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JESUS Y EL DIVORCIO

31 también fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. 32
pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación,
hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.
INTRODUCCIÓN
La mayoría de los escritores consideran que estos versículos 31-32 forman
una subdivisión separada del sermón de nuestro Señor, pero en realidad pertenece
a la misma sección que los versículos 27-31, los cuales tratan el mismo tema y
reprende el mismo pecado, aunque en este caso, un aspecto diferente del mismo.
Bajo la cabeza general del adulterio ocurrió otro mal, esto es, el uso y el mal
uso del divorcio, respecto al cual, la Ley de Moisés había sido gravemente
corrompida. Pero, habiendo demostrado la rigurosidad y espiritualidad del séptimo
mandamiento, nuestro Señor Jesucristo aprovechó la ocasión para condenar las
opiniones y prácticas laxas con relación a la anulación de los matrimonios.
Los judíos habían pervertido temerosamente uno de los estatutos políticos de
la Ley, por lo que los divorcios se otorgaron con el pretexto más frívolo, con el
pretexto más superficial posible y fue nuestro Señor el que aquí condenó esta
realidad.
En los pasajes que estudiaremos en la mañana de hoy, se nos proporciona
una ilustración adicional de la vasta superioridad de la justicia del reino de Cristo
sobre la justicia de los escribas y fariseos.
Muchos comentaristas pasan por alto este pasaje y no lo comentan. Y
fácilmente se puede entender el porqué. Por qué la gente tiende a eludir temas
como éste; pero esto no es excusa. El evangelio de Jesucristo afecta todos los
aspectos de nuestra vida, y no tenemos derecho de decir que ninguna parte de
nuestra vida está fuera de su alcance. Todo lo que necesitamos se nos enseña en la
bendita Palabra de Dios y con ello tenemos instrucciones acerca de todos los
aspectos de nuestra vida.
Sin embargo, sabemos que el tema que trata Nuestro Señor en los pasajes
que vamos abarcar hoy, gozan de un sin numero de interpretaciones que lo
convierten en un tema lleno de dificultades. Pero estas dificultades, las ha creado el
hombre, convirtiéndola en algo mucho mas complejo de lo que en verdad es. Pero
de eso hablaremos mas adelante.
Frente a estos versículos, consideremos una vez más los antecedentes o el
contexto de los mismos. Esta afirmación es una de las seis que nuestro Señor hizo
y que introdujo con la fórmula “Oísteis que fue dicho... pero yo os digo”.
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IBRC-Serie expositiva sobre el Sermón del Monte. Mateo 5.31_32. Jesús y el Divorcio_por Pr Gerleys David Causil
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Estos versículos forman parte de la sección del Sermón del Monte en la que
nuestro Señor muestra la relación entre su Reino y la enseñanza de la ley de Dios
que fue dada a los hijos de Israel por medio de Moisés.
Recuerden que nuestro Señor comenzó diciendo que no había venido a
destruir la ley sino a cumplirla; y lo deja en claro cuando dice: “Porque de cierto os
digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley,
hasta que todo se haya cumplido”.
Luego advierte en el vv.19 que: “…cualquiera que quebrante uno de estos
mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será
llamado en el reino de los cielos; más cualquiera que los haga y los enseñe, éste
será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que, si vuestra justicia
no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los
cielos”. Luego pasa a ofrecer su enseñanza a la luz de este contexto.
Con esto en mente, recordemos también que nuestro Señor no es haciendo
una comparación la ley de Moisés, como tal, con su propia enseñanza. Lo que
nuestro Señor estaba contrastando en sí, era la falsa interpretación de los escribas
y fariseos de la ley de Moisés.
Nuestro Señor no había venido a corregir la ley de Moisés, porque era la ley
que Él mismo había dado a Moisés. Así que, ese No era Su propósito. El propósito
de nuestro Señor era corregir la corrupción, la falsa interpretación de la ley que los
escribas y fariseos enseñaban. Por lo tanto, Nuestro Señor honra la ley de Moisés y
la explica en toda su plenitud y gloria. Esto, desde luego, es precisamente lo que
hace respecto a la cuestión del divorcio. Nuestro Señor lo que quiere, sobre todo,
es denunciar públicamente la falsa enseñanza de los escribas y fariseos respecto a
este importante asunto.
PROPOSICIÓN
Vamos a considerar el tema del Divorcio, bajo tres aspectos importantes.
1. ¿QUÉ ENSEÑA LA LEY DE MOSISES RESPECTO AL DIVORCIO?
2. ¿CUÁL ERA LA ENSAÑANZA DE LOS ESCRIBAS Y FARISEOS SOBRE EL
DIVORCIO?
3. ¿CUÁLES SON LAS REGULACIONES DE CRISTO SOBRE EL DIVORCIO?
DESARROLLO
1. ¿QUÉ ENSEÑA LA LEY DE MOSISES RESPECTO AL DIVORCIO?
“31 También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio.
El reglamento original sobre este asunto se encuentra en Deuteronomio 24: 1-4.
Leer.
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Este pasaje fue tan depravadamente interpretado, que una de las principales
escuelas de teología en los tiempos de Jesús (la de Hillel, un rabino y maestro judío
del primer siglo. Dicen que fue el primer erudito que sistematizó la interpretación de
la Torá escrita. Pero, era conocido como un liberal, por la naturaleza de sus
enseñanzas) Esta escuela enseñó que un hombre podía dejar a su esposa y
divorciarse prácticamente por cualquier causa.
En los escritos apócrifos encontramos por ejemplo en el libro de “Eclesiástico
25:26 lo siguiente: "Si ella no va como tú la quieres, córtala de tu carne, dale una
carta de divorcio y déjala ir", Y esta es una de las muchas indicaciones definitivas
de que los libros apócrifos no fueron inspirados por el Espíritu Santo.
Josefo también escribió sobre el divorcio de la siguiente manera: "La ley es
así: el que se divorciaría de su esposa, por cualquier causa, como muchas otras, hay
que dejar que le dé una carta de divorcio". Josefo También confesó que él mismo
se divorció de su esposa después de que ella le dio tres hijos, porque no estaba
satisfecho con su comportamiento.
De hecho, a Moisés si se le había ordenado por parte del Señor que permitiera
el divorcio en caso de impureza, para prevenir crímenes aún peores. Pero lo que no
había sido más que una concesión temporal, fue transformado por los fariseos en
preceptos, y se interpretó de tal manera que daba licencia para satisfacer sus deseos
perversos y egoístas.
Y luego como buenos hipócritas, hicieron un gran alarde de obedecer a Moisés
con respecto a la "declaración del divorcio". Los escritos talmúdicos (que era ese
conjunto de instrucciones y enseñanzas compiladas de los principales debates de los
rabinos, sobre las leyes judías, sobre las tradiciones y las costumbres del pueblo de
Israel), redefinieron las regulaciones sobre este asunto.

Pero consideremos un poco algunos detalles en Deuteronomio 24: 1-4. Lo


primero que notamos es el tipo de ordenanza dado allí. No era una ordenanza moral,
sino civil o política para el buen orden del estado. Entre tales leyes estaban también
las de tolerancia o de permiso, la ley concerniente a la usura (Deut. 23:20), que
permitía a los judíos determinarlo, pero no ejercerlo hacia un hermano; similar
también fue la ley que regula la poligamia (Deut. 21:15). Estas leyes toleraron lo
que Dios condenó, y eso con el propósito de prevenir males mayores.

De tal manera que el objetivo único de la ley mosaica respecto a esto era
simplemente controlar los divorcios: No aprobar la entrega de una carta de divorcio
por cada causa insignificante, pero permitirla en aras de prevenir una mayor miseria
y crimen.
Hermanos, debemos recordar que la situación había llegado a ser casi
completamente caótica. En ese tiempo, como recordarán, los hombres tenían una
idea muy baja de la mujer, y habían llegado a creer que tenían derecho a divorciarse

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de su mujer por cualquier razón, incluso algo totalmente superficial. Si un hombre,
por la razón que fuera, quería librarse de su esposa, lo hacía. Presentaba cualquier
pretexto falso y, basado en él, se divorciaba. Desde luego que la razón básica de
ello no era más que la pasión y lujuria.

Por ejemplo, si un hombre sentía un fuerte disgusto y desprecio hacia su


esposa (por cualquier razón: no sabía cocinar, el aseo, etc.) y deseaba deshacerse
de ella, es probable que este hombre llegase a maltratarle, hasta que ella esté en
peligro de muerte.
Esta ley de divorcio, entonces, se otorgó para eliminar la tentación de un
esposo con el corazón duro pudiera cometer asesinato. El divorcio es siempre una
desviación de la institución matrimonial original, como consecuencia de la
depravación humana.
De manera que la legislación mosaica, por tanto, se introdujo para regular y
controlar una situación que no sólo se había convertido en caótica, sino que era
injusta para la mujer, y que, además, conducía a sufrimientos inimaginables e
interminables tanto en las mujeres como en los niños, que tenían que presenciar y
vivir todas estas conductas agresivas e impías hacia su madre. Entonces podemos
decir que, la legislación mosaica establecía principalmente tres grandes principios.
El primer principio, era que limitaba el divorcio a ciertas causas. Es
decir, que de ahora en adelante sólo había de permitirse el divorcio cuando se
descubría en la mujer algún defecto físico o moral, natural. Se prohibían todas las
excusas que los hombres habían utilizado hasta entonces como, por ejemplo: “El no
saber cocinar, realizar los trabajos de la casa, etc.”
Pero antes de obtener el divorcio el hombre tenía que demostrar que había
una causa muy especial, incluida bajo el título de impureza. No sólo tenía que
demostrar esto, sino que tenía que hacerlo frente a dos testigos. Por lo tanto, la
legislación mosaica, no se dio para justificar el divorcio, sino más bien para limitarlo
¿Cómo? Descartando todas las razones triviales, superficiales e injustas que al
hombre se le pudiera ocurrir, restringiéndolas a una sola.

Lo segundo principio que establecía era que, el hombre que se


divorciaba de este modo de su mujer tenía que darle carta de divorcio.
Antes de la ley mosaica, el hombre podía decir que ya no deseaba a su mujer, y
sacarla de la casa; y ahí quedaba, a merced del mundo.

Incluso, a la mujer se la podía acusar de infidelidad o de adulterio y por ello


podía lapidársela hasta morir. Por lo tanto, con el fin de proteger a la mujer, esta
legislación exigía que se le diera carta de divorcio en la que se dijera de una manera
clara y concisa, que ella había sido repudiada, no por infidelidad, sino por una de las
razones admisibles y que había sido descubierta.

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De manera que esta carta, era para protegerla, y la carta de divorcio se le
entregaba en presencia de dos testigos a los que siempre, esta mujer podía recurrir
en caso de necesidad. De manera mis hermanos, que el divorcio fue formalizado,
con la intención de fijar en la mente de la gente, que era un paso solemne y no algo
que había que hacerse a la ligera en un momento de pasión cuando el hombre
descubría de repente que no le gustaba su esposa y quería librarse de ella a como
dé lugar. De esta forma se ponía de relieve lo serio del matrimonio.

Pero el tercer principio de la ley mosaica, determinaba que el


hombre que se divorciaba de su mujer y le daba carta de divorcio no podía
volver a casarse con ella. Es decir, que si un hombre se divorciaba de su mujer
y le había dado carta de divorcio.
En este caso, ¡OJO A ESTO! la mujer podía volverse a casar con otro hombre
de manera legítima. Ahora bien, este segundo esposo también podía darle carta de
divorcio. La ley de Moisés también lo permitía, y si esto sucedía ella podía volver a
casarse, PERO, ya no con el primer esposo.
La intención de esta regla es la misma; hacer que la gente comprendiera que
el matrimonio no es algo que se puede contraer y disolver a la ligera. Se Le dice al
primer esposo que, si le da carta de divorcio a su esposa, va a ser algo definitivo.
De manera que podemos darnos cuenta de inmediato que la antigua
legislación mosaica está muy lejos de lo que enseñaban los escribas y fariseos. Su
objetivo era introducir cierto orden en una situación que se había vuelto catastrófica.
¿Pero cuál era la enseñanza de los escribas y fariseos sobre el divorcio?
Eso nos lleva a considerar nuestro segundo punto de la mañana:

2. ¿CUÁL ERA LA ENSAÑANZA DE LOS ESCRIBAS Y FARISEOS SOBRE EL


DIVORCIO?
Los escribas y fariseos enseñaban que la ley de Moisés mandaba, es más
apremiada, al hombre que se divorciaba de su mujer en ciertas circunstancias. Por
supuesto, hemos visto que la Ley de Moisés nunca dijo tal cosa. La ley de Moisés
nunca mandó a nadie que se divorciara de su mujer; lo que hizo fue decir al hombre:
si quieres divorciarte de tu mujer puedes hacerlo sólo bajo estas condiciones.
De hecho, ellos enseñaban que, si un hombre ya no quería a su mujer, por
cualquier razón, porque ya no le satisfacía, por ejemplo, eso, en un sentido, era
considerado por ellos como “impureza”.
La consecuencia de esto fue nefasta. Recuerden que, en tiempos de nuestro
Señor, existían todo tipo de injusticias con las mujeres; ellas eran repudiadas por las
razones más indignas y triviales. Pero a estos hombres, sólo les interesaba un factor,
y era el legal, el de dar carta de divorcio. Eran muy meticulosos en eso, como en
todos los detalles legales.

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Pero nuestro Señor Jesucristo les dice: 32 pero yo os digo que el que repudia
a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se
casa con la repudiada, comete adulterio. Eso nos lleva a considerar nuestro último
punto:

3. ¿CUÁLES SON LAS REGULACIONES DE CRISTO SOBRE EL DIVORCIO?


Aquí nuestro Señor Jesucristo refuta la interpretación corrupta de los escribas
y fariseos, y afirma positivamente que el divorcio es permisible solo en el caso de
ese pecado que a la vista de Dios anula el pacto matrimonial, e incluso entonces
solo se permite y no se ordena.
…pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de
fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete
adulterio. Estas palabras de nuestro Señor son demasiado claras para que Él las
haya entendido mal.
"De acuerdo a la ley, el adulterio es la única razón suficiente para el divorcio.
De manera que, cualquier que rechace a su esposa por otra causa, será retenido
como adúltero si se casa con otra mujer; y ella, con otro hombre, el tal comete
adulterio.
Por eso ante la pregunta, nuestro Señor lo primero que subraya es la santidad
del matrimonio. Por lo tanto, el primer llamado siempre será al perdón. Cuando Dios
creó a la mujer para que fuera ayuda para el hombre así lo dijo. Afirmó: 'Serán una
sola carne.' 'Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.' El matrimonio no
es un contrato civil, ni un sacramento; el matrimonio es un pacto por medio del cual
estas dos personas se convierten en una sola carne.
Hay algo indisoluble en el matrimonio, y nuestro Señor se remonta a ese
principio. Cuando Dios hizo a la mujer para el hombre esa fue su intención, eso fue
lo que indicó, eso fue lo que ordenó. ¿Qué cosa? La ley que Dios estableció fue
que el hombre dejara a su padre y a su madre y se uniera a su esposa para
convertirse en una sola carne.
Mis hermanos, el matrimonio no es una mera cuestión civil, sino que es en
parte algo espiritual y divino, y por lo tanto solo Dios tiene el poder de designar el
comienzo, la continuación y el final del mismo.
Y quizás usted se haga la pregunta: ¿Qué pasa con la parte inocente?
donde se ha producido un divorcio: ¿puede alguien así casarse nuevamente
con la sanción divina? Acá debemos aclarar, que todos los cristianos no son uno
en este asunto.
Al buscar la respuesta bíblica a la pregunta, primero debemos tener en cuenta
que la infidelidad por parte del esposo o la esposa anula el pacto matrimonial, ya
que el hombre y la mujer ya no son "una sola carne", uno de ellos se ha unido
adúlteramente a otro.

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El divorcio va más allá, ya que legalmente disuelve y elimina la relación
matrimonial. Por lo tanto, estamos de acuerdo con el Catecismo de Fe de
Westminster que declara: "En el caso de adulterio después del matrimonio, es lícito
que la parte inocente demande un divorcio, y después del divorcio para casarse con
otro.
Permítanme citar al puritano John Owen, en su articulo titulado “Del
matrimonio después del divorcio en caso de adulterio" John Owen señaló que insistir
en que el divorcio simplemente asegura una separación legal pero no disuelve la
relación matrimonial traería un estado perjudicial para los hombres. Dios ha
designado el matrimonio como un remedio contra la incontinencia (1 Cor. 7: 2), pero
si las partes inocentes divorciadas legalmente no pueden volver a casarse, entonces
se les priva de este remedio y se les excluye de este beneficio. Si la persona
divorciada no tiene el don de la contingencia, es la voluntad expresa de Dios que se
case para su alivio; sin embargo, suponiendo que el objetor peca si se casa de
nuevo, sí es culpable del horrible crimen de adulterio. ¿No es esto suficiente para
exponer la insostenibilidad de tal anomalía?
Nuevamente hermanos, ¿podemos suponer por un momento que es la
voluntad de un Dios justo que una persona inocente sea penalizada por el
resto de su vida terrenal por la infidelidad de otro? Seguramente la idea
misma es repugnante para todos los que están realmente familiarizados con la
bondad y la misericordia del Dios que se revela en las Escrituras.
Cito esta vez al Pastor Arthur Pink: “Por qué, si un hombre inocente al
divorciarse no tiene la libertad de volver a casarse, se ve privado de su derecho por
el pecado de otro, que va en contra de la ley de la naturaleza; y bajo tal suposición,
está dentro del poder de cada mujer malvada privar a su esposo de su derecho
natural. El derecho de divorcio en caso de adulterio, especificado por Cristo, para
que lo use la parte inocente, evidentemente está diseñado para su libertad y alivio;
pero suponiendo que no pueda volver a casarse, le provocaría una trampa y un
yugo, ya que si no tiene el don de la continencia, está expuesto al pecado y al juicio”.
Pero aparte de estas consideraciones convincentes, la Palabra de Dios es clara
y decisiva al respecto. En Mateo 5:32, Nuestro Señor Jesucristo establece una regla
general, y luego establece una excepción a la misma, cuya naturaleza
necesariamente implica y afirma lo contrario a la regla general.
Es decir, la regla general es: el que rechaza a su esposa, la hace cometer
adulterio, y el que se casa con ella se hace culpable del mismo delito. Ahora bien,
La "excepción" debe ser contraria, a saber, que la parte inocente en el divorcio puede
volver a casarse legalmente, y la persona que se casa con él o con ella no es culpable
de adulterio.
En Mateo 19:9 nuestro Señor declara: Y yo os digo que cualquiera que repudia
a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se
casa con la repudiada, adultera.
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Aquí, nuevamente, es evidente que el sentido claro de las palabras de Nuestro
Señor es: Quien rechaza a su esposa por fornicación y luego se casa con otra no es
culpable de adulterio. ¿Por qué? En tal caso, el vínculo del matrimonio ya se ha
roto, y el que rechaza a su esposa culpable, es libre de casarse nuevamente.
Cuando nuestro Señor condenó la retirada y el matrimonio de nuevo por
cualquier causa, la excepción, esto es la "fornicación" claramente permite el divorcio
y el nuevo matrimonio, ya que una excepción siempre afirma lo contrario a lo que
se niega en la regla, o niega lo que se afirma en ella. Cito nuevamente al Puritano
John Owen, quien cierra su artículo diciendo: "Esta es la práctica constante de todas
las iglesias protestantes en el mundo").
Dice el Dr. Martin Lloyd Jones, sobre este asunto: Podemos decir no sólo que
una persona que se ha divorciado de su cónyuge por adulterio tiene derecho a
hacerlo. Podemos ir más allá y decir que el divorcio ha anulado el matrimonio, y que
esa persona es libre y como libre puede volver a casarse. El divorcio acaba esa
relación, dice nuestro Señor. La relación con el cónyuge es la misma como si hubiera
muerto; y la parte inocente tiene por tanto derecho a volver a casarse. Incluso más
que esto, si es cristiano, tiene derecho a otro matrimonio cristiano. Pero sólo él está
en esa situación, no el otro cónyuge.
Por supuesto hermanos, el llamado del Señor es al perdón, si en este caso, el
ofendido o la ofendida, deciden perdonar la afrenta, gloria al Señor. Como señala el
apóstol Pedro en su primera carta 4:8- “…Que el amor cubrirá multitud de pecados.”
Nada justifica el divorcio a excepción de la fornicación. No importan las
dificultades, no importa la tensión o la presión, lo que sea que se dice que sucede
en el caso de incompatibilidad de caracteres. Nada ha de disolver ese vínculo
indisoluble salvo esa única cosa. Pero vuelvo a repetir que esa cosa sí lo disuelve.
Nuestro Señor dice que esa sí es causa de divorcio, y legítima. Sin embargo, el
llamado primario es al perdón.
Por eso nuestro Señor dice en Mateo 19: 8, que Moisés hizo ciertas
concesiones “por la dureza de nuestro corazón”. Pero ahora esto se propone como
principio, no como concesión a debilidades. Nuestro Señor ha establecido como
legítimo el divorcio por adulterio; ha establecido la ley de este modo.
CONCLUSIÓN
Por esta razón mis amados hermanos, el matrimonio en sí mismo no se debe
entablar a la ligera, ni apresuradamente, pero una vez que el nudo está atado, cada
parte debe considerar seriamente la relación que se ha establecido y la gran
importancia de sus deberes.
Si el amor gobierna, todo estará bien: el desinterés y la paciencia deben
ejercerse mutuamente. Si el esposo honra a su compañera como " vaso más frágil,
y como a coherederas de la gracia de la vida”, como dice el apóstol Pedro (1Ped.3:7),
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y la esposa se asegura de que ella le dé a su esposo" la benevolencia debida
"(1Cor.7:3), creo que indudablemente se evitará la fricción. Mis hermanos, como
esposos, estamos llamados a amar a nuestras esposas como Cristo amo a la iglesia
y se entregó asi mismo por ella.
Eso por supuesto implica sacrificio, sacrificio que lamentablemente muchos
no están dispuestos a ofrecer. Como esposos, estamos llamados a soportar las
cargas del otro, a estudiar las disposiciones de cada uno y tratar de corregir sus
fallas. Como esposos estamos llamados a acercarnos juntos al Trono de Gracia y
buscar la bendición de Dios en nuestra vida de casados.
Cuanto más santas sean sus vidas, más felices serán. Nada es más honroso
para Dios que un hogar que atestigüe la suficiencia de Su gracia y sombree la unión
que existe entre Cristo y su Iglesia.
Es doloroso que el índice de divorcio entre los cristianos profesantes sea casi
tan alto como el del mundo incrédulo. La Biblia deja muy claro que Dios odia el
divorcio (Malaquías 2:16) y esa reconciliación y perdón deberían ser las marcas de
la vida de un creyente (Lucas 11:4; Efesios 4:32).
Sin embargo, Dios reconoce que el divorcio se va a dar aún entre Sus hijos.
Un creyente divorciado o que se vuelve a casar no debería sentirse menos amado
por Dios, aún si su divorcio o segundo matrimonio no estuvieran cubiertos bajo la
posible cláusula de excepción de Mateo 19:9. Dios a menudo utiliza aún la
desobediencia pecaminosa de los cristianos para llevar a cabo una gran cantidad de
cosas buenas.
¿Hermanos, Cómo hacer Frente a los Conflictos en el Matrimonio?
Comencemos por examinar nuestro propio corazón. ¿Cuál es la causa de nuestras
peleas y disputas? ¿Es nuestro cónyuge? En vez de usar todo nuestro tiempo y
energía en pelear con nuestra pareja, Santiago dice que el lugar para comenzar es
nuestro propio corazón.
Después, miremos a nuestra esposa o a nuestro esposo, como lo que es: “un
pecador redimido por Cristo” pero aun pecador. NO mi hermano, aun no estamos
glorificados, ella no es perfecta, tu no ni yo tampoco lo somos. Por lo tanto,
veámonos siempre el uno al otro con ojos de misericordia y gracia; de la misma
manera como nuestro Señor Jesucristo nos observa.
El Señor nos ayude a glorificarle en medio de nuestro matrimonio, observando
e imitando a Cristo en todo.
El Señor sea Bendiciendo Su Palabra
Vamos a orar

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