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Moderadoras
Krispipe & MewHiine
Traductoras
krispipe MaryJane♥ Blinda
Evarg7 VicHerondale Mais020291
Emi_93 Lililamour Escritora
3lik@ Eni
MewHiine Vale
Correctoras
Armonia&Paz MewHiine
Mariis Alee Foster
Clau :) EffyVas
Lucean Morin
MewHiine
Diseño:
MaryJane♥ & MewHiine
indice
Sinopsis
— ¡Cierra la puerta!
—Está bien, Cadence. Me alegro de que hayas venido aquí—, respondió Mark.
Mark agarró mis manos y las apretó con fuerza. —¿Cadence? Escúchame. No
eres una carga. Y puedes quedarte aquí todo el tiempo que necesites. Ahora por
favor respóndeme. ¿Qué te pasó en el ojo?
— ¿Cadence?
Lo miré a la cara.
— Ellos lo saben.
1
Traducido por Evarg7
Corregido por MewHiine
No. No creía que los ángeles lucieran así en absoluto. Pensaba que lucían como
una perfecta simetría, y eso era lo que asustaba como la mierda a la gente. Una
forma demasiado hermosa para contemplarla. Como este joven agachado sobre su
rueda, mirando mi mono naranja y palo de basura, preguntándose qué podría
haber hecho una niñita como yo para aterrizar en un reformatorio. Porque yo era
pequeña, después de todo. Medía 1,57 metros y pesaba 45 kilogramos.
Bueno, la cita estaba sobre suelo movedizo una vez que la rueda explotó.
Aunque la rotura de pantalones selló el trato. Supongo que ella equiparó esas cosas
con “perdedor” o “sin dinero” dijo él.
Ella estaba viniendo directa hacia mí, su figura formidable moviéndose de lado
a lado y yo tuve una instantánea visión de ella sacando su porra de su funda y
machacándome hasta la muerte a un lado de la carretera.
¡Vuelve al trabajo! ¿Qué piensas que es esto? ¿La hora social? y luego se
giró hacia el hombre.
La oficial Clements presionó sus labios. No creo que le creyera, pero asintió de
todas formas.
Por supuesto que iba a limpiar los baños del juzgado. Siempre los limpiaba.
¿En cuál?
Respiré profundo y pasé página por el índice de los versos que había
memorizado. Admito que yo era bastante oxidada. Normalmente, yo podría
escupirlas en segundos siempre las mismas palabras de sabiduría o ánimo.
Estaban incrustadas en mí: era un producto del cliché de una chica que creció en la
iglesia, que fue de vacaciones a la escuela de verano católica hasta sexto grado, que
asistió al grupo juvenil en el instituto y cantó solos los domingos por las mañanas.
Entré en pánico.
La oficial Clements sonrió con malicia. Se inclinó hacia delante, con su gorda y
brillante cara a centímetros de la mía. Susurró para que el joven no pudiera oírla.
Miré a Converse All Stars. Él lo oyó, una expresión indefensa pintó su rostro.
Supongo que las mujeres de Atlanta son difíciles dije, y me dirigí al grupo
de chicas congregado alrededor de la puerta del autobús. Era hora de irse a comer.
Yo ni siquiera tenía hambre. Si la oficial Clements realmente tenía la intención d e
negarme la comida, no me importaría. Estaba demasiado humillada y machacada
Pero como estaba ahora, no había lugar al que huir, ni medios de escape, así
que subí al autobús con todas las demás chicas.
2
Traducido por Evarg7
Corregido por MewHiine
¿Cuándo crees que mamá y papá dejarán que conduzcas otra vez?
preguntó Oliver, levantando una piña.
Sólo uno más de mis muchos castigos por ir al reformatorio. Papá me quitó mi
coche y me dijo que no lo tendría de vuelta por varios meses. También me dijo que
tenía que conseguir un trabajo a tiempo parcial. Yo estaba bien con el trabajo a
tiempo parcial y quería empezar uno inmediatamente. Cuanto más estuviera en el
trabajo, menos estaría en casa.
El autobús llegó a la hora y las puertas se abrieron con un fuerte crujido. Era
un sonido conocido, uno al que me había acostumbrado en los pasados diez meses.
Inhalé y seguí a mi hermano por los escalones, saludando al conductor del autobús
con un asentimiento antes de echar un vistazo buscando asientos vacíos. Ya estaba
abarrotado. Éramos la última parada en la ruta del autobús, y me di cuenta de que
tendría que compartir un asiento con alguien.
¡Siéntate!
***
Genial.
La campana para los retrasados sonó justo cuando entré a la clase, y todos los
ojos se movieron del profesor hasta la puerta donde yo estaba oteando el espacio
buscando un asiento disponible. Quedaban dos. Ambos en la fila frontal. Suspiré y
me abrí camino al primer asiento, al frente y al medio, sintiendo el calor trepar por
mi cuello por primera vez desde que me vestí. No debería habérmelo puesto. Yo
tenía más conocimiento.
Las chicas dejaron de reírse por lo bajo. Ellas sabían que yo había ido
demasiado lejos. Discutir con un profesor en el primer día de colegio. Gran error.
No creo que haya nada en el manual del estudiante que diga que no
podemos vestir monos con números pintados con spray en ellos repliqué. ¿Por
qué estaba siendo un real grano en el trasero?
Él fue hasta la primera fila más cercana a la puerta y empezó a repartir papeles
a los estudiantes para que los pasaran hacia atrás.
El resto del día pasó sin novedad, excepto por los insultos que se lanzaban en
mi contra cada vez que visitaba mi taquilla entre las clases. Aparentemente, yo era
una asesina, puta, zorra, drogadicta, perra, adicta al crack, lesbiana, prostituta y
una fascista nazi. Cuando le pregunté a una estudiante qué era lo que me hacía una
fascista nazi, ella replicó:
Okey.
No tenía idea de lo que significaba eso, y no tenía idea del porqué la gente me
llamaba zorra. Bueno, para ser justa, no todos me llamaban zorra. Algunos
estudiantes me dijeron “Hola” en lugar de insultarme. En cualquier caso, ¿qué tenía
que ver ser una zorra (que no lo era) con un robo a una tienda? Quiero de cir, me lié
con Dean antes de que robásemos la tienda, pero ¿cuánta gente podía saber eso? Y,
de todas formas, fue sólo liarse. Yo era virgen, y pensaba que eso era obvio. Tuve
un novio serio el año pasado antes de ser arrastrada al reformatorio, y él me tocó
entre las piernas una vez. Lo detuve porque estaba convencida de que iría al
infierno por ello, y él rompió conmigo dos semanas después.
¿Eh?
Sí repliqué, sintiendo ese desafío volver . Tuve que pedir por ahí hasta
que localicé algunas tijeras para cortarlo y sacármelo.
Ignoré su sarcasmo.
Sí replicó.
¿Y bien? dije.
Y bien, ¿qué?
Resoplé y asentí.
Sí. La más patética. Ahora, ¿puede darme los trabajos para que me pueda ir?
Quizá quieras agarrar el libro de texto sugirió . Hay deberes para esta
noche.
El equivocado dijo.
Azul. Y dice “Cálculo”. Sabes que estudiarás cálculo este año, ¿cierto?
Yo quería estrangularlo.
Perdí el autobús. Lo observé salir del estacionamiento justo cuando salía del
edificio. Escupí una retahíla de malas palabras incluyendo la palabra con “J”, que
raramente decía mientras me desplomaba sobre un banco de madera. Estaba en
el medio de llamar a mi madre cuando rápidamente colgué. Me di cuenta de que no
quería que mi mamá me viniera a buscar. Ni pi papá. Pensé en Gracie, y luego
recordé que los padres de Gracie ya no la dejarían asociarse conmigo. No había
nadie más. Mi hermano menor no era lo suficientemente mayor como para
conducir. Era lo suficientemente mayor como para ser un completo imbécil, pero
no para conducir.
Asentí.
Obviamente.
Volví a asentir.
Sonreí a pesar de mi agitación. No pude evitarlo. Fue una sonrisa que sugería
un secreto, y él lo notó.
¿Qué? preguntó.
Es estúpido.
Asentí.
¿Cómo es?
Perfecta.
Oh.
Lo sé.
Giré mi rostro. Pensé en mis padres, quienes estarían muy enfadados conmigo,
que no me habían perdonado por mi “gran error”. Así era como lo llamaban: el
“gran error”. No podía tener compasión por nadie por mi dolor y soledad. Era el
dolor de perder a mi mejor amiga, de perder la confianza de mis padres, de perder
mi posición de “chica buena” en el colegio. No me di cuenta de lo mucho que lo
echaba de menos que prefería ser considerada una virgen inocente a lo que todos
me estaban llamando ahora: una zorra. Necesitaba a alguien que se sintiera mal
por mí, y sabía que el Sr. Connelly se sentía así. Estaba ávida de compasión y decidí
hacerlo sentir culpable.
Lo hiciste.
Estaba avergonzada. Quizás fue una mala idea. Parecía mucho mejor en mi
cabeza decir esas palabras en voz alta pero la realidad era algo completamente
diferente.
Levanté la mirada hacia él, con los ojos brillando con lágrimas de ira.
¡No soy como una de esas chicas! grité, sintiendo la primera lágrima salir
de la esquina de mi ojo y deslizarse por mi mejilla para traicionar mi próxima
declaración . ¡No soy, como, sensible todo el tiempo!
¡Sólo estoy teniendo unos trece meses malos! sorbí. Las lágrimas estaban
filtrándose ahora, y las sequé con mis manos . ¡Y tú no ayudaste! Pudiste haber
sido más amable, ¿sabes? ¡Pudiste sencillamente dejarme en paz! ¡Lo que ellos
hicieron fue cruel y sólo estaba tratando de sacarle el mayor provecho!
Observé al Sr. Connelly luchar con qué decir o hacer. Casi lucía como si
quisiera estirar los brazos y abrazarme, luego recordó que era un profesor y yo era
una estudiante adolescente. Abrió su boca y luego la cerró. Fue incómodo mirarlo
retorcerse de incomodidad, y me hizo llorar más.
Me encogí de hombros.
¿Quieres esta cosa de vuelta? levanté mi puño, con la tela metida con
seguridad y fuera de su vista.
Todavía no.
Refunfuñé.
¿Estás segura?
Asintió y abrió su boca para decir algo, pero luego lo pensó dos veces y la
cerró.
Me llevó cerca de dos horas caminar hasta casa, y maldije todo el camino. En
serio. Nunca había dicho tanto la palabra “joder” en mi vida. Y se sintió tan bien.
Que jodan al Crestview High. Que jodan a mis padres. Que jodan al mono. Que
jodan al juez que me dejó salir porque era mi primera y única ofensa. Que jodan a
Gracie por ser una zorrilla. Que jodan a Oliver por ser mi hermano. ¿Que jodan al
Sr. Connelly? Hmm, no. Él me dio su pañuelo de bolsillo, así que se la dejaré pasar.
Yo asentí y forcé otra pieza de pollo en mi boca. Era casi imposible comer.
Perdí el apetito después de ser arrestada.
Pude ver que estaba ansiosa por oír buenas noticias, pero era reticente a
dárselas. Mi plan original era mentir sobre todo, hacerles creer a mis padres que
las cosas habían regresado a la normalidad, pero mentir es un pecado. Y se sentía
mucho más dulce decir la verdad.
Yo alcé las cejas. —Bueno, recibí el regalo más dulce de un grupo de chicas
esta mañana. Un mono naranja, de hecho. Muy parecido al que usé en el
reformatorio.
—Me refiero al Sr. Connelly —expliqué yo, sacudiendo la cabeza— Luego fui
bombardeada a lo largo del día con insultos. ¿Les gustaría oír algunos?
Lo ignoré y los conté con los dedos. –Prostituta, perra, puta, furcia, y mi
favorita, nazi fascista. ¿Alguien sabe lo que significa eso?
—Entonces perdí el bus y tuve que caminar las siete millas hasta casa—
continué yo—. ¿Hay alguna oportunidad de que me restablezcan mis privilegios de
conducción?
—No —dijo Papá. Él me miró con una mezcla de ira y exasperación—. Ahora,
¿quisieras decirnos como fue realmente tu día?
—Cadence, dudo seriamente que tus compañeros de clase hayan sido tan
malos contigo —dijo Mamá.
—Exacto —acordó Papá—. Sabemos que quieres ser educada en casa y todo,
pero mentir sobre la forma en que eres tratada en la escuela no va a hacernos
cambiar de opinión. Ambos trabajamos, Cadence. No podemos permitirte quedarte
en casa de todas formas.
Me negué a hablar.
—Te hice una pregunta, Cadence —dijo Papá— ¿Cómo estuvo tu día?
Esa mirada.
Como si me conociese de algún lado pero fuera del todo nueva para él al
mismo tiempo. O como si todo tuviera sentido en ese momento. O como si
finalmente hubiera encontrado lo que no sabía que estaba buscando. Nadie me
había mirado así nunca, y sabía que no lo estaba imaginando. Lo vi. Lo vi cuando su
rostro se iluminó. Y luego apartó los ojos y murmuró algo sobre apartarse de mi
camino para que pudiera trabajar. No sabía qué hacer con ello ahora, o si el tiempo
desde nuestro camino a aun lado de la carretera había exagerado esa mirada en mi
mente, pero no lo creía. Creo que le gustó lo que vio, y yo estaba halagada. Y
confundida.
Miré una vez más al pañuelo. Que sea un triángulo, y oí el crujido de la puerta
de mi cuarto. Oliver metió su cabeza adentro.
—¿Estás bien?
—Te creo —dijo él—. Sobre tu día. Oí a Braxton llamarte perra y le dije que si
no paraba de decir mierda sobre mi hermana, lo golpearía.
Yo sonreí.
—Solo que no puedo creer que dijeras esas cosas frente a Mamá y Papá —
siguió él, riéndose suavemente.
—Ellos preguntaron —repliqué yo.
—Creo que solo están asustados, Cay –dijo Oliver—. No quieren creer que
estés siendo víctima de los abusones.
—Solo tomará algo de tiempo. Algo o alguien nuevo saldrá al paso, y esos
imbéciles lo olvidarán todo sobre ti. –Dijo él— ¿Quieres que me siente contigo en el
bus mañana? —preguntó él.
Yo negué con la cabeza. — Está bien. ¿Y por qué estás siendo tan amable de
pronto? ¿Pensé que nos odiábamos?
—Sí te odio, –dijo Oliver— Pero soy el único al que se le permite odiarte.
Nadie más puede hacerlo.
— ¿Hablas en serio?
—¿Sí?
***
Miré lo menos posible al Sr. Connelly al día siguiente en cálculo. Estaba
avergonzada sobre ayer. Le iba a dar su pañuelo después de clase, pero tenía una
línea de estudiantes en su escritorio en su mayoría chicas necesitando ayuda o
atención. Las que necesitaban ayuda tenían sus libros de matemática abiertos,
listos. Las que querían atención estaban volviendo a aplicarse brillo de labios
mientras esperaban.
Hoy yo era una “racista”. Eso era lo que estaba escrito en la nota dentro de mi
casillero esperándome después de cálculo. De hecho era “perra racista”. Esa podía
entenderlo fácilmente. El dueño de la tienda que intenté robar era un hindú en sus
cuarenta tardíos. Podría haber sido de cualquier color del arco iris, y no hubiera
hecho ninguna diferencia. Su tienda estaba en el medio de la nada, y todos
estábamos drogados: combinación perfecta para un robo. Arrugué el papel y lo
encesté en una papelera cercana, captando un vistazo de Gracie del otro lado del
salón. Casi corrí hacia ella.
—Hey —No estaba segura de que esperaba que dijera. No habíamos hablado
desde mi liberación. Sus padres eran firmes en que me mantuviera alejada de ella.
La escuela era la única oportunidad de hablar con ella, y ella me evitó todo el día de
ayer.
—Lo siento, Gracie —dije yo—. Debí haberte escuchado y no ir a esa fiesta.
No estaba tratando de molestarte. Solo tenía curiosidad. Cometí un grave error.
Pero fue un error. ¿Por qué no nos dejan salir tus padres?
No me giré. — A clase.
—La única clase que sé que es dictada afuera es PE —dijo él—. Y vas por el
camino equivocado. Y, por cierto, hay una cámara. —dijo él.
Me congelé.
—Es solo que no me siento con ganas de estar aquí hoy—seguí mirando la
puerta. Mi salida. Mi libertad. ¿Podría escapar de mi profesor de matemáticas si
fuera tras de mí?
—Cadence, eres lo suficientemente lista como para saber que no tienes
opción. Y también eres lo suficientemente lista como para saber que te meterás en
problemas mayores con tus padres. —dijo el Sr. Connelly.
—Sí te importa.
No fui hasta que salí de detención que entendí las expectativas de mis padres.
Se esperaba que siempre fuera perfecta. Nunca se me permitió cometer un error, y
cuando finalmente lo hice, pagué el precio mayor. No solo no me perdonaban y
probablemente nunca lo harían, sino que no creía que les agradara más.
—No lo necesito —replicó él— Puedes quedártelo, dado que pareció gustarte
tanto. —sonrió él.
Y me gustaba.
—No. Nunca dejé que nadie lo usara hasta ti. —dijo él. Sentí que el calor
salpicaba mi piel. Quise preguntarle por qué me dejó usarlo, pero lo pensé mejor.
—Oh, mi Dios —susurré yo, mirando el pañuelo— Lo puse a lavar con la ropa
blanca. ¡En el ciclo regular!
— Sr. Connelly, no puedo quedarme esto. Por favor, tómelo. Algo terrible le
ocurrirá, lo sé. Esa es mi suerte, ¿ve? Por favor, tómelo. —Moví el pañuelo en su
rostro.
***
Todas esas películas de adolescentes que enmarcan el tiempo del almuerzo
en la secundaria como el peor periodo del día son completamente certeras. Es el
peor tiempo si no tienes amigos. No soy una persona egocéntr ica por naturaleza,
pero me sentía increíblemente incómoda hoy sentada sola en la mesa de los
rechazados. Pensé en sentarme junto a Gracie, pero ella dejó claro que nuestra
amistad había terminado. Lo que más me hería era que pensaba que ella estaba
usando a sus padres como una excusa. Seguro, sabía que ellos no me querían cerca
de ella, pero ella no estaba tratando de pelear por mí porque no quería. Ella me
alejó, y esa certeza era como una bofetada en el rostro.
¿Qué estás haciendo? No vengas hacia aquí. ¿Oíste lo que dije? No. Vengas.
Hacia. Aquí.
El Sr. Connelly dejó su bolsa en la mesa y se deslizó en una silla a algunas
sillas de distancia de la mía. Me calenté al instante. Era furia instantánea. O
frustración. O vergüenza. No sé. Tal vez las tres.
—Hey, Riley —le dijo él un chico del otro lado de la mesa de donde estaba él.
Nicole sonrió y empujó las gafas por su nariz. — Hola, Sr. Connelly.
— ¿Estás bien?
No tenía idea a qué se refería. ¿Qué se suponía que tenía que estar haciendo
con su pañuelo? Yo deslicé instintivamente mi mano en el bolsillo. Aún estaba allí.
Sano y salvo.
—Bien.
—¿Por qué se está sentando aquí? — demandé yo. No era mi intención que
sonara como una acusación.
—Es solo que es raro. Hay una mesa de maestros, usted sabe.
—Bueno, usted está en la mesa de los rechazados, solo para que lo sepa —
dije yo, y la cabeza de Riley se levantó de pronto, una mirada de desdén en su
rostro.
—No veo a ningún rechazado — dijo el Sr. Connelly— Y estás siendo grosera.
—Lo que sea —me puse de pie y agarré mi bandeja—. Me largo de aquí.
—Usted disfrute del resto de su día —le solté en respuesta. Soné como una
imbécil.
Fui pisando fuerte hasta mi casillero. Estaba molesta, a pesar de que sabía
que no tenía derecho a estarlo. Era el Sr. Connelly. Siempre aquí. Siempre allá. Lo
veía demasiado, y solo era el segundo día de clase. No me gustaba la forma en que
me hacía sentir, en su mayor parte porque no podía definir la sensación. Y no me
gustaba cargar por ahí su pañuelo. ¿Qué era eso? Pensé que era alguna clase de
juego de poder, y decidí dejarlo en su escritorio después de que cambiara mis
libros.
Abrí mi casillero a la arena. Se desparramó todo sobre mis pies, hasta mis
zapatillas bailarinas.
Me eché hacia atrás para sacarme mis zapatos y sacar la mayor parte de la
arena antes de ir hacia la oficina.
— ¿Disculpa?
No era justo. Yo nunca, en toda mi vida, había dicho esa palabra en frente de
un adulto. Especialmente de uno que tuviera tanto poder sobre mí. Estaba en
problemas serios.
Yo aspiré por la nariz y me sequé la nariz con el dorso de mi mano como una
niña de cuatro años. Era tan lastimoso, y ni siquiera estaba fingiendo ya. Saqué el
pañuelo de mi bolsillo y lloré en él.
—¿En serio? — susurré yo—. ¿Tiene que estar aquí justo ahora? — No miré
su rostro.
—Ahora, ¿me dirías por qué estás sacando arena de tus zapatos? —preguntó
él.
—Hmmm.
Justo entonces, la Sra. Kinder volvió al cuarto y me llamó desde el mostrador.
Veintiseis, 17, 2. Veintiseis, 17, 2. —Ya lo tengo. –dije yo—. Y por favor tírelo
—Me volví para irme luego me detuve y me volví hacia la Sra. Kinder una vez más.
—No quise aspirar tu casillero hasta que sacaras tus libros. No quería tocar
tus cosas. —dijo él.
Yo me reí. Me gustaba Kenny. Era un caballero viejo en sus sesenta largos con
cabello gris y una gran barriga que había trabajado en la Secundaria Crestview
desde que yo había empezado. Él era amable con todos los estudiantes, y la
mayoría eran amables con él.
—No hay problema, Cadence —respondió él— Lamento que te haya pasado
esto.
***
Me sorprendí cuando Oliver se deslizó en un banco a mi lado.
— ¿Qué ocurrió?
Yo me reí. — ¿Tú y yo? Nos mataríamos. Y de todas formas, ¿por qué estás
deseando empacar y dejar la ciudad?
—Ohhh —me moví en mi asiento—. Bueno, si has oído un rumor, sabes que
no es verdad. Los rumores rara vez lo son.
—¿No lo son?
—Sí, lo es —No conocía a Daniel para nada, pero estaba de acuerdo con mi
hermano porque estaba sufriendo. Si él hubiera dicho que Kim era una perra
estúpida, también habría estado de acuerdo en eso.
—¿Cuándo crees que podrás conducir, Cay? —preguntó Oliver—. Esto del
autobús apesta.
—Lo estoy intentando, Oliver. De verdad. ¿No puedes ver lo duro que he
estado trabajando?
Traté de no sudar en los programas, pero mis manos estaban húmedas. Esta
era la última forma de castigo—decir “hola” a todos los miembros de la iglesia que
pasaban dándome miradas sospechosas o compasivas. Ahora entendía por qué
papá me dio este trabajo. Quería recordarme que estaba siendo juzgada, que
nuestra iglesia no me había perdonado por mis transgresiones y que tenía mucho
trabajo que hacer para recuperar ese estado de “niña buena”.
¿Qué?
—Yo soy la que asiste a la iglesia, querida —dijo. Sus ojos brillaban, y pensé
que iba a hacer algo.
—Mamá…
—Mamá...
—¡Madre!
La Sra. Connelly miró a su hijo, sus ojos repentinamente eran suaves y tristes.
—Cariño, no quiero ser insensible.
—Por favor, detente —dijo el Sr. Connelly con los dientes apretados. Su
cuerpo estaba tenso al máximo, y me moría de ganas de saber lo que la señora
Connelly iba a decir antes de que él la interrumpiera.
Ella se volvió hacia mí y me miró de arriba una vez más. Al parecer le gustó lo
que vio porque sonrió con aprobación y dijo; — ¿Cuáles son tus planes después de
la iglesia, querida? ¿Te importaría almorzar con nosotros?
—Una de último —dijo. —Bien por ti. ¿Sabes a qué universidad irás?
Ella sólo me estaba haciendo estas preguntas porque estaba avergonzada
después de descubrir que era un partido inapropiado para su hijo.
Me quiero morir.
Tan pronto como escuché el comienzo de la música, supe que era hora de
entrar. Deje el resto de los programas en una mesa cercana y caminé
tentativamente en el interior del santuario. Me deslicé en nuestra fila usual e
intenté con todas mis fuerzas no mirar al Sr. Connelly. Pero fue imposible, y cuando
lo hice lo vi vislumbrar una pequeña sonrisa en sus labios. ¿Qué fue eso? Rodé los
ojos y dirigí mi atención a la gran pantalla en el escenario que puso de relieve las
palabras de la canción actual.
La nuestra era su típica enorme iglesia sin denominación con sus asistentes
portando Starbucks, una banda de la iglesia que le gustaba tocar los éxitos de U2
antes del servicio, y un pastor que siempre usaba jeans. Él enseñaba más que
predicar, lo que me gustaba mucho, nunca había sido el tipo de chica que disfrutara
de los sermones ni menos sudar.
—Vamos a leer este versículo de nuevo dijo el pastor Tom. —Pablo dice:
‘Todo es permisible, pero no todo conviene. Todo es permisible, pero no todo es
constructivo". Así que sí, puedes hacer lo que quieras, ¿cierto? Claro. Pero ¿por qué
hacer algo que en última instancia le haría daño? Lo que realmente necesitas
preguntarte a ti mismo antes de participar en cualquier cosa es, ¿Esto es glorificar
a Dios o a mí?
—Si usted cree en Dios o no, las palabras de Pablo resuenan en todos
nosotros. Pregúntese esto; se me permite hacer lo que quiera, pero ¿cómo va a
afectar mi vida, mi salud, mis relaciones, mis amistades, mi comunidad? Porque
esas cosas importan. Y a menos que usted sea completamente autodestructivo,
Quiere vivir una vida sana, tener relaciones saludables. Quiere lo mejor para su
comunidad.
¿Qué lección?
Exacto Contesté.
Oh, sí. ¿Haces que esto parezca atractivo y quién puede resistir?
preguntó.
¿Sr. Connelly?
¿Sí?
Perdón por ser grosera con usted en la oficina cuando estaba limpiando
mis zapatos le dije.
Me encogí de hombros. Lavé su pañuelo. Una vez más. Esta vez en el ciclo
delicado.
Quería que él dejara de decir mi nombre tanto, que dejara de ser tan amable.
Es inadecuado, y me di cuenta que me gustaba demasiado. No quería
acostumbrarme a la bondad de un hombre que se suponía iba a estar mínimo en mi
vida.
—¿Sí?
— No.
Por supuesto, yo ya sabía que papá diría que no. Me encanta la comida
mexicana, y él la odiaba, así que nunca la comemos. Nunca.
Me di la vuelta para decirle adiós al Sr. Connelly. Estoy segura de que tenía
decepción escrita por todo mi rostro. Estaba cansada de escuchar la palabra “no”.
La escuchaba todos los días, sobre las cosas más insignificantes.
No.
No.
No.
1 Nombre de la serie basada en los libros The Vampire Diaries de L.J. Smith en España.
Miré de nuevo al Sr. Connelly, dándole una expresión de “bueno, ahí lo
tienes”. Él negó con la cabeza ligeramente y se encogió de hombros, en silencio
diciendo; “Oye, qué vas a hacer, ¿verdad?”
***
Me quedé muy sorprendida cuando el Sr. Connelly colocaba una bolsa grande
en la mesa delante de mí en la cafetería. Todo lo que podía hacer era mirar el
nombre del restaurante impreso en el frente; Moe Southwest Grill.
—Tu padre dejó esto para ti en la oficina. Yo estaba allí, así que le dije que te
lo llevaría—explicó el Sr. Connelly.
Lo único que pude hacer fue asentir y mirarlo. El Sr. Connelly se rió entre
dientes y metió la mano en la bolsa, sacando papas fritas, salsa y un gran burrito.
—Tu padre te consiguió uno de pollo —dijo. — Con guacamole. —Sonó más
como una pregunta.
Miré a Nicole y a Riley que empapaban sus platos con piezas de lasaña poco
apetitosas de la cafetería. Volví a mirar a mi comida sabiendo que nunca podría
comerlo todo. Sentí un ligero murmullo en mi estómago algo que no había
sentido en mucho tiempo pero no era el tipo de hambre que podría atiborrarme
toda esta comida.
—No voy a ser capaz de comerlo todo —le dije. —Nicole, dame tu cuchillo.
No sabía por qué no quería nada de los alimentos que él pagó. Y no sabía por
qué la trajo para mí en primer lugar. ¿Me vi tan desesperada y decepcionada en la
iglesia ayer cuando papá rechazó mi sugerencia de almuerzo? Traté de ignorar lo
extraño que era la situación y le pasé a Riley y a Nicole un pedazo de mi burrito.
También empujé las patatas fritas y la salsa en el centro de la mesa. Todos nos
acercamos más juntos para llegar a las patatas y la salsa y en el proceso,
accidentalmente le di un codazo al Sr. Connelly. Murmuré una disculpa, y luego
mordí la mejor comida que he comido en la escuela.
***
Decidí que lo más cortés era darle las gracias al Sr. Connelly por comprarme
el almuerzo, pero estaba demasiada avergonzada para hacerlo cara a cara. En
cambio, ignoré la conferencia de historia en el sexto período y le escribí una nota
de agradecimiento. Hubiera sido mucho mejor en un papel de papelería y no en
uno de mí cuaderno, pero no podía ser exigente si quería dárselo a él al final del
día.
Gracias por traerme el almuerzo hoy. Sé que no era de mi papá. Él nunca haría
algo agradable para mí tan pronto después de mi “gran error”. Además, odia
cualquier alimento que se asemeja a la comida mexicana. Ahora que lo pienso, no
creo que mi padre nunca haya puesto un pie en el interior de Moe. Creo que mi
pregunta es, ¿cómo tiene tiempo para ir recogerlo cuando enseña una clase antes del
almuerzo? ¿Tal vez usted tiene poderes secretos que yo no sepa? En cualquier caso,
me pareció un gesto muy amable. Supongo que ayer en la iglesia le parecí muy
decepcionada por no conseguir mi comida mexicana. Será mejor que tenga cuidado.
Puede encontrar otras razones para verme “decepcionada” eso podrían incitar a su
generosidad. ¿Llorar por la calificación de un mal examen sirve de algo?
Atentamente,
Cadence
***
El martes por la mañana abrí mi casillero para otra nota. La recogí y gemí. No
podía imaginar lo que estaba escrito. Pensé que los agresores habían agotado todos
los sobrenombres concebibles de llamarme y consideré destrozarla. Pero la
curiosidad, como siempre, se impuso, y desdoblé la nota para echarle una mirada.
Querida Cadence,
Sabía que eras demasiado inteligente como para comprar la historia de que tu
padre te trajo el almuerzo, pero no podría ser bien visto decirte delante de los
estudiantes de tu mesa del almuerzo. Y sí, tu decepción por la iglesia el otro día me
impulsó a la acción. Toda chica debe poder tener comida mexicana de vez en cuando.
Espero que no pienses que mis acciones fueron inapropiadas. Y por mucho que me
gustaría reclamar poderes secretos, no puedo tomar el crédito por realmente llevar
tu almuerzo. Estaba ocupado revisando las fórmulas algebraicas con mis estudiantes
de noveno grado. Mi amigo lo trajo. Estaba en el vecindario.
Atentamente,
Mark Connelly
Leí la nota cinco veces. Y cada vez, me convencí a mí misma un poco más que
el Sr. Connelly era el hombre con quien iba a casarme. Era ridículo e inmaduro, y
me aferré a la fantasía mientras pude hasta que la campana del primer período
sonó, gritándome que tenía clase.
De acuerdo. Así que no tenía idea de lo que el Sr. Connelly estaba tramando.
Tal vez sólo me veía como una verdadera patética, estudiante solitaria cuyo padre
era un asno por negarle la comida mexicana, y decidir que comprarme el almuerzo
sería su buena acción del año. ¿Por qué centrarse en mí, sin embargo? Había un
montón de otros perdedores en esta escuela que podrían beneficiarse de su
bondad. ¿Y por qué iba a tomarse el tiempo (y el riesgo) de escribirme una nota y
pegarla en mi casillero? ¿Estaba pensándolo demasiado?
—Bueno, eso no tiene nada que ver con los factoriales, y estoy bastante
seguro de que es inapropiado que me pregunte acerca de mi vida personal —
respondió el Sr. Connelly.
—En serio, Sr. Connelly —dijo Derek. Nunca comparte nada con nosotros.
Pensé que se suponía que eras un maestro genial.
—Maestro genial, ¿eh? Supongo que lo tengo totalmente engañado con mis
impulsos —dijo Connelly.
Más risas.
Unas risas.
Contuve la respiración durante la segunda respuesta. No sé por qué. Sabía
que no tenía una novia.
El Sr. Connelly me miró por un breve segundo. Pero fue suficiente para que lo
viera tomar una decisión. —Sí. Estoy saliendo con alguien.
—¿Va a casarse con ella? —Llegó una pregunta desde el otro lado de la
habitación.
Mantuve la cabeza gacha por el resto del período. No escuché nada acerca de
los factoriales. Acabé garabateado en mi cuaderno, escribiendo la misma palabra
una y otra vez. A veces, en letra burbuja. Otras en letra molde, cursiva, en
mayúsculas. Al final de la clase, tenía una página muy bien decorada llena de la
misma palabra.
“Estúpida”
5
Traducido por MewHiine
Corregido por Armonía&paz
Pensé que había terminado el abuso. Pasé tres semanas sin ningún incidente,
aparte de la ocasional nota de odio que se deslizó a través de las rendijas de mi
casillero, y me imaginé que los abusones habían pasado a alguien más porque yo
era aburrida. Y debido a que tenía una cerradura nueva. Pero entonces el lunes abrí
mi casillero a la harina2. Montones y montones de harina estaba esparcida por
todos mis libros y carpetas, cubriendo mis manos y espolvoreó la parte delantera
de mí camisa y las tapas de mis zapatos cuando saqué un cuaderno. Oí risitas
través la sala y las ignoré. Aún así, no pude ocultar mi irritación. Me gustaba el
modelito que llevaba, y ahora se veía ridículo.
Salté entonces dándome la vuelta. Oliver estaba de pie detrás de mí con los
puños apretados. Negué cabeza.
—No te molestes. Y de todos modos, eso podría empeorar las cosas, —le
contesté. —Gracias, sin embargo.
Él asintió con la cabeza una vez y giró hacia la izquierda en dirección opuesta.
Me apresuré a ir a cálculo para lograr llegar con la última campana. Sin tiempo
para lavarme las manos primero.
2
Hace un juego de palabras como si el casillero fuera comida y la harina un
ingrediente, como quien dice “Pollo al limón.”
Entré en la habitación y me senté, haciendo caso omiso de las risas detrás de
mí. Lo que no podía ignorar era los chismes. Escuché “Cadence,” “Crack”, “Pistola”
Tenía muchas ganas de darme la vuelta y ponerles las cosas claras. En primer
lugar, que no me había metido crack. Había sido cocaína. Una cosa totalmente
diferente. El crack era como la cocaína del pobre. Una versión barata del polvo
blanco que te sube rápidamente, pero te da el bajón con la misma velocidad. Mi
subidón fue por una cocaína muy cara, o eso me dijeron. Y fue un subidón que duró
un tiempo. En segundo lugar, yo no estaba sosteniendo el arma. Y no era una
pistola de verdad. Era una pistola tranquilizante. Debido a que la gente con la que
estaba eran unos imbéciles totales.
3
Se le conoce por Escuela Biblica de Vacaciones. Término usado por los
evangélicos protestantes.
Una vez que la sala se vació, el Sr. Connelly cerró la puerta y tiró de las
cortinas sobre las ventanas. Creí oír el débil chasquido de la cerradura. Volvió a su
escritorio y metió la mano en un cajón, sacando una toallita húmeda. Se acercó a mí
y se arrodilló al lado de mi escritorio.
— ¿Puedo? — preguntó.
Bajó la mirada a mi mano una vez más. —Veo a una mujer feliz.
— Lo siento, —respondió.
Abrí los ojos para ver que me estudiaba. No podía soportar la intimidad del
momento y busqué desesperadamente algo que decir.
— ¿Cómo se llama su novia? —Le pregunté.
— ¿Qué novia?
—Vas a llegar tarde a clase, Cadence, — dijo, y como si su voz fuera la señal,
el timbre sonó, rompiendo el encantador momento. Se puso de pie y caminó hacia
la papelera, tirando la toallita antes de girarse hacia mí una vez más.
— Oh.
— El... acoso.
— No. No hay nada que pueda hacer, —le dije, caminando hacia la puerta. —
Ellos se cansarán con el tiempo.
Me miré las manos en todas las clases durante el resto del día repitiendo los
cuidados del Sr. Connelly.
Él tenía que saber que había sido inapropiado. ¿Por qué me había tocado de
esa manera? ¿Y por qué lo dejé? yo podría haber dicho que no. Podría haberme
alejado. Pero no quería. Quería que limpiara mis manos, que me dijera cosas
amables, que me hiciera reír. Me di cuenta de que el Sr. Connelly era uno de los
únicos hombres buenos en mi vida en este momento. ¿Tenía sentido eso? ¿Y estaba
él tomando ventaja de ello?
***
— Tengo una propuesta para ti.
Vi a una chica alta, de cabello largo y negro dejando su bandeja del almuerzo
descuidadamente sobre la mesa frente a mí. Algunas de sus verduras al vapor
volaron fuera de su contenedor, aterrizando frente a mí con un golpe húmedo. Miré
a mis propias verduras y decidí que no tenía hambre.
— Espeluznante.
Avery se rió.
— Hmm. Así que supongo que ya sabes mi nombre, ¿y es por eso que no te
tomaste la molestia de preguntar?
— Oh, sé exactamente quién eres. Eres Cadence Miller, la chica que se colocó,
robó una tienda de alimentación, y se fue al reformatorio durante diez meses, —
dijo Avery. — Eres la chica que evitó la cárcel por los pelos. Suertuda.
— Sólo se necesita una vez para que tu vida termine, Cadence. Pero creo que
puedo ayudar, —dijo Avery.
— ¿Por qué? ¿No deberías tratar de hacer amistad con algunos de los
estudiantes de aquí con una situación social? Voy a arruinar por completo tu
reputación.
—No lo entiendo.
Avery se acercó más. —Mira, Cadence. Quieres ir al cine, ¿no? ¿Tal vez ir al
centro comercial de vez en cuando? ¿Escabullirte para conseguir un cono de
helado? Bueno, yo quiero ir a fiestas y escabullirme con Gavin.
—Uh huh. Tengo un toque de queda a las diez. — Ella me miró con ojos
inexpresivos. — Los fines de semana, Cadence.
—Um, ¿Avery? ¿Por qué crees que tus padres te van a dejar pasar el rato
conmigo? Seguramente ellos saben todo sobre mi historial de reformatorio.
— Sí, lo hacen. Y también saben que tienen una hija increíble que quiere ser
una buena influencia en ti y llevarte de vuelta en el grupo de jóvenes. Así que eso
es lo que voy a hacer. Voy a traerte de vuelta al redil, establecerme como una
influencia leal, positiva en tu vida, y luego poco a poco ganar la confianza de tus
padres. Pronto va a ser, “Oh, vas a pasar la noche con Avery? ¡Que te diviertas,
cariño!" — Avery echó hacia atrás en su silla satisfecha. — Adelante, dilo. Soy
increíble. —Ella se metió una patata frita en la boca y masticó mientras sonreía.
— Eres una ilusa, —Contesté. — No hay forma de que este plan vaya a
funcionar. Quiero decir, ¿piensas que nuestros padres no se llamarán entre ellos?
¿Crees que mis padres no iban a llamar a los tuyo para comprobar sobre mí?
— No, no lo hago. Ni una vez yo les he demostrado que sea una chica en la
que no pueden confiar.
No podía discutir con ella. Tenía razón. Todos mis esfuerzos para mo strar a
mis padres que era digna de confianza cayeron en picado. Todavía era una
prisionera, y sería una hasta que me graduase. Si quería tener ningún tipo de
diversión y estoy hablando del tipo de diversión inocente como ir a conseguir un
maldito cono de helado entonces yo probablemente tendría que mentirles.
Avery resopló. — Una vez que mis padres vean la gran influencia que soy en
ti y en la buena chica en la que te has convertido, voy a estar durmiendo en tu casa.
¿Entiendes lo que digo? Sobre dormir, —dijo ella, poniendo comillas en el aire en
“sobre dormir”
Me reí. — Ohhh, ¡lo entiendo! Quieres que les mienta a tus padres sobre estar
conmigo cuando realmente vas a estar en un coche aparcado en alguna parte
debajo de tú novio.
— Tenemos que recuperar tu coche — dijo Avery, sobre todo para sí misma.
Yo sabía que tenía que detenerla antes de que estuviera completamente fuera
de control.
— ¿Avery? Odio tener que decirte esto, pero no estoy segura de que este plan
tuyo vaya a funcionar.
— Sí, va a funcionar. Pero tendrás que jugar bien y hacer lo que digo. — Ella
me miró con patética desesperación. — Libertad, Cadence. Estoy hablando de
libertad. ¿Cuánto tiempo ha sido para ti?
—Todo lo que quiero decir es que esto va a tomar algún tiempo. Tus padres
no me van a aceptar por las buenas, y mis padres no estarán tan dispuestos a dejar
que salga contigo. No importa lo buena que seas.
— ¿Cómo pueden decir que no a una hija que claramente quiere conseguir
dejar atrás su mala vida? No estás pidiendo ir a un concierto de rock.
—Me imagino, pero sólo vas a conseguir salir algo con eso. Déjame esto a mí,
— dijo Avery, luego se levantó y agarró su bandeja. — Oye, no te vi tomar un
bocado de todo este tiempo.
— Comienza a comer, — dijo Avery. — Tus padres necesitan ver que estás
normal. Si no comes, sabrán que algo anda mal. Los padres miden la salud
emocional de sus hijos basándose de la alimentación que ingesta.
Había una nota esperándome en mi casillero, al final del día. Era el número de
Avery. Añadí su información de contacto en mi teléfono y la llamé de inmediato.
— ¿Sí?
— Soy Avery.
— Oh, hola Avery, —dijo mamá gratamente. —Hablé con tu madre por
teléfono ayer por la noche.
Mamá asintió. — Tu madre mencionó que eras una líder estudiantil. ¿De qué
estás encargada?
Mamá resopló. — Bueno, creo que Cadence debe ser capaz de ayudarte con
eso. Ella sabe todo sobre el servicio a la comunidad.
Eso fue lo más malicioso y mordaz que mi mamá nunca había dicho. Quería
darle una bofetada.
— Voy a tener hablar con su padre, pero no veo por qué no. Mantenla
ocupada haciendo algo bueno.
—Compórtate bien.
De repente yo era una bala perdida. ¿Qué demonios? ¿Pensaba que tenía
escondido un matraz de whisky o algo? ¿Pensaba que estaba planeando
interrumpir en la reunión con un striptease? ¿Qué demonios pasaba con mi madre
que sintió la necesidad de tratarme como si yo fuera una completa idiota?
— Eso fue una mierda, —le contesté. — ¿Cómo pudo mi madre hablarme de
esa manera?
Solté un gruñido.
— ¡Eso significa que podrás ir a lugares conmigo! Eso significa que tendrás
responsabilidades después de la escuela lo que significa que probablemente
recuperes tus privilegios de conducir!
Yo no pensaba en eso.
— ¡Esto es increíble! — Dijo Avery —Ahora no la cagues. Más vale que seas
un ángel en tu casa. No importa lo que tus padres te digan o lo injusto que te traten.
Pasa de eso.
— ¡Tengo diecisiete años! ¿Por qué debería esperar pasar por encima de
alguna cosa?
— Porque te necesito para esto, por eso, — dijo Avery con los dientes
apretados. —Ahora ponte una sonrisa y vámonos.
Esperaba ver a Gracie. No, de todas formas, esperaba ver a Dean, y me quedé
helada tan pronto como entramos en el auditorio.
— ¡Avery! — susurré, acercándola a mi lado. — ¿Qué está haciendo Dean
aquí? ¿Cómo es que ya está fuera del reformatorio?
— Por buena conducta. ¿No te dije que sus padres estaban haciendo que
viniera? —Preguntó.
—Um, no, no lo hiciste. ¿Por qué me obligaste a venir aquí si sabías que él
estaba aquí? ¿No conoces nuestra historia?
— Lo sé.
— Lo sé.
Avery sujetó mis manos. — Cadence, mira. Siento que él esté aquí. Pero él
está en la misma situación que tu. Sus padres están haciendo que venga. Lo vigilan
las veinticuatro siete 4. Quiero decir, francamente, ellos deberían. Es un porrero
total. O era un porrero total. Pero yo sabía que si yo te hablaba de él, tú no
vendrías, y yo necesitaba que lo hicieras. Sólo no mires hacia él. Céntrate en
4
24/7: Las veinticuatro horas del día los 7 días de la semana.
nuestro increíble plan y la forma en que vamos a conseguir la libertad. ¿Recuerdas
que hablamos sobre la libertad?
Gruñí.
— ¿Quieres relajarte? Si estaba tan puesto como todos decían que estaba,
entonces dudo que él se acuerde haber estado contigo.
— Vaya, gracias.
— Oh, no seas tan sensible. Estoy segura de que eres una fantástica
compañera de besos.
—Entonces, ¿qué es? Y tienes unos cinco segundos, —dijo Avery, mirando el
tiempo en su teléfono.
— La vida es injusta, ¿de acuerdo? Vas a tener que tratar con eso. Las chicas
no pueden zafarse con la clase de mierda que los chicos pueden.
— Lo que sea. El punto es que tienes que tratar de hacer un mejor frente
— Te odio totalmente.
Gracie se veía apagada. Supongo que ella pensó que este era mi desesperado
intento de enmendarme o tal vez ella pensó que estaba haciendo todo lo posible
para estar cerca de ella tanto como pudiera. La verdad era que la extrañaba
terriblemente, pero mis sentimientos estaban heridos. Tuve que aceptar que ella
no quería mi amistad por más tiempo, y que tenía que seguir adelante. No era una
tarea fácil teniendo en cuenta que habíamos sido amigas desde segundo grado.
Dean miró hacia mí y luego desvió la mirada. Bien. No quería estar cerca de
mí más de lo que yo quería ver su cara, por lo que tal vez yo podría sobrevivir a la
insoportable incomodidad de estar de vuelta. Me armé de valor, esperando una
gran cantidad de juicios y miradas desagradables, pero todo el mundo me recibió
calurosamente. Un poco demasiado calurosamente. Abbey Clemish en realidad
entrelazó su brazo con el mío y me llevó a un asiento al lado de ella. Me puse
inmediatamente sospechosa. Estas personas estaban siendo demasiado
agradables, y luego me di cuenta de que era porque habían estado hablando
mierda sobre mí.
6
Traducido por Emi_93
Corregido por Armonía&paz
La canción era suave, fluida y sensual. Perfecto, en esencia, y pensé que debía
de ser la canción que Dios escuchaba cuando creó el universo. Cerré los ojos
imaginándolo señalando aquí por nubes, allí por árboles, convirtiendo montañas y
apresurando a los ríos mientras DJ Shadow rascaba acordes complementarios en la
parte trasera.
Y luego me detuve de pensar sobre Dios a favor del Sr. Connelly y sobre
exactamente que era esta canción. Caminando sensualmente. Movimientos fluidos
en el pizarrón blanco mientras pintaba una imagen de cosenos con su marcador
negro. Suaves ojos grises. Ropas modernas y arriesgadas, y todo lo que una chica
de diecisiete años pensaría que es sexy.
Bueno, eso estaba decidido. Esto era más que un enamoramiento tonto de
chica de escuela. Esto era un amor ciego profundamente perturbador.
—Entonces me buscas para ver en qué más puedes trabajar —respondió ella.
—Oh.
Se volvió para seguir caminando, pero dudó. Ella me miró una vez más
cuando me agaché.
Asentí.
—Espero que sepas que puedes venir y hablarme cuando sea que lo necesites
—dijo la Sra. Jenner.
¿Por qué creería ella que le contaría nada? Como si los maestros quisieran
meterse en los asuntos de todos bajo la fachada de ayudar. No le iba a contar una
maldita cosa.
—Está bien.
—Lo digo en serio. Yo… yo también estuve allí —dijo ella quedamente.—Sé
cómo es.
Está bien. Me sentí un poco culpable por mis pensamientos previos. Tal vez a
la Sra. Jenner no le importaba chismosear. Tal vez se preocupaba realmente por lo
que me pasaba. No me gustaba a donde estaba yendo la conversación. Pensé que se
estaba tornando demasiado íntima, así que intenté bromear.
Me miró flácidamente.
—Te lo diré alguna vez —dijo ella. —Cuando quieras hablar. Ahora junta tus
cosas. La campana está a punto de sonar.
***
Me detuve en su puerta antes del almuerzo esforzándome para oír los
rítmicos acordes pulsando bajo y regular desde su ordenador. La canción era
melosa y monótona –subestimada sofisticación –y yo pensé que debería estar
teniendo una conversación intelectual con alguien mientras sonaba. Quería estar
con el Sr. Connelly, pero el 59 % de mi examen de matemática sugería que la
conversación sonaría más así:
—¿Huh?
—No entiendo.
—Exactamente.
Consideré alejarme. Estaba extra nerviosa por estar cerca del Sr. Connelly
desde el incidente de la toallita humeda. Aún no podía entender qué estaba
haciendo él. Había sido tan sencillamente remoto y distante como lo era después
de las semanas que siguieron a mi almuerzo en Moe’s. Adelante y atrás. Adelante y
atrás. Me estaba dando dolor de cabeza.
—Es obvio que no entiendo nada —dije yo, dejando de un golpe mi examen
frente a él. —No soy estúpida, sin embargo. Quiero decir, solo porque no entiendo
derivados no significa que sea una maldita idiota.
Cambié el pie y colgué mi cabeza bajo, mordiéndome nerviosamente el labio
inferior.
—Nadie dijo que fueras una idiota— respondió el Sr. Connelly, apagando la
música.
—¿Cómo?
Negué con la cabeza y me encogí de hombros. —Oh, bueno —De nuevo con
las lágrimas instantáneas. Tenía una mención por ser una descontrolada emocional
cerca de este tipo.
—¿Cómo?
Sonreí. —Nunca he visto que nadie de más de once años tome Crush de
naranja.
—Bueno, mis amigos en la Universidad me lo echaron mucho en cara —
respondió. —Aparentemente, en la universidad bebes lattes helados. Eso es lo que
haces.
—Anotado —dije.
—Aquí está —dijo, y sacó un CD. Me lo pasó. —Recordé que dijiste que no
pudiste conseguirlo en internet. Pensé que querrías escuchar “Medianoche en un
Mundo Perfecto” dado que parecía darte curiosidad.
Me sonrojé, agachando la cabeza para que no pudiera verme. Esto era mucho
mejor que chocolates o una flor.
—La escuché —susurré. —En clase de computación. —No tenía que decirle
eso, pero quería hacerlo. Quería oír su reacción.
—¿Oh? ¿Cuando se suponía que tenías que estar trabajando? —La pregunta
salió como una flácida amonestación.
—A DJ Premier —respondió.
—¿Otro DJ?
—Uh, huh.
El Sr. Connelly se rió. —No lo hago. La canción se llama “Enseña a los niños”.
—¿Y qué? ¿Eso es, como, inspiración para usted cuando tiene que planear las
lecciones?
Juro que sus ojos quemaron hoyos en mi rostro. Él era tan… intenso. Pero una
especie calma y estable de intensidad, si tal cosa podía existir. Yo me quedé de pie
incómodamente, esperando que me despidiera.
—¿Debería?
—Mmhmm.
***
El teléfono sonó después de la cena, y Oliver respondió.
—Residencia Miller —dijo él, luego se calló, oyendo educadamente a la
persona en el otro lado. Él me miró y sonrió. —Espere solo un segundo, señor. —
dijo, y llamó a Papá.
Papá tomó el teléfono, y Oliver fue hasta mí, la sonrisa aún pegada en su cara.
—¿Qué?
—No.
Mi corazón cayó al piso. ¿Por qué estaba llamando el Sr. Connelly a mi casa? Y
entonces recordé nuestra conversación más temprano. ¡Sesiones de tutoría! ¡Oh
Dios! ¡Nunca les mostré a mis padres ese examen!
—Ya arreglaremos algo —siguió Papá. — Estará allí el jueves. Muchas gracias
por la llamada, Sr. Connelly. Cuídese —Y colgó.
Era la primera vez que Papá me abrazaba desde que me fui al reformatorio.
Se sentía extraño y maravilloso.
—Dos días, jovencita —dijo él, los labios presionados contra mi frente.
***
Entré al Salón 212 la tarde del martes a las 3:30 en punto. Esperaba ver a un
par de estudiantes pero no estaba lista para una habitación llena. Cada chica de mi
clase estaba allí, y yo bufé. De pronto todas éramos malas en matemáticas, incluso
las que yo sabía que sacaban A y B.
El Sr. Connelly se veía sobrepasado. No sé por qué. Debería estar halagado. Él
era un dulce –tenía que saberlo –y cada una de sus estudiantes femeninas tenía un
insaciable gusto por los dulces.
—Bueno, lo sé, Sr. Connelly —respondió Kaitlin. —Pero creo que fue solo, un
golpe de suerte, o algo así.
El Sr. Connelly la miró suspicazmente. —No estoy seguro de que puedas sacar
un 92 en un examen de matemáticas que involucre derivados si no tienes idea de lo
que son los derivados.
Kaitlin soltó. —Solo creo que necesito algún refuerzo del material que vimos
hoy.
—Así que, creo que la respuesta es 6x + √7. ¿Lo ves, Cadence? —preguntó
ella dulcemente. Y luego ella miró al Sr. Connelly. —¡Oh, Sr. Connelly! No sabía que
estaba allí. ¿Hice bien esta? —Ella alzó su portátil.
—Bueno, eso es muy dulce de por tu parte —dijo él. —Dar tu tiempo libre de
esta forma.
—Creo que tal vez tener a una chica explicándole matemática a otra chica
puede ser de ayuda. —dijo Alaina. —Hablamos, como, lenguajes completamente
diferentes.
—Creo que no lo entiendo, Alaina— dije, una vez que el Sr. Connelly se
hubiera ido.
—Así que, ¿qué crees, Cadence? —preguntó él, limpiando la pizarra con una
toalla de papel mojada.
—¿El número tres? ¿No te ayudó Alaina con ese? —preguntó él, deslizándose
a mi lado en mi escritorio.
Hasta que descubrí que el casillero vacío al lado del mío estaba asignado a él.
¿Era una maldita broma?
—Lo siento. Mira— Él pasó la mano por su cabello rubio. —Se supone que
pida disculpas y esas cosas. — ¿Disculpas y esas cosas? Este tipo era un verdadero
idiota. De repente sentí como una idiota por quererle. Y por besarlo. Y por dejarle
ver mis pechos desnudos para que dijera que él creía que eran más grandes y que
debería usar un sujetador con relleno.
—Uh, sí.
— ¿Quieres verla? preguntó.
Sí, lo era. Se suponía que iba a ser un año increíble con Gracie.
— ¿No puedes tomar el autobús? Por lo menos yo puedo tomar el auto bus.
—Lo siento mucho, Cadence, —susurró. —Yo no estoy diciendo eso porque
está en mi lista.
Me tensé.
—Hmm.
Me eché a reír.
—¿Qué?
—No, dime.
—Está bien. Sólo estaba pensando en lo que pensé que era tan mágico
besarte cuando estaba drogada.
Sonreí.
—¿Qué piensas?
—¿Qué Dean?
—Nunca aceptaste mis disculpas —dijo.—Necesito que las aceptes. Tengo que
tacharla de mi lista.
—¿En serio?
—Mira, soy una idiota, ¿de acuerdo? ¿Qué quieres de mí? No recuerdo
haberlo hecho contigo. Estoy seguro de que fue genial. ¿No puedes sólo superarlo y
decir que me perdonas?
— ¡Dijiste que mis pechos eran pequeños! —Gracias a Dios el pasillo estaba
lleno de gente e increíblemente ruidoso.
—Me gustan las tetas grandes, ¿de acuerdo? Lo siento. ¿Qué tiene eso que ver
con las drogas y el robo?
Me eché a reír.
—Lo sé. ¿Ahora voy a tener que pedírtelo todos los días a partir de ahora
hasta que nos graduemos, o vas a darme un descanso?
—Está bien. Te perdono, pero espero que sepas que es sólo para que puedas
tacharla de su estúpida lista.
***
—Empaca tus cosas, mana, porque vas a pasar la noche del viernes
conmigo —dijo Avery, tomando el asiento de al lado mío en el almuerzo.
— ¿Lo haré?
—Si lo es. Significa que estarás fuera de tu casa todo el fin de semana.
— ¿A dónde? — Le pregunté.
—Hay algunas casas en el lado este de la ciudad que vamos a limpiar. Reparar
orfanatos. Cosas del césped. Alguna de limpieza. —Ella se inclinó y me susurró en
tono de disculpa—Es para la gente pobre.
— Lo capto.
Mi corazón se encogió.
Gemí.
— ¿Quiénes?
Me eché a reír.
—¿Qué?—Preguntó Avery.
—¿Conduces aún?
***
El dormitorio de Avery era realmente genial. Estaba un poco celosa cuando
entré. Su techo estaba cubierto de esquina a esquina con lámparas de papel.
Colgaban de diferentes alturas, algunas tan baja que podía alcanzarlas y tocarlas si
me pusiera de puntillas. Su habitación brillaba con tonos suaves de amarillo,
naranja y rosa. Colores ardientes, pensé. Los colores que coinciden con la
personalidad de Avery.
—Son hermosas—dije.
—No lo son. Mis padres son geniales, pero sus reglas son tan malditamente
ridículas. Quiero decir, soy una líder estudiantil en el grupo de jóvenes, ¿sabes lo
que estoy diciendo? ¿Cuándo se van a relajar un poco? Nunca les he dado ninguna
razón para no confiar en mí.
—Lo entiendo.
— ¿Qué cosa?
— Déjales jugar fuera sin vaya, y ellos se quedarán cerca de ti. Pon una vaya,
y ellos trataran de derribarla, tratando de salir.
—Sí, eso tiene sentido. Espíritus rebeldes—dijo Avery.—O tal vez sólo los más
listos tienen espíritus rebeldes.
Avery suspiró.
—Yo. También.
Me senté en su cama.
—Lo sé.
— ¿Él lo vale?
Avery resopló.
***
Hice a Avery prometer que yo no iba a tener que limpiar los baños. No me
importaba nada, pero mis diez meses en la cárcel juvenil me marcaron de por vida
en cuanto a baños se trata. Fue bastante difícil sólo la limpieza por mi cuenta.
—Cadence, voy a cuidar de ti, ¿de acuerdo? —Dijo, pasando los ojos por
encima de su portapapeles. Estábamos de pie en la esquina de la calle Barry
esperando a que los otros llegaran. La mayoría ya estaban aquí, incluyendo Gracie
y su madre, que fingí que no existía. Tuve un repentino impulso de correr hacia
ellos y gritarles en la cara. Fue un impulso muy fuerte, muy raro, y molesté a Avery
con preguntas para evitar actuar sobre ellas.
— ¿Estás escuchándome?
— ¡Avery!
—Oh, Señor—Respiré.
—¡Todo el mundo! ¡Por aquí! —Avery llamó, y me acerqué al grupo, de pie tan
lejos del Sr. Connelly como pude. —Está bien, así es como irá. Estoy emparejando
los adolescentes con los adultos. La forma más fácil y más eficiente para conseguir
hacer todo esto hoy en día, trabajar como equipo. Los adolescentes, tomarán la
dirección de los adultos a los que estén vinculados. Los Adultos, tomarán la
dirección de mí.
Unas risas. Tuve que admitir que Avery era realmente buena en la
organización y dirección. Si tuviera que hacer frente a este grupo de treinta
personas, estaría más que axilas sudorosas y oraciones tartamudas.
—Está bien. Ya repartí las listas de “cosas por hacer” para todos los adultos.
Es súper importante que ustedes obtengan todos los elementos de la lista
marcadas antes de que el sol se ponga. Tenemos seis casas, gente. Podemos hacer
totalmente esto —dijo Avery.—Ahora escuchen sus equipos. Equipo 1: Sr. Sunder,
Dean, y Gracie. Equipo 2: Sr. Wallace, Adrian, y Lizzie. Equipo 3: Sr. y Sra. Rollings,
Seth, y Abbey. Equipo 4: Sr. y Sra. Clemish Grayson, Toby, y Amber...
Tate era un canalla, pero él pensaba que era un buen operador. Él nunca se
burló de mí por mi reformatorio juvenil, pero le gustaba constantemente
recordarme lo atractiva que era, y más aún por el tiempo que pasé en la cárcel. Al
parecer, le gustaban las chicas malas. Me hizo preguntas de vez en cuando acerca
de mi tiempo en la cárcel, pero yo no lo haría participar en la conversación. No
quería decirle nada, por temor que la información no le cambiaría en nada, sino
que lo encendería y lo harían aún más desagradable.
No le hice caso.
Aun ignorándolo.
—Tate, cállate.
—Tate, no creo que jamás te haya visto en Crestview dijo el Sr. Connelly.
—Sr. Connelly, ¿por qué se ofreció como voluntario en este proyecto del
grupo de jóvenes? —Le pregunté, mirando a Tate pasear con seguridad en la
carretera.
—Sólo estoy tratando de involucrarme —respondió el Sr. Connelly.
—¡No! —¡Agh! Esa reacción fue demasiada obvia. —No, no es eso. Sólo por
curiosidad, eso es todo.
—Bueno, si quieres saberlo, sólo estoy intentando algunas cosas. Para ver lo
que me gusta. Para ver si hay un lugar para mí en tu iglesia.
Tenía que darle crédito. Él era bueno. Pero no le creí ni por un segundo que
quisiera encontrar un lugar en mi iglesia. Algo más estaba pasando, y porque me
sentía una innegable atracción hacia él, supuse automáticamente había una
atracción en su extremo. Él se había ofrecido hoy por causa mía. Eso es lo que
decidí creer. Para alguien que no era generalmente llena de sí misma, hoy me
estaba reventando.
Fanny Burken era una dulce anciana que vivía en una pequeña casa con dos
luces trabajando. A pesar de que mantenía la casa limpia, estaba cayendo en el
abandono. Nos enteramos de que su hijo murió recientemente en un accidente de
moto, y él era su única familia. Ella no podía llegar a las luces del techo para
cambiar las bombillas y no tenía nadie que la ayudara a mantener la casa.
Reuní toda la ropa con la ayuda de Fanny y comencé el lavado, y luego ayudé
al Sr. Connelly arreglar algunas tuberías con fugas.
Solté un bufido.
Luché contra el impulso de tocar su pierna. Lo quería más que nada. Y no con
mi propia pierna. Quería buscar y pasar mi mano por su muslo.
—¿Cadence? —La voz se acercaba.
Abrí los ojos para ver al Sr. Connelly mirándome. Su expresión era
desconcertante, como si supiera exactamente lo que estaba proyectando mi mente.
Pero él no se atrevería a decirlo en voz alta.
—La luz—preguntó.
***
—Estás muy callada, Cadence dijo el Sr. Connelly, sentado frente a mí. Lo vi
agitar hojuelas de pimienta roja sobre su pizza.
Todos nos reunimos en Alfredo para la cena un regalo del Sr. y la Sra.
Sunders durante una jornada de éxito Yo quería ir a casa. Me sentía con calor,
pegajosa y sucia, pero eso habría sido grosero. Y yo no tenía un coche de todos
modos. Vine con Avery. Además, una parte de mí quería prolongar el tiempo con el
Sr. Connelly, aunque no estaba realmente de humor para charlar. Sólo quería
mirarlo.
—¿Yo? —No lo sabía. No me importaba. Todo lo que podía pensar era que yo
era una mosca insignificante. Oh sí, y un irritante, también, de acuerdo con Avery.
—Seguro que se siente como que cuenta—le dije, un poco rizada porque le
estaba restando importancia a mi situación.—Usted sabe, es igual que los adultos
digan estupideces por el estilo. ‘Consigue un poco de perspectiva. La secundaria no
es importante’. ¿Sí? Bueno, ¡es importante, mientras que estás en ella!
—Bueno, eso temo. Quiero decir, al ver a Fanny por sí misma de esa manera.
Sin niños. Sin esposo. Sin vecinos que la ayudan. ¿Con quién hablar?
—¡Está bien! ¡Soy una persona terrible! ¡Pero se supone que tienes que
perdonar! ¡Ese es tu nombre maldito, después de todo!
Podía oír su respuesta.
—¡Por lo menos soy una mejor cristiana que tú! ¡Nunca he tomado drogas!
¡Nunca le robado a alguien!
—Sí. Ella esta, como, pérdida. Satanás realmente tiene sus garras en ella.
— ¡¿Qué?! Bueno, entonces realmente tenemos que orar por ella. ¿Sexo fuera
del matrimonio? Eso es, al igual que, el décimo mandamiento.
—Lo sé, ¿verdad? Casi podrían perdonar todo el asunto del robo, pero ¿el
sexo antes del matrimonio?
—En serio. Lo que hay que hacer por ellos dos es que se casen.
—Lo sé. ¿No están casados ante Dios de todos modos? ¿Desde que tuvieron
relaciones sexuales?
—Yo creo que sí. Tienen que hacerlo oficial así no vivirán en pecado.
Cristianos.
8
Traducido por MewHiine
Corregido por Mariis
Pasaron varias semanas, y logré un indulto por tres días para conducir. Por
alguna razón, papá decidió darme el miércoles, además de los martes y jueves con
la pega de que viniera directamente a casa desde la escuela. Yo no quería empujar,
pero la señal del Starbucks apuntó hacia mí como si fuera un faro, y yo un cansado,
vagabundo marinero en necesidad de cafeína. Puse el intermitente antes de
pensarlo, y giré en el estacionamiento. Fue entonces cuando recordé que ya me
gustaría ser un marinero sin barco si no dejaba saber a papá lo que estaba
haciendo. Saqué mi celular y lo llamé.
Incluso mejor. Eso significaba que podría conducir por más tiempo. Conducir
era siempre preferible a estar de mal humor a casa en mi dormitorio.
—No hay problema, —le contesté. Esperaba que papá empezara a pedirme
hacer los recados para él después de la escuela. Yo podría ser su asistente personal,
y él no tendría que pagarme nada. Sólo darme dinero para el café cuando lo
quisiera.
—Hola. — Me sonrojé. Me sonrojaba ahora cada vez que veía el Sr. Connelly.
Tenía buenas razones que incluían un pañuelo, un almuerzo, una nota y un paño
húmedo. Oh sí, y un sábado donde me apoyé contra su pierna mientras que él
fijaba un grifo que goteaba. — ¿Consigue aquí su café?
— Oh, bueno, no parece del tipo corporativo, —le dije. — Pensé que sólo iba a
cafeterías independientes.
— ¿Es la ropa?
— ¿Eh?
— Tal vez, —respondí, y dejé que mis ojos viajaran de arriba a abajo por su
cuerpo, pero muy rápidamente para que no se diera cuenta.
— Lo entiendo.
— Entiendo totalmente lo que intenta decir, señor Connelly. — Por Dios, ¡este
chico estaba nervioso!
— ¿Está bromeando? Voy a estar allí cada día desde ahora hasta que me
gradúe si eso significa que puedo mantener mis momentos de conducción.
En esta ocasión el Sr. Connelly rio con fuerza. Me gustó que haberlo hecho
reír. Se sentía bien. Y poderoso.
No.
— Todo tipo de cosas. A veces voy a los conciertos o echo un vistazo a los
nuevos restaurantes. Preparo exámenes. Leo. Salgo con los amigos a los bares
locales. Hago el crucigrama del New York Times...
—De nada.
Me moría de ganas de que llegaran mis órdenes para que yo pudiera irme. Me
sentía incómoda de pie junto a él. Estaba demasiado fresco para mí, y yo no quería
aprender más acerca de su fresca vida. No sé por qué le había preguntado en
primer lugar, y no tengo ni idea de por qué él me lo contó. Tendría que haberme
dicho: —Eso no es de su incumbencia, Cadence, —a lo que yo le hubiera
contestado: — ¿Por qué me tocó el otro día?
Miré hacia abajo a las bebidas. — Oh, no. Uno es para mi papá.
Él asintió con la cabeza. — Bueno, que tengas una tarde agradable, Cadence.
— Usted también, — y dejé que mis ojos se deleitaran por un momento con su
cara. Él me miró con expectación.
¡Pregúntale! mi cerebro gritó. ¡Sólo hazlo antes de que pierdas los nervios!
***
Mi padre. No se me permitía odiarlo porque estoy bastante segura de que eso
era un pecado. Además, honrar a tus padres era el único mandamiento que venía
con una promesa: obedéceles (lo que me figuraba que incluía amarlos) y vas a vivir
una larga vida. Quería vivir una larga vida, así que tuve que seguir la regla.
Pero papá no lo hizo fácil. En realidad, eso no es cierto. Él lo hizo fácil durante
la mayor parte de mi vida hasta que aterricé tras las rejas. No podía culparlo por
estar enojado conmigo, pero me podía quejar de que después de meses de
mostrarle que estaba reformada, todavía no podía siquiera ir a la gasolinera
después de la escuela para llenar el depósito sin llamarlo primero.
No sé por qué estaba tan desesperada por su perdón por encima de cualquier
otro. Tal vez fuera porque él siempre me había mirado un poco diferente a Oliver.
Yo era su típica primogénita madura e indefectiblemente obediente. Nunca
cuestioné a mis padres. Hice lo que me dijeron. Me hice cargo de las
responsabilidades a una edad temprana y maduré más rápido que muchos de mis
compañeros. Mis virtudes me ganaron respeto.
Ahora mi padre me veía de manera diferente. Yo no era una buena hija. Yo era
solo una adolescente. Creo que para él eso era más decepción que otra cosa. Él no
quería una hija normal. Él quería una extraordinaria. Pero yo no era esa. Yo era una
falible, típica cerebro-poco-desarrollado que había cometido errores. Supongo que
papá iba ahora a centrar su energía en Oliver en un intento de moldearlo en lo que
yo no podría ser: la perfecta súper adolescente.
— ¿Por qué?
—Lo sé.
— ¿Por qué voy a clases cuando tú me podrías ayudar con las matemáticas?
— Le pregunté.
—Tú trabajas con números de todos los días, — le dije. — ¿Por qué no te
ofreces a ayudarme?
Me pareció justo. Pero yo quería dejar salir las palabras mientras aún tenía las
agallas para decirlas. Si, me arriesgaba estando castigada o poniéndome en el
camino de algún castigo por una falta de respeto, pero no me importaba. Creo que
fue la cafeína de mi café con leche. Me hizo dura.
Papá se quedó atónito. Me di la vuelta para mirar al cactus, una vez más.
Toqué la espina antes caminar fuera de su oficina. No dijo nada, y yo no iba a
dormir como yo esperaba.
***
—Quiero empezar a visitar a Fanny Burken, — dije en la cena de la semana
siguiente.
— La señora cuya casa limpi´w durante ese proyecto de servicio del sábado
que organizó Avery, — aclaré.
Mamá asintió.
— ¿Por qué? — preguntó Oliver.
Con la bendición de papá, comencé a visitar Fanny Burken. Sé que suena raro.
¿Por qué alguien de diecisiete años de edad, querría pasar tiempo con una mujer
mayor? La verdad sea dicha, yo tenía pocas opciones de hacer amigos por el
momento, y también quería comprobarla y a sus bombillas. Y si estoy siendo
completamente honesta, quería a alguien con quien hablar. Pronto aprendí que no
había nada en ella que fuera de una pequeña dama. Ella era aguda e ingeniosa y
valiente.
En este particularmente poco lunes por la tarde, decidí derramar mis tripas.
— ¿Perdón?
— ¿Pañales?
— Fue un enorme lío todo aquello. Me sentía sola y enojada con mi esposo.
— ¡Fanny!
— Bueno, una gracia social a la que vas a tener que acostumbrarte. Bebes té
cuando se te ofrece, y sirves té cuando la gente te visita.
— ¿Por qué?
— Cadence, las drogas son malas, — dijo. Ella no me reprendió por el robo.
— Porque estuve allí. Y tan arriba como una cometa, —le contesté.
— No, pero había una oficial que me odiaba hasta las tripas. Limpié un
montón de retretes.
—Lo siento, Fanny, pero este té duele, — le dije, haciendo una mueca.
— Bien, nunca he oído que se utilizara eso para describir el té, — dijo.
— ¿Hmm?
— Oh, sólo espera. Tengo más, —dijo, riendo entre dientes. — Pero una vez
que declaras tu amor por esa otra persona, y viceversa, comienza el verdadero
trabajo, porque las mariposas no duran para siempre.
— ¿No lo hacen?
— ¿En serio?
— No, no lo es. Estoy segura de que él llegó a esa conclusión un día que
descubrió que de repente, gané treinta libras.
Me reí.
Las cejas de Fanny se dispararon. — ¿No pudiste elegir uno más fácil? Él no
puede exactamente llevarte al baile de fin de curso.
— ¿Lo he hecho?
Asentí con la cabeza. — Él es el hombre que ayudó a arreglar tus tuberías con
fugas y parchar ese muro para ti.
— ¡Oh mi dios! Es muy lindo, Cadence, —dijo, con los ojos brillantes. Lucía
como si ella no se propusiera nada bueno.
— ¿Cuáles?
— Cadence, cálmate. No estoy sugiriendo que inicies una relación ilícita con tu
profesor de matemáticas. Estoy simplemente diciendo que no es asunto mío juzgar
si lo haces. El amor viene en todo tipo de paquetes. Algunos están perfectamente
atados y algunos están desordenados. Eso no significa que los desordenados no
sean iguales de buenos.
— ¿Bueno?
— Sí, bueno.
—Por supuesto, eso hace las cosas mucho más fácil si esperas hasta que te
gradúes, — dijo Fanny, guiñándome un ojo.
— ¡Ja! ¿Por qué diablos ibas a pensar que me gustaría compartir algo con tus
padres? — Preguntó Fanny.
—No lo sé. Pero ellos me tienen a raya. Quiero decir, no es tan malo como
solía ser. Pero aun así, no me sorprendería que mamá te llamara para preguntarte
acerca de nuestras visitas, —le dije.
Tomé una respiración profunda. —No soy buena con los engaños, Avery.
—¡Oye! ¡Espera un minuto! Puedo hacer esto. —No creía una palabra de eso.
—No tienes que hacer nada. Simplemente relájate. Eso es todo —respondió
Avery—. Me tengo que ir. Estoy donde Gavin.
—Bueno, lo que sea. Creo que dado que pasaste la noche conmigo, debo ser la
que invente lo que hicimos así en realidad puedo recordarlo.
Avery se rió. —Sabes, Cadence, eres como una muñeca American Girl.
—Avery, cállate.
—No, en serio. ¿Quién tiene el pelo rubio? ¿Es Kristen? ¿Kirsten? ¿Cuál diablos
es su nombre?
—Eres una muñeca American Girl, y es por eso que me agradas tanto.
—¿Quieres que sea una fiesta de pijamas real? ¿Y podemos tomar un helado
juntas? —preguntó Avery.
Ella debe haber pensado que era totalmente lamentable. No tenía novio con
quien reunirme, ninguna retorcida agenda, sin amigos con quienes salir, como una
fiesta. Oh, Dios mío. Me di cuenta de que ¡era una muñeca American Girl!
—Puedes tener la siguiente —le dije—. No tengo nada que hacer. Sólo tienes
que ir ver Gavin otra vez.
— ¿Cadence? Deja de sentir lástima por ti misma. Vamos a tener una fiesta de
pijamas real para que puedas salir de tu casa. No es gran cosa. ¿De acuerdo?
—Está bien.
—Y solo pienso que eres en parte una muñeca American Girl —continuó
Avery.
Avery pasó los siguientes diez minutos tratando de explicar cómo el ser
parcialmente una muñeca American Girl era realmente una buena cosa. Escuché
educadamente. Cuando colgamos, mis pensamientos se desviaron de inmediato
hacia el Sr. Connelly y si él pensaba que yo era como una muñeca American Girl. Y
entonces me pregunté por qué iba siquiera a saber qué era eso.
***
—¿Dónde está todo el mundo? —pregunté, metiendo la cabeza en la puerta en
la tarde del martes.
—No habrá tutoría hoy. Tengo una cita con el médico —respondió el Sr.
Connelly—. ¿Se te olvidó?
—Cadence, creo que lo más inteligente sería ir a casa. —Dijo el Sr. Connelly.
—Si tu padre se entera de que no había sesión de tutoría hoy y que no estás
en casa, las cosas podrían ponerse feas muy rápido —dijo el Sr. Connelly.
Estaba sorprendida. No podía creer que dijera eso. ¿Por qué odiaría no verme
los jueves? Se dio la vuelta y siguió empacando su morral. Tiró de la correa a través
de su cuerpo, luego cerró y bloqueo los cajones de su escritorio. Rondé en la puerta
esperando a que él me mirara. Se tomó su tiempo ajustando el morral, mir ando a
todas partes excepto a mi dirección. Me impacienté.
— ¿Por qué odiaría no verme en la tutoría los jueves? —No podía creer mi
propio valor.
El Sr. Connelly me miró la cara. Y entonces sus ojos viajaron a un lugar justo
por encima de mi cabeza. —Matemáticas. Porque estás fallando. Y me gustaría
verte mejorar.
Exhalé. Me sentí como un neumático que había sido perforado, implacables
uñas, desinflando rápido y duro hasta nada.
—¿A dónde piensas ir? —preguntó el Sr. Connelly, caminando hacia mí.
Me encogí de hombros.
—¿En serio?
El Sr. Connelly rodó los ojos. —No soy mucho mayor que tú. ¿Y qué rayos
sucede con los jóvenes, nunca han oído hablar de la música en vinilo?
—No voy a decírselo a nadie —le dije—. No tengo amigos de todos modos.
—Oh.
—Whoa.
—Pensé que tenía, como, veintidós o algo —le dije. No podría estar
enamorada de un hombre de 28 años. Demasiado viejo.
—Luce más joven. Pero supongo que esa es una buena cosa. Para los adultos
de todos modos. Lucir más joven que su edad.
―Y los adolescentes son exactamente lo contrario, ¿No? ―preguntó el Sr.
Connelly―. Quieres lucir más adulta.
Me detuve en eso.
― ¿Qué?
― ¡Yo diría que sí! ―lloré―. Algo sacrílego, por lo menos. ¿Echa de menos la
escuela secundaria?
Yo que quería que él me guiñara un ojo. No quería tener esta conversación por
más tiempo. Me sentía como una completa perdedora. Ya era bastante malo que
tuviera un ridículo enamoramiento hacia él. Yo no necesitaba saber lo genial que
era durante la escuela secundaria.
― ¿Así que piensas que puedes comprobar esa tienda de discos? ―preguntó.
***
―Se supone que debo preguntar por Dylan ―dije, caminando a la tienda má s
desorganizada que jamás había visto.
―Bueno, mi… amigo me envió aquí y me dijo que te preguntara si tienes algo
para mí que pueda escuchar en vinilo ―esperaba que eso hubiera salido bien. No
estaba segura de si se suponía que pusiera un artículo delante de "vinilo" ¿El
vinilo? ¿Un vinilo?
Dylan sonrío.
―Tu no me vas a dar una larga historia interminable sobre los discos,
¿Verdad?
―Ohh, Mark ―dijo Dylan―. Si, el llamó hace un rato. Dejó algo para ti. Eres
Cadence, ¿verdad? ¿Una de sus estudiantes? ¿Qué haces en la secundaria si tienes
veintiún años?
―Uh huh ―Dylan buscó hasta que encontró un registro. Quito la nota adhesiva
que decía: ‘’Cadence’’ y me lo entregó―. Me llamó hace un rato. Dijo que estarías
aquí. Él pensó que te gustaría esto.
―No sé porque dije eso. Tal vez para que me tomarás más en serio.
―Casi dieciocho.
―No lo sé.
―Si. El CD.
Dylan asintió.
Sonreí.
―Si.
―Ahora, esta es la parte difícil. Tienes que ser muy cuidadosa cuando
coloques el brazo en el disco. ¿Ves la aguja en la punta?
―Eso es lo que toca las canciones, pero también puede rayar el disco. Así que
poco a poco y con cuidado es el nombre del juego ―dijo Dylan bajando el ‘‘brazo’’ y
colocando suavemente la aguja en el borde exterior del disco―. Yo no uso palancas
de pre-escucha. Esas son para aficionados.
―Oh, simplemente coloca el ‘‘brazo’’ para ti. Se supone que es una manera
más segura de escuchar la pista, pero tengo una mano muy firme, rayas mínimas,
¿Lo ves?
Me reí.
Dylan sonrío.
―El vinilo se reproduce desde afuera hacia adentro. Si quieres escuchar las
canciones en el orden de la lista de reproducción.
― ¿Eh?
Escuchamos en silencio por un tiempo, y yo intenté con todas mis fuerzas oír
las sutiles variaciones con la versión en vinilo, pero confieso que la única diferencia
parecía ser los sonidos silbantes e intermitentes de la superposición de la música.
―Me estas matando, Cadence ―dijo Dylan―. Esto es música en su forma más
pura.
Le sonreí tímidamente.
― ¿Los DJs tienen bandas? Quiero decir, ¿Cómo incorporan todos esos
instrumentos?
―Jesús Cristo.
― ¿Está bien?
―Una muestra puede ser cualquier cosa. Un clip de una emisión de noticias.
Un clip de una canción, un discurso, una película. Efectos de sonido. En realidad
puede ser cualquier cosa. Y los DJ combinan todos ellos a la perfección para hacer
una canción coherente, una nueva muestra descompuesta.
5
Mezcla de muestras musicales.
Dylan volvió a prender el reproductor.
― ¿Por qué te gusta esta canción? Quiero decir, es realmente una buena
opción. Solo me preguntaba por qué.
― ¿Cadence?
― ¿Eh?
―No, él lo compro.
Me sentí alagada y enojada, ¡El Sr. Connelly no tenía que comprar un disco
para mí! Fue vergonzoso, y yo solo podía imaginar lo que estaba pensando Dylan.
Vislumbré su cara y pensé que lo atrapé en una media sonrisa.
― ¿Qué es tan gracioso? ―le exigí.
― ¿De que estas hablando? ―respondió. Y luego añadió en su voz baja―. Oye,
sin juzgar.
***
Cadence, eres una chica muy mala.
Me acosté en la cama, tratando de ignorar mi conciencia. De todas maneras no
creí que tuviera razón. ¿Por qué no podía tocarme? Al menos no estaba teniendo
sexo. ¿Qué si estaba fantaseando con mi profesor de matemáticas? Eso es todo lo
que era: una fantasía.
Sabía que no iría a su casa mañana. No tenía las agallas. Él me asustó
muchísimo, y yo era un desastre total a su alrededor. Realmente no podía entender
lo que era esa atracción de todos modos. Sí, pensé que era algo lindo, pero había
chicas en mi clase de matemáticas que estaban guapísimas. No pensé que fuera eso.
Yo no era una súper modelo. Yo era tu chica de al lado. Bueno, tal vez a él le
gustaban los tipos chica-de-al- lado. O tal vez sintió mi vulnerabilidad emocional,
mi soledad. Tal vez pensó que podía tomar ventaja de eso. Yo no era una completa
idiota. Sabía que todo esto estaba mal, y sabía que tenía que hacer frente a la
posibilidad de que el Sr. Connelly era un mal hombre. Un drogadicto. Un abusivo.
Entonces ¿por qué no me creía nada de eso? ¿Por qué pensaba en su lugar que él
era genuinamente agradable y amable? ¿Que se había enamorado aparte de
cualquier traicionero motivo? ¿era sólo mi inocencia?
Tienes diecisiete años, Cadence. Por supuesto que es tu inocencia.
Le contesté a mi conciencia metiendo profundamente mi dedo dentro de mí,
gimiendo suavemente.
—Soy una chica inteligente —dije en voz alta, respirando con dificultad.
Claro que lo eres.
Continué acariciándome, sintiendo mi creciente humedad mientras pensaba
en las manos del Sr. Connelly. En ese momento estaba pasando unos papeles a los
estudiantes de mi clase de matemáticas. Pero entonces los estudiantes
desaparecieron y el resto de los papeles junto con ellos. Era sólo el Sr. Connelly,
viniendo hacia mí con un propósito. Puso sus manos sobre mí, levantándome con
rudeza y forzando mis piernas alrededor de su cintura. Me llevó a su escritorio, y
me puso en el borde, empujándose a sí mismo contra mis muslos abiertos.
—Oh, Dios mío —suspiré.
¿Cadence? ¿No se supone que deberías estar en el grupo de jóvenes en este
momento? Es miércoles.
—Tengo tiempo —dije.
Ni siquiera es por eso, Cadence. ¡Estás masturbándote antes de ir a la iglesia!
—¡Cállate! —siseé y continué frotándome hasta que sentí al Sr. Connelly
tocándome en su lugar. Estaba recostada en su escritorio, sin shorts y sin bragas, y
él estaba sobre mí, tocándome incesantemente entre mis piernas mientras me
preguntaba cómo calcular el seno.
—¿Calcular el seno? —Respiré. No sabía. No me importaba. ¿Qué demonios?
¡sólo hazme correrme!
—El seno, Cadence —dijo el Sr. Connelly pacientemente—. Este es un repaso
de trigonometría. Deberías recordar.
—No lo sé —grité, jadeando rápidamente, sintiendo la brasa quemando
profundamente dentro de mi abdomen. Él siguió avivándolo con sus dedos,
haciendo crecer el fuego que eventualmente me quemaría viva.
Se inclinó para susurrar en mi oído—: El seno es igual al opuesto dividido
entre… —Y deslizó dos dedos dentro de mí.
Grité, el fuego estallando y chisporroteando entre mis piernas, lamiendo la
tierna carne de mis muslos internos. Él amortiguó mis gritos con su boca,
besándome suavemente mientras yo me corría duro, arqueando la espalda
involuntariamente como si le estuviera pidiendo más. Así que me lo dio. Siguió
acariciándome, sacando mi orgasmo hasta que cambió del placer a la agonía.
—Por favor, detente —rogué dentro de su boca, y lo hizo.
Abrí los ojos, tenía una mano descansando entre mis piernas, y la otra
palmeando sobre mi boca. Mi cuerpo se estremeció una y otra vez mientras miraba
mi techo, vacía de todo. Vacía de lo bueno. Vacía de lo malo. No tenía nada que me
guiara, sin dirección, sin intenciones, así que tomé la decisión de ir.
***
Me senté en mi auto, con el corazón golpeando duro y rápido. Podría
simplemente girar la llave en el encendido, salir del estacionamiento e irme. Así de
fácil. Fingir que nunca llegué aquí. Pero una fuerza más grande que mi miedo se
hizo cargo, convirtiéndome en una autómata mientras inconscientemente cerraba
el auto y caminaba por la vía de ladrillo hasta su departamento. Apartamento
620C. Vi cómo mi mano se cerró en un puño y golpeó la puerta. Oh, Dios mío. ¡Mi
mano acaba de cerrarse en un puño y ha tocado la puerta! ¡Tengo que irme!
¡Ahora!
El Sr. Connelly abrió. —Hola, Cadence.
—Uh huh.
Sonrió. —¿Te gustaría entrar?
—Uh huh.
Me quedé plantada en mi lugar.
—¿Tal vez ahora? —sugirió.
—Uh huh. —Pero no podía moverme, y sólo pude poner un pie delante del
otro, una vez que él envolvió su mano alrededor de mi brazo y suavemente me jaló
dentro.
—No voy a abalanzarme sobre ti, si eso es lo que temes —dijo el Sr. Connelly,
cerrando la puerta detrás de mí.
Mal chiste. Mal momento. ¿Se le puede considerar un depredador sexual? Yo
todavía tenía diecisiete años. No cumpliría dieciocho hasta diciembre.
—Esta es una mala idea —solté abruptamente.
—Lo sé.
Levanté la vista hacia su rostro. — Es mi profesor.
—Lo sé.
—¿No hay ahí como un conflicto de intereses o algo así?
—Completamente.
—¿No tiene miedo?
—Completamente.
—¡Sr. Connelly! —Yo estaba más allá de nerviosa—. Si sabe que está mal,
¿entonces por qué estamos haciendo esto?
—Yo no dije que estaba mal. Estuve de acuerdo contigo de que es un conflicto
de intereses y que estoy asustado. —Tomó mi sudada mano y me guió al sofá—.
Por favor, llámame Mark —dijo, invitándome a sentarme.
Me hundí en el sofá. Se sentó en el borde de la mesa de café directamente
frente a mí.
—No puedo llamarlo así. Es mi profesor—dije. Me sentí ridícula, joven y tonta.
Me moví en el cojín del sofá sintiéndome atrapada. Estaba frustrada porque me
gustaba la sensación, y no estoy segura de si debía.
—¿Cadence? Está bien. Si te quieres ir, está bien. Si no estás sintiendo lo que
yo estoy sintiendo, entonces está bien —dijo—. ¿Podrías mirarme? —Me obligué a
mirarlo a los ojos, quitando mi mano de la suya—. Está bien —repitió en voz baja.
—¿Me trataría de diferente manera en clase si me voy? —pregunté.
—No.
—¿Me reprobaría?
El lado de la boca del Sr. Connelly se arqueó. —Creo que estás haciendo un
muy buen trabajo con eso por tu cuenta.
—¡Cállese! —Me reí, y golpeé su brazo.
—Ouch —dijo—. Tienes un golpe fuerte. —Frotó su brazo, fingiendo que en
realidad lo había lastimado.
—Estoy mejorando —murmuré.
—Sí, lo estás, Cadence. Sólo estaba bromeando.
Miré a mi regazo. —No quiero irme —susurré, mi cara estaba quemando con
un rojo brillante.
El Sr. Connelly asintió. —Bien. ¿Puedo hacer una regla?
—¿Sólo una?
Se echó a reír. —Bueno, estoy seguro de que tendremos muchas, pero sólo
tengo una para hoy.
—¿Cuál es?
—Mientras estés aquí, ¿me podrías hacer el favor de llamarme Mark?
—Lo intentaré —contesté.
—Bueno, eso es suficiente para mí —dijo él—. ¿Tienes hambre?
Por primera vez en casi un año, me sentía hambrienta. No debería. Tenía el
estómago hecho nudos. Todo mi cuerpo era una bola de nervios eléctricos. Debería
haber sentido arcadas ante el pensamiento de comida, pero fue exactamente lo
contrario. Pensé que podría comer todo de su cocina.
—Un poco —dije, y mi estómago gruñó largo y fuerte. Me quería morir—. De
acuerdo, tal vez mucho.
—He notado que no comes mucho —dijo el Sr. Connelly.
—No había tenido hambre hasta ahora —contesté. No estaba tratando de ser
divertida, y él lo sabía.
—Tengo lo que quedó de anoche. Hice un platillo de cuscús de camarón —
ofreció—. No sé si es algo que te gustaría, pero eres más que bienvenida a
probarlo.
Asentí. No sabía lo que era el cuscús, y no me importaba. Lo comería porque
tenía que comer algo, cualquier cosa, en este momento.
El Sr. Connelly calentó los sobrantes en el microondas mientras yo me sentaba
congelada en su sofá. No sabía qué hacer y pensé que sería grosero ir hurgando en
sus cosas. Así que sólo me quedé sentada, con mi cabeza girando de lado a lado,
asimilando el aspecto y la sensación de su sala. Era masculina y limpia. Lineal.
Su sofá era de un burdeos profundo. Estaba tan contenta de que no fuera de
cuero negro. Me podría haber ido si hubiera sido de cuero negro. Y no había un
mini bar. Me alegré por eso también, aunque no estoy segura de por qué tenía esta
impresión de que los solteros tenían mini bares en sus hogares.
Tenía un montón de libros. Tenía incluso más discos, y me pregunté si poseía
el mismo disco que me compró. Brinqué del sofá cuando oí el pitido del
microondas y me dirigí a la mesa del comedor.
—No tienes que sentarte ahí —dijo el Sr. Connelly—. Puedes comer en el sofá.
—Está bien —contesté, y regresé a la sala. Él me siguió con un gran tazón, un
tenedor y un vaso de Orange Crush.
—El Orange Crush es para mí —dijo, guiñando un ojo—. ¿A ti qué te gustaría?
—Me pasó el tazón, e inhalé algo de rechupete, dulce y con olor a ajo.
—Tomaré algo de lo mismo también —dije.
—Entonces podemos compartir —contestó el Sr. Connelly y se sentó a mi
lado.
Miré al contenido en mi tazón. Tomé un pequeño bocado y estaba
enganchada. También fue el último bocado pequeño que tomé, cada uno de los
siguientes era más grande de lo que realmente podía meter en mi boca. Es como si
yo no tuviera modales, y cuando el Sr. Connelly me hizo una pregunta, respondí
con la boca llena.
—¿Cuál es tu materia favorita en la escuela? —preguntó.
—Aburrimiento. —Paleé más cuscús en mi boca.
Se rió entre dientes. —De acuerdo, quiero aprender todo lo que pueda acerca
de ti. ¿Te importaría darme algo?
—Me gusta leer.
—A mi también.
Levanté la vista de mi tazón por un segundo para escanear su colección.
—La mía es más grande —dije.
—No es una competencia. —Se rió de nuevo entre dientes.
Raspé el fondo del tazón. Me habría gustado que me hubiera dado una
cuchara en lugar de un tenedor.
—Sí, lo es, Sr. Connelly. Tengo que ser mejor en algo. En realidad, en algunas
cosas. Porque esto no puede funcionar de otro modo. Es mayor que yo. Tiene por
mucho más experiencias. Tengo que ser mejor en algo. Incluso si es sólo tener
algunos libros más que usted. —Me quedé viendo dentro del tazón vacío. Me di
cuenta de que no le ofrecí ni un poco—. Lo siento, no compartí —dije en voz baja.
El Sr. Connelly arrancó el tazón de mis manos y lo puso sobre la mesa de café.
Jadeé cuando me jaló a su regazo. Mi boca estaba demasiado cerca de la suya, y olía
a ajo.
—En primer lugar, no quería que compartieras. Quería que te comieras la
cosa completa —dijo—. En segundo lugar, no hay competencia. Tú eres por mucho
mejor que yo en muchas cosas, así que no te preocupes por la diferencia de edad.
—Dejó que sus ojos grises vagaran sobre mi cara—. En tercer lugar, llámame Mark.
Sonreí, luego bajé la vista a mi regazo.
—En primer lugar, fue grosero que al menos no le ofreciera, aun cuando en
realidad no tenía ninguna intención de compartir. —Se rió—. En segundo lugar,
tengo que preocuparme por la diferencia de edad porque son diez años, y eso es
una gran diferencia. En tercer lugar… —Levanté la vista una vez más directamente
a sus ojos, tratando fuertemente de formar la palabra en mi boca—. Mark.
Su rostro se iluminó.
—En primer lugar, quería que fueras codiciosa porque necesitas comer.
Necesitas cuidar de ti. En segundo lugar, no creo que diez años harán una
diferencia entre nosotros. No actúas como una típica chica de dieciocho año s de
edad, y…
—Diecisiete —corregí—. Todavía tengo diecisiete. No tendré dieciocho hasta
diciembre.
Mark me movió.
—Muy bien. Tienes casi dieciocho, pero actúas como alguien mayor. Supongo
que eso significa que piensas como alguien mayor.
—Puedo ser muy inmadura a veces —contesté.
Mark sonrió. —Yo también.
—Pero tú eres un chico. Los chicos siempre son inmaduros.
—Es cierto.
—¿Me estás utilizando? —solté. Salió de la nada, pero sabía que
eventualmente querría preguntarlo. Sólo que no pensaba hacerlo mientra s
estuviera sentada en su regazo.
—No.
—¿Cómo voy a saberlo?
—Piensa en ello, Cadence. ¿Por qué diablos iba a arriesgarme a perderlo todo
sólo para usarte?
—Ah.
—¿Entiendes lo que quiero decir cuando digo que podría perderlo todo?
Estoy hablando de mis amigos, mi familia, mi carrera. ¡Podría ser procesado
legalmente, por el amor de Dios!
—¿Podrías ir a la cárcel?
—Tal vez. No sé. Quiero decir, es un poco más difícil encarcelar maestros aquí
en Georgia debido a la forma en que las leyes están escritas.
—¿Qué quieres decir?
—Es complicado y no vale la pena hablar de ello. Pero necesito que entiendas
que éste no soy yo usándote. Nunca tomaría un riesgo como ese sabiendo todo lo
que podría perder si no me preocupara por ti genuinamente.
Asentí. —¿Por qué no alguien de tu edad?
—No tiene nada que ver con eso. Me siento atraído por ti.
—¿Por qué?
Considera lo que le dije. —Si te lo digo, pensarás que soy raro. O no
entenderás.
—Bueno, dame una oportunidad, por lo menos.
Hizo una pausa antes de responder—: Hay una luz a tu alrededor.
Tenía razón. No entendía, así que me fui por una broma.
—Eso es por mi rubio cabello.
Se rió. —Sí, es por eso.
—Bueno, bueno. Te tomaré en serio. Continúa.
Mark lo pensó por un momento.
—Sólo es luz. No sé de qué otra manera describirlo. Pero te miro y veo algo
brillante y nuevo. Como un tesoro que tengo que tener. Quiero decir, ¿quién no
quiere un tesoro, cierto?
Permanecí en silencio. Lo tomó como una invitación para seguir.
—Me encanta tu bondad. Me encanta que tengas un buen corazón.
—No puedes saber eso —dije—. Y ni siquiera yo estoy segura de que eso sea
cierto.
—Es cierto. Y lo sé.
—¿Cómo?
—Porque le llevaste un café a tu padre hace mucho tiempo cuando pudiste
haber ido Starbucks sin que él lo supiera. Pero lo llamaste y le dijiste dónde estabas
porque eres una buena chica.
Me moví para liberarme. —Bien, eres muy perceptivo. Pero no creo tener tal
buen corazón más. Le estoy mintiendo a mis padres. Me escapé y hago cosas con
Avery sólo para tener un poco de libertad. ¿Sabes lo que hice en mi primera noche
fuera de casa?
—Dime.
—Fui a Cold Stone Creamery.
Mark asintió.
—¿Acabas de escuchar lo que dije? Fui a tomar un helado. Ese fue mi gran
movimiento engañoso.
Mark metió un mechón suelto de mi cabello detrás de mi oreja.
—Y eso es exactamente por lo que sé que tienes un buen corazón, Cadence. —
Mi estómago gruñó de nuevo—. Y al parecer un apetito insaciable —dijo y se rió
entre dientes.
—Eso es vergonzoso —murmuré, y quité mi mano de Mark, colocándola
sobre mi estómago.
—¿Qué más puedo darte de comer? —preguntó.
—Cualquier cosa —contesté. Me bajé de su regazo y me dirigí a la cocina.
Me sentí mejor y menos ansiosa por estar en su departamento. Creo que es
por eso que me hizo sentarme en su regazo mientras hablábamos. Quería que nos
familiarizáramos rápidamente para hacerlo más fácil para mí, menos atemorizante.
Y así fue. Ya había metido mi cara frente a él. Además escuchó mi estómago gruñir
dos veces.
—Puedes tener lo que quieras —dijo Mark, abriendo la puerta de la despensa.
Mis ojos inmediatamente se dirigieron inmediatamente al Trix6.
—Estoy teniendo dificultades con esto —dije.
—¿Con qué?
—Haces una cena sofisticada con camarones y comes cereal de niños para el
desayuno —contesté—. Raro.
—Cadence, valoro tus opiniones. En serio. Pero no te burles de mis elecciones
de cereales.
Me volví hacia él. Me sonrió.
—Me gusta el Trix. Tomaré un tazón de ellos, en realidad. Pero antes de
hacerlo, ¿harías algo por mí?
—Sí.
—¿Podrías sostenerme como lo hiciste ayer en el salón de clases?
Mark no dudó. Me envolvió en sus brazos y me levantó. Me gustaba estar
colganda, sostenida como una muñeca. Era fácil para él, como si yo no pesara más
que un pájaro. Enterré mi cara en su cuello, y me hizo girar lentamente, dando
vueltas y vueltas.
—¿Cuándo vas a darme un beso? —pregunté en su cuello.
***
—¿Qué diablos pasa contigo? —Preguntó Avery, mirándome con curiosidad.
—¿Qué quieres decir? No pasa nada conmigo.
—¿Entonces por qué estás actuando toda sospechosa?
—¿Sospechosa? ¿Estoy actuando sospechosa? —Pregunté, mirando
rápidamente alrededor para ver si el Sr. Connelly había entrado en la cafetería.
—Sí, sospechosa. Y realmente me está asustando —contestó Avery—. ¿Estás
en problemas?
¡Ha! Estaba en problemas…
—No. Ningún problema. ¿Por qué piensas eso?
—Oh Dios mío. No importa. —Avery volvió a comer su sándwich. Seguí
escaneando la cafetería hasta que oí un fuerte golpe. Salté de mi asiento y me volví
para ver a Avery. Ella sonrió con picardía, su mano extendida hacia fuera en la
mesa a centímetros de mi bandeja de comida—. Tú, putita furtiva.
—¿Qué?
—Te estás escondiendo. Has conseguido un hombre, y estás aterrada por ser
atrapada —continuó Avery.
—No sé de qué estás hablando —dije. Mi respiración se aceleró.
—Dios, Cadence. Eres la peor mentirosa —dijo Avery—. Mejor trabaja en eso
si esperas seguir viendo al Hombre Misterioso.
—¡No hay Hombre Misterioso!
Avery rió, y luego en la siguiente respiración, se volvió seria. —Cadence, lo
digo en serio. Tienes que mentir mejor. Quiero decir, te elegí por una razón. Pensé
que eras buena siendo engañosa.
—¿Por qué? —pregunté—. ¿Por qué has pensado alguna vez que era buena en
eso?
—Porque te drogabas y robaste una tienda.
—¡Y me atraparon!
Avery desestimó mi declaración con un gruñido. —Si arruinas esta cosa
impresionante que tengo con Gavin, te voy a cortar el cuello.
—Oh Dios mío. Eres una lunática.
—Sí. Lo soy. Así que deja de actuar como si fueras culpable, y relájate. Tienes
un hombre. No hay nada malo con eso. Y ahora serás capaz de verlo, también. No
hay nada malo con eso, tampoco, a menos que jodas toda la cosa. ¡Deja. De.
Volverte. Loca!
—No me estoy volviendo loca. ¡No sé de qué estás hablando! —Espeté.
—Lo que sea.
De acuerdo. Sí, estaba actuando muy inmadura. Reconocí mi inmadurez a la
vez que me senté en la mesa observando al Sr. Connelly caminar a través de las
puertas de la cafetería. Pero no pude evitarlo, y de todos modos, ¡tengo
DIECISIETE! No sabía cómo se suponía que debía de actuar. Antes del Sr. Connelly,
hubo unos pocos novios. Estúpidas relaciones tontas sobre todo llena de
argumentos porque supongo que los adolescentes son voraces consumidores de
drama. Pero ahora estaba siendo invitada a un diferente tipo de relación, una
relación adulta, y no sabía cómo manejar la situación. Todo sobre él me hacía
estremecerme y quemar, tropezar con mis pies, quiere huir. Y no tenía más
remedio que reaccionas de la manera en la que cualquier adolescente normal lo
haría.
—Cadence, ¿puedo hablar contigo un momento antes de que salgas? —
preguntó el Sr. Connelly al final del día. Yo estaba en mi casillero, empaquetando
mi bolsa lo más rápido que podía. Él se acercó a mí en un mar de estudiantes.
¿Por qué? ¿Por qué haría eso?
—Voy a perder el autobús —murmuré, sin mirarlo.
—Va a ser muy rápido —dijo—.Sólo tengo una carta que necesito que llegue a
tus padres.
¿Carta? Mi culo.
Asentí porque no tenía otra opción, y lo seguí hasta su sala. Él cerró la puerta.
—Mírame, Cadence.
Sacudí la cabeza.
—¡Cadence!
Mi cabeza se levantó por instinto, y lo miré a la cara.
—No tenemos que hacer esto si no quieres. Te lo dije ayer.
—Yo… quiero —dije—. Pero estoy asustada.
—¿De mí?
Sacudí la cabeza. —De ser atrapada.
—Soy una persona cuidadosa, Cadence —dijo Connelly.
—Soy yo —confesé—. No soy buena mintiendo. Y tuve este impulso
realmente raro hoy en cálculo.
—¿Qué impuso?
Me daba vergüenza decirlo, pero lo hice de todos modos. —Tenía ganas de
gritar a todo pulmón que estoy viéndote en secreto.
El Sr. Connelly se congeló. —Um, está bien. Bueno, estoy realmente contento
de que no actuaras sobre ese impulso, Cadence.
Sacudí la cabeza. —No es normal. Es enloquecidamente raro. No sé por qué
quería hacerlo. Tal vez porque me enseñaron a decir siempre la verdad.
—La vida no es tan blanco y negro como eso —respondió el Sr. Connelly.
—Lo sé —espeté.
Nos quedamos en silencio por un momento. Me di cuenta de que ya había
perdido el autobús y tendría que caminar hasta casa.
—Si esta situación es demasiado difícil para ti, lo entiendo. Supongo que no
debería haberte puesto en ella para empezar —dijo—. Pero no puedo evitarlo,
Cadence. Sólo quiero estar contigo.
Me relajé ante esas palabras y sentí una calidez deslizarse a través de mis
extremidades.
—Quiero estar contigo, también —dije.
El Sr. Connelly sonrió. —Me alegro de oír eso. ¿Pero Cadence?
—¿Hmm?
—No puedes actuar sobre los impulsos de gritar a todo pulmón que nos
estamos viendo.
Me reí. —No lo haré.
—No me avergüenzo de estar contigo, pero no soy estúpido tampoco. Sé cómo
reaccionaría el mundo. Perdería mi trabajo. Haría la vida aún más difícil para ti.
Esos estudiantes. Serían implacables.
—Lo sé, Sr. Connelly.
—Mark.
—No. En la escuela eres el Sr. Connelly.
El Sr. Connelly frunció el ceño. Y luego miró su reloj. —Mierda, te hice perder
el autobús.
—No pasa nada.
—Deja que te lleve.
—¿Estás loco?
—No hasta tú casa. Sólo lo suficientemente cerca.
—No, Sr. Connelly. Alguien podría verme entrar o salir de tu coche.
—Me siento fatal.
—No lo hagas. Está bien. Me vendrá bien el ejercicio.
El Sr. Connelly me miró y rodó los ojos. Se dirigió a su escritorio y cogió una
barra de granola y una botella sin abrir de agua.
—Aquí —dijo, entregándomelas—. No quiero que te desmayes en el camino a
casa. Sé que no has comido el almuerzo hoy.
—¿Qué? ¿Estás controlándome?
—Y para que lo sepas —dijo el Sr. Connelly, haciendo caso omiso de mi
pregunta—, voy a conducir muy despacio a tu lado para asegurarme de que estás a
salvo.
—Vivo a dos minutos de aquí.
—Sí claro.
—No puedes conducir a mi lado. Eso es espeluznante y acosador. Y estoy bien,
Sr. Connellly. En serio.
El Sr. Connelly dejó escapar un suspiro exasperado. —Cadence, ¿qué voy a
hacer contigo?
Sonreí. —Deja que me vaya para que empiece a caminar.
—Está bien. Pero no me gusta en absoluto.
—¿Y cuáles son nuestras alternativas? —pregunté.
El Sr. Connelly se encogió de hombros.
—Te mensajearé periódicamente. ¿Eso ayuda? —pregunté.
—Algo.
—Estás de mal humor —dije.
—Porque estoy enojado por hacerte perder el autobús. Me olvidé de que no
podías conducir hoy.
Le sonreí. —Realmente eres un buen tipo.
Su rostro se iluminó. —¿Sí?
—Mmmm. Ahora me tengo que ir.
Esta vez el camino a casa no estuvo nada mal. De hecho, sonreí todo el
camino. Mis mejillas dolían cuando por fin llegué a casa, y mamá y papá ya estaban
allí.
—¡Cadence, dinos si alguna vez pierdes el autobús! —Gritó mamá.
—¡Y pon tu teléfono con sonido después de la escuela! ¡Hemos estado
tratando de llamarte! —Rugió papá—. Por Dios, Cadence. ¡Estábamos asustados!
Estaban asustados. Me quedé sorprendida. Pensé que mis padres me odiaban,
o por lo menos, no les importaba lo que me pasaba. Esto era inesperado y extraño.
Y un poco halagador. Pero sobre todo enloquecedoramente raro. ¿Cómo olvidé ver
todas sus llamadas cuando me estaba mensajeando con el Sr. Connelly? Quiero
decir Mark.
—Lo siento —dije—. Tuve que quedarme después de la escuela para hacerle
al Sr. Connelly algunas preguntas de matemáticas.
Papá pasó su mano por el pelo.
—No —dijo—. No te quedas después de la escuela si es un día en que no
conduces. ¿Por qué demonios no van ellos tarde a los autobuses?
Papá maldiciendo. Esto era interesante. Y aterrador.
—Hay mucha gente mala por ahí, Cadence. Eres lo suficientemente inteligente
como para saber eso. ¿Qué haríamos? ¿Cómo podríamos vivir con nosotros
mismos, si algún depredador consiguiera poner sus manos sobre ti?
Me quedé helada. Todo en lo que podía pensar era en el Sr. Connelly, y no
porque pensara que era un depredador, sino porque si mis padres se enteraran
sobre él, se pondrían hechos unos basiliscos. Seguro que piensan que es un
depredador.
—Cadence, ¿estás escuchando lo que estoy diciendo? —preguntó papá.
—Sí, papá. Lo siento. No me quedaré después de la escuela cuando no tenga el
coche —contesté.
—Sólo queremos que estés a salvo, cariño —dijo mamá.
No me gustaba toda la conversación. Seguí imaginando a papá tratando de
matar al Sr. Connelly porque quería mantenerme “a salvo”. Y no quería escuchar a
mis padres verbalizar su preocupación por mí. Había pasado tanto tiempo sin oírlo
que ahora sonaba extraño. Eso me ponía incómoda. No quería hablar con ellos.
Sólo me preocupaba hablar con una persona en el momento, así que amablemente
me excusé a mi habitación.
Tiré mi bolsa y monedero descuidadamente en el suelo y me metí en la cama.
—Dios, no sé lo que estoy haciendo —dije en voz alta—. No me gustan mis
padres, y no estoy segura de que ni siquiera yo le guste a ellos. Creo que toda la
demostración de la planta baja era falsa. Como si estuvieran reaccionando de la
manera en que pensaban que lo hacían los padres preocupados.
Hice una pausa, sintiendo una ligera punzada de culpa por lo que dije. ¿Era
que Dios me decía que bajara un nivel?
—Lo siento —susurré.
Me di la vuelta en la cama y noté mi Biblia situada en la mesa de noche. La
cogí y me senté, sintiendo un repentino impulso de hacer algo que no había hecho
desde que era pequeña.
—Está bien, Dios—, comencé, sosteniendo la Biblia. —Necesito un poco de
orientación—. Y cerré los ojos, hojeando el libro, luego dejándolo caer abierto en
un lugar al azar. Puse mi dedo índice en la página y abrí los ojos. Leí en voz alta.
—Él construyó la Casa del Bosque de Líbano, de cien codos de largo, cincuenta
de ancho y treinta de alto, con cuatro hileras de columnas de cedro soportando
recortadas vigas de cedro.
Me quedé mirando el libro.
—Maldita sea.
Cerré la Biblia y lo intenté de nuevo. —Está bien, Señor. Tal vez estuvieras
contestando la oración de otra persona en este momento. Realmente necesito
alguna orientación tuya porque creo que me estoy enamorando de mi profesor de
matemáticas. No es como si pudiera evitarlo, no creo. Quiero decir, siento cosas por
él, y me siento atraída por él, y me trata tan amablemente. Sólo necesito que me
digas qué hacer.
Pasé a través de la Biblia, una vez más, se detuvo en una sección al azar, puse
el dedo en la página, y abrí los ojos.
—Estos son los cabezas de mi familia y aquellos registrados con ellos que
subieron conmigo de Babylon durante el reinado del rey Artaxerxes: de los
descendientes de Phinehas, Grershom....— ¡Joder! De acuerdo, necesito salir del
Antiguo Testamento —dije.
Esta vez me aseguré de voltear a través de los libros en la mitad trasera de la
Biblia. Aterricé en lo que estaba segura sería un claro mensaje de Dios y leí en voz
alta.
—No hay justos, ninguno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.
Todos se desviaron, se hicieron inútiles; no hay quien haga bueno, ninguno.
Me quedé mirando las palabras, absorbiendo. Pensando. Sabía que Dios no
hablaba a la gente que hojeaba la Biblia por versículos al azar. Así no es como se
comunicaba, y mi cerebro de diecisiete años sabía eso. Cuando tenía siete años, sin
embargo, pensaba que esa era la forma en que Dios hablaba con nosotros. Tenía
que ser, porque nunca escuché su voz resonando desde los cielos, dándome una
dirección o diciéndome que dejara de ser mezquina con Annabel en mi clase.
Maduré al instante. Y no quería sostener mi Biblia más. De alguna manera, se
había convertido en una bomba, la chispa arrastrándose a lo largo del último verso
más y más hacia una gran explosión. Así que cerré el libro con cuidado y lo deslicé
de nuevo en la mesa de noche, orando haberlo suavizado. Me arrastré debajo de
mis cobijas y me escondí en el otro lado de la cama lo más lejos de la Biblia que
pude conseguir.
No creo que Dios quisiera decirme eso, pero lo hizo de todos modos. Y me
quedé a pensar en mi inutilidad, mi pequeño cerebro y corazón que anhelaba a un
hombre que podría arruinar mi vida. No estaba buscando a Dios. Estaba buscando
al Sr. Connelly. Y lo que más me molestaba era que quería su orientación, sus
palabras, su seguridad, porque a diferencia de Dios, podía verlo, sentirlo y tocarlo.
Por el momento, él era más real para mí que Dios.
12
Traducido por krispipe
Corregido por Armonía&paz
Papá me creyó cuando le dije que me iba a encontrar con Avery después de la
escuela en Starbucks para trabajar en el próximo proyecto del grupo de jóvenes del
servicio comunitario. Era miércoles por la tarde, y le dije que no me esperara en
casa hasta las siete. El grupo de jóvenes fue cancelado ya que el Pastor Allan estaba
enfermo. Estaba segura de que papá no me dejaría volver a casa tan tarde ya que
teníamos la cena cada noche a las 6.30, pero dijo que estaba bien, e incluso me dijo
que saludara a Avery de su parte.
Por supuesto puse al día a Avery sobre esto, así ella hizo panes con Ga vin.
Teníamos una regla: nos contábamos la una a la otra lo menos posible sobre
nuestros encuentros clandestinos y con quién eran, pero siempre nos
asegurábamos de tener nuestras historias sobre las cosas que hacíamos cuando
estábamos “pretendiendo” estar juntas.
—Sí —respondió.
Me reí.
Solté un gruñido.
—Te enviaré un mensaje con fechas falsas que consideramos antes de las
siete de hoy. ¿Es cuando dijiste que tenías que estar en casa?
—Sí.
—¿Sí?
—La próxima vez, dame una advertencia, ¿de acuerdo? Hubiera sido
agradable conseguir cera — dijo Avery.
—¿Eh?
— Cera, Cadence. Buen Dios. ¿Sabes? ¿Esa cosa pegajosa caliente que te
arranca el vello?
—Sí —dijo— ¿Por qué estás actuando tan sorprendida por esto? ¿Quién
diablos no lo haría?
Avery se rió entre dientes. — ¿Ha estado el Hombre Misterioso ahí abajo ya?
—No.
—Es una lástima. Tienes que asegurarte de que esa mierda ahí abajo esté
limpia. No me puedo imaginar a cualquier tipo queriendo su cara en un gran
arbusto viejo.
Estaba mortificada. ¡Yo no tenía un gran arbusto viejo! Lo recortaba.
—Voy a conseguir una cita para ti. Iremos juntas. Pero no co mo estar en la
misma habitación con la otra mientras lo hace.
—¿Eh?
Idiota total.
Sacudí la cabeza.
—¿Qué?
Me encrespé.
—Has estado aquí antes. Justo el jueves pasado —dijo en voz baja.
—Lo sé —Susurré.
—¿Tenemos que empezar de nuevo?
Me encogí de hombros.
—¡No estoy preparada para que me hagas sexo oral!—Solté. Giré al cara y
miré fijamente a los pies de su sillón. Qué maldita idiota.
—Lo siento, Cadence —contestó, todavía riendo. —Hombre, las cosas que
salen de tu boca.
Él despegó mis manos. —No iba a hacerte sexo oral hoy. Ni siquiera nos
hemos besado, si recuerdas. ¿Y de dónde viene esto?
—¿Ridícula amiga?
Él rió entre dientes. —Ah, sí. Avery. Estoy contento de que no está en ninguna
de mis clases.
Sonreí.
—¿Qué te ha dicho?
—Nada.
—No lo sé.
—No lo sé.
Nadie me había hecho eso. Pero no quería que él lo supiera. Él tenía, después
de todo, veintiocho. Estoy segura de que tuvo todo tipo de experiencias con el sexo
oral. Me sentí como una pequeña tonta ingenua.
Asentí.
—Ahora, voy a hacerte sentir incómoda por un segundo —dijo.— ¿Estás bien
con eso?
—Nunca haría algo que no quieras, pero espero en el futuro, que me dejes
hacerte sexo oral—dijo.
Me quería morir.
Arqueó una ceja, esperando mi respuesta. Dios, ¡él era tan malditamente
caliente! De repente, no estaba avergonzada por sus palabras. Sólo quería mirar
sus características. Su cabello estaba especialmente loco hoy. Quería mis manos en
él. Quería tirar de él. Y sus ojos. ¡Oh, sus ojos! Como vidrio empañado. Una película
opaca de humo, dejándome entrar sólo lo justo, pero no todo el camino. Yo quería
entrar todo el camino.
—Está bien.
—Quiero decir Mark. Mark, Mark, Mark. —Sacudí la cabeza. —Creo que
debería irme.
—No.
—¡Porque me siento como una idiota! ¡Todo lo que puedo pensar es sobre
sexo oral, y nunca lo he hecho o me lo han hecho, y realmente no he hecho nada a
pesar de que he querido, y ahora tengo que preocuparme sobre todo lo que pasa
ahí, incluyendo arrancar el pelo de mi cuerpo!—Tomé una respiración profunda.
— ¿Cadence?
—¿Qué?—Ladré.
Suspiré.
Los labios de Mark se curvaron en una sonrisa irónica. Puso su mano detrás
de mi cabeza, tirando de mí hacia su cara. No me resistí, aunque pensé por una
fracción de segundo que iría al infierno por besar a mi profesor de matemáticas. Y
en el primer contacto de labios sobre labios, sentí una explosión dentro de mi
corazón. “¡Estás besando a un ángel!” Gritó, y recordé la primera vez que había
visto a Mark en el lateral de la carretera. Él era un ángel, y nunca pensé q ue el acto
de besar podría ser algo parecido a lo espiritual. Pero lo era.
Él chupó mi labio inferior en su boca, succionando con ternura, haciendo que
me retorciera en su regazo. Él gruñó, y no me di cuenta hasta que hasta que estaba
conduciendo a casa más tarde de lo que mi parte inferior retorciéndose debe haber
estado haciéndole a él todo el tiempo que nos besamos.
Yo era una ignorante en muchas áreas, pero besar no era una de ellas.
Retrocedí una fracción y corrí mi lengua juguetonamente sobre su labio inferior,
lamiéndolo como un gatito hambriento. Oí un ruido sordo en su garganta cuando
aplastó sus labios contra los míos. Forzó mi boca abierta con la lengua, buscando la
mía, jugando con ella hasta que me quejé.
—Es sólo que, ya sé que no quieres esperar para siempre. Ya que lo has
hecho antes. Pero yo no estoy lista.
Mark rodó los ojos. —Si me preguntas eso, entonces sabes que no puedo.
—No entiendo por qué te gusto. Y no digas que por mi bondad. Eso sólo me
hace querer vomitar.
Mark rió entre dientes. —¿Por qué no puedo sentirme atraído por tu bondad?
—¡Porque no es suficiente!
—¿Quieres que enumere todas las razones por las que me gustas?
—Sí.
—Muy en serio.
—Por supuesto que no. ¡Quiero escuchar todas y cada una de ellas en este
momento!—Dije.
—Está bien. Pero iba a esperar a decirte cuando tuviera todas mis canciones
en orden— dijo Mark.
—¿Tus canciones?
—Sí, y si fueras un poco paciente, las compartiré contigo. Jesús —Mark bajó
la cabeza.
—Mírame —pedí.
Asentí.
—Está bien, pues la primera vez que me di cuenta de lo mucho que tenía que
perder persiguiéndote, puse “Building Steam with a Grain of Salt” en repetición y la
escuché durante un tiempo. Necesitaba algo intenso que me ayudara a ordenar mis
sentimientos por ti y lo que iba a hacer.
—Pensé que tal vez la canción ayudaría. Pero realmente no lo hizo. Sólo me
puso más nervioso.
Me reí.
—¿Por qué?
—Soy promedio.
—Eres mucho más que promedio, Cadence. Eres fuera de este mundo.
Me encogí de hombros.
—Tengo una canción para eso, también, pero tendrás que esperar por ella.
—He estado pensando mucho en esto y sólo quiero decirlo —comencé. —No
creo que seas un depredador sexual.
Mark aclaró la garganta. —No voy a tener relaciones sexuales contigo hasta
que tengas dieciocho años. No me importa cuál sea la edad de consentimiento.
—Lo que importa es que no estás lista. Hace un minuto te estabas volviendo
loca por el sexo oral. ¿Y por qué estamos de vuelta en esto de todos modos?
Bajé la cabeza. —Lo siento. No sé por qué mencioné nada sobre el sexo. Es
simplemente todo en lo que puedo pensar —admití.
—No tienes que pensar en ello. ¿Y por qué estarías asustada de que quiera
hacer el amor contigo tan pronto? Ni siquiera sé tú segundo nombre —contestó
Mark.
Había estado a horcajadas sobre él todo el tiempo. Una vez que mi cerebro
registró esto, mis piernas comenzaron a doler.
—Sí. —Bajé del regazo de Mark y me senté junto a él, deslizando mis
sandalias y tirando de mis rodillas hasta mi pecho. —¿Por qué fuiste a la escuela de
matemáticas?
—No lo hice.
—Estoy confundida.
—¿Eres cristiano?—Pregunté.
Asentí.
—No, Cadence.
Pensé que debería irme. Todo lo que aprendí en el grupo de jóvenes hasta la
fecha a nunca salir con un no creyente. Era una regla superior como cristiano. No
recordaba una regla en contra de tener una aventura con un maestro, pero la cosa
del no-cristiano era un definitivo no-no.
—¿Para qué?
—Oh. Supongo que los estudiantes universitarios no son tan molestos, ¿eh?
Mark se rió entre dientes. —Es sólo que me gusta más el material
universitario.
—¿Por qué?
Esa vez obligué mi lengua dentro de su boca, y creo que esto lo sorprendió y
lo deleitó. De hecho, se sentó y me dejó hacer todo el trabajo. No me importó. Por
alguna razón pensé que tenía algo que demostrarle.
—No.
Se inclinó, empujándome abajo en los cojines del sofá, y me besó con ternura.
—Me gusta este inocente, provocador coqueteo que estás haciendo —dijo. —
Y te dejaré jugar así por un rato. —Rastrilló besos sobre mi mejilla hasta mi cuello,
succionando suavemente antes de hundir sus dientes en mi piel. Gemí y arqueé mi
cuerpo hacia él. —Pero sólo por un rato. —Me estremecí.
No sabía dónde poner mis manos mientras me besaba el cuello y pensé que
era natural correrlas a través de su pelo. Me había estado muriendo por hacer esto
desde que lo vi en la orilla de la carretera. Dudé, mis dedos preparados encima de
su cuero cabelludo, antes de enterrarlos en su cabello con cuidado. Era suave y
grueso, y dejé que mis dedos se encontraran con una docena de remolinos. Me reí.
—No quiero que hagas nada al respecto. Me encanta. —Pasé los dedos una
vez más a través de su cabello lentamente, contando verbalmente los remolinos.
—Uno, dos, tres —dije. —Oh, hay cuatro. Cinco, Seis. Y siete…
—No.
¿Relación? Supongo que hasta que él dijo esa palabra pensaba que esto era
una ridícula fantasía—una de la que despertaría de un momento a otro.
—¿Cadence?
—¿Hmm?
—¿Quién?
—Ohh. ¿Cómo está la Srta. Millie? —pregunté, alegre por estar hablando en
vez de comer. Aparté el frijol de lima alrededor de mi plato.
—Uh huh.
—¡Sí! —grité.
—Le dije que tenías tutoría los martes y los jueves, y que vas a la iglesia los
miércoles en la noche, así que parece que trabajarías los lunes y los viernes
después de la escuela y la mayoría de los sábados en la mañana.
Chillé.
Miré a mi mamá quien sonrió. Quería reír a carcajadas. ¿Ahora era buena?
¿Ahora cuando estaba mintiendo acerca de mi paradero, besándome con mi
profesor de matemáticas y saliendo con la chica más falsa del planeta? ¿Ahora era
buena? Era ridículo, y no podía importarme menos. ¡Tengo mi coche de
nuevo todo de vuelta! Y quería ir a cualquier lugar.
***
Mi primer día de vuelta al trabajo fue como si nunca me hubiera ido. La Srta.
Millie me saludó con un caluroso abrazo y me dio un beso en la mejilla, luego
insistió en que no le dijera “señorita”.
No quería discutir con ella sobre eso nunca más, pero confieso que las
primeras veces que le dije “Millie” me sentí culpable.
—Hoy harás entregas —dijo, y me quejé—. Oye, eres una ex convicta. ¿Creías
que te iba a dar la bienvenida con trabajos divertidos?
Sonreí. Los trabajos divertidos eran arreglar los ramos, por supuesto, y tenía
que admitir que era realmente buena en eso. Y ella también lo sabía. Pero tuvo que
“castigarme” con las entregas de flores hasta que me ganara el privilegio de
arreglar flores otra vez. Llenamos la parte trasera de su camioneta en el orden de
la lista de entrega, y la detuve antes que cerrara el maletero.
Toqué el timbre.
Gracie contestó. Ella estaba sorprendida, y luego tomó las flores que le ofrecía.
—Hola —dije.
—Hola.
—De nadie.
Observé como Gracie puso el ramo en una mesa en la sala, luego regresó a la
puerta. Permaneció en silencio, al parecer no quería decir “adiós” pero era incapaz
de pensar en otro tema de conversación.
—No mucho.
—¿De qué?
—Cosas.
—¿Cosas?
—Sí, señora.
***
Con cada día que pasaba, se hacía más fácil mentirle a mis padres. Al
principio, sentía mucha culpa, pero ahora simplemente se convirtió en una parte
de mi existencia, de mi código genético. La mentira selló mi corazón, separ ándome
de mis padres, pero sorprendentemente, no estaba triste por ello. Me había
acostumbrado a nuestra relación distante, y ahora era sólo un juego de espera
antes de graduarme y ser libre de ellos.
No hubiera podido pasar tanto tiempo con Mark si no hubiera sido por Avery.
Era una experta en el engaño, y me enseñó bien. Nos asegurábamos de que
nuestras historias coincidieran, y éramos, la mayor parte del tiempo, buenas
planificando todo por adelantado. Ni una sola vez mis padres tuvieron la necesidad
de llamar a los suyos, y viceversa.
—Para ser una cosa pequeña, tienes un bonito trasero pequeño —dijo Avery,
golpeando mi trasero.
Me sonrojé.
Me giré y observé mi trasero, y tenía que admitir que se veía muy bien.
—Me gustan los jeans —dije—. No estoy segura de la parte de arriba.
—¿Por qué?
Asentí.
Sonreí.
Era la primera noche de sábado que pasaba con Mark, pero no tenía planes de
tener sexo con él.
Tenía razón, y no quería arruinar mi noche con Mark. Quería que la cita fuera
divertida y fantástica.
—No sé qué otra cosa tiene planeada a parte del club —dije, poniéndome mi
ropa. Decidí comprar los jeans y el top.
—No te tomo como la clase de chica que va por el tipo de chico que empuja y
se restriega —dijo Avery.
—No lo sé. Pero voy a ir a escuchar a un DJ local que está en el asunto del
scratching7
7
Técnica de DJ utilizada para producir sonidos característicos a través del movimiento de un disco de
vinilo hacia delante y hacia detrás sobre un tocadiscos.
Me reí. —Um, seguro.
—Sólo alguien como tú se enredaría con una persona así —replicó Avery.
Poniendo los ojos en blanco.
—¿Y por cuál clase de chico vas tú? —pregunté mientras esperábamos en la
fila de la caja registradora.
—No es de tu incumbencia.
—Sí.
Oh, mierda.
***
Por una fracción de segundo me arrepentí de mi decisión. Bajé la mirada a mi
atuendo. Pensé que lucía bonita—top escotado negro brillante, jeans ajustados,
zapatillas rosadas—pero todo completo gritaba—: ¡impostora! No me vestía sexy y
consideré cambiarme cuando llegué a la casa de Mark. Me sentía increíblemente
cohibida mientras esperaba que él abriera la puerta. Cuando lo hizo, sus ojos se
ampliaron. —Guau.
—¿En serio? —pregunté.
Bueno, si conseguí esa reacción, Avery lo hizo bien por mí. Y de repente me
quería mostrar.
Recordé lo que dijo Avery antes cuando me baje un poco mi top para revelar
un poco más de escote, ya que los hombres son criaturas visuales. Me di la vuelta
lentamente, dejando que su mirada golpeara cada centímetro de mi cuerpo.
Cuando mi espalda estaba hacia él, sentí una palmada juguetona en mi trasero.
—¡Mark! —chillé.
—¿Sí?
Mi boca cayó abierta, pero él no pudo verlo. Mi rostro se puso del color de un
tomate. No pudo ver eso tampoco.
—Espero que no te importen mis manos sobre el esta noche —dijo, y volteó
mi cara hacia él.
—¿Por qué estás toda roja? —bromeó, pasando sus manos por mi espalda.
—¡No lo estoy! —contesté, pero no pude mirarlo. Avery tenía razón sobre los
jeans.
Me reí.
—Ja, ja —Contesté secamente—. Uno de estos días voy a llegar a ser tan
insensible que tus comentarios no me perturbaran nunca más.
—Lo dudo —dijo, y me agarró el trasero una última vez antes de dirigirse a la
cocina.
—¿Por el club?
Asentí.
—No hay nada que temer. Es un local pequeño donde la gente se reúne para
escuchar buena música, no es nada agitado.
—¿Me lo prometes?
—No.
—Ven. Siéntate. —Me calentó las sobras. Puso un gran plato de espaguetis en
frente de mí y se inclinó para susurrar en mi oído. —Uno de estos días dejaré de
preocuparme por tu dieta ¿cierto?
—Bueno, tienes los peores hábitos alimenticios de toda la gente que conozco,
Cadence —dijo Mark, sentándose a mi lado.
—Lo sé. Pero me gustaría mantenerte cerca por un tiempo, así que necesito
que empieces a comer y estar saludable. ¿Sabes lo que quiero decir?
—Como mucho más que antes —dije, haciendo girar los espaguetis alrededor
de mi tenedor.
—Lo sé.
—No, no es eso —dije—. Creo que sólo es mi vida en general. Y tal vez tiene
que ver un poco con andar a escondidas contigo.
—¿Por qué crees que no te has ganado el derecho de ser feliz? —preguntó
Mark, quitándome el tenedor de la mano y tomando un bocado de pasta.
—No sé. Supongo que es porque mi papá y mamá aún no me han dado luz
verde.
—Es tu forma de ser protector conmigo —dije—. No creo que tenga nada que
ver contigo tratando de enfrentarme con mis padres. Creo que quieres que
arreglemos nuestra relación. ¿Estoy en lo cierto?
—Sin embargo, seré sincera contigo. Hay algo sexy acerca de la idea de ti
apartándome de varias personas que conozco. ¿No es tan malo sentirse así? ¿Eso
de que no me importe ser tu prisionera? Hay algo mal conmigo, ¿cierto?
Me reí entre dientes. —Es más que la comida. Es la manera en que me haces
sentir. A veces estoy desesperada por ese sentimiento.
¿Por qué estaba diciendo esas cosas? No se supone que las chicas sean tan
transparentes, ¿cierto? Sentía que estaba poniendo todas las cartas sobre la mesa
cuando debería haber estado manteniendo para mí un as. Pero ya lo había
difundido y ahora era vulnerable. Mi estómago dolía por la ansiedad y la pasta.
—¿Accidentes?
—Oh.
—Son sólo palabras, Mark —dije con mi voz más sensual—. Te respetaría
mucho más si en realidad lo hicieras.
—Pensaba que a los asiáticos les gustaba la música tecno o electrónica —le
dije a Mark.
—¿Eh?
No sabía lo que era East Andrews, pero estaba bastante segura de que me
estaba tomando el pelo.
Solté un gruñido.
—¿Quieres bailar?
—¡Estamos en público!
No sabía qué hacer con esa declaración, así que permanecí callada. Cuando
comenzó la siguiente canción, el ambiente en el club cambió de un bochorno suave
a un funk animado. El ritmo se incrementó y no tenía ni idea de cómo bailar.
Rápidamente me di cuenta de que no tenía que hacerlo. Mark me dejó de pie en el
mismo lugar y comenzó a bailar a mí alrededor. Nunca había visto a un hombre
blanco bailar así. La gente realmente se detuvo para observarlo.
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Acciones corporales realizadas durante los ejercicios de breakdance.
Estaba lo suficientemente sudoroso al final de la canción y sugirió que
tomáramos un respiro para la próxima. Me gustó como me incluyo en el “respiro”
como si hubiera bailado en absoluto.
—Te estaba venerando allí —dijo, bebiendo una botella de agua que había
comprado cuando llegamos.
—¿Qué?
—Todo para ti, Cadence —respondió Mark—. Me das el ritmo, eres el ritmo.
—¿Te estás riendo de mí? Pensaba que esa línea era buena.
—Bueno, llámalo ritmo. Llámalo como quieras. El punto es que me haces feliz.
Soy tan feliz contigo, Cadence —dijo Mark. Besé su mejilla a cambio, luego moví su
boca a mis labios. Habló en mi boca. —Tal vez un poco más, ¿y luego nos vamos a
casa?
Era tarde. Ambos estábamos cansados. Pero ninguno quería dormir. Dormir
era una pérdida de tiempo, no teníamos tiempo de sobra. Me senté en su regazo.
Creo que es su posición favorita.
—Eres la cosa más bonita. — dijo pasando sus dedos por mi cabello. Lo dejó
caer en mis hombros, entonces atrajo mi cara ahuecándola cerca de la de él.
—Gracias. — repliqué. Escogí este sostén en particular esta noche porque era
muy bonito: de encaje y negro con perlas entre las copas.
Trate de tomarlo con humor. —¿No deberías tocar mis pechos sobre el
sostén primero? ¿No es la forma en la que se hace? ¿No es más fácil?
—Dime lo que quieres, Cadence— dijo Mark. Trazó mi clavícula con su dedo
índice.
—Por favor no me lo hagas— susurré, dejando colgar mi cabeza. No me
gustaba decir mis deseos sexuales en voz alta. Se sentía como lo que un amante
más experimentado haría, y yo ciertamente no lo era.
—¿Eso te avergüenza?
—Sí.
—¿Dónde?
Dude por una fracción de segundo. —Aquí— dije ahuecando mis pechos.
Puso mis manos en mi regazo y corrió sus dedos por la punta de mi sostén,
comenzando del lado izquierdo siguiendo la curva del corazón lenta y
pensativamente.
—Las mujeres tienen la ropa más bella— dijo pasando los dedos por las
pequeñas perlas de mis pechos.
Me sentí un poco embriagada por el poder que ejercía en ese momento. Si, él
podría ser muy bueno quitándome el sostén y hacer lo que sea que quisier a. No era
rival para su tamaño físico, pero no era un bárbaro, y me respetaba. Oh, la
pequeña coqueta en mi quería probarlo y burlarse de él sin piedad, haciéndolo
doler para mí, pero la mujer joven en mi lo respetaba.
Retiré mis manos y el sostén cayó, revelando mis pequeños y firmes pechos.
Era una completa e hinchada copa B en un buen día y me preguntaba si le iba a
gustar. Inmediatamente me sentí cohibida mientras miraba mi desnudez. Él estaba
pensando. Otra vez analizándome. Mis manos volvieron a mis pechos,
cubriéndolos.
Esperé para ver si reemplazaría mis manos por las suyas, pero en su lugar
pasó sus manos por mis costillas y me levantó hacia su cara. Puse mis manos en
sus hombros para mantener el equilibrio. Beso la parte superior de mi pecho y
luego la inferior, cuidadosamente para evitar el balanceo de mi pezón. Lamió sobre
mi pecho, entonces chupó suavemente la piel, provocando un suave quejido.
Bufé y le tiré del pelo, tirándole la cara que me mirara. —Sí. Lo. Estas.
Sentí las manos de Mark por toda mi espalda, sosteniéndome mientras lamia
y besaba mis pechos. Él sabía lo que estaba haciendo. Era casi aterradora la manera
tan fácil que mi cuerpo respondía ante su toque.
—¿Hacer qué?
—Sí.
—Oh.
—Me gusta eso que puedo hacerte. Me hace sentir poderoso. ¿Es así de malo?
Sacudí mi cabeza.
—Es muy fácil ser posesivo para ti. No voy a mentir. Nunca he sido de esa
manera. Es alarmante, en estos momentos se siente como una descarga de
adrenalina cuando vienes. No sé cómo sacármelo de encima.
Mark rió entre dientes. —No, eso no es malo. Ese tipo de poder solo viene
naturalmente de ser una mujer.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
***
—No lo sé, Avery— dije, sintiendo un nudo de corbata en mi estómago.
Estábamos sentadas en su coche conduciendo para depilarnos.
—¿Respirar hondo?
—Eso ayuda con el dolor. Creo que es la misma técnica que usan en el parto.
Avery rio. —Cadence, te prometo que lo amaras. Esto hará del sexo un trillón
de veces mejor.
—Oh. Bueno, cuando lo tengas, hará del sexo un trillón de veces mejor.
—Primero que todo, se supone que debes usar los espejos retrovisores no
girar la cabeza. Segundo, no ha estado. Y gracias a ti, he sido una ruina para él.
Dime. ¿Cuándo el pelo se vuelve una cosa tan terrible?
—Sí.
—Soy una mujer joven. ¿No debería tener pelo?
—No.
—¿Lo es?
— ¿De verdad?
Hice una mueca, pensando en cómo hace unas cuantas semanas me corte un
pliegue suave, haciéndolo sangrar unos buenos dos minutos.
—¿Sangrare?
Asentí.
—Bueno, después de una semana o semana y media antes de que los bellitos
comiencen a salir. Y es suave también.
Tenía más preguntas para ella, pero sentí que se estaba volviendo tedioso.
No fue mi culpa
Esto era un mundo nuevo para mí.
—Cera dura.
—¿Huh?
—Oh por Dios, Cadence. Juro que vas a estar bien. Si sigues haciéndome
preguntas te vas a asustar más.
Avery suspiró. —La cera dura es la que se endurece en tu piel. No hace falta
un genio para darse cuenta de eso. Entonces se despega con tu cabello. Nada de
tiras.
—Sí.
—Gracias.
—Está bien. Así que ¿Qué más quieres saber?— preguntó, y yo entré.
Launa era dulce pero no entendía la mitad de las cosas que decía. Ella era
nueva en los Estados Unidos, pero su ingles era débil. Trató de consolarme lo más
que pudo cuando supo que nunca antes me había depilado con cera y que me
asustaba mucho. No creo que entendiera ni una palabra de lo que le decía, pero el
miedo estaba escrito en mi cara. Las emociones eran su propio lenguaje universal.
Quería llorar. Quería matar a Avery. ¿Cómo pude dejar que me convenciera
de que me dejara hacer esto? Me quite las bragas y me subí a la mesa, colocando
mis manos entre mis piernas mientras miraba el techo, esperando a Luana. Ella
abrió la puerta y por una fracción de segundo estaba mortificada. ¿Que si hay
alguien en el pasillo que viera?
Mi corazón latía rápido. ¿De verdad? ¿Abrirlas sería como estar debajo de
esas luces médicas? Esto no era como la visita al ginecólogo. Al menos tenía papel
alrededor de mi cintura así que no podía ver al médico mientras hacia lo suyo.
Cerré mis ojos. Pensé que podía pedir ayuda. Además, esas luces estaban
empezando a realmente irritarme.
—Lo sé— Luana rió, y abanico mi vagina. Ella la abanico. Y se sintió tan bien.
Ella sonrió. — Llevo treinta y tres. Llevo depilando desde los catorce.
Usó una lupa y unas pinzas para quitar un par de pelos finos. Todo mientras
me explicaba las ventajas higiénicas y sexuales de la depilación. No entendí nada
de eso. También me explico que tenía que cuidar mi piel. No entendía las palabras,
o bien las cercanas a ‘’Neospirin’’ y ‘’fluffy poof’’.
Después de que termino me frotó polvo para bebe. Admito que había algo
extrañamente erótico en eso, y de repente me di cuenta de por qué Avery era una
desviada sexual. Ella realmente no me dio detalles sobre Gavin, pero cada vez que
dejaba escapar algo, siempre era algo escandaloso.
Ahora entiendo. Ella se depila. Eso es lo que le pasa a una chica cuando se
depila. Se da la vuelta… sexual.
—¿Huh?
—La vuelta, date la vuelta.— dijo, haciendo gestos con las manos.
Oh mi Dios.
Launa rió. Otra vez.— Estas bien. Tomamos el trasero y lo hacemos lindo.
¿Hacerlo lindo?
—Um…
—Yo… el…um…no
—Por favor, Luana.— susurré. Juro que pensé que iba a llorar.
Está bien. ¿La mujer apenas habla inglés sin embargo, sabía la palab ra
retaguardia? Aparte de sentirme como una mierda, la depilación no estuvo mal. Se
acabó como en unos dos segundos, y luego Luana me volvió a frotar polvo de bebe.
—¿Ah?
—¡Mira mira!
—¿Mi vagina?
Sonreí débilmente y le deje besarme en la cara antes de que digiera que fuera
para la sala de espera a pagar.
—Trate. Trate. La mujer apenas habla inglés. Y todo lo que sabe hacer es
soltar risitas.
—Mira, todo lo que estoy diciendo es que los hombres de nuestra generación
son demasiado… experimentados. Y he aprendido que no es tan malo
experimentar. De hecho, puede ser bueno.
—Primero que todo, no soy un bebé. Soy una mujer grande. Compruébalo por
ti misma. Segundo, nunca dije nada de sexo anal. Dije que experimento. — aclaró
Avery.
—Está bien como un sí, ¿Estas teniendo sexo anal?— no lo podía dejar ir. Era
fascinante y repugnante y… fascinante. De verdad malditamente fascinante.
—No te has ganado los detalles, mana. Lo siento— respondió Avery con una
sonrisa de suficiencia.
—Totalmente te importa.
—Sí, está bien ¡Totalmente me importa! Por favor dime, Avery. Estoy
muriendo ahora.— le supliqué.
Avery dejó escapar un largo suspiro y asintió. —Está bien, lo primero y más
importante: lubricación.
***
No quería vestir la falda como una invitación, pero lo tomé de todas formas.
Un reto. Pensé que sería una sutil imprudencia, de una forma controlada.
Imposible para cualquier otro, pero él podía hacerlo.
—Lo siento, Cadence. Soy torpe.— dijo, entonces se movió hacia el grupo
detrás de mí.
Podía sentir la sangre corriendo por mis mejillas. Me ruborice mil veces por
el Sr. Connelly, pero esta vez fue insoportable. Mi cara literalmente dolía, y no
quería saber que tan roja estaba. Me concentre en mi respiración, y leí las páginas
del libro de matemáticas una y otra vez hasta que la sequedad del material drenó el
color de mi cara.
—Cadence, tengo una carta de tus padres.— dijo el Sr. Connelly —Quédate un
minuto.
—Ven aquí.— dijo. Yo caminé hasta quedar frente a él —.Has estado muy
traviesa, ¿sabes?
Mi corazón se aceleró.
—Me mostraste tus braguitas rosas en clases cuando sabías que no podía
hacer nada.
No puedo respirar.
—Creo que necesitas unas nalgadas, Cadence. Empezando por ser una chica
mala.
—¡Sr. Connelly!
El Sr. Connelly sonrió. —Mmm. ¿Dónde la deje?— cruzó las manos sobre el
estómago y se apoyó en la silla.
—¡No soy la traviesa! ¡Eres tú!— solté, y me di la vuelta para irme. El Sr.
Connelly rió fuerte, entonces aclaro su garganta cuando la puerta del salón se
abrió. La asistente principal entro.
—Así que asegúrate de que tus padres reciban la carta, Cadence.— dijo
mientras yo recogía mis libros.
—Sí, señora.
Breve pausa.
***
—¿Cuándo crees que tus padres se darán cuenta de estos proyectos de servicio
comunitario falsos? —preguntó Mark, sentándose en el sofá.
Mark no dijo nada cuando se inclinó para echar un buen vistazo a la página. Diez
Maneras de Subir el Calor en la Cama, leyó en voz alta.
—Escandaloso.
—E informativo ¿Dónde crees que las mujeres aprenden todos sus trucos?
No hay respuesta.
—¿Mark?
Cerré la revista.
Arrojó sus papeles sin clasificar en la mesita y se dejó caer en el suelo a mi lado.
—Plumas.
—¿Plumas?
—Al parecer las plumas es dónde está —dije —Seductoras e inductoras de piel
de gallina.
—Vino —aclaró.
—¿Me vas a dejar beber vino? —Pregunté. De repente no tenía ningún interés
en las maneras de establecer fuego en un dormitorio.
Él entró con dos copas llenas hasta la mitad con líquido rojo oscuro.
Lo tomé un poco demasiado ávidamente. Tan loco como suena, nunca me había
emborrachado. Sí, me había colocado con cocaína, pero nunca me había
emborrachado. ¿Por qué no elegir el menor de los males? No sé.
Sonreí y tomé un sorbo. Nunca había probado el vino. Era rico y suave, pesado y
oscuro. Tomé otro sorbo. Extraño, lo sé, pero me imaginé que era un vampiro
bebiendo sangre. Sabía que la sangre no sabía nada como esto. (Otro trago un poco
más largo). Lamí una herida en mi rodilla cuando tenía seis años y descubrí que la
sangre sabía penetrante y metálica. (Y un gran trago). Pero fingía que estaba
bebiendo sangre de todos modos porque pensé que era sexy. Y porque quería ser un
vampiro durante unos minutos. La embriaguez fue casi instantánea. Tal vez por eso
quería ser un vampiro.
—Cadence, el vino es para ser sorbido, no engullido —dijo Mark, riendo entre
dientes.
—¿Eh? —Miré mi copa. ¡Estaba vacía! ¿Cuándo ocurrió eso? Miré a Mark y pasé
la lengua por lo s dientes superiores. Sin colmillos. Y realmente quería ser un
vampiro— ¿Puedo tener otra?
—Sí, Cadence. Pero, ¿me prometes que lo beberás a sorbos esta vez?
Bebí esta copa mucho más lento, pero eso fue mayormente porque me dijo que
no podía tener una tercera. Me sentía lánguida, como un charco de lluvia cálida, y me
metí en el regazo de Mark con la intención de empaparlo. Quería ver correr agua por
encima de sus brazos y su pecho desnudo. Le pedí que se quitara la camisa, y accedió
con una risita.
—Wow —susurré.
—Me gusta. Mucho —dije, y me incliné para besar sus pectorales bien definidos.
—Está bien.
—No soy una arpía. Soy un vampiro —corregí, y me incliné una vez más para
morder su cuello.
Asentí y tiré de él hacia abajo sobre mí una vez más. Él estaba cernido sobre mí.
Me encontraba inmovilizada, sin posibilidad de escapar. No quería escapar, sin
embargo. Quería que se forzara a sí mismo dentro de mí, y yo no diría que no. Pensé
que podía luchar por mostrarlo, pero sabía que nunca lo rechazaría.
—No voy a dejar que tengas otra copa de vino, Cadence —contestó.
—No estoy hablando sobre vino. Estoy hablando de amor. Estoy lista para que tú
—hice una pausa para el efecto— me hagas el amor.
—¡Mark! ¡No me hagas decir “polla” en voz alta! —Sacudí la cabeza— Oh,
porras. Lo dije.
—Deja de burlarte de mí, y házmelo —contesté, riendo. Puse mis manos a cada
lado de su cara— Eres el hombre más sexy del mundo. De todo el universo.
¿Entiendes lo que te estoy diciendo? Quiero que me hagas el amor toda la noche,
sexy y musculoso gran hombre —Me incliné hacia adelante y lo besé torpemente. No
estaba tratando de besarlo torpemente. Simplemente sucedió.
—Mi pequeña Cadence —dijo Mark cuando me aparté de él. Apartó el pelo de mi
cara con sus dedos— Háblame de tu rutina mañanera.
Él asintió, divertido.
—Esto toma mucho tiempo porque tengo mucho pelo--, dije, cogiendo un trozo
y levantándolo por el lado.
—Entonces tal vez deberías cepillarte los dientes —sugerí. Él se echó a reír.
—¿Cadence?
—¿Hmm?
—Sí.
Escondí mi rostro.
—No quiero que me veas así. Sé que parezco un mapache y mi aliento es atroz
y...
—No.
—Te lo haré.
Peleé con él, pero era demasiado fuerte. Y pronto me estaba riendo
histéricamente, sin importarme cómo me veía o cómo olía. Mark dejó ligeros besos
por toda mi cara y cuello y pecho. Desearía poder haber sentido el de mi pecho, pero
aún estaba llevando mi jersey y el sujetador de la noche anterior.
—Ve a hacer lo que tengas que hacer —dijo, palmeando mi trasero— Voy a
hacernos café.
Me tensé de inmediato, mientras veía una toalla volar sobre la barra de la ducha
a mi cabeza. Me envolví en ella rápidamente y aparté la cortina. Mark estaba sin
camisa, cerca de la puerta mirándome. Di un paso fuera de la bañera y limpié los pies
en la alfombrilla. Nunca había estado desnuda con un hombre. Mi corazón latió con
fuerza dolorosamente cuando lo vi caminar hacia mí, parándose a centímetros de mi
cara.
—¿Hmm?
—Sí —No había manera de que le dijera que Avery me obligó a ir. No quería su
nombre en la cama con nosotros— ¿Te gusta?
Asentí.
—Entonces a mí también —dijo. Observó mi cara mientras deslizaba su mano
por mi estómago, una vez más, tocándome tentativamente entre mis piernas.
Me había tocado a mí misma muchas veces, pero esto era diferente. Se sentía
diferente cuando una persona lo hacía, y sobre todo se sentía diferente sin pelo. Es
como mis terminaciones nerviosas se multiplicarán por un trillón. Podía sentir cada
leve movimiento de sus dedos, y no había manera de aliviar la intensidad de sus
caricias. Además, no quería.
Abrí mis piernas un poco más para acomodar su mano. Se burló de mi carne
tierna y me froto rítmicamente, observándome retorcerme y arquear la espalda y
sacudir la cabeza de lado a lado como si le estuviera diciendo que se detuviera. Pero
no lo decía que se detuviera. Lo insultaría si lo hacía.
Asentí, cerrando los ojos, esperando el primer contacto de sus labios sobre los
míos. Pero seguí esperando, sintiendo el cambio de la cama, pensando que me estaba
tomando el pelo, pidiéndome silenciosamente que rogara por ello.
—Por favor bésame —dije, con los ojos cerrados, inmersa en una dulce
oscuridad.
Sentí algo cálido y húmedo entre mis piernas, y mis ojos se abrieron de golpe.
—¡Oh Dios mío! —Grité, y miré la cara de Mark entre mis piernas.
Él levantó la cabeza.
Caí sobre la almohada, incapaz de mirar porque era demasiado íntimo. Debería
haber mirado, esto me estaba pasando a mí, después de todo, pero me cubrí la cara
con las manos en su lugar, empujando las caderas hacia arriba, instintivamente
invitándolo a continuar. No tenía control sobre mi cuerpo. Este hacía cosas aparte de
mi voluntad. Esto lo animó a lamer y mordisquear y besar. Y cuando todas esas cosas
se detuvieron abruptamente, grité. No tenía control sobre eso tampoco.
Mark suspiró.
—Está bien —dije— No estoy enojada ni nada. No pensé que dolería así.
—No estoy tratando de ser evasiva ni nada —dije— ¿Qué harías por esto?
—Bueno, no estoy lista para que poner la vida del revés aún —le dije
juguetonamente.
—¿Vas a bajar ahí otra vez? —Y entonces añadí— ¡Pero sólo si quieres! No
quiero que lo hagas si no quieres.
—¿Qué?
—Oh Dios mío, Cadence. Estaría ahí todo el día si me dejas —contestó.
—Quiero que me digas lo que se siente bien —dijo— Lo que te gusta. ¿De
acuerdo?
—No, Cadence. Quiero que esto sea espectacular para ti. Así que dime lo que te
gusta y lo que no. Quiero darte lo que tú quieras.
—Está bien.
—Sí —susurré.
—¿Esto?
Me moví.
—Sí.
—¿Esto?
—¿SÍ?
Gemí.
—Ohhhh.
—Ahhhh.
Me desperté un poco más tarde con el olor del tocino. Mi estómago se contrajo
furiosamente, y yací paralizada, esperando que el calambre se calmara. Necesitaba
comida, Ahora.
—Lo sé. Estoy bastante orgulloso de mí mismo por eso —Él me dio una taza de
café.
Sonreí.
—Sí, apuesto a que lo estás.
Me dejé caer en una silla y arreglé mi café. Observé a Mark moverse en la cocina,
preparando lo que parecía ser un festín de desayuno.
Asentí.
—¿Necesitas ayuda?
—¿Sabes cocinar?
—No.
—Tú y yo, ambos —dije, y bajé mi cabeza. No pensé en ello. Era automático.
Incluso lo hacía en la escuela, aunque era mucho menos explícita al respecto. No es
que me diera vergüenza rezar sobre mi comida, pero no quería incomodar a los
demás. No quería incomodar a Mark, así que dije un rapidito: Querido Dios, gracias
por este increíble desayuno, y levanté la cabeza.
Mark me estaba sonriendo. Él había esperado para acumular su plato hasta que
terminé.
Me eché a reír.
—Nada.
—¿No agradeciste a Dios por algo más que recibiste esta mañana?
—¿De verdad crees que es un error que estemos juntos? —preguntó Mark— ¿O
piensas que está mal porque eso es lo que te enseñaron?
—¿Cuál es la diferencia?
—La diferencia es que eres una mujer joven, con edad suficiente para tomar tus
propias decisiones.
—No lo creo.
—No estás haciendo nada malo, Cadence —dijo Mark— Quiero decir, no estás
haciendo nada malo conmigo.
—Es fácil para ti decirlo. No compartes mis valores —contesté. No sabía lo que
significaba, sobre todo porque no estaba segura de cuáles eran sus valores.
—No lo hago —dije— Quiero decir, la mayoría de las veces no lo hago. Pero
realmente no me gusta mentir a mis padres.
—Lo sé.
—No porque me gusten especialmente ellos en este momento. Creo que son
crueles conmigo. He sido tan buena. Lo he intentando tan duro. Y nada. Nunca me
habrían dejado conducir si no estuviera fallando en tu clase, y nunca me dejarían ir a
ningún sitio si Avery no hubiera entrado en la imagen —Empujé mis huevos
alrededor del plato.
—Bueno, tal vez puedes ver esas cosas como intervención divina —dijo Mark.
—Varios. Pero no estamos yendo allí todavía —dijo— Estamos hablando de ti.
—Ah, sí. Yo. Yo y mi gran error —dije, sirviendo más huevos en mi tenedor.
—Muy bien. Cometí un error. No escuché a Gracie cuando me dijo que no fuera
a esa fiesta. Fui porque Dean me invitó.
—¿Dean?
—Sí, Dean.
—Así que de todos modos, él me invitó a una estúpida fiesta. Nunca había sido
invitada a una fiesta. Yo no era popular ni nada, pero no era una paria tampoco. Sólo
una de las chicas regulares mayormente transparentes.
Asentí.
—Fui, y pasé la mitad de la noche intentando llamar la atención de Dean. Fue una
estupidez. Me estaba yendo, pero fui al baño primero. Y entonces él entró y me
ofreció cocaína.
—Bueno, no. No quería, pero él era muy lindo, y yo era muy vulnerable.
¿Recuerdas que te dije sobre la parte vulnerable?
Mark asintió.
—Así que lo hice. Y no voy a mentir. Se sintió increíble. Me sentí como que podía
hacer cualquier cosa, como si fuera la persona más alta en el planeta estirándome
hasta el cielo. Me sentí como un ángel, como si pudiera volar y salvar personas y
saltar edificios y descubrir los secretos del universo.
—Pero no eras realmente invencible. Sólo te sentías de esa manera —dijo Mark.
Pensé por un momento. Tenía razón, y no había nada que pudiera decir, así que
sólo seguí adelante.
Me eché a reír.
—Realmente lo fue. No sé por qué pensé que él era todo eso. Se burló de mi
pecho.
—No quiero saber nada más de esta parte, Cadence —interrumpió Mark.
—Está bien, está bien —dije— Así que algunas otras personas entraron en el
baño. Yo no sabía quiénes eran, pero no me importaba. Recuerdo convertirme en la
mejor amiga de todos ellos, y fue entonces cuando urdimos nuestro plan genial para
robar esa tienda de oportunidades en el Condado de Old Line Road.
—No lo estoy —dijo Mark— Nunca he robado una tienda de oportunidades, pero
he hecho algunas cosas locas en mi pasado.
Me animé.
Mark gruñó.
—Para resumir, fuimos arrestados. Fui a la corte. El juez me dio una charla y
diez meses de tiempo duro
—Eso es lo que dije. Tiempo duro. Y luego salí y me di cuenta de que había
vuelto a casa para nada. Sin libertad. Sin coche. Nada. Casi perdí todo, como sabes.
—Tú eras la chica más triste del mundo las primeras semanas de escuela —dijo
Mark. Estaba probándome un poco.
—Lo sé, Cadence. Y es por eso que traté de hacerlo mejor para ti —dijo Mark.
—Lo siento.
Mark sonrió.
—¿Por qué?
Me sonrojé.
—No quiero ir a ninguna parte. Tengo grandes planes para nosotros que
incluyen juegos de mesa y películas y cocinar.
—Eso está bien. Sólo te voy a poner un delantal y dejar que me traigas cosas.
—Ha. Ha.
—Bien.
16
Traducido por Blinda
Corregido por Clau :)
—Tenía esa canción sobre el lazo sin fin en mi cabeza la primera vez que te vi
— Mark se sentaba sobre el canapé viéndome manosear sus vinilos.
—¿Lo hacías?
—Eras la cosa más hermosa que hubiera visto alguna vez. Y cuando entraste
en mi aula el primer día de clase, pensé que había muerto y había ido al cielo.
—Cielo para ti, tal vez. Para mí fue el infierno —dije. Traté de hacerlo
parecer casual, como si realmente no me preocupara.
Él puso a tocar una nueva canción, una brillante explosión de sonidos, alegre
y funky y divertida.
—¿Cuándo te guiñé?
—Ese sábado que nos ofrecimos a limpiar aquellas casas —dijo Mark.
— “Boom”.
Mark asintió.
—Chica lista.
—Realmente me gustan las flores —dije—. Mi parte favorita del día, aparte
de verte a ti, por supuesto, es trabajar en lo de Millie.
—Entonces tal vez deberías considerar una carrera como florista. Poseer tu
propia tienda —sugirió él.
Sonó como que él me incluía en sus futuros proyectos, y eso me hizo sentirme
segura.
Desconozco si, como suponía, se sentía así, o si, se suponía, que debería
querer independencia, pero de una u otra forma, me gustó oírlo reclamarme para
sí. Su florista. Nadie más.
Comprendí en aquel momento que yo era su mujer al cien por cien. Sonaba
tonto. Lo supe todo el tiempo mientras miraba mi cuerpo desnudo, pero por
primera vez veía mi mente desnuda, abierta y vulnerable, revelando el
funcionamiento femenino tan claramente diferente del mundo. No algo de menor
valor. Solamente diferente. Tal vez más suave. Y aquel funcionamiento me mostró
mis deseos. Quería estar en la horquilla de sus brazos, que me dijera que era
hermosa, y que cuidara de mí. A cambio, pensé, yo podía hacer lo mismo.
—¿Te acostaras encima de mí? —pregunté. Esto salió de ninguna parte.
—Sí. Justo aquí en el suelo. Quiero sentir todo tu peso sobre mí —contesté.
—¿Por favor?
—Solamente hazlo —exigí, y encajó su pecho sobre el mío una vez más.
—¿Por qué?
—No.
Sentí verdadera frustración sexual por primera vez, un intenso, casi injusto
dolor entre mis piernas que gritaba dentro de mí, ¡Pon algo ahí! ¿Cómo podía estar
dolida por algo que nunca antes había experimentado? Era inquietante y me forzó
a enfrentarme a mi naturaleza animal. Siempre pensé que los hombres eran cr uda
y áspera sexualidad animal. Son gilipolleces. Las mujeres pueden ser igual de
bruscas y crudas. Y de repente, no pensé que estuviera preparada para ser testigo
del trance de la brusquedad y de la crudeza.
—Tienes razón —dije rápidamente—. Quítate.
***
El sábado fue un día de ensueño. No quería que se terminara y me mantuve
comprobando cuanto tiempo nos quedaba. Nunca era bastante, y yo estaba en
pánico, examinando sus cosas, tratando de aprender tanto como podía antes de la
mañana de mañana, cuando tendría que marcharme para estar temprano en casa a
tiempo para la iglesia.
No sé por qué tenía la inquietante sensación de que eso podría ser así, y lo
expresé en voz alta.
—Sí, sé que lo haces. Pero no te voy a dar nada mientras haces la tarea.
—Sabía que sólo me usabas por mi cerebro —dijo él.— Tal vez te ayudé,
¿pero qué harás tú por mí?
—Bastante —contestó.
—¿Qué? ¿Tienes un problema con eso? —Pregunté—. ¿Por qué piensas que
no quiero tocarte?
—Bien, tampoco sé lo que piensan las mujeres, pero creo que me gustaría
tocarte.
—No sé qué hacer —dije, y esto salió con una mezcla de miedo e irritación. Y
tal vez, también con una pizca de lanzada fascinación.
—Cadence, me siento raro sobre esto —dijo él. Desabroché sus vaqueros,
pero me detuve cuando agarró mi mano—. Simplemente vamos a esperar.
—¿Por qué?
—Eso es diferente.
—¿Cómo?
—¿Por qué?
—¿Por qué?
—¿Qué? ¿Por qué soy cristiana? ¿No puedo tocarte o hacerte correr porque
soy cristiana? —No estaba alterada cuando lo dije. Estaba confundida. Realmente
quise entender de donde procedía.
—Bueno, sí.
—Sé eso.
Silencio.
—¿No quieres que te toque? —pregunté suavemente.
—Sí —contestó Mark igual de suave. Agarró la parte de arriba de sus muslos
mientras lo dijo, como si las palabras doliesen al salir de sus labios.
Mark asintió.
Mark sonrió abiertamente. —Es por eso que eres irresistible. Es por eso que
me enciendes.
—No eres estúpida en absoluto. ¿Cómo puedes pensar eso siquiera después
de decirte algo tan importante para mí? —Ahuecó mi cara y estudió mis ojos—. Me
gustas sin maquillaje.
—Solamente quiero ser capaz de continuar —dije. Lo que fuera que
significase.
—Lo haces.
—Sí, estamos bien. Pero seré honesto, no estoy listo para que me toques
ahora mismo. Por lo menos no de esa manera.
—El verde.
—¿Por qué?
—¡Uh, uh!.
—Pero los hombres compartimentan las cosas. Es por eso que sus cerebros
se parecen a una red eléctrica. Todo está organizado en pequeñas, agradables y
pulcras cajas —expliqué—. Y tú puedes enfocar más de una cosa a la vez.
—Supongo que tienes razón —dije—. Pienso que tengo que hacer alguna
investigación.
—¿Realmente?
—Bien.
Fue todo tan normal, con nosotros planificábamos nuestro menú de cena.
—Lo sé.
Me reí tontamente. Era tan cursi. —Hum, seguro —Yo tuve una visión
inmediata de estar realizar una rutina de gimnasia con una de aquellas largas
cintas. Haciendo piruetas con bonitos diseños por encima de mi cabeza mientras
seguía a la cuadrilla de mi tienda de conveniencia. —Incluso cuando estoy
cometiendo una fechoría.
Una larga extensión de silencio antes de que Mark hablara otra vez.
—Estoy tan contento que haberte encontrado, Cadence —dijo él.
—Yo también.
Él no hizo una maldita cosa, pero apretó mi trasero todo el tiempo. Hice la
cena según sus instrucciones, y todo lo que hizo fue meter la cuchara en un gran
tazón una vez que hube acabado.
Ah, y él roció feta por encima. Gran cosa. Saqué una silla para sentarme, y él
sacudió su cabeza. Me recogió y me colocó sobre el borde de la mesa, dando un
codazo para separar mis piernas hasta estar de pie entre ellas. Me alimentó
mientras comió: un trozo para mí, un trozo para él. Adelante y atrás hasta que el
tazón estuvo vacío.
—¿Más?
Asentí.
Él llenó el tazón una vez más, rociándolo de queso, y volvió, a colocase de pie
entre mis piernas. Comimos, mayormente en silencio, hasta que el tazón estuvo
limpio.
—¿Más?
Sacudí mi cabeza.
—Bien. —Él aventó el tazón sobre la mesa y se arrodilló entre mis piernas.
Empujó hacia arriba el delantal y me colocó más cerca del borde.
***
—Alguna cosa te enciende —dijo Oliver, mirándome con desconfianza
durante nuestro camino a la escuela el lunes por la mañana.
—Sí. ¿Qué sigue? —preguntó Oliver—. ¿De repente te gusta la escuela o algo
así?
—Me alegro de que seas feliz, Cay —dijo Oliver después de un rato.
—Sí, justo.
—¿Por qué?
Oliver se encogió. —Por como estuviste de triste después de que saliste del
reformatorio.
—¿Y por qué te preocupa que yo fuera miserable en todo aquel tiempo?
Oliver puso sus ojos en blanco. —No eres cool, Cay. Ni siquiera trates de
serlo.
—Eres una mentirosa malísima —se rió Oliver. —Pero tengo que admitir que
esta mierda es buena.
Ahora mis ojos en blanco. —No eres cool, Ollie. Ni siquiera trates de serlo.
—Ah, tengo que discrepar, mi hermana mayor se equivocada. Ruego ser friki
es la diferencia.
Quien no tiene Hip hop instrumental. Cuando le pedí describir el look para
mí, él dijo—, Cay, simplemente lo sabrás cuando lo veas. —Y cuando camine a mi
primera clase y vi al Sr. Connelly delante del blanco encerado, lo hice.
17
Traducido por Eni
Corregido por Alee Foster
—Lo siento —murmuré. Le eché un vistazo al Sr. Connelly una vez más.
Por lo menos no tuve relaciones sexuales con él, pensé. Sin embargo, era poco
consuelo, cuando mi corazón estaba partido en dos. Realmente me gustaba. Creo
que lo amaba. Era una tonta, y esperaba que mi conciencia me lo restregara en la
cara. Pero no lo hizo. Se mantuvo en silencio. Supongo que estaba enojada
conmigo.
***
Mark: Pensé que podríamos salir este viernes en la noche.
Al día siguiente fingí estar enferma. Lo bueno era que al ser una chica podía
usar mi periodo como una excusa para salir de situaciones desagradables. No
quería ir a la iglesia. No quería ver al Sr. Connelly. Me molestaba que incluso
asistiera. Él no creía en Dios. Bueno, eso no es verdad. Él creía en Dios. No creía en
Jesús.
Está bien, eso no es del todo cierto. Él creía que Jesús existía y era un buen
hombre, pero no creía que era el hijo de Dios. Lo que sea. El punto es que nuestra
iglesia era todo acerca de Jesús, así que, ¿por qué se molestaba en ir? Supongo que
para hacer feliz a su madre. Realmente me molestaba que el hombre fuera tan
amable y dulce con su madre y pudiera ser un imbécil co n otras mujeres. ¿Sabía
ella que él era un imbécil? Tal vez debería decirle.
Y fue todo lo que necesite decir. Papa asintió y se fue sin decir ni una palabra,
cerrando la puerta suavemente y mandó a callar a Oliver, que estaba en el pasillo
quejándose sobre la ecuanimidad.
— ¿Sí? —grité—. ¡No es justo que tenga que ser una mujer y pasar por esta
mierda todos los meses!
Yo: No
Mark: ¿?
Otra pausa.
Yo: No seas condescendiente. Evidentemente era una cita. No soy una maldita
idiota. ¡Pero tú eres el idiota!
Yo: Jódete.
— ¿Cadence?
— ¿Qué? —grité.
— ¡Creo que eres el pedazo de mierda más grande del planeta! ¡No puedo
creer que alguna vez confiara en ti! ¡Has estado saliendo con chicas a mis espaldas
todo este tiempo! ¡Sabía que había una razón por la que no querías verme este fin
de semana!
— ¿Qué quieres que diga, Cadence? —Dijo Mark—. ¿Quieres que le diga a mi
mamá que estoy saliendo con una de mis estudiantes que ni siquiera es legalmente
un adulto?
El lado racional de mi cerebro sabía que tenía razón, pero el lado emocional
estaba dolido. Y enojado.
— ¿Qué?
—No lo haré.
— ¿Cadence? creo que deberíamos hablar más tarde cuando estés calmada.
Bien podría haber dicho: “Vamos a hablar más tarde cuando no estés siendo
irracional y una mujer emocional”. Mi ira se intensificó a furia.
No esperaba que dijera eso. Esperaba que discutiera conmigo, que me rogara
que lo dejara tocarme. Tengo diecisiete años. Quería que se arrastrara, ¡maldita
sea!
***
Garabateé en mi cuaderno mientras el Sr. Connelly explicaba algo sobre los
límites. No lo miré ni una sola vez, y mientras temía que la clase sería complicada e
incómoda, descubrí sorprendentemente que estaba aburrida. No esperaba que él
pidiera perdón en frente de toda la clase, y él no esperaba que hiciera una escena.
Ambos éramos sabios. Me sentí muy madura en ese momento, después de haber
ganado una gran cantidad de perspectiva la noche anterior. Había llamado a Avery
para hacerle unas cuantas preguntas.
—No.
—Cadence, los hombres miran a otras mujeres. Sus cerebros están diseñados
de esa manera. Así fue como Dios los hizo. Y no hay nada malo, siempre y cuando
sean fieles —dijo.
— ¿Entonces por qué te preocupas? ¿Quiere estar con esa parte o contigo?
—Está bien entonces. Deja de ser insegura. Él sólo está haciendo lo que es
natural.
—Sí.
—Sí.
— ¿Hmm? —pregunté.
Sacudí la cabeza.
¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Estaba realmente tan enojado por la
conversación de ayer? Había ganado perspectiva, y le iba a decir eso, pero no me
dio la oportunidad.
—Todo el mundo, preste atención a Cadence, por favor —dijo. Me miró por
un momento, y sabía que podía ver el pánico escrito en mi rostro—. Todos los ojos
en ella.
—No sé —susurré.
Borré el “5” y escribí un número que ni siquiera podía decir en voz alta. Todo
el trayecto del tablero de izquierda a derecha, y al final, era de unos 45 dígitos.
Yo: Sí.
Avery: Bien.
—Tengo que decirte algo —dije, estando sentada junto a Avery en una banca
fuera del taller de autos donde Gavin trabajaba. Él bajaría en quince minutos, y
habíamos planeado pasar el rato en su casa.
—Sí.
—Avery, tienes que jurar por Dios que no vas a decir nada —dije.
Avery dejó caer su cono de helado. — ¡Maldita sea, Cadence! ¡Te agradecería
una pequeña advertencia!
No pude evitar reírme. —En primer lugar, me gusta cómo el helado ganó. En
segundo lugar, no estamos teniendo sexo.
—Todavía.
Puse los ojos en blanco. —No es sólo una cosa física. Realmente me gusta.
Creo… creo que podría amarlo.
—Creo que siente lo mismo por mí, pero nos metimos en una discusión ayer,
y hoy se burló de mí enfrente de la clase —dije, sintiendo mis ojos hacerse agua de
nuevo—. Es por eso que necesitaba irme.
Asentí.
Limpié bajo mis ojos. —Me hizo ir al pizarrón para hacer un problema de
matemáticas que él sabía que yo no entendía.
—Porque yo le dije que terminábamos. Bueno, algo así. Quiero decir, como
que lo dejé colgando.
—Supongo —susurré.
—Y si tiene ese tipo de reacción, significa que realmente le gustas y que
quiere estar contigo.
—Qué lástima. Estás en una relación con tu profesor. Necesita ser discutida
—contestó Avery.
—Para alguien que no quiere que yo sepa acerca de su vida secreta, seguro
que eres cotilla acerca de la mía —dije—. Y él lo hizo.
— ¿Cómo?
Avery me miró sin expresión alguna. — ¿Su pañuelo? Este chico suena como
un idiota.
—De acuerdo, eso es caliente —dijo—. Y nunca pensé que cualquier cosa que
involucrara una toallita húmeda podría ser caliente. Ese hombre te ama, Cadence.
—Si me ama, entonces ¿por qué me trató tan mal en clase esta mañana?
Avery resopló. — ¡Ubícate, chica! Amor no significa que no te vas a enojar a
veces. O decir cosas hirientes. O hacer cosas realmente estúpidas. Oye, somos
humanos. No somos perfectos.
Solté un gruñido.
— ¿Qué? —pregunté.
Me reí. —Bien, así que ¿por qué me estás dejando conocer a Gavin? —
pregunté.
Asentí.
—Sólo para asegurarme de que esta gran red de mentiras que hemos creado
se mantiene intacta —explicó.
Asentí de nuevo.
—Gracias por compartir sobre el Sr. Connelly. Sabes que puedes confiar en
mí, ¿cierto?
—Hola, bebé —dijo ella, inclinándose por un largo y buen beso a lengua
trabada. Aparté mis ojos—. Me gustaría saltar sobre ti pero estás todo grasiento.
—Mmm. Salta sobre mí. Lavaré tu ropa —dijo Gavin—. Te desnudaré y lavaré
tu ropa.
Como si Avery pudiera leer mi mente, dijo—: Oh, algunas veces yo te llamo
Cay-Cay cuando hablo de ti a Gavin.
—Bien. Te daré un nombre estúpido —dije. Levanté la vista hacia las nubes y
entrecerró los ojos—. ¿Qué tal “Avers”?
—Me encanta totalmente —respondió Avery.
***
Desvié mis ojos cuando el Sr. Connelly entró por la puerta del salón. La sala
quedó en silencio inmediatamente. Los estudiantes parecían tener miedo de él,
supongo que debido a su pequeña demostración de poder del día anterior.
Conseguí olvidar todo sobre el asunto durante varias horas ayer mientras andaba
con Avery y Gavin, quienes eran la pareja más linda y más molesta que había visto
nunca.
—Soy un maldito idiota —dijo—. Quiero decir, fui un idiota ayer. Y les debo
una disculpa a todos por la manera que traté de Cadence. —Me miró, y me
congelé—. Y sobre todo te debo una disculpa, Cadence. Me gusta pensar que soy un
tipo bastante agradable, un maestro justo, y ayer no fui ninguna de esas cosas. Te
traté injustamente, abusé de mi poder como maestro para humillarte, y fui
desagradable. —Todo mundo parecía estar conteniendo la respiración—. Nunca te
trataré así de nuevo —dijo, con los ojos fijos en los míos antes dirigirse a toda la
clase una vez más—. Y nunca trataré a alguno de ustedes de esa manera. No quiero
que tengan miedo de mí. No quiero que teman mi clase. Quiero que sientan que
pueden venir a mí y pedir ayuda. —Fue entonces que todo el mundo expulsó al
mismo tiempo el aliento que sostenían. Los estudiantes se relajaron, y la tensión
desapareció—. Por favor, perdóname, Cadence —dijo el Sr. Connelly, viéndome
una vez más.
Asentí a pesar de que todavía estaba lastimada. Pero también estaba
impresionada de que un hombre adulto y maestro tuviera las pelotas para admitir
su error delante de todo un grupo de estudiantes y pedir per dón.
***
Me quedé parada en la puerta incapaz e indecisa de entrar. Él me miró
avergonzado.
Pareció sorprendido.
—Fui… fui manipuladora al teléfono. Dije esas cosas para hacerte enojar, esas
cosas acerca de que no me puedes tocar nunca más y cómo probablemente no
deberíamos estar juntos. No quería decir nada de eso. Lo dije para que fueran
hirientes. —Me miró confundido—. No me di cuenta de lo mucho que te lastimó —
continué—. Al menos, no me di cuenta hasta la clase de ayer.
—No lo estoy justificando —dije—. Pero entiendo de dónde vino. Fui una
perra total.
—No te llames a ti misma así —dijo, y luego hizo una pausa por un
momento—. Con… confieso que me volviste loco todo el domingo. Y cuanto más
tiempo pasaba sin hablar contigo, más enojado me ponía. Pero debería haber sido
más maduro.
Mark sonrió. Aunque no se veía feliz. Parecía triste y derrotado. —No debí de
haber salido en una cita con Tiffany.
—Lo sé.
— ¿Te acuerdas?
—No es exactamente la cosa más fácil de hacer, Cadence. Quiero decir, lo que
estamos haciendo aquí es… peligroso. Pensé que tal vez mi atracción hacia ti se
desvanecería con el tiempo, y por eso no dije nada. Casi que lo quería así porque
sabía lo difícil que sería.
—Pero entonces, ¿por qué hiciste todas esas cosas buenas para mí si estabas
tratando de no sentirte atraído?
Mark se rió entre dientes. —Porque es imposible no sentirse atraído por ti.
No pude evitarlo. Todos los días después de la escuela, resolvía empezar de nuevo
en la siguiente clase, ignorar lo hermosa que eras, tratar de no ser afectado por ti. Y
entonces entrabas a clase el día siguiente, y mi decisión se fundía en la nada. Me
sentía impotente, pero no de una manera frustrada. Me gustaba la sensación.
Todavía me gusta la sensación.
—Sí.
Se inclinó y besó mis palmas abiertas. —Fue ahí cuando realmente supe que
no había vuelta atrás. —Trató de besar mis manos otra vez, pero las coloqué a
ambos lados de su cara y en su lugar lo hice besar mis labios—. Nunca te
menospreciaré de nuevo, Cadence —dijo en mi boca—. Te lo juro.
—Te creo. —Y con cada beso, el dolor se desvaneció hasta que mi corazón
estuvo sano de nuevo.
19
Traducido por Mais020291
Corregido por Alee Foster
—Te amo.
Dejé caer los platos con un fuerte golpe. Uno se rompió e hice una mueca. Me
agaché para recoger las piezas.
—Cadence, está bien, —dijo Mark. —Puedo conseguir más platos. —Se
agachó a mi lado y cogió mis manos. —Detente. Escúchame.
— ¿Lo haces?
—Mmhmm—. Se puso de pie y me alzó. —Fue el lunes pasado a las 4:37 P.M.
Te sentaste en mi regazo y me susurraste tus secretos en el oído, y fue ahí cuando
me di cuenta que te amaba.
—Oh.
—De acuerdo.
—De acuerdo.
Me sacudió suavemente.
Bueno, eso tenía sentido. Y me llenó de felicidad. Pensé que nunca podría ser
feliz. Recuerdo pensarlo al principio del año escolar, pero ahora todo había
cambiado. Era feliz. Finalmente feliz.
—Yo…
Sonreí. —No.
—Pero yo…
—Cadence…
Mark suspiró, luego dejó que su boca se convierta en una pequeña sonrisa
perversa.
—Te advertí.
Reí y me retorcí cuando sentí sus manos ir hacia el botón de mis vaqueros.
—Nunca podrás quitarlos —reí. —Son vaqueros ajustados.
—Dios, ¿acaso esta cosa está pegada o algo? —dijo, tirando y jalando.
—No sé cómo ustedes las chicas lo hacen, pero es fantástico —dijo, cuando
una vez más estaba recostada en su cama con solo mis bragas y mi top. Se colocó
encima de mí y bajó la mirada hacia mi rostro. —Ahora, aquí están todas las cosas
que planeé hacerte.
Obedecí.
Volteé mi rostro.
—Cadence, mírame.
Colocó sus manos a cada lado de mi rostro y gentilmente me volteó para que
lo mirase una vez más.
Asentí.
— ¡Mark!
—O tal vez quieres que frote tu pequeño clítoris. Sé que realmente te gusta
eso.
— ¡Detente!
— ¿Detener qué? ¿Dejarte de decir lo que planeo hacerte? ¿Por qué estás
avergonzada?
— ¿Ah?
—Oh mi Dios…
Y mierda, él lo hizo.
***
Recuerdo muy poco de mi cena de cumpleaños. Sé que el restaurante era
lindo. La atmósfera era acogedora. Recuerdo estar ligeramente nerviosa al inicio
por salir en público. El club fue diferente. No tenía miedo de encontrarme con
miembros de la iglesia ahí. ¿Pero la cena? No importaba que estuviéramos en un
restaurante a una hora de casa. Estaba al borde. Y recordaba a Mark diciéndome
una docena de veces que me relajara.
Relájate. Repetí la palabra una y otra través durante toda la cena. Y el postre.
Y en el auto de regreso al departamento de Mark. Y en su habitación cuando me
dijo que quería desnudarme y hacerme el amor.
—Pero si no estás lista Cadence, está bien —dijo. Estaba vestida con mi
corpiño y mis bragas, y él estaba de rodillas en frente de mí, su rostro enterrado en
mi estómago, inhalando mi aroma.
—Estoy lista —repliqué. Mi voz no tembló ni un poco. Sonaba bastante
confiada para una chica que ha tenido un trillón de preguntas corriendo por su
cabeza.
— ¿Pero?
—Sé que dolerá, ¿pero dolerá mucho? —Decidí empezar por lo que más
miedo daba.
— ¿Usarás un condón?
—Sí.
—No.
—Sí, Cadence.
— ¿Cuándo?
—Lo sé. Pero estaba con pareja cuando me chequeé. Y solo ella desde
entonces.
— ¿Sólo una?
—Solo una.
— ¿Era linda? —Qué estúpida pregunta. Ni siquiera supe de dónde vino. Creo
que estaba poniéndome demasiado nerviosa y necesitaba seguir hablando para
que los latidos de mi corazón disminuyeran.
— ¿Por qué ya no estás con ella? —pregunté. ¿Cadence, qué diablos estás
haciendo? ¡Deja de hacer esas preguntas! ¡Estás siendo grosera!
Mark se puso de pie. —Cadence, no tenemos que tener sexo si no estás lista.
Realmente está bien—. Pasó sus dedos a través de mi pelo, estudiando los
mechones.
Asentí de nuevo y sentí sus labios en mí una vez más, haciendo su camino en
mi mejilla, por mi cuello, entre mis senos. Desabrochó el seguro delantero de mi
corpiño y dejó abiertas las copas, fijando su mirada en mis pezones. Cerré mis ojos
por instinto.
—«Una divina aureola emana de ella, desde la cabeza hasta los pies» —
continuó, dejando que su mano se deslizara sobre mis senos. Recorrió su pulgar
sobre un pezón, luego sobre el otro, haciendo que jadeara y me retorciera.
Habló en mi seno. —«Me siento transportado por el aliento del cuerpo, como
si sólo fuera un indefenso vaho. Todo se derrumba en torno, salvo yo y la forma
9
Wal Whitmann, poema “A partir de la Paumanok”
femenina»—. Y luego presionó sus labios contra los míos, y jadeé en su boca
mientras sus manos recorrían la longitud de mi cuerpo.
—«Libros, arte, religión, tiempo, la visible y sólida tierra…» —Su mano estaba
entre mis piernas, acariciándome sobre mis bragas. —«…y lo que se espera del
cielo o se teme del infierno, de pronto desaparecen.»
—Mark…
— ¿Qué es?
Se inclinó una vez más sobre mí y susurró en mi oído. —«Creo que es carne
amorosa que se dilata y duele deliciosamente.»
Quería morir. En lugar de eso grité cuando deslizó un dedo dentro de mí. Lo
mantuvo ahí por un largo tiempo mientras me susurraba cosas incomprensibles en
mi oído. No sé si aún estaba citando el poema. Todo lo que sé es que no podía
concentrarme, especialmente cuando deslizó un segundo dedo dentro de mí.
Y luego los retiró completamente y besó mi cuerpo hasta que su boca estaba
entre mis piernas. Me hizo cosas que me llevaron al borde de lo que podría haber
sido un grito por un orgasmo, pero nunca llegué ahí porque se detuvo.
— ¿Cadence?
— ¿Sí?
Me di cuenta que no tenía opción en este momento: podía ser realmente muy
inmadura y hacerlo esconderse debajo de las sábanas o podía intentar algo más.
— ¿Permitirte desnudarme?
Asentí. Esta era la “otra cosa” que iba a probar: desvestir a un hombre.
—Claro.
Asentí. —Y aún no sé cómo me voy a sentir sobre colocar mi boca en él, pero
mayormente eso es porque no sé cómo hacerle sexo oral a un hombre, así que solo
voy a ver cómo se siente después de haberte quitado la ropa interior.
—Entiendo.
—Y no quiero que me asustes con eso. Como, forzar mi rostro hacia él o
frotarlo sobre mi cuerpo. No creo que eso funcione para mí.
—De acuerdo.
— ¿Honesto?
Mark rió.
—Oh. De acuerdo.
— ¿Estás lista?
—Um….eso creo.
Asentí.
—Auch.
—Lo sé—. Atrapó mi rostro entre sus manos y me forzó a mirarlo. — ¿Te dije
lo asustado que estaba el día que quité la harina de tu rostro y manos?
—No.
—Mark…
Empujó con más fuerza, y lloré. No pude evitarlo. Sabía que lloraría. Sabía que
dolería. Dios, ¡realmente dolía! ¿Chicas que dicen que no es tan malo? Sí, ¡estoy
diciendo que es pura mierda!
—Lo prometo, Cadence —dijo Mark. Y mientras más se movía en mí, más mi
cuerpo empezaba a aceptarlo. Y mientras más mi cuerpo lo aceptaba, mejor me
sentía.
—No debí ser rudo contigo justo ahora. ¿Quieres que me detenga?
—No creo que pueda pedir. Creo que si lo hago pensarás que hay algo mal
conmigo.
— ¿Eh?
—Quiero que seas duro como lo hiciste hace un minuto—. Me sentí como una
rara que disfruta del dolor.
Los labios de Mark se curvaron en una sonrisa. Una sonrisa conocedora. ¿Qué
diablos sabía que yo no?
—No, Cadence. Pero te haré el amor con fuerza si así lo quieres —dijo.
Asentí.
Y luego se movió dentro de mí una vez más, pero esta vez nunca quitó sus
ojos de mi rostro. Fijó su mirada en mí todo el tiempo que empujó dentro de mí
hasta que explotó con un grito tenso.
Estaba orgullosa de mí misma. Logré que hiciera eso. Hice que se sintiera así
de bien.
—Oh, hombre —dijo, riendo. —Una vez que aclaramos todo eso, no me tomé
mucho tiempo, ¿verdad?
Rió de nuevo. —Bueno, a las mujeres usualmente les gusta que dure lo
máximo posible…a menos que el sexo sea realmente malo, supongo.
—No.
—Quiero verlo.
—Cadence, no.
— ¡Oh, mierda!
— ¿Qué?
—Cadence, está bien. No hay gran problema. Sabía que pasaría. ¿Tú no?
— ¿Por qué?
—De acuerdo.
— ¡Arruiné tu sábana!
—Lejos de eso.
Caminó hacia mí y se sentó. Lo observé pasar su mano sobre la mancha de
sangre, lentamente y pensativamente. La movió adelante y hacia atrás, luego trazó
el contorno con su índice.
— ¿Cadence?
— ¿Hmm?
—Tengo otra sorpresa por tu cumpleaños, pero puede que pienses que es
algo superficial.
—De acuerdo. Bueno, pensé que tal vez te gustaría tomar un baño después de
lo que hicimos. Tal vez ayudaría con el dolor o algo. No sé porque no tengo idea
cómo se siente el cuerpo de una mujer después de eso.
—De acuerdo. Así que compré unas cuantas cosas para un baño de burbujas,
y pensé que te haría un baño —Mark enrojeció. —No te preocupes. La chica de
Bath and Body Works me ayudó. Me dio unas sales para el baño. ¿Qué diablos son?
Y otras cosas.
—Creo que eres el enamorado más dulce en todo el mundo. —Me abalancé
sobre él, envolviendo mis brazos sobre su cuello y besándolo fuerte. No se me
ocurrió que aún estaba sangrando. Estaba manchada en mis piernas y ahora en él.
—Te quiero. De nuevo.
—No.
—Bueno, no sé si pueda… —Miró hacia abajo y se dio cuenta que podía.
Me hizo el amor de nuevo, tan gentil pero más demandante que antes, y luego
me puso en un baño, me echó vino y me dio un “tiempo a solas”. Y yo me catalogué
como una de las chicas más afortunadas en el mundo, que mi primera vez fue se tan
especial, dulce y significativa.
Llamé.
Llamé a la madre de Avery. Ella dijo que te fuiste del evento temprano
dijo papá ¿Dónde estabas?
No tenía elección. Tenía que volver a mentir. Una mentira sobre otra. Se
estaba haciendo más difícil respirar.
Mentí empecé.
Pensé que no me dejarías ir, así que me fui pronto. Yo sólo… ha pasado
mucho tiempo desde que fui de compras. Lo echo de menos, papa. Me imaginé que
dirías que no. Lo siento.
No compré nada porque no te había dicho a dónde fui. ¿Por qué entraría
aquí con bolsas de ropa?
Bueno, no sé qué puedo pedirte y qué no, papá. Has sido realmente duro
conmigo por primera vez durante esta conversación, dije la verdad.
¿Quién era este hombre? Me debería haber gritado y haberme castigado por
mentir.
¿Só?
¡Que te den!
No, que te den a ti, tú, pequeña zorra. ¡Empieza a responder tu jodido
teléfono cuando la gente te llama!
¡Entonces deberías dejar de follar tanto por ahí y ten presente a tu padre
para que jodas nuestro arreglo!
¿Sí? ¡Bueno, quizá sólo necesitaba ser follada, ¿de acuerdo?! ¡No sabía que
follar a mi novio me pudiera joder a mí!
Ouch.
Resoplé.
¿Al centro comercial? Oh, ésa es realmente buena. Buen trabajo, Cadence.
Ésa es una historia muy buena. Ir al maldito centro comercial. Guau.
¡Me creyó!
Uh huh.
Me senté en silencio.
¿Y bien?
No dije nada.
¿Cadence?
Nada.
Avery suspiró.
¿Cay-Cay?
De acuerdo.
No. Ni siquiera miré. Sólo te llamé tan pronto como pude dije.
Lo siento, Avery.
De acuerdo.
***
Divisé a la Srta. Gibbons sentada en el escritorio del Sr. Connelly, sus piernas
colgaban sobre el frente de sus cajones laterales. ¿Quién demonios se creía que era
esa zorra para sentarse en una posición tan íntima con mi novio? Los celos fueron
instantáneos, y entré de forma atropellada por la puerta.
¿Perdona? dijo la Srta. Gibbons, mirándome con la molestia pintada en
toda su cara.
No soy una persona violenta. Nunca. Pero tomó toda mi fuerza de voluntad no
golpearla, agarrar su estúpida cola de caballo y arrastrarla al suelo, donde la
golpearía hasta hacerla mierda.
¿Qué necesitaba? No había pensado tanto. Todo lo que sabía era que una
zorra estaba tratando de abalanzarse sobre mi hombre, y tenía que entrar por la
puerta. No se me ocurrió tener que dar una razón del porqué.
La Srta. Gibbons puso los ojos en blanco y se volvió a girar hacia el Sr.
Connelly.
Él se aclaró la garganta.
Lo pensaré.
¿Qué fiesta?
¿Irás?
Probablemente no replicó.
¿Te gusta?
No seas ridícula.
¿Eh?
Celos. Qué cualidad tan poco atractiva. Yo estaba derramándola, y sabía que
lucía fea.
¿Y qué?
¿Y qué? ¿Ahora estás cansado de tener una novia adolescente? ¿En lugar de
eso quieres follar con alguna perdedora profesora de matemáticas de instituto?
espeté.
Ella es una colega del trabajo, Cadence. Míralo con perspectiva. Sabes que
no me gusta ella. Esto tiene que ver con tus inseguridades. Tus celos fuera de
control. Debería haber estado preparado para esto él dejó caer el lápiz y caminó
hacia mí.
¿Preparado para qué? ¿El hecho de que reacciono como una típica chica de
diecisiete años? Bueno, ¡siento muuuuuucho no poder ser lo suficientemente
madura para ti! ¡Obviamente eres mucho más sabio y centrado que yo!
Evidentemente.
Lo abofeteé. Con fuerza. Con tanta fuerza que, de hecho, él siseó, luego frotó
el lado de su mandíbula para aliviar el dolor.
Vuelve a hacer eso y follaré ese coño de dieciocho años tuyo justo aquí, en
esta sala.
¡¿Qué?!
¿Qué, Cadence? ¿De verdad vas a tratar de actuar toda ofendida? Apuesto a
que si meto mi mano en tus bragas, encontraría que no lo estás.
¿Es eso lo que crees? arrulló él. Era una oleada de calor y arrogancia,
todo en uno ¿Quieres transformar esto en una película?
Chocó mi boca con la suya, y mordí su labio inferior. No podía culpar de eso a l
instinto. Hice esa mierda a propósito.
Luché contra él para liberar mis manos, pero él sujetó mis muñecas con
firmeza con una mano mientras que la otra fue a mi nuca. Tiró fuerte de mi pelo,
obligando a que mi cabeza cayera hacia atrás en un ángulo antinatural. Gimoteé.
Puso su boca sobre la mía una vez más, y me rendí al beso. Estaba
completamente a su merced con mi cabeza inclinada en un grado tan agudo. Él
abrió mi boca con su lengua, probándome con violencia, chupando mi labio inferior
hasta que dolió. Volví a gimotear.
Era la segunda vez que decía “mierda”. Nunca decía esa palabra, y eso me
asustó. Lo vi fuera de control por primera vez.
Me. Corrí. Con. Fuerza. Pero tuve el buen sentido de mantener mi b oca
cerrada. Era desesperadamente injusto porque quedarse quieta parecía agravar la
intensidad de mi orgasmo, y pensé que moriría. Me retorcí mucho, de forma
salvaje, involuntariamente animando el orgasmo de él, y él se corrió en mí con un
grito cansado desde algún lugar en las profundidades de su garganta.
Agarré el rollo.
¿Lista?
¿Para qué?
Él me puso sobre mis pies al mismo tiempo que salió de mí, y sentí el chorreo
instante de semen. Estaba mortificada. Siempre habíamos usado condón; nunca
había sentido lo que era tener semen derramándose por mi cuerpo. Agarré la
servilleta entre mis piernas, de cara a la pared porque estaba demasiado
avergonzada para darme la vuelta. Oí al Sr. Connelly abrocharse el cinturón.
Asentí.
¿Vas a mirarme?
Volví a negar con la cabeza.
Estoy seguro de que ya todo está fuera dijo el Sr. Connelly. Tomó la
servilleta y la hizo un bollo en su puño.
***
¿Qué estabas haciendo allí? La campana va a sonar en, como cinco minutos
dijo Avery, observándome mientras me dejaba caer junto a ella con una Cola y
una bolsa de patatas fritas.
¿Por qué estás toda roja? preguntó ella, mirándome con sospecha No
tienes Educación Física antes de la comida, ¿cierto?
No, pero tuve un montón de ejercicio.
¿Qué? espeté.
Supéralo y contéstame.
Sonreí reluctantemente.
Asombroso.
En el closet de su clase.
Ooo, ustedes dos son sucios. ¡Me encanta! dijo ¿Ha pasado antes?
No.
Una pelea.
Oh, Dios mío. Ella es una gran puta. ¿Estaba tratando de conseguir a tu
hombre?
Asentí.
Una puta y una zorra dijo Avery pero no lo entiendo. ¿Por qué te
enfadarías con el Sr. Connelly por eso?
Oh, entiendo. Estabas súper celosa y decidiste empezar una pelea. ¿Tengo
razón? preguntó Avery sonriendo.
Quizá murmuré.
Bien. Pero tienes que madurar replicó Avery Quiero decir, ¿te dio él
alguna razón para creer que quería meterse con esa bruja y puta de Gibbons?
Suspiré.
Volví a suspirar.
Esto no tiene nada que ver con el Sr. Connelly y la forma en que él se siente
por ti. Es evidente. Él fo…
10
Madura un poco ya: “Grow the fuck up already” en el original. Antes ella usaba la palabra “fuck”.
¡AVERY!
Nunca había visto a alguien sonreír tan brillantemente. Juro que podía ver
todos los dientes de Avery. Incluyendo sus muelas de atrás.
Me sonrojé ferozmente.
¿Repite eso?
Me encogí de hombros.
Asentí.
¿Te lo hace en el closet y te ama? Bueno, Cadence. Es obvio que este chico
es un tesoro.
Ugh. Lo que sea dijo Avery Escucha, sé que tenemos esa regla…
¿Y bien? insistió.
—Bueno, no. Por lo general, uno o dos días antes o después de que esté
programada para comenzar —le contesté.
Mi corazón cayó.
15 de enero.
—No, no lo harás. Vas a estar bien —dijo Avery. Había una ternura en su voz
que nunca había oído.
—¡No puedo tener un bebé, Avery! ¡No sé nada acerca de los bebés! ¡Oh, Dios
mío! ¡Mi vida se acabó!
—Por favor, ¿qué? —preguntó —. ¿No decirle a mamá y papá? ¿De verdad
piensas por un segundo que lo haría?
Yo sabía lo que quería decir, pero me eché a reír de todos modos. Era
exactamente la pregunta que necesitaba escuchar.
—Cállate. Sabes lo que quiero decir. ¿Por qué has tenido relaciones sexuales?
¿Y con quién?
—¿Lo es?
—Por supuesto que sí. Tal vez sólo interpreto las cosas diferentes a ti. Lo
siento si te molesta el hecho de que no tenga un problema con el sexo antes del
matrimonio.
—Vete a la mierda.
—¡Cadence!
—¡Cadence!
Era la conversación más estúpida que podía tener en el calor de esta crisis
muy real, pero me alegré por ello. Por un lado, me hizo olvidar que yo podría estar
embarazada. Dos, me permitió elevar mi voz por primera vez lo mucho que me
pareció que el “pecado” de las relaciones sexuales prematrimoniales era una
mierda. Y no tenía nada que ver conmigo, no amar a Dios y querer ser una buena
cristiana. Tres, eso me hizo sentir como si tuviera una pizca de control sobre algo.
Tengo que hacer que Oliver cierre su boca, y él ni siquiera parecía estar pensando.
—El autobús se ha ido, Ollie. ¿Qué? ¿No quieres ser visto en el mismo coche
con tu zorra hermana?
Me encantaba el sarcasmo. Era una poderosa panacea como tal, y cuanto más
sarcástica era la situación, más me sentía como si pudiera manejarlo. Sonreí.
—Ya basta —dijo Oliver —. Si estás embarazada, me escaparé, porque no hay
manera en el infierno que viva en nuestra casa contigo, mamá y papá. No voy a
tratar con tus hormonas y todas esas estupideces que les suceden a las mujeres
cuando están embarazadas.
—Cállate. No he terminado.
Cerré la boca.
—Y creo que es realmente jodidamente injusto ser un tío a los quince años,
¿de acuerdo? No sé todas las cosas que se supone un tío deba saber, sin embargo, y
tú eres una perra egoísta.
—¡Lo digo en serio, Cadence! —dijo Oliver, pero luego él se echó a reír
también.
—Estoy por nombrar a mi bebé como tú. Y voy a dejar que me ayudes a
cambiar pañales, también—. Le pellizqué la mejilla mientras me estacionaba en
una plaza.
***
—¿Qué está pasando? —preguntó el Sr. Connelly, cerrando la puerta de la
clase.
Hice una pausa antes de soltarme. —¡Porque creo que me quedé embarazada
en él!
—¿Eh?
—¿Cuán retrasada estas? —preguntó.
—Lo siento —susurré. De alguna manera pensé que era mi culpa. Fue una
estupidez. Comprendí que ambos teníamos la misma responsabilidad, pero no lo
creí porque yo sería la única que podría llevar a un niño, no él. Era injusto de mi
parte, pero es así como me sentía.
Asentí con la cabeza. Sabía exactamente lo que quiso decir por la forma en
que lo dijo, pero yo no quería discutir. Estaba demasiado asustada.
—¿Por qué harías eso? No quiero que estés sola. Yo soy tan responsable de
esto como tú. Ven a mi apartamento después de la escuela, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
El Sr. Connelly suspiró pesadamente y se dirigió a su escritorio.
—No hay que preocuparse por ello hasta que no sepamos a ciencia cierta —
respondió.
—¿Quieres?
—¿Así que quieres que tenga un aborto? —pregunté, presa del pánico.
—Lo siento. No debí haber dicho eso. —Él me miró con atención—.
¿Cadence? Siento haber dicho eso. No quise ser ofensivo.
Yo nunca había visto esa expresión en el rostro del Sr. Connelly, y recé por
nunca verla de nuevo. Pensé que él podría cortar mi cuerpo en dos con sus ojos.
Eran como dagas y me apuntaban.
—No lo estoy.
—No vuelvas a decir eso gruñó —. Yo siempre estaré allí, pase lo que pase.
***
Soy pragmática sólo en ciertas cosas. No es parte de mi diseño genético a
menos que tenga que ver con el cabello o productos de maquillaje. Y en cuanto me
enteré esta tarde, cual prueba de embarazo es la adecuada para mí.
Fuimos en coche a una farmacia a través de ciudad. Le dije que podía parar de
camino a su apartamento, pero él insistió en venir. Él no quería que fuera sola.
Seguía diciéndolo una y otra vez, y eso empezaba a molestarme.
Mark rodó los ojos y me arrebató las dos pruebas de mis manos, caminando a
la caja. Rápidamente lo seguí.
—Oh, Dios mío. ¡Me gusta tanto cuando las parejas vienen juntas para
comprar pruebas de embarazo! Chilló.
—Y sé que vas a decir, ‘Oh, sólo queremos un bebé sano’ cuando respondas la
pregunta, pero contéstame honestamente, ¿quieres? ¡Nunca nadie me contesta
honestamente! ¿Quieres un niño o una niña? ella preguntó, mirándome.
—Um…
—No seas tímida. Está bien querer uno sobre otro. Eso no quiere decir que si
consigues el otro no vayas amar a esa cosita dulce tanto como si fuera el género
que realmente querías.
—Um...
—Mamá se quedo sin palabras dijo la chica, mirando a Mark—. Está bien,
papá. ¿Tú qué quieres?
—¡Quédatelo! Le dijo.
Dos minutos.
Todo mi mundo podría cambiar en dos minutos. ¿Qué podría pasar en dos
minutos? Nada, me di cuenta. Nunca terminé de leer todos los libros de Jane
Austen. Nunca escribí uno propio. No me graduaría de la secundaria. Tal vez nunca
si no pasaba cálculo. Miré a Mark, que estaba sentado mirando por la ventana con
el palo, esperando. A la espera de las líneas.
Seguí llorando sobre la almohada. ¿Cómo diablos podría ver toda Europa en
dos minutos? ¿Cuánto tiempo me tomaría en recorrer la Capilla Sixtina? ¿Podría
ver Dublín en dos minutos? ¿Quizás correr hacia abajo por la Calle O'Connell? 11 ¡El
Ojo de Londres12! ¡A la mierda! ¿Cómo seré capaz de ver eso si estoy corriendo por
la Calle O'Connell?
11
La Calle O’Connell: La Principal Calle de Dublin.
12
El Ojo de Londres: es una noria-mirador de 135 m situada sobre el extremo occidental de
los Jubilee Gardens.
Lo sé, cariño.
Negué con la cabeza violentamente. ¡No, no es cierto! Grité por dentro. Iba a
tener un bebé, y mi vida estaba acabada. La adrenalina se convirtió en ira.
Yo tampoco respondió.
Yo también.
Está bien.
Esta.
Bien.
Lo miré a través de una capa de lágrimas, frunciendo las cejas. Creo que no lo
estaba comprendiendo del todo. Me chorreaban los mocos por la nariz, pero no me
limpie. Me imaginé que parecía devastada. Mi vanidad me dijo que ocultara mi
rostro ¡todo este tiempo sería en vano! pero no pude. No podía dejar de
mirarlo. Mi cerebro funcionaba con lentitud, pero al final lo reconocí.
Alivio.
¿No estoy...?
No.
¿Estás seguro?
Sí.
Tres veces.
Oh, Dios mío. Oh Dios mío, oh Dios mío, ¡oh Dios mío! ¡Te amo!
Envolví mis brazos alrededor de su cuello, apretando con fuerza hasta que
gruñó.
Esperé unos minutos para dar tiempo al agua para trabajar su camino a
través de mi sistema, demorándome en la cocina y hurgando en la despensa para
una merienda. Mark se quedó en el dormitorio. Me imaginé que él seguía mirando
la prueba, la línea plana que le decía, “Relájate. Ella no está embarazada”.
Después de terminarme una bolsa casi vacía de pretzels, fui al baño y repetí
todo el proceso. Esta vez, sin embargo, no estaba tan asustada, y no me oriné en mi
mano. Tapé la prueba y entré en la habitación de Mark. No le lancé el palo, sin
embargo. Me senté a su lado y lo sostuve yo misma.
Negativo. Una vez más. Otra oleada de alivio. La vida seguía siendo mejor y
mejor.
Me dormí en una especie de éxtasis lánguido, sin darme cuenta del cambio
sutil. No estaba embarazada. Las dos pruebas lo confirmaron. Pero mi mundo
había cambiado de todos modos. Simplemente no lo sabía aún.
22
Traducido por Vale
Corregido por Morin
Miré hacia arriba desde mi examen y le sonreí al Sr. Connelly, pero el no vio.
No, eso no está bien. Él me miro. Me miro directamente. Pero no me sonrió de
regreso. Me sentí extraña y puse una señal de advertencia en mi corazón. Algo iba
mal, y yo quería preguntarle enseguida., pero estábamos en la mitad de la clase.
Trate de enfocarme en mi trabajo. No podía permitirme ir mal en el grado. Quizá
estaba viéndome pero centrado en otra cosa, y no quería registrar en su cerebro
que yo le estaba sonriendo.
— ¿Por qué estas actuando tan extraño?— pregunté, pasándolo hasta llegar a
su sala de estar —. Has estado distante todo el día.
— Sí.
— ¿A qué te refieres?
— A esto. — dijo señalando de ida y vuelta entre nosotros —. Esta cosa que
estamos haciendo. Tiene que detenerse. Yo podría perder mi trabajo. Tú eres mi
estudiante. Esto tiene que detenerse.
— Esto no tiene nada que ver con el susto del embarazo. — dijo Mark —. Pensé
que eso era parte de esto.
— ¡No está bien, Cadence! ¡Tienes dieciocho! Eres demasiado joven para mí, y
estamos en diferentes lugares en nuestras vidas. ¿Entiendes eso?
Me estremecí.
— Ahora, he estado pensando mucho sobre esto. No quiero hijos. Nunca. Tu
probablemente los quieras en algún punto. Tenemos sueños diferentes. Valores
diferente. Tú dijiste eso. ¿Recuerdas?
— ¡No me importa!
— Lo sé.
— Lo hago, te amo.
— Entonces, ¿Por qué estás haciendo esto?— lloré — ¿Por qué estas
rompiendo conmigo?
— Las peleas. Las dificultades a las que nos enfrentamos todo el tiempo
tratando vernos el uno al otro. Las escapadas. Es solo demasiado difícil. Quiero
una relación normal. Esta no la es. No es el tipo de relación que quiero.
— ¡Ten las agallas para decirlo!— grité —¡Tu no me quieres! ¡De eso es de lo
que se trata todo!
¿A qué es lo que se refiere con ‘’desastroso’’? Eso estaba pasando ahora mismo.
El golpeteo de mi corazón en mi pecho se movió a mis manos. Las alce hacia él.
— Cadence, no.
Corrí hacia él y arrojé mis brazos alrededor de su cuello. — ¡Tú me amas! ¡Yo
sé que tú me amas!
Mark vaciló antes de atraparme en sus brazos. Me apretó duro, sacando el aire
fuera de mí.
— ¡No lo hare!
No podía escuchar nada más. Era muy doloroso. Pero no lo podía dejar de
cualquier forma. Sabía que no podría ser capaz de manejar. Estaba llorando
incontrolablemente, y mi único pensamiento fue alejarme de él, así que corrí al
baño y golpee la puerta.
Tal vez.
Mire la hora. Estuve en el baño por media hora. Estaba cansada y quería irme a
casa.
Mark estaba sentado en la cama cuando abrí la puerta del baño. — ¿Estas en
buenas condiciones para conducir?
Asentí.
Desvió la mirada. —No te estoy pidiendo que te quedes callada sobre esto.
Tienes que hacer lo que sientas que es correcto.
— ¿Crees que yo le diría a la gente sobre nosotros solo por venganza? ¿Crees
soy así de inmadura y malévola?
—No. No lo hago.
Asentí.
***
— ¿Cadence?— pregunto mama durante la cena.
— ¿Si, señora?
— ¿Estas bien?
—Si, señora.
Miro a papa y le envió un mensaje no hablado. Ella estaba preocupada, pero no
sabía que decir.
— ¿Cadence?
— ¿Si, señor?
—Sí, señor.
— ¿Que van a hacer?
Papá rió entre dientes. — Sé que a ustedes las chicas les gusta el centro
comercial.
Asentí.
—Ver una película. — ni siquiera sabía lo que estaba diciendo. Solo estaba
diciendo cosas.
—No, señor.
—Sí, señor.
Silencio por unos cuantos segundos.
— ¿Me disculpan?— pregunté. Fue bueno que mis padres no digieran que no.
ellos siempre dicen que no cada vez que pregunto cualquier cosa a menos que
tenga que ver con Avery. Me di cuenta de que tuve que haber dicho.
—Claro.
Pero era una tortura no hablar con él. Y esta noche, no iba fingir que no lo era.
***
Al día siguiente en la escuela fue el más duro de mi vida. Mucho peor que mi
primer día.
Incluso más malo que mi primer día en el reformatorio. Vague por los
corredores buscando a Avery. No podía encontrarla en ningún lugar y entre en
pánico. Intente concentrarme. Luego me enteré de que tenía la gripe, así que
estaba por mi cuenta.
— ¿Qué?
—Está confundido.
Buenas palabras.
Sacudí mi cabeza.
—No.
Estaban actuando como dulces abuelitas, tratando de aliviar mi dolor con el
confort de la comida.
— ¿Estas bien?— preguntó Nicole.
Decidí que estaba siendo patética e inmadura porque me lo gané. Pero una vez.
Mi corazón latió dolorosamente mientras abría su salón de clases. Miró hacia
arriba desde su trabajo, y vi una leve sacudida de su cabeza, un silencio de súplica
para no hacer una escena. Eso no me podría callar.
Estaba callado.
—Odio tener que verte todos los días. Odio tener que estar en tu clase. Odio
que rompieras mi corazón y no lo pueda arreglar. — paré por un momento —. Te
odio. Realmente, realmente te odio.
Hizo una mueca de dolor y volvió al trabajo. Estaba frio y sin corazón, y eso me
hizo rabiar por dentro. No sabía que era lo que esperaba que hiciera o dijera, pero
no esperaba que volviera a sus calificaciones. Mi cuerpo se movió mientras mi
mente gritaba ‘’¡Para!’’ pensé que podía pegarle, pero no lo hice. Estire mis brazos
frente mío y barrí su escritorio. Su soda, archivos, papeles de calificaciones,
papeles no calificados, carpetas, libros, laptop. Todo se fue. Todo cayó al suelo en
un montón de desorden, liquido naranja manchaba los papeles.
El no reaccionó, y estaba contenta por eso. Caminé fuera de su salón,
templando por mis acciones y satisfecha de haber tenido las agallas para hacerlo.
Solo sentí el menor pinchazo de culpa por su laptop en el suelo. No tenía ni idea
por qué, pero mientras caminaba a mi casillero, me pregunté si la había roto y si el
me haría pagar por ello.
***
—¿Por qué?— preguntó Fanny mientras ponía una taza de te frente a mi.
—Eso ayuda con los asuntos del corazón, querida.— respondió —. Créeme.
—Está bien. Así que no es lo ideal. Aquí hay una edad diferente, y tus estas
todavía en la escuela.
Asentí.
— ¿Es así?
—Hmm.
—¿Lo eres?
Silencio.
—¿Ya no quieres una relación con Dios porque otras personas en tu vida te
hacen sentir como que haces todo mal? ¿Te das cuenta de que tan tonto es eso?
—Sí, lo estoy. Y quizá necesites ser escuchada por él en lugar de las personas a
tu al rededor. ¿Alguna vez pensaste en eso? Me refiero a que, él es Dios después de
todo. ¿No crees que es un poco más que tus padres o Gracie o quien quiera que te
haga sentir como la mierda por tus decisiones?
—Ahora, volviendo a Mark. Dudo que el haya roto contigo por el susto del
embarazo. — dijo Fanny.
—Bien, um, el mencionó algo sobre sentirse fuera de control todo el tiempo. —
dije —. Realmente no entiendo a lo que se refiere. Para mi el nunca parecía fuera
de control.
—Quizá no entendía como se sentía por ti. — Dijo Fanny —.Quizá pensó que
podía controlarlo. O controlarte.
—Oye, solo estoy expresando mis pensamientos. Él es diez años mayor que tú,
Cadence. Quizá pensó que sería el tipo de relación en la que te entregar ías a él.
—No lo entiendo. — dije
Sonreí a regañadientes.
—También creo que él te ama demasiado y que nunca realmente quiso romper
contigo.
—Dices que las personas se dañan unas a otras todo el tiempo. Que las
mariposas mueren y es cuando pasa el rompimiento. — le recordé.
No tenía ni idea. Y no creía que yo fuese la novia perfecta, pero creía era una
buena. Creía que era una buena porque le amaba.
El Sr. Connelly rompió conmigo dos días antes del día de San Valentín. Me di
cuenta de que tendría que hacer un infierno de actuación hoy para ocultar mi
humillación y dolor. Globos de corazón rojos y blancos obstruían los pasillos el
viernes por la mañana. La oficina había sido atacada por ramos de todos los colores
de rosas. Los estudiantes entregaron gramos de caramelos a lo largo del día,
interrumpiendo la clase y provocando los celos entre las chicas. Yo no fui una
excepción, pero escondí mis celos en mi corazón donde nadie podía verlos.
— Te veías un poco triste desde ayer. Pensé que una rosa podría ayudar para
animarte, —contestó. — ¿Quieres que trabajemos juntos en esta hoja de práctica?
Asentí con la cabeza. — Gracias por la rosa. Estoy segura que los rumores ya
están empezando, —le dije, mirando alrededor de la habitación. Unos pocos
estudiantes miraban curiosos, pero la mayoría no hicieron caso.
— No. — Lo dije sobre todo para no herir los sentimientos de Jacob. Pero había
una pequeña parte de mí a la que realmente no le importaba. Por otra parte, no me
importaba mucho nada. No por supuesto esta hoja de trabajo en frente de mí. —
No tengo ganas de hacer esto.
Reuní el valor de mirar al señor Connelly una vez durante la clase. Quería ver
si había algún tipo de vergüenza escrita en su rostro por haber roto conmigo justo
antes de este desagradable día de fiesta. Él sólo estaba concurrido, muy ocupado
encorvado sobre su escritorio. Calificando. Garabateando. ¿Quién sabe? Tenía la
esperanza de que se sintiera como una mierda.
—Este día es una mierda completa, — dijo Avery, tomando la silla vacía al lado
mío en el almuerzo. Miré hacia abajo a su camisa que decía: “El Día de San Valentín
es una fiesta satánica.” Me reí y me sentí tan bien.
Ella me había dicho esto una docena de veces, y sabía que estaba tratando de
ser solidaria, pero yo no quería escucharlo más. No significaba nada. No me hacía
sentir mejor. No me ayudaba a entender. Todavía no podía comprender cómo una
persona podía pretender amar a alguien “mucho” y luego romper con ella. No tenía
absolutamente ningún sentido, y creo que mi perplejidad ante la dura prueba había
sido lo único que evitaba que estuviera constantemente alrededor de las
veinticuatro horas sollozando. Yo no era buena pensando y llorando al mismo
tiempo.
— Me dijo: « Te veías triste desde ayer, así que pensé que esto podría
animarte».
— ¿Con una flor que se va a marchitar al final del día? — preguntó Avery.
Avery se rió. —En serio, aun así. Eso es un gesto muy dulce. ¿Cuándo te la dio?
—No lo sé.
Me encogí de hombros.
—Deberíamos hacer algo esta noche, — Avery sugirió. —Al igual que una
noche de chicas. Una mega noche de fiesta anti-San Valentín. — Sus ojos brillaban
con picardía, y supe que había problemas.
—No va a estar. Voy a hacer que se vaya pasar la noche con uno de los
perdedores de sus amigos, — dijo Avery.
—No sé...
Ella negó con la cabeza. —Lo veo todo el tiempo, Cadence. Prefiero pasar éste
día de fiesta tan intensamente de mierda contigo.
No nada más falso. Ella era mi amiga, y ella quería que me sintiera mejor.
— Bien, porque tengo dieciocho años, ya sabes. Esta vez podría ir a la cárcel
real, — le dije.
—No quiero ir a la cárcel real, tampoco, así que sólo vamos a mantenernos
dentro. — Avery me guiñó un ojo.
— Estoy emocionada, —le dije después de un tiempo.
***
Click flash de Ciara es siempre una buena opción cuando eres una chica y estás
sin un novio, y bebiendo hasta el culo. Oh sí. Y si tienes un teléfono co n cámara.
— Las has derramado por todo el suelo de Gavin. Uh oh. Estás en problemas,
— me reí
— ¿Alguna vez deseas ser una adolescente en los años 80? — Le pregunté,
sentándome a su lado en el sofá.
— Hmm. Bueno, mira la cultura pop. Los 80 no son muy diferentes de ahora, si
se piensa en ello, —Avery respondió.
— ¿No son diferentes? ¿Has visto los contestadores automáticos de los años
80?
Breve pausa.
— ¡Oh Avery! — Dije, y arrojé mis brazos alrededor de ella. — ¡Yo sabía que
quería ser mi amiga desde el momento en que me hablaste en la cafetería! Y tú
estabas tratando de actuar todo grandota y mala en caso de que no quisiera ser tu
amiga. ¡Pero yo quiero ser tu amiga, Avery! ¡Quiero!
— Oh, Dios mío. Eres muy sabia, — Avery respondió, pero ella me devolvió el
abrazo. — Y sí, yo quería ser tu amiga.
Me eché hacia atrás y estudié su rostro. — Así que ahora somos realmente
amigas!
— Sí, Cadence.
—Está bien, así que tenemos Fast Times, Can’t Buy My Love, Lucas, Say
Anything . . .
— Vamos a hacerlo, —le dije, y salté a la cocina para conseguir nuestra jarra de
alcohol.
— ¡Hey! ¿Qué estás haciendo aquí? — Avery exigió mientras veíamos a Gavin y
uno de sus amigos caminar dentro, — Se supone que debes estar muy lejos. Esta
es noche de chicas.
— Bueno, ¿una cosa tan bonita como tú? ¿Cómo no hacerlo? — Preguntó Nick.
—Gracias, — le susurré.
— Sí.
No lo dudé. — Sí.
Fue una mancha borrosa. El beso. Las lenguas torciéndose. A caballo entre sus
muslos. Sintiendo su boca en mi cuello, sus dientes hundiéndose suavemente en mi
piel. Llevándome a un lugar oscuro y secreto. Nunca protesté cuando me tuvo
desnuda, poniéndome cuidadosamente en la cama. Nunca protesté cuando besó
todo mi cuerpo, extendiendo mis piernas y degustándome. Nunca protesté cuando
se deslizó dentro de mí y me acarició suavemente. Se sentía como hacer el amor,
aunque no había amor. Nunca protesté ni una vez, pero lloraba en silencio, y él
nunca lo escuchó.
***
— ¿Vamos a hablar de esto? — Avery preguntó durante el almuerzo la semana
siguiente.
— No.
— Me siento totalmente responsable, Cadence, — dijo ella. —Yo no debería
haberte dejado a solas con él.
—Lo sé, pero aún así. No eres el tipo de chica que tiene sexo con chicos al azar.
Me enfadé. — Yo no tengo sexo con chicos al azar. Tuve sexo con un chico al
azar.
— Bueno, no eres el tipo de chica que tiene sexo con un tipo al azar.
Yo no dije nada.
—Quiero decir, entiendo por qué lo hiciste. Pero el punto era tener una noche
de chicas y olvidarse de los chicos.
— ¿Usaste protección?
— ¡Sí! ¿De acuerdo? ¡Sí lo hicimos! ¿Por qué coño es esto tan importante para
ti? ¡No he dicho nada que te haga sentir culpable por ello! ¡Mi vida! ¡Mi decisión!
— Lo que sea.
Oliver suspiró. — ¿Qué está pasando, Cay? — Y luego se quedó sin aliento. —
¿Has averiguado que estás embarazada?
— ¿Qué?
— Ya lo he olvidado.
— Sí. Ya has dicho eso. ¿A dónde vais y quien va a llevarte? —Le pregunté.
— Lo sé.
Sonreí, porque sabía que no tenía ni una maldita idea. Una pequeña parte de
mi corazón estaba dolorido y celoso, pero sobre todo estaba feliz por Oliver. Él
había estado suspirando por esta chica todo el año, y finalmente ella se había
dignado a pasar el rato con él. Ella mejor que lo trate bien, pensé, o la dejaría
tenerlo.
Perra.
— Decirle al chico que fornicó contigo que piensas que podrías estar
embarazada.
—Sólo respóndeme.
— ¿Sabes? Tienes cara al sentarte ahí en silencio y juzgarme cuando sabes que
quieres atornillar a Kim de arriba abajo.
— ¡CADENCE!
— ¿Quién eres? Juro por Dios que no sé quién eres, —dijo Oliver.
— Sí, bueno, no me conozco tampoco. Así que ahí lo tienes. Y a pesar de que no
es asunto tuyo, te lo diré de todos modos. Sí, se lo dije. Y sí, él corrió hacia las
colinas.
— Idiota.
— Sí.
— Como si no lo supiera.
No hay manera que pueda describir la enorme cantidad de celos que sentí la
noche del viernes, cuando acerqué a Oliver para recoger a Kim por su cita. Yo sabía
que provenía por la amargura y la humillación, y una parte de mí se sentía culpable
por odiar a Oliver tanto ahora. No era su culpa. Pero yo estaba herida, y él era feliz.
No, era más que feliz. Él estaba fuera-de-los-diagramas del delirio.
— ¿Así que supongo que irás sentado en el asiento trasero con ella? — Le
pregunté a Oliver en nuestro camino hacia el barrio de Kim.
— Deja de ser tan dramática. Y yo nunca lo haría con una chica en cualquier
lugar cerca de ti. Eso es, como, enfermo.
— ¿Cuándo?
— ¿Dónde?
— En la escuela.
— ¿Ella simplemente se acercó a ti y te dijo que le gustabas? — Le pregunté,
girando en Maple Drive.
— ¿Su amiga te lo dijo? ¿De qué estamos hablando aquí? Qué, ¿ella se acercó a
ti en el cafetería y te deslizó una nota?
— No abras la boca cuando ella entre en el coche, —exigió. —Estás siendo una
perra porque estás mal porque quien sea que te haya dado un susto de embarazo
te dejó. Siento que lo haya hecho, pero no eches tu mierda sobre mí. Estoy muy
entusiasmado con esta cita y no voy a dejar que la arruines.
Salió del coche sin decir una palabra, y quedé sentada allí sin habla, mirando al
frente a las puertas de garaje.
Me había convertido en una perra. Y yo no era una perra. Soy una buena chica.
¿Qué m estaba sucediendo? ¿Y por qué había permitido a alguien tener tanto
control sobre la forma en que me sentía por mí mismo y cómo trataba a las otras
personas? Vi como Oliver escoltaba a Kim al coche, abriendo la puerta para ella
como un perfecto caballero. Sé que no debía hablar, pero lo decidí de todos modos,
porque todo lo que estaba a punto de decir iba a ser bueno.
— Hola, Kim, —dije, dándome la vuelta y sonriendo. Oliver entrecerró los ojos
hacia mí.
— Oh, no es nada del otro mundo. No tengo nada mejor que hacer, —le dije.
— Uh huh.
— Oh, yo nunca pensé que fueras lesbiana. Sólo quería decir súper duro, como
!vamos chica! Patea-culos, ¿sabes?
— Así que, — Oliver intervino. — Espero que te guste este restaurante, Kim.
Pude oír el vértigo en su voz y me relajé. Ella estaba realmente feliz de estar en
esta cita con mi hermano. Decidí callarme y darles su tiempo, así que encendí la
radio y escuché como Jonn Hart cantaba sobre un botín? especialmente “Quién
botín” No sé si alguna vez descubrió de quien era el botín, pero espero por su bien
que lo hiciera. Nunca había oído a alguien tan desesperado por un culo, y yo pensé
que perdería la cabeza si no encontraba ese botín.
De alguna manera, supongo que por la gracia de Dios, me las arreglé para
levantar mi nota de cálculo a una “B”. Así que dejé de ir. Hubiera dejado de ir a
tutoría, independientemente, pero al menos mi promedio actual mostraba que
empezaba a comprender mejor los conceptos. Además, siempre estaría Jacob para
ayudarme si me quedaba atrás de nuevo. Él lo ofrecía cada dos días. Es curioso
cómo se acercaba a mí en mi casillero en el momento exacto en que pensaba en él.
—Mi mamá quería que te dijera que le gustó mucho ese arreglo floral que
hiciste —él dijo—. Iba a enviarte una tarjeta de agradecimiento pero insistió en
que te dijera en persona.
Sonreí.
—Eres muy buena en eso, ya sabes —dijo Jacob— ¿Alguna vez pensaste en una
carrera en plantas?
—Me gusta la botánica, de hecho —le dije—. Y sí, he pensado en una carrera
en plantas. Específicamente sería como tener mi propia tienda de flores. —Me puse
de pie— ¿Creciste?
—Te has dado cuenta. Y sí. Dos pulgadas desde el comienzo de este año.
—Santo cielo. Vas a tener que conseguirte una mujer alta que se nivele con
todo eso.
—¿Por qué no? Las chicas altas son modelos —le contesté.
—¿Piensas que tus padres te permitan tomar un café conmigo? Quiero decir, si
quieres —dijo.
Lo consideré.
—Entonces creo que estaría de acuerdo con esto. Tengo que llamar primero —
le dije.
La conversación fue fácil, corta y dulce. Papá no parecía tener un problema con
nada de lo que hacía ahora. O con quien me juntaba. Mi corta depresión de dos
semanas lo asustó tanto que estaba más que feliz de verme de nuevo en
funcionamiento. Pensé que incluso me dejaría pasar el rato con Dean porque
estaba tan desesperado por verme sonreír.
—Nos encontraremos allí —le dije a Jacob.
—¿Dónde? —preguntó.
—Está bien.
—Bueno, de todos modos. Esos fueron mis días de Pokémon —dijo, tomando
otro sorbo de su café—. No se lo digas a nadie.
—No lo haré.
—Bueno, eso es lo que te hace genial —dijo— Quiero decir, ¿quién quiere
estar en con los perdedores en nuestra escuela?
—Eso no tiene ningún sentido —le dije— Los chicos populares no son
perdedores. Nosotros somos los perdedores —le aclaré.
Jacob se rió.
—Y de todos modos, estar dentro haría las cosas mucho más fáciles —admití.
—Oh, no. Nada de eso, gracias a Dios. Sólo quería decir. . . —Me detuve por un
momento— En realidad, no sé lo que quería decir. Y tienes razón. No creo que
estar dentro con chicos populares haría mi vida más fácil.
Jacob sonrió.
Me retorcí, y él lo vio.
Lo miré. Él era alto y delgado con nariz de botón y orejas demasiado grandes.
Tenía los ojos azules y el tipo de pelo rubio más rizado que había visto nunca.
Me eché a reír.
—Por supuesto que no. Si hay algo que creía, era que eras la chica más mala de
todas.
—Estaba muerta de miedo el primer día que fui al reformatorio —le dije.
Entonces lo vi. Él me miraba con disimulo. Me tensé inmediatamente.
—Yo también.
—Um. . .
El Sr. Connelly se rió entre dientes. —Ni que lo digas. ¿Ves baloncesto
universitario, Cadence?
Vete a la mierda.
—No.
Bueno, lo hice tres semanas. Tuve que darme apoyo para eso. Y también tuve
que ser más tolerante. Era una enojada y dañada adolescente de dieciocho años, no
virgen con una incómoda conversación con el hombre de 28 años que tomó mi
virginidad. Sí, se me permitía ser un poco sarcástica.
Me encogí de hombros.
—¿Eh?
—No estoy enojada del todo. Preguntó por algunos pecados, y los enumeré.
Eso es todo.
—No dije que fueras rara, Cadence —dijo Jacob—. Dije que lo fue eso.
—Lo sé.
—¿En serio?
Pude sentir sus ojos en mí, mientras salía por la puerta de la tienda de café.
***
Lo vi por el vestíbulo mirándome, y quise darle celos.
—Tengo que ir a mear —dijo Tate, y me entregó las palomitas de maíz.
—Está bien.
—Estoy nervioso de estar en esta cita contigo. Quiero decir, esperaba que
dijeras que no, así que como que me exalté cuando aceptaste.
Sonreí.
Él asintió.
—Una vez más —le exigí. No podía conseguir suficiente. ¿Por qué quería que
siguiera besando mi mejilla?
Fue un beso inocente. Sin lengua. Sin chuparse el labio. Sólo ligero y dulce.
—No te gustó del todo —dijo después de un momento. Y luego se echó a reír.
No sabía qué decir.
—Está bien. Todavía podemos ver la película juntos —dijo, y luego se alejó
hacia los baños.
—¿En serio estás en una cita con ese tipo? —preguntó el Sr. Connelly desde
atrás. Salté.
—Sí.
—Lo sé.
—Estoy en una cita con Tate —le contesté. Ni siquiera dejé que me molestara
que mi frase rimara.
Bueno, eso es una mentira total. Jodidamente odiaba que mi frase rimara, y
odiaba lo estúpido que sonaba.
Y odiaba estar en una cita con un juguete. Y odiaba que el Sr. Connelly me
hiciera sudar mi camisa nueva.
Él no conseguiría nada.
—Sí.
—¿En serio?
Jodete.
—Sí.
—Cadence. . .
—¿Sí?
La actitud del Sr. Connelly cambió. De pronto parecía enojado. No le estaba
dando lo que él quería. Él quería que me tirara a su cuello. Quería ver a la loca,
Cadence impulsiva porque entonces eso le daría licencia a ser impulsivo, también.
Le gustaba echarme la culpa de esta persona fuera de control en la que se había
convertido, pero ¡oh, Dios mío, por fin me di cuenta de ello! A él le gustaba. Le
gustaba sentirse de esa manera. Le gustaba ser provocado.
—Sí, apuesto a que sí. —Me tomó del brazo y me llevó al otro lado de la sala. Él
me condujo a una alcoba oscura cerca del final del pasillo.
—Usted no será llamado 'Mark' más. No tengo ese tipo de relación con usted.
—¿En serio?
Sentí una ligera punzada. Dejé mi armadura deslizarse, y allí estaba. Una
punzada de culpabilidad. Y entonces me acordé de que él rompió conmigo.
—Cadence. . .
Nunca había visto al Sr. Connelly verse desesperado. Lo había visto nervioso,
preocupado. Avergonzado.
—Sí.
—Lo que sea. Tienes problemas de compromiso. Las personas con problemas
de compromiso son conocidas por romper con sus parejas cerca de las vacaciones.
—No.
—Sí puedes.
—No.
—¡Dijiste que siempre estarías ahí para mí! ¡Eso fue lo que dijiste! ¡Y te creí,
porque soy una idiota!
—¡Vete a la mierda! ¿Crees que sólo puedes bailar el vals de nuevo en mi vida
después de seis semanas, alejarme de mi cita, y llevarme a tu casa? ¡Tienes un
montón de agallas, amigo!
—Ya creo que eso es lo que planeo hacer —dijo el Sr. Connelly—. Porque soy
tu cita esta noche, no él.
—No seré grosera con él —le dije— No importa que sea un completo idiota.
—¿Qué?
—¿Qué?
—¿Qué te ha dicho?
—Ella me dijo que dejara de ser un idiota e hiciera las cosas bien contigo.
No dije nada.
—Temo que me lastimes de nuevo —susurré. Y entonces dejé que las lágrimas
cayeran. Las lágrimas que determiné no llorar. Le dejé ver lo frágil que era
realmente.
—Cadence Miller, —dijo Connelly. Me tomó la mano y la sostuvo con
suavidad— Tienes toda la razón del mundo para odiarme y alejarte. Pero te estoy
pidiendo en este momento, por favor, que no vayas. Ven conmigo. Déjame
mostrarte lo mucho que te amo. Lo mucho que siempre te he amado. Permíteme
disculparme. Y te juro que te lo compensaré por siempre. Sólo ven conmigo.
Asentí.
***
Tuve que esperar fuera de su apartamento mientras él “se hacía cargo” de un
par de cosas. Cuando por fin abrió la puerta, me dio instrucciones de cerrar los
ojos, llevándome con cuidado para no tropezar con el umbral. Olí las velas
encendidas de inmediato, y sonreí.
No podía creer lo que veía. Era una explosión de amor, y toda para mí.
Globos rojos y rosados atados con cintas blancas revoloteaban alrededor del
techo. Velas abarrotaban las mesas de centro y de comedor, emitiendo un
resplandor romántico. Ramos de flores adornaban todas las superficies de la sala
de estar. Había rosas, claveles, tulipanes, margaritas, lirios. Noté pequeñas cajas
envueltas con cintas de color rosa colocadas estratégicamente por toda la
habitación.
—Party City.
—Party City. Sólo tenían dos más en forma de corazón —dijo, señalando a la
esquina.
—Me suicidaría, —respondió Mark— En serio. Si tuviera que entrar aquí solo,
me mataría.
—¿Puedo?
Mark asintió.
—Sí, Cadence.
—Ponte de rodillas. —No creí que realmente lo haría. Cuan degradante. Pero lo
hizo, y él esperó para obtener más instrucciones—. Umm. . . besa mis pies.
—Quiero que me digas por qué seguías diciendo que tenía que confiar en ti, y
cuando lo hice, me dejaste.
—Fui un cobarde. Tenía miedo. Pensé que mi vida se había vuelto más difícil,
cuando en realidad, se volvió insoportable al momento en que saliste de aquí.
—Pero no va a ser para siempre, Cadence. Y siempre supe eso. Tuve miedo. No
tengo otra excusa —respondió Mark.
—No había. . . sentido cosas en mucho tiempo. Había olvidado lo que era. Tú
despertaste todas estas emociones, y no supe cómo manejarlas. Pensé que no me
gustaban, y cuando te fuiste, me di cuenta de que no me gustaba no sentirlas.
Sonreí.
Él asintió.
Pensé por un momento. —¿Por qué no has sentido las cosas desde hace mucho
tiempo?
Lo vi tensarse como lo hizo ese día en la iglesia, cuando su madre casi reveló
un secreto.
Mark sonrió.
—Creo que eres el mejor tipo de drama. Y quiero que seas mi drama, y me
hagas sentir todo el tiempo, y me des vuelta al revés, y hagas a mi corazón y mi
mente lo que quieras.
Y lo hacía.
***
—Tuve relaciones sexuales con otra persona. —Pensé que debía decir la
verdad antes de que él me hiciera el amor como si yo fuera, y siempre hubiera sido
únicamente suya.
Mark frunció el ceño como si no entendiera mis palabras. Abrí la boca para
repetirlas.
Bajé la cabeza.
—¿Él te obligó?
—No te disculpes. No hiciste nada malo. Fui el idiota que te alejó —dijo Mark.
Me subí encima de él, a horcajadas sobre él, y lo besé en los labios. Sentí su
cuerpo temblar de nuevo, pero no por el llanto. Él se despertó y luchó contra este.
—Quiero que me hagas daño —le dije—. Quiero que hagas lo que quieras.
—Cadence. . .
—Me siento posesivo contigo. —Sonó como si le doliera decir las palabras.
—Voy a tomar todo tu aliento, Cadence. —Mis ojos se abrieron con miedo
hasta sus siguientes palabras— Pero voy devolvértelo todo. Lo prometo.
—Eres mía. Para siempre, —susurró, y nos dio la vuelta con cuidado para no
romper nuestra unión.
Puse mi mano al lado de su cara para apoyarme, mientras que la otra fue a su
garganta. Él no me alejó. Me miró todo el tiempo mientras aumentaba la presión de
mis dedos alrededor de su cuello, lentamente negándole el aire.
Solté mi poder sobre él, le permití absorber un rápido aliento antes de apretar
su garganta de nuevo.
—Sólo mío, —dije, sintiendo una especie extraña de energía fluir a través de
mis extremidades. Pensé que podía asfixiarlo más tiempo, haciéndolo perder el
conocimiento, luego inclinarme y resucitarlo de vuelta a la vida.
—Júralo —le dije en su boca— Júrame que eres mío para siempre.
—Lo juro, Cadence. Lo juro por mi vida. Soy tuyo para siempre.
Me amó toda la noche hasta la mañana. Él me amó hasta que quedé tan
dolorida que apenas podía sentarme con las piernas juntas. Me amó hasta que no
me quedó nada que darle, hasta que estuve famélica. Y entonces me acunó en su
regazo, me alimentó, me acarició el pelo, y me dijo todos sus planes.
—No lo estábamos.
—¿Una pelea de amantes? —me reí. — ¿Quién dice ahora “una pelea de
amantes”?
Gracie se erizo. —Ya sabes, ¡solía gustarte Cadence! ¡Te gustaba mi manera
de hablar!
—Tienes razón. Lo hacía. Y luego tú decidiste abandonarme en mi último año,
por Sophia. Quiero decir, ¿Qué demonios Gracie? ¡Ni siquiera te caía bien!
—¡Fuiste a esa fiesta! ¡Tú me dejaste! ¡No era lo suficientemente genial para
ti!
Las lágrimas de Gracie brotaron en una violenta explosión. Ella quería que
viera cada una de ellas mientras me miraba.
—No juegues como si fuera así Cadence. Estabas buscando una razón para
deshacerte de mí. Ya no querías tener una amiga impopular. Para ti fue bastante
fácil usar esa fiesta como excusa cuando lo que debiste haber hecho era decirme a
la cara que ya no querías volver a pasar el rato conmigo.
—¡Para!
—Oh, así que no lo niegas, —dijo Gracie. —Bueno, ¿Cómo pudiste? Era
bastante obvio.
—¿Qué es lo que quiero? — Repitió, y luego se hecho a reír. —No quiero nada
—¿Por qué?
—Por supuesto que tiene que ver conmigo. Es mi deber como cristiana
ayudarte cuando veo que te tropiezas—dijo.
Gracie se rió con desdén. —Oh, sí lo estás Cadente. A lo grande. ¡Te estás
viendo con tu profesor!
—Quiero decir, primero drogas. Luego robo. ¿Ahora una relación con un
profesor? Me pregunto. ¿Estás teniendo sexo con él?
—Déjame en paz, Grace, —le escupí. —Soy feliz. ¿Por qué no puedes dejarme
ser feliz?
Grace frunció el entrecejo. —Creo que la peor parte es la chica Avery. Sabía
que ella era un problema cuando empezó a asistir al grupo de jóvenes. Me llevo un
tiempo, pero finalmente lo descubrí. Vosotras dos os cubrías la una a la otra, para
que así pudierais iros a hacer lo que sea que hagan. Todo mientras pretendían ser
buenas, pequeñas cristianas. Están ensuciadas.
No sé qué era lo que estaba latente en mi corazón todo el año, pero era feo y
vengativo y perverso. Y quería actuar en consecuencia. Quería ser una puta mierda
recta.
—¿Qué, tienes algo por mi novio? —me burlé. —¿Eso es de lo que se trata
todo esto?
—¿Lo estoy? —le pregunté. Avance hacía ella, y retrocedió contra su auto. Se
veía como si quisiera golpearme por tercera vez, pero algo en mi expresión la hizo
cambiar de idea. Ella estaba asustada de mí. —Porque creo que quieres follar a mi
novio.
Gracie negó con la cabeza. Vi como nuevas lágrimas caían de sus ojos, y si no
me hubiera convertido en un monstruo, me habrían afectado.
—Eres una perra celosa, porque quieres lo que yo tengo. Bueno, ¿adivina qué?
No puedes. Tú no le gustas. El nunca iría por alguien como tú. —Me incline a
centímetros de su rostro. — Él me quiere a mí. Él me folla a mí —le susurre. —Y
vas a mantener tu maldita boca cerrada al respecto.
Gracie tomo aire una vez que me alejé. —¿Quién eres tú? —susurró.
—No lo sé.
***
—¿Segura que debo decirle? —le pregunté a Avery a través del teléfono.
—Pero creo que ella está más que nada molesta porque ya no somos
amigas—seguí.
—Maldita sea, crece Cadence, —esperó Avery. —Esa chica tiene algo contigo,
y esta cabreada.
—Eres una idiota si piensas que no le dirá a tus padres. Por otra parte.
—Sí, “por otra parte”, tu pequeña perra. Mira, no es mi culpa que vosotros dos
no podáis conteneros en público.
No dije nada.
Hubo una breve pausa antes de que Avery hablara. —¿Gracie dijo algo sobre
mí?
—Nada.
Tome un profundo respiro. —Ella piensa que eres una mala influencia. Sabe
que nos escapamos y hacemos cosas, y que nos cubrimos la una a la otra. — solté.
—¿Se lo dijiste?
***
Doblé la esquina del vestíbulo y fui recibida por mis padres, mi hermano y
Gracie.
Me congele.
Gracie estaba sentada en el sofá, encorvada y llorando. Mamá estaba llorando.
Oliver la veía confundido. Papá estaba furioso.
—¿Qué está mal contigo? —preguntó papá. Lo dijo como la peor acusación,
como si hubiera cometido un atroz crimen, y necesitara ser encerrada en un
manicomio.
—Apuesto a que sí —le respondí, y fue ahí cuando cayó la primera lagrima.
—Eso no importa, —le respondí. —Lo amo. —me voltee para irme, y papá me
tomo de la parte superior del brazo, llevándome a un silla del club y arrojándome
en ella.
—Oh mi Dios, —mamá susurro. —¡Liam, ella tenía solamente diecisiete. Aun
tenia diecisiete!
Papá me miro y luego sus ojos se suavizaron. —¿Este hombre tomo ventaja
sobre ti?
Sacudí mi cabeza.
—Sí. —no fui yo quien dijo esa palabra. Mi hermano lo hizo. Y no podía creer
que me hubiera traicionado con eso.
—Yo oí…
—¡Lo amo! —lloré. —Lo amo. No puedo evitarlo. Estoy enamorada de él. Y el
de mí. No es asunto tuyo lo que hagamos a puerta cerrada, te he avergonzado, pero
esto no tiene nada que ver contigo. No me quieres. No me has querido desde que
me metí en problemas. No me muestras amor. No estuviste allí para mí. Pero otra
persona sí estuvo. Él estaba allí para mí. Y fue amable conmigo. Y me demostró
amor.
—¡Él tomo ventaja de ti, Cadence! —papá me gritó. —¿no lo ves? ¡Él te uso
porque vio un blanco fácil!
—¡No te atrevas a actuar como la victima aquí! rompiste la ley. Iras a la cárcel.
Avergonzaste a tu familia, ¡y si por un momento pensaste que no mereces todo un
castigo, entonces eres una chica estúpida, Cadence!
—¿Hecho que? ¡Él no ha hecho nada, más que mostrarme amor! —les grité.
Solo sentí el palpitar una vez que mi trasero golpeó el suelo. Al fondo escuche
gritar a mi madre, pero no podía hacer que las palabras salieran. Mis ojos estaban
cerrados: uno cerrado por el golpe y el otro cerrado por el miedo de lo que
sucedería después. Podía sentir el pulso de mi corazón en mi ojo, latiendo duro y
rápido. Pensé que mi ojo podría salirse, así que puse mi mano sobre la herida para
evitar perder mi ojo. Mi vista.
—No.
—Bueno, ella tenía razón sobre ti,—dijo papá. — Llamare a los padres de
Avery.
No dije nada. No había nada que pudiera hacer excepto orar porque Avery me
perdonara por arruinar su vida. Debí haber tenido más cuidado en el cine. No debí
haber peleado con Mark en público.
—¡VE A TU HABITACION!
***
Un golpeteo ligero. No me moví.
Silencio.
—Cadence, por favor quiero ayudarte—dijo en voz tan baja que apenas lo
escuche.
—¿Hug?
—No sé porque les dije. Pensé que tal vez estabas metida hasta el fondo en
algo y no sabías como salir. No sabía que papá iba a golpearte Cadence, casi me fui
hacia él. Lo hice, pero tuve miedo.
—¿Feliz? Pasaste por un periodo de mal humor. ¿Cómo diablos iba a saber?
Me encogí de hombros.
—Me dijiste que él rompió contigo luego del susto del embarazo. —
argumentó.
—Yo lo siento. Lo siento Cay, —dijo. —No lo sabía. No sabía que lo amabas. No
lo entendí. Y no sabía que papá lo haría, Cay, realmente no lo sabía. Creo que se
volvió loco o algo. Pero voy a ayudarte. Si quieres irte, te ayudare. —me cogió
nuevamente y me envolvió en un abrazo.
Negué con la cabeza y él se rio entre dientes. —¿Qué tal si me ayudas a salir
de este infierno?
—Hecho.
Pase los siguientes 45 minutos empacando las maletas. Oliver me dio la suya,
dijo que la recogería luego. No entendía que quería decir. Él no podía conducir. Yo
lo llevaba a todas partes. Sabía que no podía empacar todo mi armario y mis
cajones en la maleta, pero tenía que intentarlo. No quería volver a esta casa. Así
que trabaje rápido y duro para empacar lo más que podía, asegurándome de tomar
todas mis prendas y joyas favoritas, mis artículos de maquillaje. Todo casual, me
apresure a empacar.
—Lo siento—susurre.
—¿Estas lista?
Seguí su consejo.
—Mírame.
—Estarás bien. El Sr. Connelly no dejara que nada te suceda —dijo Oliver.
Esa declaración me hizo llorar más fuerte. Oliver estaba haciendo lo que los
padres hacen para calmar a sus hijos. Ellos les dices cosas con la certeza de cosas
que no conocen, porque ellos son los adultos, y los niños les creen naturalmente.
Asentí.
Oliver me cogió del brazo. —Tienes que intentarlo Cay, ¿de acuerdo? ¿Quieres
irte de aquí? ¡Entonces tienes que intentarlo!
He oído hablar de gente que hace cosas impresionantes bajo presión, como
levantar un coche para sacar a un niño que estaba atrapado debajo. Sabía que tenía
que ver con la adrenalina, pero creo que tenía más que ver con Dios. No se cómo
Dios me dio fuerza para ayudar a Oliver a empujar mi auto para huir, pero creo que
lo hizo. Creo que él me quería fuera de allí, como si supiera que estaba en peligro y
necesitara ir a un lugar seguro. Un lugar como la casa de Mark.
No podía creer mi buena fortuna de que papá no hubiera preguntado por las
llaves de mi coche. Por supuesto, sabía que él no pensó ni por un segundo que yo
tratara de huir. Además, estaba tan enojado, que no podía verlo hurgando en mi
bolso. Cruzo una línea, tal vez peor que él golpeándome.
Me eche a reír.
Camine hacia el lado del conductor y fui arrastrada en otro abrazo. No estaba
acostumbrada a Oliver abrazándome tanto. Caray, no estaba acostumbrada a que
Oliver me abrazara en absoluto. Y este fue especialmente extraño, porque se sentía
como un final. Y no me gustaba.
Miré a Oliver lo menos posible mientras subía al coche. Una vez que lo
encendí, arranque y conduje despacio por miedo a que mamá y papá reconocieran
el sonido del motor y me persiguieran. Nuestra despedida fue apresurada al final, y
debí haberle dicho algo más a Oliver antes de irme. Tendría que haberle dicho que
lo amaba. Vi el espejo retrovisor y lo vi de pie en medio de la calle, solo una sombra
oscura en contraste con el cielo aún más oscuro.
26
Traducido por Escritora
Corregido por Armonía&paz
—Tenia esta mirada culpable en su rostro. Pero era rara. Era culpa mezclada
con emoción, como si estuviera secretamente feliz por arruinarme. Yo…
Asentí.
—Cambiándome.
—¿Por qué?
—¿Cadence? Muévete.
—¡Maldita sea, lo sé! —le grité. — ¡Para de decirlo! ¡Sé que me golpeo! ¡Y tú
quieres ir a matarlo cuando te necesito aquí conmigo! ¡Solo préstame atención!
Mark dejo las llaves del coche y me levanto, me acuno como un bebé y se
dirigió al sofá.
—Lo siento, Cadence—me dijo, con sus labios pegados a mi frente. Se sentó y
me atrajo hacia sí, meciéndome suavemente mientras yo derramaba lagrimas por
todo su cuello y hombro.
—Tengo miedo—sollocé.
—Lo sé, —respondió Mark. —Yo también. Pero aquí estoy. No voy a ir a
ninguna parte. Lo siento, me moleste contigo. Es solo que nadie le pega a alguien a
quien que amo. ¿Lo entiendes?
—Por Dios, Cadence, —dijo Mark. —No hables así. Estoy tan feliz de que estés
aquí. No me gustaría que fueras a otro lugar.
—¿Lo harás?
—Ellos vendrán para llevarme, —solté. Tenía que decirlo de nuevo para hacer
que entendiera. Ellos tratarían de llevarme lejos de él, y el pensamiento me hizo
estremecer. No podía parar, y Mark aumento la presión sobre mí.
—Vas a tener problemas Mark. Perderás tu empleo. Papá dijo que presentaría
cargos. —Mis dientes castañeaban.
—No fue violación, así que no tienes nada de qué preocuparte, —replicó
Mark.
—Estoy en una relación con mi estudiante, Cadence. Eso es lo que quiere decir
tu padre.
—Eso no importa, —dijo Mark. —Y ¿sabes por qué? nada de eso importa. Lo
que importa es que te amo.
—No lo harás.
—La odio.
—¿Lo hizo?
—La gente dice cosas como esas, —expliqué tratando de volver atrás.
—Lo sé —contestó. Ahora lucía una sonrisa completa. Como si fuera un reto.
Él asintió.
—Es uno malo ahora mismo —dijo Mark. Quité mi mano y tocó suavemente la
piel amoratada alrededor de mi ojo.
—Lo sé Mark. Pero no quiero que vayas a matarlo. Por favor no lo hagas.