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Introducción
1. Cuestión de género
1
hebreas, antiguas tradiciones mágicas, algo de gnosis, astrología, angelología,
demonología y medicina primitiva.
Se trata, en suma, de un cuento folk de tipo hagádico, que se centra en la
construcción del Templo por el rey Salomón, hijo de David y nieto de Jesé.
Recuérdese que Hagadá (heb.: ,‘ הדגהnarración o discurso’), como término de
índole general, designa un conjunto de narraciones de la tradición oral hebrea,
como así también textos literarios de naturaleza no legalista, provenientes a
veces de debates y escritos rabínicos (tal como sucede con el Talmud), y entre
los que se incluyen fábulas, leyendas y parábolas.
2. Contenido
Salomón utiliza para la construcción [del Templo] una extraña fuerza de trabajo: se trata de
demonios, que él puede someter a su voluntad por medio de un anillo de extraordinario poder.
Anillo que le fue dado por Dios mismo a través del arcángel Miguel. En esta trama principal, se
insertan luego varios hilos secundarios. Es evidente que entre las fuentes de referencia del texto
se hallan listas […] que proporcionaron nombres y virtudes de ángeles y demonios, con objeto de
hacer lugar a utilizar el poder de los primeros y contrarrestar la hostilidad de los segundos. De
hecho, el conocimiento de los nombres (en particular de los nombres secretos) y las modalidades
de gestión del mundo superior, se presentan como una forma de controlar los aspectos positivos
y negativos que de dicho mundo derivan, a fin de no dejarse sorprender por los ataques
demoníacos.1
1
COSENTINO Augusto, “Il Testamento di Salomone: dall’ambiente giudaico (o giudeo-cristiano)
alla riscrittura araba”, Quaderni di Studi Indo-Mediterranei VI: Le Tre Anella. Al crocevia spirituale
tra ebraismo, cristianesimo e islam, Edizioni dell’Orso, Alessandria, 2013, p. 53.
2
Pentalfa: Es el clásico pentagrama, también llamado pentáculo y estrella pitagórica; se trata de
una estrella de cinco puntas, dibujada con cinco trazos rectos, que delimita en su interior la figura
de un pentágono. La denominación pentalfa se debe a que su diseño posee cinco letras A (gr.:
alfa, α).
2
monstruosos aspectos y perversas inclinaciones, un poco al modo de los
bestiarios medievales. La información se completa con el nombre del ángel que
“frustra” sus andanzas y algunas fórmulas de vade retro a las que va anexa
determinada operatoria.
Conviene agregar, por fin, que el rey parece haber sido tan sabio como
ingrato, pues una vez los demonios hubieron levantado para él tan magnífico
Templo –obra por la cual todos los soberanos de la tierra lo admirarían,
rindiéndole pleitesía, y por la cual la posteridad lo recordaría especialmente–, se
dio a meterlos a todos en una variedad de recipientes –vasijas, odres, artesas,
botellas…– que se apresuró a sellar enseguida.
3. Lengua
4. Autor y procedencia
3
asociada con los cuencos; por lo tanto, Babilonia no es generalmente sugerida
como lugar de origen.
Una segunda posibilidad es Asia Menor. El Libro de los Hechos enfatiza que
Éfeso era un importante centro de artes mágicas; ya sea exacto o no, se afirma
que libros mágicos por valor de cincuenta mil piezas de plata fueron consumidos
allí en la hoguera (He. XIX: 19). Aunque algo exigua, hay también evidencia
arqueológica de actividad mágica en Asia Menor, particularmente en Pérgamo.
La tercera posibilidad, y tal vez la más obvia, es Egipto, ese crisol del
antiguo saber mágico. Etiopía recibió tradiciones judías y cristianas a través de
Egipto, y fue ella quien conservó su magia, su demonología y, sobre todo, las
leyendas en torno a la reina de Saba y la decadencia y apostasía de Salomón…
similares a las encontradas en TSal. La magia de este es mucho más parecida
a la de los papiros mágicos helenísticos descubiertos en Egipto (que, por cierto,
mencionan a Salomón); y el relato de los treinta y seis Stoicheia que atacan
varias partes del cuerpo humano (TSal. 18) es una variación de los treinta y seis
decanatos o diez divisiones y deidades del zodíaco de 360°, conocidas
especialmente a través de Egipto. Es de suponer que al menos los pasajes del
citado capítulo del TSal. provienen de Egipto. Además, también los amuletos
gnósticos se basan con frecuencia en el nombre de Salomón; y uno de los textos
de Nag-Hammadi, Sobre el origen del Mundo, cita un “Libro de Salomón”, que
no sería aventurado identificar con el que comentamos. Finalmente, es probable
que la referencia literaria más temprana al TSal. provenga de Egipto: está en el
Diálogo de Timoteo y Aquila, del cual tendremos oportunidad de hablar por
extenso a no mucho andar.
Una última posibilidad es Siria-Palestina. Los judíos y los samaritanos eran
conocidos en el mundo grecorromano por su magia, y la tradición mágica
salomónica está bien documentada en el judaísmo palestino. Por otro lado, es
notoria la helenización de la región en los primeros siglos de nuestra era.
En fin, el orden descendente de probabilidad respecto a la patria del TSal.
parece ser: Egipto, Asia Menor, Palestina, Babilonia.
5. Datación
4
En 1898, Fred Conybeare, en el prefacio de su traducción al inglés del TSal.
según Fleck, señaló que el texto era citado como uno de los auténticos escritos
de Salomón en el Diálogo de Timoteo y Aquila, un documento cristiano en griego
que data de alrededor de 400 d. C. Asistimos en él a una discusión entre un
cristiano y un judío, en que, de cierta manera, se pone en tela de juicio si las
agorerías de los profetas se aplicaban con más justicia y propiedad a Salomón
o a Jesús. El cristiano acusa al rey de no haber seguido el camino del Señor:
¿acaso no había sacrificado langostas a los ídolos? “El judío respondió: ‘No las
sacrificó, sino que las aplastó involuntariamente en su mano. El Libro de los
Reyes no abarca estas cosas, pero está escrito en su Testamento’” (las cursivas
son mías).
Este pasaje se refiere inequívocamente al final del TSal. Envalentonado,
Conybeare llegó a proponer que este era revisión cristiana de un documento
judío, cuya forma original podría haber sido “la misma colección de
encantamientos que, de acuerdo con Josefo,3 fue compuesta y legada por
Salomón”; de esta forma, el texto se remontaría, al menos, al final del siglo I d.
C.
Conybeare también sugirió que la sección sobre los treinta y seis Stoicheia
(TSal. 18) compartía una demonología común con el apóstol Pablo; y que su fe
guardaba analogía con la de los esenios, secta judía que entonces solo se
conocía por las descripciones de Josefo y Filón de Alejandría. Faltaban cincuenta
años para que, a orillas del mar Muerto, se descubrieran los Rollos de Qumrān.
En su revolucionaria edición crítica del TSal. (1922), Chester McCown
admitió que el terminus post quem para este no podía ser otro que el año 400 d.
C. Aunque en algún aspecto acordó con Conybeare –al afirmar que, si uno
eliminaba los elementos específicamente cristianos, “el Testamento viene a ser
de ayuda para reconstruir el mundo del pensamiento judeopalestino en el primer
siglo de nuestra era…”–, sin embargo y en contraste, hizo hincapié en la opinión
de que el TSal. era una obra cristiana (es decir, no simplemente una obra judía
editada por un cristiano) de principios del siglo III d. C. Y se animó a reconstruir
su historia textual.
McCown sugirió la existencia, en el siglo I, de una colección de midrashim,
esto es, historias judías interpretativas sobre Salomón y los demonios. Dichos
midrashim habrían provenido de Palestina, tal vez de Galilea. Con ellos se
vertebraría una narratio, una historia, que sería aquella conservada en el MS D,
transcripción de un griego culto de época bizantina. Luego, un cristiano de
principios del siglo III (su demonología es como la que se encuentra en el Contra
Celso de Orígenes) habría eliminado los episodios sobre el pecado de David y
la reprensión de Natán; añadido material demonológico, astrológico y mágico, y
concluido con la apostasía de Salomón. Es probable que esta obra haya recibido
ya el título de Testamento.
Luego, otro cristiano del siglo IV o V habría sumado elementos
especialmente demonológicos, pero también gnósticos, cabalísticos y de la
3
Alude a un importante pasaje de las Antigüedades judías de Flavio Josefo, VIII: 42.5: “Y
Dios le concedió [a Salomón] el don de conocer los ardides para combatir a los demonios, con
vistas a conseguir ayudar y tratar a los hombres enfermos. En este sentido, compuso y nos legó
un libro de conjuros con que aliviar las enfermedades, y distintos tipos de exorcismos, con los
que los posesos expulsan tan radicalmente a los demonios, que ya no vuelven a apoderarse de
ellos. Y este tratamiento inventado por Salomón muestra entre nosotros hasta el día de hoy una
eficacia inmensa.”
5
primitiva teología cristiana. Finalmente, un hechicero de la Edad Media, quizás
en el siglo XII o XIII, agregó fórmulas mágicas, términos con resonancias
gnósticas y varias ideas de su época, particularmente alquímicas, para
confeccionar la llamada recensión C.
En 1922, Montague Rhodes James halló que la teoría de McCown sobre la
evolución del TSal. era “plausible, pero no del todo convincente”, aunque aceptó
su datación en el siglo III, al igual que la mayoría de los otros estudiosos. Una
excepción a esta tendencia, sin embargo, la representa Karl Preisendanz,
reconocida autoridad en papiros mágicos, quien sugirió que el original era del
siglo I o II d. C.
Ya sea que uno siga la primera datación de McCown, en el siglo III, o la de
Preisendanz, que retrocede aún más, existe general acuerdo en que gran parte
del TSal. refleja el judaísmo del siglo I en Palestina. Antes de concluir esta
discusión, debemos traer a colación la llamada Biblioteca de Nag-Hammadi.
En 1945 se descubrieron textos coptos de cincuenta tratados –en su
mayoría gnósticos, aunque hay también algunos herméticos–, sepultados bajo
la arena, en cercanías de una aldea llamada Nag-Hammadi, al sur de Egipto.
Cuatro de estos citan a Salomón, y uno, Sobre el origen del Mundo, menciona
“el Libro de Salomón”, en el contexto específico del abolengo de Muerte,
engendrado por el Primer Padre del Caos, Ialdabaoth, y establecido sobre el
sexto Cielo:
Luego, dado que Muerte era andrógino, se mezcló con su propia naturaleza y engendró siete hijos
andróginos. Estos son los nombres de los machos: Celos, Ira, Llanto, Suspiro, Luto, Lamento,
Gemido Lloroso. Y estos son los nombres de las hembras: Ira, Pena, Lujuria, Suspiro, Maldición,
Amargura, Pelea. Tuvieron relaciones sexuales entre sí, y cada uno engendró siete para que
totalizaran cuarenta y nueve demonios andróginos. Sus nombres y sus funciones se encuentran en
el Libro de Salomón.4
4
“On the origin of the World. The untitled text (Codex XIII)”, traducción de Hans-Gebhard Bethge
y Bentley Layton en James M. Robinson (ed.), The Nag Hammadi Library, Harper Collins, San
Francisco, 1990, pp. 284-293.
5
En DORESSE Jean, MAIRET Philip y JOHNSTON Leonard, The secret books of the Egyptian
gnostics: an introduction to the gnostic coptic manuscripts discovered at Chenoboskion, Viking
Press, Nueva York, 1960.
6
Cierto es que el texto gnóstico habla de cuarenta y nueve demonios, y el
TSal. pasa revista a unos diez más; y no es menos cierto que tan solo algunos
de los nombres que se hallan en este, tanto demoníacos como angélicos, pueden
encontrarse en el conjunto de Nag-Hammadi.6
En fin: o bien Sobre el origen del Mundo se refiere al TSal.; o uno debe
admitir que la identificación precisa es aún imposible entre las muchas obras
mágicas “salomónicas” que se sabe que han existido. Pero, si es cierto lo
primero…, tenemos evidencia de la existencia del TSal., probablemente a fines
del siglo III, y en ámbito alejandrino.
6. El Testamento y la Inquisición
6
Por ejemplo, Error y Poder (TSal. 8). Uno también encuentra en los textos de Nag-Hammadi a
Orneos, que podría ser Ornias; y, en el rubro angélico, a Miguel, Gabriel, querubines, serafines
y varias formas del nombre Uriel.
7
EYMERICH Nicolau, Directorium Inquisitorum, Venecia, 1591, libro II, quæstio XXVIII, p. 316.
8
Si bien Marcelino MENÉNDEZ PELAYO (Historia de los heterodoxos españoles, Librería
Católica de San José, Madrid, 1880, t. I, cap. 3, p. 591) lo cree escrito por Raimundo de Tárrega,
neófito de la Orden de Predicadores, opinión a la que adhiere Julio CARO BAROJA (Vidas
mágicas e Inquisición, Itsmo, Madrid, 1992 –colección Fundamentos n° 121–, t. I, cap. VII, p.
161).
7
Refulgencia” (sic), habría compuesto su tratado fundándose, sobre todo, en las
revelaciones de ciertos espíritus, a quienes interrogó. Expone Menéndez Pelayo:
Nos habla del Arte notoria, “quæ est Ars et scientia sancta”, la cual solo el que esté sin pecado
puede aprender. Autores de ella fueron los ángeles buenos, y la comunicaron al rey Salomón. Este
encerró los espíritus en una botella, fuera de uno que era cojo, el cual logró libertar a los demás.
Cuando Alejandro tomó a Jerusalén, su maestro Aristóteles, hasta aquel día hombre rudo, logró
saber dónde estaban encerrados los libros de Salomón, y se hizo sabio.9
7. Manuscritos
9
MENÉNDEZ PELAYO, ob. cit., cap. 2, p. 579. Al fin del Virgilii Cordubensis se lee: “Anno Domini
millesimo ducentessimo nonagessimo”. El códice parece de la segunda mitad del siglo XIV.
10
Quizá guarde alguna relación con las iluminaciones del “profesor de Refulgencia” la alusión a
un Tractatus Exorcismorum que en 1595 formuló el obispo de Segorbe, Juan Bautista Pérez,
afirmando que en él se citaba “una obra salomónica, escrita en arábigo, hallada por Virgilio en
los montes de Arabia”. CARO BAROJA, ob. cit., cap. VII, p. 163.
11
CARO BAROJA, ob. cit., cap. VII, p. 161.
12
En algunos casos, el sesgo bien puede haber sido inadvertidamente introducido por los propios
estudiosos, que a menudo han adscripto ligeramente a la remanida Clavicula cualquier referencia
vaga a Salomonis scriptum, por ser esta la obra atribuida al Rey Sabio más frecuentemente
copiada, citada, perseguida y condenada, usando así de un criterio de probabilidad estadística
cuando menos discutible. Richard Sharpe (“Titulus”: identifying mediaeval latin texts, Turnhout,
Brepols, 2003) ha elaborado un tan útil como interesante catálogo de los titulus de textos
medievales en latín, en el que no se contienen solo los del Index inquisitorial. En él hallamos los
siguientes vinculados a Salomón, todos de materia mágica: Claviculæ Salomonis (primera y
segunda partes, que también circularon por separado bajo los nombres respectivos de Clavis
minoris y majorem); Picatrix; Lamen o Lamene; De officiis spirituum, subtitulado In hoc libro sunt
secreta omnium artium; Vinculum spirituum; Liber pentaculorum Salomonis; Rubeus Draconis;
Liber Razielis; Quatuor Annulorum Solomonis; y De novem candariis. La descripción de al menos
cuatro de estos diez libros concuerda en líneas generales con el contenido del TSal.: Lamen
(¿corrupción de Lumen?), De officiis spirituum, Vinculum spirituum y Quatuor Annulorum
Solomonis.
8
La edición estándar del texto griego del TSal., presentado y editado por
McCown, comenta sobre la existencia de catorce manuscritos griegos; aunque
posteriormente se conocieron otro más en forma completa y un fragmento,
ambos griegos también. Una descripción de seis de dichos manuscritos, en
orden de importancia de acuerdo con el citado autor, es la siguiente:
1. D: Monasterio de Dionisio, monte Athos, n° 132, siglo XVI, titulado Peri tou
Solomontos (‘Acerca de Salomón’). El manuscrito no corresponde exactamente
al TSal. o, al menos, no tan solo a este: se trata más bien de una biografía del
rey, caracterizada por un fuerte interés demonológico, a la que se incorporó
material procedente del TSal. McCown consideró que la narración de este
manuscrito “estaba por detrás del Testamento”, constituyendo su sustrato, de
modo que lo editó aparte, como apéndice.
El MS D incluye elementos previos a los sucesos que se relatan en el TSal. y
que proceden de la Biblia: el pecado de David con Betsabé (2Sa. XI); la severa
reprensión que Natán dirige a David (2Sa. XII: 1-14); el nacimiento de Salomón
(2Sa. XII: 24); su reinado, poder y sabiduría (1Re. I a V); la construcción del
Templo (1Re. VI: 1-38; 2Cr. III). Es aquí donde entronca con el material del siervo
favorito de Salomón, vampirizado por el demonio Ornias, episodio que constituye
el comienzo propiamente dicho del TSal.
9
contiene signos mágicos, y los números del MS T, están pintados con plata sobre
rojo. Los lugares que dirigen al lector hacia un remedio mágico para alguna
enfermedad están marcados con una cruz y un círculo.
13
McCOWN Chester Charlton, The Testament of Solomon, Hinrichs’sche Buchhandlung, Leipzig,
1922, “Prefacio”, p. 5.
10
Desde este punto de vista, el contenido del TSal. continúa oculto aún hoy
para el lector de habla castellana, dado que, hasta el momento en que la Editorial
Kier de Buenos Aires publicó mi propia traducción del mismo, nunca antes se
había volcado a la lengua de Cervantes esta suerte de “biografía no autorizada”
del Rey Sabio.
Cierto es que existe, circulando en las vastas entrañas de la Web, una
versión en nuestro idioma; pero, además de que se funda en Conybeare –y no
en McCown, o en el posterior e inclusive más ajustado Dennis C. Duling–, es
tosca hasta la barbarie, incurriendo en muchos absurdos y dando, en general, la
penosa impresión de haberse fraguado a golpes de traductora automática.
Ello delinea una situación de “injusticia cultural” –podría decirse–, tanto más
frustrante e irritante cuanto inexplicable, gratuita y arbitraria. Los angloparlantes
nos llevan casi un siglo de ventaja en el manejo de este material, si paramos
mientes en McCown; incluso respecto a la más reciente traducción, la de Dennis
Duling (incluida por James H. Charlesworth en el volumen I de The Old
Testament Pseudepigrapha), nos separa ya la friolera de tres décadas.
Durante esta auténtica brecha, los hablantes de castellano, particularmente
en Latinoamérica, hemos tropezado con sensibles dificultades incluso en la
consecución del referido material en inglés, que circuló agónicamente, en
circuitos muy restringidos y solo tras costosas gestiones especiales. Hay que
reconocer, empero, que también fallaron los mecanismos de publicidad
académica: la publicación de Charlesworth (una biblioteca de libros raros y
preciosos) pasó prácticamente inadvertida en nuestro medio.
Así, la mayor parte de los estudiosos –y la totalidad del público meramente
curioso por cuestiones de interés puntual– debieron contentarse con conocer el
TSal. tan solo por citas parciales, desgajadas de su contexto y completamente
desnudas de referencias, que aparecían eventualmente, aquí y allá, diseminadas
en artículos o papers, en antologías o repertorios misceláneos como los
diccionarios de ocultismo o las enciclopedias de ciencias ocultas, rodeadas y
casi asfixiadas allí por el más heterogéneo y variopinto material, con el cual
guardaban por lo general una relación anecdótica y más bien ligera, cuando no
vaga.
Hoy esta situación se ha visto sensiblemente mitigada por la aparición de
las librerías digitales, impulsadas por muchas de las más importantes
universidades del mundo, las que han colocado a nuestro alcance un sinfín de
textos extranjeros nunca distribuidos en nuestros pagos, más aquellos
transformados en joyas de coleccionista por sus magras tiradas iniciales y la
ausencia de reedición. Asimismo, las principales bibliotecas (por ejemplo, la
Nationale de France, la British Library, la Deutsche Nationalbibliothek) han
contribuido a democratizar el acceso, digitalizando sus fondos de manuscritos
antiguos y ofreciéndolos en Internet. De esta manera, ¡hasta los Rollos del Mar
Muerto han sido puestos a disposición del público por el Museo de Israel!
Tenemos, no obstante, mucho camino por recuperar. Y, en el caso del
Testamento salomónico, deberemos hacerlo a trote vigoroso, si queremos dar
alcance a aquellos que, en Europa y Estados Unidos, se vieron motivados por
similares inquietudes. A mi entender, con la edición de Kier comenzamos
discretamente a descontar kilómetros.
No solo es la primera traducción al castellano: por sobre todo, no traduce
de ninguna lengua moderna, sino directamente del texto original griego, según
11
los dos manuscritos del TSal. conservados en la Bibliothèque Nationale de
France (I y P). Es decir: no se trata de la traducción de una traducción.
No obstante, hemos tenido siempre a la vista las ediciones de McCown y
Duling, a efectos comparativos y contrastantes, y particularmente, para rellenar
lagunas acudiendo al MS Q; al tropezar con pasajes particularmente
problemáticos, se han consignado fielmente las versiones alternativas, de
acuerdo con dichos autores; cada vez que se ha preferido la lectura de alguno
de ellos para palabras individuales o determinadas frases, se advirtió
escrupulosamente en nota al pie; por último, en algunos casos, se ha procedido
a reconstruir ciertos pasajes corruptos por composición, fusionando varias
lecturas de varios manuscritos.
9. El Diccionario Demoníaco
Como ya dijimos, el lector podrá topar aquí a todos los demonios que
subyugó Salomón con su anillo y su sello de pentalfa: por orden de aparición.
Los encontrará escoltados por el ángel que “frustra” sus trapisondas.
Cuando ha sido posible, se los ha puesto en relación con figuras
presuntamente idénticas o análogas de La Higromancia de Salomón, según la
exquisita versión de este texto que nos legó Pablo Torijano.
Sólo dos de los sesenta demonios que revistamos se hallan registrados
con continuidad histórica en otras fuentes: Ashmedai (Asmodeo) y Beelzebul
(Belcebú). Esta particularidad se debe a que el TSal. revela los nombres secretos
de los Infernales, en principio desconocidos por el común de las gentes, que no
recibieron, como Salomón, el don infuso de la Sabiduría divina, y el poder
mágico-exorcístico del anillo, que bajó desde el Cielo el mismísimo arcángel
Miguel. En este Diccionario se consignan solamente los datos que acerca de
ambos consigna el propio TSal., salvo alguna referencia puntual de contexto; se
omiten deliberadamente, pues, todos aquellos que pudieren aparecer en las
aludidas fuentes alternativas, escritas o arqueológicas.
12
1. Ornias (TSal. 1, 2, 3 y 20). Demonio de características vampíricas. Suele
actuar después de la puesta del sol. A manera de íncubo, drena la energía vital
de los durmientes succionando el pulgar de su mano derecha. Los atacados
languidecen a lo largo de los días, empalideciendo y adelgazando
extraordinariamente, hasta que por fin mueren. En el TSal. se lo califica de
“fastidioso”, por cuanto su acción repetida y sistemática configura lo que
posteriormente los demonólogos llamarían obsesión. Reside en la constelación
de Acuario y, tal vez por esta razón, su destino guarda alguna clase de relación,
para nosotros oscura, con el de los monstruos marinos, como Leviatán. Se
dedica también a estrangular a hombres nacidos bajo el signo de Acuario y que
demuestran pasión por mujeres vírgenes, o bien por aquellas nacidas bajo el
signo de Virgo. Cuando se manifiesta en forma visible, lo hace como una llama
de ardiente fuego, pero puede además asumir tres formas diversas: la de un
hombre que desea cuerpos de muchachos afeminados (o de niñas pequeñas),
quienes sufren gran dolor con su toque; la de una criatura alada, capaz de volar
entre las estrellas; y la de un león. Ornias conoce el futuro y, por tanto, puede
profetizar: ascendiendo hasta el Cielo, alcanza a escuchar desde fuera las
decisiones de Dios acerca de los destinos de los hombres. Es descendiente de
un arcángel sin identificar y resulta frustrado por el arcángel Uriel. El toque del
hierro lo aterroriza. Por último, cabe señalar que en la Higromancia de Salomón
el demonio Ornai –que aparece rigiendo la segunda hora del Día del Señor,
domingo– no resulta frustrado por Uriel, sino por el ángel Argphnaēl.
En TSal., es él quien aprisiona a Beelzebul y lo trae ante Salomón. El rey lo
condena al corte de piedras para el Templo.
2. Onoskelis (TSal. 4). Demonio femenino, de formas hermosas y tez clara, pero
con piernas de asno, aunque existe también la posibilidad de que carezca de
ellas, al modo de una serpiente o gran gusano. Es un espíritu forjado bajo
Shabtai, palabra que tal vez aluda a Saturno, lo que lo colocaría bajo el signo de
Capricornio. Sus más frecuentes moradas son los precipicios, cuevas y
barrancos. Sus actividades son muy variadas: a veces estrangula a los hombres,
y otras, los pervierte de sus verdaderas naturalezas, tal vez incitándolos a la
sodomía. Se relaciona carnalmente con los hombres que adoran a su estrella,
quienes se distinguen por tener la piel del color de la miel. Estos también
ejecutan en su honor ciertos ritos de conmemoración, rogándole por oro, aunque
por lo general con escaso éxito. Su origen es de lo más extraño: “Fui generada
a partir de una voz inesperada, que es llamada voz del eco, de un cielo plomizo,
emitida en la materia”. Otra versión quiere que se trate del eco de la deyección
de excrementos humanos en un bosque. Viaja con la luna llena y es frustrada
por el ángel Joel.
En TSal. Salomón la condena a trenzar el cáñamo para las sogas utilizadas en
la construcción del Templo.
3. Ashmedai (Asmodeo) (TSal. 5). Este y Beelzebul son los únicos demonios
que, además de aparecer en TSal., se hallan registrados con continuidad
histórica en otras fuentes. En nuestro texto aparece como una criatura arrogante,
13
orgullosa de ser uno de los nefilim, esto es, fruto de la unión de una mujer
humana y un ángel infiel, según Gen. VI: 4. Su constelación es la Osa Mayor.
Declara proceder de Asiria. Conoce el porvenir y, por ende, posee capacidad de
profetizar. Hace que la maldad de los hombres se esparza por todo el mundo.
Continuamente incuba complots contra los recién casados, provocando que la
belleza de las vírgenes se aje y los corazones se enfríen. También difunde a
través de las estrellas la locura respecto a las mujeres, lo que causa matanzas.
Es frustrado por el arcángel Rafael, y el humo del hígado y la hiel de un pez
llamado Glanos –procedente de los ríos de Asiria–, quemados sobre brasas de
carbón vegetal; oportunamente Salomón utiliza para ello una rama de estoraque.
La crítica ha identificado a este pez con un siluro.
Ashmedai rehúye el hierro (el rey lo amenaza con revestirlo por completo con
este metal), y teme también al agua, hallándose imposibilitado de cruzarla:
Salomón logra confinarlo con solo rodearlo por diez cántaros de agua.
Una de las revelaciones más importantes que esta criatura hace al Rey Sabio es
que, si los hombres desconocen los verdaderos nombres demoníacos, sus
dueños podrán ser adorados como dioses.
Ashmedai –cuya figura, en última instancia, deriva de Aeshma-Daeva, Demonio
de la Ira en el Zend-Avesta persa– aparece también en To. III: 8 bajo el nombre
de Asmodeo, comportándose allí en modo análogo al detallado por el TSal.: mata
uno tras otro a los siete esposos de Sara “al tiempo de querer acercarse a ella”,
impidiendo así que cumplieran con su deber marital. En To. VI: 5, el ángel Rafael
(bajo aspecto humano y tomando el nombre de Azarías) ordena a Tobías apartar
el hígado, la hiel y el corazón del monstruoso pez que había intentado engullirlo
a orillas del Tigris. En VI: 8-9, instruye específicamente: “Si pusieres sobre las
brasas un pedacito del corazón del pez, su humo ahuyentará todo género de
demonios, ya sea del hombre, ya de la mujer, con tal eficacia que no se
acercarán más a ellos. La hiel sirve para untar los ojos que tuvieren alguna
mancha o nube, con lo que sanarán”. En VIII: 2-3, por fin, quema no solo un trozo
del corazón del pez, sino también uno de hígado, espantando así al demonio, a
quien destierra “al desierto del Egipto Superior”.
En la Higromancia de Salomón hallamos al demonio Asmodai rigiendo la primera
hora del Día del Señor, y frustrado por el arcángel Miguel.
En el TSal., Salomón lo condena a moldear arcilla para todos los vasos del
Templo.
4. Beelzebul (Belcebú) (TSal. 3 y 6). Fue el único con derecho a llevar el título
de Primer Ángel mientras residió en el Primer Cielo. Allí lo acompañaba
Abezethibud. Hoy es el Príncipe de los Demonios, “gobernante de los espíritus
del aire, de la tierra y de debajo de la tierra”, mientras Abezethibud guarda en el
Tártaro a los hombres que allí encadenó. Al parecer, comparte el dominio del
océano con Kunopegos. Trae destrucción por medio de tiranos, hace que los
demonios reciban adoración de los hombres y excita el deseo en hombres santos
y escogidos sacerdotes. Provoca celos y asesinatos, e instiga guerras. Reside
en la Estrella de la Tarde, es decir, el planeta Venus, llamado Véspero y Lucifer
por los romanos. Brinda consejo al resto de los demonios acerca de sus
actividades particulares; en TSal. 16, Kunopegos sale del mar para consultarlo.
Beelzebul es frustrado tan solo por el Dios Todopoderoso, “llamado Patike por
los hebreos, el que desciende desde las alturas”, y llamado Emmanuel por los
griegos. Le teme grandemente, hasta el punto de echarse a temblar. Desaparece
14
cuando es conjurado por el juramento llamado “el Elo’i”. Aunque en el MS Q se
hace decir a Beelzebul que resulta frustrado “por el Santo y Precioso Nombre de
Dios Todopoderoso, llamado por los hebreos [a través de] una secuencia
numérica, cuya suma es 644... Y si uno de los romanos me conjura por el Gran
Nombre de la Potencia, Eleéth, desaparezco de inmediato”.
Compelido a hablar de las cosas celestiales, Beelzebul revela a Salomón una
operación mágica de ejecución o consecuencias al parecer peligrosas, que le
permitiría asentar firmemente su hogar y ver, además, al romper el alba, a los
dragones celestes tirando del carro del sol.
En TSal. el rey Salomón condena a Beelzebul a cortar bloques de mármol
tebano.
5. Lix Tetrax (TSal. 7). Demonio del Viento. Su cuerpo aparece como un
torbellino o tornado, en tanto el rostro, en la parte superior, semeja suspendido
en el aire. Crea divisiones entre los hombres y torna disfuncionales a las familias.
En forma de torbellino, causa destrucción y muerte. Provoca incendios en
campos y casas; en este menester, se muestra particularmente activo en verano.
Sin embargo, tiene también una actividad positiva: puede ser persuadido a sanar
la-fiebre-del-día-y-medio (fiebre terciana), si se ora invocando los nombres
Baltala, Thallal, Melchal. Se proclama descendiente directo de El Grande, sin
que podamos saber a quién alude de esta forma. Reside en aquella estrella a la
que apunta el cuerno más agudo de la luna del sur. Es frustrado por el arcángel
Azael. El rey Salomón logra doblegarlo escupiendo en el suelo, sobre el polvo,
utilizando luego además el sello de su anillo mágico.
En el MS Q del TSal. se presenta como “Tephras, el Espíritu de las Cenizas”.
Efectivamente, téfra (τέφρα) es la palabra griega para ‘ceniza’, lo que guarda
relación con su actividad incendiaria. En la Higromancia de Salomón, aparece
un demonio con este nombre, que gobierna la vigésima hora del tercer día
(martes) y es frustrado por el ángel Marniēl.
Clemente de Alejandría, citando a Androcydes el Pitagórico, nos informa que Lix
es un término mágico para ‘la Tierra’, en tanto Tetrax refiere al año, dividido en
cuatro por la sucesión de las estaciones. Todo ello remite a las llamadas Ephesia
Grammata (Ἐφέσια Γράμματα), antiguas fórmulas mágicas griegas, atestiguadas
desde el siglo V a. C. y que tal vez remonten al IV. La más difundida estaba
constituida por un grupo de seis palabras:
Salomón ordena a Lix Tetrax levantar piedras y lanzarlas hasta las alturas del
Templo, para los obreros allí ocupados.
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Peor. Residen alternativamente en Lidia, en el Olimpo o “en la gran montaña”,
probablemente no más que una distinción entre el etéreo Olimpo de los dioses y
el Olimpo material, de tierra y roca.
• Destino hace que los hombres enzarzados en batalla luchen hasta el final,
sin rendirse si llevan las de perder, y sin concertar la paz en caso contrario.
Es frustrado por el ángel Marmaroth.
• Lo Peor ata con los lazos de Artemisa. Tal vez, los lazos de la lujuria.
13. Asesinato (TSal. 9). Demonio acéfalo. Suele arrancar cabezas con sus
manos y las coloca luego sobre sí, consumiéndolas por el cuello, merced al fuego
que arde en su interior. Según el MS Q, este procede del sol naciente. A pesar
de no tener cabeza, Asesinato puede ver a través de sus pechos y también
puede hablar: se ha apoderado de la voz de muchos, atacando con preferencia
para ello a los bebés de días que lloran en demasía por las noches. Además,
inflama las extremidades, infecta los pies y los llena de llagas purulentas. Lo
frustra el destello de un relámpago.
14. Elburion (MS Q). Demonio relacionado tal vez con el sol naciente. No es
este su verdadero nombre, únicamente conocido por los Siete Demonios que él
aprecia; si nos fuera revelado, solo con pronunciarlo se vería obligado a acudir.
Los hombres le ofrecen plegarias y encienden candelas.
15. Cetro (TSal. 10). Demonio con aspecto de gigantesco perro. Alguna vez fue
un hombre, tan poderoso que podía refrenar las estrellas del cielo, y también
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ducho en letras. Realizó entonces muchos actos impuros y, quizá, resultó maldito
por ello. Ahora engaña a los hombres que lo siguen y los transporta al seno de
la estupidez. Asimismo, somete a los corazones a través de la garganta. Es él
quien consigue para Salomón una portentosa piedra de esmeralda, con la que el
rey manda fabricar los soportes del altar del Templo. Lo frustra el gran Briathos.
17. Leontophôros (TSal. 11). Demonio con forma de león. Busca a los enfermos
postrados y hace imposible que recuperen su salud. Tiene bajo su control a una
legión de demonios, a los que arrastra consigo, de modo que siempre se hallan
juntos. No está claro si es descendiente de Araps o de ascendencia árabe; sin
embargo, nos inclinamos por la primera opción, teniendo en cuenta que, en la
Higromancia de Salomón, Araps es el demonio que rige la hora 20 del Día del
Señor, siendo frustrado por el ángel Inhouēl; y no es difícil hallar en este nombre
una corrupción de Emmanuel.
Precisamente, Leontophôros y su Legión son frustrados por Emmanuel, que en
el futuro habrá de arrojarlos al agua desde el borde de un acantilado. Así, se lo
identifica con el espíritu inmundo que atormenta al endemoniado de Gerasa (Mc.
V: 1-13), al que expulsó Jesús.
Salomón condena a la Legión a acarrear madera desde la arboleda, y a
Leontophôros, a reducirla a astillas con sus garras, para quemarla como leña en
el horno inextinguible.
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19. Obyzuth (TSal. 13). Demonio femenino de cabellos despeinados, tal como
habitualmente son representadas las lilim, es decir, los demonios-hembra
descendientes de Lilith. En nuestro texto, Salomón no alcanza a distinguir el
cuerpo de Obyzuth, pues se halla en sombras. Otras versiones sugieren que se
trata solo de una cabeza, lo que hace pensar en una demonización de la Medusa
decapitada por Perseo. Nunca descansa, pues viaja alrededor del mundo entero,
y hace rondas incluso en las áreas más remotas. Visita mujeres embarazadas y
acecha la hora en que darán a luz, para enseguida intentar estrangular a sus
hijos recién nacidos. Se jacta de que “no pasa una sola noche sin éxito”. Por otra
parte, lesiona ojos, condena bocas y destruye mentes. Es frustrada por el
Arcángel Rafael: su nombre, escrito sobre un pedazo de papiro, la pone en fuga.
Salomón ordena que sea atada con su propio cabello y colgada de este en lo
alto del frente del Templo.
20. Dragón Alado (Pterodrákun) (TSal. 14). Demonio con forma de dragón, alas
en la espalda, y rostro y pies humanos. Adorado como dios entre los hombres,
practica el coito anal con mujeres de hermosos cuerpos, llamadas Touxylou o
relacionadas con una estrella de tal nombre. Toda mujer así atacada termina
gestando un niño, que al nacer se convierte en Eros (dios pagano del amor) o
Erō (uno de los decanatos, deidades zodiacales del Egipto helenizado). Sin
embargo, puesto que los humanos no pueden tolerar tal descendencia, la madre
fatalmente muere. El Dragón Alado es frustrado “por el gran ángel que está
sentado en el Segundo Cielo”, llamado Bazazath.
En TSal., este demonio incendia con su aliento el bosque del Líbano, quemando
también, al mismo tiempo, toda la madera reservada para la construcción del
Templo. Salomón lo condena a cortar mármol.
22. Kunopegos (TSal. 16). Demonio con la parte superior del cuerpo en figura
equina, y la inferior, de pez. Es un cruel espíritu marino. Transformado en
grandes olas, provoca el naufragio de los buques. Su objetivo es apoderarse de
los cuerpos de sus tripulantes, desdeñando los tesoros, que deposita sobre las
playas. Por esta razón, causa asimismo mareos y náuseas a los navegantes,
para hacerlos caer por la borda y ahogarlos luego. También puede salir a tierra,
aunque por corto tiempo, asumiendo para ello forma humana. Al parecer,
desfallece ya al tercer día sin agua de mar.
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Toma consejo directamente con Beelzebul, con quien, según el MS Q, comparte
el gobierno del océano. Guarda una oscura relación, no muy bien establecida,
con el escaramujo, popularmente conocido como zarza canina; utilizado en gran
cantidad de recetas brujeriles y tradicionalmente tenido como eficaz repelente de
licántropos, esta especie de rosal silvestre –llamado cynobaston y neuropaston
por los griegos– aparece curiosamente antropomorfizado en la Historia natural
de Plinio el Viejo, quien asegura que sus hojas se asemejan a la huella de un pie
humano y que sus semillas poseen nervios. Kunopaston llama el MS Q a la forma
humana de nuestro demonio, subrayando que tal nombre “expresa verdad”.
El maligno Caballo Marino es frustrado por el ángel Iameth. Salomón ordena que
sea echado en una artesa ancha y plana, con diez cubas de agua de mar sobre
él, a la que tapa luego con mármol, cáñamo y brea.
24-59. Los 36 Stoicheia (TSal. 18). Poseen diversas formas, aunque los
principales de entre ellos parecen llevar cabeza de perro. Se mencionan formas
humana, de toro, de dragón; y rostros de bestia, de pájaro o de esfinge. Se
presentan como Kosmokrator, al igual que los Siete Espíritus de TSal. 8: son
“gobernantes mundiales de la oscuridad de esta era”. Pero están estrechamente
relacionados con los decanatos del zodíaco grecoegipcio. Son ellos:
• Ruax. Su nombre puede estar relacionado con el latín rex, ‘rey’, por
tratarse del primero y más importante de los decanatos. En MS Q se
presenta como el Carnero. Causa dolor de cabeza y palpitación de sienes.
De acuerdo con el citado manuscrito, hace por añadidura que las cabezas
de los hombres funcionen con más lentitud o, directamente, permanezcan
ociosas. Y para colmo: provoca calvicie. Es frustrado por el arcángel
Miguel, de acuerdo con la fórmula “Miguel, aprisiona a Ruax”.
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• Artosael. Su nombre tal vez pueda derivar del griego arktos, ‘oso’. Hace
mucho daño a los ojos. Es frustrado por el arcángel Uriel, de acuerdo con
la fórmula “Uriel, aprisiona a Artosael”.
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(θεός των θηρίων), ‘dios de las bestias’. Aunque en el Lexicon de Hesiquio
figura como una epíclesis laconia, es casi seguramente beocia: había un
templo dedicado a Apolo Thourios en la Queronea de Beocia.
Los hijos de Sabaôth son mencionados en uno de los manuscritos de Nag-
Hammadi, el gnóstico Sobre el origen del Mundo, en tanto el aciago
demiurgo Ialdabaoth porta un nombre que es fusión de Iao y Sabaôth. Su
progenie totaliza allí 49 demonios, y se dice que “sus nombres y
funciones” pueden encontrarse detallados en el “Libro de Salomón”.
21
(las aguas originales, el caos); Heh y Heket (el espacio infinito); Kuk y
Kauket (las tinieblas); y Nia y Niat (la vida), sustituidas estas, a veces, por
Tenemu y Tenemet (lo oculto), o por Amón y Amonet (el principio de los
misterios, el saber esotérico); o bien, en cambio, a los ocho antecesores
inmediatos de Salomón por vía paterna, según el árbol de Jesé: David,
Jesé, Obed, Booz, Salmón, Naasón, Aminadab y Aram. En abono de esta
última posibilidad puede aducirse el texto del MS Q, según el cual este
demonio asegura al Rey Sabio que solo se retira “si alguien escribe los
nombres de tus ocho padres, Salomón [la cursiva es nuestra], en
pergamino, y lo coloca en la antecámara de su casa…”, pronunciando la
siguiente fórmula de exorcismo: “El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y
el Dios de Jacob te ordenan: retírate de esta casa en paz”.
• Rhyx Natotho. Tal vez relacionado con el dios egipcio Thoth. Atormenta
las rodillas de los hombres, posiblemente mediante la enfermedad
conocida como gota. Huye cuando se escribe en un trozo de papiro el
nombre “Phounebiel”, presuntamente el de su ángel frustrante, al que
Gundel supone basado en la deidad egipcia Phtah-Nun, padre de Atum.
El MS Q pone: “Si alguien escribe en una hoja de libro: ‘Sphénēr, Rafael,
retírate y no me arrastres contigo, ni me desuelles’, y lo ata en torno a su
cuello, al punto retrocedo”.
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algo de cobre, tomado de un buque que [se] haya perdido”, y rezar:
“Marmaraôth, Sabaôth, perseguid a Akton”. El objeto así intervenido se
fijará por fin “en los lomos” del oficiante.
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Gundel sugiere que Anôster podría contener la palabra griega nostos,
‘regreso a casa’, refiriéndose tal vez a un malvado demonio que evita los
felices retornos al hogar y, por extensión, también “el logro de un objetivo
establecido”. A su entender, esta deducción se vería apoyada por el
Picatrix –traducción al castellano, ordenada por Alfonso X el Sabio
alrededor de 1256, del tratado de magia talismánica Gāyat al-hakīm–,
donde el 29 es el decanato “de la búsqueda de lo que uno no puede saber
o no puede lograr”, búsqueda “donde no hay final a la vista”.
Λυκούργος
υκούργος
κούργος
ούργος
ύργος
ργος
γος
ος
ς
24
Leikourgos (Licurgo) probablemente refiera al rey tracio que, según nos
transmite Apolodoro (Bibl. III, 5, 1), prohibió el culto a Dioniso y apresó a
las Bacantes junto con una multitud de sátiros. Encolerizado, el dios
castigó al monarca con la locura: terminó asesinando a su hijo Driante de
un hachazo, al confundirlo con un sarmiento de vid, planta consagrada a
Dioniso; para evitar la esterilidad de la tierra, los súbditos de Licurgo lo
hicieron descuartizar por caballos. Esta identificación parece válida, por
cuanto el principal símbolo del poder de Dioniso era un báculo al que se
enroscaban hojas de hiedra, con las cuales también solía aparecer
coronado; y por fin, el descuartizamiento físico del Licurgo tracio guarda
relación con el “descuartizamiento simbólico” del nombre, letra a letra.
• Rhyx Autoth (Autotith). Provoca celos y disputas entre los que se aman.
Es frustrado por las letras alfa y beta, o bien alfa y omega. En razón de
ser estas la primera y la última letra del alfabeto griego, usualmente
simbolizan el Principio y el Fin. Jesús, por ejemplo, aparece
aplicándoselas a sí mismo (Ap. XXI: 6).
25
60. Ephippas (TSal. 22, 23, 24). Demonio árabe del viento. Reside en el desierto
de Arabia. Según la carta de Adarkes, rey de dicho país, se manifiesta como una
fresca y recia ráfaga de viento, que sopla desde la mañana temprana hasta la
hora tercera, y a cuyo terrible choque perecen hombres y bestias, sin que
ninguna defensa física o espiritual resulte suficiente para detenerla o frustrar su
ponzoña. Es capturado por un joven sirviente de Salomón –siguiendo expresas
instrucciones del rey y con ayuda de su mágico anillo– en el interior de un odre
de cuero. Ephippas es un demonio tan poderoso que, aun de tal modo prisionero,
alcanza cierta libertad de movimientos: frente a Salomón, hace que el odre se
yerga y camine; incluso, entrando bajo la pesadísima piedra angular, que hasta
entonces ni obreros humanos ni demonios habían logrado desplazar, la levanta,
y a continuación sube con ella encima un tramo de escaleras, colocándola, por
fin, donde el rey quería: en lo alto de una esquina, cerca de la entrada del
Templo.
Es Ephippas quien libera a Abezethibud, atrapado en el fondo del mar Rojo; con
él lleva a Jerusalén la Columna de Nube. Se dice que ambos tienen poder para
trastornar el mundo entero en algún momento del tiempo. Por ello Salomón los
engaña y los somete a sostener en el aire la Columna hasta el día del Juicio
Final.
En el MS Q, Ephippas declara que es frustrado por “el Dios Soberano…, el que
nacerá a través de una virgen y será crucificado por los judíos en una cruz, al
que ángeles [y] arcángeles adoran”. En la Higromancia de Salomón, Ephippas
aparece como un demonio que alcanza poder en la hora 19 del día miércoles, y
resulta frustrado por un ángel llamado Peraniēl.
61. Abezethibud (TSal. 25). Demonio del mar Rojo que posee solo un ala, no
está claro si por naturaleza propia, como castigo divino o por haberla perdido en
alguna de sus andanzas. Una vez se sentó en el Primer Cielo, junto a Beelzebul,
y tal vez su nombre haya sido allí Ameluth. Se trata de una criatura sumamente
hostil, incluso hacia sus congéneres: se dice que conspira contra cada espíritu
bajo el cielo. Beelzebul le ha confiado la custodia de los hombres que encadenó
en el Tártaro. Fue Abezethibud quien endureció el corazón del faraón cuando
Moisés intercedió por la libertad de su pueblo. Fue el invocado por los magos
egipcios Jannes y Jambres, que compitieron con el líder hebreo en la realización
de prodigios. Al emprender por fin los judíos su Éxodo, fue también responsable
de la persecución acometida por el ejército faraónico. Cuando Moisés escindió
las aguas del mar Rojo, gracias a lo cual los fugitivos lograron cruzar a la opuesta
orilla, el demonio acompañó a los soldados, que se lanzaron tras sus huellas
procurando imitar la hazaña. El paso se cerró y, sorprendido Abezethibud, se vio
sumergido por las turbulentas olas, junto con los egipcios; quedó así inmovilizado
en el fondo del mar, atrapado bajo la Columna de Nube desde donde, durante el
día, Dios guiaba a los hebreos. Fue rescatado por Ephippas, a quien ayudó a
trasladar dicha Columna hasta Jerusalén.
Salomón lo condenó, al igual que a su asociado, a aguantarla sobre sus espaldas
hasta el Fin del Mundo. Como ambos demonios son iguales al aire y, por tanto,
invisibles, la Columna parece flotar ingrávida; pero, si se la mira con atención, se
notará que su parte inferior se ladea un tanto.
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Nota: Todas las citas bíblicas hechas en este artículo proceden de la versión
Reina-Valera, a excepción de aquellas correspondientes a Tobías o Tobit, que
proceden de la versión Torres Amat. La versión Nácar-Colunga se ha tomado
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