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SERGIO

Falsos positivos en Colombia


Protesta de artistas en Bogotá junto a las madres de Soacha.

"Falsos Positivos" es el nombre con el que la prensa de Colombia denominó al involucramiento


principalmente de miembros del Ejército Nacional de Colombia en el asesinato de civiles no
beligerantes haciéndolos pasar como bajas en combate en el marco del Conflicto armado interno
de Colombia.

Estos asesinatos tenían como objetivo aparentar resultados operacionales muy exitosos contra
organizaciones delictivas, con el fin de obtener retribuciones de carácter económico, días de
descanso, condecoraciones y otros reconocimientos. Aunque los entes de investigación en
Colombia registran casos que datan desde 1988, el auge del fenómeno se dio entre 2006 y 2009
de la mano de un programa de incentivos a los integrantes del Ejército Nacional que demostrarán
resultados contra la subversión, detallado en el Decreto 029 de 2005 del Ministerio de Defensa. A
su vez, coincidió con presiones altas y constantes sobre las unidades del Ejército Nacional para que
reportaran éxitos militares en el marco de la política de Seguridad Democrática del gobierno de
Álvaro Uribe Vélez. A estos casos se les conoce en el Derecho Internacional Humanitario como
ejecuciones extrajudiciales y en el Derecho Penal Colombiano como homicidios en persona
protegida.

El fenómeno se encuentra actualmente listado como el macro caso de investigación 003 de la


Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), sistema de justicia transicional vigente en Colombia luego de
la firma de los Acuerdos de paz entre el gobierno y las FARC-EP en 2016.

Las cifras de víctimas del fenómeno varían ampliamente según la fuente y metodología usada por
los investigadores. Las cifras presentadas a la JEP incluyen las del Centro de Investigación y
Educación Popular (Cinep) que registra 1.741 víctimas de 1984 a 2011 y la agrupación de
organizaciones sociales "Coordinación Colombia-Europa-Estados Unidos", que cita 1.257 víctimas
de 2002 a 2014. La base de datos más exhaustiva de víctimas la recopila la fiscalía general de la
Nación, que presentó a la JEP un listado de 2.248 víctimas entre 1988 y 2014, definiendo el delito
como “muertes ilegítimamente presentadas como bajas en combate por agentes del Estado”. Sin
embargo, la JEP en un informe de febrero de 2021 estableció la cifra total de víctimas eran de 6
402 entre 2002 y 2008.
Contexto e historia

"Positivos" es una figura retórica que se usa en el mundo militar cuando se tiene éxito en una
misión, "Falso positivo" cuando se presenta cómo "positiva" una baja la cual no ha sido ni en
combate, ni en persona beligerante en cualquier conflicto. Partiendo de este lenguaje militar, los
medios de comunicación acuñaron el término "falsos positivos" para mencionar que los
guerrilleros asesinados no eran tales, sino simples estudiantes o desempleados.

Periodo 1978-2002
Se vienen conociendo denuncias y especulaciones sobre estos hechos, desde 1978.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos rastreó casos de ejecuciones extrajudiciales


desde 1978. En el informe sobre Colombia, publicado en 1981, se narran hechos increíbles. Por
ejemplo, el de Fabio Vásquez Villalba, quien fue llevado al Batallón Voltígero, donde fue
incomunicado, torturado y asesinado. También el caso de Luis Arcesio Ramírez, detenido,
torturado y asesinado. O uno de los hechos más dramáticos de esos años, el caso Contador, en
1978.

En el informe de 1993, donde se narra el periodo que va desde 1981 hasta 1992, se ven por
decenas los casos de ejecuciones extrajudiciales. En el periodo de la Guerra Sucia (1986-1994), el
cual hace referencia a la masacre de militantes de izquierda, entre ellos los del partido de la Unión
Patriótica. En dicha masacre, los miles de militantes de izquierda fueron asesinados por una
alianza entre narcotraficantes, paramilitares y miembros de la Fuerza Pública de Colombia.

Uno de los casos que tuvo una sentencia se refiere al asesinato del profesor y sindicalista Santos
Mendivelso Coconubo, ocurrido en abril de 1991 en Turmequé (Boyacá)., acusado de ser
guerrillero del ELN y asesinado por policías del F2. Durante años su familia sufrió persecución e
intimidación y pasaron casi 30 años para que hubiera justicia.

Otro caso fue la tortura y ejecución de los ancianos Ana Francisca Rodríguez de Castro y Ernesto
Castro Chaparro en Rionegro (Santander) en 1985.
Periodo 2002-2010
El 7 de enero de 2009, un documento desclasificado de la CIA, publicado por el National Security
Archive, reveló que los nexos entre las Fuerzas Militares y los grupos paramilitares eran conocidos
por el gobierno de Estados Unidos desde el año 1994 y que los falsos positivos eran una práctica
usual dentro del Ejército Nacional.

En 2007 salió a la luz pública los hechos ocurridos en San José de Apartadó, vereda del municipio
de Apartadó (Antioquia), en los cuales, en el transcurso de una masacre, fueron asesinados entre
varios civiles, tres niños que fueron degollados y descuartizados en una operación conjunta entre
los paramilitares y el Ejército Nacional en febrero de 2005, en represalia por la muerte de un
oficial y 18 soldados que fueron asesinados en un cerco tendido por las FARC-EP en el municipio
de Mutatá (Antioquia). Posterior al hecho, se llevó a cabo una campaña de encubrimiento en la
cual se culpaba a las FARC-EP de la masacre a través de testimonios falsos que fueron emitidos por
los medios de comunicación y el mismo comandante del Ejército Nacional Carlos Alberto Ospina
negó la participación del ejército en lo ocurrido. A pesar de ello, a finales de 2007, basados en el
testimonio de paramilitares involucrados en el hecho, fue capturado el entonces comandante de
la operación, el capitán del Ejército Nacional Armando Gordillo, quien confesó el hecho y se acogió
a sentencia anticipada. Por el mismo hecho fueron juzgados otros 10 militares.

Cartel de protesta por los Falsos Positivos durante el Periodo presidencial de Álvaro Uribe (2002-
2010), en la Universidad Pedagógica.

En los últimos meses de 2008 se conoció sobre la aparición de los cadáveres de 19 jóvenes que
habían desaparecido en el municipio de Soacha, vecino a Bogotá y de la localidad de Ciudad
Bolívar al sur-occidente de la ciudad y que aparecían como bajas del Ejército Nacional en Norte de
Santander, cuando se hizo de dominio público, denunciado por Luis Fernando Escobar Franco, que
en ese entonces era el personero de Soacha. Desde entonces han aparecido otros casos en
Antioquia, Boyacá, Huila, Valle del Cauca y Sucre.

La desaparición en 2008 de 19 jóvenes en el municipio de Soacha y la localidad de Ciudad Bolívar,


al sur-occidente de Bogotá, desató el escándalo. Siendo locaciones casi marginales, estos dos
sectores fueron el objetivo para que militares engañaran a varios jóvenes con promesas de trabajo
y, una vez engañados, los jóvenes eran trasladados argumentando que trabajarían en fincas
principalmente, para luego ser vestidos con uniformes camuflados que tenían escaso tiempo de
uso y, posteriormente, asesinados. Los 19 jóvenes aparecieron asesinados en Ocaña (Norte de
Santander) y fueron presentados por el ejército como guerrilleros muertos en combate. Algunos
de ellos habían muerto 24 horas después de su desaparición y otros dos o tres días más tarde.

Así, la entonces secretaria de gobierno de Bogotá, Clara López Obregón, dijo que este caso podría
tratarse de «una desaparición forzada con fines de homicidio» y que no era lógico que los jóvenes
se convirtieran en combatientes un día después de haber sido reclutados. El general Conrado,
comandante de la Brigada 30 del Ejército Nacional, negó tal posibilidad y dijo que se trataba de
personas que habían sido reclutadas por la guerrilla y se habían enfrentado al Ejército Nacional.
El entonces senador Gustavo Petro realizó denuncias en las cuales afirmó que los falsos positivos
eran responsabilidad del gobierno, ya que fue el mismo gobierno, a través de su Ministro de
Defensa Camilo Ospina Bernal, quien firmó la Directiva Ministerial 029 de 2005, que consistía en
ofrecer 3 800 000 pesos (aproximadamente $1900 dólares) por cada guerrillero o Paramilitar
muerto, lo que colocó un incentivo para asesinar indiscriminadamente y que, muchas veces, los
militares y paramilitares, en operaciones conjuntas, asesinaran civiles.

Por dicha denuncia han sido destituidos varios oficiales y suboficiales del Ejército Nacional y el
comandante de esa rama de las Fuerzas Militares, el General Mario Montoya, renunció a su cargo
y fue nombrado por el presidente Embajador en República Dominicana. Dichas revelaciones han
puesto en tela de juicio, según los críticos del expresidente Álvaro Uribe Vélez, algunos
procedimientos de la llamada Política de Seguridad Democrática emprendida durante su gobierno.

En 2008 un pelotón de 27 soldados profesionales de la contraguerrilla Atila 1, pertenecientes al


Batallón de infantería mecanizado número 6 Cartagena, con sede en Riohacha (La Guajira) fue
destituido por no realizar una ejecución extrajudicial.

Aunque no se tiene un número confirmado de víctimas mortales, a octubre de 2009 la fiscalía


general de la Nación tenía bajo investigación 946 casos relacionados con posibles "falsos positivos"
y la Procuraduría 1043 casos. Para abril de 2015, la Fiscalía adelantaba 3430 investigaciones por
estos hechos. Sin embargo, a pesar de todo el escándalo provocado, en febrero de 2010 por lo
menos 40 de los militares involucrados en estos homicidios habían sido liberados por
vencimientos de términos. Sin embargo, la cifra puede ascender hasta 10 000 personas que fueron
muertas por el Ejército Nacional de Colombia, tal como lo asegura el periódico Okdiario de España
en su artículo El Ejército colombiano mató a 10.000 civiles para mejorar las estadísticas en la
guerra contra los rebeldes en mayo del 2018.
NICOLAS
Denuncias de la ONU

En el informe anual de 2007 de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Derechos Humanos presentado en Ginebra, Suiza, en marzo de 2008 ante el
Consejo de Derechos Humanos de la ONU se indicó lo siguiente:

La oficina en Colombia continuó recibiendo quejas de ejecuciones extrajudiciales atribuidas a


miembros de la Fuerza Pública. Algunas características comunes a los casos denunciados son
presentar a las víctimas como muertos en combate, alterar la escena de los hechos antes del
levantamiento del cadáver y en la mayoría de las ocasiones hacer que la Justicia Penal Militar
asuma las investigaciones. Las investigaciones adelantadas por las autoridades sobre algunos de
estos casos revelan que podrían estar motivados por la presión por resultados y el interés de
algunos miembros de la Fuerza Pública de obtener a partir de dichos resultados una serie de
beneficios y reconocimientos.

El detalle de los 99 casos considerados paradigmáticos fue entregado a solicitud del Gobierno de
Colombia en dos comunicaciones, una del 11 de abril y otro del 4 de mayo de 2007.35Dando
seguimiento puntual y cercano a esta situación, en el informe anual de 200836 presentado en
Ginebra, Suiza, en marzo de 2009 ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, la misma
Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
subrayó:

A los patrones (de ejecuciones extrajudiciales) descritos en informes anteriores, se suman este año
nuevas modalidades de comisión de esta grave violación, que sugieren una mayor complejidad y
sofisticación en su planeación y ejecución. La oficina en Colombia confirmó la existencia de redes
encargadas de ofrecer a las víctimas trabajos en municipios diferentes a los de su lugar de origen,
y de procurarles medios para trasladarlos hasta tales lugares, donde eran ejecutadas y
presentadas como “muertos en combate”. Según varias investigaciones en curso, otros miembros
de esas redes (entre los que podrían encontrarse miembros del Ejército) serían los encargados de
presentar denuncias contra los muertos, como integrantes de la guerrilla o de grupos armados
ilegales surgidos después del proceso de desmovilización de organizaciones paramilitares, y de
elaborar informes de inteligencia o declaraciones de desmovilizados para corroborar tal
vinculación. Asimismo, es reiterada la presentación de las víctimas sin identificar, como “NN”, aun
cuando portaban sus documentos o se conocía su identidad. Esta práctica parecería estar dirigida
a evitar la identificación de las personas reportadas como desaparecidas y a impedir las
investigaciones. La ausencia de un control eficaz por los comandantes militares pudo favorecer la
ocurrencia de estas graves violaciones de derechos humanos. Los incentivos económicos, días de
descanso y reconocimientos otorgados sin control ni supervisión previa a quienes presentaron
como resultados “muertos en combate” pudieron también alentar la repetición de esta
preocupante práctica. Al mismo tiempo, la ausencia de un claro mensaje de condena al interior del
Ejército pudo haber permitido la perpetuación de estas violaciones.

A medida que se siguieron exponiendo casos de manera pública, quedaba en evidencia la escala
del reto que las autoridades nacionales tenían delante suyo, lo que fue advertido por la Oficina en
Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en el informe
anual de 2009 presentado igualmente ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en
Ginebra, Suiza, en marzo de 2010 en el que se señaló:

El gran número de casos de presuntas ejecuciones extrajudiciales es un asunto de gran


preocupación para los próximos años. A septiembre de 2009, la Unidad Nacional de Derechos
Humanos y Derecho Internacional Humanitario de la Fiscalía había asumido la investigación de
1.273 casos, con un total de 2.077 víctimas (122 de ellas mujeres y 59 menores de edad) en 29
departamentos. Estas cifras confirman que las presuntas ejecuciones no eran hechos aislados y
ponen de manifiesto la necesidad de sostener a esta Unidad de la Fiscalía con suficientes recursos
humanos, técnicos y económicos, de manera que asegure su eficiente funcionamiento e impida
que los casos queden impunes.

El 27 de mayo de 2010 Philip Alston, relator especial de la ONU para las ejecuciones arbitrarias, en
informe presentado tras su visita a Colombia, en junio de 2009, denunció que existe «un patrón de
ejecuciones extrajudiciales» y que la impunidad abarca el 98.5% de los casos. El informe señala en
varios apartados textualmente lo siguiente:

Mis investigaciones encontraron que miembros de las fuerzas de seguridad de Colombia


perpetraron un número significativo de ejecuciones extrajudiciales en un patrón que se fue
repitiendo a lo largo del país... Aunque estos asesinatos no fueron cometidos como parte de una
política oficial, encontré muchas unidades militares comprometidas con los llamados «falsos
positivos», en los cuales las víctimas eran asesinadas por militares, a menudo por beneficio o
ganancia personal de los soldados... Generalmente las víctimas fueron atraídas bajo falsas
promesas por un reclutador hasta una zona remota donde eran asesinadas por soldados, que
informaban luego que había muerto en combate y manipulaban la escena del crimen.

Casos y eventos recientes 2010 – actualidad

Habitantes de Santa María, Huila, salieron a marchar en contra del asesinato de Anderson Daza.

Se ha reportado varios casos recientes que concuerdan con la metodología de los "falsos
positivos", incluyendo el de Anderson Daza Hernández en febrero de 2015. Según se ha reportado,
Daza Hernández murió al recibir disparos en una acción conjunta de Ejército Nacional, Policía
Nacional y Fuerza Aérea, y fue reportado como "guerrillero" sin que se haya demostrado evidencia
al respecto. Incluso, a la madre de Daza Hernández se le restringió acceso a reconocer el cadáver
de su hijo. Este y otros casos siguen en investigación.

El 2 de septiembre de 2015, la Fiscalía ordenó la captura de otros 22 militares por casos de falsos
positivos en los departamentos de Antioquia y Cesar.

En abril de 2017, un juez de Cundinamarca condenó a 21 militares que estaban involucrados en la


desaparición y muerte de 5 jóvenes de Soacha, entre ellos un coronel retirado que fue condenado
a 46 años de prisión; a los demás militares, sus condenas oscilaron entre los 37 y 52 años de
cárcel. El mismo juez declaró estos crímenes relacionados con los falsos positivos como delitos de
lesa humanidad, al encontrar que fue un ataque generalizado y sistemático en contra de la
población civil, población que además era vulnerable y que de alguna manera era considerada de
poca importancia para los victimarios.

En octubre de 2019 jóvenes realizaron un mural de protesta por los falsos positivos en la calle 80
con carrera 30, en el norte de Bogotá, con la frase ¿quién dio la orden? y los rostros de cinco
militares (excomandante general del Ejército, Mario Montoya, coronel (r) Juan Carlos Barrera,
generales Adolfo León Hernández. Marcos Evangelista Pinto Lizarazo, y Nicacio de Jesús Martínez)
implicados en investigaciones sobre falsos positivos y en el que se agregaba que entre el 2000 y el
2010 se registraron 5.763 falsos positivos en el país.41 Este mural fue tapado por miembros del
Ejército nacional lo cual fue denunciado por redes sociales y el excomandante del ejército Mario
Montoya y el general Marcos Evangelista Pinto Lizarazo, comandante de la Brigada 13 de Bogotá,
pusieron una tutela a la ONG Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice), a
lo cual está respondió “Es importante resaltar que la imagen no está señalando la responsabilidad
penal de nadie, ni tampoco se está indicando información que se debería mantener en reserva”.

En diciembre de 2019 fue encontrado un cementerio en Dabeiba (Antioquia) donde se


encontraron según la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) más de 50 cuerpos de casos asociados a los
falsos positivos. La procuraduría pidió a la JEP llamar a versión a comandantes militares por las
fosas comunes encontradas.
NATHALIA
Implicados.

Ex presidente de la República
Álvaro Uribe Vélez

Ministros de Defensa
Camilo Ospina

Juan Manuel Santos

Miembros de las Fuerza Pública


Generales

General Rodolfo Palomino, excomandante de la Policía Nacional

General Mario Montoya Uribe, comandante del Ejército Nacional

Leonardo Gómez Vergara, el excomandante de Tercera Brigada del Ejército Nacional

Hernando Pérez Molina y Justo Eliseo Peña, ex comandantes de la Tercera División del Ejército
Nacional

Emiro José Barrios, comandante del Batallón Contraguerrilla número ocho.

General Rito Alejo del Río, excomandante de la Brigada XVII del Ejército Nacional.

Nicacio Martínez Espinel, comandante del Ejército Nacional.

Marcos Evangelista Pinto Lizarazo

Otros rangos

Coronel Gabriel de Jesús Rincón.

Coronel Álvaro Amórtegui Gallego.

Mayor Gustavo Soto Bracamonte.

Capitán Armando Gordillo, del Ejército Nacional, condenado en 2007.

Teniente Juan Esteban Muñoz Montoya, del Ejército Nacional. Fue capturado en el aeropuerto El
Dorado al regresar al país.
Falsos positivos judiciales

Una modalidad relacionada son los falsos positivos judiciales. Se les da ese nombre a denuncias y
casos comprobados sobre encarcelamiento de civiles inocentes presentados como culpables o sin
las pruebas requeridas para su reclusión. La ejecución de esta práctica se presenta de diversas
formas y con distintas finalidades. Una de ellas es la detención arbitraria, determinada como una
de las formas de violación a los derechos humanos; en mayo de 2013 se reviven denuncias por
detenciones de este tipo, ligadas con casos del escándalo de los falsos positivos. Otra forma,
consiste en el uso de recolección de información no veraz, fabricación de informes de inteligencia,
falso testimonio y en otros casos a partir de sospechas in-fundamentadas que conllevan a
detención. Las pruebas presentadas contra los judicializados, generalmente cuentan con
contradicciones y en ocasiones han sido declaradas como flagrantes o determinadas en contra de
derechos fundamentales y derechos humanos.

Según el informe del grupo de trabajo sobre la detención arbitraria de las Naciones Unidas, la
privación arbitraria de la libertad ha sido usada en otros países como una de las prácticas más
comunes para encarcelar opositores políticos, disidentes religiosos o para coartar la libertad de
expresión, se ha encontrado que estos encarcelamientos se fundamentan también en el marco de
la lucha contra el terrorismo.

Existen excepciones no determinadas “falsos positivos judiciales” que poseen características


similares, como el caso de civiles judicializados por error debido al parecido de sus nombres con el
algún jefe criminal o delincuente.

Casos de falsos positivos judiciales


El asesinato de Gloria Lara entonces directora Nacional de Acción Comunal y asuntos indígenas en
1982 fue un falso positivo judicial. A los acusados se les culpó de ser pertenecientes a un grupo
guerrillero ORP que secuestró y asesinó a la funcionaria. Según el concejal y académico Jaime
Gómez Velásquez estos falsos positivos judiciales habrían sido orquestados por inteligencia militar,
con el propósito de sabotear las negociaciones de paz entre el presidente Belisario Betancourt y el
M-19 y desprestigiar al grupo guerrillero a nivel nacional, culpándolo del crimen 61Los falsos
positivos judiciales han sido una práctica usual dentro del ejército, otro caso fue en 1989 cuando a
Alberto Jubiz Hazbum y otras 4 personas les fueron imputados los cargos por el crimen de Luis
Carlos Galán estando recluidos durante 4 años en la cárcel y liberados al comprobarse de que no
estuvieron en el lugar de los hechos además de determinar que el arma hallada en el lugar del
arresto no era correspondiente al arma usada en el magnicidio. Daniel Roberto afirma en una
entrevista que el caso de Jubiz Hazbum se trató de un falso positivo hecho por la Policía Nacional
de Colombia, debido a la exigencia del presidente de turno Virgilio Barco de dar con los autores
materiales e intelectuales del magnicidio y siendo señalado el general (R) Óscar Peláez de la DIJIN
como principal implicado de la captura de Jubiz Hazbum y de otros falsos positivos. Un documento
desclasificado de la CIA presentado el 7 de enero de 2009 por el agente Rendón y publicado por
National Security Archive, evidenció que los nexos entre fuerzas militares y grupos paramilitares
eran conocidos por el gobierno de Estados Unidos desde el año 1994. Otro caso fue el de Héctor
Paul Flórez Martínez, acusado del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado. Enrique Gómez Martínez,
sobrino de Gómez Hurtado quien asumió la dirección del caso, no solo descubrió la inocencia de
Flórez, sino que ha asumido su defensa desde entonces. Tras pasar 14 años en prisión, Flórez
obtuvo su puesta en libertad en 2014 por buena conducta, trabajo y estudio. Flórez aun reclama
su inocencia y debido a su condena vive en la pobreza.

Entre el 7 de agosto de 2002 y el 6 de agosto de 2004 más de seis millares de personas fueron
coartadas de la libertad vulnerando acuerdos y normas establecidas dentro de los derechos
humanos. Muchos de los casos carecieron del debido proceso. Así, para este periodo hubo
detenciones sin fundamento de prueba, detenciones masivas que desconocieron el derecho
internacional en medio de operativos militares y detenciones usadas como mecanismo de
persecución política.

Casos asociados a las Universidades Colombianas como el de Julián Gil, los jóvenes acusados del
atentado al Centro comercial Andino, los universitarios detenidos en julio de 2015 bajo cargos de
terrorismo por presuntamente haber participado en una protesta estudiantil en la Universidad
Nacional, los estudiantes capturados en Lebrija, (Santander) tras un montaje de la sección de
inteligencia de la policial Nacional, el proceso contra Harry Gil, el de Mateo Gutiérrez; el del
profesor Miguel Ángel Beltrán; y el del sociólogo y profesor universitario Alfredo Correa de
Andréis, las detenciones que a diario se producen en las zonas rurales de Casanare, Cesar y Sur de
Bolívar, hablan de esta comunidad de patrones sistemáticos del Terrorismo de Estado e
invisibilizados desde el poder.

Así mismo también se han presentado casos asociados con funcionarios públicos acusados y
condenados sin debido proceso como fue el caso de Gustavo Sastoque Alfonso, un funcionario de
la fiscalía general de la Nación, quien fue acusado por la misma entidad y por unidades de
inteligencia del Ejército de asesinar al exguerrillero Hernando Pizarro León Gómez en 1995,
pasando 10 años en prisión hasta ser absuelto por la justicia al demostrarse su inocencia en 2005.

En conclusión: Los falsos positivos padecidos en Colombia son actos criminales llevados
a cabo sobre personas civiles ajenas a los grupos al margen de la Ley generalmente procedentes
de las clases humildes, campesinos e indigentes, en consecuencia, personas protegidas por el
DD.HH., a quienes las fuerzas públicas del Estado pretendieron hacer pasar como operativos
exitosos en la baja de insurgentes y ganar con ello las prebendas contempladas por sus altos
mandos para tal efecto.

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