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El presidente Iván Duque firmó el decreto sobre el Presupuesto General de la

Nación para la vigencia 2020, cuyo monto se estableció en 271,7 billones de


pesos. De acuerdo con el Gobierno Nacional, el presupuesto aprobado tiene
un incremento del 9 % con respecto al 2019.
En el documento, que se encuentra publicado en la página oficial de la
Presidencia de la República, se establece una deuda pública de 53,3 billones de
pesos
Así mismo, el presupuesto se divide por sectores de la siguiente
manera: educación 44,2 billones; pensiones, 42,7 billones; defensa y Policía 35,3
billones; salud y protección social, 31,8 billones.
Trabajo tendrá 31,5 billones; hacienda, 15,7 billones; inclusión social, 12,7
billones; transporte, 9,1 billones, y la rama judicial, 4,9 billones.
Adicionalmente, el presupuesto se financiará también con 81,3 billones de
ingresos de capital, de los cuales 37,1 billones son de créditos internos, 10,5
billones de créditos externos y otros recursos de capital por 33,7 billones.
El Gobierno espera recaudar 2,2 billones de pesos provenientes de renta
parafiscal y 17,3 billones de recursos propios de los establecimientos públicos,
según la proyección hecha por el Ejecutivo.

1. Los 3 cheques

A $271,7 billones ascienden el presupuesto para 2020. Esto representa un


crecimiento de 9% frente al presupuesto de este año. Alrededor de dos terceras
partes van para gastos de funcionamiento (63,3% del total), mientras la deuda se
lleva 21,8% y el restante 14,9% es para inversión. En suma, $172,1 billones en
funcionamiento, $59,3 billones en pagar deuda y $40,4 billones para invertir.

2. ¿Inversión estable?

A pesar de las presiones fiscales, el Gobierno insistió en que la inversión pública


no iba a caer y que mantendrían los recursos para programas sociales como
Familias en Acción, Atención Integral a la Primera Infancia, Adulto Mayor, entre
otros. Lo cierto es que se mantiene prácticamente estable, al pasar de $40,74 a
$40,35 billones, un leve decrecimiento de -0,9%.

3. Pensiones, la mayor tajada

El próximo año el país tendrá que destinar alrededor de $43,29 billones para pagar
pensiones estatales, 12% más que los $38 billones usados este año. Esto
representa 20% del presupuesto total de 2020 –el mayor gasto que hace el Estado
por encima de cualquier sector– y es equivalente a cerca de dos terceras partes
de lo que recauda por impuesto de renta, tanto de personas naturales como
empresas. A pesar de ser la mayor tajada del presupuesto, beneficia a muy pocos,
lo que muestra la necesidad de una reforma pensional.
4. 80% del gasto tiene poca flexibilidad

Si al gasto de pensiones se le suman los recursos a girar a las regiones por


Sistema General de Participaciones, los intereses de la deuda, el aseguramiento
en salud y otras transferencias, resulta que alrededor de 58% del presupuesto es
totalmente inflexible. Además, hay otros rubros semiflexibles como los gastos de
personal y las amortizaciones de deuda que le quitan margen de maniobra a
prácticamente 80% del presupuesto total. El Gobierno anunció que promoverá
cambios al respecto.

5. La carga de la deuda

El gasto en deuda pasará de $51,94 billones en 2019 a $59,3 billones en 2020, un


crecimiento de 14,2%. Si bien el monto dedicado a amortizar (disminuir) la deuda
aumentó, más de la mitad del gasto se va al pago de intereses. De los $59,3
billones que se gastarán en este rubro, 30,9 billones –52% del total– se irán solo
en pagar intereses y los $28,3 billones restantes (48%) serán para disminuir el
monto de la deuda.

 El próximo año, el gobierno se gastará $271,7 billones

6. Ganadores y perdedores

Los sectores con las mayores asignaciones son educación ($43,1 billones),
defensa y policía ($35,8 billones), salud y protección social ($31,88 billones) y
trabajo ($31,86 billones). Mientras que los sectores con menor presupuesto son
inteligencia ($103.000 millones), ciencia, tecnología e innovación ($393.000
millones) y cultura ($395.000 millones). Los sectores con los mayores recortes son
la Registraduría, Presidencia y el sector agrícola.

7.  La plata para la Paz

Según el DNP, en el presupuesto del 2020 hay $9,8 billones garantizados para la
implementación de los acuerdos de paz: Reforma Rural Integral ($7,3 billones),
solución al problema de las drogas ($1,34 billones), víctimas del conflicto
($645.000 millones), fin del conflicto ($371.900 millones), implementación,
verificación y refrendación ($53.800 millones) y participación política ($14.500
millones). Además, existen recursos por $1,7 billones del Ocad Paz, también
destinados a financiar proyectos que benefician a los municipios del Programa de
Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET).

8. El costo de las leyes

El funcionamiento del Congreso de la República costará el próximo año $558.900


millones. Esto es, más de lo que cuesta la Registraduría ($467.500 millones) o
Ministerios como el de Transporte ($199.000 millones), Medioambiente ($345.000
millones), Cultura ($333.200 millones) o el nuevo Ministerio del Deporte ($501.700
millones). Los costos del legislativo no tienen en cuenta los temas pensionales. El
presupuesto del Fondo de Previsión del Congreso abarca otros $295.133 millones

9. Y el de las IA

El presupuesto de las entidades de vigilancia y control como la Contraloría


($575.900 millones), la Procuraduría ($762.400 millones), la Defensoría ($559.700
millones), la Auditoría ($36.933 millones) y la Fiscalía ($3,68 billones) suma cerca
de $6 billones al año.

10. Un Gobierno optimista

La programación presupuestal implica un estimativo de crecimiento para la


economía colombiana de 3,6% en 2019 y 4,1% en 2020, y que la inflación
permanecerá bajo control durante estos dos años en 3,4% y 3%, respectivamente.
Por su parte, la tasa de cambio promedio será de $3.132 y $3.151. Estos
supuestos determinan el comportamiento de los ingresos tributarios, el costo de la
deuda y el comportamiento de algunos gastos. El promedio de los analistas
espera que la economía crezca 3,1% en 2019.

Aunque la cuenta cambia todos los días, el cálculo es que los diferentes
compromisos asumidos oscilan entre ocho y diez billones de dólares a lo largo y
ancho del planeta. Las más audaces son las naciones desarrolladas en donde la
prudencia de otros tiempos quedó atrás.

Para solo citar un caso, Estados Unidos se encamina a un déficit fiscal que
equivaldría al 15 por ciento de su producto interno bruto este año, un desfase que
en otras circunstancias habría sido considerado como un enorme factor de
inestabilidad.

Tras un primer paquete, vienen más fondos federales, algo que parece
indispensable ante la revelación de que 26 millones de norteamericanos han
perdido su trabajo en las últimas cinco semanas.

Por su parte, los países latinoamericanos hacen lo que pueden. Según Alicia
Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, los diferentes gobiernos “han
implementado medidas inmediatas para contener el virus, proteger la fuerza
laboral y los ingresos del hogar”.

Para la cabeza de la entidad adscrita a las Naciones Unidas, se vienen


“comprometiendo recursos que van del 0,6 al 12 por ciento del PIB”.

Como salta a la vista, el tamaño del esfuerzo varía de un lugar a otro. La razón de
fondo es que la región venía de una época difícil, pues las tasas de crecimiento se
desplomaron a partir de 2014.
La caída en los precios de los bienes primarios puso en aprietos a aquellos que
gastaron a manos llenas en la época de las vacas gordas. Un ejemplo de ello es
Ecuador, cuya realidad era muy compleja desde hace un par de años y que
fracasó en su intento de poner orden en la casa debido al rechazo popular a los
propósitos de austeridad.

Cuando llegó el azote de la pandemia, el margen de maniobra en las arcas


públicas era casi nulo, lo cual sin duda tuvo que ver en la lenta respuesta de las
instituciones ante la emergencia.
Cuando se hacen sumas y restas, la conclusión es que el margen de maniobra
actual es muy poco. Hasta la fecha, el Gobierno ha destinado unos 15 billones de
pesos a la emergencia, de los cuales la mitad tiene como destino la salud, algo
más de cuatro billones se destinaron a la población vulnerable y 3,25 billones más
sirvieron para capitalizar el Fondo de Garantías, que a su vez respalda los créditos
que les otorguen los bancos a las empresas hasta en un 90 por ciento.

Si esas obligaciones no se pagan, habría una contingencia cuantiosa para la


Nación. De ahí que el esfuerzo colombiano podría ascender al 4,5 por ciento del
PIB.
En paralelo, las fuentes de recursos adicionales llegan a casi 29 billones de pesos,
pero no todo se va a destinar a la emergencia. Un dolor de cabeza constante es
mantener la liquidez gubernamental, sobre todo después de que algunos cobros
se aplazaron.

La ampliación de la cuarentena, que vino acompañada de la promesa presidencial


de darles un nuevo estipendio a las familias más pobres, demandará un giro
adicional.

Tal como están las cosas, la viabilidad de asumir parte de las nóminas o de
girarles a millones de colombianos un bono cercano a un salario mínimo que supla
sus necesidades durante uno o varios meses es mínima.

Colombia, cuyo sistema económico contemplaba protección importante para el


aparato productivo, acompañó su apertura con cambios en los procesos públicos
que dieron al traste con la laudable intención de hacer más eficiente la asignación
de recursos. El país ha progresado mucho desde 1991, pero no por la gestión
estatal, y la productividad es baja, la informalidad elevada y la desigualdad
altísima, aún en el contexto de Latinoamérica. Además hay problemas serios en la
calidad de la educación y la financiación de la salud.

La economía colombiana es de tamaño modesto y se ha orientado a productos


básicos desde la apertura que se puso fin a la escasez crónica de divisas del país
en el siglo veinte por los vaivenes de la economía cafetera. Ahora es preciso
aclarar papeles y conciliar políticas. Así, una tasa de cambio débil haría más
competitivos los subsectores de cadenas productivas de bienes transables a
través de fronteras internacionales y los servicios de turismo, pero haría más difícil
el pago de la deuda externa. Es tradición, por las limitaciones fiscales históricas,
asignar prelación a la financiación del gasto del Gobierno, así sea de mala calidad.
Por ende, no se ha aprovechado la integración de la gestión para impulsar las
industrias manufactureras, el turismo y el comercio internacional en un solo
Ministerio. Esa cartera debe tener espacio para impulsar el ahorro público y el
pago de deuda externa para lograr una tasa de cambio que haga viable la
economía sin el efecto de los recursos naturales no renovables. Este lineamiento
implicaría un gran esfuerzo en mejorar la calidad del gasto para asegurar al tiempo
la financiación de los programas sociales a cargo del Gobierno Nacional. Solo en
un ambiente institucional ordenado aumentaría la productividad, lo cual permitiría
el fortalecimiento del peso más adelante.

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