i t , un alto porcentaje

59

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

de ocupados de la región (entre 50 y 75%) carece del acceso a un contrato


permanente; en países como Perú y Bolivia este porcentaje llega al 90%
(oiT, 2015).
Pese a estos problemas, los avances en la protección social de la últi­
m a década fueron destacados. Durante 2002 y 2013, quince de los die­
ciocho países de América Latina mejoraron sus sistemas de protección
social al aumentar la cobertura (con la eliminación de las brechas de ac­
ceso), la eficiencia y el gasto en este rubro (Ocampo y Góm ez, 2016).
Asim ism o, la afiliación a salud y pensiones creció significativamente en­
tre 2002 y 2012. La introducción de mecanismos flexibles y subsidia­
dos, y los no contributivos — como el subsidio a la salud en Colombia,
las pensiones en Bolivia, Brasil y Chile, y los mecanismos flexibles de
contribución para los informales y la pequeña empresa de M onotax en
Uruguay— han permitido la expansión de los sistemas de protección,
alcanzando a población hasta ahora excluida, en especial a los ocupados
del sector informal.
N o obstante estas mejorías, persisten importantes desigualdades en
el acceso a la protección social entre la población ocupada por el tipo de
empleo (gráfica II.15). La cobertura en salud de los ocupados asalariados
es 1.6 veces la de los no asalariados; la de pensiones es 4.5 veces. Conti­
nuar con la expansión de los sistemas de protección social para alcanzar
la universalidad dependerá, por lo tanto, del diseño de mecanismos flexi­
bles para incluir a población no asalariada y la existencia e integralidad de
program as complementarios no contributivos.
Cabe agregar que la alta correlación entre gasto social, sistemas de
protección social universal y reducción de pobreza implican le necesidad
de contar con una política fiscal anticíclica para continuar con los avances
sociales en una etapa de menor crecimiento económico. Esto cobra rele­
vancia dada la evidencia reciente de que no existe una disyuntiva entre
crecimiento económico y redistribución (Ostry et al., 2014) y que el efec­
to de un aumento del gasto social sobre la pobreza puede ser mayor al del
crecimiento en presencia de sistemas de protección social comprensivos
(Ocam po y Góm ez, 2016).
Estudios individuales por país también concluyen que las ganancias
en calidad del empleo, aunque positivas, no han estado en sincronía con
el desempeño sobresaliente en términos sociales que caracterizó la déca­
da 2003-2013 y que, por lo tanto, es todavía un reto pendiente. En Brasil,

60

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

según un índice multidimensional con base en la metodología de Alkire


y Foster (2009, 2011), la calidad del empleo se acrecentó significativa­
mente entre 2002 y 2011, sobre todo entre 2009 y 2011. Estos resulta­
dos se deben a reformas laborales y económicas sustanciales, tales como
los incentivos tributarios para la formalización del empleo, en particular
dirigido para el empleo doméstico, por cuenta propia y rural, y la simpli­
ficación de mecanismos de contribución para la pequeña empresa. Sin
embargo, aún persisten diferencias importantes en la calidad del empleo
según su tipo y sector económico. Los trabajadores por cuenta propia
y los del sector primario gozan de empleos de menor calidad, es decir,
con menos ingresos relativos a la media y menor estabilidad y formalidad
(H uneeus et al., 2015).

Gráfica II.15. Afiliación a salud y pensiones de los ocupados en América Latina (en porcen­
tajes) Circa 2012
M Pensión ■ Salud

66

54 55
60

50

40

o 30

20

10

2002 | 2012 2002 | 2012

Asalariados No asalariados

Fuente: Con base en O cam po y Gómez (2016) y CEPAL (2013).

U n estudio sobre Chile concluye que los efectos de basarse sola­


mente en políticas de crecimiento económico para la creación de más y
mejores empleos son mixtos. Las ganancias en la cantidad de empleos
no compensan las posibles pérdidas de bienestar por su menor calidad.
Dicho estudio concluye que el crecimiento económico por sí solo no

61

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

garantiza la creación de empleos con mejores condiciones laborales, por


lo que se necesita un papel más activo del sector público (Ruiz-Tagle y
Sehnbruch, 2015). Por último, en Colombia, Farné y Vergara (2015)
evidencian un aumento importante en la calidad del empleo entre 2002
y 2011 (utilizando un índice categórico de componentes principales con
varias dimensiones cualitativas del empleo), pero concluyen que el déficit
en empleos de calidad se mantiene alto, sobre todo para las mujeres y los
pobladores rurales, por lo que concluyen que es necesario mejorar las ins­
tituciones del mercado laboral y estimular la productividad.
El Informe sobre Desarrollo Humano mundial de 2015, que enfatiza
en empleos al servicio del desarrollo humano y contiene indicadores de la
calidad del empleo, empleo vulnerable y aquel en riesgo, evidencia los re­
tos pendientes en esta materia. Según los datos de este informe, América
Latina muestra un desempeño promedio y en varios indicadores uno in­
ferior al resto, dado su nivel de desarrollo. Resaltan, por ejemplo, el alto
porcentaje de trabajo infantil y el femenino doméstico, así como el por­
centaje de población en empleos vulnerables, el cual es el segundo más
alto de las regiones en desarrollo.
El informe resalta además al trabajo doméstico como uno de los
grandes problemas de la región y señala que la razón básica para ello es la
falta de oportunidades laborales formales de las mujeres y de políticas de
cuidado ( p n u d , 2015). Este problema es más de tres veces el promedio
de países de alto desarrollo humano (14.2% vs. 4.6%). Si bien algunas na­
ciones han avanzado en normas laborales pertinentes para este segmen­
to de población, las cuales buscan garantizar la protección en el empleo,
todavía la mayoría de las mujeres con trabajos domésticos se encuentran
en la informalidad. D e igual modo, un tercio de la población ocupada se
sitúa en empleos vulnerables. Este porcentaje es un poco más alto que el
de población pobre en la región y no toda la población en pobreza está en
empleos vulnerables, lo que significa que hay incidencia de estos incluso
entre la clase media ( p n u d , 2016).
Lo que este análisis indica es que las ganancias en desarrollo humano
no han sido equivalentes a los avances en la creación de empleos de cali­
dad. A pesar de las mejorías importantes de la última década, sobre todo
en cantidad de trabajo, las cuales incluso revirtieron el deterioro de la úl­
tima década del siglo x x , persiste una asincronía entre el desarrollo huma­
no y el mercado laboral, en particular en la garantía de empleos decentes.

62

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

Conclusiones: desarrollo humano y ciudadanía laboral

El análisis hecho en este capítulo muestra que América Latina ha sido


mucho m ás exitosa en términos de inclusión social y garantía de de­
rechos sociales (educación, salud, vivienda y servicios públicos domici­
liarios) que en generar empleos de calidad. H a habido, en cualquier
caso, mejoras en la cantidad del empleo, en formalización laboral y en la
cobertura de los sistemas de protección social.
El reto futuro más importante es, por lo tanto, cómo acelerar las m e­
joras de las condiciones del mercado laboral, con la creación de empleos
de calidad y la expansión de los sistemas de protección social utilizando
mecanismos flexibles para garantizar el acceso a todos los trabajadores.
Teniendo en cuenta que las dificultades en el acceso al trabajo decente
están fuertemente marcadas por condiciones iniciales como género, raza
y etnia, así como por ciertos momentos del ciclo de vida (en particular,
la juventud) y la residencia en áreas rurales, fomentar el trabajo decente
pasa por el diseño de políticas públicas dirigidas a grupos poblacionales
que tengan en cuenta estos determinantes y que compensen la discrimi­
nación inicial. Esto es más relevante ahora, cuando la desaceleración eco­
nómica ya se ha comenzado a reflejar en un deterioro en las condiciones
laborales, más aún entre las mujeres y los jóvenes, lo que indicaría que se
estaría fortaleciendo la informalidad.
A sí m ism o, los grandes logros en reducción de pobreza y des­
igualdad imponen nuevos retos, ya que la población vulnerable sigue
presentado privaciones de consideración en empleo y protección so ­
cial y la clase media dem anda servicios universales de calidad. En este
contexto, aunque el cambio social ha sido significativo y ha transfor­
m ado la región, los retos que deja esta transform ación son de igual
im portancia. A um entar la calidad de los servicios públicos, reducir la
segm entación en el acceso y garantizar empleos de calidad indepen­
dientemente del nivel de ingreso, etnia o lugar de residencia, necesitará
de un papel m ás activo del sector público, más inversión y un cambio
en la estructura productiva de la región que genere empleos de calidad
y utilice el creciente capital humano. El sector servicios, por ejemplo,
sigue acrecentando su participación en el número de personas ocupa­
das, pero emplea la mayor proporción de ocupados de bajo nivel edu­
cativo y en empleos de baja productividad. M ás aún, este sector reporta

63

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

la m enor productividad por trabajador relativo a otros países en desa­


rrollo (Pagés, 2010).
Por otra parte, pese a los avances, la región continúa mostrando al­
tos niveles de desigualdad, al tiempo que la mejoría que se experimentó
durante la década 2003-2013 parece haberse agotado. Entre las posibles
medidas, es esencial continuar reduciendo la desigualdad en la distribu­
ción de los ingresos laborales — incluyendo el uso activo del salario mí­
nim o— y garantizar sistemas tributarios más progresivos que incluyan
tasas efectivas de tributación más altas de las rentas de capital de los sec­
tores más pudientes. La reforma de los sistemas fiscales será esencial para
garantizar los mayores recursos necesarios a fin de mantener la trayecto­
ria ascendente del gasto público social, así como para que aquellos sean
un verdadero instrumento de equidad con fines redistributivos mediante
progresivos sistemas tributarios, de servicios sociales y de transferencias.
Las reformas laborales pasan por políticas universales de protección
social con mecanismos flexibles de contribución, simplificación de im­
puestos para las pequeñas empresas y los trabajadores independientes, y
un pilar no contributivo que complemente los aportes al sistema de em­
presas y trabajadores. A ello se debe agregar una política activa de sala­
rio mínimo, acorde con el ingreso medio de cada país, y normas laborales
que se ajusten a las características de distintos tipos de trabajo, incluyen­
do regulaciones diferenciadas para los trabajadores rurales, los domésti­
cos e incluso los de las nuevas formas laborales a distancia, temporales y
flexibles que han venido creciendo por cambios en la estructura produc­
tiva global ( o i t , 2014).
Frente a las proyecciones de menor crecimiento económico de la re­
gión en los siguientes años y el ya visible aumento en la tasa de pobreza
en algunos países, como México y Brasil, el papel del sector público con
la continua expansión del gasto social y la creación de más y mejores em ­
pleos de calidad7 serán esenciales para mantener las ganancias sociales en
términos de reducción de pobreza y desigualdad y garantizar el derecho
universal a un empleo decente.

7
Para lograr este objetivo, un punto de prim er orden será una agenda regional para el
diseño de indicadores y preguntas adecuadas en las encuestas de hogares que per­
mitan tener indicadores comparables sobre la calidad del empleo; los esfuerzos de la
U nión Europea en este tema son un buen punto de partida.

64

© Flacso México
II. Desarrollo social: avances asimétricos durante la última década

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66

© Flacso México
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67

Prohibida su reproducción
III. El remolino de la desigualdad en América
Latina: las corrientes del pasado, la presión
interna y los vientos globales
Luis Bértola

Introducción

E l reciente ciclo de rápido crecimiento y reducción de la desigualdad


en América Latina parece ser paradójico, porque contrasta con las ten­
dencias seculares en la región y porque va a contrapelo de las más recien­
tes tendencias globales de crisis y creciente desigualdad. Sin embargo,
la historia económica y el pasado reciente de América Latina son tan
fluctuantes y volátiles, que en el plazo de dos años nuestros estados de
ánimo y nuestras preguntas han ido cambiando.
En diciembre de 2014, junto a Jeffrey W illiamson y con el apoyo de
la c e p a l , el Banco Interamericano de Desarrollo ( b i d ) y el Banco M un­
dial, organizamos una conferencia en Buenos Aires para discutir si A m é­
rica Latina había cambiado su tendencia de crecimiento económico de
largo plazo y, sobre todo, si se había producido una ruptura con un p a ­
trón histórico de alta desigualdad. L a convocatoria fue hecha en medio
del boom de crecimiento y caída de la desigualdad en la región. El amplio
predominio de los regímenes democráticos en la región también agrega­
ba una buena cuota de optimismo.
Sin embargo, desde la convocatoria a la realización de la reunión y
a la posterior edición de los textos (Bértola y W illiamson, 2016), en un
plazo de poco más de un año, la situación ya había cambiado radical­
mente: los precios de los commodities se habían precipitado, la tasa de
crecimiento de la región se había desplomado, se sucedían crisis políti­
cas y denuncias de corrupción, mientras que la calidad de la democracia
era puesta en duda.

69

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Estos hechos recientes solo han legitimado la pregunta original:


¿cuán profundos, duraderos y sustentables fueron los cambios registra­
dos en la últim a década y en qué medida significaban una ruptura con la
historia? Por ello era interesante convocar a economistas e historiado­
res económicos a reflexionar conjuntamente sobre eso. O , desarrollan­
do los conceptos del título, qué es al final lo que podem os extraer como
tendencias generales en una historia plagada de remolinos que resultan
de estructuras económicas, sociales y culturales de larga duración donde
los vientos globales soplan en direcciones muy diferentes en distintos
mom entos, y el nivel de conflictividad interna cambia de dirección en el
encuentro de estas diversas corrientes de historia y coyuntura en con­
textos políticos cambiantes.
D o s aspectos relevantes de la desigualdad han estado perm anen­
tem ente anudados en la historia económ ica de A m érica Latina. Uno
de ellos es al que habitualmente nos referimos como el tem a de la des­
igualdad de la riqueza y el ingreso, y que tiene muchas dimensiones:
étnicas, culturales, de género y aún más. En todo caso, se trata de la
desigualdad que constatam os al interior de nuestros países. En segun­
do lugar, hay otro com ponente de la desigualdad, que es la desigualdad
internacional, a lo que habitualmente aludim os como retraso, subde-
sarrollo, posición periférica, dependencia, etc. Este aspecto ha sido
abordado en la literatura de décadas recientes bajo los conceptos de
convergencia y divergencia.
H a habido ya muchos intentos de juntar estas dos perspectivas en
forma simultánea al considerar la economía global: Bourguignon y Mo-
rrison (2002), Korzeniewicz y M oran (2009), Milanovic (2016), los en­
foques del sistem a mundo.
Sin embargo, intentar extraer las tendencias históricas en A m éri­
ca Latina es algo complejo. L a historia económica, como disciplina o
área de estudio de las ciencias sociales, ha enfrentado un proceso de
renovación muy im portante en Am érica Latina en las últim as déca­
das. A grandes rasgos, esa renovación ha ido de la mano de crear víncu­
los m ás estrechos y metodológicamente más rigurosos entre la teoría y
las fuentes, dejando atrás una tradición un tanto m ás especulativa, más
bien cualitativa y con muy delgada base de información cuantitativa,
o bien, otra muy empirista, muchas veces todo ello combinado con un
fuerte peso de componentes ideológicos (Bértola y Rodríguez, 2017).

70

© Flacso México
III. El remolino de la desigualdad

A pesar de los recientes esfuerzos por cuantificar y analizar las carac­


terísticas de la desigualdad interna en América Latina, lo que sabemos
tiene la forma de un archipiélago: aparecen algunas islas de conocimien­
to cada vez más, pero están aún muy dispersas. Sabem os m ás sobre la
segunda dimensión, la internacional. Siendo todavía precaria, esa in­
formación se va pareciendo m ás a un continente, especialmente desde
fines del siglo x x .
Hay, de todas formas, una idea general relativamente clara. En el
largo plazo, Am érica Latina ha vivido en el peor de los mundos en una
de esas dimensiones y ha estado a nivel medio en la otra. D esde el pun ­
to de vista interno, el continente ha m ostrado los mayores niveles de
desigualdad del ingreso, al menos desde que se la ha podido medir. En
décadas recientes, África Subsahariana se le ha aproximado. D esde el
punto de vista de su nivel de ingreso en relación a otras naciones y re­
giones, Am érica Latina, en prom edio, ha m ostrado niveles y tendencias
de crecimiento similares a la media mundial. Sin embargo, ese apego a la
media ha tenido lugar en tiempos en los que la polarización en la econo­
mía mundial ha ido en aumento y de forma muy notoria. M ientras estar
en la media significó ser cada vez m ás ricos en relación a África, la bre­
cha que separa a América Latina de los países m ás desarrollados pasó
de ser dos a tres veces el p i b per cápita de América Latina de 1870 a
2010 (Bértola y O cam po, 2013).
El desafío de mantener una mirada integrada de estas dimensiones
es muy importante, aunque complejo. Por ponerlo de forma simple, no
sería muy satisfactorio lograr una sociedad muy igualitaria, pero que sea
incapaz de crecer y que quedara cada vez más retrasada en la economía
global. Tam poco sería muy satisfactorio crecer a buen ritmo y acortar
distancias con los líderes, pero generar una fuerte desigualdad interna.
Es cierto que muchos, como hoy en China, preferirán esta última alter­
nativa a la primera, ya que argumentarán que, al crecer rápido, se puede
abatir la pobreza y, aunque las desigualdades crezcan, todos podrán estar
mejor. Sin embargo, es probable que los de más abajo sigan mejorando
menos que muchos sectores de los países avanzados, a pesar de lo cual la
desigualdad global podría caer.
El objetivo de este capítulo es presentar el estado de los debates y la
reconstrucción histórica en torno a estas dos dimensiones de la desigual­
dad e intentar dar de ellas una mirada de conjunto.

71

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

El capítulo se estructura de la siguiente forma. En la segunda sec­


ción se presenta la discusión sobre convergencia y divergencia. En la
tercera, se describe brevemente el estado de los debates en torno a la im­
portancia y tendencias de la desigualdad en América Latina. En la cuarta,
se exponen algunos estudios recientes sobre la desigualdad al interior de
América Latina. En la sección final se encontrará una síntesis de los re­
sultados al tiempo que se reflexiona sobre el ciclo reciente de crecimiento
y reducción de la desigualdad.

L a divergencia

El debate internacional instaurado a partir de la década de 1990 se ha


identificado con la palabra convergencia. Ello es el resultado del pre­
dom inio de enfoques teóricos y m odelos de crecimiento económico
que enfatizaban en la tendencia de las economías a converger, siem ­
pre que se produjeran determ inadas condiciones de libre movilidad de
factores y bienes. El hecho estilizado en el que se apoyaban estas ideas
era principalm ente el fuerte proceso de convergencia que se produjo
entre los países desarrollados con posterioridad a la Segu n d a G uerra
M undial. Sin embargo, el hecho estilizado predom inante en la eco­
nom ía mundial no era el de la convergencia, sino el de la divergencia,
como ha quedado más que docum entado en toda la literatura de la eco­
nom ía m undial. D e ahí que, en su momento, apareciera la economía
del desarrollo como un campo especializado en el estudio de la diver­
sidad de problem as que inhibían a las economías menos desarrolladas
de converger con los países ricos. L a tendencia de larga duración, p ro ­
fundizada a partir de la revolución industrial, recién se ha revertido,
aunque muy parcialmente, en las últimas décadas, gracias al crecimien­
to de C hina, India y otros países emergentes.
En este concierto de creciente desigualdad global, el caso de A m é­
rica Latina, tom ada en su conjunto, es un tanto particular. S u tasa de
crecimiento de largo plazo ha estado muy cercana a la de la economía
mundial. Sin embargo, en tanto la desigualdad global se incrementó,
eso quiere decir que América Latina se alejó de los más ricos, aunque
también de los m ás pobres. Las gráficas III.1 y III.2 m uestran estos he­
chos elocuentemente.

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© Flacso México
III. El remolino de la desigualdad

Gráfica 111.1. PIB per cápita de diferentes regiones del m undo, 1500-2008 (dólares Geary-
Khamis de 1990, escala logarítm ica)

100 000
O ccidente O ccidente expandido
Resto del M undo Am érica Latina
Resto del m undo sin AL M u n do

10 0 00

1000

100 -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
1500 1820 1870 1913 1929 1940 1950 1973 1

Fuente: B é rtola y O cam p o (2 0 1 3 ), para A m é ric a Latina; M a d d is o n D atabase, para el resto.

Gráfica 111.2. PIB per cápita de diferentes regiones del m undo, 1500-2008 (dólares Geary-
Khamis de 1990, Occidente = 100)

4 -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

0
1500 1820 1870 1913 1929 1940 1950 1973 1980 1990 2008

Fuente: B é rtola y O cam p o (2 0 1 3 ), para A m é ric a Latina; M a d d is o n D atabase, para el resto.

El proceso de divergencia es dramático y puede apreciarse midiendo


cuál es el esfuerzo que en cada momento deberían hacer los países menos
desarrollados para eliminar la brecha. La gráfica III.3 nos muestra que
para América Latina, en la etapa de su Independencia, la brecha era casi

73

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

igual que su p i b per cápita, hacia 1870 era 1.8 veces mayor, y hacia 1990
era tres veces más grande, es decir, que América Latina debía multiplicar­
se por cuatro para alcanzar a los ricos. M ás dramática fue la tendencia de
los países del resto del mundo, aunque las últimas décadas hayan m ostra­
do impresionante velocidad para reducirla, proceso que no es obvio que
vaya a continuar.

Gráfica III.3. Relación entre la brecha de PIB per cápita respecto a Occidente y el PIB per
cápita de América Latina y del resto del mundo

0
1500 1820 1870 1913 1929 1940 1950 1973 1980 1990 2008

Fuente: B é rtola y O cam p o (2 0 1 3 ), para A m é ric a Latina; M a d d is o n D atabase, para el resto.

Al hablar de América Latina todos somos conscientes de que asu­


mimos muchos riesgos, ya que se trata de un vasto continente, con geo­
grafías, culturas, recursos naturales, estructuras sociales e instituciones
diversas. Ello no inhibe que los países de la región tengan muchos rasgos
en común y, en términos generales, trayectorias similares.
Varios han sido los intentos de construir tipologías para estudiar
distintos periodos de la historia económica latinoamericana. Una sínte­
sis y propuesta sobre el tema puede verse en Bértola y O cam po (2013:
cap. 1), que aquí se seguirá. Una muy simplificada definición ubica a
tres grandes grupos de países, no necesariamente muy homogéneos:
aquellos cuya sociedad resultó del encuentro entre la conquista ibérica
y las civilizaciones precolombinas, con fuerte predominio en las regio­
nes m ontañosas; aquellos que principalmente se caracterizan por ser so-

74

© Flacso México
III. El remolino de la desigualdad

ciedades afroamericanas en regiones tropicales, y aquellos en los que el


poblamiento tendió a ser dominado por la inmigración europea en re­
giones de clima templado. Estos tres grupos de países mostraron, a lo lar­
go del siglo x ix y principios del x x , diferencias muy marcadas en niveles
de ingreso, estándares de vida y una variada gama de indicadores (Bértola
y Ocam po, 2013: cap. 1). Pero al avanzar el siglo x x y orientarse una im­
portante parte del crecimiento hacia la expansión de la demanda interna,
el tamaño de los países pasó también a jugar un papel importante para
definir los diferentes niveles de ingreso.
L a gráfica III.4 nos muestra las tendencias entre estos grupos de paí­
ses. Por la falta de información hemos agrupado a los países afro e in-
doamericanos en el mismo grupo, a diferencia de Argentina, Uruguay y
Chile, aun cuando este último sea un caso de difícil ubicación.

Gráfica 111.4. PIB per cápita de diversos grupos de países latinoam ericanos en relación a
Occidente, 1820-2008 (dólares Geary-Kham is de 1990)

A m érica Latina
Indoamericanos

0
1820 1870 1913 1929 1940 1950 1973 1980 1990 2010

Fuente: C on base en B é rtola y O cam p o (2013).

Podemos constatar que la desigualdad aumentó de manera impor­


tante durante el siglo x ix y hasta la Primera Guerra Mundial, periodo
en el que Argentina, Uruguay y Chile se aproximaron mucho a los paí­
ses desarrollados, en tanto que el resto de América Latina se retrasaba
notoriamente. N o obstante, sin llegar a alterarse las posiciones relativas,
los países de menores ingresos crecieron mucho más rápidamente que

75

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

los más ricos de la región entre 1913 y 1980, con lo que la brecha entre
ellos se redujo de modo muy destacado. En particular, quienes acortaron
distancias con los líderes de fuera de la región fueron los afroamericanos,
en tanto los indoamericanos divergieron lentamente y los euroamerica-
nos más drásticamente, dando como resultado esa convergencia regional.
A partir de entonces, la brecha volvió a crecer, sin aproximarse a las dife­
rencias del siglo x ix .
Si nos concentramos en el siglo x x , para cuando contamos con más
información, podem os también discriminar entre países medianos y
grandes, por un lado, y los pequeños, por el otro. La gráfica III.5 nos
muestra la diferencia de nivel que siempre existió entre ellos y permite
constatar que, si bien los países pequeños participaron de la convergencia
regional, siempre quedaron a niveles mucho más bajos que los euroame-
ricanos y perdieron posiciones en relación a los medianos y grandes en­
tre 1950 y 1980.

Gráfica 111.5. PIB per cápita de diversos grupos de países latinoam ericanos en relación a
Occidente, euroam ericanos y por tam añ o, 1820-2008 (dólares Geary-Khamis de 1990)

0.1

0
1820 1870 1913 1929 1940 1950 1973 1980 1990 2010

Fuente: Con base en B é rtola y O ca m p o (2013).

L a historia de la desigualdad entre los países de la región y los de­


sarrollados podría resumirse de esta manera: ha existido una tendencia
general a una creciente desigualdad entre los países latinoamericanos y
los desarrollados. Entre los primeros, la desigualdad creció fuertemente
hasta el entorno de la Primera G uerra Mundial, etapa en la que los eu-
roamericanos acortaron distancias con los líderes. Entre inicios del siglo

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© Flacso México
III. El remolino de la desigualdad

x x y 1980 se produjo una convergencia en la región, debido al muy lento


crecimiento de los euroamericanos y al rápido crecimiento de los afroa­
mericanos, que acortaron distancia con los líderes. Los países pequeños,
si bien acortaron distancias con los euroamericanos, siempre se mantu­
vieron con niveles de ingreso muy bajos.

Las desigualdades internas: el estado del debate

E s muy poco lo que podem os documentar en términos de mediciones


empíricas de desigualdad del ingreso en la historia económica de Am éri­
ca Latina. El objetivo de esta sección no es llevar adelante una discusión
sobre las determinantes, ni recurrir a diversas fuentes históricas de tipo
m ás cualitativo, que las hay, y muchas. El objetivo es presentar algunos
de los avances que se han venido realizando para cuantificar la desigual­
dad interna en América Latina. Lo que sabemos, como se ha dicho, se
parece a un archipiélago poco denso, aunque van apareciendo nuevas
islas de conocimiento.
D e todas formas, es importante comenzar por ubicar en qué están
las discusiones y por qué este campo de investigación ha concitado tanto
interés en la última década.
En las décadas de 1960 y 1970 se instaló firmemente en las publica­
ciones académicas y de opinión general, la idea de que la herencia colo­
nial había dejado una huella importante en América Latina. E sa huella
podría decirse que tenía dos componentes: por un lado, la dependencia
colonial y sus efectos; por el otro, la consolidación de estructuras inter­
nas muy desiguales, en términos de propiedad, ingreso, derechos civiles,
etc. E sa herencia, junto con la reformulación de diversos lazos de depen­
dencia en nuevas circunstancias, ya con posterioridad a la revolución in­
dustrial, sería la principal explicación del retraso de América Latina (para
una excelente síntesis de los aportes construidos en esas épocas, véase
Cardoso y Pérez, 1979).
En las décadas de 1980 y 1990 se produjo un giro interpretativo en
la región, que fue de la mano de la crisis de los proyectos desarrollistas
y de los modelos socialistas. Las interpretaciones dominantes pasaron a
poner el énfasis en que las políticas de Estado llevadas adelante en las dé­
cadas centrales del siglo x x eran las responsables del fracaso de América

77

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Latina, y que era necesario volver a las políticas aperturistas que caracte­
rizaron la expansión previa a la Primera Guerra Mundial.
A finales del siglo x x quedó claro que las políticas de las llamadas
reformas estructurales habían logrado generar episodios de crecimien­
to, pero no lograban estabilizarlo, ni revertir el retraso relativo e incluso
aún generaban creciente desigualdad y pobreza. Entonces, la mirada de
largo plazo volvió al tapete, alimentada por las visiones neoinstitucio-
nalistas. E stas últimas redescubrieron la importancia de la desigualdad
original en América Latina, junto a la existencia de diversos arreglos
institucionales poco proclives a la innovación y a la formación de capital
humano. Así, la explicación del retraso actual de América Latina debía
buscarse en los inicios mismos del periodo colonial (N orth, W eingast y
Summerhill, 2000; Sokoloff y Engerman, 2000; Engerman y Sokoloff,
1997; W orld Bank, 2004).
Las ideas neoinstitucionalistas generaron un conjunto de reaccio­
nes. Por un lado, se ha señalado que abandonaron toda consideración
de la importancia de las relaciones internacionales, aun cuando en esta
esfera se produjeron radicales cambios económicos, tecnológicos y socia­
les, como, por ejemplo, los de la primera y segunda revolución industrial
(Bértola, 2010). También se ha señalado que, en realidad, América Lati­
na no era particularmente desigual, ni más desigual que otras regiones en
aquellas épocas, sino que América Latina recién se volvió desigual desde
fines del siglo x ix (Milanovic, Lindert, W illiamson, 2007). M ás todavía,
se ha sostenido que el aumento de la desigualdad en el siglo x ix no frenó,
sino, por el contrario, fue una precondición para que se pusiera en mar­
cha un proceso de crecimiento económico (Coatsworth, 2008).
Una característica común a muchos de estos trabajos interpretati­
vos muy generales es el tratamiento de América Latina y sus institucio­
nes como algo sumamente homogéneo, cosa que ya vimos no responde
a la realidad.
Los trabajos que exponemos a continuación tratan sobre todo del si­
glo x x , con alguna pequeña mención al siglo x ix . Por ello parece necesa­
rio iniciar su presentación con una breve consideración sobre los debates
acerca del periodo colonial y el temprano siglo x ix , a los que hemos refe­
rido anteriormente.
En prim er lugar, es importante señalar que difícilmente pueda so s­
tenerse que América Latina no haya sido un continente con alta des­

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© Flacso México
III. El remolino de la desigualdad

igualdad interna en la época colonial. Un 25% de población esclava, una


am plísim a mayoría de población indígena privada de derechos civiles y
acceso a la propiedad, con muy bajos niveles educativos y expectativa de
vida al nacer. Son todos elementos que hablan a las claras de una socie­
dad profundamente desigual. El muy interesante enfoque de Milano-
vic, Lindert y W illiam son sobre la Inequality Possibility Frontier, según el
cual sociedades pobres no pueden ser muy desiguales, porque no exis­
te un excedente importante apropiable por la élite, tiene el problem a de
quedar limitado por el uso del coeficiente de Gini como medida de la
desigualdad. Sin embargo, un bajo índice de G ini puede esconder una
sociedad polarizada en extremo, en la que la mayoría de la población
sea igualmente pobre, pero en la que una élite muy pequeña concentre
una parte muy importante del ingreso. (Veremos en breve un ejemplo
de ello.) Entonces, desde esta perspectiva, podríam os decir que América
Latina ha tenido niveles de desigualdad estructuralmente altos, aunque
esto haya estado sujeto a fluctuaciones.
En segundo lugar, es importante tener en cuenta que similares nive­
les de desigualdad son compatibles con muy diversos tipos de sociedades,
y que lo que verdaderamente importa es el patrón de desarrollo al que la
desigualdad está vinculada. En esta dirección, podem os intentar identifi­
car los patrones de desigualdad vinculados a los tres tipos de sociedades
latinoamericanas que hemos estilizado. N o tenemos mediciones ciertas
de desigualdad para compararlas, pero sí sabemos de las relaciones socia­
les predominantes.
Las sociedades indoamericanas están caracterizadas por las variacio­
nes continuas de la relación entre la hacienda, la gran propiedad y las
comunidades campesinas, más cohesionadas a veces, más dispersas en
otras. En este entorno, la desigualdad puede ir desde casos extremos,
hasta niveles muy bajos cuando las comunidades indígenas son numero­
sas y poderosas y comparten el acceso a los recursos. A este entorno de­
ben agregarse las generalmente muy concentradas actividades mineras,
aunque también las hay muy desconcentradas. Es muy difícil determi­
nar cuáles son los niveles de desigualdad, y es posible que estos sean muy
sensibles al indicador que se use. En todo caso, como hemos señalado, las
desigualdades dependientes de cuestiones étnicas siempre fueron muy
altas y es sabido que las distintas formas de relaciones laborales coerciti­
vas perduraron hasta muy entrado el siglo x x . Aun cuando hemos tom a­

79

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

do a Chile como parte del grupo euroamericano, puede ser considerado


como un ejemplo en el que los hacendados tuvieron mucho poder frente
a un campesinado menos numeroso y más disperso.
Seguramente sean las sociedades afroamericanas las que muestren
los mayores niveles de desigualdad, debido no solamente a la obvia falta
de derechos y a los bajos niveles de “ingreso” que pueda suponerse dispo­
nen los esclavos, sino también a la relativamente alta concentración de la
propiedad en las explotaciones esclavistas.
Com o señalan Bértola y Ocam po (2013), estos dos tipos de socieda­
des tendieron a converger hacia finales del siglo x ix y principios del x x ,
a medida que las relaciones salariales pasaron a ser dominantes. Ambos
tipos de sociedades mantuvieron rasgos muy fuertes de desigualdad y di­
versas formas de coerción laboral, pero las diferencias entre las relaciones
predominantes en estos dos tipos de sociedades tendieron a asemejarse.
A ello contribuyó también la mayor movilidad laboral entre diversas re­
giones de estos países.
Finalmente, las sociedades euroamericanas muestran una situación
diferente. N o porque necesariamente hayan tenido más bajos niveles de
desigualdad, sino porque la estructura social fue muy distinta, casi siem­
pre basada en el trabajo asalariado o en la pequeña propiedad privada,
con una variable presencia de la gran propiedad. Com o se ha visto, la
combinación de vastos recursos naturales con el trabajo asalariado y altos
niveles de inmigración europea con la implícita transferencia internacio­
nal de tecnología y capital humano, generaron más altos niveles de ingre­
so, incluso en los salarios. M ucho se ha discutido, y la evidencia empírica
es aún muy escasa, sobre si efectivamente estas sociedades eran muy des­
iguales en el periodo colonial y aun durante la temprana independen­
cia. Veremos si tenemos información como para afirmar que hubo cierto
proceso de aumento de la desigualdad a finales del siglo x ix .

Las desigualdades internas: algunas islas del archipiélago

A continuación, se describen algunos resultados de mediciones empí­


ricas de la desigualdad en el continente. La selección es un tanto arbi­
traria, ya que contiene sobre todo resultados de proyectos en los que he
trabajado personalmente, junto a varios colegas.

80

© Flacso México
III. El remolino de la desigualdad

El Buenos Aires rural de mediados del siglo xix:


un rompecabezas complejo

Un estudio reciente de Bértola, Gelman y Santilli (2015) realiza un ejer­


cicio de medición de la desigualdad en el Buenos Aires rural de las dé­
cadas posteriores a la Independencia. Ese trabajo forma parte de una ya
larga trayectoria de Gelman y Santilli estudiando el siglo x ix argentino,
en especial su espacio rural.
L a estimación se realiza a partir de combinar información censal con
diferentes fuentes de información sobre precios y salarios.
El resultado de la investigación es sumamente interesante, porque
ayuda a ejemplificar los comentarios realizados sobre el enfoque de la
Inequality Possibility Frontier. Tom ando el periodo en su conjunto, y de­
jan do de lado las variaciones intermedias, se produce una muy im por­
tante expansión de la actividad económica. L a población creció a un
ritmo mayor al 4% anual. Si bien se produjo cierta expansión de la fron­
tera, esta no fue tan grande como la de la población. En este contexto, el
conjunto de los asalariados rurales pasó del 76 al 91% de la población,
en tanto que los propietarios se redujeron del 14 al 5% (cuadro III.1).
El índice de G ini m uestra una reducción entre 1939 y 1967, la cual se
registra aun cuando se tomen distintas medidas con distintos supuestos,
como se muestra en la gráfica III.6. Sin embargo, entre los propietarios
el índice aumenta, denotando una mayor concentración de los ingresos
para ellos. Los autores muestran que la participación del 1% m ás rico
en el ingreso no aumenta, pero sí lo hace la del 1%o, y que la relación
entre el ingreso medio del 1 % más rico y el 1% pasa de 3 a 4. Al m is­
mo tiempo, si se comparan los ingresos medios de los propietarios, con
los ingresos m edios de los asalariados, resulta que la relación pasa del
6.1 al 7.8%.
E stos m ovimientos contradictorios se explican po r el fuerte cam ­
bio en la estructura social. A pesar de que el ingreso de los asalariados
aum enta menos que el de los propietarios, el índice de G ini baja por
el aum ento de la m asa salarial en su conjunto. ¿Q ué conclusión debe­
m os sacar sobre los cambios en la desigualdad? ¿A um enta o se reduce?
L a respuesta depende de qué es lo que se está mirando. En todo caso,
como se m encionaba anteriormente, este es un buen ejemplo de cómo
una sociedad con bajos ingresos puede al m ism o tiempo m ostrar altos

81

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

niveles de concentración de la propiedad y de desigualdad. El G ini de


la propiedad de la tierra entre toda la población era de ¡99% ! Entre los
propietarios, de 68% en 1867 (Bértola, G elm an y Santilli, 2015: cua­
dro 2).

Cuadro III.1. Participación en el ingreso y la ocupación de distintas categorías y funciones


en el Buenos Aires rural: 1839, 1855 y 1867

1839 1855 1867

% % Media % % Media % % Media


Población Ingreso relativa Población Ingreso relativa Población Ingreso relativa

Asalariados
0.598 0.322 0.538 0.637 0.246 0.386 0.694 0.410 0.591
no calificados

Capataces 0.120 0.077 0.645 0.127 0.074 0.578 0.139 0.151 1.087

Asalariados
0.043 0.041 0.967 0.077 0.071 0.919 0.080 0.108 1.355
tem porarios

Propietarios
0.099 0.064 0.645 0.039 0.023 0.578 0.036 0.039 1.087
y tem porarios

Propietarios
0.141 0.496 3.524 0.119 0.587 4.930 0.051 0.292 5.689
y tem porarios

Todos los
0.760 0.440 0.579 0.842 0.390 0.464 0.913 0.669 0.733
asalariados

Fuente: Bértola, G elm an y Santilli (2015).

Cuadro III.2. M edidas de desigualdad: 1839, 1855 y 1867

1839 1855 1867

d90 /d50 2.23 2.68 2.29

99/10 34.90 69.37 32.16

999/100 106.70 219.50 124.01

G ini total 0.421 0.561 0.356

G ini entre propietarios 0.539 0.595 0.593

Índice de Bourguignon 0.291 0.544 0.208

Dentro de categorías 0.024 0.021 0.006

Entre categorías 0.267 0.524 0.202

Dentro de funciones 0.038 0.091 0.065

Entre funciones 0.253 0.453 0.144

Índice de Theil 0.360 0.589 0.268

Dentro de categorías 0.069 0.074 0.031

Entre categorías 0.290 0.515 0.237

Dentro de funciones 0.078 0.111 0.077

Entre funciones 0.282 0.478 0.191

Fuente: Bértola, G elm an y Santilli (2015).

82

© Flacso México
III. El remolino de la desigualdad

Gráfica 111.6. Distintas estimaciones del índice de Gini del ingreso en el Buenos Aires
rural: 1839, 1855 y 1867

0.7

0.6

0.5

0.4

0.3

0.2

0.1

1835 1840 1845 1850 1855 1860 1865 1870

# <w >p # estim ado # >w <p

N ota: La estim a ció n o rig in a l fu e co rre g id a con d is tin to s supu estos en direcciones contrarias.

Fuente: B értola, G elm an y Santilli (2015).

Sobre la primera globalización

Bértola, Castelnovo y W illebald (2008) realizaron una estimación de


la desigualdad para Brasil entre 1872 y 1920, utilizando información
de los censos de los respectivos años para acceder a la estructura ocupa-
cional y recurriendo a muy diversas fuentes de ingresos. Los principales
resultados se presentan en el cuadro III.3. Y se concluyó lo siguiente.
L a desigualdad aumenta de manera importante en este periodo, si
nos guiamos por la disponibilidad de ingreso. Obviamente la abolición
de la esclavitud representó un cambio radical en la condición de un sec­
tor importante de la población. Sin embargo, ello no necesariamente se
constituyó en cambios radicales en los niveles de ingreso de la antigua p o ­
blación esclava. D e todas formas, no es esa la única fuerza que está detrás
del aumento de la desigualdad.
El crecimiento de la desigualdad fue un proceso generalizado dentro
de las provincias en 1872 y en los estados en 1920. Por lo tanto, el au­
mento de la desigualdad también fue generalizado en las regiones. Pero
hay una excepción: el estado de Río de Janeiro. En este caso se produ­
jo una importante decadencia económica, que fue contrarrestada por la

83

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

fuerte expansión en la región del café con leche, es decir, el eje San Pablo-
M inas Gerais. Siguiendo la decadencia económica, la desigualdad, que
era altísima (un G ini de 0.76), cayó en Río de Janeiro, y llevó a que la des­
igualdad en todo el Sureste disminuyera levemente, a pesar del aumento
de la desigualdad en los restantes estados de la región.

Cuadro III.3. Desigualdad to tal y por regiones: Brasil, 1872 y 1920

1872 1920

GE(0) GE(1) G ini GE(0) GE(1) G ini

Centro-Este 0.627 0.751 0.597 0.701 1.067 0.624

Norte 0.346 0.523 0.443 0.516 0.808 0.545

Nordeste 0.351 0.433 0.460 0.637 1.027 0.595

Sur 0.418 0.521 0.495 0.627 0.958 0.595

Sureste 0.745 1.546 0.640 0.617 0.891 0.593

Espíritu Santo 0.362 0.479 0.466 0.507 0.932 0.513

Minas Gerais 0.433 0.619 0.502 0.632 1.037 0.583

Río de Janeiro 1.207 2.142 0.759 0.681 0.804 0.609

Sao Paulo 0.338 0.519 0.437 0.540 0.786 0.551

Total 0.554 1.011 0.564 0.662 0.977 0.616

Dentro de regiones 0.513 0.971 0.623 0.939

Entre regiones 0.041 0.040 0.039 0.038

N o ta: GE(.): Índice de e n tro p ía gen era liza da que varía entre 0 y c u a lq u ie r n ú m e ro y a u m e n ta con el g ra d o
desigualdad; GE(0) es más sensible a las diferencias en los bajos ingresos y GE(1) a aquellas en los altos
ingresos.

Fuente: Bértola, C a stelnovo y W ille b a ld (2008).

Con base en estas estimaciones para Brasil, las preliminares para


Chile y otras más precarias para Argentina y Uruguay para este perio­
do, Bértola et al. (2007) hicieron una estimación de la desigualdad en el
conjunto del Cono Sur, como si fuera una unidad única. Dicha estim a­
ción se realizó descomponiendo el índice de G ini por deciles y utilizando
el nivel de ingreso de cada país en dólares Geary-Kham is de 1990. Los
principales resultados se recogen en el cuadro III.4, y conducen a las si­
guientes conclusiones:

— Este periodo habría mostrado un aumento generalizado de la des­


igualdad. El índice de Gini total sube notoriamente. El índice sube
en los cuatro países.

84

© Flacso México
III. El remolino de la desigualdad

— Considerando la desigualdad total dentro del Cono Sur, los índi­


ces de entropía descompuestos indican que la desigualdad creció
no solamente dentro de los países, sino entre estos, lo que ya hemos
adelantado cuando hablamos de la divergencia. Sin embargo, la con­
tribución de la desigualdad entre países parece haber aumentado aún
más que la desigualdad dentro de los países. Ello puede apreciarse
porque en 1870 la desigualdad dentro de los países explicaba el 90%
de la desigualdad total, en tanto en 1920 bajó al 80%.

Cuadro III.4. M edidas de distribución del ingreso en el Cono Sur, 1870 y 1920

GE(0) GE(1) Gini

1870

Ar 0.513 0.477 0.522

Br 0.581 0.534 0.548

Ch 0.715 0.643 0.594

Uy 0.421 0.397 0.481

Total 0.639 0.594 0.575

1920

Ar 0.654 0.595 0.574

Br 0.725 0.651 0.597

Ch 0.886 0.776 0.641

Uy 0.618 0.565 0.562

Total 0.897 0.821 0.653

D entro de los países Entre los países

GE(0) GE(1) GE(0) GE(1)

1870 0.587 0.537 0.052 0.057

1920 0.721 0.640 0.176 0.180

Nota: GE(.): Índice de entropía generalizada que varía entre 0 y cualquier n úm ero y aum e n ta con el g ra d o des­
igualdad; GE(0) es más sensible a las diferencias en los bajos ingresos y GE(1) a aquellas en los altos ingresos.

Fuente: Bértola e t al. (2007).

Dos estudios de larga duración

Para dos países de América Latina se han realizado intentos de medir


la desigualdad en el largo plazo: Chile y Uruguay. Estos dos estudios
arrojan diferencias y similitudes que resultan de mucho interés.
Bértola (2005), partiendo de Bértola et al. (2004), reconstru­
yó la estructura del empleo por sectores de actividad y los ingresos

85

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

correspondientes a cada uno de ellos, para el periodo 1908-1966. Esa


estimación fue luego em palm ada con las mediciones más modernas y,
para hacer lo mismo con las tendencias desde 1870 a 1908, se realizó
otra muy tentativa, basada en precios relativos de salarios y tierra. El re­
sultado se presenta en la gráfica III.7. Las conclusiones entonces extraí­
das eran que no existía un patrón de curva de K uznets, sino ciclos largos
con diversas tendencias; que no se podía vincular la industrialización a
un aumento de la desigualdad, como lo había sostenido Kuznets (1955)
para las economías avanzadas. También se concluía que no era posible
correlacionar crecimiento con desigualdad, ya que se encontraban perio­
dos de rápido crecimiento tanto con aumento, como con caída de des­
igualdad. D e igual modo se concluía que en diferentes periodos de crisis
la desigualdad había m ostrado distintas tendencias. E stas conclusio­
nes no atacaban las conclusiones que Kuznets obtuvo para determina­
dos países y periodos específicos; pero sí lo hacían duramente contra la
pretensión de elevar la curva de Kuznets (un hecho estilizado de deter­
minados países y periodo) en una ley universal.

Gráfica 111.7. Un índice de Gini de la distribución del ingreso de Uruguay, 1880-2000

oco oc ^
oo »
o— o cn o m '
oÑ T
o
L n
o ^
o
r - ^
oc o
oc ^
o o
CO ó o c ^ o ^ o ^ o

A d vertencia: Esta gráfica resulta de e m p a lm a r diversos índices de G ini, c o nstruido s con bases y m uestras
diferentes en 1 9 0 8 -1 9 6 6 y en 1 9 6 6 -2 0 0 0 . Igualm en te se agrega una estim ación para el perio d o 1 8 8 0 -1 9 0 8 ,
basada en una tra n sfo rm a c ió n lo garítm ica de la serie de la relación precio de la tierra /salario, que más bien
busca recoger el signo de la te ndencia que proporcio nes de cam bio. Las com paracio nes de niveles absolutos
entre pun to s de la serie estim ados con distintas m uestras (señaladas con d ife re n te fo rm a to de línea en la
gráfica) deben evitarse; la in fo rm a ció n recogida sí perm ite apreciar la dirección del cam bio en la desigualdad.

Fuente: Bértola (2005).

86

© Flacso México
III. El remolino de la desigualdad

En ese trabajo también se comparaban las tendencias generales con


las que arrojaban las series de precios relativos de Argentina, Australia y
Nueva Z elanda y se sostenía que había indicios para pensar que esas cua­
tro economías de nuevo asentamiento mostraban, a pesar de sus diferen­
cias, tendencias similares.
Rodríguez (2017) aplicó una metodología similar, las llamadas ta­
blas sociales dinámicas, para estimar la desigualdad en Chile entre 1860
y 2010. S u construcción se concentró en el periodo 1860-1970, para lue­
go empalmar con las series basadas en encuestas de hogares.

Gráfica III.8. Un índice de Gini de la distribución del ingreso de Chile, 1860-2010

0.65

0.40

--------(1 850-1860) Estimado según Ratio de Extracción (*)


--------(1 860-1929) Estimado p artir de Tabla Social 1860-1930
------- (1 929-1970) Estimado a partir de Tabla social 1929-1970
......... (1 970-2010) Estimado a partir de encuesta de ocupación en Gran Santiago. Distribución entre personas que
perciben ingresos
--------Tendencia Hodrick-Prescott (parám etro de suavización 100)

Fuente: R odríguez (2017).

E sta serie vuelve a mostrar que no existe una curva de Kuznets, sino
un nivel de desigualdad estructuralmente alto, pero sujeto a diversas
fluctuaciones que tienen que ver tanto con movimientos de precios in­
ternacionales, que afectan los ingresos de las élites, en primer lugar, a la
vez que dependen de la economía política de cada momento, es decir, de
cómo se distribuyen los frutos de la actividad económica. Al igual que
en el caso de Uruguay, se encuentra poca correlación entre tendencias de

87

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

crecimiento y movimientos en la distribución, abogándose por un enfo­


que que prioriza el estudio de cómo se conforman diferentes estilos de
desarrollo.
O tro aspecto a señalar es que, al igual que en el caso de Uruguay, no
parece haber una tendencia al aumento de la desigualdad en relación a
la industrialización en Chile. Bértola y Rodríguez (2016) muestran que,
aun con matices y con cierto desfase temporal, el ciclo económico asocia­
do a la industrialización fue de la mano de una caída de la desigualdad.
Esto podría explicarse por haber cierta coherencia entre las políticas de
protección a la industria y las políticas distributivas que favorecen la ex­
pansión de la demanda interna.
N o parece, sin embargo, ser posible extrapolar estas experiencias a
otros casos. E s probable que en el caso argentino haya sucedido algo si­
milar, pero el mexicano y el brasileño parecen sugerir que su modelo de
crecimiento e industrialización se asemejó mucho más a algo similar al
modelo de Lewis (1954) de crecimiento con oferta ilimitada de mano de
obra. La industrialización pudo haber beneficiado a los obreros y em ­
pleados del sector formal de la economía, especialmente a los más ca­
pacitados, en tanto amplios sectores se mantendrían en los de muy baja
productividad, con un todavía extenso sector agrario.
Un elemento a destacar es que, más allá de la dificultad de comparar
estas dos estimaciones, hay fuertes indicios para concluir que la desigual­
dad de Chile ha sido estructuralmente más alta que la de Uruguay, lo que
persiste hasta nuestros días.

A modo de conclusión, con la mirada en el ciclo reciente

Este capítulo ha tenido como propósito presentar algunas nuevas es­


timaciones de la desigualdad en algunas regiones de América Latina y
en algunos periodos específicos, aportes que se espera contribuyan a un
program a de investigación que, en el mediano plazo, nos pueda brindar
una visión m ás certera de las tendencias de la desigualdad, y así poder
discutir con más precisión su relación con el proceso de desarrollo de la
región en perspectiva comparada con otras del mundo.
Se ha puesto énfasis en el doble carácter de la desigualdad: al interior
de los países y entre los países, en especial, entre los latinoamericanos y

88

© Flacso México
III. El remolino de la desigualdad

los países líderes de la economía mundial, en el entendido de que no es


deseable ser igual pero atrasado, ni acortar distancias sobre la base de una
creciente desigualdad interna.
S e ha mostrado que América Latina ha experimentado un proce­
so de largo plazo de creciente desigualdad en relación a los líderes, pero
que al interior de América Latina se han vivido tres fases desde la época
de la Independencia: una creciente desigualdad hasta aproximadamen­
te la Prim era G uerra M undial, un proceso convergente hasta aproxima­
damente 1980, y una nueva era de desigualdad entre países, aunque aún
muy moderada.
S e ha señalado que el talón de Aquiles de nuestro conocimiento está
en la estimación de la desigualdad interna, dada la escasa cantidad de in­
formación disponible y la todavía juventud de los esfuerzos empíricos en
esa dirección.
H e presentado frutos del trabajo reciente en el que he tenido di­
recta participación. Los ejemplos que hemos discutido nos muestran la
complejidad del tema de la desigualdad y la necesidad de manejar va­
rios indicadores para poder evaluarla. El caso del Buenos Aires rural de
mediados del siglo x ix nos muestra que un proceso de polarización es
compatible con una reducción del índice de G ini y muestra las comple­
jidades de un proceso de ampliación de la frontera que atrae un fuerte
contingente de mano obra, atraído por altos y aun crecientes salarios, al
tiempo que la tierra se vuelve un bien cada vez más escaso, al que tiene
acceso una proporción cada vez menor de la población y registrándose,
a su vez, una creciente concentración de esa propiedad en una podero­
sa élite. Ello nos ayuda a clarificar la idea de que lo que im porta no son
solamente los niveles de desigualdad del ingreso, sino cuál es el entorno
económico social que lo determina y cuáles son los resultados dinám i­
cos de la distribución del ingreso, en el sentido de la distribución y uso
de los recursos.
Los trabajos sobre el Cono S u r durante la primera globalización con­
firman que ese periodo fue uno de fuerte polarización en la región, que
vio aumentar la desigualdad en prácticamente todos sus rincones, e inclu­
so la desigualdad entre los propios países de la región. El único ejemplo
encontrado de la caída de la desigualdad en este periodo es el del estado
de Río de Janeiro, que sufriera un proceso de decadencia económica. S i
bien este periodo fue, en general, uno de aceleración del crecimiento y en

89

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

el que las brechas con los líderes no aumentaron, sí se produjeron fuertes


desigualdades internas que habrían de generar posteriormente serias di­
ficultades para la transformación económica y social.
D os estudios de largo plazo, los de Chile y Uruguay, muestran que
los niveles de desigualdad tienen fuertes rasgos estructurales, mantienen
relativa estabilidad en el muy largo plazo, y muestran importantes di­
ferencias estructurales entre los países latinoamericanos. Pero también
muestran estar sujetos a muy fuertes fluctuaciones. Estos ciclos guardan
una clara relación con la ya docum entada volatilidad de las economías
latinoamericanas, y esta se vincula tanto a los endebles entornos insti­
tucionales, como a las características de la estructura productiva. Pero
sería profundamente equivocado limitar los cambios y fluctuaciones en
la distribución del ingreso a estos aspectos. La economía política enten­
dida de la manera clásica es una clave interpretativa central de estas fluc­
tuaciones. Y la economía política se relaciona con el peso de la historia,
las estructuras sociales y de poder, y las dinámicas culturales que forman
las percepciones de los diversos actores. Asim ism o, la economía políti­
ca también tiene que ver con el poder formal y tácito de las fuerzas y los
vientos que soplan en la economía global, que muchas veces arrasan con
equilibrios internos con cambios dramáticos en su dirección. En ese cru­
ce de dimensiones maduran y se gestan los conflictos y pactos internos.
Y ello ocurre siempre bajo condiciones cambiantes. El largo y doloroso
proceso de construcción de los Estados nacionales, aún muy débiles e
inermes muchas veces al enfrentar las fuerzas de la historia y los vientos
globales, es una muestra de esas cambiantes condiciones. El difícil p ro­
ceso de avance de la democracia en el continente también es testigo de
ello, y los diversos episodios recientes nos muestran cuán débiles son to­
davía nuestras sociedades y Estados.
Estando uno girando en torno a estos remolinos de volatilidad, fluc­
tuaciones e incertidumbres, parece muy difícil discernir cuáles han sido
los avances recientes en la región, cuánto de lo logrado es duradero y
cuánto será efímero, como muchas otras veces ha sucedido.
H ay motivos para ser optim istas. La sociedad actual es mucho más
educada, informada y cuenta con múltiples formas de organización y
participación política. Ello no quiere decir que, necesariamente, la cul­
tura política haya mejorado sustancialmente, pero no puede caber dudas
de que la vida democrática se ha fortalecido y profundizado en la región,

90

© Flacso México
III. El remolino de la desigualdad

al tiempo que, en la última década, los Estados nacionales han logrado


recuperar capacidades de hacer política, más allá de cómo la usen. T am ­
bién es cierto que las políticas sociales y distributivas han empoderado
a muchos actores, generando expectativas de mejora de la democracia y
la gestión pública.
D e igual modo es cierto que el reciente ciclo de crecimiento ha per­
mitido realizar inversiones, generar nuevos sectores económicos y diver­
sas innovaciones, que podrían constituirse en el germen de otras futuras.
Sin embargo, es posible nombrar unos pocos pero potentes factores
que llaman a ser cautos o aun pesimistas. América Latina no ha m ostra­
do en el ciclo reciente, y a pesar de extremadamente positivas condiciones
externas, haber hecho cambios suficientes y profundos en sus estructu­
ras productivas, sino que en muchos casos ha profundizado su depen­
dencia de los recursos naturales. Y este es un tema central. N o porque
los recursos naturales no puedan ser fuente de innovaciones y desarrollo,
sino porque el desarrollo no puede estar limitado a la explotación de las
rentas de los recursos naturales. Sin embargo, lo más dramático es que
no se han logrado acortar las distancias en temas de productividad. Ello
demuestra la muy poca capacidad de arrastre hacia el resto de la sociedad
que tienen los sectores exportadores, y, a su vez, la estrecha base sobre la
que estos se apoyan.
L a innovación y la diversificación productiva es la clave del desarro­
llo económico. N o s es obvio que sean la clave de equidad. N o hay dudas
de que el aumento de la productividad, la diversificación y la innovación
conllevan el empleo de mano de obra calificada y son la base de la gene­
ración de empleo de calidad y altos ingresos. Sin embargo, es posible que
las olas de cambio tecnológico vayan más rápido que la capacitación y
produzcan así olas de desigualdad. N o obstante, es la alta productividad
la que eventualmente podrá originar los recursos que la sociedad pueda
movilizar para inducir políticas que reviertan los efectos negativos en la
distribución de los frutos del aumento de la productividad.
Por todo ello, la combinación de escaso crecimiento de la producti­
vidad, segmentación de la sociedad en estratos de muy diversa produc­
tividad, y crecientes demandas sociales, puede configurar un escenario
fuertemente conflictivo, que amenace los logros conseguidos en tiempos
recientes. La reversión del ciclo económico puede poner en riesgo no la
democracia en sí, pero sí su calidad.

91

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

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93

Prohibida su reproducción
IV. ¿Hacia una América Latina menos desigual?
Reflexiones después de una década de éxito
Diego Sánchez-Ancochea

Introducción

E m pezar un capítulo sobre desigualdad en América Latina diciendo


que la región es una de las más desiguales del planeta — por mucho que
sea verdad— resulta algo manido. L a novedad no es esa, sino el hecho
de que una mayoría de países de la región experimentaron una caída
de la desigualdad durante la primera década de los dos mil. D e 2001 a
2012, 15 de los 16 países considerados de América Latina experimen­
taron una caída del coeficiente de G ini.1 L a caída de la desigualdad fue
en especial llamativa en Brasil donde, además, la aparición de una nueva
clase media fue mucho más evidente que en ninguna otra nación. Este
aparente éxito llevó a algunos autores a hablar de una ruptura históri­
ca e incluso de un nuevo modelo socialdemócrata en la región (Cornia,
2010; López-Calva y Lustig, 2010) que, sin embargo, en este momento
está en entredicho.
¿Cuáles fueron los determinantes del éxito momentáneo? M ás im­
portante aún, ¿son sostenibles en el tiempo? Este capítulo discute estas
preguntas a través de una revisión de la literatura reciente y de la discu­
sión de algunos casos paradigmáticos. L a caída en los años dos mil fue
sobre todo resultado de la formalización del empleo y de algunos pro­
gramas sociales exitosos. Sin embargo, la falta de modificaciones impor­
tantes en el modelo económico basado en los recursos naturales pone en

En algunos casos, los datos comienzan en 2003. Excluyo del análisis a N icaragua y Ve
nezuela porque no existe información para estos países a partir de 2005 o 2006.

95

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

cuestión la sostenibilidad futura de los logros recientes. L a falta de soste-


nibilidad se ha evidenciado en el momento en que los precios de las m a­
terias prim as han empezado a caer.
Los estudios realizados hasta ahora sobre este periodo — cuyos da­
tos suelen acabar en 2009 o 2 0 1 0 — ponen el acento en el papel de la
educación y la política social en los buenos resultados obtenidos. El au­
mento en el empleo formal y la reducción de la diferencia salarial entre
distintos trabajadores mejoró los resultados del mercado laboral y la ex­
pansión de la política social orientada a los más pobres (especialmente
las transferencias condicionadas) ha mejorado el impacto redistributivo
del Estado.
¿Cuán sostenible es esta reducción de la desigualdad en el futuro?
¿N os encontramos ante una verdadera ruptura en las tendencias expe­
rimentadas en las últimas décadas, si no es que siglos? Contestar a estas
dos preguntas es esencial para evaluar la relevancia de los cambios de las
últimas décadas y pensar en América Latina ahora que ha terminado el
boom en los precios de las materias primas.
Este capítulo ofrece algunas respuestas tentativas a tales preguntas,
sabiendo que tendremos un cuadro mucho más claro en unos años, cuan­
do el impacto de la caída del crecimiento será más claro. Para ello, re­
visamos la reciente literatura sobre la desigualdad y ofrecemos algunas
propuestas para evaluar su sostenibilidad en el largo plazo. Lograrla se­
guramente pasa por un cambio gradual en el modelo económico — que
contribuya a una reducción significativa de la heterogeneidad estructu­
ral— junto a la creación de vinculaciones más constructivas entre este y
las relaciones políticas.
El capítulo se divide en tres secciones. La primera describe la evolu­
ción de la desigualdad concentrándose en el periodo 2001-2012. La se­
gunda revisa las explicaciones dominantes sobre la alta desigualdad de la
región como preámbulo para evaluar los procesos socioeconómicos de
los últimos años. En este punto se enfatiza en el papel destacado (no
siempre reconocido) del modelo productivo que, en los casos exitosos,
debería generar un incremento sostenido de la productividad y reduccio­
nes en la heterogeneidad estructural. La tercera sección discute los de­
terminantes de la caída reciente en el coeficiente de G ini y cuestiona su
sostenibilidad en un momento recesivo como el actual. El capítulo termi­
na con unas reflexiones sobre cómo afrontar los retos futuros.

96

© Flacso México
IV ¿Hacia una América Latina menos desigual?

L a reducción en la desigualdad del ingreso en América Latina


de la última década

Tratar de analizar los cambios en la distribución de la renta en solo una déca­


da es siempre complicado ya que las fuentes utilizadas contienen mucho rui­
do. Por un lado, el ingreso familiar suele experimentar cambios coyunturales
en distintos momentos del ciclo económico que no se perpetúan en el media­
no y largo plazos. Por otro, las encuestas de hogares que todos los estudios
utilizan suelen reflejar en muchos casos modificaciones ficticias en la distri­
bución dado que no recogen de forma adecuada el ingreso de los más ricos.
Aunque uno debería, por tanto, ser cauteloso en el análisis de los da­
tos, existe una serie de indicadores que muestran una moderada reduc­
ción de la desigualdad en los años dos mil. La gráfica IV.1 refleja la tasa
de crecimiento medio anual del coeficiente de Gini durante 2001-2012
(o el año más cercano) para la mayoría de países latinoamericanos utili­
zando la información recogida en la excelente base de datos elaborada
por el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales ( c e d l a s )
de la Universidad de L a Plata (Argentina) en colaboración con el Banco
Mundial. Durante ese periodo, la desigualdad cayó en 15 de los 16 países
y solo aumentó en H onduras. E sta situación contrasta con la de los años
noventa cuando, de acuerdo a los cálculos de Cornia (2010), la desigual­
dad aumentó en 11 de los 17 países de la región.2 En los años ochenta,
durante la crisis de la deuda, se produjo una situación similar, con em ­
peoramientos distributivos en la mayor parte de la región.
Si bien es cierto que la reducción de la desigualdad es en general m o­
derada y, por ello, no conviene formular conclusiones muy definitivas en
torno a estos resultados, hay varios países donde la trayectoria ha sido
bastante llamativa. Los dos con un mejor comportamiento son A rgen­
tina y Bolivia, en estos el G ini cayó en una tasa media anual de más del
2% a partir de 2001.3 En ambos países, este cambio de tendencia se dio

2
Entre los 17 países recogidos por C ornia (2010) se encuentran N icaragua y Venezuela
— que no aparecen en nuestra tabla por falta de datos— , pero no República D om ini­
cana, puesto que dicho autor se concentra en la Am érica Latina continental.
D e todas maneras, hay que reconocer que hay dudas significativas sobre la medición
del coeficiente de G ini para Argentina. El Instituto N acional de Estadísticas ha sido
acusado de infravalorar el valor de la inflación en los últimos años para afectar así la
medición de los índices de pobreza y desigualdad.

97

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

después de una década de los noventa bastante convulsa en la que refor­


mas neoliberales radicales afectaron de forma particularmente negativa a
los trabajadores con bajos niveles de cualificación (Lopez-Calva y Lustig,
2010). También resultan llamativos los casos de E l Salvador, Ecuador y
Perú, con caídas de más de 1.5%.4

Gráfica IV.1. Am érica Latina. Evolución del coeficiente de Gini, circa 2001-circa 2012

N ota: N icaragua y Venezuela no aparecen p o r fa lta de datos.


Fuente: Cálculos pro p io s co n da to s del CEDLAS.

L a literatura reciente ha destacado la experiencia de Brasil, que ha


venido presentando mejoras en el coeficiente de G ini desde los años n o­
venta cuando el Plan Real consiguió controlar un proceso hiperinflacio-
nario que había tenido consecuencias muy negativas sobre los m ás pobres
(Clements, 1997). D e acuerdo con datos del Instituto de Investigación
Económica Aplicada ( i p e a , por su sigla en portugués), el coeficiente de
G ini pasó de 0.634, en 1989, a 0.592, en 1999 y a 0.552, en 2007, y dis-

4
En Perú, la dependencia del sector minero que genera altas rentas y beneficios durante
los periodos de boom que no son reflejadas en las encuestas de hogares hace que algu­
nos de los resultados sean cuestionables. S e trata de un país donde hay pruebas evi­
dentes de una tendencia desigual en el largo plazo (T h o rp y Paredes, 2010).

98

© Flacso México
IV ¿Hacia una América Latina menos desigual?

minuyó aún más en el quinquenio siguiente. El crecimiento del ingreso


para los más pobres ha sido espectacular: de 2002 a 2007, por ejemplo, el
ingreso per cápita de las familias pobres aumentó a una tasa media de 9%
comparado con el 4% para los más ricos ( i p e a , 2008).5
La gráfica IV.2 aporta más información comparada sobre la evolución
de la distribución de la renta en años recientes y permite abundar en las
diferencias entre países. Dicha gráfica compara el cambio medio anual en
el porcentaje del ingreso recibido por el 10% más rico y el más pobre de
la población en los 16 países que aparecen en la gráfica IV.1. Obviamente,
existe una relación inversa entre ambas variables puesto que la reducción
del ingreso relativo de los más ricos normalmente se traduce en el aumen­
to del de todos los demás grupos, incluyendo los más pobres.

Gráfica IV.2. Comparación entre el decil más pobre y el más rico: tasa de crecimiento
m edio anual, circa 2001-circa 2012
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------- 9

♦ Bolivia
ES

♦ r

5


3

Perú * ^
1

Honduras
-------------------.-------------------.-------------------------------------- .-------------------.--------------0 ------------------ .---------------- * -------------------
-3 -2.5 -2 -1.5 -1 -0.5 0 0.5 1 1.5

Tasa media de crecim iento del decil más rico

Fuente: Elaboración p ro p ia co n d a to s del CEDLAS.

Familias pobres son aquellas con un ingreso per cápita menor a la m itad del salario m í­
nimo. L as familias ricas son aquellas cuyo ingreso medio es al menos 25 veces mayor
al salario medio.

99

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

L a gráfica IV.2 muestra cómo en casi todos los países se ha dado, efec­
tivamente, una caída por año de entre 0.1 y 2.8% en el peso relativo del
decil más alto y un aumento de hasta casi 8% en el más bajo. Lo más in­
teresante son las excepciones, esto es, países que por uno u otro motivo se
apartan de la tendencia media. Podem os identificar cuatro casos distintos:

a. El de H onduras vuelve a llamar la atención puesto que allí ni cayó el


ingreso relativo de los más ricos, ni aumentó el de los más pobres. La
convulsión política del final del periodo y la dificultad para desarro­
llar políticas sociales exitosas son algunos de los factores que expli­
can en parte este rendimiento en particular negativo.
b. En Bolivia y El Salvador se aprecia un aumento muy significativo del
ingreso relativo de los más pobres, que se duplicó en ambos países.
c. Perú llama la atención porque la caída en el ingreso de los más ricos
parece haber beneficiado más a las clases medias que a los más p o ­
bres, los cuales se ven perjudicados por un mercado laboral muy in­
formal y políticas sociales poco redistributivas.

¿Por qué es América Latina tan desigual? Un repaso a teorías


dominantes

L a reducción en los coeficientes de G ini en los últimos años es indu­


dablemente una gran noticia, sobre todo porque revierte la tendencia
negativa anterior. Pero, ¿se trata de una reducción coyuntural de la des­
igualdad o nos encontramos ante un cambio significativo de tendencia?
¿América Latina está “rompiendo con su historia” como el Banco M un­
dial pedía en su informe de 2003 (Banco M undial, 2005)? Aunque no es
fácil contestar a estas preguntas por la brevedad del periodo analizado, en
lo que sigue de este capítulo se trata de ofrecer respuestas preliminares.
Para ello, lo más importante es evaluar si se están dando las condi­
ciones para asegurar la sostenibilidad y la profundización de los logros
recientes. A fin de determinar si esto es así en los distintos países resul­
ta útil considerar las teorías principales que han tratado de explicar por
qué América Latina es una de las regiones más desiguales del planeta.
D e cierta manera, la sostenibilidad de las tendencias positivas actuales se
dará si y solo si se revierten los factores negativos del pasado.

100

© Flacso México
IV ¿Hacia una América Latina menos desigual?

L a teoría dominante — al menos en el mundo anglosajón— sobre


la alta desigualdad latinoamericana se remonta al periodo colonial y su­
braya la existencia de un círculo vicioso entre desigualdad, desarrollo ins­
titucional y naturaleza del proceso político. En dicha explicación, los
impuestos, la educación y otros componentes de la política social juegan
un papel predominante.
Para Engerman y Sokoloff (1997), las dotaciones iniciales con las
que contaba una buena parte de América Latina contribuyeron a la con­
solidación de un modelo de desarrollo excluyente. En México, parte de
América Central y los países andinos, el que hubiera un alto número de in­
dígenas que había que controlar contribuyó a la creación de sistemas de
distribución de la tierra en donde miembros de la élite española recibían
grandes propiedades y el control efectivo sobre un número elevado de
trabajadores. En Brasil y el Caribe, el clima resultó propicio para el culti­
vo del azúcar que requería de grandes plantaciones y de un número sig­
nificativo de trabajadores esclavos.
Acemoglu et al. (2001) también parten de diferencias entre las dis­
tintas colonias, aunque prefieren enfatizar en la variedad de patrones
institucionales. En regiones como América Latina se dieron economías
de extracción cuyo principal objetivo era apropiarse de la riqueza mineral
sin emprender ningún tipo de proyecto de desarrollo de largo plazo. E s­
tas economías extractivas concedieron un enorme poder a la élite política
que solo se interesaba en el control de los recursos naturales y no en el de­
sarrollo de largo plazo. En el modelo explicativo de Acemoglu, Johnson y
Robinson, en diversos artículos, la concentración del poder en la élite, es
decir, la desigualdad política, es más importante que la económica pero
una y otra se pueden entender como vinculadas (Acemoglu, Johnson y
Robinson, 2005).
A pesar de estas pequeñas diferencias de enfoque, tanto Engerman
y Sokoloff, como Acemoglu, Johnson y Robinson, tienen una m ism a ex­
plicación sobre de qué modo se perpetuó la desigualdad política y eco­
nómica hasta nuestros días. Engerman y Sokoloff (2002: 45) lo resumen
bien cuando sostienen que en América Latina “las instituciones políticas
resultaron menos democráticas, la inversión en bienes públicos e infraes­
tructura más limitada y las instituciones que se fueron desarrollando
tendieron a crear un acceso [más] asimétrico a las oportunidades econó­
micas y, por tanto, [a] favorecer de forma [más] significativa a la élite” que

101

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

en Norteam érica.6 Élite que, además, utilizó distintos instrumentos para


perpetuar la desigualdad, incluyendo un gasto en educación concentrado
en el nivel universitario, niveles de impuestos muy bajos y tardío desarro­
llo de la democracia.
E sta explicación centrada en las relaciones entre condiciones inicia­
les, poder político y económico de la élite, políticas públicas y perpetua­
ción de la desigualdad se ha convertido en dominante — como lo refleja
el informe de 2003 del Banco M undial— . El capítulo tres de dicho docu­
mento pretende demostrar que América Latina durante el siglo x ix con­
solidó sistemas políticos con menor representación de las mayorías que
en Estados Unidos y otras regiones del mundo, creó toda clase de incen­
tivos para perpetuar la concentración de la tierra e invirtió relativamente
poco en salud y educación. En el siglo x x el gasto en educación aumentó,
pero su calidad siguió siendo muy baja y la relevancia de otros problemas
como las fallas en el mercado financiero aumentó.
H ay varios problemas con este tipo de explicación basada en el “path
dependence” desde la Colonia. En primer lugar, existe cada vez más cer­
tidumbre de que América Latina no era en su conjunto más desigual que
otras regiones del mundo desde los siglos x v -x v iii (W illiamson, 2010).
Coatsworth (2005, 2008) afirma que la aceleración de la desigualdad se
produjo a finales del siglo x ix y principios del x x cuando América Lati­
na se incorporó a la globalización y se intensificó el proceso de moderni­
zación enfocada en el modelo primario exportador. El aumento en la tasa
de retorno de la tierra motivó todo un esfuerzo gubernamental por redu­
cir el número de pequeñas y medianas propiedades e impulsó la concen­
tración de la renta y la riqueza en manos de la oligarquía agraria.
Este último punto se vincula con el que quizá sea el problema más
importante — y el que más nos interesa en el contexto de la discusión
del siglo x x i — del enfoque dominante: su falta de atención a las carac­
terísticas específicas de la estructura económica latinoamericana y a sus
cambios a lo largo del tiempo. Si bien Engerman y Sokoloff, y Acemoglu,
Johnson y Robinson ponen de relieve el atraso tecnológico en Améri­
ca Latina, nunca sitúan esa discusión dentro de una comprensión más
amplia de las particularidades económicas de la región. N o es casuali-

6
Todas las citas de artículos en inglés son de traducción propia.

102

© Flacso México
IV ¿Hacia una América Latina menos desigual?

dad, por ejemplo, que la desigualdad se acelerara cuando la región adoptó


un modelo primario exportador que concentró beneficios en las grandes
propiedades agrícolas y marginó a otros muchos actores tanto rurales
como urbanos. Al contrario de lo que mantiene el nuevo consenso sobre
la desigualdad regional, con la sustitución de importaciones se produjo
una reducción en la brecha productiva entre distintos actores, un cambio
en los patrones distributivos y, en países como Argentina, C osta Rica,
México y Uruguay, una reducción de la desigualdad (por ejemplo, para el
caso mexicano, véase M oreno-Brid, Pardinas y Ros, 2009).
A sí pues, para entender el porqué de la desigualdad y para conseguir
que caiga en el largo plazo, hay que considerar las características de la es­
tructura productiva latinoamericana incluyendo, sobre todo, el grado y
naturaleza de la heterogeneidad estructural. La heterogeneidad estructu­
ral es un concepto central de la economía estructuralista y se puede definir
como la coexistencia, por un lado, de una serie de sectores con altos nive­
les de productividad — cercanos a la frontera tecnológica mundial— ju n ­
to a una mayoría de actividades con tecnología precapitalista y muy bajos
niveles de productividad laboral — véase Rodríguez (1980) para una dis­
cusión detallada del concepto en el estructuralismo cepalino— . Esto hace
que dos personas con niveles similares de cualificación tengan niveles de
productividad y, por tanto, también niveles salariales muy distintos, según
el sector de la economía en el que se encuentren. En los sectores más pro­
ductivos los beneficios son altos y los trabajadores reciben salarios altos (al
menos en términos relativos); en los sectores más atrasados, la productivi­
dad es insuficiente para pagar salarios altos o generar beneficios que per­
mitan una expansión sostenida de la acumulación de capital.
L a heterogeneidad constituye entonces la base económica-estruc-
tural de la desigualdad como se reconoce en el trabajo de la c e p a l des­
de hace varias décadas. D e acuerdo con Pinto y D i Filippo (1976: 93),
“esta heterogeneidad constituye el principal factor original' de la estruc­
tura distributiva en América Latina, lo que quiere decir que superar­
la es un requisito para cualquier modificación del sistem a distributivo”.
Los datos que ofrecen estos autores sobre las diferencias de productivi­
dad entre el sector moderno y el que ellos llaman primitivo de finales de
los años sesenta son elocuentes: el primero tenía niveles de productivi­
dad 29 veces m ás alto que el segundo. Las diferencias de productividad
eran en especial significativas en la minería, donde la productividad del

103

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

sector moderno era de 15 mil dólares reales por trabajador frente a los
apenas 246 en el sector tradicional. Tales diferencias de productividad
daban lugar a heterogeneidades de carácter social en términos de los
sistem as de propiedad, la capacidad de negociación y los tipos de rela­
ción laboral entre distintos grupos. Para transformar estas relaciones y
contribuir a una mejor distribución prim aria de la renta era necesario
adoptar nuevas políticas de inversión productiva, incluyendo un gasto
en capital humano e infraestructural que beneficiara a los sectores más
atrasados (Pinto y D i Filippo, 1976).
Un informe de la c e p a l sobre los retos de la desigualdad en la región
publicado en 2010 recupera el concepto y le dedica todo un capítulo. Allí
muestra que todavía existen enormes diferencias en las capacidades pro­
ductivas de las grandes y pequeñas empresas y también entre unos sec­
tores y otros. Así, por ejemplo, en América Latina la productividad en el
sector líder (minería) durante el periodo 2003-2008 era 7.6 veces más
alta que la productividad media, mientras que la diferencia entre sector
líder y sector más atrasado en Estados Unidos era de solo 2.2. El informe
concluye que "la heterogeneidad estructural contribuye a explicar la pro­
funda desigualdad social de América Latina y el Caribe, ya que las brechas
de productividad reflejan, y a la vez refuerzan, las brechas de las capaci­
dades, de incorporación de progreso técnico, de poder de negociación, de
acceso a redes de protección social y de opciones de movilidad ocupacio-
nal ascendente a lo largo de la vida laboral” ( c e p a l , 2010: 92).
L a heterogeneidad estructural en la región es significativa no solo
entre sectores (la productividad de los sectores financiero y minero, por
ejemplo, suele ser muy superior a la de la agricultura), sino también al
interior de cada uno de ellos. D e hecho, gran parte del problema lati­
noamericano es la polarización entre unas pocas empresas grandes y un
universo de empresas informales y de baja productividad. Las empresas
situadas en el decil más productivo en Colombia y Venezuela, por dar
un caso, son 500% más productivas que las situadas en el decil más bajo,
mientras que en Estados Unidos la diferencia es 200% (Pagés, 2009).
En un estudio detallado sobre la economía chilena, Infante y Sunkel
(2009) demuestran claramente la relación entre una estructura producti­
va fuertemente segmentada y una alta desigualdad en la distribución pri­
maria de la renta. D e acuerdo con sus datos, la productividad del trabajo
en los sectores más modernos de Chile es de 58 millones de pesos, en

104

© Flacso México
IV ¿Hacia una América Latina menos desigual?

tanto que la de los sectores más tradicionales es de 3.8 millones. Dichas


diferencias de productividad se traducen en diferencias salariales dram á­
ticas: la remuneración de los trabajadores de grandes empresas con altos
niveles de productividad es cinco o seis veces mayor que la de los trabaja­
dores en pequeñas empresas atrasadas.
Resaltar la importancia de la heterogeneidad estructural en América
Latina no supone negar que haya otros factores que también contribu­
yan a la inequidad regional. El excesivo poder de la élite y la falta de polí­
ticas públicas redistributivas siguen siendo obstáculos graves — como lo
reconoce una buena parte de la literatura— . N uestro argumento en esta
sección es que, aun si se fueran resolviendo estos problemas, la distribu­
ción de la renta no se transformaría de forma radical porque no existirían
las bases materiales para ello — conclusión que es esencial para valorar la
sostenibilidad futura de las mejoras recientes.

¿Por qué disminuye ahora la desigualdad? ¿Será sostenible


esa reducción?

Las publicaciones que han tratado de esclarecer la reducción de la des­


igualdad en los últimos diez años son totalmente compatibles con la ex­
plicación dominante que discutíamos en la sección previa. Los trabajos
econom étricos de panel y los estudios de caso que han sido elabora­
dos (sobre todo aquellos de entre 2007 y 2011) colocan el acento en dos
variables fundamentales: 1) la reducción de la brecha salarial entre los tra­
bajadores cualificados y los no cualificados producto de los aumentos en
el nivel de educación, en los salarios mínimos y en los trabajos no cualifi­
cados formales, y 2) el crecimiento del gasto social gracias, en gran parte,
a las transferencias condicionadas.
Q uizás el libro más influyente para explicar la trayectoria reciente de
la región sea el editado por Luis López-Calva y N ora Lustig con apoyo
del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo ( p n u d ) . Los auto­
res de los estudios de caso de Argentina, Brasil, México y Perú desagre­
gan la contribución de la renta laboral y no laboral al ingreso de distintos
grupos poblacionales utilizando datos provenientes de las encuestas de
hogares (López-Calva y Lustig, 2010). Dicho análisis muestra, en primer
lugar, un aumento de las horas trabajadas y una reducción del diferencial

105

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

salarial entre los trabajadores cualificados y no cualificados. En México,


por ejemplo, la reducción de la desigualdad en el ingreso laboral fue res­
ponsable del 87% de la caída del coeficiente de Gini entre 2000 y 2006.
Lustig y López-Calva achacan esta mejora a una elevación general en el
nivel educación de los latinoamericanos — sobre todo de los grupos más
pobres— . D e acuerdo con sus cálculos, el coeficiente de Gini de años de
educación disminuyó cinco puntos porcentuales en Brasil entre 1998 y
2007, siete en México entre 1996 y 2006 y cuatro en Perú entre 2001
y 2007. Según su interpretación, el aumento en la oferta de mano de
obra cualificada habría dado lugar a una reducción de sus salarios relati­
vos — aunque ellos mismos reconocen que pudiera ser que la demanda
de este tipo de trabajadores fuera la que ha dism inuido— . Dicha influen­
cia de la dem anda relativa de los trabajadores poco cualificados ha sido
reconocida por otros trabajos. Por ejemplo, Gindling y Trejos (2014)
muestran que en El Salvador y N icaragua buena parte de las mejoras
distributivas se dieron porque las economías crearon más empleo no cua­
lificado que cualificado — una tendencia no especialmente positiva para
la competitividad ni sostenible en el largo plazo.
En segundo lugar, todos los estudios de caso muestran también el
aumento en el ingreso no laboral de los grupos más pobres de la pobla­
ción. D e acuerdo con los cálculos de Barros et al. (2007), en su capítulo
sobre Brasil, entre 40 y 50% de la reducción de la desigualdad se debió
al ingreso no laboral — pensiones y, en menor medida, Bolsa Família— .
En Perú, el impacto redistributivo de los ingresos no laborales también
fue importante, aunque existen menos datos sobre el efecto concreto de
la política social.
A sí pues, para López-Calva y Lustig (2010), las políticas sociales
(incluyendo el aumento en el gasto educativo) son fundamentales para
entender la “década de progreso” en materia distributiva. ¿Cóm o se ex­
plican dichas políticas públicas en un contexto todavía dom inado por
las élites? Aunque contestar a esta pregunta va más allá de los objeti­
vos de su estudio, estos autores se enfocan en la naturaleza del siste­
m a político. Según ellos, “las dos últim as décadas en Am érica Latina
estuvieron caracterizadas po r la vuelta y el fortalecimiento de la de­
m ocracia [...] A unque todavía imperfecta en muchos países latinoam e­
ricanos, la dem ocracia ha venido también acom pañada de la transición
de políticas clientelares a políticas no clientelares” (López-Calva y Lus-

106

© Flacso México
IV ¿Hacia una América Latina menos desigual?

tig, 2010: 17). Lustig (2009) muestra, además, la correlación que hay
entre gobiernos de izquierda y la reducción de la desigualdad en los úl­
tim os años — aunque no establece relaciones de causalidad entre am ­
bas variables.
El incremento en el gasto social y la elección de gobiernos de izquier­
da son también variables centrales en el análisis que Cornia realiza sobre
los determinantes de las mejoras distributivas en la región. Dicho autor
utiliza datos de 18 países para el periodo 1990-2007 a fin de estimar el
impacto estadístico de una serie de variables políticas y económicas sobre
el coeficiente de Gini (Cornia, 2010). En su modelo más completo, las
variables dependientes más significativas son el régimen político (tanto
los gobiernos socialdemócratas, como los mal llamados populistas, tie­
nen un efecto positivo sobre la equidad), la distribución de los años de
educación, un tipo de cambio real débil y la evolución del salario mínimo
real y del gasto social como porcentaje del p i b . Este autor considera que
los resultados de su estudio demuestran que en América Latina se está
consolidando un modelo económico socialdemócrata de "redistribución
prudente con crecimiento” (Cornia, 2010: 109).
Lo que apuntarían estos estudios sobre la desigualdad reciente,
por tanto, es que América Latina podría haber desarrollado un nue­
vo modelo socioeconómico durante los años dos mil. L a transición a la
democracia habría dado lugar ya desde la década de los noventa a un
incremento del gasto en educación prim aria y secundaria orientado, es­
pecialmente, a los grupos de menores ingresos. M ás recientemente, la
consolidación democrática contribuyó a la elección de gobiernos de iz­
quierdas en buena parte de América Latina que se ocuparon más que en
el pasado de los gastos redistributivos. L a democracia ha tenido un efec­
to positivo incluso en aquellos países como México donde la izquierda
no ha gobernado, pues ha forzado a las diversas administraciones a crear
y mantener políticas orientadas a la población más pobre — el ejemplo
m ás significativo es el del program a mexicano de transferencias condi­
cionadas O portunidades.
L a importancia de estos cambios fue indudable y probablemente
positiva. En la región se introdujeron novedades destacadas en la políti­
ca social que incorporaron a grupos marginados en el Estado social por
primera vez y, en algunos casos, fomentaron el llamado universalismo
básico. En particular, cuando uno considera a los principales países que

107

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

formaron parte del movimiento hacia la izquierda (Argentina, Bolivia,


Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay y Venezuela), se pueden identificar nue­
vas políticas radicales y socialdemócratas — utilizando la terminología
de Reygadas y Filgueira (2010)— , así como continuidades significativas
con el periodo liberal anterior. Entre las políticas redistributivas más exi­
tosas hay que destacar el aumento de los salarios mínimos en casi todos
los países (con resultados sobre todo llamativos en Argentina, Brasil y
Uruguay), las reformas de los sistemas de salud para establecer un piso
mínimo de derechos para toda la población — como el program a a u g e
en Chile— y los programas de transferencias condicionadas ya mencio­
nados (Reygadas y Filgueira, 2010).
L a creación de nuevos program as sociales fue posible en parte por la
aceleración del crecimiento económico y el aumento en los ingresos p ú ­
blicos procedentes del boom de las materias prim as. En el periodo 2 0 0 3 ­
2008, América Latina experimentó una media década de crecimiento
sostenido que le permitió converger respecto de los países más ricos.
D e acuerdo con datos del Banco M undial, el p i b per cápita regional en
dólares en los años dos mil creció a una tasa media anual de 4.1% com ­
parado con el 1.7% de los países de ingreso alto. El estallido de la crisis
económica mundial afectó al crecimiento regional en 2009, pero en los
años 2010 y 2011 las economías latinoamericanas volvieron a expandir­
se y convergen ahora rápidamente a la media de los países ricos. Dicho
crecimiento se apoyó en mejoras muy significativas de los términos de
intercambio de América del Su r: entre 2003 y 2008 estos se elevaron en
un 25.2% en el total latinoamericano con crecimientos particularmente
altos en Chile y Perú (54%) y en Bolivia, Ecuador, Colom bia y Venezue­
la (95%) (K acef y López-M onti, 2010).7 Algunos países latinoamerica­
nos se beneficiaron del aumento en el precio de las materias prim as más
que en el pasado gracias a políticas más agresivas de captación de rentas.
Q uizás el ejemplo más llamativo sea el de Bolivia cuyos impuestos tota­
les a los hidrocarburos pasaron de menos de 20%, a principios de los dos

Este fue un fenómeno de Am érica del S u r y México, pero no de Centroamérica, in­


cluyendo a República Dominicana. D e hecho, en esta subregión, los términos de
intercambio cayeron en 12% durante ese m ismo periodo como consecuencia del enca­
recimiento de sus importaciones de recursos naturales y la caída sostenida en el precio
relativo de las prendas de vestir.

108

© Flacso México
IV. ¿Hacia una América Latina menos desigual?

mil, a más del 80%, después de la “nacionalización” — que fue más bien
una renegociación de contratos.
Pese a los avances recientes que parecerían haber debilitado el
círcul o vicioso discutido en la sección anterior, existen motivos para
dudar de la sostenibilidad futura de la reducción de la desigualdad. D i­
chas dudas se hacen en especial evidentes ahora que el precio de las
m aterias prim as ha empezado a caer. Entre mayo de 2015 y mayo de
2016, dichos precios cayeron 21%, mientras que el petróleo lo hizo en
31%.8 El aumento de los ingresos públicos fue m oderado y, con la ex­
cepción de Argentina y Brasil, la región conserva una carga fiscal baja
para su nivel de desarrollo — deficiencia en particular grave en cuan­
to a im puestos directos— . El impacto redistributivo de la política so ­
cial, aunque haya mejorado, es todavía limitado debido al peso excesivo
del gasto en educación universitaria y en pensiones. El caso brasileño
es aquí paradigm ático: pese a la impresionante mejora distributiva de
los años dos mil, muy pocas de las reform as introducidas afectaron
de forma negativa a los grupos más poderosos. Com o muestran Hun-
ter y Sugiyam a (2009: 49) en un interesante estudio sobre la trayectoria
política brasileña de los últimos años, “la democracia ha generado be­
neficios que han mejorado el bienestar de segmentos importantes de la
población pobre pero raramente a expensas de los grupos políticam en­
te influyentes [...] Los program as se han extendido a los pobres, pero
los privilegios de los m ás ricos se han reducido en muy pocas ocasiones.
D adas las restricciones de recursos, la extensión de los program as es li­
m itada y gradual por necesidad.” Por último, existen todavía asimetrías
muy significativas en la calidad de algunos servicios públicos como la
salud y la educación. Este problem a ha pasado a ocupar un lugar privi­
legiado en la agenda política de países como Chile, donde las protestas
estudiantiles han puesto en evidencia las debilidades del sistem a edu­
cativo heredado del periodo pinochetista.
Sin embargo, quizás el mayor problema desde el enfoque estructu-
ralista defendido en este capítulo sea el poco avance que se ha producido
en materia productiva. Con la posible excepción de Brasil, los gobier­
nos latinoamericanos pusieron poco acento en fomentar un cambio

D atos obtenidos de < http://w w w .indexm undi.com /com m odities/>, consultado el 1


de mayo de 2016.

109

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

estructural tendente a promover la productividad de los sectores más


atrasados y reducir su distancia con los m ás avanzados (M artínez y Sán-
chez-Ancochea, 2014). La política industrial o bien se centró solo en fo­
mentar los sectores intensivos en capital con pocos efectos de arrastre
sobre los sectores menos dinámicos (Bolivia con el gas, C osta Rica con
semiconductores y software) o en adoptar medidas horizontales para
mejorar el ambiente general de negocios, o prácticamente no existió,
como sucedió en México (Kohl, 2010; Sánchez-Ancochea, 2011).
En la política de apoyo a las pequeñas y medianas empresas (pymes)
se produjeron algunas innovaciones interesantes en materias como la
promoción de clústers, la formación continua y la creación de nuevas ins­
tituciones encargadas de apoyar a las pequeñas empresas. A pesar de ello,
no fueron, en general, políticas centrales en la agenda política y no se les
dedicaron suficientes recursos. L a mayor parte de países gasta menos de
un 0.1% del p i b en este tipo de programas que, en el mejor de los casos,
benefician a 15% de todas las pymes. En su mayor parte, las microempre-
sas y los trabajadores por cuenta propia quedaron excluidos de cualquier
clase de apoyo (Ferraro y Stum po, 2010).
L a falta de políticas explícitas para la promoción del cambio estruc­
tural unido al crecimiento sostenido en el precio de las materias primas
en los últimos años generó un proceso de reprimarización en Am éri­
ca del Su r ( c e p a l , 2011; Pérez y Vernengo, 2009; Sánchez-Ancochea,
2009). El peso de las materias prim as en las exportaciones totales de
bienes pasó de 41%, en 2000, a 54%, en 2008 (gráfica IV.3). Países
como Bolivia, Perú, Chile o Venezuela se han convertido en los princi­
pales productores mundiales de minerales como el cobre y de hidrocar­
buros como el petróleo y el gas. M ientras tanto, el peso de los bienes de
alta tecnología — que había crecido de forma significativa durante la se­
gunda m itad de los noventa— cayó del 6 al 4% entre 2000 y 2008.
Com o es bien sabido, la vuelta a un patrón tradicional de especiali-
zación se debió, en gran parte, al crecimiento económico chino y a la cre­
ciente vinculación de este país con América Latina. Entre 2000 y 2010 el
peso del comercio de Asia-Pacífico con la región pasó de 5.3 a 17.2%, en
las exportaciones, y de 10.6 a 27.2%, en las importaciones — y China fue
responsable de la mitad de estos totales— . El 87% de todas las exporta­
ciones latinoamericanas a Asia-Pacífico son bienes primarios, porcentaje
mucho más alto que en el resto de las regiones ( c e p a l , 2011).

110

© Flacso México
IV ¿Hacia una América Latina menos desigual?

Gráfica IV.3. Exportaciones de bienes prim arios (% ), 2000-2010

100

90

80

70

60

50 2000

40 2010

30

20

10

Bolivia Brasil Chile Perú Uruguay ALAC

Fuente: M a rtín e z Franzoni y S á nchez-A ncoch ea (2014).

Com o veíamos anteriormente, la especialización prim ario-exporta­


dora generó grandes recursos para impulsar una agenda social más pro­
gresista. Sin embargo, sus efectos directos sobre la distribución primaria
de la renta fueron mucho menos benignos. L a producción de recursos
naturales es, en general, muy intensiva en capital con lo que tiene efec­
tos muy limitados sobre la creación de empleos de alta productividad
(Rodrik y M cM illan, 2011). Mientras tanto, el aumento de las divisas
contribuye a una sobrevaluación de los tipos de cambio (a través del lla­
mado síndrome holandés) y con ello a un proceso de desindustrializa­
ción. Aunque la región ha hecho un esfuerzo por frenar la sobrevaluación
acumulando reservas no ha podido evitar la caída del sector manufactu­
rero. Entre 2000-2002 y 2007-2009, el peso de dicho sector en el p i b
regional disminuyó en un punto porcentual con caídas sobre todo preo­
cupantes en Brasil (del 17.1 al 16.0%) y en Chile (del 20 al 13%).
A sí pues, nos encontramos con un proceso de cambio estructural
centrado en el crecimiento de los recursos naturales, en la caída de las
manufacturas en muchos países y en el mantenimiento del sector servi­
cios — enfocado en muchos casos en las actividades comerciales— como

111

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

principal empleador. Este proceso contribuyó a reducir la demanda de


mano de obra cualificada y, de esa forma, ayudó a la reducción del dife­
rencial salarial entre trabajadores cualificados y no cualificados. ¡N o es la
forma más exitosa de redistribuir ingresos! Además, la nueva especiali-
zación prim aria ha contribuido al aumento significativo de las rentas de
la tierra con efectos distributivos muy perniciosos pero no siempre reco­
gidos en las encuestas de hogares.
Las dudas sobre la sostenibilidad de la reducción de la desigualdad
de los dos mil se han hecho claras desde 2013. El ritmo de caída de la
desigualdad se hizo evidente en muchos de los países de la región, como
lo reporta un estudio reciente de Gasparini, Cruces y Tornarolli (2016).
Los problemas presupuestarios se han hecho patentes en países como
Brasil y Ecuador y están llevando a recortes significativos en los gastos
sociales. A medida que los problemas económicos y políticos se trasladan
al mercado laboral van repercutiendo negativamente en el empleo formal
y en el crecimiento de los salarios.

Conclusión

Existen pocas dudas de que durante los años dos mil una buena parte
de los países latinoamericanos adoptaron políticas m ás efectivas que en
el pasado para aprovecharse del boom de las materias prim as. La región
puso en práctica, desde mediados de los noventa, políticas macroeconó-
micas cautelosas — incluyendo una acumulación masiva de reservas—
que ayudaron a responder con medidas anticíclicas a la crisis mundial
de 2008-2009. El aumento del gasto y de la m asa monetaria en el m o­
mento en que la economía mundial se ralentizó permitió proteger a los
grupos m ás pobres de la población y mantener los avances distributivos
de los años anteriores.
Gobiernos como el de Argentina, con su impuesto a las exportacio­
nes, o Bolivia y Venezuela, con la renegociación de contratos con empre­
sas transnacionales, fueron capaces de aumentar sus ingresos públicos
de forma muy significativa y utilizaron muchos de esos recursos para ex­
pandir el gasto social en transferencias y en salud y educación. Aunque
existen dudas sobre la eficacia de algunos de estos esfuerzos (pensemos
en las M isiones venezolanas), parece evidente que las rentas de los recur­

112

© Flacso México
IV. ¿Hacia una América Latina menos desigual?

sos naturales se utilizaron de forma más progresista que en el pasado. Sin


duda, estas son noticias muy positivas que no debemos olvidar ahora que
nos encontramos en momentos de crisis económica.
El problema, sin embargo, es que no parece que se hayan dado cam­
bios estructurales de profundidad en el modelo de acumulación.9 Todo lo
contrario: buena parte de la región experimentó un proceso de reprima-
rización y de consolidación de ventajas comparativas tradicionales. Países
como Argentina con la soya, Bolivia con el gas, Chile con el cobre o Vene­
zuela con el petróleo dependían en 2014 todavía más que hace algunas dé­
cadas de la producción de unos pocos productos que son muy intensivos
en capital y crean pocos puestos de trabajo. N o debe sorprender enton­
ces que, ahora que están cayendo los precios de todas las materias primas,
América Latina se encuentre con dificultades para mantener los aumen­
tos en el gasto social y lograr recuperar la senda del crecimiento. En buena
medida, la región ha perdido su motor económico, lo cual afecta también
a otros sectores de la economía como los servicios no transables.
Com o queda reflejado en trabajos de Rodrik y de este con Mcmillan
sobre el cambio estructural, sin un sector manufacturero dinámico (ju n ­
to a la modernización de muchos servicios) es imposible asegurar un in­
cremento sostenido de puestos de trabajo productivos y con niveles de
ingreso crecientes (Rodrik y Mcmillan, 2011; Rodrik, 2011). Fomentar
ese cambio estructural es una tarea difícil pero cada vez más urgente en
el contexto de un ambiente internacional poco propicio para los exporta­
dores de materias primas.
L a región se encuentra, por tanto, ante el gran reto de construir un
modelo más inclusivo en un contexto económico menos propicio. El
reto no es solo económico, sino también político. Por ello consideramos
útil terminar el capítulo con algunas reflexiones sobre las posibilidades
de conseguir un cambio político que permita colocar a la heterogenei­
dad estructural en la agenda política futura. Para este breve análisis

Tam poco parece haberse resuelto la enorme asimetría en la calidad de los servicios p ú ­
blicos. E l gasto público en educación secundaria, por ejemplo, aumentó pero en m u­
chos países el número de estudiantes ha crecido todavía más rápido y la calidad de la
enseñanza es baja, en especial en las áreas m ás pobres. E sto ha provocado que segmen­
tos muy significativos tanto de los pobres como de la clase media estén empezando a
protestar de forma enérgica en buena parte de la región, desde C hile hasta República
Dom inicana.

113

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

recuperamos el concepto de autonomía estatal con lazos sociales — en


inglés, embedded autonomy— que Peter Evans acuñó hace ya muchos
años (Evans, 1995). A partir del estudio del milagro coreano, el sociólo­
go estadounidense resaltó la importancia de crear burocracias weberia-
nas capaces de diseñar proyectos nacionales de desarrollo sin presiones
externas excesivas. Para él, además, era necesario que esas burocracias no
estuvieran en una torre de marfil sino que colaboraran de forma estrecha
con los sectores más dinámicos de la élite económica nacional.
Siguiendo este esquema, el prim er gran reto para América Latina
es el de m ejorar la calidad de la burocracia estatal. T odos los gobier­
nos deberían invertir más capital político en llevar a cabo reformas del
E stado que conviertan a las burocracias en instituciones menos politi­
zadas y con un sistema de tom a de decisiones m ás ágil y transparente.
Retom ando las enseñanzas de los países asiáticos (desde Japón a Singa-
pur y Taiwán) es importante, asimism o, que el proceso de fomento del
cambio estructural se convierta en una prioridad pública y se centrali­
ce en unidades cercanas a la Presidencia. Dichos ministerios deberían
ser capaces de diseñar estrategias que mejoren la productividad de las
pequeñas y m edianas empresas y vinculen de forma m ás estrecha a los
sectores punta (minería, hidrocarburos, zonas francas en Centroamé-
rica) con los m ás atrasados.
Por desgracia, este proceso de transformación del Estado presen­
ta muchísimos obstáculos: en Bolivia, por ejemplo, no hay un número
suficiente de profesionales que puedan formar parte de un servicio ci­
vil más eficiente; en otros países como Venezuela el debate público está
tan politizado que construir una burocracia autónoma es simplemente
un sueño imposible. H abría que agregar que en los últimos años casi to­
dos los gobiernos de izquierda parecieron más interesados en impulsar
una agenda rápida de transformación social que en crear un nuevo sec­
tor público — Panizza (2011) ofrece una excelente discusión sobre el
caso uruguayo.
Todavía más difícil que la transformación del Estado es la creación
de coaliciones Estado-sociedad que apoyen una transformación produc­
tiva equitativa. Lo más necesario en casi todos los países es encontrar
contrapesos al poder de los grandes terratenientes que no tienen ningún
interés en el cambio estructural, piénsese en el caso argentino y el debate
en torno a los impuestos a las exportaciones. Se necesita, por otra parte,

114

© Flacso México
IV ¿Hacia una América Latina menos desigual?

fortalecer una clase de pequeños y medianos empresarios con deseos de


mejorar la productividad de los servicios y de productos manufacturados
concretos y con vinculaciones a los gobiernos de izquierdas. A ellos se de­
berían unir parte de los nuevos movimientos sociales que representan a
la clase media baja. L a creación de esas coaliciones entre productores di­
námicos y movimientos sociales — en torno, por ejemplo, a políticas cre­
diticias o a la protección comercial de sectores específicos— debería ser
el objetivo de los gobiernos verdaderamente progresistas pero ha estado
hasta ahora demasiado lejos de la agenda regional. Lamentablemente los
cambios políticos recientes en países como Brasil muestran que avanzar
en esa agenda en los próximos años no será nada fácil.

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117

Prohibida su reproducción
© F lacs o México
V. Desigualdad en el ingreso en México, 1963 a 2014
Fernando Cortés

Introducción1

E ste capítulo es en buena medida una revisión y extensión de los re­


sultados de una investigación publicada en 2013 (Cortés, 2013), cuyos
datos de la distribución del ingreso cubrían el periodo 1963-2010, lo
que aquí se alarga hasta el año 2014. Para interpretar los resultados se
hace uso de la acumulación del conocimiento y de los desarrollos con­
ceptuales que se han logrado en los últimos años, y se vuelve a examinar
la hipótesis de la caída en la inequidad en los inicios del siglo x x i y de
los factores que la habrían ocasionado.
Ahora bien, este estudio abarca una etapa en la que el país sufrió
varias crisis profundas (1982, 1986-1987, 1994-1995, 2008-2009), así
como una retracción económica de 2000 a 2003 derivada del estanca­
miento de la economía de los Estados Unidos y la crisis de los bonos
subprime que estalló en 2008. O tro hito importante es que en el segun­
do quinquenio de los ochenta se inicia el abandono del modelo económico
sustitutivo de importaciones y se abraza otro orientado hacia el mercado ex­
terno que ha buscado posicionar a México en la globalización.
A fines de 1993 se firma el Tratado de Libre Comercio de Améri­
ca del N orte ( t l c a n ) con Estados Unidos y Canadá y en 2000, después
de setenta años ininterrumpidos de ejercer el poder, el Partido Revolu­
cionario Institucional ( p r i ) abandona el gobierno que pasa a manos del

Agradezco a R osa M aría Rubalcava, Delfino Vargas y Enrique Minor, quienes gene­
rosamente compartieron conmigo sus conocimientos en temas teóricos y estadísticos,
que beneficiaron la realización de este trabajo.

119

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Partido Acción Nacional ( p a n ) . H acia fines de los años noventa, durante


el último gobierno del p r i , la política social cambia de signo. El progra­
m a social Solidaridad se sustituye con el Programa de Educación, Salud
y Alimentación (Progresa), inaugurándose así la era de los programas fo­
calizados con transferencias monetarias condicionadas.
E s inescapable en un trabajo sobre este tema no referirse al libro p u ­
blicado en 2010, Declining Inequality in Latin America, editado por Luis
Felipe López-Calva y N ora Lustig, obra que tuvo amplias reverberacio­
nes entre los estudiosos que se dedican a América Latina y que gene­
ró también varias polémicas. Según estos editores, el propósito central
del libro consistía en explicar por qué “la desigualdad ha disminuido en
América Latina en la última década” (p. 2). Cabe hacer notar, sin embar­
go, que los resultados a los que arribaron los diversos capítulos fueron
generalizados a toda América Latina a pesar de que únicamente tratan
en profundidad los casos de Argentina, Brasil, México y Perú.2
El título de dicho volumen puede dar pie a una interpretación opti­
m ista si “ Declining” se entiende como una tendencia a la reducción, en
cuyo caso se estaría implicando que por fin habría iniciado, después
de las reform as de mercado, un descenso sostenido de la desigualdad
en la región más inequitativa del mundo. Pareciera que esta es la interpre­
tación más extendida en amplios círculos, incluida la academia, y en la
actualidad ha tenido tal penetración que se ha constituido en un hecho.
Sin embargo, la cita de la página 2 de dicho texto podría leerse también
como una caída en escalón.
L a reducción de la desigualdad en México fue reportada por C or­
tés: “Estas regularidades permiten afirmar que a partir del año 2000, que
marca el inicio del gobierno del presidente Fox, tuvo lugar una redistri­
bución pro pobre del ingreso, es decir, a favor de los sectores sociales
menos favorecidos del país que son aquellos que están en los deciles in­
feriores” (Cortés, 2010: 74-75). En esta cita se da cuenta del hecho, pero
dada la escasez de información (los datos disponibles en ese entonces
solo abarcaban hasta 2006) no se aventuró una interpretación de su com­
portamiento en el tiempo. En una investigación posterior (Cortés, 2013),
con datos que llegaban hasta 2010, se planteó la hipótesis de que el decli­

Solo en nota de pie de página remite al lector a consultar otros estudios sobre desigual
dad en Guatem ala, Chile y Bolivia.

120

© Flacso México
V Desigualdad en el ingreso en México, 1963-2014

ve en la inequidad debe conceptuarse más bien como un escalón, en con­


cordancia con la situación política, económica y de política social del país,
y no como una tendencia.
En este escrito se distinguen tres fases en la evolución de la desigual­
dad. La primera cubre desde comienzos de los sesenta hasta mediados de
los ochenta y habría tenido lugar durante la época del desarrollo estabili­
zador. La segunda va desde mediados de los ochenta y se extiende hasta
la década de los noventa y estaría signada por la aplicación de las medi­
das de cambio estructural, y la tercera cubriría la primera década y media
del siglo x x i, años que se habrían caracterizado por la profundización del
nuevo modelo económico y por la expansión de la política social focaliza­
da y de transferencias monetarias condicionadas.
L a exposición se desarrolla en varias secciones, las tres siguientes se
organizan de acuerdo a la naturaleza de la información disponible, así, en
el segundo apartado se presenta una sistematización de los cambios en la
distribución del ingreso de 1963 a 1977; el tercero examina lo acontecido
entre 1977 y 1984. La cuarta sección cubre un poco más de un cuarto de
siglo, de 1989 a 2014. Y el trabajo cierra con el planteamiento de consi­
deraciones de carácter más general, que surgen de los análisis y datos ex­
puestos en los apartados precedentes.

Primera fase: el periodo 1963-1977

Para examinar las tendencias en la distribución del ingreso en la déca­


da de los sesenta y setenta se emplearán la Encuesta de Ingresos y Gastos
Familiares 1963, la Encuesta de Ingresos y Gastos de las Familias 1968,
am bas a cargo del Banco de México, y la Encuesta Nacional de Ingresos y
Gastos de los Hogares 1977 (e n ig h 7 7 ), cuya responsabilidad estuvo en
manos de la Secretaría de Programación y Presupuesto.
Es importante señalar que en la década de los sesenta solo se tuvo ac­
ceso a información publicada, lo que impone restricciones al análisis. A
partir de 1977 se dispuso de bases de datos en archivos magnéticos, por
lo que ya fue posible trazar con más detalle la evolución de la concentra­
ción del ingreso.
El cuadro V.1 muestra la participación de los deciles de hogares en
el ingreso y los valores de los índices de G ini calculados con los datos

121

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

tabulados. Antes de destacar las características más importantes de los


cambios de la distribución del ingreso en las décadas de los sesenta y
setenta hay que tom ar en cuenta que la publicación de la encuesta de
1963 no incluye la distribución según deciles, por lo que fue necesario
estimarla a partir de intervalos de ingreso. Los porcentajes correspon­
dientes a cada decil se obtuvieron por interpolación logarítmica. A si­
mismo, las tres series no son estrictamente comparables, los ingresos
de 1963 y 1968 incluyen, además del ingreso monetario de los hoga­
res, valores im putados por autoconsumo y por el alquiler de la vivien­
da propia, mientras que la encuesta de 1977 publicó en papel y archivos
magnéticos solo el ingreso monetario, pese a que el cuestionario incluía
preguntas sobre ingreso no monetario.

Cuadro V.1. Participación porcentual de los deciles de hogares en el ingreso: México,


1963-1977

Deciles 1963 1968 1977

I 1.7 1.3 0.9

II 1.8 2.3 2.0

III 3.1 3.1 3.1

IV 3.7 4.5 4.3

V 4.9 5.9 5.8

VI 6.1 7.4 7.4

VII 8.0 9.5


8.
.8

VIII 11.8 10.2 12.5

IX 17.0 16.5 17.7

X 41.9 40.0 36.8

Total 100.0 100.0 100.0

Índice de Gini 0.523 0.498 0.496

Fuente: Banco de M éxico, Encuesta d e in gre sos y Gastos Fam iliares 1 9 6 3 y Encuesta so b re in gre so y G astos
d e las Fam ilia, 1968. Secretaría de Program ación y Presupuestos, Encuesta N a c io n a l d e ingresos y G astos
d e los Hogares, 1977.

Los valores del índice de Gini permiten sostener que entre 1963 y
1968 hubo una reducción en la desigualdad. Si bien entre esos años la par­
ticipación relativa del primer decil muestra una caída, también pierden los
hogares localizados en la cúspide de la pirámide de ingresos — octavo, no­
veno y décimo— . Por el contrario, aumenta la tajada del pastel que se lle­
van los seis deciles inmediatamente inferiores — del segundo al séptimo.

122

© Flacso México
V Desigualdad en el ingreso en México, 1963-2014

En los casi diez años transcurridos entre 1968 y 1977, crisis econó­
mica de 1976 mediante, no se alteró la desigualdad; el valor del índice de
G ini se modificó apenas en el tercer decimal. Sin embargo, hay que ser
cuidadosos en la interpretación. La caída en la participación relativa del
prim er decil se puede explicar porque el ingreso de 1977, a diferencia
de 1963 y 1968, no considera el autoconsumo ni el ingreso imputado por
el uso de la vivienda propia. Se sabe, por la información que proporcio­
nan la Encuesta Nacional de Ingresos y G astos de los Hogares ( e n i g h ) ,
desde 1984 en adelante, que el ingreso en especie tiende a representar
una proporción mayor del ingreso monetario en los deciles bajos que en
los altos, de m odo que si hubiésemos dispuesto del ingreso total (que se
conforma por la suma de los ingresos monetario y no monetario), la par­
ticipación de los deciles inferiores debería ser mayor y por tanto el índice
de G ini debería haber m ostrado una reducción m ás pronunciada.3
Con la información del cuadro V.1 y con la debida cautela se puede
concluir que la caída en la desigualdad en este periodo se origina en el cre­
cimiento de la participación de los sectores sociales incluidos entre el
cuarto y octavos deciles y la disminución relativa que experimentó la cús­
pide que descendió de 41.9 a 36.7% del ingreso total entre los años 1963
y 1977.
Las tendencias reseñadas no se contraponen a las conclusiones de
Enrique H ernández-Laos quien ajustó los ingresos de las encuestas
a Cuentas Nacionales. Este autor señala que el índice de G ini cayó de
0.541 en 1963, a 0.498 en 1968 y a 0.462 en 1977 debido a “un creci­
miento sistemático en la participación relativa de los deciles intermedios,
a costa principalmente de una reducción paulatina de la participación de
los hogares de mayores ingresos” (H ernández-Laos, 1992: 88).

Primera fase: la distribución del ingreso en 1977 y 1984

L a e n i g h 8 4 está adecuadamente situada en el tiempo porque permite,


por comparación con la e n i g h 7 7 , observar lo que ocurrió con la distri­
bución del ingreso a raíz de la crisis de 1982.

El ingreso im putado por vivienda propia es proporcionalmente mayor en los deciles


bajos debido en parte a que no se tom a en cuenta la situación legal de la propiedad.

123

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

L a caída de los precios del petróleo, que se había iniciado en 1981, el


aumento en la tasa de interés en el mercado internacional, la fuga de capi­
tales y la suspensión de los créditos externos, fueron los detonantes de la
crisis que explotó en agosto de 1982, que llevó a la moratoria del pago de
la deuda externa por noventa días y a la nacionalización de la banca (Bue­
no, 1983: 81-85; García y Serra, 1984: 53-71; Mares, 1984: 309-310).
En 1983 cayó más de un quinto la capacidad adquisitiva de los sala­
rios, la inflación se desbocó, pasó de 28.7%, en 1981, a 98.9%, en 1982
y a 80.8%, en 1983. L a desocupación tuvo un crecimiento anómalo para
la economía mexicana, al pasar de 4.2, en 1982, a 6.1, en 1983 y a 5.6,
en 1984 (Cortés, 2000: 37). México trató de enderezar la economía em­
pleando una política de estabilización y ajuste, camino que abandonó en
1987, año en que decidió aplicar abiertamente una política de cambio es­
tructural, cuyas medidas se venían perfilando desde 1982 (Cortés, 2000:
20-37). Este es el telón de fondo en el que transcurren los cambios en la
desigualdad a la vuelta de la década de los setenta a los ochenta.
Ahora bien, para bosquejar el cambio de la inequidad en el ingreso
entre 1977 y 1984 se decidió para tener cifras comparables: i) emplear el
ingreso monetario, a pesar de que la base de datos de 1984 entrega infor­
mación sobre el ingreso corriente monetario y no monetario; ii) construir
deciles de ingreso monetario, y iii) calcular los índices de Gini con los da­
tos agrupados. Estas decisiones se debieron, como ya se señaló, a que la
e n i g h 7 7 solo proporciona información del ingreso corriente monetario;
y para que los coeficientes de G ini fuesen comparables, el cálculo se rea­
lizó con los datos agrupados.4
El cuadro V.2 muestra las distribuciones del ingreso monetario, se­
gún deciles de hogares y los índices de Gini. Los resultados del levanta­
miento de 1984 que publicó el i n e g i en cinco cuadernillos, entre 1989
y 1990, desataron una ríspida controversia5 que impulsó las investiga­

4 En la actualidad hay program as de cómputo que permiten calcular los índices de Gini
con los microdatos, pero sus resultados difieren de los que se obtienen de los datos
agrupados (po r ejemplo, en deciles). Para evitar esta fuente de variación, se calculó el
índice de Gini con datos agrupados tal como se reportaron en las publicaciones de las
encuestas de 1963 y 1968.
5 L a controversia giró en torno: i) al hecho de que la responsabilidad de la encuesta pasó
del Banco de México a la Secretaría de Programación y Presupuesto y luego al i n e g i ;
ii) a que las encuestas no eran totalmente comparables debido a que la e n i g h 84 cubría

124

© Flacso México
V Desigualdad en el ingreso en México, 1963-2014

ciones sobre el tema: como el país había atravesado por una fuerte rece­
sión económica iniciada en 1982, la expectativa era que la desigualdad en
1984 debería aumentar respecto de 1977. Los estudios realizados m os­
traron, por primera vez, que la crisis fue seguida por fuertes reducciones
en la participación relativa del décimo decil (un fenómeno cuya regulari­
dad se ha cumplido en México hasta la medición realizada en 2014, des­
pués de las crisis de 2008-2009), que se complementó con los aumentos
en las participaciones de los deciles inferiores (del primero al séptimo).

Cuadro V.2. Participación porcentual de los deciles de hogares en el ingreso m onetario:


M éxico 1977 y 1984

Deciles 1977 1984

I 0.9 1.2

II 2.0 2.7

III 3.1 3.9

IV 4.3 5.0

V 5.8 6.3

VI 7.4 7.7

VII 9.5 9.7

VIII 12.5 12.4

IX 17.7 17.0

X 36.8 34.1

Total 100.0 100.0

Índice de Gini 0.496 0.456

Fuente: Secretaría de P rogram ación y Presupuestos (s/f); Encuesta N a c io n a l de ingresos y G astos de los
Hogares, 1 9 7 7 ; INEGI, Encuesta N a c io n a l d e in gre sos y G astos d e lo s H ogares, 1984.

L a información disponible, con todas las limitaciones que se han seña­


lado, permitiría identificar una tendencia al abatimiento de la desigualdad

todo el año y recababa información sobre los ingresos no monetarios; iii) al tamaño de
m uestra trimestral de la e n i g h 84 , que era de alrededor de cinco mil cuestionarios uni­
do al hecho de que las autoridades del i n e g i recomendaron, en atención a la marcada
inflación que sufrió el país ese año, solo utilizar la encuesta del tercer trimestre que tie­
ne apenas 4735 entrevistas válidas. H ay que agregar que en el prim er quinquenio de
los noventa no se tenía acceso a las bases de datos, de m odo que toda la discusión te­
nía como única referencia los publicados p or el i n e g i en cinco cuadernillos, uno para
cada trimestre de 1984, y un quinto con los resultados de la encuesta de prueba levan­
tada en el cuarto trimestre de 1983.

125

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

en la distribución del ingreso. L a caída observada en la desigualdad del


ingreso, de 1963 a 1984 — el coeficiente de Gini disminuyó de 0.523 a
0 .4 5 6 — , se originó en el aumento sistemático en las participaciones re­
lativas del segundo al séptimo deciles en conjunción con las caídas regu­
lares que experimentaron el noveno y décimo deciles. Sin embargo, las
reducciones fueron mucho más marcadas en el décimo — en 1963 se lle­
vaba 41.8% del pastel y en 1984 solo el 34.1% — que en el noveno, cuyas
participaciones relativas fluctuaron en alrededor del 17% en el periodo.
Las irregularidades en la parte del ingreso que queda en manos de los
hogares de los primeros deciles a lo largo de estos siete años, probable­
mente se deban a que en 1977 y 1984 solo se tomó en cuenta el ingreso
monetario.

L a distribución del ingreso total en el periodo 1984-2014

En esta sección, a diferencia de las anteriores, se considera la evolución


del ingreso corriente total (en lugar de limitarnos únicamente al ingre­
so monetario) que se obtiene como la sum a del ingreso monetario y no
monetario. Debido a que la e n ig h 7 7 solo da información sobre el in­
greso monetario, las series presentadas en los cuadros y gráficas que si­
guen excluyen dicho año.6
Sin embargo, antes de exponer los resultados hay que señalar que
los cuadros V.1 y V.2 de la sección anterior muestran la distribución del
ingreso según deciles de hogares considerando la cuantía total de ingre­
sos que recibieron. E sta manera de construir los deciles tiene el in­
conveniente de que los hogares de mayor tam año, que a su vez suelen
tener perceptores de ingreso m ás num erosos, tenderán a estar localiza­
dos en deciles altos, aunque la percepción de cada uno de sus miembros
sea pequeña. Para corregir el efecto del tam año del hogar en esta parte
del estudio se emplean deciles de hogares ordenándolos por su ingre­
so per cápita, esta operación se puede realizar desde 1977 en adelante
porque se cuenta con la información en archivos m agnéticos. Este p ro ­

6
El análisis porm enorizado de las tendencias en la distribución del ingreso monetario
se puede consultar en Cortés (2008).

126

© Flacso México
V Desigualdad en el ingreso en México, 1963-2014

cedimiento no se puede aplicar para 1963 y 1968 debido a la carencia


de m icrodatos.7
En virtud de lo anterior, los índices de G ini que se presentan en
este apartado no son estrictam ente comparables con los de la sección
previa no solo por el cambio en la variable,8 sino también porque se
calcularon directam ente con los ingresos hogar p o r hogar y no con los
tabulados.
En el cuadro V.3 se presenta información de la evolución de la des­
igualdad en México de 1984 a 2014.

Cuadro V.3. Coeficientes de Gini del ingreso corriente to tal y to tal per cápita de los hogares
y relaciones de ingreso m edio del décimo al prim er decil: México, 1984-2014

Año/Coeficientes G ini ingreso total G ini ingreso Ing. medio per cápita Ing. m edio p o r
de Gini p e r cápita del X al I decil hog ar del X a l I decil

1984 0.445 0.489 23 10

1989 0.483 0.543 32 14

1992 0.484 0.539 31 15

1994 0.491 0.545 32 16

1996 0.470 0.529 30 14

1998 0.469 0.549 34 17

2000 0.493 0.546 34 17

2002 0.465 0.515 26 13

2004 0.469 0.523 26 13

2006 0.459 0.514 25 12

2008 0.471 0.522 26 14

2010 0.446 0.495 23 12

2012 0.452 0.511 23 12

2014 0.451 0.508 22 11

Fuente: ENIGH levantas p o r el INEGI en 1984, 198 9, 1992, 1994, 199 6, 1998, 2 0 0 0 , 2 0 0 2 , 2 0 0 4 , 200 6,
2 0 0 8 ,2 0 1 0 , 201 2 y 2014.

7 A pesar de que sí se cuenta con los microdatos de 1977, para mantener la comparabili-
dad con las distribuciones de 1963 y 1968, en la sección precedente se decidió utilizar
deciles de hogares ordenados según su ingreso y no su ingreso per cápita.
8 El ingreso corriente total de la e n i g h de 1984 en adelante incluye en el ingreso no m o­
netario, adem ás de imputaciones por autoconsumo y el valor por el uso de la vivienda
propia, los regalos y los pagos en especie, mientras que las encuestas de 1963 y 1968
solo incorporan al ingreso no monetario los dos prim eros conceptos (autoconsum o y
alquiler), en tanto que la encuesta de 1977 se limita al ingreso monetario.

127

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

En la gráfica V.1 parecieran distinguirse cuatro lapsos en los que la


fluctuación del índice de G ini del ingreso corriente total o del ingreso
corriente per cápita es relativamente pronunciada: 1984 a 1989, 1994 a
1996, 2000 a 2002 y 2008 a 2010. En efecto, durante todo el periodo los
índices de Gini del ingreso total y del ingreso per cápita tienden a variar
al unísono con la excepción de 1989 a 1992 (cuando el primero marca
una reducción y el segundo, un aumento) y de 1998 a 2000 (el coeficiente
del ingreso total prácticamente no cambia y el del ingreso per cápita cae).
En este último caso se sabe que los cambios observados son estadística­
mente no significativos y es muy probable que tampoco lo sean los que se
dan entre 1989 y 1992 (Cortés, 2013).

Gráfica V.1. C oeficiente de Gini del ingreso to tal y per cápita de los hogares: M éxico,
1984-2014

1984 1989 1992 1994 1996 1998 2 00 0 2002 2 00 4 2 00 6 2008 2 01 0 2012 2014

Años

G ini ingreso total G ini ingreso per cápita

Fuente: Cuadro V.3, de este capítulo.

L a comparación de los ingresos del décimo decil respecto del prim e­


ro (cuadro V.3) permite ver que en 1984 se requería juntar el ingreso por
persona (per cápita) de 23 hogares del primer decil para igualar el corres­
pondiente a un hogar del décimo decil, o equivalentemente, el ingreso co­
rriente de diez hogares del primero para reunir el ingreso de un hogar del
décimo. En 1989 se necesitaba el ingreso por persona de 32 hogares del
primer decil para equiparar el del décimo, o el ingreso de catorce hogares
del primer decil para acopiar la cantidad de que disponía el décimo. E s­
tas relaciones se elevaron en 1999 y alcanzan los valores más elevados en
el año 2000. A partir de este año las relaciones de ingreso per cápita en­

128

© Flacso México
V Desigualdad en el ingreso en México, 1963-2014

tre el primero y décimo vuelven a caer y oscilan en alrededor de 22 y 26


hogares, respectivamente; nótese que a partir de 2010 este valor es muy
cercano al de 1984. Las relaciones entre los ingresos totales de los hoga­
res del décimo en relación con el primer decil se mantuvieron entre 11 y
14 en el lapso 2002-2014.
El cuadro V.4 perm ite observar que el marcado aumento de la des­
igualdad en 1989 respecto de 1984 fue producto de una caída en la
participación relativa en el ingreso de los prim eros nueve deciles y, por
lo tanto, de un acentuado aumento del décimo. En 1996 en relación
con 1994 (bienio en que los índices de G ini experimentaron una re­
ducción relativamente m arcada) se da el proceso inverso; los prim eros
nueve ganan participación relativa mientras que el décimo la pierde,
aunque el movimiento no fue tan pronunciado como el que se registró
en el quinquenio 1984-1989. E ste m ism o patrón se repite en 2 0 0 0 ­
2 0 0 2 y 2 0 0 8 -2 0 1 0 y corresponden a mediciones en años de retrac­
ción económica.

Cuadro V.4. Participación porcentual de los deciles de ingreso to tal per cápita: México,
1984-2014

Deciles 1984 1989 1992 1994 1996 1998 200 0 200 2 2004 200 6 200 8 201 0 201 2 2014

I 1.6 1.4 1.4 1.3 1.4 1.2 1.2 1.5 1.5 1.6 1.5 1.6 1.7 1.8

II 2.8 2.5 2.5 2.3 2.5 2.2 2.3 2.6 2.7 2.8 2.6 2.9 2.9 3.0

III 3.6 3.4 3.3 3.2 3.4 3.2 3.2 3.5 3.7 3.7 3.6 4.0 3.8 3.9

IV 4.5 4.3 4.3 4.1 4.3 4.3 4.2 4.6 4.6 4.7 4.6 4.9 4.8 4.8

V 5.8 5.4 5.3 5.2 5.4 5.4 5.4 5.6 5.7 5.7 5.7 6.0 5.8 5.8

VI 7.3 6.7 6.6 6.5 6.7 6.7 6.7 7.0 7.0 7.0 7.0 7.3 7.1 6.9

VII 9.4 8.4 8.3 8.3 8.4 8.5 8.5 8.7 8.6 8.6 8.7 9.0 8.7 8.4

VIII 12.1 10.8 11.0 10.9 11.0 11.0 10.9 11.2 11.0 11.0 11.2 11.5 11.1 10.8

IX 16.8 15.4 15.9 15.7 15.7 16.0 15.7 16.0 15.8 15.7 15.8 15.9 15.6 15.2

X 36.1 41.7 41.6 42.5 41.2 41.3 41.9 39.3 39.3 39.3 39.1 37.0 38.5 39.4

Fuente: ENIGH levantadas p o r el INEGI en 1984, 1989, 1992, 199 4, 1996, 1 99 8, 2 0 0 0 , 2 0 0 2 , 2 0 0 4 , 200 6,
2 0 0 8 ,2 0 1 0 , 201 2 y 2014.

¿Reducción tendencial o en escalón?

Una manera de encarar el tema de la significación estadística de los


cambios observados en los niveles de desigualdad consiste en someter a

129

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

prueba la hipótesis de que, en el periodo cuyo inicio es 1989, el índice de


Gini y las participaciones relativas del primero y décimo deciles forman
dos escalones, uno que se extiende entre 1989 y 2000, cuando la des­
igualdad es más elevada que la que se observó al finalizar la fase 1 (que
cubre el periodo 1963-1984), y otro que se ubicaría en un nivel inferior
que iniciaría en 2002 (Cortés, 2010: 73-77). S i esta hipótesis no fuese
rechazada se podrían distinguir tres fases en la evolución de la desigual­
dad en México: la prim era abarcaría de 1963 a 1984 y se caracterizaría
por la declinación del índice de G ini; la segunda iniciaría en 1989 y fi­
nalizaría en el año 2000, y en esta la desigualdad fluctuaría alrededor de
los valores más elevados del periodo. La tercera y última habría comen­
zado en 2 0 0 2 y se extendería hasta 2014.
Som eter a prueba esta hipótesis enfrenta limitaciones ya que no se
dispone de suficiente información estadística para identificar la reduc­
ción tendencial de la desigualdad en la primera fase, ni tampoco para
saber si el aumento de la desigualdad entre 1984 y 1989 fue estadística­
mente significativo.
Sin considerar el cambio de la desigualdad en la distribución del
ingreso en la prim era fase, tema que fue desarrollado en el segundo y
tercer apartados, el interés se centra, en lo que resta de esta sección, en
analizar el soporte estadístico de la idea de la existencia de dos fases
adicionales.
Ahora bien, para saber si los datos dan soporte a la idea de que
se tienen dos subpoblaciones — que denominaremos grupo 1 y grupo
2; en el 1 se incluye la información de la segunda fase (1989 a 2000),
y en el 2, la de la tercera (2002 a 2010)— se plantea la hipótesis nula:
G ru po1=G ru po2, contra la alternativa de una cola, G rupo 1>G rupo2,
para las pruebas de los coeficientes de G ini y la participación del décimo
decil; mientras que la hipótesis alternativa para la participación del pri­
mer decil es G rupo 1<G ru po2.
Com o paso previo a la realización de las pruebas estadísticas que se
emplearán enseguida, se sometió a prueba la hipótesis nula de normali­
dad empleando el test Jarque Bera.
Los resultados de las pruebas llevan a concluir que no se puede re­
chazar la hipótesis de que los dos coeficientes de Gini (del ingreso total y
del ingreso por persona) y las participaciones relativas del primero y dé­
cimo deciles siguen una distribución normal.

130

© Flacso México
V. Desigualdad en el ingreso en México, 1963-2014

Cuadro V.5. Prueba de Jarque Bera

Variable c2 Pr> c2
Gini 0.74 0.6893
GiniPC 1.01 0.6033
Decil I 0.34 0.8444
Decil X 0.56 0.7568

Fuente: Cálculos propios.

L a hipótesis nula de que las mediciones de desigualdad y participa­


ciones relativas son iguales en ambos grupos se contrastaron, en primera
instancia, utilizando la prueba no paramétrica de suma de rangos (tam ­
bién llamada test de Wilcoxon o de M ann W hitney), cuyos resultados se
muestran en el cuadro V.6.

Cuadro V.6. Prueba de suma de rangos

Variable z Pr> z
Gini 2.646 0.0081
GiniPC 3.008 0.0026
Decil I -3.004 0.0027
Decil X 3.000 0.0027

Fuente: Cálculos propios.

E sta información permite rechazar la hipótesis de que los coeficien­


tes de desigualdad de G ini tanto del ingreso total, como del ingreso per
cápita y las participaciones del primero y décimo deciles, son iguales en
la segunda y tercera fases, por lo que la evidencia estadística permite con­
cluir que la desigualdad declinó a partir de 2002.
Aprovechando el resultado de la aplicación del test Jarque Bera se
realizó la m ism a prueba pero usando el test t.

Cuadro V.7. Prueba t

Variable Valor de t Pr>t


Gini 4.1092 0.0009
GiniPC 5.8561 0.0001
Decil I -5.5718 0.9999
Decil X 7.1444 0

Fuente: Cálculos propios.

131

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Los resultados del cuadro apoyan nuevamente la idea de que las ob­
servaciones provienen de dos poblaciones estadísticamente distintas o,
dicho en otros términos, que se pueden diferenciar dos clases.
También se ajustó la ecuación:

Y = a + p * F ase 3 + s (1)

Fase3 es una variable dicotómica que asume el valor 1 para los obser­
vaciones de 2002 en adelante y el valor 0 de 1989 a 2000. Por otra parte,
la variable dependiente Y representa los coeficientes de Gini del ingreso
total, del ingreso por persona, y las participaciones relativas del primero
y décimo deciles.
Com o se muestra en el cuadro V.8 los efectos de la Fase3 son estadísti­
camente significativos en todas las regresiones,9 independientemente de que
la variable dependiente sea el ingreso total, el ingreso per cápita, las partici­
paciones relativas del primero o del décimo decil; las pruebas F muestran
qué tanto el término libre como la pendientes son distintos de cero y que los
coeficiente de determinación, ajustados según grados de libertad, fluctúan
entre valores un poco por debajo de 0.60 y por encima de 0.70.

Cuadro V.8. Regresiones de la variable Y sobre las fases 2 y 3

Var dep. G ini ingreso to ta l Coef. Error estándar t P>|t|

Fase3 -0.0227 0.005516 -4.11 0.002000

Constante 0.4817 0.004048 119.00 0.000100

R-cuadrado ajustado 0.57

F(1, 11) 16.89

Prob>F 0.0017

Var dep. G ini ingreso to ta l


Coef. Error estándar t R>lt\
p o r persona

Fase3 -0.0285 0.004880 -5.83 0.000001

Constante 0.5412 0.003581 151.13 0.000001

R-cuadrado ajustado 0.73

F(1, 11) 34.0

Prob>F 0.0001

C om o las variables dependientes de las cuatro regresiones varían entre cero y uno tam
bién se ajustó un modelo logit, que arrojó resultados equivalentes.

132

© Flacso México
V Desigualdad en el ingreso en México, 1963-2014

Cuadro V.8. Continuación

Var. dep participación del


Coef. Error estándar t P >t\
p rim e r decil

Fase3 0.2783 0.04995 4 5.57 0.000001

Constante 1.3117 0.036656 35.78 0.000001

R-cuadrado ajustado 0.71

F(1, 11) 31.0

Prob>F 0.0002

Var. dep. participación del


Coef. Error estándar t P>\t\
décim o decil

Fase3 -2.8893 0.4044132 -7.14 0.000001

Constante 41.7350 0.2967582 140.64 0.000001

R-cuadrado ajustado 0.81

F(1, 11) 51.0

Prob>F 0.0000

Fuente: C álculos p ropios co n los d a to s del c u a d ro V.5 de este cap ítu lo .

D ada la naturaleza de las variables dependientes, estas regresiones


tienen el peligro de violar el supuesto de homocedasticidad, en cuyo caso
las pruebas t asociadas a los coeficientes de regresión podrían llevar a
conclusiones erróneas.
Los resultados del cuadro V.9 muestran que no es posible rechazar la
prueba de igualdad de varianzas de los errores.

Cuadro V.9. Prueba de heterocedasticidad Breusch-Pagan/Cook-Weisberg

X Significación

Gini 0.01 0.9059

Gini por persona 0.52 0.4723

Partic. prim er decil 0.00 0.9764

Partic. décimo decil 2.55 0.1101

Fuente: C álculos propios.

La conclusión que arrojan las diferentes pruebas, incluida la no pa-


ramétrica, es la mism a: los indicadores de desigualdad en la fase 2 son
m ás elevados que en la 3. La desigualdad se habría reducido a partir del
año 2002. D espués de 2000, la desigualdad tendió a localizarse en un
nivel inferior que en el periodo 1989-2000.

133

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Síntesis a modo de conclusiones

Com o se ha visto en las secciones anteriores, se dispone de suficiente


evidencia estadística para distinguir tres fases en la evolución de la des­
igualdad. L a prim era se extendería desde los años sesenta hasta m edia­
dos de la década de los ochenta y se caracterizaría por una reducción
a ritmo lento de la inequidad que ya fue debidamente com entada en la
tercera sección de este trabajo.
En la primera fase que cubre de 1963 a 1984, dos años después de
la crisis petrolera de 1982, habría tenido lugar (recuérdese que estas ten­
dencias deben atemperarse por las limitaciones en los datos) una decli­
nación lenta pero persistente en la desigualdad en la distribución del
ingreso hasta alcanzar, en 1984, el punto más bajo de la serie que inicia
en 1963 y finaliza en 2014. La distribución del ingreso según deciles deja
ver con claridad que la reducción en la inequidad, en esa época, se origi­
nó en una pérdida sistemática en la participación relativa del décimo decil
en favor del cuarto al séptimo (tal vez octavo). En 1984 se necesitaba su­
m ar el ingreso de 23 personas o 10 hogares del primer decil para igualar
el de una persona o un hogar del décimo decil, respectivamente (véanse
los cuadros V.1 y V.2).
Los datos de este periodo nos permiten observar buena parte de la
época en la que México siguió las orientaciones del modelo sustitutivo
de importaciones, la cual se distinguió, entre otras cosas, por una pacto
entre el gobierno, los empresarios, los trabajadores, las clases medias or­
ganizadas y los campesinos (Tello, 2010: 229), este acuerdo social entra­
ñaba la subordinación del mercado a las directivas del Estado.10

10 El gobierno otorgaría subsidios en infraestructura básica: agua, energético, transpor­


te y comunicaciones a bajo costo; se ofrecerían los bienes y servicios públicos a precios
subsidiados; se daría todo tipo de apoyos al sistem a financiero y crédito a las activi­
dades productivas; el sistem a tributario no cobraría im puestos en exceso a las ac­
tividades productivas y los dividendos serían anónim os para fines tributarios. L a
industria del país debería dedicarse a la manufactura protegida de la competencia ex­
terna. En el acuerdo, los empresarios dejaban en manos del gobierno la política econó­
mica y social y actividades clave como los energéticos, pero en caso de diferencias se
recurriría en última instancia al presidente de la república (Tello, 2010: 230). Los tra­
bajadores gozarían de salarios reales crecientes, y de servicios como educación, salud y
seguridad social, control de precios de los bienes y servicios de uso generalizado como
transporte urbano, entradas al cine, leche, tortillas, huevos y pan. En contraprestación,

134

© Flacso México
V. Desigualdad en el ingreso en México, 1963-2014

A pesar de la crisis de la deuda externa de 1982 la tendencia a la caída


de la desigualdad se mantuvo, apoyando, ante la eventualidad, proporcio­
nalmente más a los sectores económicamente menos favorecidos. La es­
trategia de abatimiento de la inequidad fue consistente con la necesidad
de ampliar el mercado interno, alimentada también por razones ideoló­
gicas que se remontan al origen del Estado en una revolución popular
que buscó reducir la desigualdad económica (Tello, 2010: 153-186). La
ampliación del mercado y la legitimidad “revolucionaria” son fuerzas que
presionan a acelerar el proceso de redistribución de ingresos, pero están
limitadas por el hecho de que un aumento en el ritmo de caída podría le­
sionar el ahorro y la inversión y por esa vía la tasa de crecimiento econó­
mico (Przeworski y Wallerstein, 1988).
L a resultante es que desde mediados del siglo x x hasta 1984 se ob­
serva un delicado equilibrio entre las fuerzas que empujan a acelerar y las
que tienden a retardar la redistribución de los ingresos, equilibrio que es
consistente con el acelerado crecimiento económico de México en la épo­
ca del desarrollo estabilizador. Es a partir del segundo quinquenio de los
ochenta, con el advenimiento del nuevo modelo económico, que se rom­
pe el pacto que neutralizaba a las fuerzas opuestas y finalizan los años de
desigualdad decreciente.
A los equilibrios políticos y económicos hay que agregar la respuesta
de los grupos domésticos a la contracción económica. La severidad con
que golpeó la crisis de 1982 a los hogares del país desató una serie de in­
vestigaciones sobre las distintas maneras en que los grupos domésticos
situados en la base de la estratificación encararon las condiciones econó­
micas adversas.11 Los estudios realizados en México por antropólogos,
sociólogos, sociodemógrafos y economistas mostraron que los hogares
pobres enfrentados a las caídas abruptas de sus ingresos, provocadas por
la contracción económica, recurrieron a su fuerza de trabajo secundaria

los obreros se comprometían a mantener la dem anda salarial dentro de ciertos límites.
A los propietarios agrícolas y ganaderos se les ofrecía precios de garantía, sistemas de
almacenamiento, crédito creciente con tasa de interés subsidiada, seguro agrícola, tie­
rras con agua asegurada y apoyos de todo tipo para m ecanizar y m odernizar la activi­
dad agrícola. L os campesinos se comprometían a trabajar y mantener la seguridad y la
paz social en el campo (Tello, 2 010: 232-233).
11 Tuirán (1993) m uestra que los sectores m edios ajustan su presupuesto por el lado
del gasto.

135

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

(enviaron a trabajar a sus niños, jóvenes, ancianos y mujeres que en otras


circunstancias permanecerían en el hogar) y agruparon hogares para dis­
minuir el efecto de los costos fijos sobre el presupuesto familiar: G on ­
zález de la Rocha (1986, 1988), Chant (1988, 1991, 1994), Benería y
Roldán (1987), Benería (1992), Tuirán (1993), Selby et al. (1988), De
la R osa (1990); Cortés y Rubalcava (1991), García y de Oliveira (1994),
Cortés (2000) y H ernández (1997).12
La segunda fase inicia en un ambiente macroeconómico con fuertes
convulsiones: el p i b per cápita sufrió fuertes caídas en 1983 y 1986 (6 y
5.9%, respectivamente); en 1987, la inflación llegó a casi 160%, el mismo
año en que se redujeron las remuneraciones mensuales por persona ocu­
pada, mientras que la tasa de interés real fue negativa de 1982 a 1988. La
economía mexicana se recuperó en los años noventa, y aunque sufrió una
crisis profunda en 1994-1995 (entre 1995 y 2000, México creció en pro­
medio al 3.0% anual y cerró el 2000 con una tasa anual del 5.6%), la des­
igualdad en la distribución no regresó a los niveles de 1984, muy por el
contrario, se mantuvo durante la década de los noventa con los niveles de
desigualdad más elevados del periodo estudiado. El nuevo modelo eco­
nómico, orientado hacia el mercado internacional, apoyado por la firma
y puesta en operación del t l c a n , ha sido compatible con altos niveles de
desigualdad en el reparto de los frutos del crecimiento económico.
En este periodo se produce la variación más pronunciada en la des­
igualdad del ingreso corriente total y del ingreso corriente por persona.
En 1989 aumentó la participación relativa del décimo decil y disminuyó
la de los nueve primeros, lo que significó una reversión de la tendencia
que se había observado desde 1963: un aumento sistemático en la parti­
cipación relativa de los deciles intermedios (véase el cuadro V.4). Desde
1989 hasta 2000, el índice de Gini del ingreso corriente total fluctuó en­
tre el valor mínimo de 0.450 y el máximo de 0.493; en tanto que el coefi­
ciente del ingreso total por persona osciló entre 0.539 y 0.548. En la fase
1989-2000 era necesario reunir los ingresos de 30 a 34 personas o de 14
a 17 hogares del primer decil para igualar el ingreso del que disponía una
persona o un hogar del décimo decil (véase el cuadro V.3).

12 L os ajustes al presupuesto familiar en los sectores medios se hacen vía el gasto (Tuirán,
1993), por lo que no se reflejan en la distribución del ingreso.

136

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V. Desigualdad en el ingreso en México, 1963-2014

El inicio del cambio del modelo económico tuvo lugar al calor de una
disputa que en esencia se refería al peso que debían tener los elementos
que conforman la relación Estado/m ercado (Cordera y Tello, 2010: 2 8 ­
29). Unos planteaban más Estado que mercado, mientras que otros abo­
gaban y abogan, por más mercado que Estado.
Un argumento de Ravallion13 sintetiza muy bien el pensam ien­
to económico que aboga por más mercado y menos Estado. Este autor
plantea que una economía de mercado difícilmente puede dar satisfac­
ción a los que tienen menores recursos económicos en la medida que
tiende a canalizar los productos según el poder de compra. Cuando el
mecanismo de mercado se combina con el respeto a la propiedad pri­
vada los resultados suelen ser inequitativos, es decir, tienden a distri­
buirse desigualmente. A pesar de ello, la economía de mercado es el
mejor mecanismo conocido para guiar eficientemente la producción y
ajustar la oferta a la demanda, pero tiende a producir y reproducir p o ­
breza y desigualdad, y por tanto se hace necesario que el Estado inter­
venga para reducir estos efectos no deseados, lo que da sentido y justifica
las intervenciones gubernamentales en este tipo de sistem a económico
(Ravallion, 2016: 1). Dicho de otra manera, si bien la intervención del
Estado debe limitarse a garantizar los equilibrios macroeconómicos, la
política social es necesaria para corregir las “injusticias” del mercado.
El comunicado de John W illiam son con el que hizo saber que los
gobiernos de la región habían aceptado ampliamente la posición de las
agencias internacionales fue un hito en la discusión sobre cuánto E s ­
tado y cuánto mercado; era el momento en que veía la luz el denomina­
do Consenso de W ashington (Stewart, 1995: 27). En esta concepción
el mercado es el único mecanismo de asignación eficiente de los recursos

L a profusa obra de M artin Ravallion se presta para identificarlo como un economis­


ta neoliberal. El término tal como se u sa en este trabajo refiere al program a fundacio­
nal que surgió del “Coloquio Lippmann” de 1938 y del congreso de M ont Pélerin en
1947 (Amable, 2010), y que ha sintetizado Fernando Escalante (2015) del siguiente
m odo: i) “N o pretende eliminar el estado, ni reducirlo a su m ínim a expresión, sino
transformarlo de m odo que sirva para sostener y expandir la lógica de mercado” (E s­
calante, 2015: 21); ii) “E l mercado es fundamentalmente un m ecanismo para proce­
sar información, que mediante el sistem a de precios perm ite saber qué quieren los
consumidores, qué se puede producir y cuánto cuesta producirlo”, y iii) “O tra idea más
acom paña al modelo neoliberal en todas sus versiones: la idea de la superioridad técni­
ca, moral, lógica de lo privado sobre lo público” (Escalante, 2015: 21).

137

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

y cualquier interferencia en su accionar aleja a la economía del equilibrio


que maximiza el bienestar social. Por ello, el Estado debe tener una par­
ticipación económica mínima que solo se justifica cuando el funciona­
miento libre del mercado crea problemas sociales agudos que podrían,
eventualmente, poner en peligro la estabilidad política.14 En síntesis, los
grandes cambios que implica esta nueva orientación económica son: i) el
Estado debe ju gar un papel reducido respecto al mercado y ii) se finiqui­
ta la protección a los productores locales y los mercados internos se abren
a la competencia externa.
En la medida en que la política social correctiva hubo de esperar va­
rios años antes de ser aplicada, las tendencias al acrecentamiento de la
desigualdad en la repartición del ingreso sería la consecuencia teórica­
mente esperada de la preeminencia del mercado sobre el Estado.
En la tercera fase, que tiene lugar después del año 2000, el índice de
Gini del ingreso corriente total de los hogares mostró variaciones en el
intervalo 0.451-0.471, y el coeficiente del ingreso por persona fluctuó
entre 0.495 y 0.523. En 2002 se registra una disminución de alrededor
de treinta centésimas en los índices de Gini del ingreso total y del ingre­
so por persona, como resultado de una pérdida proporcional del décimo
decil y la ganancia de los restantes. Fueron el primero y segundo deciles
los que tuvieron un alza más marcada en su participación, con 20 y 14%,
respectivamente. Entre 2002 y 2014 la proporción del ingreso total que
corresponde a todos los deciles tuvo pocas variaciones. En esta tercera
fase se necesitó sumar los ingresos de alrededor de 25 personas o 13 ho­
gares del primer decil para igualar el ingreso de una persona o un hogar
del décimo decil.
L a caída de la inequidad en la tercera fase no se puede asociar a nue­
vos cambios estructurales como lo fueron las reformas de los ochenta y
noventa. Aún más, el gobierno que asumió el poder en 2000, aunque de
diferente signo político del que había gobernado por setenta años, se pro­
puso, sin éxito, completar las reformas de primera generación, pero fue
derrotado en la arena política al intentar llevar a cabo la reforma laboral
y la hacendaria, las cuales tuvieron que esperar para su aprobación hasta
la vuelta al poder del viejo partido.

14 Este planteamiento alinea perfectamente con las ideas matrices del programa neoliberal.

138

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V. Desigualdad en el ingreso en México, 1963-2014

D e 2001 a 2003 la economía del país entró en un periodo de decreci­


miento moderado y a partir de 2004 inició un proceso de expansión lenta
cuya tasa más alta fue la de 2006 (3.7% anual), proceso que fue abatido
por el alza en los precios de los alimentos, primero, y los efectos de la cri­
sis inmobiliaria estadounidense, después. El p i b per cápita cayó por de­
bajo de los niveles de 2006 en 2009 y 2010 y en los años posteriores se
recuperó lentamente, de modo que en 2014 alcanzó cifras de alrededor
de 6% por encima del alcanzado en 2006.
Por otra parte, en esta fase aumentó significativamente el gasto social
— datos de c e p a l (2012) muestran que, en relación al p i b , ha aumenta­
do de 6% en 1990 a 11% en 2 0 1 0 — y se puso en práctica la nueva polí­
tica social que ha privilegiado la focalización y la condicionalidad de las
transferencias monetarias entregadas por los program as sociales.
El program a bandera de los tres sexenios anteriores y de lo que va
de este, P rogresa/O portun idades,15 ha jugado el papel de estabiliza­
dor en el flujo de ingreso que reciben los pobres. Los recursos m oneta­
rios que entrega benefician preferentemente a los hogares rurales que
se encuentran en los deciles inferiores y dentro de ellos a los m ás p o ­
bres, reduciendo así la desigualdad en la distribución del ingreso entre
la población pobre (Cortés, Banegas y Solís, 2007; Banegas, 2011). En
consecuencia, dicho program a contribuye a dism inuir la intra e inter-
desigualdad y por tanto la desigualdad global. Sin embargo, hay que
señalar que alrededor de seiscientos mil hogares pobres, muy probable­
mente del prim er decil, no reciben los apoyos de O portunidades ni del
Program a Alimentario ( p a l ) , ya sea por no estar en el radio de acción
de las unidades de salud o de los planteles educativos, por habitar en
localidades aisladas muy pequeñas y dispersas, o por motivos adm inis­
trativos (Coneval, 2012).
Adem ás habría que agregar a los efectos de la política social los recur­
sos que emplean los hogares pobres en condiciones de apremio económi­
co para solventar sus necesidades (uso de la fuerza de trabajo secundaria
y aglomeración de hogares), aunque dichos recursos también muestran
señales de agotamiento (González de la Rocha, 2001, 2006).

15 Este program a en 2 0 0 0 cubría casi dos y medio millones de hogares, en 2 0 0 2 poco


menos que 4.25 millones y hacia 2010 alrededor de seis millones de hogares.

139

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

O tro factor de relevancia que incide sobre la relativa estabilidad del


primer decil en la participación del ingreso es que sus hogares no están
plenamente conectados a los mercados (por ejemplo, en 2010, el primer
decil percibía en especie un tercio de su ingreso total) lo que amortigua
los efectos de las fluctuaciones económicas.
L a elevación en la participación relativa en el ingreso de los h oga­
res de los deciles inferiores a partir de 2002, y que se ha mantenido
hasta 2014, no solo se debe a la autoexplotación forzada de su fuer­
z a de trabajo, a su lim itada conexión con los mercados y a la política
social, sino también a procesos económicos particulares que han em ­
pezado a ocurrir en la agricultura probablem ente como consecuencia
de la globalización. H ernández-Laos (2009) reporta crecimiento en la
ocupación y en los salarios rurales p o r aumentos en la productividad
en los cultivos de temporal (maíz, frijol, trigo, sorgo y arroz) y Giarraca
(2001) señala que los salarios rurales tienden a aumentar por la escasez
relativa de mano de obra rural debida al crecimiento en la dem anda
ejercida por las empresas multinacionales exportadoras de productos
agrícolas y a la escasez de mano de obra derivada de los flujos m igra­
torios del campo.
En cuanto al décimo decil, que alberga a los hogares de mayores in­
gresos, habría que señalar varios procesos concurrentes que ayudan a
entender las caídas de su participación relativa en el ingreso después de
cada crisis o contracción económica. Uno de los elementos, que ha sido
señalado como responsable de esta regularidad, pone la atención sobre
las políticas de austeridad económica que han aplicado los gobiernos
mexicanos, im pulsadas por el dogm a “déficit fiscal cero” para enfrentar
las crisis recurrentes, así como las políticas salariales de las empresas
m odernas. L a investigación ha m ostrado que a las contracciones eco­
nóm icas suceden, por una parte, las reducciones en el empleo, en los
sueldos y en los salarios reales de sectores sociales ubicados en el dé­
cimo decil como son los burócratas, los m aestros y em pleados univer­
sitarios (Rubalcava, 1998: 97-98, 128-139), cuyas retribuciones son
determ inadas institucionalm ente y no po r el mercado, y, por otra, al
hecho de que las em presas del sector privado reaccionan rebajando
costos, particularmente castigando salarios altos. En las empresas de
hoy, m ás que en el pasado, cuando cae la producción, las ganancias se
reducen proporcionalm ente m ás, debido a la existencia de im portan­

140

© Flacso México
V. Desigualdad en el ingreso en México, 1963-2014

tes costos fijos, asociados sobre todo con el pago a los m andos medio-
altos y altos.16
También hay que considerar que a partir de los cambios introduci­
dos en el modelo de desarrollo sustitutivo de importaciones, la economía
mexicana privilegió la exportación manufacturera pero no solo en el sec­
tor m aquilador sino también en actividades que requieren uso intensivo
de fuerza de trabajo calificada, lo que suele formar parte de los deciles
superiores, en especial del décimo. En épocas de expansión económica
crece la dem anda de fuerza de trabajo calificada, acicateada por el dina­
mismo exportador, lo que tiende a aumentar el premio, mientras que se
reduce en épocas de crisis (Millán, 2015: 78).
O tro elemento que ha sido señalado a raíz de la pérdida en la parti­
cipación relativa que ha experimentado el décimo decil, particularm en­
te a partir de 2002, tiene su origen en el excedente relativo de población
con educación terciaria (Esquivel, Lustig y Scott, 2010: 175-217; López-
Calva y Lustig 2010: 1-24; Lustig, López-Calva y O rtiz, 2012), resultado
de la política educativa emprendida en los últimos años por los gobiernos
del país (Hernández, Solís y Stefanovich, 2003; Hernández, 2004); sin
embargo, adem ás de ser uno más de los procesos ligados a la caída en
la participación del decil superior y por tanto a la desigualdad, hay que
tom ar en cuenta que si bien en él hay profesionistas, técnicos, trabaja­
dores de la educación y funcionarios públicos o privados, ocupaciones
en que tiende a prevalecer la educación terciaria, también se encuentran
oficinistas y comerciantes, vendedores y agentes de ventas, que forman
parte de las antiguas clases medias, aquellas que nacieron vinculadas a la
expansión de la gran empresa que requería fuerza de trabajo no manual
no calificada.
En síntesis, la lenta reducción de la desigualdad observada entre
1963 y 1984 fue consistente con la necesidad de crear mercado interno
y con la ideología de un Estado surgido de una revolución popular que
por restricciones políticas tuvo que cuidar el ritmo del proceso de redis­
tribución. En los años ochenta se asistió al cambio de régimen econó­
mico, al vuelco de la economía hacia el exterior y al dominio ideológico

16 El argumento de la reducción de los sueldos y salarios de los altos m andos de las em


presas privadas me fue sugerido p or el Dr. Julio López, profesor-investigador de la Fa­
culta de Economía de la u n a m .

141

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

del papel del mercado sobre el Estado, procesos que se acompañaron del
aumento de la desigualdad en la distribución del ingreso: las participa­
ciones relativas del primer y décimo deciles son, respectivamente, las más
bajas y las más altas (estas últimas solo comparables a las de 1963) del
periodo considerado en este trabajo. Es muy probable, pero es materia
de profundizar la investigación,17 que estos procesos sean una manifesta­
ción del aumento en la heterogeneidad estructural (H ernández, 2003).
En la tercera fase, la caída de la desigualdad en la distribución del ingre­
so a un escalón inferior al de la década de los noventa, se habría origi­
nado en un aumento en la participación relativa del primer decil que es
concomitante con cambios en la producción agrícola de temporal y de
exportación y el apoyo de la política social a los hogares pobres, sumado
a las estrategias que estos emplean para allegarse recursos para la super­
vivencia; el aumento de la tajada del ingreso en manos de los hogares en
la base de la estratificación social se combinó con la caída en la participa­
ción del decil superior que estaría relacionada con los resultados logra­
dos por la política educativa y el modo en que se ha insertado la industria
nacional en la globalización y el manejo del gasto público.
A lo largo del periodo que hemos analizado se observa que cada
vez que hay crisis o contracción económica la desigualdad disminuye.
E sta regularidad se advierte en 1984, a dos años de la crisis petrolera de
1982; en 1996, a un año del error de diciembre (1994-1995); también
en 2 0 0 2 (el prim er gobierno del p a n experimentó una contracción eco­
nómica pronunciada al inicio del sexenio y solo en 2004 el país logró re­
cuperar el p i b per cápita del año 2000) y, por último, también ha tenido
lugar en la medición de 2010 que registra los efectos del quebranto a la
economía de los hogares provocado por el alza internacional en el precio
de los alimentos y de la crisis económica originada en el sector inm obi­
liario estadounidense. N ótese, además, que el inicio de las tres fases en
el régimen de desigualdad está relacionado con convulsiones económi­
cas. También hay que destacar que las reducciones en la desigualdad,
asociadas a las crisis o retracciones económicas, provienen de una caída
abrupta en la parte del ingreso de los hogares del décimo decil. En ge­

17 En México se necesita estudiar la forma en que los hogares experimentan las conse
cuencias de las variaciones en la dispersión de productividades. Salvia (2010) lo inves
tigó para la Argentina.

142

© Flacso México
V. Desigualdad en el ingreso en México, 1963-2014

neral, la pérdida de participación del décimo decil ha significado ganan­


cias del primero al octavo deciles, mientras que el noveno ha tenido una
participación relativamente estable en los años de convulsiones econó­
micas que se ha mantenido prácticamente estable, en alrededor de 15.7
a 15.8% del ingreso corriente total.

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146

© Flacso México
V I. Exclusión social y discriminación étnica
en los orígenes de la desigualdad: Chile,
Colombia, México y Perú
Alicia Puyana

Introducción1

E n este trabajo se analiza la desigualdad que han sufrido y sufren aún


los pueblos indígenas y afrodescendientes en México, Chile, Colom bia y
Perú. Responde a la preocupación por explorar, desde la perspectiva de
la desigualdad horizontal (D H ), las brechas que separan a los pueblos
indígenas y afrodescendientes del resto de las poblaciones que confor­
man las naciones de estos países. N o obstante el avance formal en re­
conocimiento de los derechos políticos, sociales, culturales, colectivos y
territoriales, y en la creación de instituciones para instrumentar políti­
cas antidiscriminación, perdura una gran deuda social.
L a D H constituye un marco adecuado para estudiar la discrimina­
ción étnica. En efecto, a diferencia de la vertical, que existe entre indivi­
duos y hogares, la D H se refiere a las desigualdades entre grupos con
identificaciones compartidas, emanadas de la religión, la pertenencia a
un grupo étnico o de otros factores que crean solidaridades, como el ori­
gen regional, el género, las preferencias sexuales o incluso las profesiones,
el trabajo. Estas identidades se construyen, son fluidas y cambian al ritmo
de las transformaciones del entorno político, económico y social y se sos­
tienen con propósitos diversos, a veces con la intención de movilizar polí­
ticamente a ciertos grupos (Stewart, 2013). Sucintamente, la D H indica

Este trabajo actualiza y am plía el elaborado para la c e p a l : “ Desigualdad H orizontal


y discriminación étnica en cuatro países latinoamericanos. N o tas analíticas para una
propuesta de política”, Serie Estudios y Perspectivas, núm. 161, c e p a l , México.

147

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

“desigualdades en dimensiones económicas, sociales o políticas, en esta­


tus cultural entre grupos definidos culturalmente” (Stewart, 2013), estas
dimensiones señalan la complejidad del fenómeno, su carácter multifa-
cético. N i sus raíces ni sus manifestaciones se pueden reducir a un solo
aspecto; al ingreso, por ejemplo. Por lo tanto las soluciones no han de li­
mitarse a las transferencias de recursos o a la dotación de infraestructura.
Por ello es importante recalcar que la pertenencia a un grupo étnico no
es una decisión individual y, a más fragmentada la sociedad, más difícil es
superar esta discriminación y sus secuelas, lo cual en circunstancias par­
ticulares podría ser un logro individual pues, a ju zgar por la historia, la
movilidad grupal parece imposible.
Tres etapas marcan la larga marcha al reconocimiento de estos de­
rechos: a) la ciudadanía civil y política (1948-1979), b) la ciudadanía
social (1966-1988) y c) la ciudadanía étnica (1989-2007). En cada una
se adoptaron compromisos fundacionales.2 El antecedente latinoameri­
cano son la Convención de Pátzcuaro y el Congreso Indigenista, reali­
zados en la ciudad de Pátzcuaro, México, en 1940, y ratificados por los
cuatro países entre 1941 (México) y 1967 (Chile). Son un hito en la
historia de la política hacia la población indígena (PI) y, aunque imbui­
dos de paternalismo y asimilacionismo, dieron luz en Latinoamérica a
los institutos, a los congresos indigenistas y al indigenismo no exento de
serias críticas, pero cuya valoración actual sobrepasa el alcance de este
trabajo. O tro acontecimiento importante es el II Congreso Indigenista
Interamericano (Cuzco, Perú, junio de 1949), en el cual ya se sugiere la
autoidentificación para responder a las preguntas quiénes son, cuántos
son, dónde radican y cómo viven los PI.
En América Latina la D H étnica implica considerar la discrimina­
ción que padecen al menos dos grandes grupos poblacionales: los pue­
blos indígenas y las poblaciones afrodescendientes, una condición cuyo
origen se remonta a la Conquista y la Colonia. Para los primeros por el
sometimiento de la población aborigen y el despojo de sus tierras y para
la segunda por el tráfico de esclavos, además de razones de eficiencia la­
boral y tasas de rentabilidad. Esta doble discriminación y explotación
está en el centro del desarrollo de las estructuras políticas, sociales y eco-

Para una descripción porm enorizada de los acuerdos más importantes sobre los dere
chos de los PI y afrodescendientes, véase Puyana (2015).

148

© Flacso México
V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

nómicas de los países latinoamericanos y, según autores neoinstituciona-


listas, es la causa del relativo rezago económico que hoy ostenta la región.
El despojo de las tierras y el tráfico de esclavos reforzaron la desigualdad
de África y América Latina con relación a Europa y marcaron la senda
del desarrollo desigual, interno y externo.
U na manifestación de la D H étnica es la negación de su existen­
cia, conducente a la “invisibilidad” de las poblaciones indígenas y afro-
descendientes. E sta invisibilidad se manifiesta, entre otros factores, en la
ausencia, durante varias décadas, de información estadística básica por
etnias (la censal o la de nacimiento y defunción) sobre su estado, desa­
rrollo y participación en el progreso que han experimentado los países
de la región a lo largo de su existencia republicana. D atos censales con
información étnica, como se verá en secciones posteriores, son recientes
y escasos (tres censos en México, el país con el mayor número de censos
con preguntas sobre origen étnico). En general los datos son incompletos
y sesgados, en buena parte por privilegiar, para la identificación étnica, el
elemento lingüístico que reduce el tamaño de la población discriminada,
la amplitud del carácter multiétnico de las sociedades y la profundidad
de la discriminación étnica, la que se expresa en valorar a las personas
por el color de la tez. Al reducir el tamaño de la población a la parlante de
lengua indígena, se minimizan las brechas y los recursos para abatirlas.
El tema se desarrolla en este capítulo de la siguiente forma: en la se­
gunda sección, se presentan resumidamente los datos censales sobre el ta­
maño y peso relativo de la población indígena en la total para relievar su
importancia y la gravedad de haber omitido captar información sobre el
origen étnico de las sociedades latinoamericanas. En la tercera, se discuten
los principios de justicia distributiva, el marco conceptual y los elementos
centrales de la D H , así como las diferencias con la desigualdad entre in­
dividuos o vertical. La sección cuatro propone los orígenes de la D H que
padecen la población indígena y las comunidades afrodescendientes lati­
noamericanas no obstante los avances formales registrados al menos desde
los años sesenta. El quinto apartado estima la D H en sus múltiples dimen­
siones en México y establece la fuerte relación causal entre ser indígena y
habitar en zonas indígenas y sufrir discriminación social, cultural, econó­
mica y política y establece paralelos detallados respecto de la situación en­
contrada en Chile, Colombia y Perú. Aplica el concepto de D H para medir
las brechas en varias medidas de desarrollo social, político, económico y

149

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

aceptación cultural que separan a la P I de la no indígena y sugieren m e­


didas para acortarlas. La sección sexta presenta las conclusiones.

L a hora de la verdad: lo que los censos revelan

D esde finales del siglo x x , los Estados nacionales latinoamericanos in­


cluyeron, en el diseño de sus estadísticas, preguntas para captar el origen
étnico, indígena y afrodescendiente de sus poblaciones. O btener esta in­
formación es el primer y necesario paso para la adopción de los marcos
jurídicos derivados de los compromisos adquiridos y para diseñar e im-
plementar las políticas requeridas para eliminar la discriminación étnica.
Los criterios de identificación varían de país a país y en algunos de censo
a censo. Prácticamente en todos la clave de identificación es la lengua,
con modalidades en cada país. Así, en Perú se indaga sobre la lengua m a­
terna, mientras en Colom bia y México por la lengua hablada. Algunos
países usan dos métodos: lengua hablada y autoidentificación, primando
en Chile la autoidentificación. Un caso particular entre los cuatro países
explorados en este estudio es Colombia, en cuyo censo de población se
particulariza por autoidentificación a la población afrodescendiente.
L a información censal y de encuestas demuestra el carácter multiét-
nico de la población latinoamericana, es una radiografía de la situación
económica y política de los pueblos indígenas y afrodescendientes, ex­
pone la discriminación estructural y revela su ubicación en la sociedad.
En 2010, había en América Latina y el Caribe no menos de 671 pue­
blos indígenas y poblaciones afrodescendientes. La población indígena
en América Latina supera los 44.8 millones y, por regla general, las condi­
ciones de vida son rurales, de marginación e inequidad. Es un grupo he­
terogéneo, con realidades territoriales, demográficas y culturales de gran
diversidad y, por lo tanto, de gran riqueza. H ay pueblos que viven en “ais­
lamiento voluntario”, en asentamientos urbanos y grupos transnacionales
( c e p a l , 2013). La situación de cada grupo depende de su peso dem ográ­
fico y de su poder político. El común denominador es la discriminación
estructural expresada en exclusión y pobreza.
L a PI latinoamericana representa el 8.3% de la población regional
total y la afrodescendiente el 15.8%, de lo cual resulta que entre los dos
grupos étnicos suman el 24.1% de la latinoamericana. Es un conglomera­

150

© Flacso México
V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

do amplio cuya segregación implica serios problemas en el desarrollo so­


cioeconómico y político de la región y de cada país (cuadro V I.1). Señala
también la relevancia de los cuatro países para entender la D H étnica y
la gravedad del problema por la dimensión de la población segregada, no
menor a 50 millones (la cifra sube al tener información sobre la pobla­
ción afrodescendiente para todos). Los cuatro países concentran el 60%
del total de la PI latinoamericana, mientras solo el 38.1% de la población
total, desequilibrio que los señala como los de mayor indigenidad en la
región. D e los cuatro, y gracias a la revisión de los conceptos de identi­
ficación (sumando a los hablantes de una lengua indígena menores de
tres años, antes no contados), México, con 17 millones de PI, concentra
el 63% de este tipo de población entre los cuatro países y el 37.8% de la
regional. Perú ocupa el segundo puesto entre los cuatro, pero es el de m a­
yor indigenidad, medida esta por la razón entre el peso de la PI nacional
en la PI latinoamericana y el peso del país en la población total regional
(la razón aparece en la última columna del cuadro V I.1). Causas históri­
cas refuerzan esta importancia. En estos países residieron las civilizacio­
nes maya, azteca, inca, m uisca... entre muchas. Los primeros avances en
el reconocimiento de los derechos de estos pueblos se dieron en México
y en Perú, como veremos más adelante, y mientras México abolió los fue­
ros especiales de los pueblos indígenas en el siglo x ix , Colom bia los man­
tuvo y los utiliza para la reforma agraria y la devolución de las tierras de
los resguardos a los indígenas originales propietarios.

Cuadro VI.1. Estructura poblacional por origen étnico en Chile, Colombia, México y Perú
según ú ltim o censo

Estructura poblacional según censos. Participación Participación de cada


M illones habitantes PI en: país en:

No Total de la Afrodes- % Pob. A = PI


Indígena Indígena población cendiente % PI Nal. Latinoam. B= Pob. Razón
(1 (22 (3) (4) Cuatro* 1/3 1/1 total 3/3 A/B

México 16.9 95.4 112.3 ND 62.8 15.0 37.7 20.9 1.8

Chile 1.4 15.6 17 ND 5.2 8.2 3.1 3.2 1.0

Colom bia 1.6 40.9 4 6 .4 4.02 5.9 3.4 3.6 8.6 0.4

Perú 7.0 22.3 29.3 ND 26.0 23.9 15.6 5.4 2.9

Total cuatro* 26.9 174.2 205.0 100.0 13.1 60.0 38.1 1.6

A. LATINA 44.8 408.5 538.2 84.85 60.0 8.3

* M éxico, Chile, C o lo m b ia , Perú.

Fuente: Elaborado con base en Puyana (2 0 1 5 ) y CEPAL (2013).

151

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Desigualdad, pobreza, justicia distributiva y D H

L a desigualdad y sus efectos en la sociedad y el individuo son tema re­


currente de filósofos, políticos, econom istas y sociólogos, que la han
definido prim ero, a partir de la dignidad humana y sus derechos; se­
gundo, por el contrato social, de R ousseau y renovado por John Rawls
y, en el liberalism o de John Locke, revitalizado por R obert N ozick
(Stew art, 2013).
Sm ith trató la desigualdad de los individuos, la cual afecta su capa­
cidad de trabajar y de funcionar en la sociedad. Consideró legítima una
distribución que favoreciera el capital y permitiera a todos vestirse decen­
temente e ir a misa sin avergonzarse. El crecimiento económico paliaría
la pobreza; sin alterar la distribución de la riqueza, el orden social o los
derechos de propiedad, garantizaba igualdad de oportunidades y libertad
de elección, algo central en la economía clásica y contemporánea.
En la concepción liberal, el Estado es garante de la justicia distributi­
va sobre la base de la humanidad compartida por todos los seres hum a­
nos y los méritos individuales, y esa entidad establece que nadie puede
padecer irrespeto ni limitaciones a su desempeño social solo por ser p o ­
bre. Por lo tanto, ninguna sociedad se desarrolla armónicamente si la m a­
yor parte de sus miembros vive en pobreza o miseria, pues desaparecen
las bases para el respeto y la confianza mutuos. D e allí la necesidad de
transitar de la distribución igualitaria del respeto a la distribución me-
ritocrática de los recursos, siempre que no perpetúe la desigualdad. Por
la causalidad entre pobreza (privación de capacidades) y desigualdad, los
programas que, centrados en la erradicación de la pobreza, ignoran la con­
centración del ingreso, reflejan una concepción moralmente estrecha de
equidad (Sen, 1993).
Sin embargo, la preocupación por la pobreza y la desigualdad de
grandes estratos sociales es un tema relativamente nuevo en la econo­
mía y en el quehacer político, cuestión que se deja o tom a según el ciclo
económico, la atmósfera política y los paradigm as dominantes. Apareció
con las independencias después de la primera y segunda guerras mun­
diales, de la mano de la economía del desarrollo. Recientemente, con
los derechos humanos sociales y económicos, que garantizan un acceso
mínimo a la salud, la educación y la vivienda. Luego, desde las reformas
estructurales y la liberalización de la economía, la preocupación se tras­

152

© Flacso México
V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

ladó a aliviar las expresiones más agudas de la pobreza extrema, mien­


tras la ética social concibe como normal la precarización del empleo, los
salarios reales, la alimentación y la ascendente concentración del ingre­
so. La responsabilidad social para paliarlos retrocede, caen la carga tri­
butaria y el sentido distributivo de los impuestos y del gasto social y
surgen los program as de pobreza con transferencias focalizadas, critica­
dos por Sen (1993).
H oy se analiza la desigualdad desde la perspectiva intrínseca y la ins­
trumental. La primera expande los argumentos sobre justicia y distribu­
ción, y la segunda centra el análisis en los efectos de la desigualdad sobre
objetivos socialmente aceptados. D esde esta segunda óptica, la desigual­
dad puede ser positiva al estimular la emulación y acelerar el crecimiento
económico y porque todos los individuos tienen el derecho de poseer la
riqueza, fruto de su trabajo. Las perspectivas negativas señalan la inequi­
tativa distribución del capital social o la imposibilidad de acceder al cré­
dito, ampliar la actividad económica y adquirir ventajas de escala, además
de la inestabilidad social y política de la concentración del ingreso. La
concentración del ingreso y de la propiedad dificulta las reformas ace­
leradoras del crecimiento y catalizadoras del bienestar social (Raghu-
ram, 2010). Y además de que desestimula las inversiones no divisibles
(en educación) y anula los efectos sobre el crecimiento de las inversio­
nes en capital humano, la desigualdad alienta pujas distributivas, conflic­
tos sociales y violencia.

Las dimensiones que integran la D H

Con propósitos analíticos, se pueden distinguir cuatro áreas de D H que


precisan la trayectoria y la intensidad de las brechas: 1 ) participación
política, 2 ) aspectos económicos, 3) aspectos sociales y 4) estatus cultu­
ral. C ada campo se compone de factores de diversa importancia. Así, la
participación política (o no tener participación política) se manifiesta en
todas las esferas de gobierno: la central, la regional y la local, en todos los
poderes, y en las fuerzas de policía y el ejército. Los elementos económi­
cos de la D H se refieren a la propiedad en todas las formas de activos
(tierra, recursos financieros, capital social), acceso a empleos y salarios.
Los factores sociales son, además de acceso a los servicios, los logros en

153

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

educación y salud, por ejemplo, y en cuanto a estatus cultural, el grado


de reconocimiento social o la falta de este, de sus costumbres y prácticas
(Stewart, 2013: 13). H ay relación causal y continua retroalimentación
entre estas áreas: no acceder a la educación conduce a oportunidades
laborales desventajosas y a poca participación política, la cual a su vez
genera falta de atención fiscal y escasa dotación de infraestructura so­
cioeconómica, con las secuelas de bajo crecimiento, menores ingresos y
m ás pobreza, y no valoración cultural. La D H , como la discriminación
étnica, sostenida por largos periodos en América Latina, crea círculos de
pobreza, de los cuales ni los grupos ni los individuos escapan fácilmente.
E sta perpetuación de la desigualdad — percibida como injusta por los
grupos que la sufren— da pie a conflictos sociales que en oportunidades
han devenido en confrontaciones e incluso en guerras, y de los cuales
no han estado totalmente ajenos nuestros países.

De la desigualdad vertical a la horizontal: nuevos criterios


para la desigualdad

En esta sección se discuten las diferencias entre la desigualdad vertical


y la horizontal y se presentan los motivos por los que es necesario avan­
zar desde la prim era hacia la segunda (Stewart, 2013; Stewart, Brown
y Mancini, 2005). Algunos elementos de la desigualdad vertical (D V )
entre individuos, aceptables con base en los fundamentos liberales de
Rawls y N ozick, entre otros, son inaceptables al aplicarlos a grupos po-
blacionales, y las políticas para rectificar o aminorar la D V son inefi­
cientes o negativas para paliar la horizontal, lo cual requiere acciones de
diversa naturaleza.
D esde una perspectiva instrumental economicista, cierta desigual­
dad vertical entre individuos puede ser aceptable, asumiendo que el con­
trato social garantiza la igualdad de oportunidades, caso en el cual la
distribución óptima sería aquella que maximice la eficiencia y el produc­
to. En estas condiciones, un tanto de desigualdad vertical puede ser un
estímulo para la emulación y para elevar la productividad y el ingreso in­
dividual. En estos términos instrumentales, es posible que la desigualdad
eleve el ahorro y las inversiones y con ello el potencial de una economía.
H ay que preguntar cuál es el grado de desigualdad que induce estos efec­

154

© Flacso México
V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

tos de eficiencia medida por resultados y cuál los reprime. La desigualdad


extrema, como la latinoamericana, es negativa en términos de eficacia y
eficiencia productiva, pues limita el mercado interno y, lejos de ser cata-
lizadora de emulación, inhibe la competencia y reduce el capital humano
de toda la sociedad, ya que las personas más pobres probablemente estén
desnutridas, poco educadas y tengan limitado acceso a los servicios de
salud (Birdsall, 2006). La equidad en la distribución es deseable y ju s ­
ta solo si de este modo los más pobres estuvieran mejor, lo cual ocurre
cuando estos captan un ingreso mayor que los no pobres y lo reciben con
la distribución equitativa por resultados.
En términos de equidad horizontal, la justicia distributiva no pu e­
de basarse en la distribución por resultados instrumentalista, ya que
sería aceptar que los grupos que se diferencian por etnia, género, len­
gua, religión, etc., tienen menores ventajas comparativas, valoran menos
el esfuerzo u otorgan menor valor al ingreso. Por ello, si por centurias
grandes grupos de población, no han tenido acceso a la tierra o a la bue­
na educación, sus menores resultados en eficiencia no pueden atribuir­
se a su pertenencia al grupo étnico o a alguna característica cultural ya
que son el producto de factores sobre los cuales no pudieron actuar. De
igual forma, si por bajos resultados económicos (pobreza, salud defi­
ciente, baja educación), durante siglos, este grupo es discriminado con
base en criterios que escapan a su control, como los factores étnicos o
por vivir en una región, la distribución por méritos pierde toda ju stifi­
cación instrumental. En este sentido, los grupos enfrentan desigualdad
de oportunidades.
E sta aproximación conduce a revisar los elementos que justifican la
desigualdad, por ejemplo, por el origen justo o legítimo de la propiedad
o de los derechos de propiedad, cuyo respeto son base del contrato social.
Entre estos derechos legítimos de propiedad están los bienes heredados,
los cuales producen desigualdades de origen. Pero cuando por generacio­
nes grupos sociales diferenciados han sufrido pobreza de patrimonio, las
herencias afectan la distribución y reproducen la desigualdad, incluso si
la distribución es legítima. Esto es más grave cuando grupos enteros per­
dieron sus posesiones (por ejemplo, la tierra) usurpadas violentamente o
por vericuetos legales. Es necesario entonces aplicar el principio de resti­
tución, ya que algunas personas roban, estafan o esclavizan y por lo tan­
to sus bienes no fueron adquiridos legítimamente, incluidos los bienes

155

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

heredados obtenidos ilegítimamente; es necesario rectificar y aplicar cri­


terios redistributivos. Stewart (2013: 4) añade que la redistribución de­
penderá de lo que la sociedad considere legítimo o no, y se agregaría que,
al tratarse de la desigualdad de las poblaciones indígenas y las afrodes-
cendientes, ¿qué espacio temporal cubre la calificación de desposesión
ilegítima de las posesiones, en sus más amplios sentidos, y el derecho a
heredarlos? ¿Cóm o valorar el impacto de la desvaloración de su patrim o­
nio cultural y enmendar el daño?
Q ue las sociedades étnicamente diversas suelan registrar menor cre­
cimiento económico se atribuye a la desigualdad étnica de oportunidades
padecida por largos periodos (Stewart et al., 2005: 5-7). N o obstante,
por las razones instrumentales argüidas, no es factible reducir la des­
igualdad individual sin haber remediado previamente la grupal (Easterly
y Levine, 2000; Montalvo y Reynal-Querol, 2005). Resulta difícil, si no
imposible, reducir el Gini de concentración del ingreso total si previa­
mente no se abate la D H .

L a D H y los pueblos indígenas y afrodescendientes


de América Latina

La comprensión de la D H en América Latina implica considerar la dis­


criminación sistemática que padecen al menos dos grandes grupos de
población: por una parte, los originarios pueblos indígenas y, por la otra,
las poblaciones afrodescendientes (en Colom bia se ha incluido a los
rom, o descendientes del pueblo gitano). Si bien los orígenes y natura­
leza de la D H que afecta hoy a estos pueblos son diferentes, los indica­
dores parecen sugerir que en cierta medida la desigualdad que padecen
los afrodescendientes puede ser más grave en el sentido de que no se
pueden, como los pueblos indígenas, diferenciar y autoidentificar por
lengua para alegar ciertos derechos. La desigualdad de am bos grupos
respecto de la población blanca o de origen europeo surge durante la
Conquista y la Colonia. Para la población indígena por el sometimiento
y el despojo de sus tierras y, para los afrodescendientes, por el tráfico de
esclavos, también de origen colonial, y por razones de eficiencia laboral y
tasas de rentabilidad. El despojo de las tierras y el tráfico de esclavos re­
forzaron la desigualdad de África y América Latina con relación a E u ro­

156

© Flacso México
V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

pa y marcaron la senda del desarrollo desigual, interno y externo. Así, se


podría sugerir como punto de partida del análisis de este complejo p ro­
blema que la discriminación étnica surgió en la Conquista, se consolidó
en la Colonia y se perpetuó en la República, en virtud de la estructura
de poder heredada de aquellas y por la definición de políticas que han
recreado la D H objeto de este trabajo y por prácticas sociales basadas en
ideologías de corte racista.
L a desigualdad étnica en América Latina forma parte integral de
la fragmentación que caracteriza la región como la más inequitativa del
mundo: las brechas entre géneros, entre el campo y la ciudad, entre el
capital y el trabajo, de la población con capacidades diferentes, o con
distintas preferencias sexuales o entre regiones. L a étnica es una de las
m ás graves, pues se hizo invisible con las falsas prem isas de que ante la
ley, por m andato constitucional, todos los ciudadanos son iguales, pues
igualdad formal en situaciones de gran desigualdad real puede ser el ve­
hículo de la reproducción de las distancias entre los que todo lo tienen
y los que de todo carecen. C asi todas las nuevas repúblicas, a poco tiem­
po de instauradas y lejos de haber consolidado la nación, eliminaron
el fuero especial a los indígenas creado por el gobierno español, tanto
para protegerlos como para reducir el creciente poder de los funciona­
rios coloniales o para garantizar la producción agrícola y la tributación,
pero, en las condiciones de la gran inequidad de la Colonia (H um boldt,
1822), no era concebible un pacto social basado en justicia y ciudada­
nía para todos los miembros de la sociedad, sin distinción alguna. D u ­
rante las guerras de independencia se decretó en varios países la libertad
de los esclavos para alistarlos en los ejércitos republicanos (G ros, 2001).
En la ideología de las élites criollas, la soberanía popular y la ciudadanía
eran indispensables para el ejercicio del poder político, pero “las consti­
tuciones definían a la vez que presuponían, al ciudadano ideal a quien
otorgaban derechos políticos y convertían así en miembros de la comuni­
dad política nacional” (Z arza, 2010: 2641). Así, en el siglo x ix la ciuda­
danía cobijó a la élite masculina ilustrada y con solvencia económica, lo
cual significó crear ciudadanos iguales en medio de gran desigualdad en
derechos (Z arza, 2010: 2650). Ayala (1995) revisa brillantemente los de­
rechos indígenas en las constituciones de las nuevas repúblicas y la evo­
lución luego de las iniciativas de la o i t plasm adas en los convenios 107
de 1976 y 169 de 1989.

157

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

L a dimensión de la D H

E sta sección presenta las brechas existentes entre los pueblos indígenas
y las poblaciones afrodescendientes a partir de la información censal y
de otras fuentes especializadas. El análisis se inicia con México, dado
que posibilita observar, primero, las brechas en áreas geográficas con p o ­
blación predominantemente indígena para proponer una aproximación
a una de las denominadas trampas de la pobreza: vivir en zonas depri­
m idas y, segundo, estimar la trayectoria de la D H con los datos de tres
censos: 1990, 2000 y 2010. En lo factible, se presentan referencias a las
brechas en Chile, Colom bia y Perú.
Para estim ar las brechas que identifican a la población indígena en
los territorios considerados como predom inantem ente indígenas, se
parte de la clasificación de los municipios por el peso de la población
de este tipo en la total. Buena parte de ella vive en com unidades rura­
les, se dedica a actividades rurales en zonas deprim idas, por lo que el
estudio de la desigualdad social se enriquece cuando se integra el fac­
tor de las “desigualdades espaciales”, ya que el lugar o región de resi­
dencia im pacta en las posibilidades de movilidad individual y grupal
(Stew art, 20 1 3 ; D u tta y N agarajan, 2 0 0 5 ). L a C om isión N acional
para el D esarrollo de los Pueblos Indígenas ( c d i ) (2009) propone,
para lograr mejor comprensión de la gravedad de la discriminación h a­
cia los pueblos indígenas, determ inar las regiones indígenas, tarea com ­
pleja, ya que:

En térm inos cuantitativos, esta com plejidad se expresa en el hecho de que


60% de la población indígena, aproxim adam ente 6 .02 millones de p erso­
nas vive en los m unicipios indígenas — cuando la población indígena re­
presenta m ás del 40% de la población m unicipal— , m ientras que el resto,
es decir, cerca de 4.2 millones habita en m unicipios con m enor participa­
ción proporcional. Estos m unicipios contienen 24 090 localidades indíge­
nas, con alta m arginalidad y rezago, de las cuales un núm ero elevado son
pequeñas y dispersas” ( c d i , 2009: 1).

M unicipios y localidades se ubican en estados predominantemen­


te indígenas y conforman regiones con elevada intensidad de pobreza y
desigualdad, en todas o en algunas de las dimensiones de la desigualdad

158

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V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

señaladas, y constituyen áreas territoriales en las cuales es difícil escapar


de la situación de rezago (Bird, H iggins y H arris, 2010). Por estas ra­
zones, entre otras, es interesante estimar la D H con enfoque espacial, al
menos desde los municipios, perspectiva no suficientemente considera­
da en las normas, program as o planes de desarrollo y de atención a los
pueblos indígenas y poblaciones afrodescendientes.
A l tratar regionalmente el tema de la D H y las brechas entre los
pueblos indígenas y las poblaciones afrodescendientes y aquellas que
no se clasifican como tales, es factible estudiar algunos efectos deriva­
dos de las diferencias en especialización productiva, de la orientación
de algunas políticas económicas y del gasto social, y determinar en qué
m edida estos elementos intensifican o reducen las brechas. S e ha de­
tectado, por una parte, que el ingreso rural y agrícola desciende en el
total y que la intensidad y las brechas de la pobreza son mayores en las
áreas rurales que en las urbanas y en el total nacional, lo que motiva la
migración; por la otra, que ciertas políticas macroeconómicas y el gasto
social per cápita, orientado por criterios utilitaristas de eficiencia, tien­
den a ser mayores en las regiones y en estados m ás desarrollados, mejor
dotados de infraestructura económica, social e institucional y menos
rurales (Puyana et al., 2005).
L a c d i (2009) clasificó los 2454 municipios mexicanos en seis gru­
pos, según el peso de la población indígena en el total, y de acuerdo con
este criterio propone los siguientes cinco tipos de municipios:

A : si la población indígena concentra más del 70% de la total.


B: si la población indígena concentra entre el 40 y el 69% de la
total.
C : si la población indígena concentra menos del 40% de la total,
pero tienen más de cinco mil habitantes indígenas.
D : si la población indígena concentra menos del 40% de la total y
tiene menos de cinco mil habitantes indígenas, incluidos tres m u­
nicipios en Michoacán y Morelos con habitantes que hablan va­
riaciones de náhuatl.
E : con población indígena dispersa.
F: sin población indígena. Son 22 municipios con un total de 17 000
habitantes.

159

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Para efectos de este trabajo, se agrupan los municipios E y F en uno


solo, el E.
Con la finalidad de medir el atraso de los cinco tipos de municipio
arriba mencionados, se aplicó el índice de rezago social del Coneval. Los
municipios fueron agrupados en categorías, de manera que estas fueran
lo más homogéneas posible y hubiera las mayores diferencias entre una
y otra. L a variable resultante de esta estratificación es el grado de rezago
social, y cinco las categorías del grado de rezago social, que van de muy
alto a muy bajo.
Para verificar la relación entre indigenidad y rezago social, se calcu­
ló el peso de los m unicipios según la presencia de P I en los diferen­
tes grados de rezago social. L os resultados para 2010 aparecen en los
cuadros V I.1 y V I.2 , en los cuales emerge claram ente que dicha rela­
ción sí existe y es fuerte y, en segundo término, que hay un relativo “ex­
ceso de frecuencias”, o sobrerrepresentación, de los municipios A y B
en los tres mayores grados de rezago social y déficit o m enor frecuen­
cia en los m enores. Por otra parte, se constata que dicho “exceso de
frecuencias” se presenta en los grados m ayor y m edio de rezago, que
prácticam ente desaparece en los m unicipios B y se torna en “déficit”
a partir de los m unicipios C , en los cuales hay sobreparticipación en
los grados m edio y bajo de rezago, y déficit elevado en los grados de re­
zago muy alto y alto. Las celdas som breadas del cuadro V I.3 sugieren
el exceso de representación de los municipios en determ inado grado
de rezago.
A mayor peso de la población indígena en la municipal, mayor la
sobrerrepresentación de los municipios en los grados de rezago alto; y
a m enor peso de la población indígena, superior su subrepresentación
en los grados bajos de rezago. E l residual ajustado, o la diferencia en­
tre las frecuencias observadas y las esperadas en cada celda y el residuo
resultante, están expresados en unidades de desviación estándar por
encima o por debajo de la media. Según Agresti y Finlay (1997), un
valor de la residual ajustada superior a -3 o 3 es una fuerte evidencia
de asociación. En el cuadro V I.3 , las celdas som breadas presentan los
valores m ás extremos de los residuos. Entre los resultados obtenidos
en 2005 y los obtenidos para este trabajo, se encuentra que se eleva­
ron los valores de los residuos, es decir, la sobrerrepresentación de los
m unicipios escaló.

160

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V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

Cuadro VI.2. Tipo de m unicipio según nivel de concentración de la población indígena.


M éxico, 2010

Habitantes Porcentajes

Distribución D istribución de Porcentaje


Número de la PI la población de la PI con
Tipo de Población Población p o r tip o de to ta l p o r tipo relación a la
de m unicipio m unicipios indígena to ta l m unicipio de m unicipio población to ta l

A) Más del 70%


de la poblac¡ón
¡ndígena 468 4 694 923 5 283 947 42.17 4.70 88.85

B) Entre el 40 y
6 9 % de la po-
blac¡ón ¡ndígena 156 1 805 799 3330132 16.22 2.96 54.23

C) M enos del
4 0 % de la po-
blac¡ón ¡ndígena 239 3 644 1 05 59706935 32.73 53.15 6 .1 0

D) Poblac¡ón ¡n-
dígena d¡spersa 1561 987 735 43 975 087 8.87 39.15 2.25

E) S¡n poblac¡ón
¡ndígena 32 0 40 437 0 .0 0 0.04 0 .0 0

Total 2456 11 132562 112 336 538 1 0 0 .0 0 1 0 0 .0 0 9.91

Fuente: C á lculos p ro p io s co n base en < h ttp ://w w w .c d ¡.g o b .m x /¡n d e x .p h p ? o p t¡o n = c o m _ c o n te n t& v ¡e w =
art¡cle&¡d=2578:catalogo-de-local¡dades-¡nd¡genas-2010&cat¡d=38:¡nd¡cadores-y-estad¡st¡cas&Item ¡d=54>.

Cuadro VI.3. Municipios según grado de rezago social. M éxico, 2010

Grado de rezago social

M u y alto A lto M edio Bajo M u y Bajo Total

T¡po de mun¡c¡p¡o Más de 70% de PI

O bseivado 264.0 113.0 8 8 .0 2 .0 1 .0

Esperado 8 .0 78.2 179.9 74.5 50.4 468

Res¡dual ajustado 23.9 4.8 -9.7 - 1 0 .2 - 8 .2

T¡po de mun¡c¡p¡o Entre 4 0 y 69% de IP

Observado 48.0 47.0 57.0 4.0 0 .0

Esperado 28.3 26.1 60.0 24.8 16.8 156

Res¡dual ajustado 4.2 4.6 -0.5 -4.7 -4.5

T¡po de mun¡c¡p¡o M enos de 4 0 % de PI

Observado 8 .0 32.0 67.0 40.0 92.0

Esperado 43 .4 39.9 91.9 38.1 25.7 239

Res¡dual ajustado -6.3 -1.4 -3.5 0.4 14.6

T¡po de mun¡c¡p¡o Poblac¡ón ¡ndígena d¡spersa

Observado 1 2 0 .0 213.0 720.0 340.0 168.0

Esperado 283.3 260.8 600.2 248.6 168.1 1561

Res¡dual ajustado -18.0 -5.4 10.4 1 0 .6 - 0 .1 1

Total
440 405 932 386 261 2424
Observado

Fuente: Cálculos prop¡os con base en Coneval (2010).

161

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Abajo se ilustran, desde la perspectiva de los tipos de pobreza, las


brechas y su evolución, para demostrar la precariedad de la situación en
los municipios, según el grado de indigenidad, lo que confirma las tram ­
pas geográficas de la pobreza (cuadro V I.4).

Cuadro VI.4. Brechas de la pobreza en municipios según concentración de población


indígena. M éxico, 1990-2000-2010 (Porcentajes y razones)

Pobreza en los m unicipios clasificados según concentración de población indígena, 1990-2000-2010

Pobreza de
Pobreza alim entariaa Pobreza de pa trim o n io c
Tipo de m unicipio capacidadesb

1990 20 0 0 2010 1990 2000 2010 1990 2000 2010

Más de 70% de
53.6 69.7 52.7 62.4 76.0 63.0 80.8 87.8 83.9
población indígena

Entre 4 0 y 69% de
4 7.9 58.2 42.6 56.7 65.3 52.6 76.5 80.5 75.57
población indígena

M enos de 4 0 %
28.5 31.8 24.0 36.6 39.2 32.4 58.7 58.9 56.34
población indígena

Población indígena
32.6 36.8 26.1 4 1.0 44.0 34.9 63.0 62.2 59.53
dispersa

Ratios

Razones 1990 2000 2010 1990 2000 2010 1990 2000 2010

A/A 1 .0 0 1 .0 0 1 .0 0 1 .0 0 1 .0 0 1 .0 0 1 .0 0 1 .0 0 1 .0 0

B/A 0.89 0.83 0.81 0.91 0 .8 6 0.83 0.95 0.92 0.90

C/A 0.53 0.46 0.46 0.59 0.52 0.51 0.73 0.67 0.67

D/A 0.61 0.53 0.49 0 .6 6 0.58 0.55 0.78 0.71 0.71

a Ingreso in fe rio r al costo de la canasta a lim e n ta ria ; b Ingreso in fe rio r al costo de alim e n ta c ió n , salud y educa­
ción básicas; c Ingreso in fe rio r al costo de alim e n ta ció n , salud y educación, h ab itación y tra n s p o rte básicos.

Fuente: Elaboración p ro p ia con base en INEGI, Censos de Población 1 9 9 0 , 2 0 0 0 , 2 0 1 0 e INEGI (2011).

En esta medición de las brechas sobresale que los municipios A tie­


nen indicadores de mayor pobreza, en especial de pobreza patrimonial y
capacidades, y si bien mejoraron respecto de la pobreza alimentaria, no
sucedió lo mismo en pobreza de capacidades y de patrimonio. En todas
las medidas se amplió la brecha que los separa de los municipios con m e­
nor concentración de población indígena.
Para finalizar este repaso de D H y de brechas étnicas se presenta
información resumida a partir de los censos de población. El énfasis se
centra en México, en donde no hay ni registros de las poblaciones afro-
descendientes ni instituciones especiales como la c d i .

162

© Flacso México
V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

En términos de la estructura y la dinámica demográfica mexicana,


todas las instituciones presentan cifras que sugieren menor tasa de cre­
cimiento intercensal de la población indígena, de suerte que la propor­
ción de la población que se declara hablante de alguna lengua indígena
pasó del 10.57%, según el censo de 1990, al 7.13% y al 6 . 6 % del total
de la población nacional censada en 2000 y 2010, respectivamente. En
esa dinámica decreciente de la proporción resultante de la autoidentifi-
cación lingüística, se colige el descenso generalizado de la población in­
dígena en el total, tendencia que solo se prueba para México que dispone
de tres censos. A continuación se presentan datos sobre aspectos socia­
les y de acceso a servicios de México con referencias a los demás países
para ilustrar que las brechas continúan sin mayor cambio, no obstante la
profusión de acuerdos, conferencias y leyes firmados, y de la creación de
complejas instituciones y program as puestos en marcha en todos los paí­
ses, con diferente estructura y alcance en cada uno, como se deduce de los
marcos legales e institucionales mencionados.

Brechas demográficas en México

L a estructura de edad de Chile, Colom bia, México y Perú avala empren­


der investigaciones y program as específicos de acuerdo al origen étnico
de la población nacional, y diferenciados por países. L a participación de
la PI mexicana de m ás de 60 años en la total es mayor a la no indígena
(14 y 12%, respectivamente) y creció entre 2000 y 2010 de tal modo
que bajó el valor de la razón de las dos. En contraste, en México la p o ­
blación entre 3 y 29 años de edad concentró en ese periodo una propor­
ción menor y descendente de la total respecto de la no indígena. Este
hecho es im portante si se considera que el peso de la población indígena
en el total descendió en el periodo intercensal y sugeriría que entre los
m ás jóvenes la autoidentificación no es valorada, o no es apropiada para
captar el origen étnico de la población. En Chile, el peso de la población
de más de 60 años es mayor (16%), mientras que en Colom bia y Perú,
participa con alrededor del 9%. L a estructura demográfica de los pu e­
blos indígenas y las poblaciones afrodescendientes de Colom bia y Perú
es relativamente más joven que la mexicana y la chilena. N o son claras
las razones de estas divergencias y no es factible atribuirlas a un mayor

163

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

cumplimiento de los acuerdos nacionales o internacionales, lo cual p ro­


piciaría mayores tasas de fecundidad y menores de m ortalidad infantil,
lo que no se desprende de las cifras sobre acceso a servicios de salud. Sí
es evidente la mayor fecundidad entre los pueblos indígenas que entre
los no indígenas, especialmente en Colom bia y Perú, donde la brecha
de fecundidad de la población no indígena a la indígena es de 0.65 y
0.80, respectivamente, y algo mayor en las áreas rurales ( c e p a l / c e l a d e ,
2013: cuadro 9, p. 58).
O tra variable demográfica interesante es la mayor propensión de la
población indígena mexicana a formar hogar, en matrimonio o en unión
libre, y la menor tendencia a divorciarse o a separarse ( i n e g i ) . D e ello
resulta menor proporción de indígenas solteros. D e la información con­
sultada, no es factible explicar estas diferencias ni su impacto sobre las
demás variables de D H . En la PI detectamos mayor proporción de em ­
barazos tempranos y continuos, cuyos efectos en la salud y expectativas
de vida de la mujer pueden ser graves.

Brechas sociales en México, en referencia a Colombia,


Perú y Chile

a) Educación.
Es alarmante, por una parte, la elevada proporción de la población indí­
gena mexicana que en el censo de 2 0 1 0 careció de educación básica (cerca
del 23%) y, por la otra, la m agnitud de la brecha respecto de la población
no indígena, de casi 300%, si bien, entre 2000 y 2010, el valor de la bre­
cha disminuyó. Probablemente la mejoría se deba a los program as de
transferencias condicionadas que obligan a mantener a los niños en las
escuelas. Entre 2000 y 2010, la proporción de población indígena hasta
con educación básica descendió de 96.6 a 90.6%, todavía alarmante pues
limita las opciones de los jóvenes indígenas a ingresar a la educación m e­
dia y superior. Reducir la brecha educativa entre los dos grandes grupos
de población mexicana implica un esfuerzo mayúsculo; primero, llevar
la proporción de la PI sin educación a una similar a la de la no indíge­
na y, segundo, eliminar el rezago en educación básica y media superior.
Estos niveles educativos básicos y medios son centrales para ampliar la
participación en la educación superior, y en ellos se ha centrado el foco

164

© Flacso México
V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

de las políticas públicas. N o se considera aquí la calidad de la educación,


solo su cobertura. Al tener en cuenta este último indicador, la brecha
educativa seguramente crecerá. Cuando en las ciencias sociales y en el
quehacer político se enfatiza la importancia de las inversiones en edu­
cación, como parte de las dirigidas a ampliar el capital humano, y en el
índice de desarrollo humano se insiste en la educación como medio para
ampliar al individuo la capacidad de decidir sobre su propio destino,
facultar el ejercicio de los derechos ciudadanos y ampliar las opciones
laborales, es desde todo punto de vista inaceptable no explicitar ni prio-
rizar la eliminación de la brecha educativa de la PI y afrodescendiente
latinoamericana y caribeña.

Cuadro VI.5. Población hablante de lengua indígena y no indígena, según condición de


escolaridad, M éxico,a 2000-2010, Chile,a 2011, Colombia,a 2005 y Perú, 2007. (En porcentajes
de la población to tal)

M éxico 200 0

Nivel educativo Indígena No indígena Total de la población

S¡n escolar¡dad 26.30 7.50 8.80

Educac¡ón bás¡ca 67.30 70.10 69.80

Educac¡ón med¡a super¡or 3.40 13.10 12.30

Educac¡ón super¡or 2.00 8.60 8 .1 0

Total 6 044 547 78381 411 8 4 794 454

M éxico 2010

Nivel educativo Indígena No indígena Total de la población

S¡n escolar¡dad 21.90 7.60 8.50

Educac¡ón bás¡ca 68.70 63.60 63.80

Educac¡ón med¡a super¡or 3.00 15.10 14.40

Educac¡ón super¡or 3.00 13.10 12.40

Total 6 913 362 9 7250211 1 0 4 781265

Chile 2011

Nivel educativo Indígena No indígena Total de la población

S¡n escolar¡dad 8.50 6.40 6.60

Educac¡ón bás¡ca 45.70 35.20 36.10

Educac¡ón med¡a super¡or 35.40 39.20 38.90

Educac¡ón super¡or 10.40 19.20 18.50

Total 1 369 563 15 592 952 16 962 51 5

165

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Cuadro VI.5. Continuación

Colombia 2005

Afro. D/Raizal/ Ninguno de los Total de la


Nivel educativo Indígena
Palenquero anteriores población

Sin escolaridad 28.70 1 2 .0 0 9.20 60.49

Educación básica 56.50 62.20 60.40 16.88

Educación media superior 7.70 2.40 17.40 1 1 .8 6

Educación superior 2.60 8 .0 0 12.70 1 0 .1 2

Total 1 269 965 4016922 32923297 38210184

Perú 200 7

Nivel educativo Indígena No indígena Total de la población

Sin escolaridad

Educación básica 91.50 74.40 77.10

Educación media superior 4.90 12.30 1 1 .1 0

Educación superior 3.50 13.40 11.80

Total 38210184 2 1 7 6 4 618 258 10331

a Las frecuencias relativas pueden no sum ar cero d e b id o al redond eo o la om isión de la categoría no espe­
cificada.

Fuente: Elaboración pro p ia para M éxico con base en INEGI, los censos de pob la c ió n 2 0 0 0 y 2 0 1 0 y Flórez
(2014); C hile, CASEN (2013); C o lo m b ia , DANE (2005); Perú, INEI (2007).

El rezago educativo y la proporción de población sin escolaridad


de la población indígena es similar en C olom bia y México. En Perú, el
91.5% del total de la PI solo tiene educación básica, contra el 25.6% del
resto de la población que tiene educación m edia superior y superior.
H istóricam ente, Chile ha presentado niveles educativos superiores y
hasta 1973 fue el país más igualitario de América Latina, comparable
a países desarrollados (Bulm er-Thom as, 1997). N o obstante, hay des­
igualdad educativa, pues el 8.4% de la PI no tiene escolaridad alguna,
contra un 6.4% de población no indígena (cuadros V I.4, V I.5).

b) Acceso a los servicios de salud.


En México, la derechohabiencia a servicios de salud en instituciones
de salud públicas o privadas se vincula al trabajo, al servicio militar, a
la adquisición de seguro voluntario, así como a los familiares designa­
dos como beneficiarios en cualquiera de las tres m odalidades anterio­
res ( i n e g i ) . Es en este rubro donde, entre 2000 y 2010, se encuentra la
mayor disminución de la brecha entre la PI y la no indígena, lo que su ­

166

© Flacso México
V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

giere que en la mejoría de toda la población el avance de cobertura fue


relativamente m ás acelerado para la PI. En 2010, sin embargo, por cada
100 personas no indígenas con derechohabiencia, solo 87 personas de
PI tenían acceso a este derecho (cuadro V I. 6 ). Es necesario considerar
el reciente seguro popular, que concede el acceso a los servicios de salud
públicos a la población no asegurada.

Cuadro VI.6. Población hablante de lengua indígena y no indígena, según derechohabiencia


en institución de salud: M éxico, Chile, Colombia y Perú, varios años.a (En porcentajes de
la población total)

M éxico 2000

Total de la Razón no indígena/


Derechohabiencia Indígena % No indígena %
población % indígena

Con derechohabiencia 16.1 43.3 41.3 268.6

Sin derechohabiencia 82.9 55.7 57.6 67.2

Total 6 044 547 78 381411 84794454

M éxico 201 0

Total de la p o b la ­ Razón no indígena/


Derechohabiencia Indígena % No indígena %
ción % indígena

Con derechohabiencia 57.1 65.8 65.2 115.30

Sin derechohabiencia 42.5 33.9 34.5 79.86

Total 6913362 97250211 10 4 7 8 1 2 6 5

Chile 2011

Total de la Razón no indígena/


Derechohabiencia Indígena % No indígena %
población % indígena

Con derechohabiencia 7.9 1 1 .8 11.5 150.43

Sin derechohabiencia 92.1 8 8 .2 88.5 95.70

Total 427 752 5 550 063 5 977 815

Colombia 2 0 0 5

A fro. D/ Ninguno de Razón Nin­ Razón N in­


Indígena / Total de la
Derechohabiencia Raizal/Palen- los anteriores gun o ant/ gun o ant/
Rom % población %
quero % % indígena afro .d

Con
62.9 74.8 83.1 79.9 132.09 110.97
derechohabiencia

Sin
33.1 2 2 .0 14.4 15.6 4 3.65 65.60
derechohabiencia

Total 1 392 802 4 223 4 6 8 34 648 185 41 174853

167

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Cuadro VI.6. Continuación

Perú 200 7

Total de la Razón no indígena/


Derechohabiencia Indígena % No indígena %
población % indígena

Con derechohab¡enc¡a 37.0 41.7 41.0 112.70

S¡n derechohab¡enc¡a 63.0 58.3 59.0 92.54

Total 4045713 21 764 6 1 8 25 810 331

a Las frecuenc¡as relat¡vas pue d e n no sum ar cero deb ¡do al re d o n d e o o la om ¡s¡ón de la categoría no es-
p e d fica d a .

Fuente: Elaborac¡ón prop¡a para M éx¡co con base en INEGI, los censos de poblac¡ón 2 0 0 0 y 2 0 1 0 y Flórez
(2014); Ch¡le, CASEN (2013); C olom b¡a, DANE (2005); Perú, INEI (2007).

Perú registra el mayor porcentaje (63%) de PI sin seguridad social,


casi 20% más que México, mientras que en Colombia solo el 33% de los
PI y el 22% de las poblaciones afrodescendientes cuentan con ese dere­
cho. En Chile, según la encuesta c a s e n ( 2 0 1 3 ), el 100% de la PI y la no
indígena pertenece a algún sistema de previsión de salud, pero se trata
solo de la derechohabiencia, que no implica acceso efectivo ni calidad en
el servicio ofrecido. El cuadro V I .6 indica la población (indígena y no in­
dígena) con seguro de vida (no con seguro de salud), por lo tanto, hay un
segmento grande de población sin seguridad.

c) Mercado de trabajo.
A primera vista, no hay brechas significativas en la proporción de PI y no
indígena económicamente activa y no activa. Pero la trayectoria entre los
dos censos indica el crecimiento de la brecha por el descenso de la propor­
ción de la PI activa pari passu con el incremento de esta entre la no indí­
gena. Concomitantemente, la proporción de la PI no activa creció (cuadro
V I.7). N o asumimos simetría en las relaciones laborales, tipo de contra­
tación o en nivel de ingresos. El descenso en 2010 en la actividad puede
estar relacionado con el rezago educativo y con la mayor proporción de
población de más de 60 años. Para confirmarlo, es necesario analizar el
trabajo por grupos de edad y escolaridad. La proporción de población
ocupada con menos de dos salarios mínimos o con ingresos por debajo
de la línea de pobreza alimentaria es mayor en los municipios tipo A, con
m ás de 70% de PI, que en aquellos con menores proporciones de pobla­
ción indígena. Una explicación es que estos municipios son predominan­
temente rurales y agrícolas, cuyos ingresos han retrocedido en relación al
ingreso nacional (Puyana, 2012).

168

© Flacso México
V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

Cuadro VI.7. Población de 12 años o más hablante de lengua indígena y no indígena,


según condición de actividad económica: M éxico, Chile, Colombia y Perú, varios años.a (En
porcentajes de la población to ta l)

M éxico 2000

Total de la p o ­ Razón no indíge­


Condición de actividad Indígena No indígena
blación na /indígena

Económicamente activa 49.3 49 .4 49.3 1 0 0 .1

No económ icam ente activa 50.4 50.3 50.3 99.8

Total 5041137 640 19691 69 235 053

M éxico 201 0

Total de la Razón no indíge­


Condición de actividad Indígena No indígena
población na /indígena

Económicamente activa 48.8 53.0 52.6 108.7

N o económ icam ente activa 50.5 4 6.5% 46.7 92.0

Total 5 784439 78 737 6 6 6 8 4 927 468

Chile 2011

Total de la Razón no indíge­


Condición de actividad Indígena No indígena
población na /indígena

Económicamente activa 55.9 55.9 55.9 100.06

No económ icam ente activa 44.08 44.05 44.05 99.93

Total 1000100 12393016 13 393 116

Colombia 200 5

, ,, , A fro. D / Ninguno , , , Razón Nin- Razón


Total de la
Condición de actividad M gena/ Raizal/Pa- de los guno a n t/ N inguno
Rom
le nquero anteriores po ación indígena ant/a fro.d

Económicamente activa 27.32 37.22 40.72 39.92 149.033 109.405

No económicam ente
activa 44.45 47.43 47.31 4 7.23 106.451 99.760

Total 1193609 3827966 31589792 36 611 367

Perú 200 7

Total de la Razón no indíge­


Condición de actividad Indígena No indígena
población na /indígena

Económicamente activa 45.5 44.2 44.4 97.2

No económ icam ente activa 54.5 55.8% 55.6 102.4

Total 3 856 358 20307535 24 163893

a Las frecuencias relativas pue d e n no sum ar cero d e b id o al re d o n d e o o la o m is ió n de la categoría no es­


pecificada.

Fuente: Elaboración pro p ia para M éxico con base en INEGI, los censos de pob la c ió n 2 0 0 0 y 2 0 1 0 y Flórez
(2014); C hile, CASEN (2013); C o lo m b ia , DANE (2005); Perú, INEI (2007).

169

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Lo mismo sucede en Chile y en Perú, donde las proporciones de p o ­


blación económicamente activa y no activa es prácticamente igual entre
indígenas y no indígenas. A l igual que en México, no quiere decir que
en estos países no haya D H en el mercado laboral: la desigualdad está
dada por otros factores como ingresos y tipo de ocupación. En Perú, por
ejemplo, el 51% de la PI es jornalera, proporción que para el resto de la
población cae al 37%. El 15% de la PI ocupada peruana no recibe in­
greso alguno, mientras que en la población no indígena solo el 5.7% no
percibe ingresos.
En Colom bia, la proporción de PI económicamente activa es mucho
menor que en el resto de la población (27% contra 40.7% ), y el 47.1% de
esta tiene ingresos inferiores a U S $ 2 3 0 mensuales, mientras que solo el
39.3% de la indígena se encuentra en esas condiciones.

d) Dotación de servicios de agua.


Nuevamente, es considerable la brecha en la proporción de PI que dis­
pone de agua entubada, con algún tratamiento descontaminante y p o ta­
ble, previa desinfección o cocción. El cuadro V I .8 ilustra esa brecha y la
razón resultante es una de las mayores registradas. Es de anotar que en
México la no disponibilidad de agua entubada afecta al 38.5% de la PI, y
solo al 15% de la no indígena. L a razón de las proporciones mejoró por
superior aumento de la PI con agua entubada.

Cuadro VI. 8. Población de cinco años o más hablante de lengua indígena y no indígena, según
acceso a agua e ntubada en la vivienda: México, Colombia y Perú, varios años.a (En porcen­
tajes de la población total)

M éxico 2000

Total de la Razón no indígena


Acceso agua entubada Indígena No indígena
población /indígena

Disponen de agua
entubada 59.5 85.6 83.7 144.0

No disponen de agua
entubada 38.5 13.4 15.2 34.9

Total 601 1 7 2 1 78 065 443 84433162

a Las frecuencias relativas pue d e n no sum ar cero d e b id o al re d o n d e o o la o m is ió n de la categoría no es­


pecificada.

Fuente: Elaboración pro p ia para M éxico con base en INEGI, los censos de pob la c ió n 2 0 0 0 y 2 0 1 0 y Flórez
(2014); C hile, CASEN (2013); C o lo m b ia , DANE (2005); Perú, INEI (2007).

170

© Flacso México
V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

Cuadro VI.8. Continuación

M éxico 2010

Total de la Razón no indíge-


Acceso agua entubada Indígena No indígena
población na /indígena

D¡sponen de agua entubada 74.9 92.3 91.1 123.2

No d¡sponen de agua
entubada 24.6 7.3 8.4 29.6

Total 6673 117 92 868 076 100036275

Colombia 2 0 0 5

A fro. D/ N inguno Razón Nin- Razón N in­


Acceso agua Indígena/ Total de la
Raizal/Palen- de los gun o a n t/ gun o ant/
entubada Rom población
quero anteriores indígena afro .d

D¡sponen de agua
entubada 20.31 56.38 75.31 71.20 370.86 133.58

No d¡sponen de
agua entubada 79.69 43.60 24.69 28.79 30.98 56.61

Total 1 397 480 4311757 34 898 171 41 468 384

Perú 200 7

Total de la Razón no indíge­


Acceso agua entubada Indígena No indígena
población na /indígena

D¡sponen de agua
entubada 46.7 73.8 69.6 158.0

No d¡sponen de agua
entubada 51.9 25.2 29.4 48.6

Total 4002198 21 460 227 25 4 6 2 425

a Las frecuenc¡as relat¡vas pue d e n no sum ar cero deb ¡do al re d o n d e o o la om ¡s¡ón de la categoría no es-
p e c fic a d a .

Fuente: Elaborac¡ón prop¡a para M éx¡co con base en INEGI, los censos de poblac¡ón 2 0 0 0 y 2 0 1 0 y Flórez
(2014); Ch¡le, CASEN (2013); C olom b¡a, DANE (2005); Perú, INEI (2007).

En Colom bia y Perú, existe también en este servicio una fuerte D H .


En Colom bia, casi un 80% de la población indígena carece de agua en­
tubada, proporción que para el resto de la población desciende al 25%.
En Perú, el 52% de la PI no cuenta con agua directa y entre el resto de
la población el 29% no tiene este servicio. E sta disparidad es alarmante
en la m edida que la falta de esta infraestructura y servicio genera gra­
ves enfermedades que condicionan la trayectoria vital de la PI m arcan­
do, desde sus propios hogares, una brecha que tiende a aumentar con el
paso del tiempo.

171

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Brechas políticas

D e la síntesis de las brechas entre los compromisos adquiridos y los


avances en reducción de la D H que afecta a los PI y a las poblaciones
afrodescendientes, quizás el déficit mayor se encuentre en la discrim i­
nación política. Sobre este aspecto es difícil encontrar estadísticas y hay
pocas encuestas que la indaguen. Esto es válido para todos los países,
pero m ás relevante en algunos que se resisten a extender los derechos
ciudadanos reales a las minorías étnicas, por ejemplo, la consulta previa
sobre políticas y proyectos que afectan su vida misma, su cultura y su
hábitat.
Una de las pocas encuestas que muy recientemente incluye pregun­
tas sobre origen étnico es el Latinobarómetro (2001). D e acuerdo con la
encuesta de este organismo, para el año 2 0 1 1 y para los cuatros países, el
2 2 % de las personas se percibe como parte de un grupo discriminado en

promedio. Quienes pertenecen a algún pueblo indígena (según su len­


gua) se perciben como objeto de mayor discriminación en su país en re­
lación con quienes hablan español. D e igual forma, esta percepción es
diferencial por países, en Chile y Perú cerca del 50% de personas per­
tenecientes a los pueblos indígenas se percibe discriminada, en México
esa relación baja al 33% y en Colom bia esta percepción es la m ás baja
en el conjunto de los cuatros países (29% ). Las razones no son claras y
ameritan escrutinio.
Respecto de la participación ciudadana como un factor relevante
para el fortalecimiento de la democracia, en el conjunto de los cuatro paí­
ses alrededor del 33% de los encuestados mencionó este aspecto como
déficit democrático en su país. E sta mención fue menor en los pueblos
indígenas en relación con el resto de la población; esta falta de mención
no quiere decir que no sea importante, y no hay en este momento posibi­
lidad de interpretar este resultado. Es factible que no sea la participación
política un problema latente o puede responder a la falta de legitimidad
del sistema o al resultado mismo de la discriminación. Es otro tema para
analizar y estudiar. N o es posible concluir de este resultado de la encues­
ta de Latinobarómetro (2001) que los pueblos indígenas y las poblacio­
nes afrodescendientes no consideren urgente o necesario fortalecer la
democracia como vía para garantizar el reconocimiento de sus derechos
y la justicia social.

172

© Flacso México
V I. Exclusión social y discriminación étnica en los orígenes de la desigualdad

Los pueblos indígenas en Chile y Colom bia enfatizan en mayor gra­


do la falta de participación ciudadana en sus respectivos países; incluso
es en ellos donde la mención del déficit de participación es mayor entre
los ciudadanos de pueblos indígenas en comparación con la población
hispanoparlante. Por el contrario, en Perú y México el porcentaje de en­
trevistados que alude a la necesidad de la participación ciudadana es m e­
nor entre los pueblos indígenas en relación con quienes hablan español.

Conclusiones y recomendaciones

El propósito de este estudio ha sido formular un documento de síntesis


sobre las principales brechas de desigualdad que afectan a los pueblos
indígenas y a las poblaciones afrodescendientes en México, con referen­
cias a la situación en Chile, Colom bia y Perú. El análisis se ha centra­
do en las manifestaciones de la discriminación que pueden ser medidas
desde la óptica de la D H , especialmente en algunas categorías que la
señalan: desigualdades en dimensiones económicas, sociales o políticas,
y en estatus cultural.
Los compromisos de eliminar la discriminación étnica obligan, en
primer lugar, a recabar la información pertinente y relevante y, en se­
gundo, a afinar el análisis corriente sobre brechas sociales, económicas
y culturales, que normalmente se hacen distinguiendo clases sociales, re­
giones, deciles de ingreso, hogares por ingreso, nivel escolar de la cabeza
de hogar, entre otros. E s una demanda porque se precisen en las variables
sobre la garantía de los derechos ciudadanos las distancias entre pobla­
ciones específicas, como un todo y el resto de la población, y aplicar nue­
vos conceptos, formas de medición alternativas y propuestas de solución
diferentes, como la discriminación positiva, generalmente aplicada en fa­
vor de las mujeres en las políticas para mitigar la discriminación de gé­
nero. E sta novedad no implica borrón y cuenta nueva en el análisis de la
discriminación, ya que es necesario establecer las raíces de la desigualdad,
no solo para mensurar la deuda social acumulada, sino para percibir la
multiforme red de dificultades para superar la segregación en todas sus
dimensiones.
El análisis de las brechas en las dimensiones de la D H de carác­
ter étnico en este trabajo partió del estudio porm enorizado del caso

173

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

mexicano, el cual ha perm itido establecer la vinculación directa y estre­


cha entre ser indígena y vivir en un municipio con superior proporción de
población indígena en el total y registrar mayores niveles de pobreza y
m ás agudos grados de rezago.
O tro elemento considerado se relaciona con las políticas macroeco-
nómicas y sectoriales, las cuales afectan en forma diferenciada a las regio­
nes, los sectores y los productores. En las regiones con mayor proporción
de población indígena o afrodescendiente, la actividad principal suele ser
la agricultura y la producción de alimentos básicos, m ism as que han
sido las perdedoras de la liberalización de las políticas comerciales y la
revaluación cambiaria, entre otras. Tanto en las ciudades como en el sec­
tor rural, los pueblos indígenas y las poblaciones afrodescendientes son
primordialmente pequeños productores por cuenta propia, los cuales no
han sido favorecidos con los cambios de políticas macroeconómicas. Al
mismo tiempo, se encontraron importantes brechas de D H , tanto en tér­
minos demográficos, como sociales y políticos.

Referencias

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176

© Flacso México
V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica
para países de América Latina
L au ra Policardo, Lionello F. Punzo, Edgar J . Sánchez Carrera

Introducción1

E l presente estudio muestra que existe un umbral para la m edida más


popular de la desigualdad del ingreso, esto es, el coeficiente de Gini. Apli­
camos una estimación econométrica de umbrales para un panel de trece
países de América Latina y el Caribe , 2 abarcando el periodo 1970-2011.
Los resultados indican que los valores previos del coeficiente de G ini y
del p i b per cápita — respecto del periodo actual t— parecen incapaces
de explicar las variaciones en la dinámica de la desigualdad del ingreso
por debajo de dicho umbral; mientras que, por encima, esos valores ex­
plican la disminución en la dinámica de la desigualdad del ingreso, a p e­
sar de que el p i b per cápita no es significativo. Así, m ostram os que hay
un punto de inflexión para la desigualdad del ingreso, a partir del cual
el p i b per cápita carece de efecto en tal dinámica. Este resultado aporta
más pruebas para dudar que exista la curva de Kuznets, y se relaciona con
las investigaciones y la literatura crítica — para los casos analizados de
Brasil, China y M éxico— sobre el tema de la creciente desigualdad y sus
efectos causales sobre el desarrollo económico. Concluimos que la des­
igualdad del ingreso se retroalimenta a sí mism a, posiblemente debido

L as opiniones expresadas en este capítulo son responsabilidad exclusiva de los autores


y no comprometen a las instituciones a las que están vinculados, particularmente al
M inisterio de Econom ía y Finanzas de Italia.
2
N u estra m uestra incluye Trinidad y Tobago y República D om inicana. En adelante
usarem os el nombre Am érica Latina (A L) para referirnos a los debates relativos al
subcontinente.

177

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

a cuestiones estructurales y /o institucionales, y que son esas cuestiones


las que deben estudiarse para obtener una disminución en esta desigual­
dad insostenible, y no la política de desarrollo económico basada en la
hipótesis de la curva de Kuznets.
D esde 1955, cuando Kuznets formuló la hipótesis de una relación
con forma de U invertida entre la desigualdad en la distribución del in­
greso y el crecimiento económico — i. e., el producto interno bruto— , los
investigadores y académicos han estado encontrando evidencia empírica
de dicha relación (Milanovic, 1994), que parece mantenerse sólida al in­
cluir otras variables relevantes (Acemoglu y Robinson, 2002). Sin em­
bargo, Palma (2011) ha puesto recientemente en duda que tal relación
exista al advertir cómo los rangos de desigualdad del ingreso en niveles
intermedios — para los países desarrollados y en vías de desarrollo, carac­
terizados por diversos niveles de p i b — se muestran irregulares en los paí­
ses latinoamericanos, a los que denomina atípicos, ya que son los únicos
responsables de este “efecto de U invertida”. En efecto, en su modelo de
regresión y una vez controlada la influencia de estos países, la relación
de U invertida pierde relevancia estadística.
Surgen así dos preguntas: como m edida del crecimiento económi­
co ¿es el p i b un determinante válido para explicar la variabilidad de la
desigualdad en la distribución del ingreso?, ¿hay otras variables impor­
tantes en esta dinámica? En este sentido, Barro (2000) ha clasificado
la forma en que el crecimiento económico afecta la desigualdad de in­
gresos. En resumen, él estudia la acumulación y asignación de activos, la
dem ografía y otros factores que innegablemente pueden afectar la des­
igualdad en el ingreso, determinando su nivel. Entonces, ¿por qué no
plantear la hipótesis de que los niveles de la desigualdad en el ingreso
dependen de sus valores pasados? D espués de todo, la desigualdad es un
buen sustituto para todos sus determinantes en conjunto y se dispone,
en este caso, de bases de datos de buena calidad para medir la desigual­
dad del ingreso que permiten el contraste entre países y en el transcurso
del tiempo (Jenkins, 2015; Solt, 2009, 2015).
Por ejemplo, Jenkins (2015) aporta una comparación entre dos ex­
celentes bases de datos sobre desigualdad del ingreso: la Base de Datos
sobre Desigualdad del Ingreso del Banco M undial (W orld Income In­
equality Database, w i i d ) y la Base Estandarizada de D atos sobre D es­
igualdad del Ingreso (W orld Income Inequality Database, s w i i d v 4 . 0 )

178

© Flacso México
V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica para países de América Latina

desarrollada por Solt (2009) e inspirada en la w i i d , pero con todas las


observaciones sometidas a imputación múltiple. Aunque Jenkins sugie­
re a los usuarios que prefieran la w i i d , señala que para los investigado­
res que buscan datos transnacionales con cobertura global para periodos
relativamente largos, ambas fuentes son convenientes y accesibles, ya que
las dos destacan por su cobertura en cuanto al número de países (161
en la w i i d , 173 en la s w i i d ) y años (1867-2006 en la w i i d , 1980-2012
en la s w i i d ) . En este trabajo nos servimos de la base de datos s w i i d ,
a fin de cubrir el periodo que abarca nuestra investigación: de 1970 a
2011. Adem ás, el enfoque de la s w i i d utiliza como base estándar el E s­
tudio de Ingresos de Luxemburgo ( l i s , por sus siglas en inglés), y calcula
sus valores faltantes con todos los datos disponibles del mismo país y de
los años próximos, consiguiendo así aportar estimaciones comparables
(Solt, 2015). Aunque es sabido que la información sobre desigualdad del
ingreso en América Latina y el Caribe se extrae sobre todo de la base
de datos s e d l a c (Socio-Economic Database for Latin America and the
Caribbean), que elabora el Centro de Estudios Distributivos, Laborales
y Sociales ( c e d l a s ) de la Universidad de La Plata, en colaboración con
el Banco M undial; base que, por otra parte, es la principal fuente para sa­
ber acerca de la desigualdad, la pobreza y otros indicadores sociales y del
mercado laboral. Las tres bases de datos calculan los coeficientes Gini a
partir de microdatos extraídos de sondeos a viviendas que cubren un p e­
riodo breve de investigación, de 1990 a 2010. Por ejemplo, los datos de la
s e d l a c se basan en microdatos armonizados de más de trescientos son­
deos a viviendas llevados a cabo en 24 países de América Latina y el C a ­
ribe y representan, en cada periodo, más del 97% de la población total de
la región (Bourguignon, 2015).3 Sin embargo, para acometer estudios di­
námicos y temporales se precisan series de tiempo más largas que pueden
obtenerse de la s w i i d , una razón más para utilizar esta base de datos en
la presente investigación.
Ahora bien, sabemos que la evidencia empírica de la curva de Kuz-
nets ha sido objeto de intensas investigaciones, que los resultados no son
homogéneos (Aghion et al., 1999; Alesina y Rodrik, 1994; Arjona et al.,
2001; Deininger y Squire, 1998; Forbes, 2000; Li y Z ou , 1998; Perot-

Bourguignon (2015) revisa dos bases de datos concernientes a Am érica Latina y el


Caribe: c e p a l s t a t , elaborada por la c e p a l , y la s e d l a c .

179

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

ti, 1994, 1996; Persson y Tabellini, 1994; Shin, 2012, entre otros) y que
una parte de la am bigüedad se debe a que muchos estudios usan su s­
titutos imperfectos para la redistribución como, por ejemplo, el gasto
social o las tasas fiscales (Perotti, 1996; Bassett et al., 1999; Shin, 2012 ) . 4
E sta preocupación es clave y subyace en las motivaciones de nuestro tra­
bajo. N o obstante, ¿cuánta desigualdad es buena o mala para el desarro­
llo económico?
Si la teoría basada en evidencia empírica no se equivoca al afirmar
que las desigualdades económicas a veces generan más riqueza, como
en China mediante los efectos de incentivos (Risso y Sánchez, 2 0 1 2 ),
entonces es justo incrementar las desigualdades hasta el punto en que
cualquier incremento adicional dejaría la posición del miembro menos
favorecido de la sociedad sin cambios. Este es el sistema de desigualdades
que está sujeto a maximizar la posición del menos favorecido. Pero cuan­
do las desigualdades se vuelven demasiado extremas en determinada so ­
ciedad son caldo de cultivo para el conflicto y la inestabilidad social
(Stiglitz, 2012). Por tanto, concordamos con que los ingresos desiguales
pueden generar un entorno sociopolítico inestable, de manera que nive­
les de desigualdad muy altos tenderían a ser insostenibles.
El objetivo del presente trabajo es contribuir al concurrido debate en
curso. E sta investigación mostrará la existencia de un umbral de desigual­
dad en el ingreso a partir del cual tal desigualdad determina su propia
dinámica. Creemos que nuestra investigación constituye el primer inten­
to en la literatura por demostrar que, a partir de un determinado valor de
umbral, las diferencias en la desigualdad del ingreso se deben a niveles
anteriores de la misma desigualdad en el ingreso .5

4 Si bien podem os considerar a algunas categorías del gasto como redistributivas (la de
educación o la de seguridad social, por ejemplo), no necesariamente lo son en la prác­
tica: el gasto en educación superior en los países pobres o en la protección social para
los trabajadores del sector formal en muchos países en desarrollo. Milanovic (2000)
m uestra que, cuando se usan medidas directas de redistribución, las evidencias respal­
dan la hipótesis de Meltzer y Richard (1981): las sociedades m ás desiguales participan
en una mayor redistribución.
5 Savvides y Stengos (2000) también aplican un modelo de regresión de umbral (T R )
y hallan diferentes relaciones entre desigualdad del ingreso e ingreso per cápita en dos
grupos de países con diferentes umbrales de ingresos. Pero no consideran la dinámica
de la desigualdad del ingreso. En eso consiste precisamente nuestro ejercicio.

180

© Flacso México
V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica para países de América Latina

L a evidencia sobre la desigualdad económica experimentada en los


países de A L motiva nuestra elección de la muestra. Com o lo afirman De
Ferranti (2004) y Perry (2006), entre otros, una peculiaridad de estas na­
ciones es que representan un área caracterizada por la distribución más
desigual del ingreso a nivel mundial, y son también los atípicos responsa­
bles de los efectos de U invertida que muestran los estudios econométri-
cos (Palma, 2011).
Un hecho estilizado de los países de A L es que los principales indica­
dores de desigualdad han disminuido en la última década ( c e p a l , 2 0 1 0 ,
2011; Gasparini et al., 2009, 2011), mientras que aumentaron drástica­
mente durante las décadas de 1980 y 1990. Es interesante tratar de com­
prender los determinantes de tal situación, ya que este cambio de ruta no
se corresponde con mejoras en lo fundamental, como serían las estructu­
ras institucionales, los niveles democráticos, los niveles burocráticos, o la
erradicación de la corrupción.
Este trabajo está organizado de la siguiente manera: en el segundo
apartado se analiza la literatura a partir de una reformulación de las pre­
dicciones de Kuznets contrastándola con el enfoque clásico, el postkey-
nesiano y la m ás reciente revisión del tema desde el punto de vista de la
teoría del crecimiento económico. En la m ism a sección reportamos los
resultados de nuestros trabajos previos sobre México, Brasil y China,
que nos han llevado a estos temas de investigación. Fundamentalmente
se ilustra el camino que nos condujo a investigar sobre la sostenibilidad
de ciertos niveles de desigualdad de ingresos. El tercer apartado introdu­
ce la dificultad para hallar la existencia de una curva de Kuznets. En el
cuarto, desarrollamos la metodología y análisis econométricos, presen­
tamos nuestra base de datos y con el fundamento de estos proponemos
diagnósticos del modelo. Los detalles y resultados de los cálculos se ex­
ponen asimismo en esta sección. Por último, se formulan algunas conclu­
siones y se indican líneas para la investigación futura sobre el tema.

Desigualdad insostenible: agenda de investigación

L a hipótesis de la curva de Kuznets es bastante conocida, pero cabe re­


cordar que tiene la forma de una U invertida para un ortante en dos
dimensiones donde el eje horizontal representa el ingreso per cápita y

181

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

en el vertical se tiene una medida de concentración del ingreso, general­


mente el índice de Gini.
L a curva interpola datos de un determinado periodo en el tiempo
— digamos t— que se mantiene fijo para un cúmulo de países, es decir,
que es válida para un análisis transversal y no para análisis temporales.
D e las características visuales de esta distribución a lo largo de la curva K ,
se deriva un conjunto de predicciones. Recordemos tres proposiciones:

i) la evolución del crecimiento económico, en términos de ingreso per


cápita denotado por y (= Y /N ), siendo Y el producto y N la pobla­
ción, conduce a la evolución del índice de G ini (en el sentido de que
es la causa de);
ii) la causalidad entre las dos variables, i. e., crecimiento económico y des­
igualdad/concentración, tiene una relación unidireccional estable;
iii) tal evolución indica que primero ambas, crecimiento económico
(y ) e índice de G ini (G ), crecen de manera conjunta (hay una rela­
ción positiva entre ellas), y luego G disminuye mientras y continúa
creciendo.

Es decir, la relación entre crecimiento y desigualdad es por tramos


monotónica, o hay una “inversión en el signo” de dicha relación: primero
es positiva (y creciente) y luego negativa (y decreciente), lo que implica la
existencia de un umbral en y.
Estas tres proposiciones se pueden traducir naturalmente al lenguaje
de la econometría: las variables están cointegradas, lo que implica que es­
tán relacionadas de manera funcional y que tal relación es de largo plazo
y estable; hay inversión de signo, aun cuando la cointegración es una téc­
nica lineal y, además, hay un valor umbral de dicha relación, la cual m an­
tiene una causalidad unidireccional entre el crecimiento económico y el
índice de Gini.
L a teoría de K uznets 6 surge del punto de vista de la teoría del desa­
rrollo económico (en la m ism a tradición de Rosenstein-Rodan, Lewis
y otros) como un intento de generalizar norm as de desarrollo que de­
ben seguir los países menos desarrollados. Por consiguiente, cobija la

Para ser sinceros, la teoría de Kuznets es más un marco descriptivo que teórico.

182

© Flacso México
V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica para países de América Latina

idea de que una economía en desarrollo debe sufrir profundos cambios


estructurales para pasar a ser desarrollada; contrasta el modelo de cre­
cimiento de los países en desarrollo, en los que la desigualdad aumenta
a lo largo de la ruta del crecimiento, con el modelo de las economías de­
sarrolladas donde, en cambio, la desigualdad disminuye. E sto significa
que hay una discontinuidad de los modelos de crecimiento económico.
En este sentido, la curva de K uznets caracteriza la dinámica de creci­
miento de los países y su evolución por medio de un cambio de modelo
que se basa en una transformación estructural de la economía desde el
sector prim ario al industrial.
El enfoque de la teoría del crecimiento económico ha sido siempre
diferente. La teoría de Kuznets tiene por supuesto importantes antece­
dentes en aquella, así como también en algunos de sus contemporáneos
que sostienen la no necesidad de esta relación, o inclusive el punto de vis­
ta contrario. Por ejemplo, en la sociedad capitalista marxiana, y en el en­
foque kaldoriano de la industrialización, es la desigualdad la que impulsa
o causa el crecimiento económico — y no se da el caso opuesto, es decir,
que el crecimiento esté impulsando o causando la desigualdad— , y m a­
yor desigualdad traerá consigo — a través de la distribución del ingreso
de tipo neokeynesiano, donde el capitalista ahorra m ás— un crecimiento
más rápido impulsado por la inversión. En otras palabras, las economías
capitalistas o desarrolladas serían las que llevan la parte ascendente de la
curva de Kuznets a tener una causalidad invertida. Así, la teoría de Kuz-
nets puede ser considerada como una innovación, pues introduce una
forma funcional no lineal.
L a interpretación de la curva de Kuznets — cuestionada incluso
cuando surgió— ha producido un continuo debate en dos líneas de in­
vestigación: 1) en la literatura acerca del crecimiento económico de los
noventa y, 2) en la literatura sobre la desindustrialización de mediados de
la década de los dos mil (como una revisión de la existencia de la curva
de Kuznets). Am bas comparten el mismo enfoque de análisis transversal
entre países. Considerando parte de la literatura citada en la introduc­
ción, podem os recalcar que:

i) se confirmó que las dos variables están funcionalmente relacionadas


en una forma estable (y que son cointegradas, i. e., la relación es de
largo plazo);

183

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

ii) la relación de causalidad se invierte yendo desde el índice de des­


igualdad hacia el crecimiento económico;
iii) solo se ha considerado una parte de la curva (por lo tanto, es una re­
lación monotónica);
iv) mayor desigualdad implicará menor crecimiento, esto es, una fun­
ción monotónicamente decreciente (Tabellini et al.).

A l final no hubo un Consensus Growth Theory, o un consenso gene­


ral dentro de la literatura del crecimiento económico, porque se hicieron
aportes m ostrando la causalidad inversa, el signo opuesto o la ausencia
de una relación estable y reconocible, de tal modo que el tema ha sido
abandonado.
L a discusión anterior, y en relación con la literatura referida en la in­
troducción, se puede resumir en una matriz simple (cuadro V II.1), en la
cual se m uestra la variable independiente contra el tipo de dependencia
funcional.

Cuadro V II.1. Papel de las variables de la curva de Kuznets en la literatura

Dependencia
Variable causal
Creciente Decreciente

PIB per cápita Fase inicial de la cuiva de Fase term inal de la c u ^ a de Kuznets/países
Kuznets/industrialización. industrializados; Stiglitz, sobre el M ilagro del
Este Asiático (MEA).

Desigualdad del ingreso (me­ M arx/Kaldor (ej. Forbes, Consensus G row th Theory de mediados de los
d ido por el índice de Gini) 2000; Arjona e t al. 2001). noventa (ej. Alesina y Rodrik, 1994; Persson y
Tabellini, 1994; Perotti, 1994, 1996).

Fuente: Elaboración propia.

L a segunda línea de pensam iento cuestiona la existencia m ism a de


la curva de K uznets. Palma (2011) m uestra que los países de A m éri­
ca Latina son atípicos o outliers para la curva de K uznets, basada en la
m uestra de un panel de países desarrollados y en vías de desarrollo a ni­
vel mundial.
El argumento es que solo incluyendo países de América Latina se
podría obtener una curva de U invertida. S i se observa la gráfica de la
Figure 6 en Palma (2011: 95), vemos que los países de A L (denotados
por los círculos con centro) son datos atípicos en la muestra, es decir,

184

© Flacso México
V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica para países de América Latina

son outliers en el plano. En cambio, pueden distinguirse dos nubes de


países y no se evidencia ninguna asociación entre las dos variables. Se
observa que los países no se comportan igual pero, siguiendo la teoría de
Kuznets, deben agruparse para dinámicas similares. E sta fue la lección
del debate de la convergencia que terminó por cuestionar el enfoque de
análisis transversal basado en la hipótesis heroica de que todos los países
dentro de la m uestra comparten el mismo modelo.
Por lo tanto, aunque el estatus de datos atípicos o outliers para los
países de América Latina sugiere algo interesante en su evolución — que
nos invita a estudiarlos más de cerca— , el enfoque para realizar esta ta­
rea no debería apuntar hacia el análisis transversal de países sino de se­
ries de tiempo para lo que Palma (2011) es una referencia base. Estos son
los dos pilares de nuestro trabajo: analizamos los países de manera indi­
vidual y en forma comparativa intentando trazar una dinámica, y para
cada país se construye, analiza y compara el comportamiento cualitativo
de las curvas en un plano ( p i b per cápita vs. índice de G ini), con los
ejes de coordenadas de un plano de K uznets. O bviam ente, estas no
son verdaderas curvas de Kuznets debido a que trabajamos con series
de tiempo, pero podem os llamarlas “curvas del tipo K uznets”.
C on esta técnica se analizaron los datos de C hina y B rasil 7 (Po-
licardo et al., 2 016). D esarrollam os un ejercicio econométrico para
m ostrar que en am bos países el crecimiento económico ( p i b per cá-
pita) y la desigualdad de ingresos (índice de G ini) son variables que
están cointegradas en el tiempo, i. e., tienen una relación estable de
largo plazo.
En los resultados podem os ver que, mientras la causalidad de Gran-
ger ( v a r ) indica que el crecimiento económico de China predetermina o
causa — en el sentido de Granger— la desigualdad de ingresos (podría­
mos decir a la Kuznets), en Brasil la relación causal es todo lo contrario,
es decir, que la desigualdad de ingresos causa en el sentido de Granger el
crecimiento económico.
En China, la relación entre desigualdad y crecimiento es positiva (y
creciente), mientras que en Brasil es negativa.

7
Adicionalmente, se hicieron los ejercicios para México (R isso et al., 2013) y China
(R isso y Sánchez, 2012).

185

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Cuadro V II.2. Características de las relaciones para Brasil, China y México

Signo d el coeficiente

Variable exógena + -

InPlB China México

InGini Brasil

Fuente: Elaboración propia.

N i el enfoque de Kuznets ni el de crecimiento parecen capturar los


recientes fenómenos relevantes que caracterizan la dinámica com para­
tiva de los países que hemos analizado: Brasil, China y México. N o s in­
clinamos a aceptar una interpretación de la experiencia de estos países
que distingue las nociones clave para dos modelos diferentes de creci­
miento, a saber:

1. Un rápido crecimiento con concentración del ingreso, “modelo de in­


versión de capital” — que prevalece en China, al menos en los años
recientes— , en el que la concentración del ingreso en manos de los
capitalistas inversores beneficia o potencia el crecimiento.
2. Un moderado crecimiento con redistribución del ingreso, “modelo
basado en el consumo” — que prevalece en Brasil— , en el que la con­
centración del ingreso tiene un costo para el crecimiento económico
(y también un modelo cambiante).

Sin embargo, sobreponiendo las dinámicas de China y Brasil, apare­


ce una característica que puede atraer nuestra atención, como puede ob­
servarse en la gráfica V II.1.
H em os notado que, por ejemplo, el año 2005 que se ilustra en Palma
(2011) (gráfica V II.1) aparece para ambos países en la parte decreciente
del “tipo de curva de Kuznets” — como hemos explicado, la existencia de
la curva de Kuznets se pone en duda— . Esto sugiere que la elección del
año o periodo es inapropiada, puesto que algo importante podría estar
sucediendo en ese momento. Confirm am os de nuevo que el análisis de
series de tiempo es más apropiado que el transversal (que originó la teo­
ría de Kuznets). Y resulta más importante aún observar que la tendencia
creciente en el índice de Gini para los dos países parece verificarse y llega
a invertirse una vez que se cruza cierto valor umbral para tal índice. Esto
conduce al estudio de la desigualdad insostenible.

186

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V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica para países de América Latina

Gráfica VII.1. Índice de Gini vs. PIB per cápita para Brasil y China.

G ini in dex o f in c o m e in e q u a lity vs. p e rcapita GDP

real GPD p e rcapita a t c u rre n t PPPs (US 2 0 0 5 $)

---------------- Q u a d ra tic f it Brazil Q u a d ra tic f it C hina


* Brazil ♦ C hina

Fuente: Policardo e t ai. (2016).

Países de América Latina: algo de historia, datos y análisis


descriptivo

L a gran desigualdad del ingreso que aquejó a América Latina durante


siglos tiene su origen en la concentración de las tierras, los activos y el
poder político en manos de unos cuantos privilegiados, herederos de la
Colonia. Este hecho produjo el desarrollo de instituciones que perpe­
tuaron los privilegios de pequeñas oligarquías agrarias, comerciales y fi­
nancieras hasta adentradas las décadas de 1980 y 1990.
En los últimos veinticinco años del siglo x x , Am érica Latina sufrió
de bajo crecimiento, un aumento de la desigualdad y frecuentes crisis
financieras ( c e p a l , 2010; López-Calva y Lustig, 2010). Aunque los ín­
dices de pobreza disminuyeron claramente en los últimos diez años,
en la mayoría de los países, el 15% de la población que salió de la p o ­
breza sobrevive apenas por encima del umbral mínimo y se encuentra
en constante riesgo de sufrir una nueva caída social. M ientras tanto,
el 10% m ás rico posee alrededor del 50% del ingreso nacional ( c e p a l ,
2011). L a desigualdad extrema se hace evidente no solo en términos de
ingresos y riqueza, sino también de un acceso inequitativo a la tierra y

187

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

a servicios públicos esenciales como la educación, la salud y la seguri­


dad social. En este marco, las mujeres, los niños, los adultos mayores y
las personas que pertenecen a determ inados grupos étnicos se encuen­
tran particularmente en desventaja (López y Perry, 2008; Milanovic y
M uñoz, 2008). E sta desigualdad constituye una problem ática estruc­
tural en Am érica Latina, ya que el acceso a posiciones y bienes sociales
disponibles o deseables acusa limitaciones de naturaleza permanente
que abarcan generaciones y se han consolidado desde fines del siglo x ix
hasta la fecha, m ás allá del prom edio internacional (Coatsworth, 2008;
Frankema, 2009).
L a persistencia de la desigualdad social extrema es impactante, en es­
pecial porque a lo largo de su cambiante historia, la región ha puesto en
práctica diversos modelos de desarrollo, ha tenido distintas experiencias
democráticas y, en ocasiones, también ha mostrado ejemplos asociados a
los regímenes de bienestar.
M uchos analistas atribuyen esta “paradoja latinoamericana” (Bur-
chardt, 2 0 1 0 ), caracterizada por una persistente convergencia entre
dem ocracia y desigualdad social, incluso en periodos de prosperidad
económica, a déficits y defectos políticos e institucionales, así como a la
falta de recursos suficientes para un Estado de bienestar .8 Sin embar­
go, entre 2 0 0 2 y 2 0 1 0 , la desigualdad disminuyó, al menos según m e­
diciones como el coeficiente de G ini. En consecuencia, para 2010 la
región volvió al nivel de desigualdad previa a la liberalización, es decir,
al que tenía a principios de la década de 1980. Este desplome parece
ser perm anente y no cíclico, ya que la desigualdad siguió disminuyen­
do durante la crisis de 2009 a 2012. L a apreciación de un resultado tan
excepcional como este es posible porque durante la prim era década del
siglo x x i ninguna otra región mostró una disminución considerable y
generalizada de la desigualdad como la que disfrutó América Latina
(Cornia, 2014).
En esa primera década del siglo, América Latina pareció entrar en
una nueva etapa del ciclo político. En varios países, las nuevas adminis­
traciones llegaron al poder con la prom esa de fomentar un papel más
activo del Estado en la economía, así como políticas redistributivas más

N in gun a de estas interpretaciones ha podido confirmarse empíricamente de m odo


consistente (H aggard y Kaufm an, 2008).

188

© Flacso México
V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica para países de América Latina

ambiciosas. M ás allá de la retórica, algunos gobiernos asumieron un p a ­


pel más activo en el mercado laboral, ampliaron el alcance y cobertura de
las políticas sociales, nacionalizaron empresas, intervinieron en algunos
mercados y subsidiaron paquetes de bienes y servicios. Si bien es proba­
ble que algunas de estas medidas tuvieran resultados compensatorios, se
necesita mucho m ás trabajo para obtener una evaluación completa de
su impacto efectivo sobre la distribución del ingreso, incluida la progre­
sión real de los subsidios establecidos, así como las consecuencias de es­
tas políticas en el largo plazo. H ay muchos factores plausibles detrás de
esta caída de la desigualdad en la región. Entre ellos, podem os destacar:
i) el crecimiento del empleo, ii) un cambio en los precios relativos, iii) los
reajustes después de las reformas, iv) los reajustes después de los macro
shocks, v) los programas de transferencia de efectivo, y vi) mayor preocu­
pación por la desigualdad (Gasparini et al., 2009, 2011).
En análisis transversales, la relación de U invertida entre la desigual­
dad del ingreso y el p i b per cápita (es decir, la curva de Kuznets o C K )
aparece de manera recurrente, de una u otra forma. N o obstante, se ha
criticado con frecuencia e incluso se ha cuestionado su existencia (Palma,
2011), si bien nadie lo ha hecho con un método de cálculo riguroso. En
algunos datos crudos podem os observar que, para varios países de A L, la
desigualdad en el ingreso aumentó primero con bajos niveles de ingreso,
y disminuyó una vez que alcanzó determinado umbral en el p i b per cá-
pita. Este umbral varía considerablemente de un país a otro, a pesar de
que la literatura empírica sobre la C K insiste en calcular un punto de in­
flexión único y preciso .9 Entonces, ¿es realmente el p i b per cápita lo que,
a partir de cierto nivel, conduce a la disminución en la desigualdad del in­
greso, después de un largo periodo de aumento?
N uestro argumento es que los cambios en la desigualdad del in­
greso son resultado de diversas fuerzas que operan en distintas direc­
ciones, y que el p i b tiene escaso o nulo efecto sobre ellos. En particular,
sugerimos que niveles altos de desigualdad en el ingreso son social y p o ­
líticamente insostenibles. E sa es la hipótesis que som etem os a pru e­
ba en el caso de trece países latinoamericanos. L a gráfica V II.2 ilustra
nuestra hipótesis.

Barro (2000), por ejemplo, calcula el punto de inflexión en 3320 u sd de 1985.

189

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

Gráfica VII.2. Coeficiente de Gini vs. PIB real per cápita.

ARGENTINA

real GPD percapita a t current PPPs (US 2005 $)

PARAGUAY

--------- regression line

200nt1
—2002Jk 95% c.i.
2001
2°u ^p ?96
■1997
___
199^^^220°g 2007,00g 12011
■■ TÉ 2008 10

/ 1 1993

■ 1992

■ 1991

■ 1990

3 000 3500 4000 4500 5000

real GPD percapita at curre nt PPPs (US 2005 $)

Fuente: Elaboración propia.

Com o se ha indicado, nuestra medida de desigualdad es el coeficien­


te de Gini, calculado a partir del ingreso familiar per cápita. L a gráfica
V II.3 muestra su evolución en Argentina y Paraguay. Cabe destacar que
el patrón de desigualdad en estos países ha sido ascendente, pero una vez
alcanzada la primera mitad de la primera década del siglo x x i, disminu­
ye. Por ende, la actual tendencia descendente en los valores Gini podría

190

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V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica para países de América Latina

explicarse por la existencia de un punto de inflexión previo, a partir del


cual las economías ya no pueden soportar altos niveles de desigualdad.
Este es el tema de estudio de las siguientes secciones.

Datos, estadísticos descriptivos y diagnósticos

Com o en todo análisis empírico, es deseable contar con una base de d a­


tos de calidad aceptable que perm ita las comparaciones entre países y
a lo largo del tiempo. Y, a su vez, la disponibilidad de datos sobre la
desigualdad del ingreso ha variado siempre en distintos países y épo­
cas . 10 Esto ha motivado que se adjudique la tendencia o efecto tem po­
ral sobre la desigualdad a alguna otra variable, para usar únicamente un
subconjunto de datos o alguna forma de interpolación entre observa­
ciones dispersas. En especial, el efecto de la desigualdad del ingreso so­
bre el crecimiento económico en el largo plazo se ha mantenido como
una pregunta abierta, sobre todo debido a la insuficiencia de datos so­
bre la distribución del ingreso (Knowles, 2005). Afortunadamente, Solt
(2009, 2014) ha reunido un índice de Gini que contiene series cronoló­
gicas consistentes y de largo alcance para varios países. Por esto, nues­
tras fuentes de datos son:

a) p i b per cápita (paridad de poder adquisitivo constante en dólares


de 2005) tomado de la Penn W orld Table 8.0 (Feenstra et al., 2013)
para los años de 1970 a 2011 . 11

10 L a s w i i d se introdujo en 2008 para que los investigadores contaran con datos que maxi-
mizaran la comparabilidad entre la mayor cantidad posible de países y de años (Solt,
2009).
11 O ptam os p or usar el p i b per cápita en lugar del ingreso disponible porque nuestra
fuente de datos para este último, la s e d l a c , fusionada con nuestra base, conduce a
un conjunto final de 139 observaciones, frente a las 546 que nos arroja con aquel.
E ste conjunto mucho m ás pequeño de observaciones no perm ite ninguna regresión
satisfactoria, especialmente en las estimaciones de los um brales. D ecidim os enton­
ces incluir en el m odelo de regresión una variable que denotara al capital humano
p ara contrarrestar las críticas a nuestra elección de variables, ya que el capital h um a­
no se asocia positiva y consistentem ente a mayores niveles de ingreso personal (es
decir, disponible).

191

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

b) Desigualdad del ingreso, medida con el coeficiente Gini, tom ada de


la versión 5.0 de la Base Estandarizada de D atos sobre Desigualdad
del Ingreso (Solt, 2009, 2014). D e esta fuente tomamos la variable
denominada Gini neto, un estimado del coeficiente G ini de desigual­
dad en el ingreso familiar disponible ajustado (mediante escala de
raíz cuadrada), usando los datos del l i s como estándar. Los años
considerados son nuevamente de 1970 a 2011.
c) Índice de capital humano ( o h ) , tomado de la Penn W orld Table 8.0
(Feenstra et al., 2013) para los años 1970 a 2011, inclusive. Este ín­
dice se basa en el índice de capital humano de Barro y Lee (2010).

Con el fin de obtener un panel equilibrado de datos, los países de


A L considerados en la muestra son Argentina, Brasil, Chile, Colombia,
Ecuador, El Salvador, Guatemala, H onduras, México, Paraguay, Perú,
República Dominicana y Trinidad y Tobago.

Estadísticos descriptivos

El cuadro V II.3 muestra los resúmenes estadísticos de las principales va­


riables explicativas usadas en adelante en nuestro modelo econométrico.

Cuadro V II.3. Resúmenes estadísticos de las variables explicativas

DE N
Variable Media Mín. Max.
(desviación estándar) Tamaño de muestra

Año 1970 2011 546

GINI 47.463 5.185 33.708 64.348 413

PlB 5735.109 3779.882 706.526 21266.473 546

CH 2.156 0.399 1.266 2.968 546

Fuente: Elaboración propia.

L a naturaleza de la muestra contempla países con una alta concen­


tración de la riqueza en manos de pocos individuos .12 Esto puede llevar­

12 E l nivel promedio del coeficiente G ini de desigualdad del ingreso es, de hecho, 47, un
nivel bastante alto si consideramos que solo en los países de la o od e , en el mismo p e ­

192

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V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica para países de América Latina

nos a sacar conclusiones sesgadas, aunque desafiantes desde un punto


de vista empírico, ya que no podem os observar el efecto de algunas
variables importantes como el p i b ni los valores del Gini previos sobre va­
riaciones en la desigualdad del ingreso para niveles menores de la propia
desigualdad. Decidim os incluir solo países latinoamericanos en la m ues­
tra (y no otros, como los que pertenecen a la o c d e ) porque ellos repre­
sentan los atípicos (Palma, 2011) que son responsables de la observación
de la curva de Kuznets (Kuznets, 1955), es decir, la relación de U inverti­
da entre la desigualdad del ingreso y el p i b . Los países de la o c d e , según
el propio Palma, no muestran este efecto por sí solos, pues todos ellos tie­
nen aproximadamente el mismo nivel de desigualdad en el ingreso, aun
cuando ostenten niveles muy distintos de p i b per cápita.
L a siguiente sección es preliminar a la elección del modelo economé-
trico y describe la naturaleza del proceso generador de datos de nuestra
muestra.

Pruebas de diagnóstico

Por la naturaleza del proceso generador de datos de las variables que nos
interesan, realizamos pruebas para verificar la no estacionariedad.
El cuadro V II.4 reporta las principales pruebas de raíz unitaria rea­
lizadas en niveles, la primera diferencia del logaritmo del índice de Gini
de desigualdad en el ingreso (nuestra variable dependiente), niveles del
logaritmo del índice de capital humano y, finalmente, niveles y primera
diferencia del logaritmo del p i b per cápita. Com o se observa, tanto los
niveles como las primeras diferencias en el coeficiente de Gini son esta­
cionarios según diversas pruebas (Levin, Lin y Chu, 2002; Im, Pesaran
y Shin, 2003); y que esto va también de acuerdo con las pruebas Fisher-
a d f y Fisher-pp de raíz unitaria propuestas por M addala y W u (1999),
ya que las hipótesis nulas de raíz unitaria, tanto individuales como comu­
nes, se rechazan en el nivel estándar de 5%.
El logaritmo del índice de capital humano parece estacionario se­
gún todas las pruebas anteriores y el p i b per cápita tiene, como era de

riodo, el índice de concentración de la riqueza se sitúa en alrededor de 30.

193

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

esperarse, raíz unitaria. Estas pruebas realizadas en niveles del logaritmo


del p i b per cápita muestran que, en efecto, la hipótesis nula de raíz uni­
taria es ampliamente aceptada, al tiempo que las mismas pruebas reali­
zadas en la primera diferencia del logaritmo del p i b rechazan la hipótesis
nula de no estacionariedad.
Puesto que nuestra variable dependiente es estacionaria, no puede
cointegrarse con ninguna otra covariable y se evitan los problemas de re­
gresión espuria, los cuales surgen cuando se hace una regresión de una
variable no estacionaria sobre otra no estacionaria en ausencia de una re­
lación de cointegración entre ambas. Esto significa que cualquiera que
hubiese sido el proceso de generación estocástica de las otras variables
usadas como regresores, los modelos estándar de mínimos cuadrados or­
dinarios son adecuados y generan series estacionarias de los residuos.

Resultados

U sam os una transformación logarítmica de las variables macroeconómi-


cas (siguiendo a Khan y Senhadji, 2001), la cual resulta más adecuada
para este tipo de modelos no lineales. En seguida, apoyados en H ansen
(1996, 1999, 2000), calculamos el siguiente modelo de umbral por m e­
dio de un panel de efecto fijo, es decir:

M ogG IN I, = P0i+P llogGINIit_l + P2logPIBu + P Jlo g P I B J2 + P4logC H it

’ * (log GINIit_i- f o g ^ M ^ + £tt

f i si GINIitl > GINI*


lo en otro caso.

donde A lo g G IN Iit es la diferencia entre t y t - 1 del logaritmo de Gini


para el país i; es el coeficiente adjunto a una variable simulada para el
país i, que apunta a encontrar la heterogeneidad entre países indepen­
diente del tiempo; lo gG IN Iit l es el logaritmo del nivel de desigualdad
para el país i en el momento t - 1; lo g P IB it es el logaritmo del p i b per
cápita; (lo g P IB it)2 es el cuadrado del nivel de producción per cápita para

194

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V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica para países de América Latina

el país i en el momento t en escala logarítmica, y el logaritmo lo g C H it


corresponde al índice de capital humano.
Al estimar el modelo anterior para diferentes valores de G INI*, elegi­
dos en orden ascendente (35, 36, 37, etc.), los valores óptim os/um brales
de G IN I* se obtienen al encontrar el valor que minimiza la sum a de cua­
drados de los residuos ( r s s ) de la regresión.
El parámetro G IN I* representa el umbral de desigualdad en el ingre­
so con la particularidad de que la relación entre la variación actual de des­
igualdad en el ingreso y la desigualdad pasada queda determinada por:

baja desigualdad = P1

alta desigualdad = P 1 + P 5

En términos prácticos, corrimos esta regresión a partir de un umbral


arbitrario G IN I* = 39, y así hasta 60. El valor inicial se sitúa en 39 por­
que queremos al menos 30 observaciones por debajo de ese umbral (grá­
fica V II.3).

Gráfica VII.3. Distribución de la frecuencia del coeficiente de Gini de desigualdad del in­
greso en el conjunto de datos

33 36 39 42 45 48 51 54 57 60 63 66

Gini

Fuente: Elaboración propia.

195

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

El cuadro V II.5 reporta los principales resultados de la regresión de


umbral anteriormente descrita.

Cuadro VII.5. Principales resultados de la estimación del m odelo para diferentes valores
de GINI'

Nivel de um bral Variable Coeficiente S.E. t-stat RSS

log GINIi t - i -.0089951 .0580248 -0.16

log PIBlt -.1249411 .0638999 -1.96

GINI* = 39 (log P I B / .006536 .0036082 1.81 .1 0 1 2

log CH)t .0044068 .0109027 0.40

d lt39 -.1212732 .0648352 -1.87

log GINI— -.0343066 .0464805 -0.74

log PIBlt -.1217908 .0641588 -1.90

GINI* = 40 (log PIB/ .0063458 .003626 1.75 .1 0 1 2

log CHt .0040217 .010923 0.37

d lt40 -.0978072 .0542409 -1.80

log GINIi t - 1 -.042502 .0386168 - 1 .1 0

log PIBit -.1202996 .0640934 - 1 .8 8

GINI* = 41 (log P I B / .0062341 .0036234 1.72 .1 0 1 0

log CHit .0035194 .0109281 0.32

d it41 -.09 38255* .0472084 -1.99

log GINIi t - 1 -.0448425 .0330563 -1.36

log PIBit -.1197789 .0638619 - 1 .8 8

GINI* = 42 (log PIBlt) 2 .006165 .0036102 1.71 .1007

log CH t .0027978 .0109266 0.26

d it42 -.09 76693* .0424598 -2.30

log GINI t - 1 -.0510393 .0292428 -1.75

log PIB t -.1197008 .0637654 - 1 .8 8

GINI* = 43 (log PIB t )2 .0061356 .0036051 1.70 .1005

log CH t .002026 .0109487 0.19

d it43 -.09 63773* .039631 -2.43

log GINI t - 1 -.0 5 9 4 7 6 8 * .0263462 -2.26

log PIB t -.1172008 .0639079 -1.83

GINI* = 44 (log PIB t )2 .0059873 .0036153 1 .6 6 .1005

log CH t .0012395 .0 1 1 0 0 1 0 .1 1

d it44 -.0 9 1 4 8 7 7 * .0379366 -2.41

log GINI t - 1 -.0 6 7 8 5 5 8 ** .0237644 - 2 .8 6

log PIB t -.1136083 .0641769 -1.77

GINI* = 45 (log PIB t )2 .0057982 .0036322 1.60 .1006

log CH t .000035 .0111094 0 .0 0

d it4 5 -.0 8 6 8 0 6 5 * .0368293 -2.36

196

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V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica para países de América Latina

Cuadro V II.5. Continuación

log GINI— -.0 7 3 4 1 7 4 ** .0215748 -3.40

log PIBlt -.1112316 .0642926 -1.73

GINI* = 46 (log PIB/ .0056746 .0036387 1.56 .1006

log CHlt -.001483 .0112473 -0.13

d it46 -.0 8 7 2 6 8 3 * .0363672 -2.40

log GINI— -.0 8 0 2 1 3 4 * * * .0199751 -4.02

log PIB t -.1130687 .0643027 -1.76

GINI* = 47 (log PIB/ .0058035 .0036377 1.60 .1007

log CHit -.0020991 .0113758 -0.18

d it4 7 -.0 8 3 2 7 4 7 * .0365654 -2.28

log GINI— -.0 8 5 5 4 5 8 * * * .0186501 -4.59

log PIBit -.1150312 .0642641 -1.79

GINI* = 48 (log P I B / .0059445 .0036331 1.64 .1008

log CHit -.0025802 .0114949 - 0 .2 2

d it48 -.0 8 1 8 7 8 8 * .0374704 -2.19

p < 0 .0 5 ; * * p < 0 .0 1 ; * * * p < 0.001


Fuente: Elaboración propia.

Los resultados indican que:

1. Para un Gini inferior a 44, ni el ingreso ni los valores previos del coe­
ficiente de Gini pueden explicar las variaciones en la desigualdad ac­
tual del ingreso.
2. L a estimación encuentra un umbral en torno al valor del coeficiente
de Gini igual a 44, a partir del cual un incremento en sus niveles p a ­
sados implica una variación negativa del coeficiente actual.
3. Para un coeficiente de G ini superior a 44, el p i b per cápita y el p i b
per cápita al cuadrado siguen sin ser significativos en la determi­
nación, y sus valores pasados se vuelven significativos para explicar
las variaciones negativas en los niveles actuales de desigualdad del
ingreso.

Así, parece que la dinámica de la desigualdad económica se explica


por sí misma, con un punto de inflexión de la desigualdad en torno a un
Gini de 44, mientras que el p i b per cápita parece no tener un efecto de
relevancia estadística en dicha dinámica.

197

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

A fin de verificar la solidez de estos resultados en relación con distin­


tas especificaciones del modelo econométrico, también realizamos una
estimación de efectos fijos para un panel de datos. Básicamente, realiza­
mos una regresión de panel estándar con efectos fijos, introduciendo tam ­
bién el logaritmo de la desigualdad al cuadrado entre los covariantes.
D e manera similar a lo predicho por el modelo previo (mediante el
cálculo de umbral), obtenemos que los valores pasados de la desigualdad
junto con sus términos cuadráticos son los únicos factores que afectan la
dinámica de la desigualdad. El ingreso y el ingreso al cuadrado, en todo
el conjunto de datos, no parecen desempeñar un papel crucial, ya que sus
coeficientes no son estadísticamente significativos en el nivel estándar de
5%. Los cambios en la desigualdad (AlogGINIt), computados como dife­
rencias del logaritmo de GINIt , no son afectados significativamente por
los valores pasados de la desigualdad (GINIiti), cuando estos valores, ex­
presados en logaritmos naturales, no alcanzan el 3.7, lo que correspon­
de a un nivel del coeficiente de Gini igual o cercano a 40. Los valores P
asociados a los efectos marginales de los niveles pasados de desigualdad
a valores iguales o inferiores a 40 son, en efecto, superiores a 0.05, lo que
significa la aceptación de la hipótesis nula de que estos efectos son igua­
les a cero. Por el contrario, con altos niveles de desigualdad, la historia es
muy distinta. Cuando la desigualdad es superior a 40, los incrementos en
dicha desigualdad se asocian negativamente con sus cambios. Todos los
efectos marginales son negativos y significativos estadísticamente en el
nivel estándar de 5%.
N uestros resultados comprueban que el ingreso desempeña un papel
marginal (si no es que nulo) en la dinámica de la desigualdad del ingreso.
L a estimación del umbral muestra que, cuando los niveles de desigualdad
del ingreso son altos, es decir, cuando el Gini supera los 44 puntos, única­
mente los valores pasados de desigualdad inciden en las variaciones de la
desigualdad. N uestros resultados son sólidos en relación con diferentes
especificaciones del modelo, ya que también se realizó una regresión de
datos de panel con efecto fijo estándar, en la que los valores pasados de des­
igualdad del ingreso al cuadrado se añaden a los regresores, demostrando
que la dinámica de la desigualdad del ingreso se ve afectada significati­
vamente por los valores pasados de la desigualdad de manera cuadrática.
Una vez más, el p i b y el índice de capital humano no parecen ser relevan­
tes en la determinación de la dinámica de la desigualdad del ingreso. La

198

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V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica para países de América Latina

única diferencia, mínima desde un punto de vista cualitativo, es el nivel


de umbral a partir del cual los niveles pasados de desigualdad empiezan
a presionar la dinámica de la desigualdad misma. La estimación del um ­
bral encuentra de hecho un nivel del índice de Gini de 44, mientras que el
segundo modelo lo sitúa en 40. Se trata de una diferencia aceptable que
depende de la especificación del modelo, pero no afecta nuestro resulta­
do cualitativo.

Cuadro V II.6. Efectos m arginales de valores pasados de desigualdad en AlogGINIjt

logGINIit_l GINIü_l dy/dx S.E. z P > \z 9 5% Intervalo de confianza

2 .8 16.44 0.2137728 0.1294663 1.65 0.099 -0.0 399764 0.4675221

2.9 18.17 0.1815559 0.1169047 1.55 0 .1 2 0 -0.0475732 0.4106849

3 20.09 0.1493389 0.1043602 1.43 0.152 -0.0552033 0.3538812

3.1 2 2 .2 0 0.117122 0.0918397 1.28 0 .2 0 2 -0.0 628804 0.2971245

3.2 24.53 0.084905 0.07935 44 1.07 0.285 -0.0706268 0.2404368

3.3 27.11 0.0526881 0.0669243 0.79 0.431 -0.0784811 0.1838573

3.4 29.96 0.0204711 0.0545869 0.38 0.708 -0.0865172 0.1274595

3.5 33.12 -0.0 117458 0.0424233 -0.28 0.782 -0.0948939 0.0714023

3.6 36.60 -0.0439627 0.030641 -1.43 0.151 -0.104018 0.0160926

3.7 40.45 -0.0761797 0.01992 84 -3.82 0 .0 0 0 -0.1152386 -0.0371207

3.8 44.70 -0.1083966 0.0132116 - 8 .2 0 .0 0 0 -0.1342908 -0.0 825024

3.9 49.40 -0.1406136 0.0164646 -8.5 4 0 .0 0 0 -0.1728836 -0.1083436

4 54.60 -0.1728305 0.026206 - 6 .6 0 .0 0 0 -0.2241933 -0.1214677

4.1 60.34 -0.2050474 0.0377036 -5.44 0 .0 0 0 -0.278945 -0.1311498

4.2 66.69 -0.2372643 0.0497543 -4.77 0 .0 0 0 -0.334781 -0.1397476

4.3 73.70 -0.2694814 0.0620369 -4.34 0 .0 0 0 -0.3 910714 -0.1 478914

4.4 81.45 -0.3016983 0.07443 64 -4.05 0 .0 0 0 -0.4475909 -0.1558057

4.5 90.02 -0.3339152 0.0869029 -3.84 0 .0 0 0 -0.5042418 -0.1635887

4.6 99.48 -0.3661321 0.0994112 -3.68 0 .0 0 0 -0.5609745 -0.1712898

Fuente: Elaboración propia.

A fin de verificar si ambas ecuaciones (regresión de umbral y regre­


sión de panel de efectos fijos) están equilibradas, también probam os la
estacionariedad de los residuos generados por tales ecuaciones (no se
muestran los resultados). Tanto la prueba de Levin, Li y C hu que con­
trasta si el proceso tiene raíz unitaria común, como las pruebas Fisher-

199

Prohibida su reproducción
América Latina en la larga historia de la desigualdad

ad f y Fisher-pp para procesos de raíz unitaria individual, rechazan la


hipótesis nula de raíz unitaria para los residuos de ambas ecuaciones en
los niveles estándar de 5%.13 Por ende, podem os afirmar que nuestras
ecuaciones están equilibradas y los modelos bien especificados.

Conclusiones

N uestros resultados — y la interpretación de estos acerca del valor um ­


bral— son consistentes con el análisis de Cornia (2014):

El artículo describe la dinám ica de la dism inución de la desigualdad de


ingresos que ha tenido lugar en A m érica L atin a durante 2 002-2010, que
redujo el índice de G ini regional al nivel de la década de 1980. El artículo,
entonces, se centra en los factores que pueden explicar tal dism inución.
Estos incluyen [...] la adopción de un nuevo m odelo de desarrollo por
un creciente núm ero de gobiernos progresistas que adoptaron políticas
m acroeconóm icas prudentes pero m ás equitativas en su ám bito fiscal, de
asistencia social y de políticas de trabajo (Cornia, 2 014: 1).

Sin embargo, también parecen exhibir una singularidad en la corta


experiencia reciente de A L , esto es, la bifurcación de las tendencias entre
esta y A sia.14
En nuestra opinión, esas nuevas políticas de orientación social en A L
tuvieron mucho que ver en la evolución del Gini, lo que no puede decirse

13 Pruebas u r realizadas con la selección automática de desfases y sin ninguna variable


exógena añadida a la ecuación de prueba. Se obtienen resultados cualitativamente si­
milares al agregar intercepciones por país en la ecuación de prueba.
14 Según Cornia: “esta bifurcación de tendencias es difícil de explicar sobre la base de las
supuestas ventajas de la región de A m érica L atina. L a m ayoría de las regiones en
desarrollo son, de hecho, al mismo tiempo muy heterogéneas. Todos son países que de­
penden de las exportaciones de materias prim as, capitales extranjeros y de las remesas,
así como de algunas naciones industrializadas. T odas ellas se beneficiaron de los altos
precios, aumento de las remesas, exuberancia financiera y del rápido crecimiento eco­
nómico mundial de la última década. [...] Pero la caída en la desigualdad no parece
haber sido im pulsada por el crecimiento. D e hecho, los países asiáticos de crecimiento
rápido experimentaron una mayor desigualdad, como lo es China, que en el 2010 tuvo
el coeficiente de Gini m ás alto (0.47) en comparación con los de Argentina, Uruguay
y Venezuela (República Bolivariana de).” (Cornia, 2 014: 23).

200

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V II. ¿Desigualdad insostenible? Evidencia empírica para países de América Latina

de China. En un entorno comparativo, tenemos la necesidad de profun­


dizar en los motivos de la desigualdad insostenible para una configuración
regional como la latinoamericana. Lo que ha sido demostrado en el pre­
sente trabajo es que la dinámica del Gini (i. e., la dinámica de la desigual­
dad de ingresos) no es una función del p i b per cápita (i. e., del crecimiento
económico), y viceversa. Existe entonces un nivel/valor umbral a partir
del cual la dinámica del Gini cambia de sentido positivo a negativo.
Por otra parte, "aunque esas políticas sociales ayudaron a restablecer
el equilibrio macroeconómico, también condujeron a una contracción de
la industria manufacturera y de la clase obrera industrial, un debilita­
miento de los sindicatos, un aumento del desempleo y una ampliación
sustancial del sector informal” (Cornia, 2014: 20). Parece existir un en­
lace con el fenómeno de la desindustrialización — posiblemente debido
al crecimiento del sector servicios— , lo cual afecta a muchos países de
América Latina y que dejaremos para una posterior investigación.
El punto de inflexión en la desigualdad del ingreso que detectamos
muestra la insostenibilidad de los niveles de desigualdad que se perciben
como excesivos, una de las cuestiones clave ya mencionadas. Es más allá
de ese punto que la desigualdad del pasado explica los cambios en la des­
igualdad actual, mientras que el crecimiento económico carece de capa­
cidad explicativa. M ás que nada, nuestros resultados muestran que las
investigaciones futuras deben concentrarse en el entendimiento de los
distintos factores culturales, institucionales y sociopolíticos que, junto
con los económicos, contribuyen al punto de inflexión de la desigualdad
y su insostenibilidad.

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205

Prohibida su reproducción
L as autoras, los autores
(en orden de aparición)

M a r t ín P u c h et A nyul

Profesor titular, Facultad de Econom ía, u n a m .

A l ic ia P uyana M u t is

Profesora investigadora, Flacso México.

Jo sé A n to n io O cam po

Profesor de la Universidad de C olum bia y presidente del C om ité de


Política de Desarrollo de las N aciones U nidas.

N a t a lie G ó m ez A rteaga

Investigadora asociada de la Initiative for Policy Dialogue, U niversidad de


Colum bia.

L u is B é rto la

Profesor titular, Facultad de Ciencias Sociales, U niversidad de la República


(U ruguay).

D ieg o S á n c h e z -A n co ch ea

Profesor titular de Econom ía política de A m érica Latina, Universidad de


O xford.

F er n a n d o C o rtés

Profesor emérito, Flacso México.

206

© Flacso México
América Latina en la larga historia de la desigualdad

L aura P o l ic a r d o

Investigadora del Ministerio de Economía y Finanzas de Italia.

L F. P u n z o
io n e l l o

Profesor titular, Departamento de Economía y Estadística, Universidad


de Siena e Instituto de Ciencia y Tecnología en Políticas Públicas,
Estrategias y Desarrollo, Universidad Federal de Río de Janeiro.

E dgar J. S á n c h e z C a r r e r a
Profesor asistente, Departamento de Economía, Sociedad y Política,
Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

207

Prohibida su reproducción
A m érica L a tin a en la larga historia de la desigualdad, ed itad a p or
M a rtín P u ch et A n yul y A licia P u yan a M u tis, se term in ó de im p ri­
m ir en enero de 2 0 1 8 en los talleres de G ráfica Prem ier S .A .
de C.V., 5 de Febrero 2 3 0 9 , S a n Jeró n im o C hicahualco, 5 2 1 7 0
M etepec, E stad o de M éxico, M éxico. C oo rd in ació n de Fom ento
E d ito ria l: G ise la G o n z ále z G u e rra. C u id a d o de edición y corrección
de estilo: Ju lio R old án . D ise ñ o de forros: C y n th ia T rig o s S u z án .
D ise ñ o de interiores y form ación electrónica: Flavia B o n asso .
P ara su elaboración se u saron tip o s Frutiger y Garam ond.

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