Está en la página 1de 364

Anathema

1
Página
Evangeline ha pasado su adolescencia en la oscuridad, sus padres adoptivos
tienen la capacidad emocional de robots y sus compañeros de clases apenas
reconocen su existencia. A punto de cumplir los dieciocho y sintiéndose como
una paria social, está desesperada por conectar con alguien. Con quien sea.

Cuando Evangeline conoce a Sofie luego de literalmente tropezarse con su


cafetería, cree que ha encontrado esa conexión. Dispuesta a hacer cualquier
cosa para conservarla, acepta un trabajo como la asistente de Sofie y abandona
todo para volar a Manhattan, donde se ve empujada en el lujoso mundo de
Prada, diamantes, y dinero ilimitado.

Con tanta generosidad y amabilidad, es fácil para Evangeline descartar ciertas


rarezas… como el comportamiento errático y a veces violento de Sofie, y los
monstruosos perros guardianes. Incluso está dispuesta a descartar sus sueños
vívidos de asesinatos estilo mafia, personas hermosas sin hogar viviendo en
cuevas, y demonios de ojos blancos que la atormentan cada noche como
producto de su imaginación, en especial cuando una de esas invenciones es el
precioso Caden. Cuando se despierta con marcas de mordidas en el cuello, el
cuento de hadas se convierte rápidamente en una pesadilla. Lentamente
desentraña el misterio que rodea a Sofie y sus amigos, y la realidad de las
mordidas y los “sueños”. Lo que descubre es mucho más misterioso y terrible
que cualquier cosa que pudo haber imaginado.

En un mundo donde todas las personas tienen motivos para obtener ganancias
personales, Evangeline debe decidir en cuál engaño es menos probable que la
maten.
2
Página
Sinopsis 14: Margaritas y
Índice Engaño
Prólogo 15: Mar de Merth
1: Sofie 16: Telepatía
2: El Regalo 17: Asesino
3: Ahogándose 18: Opciones
4: La muerte es la 19: La Cubierta,
muerte Descubierta
5: Veronique 20: Inmovilizado
6: Déjà Vu 21: Haciendo Planes
7: ¿Loca? 22: Los Beards
8: Reconocimiento 23: El Consejo
9: Atacada 24: El Portal
10: La verdad 25: Exiliada
11: Maldita Próximo Libro: Asylum
12: Extinción Sobre la Autora: K.A.
Tucker
13: Soborno
Agradecimientos
3
Página
Traducido por flochi

Corregido por Jo

—C
onfía en mí —susurró Sofie, con sus delicadas manos
deslizándose hacia arriba por el pecho de Nathan hasta
llegar detrás de su cuello.

—¿Y si te equivocas…? —empezó Nathan pero, incapaz de terminar la


oración, su voz se fue apagando.

—¡No estoy equivocada! —espetó ella.

Él se alejó y se movió hasta quedarse de pie frente a una ventana cercana, con
los brazos cruzados sobre su pecho.

—Déjame demostrártelo. —Se deslizó a su lado, y levantó un dedo para


empujar un mechón perdido del cabello marrón de la frente de él.

Pero Nathan ignoró el gesto cariñoso, enfocado ahora en la bulliciosa vida


nocturna más allá de las paredes de su chateu. Muy pocas veces envidiaba a los
humanos. Esta noche, sin embargo, mientras observaba los carruajes llevados
por caballos a lo largo de las calles empedradas de París, llevando a los
pasajeros a sus casas desde las frívolas celebraciones y demasiado vino, su
mandíbula se tensó con celos. ¿Por qué sus problemas no podrían ser tan
triviales?

Vio a un hombre salir a tropezones de una taberna y caerse al suelo en un


montoncito borracho, directamente en el camino de dos caballos de tiro, y los
ojos del hombre se agrandaron. La idea de presenciar a un hombre siendo
aplastado hasta la muerte levantó su ánimo. El problema de ese hombre
rivalizaría con su propio problema… Apretó el marco de la ventana con
anticipación, mirando los gigantescos cascos de las bestias corriendo hacia el
4
Página
cuerpo flácido del hombre, a segundos de aplastar su cabeza como si se tratara
de un melón maduro. En el último instante, dos hombres agarraron al
borracho por los talones y lo arrastraron a la seguridad. Los caballos siguieron
avanzando, sin interrupciones. Malditos sean esos buenos samaritanos.

Nathan le echó un vistazo a las calles buscando otra persona en un


predicamento peor que el suyo, sabiendo que las posibilidades eran escasas. Su
atención aterrizó en una joven pareja en medio de una riña, una que
rápidamente escaló de gritos y gestos con la mano a un rápido rodillazo en la
ingle del hombre. La creciente multitud de espectadores alrededor de la pareja
estalló en risotadas cuando el hombre cayó al suelo, retorciéndose de dolor. A
pesar de la situación, Nathan se rió, consciente de que su fiera pelirroja podría
reaccionar de la misma manera momentáneamente.

Suspirando fuertemente, Nathan bajó los ojos hacia el árbol de roble de debajo
de su ventana, las hojas de un rico color dorado debido al cambio de estación.
Ese iba a ser el lugar de entierro de Sofie.

Sin embargo, ese día no llegaría hoy. Él no estaba listo.

Nathan negó con la cabeza.

—No… no puedo soportar el riesgo.

Sofie no respondió inmediatamente. Cuando ella lo hizo, fue como el filo de


una cuchilla bien afilada.

—Bien. —Las capas de su vestido de seda susurraron ruidosamente a medida


que se acercaba a la puerta.

Antes de que ella la alcanzara, Nathan atravesó la habitación, sus manos


impidiendo su salida.

—Por favor, no se lo pidas a nadie más —rogó. Supo que su petición era inútil.
Ella se lo quedó mirando, sus ojos verde oliva con desafío, sus intenciones
claras. Encontraría a alguien, alguien a quien no le importara si ella
sobrevivía. Él no podía permitirlo.

Dio otro fuerte suspiro, uno de derrota.


5
Página
—Eres imposible, mujer —susurró, cerrando los ojos. No hubo ningún indicio
de ira en su tono.

La risa gutural de Sofie llenó la habitación. Victoriosa, se estiró para depositar


un intenso beso en sus labios. Un beso de despedida, si esto fallaba…

Tomando sus manos en las de él, la llevó al centro de la habitación donde la


lámpara de queroseno ardía, la única fuente de luz en el amplio dormitorio
principal.

—No —protestó ella, frunciendo el ceño, mientras él se estiraba para alcanzar


la lámpara.

—No voy a ceder en esto —respondió él con firmeza.

Después de un segundo de deliberación, Sofie asintió, cediendo…


conociéndolo muy bien como para presionarlo más, teniendo el conocimiento
de que ella había ganado la guerra. Levantó sus manos para apartar el cabello
suelto de su cuello.

Nathan cerró los ojos, preparándose mentalmente. Confiaba en las habilidades


de ella. Si alguien podía resolver este problema, era su Sofie.

Pero si ella estaba equivocada…

Abrió los ojos para ver la sonrisa deslumbrante y confiada de Sofie. ¡Haría lo
que fuera para ver esa sonrisa por toda la eternidad!

Con un movimiento fluido apagó la lámpara, sumiendo la habitación en la


oscuridad.

El pecho de Sofie se hinchó cuando inhaló profundamente, intentando regular


su retumbante corazón. Había trabajado sin descanso para este momento, para
6
Página
permitir esta posibilidad, empujando su mente al borde de la cordura,
aprovechando su habilidad hasta que la última pisca de energía fue drenada.

Finalmente estaba sucediendo.

¿O no? La anticipación se convirtió en pánico mientras los segundos


se extendían sin señales de Nathan. Se quedó en silencio, sus ojos buscando en
vano a través de la oscuridad, luchando en contra de la urgencia de gritar, de
rogarle. ¿Y si había cambiado de idea? ¿Y si había abandonado la habitación?
¿Y si…?

Dolor. Toda la preocupación desapareció.

Sofie recuperó la consciencia en el suelo del dormitorio. La habitación


se hallaba completamente a oscuras, sin embargo sus ojos se lanzaron
violentamente alrededor, contemplando cada foto, cada diseño de tela, cada
grieta del techo mientras el sol se filtraba a través de las ventanas. La alegría la
inundó.

Con solo un pensamiento, se puso de pie y se paró frente al espejo. Se quedó


sin aliento ante el reflejo. Los ojos que le devolvían la mirada ya no eran de un
color oliva mediocre sino de un menta pálido místico. Su mano voló a su
cuello. Sin marcas de pinchazos. Ni siquiera un rasguño. La única evidencia
era algo de sangre seca sobre su piel, la cual ahora era cremosa y pálida. Un
lento suspiro escapó de sus labios a la vez que aplastante miedo al fracaso
se levantaba de su pecho.

Había funcionado.

Empezó a reírse.

—¿Se puede saber por qué en el nombre de Dios estás tan contenta? —bramó
una voz. Su cabeza se giró. Mortimer estaba de pie en la puerta, una mirada de
puro terror se extendía en su rostro—. ¿Te das cuenta de lo que has hecho? —
gritó, aplastando su puño contra la madera sólida de la puerta. Las astillas
volaron debido al golpe.

Sofie torció su boca con molestia.


7
Página
—¿De qué estás hablando? ¡Funcionó!

—¿Llamas a eso éxito? —Señaló a la izquierda de Sofie, su ceja levantada con


burla.

Ella volvió sus curiosos ojos hacia donde su mano indicó. Su estómago dio un
vuelco cuando vio el cuerpo yaciendo inmóvil junto a la cama.

—¡Nathan!

Voló a través de la habitación con velocidad inhumana, cayendo de rodillas


aferrando el hermoso rostro de Nathan, necesitando ver sus ricos ojos color
chocolate contemplándola con adoración. Lanzó un agudo grito cuando vio el
vacuo gris de la muerte mirándola fijamente.

—No lo entiendo —susurró ella, las lágrimas llenando sus ojos.

—No tienes idea de lo que nos has hecho —respondió Mortimer con los
dientes apretados. Era obvio que la muerte de Nathan era la menor de las
preocupaciones para él.
8
Página
Sofie
Traducido por flochi y Jo

Corregido por Simoriah

—N
os vemos mañana, Betty —grité a la recepcionista
nocturna del refugio mientras pasaba la recepción. La
mujer regordeta y de mediana edad respondió con una
sonrisa amable y un rápido asentimiento antes de volver su atención al
vagabundo parado a su lado.

Extendí la mano al salir a la acera tenuemente iluminada, buscando la lluvia,


esperándola. Una llovizna sin tregua y que congela hasta los huesos había
sitiado a Portland durante el mes de septiembre; el tipo de clima húmedo y
melancólico que hace a una persona soñar con hibernar bajo una pesada
manta hasta la primavera.

Para mi complacida sorpresa, mi mano no encontró una gota; no llovía


todavía, de todas maneras. Me metí el paraguas bajo el brazo y comencé a
caminar hacia la calle Congress, un ritual nocturno luego de terminar mi
turno voluntario en el refugio. Había algo terapéutico en vagar por el Distrito
de las artes de la ciudad, admirando las esperanzas y sueños de los artistas
locales en exhibición. Más importante aún, alargaba el inevitable regreso a
casa antes del toque de queda. Nunca tenía prisa por regresar a mi hogar de
acogida.

A media cuadra, encontré a un anciano desaliñado tendido en la acera delante


de mí.
9
Página
—¡Buenas noches, Eddie! —exclamé, sonriendo suavemente. Eddie dividía su
tiempo entre el refugio y un callejón cercano—. Apuesto a que Betty puede
encontrarte una agradable y cálida cama esta noche.

Eddie se puso de rodillas con sorprendente agilidad y, tomando las esquinas de


mi gabardina azul marino con sus manos sucias, empezó un recital completo
de tonterías, su fervor incrementándose exponencialmente mientras divagaba.

—Oh, piscinas de chocolate adulan mi miseria. El tuyo es el rostro de un


ángel, completo con crema del cielo y un halo de oro hilado. ¡Eres una diosa!

Había momentos fortuitos de lucidez de Eddie, días donde podíamos hablar


normalmente sobre trivialidades como el clima y la política local. Otros días lo
encontraba encaramado en un pedestal improvisado, despotricando sobre
bestias enormes que acechaban en las sombras. Luego había días, como el de
hoy, en que él hacía que mis aburridos ojos marrones, complexión pálida y
cabello rubio sonaran como dones de los dioses, cuando se encontraba en un
nuevo tipo de locura.

—No, Eddie. No soy tu diosa, pero gracias… me siento halagada. —Le palmeé
suavemente la mano.

Tres gotas de agua aterrizaron en rápida sucesión sobre mi nariz, entonces la


lluvia comenzó a caer. Maldición.

—¿Necesitas un paraguas? —Miré el techo de la casa de Eddie en el callejón


detrás de él; una caja de cartón protegida hábilmente por cuatro paraguas que
yo le había proveído en las últimas dos semanas.

Eddie respondió con su familiar mirada perdida, plácidos ojos indicando que
ahora se encontraba ahí sólo de manera física. Agachándome, tiré suavemente
de su brazo. Su cuerpo se resistió, tan inflexible como una estatua de concreto.

—Oh, Eddie. —Suspiré—. Vas a coger una neumonía si te quedas ahí. —Abrí
mi propio paraguas y envolví su manija entre sus manos, esperando que lo
mantuviera seco hasta que su mente regresara y moviera su cuerpo al refugio.
10
Página
Envolviéndome el pecho con los brazos, me puse a caminar enérgicamente.
Podía lidiar con un poco de lluvia. Como si la Madre Naturaleza estuviera al
tanto de mis pensamientos, el cielo súbitamente se abrió y la ligera llovizna
evolucionó a un monzón, vertiendo cubos de agua sobre mi cabeza. Comencé
a correr a ciegas, buscando un refugio.

La culpa brotó en la boca de su estómago mientras corría, imaginándome a


Eddie sentado en la acera con un mísero paraguas para protegerse. Debería
regresar a verlo. Quizás la fría lluvia lo saque de su aturdimiento y yo pueda
convencerlo de quedarse en el albergue esta noche. Sí, ésa era la acción
correcta. Sólo son unas pocas cuadras, si doy la vuelta ahora…

Mi espinilla chocó con algo sólido. Me tambaleé, ejecutando una torpe


voltereta antes de estrellarme boca abajo en un charco en la acerca de
hormigón.

Cuánto tiempo yací desparrama en la acera, desorientada, vagamente


consciente de la lluvia empapando mi ropa hasta llegar a mi piel, no podría
saberlo. Recobré mis sentidos cuando ya no pude oír las gotas golpeando la
acera. Arrastrándome hasta ponerme de rodillas, me limpié el agua sucia de la
mejilla y busqué sangre. Nada. Ni rasguños o cortes. Mi espinilla no parecía
estar rota o siquiera lastimada, aunque debería sin dudas estar destrozada.
Quizás al menos había conseguido un moretón. De lo contrario,
milagrosamente, me encontraba bien.

La víctima de mi descuido no fue tan afortunada. Gemí, mis manos volando a


mi frente con asombro mientras apreciaba lo que parecía haber sido un objeto
de cristal precioso y claro, ahora disperso en docenas de pedazos. Me agaché
para comenzar a recoger los fragmentos.

—Te cortarás —dijo la voz sedosa de una mujer con acento francés.

Alcé la mirada. Una impresionante pelirroja se erguía en una entrada,


contemplándome con unos ojos que eran del tono más peculiar de verde
menta pálido; tan pálidos, que parecían inhumanos. Ella tiene razón, me di
cuenta mientras observaba el pedazo astillado de vidrio en mi mano.
11
Página
—Pero no puedo dejarlo allí. Alguien podría lastimarse.

—¿Y qué planeas hacer con todos los pedazos? —preguntó ella, levantando
una ceja con interrogación.

—No lo sé… ¿volver a pegarlos? —dije con la certeza de un dependiente de


gasolinera al que se le pedía realizar una cirugía cerebral solo.

La mujer sonrió.

—Compré ese farol en Francia. Es único en su clase y ciertamente no se puede


volver a pegar —me informó, su tono frío, pero aun así sereno.

Oh no. Esto le pertenecía.

—Lo siento tanto. ¡Había tanta lluvia! Estaba distraída y simplemente… lo


golpeé. Lo siento. Lo pagaré.

—¿Tienes diez mil dólares? —Esos inquietantes ojos miraron mi ropa de


tienda de departamentos empapada de lluvia con diversión.

Sentí la sangre drenarse de mi rostro.

—No, pero… —El suelo se meció, y saboreé la amarga bilis en el fondo de mi


garganta. No tenía diez mil dólares. Tenía exactamente cuarenta y siete
dólares en mi cuenta bancaria y ningún trabajo.

Ella me miró en silencio, su expresión ilegible. Finalmente habló.

—Soy Sofie. ¿Cuál es tu nombre?

Dudé, tragando saliva.

—Evangeline.

—Evangeline… —Mi nombre sonó tan elegante, rodando en su lengua—. Por


favor, entra y entra en calor con algo caliente. Paga la casa, por supuesto.
Insisto. —Extendió una mano de aspecto delicado para ayudarme a
levantarme—. Deja todo esto. Lo limpiaré más tarde.
12
Página
Confundida por su bondad, acepté, siguiéndola como un cachorro
desorientado.

Un suave bullir de conversación y música de jazz me rodeó cuando entré en la


cálida cafetería. Una chimenea de piedra era la fuente de ese calor, un
resplandor de feroces llamas anaranjadas bailaban en el hogar.

—Bienvenida a Newt’s Brew —dijo Sofie mientras me guiaba más allá de


clientes bien vestidos sentados en sillas tapizadas de variados estilos y patrones
mientras sorbían lentamente en tazas multicolores—. Aquí, siéntate. —Señaló
un banquillo junto al mostrador—. ¿Chocolate caliente?

Asentí.

—También te ofrezco lattes, capuchinos, expresos, tés herbales… cualquier


cosa, si prefieres algo más. Y por supuesto, las más supremamente apetecibles
masas —agregó, notando mis ojos agrandarse mientras observaba la exhibición
de dulces en la vitrina detrás del mostrador.

—El chocolate caliente sería maravilloso, gracias —dije, la curiosidad alejando


mis ojos para revisar el lugar; todo maderas oscuras, telas caras y molduras
ornamentadas.

Sofie fue detrás del mostrador y me lanzó una toalla grande.

—Luces como un gato ahogado. —Su acento hizo que la frase sonara exótica.

Le eché un vistazo a mi reflejo en un espejo en la pared detrás de ella, y tuve


que coincidir. Pasé los siguientes minutos secando en silencio mi largo cabello,
deseando poder quitarme la ropa mojada y acurrucarme junto al fuego.

—Sígueme, por favor —dijo Sofie, dirigiéndose a la chimenea—. ¿Les


importaría? —le preguntó a la pareja sentada en los asientos directamente
frente a ella, mientras me hacía gestos.

—Oh no, ¡está bien! —dije rápidamente, avergonzada, pero la pareja ya estaba
de pie y en su camino hacia la puerta, todos sonrisas.

Sofie hizo un gesto hacia una de las sillas.


13
Página
—Realmente no necesitabas hacer eso —dije, la culpa arrugando mi frente.

Ella descartó mis protestas con un gesto, la otra mano señalando


insistentemente la silla.

Aceptando con una sonrisa tímida, me hundí en la silla, mis jeans mojados
pegándose incómodamente, luego cerré mis ojos mientras mi cuerpo absorbía
el calor.

Momentos después oí algo ser puesto en la mesa junto a mí y abrí los ojos. Una
taza de chocolate caliente con una alta pila de crema batida estaba posada allí;
Sofie se había sentado en el asiento frente a mí. La miré con sorpresa. Nadie,
aparte de mi propia madre, había mostrado alguna vez un cuarto de la
compasión que esta asombrosa mujer entregaba tan libre e injustificadamente
a una chica que acababa de romper una de sus posesiones de valor.

—Así que, ¿cómo propones pagarme el faro?

Sus palabras me trajeron de golpe a la realidad. Mi mirada cayó al suelo, y esa


amarga bilis subió para tocar mis papilas gustativas de nuevo. El simple acto de
respirar se volvió difícil. Excelente pregunta. ¿Cómo iba a conseguir diez mil
dólares? Aunque había tratado con todas mis fuerzas de encontrar un trabajo
en los últimos cuatro meses, los rechazos siempre eran los mismos: se necesita
experiencia. Y yo estaba recién salida de la secundaria; sin experiencia.

El silencio se alargó mientras yo estudiaba las llamas. Finalmente enfrenté la


mirada de Sofie de nuevo. Estaba recostada en su silla con la elegancia y el
estilo de una súper modelo, su ajustado vestido negro acentuando sus curvas y
resaltando su cremosa piel pálida.

Ella habló antes de que yo pudiera hacerlo.

—Sabes, mucha gente diría que es mi culpa por poner algo tan caro afuera en
la vereda. Estaba destinado a romperse —ofreció, todavía inexpresiva.

Mi boca se abrió para responder pero no salieron las palabras. Ésa idea no
había cruzado mi mente. La excusa claramente me sacaría del lío, pero sabía
14
Página
que mi consciencia nunca lo aceptaría, en su lugar me picaría incesantemente
como una astilla en mi ropa.

—No. Eres buena, al ofrecerme una excusa, pero yo la rompí y debería


pagarlo… de alguna manera.

Un opresivo peso se asentó en mi pecho e hizo que mis ojos vagaran por la
habitación una vez más. Las mesas estaban cubiertas con tazas sucias
esperando a ser recogidas y podía ver que el piso mojado tenía una
desesperada necesidad de una fregada. Me di cuenta; no había visto a nadie
atendiendo a los clientes.

—¿Podría trabajar aquí? —solté sin pensar. Una vívida imagen de mí en mis
zapatillas y jeans descoloridos, tropezándome con la pata de una silla y
quemando a un cliente con una bandeja de bebidas calientes se formó en mi
mente. Rápidamente arreglé mi propuesta—. Podría lavar platos, limpiar las
mesas, hacer mandados… lo que sea que necesites. Todo el día, siete días a la
semana. Lo que sea que necesites. Podría tomarme un tiempo ganar el
dinero… —Más como una eternidad.

Esos fríos y pálidos ojos me estudiaron en silencio, sin revelar nada.

—No lo sé. Tal vez es una idea tonta. —Me mordí la uña del pulgar.

Ella ignoró eso.

—Sí, creo que puedo encontrar algo para ti aquí. ¿Puedes empezar mañana en
la noche a las seis?

—¿En serio? —exclamé, incapaz de esconder mi sorpresa.

Ella asintió una vez.

Mientras miraba alrededor del lugar, una emoción se formó en mi


estómago. ¿Qué haría? No me importaba.

—De acuerdo. Sí. Gracias. —Hice una nota mental de llamar al refugio para
hacerles saber que no regresaría por algunos… años.
15
Página
—Maravilloso. —Sofie se levantó y caminó al mostrador. Tomó una lapicera
de detrás del mostrador y escribió algo en un pedazo de papel, luego regresó y
me lo pasó—. Por favor llena esto. He escrito tu sueldo inicial arriba. —Vi la
más leve sonrisa tocar los gruesos labios de Sofie; la primera de esa noche—.
Algunos dicen que pago demasiado bien.

Bajé la mirada a la elegante escritura en la parte superior de la solicitud de


empleo y jadeé.

Mi reloj decía que faltaban diez minutos para las seis cuando empujé la pesada
puerta de madera de Newt’s Brew la siguiente tarde, mis nervios haciendo
toda una producción de circo en la boca del estómago. Me había sentado en la
cama la mayor parte de la noche, repasando la inexplicable tarde en mi mente
incontables veces. La mitad de mí estaba enferma del estómago sabiendo que
no me matricularía en la universidad antes de mi quincuagésimo cumpleaños,
dada la deuda que tan torpemente había asumido. Pero la otra mitad se
preguntaba cómo me las había arreglado para ir de tener mi primer trabajo en
un moderno café a un salario que solo podría ser descrito como ridículo.

Newt’s Brew estaba vacío. Ningún cliente pasaba el rato con una taza de café.
Ningún murmullo de conversación en el aire. Quizás todavía era temprano,
decidí. Sofie estaba de pie detrás del mostrador, la espalda hacia mí,
concentrada en algo en sus manos.

—¡Hola Sofie! —exclamé con voz burbujeante.

—Buenas tardes, Evangeline —respondió sin volverse, con ese mismo aire
reservado que estaba llegando a reconocer como un aspecto normal de su
personalidad.

Mi pecho se apretó. ¿Y si se arrepiente de contratarme?


16
Página
—Dime qué puedo hacer —insté, rodeando rápidamente el mostrador para
enfrentar a Sofie. Vestida en un provocativo vestido azul índigo largo hasta la
rodilla que acentuaba su figura de reloj de arena, estaba abriendo una bolsa de
basura. Cohibida, tiré del borde de mi camiseta. Después de pasar todo el día
frente a mi armario, revolviendo mi mediocre guardarropa, finalmente me
había decidido por mi mejor par de jeans azul oscuro y una camiseta gris y
negra a rayas, segura de que aun así luciría como una indigente de la calle
siguiente junto al cliente peor vestido en este lugar.

—Todos estos tienen que desaparecer —dijo ella, moviendo una mano
despreciativa a la vitrina de postres.

Recogí una bandeja de plata y olí un pedazo de pastel de manzana. Olía bien.

—Cómelo si estás hambrienta —ofreció ella, doblándose para meter la bolsa


en el basurero.

—¿Vas a recibir una nueva tanda?

Ella sacudió la cabeza.

—Tengo que cerrar Newt’s. Tengo algunos negocios inconclusos en Nueva


York.

¿Cerrar? Mi sonrisa tembló.

—Oh… ¿Por cuánto?

—Unas pocas semanas, al menos. Tal vez más.

Mi sonrisa cayó completamente.

—Bueno… ¿hay algo que pueda hacer para ayudar? Tengo diez mil dólares en
horas que te debo, no lo olvides. —Se me escapó una pequeña risita incómoda.
Felizmente olvidaría esa parte.

—Este lugar está básicamente listo para el cierre —respondió Sofie, yendo
hacia el lavabo para lavarse las manos.

—Bien. Bueno, estaré aquí cuando vuelvas, supongo.


17
Página
Pasamos los siguientes minutos en un incómodo silencio mientras yo raspaba
salsa de chocolate de un plato, sintiendo como si una burbuja interna acabara
de ser reventada. ¿Por qué estoy tan decepcionada? Así que tendré que esperar
unas pocas semanas para empezar a pagar mi gigantesca deuda. ¿Y qué?

Porque no se trataba sólo acerca del dinero, me di cuenta. Yo quería trabajar


aquí; conocer gente nueva, hablarles, que ellos realmente me respondieran.
Quería hacerme amiga de Sofie… Lancé una mirada a su espalda. Ella es tan
interesante. Tan genial.

—¿A menos que quieras venir conmigo a Nueva York? —preguntó


repentinamente Sofie, girándose para encontrar mi mirada.

El plato se resbaló de mis manos y resonó fuertemente contra la baldosa del


suelo. Sentí mis ojos ampliándose. ¿Ir a Nueva York con ella?

—No tienes que hacerlo. Sin embargo, tu ayuda podría servirme —agregó.

—Yo… yo no… —tartamudeé, mi corazón comenzando a correr. ¿Yo en


Nueva York? Nunca había salido de los suburbios de Portland.

—No tendrías que preocuparte por el alojamiento o las comidas. —Sofie se


inclinó para recoger el plato del suelo.

—Es una oferta maravillosa, Sofie —comencé a decir, imaginándome rodeada


por rascacielos y la desbordante vida de ciudad. Mi estómago tuvo un espasmo
de emoción. Esto es loco, ¿no? ¿Una persona cuerda le diría que sí a esto? ¡A
penas conozco a la mujer! Claro que había destruido su propiedad y ella me
había invitado gentilmente a entrar a beber un chocolate y un trabajo muy
bien pagado; difícilmente signos de una asesina serial. Y ésta era una oferta de
trabajo, después de todo. La gente viajaba todo el tiempo por trabajos, razoné.

—Considera tu deuda hacia mí borrada después de este viaje —agregó ella—.


Te lo habrás ganado.

Mi mandíbula cayó, y mis hombros se levantaron como aliviados de un


opresivo peso; y era verdad. ¿No le deberé nada? Pero… eso significa que no
18
Página
estará obligada a tenerme trabajando aquí. Me mordí el labio, mirando
alrededor del vacío café con una punzada de arrepentimiento.

—Por supuesto, si quieres seguir trabajando en Newt’s, eres bienvenida —


agregó Sofie como si leyera mi mente.

La oferta se estaba volviendo mejor con cada segundo que vacilaba. No sabía
qué hacer. Deseaba poder pedirle un consejo a mi madre.

—Vaya. Eres difícil de rechazar —comencé, sonriendo nerviosamente.

—¿Qué hay para rechazar? —Sofie se estiró, con un teléfono inalámbrico en


su mano—. Te diré qué: si tus padres están de acuerdo con ello, entonces sabes
que es una buena idea, ¿verdad?

Vacilé por unos segundos pero eventualmente acepté el teléfono y llamé a


casa.

Mi mamá de acogida contestó en el segundo timbre.

—¿Hola?

—Uh, hola, ¿Shelley?

—Sí, Evangeline. ¿Qué necesitas? —preguntó en su típico tono cortés pero


indiferente. Nunca era desagradable, ni era demasiado amistosa. Ella sólo
estaba allí. Todas mis familias de acogida habían sido iguales. Estaba
acostumbrada a ello. A veces me preguntaba si eran robots diseñados por el
gobierno disfrazados de padres de acogida, programados para ajustarse a la ley
pero incapaces de demostrar emociones.

—Um, bueno, conseguí un trabajo ayer, en un café en el Distrito de las artes


—comencé. Esto era lo máximo que le había hablado en días.

—Eso es bueno. —Silencio.

—Y mi nueva jefa acaba de pedirme que vaya a Nueva York a ayudarla con
algún negocio. ¿Estaría eso bien para ti? —Contuve la respiración.

—Cumples dieciocho mañana. Legalmente puedes hacer lo que quieras.


19
Página
Me sorprendió que ella recordara mi cumpleaños. Claramente no tenía planes
de celebrarlo. No me sorprendía. Normalmente me ponía completamente
ermitaña en mi cumpleaños, escondiéndome bajo una manta con una bolsa de
palomitas de maíz y un especial de clásicos de Disney.

—Bien, bueno, podría ir. No estoy segura de cuándo volveré, sin embargo.

—Diviértete. —Escuché el teléfono hacer clic de que pudiera decir otra


palabra.

—¿Bien? —preguntó Sofie.

Miré el receptor muerto en mi mano. Cuán representativo de mi vida. En los


cinco años desde la muerte de mi madre, mi existencia se había vuelto una
conversación de un sólo un sentido con el mundo; una solitaria vida pasada
yendo por casas y escuelas, invisible para aquellos alrededor de mí.

Hasta ahora. Sofie me había notado.

—Creo que me gustaría ir a Nueva York contigo, si eso está bien. —


¿Realmente estoy haciendo esto?

—¡Maravilloso! —dijo Sofie, revelando un raro salto de emoción.

—Sí, genial. —Sonreí nerviosamente, medio esperando que hombres en batas


blancas entraran por la puerta—. Así que, ¿cuándo nos vamos?

Sofie metió la mano bajo el mostrador, sacando una cartera y un abrigo.


Caminó hacia la puerta, sus tacones resonando duramente contra el suelo de
madera.

—Ahora —me dijo, apagando el interruptor de la luz. La miré, esperando que


explicara—. ¡No te retrases! —agregó, de pronto apurada.

Me uní a ella en la puerta delantera y salimos justo cuando un sedán negro se


detenía en la vereda.

—Estás bromeando —exclamé, mis nervios estimulando mi vejiga.

—¡Entra! —dirigió ella, abriendo la puerta para mí.


20
Página
—Pero… debería empacar algunas cosas…

Ella descartó mis preocupaciones con la mano.

—No te preocupes por nada de eso.

Me quedé parada allí, desconcertada. ¿No preocuparme por ropa interior


limpia y un cepillo de dientes?

Un duro borde en la voz de Sofie no permitió discusiones.

—¡Sube al auto, Evangeline! El avión está esperando.


21
Página
El Regalo
Traducido por Aяia y Jessy

Corregido por Jo

M
is manos se movían nerviosamente en mi regazo mientras
examinaba la amplia y bien iluminada cabina del jet privado del
amigo de Sofie por enésima vez. Estábamos a unos dos tercios del
camino a Nueva York y yo ya estaba en mi tercera copa de vino tinto. La había
rechazado educadamente cuando la azafata me lo había ofrecido por primera
vez, admitiendo que era menor de edad. Pero Sofie puso los ojos en blanco
dramáticamente y ordenó a la mujer que hiciera caso omiso de mi estupidez y
mantuviera mi vaso medio lleno en todo momento.

Había protestado entonces. Ahora, sintiendo la relajación inducida por el


alcohol se filtrándose a través de mi cuerpo, silenciosamente les agradecí por
ignorarme. Reclinándome en mi silla, apreté un botón en el lado de mi
reposabrazos y observé con fascinación como un reposapiés se levantaba
mágicamente del suelo.

—Por fin… uno pensaría que te estamos escoltando a un enema —murmuró


Sofie, levantando la vista de su revista.

—Lo siento. —Le ofrecí una sonrisa tímida—. Estoy un poco nerviosa por
volar. —Estaba mintiendo, por supuesto. Volar no me molestaba, esa parte era
excitante. El hecho de que hace veinticuatro horas esta mujer era una
completa extraña y ahora estaba volando a Nueva York con ella, sin siquiera
un par extra de ropa interior y por Dios sabe cuánto tiempo, me tenía
exhausta.
22
Página
Sofie, por otra parte, estaba totalmente relajada, estirada en uno de los sillones
de cuero de color marfil frente a mí, sus largas y esbeltas piernas cruzadas en
los tobillos; fácilmente podría estar posando para la portada de una revista
de Estilos de Vida de los Ricos y Famosos.

—Así que este amigo tuyo que posee este avión… ¿qué hace? —pregunté.

—Oh, Viggo tiene su mano en los bolsillos de todo el mundo —respondió


Sofie crípticamente, dejando su revista para buscar en su bolso—Aquí. —Me
entregó una larga caja de madera—. Como una muestra de agradecimiento por
venir. También, he notado en tu currículum que tu cumpleaños es mañana, así
que… feliz cumpleaños.

La miré boquiabierta, sin palabras.

—No es nada extravagante —añadió.

—Yo… —Bajé la mirada a la caja. Después de un largo momento, la abrí. Un


colgante de cristal negro con forma de corazón y del tamaño de una moneda
estaba ubicado en su interior. Lo levanté con cuidado, pasando un pulgar
sobre su lisa superficie; se sentía mucho como una piedra muy pulida—.
Realmente no tenías que… —Me detuve para tragar el nudo de mi garganta.

—Aquí, déjame ponértelo —ofreció ella, moviéndose para sentarse a mi lado y


levantando la cadena de plata para colocarla alrededor de mi cuello. El
colgante se instaló contra mi pecho—. Ostras —murmuró.

Miré por encima de mi hombre para verla frunciendo el ceño.

—¿Qué?

—Oh, algo está mal con el cierre —respondió. Podía sentirla examinándolo—.
No se abrirá sin romperlo. Hazme un favor y déjatelo puesto por ahora.

—¡Por supuesto! —respondí, mi mano acunando la suave piedra para


admirarla. Con gusto lo llevaría puesto para siempre.

Sofie volvió a su silla, mirándome con expresión curiosa.


23
Página
—Se ve bien —ofreció finalmente con una sonrisa forzada que nunca llegó a
sus ojos.

—Gracias. Es precioso —dije, mirándolo. Había una cualidad preciosa en su


sencillez. Me pregunté cuándo había tenido ella la oportunidad para
comprarlo, ya que habíamos ido directamente desde Newt’s al aeropuerto.
Abrí mi boca para preguntar, pero Sofie ya había vuelto su atención a su
revista.

Me volví para mirar por la pequeña ventana a mi lado. Estábamos


descendiendo a través de las nubes. Esperaba ver un millón de luces abajo
pronto, dándonos la bienvenida a nuestro destino, escoltándome a un nuevo y
desconocido capítulo de mi vida. Pero por ahora, las luces intermitentes en las
alas del avión estaban solas en el cielo, balizas que servían como protección y
orientación.

Una sensación de vacío floreció en mi pecho cuando me di cuenta de que las


luces de advertencia como esas podrían haber salvado la vida de mi madre.
Habían pasado cinco años desde la noche en que había sido atropellada por un
coche. Una eternidad para mí. La investigación policial había sido corta e
inconclusa, sugiriendo que el conductor no la había visto. No había marcas de
neumáticos que indicaran otra cosa. Aterrorizado, borracho, inconsciente —
cualquiera que fuera la razón, el conductor nunca se quedó, dejando el cuerpo
destrozado de mi madre en la acera y a mí huérfana y con el corazón roto.

Cerré los ojos y me imaginé metiendo ese terrible vacío en una botella y
cerrándola con fuerza. Así fue como había aprendido a lidiar con la pérdida de
mi madre. Normalmente funcionaba. Esta vez, sin embargo, el espacio vacío se
expandió, empujando contra mi caja torácica, constriñendo mis pulmones,
volviéndose un dolor punzante en mi corazón. Respiraciones profundas,
Evangeline. Inhalé y exhalé lentamente, esperando a que el dolor se disipara.
No lo hizo. Solo se intensificó con cada nueva respiración, a medida que cada
latido de mi corazón venía más fuerte y más rápido. La sangre se apresuraba a
mi cabeza, el sonido en mis orejas dominando el rugido de los motores del jet.
24
Página
¿Qué me está pasando? Mis ojos se movían salvajemente por el interior del
avión. Las paredes y el suelo oscilaron. Sabía que no tenía nada que ver con las
habilidades de vuelo del piloto.

Y entonces mi corazón dejó de latir por completo. Solo así. Ni siquiera pude
manejar un jadeo. Mi mano derecha voló a mi pecho mientras mi izquierda se
estiró a tientas por el aire en busca de ayuda, de Sofie. Solo duró uno o dos
segundos, luego mi corazón latió una vez, dos. Tres veces. Y entonces estaba
latiendo otra vez.

Una mano fría descansó contra la mía.

—¿Te sientes bien? —preguntó Sofie, inclinándose para mirar mi rostro, su


ceño fruncido con preocupación.

—Sí. Solo me he sentido un poco graciosa por un segundo. Deben de ser mis
nervios —le aseguré, añadiendo con una sonrisa nerviosa—: o el vino.

—¿Estás segura?

Asentí, sonriendo tranquilizadoramente.

El copiloto asomó su cabeza desde la cabina para anunciar que íbamos a


aterrizar en breve. Mi cuerpo se sacudió en respuesta cuando el asiento volvió
a una posición rígida y vertical. Exactamente como debería ser para un
aterrizaje seguro. La risa amable de Sofie llenó la cabina.

Todo lo demás fue olvidado.

—Vamos a quedarnos aquí —anunció Sofie cuando nuestro elegante coche


negro con chófer giró hacia un camino de entrada de la Quinta Avenida. Miré
por la ventana a un lujoso edificio de cinco pisos iluminado tétricamente por
luces exteriores brillando hacia arriba, destacando los surcos y crestas y otros
ricos detalles de su arquitectura. El coche se paró silenciosamente, esperando a
25
Página
que se abriera una puerta de garaje de hierro pesado antes de entrar a un túnel
poco iluminado más adelante. Terminaba en una segunda puerta de garaje que
no se abrió hasta que la primera estuvo firmemente cerrada.

—Supongo que estaremos seguros aquí —murmuré.

Sofie ofreció solo una pequeña sonrisa antes de volver sus ojos de menta hacia
adelante, su mandíbula tensa. Parecía nerviosa.

La segunda puerta se abrió y el coche siguió adelante. Mis ojos se abrieron con
asombro.

—Wow. Esto es…

Estábamos en un patio cerrado lleno de exuberantes jardines atravesados por


sinuosos caminos. Gigantes luces iluminaban cinco pisos de balcones que
subían por las cuatro paredes —tenía que haber un centenar de ellos, cada uno
adornado con una ventana de hierro forjado y rebosantes de flores en
vibrantes tonos del atardecer.

Alguien se aclaró la garganta. Me volví para encontrar la puerta del coche


totalmente abierta y un hombre de pelo blanco en un traje de tres piezas
esperando pacientemente con su mano estirada.

—¡Lo siento! —Me escurrí a través del asiento para aceptar su mano. Mis pies
aterrizaron en los adoquines cuando me deslicé afuera.

—Buenas noches, Señorita Evangeline —dijo el hombre con un rico acento


británico mientras ejecutaba una reverencia formal—. Soy Leonardo, el
mayordomo. Por favor infórmeme si necesita cualquier cosa durante su
estancia.

Asentí sin decir nada, impresionada tanto por él como por mi entorno. Hacía
calor aquí dentro —cálido, en comparación con la frígida temperatura del
exterior. Di unos pasos hacia delante y me arrodillé para tocar los
aterciopelados pétalos de rosa.

—No pensaba que las rosas pudieran florecer tan tarde.


26
Página
—No pueden, normalmente. Mira hacia arriba —dijo Sofie—. ¿Ves la cúpula?

Incliné mi cabeza hacia atrás y entrecerré los ojos al oscuro cielo nocturno por
encima de nosotros, finalmente dándome cuenta de la red de líneas negras que
sostenían los paneles de cristal entre ellos en un intrincado patrón. El patio
gigante era un atrio.

—Siéntase libre de recorrer los jardines —ofreció Leonardo, sonriendo con


ánimo.

Dudé solo un segundo antes de devolverle la sonrisa y caminar por uno de los
caminos como un niño investigando jardines secretos. Hasta esta noche, un
sitio como este solo había existido en cuentos de hadas llenos de palacios
reales y princesas. Ahora, mientras paseaba por el camino de adoquines,
inhalando las embriagadoras esencias de lavanda y menta, era real. Y yo estaba
viviendo en ella.

Algo blanco en el centro del atrio me llamó la atención. Atraída hacia ello, me
detuve ante una gran estatua, la escultura de una mujer con un vestido que
fluía, los brazos extendidos hacia el cielo, con las manos entrelazadas
incómodamente, como ofreciendo un regalo a los cielos.

—Espectacular, ¿verdad? Verdaderamente única de su clase —dijo una voz


masculina con un acento inusual. Salté, asustada, mientras un atractivo
hombre rubio de unos treinta años con un traje a rallas se acercaba por el
camino—. El más suave mármol blanco imaginable. Vamos, ¡tócalo! —dijo en
un tono autoritativo.

Obedecí casi mecánicamente, inclinándome hacia delante para deslizar las


puntas de mis dedos a lo largo de las piernas de la estatua. Estaban heladas.

—Muy suaves —estuve de acuerdo, irguiéndome. La sangre instantáneamente


se apresuró a mi cabeza. El suelo empezó a balancearse. Cerré los ojos,
vagamente consciente de una mano fuerte agarrando mi brazo y
moviéndome.

Cuando el mareo desapareció, me encontré sentada en una mesa de


restaurante cerca de la estatua. Sofie, Leonardo y el hombre rubio estaban de
27
Página
pie a mi alrededor, expresiones preocupadas en sus rostros. ¿Qué está mal
conmigo últimamente? Sentí que mis mejillas se calentaban.

—Debe de ser el vuelo. O el vino. Lo siento. —Sonreí con timidez. Cuando la


expresión angustiada de Sofie no se desvaneció, añadí—: El atrio es
espectacular. —Esperando redirigir su atención.

Los chispeantes ojos azul cobalto del hombre rubio recorrieron los jardines,
una sonrisa orgullosa estirando sus labios.

—¿A que sí? Odio los largos y fríos inviernos, pero me gusta demasiado esta
ciudad para trasladarme a un clima más cálido. Este atrio es el compromiso
perfecto.

—Sí, la compañía de gas está de acuerdo de todo corazón. El tonto los


mantiene en negocio, calentando este lugar —murmuró un hombre
sombríamente detrás de mí con un fuerte acento francés. Me volví para ver un
alto hombre de hombros anchos con cabello castaño y ojos negros marchando
hacia nosotros. Estaba vestido tan correctamente como el rubio.

—Te burlas, sin embargo no tienes problemas en aprovecharlo al máximo —


respondió el rubio con un profundo ceño, señalando a la mesa de restaurante.
Cuando su atención volvió a mí, su rostro se iluminó otra vez—. ¡Bienvenida a
nuestro hogar, Evangeline! Soy el amigo de Sofie, Viggo. Ese cascarrabias de
ahí es Mortimer. —Viggo puso su brazo casualmente alrededor de mis
hombros como si fuera un viejo amigo. Mis hombros se tensaron en respuesta,
no acostumbrada a la cercanía. Por suerte, si se dio cuenta, no pareció
importarle.

¿Todo el sitio es de ellos? Con los ojos muy abiertos, examiné la multitud de
balcones otra vez.

—Gracias por dejarme quedarme aquí.

—Oh, Sofie nos advirtió que eras un encanto con esos modales —dijo Viggo,
sonriendo—. Espero que no le hiciera falta convencerte demasiado para
traerte aquí.
28
Página
Mortimer se rió profundamente.

—Sofie podría convencer a un trol de que abandonara su puente si pusiera su


mente en ello.

Viggo lanzó una mirada no impresionada hacia Mortimer antes de volverse


hacia mí.

—Pero tú estás lejos de ser un trol, mi preciosa Evangeline. —Se rió, sus ojos
brillando cuando me sacó de la silla y me apretó en un abrazo de lado
paternal.

Era como me había imaginado que me abrazaría mi padre, si lo hubiera


conocido. Mi padre nunca había estado en la foto, decidir la paternidad fue
demasiado desalentadora en el segundo en que se enteró del embarazo de su
novia de dieciséis años. Por extraño que pareciera, no tenía preocupaciones
acerca de escalar acantilados traicioneros. Fue un maldito accidente de
escalada —no los gritos de una niña— lo que le mató.

Mi rostro se encendió con el calor por el descarado elogio de Viggo.

—Dale espacio para respirar, Viggo —le advirtió Sofie—. Ha estado a dos
segundos de un leve infarto todo el viaje hasta aquí.

Viggo se rió.

—Ven. Vamos a enseñarte tu habitación. Debes de estar exhausta. Por aquí.

Me volví para seguirle. Y me quedé con la boca abierta.

Cuatro bestias estaban en fila a tres metros de distancia de mí, sus inquietantes
y brillantes ojos amarillos pequeños me estudiaban con recelo. Les llamé
bestias porque eran simplemente demasiado grandes para ser algo más. Sus
recortadas y puntiagudas orejas estaba al nivel de mis hombros, con uno
ochenta metros, de ninguna manera era considerada baja. Sus cuerpos
musculosos, cubiertos con brillante pelaje negro, era fácilmente el triple de mi
peso.
29
Página
Uno de ellos caminó hacia delante, sus zarpas como garras haciendo clic
contra los adoquines a cada paso. Se detuvo frente a Mortimer para olisquearlo
y conseguir una palmada, su mirada nunca dejando la mía.

—Evangeline, conoce a Maximus, Sebastian, Charleston y Remington. Mis


ferozmente leales y protectores perros guardianes. —Mortimer le dio al perro
un empujón juguetón antes de atraer su cabeza afectuosamente contra su
pecho.

—¿Qué tipo de perros son? —pregunté con cautela, yendo hacia atrás para
ponerme detrás de Viggo.

—Oh, son… una raza única. No existen más en el mundo.

—¿Porque su madre era un caballo? —murmuré en voz baja.

La risa de Mortimer reverberó en todo el atrio. Era profunda y amenazante y


me dejó inquieta.

—Estoy de acuerdo, son más grandes de lo que esperábamos, y consumen lo


equivalente a un caballo.

Mi mano voló a mi boca.

—No te preocupes por ofendernos, querida Evangeline —dijo Viggo,


acariciándome la espalda, riéndose entre dientes.

—¿No te gustan mis perros? —Los ojos de Mortimer se entrecerraron.

—¡Oh, no! Solo estoy… sorprendida por sus tamaños. —Di un paso adelante y
estiré la mano para acariciar la parte superior de una cabeza. No sabía la de
quién. Todos parecían iguales.

Mortimer se rió otra vez, obviamente consciente de mi incomodidad.

—Aprenderás a apreciar su compañía, te lo prometo —dijo por encima de su


hombro mientras caminaba por el camino a un conjunto de dobles puertas
rojas incrustadas en una de las paredes.

Miré a los cuatro pares de ojos devolviéndome la mirada, sin estar convencida.
30
Página
Recibí el gran tour de su casa, o parte de él, porque un tour completo habría
durado hasta altas horas de la noche. Viggo explicó las extensas renovaciones
mientras zigzagueábamos a través de las innumerables habitaciones y pasillos
de mármol, incluyendo la construcción de un atrio donde uno nunca había
existido.

—Podríamos haber construido una casa idéntica a partir de cero por una
octava parte del costo —se quejó Mortimer—. Pero Viggo tenía que
tener este lugar y lo que Viggo quiere, Viggo lo consigue.

Viggo solo guiñó un ojo en respuesta.

Así que vivían juntos. Eso quería decir que eran más que amigos platónicos—
aunque, escuchando su interacción, nunca en un millón de años lo habría
adivinado.

Terminamos el tour en la planta superior. Viggo abrió un conjunto de puertas


dobles, y abrió los brazos.

—Su suite, señorita.

A mí izquierda había una cama con dosel tamaño king, arreglada con capas de
almohadas de plumas y ropa de cama opulenta, todo en una mezcla de blanco
y gris plateado. Mesas de cristal circulares en cada lado de la cama contenían
lámparas de cristal y ramos frescos de lirios de cala color marfil, y un
candelabro de cristal brillaba por encima de todo. A mi derecha, una calesa de
terciopelo blanco aguardaba al lado de una chimenea de gran tamaño. Una
acuarela de una joven recogiendo flores silvestres colgaba sobre la repisa de
mármol de la chimenea. La suave tonalidad de la imagen despertaba
familiaridad dentro de mí, pero no podía identificarlo.

—Leonardo abasteció tu habitación con ropa, artículos de aseo, y similares —


dijo Viggo, colocando una firme mano en mi espalda para impulsarme hacia
31
Página
una puerta en la pared opuesta. Con el giro de una perilla y el toque de un
interruptor, me encontré de pie en un vestidor lleno con un almacén grande, a
más no poder de ropa y zapatos—. Todo lo que su pequeño corazón pueda
requerir para su estancia —agregó con una sonrisa.

Me quede boquiabierto. ¿Todo para mí?

—Sí, es para ti. Debería quedarte perfectamente. Todo nuevo y… —Sus ojos
se entrecerraron cuando algo llamo su atención. Se acercó y metió la mano en
una cesta para sacar una tanga rosa de encaje—. Oh, viejo diablo, Leonardo —
sonrió.

Si hubiera una competencia sobre cuál rostro se volvió de un tono más severo
de rojo —si la de Leonardo o la mía— no podría decir quién ganaría.

Leonardo se aclaró bruscamente la garganta.

—Martha estaba a cargo de esos… elementos —respondió secamente. Girando


sobre sus talones, salió de la habitación.

—Debería ser más cuidadoso o le daré al anciano un ataque al corazón —


murmuró Viggo, casualmente tirando la cosa con volantes en la cesta y
saliendo.

Lo seguí, todavía conmocionada por su generosidad. Al menos eso resolvía mi


problema de ropa interior…

—Es tarde. Probablemente necesitas descansar —exclamó Mortimer después


de soltar un bostezo obviamente falso.

—Por favor sírvete lo que te apetezca en la cocina, debes tener hambre.


Nuestro personal se aseguró de que el refrigerador estuviera bien abastecido
—agregó Viggo, acariciando mi espalda.

Todos se volvieron para irse.

Me entró el pánico.

—¡Esperen! —Tres pares de penetrantes ojos se volvieron a mirarme


curiosamente—. ¿Y si me pierdo?
32
Página
Viggo echó la cabeza hacia atrás y aulló de risa.

—Oh, eres preciosa, ¿¡cierto!? —Pellizcó mi mejilla.

—Maximus te guiará —respondió Mortimer, intentando evitar mostrar su


entretención.

Me di vuelta para encontrar al enorme animal que se había deslizado detrás de


mí. Miré a la bestia con escepticismo.

—No te preocupes, él conoce bien este lugar. —Viggo rió entre dientes.

Maximus me miró fijamente con los ojos extrañamente perceptivos por un


momento y luego, dejando salir un gemido poco impresionado, se dejó caer
junto a la chimenea.

Sofie fue la última en irse. Me dio una pequeña sonrisa de disculpa.

—Lo siento. Esos dos pueden ser…abrumadores.

Sacudí la cabeza, riendo.

—Son agradables. Y extremadamente generosos.

Sofie se mordió el labio inferior, de repente pensativa.

—Estoy al final del pasillo si me necesitas.

—No hay problema. Tengo un guía turístico, ¿recuerdas?

Sofie le echó un vistazo a la gran bestia, entrecerrando los ojos a rendijas.

—Bueno, si necesitas algo, estoy ahí.

—Estas bromeando, ¿verdad? ¿Qué más puedo necesitar? —Ondeé la mano a


la suite de lujo—. Podría morir como una chica feliz aquí, esta noche.

El rostro de Sofie se contorsiono con horror por un segundo antes de que lo


devolviera a su expresión reservada normal.
33
Página
—Bueno, buenas noches entonces. —Con otra mirada gélida hacia la
gigantesca masa de musculo canino, ella se había ido, caminando a paso rápido
por el pasillo.

—Bueno, supongo que somos solo tú y yo, Maximus. Max.

Max gruño y se puso de pie. Se acercó a estar al lado de la cama y levanto una
pata al colchón, acariciándolo varias veces como si me diera instrucciones para
meterme.

Me eché a reír, desvaneciéndose mi miedo por él. No parecía tan amenazante


después de todo.

—¿Estas intentando decirme algo? —Le eché un vistazo al reloj de la mesita


de noche. Quince minutos para las doce, y estaba energizada. No había forma
de que me fuera a dormir esta noche. Pero igual podría ponerme cómoda,
decidí, dirigiéndome hacia el armario para buscar algún pijama.

Ahora que no tenía una audiencia, podía investigar descaradamente la plétora


de ropa. Mis manos paseaban ansiosamente a través de estante sobre estante
de ropa elegante, toda con etiquetas de diseño aun sujetas —Fendi, Burberry,
Versace, Vera Wang— nombres que reconocí de revistas de moda, pero que
nunca imagine usar. Una pared entera albergaba zapatos; conté treinta pares.
¡Treinta! Desde zapatillas de deporte hasta botas con tres centímetros de taco,
y todo lo demás. En otra pared colgaban docenas de canastas metálicas llenas
de calcetines, pijamas, y ropa íntima, incluyendo la famosa tanga.

Mientras rebuscaba a través de la pila de acogedoras franelas —mi típica


elección— mis ojos captaron un lazo blanco de adorno. Con curiosidad, saqué
un conjunto gris de dos piezas. Froté el material entre mis dedos, disfrutando
de la suavidad.

—¿Por qué no? —murmuré, desnudándome para probarme el ceñido atuendo.


Mire hacia el espejo. La mitad de mi pecho estaba expuesto, con el escote de la
camiseta sin mangas bordeando lo obsceno—. ¿Qué piensas, Max? ¿Demasiado
sexy?
34
Página
Él paso junto a mí y, acercándose a la cesta de pijamas, metió el hocico en ella.
Reapareció con un par de pantalones de franela estampados de Tigger de un
borroso rosa entre sus dientes.

—Sí, Max, eso es más de mi tipo —me reí con ironía—. La antigua yo. Esta —
me giré—, soy la nueva yo. La aventurera, confiada Evangeline. —Mi vida
estaba llena de nuevos comienzos—. Creo que me voy a quedar así. No voy a
salir en público de todos modos. —Lo lancé sobre mi hombro, dejando el
armario.

Max me siguió, gimiendo.

A continuación fui a ver el cuarto de baño—una habitación tipo spa


escandalosamente grande construida en mármol blanco y cristal. El mostrador
contenía docenas de cremas y japonés y el equivalente a todo un pasillo de
cosméticos de farmacia, incluyendo algunas herramientas de metal que en mi
opinión pertenecían a un kit de tortura de un asesino en serie.

Max olfateó a través de la puerta y se aceró para acariciar mi cuello


cariñosamente. Solté unas risitas. Sus caricias con el hocico se volvieron
empujones mientras me arrastraba afuera hacia el dormitorio y hacia mi cama,
su enorme tamaño fácilmente dominándome.

Suspiré, rascándole la oreja con cariño.

—Todavía no estoy cansada, Max. —Mis ojos vagaron alrededor de la suite,


fijándome en cada detalle de la estructura de la cama hasta los pomos de las
puertas—. Claramente tienen un montón de dinero, ¿no es así? —Deslicé las
yemas de mis dedos a lo largo de la repisa de la chimenea esculpida,
probablemente de un valor suficiente para pagar mi primer año de
universidad.

Levanté los ojos hacia la acuarela y la misma punzada de familiaridad se agitó.


La pequeña niña estaba en un parque, con un columpio y pasamanos de rayas
rojas y blancas en el fondo distante. Inclinándome, leí la firma en la esquina
inferior derecha. Mis ojos se abrieron ampliamente por la sorpresa.
35
Página
—¿Sofie pintó esto? —¿Podría ser? Sí, supuse que podría. No sabía
absolutamente nada de ella.

Se me escapó un bostezo gigante. Quizás voy a dormir esta noche, después de


todo.

—Está bien, Max. Tú ganas. Ahora estoy lista para dormir.

Me metí a la cama gigante y me acurruque bajo el lujosamente suave edredón,


de repente exhausta. Max se cernió al lado de mi cama, mirando
intensamente.

—Buenas noches, Max —dije a través de un bostezo, extendiendo la mano


para acariciar su nariz. Mi otra mano apretaba el colgante de Sofie,
imaginando el calor irradiando de él.

Debo haber pestañeado una docena de veces antes de que mis pupilas se
ajustaran a la oscuridad. Era el atardecer tardío o un temprano amanecer, no
podía decir cuál. Los árboles se alzaban sobre mí, disparándose hacia el cielo
para formar un dosel tan amplio que apenas podía vislumbrar el cielo
iluminado por la luna más allá. Estaba rodeada por el bosque. ¿Dónde estoy?
36
Página
Ahogándose
Traducido por Helen1 y maphyc

Corregido por ☽♏єl

P
or el rabillo de mi ojo vi a una persona de pie, inmóvil en las
cercanías. Giré la cabeza para mirar. No era una persona, sino la
estatua de la mujer blanca del atrio de Viggo y Mortimer. Fruncí el
ceño. ¿Viggo no había dicho que era la única que existía?

Algo ardía caliente contra mi pecho, como un ascua abrasando mi piel.


Mirando hacia abajo, me di cuenta que era mi colgante. Pero no era el negro
corazón frío de vidrio que Sofie me había dado. Había cobrado vida, brillando
con una corriente de remolino de color naranja y carmesí. Levanté el colgante
de mi pecho por su cadena, no había quemaduras manchando la piel por
debajo. Debe ser como un anillo de estado de ánimo, solo que se calienta con
los cambios de color. Alguien ha descubierto una manera de revivir esa moda
espantosa.

Una suave brisa acariciaba mi cuerpo. Me estremecí en respuesta y envolví


mis brazos alrededor de mi cuerpo desnudo. ¿Desnudo? Mirando hacia abajo,
gemí. Estaba en mi pijama, el gris sugerente. ¡No puedo creer que salí de la
casa en esto! Mirando más hacia abajo, vi mis pies descalzos. Perfecto.
Tampoco tengo zapatos. ¿Caminé sonámbula desde la casa de Viggo y
Mortimer?

Me senté y miré las sombras, quejándome:

—¿Dónde está ese maldito perro? —El perro negro no me había seguido. Me
puse de pie y di un paso hacia adelante, con el frío y húmedo musgo del suelo
37
Página
del bosque haciendo cosquillas en mi piel desnuda. Una rama crujió bajo mi
peso: un sonido tan leve que debería haber pasado desapercibido, pero en vez
de eso resonó como un trueno en el silencio sobrecogedor. Nada se movía.
Nada parecía vivo.

Mi estómago se revolvió por el pánico. Me acerqué de nuevo hasta la estatua


para esperar el rescate. Mis dientes comenzaron a castañetear, el aire frío de la
noche era incómodo, incluso con mi ardiente colgante como fuente de calor.
Puedo morir de frío aquí, me di cuenta. Tal vez esta estatua es el resultado
congelado de otra chica vagando en el bosque, de la que nunca se supo nada
más.

Finalmente acepté que tenía que buscar ayuda. Di un paso vacilante hacia
adelante, mis pies apenas registrando el frío de la tierra. Di vueltas por la masa
de arbustos y helechos que rodeaban el claro donde estaba la estatua, mi cara
siendo acariciada periódicamente por hojas sueltas mientras empujaba las
ramas fuera de mi camino. Seguí moviéndome, tropezando con raíces a
medida que la oscuridad se hacía más profunda dentro de la densa espesura,
empezaba a sentir como si estuviera siendo envuelta por completo.

—Soy de Maine y tengo cero habilidades básicas de supervivencia —admití a


mí misma con amargura—. Eso va a cambiar. Tan pronto como regrese, voy a
anotarme en la primera clase de “Naturaleza para Tontos” que pueda
encontrar. —Y en un psiquiatra.

Mis oídos captaron un sonido débil y distante. Contuve la respiración,


escuchando atentamente. ¿Una risa? Fue tan lejano, y apenas audible... No
podía ser. Mi mente debe estar jugándome trucos. Tomé varios pasos más y
luego me congelé, rogando que no estuviera alucinando. Pasaron los segundos.
¡Allí! Esta vez, oí un claro grito de alegría en la distancia. ¡Gente!

Salí disparada como una flecha, abandonando mi habitual cautela, corriendo


imprudentemente hacia el sonido a través de la espesa maleza. Ramas y hojas
azotaron mi cuerpo, pero apenas me di cuenta, estaba demasiado ocupada
conteniendo la respiración. ¿Les grito? ¿Haciéndoles saber que estoy yendo?
Opté por guardar silencio, concentrándome en no correr de cabeza contra
38
Página
cualquiera de los troncos de los árboles gigantescos. Me imaginé que verían el
resplandor de mi collar de todos modos, que ahora ardía con una luz brillante,
como un faro en la niebla espesa.

Finalmente salí de los arbustos para encontrar un río de tal vez de unos seis
metros de ancho, iluminado por la luna, extendiéndose delante de mí. Tuve
que agarrar el tronco de un pequeño árbol que crecía en su borde para impedir
caer adentro. Un pánico momentáneo revolvió mi estómago. ¿Cómo voy a
cruzar esto? No era un gran río, pero era octubre. El agua estaría helada.

Una bulliciosa risa masculina resonó. Me giré hacia ella y vi, a unos treinta
metros de distancia, del otro lado del río, a mis futuros salvadores de pie y de
espaldas a mí. Exhalé y luego inspiré lentamente, el dulce alivio llenando mis
pulmones. Iba a estar bien.

Había tres de ellos y se enfocaban intensamente en un gran objeto a sus pies.


Algo era muy divertido, ya que prácticamente se doblaban de risa. Ellos
obviamente no me habían visto todavía, lo que era bastante sorprendente
debido al ruido que ciertamente había generado mientras corría a través del
bosque como un jabalí.

Abrí la boca para gritar, pero un sonido que no era risa hizo que mi boca se
cerrara y que los cortos pelos de mi nuca se erizaran. Había venido de una
mujer, y no era una risa. Los tres hombres se agacharon alrededor de lo que
fuera que estaba a sus pies. ¿Qué están haciendo? Entrecerré los ojos,
concentrándome con fuerza en el objeto.

Se movía.

Un escalofrío de reconocimiento se deslizó por mi espina dorsal. No era un


objeto. Era una persona.

—Voy a visitarte, te lo prometo. —Oí una voz masculina vociferar, mientras


uno de ellos izó el cuerpo de la persona y lo tiró hacia el centro del río. Un
largo objeto rectangular lo siguió, entrando en el río con un gran chapoteo.

La sangre corriendo por mis venas se quedó helada mientras estaba allí, mis
ojos llenos de terror. Esperé a que el cuerpo resurgiera a la superficie, una
39
Página
patada, un chapoteo o un signo de vida, alguna pista que indicara que se
trataba de una broma.

Finalmente lo comprendí. Estaba siendo testigo de un asesinato. Alguien se


estaba ahogando frente a mis ojos. Estas personas no iban a salvarme. Una vez
que se dieran cuenta de que estaba aquí, me perseguirían y me tirarían al río
para unirme a su primera víctima, para ocultar todas las pruebas. Todo lo que
tenían que hacer era dar la vuelta.

Mi mano voló hacia mi colgante, tratando de ocultar el resplandor palpitante.


Me tumbé silenciosamente en el suelo y me deslicé, como si estuviera en el
ejército, dentro de una masa espesa de helechos hasta que me oculté
adecuadamente, pero todavía era capaz de observar a los asesinos. Ellos
merodeaban en el borde del río, charlando y riendo como un grupo de
adolescentes, mientras que su víctima se ahogaba.

Sintiéndome ligeramente a salvo por el momento, volví mi atención a la


persona en el agua. Tenía que ser una mujer. ¿Estaba viva cuando fue arrojada?
Ella no había luchado o incluso pronunciado un sonido. Si estaba viva,
seguramente solo podría contener la respiración durante tres o cuatro minutos
como máximo, si es que lo había aprendido bien en la clase de biología de la
escuela secundaria. Uno... dos... tres... Empecé a contar segundos en mi
cabeza, pero no pude pasar de cinco. El sonido de los latidos de mi corazón
seguía haciéndome perder la cuenta. Cuanto más me centraba en disminuirlo,
más furiosos se volvían.

La charla informal del grupo se calmó, y se dieron la vuelta y empezaron a


escanear el bosque. Mi pecho se contrajo en alarma cuando tres pares de ojos
se posaron en el arbusto debajo del que me escondía. Oh Dios, pueden verme.
Van a ahogarme también. Mi cuerpo se puso rígido. ¿Pasarían por la molestia
de cruzar el río para llegar a mí? Por supuesto que lo harían. Era testigo de su
malvado crimen.

Esperé por chapoteos, por esa risa amenazante, por una mano que me sacara
de mi escondite. Apreté los dientes mientras la quemadura de mi colgante se
intensificaba, segura de que estaba abrasando mi piel. Por suerte, estaba
40
Página
enterrado debajo de mi cuerpo, de lo contrario habría una llamarada de color
rojo brillante para guiar a los asesinos a mí.

¡Váyanse! ¡Váyanse! Una insistente voz gritaba dentro de mi cabeza.

Mis palmas estaban húmedas, mis nudillos se habían vuelto blancos, y un


ataque de pánico a gran escala era inminente, cuando el grupo desestimó lo
que había captado su atención y desaparecieron en el bosque en la dirección
opuesta. Me permití el suspiro más pequeño de alivio, temerosa de que algo
más fuerte haría eco a través del agua.

Tan pronto como consideré que estaba fuera del alcance del oído, me deslicé
de debajo de mi arbusto y me lancé hacia la orilla del río. En silencio, me metí
al agua, demasiado llena de adrenalina para notar su frialdad. Estaba segura de
que era demasiado tarde. Segura de que estaba nadando solo para encontrar un
cadáver, si es que siquiera podía encontrarla en la oscuridad del río, pero yo
nadaba de todos modos.

Tomando una resignada respiración profunda, me sumergí. El cabello rubio


ondulaba suavemente debajo de mí. Ella estaba allí, inmóvil, en la parte
inferior del río.

Salí a la superficie, la aflicción inundándome. Era demasiado tarde.

Asegúrate, susurraba mi conciencia. Me estremecí. Nada hacia ella ahora,


insistió. Estaba en lo correcto. No podía ignorarla. Así que tomé otra
respiración profunda y fui, impulsándome hasta el lecho del río en cuestión de
segundos para llegar a ella. Había sido una chica bonita de quizá dieciséis años,
con una nariz de botón exquisita y delicada, y pómulos altos. Tenía los ojos
cerrados, apretados en una forma que sugería que estaba viva y sufriendo, pero
sus grandes y llenos labios rosa estaban separados, permitiendo que el agua
entrara en sus pulmones.

Estaba segura de que estaba muerta, y sin embargo... Mi mano se extendió


lentamente hacia su hombro. La toqué con mi dedo índice.

Sus ojos verdes se abrieron de golpe, centrándose en mí.


41
Página
Di un grito ahogado. El agua inundó mi boca y garganta, empujándose hacia
abajo en mis pulmones. Tenía que llegar a la superficie y respirar, ahora.
Agitando los brazos y las piernas violentamente, me arremetí hacia la
superficie para expulsar el agua del río helado.

¡Ella está viva! ¿Por qué no nada hacia arriba? Me pregunté mientras me
atragantaba. No importaba, tenía que ayudarla. Me zambullí de nuevo y agarré
su antebrazo. Ambas manos flotaron juntas, unidas por un cordón plateado.
Tendría que desatarla más tarde, no había tiempo ahora. Puse mi brazo
alrededor de su cintura y pateé con fuerza, tratando de arrastrarla hacia arriba.

Ella no se movió. Algo pesado estaba manteniéndola abajo.

Solté su cintura y nadé más abajo para encontrar un gran bloque de hormigón
descansando sobre el lecho del río, atado a su tobillo por más cable plateado.
Debía pesar al menos 150 kg. Eso es lo que ellos lanzaron tras ella, me di
cuenta, aunque no sabía cómo cualquier ser humano podría haberlo izado y
tirado con la facilidad de la que yo había sido testigo.

El cable se sujetaba al tobillo en un intrincado nudo. Me llevaría horas


desanudarlo, si es que podría siquiera aflojarlo. Horas que ella no tenía. Me
agaché y, con una mano en cada lado del nudo para probar la tirantez, halé a
la ligera. Mis ojos se abrieron en estado de shock cuando la cuerda plateada se
rompió como algodón de azúcar. No perdí tiempo pensando en el pequeño
milagro. Extendí la mano y tiré de sus ataduras de muñeca, que se rasgaron
con la misma facilidad.

Ella estaba libre. Enganchando mi brazo por la cintura de la chica, la acerqué a


la superficie del río.

—Vas a estar bien —le susurré con voz ronca, mi respiración entrecortada.
Tenía un brazo agarrándola con fuerza mientras utilizaba el otro para nadar
hasta la orilla. Ella no se resistió, ni habló, ni siquiera jadeó en busca de aire.
Es demasiado tarde. Tardé demasiado tiempo.

En el momento en que llegamos a la orilla más cercana, yo estaba al borde de


la inconsciencia. La arrastré a la seguridad y a continuación, me derrumbé con
42
Página
la mejilla en el barro fresco, donde me habría quedado voluntariamente por
horas.

—Estás respirando. Estás respirando con dificultad —dijo alguien con voz
ronca. No era ofensivo o desagradable en lo más mínimo. Tenía el tono que los
hombres encuentran sexy.

Saqué mi cara del barro para ver a mi víctima casi ahogada sentada
tranquilamente en el barro, ilesa. Mi sorpresa me revitalizó, reviviendo mi
cuerpo exhausto. Me senté a mirarla.

Ella lo repitió.

—Lo siento, no soy una buena nadadora —dije.

Ella tenía una expresión curiosa mientras me estudiaba con grandes y


almendrados ojos verdes. Esta chica era bonita cuando pensé que estaba
muerta, y ahora que estaba viva, me di cuenta de que era hermosísima. Tenía
la piel pálida como la crema y hoyuelos en las mejillas como los de un ángel.
Me recordaba a una de esas animadoras, de las alegres y populares.

—¿La cuerda fue difícil de desatar? —preguntó en voz baja.

Negué con la cabeza.

—Prácticamente se deshizo en mis manos. ¿Por qué no te liberaste?

—No podía —respondió con sencillez.

A continuación, mi cuerpo se estremeció violentamente, sucumbiendo a la


temperatura fría del agua y del aire. Una mirada peculiar brilló en sus ojos:
entusiasmo, shock, tal vez una mezcla. Ella no parecía afectada por el aire frío,
aunque sus ropas estaban empapadas. Más importante aún, estaba demasiado
relajada para ser alguien que acababa de ser arrojada a un río a morir. Debe
estar en estado de shock.

Sus ojos se clavaron en la oscuridad bajo los árboles.

—Tenemos que irnos ahora mismo, antes de que regresen. Por aquí. —Se puso
de pie al instante.
43
Página
La idea de enfrentarme a asesinos me hizo seguirla en seguida. Sin embargo,
no había dado dos pasos cuando perdí el equilibrio bajo el lodo resbaladizo, y
caí.

Por segunda vez en la noche, me desperté en un lugar extraño. Mi cabeza


palpitaba. Extendiéndome, me estremecí cuando mis dedos rozaron un bulto
grande detrás de mi sien derecha. ¿Cómo hice...? Los recuerdos de la noche
pasaron por mi mente: la estatua, el agua helada, la chica con los ojos
esmeralda. Ella había estado ahogándose y yo la rescaté. Más o menos.

Un calor confortable calentaba mi espalda. Dándome la vuelta con dificultad,


me encontré tumbada junto a una gran hoguera. Pasé unos momentos
contemplando las llamas, ya que parpadeaban en una danza cautivante.

—¿Está demasiado caliente? —preguntó una voz ronca.

Reconocí a la propietaria de la voz como mi víctima a punto de ahogarse.


Rodando sobre mi espalda, la encontré sentada con las piernas cruzadas en el
suelo detrás de mi cabeza, mirando hacia mí con ojos que brillaban como
esmeraldas en la luz de la fogata.

—¿Cómo te llamas? —preguntó ella, casualmente enrollando un mechón de


cabello rubio salvajemente rizado, ahora seco y sobresaliendo en todas
direcciones como brillantes y gruesos resortes. Los rizos me recordaron a la
cabeza de serpientes de Medusa.

Me removí para sentarme derecha pero me desvanecí, con la cabeza


palpitando.

—No te apresures —dijo ella, palmeando mi espalda mientras yacía en una


pila en el suelo, con la frente contra una piedra—. Al menos estás seca. Y
limpia. Creo que te quité todo el barro. No puedo creer que entraras en esa
agua. ¿Sabes qué hay allí adentro? —divagó, sin embargo no podía
44
Página
concentrarme en sus palabras; estaba demasiado ocupada intentando no
vomitar.

Una vez que el mareo se calmó, lentamente me levanté para sentarme en


frente de ella. Dios, parece un ángel. Excepto por su ropa. Estaba desgastada,
oscura y raída por lo que parecían tener décadas de uso; ropas que uno
esperaría encontrar en una persona sin hogar. No las había notado antes.

Ella frunció el ceño.

—¿Cómo está tu cabeza?

No respondí, demasiado ocupada examinando las paredes, el techo bajo, y el


resto del espacio escalofriante a mí alrededor. Estábamos en una cueva.

—Creo que hay algo mal con ella —susurró la chica Medusa a alguien detrás
de mí.

Me giré. Un hombre en sus veinte años se elevaba sobre nosotras, con varios
trozos de madera en sus brazos. Tenía los mismos grandes y hermosos ojos
verdes que la chica Medusa, solo que de un diferente tono de verde: jade en
vez de esmeralda, y más intensos. Su larga nariz delgada y pronunciados
pómulos eran casi femeninamente bonitos, pero aquellas facciones estaban
balanceadas por una masculina mandíbula cuadrada y desordenado cabello
castaño, ni tan largo ni tan corto.

Lo miré boquiabierta, incapaz de quitar mi atención de él, hasta que noté su


mandíbula tensarse. Rápidamente bajé la mirada a mis manos.

Una fría y siniestra risa hizo eco a través de la cueva, enviando un temblor por
mi médula espinal. Buscando en las oscuridades por el dueño, vi a una mujer
de pronto materializarse de la nada, su seductor y seguro andar evocando
imágenes de un gato salvaje persiguiendo a su presa. Se detuvo al lado del
joven, lanzando su gruesa melena de cabello negro azabache sobre su hombro
antes de bajar la mirada hacia mí con sus ojos amarillo limón, demasiado
claros para ser confundidos como avellana, y un aire indiferente.
45
Página
Estaba mirando fijamente esos ojos, fascinada, preguntándome si eran
auténticos o lentes de contacto, cuando más voces hablaron:

—¿Qué pasa con el fuego? —preguntó una voz masculina, su propietario


caminando a través de la entrada de la cueva. Se detuvo junto a la hoguera,
con una expresión de sorpresa en su rostro y sus ojos gris carbón cayeron
sobre mí—. ¿Quién es esta?

Excepto por su tez pálida, él encajaba en el estereotipo de un surfista, con su


tupido cabello rubio oro, constitución delgada y musculosa, y una infantil
sonrisa despreocupada, que estaba orgullosamente exhibiendo hacia mí.

Sin embargo, otro par de ojos penetrantes aterrizaron en mí entonces: grandes


ojos violetas, como los de un felino; mientras una mujer se acercaba a su lado.
Su novia, por la forma en que inmediatamente pasó su brazo alrededor de su
hombro y le plantó un beso en su rostro con forma de corazón. Ella apartó un
largo mechón de pelo marrón caramelo de la frente.

De repente comprendí lo que se siente ser una desgarbada y torpe chica de


doce años de edad, con aparatos y el pelo rizado de color naranja, tropezando
contra un grupo de inhumanamente hermosos adultos. Eran absolutamente
impecables, libres de los defectos habituales: dientes torcidos, nariz desviada y
ojos desproporcionados. Sus rostros eran perfectamente simétricos y
universalmente deseables, su cabello impecablemente arreglado, su piel de
aspecto suave; incluso sus uñas estaban bien cuidadas. Todo en ellos era
perfecto. Todo, excepto sus ropas andrajosas.

—¿Quién es ella? —preguntó nuevamente el chico surfista.

—No sé. Se golpeó la cabeza y ahora está muda —murmuró el de cabello


oscuro, las comisuras de su amplia boca rojo cereza curvándose en una sonrisa
condescendiente.

Mi víctima ahogada intentó de nuevo:

—¿Cómo te llamas?

—Evangeline —grazné finalmente, temblorosa.


46
Página
Ella asintió con la cabeza.

—Yo soy Amelie. Esa es Fiona, Bishop, y el de ahí es mi hermano, Caden. Y


esa es Rachel.

Me aclaré la garganta.

—Es un placer conocerlos. —¿Es en serio? Qué respuesta más estúpida,


Evangeline.

—Evangeline —dijo Amelie calmamente—, no te preocupes. No te haremos


daño. ¿Qué hacías en el bosque?

—Yo no... recuerdo —balbuceé.

—¿De dónde viniste? —preguntó la chica llamada Fiona. Su voz tenía un


ronco tono atractivo.

—¿Manhattan...? —Sus miradas en blanco confirmaron que no significaba


nada para ellos. ¿Cómo vagué tan lejos desde la casa de Viggo y Mortimer?

—¿Qué recuerdas? —preguntó Amelie suavemente.

—No mucho. Fui a dormir a mi cama y me desperté en el bosque, junto a una


estatua. Escuché a esas personas por el río y fui a buscarlos. Se rieron un poco
y luego te tiraron, y yo me escondí debajo de un arbusto... Estaba segura de
que estabas muerta —añadí.

El chico llamado Bishop reía a carcajadas por alguna extraña razón.

—Gracias de nuevo por... ayudarme a salir de esta situación —dijo Amelie,


con una extraña sonrisa tocando sus labios.

Esa es una forma displicente para agradecer a alguien por salvarte la vida.

—¿La estatua era la de una mujer levantando los brazos hacia el cielo? —el
chico hermoso con la leña, Caden, preguntó.

Asentí con la cabeza. Todos se quedaron en silencio entonces, intercambiando


miradas enigmáticas.
47
Página
En un instante, Caden estaba en cuclillas a mi lado, de forma tan inesperada
que me estremecí, sobresaltada. Él se acercó más, mirando fijamente a mi
pecho. Mi pecho casi desnudo, me di cuenta. Instintivamente crucé los brazos
sobre mi torso. Estaba segura que mi cara caliente estaba poniéndose de todos
los matices de humillación: desde rosa hasta violeta. Con todo lo que estaba
ocurriendo, me había olvidado de mi ropa, o la falta de ella. Él alzó los ojos,
con el ceño fruncido en confusión por un momento. Entonces sus ojos jade se
abrieron con comprensión.

—Tu collar. Estaba mirando el pendiente —explicó, levantando las manos en


señal de rendición.

—¡Yo no! —Escuché a Bishop gritar desde atrás, seguido de un fuerte golpe.
Presumiblemente la respuesta de Fiona ante su lascivia.

—¿Puedo por favor verlo? El colgante —preguntó Caden suavemente.

—Um, sí, claro... supongo. —Alargué la mano para soltar la cadena, luego
recordé la petición de Sofie de dejarlo puesto—. No puedo quitármelo. El
cierre está roto y no quiero perderlo.

Él asintió. Agarré la cadena y la llevé tan lejos de mi pecho medio expuesto


como me fue posible, el corazón rojo brillante oscilando gracias a mi mano
temblorosa.

Caden se deslizó más cerca de mí.

Tragué saliva, mi pecho apretándose con la ansiedad de su cercanía, mi


corazón comenzando a martillear mi pecho de nuevo. Noté sus ojos posarse
con curiosidad por mi cara durante un segundo, y me pareció detectar la ligera
curva de una sonrisa, pero su rostro se suavizó antes de que pudiera estar
segura.

Alargó la mano para agarrar el colgante. Una explosión de luz roja brilló
intensamente. Él retrocedió. Reclinándose en cuclillas sobre sus talones, apoyó
el mentón en sus manos.
48
Página
—¿Qué es eso? —preguntó Rachel secamente. Eché un vistazo y la vi de pie,
con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

Caden, con una expresión pensativa en su cara, no le hizo caso.

—¿De dónde lo sacaste?

—Fue un regalo.

—¿Nuevo?

Asentí con la cabeza.

—¿De quién?

—Sofie. Um, quiero decir... mi jefa.

Caden continuó estudiándolo en silencio, con sus ojos moviéndose una y otra
vez.

—Vas a tener que darle las gracias a Sofie. Creo que te salvó la vida.

Miré hacia el corazón radiante y un frío desagradable recorrió mi espina


dorsal.

—¿Qué quieres decir? —balbuceé.

Caden abrió la boca para contestar, pero Bishop se puso de pie, maldiciendo
vehementemente mientras sus ojos se dirigieron a la entrada de la cueva.

—Nos han rastreados hasta aquí —gruñó, su tono jovial de hace unos
momentos desapareció.

—¡Maldita sea, Amelie! —maldijo Rachel.

—¡Oh, cállate! —Amelie lanzó una mirada fulminante en la dirección de


Rachel. Eso no eliminó su belleza oscura en lo más mínimo.

—Tiene que ser el fuego —susurró Fiona.

—¿Cuánto tiempo? —preguntó Caden, con los ojos fijos en los míos, y su voz
dura y determinada.
49
Página
Bishop inhaló profundamente.

—Quizá dos minutos... ¡No puedo creer que no captara su esencia! —susurró
entre dientes.

¿Esencia? Aspiré profundamente, pero mi nariz no se llenó con nada más que
humo.

—Ahí. Puedo sentirlos... tres de ellos. Estarán aquí pronto —confirmó Rachel.

Tres... habían tres personas en el río. Tres asesinos. Me preguntaba si era el


mismo grupo.

Al segundo siguiente, estaba volando a través de la cueva, acunada en los


fuertes brazos de Caden. Estableciéndome en mis pies, me empujó suavemente
a un pequeño hueco. De pie allí dentro, no podía ver dos terceras partes de la
cueva. Me están escondiendo, noté.

La mano de Caden levantó mi barbilla, inclinando mi cabeza hacia atrás lo


suficientemente arriba para que mis ojos se encontraran con los suyos. Me
miró tan fijamente que empecé a retorcerme, tratando de darle la espalda.

—No, no lo hagas —susurró con calma, tomando mi barbilla firmemente


entre su pulgar e índice.

La tensión se deslizó de mi cuerpo mientras caía más y más profundamente en


esas piscinas infinitas de jade, mi enfoque nublándose, mis pensamientos
confusos.

La voz de Caden susurró, lenta y deliberada:

—Tienes que quedarte oculta y mantener la calma. No hables. No hagas ni un


solo sonido. —Sus palabras se asentaron, dando vueltas dentro de mi cabeza,
repitiéndose una y otra vez. Asentí involuntariamente. Con un gesto
satisfecho, Caden quitó la mano de mi barbilla y se giró hacia la entrada de la
cueva.
50
Página
Me quedé mirando su ancha y musculosa espalda, imaginando mis dedos
recorriendo su cabello, apenas notando la quemadura en mi pecho mientras
mi colgante ardía…

La niebla temporal en mi cerebro se desvaneció. Empecé a golpear mis dedos


contra mis muslos en respuesta a mi creciente pánico.

—¿Qué quieren? —susurré finalmente.

La cabeza de Caden se giró, sus cejas se fruncieron en confusión mientras


buscaba mi rostro, hasta que su mirada se posó en mi colgante.

—Interesante... —murmuró para sí mismo. Hizo una pausa—. Quieren a


Amelie. Ellos son los que la pusieron en el río. Pero tú... cuando se enteren de
ti... —Sus ojos se alejaron del colgante y volvieron a mi cara.

No necesitó terminar su frase. Entendí qué quería decir.

—¿Porque ayudé a Amelie?

Sus ojos se estrecharon.

—¿No sabes dónde estás? ¿Quiénes somos?

—Estamos en una cueva y ustedes son... ¿personas sin hogar? —le dije. Oh,
estúpida, Evangeline. Eso fue tan insensible.

—Solo quédate escondida y no digas nada. Te mantendré a salvo, lo prometo


—susurró Caden, sonriéndome tranquilizadoramente. O con lástima, porque
había sonado como una imbécil.

No pude resistirme a preguntar:

—¿Qué va a pasar?

—¿Te podrías callar? A menos que quieras morir esta noche, niñita. —Rachel
siseó entre dientes. Ella se había arrimado a la pared del fondo de la cueva y
ahora estaba mirándonos intensamente.

Palidecí ante la amenaza, mi corazón duplicando su ritmo.


51
Página
Caden extendió su mano, ahuecando mi barbilla. De nuevo sentí un tirón
gravitatorio hacia esas piscinas profundas, solo que no fue tan fuerte como
antes.

—Tienes que calmarte. Ahora.

Tomé una respiración profunda. Me concentré en su suave voz, en la


intensidad de sus ojos. Aunque mi corazón seguía desbocado, su martilleo se
había apagado en un ruido sordo irritante.

Caden puso el dedo en sus labios en un movimiento que pedía silencio. Asentí
con la cabeza. Se volvió de nuevo a la entrada de la cueva, con los pies
cambiando de posición muy ligeramente.

Sentí algo taladrando el costado de mi cara. Levantando la mirada, vi a Rachel


observándome sádicamente, esos ojos amarillos se encendieron con un cierto
regocijo privado. Me encogí en mi hueco, deseando poder convertirme en un
camaleón y desaparecer en la roca. El colgante, fuertemente agarrado en mi
mano ahora, continuó ardiendo contra mi piel.
52
Página
La muerte es la muerte
Traducido por Isa 229

Corregido por Jo

S
u aproximación fue tan silenciosa que desconocía si alguien había
entrado en la cueva hasta que escuché una nueva voz.

—¡Bueno, hola de nuevo, Amelie! No esperábamos verte moviéndote


tan pronto. —El tono del hombre rezumó una bondad falsa.

Por impulso, eché una ojeada por detrás de Caden para obtener un vistazo del
locutor, calculando que las sombras del resplandor del fuego serían suficiente
para cubrirme. Todo lo que vi fue la parte posterior de una cabeza blanca
como la nieve antes de que el cuerpo de Caden se inclinara sutilmente hacia
atrás, forzándome a esconderme por completo otra vez.

—Jethro —respondió Amelie, su tono helado—. Te lo advertí, no me gusta ese


río. Es demasiado oscuro.

— ¡Sí, lo recuerdo… tengo curiosidad de cómo escapaste y tan rápidamente!


—La voz de Jethro se puso más fuerte y oí pasos mientras el hombre anduvo
más lejos en la cueva.

—Ah, es mi pequeño secreto —respondió ella a la ligera, como si bromeara


con un amigo en lugar del hombre que había tratado de matarla.

—Estoy seguro de que podemos sacártelo. —La voz de Jethro indicó una
sonrisa pero sus palabras estaban llenas de malicia—. Me sorprende ver a otro
miembro muy estimada del Consejo aquí… Rachel —dijo a modo de saludo.
53
Página
Mis ojos se lanzaron hacia Rachel. Ella asintió una vez, impávida y todavía
proyectando confianza; ella no tenía miedo de Jethro.

—Y tu hermano esta inusualmente tranquilo esta noche, merodeando en la


esquina trasera de esa forma. ¿Estás escondiendo algo?

Me apreté más contra la pared hasta que la piedra sobresaliente me hizo daño
en la espalda.

—Sólo su encaprichamiento conmigo. —Rachel descendió y envolvió sus


brazos seductoramente alrededor de la cintura de Caden, rozando sus labios
por el lado de su cuello.

Así que ellos están juntos, comprendí. A pesar de la urgencia de la situación, la


desilusión amarga corrió a través de mí.

Sin embargo, Caden no reconoció el afecto de Rachel.

—¿Creíste que podrías ingresar aquí después de lo que le hiciste a mi


hermana? —dijo a través de dientes apretados.

La risa de Jethro resonó a través de la cueva. Reconocí ese sonido. Había


creído que ello era mi salvación, más temprano esa noche. Ahora esa risa me
hizo querer tragar mi lengua de miedo.

—Esto suena como a una amenaza. Qué divertido.

Los pasos se alejaron de nosotros. No tenía ganas de echar un vistazo otra vez.

—Es algo tonto de su parte encender una hoguera. Puede que alguien
accidentalmente tropiece y se caiga adentro. Eso sería un final mucho más
permanente que la sesión en el fondo del río —reflexionó Jethro.

Una advertencia silenciosa a Amelie, aunque no veía cómo el ahogamiento


tenía un resultado diferente que la incineración. La muerte es la muerte.

—Ya sabes, fue interesante eso de antes, junto al río —dijo Jethro, su voz
falsamente ocasional—. Después de que te tiramos. Nosotros, todos nosotros,
sentimos una verdadera rareza. Un latido humano, de todas las cosas.
54
Página
¿Qué? Mi cara se retorció con confusión.

—Deben haber sido ilusiones, por supuesto… pero que trajo gratos recuerdos.
Recuerdo rasgar una vez uno de aquellos bocados sabrosos directamente de un
pecho, tan rápidamente que la pequeña cosa siguió palpitando en mi palma.
Hasta lo mostré a la aterrada criatura a la que se lo había arrebatado antes de
que ella colapsara en el suelo. Haría cualquier cosa por sostener uno de esos
otra vez… —suspiró Jethro tristemente.

Como si mi pobre corazón hubiera oído la amenaza, empezó a golpear contra


mi pecho, probablemente tratando de que le crecieran piernas para poder
liberarse y escaparse antes de que este psicópata pudiera poner sus manos en
él.

—¡Allí está otra vez ese latido! —exclamó Jethro en un silbido—. ¿Oyen eso?

Mi estómago se sacudió. ¿Se refería a mi latido? Una mano apretó mi muslo en


advertencia. Echando un vistazo abajo, vi que era la mano de Caden,
encubiertamente alcanzando hacia atrás, intentando calmarme.
Lamentablemente su toque puso mi corazón a toda marcha hasta que estuve
segura que explotaría; era un repetitivo, atronador latido contra mis tímpanos.
La cueva, Caden, todo comenzó a girar. Me incliné contra la pared por apoyo,
rogándole a mis rodillas que no se doblaran.

Unos pasos desiguales se movieron hacia nosotros, avanzando lentamente,


burlándose. Los brazos de Rachel se deslizaron lejos de Caden, quien se movió.
Sabía que ellos se estaban preparando para reaccionar.

Mis manos tantearon hacia adelante desesperada, mis dedos se enterraron en


la espalda de Caden. Apretando mis dientes juntos, luché contra el impulso de
soltar un chillido horripilante.

Lo que pasó después vino en un instante. Rachel ya no estaba al lado de


Caden. Se estaba estrellando contra la pared opuesta, la roca desmoronándose
por el impacto, seguramente destrozando cada hueso en su cuerpo perfecto.
Sin embargo, no la vi colapsar en el suelo; el demonio que ahora estaba de pie
en su lugar tenía mi completa atención.
55
Página
No podía decidir que era más siniestro, aquellos ojos blancos fríos con su red
de venas azules diminutas mirándome, o la cara de la criatura, tan torcida que
atraía su piel con severidad contra sus huesos faciales. Su pelo largo, también
completamente blanco, estaba atado atrás en una cola de caballo que sólo
enfatizaba la tersura de su piel. Él se parecía a algún monstruo de una película
de terror, sólo que cien veces más horrible porque era verdadero. Demonio,
surgió en mi mente —algo directamente desde el infierno.

Por mucho que me esforcé para apartarme de esa cara repulsiva, me sostuvo
fascinada. La sangre se drenó de mi propia cara y mi cuerpo tembló sin
control. Me sentí tan vulnerable como un ratón arrinconado por una serpiente
hambrienta.

Una expresión extraña pasó por la cara del demonio. Necesité un momento
para identificarlo como sorpresa.

—¿Dónde la encontraste? —siseó, y reconocí la voz como la de Jethro.

—No importa —respondió Caden sin emoción.

Vislumbré un rizo rebotando mientras Amelie se acercaba detrás de Jethro,


cambiando su peso, lista para reaccionar a la explosión inminente—una
explosión por mí, y no tenía ninguna pista del por qué.

—¡Ah, pero sí importa! Nos podría llevar a más… la tengo que llevar al
Consejo.

—¿Y cómo supones que harás esto?

Jethro se rió malvadamente.

—¿Realmente crees que saldrás vivo de aquí con ella?

—¿Y tú? —refunfuñó Caden. Se inclinó hacia atrás para protegerme con su
cuerpo mientras Jethro embestía hacia adelante.

No vi nada más. Me enrosqué en mi hueco, con mi cara enterrada en mi


hombro. Gruñidos y chillidos llenaron la cueva. Los sonidos horrorosos —
huesos rompiéndose, carne rasgándose— succionaron el aliento de mis
56
Página
pulmones. Caden ya no me protegía. Ahora, expuesta, era un blanco fácil. Me
estremecí, esperando que una mano me tirara de mi escondite y me arrancara
el corazón.

Pero en cambio, la reyerta feroz se extinguió a un silencio misterioso y oí la


voz de Amelie murmurando en la distancia. Todavía con miedo de respirar,
levanté mi cabeza para echar una ojeada más allá de la esquina, a tiempo para
ver un objeto blanco volar por los aires y aterrizar en el fuego.

La cabeza de Jethro.

Aquellos ojos blancos alarmantes me miraron fijamente desde las llamas como
si todavía estuviera vivo. Un cuerpo lo siguió, temblando violentamente.

Si alguien más permanecía en la cueva, no lo noté. Porque, por segunda vez en


la noche, todo se volvió oscuro.

Me desperté cuando mi cabeza golpeó algo duro. Con esfuerzo, abrí mis ojos
para ver las patas de una tumbona blanca y una peluda manta color crema al
lado de una chimenea. Reconocí esa tumbona, esa chimenea. Me había caído
de la cama en el cuarto de huéspedes donde Viggo y Mortimer.

—¡Ah, gracias a Dios! —exclamé, arrastrándome de vuelta a la cama y


tirándome en las almohadas afelpadas. Me estremecí de dolor. Levantándome,
encontré un chichón formándose en un lado de mi cabeza. Eso fue rápido.
Pero hasta la herida palpitante no podía pesar más que mi alivio. Fue todo sólo
un sueño. Una horrible pesadilla.

Algo mojado se arrimó contra mi oído. Me giré y vi la enorme nariz negra de


Max. Sonreí, rascando su barbilla. Se puso a olerme, de pies a cabeza.

— ¡Bien, suficiente Max! —Me reí tontamente cuando lamió mis pies.
57
Página
Hoy era mi cumpleaños y estaba en el paraíso. Esto, sabía, que era verdadero.
Una sonrisa enorme se estiró por mi cara.

En el reloj de la mesita de noche se leía las diez treinta. ¡Dormí demasiado! Me


escapé de la cama y corrí a la ducha. Después de todo, Sofie me había traído a
Nueva York para trabajar en mi deuda de diez mil dólares y aquí estaba,
holgazaneando.

Cuando estuve de pie en la cabina de la ducha de gigantes azulejos,


permitiendo que los numerosos caños empaparan mi cuerpo en calor, mis
pensamientos vagaron de vuelta a mi sueño. Por extraño que parecía, podía
recordar cada momento con claridad absoluta… el bosque… la risa… el
rescate de Amelie… Caden… la cabeza de Jethro en el fuego. Me estremecí
por ese último recuerdo, rápidamente sustituyéndolo por pensamientos
mucho más agradables—aquellos pocos breves momentos de proximidad con
Caden. Las mariposas revolotearon en mi estómago. Inmediatamente me sentí
ridícula. No es como si él existiera, idiota. No importaría si lo hiciera. Él tenía
a Rachel. La segura, hermosa, seductora Rachel. Gemí, apoyando mi frente
contra el azulejo de crema iridiscente. Incluso mi subconsciente está en
mí contra.

Poco tiempo después entré en la cocina para encontrar a Sofie sentada


elegantemente en un taburete de la cocina, con una revista en su mano. Como
de costumbre, parecía impecable en un par de jeans ceñidos y una camisa
negra y blanca decorada. En mis nuevos vaqueros grises elegantes y suéter
rosado holgado, no me sentí completamente inadecuada al lado de ella. Sólo
marginalmente.

—¡Lo siento tanto! —solté—. Nunca duermo hasta tarde, debe haber sido esa
cómoda cama.

Sofie alzó la vista, con el alivio destellando a través de su cara.

—Eso es muy bueno.

Sus ojos fueron hacia a Max.

—Es mucho más inteligente de lo que le di crédito.


58
Página
Max me fulminó con la mirada en respuesta, como si entendiese.

—Perro bueno —murmuré, rascando su barbilla.

Aparentemente aplacado, deambuló sobre una alfombra de piel de oso junto a


la chimenea y se acurrucó junto a sus hermanos.

—¡Ella está despierta! Por fin —gruñó Mortimer cuando entró en la cocina
adornada vestido con un traje gris oscuro, un periódico doblado bajo un brazo.
Si ayer parecía un poco enojado, hoy estaba completamente irritable. Tal vez
no es un madrugador.

Dejé caer mi cabeza por la vergüenza y estuve a punto de pedir perdón otra
vez cuando Viggo ingresó, al instante levantando la nube oscura que
Mortimer había traído.

—¡Feliz cumpleaños! ¿Qué anhelas esta mañana, mi querida, waffles,


panqueques, filete y huevos? Ha sido una eternidad desde que he cocinado
para alguien —ofreció Viggo, agarrando rápidamente una sartén de hierro
fundido y haciéndola dar vueltas fácilmente en el aire.

Eché un vistazo a Mortimer, preguntándome si no era "alguien".

—Oh, a él no le gusta mi forma de cocinar. Dice que es demasiado suave —


explicó Viggo, dando a Mortimer un guiño sigiloso. Mortimer hizo rodar sus
ojos con la irritación.

—Un café estaría bien, pero sólo si ya hiciste una cafetera—dije.

—¡Pero por supuesto, mademoiselle! Cualquier cosa para usted. ¿Leonardo? —


Viggo chasqueó sus dedos. El anciano gentil de repente apareció, arrastrando
los pies hacia una complicada máquina en el mostrador.

—Y comeré lo que sea que ustedes coman —añadí—. No es necesario


molestarse de más.

—Oh, ya hemos comido —dijo Viggo, mostrando una blanca sonrisa


nacarada—. Por cierto —Tiró el periódico del agarre de Mortimer—, ¿Sofie,
viste el artículo sobre el homicidio cuádruple en el periódico matutino? Mafia
59
Página
japonesa. Probablemente se lo merecían; sin embargo… fue un poco excesivo,
¿no estarías de acuerdo? —Sonrió a sabiendas. Él debe ser un abogado. Sin
embargo, un tema extraño. Por qué iba él…

—Además —interpuso Mortimer, lanzándole a su compañero una mirada de


imperturbable conmoción—. Viggo no cocinará. La sartén es para el efecto
teatral. Es un completo bufón en la cocina. Casi la incendió una vez y desde
entonces se ha desterrado.

—Tristemente, eso es verdad —confesó Viggo, poniendo mala cara.

Me reí, mirando alrededor de la equipada cocina. Seguramente este tenía que


ser el sueño de cualquier chef, con sus artefactos de acero inoxidable de
tamaño industrial y encimero de granito.

—Aquí tienes, querida —dijo Leonardo, suavemente colocando una taza de


café caliente delante de mí—. Y mientras decides el desayuno… —Su otra
mano mágicamente produjo unos dos pedazos de pastel de chocolate,
cubiertos con glaseado de chocolate y chispitas de colores.

La nostalgia me abofeteo en la cara, retrocediendo hacia mi infancia. Mi


madre solía servirme el mismo desayuno durante mis cumpleaños, chispitas y
todo. Fue una de las muchas tradiciones que murieron con ella.

Hasta ahora.

—Adiviné el sabor. Y las chispitas —confesó Leonardo rápidamente—. ¿Esto


es lo que ustedes los niños comen en estos días, verdad?

Asentí, incapaz de hablar.

—Golpe de suerte —dijo Mortimer, fijando a Sofie con una ilegible mirada.

Sofie bebió a sorbos su té, las esquinas de su boca levantadas en una sonrisa
retorcida.

—¿Cómo te sientes, Evangeline? ¿Dormiste bien? —preguntó Viggo.

Vacilé, por instinto tocándome el chichón cerca de mi coronilla.


60
Página
—Sí lo hice. Gracias.

—Eso no fue una respuesta convincente. Podemos proveerte de un cuarto o


una cama diferente si gustas —ofreció Viggo, consternado.

—¡Ah no, el cuarto y la cama son perfectos! Es… bueno, es tonto. Tuve un
sueño. Más como una pesadilla.

Mortimer se puso rígido en su asiento.

—¿De qué se trataba? —Su brusca voz era de repente dos octavas más alta que
de costumbre.

—No fue nada, realmente. Estaba en los bosques y hubo un ahogamiento. Un


intento de ahogamiento.

—Detalles, por favor. Soy algo como un intérprete del sueño —dijo Viggo. Se
apoyó contra la encimera, apoyando su mandíbula fuerte y cuadrada en la
palma de su mano—. Desde el principio, no excluyas nada. Nunca se sabe lo
que es importante.

—Está bien, supongo —estuve de acuerdo, de repente muy consciente


mientras que tres de ellos me miraban fijamente. Incluso Max levantó sus
oídos. Comencé a describir el bosque y el río y rápidamente me encontré
retirada en la realidad cruda de la noche. Ellos frecuentemente
interrumpieron con preguntas.

—¿Viste la misma estatua en tu sueño? —preguntó Sofie.

Asentí.

—¿Y este Jethro… podía oír el latido de tu corazón? —continuó ella.

—Sólo cuando palpitaba con fuerza, supongo.

—¡Esa cuerda de plata, suena horrendo! —dijo Viggo cuándo describí la


cuerda ligera que de alguna manera había amarrado a Amelie con eficacia.

—Describe a esta gente otra vez —instruyó Mortimer, su expresión sombría.


61
Página
Describí el grupo una segunda vez, cuidadosa de no enfatizar mi patético
enamoramiento con Caden, aunque hubiera sido curioso oír la interpretación
de Viggo de esa parte.

—¿Y estás segura de que nadie… te hizo daño de algún modo? —sondeó
Mortimer.

Negué con la cabeza y recordé el pendiente.

—Caden dijo que este collar salvó mi vida de alguna manera. No sé… fue
extraño.

Viggo observó el pendiente.

—¿Hizo algo extraño?

—¡Sí! Brilló en un color naranja rojizo. Como una puesta del sol. Y estaba
caliente. ¿Significa algo?

—Significa que estuviste un gran sueño. Y lo recuerdas con tal claridad, que
creerías que fue real —contestó Mortimer, sonriendo con satisfacción—.
¿Cómo está ese golpe? —Extendiendo, su mano bruscamente acarició el lado
de mi cabeza. Me estremecí—. Ah, ese es un verdugón repugnante. Pero
deberías estar bien. Te conseguiremos un casco para que duermas.

Él se apartó.

—Sofie, tú y yo tenemos un negocio que atender. ¿Max, por qué no llevas a


Evangeline al atrio? —La voz de Mortimer se había hecho extrañamente ligera
y luminosa, como si estuviera escondiendo algo.

—Por supuesto, Mortimer —dijo Sofie, respondiendo con una sonrisa dulce.
Sus ojos intercambiaron un mensaje silencioso.
62
Página
Veronique
Traducido por RoChIiI y Katt090

Corregido por flochi

—¿S
abes lo que Sofie necesita que haga, Max? —le pregunté a la
bestia gigante mientras caminábamos por un sendero en el
atrio, mi brazo colgando sobre su espalda—. No, por
supuesto que no. Yo tampoco, pero hasta ahora, este viaje ha sido un
gigantesco cuento de hadas. —Me agaché a recoger una ramita de lavanda e
inhalé profundamente, saboreando su fragancia reconfortante—. Tiene que
terminar en algún momento pronto, supongo. Voy a echarte de menos sin
embargo, Max.

Jugué con una de sus orejas cortadas. Él gimió en respuesta, dándome un


rápido lametazo en la mejilla. Tan engañosa apariencia para un gran lamedor.

Nos detuvimos frente a la mujer blanca. Miré la cara de la estatua, su


expresión una mezcla de tranquilidad y anticipación.

—Exactamente lo que siento en este momento —murmuré a ella, suspirando.

Evangeline, alguien susurró débilmente.

Me di la vuelta para buscar la fuente. No pude ver a nadie.

—¿Has oído eso? —le pregunté a Max, con el ceño fruncido el ceño. Comenzó
a golpear sus patas delanteras contra la piedra, claramente emocionado—.
¿Por qué estás tan feliz? —le pregunté, confusión profundizando mi ceño.

Evangeline.
63
Página
—¡Ahí! —Mi cabeza giró, buscando con la mirada—. ¿Has oído…?

Un fuerte estruendo precedió gritos furiosos.

—¡Ciento veinte años, tú bruja poco fiable! Pareces olvidar. ¿Cuánto tiempo
más? —retumbó la voz de Mortimer.

—¡Ya te he dicho lo que sé! —gritó Sofie en respuesta.

Silencio.

Y entonces oí las puertas chirriando abiertas a mi izquierda.

—¿Evangeline? ¿Podrías ser una muñeca y venir aquí, por favor, por un
momento? —llamó la voz de Viggo.

—¡Ya voy! —Corrí hacia su voz, reproduciendo el breve intercambio entre


Mortimer y Sofie otra vez en mi cabeza. Me pregunto de qué se trataba. ¿Por
qué la llamó una bruja? Él era brusco, pero parecía demasiado sofisticado
como para recurrir a ruines insultos.

Encontré a Viggo manteniendo abierta una puerta francesa, sonriendo.

—Ven, únete a nosotros en la biblioteca.

Asintiendo con la cabeza educadamente, entré. Sofie y Mortimer se sentaban


en los extremos opuestos de un sofá de cuero de tonos cacao, hablando
casualmente, como si ellos no hubieran estado gritándose obscenidades hace
un momento.

La biblioteca estaba iluminada tenuemente, pero lámparas de distintos


tamaños y alturas repartidas por toda la sala le daban una atmosfera acogedora.
Un piano de cola gigante de ébano llenaba una esquina mientras que una
pared llena de estanterías de caoba llenaba la otra, yendo hasta el alto techo de
dos pisos. En el medio había una chimenea con una gran pintura al óleo
encima de ella.

—Es difícil de evitar, ¿verdad? —preguntó Viggo, acercándose a admirar la


pieza.
64
Página
Lo seguí. Era el retrato de una mujer joven con regordetes rizos castaños
cayendo hasta la mitad de su espalda y enmarcando un rostro en forma de
corazón, en el que ojos verde oliva brillaban. Su sonrisa para el pintor era
misteriosa, y revelaba hoyuelos que me recordaban a Sofie.

—Esta era la hermana de Sofie, Veronique.

Era la hermana de Sofie. Tiempo pasado. Aventuré una mirada a Sofie, sólo
para ver su mirada fija en el retrato de su hermana con admiración.

—Era una verdadera belleza, Veronique —dijo Mortimer, y agregó—: Es


curioso, lo diferente que dos hermanas pueden ser.

Los labios de Sofie se fruncieron.

—¿Cuándo se hizo esta pintura? —pregunté, mirando el vestido azul zafiro de


época de la mujer que casi dejaba al descubierto sus pechos. Estaban muy bien
acentuados con un colgante en forma de corazón negro idéntico al mío.
Instintivamente, extendí la mano para tocarlo alrededor de mi cuello.

—Entonces, ¿qué tienen planeado para hoy, señoritas? —preguntó Viggo


abruptamente.

Mis ojos se dirigieron a Sofie; me preguntaba lo mismo. Apretó la mandíbula.

Antes de que nadie respondiera, Viggo volvió a hablar.

—Bueno, ¡eso no suena como diversión! ¿Por qué ustedes dos no salen y hacen
algunas compras?

—Lamentablemente tengo varias diligencias que hacer —respondió Sofie


enérgicamente.

Viggo no le hizo caso, tirando de un bolso rojo cereza de un cajón y


arrojándomelo.

—Sólo un regalo de nosotros. Prada. No está disponible en las tiendas todavía.


Creo que algunas mujeres se han arañado los ojos por uno de esos.
65
Página
—Gracias. Ya me han dado demasiado —balbuceé, mirando hacia abajo al
bolso. Era gordo y pesado. Lleno de algo. Miré inquisitivamente a Sofie, sólo
para verla mirando a Viggo, sus ojos entornados con desconfianza.

—¡Ábrelo! —ordenó Viggo, guiñando un ojo. Dudé—. ¡Adelante!

Tiré de la cremallera. Al igual que una caja de sorpresa, dinero saltó hacia
afuera—fajos de billetes con varios ceros en ellos. Mis piernas se doblaron.
Agarré el respaldo de una silla por apoyo antes de desplomarme.

—¿Te sientes bien? —Viggo estaba a mi lado en cuestión de segundos, su


mano en mi hombro.

—Sí —dije tartamudeando—, es que... son demasiado generosos.

—Oh, tonterías. ¡Somos billonarios! Tenemos fajos de billetes tirados por ahí
por todo este lugar —se jactó Viggo casualmente.

—Sí. Esto es nada… como un poco de cambio, para nosotros. Tómalo y pasa
un buen rato. Insistimos —añadió Mortimer, de pie.

—Sólo robaremos más cuando nos estemos quedando cortos —dijo Viggo,
riendo.

Sofie se levantó bruscamente, con el rostro y la voz en una máscara de calma.

—Evangeline, ¿por qué no vas a tomar tu abrigo? Hace frío fuera. —Ella no
miró en mi dirección mientras hablaba, sus ojos claros fijos en el rostro de
Viggo. Algo estaba muy mal.

—Podemos ir en otro momento, Sofie, si tienes otras cosas que hacer. Está
bien —le dije.

Una pausa incómodamente larga siguió, Viggo y Sofie intercambiaron miradas


silenciosas. Entonces, de repente, se volvió hacia mí, una brillante sonrisa en
su rostro

—Nada es más importante que llevarte de compras en tu cumpleaños. Ahora


ve, ¡prepárate!
66
Página
Me volví a Viggo y Mortimer.

—No sé qué decir, más que gracias, de nuevo.

—Lo que sea por una chica tan dulce, querida —dijo Viggo, guiñando por
segunda vez.

Max —siempre a mi lado— lo tomó como su señal. Estaba de nuevo en


servicio, llevándome a mi habitación con mi ridículo alijo de dinero. ¿Era yo
codiciosa por aceptarlo? Pero, ¿cómo iba a decir que no? Prácticamente lo
habían forzado hacia mí. Bueno, no tenía que gastarlo. Lo dejaría en la mesita
de noche cuando nos marcháramos a Maine. Una criada eventualmente lo
encontraría. Un regalo temprano de Navidad.

Nuestro coche negro salió del túnel alrededor de las dos de la tarde con Leo al
volante y Max lloriqueando al lado del portón, provocando una mirada
exasperada de Sofie.

Cuando dimos la vuelta en una calle muy transitada, Sofie señaló un enorme
bosque en su otro lado.

—Eso es Central Park, justo ahí.

Había estado demasiado abrumada para notarlo la noche que llegamos.

—¡Vaya, es tan grande! —murmuré.

—Tal vez vayamos un día esta semana. Déjanos en Saks, ¿quieres? —instruyó
Sofie a Leo.

—No puedo creer lo de Viggo y Mortimer, con el dinero. Son tan agradables
—le dije.

—Sí, parecería ser de esa manera, ¿no? —dijo Sofie con los dientes apretados.
Luego suspiró ruidosamente y, como si ese simple acto lanzara una montaña
67
Página
de tensión, una amplia sonrisa salpicó a través de su bello rostro y el fuego se
apagó—. Vamos a gastar todo su dinero duramente ganado.

El coche nos dejó y yo la seguí dentro de Saks como un niño de siete años a su
madre.

—La Quinta Avenida es la calle más cara del mundo para ir de compras —
anunció Sofie. Y luego se transformó en una bola de demolición humana,
moviéndose a través del lugar sin precaución, casualmente sacando fuera la
ropa de los bastidores y tirándomelas—. Prueba estos. Y quiero ver todos ellos
—exigió, la mirada de sus ojos no soportando ningún argumento. No que yo
fuera a discutir. Jugaría con mucho gusto a su muñeca de vestir, si eso es lo
que quería.

Dos señoras de ventas descendieron hacia nosotras, con los ojos encendidos
ante la posibilidad de grandes comisiones, pero se congelaron en seco con una
mirada venenosa de Sofie. Supuse que ella no estaba de humor para recibir
ayuda.

Con mis brazos enterrados debajo de la ropa, nos dirigimos de nuevo al


probador, donde pasé la siguiente media hora modelando para Sofie.

—Siempre soñé con hacer esto con una hija. —Sofie suspiró, ayudándome con
la cremallera de un vestido de noche negro.

—Todavía puedes. Eres joven.

Sofie rió con tristeza.

—Hubo un tiempo en que yo deseaba entrañablemente dos niñas, mis


muñecas.

Fue mi primera visión de Sofie como algo más que mi segura y hermosa jefa.
Al compartir brevemente un sueño personal, se convirtió en humana para mí.
Necesitaba desesperadamente ver más.

—Todavía tienes un montón de tiempo, Sofie. —Ella sonrió, pero no dijo


nada—. Simplemente no has encontrado al tipo correcto todavía —continué,
dando con la explicación universal a la que todas las mujeres se habían
68
Página
comprometido firmemente de memoria en sus tempranos años de
adolescencia.

Los labios de Sofie se fruncieron.

—Lo conocí. El hombre perfecto. —Terminó con la cremallera y me dio la


vuelta para echar un vistazo.

—¿Qué pasó ?

—No… terminó bien. —Miró mi colgante antes de recoger un montón de


ropa y caminar hacia la caja registradora.

Pagué por mi compra con el dinero de mi cumpleaños, conteniendo la


respiración mientras conté y puse mil dólares en el mostrador. Salimos de la
tienda para encontrar a Leo esperando con el coche.

—Dejemos esas bolsas en el coche y… —Sofie se detuvo en mitad de la frase,


sus ojos repentinamente escaneando la calle, una mueca de aprensión
estropeando su hermoso rostro.

—¿Qué pasa?

Ella no respondió, aún buscando.

—¿Sofie?

—Por aquí. ¡Hay un montón de tiendas por arrasar todavía! —dijo


bruscamente, golpeando la puerta del maletero dos veces con la mano. Se
abrió en respuesta. Arrojó las bolsas dentro, luego se volvió para acechar a la
próxima víctima de venta por menor.

El huracán Sofie azotó a través de tres tiendas elegantes más, en una rencorosa
misión de agotar hasta el último centavo del dinero de Viggo y Mortimer.
Noté su mirada por la ventana varias veces con el mismo brillo cauteloso en
sus ojos, pero cada vez que le pregunté, se encogió de hombros.

—Realmente no necesito más ropa, Sofie —dije mientras nos paramos en


frente de la quinta tienda de ropa, con los brazos cargados de bolsas. Y lo decía
en serio. Entre lo que acabábamos de comprar y el armario lleno en la casa de
69
Página
Viggo y Mortimer, tenía suficiente ropa para que me dure toda la vida. Al
crecer, mi madre nunca tuvo el dinero suficiente para más que un par de
Wranglers1 y zapatos de tenis a la vez. A mis familias de acogida les era
requerido garantizar que tuviera una adecuada selección de ropa limpia libre
de agujeros, pero nunca hubo suficiente dinero para disfrutar de un par de
pantalones vaqueros de diseño, mucho menos salir de compras. Esto estaba
más allá de lo excesivo.

—Tienes razón —dijo ella, frunciendo el ceño mientras pensaba. Una sonrisa
diabólica separó sus labios—. Sígueme.

Permanecí despistada de sus intenciones hasta que vi el cartel de Harry


Winston. Joyería. Gemí.

Marchando, ella se dirigió hacia el mostrador y se volvió hacia mí.

—Elije algo, Evangeline —exigió.

Tragué saliva, mirando hacia abajo en las vitrinas llenas de brillantes joyas.

—No necesito…

—Está bien, ésta. —Señaló una pulsera de diamantes. El empleado se apresuró


a sacarla—. Muñeca —ordenó Sofie.

Obedecí. El empleado deslizó la pulsera. Giré mi brazo lentamente,


observando la luz reflejarse en las innumerables piedras. Era impresionante.

—¿Cuánto es? —le pregunté. Cuando el empleado me dijo me atraganté, mis


ojos desorbitándose de mi cabeza en shock—. ¡Sáquela! ¡Por favor!

—La compraremos —anunció Sofie.

—¡Sofie! ¡No necesito un brazalete! ¡Eso podría pagar la universidad! —Mi


estómago se revolvió mientras las palabras salían de mi boca, la verdad de ello
angustiándome. Me llevaría toda una vida ahorrar esa cantidad de dinero.

1
Wranglers: tipo de jeans.
70
Página
Ella me ignoró, sacando el bolso de mi brazo y sacando un fajo de dinero. El
empleado detrás del mostrador levantó una ceja, pero permaneció en silencio,
probablemente calculando su comisión. Sofie contó los billetes con calma —
una gruesa pila de ellos—con la facilidad de una persona pagando sus compras
semanales.

—¡Gracias! —dijo, sonriendo a la vendedora—. Está bien, ya terminamos. —


Me dio la caja que contenía la pulsera.

La miré fijamente, atónita, preguntándome lo que esta mujer salvaje había


hecho con la reservada y elegante Sofie que había conocido hace sólo unos
días.

Sorpresa brilló en sus ojos de menta entonces, y ella suspiró.

—Debo parecer un poco errática hoy —murmuró, sonriendo tímidamente—.


Lo siento. Es sólo que... mereces un centenar de veces más que cualquier cosa
que Viggo y Mortimer pudieran comprarte.

Fruncí el ceño.

—No lo entiendo…

Ella me cortó, agarrando mi brazo.

—Vamos. —Me llevó hacia la puerta. Agarré la caja de la pulsera contra el


pecho con la mano libre, visiones de un asaltante esperando para atacar y
robármela jugaron en mi cabeza.

—¿Dónde vamos ahora? —preguntó Sofie.

—¿Por qué no podemos simplemente ir de escaparates por un rato? —sugerí.


¡Has ganado! Has castigado a Viggo y Mortimer por lo que sea que te hayan
hecho.

Pero Sofie ni siquiera me había oído. Estaba ocupada explorando los peatones
y los coches a lo largo de la Quinta Avenida una vez más. Llevando esa mirada
de nuevo.

—¿Qué pasa, Sofie?


71
Página
Silencio. Observé en silencio mientras su expresión se volvía de la sospecha a
la comprensión a la furia.

—Ven —dijo de repente, colgándose en mi brazo y tirándome hacia


adelante—. Estoy cansada. Es hora de ir a casa. —Prácticamente me tiró
dentro del coche—. A casa. Ahora —le ordenó a Leonardo. Las ruedas
chirriaron cuando cortamos hacia el tráfico y salió a máxima velocidad,
ganando varios soplos airados de los cláxones.

—Leonardo, por favor ayuda a Evangeline con sus cosas —gritó Sofie encima
de su hombro, marchando a través de las puertas de color rojo en la amplia
morada de Viggo y Mortimer—. ¡Viggo! —la oí gritar.

Max galopó hasta colocarse a mi lado mientras yo miraba donde se había ido
Sofie, mi cabeza aún daba vueltas por la caótica tarde con ella. Me volví para
ver a Leonardo luchando con innumerables bolsas de compras, para nada
agitado por el estado de ánimo oscuro de Sofie.

—Yo puedo hacer eso. —Fui corriendo, quitándole las bolsas de sus manos.

El sonido de cristales rotos y la voz chillona de Sofie me detuvo en seco.

—¡Alguien nos está mirando! —gritó. Siguió un silencio, presumiblemente


mientras Viggo trataba de calmarla. No funcionó—. ¿Crees que esto es otro de
tus juegos? ¿Te das cuenta de lo que está en juego?

—Venga, señorita Evangeline. Debe tener hambre. —Leonardo me agarró del


brazo. Me llevó adentro del edificio con más fuerza de la que esperaba del
viejo hombre. Max siguió, prácticamente pegado a mi cadera.

—¿Qué está pasando, Leonardo? —le susurré, pero el anciano no respondió.


Tal vez no me oyó. Abrí la boca para repetir la pregunta, pero decidí no
hacerlo. Probablemente era mejor no saberlo.
72
Página
Me senté en silencio en el mostrador mientras Magda, la pesada cocinera rusa,
colocaba un plato de estofado frente a mí.

—Come ahora —ordenó en un inglés incierto.

—Gracias.

Asintió con la cabeza una vez, sin sonreír, y se dirigió de nuevo a la cocina
para revolver el contenido de una olla gigante.

A pesar de los gritos de Sofie y mi creciente agitación, estaba hambrienta, y


devoré con temerario abandono, paleando una cuchara llena de salsa y un
trozo de carne en la boca.

—¡Oh, bueno! ¡Has encontrado comida!

Sorprendida, se me cayó el tenedor. Resonó ruidosamente contra mi plato.

—Lamento asustarte, querida —se disculpó Viggo, colocando una mano fría
sobre mi hombro—. ¿Te divertiste hoy?

Asentí con la cabeza, con la boca llena.

—Tenemos una sorpresa especial para ti —continuó Viggo—. Cuando hayas


terminado, ve a vestirte. Hay un vestido colgado en la puerta de tu armario.
Salimos a las siete en punto. Nos reunimos en el atrio. —Con eso, Viggo
desapareció, dejándome masticar mi guiso, y muy curiosa.

—¿En qué estabas pensando, Viggo? —murmuré, de pie delante de un espejo


de cuerpo entero en mi cuarto, estudiando el vestido de satén verde ajustado.
73
Página
Girando un poco, vi como el raso se separaba para revelar mi parte superior
del muslo. Como si eso no fuera poco subido de tono, el vestido era
completamente sin espalda, dejando al descubierto mi piel blanca pálida. Una
gran cantidad de piel blanca pálida, todo el lado más obvio junto al vibrante
tono jade del vestido.

Ese color... me llevó de nuevo a los ojos jades penetrantes de Caden. Cerré los
ojos entonces, tratando de recordar la intensidad de ellos, la forma en que mi
piel se estremeció bajo su mirada. Qué tan vulnerable me había sentido con su
cuerpo alto y musculoso elevándose sobre mí. Si tan sólo fuera real.

Niña tonta. Le di a mi cabeza una sacudida de vuelta a la realidad y me di un


último largo vistazo. El escote dejaba poco a la imaginación, pero al menos
servía como el marco ideal para mi colgante. Agarrando una estola de piel
blanca, me dirigí hacia la puerta.

El viaje por el largo pasillo me dio una gran oportunidad para mejorar mis
habilidades de caminar con los tacones a juego jade de tres pulgadas. Al darme
cuenta que caminar en estas cosas era cien veces más difícil de lo que parecía
—y parecía imposible— me decidí por tratar de no parecer un gorila en
zancos mientras me dirigía al atrio.

Sofie me estaba esperando en un vestido de noche sin tirantes negro. No pude


evitar embobarme mientras se deslizaba como un fantasma hacia mí, las capas
suaves de gasa balanceándose con sus movimientos, luciendo como una actriz
en una alfombra roja.

—Te ves como... —comenzó Sofie antes de callar—... alguien que conocía —
terminó con una sonrisa melancólica, con los ojos brillantes mientras se
acercaba a mí.

—Ahora, es así cómo una mujer con tu belleza natural debe vestirse —dijo
Viggo. Sonrojándome, me volteé a verlo saltar por los escalones de dos en dos,
vestido con un esmoquin negro—. Sofie —reconoció con un guiño y una
sonrisa, que ella regresó. Supuse que se habían reconciliado—. ¿Vamos? —dijo
Viggo, ofreciéndome el brazo. Acepté, riéndome tímidamente.
74
Página
—¿Dónde está Mortimer? —le pregunté tentativamente mientras
caminábamos por el jardín.

—Oh, él tiene un compromiso previo por lo que sólo seremos nosotros tres —
respondió Viggo, sonriendo.

Mis hombros cayeron con alivio. No sabía por qué, pero estaba nerviosa
alrededor del socio sombrío de Viggo. Viggo era mucho más tolerante y
amigable.

Llegamos al otro lado del jardín para encontrar a Leonardo manteniendo


abierta la puerta de un Rolls Royce. Él inclinó la cabeza.

—Señorita Evangeline.

—Gracias. —Me deslicé con torpeza en el coche, tratando de mantener todas


las rendijas y huecos de mi vestido en su lugar. Viggo y Sofie se sentaron a
ambos lados de mí, apretándome en el medio. En segundos estábamos
entrando a la salida del túnel, pasando a Max y los otros perros sentados en
cuclillas, cuidando su fortaleza.

—¿En serio? —exclamé en un arranque poco frecuente de alegría infantil


mientras el Rolls se detenía en la acera en frente del teatro.

Viggo se rió mientras se deslizaba fuera del coche en un movimiento fluido, y


luego me ofreció su mano. Incluso la sonrisa de Sofie parecía atolondrada en
respuesta a mi reacción.

—Romeo y Julieta era la historia favorita de mi madre —dije, mirando la


marquesina. En realidad, había sido un elemento básico en mi rutina de la
hora de acostarme, mientras crecía. Mi madre, la romántica incorregible, se
refería a ella como un cuento de hadas. No fue hasta años después que me
75
Página
enteré que los cuentos de hadas no suelen acabar con los personajes
principales muriendo.

—Entonces estás de enhorabuena —dijo Viggo mientras caminábamos hacia


las puertas de bronce pesadas, ricamente talladas.

—Te ves como un jorobado. Para de esconderte y ponte derecha —murmuró


Sofie, serpenteando su brazo en el mío.

Viggo agarró inmediatamente el otro, acercándome más a él. Sofie apretó.


Estaba empezando a sentirme como la cuerda en un tira y afloja mientras
entrábamos al teatro ricamente decorado.

El vestíbulo estaba vacío.

—¡Se nos hace tarde! —exclamé.

—Imposible. —Viggo sonrió, guiñando un ojo misteriosamente.

Un acomodador desgarbado vestido con un traje de intrincadamente


moldeado apareció para guiarnos personalmente a nuestros asientos, un palco
cerca del escenario.

—Así que así es como un teatro luce —murmuré, pasando por la espléndida
decoración de verde, azul y oro. Cinco niveles de palcos adornados con flores
de lis y querubines de oro chapados envolvían tres en paredes del teatro, con
vistas a un profundo foso de la orquesta y asientos en el piso delante de un
escenario con cortinas. Miré hacia arriba para ver un mural gigante pintado
con colores vibrantes en el techo.

—Si alguna vez tienes la oportunidad, visita el Teatro de los Estamentos en


Praga. Este lugar fue diseñado con ello en mente —dijo Viggo.

Si alguna vez visito Europa, pensé con nostalgia, pero no dije nada.
Probablemente estaría en un avión hacia allá mañana si sonaba en absoluto
privada.

Las luces se apagaron tan pronto como nos sentamos, indicando que el
espectáculo iba a comenzar. Era como si hubieran esperado nuestra llegada. El
76
Página
público se silenció mientras el director se ponía de pie, bastón levantado. Él
estaba tan cerca, ¡lo bastante cerca para que pudiera empujarlo con un palo si
quisiera!

Mariposas revolotearon en mi estómago. Esta era mi primera obra de teatro


real en un verdadero teatro con actores reales. Pasé a través de las páginas del
programa, curiosa de quiénes eran los actores, esperando a no reconocer
ningún nombre. Y no lo hice, a excepción de uno. Resaltó de inmediato: el
productor.

Viggo. Ningún apellido. Sólo Viggo.

—¿Este eres... tú? —le pregunté, señalando el nombre.

Se rió entre dientes.

—Me gusta incursionar en las artes. Este tema tiene un lugar especial en mi…
corazón.

—¿Qué significa exactamente “productor”?

—Significa que alguien dijo lo que quería y les arrojó cantidades obscenas de
dinero a ellos para hacerlo —respondió cínicamente Sofie—. Es bueno en eso.

Viggo se echó a reír, pero creí sentir desprecio.

—Construí este teatro y escribí la obra.

Mis ojos se abrieron con asombro. ¡Es abogado y dramaturgo!

La cortina se abrió, y la historia desgarradora de Romeo y Julieta, los amantes


desgraciados, condenados desde el principio por sus opuestos lazos familiares,
comenzó como lo recordaba. Los actores sollozaban y se quejaban de forma
espectacular. La orquesta tocaba música suave con matices perfectamente
equilibrados de melancolía y nostalgia. Era exactamente como siempre había
imaginado la historia en mi cabeza. Justo hasta que Julieta, viajando a lo largo
de un sendero boscoso sola por la noche, por alguna razón desconocida, fue
arrastrada fuera de su carruaje y mordida en el cuello por un atacante
masculino.
77
Página
—No me acuerdo de esta parte —susurré, con mi frente arrugada.

Tanto Viggo y Sofie se echaron a reír, ganándose un shh de la mujer en el


palco junto a nosotros.

—Lo siento —ofreció Sofie cortésmente. Ella golpeó el programa en el que


decía “una adaptación”.

—Oh... eso es lo que significaba —murmuré.

Se rieron de nuevo, recibiendo otra advertencia en forma de un fuerte siseo de


la misma mujer. Sofie se volvió para mirarla. No podía ver su rostro, pero la
mirada que le dio debió haber tenido el efecto deseado, porque la mujer se
encogió en su asiento, prácticamente desapareciendo de la vista por el resto
del show. Estaba empezando a ver la otra cara de la actitud encantadora y
reservada de Sofie.

A partir de ahí, la obra adquirió un tono más seductor, mucho más oscuro.
Julieta, ahora un vampiro, estaba dividida entre su amor absoluto por Romeo y
su deseo recién descubierto de matarlo cada vez que estaban cerca. Romeo
deseaba unirse a ella en el mundo de los no-muertos, pero debido a una
maldición era imposible. La historia estaba llena de intrigas, fuerza
sobrenatural y trucos mentales y, para el final de la obra, sus familias
enfrentadas eran el menor de sus problemas. La historia terminó con Julieta
accidentalmente matando a Romeo y luego saltando al fuego para poner fin a
su miseria eterna.

—Entonces, ¿te gustó? —preguntó Viggo, estirándose en el coche de camino a


casa.

—Increíble. Inquietante. Desgarrador. Una "adaptación" interesante. ¡ Bravo,


Viggo! —terminé con una palmada académica, riendo—. ¿Cómo se te ocurrió
la idea?

—Oh, tengo una profunda fascinación por los vampiros. Son criaturas tan
incomprendidas, ¿no te parece? —dijo, su voz sombría.

Hice una pausa.


78
Página
—Bueno, no creo que serían así... ya sabes, hermosos y emocionales. ¿No se
supone que son malvadas criaturas locos por la sangre con las uñas sucias,
manchadas y un aliento vil? Ya sabes, ¿murciélagos y ataúdes?

—Qué terrible idea falsa —dijo Viggo, sacudiendo la cabeza con furia, con el
ceño fruncido—. En mi opinión —agregó.

—Pero ellos matan a la gente, somos como cajas de bebidas gigantes.

—¡Bueno, necesitan sobrevivir! No creo que los cerdos y las vacas vean
demasiado cariñosamente a los seres humanos. ¡Es la misma cosa! Un poco
antes, en el proceso de preparación de los alimentos tal vez —racionalizó
Viggo.

—Hmm. —Él tenía un punto, supongo.

—E imagina lo que sería tener los sentidos intensificados y una fuerza


sobrehumana.

—Eso sería muy bueno —estuve de acuerdo—. ¿Qué piensas tú, Sofie?

Ella no se había unido a la conversación, en cambio miraba con indiferencia


las farolas.

—Sería solitario —respondió ahora, su voz plana—. Todo el mundo que te


rodea muere y tú vives para siempre.

—Bueno, por eso convertirías a los que amaste, por lo que podrías estar con
ellos. ¿Cierto? —le dije.

Sofie volvió a darme una sonrisa con los labios apretados.

—Suena tan simple, ¿no?

—A menos que no puedas convertirlos por alguna razón —añadió Viggo, con
tristeza tocando sus rasgos—. A causa de una maldición.

—Claro... y entonces todos los superpoderes no cambiarían la realidad de que


eres la criatura más solitaria del mundo —susurré—. Eso sería horrible.
79
Página
La boca de Viggo se curvó en una media sonrisa y le dio unas palmaditas a mi
mano cariñosamente.

—Sí, lo sería. Nadie merece vivir así, ¿no te parece? ¿Tan solo?

Asentí con la cabeza, pensando en mi propia existencia solitaria. ¿Soy tan


obvia?

Sofie se volvió para mirar por la ventana de su lado. El resto del viaje en coche
fue en silencio.

Era cerca de medianoche cuando me tambaleé a mi habitación, Max sobre mis


talones. Lentamente, me quité mis tacones y me dejé caer sobre la cama,
agotada de un día de decadencia. Incluso con todos los combates entre Sofie y
sus amigos, fácilmente podría acostumbrarme a vivir mis días en su mundo.

Brevemente consideré detener mi cuerpo cansado para desnudarme y


prepararme para la cama, pero me quedé dormida antes de que pudiera actuar
al respecto, débilmente consciente del ardor contra la piel de mi pecho.
80
Página
Déjà Vu
Traducido por Kasycrasy y PaulaMayfair

Corregido por Jo

E
sto se siente demasiado familiar.

La misma estatua se encontraba a mi lado. Los mismos árboles se


alzaban por encima de mí. El mismo crepúsculo desafiaba mis
ojos. La única cosa peor que el sueño de anoche puede que fuera
el sueño de anoche repitiéndose.

Miré hacia abajo para ver mi vestido de noche verde jade. Eso era diferente, al
menos. Mi colgante había cobrado vida de nuevo, ardiendo caliente y
brillando con un brillante color naranja-rojizo.

—Hemos estado esperándote —llamó una baja voz desde la oscuridad.

Mi cuerpo se puso rígido. Mis ojos escanearon los árboles en busca del emisor.
Me hundí de alivio cuando una mujer con cara angelical y rizos elásticos salió
de la oscuridad. Amelie. Era un sueño diferente.

—Estamos solas —confirmó Amelie cuando notó que mis ojos estaban
escaneando los árboles buscando a los demás—. Siento lo de la última vez…
no tuvimos muchas opciones. Aunque no puedo decir que no disfruté parte de
ello. —Sonrió tímidamente—. Tú eres… una aparición de clase. Te lo
explicaré más adelante, pero tenemos que irnos de aquí. —Dio un paso hacia
delante, luego dudó—. Siento esto.

Fruncí el ceño.

—¿El qué?
81
Página
Recobré el conocimiento mientras mis pies descalzos golpeaban las piedras. La
completa oscuridad había descendido y yo no podía ver nada.

—¿Amelie? —susurré.

—Lo siento —dijo Amelie otra vez.

—¿Qué me has hecho?

—Nada, realmente. Simplemente era más fácil si no tenía que explicar las
cosas aún. Además, nos habría tomado toda la noche a tu ritmo —dijo Amelie,
evadiendo la pregunta—. Además de que probablemente te habrías tropezado
con una raíz de un árbol y quedado inconsciente de nuevo.

—No soy tan lenta —murmuré, llegando a tocar el chichón de mi cabeza de


anoche. Había sobresalido en la pista en el instituto. El perfecto deporte para
perdedores.

Amelia se rió.

—Lo eres, a mi lado. Además, me gustaría verte correr a través de los bosques
y subir una montaña con eso. —Sus ojos apreciaron mi vestido.

Apreté los labios, concediéndole su lógica.

—Vamos, vamos a hacer un fuego. Estás temblando. —Me agarró la mano y


empezó a guiarme a través de la oscuridad.

—¿Cómo puedes ver algo? —pregunté con incredulidad.

—Tengo muy buena vista —respondió simplemente—. Quédate ahí.

—¿A dónde voy a ir? —murmuré, envolviendo mis brazos alrededor de mi


pecho.

Oí un chirrido duro, como piedra golpeando contra metal, entonces apareció


repentinamente una llama. Observé como flotaba en la oscuridad, desatando
otras llamas mientras se movían, hasta que docenas de pequeñas llamas
llenaban el espacio a mi alrededor.
82
Página
La luz de la antorcha revelaba que estábamos en otra cueva, ésta mucho más
grande que la de la noche anterior —su techo era invisible desde donde yo
estaba. Estaba vacía salvo por unos cuantos bancos de hierro colocados
alrededor de un círculo de rocas. Un perfectamente formado montón de
madera, hierba seca y trizas diversas se amontonaban dentro. Una hoguera.
Una nueva, dado la falta de ceniza. Al otro lado de la cueva, tres túneles
conducían al olvido.

—Estarás a salvo aquí por el momento —ofreció Amelie, caminando hacia mí


con una antorcha en la mano, mientras yo contemplaba el lugar.

—Acogedor —Me abracé con fuerza.

—Cierto. Un fuego —Amelie acercó su antorcha al montón. En unos


segundos, la fogata ardía—. Tendrás que acercarte más para notar el calor —
dijo ella, riendo alegremente.

Me acerqué hasta sentarme en uno de los bancos. Una pieza metálica


desgastada yacía dónde los trozos de madera de un banco normal se habían
podrido. Me senté como pude, intentando evitar las puntiagudas esquinas del
metal, asustada de rasgar mi vestido o cortarme.

Amelie se deslizó fácilmente a mi lado, pareciendo despreocupada acerca de


herirse.

—Amo tu vestido. —Extendió una mano y tocó suavemente el sedoso material


con la yema de sus dedos.

—Gracias. Lo llevaba esta noche cuando me he quedado dormida —respondí.


Y luego eso me golpeó y comencé a reír.

—¿Por qué es eso divertido? —preguntó Amelie, confundida.

—¡Porqué estaba preocupada de romper mi vestido en el banco!

Frunció el ceño.

—Como deberías estarlo, es un bonito vestido.


83
Página
—No, no lo entiendes. Estoy soñando. Esta cueva, este fuego, tu, es falso. Lo
sé, y aún así aquí estoy, ¡preocupada por mi vestido!

—Crees que estás soñando —dijo Amelie lentamente.

—No. Sé que estoy soñando. Anoche me fui a dormir, soñé con ustedes, luego
me desperté en mi cama, justo después de que tiraran el cuerpo del hombre
sin cabeza al fuego. —Me estremecí.

—¿Anoche…? —repitió Amelie, pareciendo perpleja—. Tal vez te despertaste


en tu propia cama pero, aquí, desapareciste en el aire. Y no fue anoche. Has
estado lejos durante un mes. —Su tono y su expresión eran tan convincentes
que tuve que luchar para no creerle.

Una ráfaga de viento enfrió mi hombro. Me volví para ver a Bishop y Fiona
sentándose en el banco de al lado; la inesperada y monstruosamente tranquila
entrada me hizo saltar.

—¡Finalmente! —dijo Bishop a modo de saludo, sus ojos carbón brillantes—.


Te has tomado tu tiempo para volver.

—¿Dónde están ellos? —les preguntó Amelie en voz baja.

Bishop se encogió de hombros, con una seria mirada vacilante en su rostro.

—Esperemos que Rachel sea de utilidad.

Los tres se volvieron a mí ahora, desestimando su preocupación secreta.

—Así que, ¿cómo funciona? —preguntó Bishop con impaciencia.

Fruncí el ceño.

—Evangeline estaba diciéndome ahora mismo como ella pensaba que todo
esto era un sueño y que nosotros éramos invenciones de su imaginación —dijo
Amelie, levantando las cejas.

Bishop se rió a carcajadas.

—¿Crees que estás soñando?


84
Página
Fiona le dio una fuerte colleja en la cabeza, el golpe haciendo eco a través de
la cueva. No pareció herirle en lo más mínimo, a pesar de que parecía poco
impresionable.

—Rezarás para que sea una pesadilla, muy pronto —murmuró él, poniéndose
de pie y saliendo airado de la cueva.

—Ignóralo, tiene un extraño sentido del humor —se disculpó Fiona con su
voz ahumada, ofreciéndome una sonrisa agradable.

—¿Entonces, por qué estás arreglada? —dijo Amelie, arrojando más leña al
fuego.

—Estaba a punto de preguntarlo —murmuró Fiona, añadiendo—: ¡Es


magnífico!

Sus largos y delgados dedos se extendieron y acariciaron el material, mientras


Amelie decía:

—Ha pasado tanto tiempo…

Eché un vistazo a su ropa deshilachada, pero desvié la mirada educadamente.


Ambas rieron.

—Parecemos vagabundas, ¿no? —dijo Amelie, cogiendo los bordes de su


destrozada camiseta con su hermosa manicura. No tenía ningún sentido. Por
supuesto, ¡es un sueño!

—¿No es Evangeline encantadora? —le preguntó repentinamente alguien por


detrás de mí a Amelie.

Giré la cabeza para ver a Caden de pie a unos pasos de distancia, con sus
penetrantes ojos puestos en mí.

—Hola —me las arreglé para balbucear, sintiendo el calor subir por mi cuello
hasta mis mejillas.

—Llevas un poco más que la última vez —observó él, curvando su boca en
una pequeña sonrisa—. ¿Cuál es la ocasión?
85
Página
Sentí una segunda oleada de vergüenza, recordando la ropa obscena. Ahora
aquí estaba yo, apenas cubierta de nuevo.

—Mi cumpleaños.

—¡Oh, amo los cumpleaños! ¿Cuántos años tienes ahora? —preguntó Amelie
alegremente.

—Dieciocho.

—Tener dieciocho de nuevo —cantó dramáticamente, inclinando la cabeza


hacia atrás, cerrando los ojos mientras recordaba el pasado.

Fruncí el ceño, mirando su rostro infantil. Ella no tiene un día más de dieciséis
años, ¿verdad?

Aplaudió con sus manos con pequeños, rápidos golpes, y una sonrisa pícara en
su rostro.

—¡Oh, bien! ¡No me creerás! ¿Cuántos años crees que tengo?

Parpadeé.

—No sé… ¿diecinueve?

—¡Nope! ¡Prueba otra vez! —exclamó Amelie, con la cara brillando divertida.

—Vale… um, ¿veinte?

Sacudió la cabeza, riendo salvajemente.

Esto no se parecía mucho a un juego.

—¡Me doy por vencida!

—Bueno… No estoy segura exactamente. Pero, si hemos estado siguiendo el


tiempo correctamente, yo diría que 752, década arriba, década abajo.

Fruncí el ceño, mordiendo mi labio inferior.

—No lo entiendo.
86
Página
—Lo sentimos, Evangeline. Esto no es tan divertido para ti como lo es para
Amelie —se disculpó Fiona, su rostro suavizándose con una simpática sonrisa.

—Los humanos nunca encuentran este juego divertido —dijo Amelie con un
mohín, meneando sus rizos elásticos.

¿Humanos? Me quedé mirándola fijamente.

—¿Aún no te lo has imaginado? ¿Lo que somos? —me preguntó ella.

Miré las expresiones solemnes de los demás. Si no son humanos, ¿qué podrían
ser? Entonces me golpeó. Empecé a reírme.

—¡Por supuesto! ¡Son vampiros! —La retorcida adaptación de Viggo todavía


estaba en mi mente, y ahora en mis sueños.

—No te haremos daño, ¡lo prometo! —dijo Amelie con seriedad, dejándose
caer sobre sus rodillas delante de mí para sostener mis manos—. Sólo
queremos ser amigos. —Sus ojos se clavaron en Caden, que me observaba con
una expresión preocupada. Noté a Bishop detrás de él; debió de haberse colado
en algún momento.

—¡Por supuesto! Lo son. —Estaba sobre mis pies, ahora, reproduciendo la


conversación con Viggo, “hermosas, emocionales criaturas. Incomprendidas”.
Me paseaba alrededor del fuego—. Y quieren ser mis amigos, ¿verdad? De la
tranquila, mansa Evangeline, quién no tiene amigos. La gente ni siquiera me
nota. Pero ustedes… —Mi brazo hizo un círculo en un extraño toque
dramático—… todo lo que quieren es protegerme. —Hice una pausa—. Así
que es así como se manifiestan las cosas en los sueños —reflexioné, más para
mí misma. Los acontecimientos del día se estaban fusionando con mis… ¿qué?
Profundos temores de soledad, ¿tal vez? Obligándolos a salir con esta fantasía
de seres superpoderosos.

Paré de caminar delante de Caden.

—Y tú. —Me acerqué a él—. Por supuesto que tú estás en mi sueño. Ningún
hombre a siquiera parpadeado en mi dirección. Y aquí estás tú, tan perfecto, y
87
Página
hermoso, y dulce... —Los ojos de Caden se abrieron por la sorpresa—. Cuando
te vi, quise… —No sabía cómo acabar la frase.

Afortunadamente, no tuve que hacerlo, puesto que Rachel apareció


repentinamente de la nada para envolver sus posesivos brazos alrededor del
pecho de Caden. Su brazo encontró rápidamente su lugar alrededor del
hombro de ella, aunque con rigidez.

Una vil amargura brotaba de mí.

—Y por supuesto que estás saliendo con la hermosa pero malvada novia con la
que nunca podría competir. Típico. ¿Es eso lo que deseas? —le espeté a Caden,
señalando cruelmente a Rachel—. Ella no es una persona muy agradable, ya
sabes.

La cabeza de Bishop se inclinó hacia atrás y ladró una risa.

—Claramente me he perdido una interesante conversación —dijo Rachel,


sonriéndome con arrogancia. Su voz no tenía la misma arrogancia que la
noche anterior. Era asquerosamente dulce y, por tanto, no más agradable—. Y
me encantaría escuchar el resto de esa diatriba tuya. Sin embargo, tenemos
visitantes que yo no he podido disuadir. Ocho de ellos.

—¡Genial! ¡Invítalos a entrar! —dije, lanzando mis manos al aire—. ¿Otro de


esos monstruos, tal vez? ¿Se supone que tiene que representar mi horrible
demonio interior?

Rachel se giró hacia Caden, haciendo una mueca.

—¿Se ha vuelto loca?

—Vamos a enfriarnos —sugirió Caden, ignorándonos a las dos.

—Y tal vez deberíamos sacarla de aquí —añadió Fiona, mirándome con


recelo.

La mano de Caden —sedosamente lisa y por el lado frío— se deslizó en la mía,


enviando un escalofrío que recorrió mi cuerpo. Me tiró detrás de él, corriendo
hacia uno de los túneles y tirando de mí con él hacia la oscuridad.
88
Página
Corrí a ciegas, sin poder ver en la oscuridad, hasta que mi pie se enganchó con
algo duro y me tropecé, golpeando mi hombro contra el muro. Grité por el
dolor.

—¡Silencio! —dijo Caden entre dientes, pero siguió con una disculpa.

—¿Cómo puedes ver? —dije a través de mis dientes, frotando el ardor de mi


hombro.

No respondió. En cambio, me alzó con un brazo y siguió corriendo. Mi dolor


desapareció instantáneamente, como si su cercanía me hubiera inyectado una
dosis de morfina.

Finalmente paró de correr y me bajó gentilmente. Me puso algo suave en las


manos.

—Ponte esto —instruyó Caden con un susurro.

—¿Ponerme el qué?

Murmuró algo incoherente. Segundos después, una antorcha parpadeante


iluminaba una pequeña cueva, de techo bajo.

—Cámbiate, por favor —susurró con urgencia, girando su cara a la salida.


Podía oír la aprensión en su voz. Era demasiado familiar a la otra noche.

Miré mis manos, en las que tenía un par de pantalones raídos y una camiseta
similar a la que Amelie y Fiona llevaban. Me estaban disfrazando. Vale, les
seguiré el juego. Me puse los pantalones. Desabrochando la correa del cuello,
dejé caer el vestido al suelo sin hacer ruido, deseando tener permitido un
sujetador.

Tenía los brazos por las mangas de la camiseta y estaba a punto de pasármela
sobre la cabeza cuando el cuerpo de Caden repentinamente empujó el mío
contra la pared de la cueva, sus brazos envolviéndose alrededor de mí en un
fuerte abrazo.

—Sólo sigue adelante —susurró en mi oreja, tan cerca que su labio inferior
rozó mi lóbulo, enviando un cosquilleo escalofriante por todo mi cuerpo.
89
Página
Y entonces estaba besándome.

Sólo había besado a un chico una vez en mi vida, un gordito, torpe de catorce
años llamado Stewart que se alojaba en el mismo hogar de acogida que yo. El
beso había sido el resultado de una apuesta perdida. Había sido un horrible
beso de pescado con la boca abierta y estaba segura de que se tragaría mi
lengua entera. Incluso yo, sin sazonar en el departamento, reconocí que
Stewart no iba a llegar muy lejos con las damas sin importantes mejoras. Este
beso era nada de eso. Empezó suave y acogedor, sólo para intensificarse en
urgencia. Caden sabía lo que estaba haciendo.

¡Por favor, no despiertes ahora mismo! Le rogué a mi subconsciente,


disfrutando esto demasiado.

—¿Quién está aquí? —dijo una voz.

El agarre de Caden a mi alrededor se apretó. Sus labios se deslizaron fuera de


los míos mientras guiaba mi cara a su fuerte y ancho pecho, lejos de la voz. Me
sentí aliviada de que mi cuerpo a medio vestir estuviera bien escondido contra
el suyo.

—¿Te importa? Estamos ocupados —escupió Caden hacia la voz.

—De hecho —dijo otra voz—. Estamos buscando a Jethro. Estas son sus
cuevas. ¿Por casualidad no saben dónde ha desaparecido? —La cadencia de su
voz gritó sospecha.

—No lo sé. Este lugar estaba vacío cuando nos tropezamos con él hace unas
semanas —respondió Caden, su tono helado.

—Eso es raro... Jethro ocupó estas montañas desde la guerra. Me sorprende


que las abandonara.

¿Guerra? Mis palmas comenzaron a sudar ante la mención de Jethro, la


imagen de aquellos ojos fríos y claros arañan en mi memoria.

—¿Qué puedo decir? Supongo que necesitaba un cambio —respondió Caden,


volviendo a acariciar mi mejilla con la nariz fría, fingiendo ignorancia. Otro
escalofrío recorrió mi cuerpo.
90
Página
—¿Qué pasa con todas las antorchas por aquí? —dijo una segunda voz
masculina—. ¿Planean quemar a alguien?

Me tensé. Los brazos de Caden agarraron mi cuerpo de forma más segura. Un


apretón de advertencia.

—Nos gusta la luz del fuego. Ahora lárguense, a menos que quieran ver —dijo
Caden, sus labios ahora recorriendo el lado de mi cuello, como si se estuviera
despidiendo a los dos hombres. Mis rodillas se doblaron, pero él estaba
preparado para mi reacción, sosteniéndome en posición vertical.

—¿Qué es eso? —Silbó de repente uno de ellos.

Caden giró suavemente, volviéndose para que estuviera completamente oculta


de ellos.

El vestido, pensé, entrando en pánico. Recorrí el piso de la cueva, pero no


pude ver ningún satén verde.

—Se llama juego previo. Si no sabes lo que viene después, te sugiero que vayas
encontrar a alguien que te enseñe. El Consejo tiene un montón de niñas
prepúberes para practicar. —Caden sonrió, actuando indiferente, tratando de
mantenerlos alejados de lo que habían visto. No funcionó.

—Parecía una herida.

Mis ojos se dirigieron instintivamente a la piel en carne viva y enrojecida en


mi hombro donde me había golpeado con la pared de la cueva. ¿Por qué eso
importaría?

—Debes estar viendo cosas. —La voz de Caden era ligera y humorística.

Se produjo una pausa. Pensé que sus esfuerzos habían valido la pena. Podían
haberlo valido, sin los sonidos de una conmoción violenta desplazándose
desde la sala principal en ese momento.

—No… —gruñó Caden, pero no tuvo oportunidad de terminar antes de ser


arrancado de mí y lanzado a través del cuarto.
91
Página
Un hombre alto, tomó tres pasos rápidos para pararse frente a mí, con la mano
extendida para rudamente apretar mi brazo mientras inspeccionaba mi
hombro. Sus ojos azules como el acero buscaron mi cara, deteniéndose
brevemente en el ligero brillo de sudor sobre mi frente antes de encontrarse
con mis propios ojos aterrorizados. Con su pelo corto y rubio rojizo y rostro
cincelado, lo habría considerado atractivo de no haber estado mirándome
como un depredador.

Él dejó escapar un silbido.

—Lo estoy viendo, pero les aseguro que no lo creo. —Inhaló


profundamente—. No puedo olerlo. —Hizo una pausa en sus pensamientos—.
¿Dónde has estado escondida, pequeña?

Mordí mi labio y permanecí en silencio, aunque dudaba que pudiera haber


formado dos palabras, si quería.

—No le hagas daño —gruñó Caden—. Nos puede conducir a más.

Le eché un vistazo para verlo inmovilizado debajo de un simio, como un


tipo sin cuello, de esos que pasa más tiempo en el gimnasio que durmiendo.

—Oh, yo nunca te haría daño, confía en mí —canturreó el hombre


inocentemente a mí, su voz tan suave que mi cuerpo intuitivamente se relajó,
queriendo confiar en él. Alzó la mano para tomar mi barbilla con su pulgar y
el dedo índice, sin esfuerzo empujando la cabeza hacia atrás hasta que no pude
ver nada más que el techo de la cueva.

Lo sentí él inclinándose. Oh Dios, él va a besarme. Y luego probablemente a


violarme. Me encogí.

Y entonces sentí el dolor. Dolor agudo y punzante mientras algo atravesaba mi


cuello expuesto. Mi boca se abrió para gritar, pero sólo un gorjeo escapó.
Luché para liberarme, balanceando mis brazos en defensa, pero cada
movimiento envió golpes de dolor agudo a través de mi cuerpo, como si
estuviera enganchada en una valla de alambre de púas. Dejé de luchar.
92
Página
El techo empezó a girar mientras mareos se establecían y mi cuerpo se
aflojaba. Pronto mis brazos colgaban a mis costados. El dolor finalmente
debilitándose a una presión incómoda. Sólo entonces sentí la sensación de
ardor extrema contra mi pecho.

—Detente. Por favor —escuché a Caden suplicar.

—Vas a matarla antes de que sepamos dónde ha estado escondida —advirtió


alguien más, tenía que ser el hombre simio.

La presión continuó.

—¡Oye! —gritó el hombre simio más bruscamente unos momentos después.

La presión cedió mientras mi atacante dejaba lo que sea que estaba


haciéndome. Sostuvo mi cuerpo mientras mi cabeza caía hacia atrás. No tenía
fuerzas para levantarla más.

—Extraño. Su sangre no sabe a nada —escuché a mi atacante decir, seguido


de—: Ella va a cooperar más como uno de nosotros. —Su voz parecía distante,
a pesar de que estaba de pie a mi lado.

Todo parecía distante.

Y entonces sentí la presión incómoda de nuevo. Esta vez una nueva sensación
vino con ella, como una vacuna bombeando algo dentro de mí para serpentear
por mis venas. Llevaba un cosquilleo adormecedor y caliente a través de mis
extremidades. ¿Qué puede ser... veneno?

Algo afilado y abrasador de repente me apuñaló en el pecho. Gemí


débilmente, lo único que podía reunir. Segundos más tarde estaba cayendo, mi
cuerpo golpeó el suelo como una muñeca de trapo a la vez que escuchaba un
grito. ¿Esa era yo gritando? No, vino de mi lado. ¡Caden!

Me esforcé por volver la cabeza. Mi atacante estaba convulsionando en el


suelo de la cueva como un epiléptico.

—¿Estás bien? —dijo una voz.

Otro grito sonó. La cueva se hundió en la más completa oscuridad.


93
Página
Me desvanecí dentro y fuera de la conciencia, incapaz de moverme, mi
respiración tensa e irregular. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado
desde que se fue la luz ¿segundos? ¿Horas? Sólo el silencio y la oscuridad me
rodeaban.

—¿Caden? —susurré finalmente, mi voz débil.

—Shhh... Se acabó —murmuró una voz profunda y suave. Algo fresco acarició
mi mejilla. Una mano, creo. Sentí mi cuerpo desplazarse un poco y luego
estaba siendo acunado en brazos, cálidos brazos protectores. Los brazos de
Caden.

—¿Qué... ha pasado? —pregunté.

—Está bien. Vas a estar bien —dijo Caden, su mano tiernamente ahuecando
mi barbilla, seguido tranquilamente por—: Por favor, ponte bien. —Su pulgar
acarició la comisura de mi boca.

—Estoy... fría.

—Aquí. Deja que te ayude. —Hubo un tirón suave mientras algo se deslizaba
por encima de mi cabeza, mi camiseta. Ah, claro. Estaba sólo a medio vestir.
¿Por qué estaba sólo a...? oh bien.

—Siento lo de antes. Eras demasiado lenta. Fue lo único que se me ocurrió —


se disculpó en voz baja.

Mis labios se torcieron en una pequeña sonrisa al recordar ese increíble beso.
La sonrisa sólo duró hasta recordar el dolor insoportable que le había seguido.

—Hay un agujero... en mi pecho... Estaba en llamas —dije con voz ronca.

Las manos de Caden manosearon mi camisa, sus dedos me inspeccionaron


suavemente, con cuidado de no exponer o tocar nada inapropiado. Envió un
94
Página
temblor a través de la inerte y débil cascara de mi cuerpo. Mi corazón
comenzó a golpear fuertemente contra la pared de mi pecho, como si fuera su
último esfuerzo antes de entregar su renuncia.

—Sin agujeros. Sin fuego —confirmó Caden suavemente.

—¿Qué me... hizo? —jadeé, lágrimas brotando en mis ojos. Algo sobre la
sangre y el sabor, recordaba bien eso.

—Estás bien —dijo de nuevo.

—No puedo ver. ¿Estoy ciega?

Oí la voz de Amelie entonces.

—¿Qué pasó?

—Luz, por favor —pidió en voz baja Caden y en el instante siguiente una
antorcha ardía de nuevo. Caden me miró, con preocupación empañando esos
perfectos ojos jade. Girando mi cabeza un poco, vi al hombre simio tumbado
boca abajo en el suelo, otra antorcha sobresaliendo de su espalda. Mi atacante
yacía inmóvil donde lo había visto por última vez, sus vidriosos ojos
desenfocados asegurándome que estaba muerto.

—¿Dónde está Rachel? —preguntó Caden tranquilamente a Amelie.

—Lidiando con el último de ellos —respondió Amelie llanamente, sus ojos


preocupados nunca dejándome.

Caden se volvió para mirarme. A pesar de todo, suspiré. Felizmente me podía


quedar así para siempre.

Se inclinó hacia delante, poniendo su boca contra mi oreja.

—No se lo digas. Rachel no puede averiguarlo. Por favor.

Asentí débilmente.

—Tómala por mí —le susurró a Amelie.


95
Página
Sentí un ligero empujón y luego Amelie estaba en el lugar de Caden como mi
acunadora.

Caden se fue, arrastrando al hombre simio con él.

Me quedé en silencio, reflexionando sobre su declaración. Por supuesto que


Rachel no podía saber lo del beso. Le haría daño, incluso si no había
significado nada. Si ella tenía un corazón debajo de ese exterior espinoso.
Altamente improbable. ¿Qué haría si se enterara? No quería saberlo. Parecía la
del tipo celosa y viciosa.

—¿...y lo mató? —escuché a Rachel diciendo con su voz indiferente, mientras


entraba, con Caden y Bishop detrás de ella.

Bishop agarró la pierna de mi atacante y comenzó a arrastrarlo lejos,


murmurando:

—Vamos a asegurarnos. —Me miró mientras pasaba, la misma mirada de


preocupación en su rostro que Caden y Amelie llevaban.

—¿Estás bien? —preguntó Fiona, en cuclillas a mi lado.

—Voy a estarlo... cuando me despierte de esta pesadilla —susurré. Seguía


olvidando que esto no era real...

Me dio una sonrisa tranquilizadora, una sonrisa que se deslizó de su rostro


cuando miró a Amelie.

—¿Crees que va a cambiar? —susurró.

¿Cambiar? ¿Qué quiere decir de vuelta en mi vestido?

Amelie se encogió de hombros.

Ambos miraron de vuelta a mí otra vez.

La mano de Amelie rozó mi garganta.

—Es muy extraño, toda esta sangre y podría ser lodo, para lo que me importa
—murmuró, y añadió—: gracias a Dios.
96
Página
¿Qué sangre?

—Es el colgante. Debe estar ocultándola —dijo Caden.

Rachel se agachó para inspeccionar mi garganta.

—No quiere que ella se convierta en uno de nosotros. —Esos ojos me miraron,
en una profunda reflexión—. ¿Cómo lo averiguaron?

—Un raspón en su hombro —se apresuró a responder Caden.

Sus ojos se deslizaron a mi hombro. Ella frunció el ceño.

—¿Dónde? Yo no lo veo. ¿Cómo iban a verlo? —preguntó lentamente.

—Estoy tan sorprendido como tú. —La mentira salió de la lengua de Caden
tan fácilmente como si fuera la verdad.

Aparté los ojos con aire de culpabilidad. Por mucho que me desagradaba
Rachel, odiaba mentir. Más importante aún, era terrible en ello.

Sus ojos se estrecharon.

—¿Nos crees ahora?

Creer... ¿Qué se supone que crea de nuevo? No podía recordar.

—Me pregunto cómo sabe su sangre —murmuró, mirándome con curiosidad.

—Déjala en paz. Necesita descansar —gruñó Fiona, produciendo mágicamente


un paño frío y húmedo. Ella comenzó a acariciar suavemente mi cuello.

Como si sus palabras hubieran dado una señal, me quedé dormida.

Miré distraídamente los remolinos de yeso en el techo sobre mi cama en la


habitación de Viggo y Mortimer, mi cuerpo frío y rígido. ¿Por qué me siento
97
Página
tan débil? ¿Me estoy enfermando? No. Había tenido un montón de resfriados
y gripes. Esto no se sentía como nada de eso.

Max gimió, apoyando su cabeza en mi pecho, dándole a mi cuello unos


lametones suaves.

—Hola chico —susurré, tratando de levantar mi mano para rascarle la cabeza.

El reloj indicaba el mediodía. Había dormido hasta tarde. De nuevo. Obligué a


mi cuerpo sentarse, luchando contra el impulso irresistible de acurrucarme de
nuevo bajo las sábanas. No podría hacer eso. Sofie me necesitaba. Gimiendo
fuertemente, arrastré el cómodo edredón fuera de mi cuerpo y di a mis ojos un
buen masaje con las palmas de mis manos para ayudarlos a enfocarse.

Huh... Lo último que recordaba era estar acostada en ese magnífico vestido de
satén verde. ¿Cuándo me puse estas ropas viejas?
98
Página
¿Loca?
Traducido por Jessy y martinafab

Corregido por Jo

M
e tambaleé hacia el baño aturdida, con mis ojos apenas
entreabiertos. Ignorando la misteriosa ropa sin volver a pensar en
ello, me metí a la ducha. Intencionalmente gire el grifo a fría y
dejé que el agua helada corriera por mi cuerpo hasta que estaba bordeando lo
tortuoso, con la esperanza de que me despertara. Ayudó, levemente.

Buscando a tientas el grifo, apoyé la frente contra el azulejo, deleitándome con


el calor, a la espera de volver a la vida.

Mi hombro comenzó a picar. Mirando hacia abajo a un considerable rasguño


en mi hombro, me estremecí. ¿Dónde me hice eso? Me pregunte,
estrujándome el cerebro.

La cueva.

Caden.

El ataque.

Me golpeó como un tren a exceso de velocidad, una ola de reconocimiento de


todo lo de la noche anterior repentinamente llegó a mi cabeza a la vez, una
avalancha de recuerdos abrumadores.

Aparte la puerta de vidrio y tropecé al salir de la ducha, cayendo al frío suelo


de baldosas antes de que la debilidad me hiciera caer.

Pero, eso había sido un sueño.


99
Página
El ataque.

Mi mano temblaba mientras la extendía para alcanzar mi garganta. Sentí las


heridas tan pronto como las yemas de mis dedos rozaron el área. Reuní el
valor para levantarme y enfrentar el espejo, de forma inmediata divise dos
marcas circulares distintivas en mi yugular.

Marcas de mordidas.

Miré fijamente mi reflejo como si esperara que me hablaran, para


proporcionar alguna explicación razonable, algo además de lo obvio.

Que había perdido la cabeza.

Tenía que haber una explicación razonable. Mi cerebro se agitó


frenéticamente, en busca de un hilo de lógica al que sujetarme . Tal vez me
cambie antes de ir a la cama anoche y simplemente no lo recuerdo. Me golpeé
la cabeza en el poste de la cama, después de todo. Podía tener amnesia. Que
hubiera incorporado esa ropa vieja en mi sueño era coincidencia. Aunque, no
sabía de dónde provenía la ropa. Leonardo no me habría comprado esto. Una
de las criadas debe haber dejado accidentalmente su ropa para la colada en mi
habitación.

Qué pasa con el rasguño en mi hombro, ¿cómo puedo explicar eso? Debo
haber golpeado mi hombro con algo en medio de la noche. Quizás estaba de
camino al baño. Eso pudo hacerlo. ¿Y las marcas de mordedura en mi cuello?
Max debe haberme mordido. Él tiene colmillos. Sabía que el perro era extraño,
pero ¿por qué me mordería? ¿Por qué alguien me mordería?

Un vampiro me mordería…

Un tornado de explicaciones se arremolinaron dentro de mi cabeza, ninguna


de ellas plausibles, todas ellas creando más preguntas que explicaciones.

Un truco. Quizás esta es una broma. Un juego. Vampiros. Vampiros y juegos .


Los gritos de Sofie del otro día resonaron en mi memoria. ¿Crees que este es
otro de tus juegos? le había dicho a Viggo.
100
Página
Mis ojos se abrieron de pronto cuando sume dos más dos. ¿Podían estar
drogándome y dejándome afuera en la calle, en Central Park? Caden, Amelie,
y los demás podrían ser actores contratados. Eso explicaría sus apariencias de
estrellas de cine y sus uñas perfectas y su cabello bien cuidado. Viggo y
Mortimer tenían más dinero del suficiente para llevarlo a cabo. Y habían
estado muy interesados en escuchar sobre mi “sueño” ayer por la noche.

Aunque considerar esto como una posibilidad rayaba lo insano, estaba


apegándome más a la idea por el momento.

Sí. Tenía sentido. Explicaba porque perdía y recuperaba el conocimiento tan a


menudo. Sin ser normalmente alguien que se desmayara, últimamente estaba
inconsciente todo el tiempo. Ser drogada podía hacer eso, ¿o no?

Para el momento en que me vestí —en un jersey de cuello para ocultar las
marcas de mordidas— estaba convencida de que tenía que hacer algunas
investigaciones. No podía acusarlos sin pruebas concretas.

Si tan solo pudiera correr por la calle hacia el parque, tal vez podría
encontrarlo.

Me abrí paso a través de las puertas dobles hacia el atrio para presenciar a
Sofie dándole una feroz cachetada a Mortimer en la mejilla.

—¡Evangeline! Ahí estas —dijo Sofie, dándose la vuelta para sonreírme como
si todo estuviera bien.

¿Qué estaba pasando entre estos dos?

—Evangeline. —Saludó Mortimer con una voz ronca antes de girar sobre sus
talones y caminar a paso rápido hacia la estatua.

Viggo se sentó en la mesa del bar a su lado, leyendo tranquilamente un


periódico. Levantó la vista.
101
Página
—¡Ahí estas! Ven, Evangeline.

Prácticamente corrí por el camino hacia ellos, hasta que me di cuenta de lo


que estaba haciendo y deliberadamente desaceleré el paso. ¿Y si ellos no
tenían nada que ver con esto? Quizás estaba todo en mi cabeza. ¿Es así como
se siente un paranoide esquizofrénico?

Una expresión misteriosa cruzo el rostro de Mortimer.

—¿Te sientes bien?

Mi estómago se apretó.

—Sí. ¿Por qué? —mentí tan calmadamente como pude.

—Te ves tensa. Y tu rostro está mucho más pálido que de costumbre —sus
ojos se dirigieron a Max, entrecerrando los ojos con suspicacia.

—Oh, no, estoy bien. Solo cansada. Debe ser por toda la emoción de ayer —
dije, tratando de hacer que mi voz sonara lo más ligera posible. Salió
estrangulada.

—¿Cómo has dormido? —preguntó Viggo desde detrás de su periódico.

Hice una pausa por un momento, en busca de una respuesta estándar.

—Como un bebé. —Mentira número dos.

—¿No has tenido sueños extraños de nuevo? —preguntó, su atención todavía


medio enterrada en su periódico. Parecía indiferente hoy. ¿Podría estar
fingiendo indiferencia?

—Nop. —Me dolían las manos. Miré hacia abajo para verlas apretadas en
puños a mis lados, tan fuerte que mis nudillos se habían vuelto blancos. Las
obligué a relajarse, mis dedos desenrollándose dolorosamente, como si
estuvieran tullidos.

—Bueno, entonces estás bien descansada —dijo Viggo.

¿Pueden saber que estoy mintiendo? Me pregunté. Ambos parecían más


aburridos que delincuentes en un despertar elaborado.
102
Página
Los tacones de Sofie sonaron contra los adoquines detrás de mí mientras se
acercaba.

—Tengo algunos asuntos que atender y voy a estar fuera por la tarde. Lamento
dejarte sola.

Perfecto.

—Está bien. Estaba pensando que podía dar un paseo con Max en el parque.

La risa barítono de Mortimer llenó el atrio.

—Maximus no es el tipo de perro que sacas a pasear —dijo, sacudiendo la


cabeza, divertido.

—Además —añadió Viggo—, se supone que hay una protesta afuera, y esos
fanáticos son conocidos por ponerse violentos. No quieres meterte con ellos.
Es mejor que te quedes aquí. Hay mucho que hacer, querida—Leonardo puede
mostrarte los alrededores. Tenemos una preciosa piscina cubierta y sala de
juegos, así como una sauna, un gimnasio, un cine—lo que sea que te guste. Y si
no lo tenemos, Leonardo lo conseguirá.

Asentí con la cabeza. Maldita sea. Arruinada estaba mi misión de


reconocimiento. ¿De qué otro modo puedo reunir algo de información?

Internet.

—¿Por casualidad no tendrás un ordenador que pueda usar? —pregunté


educadamente. Por favor, no preguntes por qué.

—¡Por supuesto! Maximus, por favor muéstrale a Evangeline el camino a mi


estudio —le ordenó Viggo, seguro de que el perro gigante lo entendía
perfectamente. Se puso de pie, doblando su periódico bajo el brazo—.
Tenemos algunas cosas que atender. Nos vemos más tarde. —Él movió la
cabeza hacia Mortimer y se dirigieron hacia la casa.

Mortimer se detuvo.

—Sofie, ¿vienes? ¿Ahora?


103
Página
Ella vaciló, su mandíbula apretándose.

—Hasta luego, Evangeline. —Los siguió, desapareciendo por las puertas rojas.

Me quedé de pie a solas con cuatro perros gigantes, sintiéndome menos segura
sobre mi teoría de la conspiración.

Diez minutos después estaba en el estudio luminoso de Viggo, una habitación


del segundo piso con vistas a la calle a través de las ventanas enrejadas. Me
asomé. No había signos de manifestaciones.

Sentándome en la silla de oficina de cuero de gran tamaño, puse en marcha mi


investigación. Primero, busqué en Google Viggo y Mortimer. No tenía sus
apellidos pero imaginé que, dada su inmensa fortuna y la ubicación de alto
perfil, tenía que haber alguna información en un "Viggo y Mortimer", un
negocio exitoso, una generosa donación, cualquier cosa.

No encontré nada relevante, ni un artículo sobre la afluente pareja de Nueva


York, ninguna mención de Viggo a través de sus vínculos con el juego. Era
como si no existieran. Eso no era posible. Todo el que era alguien existía en el
mundo cibernético.

Extraño.

Cambié mi concentración a Central Park, el lugar perfecto para su juego,


estando cerca y enorme. Buscando la página web del parque, encontré un
montón de anuncios de las estatuas, pero nada específico de la mujer blanca. Y
no había cuevas. Tenía que ser en ese parque, sin embargo.

—¡Maldita sea! —Me eché hacia atrás, con las manos cerradas detrás de mi
cabeza. Debo estar haciendo esto mal. No estaba llegando a ningún lado,
encerrada en este palacio.

Max se inclinó hacia delante y golpeó su nariz húmeda gigantesca contra mi


brazo.

—¿Sabes lo que está pasando aquí? —pregunté. Él gimió en respuesta. Suspiré,


rascándole tóscamente detrás de la oreja—. Lo siento, no hablo canino, Max.
104
Página
Masticando mi labio inferior, consideré mis opciones. O la falta de ellas.

—¿Cuán aterradores podrían ser esos manifestantes? —Alcancé de nuevo el


teclado, tecleando "manifestantes" y "Manhattan" y "octubre". El primer
resultado de la búsqueda mostró una imagen de unos ancianos de cabello gris
con andadores y pancartas exigiendo reforma en la atención a la salud—. ¡Oh,
vamos! ¿Ellos? ¿En serio? —exclamé. No tenía ningún sentido. Recorrí los
próximos cinco o seis resultados y no encontré nada que se ajustara al perfil de
manifestante fanático.

Y entonces me golpeó. Tal vez esto era parte del juego, mantenerme encerrada
en su fortaleza así no podría salir y descubrir su trama. Era una idea
perturbadora, pero tenía más sentido que un montón de maniáticos geriátricos
poniéndose violentos por medicamentos más baratos.

No tenía opción. Tenía que escapar.

Corriendo a mi habitación para coger mi chaqueta, guantes y bolso —y


rezando para que nadie me viera— me convencí de que estaba haciendo lo
responsable al escaparme. Si todo esto era un gran juego, estaría libre de esos
lunáticos. Si no lo era y yo estaba alucinando, entonces tenía problemas más
grandes que los manifestantes. Sólo tenía que salir sin que nadie me notara.
Era algo bueno que este lugar fuera del tamaño de un centro comercial.

—¡Evangeline! Ahí estás —gritó Leonardo cuando entré en el atrio. Sus


ancianos ojos se centraron en mi abrigo.

Atrapada.

—Tenía frío —mentí.

—Puedo bajar la temperatura arriba, si lo deseas.

—No, está bien. Estoy bien ahora.

Él asintió con la cabeza.

—Está bien. Bueno, ¿quieres que ponga una película para ti en el cine? O
quizás tengas hambre. Podríamos ver qué tiene Martha en la cocina.
105
Página
—Creo que tal vez voy a sentarme aquí un rato —le dije.

—Genial. Por qué no tomamos un asiento por aquí —sugirió, en dirección a la


mesa de restaurante.

Leonardo no iba a ninguna parte. A él, obviamente, se le asignó el deber de


niñera. Sacó una silla para mí que yo acepté, sonriendo cortésmente. Nos
sentamos uno frente al otro en un incómodo silencio.

Decidí que también podía conseguir algo de información de él.

—¿Sobre qué está peleando Sofie con Viggo y Mortimer?

Leonardo levantó la mano para inspeccionarse las uñas.

—¿Ah? Yo no sabía que estaban peleando.

—Bueno... antes vi a Sofie golpear a Mortimer. Y ayer, los gritos...

—Hmmm. Estoy seguro que no es nada. —Él me sonrió cálidamente.

Eso lo confirmó. O estaba senil o cubriendo a sus empleadores.

Más silencio incómodo.

—Pareces inquieta. ¿Está todo bien? —Leonardo preguntó finalmente,


mirando mis manos, que estaban rasgueando agresivamente la mesa.

No, no todo está bien. Usted está obstaculizando mi investigación. ¿Cómo iba
a escapar?

—No me siento bien —solté, una idea precipitándose en mi cerebro.

—Oh. ¿Quieres un poco de Tylenol? —Se puso de pie.

—El Tylenol no me sienta bien al estómago —mentí.

—Bueno, estoy seguro de que una de las criadas tiene algo de Advil o Aspirina
—ofreció Leonardo.

Negué con la cabeza, estancándome.

—No... lo que realmente necesito es... Midol.


106
Página
—¿Qué es eso?

—Um... es para... problemas femeninos. —Mis mejillas se calentaron.

—Oh. Hmm... Está bien —dijo Leonardo, sus ojos cayendo a los adoquines—.
Voy a preguntarle a las criadas. —Se dirigió hacia la puerta roja, moviéndose
más lentamente de lo habitual. Yo sospechaba que no iría a la carrera para
cumplir ese pedido, un caballero anciano pidiéndoles a las jóvenes sirvientas
píldoras para el SM.

—Lo siento, Leonardo —susurré, luego obligué a la maldad de mi engaño


apartarse para correr hacia la puerta. Me acordé de una puerta sólida de
aspecto imponente junto a la entrada de coches. Tenía que ser la salida a la
calle, a pesar de que parecía más apropiada para la bóveda de un banco. Estoy
segura de que necesitaban la mejor seguridad aquí, con todos sus fajos de
billetes por ahí.

Si sólo pudiera llegar a ella antes de que alguien salga... Estaba a veinte metros
de la puerta cuando el cuerpo negro masivo de Max apareció delante de ella,
los otros perros le flanqueaban para crear una barrera formidable. Un gruñido
de advertencia retumbó en la garganta de Max mientras me acercaba. Era
profundo y amenazante y si no hubiera desarrollado ya un cierto nivel de
confianza y cariño por este perro, probablemente habría caído muerta de
terror en ese mismo momento.

Viré hacia la derecha, tratando de escabullirme alrededor de la pared canina.


Todos ellos movieron sus cuerpos, bloqueando mi camino.

—¿Max? ¿Qué estás haciendo? Tengo que salir —susurré, mirando


ansiosamente por encima del hombro hacia donde estaba Leonardo.

Max se quejó.

¿Por qué ellos harían esto? A menos que...

—Max, ¿te ordenaron que me mantuvieras aquí?


107
Página
Otro quejido y una inclinación de cabeza, como si estuviera asintiendo. Sí,
estaba claro que lo habían hecho. Estaba encerrada. Leonardo era el alcaide y
estos perros eran los guardias.

Tenía que salir, y rápidamente, pero con más de mil kilos de músculo feroz
formando una barricada, esto iba a ser complicado. Necesitaba una distracción.
¿Qué distraería a un perro? Algo que perseguir.

—¡Miren! ¡Un gatito, por allí! ¡Vayan a buscarlo! —susurré con entusiasmo,
señalando al otro lado del atrio.

Ninguno de ellos se movió. Sus ojos ni siquiera se movieron.

—Cierto. Son más inteligentes que eso. Se me olvidó —murmuré.

Fui hacia delante y empujé contra Max. Nada. Me incliné, poniendo todos mis
cincuenta y cinco y pico kilos contra él. Era como tratar de mover una pared
de hormigón. Gruñí frustrada. Estos perros estaban mejor entrenados que
Jake, el único perro que realmente alguna vez había conocido. Él único
propósito de ese golden retriever en la vida era perseguir su cola y tratar de
robar carne descongelada de la encimera.

Una idea me golpeó, una desesperada. Corrí por las escaleras y hacia la casa,
en dirección a la cocina. Por suerte no estaba demasiado lejos del atrio así que
me pareció bastante fácil por mi cuenta.

Magda estaba cortando verduras cuando entré.

—Hola, Magda —grité alegremente, tratando de no despertar sospechas. Miró


hacia arriba para reconocerme con un gesto cortés, y luego regresó su atención
a sus zanahorias—. Sólo voy a tomar un aperitivo —le dije, dirigiéndome
casualmente hacia la nevera de tamaño comercial. Ella asintió de nuevo y sin
levantar la vista, probablemente sin tener idea de lo que había dicho. Eso
estaba bien conmigo.

Tiré de las puertas. ¡Bingo! Carne. Y no fue difícil de encontrar, teniendo en


cuenta que todo un lado de la nevera estaba equipada de ella. ¿Por qué
necesitaban tanta? No importa, me decidí, estirándome para agarrar una bolsa
108
Página
de cerrada antes de mirar a escondidas al otro lado de la puerta. Ahora Madga
estaba atendiendo una olla a fuego lento, de espaldas a mí. Cerré la puerta de
la nevera silenciosamente y me apresuré a salir antes de que pudiera darse la
vuelta. Tendría dificultades para explicar lo que estaba haciendo con ocho
filetes crudos en cualquier idioma.

Cuando regresé al atrio, Max y los otros estaban todavía de pie en la misma
posición que antes, como estatuas. Afortunadamente Leonardo no había
regresado todavía. Esto tiene que funcionar.

—¡Miren lo que encontré para ustedes! —exclamé, sosteniendo la bolsa de


carne sanguinolenta. No creía que les importara que estuviera cruda. Jake
nunca había sido demasiado exigente.

Esta vez mi método de distracción funcionó. Por desgracia, un poco demasiado


bien. Los cuatro perros estallaron en un coro de gruñidos feroces y profundos,
revelando afilados colmillos mucho más pronunciados de lo que recordaba.
Los músculos ondularon con tensión a medida que comenzaron a pisar fuerte
y patear el suelo con sus garras ganchudas, claramente debatiendo entre
permanecer en sus posiciones y brincar.

La bolsa cayó de mi mano, derramando sangre en los adoquines mientras yo


me arrastraba hacia atrás, aterrada. Brillante idea, Evangeline. Olvídate de los
manifestantes. Leonardo va a volver para encontrar tu cuerpo destrozado en el
atrio. Y entonces él va a tener un ataque al corazón y morirá.

Trabé los ojos con Max, suplicando su silencio. Parecía funcionar, cuando se
sentó, sus feroces gruñidos pasando a bufidos.

Los otros tres todavía se centraban en la carne cruda y tenían espuma en la


boca. Max dejó escapar un gruñido feroz y, volviéndose, espetó el perro a su
izquierda, sus dientes desgarrando un trozo de la oreja del perro. Con un grito,
los tres perros se endurecieron inmediatamente, reanudando la guardia. La
carne instantáneamente olvidada.

Di un paso adelante con cautela, decidiendo que mi último esfuerzo sería una
muestra de confianza.
109
Página
—Está bien, Max, estás conmigo o contra mí. ¡Tú eliges! —Le ordené con
tanta convicción que pude reunir, diciendo—: Nunca olvidaré este momento.
—Por si acaso.

Esos ojos amarillos perceptivos miraban los míos como si juzgaran la verdad de
mis palabras. Nos quedamos congelados de esa forma—los ojos en un punto
muerto—por tanto tiempo que yo estaba dispuesta a darme por vencida.
Entonces Max cubrió de repente mi mejilla con un lametazo. Se hizo a un
lado, permitiéndome un pequeño espacio para que yo pasara.

Di un grito ahogado.

—¡Gracias! —Plantando un rápido beso en su hocico, pasé precipitada,


dispuesta a tirar de la puerta.

Hasta que vi el teclado.

—¡Maldita sea! —Grité, golpeando una vez la puerta. Las lágrimas brotaron de
mis ojos cuando la derrota me invadió. No había manera de salir. Yo estaba en
Alcatraz.

Seis... dos... uno... una voz profunda y lejana susurró. Reconocí la voz del otro
día. Sólo que esta vez estaba hablando en números. Siete números,
repitiéndose una y otra vez.

En un impulso, marqué los números en el teclado. Mis ojos se abrieron en


estado de shock cuando escuché la liberación del bloqueo. ¿Cómo?

No importaba en estos momentos. Yo era libre.


110
Página
Reconocimiento
Traducido por AariS

Corregido por flochi

E
studié la multitud de gente mientras cruzaba la Quinta avenida. No
había una sola persona que pudiera ser confundida alguna vez como
un manifestante. Eso parecía favorecer mi teoría de conspiración.

Pasé a través de una de las puertas del parque y me detuve para abarcar los
jardines y senderos del famoso punto destacado, exhalando pesadamente. ¿Por
dónde empezar? El aroma de un carrito de perritos calientes flotó en mi
dirección. Mi estómago gruñó. Empezar con el almuerzo.

Con un perrito de treinta centímetros y Coca-cola en mano, descubrí un


banco del parque y cautelosamente me senté, recordando los afilados asientos
de metal de los bancos alrededor del fuego la noche anterior. El asiento de
madera de este banco estaba intacto, definitivamente no era uno de sus
accesorios. Eché un vistazo a los otros bancos en el área para confirmar que
todos sus asientos eran también de madera. Soy como Nancy Drew, pensé con
orgullo mientras tomaba un gran bocado de mi perrito caliente. Una gota de
mostaza goteó sobre mi regazo. Una versión desaliñada.

No pude evitar sino sentir desaliento, sentada allí. No se sentía como el mismo
bosque. No recordaba follaje otoñal. Pero había estado oscuro y, si me estaban
drogando, no podía confiar en mis instintos, racionalicé. Sin embargo, algo no
tenía sentido.

Examiné a la gente apresurándose a lo largo de los varios senderos y veredas a


mi alrededor, esperando captar a una rubia alegre pasando deprisa. O mejor
111

aún, a Caden. Mi corazón comenzó a acelerarse ante el pensamiento.


Página
Estaba soleado pero había unas pocas ráfagas de viento, suficiente para
justificar una chaqueta gruesa y guantes. Mis manos, sin guantes mientras
sostenía mi desordenado almuerzo, se estaban volviendo rojas.

—Tanta gente alrededor, todos con prisa, ¿no? —Una pequeña mujer entrada
en años con un chaquetón de lana azul remarcó mientras se acomodaba
lentamente junto a mí en el banco, con una bolsa de pan seco en sus frágiles y
arrugadas manos.

Le sonreí educadamente.

—La gente prefiere el clima cálido.

—¿Y tú? ¿Qué estás haciendo fuera en un día como éste? —preguntó,
volviéndose para mirarme a la cara mientras tranquilamente arrojaba unos
cuantos trozos de pan a algunas palomas que esperaban con impaciencia.
Tenía que estar a finales de los ochenta, a juzgar por su muy arrugado rostro y
su pelo blanco crudo y rizado cortado por encima de los hombros.
Curiosamente, sin embargo, sus ojos no estaban ni nublados ni insulsos por la
edad sino de un intenso color avellana, moteados con manchas verde oscuro.

Buscando pruebas de que he sido drogada y dejada en Central Park por la


noche, respondí mentalmente. Probablemente se desplomaría muerta si
compartiera eso.

—Oh, sólo disfrutando de las vistas. Estoy de visita desde Maine —dije en su
lugar, tomando un gran sorbo de refresco a través de mi pajita.

—Oh, no es eso encantador —contestó. Una típica respuesta de señora mayor.

Pasamos los siguientes veinte minutos charlando distraídamente sobre las


diferencias entre Portland y Nueva York mientras la señora mayor alimentaba
a los hambrientos pájaros y yo terminaba mi almuerzo. Era de un tipo dulce,
de abuela, con ganas de divagar sobre sus diez nietos y tres biznietos.

Con los últimos trozos de pan devorados por los carroñeros, se levantó.

—Bueno, fue un placer conocerte…


112
Página
—Evangeline.

—Evangeline. Qué nombre tan encantador. Evangeline, tengo que irme a casa
ahora. Hace mucho frío aquí fuera para estos viejos huesos.

—Adiós —dije, sonriendo.

—¿Te vas a casa ahora también?

—Sí, probablemente —dije, arrugando la envoltura de mi perrito caliente—.


No creo que encuentre lo que estaba buscando.

—¿Oh? ¿Y qué era?

Dudé.

—Una estatua.

Ella hizo una pausa.

—¿Alguna en particular, querida? —preguntó, entrecerrando los ojos


inquisitivamente.

Le describí en detalle a la mujer blanca. Aquellos inusuales ojos avellana se


ampliaron.

—¡Sí! Sé de la que estás hablando. Simplemente toma los senderos a través del
Jardín de Shakespeare y la encontrarás.

—¿En serio? ¡Gracias! —dije, sintiendo una mezcla de angustia y alivio.

Con eso, se fue arrastrando los pies, moviéndose sorprendentemente rápido


para una señora tan mayor.

Seguí sus indicaciones y pronto me encontré profundamente dentro del


parque, rodeada por árboles de todas las variedades, sus hojas volviéndose de
los colores del otoño. Estaba sorprendida de lo boscoso y tranquilo que estaba
con el bullicio de la ciudad tan cerca. Todavía no se veía como en mi sueño,
pero…
113
Página
Caminé sin parar, buscando. Me pregunté si Leonardo había descubierto ya
que me había escapado. Esperaba que no estuviera muy preocupado. Si sólo
pudiera encontrar esta estatua pronto, tendría la prueba que necesito, pensé.
Tiene que estar por aquí en algún lugar.

Hojas crujieron, paralizándome. Mi cabeza giró hacia el ruido y vi a un


fornido hombre de rostro redondo paseando a un desaliñado chucho gris de
tamaño mediano. Tenía el pelo entrecano muy bien peinado y un pulcro
bigote, y estaba bien vestido con un abrigo de tweed azul y un gorro de lana
de tela escocesa a juego. Un caballero de apariencia perfectamente respetable,
concluí, relajada.

Las patas delanteras del perro estaban prácticamente fuera del suelo mientras
empujaba a su dueño hacia mí. Cuando me alcanzó, el chucho olfateó la
pernera de mi pantalón, dejó salir un gruñido bajo, y luego se abalanzó hacia
arriba, queriendo morder mi brazo.

—¡Badger! ¡Siéntate! —gritó el hombre, tirando hacia atrás del perro


rápidamente, antes de que sus colmillos pudieran hundirse en mi piel. Badger
se sentó sobre sus patas traseras.

Si tan sólo Max estuviera aquí, pensé con rencor, mirándole desde arriba.
Estarías temblando sobre tus peludas patas.

—Me disculpo, señorita. Badger tiene problemas con otros perros. Debe haber
captado el olor de uno en su ropa. Está buscándose ir a terapia —bromeó el
hombre con voz amable, palmeando la cabeza del perro. Noté un pequeño
tatuaje de una cruz angulada en la parte carnosa de su pulgar.

Me reí junto con él, manteniendo un ojo en la fea cara del chucho.

—¿Está perdida? Parece perdida —indagó.

—Oh, estoy buscando una estatua que se supone que está por aquí… —
Describí la estatua, esperando que pudiera redirigirme.

—Oh sí. Por aquí —dijo el hombre, sonriendo mientras comenzaba a moverse
fuera del camino.
114
Página
¡Es verdad! No había habido un camino anoche. Eso, lo recordaría. Lo seguí
con renovado entusiasmo.

—¿Es una turista? —preguntó.

—¿Es tan obvio? —dije, con una risilla sofocada.

—¿Qué la trajo a la ciudad? —preguntó, desviándose a un área más


densamente arbolada.

—Visitando a unos amigos. —Amigos que pagaron a alguien para morderme y


hacerme creer que estoy loca.

Sostuvo una rama hacia atrás para que yo pasara.

—Amigos… hmm… ¿Y ha conocido a esos amigos durante mucho tiempo?

—No. —Fruncí el ceño. ¿Por qué preguntaría eso?

—¿Pero los está visitando? —Sus ojos se lanzaron hacia nuestra izquierda,
como si estuviera buscando algo. O a alguien.

Campanas de advertencia comenzaron a sonar en mi cabeza. Sal de aquí.

—Gracias por su ayuda. Creo que tengo que volver a casa —chillé.

Era demasiado tarde, me di cuenta, cuando me di la vuelta para ver a dos


hombres desaliñados cerrando el paso detrás de mí, uno de ellos sosteniendo
un arma.
115
Página
Atacada
Traducido por AariS y Brendy Eris

Corregido por Simoriah

L
os dos matones me sonrieron torcidamente, uno de ellos revelando un
diente marrón. Una bonita y joven mujer de rostro redondo de unos
veinticinco años, con cabello castaño hasta los hombros y mejillas
sonrosadas, salió de detrás de ellos.

Sudor frío goteó por mi espalda mientras el pánico se establecía. ¡Soy tan
idiota! Estaba atrapada y era mi culpa. Era esa estúpida y crédula chica de
Maine, vagando por Central Park. Un gran y brillante blanco para cualquier
delincuente. Mis ojos se movieron alrededor, buscando frenéticamente una
ruta de escape. No había ninguna. Ya fuera por una bala voladora o un chucho
volador, sería detenida.

Tragué.

—Tengo dinero. Un montón de dinero. Tomen, pueden tenerlo todo —dije


con voz trémula, empujando mi bolso hacia adelante.

Nadie hizo ningún movimiento hacia él.

—Evangeline, ¿correcto? —preguntó el hombre con el perro.

Un escalofrío corrió por mi columna mientras repasaba nuestra breve


conversación en mi cabeza. No le había dado mi nombre, ¿verdad?

Él rio entre dientes.


116
Página
—Realmente deberías ser más cuidadosa, compartiendo información con
extraños. Incluso con dulces señoras mayores. Las apariencias pueden ser
engañosas. —Su sonrisa envió un escalofrío a través de mí.

Me las arreglé para emitir un pequeño jadeo, sorprendida de que la señora que
alimentaba a los pájaros pudiera estar confabulada con ellos.

—Cuando vimos que dejaste la casa de las sanguijuelas sola, estuvimos


intrigados. Así que te seguimos aquí. —Permanecí en silencio, pero mi
desconcierto ante como se refería a Viggo y Mortimer como “sanguijuelas”
debe haber sido evidente, porque el hombre del rostro redondo levantó una
ceja—. Así que te han ocultado su secreto… interesante. Son muy buenos en
eso, ¿verdad? Y no hay muchos signos reveladores como las historias te harían
creer. —Hizo una pausa—. No puedo creer que te permitieran salir por tu
cuenta, sin embargo… ¿Por qué estás con ellos?

Tragué con fuerza varias veces, luchando para formar palabras.

—Sólo estoy de visita… no sé qué han hecho para molestarlos, pero no tengo
nada que ver con ello —dije temblorosa.

—Por el contrario, creemos que tienes todo que ver con ello —intervino la
mujer, su voz fría y desapegada—. Estás aquí con Sofie, ¿verdad?

Parpadeé. ¿Cómo saben tanto?

La mujer cerró la distancia entre nosotras. Aquellos ojos… ojos color avellana
con manchas verde oscuro, como los ojos de la anciana. Debe ser una
nieta. Un equipo criminal de abuela-nieta; ésa tenía que ser la primera vez.

La mujer se paseó alrededor de mí lentamente, como un gato rodeando a su


presa.

—Eres humana; de otra forma yo lo sabría.

Luché duramente para contener las lágrimas.

—No sé de qué está hablando.


117
Página
—Quizás no; no me sorprendería que Sofie no te informara de sus planes para
ti. Es astuta, ésa —musitó. Sus ojos se clavaron en mi colgante y se estiró, pero
su mano flotó sobre la piedra, sin tocarla—. Increíble —murmuró. Su boca se
torció en una sonrisa de comprensión—. ¿Sabes lo que te ha hecho?

Noté sus ojos ir brevemente hacia los arbustos; se estrecharon


sospechosamente, y comenzó a retroceder.

—Lo siento mucho, si eres de hecho inocente —dijo apurada, asintiendo hacia
el hombre con el arma.

Él respondió levantando el arma para apuntar a mi pecho.

Oí el clic del gatillo.

Una vez, me había preguntado cómo se sentiría una bala, desgarrando mi


carne y órganos. Esperaba que implicara una considerable cantidad de dolor.
No esperaba que el impacto enviara mi cuerpo volando como si me golpeara
un tren.

Pero así fue. Lo siguiente que supe, estaba tendida de espaldas a cierta
distancia, con un aplastante peso en el pecho. La bala debió haber perforado
mi pulmón porque no podía inhalar. Así es como debe sentirse ahogarte en tu
propia sangre. Esperaba que no tomara demasiado tiempo. Era doloroso.

Estaba tendida en un colchón de hojas quebradizas, contemplando el cielo


nublado mientras hacía las paces con Dios, cuando la opresión en mi pecho
comenzó a disminuir. Descubrí que podía inhalar de nuevo; inhalaciones
pequeñas al principio, luego cada vez más normales. Quizás estaría bien. Si
podía llegar a un hospital. Si podía salir de aquí.

Cerré los ojos y permanecí inmóvil, simulando estar muerta hasta que estuve
segura de que se habían ido.

Una húmeda nariz presionó contra mi mejilla. Badger, asegurándose de si ya


estoy muerta. Ese chucho seguramente me delataría, caí en la cuenta,
luchando contra el pánico. Mantuve mis ojos cerrados, tratando de calmarme.
118
Página
Otro empujoncito más enérgico contra mi mejilla; seguido por un gimoteo
familiar. Me atreví a echar un vistazo a través de un ojo para ver el gran
hocico de Max. Estaba tumbado junto a mí. Otros tres enormes cuerpos negros
nos rodeaban, en guardia. Aspiré un gran suspiro de alivio. Los perros debían
haber ahuyentado a todo el mundo.

—¡Oh, gracias, Max! —Apoyándome en un codo, estiré la mano para acariciar


el hombro de Max. Sentí algo cálido y resbaladizo. Retiré mi mano, jadeando
cuando vi la sangre.

Examinando el pelaje de Max, encontré el diminuto agujero donde una bala


había entrado. La bala que estaba destinada a mí, me di cuenta entonces,
revisando mi pecho para ver que estaba ilesa. Bueno, casi ilesa. Max olfateó mi
mano izquierda, gruñendo. Estaba cubierta con mi propia sangre procedente
de un gran tajo a través de mi palma. Debí habérmela cortado con una roca
cuando caí. Cuando Max se estrelló contra mí para tomar la bala.

—No tengo ni idea de cómo me encontraron, pero salgamos de aquí antes de


que vuelvan —susurré, poniéndome de pie tambaleante.

Mi estómago se sacudió.

Nadie se había ido.

Ellos no se irían a ninguna parte, excepto en bolsas para cadáveres.

Partes de cuerpo estaban esparcidas por todas partes, cabezas prácticamente


decapitadas, cuellos desgarrados. Y sangre; piscinas de ella. Tanta sangre que
manchaba el suelo del bosque de un brillante carmesí. Divisé la cabeza de
Badger situada a un metro de mí, sus ojos sin vida mirando al cielo con una
expresión vacía, la lengua afuera. Su cuerpo no estaba a la vista.

Los árboles comenzaron a girar alrededor de mí. Estaba inconsciente antes de


que mi cuerpo golpeara el suelo.
119
Página
Sentada en el sofá de cuero en la biblioteca, miré en silencio como una
diminuta anciana limpiaba y suturaba la herida de siete centímetros en la
palma de mi mano con experta precisión, sus delgados dedos tejiendo la aguja
dentro y fuera de mi carne. Debería haber sido doloroso. En cambio, no sentí
nada.

Recuerdo haberme agitado una sola vez después de ver los cadáveres, para
encontrarme acunada en los suaves brazos de Leonardo. Cuando volví en mí
otra vez, yacía en una sábana en el piso de madera en la biblioteca de Viggo y
Mortimer, con una doncella cerniéndose sobre mí con un conjunto de ropa
libre de sangre, decidida a que me quitara la mía inmediatamente. Una vez
cambiada, la vi tirar la ropa manchada y la sabana en la chimenea encendida.
Un poco dramático, en mi opinión, pero la ropa estaba arruinada así que no
importaba.

El reloj del abuelo sonó. Eran las cuatro de la tarde.

—Leonardo, ¿dónde está todo el mundo? —pregunté.

—Estarán aquí pronto —respondió él con calma, colocando otro tronco en la


chimenea.

—¿Saben lo que sucedió?

Leonardo suspiró.

—Oh, sí... lo saben.

—¿Están enojados?

Sus cejas se arquearon severamente, pero no dijo nada. Yo tomaría eso como
un sí.

—¿Qué hay de Max? —Recordé de repente.


120
Página
Leonardo apartó la vista, frunciendo el ceño.

—El disparo del arma... le dispararon —expliqué.

Él abrió la boca para hablar, luego hizo una pausa para elegir sus palabras.

—Así que estabas consciente de eso. —Rio entre dientes—. No te preocupes


por ese bruto.

—¿Cómo me encontró?

—Necesitarás preguntarle a él —respondió Leonardo con una sonrisa llena de


secretos.

Mi ceño se frunció mientras trataba de darle sentido a eso. No pude.

—¿Cómo me encontraste tú?

—Muchas gracias por sus servicios —le dijo a la anciana cuando ella terminó
de envolver mi mano con gasa, haciendo caso omiso de mi pregunta.

En respuesta, ella empujó dos pequeñas píldoras azules, presumiblemente


analgésicos, en mi boca, y luego empacó sus instrumentos médicos y
desapareció sin decir una palabra

—Con suerte esos no te causarán malestar estomacal —murmuró Leonardo


con un dejo de fastidio, y me entregó un vaso de agua.

Aparté los ojos, sintiendo mi rostro calentarse.

Leonardo se puso de rodillas junto a mí y contempló la alfombra y los muebles


desde varios ángulos, con una botella de spray transparente y un trapo en la
mano. Luego comenzó a limpiar la zona de la operación.

—Déjame hacer eso —le ofrecí.

—Está bastante bien, Evangeline. Puedo ser viejo, pero no soy completamente
inútil.

—No, no quise decir… —tartamudeé—. Sólo pensé... que es mi sangre. Yo


debería limpiarla.
121
Página
—Bueno, esa es una manera muy cortes de mirar la situación, aunque no
sorprendente. Eres una joven muy amable, ¿no es así?

Sentí que me sonrojaba.

—Y tú no eres viejo.

—Sí, lo soy —respondió, riéndose entre dientes—. Setenta y ocho, para ser
exactos.

Pasaron algunos minutos.

—Eres muy meticuloso —observé.

Él no ofreció ninguna respuesta mientras luchaba por ponerse de pie.

—Leonardo... —comencé a decir vacilante.

—Llámame Leo si lo deseas. Leonardo es un trabalenguas.

—Está bien... Leo. —Una pregunta intrascendente de repente me vino a la


cabeza—. Oye, ¿por qué tienes un nombre italiano cuando eres tan...
británico?

Él rio entre dientes.

—Mi padre era italiano y yo crecí en Inglaterra.

—Oh.

—¿Ésa era tu pregunta incómoda?

Sacudí la cabeza.

—¿Debería estar preocupada por algo?

Él suspiró, me dio otra sonrisa extraña, luego fue a lanzar el trapo en la


chimenea. Sentí que ésa era la única respuesta que obtendría.

Mis ojos vagaron sin rumbo por la biblioteca, aterrizando en la pintura sobre
la repisa de la chimenea. En un colgante negro.

—¿Por qué la pintura de la hermana de Sofie está en la pared?


122
Página
—¿Haces tantas preguntas normalmente?

—Lo siento —murmuré, ruborizándome.

Leo rio entre dientes, mirando el retrato.

—Creo que ella era una compañera.

—Compañera... oh, ¿quieres decir novia?

Una sonrisa inusual apareció en el rostro de Leo.

—Sí, novia, ustedes los jóvenes la llamarían así.

Sonreí tímidamente.

—¿De quién?

Él frunció los labios.

—No lo sé, realmente.

—Entonces, ¿cuándo Viggo y Mortimer…? —Me detuve abruptamente.


¿Cuándo cambiaron de equipo? Dios, Evangeline. Ten un poco más de tacto.

—¿Cuándo Viggo y Mortimer qué? —insistió Leo.

Busqué las palabras adecuadas.

—¿Comenzaron su relación?

Él repitió la pregunta para sí, confundido. Luego, de repente, su rostro se


iluminó y estalló en carcajadas. Abrí los ojos muy grandes, sorprendida por la
inesperada reacción.

—Viggo y Mortimer no son pareja. Ni siquiera los llamaría amigos. Socios con
un común interés, podrías decir.

Luché para traducir sus palabras mientras él avivaba el fuego. Que viejo
mayordomo tan críptico.
123
Página
—Aunque supongo que puedo ver cómo alguien de afuera puede confundir su
relación —continuó—. Viven juntos, pasan todo el tiempo juntos y pelean
como un viejo matrimonio.

—¿Quiénes pelean como un viejo matrimonio? —retumbó una voz profunda.

Giré para ver a Viggo y a Mortimer entrando a la biblioteca. Pero, ¿dónde está
Max? Contuve la respiración, esperando que los perros trotaran detrás de ellos.
Nunca estaban demasiado lejos. Cuando ninguno de ellos lo hizo, mi estómago
se apretó un poco más. ¿Qué si la policía los tenía? Los destruirían por esa
masacre, incluso si lo habían hecho para salvar mi vida.

—¿Dónde está Max? —pregunté mientras los dos hombres asumían posiciones
frente a mí, los brazos cruzados sobre el pecho. El rostro de Viggo mostraba la
misma expresión plácida de costumbre. En marcado contraste, Mortimer
estaba preparado para lanzar dagas. No pude evitar encogerme de culpabilidad
en el sofá, sintiéndome menos como una adulta de dieciocho años de edad, y
más como una traviesa niña de seis años con necesidad de unas nalgadas.

—Ocupado —dijo Mortimer.

—¿Cómo está la mano? —preguntó Viggo, mirando mis vendas, una sonrisa
extraña en su rostro.

—Un poco dolorida.

Un silencio incómodo siguió.

—Entonces... ¿eran esos los manifestantes de los que me advirtieron? —


pregunté incómoda.

—Se podría decir —respondió Viggo.

Otra larga pausa.

—¿En cuántos problemas están los perros?

—En ninguno. Se han encargado de eso —respondió Viggo como si se tratara


de una pequeña factura que necesitara ser pagada.
124
Página
—¿Qué significa eso? —pregunté con cautela.

—Ha sido limpiado. No hay evidencia. No hay testigos.

Un escalofrío recorrió mi columna.

—Pero, fue a plena luz del día en un gran parque. Y hubo tanta sangre.

—¿Y…? —Viggo se encogió de hombros, indiferente.

—Y... —vacilé—. ¿No temes ser cómplice de asesinato? La policía lo


entendería, ¿verdad? ¿No sería más fácil reportarlo? —Me imaginé a un
equipo de SWAT a gran escala estrellándose a través de la puerta e
inmovilizándonos, gentil mayordomo anciano incluido, en el suelo.

—Habría sido más fácil si nos hubieras obedecido —respondió Mortimer a


través de los dientes apretados.

Me acurruqué más en el sofá.

—Mortimer, por favor —dijo Viggo, dando golpecitos al aire en un gesto


tranquilizador—. Estoy seguro de Evangeline tiene una excelente razón para
desafiarnos. —Su ceja alzada indicó que esperaba la explicación en ese mismo
momento.

¿Les digo la verdad? ¿Los acuso? No había conseguido pruebas con mi


aventura. Sólo más preguntas.

—¿Vas a explicar lo que hiciste, o te sentarás ahí y estarás incómoda toda la


tarde? —dijo Mortimer, tamborileando los dedos con fuerza contra una mesa.

—Bueno... no creí que estuviera desobedeciendo. Era sólo una sugerencia,


¿verdad? —contesté finalmente con voz mansa.

El puño de Mortimer cayó sobre la mesa, haciendo volar una lámpara y que yo
me encogiera.

La puerta de la biblioteca se abrió de golpe y cuatro gigantes cuerpos negros


entraron por ella. Los perros. En segundos rodearon el sofá donde estaba
sentada, el pelo erizado y gruñendo una advertencia a Mortimer.
125
Página
Si la pared de colmillos y espuma lo intimidaba, Mortimer no lo demostró;
miró a Max, luciendo listo para lanzarse él mismo.

Sofie entró corriendo a la habitación.

—Pensé que lo tenías bajo control. —La voz de Viggo era calma, pero sentí el
desprecio subyacente.

—Tú intenta controlar a la bestia. —Los ojos de ella se fijaron en mí. Dio
varios pasos rápidos hacia adelante y luego se quedó inmóvil, mirando
insegura a Viggo.

—Está bien, Max —dije, estirando la mano para acariciar su costado,


intentando calmarlo. Examiné su hombro buscando la herida. Nada. Debía
haberme confundido de lado. Revisé el otro hombro. Nada. Ninguna herida,
ninguna venda, nada de sangre seca. Arrugué el rostro. Sí, le habían disparado.
Lo recordaba—. Vi la herida de bala. Tu sangre estaba por todas partes de mi
mano —le dije en voz alta.

Nadie respondió. Levanté la mirada para ver miradas de preocupación pasando


entre ellos.

—Leo. Diles que tú también lo viste —supliqué, frunciendo el ceño


confundida.

Leo se encogió de hombros sin comprometerse, sus ojos yendo a Mortimer. Él


agachó la cabeza y salió sin decir palabra.

—Sucedió, ¿verdad? —exclamé mientras lágrimas brotaban de mis ojos,


nublando mi visión.

—¿Crees que pasó? —preguntó Viggo con calma.

Miré a cada uno de ellos, a sus rostros en blanco. Quizás no había sucedido.
¿Así es cómo se siente ser esquizofrénica, pasar de los delirios a la realidad tan
fácilmente que es imposible discernir cuál es cuál? Levanté la mano para ver el
vendaje. Sentí el dolor palpitante de mi herida, un resultado del ataque. No,
esto tenía que ser real.
126
Página
—Les advertí a los dos —dijo Sofie suavemente, sus ojos sin abandonarme
jamás.

—Bueno, adelante entonces, Sofie. Dile lo que has hecho. Fíjate si eso no la
aterroriza, bruja santurrona —respondió Mortimer, sonriéndole arrogante.

¿De qué está hablando?

Al instante siguiente, Sofie estaba de pie donde Mortimer había estado y él


estaba en el aire, su cuerpo alto y musculoso volando por el aire y
estrellándose contra un muro a seis metros de distancia. Cristales llovieron a la
vez que el impacto de su cuerpo rompía un espejo en innumerables pedazos.

Me quedé mirando boquiabierta hacia Sofie, quien, con sus delicados brazos y
su ágil estructura, había lanzado a Mortimer al otro lado de la habitación
frente a mis ojos. Era imposible. No podía haber sucedido.

Mortimer se puso de pie y caminó hacia atrás, sacándose vidrio de las mangas
de la chaqueta.

—Vaya, te has vuelto fuerte, Sofie. ¿Qué has estado comiendo? —Se detuvo a
sólo treinta centímetros de ella, amenazante, sus ojos comunicándose en
silencio.

¿Qué dijo él? Mi estómago se redujo con la conciencia de que esto iba más allá
de una alucinación. Ésta era una alucinación a escala completa. No había
conspiración, nadie me estaba engañando. No había perdido la cordura.

—Nada de esto es real. La bala, el labio de Sofie, mi mano, las mordeduras de...
—divague, imaginando camisas de fuerza y celdas acolchadas con diminutas
mirillas y personas aparentemente normales que tienen conversaciones
intelectuales con sillas vacías. Quizás podría compartir el callejón con Eddie.
Yo era su diosa, después de todo.

—¿Qué mordeduras? —dijo Mortimer de repente, con los ojos entrecerrados.

—No hay mordeduras. No son reales. Pensé que eran reales pero no lo son —
divague distraídamente, tirando del cuello de la camisa hacia abajo—. ¿Ves?
Nada.
127
Página
Sofie jadeó.
128
Página
La verdad
Traducido por carmen170796

Corregido por ☽♏єl

―¡T ú, perra mentirosa! ―Mortimer gruñó. Él se lanzó hacia


Sofie, causando que se estrellara contra una mesa de vidrio,
la cual se hizo añicos.

―¡Y tú! ―Mortimer volteó sus furiosos ojos hacia Max―. ¡Traidor!

Max respondió con un corto pero feroz gruñido.

―¡No sabía que esto pasaría! ―chilló Sofie, parada en un segundo, y en el


siguiente lanzándose al cuello de Mortimer con un dentado pedazo de vidrio
en su mano, en un intento de decapitarlo.

Mortimer apenas evitó el golpe a su yugular, recibiendo un corte en su


hombro en cambio. Atrapando el brazo de ella en medio giro en su segundo
intento, rompió su antebrazo con un tremendo golpe. Siguió con un revés que
rompió su labio inferior.

Con el brazo colgando y la sangre emanando de su labio, ella hizo una mueca
de dolor.

―¿Eso es todo lo que tienes? ―lo molestó ella, burlándose de él.

Los ojos oscuros de Mortimer brillaron con rabia. Él iba a matarla. No podía
mirar. Enterré mi cara en el cuerpo de Max, con mis manos enterrándose en
su pelo, preparándome para los gritos espeluznantes.

En cambio, escuché la serena voz de Viggo:


129
Página
―Todos cálmense, por favor. —Echando un vistazo desde detrás de Max, vi a
Viggo parado entre los dos, con sus brazos estirados―. Tienes cosas que
explicar, Sofie ―dijo calmadamente.

Me atreví a mirarla. Y jadeé. Su labio estaba tan hermoso e ileso como


siempre, excepto por la mancha de sangre que ahora limpiaba con un trapo,
usando el brazo que debería estar colgando inerte a su lado.

―Por favor, dejen de pelear. Están asustando a Evangeline. ¡Ella ya ha tenido


suficiente por hoy!

Los tres se voltearon para observarme.

―Y supongo que tienes algunas preguntas ―dijo Viggo, sonriendo


gentilmente. Él dio un paso hacia mí. Max gruñó. Viggo levantó sus manos en
señal de rendición y retrocedió para sentarse en uno de los brazos de la silla―.
Pero nosotros primero. ¿Por qué escapaste al parque?

Me quedé mirando el ileso labio de Sofie por un momento más.

―Estaba buscando una explicación para las mordeduras.

―¿Y cómo ir a Central Park ofrece esa explicación? ―preguntó Viggo

Aquí vamos.

―Pensé que ustedes dos estaban drogándome, llevándome al parque, y


pagando a un grupo de personas para que pretendieran ser vampiros ―Ahí
está. Lo había dicho.

La quijada de Viggo cayó, su cara torciéndose en una mezcla de horror y


ofensa.

―¿Por qué haríamos eso? ―Mortimer me miraba con incredulidad

―No lo sé… ¿Porque están aburridos? A Viggo le fascinan los vampiros y los
escuché el otro día peleando sobre un juego. De todas formas, pensé que si
podía encontrar la estatua en los bosques, entonces tendría pruebas.
130
Página
―¿Cómo probaría eso la estatua? Esto no tiene sentido, mi querida Evangeline
―exclamó Viggo.

Suspiré.

―Anoche tuve otro sueño.

―¿Y qué pasó?

Les conté sobre despertar a lado de la estatua de nuevo, sobre la cueva, y el


ataque.

―Y desperté con estas. ―Señalé mi cuello.

―¿Y encontraste prueba de ese truco que sospechas que hacemos? ―preguntó
Mortimer, con una ceja alzada.

Sacudí mi cabeza, dejando caer mi mirada a mis manos. Podía sentir sus ojos
atravesándome con la mirada, esperando que hablara.

―¿Me estoy volviendo loca? ―pregunté finalmente.

Viggo cambió de tema:

―Estas personas que te atacaron. ¿Cómo te cruzaste con ellos?

―Me acorralaron mientras estaba buscando la estatua. Había cuatro de ellos


―respondí, explicando como una aparentemente dulce anciana armó la
trampa.

―Cuatro de ellos ―repitió Mortimer, su expresión ilegible.

Asentí.

―Tres hombres y una mujer. Y un perro. ―Temblé, recordando la cabeza


decapitada del perro.

―¿Una mujer? ―Sofie preguntó, mirando a Viggo.

Asentí.

―¿Y te dijeron quiénes eran o qué querían?


131
Página
Dudé.

―No pareció ser al azar. Y los conocían… A todos ustedes. Dijeron que
habían estado observándolos. ―Miré a Sofie. Ella había sabido. Ayer, cuando
estábamos de compras. De alguna manera lo había sentido.

―¿Qué dijeron exactamente? ―preguntó Viggo.

―Algo acerca de este collar, sobre mí siendo humana, sobre Sofie haciéndome
algo. Y sobre ustedes siendo… ¿sanguijuelas?

Viggo hizo un sonido con la lengua, sacudiendo su cabeza con desdén. Se


levantó y caminó para descansar su brazo en el marco de la chimenea.

―Bueno, supongo que ya no podemos esconderte esto. ―Viggo levantó la


mirada hacia la pintura de la hermana de Sofie―. No, Evangeline. No estás
loca, o alucinando, aunque lo que estoy a punto de decirte no ayudará a
convencerte de eso. ―Se detuvo para aclararse la garganta―. “Vampiro” es
una palabra con un gran estigma, ¿No estás de acuerdo? ―dijo casualmente,
seguido por un suspiro resignado―. Tengo más de dos mil años de edad. Soy
el vampiro sobreviviente más antiguo en la tierra. A Mortimer le falta poco
para los novecientos.

Mi estómago se tensó. Si no estaba loca, entonces estaba rodeada por un grupo


de personas que lo estaban.

―Sofie, tienes… ¿Cuántos años? ¿Ciento cuarenta y ocho? ¿Es eso correcto?
No me gustaría envejecerte. Sé cuan sensibles son las mujeres ―se burló
Mortimer.

Sofía puso los ojos en blanco, enojada, pero asintió.

―Todos ustedes son… vampiros ―repetí, escuchando las palabras salir de mi


boca.

―Sofie, no estás siendo completamente honesta ―se burló Mortimer.

Sofie lo miró con furia antes de voltearse hacia mí.

―Nací siendo una hechicera.


132
Página
―¿Hechicera… como una bruja? ―pregunté.

―Una extremadamente poderosa ―enfatizó Mortimer.

―Oh, Mortimer, me halagas ―Sofie respondió sarcásticamente antes de


voltearse de nuevo hacia mí con una mirada encantada en su cara. Levantó su
mano y una pequeña llama se alzó de su dedo índice hacia el aire.

Mis ojos se abrieron como platos. Sin pensarlo, me deslicé fuera del sofá y me
moví más allá de Max para inspeccionarla de cerca, intrigada. Levantando mi
mano hacia ella, me encogí de dolor mientras el calor quemaba mi piel. Era
real.

Con un estallido de emoción, Viggo saltó hacia el gran piano. Levantándolo


con una mano, lo lanzó a través del cuarto. Se estrelló contra una columna de
concreto y se astilló, el sonido fue ensordecedor.

―¿Necesitas más prueba? ―Instantáneamente estaba frente a mí. Agarrando


un vaso vacío, lo destrozó con su mano. Me encogí mientras la estiraba,
esperando ver sangre. En cambio, pequeños pedazos de vidrio se
desparramaban de su prismática e ilesa mano.

―¡Una canción y un baile ahora, si te parece, bufón de la corte! ―Sofie se río


nerviosamente, aplaudiendo burlonamente.

Viggo hizo una reverencia.

―Ha pasado tanto desde que tuvimos que demostrar qué somos. ¡Es excitante!

Jadeé. ¿Cómo es esto posible? Los vampiros no existen. Solo son otro cuento de
miedo.

―Pero… no. Sofie, te he visto afuera en el sol, y… ―tartamudeé.

Viggo se río.

―Oh, no creas nada de eso. La mayoría es pura tontería. No somos alérgicos a


cruces o al ajo, podemos entrar y salir de tu casa cuando queramos, no hay
ataúdes bajo este techo… Podría seguir por horas con todas las tonterías.
133
Página
Mis ojos saltaron mientras lo comprendía. Retrocediendo rápidamente,
prácticamente caí en el sofá.

―¿Qué hay de las personas? ¿Ustedes… beben sangre?

La cara de Viggo se volvió más seria.

―Queremos ser completamente honestos contigo, mi querida Evangeline. Sin


mentiras. Entonces… ―Se detuvo―. Están aquellos de nosotros que sí se
alimentan de humanos, impulsivamente y sin remordimiento. Sin embargo,
Mortimer y yo hemos hecho de nuestra misión eliminar ese tipo de vampiros
de este mundo. Creo que hemos hecho un gran trabajo.

―¿Entonces ustedes no lo hacen?

Él exhaló.

―Solo en situaciones desesperadas y solo de los peores criminales: violadores


de niños y asesinos; parásitos, veneno para todos los humanos.

La fascinación con los criminales…. Él no era un abogado o un detective. Él


solamente estaba buscando su comida. Me estremecí y miré a Sofie y a
Mortimer. Ambos permanecieron callados, sus caras inexpresivas, aunque
sentí angustia en los ojos de Sofie.

―¡No somos terribles criaturas como las historias nos pintan, lo juro! ¿He sido
algo aparte de generoso y amable contigo desde que te conocí?

Me detuve, después sacudí mi cabeza.

―Y sentarse aquí conmigo… y con mi sangre, ¿no es difícil para ustedes?


―pregunté con vacilación, temerosa de que recordarles que era humana
tendrías severos efectos secundarios.

―¡Querida Evangeline! ¡Nunca te lastimaríamos! ―gritó Viggo, la angustia


retorciendo su cara―. Y tenemos la suficiente experiencia para controlarnos.
Ahora, estar en un cuarto con sangre fluyendo libremente es un poco más
complicado… pero siempre lo manejamos.
134
Página
Entonces Leo obviamente sabía quiénes eran sus empleadores, deduje,
recordando su meticulosa limpieza. También significaba que no era un
vampiro.

El silencio en el cuarto creció más allá de lo incómodo mientras absorbía lo


que me estaban diciendo. Viggo me observaba con la mirada de un animal
herido rogando por amor y aceptación.

Finalmente hablé:

―Wow, ese es un gran secreto.

―No es ni la mitad ―gruñó Mortimer, estudiando sus uñas con manicura.

―¿Estás asustada? Por favor di que no ―rogó Viggo.

―Estoy bien ―dije, tragando mi miedo. Más como petrificada.

―La cosa es que… necesitamos tu ayuda, Evangeline ―dijo Viggo.

Eso me tomó por sorpresa.

―¿Cómo? ¿Con qué? ¿Y qué tiene que ver todo esto con mi sueño y las
marcas de mordidas en mi cuello?

La expresión de Viggo se volvió sombría. Se sentó de nuevo en el brazo de la


silla.

―Por ciento veinte años, nuestro veneno ha sido inútil.

―No entiendo ―empecé, frunciendo el ceño.

―Ya no podemos convertir a los humanos ―dijo abruptamente Mortimer,


sentándose en una silla al lado de Viggo.

―¿Y eso es malo? ―dije sin pensar. Noté el ceño fruncido de Mortimer.

―Si no podemos crear uno de nosotros, tenemos que observar como los que
amamos envejecen y mueren. ―Viggo levantó la vista hacia el retrato.

¿Había visto morir a la hermana de Sofie? Me pregunté ¿Había sido su novia?


135
Página
―Se vuelve demasiado doloroso acercarse a alguien, conociendo la miseria y
pérdida que se repetirá una y otra vez por toda la eternidad. Es una vida muy
solitaria. ―Suspiró―. ¿Puedes imaginar eso, Evangeline?

Me estremecí. Había pasado cinco años completamente sola. Era un


deprimente y oscuro lugar para estar. ¿Pero una eternidad?

―Por favor di que nos ayudarás ―rogó

―Yo… claro, los ayudaré si puedo…

―Oh, gracias, Evangeline. ¡Gracias! Sabía que entenderías ―dijo Viggo


entusiasmadamente.

―Pero, ¿cómo?

―Esta es la terrible parte de esto. ―La cara de Viggo mostró desesperación, y


se volteó para fruncirle el ceño a Sofie―. ¡Sin que nosotros lo sepamos, esa
bruja te ha maldecido!

¿Maldecido? Mis ojos se movieron a Sofie, quien estaba sentada en su silla,


pareciendo a punto de explotar.

―¿De qué están hablando, Sofie? ―pregunté cautelosamente.

Sofie apretó los dientes.

―No quise…

Mortimer la interrumpió:

―Sofie es la razón de nuestro problema. Jugó con magia para sus propios
beneficios egoístas y ahora todos somos víctimas de los resultados.

Miré de nuevo a Sofie para ver sus ojos verdes mentolados encendidos con
fuego, pero no dijo nada.

―Probablemente te has estado preguntando porqué las cosas han estado…


tensas… entre nosotros estos últimos días ―dijo Viggo―. Es porque
Mortimer y yo estamos muy enojados con ella por lo que te ha hecho.
136
Página
―¿Qué hizo exactamente? ―pregunté lentamente, de nuevo mirando a Sofie.
Sus ojos estaban concentrados intensamente en un punto de la alfombra persa.

―Sofie, por favor explicale ―instó Viggo, agregando―: Solo lo que es


necesario. No hay necesidad de confundir a la chica.

Sofie tragó saliva. Cuando empezó a hablar, su voz no tenía emoción, era
como si hablara de memoria:

―Eres el principal canal para un hechizo que resolverá nuestro problema de


veneno. Ese collar y las dos estatuas idénticas: la que está en el atrio y la otra
en tu… sueño ―Sofie vaciló en la última palabra―, son conductos.

―¿Conductos de qué? ―pregunté, bajando la mirada al pendiente. Su regalo.

―Esos sueños que estás teniendo… no son sueños, Evangeline. Eso decidió
que la mejor manera de arreglar nuestro problema era buscar en los universos
otro mundo como la Tierra, uno donde los vampiros existan y su veneno esté
intacto.

―¿Qué lo decidió?

―El hechizo.

Fruncí el ceño.

―Es todo una truco de magia ―murmuró Viggo―. No te preocupes.


Nosotros tampoco lo entendemos.

Sofie lo ignoró.

―Estás siendo transportada a otro mundo, uno que es idéntico al nuestro.

―¿Y también hay vampiros?

Ella asintió.

―Parece que ya has encontrado algunos.

Sentí que mi estómago se revolvía.


137
Página
―Ellos son… ¿vampiros? ―susurré, mi cara contorciéndose de la sorpresa―.
¿Todos ellos? ―¿Mi Caden es un vampiro? Él era tan dulce, tan hermoso. No
podía creerlo. No quería hacerlo. Dudé antes de contestar―: ¿Cómo se supone
que ir allá arreglará este problema para ustedes?

―Sofie nos dijo que te transformarías en vampiro y volverías con la habilidad


de convertir a los humanos ―respondió Mortimer monótonamente.

―¡Eso no fue lo que dije! ―gritó Sofie.

Apenas la escuché. Las palabras de Mortimer fueron como una sacudida


eléctrica que atravesaba mi cuerpo.

―¿Se supone que seré un vampiro? ―susurré, mis ojos abiertos ampliamente.

―¡Quería decirte, Evangeline! Ella ―Viggo miró a Sofie con furia―, me hizo
jurar que no te diría. ¡Dijo que te lastimaría si te lo decíamos!

Habiendo escuchado todo lo que podía manejar, me levanté corriendo del sofá
y empujé a Max para abrirme paso. El pendiente. Bajé la mirada al precioso
regalo que Sofie me había dado solo días antes. Lo necesitaba fuera, lejos de mi
vida, olvidado. Como si nunca hubiera existido. Mi mano voló a la cadena y
tiré de ella lo suficiente mente fuerte para abrir el broche, justo cuando Sofie
chillaba:

―¡No!

Antes de que pudiera dar otro paso, caí al piso, un intenso dolor disparándose
por mi cuerpo, pasando por cada nervio hasta las puntas de mis dedos,
filtrándose hasta el centro de mis huesos. Jadeé, incapaz de respirar, o gritar, o
ver. La intensidad incapacitándome. Estaba segura de que moriría. Quería
morir.

Y después el dolor se desvaneció inmediato al igual que cuando había


empezado. Mis parpados se abrieron y vi a Sofie inclinada sobre mí, agarrando
algo alrededor de mi cuello con torpeza.

―Listo, ya lo arreglé ―murmuró a nadie en particular. Sus pálidos ojos


verdes se movieron hacia los míos en ese momento, llenos de angustia―. Lo
138
Página
siento mucho, Evangeline ―susurró―. Pero por favor no te quites este collar
de nuevo, o morirás.
139
Página
Maldita
Traducido por Jadasa Bo y Fanny

Corregido por Jo

L
a advertencia de Sofie resonaba en mis oídos, mientras agarraba mi
cuerpo inerte en sus brazos como si fuera una niña frágil. Me llevo de
nuevo al sofá del que había saltado lejos, me puso suavemente. Quería
luchar, resistirme a su ayuda, pero no podía ni siquiera levantar mi mano.

―¿Qué sucedió?―pregunte, con la voz hueca.

―La maldición de Sofie, querida. Lo siento mucho. Las brujas pueden ser unas
criaturas malvadas. ―Oí murmurar a Viggo.

Giré mi cabeza para mirar a Sofie. La angustia en sus ojos parecía genuina.
Pero ahora sabía que no debía creerle.

Me di la vuelta para mirar distraídamente los casetones2 del techo. Segundos


se convirtieron en minutos mientras la energía retornaba lentamente a mis
miembros. Mi respiración irregular competía con el crepitar del fuego como el
único sonido en la habitación.

Físicamente, el dolor desapareció. No me quedaron molestias ni efectos


secundarios, ni cicatrices que sirvieran de evidencia. Era como si nunca
hubiera sucedido. Emocionalmente, sin embargo, la lesión fue tan real como si
Sofie hubiera puesto un caliente hierro de marcar contra mi pecho. La fantasía

2
Casetón: término arquitectónico que designa cada uno de los adornos huecos geométricos (como
cuadrado, rectángulo u octógonos) que se disponen en forma regular (parecido a un tablero de
ajedrez) en un techo o en el interior de una bóveda.
140
Página
que creaba involuntariamente en mi cabeza, donde finalmente era recibida y
aceptada, e incluso amada, en instantes se convirtió en polvo. Por supuesto
que había un motivo oculto y Sofie no estaba haciendo todo esto porque
disfrutara de mi compañía.

Soy tan idiota.

Todavía muy débil para luchar contra la gravedad, mi mano se deslizó por mi
estómago para tocar mi colgante, para sentir el balanceo de la piedra lisa bajo
mis dedos. Ya no era una mera joyería. Podía sentir la cadena enrollada en mi
cuello tan segura como si fuera un nudo apretado. Cerré mis ojos, me imaginé
a Sofie lista para patear el taburete de debajo de mí.

―Aquí. Siéntate y toma un poco de agua ―dijo Viggo, ofreciéndome su mano


y luego un vaso.

―Entonces, ¿qué sucede ahora? ―pregunté, aceptando ambos con una


pequeña sonrisa de agradecimiento.

―El hechizo no está claro ―dijo Sofie suavemente―. No puedo ver más allá
de que te transporte a este mundo. Es como tener un manual de instrucciones
al que le falta una gran parte. Asumí que involucraría que te transformaras en
uno de nosotros. Tendrías el veneno para crear aquí a más de los nuestros.
Pero claramente, basándome en lo que sucedió anoche, estaba equivocada.

―¿Pusiste en mí un hechizo que ni siquiera sabes cómo funciona?

―¿No es terrible? De nuevo, Evangeline: no teníamos ningún control sobre lo


que estaba haciendo ―dijo Viggo.

Un sonido bajo y salvaje vino de Sofie, pero con una aguda mirada de
Mortimer, su rostro se encontraba inexpresivo de nuevo.

―El colgante rechazó el veneno. En otras palabras está protegiéndote,


ocultando tus latidos, cambiando el sabor de tu sangre.

―¿Y cómo se supone que sabremos cómo trabaja? ―exigí, oyendo la


amargura en mi voz.
141
Página
―Sofie está intentando de… ―comenzó Viggo.

―Sé lo que hay que hacer ahora ―interrumpió Sofie.

―De verdad. ―La voz de Mortimer era dura, suspicaz―. Que conveniente
que por fin sepas algo.

Sofie le ignoró.

―Necesitas traer a uno de ellos. El colgante te dirá exactamente cómo. Es


sensible. Se comunicara contigo.

Baje mi mirada al colgante, y murmuré:

―¿Así que voy a empezar a escuchar voces?

―No estoy segura ―dijo Sofie, agregando―: Sabrás cuando suceda.

Su sinceridad no alivió mi ansiedad. Bajé la mirada al suelo, enfocándome en


un nudo en la dura madera. El dolor punzante por la traición de Sofie
empezaba a desaparecer, reemplazándose por un vacío muy familiar que se
deslizaba lentamente por todo mi cuerpo. Era la sensación de adormecimiento
por la pérdida, la pérdida de la ilusión de la amistad que había aceptado
rápidamente como mi realidad. Estaba delirante, después de todo.

Y humillada. Aquí me encontraba, involuntariamente, blanco de un


secreto―un peón aceptando ávidamente los regalos que caían sobre mí,
haciendo la vista gorda a los combates, y gritando.

Lo inquietante era, que ahora tenía una explicación para las mordidas y las
ropas viejas ―aunque fuera una locura― y eso me traía un poco de consuelo.

―¿Hay algo más que necesite saber? ―No estaba segura de poder aguantar
más.

―No ―respondió abruptamente Mortimer.

Otro gruñido de Max.

Tragué saliva.
142
Página
―¿Y si quiero ir a casa?

―Está es tu casa, por ahora ―respondió Viggo con calma―. Es lo mejor por
tu seguridad, hasta que todo esté resuelto.

La idea de dejar estos muros ―las paredes de mi prisión elegantemente


empapeladas y decoradas― me llevo de regreso al ataque.

―¿Quiénes eran esas personas en el parque?

―Nadie del que necesites preocuparte. ―Sonrió Viggo suavemente―. No te


molestarán más.

No, por supuesto que no. Estaban metidos en bolsas ahora. Me estremecí.

―Probablemente necesites algo de tiempo para ti misma ―sugirió Sofie.

Me alegré por la despedida, deseando llegar lo más lejos posible de ella, tan
lejos como los barrotes de mi prisión me permitieran. Salí de la biblioteca sin
mirar en su dirección, aumentando la velocidad hasta correr a mi habitación.

Abriendo la puerta de mi dormitorio, grité de sorpresa. Sofie se encontraba


parada enfrente de la chimenea, de espaldas a mí, estudiando su pintura.

―¿Cómo…? ―No me molesté en terminar. Solo una prueba más de que no es


humana.

Max me empujó dentro de la habitación mientras irrumpía por la puerta


detrás de mí. Una vez dentro, caminó hacia mi lado de la cama y se sentó, ya
sin ser el babeante y protector perro guardián. Supongo que no veía a Sofie
como una amenaza para mí. Nada de intuición canina.

―Entendemos que esto es mucho para absorber ―dijo, girando para caminar
hacia mí, con un semblante de tristeza en su cara. Por un segundo, sentí una
punzada de dolor en mi corazón. Pero entonces recordé lo que me había
hecho y el dolor desapareció. Todo fue una farsa. Nada de eso era genuino.

Levantó su mano para colocarla en mi hombro. Retrocedí. Dejando caer


lentamente su brazo, suspiró, con su expresión en blanco.
143
Página
―Es mejor que mantengas algunas cosas para ti misma por ahora, hasta que
conozcas lo demás. No les digas porque estás ahí, o algo sobre el collar. Y
mantente fuera de problemas. Pudiste morir fácilmente la noche anterior, si
ese vampiro no se hubiera controlado a sí mismo.

―Me dijo que mi sangre no sabía bien… o humana… algo así ―murmuré,
recordando las palabras del atacante, de pronto encontrándolas ofensivas. No
había nada malo en mi sangre. Pero me di cuenta de algo―. Espera. ¿Qué pasa
si no lo hubiera hecho? ¿Y si el vampiro no hubiera tratado de convertirme y
siguiera drenándome toda mi sangre? Estaría muerta. ¿No te preocupaba que
eso ocurriera?

Sofie frunció sus labios.

―No sucedió por lo que no sirve preocuparse sobre eso. De todos modos, el
hechizo es irreversible.

―Cierto. ―Me alejé hasta que mi espalda choco contra la pared, tratando de
alejarme de ella, la bruja vampira malvada.

―Bueno, entonces. Ten cuidado está noche. ―Se movió como si fuera a salir
por la puerta. Pero al siguiente instante se encontraba a mi lado, agarrando
con fuerza mi brazo―. No confíes en nadie de nuestra especie, incluido Viggo
―susurró, hablando de prisa―, y todavía no hagas lo que te dice el colgante.

Y entonces desapareció, dejándome pensar que tal vez solo me imaginé sus
palabras.

Ahora, ¿intentaba ponerme en contra de Viggo y Mortimer? ¿Por qué? Ella


había sido la que me engañó, me maldijo. Obviamente, sabía que no debía
confiar en ella. Pero Viggo, quién estaba libre de culpa en todo esto, estaba
pidiendo mi ayuda.

¿Siquiera está sucediendo esto? Me preguntaba mientras caminaba a mi cama.


Quizás este era un sueño del cuál despertaría muy pronto. Me pellizqué el
brazo, pero me estremecí de dolor. Esto es real. Los vampiros existen. Existen
las brujas. Viggo y Mortimer son vampiros. Sofie es una bruja vampiro. El
perro gigante acostado en el otro lado de la habitación es… no sé lo que es.
144
Página
Los tres, adulándome a mí, una extraña socialmente torpe sin amigos,
dándome regalos y bondad… Debería haber sabido que algo no estaba bien.
Suspiré. No era Nancy Drew, a menos que Nancy Drew fuera ciega y sorda.

Un terrible estremecimiento estaba apoderándose de mí. Estoy segura de que


la ira se encontraba ahí, oculta bajo un manto de confusión y conmoción, pero
todo estaba enrollado y de alguna manera encapsulada en mi interior junto
con adormecimiento. Nunca entendí porqué alguien lo describía como una
falta de sentimiento, cuando, para mí, había definitivamente una sensación
junto con ser “insensible”, no una que pudiera describir, excepto decir que se
sentía mal.

Un vistazo a la ventana mostraba que la noche se avecinaba. Si pudiera


obligarme a permanecer despierta durante la noche, quizás la maldición de
Sofie no funcionaría. Pero si no, si me dejará embaucar por este mundo de los
sueños que ahora sabía que no era el mundo de los sueños, tenía que
prepararme. Ellos eran vampiros. Podían morderme y drenar mi sangre.
Excepto que no habían hecho nada como eso, todavía. Me protegían. Cuando
yacía entre los brazos de Caden, sangrando abundantemente, podrían
fácilmente haber acabado conmigo, pero no lo hicieron. Ninguno de ellos.
Cuanto más lo intentaba, más difícil me era imaginar a Amelie, con sus rizos
saltarines y su sonrisa infantil, siendo una asesina. O a Caden… al perfecto
Caden. No podían ser malos. Tenían que ser como Viggo y Mortimer,
vampiros buenos.

Estaba todo negro esta vez. No podía ver ninguna sombra, ninguna silueta,
nada en lo absoluto. Respiré profundamente, tratando de calmarme.

―Espera ―gritó una voz masculina. Una luz apareció a mi izquierda. Me


volví para ver a Caden asegurando una antorcha en un soporte en la pared.
Incluso con mi espíritu agotado por los sucesos del día, mi corazón dio un
145
Página
vuelco al verlo, y sabía que no era por miedo. La posibilidad de que fuera un
vampiro, era trivial. El hecho de que no era un producto de mi imaginación,
que me encontraba parada frente a él… eso me ponía nerviosa.

Oh Dios mío. Le había profesado mi amor eterno la última vez que estuve
aquí, cuando pensaba que era un sueño. Justo antes de que insultara su gusto
por las mujeres.

La sangre corrió a mi cabeza junto con mi mortificación. La habitación me


empezó a dar vueltas. Extendí la mano, en busca de un apoyo, y mi mano rozó
algo fresco y suave y duro. Giré para ver a la estatua. El conducto.

―Es eso… ―empecé a decir, pero mi voz terminó en un graznido cuando


Caden apareció frente a mí, cautelosamente alcanzando mi mano vendada.

―¿Qué sucedió? ―Su rostro se contrajo con preocupación.

―Nada. Esta todo bien. ―Balbuceé, derritiéndome con la sensación de mi


mano meciéndose en la suya. Su mano de vampiro. Sin pensarlo, alejé mi
mano.

Cuando me aventuré a mirar hacia arriba, me encontré con sus ojos verde jade
observándome. Asintió ligeramente, con una expresión extraña en su rostro,
como si reconociera algo. Él sabe… él sabe que yo sé.

Nos miramos uno al otro por un largo y silencioso tiempo. Luego puso en mi
mano sana un conjunto de ropa.

―Deberías ponerte esto, en caso de que tengamos más visitantes ―dijo en


voz baja.

Baje la mirada para ver el mismo tipo de indescriptibles ropas que tuve la otra
noche. El calor se arrastró hasta mi cuello mientras recordaba la última vez
que Caden me entregó ropa. Fue justo antes de que me besara. Me lié con un
vampiro. Y lo disfrute inmensamente.

―¿Es la misma que estatua que la del bosque? ―pregunté con voz ronca,
dándome la vuelta para apuntar a la estatua, desesperada por cambiar de tema.
Miré hacia atrás y me encontré hablando en una cueva vacía.
146
Página
Busqué lentamente a tientas con la ropa, mi torpe mano lesionada. No me
molesté en desvestirme temprano esa noche, optando por abrazar a Max hasta
que el resplandor del colgante y la fatiga se establecieran, la señal de
advertencia de que la maldición de Sofie estaba a punto de tomarme. Me
aferré a Max con fuerza, pidiendo que viniera conmigo, para protegerme.

Pero no había funcionado y aquí estaba, sola. Sola en una cueva llena de
vampiros sedientos de sangre. ¿Estaban sedientos en realidad?

Ahora usando mi disfraz, retiré la antorcha y seguí el sonido distante de unas


voces. Encontré un grupo rodeando una fogata en la misma cueva gigante que
en la noche anterior. Cuatro rostros voltearon para sonreírme. Cuatro
hermosas caras. Mire alrededor; Rachel no estaba en ningún lugar. El alivio
me inundó.
Bien, trata de actuar normal. Habla un poco.

—¿Esa que está allá atrás es mi estatua?

Amelie asintió.

—Fue idea de Caden traerla aquí para que así no tuviéramos que sentarnos en
el valle a esperarte. ¡Funcionó! Fue inteligente. —Sus elásticos rizos se
balanceaban mientras volteaba para sonreírle orgullosamente a su hermano—.
Remplazamos tu estatua en el bosque con una imitación que hizo Fiona, en
caso de que alguien pasara por allá afuera.

—Luce más como un ogro gordo y borracho, pero servirá, a distancia —dijo
Fiona con una risita nerviosa.

Amelie se acercó, sacando su mano para alcanzar la mía, su ceño fruncido con
preocupación, justo como Caden lo había hecho.

—¿Qué ocurrió?

—Un percance menor —dije, esta vez sin alejarme conscientemente.

—Entonces… ¿aún crees que estás soñando? —Preguntó Fiona.


147
Página
Por su tono, pude saber que ella sabía la respuesta. Caden les había dicho. No
había razón para mentir. Dibuje una pequeña sonrisa en mi rostro y sacudí la
cabeza.

—Ven, siéntate —dijo Amelie tomando mi otra mano y jalándome a un


banquito.

Me senté, siempre consciente de la mirada atenta de Caden estudiándome a


través de la fogata.

—¿Dónde está Rachel? —pregunté.

—No aquí, gracias a Dios —escuché a Amelie murmurar en voz baja, seguido
de—: Ella está observando la falsa estatua. Todos tomamos turnos en caso de
que el cambio no funcionara y aparecieras allá. Estará de vuelta pronto. —No
había ninguna duda en el desprecio de su voz.

Mire a Caden para revisar el efecto que había tenido el tono de voz de su
hermana pero su cara no mostraba ninguna emoción, sus ojos seguían
intensamente centrados en mí. Probablemente preguntándose qué sabor tiene
mi sangre.

—¿Qué es lo que pasó exactamente para que creyeras en nosotros? —preguntó


Fiona.

—Te refieres a, ¿además de esto? —Subí mis brazos y toqué ligeramente las
marcas de mordidas en mi cuello.

Todos se encogieron.

—¿Aún duele? —preguntó Bishop inusualmente serio.

Sacudí mi cabeza.

—Pareciera que estoy rodeada de vampiros, perros gigantes que no pueden


morir, y un vampiro-bruja que me maldijo. —De pronto comencé a reírme,
encontrando mi situación cómica ahora que lo decía en voz alta por primera
vez.

—¿Por qué? —preguntó Caden, sus ojos estaban muy abiertos.


148
Página
—No lo sé. Aparentemente Sofie estaba jugando con magia y quemó su
veneno. Ahora no pueden “expandirse”. —Me estremecí—. Se supone que
tenía que venir aquí y encontrar una manera de solucionarlo.

El silencio llenó la cueva.

—Estás manejando esto bien —dijo Fiona suavemente.

—Me alegro de que se vea de esa manera —respondí, mirando el fuego.

—¿Tienes miedo? —preguntó Caden tranquilamente.

—Sí, estoy aterrorizada —contesté sinceramente, mirando hacia esos


hermosos y vibrantes ojos verdes. Vampiro bueno. Definitivamente tiene que
ser un vampiro bueno.

—¿Y entiendes lo que somos? —preguntó con su mandíbula apretada. No


había disfrutado hacer esa pregunta.

—¿Ustedes son… como Viggo, Mortimer y Sofie?

Asintió una vez.

—Viggo y Mortimer… sí.

Tragué el gigante bulto que bloqueaba mi garganta. Bueno, ahora no va a


negarlo.

—Pero Sofie… no exactamente. ¿Dijiste que ella también era una hechicera?

Asentí.

—Interesante. —Los ojos de Caden parpadearon hacia su hermana pero la


expresión en ellos era ilegible.

—¿Por qué?

—Porque los hechiceros no se pueden convertir en vampiros. Es imposible. El


veneno los mata.

Así que Sofie seguía mintiéndome. Debí haberlo sabido.


149
Página
—En mi experiencia, los humanos tienden a espantarse y corren hacía la otra
dirección, rezando una y otra vez cuando se encuentran en compañía de un
vampiro. No comparten voluntariamente una fogata con cuatro de ellos. —El
tono de Amelie era ligero, pero sus ojos estaban serios, como si esperara que
diera media vuelta y saliera corriendo en cualquier momento.

—Aún podría correr, pero ahora mismo hace mucho frio —dije con una
pequeña sonrisa en mis labios.

Risas llenaron la cueva.

—No te lastimaremos —dijo Amelie suavemente.

¿Podría creerle? Mirando la angelical cara y la amable sonrisa, no había una


parte de mí que sintiera que hubiera peligro. Pero de igual manera me había
sentido segura con Sofie. Mi sentido de auto-conservación no era exactamente
de alta calidad.

—Bueno, supongo que ustedes son la especie buena.

—¿Qué? —La voz de Caden se alzó, su cara apretándose.

—Viggo me dijo que la mayoría de las cosas acerca de ustedes son un mito.

—¿Y le creíste? —No me perdí el desdén en su voz.

—Caden —advirtió Amelie.

—¿Estás tan segura de que no te atacaremos? —continuó Caden, ahora estaba


de pie y se paseaba.

—Caden —dijo Amelie a través de sus apretados dientes.

La miré con cautela.

—Bueno, no me atacaste ayer y no puedes acercarte más que eso, así que…

Los ojos de Caden se abrieron con sorpresa.


150
Página
—Me refiero a después de que fui mordida. ¡Con toda la sangre! —balbuceé,
dándome cuenta de que sonaba como si me estuviera refiriendo a todo lo que
le siguió.

Bishop se carcajeó.

—No tenemos tiempo para eso ahora. Puedes probarlo de nuevo después —
dijo, seguido de—: Y no me refiero a después de que fuiste mordida.

Sentí que mi cara ardía, probablemente un horrendo tono remolacha. ¿ Por


qué le habría dicho Caden? O tal vez Bishop estaba leyendo mi mente. Tal
vez eso no era un mito. Oh Dios, espero que Caden no pueda leer mi mente.

Caden empujó a Bishop en respuesta, mandándolo a volar a través de las


paredes de la cueva. Pedazos de roca se desmoronaron al piso mientras la
espalda de Bishop se impactaba, pero el vampiro rubio simplemente se puso de
pie y se sacudió, sonriendo ampliamente, orgulloso de la travesura. Era un
sonrisa tan placentera que me encogí cuando desapareció, su cara
retorciéndose con disgusto.

Descubrí por qué cuando una molesta voz cantó en la entrada de la cueva.

—¿Qué hizo que te enojaras, mi amor?

—Oh bien, volviste —contestó Amelie secamente.

Rachel la fulminó con la mirada.

—Tienes suerte de que Caden sienta un raro sentido de obligación por ti, de
otro modo yo hab…

—¡Mira quien regresó! —Dijo Caden, apuntando en mi dirección.

Rachel se volteó para mirarme, su sonrisa genuina cayó antes de dedicarle una
mirada amorosa a Caden.

—Parece que tu proyecto de cambiar la estatua funcionó —ronroneó,


obligándolo a sentarse en el banquito y subiendo a su regazo. Plantó un
inapropiado y largo beso en sus labios.
151
Página
Aleje mi mirada, no porque el espectáculo público fuese incómodo, sino
porque la punzada de celos me dolía mil veces más que mi mano lastimada,
incluso más que la mordida de la noche anterior.

Y continúo, incluso cuando Bishop se aclaró la garganta ruidosamente y


Amelie dejó salir un suspiro exasperado. Tenía que encontrar una manera de
quitar a Rachel de encima de Caden.

—Sofie dijo que el colgante era mágico —espeté, ignorando la advertencia de


Sofie—. Me pone aquí y protege mis rasgos humanos, como el aroma de mi
sangre y el latido de mi corazón. Sin embargo, necesita tiempo para ajustarse.

Funcionó. Rachel dejó de magullar a Caden.

—¿Cómo cuando te pones toda nerviosa y roja cerca de mi Caden? —preguntó


dulcemente. Mi cara se sintió como si hubiera estallado en llamas mientras
una oleada nueva de humillación me golpeaba—. Parece que aún no se ajusta.
—Rió con saña.

—¿Cómo funciona? —preguntó rápidamente Amelie.

—Ahm… No lo sé. Cada noche mi collar comienza a arder y me duermo.


Luego, la mañana siguiente me despierto en mi cama.

—El tiempo entre tus visitas son semanas aquí —comentó Fiona con el ceño
fruncido.

—Me pregunto qué pasaría si alguno de nosotros usara el collar —murmuró


Rachel, mirando profundamente mi colgante.

Recuerdos de un dolor insoportable me tuvieron sacudiendo la cabeza con


pánico.

—No, lo siento. No puedo quitármelo, ni siquiera por un segundo, o moriré.

—Solo el más rápido de los segundos… —dijo Rachel, en un instante se bajó


del regazo de Caden y estaba parada delante de mí, con una mano agarrando la
cadena.
152
Página
—Déjala en paz —dijo Caden, apareciendo a su lado. Su mano se acercó a la de
ella, evitando que me quitara la cadena y así matarme.

Su ceja izquierda se arqueó severamente. Él le respondió con una dura mirada


propia de él.

Me giré para mirar a Amelie. Sus ojos estaban fijos en los de ellos; parecía lista
para saltar.

Después de unos tensos segundos, los hombros de Caden se relajaron


visiblemente. Envolvió su brazo libre cariñosamente alrededor de Rachel.

—Si ella muere, tendremos que esperar a que esta hechicera mande otra.

Me estremecí. Yo era reemplazable, como un pez dorado.

Peros sus crueles palabras funcionaron. La mirada gélida de Rachel se


convirtió en una mirada afectuosa y una risita infantil. Luego, esos ojos de
serpiente se voltearon hacía mí.

—Entonces, ¿puedes llevarnos contigo?

Abrí mi boca para contestar, pero la advertencia de Sofie sonó con fuerza
dentro de mi mente: No confíes en nuestra especie. Mis instintos dijeron que
prestara atención a la advertencia y, a pesar de que esos instintos habían
demostrado ser equivalente a los de un paciente con una lobotomía, decidí
escucharlos. Miré directo a esos ojos amarillos y sacudí la cabeza. Era fácil
mentirle a ella. En realidad, agradable.

Mi mentira motivo expresiones cabizbajas, lo que no tenía sentido. Mire a sus


rostros.

—¿Por qué querrían regresar conmigo?

Algo tácito pasó entre ellos, solo transmitido con una mirada.

—Porque eres la única que queda —respondió Fiona en voz baja.

Fruncí el ceño.

—¿La única que queda?


153
Página
—Humana.

Me quedé boquiabierta.

Amelie suspiró pesadamente.

—¿Dónde comienzo? En nuestro mundo, Ratheus, los humanos están extintos.


Lo han estado por 700 años.

Tragué saliva, incapaz de parpadear.

—¿Por qué?... ¿Cómo?

—Nosotros lo causamos —contestó Caden pesadamente, habiéndose movido


lejos de mí para pararse en el otro lado de la fogata—. Los matamos. Hasta el
último de ellos.
154
Página
Extinción
Traducido por Selene y brenda3390

Corregido por Jo

U
n escalofrío me recorrió la espalda. Por eso Jethro reaccionó de esa
forma cuando me vio. Ahora tenía sentido.

—Nosotros no lo hicimos específicamente. Nuestra especie si, los


vampiros —aclaró Bishop, susurrando la última palabra.

—Aunque nosotros hicimos nuestra parte —dijo Caden girándose para


caminar con la cabeza gacha.

—¿Por qué? —gruñí.

—Los vampiros no fueron más que un mito por miles de años, personajes de
una película de terror. Pero comenzaron a aparecer cuerpos drenados con
marcas de mordidas, que eran dejados expuestos. Hubo una nueva generación
de nuestra especie, una a la cual no le importaba, querían que las personas
sintieran miedo. Los seres humanos se defendieron de la única manera que
sabían: con una guerra. Una que se intensificó tan rápido que era demasiado
tarde para revertir sus efectos, para cuando nos enteramos. Los vampiros
convirtieron a cientos de humanos para fortalecer su ejército. Los humanos
mataron a cualquier vampiro que pudieron atrapar. Incluso mataron a otros
humanos, si tenían alguna duda de que lo fueran.

—¿Entonces los de tu especie pueden ser asesinados? —le pregunté, mis


conocimientos sobre asuntos folclóricos eran escasos.
155
Página
—Es difícil, pero sí. Con el armamento nuclear, todo dentro del radio de la
explosión muere, incluyendo a los vampiros. La radiación no nos afectó, pero
era mortal para los humanos. Entre las explosiones y la radiación, pocos
humanos sobrevivieron, la mayor parte del mundo fue destruido en pocos
meses.

Pregunté en el silencio.

—¿Cómo lograron escapar?

—Había una gran isla en el medio del océano, a miles de kilómetros de


cualquier lugar. Estaba habitado por personas, pero no estaba completamente
desarrollada, era un país del Tercer Mundo; estaba bajo el radar, por así
decirlo. Muchos de nosotros huimos hasta aquí esperando sobrevivir. Y
estábamos en lo correcto. Trajimos humanos, para que se reprodujeran. Pero a
los humanos les toma demasiado tiempo reproducirse y su sangre era
demasiado tentadora. No duraron mucho tiempo.

—¿Así que ahora vives de sangre animal? ¿Al igual que Viggo y Mortimer?

Una cínica sonrisa se formó en los labios de Caden.

—Al igual que ellos. Pero estamos famélicos, siempre tenemos hambre, sin
sangre humana. Algunos de los nuestros experimentaron alimentándose de
otros vampiros. Ellos cambiaron a algo completamente malvado. Ya lo viste...
Jethro.

Me estremecí, esos blancos y venosos ojos parpadeando en mi mente.

—¿Cuántos de ustedes quedan?

—Muchos menos de los que solíamos ser. Hay un Consejo auto-formado


compuesto por los más fuertes y antiguos de nuestra especie. Ellos decidieron
que la población necesitaba reducirse. Nosotros —Hizo un gesto hacia los
demás—, nos escondimos y sobrevivimos. Desde entonces, hace más de 700
años hemos estado buscando una secreta civilización humana, con la
esperanza de que algunos sobrevivieran. Pero sabemos que no queda ninguno.
156
Página
En el fondo, todos sabemos eso. Ningún humano puede sobrevivir en este
mundo.

Noté que lo dijo en presente, enviándome un silencioso mensaje. Yo era una


humana. No podía sobrevivir aquí.

Las siguientes palabras de Caden lo confirmaron.

—No hay “buenos y malos” en nuestra especie. Todos somos malvados.

—¡Caden! —advirtió Bishop.

—Y si el Consejo se apodera de ti —Caden continuó, ignorándolo—: Van a


hacer cualquier cosa para llegar a tu mundo, para tener una nueva generación
de humanos de los cuales alimentarse. No es seguro que estés a nuestro
alrededor.

—Deja de decir “nosotros” y “nuestro”, Caden. No somos como esos demonios


—dijo Amelie, dándole una mirada fulminante a Rachel.

—Estoy aquí, ¿no? Y hasta ahora los he ayudado, ¿verdad? —respondió Rachel
con altivez.

—¿A nosotros o a ti misma? —murmuró Fiona.

—Eres miembro del Consejo —dije lentamente—. Al igual que lo fue Jetro —
añadí, recordando su saludo la otra noche.

—Sí, pero yo lo maté. Por ti. Así que puedes confiar en mí. —Otra vez, esa
dulce sonrisa enfermiza hizo que mi piel se pusiera de gallina. Escuchar esas
dos palabras, las mismas dos palabras que pronunció el vampiro antes de
hundir sus colmillos en mi cuello, tuvieron el efecto contrario. Nunca había
desconfiado tanto de alguien.

Aquí estaba yo, un billete de ida para la supervivencia de algún suertudo


vampiro. Si podía traer conmigo a alguno de ellos, ¿cómo se los iba a decir? ¿O
podría traer a más de uno? ¡No tenía idea! Además de Rachel, ¿cómo podría
elegir entre los otros? ¿Me harían elegir ellos?

Agradecida por haber escuchado la advertencia de Sofie rápidamente les dije:


157
Página
—Bueno, ninguno de ellos puede venir conmigo. —Me obligué a tragar el
nudo que se había formado en mi garganta por la mentira—. Ninguno puede.

Amelie puso sus manos sobre las mías.

—Está bien, Evangeline. No somos como ellos.

—Entonces... ¿no quieres venir conmigo?

—¡Oh, nosotros queremos! —respondió Amelie con firmeza—. Pero no para


alimentarnos de los humanos.

—Entonces, ¿para qué?

Hizo una pausa.

—Para sentir que estamos vivos, en lugar de...

—Solo existir —terminó Fiona por ella.

—Nosotros nunca te haríamos daño al llegar —añadió Amelie—. Pero


nosotros, los cuatro, somos minoría aquí. —Otra indirecta para Rachel.

Rachel sonrió cruelmente.

—Eres una mentirosa tan convincente, Amelie, que casi te creí.

Con un gruñido, Amelie voló a través de la cueva para aterrizar sobre Rachel,
sus dedos eran como garras y rastrillaron por su cuello, haciéndola sangrar.
Rachel le respondió con una patada y un grito igualmente vicioso,
intencionalmente la lanzo hacia el fuego. Afortunadamente Fiona estaba allí
para atraparla antes de que pudiera aterrizar sobre éste. Caden tenía sus brazos
envueltos alrededor de Rachel al siguiente segundo, sosteniéndola con fuerza
contra él, tratando de contenerla.

—¿Estás loca? ¡Soy más fuerte que todos ustedes juntos! —gritó con su rostro
deformado por la rabia.

—Ve a tomar un poco de aire. Saldré en un minuto —murmuró Caden


acariciando suavemente la mejilla de Rachel. Note que su mandíbula estaba
apretada—. Por favor —añadió entre dientes.
158
Página
Rachel soltó un bufido y salió de la cueva.

—¿Eres estúpida? —siseó Caden.

Amelie lo miró ferozmente.

—Tú nos trajiste esto. Arréglalo —respondió.

El rostro de Caden se suavizó, como si Amelie le hubiera recordado algo que


había olvidado.

Se volvió hacia mí, con los ojos llenos de preocupación.

—¿Estás bien?

No, no lo estaba. Ellos sólo habían confirmado que mis temores iniciales eran
ciertos, o por lo menos en su mayoría: estaba en peligro. Me cazarían si el
Consejo se enteraba de mi existencia. Pero igualmente asentí.

Sus hermosos ojos se endurecieron.

—No deberías. No seas tonta, Evangeline. Lo que sea que Viggo te dijera
probablemente era mentira. Eso es lo que nuestra especie hace, miente.
Engañamos. Somos malvados. —Su tono era frío y distante, arrojó sus palabras
como una fuerte bofetada en mi cara. Estaba tan diferente a las noches
anteriores.

—¡Caden! —gruñó Bishop.

Asentí, en silencio.

Fiona le lanzó una mirada exasperada a Caden y se acercó a tirar de mí fuera


del banco.

—Vamos. Iremos por una caminata. Esta montaña es un laberinto de cuevas


estupendas. —Ella entrelazó su brazo con el mío.

—Esperen —gritó Amelie detrás de nosotros, haciendo un salto imposible en


el aire para agarrar una antorcha.
159
Página
Miré hacia atrás una vez mientras dejábamos la cueva. Caden estaba junto al
fuego, con esos ojos color jade mirándome sin expresión.

Pude sentir el peso de la montaña sobre nosotros mientras caminábamos por


un largo túnel, la antorcha proyectando sombras misteriosas más allá de las
estalactitas que sobresalían y las rocas esparcidas.

—Bueno, al menos el colgante te protegerá mientras estés aquí —aseguró


Fiona—. No podemos sentir tu sangre. Es como si fueras una de nosotros.

¿Y que si ellos pudieran sentir mi sangre? ¿Eso es todo lo que les impide
morderme?

—Entonces, ¿cómo descubriste que era humana? —pregunté en voz alta.

—Estabas conteniendo la respiración debajo del agua. —respondió Amelie de


manera casual—. Nosotros no respiramos, así que no necesitamos contener la
respiración. Luego te golpeaste y quedaste inconsciente en esa raíz de árbol, y
bueno, nosotros no somos torpes y nunca quedamos inconscientes.

—¿Ni siquiera cuando duermen? —pregunté.

Fiona rió.

—Dormir es necesario para descansar y rejuvenecer el cuerpo. Nunca nos


cansamos así que no necesitamos dormir.

Tiene sentido, supongo. Me pregunté cómo era no dormir.

—Algunas veces meditamos, sin embargo, y estamos tan profundamente en


ello que parece que dormimos —agregó Fiona.

—Así que, ¡háblanos sobre ti, Evangeline! —dijo Amelie en un tono musical.
Era como si la pelea cercana a la muerte con Rachel cinco minutos antes
nunca hubiera sucedido.

—Um… no hay mucho que lo que hablar. Soy muy normal.


160
Página
—Oh, vamos. Seguro de que si lo hay. ¡Cuéntanos todo! ¿Cuáles son tus
pasatiempos, tus pasiones, lo que no te gusta? ¿Qué te gusta hacer? ¿Quién es
“Evangeline”? —dijo en un modo teatral.

Reí.

—Serías una gran actriz.

Amelie sonrió.

—¡También lo creo! Iba a ser una actriz, una famosa de Broadway. Pero luego
paso esto. —Hizo un gesto hacia su boca, mostrando los dientes blancos y
siseando como un gato. Debería haberme aterrorizado, pero fue cómico. Reí—
. De todos modos, después de eso, estaba… distraída por otras cosas. Ahora, no
es exactamente una oportunidad. —Se encogió de hombros—. No importa, la
oscuridad es la clave. No puedes exactamente ser famoso si eres vampiro.
Después de todo, solo puedes explicar tu apariencia juvenil con cirugía plástica
durante un periodo de tiempo —balbuceó Amelie, luego agitó su mano
rápidamente de aquí para allá—. Pero es suficiente sobre mí, ¡queremos
saber todo sobre ti!

No sabía por dónde empezar. Nadie nunca me había pedido que resumiera mi
existencia tan directamente. Nadie nunca me había preguntado mucho sobre
mi misma de todos modos. Cambiaba de escuelas tan frecuentemente que
nadie notaba cuando llegaba o me iba. Era como si ni siquiera existiera.

—Amelie está emocionada, si te puedes dar cuenta —dijo Fiona riendo—. No


habíamos conocido a alguien que nos gustara en setecientos años.

“Alguien que nos gustara.” ¿Acababa de decir eso?

—Empieza con algo fácil. Tu familia.

Vacilé.

—Vivo con una familia de acogida. Ellos son un poco extraños. En realidad no
los conozco, para ser honesta.

—¿Y tus padres?


161
Página
—No están —ofrecí una pequeña sonrisa.

Sintiendo mi incomodidad, cambiaron de tema.

—¿Tienes novio?

Negué con la cabeza. Ningún novio. Nunca. Ni siquiera algún interesado.

—Bien, cuéntanos sobre tus amigos. ¿Cuál es el nombre de tu mejor amigo?

—Oh… em… —vacilé de nuevo—. Es difícil decir… —No no lo es. Es fácil.


No tienes amigos. Eres una leprosa. La verdad era que yo tenía amigos, pero
ellos desaparecieron después de la muerte de mi madre. Me culpé a mi misma
por involuntariamente haberlos echo a un lado mientras lidiaba con la
pérdida. Las pocas veces que intenté empezar conversaciones y crear
amistades desde entonces había fracasado, los participantes previstos no
respondieron. No fue hasta que empecé como voluntaria en los refugios que
logré algún nivel de interacción humana. Y entonces había aparecido Sofie…

Un dolor hueco llenó mi corazón mientras recordaba las altas expectativas que
formé, la noche que la conocí y los días siguientes, hasta el momento que
conocí sus verdaderas intenciones.

Por fortuna, la voz de Fiona interrumpió mi fiesta de lástima.

—Bien, empecemos con una pregunta fácil. —Fiona miró a Amelie—. ¿Cuál
es tu flor favorita?

Sonreí con tristeza. Finalmente, una que podía contestar.

—Margaritas.

Las cejas de Amelie aumentaron.

—¿En serio? Son tan aburridas.

—Yo prefiero “simples y elegantes”.

Amelie pensó en eso.

—Sí, tal vez. —Saltó alegremente por el camino.


162
Página
—¿Música favorita?- preguntó Fiona.

—Jazz, lo sé… —dije, sonriendo cuando vi a Amelie dar la vuelta para darme
una mirada de desconcierto—. Pero me recuerda a mi madre.

Ella sonrió con tristeza, sus pensamientos vagando en algún lugar por el
momento.

—Muy bien. ¿Comida favorita?

—Cualquier cosa en un pay.

Y así fue como continuamos, Fiona y Amelie perforándome con cada detalle
trivial que se les ocurrió. Era la conversación de las chicas normales para llegar
a conocerse una a otras —aunque como un examen— no de dos vampiros y un
alma maldita.

—¿Sabes a quién más le encanta leer? —preguntó Amelie cuando le mencioné


mi enfermiza obsesión con los libros—. Caden. Podía haber un choque de
trenes a dos metros y sus ojos no se habrían levantado de la página.

—¿En serio? —Mi corazón dio un vuelco con ese chisme de información.
Estaba hambrienta por más, tanto como fuera posible—. Así que… ¿a él no le
gusta más leer? —pregunté casualmente.

—Oh, estoy segura que sí, pero no hay libros que leer —respondió Amelie.

—Evangeline, tú no comprendes. Este mundo… es como vivir en el tiempo


medieval solo que peor. Estamos moviéndonos en reversa. No queda nada,
ningún libro, sin teléfonos, sin computadoras, sin electricidad, sin autos, sin
música. Bishop mataría por música. Yo solía cantar para él. Aparentemente he
arruinado el rock clásico —dijo Fiona, con una sonrisa sombría en su rostro.

—Mataría por una larga y caliente ducha… literalmente —añadió Amelie.

Mi pie pateó una piedrecita entonces y la escuché saltar por el suelo. Este
mundo sonaba más terrible cada minuto. Y aquí estaba yo, sintiendo pena por
mi misma y mi prisión cinco estrellas esperándome en casa.

Doblamos en una esquina por el túnel y Fiona levantó una mano.


163
Página
—Quédense aquí —instruyó antes de desaparecer en la oscuridad.

—¿Qué está haciendo? —susurré a Amelie

Ella se giró para sonreírme, con sus ojos verdes brillando con entusiasmo.

—Ya verás.

Llama después de otra llama de repente aparecieron como si hubieran sido


prendidas por un control remoto, iluminando a Fiona mientras se movía
rápidamente alrededor encendiendo antorchas. Cuando docenas de ellas
fueron encendidas, cuando emitieron suficiente luz en el área, jadeé, todos los
pensamientos de prisión y maldiciones se desvanecieron mientras mis ojos
vislumbraban el paraíso.

—Al menos tenemos esto. —Suspiró Amelie.

Directamente frente a nosotras, una cascada de al menos diez metros de altura


caía en silencio por una pared de roca a un pequeño lago, el agua brillaba
tentadoramente a la luz de las antorchas. Varias rocas grandes se levantaban
de la superficie del lago, creando pequeñas alcobas privadas. El vapor se
elevaba de la superficie del agua. Toda la escena parecía hecha por el hombre,
tan perfecta en diseño y tan fuera de lugar, en lo profundo de esta cueva, que
medio esperaba palmeras y helechos.

—¿Qué es eso? —escuché preguntar a mi asombrada voz.

—No lo sé, pero es hermoso, ¿no? —Fiona se arrodilló a probar el agua con su
mano.

Solo pude asentir en acuerdo.

—Ve a nadar si quieres —ofreció Amelie.

—¿Tienen trajes de baño? —pregunté sorprendida.

Ella rió.

—Todas somos chicas aquí.


164
Página
—Tal vez más tarde —dije, mirando hacia atrás a la entrada de la cueva. No
me iba a arriesgar a ser atrapada desnuda por Caden de nuevo. Ya había
llenado mi cuota la otra noche.

—Fiona y Bishop prácticamente viven aquí. —Amelie sonrió, guiñándole


diabólicamente a la vampiro en cuclillas, quien regresó el guiño.

—No es de extrañar que Jethro tuviera diseños en esta montaña por


setecientos años —bromeó Fiona, riendo mientras subía sus pies para levantar
los extremos desgarrados de sus pantalones y sumergir sus piernas en la
piscina. Amelie la imitó y estiró su mano hacia mí haciendo señas para que me
les uniera.

Agradecí felizmente, sentándome entre ellas para quitarme mis zapatillas y


calcetas antes de deslizar mis pies dentro de la caliente y tranquilizadora agua.

—Es como agua de tina —murmuré.

—Lo sé, no podemos explicarlo —dijo Fiona.

—Es definitivamente más cálido que el río en el que me encontraste, ¿cierto?


—dijo Amelie, golpeando juguetonamente el agua para salpicarme.

—¿Por qué Jethro quería ahogarte, de todos modos? —pregunté.

—Ah, él no estaba tratando de ahogarme —respondió sin rodeos.

—¿Él ató un bloque de cemento a tus tobillos y te soltó en el rio y no


estaba tratando de ahogarte? —pregunté con escepticismo.

—Nosotros no nos podemos ahogar, Evangeline, ¿recuerdas?

—Oh, sí. Lo olvidé. Lo siento. Va a tomarme un tiempo acostumbrarme a todo


esto. —Nunca voy a acostumbrarme a esto.

Amelie continúo.

—Nos podemos morir de hambre, sin embargo. La cosa que ellos ataron a mis
muñecas y tobillos es llamado “Merth”. Agota toda tu energía. Y duele. ¡Dios
mío! Como un millar de diminutas hojas de afeitar, cortando en tu piel.
165
Página
Hice una mueca.

—Exactamente, ningún vampiro puede tocarlo. Bueno, excepto por mutantes


como Jethro. Cuando ellos mutan, se vuelven inmunes. Se desmorona bajo el
toque de un ser humano, como te pudiste dar cuenta.

—Oh. Entonces, ¿por qué Jethro quería hacerte morir de hambre? —corregí.

—Me estaba enseñando una lección por haber matado a un oso pardo en su
territorio.

Mi mirada cayó al delgado cuerpo de Amelie, tratando de imaginar al cuerpo


diminuto luchando con un furioso oso pardo con sus propias manos. Era
imposible; yo solo no podía imaginarlo. No había nada intimidante en ella,
aparte de su extravagantemente hermoso rostro.

Todos ellos —excepto Rachel— parecían tan normales. Tan humanos. Si


hubiera presenciado a uno de ellos destrozando a Jethro y a sus amigos, o si
hubiera visto a Caden pinchando y asando al hombre mono, tal vez no estaría
tan cómoda en este momento. Pero no lo había visto. Solo había visto las
secuelas y en mi mente, los dos no se conectaban. Incluso con la grave
advertencia de Caden y su cambio de actitud hacia mí, no tenía miedo de
ellos. Excepto de Rachel. ¿Era mi intuición así de patética? ¿O ellos me
estaban engañando?

—¿Están ustedes usando sus poderes en mí? —espeté.

Ambas rieron.

—No nosotras no haríamos eso. Pero no te culpamos por ser paranoica.


Además, no podemos —dijo Amelie.

—¿Así que ese es un mito?

—Oh no, no lo es. Pero no funcionaría contigo. Creemos que es por tu collar.
Caden trató la primera noche, antes de que Jethro viniera, para mantenerte
callada, ¿recuerdas? Pero tú empezaste a quejarte de nuevo. —La mano de
Amelie se abría y se cerraba como una boca quejosa, burlándose de mí.
166
Página
Pensé en esa noche, escondida dentro del agujero con Caden… esas piscinas
profundas que eran sus ojos, tirando de mí. Lo recordaba, muy bien.

—Lo sé, es difícil no gustarme —dijo Amelie, poniendo su brazo alrededor de


mis hombros—. Soy extremadamente encantadora.

—Y tan modesta —murmuró Fiona, metiendo su mano en el agua para


salpicar a Amelie. Sonriendo, ella puso su mano en mi brazo—. No te
preocupes. Te mantendremos a salvo. Nada te pasara. —Su sonrisa se
desvaneció de repente cuando sus ojos cayeron a mi colgante.

—¿Que está mal? —pregunté, un segundo antes de que notara el constante


ardor contra mi pecho empezar a desvanecerse. Bajé la mirada a tiempo para
ver el fuego en mi colgante parpadear, dejando el corazón en su negro opaco
original.

Fiona rápidamente se deslizó lejos de mí, alejando su mano de mí como si


acabara de admitir que tenía una enfermedad contagiosa. El brazo de Amelie
se cayó de mis hombros también, pero para agarrar mi mano fuertemente
contra la suya.

—Déjala ir —gritó una voz detrás de nosotros. Me giré para ver a Caden
apresurándose a entrar, con Rachel en sus talones.

—Podría funcionar —murmuró Amelie.

Ella está tratando de volver conmigo, me di cuenta.

—Ese no es el problema, Amelie —gritó Caden.

—No le voy a hacer daño —espetó ella.

—No tienes modo de saberlo.

No escuche el resto de la discusión.


167
Página
Soborno
Traducido por MaryJane♥, Rihano y Jazmín

Corregido por Cande Cooper

L
o primero que vi fue el reloj de la mesilla de noche. Las dos de la tarde.
Lo segundo fue el hocico gigante de Max, saludándome frotando mi
mejilla.

Amelie.

Me di la vuelta para descubrir que el otro lado de mi cama estaba vacío. No


había funcionado. Exhalé lentamente, sintiendo una punzada de decepción. Si
sólo pudiera ser tan fácil.

—¿Qué pasó anoche?

Grité por la sorpresa ante el sonido de la voz de Sofie, y me senté de golpe.


Ella estaba de pie en el final de la cama, junto a Viggo y Mortimer.

—Eres una chica asustadiza, ¿no es así? —observó Mortimer, sonriendo.

—¿La culpas, con todo lo que le pasó? —replicó Viggo.

—¿Qué pasó anoche? —repitió Sofie, ignorándolos.

—Nada.

—¿Aprendiste algo nuevo? —continuó.

—Sí... todos son vampiros —me burlé, con la esperanza de que ser
desagradable me diera cierto nivel de satisfacción. No lo hizo.

Viggo sonrió cálidamente.


168
Página
—Aún estás enojada con Sofie. Lo entendemos. —Se acercó para sentarse en el
borde de la cama, tratando de alcanzar mi mano.

Max gruñó.

—Bien, bien, lo entiendo, Max. Estás preocupado por ella. —Sonrió con
dulzura al perro y puso sus manos en su regazo—. Cuéntanos sobre tu noche.
Y, ¿por qué llevas esos harapos horribles?

Lo miré con recelo. ¿Caden tiene razón? ¿Soy una tonta ingenua, cayendo por
el acto de una psicópata disfrazada?

Bajando la mirada, vi las ropas oscuras que Caden me había dado para
protegerme del ejército de vampiros listos para destrozarme.

—Todos los seres humanos se han ido. Extinguidos. Asesinados por vampiros
hace más de setecientos años —le dije rotundamente—. Aparentemente
tienen más vampiros malos que buenos.

—¿Qué? —Viggo frunció el ceño—. Cuéntanos todo.

Cuando terminé de resumir la guerra en Ratheus, las expresiones Mortimer y


de Sofie estaban más allá de sombrías. Sólo Viggo sonrió.

—¡Bueno, esto es una buena noticia! —exclamó.

Mi frente se arrugó.

—¿Cómo es esto una buena noticia?

—¡Estarán más que dispuestos a salir de allí! ¿Cómo se ve este mundo?

—No lo sé. No he visto mucho de él. Me están escondiendo en la cueva de la


montaña con este oasis increíble en el que se puede nadar, excepto que no
tienen trajes de baño, porque no tienen nada. No hay electricidad, no hay
libros, no hay ropa bonita.

Mortimer interrumpió mis divagaciones.

—¿Así que todos tienen setecientos años de edad?


169
Página
Asentí.

—Por lo menos. Y hay un consejo de vampiros que dicta todo. Tienen miles
de años de antigüedad. Me matarán si se apoderan de mí, de acuerdo con
Caden.

—Oh, este Caden es inteligente. Es mejor que te mantengas alejada de ellos.


No queremos que uno de ellos vuelva aquí.

¿Es Caden lo suficientemente inteligente como para ver a través de tu


máscara, Viggo?

—¿Qué pasa, Viggo, te sientes amenazado por alguien mayor que tú? —dijo
Sofie, sonriendo con arrogancia.

Él respondió con esa sonrisa con los labios apretados suya.

Leo entró en silencio entonces, trayendo una humeante taza de café para mí.
Quería tirar mis brazos alrededor del dulce viejo mayordomo.

—¿El collar te dijo algo?

Negué con la cabeza, mis ojos brevemente dirigiéndose a Sofie mientras


tomaba un sorbo de la taza, recordando su advertencia.

—Es una lástima —dijo Viggo.

—¿Qué necesita hacer? —exigió Mortimer a Sofie.

Pensó por un momento.

—No estoy segura. Esto hace las cosas son un poco más complicadas. Sólo
puede ser capaz de traer a uno de vuelta, así que ¿cómo puede elegir...?

—No me importa si el resto de ellos se pudre allí solo, siempre y cuando uno
regrese. —Los dientes de Mortimer estaban apretados con ira.

—Mortimer —reprendió Viggo—. ¡Un poco de compasión!

Sofie habló rápidamente.


170
Página
—Les puede traer algunas cosas, un acto de bondad, dada su situación. Tal vez
van a estar más dispuestos a mantenerla a salvo.

Soborno.

Los ojos de Mortimer se estrecharon con sospecha.

—Creí que habías dicho que las cosas no se podían transferir.

—Dije cosas vivientes —respondió Sofie en un tono condescendiente—.


Personas. Pero tengo una idea que podría funcionar.

—Maravilloso, Sofie —dijo Viggo—. La primera que has tenido en mucho


tiempo... ¿Por qué no te pones en ello de inmediato? Hay dinero en el
mostrador de la biblioteca.

Sofie forzó una sonrisa.

—Por supuesto, Viggo. Sólo tengo que tener una idea de los tamaños y
necesidades de Evangeline.

Varias horas más tarde, deslicé mis brazos por las correas de una mochila de
montaña muy rellena. Era de la misma altura que yo y probablemente
igualaba mi peso, así que era imposible para mí caminar mientras la usaba.
Sofie, con su fuerza inhumana, la apoyó sin esfuerzo contra el marco de la
cama para que no se volcara mientras ajustaba las correas.

—¿Qué hay aquí?

—Sólo algunas cosas para tus amigos.

—¿Para sobornarlos?

Levantó la vista hacia mí.

—No importa para qué. Piensa en lo felices que van a ser cuando se las des.
171
Página
¿Igual de feliz que yo por venir a Nueva York y ser bañada con regalos, sólo
para descubrir que estoy maldita?

—¿Y qué pasa cuando traiga a uno de regreso? ¿Sólo tienen que morder a
alguien y serás feliz?

—Algo así —murmuró—. Ahí, creo esas deberían sostenerse —Acarició


suavemente las correas.

Un pensamiento cruzó por mi mente.

—¿Empacaste sangre? ¿Sangre humana? —No puedo creer que esté


preguntando esto.

Con los labios apretados, negó con la cabeza.

—¿Por qué no?

—Es lo mejor.

¿Qué les haría? Me pregunté.

Giró y se apoyó en la cama, así estaba sentada a mi lado.

—La sangre humana tiende a dominar todos nuestros sentidos y la lógica.


Después de setecientos años, han aprendido a compartimentar esa hambre,
llegando a pensar que se han olvidado de ella. No necesitan que se les
recuerde. Sería cruel. Y no quiero que se distraigan de mantenerte a salvo.

Traté de ajustar mi posición, pero no pude. La bolsa podría también haber


tenido ladrillos en ella.

—No sé cómo esos sherpas3 suben por las montañas con estas cosas atadas a
sus espaldas —murmuré, ganando una suave risa de Sofie—. ¿Crees que esto
va a funcionar?

Asintió.

—Creo que sí.

3Sherpa: De un pueblo nepalí de origen mongol que habita en las vertientes altas del Himalaya, cuyos
172

habitantes se han especializados como guías y portadores en las expediciones alpinistas y científicas.
Página
—¿Qué hay aquí?

—Sólo un poco de ropa para las chicas y…

—¿Para todas ellas? —Silenciosamente esperé que se hubiera olvidado de


Rachel.

—Oh, eso es correcto. ¿Cuál es la que no te agrada, otra vez? ¿Rachel? —


preguntó ella, sonriendo secretamente.

Mis ojos se estrecharon. No le había dicho.

—¡Fuera de mi cabeza!

Se echó a reír.

—No puedo leer tu mente, sólo tu estado de ánimo —respondió


casualmente—. Hubo una chispa de cólera antes, cuando mencionaste a
Rachel. Estoy sintiendo celos en estos momentos. ¿Tal vez Caden tiene algo
que ver con esto?

Dejé caer mi mirada, sonrojándome. ¿Soy tan obvia?

Se echó a reír de nuevo, pero luego su expresión se tornó solemne.

—Sólo recuerda, ese collar disfraza tus rasgos humanos, pero no te hace
indestructible. Todavía te puede matar.

Finalmente era el momento de preguntar:

—Sofie, ¿cómo funciona este hechizo?

Exhaló un fuerte suspiro.

—Es complicado. —Miró y vio mi frustración—. Voy a explicar lo básico —


Estiró sus piernas frente a ella—. Hay dos tipos de hechizos. Pequeños y
fáciles que puedes aprender y hacer en cualquier momento y en cualquier
lugar; empezar incendios, disfrazarte, ese tipo de cosas. Pero luego hay otros
hechizos, los que modifican directamente el destino; la vida y la muerte. Eso
es un Causal Enchantment.
173
Página
—¿Es el que lanzaste en mí?

Asintió.

—Esos hechizos se basan en las energías de la tierra, de todo, desde la


atmósfera a los materiales inertes que usas todos los días. También se basan en
las emociones de los hechiceros, aunque esos sentimientos están
profundamente enterrados. Podría decirse que estas emociones son las que
forman el resultado final del hechizo. El hechizo en sí, aunque etéreo, se
convierte en una fuerza de la vida, ya que teje estas otras fuentes juntas. Se
establece cuando se decide por la respuesta más adecuada al dilema del
lanzador del hechizo e imprime el conocimiento dentro de su mente.

Traté de imaginar algo intangible tejiendo otras cosas intangibles en una


manta invisible que me enviaría a otro universo. Sonaba como algo con lo que
un grupo de hippies drogados con ácido podría tener largos debates.

—Así que, cuando me hechizaste, ¿no sabías que me enviaría a ese otro
mundo?

Hizo una pausa, mirando a Max, que yacía a mis pies. Asintió.

—Algo así. Pero eso es todo lo que te puedo decir.

Nos sentamos en silencio por un largo tiempo. Cuando miré el reloj, era casi
medianoche.

—Te irás pronto —confirmó Sofie—. A las doce, todas las noches.

Mi estómago empezó a revolverse, en parte preocupado por lo que estaba


esperando y en parte emocionado de verlos otra vez, de ver a Caden, aunque
él pensara que era una completa idiota.

—¿Hay algo más que deba saber?

Miró con recelo a Max.

—¿Por qué no vas a ver a los demás?


174
Página
Él gimió en respuesta y rodó sobre su costado, dejando claro que no tenía
intención de moverse.

—Maldito perro callejero —murmuró en voz baja.

—¿Por qué no te gusta Max? —pregunté, cuestionándome qué podría generar


tanto odio por un perro.

—Me traicionó una vez —dijo, mirándolo—. Sin embargo se redimió


recientemente por salvarte. Pero todavía no confío en él.

—Te traicionó... ¿cómo? ¿Te mordió? —¿Cómo hace un perro para traicionar
a alguien?

Se echó a reír, sacudiendo la cabeza. Miró el reloj y a Max de nuevo antes de


decidir algo. Se volvió hacia mí y me susurró tan bajo que casi no se oyó:

—Si encuentras Merth, tráelo. Haz lo que sea posible. Pero no se lo menciones
a Viggo o Mortimer.

Asentí, juntando mis cejas con curiosidad. ¿Qué podría hacer con eso? Es
peligroso para ella, ¿no? No me molesté en preguntar. Me imaginé que
mentiría de todas maneras.

Chillé con sorpresa cuando el peso fuerte de la mochila de montaña me tiró


hacia atrás. Aterricé sobre mi espalda, mis brazos y piernas agitándose
violentamente, por lo menos dos metros por encima del suelo duro de la
cueva.

—¡Funcionó! —grité.

Sofie había asegurado el arnés muy bien. Cambiando mi peso, rápidamente


confirmé que ninguna cantidad de movimiento iba a liberarme. Así que me
175
Página
tendí por allí en la oscuridad, indefensa, a la espera del rescate como una
tortuga volteada sobre su caparazón.

Una risita sonó en la oscuridad, enviando un escalofrío por mi espalda.

—¿Hola? —llamé con cautela, mi voz quebrada.

Hubo una pausa, y luego un ruidoso golpe. La cueva se inundó con luz de las
antorchas. Mi corazón dio un vuelco cuando vi la sonrisa con hoyuelos de
Caden, otro escalofrío me recorrió la espalda.

Caden se acercó lentamente, sacudiendo la cabeza con incredulidad.

—¿Te gustaría un poco de ayuda? —preguntó inocentemente, sobre mí, con


los ojos verdes centelleando.

Está diferente hoy. Más lúdico y mucho, mucho más relajado.

—No, me siento cómoda. Creo que me voy a quedar así hoy —le respondí con
calma. Por dentro, estaba tan mareada como una niña de trece años de edad en
el concierto de una banda pop de chicos.

Se agachó para inspeccionar las numerosas hebillas y broches.

—¿Cosquillosa? —preguntó, arqueando una ceja.

—Oh, por favor, no —me lamenté, temiendo ese nivel de tortuosa vergüenza.
Mi situación actual era bastante mala.

Se rió suavemente, luego concentración profunda tensó su rostro mientras


jugaba con las correas. Esto me dio la oportunidad de estudiar sin pudor su
rostro. No parecía real; más esculpido a la perfección, su mandíbula
impecablemente definida, sus labios teñidos de una exuberante sombra de
rosa. Me resistí a la tentación de estirar la mano y tocar su mejilla, para
confirmar que su piel era piel y no porcelana.

—Llegas temprano —murmuró—. No te esperábamos hasta dentro de unas


semanas.
176
Página
Cuando terminó de desatarme, saltó ágilmente levantándose y tendió la mano.
La acepté tímidamente. Me levantó y me jaló en un abrazo, deslizando sus
manos tiernamente alrededor de mi cintura y apretándolas contra la parte baja
de mi espalda. Sorprendida por la caricia, no supe cómo reaccionar. Así que
torpemente extendí mis manos y las puse sobre sus hombros, plenamente
consciente de que mi cuerpo estaba tan rígido como una tabla de madera.
Respondió curvando sus brazos más a mi alrededor, apretando su agarre para
acercarme más a él. Podía sentir su firme pecho contra el mío. Era fuerte,
enteramente muscular, y sin embargo había una calidez y suavidad que no
había esperado. Creo que había esperado algo frío y muerto, y era lo más
alejado de eso.

Empecé a relajarme, asegurándome que no podía saber lo que sentía por él; de
lo contrario, nunca me abrazaría tan íntimamente.

—¡Mi humana favorita! —gritó Bishop de repente, sacándome de mi


aturdimiento. Una visión de los perversos ojos amarillos de Rachel y su cruel
sonrisa relampagueó dentro de mi cabeza entonces, haciéndome empujar
despavorida a Caden. Bishop alborotó mi pelo mientras pasaba.

Segundos más tarde, Fiona y Amelie llegaron volando, derribándome con la


ferocidad de sus abrazos.

Miré a Caden para ver un destello de decepción en sus ojos. Mi corazón se


hundió.

—Ooh, ¿qué es esto? —dijo Amelie, y ella y Fiona comenzaron a saquear la


mochila como niños pequeños bajo un árbol de Navidad, sacando paquetes
individuales con nombres garabateados en ellos en la floreada escritura de
Sofie. Los chicos estaban parados detrás de ellas, sacudiendo sus cabezas y
riendo. ¿Dónde está Rachel? Mis ojos vagaron casualmente por la cueva.
Probablemente acechando en las sombras. O sacrificando a los hijos de Bambi.

Fiona sacó algo de ropa interior negra atrevida que sigilosamente escondió
bajo el brazo, con una sonrisa reservada en su rostro.
177
Página
—¿Qué es eso? —preguntó Bishop. Fiona suavemente desvió su atención a un
montón de ropa de hombre y pronto los dos chicos estaban revolviendo con
entusiasmo a través de sus paquetes.

Me recosté contra la pared, contenta de poder ayudarlos de alguna manera,


que tenía los medios. Bueno, Mortimer y Viggo los tenían.

—¿Estás pensando en quedarte un rato? —dijo Amelie, sacando un colchón de


aire.

Fruncí el ceño.

—¿Es para mí?

—No es para nosotros.

Cierto, ellos no duermen.

—No lo sé. Sofie empacó el… —Mis palabras terminaron en un jadeo


mientras Caden se sacaba su andrajosa y vieja camisa por su cabeza, dejando al
descubierto un vientre perfectamente extendido y pecho esculpido. Tuvo una
nueva de color azul cielo con cuello redondo sobre su cabeza en cuestión de
segundos, pero no antes de que tuviera una gran oportunidad para mirarlo
como una pervertida, con una extraña y desconocida sensación agitándose
profundamente dentro de mí.

Dedos tronaron frente a mi cara, rompiendo mi trance. Bishop.


Instintivamente extendí la mano hacia mi boca abierta, segura de que una gota
de saliva se estaba arrastrando por encima de mi labio inferior. Por favor, no
te burles de mí, recé.

—¡Ven, vamos, antes de que la luz del día se acabe! —exclamó.

—¿A dónde?

Juguetonamente me metió debajo de uno de sus poderosos brazos, como una


pelota de fútbol.

—A matar algo de tiempo.


178
Página
Por la forma en que habían descrito Ratheus —desolada, medieval,
decadente— estaba esperando un mundo justo como Terminator, sin los
cyborgs. Así que decir que estaba gratamente sorprendida cuando nos
detuvimos en las afueras sería el eufemismo del siglo.

De pie en el borde de una cornisa de tipo meseta, vi que estábamos en lo


profundo de un barranco en las montañas, el cielo más allá de un azul vibrante
salpicado con mullidas nubes blancas. Un amplio y densamente arbolado valle
se extendía a continuación, las brillantes hojas verdes de los árboles
asegurando un clima cálido. Sólo pude distinguir un río serpenteando a través
del bosque, la moteada luz del sol chispeando en su superficie como un millar
de pequeños diamantes rodando. Una corona de pinos cubiertos de nieve se
alzaba en la distancia, protegiendo al valle del mundo exterior. Tenía más la
forma de un tazón que de un valle.

Cautivada por esos pinos de enormes proporciones, di un paso adelante sin


prestar ninguna atención a donde estaba hasta que el suelo desapareció de
repente de debajo de mis pies. Una fracción de segundo después, una mano
agarró mi brazo y me tiró hacia atrás. Miré hacia abajo a la copa de los árboles
varios cientos de metros más abajo y me di cuenta de que había caminado sin
querer hacia un precipicio. Volteándome, me pegué a la cosa más cercana
disponible. Ésta resultó ser el torso de Caden.

—¿Los humanos han aprendido a volar en su mundo? —Se rió entre dientes,
luego deslizó un brazo suavemente alrededor de mi espalda y medio me llevó,
medio me arrastró lejos de la orilla. Los otros ni siquiera trataron de ocultar su
diversión.

—Ahora estás a salvo, Evangeline —dijo Fiona riendo.

De mala gana me aparté de Caden, la torpeza haciéndose cargo cuando el


miedo paralizante se había ido.
179
Página
—Lo siento —murmuré mirándolo, esperando que no creyera que lo había
hecho con la intención tocarlo íntimamente o algo igualmente pervertido.

Las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa. No parecía molesto.

—¡Vamos! —instó Amelie alegremente. En algún momento entre Bishop


levantándome y yo caminando hacia el precipicio, ella había cambiado su ropa
vieja a un par de vaqueros y una camiseta informal. Todos ellos lo habían
hecho, incluyendo a Bishop, quien estaba ajustando su camisa a rayas verde y
gris.

—Se ven... normales —dije, sonriendo.

Amelie se abrazó a sí misma.

—Esta camisa es tan suave. Como cachorros peludos... ¡Gracias! —Al instante
apareció frente a mí para plantar un beso cariñoso en mi mejilla antes de saltar
a lo largo de un camino natural que se curvaba por la ladera de la montaña,
con sus plateados rizos rubios rebotando.

—¿Se parece en algo a tu mundo? —preguntó Caden.

—Sí. Quiero decir, creo que sí —le respondí, siguiendo al resto de ellos por el
camino. Era empinado, lleno de rocas sueltas, y completamente traicionero—.
Nunca he visto montañas de este tamaño antes, pero estoy segura de que
existen —Estaba teniendo dificultades con no tropezar mientras me mantenía
al día con su rápido y descuidado paso.

—Sería mejor que te quedes cerca de ella, Caden. Puede caer justo por la
ladera de la montaña —advirtió Fiona con esa voz ronca de ella, y agregó—: Y
no podemos convertirnos en murciélagos y atraparte.

Sonreí, estremeciéndome.

—Qué bueno. Odio esas cosas.

—¿Sabes cuál es la mejor parte de hoy? —preguntó Bishop de repente en voz


baja y sombría. Hizo una pausa dramática antes de gritar—. ¡Rachel se ha ido!
—Su voz resonó por el valle como un trueno. Despegó, recorriendo el camino
180
Página
como un loco suicida, riendo histéricamente. Fiona y Amelie se lanzaron
detrás de él, desapareciendo en cuestión de segundos, dejándome sola con
Caden.

Miré arriba por el rabillo de mi ojo, esperando ver una mueca de enojo o
molestia por el flagrante desprecio de Bishop hacia su novia. En su lugar, vi
una sonrisa.

—Así que... ¿dónde está? —le pregunté. ¡Por favor, di que se ha ido para
siempre!

La sonrisa se tensó.

—En algún tipo de torneo que necesitaba juzgar.

¿Eso en su voz es decepción o alivio? No lo podría decir.

Caminamos en silencio por el sendero rocoso, Caden contenido para coincidir


con mi paso de caracol mientras me acercaba cautelosamente a las piedras
sueltas. Varias veces las piedras se deslizaron bajo el peso de mi pie,
haciéndome resbalar. Caden siempre estaba allí para agarrarme y tirar de mí
hacia arriba.

—Siento ser tan lenta. No soy normalmente así de torpe —murmuré con
nerviosismo.

—No te preocupes. Solo porque podemos correr por acantilados rocosos, no


significa que esperamos que tú puedas.

Cuanto más nos acercábamos al valle, más caliente se volvía el aire y más
verde nuestro entorno. Ahora que estaba mirando el bosque a la luz del día,
tuve que reír. No había manera de que alguien pudiera confundir este lugar
con Central Park, con sus extraños árboles elevándose sobre nosotros, algunos
creciendo más de treinta metros, con troncos de al menos de dos brazos de
largo de grosor. Más bien parecía una selva virgen, sin ser tocada por nada
excepto el tiempo. El suelo era exuberante y verde, cubierto con helechos
gigantes y protuberantes raíces de árboles recubiertos de musgo de color verde
brillante y hongos. Aquí y allá, los árboles permitían suficientes parches de luz
181
Página
solar para nutrir las diminutas flores silvestres moradas y blancas
dispersándose en el suelo del bosque, pero por lo demás era sombrío y húmedo
bajo el dosel.

Sonreí mientras una mariposa revoloteaba por delante de nosotros en su


camino a uno de esos montones de flores silvestres, sus vibrantes alas amarillas
y naranjas contrastando hermosamente con el verdoso telón de fondo verde.
Una familia de grillos cantaba alegremente en algún lugar en las
profundidades de los bosques. Era puramente sereno, difícilmente un mundo
plagado de monstruos sedientos de sangre esperando beber mi sangre.

Me pregunte qué viviría aquí.

—¿Qué tipo de vida silvestre hay aquí?

El silencio respondió. Me volví. Y congelé.

Caden había desaparecido. Mis ojos se movían alrededor, escaneando


nerviosamente el bosque.

—¡Caden! —dije en un susurro áspero, a continuación contuve la respiración,


escuchando. Nada—. ¡Caden! —nuevamente, esta vez la desesperación en mi
voz era inconfundible.

Una rama se quebró.

—Oh, gracias a Dios... —comencé, girándome.

Una enorme pantera negra estaba parada junto a un árbol a solo cinco metros
de distancia, la cabeza de una serpiente colgaba de su hocico. Puso una pata en
el cuerpo de la serpiente y luego, con un fuerte giro de su cuello, arrancó la
cabeza de la víbora y la tiró a un lado. El cuerpo de la serpiente —de al menos
dos metros de largo— se dejó caer al suelo, retorciéndose.

La atención de la pantera ahora se trasladó a mí, sus ojos ocre mirándome con
interés. O hambre.

Dejé escapar un chillido, precipitándome varios pasos hacia atrás antes de que
el sentido común prevaleciera y me congelara. El gato, tenía una altura
182
Página
monstruosa que le hacía par a Max, bajó su cabeza y olfateó el suelo,
aparentemente despreocupado de mi presencia. Sabía que era mejor no
relajarse, sin embargo. Había afilados dientes bajo ese suave, impasible hocico.

Observé con horror como la pantera cambiaba su peso de un lado a otro,


entonces discretamente se acercó. Se movió lo suficientemente cerca que su
hocico rozo mi pecho, deteniéndose en mi collar. Dejó escapar un leve
gruñido, su labio curvándose para mostrar un conjunto letal de colmillos.

Y yo que pensaba que iba a morir por una mordedura de vampiro. Me


preguntaba si había algún lugar para correr. ¿Correr haría la matanza más
placentera para él? No era verificable, ya que mis músculos estaban
bloqueados por el terror.

—Está bien, estoy aquí. —Sentí un brazo rodearme protectoramente alrededor


de mi hombro y Caden tirando mi rígido cuerpo cerca de él.

Dejé escapar un pequeño suspiro de alivio.

—¿Qué hacemos? —susurré, tratando de no mover los labios, mi enfoque fijo


en la bestia dándome un leve olfateo.

—Quédate quieta.

—¿O qué?

—Este es Scout.

—¿Tiene un nombre? —Mis ojos se abrieron.

Caden rio entre dientes.

—Sí. ¿Te gusta?

—Depende de si me va a atacar.

—No. Es mi mascota.

—¿Qué quieres decir?


183
Página
—Bishop y yo tenemos un pequeño ejército de animales para proteger las
montañas y avisarnos de cualquier visitante. Una mejor protección.

La pantera llamada Scout levantó la cabeza para mirarme a los ojos, su rostro a
pocos centímetros de distancia. Retrocedí contra Caden.

—No te muevas. Sólo está curioso. No va a reaccionar si no lo sorprendes.


Sabe que le tienes miedo.

Aparté los ojos hacia la izquierda, centrándome en una rama mientras el gato
gigante me inspeccionaba, incapaz de mirarlo a los ojos por miedo a gritar.
Finalmente bajó la cabeza para olfatear mis zapatos. Caden mantuvo su brazo
alrededor de mi hombro, sosteniéndome fuertemente contra él.

—¿Cómo es tuyo? —susurré.

—Lo mordí. Me pertenece. Soy su maestro.

Fruncí el ceño.

—Entonces, ¿que lo hace a él? ¿Un hombre gato?

—Los llamamos licántropos. Son un poco diferentes de los vampiros humanos.


Ellos anhelan la carne más que sangre. Son inmortales y se curan rápidamente,
como nosotros. Pero se vuelven monstruosamente grandes, por lo general el
doble de tamaño.

—Como Max —dije, pensando en mi gigante canino amigo. Eso es lo que era.
Un licántropo.

Sentí a Caden asentir.

—Son protectores, unidos a la persona que los transformó.

—Eso significa que Max tiene un maestro, tenía que ser Mortimer. Lo había
presentado como su perro guardián.

—Sí, probablemente. Lo interesante es, que puedo comunicarme con Scout


desde cualquier lugar del valle.

—¿Cómo?
184
Página
—Telepáticamente. Podemos hablar de ida y vuelta el uno con el otro en
nuestras cabezas. Él me informa.

—Te informa... —jadeé—. Hijo de pu…

En mi arranque inesperado, Scout dio tres pasos rápidos como un rayo hacia
atrás, gruñendo amenazadoramente.

—Tranquilo, muchacho —lo calmó Caden, deslizándose para interponerse


entre la pantera y yo. Cuando el gato finalmente se calmó, se dio la vuelta para
mirarme—. ¿Qué pasa?

—¿Qué pasa si Max es un espía de Mortimer? Siempre está siguiéndome,


oliéndome y chismeando. —El sólo sigue órdenes. En realidad no se preocupa
por mí, después de todo.

—Tiene sentido —murmuró Caden de acuerdo—. Te lo advertí, ¿no?

—Pero, ¿por qué? —Giré mi cabeza con confusión, mis manos yendo hacia mi
frente—.¿Para protegerme de Sofie? Max no parece demasiado preocupado
cuando ella está cerca. Viggo, sin embargo... consigue que el perro se ponga
como loco... —Están escondiendo algo. Pero, ¿qué?—. Soy una idiota —
murmuré.

—No, no podrías saberlo.

—Debería haberlo hecho. Tienes razón. Soy una tonta ingenua.

Caden suspiró.

—Ellos probablemente... encontraron tu debilidad, cualquiera que sea, y la


explotaron, succionando en tu mundo, haciéndote confiar en ellos. Eso es en
lo que nuestra especie es buena, manipulación.

¿Mi debilidad? ¿Qué podría Sofie...? Mi soledad. Eso era. Esa era mi debilidad.
Ella usó la compañía humana para atraerme, para hacerme querer estar cerca
de ella. Y yo, un solitario, cachorro indefenso buscando amistad, me doblé.
¿Pero cómo se dio cuenta tan rápido? ¿Era perceptiva, o yo era tan obvia, tan
patética?
185
Página
Miré a mi alrededor. Scout había desaparecido.

—Se fue. Puedes relajarte —dijo Caden, sonriendo con ironía.

Dejó de vigilar el bosque por mí. Lástima que no podía traerlo conmigo.
Entonces el perro podría tener un gato que perseguir.

—Por favor no desaparezcas así de nuevo —le rogué a Caden.

—Lo siento. —Su mirada mostraba sinceridad—. No se suponía que estaría tan
cerca, pero luego la serpiente hizo un movimiento sobre ti... Estaba
consiguiendo esto. —Tendió un ramo de margaritas—. Crecen en lo alto, en
los prados.

Me quedé boquiabierta. Nunca nadie me había regalado flores antes, y mucho


menos escalado una montaña para recogerlas al estilo libre.

—Estas... son hermosas —balbuceé, tomando las margaritas. ¿Cuánto tiempo


ha pasado desde que recibí una margarita? Por siempre, eso parecía. Las llevé a
mi nariz para inhalar el aroma natural.

Ese olor... tan familiar. Me recordó algo, ¿pero qué...? ¿Mi infancia? ¿Verano?

El parque. Rayas rojas y blancas del travesaño.

Di un grito ahogado.
186
Página
Margaritas y Engaño
Traducido SOS por Dkct21, Maarlopez & Cande Cooper

Corregido por Liraz

A
ntes de que supiera lo que estaba pasando, Caden me estaba
colocando en el suelo, mis piernas habían cedido.

—¿Qué está mal?

Mi boca se abrió pero me tomo unos cuantos intentos formar cualquier


palabra y cuando lo hice, vinieron en rápidos balbuceos.

—No podía… No podía haber tenido más de cuatro. El parque cerca de


nuestro viejo apartamento. Rayas rojas y blancas del travesaño. De la clase
antigua.

—¿Cuál parque?

—¡El de la pintura de Sofie!

Caden se agachó frente a mí, ahuecando gentilmente mi barbilla en sus


manos.

—Evangeline, cálmate. Estas divagando. Comienza desde el principio.

Tomé una profunda respiración, abrumada de repente con nauseas. Trague


unas cuantas veces antes de poder hablar.

—Sofie pintó un cuadro y lo colgó en mi habitación donde Viggo y Mortimer.


Es un cuadro de una niña pequeña tomando margaritas en un parque. —Hice
una pausa—. Sabía que había algo familiar sobre ella… —Trabé mis ojos con
él—. ¡Era yo! ¡Sofie me ha estado observando desde que tenía cuatro años!
187
Página
Caden suspiró pesadamente, girando para sentarse en el suelo a mi lado.

—¿Me pregunto por qué?

Me encogí de hombros. Todo mi cuerpo se sentía entumecido por el shock.

—Significa que está mintiendo. Ella me dijo que no quería que esto me
sucediera a mí, pero sí lo quería. ¡Ha estado planeándolo por catorce años!

Él pensó por un momento.

—O está omitiendo detalles importantes.

—No diciéndome más de lo que necesitaba saber —murmuré. Era


exactamente lo que me dijo que hiciera—. Me pregunto si Viggo sabe. Si lo
sabe, no lo ha rebelado. Quizás no quería que enloqueciera.

—Quizás —dijo Caden suavemente, aunque su tono sugería duda—. ¿Aunque,


por que pintaría ese cuadro? Como si quisiera que te enteraras.

—¿Alguna clase de broma retorcida?

Se encogió de hombros.

—O alguna otra razón. No sé lo que está pasando, pero te garantizo que hay
mucho más de lo que cualquiera de ellos te está dejando saber.

—Es lo que he estado tratando de decirte.

Asentí, prometiéndome recordarlo. Tengo que cuestionarlo todo de ahora en


adelante.

Caden se inclinó, cariñosamente empujando su hombro con el mío.

—¿Vas a estar bien? Te ves un poco pálida.

La náusea surgió otra vez en mi cuerpo.

—Me siento… cómo si me acabara de enterar que he estado de pie desnuda en


una habitación llena de gente con lupas por años. —Me encogí—. No puedo
confiar en nadie.
188
Página
—No. En nadie —dijo con fría certeza.

—Hasta el perro está en mi contra —murmure, recogiendo pequeñas hojas de


una rama de helecho y lanzándolas a un lado.

—Asume que solo te están dando la mitad de la verdad, si acaso.

Titubeé, asustada de la respuesta.

—¿Inclusive de Amelia, Fiona y Bishop… y tú?

—Sí —dijo rápidamente—. Quiero decir… —Miró a la distancia, haciendo


una mueca—. Queremos que confíes en nosotros, pero no esperamos que lo
hagas ciegamente. Esperamos ganárnoslo algún día.

Ya confío en ti, le susurré en mis pensamientos.

Se giró y juntó su mirada con la mía por un momento, su expresión era


ilegible. Abrió su boca como para decir algo, entonces la cerró rápidamente.
Tomando mi mano, me levantó.

—Vamos. Sigamos caminando, si es que puedes.

—Siempre y cuando no hayan animales al acecho. Me estoy sintiendo muy


frágil ahora mismo. —Frágil, pero irrompible, de alguna manera; aunque por
todas las cosas debería de haberme roto. Cualquier persona normal lo habría
hecho para ahora, ¿cierto?

Caden se inclinó para recoger las margaritas que dispersé cuando me entere de
la extensión de la traición de Sofie.

—Perdón, no debí hacerlo.

—¡No! —exclamé, tomando las flores de su mano e inhalando su esencia otra


vez, dándole la bienvenida a los cariñosos recuerdos que fluyeron con ella. La
risa de mi madre mientras me perseguía por el parque… —Gracias por estas.
—Sonreí tímidamente—. Amo las margaritas.

Caden tomo una piedrita y la arrojo casualmente a los árboles, sin duda
alcanzando un objetivo imposible que no podía ver.
189
Página
—Lo sé. —Rió ante mi desconcierto—. Mejor alcancemos a los otros antes de
que vacíen el arroyo. —Comenzó a caminar enérgicamente por el camino,
hablando sobre su hombro—. ¡Apresúrate, lenta!

Camine silenciosamente, alternando mi atención entre el cuerpo perfecto y


ágil enfrente y las margaritas en mi mano antes de decir:

—Entonces Fiona y Amelie obviamente te contaron algunas cosas sobre mí.

—Obviamente.

—¿Qué más te dijeron? —pregunté, destrozando mi cerebro para recordar la


conversación.

Respondió casualmente con su propia pregunta.

—¿Así que nunca has tenido un novio?

Ugh. ¿Le dijeron eso? Sentí mi rostro enrojecer ante el pensamiento de ellos
discutiendo mi patética vida social. Así que debe haberse dado cuenta que hay
algo mal conmigo.

—Nunca lo hubiera adivinado, basado en la otra noche… —Miró hacia atrás,


y vi la esquina de su boca curvarse en una sonrisa.

¿La otra noche? De que… Mis ojos se agrandaron mientras me di cuenta de


que estaba hablando de la noche del ataque. Abrí mi boca para responder
varias veces, siempre vacilando, vacía de palabras. Ni la poderosa magia del
pendiente podría haber ocultado mis mejillas ardientes. Misericordiosamente,
Caden mantuvo sus ojos adelante. Vagamos en lo profundo de la selva del
valle, donde los arboles bloqueaban la mayor parte de la luz. En los pocos
lugares donde el grueso follaje dejaba pasar el sol, rayos de luz iluminaban el
área cómo focos, el contraste entre las sombras profundas y los rayos de sol
creaban una escena mística.

Un árbol enorme y nudoso sobresalía al menos seis pies del suelo, bloqueando
nuestro camino. Enganché mi pie en un hueco y comencé a escalar, pero las
manos de Caden tomaron mi cintura y me bajaron.
190
Página
—¿A dónde vas? —Rió, y en un instante, estábamos saltando al otro lado.

—Pensé que no podías volar —dije sarcásticamente, liberando la bocanada de


aire que había inhalado.

—Eso fue un salto. —Rió y continuó caminando.

Encontramos a los otros sentados en una pila de rocas al lado de un delgado,


rio turbio que fluía entre los árboles. Algas fluorescentes reposaban en su
superficie cómo camuflaje, brillante contra el agua teñida y el bosque oscuro.

—¿Así que vamos a… pescar? —pregunté, observando la caña de metal que


Bishop sostenía. Tres más yacían atrás de él, ubicados entre algunos
helechos. ¿Esto es lo que hacen los vampiros para matar el tiempo?

Caden sonrió.

—Suenas sorprendida.

—Pensé que su dieta consistía de… líquidos.

—Son para las mascotas de Bishop. ¿Eres buena?

—No lo sé; nunca lo he intentado. Pero no me veo cómo el tipo de ‘‘pescadora


y cazadora’’ —respondí.

Caden rió, recogiendo una caña.

—Podrías ser una mujer de las cavernas natural.

—Quizás. —Lo dudo. Ver algo de más de dos patas escabullirse ponía mi piel
de gallina así que no esperaba un baboso pez empalado, aleteando en un
gancho me diera una reacción distinta. Me agache a la orilla del rio y coloque
mis flores con los tallos sumergidos en el agua turbia.

—¡Eh! No tan cerca —exclamó Caden, inclinándose para llevarme hacia


atrás—. Hay cosas en el agua que no quieres… molestar.

Un escalofrío corrió por mi espalda mientras estudiaba el tranquilo río.

—¿Cómo serpientes?
191
Página
Bishop respondió:

—Serpientes, cocodrilos, pirañas; estoy sorprendido de que no hayas


encontrado alguno de ellos la noche en que fuiste por Amelie.

—Pero no lo hiciste —me recordó Caden, viendo mis ojos ampliarse. Lanzó
una mirada de exasperación en dirección a Bishop.

—Aquí tienes Eve —dijo Bishop, sonriendo mientras me entregaba una caña.

Mi madre solía llamarme así.

—Encontré estos bebes en una bóveda unos cientos de años atrás y las he
estado cargando desde entonces. ¡Sabía que tendría una razón para
mantenerlas!

Me paré incómodamente sosteniendo la caña.

—Bien… ¿Qué hago ahora? —Inspeccioné el artilugio de metal al final del


poste largo. Un carrete, me informó Caden.

—Bueno, primero colocas uno de estos. —Bishop recogió algo del suelo atrás
de él y tomó mi mano libre. Colocó una sanguijuela de seis pulgadas en mi
palma. Comenzó a menearse y grité, sacudiendo la cosa viscosa de mi mano—.
Pobre amiguito. —Bishop recogió la asquerosa cosa. Tomando la punta de mi
cuerda, enterró el gancho de púas a través de su cuerpo varias veces. Se
retorció furiosamente, tratando de escapar.

Hice una mueca de asco.

Bishop rió disimuladamente.

—Eres tan niña.

Fiona nos miró.

—Bishop, en serio, eres tan infantil a veces. —Movió sus ojos hacia mí—. Lo
siento.

Bishop se agachó detrás de Caden, quien ya tenía su cuerda en el agua. Caden


rió.
192
Página
—Así que esas sanguijuelas son aterradoras.

—No aterradoras, repulsivas. Dos cosas totalmente diferentes. —Aclaré,


inclinándome para limpiar la baba de sanguijuela en mis manos con algunas
hojas. Me enderece y observe mi caña—. Bien, necesito una lección.

Caden parecía feliz de ayudarme, usando su propia caña para demostrar como
lanzar y recoger.

—Se ve simple —dije y me aliste para lanzar. Mi vendaje me dificultaba las


cosas.

Caden alzó sus manos.

—Espera.

Me congelé, asumiendo que sus sentidos vampíricos percibieron algo en el


agua.

—Espera… aguanta… ¡bien, ahora! Y pon todo tu cuerpo en ello —ordenó.

Cumplí con sus instrucciones, ondeando la caña detrás de mi hombro


izquierdo antes de lanzarla hacia adelante con todas mis fuerzas. Pero mi
gancho se trabo con algo detrás de mí, al mismo tiempo que un grito de
protesta me hizo girar.

Bishop estaba de pie haciendo una mueca, el afilado metal a través del lóbulo
izquierdo de su oreja. Jadeé, con lágrimas formándose.

—¡Lo siento tanto!

Detrás de mí, Caden y Fiona estaban doblados de risa. Caden se enderezó y se


acercó para inspeccionar el gancho.

—¡Buena atrapada! —dijo, guiñándome.

Me apresure hacia ellos con la intención de rogar por perdón pero me detuve,
encogiéndome, mientras Bishop tiraba del gancho de su oreja, arrancando un
gran pedazo de carne con él. Esperaba que comenzara a fluir sangre pero la
herida inmediatamente se cerró, dejando su oreja indemne.
193
Página
—¡Presta más atención la próxima vez! —Regañó Caden a Bishop, golpeando
su espalda.

—Fiona me estaba distrayendo con… —Bishop se detuvo, dándose cuenta de


que estaba entre Caden y ella—. Pagarás por eso más tarde, mujer. —
Amenazó a Fiona, aunque estaba sonriendo cuando lo dijo—. ¡Mi camisa
nueva ahora esta arruinada! —Froto la manga donde unas cuantas gotas
habían caído.

Me quede allí, con los ojos abiertos tanto de asombro como de horror.

—No te preocupes, Bishop está bien —dijo Caden, acercándose para apretar
gentilmente mi hombro—. Es casi imposible atraparnos así de desprevenidos.
Impresionante.

—¿Con que lo estaba distrayendo Fiona? —pregunté, hacienda una mueca.


Pero entonces vi la malvada sonrisa que ella le dio y la sonrisa de respuesta de
él, y tuve una buena idea de lo que era. Me giré, sonrojándome.

Caden arrojó su gancho al agua y se sentó en una roca. Lo imité, revisando por
si había serpientes.

—¿Entonces cuánto tiempo han estado juntos?

—Se conocieron durante la guerra. Bishop acababa de ser convertido y estaba


perdido. No es un proceso natural, la transición a lo que somos.
Probablemente lo hubieran matado en la guerra, si Fiona no lo hubiera
encontrado. Lo tomó bajo su ala, lo ayudo. Han estado juntos desde entonces.

—¡Guau! ¿Setecientos años? Eso es un largo tiempo para estar con una
persona.

Caden sonrió.

—Para un humano, sí. Los deseos humanos cambian con la edad. La gente se
supera el uno al otro. Es diferente con nosotros. Cada día con Fiona se siente
cómo el primer día que Bishop la conoció, las chispas, mariposas, todo eso.

—Las mariposas... pensé que era una cosa de chicas —murmuré.


194
Página
—No, definitivamente no —murmuró Caden, mirándome curiosamente antes
de volver a su caña.

—¿Qué hay de ti y Amelie? ¿Fuiste… convertido en la guerra?

Caden negó con la cabeza.

—Un ataque de unos cuarenta años antes de la guerra. —Hizo una pausa—.
Yo tenía veinticuatro años. Amelie tenía veintiún años. Nuestros padres
tenían un rancho de caballos, pura sangre. El Resort Jennings para caballos,
algunos lo llamaron. Una noche oímos este horrible sonido que venía del
establo. Mi padre tomo su escopeta, esperando ahuyentar a unos ladrones.
Cuando no habíamos tenido noticias de él durante mucho tiempo, tome otra
arma y salí. Amelie y nuestra madre me siguieron con linternas. Llegamos a
uno de los graneros y... —La voz de Caden cayó, él se quedó mirando el agua
plácida—. Había rumores de cosas extrañas que sucedían en el ganado y las
granjas de caballos, pero nada podría habernos preparado... Todos los caballos
en el establo estaban muertos, sus gargantas arrancadas, sangre rociada sobre
las paredes, el heno, todo. Mamá y Amelie corrieron a buscar a la policía,
mientras yo registraba los otros graneros, en busca de mi padre… —La voz de
Caden se apagó y se sentó por un momento, sumido en sus pensamientos—.
Lo encontré tumbado junto a uno de sus sementales premiados. Y ahí es donde
ellos me encontraron… nunca vi un rostro.

Me di cuenta de que la punta de la caña de pescar se hundía, pero Caden no


parecía demasiado preocupado.

—Ellos decidieron que Amelie y yo éramos demasiado atractivos para


malgastar, que seriamos buenas adiciones. —Su voz afilada con amargura.

—Lo siento mucho, Caden —dije en voz baja. Y lo sentía. Me dolió saber que
él y Amelie habían sufrido.

Él miró hacia sus manos, una sonrisa en su rostro atormentado.

—¿Te das cuenta de que es la primera vez que he oído esas palabras de
alguien?
195
Página
Mi corazón se hundió. Quería envolver mis brazos alrededor de él, para
consolarlo, para alejar ese dolor.

Les eché un vistazo a los otros mientras Amelie saltaba en el aire, gritando de
emoción sobre el pescado que colgaba al final de su anzuelo.

—Así que... Caden Jennings —dije en voz alta. Evangeline Jennings, dijo la
voz en mi cabeza. Negué con la cabeza, sintiéndome ridícula.

Suspiró.

—En otro tiempo, sí. Amelie es todo lo que queda de mi familia. Al menos
encontramos a Bishop y a Fiona.

¿Qué pasa con Rachel?

Me di cuenta de que la pila de pescado había crecido más rápidamente


mientras hablábamos. Había suficiente para abastecer un supermercado.

—¿Entonces la mascota de Bishop se va comer todo esto? —Asentí al


montículo plateado—. ¿Qué tan grande es esta mascota, exactamente?

El final de mi caña se hundió, seguido de un segundo, luego un tercer tiro, el


último fue más fuerte.

—¡Creo que atrapé algo! —susurré, como si hablar demasiado alto podría
dejarle saber al pez que estaba atrapado en un gancho afilado. Como si no
estuviera ya muy consciente de eso.

—¡Enróllalo! —exclamó Caden. Cómo respuesta, el tirón cambio a ser feroz y


frenético. Todo lo que pude hacer fue agarrar la caña en mi mano lesionada.
Caden llegó junto a mí y puso sus manos sobre las mías, ayudándome a
enrollar el carrete—. Casi —murmuró él, con la boca lo suficientemente cerca
para que su voz me hiciera cosquillas en el oído.

Me voy a desmayar, pensé, sintiendo una extraña ondulación emoción a través


de mi cuerpo. En el momento en que la línea estaba fuera del agua, estaba
demasiado ocupada tratando de evitar que mis manos temblaran para anotar
un pez de tres veces el tamaño de los demás que colgando de mi anzuelo.
196
Página
—¡Big Brown va a amar ese! —gritó Bishop.

—¿Quién es Big Brown? —dije con voz ronca, permitiéndome soltar el aliento
que mantuve sin saberlo durante toda la dura experiencia.

—Es él —dijo Bishop, señalando con la barbilla hacia algo detrás de mí.

Giré, esperando ver otro gato. En vez de eso, un oso pardo con el color del
chocolate con leche avanzo pesadamente hacia nosotros, su tamaño era similar
al de un elefante joven que había visto en el zoológico de Portland. Estaba
viendo el premio al final de mi caña, o a mí; no estaba muy segura aun. Mi
boca se abrió para gritar pero no salió sonido.

—Está bien —susurró Caden tranquilizadoramente, acercándome a él, su otro


brazo envolviéndose lenta y protectoramente a mí alrededor—. No hagas
movimientos repentinos y todo estará bien.

No podría moverme aunque quisiera. Los brazos de Caden eran como una
prensa.

—Es grande —me las arreglé para susurrar. Lo suficientemente grande como
para rebanarme en seis pedazos con un movimiento de su garra. La tierra
tembló a medida que el oso se acercaba. Saboree la bilis en mi garganta—. Me
voy a enfermar —gemí, queriendo advertir a Caden. Gire mi rostro, rezando
para que este fuera de alcance. Prefería ser despedazada por esta bestia que
vomitar sobre Caden.

Big Brown se detuvo para oler el pescado en mi caña y entonces, con un


movimiento rápido como la luz, mordió la cosa fuera de mi caña y la trago
entera, gancho, carnada, y todo. Continúo con la pila de pescado detrás de
Amelie y la devoro en pocos segundos. Nadie se movió.

Con ese montón listo, se desplazó lentamente para estar frente a Bishop,
agachándose para que sus ojos estuviesen nivelados. Después de un minuto de
miradas amenazadoras, Big Brown simplemente giró y salió disparado como
una bala, desapareciendo en segundos.
197
Página
—No hay señales de nadie viniendo —dijo Bishop—. Él puede saber que no
eres uno de nosotros —añadió, mirando hacia mí.

—Así que es como Scout. Y Max —confirmé.

—Sí, solo que menos predecible —respondió Caden, sus brazos dejando su
postura protectora a mí alrededor.

Tome eso como mi señal de alejarme de él, para permitir la cantidad apropiada
de espacio. Comencé a alejarme.

—Pareces tener frío. Si cerca de mi te mantienes caliente, deberías


permanecer ahí.

Mordí mi labio inferior. Antes de atrapar el pez, había estado contemplando


quitarme mi sudadera rosada con capucha de lana. Inclusive en las sombras de
los árboles, el aire era húmedo.

—Tengo un poco de frío —mentí, fingiendo un escalofrió. Caden devolvió su


atención al río, con una sonrisa conocedora en su cara. ¿Podría saber que estoy
mintiendo?—. Así que… ese es Big Brown —dije, cambiando el tema.

Caden rió.

—Tomará algo de tiempo antes de que deje que frotes su barriga.

—¿Y come pescado? Necesitará mucho más que ese montón.

—Eso es todo. Es un pozo sin fondo. Creo que ha consumido la mitad de la


población de ciervos por aquí en solo unas semanas; estaremos peleando con él
por comida muy pronto. Bishop no sabía en lo que se estaba metiendo. Debió
haberse quedado con los lobos; inclusive una pantera habría sido una decisión
más sabia. Este conlleva mucho trabajo para alimentar y mucha más dificultad
para convertir.

—¿En serio? ¿No solo tienen que morderlos?

Caden rió, sacudiendo su cabeza.


198
Página
—Es el mismo proceso para convertir a un humano, con veneno, pero los osos
pardos pelean y son crueles. Frecuentemente, el animal te hará pedazos antes
de que puedas bombear suficiente veneno en él. Sanarás, por supuesto, pero…
Le tomó a Bishop tres intentos. Deberías haberlo visto. —Caden rió de
nuevo—. Estaba prácticamente desnudo cuando llego tambaleándose a la
cueva, su ropa estaba sangrienta y en pedazos.

Mis ojos se ampliaron.

—Bueno, ¿entonces por qué lo hizo?

Caden se detuvo, escogiendo sus palabras.

—Las panteras y lobos son feroces aliados. Son rápidos, violentos, y siguen las
órdenes como un soldado programado. Usualmente viajan en manadas,
haciendo que derroten a un vampiro más fácilmente si deben hacerlo. Sus
dientes son lo suficientemente fuertes para despedazarlos y luego traernos el
corazón para quemarlo. —Dejó de hablar, con una sonrisa graciosa en su
cara—. Me estás observando como si tuviese dos cabezas —comentó.

—Lo siento… ¿corazón?

Sonrió.

—Sí, aún tenemos corazones aquí. —Golpeó su puño contra su pecho—.


Todos nuestros órganos siguen aquí. Supongo que ahora son básicamente
adornos. Inútiles. Excepto nuestro corazón.

—No olvides decirle sobre nuestro otro órgano que aún posee un propósito
útil. —Vociferó Bishop—. Tu sabes, nuestro...

Fiona lo cortó con un golpe fluido en el pecho.

—Eres un Casanova ordinario —murmuró, sacudiendo su cabeza. Detrás de


ella. Amelie estaba riendo.

—Entonces, ¿su corazón aun funciona? —balbuceé, sonrojándome mientras


caía en cuenta de lo que Bishop iba a decir.
199
Página
Caden estaba sacudiendo la cabeza, sus ojos hacia abajo, sonriendo para sí
mismo. No estaba segura si era por mi falta de compostura o por el descaro de
Bishop.

—Nuestro corazón —empezó de nuevo, mirando a Bishop, quien estaba


sonriendo como el gato Cheshire4—, aún late y bombea sangre a través de
nuestras venas. Mientras nuestro corazón permanezca en nuestro cuerpo, nos
podemos regenerar. Y es fuerte. Atravesarlo con un estaca de madera o una
espada no nos matará, a menos que el arma este ardiendo. Esa es la única
manera definitiva de matar a uno de nosotros, quemar nuestro corazón, con el
resto del cuerpo o no. Si puedes arrancarlo de nosotros, es todo.

—Una vez —dijo Amelie—, vi a un vampiro ser decapitado y su cabeza


arrojada a un lado. Unos minutos después, el cuerpo estaba tambaleándose por
ahí, buscándola. Cuando la recogió y la “pego” de vuelta, toda la carne se
regeneró a sí misma. Quedó como nuevo.

—¡Oh, vamos! —La miré sin creerlo.

—Soy honesta. ¡Honor de Scout! —Sacó dos dedos.

Miré a los demás, esperando ver una burla escondida o el inicio de una
sonrisa.

—¡Bueno, no digas que no te advertí! —gorjeó Amelie.

—Siempre quémalos —dijo Fiona seriamente—. De esa manera, sabrás que no


vendrán por ti, porque créeme, estarán molestos.

—Como si cualquier humano tendría una oportunidad en primer lugar —


murmuró Bishop sarcásticamente.

Caden asintió en acuerdo.

—De vuelta a Big Brown. Una manada de felinos o lobos no pueden igualar la
ferocidad de un oso pardo. Tener un animal así de poderoso a tus órdenes,
especialmente en una situación como esta, donde necesitamos toda la

4Gato Cheshire: Es un personaje ficticio creado por Lewis Carroll en su conocida obra Alicia en el
200

país de las maravillas.


Página
protección que podamos obtener, ese es el por qué Bishop lo hizo. Una de esas
cosas arrancara el corazón del pecho y lo comerá… buena suerte tratando de
recuperar eso.

Miré a Bishop, acostado precariamente en una cama de rocas, jugando con la


oreja de Fiona. Aun se veía como ese chico de buen trato, buena onda y a
veces obtuso de la secundaria. No exactamente como alguien que alguna vez
me daría una onza de atención, dejando de lado pelear voluntariamente tres
veces con un animal de dos toneladas por mi protección.

Mi corazón se hinchó.

Mientras las sombras se alargaban y el atardecer desaparecía, las primeras


punzadas de hambre rugieron en mi estómago. Estaba segura de que era un
error, no había estado aquí tanto tiempo, ¿o sí? Rugió de nuevo, esta vez lo
suficientemente fuerte como para llamar la atención de Caden. Miró mi
estómago, luego mi cara, con la preocupación cubriendo la suya.

—¡Hora de irnos! —anunció—. La humana tiene hambre.

Me encogí de hombros, sin querer interrumpir su diversión.

—Estoy bien.

—No, no lo estas. ¡Vamos! —Levantó a sus pies, silbando.

—¿Qué soy, una mascota? —espeté.

Caden arrojó un brazo alrededor de mis hombros y me acercó a su pecho,


rascando detrás de mí oreja.

—Ja-Ja —dije sarcásticamente, arriesgándome a mirar arriba para encontrar a


esos hermosos ojos jade mirándome de vuelta, con una mirada indescifrable en
ellos. Eres tan increíblemente caliente. Mi corazón empezó a latir
salvajemente en mi pecho. Gracias a Dios el pendiente encubre eso.

—¿Lista para irnos? —preguntó Caden, riéndose.

Asentí tontamente. A donde sea. Iré a donde sea contigo.


201
Página
—Parece comida para pollos —comentó Bishop secamente, su nariz
arrugándose de asco mientras yo devoraba tres barras naturales. Me habían
conseguido algunos higos y moras para picar pero el esfuerzo de subir la
montaña llevó mi hambre a niveles de hambruna.

Lo codeé juguetonamente en el estómago, haciendo una mueca cuando mi


hueso sonó contra sus músculos duros como la roca. Él gritó de risa,
ganándose que Fiona rodara los ojos.

—¡Qué desastre! —anunció Amelie mientras navegaba entre todas las cosas
desperdigadas por la cueva, aunque su cara aniñada tenía un expresión
ansiosa. De repente se inclinó, buscando para tomar algo pequeño y negro. Lo
levantó. Un traje de baño.

Hice una cara. Por qué Sofie… ya sé. Había mencionado el oasis. No pensé que
estuviera prestando atención.

Amelie buscó frenéticamente alrededor hasta que encontró uno para cada uno
de nosotros. Con los trajes en mano, Bishop y Caden se retiraron, Caden
cubriéndose dramáticamente los ojos para no ver a su hermana, la cual ya
estaba quitándose la ropa sin vergüenza alguna.

Fiona me entregó un bikini negro. Tragué, sosteniendo las dos piezas, tratando
de diferenciar la parte inferior de la superior. Había más cuerdas que tela para
cubrir.

—¿Hay algo allí un poco más… modesto?

—Oh, no seas tonta, Evangeline —murmuró Fiona, ya ajustando su propio


caliente pequeño y rosa bikini en sus curvas similares a la de una
supermodelo.
202
Página
—Bien —refunfuñé cambiándome silenciosamente, con pudor junto a ellas.
Cuando terminé me sentía desnuda, a pesar de que todas mis partes vitales
estaban cubiertas. El aire frío no estaba ayudando.

—¿Qué estás buscando? —preguntó Amelie, viendo a mis ojos lanzarse sobre
las pilas de ropa.

—Había una gran manta roja por aquí.

—¡Vamos! —Fiona enlazó su brazo con el mío y me arrastró por el túnel,


tomando velocidad hasta que estábamos trotando. Amelie corrió delante de
nosotras, riendo histéricamente, sosteniendo una linterna gigante que estaba
en la bolsa de montaña.

Las forcé a bajar la velocidad, sin aliento.

—Entonces… ¿Cuándo creen que Rachel esté de vuelta? —pregunté


casualmente.

—Cuando el Consejo se aburra de ver a los vampiros aporrearse entre ellos


casi hasta la muerte, solo para sanar y volver a hacerlo una vez más —
respondió Fiona. Me encogí con horror mientras ella elaboraba: “Un torneo de
gladiadores”.

—Ella es miembro del Consejo, como tal, debe mantener las apariencias —
añadió Amelie con voz altiva en una sarcástica imitación de Rachel.

—¿A dónde fue?

—A New Shore. Era la capital cuando este era un país. La mayor parte se ha
desmoronado y crecido ahora. No se hubiera ido si hubiera sabido que estarías
aquí, ¡llegaste muy temprano! No estará de vuelta por otra semana, al menos
—respondió Fiona.

Exhalé ruidosamente, ganándome una risa de ellas.

—No es la mejor persona que he conocido —dije, arrugando la nariz.

Fiona bufó.
203
Página
—Evangeline, eres demasiado cortés. ¡Es una perra insensible y cruel! —Sus
ojos violetas brillaron con cólera.

La miré, no preparada para el descarado aborrecimiento en su normalmente


serena voz.

—Sí, bueno, también extremadamente maravillosa. Supongo que todos ustedes


son lo mismo.

—¿Qué? —preguntó Amelie, su cara torciéndose con confusión—. Ohhh, te


refieres a Caden. Créeme, su “relación”, y uso ese término libremente, no
tiene nada que ver con su aspecto —dijo—. Pero está locamente enamorada de
él, un loco, maniático, psicópata amor.

—¿Pero él no la ama? —Una chispa de esperanza, un atisbo de lo imposible, se


encendió dentro de mí.

Fiona llevó su dedo hacia sus labios cuando doblamos la esquina y entramos
en el oasis, terminando la conversación antes de que pudiera conseguir una
respuesta.

—Wow —balbuceé, mientras me fijaba en la escena. Vapor rosa salía del agua,
arremolinándose en el air frío de la montaña que agitaba las innumerables
llamas alrededor de la caverna para crear una hermosa niebla de ensueño.

Encontramos a Bishop y Caden relajándose en un pequeño hueco circular. El


agua llegaba justo debajo de sus pechos, la altura precisa para mostrar
adecuadamente los fuertes hombros y cuello de Caden. Tenía las curvas y
crestas perfectas alrededor de su cuerpo, la cantidad perfecta de carne y
músculo para hacerlo lucir ni fornido ni delgado. Perfecto. Me escuché gemir
con nostalgia antes de que pudiera controlarme.

Pararon de hablar y se voltearon, los ojos de Caden inmediatamente


aterrizaron en mí. Mis hombros se encorvaron mientras instintivamente me
quería esconder, deseando poder envolverme en esa cobija roja. Tal vez la
niebla podrá empañar su vista, esperé. Dudosamente. Envolví mis brazos
alrededor de mi pecho, intentando cubrir toda mi parte superior del cuerpo,
una acción justificable, considerando el frío en el aire.
204
Página
Fiona trotó y se deslizó junto a Bishop, envolviendo sus brazos alrededor de él
antes de descansar su cabeza en su ancho hombro. Amelie no estaba menos
segura de su cuerpo mientras saltaba junto a Fiona, tomando suficiente espacio
para que tuviera que apretarme junto a Caden.

Junto a ellas dos, yo probablemente parecía un roedor, corriendo hacia el


borde y trepando sin gracia, casi cayendo en mi prisa por ser escondida por el
agua. Caden ofreció su mano y la tomé, sabiendo que de otra manera
probablemente terminaría cayendo. No sabía qué estaba mal conmigo
últimamente. No era tan físicamente inepta en cualquier otro lugar pero lo era
cerca de ellos y sus superpoderes.

Cuando el agua caliente cubrió mi cuerpo, fui capaz de relajarme y respirar


otra vez.

—Ah, los buenos viejos tiempos: bañeras calientes, chicas en bikinis… —


recordó Bishop, inclinándose hacia atrás con sus brazos estirados
perezosamente a cada lado, desplegando sus bíceps—. Eve, la próxima vez,
tablas de surf y un barril de cerveza, ¿de acuerdo? —Esperó mi risilla y asintió
antes de que su cabeza volviera a caer y cerró los ojos, descansando
pacíficamente.

—Entonces, todos ustedes solían ser humanos, ¿verdad? ¿Se olvidaron de todas
sus capacidades cuando… se convirtieron? —pregunté cautelosamente—.
Quiero decir, ¿por qué no pudieron recuperar donde los humanos dejaron, con
toda la fabricación, electricidad y todas esas cosas?

—Suena tan simple, ¿verdad? —Caden rió sin alegría—. Porque somos
narcisistas, criaturas egoístas que quieren todos los lujos sin el trabajo tras ello.
—Hizo una pausa—. Piensa en Viggo y Mortimer. Los ‘‘vampiros buenos’’. —
Cogí el sarcasmo—. ¿De dónde sacan su dinero? ¿Los ves trabajando?
¿Ganando una vida? —La manzana de Adán de Caden sobresalió cuando dejó
caer su cabeza contra el borde de la roca. Tuve el impulso de pasar mi dedo a
lo largo de ella, pero me resistí. Él rió entre dientes—. Les roban a sus
víctimas. Ellos van tras aquellos cuyas carteras son gruesas, y cuyas actividades
205
Página
ilícitas hacen a sus muertes sorprendentes y bienvenidas. Apostaría mi vida en
ello. Es lo que yo solía hacer.

Me estremecí ante su franca admisión. Pero, ¿tenía razón? Ya me había


preguntado cómo ganaban su dinero.

Caden continuó.

—Te será difícil encontrar a un vampiro reparando inodoros o sirviendo


bebidas, a menos que tengan una segunda intención.

—Sofie sirve café —respondí retándolo.

La cabeza de Caden giró para enfrentarme.

—Me pregunto por qué… —Su voz era suave, protectora. Una gentil
advertencia.

—Tienes razón. Tengo que cuestionarlo todo, ¿no?

Asintió con una pequeña sonrisa tocando sus labios antes de que se sentara
otra vez.

Mis ojos fueron a la deriva alrededor del lugar, aterrizando en cada vampiro
por un breve momento, escuchándolos charlar y reír alegremente. ¿Eso
significa que tengo que cuestionarlos a todos ustedes? La idea me angustiaba.
No quería cuestionarlos.

Cada fibra de mi cuerpo estaba muy consciente de la presencia de Caden, muy


cerca de mí. De vez en cuando su brazo rozaba el mío mientras reía. Estoy
segura de que era accidental, pero cada uno de esos codazos envió ondas
eléctricas a través de mi cuerpo. Me las arreglé para robar algunas miradas
hacia él, controlándome para no ser atrapada comiéndomelo con la mirada.
Vello masculino de aspecto suave había comenzado a crecer en el centro de su
pecho. Los pechos peludos nunca me habían atraído antes. Ahora, sin
embargo…

—¿Bishop? —La voz lenta y aburrida de Fiona terminó con mis fantasías. Miré
para ver al vampiro hombre ya no languideciendo en la bañera, sino sentado
206
Página
rígidamente, con el ceño fruncido y silenciándola con la mano mientras
escuchaba algo. El grupo se sentó tenso por un momento, consciente de algo
de lo que yo no sabía.

Finalmente sacudió su cabeza, y sonrió hacia Caden.

—Nada. Big Brown se encargó de ello.

Se había estado comunicando telepáticamente con su mascota. ¿Sobre qué, sin


embargo?

—¿Más vampiros? —supuse, con un escalofrío recorriendo mi espalda.

—No más —respondió Caden, girando a sonreírme tranquilizadoramente—.


Estamos bien.

—Te dije que valía la pena para la batalla. —Bishop le sonrió a Fiona
arrogantemente, entonces guiñó en mi dirección. Se recostó otra vez, cerrando
sus ojos.

Más vampiros. Al acecho en las montañas —las montañas que esperaba fueran
impenetrables— llegando para torturarme cuando me encontraran. Tragué un
bulto.

—¿Algún día se detendrán? —susurré—. Tal vez uno de ellos logrará entrar…

—No lo harán. —La voz de Caden fue tranquilizadora—. No te preocupes —


debajo del agua, una mano invisible aterrizó en mi rodilla y apretó
suavemente antes de deslizarse lejos otra vez. Un estremecimiento me recorrió
desde el punto de contacto hasta el resto de mi cuerpo. Tragué saliva. Si estaba
tratando de distraerme, estaba haciendo un trabajo fantástico.

—¿Quieres ir a estirarte? Necesito estirarme —anunció Amelie, tomando mi


mano y tirando de mí sin esfuerzo a la conexión de la piscina, sin duda para
distraerme de la charla de vampiros en la selva.

—Seguro —mascullé, mirando hacia Caden. Él estaba mirándome. Siempre


mirando.
207
Página
Cuando entendí que ‘‘estirarse’’ significaba hacer el salto del ángel a seis
metros de altura en la parte profunda de la piscina donde rocas ásperas
acribillaban el fondo, me negué educadamente. En cambio me zambullí,
nadando hacia el centro del lago.

Algo se deslizó ligeramente contra mi pierna. Giré para ver a Caden junto a
mí, dándome una sonrisa amplia, recordándome que era la única que tenía que
emerger por aire. Los dos emergimos.

—Sígueme. Quiero mostrarte algo —dijo. Asentí ansiosamente, dispuesta a


seguirlo hasta los hoyos del infierno—. Respira, ¿de acuerdo?

Asentí otra vez. Nos sumergimos y Caden tomó mi mano y comenzó a


guiarme, nadando sin esfuerzo. Abajo, descendimos, volando a través del agua
a alta velocidad. Mientras el piso del lago se cayó debajo de nosotros,
tragándonos completamente, comencé a pensar que a los hoyos del infierno
era exactamente donde estábamos yendo. Pronto ni siquiera podía ver mis
manos en la oscuridad que me envolvía. Caden debió haber sentido mi
agitación porque me atrajo más cerca, uno de sus brazos envolviéndose
alrededor de mi cintura para tirar mi espalda contra su pecho. Ahora tenía dos
cosas para enloquecer, la paralizante oscuridad y la proximidad de Caden.

Sentí un cambio de dirección. Y entonces finalmente emergimos. Aire gastado


salió de mi boca e inhalé con fuerza. Por suerte había estado tan enfocada en
su mano contra mis costillas que me había olvidado de entrar en pánico por mi
necesidad de aire.

—Qué lástima que el colgante no pueda respirar por ti —dijo en mi oído,


todavía sosteniéndome estrechamente.

—Sí, eso sería útil. —Mi voz se quebró—. ¿Dónde estamos? —Levanté la vista
a la luz de la luna brillando a través de un círculo de cielo nocturno, un
enorme agujero, me di cuenta, para iluminar el plácido lago y una potente
cascada de unos diez metros de altura, muy abajo en el otro lado de este lugar
particular.

—Estamos en el otro lado de la montaña, cerca del océano.


208
Página
Los brazos de Caden se deslizaron de mi cuerpo. Me giré para mirarlo ya fuera
del agua, parado en una saliente de roca que se extendía a lo largo de la pared
de la cueva. El traje de baño negro y gris que Sofie había elegido para él se
asentaba bajo en sus caderas, revelando la definida forma muscular de los
huesos del abdomen y la pelvis. Una fina línea de pelo se arrastraba todo el
camino hacia abajo en su estómago, desapareciendo bajo la pretina de su traje
de baño…

—¿Evangeline? —El sonido de mi nombre me saco de mi descarado sueño. Me


di la vuelta rápidamente, calor arrastrándose por mi cuello. Eres una
pervertida, Evangeline. Me tomó un momento recuperar la compostura.
Cuando finalmente me sentí lo suficientemente valiente para mirar atrás,
Caden me estaba sonriendo, ni un poco incómodo. Me ofreció su mano—.
Aquí.

La tomé, y sin esfuerzo me sacó al aire helado. Mi cuerpo se tensó con el frío.
Brevemente consideré saltar de nuevo al agua, pero el agarre de Caden en mi
mano se apretó.

—Vamos. —Comenzó a caminar energéticamente a lo largo de la saliente,


arrastrándome con él.

—¿Dónde estamos yendo? —pregunté.

—Quiero mostrarte algo.

Caminamos hasta el otro lado de la cueva y nos detuvimos junto a la cascada


feroz, el sonido de su agua corriendo recordándome al motor de reacción de
Viggo y Mortimer. Caden dio la vuelta y dijo algo.

—¿Disculpa? —grité.

Se inclinó más cerca, su boca junto a mi oreja.

—Necesitas agarrarte fuerte. —Asentí, apretando su mano. Riendo con


diversión, me tiró hacia él hasta que nuestros pechos se estaban tocando. Mi
corazón comenzó a golpetear. Me escuché aspirar aire cuando movió otra vez
su boca junto a mi oído. —Cierra los ojos y pon tu rostro contra mi pecho—.
209
Página
Las vibraciones de sus palabras cosquillearon mi piel, haciendo a mi corazón
golpetear más fuerte—. ¿Te estás sintiendo bien? —Su voz era bastante
inocente.

—Síp —dije, molesta con el golpeteo revelador en mi pecho. ¿Cómo puede no


saber? ¿Podría no haberse dado cuenta? Tal vez sí, gracias a mi collar.

—¿Estás segura?

Más vibraciones causando más cosquillas, causando más golpeteos. Mi


respiración se hizo rasposa. Incapaz de hablar, asentí y enterré mi rostro en su
pecho, esperando desmayarme.

Su cuerpo se sacudió. ¿Se estaba riendo? Se inclinó para hablarme de nuevo.

—Envuelve tus brazos a mí alrededor.

Cerré mis brazos alrededor de su espalda, sintiendo su piel suave y músculos


rígidos. Sus fuertes brazos levantaron mi cuerpo, apretando ligeramente. De
repente el suelo bajo nosotros desapareció. Y en ese momento me di cuenta de
la intención de Caden. Estábamos saltando a través de esa gigante, feroz
cascada.

El torrente de agua nos golpeó, cayendo en cada músculo de mis hombros y


espalda y sin esfuerzo separando mis manos. Por suerte mis pies descalzos
tocaron suelo duro antes de que tuviera oportunidad de entrar en pánico.

—Puedes ver ahora —susurró Caden.

Saqué mi rostro lejos del rincón cómodo que había encontrado en su pecho.

—Me imaginé que sería mejor no decirte qué íbamos a hacer —explicó
viéndose tímido.

—Bien hecho —murmuré, permitiéndome solo una mueca fugaz. No puedo


enojarme contigo.

Sonrió —una sonrisa dulce y genuina— y asintió hacia algo detrás de


nosotros. Me di la vuelta. Y miré un mar de plata, miles de metales, hilos
verticales que se asemejaban a sogas brillando brillantemente en la oscuridad
210
Página
de un túnel amplio. Se mecían con gracia de ida y vuelta como si estuvieran
forzados por una suave brisa que nunca tocaba mi piel. Tenían que estar al
menos a un metro de altura, creciendo en redondos grupos de árboles justo
fuera de la base.

Dando un paso adelante, con el temor desacelerando mis pies, alcancé a tocar
una de las hebras. Era suave y flexible, cómo un hilo. Mis ojos se ampliaron.
Sabía qué era esto.
211
Página
Mar de Merth
Traducido por JessMC

Corregido por Liraz

—¿A
sí es cómo el Merth crece? —susurré, girándome
hacia Caden.

Se encogió de hombros.

—Supongo. Ninguno de nosotros había visto antes


algo como esto. Es casi imposible de encontrar. El Consejo ha estado
buscándolo desde la guerra. Supimos que Jethro tenía algo, pero no de dónde
lo había sacado. Es la razón de que fuéramos tan territoriales con este sitio.
Apostaría que hay arboledas de esta cosa en estas montañas.

La mención del Consejo me recordó a Rachel.

—Entonces… ¿Rachel le dirá al Consejo sobre esto? —¿Y sobre mí?


Caden suspiró sonoramente.

—No le dijimos a ella sobre esto. —Cerró el espacio entre nosotros, su


expresión seria. Levantó el brazo para tocar mi mejilla delicadamente. El gesto
hizo a mi corazón comenzar a martillear erráticamente en mi pecho—. Ella no
va a contarles sobre ti. Estoy seguro de eso. —Capté el repentino tic en su
mejilla, como si tratara de reprimir una mueca de dolor.

—¿Qué ocurre?

Dejó caer la mano, alejándola de mí.


212
Página
—Estar por mucho tiempo junto al Merth es doloroso. Pero quería
mostrártelo. Si descubrimos la forma de sacar un poco, deberías llevarlo
contigo… cómo protección.

Recordé repentinamente.

—Sofie me pidió que le llevara tanto cómo pudiese. No sé por qué —añadí
cuando vi su expresión perpleja.

Su mandíbula se apretó.

—¿Qué es lo que esa bruja no te está diciendo?

Probablemente tanto como yo no te estoy contando, pensé con aire culpable.


Al verlo doblarse del dolor solo para mostrarme una forma para protegerme de
él y los de su tipo, mi necesidad de discreción y protección se esfumó
enseguida.

—Puedo llevarte de vuelta conmigo. —Dejé escapar.

Los ojos de Caden se ensanchan con alarma.

—¿Qué? Tú dijiste…

—¡Mentí! Pero te lo estoy diciendo ahora. Hay una forma para que vuelvas.

—¿Cómo lo sabes?

—Sofie me lo contó.

Caden se burló, su sospecha obvia. Pero luego debió pensar algo, porque su
rostro se volvió ceñudo.

—¿Hacer volver a quién exactamente?

Ellos realmente no se pierden de nada, ¿o sí? Tragué.

—Bueno, ese es el problema; no sé cómo ni a quién puedo llevar… —Caden


me cortó.

—No digas una palabra de esto a los otros.


213
Página
—¿Por qué no podré llevarlos conmigo?

—Sí, exacto. No sería justo.

—Pero si descubro cómo, volverás conmigo.

—¡No! —El horror lo hizo gritar. Salté hacia atrás, y el suavizó su tono—.
Quiero decir, no importa si uno de nosotros va o todos… —Masticó su labio
cómo si considerara qué decir—. No hemos estado expuestos a sangre humana
por cerca de setecientos años —comenzó, luego se detuvo para aclarar su
garganta, que se había tornado ronca—. Ese collar puede disfrazarte mientras
estás aquí, ¿cierto? —Asentí—. Pero dijiste que, en tu mundo, es inútil. Esos
vampiros amigos tuyos pueden oler tu sangre, sentir tus emociones, todo eso.

De nuevo, asentí y sus ojos jade encontraron los míos, haciendo difícil que él
volviera a hablar, despacio y deliberadamente.

—¿Qué crees que pasará cuando uno de nosotros sea expuesto a la esencia de
sangre humana, una esencia que nos conduce a matar con más intensidad de la
que pudieses imaginar, por primera vez en setecientos años?

Fruncí mis labios, comenzando a entender la dirección a la que llevaba esta


conversación.

Aunque no se detuvo allí.

—¿Y qué humano estará cerca? —Dejó su ceja arqueada y tragué—. No


tendrías oportunidad alguna. Estarías muerta antes de que supieras qué ocurre.
—Caden hizo una mueca.

—Pero puedes controlarte, ¿o no?

—No, Evangeline. —Caden sacudió la cabeza, desestimando mi fe en él—. No


entiendes que tan poderosa es la necesidad de sangre. —Dio un paso lejos de
mí, y comenzó a pasearse—. Cuando Amelie aún era humana, tuvo un novio.
Habían estado saliendo durante tres años. Amaba al chico. Él era algo idiota en
mi opinión, pero… soy su hermano mayor así que se suponía que debía ser
duro con sus novios. De cualquier forma, cuando ella se transformó, cometió
214
Página
el error de ir a verlo. No sé en qué estaba pensando. Bueno, lo sé. Quería
verlo. Ella tenía que verlo.

—¿Qué ocurrió? ¿Lo asustó? —pregunté.

—No… Bueno, lo hubiera estado si hubiese tenido la oportunidad de decirlo.


Entre su sed de sangre y el incontenible deseo hacia él, no pudo controlarse.
—Caden bajó la mirada a sus manos—. Lo asesinó. Drenó hasta la última gota
de sangre.

Jadeé.

—¡Pobre Amelie!

Caden soltó una carcajada, sacudiendo su cabeza en mi dirección.

—¿Pobre Amelie? ¿Qué hay del pobre idiota? —Suspiró, deteniéndose frente a
mí—. Amelie vive con la culpa cada día, tan fuerte como hace setecientos
años. No podría vivir si te hiciera algo. —La punta de su dedo acaricio mi
mejilla, dolor crudo mostrándose momentáneamente en sus ojos.

Tragué y, no sé de dónde vino la valentía, moví la punta de mis dedos


tímidamente hasta tocar los suyos, donde descansaban sobre mi mejilla.

O lo intenté, de cualquier manera. Mi mano estaba temblando lo suficiente


para imitar a un paciente de Parkinson.

Abruptamente agarró mi mano, pánico arruinando sus hermosos rasgos.

—¡Dios! ¡Te estás congelando! ¿Por qué no lo dijiste?

Estaba congelada, lo noté, pero no era la razón de que temblara. De cualquier


forma, no iba a admitirlo.

—Vamos. —Tiró de mí detrás de él, su mandíbula tensa. ‘‘Vamos’’ significaba


saltar de nuevo a través de las cataratas, algo que no disfruté exactamente,
pero fui fácilmente apaciguada al esconder mi rostro en el pecho de Caden
una vez más. Luego de atravesarlo, me tomo en brazos con facilidad,
acunándome cómo a una niña pequeña.
215
Página
—Hay otro camino —murmuró y comenzó a correr a través de un túnel
invisible, completamente oscuro, a una velocidad endiablada.

Le tomó solo unos minutos volver con los otros, pero mis dientes estaban
castañeando incontrolablemente para el momento en que llegamos. Caden
brincó dentro del natural tubo caliente donde habíamos comenzado, conmigo
aún acomodada en sus brazos. Al principio la sacudida del calor se sintió cómo
un millón de pequeñas espinas contra mi piel, e hice una mueca de dolor por
el escozor. Cuando vi la expresión de dolor de Caden, a pesar de todo, luché
por calmar mi rostro.

Caden se rehusó a ignorarlo, apretándome con fuerza mientras se disculpaba


repetidas veces.

—No noté cuan frío era el aire para ti. Me olvidé de… ¡soy un idiota!

—Está b–b–ien, me estoy calent–tando ahora —dije en medio del castañeo de


dientes, tratando de calmar su consciencia.

—¡No, no está bien! ¡Estás tiesa como una tabla! —exclamó.

Un estallido de risa se me escapó antes de que pudiera reprimirlo. Era el sentir


de sus desnudos, musculosos abdominales contra mi caja torácica y algo
más contra mi cadera lo que estaba impidiendo que mi cuerpo se relajara.

—Debí saberlo mejor —continuó—. Ya es bastante malo que debas


preocuparte sobre ser atacada por vampiros, y ahora podrías morir de
hipotermia. —Frotó su frente furiosamente con su mano.

—Gracias por mostrarme e–el Merth. Es he–hermoso, aunque es p–peligroso


para ti —continué, intentando distraerlo.

Lanzó un enorme suspiro, luego me frunció el ceño.

—Tienes derecho de estar enojada.

—No conseguiré algo con eso —respondí, sonriéndole—. A–al contrario, fue
divertido. —Aparté la mirada tímidamente.
216
Página
—¿Cuál parte, ser derribado por la oscuridad, la madriguera de conejo bajo el
agua, o ser golpeado por una cascada? —replicó sarcásticamente.

La verdad era, que ya había olvidado todas esas distracciones menores; mi


mente daba vueltas con el sentimiento de su cuerpo contra mi espalda
mientras me empujaba a través del nebuloso abismo y sus fuertes brazos
sosteniéndome con fuerza, protegiéndome. No iba a decirle eso, de hecho.

—Todas ellas —respondí en su lugar.

Murmuró algo incoherente, poniendo los ojos en blanco, y sacudió su cabeza


hacia mí.

Mis músculos rígidos finalmente comenzaron a moverse.

—Por Dios, Caden. ¡Sus labios están azules! —Amelie había nadado
furtivamente. Su voz normalmente rasposa sonaba condenatoria, y miró a su
hermano con desaprobación.

Lo defendí.

—¡Está bien! Estoy bien.

Amelie rodó los ojos dudosamente.

—¿Te mostró el Merth, al menos?

Asentí, otro surgimiento de culpa amargando mi estómago con el pensamiento


de que estuve guardando mi secreto de ella cuando estuvo tan dispuesta a
compartir los suyos.

—Genial, ¿eh? —Amelie lanzó una misteriosa mirada a Caden, entonces se


zambulló en el agua y se alejó nadando.

Suspiré, deseando poder leerlos cómo Sofie podía leerme. Mis dientes
finalmente habían dejado de castañear, pero la punta de mis dedos, cuando los
estiré para rascar mi nariz, estaban resecos.

—Necesito salir. —Sostuve mi arrugada mano frente al rostro de Caden,


arrugando mi nariz con disgusto.
217
Página
—Espera justo aquí.

Los brazos de Caden se deslizaron lejos de mí. Vi su cincelado cuerpo mientras


saltaba fuera del agua y desaparecía bajo el túnel. Regresó treinta segundos
después con la afelpada manta roja bajo un brazo y con muchos pedazos largos
de madera metidos bajo el otro. Él tenía un brillante fuego centelleando en
segundos. Elevándome fuera del agua, me envolvió en la manta y me llevó
para sentarme junto a las llamas. Se deslizó directamente detrás de mí, sus
piernas a cada lado, y comenzó a frotar mis brazos y espalda.

Aunque no me importaba el cariño, sabía que estaba tomando ventaja de su


culpa injustificada.

—Gracias. Estoy bien ahora. —Me ignoró, y continuó mitad secando, mitad
calentándome—. En serio. Estoy bien. No te preocupes por mí.

—Deberíamos cambiar esos vendajes en tu mano, también —murmuró.

—Oh, para ser invisible… —Reflexioné sarcásticamente.

Me empujó hacia atrás a él hasta que estuve lo suficientemente cerca que sus
muslos internos tocaron mis caderas y su barbilla se cernió sobre mi hombro.
Estaba segura de sentir el aliento caliente haciendo cosquillas contra mi
nuca. Pero él no necesita respirar, ¿cierto?

—¿Aún tienes frío? Estás temblando —murmuró Caden.

—Nop, estoy bien —dije, calor trepando por mis mejillas. Todo lo contrario,
en realidad. Apreté mis ojos cerrados y me enfoqué en mi respiración.

Escuché el estallido de una tapa y abrí mis ojos para ver a Caden rebuscar en
un botiquín médico. Fue suficiente para distraerme del involuntario momento
de tortura de Caden. Alcé una ceja interrogante.

—Encontré esto más temprano en mi mochila, junto con una nota. ¿Cortesía
de tu maternal vampira, debo suponer? —Sonrió.

—¿En serio? —Fruncí el ceño—. ¿Qué decía la nota?


218
Página
—Que debo mantener un ojo sobre tus puntadas porque estarías absorta. Ella
no dijo con qué.

Contigo. Estoy absorta contigo, imbécil.

Caden desenrolló los vendajes delicadamente. Habían sido tres días desde el
ataque. Creo. Estaba siendo difícil mantener el ritmo del tiempo. El corte se
estaba curando de buena manera, el trabajo impecable de la anciana con las
puntadas. Caden sostuvo mi mano tiernamente en la suya, inspeccionando la
herida desde muchos ángulos. Luego, muy ligeramente, dibujó un círculo
alrededor de esta con su dedo índice.

—¿Eso duele? —Giró su rostro suavemente hasta que su boca estuvo junto a
mi mejilla.

—No —chillé. ¡Cómo es que no notaba lo que estaba haciéndome!

Suspirando, comenzó a envolver mi mano con vendajes nuevos.

—¡Bola de cañón! —Bishop gritó cómo advertencia. Alcé la mirada a tiempo


para verlo caer en picada desde una de las rocas más altas. Salpicó dentro del
lago, enviando una enorme ola extendida hacia el exterior. Afortunadamente
estábamos fuera de alcance.

Jadeé.

—¡Las rocas!

El cuerpo de Caden comenzó a sacudirse. Se estaba riendo de mí. Cuando


recordé por qué, comencé a reírme con nerviosismo. Por supuesto que Bishop
estaría bien, las rocas dentadas tal vez no.

—Sigo olvidándolo. Todos ustedes lucen tan… normales —dije, girándome


lentamente para echar un vistazo al rostro de Caden, que ni en un millón de
años podría describirse cómo normal.

Amelie saltó de la misma roca, aterrizando en la espalda de Bishop y


derribándolo bajo el agua.
219
Página
—Son cercanos, esos dos. Amelie le recuerda a su hermana pequeña. Ella no
sobrevivió a la guerra —explicó Caden, tirando los vendajes viejos al fuego.

Un movimiento a mi izquierda captó mi atención. Fiona furtivamente corrió


cómo un rayo desde un hueco escondido para taclear a Bishop en el segundo
en que emergió del agua. Amelie apareció de repente y se unió contra él.

—Y Amelie y Fiona… pienso que esas dos comparten un cerebro —agregó


Caden.

Reí.

—¿Siempre han sido así de cercanos?

—Instantáneamente. Al igual que cómo ellos se han unido a ti.

El mismo dolor de culpabilidad retorció mi estómago una vez más con el


conocimiento de que podría escoger a Caden sobre ellos, si tuviera que
hacerlo. Pero que tan desesperadamente no quería. ¿Por qué no pude traer a
los cuatro de vuelta? ¿Por qué tenía que escoger? Porque nada podría ser así de
fácil, Evangeline. Y nada es fácil para ti.

Me apoyé contra el pecho de Caden, mis párpados cayéndose, exhausta


repentinamente. No exhausta del tipo colgante–enfriándose, universo–
cambiante, solo cansada por toda la emoción del día. No podía recordar la
última vez que realmente dormí. Pero no quería dormir. No quería dejarlos.
Nunca.

Desafortunadamente, mi bostezo no escapó de su atención.

—Ven. —Fiona llamó a Bishop con un gesto mientras saltaba ágilmente desde
el agua—. Vamos a ver si podemos hacer inflar ese colchón de aire.

Bishop saltó fuera del agua y, palmeando el trasero de Fiona juguetonamente,


corriendo por el túnel. Fiona lo persiguió, chillando con una risa.

Cuando me giré, Amelie también estaba fuera del agua.


220
Página
—Voy a ayudar a Fiona, o si no Bishop será el responsable por distraerla —
dijo alegremente, inclinándose para darme un rápido abrazo antes de girarse
para saltar bajo el túnel y salir de vista.

Sonreí, preguntándome lo que serían si estuvieran rodeados por humanos, su


hambre primitiva puesta a prueba diariamente. ¿Bishop podría ser un
adorable, ofensivo bobo? ¿Fiona podría ser tan relajada? ¿Amelie podría seguir
saltando alrededor cómo una chica tontita, lanzando sus brazos a mí alrededor
con afecto? Y Caden, ¿aún podría esfumarse en el bosque para recogerme
flores?

¿Se alimentarían de humanos?

Me pregunté si podríamos ser amigos. Eso era lo que éramos—amigos. Mis


primeros amigos en años, y eran un montón de vampiros. El primer chico con
el que no podía estar cerca sin que mis rodillas se debilitaran, y era un
vampiro. Y no me importaba. Justo en el fondo de mí, sabía que no era una
parte de mí con la que estar molesta. Quería estar con ellos por siempre.

¿Pero podrían estar mintiendo acerca de todo? ¿Fingiendo?

—Ve a dormir —susurró Caden, deslizándose hacia atrás así que yo estaba
recostándome, mi cabeza descansando contra su regazo.

—No estoy cansada —dije en medio de otro bostezo, luchando contra los
párpados pesados.

Me sonrió, sus ojos verdes centelleando. Si solo eso significara algo más que
simple simpatía.

Una risa delirante se me escapó.

—¿Qué? —preguntó, su frente fruncida.

—Nada —murmuré.

Sentí la punta de sus dedos trazar mi labio superior, después el inferior. Esto
no puede ser inocente. Él no puede estar así de inconsciente sobre mis
sentimientos. ¿Sabiéndolo, podría actuar tan insinuante? Comencé a repasar el
221
Página
día en mi cabeza—las flores, los cariños, los delicados empujones y toques.
¿Tal vez tenía sentimientos hacia mí?

Con cada onza de mi energía, capté la mirada de Caden, tratando de leer esos
impenetrables estanques de jade. Pero los estanques finalmente se volvieron
borrosos mientras perdía la batalla con mis párpados. Los dejé descansar,
deleitándome bajo su toque.

Estaba segura de haber cerrado mis ojos por tan solo un minuto. Pero cuando
los abrí de nuevo, la luz del sol se atisbaba en la entrada de la cueva. Un hoyo
lleno de ceniza del valor de una noche de leños asentado junto a mí, las llamas
sin apenas parpadear más. Inhalé e hice una mueca, la mezcla de aire frío y
humo viejo desagradable.

Aún estaba en Ratheus. Yaciendo en un colchón. En una bolsa de dormir.

—Es alta calidad. La etiqueta dice ‘‘Bueno a menos de veinticinco grados


Fahrenheit’’, así que debes estar calentita.

Me di la vuelta. Caden permanecía sobre su espalda junto a mí, un brazo


apoyando su cabeza, La Guerra de los Mundos abierto en su otra mano; aún
vestía la camiseta azul cielo y los jeans que tenía antes.

—Imagina, los humanos siendo exterminados, su sangre devorada, el fin del


mundo. Qué ridículo. —Sonrió con superioridad.

Mi corazón se saltó algunos latidos. Estaba recostado tan cerca de mí. Solo un
centenar de capas de franela, pelusa, y un Gortex en el exterior estaba en
nuestro camino. Y la ropa. Mis manos vagaron por mi cuerpo, sintiendo la
franela y la sudadera.

—¿Dónde está mi traje de baño? —pregunté, sintiendo mis mejillas calientes.

—Amelie te cambió. Bishop y yo estábamos por ahí —confirmó Caden


rápidamente, con expresión seria.

Un pequeño suspiro de alivio.

—Aún estoy aquí —dije, mitad preguntando, mitad asegurando.


222
Página
—Sí. ¿Eso es algo malo? —Puso el libro en el suelo y se estiró para retorcer
una hebra de mi cabello en sus dedos.

—No… —Sonreí tímidamente.

Su dedo se deslizó por mi mejilla hasta mis labios, esa misteriosa sonrisa en su
rostro.

—No —repitió, inclinándose para presionar su frente contra la mía.

Creí que mi corazón había dejado de latir completamente. La intensidad en su


mirada, tan tentadora… Me incliné hacia adelante y lo besé. Solo así—sin
aviso, sin invitación.

Por un segundo estuve segura de que correspondería, pero entonces se alejó.

—Evangeline, no —murmuró con suavidad—. No tenía la intención de que


eso pasara.

Oh Dios. ¡Oh no! Mi estómago se oprimió, las náuseas creciendo a través de mí


mientras sentía la sangre drenarse de mi cabeza. Tragué repetidas veces,
segura de que enfermaría, el aplastante conocimiento de que lo había
malentendido por completo. Por supuesto que yo no le gustaba de esa
manera. ¿Cómo pude haber considerado esa ridícula idea? Y ahora lo había
arruinado, haciendo todo entre nosotros insoportablemente incómodo.

Tenía que salir de allí.

Comencé a retorcerme furiosamente, tratando de zafarme de la bolsa de


dormir. Gracias a una cremallera de seguridad en la parte de arriba, estaba
atrapada. Con un poco de concentración y maniobrando, logré liberar mis
brazos, solo para tener a Caden agarrándolos.

—No, no lo hagas —suplicó suavemente. Luché en vano por liberarme de su


agarre. Finalmente me clavó sobre mi espalda y se inclinó sobre mí para que
nuestras caras estuvieran al mismo nivel.

—Lo siento, fue estúpido. No sé por qué lo hice. —Aparté la mirada, luchando
contra las lágrimas que amenazaban con escapar de mis ojos.
223
Página
—No, es mi culpa —susurró.

—No. Soy la idiota que malentendió todo.

—No eres una idiota y no malentendiste nada —dijo Caden a través de sus
dientes apretados.

Fruncí el ceño. ¿No lo hice? Quiere decir que… La esperanza removida. Lo


miré, interrogante.

Esa esperanza fue pisoteada instantáneamente con sus siguientes palabras.

—Escúchame con cuidado. —Empezó con frialdad, resuelta determinación en


sus ojos. Habló lenta y claramente—. Eso no puede pasar. Tú y yo
no puede pasar. El nosotros nunca pasará.

Un duro, agonizante llenó mi garganta. Apreté mis ojos cerrados y me


concentré en respirar. Una solitaria lágrima se escapó y corrió por mi mejilla.
Luego otra. Y otra. Tomé una respiración profunda. Cuando estuve segura de
haber suprimido las demás lágrimas, abrí mis ojos. Los de Caden ahora estaban
cerrados firmemente, su mandíbula apretada y sus labios presionados juntos
cómo si peleara con un demonio interior. No se había movido de su posición;
aún se cernía sobre mí, sujetándome mis brazos al suelo.

Intenté encontrarle el sentido a lo que estaba diciendo, pero no pude. No


malentendiste nada. ¿Entonces siente algo por mí? Pero sus siguientes palabras
fueron tan definitivas, tan incomprensibles: El nosotros nunca pasará. No lo
entendí.

—¿Por qué? —me escuché decir, sin la intención de preguntarlo en voz alta.
Ya sabía la respuesta. Porque eres simplemente una niña pequeña.

Caden se inclinó, sus labios rozando los míos, tan delicadamente que no podía
ser intencional. Él no quiso que pasara. Debió ser un accidente. Sus ojos
seguían cerrados. Él no podía ver nada.

Cuando sus ojos finalmente se agitaron abiertos una vez más, vi la distancia en
ellos.
224
Página
—Somos especies diferentes, viviendo en diferentes mundos. Es imposible —
dijo. Con un pesado suspiro de resignación, soltó mis muñecas y se dejó caer
de vuelta junto a mí para observar el vacío en el techo.

—Descubriré una forma para traerte de vuelta —declaré.

—¿Solo a mí?

—No… Descubriré una forma para traer a todos de vuelta. Tiene que haber
una forma.

—Sí, pero seguirá siendo peligroso para ti quedarte en el mismo cuarto


conmigo, estar sola… cualquier cosa.

Una extraña sensación se extendió a través de mí cuando lo dijo. Estar con él,
quiso decir.

Caden suspiró, presionando su mano contra su frente.

—¿Es por Rachel? —pregunté calmadamente, luego mordí mi labio inferior.

Comenzó a reír, entonces gimió.

—¿Cómo pude olvidarme de ella? —masculló para sí mismo. Gimió


audiblemente una vez más, moviendo una mano por su cabello,
desordenándolo. Su rostro se tornó calmado de manera inquietante mientras
pensaba por un momento. Finalmente se giró para mirarme—. Sí, es por
Rachel. Mientras ella y yo estemos juntos, tú y yo no podemos estarlo.

Asentí lentamente, girando sobre mi espalda para observar el techo de la


cueva, queriendo estar en cualquier otro lugar donde no pudiese verme llorar.
Cómo si hubiera escuchado mis súplicas, la quemazón constante del pendiente
se desvaneció.

—Me estoy yendo ahora —anuncié, mi voz vacía. De vuelta a una casa de
retorcidos vampiros y un perro traicionero.

Mi cabeza giró hacia Caden por otro vistazo en esos hermosos ojos de jade. Vi
angustia. Y luego me había ido.
225
Página
Mis ojos se abrieron de golpe. El golpe del rechazo de Caden aun quemando a
través de mi cuerpo. Ese dolor fue rápidamente sofocado, aunque, por la vista
de las puertas de mi balcón colgando al azar de sus bisagras, el cristal
destruido. Me levanté para encontrar el cuerpo de un largo animal negro,
demasiado mutilado para identificarlo pero ciertamente muerto, yaciendo en
el suelo, su sangre salpicando las paredes y piso de mi perfectamente blanca y
plateada habitación. La criatura había obviamente ganado la entrada desde el
balcón, aunque no tenía idea de cómo, teniendo en cuenta que estábamos
cinco pisos arriba y no tenía alas.

Un gruñido profundo sonó detrás de mí. Me giré para ver a Max frente a la
puerta de mi habitación, con los pelos de punta.

Alguien—o algo—estaba al otro lado de esa puerta, y quería entrar.

¡Escóndete! una profunda voz masculina ordenó.

Me levanté de la cama y di vueltas, buscando la fuente. No había nadie más en


el cuarto además de Max y yo.

¡Bajo la cama!

Mis ojos corrieron sospechosamente a las cortinas, casi esperando a un


pequeño anciano saltar desde detrás de estas y presentarse cómo el Hechicero
de Oz.

¡Ahora! La voz gritó.

Ya no importaba de dónde venía. La advertencia disparando a través de mis


piernas paralizadas cómo un rayo, forzándolas a moverse por su propia
voluntad antes de que mi cerebro pudiera decirles. Me zambullí bajo la cama
un segundo antes de que la puerta explotara, astillas de madera volando en
todas las direcciones.
226
Página
Feroces gruñidos entremezclados con el espantoso sonido de carne desgarrada
y huesos rotos cómo ramitas. Escuché incontables aullidos de dolor pero no
pude identificar los dueños. Apreté mis puños y rechiné mis dientes, mi miedo
por Max siendo sobrepasado por eso. Incluso con su traición, espiándome para
Mortimer, no quería que se hiriera haciendo su trabajo de vigilarme.

Desde mi puesto de observación, solo podía ver patas. Habían muchos de ellos,
gigantescas, peludas, patas negras con garras, cómo uñas. Max era sobrepasado
en número.

Un aullido final, luego mi cuarto cayó en el silencio. Permanecí en mi


escondite, contraída por el miedo, viendo un conjunto de patas negras
cojeando hacia mí. Se detuvieron al final de la cama. Una gran nariz negra
olfateó bajo la cama. Retrocedí tanto cómo era posible.

Estás a salvo ahora, la voz masculina, la que me había avisado para


esconderme, susurró. Él estaba obviamente con un gran dolor.

El animal junto a la cama colapsó, sus ojos amarillos llegando al nivel de los
míos mientras su mentón descansaba en el suelo.

—¡Max! —Me deslicé fuera de mi escondite. Cinco pilas más de carne y sangre
cómo el que me recibió yacían alrededor. Jadeé al ver el rasgado y perforado
cuerpo de Max; un charco de sangre se formaba rápidamente debajo de él. Me
derrumbé en el suelo, descansando mi frente en la suya, y lloré.

No te preocupes. Solo necesito descansar, susurró la voz.

Solté un último suspiro.


227
Página
Telepatía
Traducido por Jazmín

Corregido por Pily

S
í, es a mí a quien escuchas

Mis ojos saltaron.

—¿Cómo?

Antes de que Max pudiera contestar, una conmoción estalló en el patio


interior. Max levantó la cabeza, luchando por ponerse de pie.

—Quédate —ordené suavemente mientras me arrastraba hacia el balcón, los


vidrios rotos de las puertas crujían bajo mis zapatillas.

Sofie le gritaba a alguien.

—¿Por qué haces esto?

Inclinada sobre la barandilla, vi a la parte superior de la cabeza fuego rojo de


Sofie mientras ella se enfrentaba contra otra mujer.

—La venganza perfecta requiere una buena cantidad de riesgo —respondió la


mujer con frialdad. Una ola de reconocimiento me golpeó. Yo había oído esa
amargura antes. Era la joven mujer del parque. ¡Pensé que estaba muerta!

—¿Venganza por qué? —El desconcierto de Sofie parecía autentico.

—Por la mayor traición —respondió la mujer mordazmente.

Hubo una larga pausa mientras Sofie sin duda trabajaba duro para recordar
donde sus caminos se habían cruzado.
228
Página
—No eres la única bruja que ha encontrado una forma de inmortalidad —dio
a entender la mujer.

Otra larga pausa. De repente Sofie jadeó en reconocimiento.

—¿Ursula?

La mujer rió con malicia.

—Te sorprendería lo que puedes hacer con los cuerpos anfitriones. He pasado
por docenas hasta ahora. Es estimulante, como la compra de muebles finos. He
probado con cada origen étnico... siempre hermosa, sin embargo. Y joven.
Esos son mis requisitos previos. Es mucho trabajo, pero vale la pena. He sido
capaz de permanecer con vida, año tras año, estudiándote, esperando la
oportunidad perfecta para castigarte. No puedo creer que me haya perdido la
conexión entre tú y la chica todos estos años. Ese maldito perro estaba
constantemente en el camino así que nunca podía acercarme demasiado.

Viejas noticias, Ursula. Sabía que ella me estaba espiando. Dime algo que no
sepa. Igual como Sofie también te traicionó.

—¿Todo esto debido a Nathan? Creo que los dos, él y yo fuimos castigados lo
suficiente, ¿no es así? —Dolor llenó la voz de Sofie.

—¡Nathan era mío y tú lo mataste! —el chillido ensordecedor de Ursula me


sobresaltó.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Con todo lo demás, Sofie era capaz de
matar.

—Él nunca te amó —respondió Sofie con calma, pronunciando cada palabra
con lenta precisión.

—Oh por favor, guárdate tus mentiras. —Ursula giró un poco su cabeza, la
única indicación de que ella estaba al tanto de la presencia de Viggo y
Mortimer en las sombras—. Esos dos imbéciles tuyos me contrataron para
vigilarte hace cinco años. Querían saber con qué tipo de magia estabas
jugando. Por supuesto que ellos no sabían quién era yo en realidad.
229
Página
Sofie jadeó.

—¡Lo sabía! —gritó ella, su dedo señalando acusadoramente a Viggo.

—Creo que has divulgado suficiente información, Ursula —dijo Viggo,


evitando acercarse a ella, con Mortimer junto a él.

—¿Sofie te dijo que el colgante es una llave? —preguntó Ursula, evitando la


mano extendida de Viggo.

Sofie se abalanzó sobre el cuello de Ursula pero Mortimer la interceptó,


sosteniéndola por atrás.

—¿Qué quieres decir? —dijo Viggo, un afilado trasfondo en su tranquila voz.

—Es una llave. Ponla en la cerradura correcta o portal y tendrás todo lo que
necesites con ella. Es obvio para cualquiera que la mire, incluyendo a Sofie.

Mortimer se volvió hacia Sofie, lanzando su espalda para romper una puerta
francesa a nivel del suelo con el poder de su ira.

—¿Que más has estado ocultándonos? —gritó.

Los moteados ojos verdes de Ursula se movieron a toda velocidad para


encontrarse con los míos por una fracción de segundo antes de continuar. Los
demás no lo notaron.

—Hice algo de investigación después de conocer a tu chica en el parque —le


dijo a los otros—. Fue muy interesante... El reporte de la policía por la muerte
de su madre está escrito por tu mano, Viggo. Si ibas a matarla, ¿por qué no
solo la mordiste?

En un movimiento fluido, Viggo se estiró y rompió el cuello de Ursula. Su


cuerpo cayó al suelo, su vida extinguida, sus últimas palabras resonaron en mis
oídos mientras me desplomaba en el suelo.
230
Página
Asesino
Traducido SOS por Cande Cooper & Rihano

Corregido por Liraz

M
ax cojeó para frotar su nariz húmeda contra mi mejilla. Apenas
lo registré.

—¿Es verdad, Max? —Me atraganté.

Silencio.

—No te quedes callado ahora. ¿Qué sabes? —Max parpadeó, apartando sus
ojos amarillos culpables. Sabe algo—. Esa mujer está loca, ¿verdad? Viggo
nunca habría matado a mi madre. No hay manera, ¿verdad? —presioné al
borde de la histeria.

Intenté detenerlo, respondió Max finalmente.

—¿Qué?

Max cerró sus ojos y suspiró —una reacción extraña viniendo de un perro— y
una pasó cosa peculiar. Imágenes destellaron a través de mi mente. Al
principio fueron borrosas y débiles, pero la claridad se fortaleció hasta que era
cómo si un tráiler de película se estuviera reproduciendo en mi cabeza.

Era de noche. Alguien caminaba por una acera con poca luz en una calle
tranquila en la llovizna, sin embargo la persona no tenía paraguas, solo una
capucha de chaqueta. El ángulo de la cámara en mi cabeza se movió para
mostrar luces del coche aproximándose. No había nada inusual acerca de eso
hasta que el motor del auto aceleró. La cabeza de la persona giró, las luces
231
Página
delanteras iluminando un rostro femenino. El rostro de mi madre, más joven y
hermosa de lo que la recordaba.

El conductor de repente aceleró y giró bruscamente, enviando al auto sobre la


calzada. Cogí la mirada fugaz de confusión en el rostro de mi madre un
segundo antes de que el auto la golpeara.

No tuvo oportunidad.

Jadeé, mis manos volando a mi garganta. Había recreado el accidente en mi


cabeza tantas veces, pero esto era mil veces peor.

Y no terminó ahí. El auto se detuvo después de golpearla. La puerta se abrió y


el conductor salió. No pude reconocer un rostro en las sombras pero me di
cuenta de que era un hombre. Tomó varias zancadas casuales y largas hacia el
cuerpo inmóvil de mi madre. Cuando se inclinó sobre su cuerpo sin vida para
sumergir sus dedos en su sangre y las luces delanteras brillaron en su rostro, vi
a un hombre rubio con penetrantes ojos azules. Y supe quién era.

Viggo asesinó a mi madre.

Grité mientras heridas que habían cerrado pero nunca curado se rasgaron
abiertas con tanta seguridad como si estuviera sucediendo todo de nuevo. Solo
que esta vez las heridas se abrieron más amplias que nunca antes. Pero, ¿por
qué? ¿Por qué matarían a mi madre? ¿Qué ganaba Viggo?

La visión se borroneó, y entonces desapareció completamente. Me puse de pie


y me balanceé, apenas capaz de mantenerme en pie, y luego corrí a mi
habitación con intención de escaparme de esta prisión. En su lugar me
encontré cara a cara con el asesino de mi madre.

—Gracias a Dios estás bien. Te has ido por cuatro días esta vez. Estábamos
empezando a preocuparnos —dijo Viggo dando un paso adelante. Retrocedí.
Rió—. Oh, ¿escuchaste ese disparate? Fue una bruja delirante. No le prestes
atención.

—¿Por qué? —dije con voz temblorosa—. ¿Por qué harías…? —No podía
decir las palabras, no las podía formar en mi cabeza, por no hablar de mi
232
Página
boca—. ¡Lo vi! —susurré finalmente. Mortimer y Sofie entraron a la
habitación detrás de él, pero mantuve los ojos en… el asesino.

—¿Qué quieres decir con que lo viste? —Los ojos de Viggo se estrecharon, su
típica calma transformándose en algo totalmente desconocido.

Asentí hacia el perro gigante ahora parado a mi lado.

—¿Qué? —el susurro de Mortimer fue áspero y sus ojos sobresalieron—.


¿Cómo es eso posible? —Se giró hacia Sofie—. ¿Cómo es esto posible? ¿Hiciste
esto?

La cabeza de Sofie cayó hacia atrás mientras reía histéricamente.

—¡No, pero me hace muy feliz!

Mortimer fulminó con la mirada al perro.

—¡Desapareciste de mi mente, pero pensé que solo estabas enojado conmigo!


No pensé que habías negociado lealtades.

—No importa —intervine, forzando a la valentía—. ¿Por qué? ¿Por qué harías
algo tan…? —mis ojos quemaron pero las lágrimas no vinieron. Hasta mis
conductos oculares estaban en estado de shock.

—¿Monstruoso? —Una sonrisa apareció en los labios de Viggo—. Bueno, al


menos podemos renunciar a esta tonta farsa. Se estaba volviendo bastante
exigente. —Su voz, una vez plácida y calmante, tenía un borde siniestro
ahora. Tal vez siempre había estado ahí, pero yo había estado sorda a él hasta
ahora—. Necesito moverme a un lugar menos… desordenado. —Sus ojos
echaron una ojeada a los cadáveres y la destrucción en la habitación—. Sofie,
¿por qué no explicas por qué sentí la necesidad de matar a la madre de
Evangeline? Y asegúrate de explicar tu parte en ello.

¿Sofie fue parte de esto? Por supuesto que lo fue. Es una asesina. Ursula lo
confirmó. Mi estómago se retorció, todos iguales.

—¿Le digo la verdad o tu versión? —replicó amargamente.

Viggo respondió con una malvada risa.


233
Página
—¿Siquiera recuerdas qué es la verdad? —Con eso desapareció, Mortimer
siguiéndolo.

—Salgamos de aquí —dijo Sofie tranquilamente.

Asentí, porque no quisiera ir a algún lugar con Sofie, pero necesitaba salir de
esta zona de muerte. Me concentré en el pasillo más allá de la puerta, no
permitiendo que mis ojos fueran a la deriva ni por un segundo mientras
maniobrábamos alrededor de la sangre.

Fuimos a la biblioteca.

—Por dónde empezar —dijo, instalándose en el sofá de cuero. Cruzó las


manos sobre su regazo y las miró, perdida en sus pensamientos.

—Qué hay sobre explicar por qué has estado observándome toda mi vida —
espeté, sus ojos verde pálido miraron fijamente mi cara—, y por qué me
maldijiste. Y sobre la muerte de mi madre. —Una vez que las preguntas
comenzaron, se derramaron como un tarro de frijoles volteado, dispersándose
incontrolablemente—. Esa mujer loca, Ursula, ¿quién era ella? ¿Y Nathan, el
chico que asesinaste?

Mi última pregunta provocó una reacción. Los ojos pálidos de Sofie mostraron
crudo dolor. Había tocado una fibra sensible.

—Nathan es el vampiro que me convirtió —respondió tranquilamente, y


luego exhaló cómo si estuviera componiéndose antes de lanzarse a una larga
explicación. Pero entonces ella estaba de pie y dando vueltas por la habitación,
mordisqueándose la uña del pulgar con nerviosismo. No estaba acostumbrada
a este lado de Sofie, ansioso, dudoso. Observé en silencio, intrigada.

—Nathan y yo estábamos desesperada, loca, e irrevocablemente enamorados.


—Comenzó, corriendo una de sus esbeltas manos a través de su pelo rojo
sedoso, con un vacilar en su voz—. Deberías haberlo visto, Evangeline. Era la
inspiración detrás del alto, moreno y guapo cliché. Hermoso. Recuerdo el
primer momento en que puse mis ojos en él. Era 1887. Estaba segura de que
mi pecho se tragaría a sí mismo completo. —Dejó caer su mano a su lado—.
De todas maneras, Nathan era un vampiro y yo una bruja y nuestras especies
234
Página
se aborrecen entre sí, lo que hizo a nuestra relación difícil, por decir lo menos.
Cómo las familias Montesco y Capuleto en Romeo y Julieta.

¿Entonces ahora estás tratando de compararte con la mayor historia de amor


de todos los tiempos? Quise bufar.

Sophie sonrió.

—Tal vez no tan encantador, pero definitivamente tan dolorosamente


imposible.

Ah, me olvidé que ella podía leerme como un libro abierto.

—Queríamos pasar el resto de nuestras vidas juntos, y, por Nathan, eso


significaba la eternidad. Ahora, eso era difícil. Ya ves, si las brujas son
expuestas al veneno de un vampiro, simplemente morirán. Cada vez. No
podemos sobrevivir a la transición. No sé por qué; está en los genes, supongo.
De todas maneras, ingenua y ambiciosa cómo era, estaba obligada y
determinada a averiguar un hechizo para esta muerte segura. Sabía que era
una hechicera singularmente dotada y era lo suficientemente arrogante cómo
para creer que podría resolver lo que otros no habían podido. Y sí lo resolví…
—Sus ojos brillaron con emoción que se extinguió casi al instante—. O creí
que lo había hecho. Ni una sola vez me imaginé tales terribles consecuencias.

Sofie hizo una pausa el tiempo suficiente para sentarse en la silla de cuero.

—Nathan era un tonto. Él confió en mí plenamente. Le dije que me mordiera,


que me inyectara el veneno, y lo hizo. Cuando desperté, era inmortal. Lo supe
al instante. Podía sentir el poder abrumador correr por mis venas. Era
estimulante. —Suspiró con tristeza. Cuando continuó, su voz estaba llena de
tormento—. Encontré el cuerpo sin vida de Nathan tendido junto a mí. El
hechizo había revertido las consecuencias. Lo mató a él. Lo maté a él.

Había echado el hechizo por amor. No por egoísmo, ganancias tontas, cómo
Mortimer había dicho. Él también había mentido.

—Maté a mi alma gemela, Evangeline. Y habría saltado a un pozo en llamas, si


no hubiera sido por Veronique. —Sofie estaba fuera de su silla otra vez, de pie
235
Página
delante de la chimenea en un abrir y cerrar de ojos, sonriendo con adoración
al dibujo de la belleza de pelo oscuro—. Veronique era mi hermana menor. —
Su voz cayó, se volvió distante—. Ella era normal… no una bruja, quiero
decir. El gen de hechicería la salto. Siempre fue un gran apoyo con mi amor
por Nathan, por un vampiro. El único apoyo. Eso es porque entendió
implícitamente. Ella estaba locamente enamorada de no uno, sino dos de ellos,
uno llamado Mortimer y el otro llamado Viggo.

Pensé que mis ojos iban a salirse de sus órbitas.

Sofie dio la vuelta y rió.

—Sí, mi tonta, dulce hermana vio algo en los dos. Escandaloso, ¿verdad?
Veronique estaba esperando a decidirse entre los dos antes de transformarse
para pasar la eternidad con ellos. —Tragó saliva, mirando al suelo—. Cuando
hice el hechizo, destruí esa posibilidad. Mortimer sintió el cambio
inmediatamente. Lo describió cómo la única fuerza de vida en él, drenada.
Más tarde nos enteramos de que cada vampiro sintió que algo extraño pasó.
Pronto descubrieron que su veneno se volvió inútil. Fue un resultado
inesperado del hechizo. Ese tipo de cosas pueden pasar.

—En mi intento de amor y vida eterna, destruí cualquier posibilidad de que


Veronique tuviera lo mismo. Tan inconsolable cómo yo estaba después de la
muerte de Nathan, no podía dejar a mi hermana así, para sufrir y morir sola. Y
a ninguna otra bruja se le ocurriría ayudarla, incluso si pudieran.

La intriga ensombreció mi ira con Sofie por el momento.

—Pero tú dijiste que fue hace ciento veinte años. Así que... ¿Veronique
murió?

Sofie negó con la cabeza.

—Sabía que podría tomar años arreglar mi error y no había manera de


revertirlo debido a la naturaleza del hechizo. Cómo te dije antes, una vez que
este tipo de hechizos se lanzan, no pueden ser deshechos. Veronique no quería
envejecer y encanecer, esperando, por lo que decidimos ‘‘preservarla’’ y
ponerla en algún lugar donde podría esperar de manera segura.
236
Página
—¿Dónde? —susurré, imaginando una tumba bajo tierra o una especie de
ataúd, oscuro, polvoriento y mórbido.

—Has pasado junto a ella muchas veces, incluso admirado. —Sofie sonrió
confiadamente. Ella miró atentamente mientras yo trataba de descifrar su
enigma. Cuando fruncí el ceño, encogiéndome de hombros en señal de
rendición, dijo—: ¿En el atrio...?

El atrio... Di un grito ahogado.

—¡La estatua! ¿Volviste a tu hermana en piedra?

—¡No! —Rió Sofie—. Ella está dentro. Enterrada, cómo una momia, pero sin
toda la gasa blanca.

Me estremecí involuntariamente, sorprendida al darme cuenta de que una


persona real estaba atrapada dentro. Pero de repente tenía sentido.

—Es por eso que Mortimer y Viggo pasan mucho tiempo allí.

Ella soltó un bufido.

—No es por su amor a las bellas artes, créeme.

—¿Así que ella está viva ahí? —susurré.

—Más o menos. Ella básicamente está congelada, su mente en un estado de


coma, su cuerpo no envejece. Una vez que traigas de vuelta a un vampiro
contigo, yo puedo liberarla y ella puede ser transformada y vivir felices para
siempre con cualquiera de esos dos erizos que ella crea conveniente elegir.

—¿A cuál elegirá? —pregunté en voz alta.

—Buena pregunta. —Sofie se reclinó en su silla—. Va a significar un desastre


para el otro, sin duda. Quiero estar lo más lejos posible de ellos cuando eso
suceda.

—Ellos no son tus amigos, ¿verdad? Viggo y Mortimer, quiero decir. Los
combates... no es un acto.

Sofie sonrió.
237
Página
—Nosotros nos tolerábamos los unos a los otros hasta hace cinco años. La
noche en que Viggo mató a tu madre.

—¿Por qué él…? —No pude terminar la frase. Renovada agonía apuñaló mi
corazón.

Ella se encogió, sintiendo mi dolor.

—Porque yo te mantuve en secreto, —admitió Sofie de mala gana, cerrando


los ojos—. Yo lancé ese Causal Enchantment hace ciento veinte años,
Evangeline. Esperábamos a que el destino respondiera, proporcionándonos la
solución. Entonces un día, hace dieciocho años, la respuesta inundó mi mente.
El hechizo se había fijado a sí mismo a un bebé recién nacido. —Sus ojos se
abrieron de golpe—. Tú.

Un escalofrío se deslizó a través de mi cuerpo.

—Al hechizo se le habían puesto todo tipo de reglas y límites, cosas específicas
que no podrían suceder o el hechizo se corrompería a sí mismo. No podías
saber acerca de la existencia de los vampiros antes de la noche de tu
cumpleaños número dieciocho; tú no podías ser obligada, nunca. Y tenías que
usar ese collar y tocar la estatua por tu propia y libre voluntad. Todo tipo de
reglas estúpidas.

Ella abrió los brazos, el movimiento cómo una súplica inconsciente.

—Nunca elegí a un humano para soportar el peso de esto, Evangeline.


Créeme. Tu nombre, tu fecha de nacimiento, donde vivías... todo estaba ya
decidido. Por favor créeme, yo no quise nada de esto para ti... De cualquier
forma, lo escondí de Viggo y Mortimer. Durante años, no supieron que el
destino había respondido, que el hechizo había terminado. Max guardó tu
secreto también. —Sofie se volvió a mirar con adoración a Max, todos los
signos de odio desvanecidos.

—Cuando de repente me mudé a Pórtland, no exactamente a la meca de la


vida urbana, Mortimer envió a Max allí para protegerme. —Sofie rodó los
ojos, resoplando—. Yo no era estúpida. Sabía por qué estaba allí. Era una tapa,
por supuesto; era para vigilarme e informar. Pero descubrí que él estaba
238
Página
alimentando con mentiras a Mortimer acerca de las cosas básicas que yo estaba
haciendo. Era su forma de decirme que estaba de mi lado. Es chocante,
realmente, que un hombre bestia desobedeciera así a su amo. No sabía por
qué, pero le agradecí a los cielos cada día. Con el tiempo te revelé a Max y te
vigilamos, tratando de protegerte mientras crecías normalmente. Mientras
trataba de romper el hechizo.

—¿Qué pasó, entonces?

Sofie hizo una pausa, tragando.

—Ellos lo descubrieron... Mortimer de algún modo forzó una respuesta de


Max y supieron de ti. Viggo se apresuró, listo para secuestrarte y encarcelarte.
Exactamente lo que yo esperaba que sucediera. Así que le expliqué por qué él
no podía, por todas las reglas. Viggo estaba furioso de que yo te hubiera
mantenido en secreto durante trece años, pero él no estaba dispuesto a correr
el riesgo de romper el hechizo; decidió que lo mejor era que no tuvieras
vínculos en el mundo humano. Así que mató a tu madre.

Me estremecí ante sus palabras; ellas también podrían haber sido un puñetazo
al estómago.

—Y entonces él prometió que cualquier otra persona que se acercara a ti


moriría. No era un farol. Así que me pasé los próximos cinco años obligando a
todos a permanecer lejos, tus familias de acogida, tus amigos, los chicos en la
escuela, todo el mundo. Yo no te quería rodeada por la muerte.

—¿Es por eso qué...? —mi susurro se desvaneció en la nada. ¿No era yo,
después de todo?

—No hay nada malo contigo, Evangeline —confirmó Sofie, su expresión


triste.

Toda mi vida había sido puesta en escena, controlada por vampiros titiriteros
en una búsqueda para satisfacer su amor por su novia y hermana sepultada por
ciento veinte años.
239
Página
—¿Por qué mantener esta historia de Veronique en secreto? —pregunté,
agregando con amargura—: Viggo podía haberme dicho la otra noche,
mientras se estaba pintando a sí mismo como un mártir.

Ella suspiró.

—Debido a que Viggo piensa que confiarás en él, por defecto, si me odias.
Además ellos me habían obligado a guardar secreto en todas las cosas
relacionadas con Veronique, siento pena por herirte.

—Pero... ¿por qué? —Yo estaba empezando a sonar cómo un disco rayado.

—Están aterrorizados de que alguien descubra sobre ella, lo que podría


causarle daño.

—¡Ella está encerrada en mármol y magia! —exclamé.

Sofie se rió entre dientes.

—Cuando estás locamente enamorado, no actúas racionalmente. Como


Ursula.

Me había olvidado de ella hasta ahora.

—¿Cómo está ella involucrada en todo esto? Estaba en el parque, ya sabes.

—¿Además de ser la bruja que esos dos imbéciles contrataron para espiarme?
Ellos no confían en mí. —Sonriendo tímidamente, ella añadió—: Con buena
razón, supongo. —Ella comenzó a masajear su sien con la mano—. Ursula es el
ejemplo clásico de una mujer despechada, sólo que es una bruja por lo que la
furia es diez veces mayor. Se enamoró de Nathan y lo atrapó en un hechizo de
amor para garantizar su afecto mutuo. Ella no es agradable, por si no te habías
dado cuenta. Bueno, los hechizos de los hechiceros no funcionan bien en los
vampiros. Nathan se dio cuenta de lo que estaba pasando, en efecto, haciendo
que el hechizo venciera. Él la habría matado si no hubiera sido tan patética.
Tenía una vena compasiva. —Ella sonrió con nostalgia—. Una de las razones
por las que lo amaba. De todos modos, no mucho tiempo después de eso, él y
yo nos conocimos. Fue amor a primera vista. Ursula estaba amargada, en la
240
Página
creencia de que, si yo no me hubiera ‘‘mudado a su territorio’’, él la habría
perdonado y se habría enamorado perdidamente por su propia voluntad.

—Pero eso fue hace más de cien años. ¿Las brujas son inmortales también? —
pregunté, recordándola mencionando algo sobre cuerpos huéspedes, pero sin
entender esta cosa del abracadabra.

Sofie negó con la cabeza.

—Parece que encontró una manera de saltar de un humano a otro, tomando


posesión de ellos para su propia forma de inmortalidad. Ella es inteligente. Es
por eso que no la reconocí. Cuando Viggo y Mortimer descubrieron la traición
de Max, parece que ellos decidieron contratar a un espía cómo otra fuente de
información. Había sentido a una bruja de vez en cuando cerca de mí, pero yo
nunca las asocié. —Ella sonrió con desprecio—. Yo sólo pensé que tenía un
admirador.

Mi cabeza estaba dando vueltas ahora, tratando de mantener un registro de


todas las diferentes formas en que ellos se habían engañado entre sí. Hubo un
pequeño consuelo en el hecho de que yo no era la única víctima.

—Pero Ursula está muerta, ¿no? ¿Viggo la mató?

Sofie negó con la cabeza.

—Me temo que eso no es lo último que veremos de Ursula en una forma u
otra. No estoy exactamente segura de cómo ella posee a sus cuerpos huéspedes,
pero debe utilizar una gran cantidad de sus poderes. No te preocupes. Ella no
va a conseguir atravesar estas puertas por segunda vez, ahora que esos dos
medio imbéciles saben que no la invitarán y a sus leopardos conjurados.

Asentí con la cabeza, trabajando para digerir todo.

—¿Hay algo más que tengas que decirme? —pregunté, mis ojos estudiando los
ojos de Sofie por cualquier señal de una mentira.

Ella encontró mi mirada con firmeza.

—Todo lo que te he dicho es la verdad. Te lo juro. Sobre la tumba de Nathan.


241
Página
¿Eso significa algo, teniendo en cuenta que ella lo mató? Me pregunté. No
importaba. Decidí que ella era ahora la serpiente menos dañina en el pozo de
víboras. Ella y Max.

Nos sentamos en silencio durante un rato. Max se acercó y se agachó,


apoyando su barbilla en mi regazo para mirarme con conmovedores ojos
dorados. Miré de él a Sofie.

—¿Cómo es que estoy oyendo a Max?

Sofie se encogió de hombros.

—¡No lo sé, pero... no tienes idea de lo contenta que estoy! —Una sonrisa
tonta abrumó su cara.

—¿Mortimer dijo algo acerca de él negociando lealtades?

—¡Sí! Ha estado haciendo cosas y dejando escapar detalles, desde que has
venido aquí. Y después de que escapaste al parque, él sólo dejó de hablarle a
Mortimer por completo. —La amplia sonrisa todavía estaba pegada en su
cara—. Creo que todos esos años de espiarte lo hicieron enamorarse.

Ella habla demasiado, Max interrumpió dentro de mi cabeza, su irritación


evidente.

No pude evitar reír, incluso teniendo en cuenta el método extraño de


comunicación. Yo no había estado equivocada acerca de la amistad de Max,
después de todo. Una cosa genuina por aquí, por lo menos. Palmeando la
cabeza de Max una vez, me puse de pie y me acerqué a la foto de Veronique
para estudiar al catalizador de mi maldición. Mirando a esos ojos de color
verde oliva, busqué en mis sentimientos por el resentimiento, pero no
encontré ninguno. Racionalmente, yo sabía que esto no era más su culpa o
mía. O incluso de Sofie.

—Que mujer increíblemente hermosa, —dijo una voz relajada de hombre, de


repente a mi lado. Viggo, deslizándose sin ser visto cómo un fantasma, tan
casual cómo siempre. Cómo si no hubiera asesinado a mi madre.
242
Página
Asumí instintivamente una postura defensiva, mis manos cerradas en puños
apretados. Una risa suave, perversa, se le escapó, una que envió un escalofrío
por mi espalda. Mi enojo se transformó al instante en miedo. Él era un
monstruo.

—Conocí a Veronique en el Baile Real del Emperador. La vi deslizarse por la


escalera O'Hara con la pureza de un ángel, llevando este mismo vestido. Sabía
que tenía que tenerla.

—Y ella se conformó contigo hasta encontrar algo mejor —intervino


Mortimer, apareciendo por una esquina, un borde de competitividad en su
voz.

Me quedé en silencio, preguntándome cuál era su nuevo ángulo.

Viggo rodó los ojos.

—Una noche, Veronique estaba viajando para encontrarse con Sofie en la


próxima ciudad, cuando un grupo de bandidos atacó su carro. Ellos la habrían
violado y matado, si no fuera por la ayuda de Mortimer aquí, quien estaba
cazando en los bosques cercanos. Debiéndole a Mortimer por salvar a mi
verdadero amor y, tan seguros de su amor por mí, nunca pensé que mi ángel
encantador caería presa de las constantes artimañas de este bruto. Así que,
Mortimer y Veronique se volvieron cercanos y, antes de darme cuenta, ella
estaba profesándonos su amor a los dos. Nos convertimos en enemigos
acérrimos, dispuestos a desgarrarnos el uno al otro, salvo que le causaría dolor
a Veronique si uno de nosotros moría. Así que esperábamos, con impaciencia,
a que ella eligiera, a mí, por supuesto, así yo podría transformarla y tenerla
para siempre. ¡Pero luego la bruja de su hermana tuvo que ir y echar a perder
las cosas! —dijo Viggo alegremente.

—¿Por qué me estás diciendo esto? —Pregunté con amargura—. Tú no


querías decirme nada antes y ahora estás lleno de historias de la vida real.

—¡Para demostrarte que somos igual que tú!

Mi boca cayó abierta de la sorpresa.


243
Página
—Tú mataste a mi madre y destruiste mi vida. ¡Probablemente meriendas
bebés recién nacidos! ¡No eres nada cómo yo! ¿Y estás tratando de ganarme
con épicas historias de amor, pensando que voy a ayudarte? —Temblaba de
rabia ahora.

Él arqueó una ceja.

—¿Estás diciendo que no lo harás?

—¿Ayudar al asesino de mi madre a pasar la eternidad con su verdadero amor?


Eh, déjame ver... —Una valentía poco característica estaba sacando las
palabras de mi boca antes de que mi cerebro pudiera procesarlas. Pero no me
importaba. No podía herir los sentimientos de Viggo aunque quisiera.

—Bueno, entonces... no hay razón para mantenerte más, ¿cierto? —Los ojos
de Viggo se habían vuelto fríos, su sonrisa amenazadora.

Los cuatro perros saltaron hacia delante para formar un muro a mí alrededor,
pero no antes de Viggo tuviera mi colgante a su alcance.

—Puedes rasgar mi corazón, Max, pero no antes de que arranque este colgante
del cuello de Evangeline —dijo, sus ojos encontrándose con los míos.
244
Página
Opciones
Traducido por Lexie, Hanna Marl y rihano

Corregido por MaryJane♥

—V
iggo —advirtió Mortimer, un ojo cauteloso sobre los
perros. Aún parecía estupefacto por la nueva lealtad de
Max conmigo.

Viggo no le hizo caso, de pie rápido con mi collar en la mano, con espasmos de
histeria en su rostro.

—Vas a ayudarnos porque quieres ayudarte a ti misma. Vas a traer a estos


amigos tuyos de regreso, ¿no?

Me quedé congelada. Caden. Amelie. Fiona. Bishop. Sus rostros destellando en


mi mente.

—Vas a salir a buscar el portal para el collar —continuó—, comprobaras cada


roca, cada cueva, cada ciudad.

—El lugar está lleno de vampiros. Estaré muerta si se apoderan de mí —le


respondí con cautela.

—Estarás muerta si yo te agarro. —Los labios de Viggo se curvaron en una


sonrisa espantosa.

Un coro de gruñidos amenazadores, resonaron profundamente, pero nadie les


prestó atención.

—¿Cuántos vampiros se quedan en Ratheus, de todos modos? —intervino


Mortimer.
245
Página
—No lo sé. Creo que no ha habido un censo últimamente —le contesté de mal
humor, con los ojos pegados a Viggo. Asesino.

—Vaya, alguien finalmente ha encontrado su lengua. ¿Cuándo te volviste tan


grosera? —preguntó Viggo con una sonrisa exasperante.

—Cuando me enteré de que mataste a mi madre.

—¿No te explicó, Sofie? —Las Cejas de Viggo se arquearon, pero su enfoque


se mantuvo en mí—. Eso fue culpa de Sofie. Ella me engañó. —El brillo en sus
ojos me heló la sangre—. No vuelvas a engañarme.

—¿Quieres ser libre de nosotros, ¿verdad? —Mortimer añadió un toque de


desesperación en su voz.

Vacilé.

—¿Y lo haré? ¿Estar libre de ti una vez que los traiga de vuelta?

—Por supuesto.

No te creo. Pero eso no importaba. O me negaba y Viggo arrancaba el collar


de mí, aquí y ahora, dejando a Caden y los otros en Ratheus por la eternidad,
para siempre fuera de mi vista, o me arriesgaba a morir por estar de acuerdo
con esto. Riesgo altamente probable, pero sólo un riesgo, a pesar de todo.

—¿Así que quieres que simplemente deambule alrededor hasta que el collar
empiece a hablarme? ¿Qué pasa si me atrapan? Hasta el momento, los dos
encuentros que he tenido con los vampiros de ese mundo no han terminado
exactamente bien. ¿Recuerdas? Casi muero en ambas ocasiones.

—Pero eso fue antes. Tú eres mucho más sabia ahora, y el collar se ha ajustado
correctamente. Estoy seguro de que lo vas a hacer muy bien —Viggo me
aseguró, sonriendo. Se alejó, liberando el colgante—. ¿Entonces está
arreglado?

Si dejo en libertad a Veronique y ella elige a Mortimer, entonces esto va a


valer la pena.
246
Página
—Me alegro de que te sientas bien acerca de este plan, dado que no eres el que
va a morir —me quejé—. Y si muero después de todo, este plan habrá
terminado y no tendrás esperanza de volver ver a Veronique.

Mortimer levantó una ceja ante Sofie.

Ella suspiró.

—Si el lapso en el tiempo continúa, ya que ha estado pasando, con que te


quedes más tiempo y más tiempo lejos de aquí... me temo que un día, pronto,
simplemente no regresaras. Entonces no importará. No puedes sobrevivir
mucho tiempo en un lugar como ese.

—Es por eso que estaba hambrienta... y cansada —pensé en voz alta. También
explicaba todos los suministros para mí que Sofie había empacado. Ella sabía
que iba a suceder. Eso o ella tomó el lema de las chicas exploradoras “Siempre
listas” a un nivel completamente nuevo—. ¿Así que cada vez que me vaya
ahora, voy a estar allí por más tiempo y más tiempo y finalmente me quedaré
allí para siempre?

Sofie asintió.

¿Sería tan malo? No tendría que ayudar al asesino de mi madre a encontrar el


verdadero amor. Y podría quedarme con Caden, Amelie, Fiona, y Bishop. En
una cueva, sin electricidad, ni agua corriente, ni comida.

Cuatro vampiros y un humano, viviendo juntos en armonía. No, cinco


vampiros. Ugh. A menos que esta cosa de Rachel haya terminado y volviera a
la cripta donde pertenecía. ¿A quién estaba engañando? No iba a ir a ninguna
parte. No antes de que ella arrancara la carne desde mis huesos mientras yo
miro y grito.

Siempre estaría la amenaza constante de la muerte. No, no es una amenaza. Es


inevitable. Incluso si evadía la muerte por Rachel o algún otro vampiro, la
muerte me atraparía, finalmente, con la edad. Una vívida imagen me vino a la
cabeza entonces, una mujer vieja y arrugada en un bikini negro que lucha para
desplazarse en un lago de aguas termales, mirada con asco y lástima por
247
Página
cuatro, hermosos jóvenes vampiros. Me hizo estremecer. Eso sería peor que
morir.

A menos que...

—¿Qué pasaría con el collar si me quedo allí para siempre? ¿Se mantendrá el
protegiéndome? ¿Al igual que de su veneno? —le pregunté a Sofie. ¿Podría
ser… convertida? La sola idea puso que mi piel de gallina, pero yo tenía que
saber.

Sus ojos brillaron con conocimiento.

—Podría seguir funcionando, sin darse cuenta de que no puedes volver más a
la Tierra. Eso, o te mataría. ¿Cuál va a ser…? Es cara o cruz.

Vieja o muerta. Suspiré. Bueno, esa idea se acabó. Podía manejar la vida
cavernícola si eso significaba vivirla joven y con Caden, pero las alternativas,
vieja y arrugada o con Rachel, eran impensables.

Así que eso me dejaba ayudar al vampiro que había asesinado a mi madre o
dejar que me mate. ¿Podría escapar? ¿Podría traerlos a todos ellos y luego
escapar? Esperanza brilló por sólo una milésima de segundo, él me cazaría. Me
pasaría el resto de mi vida siendo presa de un desesperado vampiro de dos mil
años de edad. ‘‘El resto de mi vida’’, resultaría mucho más corto de lo
esperado.

Me tragué el doloroso bulto en la garganta.

—Está bien.

—¿Está bien? —La frente de Viggo subió con incredulidad.

Asentí.

—¡Fabuloso! —Esa aparentemente encantadora sonrisa estaba de vuelta. Sin


embargo yo veía a través de eso ahora.

—¿Hay algo que necesites? —Preguntó Sofie suavemente, tristeza en sus


ojos—. Puedo ir a recoger algunas cosas.
248
Página
Dudé.

—Un traje isotérmico. —Viggo y Mortimer me miraron con recelo—. En el


caso de que este portal esté bajo el agua —añadí rápidamente. O en la cueva
con el Merth, que era exactamente a donde me dirigía. Yo iba a traer de vuelta
todo lo posible de Merth para poder envolverme en él.

Hola la voz profunda de Max resonó claramente en mi cabeza.

Mis ojos se abrieron.

¿Aún no estás acostumbrada?

—No, no estoy acostumbrada a oír voces en mi cabeza. Nunca voy a estar


acostumbrada de escuchar voces. Pero eso no va a cambiar nada, ¿verdad? —
murmuré con amargura, dando vuelta sobre mi espalda en la cama mirando al
techo. Así que yo estaba teniendo una conversación con un perro. ¿Y qué?
Mucha gente habla con los animales.

Leo había movido mis cosas, todo lo que no había sido dañado, a otra suite.
Los muebles eran similares a los de mi habitación anterior, pero el ambiente
mágico había desaparecido. El Cuarto de Sangre, Medité, mis ojos escaneando
las paredes rojas y la estructura. Si esos leopardos gigantes habían sido
masacrados aquí, la carnicería se habría mezclado adentro agradablemente.

Estiré la mano y toqué una de las enormes patas de Max.

—¿Cómo puedo oírte?

Porque eres mi ama ahora.

—¿Qué significa eso? ¿Cómo soy tu ama?

No sé. Simplemente sucedió. Mortimer solía ser mi maestro y ahora tú lo eres.


249
Página
—¿Y cómo te hablo en mi cabeza? Ya sabes, ¿telepáticamente?

No se puede. No sé por qué, pero es sólo comunicación unidireccional.

Asentí, de alguna manera decepcionada con la limitación.

—¿Sofie dijo que me vigilaste?

Sí.

Me iluminó con una idea.

—Es necesario que me muestres lo que viste, Max —insistí—. Tienes que
hacerlo, si yo soy tu ama y te lo ordeno, ¿verdad?

Oí un fuerte gemido de molestia. Ya suenas como Mortimer.

—Oh... lo siento Max. —Le sonreí tímidamente—. Pero es importante.

¿Qué te gustaría ver?

Pensé por un momento.

—¿A mi madre? Antes de... —Antes de que la asesinaran—. Tengo que sacar
esa imagen de mi cabeza. Por favor, Max.

Esa imagen comenzó a mostrarse en mi cabeza de nuevo Esta vez estaba


mirando a través de una ventana a una niña de tal vez cinco, sus largas trenzas
rubias atadas con lazos de raso azul pavo real, sentada en un taburete en una
pequeña cocina. Ella estaba saboreando un batido cubierto, como si el
chocolate fuera el sabor más celestial jamás creado. Una mujer rubia, de
espaldas a la niña, estaba cargando una bandeja de magdalenas para cocer al
horno. Se dio la vuelta, ofreciendo una sonrisa con hoyuelos y una risa de la
niña.

Mi madre.

La calidez rasgó con dolor punzante mi pecho. Mi memoria no le había hecho


justicia. Se me había olvidado lo hermosa que era, con su largo cabello hasta
los hombros, rubio arenoso y sonrisa contagiosa. Incluso a una edad temprana,
me daba cuenta de que ella llamaba la atención. Pero no era sólo su apariencia.
250
Página
Ella también era carismática, la personalidad inteligente que ganaba a las
personas en cuestión de segundos. La habitación se iluminaba cuando entraba.
Por lo menos para mí, siempre lo hacía.

Las imágenes empezaron a parpadear en mi mente otra vez. Rostros... rostros


que reconocí como los de las casas de acogida que había visitado a través de mi
juventud. La Señora Boulding, la vendedora de Avon. El Señor Billsbury, el
borracho. La Señora Clairmont, el chiflado evangélico. Los Darling. Ellos
habían sido relativamente normales...

Las imágenes fueron una y otra vez, una visión franca de mi vida transitoria
hasta que se detuvieron con la imagen de mi tropiezo delante del Newt’s
Brew. Observando la escena desde el punto de vista de Max, vi la cara
linterna de Sofie caerse y quebrarse sin entrar en contacto con mi pierna.

Magia. Todo había sido puesto en escena. Un escalofrío me recorrió.

Pero ese no fue el descubrimiento más inquietante en todo esto.

—¿Cómo no te vi?

No quise ser visto, dijo Max con total naturalidad.

Por supuesto. Un perro de 130 kilógramos al acecho en mi apartamento y


rondando las calles tras de mí, y mis sentidos nunca se encendieron. Pero
Eddie, el vagabundo loco, lo había visto.

—¿Con qué frecuencia me veías?

Hubo una larga pausa. Nunca estuviste sola.

La repentina urgencia de vomitar me golpeó como una ola gigante. Salí


corriendo al baño. Después de varios minutos de mirar fijamente la taza
blanca de porcelana del inodoro, nada pasaba, eran sólo mis nervios, me di por
vencida y me tambalee hacia atrás con el terrible conocimiento de que había
habido un par de ojos en mí durante toda mi vida, y yo nunca había
sospechado.

—Max, muéstrame todo lo que recuerdes —exigí.


251
Página
Recuerdo todo.

—Está bien, las cosas importantes.

Me acosté en la cama, con los ojos mirando al techo sin verlo, consiguiendo
una reproducción de mi infancia a través de los ojos de un perro. Algunos
recuerdos eran específicos, como el de Halloween, me vestí con el traje de
pingüino, el animal favorito de mi madre, y anduve como pato por la puerta
principal, sólo para caer de bruces y darme una hemorragia nasal porque el
traje me ataba los pies juntos con demasiada fuerza. Otras imágenes eran
vagas; yo, sentada en mi habitación, llorando en silencio mientras agarraba un
cuadro con la imagen de mi madre. Lo había hecho a menudo en los primeros
días.

Max me mostró otro flash a continuación, uno que no requirió una repetición
para recordar cada segundo. Acababa de cumplir trece años y estaba en casa
viendo las repeticiones en la televisión, lo que normalmente hacía mientras
esperaba que mi madre llegara a casa desde el trabajo. Sonó el timbre. ¿Está tu
padre en casa? un policía me preguntó cuando abrí la puerta. Negué con la
cabeza. ¿Tienes algún familiar al que puede llamar? Negué con la cabeza,
frunciendo el ceño, preguntándome qué estaba pasando. La mujer policía
sonrió suavemente y me pidió que esperara un segundo mientras que ella
llamaba a alguien en su radio. Servicios infantiles apareció poco después, me
enviaron a mi habitación para empacar una maleta con mis cosas.

Esa fue la noche en la que Viggo asesinó a mi madre.

Las imágenes se detuvieron.

—¿Cómo haces eso? —le pregunté a Max.

Sólo puedo.

—Muéstrame más, entonces. Muéstrame todo.

Lo obligué.

Yo, estudiando sola en la biblioteca durante horas. Yo, sola e inclinada contra
una cerca después de la escuela, leyendo un libro cuando todos los demás
252
Página
salían juntos. Yo, sola en un parque, balanceándome tan alto que parecía a
punto de despegar. Yo, siempre sola. La amargura se hinchó. Por supuesto que
estaba sola. Viggo se había asegurado de ello. ¿Cómo habría sido mi vida sin
esta maldita maldición?

Miré distraídamente a Sofie cuando ella entró al cuarto, con otro bolso de
montaña sobre su hombro como si estuviera lleno de pelotas de algodón.

Ella tiene sus mejores intereses en el corazón, dijo Max.

—¿Cómo sabes? —le contesté.

Sofie me miró, frunciendo el ceño. Sacudí mi cabeza despectivamente.

—Oh —Ella sonrió, echándole un vistazo al perro tumbado en la cama—.


¿Lista para ir? Es tiempo de ponerte la mochila.

Con todo lo que había sucedido, el ataque, aprender la verdad devastadora


sobre mi vida y mi madre, no había tenido un segundo para pensar en
Ratheus... sobre el rechazo de Caden. Ahora parecía tan trivial, pero mi
estómago estaba apretado de todos modos, una ola de náuseas drenó la sangre
de mi cara.

Pero, al final, no era trivial. Esperaba que Caden pudiera sentir algo por mí,
podría salvarlo a él y los otros de su aislamiento, era todo lo que quedaba.
Había perdido todo lo demás debido a esta maldición. Algo bueno tenía que
resultar de ello.

¿Había algo más que amistad allí? Sus palabras habían sido tan contradictorias.
¿Leía yo demasiado en ellas, oyendo lo que quería oír, lo que necesitaba oír?
Tenía que haber alguna razón retorcida que lo había llevado a él, una dulce,
amable, magnífica, criatura con los pies en la tierra, a juntarse con la anti-
Cristo, Rachel.
253
Página
Me arrastré fuera de la cama para sentarme delante del bolso.

—Magnifico —dijo Sofie alegremente, colocando las correas. Fruncí el ceño.


Ella estaba demasiado alegre.

Viggo está escuchando, dijo Max. Creen que ella guarda secretos de ellos. No
le tienen confianza.

—Me pregunto por qué —me quejé. Sofie echó un vistazo, callándome con su
dedo. Sofie quiere que te diga que te quedes quieta. No vayas a buscar el
portal.

—Pero qué pasa si… —La mano de Sofie me tapó la boca, acompañada de una
mirada severa de precaución.

Nunca lo encontrarás y sólo te estás poniendo en peligro. Te encontrará.

Mi boca se abrió para hablar, pero se cerró cuando los ojos de menta de Sofie
destellaron con otra severa advertencia. ¿Significaba esto que ella sabía dónde
estaba? Asentí con la cabeza una vez, mis ojos lanzándose con recelo entre los
dos. ¿Sofie le pidió a Max transmitir el mensaje anterior, o podían también
comunicarse? Me moría de ganas de preguntar, pero no podía hacerlo. Le
preguntaría a Max después. Tenía algo más importante que hacer.

—¿Sofie? —le dije, vacilante—, ¿piensas que hay algún modo que pueda traer
de vuelta a más de uno de ellos?

—Me gustaría poder decir sí o no —murmuró—. Existe la posibilidad,


aunque… la hay. Una de hecho. —Sus manos se movieron a la siguiente
correa—. Realmente has sido cautivada por ellos, ¿no es así?

—No —mentí. Viggo no necesitaba otra forma de hacerme daño. Vi la sonrisa


cómplice de Sofie.

—Simplemente parece cruel traer uno de vuelta y dejar el resto.

—Sí. Eso es. —Estuvo de acuerdo—. Esperemos que no tengas que tomar esa
decisión. De cualquier manera, yo no les mencionaría esa parte a ellos. Por tu
bien. —Escuché el tic-tac del reloj mientras Sofie terminaba de abrochar las
254
Página
correas. Sofie abrió la boca para hablar, y luego vaciló—. Sé que son tus
amigos —empezó—, pero por favor ten cuidado. Eres una chica confiada,
Evangeline.

Desesperadamente crédula. Eso es lo que era.

Fiona tenía una antorcha ardiendo en cuestión de segundos a mi llegada.

—¡Permíteme ayudarte con eso! —Ella tomó las correas de mi mochila.

—Es tan bueno verte —exclamé, sonriendo con genuina alegría. Desapareció
el segundo que vi cabello negro azabache en mi visión periférica. Mi cuerpo se
sintió rígido, una sensación espinosa llenó mis pulmones. Rachel estaba de
regreso. Y vistiendo un traje que Sofie había comprado para ella.

—Hola Rachel. —Sostuve mi aliento y forcé una sonrisa, esperando que


pareciera auténtica.

Me miró como una serpiente estudiando un ratón al que considera seriamente


ser su cena. ¿Caden le mencionó a ella que me lancé sobre él? No, ya estaría
muerta.

Oí que exhaló, todo miedo desapareciendo de Rachel, cuando Caden apareció.


Mi corazón saltó fuera de mi pecho y una sonrisa grande y tonta que no pude
controlar se extendió en mi cara. Estaba llena de una mezcla volátil de
ansiedad y emoción. Todo lo que necesitaba era que devolviera la sonrisa, que
un destello en sus intensos ojos jade me dijera que todo iría bien. Que
estábamos bien.

Sus ojos repasaron mi cara, sin sonrisas, sin guiños, ninguna señal de que él
incluso me reconociera, antes de que él se acercara a Rachel. Envolvió sus
brazos con adoración alrededor de ella, acariciando su espesa melena de
255
Página
cabello negro, cualquier aversión al afecto en público que tuviera antes, se
había ido claramente.

Mi sonrisa se deslizó de mi cara.

—¿Qué nos trajiste? —preguntó Rachel, sus ojos de limón fresco pasaron
sobre mí, dándome escalofríos.

—Yo… cosas —murmuré.

—¡Haz vuelto! —exclamó Amelie, apareciendo repentinamente, saltando


sobre mí y dándome un abrazo.

Asentí, incapaz de formar palabras.

—¿Has traído sangre? —La ceja de Rachel se arqueó severamente.

—¿Estás loca? ¡No! No nos trae sangre humana. —Fiona se rompió, su cara
normalmente apacible mostraba una rara molestia. Desató las cuerdas y nudos
y comenzó a tirar objetos fuera de la bolsa.

—¡Botas! —chilló Amelie con alegría, alzando un par de botas de montar de


cuero marrón. Fiona tenía un par semejante. Había un tercer juego para
Rachel. Quería quemarlos.

—¡Mío! —gritó Bishop, asustándome, cuando apareció una guitarra acústica.


Apenas lo había notado paseándose por ahí, incluso cuando se detuvo para
acariciar mi cabello. Viendo su genuino placer, sentí una pequeña oleada de
calor en la boca de mi estómago retorcido. Sofie había escuchado cada palabra
que yo había dicho sobre ellos.

—¡Echa un vistazo! —Bishop lanzó el instrumento a Caden, quien lo atrapó


con una sola mano. Se alejó de Rachel, y tocó las primeras notas de alguna
canción.

—¿También tocas? —le pregunté, ofreciendo la oportunidad de reconocerme.

—Por supuesto que sí. —Su voz era controlada y fría, su expresión remota, sus
ojos no dejaron las cuerdas mientras hablaba. Él pudo haberme roto el
instrumento sobre la cabeza también.
256
Página
—Chica estúpida —se burló Rachel, riéndose de mi expresión herida.

—Muéstranos como se enciende esto. —Fiona empujó un reproductor de


DVD portátil en mi cara, obligando que le prestara mi atención a ella. Me dio
la oportunidad de ocultar el dolor en mi cara. Ella tomó mi mano y apretó.
Simpatía. Caden debió haberles dicho.

—Oh, este… para películas —tartamudeé—. Hay un montón de paquetes de


baterías, para mantenerla en funcionamiento.

—¿Cualquiera de estos está bien? —Amelie exclamó, sosteniendo una


colección de DVD. Estaban intentando distraerme, para mantener mi mente
ocupada. Un muy considerado, e inútil acto.

—Um, sí. Quiero decir, no. Quiero decir… —No podía pensar
correctamente—, no sé.

—¿Siempre ha sido tan estúpida, o es algo nuevo? —le dijo Rachel a Caden, lo
suficientemente alto para que escuchara.

—Lo sé. La bruja podría haber buscado con un poco más de esfuerzo —
respondió Caden, alcanzando su mano y tirando de ella en un cariñoso abrazo.

Esa fue una puñalada verbal muy afilada. Dejé caer la mirada a mis manos,
lágrimas saladas brotaban de mis ojos. No podía aguantar mucho más de esto.
La mano de Fiona tomo la mía de nuevo y apretó cuando Rachel se rió
malvadamente, probablemente compadeciéndose de mí. Me atreví a echar un
vistazo más a Caden, una mirada más a aquella cara hermosa antes de que
aceptara la muerte inmediata y horrible de mi fantasía y moviera mi enfoque a
la realidad oscura de mi situación: Mi muerte, si no encontraba el secreto de
este hechizo.

Mis ojos se arrastraron a lo largo de la espalda de Rachel, sobre los brazos de


Caden, todavía envueltos con amor a su alrededor, a su rostro perfecto. Para
ver sus ojos clavados en mí, una extraña mirada en ellos. ¿Qué es esa mirada...
pena? No, suplicante. Pero ¿por qué, exactamente?
257
Página
La mano de Rachel masajeó el pecho y el abdomen de Caden seductoramente,
sus dedos se cerraron en garras rastrillando lo suficientemente fuerte como
para dejar impresiones en su camisa. Cerré los ojos, una mezcla de repulsión y
rabia quemando, aunque sabía que no tenía derecho. Él no era mío. Era de
Rachel, tan horrible como fuera. Podía hacer lo que quisiera con él… a él.
Pero decirlo no haría nada para aliviar el dolor que la cuchilla torcida
provocaba en mi corazón.

Abrí mis ojos. El rostro de Rachel estaba ahora hundido en el cuello de Caden,
su atención ocupada en otra cosa. Eché un vistazo a la cara de Caden de nuevo
para ver esa misma mirada suplicante, pero más intensa. Lo siento, él articuló
lentamente.

Mis ojos se abrieron con sorpresa. ¿Perdón por qué? ¿Por cambiar de dulce y
afectuoso a imbécil exhibicionista?

Amelie se aclaró la garganta en voz alta. Me di la vuelta para mirarla. Ella me


miró fijamente, como si me enviara un mensaje telepáticamente. ¡No soy tu
mascota, Amelie! ¡No sé lo que estás tratando de decirme!

Algo muy extraño estaba sucediendo aquí y lo odiaba. Quería el último viaje
de regreso, con su risa, su facilidad. Su tiempo con Caden. Sin Rachel. Si
hubiera solo alguna manera de hacerla irse de nuevo...

—Sofie dice que puedo traerlos de vuelta conmigo —solté de repente sin
pensar.

Los ojos de todos se desorbitaron, los de Caden de horror.

Un plan se estaba formando en mi cabeza. Mi propia red de engaño. La sola


idea de mentirle a Amelie, Fiona y Bishop me hizo sentir mal, pero no tenía
otra opción. Necesitaba que Rachel se fuera. Me explicaría después.

—Sofie cree que la respuesta está en algún lugar ahí fuera y alguien tiene que
ir en busca de ella —continué, mi voz temblorosa.

—¿Qué diablos significa eso? —La cara de Rachel estaba retorcida.


258
Página
—Bueno... —¡Piensa rápido, Evangeline, o ella va a ver a través de tus torpes
esfuerzos!—. ¿Ya sabes cómo la estatua solo apareció, de la nada? El hechizo
de Sofie lo puso allí. Para crear un punto de origen. Pero algo más también
apareció. Un portal para mi collar. Este me dirá cómo traerlos de regreso
conmigo. —Sin embargo no a ti, Rachel.

—Está mintiéndote —dijo Caden, lanzando una mirada de pánico en mi


dirección.

No le hice caso.

—Podría ser un rollo, un libro, otra estatua. Sea lo que sea, lo sabrás. No se
verá como de 700 años de edad.

—¿Por dónde empezamos? —Amelie saltó sobre sus pies, su personalidad


típicamente animada en sobremanera.

Rachel era más cautelosa.

—¡Podría tomar años encontrarlo, si lo hacemos!

—No. Esto quiere ser encontrado. —Por ti, Rachel. Ve a buscarlo—. Sofie
piensa que está o en las montañas o en una ciudad. En algún lugar todavía
habitado, donde alguien que estuviera familiarizado con la ciudad pudiera
encontrarlo. —Como tú.

—La única ciudad que queda es New Shore —comenzó Fiona.

—Oye, ¿no es esa donde tú fuiste, Rachel? —le pregunté inocentemente—. Tú


la conoces muy bien, ¿no?

—Sí, pero no hay nada de lo que estás hablando allí. —Se mordió el labio
inferior—. Voy a tener que hacer algunas búsquedas...

La tengo.

—Tal vez vaya a mirar durante mi viaje allí la próxima semana.

No, tiene que ser hoy. ¡En este instante! En silencio, grité, mis pulgares
apretados con tanta fuerza en mis puños que pensé que podría romperlos.
259
Página
—Ese es un problema... —dije, haciendo una pausa para formular mi siguiente
mentira—. Sofie dijo que nos estamos quedando sin tiempo. Sólo tengo unos
pocos viajes más antes de que el hechizo se desvanezca.

—¡Oh, Dios mío! ¡Mejor empezamos a buscar! —Exclamó Amelie—. ¡Ven!


¡Vamos! Me voy a quedar con la montaña al norte, tú tomas la del sur, Fiona
—divagó.

—Podemos ir a New Shore —dijo Rachel, su brazo alrededor de Caden.

¡No, no “nosotros”! ¡Sólo tú! Estiré la mano para agarrar la mano de Fiona,
apretando con fuerza, deseando poder tener un tiempo de espera y explicarlo
todo.

—¿Qué pasa con usar a Scout y los otros para buscar? —dijo Fiona. Ella no se
había sumergido en mi pánico. Me entraron ganas de llorar.

—¡Por supuesto! ¡Gran idea, nena! —exclamó Bishop, besando a Fiona.

¡No, no, no! Este plan no iba como yo quería.

—Por supuesto Caden está conectado a la mitad de nuestra guarda por aquí,
así que tiene que estar aquí para comunicarse —dijo Fiona lentamente.

Mi pánico escapó a través de mi boca en un largo suspiro. Miré a Fiona, quien


me guiñó un ojo. Ella entendió. Luché contra el impulso de abrazarla, en
silencio pidiéndole perdón por mentir.

—¡Pero, acabo de volver! —Soltó Rachel, con una expresión de horror en su


rostro—. ¡Apenas nos hemos visto!

—Fiona está en lo cierto —dijo Caden, tomando las manos de Rachel en las
suyas y mirándola a los ojos. Si él estaba, de hecho, fingiendo gran decepción
ante la idea de estar separados, sus aptitudes de actuación eran impresionantes.
Rachel comenzó a sacudir la cabeza en respuesta—. Necesitamos toda la ayuda
que podamos conseguir en estas montañas y los valles. —Le tomó el mentón—
. Además, tanto tiempo como Evangeline esté aquí, debemos tener tantos de
nosotros como sea posible alrededor para protección. Conoces New Shore, más
260
Página
que nadie. Y no tendrás problemas buscándolo, al ser parte del Consejo. Nadie
te cuestionará.

El labio inferior de Rachel se curvó en una mueca infantil.

—Piensa en este nuevo mundo... la sangre humana —susurró él.

Pude ver el destello de lujuria incontenible en sus ojos con la mención de la


sangre humana. Su sebo colgando. Que Caden hubiera renunciado
previamente al acto de matar humanos no la amedrentó.

—Está bien. Volveré tan pronto como pueda. —Con un obscenamente largo y
apabullante beso para Caden, uno que no vi, en su lugar trabé miradas con
Fiona, Rachel desapareció.

Exhalé lentamente, cubriendo mi sonrisa de alegría dentro de mis manos


juntas en la pequeña posibilidad de que pudiera ser inapropiado. La bola de
ansiedad por Caden todavía se asentaba en un lugar destacado en mi estómago,
pero al menos ahora tendría la oportunidad de averiguar qué demonios estaba
pasando.

—¡Vamos a hacer esto! —anunció Bishop.

—Espera. —Los ojos de Fiona se entrecerraron, comunicándose


silenciosamente con él, asintiendo hacia la entrada de la cueva. Con un leve
gesto de preocupación, él asintió y caminó para pararse junto a la entrada,
mirando a la nada, escuchando u oliendo, supuse.

Nos sentamos en silencio, esperando por el comentario de Bishop. Mis ojos


revolotearon hacia Caden para atraparlo mirándome fijamente, sin expresión.
Sus ojos bajaron.

—¡Y ella se ha ido! Cruzó sobre la primera montaña —anunció Bishop en una
voz atronadora.

Tenía que encontrar la manera de cómo hacer eso con Max, me prometí a mí
misma.

—Está bien Evangeline, ¿qué está pasando? —preguntó Fiona.


261
Página
Al mismo tiempo Caden gritó:

—¡Te dije que no dijeras nada!

—No se enojen, todos —dije, mis manos abiertas en señal de paz. Le había
mentido a un grupo de vampiros sobre la única cosa que querían
desesperadamente. La gravedad de eso comenzó a penetrar.

Amelie, Bishop y los ojos de Fiona se movían entre Caden y yo.

—¿Tú sabías de esto? —La voz rasposa de Amelie estaba llena de sorpresa.

Tomé una respiración profunda.

—Mentí —comencé. Ella se volteó, su rostro angelical cabizbajo, el brillo en


sus ojos desvaneciéndose—. ¡No acerca de llevarte de vuelta! —añadí
rápidamente—. Antes, cuando te dije que no te podía regresar, mentí.

—¿Así que tú puedes? —Los ojos esmeraldas de Amelie comenzaron a brillar


con entusiasmo otra vez.

—De alguna manera... —Mis ojos se dirigieron a Caden, en busca de ayuda. Él


se dio la vuelta, con la mandíbula apretada y los ojos cerrados.

—Bueno, ¿cuál es? —gritó Amelie con frustración.

—Esa es la parte difícil. No sé exactamente cómo hacerlo.

—¿Así que toda esa cosa sobre el portal era una mentira? —dijo Bishop, lenta
y uniformemente.

—¡No! ¡Eso era cierto! Sofie dijo que, sin embargo, no hay utilidad en
buscarlo. Nunca vamos a encontrarlo de esa manera. Pero... hay más. —Hice
una pausa, temiendo esta parte—. No sé a cuántos de ustedes puedo regresar.
Ese es el por qué no se los dije.

—Pero... ¿hay esperanza? —Amelie comenzó a caminar—. ¿Tal vez puedas


llevarnos a todos de regreso?
262
Página
—¡Sí! Quizás. Quiero decir, Sofie piensa que puedo. —Una mentira. Una
pequeña mentira blanca pero igual una mentira. Una por la que recé que
nunca estuviera equivocada.

—¿Traernos de vuelta a todos para que podamos matarte cuando lleguemos


allí? —Caden se apoyó contra la pared de la cueva, con una expresión en
blanco y su voz plana.

—¡No vamos a matarla, Caden! —Amelie miró a su hermano.

—Mi hermana, la eterna optimista —se burló Caden—. Y si ella está


equivocada, tú eres la que paga. —Se apartó de la pared y se volvió, su espalda
hacia mí ahora como una bofetada en mi cara.

Mis ojos vagaron por el grupo, estudiando las expresiones llenas de optimismo,
sorpresa, angustia y horror, mientras en silencio sopesaban la situación en sus
cabezas. Hubo una larga pausa, luego estalló el caos. Amelie y Fiona
comenzaron a reírse y saltar alrededor como niños con azúcar alta,
abrazándose la una a la otra. Bishop me agarró y me lanzó varias veces en el
aire hasta que estaba segura de que vomitaría.

Miré hacia donde Caden se paraba calmadamente, aparentemente apático ante


la perspectiva de dejar Ratheus. O de irse conmigo, me susurró esa parte
paranoica.

—¿Y cuál es el plan? —preguntó Amelie cuando ella y Fiona tomaron un


descanso de brincar alrededor.

Me encogí de hombros.

—Sofie dijo que esperara y, cuando el tiempo fuera el correcto,


encontraríamos el portal. Tiene que ser pronto, sin embargo.

—¿Por qué? —preguntó Caden rápidamente.

Expliqué el retorcido sentido del tiempo de la maldición.


263
Página
—¿Estás diciendo que si no resolvemos este problema pronto, vas a morir? —
preguntó Caden, su voz todavía antinaturalmente tranquila, esa expresión
indescifrable en su rostro.

Asentí. Él desvió su mirada hacia el suelo otra vez.

—¿Hay alguna posibilidad de que el portal esté ahí en el bosque? —preguntó


Bishop.

Me encogí de hombros otra vez.

—Sofie no lo cree así, pero supongo que no estaría de más buscar, ¿no?

—Vamos a tener a algunas de nuestras mascotas comprobando las cosas —


acordó Bishop—. No les llevaría mucho tiempo. Vamos a ampliar nuestra
guardia perimetral, pero deberíamos estar bien.

—Está bien, así que ¿qué hacemos mientras tanto? —preguntó Amelie.

Me volví hacia Caden.

—¿Puedes llevarme de nuevo al lugar donde el Merth crece? —le pregunté en


voz baja—. Sofie lo necesita.

—Claro. Lo que sea por Sofie. —El sarcasmo era imposible de obviar. Él
desapareció por el túnel, evitando cuidadosamente mis ojos.

Enviar a Rachel lejos no había cambiado nada, pensé con amargura.

—No podemos entrar ahí. Es demasiado doloroso para nosotras las débiles
niñas —explicó Amelie con una sonrisa de disculpa. Ella y Fiona se pararon en
la cornisa de la cascada.
264
Página
—Y tú tendrás que recogerlas por ti misma. El Merth sólo tiene que tocarnos
para hacernos caer como muñecos de trapo —añadió Bishop, apretando mi
hombro.

—Eso está bien. —Le sonreí, mirando por encima para ver a Caden
acercándose a nosotros. Él había desaparecido por un breve momento
mientras estábamos recogiendo las cosas de la mochila de montaña y me
estaba cambiando a mi traje de neopreno.

Se detuvo frente a mí.

—Vamos a acabar con esto. No me gusta estar cerca de estas cosas miserables.
—Él me levantó como lo había hecho el otro día. Enterré mi cara en su pecho
de nuevo, sólo que esta vez la torpeza era insoportable.

Habíamos atravesado la cascada y estábamos de pie junto al mar de Merth en


cuestión de segundos. Miré los rostros de Caden y Bishop. Por más que ellos
trataban de disimular, no podían ocultar el dolor en sus ojos. Cada uno de ellos
se arrastraba detrás de mí con una bolsa de lona, con cuidado de no tener
contacto con las cuerdas sacudiéndose mientras yo tiraba a toda prisa las
delicadas hebras de Merth y las metía en las bolsas.

—Son demasiado bonitas para sacarlas —murmuré.

—Lo bastante bonitas para sedar a un ejército de vampiros —respondió Bishop


con ironía.

Sólo hay tres vampiros a los que quiero sedar, pensé mientras trabajaba. Era
divertido que Sofie no estuviera en esa lista. Tal vez estaba loca después de
todo.

Ambas bolsas, la que yo había traído esta noche y la de antes, estuvieron llenas
en poco tiempo. Todavía había un mar de plata creciendo. Lo suficiente como
para llenar un centenar de estas bolsas si yo necesitaba...

Un grito de Bishop me hizo voltear a tiempo para ver a Caden derrumbándose


en un parche de Merth. Jadeé, recordando su descripción mientras me daba
cuenta de que una de las cuerdas habían rozado su pierna: Mil hojas de afeitar
265
Página
cortando su carne. Corrí hacia él y lo agarré de su brazo, tirando con toda la
fuerza que tenía. De alguna manera lo saqué.

Cayendo sobre mis rodillas, acuné su cabeza en mi regazo.

—¿Estás bien? —le pregunté, suplicante.

Sus párpados se abrieron. Él me miró.

—¿Caden?

El silencio siguió, segundos que parecieron horas, entonces sentí una mano en
la parte de atrás de mi cabeza. Caden me jaló hacia abajo para besarme.

Y luego abruptamente le puso fin, murmurando:

—Lo siento. —Se puso de pie y se alejó de mí en un instante—. Me dejé llevar


por el momento. No era mi intención hacerlo.

—No, por supuesto —dije, luchando con mis pies. Eché un vistazo alrededor
por Bishop. Había desaparecido. Miré de nuevo a Caden, y mi corazón se
volvió frío. Tenía la mandíbula tensa, sus gruesos labios apretados, y la tortura
estaba viva en sus ojos—. Está bien. ¡Lo sé! Sólo quieres que seamos amigos.
¡Adelante! ¡Dilo! —Luché contra las lágrimas pero se escaparon de todos
modos. Furiosamente me las quité.

Diversión inesperada brilló en sus brillantes ojos verdes.

—¿Quieres que te mienta?


266
Página
La Cubierta, Descubierta
Traducido por dkct21

Corregido por Pily

H
ice una mueca, confundida por su respuesta. Por qué él…

De repente Caden apareció frente a mí, envolviendo sus brazos


alrededor de mi cuerpo, atrayéndome hacia él, su barbilla reposando
en mi cabeza.

—Ha sido un infierno, esperar por ti toda la semana —murmuró, soltando su


agarre lo suficiente para inclinarse y presionar su frente contra la mía—. Odié
dejar las cosas de esa manera. Quería explicarte…

No podía respirar, inclusive cuando conscientemente me recordé hacerlo. El


Caden de antes estaba de vuelta, el Caden del que jamás quería apartarme.
¿Pero qué quería decir?

—¿Puedes explicarte ahora? —Me escuche preguntar, apartándome a


regañadientes para poder observarlo—. ¿Quiero decir, porque estabas… así
más temprano?

Caden rió. Acunando mi cara en sus manos, suspiró.

—Por ti —dijo.

Lo miré fijamente, arqueando mi ceja.

—No entiendo.

Continuó mirándome intensamente.


267
Página
—Ese es el por qué estoy con Rachel… por ti. —Caden rió—. Me estás viendo
como si tuviera dos cabezas otra vez —murmuró, empujándome hacia él, su
pecho definido contra mi mejilla.

—Eso no tiene sentido —mascullé, genuinamente confundida.

—Amelie tenía razón. Eres inconsciente.

Fruncí el ceño.

Caden exhaló ruidosamente, alejándome para que pudiera ver sus ojos.
Rastrearon mi cara, tocando cada detalle, memorizando cada línea.

—Esa primera noche que llegaste aquí, en Ratheus, acababa de volver de New
Shore, por primera vez en cientos de años. Iba a reportar a Jethro por tener
Merth. No soy un soplón, pero era eso o comenzar una guerra con él, una que
seguramente causaría muertes en ambos bandos. No podía arriesgar a ninguno
de esos tres, especialmente a mi hermana.

»El Consejo escucha las quejas en ocasiones, es su forma de gobernar la


sociedad, en realidad, es un show de circo. Entretenimiento. De todas
maneras, fue en la reunión del Consejo donde conocí a Rachel. Se habrían
reído de mí, posiblemente me habrían asesinado, si ella no hubiera hablado,
diciendo que investigaría personalmente el asunto. Le creí. Estúpido, ¿verdad?
Así que la guié a esa pequeña cueva donde estábamos esa primera noche.

»No fue hasta que estuvimos sentados en la cueva que me dijo que yo era su
alma gemela y tenía que tenerme. —Se estremeció—. El sentimiento no era
mutuo, créeme. Estaba buscando un método diplomático de rechazarla cuando
Amelie apareció, contigo en brazos. Todo sucedió tan rápido. Rachel te vio,
cayendo en cuenta de lo que eras, y demandó que te lleváramos al Concejo. Es
antigua, ni siquiera se cuan vieja, y por lo tanto imposiblemente fuerte.
Podríamos haber luchado, quizás matarla, pero uno de nosotros habría muerto
en el forcejeo. O ella podría haber escapado, corriendo de vuelta al Concejo
para delatarnos antes de poder atraparla. Es inclusive más rápida que Bishop, y
él es el más rápido de nosotros.

Caden se detuvo, empujó una hebra de cabello lejos de mi cara.


268
Página
—Así que hice la única cosa que se me ocurrió para detenerla. Pretendí que la
amaba y use eso a mi favor. —Se estremeció de nuevo—. La convencí de que
necesitábamos esconderte. Funcionó como un encanto… excepto por un
pequeño problema —murmuró, corriendo suavemente el dorso de su mano
contra mi mejilla—. La única cosa más mortal que un vampiro hambriento es
una vampira celosa. Rachel es una narcisista. Ni siquiera consideraría la idea
de que yo la engañe, y que en verdad esté asqueado por ella. Pero también es
terriblemente desconfiada. Si sospechara por un segundo que mis
pensamientos y sentimientos fueran para alguien más…

Sentí el aleteo nervioso en mi estómago mientras lo escuché decir esas


palabras pero rápidamente lo reprimí, segura de que estaba leyendo mucho
más de lo que había. Tenía que estar hablando de alguien más. Permanecí en
silencio.

—Esa noche que fuiste mordida… si ella se enterase de lo que pasó, me habría
destrozado para llegar a ti.

—Pero no tenías otra opción —dije a la defensiva.

Se rió para sí mismo.

—Supongo que no —susurró, mirándome extrañamente—. Por eso estaba tan


frío contigo hoy. Se está volviendo muy difícil fingir. Tenía miedo de que
viera justo a través de mí. —Empujó mi cabello lejos de mi cara, entonces esos
ojos jade mirándome con adoración—. Lo supe… desde el momento que puse
mis ojos en ti, lo supe.

Sus manos se deslizaron por mis brazos para entrelazar sus dedos con los míos.
Colocó mis manos detrás de mi espalda, forzándome a acercarme a él.

Mariposas del tamaño de murciélagos aletearon locamente en mi estómago,


volando a la velocidad de la luz. ¿Estoy imaginándome cosas? Tragué. ¿Este
hombre imposiblemente hermoso me está diciendo lo que creo?

—Entonces quiere decir que no estás con Rachel, ¿cierto? No la amas, después
de todo —susurré, necesitando oírlo de él.
269
Página
—No, no a ella. No la amo. —Enterró su cara en mi cuello, inhalando
profundamente—. Pensé que lo habrías descubierto para ahora. Me prometí
no decirte nada, por tu bien. Es más seguro mantenerte en la oscuridad, por
cómo es Rachel, contigo siendo humana, siendo de otro mundo… —continuó,
mencionando todos los obstáculos obvios—. Pero eso ya no es posible —dijo,
alejándose para mirarme, su expresión solemne—, contigo tirándoteme
encima esa mañana y todo.

—No te me tiré encima —balbuceé, avergonzada.

Las esquinas de la boca de Caden se arquearon. Estaba bromeando.

—No sé qué me pasó —admití tímidamente.

—Y yo que pensé que eras tranquila —bromeó.

Estuvimos de pie ahí, observándonos silenciosamente. La urgencia de


inclinarme y “tirarme encima” de nuevo se volvió insoportable. Pero no lo iba
a iniciar esta vez. Así que me quedé allí, temblando de anticipación.

Dejó escapar un ruidoso suspiro y soltó mis manos para alejarse de mí.

—No debería estar haciendo esto. —Inclinó su cabeza hacia el suelo. Cuando
la levantó otra vez, su cara era de piedra—. Dije en serio lo de tú y yo siendo
imposibles, pero quiero que entiendas por qué.

Mi mente se estaba tambaleando con el súbito cambio de dirección.

—¿Qué… qué quieres decir?

Caden lanzó otro suspiro resignado y se inclinó contra la pared de la cueva.

—Significa que continuaremos con lo que estamos haciendo, pretendiendo


que esta conversación nunca sucedió. Estos sentimientos no existen.

—¿Por qué? ¿Qué quieres decir? ¡No me puedo sentar observándote ser
manoseado por esa bruja! —dije, mis ojos entrecerrados con incredulidad.
¿Cómo podía sugerir tal cosa?

—No te preocupes por mí. Puedo manejarlo.


270
Página
—Apuesto a que sí —gruñí, cayendo en cuenta de que una hermosa seductora
arrojándose a un chico, dispuesto a hacer Dios-sabe-que, no era exactamente
el peor castigo del mundo.

Sus ojos centellearon con el reconocimiento a mi insinuación.

—Oye, si tienes una mejor idea, soy todo oídos —chasqueó. Pero se disculpó
rápidamente, añadiendo—: La única razón por la que puedo soportarlo es
porque te imagino a ti.

Me sentí enrojecer furiosamente, una extraña sensación de agitación dentro de


mí.

—¿Entonces qué?

—Salgamos de esta cueva —dijo Caden suavemente, haciendo una mueca.

Me llegó entonces.

—¡El Merth!

—Sí, duele.

—¡No! Quiero decir, podemos aprisionarla con eso.

—No, no “podemos” porque no “podemos” tocarlo —explicó pacientemente.

—Pero yo puedo —comencé, pero ya estaba sacudiendo su cabeza


furiosamente.

—Ni hablar. Es muy peligroso.

—Pero yo podría…

—¡No! —gritó Caden, entonces cerró fuertemente su mandíbula.

Me encogí.

—Lo siento. No quise hacerlo. Es el por qué estaba preocupado por ti, por lo
que te dije como me sentía en primer lugar. Va a ser lo suficientemente difícil
ignorarnos el uno al otro. No puedo estar preocupándome de que hagas una
loca maniobra. Lo que hiciste hoy, mentirle así, fue estúpido. Impresionante,
271
Página
pero estúpido. Es la más peligrosa, y malvada criatura que te encontraras en la
vida, y me gustaría que fuese una larga vida.

Mi ira llameó.

—Entonces, quizás no deberías haber corrido al bosque a recoger flores, ¡y ser


tan malditamente coqueto! —espeté de vuelta.

Sonrió.

—Creí que molestarse no tenía sentido. —Eso solo me enojó más—. Nunca te
había visto molesta. Es entrañable. —Sonrió adorablemente. La sonrisa solo
duró un segundo, desvaneciéndose mientras se acercaba a mí—. Lo sé… No
debí. Pero no pude detenerme. No soy mucho mejor que esos vampiros de ahí
afuera.

—No, eres diferente —susurré con estoica convicción.

—Eso es porque el pendiente te protege, Evangeline —sermoneó suavemente


Caden, estirándose para correr su dedo sobre la cadena de plata, rozando mi
clavícula y enviando escalofríos a través de mi cuerpo—. Créeme, las cosas
serían diferentes de lo contrario.

—Estarás bien —dije firmemente, cerrando la brecha entre nosotros.

Lentamente me estiré para tocar con las puntas de mis dedos la esculpida línea
de su mandíbula.

—Evangeline, por favor, no hagas esto más difícil de lo que ya es —rogó, pero
entonces se inclinó, reposando suavemente sus labios en los míos. Mis rodillas
se doblaron, pero los brazos de Caden estaban allí para sostenerme
firmemente. No iba a ir a ningún lado.

No fue hasta que se apartó que pude arreglármelas para respirar otra vez.
Descansó su frente contra la mía, cerrando los ojos.

—¿Qué tal si encontramos otro lugar para escondernos? ¿Mover la estatua allí?
Rachel no sabría a donde fuimos —sugerí.
272
Página
—Estás rebosante de ideas hoy, ¿verdad? —respondió sarcásticamente—.
Entonces no habría incentivo para mantener a Rachel tranquila. Además, no
le tomaría mucho al Consejo rastrearnos. —Se alejó de mi otra vez, con una
sonrisa triste en su cara—. Ven. Deberíamos volver con los otros.

Entramos en la cueva principal mientras Bishop hacía un alto sonido de


estrepito, evidentemente disfrutando el juego de mesa que Sofie había
incluido en la bolsa. Y seriamente molestando a Fiona, basándose en su mueca
irritada.

—¿Batalla naval? —pregunté—. Lo siento. Es un poco tonto. —¿En que


estaba pensando Sofie?

—¿Estás bromeando cierto? ¡Esto es genial! —Contrarrestó Bishop—. Si no lo


has adivinado aun, las cosas se ponen aburridas por aquí.

—No lo había notado —murmuré, dándole un vistazo a Caden.

—Quédate un rato —masculló Fiona absorta, concentrándose en el juego.

—¿Cuánto tiempo he estado aquí? —De repente recordé que no tenía mucho
control sobre eso.

—No estoy segura, pero era de mañana cuando viniste y ahora está oscuro —
dijo Amelie—. ¿Estás cansada? ¿Hambrienta? —Palmeó la parte superior del
enfriador que Sofie había empacado para mí, lleno de botellas y comida.

Desordenadamente dispersas estaban todas las cosas que les había traído. Los
altavoces portátiles estaban en uno de los bancos, reproduciendo música
suave. Mi colchón y bolsa de dormir estaban extendidos. Las dos bolsas
gigantes llenas de Merth descansaban en el otro extremo, lo más lejos posible
del grupo pero sin perderse de vista.

Ahora que lo mencionaba Amelie, noté que estaba un tanto hambrienta y


cansada por los eventos del día. Buscando en el enfriador, tomé una ensalada
de pollo y me senté en el banco al lado de Amelie.

—¿El Merth te está molestando?


273
Página
Sus rizos se balancearon cuando negó con la cabeza.

—No lo puedo sentir para nada. Debe ser el forro de lona. —De repente me
abrazó—. De verdad quería decírtelo, ¡pero hice un juramento!

—¿Tu sabias? —susurré.

Amelia rodó sus ojos en respuesta.

—Por supuesto que sabíamos.

—¿Cómo pudiste mantener eso en secreto? —pregunté, medio irritada.

—Oh, ¿soy yo quien mantiene secretos? —replicó secamente, y yo evité su


mirada con ojos avergonzados—. Porque Caden tenía razón; estabas mejor sin
saberlo —respondió Amelie, sin remordimiento.

Caden se sentó a mi lado, cortando nuestra conversación privada en seco.

—Rachel debería llegar a New Shore para mañana al mediodía si corre —dijo
Amelie, jugueteando con una cámara digital. Se levantó sobre sus pies.

—¡Sonríe! —El flash se activó mientras la cámara tomaba una foto de mí con
la boca llena de comida—. Me pregunto cuánto tiempo pasará antes de que se
rinda y vuelva corriendo a su “Smoopy Woopy”—se burló.

Caden la miró. Tampoco encontré el recordatorio muy entretenido.

—Oh, vamos. Soy tu hermanita. Se supone que soy una espina constante en tu
costado —constató, entonces tomó otra foto.

La cueva gigante reverberó con otro de los sonidos odiosos de explosiones de


Bishop. Fiona saltó y arrojó el pequeño bote de plástico a su cara.

—¡Diviértete jugando solo! —Anunció, y en un tono malévolo añadió—: En


todos los sentidos.

—¡Oh, vamos Fee! No es mi culpa ser mejor que tú en todo — respondió con
fingida inocencia.
274
Página
Su engreimiento la molestó más. Fiona caminó lejos y se sentó en el banco a
mi lado, con los brazos cruzados y el ceño fruncido mientras fulminaba con la
mirada el fuego.

—A esos dos debería de prohibírsele competir contra el otro —observó Caden,


sonriendo—. Es la única vez que veras a Fiona molesta. Temo que algún día le
saque los ojos.

—¿Cuál sería el punto? Le crecerían otra vez —gruñó Fiona.

—¡Cheez! —gritó Amelie animadamente, tomando una foto de Fiona, Caden y


yo. Probablemente no era una foto muy favorecedora.

—Usualmente las fotos salen mejor cuando tus objetivos no están comiendo o
hablando —dije casualmente.

—Me imaginé que querrías fotos de nosotros para admirar cuando estés en
casa —dijo Amelie, luego me sacó la lengua.

Caden rió mientras se levantaba para unirse a Bishop.

Era mi oportunidad para reanudar la conversación previa.

—Entonces también sabes que somos aparentemente “imposibles” y él quiere


que pretenda que no me importa cuando Rachel está arrastrándose sobre él —
susurré ásperamente.

—¡Sip! —Gorjeó Amelie—. No te preocupes. Todo saldrá bien.

—Bueno… ¿Qué se supone que haga hasta entonces? —pregunté a las dos
vampiras.

—Convencerlo de lo contrario —respondió Fiona en esa voz sensual.

—¿Cómo ha…? —Su traviesa sonrisa me silenció. Atrapando su significado


inmediatamente, me sentí sonrojar.

—Ew… Ese es mi hermano de quien hablan —gimió Amelie, simulando


disgusto. Pero luego me hizo un guiño.

Fiona se inclinó en el banco, su humor dando paso a un inusual aturdimiento.


275
Página
—Todavía me cuesta creer que esto está sucediendo. ¿A dónde iremos? ¿Qué
haremos?

El pánico se instaló. ¿Qué si no puedo traerlos a todos de vuelta? No, ni


siquiera consideraría eso. Era muy doloroso. Empujé mis miedos.

—Bueno, estoy segura de que te puedes quedar donde Viggo y Mortimer. Son
muy amables cuando necesitan algo de ti —dije secamente. La mención de
Viggo me recordó a mi madre; a su muerte.

—¿Qué va mal? —preguntó Amelie.

Caden estuvo sentado junto a mí en un instante, una mirada preocupada en su


cara.

—Bueno, aprendí unas cuantas cosas más mientras estuve de vuelta… —


Comencé a contarles sobre el ataque de Ursula, la confesión de Sofie, y Max
siendo capaz de hablarme. Terminé en como Viggo asesinó a mi madre. La
cueva cayó en silencio—. Supongo que Sofie liberará a su hermana, uno de
ustedes puede morderla, y entonces todos vivirán felices por siempre. —-
Sonreí tristemente.

—¡De ninguna manera! —Estalló Bishop.

—De ninguna manera vamos a ayudar a Viggo después de lo que te hizo —


concordó Fiona con voz ominosa.

Ya estaba sacudiendo mi cabeza.

—Solo quiero terminar con todo esto. Con ellos.

—Y lo harás. —La voz de Caden era amenazadora.

Lo miré.

—No quiero ayudar a Viggo pero…

—¡Entonces no lo ayudaremos! —anunció Amelie firmemente.


276
Página
—¿Y que, ser cazados? Ya tengo a esa bruja lunática detrás de mí. No necesito
dos vampiros más cazándome también —dije—. Pensé lo mismo, pero no
cambiará nada.

—Él no podrá cazarte si está muerto —dijo Caden con fría determinación.

—¡No! No voy a arriesgarme. No voy a pasar por todo esto solo para que uno
de ustedes sea asesinado cuando lleguemos allí.

Casi estaba gritando ahora, desesperada para que entendieran cuán serio era
esto.

—Está bien, está bien. —Los brazos de Caden me envolvieron.

—Solo quiero terminar con todo esto —murmuré, sintiendo lágrimas


inundando mis ojos.

—¿Y ellos terminarán contigo, después de esto? —preguntó Fiona


quedamente.

Me encogí.

—¿Qué más podrían querer de mí? Ya asesinaron a mi madre y arruinaron mi


vida.

—¿Y Sofie? Ya no pareces molesta con ella.

Una sonrisa triste tiró de mis labios.

—No estoy segura, pero creo que han jugado con ella en este desastre tanto
como conmigo.

—No lo sé, Evangeline —dijo Caden suavemente—. A veces pienso que eres…

—Demasiado confiada. Lo sé. —Sonreí—. Sofie dijo lo mismo.

Asintió. Su mano se deslizó a mi espalda baja, donde su pulgar dibujó


pequeños círculos. Mi apetito por comida se desvaneció instantáneamente,
cambiando por algo totalmente distinto. Di una ligera sacudida a mi cabeza.
¿Cuándo me había convertido en una loca hormonal?
277
Página
El flash se activó mientras Amelie tomaba otra foto, levantando la nube
sombría que había dejado sobre ellos.

—¿Crees que podría pasar por una estudiante de secundaria? —preguntó


inocentemente—. Me divertí mucho en secundaria.

—Eso es porque pasaste tus días seduciendo al equipo de futbol y poniendo a


sus novias celosas —bromeó Caden.

Amelie rió con aires de suficiencia.

—Bueno, voy a hacer algo de teatro. Es más discreto que las películas. Me
gustaría viajar por el mundo así no tendría que tomar descansos de cincuenta
años. Y usaré pelucas y lentes de contacto para no ser reconocida —dijo
confiadamente—. Puedes venir conmigo, Fiona, ser la voz detrás de mi
doblaje.

—Cielos, eso suena como montones de diversión para mí. —Fiona arrastró las
palabras con fastidio, pero sonreía.

Bishop caminó para sentarse detrás de su novia, colocando su brazo


afectuosamente sobre sus hombros.

—Ella no irá a ninguna parte sin mí, y me quedaré en las montañas y el


océano por al menos cien años, mostrándole a esos humanos mis increíbles
habilidades —anunció.

Fiona se inclinó y recostó su cabeza en su hombro, todos los signos de molestia


habían desaparecido.

—¿Qué hay de ti? —pregunté a Caden tímidamente, esperando que su


respuesta fuera “estaré donde tu estés”.

Sonrió con nostalgia.

—Algo productivo.

—¿Y qué hay de su… dieta? —pregunté quedamente. Tu deseo de asesinar a


humanos.
278
Página
Él y los otros intercambiaron miradas.

—Será difícil al principio —dijo Amelie—. Pero nos las arreglaremos.

—Cierto. Se alimentarán de animales, ¿cierto?

—Cierto —dijo Fiona con convicción.

Exhalé de alivio.

—Entonces estarán bien.

Caden rió secamente.

—No del todo. —Mi ceja se arqueó con preocupación, y el suspiró.

—Imagina el olor de carne molida cocinándose en un sartén en la cocina. Es lo


suficientemente comestible, ¿cierto? Puedes muy bien sobrevivir solo con eso.
Puedes hasta convencerte de que te gusta.

En realidad, me gustaría, pero decidí que no era el momento para divulgar eso.

—Ahora, imagina caminar por la calle en el primer día cálido de primavera,


solo para atrapar el aroma de un grande, jugoso y gordo filete asándose en la
parrilla.

—Oh —gemí, recordando las incontables veces que había sido torturada con
esa misma situación apetecible.

—Ahora multiplica eso por un millón —añadió Caden, sin una pizca de
exageración en su voz.

—¿Cómo vas a luchar contra eso? —susurré.

—Eso es lo que he estado tratando de decirte, Evangeline —dijo suavemente.

—¡Rachel! —Siseó Bishop, volando del banco.

Parpadeé, sorprendida por el repentino cambio de tema.

—¿Cómo? —preguntó Fiona con shock en sus ojos.


279
Página
La mano de Caden se movió de mi espalda un segundo antes de que captara un
vistazo de negro cabello entrando en la cueva.

Rachel estaba de vuelta.


280
Página
Inmovilizado
Traducido por JessMC, Rihano y Jazmín

Corregido por Cande Cooper

—¿Y a has encontrado algo? —dijo Amelie


entusiasmo. Ella podría ser una gran actriz.
fingiendo

Rachel ignoró a Amelie, sus ojos astutos inspeccionando el


cuarto, fijándose en todo.

—Luces como si te estuvieras instalando —dijo lentamente, su dura mirada


amarilla cayendo sobre mí y, más importante, mi cercana proximidad a Caden.

Tragué el nudo formándose en mi garganta. Esa mirada me hizo querer


congelarme y morir.

Los ojos de Rachel corrieron a toda velocidad hasta la bolsa de dormir.

—¿Planeando tomar una siesta mientras nosotros corremos por ahí, buscando
este portal?

—Oh, eso… A Sofie le gusta estar preparada para cualquier posibilidad. Es un


manojo de nervios —Rodé mis ojos dramáticamente, intentando también mi
parte en la actuación. Estaba segura de que cualquier niño de cinco años
podría superarme, pero tenía que mantenerla distraída. No quería que notara
las dos bolsas gigantes de Merth—. ¿Encontraste algo?

Ignoró la pregunta de nuevo, y en su lugar dirigió una empalagosa sonrisa


hacia Bishop.

—¿Qué ocurre? ¿Big Brown no te dijo que venía en camino?


281
Página
—No, está ocupado inspeccionando el bosque. Como Eve nos contó —
respondió Bishop lentamente.

Sus labios se fruncieron en una poco halagadora, expresión pensativa.

—A mitad del camino allí, me pregunté qué podría pasar si encontraran ese
portal en el bosque. ¿Me esperarían? —Caminó lentamente hacia mí. Nadie se
movió. Miradas preocupadas iban de un lado a otro entre ellos.

Se detuvo en frente de mí, tomando una posición relajada. Forcé mis ojos a
encontrar los suyos, el terror probablemente brillando dentro de ellos como
luces de neón.

De repente fue forzada al regazo de Caden, sentada a horcajadas como si


estuviera lista para hacer un show privado mientras hacía lo posible por
sacarme a patadas al mismo tiempo. Afortunadamente Amelie me atrapó antes
de que golpeara el suelo e hizo espacio para mí detrás de ella, apretando su
brazo protectoramente alrededor de mis hombros. Mis ojos descendieron
hasta donde la cámara había estado. Había desaparecido.

—Claro que Caden nunca podría hacer una cosa tan horrible como
abandonarme. Pero en el resto de ustedes —lanzó una mirada llena de odio
hacia Amelie y Fiona, luego una fulminante en mi dirección—, no confío.

—Por supuesto que esperaríamos por ti —insistió Caden. Me di cuenta del


nerviosismo en su voz. Estaba teniendo un mal rato escondiendo la
conmoción por su regreso.

Rachel se acurrucó contra él, su voz volviéndose seductora.

—No podía arriesgarme.

Mi estómago se oprimió en un doloroso nudo ante la vista.

—¿Pero qué hay sobre inspeccionar New Shore? Es importante que


encontremos este artefacto, y pronto —dijo Caden calmadamente.

—Están tomando cuidado de ello. Me encontré a dos miembros del Consejo


en el camino y los envié de vuelta para buscar.
282
Página
—¿Qué les contaste, Rachel? —preguntó, su voz lenta y plana, pero vi el
destello de alarma en sus ojos.

—Oh, nada importante. No son lo suficientemente inteligentes para poner dos


más dos juntos. Como si alguna vez pudieran descubrir esto.

Caden exhaló, visiblemente tratando de controlar su furia.

—¡Debían haber estado de camino aquí! —Agregó rápidamente, un raro


indicio de desesperación en su voz—. Deberías estar feliz de que los hubiera
disuadido.

Caden levantó el brazo para cepillar el cabello fuera de su rostro.

—Por supuesto que sí. Bien pensado.

¡No la toques con esas manos! Grité en mi cabeza.

Una sonrisa aliviada se extendió por su rostro.

—Iré de nuevo a New Shore en más o menos una semana para una doble
verificación. Ellos están consiguiendo otros ocho para ayudar. Entonces
puedes venir conmigo, por supuesto. Tus exploradores tendrán cubiertas esas
montañas.

—No debiste hacer eso, Rachel —gruñó Amelie.

Rachel movió su mano despectivamente en dirección a ella.

—No nos importa lo que pienses. ¿Verdad, cariño? —ronroneó en el oído de


Caden, sus brazos apretándose con fuerza alrededor de él.

Él le sonrió cariñosamente.

Apreté mis dientes al sentir otro espasmo en mi estómago. Caden tenía razón.
Esto es peor. Mucho peor.

El brazo de Amelie estrujó mis hombros.

—Tenemos que probar esa cómoda cama después —dijo Rachel, riéndose
seductoramente, la discreción obviamente no era parte de su ADN—. Debe ser
283
Página
mucho más cómoda que la última vez…—Se giró para evaluar la cama que
Caden y yo habíamos compartido la noche anterior. Luego su mirada cayó
sobre las bolsas de montaña.

Mi estómago —ya maltratado de ver su ataque a Caden— cayó hasta mis pies.

—¿Con qué llenaste esas bolsas, Evangeline? —Su voz se había vuelto
empalagosamente dulce. Rachel solo se dirigía a mí directamente cuando
estaba torturándome sobre mis sentimientos por Caden, o si quería la verdad.
Probablemente asumió que no podía mentir de forma creíble. Una suposición
precisa, diría yo.

—¿Bolsas? —Luché contra el pánico.

—Sí. Las bolsas. Las habías vaciado, y basado en lo que veo aquí, están llenas
de nuevo.

—Oh, sí —tartamudeé, sintiendo el brazo de Amelie apretándome tan


ligeramente.

Los ojos de Fiona se estrecharon, indicando que no se había perdido el gesto


de Amelie.

¿Sería tan malo si lo descubriera? Sí, lo sería. Esto podría significar que el
Consejo tendría campos de Merth para infringir más dolor. Significaría no
podría llevarlo de vuelta para Sofie. Y lo más importante, probaría que hemos
estado ocultándole secretos a Rachel. Eso sería desastroso. ¿Pero qué más
podía decir?

—Flores —respondió Fiona en su usual tono sereno, salvándome.

—¿Flores? —El rostro de Rachel se arrugó con escepticismo.

—¡Y plantas! —exclamé antes de ajustar mi tono para sonar calmada—.


Ustedes tienen cosas que no tenemos en la tierra, y Sofie quiere estudiarlas,
ver si puede usarlas para algo de su lanzamiento de hechizos de bruja.
Abracadabra y esas cosas. No lo entiendo —Rodé mis ojos. Sabía que mi voz
estaba temblando y probablemente no era convincente, pero no pude evitar
284
Página
estar impresionada con cuán fácilmente la mentira había saltado en mi cabeza.
Tal vez estaba siendo mejor con esto.

—¿Todo eso? —dijo Rachel con sus ojos estrechándose aún más en
desconfianza.

Me encogí de hombros.

—Me pidió que tomara cualquier planta que no reconociera. No soy botánica.

—Hmmm. Seguro —Frunció los labios, luego volvió su atención de nuevo a


Caden, trazando su clavícula con el dedo índice.

Mis hombros, rígidos por la ansiedad, comenzaron a relajarse. Mi rápido


engaño había funcionado.

—Muéstrame, Evangeline —ordenó con voz tajante, sin apartar la mirada de


Caden.

Me congelé.

—¿Quieres ver un montón de maleza medio muerta? —se burló Bishop.

Su ceja izquierda se arqueó severamente.

—Muéstrame —repitió.

—Um, seguro —conseguí sacar en un ronco susurro, mis ojos penetrando a


Caden. No se atrevió a alejar la mirada de ella.

Levantándome lentamente, caminé hasta una de las bolsas con las piernas
temblando. Me tomé mi tiempo, ahora en modo de pánico extremo y
condenando mi vivacidad. Comencé a desamarrar los cordones, intentando
pensar en una forma de salir de este inminente desastre.

—Aquí, déjame ayudarte. Los nudos están ajustados —dijo Bishop


apareciendo repentinamente frente a mí para ayudarme a desatar una de las
bolsas. Desde la esquina de mi ojo, vi a Rachel levantarse del regazo de Caden
y avanzar un paso hacia nosotros.
285
Página
Caden estaba justo detrás de ella, sin embargo, agarrando su cintura
juguetonamente y besando el lado de su cuello como distracción. Funcionó
parcialmente. Se quedó allí para deleitarse con sus cariños pero sus ojos de
víbora nunca nos dejaron.

Estaba demasiado preocupada de ser asesinada para molestarme por la


acciones de Caden. Observé nerviosamente a Bishop desenredando el nudo.
Fruncí el ceño mientras continuaba desamarrando los cordones, como si
todavía hubiera un nudo para ser desatado. ¿Qué está haciendo?

—Aquí, pon tu mano en esa vuelta y jala —instruyó. Fruncí el ceño. No había
vuelta—. ¡Justo aquí! —dijo impacientemente, tendiendo su mano, con la
palma hacia arriba. Mecánicamente me estiré, y Bishop agarró mi mano y la
guio dentro de la bolsa. Desde donde estaba Rachel, no era capaz de ver qué
estábamos haciendo.

Entendí. “Merth’’ sólo tiene que tocarnos por un segundo para hacer que nos
desplomemos como muñecos de trapo” había dicho Bishop. Sólo un breve
momento, y Rachel podría estar controlada; restringida; ya no sería un
problema peligroso. Pero no podía arruinarlo. Si lo hacía, probablemente
alguien moriría. Podría ser yo, o peor, alguno de los otros. ¿Aunque,
funcionaría? ¿Ella caería por esto? No teníamos otra opción.
Comprometiéndome completamente al plan tácito, entrelacé mis dedos
alrededor de uno de los hilos.

—Jodido nudo —maldijo, agarrando mi antebrazo lo suficientemente fuerte


para que empezara a doler.

—¡Idiota! —se burló Rachel, liberándose de Caden.

Mientras se acercaba hacia nosotros, noté a Amelie y Fiona deslizándose


sigilosamente detrás de ella, seria determinación en sus ojos. Caden avanzó
también, su mandíbula apretada con ansiedad, su cabeza sacudiéndose,
advirtiéndonos. Advirtiéndome de no tomar el riesgo. Aunque ya era
demasiado tarde.

La mano de Rachel se estiró hacia la bolsa.


286
Página
Bishop, aun sosteniendo mi antebrazo, batió mi mano fuera hacia ella con la
velocidad de un rayo. De alguna manera conseguí agarrar su muñeca,
presionando el Merth con fuerza contra su piel.

Al instante siguiente, cuatro pares de manos estaban asegurándola. Ella dejó


escapar un grito agudo y luego su cuerpo quedó inerte.

Amelie levantó su otro brazo. Envolví el cable alrededor de ambas muñecas e


hice un nudo, mis manos temblando violentamente todo el tiempo.

—Sus piernas también —instruyó Caden, su voz carente de toda emoción


ahora.

Alcancé dos cuerdas más y fui a trabajar atándole las piernas a la altura de las
rodillas y los tobillos. ¿Más Merth significará más dolor? Me pregunté con
simpatía. ¿Los mil cortes de cuchillas de afeitar se convertirán en un
millón? Le di a mi cabeza una sacudida. Eres demasiado suave, Evangeline.
Ella te lo haría en un santiamén.

Cuando terminamos, la anteriormente mortal vampiresa yacía inmovilizada


en el suelo, toda atada como un cerdo listo para un asador.

Se había acabado. Estábamos a salvo.

Mis rodillas se doblaron. Habría colapsado si Caden no hubiera estado allí para
atraparme, recogiéndome en sus brazos y rápidamente llevándome lejos de
Rachel.

—¿Estás bien? —susurró en voz baja mientras me colocaba en el suelo,


profunda preocupación en sus ojos.

Asentí con la cabeza, incapaz de hablar.

Suspiró profundamente, inclinándose hacia adelante para presionar sus labios


contra mi frente, sus manos apretando mis hombros. Cerré los ojos,
deleitándome bajo su toque. Podría haberme quedado así durante horas, pero
se apartó.

—¿Estás loco? —le gritó a Bishop, su voz resonando en la cueva.


287
Página
—Oye, funcionó, ¿no? —respondió Bishop con un grito, su muestra de enojo
tan rara a la vista, emparejada con la de Caden.

Caden se mordió el labio, pensando. Cuando habló de nuevo, estaba a un nivel


normal.

—¿Puede oírnos? —le preguntó a Amelie.

Ella asintió con la cabeza.

Se acercó hasta agacharse junto a la cabeza de Rachel.

—Se siente tan bien deshacerse de ti. No tener que fingir más —susurró en su
rostro. Vi la confusión en los ojos de ella—. Cada vez que me tocabas —
continuó, estremeciéndose—, me imaginaba la cara de Evangeline. Era la
única manera de que pudiera manejarlo. Disfruta sabiendo eso —se enderezó
y estaba parado a mi lado de nuevo en un instante, envolviendo sus brazos a
mi alrededor con ternura.

No pude evitar sentir un dejo de culpa por mi parte en la trampa. Eso fue hasta
que le eché un vistazo a Rachel para ver la cruda furia en sus ojos cuando se
dio cuenta de que había sido engañada por mucho más tiempo que sólo hoy.
Esa mirada ardiente quemaba a través de todo mi cuerpo. Probablemente está
imaginando desgarrar mis miembros y golpear mi cerebro con ellos , me di
cuenta. Di un paso atrás hacia el abrazo de Caden y cerré mis ojos apretados
mientras enterraba mi cara contra su pecho, pero pasó un largo rato antes de
que la persistente imagen de aquellos ojos de diablo desapareciera de mi
mente. La sensación del cuerpo de Caden contra el mío y su maravilloso olor
natural pareció ayudar.

—¿Qué debemos hacer, tirarla al fuego? —Escuché a Amelie preguntar


desapasionadamente.

—Suena bien para mí —se burló Bishop. Se agachó para agarrar sus piernas.

—Espera, no va a ninguna parte, y quién sabe si vamos a necesitarla para algo


más —dijo Caden pensativo, todavía abrazándome.
288
Página
—No sé, Caden —respondió Amelie con cautela—. Es mejor si nos
deshacemos de este problema para bien, aquí y ahora.

Caden me miró.

—¿Qué piensas? Es la mayor amenaza para ti.

Eché un vistazo al cuerpo inmóvil de Rachel.

—Podríamos esperar hasta que estemos seguros. Siempre podemos


deshacernos de ella más tarde.

Mientras las palabras crueles salían de mi boca, una oleada de repulsión me


golpeó. Podría ser como Viggo. Un monstruo.

—Está bien. Bueno, no sé que opina el resto de ustedes, pero definitivamente


no puedo pasar ni otro segundo mirándola —masculló Bishop, agarrando sus
pies y arrastrándola sin contemplaciones por un túnel como un pedazo
extraño de basura, fuera de nuestra vista.

—No puedo creer que haya hecho eso —murmuré, la descarga de adrenalina
desvaneciéndose para permitir amargas náuseas. Casi caí en un banco.

—No, ese tono de verde no es halagador —murmuró Fiona, acercándose para


frotar mi espalda. Me volví para ver a Caden mirándome con una expresión
indescifrable en su rostro.

Bishop se acercó entonces, quitándose el polvo de las manos, como si


estuvieran cubiertas de suciedad.

—Trata de no atraer más lunáticas, ¿de acuerdo? —Se dirigió a Caden antes de
guiñarme un ojo.

Los ojos de Caden ni siquiera se apartaron de mi rostro mientras le mostraba a


Bishop el dedo.

—Así que ese es un gesto universal —señalé, ganándome una risa de Bishop.
Ni siquiera un movimiento de Caden.
289
Página
—¡Toda esta emoción! Tengo que ir a cazar —exclamó Amelie—. Algo
agresivo... Oh, no sé, un gato salvaje, ¿tal vez? —sonrió—. ¿Vienen? —Su
pregunta iba dirigida a Bishop y Fiona, su ceja levantada sugestivamente.

—Los veo más tarde —dijo Bishop mientras desaparecían por la entrada de la
cueva.

—Uno de los obstáculos eliminados —dije a la ligera—. ¿Ves? No fue tan


difícil —Excepto por la atada, sedada, vampiresa sicótica escondida en algún
lugar en los túneles, me recordé a mí misma, mirando con cautela al túnel por
donde Bishop había arrastrado a Rachel.

Caden se sentó a mi lado en el banco.

—Podrías haber sido asesinada, Evangeline —me regañó.

—Bueno, no es como si tuviera mucha opción —repliqué.

Exhaló ruidosamente.

—Sí, la tuviste. Podrías habérselo mostrado y dejar que nosotros lo


manejáramos.

—Me gusta más mi solución.

—¡Tu solución casi te mata!

—¡Está bien, lo siento! —me quejé, una lágrima se me escapó—. Pero no pasó
y ahora no tenemos que preocuparnos por ella. Ahora podemos centrarnos en
llevarte a casa conmigo.

Caden apretó los ojos.

—Cuanto antes nos vayamos de aquí contigo, más pronto me convertiré en un


peligro para ti; y más pronto probablemente no pueda estar en la misma
habitación que tú —dijo rotundamente—. Tú y yo todavía somos imposibles.

—No. No lo somos —gruñí con impaciencia—. Tal vez un poco complejos por
el momento, pero no imposibles.

Finalmente, un destello de algo como diversión cruzó por su rostro.


290
Página
—¿Cuándo te volviste tan terca? —suspiró—. Parece así justo aquí, en este
momento, pero en tu mundo... imposibles —respondió él, con tristeza en su
voz.

Miré hacia ese embriagadoramente hermoso rostro del que estaba tan
locamente enamorada y mi mandíbula se apretó con determinación. No me
daría por vencida con nosotros y desde luego no se lo permitiría a él. De
pronto un impulso irrefrenable se apoderó de mí. Deslizándome más cerca, me
acerqué para acunar con suavidad su mejilla y tirar de su cara hacia mí. Sus
ojos permanecían cerrados.

—Bueno, entonces creo que es mejor no perder más de este tiempo valioso —
murmuré descaradamente, llegando con mi otra mano a tocarle el pecho, la
ondulación de sus músculos bajo mis dedos haciéndome temblar.

No pensé que esto funcionaría, mi intento de novata de seducirlo. Supuse que


empujaría mi mano a un lado, enumerando, una vez más, todas las razones del
por qué lo de nosotros era imposible. Tal vez incluso se reiría de mi ridiculez.
Pero cuando abrió los ojos, cuando vi la intensidad quemando en su interior,
sabía que estaba muy lejos de mi suposición. Oí el bajo y salvaje gruñido en su
garganta y él cerró la distancia entre nosotros, respondiendo de todo corazón.

No tenía ni idea de qué hora era y no me importaba. Sólo me importaba que


tendría que dejar a Caden en algún momento y le temía a esa realidad.

Habíamos pasado toda la noche en ese colchón inflable. Las cosas se habían
salido de control sorprendentemente rápido y no me había importado en lo
más mínimo, abandonando toda mi ansiedad y timidez al segundo en que sus
labios tocaron los míos. Pero, con la ropa desgarrada y los cuerpos enredados,
Caden debe haberse dado cuenta de hacia dónde íbamos encaminados porque,
sigilosamente, me envolvió dentro del saco de dormir.
291
Página
—Para mantenernos fuera de demasiados problemas —había susurrado.

—No. Quiero problemas —había rogado con timidez.

—Yo no —respondió con firmeza y la mandíbula apretada—. No, no, no


entiendes —añadió rápidamente cuando vio mi expresión herida—. No, no es
eso. Tengo... miedo.

—¿Qué? ¿Como miedo virginal? ¡Lo mismo digo! —Mis ojos se abrieron, el
alivio inundándome ante la revelación de que no era la única.

Se rió entre dientes.

—No...

Rayos. Mi cara enrojeció.

—Pero después, si... cuando nos lleves a tu mundo, vas a ver en lo que me
convierto —Algo parecido a la vergüenza se dibujó en su rostro—. No quiero
que tengas remordimientos —añadió en un susurro.

—No hay manera de que vaya a arrepentirme de nada de…

Ahogó mi argumento con un beso intensamente apasionado y me olvidé de lo


que quería decir. Puede que haya olvidado cómo hablar por completo.

El saco de dormir siguió siendo una frustrante pero efectiva barrera entre
nosotros por el resto de la noche. Traté de zafarme innumerables veces, pero
me mantuvo retenida firmemente debajo de éste hasta que estaba demasiado
cansada para luchar contra él.

En algún momento en las primeras horas de la mañana, cuando pude ver la


tenue llegada del temprano amanecer fuera, me quedé dormida. No era algo
que había planeado, pero con mi cara anidada alegremente contra el pecho de
Caden, envuelta en sus fuertes brazos, con su mano dibujando círculos
terapéuticamente sobre mi espalda, dormir era inevitable.

—¿No tienes hambre? ¿O sed? O como sea que lo llames —pregunté


mirándolo.
292
Página
—Estaré bien hasta que te vayas —Acarició su fría nariz contra mi cuello,
causando otra agitación dentro de mí.

Deslicé mi cabeza sobre su pecho, mi mano bajando por la extensa


musculatura de su estómago.

—Van a estar de vuelta pronto —Su mano sujetó la mía, manteniéndola en su


lugar.

Gemí con frustración pero no detuve mi mano.

—Se fueron durante un tiempo largo —De pronto me di cuenta—. ¿Cuántos


animales pueden posiblemente matar en una noche?

—Es cazar tanto como matar —respondió Caden, riéndose—. Mientras era
humana, Amelie condenó a los matamoscas como crueles. Una vez, cuando
tenía diecisiete años, conducía por la carretera cuando una ardilla se lanzó
delante de ella. Se desvió para evitarlo, se estrelló contra un roble gigante.

Jadeé, pero él negó con la cabeza con desdén.

—Oh, estaba bien, sorprendentemente. Sólo un par de golpes y contusiones...


conducía una de las grandes camionetas que utilizábamos para el transporte de
los caballos. La camioneta y el árbol desaparecieron, sin embargo.

—¿Estaba la ardilla bien? —Me oí preguntar con gran preocupación.

Caden rió, las profundas vibraciones cosquillearon mi tímpano.

—Sí, creo que lo estuvo. Amelie juró que el roedor la saludó desde un árbol.

Me reí.

—No dudo que lo hizo.

—Le explicó todo a mis padres después. Pensé que mi papá iba a retorcerle el
cuello —Rió nuevamente.

Levanté la cabeza y me apoyé en mis codos así podría ver el rostro de Caden.

—¿Todavía los echas de menos después de todos estos años?


293
Página
Los segundos pasaron antes de que respondiera.

—Siendo lo que somos, es fácil perderse en el momento, directo en tus deseos,


tan abrumadores como se vuelven. Pero siempre hay respiros, cuando sacias el
hambre y tienes tiempo para pensar. Quizás minutos, quizá horas. O años. Y
en ese tiempo, tus memorias, que nunca se desvanecen y son lo
suficientemente vividas que podrías revivirlas con sólo cerrar tus ojos, pueden
vencerte. Si las dejas —Se giró para presionar sus labios contra mis manos
juntas—. Me gustaría poder sacar la última imagen de mi padre de mi cabeza.
Pero cada vez que pienso en él, esa se presenta. Al igual que un parásito unido
a mi cerebro —Comenzó a jugar con mis dedos.

—Bueno, espero que podamos llenar tu cabeza con un montón de nuevos


recuerdos, unos sin guerras y junglas y montañas.

Se volvió hacia mí con una expresión sombría.

—Hay tantas cosas que pueden salir mal con esto, con nosotros. Quiero que
entiendas todo antes de que esto vaya más lejos.

—¿Como qué? —pregunté con cautela, aunque por dentro, mi corazón estaba
haciendo un espectáculo de acrobacias completo porque dijo “con nosotros”.
Sonaba positivo, como si finalmente llegara, como si fuera a dejar de usar la
palabra “imposible”.

—Como, si averiguamos cómo volver a tu mundo contigo y si ninguno de


nosotros te ataca, los que ya son dos grandes obstáculos, voy a estar
concentrado en la lucha contra el impulso de alimentarme de los humanos,
independientemente de si es lo que quiero. Todos lo haremos.

—Está bien —murmuré.

Resopló, sacudiendo la cabeza.

—No, no entiendes lo que eso significa. No vamos a ser los mismos,


Evangeline. Esto no es un inconveniente pequeño, un ligero malestar. Podría
tomar años —décadas, incluso— antes de que veas a Amelie moviendo sus
pompones. Luchar contra esta lujuria, este deseo —es todo— incontenible. Se
294
Página
necesita de toda nuestra energía y concentración. Podrías tener noventa años
antes de que nos parezcamos a lo que somos hoy. Podrías estar muerta.

Esa imagen de la anciana arrugada en un bikini ardió en mi cabeza


nuevamente. Negué con la cabeza, tratando frenéticamente de expulsarla.

Caden se apoyó sobre un codo.

—Y nada de eso va a ser un problema si uno de nosotros te mata al segundo de


que olamos tu sangre —Su rostro se retorció con horror—. Me tiraría a un
pozo en llamas si eso sucediera.

—Bueno, tal vez... —Agarré una cierta esperanza mientras la imagen que
Caden pintó se volvía más sombría a cada segundo—. ¿Tal vez Sofie puede
hacer algo para extender el poder de este collar?

Sus ojos cayeron al colgante que colgaba de mi cuello.

—Tal vez... de lo contrario, tú y yo no podremos estar cerca el uno del otro.


Ya era bastante difícil no matar a todos los seres humanos que se cruzaban en
mi camino durante los primeros cincuenta años después de que me convertí.
Pero tú… los sentimientos que tengo por ti hacen que el deseo sea mucho más
imposible de resistir. Abrazarte podría resultar mortal.

Esas gigantes mariposas golpeadoras comenzaron a punzar alrededor de mi


estómago de nuevo. Tomé una respiración profunda.

—Estás centrado en los peores escenarios. Prefiero tomar una página del libro
de optimismo de Amelie. Es mucho más agradable.

—Amelie también mató a su novio, de quien estaba locamente enamorada —


me recordó con voz plana.

—Buen punto —murmuré, suspirando ruidosamente y rodando sobre mi


espalda.

Caden tomó eso como su señal para sentarse. Tomó sus pantalones, yaciendo
en una pila enredada junto a mí.
295
Página
—Estoy más preocupado por que no dures lo suficiente para que encontremos
el portal —Se levantó para vestirse.

—Eso hace dos de nosotros. —Aparté los ojos, calor extendiéndose por mi
cuello. ¿Este sería mi último viaje aquí? ¿Estaba la esperanza de resolver el
enigma de esta maldición desvaneciéndose mientras estaba aquí, disfrutando
de la compañía de Caden, inconsciente de lo cerca que estaba el final? ¿Cómo
podía Sofie pedirme que sólo me sentara y esperara a que el portal nos honrara
con su presencia?

No podía.

Escarbando por mi ropa, me vestí en tiempo record, cruzando mis dedos para
que Caden no me hubiera observado.

—¿Dónde crees que vas? —dijo con una mirada divertida en su rostro
mientras me dirigía hacia la entrada de la cueva.

—Oh, ¡cierto! —Volví corriendo y tomé una de las correas del bolso de
montaña. Tiré tan fuerte como pude, con pocos resultados—. ¡Ayúdame! —
chillé.

—Está bien, está bien —dijo tranquilamente, tomando ambas bolsas y


arrojándolas por encima de su hombro. Eran tan grandes que, tan fuerte como
él era, eran difíciles de llevar—. ¿Puedes decirme a dónde vamos, al menos?

—¡A encontrar ese maldito portal! —anuncié, corriendo a la entrada de la


cueva.

Una lluvia torrencial me saludó, empapando mi ropa en cuestión de segundos.

—No puedes salir así, Evangeline —dijo Caden suavemente, colocando su


mano en mi hombro y tirándome hacia atrás para cubrirme.

—¡Pero tengo que hacerlo! ¡Tenemos que encontrar esa cosa, y ahora! —Las
lágrimas se mezclaban con la lluvia en mis mejillas mientras sollozaba
libremente—. No quiero volver ahí sin ti.

Envolvió sus brazos alrededor de mí y besó la parte superior de mi cabeza.


296
Página
—Vamos a resolver esto. Lo prometo.

—¿Nos permiten volver ahora? —dijo Bishop mientras aparecía de la nada, su


cabello y ropa empapados. Fiona y Amelie estaban detrás de él, mirándome
con expresión preocupada.

Asentí con la cabeza y les ofrecí una pequeña, tranquilizadora sonrisa pero no
dije nada. Los cinco nos quedamos en silencio, mirando hacia la tormenta.

Caden, cuyas manos descansaban cerca de mi colgante, sintió la ola de calor


antes que yo.

En cuestión de segundos estaba en el suelo, Bishop fijando una de las bolsas de


montaña en mi espalda mientras Caden ataba la otra a mis piernas.

—¡Listo! —anunciaron al unísono como si estuvieran compitiendo contra el


otro.

Caden se arrodilló junto a mí, apoderándose de mi rostro y dándome un beso


en los labios.

—Te amo —susurró.

Recobré el conocimiento en mi cama de tamaño king, rodeada de lona. Estaba


acostada sobre mi lado, frente a las puertas del balcón, y no podía moverme.

—¿Max? —susurré.

Una mojada nariz gigante repentinamente untó afecto a través de mi frente.

—¿Puedes por favor ir a buscar Sofie? Trata de hacerlo sin que los demás se
den cuenta. —Pedí en voz baja. Tenía toda la intención de enrollar Merth
alrededor de mi cuerpo en el segundo que Sofie me desatara.
297
Página
Bien, murmuró en mi cabeza y lo oí trotar a la distancia, sus afiladas garras
crujiendo contra las baldosas en el pasillo.

La melodiosa voz de Sofie sonó al cabo de minutos después. Por desgracia fue
seguida por una que yo había esperado evitar.
298
Página
Haciendo Planes
Traducido por Julieta9768

Corregido por GrizeldaDC

—¡Y
a han pasado dos semanas! —gruñó Mortimer.

—No es su culpa, Mortimer —espetó Sofie en


respuesta.

Mortimer no parecía escucharla.

—¿Qué has descubierto? ¿Y por qué estás atada como un caballo de carga?

—¿Crees que podría desatarme antes de que comience el interrogatorio? —


pregunté, ni siquiera tratando de ocultar mi irritación. ¿Podría aun así llegar al
Merth a tiempo para protegerme?

En cuestión de segundos, estaba desatada. Me moví lejos de las correas y me


senté, justo cuando Mortimer se abalanzaba sobre mí. Me encogí
automáticamente. Mi oportunidad se había ido.

Eché un vistazo a tiempo para ver a Sofie metiendo la mano en una bolsa de
montaña abierta.

—¡No! —Me lancé hacia adelante para agarrarle la mano.

Sacó un hilo de Merth.

Mortimer se quedó sin aliento con horror.

—¿Por qué trajiste eso de vuelta aquí?

Apenas lo escuché, todavía en shock por la inmunidad de Sofie.


299
Página
—¿No funciona en ti?

—Duele —dijo ella, encogiéndose—. Pero no mucho. Porque soy una bruja.
—Tomo el hilo de sus dedos, examinándolo de cerca—. Aquí, Mortimer.
Quiero ver si es tan fuerte como nuestras cosas.

¿Nuestras cosas?

—Si te acercas a mí con eso, voy a arrancar tu corazón —gruñó, tomando dos
grandes pasos hacia atrás.

Oí un suspiro exasperado fuerte dentro de mi cabeza. Aquí, prueba en mí, dijo


Max, deambulando hacia Sofie.

—Max está ofreciendo sus servicios de conejillo de indias —le dije, y


agregué—: ¿Hay Merth aquí?

—No hasta ahora —gritó Viggo, entrando en la habitación—. Gastamos más


de doscientos años librando al mundo de ellos, y luego... ¡Tú te presentas con
dos bolsas completamente llenas!

—Quítaselo inmediatamente después, sin embargo. Por favor —dije mientras


Sofie se movía hacia Max. No quería que Max pasara por más dolor del
necesario.

—Por supuesto, por supuesto —murmuró Sofie—. Gracias a Dios que no eres
un cobarde, Max —añadió, con los ojos enfocados en Mortimer, su tono
grueso de implicaciones. Viggo rió ante el tijeretazo de Sofie mientras
Mortimer miraba con odio hacia la vampiro-bruja pelirroja.

Ella puso el hilo en la parte posterior de Max. Su gigante cuerpo negro se


tambaleó un poco y luego se desplomó en el suelo. Murmuró
incoherentemente en mi cabeza. Según lo prometido, Sofie inmediatamente
quitó la cuerda de Max.

Sí, es el mismo, confirmó Max.

Le transmití el mensaje.
300
Página
—¿Por qué trajiste esto, Evangeline? —me preguntó Viggo con suspicacia,
dando un paso hacia delante para examinar las bolsas.

—Para amarrarte. —La respuesta maliciosa voló sin previo aviso.

Viggo sonrió.

—Lindo.

—¿Sabías acerca de esto? —preguntó Mortimer a Sofie, con una ceja


levantada.

—¿Cómo iba a saberlo? ¡Yo estaba aquí! —escupió—. Pero puedo usarlo. Fue
un pensamiento inteligente, Evangeline.

Viggo deslizo su mano a través de la bolsa abierta, permitiendo que la punta


de su dedo tomara una hebra. Se tambaleó, como si de repente estuviera
mareado.

—Esta cosa miserable...

—Leonardo, guarda estas bolsas en la bóveda —instruyó Mortimer.

—Voy a tomar unas hebras para algunas pruebas —anunció Sofie, yendo por
la bolsa.

—¿Para que puedas atraparme a mí cuando este distraído? Ni por casualidad,


bruja —espetó Mortimer.

—¡Necio! —le espetó, desatando un torrente de ira—. ¿Te has puesto a pensar,
por un segundo, lo que va a pasar cuando uno de estos vampiros que no ha
estado expuestos a la sangre humana por 700 años esté bajo este techo?
Podrían matar a Evangeline, podrían acabar con su personal, podrían liberarse
de este edificio y empezar una masacre en la ciudad de Nueva York. Soy
consciente de que has esperado ciento veinte años para ver a Veronique, pero
muestra algo de sentido común, idiota.

Mortimer rodó los ojos.


301
Página
—Oh, deja de ser tan dramática. Todas estas posibilidades son muy poco
probables.

—¡No vale la pena correr el riesgo! No sabes lo que puede suceder, ni lo que
estos vampiros son. Este tipo de hechizos son conocidos por tener resultados
imprevistos, algunos de ellos desastrosos. No debería tener que explicárselo a
ti... —Su voz se desvaneció.

Mi espalda chocó con algo duro. Me volví, y levante la cabeza, y me di cuenta


de que había estado avanzando lentamente hacia atrás, tratando de alejarme
de la discusión que se aproximaba. Ahora estaba acobardada, las rodillas
levantadas, dentro de un montón de almohadas.

—Niños, niños —dijo Viggo suavemente—. Vamos a jugar justamente, ahora.

—Él empezó —masculló Sofie indignada.

—¿Cómo te propones utilizar este Merth para resolver las posibilidades que
has descrito, Sofie? —Viggo preguntó con calma, tomando su habitual papel
de mediador entre los dos—. ¿Hay otro truco bajo tu manga del que no seamos
conscientes?

—Tengo que unir el poder del mismo a este edificio, para formar una barrera.
Para mantenerlos dentro de estas paredes —respondió ella con voz más
conciliadora—. Debe ser un hechizo bastante fácil.

—¿Ellos? ¿Cuántos crees que van a venir, de todos modos?

Tres pares de ojos de colores brillantes de vampiros se volvieron hacia mí.

—Cuatro —dije desde mi escondite, y añadí en voz baja—: Espero.

—¿No solía haber cinco?—preguntó Mortimer, entrecerrando los ojos.

—Sí, pero uno ya no es un problema —le respondí secamente, con la


esperanza de evitar más preguntas sobre el evento en el que yo había sido un
cómplice. Es probable que no brillara una luz positiva sobre Caden y los otros,
ni en Viggo y los ojos de Mortimer, de todos modos.

Por suerte, volvió su atención de nuevo a Sofie.


302
Página
—¿Y cómo crees que vamos a salir por la comida? Por supuesto, tu podrás
salir, no hay nada que te detenga... ¿Estás tratando de debilitarnos?

—No creas que no sé nada de ese banco de sangre en el sótano. Eso podría
sacarlos del apuro por años, si es necesario —replicó ella con la mirada.

—¿Y cómo va todo esto de proteger a los seres humanos? Ellos aún estarán
dentro de estas paredes cuando los vampiros lleguen aquí —preguntó
Mortimer con aire de suficiencia, pensando que había encontrado un punto
débil en el plan de Sofie.

—Estoy trabajando en una manera de enmascarar su sangre, un talismán de la


suerte que puedan usar. Debería tenerlo listo en breve —respondió ella con el
doble de suficiencia.

Di un suspiro de alivio. Así que ella había pensado en ello. Estaría protegida.
Caden no tendría que preocuparse de hacerme daño. No podía esperar para
decírselo.

—Será mejor que no trates de alterar el collar de Veronique… —gruñó con


aprensión.

—¿Por qué diablos iba yo a hacer algo tan peligroso?

Me sentí como si estuviera viendo un partido de ping pong, mi cabeza


balanceándose adelante y atrás mientras ellos se enfrentaban entre sí,
Mortimer lanzando retos y Sofie con éxito dando sus contra-argumentos.

Viggo habló como si fuera un gobernante.

—Está bien, entonces, está arreglado. Parece que Sofie tiene todo resuelto y
estoy seguro de que no tiene intención de hacerle daño a ninguno de los dos,
Mortimer. Después de todo, Veronique no sería feliz con eso.

—Sí. Sin embargo, me pregunto dónde están las lealtades de la bruja ahora —
gruñó Mortimer con desdén.

Viggo le ignoró.
303
Página
—Leonardo, si fueras tan amable de tomar ambas bolsas, menos lo que Sofie
necesita, y llevarlas a la bóveda.

Sofie cogió una brazada de Merth, haciendo una mueca de la conmoción que
produjo, y lanzó una sonrisa atrevida a Mortimer, burlándose de él para que se
acercara a ella. Mortimer gruñó en respuesta, pero no hizo un movimiento.

Leo agarró las correas y comenzó a arrastrar las maletas fuera de la habitación.
Quería correr tras él, ayudarle de alguna manera. Pero yo tenía la sensación de
que no se me permitiría salir sin más interrogatorios. Estaba en lo cierto.

—Ahora que eso está arreglado, ¿has estado en la ciudad en busca de este
portal? —me preguntó Viggo tranquilamente.

—No exactamente.

—Entonces, ¿dónde estuviste durante este tiempo? —presionó Mortimer,


dando unos pasos hacia mí.

Max lanzó un rugido amenazador bajo y los cuatro perros pasaron a formar un
círculo protector alrededor de la cama.

—¡Oh, cállate! —espetó Mortimer pero hizo caso de su advertencia,


deslizándose hacia atrás.

—Paciencia, Mortimer —reprendió Viggo, palmeándole el hombro


suavemente. Se dio la vuelta para mirarme, esos penetrantes ojos azules
analizándome.

¿Qué podía decir? No, no salí. Sofie me dijo que no lo hiciera. Pero tú no lo
sabes, ¿verdad? Sí, ella te está engañando... En cambio, até un vampiro con
esas cosas que odias, Mortimer, y luego me revolqué en la cama durante horas.

Viggo se aclaró la garganta, una señal que yo estaba aprendiendo que


significaba que estaba profundamente irritado. Como si él pudiera leer mi
estado de ánimo, me pregunté qué estarían haciendo en este momento.
304
Página
Había mucho que podía decirles. Bishop envió a los animales en un intento de
medio-búsqueda en la vasta selva y Rachel recluto algunos miembros del
Consejo... pero se me ocurrió una idea. Tomé una respiración profunda.

—Hay diez vampiros buscando en la ciudad capital y un pequeño ejército de


scouts adeptos buscando en la ladera de la montaña. En el momento en que yo
vuelva, me informaré de nuevo si han encontrado algo más de interés. Pensé
que era una manera mucho más segura, más rápida de decir la verdad —le
dije, tomando el crédito por la búsqueda inútil en la que Rachel había enviado
a esos vampiros del Consejo—. Creo que nos estamos acercando —añadí para
embellecerlo.

La habitación estaba extrañamente tranquila, tanto así que me puse a pensar


que había estado demasiado segura de mi inteligencia.

—¡Eso es una gran noticia, Evangeline! —Sofie exclamó, genuinamente


feliz—. Y eso te mantiene fuera de peligro.

—Sí... que es bastante inteligente —murmuró Mortimer, y agregó—: Gracias.

Me quedé con los ojos abiertos mirándolo. Esas palabras fueron las últimas que
esperaba venir de él, el gruñón. Y sonaban genuinas.

Mortimer me miró pensativamente.

—Vamos a deberte, ¿no es así? Aunque no estoy seguro de cómo alguna vez
pudiéramos pagarte.

¿Dejándonos a mis amigos y a mi solos? ¿O nunca más pidiéndome hacer algo


de nuevo? ¿O permitir que nosotros vivamos nuestras vidas en paz mientras te
sientas tranquilamente en su palacio? ¿O...?

—Dinero —solté abruptamente, otra idea apareciendo en mi cabeza. Caden


tenía razón, yo estaba rebosante de ideas.

Una expresión muy rara de sorpresa cruzó el rostro del vampiro. No esperaba
una respuesta a su pregunta retórica, pero era evidente que estaba intrigado.

—¿Qué dijiste?
305
Página
—Esto debería ser interesante —reflexionó Viggo, con una sonrisa satisfecha
en el rostro.

—Bueno, es para Caden, Fiona, Bishop, y Amelie —comencé, tartamudeando,


repentinamente incómoda—. Ellos no tienen nada, ni casa, ni dinero, ni ropa.

—Bueno, por supuesto que pueden permanecer aquí hasta que se hayan
instalado —ofreció Viggo sin problemas.

Instalarse. Así era como Viggo llamaba el chupar la vida de las personas y
robarles sus pertenencias.

—Bueno, de eso se trata —dije en voz alta—. Ellos no están pensando en


adaptarse de la forma habitual. No van a estar matando seres humanos.

Viggo y Mortimer bramaron de la risa.

—Ellos dijeron eso, ¿verdad? —murmuró Mortimer, con una sonrisa de


complicidad en su rostro—. Y les creíste, por supuesto.

Me enfadé.

—Sí, lo hicieron. Y sí, lo hago.

—Está bien, vamos, Evangeline. —Viggo hizo un gesto con la mano, sin dejar
de reír en voz baja.

—De todas formas... teniendo en cuenta que te están haciendo un favor... Yo


esperaba que pudieras, no lo sé, establecer un fondo fiduciario para ellos o algo
así. Así van a tener algo de dinero para ayudarles a iniciar su vida. —Así no
tendremos que vivir con ustedes dos duendes.

La carcajada que brotó de Mortimer sacudió los cristales de las puertas del
balcón.

—Así que están de acuerdo con el precio de la sangre, siempre y cuando ellos
no hagan una matanza real.

Me encogí de hombros, dándome cuenta de que mi lógica era defectuosa.


306
Página
Una curiosa expresión se extendió por el rostro de Mortimer, luego sonrió
extrañamente.

—Está bien. ¿Cuánto crees que van a necesitar?

—No sé... tal vez... —empecé inquieta. Nunca había pedido dinero antes. Me
sentía incómoda. Pero no era para mí. ¿Cuánto necesitarían, por cierto?
Supongo que suficiente para un condominio en algún lugar, y un coche, y algo
de ropa. Hice algunos cálculos mentales rápidos. Quinientos mil. Eso debería
ser suficiente para empezar. Sería un apartamento pequeño y acogedor para
nosotros cinco, pero... No podía creer que estaba a punto de pedirle a alguien
¡quinientos mil dólares!

Viggo habló antes de que tuviera la oportunidad.

—¿Diez millones te parecen bien? —ofreció, su rostro mostrando nada más


que seriedad.

Empecé a asfixiarme con violencia, segura de que me había tragado mi lengua


cuando tome una bocanada de aire.

—Veinte. Para cada uno de ellos —elevó la voz Sofie. Se había mantenido en
calma hasta ahora—. Así que es para ellos cuatro y Evangeline. Cien millones
de dólares, en una cuenta que yo abriré. Sólo Evangeline tendría acceso a ella.
Hay que hacerla esta tarde.

Un pequeño sonido estrangulado escapó de mi boca.

Viggo levantó una ceja ante Sofie, pero no dijo nada.

—Eso es un montón de dinero. No estoy seguro de que podamos reunirlo todo


hoy. —Mortimer miró como si estuviera a punto de explotar.

—Oh, por favor —Sofie se burló, rodando los ojos mientras se jactaba—. Eso
no es nada más que una buena colección para multimillonarios como tú, pero
le dará a Evangeline y a sus amigos un comienzo saludable.
307
Página
Cien millones de dólares. Cien millones de dólares y veinte serían míos.
Agarré la parte posterior de la cabecera de la cama para no perder el equilibrio
antes de que me desplomara justo al lado de la cama.

—¿Es esto necesario? —Escuché a Viggo decirle a Sofie con los dientes
apretados.

—Tienen que ser atendidos o no nos van a ayudar cuando lleguen aquí —dijo
Sofie con la convicción de un sacerdote al que se le preguntó si creía en Dios.

—Esta es una extorsión —gruño Mortimer.

Viggo volvió su mirada hacia mí.

—¿Es esto cierto, Evangeline? ¿No nos van a ayudar a menos que tengan cien
millones de dólares en una cuenta? —Ahí estaba ese obsceno número de
nuevo.

Me tragué el nudo en la garganta, al recordar la fría advertencia que había


lanzado previamente. No vuelvas a engañarme.

—Sí. Ellos dijeron que no les ayudarían. —Esa parte era cierta, pero no tenía
nada que ver con el dinero. Esperaba que mi miedo enmascarara las
emociones reveladoras que pudiera estar emitiendo.

El chirrido de metales plegados se disparó a través de la habitación cuando los


nudillos blancos de Mortimer distorsionaron el poste de la cama.

—¡Qué estúpida eres están mintiéndote! Lo que sea que te hayan dicho, lo que
hayan hecho, es todo mentira, ¡estúpida niña!

—No, no lo son... —balbuceé, sus palabras desprendiendo un miedo


profundamente enterrado que venía gestándose, pero escondido dentro de mí.

Salté de la cama y salí corriendo de la habitación, Max sobre mis talones.


308
Página
Era mi primera vez en el atrio desde que descubrí que la gran estatua de
mármol encerraba un secreto aún mayor. Me quedé allí ahora, sorprendida
frente a ella, previendo a la bella durmiente de pelo oscuro enterrada dentro.
El tranquilo y acogedor ambiente del atrio había cambiado para mí con este
conocimiento, reemplazada por uno enrarecido e inquietante, como si unos
ojos invisibles miraran hacia fuera, hacia mí.

—Oigo su voz a veces en medio de la noche, susurrándome.

Me volví para ver a Mortimer de pie a mi lado, con la atención fija en la cara
de mármol. No lo había oído acercarse. Un atisbo de lo que podría ser
adoración se revelaba en sus ojos antes de que se nublaran con su hielo típico.
No estaba segura de cómo responder a la admisión de Mortimer, así que
guardé silencio, volviendo la atención hacia la estatua.

Max se quedó en silencio a mi otro lado, sin preocuparse por la presencia de su


anterior amo. Eso me dijo que Mortimer probablemente no estaba allí para
hacerme daño. No físicamente, al menos.

—Viggo tenía este atrio construido como una réplica de una villa que él y
Veronique visitaron. Fue uno de sus lugares favoritos. Ella adoraba las flores y
los balcones. Así que decidió que debería ser lo primero que viera cuando
fuera libre.

—Tiene sentido —murmuré. Mortimer estaba actuando extrañamente


agradable.

—No es justo, lo que te ha pasado, lo que te hemos pedido. Me doy cuenta de


eso —continuó, sin mirarme.

¿Está tratando de pedir disculpas?

—Pero a veces, cuando alguien lo es todo para ti, cuando la única razón por la
que estás vivo es ver su cara otra vez, aceptas todas las consecuencias que van
junto con esa oportunidad. Incluso si eso significa que alguien más vaya a
sufrir.

No es una buena disculpa, concluí con amargura.


309
Página
—Bueno, siempre y cuando te sientas cómodo con mi maldición.

Mortimer sonrió.

—Tal vez, lo vas a entender un día.

Decidí lo que quería decir.

—¿Cómo puedes ser tan egoísta? ¿Cómo puedes mirar a alguien a los ojos,
sabiendo lo que estás haciendo con ellos?

Se volvió para mirarme con esa mirada en blanco, sin emociones.

—No lo sabes. No te dejas verlos. No te dejas sentir nada por ellos. Miras a
través de ellos. ¿Entiendes? —Se dio la vuelta de nuevo, su cara de piedra.

¿Es eso lo que está haciendo ahora? ¿Mirar a través de mí? De pronto caí en la
cuenta de que Mortimer podía tener una máscara gruesa e impenetrable en él,
que se había escondido detrás de una ilusión como Viggo había hecho antes.
Sólo que para Mortimer, era una máscara de desconexión necesaria. Había un
Mortimer diferente por debajo de ella. ¿Quién era? Eso era un misterio. Pero
era probable que fuera el hombre por el que Veronique había caído
perdidamente enamorada.

—No. No entiendo —contesté—. Pero tal vez es porque soy humana. No


podemos ser tan decididos e insensibles.

Mortimer rió con fuerza.

—Te sorprendería cómo puede ser de resuelto y cruel un ser humano.


Novecientos años es muchísimo tiempo para presenciar la naturaleza humana,
Evangeline. He visto algunas cosas que atormentarían tus sueños cada noche
durante décadas. —Hizo una pausa—. También es un largo tiempo para ser
testigo de lo que los vampiros son capaces de hacer, el engaño, la traición, los
juegos. ¿Recuerdas cuando creíste que estábamos drogándote y dejándote caer
en Central Park solo para divertirnos —me preguntó.

Asentí con la cabeza, sonriendo con nostalgia. Se sentía como hace años.
Cómo si la vida hubiera sido mucho más fácil si eso hubiera sido cierto.
310
Página
—Si hubiera necesidad de hacer eso, lo haríamos. Del mismo modo, que si
hubiera necesidad de fingir amar a alguien, cualquier vampiro lo haría.

Allí estaba él, dando a entender lo que me temía: que todo era un montaje.
Que las caricias, los besos, los susurros de "te amo" eran un acto para adquirir
toda mi confianza.

—Tu dinero estará en una cuenta al final del día de hoy. —Con eso, se fue,
dejándome en un atrio tranquilo, revolcándome en la miseria.

No podía estar en lo cierto. Pero si lo estaba... ese sería mi punto de ruptura.


Le daría la bienvenida a la muerte con los brazos abiertos.
311
Página
Los Beards
Traducido por Lina Loops♥ & SOS por Cande Cooper

Corregido por Pily

S
eguía de pie delante de la estatua, teniendo en cuenta la terrible
posibilidad de que Caden hubiera estado jugando conmigo como la
estúpida, crédula chica humana que yo era, cuando la puerta del garaje
se abrió y un Bentley negro entró.

—¿Quién es? —Le pregunté a Max.

Los Foreros, respondió, poniendo dramáticamente sus Rs para enfatizar su


origen étnico español.

Fruncí el ceño, tratando en vano de recordar la mención de ellos.

—Y ¿quiénes son? —pregunté cuando un hombre y una mujer de mediana


edad salieron del coche, seguidos por un hombre más joven y la versión
femenina de ellos. Se veían como de mi edad. Los cuatro tenían tez exóticas
características oscuras y cabello negro y olivos.

Mis ojos se abrieron.

—¡Son humanos!

Sí. Aunque algunos los llaman "la cena."

—Así que ahora eres comediante —murmuré, con el ceño fruncido. Oí el


extraño resoplido que era la risa de Max.

El anciano asintió con la cabeza una vez a Leo, y luego continuó entrando en
el edificio como si fuera el dueño, un aire de confianza arremolinándose a su
312
Página
alrededor. Los otros le siguieron de cerca detrás de él, el joven hombre y la
mujer mirando alrededor del atrio con asombro, como si fuera su primera vez
aquí. La chica de repente tropezó. Me estremecí mientras la veía caer de
bruces a los adoquines en el lugar exacto donde Úrsula había fallecido, como si
fuera algún tipo de recreación.

—Torpe —murmuró el hombre, presumiblemente su hermano, aunque se


detuvo a esperarla. Cuando ella no se levantó, él rápidamente se agachó y puso
su mano sobre su hombro—. Valentina —Ella no respondió—. ¿Valentina?

Yo ya estaba corriendo hacia ellos. En el momento en que llegué a ella, la niña


estaba consciente y sentándose en sus rodillas, sus grandes ojos marrones
mirando alrededor, curiosamente examinando el espacio como si estuviera
desorientada.

—¿Estás bien? —le pregunté.

—Sí... creo que sí. Solo estuve aturdida por un momento. Debe haber sido el
vuelo. —Ella tenía una voz aguda, infantil. Al levantar la mirada hacia mí,
sonrió con timidez. Con la ayuda de su hermano, se puso de pie, sacudiéndose
las piernas del pantalón.

—Aprende a caminar —se quejó el chico, alejándose.

Ella se sonrojó. Volviéndose hacia mí, dijo—: Soy Valentina. —Me ofreció
una frágil mano.

La tomé.

—Evangeline. Y no te preocupes. Eso no fue nada. Soy la reina de


caerme últimamente. Es bastante vergonzoso, en realidad.

Se rió dulcemente.

—Encantada de conocerte.

—Valentina —llamó una gruesa voz española de una mujer desde el interior.

—¡Ya voy, mamá! —Ella asintió, luego se fue por el camino y corrió por las
escaleras y desapareció en cuestión de segundos.
313
Página
Volví hacia donde Max se quedó mirando a dos sirvientes vaciar el maletero
de varias maletas.

—¿Viven aquí? —le susurré a Max.

Dentro y fuera.

—¿En serio? ¿Quiénes son?

Carlos, Camila, Julián, y Valentina Forero. La Familia ‘’Beards’’ de Viggo y


Mortimer, respondió Max. Me di cuenta de que encontró todo el asunto
divertido.

—¿Qué quieres decir, ''Beards'', cómo un disfraz?

Sí, a veces les resulta útil emplear familias legítimas, para ocultar activos y tal.

Mi cara se arrugó en estado de shock.

—¿Estas personas saben que están viviendo con él? ¿A quiénes están
encubriendo?

A veces obligan a las familias, pero es menos trabajo cuando se puede


encontrar una que sólo necesita promesas de una forma fácil, un lujoso estilo
de vida.

—¿Así que esta familia no lo sabe? —No había forma de que esa dulce niña
estuviera yaciendo en una casa de vampiros por elección.

Oh, ellos saben.

Hice una doble toma, mis ojos cada vez más amplios por la impresión,
ganando otro gruñido profundo de Max. Y mi intuición estelar la caga otra
vez, pensé con amargura.

—Deben ser encantadores —murmuré sarcásticamente. Un verdadero grupo


de filántropos. Pero, sea cual sea. No eran mi problema. Tenía bastantes
problemas.

Encontré un lugar relativamente escondido en el jardín al lado de una planta


de hojas anchas gigantes. No es que me pudiera esconder de vampiros y brujas,
314
Página
reflexioné. Pero, aun así... Me senté en el pequeño muro de contención de
hormigón para reproducir esas dos palabras asombrosas que Caden me había
susurrado antes de que yo desapareciera. ¿Las había oído bien? ¿Y eran reales?

Todo estaba ocurriendo tan rápidamente. Hace apenas unos días estaba
desesperada por estar en la misma habitación que Caden y ahora él me estaba
diciendo que me amaba. Y podría perderlo para siempre si no solucionaba esta
maldición. Esa horrible sensación de temor volvió a encenderse. Envolví mis
brazos alrededor de mi cuerpo, abrazándome fuertemente. Mi codo rozó
contra algo abultado en el bolsillo. Metí la mano y saqué la cámara digital.
¡Amelie debe haber logrado meterla!

Con mariposas de agitación en el estómago. Presioné el botón de encendido y


comencé a hojear los archivos. Había cientos. Amelie había llenado la gran
tarjeta de memoria. Sus rostros hermosos estaban allí, sonrientes y
emocionados ante la perspectiva de ser rescatados de su infierno. Busqué una
imagen de Caden y mi corazón empezó a correr. Era tan hermoso como
siempre. Pasé un dedo sobre su imagen.

—¿Ese es Caden? —murmuró la voz de Sofie en mi oído.

Dejé escapar un pequeño chillido y la cámara salió de mis manos.


Afortunadamente Sofie, con reflejos de gato, la atrapó en el aire antes de que
pudiera estrellarse contra los adoquines.

—Lo siento. —Ella se sentó a mi lado—. Aquí. Entrega de Martha. —Ella sacó
un plato rebosante de waffles bajo una montaña aún mayor de crema batida,
junto con un plato de frambuesas frescas.

—¿No hay un cuento de hadas sobre una bruja que engorda a los niños con el
fin de comérselos? —reflexioné secamente.

—Estas frambuesas son especialmente jugosas. Come, Gretel... Quiero decir,


Evangeline —dijo, seguido de una carcajada exagerada. A pesar de mi mal
humor, le sonreí.

Mientras me comía mis waffles, una comida extraña para tener en la noche,
Sofie hojeaba las imágenes, resoplando y riendo con frecuencia. Una gran
315
Página
parte de mí quería arrancarle la cámara para proteger la identidad de mis
amigos, pero me contuve. Me estaba muriendo de hambre.

—Parecen un grupo divertido. —Asentí con la cabeza—. ¿Quién es esta? —


Sofie sostuvo la cámara hacia mí mostrando a alguien atado y metido en una
esquina. La imagen estaba oscura pero podía ver el resplandor de odio en los
ojos amarillos como si todavía me estuvieran mirando.

Di un grito ahogado y empecé a ahogarme en un pedazo de waffle. Cuando


había limpiado mi garganta, me las arreglé para decir—: Rachel. —Amelie
debe haber logrado colarse detrás y tomado una foto en algún momento—
. Bórrala. Por favor. —Me estremecí.

Sofie la estudió durante un momento más.

—Eliminada. —Presionó algunos botones y la horrible imagen había


desaparecido.

Solté el aliento que había estado conteniendo, pero esa sensación terrible en la
boca de mi estómago todavía estaba allí. Todavía tenía miedo. Deberíamos
haberla quemado.

Hubo un momento de incómodo silencio.

—Estoy segura de que se lo merecía —dijo finalmente Sofie.

—¡Lo hacía! No podíamos dejarla venir aquí. Es una asesina. —Y estaba


obstaculizando mi tiempo con Caden, añadí en silencio.

—No, tienes razón. No queremos un antiguo vampiro loco de sangre aquí —


dijo, y añadió en voz baja—: Ya tenemos dos de ellos bajo este techo.

Unos minutos más de silencio pasaron y luego me pregunte qué había estado
temiendo.

—Ellos pueden hacerlo, ¿no? ¿No vivir de los seres humanos?

Las manos de Sofie cayeron a su regazo. Fue un momento antes de hablar.


316
Página
—Algunos de los nuestros luchan contra el impulso desde el principio,
aislándose de los seres humanos y alimentándose sólo de los animales de
cuatro patas. Se convencen a sí mismos de que esto les hace buenos y morales,
no monstruos. Pero lo único que hace es hacer que sean mucho más
incontrolables una vez que han probado la sangre humana. En algún lugar en
el camino, cada vampiro perderá la batalla. Es inevitable. Y cuando lo hacen...
Evangeline, sólo has visto vampiros altamente controlados. Viggo...
Mortimer... yo. Tenemos experiencia. Pero los nuevos... son... otra cosa. Es un
espectáculo horrible que se grabara en tu memoria para siempre —advirtió en
voz baja, tensando la mandíbula—, puede parecer contradictorio, pero la
mejor manera de controlar tu deseo por la sangre humana es, al principio,
sucumbir a ella. Entonces, si la resolución es lo suficientemente fuerte,
aprenderás a manejar la ansiedad. La desventaja es que la euforia de
alimentarse de sangre humana fresca tiene una manera divertida de disminuir
esa resolución. Como he dicho, es un círculo vicioso. Es por eso que hay pocos
vampiros como yo por ahí. La sangre humana es adictiva.

Mis ojos se abrieron con preocupación. ¿Ellos sabían todo eso?

—Bueno, ¿qué pasa con mis vampiros? —pregunté posesivamente.

Sofie negó con la cabeza lentamente.

—No sé, Evangeline. Es difícil de decir. Creo que su edad y experiencia


anterior les ayudará, pero, dudo, que sería más seguro si se le presenta, en
primer lugar. Si su resolución es lo suficientemente fuerte, tal vez van a
hacerse con el control de forma rápida.

—¿Y si no son lo suficientemente fuerte? —pregunté, temiendo la respuesta.

Sofie sonrió con tristeza. Muy despacio, muy vacilante, su mano se deslizó
acariciando la mía. Se quedó así, descansando sobre la mía, casi conteniendo,
pero no del todo.

No me aparté, encontré el gesto extrañamente reconfortante.

—Así que ellos deben matar seres humanos de nuevo, si quieren o no, porque
será más seguro para todos a largo plazo —dije rotundamente.
317
Página
Respiré profundamente y exhalé, esperando por mí misma comprender
verdaderamente esto, para sentir la repugnancia y el dolor.

No llegó. Algo más estaba ahí. Se sentía como… ¿aceptación? ¿Eso era todo?
¿Era tan rápida de aceptar la idea de alimentarse de humanos porque me
preocupaba acerca de estos vampiros, porque estaba enamorada de uno de
ellos?

Escuché pasos y eché un vistazo para ver a Viggo paseándose por el camino,
brazo con brazo con Valentina. La mano de Sofie se deslizó lejos de la mía
instantáneamente.

—Una tarde preciosa, ¿verdad, damas? —dijo con su típico encanto falso—.
Sólo le estoy mostrando a la querida Valentina aquí los jardines.

Valentina rió en respuesta, incapaz de quitar los ojos del rostro de Viggo el
tiempo suficiente para reconocer nuestra presencia. No podía culpar a la tonta
chica por estar completamente enamorada de él. Había sido esa estúpida
aduladora y comprado el acto galardonado de la Academia hace no mucho
tiempo.

—¡Nos vemos más tarde! Bueno, tal vez… —Viggo le guiñó a sabiendas a
Sofie antes de llevar a Valentina lejos.

Sofie murmuró algo entre dientes antes de decir—: Esa es Valentina Forero.
Es…

—Parte de la familia falsa de Viggo y Mortimer. Lo sé —terminé.

Mi conocimiento tomó a Sofie por sorpresa.

—¿Cómo…? Oh, sí, por supuesto —murmuró mirando a Max—. Tienes un


guía turístico.

Max resopló. ¡Hola!5

—Sí, es bueno no ser dejada en la oscuridad a veces —dije sardónicamente.

5 ¡Hola!: En español en el original.


318
Página
—No creí que valiera la pena mencionarlo —replicó Sofie—. Pero si estás
ansiosa por saber, Viggo y Mortimer importaron a Carlos y Camila desde
Colombia hace más o menos veinticinco años. Vienen de familias con dinero,
mucho, así que no fue tan difícil convencer a la gente de que podían
permitirse un lugar en Manhattan. Mortimer los ha estado usando como una
cubierta, pero han sobrevivido a su propósito.

Fruncí el ceño.

—¿Entonces qué pasa con ellos ahora?

Sus ojos brillaron hacia mí, la mirada reveladora.

—Cena… o quizá desayuno. O varios aperitivos. Siempre que estén de ánimo,


sospecho. Oh, no sientas tanta pena por ellos —agregó Sofie cuando vio el
horror en mi cara—. El estimado Señor Forero viene de una larga línea de
narcotraficantes colombianos, qué estereotipo, ¿verdad? —rió irónicamente—.
No lo habría pensado dos veces en tenerte inclinada porque lo miraste
irrespetuosamente.

Me imaginé al hombre arrogante que me esquivó más temprano. Bien, pero…

—Bueno, ¿qué hay sobre su esposa y sus hijos?

—No son mucho mejores. Camila tiene una inversión en una operación
minera de diamantes, una herencia familiar, que da empleo a niños de hasta
ocho años. Viggo dijo que las condiciones de trabajo son atroces, en el mejor
de los casos.

—¿Tal vez ella no lo sabe? —ofrecí.

—Oh, Evangeline… —Sofie rió—. Ella visita las minas regularmente.

—Bueno, sus hijos no pueden ser tan malos. Todavía son lo suficientemente
jóvenes, ¿no?

—Julian tiene veintiuno y Valentina tu edad —confirmó—. Supongo que no


los llamaría malvados aún. Julian no ha hecho nada demasiado horrendo.
Podrían tener una oportunidad si hubieran estado separados de sus padres,
319
Página
¡pero mira a sus modelos a seguir! Tan mente cerrada como puede sonar, están
condenados a ir por el mismo camino que sus padres. Es una lástima, sin
embargo. Julian es atractivo.

Tuve que estar de acuerdo, recordando el buen vistazo latino del joven, su
cabello oscuro y grueso y sus ojos negros. Era común al lado de Caden, pero
todavía definitivamente atractivo para los estándares humanos.

—Bueno. ¿No pueden matar a los padres y liberar a los niños? ¿Darles esa
oportunidad? —pregunté.

Sofie se giró para mirarme con sorpresa.

—Podrían, pero no lo harán.

—Bueno, ¿no puedes decir algo?

Un encogimiento de hombros sin compromiso, luego una expresión


contemplativa se voló a través del rostro de Sofie.

Miré mi reloj. Acercándose… La emoción removió mi estómago, ¡vería a


Caden otra vez pronto! Pero a eso le seguía el temor enfermizo de que mi
tiempo con él —con todos ellos— podría estar llegando a su fin.

—Evangeline —dijo Sofie de repente seria—. ¿Qué si no puedes tener todo lo


que quieres, todo de una vez?

—¿Qué quieres decir?

Dudó, sus ojos lanzándose hacia las ventanas del balcón. Cuando habló de
nuevo, su voz era apenas audible.

—Qué si tener a Caden y tus amigos aquí significa que no podrás verlos por un
tiempo porque no es seguro… por un largo tiempo. ¿Todavía valdría la pena?

—Por supuesto. Sí. Absolutamente. Sin duda —respondí con sombría


resolución, aunque la idea de estar lejos de Caden por cualquier longitud de
tiempo rasgó mi interior. Pero al menos estarían en el mismo planeta y esta
maldición estaría terminada.
320
Página
—Deberías pensar en eso por un momento antes de responder, Evangeline —
advirtió Sofie.

—No. Estoy segura. Las cosas no pueden estar peores de lo que lo están ahora
mismo. Están viviendo en otro universo. Si puedo tenerlos aquí, todo se
resolverá. Pero estás trabajando en ese talismán, ¿no?

Sofie asintió. Permaneció en silencio por un momento, sus ojos enfocados en


el camino de adoquines.

—Voy a decirte algo, pero absolutamente tienes que prometerme, primero,


que harás lo que pida, ¿bien?

—Sí, claro, supongo.

—Promesa. Juramento de meñique. —Levantó su esbelto dedo meñique.

Dudé. El juramento del meñique era férreo e inflexible, un compromiso


inquebrantable. Había sido una tradición entre mi madre y yo, una que no
mancharía frívolamente. Pero mi instinto —tan ciego como era— me dijo que
no era tal caso.

—Promesa —estuve de acuerdo, enganchando mi dedo en el de ella, una ola


de calor y confusión corriendo a través de mí.

Sofie asintió, y luego dijo—: Cuando llegues a Ratheus esta noche, mira de
cerca la estatua. La mano de la mujer. Tengo la sensación… Bueno, de todas
maneras, mírala.

—Está bien —dije frunciendo el ceño—. ¿Eso es a lo que tenía que jurar con
el meñique?

—No —sacudió la cabeza—. Tienes que prometer que no harás nada aún.

Mis ojos se ampliaron. ¿Pensaba que ese era el portal?

—Pero…

—No —interrumpió rápidamente—. No estoy lista para liberar a Veronique


aún.
321
Página
Fruncí el ceño.

—No lo entiendo. Pensé que ese hechizo ya estaba hecho y sólo lo tenías que
completar.

—En teoría, sí. Sin embargo, hay una… complicación que todavía estoy
descifrando. Abracadabra y eso —dijo, agitando su mano despectivamente.

Mi ceño se profundizó.

—Pero, ¿qué si se me acaba el tiempo y no puedo volver o muero, como


dijiste?

—Tienes un poco más de tiempo —respondió con un guiño.

—Pero, ¿qué si…?

—¡No! Lo prometiste —me recordó Sofie severamente.

Asentí con una mueca. Miré alrededor por Viggo y Mortimer otra vez antes de
susurrar—: Sofie, piensan que volveré con vampiros la próxima vez. ¿Qué pasa
si no lo hago?

—Déjame preocuparme por eso. —Palmeó mi rodilla suavemente.

Esa noche, no estaba viajando a Ratheus con una bolsa gigante de suministros
atados a mi cuerpo. No estaba viajando allí con miedo a Rachel. Estaba
viajando allí por Caden, para ver su cara sonriente, para aferrarme a él
estrechamente, y decirle que lo amaba.

Completa oscuridad me encontró. Esperé silenciosamente. Alguien siempre


venía a encontrarme en segundos. No esta vez, sin embargo.

—¿Caden? —grité. Silencio— ¿Caden? ¿Amelie? —llamé otra vez, más fuerte,
mi voz insegura. Tal vez todos están fuera cazando. Di unos pasos cautelosos
322
Página
hacia adelante, mis manos tanteando la oscuridad en busca de una pared de la
cueva.

Las yemas de mis dedos rozaron algo sólido. No era piedra. Lo pinché y
empujé. Tenía un poco de elasticidad. Como carne muscular dura.

Mi mano retrocedió.

—¿Chicos? Esto no es divertido. Vamos, por favor enciendan una antorcha —


grité con voz temblorosa—. O tráiganme mi linterna.

Suave risa. Alguien estaba intentando duro y fallando en contener el regocijo.


Más burlas y risas disimuladas se unieron a la primera.

—¿Caden? —susurré, mis ojos lanzándose sobre la oscuridad en vano. Escuché


pedernal golpeando roca y una llama estallando detrás de mí. Una ola de alivio
me bañó. Me di la vuelta.

Rachel estaba de pie a un metro y medio lejos de mí, libre de Merth, sus ojos
sádicos amarillo limón bailando con emoción.
323
Página
El Consejo
Traducido por Julieta9768

Corregido por Cande Cooper

C
ontemplé con horror como los labios de Rachel se torcían en una
sonrisa atroz, revelando colmillos blancos perfectamente simétricos.

—He estado esperándote —ronroneó, dando casualmente un paso


adelante.

Cada músculo de mi cuerpo se puso frío y rígido cuando el terror se apoderó


de mí. Mi boca se abrió para gritar, pero sólo un patético jadeo estrangulado
escapó.

Carcajeándose perversamente, Rachel dio un paso más para detenerse al


alcance de un brazo. Con los ojos muy abiertos, vi como su brazo se extendió
lentamente y agarró mi barbilla en su mano, el pulgar y el dedo índice
apretando ambos lados de mi quijada. Con ninguna señal visible de esfuerzo,
me levantó del suelo. Su agarre se apretó, con lo que, finalmente, las lágrimas
llegaron a mis ojos. Aun así apretó, lista para desmenuzar mis huesos en polvo.

—Muy bien, es suficiente —reprendió suavemente una voz de hombre.

Después de una larga pausa y un gruñido de desagrado, Rachel me soltó. Y caí


al suelo cubierto de enredaderas.

Un ejército de antorchas iluminó la zona que nos rodeaba, el cálido resplandor


revelando una habitación hueca en descomposición de al menos tres pisos de
altura. Había agujeros donde probablemente existieron alguna vez las
ventanas y el techo, las paredes de piedra se habían desmoronado ya que había
324
Página
montones de piedra en sus bases. Raíces gruesas levantaban el suelo de
cemento, y una variedad de enredaderas y malas hierbas habían encontrado
un hogar dentro de las fisuras. En un extremo había una piedra grande y
rectangular en una tarima levantada. Un altar, tal vez.

Sin embargo, apenas noté nada de esto, mi atención se clavó en el grupo de


espectadores atractivos que me rodeaban. Vampiros.

De alguna manera la sensación volvió a mis piernas y mis pies comenzaron a


deslizarse hacia atrás, tratando en vano de escapar de la mirada venenosa de
Rachel, aunque sabía que era inútil. Me apoyé en algo. O alguien.
Conteniendo la respiración, me di vuelta poco a poco.

Iris blancos me devolvían la mirada.

Esta vez, cuando mi boca se abrió, un grito ensordecedor escapó.

—Cálmate —pidió el vampiro mutante, encogiéndose. Ya era demasiado tarde


para eso, sin embargo. Estaba temblando incontrolablemente. Mis ojos se
clavaron en sus dedos largos y esqueléticos cuando llegaron por mi hombro.
Me estremecí bajo la temperatura escalofriante de su piel, lo que era una
diferencia de la calidez de Caden. Las retiró, en su lugar levantando ambas
manos frente a él, con las palmas hacia fuera, en un gesto de paz—. No te
haremos daño. ¡Mira! Allí, tus amigos, están justo ahí.

Tomó un poco de esfuerzo alejar mi mirada lejos de su rostro demacrado, pero


intenté que mis ojos siguieran el dedo larguirucho. Hundido en el suelo al lado
de mi estatua, sujeto con Merth, estaba Caden. Amelie, Fiona, y Bishop
estaban a cada lado de él, todos en la misma situación desesperada.

—¡No! —Lloré, mis ojos observando a Caden, viendo sus ojos cambiar del
dolor inconsolable mientras caían sobre mí a la peor furia imaginable mientras
su mirada se desviaba hacia Rachel. Solté un suspiro de alivio al saber que
todavía estaban vivos. Por ahora.

Una vampira diminuta y femenina con rasgos asiáticos se adelantó.


325
Página
—Es un placer conocerte, Evangeline —dijo con una voz suave y maternal.
No parecía mucho mayor que yo, aunque yo ya comprendía. Con su largo
cabello de color ébano, ojos almendrados negros, piel blanca como la nieve y
labios rojos como la sangre —el contraste tan sorprendente que era siniestro—
parecía una Geisha. Pero sabía que nada de eso era maquillaje. Sonrió
cálidamente mientras la observaba, su aparentemente sonrisa genuina, a
diferencia de una de las burlonas con dientes de Rachel.

—Hola. —Mi voz era temblorosa y estaba temblando violentamente, pero no


podía detenerme.

—Me imagino que ver a Rachel fue un poco más que una sorpresa para ti,
después de haberte deshecho de ella tan efectivamente la última vez que
estuviste aquí.

Mis ojos se dirigieron a Rachel para verla en plena ebullición, con la intención
de congelar la sangre corriendo por mis venas. Creo que podría tener éxito
esta vez.

—Deberías haberla matado entonces. Está bastante enojada —La vampiresa se


rió entre dientes.

Aventuré otra mirada a Rachel a tiempo para ver su labio superior curvarse de
nuevo en una sonrisa verdaderamente atroz. Esa boca tocó una vez a Caden.
Quería vomitar. No era hermosa. Era una serpiente venenosa.

—No te pasará nada bajo nuestra protección, sin embargo —me aseguró la
vampiresa, con una voz tan suave como la mantequilla recién batida—. Mi
nombre es Mage. Este —apoyó la mano sobre el antebrazo del vampiro de ojos
blancos—, es Jonah.

Lo miré, pero rápidamente desvié la mirada, mi piel arrastrándose con


repulsión.

—No te preocupes. Entendemos que tomará algún tiempo acostumbrarte a su


rostro. Puede ser aterrador. Sobre todo después de tu experiencia previa con
ese lunático, Jethro —Mage se deslizó más cerca de mí—. Deberías haber
326
Página
venido a nosotros antes, Evangeline. Esto —hizo un gesto alrededor de la sala
gigante sin techo—, es el Consejo.

Mis ojos siguieron su mano, observando el grupo. Había dieciséis vampiros en


total contando a Rachel, Mage, y Jonah, ocho hembras y ocho machos de
varias razas, incluyendo dos de los mutantes de ojos blancos. Y se habían
puesto la ropa que traje para Caden y los otros.

Me retorcí cuando dieciséis pares de ojos de colores brillantes me estudiaron,


el primer ser humano de pie delante de ellos durante tantos siglos. ¿Se están
preguntando a qué sabe mi sangre? ¿Están imaginando cómo torturarme mejor
para obtener las respuestas de mí que ni yo misma sé?

—Probablemente te estés preguntando qué pasó mientras estabas fuera,


¿correcto? —Mage alzó una ceja delgada como un lápiz. Sus gestos me
recordaron a una profesora de escuela primaria que tuve una vez, generosa
pero con un toque de severidad. Había sido imposible juzgar el estado de
ánimo de esa maestra con precisión. Mage no esperó mi respuesta antes de
seguir hablando—. Ya ves, tomamos parte en esta búsqueda del tesoro tan
intrigante, a la que Rachel había enviado a algunos de nuestros miembros del
Consejo. Sonaba... interesante, pero un poco sospechoso. Hemos estado
oyendo rumores de cosas extrañas que suceden en las montañas;
desapariciones, incendios, licántropos. Como el cuerpo de gobierno, nos...
Preocupamos. Así que decidimos conseguir la verdad de buena fuente, por así
decirlo —Mage rió como si hubiera hecho una broma—. Sabíamos que Rachel
estaba en la montaña de Jethro —su mirada firme fue hacia Caden, y sonrió
sarcásticamente—, con su “alma gemela”.

Me encogí.

—Tras cierta confusión inicial, y un oso bastante furioso con el que tuvimos
que lidiar, nos encargamos de todo.

—¿Big Brown? —susurré, mis ojos agrandándose.

—Sí, qué desperdicio —La decepción cruzó por sus facciones delicadas—. Era
un luchador. Tomó tres de mis miembros del Consejo para acabarlo —Mis
327
Página
miembros del Consejo. Así que Mage es la líder. Eso significaba que tenía que
ser poderosa—. Por suerte llegué a tratar con él antes de que alguno más
falleciera —añadió casualmente. Mis ojos se abrieron, ante la comprensión de
su significado. Era muy poderosa.

—De todos modos, tus amigos parecen tener esta idea errónea sobre nosotros
y de nuestros valores. Sólo es un malentendido, de verdad. ¿De acuerdo, todo
el mundo? —preguntó sonriendo dulcemente, sus ojos enfocándose en Caden.
No podía esperar una respuesta de ellos, por supuesto. Fueron atados y
torturados.

—¿Por qué están sometidos, entonces? —le pregunté tímidamente.

—¡Oh, eso! Bueno, no queríamos hacer nada apresurado cuando llegaras, antes
de que tuvieras la oportunidad de conocernos y ver que somos amigos —Hizo
una pausa para el efecto—. ¿Te gustarían desatados?

Mi cabeza se movió mecánicamente hacia arriba y abajo.

Mage asintió con la cabeza hacia Jonah. Él se acercó a ellos y, enganchando el


dedo debajo de sus ataduras, las quitó sin esfuerzo.

Correcto. Los mutantes son inmunes al Merth.

Los cuatro estuvieron en sus pies de inmediato. Di un paso hacia adelante,


pero vacilé, mirando primero a Rachel, que parecía a punto de saltar, y luego a
Mage.

—¡Adelante! —estimuló Mage, instándome con las dos manos.

No perdí ni un segundo más en dudar. Salí corriendo hacia adelante para


tirarme al pecho de Caden. De inmediato envolvió sus brazos alrededor de mí.

—Lo siento mucho —susurró, plantándome un tierno beso en la frente.

Oí un fuerte silbido y gritos y luego el mundo giró como un trompo cuando


Caden balanceaba mi cuerpo, enterrando mi cara en su pecho para protegerme
de lo que estaba sucediendo detrás de nosotros. Me mantuvo así hasta que la
conmoción se calmó. Cuando sus brazos aflojaron su agarre, resurgí para
328
Página
encontrar a Amelie, Bishop, y Fiona formando un anillo protector alrededor
de mí. Me asomé por encima del hombro de Caden.

Rachel había sido forzada a sus rodillas, cuatro miembros del Consejo
restringiéndola. Los miró como un animal salvaje, sus pupilas tan prominentes
que sus ojos se veían completamente negros.

—Ahora, Rachel, hemos discutido esto. Si no puedes comportarte, tendremos


que ayudarte —advirtió Jonah con calma, colgando una cuerda de Merth
peligrosamente cerca de su nariz.

—Por supuesto, Jonah —dijo con los dientes apretados. Le tomó unos
segundos, pero se las arregló para recobrar la compostura, incluso produciendo
de una sonrisa semi-genuina. Los guardaespaldas la liberaron con expresiones
dudosas en sus rostros.

—Vamos, Caden. Por favor dile la verdad a Evangeline, como hemos quedado.
Necesita saber que está a salvo —instruyó Mage con voz uniforme.

Levanté la vista hacia el rostro de Caden para verlo mirando desafiante a la


vampiresa, con la mandíbula tensa. Permanecieron así, con el silencio
poniéndose más incómodo a medida que los segundos se prolongaban, hasta
que la voz rasposa de Amelie tomó la palabra.

—Estamos todos muy bien, Evangeline.

—Y, por supuesto, no te harán daño. Eres demasiado valiosa —añadió Fiona
emocionada, demasiado emocionada para su conducta normal. Sonaba
histérica.

Atrapé los ojos blancos de Jonah tocando los suyos. Puede que haya habido un
toque de advertencia allí, pero era imposible saberlo. Era imposible leer nada
en esos ojos espantosos.

Bishop permaneció en silencio, con los ojos fijos en el suelo delante de él, con
los brazos abrazando su pecho con fuerza, como si estuviera conteniéndose.
Hasta el momento, si estaban tratando de convencerme, no estaban haciendo
un buen trabajo.
329
Página
Volví mi atención a Caden, mirándolo inquisitivamente. Esos hermosos iris
verde jade me miraban con adoración. Su rostro se suavizó.

—Sí, por supuesto. Estábamos siendo demasiado protectores contigo. No


estábamos pensando racionalmente. Estás a salvo con el Consejo. No debes
tener miedo —Sonrió con ternura, empujando un mechón de pelo de mi
cara—. Confías en mí, ¿no?

Mi estómago se desplomó. Allí estaba. Esa palabra. La palabra que me había


advertido antes. Me estaba enviando un mensaje. Quería decir que estaba en
un terrible peligro.

—Sí, confío en ti —dije lentamente, enfatizando esa palabra engañosa,


ofreciéndole una pequeña sonrisa y, esperaba, fuera una indicación de que lo
entendí alto y claro.

Me acarició el pelo suavemente mientras Mage hablaba.

—Tus amigos aquí, han sido muy cooperativos en informar al Consejo —dijo,
sonriéndoles a los cuatro otra vez.

¿Cómo de cooperativos? ¿Qué sabe el Consejo? ¿Y cómo consiguieron esa


información? Con los ojos muy abiertos con preocupación, levanté la vista
hacia Caden para verlo mirando al frente ahora, con el rostro inexpresivo. Los
otros mantenían la misma mirada en blanco, una mirada incomprensible.
¿Habían sido torturados?

—Entendemos que estás buscando una manera de traer a tus amigos de vuelta
contigo, con un portal de algún tipo, como esta estatua —dijo Jonah.

Asentí con la cabeza de mala gana. Rachel podía haberles dicho.

—Eso es tan valiente de tu parte —canturreó Mage, sonriendo. Estaba


tratando de conquistarme con amabilidad y adulación. Caminó hacia mí, con
la mano extendida, haciéndome señas para ir hacia adelante. Se detuvo a
medio camino, obligándome a alejarme del lado de Caden, aunque temía
hacerlo, pero sabía que no tenía elección.
330
Página
—Y este collar te dirá cómo, ¿no? —Mage alcanzó el cuello de mi camisa, sus
dedos rozando mi piel. Luché con fuerza contra el impulso de encogerme. Su
largo dedo enganchó la cadena. Tiró de ella hasta que mi colgante se deslizó
fuera.

—Hermoso —murmuró, mirando los remolinos de color naranja brillante. Lo


dejó ir, dejando el pendiente suavemente en el exterior de la camisa, visible
para todos.

—Tus amigos nos hablaron de estos vampiros en el otro lado. Cómo te están
usando —hizo un sonido desaprobatorio—. Es horrible, cómo te engañó esa
bruja y te maldijo. No puedes protegerte a ti misma en contra de ellos. ¿Qué es
lo que han planeado para ti una vez que estés allí?

—He hecho arreglos para ser debidamente atendida después —le respondí
vagamente.

Mage me dio una sonrisa dudosa.

—¿Y confías en ellos? —Dio un paso casual hacia adelante—. Podríamos


ayudarte. Protegerte. Este grupo de nosotros a tu alrededor —Hizo un gesto al
grupo de curiosos vampiros—, es extremadamente poderoso. Mucho más
poderoso que esos tres. Incluso la bruja. Después de todo, nosotros siempre
estaremos en deuda contigo. Podrías tener todo lo que querías. Absolutamente
todo.

Así que era eso. Ese era su ángulo. Cultivar la desconfianza en Sofie, ofrecer su
lealtad y protección —mi propio personal de guardaespaldas chupasangre— y
todas las riquezas imaginables. Todo lo que tenía que hacer era llevarlos a casa
conmigo. Para infestar la Tierra. Para iniciar otra guerra, aniquilando otro
mundo de humanos.

Inteligente vampiro, pero estoy sobre ti y esto no va a funcionar. Gracias a


Dios el colgante enmascaraba mi escepticismo.

—Eso sería genial —dije lentamente, forzando lo que esperaba que se


pareciera a una sonrisa genuina—. Espero poder averiguar dónde está el
portal.
331
Página
—¡Oh, nosotros también! Por el amor de tus amigos, ¡debes hacerlo!

Fruncí el ceño.

—No lo entiendo. Pensé que habías dicho que estábamos a salvo aquí.

—Oh, sí, lo están. Pero, ya ves, hay una multitud de vampiros fuera de estos
escombros. Cientos de ellos. Y nos vieron trayendo esta estatua aquí, y a tus
amigos, sujetos con Merth. El Consejo es de gran alcance, pero sólo dieciséis
de nosotros estamos aquí. Sólo podemos retenerlos durante unos días.
Entonces, cuando se abran pasen y averigüen... bueno, si se enteraran de que
tus amigos estaban planeando un éxodo sin considerarlos siquiera... tus amigos
no durarían mucho —explicó con seriedad—. Después de eso, cuando
regreses... bueno, ese grupo no es tan civilizado como nosotros.

¿Y quién les hablaría de nuestro plan? Me pregunté con amargura. Era tan
claro como el día, la amenaza que Mage colocaba ante mí. Transpórtanos
ahora o tiramos a tus amigos a la horda. Entonces, cuando vuelvas, tendrás
una muerte horrible también.

Miré hacia atrás a Caden y a los otros. Parecían tan lejanos. Tragué el nudo
doloroso formado en mi garganta, sintiendo el peso insoportable de la
situación empujando hacia abajo sobre mis hombros.

—Bien entonces, tenemos que sacar a todos de aquí antes de que eso suceda —
Mage sonrió satisfecha de sí misma.

—La bribona está mintiendo —gruñó Rachel.

Mage rió suavemente.

—Nunca se arriesgaría a hacer algo contra nosotros, ni a darnos tales


expectativas, sólo para tratar de engañarnos. Especialmente cuando eso nos
haría venir y tener que actuar en consecuencia —añadió, sonriendo mientras
pronunciaba otra silenciosa pero clara amenaza igualmente mortal.

Qué vampiro pico de loro.


332
Página
—No seas un idiota —Rachel se burló con una sonrisa arrogante, que fue
eliminada rápidamente cuando Jonah arremetió, golpeando su mejilla y
enviándola a volar. Rachel se puso de pie al instante, limpiándose una gota de
sangre de su labio. Era un hervidero de rabia.

—Te lo advertí, Rachel —dijo Mage con calma, dándole un vistazo a Jonah.
Otro hilo de Merth mágicamente apareció en su mano.

Rachel gruñó. Sus ojos se clavaron en mí, dimensionando la distancia entre


nosotras. Sabía lo que estaba pensando. ¿Podría llegar a mí antes de que Jonah
o Mage la interceptara? No. Decidió que no podía.

Con un grito enloquecido, se lanzó por la siguiente mejor manera de romper


mi corazón fuera de mi cuerpo, sin necesidad de poner un dedo sobre mí.

Caden.

Era como ser testigo de un accidente de tráfico horrible en cámara lenta,


aunque sabía que se movían a gran velocidad, lo suficientemente rápido como
para que no fuera capaz de discernir nada de eso.

Afortunadamente, Caden, más hábil en el vuelo que Rachel, se soltó de sus


manos antes de que pudiera agarrarse a él. Ella se estrelló contra la estatua con
la fuerza suficiente para hacerla temblar varias veces antes de que finalmente
se derrumbara. El suelo se estremeció con el choque.

—¡Mira lo que has hecho, Rachel! —la regañó Mage—. Tienes suerte de que
no se rompiera. ¡Evangeline pudo no haber sido capaz de volver!

Rachel no tuvo oportunidad de responder, sin embargo, cuando Jonah tiró un


hilo de Merth alrededor de su cuello. Cayó al suelo como un saco de patatas, y
fue inmovilizada frente a mí, su mirada gélida aún clavada en mi cuerpo.

La nueva posición horizontal de la estatua me dio una visión clara de la mano


de la mujer. Nunca la había visto tan cerca antes. La mano de la estatua. La
petición de Sofie. Mi regreso a las garras del Consejo y Rachel había
desterrado la sugerencia de Sofie de mis pensamientos, hasta ahora.
333
Página
Me agaché para mirar de cerca la mano. Sus dedos estaban retorcidos en una
pose incómoda antinatural, como si agarraran con torpeza algo pequeño.
Como... un corazón.

Mi colgante.

Grité de dolor cuando una descarga de electricidad me sorprendió, a la vez


que una ráfaga llamativa de luz azul explotaba de mi colgante.
334
Página
El Portal
Traducido por _alial98- y Jazmín

Corregido por MaryJane♥

M
is ojos se abrieron alarmados.

—¿Qué es eso? —exclamó Mage, dando palmadas. Ella era una


versión femenina de Viggo. Probablemente igual de malvados.
Ellos se llevarían bien.

—No lo sé —contesté, perpleja. Toqué vacilante con las yemas de los dedos el
brillante corazón azul. Hacía un frío glacial. ¿Qué significaba? ¿Es esta luz azul
cómo se comunica el colgante? ¿Me he tropezado con el portal?

Otro brillante destello de luz azul y una dolorosa sacudida respondió.

Mi boca se abrió. Me estaba contestando.

—Es la estatua, ¿no es así? ¿Ese es el portal? —susurró Mage, sus ojos furiosos
con expectación.

Mi boca se cerró de golpe cuando apreté mis dientes juntos. Estúpido vampiro
intuitivo.

Un murmullo de expectación zumbó a través de la sala de descomposición, el


primer indicio de que los otros miembros del Consejo eran capaces de hablar.

—Todavía no estoy segura —contesté con sinceridad, mirando fijamente


abajo a la mano de la estatua de nuevo, estudiando más detenidamente, sin
hacer mi punto focal obvio. ¿Entonces, todo lo que tengo que hacer es colocar
335
Página
mi corazón en eso? Le pregunté al colgante. El colgante brillaba y me
sorprendió una vez más en respuesta.

¡Estaba contestando mis preguntas!

Pero no podía sacar el colgante o iba a morir... ¿Tal vez no tengo que quitarlo
para que el hechizo funcione?

Otro brillo, otra sacudida.

¿Cómo funcionaba esto? Rápidamente lo probé. Si estoy en lo correcto, ¿me


sacudirás? Pregunté. Sentí la sacudida al responder. Si estoy equivocada, ¿me
sacudirás? Nada. Así que una sacudida y la luz azul significaban una
afirmación. Con impaciencia empecé formular preguntas en mi
cabeza. ¿Puedo traer a más de un vampiro? Sí, me dijo.

¿Cómo sabrás traer a Caden, Fiona, Amelie, y Bishop? Esperé durante unos
cinco segundos, pero no hubo ninguna sacudida o resplandor de
reconocimiento. Pero tal vez esa pregunta era demasiado abierta. ¿Tengo que
estar tocándolos? No hay reacción. Así que la respuesta era no. ¿Hay alguna
otra cosa que necesitan hacer? Sí, me dijo. ¿Sin embargo, qué? Una vez más,
una pregunta abierta que el colgante no pudo contestar.

Me quede en silencio, mordiéndome el labio inferior, mirando a la estatua,


reflexionando las posibilidades.

La ira estalló dentro de mí. El portal había estado frente a nosotros todo el
tiempo y fui demasiado estúpida para mirar. Debería haber sido el primer
lugar que mirara, ¡era tan obvio! Podría haber terminado esta maldita
maldición y liberarnos hace mucho tiempo.

Entonces no me tienen que tocar... ¿Tienen que tocar la estatua? Sí, dijo.

Así que... si tocan la estatua cuando ponga el collar en tu mano, ¿ellos van a
venir a casa conmigo? La última sacudida y resplandor de la afirmación me
hizo jadear en voz alta.

¡Lo había entendido! ¡Sabía cómo llevarlos a casa conmigo! Mi sonrisa


seguramente se extendía de oreja a oreja.
336
Página
—¿Qué pasa? —siseó Jonah impaciente.

La sonrisa de inmediato desapareció. Había estado tan envuelta con el


descubrimiento que se me olvidó el dilema en que estábamos. El circulo de los
antiguos, poderosos, vampiros desesperados todavía me rodeaba, escudriñando
cada uno de mis movimientos. ¿Cómo voy a hacer esto?

—¿Y bien? —presionó Mage.

Mis ojos recorrieron el Consejo, sin posarse en algún individuo pero viéndolos
perfectamente. Sí, todos estaban mirando fijamente, con un crecimiento más
agitado al segundo, como perros alrededor de un barril de carne, esperando
pacientemente a que la única respuesta que estarían dispuestos a escuchar.

—No estoy segura de lo que me está diciendo aún —murmuré, asumiendo mi


mejor mirada de confusión. Me senté en frente de la estatua, con las piernas
cruzadas y las manos contra las sienes como si me concentrara
profundamente. Fue una buena cobertura para ocultar mi expresión de pánico.
Tenía que encontrar una salida en este lío.

En silencio sopesaba mis opciones. Si no hacía nada, estábamos todos muertos.


No era una opción. No quería morir. No podía dejar que los otros murieran.
Pero ¿cómo iba a integrar mi collar en la mano de la estatua y conseguir que
Caden, Amelie, Fiona, y Bishop toquen la estatua, mientras que un circulo de
vampiros se cernían a nuestro alrededor? Vampiros, me recordé, que podían
moverse a la velocidad del rayo y desgarrar mi cuerpo en un abrir y cerrar de
ojos. Quienes lo harían si sospechaban que estaba tratando de intentar
dejarlos. Y sería una tonta por pensar que podría ser más astuta que estos
monstruos eternos.

Sólo tenía una opción. No había alternativa. Tendría que traerlos de vuelta
conmigo.

A todos ellos.

No había, es decir, muchos, realmente. Me convencí a mí misma,


mentalmente realizando un recuento. Viggo y Mortimer tenían más que
suficiente espacio y dinero para alojarlos. Sofie habría conectado exitosamente
337
Página
el lugar con Merth por lo que estarían atrapados, incapaces de causar estragos
en Nueva York. Y Sofie tendría ese talismán del que estaba diciendo sobre los
humanos estando a salvo de la sed voraz de los vampiros.

Había hecho un juramento de meñique, aunque...

Las circunstancias actuales tenían que justificar una excepción. Sofie no


querría que muriera aquí esta noche. Tenía que creer eso. Así que fuera cual
fuera la complicación con el hechizo en la tumba de Veronique, Mortimer y
Viggo tendrían que esperar un poco más para reunirse con su novia la momia.
Al menos tendrán un montón de vampiros venenosos a su disposición cuando
llegara el momento.

Cuanto más pensaba acerca de este plan, más cómoda me sentía con él y más
fácil era convencerme de que tenía razón. Viggo, Mortimer, y Sofie podrían
hacerle frente a este lote. Después de todo, ¿por qué debo morir, junto con
Caden, Amelie, Fiona, y Bishop haciendo lo que me pidieron que…? Por lo
que me maldijeron para que lo hiciera. Querían un vampiro infectado. Bueno,
ellos recibirían veinte.

Espera, no veinte. Diecinueve.

Me puse de pie y me volví hacia Mage, con miedo a hacer mis movimientos
robóticos. Tragando el nudo gigante en mi garganta, tomé una respiración
profunda.

—Sé cómo hacerlo. Sé cómo traerlos a todos de vuelta.

—¡No! ¡No! ¡Son monstruos! ¡Destruirán tu mundo! —gritó Amelie.

Un instante después la vi plegada a la rodilla de Jonah quien le dio un


poderoso golpe en el estómago. Caden se abalanzó sobre el mutante, gruñendo
profundamente. Jonah estaba listo para él, sin embargo, esquivó fácilmente el
ataque y contrarrestó con su propio empuje, envío a volar a Caden atrás, hacia
la multitud de miembros del Consejo. Ojos se iluminaron de placer malicioso,
y siete pares de manos lo alcanzaron.
338
Página
—Suéltenlo en este momento o ninguno de ustedes podrá salir nunca de este
lugar —advirtió alguien con voz firme. Diecinueve pares de ojos se volvieron
a mirarme, me di cuenta entonces de que había hablado yo, saqué valor para
decirlo desde algún lugar muy profundo dentro de mí.

La amenaza funcionó. Ellos se apartaron de Caden, dándole un montón de


espacio.

Me volví hacia Mage.

—Con una condición, sin embargo, no es negociable —estipulé, reuniendo


tanto valor como me fue posible, rogando que no pudieran ver más allá de la
máscara de valentía de un humano quien estaba a punto de hacer pis en sus
pantalones en terror. Hacer demandas a los vampiros era probablemente una
proposición fatal, pero tenía poco que perder.

Los ojos de Mage se estrecharon.

—Continúa —ordenó a través de una sonrisa con los labios apretados.

—La única manera que voy a hacer esto es sin Rachel.

Una relajada risa de Mage hizo eco a través de la estéril sala.

—¿Eso es todo? Por supuesto. Ella es más problemas de los que vale la pena. —
Ella sostuvo su mano y me la estrechó, sintiendo un calor confortable de su
delicada piel y me pregunte si hacia un trato con el diablo con esto.

Miré hacia el bulto inmóvil que era Rachel, esperando ver a su helado, fulgor
penetrante aún clavado en mí. Pero su enfoque estaba fijo en Mage, con los
ojos llenos de dolor y conmoción. Supongo que nunca había esperado ser
dejada de lado tan fácilmente.

Así que estaba decidido...

Miré a Caden y a los otros, entonces, y vi sus ojos llenos de temor. Todo irá
bien, intente transmitirles con mi expresión.

—Entonces, ¿cómo lo haces? —preguntó a Jonah.


339
Página
Abrí la boca para explicar y rápidamente la cerré. No, no iba a darles más
información de la necesaria. Esa fue una petición que Sofie hizo y que me
gustaría escuchar, por lo menos.

—Todo el mundo un paso al frente y coloque una mano sobre la estatua —


instruí.

Los quince miembros del Consejo aparecieron al instante alrededor de la


estatua, sus ojos brillaban ansiosamente. Sólo mis cuatro vampiros arrastraban
sus pies mientras se movían a regañadientes hacia nosotros.

—¡Dense prisa, o nos iremos sin ustedes! —espetó Jonah.

—No, no lo haremos —respondí suavemente. ¿De dónde viene ese valor de


nuevo?

Sus fríos ojos blancos se clavaron en mí y vi un parpadeo de sorpresa en su


rostro antes de suavizarse. Con un ligero movimiento de cabeza y un guiño,
volvió los ojos hacia su mano sobre la estatua. La inquietud se agitó en mí, y
no sólo debido a su horrible rostro. Había un significado en su guiño.
Probablemente quería matarme, pero no podía. Ese conocimiento me trajo
mucho consuelo.

Mis cuatro vampiros finalmente llegaron a la estatua, Jonah consideradamente


moviéndose para dar cabida a Caden a mi lado. Extendí la mano y agarré su
brazo, con una necesidad incontrolable de estar conectada con él. Él se
inclinó.

—¿No hay otra manera?

Negué con la cabeza.

—Todo estará bien —le susurré—. Sofie está preparada.

—No creo que esté preparada para esto... —murmuro él, sus ojos nerviosos
revoloteando sobre la multitud alrededor de la estatua.

—No te preocupes —ofrecí débilmente, desesperada por terminar con todo


esto. Alce mi voz nuevamente—. Bien ahora, todo el mundo solo... quédense
340
Página
justo donde están —Di las instrucciones, mis ojos sobre mis cuatro vampiros
para asegurarme de que me escucharon—. No se muevan. —No sabía si no
moverse era un requisito, pero no tomaría ningún riesgo.

Diecinueve vampiros se inclinaron más hacia la estatua, sus palmas extendidas


sobre la estatua. Deben haber estado pensando en lo mismo. Podía sentir la
ansiedad y la emoción al mentir caer sobre mí como una manta pesada.
Después de setecientos años, estarían en un mundo con seres humanos de
nuevo. Mi corazón comenzó a golpear contra mi pecho mientras la histeria
brevemente me abrumó. No puedo creer que esté haciendo esto. ¡No puedo
creer que esté desatando esto en mi mundo!

—¿Estás bien? —preguntó Caden. Observé a Caden, encontrando la calma en


esos espectaculares ojos jade.

Todo estaría bien. Tenía que hacerlo. Con un guiño y una sonrisa, me arrodillé
y acerqué el colgante sujetándolo con mi mano temblorosa hacia la mano de
piedra de la estatua. Hacia el portal.

Al acercarse a su lugar de descanso previsto, el corazón del colgante comenzó


a relucir un color verde azulado deslumbrante, como la luz del sol proyectada
sobre aguas tropicales. Al igual que los ojos de Caden. La helada se desvaneció
a una temperatura perfectamente cómoda. Titubeé mientras luchaba para que
el collar entrara dentro de la punta de los dedos de la estatua. No quería
encajar. ¿Tal vez lo había entendido mal de alguna manera? Tal vez…

Oí un chasquido.

—¿Ahora qué? —preguntó Mage en un susurro, sus ojos abiertos.

Congelada de cuclillas así no movía el colgante, murmure—: Ahora


esperamos. —Por favor deja que esto funcione, rezo. No dejes que haya más
piezas en este rompecabezas. Este grupo no parecía ser muy paciente. Estarían
despellejando la piel de mis brazos pronto si esto no funcionaba.

Los segundos se alargaron y mi nerviosismo aumento. Estaba casi convencida


de que había malinterpretado el mensaje del colgante cuando una ola de
cansancio me golpeó. Reconociendo la llamada de vuelta a la Tierra, mire a
341
Página
Caden, luego a Amelie, Bishop, y Fiona. Podía verlo en sus ojos, ¡ellos lo
sentían! Mire al alrededor en el Consejo, vi su confusión y pánico; habían
pasado demasiados años sin experimentar el cansancio.

—¡Está funcionando! —susurré sin aliento.

Mirando hacia Caden, vi sus ojos fijos en mí con adoración. Sus labios se
movían mientras articulaba, te amo.

A pesar de las actuales circunstancias, mi corazón salto un par de latidos. Abrí


mi boca para devolver el sentimiento…

Y vi con horror mientras volaba hacia atrás hasta chocar contra los escombros
a unos cien de metros de mí, arrojado lejos de la estatua por un Jonah todavía
con aire de suficiencia sonriendo. Arrojado lejos de la salvación. Lejos de mí.

—¡No! —grité mientras Amelie corría hacia su hermano.

Ellos no iban a volver a tiempo. Dentro de cada fibra de mi ser, sabia eso. Nada
de esto valía la pena si no los tenía.

Busqué frenéticamente mi collar, intentando sacarlo…

Un cielo azul sin nubes adornaba más allá del techo de cristal por encima de
mí. Estaba tendida en el camino empedrado del atrio, junto a la tumba de
Veronique, la terrible imagen de Caden volando lejos y Amelie persiguiéndolo
seguían aun vivas en mi mente. Me puse de pie, necesitando ver esos dos
rostros. Sabiendo que desearía estar muerta si no lo hacía.

Encontré a Viggo y Mortimer primero. Estaban sentados en su mesa de café,


inmóviles, sus ojos saltando con pánico. Sofie estaba de pie junto a ellos,
pálida, sus ojos menta moviéndose salvajemente. Seguí su mirada.

Había cuerpos por todas partes.


342
Página
Había querido cuatro. Había esperado diecinueve. Pero había más. Muchos
más. Pieles color crema, hermosos rostros extendidos descansando en los
caminos empedrados y en los jardines de flores.

Tenían que haber cien, al menos, y ninguno de ellos se movía. Sin embargo.

—¿Qué es lo que has hecho? —susurró lentamente Mortimer, claramente en


shock.

—No se suponía que fuera así —balbuceé, sacudiendo mi cabeza de atrás y


adelante en fuerte negación.

—Te advertí dos veces sobre los resultados inesperados, ¿no? —murmuró
Sofie, su tono de voz sorprendentemente tranquilo, dada la desastrosa
situación. Los cuatro estábamos de pie en un campo minado de vampiros en
estado de coma.

El sonido de cristales rotos me llamó la atención mire arriba a tiempo para ver
un elegante cuerpo negro deslizarse a través del aire desde un balcón del
quinto piso. Max cayó a mi lado con la agilidad de un gato. Los otros perros
arrancaron la puerta de la mansión y me rodearon en segundos. Leo salió
corriendo cerca detrás de ellos.

—No estoy seguro la cantidad de ayuda que van a ser, Máximos —murmuró
Mortimer.

Tantos vampiros. Tantos vampiros quienes se podrían furiosos en cuanto


olieran mi sangre.

—Sofie, ¿el talismán? —le recordé, susurro desesperado.

Ella vaciló, la angustia en sus ojos.

—No se suponía que estarías de vuelta aun —susurro—. Lo siento tanto,


Evangeline.

Me quedé boquiabierta.

—Evangeline, ven aquí, ahora —siseó Viggo, su voz revelando miedo por
primera vez en la historia.
343
Página
—¡No! no te muevas. Ni una pulgada —contraatacó inmediatamente Sofie, su
mano extendida para quedarme, sus ojos fijos en un cuerpo moviéndose.

Cuerpos comenzaron a temblar y sacudirse entonces, elevándose


gradualmente como cadáveres que vienen a la vida en una película cursi de
terror. Sus vivos ojos se precipitaron violentamente inspeccionando;
orientándose a sí mismos.

Un susurro se levantó de Sofie. Un encantamiento.

—¿Que estás haciendo? —siseó Mortimer, frunciendo el ceño.

Ella lo ignoró.

Alguien más se le unió, amplificando el encantamiento, una voz masculina,


desde algún lugar detrás de mí. Me gire para ver de quién se trataba pero un
cuerpo que yacía atado por cuerdas plateadas sobre los empedrados me
distrajo. Rachel. ¿Cómo llegó ella aquí? ¡Ella no había estado cerca de la
estatua! Si ella lo hizo...

Mi corazón empezó a correr mientras escaneaba a la multitud.

Encontré a Caden y Amelie a tres metros de distancia, las dos caras que temía
que nunca volvería a ver de nuevo. Fiona y Bishop estaban cerca también.
Grité, y lágrimas de alegría comenzaron a caer rápido por mi cara. ¡Lo habían
conseguido! Caden y mis tres queridos amigos habían sido rescatados de su
infierno. En ese momento, no me importaron los otros cien vampiros. Viggo y
Mortimer podrían tratar con ellos.

Oí la prisa repentina de las llamas mientras un anillo de fuego se desataba en


torno a la estatua de Veronique. Sofie debía haberlo iniciado. No me
importaba. Ellos podían lidiar con eso también.

Vi con ojos esperanzados a Caden, esperando con impaciencia que


comprendiera plenamente dónde estaba. Ellos estaban salvajes con la
confusión al principio, pero luego vi el destello de la comprensión. Él sonrió
mientras sus ojos se posaban en los míos. Su sonrisa se hizo más amplia. Exhalé
344
Página
pesadamente, con el alivio inundando mi cuerpo. Quería correr hacia él, para
saltar a sus brazos, sentir su cuerpo presionarse contra el mío otra vez.

Sus fosas nasales se dilataron mientras inhalaba profundamente.

Un indicio de miedo despertó...

Vi como sus labios se curvaron en una mueca, luego su rostro


contorsionándose en una mezcla horrible de placer y angustia. Estaba
apretando los dientes con fuerza, mientras luchaba contra el insoportable
impulso. Apretó sus ojos fuertemente cerrándolos. Cuando se abrieron, sus
hermosos ojos jade se habían ido, tragados por completo por pupilas dilatadas,
con sólo un estrecho borde jade alrededor de esos círculos negros gigantes. El
blanco de sus ojos se había vuelto carmesí, las diminutas venas blancas en ellas
pulsando. Eran los ojos de un vampiro sediento.

El gruñido de respuesta de Max levantó los pelos cortos en mi cuello.

Caden ni siquiera reconoció la amenaza del perro. Esos ojos demoníacos se


clavaron en mí. Dio un paso vacilante, y luego se lanzó.

Max interceptándolo, saltando por el pecho de Caden, al mismo tiempo que yo


gritaba—: ¡No!
345
Página
Exiliada
Traducido por Lina Loops♥& Jazmín

Corregido por Liraz

M
i grito ensordecedor se desvaneció a un gemido sordo cuando miré
a mi alrededor, desconcertada por mi nuevo entorno. Estaba
sentada en una silla grande y cómoda delante de una ventana.
Todo el exterior era blanco y verde de nieve y los árboles. Imponentes
montañas cubiertas de nieve y un océano sin fin de árboles de hoja perenne.
No en el atrio. Sin mis amigos. Sin el foso de vampiros, dispuestos a romperme
en mil pedazos.

Sin Caden.

—¡No de nuevo, Sofie! —gemí, dejándome caer de nuevo en la silla. Sentí mi


frente arrugándose. Apreté los ojos cerrándolos con fuerza, pero las lágrimas
todavía encontraban una salida, rodando por mis mejillas en un flujo
constante. Otro mundo, otra vuelta de tuerca a esta maldición que nunca
acababa. ¿Es este otro de los resultados inesperados de Sofie?

—¿Está todo bien, Evangeline?

Salté de mi silla, sorprendida por la voz masculina, el tono familiar, pero el


acento, un acento irlandés de espesor, nuevo. Girando, me encontré frente a
una pared de caras. Leo estaba más cerca de mí. Detrás de él había otras ocho
personas que reconocí cómo el personal de Viggo y Mortimer, así como Julian
y Valentina Forero. En la esquina había dos hombres con vello facial
suficiente que podrían ser confundidos por un par de yetis de montaña. Uno
de ellos debe ser el irlandés. Pero ¿por qué el hombre me habla como si me
346
Página
conociera? Salvo por Leo y los yetis, todo el mundo parecía tan confundido
cómo yo me sentía.

Max llegó trotando desde el pasillo para detenerse a mi lado, seguido por sus
compañeros de manada.

—¿Max? —dije con alivio, lanzando mis brazos alrededor de él. Él respondió
acariciándome cariñosamente con el hocico en mi mejilla.

La voz irlandesa volvió a hablar.

—Sin duda estás confundida en este momento...

Jadeé cuando vi de quién eran los labios que se movían: Leo. Su actitud de
abuelo y acento británico distinguido habían desaparecido, reemplazado por
algo de duende Irlandés.

—Te lo explicaré todo más tarde, pero sabías que era esto o la muerte.
¿Darlene? —Él se dirigió a una de las criadas de edad avanzada que estaban en
las nubes, teniendo guantes de látex de color amarillo en las manos—. Hay un
portapapeles en la mesa que hay en el pasillo, con instrucciones.

Darlene miró fijamente durante un momento más, desconcertada.


Obviamente, yo no era la única sorprendida por la doble personalidad de Leo.
Eso, o que ella todavía estaba tratando de envolver su cabeza en torno al
hecho de que había estado fregando un inodoro sólo unos segundos antes y
ahora estaba en una cabaña en las montañas. Finalmente, ella asintió con la
cabeza y, lentamente se quitó los guantes, arrastrando los pies fuera de la
habitación. Los otros siete miembros del personal se arrastraban detrás de ella.

Eso me dejó a mí, los perros, los niños Forero, los dos yetis, y el hombre que se
parecía a Leo de pie en la sala grande.

—Valentina, Julian, por favor vean a Darlene para su hospedaje —dijo Leo a
ellos—. Tendrán que compartir habitación.

—¿Dónde diablos estamos, mayordomo? ¿Y dónde están nuestros padres? —


espetó Julian.
347
Página
Leo se acercó a parándose frente a un futuro narcotraficante, una sonrisa de
triunfo en su rostro.

—No soy el mayordomo aquí, Julian. Aquí, en estas montañas, yo soy Dios.
Cabréame una vez y te arrojare a los lobos antes de que puedas parpadear. Tus
padres son carne de vampiro. La única razón por la que no lo eres es debido a
la ingenuidad de Evangeline. ¿Entiendes?

Mis ojos se desorbitaron, escuchando a Leo decir la amenaza. ¿Dónde está el


dulce, viejo abuelo mayordomo?

Julian y Valentina desaparecieron en cuestión de segundos, el mensaje claro.


Satisfecho, Leo se volvió hacia los dos yetis, dirigiéndose a ellos en un idioma
extraño que nunca había escuchado antes. Los yetis gruñeron al unísono y
salieron por una puerta lateral.

Ahora que estaba sola con Leo, desconfiando de las otras sorpresas que tenía
reservado para mí. Lo observé con calma caminar hacia una de las estanterías.
Bajó un libro y comenzó deslizar las páginas hasta una parte gruesa.
Punteando desde las páginas, colocó el libro en el lugar que le corresponde, y
luego se acercó a mí.

—Aquí. —Me lo entrego. Mi nombre, escrito en garabatos florales de Sofie,


adornaba el frente—. Esto debería hacer algunas de las cosas más claras.

Me quedé en silencio mirándolo. Hizo caso omiso de mi expresión estupefacta


y continuó.

—Voy a conseguir acomodarnos, si necesitas algo sólo grita. —Pasó uno de los
perros, Remington, lo reconocí por el color azul oscuro del collarín y un
rasguño debajo de la barbilla, y luego se alejó, con una sonrisa de complicidad
en su cara.

Cuando se fue, me volví a Max.

—¿Quién es ese? —susurré.

Max emitió un estallido de risa resoplando. Ese es Leo. Es una larga historia. Él
va a explicarlo más adelante.
348
Página
—¿Sabes lo que pasa?

Lee la carta.

Gruñí, molesta. No podría decir si era el miedo de tergiversar los hechos o


pura pereza por parte de la gigante bestia lo que llevaba a Max a tales
respuestas inútiles. Busqué un lugar para sentarme, mirando mi entorno, por
primera vez. El lugar me recordó a un chalet de esquí, con su techo alto y
chimenea de piedra. Los muebles estaban todos hechos de madera y de felpa,
telas casuales rellenas con comodidad suficiente para sumergirse. En general,
un ambiente agradable.

Terminé volviéndome a sentar en la silla junto a la ventana, agarrando el


sobre rígido, de grosor en mis manos temblorosas. ¿Qué podría encontrar
aquí? ¿Iba a decirme que Sofie había estado mintiendo todo este tiempo? O
¿que Caden y mis amigos estaban muertos? Sólo había una manera de
averiguarlo. Exhale fuertemente.

—Al igual que quitar un curita, Max —murmuré mientras rompía el sobre, y
añadí—: que es una locura, pegada a mi axila.

En su interior había varias páginas de papel rayado y una pila de fotografías.


Hojeando las imágenes primero, vi que eran las que Amelie había tomado
durante mi última visita a las cuevas. Sofie las había impreso para mí.

Mi estómago se cayó cuando vislumbré una imagen sincera de Caden apoyado


contra una pared de la cueva cómo una modelo en un anuncio de pantalones
vaqueros de diseño. Él estaba sonriendo a algo invisible en la distancia, sus
ojos de jade brillantes con placer. Me dolía el corazón ver esa sonrisa, tenía
tantas ganas de verlo de nuevo, verlo para poder borrar la mirada asesina
ahora grabada en mi memoria, la expresión de su cara cuando se dio cuenta de
lo mucho que me quería matar. Él probablemente lo habría hecho, si yo no
hubiera sido sacada de allí.

Él había estado en lo cierto.

Agonía rompió mi corazón. Dejé a un lado las imágenes por el momento y


desplegué la carta para ver la elegante escritura de Sofie.
349
Página
Toma una respiración profunda.

En primer lugar, permíteme asegurarte que esto no es otro hechizo en el que


tendrás que correr en una búsqueda inútil en otro mundo. Te lo prometo.
Estás aquí todavía, dos pies firmemente plantados en la tierra. Simplemente no
voy a decir dónde estás, para seguridad de todos.

Si estás leyendo esto, es porque has tenido éxito en traer a un vampiro de


vuelta contigo, con suerte cuatro, incluyendo a tu Caden. Ahora que lo tienes,
sé que te sentirás aliviada al saber que el collar ya no te transportará a Ratheus
cada noche. Pero no te lo quites. Está atado a ti, a tu corazón. Sin él, tu
corazón dejará de latir.

Probablemente te estés preguntando por qué los he enviado a esta cabaña en


un bosque cubierto de nieve. ¿Te acuerdas de mí mencionando que había una
‘‘complicación’’ en la liberación de la tumba de Veronique y que tu collar era
necesario para liberarla? Siento que debo explicar toda la verdad ahora...

¡Por supuesto, ella no me había dicho todo!

Cuando lance el Causal Enchantment, estuve llena de cruda angustia y


autocompasión por la pérdida de Nathan, amor por Veronique, y la intensa
necesidad de que algún día encontrara el amor de nuevo. Todas esas
emociones se fusionaron y dieron lugar a la solución a nuestro problema de
veneno, pero también a un excepcionalmente cruel truco. El encantamiento
me dio el don del amor, una especie de amor diferente, pero igual de
convincente, cuando se ató a ti.

De todos modos, se trataba de un regalo con una condición. Un día estaría


obligada a elegir entre tú y Veronique. ¿Cómo, te preguntarás? Bueno, la
primera vez que sepulte a Veronique dentro de la estatua, básicamente
encapsule su corazón dentro de tu colgante. No físicamente, por supuesto,
pero la fuerza de la vida de su corazón. Liberarla se supone que es bastante
simple. Pensé que tenía que colocar el colgante en la mano extendida de la
estatua.
350
Página
Sospechaba que eso era lo que se necesitaba hacer para traer a los vampiros de
vuelta contigo todo el tiempo. Las similitudes eran demasiado notables cómo
para ignorarlo. Sin embargo, no te lo mencioné hasta hoy, porque estaba
tratando de comprarme tiempo. Tiempo para encontrar una forma de desviar
la horrible situación en la que estaba. Veras, el encantamiento "decidió" que
ataría tu corazón al collar mientras así, entrelazaba tu vida con la de mi
hermana. Una vez que el collar se colocara dentro de las manos de su tumba,
la fuerza vital de Veronique volvería de nuevo a ella, tirando de la tuya junto a
ella y matarte.

Nunca permitiré que eso suceda, te prometo eso. Sin embargo, Mortimer y
Viggo harán que mantener esa promesa sea bastante difícil. No confían en mí.
Supongo que en el momento que pongas un pie en la Tierra con tus amigos,
Mortimer y Viggo se apoderaran de ti para asegurarse de que complete el
hechizo, por cualquier medio necesario. Ellos no van a esperar.

Si estás... donde estés... eso significa que el tiempo se ha agotado. Significa que
no podías esperar más. Has mantenido tu parte del trato en traernos la
solución a nuestra maldición, y sin embargo no he encontrado una manera de
salvarte de la tuya.

Así que te he enviado lejos, donde Mortimer y Viggo nunca te encontrarán.


En cuanto a lo que ellos saben, es posible que en la Tierra, o podrías estar en
otro mundo. La casa en la que vas a residir, indefinidamente, es el resultado de
un sueño que Nathan y yo compartimos. Tuve que construirlo —sin el
conocimiento de Viggo y Mortimer— como un refugio seguro para ti.

Te prometí que iba a mantenerte a salvo. Enviarte lejos era la única manera en
que podía hacerlo de manera eficaz. Estarás a salvo hasta que tus amigos
aprendan a controlar su sed de sangre humana y yo encuentre una laguna para
separar tu corazón de Veronique. Lo sé, lo sé, dije que no había lagunas. Pero
estoy decidida a demostrar que las leyes de la magia están mal. Por mucho que
amo y echo de menos a mi hermana con locura, no permitiré que tu muerte
sea el costo de recuperarla. Ella permanecerá congelada en el tiempo hasta que
yo resuelva esto.
351
Página
Dudo que Viggo y Mortimer vieran venir esto. Estarán sorprendidos, por decir
lo menos, cuando desaparezcas, junto con los perros y todo su personal.
Incluso envié a Julian y Valentina basada en tu compasión. Si llegan a ser una
molestia, simplemente dile a Leo y él se deshará de ellos.

Mortimer y Viggo estarán lo suficientemente enojados como para matarme.


Pueden hacerlo. Tú puedes estar leyendo las palabras de despedida de un
vampiro recién fallecido. Aquel cuyo amor por ti podría rivalizar con facilidad
a la de cualquier madre por su propio hijo. Sin embargo, conmigo muerta, no
tendrán ninguna esperanza de volver a ver Veronique de nuevo. Espero que
sean más inteligentes que eso. Veremos.

Me temblaban las manos cuando cayeron en mi regazo, sin soltar la carta.


¿Sofie podría haber... muerto? La idea provocó una gran sensación de pérdida
en mí, que no esperaba. Tome la carta de nuevo.

Lamento que hayas pasado de una prisión a otra. No trates de huir. No vas a
llegar muy lejos y harás la vida de Leo estresante. Te he confiado a su cuidado,
algo que debería haber hecho hace muchos años.

He tenido que ocultar mis sentimientos por ti hasta ahora, por temor a lo que
Viggo pudiera hacer si se daba cuenta de la forma en que estaba velando en tu
supervivencia. Ya no tengo que ocultarlo.

Te quiero. Creo que vivo ahora sólo por tu felicidad. Espero que nos veamos
de nuevo pronto. Me haré cargo de tus amigos lo mejor que pueda.

S.

PD: Si te sirve de consuelo, hay una cuenta que contiene una cantidad obscena
de dinero con tu nombre en él. Cuando sea seguro, es todo tuyo para hacer lo
que tú desees.

Las lágrimas fluían libremente de mis ojos ahora, gigantes gotas salpicando
sobre las paginas, corriendo la tinta. Frenéticamente las limpié, sin querer
perder sus palabras en caso de que fueran las últimas. Ella debía haber escrito
esto el día que me fui por última vez.
352
Página
Antes de regresar con todo un ejército de vampiros.

Sofie realmente se preocupaba por mí. Me quiso, incluso. Tuve una vampiro
materna y nunca la conocí. Todo porque ella tuvo que esconder la verdad de
Viggo y Mortimer.

Y la maldición aún no había terminado. Nunca terminaría hasta que estuviera


muerta.

Debí haber leído esa carta más de cincuenta veces. Cuando finalmente levanté
la vista, el atardecer estaba asentando sobre el paisaje nevado. Aún estaba sola,
junto a los perros. Nadie alguna vez se había atrevido a entrar en la gran
habitación. Probablemente encogidos, aun en estado de shock, pensé.

Doblé la carta y la metí en mi bolsillo trasero hasta pude asegurarla para


guardarla en mi habitación. Una vez que supiera donde estaba mi habitación.

Como si fuera una señal, Leo se acercó con un plato.

—Debes tener hambre —dijo en ese nuevo acento extraño. Me hizo un gesto
hacia una mesa de comedor de madera maciza, apenas iluminada por una
lámpara de araña hecha de cornamenta de ciervo. Me levante y lo seguí a
través aturdida, mecánicamente sentándome en la silla que el ofrecía—. ¿Estás
bien?

Dudé, sin saber qué responder.

—Aún estoy en shock, creo. Ha habido unas cuantas grandes... sorpresas


últimamente —dije, mirándolo mientras tomada del guiso de aspecto
misterioso con mi tenedor. No tenía apetito.

—Está bien, adelante —dijo, sonriendo.

—¿Por qué británico? —finalmente pregunte.


353
Página
Rio entre dientes, completamente entretenido.

La puerta lateral de madera pesada se abrió entonces, y uno de los yetis entró,
trayendo una ráfaga helada de viento y una capa de nieve en él. Me estremecí
responsablemente.

—¿Frío? —preguntó Leo. Movió su mano hacia la chimenea de piedra rústica


frente a nosotros, y las llamas estallaron al instante entre los troncos.

Fruncí el ceño. No era una chimenea de gas. No había controles remotos que
pudieran hacer eso.

Leo me guiñó un ojo.

La comprensión me golpeó. Jadee.

—Tú fuiste la voz que oí cantar con Sofie —susurré, mis ojos saltando—. ¿Eres
una bruja?

—Prefiero brujo o hechicero. No soy en lo más mínimo femenino —respondió


Leo casualmente.

—Cómo... —dije con voz ronca, mi voz apenas audible.

—Oh, habrá un montón de tiempo para entrar en los ‘‘cómos’’ mientras


estemos exiliados aquí; esta noche no es el momento para eso. Puedo haber
estado fingiendo ser un perfecto caballero pero no estaba fingiendo ser viejo.
Estos huesos míos necesitan un buen descanso después del esfuerzo de
transportarnos aquí. Especialmente a esos cuatro caballos. —Él asintió en
dirección de Max.

Miré a Max con los ojos entrecerrados.

—¿Lo sabías? —Por alguna razón Max encontró la pregunta graciosa,


haciendo ese raro medio gruñido, medio resoplido que se suponía ser risa. ¡Él
lo sabía! Le fruncí el ceño—. ¿Viggo y Mortimer sabían?

—No, no, no... No lo sabían —Leo negó con la cabeza—. Lo saben ahora, sin
embargo. Nuestra Sofie… es un ser astuto. Ella secretamente me plantó en su
servicio hace unos quince años.
354
Página
—¿Pretendiste ser un mayordomo británico durante quince años? —dije con
incredulidad.

Leo se sentó junto a la chimenea y sacó una pipa.

—Viggo es particular acerca de sus mayordomos. Tienen que ser ‘‘auténticos’’.


Era la única manera.

—Pensé que los de tu tipo despreciaban a los vampiros —murmuré,


recordando a Sofie refiriéndose a las brujas y vampiros cómo los Montesco y
los Capuleto.

—Es cierto. Pero mi lealtad siempre estará con Sofie. —Sonrió


misteriosamente, recordando con cariño algo.

—Cómo… —Estaba a punto de salir de mi boca de nuevo pero él me calló


antes de que pudiera emitir sonido alguno.

—Otro día, por favor —dijo, fumando su pipa, ahora encendida.

Asentí, mordiéndome el labio inferior en señal de frustración.

—¿Puedo al menos preguntar dónde estamos?

Rió fuerte.

—Puedes preguntarlo mil veces y no te lo diría.

Mis ojos se estrecharon. Eché un vistazo a Max.

—Y él no te lo dirá tampoco —advirtió Leo, observando a mi perro


guardián—. Así que no lo molestes para que no muera.

—Podría ordenárselo. Soy su ama —respondí arrogantemente.

—Y él te ignoraría, en base a que él esta protegiéndote te dejará en la


oscuridad —respondió Leo, igualmente de presumido.

Es cierto, escucho decir a Max. He aprendido las lagunas.


355
Página
Suspiré. ¿Cuál era el punto de ser un maestro si mi subordinado me guardaba
secretos y sólo obedecía cuando le convenía? Otro conjunto de urgentes
preguntas explotaron dentro de mi cabeza.

—¿Sabes lo que sucedió ahí? ¿Sofie está viva? ¿Mis amigos están vivos?

—Sofie sigue viva. Estamos vinculados a través de la magia. Lo habría sentido,


de lo contrario. En cuanto a los demás, todo lo que puedo decir es que Sofie
conectó con éxito el edificio al Merth. Ningún vampiro conseguirá entrar o
salir de ahí.

—¿Así que todos van a vivir ahí? —pregunté, mi rostro distorsionándose


mientras me imaginaba a más de cien vampiros, la mayoría de ellos
probablemente homicidas, maniacos enloquecidos por la sangre en este
momento, paseando por el lugar.

—¡Sí! Una gran, agrupación de sanguijuelas. Es decir, si no se matan todos


entre sí. —Él se apresuró a añadir mientras mis ojos se abrían con miedo—:
No te preocupes, estoy seguro que todos ellos estarán llenos de amor y alegría,
ahora que tienen sangre humana de nuevo. —Note el sarcasmo en su voz—.
Además, tienen suficiente sangre allí para abastecer la totalidad de ellos
durante unos meses, y Sofie puede conseguir más. Ellos deberían ser capaces
de manejarse.

Asentí.

—¿Cuánto tiempo estaré prisionera aquí? —Mis ojos recorrieron la rústica


habitación poco iluminada. Aunque era mucho más simple que la casa de
Viggo y Mortimer, mi segunda prisión parecía igual de cómoda.

Leo suspiró.

—No estoy seguro de cuántos años serán aún. Todo depende de Sofie.

—¿Años? —grite.

—Cálmate —dijo, palmeando el aire—. Permíteme explicarte. Cómo ves,


estarías bastante liada ahora. Si Sofie y yo no te hubiéramos traído aquí, puedo
garantizarte que estarías muerta ya. Si no por las manos de Mortimer y Viggo
356
Página
que son capaces de conseguir lo que ellos quieren, entonces seria por los
colmillos de cientos de vampiros que involuntariamente trajiste contigo. No
son estables en estos momentos. Ni siquiera tus amigos. Lo viste, de primera
mano. —Hizo una pausa para calar de su pipa de nuevo.

Me estremecí mientras la visión de las venas rojas de los ojos de Caden cruzó
por mi mente.

—Sería cómo cubrirte a ti misma de glaseado rosa y sentarte con un grupo de


niños de tres años —agregó.

—Todavía no entiendo lo que pasó —murmure—. ¡Se suponía que solo fueran
diecinueve y eso era porque no tenía otra opción! El collar me dijo que tenían
que estar tocando la estatua y luego... —jadee—. ¡Todos ellos habían tocado la
estatua en algún momento! Ellos no tenían que tocarla justo en ese momento,
sin embargo. ¡Lo malinterpreté!

—No te sorprendas. Estos hechizos son mierdas difíciles de entender —Leo


murmuró alrededor de la pipa en su boca—. Debiste estar probablemente
demasiado nerviosa para distinguir los detalles de las insinuaciones del collar.
Tu mayor preocupación en este momento son Mortimer y Viggo. No se
detendrán ante nada para liberar a Veronique. Ellos no tienen todos los
detalles pero sí saben que necesitan ese collar. Por ahora ellos probablemente
se han dado cuenta del resto. Pero no son tu única preocupación. Esa Rachel...
Créeme, ella no se va a olvidar de ti. Matarte es más importante para ella que
la sangre humana. La venganza, es una de las cosas feas de estas criaturas. Por
lo que Sofie me ha dicho, hiciste un número sobre ella. —Leo rió entre
dientes.

—No sabes ni la mitad sobre eso —me quejé, realizar mi trato con Mage para
dejarla atrás no me había ganado ningún punto—. Espero que Sofie la mate.
—En silencio oré para que ella hubiera lanzado a Rachel en esa pira masiva
que estalló alrededor de la estatua. De lo contrario Caden nunca estaría a salvo
con ella alrededor.

Leo dio otra larga calada a su pipa.


357
Página
—Escúchate, asesina de vampiros. —Se rió entre dientes a través de un
remolino de humo—. Y luego no nos olvidemos sobre la escurridiza Ursula, a
quien no podemos seguir porque está saltando a través de los huéspedes
humanos como si estuviera tomando un sistema de transporte público. Tú eres
el último medio para torturar a Sofie, un objetivo que impulsa toda su
existencia.

»Así que ya ves, a pesar de lo mucho que quieras ver a Sofie y a esos amigos
tuyos. Estoy seguro de que este tipo Caden sería agradable en diferentes
circunstancias, simplemente no es una opción. Y por mucho que a todos nos
gustaría verte feliz, verte con vida es más importante. Nos quedaremos aquí
hasta que Sofie haya descubierto una manera de conseguir sacar ese maldito
collar de tu cuello de manera segura, y no importa cuánto lo pidas, suplicar no
te hará ningún bien. Así que no te preocupes, pequeña.

Tragué saliva. Esta prisión era aún peor que antes. Al menos antes, podía
escapar cada noche para ver a Caden. Ahora, en este abismo de invierno, no
tenía medios de contacto, no había manera de asegurarme de que estaban
bien, nada que me recordara a ellos, excepto mis recuerdos y una estantería de
cuatro por seis.

—¿Cuando mis amigos superen toda esta cosa loca por la sangre... pueden
venir aquí?

Leo se levantó y se acercó a colocar su mano sobre mi hombro. Apretó


suavemente.

—No es algo que sucede de la noche a la mañana, Evangeline. Ya lo sabes a


estas alturas. No estamos seguros de cómo ellos se adapten. Podrían ser cómo
los vampiros recién creados y, bueno, ellos suelen pasar los primeros veinte
años o más ocultos en las sombras antes de que tengan algún nivel de control.

—¿Entonces qué estás diciendo? ¿No podre verlos durante los próximos veinte
años? ¡Seré... vieja! ¡Pudiste también haber dejado que Mortimer y Viggo me
mataran! —chillé. Un nuevo torrente de lágrimas me abrumó.
358
Página
—No, no, no estoy diciendo eso en absoluto. No dejes que todo te lastime —
Leo me hizo callar—. Pero... ¿Por qué quieres verlos después de que Caden
intentara... después de eso? —Su voz se había vuelto suave.

—Yo... no lo sé —respondí con sinceridad—. ¡No, espera! Por supuesto. ¡No


era su culpa! Él me había advertido.

—¡Evangeline! —Leo negó con su cabeza, exasperado, pero luego comenzó a


reírse—. Veo lo que Sofie quería decir... —se dijo—. Has cambiado, pero no
has cambiado... —Dejó caer su mano—. Si tus amigos vienen en busca de ti
cuando sea el momento adecuado, Mortimer y Viggo podrían seguirlos. Sólo
esperamos que, cuando te encuentren, puedan controlarse. De lo contrario, los
perros y yo tendremos que matarlos, no hay duda de ello.

Miré mi estofado, a continuación bajando el tenedor y empujando el plato a


un lado. Enterré mi cara en mis brazos. La mano de Leo se posó en mi cabeza,
dándome suaves palmaditas. Era un pequeño consuelo, pero estaba
intentándolo. Me volví y miré al anciano, a mi guardián designado,
secándome las lágrimas.

—¿Que se supone que haga, Leo?

Sonrió. Esa sonrisa, al menos, yo la reconocía cómo suya.

—Confiar en nosotros.
359
Página
Asylum
Escondida en el asilo invernal de Sofie sin
esperanza de libertad por años, Evangeline
debe llegar a términos con su situación: la
maldición todavía la contamina, está
siendo cazada por un vampiro de
doscientos años, y el hombre del que está
enamorada intentó asesinarla.

Además, está encerrada con un enfadado


Max y los chicos Forero—dos personas
que todos prefieren más muertos que
vivos. Las cosas no están saliendo bien.

Mientras tanto, en Manhattan, Sofie lucha por contener a cuarenta vampiros


hambrientos de sangre de Ratheus atrapados y a un desesperado Viggo de
asesinar a todos los amigos de Evangeline, todo mientras pistas son arrastradas
fuera de las paredes del asilo de vampiros de NYC de una guerra
produciéndose entre los Centinelas y las brujas.

¿Hay alguna esperanza para Evangeline y Caden? ¿Puede Sofie controlar el


enfrentamiento de poderes? ¿Está el destino de la tierra predestinado?

Causal Enchantment #2
360
Página
K.A. Tucker
Nacida en un pequeño pueblo de Ontario, Kathleen
publicó su primer libro a la edad de seis con ayuda
de su bibliotecaria de la escuela primaria y una caja
de crayones.
Es una lectora voraz y la cosa más lejana a una snob
de los géneros, leyendo todo desde fantasía épica
hasta chick lit.
Kathleen actualmente reside en un pequeño pueblo
a las afueras de Toronto con su marido, dos hermosas niñas, y una agotadora
camada de criaturas de cuatro patas.
Visita su sitio web: http://www.katuckerbooks.com
361
Página
Staff Bookzinga
Moderadoras
flochi & Jo

Traductoras
AariS Helen1 maphyc

Aяia Isa 229 martinafab

brenda3390 Jadasa Bo PaulaMayfair

Brendy Eris Jessy RoChIiI

carmen170796 Jo Selene

Fanny Kasycrazy

flochi Katt090

Correctoras
☽♏єl Jo

flochi Simoriah

Revisión y recopilación
Jo

Diseño
PaulaMayfair
362
Página
Staff Dreambookside
Moderadora Traducción
Jazmín

Traductoras
_Alial98- Julieta9768

Cande Cooper Lexie

Dkct21 Lina Loops♥

Hanna Marl Maarlopez

Jazmín MaryJane♥

JessMC Rihano

Moderadora Corrección
GrizeldaDC

Correctoras
Cande Cooper MaryJane♥

GrizeldaDC Pily

Liraz

Revisión & Recopilación


Jazmín
363
Página
Página
364

También podría gustarte