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Estos asesinatos tenían como objetivo aparentar resultados operacionales muy exitosos contra
organizaciones delictivas, con el fin de obtener retribuciones de carácter económico, días de
descanso, condecoraciones y otros reconocimientos. Aunque los entes de investigación en
Colombia registran casos que datan desde 1988, el auge del fenómeno se dio entre 2006 y 2009
de la mano de un programa de incentivos a los integrantes del Ejército Nacional que demostrarán
resultados contra la subversión, detallado en el Decreto 029 de 2005 del Ministerio de Defensa. A
su vez, coincidió con presiones altas y constantes sobre las unidades del Ejército Nacional para que
reportaran éxitos militares en el marco de la política de Seguridad Democrática del gobierno de
Álvaro Uribe Vélez. A estos casos se les conoce en el Derecho Internacional Humanitario como
ejecuciones extrajudiciales y en el Derecho Penal Colombiano como homicidios en persona
protegida.
Las cifras de víctimas del fenómeno varían ampliamente según la fuente y metodología usada por
los investigadores. Las cifras presentadas a la JEP incluyen las del Centro de Investigación y
Educación Popular (Cinep) que registra 1.741 víctimas de 1984 a 2011 y la agrupación de
organizaciones sociales "Coordinación Colombia-Europa-Estados Unidos", que cita 1.257 víctimas
de 2002 a 2014. La base de datos más exhaustiva de víctimas la recopila la fiscalía general de la
Nación, que presentó a la JEP un listado de 2.248 víctimas entre 1988 y 2014, definiendo el delito
como “muertes ilegítimamente presentadas como bajas en combate por agentes del Estado”. Sin
embargo, la JEP en un informe de febrero de 2021 estableció la cifra total de víctimas eran de 6
402 entre 2002 y 2008.
Contexto e historia
"Positivos" es una figura retórica que se usa en el mundo militar cuando se tiene éxito en una
misión, "Falso positivo" cuando se presenta cómo "positiva" una baja la cual no ha sido ni en
combate, ni en persona beligerante en cualquier conflicto. Partiendo de este lenguaje militar, los
medios de comunicación acuñaron el término "falsos positivos" para mencionar que los
guerrilleros asesinados no eran tales, sino simples estudiantes o desempleados.
Periodo 1978-2002
Se vienen conociendo denuncias y especulaciones sobre estos hechos, desde 1978.
En el informe de 1993, donde se narra el periodo que va desde 1981 hasta 1992, se ven por
decenas los casos de ejecuciones extrajudiciales. En el periodo de la Guerra Sucia (1986-1994), el
cual hace referencia a la masacre de militantes de izquierda, entre ellos los del partido de la Unión
Patriótica. En dicha masacre, los miles de militantes de izquierda fueron asesinados por una
alianza entre narcotraficantes, paramilitares y miembros de la Fuerza Pública de Colombia.
Uno de los casos que tuvo una sentencia se refiere al asesinato del profesor y sindicalista Santos
Mendivelso Coconubo, ocurrido en abril de 1991 en Turmequé (Boyacá)., acusado de ser
guerrillero del ELN y asesinado por policías del F2. Durante años su familia sufrió persecución e
intimidación y pasaron casi 30 años para que hubiera justicia.
Otro caso fue la tortura y ejecución de los ancianos Ana Francisca Rodríguez de Castro y Ernesto
Castro Chaparro en Rionegro (Santander) en 1985.
Periodo 2002-2010
El 7 de enero de 2009, un documento desclasificado de la CIA, publicado por el National Security
Archive, reveló que los nexos entre las Fuerzas Militares y los grupos paramilitares eran conocidos
por el gobierno de Estados Unidos desde el año 1994 y que los falsos positivos eran una práctica
usual dentro del Ejército Nacional.
En 2007 salió a la luz pública los hechos ocurridos en San José de Apartadó, vereda del municipio
de Apartadó (Antioquia), en los cuales, en el transcurso de una masacre, fueron asesinados entre
varios civiles, tres niños que fueron degollados y descuartizados en una operación conjunta entre
los paramilitares y el Ejército Nacional en febrero de 2005, en represalia por la muerte de un
oficial y 18 soldados que fueron asesinados en un cerco tendido por las FARC-EP en el municipio
de Mutatá (Antioquia). Posterior al hecho, se llevó a cabo una campaña de encubrimiento en la
cual se culpaba a las FARC-EP de la masacre a través de testimonios falsos que fueron emitidos por
los medios de comunicación y el mismo comandante del Ejército Nacional Carlos Alberto Ospina
negó la participación del ejército en lo ocurrido. A pesar de ello, a finales de 2007, basados en el
testimonio de paramilitares involucrados en el hecho, fue capturado el entonces comandante de
la operación, el capitán del Ejército Nacional Armando Gordillo, quien confesó el hecho y se acogió
a sentencia anticipada. Por el mismo hecho fueron juzgados otros 10 militares.
Cartel de protesta por los Falsos Positivos durante el Periodo presidencial de Álvaro Uribe (2002-
2010), en la Universidad Pedagógica.
En los últimos meses de 2008 se conoció sobre la aparición de los cadáveres de 19 jóvenes que
habían desaparecido en el municipio de Soacha, vecino a Bogotá y de la localidad de Ciudad
Bolívar al sur-occidente de la ciudad y que aparecían como bajas del Ejército Nacional en Norte de
Santander, cuando se hizo de dominio público, denunciado por Luis Fernando Escobar Franco, que
en ese entonces era el personero de Soacha. Desde entonces han aparecido otros casos en
Antioquia, Boyacá, Huila, Valle del Cauca y Sucre.
Así, la entonces secretaria de gobierno de Bogotá, Clara López Obregón, dijo que este caso podría
tratarse de «una desaparición forzada con fines de homicidio» y que no era lógico que los jóvenes
se convirtieran en combatientes un día después de haber sido reclutados. El general Conrado,
comandante de la Brigada 30 del Ejército Nacional, negó tal posibilidad y dijo que se trataba de
personas que habían sido reclutadas por la guerrilla y se habían enfrentado al Ejército Nacional.
El entonces senador Gustavo Petro realizó denuncias en las cuales afirmó que los falsos positivos
eran responsabilidad del gobierno, ya que fue el mismo gobierno, a través de su Ministro de
Defensa Camilo Ospina Bernal, quien firmó la Directiva Ministerial 029 de 2005, que consistía en
ofrecer 3 800 000 pesos (aproximadamente $1900 dólares) por cada guerrillero o Paramilitar
muerto, lo que colocó un incentivo para asesinar indiscriminadamente y que, muchas veces, los
militares y paramilitares, en operaciones conjuntas, asesinaran civiles.
Por dicha denuncia han sido destituidos varios oficiales y suboficiales del Ejército Nacional y el
comandante de esa rama de las Fuerzas Militares, el General Mario Montoya, renunció a su cargo
y fue nombrado por el presidente Embajador en República Dominicana. Dichas revelaciones han
puesto en tela de juicio, según los críticos del expresidente Álvaro Uribe Vélez, algunos
procedimientos de la llamada Política de Seguridad Democrática emprendida durante su gobierno.
En el informe anual de 2007 de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Derechos Humanos presentado en Ginebra, Suiza, en marzo de 2008 ante el
Consejo de Derechos Humanos de la ONU se indicó lo siguiente:
El detalle de los 99 casos considerados paradigmáticos fue entregado a solicitud del Gobierno de
Colombia en dos comunicaciones, una del 11 de abril y otro del 4 de mayo de 2007.35Dando
seguimiento puntual y cercano a esta situación, en el informe anual de 200836 presentado en
Ginebra, Suiza, en marzo de 2009 ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, la misma
Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
subrayó:
A los patrones (de ejecuciones extrajudiciales) descritos en informes anteriores, se suman este año
nuevas modalidades de comisión de esta grave violación, que sugieren una mayor complejidad y
sofisticación en su planeación y ejecución. La oficina en Colombia confirmó la existencia de redes
encargadas de ofrecer a las víctimas trabajos en municipios diferentes a los de su lugar de origen,
y de procurarles medios para trasladarlos hasta tales lugares, donde eran ejecutadas y
presentadas como “muertos en combate”. Según varias investigaciones en curso, otros miembros
de esas redes (entre los que podrían encontrarse miembros del Ejército) serían los encargados de
presentar denuncias contra los muertos, como integrantes de la guerrilla o de grupos armados
ilegales surgidos después del proceso de desmovilización de organizaciones paramilitares, y de
elaborar informes de inteligencia o declaraciones de desmovilizados para corroborar tal
vinculación. Asimismo, es reiterada la presentación de las víctimas sin identificar, como “NN”, aun
cuando portaban sus documentos o se conocía su identidad. Esta práctica parecería estar dirigida
a evitar la identificación de las personas reportadas como desaparecidas y a impedir las
investigaciones. La ausencia de un control eficaz por los comandantes militares pudo favorecer la
ocurrencia de estas graves violaciones de derechos humanos. Los incentivos económicos, días de
descanso y reconocimientos otorgados sin control ni supervisión previa a quienes presentaron
como resultados “muertos en combate” pudieron también alentar la repetición de esta
preocupante práctica. Al mismo tiempo, la ausencia de un claro mensaje de condena al interior del
Ejército pudo haber permitido la perpetuación de estas violaciones.
A medida que se siguieron exponiendo casos de manera pública, quedaba en evidencia la escala
del reto que las autoridades nacionales tenían delante suyo, lo que fue advertido por la Oficina en
Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en el informe
anual de 2009 presentado igualmente ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en
Ginebra, Suiza, en marzo de 2010 en el que se señaló:
El 27 de mayo de 2010 Philip Alston, relator especial de la ONU para las ejecuciones arbitrarias, en
informe presentado tras su visita a Colombia, en junio de 2009, denunció que existe «un patrón de
ejecuciones extrajudiciales» y que la impunidad abarca el 98.5% de los casos. El informe señala en
varios apartados textualmente lo siguiente:
Habitantes de Santa María, Huila, salieron a marchar en contra del asesinato de Anderson Daza.
Se ha reportado varios casos recientes que concuerdan con la metodología de los "falsos
positivos", incluyendo el de Anderson Daza Hernández en febrero de 2015. Según se ha reportado,
Daza Hernández murió al recibir disparos en una acción conjunta de Ejército Nacional, Policía
Nacional y Fuerza Aérea, y fue reportado como "guerrillero" sin que se haya demostrado evidencia
al respecto. Incluso, a la madre de Daza Hernández se le restringió acceso a reconocer el cadáver
de su hijo. Este y otros casos siguen en investigación.
El 2 de septiembre de 2015, la Fiscalía ordenó la captura de otros 22 militares por casos de falsos
positivos en los departamentos de Antioquia y Cesar.
En octubre de 2019 jóvenes realizaron un mural de protesta por los falsos positivos en la calle 80
con carrera 30, en el norte de Bogotá, con la frase ¿quién dio la orden? y los rostros de cinco
militares (excomandante general del Ejército, Mario Montoya, coronel (r) Juan Carlos Barrera,
generales Adolfo León Hernández. Marcos Evangelista Pinto Lizarazo, y Nicacio de Jesús Martínez)
implicados en investigaciones sobre falsos positivos y en el que se agregaba que entre el 2000 y el
2010 se registraron 5.763 falsos positivos en el país.41 Este mural fue tapado por miembros del
Ejército nacional lo cual fue denunciado por redes sociales y el excomandante del ejército Mario
Montoya y el general Marcos Evangelista Pinto Lizarazo, comandante de la Brigada 13 de Bogotá,
pusieron una tutela a la ONG Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice), a
lo cual está respondió “Es importante resaltar que la imagen no está señalando la responsabilidad
penal de nadie, ni tampoco se está indicando información que se debería mantener en reserva”.
Ex presidente de la República
Álvaro Uribe Vélez
Ministros de Defensa
Camilo Ospina
Hernando Pérez Molina y Justo Eliseo Peña, ex comandantes de la Tercera División del Ejército
Nacional
General Rito Alejo del Río, excomandante de la Brigada XVII del Ejército Nacional.
Otros rangos
Teniente Juan Esteban Muñoz Montoya, del Ejército Nacional. Fue capturado en el aeropuerto El
Dorado al regresar al país.
Falsos positivos judiciales
Una modalidad relacionada son los falsos positivos judiciales. Se les da ese nombre a denuncias y
casos comprobados sobre encarcelamiento de civiles inocentes presentados como culpables o sin
las pruebas requeridas para su reclusión. La ejecución de esta práctica se presenta de diversas
formas y con distintas finalidades. Una de ellas es la detención arbitraria, determinada como una
de las formas de violación a los derechos humanos; en mayo de 2013 se reviven denuncias por
detenciones de este tipo, ligadas con casos del escándalo de los falsos positivos. Otra forma,
consiste en el uso de recolección de información no veraz, fabricación de informes de inteligencia,
falso testimonio y en otros casos a partir de sospechas in-fundamentadas que conllevan a
detención. Las pruebas presentadas contra los judicializados, generalmente cuentan con
contradicciones y en ocasiones han sido declaradas como flagrantes o determinadas en contra de
derechos fundamentales y derechos humanos.
Según el informe del grupo de trabajo sobre la detención arbitraria de las Naciones Unidas, la
privación arbitraria de la libertad ha sido usada en otros países como una de las prácticas más
comunes para encarcelar opositores políticos, disidentes religiosos o para coartar la libertad de
expresión, se ha encontrado que estos encarcelamientos se fundamentan también en el marco de
la lucha contra el terrorismo.
Entre el 7 de agosto de 2002 y el 6 de agosto de 2004 más de seis millares de personas fueron
coartadas de la libertad vulnerando acuerdos y normas establecidas dentro de los derechos
humanos. Muchos de los casos carecieron del debido proceso. Así, para este periodo hubo
detenciones sin fundamento de prueba, detenciones masivas que desconocieron el derecho
internacional en medio de operativos militares y detenciones usadas como mecanismo de
persecución política.
Casos asociados a las Universidades Colombianas como el de Julián Gil, los jóvenes acusados del
atentado al Centro comercial Andino, los universitarios detenidos en julio de 2015 bajo cargos de
terrorismo por presuntamente haber participado en una protesta estudiantil en la Universidad
Nacional, los estudiantes capturados en Lebrija, (Santander) tras un montaje de la sección de
inteligencia de la policial Nacional, el proceso contra Harry Gil, el de Mateo Gutiérrez; el del
profesor Miguel Ángel Beltrán; y el del sociólogo y profesor universitario Alfredo Correa de
Andréis, las detenciones que a diario se producen en las zonas rurales de Casanare, Cesar y Sur de
Bolívar, hablan de esta comunidad de patrones sistemáticos del Terrorismo de Estado e
invisibilizados desde el poder.
Así mismo también se han presentado casos asociados con funcionarios públicos acusados y
condenados sin debido proceso como fue el caso de Gustavo Sastoque Alfonso, un funcionario de
la fiscalía general de la Nación, quien fue acusado por la misma entidad y por unidades de
inteligencia del Ejército de asesinar al exguerrillero Hernando Pizarro León Gómez en 1995,
pasando 10 años en prisión hasta ser absuelto por la justicia al demostrarse su inocencia en 2005.
En conclusión: Los falsos positivos padecidos en Colombia son actos criminales llevados
a cabo sobre personas civiles ajenas a los grupos al margen de la Ley generalmente procedentes
de las clases humildes, campesinos e indigentes, en consecuencia, personas protegidas por el
DD.HH., a quienes las fuerzas públicas del Estado pretendieron hacer pasar como operativos
exitosos en la baja de insurgentes y ganar con ello las prebendas contempladas por sus altos
mandos para tal efecto.