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4.1. Introducción
En esa dinámica surge el debate acerca de los límites del poder legislativo para determinar
todo lo relativo a la organización de la Administración Pública. Sin embargo, en esta primera
aproximación, lo que nos interesa es todo lo relativo a quién tiene el poder de establecer la
organización, por una parte, y qué elementos son básicos en la organización administrativa.
Por último, habrá de hacerse una descripción del panorama general de la organización
administrativa y terminar con una referencia a los mecanismos jurídicos que explican la
imputación a la persona jurídica de los actos de las personas físicas.
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La Administración Pública debe responder además a otros requerimientos constitucionales,
aparte del de eficacia, y que en un momento dado podrían entrar en conflicto con este. Así,
debe servir con objetividad los intereses generales, debe ser sometida a controles jurídicos y
políticos que aseguren su objetividad y transparencia, debe reclutar a sus empleados públicos
o contratar respetando el principio de mérito y capacidad, etc. En resumen, la organización
administrativa se encuentra sometida a una serie de requerimientos que se podrían considerar
contradictorios: eficacia, igualdad de oportunidades, transparencia, servicio al interés general,
etc.
Lo mismo sucede con la Administración local, que es la rúbrica del Capítulo II del Título VIII de
la Constitución, que queda así establecida desde la propia norma fundamental, al igual que la
Administración autonómica a la que se refieren el citado artículo 149.1.18 y el 147.2 de la CE.
Todos estos artículos se refieren de una forma u otra a la Administración, pero en unos casos
lo hacen para establecer la Administración misma o darla por supuesta, en otros para
establecer quién puede decidir la organización de las Administraciones Públicas o cuáles son
los principios rectores de su funcionamiento, su papel y sus formas de control.
Antes de entrar a valorar los principios que rigen lo que concierne a aspectos meramente
organizativos, conviene destacar el hecho de que sea la propia Constitución la que se haya
ocupado del tema organizativo. Con ello pone de manifiesto la importancia que concede a esta
cuestión desde el mismo momento de aprobar la Carta Magna. Esta, como norma suprema, ha
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establecido los principios básicos de la organización y ha reducido al terreno del derecho
positivo las discusiones tradicionales sobre la naturaleza de la organización y las consecuencias
de esta. Se trata ahora de aplicar la Constitución y sus principios relativos a quién tiene el
poder para organizar la Administración y a qué principios debe responder dicha organización.
Esa formulación que dice “de acuerdo con la ley”, que supone una reserva de ley relativa, deja
un amplio margen al legislador (estatal o autonómico) para reconocer el papel determinante
que el Ejecutivo ha de tener en la organización del aparato administrativo; para entregar a la
potestad reglamentaria del Ejecutivo la determinación concreta de la organización; pero no
impedirá al legislador dictar sus leyes con la profundidad, extensión y densidad que desee.
En otro orden de cosas, respecto a los criterios mismos de organización, el art. 103.1, además
de sentar los principios generales a los que ha de atenerse la actuación administrativa con
sometimiento pleno a la ley y al derecho (principios que influyen a la hora de diseñar la
organización de la Administración misma), sienta también principios de marcado carácter
organizativo: principios de eficacia, jerarquía, descentralización, desconcentración y
coordinación.
Uno de los problemas fundamentales en toda organización es saber quién tiene el poder para
establecerla. Ese problema queda resuelto con la reserva relativa de ley que establece el
artículo 103 de la Constitución Española. Sin embargo, queda pendiente saber la decisión
misma del legislador general del Estado o de los legisladores autonómicos para delimitar hasta
dónde llega ese “de acuerdo con la ley”. A ese respecto, debemos referirnos a la Ley 50/1997,
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de 27 de noviembre, del Gobierno (LG) y a la Ley 40/2015, de 1 de octubre, de Régimen
Jurídico del Sector Público (LRJSP).
En el ámbito de la Administración General del Estado, debe tenerse en cuenta que depende
del Gobierno de la nación, compuesto por el presidente, vicepresidentes en su caso y los
ministros que son nombrados por aquel (arts. 98.1 y 100 CE y 1.2 LG). Por lo tanto, es el
presidente, en cuanto cabeza del Ejecutivo, quien determina quiénes ocuparán las carteras
ministeriales y sus órganos superiores. De acuerdo con esto, y en desarrollo de la reserva de
ley relativa establecida en la propia Constitución, la LRJSP, en su artículo 57.3, atribuye al
presidente del Gobierno mediante real decreto la determinación del número, denominación y
ámbito de competencia respectivo de los Ministerios y Secretarías de Estado. Por su parte, en
el art. 2.2. j de la LG, se insiste en ello al atribuir al presidente la competencia para “crear,
modificar y suprimir, por Real Decreto, los Departamentos Ministeriales, así como las
Secretarías de Estado”. También le corresponde la aprobación de la estructura orgánica de la
Presidencia del Gobierno.
Por tanto, en los niveles orgánicos superiores (arts. 58 y 59 LRJSP) —los Departamentos
Ministeriales a cuya cabeza se encuentran los ministros y las Secretarías de Estado—, la
competencia para su creación corresponde al presidente del Gobierno. El artículo 2.2.j de la LG
se establece que corresponde al presidente del Gobierno la creación, modificación y supresión,
por real decreto, de los Departamentos Ministeriales, así como de las Secretarías de Estado.
Por debajo de subdirector general, cabe la posibilidad de que existan otros órganos, en cuyo
caso se crean, modifican y suprimen por orden del ministro respectivo, previa autorización del
ministro de Hacienda y Administraciones Públicas (art. 59.2 LRJSP).
Tal es, por tanto, la concreción legal de la potestad de organización de ámbito estatal. Su
realización concreta corresponde ya a cada uno de los órganos antes señalados a través de los
reales decretos correspondientes y de las correspondientes órdenes ministeriales.
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En lo que se refiere a las CC. AA., hay que tener en cuenta que, en el seno de sus respectivos
Estatutos de Autonomía, se atribuye a la Asamblea la aprobación de la ley que establezca el
régimen jurídico de la Administración regional.
Por lo que respecta a la estructura orgánica de las Consejerías, se atribuye a los respectivos
Consejos de Gobierno la facultad de “aprobar, a propuesta del consejero respectivo, previo
dictamen preceptivo de la Consejería de Hacienda, la estructura orgánica y plantilla orgánica
de las diferentes Consejerías y la creación, modificación o supresión de las Subdirecciones
Generales”.
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1.2 de la Ley 29/1998, de 13 de julio, Reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa
engloba bajo el nombre de entidades de derecho público que sean dependientes o estén
vinculadas al Estado, las Comunidades Autónomas o las Entidades Locales. También se habla,
en la letra c) del artículo 2 de la misma ley, de las decisiones de las corporaciones de derecho
público adoptadas en el ejercicio de funciones públicas, como sería el caso de los Colegios
Profesionales (abogados, médicos, etc.). Por su parte, la Ley 9/2017, de 8 de noviembre, de
Contratos del Sector Público, por la que se transponen al ordenamiento jurídico español las
Directivas del Parlamento europeo y del Consejo 2014/23/UE y 2014/24/UE, de 26 de febrero
de 2014, precisa en su artículo 3.2 que se entienden dentro del sector público, incluidas en el
concepto de Administraciones Públicas, la Administración General del Estado, las
Administraciones de las Comunidades Autónomas, las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla
y las Entidades que integran la Administración Local, las entidades gestoras y los servicios
comunes de la Seguridad Social, los organismos autónomos, las Universidades públicas y las
autoridades administrativas independientes, las Diputaciones Forales y las Juntas Generales de
los territorios históricos del País Vasco, los consorcios y otras entidades de derecho público.
Por su parte, las Administraciones no territoriales tienen a su cargo funciones sectoriales que
no afectan al conjunto de intereses de una comunidad humana. Un Colegio Profesional de
médicos o abogados, por ejemplo, ejerce funciones públicas limitadas en relación con los
profesionales y el ejercicio de la profesión, pero no tiene, en absoluto, la universalidad de fines
que tienen las Administraciones territoriales en cuanto que gestionan los intereses generales
de una comunidad de personas en su integridad. Lo mismo ocurre con un organismo
autónomo u otro tipo de entidad con personalidad jurídica propia que, por lo general, cumplen
con el desempeño de funciones en ámbitos específicos.
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autónomo. Se trata de entes con personalidad en los que lo relevante es la existencia de un
patrimonio y una organización para la consecución de un fin concreto dentro de la
organización del Estado y no las personas que trabajan en esas instituciones.
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funciones que pueden tener encomendadas las distintas unidades cuando su actuación es
preceptiva o tiene efectos jurídicos frente a terceros. En el seno de la personalidad jurídica,
cada órgano desarrolla frente al exterior tareas especializadas que se imputan a la persona
única de la Administración. Esas tareas son las competencias que el ordenamiento les atribuye.
Por lo que respecta a su composición, los órganos pueden ser unipersonales o colegiados. Los
primeros se componen de una sola persona física que lo ocupa y manifiesta a través de su
voluntad la del órgano. Los órganos colegiados son aquellos que se creen formalmente y estén
integrados por tres o más personas, a los que se atribuyen funciones administrativas de
decisión, propuesta, asesoramiento, seguimiento o control, y que actúen integrados en la
Administración General del Estado o alguno de sus organismos públicos.
En cuanto a su alcance territorial en el ejercicio de sus funciones, los órganos pueden ser
centrales o periféricos. Los primeros desarrollan sus funciones para la totalidad del territorio
en el que actúa la Administración de la que se trate y a ellos se reservan las funciones y
competencias esenciales. Por su parte, los órganos periféricos tienen limitada su acción a un
ámbito de ese territorio y sumados constituyen la red a través de la que se lleva la acción
administrativa a la totalidad de este.
Si tomamos como referencia sus funciones, los órganos pueden ser activos, consultivos o de
control. Los órganos activos son aquellos cuyas funciones son sustantivas de carácter
declarativo o resolutivo que inciden en las posiciones jurídicas de sus destinatarios, es decir,
adoptan decisiones. Los órganos consultivos se limitan a formular su parecer dentro del
desarrollo de un procedimiento a través de un informe para contribuir a la mejora de la
decisión de los órganos activos. Por su parte, los órganos de control ejercen una revisión de la
actuación administrativa en términos de legalidad, eficiencia, económicos, etc.
En función de la jerarquía, podemos dividir los órganos en: superiores, aquellos que establecen
planes y programas de actuación de la organización bajo su responsabilidad; y directivos, los
que desarrollan y ejecutan dichos planes y programas.
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El problema en el caso de las personas jurídicas consiste en que el supuesto representado (la
persona jurídica) no tiene voluntad alguna, puesto que ni siquiera tiene existencia física. No
sería posible representar a una persona que no tiene voluntad ni sustrato físico.
La potestad organizativa está condicionada actualmente por una serie de principios y límites
que imponen la Constitución, en su artículo 103, y la Ley 39/2015, de 1 de octubre, de
Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones Públicas.
La eficacia, que consiste en la consecución de fines de interés general, actúa como principio
esencial para la actuación administrativa en busca de la calidad de los servicios y la buena
gestión económica.
El principio de eficacia buscará que la Administración Pública cumpla los objetivos fijados en
los servicios prestados a los ciudadanos, pero tendiendo hacia unos índices de calidad óptimos.
Constituye una referencia constitucional inevitable que debe contribuir a acabar con la idea de
que la Administración puede no ser eficaz, por más que las Administraciones Públicas, a
diferencia de las empresas privadas, están sujetas a requerimientos que les pueden hacer
perder agilidad por razón de atender a otros valores.
El principio de eficacia, que ni es ni puede ser absoluto, encuentra desarrollo en los demás
principios que invoca el artículo 103.1 CE: jerarquía, descentralización, desconcentración y
coordinación, pues pueden entenderse como formas de encontrar la eficacia en la
Administración. La jerarquía potencia la eficacia de una organización. El principio de eficacia no
está reñido con los de descentralización y desconcentración, que son manifestaciones del
principio de especialización que se aplica con éxito en cualquier organización privada para
conseguir la eficacia. Por ello, el mantenimiento del principio de jerarquía en sus aspectos más
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relevantes no es incompatible con la posibilidad de descentralizar funciones y materias
unitarias especializadas, asignando competencias a órganos (desconcentración) o a
organizaciones dotadas de personalidad jurídica (descentralización). Es también un medio de
evitar que la hipertrofia del principio de jerarquía se vuelva en contra de su eficacia misma.
Además, este principio de eficiencia tiene también trascendencia jurídica, pues una actuación
administrativa ineficiente es contraria a los principios de buena administración a los que han
de ajustarse siempre y en todo caso los poderes públicos, como proclama el artículo 4 de la
Ley de Contratos de las Administraciones Públicas.
• Por otra parte, la prevalencia del órgano con grado superior sobre los inferiores para
dirigir y sustituir la voluntad de estos en aras de alcanzar la necesaria unidad
administrativa para alcanzar el fin deseado.
Para su efectividad real, los órganos superiores están dotados de una serie de facultades, que
se corresponden con el deber de obediencia, respeto y acatamiento de las órdenes por parte
del órgano inferior, so pena de responsabilidad disciplinaria:
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• La posibilidad de anular actos de órganos inferiores por medio de la resolución de
recurso administrativo y de resolver conflictos de competencias entre órganos
inferiores.
Clases de descentralización:
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descarga efectiva de funciones de los órganos superiores, acercando la Administración a los
administrados.
• Siempre que exista una relación jerárquica, se aplica tanto en las Administraciones
territoriales como institucionales.
El hecho de que coexista una pluralidad de Administraciones genera la posibilidad real de que
se produzcan duplicidades y contradicciones en una misma materia, con el riesgo de
sobrecostes materiales, así como de superposición.
Tipos de coordinación:
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Constitución Española. Asimismo, están previstos otra serie de mecanismos típicos
como las conferencias sectoriales y las comisiones bilaterales de cooperación.
Toda la actividad que realiza la Administración Pública se sujeta a una serie de principios que
podríamos denominar inspiradores y que se pueden colegir del propio texto constitucional.
Toda actividad administrativa se justifica por la búsqueda del interés público. Un interés
común que beneficia a una parte importante de los miembros del cuerpo social. Sin embargo,
es posible la existencia de interés público, aunque sus destinatarios no representen un número
elevado de personas cuando la actuación sirve para propiciar mayores cotas de igualdad.
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transparencia y eficiencia. Grosso modo sería una reordenación de los principios mencionados
con anterioridad, convenientemente actualizados.
En virtud de los principios de necesidad y eficacia, la iniciativa normativa debe estar justificada
por una razón de interés general, basarse en una identificación clara de los fines perseguidos y
ser el instrumento más adecuado para garantizar su consecución.
Cuando la iniciativa normativa afecte a los gastos o ingresos públicos presentes o futuros, se
deberán cuantificar y valorar sus repercusiones y efectos, y supeditarse al cumplimiento de los
principios de estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera.
Principio de buena fe
Las relaciones que se establecen entre la Administración Pública y los ciudadanos están regidas
por el principio de buena fe. Supone el mantenimiento de la confianza del ciudadano respecto
de la Administración por cuanto esta mantiene en su proceder la actitud de rectitud tanto
jurídica como ética esperada.
Según este principio, cada una de las Administraciones Públicas actúa para el cumplimiento de
sus fines con personalidad jurídica única. A partir de esta concepción, es posible centralizar en
un único ente territorial la dispersión de órganos instrumentales que aquel puede crear.
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De este principio cabría inferir que a cada Administración territorial se trasladaría la
responsabilidad, también patrimonial, de la actuación de los entes institucionales que haya
creado. Además de clarificar los posibles conflictos planteados entre los entes institucionales
entre sí, o entre estos y el ente matriz.
Esta clasificación es útil para agrupar de manera ordenada las normas o los fines por los
objetos materiales o los fines que se persiguen mediante la acción administrativa.
No basta una clasificación basada en materias o fines para sistematizar dentro de cada una de
las materias la actuación administrativa y las normas que rigen dicha actualización.
Por ello, se requiere la aportación de otros criterios como son los efectos que la actividad
administrativa conlleva sobre la libertad de iniciativa y derechos de los particulares que se ven
afectados.
• Actividad de fomento, que tiene como objeto estimular la actividad de los particulares
en la orientación de fines de interés general.
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En efecto, el derecho público español ha dotado a la Administración Pública de funciones de
carácter judicial, sancionador o arbitral que no encajan fácilmente en la actividad de limitación
o policía y que deben ser reseñados de manera específica:
El resumen de lo expuesto indica que en todos los ámbitos materiales de actuación de las
Administraciones Públicas se encuentran, o pueden estar presentes, cada una de las formas,
aunque combinadas en diferente medida.
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4.7.1.2. Técnicas en la limitación
La reglamentación
La Administración Pública tiene entre sus potestades la de desarrollar mandatos legales que
supongan limitaciones a la actividad de los particulares mediante la emisión de reglamentos.
Estas limitaciones se pueden imponer, con las correspondientes habilitaciones legales, unas
veces de manera directa con amenaza de sanción, y otras realizando la mera regulación de las
actuaciones de los particulares exigiendo autorizaciones previas o prefigurando el contenido
de las órdenes para determinados casos.
La autorización
La técnica autorizatoria, como actividad de las Administraciones Públicas, presupone una serie
de elementos:
• Una actividad cuyo ejercicio afecta a intereses públicos y que, por ese motivo, está
sujeta al control por parte de la Administración.
Órdenes
En todo caso, las órdenes pueden venir establecidas en norma reglamentaria o requerir que la
Administración dicte un acto administrativo con el contenido de estas. Dada la alta posibilidad
de intensidad sobre los derechos y la libertad del particular, se debe contar con un amplio
sistema de garantías que permita la obediencia del destinatario e impida la arbitrariedad y el
abuso en que se pudiera incurrir.
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Potestad sancionadora
• Principio de tipicidad, requiere que las conductas consideradas como infracciones y las
sanciones aplicables se encuentren previstas en norma con rango de ley, en nuestro
caso, es el art. 129 de la misma norma el que se encarga de consagrar este principio:
“Solo constituyen infracciones administrativas las vulneraciones del ordenamiento
jurídico previstas como tales por una ley” y “por la comisión de infracciones
administrativas podrán imponerse sanciones, que estarán delimitadas por la ley”.
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• Concurrencia de sanciones. Cuando se produzca concurrencia entre el orden
administrativo y el penal por una misma conducta, se subordinará la actividad
sancionadora administrativa respecto de la penal.
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Una manifestación de la actividad arbitral de la Administración Pública es la creación de
organismos especializados que, aunque supongan una especie de reflejo de jurisdicciones
especiales, no pierden en ningún caso la consideración de Administración. En algunos casos, su
desarrollo ha dado lugar a la creación de jurisdicciones especializadas, como sucedió con la
jurisdicción laboral.
b) Conflictos sociales
Desde principios del siglo XX se ha venido produciendo una ingente legislación en materia
laboral caracterizada por el componente tuitivo de su regulación, lo que suponía la conciencia
de diferente posición de los sujetos inmersos en la relación laboral y el proteccionismo
administrativo. Estos hechos pronto hicieron ver la inconveniencia de mantener estos asuntos
en la jurisdicción civil cuando se producían conflictos individuales y colectivos, ensayándose
fórmulas de arbitraje con participación de los colectivos interesados. Aunque posteriormente
se originó una jurisdicción especializada, las posibilidades de medios extrajudiciales de
resolución de conflictos nunca desaparecieron por su mayor flexibilidad, que en la fase final de
la evolución ha quedado como sigue:
• Por una parte, la mediación, que otorga al mediador poderes de propuesta para llegar
a que las partes se avengan a la solución de la controversia existente ante una
negociación colectiva. Las partes en conflicto pueden solicitar la designación del
mediador o acordar de mutuo acuerdo dar esta responsabilidad a una persona,
también la inspección de trabajo tiene estas funciones. De aceptarse las propuestas,
estas tendrán el efecto de un convenio colectivo.
• Por otro lado, el arbitraje, que se asemeja más a funciones jurisdiccionales que dirime
ante un conflicto y sirve más para definir la interpretación de una norma legal o
convenida preexistente. Puede ser voluntario u obligatorio.
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También en las Cámaras Oficiales se establecen funciones arbitrales.
Un aspecto de especial relevancia en esta relación es que el disfrute por parte del beneficiario
se realiza en función de un derecho que se reconoce, siempre que cumpla con las condiciones
establecidas para ello. Por otra parte, la aceptación del beneficiario al uso o disfrute del
servicio conlleva la sumisión a una relación especial de poder y a las normas de
funcionamiento del servicio, estando prevista, incluso, la posibilidad de una actividad
sancionadora.
En muchos casos, la relación de servicios es mixta con elementos públicos y privados, cuando
se establece precio para poder acceder al servicio o cuando se realiza por concesionario o
cuando por estatuto regulador se sujeta a derecho privado.
Existen diversas formas de gestión de los servicios públicos, lo que implica consecuencias
jurídicas que es necesario referir:
La gestión directa
Permite a su vez diferenciar entre formas de derecho público y de derecho privado, y son de
aplicación tanto a servicios asistenciales como a servicios económicos.
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• Sociedad privada. Se trata de sociedades que se regulan por el derecho privado, no se
confunden con la Administración, sino que son poseídas por esta.
Gestión indirecta
• Arrendamiento. Esta figura es cada vez más cuestionable como forma independiente
de forma de gestión de servicios públicos. Tradicionalmente tenía relevancia por sus
repercusiones fiscales.
La relación jurídica que se establece contiene una serie de elementos específicos que a
continuación se relacionan:
• Objeto. Se trataría de los fines de interés público dentro de la competencia del órgano,
lo que se trata de estimular: actividad económica, educativa, sanitaria, etc.
4.7.3.2. Modalidades
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En función de los medios de fomento, se puede establecer una clasificación entre las medidas
honoríficas, económicas y jurídicas. Son los estímulos que mueven a los particulares a actuar
en una determinada dirección considerada como deseable para el interés general.
Medidas honoríficas
Medidas económicas
Las técnicas utilizadas son, por un lado, las que suponen para la Administración no un gasto
directo sino una pérdida de ingresos, tal y como ocurriría con las exenciones y desgravaciones
fiscales.
Por el contrario, se podrían enumerar las que suponen desembolso dinerario: premios o
primas, incentivos, subsidios, etc.
Estímulos jurídicos
Se trata de la concesión a los particulares para poder ostentar una determinada posición
jurídica como es el caso del otorgamiento del privilegio de expropiación o la concesión a los
descubridores de minas, aguas subterráneas, etc.
4.8. Bibliografía
• Parejo Alfonso, L. Derecho administrativo. (2.ª ed.) Valencia: Tirant lo Blanch; 2008.
Normativa de referencia:
• Constitución Española.
• Estatutos de Autonomía.
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2016, por la disposición derogatoria única 2.a de la Ley 39/2015, de 1 de octubre; ref.
BOE-A-2015-10565. No obstante, hasta que, de acuerdo con lo dispuesto en la
disposición final séptima, en la redacción dada por el art. 6 del Real Decreto-ley
11/2018, de 31 de agosto; ref. BOE-A-2018-12131, produzcan efectos las previsiones
relativas al registro electrónico de apoderamientos, registro electrónico, punto de
acceso general electrónico de la Administración y archivo único electrónico, que será a
partir del día 2 de octubre de 2020, se mantendrán en vigor los artículos relativos a las
materias mencionadas.)
Actividades prácticas
Caso práctico 8
Para facilitar el desarrollo del ejemplo solicitado, se apuntan los siguientes elementos que
vendrían a ser los esenciales de la técnica autorizatoria, como actividad de las
Administraciones Públicas:
• Que se trate de una actividad cuyo ejercicio afecta a intereses públicos y que, por ese
motivo, esté sujeta al control por parte de la Administración. Se puede considerar
cualquier Administración, estatal, autonómica o local, aunque se recomienda esta
última para simplificar el ejercicio.
• Que sea un particular, que no tiene por qué ser real, quien quiera ejercer esa actividad
sometida a autorización.
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Baste recordar que las autorizaciones, como modo clásico de intervención administrativa en el
que se comprueba ex ante si una determinada actividad se adapta o respeta los intereses
generales, está perdiendo protagonismo en favor de otros modos menos intervencionistas y
que introducen menos rigideces a las actividades económicas. Entre estos títulos de
intervención más novedosos están la “declaración responsable” y la “comunicación”.
1. 1.
Que se trate de una actividad cuyo ejercicio afecta a intereses públicos y que, por ese motivo,
esté sujeta al control por parte de la Administración. Se puede considerar cualquier
Administración, estatal, autonómica o local, aunque se recomienda esta última para simplificar
el ejercicio.
A la hora de analizar esta ordenanza, se comprueba que es una autorización que regula la
actividad de rodaje o grabación de películas de cine, programas de televisión, documentales,
anuncios publicitarios, vídeos, reportajes fotográficos o cualquier otro producto del sector
audiovisual que se desarrolle en el municipio de Sevilla y que requiera o afecte a bienes o
servicios de competencia municipal. Se establece un listado de actividades que quedarían
excluidas de esta autorización, los títulos habilitantes, y algo muy importante como es el hecho
de que “la licencia general de rodaje y las complementarias de ocupación de espacios o
prestación de servicios podrán suspenderse o revocarse cuando razones de interés público lo
exijan, o cuando proceda en aplicación del régimen disciplinario”. De igual modo se regulan el
procedimiento y el régimen disciplinario aplicable.
Cabe destacar, por último, que esta ordenanza aprobada se publicó en el Boletín Oficial de la
provincia, con apertura de un plazo de información pública y audiencia para los interesados de
treinta días. Al haber transcurrido el citado plazo sin haberse formulado alegación alguna, se
entiende que queda aprobada definitivamente.
2. 2.
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Que contenga una potestad administrativa, en forma de potestad autorizatoria.
Valgan como ejemplo las bases reguladoras para la solicitud de autorización de actos
deportivos en espacios públicos del Ayuntamiento de Soto del Real que, en sesión celebrada el
día 26 de febrero de 2016, aprobó las que regulan el procedimiento, condiciones y requisitos
para obtener la autorización necesaria para celebrar los actos deportivos que impliquen la
utilización privativa o especial de los bienes de dominio público municipal afectos al uso
público.
Estas bases tienen por objeto la protección de los bienes jurídicos y se fundamentan en las
disposiciones normativas siguientes:
3. 3.
Que sea un particular, que no tiene por qué ser real, quien quiera ejercer esa actividad
sometida a autorización.
Las autorizaciones y licencias administrativas son actuaciones administrativas por las que se
permite a los particulares el ejercicio de una actividad.
Autorización es cualquier acto expreso o tácito de la autoridad competente que se exige, con
carácter previo, para el acceso a una actividad de servicios o su ejercicio (art. 3.7 de la Ley
17/2009, de 23 de noviembre, de libre acceso a las libertades de servicios y su ejercicio).
Son todos aquellos actos administrativos, cualesquiera que sea su denominación específica,
por los que, en uso de una potestad de intervención legalmente atribuida a la Administración,
se permite a los particulares el ejercicio de una actividad, previa comprobación de su
adecuación al ordenamiento jurídico y valoración del interés público afectado (art. 1.2 del RD
1778/1994, de 5 de agosto, que adecua las normas reguladoras de los procedimientos
administrativos para el otorgamiento, modificación y extinción de autorizaciones a la Ley
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39/2015, de 1 de octubre, de Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones
Públicas).
Caso práctico 9
En nuestro país reina una gran confusión respecto a dos instituciones como son la mediación y
el arbitraje. Esta circunstancia viene provocada por el hecho de creer que se trata de
conceptos sinónimos cuando, en puridad, representan jurídicamente dos instituciones
distintas. Ambos sistemas, considerados como métodos alternativos de resolución de
conflictos, responden a la misma exigencia, muy común por otra parte, de evitar largos y
costosos procedimientos judiciales. Es decir, ofrecen la posibilidad de resolver de forma
rápida, cualificada, confidencial y eficaz las controversias surgidas entre las partes en conflicto.
El arbitraje, por tanto, se puede definir en virtud de la reconocida Sentencia del Tribunal
Constitucional, de fecha 4 de octubre de 1993, como un “equivalente jurisdiccional mediante
el cual las partes pueden obtener los mismos objetivos que con la jurisdicción civil, esto es, la
obtención de una decisión al conflicto con todos los efectos de la cosa juzgada”.
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Es decir, se basa en la voluntariedad y en la intervención de un mediador dispuesto a buscar
una solución que los satisfaga plenamente.
1. 1.
2. 2.
3. 3.
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