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Agradecimientos

Moderadoras
Krispipe & MewHiine

Traductoras
krispipe MaryJane♥ Blinda
Evarg7 VicHerondale Mais020291
Emi_93 Lililamour Escritora
3lik@ Eni
MewHiine Vale

Correctoras
Armonia&Paz MewHiine
Mariis Alee Foster
Clau :) EffyVas
Lucean Morin

Lectura y Revisión final:

MewHiine

Diseño:
MaryJane♥ & MewHiine
indice
Sinopsis

Y es entonces cuando su vida pasa de mala a buena.


Pro´logo Traducido por krispipe
Corregido por MewHiine

Golpeé la puerta. Sabía que iba a despertar a los vecinos, pero no me


importaba. Esperé con impaciencia, mirando por encima de mi hombro
constantemente, temiendo que él apareciera de la nada y me atrapase antes de que
hubiera tenido la oportunidad de esconderme en el interior.

—Déjame entrar, déjame entrar, déjame entrar—, susurré frenéticamente, y


golpeé la puerta una vez más.

Esta se abrió. Alivio instantáneo.

— ¿Cadence?—Preguntó Mark, mirándome con los ojos entrecerrados. Su


voz estaba llena de sueño.

Empujé por delante de él, arrastrando mi equipaje detrás de mí.

—Cierra la puerta, — pedí.

—Cadence, ¿qué estás haciendo aquí? Son las tres de la madrugada.

— ¡Cierra la puerta!

Mark cerró la puerta y la bloqueó.

—Él va a venir a por mí, — le dije a la espalda de Mark. Me estremecí.

Él se dio la vuelta y sólo entonces encontró contusión. Toda su actitud


cambió. De pronto estaba alerta y alarmado.

—Cadence, ¿qué te pasó en la cara?—Preguntó, corriendo hacia mí y


ahuecando mis mejillas.

Sacudí la cabeza, tragando el nudo en mi garganta. No iba a llorar, a pesar de


que quería, especialmente cuando Mark me envolvió suavemente en sus brazos,
sosteniéndome de manera protectora, susurrando palabras de aliento en mi oído.

—No sabía a dónde más ir, — dije.

—Está bien, Cadence. Me alegro de que hayas venido aquí—, respondió Mark.

Y entonces la ansiedad y el miedo estallaron en mi pecho. —¡Tengo miedo!


—No tienes que tener miedo. Estás conmigo ahora—, dijo Mark. Aflojó su
agarre y suavemente me alejó. — ¿Cadence? ¿Qué te pasó en el ojo?—Él extendió la
mano tentativamente y trazó su dedo ligeramente sobre el hematoma.

Hice una mueca.

—Lo siento—, dijo.

Sacudí la cabeza. No me había dado cuenta del dolor en mi cara mientras


escapaba, pero ahora lo hacía, y palpitaba.

—No puedo ir a casa, Mark.

Él asintió. —¿Qué te pasó en el ojo?

—¿Dejarás que me quede?

—Cadence, por supuesto, puedes quedarte. ¿Qué te pasó en el ojo?

—No quiero ser una carga…

Mark agarró mis manos y las apretó con fuerza. —¿Cadence? Escúchame. No
eres una carga. Y puedes quedarte aquí todo el tiempo que necesites. Ahora por
favor respóndeme. ¿Qué te pasó en el ojo?

No quería contarle. Sería simplemente más drama. Pensé de vuelta en el


primer día que me presenté en su puerta—el momento en que vi mi mano en un
puño y llamar. Pensé que no tenía otra opción entonces. Eso me había convertido
en compulsión ausente de pensamiento consciente. Creía que el tirón era
demasiado fuerte, y no había nada que pudiera hacer sino ir a él. Ahora sabía
mejor. Sabía que tenía la opción, y por un momento, mi corazón se llenó de pesar.
No porque le amara y quisiera estar con él, sino porque yo había complicado su
vida. Podría haberme marchado entonces, pero no lo hice. Y no podía retroceder.

— ¿Cadence?

Lo miré a la cara.

— Ellos lo saben.
1
Traducido por Evarg7
Corregido por MewHiine

Nueve meses antes


¿No podían elegir una carretera más ajetreada? Sólo esparcir por el mundo los
patéticos criminales que éramos.
Yo estaba en la carretera 28 vestida en mi atuendo de reformatorio más
elegante mono naranja con chaleco amarillo brillante caminando por la cuneta,
levantando la basura que era lanzada por las ventanillas de los coches por los otros
malhechores. Yo había sido asignada a un centro de detención juvenil basado en
servicios comunitarios. Supongo que no era lo suficientemente dura como para
llegar a instalaciones cerradas. Y debería haberme considerado afortunada: en
realidad, conseguía salir del edificio para las tareas de trabajo.

Sí… lo que sea. Estaba malditamente avergonzada. Estaba avergonzada cada


vez que ellos me dejaban en un lado de alguna carretera para recoger basura. Mi
largo cabello rubio estaba levantado en una cola de caballo obligatoria, resaltando
mis mejillas sonrojadas que se volvían de un tono de rojo más oscuro cuando un
camión pasaba lentamente, tocando la bocina de forma odiosa, con sus pasajeros
saliéndose de las ventanillas para gritarme.

¡Cadence! gritó uno ¡Bonito atuendo!

Bajé la mirada a mi atuendo. Era poco favorecedor, colgando de mi pequeño


cuerpo como un mono de bebé, pero podía superar eso. Lo que no podía superar
era el horrible color que le hacía perder color a mi perfecta piel.

No respondas ordenó la oficial Clements.

No iba a hacerlo murmuré, apuñalando una copa de espuma de


poliestireno con mi palo de la basura.

¿Qué fue eso? preguntó la oficial Clements, sobrepasándome.

Nada, señora repliqué, y continué mi trabajo. Sólo un mes más, pensé,


caminando y pinchando, caminando y pinchando.
No me di cuenta de que había caminado y pinchado por el camino hasta llegar
junto a un coche estacionado en un lado, subido con un gato. Era un Volkswagen
viejo y negro, su propietario un joven doblado para cambiar una rueda pinchada.
La basura estaba contaminando su área de trabajo, y no estaba segura de que
debiera levantarla. Pero él parecía tan completamente concentrado en atornillar
los tornillos que estaba segura de que no me vería.

Arponeé un envoltorio de hamburguesa cerca de la parte de atrás de la rueda y


su rostro se levantó rápidamente.

Mi reacción inmediata fue girarme y correr. Estaba aterrorizada. Recordé mi


discusión en el grupo juvenil hace un tiempo sobre ángeles y que, siempre que se
los mencionaba en la Biblia, lo primero que dicen es “No temas”. Mi pastor de
juventud decía que eso era porque los ángeles lucían espantosos: todo ojos sobre
sus cuerpos y debajo de sus alas. Primero que nada, ¿cómo sabía él cómo lucía un
ángel? Y segundo, ¿por qué Dios haría parecer a sus ángeles como un puñado de
bichos raros?

No. No creía que los ángeles lucieran así en absoluto. Pensaba que lucían como
una perfecta simetría, y eso era lo que asustaba como la mierda a la gente. Una
forma demasiado hermosa para contemplarla. Como este joven agachado sobre su
rueda, mirando mi mono naranja y palo de basura, preguntándose qué podría
haber hecho una niñita como yo para aterrizar en un reformatorio. Porque yo era
pequeña, después de todo. Medía 1,57 metros y pesaba 45 kilogramos.

Me quitaré de en medio en un minuto dijo él, limpiándose su ceja con su


mano.

Asentí y lo observé terminar de apretar los tornillos, luego se levantó y estiró


su espalda. Vestía una versión masculina de jeans ajustados y una camiseta negra
que decía “Medianoche en un Mundo Perfecto” en la delantera, en letras blancas y
rudas. Usaba Converse All Stars rojas y un ramillete de cintas trenzadas de varios
colores estaba rodeando su muñeca izquierda. Su cabello ondulado y negro
sobresalían en todas direcciones, y yo no podía decir si era natural o un producto
capilar. Yo esperaba que fuera natural. No quería pensar en que él pasaba mucho
tiempo peinándose su pelo.

Me sonrió, revelando suaves hoyuelos en ambas mejillas. Le sonreí. Sus ojos


eran claros. Buena combinación, pensé. Pelo oscuro, ojos claros. Era sexy. No había
duda en eso. Alto y delgado. Parecía intelectual. Imaginé que era algún chico
erudito de la Universidad Emory. Probablemente un estudiante de filosofía, pensé,
sonriendo con suficiencia. Imaginé que estaba de brazos cruzados hablando sobre
el existencialismo con sus amigos sofisticados en alguna cafetería de mala muerte
(nunca Starbucks) bebiendo cappuccinos.

Me reí en voz baja.


Él estaba junto al maletero de su coche, sacando sus herramientas y se giró
cuando me oyó.

¿Qué es gracioso? preguntó. Su sonrisa todavía estaba en su boca . ¿Me


rompí los pantalones o algo? estiró su cuello para mirar detrás de él, al trasero
de sus jeans.

Me reí más fuerte.

No. No rompiste tus pantalones intenté no mirar su trasero.

¡Fiu! replicó él . ¿Sabes? Eso ya me ha pasado. Me agaché en el suelo


para cambiar una rueda y ¡rip! Justo por el medio. Resulta que estaba en una cita
en ese momento.

¡No! grité, sintiéndome sólo ligeramente mal por este extraño.

Bueno, la cita estaba sobre suelo movedizo una vez que la rueda explotó.
Aunque la rotura de pantalones selló el trato. Supongo que ella equiparó esas cosas
con “perdedor” o “sin dinero” dijo él.

Eso es horrible repliqué.

Las mujeres de Atlanta son difíciles siguió él, apoyándose contra el


maletero de su coche. Me echó una ojeada y sonrió.

No, yo no soy difícil repliqué a su silenciosa pregunta . No dejes que el


mono te engañe.

Negó con la cabeza.

¿Qué diablos podría hacer que una cosita como tú terminase en un


reformatorio?

Me tensé. Su comportamiento. La forma en la que me hablaba. Como si me


hubiera conocido durante años. Y él usó “cosita” como un término de cariño. Yo
sabía que no lo había imaginado. Lo hizo.

Abrí mi boca para replicar, luego me estremecí al sonido de mi nombre.

¡Cadence Miller! grito la oficial Clements.

Mierda susurré, y me di la vuelta.

Ella estaba viniendo directa hacia mí, su figura formidable moviéndose de lado
a lado y yo tuve una instantánea visión de ella sacando su porra de su funda y
machacándome hasta la muerte a un lado de la carretera.
¡Vuelve al trabajo! ¿Qué piensas que es esto? ¿La hora social? y luego se
giró hacia el hombre.

Lo siento, señor. No se supone que esas chicas molesten a alguien dijo


ella. Se dirigió a mí otra vez . Alguien no debe estar hambrienta para la comida.

Retrocedí con indignación. Ellos no pueden no alimentarme, ¿no?

Es mi culpa dijo el hombre . Yo le hablé primero. Ella dijo que no tenía


permitido hablarme, pero la presioné. Completamente mi culpa.

La oficial Clements presionó sus labios. No creo que le creyera, pero asintió de
todas formas.

Limpiarás los baños del juzgado esta tarde me siseó.

Por supuesto que iba a limpiar los baños del juzgado. Siempre los limpiaba.

«Medianoche en un Mundo Perfecto» giró la cara. Creo que estaba


avergonzado de mí. Estaba mortificada y encolerizada, y elegí el momento
equivocado para poner los ojos en blanco.

¿Me estás poniendo los ojos en blanco? ordenó la oficial Clements.

¡No, señora! dije.

¿Entonces por qué pusiste los ojos en blanco? presionó.

Sólo estaba pensando en algo dije.

¿Estabas pensando en las malas elecciones que te hicieron aterrizar en un


reformatorio? preguntó la oficial Clements.

Negué con la cabeza y pensé rápido.

Estaba pensando en un verso de la Biblia.

¿Estás tratando de ser una listilla? preguntó la oficial.

No, señora repliqué, enojándome . Realmente estaba pensando en un


verso de la Biblia totalmente mentira.

¿En cuál?

Respiré profundo y pasé página por el índice de los versos que había
memorizado. Admito que yo era bastante oxidada. Normalmente, yo podría
escupirlas en segundos siempre las mismas palabras de sabiduría o ánimo.
Estaban incrustadas en mí: era un producto del cliché de una chica que creció en la
iglesia, que fue de vacaciones a la escuela de verano católica hasta sexto grado, que
asistió al grupo juvenil en el instituto y cantó solos los domingos por las mañanas.

¿Y bien? incitó la oficial Clements.

Entré en pánico.

Mi Dios, mi Dios, ¿por qué me has abandonado? de todos los versos de la


Biblia que había almacenado, ¿es ésa la que me viene a la mente?

La oficial Clements sonrió con malicia. Se inclinó hacia delante, con su gorda y
brillante cara a centímetros de la mía. Susurró para que el joven no pudiera oírla.

Porque estás podrida. Por eso.

Miré a Converse All Stars. Él lo oyó, una expresión indefensa pintó su rostro.

Supongo que las mujeres de Atlanta son difíciles dije, y me dirigí al grupo
de chicas congregado alrededor de la puerta del autobús. Era hora de irse a comer.
Yo ni siquiera tenía hambre. Si la oficial Clements realmente tenía la intención d e
negarme la comida, no me importaría. Estaba demasiado humillada y machacada

Me di cuenta de que el final de mi sentencia de reformatorio no marcó un


punto inflexión en mi vida donde las cosas mejorarían. No había “luz al final de
túnel” para mí. La próxima fase era el colegio y, aunque ya no quería estar atrapada
en el reformatorio, no me importaría levantar basura a un lado de la carretera por
el resto de mi vida para evitar los pisotones dentro del Crestview High.

Pero como estaba ahora, no había lugar al que huir, ni medios de escape, así
que subí al autobús con todas las demás chicas.
2
Traducido por Evarg7
Corregido por MewHiine

Reglas de Supervivencia del Colegio:

1. No llorar bajo ninguna circunstancia.


2. No atacar a nadie físicamente (ni siquiera cuando lo merezcan totalmente).
3. Sonreír y actuar como si nada te molestase.
4. Intentar exudar las virtudes cristianas como la paciencia, el amor y el
perdón.
5. Cuando todo lo demás falle, usa el sarcasmo como tu mecanismo de defens a.

Estaba de pie en la parada del autobús a unos pies de distancia de mi hermano


de quince años, jugando con mis dedos transpirados y practicando esas técnicas
respiratorias que se supone que calman los nervios. No podía soportar la
expectación. La miradas. Las risas. Las observaciones groseras. Estaban viniendo y
yo no podía hacer nada. ¿Pensaba que todo el colegio me la tenía jurada? Por favor.
No estoy tan pagada de mí misma. Pero sabía quiénes eran los estúpidos. Y sabía
que me estarían esperando.

¿Sabes? Podríamos ir en coche al colegio si no lo hubieras echado todo a


perder lloriqueó Oliver Los autobuses son penosos.

Me encogí de hombros y puse los ojos en blanco. El transporte era el menor de


mis preocupaciones. Estaba a punto de entrar en la Central de los Abusones y
estaba tratando de prepararme mentalmente. Yo no era grosera por naturaleza, y
ciertamente no me resbalaba todo, pero sabía que si tenía alguna oportunidad de
sobrevivir, tendría que fingir que sí. Seguí repitiéndome las reglas de
supervivencia una y otra vez en mi cabeza, haciéndolas penetrar en la memoria.

¿Cuándo crees que mamá y papá dejarán que conduzcas otra vez?
preguntó Oliver, levantando una piña.

No lo sé. Pensé que tendrían que al menos dejarme conducir al colegio


dije.

Sólo uno más de mis muchos castigos por ir al reformatorio. Papá me quitó mi
coche y me dijo que no lo tendría de vuelta por varios meses. También me dijo que
tenía que conseguir un trabajo a tiempo parcial. Yo estaba bien con el trabajo a
tiempo parcial y quería empezar uno inmediatamente. Cuanto más estuviera en el
trabajo, menos estaría en casa.

El autobús llegó a la hora y las puertas se abrieron con un fuerte crujido. Era
un sonido conocido, uno al que me había acostumbrado en los pasados diez meses.
Inhalé y seguí a mi hermano por los escalones, saludando al conductor del autobús
con un asentimiento antes de echar un vistazo buscando asientos vacíos. Ya estaba
abarrotado. Éramos la última parada en la ruta del autobús, y me di cuenta de que
tendría que compartir un asiento con alguien.

Caminé a lo largo del pasillo, atisbando caras que me dijeron, en términos no


inseguros, que no se me permitía sentarme junto a ellos. De acuerdo.
Aparentemente, todos en este autobús eran parte del grupo de los imbécile s. Hice
notas mentales.

Me quedé en el medio del autobús hasta que el conductor gritó:

¡Siéntate!

Me senté rápidamente en un asiento ocupado por una joven que resopló y se


apretó contra la ventana.

Ésa es probablemente una buena idea le dije Las malas decisiones


tienden a ser contagiosas.

Lo que sea espetó No me hables.

Lo que quieras, repliqué, poniendo mi mochila cerca de mi pecho y


mirando fijamente a la parte superior de mis muslos durante el resto del viaje.

***
Genial.

Saqué mi mono naranja de mi taquilla y lo levanté, dejando que los brazos y


las piernas se desdoblasen por la gravedad. Quien sea que me diera el traje, usó
plantillas para pintar con spray el número de identificación carcelario en la parte
de arriba de la esquina izquierda del frontal. Incluso consiguieron mi talla correcta,
me di cuenta, sujetando el traje contra mi cuerpo y comprobando la longitud de los
brazos y piernas. En silencio, los elogié por el esfuerzo que pusieron en mi atuendo
de “bienvenida de nuevo al colegio”. Yo no quería decepcionarlos, así que dejé caer
mis libros en el suelo con un ruido sordo y me metí en el modelito.
Se sintió extrañamente familiar y ni un poco aterrorizante. Yo era un bebé
crecido otra vez, llevando un mono poco favorecedor que gritaba “¡Criminal!”.
Algunos estudiantes todavía estaban en el pasillo y me observaban con incierta
fascinación. Me agaché para recoger mis libros y me dirigí a cálculo, mi primera
clase del día.

La campana para los retrasados sonó justo cuando entré a la clase, y todos los
ojos se movieron del profesor hasta la puerta donde yo estaba oteando el espacio
buscando un asiento disponible. Quedaban dos. Ambos en la fila frontal. Suspiré y
me abrí camino al primer asiento, al frente y al medio, sintiendo el calor trepar por
mi cuello por primera vez desde que me vestí. No debería habérmelo puesto. Yo
tenía más conocimiento.

Algunas chicas rompieron a reírse y las saludé con un ligero asentimiento de


cabeza. Cuando finalmente concentré mi atención al frente de la clase, quería
morirme. Simplemente morirme allí mismo. Derretirme en mi traje naranja y
desaparecer por una eternidad.

“Medianoche en un Mundo Perfecto” se cernía sobre mí con un montón de


papeles en sus manos. Sus cejas estaban elevadas con un arco alto muy poco
natural, y él me miraba con una mezcla de molestia y diversión. Me encogí de
hombros y le di una media sonrisa.

Él suspiró pesadamente, decidiendo entre enviarme a la oficina por mi


bromita o dejarme tranquila. Era obvio que sabía por qué estaba vistiendo e l mono.
Yo estaba tratando de ser dura. Él no quería avergonzarme, pero tampoco podía
dejar que los otros estudiantes pensasen que podían poner esta clase de mierda en
su clase. Oh, ¿qué hacer?

Cadence, probablemente quieras ir a cambiarte sugirió suavemente.

¡Oh, Dios mío! ¡Él recuerda mi nombre!

Me sonrojé y bajé la mirada hacia mi escritorio. De repente, me sentí


irracionalmente enfadada y desafiante. No sabía por qué. Debí haberme sentido
halagada porque recordaba mi nombre. Pero no lo estaba. Estaba cabreada porque
sugirió que me cambiase. ¿Por qué debería? Sólo estaba vistiendo un regalo que
algunas agradables perras dejaron en mi taquilla. ¿Qué pasaba con eso?

Negué con la cabeza y levanté la mirada hacia el profesor.

En realidad, estoy bien.

Converse All Stars apretó su mandíbula y entrecerró sus ojos. No estaba


esperando esa respuesta.

De acuerdo dijo pacientemente . Realmente no era una sugerencia.


Trabé mirada con él. La suya era de un azul de acero. Casi completamente gris,
en realidad. Iris ahumados y sensuales que podían enseñarme todo lo que
necesitaba saber de las matemáticas, el amor, la belleza y el sexo. Y cómo fue
creado el mundo. Y cómo funcionaba la gravedad. Y cómo reaccionaban los
químicos. Y cómo…

¿Oíste lo que dije? preguntó.

Lo oí repliqué, distraída por mis pensamientos. Negué con la cabeza . No


quiero cambiarme. Es un regalo, ¿ves? Fue dejado para mí en mi taquilla esta
mañana. Quería vestirlo para demostrar mi aprecio.

Las chicas dejaron de reírse por lo bajo. Ellas sabían que yo había ido
demasiado lejos. Discutir con un profesor en el primer día de colegio. Gran error.

Y, en un abrir y cerrar de ojos, el humor jugando en la cara de Converse All


Stars, desapareció. Cinco minutos de su precioso tiempo de enseñanza ya habían
sido consumidos por mi mono, y se podía decir que él temía perder el completo
control de su clase. Aunque, el miedo era infundado. Nadie estaba haciendo ni un
sonido. Todos estaban escuchando intensamente a nuestro desacuerdo civil sobre
mi atuendo. Creo que esperaban que se convirtiera en un partido de gritos.

Ve al baño y cámbiate ordenó.

No creo que haya nada en el manual del estudiante que diga que no
podemos vestir monos con números pintados con spray en ellos repliqué. ¿Por
qué estaba siendo un real grano en el trasero?

Él fue hasta la primera fila más cercana a la puerta y empezó a repartir papeles
a los estudiantes para que los pasaran hacia atrás.

¡Cadence, vete de clase! gruñó ¡Y cuando vuelvas, será mejor que no te


vea vistiendo ese ridículo mono! ¡Ya no estás en el reformatorio!

Un jadeo audible llenó la sala. Yo también estaba conmocionada, y sentí las


inmediatas lágrimas calientes. Pensé que no estaba bien que me gritase. Me
conocía de la autopista 28, así que no debería haberme gritado. Debió haber
entendido que no podía dejar que los abusones ganasen. Pero gritó, y ellos
ganaron.

Mi piel picaba por la vergüenza y recogí mis libros rápidamente, saliendo de


mi pupitre y pasando más allá de él hasta la puerta. Estaba cabreada porque una
lágrima se escurriera por el rabillo de mi ojo, y esperé que él no la hubiera visto.

Me escondí en el baño de las chicas de la segunda planta del edificio del


colegio durante el resto de la primera clase, llorando como una magdalena,
rompiendo mi primera y más importante regla de supervivencia. Me aseguré de
llevar puesto el mono mientras lloraba. Ayudaba con el efecto dramático. Lucía
como una beba y también sonaba como una. Y luego me sequé los ojos y recordé
que estuve una temporada en el reformatorio. Se suponía que era ruda… una
coraza endurecida con cero emociones. Inhalé profundamente, haciéndome la
promesa de nunca volver a llorar, sin saber en ese momento que la rompería esa
tarde.

Me saqué el mono y planeé llevarlo a casa para mostrárselo a mi padre como


evidencia del porqué debería estudiar en casa ese año, pero decidí que no valía la
pena. Dudaba que eso lo hiciera cambiar de opinión, y luego no quería arriesgarme
a ver su reacción indiferente. Eso me heriría más que los azotes. Lancé el mono a la
basura y abandoné el baño al sonido de la campana.

El resto del día pasó sin novedad, excepto por los insultos que se lanzaban en
mi contra cada vez que visitaba mi taquilla entre las clases. Aparentemente, yo era
una asesina, puta, zorra, drogadicta, perra, adicta al crack, lesbiana, prostituta y
una fascista nazi. Cuando le pregunté a una estudiante qué era lo que me hacía una
fascista nazi, ella replicó:

¡El hecho de que eres una jodida perra!

Okey.

No tenía idea de lo que significaba eso, y no tenía idea del porqué la gente me
llamaba zorra. Bueno, para ser justa, no todos me llamaban zorra. Algunos
estudiantes me dijeron “Hola” en lugar de insultarme. En cualquier caso, ¿qué tenía
que ver ser una zorra (que no lo era) con un robo a una tienda? Quiero de cir, me lié
con Dean antes de que robásemos la tienda, pero ¿cuánta gente podía saber eso? Y,
de todas formas, fue sólo liarse. Yo era virgen, y pensaba que eso era obvio. Tuve
un novio serio el año pasado antes de ser arrastrada al reformatorio, y él me tocó
entre las piernas una vez. Lo detuve porque estaba convencida de que iría al
infierno por ello, y él rompió conmigo dos semanas después.

Noté que “Medianoche en un Mundo Perfecto” nunca trató de encontrarme en


ningún punto del día, y me di cuenta de que tendría que ir a visitarlo después del
colegio para saber qué me había perdido en clase. Dios, espero que no hubieran
empezado verdaderamente un tema. Yo era la peor en matemáticas y no podía
permitirme perder ni una astilla de clase. No planeaba merodear por más de cinco
minutos, esperando que él sólo me empujase los papeles importantes a la mano y
me dejara irme.

Te perdiste mucho dijo cuando entré a la clase. Él no levantó la mirada.


Pensé que había sido bastante silenciosa al entrar, pero, aparentemente, él me
había oído. O quizá me había estado esperando.

Lo siento susurré Me entretuve.


¿La cremallera se atascó? preguntó, finalmente levantando la mirada de
su escritorio. La intensidad de su mirada me hizo dar un paso atrás.

¿Eh?

Dijiste que te entretuviste explicó ¿La cremallera de tu mono se atascó?

Sí repliqué, sintiendo ese desafío volver . Tuve que pedir por ahí hasta
que localicé algunas tijeras para cortarlo y sacármelo.

Él sonrió con suficiencia.

Bueno, me alegra que se arreglase todo.

Ignoré su sarcasmo.

¿Tiene algún trabajo para mí? pregunté. Revisé mi teléfono móvil y me di


cuenta de que perdería el autobús si no me iba en tres minutos.

Sí replicó.

Me quedé allí, esperando. Él no dijo nada, se volvió a girar hacia su trabajo.

¿Y bien? dije.

Y bien, ¿qué?

¿Puede dármelos? Tengo que irme en, como, un minuto o perderé el


autobús.

¿Tomas el autobús hasta casa? preguntó.

Resoplé y asentí.

Eres estudiante de último curso dijo.

Sí. La más patética. Ahora, ¿puede darme los trabajos para que me pueda ir?

Él me dio un montón de papeles y los metí dentro de mi mochila sin mirar. Me


giré para irme.

Quizá quieras agarrar el libro de texto sugirió . Hay deberes para esta
noche.

Me di prisa hasta el final de la clase y agarré un libro verde de la mesa. Me giré


hacia mi profesor y lo levanté.

El equivocado dijo.

Lo dejé sobre la mesa y levanté el rojo.


Nop.

¡¿Me dirá simplemente qué color es?! grité, revisando la hora en mi


teléfono una vez más.

Azul. Y dice “Cálculo”. Sabes que estudiarás cálculo este año, ¿cierto?

Yo quería estrangularlo.

Sé leer espeté, y levanté el libro. Apunté al título . ¿Quién pone un título


tan pequeño en un libro? y lo metí en mi mochila.

Tengo que anotar el número de tu libro dijo cuando abrí la puerta de la


clase.

¿En serio? Llegaré tarde. ¿No podemos simplemente hacerlo mañana?

Él respondió mi pregunta con la tarea.

Páginas once y doce. Muéstrame tu trabajo o no tendrás el crédito.

De acuerdo dudé en el umbral por milisegundos antes de correr por el


pasillo.

Perdí el autobús. Lo observé salir del estacionamiento justo cuando salía del
edificio. Escupí una retahíla de malas palabras incluyendo la palabra con “J”, que
raramente decía mientras me desplomaba sobre un banco de madera. Estaba en
el medio de llamar a mi madre cuando rápidamente colgué. Me di cuenta de que no
quería que mi mamá me viniera a buscar. Ni pi papá. Pensé en Gracie, y luego
recordé que los padres de Gracie ya no la dejarían asociarse conmigo. No había
nadie más. Mi hermano menor no era lo suficientemente mayor como para
conducir. Era lo suficientemente mayor como para ser un completo imbécil, pero
no para conducir.

Acerqué mi mochila a mi pecho y miré fijamente hacia delante. Podía caminar


los once kilómetros hasta casa. Sería un buen ejercicio, me daría tiempo para darle
vueltas a mi fantástico primer día de colegio. Podía hacer autostop y esperar contra
todo pronóstico que un gran asesino me llevase y me ayudase a desaparecer del
mundo para siempre. Podía simplemente sentarme en este banco y ver cuánto les
tomaría a mis padres encontrarme. No estaba segura de esta última. Puede que
ellos me dejasen en este banco durante días y días, y nunca sería capaz de
recuperarme de eso.
Observé a “Medianoche en un Mundo Perfecto” caminar hacia el
estacionamiento de la facultad antes de que me viera. Se detuvo en mitad del paso,
y decidió acercarse. Me tensé inmediatamente.

Todavía estás aquí dijo. Su bandolera colgaba de su hombro y atravesaba


su pecho. Vestía pantalones y una camisa con corbata. El atuendo típico de
profesor, excepto que su ropa era ajustada y con estilo, y vestía las mismas
Converse All Stars rojas que vestía aquel día en la cuneta de la Carretera 28.

Asentí.

¿Perdiste el autobús? preguntó.

Obviamente.

Volví a asentir.

Suspiró y se sentó junto a mí. No estaba esperando eso y no me gustó. Se


sentía mal.

Soy Mark Connelly dijo, sacando las llaves de su coche de su bolso.

Sonreí a pesar de mi agitación. No pude evitarlo. Fue una sonrisa que sugería
un secreto, y él lo notó.

¿Qué? preguntó.

Negué con la cabeza.

Sólo que he estado poniéndote diferentes apodos hoy porque no sabía tu


nombre real.

Él sonrió con suficiencia.

Tengo miedo de preguntar.

No, nada malo ni irrespetuoso expliqué.

Encantado de oírlo replicó . ¿Y qué me has estado llamando?

Me reí por lo bajo y abracé mi mochila con más fuerza en mi pecho.

Es estúpido.

Apuesto a que no. Apuesto a que es gracioso porque te estás riendo


replicó.

Lo pensé por un momento. Él me miraba fijamente con esos ojos apasionados,


tintineando sus llaves con su mano izquierda.
”Medianoche en un Mundo Perfecto” y “Converse All Stars” dije
finalmente. Y luego me eché a reír. No sé por qué. No era realmente gracioso, pero
algo me hizo reírme. Y él también se rió. Pero creo que se estaba riendo más como
una reacción a mi risa y no por sus nombres sustitutos.

No sé cuánto tiempo estuvimos sentado allí, riéndonos, pero algo en ese


momento me hizo sentirme mejor. Sabía que este ahora no sería más que una
mierda, así que pensé que tenía que aprovechar cualquier momento que se sintiera
bien. Yo sabía que nunca me sentiría feliz. Eso era pedir demasiado.

Estaba vistiendo esa camiseta ese día en la Carretera 28, ¿verdad?


preguntó el Sr. Connelly.

Asentí.

¿Qué significa? He tenido curiosidad por eso.

En realidad, es una canción replicó . Una canción muy favorita mía.

¿Cómo es?

Él miró al horizonte, a algún punto más allá de mi oreja y replicó.

Perfecta.

Bueno, supongo que eso tiene sentido dije.

Deberías escucharla dijo el Sr. Connelly . Puedes escuchar la canción


entera en Youtube.

Negué con la cabeza.

No, no puedo hacerlo. No se me permite ir al ordenador, excepto para


trabajos a máquina jugueteé con la cremallera de mi mochila.

Oh.

No se me permite hacer nada admití. Cadence, no le hagas cargar con el


muerto a este pobre chico. Puede que te haya gritado esta mañana, pero eso no
significa que tenga que oír tus problemas como castigo.

Ya veo dijo el Sr. Connelly. No me presionó. Me alegro porque hubiera


estado demasiado tentada de contarle todo. Por qué pensé que a él le importaría,
no lo sé.

Es sólo temporal dije, pero no estaba convencida. De hecho, sabía que mi


papá planeaba mantenerme alejada de Internet por el resto de mi vida. Y nunca me
devolvería mi privilegio de conducir. Y nunca me permitiría salir con alguien. Y
nunca me dejaría hacer nada.

El Sr. Connelly frunció el ceño.

Cadence, siento haberte gritado esta mañana.

Estaba en shock y no sabía qué decir. Nunca antes un profesor me había


pedidos disculpas. No creía que lo tuvieran permitido.

Está bien susurré.

En realidad, no, no lo está replicó el Sr. Connelly . Estuvo mal. Y


entiendo porqué te pusiste ese mono. Otra razón por la que no debía gritarte.

Pensé por un momento.

No debía haber discutido. Debí haber hecho lo que pidió.

El Sr. Connelly se encogió de hombros.

Ellos querían que corriera al baño y llorase dije suavemente . Y no


quería darles lo que querían. Por eso me lo puse.

Lo sé.

Giré mi rostro. Pensé en mis padres, quienes estarían muy enfadados conmigo,
que no me habían perdonado por mi “gran error”. Así era como lo llamaban: el
“gran error”. No podía tener compasión por nadie por mi dolor y soledad. Era el
dolor de perder a mi mejor amiga, de perder la confianza de mis padres, de perder
mi posición de “chica buena” en el colegio. No me di cuenta de lo mucho que lo
echaba de menos que prefería ser considerada una virgen inocente a lo que todos
me estaban llamando ahora: una zorra. Necesitaba a alguien que se sintiera mal
por mí, y sabía que el Sr. Connelly se sentía así. Estaba ávida de compasión y decidí
hacerlo sentir culpable.

Lo hiciste.

¿Perdona? preguntó el Sr. Connelly.

Me hiciste correr al baño y llorar dije, escondiendo mi rostro. Y luego me


levanté de un salto del banco y empecé a caminar.

Estaba avergonzada. Quizás fue una mala idea. Parecía mucho mejor en mi
cabeza decir esas palabras en voz alta pero la realidad era algo completamente
diferente.

Cadence oí de detrás. Me encogí y aceleré el paso . ¡Cadence, espera!


Seguí caminando tan rápido como podía, con la barbilla metida de forma
protectora, los ojos pegados al suelo. No volvería al colegio mañana. Nunca podría
volver y enfrentar otro día de abusones. Nunca podía enfrentarlo a él. Huiría.
Empacaría esta noche, destrozaría la casa hasta que encontrase las llaves del coche
que papá escondió y dejaría el pueblo. Sólo conducir. Conducir hasta que llegara al
océano. Luego entraría con el coche al océano.

¡Siento haberte hecho llorar! dijo el Sr. Connelly, saltando frente a mí y


forzándome a detenerme.

Levanté la mirada hacia él, con los ojos brillando con lágrimas de ira.

Me sentí horrible por ello, dijo con suavidad.

¡No soy como una de esas chicas! grité, sintiendo la primera lágrima salir
de la esquina de mi ojo y deslizarse por mi mejilla para traicionar mi próxima
declaración . ¡No soy, como, sensible todo el tiempo!

El Sr. Connelly asintió.

¡Sólo estoy teniendo unos trece meses malos! sorbí. Las lágrimas estaban
filtrándose ahora, y las sequé con mis manos . ¡Y tú no ayudaste! Pudiste haber
sido más amable, ¿sabes? ¡Pudiste sencillamente dejarme en paz! ¡Lo que ellos
hicieron fue cruel y sólo estaba tratando de sacarle el mayor provecho!

Observé al Sr. Connelly luchar con qué decir o hacer. Casi lucía como si
quisiera estirar los brazos y abrazarme, luego recordó que era un profesor y yo era
una estudiante adolescente. Abrió su boca y luego la cerró. Fue incómodo mirarlo
retorcerse de incomodidad, y me hizo llorar más.

¿Puede irme, por favor? lloriqueé. No tenía un pañuelo. ¡Dios, odiaba


llorar! No había nada bonito en ello, y yo no iba a quedarme allí y dejar que mi
hermoso profesor de matemáticas viera los mocos bajando por mi nariz.

¿Cómo llegarás a casa? preguntó, sacando un pañuelo de su bolsillo y


dándomelo.

¿Qué demonios…? pero agarré el pañuelo de bolsillo porque estaba


desesperada por sonarme la nariz. Giré mi cara y me soné tan silenciosamente
como pude . ¿Qué es esto? ¿Los ochenta o noventa? pregunté, girándome para
estar de frente.

Él se rió por lo bajo.

Soy de la vieja escuela.

Metí la tela en mi puño. Ni en broma se lo devolvería.


De la vieja escuela, ¿eh?

El Sr. Connelly asintió.

Me encogí de hombros.

¿Quieres esta cosa de vuelta? levanté mi puño, con la tela metida con
seguridad y fuera de su vista.

El Sr. Connelly negó con la cabeza.

Todavía no.

No sabía a qué se refería, o quizá esperaba que lo lavase antes.


Definitivamente lo lavaría antes.

¿Qué dices si empezamos de nuevo mañana? preguntó el Sr. Connelly.

Refunfuñé.

¿Qué significa eso?

Significa “veremos” repliqué.

Me parece justo. Ahora, ¿cómo irás a casa?

Caminaré. Vivo a dos minutos del colegio mentí.

¿Estás segura?

Sí, Sr. Connelly. Está bien.

Asintió y abrió su boca para decir algo, pero luego lo pensó dos veces y la
cerró.

Me llevó cerca de dos horas caminar hasta casa, y maldije todo el camino. En
serio. Nunca había dicho tanto la palabra “joder” en mi vida. Y se sintió tan bien.
Que jodan al Crestview High. Que jodan a mis padres. Que jodan al mono. Que
jodan al juez que me dejó salir porque era mi primera y única ofensa. Que jodan a
Gracie por ser una zorrilla. Que jodan a Oliver por ser mi hermano. ¿Que jodan al
Sr. Connelly? Hmm, no. Él me dio su pañuelo de bolsillo, así que se la dejaré pasar.

Estaba empapada en transpiración y falta de aire cuando finalmente pasé por


la puerta principal de nuestra casa. Oliver estaba despatarrado por el sofá de la
sala de estar mirando un viejo episodio de Los Simpsons.

¿Dónde has estado? preguntó, con los ojos pegados a la pantalla . No te


vi en el autobús.
Lo ignoré y caminé hacia la cocina, agarré una botella de agua del refrigerador
y la terminé entera en cuestión de segundos. Luego fui directa a mi habitación y me
derrumbé en mi cama. Demasiado para mis planes de empacar e irme del pueblo.
No tenía la energía para doblar una camiseta, menos para conducir durante horas a
través de múltiples estados.

Miré fijamente a la pared opuesta sintiendo la sedosa consciencia parcial que


se escabulle a través de las extremidades justo antes de un sueño profundo. Era
tranquilizador y deliciosa, y eso me mentía.

Tu vida no es tan mala, Cadence decía, volando arriba y abajo de mi


corazón, a través de mis brazos y piernas, extendiéndose hasta cada dedo de las
manos y de los pies. Me adormeció hasta la indiferencia. No tenía que creerlo
mientras mi cuerpo se sintiera así de bien. Nada era así de malo mientras tuviera
una cama en la que acostarme, un lugar al que escapar, los sueños en mi cabeza
que siempre estaban esperando, mucho mejores que mi realidad.

Me hundí, con la cabeza hundiéndose más en mi almohada hasta que fui


transportada a la dulce oscuridad. Escape. Alivio.
3
Traducido por Emi_93
Corregido por MewHiine

—Cadence, te presenté voluntaria este domingo para repartir los programas


en la iglesia. —dijo Papá por sobre su cena.

Yo asentí y forcé otra pieza de pollo en mi boca. Era casi imposible comer.
Perdí el apetito después de ser arrestada.

— ¿Y cómo estuvo el primer día de regreso? —preguntó Mamá.

Pude ver que estaba ansiosa por oír buenas noticias, pero era reticente a
dárselas. Mi plan original era mentir sobre todo, hacerles creer a mis padres que
las cosas habían regresado a la normalidad, pero mentir es un pecado. Y se sentía
mucho más dulce decir la verdad.

Yo alcé las cejas. —Bueno, recibí el regalo más dulce de un grupo de chicas
esta mañana. Un mono naranja, de hecho. Muy parecido al que usé en el
reformatorio.

Oliver se atragantó con su pollo.

Papá achicó los ojos.

—Lo usé. Me imagine que se tomaron muchas molestias para encontrar un


traje de mi talla. Pero me metí en problemas por eso con mi profesor del primer
periodo, “Medianoche en un Mundo Perfecto”.

Mamá, Papá y Oliver me miraron confusos.

—Me refiero al Sr. Connelly —expliqué yo, sacudiendo la cabeza— Luego fui
bombardeada a lo largo del día con insultos. ¿Les gustaría oír algunos?

—No —dijo Papá quedamente.

Lo ignoré y los conté con los dedos. –Prostituta, perra, puta, furcia, y mi
favorita, nazi fascista. ¿Alguien sabe lo que significa eso?

Oliver me miró, la boca colgando abierta con incredulidad.

—Aún no puedo descifrar las referencias “ramera” y “furcia”. Tomé un voto


de castidad en octavo grado. —dije yo—. Recuerdan eso, ¿verdad, Mamá? Tú
dirigiste esa lección al grupo de jóvenes acerca de la pureza y esperar a estar
casados para tener sexo. Yo tomé el voto. No sé de qué estaban hablando estos
chicos. Nunca me he desnudado con nadie. —La ira estaba burbujeando, y sabía
que tenía que contenerla.

El rostro de Mamá se torno del color de las remolachas. Papá lucía


enfurecido, sosteniendo su tenedor en una mano y el cuchillo en la otra como
armas. Como si estuviera a punto de batallar conmigo. No pude detenerme.

—Entonces perdí el bus y tuve que caminar las siete millas hasta casa—
continué yo—. ¿Hay alguna oportunidad de que me restablezcan mis privilegios de
conducción?

—No —dijo Papá. Él me miró con una mezcla de ira y exasperación—. Ahora,
¿quisieras decirnos como fue realmente tu día?

Yo me ericé. Él no podía realmente no creerme. ¿Quién se inventaría algo así?

Yo dejé el tenedor en mi plato. —Te dije la verdad. Ese fue mi día.

—Cadence, dudo seriamente que tus compañeros de clase hayan sido tan
malos contigo —dijo Mamá.

—Exacto —acordó Papá—. Sabemos que quieres ser educada en casa y todo,
pero mentir sobre la forma en que eres tratada en la escuela no va a hacernos
cambiar de opinión. Ambos trabajamos, Cadence. No podemos permitirte quedarte
en casa de todas formas.

No podía creer lo que estaba oyendo. Mis padres estaban en completa


negación. ¿Ellos no tenían ni idea de la forma en que actuaban los adolescentes?
Los adolescentes eran malvados. Estaba siendo víctima de los abusones, y mis
padres se negaban a creerlo.

¡Sabía que debía haber conservado ese maldito mono!

—Ahora, te lo preguntaré de nuevo —dijo Papá—. ¿Cómo estuvo tu primer


día?

Me negué a hablar.

—Te hice una pregunta, Cadence —dijo Papá— ¿Cómo estuvo tu día?

Sabía que seguiría preguntándome hasta que le mintiera. Y dado que ya


pensaban que era una mentirosa, decidí seguir el juego.

Me mordí el labio inferior y luego tomé una profunda inspiración. —Estuvo


bien —murmuré yo.

—Perfecto —replicó Mamá, y tomó un sorbo de su Cola Light.


Yo miré del otro lado de la mesa a mi hermano. Él aún me estaba mirando,
pero ya no portaba una expresión de No-puedo-creer-que-mentiste-frente-a-
nuestros-padres. Había cambiado. Lucía preocupado. Y enojado. No sabía qué
interpretar de ello, y estaba demasiado cansada para intentar interpretarlo. Pedí
que me excusaran, pero me dijeron que tuviera algunos modales y me sentara en la
mesa hasta que terminaran todos. Así que me senté por el resto de la cena mirando
a mis padres comer y oyendo su intrascendente conversación sobre el trabajo y la
próxima colecta de comida en nuestra iglesia.

Cargué la cesta de la ropa limpia escaleras arriba a mi cuarto. Estiré el


pañuelo en mi cama y aparté el resto de mi ropa. Luego me senté y consideré cómo
era mejor doblar el pañuelo. Mientras consideraba un cuadrado y un triángulo,
recordé el día en que conocí al Sr. Connelly a un lado de la Autopista 28.
Particularmente en su expresión cuando me miró por primera vez. Lo ignoré
porqué estaba muy ocupada preguntándome si estaba mirando a un ángel. Pero
ahora que sabía que no (a menos que Dios envase ángeles a la Tierra para enseñar
cálculo), era libre de contemplar esa mirada.

Esa mirada.

Como si me conociese de algún lado pero fuera del todo nueva para él al
mismo tiempo. O como si todo tuviera sentido en ese momento. O como si
finalmente hubiera encontrado lo que no sabía que estaba buscando. Nadie me
había mirado así nunca, y sabía que no lo estaba imaginando. Lo vi. Lo vi cuando su
rostro se iluminó. Y luego apartó los ojos y murmuró algo sobre apartarse de mi
camino para que pudiera trabajar. No sabía qué hacer con ello ahora, o si el tiempo
desde nuestro camino a aun lado de la carretera había exagerado esa mirada en mi
mente, pero no lo creía. Creo que le gustó lo que vio, y yo estaba halagada. Y
confundida.

Miré una vez más al pañuelo. Que sea un triángulo, y oí el crujido de la puerta
de mi cuarto. Oliver metió su cabeza adentro.

—¿Estás bien?

—Vete —dije yo, alcanzando el pañuelo.

Oliver entró y se sentó a mi lado.

—Te creo —dijo él—. Sobre tu día. Oí a Braxton llamarte perra y le dije que si
no paraba de decir mierda sobre mi hermana, lo golpearía.

Yo sonreí.

—Solo que no puedo creer que dijeras esas cosas frente a Mamá y Papá —
siguió él, riéndose suavemente.
—Ellos preguntaron —repliqué yo.

—Creo que solo están asustados, Cay –dijo Oliver—. No quieren creer que
estés siendo víctima de los abusones.

—No me importa –dije yo—. Deberían creerme. Soy su hija y deberían


creerme.

Oliver se encogió de hombros. —Bueno, sí mentiste sobre la fiesta, y sobre


drogarte y robar una tienda. Y sobre tener que ir a la corte. Y sobre ser llevada al
reformatorio.

—¡Una vez! –grité yo, y Oliver se rió.

—No es como escaparse y beber, Cadence. –dijo él—. Es como un enorme y


maldito error, ¿sabes?

—Lo que sea.

Oliver se aclaró la garganta. —Mira, toda esta mierda se calmará.

No creí una palabra de eso.

—Solo tomará algo de tiempo. Algo o alguien nuevo saldrá al paso, y esos
imbéciles lo olvidarán todo sobre ti. –Dijo él— ¿Quieres que me siente contigo en el
bus mañana? —preguntó él.

Yo sonreí. — ¿Y arruinar tu reputación? Nunca te haría eso.

Oliver se encogió de hombros. — Me sentaré contigo, Cadence.

Yo negué con la cabeza. — Está bien. ¿Y por qué estás siendo tan amable de
pronto? ¿Pensé que nos odiábamos?

—Sí te odio, –dijo Oliver— Pero soy el único al que se le permite odiarte.
Nadie más puede hacerlo.

Yo me reí. — Eres un imbécil.

— ¿Quieres que digamos juntos nuestras oraciones? — preguntó Oliver.

— ¿Hablas en serio?

—No — respondió él y se puso de pie. Abrió la puerta de mi cuarto para irse.

—¡Espera! — llamé yo.

—¿Sí?

Yo estaba estupefacta. — ¿Por qué?


Él me miró confundido. — Porque eso es lo que haces. ¿Qué? ¿Tú no dices las
tuyas?

Yo negué con la cabeza.

—Bueno, tal vez por eso acabaste en el reformatorio.

No estaba segura de si estaba bromeando hasta que vi la sonrisa.

—Cabeza de trasero — murmuré mientras cerraba mi puerta.

***
Miré lo menos posible al Sr. Connelly al día siguiente en cálculo. Estaba
avergonzada sobre ayer. Le iba a dar su pañuelo después de clase, pero tenía una
línea de estudiantes en su escritorio en su mayoría chicas necesitando ayuda o
atención. Las que necesitaban ayuda tenían sus libros de matemática abiertos,
listos. Las que querían atención estaban volviendo a aplicarse brillo de labios
mientras esperaban.

Hoy yo era una “racista”. Eso era lo que estaba escrito en la nota dentro de mi
casillero esperándome después de cálculo. De hecho era “perra racista”. Esa podía
entenderlo fácilmente. El dueño de la tienda que intenté robar era un hindú en sus
cuarenta tardíos. Podría haber sido de cualquier color del arco iris, y no hubiera
hecho ninguna diferencia. Su tienda estaba en el medio de la nada, y todos
estábamos drogados: combinación perfecta para un robo. Arrugué el papel y lo
encesté en una papelera cercana, captando un vistazo de Gracie del otro lado del
salón. Casi corrí hacia ella.

—Hey —No estaba segura de que esperaba que dijera. No habíamos hablado
desde mi liberación. Sus padres eran firmes en que me mantuviera alejada de ella.
La escuela era la única oportunidad de hablar con ella, y ella me evitó todo el día de
ayer.

Sus ojos verdes me aguijonearon, buscando un escape.

—¿Crees que tal vez podamos sentarnos juntas en el almuerzo? —pregunté


yo. Cambié los libros a mi otro brazo.

—No puedo, Cadence—dijo Gracie—. Sabes que no se me permite…

— ¿Qué? ¿Tu mamá y tu papá te revisan en la escuela? ¿Cómo lo sabrían


siquiera?

Gracie silbó y bufó. — No se me permite.


Sabía que tenía tiempo limitado. El timbre estaba por sonar, así que había
decidido ir con la cosa más importante que quería decirle.

—Lo siento, Gracie —dije yo—. Debí haberte escuchado y no ir a esa fiesta.
No estaba tratando de molestarte. Solo tenía curiosidad. Cometí un grave error.
Pero fue un error. ¿Por qué no nos dejan salir tus padres?

Los ojos de Gracie se abrieron con incredulidad. — ¡Te drogaste! ¡Robaste


una tienda! ¿Por qué demonios nos dejarían mis padres salir de nuevo? — gritó
ella.

Yo me estremecí, avergonzada por su reacción y la reacción que provocó en


los otros estudiantes.

— ¡Arruinaste completamente nuestra amistad! — lloró ella, y luego la


campana sonó fuerte y duro—. ¡Y ahora me harás llegar tarde a clase!

Ella golpeó la puerta de su casillero y se apresuró por el pasillo. Yo me quedé


sorprendida, viéndola girar la esquina y desaparecer. Consideré mis opciones: ir a
clase o saltarme la escuela. Estaba tratando de ser buena, así que sabía que debía ir
a clase. Pero estaba cansada y temerosa y triste por Grace mejores razones para
saltarse las clases en su lugar.

Yo agarré mi bolso de libros de mi casillero y enfilé por la puerta de salida.


Podía deslizarme fuera sin ser vista e ir a alguna parte. A donde fuera, mientras no
fuera a casa. Mis manos estaban en la manija de la puerta cuando el Sr. Connelly me
llamó desde atrás.

— ¿A dónde vas, Cadence? — preguntó él.

No me giré. — A clase.

—La única clase que sé que es dictada afuera es PE —dijo él—. Y vas por el
camino equivocado. Y, por cierto, hay una cámara. —dijo él.

Me congelé.

Alcé la mirada y miré a mi derecha. No había cámara. Yo miré a mi izquierda.


Una cámara. ¿Cuándo instalaron eso?

— ¿Qué ocurre? —preguntó el Sr. Connelly.

Yo salté. No lo había oído moverse, y ahora estaba parado detrás de mí.

—Es solo que no me siento con ganas de estar aquí hoy—seguí mirando la
puerta. Mi salida. Mi libertad. ¿Podría escapar de mi profesor de matemáticas si
fuera tras de mí?
—Cadence, eres lo suficientemente lista como para saber que no tienes
opción. Y también eres lo suficientemente lista como para saber que te meterás en
problemas mayores con tus padres. —dijo el Sr. Connelly.

—No me importa —murmuré yo.

—Sí te importa.

Yo asentí. Tenía razón. Trabajé durante un mes entero desde mi salida de


detención juvenil para regresar a buenos términos con mis padres. Quería que me
mirasen de la manera que solían hacerlo. Mamá era un poco más inclinada a
perdonarme, pero no confiaba en mí. Papá no me había perdonado para nada, y
cuanto más trabajaba en mostrarle que había cambiado, más imperdonable se
tornaba.

La ironía era que no necesitaba mostrarles a ninguno que había cambiado,


porque no lo había hecho. Siempre había sido una buena chica, incluso cuando
cometí ese error.

Sí, era un error terrible drogándose y robando una tienda de


alimentación pero no alteró quién era. No me convertí de pronto en una adicta a
las drogas o en una criminal de cuidado. Hice una elección mala que me marcó de
por vida, al menos a ojos de mis padres.

No fui hasta que salí de detención que entendí las expectativas de mis padres.
Se esperaba que siempre fuera perfecta. Nunca se me permitió cometer un error, y
cuando finalmente lo hice, pagué el precio mayor. No solo no me perdonaban y
probablemente nunca lo harían, sino que no creía que les agradara más.

—Ven conmigo y te escribiré un pase de tarde —dijo el Sr. Connelly.

Yo lo seguí dubitativamente al salón de clase y me metí por la puerta


mientras él escribía una nota. Me la pasó, y yo saqué su pañuelo de mi bolsillo.

—Un intercambio —dije yo, ofreciéndole su tela.

—No lo necesito —replicó él— Puedes quedártelo, dado que pareció gustarte
tanto. —sonrió él.

Y me gustaba.

Sonreí. — ¿Alguna vez se lo has dado a alguien que lo ha usado y te lo ha


devuelto?

—No. Nunca dejé que nadie lo usara hasta ti. —dijo él. Sentí que el calor
salpicaba mi piel. Quise preguntarle por qué me dejó usarlo, pero lo pensé mejor.

— ¿Es un pañuelo especial? —pregunté en su lugar.


—De mi abuelo — replicó el Sr. Connelly.

—Oh, mi Dios —susurré yo, mirando el pañuelo— Lo puse a lavar con la ropa
blanca. ¡En el ciclo regular!

El Sr. Connelly se carcajeó. — Está bien. Aún en una pieza.

— Sr. Connelly, no puedo quedarme esto. Por favor, tómelo. Algo terrible le
ocurrirá, lo sé. Esa es mi suerte, ¿ve? Por favor, tómelo. —Moví el pañuelo en su
rostro.

—Ve a clase, Cadence —dijo el Sr. Connelly. No lo tomaría.

—Por favor — rogué yo, moviéndolo adelante y atrás.

—Ve a clase –dijo él gentilmente—. Te haré saber cuando lo quiera de vuelta.

Caminé a Inglés agarrando su pañuelo, confusa y frustrada porque no lo


tomara de vuelta. ¿Qué querría que hiciera con él?

***
Todas esas películas de adolescentes que enmarcan el tiempo del almuerzo
en la secundaria como el peor periodo del día son completamente certeras. Es el
peor tiempo si no tienes amigos. No soy una persona egocéntr ica por naturaleza,
pero me sentía increíblemente incómoda hoy sentada sola en la mesa de los
rechazados. Pensé en sentarme junto a Gracie, pero ella dejó claro que nuestra
amistad había terminado. Lo que más me hería era que pensaba que ella estaba
usando a sus padres como una excusa. Seguro, sabía que ellos no me querían cerca
de ella, pero ella no estaba tratando de pelear por mí porque no quería. Ella me
alejó, y esa certeza era como una bofetada en el rostro.

Vi al Sr. Connelly entrar en la cafetería. Supuse que su primera tarea en el año


escolar era supervisar a la multitud del comedor. Sabía que los maestros rotaban
tareas, y monitorear la hora del almuerzo debía de ser, por lejos, la peor. Tenía una
bolsa de almuerzo. Pensé que era lindo y tonto. No sé por qué. La comida en su
bolsa era probablemente muy superior a la porquería en mi bandeja.

Vi por el rabillo del ojo que veía hacia mí.

¿Qué estás haciendo? No vengas hacia aquí. ¿Oíste lo que dije? No. Vengas.
Hacia. Aquí.
El Sr. Connelly dejó su bolsa en la mesa y se deslizó en una silla a algunas
sillas de distancia de la mía. Me calenté al instante. Era furia instantánea. O
frustración. O vergüenza. No sé. Tal vez las tres.

—Hey, Riley —le dijo él un chico del otro lado de la mesa de donde estaba él.

—Hola, Sr. Connelly — replicó Riley. Él regresó a la lectura de su comic.

— ¿Qué hay, Nicole? — dijo el Sr. Connelly, volviéndose a una chica a la


izquierda de él. ¿Cómo es que ya sabía los nombres de estos chicos?

Nicole sonrió y empujó las gafas por su nariz. — Hola, Sr. Connelly.

— ¿Cómo va tu día? —preguntó él.

Ella sonrió de nuevo. — Um, bien, creo.

— ¿Decidiste si vas a ir al basquetbol? —preguntó él.

— No estoy segura. Supongo, —respondió ella.

Yo bajé la cabeza, los ojos pegados a mi bandeja de comida, dejando que mi


pelo escudara mi rostro. ¿Tenía el Sr. Connelly un cerebro mágico o algo? Solo era
el Segundo día de escuela. ¿Cómo podía recordar los nombres de estos chicos
cualquiera y conversaciones previas con ellos? Debía de enseñarles a más de 100
estudiantes. ¿Y, de todas formas, por qué se estaba sentando en esta mesa? Toda la
cosa era rara.

—Hola, Cadence — dijo el Sr. Connelly.

Yo salté en mi asiento. — Hey.

— ¿Estás bien?

Mi vida voló completamente, y me viste borboteando como un bebé ayer. ¿Qué


crees?

—Bien — respondí yo, retorciendo mi tenedor en mi puré de patatas acuoso.

— ¿No tienes hambre?

Yo bufé y alcé el contenedor de patatas para darle una mejor vista.

— ¿Esto te parece apetitoso? — pregunté yo.

Él sonrió. — No demasiado. ¿Quieres compartir mi emparedado?

No, no quiero compartir tu emparedado. ¡Deja de ser amable y lindo!

Negué con la cabeza.


—Probablemente necesites comer algo. Ayuda al cerebro a funcionar mejor.
Además de que eres realmente pequeña.

Oh, mi Dios. No comentes sobre mi tamaño.

Él intentó otro tema. — ¿Estás cuidando bien mi pañuelo?

Lo miré. — ¿Puedo devolvérselo ahora?

—No, solo te estaba preguntando si lo estabas cuidando bien.

No tenía idea a qué se refería. ¿Qué se suponía que tenía que estar haciendo
con su pañuelo? Yo deslicé instintivamente mi mano en el bolsillo. Aún estaba allí.
Sano y salvo.

—Está en mi bolsillo — respondí yo.

—Bien.

No pude aguantarlo más.

—¿Por qué se está sentando aquí? — demandé yo. No era mi intención que
sonara como una acusación.

—¿Hay alguna razón por la que no pueda hacerlo? —preguntó él.

—Es solo que es raro. Hay una mesa de maestros, usted sabe.

—No quiero sentarme en esa mesa.

—Bueno, usted está en la mesa de los rechazados, solo para que lo sepa —
dije yo, y la cabeza de Riley se levantó de pronto, una mirada de desdén en su
rostro.

—Es verdad—argumenté yo.

—No veo a ningún rechazado — dijo el Sr. Connelly— Y estás siendo grosera.

—Lo que sea —me puse de pie y agarré mi bandeja—. Me largo de aquí.

—Buen viaje —murmuró Riley.

—Difruta el resto del día, Cadence —dijo el Sr. Connelly.

—Usted disfrute del resto de su día —le solté en respuesta. Soné como una
imbécil.

Fui pisando fuerte hasta mi casillero. Estaba molesta, a pesar de que sabía
que no tenía derecho a estarlo. Era el Sr. Connelly. Siempre aquí. Siempre allá. Lo
veía demasiado, y solo era el segundo día de clase. No me gustaba la forma en que
me hacía sentir, en su mayor parte porque no podía definir la sensación. Y no me
gustaba cargar por ahí su pañuelo. ¿Qué era eso? Pensé que era alguna clase de
juego de poder, y decidí dejarlo en su escritorio después de que cambiara mis
libros.

Abrí mi casillero a la arena. Se desparramó todo sobre mis pies, hasta mis
zapatillas bailarinas.

¿Qué demonios? ¿Quién sabía la combinación de mi casillero? El mono de


ayer era una cosa: No tenía un candado aún. Pero hoy sí lo tenía, y aún así tenía un
regalo esperándome.

Me eché hacia atrás para sacarme mis zapatos y sacar la mayor parte de la
arena antes de ir hacia la oficina.

—Necesito un nuevo candado —dije rudamente.

La recepcionista detrás del escritorio, la Sra. Kinder, apretó los labios.

— ¿Puedo pregunta por qué?

— Porque algunos estudiantes saben mi combinación, y metieron arena en


mi casillero—respondí yo—. Tengo arena en mis zapatos.

La Sra. Kinder frunció las cejas. — Bueno, eso es desafortunado.

—Sí, lo es —corté yo—. ¿Y quién está a cargo de supervisar los videos de


vigilancia? Quiero decir, tienen cámaras pegadas en cada pared de esta escuela.
¿Por qué nadie se mete en problemas por molestarme?

—Por favor, cálmate —dijo la Sra. Kinder.

—¡No! —grité yo—. ¡Y no voy a limpiar toda esa jodida arena!

Oh mierda. Mierda mierda mierda.

— ¿Disculpa?

No era justo. Yo nunca, en toda mi vida, había dicho esa palabra en frente de
un adulto. Especialmente de uno que tuviera tanto poder sobre mí. Estaba en
problemas serios.

—Sra. Kinder, oh mi Dios. Lo siento. No quise decir eso. No se lo estaba


diciendo a usted. —dije yo. Decidí que mi mejor esperanza de evadir el castigo era
traer las lágrimas—. ¡Es solo que es horrible! –lloré yo—. ¡Me están molestando, y
estoy cansada, y hay arena en todos lados!

El rostro de la Sra. Kinder se relajó.


—Tiene todo el derecho a estar molesta, y debería meterme en problemas,
¡debería! Pero se lo pido. ¡Por favor no llame a mis padres! ¡Haré detención de
mañana todo el año si no llama a mis padres!

Yo aspiré por la nariz y me sequé la nariz con el dorso de mi mano como una
niña de cuatro años. Era tan lastimoso, y ni siquiera estaba fingiendo ya. Saqué el
pañuelo de mi bolsillo y lloré en él.

—Cariño, está bien. Y no tendrás que limpiar la arena. Cálmate y toma


asiento.

El peso en mi pecho me hizo imposible responder, así que asentí y me senté.


Justo entonces la puerta de la oficina se abrió de golpe, y entró el Sr. Connelly. Por
supuesto que entró. Porque yo estaba sentada en la oficina, llorando y sosteniendo
su pañuelo usado.

—¿Cadence? ¿Estás bien? —preguntó él.

—¿En serio? — susurré yo—. ¿Tiene que estar aquí justo ahora? — No miré
su rostro.

—Sí —respondió él— Necesitaba revisar mi correo. Lamento si eso te


molesta.

—No me molesta — solté yo, entonces me saqué un zapato y comencé a


secarlo con su pañuelo.

—Hmmm —dijo él, mirándome.

—Oh, lo siento — respondí yo, mirándolo, moviendo el pañuelo en su


rostro— ¿Esto te molesta? Porque he estado tratando de devolvértelo, y tú no lo
tomaste, y pensé que solo lo usaría para lo que carajo quisiera. –Solo maldije
entonces porque la Sra. Kinder había entrado en la oficina trasera para llamar a un
conserje. Seguí limpiando mi zapato.

El Sr. Connelly se escurrió a mi lado. — Puedes usar mi pañuelo para lo que


carajo quieras. —dijo él suavemente.

El aliento se me atoró en la garganta. Respira, Cadence. Pero no podía


recordar cómo.

—Ahora, ¿me dirías por qué estás sacando arena de tus zapatos? —preguntó
él.

—Arena en mi casillero —dije con voz ahogada—. La arena… —tomé una


larga y satisfactoria bocanada—… se esparció cuando abrí la puerta.

—Hmmm.
Justo entonces, la Sra. Kinder volvió al cuarto y me llamó desde el mostrador.

—Cadence, este es tu nuevo candado –dijo ella, pasándomelo—. Aquí está la


combinación. Sugiero que te la aprendas de inmediato y luego tires este papel.

Veintiseis, 17, 2. Veintiseis, 17, 2. —Ya lo tengo. –dije yo—. Y por favor tírelo
—Me volví para irme luego me detuve y me volví hacia la Sra. Kinder una vez más.

—Gracias —susurré yo.

Ella sonrió y asintió.

Dejé la oficina sin saludar al Sr. Connelly y regresé a mi casillero. Keny, el


conserje, ya estaba aspirando la arena del suelo. Él apagó la aspiradora cuando me
acerqué.

—No quise aspirar tu casillero hasta que sacaras tus libros. No quería tocar
tus cosas. —dijo él.

—Oh, nada en mi casillero es importante. Si quieres destruir los libros de


texto, no me importaría. Puedes robártelos si quieres —le ofrecí.

Él se rió. —Ha pasado un largo tiempo desde que estuve en la secundaria. Y


fue lo suficientemente malo la primera vez. No necesito tus libros para que me lo
recuerden.

Yo me reí. Me gustaba Kenny. Era un caballero viejo en sus sesenta largos con
cabello gris y una gran barriga que había trabajado en la Secundaria Crestview
desde que yo había empezado. Él era amable con todos los estudiantes, y la
mayoría eran amables con él.

—¿Te importaría aspirar mis zapatos? —pregunté, apilando el último de mis


libros en el suelo.

Kenny acabó de limpiar mi libro de historia antes de moverse a mis zapatos.


Los saqué uno por vez, parándome un pie y luego en el otro para que mis pies
descalzos nunca tocaran el suelo sucio del pasillo.

Kenny incluso fue lo suficientemente amable para pasar la aspiradora por


mis plantas descalzas, aspirando los últimos granos obstinados en mi piel.

—Gracias, Kenny —dije yo, metiendo mis libros de nuevo en mi casillero.

—No hay problema, Cadence —respondió él— Lamento que te haya pasado
esto.

Yo me encogí de hombros. —Bueno, supongo que no debí aterrizar en


detención juvenil. Entonces esto no habría pasado.
—No importa lo que haya ocurrido en el pasado. Los chicos no deberían estar
haciéndote esto. —dijo él.

—Está bien. Tengo un nuevo candado —dije yo, sosteniéndolo en alto y


alzando las cejas.

—Buena chica —y luego dijo adiós, tirando de la aspiradora de tamaño


industrial detrás de él.

***
Me sorprendí cuando Oliver se deslizó en un banco a mi lado.

El conductor del autobús gritó para que todos se apresuraran a sentarse. Ya


estábamos atrasados en la agenda.

— ¿Estuvo mejor hoy? —preguntó Oliver.

— ¿Qué? ¿Mi día?

Oliver asintió. Yo bufé.

— De color de rosa –dije yo.

— ¿Qué ocurrió?

—Bueno, Garcie no se sentó a mi lado en el almuerzo, y luego después del


almuerzo, abrí mi casillero y un montón de arena se desparramó por todas
partes—dije yo.

— ¿Cómo es eso? Tienes un candado —respondió Oliver.

—Uno malo aparentemente — dije yo—. O un chico que trabaja en la oficina


está pasando a alguien la información.

Oliver suspiró. — ¿Por qué no solo huimos?

Yo me reí. — ¿Tú y yo? Nos mataríamos. Y de todas formas, ¿por qué estás
deseando empacar y dejar la ciudad?

—Como si te fuera a decir —murmuró él.

—Bueno, ya has dejado entrever algo. Aludiste a ello.

Oliver suspiró de nuevo.


—Está bien. Deja de suspirar y dime —demandé yo.

—Creí que Kim ya no estaba saliendo con Daniel —dijo él quedamente.

—Ohhh —me moví en mi asiento—. Bueno, si has oído un rumor, sabes que
no es verdad. Los rumores rara vez lo son.

—¿No lo son?

—¿Soy una prostituta? —pregunté yo.

—No lo sé. ¿Lo eres? —preguntó Oliver, y sonrió.

Yo le golpeé el brazo. —Eres un cabeza de trasero.

Él se rió y negó con la cabeza. —Realmente me gusta.

—Sé que es así. Te ha gustado por dos largos años.

—Daniel es un verdadero tonto —murmuró Oliver, cerrando las manos en


puños.

—Sí, lo es —No conocía a Daniel para nada, pero estaba de acuerdo con mi
hermano porque estaba sufriendo. Si él hubiera dicho que Kim era una perra
estúpida, también habría estado de acuerdo en eso.

—¿Cuándo crees que podrás conducir, Cay? —preguntó Oliver—. Esto del
autobús apesta.

—Lo estoy intentando, Oliver. De verdad. ¿No puedes ver lo duro que he
estado trabajando?

Oliver asintió. —¿Qué ocurre con Mamá y Papá?

—Se llama castigo brutal —respondí yo.

—Sí, ¿pero no era para eso la detención?

—Eso era castigo del estado. No de Mamá y Papá. —aclaré yo.

Oliver suspiró. De nuevo.

—Nunca tendrás tu coche de nuevo.

Yo envolví mi brazo alrededor de su hombro. —Oh, seguro que lo haré —dije


airadamente—. Probablemente cuando me gradué.

Él bufó. — Estás arruinando totalmente mi vida.


4
Traducido por 3lik@
Corregido por Armonía&paz

Me quedé en las puertas del santuario sosteniendo una pila de programas.


Llevaba un vestido rayado azul y blanco con zapatillas de ballet. Mi cabello caía
encima de mi hombro en una trenza suelta, y mis ojos azules lucían sin maquillaje a
excepción de un poco de rímel. Opté por una mirada inocente.

Traté de no sudar en los programas, pero mis manos estaban húmedas. Esta
era la última forma de castigo—decir “hola” a todos los miembros de la iglesia que
pasaban dándome miradas sospechosas o compasivas. Ahora entendía por qué
papá me dio este trabajo. Quería recordarme que estaba siendo juzgada, que
nuestra iglesia no me había perdonado por mis transgresiones y que tenía mucho
trabajo que hacer para recuperar ese estado de “niña buena”.

—Buenos días, Sra. Warren —dije con dulzura, extendiendo un programa.

—Cadence —dijo ella, y arrebató el papel de mi mano.

—Buenos días, Sr. y Sra. Sunder.

—Me alegro de verte, Cadence —Respondió la señora Sunder. Fue amable


pero reservada.

—Buenos días, Sr. Connelly.

¿Qué?

—Hola, Cadence —respondió el Sr. Connelly.

— ¿Asiste a la iglesia? —Le pregunté. Nunca lo había visto antes.

Sonrió con paciencia e ignoró mi pregunta. —Esta es mi madre, Naomi.

—Yo soy la que asiste a la iglesia, querida —dijo. Sus ojos brillaban, y pensé
que iba a hacer algo.

—Oh. Hola, Sra. Connelly —Respondí.

—Arrastré a Mark aquí hoy —dijo, empujándome. —Como si la iglesia fuera


tan aterradora, ¿no?
Forcé una sonrisa. Justo para mí, realmente lo era.

—Y yo tengo un motivo ulterior —Continuó.

—Mamá…

La Sra. Connelly ignoró su hijo. —Esta iglesia es bastante grande, ¿eh?

Asentí con la cabeza.

—Y llena de hermosas mujeres que aman al Señor.

—Mamá...

—Estoy jugando a la casamentera —dijo ella, mirándome de arriba a abajo.


Me agarró del brazo y me atrajo hacia sí. —Mark ha estado en una mala racha de
citas por...

—¡Madre!

La Sra. Connelly miró a su hijo, sus ojos repentinamente eran suaves y tristes.
—Cariño, no quiero ser insensible.

—Por favor, detente —dijo el Sr. Connelly con los dientes apretados. Su
cuerpo estaba tenso al máximo, y me moría de ganas de saber lo que la señora
Connelly iba a decir antes de que él la interrumpiera.

Ella se volvió hacia mí y me miró de arriba una vez más. Al parecer le gustó lo
que vio porque sonrió con aprobación y dijo; — ¿Cuáles son tus planes después de
la iglesia, querida? ¿Te importaría almorzar con nosotros?

Mis ojos casi salen desorbitados de mi cabeza.

—Mamá, Cadence es una de mis estudiantes.

— ¡Oh mi! —Exclamó la Sra. Connelly. Agarró el programa que


automáticamente le extendí. — Juro que ahora nunca las niñas aparentan sus
edades. Cadence, querida, lo siento mucho.

Abrí la boca y luego la cerré. Y entonces abrí mi boca de nuevo y volví a


cerrarla. Me veía como un pez tratando de respirar.

La Sra. Connelly se aclaró la garganta. —Entonces, ¿en qué grado estás?

—Último de Secundaria —le contesté. Pienso que luzco mucho a una de


último. La Sra. Connelly debe ver algunas de las chicas de mi clase. Se ven como si
estuvieran pasados de sus veinte años.

—Una de último —dijo. —Bien por ti. ¿Sabes a qué universidad irás?
Ella sólo me estaba haciendo estas preguntas porque estaba avergonzada
después de descubrir que era un partido inapropiado para su hijo.

—Espero respuestas dentro de poco —le contesté. Estuvimos de pie


incómodamente antes que el Sr. Connelly se llevara a su madre.

—Debemos entrar ahora. —Puso su mano en el codo de su madre y la


condujo al santuario.

Los vi serpenteando a través de la multitud con algunos asientos disponibles.


¡Al lado de mis padres! Papá estrechó la mano del Sr. Connelly y le señaló el asiento
de al lado. El Sr. Connelly asintió y lo dejó abierto. Mi asiento. Justo entre mi padre
y mi muy lindo, muy fuera de los límites, maestro de matemáticas.

Me quiero morir.

Tan pronto como escuché el comienzo de la música, supe que era hora de
entrar. Deje el resto de los programas en una mesa cercana y caminé
tentativamente en el interior del santuario. Me deslicé en nuestra fila usual e
intenté con todas mis fuerzas no mirar al Sr. Connelly. Pero fue imposible, y cuando
lo hice lo vi vislumbrar una pequeña sonrisa en sus labios. ¿Qué fue eso? Rodé los
ojos y dirigí mi atención a la gran pantalla en el escenario que puso de relieve las
palabras de la canción actual.

La nuestra era su típica enorme iglesia sin denominación con sus asistentes
portando Starbucks, una banda de la iglesia que le gustaba tocar los éxitos de U2
antes del servicio, y un pastor que siempre usaba jeans. Él enseñaba más que
predicar, lo que me gustaba mucho, nunca había sido el tipo de chica que disfrutara
de los sermones ni menos sudar.

La iglesia era más un auditorio que un clásico santuario y no había bancos.


Sólo filas y filas de sillas acolchonadas. No hay himnarios. No pasos al frente. No
púlpito. Ninguna de las cosas “de las iglesias” tradicionales. Rara vez tomamos la
comunión. Y muchas personas vestidas de manera inapropiada, por lo menos
según mi mamá. Ella se puso lívida la primera vez que vio pasar a una chica
adolescente usando unos pantalones de chándal con la palabra “Jugosa” plasmada
en su trasero.

Después de recoger la ofrenda, el Pastor Tom subió al escenario y comenzó


su lección. El Sr. Connelly no tenía una Biblia, y mientras que los versos se
mostraban en la pantalla de enfrente, yo los compartía con él. Otro hábito cliché;
cuando ves a alguien sin una Biblia, tu compartes la tuya. Yo no debería, sin
embargo, porque cuando él se inclinó hacia mí para obtener una mejor visión de la
página, olí su colonia. Y me hizo sentir algo que no se suponía que debía sentir el
interior de un santuario. O auditorio. Auditorio Santo.
Lo que sea.

—Así que es realmente sobre opciones comparativas; lo que puedo hacer


versus lo que debería hacer El pastor Tom procedió. — Tenemos la voluntad de
elegir. Así es como Dios nos diseñó. El libre albedrío. Todo está permitido. Ve y
hazlo. Pero entiende las consecuencias en primer lugar.

Aspiré profundamente, casi saboreando la colonia en mi lengua, y quería


descansar mi cabeza en el hombro del Sr. Connelly.

—Vamos a leer este versículo de nuevo dijo el pastor Tom. —Pablo dice:
‘Todo es permisible, pero no todo conviene. Todo es permisible, pero no todo es
constructivo". Así que sí, puedes hacer lo que quieras, ¿cierto? Claro. Pero ¿por qué
hacer algo que en última instancia le haría daño? Lo que realmente necesitas
preguntarte a ti mismo antes de participar en cualquier cosa es, ¿Esto es glorificar
a Dios o a mí?

El Sr. Connelly tiene bonitos labios.

—Y por qué no nos lo tomamos completamente fuera del contexto “cristiano”


por un minuto Él continuó.

Me pregunto cómo sería besarlos.

—Si usted cree en Dios o no, las palabras de Pablo resuenan en todos
nosotros. Pregúntese esto; se me permite hacer lo que quiera, pero ¿cómo va a
afectar mi vida, mi salud, mis relaciones, mis amistades, mi comunidad? Porque
esas cosas importan. Y a menos que usted sea completamente autodestructivo,
Quiere vivir una vida sana, tener relaciones saludables. Quiere lo mejor para su
comunidad.

¿Qué estoy pensando? ¡No puedo besar a mi profesor de matemáticas!

—Así que, en esencia, eso es vivir "Ventajoso" Explicó el pastor Tom.

Pero tal vez podría darle un beso. Sólo uno pequeño.

¿Crees que es una buena idea, Cadence? Escuché a mi conciencia preguntar.


Quiero decir, ¿no has prestado atención a la lección los últimos treinta minutos?

¿Qué lección?

La lección de no hacer cosas que no deberías estar haciendo. Gustarte tu


profesor de matemáticas, por ejemplo. ¡Pon atención! gritó mi conciencia.

Negué con la cabeza y resoplé.

Sólo estaba fantaseando, argumenté.


Y ahí es donde empiezan los problemas.

Al final de la lección, cantamos una canción más. No canté cualquiera de las


canciones en el inicio del servicio porque estaba demasiado nerviosa al estar tan
cerca del Sr. Connelly. Pero no pude resistir la canción de cierre, y al cantarla junto
con la multitud, olvidando por un momento que el Sr. Connelly estaba de pie a mi
lado hasta que mencionó mi canto después de la iglesia.

—Tienes una voz muy bonita, Cadence dijo.

—Gracias le contesté, con los ojos clavados en el suelo.

—Si hay un coro, deberías estar en él continuó.

—No hay coro aquí. Es una iglesia contemporánea le dije, sonriendo.

—Así lo deduje. ¿Y supongo "contemporáneo" define un lugar de culto que,


de ninguna manera, se asemeja a una iglesia tradicional? preguntó.

Exacto Contesté.

Es muy furtivo dijo.

Me eché a reír. ¿Furtivo?

Oh, sí. ¿Haces que esto parezca atractivo y quién puede resistir?
preguntó.

Instintivamente me alisé el cabello. Sabía que él se estaba refiriendo a


nuestro servicio de la iglesia, pero la forma en que me miró sugería que estaba
realmente hablando de mí. Era la misma mirada. El de la carretera 28.

¿Sr. Connelly?

¿Sí?

Perdón por ser grosera con usted en la oficina cuando estaba limpiando
mis zapatos le dije.

Está bien, Cadence. Estabas teniendo un mal día. Respondió.

Me encogí de hombros. Lavé su pañuelo. Una vez más. Esta vez en el ciclo
delicado.

El Sr. Connelly sonrió. Cadence, tu no...

Por favor, tómelo susurré, buscando en mi bolso. Le di el pañuelo, y lo


tomó de mala gana. Si me lo quedo, sólo alentará más llanto le dije a la ligera.
Estoy tratando de dejar de llorar tanto.
El Sr. Connelly asintió. —No me importa que llores en mi pañuelo, Cadence.

Quería que él dejara de decir mi nombre tanto, que dejara de ser tan amable.
Es inadecuado, y me di cuenta que me gustaba demasiado. No quería
acostumbrarme a la bondad de un hombre que se suponía iba a estar mínimo en mi
vida.

—¿Cadence? ¿Estás lista? —Preguntó papá.

—Sí —le respondí. —¿Um, papá?

—¿Sí?

Pensé en presentar al Sr. Connelly a mi padre, pero pronto cambié de opinión.


Ellos se dieron la mano y habló. Tal vez papá sabía que era mi profesor de
matemáticas.

— Uh, ¿podemos ir a buscar comida mexicana? —Le pregunté en su lugar.

— No.

Por supuesto, yo ya sabía que papá diría que no. Me encanta la comida
mexicana, y él la odiaba, así que nunca la comemos. Nunca.

Me di la vuelta para decirle adiós al Sr. Connelly. Estoy segura de que tenía
decepción escrita por todo mi rostro. Estaba cansada de escuchar la palabra “no”.
La escuchaba todos los días, sobre las cosas más insignificantes.

¿Puedo ver Crónicas Vampíricas 1?

No.

¿Puedo saltarme la cena?

No.

¿Puedo tomar un paseo por el barrio?

No.

No podía respirar por los “no” apilados encima de mí, presionando en mi


corazón, sofocando mi cerebro, por lo que era imposible tener pensamientos
positivos.

1 Nombre de la serie basada en los libros The Vampire Diaries de L.J. Smith en España.
Miré de nuevo al Sr. Connelly, dándole una expresión de “bueno, ahí lo
tienes”. Él negó con la cabeza ligeramente y se encogió de hombros, en silencio
diciendo; “Oye, qué vas a hacer, ¿verdad?”

—Adiós, Cadence —dijo el Sr. Connelly.

Le ondee la mano y seguí detrás de mis padres y mi hermano fuera del


santuario.

***
Me quedé muy sorprendida cuando el Sr. Connelly colocaba una bolsa grande
en la mesa delante de mí en la cafetería. Todo lo que podía hacer era mirar el
nombre del restaurante impreso en el frente; Moe Southwest Grill.

—Tu padre dejó esto para ti en la oficina. Yo estaba allí, así que le dije que te
lo llevaría—explicó el Sr. Connelly.

Era un gran, gorda mentira. Papá nunca en un millón de años me llevaría el


almuerzo.

—¿Vas a comer? —preguntó, tomando el asiento a mi lado.

Lo único que pude hacer fue asentir y mirarlo. El Sr. Connelly se rió entre
dientes y metió la mano en la bolsa, sacando papas fritas, salsa y un gran burrito.

—Tu padre te consiguió uno de pollo —dijo. — Con guacamole. —Sonó más
como una pregunta.

—Me gusta el pollo —le contesté. —Y me encanta el guacamole.

—Bien. —Parecía aliviado, como si consiguiera mi orden correcta.

Miré a Nicole y a Riley que empapaban sus platos con piezas de lasaña poco
apetitosas de la cafetería. Volví a mirar a mi comida sabiendo que nunca podría
comerlo todo. Sentí un ligero murmullo en mi estómago algo que no había
sentido en mucho tiempo pero no era el tipo de hambre que podría atiborrarme
toda esta comida.

—¿Les gustaría un poco chicos? —Pregunté.

Me miraron y fruncieron el ceño.

—No voy a ser capaz de comerlo todo —le dije. —Nicole, dame tu cuchillo.

Ella me lo entregó, y corté mi burrito en tres piezas antes de recordar al Sr.


Connelly.
—No quiero nada —dijo el Sr. Connelly, cuando me disculpé con él. —Pero
gracias, Cadence.

No sabía por qué no quería nada de los alimentos que él pagó. Y no sabía por
qué la trajo para mí en primer lugar. ¿Me vi tan desesperada y decepcionada en la
iglesia ayer cuando papá rechazó mi sugerencia de almuerzo? Traté de ignorar lo
extraño que era la situación y le pasé a Riley y a Nicole un pedazo de mi burrito.
También empujé las patatas fritas y la salsa en el centro de la mesa. Todos nos
acercamos más juntos para llegar a las patatas y la salsa y en el proceso,
accidentalmente le di un codazo al Sr. Connelly. Murmuré una disculpa, y luego
mordí la mejor comida que he comido en la escuela.

***
Decidí que lo más cortés era darle las gracias al Sr. Connelly por comprarme
el almuerzo, pero estaba demasiada avergonzada para hacerlo cara a cara. En
cambio, ignoré la conferencia de historia en el sexto período y le escribí una nota
de agradecimiento. Hubiera sido mucho mejor en un papel de papelería y no en
uno de mí cuaderno, pero no podía ser exigente si quería dárselo a él al final del
día.

Lo vi salir de su salón de clases al comienzo del séptimo período, y me deslicé


dentro de forma rápida para colocar la nota doblada en su escritorio. Me apresuré
a salir del salón antes que regresara; no quería ser sorprendida en el acto. Traté de
ignorar el aleteo de mi corazón cuando me lo imaginé leyendo la nota antes de la
clase;

Estimado Sr. Connelly,

Gracias por traerme el almuerzo hoy. Sé que no era de mi papá. Él nunca haría
algo agradable para mí tan pronto después de mi “gran error”. Además, odia
cualquier alimento que se asemeja a la comida mexicana. Ahora que lo pienso, no
creo que mi padre nunca haya puesto un pie en el interior de Moe. Creo que mi
pregunta es, ¿cómo tiene tiempo para ir recogerlo cuando enseña una clase antes del
almuerzo? ¿Tal vez usted tiene poderes secretos que yo no sepa? En cualquier caso,
me pareció un gesto muy amable. Supongo que ayer en la iglesia le parecí muy
decepcionada por no conseguir mi comida mexicana. Será mejor que tenga cuidado.
Puede encontrar otras razones para verme “decepcionada” eso podrían incitar a su
generosidad. ¿Llorar por la calificación de un mal examen sirve de algo?

Atentamente,

Cadence
***
El martes por la mañana abrí mi casillero para otra nota. La recogí y gemí. No
podía imaginar lo que estaba escrito. Pensé que los agresores habían agotado todos
los sobrenombres concebibles de llamarme y consideré destrozarla. Pero la
curiosidad, como siempre, se impuso, y desdoblé la nota para echarle una mirada.

Mi corazón casi se sale de mi pecho. No esperaba nada bueno, y desde luego


no esperaba que fuera del Sr. Connelly. Corrí al baño y me encerré en el último
puesto. Quería leerlo en completa privacidad, sobre todo porque mis emociones se
leían fácilmente en mi rostro.

Querida Cadence,

Sabía que eras demasiado inteligente como para comprar la historia de que tu
padre te trajo el almuerzo, pero no podría ser bien visto decirte delante de los
estudiantes de tu mesa del almuerzo. Y sí, tu decepción por la iglesia el otro día me
impulsó a la acción. Toda chica debe poder tener comida mexicana de vez en cuando.
Espero que no pienses que mis acciones fueron inapropiadas. Y por mucho que me
gustaría reclamar poderes secretos, no puedo tomar el crédito por realmente llevar
tu almuerzo. Estaba ocupado revisando las fórmulas algebraicas con mis estudiantes
de noveno grado. Mi amigo lo trajo. Estaba en el vecindario.

Debo confesar que cuando te vi triste, me obligó a actuar. No estoy seguro de


que sea ético cambiar una calificación por encima de lágrimas, pero si alguien puede
hacerlo, tú serías la única.

Atentamente,

Mark Connelly

Leí la nota cinco veces. Y cada vez, me convencí a mí misma un poco más que
el Sr. Connelly era el hombre con quien iba a casarme. Era ridículo e inmaduro, y
me aferré a la fantasía mientras pude hasta que la campana del primer período
sonó, gritándome que tenía clase.

Entré en la clase de matemáticas completamente arruinada. Mantuve los ojos


fijos en el suelo y luego en mi escritorio una vez que estuve sentada. No podía
mirarlo. Me ruboricé demasiado, y sabía que se iba a dar cuenta que era porque
había leído su nota. Realmente no había nada inapropiado en él a menos que
quiera ver toda la situación como totalmente inadecuada. ¿Cuál sería la lista de
comprobación?
1. Maestro compra el almuerzo a una alumna: Inapropiado
2. Alumna escribe a su maestro una nota de agradecimiento: ¿Apropiado?
3. Maestro deja nota para la alumna en su casillero: ¡Inapropiado!
4. Notar condiciones de la estudiante que “obliga” al maestro actuar:
MALDITAMENTE INAPROPIADO

De acuerdo. Así que no tenía idea de lo que el Sr. Connelly estaba tramando.
Tal vez sólo me veía como una verdadera patética, estudiante solitaria cuyo padre
era un asno por negarle la comida mexicana, y decidir que comprarme el almuerzo
sería su buena acción del año. ¿Por qué centrarse en mí, sin embargo? Había un
montón de otros perdedores en esta escuela que podrían beneficiarse de su
bondad. ¿Y por qué iba a tomarse el tiempo (y el riesgo) de escribirme una nota y
pegarla en mi casillero? ¿Estaba pensándolo demasiado?

—Sr. Connelly? ¿Tiene novia? —Escuché desde el fondo de la clase.

Me animé inmediatamente. ¿Una novia? De ninguna manera. Justo el otro día


su madre estaba tratando de ubicarlo.

—Bueno, eso no tiene nada que ver con los factoriales, y estoy bastante
seguro de que es inapropiado que me pregunte acerca de mi vida personal —
respondió el Sr. Connelly.

La clase se echó a reír.

—En serio, Sr. Connelly —dijo Derek. Nunca comparte nada con nosotros.
Pensé que se suponía que eras un maestro genial.

—Maestro genial, ¿eh? Supongo que lo tengo totalmente engañado con mis
impulsos —dijo Connelly.

Más risas.

—¡Oh, sólo cuéntenos! —Una chica declaró.

—¿Por qué se preocupan por mi vida? —preguntó. Él estaba haciendo


tiempo. ¡Sólo responde a la pregunta!

—Debido a que lo encontramos fascinante—dijo Kara.—Ahora responda las


preguntas. ¿Por qué le gusta enseñar a los adolescentes?, y ¿tiene novia?

El Sr. Connelly escudriñó el salón. Supongo que nadie pondrá atención si no


contesta la primera pregunta.

—Aún no he decidido si me gusta enseñar a los adolescentes, sin embargo —


dijo. —Sólo tengo unos pocos años encima.

Unas risas.
Contuve la respiración durante la segunda respuesta. No sé por qué. Sabía
que no tenía una novia.

El Sr. Connelly me miró por un breve segundo. Pero fue suficiente para que lo
viera tomar una decisión. —Sí. Estoy saliendo con alguien.

Algunas de las chicas chillaron. Otros se quejaron. No hice ningún ruido, yo


sólo escuché la fractura de mi corazón. ¿Cómo? ¿Cómo era posible?

—¿Dónde la conoció? —Preguntó Trisha.

El Sr. Connelly sonrió. —Fue concertada.

¡Dios, me dolía el estómago! De repente, me dolía como el infierno. Supongo


que mis fragmentos del corazón lo perforaron o algo así.

—¿Cuánto tiempo han estado saliendo?

—Es reciente —respondió el Sr. Connelly.

—¿Va a casarse con ella? —Llegó una pregunta desde el otro lado de la
habitación.

Las chicas se rieron.

—Cambiando de tema —dijo el Sr. Connelly.

Dejé de agarrar los lados de mi escritorio. No me había dado cuenta de que lo


estaba haciendo. Supongo que fue una reacción por mi dolorido estómago.

Mantuve la cabeza gacha por el resto del período. No escuché nada acerca de
los factoriales. Acabé garabateado en mi cuaderno, escribiendo la misma palabra
una y otra vez. A veces, en letra burbuja. Otras en letra molde, cursiva, en
mayúsculas. Al final de la clase, tenía una página muy bien decorada llena de la
misma palabra.

“Estúpida”
5
Traducido por MewHiine
Corregido por Armonía&paz

Pensé que había terminado el abuso. Pasé tres semanas sin ningún incidente,
aparte de la ocasional nota de odio que se deslizó a través de las rendijas de mi
casillero, y me imaginé que los abusones habían pasado a alguien más porque yo
era aburrida. Y debido a que tenía una cerradura nueva. Pero entonces el lunes abrí
mi casillero a la harina2. Montones y montones de harina estaba esparcida por
todos mis libros y carpetas, cubriendo mis manos y espolvoreó la parte delantera
de mí camisa y las tapas de mis zapatos cuando saqué un cuaderno. Oí risitas
través la sala y las ignoré. Aún así, no pude ocultar mi irritación. Me gustaba el
modelito que llevaba, y ahora se veía ridículo.

—¿Quieres que les diga algo?

Salté entonces dándome la vuelta. Oliver estaba de pie detrás de mí con los
puños apretados. Negué cabeza.

—No te molestes. Y de todos modos, eso podría empeorar las cosas, —le
contesté. —Gracias, sin embargo.

Asintió con la cabeza. —¿Quieres que te acompañe a clase?

Sonreí. Me gustaba la idea de tener un guardaespaldas, pero realmente no


quería que Oliver se tomara la molestia. No quería que él peleara mis batallas o se
convirtiera en mí: un paria. Bueno, semi-paria. Yo tenía a Nicole y a Riley. Al menos
durante el almuerzo.

—Soy una niña grande, Ollie. Voy a estar bien.

Él asintió con la cabeza una vez y giró hacia la izquierda en dirección opuesta.
Me apresuré a ir a cálculo para lograr llegar con la última campana. Sin tiempo
para lavarme las manos primero.

2
Hace un juego de palabras como si el casillero fuera comida y la harina un
ingrediente, como quien dice “Pollo al limón.”
Entré en la habitación y me senté, haciendo caso omiso de las risas detrás de
mí. Lo que no podía ignorar era los chismes. Escuché “Cadence,” “Crack”, “Pistola”
Tenía muchas ganas de darme la vuelta y ponerles las cosas claras. En primer
lugar, que no me había metido crack. Había sido cocaína. Una cosa totalmente
diferente. El crack era como la cocaína del pobre. Una versión barata del polvo
blanco que te sube rápidamente, pero te da el bajón con la misma velocidad. Mi
subidón fue por una cocaína muy cara, o eso me dijeron. Y fue un subidón que duró
un tiempo. En segundo lugar, yo no estaba sosteniendo el arma. Y no era una
pistola de verdad. Era una pistola tranquilizante. Debido a que la gente con la que
estaba eran unos imbéciles totales.

La campana sonó y la clase comenzó con un repaso de la tarea de la última


noche. Me instalé en una especie de entumecimiento, escuchando a medias algo
sobre derivados y aproximación lineal. Descansé mi barbilla en mis manos,
mirando a un punto más allá de la pizarra. O tal vez era un punto dentro de la
pizarra. No estoy segura. Sólo sé que la voz del señor Connelly era relajante, y me
transporto a un sueño tonto. Gracie estaba en él, y teníamos diez años de edad,
pasábamos notas de ida y vuelta durante la escuela bíblica de vacaciones3. Las
notas eran sobre nuestro profesor, el Sr. Arnold, y nos burlábamos de la raya de su
peinado. Él confiscó las notitas, y nos metimos en serios problemas.

Sonreí, pensando en el sermón que recibí de papá acerca de los modales y el


respeto a nuestros mayores. El Sr. Connelly me devolvió la sonrisa, sacudiéndome
a salir del sueño. La campana sonó, y estuve una vez más totalmente inmersa en mi
realidad.

— ¿Cadence? ¿Puedes quedarte un minuto? — El Sr. Connelly preguntó


cuando los estudiantes se lanzaban fuera de la habitación.

Asentí con la cabeza y me quedé en mi asiento. No estaba segura de por qué


el Sr. Connelly me retenía. Después de que él me comprara para comer varias
semanas atrás, pero que me ignorara por todas partes de la escuela. Me hizo darme
cuenta que mi fantasía tonta con él era precisamente eso: una fantasía tonta. No
estaba interesado en mí, y no tenía ni idea de por qué tenía metido en mi cabeza
que él lo estaba. Me quedé pensando sobre esa mirada de la carretera 28. En
realidad, estaba consumida por esa mirada. Sé que no me la imaginé, pero él tenía
una novia. Caso cerrado.

3
Se le conoce por Escuela Biblica de Vacaciones. Término usado por los
evangélicos protestantes.
Una vez que la sala se vació, el Sr. Connelly cerró la puerta y tiró de las
cortinas sobre las ventanas. Creí oír el débil chasquido de la cerradura. Volvió a su
escritorio y metió la mano en un cajón, sacando una toallita húmeda. Se acercó a mí
y se arrodilló al lado de mi escritorio.

— ¿Puedo? — preguntó.

Le di mi mano de forma automática, y él la tomó, limpiándola suavemente,


trazando las líneas de mis manos.

— Veo un futuro muy prometedor, —dijo, mirando mi mano.

— ¿Lee las manos?

— Oh, sí, —respondió.

— ¿Y cuándo empezó a leer la mano?

— Ahora mismo. — Él me sonrió. Y allí estaba. La mirada que sugería que él


veía algo en mí que yo no. Algo magnético que le obligaba a tocarme en la escuela
cuando él sabía que no debería. Ahí estaba. ¡Yo sabía que no me lo había
imaginado! Le devolví la sonrisa.

Bajó la mirada a mi mano una vez más. —Veo a una mujer feliz.

— ¿Por qué está feliz? — Le pregunté.

— Debido a que ella ya no asiste a Crestview High, — contestó.

Me reí, y el Sr. Connelly continuó limpiando mi mano hasta que no quedó ni


rastro de harina. Le permití repetir el proceso en la otra mano. Sabía que mi rostro
estaba enrojecido y de color carmesí, y pensé que se prendería fuego por lo que
hizo a continuación.

Dobló la toallita húmeda a una parte limpia y la llevó a mí mejilla. Se me había


olvidado que había estado apoyando mí cara en mis manos durante la mitad d e la
clase. Cerré los ojos por reflejo, algo que hacía cuando pequeña y mamá lavaba mi
cara. Me quedé congelada como una estatua mientras el Sr. Connelly lavó mi otra
mejilla, arrastrando la toallita húmeda lenta y suavemente a lo largo de mi
mandíbula, desde la punta de la barbilla hasta el final a lóbulo de mi oreja.

Me estremecí involuntariamente e instintivamente agarré su mano.

— Soy cosquillosa, —suspiré, agarrando su mano en mi cara.

— Lo siento, —respondió.

Abrí los ojos para ver que me estudiaba. No podía soportar la intimidad del
momento y busqué desesperadamente algo que decir.
— ¿Cómo se llama su novia? —Le pregunté.

— ¿Qué novia?

Fruncí mis cejas, y él sonrió.

— ¿Por qué le dijo a la clase que tenía una novia? — Le pregunté.

— Porque eso es lo que querían oír, — respondió. Su mirada era penetrante,


y traté de pensar en algo menos íntimo para discutir.

— ¿Por qué tiene toallitas húmedas en su escritorio? — Le pregunté.

— Sabes que vas a estar bien, —respondió, haciendo caso omiso de mí


pregunta.

Mi respiración se aceleró, y no pude ocultar el rápido ascenso y caída de mí


pecho. Me hubiera gustado que fuera invierno y que hubiera estado envuelta en un
pesado abrigo, pero incluso entonces, temía que podría ser capaz de ver el palpitar
de mi pecho, mi delicioso terrorífico pánico.

Negué con la cabeza. —Yo no lo creo.

Apreté su mano, y él la abrió, ahuecando mi mejilla con la toallita que había


utilizado para limpiar. Debería haberme reído de lo tonto que se sentía, pero sabía
que era sólo porque él estaba tratando de acariciar mi piel, y la toallita estaba en el
camino.

—Vas a llegar tarde a clase, Cadence, — dijo, y como si su voz fuera la señal,
el timbre sonó, rompiendo el encantador momento. Se puso de pie y caminó hacia
la papelera, tirando la toallita antes de girarse hacia mí una vez más.

—Tengo toallitas húmedas en mi escritorio porque nunca sé cuando voy a


necesitar una de ellas, — dijo.

— Oh.

— Puedo hacer que se detenga, —dijo.

— ¿Qué quieres decir?

— El... acoso.

Agarré mis libros y me levanté.

— No. No hay nada que pueda hacer, —le dije, caminando hacia la puerta. —
Ellos se cansarán con el tiempo.

— No es justo, —dijo Connelly. —Yo puedo hacer algo al respecto.


— No, Sr. Connelly, — dije. —Por favor, no lo haga. Lo único que hará será
empeorarlo.

Parecía enojado, pero no conmigo. Parecía enfadado porque sabía que yo


estaba en lo cierto. No había nada que realmente pudiera hacer. Se acordaba de la
escuela secundaria. Él conocía las reglas, justas o injustas.

— Te voy a dar un pase de tardanza, — dijo, caminando hacia su escritorio y


garabateó su firma en un papel de color rosa. Lo tomé, abrí la puerta, y me
escabullí sin decir palabra.

Me miré las manos en todas las clases durante el resto del día repitiendo los
cuidados del Sr. Connelly.

Él tenía que saber que había sido inapropiado. ¿Por qué me había tocado de
esa manera? ¿Y por qué lo dejé? yo podría haber dicho que no. Podría haberme
alejado. Pero no quería. Quería que limpiara mis manos, que me dijera cosas
amables, que me hiciera reír. Me di cuenta de que el Sr. Connelly era uno de los
únicos hombres buenos en mi vida en este momento. ¿Tenía sentido eso? ¿Y estaba
él tomando ventaja de ello?

***
— Tengo una propuesta para ti.

Vi a una chica alta, de cabello largo y negro dejando su bandeja del almuerzo
descuidadamente sobre la mesa frente a mí. Algunas de sus verduras al vapor
volaron fuera de su contenedor, aterrizando frente a mí con un golpe húmedo. Miré
a mis propias verduras y decidí que no tenía hambre.

— ¿Quién eres tú? —Le pregunté.

— Soy Avery — respondió, abriendo el batido de leche y chocolate. Ella


sonrió y le dio un trago, luego fue directa al grano. —Está bien, te he estado
observando en las últimas semanas.

— Espeluznante.

— Totalmente, pero sólo escúchame. Te he estado observando, y sé que no


tienes ningún amigo. Y sé lo que está pasando contigo.

— ¿En serio? — Me moví nerviosamente en mi asiento.

— Mmmm. Cometiste un gran error y estás en serios problemas con tus


padres, y ahora no se te permite hacer ni una cosa, ¿verdad? No te van a dejar fuera
de su vista. ¿Estoy en lo cierto?
— Um . . .

— No puedes conducir. No puedes ir a ninguna parte, excepto a la escuela y la


iglesia. Te he visto en la iglesia, por el camino. La gente sigue preguntando cuándo
vas a volver al grupo de jóvenes.

— Nunca, —le contesté.

Avery se rió.

— ¿Por qué no te conozco? — Le pregunté. — Quiero decir, si vas a mi iglesia


y todo eso.

—Mi familia se mudó aquí hace un año, y mientrastanto, tú estabas


recogiendo la basura en las carreteras, asistiendo al grupo de jóvenes en tu iglesia
y aprendiendo todo acerca del desviado comportamiento.

— Hmm. Así que supongo que ya sabes mi nombre, ¿y es por eso que no te
tomaste la molestia de preguntar?

— Oh, sé exactamente quién eres. Eres Cadence Miller, la chica que se colocó,
robó una tienda de alimentación, y se fue al reformatorio durante diez meses, —
dijo Avery. — Eres la chica que evitó la cárcel por los pelos. Suertuda.

Era cierto. Estaba a unos pocos meses de mi decimoséptimo cumpleaños


cuando fui condenada, la edad a la cual los adolescentes son juzgados como adultos
en Georgia.

Suspiré y puse los ojos en blanco.

— Oye, no hay juicio aquí, —dijo Avery, levantando sus manos.

— Una vez, —murmuré. — Una maldita vez.

— Sólo se necesita una vez para que tu vida termine, Cadence. Pero creo que
puedo ayudar, —dijo Avery.

— ¿Por qué quieres ayudarme? — Miré alrededor de la cafetería. —


Probablemente no deberías estar sentada conmigo, en realidad. La gente puede
empezar colocar notas de odio en tu armario.

— Como sí me importara, —respondió ella con ligereza. — Ahora escucha.


Creo que esto... —ella movió su dedo índice hacia atrás y adelante entre nosotras
dos — ...podría ser de beneficio mutuo. — Movió sus cejas.

—Uh huh. — No tenía ni idea de lo que estaba hablando.

—Yo no tengo amigos, la verdad, porque no me molesté en hacerlos en el año


pasado. Tú no tiene amigos porque eres una criminal.
— Gracias.

— Vamos a ser amigas y ayudarnos la una a la otra, —continuó.

— ¿Por qué? ¿No deberías tratar de hacer amistad con algunos de los
estudiantes de aquí con una situación social? Voy a arruinar por completo tu
reputación.

— No es probable. Pero puedo ayudarte con la tuya, — dijo Avery. Una


pequeña sonrisa maliciosa curvó sus labios.

—No lo entiendo.

Avery se acercó más. —Mira, Cadence. Quieres ir al cine, ¿no? ¿Tal vez ir al
centro comercial de vez en cuando? ¿Escabullirte para conseguir un cono de
helado? Bueno, yo quiero ir a fiestas y escabullirme con Gavin.

Asentí con la cabeza, intrigada.

— Quieres un poco de libertad. Yo quiero un poco de libertad. Pero las dos


sabemos que no lo vas a conseguir a menos que hagas una linda nueva amiga en la
escuela que resulta ser una líder estudiantil en el grupo de jóvenes de la iglesia. Y
saca las mejores calificaciones. Y nunca falta el toque de queda. Y sólo pasa a ser
malditamente increíble. —Dijo Avery.

— ¿Estamos hablando de ti? —, Le pregunté, y sonreí.

— Linda. Y sí. La estás mirando.

—Estoy confundida. Si eres tan maravillosa, seguramente tus padres te dejan


hacer cosas, —le dije.

—Uh huh. Tengo un toque de queda a las diez. — Ella me miró con ojos
inexpresivos. — Los fines de semana, Cadence.

— Entonces, ¿cómo puedo ayudar?

—Quiero que seamos la coartada de cada una, —dijo Avery.

Me eché a reír. Difícil. Esta chica estaba loca.

—Um, ¿Avery? ¿Por qué crees que tus padres te van a dejar pasar el rato
conmigo? Seguramente ellos saben todo sobre mi historial de reformatorio.

— Sí, lo hacen. Y también saben que tienen una hija increíble que quiere ser
una buena influencia en ti y llevarte de vuelta en el grupo de jóvenes. Así que eso
es lo que voy a hacer. Voy a traerte de vuelta al redil, establecerme como una
influencia leal, positiva en tu vida, y luego poco a poco ganar la confianza de tus
padres. Pronto va a ser, “Oh, vas a pasar la noche con Avery? ¡Que te diviertas,
cariño!" — Avery echó hacia atrás en su silla satisfecha. — Adelante, dilo. Soy
increíble. —Ella se metió una patata frita en la boca y masticó mientras sonreía.

— Eres una ilusa, —Contesté. — No hay forma de que este plan vaya a
funcionar. Quiero decir, ¿piensas que nuestros padres no se llamarán entre ellos?
¿Crees que mis padres no iban a llamar a los tuyo para comprobar sobre mí?

— No, no lo hago. Ni una vez yo les he demostrado que sea una chica en la
que no pueden confiar.

— ¿Por qué yo? ¿Por qué no alguna otra chica?

— Porque no puedo confiarle mis planes a nadie más. Y yo sé que tú mentirás


por mí.

Me enfadé. — ¿Por qué piensas eso?

Avery suspiró pacientemente. — Porque, Cadence. ¿Por cuando tiempo has


intentado demostrarle a tu padres lo buena que eres? ¿Y dónde te ha llevado eso?
¿Puedes conducir ya? ¿Se te permite salir los fines de semana? ¿Te deja tu padre
tener citas?

No podía discutir con ella. Tenía razón. Todos mis esfuerzos para mo strar a
mis padres que era digna de confianza cayeron en picado. Todavía era una
prisionera, y sería una hasta que me graduase. Si quería tener ningún tipo de
diversión y estoy hablando del tipo de diversión inocente como ir a conseguir un
maldito cono de helado entonces yo probablemente tendría que mentirles.

— Quiero usarte, ¿de acuerdo? — Continuó ella. — Pero a cambio, puedes


infernalmente usarme a mí.

Me encogí de hombros. Yo no quería comprometerme por el momento.

Avery resopló. — Una vez que mis padres vean la gran influencia que soy en
ti y en la buena chica en la que te has convertido, voy a estar durmiendo en tu casa.
¿Entiendes lo que digo? Sobre dormir, —dijo ella, poniendo comillas en el aire en
“sobre dormir”

Me reí. — Ohhh, ¡lo entiendo! Quieres que les mienta a tus padres sobre estar
conmigo cuando realmente vas a estar en un coche aparcado en alguna parte
debajo de tú novio.

— Más bien él debajo de mí, — respondió Avery. — Y sí, finalmente has


empezando a entenderlo. Y tú puedes hacer lo que quieras cuando estés
“durmiendo” en mi casa.

— Así que realmente no quieres ser mi amiga en absoluto.


— ¿En serio?

Me reí, sacudiendo la cabeza.

— Míralo como una asociación. Si se desarrolla una amistad, entonces mucho


mejor. Pero creo que lo que tú y yo necesitamos ahora es libertad más que amistad.

Libertad más que amistad. Me gustaba el sonido de eso.

Una imagen fugaz pero afortunadamente inconveniente del Sr. Connelly


haciéndolo en su coche destelló en mi cabeza, y me quedé sin aliento. Luego tos í
para encubrir el jadeo. Avery no pareció darse cuenta. Estaba demasiado ocupada
con sus intrigas.

— ¿Cuál es el primer paso en este plan tuyo? —Pregunté.

— Que regreses a la iglesia, señorita.

— No hay manera de que vuelva al grupo de jóvenes, —le dije.

— Oh, sí que lo harás, — Avery argumentó. — El grupo de jóvenes es clave


para el éxito de este plan. Y, francamente, me sorprende que tus padres no hayan
hecho que vayas.

— Grité y amenacé con matarme, —le dije.

— No lo hiciste. Probablemente ellos estén verdaderamente avergonzados y


no quieren que te aventures demasiado fuera de la casa. — Ella lo pensó un
momento. — O ellos realmente se están volviendo perezosos y no quieren llevarte.

Asentí con la cabeza.

— Tenemos que recuperar tu coche — dijo Avery, sobre todo para sí misma.

Yo sabía que tenía que detenerla antes de que estuviera completamente fuera
de control.

— ¿Avery? Odio tener que decirte esto, pero no estoy segura de que este plan
tuyo vaya a funcionar.

— Sí, va a funcionar. Pero tendrás que jugar bien y hacer lo que digo. — Ella
me miró con patética desesperación. — Libertad, Cadence. Estoy hablando de
libertad. ¿Cuánto tiempo ha sido para ti?

Me rasqué la cabeza y pensé por un momento. — Demasiado tiempo.

— Exactamente. Lo mismo va para mí.

— Todo esto podría explotar en nuestras caras, Avery, — le dije.


De repente estuve preocupada. No me sentí de esa manera mientras ella
explicaba su plan, probablemente porque era tan divertido que tuve un largo rato
para tomarlo en serio. Pero ella estaba hablando muy en serio, y al parecer tenía
una gran necesidad de una “fiesta de pijamas” para que pudiera pasar con Gavin
toda la noche.

—Te das cuenta de que esnifé cocaína, —le dije.

Avery frunció el ceño.

—Todo lo que quiero decir es que esto va a tomar algún tiempo. Tus padres
no me van a aceptar por las buenas, y mis padres no estarán tan dispuestos a dejar
que salga contigo. No importa lo buena que seas.

— Me subestimas, pero al menos estas dentro, — dijo ella, su cara


iluminándose. — Empieza mañana. Vas a pedirles a tus padres si puedes ir al grupo
de jóvenes.

— Probablemente digan que no,— le contesté.

— ¿Cómo pueden decir que no a una hija que claramente quiere conseguir
dejar atrás su mala vida? No estás pidiendo ir a un concierto de rock.

—No van a dejarme conducir.

—Me imagino, pero sólo vas a conseguir salir algo con eso. Déjame esto a mí,
— dijo Avery, luego se levantó y agarró su bandeja. — Oye, no te vi tomar un
bocado de todo este tiempo.

—Eso es porque no lo hice, —le contesté.

— Comienza a comer, — dijo Avery. — Tus padres necesitan ver que estás
normal. Si no comes, sabrán que algo anda mal. Los padres miden la salud
emocional de sus hijos basándose de la alimentación que ingesta.

— Interesante, — le contesté, recogiendo mi sándwich a medio comer y


vegetales vírgenes en el bandeja. Me levanté y me dirigí a la papelera. Avery detrás.

—Es interesante, listilla, y es verdad. Así que empieza a comer.

— Sí, señora, —le dije, tirando mi bandeja y dirigiéndome al sexto período.

Había una nota esperándome en mi casillero, al final del día. Era el número de
Avery. Añadí su información de contacto en mi teléfono y la llamé de inmediato.

— Va a funcionar, — me aseguró. — Sólo trae tu culo al grupo de jóvenes la


próxima semana.
***
Mamá me dejó frente de la iglesia a las 6:45 pm. Avery estaba afuera
esperando por mí y corrió hacia el coche de mamá antes de que ella se fuera.

— ¿Señora Miller? —Preguntó, asomando la cabeza por la ventana del lado


del pasajero.

— ¿Sí?

— Soy Avery.

— Oh, hola Avery, —dijo mamá gratamente. —Hablé con tu madre por
teléfono ayer por la noche.

— Sí, señora, —respondió Avery. —Es un placer conocerla, y gracias por


permitir venir a Cadence al grupo de jóvenes.

— Me alegro de que la hayas animado, — dijo mamá. — ¿Y estás segura de


que no es problema llevar a Cadence a casa después? Siempre puedo venir por ella.

— No, señora Miller. Está bien.

Mamá asintió. — Tu madre mencionó que eras una líder estudiantil. ¿De qué
estás encargada?

— Programas comunitarios. Ayudo a organizar eventos, — respondió Avery.

Mamá resopló. — Bueno, creo que Cadence debe ser capaz de ayudarte con
eso. Ella sabe todo sobre el servicio a la comunidad.

Eso fue lo más malicioso y mordaz que mi mamá nunca había dicho. Quería
darle una bofetada.

Avery no desaprovechó nada. — Estaba pensando en preguntarle si quería


que me ayudara con un próximo proyecto. ¿La dejaría?

— Voy a tener hablar con su padre, pero no veo por qué no. Mantenla
ocupada haciendo algo bueno.

Es como si no estuviera de pie justo en frente de ellas.

— Bueno, gracias por considerarlo, señora Miller. — Avery miró detrás de


ella a las puertas de la iglesia. —Nosotros probablemente deberíamos ponernos en
marcha.

— Está bien. Que paséis un buen rato, ¿y Cadence?


— ¿Hmm?

—Compórtate bien.

De repente yo era una bala perdida. ¿Qué demonios? ¿Pensaba que tenía
escondido un matraz de whisky o algo? ¿Pensaba que estaba planeando
interrumpir en la reunión con un striptease? ¿Qué demonios pasaba con mi madre
que sintió la necesidad de tratarme como si yo fuera una completa idiota?

Asentí con la cabeza y me alejé, sin molestarme en esperar a Avery.

— Bueno, ¡eso fue perfecto! — Avery chilló cuando me alcanzó.

— Eso fue una mierda, —le contesté. — ¿Cómo pudo mi madre hablarme de
esa manera?

Avery me agarró del brazo, abrigándome a parar.

— Cadence, escucha. En primer lugar, no se puede maldecir en la iglesia. En


segundo lugar, tu madre ha sido una bruja total contigo, ¿de acuerdo? Pero ella
probablemente va a dejarte ayudar en el próximo proyecto de la comunidad
conmigo! ¿Entiendes lo que eso significa?

Solté un gruñido.

— ¡Eso significa que podrás ir a lugares conmigo! Eso significa que tendrás
responsabilidades después de la escuela lo que significa que probablemente
recuperes tus privilegios de conducir!

Yo no pensaba en eso.

— ¡Esto es increíble! — Dijo Avery —Ahora no la cagues. Más vale que seas
un ángel en tu casa. No importa lo que tus padres te digan o lo injusto que te traten.
Pasa de eso.

— ¡Tengo diecisiete años! ¿Por qué debería esperar pasar por encima de
alguna cosa?

— Porque te necesito para esto, por eso, — dijo Avery con los dientes
apretados. —Ahora ponte una sonrisa y vámonos.

— Eres muy mandona.

— Sonríe, por favor. — Ella me agarró la mano y me llevó a la iglesia.

Esperaba ver a Gracie. No, de todas formas, esperaba ver a Dean, y me quedé
helada tan pronto como entramos en el auditorio.
— ¡Avery! — susurré, acercándola a mi lado. — ¿Qué está haciendo Dean
aquí? ¿Cómo es que ya está fuera del reformatorio?

— Por buena conducta. ¿No te dije que sus padres estaban haciendo que
viniera? —Preguntó.

—Um, no, no lo hiciste. ¿Por qué me obligaste a venir aquí si sabías que él
estaba aquí? ¿No conoces nuestra historia?

— Cadence, pasa de eso, ¿de acuerdo?

— ¡No quiero pasar de eso!

— Cadence, —dijo Avery, inclinándose para susurrar en mi oído. — Voy a


totalmente matarte si la arruinas con esto para nosotras.

— No, porque yo ya te habré matado.

— No, yo te mataré primero, porque estás siendo un bebé grande, —dijo.

— Nooo, yo te mataré primero porque te odio totalmente.

Avery agarró mi mano y me arrastró por la puerta. Apenas se habían cerrado


antes de que yo gritara: — ¡Él estaba en nuestro grupo!

— Lo sé.

— ¡Él trajo la cocaína!

— Lo sé.

— ¡Salí con él!

— Yo no sabía eso. — Los labios de Avery se curvaron en una sonrisa.

— ¡Dejar de sonreír! — Exigí. Y entonces escondí mi cara entre mis manos. —


Estoy molesta.

Avery sujetó mis manos. — Cadence, mira. Siento que él esté aquí. Pero él
está en la misma situación que tu. Sus padres están haciendo que venga. Lo vigilan
las veinticuatro siete 4. Quiero decir, francamente, ellos deberían. Es un porrero
total. O era un porrero total. Pero yo sabía que si yo te hablaba de él, tú no
vendrías, y yo necesitaba que lo hicieras. Sólo no mires hacia él. Céntrate en

4
24/7: Las veinticuatro horas del día los 7 días de la semana.
nuestro increíble plan y la forma en que vamos a conseguir la libertad. ¿Recuerdas
que hablamos sobre la libertad?

Asentí con la cabeza de mala gana. — ¿Vendrá de nuevo a la escuela?

— Sí. Él comienza el lunes, creo.

Gruñí.

— ¿Quieres relajarte? Si estaba tan puesto como todos decían que estaba,
entonces dudo que él se acuerde haber estado contigo.

— Vaya, gracias.

— Oh, no seas tan sensible. Estoy segura de que eres una fantástica
compañera de besos.

Puse los ojos en blanco. —No se trata sólo de eso.

—Entonces, ¿qué es? Y tienes unos cinco segundos, —dijo Avery, mirando el
tiempo en su teléfono.

— Me molestaba todo el tiempo en la escuela. Pero puedo garantizar que


cuando regrese a la escuela, nadie va a meterse con él. Él es el tipo genial que todo
el mundo ama. Es completamente injusto. Es un perdedor total adicto a las drogas,
y soy yo a la que le echan harina en el casillero. Soy a la que llaman puta y asesina.
Yo ni siquiera sé lo que se refieren. ¡Nosotros no matamos a nadie!

— La vida es injusta, ¿de acuerdo? Vas a tener que tratar con eso. Las chicas
no pueden zafarse con la clase de mierda que los chicos pueden.

— Acabas de maldecir en la iglesia, —señalé.

— Lo que sea. El punto es que tienes que tratar de hacer un mejor frente

— ¿Estás realmente diciéndome eso en este momento? — Crucé los brazos


sobre mi pecho.

— No te atrevas, Cadence. Somos un equipo. Baja esos brazos y pon tu mejor


cara. Tu armadura, porque vamos dentro, —dijo Avery. Y entonces ella sonrió y
añadió: — Ponte la armadura de Dios.

Yo entrecerré los ojos hacia ella.

— ¿Qué? Estamos en el grupo de jóvenes. Eso totalmente encaja.

— Te odio totalmente.

— Sí, sí. Puedes odiarme cuanto quieras mientras te preparas. Cinturón de la


justicia. Espada de la verdad. Todas esas cosas buenas.
— Cinturón de la verdad y espada del Espíritu, — Me burlé. — ¿Y tú eres un
líder estudiantil?

— Cállate, — Avery respondió y me llevó una vez más al interior.

Gracie se veía apagada. Supongo que ella pensó que este era mi desesperado
intento de enmendarme o tal vez ella pensó que estaba haciendo todo lo posible
para estar cerca de ella tanto como pudiera. La verdad era que la extrañaba
terriblemente, pero mis sentimientos estaban heridos. Tuve que aceptar que ella
no quería mi amistad por más tiempo, y que tenía que seguir adelante. No era una
tarea fácil teniendo en cuenta que habíamos sido amigas desde segundo grado.

Dean miró hacia mí y luego desvió la mirada. Bien. No quería estar cerca de
mí más de lo que yo quería ver su cara, por lo que tal vez yo podría sobrevivir a la
insoportable incomodidad de estar de vuelta. Me armé de valor, esperando una
gran cantidad de juicios y miradas desagradables, pero todo el mundo me recibió
calurosamente. Un poco demasiado calurosamente. Abbey Clemish en realidad
entrelazó su brazo con el mío y me llevó a un asiento al lado de ella. Me puse
inmediatamente sospechosa. Estas personas estaban siendo demasiado
agradables, y luego me di cuenta de que era porque habían estado hablando
mierda sobre mí.
6
Traducido por Emi_93
Corregido por Armonía&paz

Saqué los auriculares de mi bolsa de libros, metiéndolos cómodamente en


mis oídos y enchufando la terminal en la computadora. Supuse que ya que había
terminado mi tarea de Excel, podía recompensarme con YouTube. La nuestra era
probablemente la única secundaria que no había bloqueado el sitio. Los maestros
argumentaban que lo necesitaban con fines educativos, y de alguna forma ganaron
el caso. Nunca comprendí por qué la escuela le permitía el acceso a todos. Podrían
haberlo restringido solo a los profesores, pero no me quejo.

“Medianoche en un Mundo Perfecto” por DJ Shadow. Tipié el nombre de la


canción y seleccioné el video musical oficial. No tenía idea de qué era el hip hop
instrumental, pero sonaba más emocionante que las cosas que yo escuchaba.
Arriesgado, urbano todo lo que yo no era. Realmente no veía al Sr. Connelly
siendo esas cosas tampoco, así que presioné REPRODUCIR para descubrirlo.

La canción era suave, fluida y sensual. Perfecto, en esencia, y pensé que debía
de ser la canción que Dios escuchaba cuando creó el universo. Cerré los ojos
imaginándolo señalando aquí por nubes, allí por árboles, convirtiendo montañas y
apresurando a los ríos mientras DJ Shadow rascaba acordes complementarios en la
parte trasera.

Y luego me detuve de pensar sobre Dios a favor del Sr. Connelly y sobre
exactamente que era esta canción. Caminando sensualmente. Movimientos fluidos
en el pizarrón blanco mientras pintaba una imagen de cosenos con su marcador
negro. Suaves ojos grises. Ropas modernas y arriesgadas, y todo lo que una chica
de diecisiete años pensaría que es sexy.

Bueno, eso estaba decidido. Esto era más que un enamoramiento tonto de
chica de escuela. Esto era un amor ciego profundamente perturbador.

Sentí un rápido golpeteo en mi hombro una vez que me aproximaba a la


medianoche, al final de la canción. Era reticente a abrir los ojos; quería seguir
fantaseando sobre el Sr. Connelly y las cosas que hizo en casa mientras sonaba esta
canción. El golpeteo persistió, así que abrí un ojo y me saqué el auricular.

—Eso no es tiempo libre, Cadence —dijo la Sra. Jenner.


—Terminé la tarea.

—Entonces me buscas para ver en qué más puedes trabajar —respondió ella.

—Oh.

La Sra. Jenner se agachó para ver en la pantalla del ordenador.

—Y no existe tal cosa como un mundo perfecto —dijo ella.

—Dímelo a mí —murmuré yo, y ella hizo una mueca.

Se volvió para seguir caminando, pero dudó. Ella me miró una vez más
cuando me agaché.

— ¿Cadence? Sé que el último mes no ha sido fácil para ti.

Me tensé y dejé salir un dramático suspiro.

—Ahora, espera un segundo —dijo ella—Solo escúchame.

Asentí.

—Sé que los estudiantes se la están agarrando contigo —dijo ella.

—Es lo que es —respondí. Era mi intención mantenerme impertérrita a la


conversación.

—Espero que sepas que puedes venir y hablarme cuando sea que lo necesites
—dijo la Sra. Jenner.

¿Por qué creería ella que le contaría nada? Como si los maestros quisieran
meterse en los asuntos de todos bajo la fachada de ayudar. No le iba a contar una
maldita cosa.

—Está bien.

—Lo digo en serio. Yo… yo también estuve allí —dijo ella quedamente.—Sé
cómo es.

Está bien. Me sentí un poco culpable por mis pensamientos previos. Tal vez a
la Sra. Jenner no le importaba chismosear. Tal vez se preocupaba realmente por lo
que me pasaba. No me gustaba a donde estaba yendo la conversación. Pensé que se
estaba tornando demasiado íntima, así que intenté bromear.

—¡Sra. Jenner! —exclamé. — ¿También hizo un trabajo en detención juvenil?

Me miró flácidamente.

—Sabes lo que quiero decir, Cadence. Yo también fui víctima de los


abusadores, como tú —dijo ella.
—¿Por qué? —pregunté.

—¿Quieres discutir eso aquí? ¿En el medio de la clase? — preguntó.

Negué. No, no quería.

—Te lo diré alguna vez —dijo ella. —Cuando quieras hablar. Ahora junta tus
cosas. La campana está a punto de sonar.

***
Me detuve en su puerta antes del almuerzo esforzándome para oír los
rítmicos acordes pulsando bajo y regular desde su ordenador. La canción era
melosa y monótona –subestimada sofisticación –y yo pensé que debería estar
teniendo una conversación intelectual con alguien mientras sonaba. Quería estar
con el Sr. Connelly, pero el 59 % de mi examen de matemática sugería que la
conversación sonaría más así:

—Cadence, hay clases especiales para estudiantes como tú.

—¿Huh?

—Necesitas estar en una clase especial para matemática.

—No entiendo.

—Exactamente.

Consideré alejarme. Estaba extra nerviosa por estar cerca del Sr. Connelly
desde el incidente de la toallita humeda. Aún no podía entender qué estaba
haciendo él. Había sido tan sencillamente remoto y distante como lo era después
de las semanas que siguieron a mi almuerzo en Moe’s. Adelante y atrás. Adelante y
atrás. Me estaba dando dolor de cabeza.

En cualquier caso, necesitaba ayuda. No podía reprobar matemática. Tenía


que graduarme, así que me empujé por la puerta antes de que perdiera los nervios.
Él levantó la mirada de la montaña de papeles que tenía frente a él, tirando
despreocupadamente su lápiz sobre el escritorio. Como si todo en lo que hubiera
estado trabajando no tuviera importancia de pronto.

—¿Qué ocurre, Cadence?

—Es obvio que no entiendo nada —dije yo, dejando de un golpe mi examen
frente a él. —No soy estúpida, sin embargo. Quiero decir, solo porque no entiendo
derivados no significa que sea una maldita idiota.
Cambié el pie y colgué mi cabeza bajo, mordiéndome nerviosamente el labio
inferior.

—Nadie dijo que fueras una idiota— respondió el Sr. Connelly, apagando la
música.

Levanté la mirada y vi una leve sonrisa en su rostro. Encantada de que me


encontrara asombrosa.

—Bueno, un 59% seguro que se ve estúpido —dije malhumoradamente.

—Lo mejoraremos —dijo.

—¿Cómo?

—Voy a empezar clases de tutoría la próxima semana los martes y los


jueves— respondió.

Me mordí el labio inferior más fuerte. ¿Cómo podía quedarme después de la


escuela? No tenía forma de llegar a casa y no podía pedirle a mis padres que me
llevaran a casa. De todas formas, ambos trabajaban y no podrían hacerlo.

Negué con la cabeza y me encogí de hombros. —Oh, bueno —De nuevo con
las lágrimas instantáneas. Tenía una mención por ser una descontrolada emocional
cerca de este tipo.

—¿Qué significa eso?

—No puedo quedarme después de la escuela. No tengo forma de regresar a


casa— Mi labio inferior tembló.

—Hmmm —Él se bamboleó en su silla y se rascó la mejilla. —Bueno, no


puedes suspender en cálculo o no te graduarás. Y sospecho que quieres graduarte
y largarte de aquí —Me miró con expectación.

Asentí, luchando contra las lágrimas. Pensé en el juego de fútbol de Oliver


este fin de semana y en lo aburrido que sería. Listo. Eso pareció funcionar. Sentí
que mis ojos se secaban.

—No te preocupes, Cadence —dijo el Sr. Connelly. —Ya se me ocurrirá algo.

—¿Cómo?

—No te preocupes por ello, solo déjamelo a mí —respondió, luego tomó un


sorbo de su Crush de naranja.

Sonreí. —Nunca he visto que nadie de más de once años tome Crush de
naranja.
—Bueno, mis amigos en la Universidad me lo echaron mucho en cara —
respondió. —Aparentemente, en la universidad bebes lattes helados. Eso es lo que
haces.

—Anotado —dije.

El Sr. Connelly se aclaró la garganta y bajo la mirada a los papeles en su


escritorio. Lo tome como una señal para irme. Me volví, entonces me congelé por
sus palabras.

—Tengo algo para ti —dijo.

—¿Sí? —pregunté, volviéndome para encararlo. Él rebuscó en su bolsa de


mensajero.

—Sí. Solo dame un segundo para que lo encuentre…

Me quedé de pie nerviosamente tirando de los botones de mi camisa. Mi


corazón y cerebro aniñados pensaron que tal vez sería una flor o una caja de
chocolates. Era una idiota, ¿está bien?

—Aquí está —dijo, y sacó un CD. Me lo pasó. —Recordé que dijiste que no
pudiste conseguirlo en internet. Pensé que querrías escuchar “Medianoche en un
Mundo Perfecto” dado que parecía darte curiosidad.

Me sonrojé, agachando la cabeza para que no pudiera verme. Esto era mucho
mejor que chocolates o una flor.

—La escuché —susurré. —En clase de computación. —No tenía que decirle
eso, pero quería hacerlo. Quería oír su reacción.

—¿Oh? ¿Cuando se suponía que tenías que estar trabajando? —La pregunta
salió como una flácida amonestación.

Y esa era la reacción que yo quería.

Negué con la cabeza. —Terminé mi trabajo primero. —Levanté la mirada


hacia el Sr. Connelly.

—¿Y qué te pareció? —preguntó.

Su mirada me incomodó e hizo que me excitara extremadamente. Quise saber


lo que estaba pensando, pero no me atreví a preguntar. Parecía extremadamente
privado y fuera de los límites.

—¿Te gustaría quedarte el CD por un tiempo? —preguntó.

—¿No lo echará de menos?


Negó con la cabeza. —Tengo un iPod.

—Está bien. Gracias —respondí, y metí el CD a resguardo en mi bolso. —¿A


quién estaba escuchando cuando entré?

—A DJ Premier —respondió.

—¿Otro DJ?

—Uh, huh.

—¿Cómo se llama la canción?

—"Enseña a los niños" —dijo con una sonrisa.

—Tiene que estar bromeando.

El Sr. Connelly se rió. —No lo hago. La canción se llama “Enseña a los niños”.

—¿Y qué? ¿Eso es, como, inspiración para usted cuando tiene que planear las
lecciones?

Él ladeó la cabeza ligeramente y me consideró. —Eres graciosa. Y sí, tal vez es


una inspiración.

Juro que sus ojos quemaron hoyos en mi rostro. Él era tan… intenso. Pero una
especie calma y estable de intensidad, si tal cosa podía existir. Yo me quedé de pie
incómodamente, esperando que me despidiera.

—Deberías ir a almorzar, Cadence— dijo, una sonrisa vaga jugueteando en


sus labios.

—¿Debería?

—Mmhmm.

—Está bien. —Me volví para irme.

—Te veré mañana.

—Mmhmm —fue todo lo que pude decir.

***
El teléfono sonó después de la cena, y Oliver respondió.
—Residencia Miller —dijo él, luego se calló, oyendo educadamente a la
persona en el otro lado. Él me miró y sonrió. —Espere solo un segundo, señor. —
dijo, y llamó a Papá.

Papá tomó el teléfono, y Oliver fue hasta mí, la sonrisa aún pegada en su cara.

—¿Qué?

—¿Te metiste en problemas hoy? —preguntó.

—No.

—¿Entonces por qué está llamando tu profesor de matemáticas?

Mi corazón cayó al piso. ¿Por qué estaba llamando el Sr. Connelly a mi casa? Y
entonces recordé nuestra conversación más temprano. ¡Sesiones de tutoría! ¡Oh
Dios! ¡Nunca les mostré a mis padres ese examen!

Me apresuré hasta Papá, manteniéndome cerca de él como un mosquito


irritante.

—Entiendo —respondió Papá, tratando de ahuyentarme. — No, no. Me


alegra que haya llamado.

¿De verdad lo alegraba?

—Ya arreglaremos algo —siguió Papá. — Estará allí el jueves. Muchas gracias
por la llamada, Sr. Connelly. Cuídese —Y colgó.

Me balanceé de un pie en otro, muriéndome porque esto acabara. Mi castigo


por ocultar ese horrible examen a mis padres. ¿Qué me quitarían ahora? Solo me
quedaba mi móvil.

Seguramente no me lo quitarían. Lo usaban para rastrear cada movimiento


mío, llamarme incesantemente, asegurarse de saber qué estaba haciendo
exactamente.

Papá se quedó mirándome. No pude soportarlo más.

—¡Ten! —Metí mi móvil en sus manos.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Papá. Apartó mi móvil.

—Sé que estoy en problemas —dije.—Solo toma el móvil. Sé que vas a


hacerlo de todas maneras.

Papá negó con la cabeza. —No estás en problemas.

Solté un suspiro de alivio.


—Pero podrías haberme dicho que estabas teniendo problemas en cálculo —
dijo.—El Sr. Connelly me dijo que habló contigo hoy durante el almuerzo. Está
ofreciendo clases de tutoría gratis.

—Sí, después de la escuela empezando la semana próxima —dije. —No


puedo quedarme, Papá, o de otra forma perdería el autobús.

Papá pensó por un momento. —Supongo que te dejaré conducir a la escuela


los martes y jueves.

Mi boca cayó abierta.

—¿Crees que podrías manejar eso? —preguntó.

Asentí, la boca aún abierta. Papá sonrió.

—Cierra la boca, Cadence —ordenó y yo la cerré de golpe. —Estoy corriendo


un riesgo aquí, dejándote conducir tan pronto.

¿Conducir tan pronto? No había conducido en cosa de un año, pero no discutí.

—No me hagas lamentarlo —advirtió él. — Consigues dos días. ¿Me


entiendes? El resto de la semana tomas el autobús. Una vez que consigamos un
trabajo a medio tiempo, veremos sobre devolverte tus privilegios de conducción.

Lo rodeé con los brazos.

—¡Oof! — lloró él, y luego me rodeó en un abrazo.

Era la primera vez que Papá me abrazaba desde que me fui al reformatorio.
Se sentía extraño y maravilloso.

Apreté su cuello con fuerza y le oí reírse.

—Dos días, jovencita —dijo él, los labios presionados contra mi frente.

Tomaría lo que pudiera conseguir.

***
Entré al Salón 212 la tarde del martes a las 3:30 en punto. Esperaba ver a un
par de estudiantes pero no estaba lista para una habitación llena. Cada chica de mi
clase estaba allí, y yo bufé. De pronto todas éramos malas en matemáticas, incluso
las que yo sabía que sacaban A y B.
El Sr. Connelly se veía sobrepasado. No sé por qué. Debería estar halagado. Él
era un dulce –tenía que saberlo –y cada una de sus estudiantes femeninas tenía un
insaciable gusto por los dulces.

Aparentemente cincuenta minutos con él al principio del día no eran


suficientes.

Me carcajeé y caminé a la parte trasera del cuarto. Mi asiento usual ya estaba


ocupado.

—Kaitlin, sacaste un 92 en tu examen —dijo el Sr. Connelly suavemente a la


morocha que ocupaba mi asiento.

—Bueno, lo sé, Sr. Connelly —respondió Kaitlin. —Pero creo que fue solo, un
golpe de suerte, o algo así.

El Sr. Connelly la miró suspicazmente. —No estoy seguro de que puedas sacar
un 92 en un examen de matemáticas que involucre derivados si no tienes idea de lo
que son los derivados.

Kaitlin soltó. —Solo creo que necesito algún refuerzo del material que vimos
hoy.

—Repasamos el examen hoy —respondió el Sr. Connelly. —En el que sacaste


92.

Kaitlin retorció su cabello y ladeó la cabeza. —No lo sé —murmuró ella.

—¿Y si tomas el asiento de Cadence? — sugirió él. —La necesito en el frente


para que esté un poco más enganchada. Y tú pareces comprender perfectamente el
material.

Kaitlin se volvió para mirarme. Me encogí de hombros, observando su


mirada. Ella recolectó sus libros con un bufido y caminó hacia mí.

—Perra —susurró cuando me levanté del asiento.

La ignoré y me deslicé en mi escritorio. Y luego abrí mi ordenador y traté de


prestar atención mientras el Sr. Connelly repasó cada uno de los problemas del
examen uno por uno antes de ponernos en pequeños grupos para que trabajemos
en algunos problemas adicionales. Gracias a Dios que yo no estaba con Kaitlin. Ella
me odiaba ahora, y yo esperaba que me hiciera algo horrible en un futuro cercano.

No era mi culpa que el Sr. Connelly quisiera que me sentara al frente y al


centro. Mi corazón dio un pequeño salto ante esa revelación. Él me quería al frente.
No a ella. Y entonces sacudí la cabeza y recordé que a Kaitlin le iba bien en cálculo.
Yo, por otro lado, estaba fallando miserablemente.
Lo que fuera. Él me dejó su CD.

Las chicas no querían incluirme realmente en el grupo, pero tampoco querían


quedar como perras totales enfrente del Sr. Connelly. Aparentemente, todas
estaban trabajando duro para conseguir su atención, y ser malas conmigo sería
ciertamente un error. Yo contuve una carcajada cuando Alaina se inclinó y me
explicó el tercer problema. Es solo que pareció ocurrir en el momento exacto en el
que el Sr. Connelly se aproximaba a nuestro grupo para escuchar y ofrecer ayuda.

—Así que, creo que la respuesta es 6x + √7. ¿Lo ves, Cadence? —preguntó
ella dulcemente. Y luego ella miró al Sr. Connelly. —¡Oh, Sr. Connelly! No sabía que
estaba allí. ¿Hice bien esta? —Ella alzó su portátil.

El Sr. Connelly revisó su trabajo y asintió. — ¿Alaina? Tienes un promedio de


98 en esta clase.

—Lo sé —dijo ella. —Creo que vine a ayudar a los otros.

—Bueno, eso es muy dulce de por tu parte —dijo él. —Dar tu tiempo libre de
esta forma.

—Creo que tal vez tener a una chica explicándole matemática a otra chica
puede ser de ayuda. —dijo Alaina. —Hablamos, como, lenguajes completamente
diferentes.

—Ya veo —respondió el Sr. Connelly, y siguió al siguiente grupo.

—Creo que no lo entiendo, Alaina— dije, una vez que el Sr. Connelly se
hubiera ido.

Alaina bufó y se volvió hacia Callie sentada a su izquierda, ignorándome


completamente.

—Así que de todas formas, le dije a Brent que mejor empezaba a


arreglárselas si cree que tiene una oportunidad en este trabajo.

Regresé a mi trabajo de mierda, mirándolo, intentando leer un lenguaje que


no comprendía.

Después de la tutoría, regresé para hablar con el Sr. Connelly.

—Así que, ¿qué crees, Cadence? —preguntó él, limpiando la pizarra con una
toalla de papel mojada.

—Creo que soy estúpida —murmuré.

Él dobló la toalla de papel y caminó hacia mí.


—No eres estúpida. Nunca digas eso —dijo él gentilmente. — ¿Quieres
mostrarme lo que aún te causa problemas?

—El número tres —respondí. —Resolví los otros.

—¿El número tres? ¿No te ayudó Alaina con ese? —preguntó él, deslizándose
a mi lado en mi escritorio.

—Uh, sí —respondí sarcásticamente.

Él se detuvo y miró mi cara. Yo lo miré inexpresivamente. Si lloraba frente a


él una vez más, entonces mejor que nunca, nunca regresara a la escuela. Nunca
jamás.

—Está bien. Ve a una página en blanco en tu portátil —comenzó él, y yo me


quedé otros veinte minutos hasta que entendí por qué la respuesta era 6x + √7.
7
Traducido por 3lik@
Corregido por Mariis

Si los lunes no apestaran lo suficiente. Dean finalmente regr esó a la escuela.


Yo lo esperaba el lunes anterior, pero me alegré al descubrir que todavía tenía un
poco de tiempo antes de que yo tuviera que esquivarlo en los pasillos y las clases.
Pensé que si mantenía mi cabeza agachada y caminara rápidamente,nunca tendría
que verle u oír su estúpida voz.

Hasta que descubrí que el casillero vacío al lado del mío estaba asignado a él.
¿Era una maldita broma?

—Uh, hey, Cadence—dijo Dean, acercándose a mí vacilante. Tiré mis libros en


mi casillero y cerré la puerta.

Me di la vuelta para irme.

— ¡Espera! —Dijo Dean, agarrando mi brazo.

—No hagas eso—Le contesté, mirando hacia abajo en mi brazo. Me soltó de


inmediato.

—Lo siento. Mira— Él pasó la mano por su cabello rubio. —Se supone que
pida disculpas y esas cosas. — ¿Disculpas y esas cosas? Este tipo era un verdadero
idiota. De repente sentí como una idiota por quererle. Y por besarlo. Y por dejarle
ver mis pechos desnudos para que dijera que él creía que eran más grandes y que
debería usar un sujetador con relleno.

—Yo no necesito tus disculpas le dije.

—Bueno, tú lo entiendes. Está en la lista de mis padres —respondió Dean.

Lo miré por un momento, y luego mis labios se curvaron en una sonrisa.

— ¿Tus padres arman una lista para ti?

Dean se encogió de hombros y sonrió a sí mismo. —Es tan poco convincente.

—Uh, sí.
— ¿Quieres verla? preguntó.

Me relajé y asentí. Oh, ¿qué diablos? Tenía curiosidad.

Dean me entregó una hoja de papel doblada guardaba escondida en el bolsillo


trasero. La abrí y leí rápidamente. Había varios nombres a las que se esperaba que
pidiera disculpas, una lista de reglas que tenía que seguir en la escuela, y un
montón de—penitencias— que él estaba obligado a hacer a diario después de la
escuela.

Negué con la cabeza.

—Y yo pensé que lo tenía mal.

Dean soltó un bufido.

—El último año se supone que es increíble, ¿no?

Sí, lo era. Se suponía que iba a ser un año increíble con Gracie.

—Mi mamá me trae a la escuela y me recoge—Dean continuó.

— ¿No puedes tomar el autobús? Por lo menos yo puedo tomar el auto bus.

Dean se rió entre dientes y luego bajó la cara.

—Lo siento mucho, Cadence, —susurró. —Yo no estoy diciendo eso porque
está en mi lista.

Me tensé.

—No debí haberte ofrecido drogas.

—No debiste haber tenido drogas, le dije.

—Bueno, me gustan las drogas, ¿de acuerdo? —Respondió. — Estoy tratando


de ser mejor.

—Hmm.

—Siento haberte involucrado en todo eso del robo —continuó.

Sorprendentemente, realmente no me importaba lo del robo. Estaba más


preocupada por la sesión de besos.

—Me dijiste algunas cosas cuando estábamos puestos— le dije.

— ¿En serio? No me acuerdo, —respondió.


Por supuesto que él no recordaba. Él estaba más elevado que una cometa. Yo
estaba elevada, también, pero recuerdo haber dicho una y otra vez para mis
adentros mientras sus labios chupaban mi cuello, recuerda este momento, Cadence.
Nunca lo olvides.Es un momento mágico, especial.

Me eché a reír.

Dean levantó la mirada bruscamente.

—¿Qué?

—Nada—murmuré, sacudiendo la cabeza.

—No, dime.

Rodé los ojos.

—Está bien. Sólo estaba pensando en lo que pensé que era tan mágico
besarte cuando estaba drogada.

— ¿Y ahora que estás sobria?

Sonreí.

—¿Qué piensas?

Dean ladeó la cabeza.

—Me parece bien. Ni siquiera lo recuerdo.

—Me parece bien—le contesté.—Me gustaría poder olvidar.

—Me parece bien. ¿Ya terminamos?

—Sí—le solté, y comencé a hacer mi camino por el pasillo lleno de gente.

—¡Cadence, espera! —Escuché por detrás. Sentí una mano ir alrededor de mi


brazo una vez más, obligándome a detenerme.

—¿Qué Dean?

—Nunca aceptaste mis disculpas —dijo.—Necesito que las aceptes. Tengo que
tacharla de mi lista.

—¿En serio?

—Sí, en serio. ¿Sólo di que me perdonas?


—Hace apenas un segundo que me dijiste que no estabas pidiéndome
disculpas, debido a la lista. ¿Y ahora necesitas tacharlo?

—Mira, soy una idiota, ¿de acuerdo? ¿Qué quieres de mí? No recuerdo
haberlo hecho contigo. Estoy seguro de que fue genial. ¿No puedes sólo superarlo y
decir que me perdonas?

— ¡Dijiste que mis pechos eran pequeños! —Gracias a Dios el pasillo estaba
lleno de gente e increíblemente ruidoso.

No tuve ni idea de por qué salió de mi boca.

Dean sacudió la cabeza y miró mi pecho.

—Me gustan las tetas grandes, ¿de acuerdo? Lo siento. ¿Qué tiene eso que ver
con las drogas y el robo?

—Nada, —le grité.—Y deja de mirarme.

—Bien, Cadence—dijo Dean. —Mira, yo estoy tratando de hacer las cosas


bien. Pero si quieres ser inmadura respecto...

—¿Yo inmadura? ¿Es una maldita broma?

—Suena la campana, Cadence. Y yo tengo que ir a clase. Algunos de nosotros


estamos tratando de que la escuela importe y ser mejores personas.

Me eché a reír.

—Realmente eres un idiota.

—Lo sé. ¿Ahora voy a tener que pedírtelo todos los días a partir de ahora
hasta que nos graduemos, o vas a darme un descanso?

Negué con la cabeza.

—Está bien. Te perdono, pero espero que sepas que es sólo para que puedas
tacharla de su estúpida lista.

—Bien por mí.

—Y yo no quiero que me hables entre clases.

—No planeaba hacerlo.

—Y quiero olvidar que aún existes.

—Lo mismo va para ti.


Nos dimos la mano y nos fuimos por caminos separados.

***
—Empaca tus cosas, mana, porque vas a pasar la noche del viernes
conmigo —dijo Avery, tomando el asiento de al lado mío en el almuerzo.

— ¿Lo haré?

—Uh huh. Llamé a tu mamá anoche. Le hablé de mi último proyecto de


servicio comunitario. Ella se ofreció ayudarte.

—Caramba, eso es lindo de su parte —le contesté.

—Si lo es. Significa que estarás fuera de tu casa todo el fin de semana.

— ¿A dónde? — Le pregunté.

—Hay algunas casas en el lado este de la ciudad que vamos a limpiar. Reparar
orfanatos. Cosas del césped. Alguna de limpieza. —Ella se inclinó y me susurró en
tono de disculpa—Es para la gente pobre.

Rodé los ojos.

— Lo capto.

—Empaca tu ropa de trabajo.

Asentí con la cabeza.

— ¿Quién nos estará ayudando?

—Bueno, Gracie estará allí.

Mi corazón se encogió.

—Y Amber, Alex, Seth, Robin, Toby. Y Dean.

Gemí.

—Pensé que habíais llegado a un entendimiento —dijo Avery.

—Eso no significa que quiera verlo los fines de semana.


—Bueno, supéralo—dijo Avery.—Y habrá algunos voluntarios adultos,
también.

— ¿Quiénes?

—Um, el Sr. y la Sra. Sunders. Los padres de Abbey. El Sr. Connelly...

Mi corazón se apretó de nuevo. ¿Por qué el Sr. Connelly ayudaría en un


proyecto de grupo de jóvenes? Ni siquiera creo que él sea un miembro de la iglesia.
¿Él se hizo voluntario porque sabía que yo regresé al grupo de jóvenes?

Me eché a reír.

—¿Qué?—Preguntó Avery.

—Nada—murmuré.—Sólo soy una idiota egocéntrica.

— ¿Sí? Tú y los otros idiotas en esta cafetería —respondió ella.

Le fruncí el ceño, y ella sonrió.

—Vamos a tener diversión, Cadence—dijo ella. —Y estarás lejos de tu casa


por un fin de semana entero. Incluso irás a la iglesia conmigo el domingo.

Sonreí. Me gustó la idea de estar lejos de casa. Y me gustó especialmente la


idea de ver al Sr.Connelly el fin de semana. Sólo lo vi una vez en ro pa casual. Quería
verlo vestido así de nuevo.

— ¿Me voy a casa contigo después de la escuela el viernes? Le pregunté.

—¿Conduces aún?

—Sólo los martes y los jueves.

—Entonces supongo que traerás tu trasero arrepentido a casa conmigo.

***
El dormitorio de Avery era realmente genial. Estaba un poco celosa cuando
entré. Su techo estaba cubierto de esquina a esquina con lámparas de papel.
Colgaban de diferentes alturas, algunas tan baja que podía alcanzarlas y tocarlas si
me pusiera de puntillas. Su habitación brillaba con tonos suaves de amarillo,
naranja y rosa. Colores ardientes, pensé. Los colores que coinciden con la
personalidad de Avery.

— ¿De dónde sacaste todo esto? — pregunté.

—Las colecciono —respondió ella.—En realidad, mamá comenzó la colección


cuando yo era un bebé, y luego me hice cargo cuando me hice mayor.

—Son hermosas—dije.

—Gracias. Hace que sea más llevadero el estar en casa —dijo.

—Suenas como si tus padres fueran unos monstruos controladores—le dije.

Avery dejó su cartera y bolso de libro en una silla de la esquina.

—No lo son. Mis padres son geniales, pero sus reglas son tan malditamente
ridículas. Quiero decir, soy una líder estudiantil en el grupo de jóvenes, ¿sabes lo
que estoy diciendo? ¿Cuándo se van a relajar un poco? Nunca les he dado ninguna
razón para no confiar en mí.

—Pero les mientes todo el tiempo—señalé.

—¿Y qué? Ellos no saben eso—dijo Avery.—Ellos conocen a Avery la chica de


iglesia, Avery la buena chica, Avery la educada, Avery la buena estudiante

—Lo entiendo.

—Realmente es su culpa que tenga que colarme así por ahí.

— ¿Lo es? — pregunté.

—Sí—respondió Avery, ignorando mi sarcasmo. — Es como cosas de niños.

— ¿Qué cosa?

— Déjales jugar fuera sin vaya, y ellos se quedarán cerca de ti. Pon una vaya,
y ellos trataran de derribarla, tratando de salir.

—Hmm. Tal vez es sólo la naturaleza humana de ser desafiantes —ofrecí. —


No queremos ser cercados por las reglas. Queremos tomar nuestras propias
decisiones.

—Sí, eso tiene sentido. Espíritus rebeldes—dijo Avery.—O tal vez sólo los más
listos tienen espíritus rebeldes.

—Bueno, creo que soy lista, y no tengo un espíritu rebelde—discutí.


—Mentiras. Sino no estarías aquí—Avery señaló.

—No soy rebelde. Estoy desesperada.

Avery suspiró.

—Yo. También.

Me senté en su cama.

—Tendrás un montón de problemas por conseguir un poco de tiempo extra


con Gavin.

—Lo sé—dijo ella.

—Un fin de semana haciendo trabajo manual —continué.

—Lo sé.

— ¿Él lo vale?

— ¿Tu cono de helado lo vale?

Le di un vistazo de altura. Ella se rio.

—Los próximos no serán reales, lo sabes—dijo ella. —Los proyectos de


servicio, lo son.

Asentí con la cabeza.

—¿Tienes un lugar al cual ir cuando nos vayamos de un “proyecto” de fin de


semana?

No pensé en eso, y automáticamente negué con la cabeza.

Avery resopló.

—Necesitamos conseguirte un novio.

***
Hice a Avery prometer que yo no iba a tener que limpiar los baños. No me
importaba nada, pero mis diez meses en la cárcel juvenil me marcaron de por vida
en cuanto a baños se trata. Fue bastante difícil sólo la limpieza por mi cuenta.
—Cadence, voy a cuidar de ti, ¿de acuerdo? —Dijo, pasando los ojos por
encima de su portapapeles. Estábamos de pie en la esquina de la calle Barry
esperando a que los otros llegaran. La mayoría ya estaban aquí, incluyendo Gracie
y su madre, que fingí que no existía. Tuve un repentino impulso de correr hacia
ellos y gritarles en la cara. Fue un impulso muy fuerte, muy raro, y molesté a Avery
con preguntas para evitar actuar sobre ellas.

—Así ¿qué voy a estar haciendo, entonces? —pregunté, acariciando el agujero


en mi andrajosa camiseta del Crestview High. La combiné con unos jeans
igualmente andrajosos y viejas zapatillas de deporte.

—Nunca hay suficientes mujeres voluntarias para estas cosas—Avery


murmuró.

— ¿Estás escuchándome?

Avery levantó la mirada de su lista.

—Eres como una mosca irritante. Vete.

— ¡Avery!

Ella se dirigió a un grupo de hombres adultos. El Sr. Connelly estaba entre


ellos. No me di cuenta cuando llegó, pero ahora que estaba aquí, no podía apartar
los ojos de él. Llevaba un par de Dickies azules con una camiseta gris manga larga.
Que abrazaba su cuerpo cómodamente, destacando brazos tonificados y un pecho
apretado. Sus típicas Converse AllStars fueron reemplazadas por un par de viejos
Timberlands. Él sacudió su cabello desordenado como recién levantado de la cama,
y de repente un nuevo impulso reemplazó el que yo tenía acerca de ir a gritarle en
la cara de Gracie, quería correr hasta el Sr. Connelly y poner mis dedos en su
cabello. Quería agarrarle su cabello, tirar de su rostro hacia el mío , y obligarle a
besarme.

—Oh, Señor—Respiré.

—¡Todo el mundo! ¡Por aquí! —Avery llamó, y me acerqué al grupo, de pie tan
lejos del Sr. Connelly como pude. —Está bien, así es como irá. Estoy emparejando
los adolescentes con los adultos. La forma más fácil y más eficiente para conseguir
hacer todo esto hoy en día, trabajar como equipo. Los adolescentes, tomarán la
dirección de los adultos a los que estén vinculados. Los Adultos, tomarán la
dirección de mí.

Unas risas. Tuve que admitir que Avery era realmente buena en la
organización y dirección. Si tuviera que hacer frente a este grupo de treinta
personas, estaría más que axilas sudorosas y oraciones tartamudas.
—Está bien. Ya repartí las listas de “cosas por hacer” para todos los adultos.
Es súper importante que ustedes obtengan todos los elementos de la lista
marcadas antes de que el sol se ponga. Tenemos seis casas, gente. Podemos hacer
totalmente esto —dijo Avery.—Ahora escuchen sus equipos. Equipo 1: Sr. Sunder,
Dean, y Gracie. Equipo 2: Sr. Wallace, Adrian, y Lizzie. Equipo 3: Sr. y Sra. Rollings,
Seth, y Abbey. Equipo 4: Sr. y Sra. Clemish Grayson, Toby, y Amber...

Escuché pacientemente por mi nombre, feliz de haber evitado ser


emparejado con Gracie y su mamá, pero mis nervios crecían cada vez más por los
nombres que aún no han sido llamados.

—... Equipo 7: Sr. Connelly, Tate y Cadence...

No sabía si desmayarme o chillar. Tampoco sabía que no debería hacer y giré


la cabeza cuando un coche pasó. Buena distracción. Exactamente lo que necesitaba
para mantener mis emociones bajo control. Por desgracia, no había nada que yo
pudiera hacer con mi rostro sonrojado. Tate se me acercó y dejó caer su brazo
sobre mi hombro.

—Cadence Miller. La más linda ex convicta en toda Atlanta —dijo.

—Asqueroso. Suéltame — le contesté, empujando su brazo.

Tate era un canalla, pero él pensaba que era un buen operador. Él nunca se
burló de mí por mi reformatorio juvenil, pero le gustaba constantemente
recordarme lo atractiva que era, y más aún por el tiempo que pasé en la cárcel. Al
parecer, le gustaban las chicas malas. Me hizo preguntas de vez en cuando acerca
de mi tiempo en la cárcel, pero yo no lo haría participar en la conversación. No
quería decirle nada, por temor que la información no le cambiaría en nada, sino
que lo encendería y lo harían aún más desagradable.

—Así que, ¿Cómo era la comida en el reformatorio? — preguntó.

No le hice caso.

— ¿Tenías como un receso u hora de recreo? O ¿cómo se llame? ¿Actividad


Física?

Aun ignorándolo.

— ¿Las chicas se duchan juntas? ¿Se ayudan a lavarse entre ustedes?

—Tate, cállate.

—Hola chicos—dijo el Sr. Connelly, acercándose a nosotros.


—Hey—dijimos al unísono, y yo rodé los ojos.

—Tate, no creo que jamás te haya visto en Crestview dijo el Sr. Connelly.

—Yo no voy allí. Voy a South Hampton—respondió Tate.

— ¿La escuela preparatoria de la que siempre se habla en los periódicos? —


Preguntó el Sr. Connelly.

—La misma —Tate respondió, mirando con aire de satisfacción.

Me olvidé de mencionar que Tate iba a una de las escuelas secundarias


privadas más caras y prestigiosas de Atlanta. Su familia se encargaba de la misma,
supongo, que le daba licencia para actuar como un idiota. En su mayor parte él era
inofensivo, pero temía que un día él pusiera su boca sobre la mía sin permiso,
simplemente porque no se le ocurriría preguntar primero.

—Bueno, me imagino que trabajas muy duro—dijo el Sr.Connelly.

—En realidad no —respondió Tate.

El Sr. Connelly me miró y me sonrió. Él sonrió como si supiera lo que estaba


pensando. Nos mostró a Tate y mí nuestra lista de “cosas por hacer”. Nosotros,
junto con el Equipo 2, nos encargaríamos de la casa de Fanny Burken.

—¿Listos? — Preguntó el Sr. Connelly.

Asentí con la cabeza y lo seguí por la calle a la casa número 536.

—Tate, mi Volkswagen negro está justo bajando la calle. ¿Te importaría


conseguir mi bolsa de herramientas? — Preguntó el Sr.Connelly, tendiéndole las
llaves del coche.

Tate asintió y salió, moviéndose sin sentido de la urgencia o la atención.

—Mandó a un tonto ir a buscar algunas herramientas —le dije.—Claro.

El Sr. Connelly se rió entre dientes.

—Ese era el plan—Él me guiñó un ojo. Parecía estar siempre guiñándome un


ojo. Oh, ¿qué diablos? Le regresé el guiñó, y él me miró sorprendido. ¿No esperabas
eso, Sr.Connelly?

—Sr. Connelly, ¿por qué se ofreció como voluntario en este proyecto del
grupo de jóvenes? —Le pregunté, mirando a Tate pasear con seguridad en la
carretera.
—Sólo estoy tratando de involucrarme —respondió el Sr. Connelly.

—Sí, pero hay un millón de organizaciones de servicios en la que usted


podría participar ¿Por qué nuestra iglesia? Quiero decir, ni siquiera es miembro,
¿no es así?

—Estoy sintiendo como que no me quieres aquí—dijo el Sr.Connelly.

—¡No! —¡Agh! Esa reacción fue demasiada obvia. —No, no es eso. Sólo por
curiosidad, eso es todo.

—Bueno, si quieres saberlo, sólo estoy intentando algunas cosas. Para ver lo
que me gusta. Para ver si hay un lugar para mí en tu iglesia.

Tenía que darle crédito. Él era bueno. Pero no le creí ni por un segundo que
quisiera encontrar un lugar en mi iglesia. Algo más estaba pasando, y porque me
sentía una innegable atracción hacia él, supuse automáticamente había una
atracción en su extremo. Él se había ofrecido hoy por causa mía. Eso es lo que
decidí creer. Para alguien que no era generalmente llena de sí misma, hoy me
estaba reventando.

Fanny Burken era una dulce anciana que vivía en una pequeña casa con dos
luces trabajando. A pesar de que mantenía la casa limpia, estaba cayendo en el
abandono. Nos enteramos de que su hijo murió recientemente en un accidente de
moto, y él era su única familia. Ella no podía llegar a las luces del techo para
cambiar las bombillas y no tenía nadie que la ayudara a mantener la casa.

De inmediato: Entré en modo de Operación Reparar y le pedí a Tate que


cambiara todas las luces de la casa. Luego me fui al baño y fregué desde el suelo al
techo. No sé por qué. El baño estaba limpio, pero creo que mi tiempo en el
reformatorio me acondicionó en limpiar baños cuando necesitaba trabajo que
hacer. Me tomó una hora y media, y no me importó.

Reuní toda la ropa con la ayuda de Fanny y comencé el lavado, y luego ayudé
al Sr. Connelly arreglar algunas tuberías con fugas.

—Cadence, mi llave está en el bolsillo lateral de mi bolsa—dijo, acostado


sobre su espalda con la cabeza baja el fregadero de la cocina.

Jugué a la asistente mientras Tate calafateaba la bañera de Fanny y


cementaba algunos azulejos. El Sr. Connelly tuvo que mostrarle cómo ya que Tate
nunca había hecho un poco de trabajo manual en su vida.

—¿Es esta? —Pregunté, levantando una herramienta con un accesorio


circular en el extremo.
—Más o menos cerca. Esa es una llave de tubo—contestó—. Ni siquiera sé
por qué eso está en mi bolsa.

Salió debajo del fregadero y buscó en el bolsillo lateral de la bolsa de


herramientas.

Sacó lo que él me dijo que era una llave de tubo.

—Oh, sí. Las he visto antes—le dije.

El Sr. Connelly sonrió y volvió a meterse debajo del fregadero.

—Eres una buena ayudante, Cadence—dijo.

Solté un bufido.

—No he hecho nada.

—Bueno, me estás haciendo compañía, y eso es bueno —respondió él.

—Sólo hasta que las sábanas acaben de secarse—dije.

—Y te lo agradezco —dijo el Sr. Connelly. —¿Quieres sostener la luz para mí?

—Claro —le contesté, y rebusqué en su bolsa de herramientas hasta que


encontré una linterna en miniatura. Dudé por un momento, dándome cuenta de
que tendría que sentarme muy cerca del Sr. Connelly con el fin de iluminar sobre
las tuberías. La apertura bajo el lavabo estaba apretada, y él tomaba la mayor parte
del espacio.

—Alumbra aquí sobre mi cara—dijo, mirando el rebote de luz alrededor de la


oscuridad cuando lo ubiqué. Me senté con las piernas metidas debajo de mí,
encorvada, apoyado en su muslo.—Eso está bien—dijo. —Mantenla allí.

Observé el músculo de su brazo flexionarse cada vez que trabajaba con la


llave. Sentí la flexión de su muslo, también como se ponía rígido y luego se
relajaba cada vez que apretaba el tornillo. Y mi cuerpo respondía a él en contra de
mi voluntad. Mi cerebro gritaba para que me quedara quieta todo el tiempo, sentí
mi cambio de peso, inclinándome aún más, más sobre su cuerpo. Se sentía tan bien,
mi muslo presionado contra el suyo, y yo cerré los ojos, imaginando cómo sería la
diferencia de la sensación si nuestras piernas estuvieran desnudas.

—¿Cadence? — Oía de lejos.

Luché contra el impulso de tocar su pierna. Lo quería más que nada. Y no con
mi propia pierna. Quería buscar y pasar mi mano por su muslo.
—¿Cadence? —La voz se acercaba.

Abrí los ojos para ver al Sr. Connelly mirándome. Su expresión era
desconcertante, como si supiera exactamente lo que estaba proyectando mi mente.
Pero él no se atrevería a decirlo en voz alta.

—La luz—preguntó.

No me había dado cuenta de que bajé la linterna y apunté al equipo.

—Lo siento —murmuré, y miré en la dirección de la secadora cuando la oí


zumbar.

—Justo a tiempo —dijo el Sr. Connelly. —Ya quedó.

Me levanté sin decir una palabra para sacar las sábanas.

Fanny y yo pusimos las sábanas limpias en la cama, y mientras estaba en su


habitación, ella me mostró una colección de viejas cartas de amor escritas por su
marido fallecido cuando salían en la secundaria. Nunca había visto una verdadera
carta de amor, escrita a mano en letra cursiva. No creo que los hombres puedan
escribir en letra cursiva. Era la vieja escuela, cariño y pensé que me gustaría que
alguien escribiera una carta de amor para mí.

El equipo 2 estaba ocupado en la limpieza fuera del patio. Cuando finalmente


tachamos todos los puestos de trabajo en el interior, nos dirigimos para ayudar. La
mayoría de todo estaba casi terminado, y estaba cansada. Barría el porche antes de
tomar asiento junto a Fanny para oír sus historias de la infancia. Tenía mucho, y
eran fascinantes, pero sobre todo escuchaba porque sabía que ella necesitaba a
alguien para escucharlas. Pensé que había pasado mucho tiempo desde que alguien
escuchó sus recuerdos.

Yo crecí asustada en medio de su narración, pensando que yo no quería estar


sola cuando fuera vieja. Nunca se me había ocurrido hasta ahora, pero mi vida se
estaba moviendo en esa dirección. No tenía amigos, excepto por Avery, y ella
realmente no contaba como una verdadera amiga. No tenía buena relación con mis
padres y no estaba segura si podía confiar en ellos para cualquier cosa. No tenía
novio.

Me di cuenta de que pasaba los días apenas si hablaba, porque no tenía a


nadie con quien hablar. Si no pudiera ejercer mis habilidades sociales ahora, ¿qué
esperaba para hacer amigos en la universidad? ¿Cómo esperaba salir, enamorarme
y casarme? Iba a terminar sola, vieja y gris en mi casita para uno, lamentando un
pasado donde cometí un error fatal en mi penúltimo año de secundaria que me
costó el amor y la amistad para el resto de mi vida.
—Pero eran otros tiempos —oí decir a Fanny.—Éramos pobres, y una Coca-
Cola era una delicia.

Le sonreí, tratando de ignorar mis miedos.

—Déjenme decirles acerca de las monedas de un centavo que gané por


aplastar moscas —Fanny siguió, y me imaginaba a mí misma como la mosca en la
pared, pero no en el sentido proverbial. Era una mosca real en la pared, pasando
sobre mi negocio de las moscas, sin saber que estaba tomando mis últimos
suspiros cuando Fanny se cernía sobre mí, a punto de usar el matamoscas, listo
para eliminarme como si no importara para nada.

***
—Estás muy callada, Cadence dijo el Sr. Connelly, sentado frente a mí. Lo vi
agitar hojuelas de pimienta roja sobre su pizza.

Todos nos reunimos en Alfredo para la cena un regalo del Sr. y la Sra.
Sunders durante una jornada de éxito Yo quería ir a casa. Me sentía con calor,
pegajosa y sucia, pero eso habría sido grosero. Y yo no tenía un coche de todos
modos. Vine con Avery. Además, una parte de mí quería prolongar el tiempo con el
Sr. Connelly, aunque no estaba realmente de humor para charlar. Sólo quería
mirarlo.

— ¿Yo? — Pregunté, acariciando mi pizza.

— ¿No eres fan de la pizza? —Preguntó.

—Es un correcto —le contesté, quitando un pepperoni y depositandolo en mi


boca. Muy poco femenino. Mi madre lo habría desaprobado.

— ¿Acabas de decir ‘un correcto’?— preguntó el Sr. Connelly, sonriendo.

—¿Yo? —No lo sabía. No me importaba. Todo lo que podía pensar era que yo
era una mosca insignificante. Oh sí, y un irritante, también, de acuerdo con Avery.

— ¿Qué pasa, Cadence? —Preguntó el Sr. Connelly suavemente.

Bebí un sorbo de Coca-Cola.

— No quiero terminar vieja y sola.


— ¿Qué te hace pensar que lo harás?

Rodé los ojos.

—Usted sabe que no tengo amigos —murmuré.

—Es la secundaria, Cadence. No cuenta.

—Seguro que se siente como que cuenta—le dije, un poco rizada porque le
estaba restando importancia a mi situación.—Usted sabe, es igual que los adultos
digan estupideces por el estilo. ‘Consigue un poco de perspectiva. La secundaria no
es importante’. ¿Sí? Bueno, ¡es importante, mientras que estás en ella!

El Sr. Connelly asintió.

—Lo siento. Tienes razón.

— Quiero decir, esta es mi realidad en estos momentos.

—Lo entiendo totalmente, Cadence.

Saqué otro pepperoni de mi pizza y lo metí en mi boca.

—No vas a terminar vieja y sola—dijo el Sr. Connelly después de un tiempo.

—Bueno, eso temo. Quiero decir, al ver a Fanny por sí misma de esa manera.
Sin niños. Sin esposo. Sin vecinos que la ayudan. ¿Con quién hablar?

—No lo sé —dijo el Sr.Connelly.

De repente me acordé de un verso de La Mujer del Predicador. Jeremías, el


niño pequeño en la película, tiene que decir adiós a su mejor amigo que se muda a
otro estado para vivir con los padres de acogida. Se giró hacia su madre y le
pregunta, —¿A quién le diré mis secretos?— ¿A quién Fanny le dirá sus secretos?
Ella compartió conmigo cositas de su pasado. Ella compartió conmigo sus cartas de
amor. ¿Estaba diciéndome sus secretos porque estaba allí y estaba desesperada?
¿Eso es lo que hace la gente solitaria? ¿Compartir sus secretos con quien sea que
escuche?

Me quedé mirando mi pizza, esperando que la tristeza se convirtiera en ira.


Eché un vistazo a Gracie. Incluso en mi miseria abyecta yo era capaz de encontrar
el humor en el hecho de que su nombre era ‘Gracia’ y no expuso nada. Sentí como
gritarle a su lado de la mesa sobre el tema.

—¡Está bien! ¡Soy una persona terrible! ¡Pero se supone que tienes que
perdonar! ¡Ese es tu nombre maldito, después de todo!
Podía oír su respuesta.

—Eres una ex convicta, Cadence. Creo que me exime de perdón.

A lo que yo diría con petulancia,

—¿Sí? Bueno, eso no es muy “cristiano” de tu parte.

Y ella escupía de regreso con igual petulancia,

—¡Por lo menos soy una mejor cristiana que tú! ¡Nunca he tomado drogas!
¡Nunca le robado a alguien!

Y entonces podrías ver la conversación delegarse en una pelea de gritos


dónde estaríamos comparando nuestras virtudes cristianas en un intento
desesperado de salir victoriosas. Estúpida. Inmadura.

Mi ira se intensificó más de lo pensaba en Gracie, la iglesia, y la vida en una


existencia santa. Creo que estaba en toda la situación. Y de repente estaba enojada
con Avery por hacerme volver al grupo de jóvenes. Así que ¿la mayoría de los
chicos estaban bien conmigo? No soy idiota. Sabía que hablaban mierda sobre mí a
mis espaldas. Al igual que iban a la iglesia para chismosear. Pero nunca es como un
chisme regular. Chisme cristiano suena más a esto:

— ¿Has oído sobre Cadence Miller?

—Sí. Ella esta, como, pérdida. Satanás realmente tiene sus garras en ella.

—Tenemos que orar por ella, sin duda.

—Bueno, ¿qué es exactamente lo que escucharon que sucedió? Quiero decir,


para que podamos orar por algo en específico.

—Escuché que ella inhaló cocaína y luego se enrolló con Dean.

— ¿En serio? Oí que ella se acostó con él.

— ¡¿Qué?! Bueno, entonces realmente tenemos que orar por ella. ¿Sexo fuera
del matrimonio? Eso es, al igual que, el décimo mandamiento.

—Lo sé, ¿verdad? Casi podrían perdonar todo el asunto del robo, pero ¿el
sexo antes del matrimonio?

—En serio. Lo que hay que hacer por ellos dos es que se casen.

—Lo sé. ¿No están casados ante Dios de todos modos? ¿Desde que tuvieron
relaciones sexuales?
—Yo creo que sí. Tienen que hacerlo oficial así no vivirán en pecado.

—Es una pena. Necesitamos orar realmente por ella.

Bajé la cabeza y me reí. Y entonces me eché a reír. Varias personas en la mesa


se volvieron hacia mí, mirándome con confusión y desconfianza. Vi a Avery
deslumbrar con la mirada. ¿Cuál era el problema? Yo sólo me reía. Histéricamente.
Y luego Avery se levantó de su asiento y se me acercó. Ella se inclinó y me susurró
al oído.

—No te atrevas a reírte de mí, —dijo entre dientes. —Pon la pizza en tu


maldita boca y come. Te dije que necesitas comer. Y dejar de reírte como una loca.
Si arruinas mis planes, te mataré.

Negué con la cabeza y suspiré.

Cristianos.
8
Traducido por MewHiine
Corregido por Mariis

Pasaron varias semanas, y logré un indulto por tres días para conducir. Por
alguna razón, papá decidió darme el miércoles, además de los martes y jueves con
la pega de que viniera directamente a casa desde la escuela. Yo no quería empujar,
pero la señal del Starbucks apuntó hacia mí como si fuera un faro, y yo un cansado,
vagabundo marinero en necesidad de cafeína. Puse el intermitente antes de
pensarlo, y giré en el estacionamiento. Fue entonces cuando recordé que ya me
gustaría ser un marinero sin barco si no dejaba saber a papá lo que estaba
haciendo. Saqué mi celular y lo llamé.

— ¿Papá? He parado en Starbucks de camino a casa. ¿Quieres algo? — Le


pregunté. Pensé que si me ofrecía a llevarle que algo, no estaría molesto.

— Cadence, ¿cuáles son las reglas? — Respondió papá.

De no parar nunca en cualquier lugar después de la escuela o tener una vida de


ningún tipo.

— Lo sé, —le dije. — No he entrado todavía. Voy a irme.

—Bueno, ya que estás ahí, —dijo el papá. —Podrías conseguirme un café


corto. Con mezcla media.

—Está bien. — Quería chillar, pero mantuve la compostura.

— Y tendrás que dejarlo en la oficina, —dijo papá. — Llegaré a casa tarde.

Incluso mejor. Eso significaba que podría conducir por más tiempo. Conducir
era siempre preferible a estar de mal humor a casa en mi dormitorio.

—No hay problema, —le contesté. Esperaba que papá empezara a pedirme
hacer los recados para él después de la escuela. Yo podría ser su asistente personal,
y él no tendría que pagarme nada. Sólo darme dinero para el café cuando lo
quisiera.

— Gracias, cariño, —dijo papá, y colgó antes de que pudiera responder.

Primero un abrazo. Ahora un “cariño”. No quería hacerme ilusiones de que yo


estuviera trabajando mi camino de regreso a los buenos términos, pero no podía
negar la luz estallando en mi corazón. Nadie podría entender lo feliz que estaba de
estar en un Starbucks en una tarde del miércoles consiguiendo un café para mi
papá.

Rondé alrededor del atestado mostrador esperando mi orden, pretendiendo


textear y responder correos electrónicos y lucir importante como todos los demás.
De verdad extrañaba mucho a Gracie, y realmente odiaba que ella tuviera una
nueva, mejor amiga. Las veía en el almuerzo todos los días. Entre clases todos los
días. Su nombre era Sophia, y yo automáticamente la odié. Yo odiaba estar sola. Sí,
estaba Avery, pero me sentía igual de vacía a su alrededor como si estuviera yo
sola. Traté de engañarme a mí misma con la creencia de que le había dado la
bienvenida la soledad, pero era demasiado lista para eso.

Me sentía tan sola. Tan sola. Sola. . .

— ¿Qué hay, Cadence? — Escuché por detrás.

Me di la vuelta para ver al Sr. Connelly.

—Hola. — Me sonrojé. Me sonrojaba ahora cada vez que veía el Sr. Connelly.
Tenía buenas razones que incluían un pañuelo, un almuerzo, una nota y un paño
húmedo. Oh sí, y un sábado donde me apoyé contra su pierna mientras que él
fijaba un grifo que goteaba. — ¿Consigue aquí su café?

— Si, — respondió, frunciendo las cejas. — ¿Por qué no habría de hacerlo?

— Oh, bueno, no parece del tipo corporativo, —le dije. — Pensé que sólo iba a
cafeterías independientes.

— ¿Es la ropa?

— ¿Eh?

— La ropa. ¿Me hace parecer independiente? —preguntó, empujando su


mano por el pelo. Fue sexy la forma en que él lo hizo, como si estuviera un poco
nervioso, pero no del todo consciente de sí mismo. Esa era la primera vez que veía
al señor Connelly actuar de esa manera. ¿Lo había puesto un poco nervioso? No me
atreví a considerar la idea.

— Tal vez, —respondí, y dejé que mis ojos viajaran de arriba a abajo por su
cuerpo, pero muy rápidamente para que no se diera cuenta.

—Bueno, no me adhiero a ningún código estricto cuando se trata de gastar mi


dinero. Si me gusta, lo compro. No importa de dónde venga.

Asentí con la cabeza.


Pensó por un momento. — Bueno, quiero decir, si yo sé que un pequeño de
cinco años de edad está trabajando en la tienda empapado en sudor, entonces no lo
compro.

— Lo entiendo.

— O animales. Si los animales están siendo abusados o los usan para


probarlos, entonces no compro esas cosas tampoco.

Él jugueteó con sus dedos. Me quedé mirándolo divertida.

— Prácticas poco éticas. Ya sabes. No estoy en eso.

— Entiendo totalmente lo que intenta decir, señor Connelly. — Por Dios, ¡este
chico estaba nervioso!

El Sr. Connelly se aclaró la garganta. — Entonces, ¿entendiste la clase de hoy?

— ¿Alguna vez la entiendo?

Él se relajó y se rio entre dientes. — Bueno, la tutoría parece estar ayudando.


Tu última prueba de nivel fue mucho mejor.

Asentí con la cabeza. Estaba aburrida. Yo no quería hablar de mi progreso en


su clase. Quería preguntarle por qué me había tocado con la toallita húmeda.

— ¿Vas a seguir viniendo a las sesiones de tutoría? — preguntó.

— ¿Está bromeando? Voy a estar allí cada día desde ahora hasta que me
gradúe si eso significa que puedo mantener mis momentos de conducción.

En esta ocasión el Sr. Connelly rio con fuerza. Me gustó que haberlo hecho
reír. Se sentía bien. Y poderoso.

—Pero realmente quiero que entiendas lo que estoy enseñando, Cadence, —


dijo Connelly. — ¿Estás prestando atención en clase?

No.

— Por supuesto que sí, —le contesté.

El Sr. Connelly sonrió y asintió con la cabeza.

— ¿Puedo preguntarle algo? —Le dije.

— Pregúntame lo que quieras.

— ¿Qué hacen los profesores los fines de semana?

— Beben. Abundantemente. Desde el viernes por la tarde hasta el domingo


por la mañana.
Incliné la cabeza y levanté las cejas.

— Oh, ¿te refieres a mí específicamente? — preguntó.

Asentí con la cabeza.

— Todo tipo de cosas. A veces voy a los conciertos o echo un vistazo a los
nuevos restaurantes. Preparo exámenes. Leo. Salgo con los amigos a los bares
locales. Hago el crucigrama del New York Times...

— No, no lo hace, — le interrumpí.

El Sr. Connelly parecía divertido. — ¿Crees que no soy lo suficientemente


inteligente como para hacer el crucigrama del New York Times?

Me encogí de hombros. — Supongo que sí. Parece muy moderno. — Que


estúpida cosa al azar para decir en voz alta.

El Sr. Connelly sonrió. — ¿Gracias?

—De nada.

Me moría de ganas de que llegaran mis órdenes para que yo pudiera irme. Me
sentía incómoda de pie junto a él. Estaba demasiado fresco para mí, y yo no quería
aprender más acerca de su fresca vida. No sé por qué le había preguntado en
primer lugar, y no tengo ni idea de por qué él me lo contó. Tendría que haberme
dicho: —Eso no es de su incumbencia, Cadence, —a lo que yo le hubiera
contestado: — ¿Por qué me tocó el otro día?

— ¡Cafe y café latté! — gritó el de la barra.

— Esa soy yo, —le dije, el alivio siendo evidente en mi voz.

— ¿Adicta a la cafeína? — Preguntó el Sr. Connelly.

Miré hacia abajo a las bebidas. — Oh, no. Uno es para mi papá.

Él asintió con la cabeza. — Bueno, que tengas una tarde agradable, Cadence.

— Usted también, — y dejé que mis ojos se deleitaran por un momento con su
cara. Él me miró con expectación.

¡Pregúntale! mi cerebro gritó. ¡Sólo hazlo antes de que pierdas los nervios!

Pero yo no podía, y me apresuré a salir de la cafetería.

***
Mi padre. No se me permitía odiarlo porque estoy bastante segura de que eso
era un pecado. Además, honrar a tus padres era el único mandamiento que venía
con una promesa: obedéceles (lo que me figuraba que incluía amarlos) y vas a vivir
una larga vida. Quería vivir una larga vida, así que tuve que seguir la regla.

Pero papá no lo hizo fácil. En realidad, eso no es cierto. Él lo hizo fácil durante
la mayor parte de mi vida hasta que aterricé tras las rejas. No podía culparlo por
estar enojado conmigo, pero me podía quejar de que después de meses de
mostrarle que estaba reformada, todavía no podía siquiera ir a la gasolinera
después de la escuela para llenar el depósito sin llamarlo primero.

No sé por qué estaba tan desesperada por su perdón por encima de cualquier
otro. Tal vez fuera porque él siempre me había mirado un poco diferente a Oliver.
Yo era su típica primogénita madura e indefectiblemente obediente. Nunca
cuestioné a mis padres. Hice lo que me dijeron. Me hice cargo de las
responsabilidades a una edad temprana y maduré más rápido que muchos de mis
compañeros. Mis virtudes me ganaron respeto.

Ahora mi padre me veía de manera diferente. Yo no era una buena hija. Yo era
solo una adolescente. Creo que para él eso era más decepción que otra cosa. Él no
quería una hija normal. Él quería una extraordinaria. Pero yo no era esa. Yo era una
falible, típica cerebro-poco-desarrollado que había cometido errores. Supongo que
papá iba ahora a centrar su energía en Oliver en un intento de moldearlo en lo que
yo no podría ser: la perfecta súper adolescente.

Dejé el café de papá y me quedé en su oficina por un tiempo. Él era un


contador, su mundo estaba lleno de números. De repente se me ocurrió que papá
podría haberse ofrecido fácilmente para ayudarme con cálculo. Él era un genio en
las matemáticas. Así que ¿por qué no extenderle la oferta? No es que me quejara.
Asistir a las sesiones de tutoría había sido la razón por la que salía tres días en la
semana. Pero ¿por qué él nunca me había preguntado si quería su ayuda?

— No toques eso, Cadence, —oí desde atrás. Me quedé inmóvil, mi dedo a un


centímetro por encima de los cactus.

— ¿Por qué?

Papá se sentó detrás de su escritorio. — En primer lugar, porque yo lo digo. Y


segundo, porque te habrías hecho daño a ti misma.

— Yo no iba a atravesar mi dedo en eso, — le dije, riendo entre dientes.

Era un gran infierno de espina alrededor de tres pulgadas de largo y yo


simplemente quería lo nítida que era la punta. Yo no tenía planes de hacerme daño
a mí misma, pero me imaginé por un momento que yo era la Bella Durmiendo a
punto de tocar el husillo de la rueda mi desesperada esperanza era que iba a
caer en un profundo sueño y desaparecería de mi realidad.

— ¿Vas a casa? —Preguntó papá.

— ¿Tratando de deshacerte de mí? — Le contesté a la ligera.

—Estoy ocupado, Cadence.

—Lo sé.

Hombre, él en realidad no me gustaba en este momento. Bueno, pensé que


ahora era un momento tan bueno como cualquier otro.

— ¿Por qué voy a clases cuando tú me podrías ayudar con las matemáticas?
— Le pregunté.

Papá se aclaró la garganta. — ¿Eh?

—Tú trabajas con números de todos los días, — le dije. — ¿Por qué no te
ofreces a ayudarme?

Papá lucía molesto y se movió incómodo en su asiento. — Nunca lo pediste.

Me pareció justo. Pero yo quería dejar salir las palabras mientras aún tenía las
agallas para decirlas. Si, me arriesgaba estando castigada o poniéndome en el
camino de algún castigo por una falta de respeto, pero no me importaba. Creo que
fue la cafeína de mi café con leche. Me hizo dura.

—Puedes ser honesto, papá, —le dije. — Tú realmente no quieres gastar


tiempo conmigo.

Papá se quedó atónito. Me di la vuelta para mirar al cactus, una vez más.
Toqué la espina antes caminar fuera de su oficina. No dijo nada, y yo no iba a
dormir como yo esperaba.

***
—Quiero empezar a visitar a Fanny Burken, — dije en la cena de la semana
siguiente.

— ¿Quién? — Preguntó mamá.

— La señora cuya casa limpi´w durante ese proyecto de servicio del sábado
que organizó Avery, — aclaré.

Mamá asintió.
— ¿Por qué? — preguntó Oliver.

— Porque es vieja y está sola, y podría serle de utilidad un poco de compañía,


— le contesté.

Papá se sentó en silencio, considerándolo. Había estado extraño a mí


alrededor desde mi visita a su oficina. No sé si lo que le dije había herido sus
sentimientos, o le obligó a enfrentarse a la verdad. Me sentí muchísimo mejor
después de dejarlo salir en alto, y no me dolió como yo había esperado . Pensé que
sólo sería otra de esas chicas en problemas con papá, y yo estaba bien con eso.
Creo que parte de mí estaba cansada de tratar de demostrar mi valor, así que me
detuve.

Pero me aseguré de remolcar la línea con cuidado. Yo no sería demasiado


grosera o irrespetuosa. No podía arriesgarme a que mis padres se llevaran mi
coche. Pero decidí que simplemente no iba a compartir mi vida con ellos.

— Supongo que puedes visitarla, si ella quiere, —dijo papá finalmente.

Con la bendición de papá, comencé a visitar Fanny Burken. Sé que suena raro.
¿Por qué alguien de diecisiete años de edad, querría pasar tiempo con una mujer
mayor? La verdad sea dicha, yo tenía pocas opciones de hacer amigos por el
momento, y también quería comprobarla y a sus bombillas. Y si estoy siendo
completamente honesta, quería a alguien con quien hablar. Pronto aprendí que no
había nada en ella que fuera de una pequeña dama. Ella era aguda e ingeniosa y
valiente.

En este particularmente poco lunes por la tarde, decidí derramar mis tripas.

— Fanny, soy una ex-convicto, — comencé.

— ¡Eso es fantástico! — Exclamó. — Yo también.

— ¿Perdón?

— Tuve unos pocos problemas de hurtos en mis treinta años, — explicó.

— ¿Me estás tomando el pelo?

— No, en absoluto. Yo robé de todo. Cigarrillos. Revistas. Pañales. Pegamento.

— ¿Pañales?

— Fue un enorme lío todo aquello. Me sentía sola y enojada con mi esposo.

— ¿Realmente fuiste a la cárcel? — le pregunté.


—Bueno no. Hubiera podido, pero conseguí el servicio comunitario en su
lugar. ¿Quién iba a poner a una dulce, bastante pequeña cosa como yo en una
antigua cárcel desagradable? — Preguntó ella, luego murmuró, — Mamones.

— ¡Fanny!

Ella se rio y se sirvió el té.

— Odio el té, por cierto, — le dije.

— Bueno, una gracia social a la que vas a tener que acostumbrarte. Bebes té
cuando se te ofrece, y sirves té cuando la gente te visita.

— Eso es una cosa de ingleses, — argumenté.

—Eso es una cosa de una buena anfitriona, señorita, — respondió ella. —


¿Azúcar? ¿Leche?

Me encogí de hombros, y ella dejó tres terrones de azúcar en mi taza de té. No


hubo leche.

— Bueno, yo realmente fui puesta tras las rejas, —le dije.

— ¿Por qué?

— Asaltar una tienda de alimentación con una pistola tranquilizante, — le


contesté. — Mientras estaba hasta arriba de cocaína.

— Cadence, las drogas son malas, — dijo. Ella no me reprendió por el robo.

—Lo sé. Fue una vez. Y yo no estaba sosteniendo la pistola tranquilizante. —


Tomé un sorbo de té. Estaba tan dulce que me hizo doler los dientes.

— ¿Entonces por qué te metiste en problemas? —preguntó Fanny.

— Porque estuve allí. Y tan arriba como una cometa, —le contesté.

— Dios mío, — dijo. — ¿Te hicieron daño en la cárcel?

— No, pero había una oficial que me odiaba hasta las tripas. Limpié un
montón de retretes.

— ¿Cuánto tiempo estuviste ahí?

— Diez meses. Estuve allí todo mi penúltimo año de la escuela secundaria, —


le dije.

— ¿Qué pasó con las otras chicas? — Preguntó Fanny.

— Me mantuve sola. Las tatuadas y fulanas perforadas me dieron mucho


miedo, — le dije, y Fanny se rio.
— Tú dijiste: 'fulanas' —se rio. — Me gusta eso.

Intenté otro sorbo de té. Mis dientes gritaron.

—Lo siento, Fanny, pero este té duele, — le dije, haciendo una mueca.

— Bien, nunca he oído que se utilizara eso para describir el té, — dijo.

—Mis dientes. El azúcar, — le expliqué.

— Ohhh, — dijo ella. — ¿Otra copa? ¿Sin azúcar?

Negué con la cabeza. — ¿Tienes agua?

Ella dejó la mesa y llenó un vaso con agua del grifo.

—No estamos de caprichos en esta casa, —dijo. — No hay agua embotellada.


No hay agua filtrada. Esto es lo que pude conseguir. — Puso el vaso en frente de mí.

— Me lo llevo, — le dije, sonriendo, luego tomé un sorbo. — ¿Fanny?

— ¿Hmm?

— ¿Crees que el amor es una elección o un sentimiento?

— Esa es una pregunta peculiar, — dijo. — ¿Estás enamorada de alguien?

— No lo sé todavía. Es por eso que te estoy preguntando, —contesté.

— Muy bien, entonces. Creo que el amor es ambos, —dijo.

Fruncí mis cejas. — ¿Puedes explicarlo?

— Bueno, creo que en un principio, es un sentimiento. Te sientes atraído por


ciertas personas en un más químico y emocional nivel.

—Eso es profundo, —le contesté.

— Oh, sólo espera. Tengo más, —dijo, riendo entre dientes. — Pero una vez
que declaras tu amor por esa otra persona, y viceversa, comienza el verdadero
trabajo, porque las mariposas no duran para siempre.

— ¿No lo hacen?

— Cariño, si las mariposas duraran para siempre, ¿crees que habrían


divorcios y rupturas y dolores de cabeza?

— Supongo que tienes razón, — le dije.


— Y ahí es cuando el amor se desplaza desde un sentimiento a una elección,
— explicó Fanny. — Recuerdo una vez en mi matrimonio cuando tuve que
enfrentarme a esa comprensión.

— ¿En serio?

— Vívidamente. Estaba limpiando el pis de mi marido fuera de la taza del


baño, y me dije a mí misma: «Muy bien, las mariposas están definitivamente
muertas, así que ahora tengo que tomar la decisión de seguir amando a este
hombre.»

— Eso suena tan. . . deprimente, — le contesté.

— No, no lo es. Estoy segura de que él llegó a esa conclusión un día que
descubrió que de repente, gané treinta libras.

Me reí.

—Las personas crecen y cambian. Tú tienes que elegir crecer y cambiar


juntos. Eso no significa que el sentimiento no esté todavía allí. Sólo tienes que
trabajar en ello un poco más duro.

— ¿Cómo dar RCP a las mariposas? — Le pregunté.

— Precisamente. Y algunas volverán a la vida. Pero no es fácil, —dijo Fanny.

— ¿Por qué tomarse tanto trabajo? — le pregunté.

Ella sonrió. — Bueno, supongo que no tienes que hacerlo si no quieres.


Algunas personas son citadores en serie de por vida, ya que sólo quieren
experimentar el amor como un sentimiento. Nunca una elección. No puedo
quejarme de ellos por eso, y no pienso mal de ellos. Pero hay algo acerca de
compartir tu mundo con otra persona, envejecer con él, creando recuerdo s.
Supongo que llamas a eso intimidad. Realmente no puedes tener eso si vas botando
de persona en persona.

Asentí con la cabeza.

—Ahora, ¿de quién estás enamorada? — preguntó.

Las palabras se deslizaron hacia fuera. — De mi profesor de matemáticas.

Las cejas de Fanny se dispararon. — ¿No pudiste elegir uno más fácil? Él no
puede exactamente llevarte al baile de fin de curso.

— ¿Qué puedo decir? Todavía estoy en la etapa de sentimiento, — le contesté.


—No tengo ningún control sobre él.

Ella se echó a reír.


— ¿Por qué no se puede revertir? ¿Elegir primero, luego el sentimiento? —,
Le pregunté.

Fanny negó con la cabeza. — No me preguntes. Yo no lo entiendo.

Tomé otro sorbo de agua.

— Hábleme de tu profesor de matemáticas, —dijo Fanny.

Sonreí. Fue automático. — Tú lo has conocido, en realidad.

— ¿Lo he hecho?

Asentí con la cabeza. — Él es el hombre que ayudó a arreglar tus tuberías con
fugas y parchar ese muro para ti.

— ¡Oh mi dios! Es muy lindo, Cadence, —dijo, con los ojos brillantes. Lucía
como si ella no se propusiera nada bueno.

Suspiré. — Yo sé que él es lindo. Muy lindo. Y muy inteligente. Y muy varonil.


— Apoyé la cara en mis manos, los codos apoyados en la mesa. — Y muy fuera de
los límites.

— Ésas son siempre las mejores historias de amor, —respondió Fanny.

— ¿Cuáles?

Bebió un sorbo de té. — Las peligrosas.

Pensé por un momento. — Bueno, yo soy demasiado cobarde para intentar


cualquier cosa, así que no creo que tenga que preocuparme sobre el peligro, — le
contesté. — ¿Y no deberías disuadirme o algo así? Quiero decir, ¿un
enamoramiento por mi profesor de matemáticas? Es completamente inapropiado.

— Bueno, ¿quién soy yo para decir lo que es apropiado y lo que no? —


Respondió ella.

Sacudí la cabeza con incredulidad.

— ¿Qué edad tiene?

— No tengo ni idea, —le dije. — ¿Cómo es eso relevante? Él es mi profesor.

— Cadence, cálmate. No estoy sugiriendo que inicies una relación ilícita con tu
profesor de matemáticas. Estoy simplemente diciendo que no es asunto mío juzgar
si lo haces. El amor viene en todo tipo de paquetes. Algunos están perfectamente
atados y algunos están desordenados. Eso no significa que los desordenados no
sean iguales de buenos.

— ¿Bueno?
— Sí, bueno.

Nos miramos la una a la otra desde el otro lado de la mesa.

—Por supuesto, eso hace las cosas mucho más fácil si esperas hasta que te
gradúes, — dijo Fanny, guiñándome un ojo.

Sonreí. —Yo no estoy esperando nada, porque nunca va a suceder. Y tú tienes


que prometer que no vas a contárselo a mis padres.

— ¡Ja! ¿Por qué diablos ibas a pensar que me gustaría compartir algo con tus
padres? — Preguntó Fanny.

—No lo sé. Pero ellos me tienen a raya. Quiero decir, no es tan malo como
solía ser. Pero aun así, no me sorprendería que mamá te llamara para preguntarte
acerca de nuestras visitas, —le dije.

— Bueno, si lo hace, ¿qué te gustaría que le dijera?

— Sólo di que estuvo bien.

Fanny sonrió. — Veraz aunque completamente desprovisto de detalles.

Asentí con la cabeza.

— ¿Y cuando ella presione para obtener más información?

Terminé mi agua. — Dile que estuvo muy bien.


9
Traducido por MaryJane♥ y SOS VicHerondale.
Corregido por Armonía&paz

Tenía que admitirlo. Avery era buena. Y completamente correcta en cuanto a


nuestros padres. Después de pasar la noche juntas un par de veces, nuestros
padres dejaron de llamarnos. El plan funcionó. Yo estaba nerviosa como el infierno,
sin embargo, en la noche de nuestra primera fiesta de pijamas falsa. Avery tenía
previsto pasar la noche conmigo (traducción: Gavin), y era una bola de nervios.

—Enderézate —gritó ella en el otro extremo de la línea.

—Estoy tratando —le contesté, paseando por mi habitación.

—Mis padres no van a llamar, Cadence. No hay ningún problema.

Tomé una respiración profunda. —No soy buena con los engaños, Avery.

—Entonces comienza a ser buena —espetó. Y entonces oí su rabieta en el


teléfono—. De todas las malditas chicas escogí para ayudarme con mi plan de
libertad a. . .

—¡Oye! ¡Espera un minuto! Puedo hacer esto. —No creía una palabra de eso.

—No tienes que hacer nada. Simplemente relájate. Eso es todo —respondió
Avery—. Me tengo que ir. Estoy donde Gavin.

—Dile que dije hola.

—No. —Y luego la línea se cortó.

Colgué el teléfono y me encerré en mi habitación. Me quedé allí toda la noche,


excepto para ir al baño. Era ridículo e infantil, pero tenía miedo. Y seguí sintiendo
miedo todo el fin de semana hasta que Avery me envió un mensaje para decirme
que estaba en casa. Era sábado por la noche, y me explicó todas las cosas que
hicimos juntas cuando falsamente pasamos la noche juntas. En lugar de re sponder
a través de texto, sólo la llamé.

—¿Cómo se supone que voy a recordar toda esta mierda? —espeté.


—Ni siquiera es mucho. Y de todos modos, no importa. No es como si mamá te
preguntara mañana en la iglesia. Ni siquiera nos sentamos cerca de ustedes.

—Bueno, lo que sea. Creo que dado que pasaste la noche conmigo, debo ser la
que invente lo que hicimos así en realidad puedo recordarlo.

Avery se rió. —Sabes, Cadence, eres como una muñeca American Girl.

—Avery, cállate.

—No, en serio. ¿Quién tiene el pelo rubio? ¿Es Kristen? ¿Kirsten? ¿Cuál diablos
es su nombre?

—¡No soy una muñeca American Girl! —grité en el teléfono.

—Eres una muñeca American Girl, y es por eso que me agradas tanto.

—Bésame el culo, Avery. No soy una muñeca American Girl, y no sé si puedo


seguir con esto…

—¿De qué estás hablando? Tú tendrás la siguiente fiesta de pijamas falsa.


Debes estar totalmente emocionada.

—¡No lo estoy, porque no tengo a donde ir y nada que hacer!

—¿Qué pasa con tu cono de helado? Me decías sobre querer ir a tomar un


helado.

—Eres una perra.

Avery se echó a reír. No pude evitarlo, reí también.

—¿Quieres que sea una fiesta de pijamas real? ¿Y podemos tomar un helado
juntas? —preguntó Avery.

Ella debe haber pensado que era totalmente lamentable. No tenía novio con
quien reunirme, ninguna retorcida agenda, sin amigos con quienes salir, como una
fiesta. Oh, Dios mío. Me di cuenta de que ¡era una muñeca American Girl!

Y lo odiaba. Jodidamente lo odiaba.

—Puedes tener la siguiente —le dije—. No tengo nada que hacer. Sólo tienes
que ir ver Gavin otra vez.

— ¿Cadence? Deja de sentir lástima por ti misma. Vamos a tener una fiesta de
pijamas real para que puedas salir de tu casa. No es gran cosa. ¿De acuerdo?

—Está bien.
—Y solo pienso que eres en parte una muñeca American Girl —continuó
Avery.

—Lo que sea. Ya lo dijiste —murmuré—. Y es verdad de todos modos.

Avery pasó los siguientes diez minutos tratando de explicar cómo el ser
parcialmente una muñeca American Girl era realmente una buena cosa. Escuché
educadamente. Cuando colgamos, mis pensamientos se desviaron de inmediato
hacia el Sr. Connelly y si él pensaba que yo era como una muñeca American Girl. Y
entonces me pregunté por qué iba siquiera a saber qué era eso.

Recordé el CD que me prestó. Se convirtió en un ritual nocturno para


reproducir “Medianoche en un Mundo Perfecto” justo antes de que me quedara
dormida. Miré la hora. Todavía temprano, pero no había nada más que hacer, así
que pulsé PLAY en el equipo de música y me metí debajo de las sábanas. Sabía que
estaba mal, pero me imaginé al Sr. Connelly en la cama conmigo, sosteniéndome,
mientras tratábamos de entender todas las diferentes partes de la canción. Y
entonces él me susurraba al oído que era una canción perfecta para escuchar en
una noche perfecta al lado de una persona perfecta. Yo sólo le creí a medias. Era
una canción perfecta. Y podría ser una noche perfecta. Pero estaba lejos de ser una
persona perfecta.

***
—¿Dónde está todo el mundo? —pregunté, metiendo la cabeza en la puerta en
la tarde del martes.

—No habrá tutoría hoy. Tengo una cita con el médico —respondió el Sr.
Connelly—. ¿Se te olvidó?

—Ohhh, eso es cierto —dije. Mi corazón se llenó con emoción instantánea.


¡Dos horas! ¡Todas para mí! Papá no necesitaba saber que la sesión fue cancelada.
Prácticamente babee a la idea de tiempo no supervisado para mí misma. ¿Dónde
puedo ir? ¿Al centro comercial? ¿Una película, quizás? Tal vez sólo conduzca por
allí, dirigiéndome a ninguna parte en particular, solo feliz de ser libre, aunque
fuera por un corto período de tiempo.

— ¿En qué estas pensando, Cadence? —preguntó el Sr. Connelly.

Negué con la cabeza.

—Buen intento —dijo.


Mi rostro estalló en la sonrisa más amplia. —Tengo dos horas. —Respiré, ojos
grandes y vidriosos. Como si estuviera en un sueño -un demasiado-bueno-para-ser-
cierto maravilloso, delirante sueño.

— ¿Para qué? —preguntó el Sr. Connelly.

Negué con la cabeza. —Eso no es importante. No me importa lo que haga con


tal que haga algo. ¡Dos horas!

—Cadence, creo que lo más inteligente sería ir a casa. —Dijo el Sr. Connelly.

Lo miré como si me defraudara. —No.

—Si tu padre se entera de que no había sesión de tutoría hoy y que no estás
en casa, las cosas podrían ponerse feas muy rápido —dijo el Sr. Connelly.

Estaba instantáneamente cabreada. — ¿Entiende que no tengo libertad? Mis


padres me vigilan como un halcón, temen que vaya a caer con algún otro mal grupo
y robar a otra tienda de alimentación. Esta es probablemente la única vez durante
todo el año que voy a ser capaz de ir a alguna parte o hacer alguna cosa de la que
ellos no sabrán nada. Y no dejaré pasar esa oportunidad. —Era una completa
mentira, pero ciertamente no necesitaba saber mi arreglo con Avery. Y de todos
modos, no necesitaba que fuera mi maestro en estos momentos.

Necesitaba que él fuera un simpatizante.

El Sr. Connelly sonrió con cansancio. —Solo odiaría que perdieras tu


privilegio de conducir. —Y luego añadió en voz más baja—. Odiaría no verte
después de la escuela los jueves.

Estaba sorprendida. No podía creer que dijera eso. ¿Por qué odiaría no verme
los jueves? Se dio la vuelta y siguió empacando su morral. Tiró de la correa a través
de su cuerpo, luego cerró y bloqueo los cajones de su escritorio. Rondé en la puerta
esperando a que él me mirara. Se tomó su tiempo ajustando el morral, mir ando a
todas partes excepto a mi dirección. Me impacienté.

— ¿Por qué? —le pregunté.

— ¿Por qué qué?

— ¿Por qué odiaría no verme en la tutoría los jueves? —No podía creer mi
propio valor.

El Sr. Connelly me miró la cara. Y entonces sus ojos viajaron a un lugar justo
por encima de mi cabeza. —Matemáticas. Porque estás fallando. Y me gustaría
verte mejorar.
Exhalé. Me sentí como un neumático que había sido perforado, implacables
uñas, desinflando rápido y duro hasta nada.

Pero sus ojos se movieron, mi cerebro me decía. No te desanimes. Sus ojos se


movieron.

—¿A dónde piensas ir? —preguntó el Sr. Connelly, caminando hacia mí.

—No sé —contesté, tratando de ocultar mi decepción. Sin importar lo que me


dijera mi cerebro. Sin importar que el Sr. Connelly no me pudiera mirar a la cara
cuando él obviamente me mentía. Quería escuchar la verdad—. Tal vez una
película.

El Sr. Connelly miró su reloj de pulsera. —No hay suficiente tiempo.

Asentí. —Tal vez el centro comercial entonces.

Hizo una mueca. —¿Por qué todos quieren ir allí?

—No lo entenderías —le dije—. Es cosa de adolescentes.

Él se rió entre dientes. —Fui un adolescente, también, una vez.

Me encogí de hombros.

—¿Te gusta ese CD que te presté?

—Sí. Probablemente debería devolvérselo, ¿eh? —Me reí con nerviosismo.


Había tenido su CD por semanas con planes de regresárselo. No quería.

—Que sea por el tiempo que desees.

—¿En serio?

—Sí. Y si te gusta eso, hay una tienda de música independiente en Roswell


Road que vende un montón de ellos. No está a más de cinco minutos de aquí.
Puedes ir a escuchar algunos discos. Completamente diferente experiencia. Puede
gustarte. Y sería mucho mejor que perder tu tiempo en el centro comercial —
sugirió.

—¿Qué es un disco? —pregunté en broma.

El Sr. Connelly rodó los ojos. —No soy mucho mayor que tú. ¿Y qué rayos
sucede con los jóvenes, nunca han oído hablar de la música en vinilo?

Me reí. —En serio, nunca lo he hecho.

—Entonces tienes que ir. Escucha cualquier cosa. Ni siquiera me importa,


siempre y cuando se trate de un LP.
No entendía lo que estaba hablando, pero pensé que si se le preguntaba qué
era un LP, podría tener un ataque al corazón.

—¿Cuál es el nombre de la tienda? —pregunté.

—Curb Your Dog Music—respondió el Sr. Connelly con una sonrisa.

—¿Curb Your Dog? —pregunté, con las cejas levantadas.

—Lo que sea. El punto es que es un buen lugar. El propietario es un buen


amigo mío. Su nombre es Dylan. Simplemente pídele que te ayude a encontrar
algunas cosas —dijo el Sr. Connelly—. Ahora no pierdas más tiempo.

Puso su mano en mi hombro y suavemente me dio un codazo a un lado. Su


contacto fue electrizante, y traté de no saltar. No quería que él supiera que tenía
ese tipo de valor.

—¿Cuántos años tiene, Sr. Connelly? —pregunté mientras caminábamos fuera


del edificio juntos.

—No sé si se me permite compartir ese tipo de información contigo —


respondió, abriendo la puerta para mí.

—No voy a decírselo a nadie —le dije—. No tengo amigos de todos modos.

—Te veo sentada con Avery en el almuerzo —dijo.

¿Notó que me sentaba con Avery en el almuerzo? ¿Qué? ¿Estaba


comprobándome?

—Um, no es realmente una amiga —contesté.

—Oh.

Me aclaré la garganta. —¿Cuántos años?

—Bueno, siempre y cuando sea nuestro secreto —dijo—. Acabo de cumplir


veintiocho años.

—Whoa.

—¿Qué significa eso? —preguntó.

—Pensé que tenía, como, veintidós o algo —le dije. No podría estar
enamorada de un hombre de 28 años. Demasiado viejo.

—Siento decepcionarte —dijo el Sr. Connelly riendo

—Luce más joven. Pero supongo que esa es una buena cosa. Para los adultos
de todos modos. Lucir más joven que su edad.
―Y los adolescentes son exactamente lo contrario, ¿No? ―preguntó el Sr.
Connelly―. Quieres lucir más adulta.

— Lo suficiente como para comprar cerveza—Estuve de acuerdo.

El negó con la cabeza.

―Dios, a veces echo de menos a la secundaria.

Me detuve en eso.

― ¿Qué?

― ¿He dicho algo malo? ―preguntó el Sr. Connelly, dándose la vuelta.

― ¡Yo diría que sí! ―lloré―. Algo sacrílego, por lo menos. ¿Echa de menos la
escuela secundaria?

―No es horrible para todos, Cadence ―dijo el Sr. Connelly, sonriendo―. Yo


tenía amigos divertidos. Era un buen momento ―él pensó por un momento―.
Ahora que lo pienso, sin embargo, podría haber dado menos preocupaciones a mis
padres. Yo era un poco malo ―el me guiñó un ojo.

Yo que quería que él me guiñara un ojo. No quería tener esta conversación por
más tiempo. Me sentía como una completa perdedora. Ya era bastante malo que
tuviera un ridículo enamoramiento hacia él. Yo no necesitaba saber lo genial que
era durante la escuela secundaria.

― ¿Así que piensas que puedes comprobar esa tienda de discos? ―preguntó.

Asentí con la cabeza. No necesitaba saber lo genial que era durante la


secundaria, pero yo estaba desesperada por saber de él ahora.

***
―Se supone que debo preguntar por Dylan ―dije, caminando a la tienda má s
desorganizada que jamás había visto.

―Ese soy yo ―respondió el joven hombre detrás del mostrador―. ¿Puedo


ayudarte en algo?

―Bueno, mi… amigo me envió aquí y me dijo que te preguntara si tienes algo
para mí que pueda escuchar en vinilo ―esperaba que eso hubiera salido bien. No
estaba segura de si se suponía que pusiera un artículo delante de "vinilo" ¿El
vinilo? ¿Un vinilo?
Dylan sonrío.

― ¿Nunca has oído sobre un registro antes?

Negué con la cabeza.

― ¿Cuántos años tienes?

―Veintiuno ―le contesté. No sé porque mentí.

El asintió con la cabeza.

―Así que tenemos a un novato.

―Tu no me vas a dar una larga historia interminable sobre los discos,
¿Verdad?

Dylan se echó a reír y sacudió la cabeza.

―No, te las ahorraré. ¿Alguna vez has visto a un tocador de discos?

―Duh ―respondí, aunque no lo hubiera hecho.

Dylan sonrío. Sabía que estaba mintiendo.

―Dime, ¿Quién te envió?

―Uh, Mark Connelly ―respondí.

―Ohh, Mark ―dijo Dylan―. Si, el llamó hace un rato. Dejó algo para ti. Eres
Cadence, ¿verdad? ¿Una de sus estudiantes? ¿Qué haces en la secundaria si tienes
veintiún años?

Mi cara se puso roja como un tomate.

― ¿El me dejó algo?

―Si ―dijo Dylan―. Si eres Cadence, de todos modos. Tú cumples con la


descripción. Baja. Cabello rubio. Ojos azules.

― ¿Él me describió? ―casi me desmayé. No estoy bromeando.

―Uh huh ―Dylan buscó hasta que encontró un registro. Quito la nota adhesiva
que decía: ‘’Cadence’’ y me lo entregó―. Me llamó hace un rato. Dijo que estarías
aquí. Él pensó que te gustaría esto.

Tome el registro provisional, escaneé de la portada que tenía dos hombres


rayados a través de una tienda muy similar a la que estaba yo ahora.

―Así que creo que no tienes veintiuno ―dijo Dylan.


Negué con la cabeza.

―No sé porque dije eso. Tal vez para que me tomarás más en serio.

―Tomo en serio a todos los que entran en mi tienda ―respondió Dylan.

―Buenas prácticas de negocios ―le dije.

―Entonces, ¿Cuántos años tienes? ―preguntó.

―Casi dieciocho.

―Lo que significa que tienes diecisiete.

Asentí con la cabeza.

― ¿Y tú piensas que tus gustos musicales están cambiando?

―No lo sé.

― ¿Has escuchado este disco antes?

―Si. El CD.

Dylan asintió.

― ¿Te gustaría que suene aún mejor?

Sonreí.

―Si.

―Bueno, ven conmigo ―dijo y me llevo a la parte trasera de la tienda―. No


tenía ni idea de que Mark también estuviera a cargo de educación musical.

Me sonroje y volví la cara.

―Sin embargo, no me sorprende ―continuó Dylan.

― ¿Qué quieres decir? ―le pregunté, deteniéndome frente a un extraño


aparato que se lucía como algo de una película de los años 70.

―Mark siempre estaba tomando proyectos personales en la universidad.


Antes de que se hiciera grande en el hip hop instrumental, él estaba empujando
mierdas sobre causas ambientales. Uno de nuestros amigos mostro un poco de
interés, pero eso fue todo. Él estaba fuera y corría como un loco.

Me enfadé. No me gustaba la idea de ser un ‘‘proyecto personal’’ para mi


profesor de matemáticas. Por otra parte, no me gustaba que me viera como una
joven impresionable en necesidad de orientación. Incluso si solo era orien tación
musical. Nunca debí de haber tomado ese CD de él. Nunca debí haber venido aquí.
―Así que esto es un reproductor de discos ―dijo Dylan―. Y así es como
funciona.

El tomo el disco, saco el vinilo de la cubierta y la colocó con cuidado en lo que


llamó ‘‘plataforma giratoria’’. El volvió el reproductor y recogió el ‘‘brazo’’.

―Ahora, esta es la parte difícil. Tienes que ser muy cuidadosa cuando
coloques el brazo en el disco. ¿Ves la aguja en la punta?

Miré de cerca y asentí.

―Eso es lo que toca las canciones, pero también puede rayar el disco. Así que
poco a poco y con cuidado es el nombre del juego ―dijo Dylan bajando el ‘‘brazo’’ y
colocando suavemente la aguja en el borde exterior del disco―. Yo no uso palancas
de pre-escucha. Esas son para aficionados.

―No tengo ni idea de lo que me estás hablando ―le conteste.

―Oh, simplemente coloca el ‘‘brazo’’ para ti. Se supone que es una manera
más segura de escuchar la pista, pero tengo una mano muy firme, rayas mínimas,
¿Lo ves?

Me reí.

―Uh, sí. Por supuesto.

Dylan sonrío.

―El vinilo se reproduce desde afuera hacia adentro. Si quieres escuchar las
canciones en el orden de la lista de reproducción.

― ¿Eh?

―Ya verás como el brazo se mueve hacia el centro mientras se reproduce el


disco ―explicó―. Los CDs se escuchan desde adentro hacia afuera.

―Oh ―escuché un poco de estallidos y chisporroteos antes del inicio de la


primera pista.

― ¿Algo en particular que quieras escuchar?

―Bueno, ya he escuchado todo el disco ―le dije.

― ¿Qué canción te gusto más?

―Uh, me gusta mucho ‘‘Stem/Long Stem’’ ―le contesté. Me sentía tonta


diciendo el título en voz alta. No pensé que esas palabras pertenecieran a mi boca.

―Stem/Long Stem será ―dijo Dylan y detuvo la reproducción. Observé


mientras esperaba que el tocadiscos se detuviera por completo antes de sacar el
‘‘brazo’’ del vinilo. El volteó el disco, se volvió al reproductor una vez más y colocó
la aguja en la segunda banda desde el borde exterior. Un poco más de
chisporroteos y estallidos antes de comenzar la canción.

Escuchamos en silencio por un tiempo, y yo intenté con todas mis fuerzas oír
las sutiles variaciones con la versión en vinilo, pero confieso que la única diferencia
parecía ser los sonidos silbantes e intermitentes de la superposición de la música.

―No entiendo ―confesé― Suena sucio para mí.

―Me estas matando, Cadence ―dijo Dylan―. Esto es música en su forma más
pura.

Le sonreí tímidamente.

― ¿Los DJs tienen bandas? Quiero decir, ¿Cómo incorporan todos esos
instrumentos?

―Jesús Cristo.

― ¿Qué? ―le pregunté indignada―. ¿Cómo diablos voy a saberlo?

―Los DJs utilizan muestra.

― ¿Está bien?

Dylan negó con la cabeza.

―Una muestra puede ser cualquier cosa. Un clip de una emisión de noticias.
Un clip de una canción, un discurso, una película. Efectos de sonido. En realidad
puede ser cualquier cosa. Y los DJ combinan todos ellos a la perfección para hacer
una canción coherente, una nueva muestra descompuesta.

―Pero no crean nada realmente nuevo ―argumenté.

Dylan se quedó sin aliento y detuvo el tocadiscos.

― ¿Me estas tomando el pelo? ―preguntó―. Entonces tú tendrías que decir lo


mismo de todos los músicos. Nadie hace las notas en un piano o los sonidos de una
guitarra. Pero cada música manipula esas notas existentes para crear algo fresco y
nuevo. Algo original. El Sampling 5 no es diferente.

―Está bien, entiendo lo que dices.

5
Mezcla de muestras musicales.
Dylan volvió a prender el reproductor.

― ¿Por qué te gusta esta canción? Quiero decir, es realmente una buena
opción. Solo me preguntaba por qué.

Me rasqué la cabeza y me encogí de hombros, mirando a la pared opuesta. No


estaba segura de que decirle.

Él podría pensar que yo estaba tratando desesperadamente de ser profunda o


compleja. Pero la verdad es que me ha gustado esta canción en el segundo que la
escuché porque era como yo, justo en el borde de la bondad, justo en el borde de la
elección, ese espacio entre el movimiento hacia algo positivo o caer en el abismo.
Escogí caer. Una vez.

Solo una vez. Y ahora todo había cambiado, y yo no podía soportar la


oscuridad.

― ¿Cadence?

Seguí mirando, pensando en ese momento en el que estuve de acuerdo en


inhalar cocaína por primera vez. La única vez. Y solo una línea. Me quemó la nariz,
pero luego fue como un crujido brillante, al igual que el estallido del vinilo. Me puse
de pie después de inhalar la línea blanca, pero mi cuerpo seguía subiendo,
subiendo cada vez más. Recuerdo levantar mis brazos, convencida de que los
ángeles agarraban mis manos y me estiraban. Yo estaba volando y siendo estirada
al mismo tiempo.

― ¿Cadence? ¿Estás bien?

Gire la cabeza hacia Dylan.

―Gracias por dejar que lo escuchara. Me tengo que ir.

―Bueno, espera. Déjame que te devuelva tu disco.

― ¿Eh?

―Mark lo compró para ti ―dijo Dylan, colocando el vinilo suavemente en su


cubierta.

― ¿Qué? Pensé que solo lo aparto ―confesé, tomando el registro. ¿Qué


demonios iba a hacer con él? Yo no tenía un tocadiscos.

―No, él lo compro.

Me sentí alagada y enojada, ¡El Sr. Connelly no tenía que comprar un disco
para mí! Fue vergonzoso, y yo solo podía imaginar lo que estaba pensando Dylan.
Vislumbré su cara y pensé que lo atrapé en una media sonrisa.
― ¿Qué es tan gracioso? ―le exigí.

― ¿De que estas hablando? ―respondió. Y luego añadió en su voz baja―. Oye,
sin juzgar.

―No puedo tomar esto ―dije, empujando el disco en sus manos.

Él lo empujó hacia mí.

―Esta pagado. Escúchalo con tu profesor de matemáticas.

Bufe y me volví sobre mis talones. Lo escucharía con mi profesor de


matemáticas. Será mejor que creas que lo haré.
10
Traducido por Lililamour
Corregido por Clau :)

—¿Qué está haciendo? —siseé en la cara del Sr. Connelly.

Me dirigí a la escuela temprano y fui directamente al salón 212. Tampoco


llamé a la puerta. Sólo entré a la fuerza y lo dejé salir.

—¿Qué quieres decir? —Dejó caer su lápiz sobre el escritorio y me miró.


—¡Ese disco! ¡Me compró un disco!
—¿Cuál es el problema? Me dijiste que te gusta DJ Shadow.
—¡Lo planeó! —dije—. ¡Tenía ese disco esperándome!
—Sí, llamé a Dylan para que te lo apartara. Estoy confundido. ¿Por qué estás
molesta? —preguntó el Sr. Connelly.
Estaba furiosa. Él sabía muy bien por qué estaba enojada. Yo estaba
perfectamente satisfecha con albergar un enamoramiento secreto de mi maestro,
uno que sabía que no iba a ir a ninguna parte. Una cosa era fantasear sobre una
relación inapropiada. Era completamente otra cosa el buscarla. Y él me estaba
persiguiendo. Me llevó una eternidad, pero mi cerebro de diecisiete años de edad
¡finalmente lo descubrió! Comenzó el primer día de clases. El pañuelo. ¡Ese
puñetero pañuelo!
Yo. Estaba. Asustada.
—¡Deje de jugar conmigo! —grité.
—Baja la voz —exigió el Sr. Connelly, luego se acercó a la puerta y la cerró. Se
volvió para enfrentarme—. Nadie está jugando contigo, Cadence. Llamé a la tienda
y le pedí a Dylan que apartara el álbum para ti.
—¿Por qué lo compró para mí?
—Porque sabía que te gustaría.
—¿Por qué me compró el álbum, Sr. Connelly?
—Porque… porque todo el mundo debería poseer al menos un disco.
—¡No tengo un tocadiscos! —chillé exasperada—. ¿Por qué me compró ese
álbum?
El Sr. Connelly suspiró y se rascó la parte trasera de la cabeza. No tenía otra
opción, y él lo sabía. Y cuando no te dan opción, hace que actúes como siempre has
querido mucho más fácil.
Caminó hacia mí con resolución hasta que estuvo a centímetros de mi cara . Se
cernió sobre mí, y yo tenía miedo de mirarlo a los ojos. Así que en su lugar me
quedé mirando su pecho.
Se inclinó y me susurró al oído—: Porque quería hacer algo amable por ti.
Necesitas a alguien para que haga algo amable para ti, por el amor de Cristo.
Caminas alrededor de esta escuela como si alguien hubiera matado a tu perro. Eres
la cosa más triste que he visto nunca, Cadence. La cosa más solitaria que he visto
nunca. Y cualquier oportunidad que tenga para verte sonreír, la tomaré.
Quería gritar por no poder tocarlo. Tenía miedo de que alguien entrara por la
puerta.
—¿Hace cosas amables por todos sus estudiantes? —pregunté.
—No.
—¿Por qué yo?
Hubo una breve pausa.
—Porque me gustas, Cadence. Me gustas mucho.
—Pero no tengo un tocadiscos —respondí. Era una respuesta absurda.
El Sr. Connelly acunó mi cara entre sus manos, obligándome a mirarlo. Su
toque era tan suave, me recordó la última vez que limpió mis enharinadas manos y
cara. Pensé que él podría conseguir que cualquiera hiciera lo que él quisiera con
esas manos. Eran mágicas.
—No tienes que tener un tocadiscos para gustarme, Cadence. —Me reí—.
Pero ¿adivina qué?
—¿Hmm?
—Yo tengo un tocadiscos. Y no estoy en tutoría mañana.
—¿Otra vez?
—Tengo una cita con otro médico —contestó, y podía oír la sonrisa detrás de
las palabras. Asentí, con mi cara todavía atrapada en sus manos—. Creo… creo que
eres la cosa más dulce —dijo el Sr. Connelly.
—¿Sí?
Asintió y soltó mi cara. Lo vi voltearse al pizarrón y agarrar el marcador de
borrado en seco de la bandeja. No estaba segura de si debía quedarme o irme a mi
casillero.
—Ve a dejar tus libros —dijo. Le salió plano y carente de emociones.
—¿En serio?
—Sí, en serio. Y mantén esa puerta abierta cuando te vayas —contestó.
—¿Está enojado conmigo?
El Sr. Connelly se dio la vuelta. —¿Por qué me preguntas eso?
—Porque está muy severo en este momento. —Abracé mi cintura a la
defensiva.
—Cadence, no quise sonar duro. En verdad que no. Pero estoy tomando un
riesgo enorme aquí. Un riesgo realmente gigantesco. No creo que te des cuenta de
lo gigantesco. ¿Entiendes?
Asentí. Traté de luchar contra el impulso, pero fue inútil. Y había esperado
demasiado. Lancé mis brazos alrededor de su cuello. Él se inclinó, pero aún así
todavía tenía que ponerme de puntillas. Envolvió sus brazos alrededor de mi
cintura y se puso de pie, levantándome del suelo. Olí la loción para después de
afeitar en su mandíbula y el almizcle de esa tierna carne de su cuello. Nunca había
olido esas cosas en los chicos con los que salí en el pasado. Pero el Sr . Connelly no
era un chico. Él era un hombre. Olía como un hombre. Se sentía como uno también,
con sus musculosos brazos sosteniéndome cautiva contra su pecho musculoso. Me
llevó a un hueco de la habitación que no se podía ver desde la ventana de la puerta
del aula y enterró su cara en mi cuello, inhalando profundamente.
—Dios mío —susurró. Me agarró con más fuerza, y jadeé por aire—. ¿Te veré
mañana después de clases? —preguntó en voz baja en mi oído.
Me estremecí y asentí. Un débil sí se escapó de mis labios.
—Bien —respondió, y me puso con cuidado sobre mis pies.
No podía procesar lo que acababa de suceder.
El Sr. Connelly regresó al pizarrón y volvió a su trabajo. Lo observé durante
una fracción de segundo antes de salir de la habitación. Corrí al baño y me escondí
en un compartimento. Todo mi cuerpo temblaba incontrolablemente. Me dolía el
estómago. Mis axilas estaban húmedas. Pensé que me había orinado en los
pantalones sólo para darme cuenta de que no estaban orinados en absoluto.
Mis bragas estaban húmedas a causa de él.

***
Cadence, eres una chica muy mala.
Me acosté en la cama, tratando de ignorar mi conciencia. De todas maneras no
creí que tuviera razón. ¿Por qué no podía tocarme? Al menos no estaba teniendo
sexo. ¿Qué si estaba fantaseando con mi profesor de matemáticas? Eso es todo lo
que era: una fantasía.
Sabía que no iría a su casa mañana. No tenía las agallas. Él me asustó
muchísimo, y yo era un desastre total a su alrededor. Realmente no podía entender
lo que era esa atracción de todos modos. Sí, pensé que era algo lindo, pero había
chicas en mi clase de matemáticas que estaban guapísimas. No pensé que fuera eso.
Yo no era una súper modelo. Yo era tu chica de al lado. Bueno, tal vez a él le
gustaban los tipos chica-de-al- lado. O tal vez sintió mi vulnerabilidad emocional,
mi soledad. Tal vez pensó que podía tomar ventaja de eso. Yo no era una completa
idiota. Sabía que todo esto estaba mal, y sabía que tenía que hacer frente a la
posibilidad de que el Sr. Connelly era un mal hombre. Un drogadicto. Un abusivo.
Entonces ¿por qué no me creía nada de eso? ¿Por qué pensaba en su lugar que él
era genuinamente agradable y amable? ¿Que se había enamorado aparte de
cualquier traicionero motivo? ¿era sólo mi inocencia?
Tienes diecisiete años, Cadence. Por supuesto que es tu inocencia.
Le contesté a mi conciencia metiendo profundamente mi dedo dentro de mí,
gimiendo suavemente.
—Soy una chica inteligente —dije en voz alta, respirando con dificultad.
Claro que lo eres.
Continué acariciándome, sintiendo mi creciente humedad mientras pensaba
en las manos del Sr. Connelly. En ese momento estaba pasando unos papeles a los
estudiantes de mi clase de matemáticas. Pero entonces los estudiantes
desaparecieron y el resto de los papeles junto con ellos. Era sólo el Sr. Connelly,
viniendo hacia mí con un propósito. Puso sus manos sobre mí, levantándome con
rudeza y forzando mis piernas alrededor de su cintura. Me llevó a su escritorio, y
me puso en el borde, empujándose a sí mismo contra mis muslos abiertos.
—Oh, Dios mío —suspiré.
¿Cadence? ¿No se supone que deberías estar en el grupo de jóvenes en este
momento? Es miércoles.
—Tengo tiempo —dije.
Ni siquiera es por eso, Cadence. ¡Estás masturbándote antes de ir a la iglesia!
—¡Cállate! —siseé y continué frotándome hasta que sentí al Sr. Connelly
tocándome en su lugar. Estaba recostada en su escritorio, sin shorts y sin bragas, y
él estaba sobre mí, tocándome incesantemente entre mis piernas mientras me
preguntaba cómo calcular el seno.
—¿Calcular el seno? —Respiré. No sabía. No me importaba. ¿Qué demonios?
¡sólo hazme correrme!
—El seno, Cadence —dijo el Sr. Connelly pacientemente—. Este es un repaso
de trigonometría. Deberías recordar.
—No lo sé —grité, jadeando rápidamente, sintiendo la brasa quemando
profundamente dentro de mi abdomen. Él siguió avivándolo con sus dedos,
haciendo crecer el fuego que eventualmente me quemaría viva.
Se inclinó para susurrar en mi oído—: El seno es igual al opuesto dividido
entre… —Y deslizó dos dedos dentro de mí.
Grité, el fuego estallando y chisporroteando entre mis piernas, lamiendo la
tierna carne de mis muslos internos. Él amortiguó mis gritos con su boca,
besándome suavemente mientras yo me corría duro, arqueando la espalda
involuntariamente como si le estuviera pidiendo más. Así que me lo dio. Siguió
acariciándome, sacando mi orgasmo hasta que cambió del placer a la agonía.
—Por favor, detente —rogué dentro de su boca, y lo hizo.
Abrí los ojos, tenía una mano descansando entre mis piernas, y la otra
palmeando sobre mi boca. Mi cuerpo se estremeció una y otra vez mientras miraba
mi techo, vacía de todo. Vacía de lo bueno. Vacía de lo malo. No tenía nada que me
guiara, sin dirección, sin intenciones, así que tomé la decisión de ir.

***
Me senté en mi auto, con el corazón golpeando duro y rápido. Podría
simplemente girar la llave en el encendido, salir del estacionamiento e irme. Así de
fácil. Fingir que nunca llegué aquí. Pero una fuerza más grande que mi miedo se
hizo cargo, convirtiéndome en una autómata mientras inconscientemente cerraba
el auto y caminaba por la vía de ladrillo hasta su departamento. Apartamento
620C. Vi cómo mi mano se cerró en un puño y golpeó la puerta. Oh, Dios mío. ¡Mi
mano acaba de cerrarse en un puño y ha tocado la puerta! ¡Tengo que irme!
¡Ahora!
El Sr. Connelly abrió. —Hola, Cadence.
—Uh huh.
Sonrió. —¿Te gustaría entrar?
—Uh huh.
Me quedé plantada en mi lugar.
—¿Tal vez ahora? —sugirió.
—Uh huh. —Pero no podía moverme, y sólo pude poner un pie delante del
otro, una vez que él envolvió su mano alrededor de mi brazo y suavemente me jaló
dentro.
—No voy a abalanzarme sobre ti, si eso es lo que temes —dijo el Sr. Connelly,
cerrando la puerta detrás de mí.
Mal chiste. Mal momento. ¿Se le puede considerar un depredador sexual? Yo
todavía tenía diecisiete años. No cumpliría dieciocho hasta diciembre.
—Esta es una mala idea —solté abruptamente.
—Lo sé.
Levanté la vista hacia su rostro. — Es mi profesor.
—Lo sé.
—¿No hay ahí como un conflicto de intereses o algo así?
—Completamente.
—¿No tiene miedo?
—Completamente.
—¡Sr. Connelly! —Yo estaba más allá de nerviosa—. Si sabe que está mal,
¿entonces por qué estamos haciendo esto?
—Yo no dije que estaba mal. Estuve de acuerdo contigo de que es un conflicto
de intereses y que estoy asustado. —Tomó mi sudada mano y me guió al sofá—.
Por favor, llámame Mark —dijo, invitándome a sentarme.
Me hundí en el sofá. Se sentó en el borde de la mesa de café directamente
frente a mí.
—No puedo llamarlo así. Es mi profesor—dije. Me sentí ridícula, joven y tonta.
Me moví en el cojín del sofá sintiéndome atrapada. Estaba frustrada porque me
gustaba la sensación, y no estoy segura de si debía.
—¿Cadence? Está bien. Si te quieres ir, está bien. Si no estás sintiendo lo que
yo estoy sintiendo, entonces está bien —dijo—. ¿Podrías mirarme? —Me obligué a
mirarlo a los ojos, quitando mi mano de la suya—. Está bien —repitió en voz baja.
—¿Me trataría de diferente manera en clase si me voy? —pregunté.
—No.
—¿Me reprobaría?
El lado de la boca del Sr. Connelly se arqueó. —Creo que estás haciendo un
muy buen trabajo con eso por tu cuenta.
—¡Cállese! —Me reí, y golpeé su brazo.
—Ouch —dijo—. Tienes un golpe fuerte. —Frotó su brazo, fingiendo que en
realidad lo había lastimado.
—Estoy mejorando —murmuré.
—Sí, lo estás, Cadence. Sólo estaba bromeando.
Miré a mi regazo. —No quiero irme —susurré, mi cara estaba quemando con
un rojo brillante.
El Sr. Connelly asintió. —Bien. ¿Puedo hacer una regla?
—¿Sólo una?
Se echó a reír. —Bueno, estoy seguro de que tendremos muchas, pero sólo
tengo una para hoy.
—¿Cuál es?
—Mientras estés aquí, ¿me podrías hacer el favor de llamarme Mark?
—Lo intentaré —contesté.
—Bueno, eso es suficiente para mí —dijo él—. ¿Tienes hambre?
Por primera vez en casi un año, me sentía hambrienta. No debería. Tenía el
estómago hecho nudos. Todo mi cuerpo era una bola de nervios eléctricos. Debería
haber sentido arcadas ante el pensamiento de comida, pero fue exactamente lo
contrario. Pensé que podría comer todo de su cocina.
—Un poco —dije, y mi estómago gruñó largo y fuerte. Me quería morir—. De
acuerdo, tal vez mucho.
—He notado que no comes mucho —dijo el Sr. Connelly.
—No había tenido hambre hasta ahora —contesté. No estaba tratando de ser
divertida, y él lo sabía.
—Tengo lo que quedó de anoche. Hice un platillo de cuscús de camarón —
ofreció—. No sé si es algo que te gustaría, pero eres más que bienvenida a
probarlo.
Asentí. No sabía lo que era el cuscús, y no me importaba. Lo comería porque
tenía que comer algo, cualquier cosa, en este momento.
El Sr. Connelly calentó los sobrantes en el microondas mientras yo me sentaba
congelada en su sofá. No sabía qué hacer y pensé que sería grosero ir hurgando en
sus cosas. Así que sólo me quedé sentada, con mi cabeza girando de lado a lado,
asimilando el aspecto y la sensación de su sala. Era masculina y limpia. Lineal.
Su sofá era de un burdeos profundo. Estaba tan contenta de que no fuera de
cuero negro. Me podría haber ido si hubiera sido de cuero negro. Y no había un
mini bar. Me alegré por eso también, aunque no estoy segura de por qué tenía esta
impresión de que los solteros tenían mini bares en sus hogares.
Tenía un montón de libros. Tenía incluso más discos, y me pregunté si poseía
el mismo disco que me compró. Brinqué del sofá cuando oí el pitido del
microondas y me dirigí a la mesa del comedor.
—No tienes que sentarte ahí —dijo el Sr. Connelly—. Puedes comer en el sofá.
—Está bien —contesté, y regresé a la sala. Él me siguió con un gran tazón, un
tenedor y un vaso de Orange Crush.
—El Orange Crush es para mí —dijo, guiñando un ojo—. ¿A ti qué te gustaría?
—Me pasó el tazón, e inhalé algo de rechupete, dulce y con olor a ajo.
—Tomaré algo de lo mismo también —dije.
—Entonces podemos compartir —contestó el Sr. Connelly y se sentó a mi
lado.
Miré al contenido en mi tazón. Tomé un pequeño bocado y estaba
enganchada. También fue el último bocado pequeño que tomé, cada uno de los
siguientes era más grande de lo que realmente podía meter en mi boca. Es como si
yo no tuviera modales, y cuando el Sr. Connelly me hizo una pregunta, respondí
con la boca llena.
—¿Cuál es tu materia favorita en la escuela? —preguntó.
—Aburrimiento. —Paleé más cuscús en mi boca.
Se rió entre dientes. —De acuerdo, quiero aprender todo lo que pueda acerca
de ti. ¿Te importaría darme algo?
—Me gusta leer.
—A mi también.
Levanté la vista de mi tazón por un segundo para escanear su colección.
—La mía es más grande —dije.
—No es una competencia. —Se rió de nuevo entre dientes.
Raspé el fondo del tazón. Me habría gustado que me hubiera dado una
cuchara en lugar de un tenedor.
—Sí, lo es, Sr. Connelly. Tengo que ser mejor en algo. En realidad, en algunas
cosas. Porque esto no puede funcionar de otro modo. Es mayor que yo. Tiene por
mucho más experiencias. Tengo que ser mejor en algo. Incluso si es sólo tener
algunos libros más que usted. —Me quedé viendo dentro del tazón vacío. Me di
cuenta de que no le ofrecí ni un poco—. Lo siento, no compartí —dije en voz baja.
El Sr. Connelly arrancó el tazón de mis manos y lo puso sobre la mesa de café.
Jadeé cuando me jaló a su regazo. Mi boca estaba demasiado cerca de la suya, y olía
a ajo.
—En primer lugar, no quería que compartieras. Quería que te comieras la
cosa completa —dijo—. En segundo lugar, no hay competencia. Tú eres por mucho
mejor que yo en muchas cosas, así que no te preocupes por la diferencia de edad.
—Dejó que sus ojos grises vagaran sobre mi cara—. En tercer lugar, llámame Mark.
Sonreí, luego bajé la vista a mi regazo.
—En primer lugar, fue grosero que al menos no le ofreciera, aun cuando en
realidad no tenía ninguna intención de compartir. —Se rió—. En segundo lugar,
tengo que preocuparme por la diferencia de edad porque son diez años, y eso es
una gran diferencia. En tercer lugar… —Levanté la vista una vez más directamente
a sus ojos, tratando fuertemente de formar la palabra en mi boca—. Mark.
Su rostro se iluminó.
—En primer lugar, quería que fueras codiciosa porque necesitas comer.
Necesitas cuidar de ti. En segundo lugar, no creo que diez años harán una
diferencia entre nosotros. No actúas como una típica chica de dieciocho año s de
edad, y…
—Diecisiete —corregí—. Todavía tengo diecisiete. No tendré dieciocho hasta
diciembre.
Mark me movió.
—Muy bien. Tienes casi dieciocho, pero actúas como alguien mayor. Supongo
que eso significa que piensas como alguien mayor.
—Puedo ser muy inmadura a veces —contesté.
Mark sonrió. —Yo también.
—Pero tú eres un chico. Los chicos siempre son inmaduros.
—Es cierto.
—¿Me estás utilizando? —solté. Salió de la nada, pero sabía que
eventualmente querría preguntarlo. Sólo que no pensaba hacerlo mientra s
estuviera sentada en su regazo.
—No.
—¿Cómo voy a saberlo?
—Piensa en ello, Cadence. ¿Por qué diablos iba a arriesgarme a perderlo todo
sólo para usarte?
—Ah.
—¿Entiendes lo que quiero decir cuando digo que podría perderlo todo?
Estoy hablando de mis amigos, mi familia, mi carrera. ¡Podría ser procesado
legalmente, por el amor de Dios!
—¿Podrías ir a la cárcel?
—Tal vez. No sé. Quiero decir, es un poco más difícil encarcelar maestros aquí
en Georgia debido a la forma en que las leyes están escritas.
—¿Qué quieres decir?
—Es complicado y no vale la pena hablar de ello. Pero necesito que entiendas
que éste no soy yo usándote. Nunca tomaría un riesgo como ese sabiendo todo lo
que podría perder si no me preocupara por ti genuinamente.
Asentí. —¿Por qué no alguien de tu edad?
—No tiene nada que ver con eso. Me siento atraído por ti.
—¿Por qué?
Considera lo que le dije. —Si te lo digo, pensarás que soy raro. O no
entenderás.
—Bueno, dame una oportunidad, por lo menos.
Hizo una pausa antes de responder—: Hay una luz a tu alrededor.
Tenía razón. No entendía, así que me fui por una broma.
—Eso es por mi rubio cabello.
Se rió. —Sí, es por eso.
—Bueno, bueno. Te tomaré en serio. Continúa.
Mark lo pensó por un momento.
—Sólo es luz. No sé de qué otra manera describirlo. Pero te miro y veo algo
brillante y nuevo. Como un tesoro que tengo que tener. Quiero decir, ¿quién no
quiere un tesoro, cierto?
Permanecí en silencio. Lo tomó como una invitación para seguir.
—Me encanta tu bondad. Me encanta que tengas un buen corazón.
—No puedes saber eso —dije—. Y ni siquiera yo estoy segura de que eso sea
cierto.
—Es cierto. Y lo sé.
—¿Cómo?
—Porque le llevaste un café a tu padre hace mucho tiempo cuando pudiste
haber ido Starbucks sin que él lo supiera. Pero lo llamaste y le dijiste dónde estabas
porque eres una buena chica.
Me moví para liberarme. —Bien, eres muy perceptivo. Pero no creo tener tal
buen corazón más. Le estoy mintiendo a mis padres. Me escapé y hago cosas con
Avery sólo para tener un poco de libertad. ¿Sabes lo que hice en mi primera noche
fuera de casa?
—Dime.
—Fui a Cold Stone Creamery.
Mark asintió.
—¿Acabas de escuchar lo que dije? Fui a tomar un helado. Ese fue mi gran
movimiento engañoso.
Mark metió un mechón suelto de mi cabello detrás de mi oreja.
—Y eso es exactamente por lo que sé que tienes un buen corazón, Cadence. —
Mi estómago gruñó de nuevo—. Y al parecer un apetito insaciable —dijo y se rió
entre dientes.
—Eso es vergonzoso —murmuré, y quité mi mano de Mark, colocándola
sobre mi estómago.
—¿Qué más puedo darte de comer? —preguntó.
—Cualquier cosa —contesté. Me bajé de su regazo y me dirigí a la cocina.
Me sentí mejor y menos ansiosa por estar en su departamento. Creo que es
por eso que me hizo sentarme en su regazo mientras hablábamos. Quería que nos
familiarizáramos rápidamente para hacerlo más fácil para mí, menos atemorizante.
Y así fue. Ya había metido mi cara frente a él. Además escuchó mi estómago gruñir
dos veces.
—Puedes tener lo que quieras —dijo Mark, abriendo la puerta de la despensa.
Mis ojos inmediatamente se dirigieron inmediatamente al Trix6.
—Estoy teniendo dificultades con esto —dije.
—¿Con qué?
—Haces una cena sofisticada con camarones y comes cereal de niños para el
desayuno —contesté—. Raro.
—Cadence, valoro tus opiniones. En serio. Pero no te burles de mis elecciones
de cereales.
Me volví hacia él. Me sonrió.
—Me gusta el Trix. Tomaré un tazón de ellos, en realidad. Pero antes de
hacerlo, ¿harías algo por mí?
—Sí.
—¿Podrías sostenerme como lo hiciste ayer en el salón de clases?
Mark no dudó. Me envolvió en sus brazos y me levantó. Me gustaba estar
colganda, sostenida como una muñeca. Era fácil para él, como si yo no pesara más
que un pájaro. Enterré mi cara en su cuello, y me hizo girar lentamente, dando
vueltas y vueltas.
—¿Cuándo vas a darme un beso? —pregunté en su cuello.

6 Trix: Cereal con forma de frutas y de muchos colores.


—Pronto, Cadence —contestó Mark—. Pero hoy no.
—¿Porque mi aliento huele a ajo?
Se rió. —No.
—Estaré asustada —dije—. Cuando me beses.
—Yo también —respondió.
—Pero quieres besarme, ¿verdad?
—Más que nada, Cadence.
Me balanceó juguetonamente de lado a lado, y relajé mis piernas, dejándolas
mecerse como fideos cocidos.
—Me gustas mucho —dije, descansando el lado de mi cabeza en su hombro.
—Eso es bueno —respondió Mark—. Porque me gustas mucho, también.
Lo abracé con más fuerza, y me apoyó contra la encimera, sentándome y se
colocó entre mis piernas abiertas. Se quedó allí por un momento, con sus manos
apoyadas en mis caderas, estudiándome.
—Tienes una piel hermosa —dijo después de un tiempo—. La más bonita que
jamás he visto.
—¿La tengo?
Sonrió. —Sabes que la tienes. Y sí, es como la porcelana. —Tocó mi mejilla—
Nunca te broncees o algo por el estilo. No arruines tu piel.
Fruncí mis cejas. —Eso es una cosa extraña por decir.
—No, no lo es. Sólo te estoy dando un consejo.
—De acuerdo, Marie Claire —bromeé.
—¿Quién es ella?
—Eres tan chico —dije, riendo—. Es una revista de chicas. Acerca de moda y
relaciones y cuidado de la piel y esas cosas.
Asintió y abrió el armario de encima de mí. Sacó un tazón y me lo pasó, luego
se dirigió a la despensa por la caja de Trix.
—Para niños, ¿cierto? —pregunté juguetonamente, tomando la caja.
—No es divertido —dijo Mark—. Nada acerca de ti es infantil.
Me retorcí, sintiendo una oleada de algo no muy infantil entre las piernas.
Mark me vio llenar mi tazón hasta el borde con cereal, y cuando eché la leche,
algunos Trix se derramaron por los lados, esparciéndose sobre la encimera.
—Lo siento —dije, y los atrapé.
—Está bien —dijo, y los recogió, metiéndolos uno por uno en mi boca—.
Planeo compartir un montón de cereal contigo. Este es un buen comienzo.
Me comí el tazón entero de Trix sin hablar. Mark me miraba, y yo debería
haber sido consciente de mí misma, pero no lo era. No me importaba. Se sentía tan
bien comer y llenar mi barriga. Había estado hambrienta por demasiado tiempo,
sólo que no lo sabía hasta ahora.
—¿Otro? —preguntó cuando drené lo último de la leche coloreada de mi
tazón. Sabía que no debería, pero asentí.
—Nota mental: Surtir la despensa y el refrigerador cuando Cadence venga —
dijo Mark jovialmente.
Sonreí. —¿Por qué estoy tan hambrienta?
Sirvió otra generosa cantidad de cereal en mi tazón.
—Creo que es porque eres feliz —respondió.
¿Se estaba echando flores a sí mismo?
—¿Y supongo que piensas que es por ti? —pregunté, tratando de tener un
tono juguetón.
Se inclinó y susurró en mi oído—: Creo que es porque tienes una probada de
algo que te gusta. —Sus labios rozaron mi oreja—. Es por eso que eres feliz.
11
Traducido por krispipe
Corregido por Clau:)

No voy a mentir. Yo era un tembloroso, sudoroso desastre caminando a clase


la mañana del viernes. La euforia que experimenté cuando estaba con el Sr.
Connelly ayer se evaporó rápidamente en el momento en que me metí mi coche y
me dirigí a casa.

¿Qué demonios estaba haciendo?

Cuanto más reflexionaba sobre la situación, más intensa se volvía mi


ansiedad, creciendo a una velocidad anormalmente rápida hasta que mi corazón
estaba a punto de estallar. Y no el buen tipo de estallido. El tipo de estallido estoy-
completamente-arruinando-mi-vida.

Prácticamente corrí a mi asiento, abrí mi libro de matemáticas, luego me


senté inmóvil. Eso es lo que los animales hacen, ¿verdad? Se congelan para e vitar
ser vistos. Para evitar ser atacados. Pensé que lo intentaría. Ver si funcionaba.
El Sr. Connelly pasó por mi escritorio cuando se dirigía a la parte trasera de la
sala.
—Buenos días, Cadence —dijo en voz baja.
—Buenos días, Sr. Connelly —susurré de vuelta.
¡No puedo hacer esto! ¡No puedo hacer esto! Sentí mi corazón doliendo por
soltar el secreto. No estoy bromeando. Tuve el horrible impulso de gritar mi
confesión en la cima de mis pulmones: “¡Visité al Sr. Connelly en su apartamento
ayer! ¡Me senté en su regazo!” No me preguntes por qué. No lo sé. Creo que sólo
podía echarle la culpa a este impulso extraño de decir la verdad, algo perforado en
mí desde que era pequeña. Di siempre la verdad, Cadence, podía oír decir a mi
madre. La verdad te hará libre.
La verdad me hará libre. Hmm. No creo que aliviaría la carga presionando mi
corazón. Decir la verdad sólo reemplazaría una sensación insoportable por otra.
Así que me senté en mi asiento luchando por enterrar el secreto más profundo de
mi corazón, diciéndome una y otra vez de una manera dura e implacable: ¡No te
atrevas a abrir tu jodida boca, Cadence! Y eso parecía ayudar.
También ayudó que me senté con mis ojos clavados en mi libro de
matemáticas durante todo el período. No tengo idea de lo que el Sr. Connelly dijo
durante la clase. Me centré en leer la misma frase una y otra vez durante los
cuarenta y cinco minutos hasta que mis ojos estaban borrosos. Y cuando sonó el
timbre, me levanté de un salto y corrí hasta la puerta. Sabía que si no lo hacía, él me
detendría, y no lo quería manteniéndome detrás, haciéndome preguntas íntimas,
escribiéndome otro pase de tardanza para inglés. No, yo quería mi culo en inglés lo
más rápido que pudiera.
Nunca había estado tan ansiosa por una lectura de Chaucer.
—Cadence, —oí suavemente desde atrás. Pero seguí en movimiento. Tenía
que seguir en movimiento.

***
—¿Qué diablos pasa contigo? —Preguntó Avery, mirándome con curiosidad.
—¿Qué quieres decir? No pasa nada conmigo.
—¿Entonces por qué estás actuando toda sospechosa?
—¿Sospechosa? ¿Estoy actuando sospechosa? —Pregunté, mirando
rápidamente alrededor para ver si el Sr. Connelly había entrado en la cafetería.
—Sí, sospechosa. Y realmente me está asustando —contestó Avery—. ¿Estás
en problemas?
¡Ha! Estaba en problemas…
—No. Ningún problema. ¿Por qué piensas eso?
—Oh Dios mío. No importa. —Avery volvió a comer su sándwich. Seguí
escaneando la cafetería hasta que oí un fuerte golpe. Salté de mi asiento y me volví
para ver a Avery. Ella sonrió con picardía, su mano extendida hacia fuera en la
mesa a centímetros de mi bandeja de comida—. Tú, putita furtiva.
—¿Qué?
—Te estás escondiendo. Has conseguido un hombre, y estás aterrada por ser
atrapada —continuó Avery.
—No sé de qué estás hablando —dije. Mi respiración se aceleró.
—Dios, Cadence. Eres la peor mentirosa —dijo Avery—. Mejor trabaja en eso
si esperas seguir viendo al Hombre Misterioso.
—¡No hay Hombre Misterioso!
Avery rió, y luego en la siguiente respiración, se volvió seria. —Cadence, lo
digo en serio. Tienes que mentir mejor. Quiero decir, te elegí por una razón. Pensé
que eras buena siendo engañosa.
—¿Por qué? —pregunté—. ¿Por qué has pensado alguna vez que era buena en
eso?
—Porque te drogabas y robaste una tienda.
—¡Y me atraparon!
Avery desestimó mi declaración con un gruñido. —Si arruinas esta cosa
impresionante que tengo con Gavin, te voy a cortar el cuello.
—Oh Dios mío. Eres una lunática.
—Sí. Lo soy. Así que deja de actuar como si fueras culpable, y relájate. Tienes
un hombre. No hay nada malo con eso. Y ahora serás capaz de verlo, también. No
hay nada malo con eso, tampoco, a menos que jodas toda la cosa. ¡Deja. De.
Volverte. Loca!
—No me estoy volviendo loca. ¡No sé de qué estás hablando! —Espeté.
—Lo que sea.
De acuerdo. Sí, estaba actuando muy inmadura. Reconocí mi inmadurez a la
vez que me senté en la mesa observando al Sr. Connelly caminar a través de las
puertas de la cafetería. Pero no pude evitarlo, y de todos modos, ¡tengo
DIECISIETE! No sabía cómo se suponía que debía de actuar. Antes del Sr. Connelly,
hubo unos pocos novios. Estúpidas relaciones tontas sobre todo llena de
argumentos porque supongo que los adolescentes son voraces consumidores de
drama. Pero ahora estaba siendo invitada a un diferente tipo de relación, una
relación adulta, y no sabía cómo manejar la situación. Todo sobre él me hacía
estremecerme y quemar, tropezar con mis pies, quiere huir. Y no tenía más
remedio que reaccionas de la manera en la que cualquier adolescente normal lo
haría.
—Cadence, ¿puedo hablar contigo un momento antes de que salgas? —
preguntó el Sr. Connelly al final del día. Yo estaba en mi casillero, empaquetando
mi bolsa lo más rápido que podía. Él se acercó a mí en un mar de estudiantes.
¿Por qué? ¿Por qué haría eso?
—Voy a perder el autobús —murmuré, sin mirarlo.
—Va a ser muy rápido —dijo—.Sólo tengo una carta que necesito que llegue a
tus padres.
¿Carta? Mi culo.
Asentí porque no tenía otra opción, y lo seguí hasta su sala. Él cerró la puerta.
—Mírame, Cadence.
Sacudí la cabeza.
—¡Cadence!
Mi cabeza se levantó por instinto, y lo miré a la cara.
—No tenemos que hacer esto si no quieres. Te lo dije ayer.
—Yo… quiero —dije—. Pero estoy asustada.
—¿De mí?
Sacudí la cabeza. —De ser atrapada.
—Soy una persona cuidadosa, Cadence —dijo Connelly.
—Soy yo —confesé—. No soy buena mintiendo. Y tuve este impulso
realmente raro hoy en cálculo.
—¿Qué impuso?
Me daba vergüenza decirlo, pero lo hice de todos modos. —Tenía ganas de
gritar a todo pulmón que estoy viéndote en secreto.
El Sr. Connelly se congeló. —Um, está bien. Bueno, estoy realmente contento
de que no actuaras sobre ese impulso, Cadence.
Sacudí la cabeza. —No es normal. Es enloquecidamente raro. No sé por qué
quería hacerlo. Tal vez porque me enseñaron a decir siempre la verdad.
—La vida no es tan blanco y negro como eso —respondió el Sr. Connelly.
—Lo sé —espeté.
Nos quedamos en silencio por un momento. Me di cuenta de que ya había
perdido el autobús y tendría que caminar hasta casa.
—Si esta situación es demasiado difícil para ti, lo entiendo. Supongo que no
debería haberte puesto en ella para empezar —dijo—. Pero no puedo evitarlo,
Cadence. Sólo quiero estar contigo.
Me relajé ante esas palabras y sentí una calidez deslizarse a través de mis
extremidades.
—Quiero estar contigo, también —dije.
El Sr. Connelly sonrió. —Me alegro de oír eso. ¿Pero Cadence?
—¿Hmm?
—No puedes actuar sobre los impulsos de gritar a todo pulmón que nos
estamos viendo.
Me reí. —No lo haré.
—No me avergüenzo de estar contigo, pero no soy estúpido tampoco. Sé cómo
reaccionaría el mundo. Perdería mi trabajo. Haría la vida aún más difícil para ti.
Esos estudiantes. Serían implacables.
—Lo sé, Sr. Connelly.
—Mark.
—No. En la escuela eres el Sr. Connelly.
El Sr. Connelly frunció el ceño. Y luego miró su reloj. —Mierda, te hice perder
el autobús.
—No pasa nada.
—Deja que te lleve.
—¿Estás loco?
—No hasta tú casa. Sólo lo suficientemente cerca.
—No, Sr. Connelly. Alguien podría verme entrar o salir de tu coche.
—Me siento fatal.
—No lo hagas. Está bien. Me vendrá bien el ejercicio.
El Sr. Connelly me miró y rodó los ojos. Se dirigió a su escritorio y cogió una
barra de granola y una botella sin abrir de agua.
—Aquí —dijo, entregándomelas—. No quiero que te desmayes en el camino a
casa. Sé que no has comido el almuerzo hoy.
—¿Qué? ¿Estás controlándome?
—Y para que lo sepas —dijo el Sr. Connelly, haciendo caso omiso de mi
pregunta—, voy a conducir muy despacio a tu lado para asegurarme de que estás a
salvo.
—Vivo a dos minutos de aquí.
—Sí claro.
—No puedes conducir a mi lado. Eso es espeluznante y acosador. Y estoy bien,
Sr. Connellly. En serio.
El Sr. Connelly dejó escapar un suspiro exasperado. —Cadence, ¿qué voy a
hacer contigo?
Sonreí. —Deja que me vaya para que empiece a caminar.
—Está bien. Pero no me gusta en absoluto.
—¿Y cuáles son nuestras alternativas? —pregunté.
El Sr. Connelly se encogió de hombros.
—Te mensajearé periódicamente. ¿Eso ayuda? —pregunté.
—Algo.
—Estás de mal humor —dije.
—Porque estoy enojado por hacerte perder el autobús. Me olvidé de que no
podías conducir hoy.
Le sonreí. —Realmente eres un buen tipo.
Su rostro se iluminó. —¿Sí?
—Mmmm. Ahora me tengo que ir.
Esta vez el camino a casa no estuvo nada mal. De hecho, sonreí todo el
camino. Mis mejillas dolían cuando por fin llegué a casa, y mamá y papá ya estaban
allí.
—¡Cadence, dinos si alguna vez pierdes el autobús! —Gritó mamá.
—¡Y pon tu teléfono con sonido después de la escuela! ¡Hemos estado
tratando de llamarte! —Rugió papá—. Por Dios, Cadence. ¡Estábamos asustados!
Estaban asustados. Me quedé sorprendida. Pensé que mis padres me odiaban,
o por lo menos, no les importaba lo que me pasaba. Esto era inesperado y extraño.
Y un poco halagador. Pero sobre todo enloquecedoramente raro. ¿Cómo olvidé ver
todas sus llamadas cuando me estaba mensajeando con el Sr. Connelly? Quiero
decir Mark.
—Lo siento —dije—. Tuve que quedarme después de la escuela para hacerle
al Sr. Connelly algunas preguntas de matemáticas.
Papá pasó su mano por el pelo.
—No —dijo—. No te quedas después de la escuela si es un día en que no
conduces. ¿Por qué demonios no van ellos tarde a los autobuses?
Papá maldiciendo. Esto era interesante. Y aterrador.
—Hay mucha gente mala por ahí, Cadence. Eres lo suficientemente inteligente
como para saber eso. ¿Qué haríamos? ¿Cómo podríamos vivir con nosotros
mismos, si algún depredador consiguiera poner sus manos sobre ti?
Me quedé helada. Todo en lo que podía pensar era en el Sr. Connelly, y no
porque pensara que era un depredador, sino porque si mis padres se enteraran
sobre él, se pondrían hechos unos basiliscos. Seguro que piensan que es un
depredador.
—Cadence, ¿estás escuchando lo que estoy diciendo? —preguntó papá.
—Sí, papá. Lo siento. No me quedaré después de la escuela cuando no tenga el
coche —contesté.
—Sólo queremos que estés a salvo, cariño —dijo mamá.
No me gustaba toda la conversación. Seguí imaginando a papá tratando de
matar al Sr. Connelly porque quería mantenerme “a salvo”. Y no quería escuchar a
mis padres verbalizar su preocupación por mí. Había pasado tanto tiempo sin oírlo
que ahora sonaba extraño. Eso me ponía incómoda. No quería hablar con ellos.
Sólo me preocupaba hablar con una persona en el momento, así que amablemente
me excusé a mi habitación.
Tiré mi bolsa y monedero descuidadamente en el suelo y me metí en la cama.
—Dios, no sé lo que estoy haciendo —dije en voz alta—. No me gustan mis
padres, y no estoy segura de que ni siquiera yo le guste a ellos. Creo que toda la
demostración de la planta baja era falsa. Como si estuvieran reaccionando de la
manera en que pensaban que lo hacían los padres preocupados.
Hice una pausa, sintiendo una ligera punzada de culpa por lo que dije. ¿Era
que Dios me decía que bajara un nivel?
—Lo siento —susurré.
Me di la vuelta en la cama y noté mi Biblia situada en la mesa de noche. La
cogí y me senté, sintiendo un repentino impulso de hacer algo que no había hecho
desde que era pequeña.
—Está bien, Dios—, comencé, sosteniendo la Biblia. —Necesito un poco de
orientación—. Y cerré los ojos, hojeando el libro, luego dejándolo caer abierto en
un lugar al azar. Puse mi dedo índice en la página y abrí los ojos. Leí en voz alta.
—Él construyó la Casa del Bosque de Líbano, de cien codos de largo, cincuenta
de ancho y treinta de alto, con cuatro hileras de columnas de cedro soportando
recortadas vigas de cedro.
Me quedé mirando el libro.
—Maldita sea.
Cerré la Biblia y lo intenté de nuevo. —Está bien, Señor. Tal vez estuvieras
contestando la oración de otra persona en este momento. Realmente necesito
alguna orientación tuya porque creo que me estoy enamorando de mi profesor de
matemáticas. No es como si pudiera evitarlo, no creo. Quiero decir, siento cosas por
él, y me siento atraída por él, y me trata tan amablemente. Sólo necesito que me
digas qué hacer.
Pasé a través de la Biblia, una vez más, se detuvo en una sección al azar, puse
el dedo en la página, y abrí los ojos.
—Estos son los cabezas de mi familia y aquellos registrados con ellos que
subieron conmigo de Babylon durante el reinado del rey Artaxerxes: de los
descendientes de Phinehas, Grershom....— ¡Joder! De acuerdo, necesito salir del
Antiguo Testamento —dije.
Esta vez me aseguré de voltear a través de los libros en la mitad trasera de la
Biblia. Aterricé en lo que estaba segura sería un claro mensaje de Dios y leí en voz
alta.
—No hay justos, ninguno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.
Todos se desviaron, se hicieron inútiles; no hay quien haga bueno, ninguno.
Me quedé mirando las palabras, absorbiendo. Pensando. Sabía que Dios no
hablaba a la gente que hojeaba la Biblia por versículos al azar. Así no es como se
comunicaba, y mi cerebro de diecisiete años sabía eso. Cuando tenía siete años, sin
embargo, pensaba que esa era la forma en que Dios hablaba con nosotros. Tenía
que ser, porque nunca escuché su voz resonando desde los cielos, dándome una
dirección o diciéndome que dejara de ser mezquina con Annabel en mi clase.
Maduré al instante. Y no quería sostener mi Biblia más. De alguna manera, se
había convertido en una bomba, la chispa arrastrándose a lo largo del último verso
más y más hacia una gran explosión. Así que cerré el libro con cuidado y lo deslicé
de nuevo en la mesa de noche, orando haberlo suavizado. Me arrastré debajo de
mis cobijas y me escondí en el otro lado de la cama lo más lejos de la Biblia que
pude conseguir.
No creo que Dios quisiera decirme eso, pero lo hizo de todos modos. Y me
quedé a pensar en mi inutilidad, mi pequeño cerebro y corazón que anhelaba a un
hombre que podría arruinar mi vida. No estaba buscando a Dios. Estaba buscando
al Sr. Connelly. Y lo que más me molestaba era que quería su orientación, sus
palabras, su seguridad, porque a diferencia de Dios, podía verlo, sentirlo y tocarlo.
Por el momento, él era más real para mí que Dios.
12
Traducido por krispipe
Corregido por Armonía&paz

Papá me creyó cuando le dije que me iba a encontrar con Avery después de la
escuela en Starbucks para trabajar en el próximo proyecto del grupo de jóvenes del
servicio comunitario. Era miércoles por la tarde, y le dije que no me esperara en
casa hasta las siete. El grupo de jóvenes fue cancelado ya que el Pastor Allan estaba
enfermo. Estaba segura de que papá no me dejaría volver a casa tan tarde ya que
teníamos la cena cada noche a las 6.30, pero dijo que estaba bien, e incluso me dijo
que saludara a Avery de su parte.

Por supuesto puse al día a Avery sobre esto, así ella hizo panes con Ga vin.
Teníamos una regla: nos contábamos la una a la otra lo menos posible sobre
nuestros encuentros clandestinos y con quién eran, pero siempre nos
asegurábamos de tener nuestras historias sobre las cosas que hacíamos cuando
estábamos “pretendiendo” estar juntas.

—Bueno, tuviste tu habitual “mocha latté” y yo tuve un café negro, —dijo


Avery por teléfono mientras yo conducía a la casa del Sr. Connelly. Quiero decir de
Mark.

—Asqueroso. ¿Tomas café negro?

—Sí —respondió.

—¿No pone eso pelo en tu pecho?

—Eres tan linda, Cadence. Me encanta todo sobre ti —contestó Avery.

Me reí.

—Ahora, el proyecto más reciente es un banquete que estamos montando


para el centro de ancianos en Chastain Road.

—¿Es un proyecto real o uno falso?

—Uno real, sólo no he comenzado a organizar nada todavía —respondió


Avery. —Pasamos sobre posibles fechas y horas, y te pongo a cargo del
entretenimiento.
—¿Qué? No sé cómo entretener a la gente mayor —argumenté.

—Entonces pregúntale a tus padres. Estoy segura de que pueden ayudarte


con algunas ideas —dijo Avery.

Solté un gruñido.

—Te enviaré un mensaje con fechas falsas que consideramos antes de las
siete de hoy. ¿Es cuando dijiste que tenías que estar en casa?

—Sí.

—Está bien —respondió Avery. —¿Y Cadence?

—¿Sí?

—La próxima vez, dame una advertencia, ¿de acuerdo? Hubiera sido
agradable conseguir cera — dijo Avery.

—¿Eh?

— Cera, Cadence. Buen Dios. ¿Sabes? ¿Esa cosa pegajosa caliente que te
arranca el vello?

—¿Usas ceras? ¿Cómo en tus cejas?—Pregunté, entrando en una plaza de


aparcamiento en frente del edificio de Mark.

—Sí, como mis cejas. Y en mi coño, también —respondió Avery.

Estuve a punto de dejar caer el teléfono. — ¿En serio?

—Sí —dijo— ¿Por qué estás actuando tan sorprendida por esto? ¿Quién
diablos no lo haría?

—No lo sé —murmuré, mirando entre mis piernas.

Avery se rió entre dientes. — ¿Ha estado el Hombre Misterioso ahí abajo ya?

¡Ella sabía que me estaba mirando a mí misma!

—¡No!—Grité. — ¡Y no hay hombre misterioso!

—Lo que sea. Te voy a dar un consejo.

—No.

—Es una lástima. Tienes que asegurarte de que esa mierda ahí abajo esté
limpia. No me puedo imaginar a cualquier tipo queriendo su cara en un gran
arbusto viejo.
Estaba mortificada. ¡Yo no tenía un gran arbusto viejo! Lo recortaba.

—Voy a conseguir una cita para ti. Iremos juntas. Pero no co mo estar en la
misma habitación con la otra mientras lo hace.

—¿Eh?

—Chao, chao, Cadence—dijo Avery dulcemente y colgó.

Me senté en mi auto por un momento tratando de serenarme. Mi rostro


estaba enrojecido, traicionando mi nerviosismo. El Sr. Connelly podr ía tratar de
besarme hoy. Quiero decir Mark. ¡Maldita sea! ¡Su nombre es Mark! Mark podría
intentar besarme hoy. Yo estaba bien con eso. Tenía muchas ganas de besarle,
pero, ¿y si él quería algo más que un beso? ¿Y si él quería levantar mi camisa o
bajar mis pantalones? Avery me había preocupado sobre la forma en que me veía
entre mis piernas.

El zumbido de mi teléfono me distrajo. Era un texto de Avery.

Conseguí quitarlo todo.

No le respondí. Rodé los ojos, pesqué un caramelo de menta de mi bolsa y me


dirigí al apartamento de Mark. Realmente no quería esa imagen en mi cerebro el
día que pensaba que Mark me podía besar.

—Hola —dijo él, envolviéndome en un abrazo. Olía muy bien, y lo mismo


hacía su apartamento. De repente todo era aterrador de nuevo, y no sab ía que
contestar. No me ocurrió decir “hola” en respuesta.

Idiota total.

—¿Qué?¿Hizo Yankee Candle una línea sólo para hombres?—Pregunté,


alejándome de él y tirando mi bolsa de libros en su sillón.

—En realidad, sí, lo hacen. Se llaman hombre velas —respondió.

Sacudí la cabeza.

—¿Sabes una cosa que me gusta de ti, Cadence?—Preguntó Mark, cerrando la


puerta.

—¿Qué?

—Como tratas de bromear cuando estás incómoda —respondió.

Me encrespé.

—Has estado aquí antes. Justo el jueves pasado —dijo en voz baja.

—Lo sé —Susurré.
—¿Tenemos que empezar de nuevo?

Asentí, y él tomó mi mano y me llevó al sofá. Se sentó y me llevó a su regazo


como antes.

—Entonces, ¿sobre qué te gustaría hablar hoy?—Preguntó, sosteniendo mi


mano.

No pude sacar la revelación de Avery sobre su aseo personal fuera de mi


mente. Y entonces esto me hizo pensar sobre Mark y qué prefería ahí abajo. ¿Pelo?
¿Sin pelo? ¿Un poco de pelo?

Me encogí de hombros.

Mark se encogió. —¿Te gustaría comer algo?

Me tensé. —¿Te gustaría?—Grité, presa del pánico.

—Cadence, ¿qué pasa?

—No lo sé. —Estaba agitada y nerviosa, tirando mi mano de la suya para


jugar con mis dedos.

—¿Harás el favor de hablar conmigo?—Preguntó Mark

—¡No estoy preparada para que me hagas sexo oral!—Solté. Giré al cara y
miré fijamente a los pies de su sillón. Qué maldita idiota.

Mark se echó a reír.

—¡Ugh! ¡Para!—Grité. Escondí mi cara entre mis manos.

—Lo siento, Cadence —contestó, todavía riendo. —Hombre, las cosas que
salen de tu boca.

Él despegó mis manos. —No iba a hacerte sexo oral hoy. Ni siquiera nos
hemos besado, si recuerdas. ¿Y de dónde viene esto?

Resoplé. —Mi estúpida, ridícula amiga.

—¿Ridícula amiga?

—Avery—aclaré, y miré a Mark.

Él rió entre dientes. —Ah, sí. Avery. Estoy contento de que no está en ninguna
de mis clases.

Sonreí.

—¿Qué te ha dicho?
—Nada.

—¿Te asustó sobre…eso?—Preguntó.

—¿Por qué estaría asustada?—Pregunté indignada.

—No lo sé.

—¿Qué? ¿Crees que nadie me ha hecho eso?

—No lo sé.

Nadie me había hecho eso. Pero no quería que él lo supiera. Él tenía, después
de todo, veintiocho. Estoy segura de que tuvo todo tipo de experiencias con el sexo
oral. Me sentí como una pequeña tonta ingenua.

—¿Cadence?—Preguntó Mark con suavidad. —Nunca haría algo que no


quieras. Sabes eso, ¿verdad?

Asentí.

—Ahora, voy a hacerte sentir incómoda por un segundo —dijo.— ¿Estás bien
con eso?

—Supongo —contesté, sintiendo mis latidos aumentar. No sabía que pensaba


decir. O hacer.

—Nunca haría algo que no quieras, pero espero en el futuro, que me dejes
hacerte sexo oral—dijo.

Me quería morir.

Él tomó mi cara y me obligó a mirarlo.

—Porque realmente quiero hacerte sexo oral —Se encogió de hombros y


sonrió. —Eventualmente.

Arqueó una ceja, esperando mi respuesta. Dios, ¡él era tan malditamente
caliente! De repente, no estaba avergonzada por sus palabras. Sólo quería mirar
sus características. Su cabello estaba especialmente loco hoy. Quería mis manos en
él. Quería tirar de él. Y sus ojos. ¡Oh, sus ojos! Como vidrio empañado. Una película
opaca de humo, dejándome entrar sólo lo justo, pero no todo el camino. Yo quería
entrar todo el camino.

—Está bien —dije.

Él se rió entre dientes. —¿Puedo besarte?

—Está bien —dije automáticamente.


—¿Estás segura?

—Está bien.

—¿Cadence? Eso ni siquiera es una respuesta a lo que acabo de preguntar.

—Creo que estoy teniendo un ataque al corazón.

—Bueno, entonces será mejor que me de prisa y te bese —bromeó.

—¡Sr. Connelly! ¡Estoy asustada!—Grité.

Mark suspiró. —Oh, Cadence.

—Quiero decir Mark. Mark, Mark, Mark. —Sacudí la cabeza. —Creo que
debería irme.

—¿De verdad quieres irte?

—No.

—Entonces, ¿por qué dices eso?—Preguntó.

—¡Porque me siento como una idiota! ¡Todo lo que puedo pensar es sobre
sexo oral, y nunca lo he hecho o me lo han hecho, y realmente no he hecho nada a
pesar de que he querido, y ahora tengo que preocuparme sobre todo lo que pasa
ahí, incluyendo arrancar el pelo de mi cuerpo!—Tomé una respiración profunda.

Mark se quedó en silencio por un momento.

— ¿Cadence?

—¿Qué?—Ladré.

—Sólo quiero besarte.

Suspiré.

—Y estoy bastante seguro de que ya has hecho eso —dijo.

—Sí— respondí. —Un montón de veces.

Los labios de Mark se curvaron en una sonrisa irónica. Puso su mano detrás
de mi cabeza, tirando de mí hacia su cara. No me resistí, aunque pensé por una
fracción de segundo que iría al infierno por besar a mi profesor de matemáticas. Y
en el primer contacto de labios sobre labios, sentí una explosión dentro de mi
corazón. “¡Estás besando a un ángel!” Gritó, y recordé la primera vez que había
visto a Mark en el lateral de la carretera. Él era un ángel, y nunca pensé q ue el acto
de besar podría ser algo parecido a lo espiritual. Pero lo era.
Él chupó mi labio inferior en su boca, succionando con ternura, haciendo que
me retorciera en su regazo. Él gruñó, y no me di cuenta hasta que hasta que estaba
conduciendo a casa más tarde de lo que mi parte inferior retorciéndose debe haber
estado haciéndole a él todo el tiempo que nos besamos.

Yo era una ignorante en muchas áreas, pero besar no era una de ellas.
Retrocedí una fracción y corrí mi lengua juguetonamente sobre su labio inferior,
lamiéndolo como un gatito hambriento. Oí un ruido sordo en su garganta cuando
aplastó sus labios contra los míos. Forzó mi boca abierta con la lengua, buscando la
mía, jugando con ella hasta que me quejé.

—Siéntate sobre mí —dijo en mi boca.

—Estoy sentada sobre ti— contesté.

—Jesucristo, Cadence —dijo, exasperado, y tiró de mis muslos hasta que


estaba a horcajadas sobre él.

—Ohhh, ¿te refieres a esto?—Pregunté juguetonamente, moviendo mis


caderas hacia atrás y hacia delante siempre ligeramente. Se sentía natural, y
también me sentí culpable por hacerlo, porque sabía que no quería llevar nuestra
sesión de besuqueo más allá.

Sus manos fueron directamente a mi culo, apretándome y empujándome


sobre él. Me besó de nuevo, mordisqueando y chupando mis labios hasta que se
estremecieron. Me aparté.

—Estoy asustada de hacer algo más que esto.

—No lo haremos. Lo prometo.

El alivio se apoderó de mí como una suave, ondulante ola.

—Es sólo que, ya sé que no quieres esperar para siempre. Ya que lo has
hecho antes. Pero yo no estoy lista.

—Yo no estoy listo, tampoco —respondió Mark.

—Deja de tratar de hacerme sentir mejor.

—No lo estoy. Te estoy diciendo la verdad. No quiero hacer nada más.

Mi cerebro dijo, “Absolutamente no”, pero mi boca no escuchó.

—¿Me estás manipulando para conseguir lo que quieres?—Pregunté.

Mark rodó los ojos. —Si me preguntas eso, entonces sabes que no puedo.
—No entiendo por qué te gusto. Y no digas que por mi bondad. Eso sólo me
hace querer vomitar.

Mark rió entre dientes. —¿Por qué no puedo sentirme atraído por tu bondad?

—¡Porque no es suficiente!

—¿Quieres que enumere todas las razones por las que me gustas?

—Sí.

—Vamos, Cadence. ¿En serio?

—Muy en serio.

—¿No quieres que te cuente con el tiempo?

—Por supuesto que no. ¡Quiero escuchar todas y cada una de ellas en este
momento!—Dije.

—Está bien. Pero iba a esperar a decirte cuando tuviera todas mis canciones
en orden— dijo Mark.

—¿Tus canciones?

—Sí. Mis canciones. Es mi banda de sonora constante para mi vida. Y no te


rías—dijo mirándome severamente.

Mi rostro estalló en una sonrisa.

—¡Lo digo en serio, Cadence! ¡Me tomo mi banda sonora en serio!

—¿Hay canciones para mí?

—Sí, y si fueras un poco paciente, las compartiré contigo. Jesús —Mark bajó
la cabeza.

—Mírame —pedí.

Él levantó su rostro al mío, y vi sus mejillas sonrojadas por primera vez. Le


hice sonrojar.

—¿Vas a compartir una? ¿Sólo una?

Pensó por un momento. —Está bien. Has escuchado todo de


Entroducing…por ahora, ¿cierto?

Asentí.

—Está bien, pues la primera vez que me di cuenta de lo mucho que tenía que
perder persiguiéndote, puse “Building Steam with a Grain of Salt” en repetición y la
escuché durante un tiempo. Necesitaba algo intenso que me ayudara a ordenar mis
sentimientos por ti y lo que iba a hacer.

Oleada instantánea de sentimientos sexuales.

—Pensé que tal vez la canción ayudaría. Pero realmente no lo hizo. Sólo me
puso más nervioso.

Me reí.

—¿Qué? ¿Crees que es divertido que me sienta nervioso a tu alrededor?

—Nunca lo demostraste —dije.

—Bueno, hago un buen trabajo ocultando mis sentimientos —admitió Mark.


Pero mi corazón estaba golpeando.

—¿Por qué?

—Porque eres hermosa.

—Soy promedio.

—Eres mucho más que promedio, Cadence. Eres fuera de este mundo.

Me encogí de hombros.

—Tengo una canción para eso, también, pero tendrás que esperar por ella.

—¡No es justo! Dime ahora —demandé.

Pellizqué su mejilla. No fuerte. Sólo uno de esos pellizcos de “eres realmente


adorable”.

—He estado pensando mucho en esto y sólo quiero decirlo —comencé. —No
creo que seas un depredador sexual.

—Es bueno saberlo —replicó Mark. —Porque no lo soy.

—Lo sé. Hice mi investigación sobre las leyes. Ya que no me lo explicaste la


última vez.

Mark frunció el ceño. —¿Ah, sí?

—Busqué la edad de consentimiento en Georgia. Son dieciséis —contesté.

Mark aclaró la garganta. —No voy a tener relaciones sexuales contigo hasta
que tengas dieciocho años. No me importa cuál sea la edad de consentimiento.

—Así que crees que estás haciendo algo malo —dije.


—No, no lo creo.

—Entonces, ¿qué importa que tenga diecisiete o dieciocho?

—Lo que importa es que no estás lista. Hace un minuto te estabas volviendo
loca por el sexo oral. ¿Y por qué estamos de vuelta en esto de todos modos?

Bajé la cabeza. —Lo siento. No sé por qué mencioné nada sobre el sexo. Es
simplemente todo en lo que puedo pensar —admití.

—No tienes que pensar en ello. ¿Y por qué estarías asustada de que quiera
hacer el amor contigo tan pronto? Ni siquiera sé tú segundo nombre —contestó
Mark.

—Brynn —dije automáticamente. No estaba pensando en mi segundo


nombre, estaba pensando en Mark utilizando el término “hacer el amor” en lugar
de “sexo”. Me calenté.

—Brynn. Hmm, me gusta. Ahora, ¿están tus piernas doloridas ya?

Había estado a horcajadas sobre él todo el tiempo. Una vez que mi cerebro
registró esto, mis piernas comenzaron a doler.

—Sí. —Bajé del regazo de Mark y me senté junto a él, deslizando mis
sandalias y tirando de mis rodillas hasta mi pecho. —¿Por qué fuiste a la escuela de
matemáticas?

—No lo hice.

—Estoy confundida.

—Tengo una maestría en inglés.

—¿Entonces por qué estás enseñando matemáticas?

—Porque soy bueno en matemáticas, y obtuve un título adicional en ellas


como estudiante. Y encontrar un trabajo enseñando matemáticos fue mucho más
fácil.

Pensé por un momento. —Normalmente la gente es buena en uno o lo otro.

—Creo que estoy bendecido.

—¿Eres cristiano?—Pregunté.

Él se echó a reír. —¿Por qué? ¿Porque te dije que estoy bendecido?

Asentí.

—No, Cadence.
Pensé que debería irme. Todo lo que aprendí en el grupo de jóvenes hasta la
fecha a nunca salir con un no creyente. Era una regla superior como cristiano. No
recordaba una regla en contra de tener una aventura con un maestro, pero la cosa
del no-cristiano era un definitivo no-no.

—¿Qué estás pensando?—Preguntó Mark.

Como si fuera a decirle en lo que estaba pensando.

—¿Quieres enseñar matemáticas para siempre?—Pregunté en su lugar.

—Sí. Pero no en el nivel de escuela secundaria.

—¿Qué quieres decir?

—Estoy ahorrando para volver a la escuela —explicó.

—¿Para qué?

—Un doctorado en matemáticas en el Instituto Tecnológico de Georgia.

Asentí. No sabía qué decir. No entendía nada sobre programas de doctorado.

Suponía que te hacían doctor en algo. En cualquier caso, no quería quedar


como una completa idiota o resaltar nuestra diferencia de edad.

—Quiero enseñar a nivel universitario —dijo Mark.

—Oh. Supongo que los estudiantes universitarios no son tan molestos, ¿eh?

Mark se rió entre dientes. —Es sólo que me gusta más el material
universitario.

—¿Por qué?

—Estoy un poco cansado de hablar de mí mismo.

— Imposible. A los hombres les encanta hablar de sí mismos —repliqué.

—¿Has estado leyendo Marie Claire últimamente?—Preguntó.

Me eché a reír. —Es lindo.

—Tú eres linda —dijo, y se inclinó para besarme de nuevo.

Esa vez obligué mi lengua dentro de su boca, y creo que esto lo sorprendió y
lo deleitó. De hecho, se sentó y me dejó hacer todo el trabajo. No me importó. Por
alguna razón pensé que tenía algo que demostrarle.

—Haz eso otra vez —dijo entre besos.


—¿El qué?—Respiré.

—Lamer mi labio. Me gustó eso—dijo.

Le sonreí, satisfecha, apartándome de él y ladeando la cabeza en un desafío.

—No.

Él me consideró por un momento. —Sí.

Sacudí la cabeza, sonriendo tímidamente.

Se inclinó, empujándome abajo en los cojines del sofá, y me besó con ternura.

—Me gusta este inocente, provocador coqueteo que estás haciendo —dijo. —
Y te dejaré jugar así por un rato. —Rastrilló besos sobre mi mejilla hasta mi cuello,
succionando suavemente antes de hundir sus dientes en mi piel. Gemí y arqueé mi
cuerpo hacia él. —Pero sólo por un rato. —Me estremecí.

No sabía dónde poner mis manos mientras me besaba el cuello y pensé que
era natural correrlas a través de su pelo. Me había estado muriendo por hacer esto
desde que lo vi en la orilla de la carretera. Dudé, mis dedos preparados encima de
su cuero cabelludo, antes de enterrarlos en su cabello con cuidado. Era suave y
grueso, y dejé que mis dedos se encontraran con una docena de remolinos. Me reí.

—¿Qué?—Preguntó, apartándose para mirarme.

—Tu pelo es un desastre.

—Lo sé —dijo. —No hay nada que pueda hacer al respecto.

—No quiero que hagas nada al respecto. Me encanta. —Pasé los dedos una
vez más a través de su cabello lentamente, contando verbalmente los remolinos.

—Uno, dos, tres —dije. —Oh, hay cuatro. Cinco, Seis. Y siete…

—Sí, Cadence —dijo Mark pacientemente. —Tengo muchos remolinos.

Me reí, y mi estómago gruñó.

—¡Oh, santo cielo!—Resoplé.

—¿Has comido el almuerzo de hoy?—Preguntó, deslizándose fuera de mí y


ayudándome hasta una posición sentada.

—No.

—Pensé que tu apetito había vuelto —dijo Mark.

—No por la comida de la cafetería de la escuela —contesté.


Mark sonrió. —Me temo que esto va a ser una relación cara.

¿Relación? Supongo que hasta que él dijo esa palabra pensaba que esto era
una ridícula fantasía—una de la que despertaría de un momento a otro.

Lo observé caminar a la cocina. Se detuvo y se volvió.

—¿Y bien? ¿Vienes?

—¿No te importa darme de comer de nuevo?—Pregunté.

—Cadence, no me importa hacer cualquier cosa por ti.


13
Traducido por Eni
Corregido por Armonia&paz

Solía trabajar en la tienda de flores de Mildred antes de meterme en


problemas con la ley. No pensé que Mildred me aceptaría de nuevo después de mi
liberación del reformatorio. ¿Quién querría que una ex convicta trabajara en su
negocio? Me sorprendí cuando mi papá lo mencionó en la cena.

—¿Cadence?

—¿Hmm?

—Millie llamó a mi oficina esta tarde —dijo papá.

—¿Quién?

—Tu antigua jefa.

—Ohh. ¿Cómo está la Srta. Millie? —pregunté, alegre por estar hablando en
vez de comer. Aparté el frijol de lima alrededor de mi plato.

—Le está yendo bien. Preguntó por ti —dijo.

No te hagas ilusiones, Cadence. Pero me las hice de todos modos.

—Uh huh.

—Quiere saber si estarías interesada en regresar al trabajo. Sólo unos pocos


días a la semana.

—¡Sí! —grité.

Papá sonrió. —Eso fue lo que le dije.

Prácticamente baile alrededor de mi silla.

—Le dije que tenías tutoría los martes y los jueves, y que vas a la iglesia los
miércoles en la noche, así que parece que trabajarías los lunes y los viernes
después de la escuela y la mayoría de los sábados en la mañana.

Asentí con entusiasmo.


—Por lo cual también significa que tienes los privilegios de conducir de
nuevo —continuó papá.

Chillé.

—Has sido buena, Cadence, tu madre y yo estamos orgullosos de ti —dijo.

Miré a mi mamá quien sonrió. Quería reír a carcajadas. ¿Ahora era buena?
¿Ahora cuando estaba mintiendo acerca de mi paradero, besándome con mi
profesor de matemáticas y saliendo con la chica más falsa del planeta? ¿Ahora era
buena? Era ridículo, y no podía importarme menos. ¡Tengo mi coche de
nuevo todo de vuelta! Y quería ir a cualquier lugar.

—Um, ¿papá? sé que es una noche de semana, pero ¿podría ir a recoger a


Avery? Íbamos a estudiar juntas para nuestro examen de historia —mentí—. Sería
mucho más fácil y menos costoso personalmente que por teléfono.

Papá consideró mi petición. Antes, habría dicho no automáticamente antes de


que terminara de hacer la pregunta completa. Pero era Avery: buena, dulce, la
maravillosa influencia de Avery.

—Debes estar en casa a las diez —dijo.

Besé su frente y salí por la puerta.

***
Mi primer día de vuelta al trabajo fue como si nunca me hubiera ido. La Srta.
Millie me saludó con un caluroso abrazo y me dio un beso en la mejilla, luego
insistió en que no le dijera “señorita”.

—Eres prácticamente un adulto, Cadence —dijo—. Y ahora somos


compañeras de trabajo.

—Usted es mi jefa, Srta. Millie —contesté.

—Oh, aquí es informal —dijo, con un gesto desdeñoso de su mano—. Yo


insisto.

No quería discutir con ella sobre eso nunca más, pero confieso que las
primeras veces que le dije “Millie” me sentí culpable.

—Hoy harás entregas —dijo, y me quejé—. Oye, eres una ex convicta. ¿Creías
que te iba a dar la bienvenida con trabajos divertidos?
Sonreí. Los trabajos divertidos eran arreglar los ramos, por supuesto, y tenía
que admitir que era realmente buena en eso. Y ella también lo sabía. Pero tuvo que
“castigarme” con las entregas de flores hasta que me ganara el privilegio de
arreglar flores otra vez. Llenamos la parte trasera de su camioneta en el orden de
la lista de entrega, y la detuve antes que cerrara el maletero.

—Espera. Prometo nunca drogarme y robar una tienda de nuevo —dije,


levantando mi mano derecha mientras la izquierda se cernía sobre un ramo de
rosas. No tenía una biblia, así que pensé que las rosas serían lo mejor.

—Es verdad, no lo harás, o estarás en el servicio de entrega


permanentemente —dijo—. Ahora aquí están las llaves —Y las dejó caer en mi
mano—. Ponte en marcha. Hoy es un día muy agitado por si no lo habías notado.

Amaba las habilidades organizadoras de Millie. Me trazó todo el recorrido


para que fuera más fácil y más eficiente. Me subí en el asiento del conductor y
encendí el coche, sintiéndome genuinamente feliz por estar de vuelta al trabajo en
un ambiente que olía tan bien. Era una de mis cosas favoritas de trabajar en una
tienda de flores (y camioneta) la deliciosa atmósfera romántica y sensual.

No soy una persona organizada por naturaleza, así que no me molesté en


mirar la lista completa de entrega antes de comenzar mi ruta. Sólo marcaba las
casas a medida que iba, completamente ajena de que mi siguiente parada después
de los Petersons: era la casa de Gracie. Cuando finalmente se me ocurrió, me
pregunté si la madre de Gracie abriría la puerta cuando tocara. Luego traté de
averiguar por qué estaban recibiendo flores. No era el cumpleaños de Gracie. No
estaba segura sobre el de su madre. Cuanto más reflexionaba sobre eso, más
ansiosa me ponía hasta que mis manos estaban temblando, tomé el ramo desde la
parte de atrás de la camioneta, caminé hasta la puerta de Gracie con el terror
escrito en mi rostro. No había estado en su casa en más de un año.

Toqué el timbre.

Gracie contestó. Ella estaba sorprendida, y luego tomó las flores que le ofrecía.

—Hola —dije.

—Hola.

—¿De quién es el cumpleaños?

Miro por encima de su hombro por un segundo luego de vuelta a mí.

—De nadie.

—Entonces ¿qué pasa con las flores?

—Es el aniversario de papá y mamá —dijo Gracie.


Asentí.

Observé como Gracie puso el ramo en una mesa en la sala, luego regresó a la
puerta. Permaneció en silencio, al parecer no quería decir “adiós” pero era incapaz
de pensar en otro tema de conversación.

—Entonces, ¿qué hay de nuevo? —pregunté.

—No mucho.

Suspiré. No me estaba ofreciendo mucho, y de repente me empecé a


impacientar. Di la vuelta para irme.

—Te he visto saliendo mucho con Avery —dijo Gracie.

—Sí. Ella es agradable —contesté, dándome la vuelta.

—Supongo. —Gracie se encogió de hombros.

Estaba celosa, y extrañamente, eso me dio comodidad. Me echaba de menos,


pero estaba demasiado enojada para admitirlo.

—Sin embargo, no es lo mismo —respondí. Observé su rostro esperando una


reacción, y obtuve una. Sus ojos llenos de lágrimas.

Entonces, su madre apareció de la nada y arruinó todo.

—¿Puedo ayudarte, Cadence? —preguntó. Llenó la parte delantera de la


puerta, y Gracie quedo en un segundo plano casi fuera de mi vista.

—Sólo estoy entregando flores —contesté—. Feliz aniversario.

—¿Millie te contrato de nuevo? —Pude ver que la Sra. Turner se arrepintió


de sus palabras inmediatamente.

Traté de ser chistosa. —¿Puede creerlo?

Sus ojos se estrecharon. —Que tengas un buen día, Cadence.

—¡Espere! ¿Puedo terminar de hablar con Gracie? —pregunté.

—¿De qué?

—Cosas.

—¿Cosas?

—Sí, señora.

—¿Puedes ser más especifica?


—Um…no.

—Entonces no, no puedes —y cerró la puerta en mi cara.

***
Con cada día que pasaba, se hacía más fácil mentirle a mis padres. Al
principio, sentía mucha culpa, pero ahora simplemente se convirtió en una parte
de mi existencia, de mi código genético. La mentira selló mi corazón, separ ándome
de mis padres, pero sorprendentemente, no estaba triste por ello. Me había
acostumbrado a nuestra relación distante, y ahora era sólo un juego de espera
antes de graduarme y ser libre de ellos.

No hubiera podido pasar tanto tiempo con Mark si no hubiera sido por Avery.
Era una experta en el engaño, y me enseñó bien. Nos asegurábamos de que
nuestras historias coincidieran, y éramos, la mayor parte del tiempo, buenas
planificando todo por adelantado. Ni una sola vez mis padres tuvieron la necesidad
de llamar a los suyos, y viceversa.

Despreocupadamente nos creían. Avery era tan buena. E insistió en llevarme


de compras para arreglarme cuando le conté de mis planes de ir a un club con
Mark ese fin de semana. Él quería que escuchara a un DJ local y era un manojo de
nervios.

—Para ser una cosa pequeña, tienes un bonito trasero pequeño —dijo Avery,
golpeando mi trasero.

—¿Qué haces? —Chillé, cubriendo instintivamente mi trasero. Estábamos en


el vestuario de Love Culture un viernes por la tarde.

—Tu culo se ve increíble en esos jeans —dijo Avery—. El hombre misterioso


estará sobre todo eso.

Me sonrojé.

—No me sorprendería si él lo golpea un poco —continuo Avery, mirando mi


culo.

—¡Avery! —Ya estaba de un rojo brillante a esas alturas.

—Cadence, deja de ser una maldita mojigata —dijo—. Te ves caliente.


Acéptalo.

Me giré y observé mi trasero, y tenía que admitir que se veía muy bien.
—Me gustan los jeans —dije—. No estoy segura de la parte de arriba.

—¿Por qué?

—Tengo miedo de que se caiga —respondí, tirando de la tela—. No es como


si tuviera algo que lo sostenga.

—No va a ir a ninguna parte. Estás paranoica porque no estás acostumbrada


a mostrar tanta piel —dijo.

Asentí.

—¿Cadence? Te ves realmente bonita y sexy.

Sonreí.

—Ahora háblame sobre este fin de semana especial —dijo Avery.

Era la primera noche de sábado que pasaba con Mark, pero no tenía planes de
tener sexo con él.

—Vas a arruinar tu noche, sabes —resopló Avery—. Preocupándote de la


forma en que lo haces.

Tenía razón, y no quería arruinar mi noche con Mark. Quería que la cita fuera
divertida y fantástica.

—No sé qué otra cosa tiene planeada a parte del club —dije, poniéndome mi
ropa. Decidí comprar los jeans y el top.

—No te tomo como la clase de chica que va por el tipo de chico que empuja y
se restriega —dijo Avery.

—No lo soy y él tampoco —dije, saliendo del vestuario—. No es esa clase de


club.

—¿Entonces, ¿de qué es?

—No lo sé. Pero voy a ir a escuchar a un DJ local que está en el asunto del
scratching7

—Ohhh, así como un verdadero DJ —dijo Avery—. Eso está genial. Y


sofisticado. ¿Por lo que el hombre misterioso es como un hipster sofisticado o algo
así?

7
Técnica de DJ utilizada para producir sonidos característicos a través del movimiento de un disco de
vinilo hacia delante y hacia detrás sobre un tocadiscos.
Me reí. —Um, seguro.

—Sólo alguien como tú se enredaría con una persona así —replicó Avery.
Poniendo los ojos en blanco.

—¿Y por cuál clase de chico vas tú? —pregunté mientras esperábamos en la
fila de la caja registradora.

—No es de tu incumbencia.

No la presioné. Sólo dejaría que me diera información de forma voluntaria


cuando se sintiera cómoda. La verdad era que moría de ganas por saber más de
Gavin, pero la respetaba mucho para presionarla por los detalles. Es como ella
dijo—: Si una amistad se desarrolla, entonces mucho mejor, pero estamos todavía
en la fase de “libertad por encima de la amistad” de nuestra relación.

—¿Oye, aún tienes diecisiete años? —preguntó Avery.

—Sí.

—Entonces, ¿cómo puedes ir a un club?

—Mark es buen amigo del portero. Me va a dejar entrar como conductor


asignado —dije

—¿Se llama Mark? —preguntó Avery, sonriendo maliciosamente.

Oh, mierda.

—Um, sí —contesté, totalmente enojada por mi desliz.

Avery, respetando mi vida privada, no preguntó nada más. Mientras salíamos


de la tienda, simplemente dijo—: Mark va ir por todo tu culo.

***
Por una fracción de segundo me arrepentí de mi decisión. Bajé la mirada a mi
atuendo. Pensé que lucía bonita—top escotado negro brillante, jeans ajustados,
zapatillas rosadas—pero todo completo gritaba—: ¡impostora! No me vestía sexy y
consideré cambiarme cuando llegué a la casa de Mark. Me sentía increíblemente
cohibida mientras esperaba que él abriera la puerta. Cuando lo hizo, sus ojos se
ampliaron. —Guau.
—¿En serio? —pregunté.

—Sí. En serio. Guau. Guau. Te ves increíble —dijo, tirando de mí hacia


adentro. Me besó con avidez—. Quedémonos aquí esta noche —susurró en mi oído.

Bueno, si conseguí esa reacción, Avery lo hizo bien por mí. Y de repente me
quería mostrar.

—Buen intento —dije—. Gasté todo mi dinero duramente ganado en este


atuendo, y vas a llevarme a algún lado en el.

—Sí, señorita —respondió Mark. Retrocedió y me estudió. —¿Te importaría


hacer un pequeño giro para mí?

Recordé lo que dijo Avery antes cuando me baje un poco mi top para revelar
un poco más de escote, ya que los hombres son criaturas visuales. Me di la vuelta
lentamente, dejando que su mirada golpeara cada centímetro de mi cuerpo.
Cuando mi espalda estaba hacia él, sentí una palmada juguetona en mi trasero.

—¡Mark! —chillé.

—¿Sí?

No sabía que decir. Se acercó por detrás y ahuecó ambas nalgas.

—Estoy enamorado de tu culo, Cadence —dijo en mi cabello—. Ni siquiera te


imaginas las cosas que quiero hacerle.

Mi boca cayó abierta, pero él no pudo verlo. Mi rostro se puso del color de un
tomate. No pudo ver eso tampoco.

—Espero que no te importen mis manos sobre el esta noche —dijo, y volteó
mi cara hacia él.

—¿Por qué estás toda roja? —bromeó, pasando sus manos por mi espalda.

—¡No lo estoy! —contesté, pero no pude mirarlo. Avery tenía razón sobre los
jeans.

—¿Es por qué dije que estoy enamorado de tu culo?

Me reí.

—Porque lo estoy —continuó—. Pero dejaré de torturarte. No quiero que


mueras de vergüenza antes que lleguemos al club.

—Ja, ja —Contesté secamente—. Uno de estos días voy a llegar a ser tan
insensible que tus comentarios no me perturbaran nunca más.
—Lo dudo —dijo, y me agarró el trasero una última vez antes de dirigirse a la
cocina.

—Estoy un poco nerviosa —confesé.

—¿Por el club?

Asentí.

—No hay nada que temer. Es un local pequeño donde la gente se reúne para
escuchar buena música, no es nada agitado.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo —dijo Mark—. ¿Ya cenaste?

—Más o menos —mentí. He estado muy nerviosa para comer algo.

Mark ladeó la cabeza. —¿Cenaste?

—No.

—Ven. Siéntate. —Me calentó las sobras. Puso un gran plato de espaguetis en
frente de mí y se inclinó para susurrar en mi oído. —Uno de estos días dejaré de
preocuparme por tu dieta ¿cierto?

—Tal vez —respondí con sinceridad—. Y no es mi intención preocuparte.

—Bueno, tienes los peores hábitos alimenticios de toda la gente que conozco,
Cadence —dijo Mark, sentándose a mi lado.

—No intento tenerlos.

—Lo sé. Pero me gustaría mantenerte cerca por un tiempo, así que necesito
que empieces a comer y estar saludable. ¿Sabes lo que quiero decir?

—Como mucho más que antes —dije, haciendo girar los espaguetis alrededor
de mi tenedor.

—Lo sé.

—Es sólo cuando estoy nerviosa —admití.

—¿Por qué estás nerviosa? —Preguntó Mark, y luego añadió—: No puedes


estar todavía nerviosa a mí alrededor.

—No, no es eso —dije—. Creo que sólo es mi vida en general. Y tal vez tiene
que ver un poco con andar a escondidas contigo.

Mark estuvo en silencio por un momento.


—Es un subidón increíble que me hace marearme, emocionarme, y
aterrorizarme —dije—. Me siento feliz, como si no debiera estarlo. Como si todavía
no me hubiera ganado el derecho.

—¿Por qué crees que no te has ganado el derecho de ser feliz? —preguntó
Mark, quitándome el tenedor de la mano y tomando un bocado de pasta.

—No sé. Supongo que es porque mi papá y mamá aún no me han dado luz
verde.

—¿Necesitas el permiso de tus padres para ser feliz?

—No. Y sí. No sé. Me imaginé que si aún están castigándome, entonces no me


lo he ganado todavía.

—O tal vez tus padres son unos idiotas —dijo Mark.

Estaba en shock. Eso no sonó como algo que saliera de su boca.

—Lo siento, eso fue grosero —murmuró, devolviéndome el tenedor.

—Tal vez. O quizás estás en lo cierto —dije.

—No, no lo estoy. No tengo razón en absoluto. No sé nada sobre tus padres.


No debí haber dicho eso.

Sé que tenía miedo de dar la impresión de ser un novio manipulador. Tuve un


momento de claridad, y me alegré de que pasara mientras estaba con él. Por mucho
que tratara de ignorar la diferencia de edad entre nosotros, era duro, y
constantemente sentía que tenía que probar mi inteligencia.

—Es tu forma de ser protector conmigo —dije—. No creo que tenga nada que
ver contigo tratando de enfrentarme con mis padres. Creo que quieres que
arreglemos nuestra relación. ¿Estoy en lo cierto?

Me miró, la diversión jugando en sus ojos grises. Creo que disfrutaba de mi


percepción, sobre todo porque combinaba con mi top.

—Tienes toda la razón —dijo.

—Sin embargo, seré sincera contigo. Hay algo sexy acerca de la idea de ti
apartándome de varias personas que conozco. ¿No es tan malo sentirse así? ¿Eso
de que no me importe ser tu prisionera? Hay algo mal conmigo, ¿cierto?

—Creo que realmente te gusta mi comida, Cadence —respondió Mark a la


ligera.

Me reí entre dientes. —Es más que la comida. Es la manera en que me haces
sentir. A veces estoy desesperada por ese sentimiento.
¿Por qué estaba diciendo esas cosas? No se supone que las chicas sean tan
transparentes, ¿cierto? Sentía que estaba poniendo todas las cartas sobre la mesa
cuando debería haber estado manteniendo para mí un as. Pero ya lo había
difundido y ahora era vulnerable. Mi estómago dolía por la ansiedad y la pasta.

—También estoy desesperado por ese sentimiento —dijo Mark—. ¿Sabes lo


difícil que es no tocarte en clase? Trato de encontrar razones para tocarte. Como
accidentes.

—¿Accidentes?

—Mmhmm. Pasar a tu lado y rozar tu brazo.

—Oh.

—“Accidentalmente” dejar caer tu cuaderno de tu escritorio e inclinarme


para recogerlo. —Había un brillo lobuno en sus ojos—. Tratando de echarle un
vistazo a tu falda mientras estoy allí abajo.

La piel de todo mi cuerpo ardía. ¡Cielos, a él le gustaba hacerme retorcer!


Pensé que necesitaba una dosis de su propia medicina, y me incliné.

—Son sólo palabras, Mark —dije con mi voz más sensual—. Te respetaría
mucho más si en realidad lo hicieras.

Estaba estupefacto, y llevé el plato vacío a la cocina. Luché con el deseo de


voltearme y mirarlo. Sabía que estaba mirándome, con la boca abierta. Lo oí
aclararse la garganta.

—Um, ¿estás lista para irnos? —preguntó.

—Casi. Déjame lavarme los dientes primero.

El pequeño local, como dijo Mark, estaba situado en el centro de la ciudad.


Muy pocas veces me aventuraba a ir al centro porque no tenía razón para hacerlo.
Y porque sentía que era demasiado genial para mí. Ahí era donde la gente que está
a la moda vivía, trabajaba y salía. Y me di cuenta que eran todos hermosos y con
estilo, muy diferentes a mi lado de la ciudad. Mientras caminábamos por la avenida
Crescent, alrededor de gente hermosa vestida con ropa hermosa, silenciosamente
le di gracias a Avery por escoger mi atuendo.

—Buen trabajo, Marcus —dijo el portero cuando me miró, revisó mi


identificación y me miró de nuevo. —Ni siquiera es legal. —Levantó su puño, y
Mark lo chocó— Anotación.

Puse mis ojos en blanco. ¿En serio?


—¿Tu nombre es Marcus?—pregunté mientras las cimas de mis manos
fueron marcadas con una gran X.

Mark se echó a reír. —No. Pero a Angel le gusta decirme así.

—¿Ese tipo enorme de allí se llama Angel? —pregunté.

—Sí. —Mark puso su mano en la parte baja de mi espalda y me condujo


adentro. Era exactamente como lo describió: Un pequeño local. Oscuro, lleno de
gente, y ruidoso. DJ Left Brow no estaba tocando todavía; en el club estaban
sonando éxitos de la radio. Era una extraña mezcla de personas: mafiosos de barrio,
hipsters como Mark, estudiantes de Georgia Tech vestidos con ropa de escuela,
tipos en traje, mujeres en tacones de aguja, mujeres en zapatillas de deporte, un
montón de etnias. No podía entenderlo y decidí que debía ser una cultura
verdadera. Al parecer había vivido en una farsa, todo blanco, en una cultura
suburbana de clase media. Noté una pareja asiática a mi izquierda.

—Pensaba que a los asiáticos les gustaba la música tecno o electrónica —le
dije a Mark.

—¿Eh?

—Uh, no importa —dije con rapidez, tomando un asiento junto a él en una


mesa disponible.

Sus labios se curvaron en una sonrisa de complicidad. —¿Puedes creer que


haya tanta gente blanca aquí?

Lo ignoré. O traté de hacerlo.

—Quiero decir, ¿hombres blancos en traje? ¿No deberían estar en el East


Andrews?

No sabía lo que era East Andrews, pero estaba bastante segura de que me
estaba tomando el pelo.

—No te burles de mí, ¿bien? —espeté—. Estoy confundida.

—¿Sobre qué, Cadence? La música es música. No tiene color.

Evidentemente. Me sentí realmente estúpida e inmadura en ese momento, y


subí mi top para cubrir mi pequeña cantidad de escote.

—Me gustaba tu camisa de la manera que estaba —dijo Mark.

Solté un gruñido.

—Siento como si no te estuvieras divirtiendo —dijo Mark—. Lo siento si mi


broma te enojo.
Sacudí la cabeza. —No estoy enojada. Sólo me siento fuera de lugar.

—Eso es lo bueno de este lugar. Nadie parece como si perteneciera —dijo


Mark—. Así que encajamos justo aquí. —Me besó en la frente.

La emoción se incrementó cuando el DJ Left Brow subió al escenario. Aunque


realmente no era una chica mecánica, me hubiera gustado tener una mejor vista
para verlo trabajar en los registros. Estaba interesada en los sonidos de scratching
que hizo, como el movimiento de las manos del DJ podían manipular diferentes
tonos.

—¿Quieres bailar?

Me puse nerviosa al instante. —¿Bailar? Um…

Agarró mi mano y me arrastró.

—En realidad no es una petición —dijo, y me acercó. Muy cerca. Su muslo se


empujaba entre mis piernas. Nos movíamos y balanceábamos a un ritmo lento, las
manos de Mark se presionaron firmemente en la parte baja de mi espalda. Me
aferré a él, dejando que me moviera como quisiera, oliendo la dulzura tenue de su
piel, sintiendo las pequeñas gotas de sudor formándose en su cuello por el calor
agobiante del club. Sus manos se deslizaron más abajo y se posaron en mi culo.

—¡Estamos en público!

—Estamos en una habitación oscura rodeados de gente que no sabe una


mierda sobre nosotros —respondió Mark—. Ahora quédate tranquila y déjame
disfrutar de tu culo.

No sabía qué hacer con esa declaración, así que permanecí callada. Cuando
comenzó la siguiente canción, el ambiente en el club cambió de un bochorno suave
a un funk animado. El ritmo se incrementó y no tenía ni idea de cómo bailar.
Rápidamente me di cuenta de que no tenía que hacerlo. Mark me dejó de pie en el
mismo lugar y comenzó a bailar a mí alrededor. Nunca había visto a un hombre
blanco bailar así. La gente realmente se detuvo para observarlo.

—¿Qué piensas acerca de estos, Cadence? —gritó, e hizo algunos


movimientos que más tarde supe que eran parte de un estilo de baile llamado
“pop-n-lock”8. Obtuvo algunos aplausos. Sonreí de oreja a oreja. Tenía el novio más
caliente del club. Nadie en la escuela creería alguna vez que el Sr. Connelly pudiera
bailar de esa manera, y no había nadie a quien pudiera decirle.

8
Acciones corporales realizadas durante los ejercicios de breakdance.
Estaba lo suficientemente sudoroso al final de la canción y sugirió que
tomáramos un respiro para la próxima. Me gustó como me incluyo en el “respiro”
como si hubiera bailado en absoluto.

—Te estaba venerando allí —dijo, bebiendo una botella de agua que había
comprado cuando llegamos.

—¿Qué?

—Cuando estaba bailando a tu alrededor. Era realmente una forma de


adoración —explicó. Me sonrojé.

—Tengo la intención de adorarte de otras maneras más tarde esta noche —


continuó.

Sus palabras pusieron mi piel en llamas.

—Estuviste genial allí —dije, retorciéndome en mi asiento.

—Todo para ti, Cadence —respondió Mark—. Me das el ritmo, eres el ritmo.

Fue tan dulce y tan cursi. No pude evitarlo. Me eché a reír.

—¿Te estás riendo de mí? Pensaba que esa línea era buena.

—Fue perfecta —contesté, y besé su mejilla.

—Bueno, llámalo ritmo. Llámalo como quieras. El punto es que me haces feliz.
Soy tan feliz contigo, Cadence —dijo Mark. Besé su mejilla a cambio, luego moví su
boca a mis labios. Habló en mi boca. —Tal vez un poco más, ¿y luego nos vamos a
casa?

—Mmhmm —respondí, y presioné mis labios en los suyos.


14
Traducido por Vale
Corregido por Armonía&paz

Era tarde. Ambos estábamos cansados. Pero ninguno quería dormir. Dormir
era una pérdida de tiempo, no teníamos tiempo de sobra. Me senté en su regazo.
Creo que es su posición favorita.

—Eres la cosa más bonita. — dijo pasando sus dedos por mi cabello. Lo dejó
caer en mis hombros, entonces atrajo mi cara ahuecándola cerca de la de él.

Me besó suavemente, sus labios barriendo hasta abrir mi boca, y pude


saborear su aliento caliente y húmedo en mi lengua. Lamí sus labios exactamente
de la forma en la que le encanta, pasando mi lengua por su labio inferior
suavemente, amagándole, hasta que gruñó y presionó su boca firmemente contra
la mía. Era muy fácil para él, y no quería resistir cuando gentilmente me bajo la
blusa, exponiendo mi sostén strapless. Rompió nuestro beso, echándome hacia
atrás para ver mi pecho.

—Tu sostén es lindo. — dijo.

—Gracias. — repliqué. Escogí este sostén en particular esta noche porque era
muy bonito: de encaje y negro con perlas entre las copas.

—Quiero quitártelo. — dijo Mark.

Me estremecí. Le gustaba decirme lo que me iba a hacer. De una manera


matemáticamente ordenada.

Directa, precisa. No había lugar para malos entendidos. Nunca dejaba de


tomarme por sorpresa y hacerme sonrojar.

Trate de tomarlo con humor. —¿No deberías tocar mis pechos sobre el
sostén primero? ¿No es la forma en la que se hace? ¿No es más fácil?

—¿Debería ser más fácil para ti?— preguntó

Y ahora me sonroje más duro.

—Dime lo que quieres, Cadence— dijo Mark. Trazó mi clavícula con su dedo
índice.
—Por favor no me lo hagas— susurré, dejando colgar mi cabeza. No me
gustaba decir mis deseos sexuales en voz alta. Se sentía como lo que un amante
más experimentado haría, y yo ciertamente no lo era.

—¿Eso te avergüenza?

—Un poco. Quiero decir, ni siquiera sé lo que quiero de todas formas.

—Bien, ¿quieres que te toque?

—Sí.

—¿Dónde?

Dude por una fracción de segundo. —Aquí— dije ahuecando mis pechos.

—Entonces si sabes lo que quieres— respondió.

Puso mis manos en mi regazo y corrió sus dedos por la punta de mi sostén,
comenzando del lado izquierdo siguiendo la curva del corazón lenta y
pensativamente.

—Las mujeres tienen la ropa más bella— dijo pasando los dedos por las
pequeñas perlas de mis pechos.

Él estaba en trance, empezando por mi sostén, pensando. ¿Sobre qué? ¿Su


siguiente movimiento? Seguramente sabía porque era un amante tan
experimentado. Un fuera-de-mi-liga amante.

Metió la mano detrás de mí y desabrocho el sostén. Instintivamente mis


manos fueron a mis pechos, presionando la prenda contra mi piel antes de que
cayera. Mark se rió.

—No tenemos que hacerlo si tú no quieres— dijo. No había rastro de


decepción en sus palabras, pero no era tonta. Él estaba tan cerca de ver mis pechos
desnudos, y no había manera que no se sintiera ni un poquito frustrado si yo decía
que no. Podría ser respetuoso conmigo mientras cuidaba de su silencio frustrado.

Me sentí un poco embriagada por el poder que ejercía en ese momento. Si, él
podría ser muy bueno quitándome el sostén y hacer lo que sea que quisier a. No era
rival para su tamaño físico, pero no era un bárbaro, y me respetaba. Oh, la
pequeña coqueta en mi quería probarlo y burlarse de él sin piedad, haciéndolo
doler para mí, pero la mujer joven en mi lo respetaba.

Retiré mis manos y el sostén cayó, revelando mis pequeños y firmes pechos.
Era una completa e hinchada copa B en un buen día y me preguntaba si le iba a
gustar. Inmediatamente me sentí cohibida mientras miraba mi desnudez. Él estaba
pensando. Otra vez analizándome. Mis manos volvieron a mis pechos,
cubriéndolos.

—No— dijo y apartó mis manos.

Esperé para ver si reemplazaría mis manos por las suyas, pero en su lugar
pasó sus manos por mis costillas y me levantó hacia su cara. Puse mis manos en
sus hombros para mantener el equilibrio. Beso la parte superior de mi pecho y
luego la inferior, cuidadosamente para evitar el balanceo de mi pezón. Lamió sobre
mi pecho, entonces chupó suavemente la piel, provocando un suave quejido.

Hizo su magia en el otro pecho, siempre cuidadoso de mantenerse alejado de


mi otro pezón. Sus labios acompañados por su vello facial eran demasiado.

—¿Por qué estas provocándome?— Lloré agarrando su cabello. No tenía ni


idea de cuando mis manos se movieron de sus hombros a su cabello.

Rió entre dientes. —No lo estoy, Cadence. O al menos no me refiero a eso.

Bufé y le tiré del pelo, tirándole la cara que me mirara. —Sí. Lo. Estas.

Asintió, y lo liberé, sentándome en su regazo. Se inclinó hacia delante,


haciendo a mi espalda arquearse, echando mis senos hacia adelante, invitá ndolo a
probarlos otra vez.

—Me gusta eso, Cadence. — dijo —. Muy sensual.

Un ‘’¡Oh!’’ se escapó de mis labios al primer toque de sus labios en mi pezón.


Dibujo y gentilmente succionó, girando hasta que me hizo maullar y retorcerme.
No podía ignorar la humedad entre mis piernas, empapando mis bragas, enterré
mis caderas en él en busca de mi orgasmo. Se movió hacia el otro seno, fijándose en
mi pezón, y lo chupo hasta que sentí una explosión construirse rápido y fuerte en
mis muslos.

Mi ritmo se volvió a los constantes movimientos circulares de mis caderas,


moliendo lentamente su ya prominente erección. No me había dado cuenta de eso.
Estaba demasiado arrastrada por mi propio placer. Pero me di cuenta, que me
quería burlar de él mientras me bajaba.

Sentí las manos de Mark por toda mi espalda, sosteniéndome mientras lamia
y besaba mis pechos. Él sabía lo que estaba haciendo. Era casi aterradora la manera
tan fácil que mi cuerpo respondía ante su toque.

—Me voy a venir—respiré.

—Lo sé— dijo, sus labios en mi pezón. Gentilmente me mordió, y exploté.


Pequeños rayos de placer acompañaron mis gemidos. Ondee mis caderas hasta que
el ultimo rayo salió, dejándome caliente y adormilada. Mark me empujo hacia
arriba, dejándome colocar mi cabeza en su hombro.

—¿Cómo hiciste eso?— pregunté, mis labios rozando su piel.

—¿Hacer qué?

—Hacer que mi cuerpo hiciera eso sin que incluso me tocaras.

—Oh.— estuvo en silencio por un momento—. Supongo que soy así de


bueno.

Reí. —Eres arrogante.

—¿Quieres saber la verdad?

—Sí.

—Nunca le he hecho eso a una chica antes.

—Oh.

—Me gusta eso que puedo hacerte. Me hace sentir poderoso. ¿Es así de malo?

Sacudí mi cabeza.

—Es muy fácil ser posesivo para ti. No voy a mentir. Nunca he sido de esa
manera. Es alarmante, en estos momentos se siente como una descarga de
adrenalina cuando vienes. No sé cómo sacármelo de encima.

—Me siento poderosa a veces. La forma en que me miras. Como si pudiera


hacer que hicieras cualquier cosa. Rogarme. ¿Eso es malo?

Mark rió entre dientes. —No, eso no es malo. Ese tipo de poder solo viene
naturalmente de ser una mujer.

Me senté y lo miré. —Pero yo en realidad no tengo ningún poder en absoluto.

—¿Por qué piensas eso?.

—Porque tú eres mayor y más fuerte. Y en cualquier momento podrías


olvidar esto, y yo sería incapaz de pararlo.

Mark acarició mi mejilla. —No voy a olvidar nada.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.
***
—No lo sé, Avery— dije, sintiendo un nudo de corbata en mi estómago.
Estábamos sentadas en su coche conduciendo para depilarnos.

—¿Cadence? Confía en mí, está bien.— respondió Avery—. No es tan malo.


Solo respira hondo cuando Luana te lo diga.

—¿Respirar hondo?

—Eso ayuda con el dolor. Creo que es la misma técnica que usan en el parto.

—¡Eso es! ¡Olvídalo!— dije abriendo la puerta del coche.

Agarró mi brazo a tiempo y me puso en el asiento.

—Para de ser tan cobarde— dijo.

—Lindo. Eso es lindo— respondí.

Avery rio. —Cadence, te prometo que lo amaras. Esto hará del sexo un trillón
de veces mejor.

—No estoy teniendo sexo— repliqué

—Oh. Bueno, cuando lo tengas, hará del sexo un trillón de veces mejor.

—¿Cómo lo sabes? No tengo nada con que compararlo— dije, y cerré la


puerta del coche.

Avery se encogió de hombros. —Dime, ¿Por qué estás haciendo esto


entonces? Pensé que tú y Hombre Misterioso lo están haciendo — se volvió del
contacto y salió a la calzada, me deslumbré cuando se dio vuelta para mirar detrás
de ella. Me sonrojé de un rojo intenso.

—Ohhh, mira. No sexo, pero si quizá un pequeño tonteo inocente.— dijo


Avery—¿Así que no ha estado allí todavía?

—Primero que todo, se supone que debes usar los espejos retrovisores no
girar la cabeza. Segundo, no ha estado. Y gracias a ti, he sido una ruina para él.
Dime. ¿Cuándo el pelo se vuelve una cosa tan terrible?

—Desde siempre.— respondió Avery—. Luana te explicara todo, pero no es


solo sobre sexo. Es una cosa higiénica.

—¿No tener pelo?

—Sí.
—Soy una mujer joven. ¿No debería tener pelo?

—No.

—¿Qué pasa con el afeitado?

Avery torció la cara en una mueca de disgusto. —¿Estas malditamente


bromeando? Totalmente. Asqueroso.

—¿Lo es?

—Sí. Y de una manera peligrosa

— ¿De verdad?

—¿Cadence? ¿Alguna vez te has cortado allá abajo?

Hice una mueca, pensando en cómo hace unas cuantas semanas me corte un
pliegue suave, haciéndolo sangrar unos buenos dos minutos.

—Exacto. No afeitarse. Las cortadas te hacen vulnerable a cualquier tipo de


cosas.— dijo Avery—. ¿Y los golpes que deja la rasuradora? Bleh. Simplemente
desagradable.

—¿La cera no estropea la piel?

—No. No si te cuidas allá abajo después de que te la hagan. Se llama


exfoliación y mucho de eso.

—¿Sangrare?

—No. A menos que tengas la piel extrañamente sensible o algo — dijo.

—¿Cuánto tiempo pasa hasta que me vuelva a crecer?— pregunté.

—Esa es la parte increíble. Te afeitas y al día siguiente tienes bellitos,


¿verdad?

Asentí.

—Bueno, después de una semana o semana y media antes de que los bellitos
comiencen a salir. Y es suave también.

—Wow, ¿de verdad?

—Ahora, ¿Podemos hablar sobre Gavin?— preguntó.

Tenía más preguntas para ella, pero sentí que se estaba volviendo tedioso.

No fue mi culpa
Esto era un mundo nuevo para mí.

—¿Duele con las tiras?

Avery resopló. —Luana no usa tiras. Las tiras son baratas.

—¿Qué usa ella?

—Cera dura.

—¿Huh?

—Oh por Dios, Cadence. Juro que vas a estar bien. Si sigues haciéndome
preguntas te vas a asustar más.

—¡Ya estoy asustada!— respondí —. Solo dime lo que es la cera dura.

Avery suspiró. —La cera dura es la que se endurece en tu piel. No hace falta
un genio para darse cuenta de eso. Entonces se despega con tu cabello. Nada de
tiras.

—Interesante— respondí y Avery rió entre dientes.

— Me gusta cuando dices eso. Enfatizas en el ‘’in’’. Dilo de nuevo.

—Oh, tú solo te quieres reír de mí— respondí.

—Oh, ¡Solo dilo! Es lindo. "Interesante".

Rodé mis ojos. —¿Vas a responder a todas mis preguntas?

—Sí.

Reí. Esta chica no necesita mucho entrenamiento. —Está bien Avery.


Encuentro todo este asunto de la depilación muy interesante— hice que sonara
bien. Pero aun así Avery se rió

—Eres un bicho raro. — dijo—. Me encanta.

—Gracias.

—Está bien. Así que ¿Qué más quieres saber?— preguntó, y yo entré.

Launa era dulce pero no entendía la mitad de las cosas que decía. Ella era
nueva en los Estados Unidos, pero su ingles era débil. Trató de consolarme lo más
que pudo cuando supo que nunca antes me había depilado con cera y que me
asustaba mucho. No creo que entendiera ni una palabra de lo que le decía, pero el
miedo estaba escrito en mi cara. Las emociones eran su propio lenguaje universal.

—La cera es buena.— dijo con dulzura, acariciando mi brazo mientras me


sentaba en su mesa—. Ahora desabróchate los pantalones que ya vuelvo.— sonrió
y salió de la habitación, dejándome en la cruda blancura de su cuarto de trabajo,
con la tarea de quedarme medio desnuda.

Quería llorar. Quería matar a Avery. ¿Cómo pude dejar que me convenciera
de que me dejara hacer esto? Me quite las bragas y me subí a la mesa, colocando
mis manos entre mis piernas mientras miraba el techo, esperando a Luana. Ella
abrió la puerta y por una fracción de segundo estaba mortificada. ¿Que si hay
alguien en el pasillo que viera?

—Está bien. Abre las piernas— dijo.

Mi corazón latía rápido. ¿De verdad? ¿Abrirlas sería como estar debajo de
esas luces médicas? Esto no era como la visita al ginecólogo. Al menos tenía papel
alrededor de mi cintura así que no podía ver al médico mientras hacia lo suyo.

—Estas bien, abre las piernas— dijo, separando mis piernas.

Cerré mis ojos. Pensé que podía pedir ayuda. Además, esas luces estaban
empezando a realmente irritarme.

Mi cuerpo saltó al primer contacto de la cera caliente. Ella la esparció. No


recordaba diciéndole exactamente lo que quería. Avery dijo que algunas chicas
usan la cera con bikinis. Un Brasilero significa que todo se apaga. ¿Le dije a Luana
que quería un Brasilero?

—Respira profundo— dijo Luana

¿Respira profundo? Avery no estaba bromeando. Oh por Dios, estoy a punto


de morir… un rasgado y uno fuerte —¡MIERDA!

—Lo sé— Luana rió, y abanico mi vagina. Ella la abanico. Y se sintió tan bien.

—Dos veces más es lo malo, luego lo bueno— explicó.

Dos veces más es lo malo, luego lo bueno seguí repitiendo en mi cabeza


mientras seguía arrancando los cabellos de los lados y luego la mayor parte del
cabello del montículo. Presionó su mano contra mi vagina y abanicaba
rápidamente. Pensé que debería sentirme avergonzada de que su mano estuviera
presionando contra mis piernas abiertas, pero eso tranquilizo el dolor, y no quería
que parara. Yo estaba sudando en la cubierta de papel. Podía sentir que mi espalda
irradiaba calor como un horno.

—Buena chica.— dijo Luana —.Ahora la parte más fácil.

—¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto? —di un grito ahogado.

Ella sonrió. — Llevo treinta y tres. Llevo depilando desde los catorce.

—¿¡Desde los catorce!?


Sonrió otra vez y volvió al trabajo de quitar todos los pelos errantes. Ya ni
siquiera lo sentía.

Usó una lupa y unas pinzas para quitar un par de pelos finos. Todo mientras
me explicaba las ventajas higiénicas y sexuales de la depilación. No entendí nada
de eso. También me explico que tenía que cuidar mi piel. No entendía las palabras,
o bien las cercanas a ‘’Neospirin’’ y ‘’fluffy poof’’.

Después de que termino me frotó polvo para bebe. Admito que había algo
extrañamente erótico en eso, y de repente me di cuenta de por qué Avery era una
desviada sexual. Ella realmente no me dio detalles sobre Gavin, pero cada vez que
dejaba escapar algo, siempre era algo escandaloso.

Ahora entiendo. Ella se depila. Eso es lo que le pasa a una chica cuando se
depila. Se da la vuelta… sexual.

—Está bien. Ahora date la vuelta.— Luana instruyó.

—¿Huh?

—La vuelta, date la vuelta.— dijo, haciendo gestos con las manos.

Oh mi Dios.

—No, estoy bien. — dije.

Launa rió. Otra vez.— Estas bien. Tomamos el trasero y lo hacemos lindo.

¿Hacerlo lindo?

—Um…

—Como a tu esposo le gusta.— explicó Luana.

—No estoy casada.

—Como le gusta a tu novio.

—Yo… el…um…no

Luana me animó empujando mi brazo. Me di la vuelta porque no sabía cómo


discutir con alguien que no sabía ingles del todo bien. La violenta sacudida de mi
cabeza no parecía traducirse, y no se veía como que me iba a dejar ir hasta que no
pusiera algo de cera en mi grieta. Yo estaba cubierta por el papel con el que estaba
enrollada. Tuvimos una divertida sesión despegando el papel de mi cuerpo
sudoroso.

—Por favor, Luana.— susurré. Juro que pensé que iba a llorar.

—Abre.— respondió alegremente.


—No puedo. No puedo hacer esto. Nadie me ha visto tan de cerca y
personalmente, así como esto.

—¡Tienes una buena retaguardia! vamos a hacerlo mejor. Ahora abre.

Está bien. ¿La mujer apenas habla inglés sin embargo, sabía la palab ra
retaguardia? Aparte de sentirme como una mierda, la depilación no estuvo mal. Se
acabó como en unos dos segundos, y luego Luana me volvió a frotar polvo de bebe.

—Tú mira.— dijo y me senté en la mesa sintiéndome completamente violada.

—¿Ah?

—¡Mira mira!

—¿Mi vagina?

Luana rio. —Eres tan tonta. Mira lo linda que eres.

Me miré, estaba algo asustada mientras ella arrancaba mi cabello. Y di un


grito ahogado. Todo se había ido. Nada. Cero. Nada de nada. Completamente calvo
y expuesto.

—¿Ves? Lindo. —dijo Luana, dando palmaditas en mi muslo.

Sonreí débilmente y le deje besarme en la cara antes de que digiera que fuera
para la sala de espera a pagar.

—¿Así que?— preguntó Avery cuando salimos.

—Eres una perra y media.

Avery estallo en una carcajada. —Mira, si te hubiera dicho todo, nunca


hubieras aceptado.

—Malditamente cierto.— espeté.

—Pudiste haberle dicho que no.— respondió Avery.

—Trate. Trate. La mujer apenas habla inglés. Y todo lo que sabe hacer es
soltar risitas.

Avery desbloqueo la puerta del coche.

—Cadence. Te alegraras de haberte volteado.

Sacudí mi cabeza, abrochándome el cinturón de seguridad en su lugar.

—Cuidado con mi bebé, por favor.— dijo Avery.

—¿Qué significa eso? ¿Que estaré feliz cuando me volteé?


Avery sonrió una sonrisa pícara demasiado familiar.

—Mira, todo lo que estoy diciendo es que los hombres de nuestra generación
son demasiado… experimentados. Y he aprendido que no es tan malo
experimentar. De hecho, puede ser bueno.

—Oh. Mi. Dios. No estoy escuchando esto.— respondí —. ¡Tienes dieciocho!


¡Eres como un bebé! ¿¡Que haces teniendo sexo anal!?

—Primero que todo, no soy un bebé. Soy una mujer grande. Compruébalo por
ti misma. Segundo, nunca dije nada de sexo anal. Dije que experimento. — aclaró
Avery.

—Si, lo que significa que estas teniendo sexo anal.

Avery se encogió de hombros. —Está bien.

—Está bien como un sí, ¿Estas teniendo sexo anal?— no lo podía dejar ir. Era
fascinante y repugnante y… fascinante. De verdad malditamente fascinante.

—No te has ganado los detalles, mana. Lo siento— respondió Avery con una
sonrisa de suficiencia.

—Está bien. Lo que sea. No me importa.

—Totalmente te importa.

—Sí, está bien ¡Totalmente me importa! Por favor dime, Avery. Estoy
muriendo ahora.— le supliqué.

—Siento como si te estuviera corrompiendo o algo.

—Lo estás, y no me importa. Solo tengo que saberlo porque mi mente se


rehúsa a creerlo.

Avery dejó escapar un largo suspiro y asintió. —Está bien, lo primero y más
importante: lubricación.

***
No quería vestir la falda como una invitación, pero lo tomé de todas formas.
Un reto. Pensé que sería una sutil imprudencia, de una forma controlada.
Imposible para cualquier otro, pero él podía hacerlo.

Todo el mundo estaba trabajando en grupos o en parejas en los últimos


quince minutos de la clase, y el salón resonaba con las bajas charlas y las risitas. Yo
me quede en mi asiento porque nadie se ofreció a trabajar conmigo. El Sr. Connelly
circuló por el salón a veces antes de caminar y ponerse frente a mí asiento y
tumbando mi cuaderno al suelo frente a mis pies. Se agacho para recogerlo, se
agacho por unos cuantos segundos mientras yo abrí mis piernas para que le diera
una idea de mi ropa interior. Culpo a ello a la depilación brasileña.

El Sr. Connelly se levantó y me devolvió mi cuaderno.

—Lo siento, Cadence. Soy torpe.— dijo, entonces se movió hacia el grupo
detrás de mí.

Podía sentir la sangre corriendo por mis mejillas. Me ruborice mil veces por
el Sr. Connelly, pero esta vez fue insoportable. Mi cara literalmente dolía, y no
quería saber que tan roja estaba. Me concentre en mi respiración, y leí las páginas
del libro de matemáticas una y otra vez hasta que la sequedad del material drenó el
color de mi cara.

La campana sonó y me sobresalté.

—Cadence, tengo una carta de tus padres.— dijo el Sr. Connelly —Quédate un
minuto.

Revolotee cerca de su escritorio mientras los últimos estudiantes salían. Él se


sentó y me miró.

—Ven aquí.— dijo. Yo caminé hasta quedar frente a él —.Has estado muy
traviesa, ¿sabes?

Mi corazón se aceleró.

—Me mostraste tus braguitas rosas en clases cuando sabías que no podía
hacer nada.

No puedo respirar.

—Creo que necesitas unas nalgadas, Cadence. Empezando por ser una chica
mala.

—¡Sr. Connelly!

Se rió entre dientes. —Bien, ¿qué me darás entonces? Tú fuiste traviesa. No


puedo solo dejarte salir de aquí.

Lo pensé por un momento, entonces gire mi cabeza hacia la puerta. Nadie


venia hacia aquí.

No había nadie espiando por la ventana de la puerta. Me volteé hacia el Sr.


Connelly y tomé su mano. La puse bajo mi falda, colocando sus dedos e n mi
entrepierna para que sintiera la tela de mis bragas. Yo había sido tocada aquí solo
una vez. No me gustó entonces, pero me gustaba ahora.
Movió sus dedos hacia atrás y me frotó mientras me miraba a la cara. Su
toque fue ligero al principio que casi me daba cosquillas. Pero luego aumento la
presión y un gemido se escapó de mis labios. Salté hacia atrás. ¿Qué demonios
estaba haciendo? ¡Estábamos en la escuela!

Aclare mi garganta mientras me acomodaba la falda. —¿Dijo que tenía una


carta?

El Sr. Connelly sonrió. —Mmm. ¿Dónde la deje?— cruzó las manos sobre el
estómago y se apoyó en la silla.

Estaba avergonzada por mi atrevimiento, avergonzada de que el ejerciera un


poder que obligó a mi sensualidad. Quería golpear su sonrisa de suficiencia fuera
de su cara.

—¡No soy la traviesa! ¡Eres tú!— solté, y me di la vuelta para irme. El Sr.
Connelly rió fuerte, entonces aclaro su garganta cuando la puerta del salón se
abrió. La asistente principal entro.

—Así que asegúrate de que tus padres reciban la carta, Cadence.— dijo
mientras yo recogía mis libros.

—Sí, señor.— respondí.

—Cadence, necesitas apurarte. La campana ya va a sonar.— dijo la Srta.


Jackson.

—Sí, señora.

Le eché un vistazo al Sr. Connelly, quien tenía el rostro ilegible, y me apure


para salir del salón, haciéndolo hasta Ingles justo antes de que sonara la campana.
Estaba sonrojada y temblando, mortificada de que casi nos atraparan.

Que estúpida ¿Cómo podía dejarlo tocarme en la escuela?

Pero no podía negar la adrenalina. Estaba aterrorizada cuando la puerta se


abrió, pero al mismo tiempo, me gustó la idea de estar cerca de ser atrapados, con
la amenaza de que nuestro secreto fuera descubierto. Tenía que reflexionar en
Ingles y tratar de entender por qué la imprudencia era tan atractiva para mí ahora.
Nunca había sido así antes de empezar a ver al Sr. Connelly. Y no era como si el Sr.
Connelly fuera una persona que tomara riesgos. Está bien, eso no es
completamente verdad. Él había tomado un poco de riesgo al salir conmigo. De
repente me di cuenta de que no era diferente. No era más que una persona que
tomaba riegos. Una persona que tomaba riesgos mostrando bragas salvajemente.
¿Qué demonios estaba pasándome? ¿Y por qué me gustaba?
15
Traducido por krispipe
Corregido por Lucean

Yo: ¿Tienes planes para este fin de semana?


Mark: Lo de siempre. ¿Por qué?
Yo: Quiero pasar el fin de semana contigo.
Mark: ¿Todo el fin de semana? ¿Cómo?
Yo: Avery y yo somos “voluntariqs” en un refugio para mujeres desde la noche
del viernes hasta el domingo por la tarde.
Mark: Cadence.
Yo: Mark.
Mark: Eso está tan mal.
Yo: ¿Qué? ¿El voluntariado? Pensé que era algo bueno.
Mark: Sabes a lo que me refiero. ¿Mentir sobre el voluntariado en un refugio
para mujeres? Vamos.
Yo: ¿Quieres pasar el fin de semana conmigo o no?

Breve pausa.

Mark: ¿Cuándo puedes estar aquí?

***
—¿Cuándo crees que tus padres se darán cuenta de estos proyectos de servicio
comunitario falsos? —preguntó Mark, sentándose en el sofá.

—Nunca, —contesté, reposando sobre mi estómago en el suelo de su sala de


estar.— Ellos adoran a Avery. Piensan que es una santa o algo así. Ruth o Esther de la
Biblia.

Mark no dijo nada cuando se inclinó para echar un buen vistazo a la página. Diez
Maneras de Subir el Calor en la Cama, leyó en voz alta.
—Escandaloso.

—E informativo ¿Dónde crees que las mujeres aprenden todos sus trucos?

No hay respuesta.

—¿Mark?

—Shhh. Estoy leyendo —dijo.

Cerré la revista.

—¿Hey? ¿Por qué has hecho eso? Estaba aprendiendo —dijo.

—¿De verdad te importa saber sobre estas cosas?

Arrojó sus papeles sin clasificar en la mesita y se dejó caer en el suelo a mi lado.

—Te encuentro absolutamente fascinante, Cadence. Quiero aprender todo sobre


ti y sobre cómo trabaja tu cerebro y lo que te gusta leer y aprender y todo lo que te
hace tan femenina.

Sonreí y abrí la revista.

—Plumas.

—¿Plumas?

—Al parecer las plumas es dónde está —dije —Seductoras e inductoras de piel
de gallina.

—Continúa —dijo Mark. Se levantó del suelo y se dirigió a la cocina. Oí el


tintineo del cristal y el estallido de un corcho mientras yo parloteaba sobre puntos G
y cómo localizarlos– Rojo, ¿está bien? —llamó.

—¿Rojo qué? —Respondí.

—Vino —aclaró.

—¿Me vas a dejar beber vino? —Pregunté. De repente no tenía ningún interés
en las maneras de establecer fuego en un dormitorio.

Él entró con dos copas llenas hasta la mitad con líquido rojo oscuro.

—Estás pasando la noche. No tengo ninguna intención de aprovecharme de ti. Y


no te voy a dejar hacer alguna locura —dijo, ofreciéndome una copa.

Lo tomé un poco demasiado ávidamente. Tan loco como suena, nunca me había
emborrachado. Sí, me había colocado con cocaína, pero nunca me había
emborrachado. ¿Por qué no elegir el menor de los males? No sé.

—Y no te vas a emborrachar —dijo Mark, como si pudiera leer mi mente. O tal


vez podía sentir mi afán por conseguir mis pequeños dedos alrededor de la copa.

Sonreí y tomé un sorbo. Nunca había probado el vino. Era rico y suave, pesado y
oscuro. Tomé otro sorbo. Extraño, lo sé, pero me imaginé que era un vampiro
bebiendo sangre. Sabía que la sangre no sabía nada como esto. (Otro trago un poco
más largo). Lamí una herida en mi rodilla cuando tenía seis años y descubrí que la
sangre sabía penetrante y metálica. (Y un gran trago). Pero fingía que estaba
bebiendo sangre de todos modos porque pensé que era sexy. Y porque quería ser un
vampiro durante unos minutos. La embriaguez fue casi instantánea. Tal vez por eso
quería ser un vampiro.

—Cadence, el vino es para ser sorbido, no engullido —dijo Mark, riendo entre
dientes.

—¿Eh? —Miré mi copa. ¡Estaba vacía! ¿Cuándo ocurrió eso? Miré a Mark y pasé
la lengua por lo s dientes superiores. Sin colmillos. Y realmente quería ser un
vampiro— ¿Puedo tener otra?

Mark me miró con curiosidad.

—Sí, Cadence. Pero, ¿me prometes que lo beberás a sorbos esta vez?

Asentí con entusiasmo.

Bebí esta copa mucho más lento, pero eso fue mayormente porque me dijo que
no podía tener una tercera. Me sentía lánguida, como un charco de lluvia cálida, y me
metí en el regazo de Mark con la intención de empaparlo. Quería ver correr agua por
encima de sus brazos y su pecho desnudo. Le pedí que se quitara la camisa, y accedió
con una risita.

—Wow —susurré.

—¿Te gusta? —Preguntó, lanzando su camisa al sofá.

—Me gusta. Mucho —dije, y me incliné para besar sus pectorales bien definidos.

El suyo definitivamente no era el cuerpo de un muchacho. Él estaba muy


crecido. Tenía músculos adultos y suave piel adulta libre de imperfecciones. Miré
abajo hacia el suave parche de pelo adulto por debajo de su ombligo desapareciendo
bajo sus pantalones.

—Tu pelo me hace cosquillas —dijo, levantando suavemente mis mechones


rubios de su pecho y estómago— Es tan suave —Pasó lo s dedos a través de él.

Me senté y lo miré de lleno a la cara.

—Tengo que decirte algo —dije— Pero no quiero asustarte.

—Está bien.

—Soy un vampiro —me incliné, enterrando mi cara en el cuello de Mark, y lo


mordí. Duro.

Él gruñó y tiró de mi pelo, obligándome a mirarlo.

—Haz eso otra vez, pequeña arpía —dijo.

—No soy una arpía. Soy un vampiro —corregí, y me incliné una vez más para
morder su cuello.

Oí un estruendo ya familiar en su garganta cuando me atrapó en sus brazos y


me acostó en el sofá. Me besó con ternura, y pude probar la dulzura del vino en su
boca, su lengua, mientras trazaba una línea por encima de mi labio inferior.

—¿Hice eso bien? —Preguntó.

Asentí y tiré de él hacia abajo sobre mí una vez más. Él estaba cernido sobre mí.
Me encontraba inmovilizada, sin posibilidad de escapar. No quería escapar, sin
embargo. Quería que se forzara a sí mismo dentro de mí, y yo no diría que no. Pensé
que podía luchar por mostrarlo, pero sabía que nunca lo rechazaría.

—Estoy lista, Mark —respiré, sintiendo su boca en mi cuello.

—No voy a dejar que tengas otra copa de vino, Cadence —contestó.

—No estoy hablando sobre vino. Estoy hablando de amor. Estoy lista para que tú
—hice una pausa para el efecto— me hagas el amor.

Mark se apartó y me sonrió con cansancio.

—Has bebido demasiado. Así que no.

—Pero escucha —dije, empujándolo y escalando en su regazo una vez más.


Agarré sus manos— Sé que va a doler. Pero quizá no duela tanto ahora que me
siento bastante relajada. ¿Sabes lo que quiero decir? —Pregunté, moviendo las cejas.

—Sé lo que quieres decir —respondió Mark.

—Estoy lista para tocarla —dije.


—¿Tocar qué?

—¡Mark! ¡No me hagas decir “polla” en voz alta! —Sacudí la cabeza— Oh,
porras. Lo dije.

Mark se echó a reír.

—¿Porras? ¿Quién dice “porras” hoy en día?

—Deja de burlarte de mí, y házmelo —contesté, riendo. Puse mis manos a cada
lado de su cara— Eres el hombre más sexy del mundo. De todo el universo.
¿Entiendes lo que te estoy diciendo? Quiero que me hagas el amor toda la noche,
sexy y musculoso gran hombre —Me incliné hacia adelante y lo besé torpemente. No
estaba tratando de besarlo torpemente. Simplemente sucedió.

—Mi pequeña Cadence —dijo Mark cuando me aparté de él. Apartó el pelo de mi
cara con sus dedos— Háblame de tu rutina mañanera.

—Está bien —grité— Bueno, mi cabello es naturalmente ondulado, pero


realmente alisandolo justo ahora. Así que tengo que levantarme temprano para la
escuela para plancharlo.

—¿Planchas tu cabello? —Preguntó.

—Uh huh —contesté— ¿Nunca has visto una plancha?

Mark sacudió la cabeza.

—Bueno, la empaqué. Te la mostraré por la mañana.

Él asintió, divertido.

—Esto toma mucho tiempo porque tengo mucho pelo--, dije, cogiendo un trozo
y levantándolo por el lado.

—Ya veo —dijo Mark— Es muy hermoso —Sonreí— He estado experimentando


con nuevas tendencias de maquillaje. Específicamente técnicas de sombras de ojos.
Así que me he estado asignando unos quince minutos extra por la mañana para
trabajar en mis ojos.

—Hermosos ojos —dijo Mark.

—Y gracias a Dios mamá y papá finalmente terminaron la ampliación de la casa.


Ahora tengo mi propio cuarto de baño y no tengo que compartirlo con Ollie.

Bostecé y apoyé la cabeza sobre el hombro de Mark. No tengo idea de cuándo


me quedé dormida, pero vagamente recuerdo ser llevada a algún lugar, colocada
sobre algo suave y cálido que olía masculino. Me gustó e inhalé profundamente,
sintiendo labios presionar contra mi sien antes de hundirme en un pesado sueño.

Mis párpados revoloteaban antes de abrirse completamente. La imagen


esperándome me entusiasmó y me alarmó. Por un segundo me olvidé de dónde
estaba, incluso cuando me di cuenta de que Mark estaba acostado junto a mí,
completamente despierto, sonriendo dulcemente.

—Buenos días —dijo.

Abrí la boca para responder y luego la cerré inmediatamente. Mi aliento


apestaba. Y entonces me acordé de que todavía tenía el maquillaje. Podía sentir las
costra del rímel alrededor de mis ojos.

—Eres la cosa más bonita cuando duermes —dijo Mark.

Sacudí la cabeza en la almohada, luego me deslicé fuera de la cama.

—¿Hey? ¿A dónde vas?

—Al baño. A lavarme los dientes y la cara —dije, en cuclillas en el suelo y


hurgando en mi bolsa de viaje.

—Si estás preocupada sobre el aliento mañanero, yo también lo tengo —dijo


Mark.

—Entonces tal vez deberías cepillarte los dientes —sugerí. Él se echó a reír.

—Muy bien entonces —dijo, y saltó de la cama. Se acercó a mí y se puso en


cuclillas junto a mí, mirándome revolver en la bolsa. ¿Dónde estaba mi cepillo de
dientes?

—¿Cadence?

—¿Hmm?

—¿Crees que siempre nos besaremos y tocaremos cuando tengamos un buen


aliento y limpio?

—Sí.

Él se rió entre dientes.

—Sabes que eso no es realista, ¿verdad?

Escondí mi rostro.

—No quiero que me veas así. Sé que parezco un mapache y mi aliento es atroz
y...

—Detente —dijo— Y mírame.

—No.

—Te lo haré.

Me quedé helada. Mark me empujó al suelo y se subió encima de mí.

—¡Mark! —Grité en su cara antes de recordar que mi aliento sabía como un


animal muerto.

Él atrapó mi cara con sus manos.

—Eres sexy y hermosa y perfecta para mí incluso con ojos de mapache y


terrible, y quiero decir terrible aliento —dijo, y se inclinó para besar mis labios.

Peleé con él, pero era demasiado fuerte. Y pronto me estaba riendo
histéricamente, sin importarme cómo me veía o cómo olía. Mark dejó ligeros besos
por toda mi cara y cuello y pecho. Desearía poder haber sentido el de mi pecho, pero
aún estaba llevando mi jersey y el sujetador de la noche anterior.

Mark bajó de mí y me ayudó a levantarme.

—Ve a hacer lo que tengas que hacer —dijo, palmeando mi trasero— Voy a
hacernos café.

Asentí y me dirigí al cuarto de baño de invitados. Me encerré y respiré hondo


antes de mirarme en el espejo.

Asqueroso. Me veía como si me hubieran dado un puñetazo en ambos ojos. Mi


pelo estaba enmarañado y anudado. Me sentía sudorosa de haber dormido en suéter
toda la noche. Encendí la ducha y volví a la habitación de Mark para conseguir mi
bolsa.

Me lavé los dientes, mientras que el agua se calentaba, y luego me metí en la


ducha. Se sentía delicioso, y lo primero que hice fue lavar todo el maquillaje de mi
cara. Mi piel ya no se sentía apretada, y mis ojos ya no se sentían legañosos. Me lavé
el pelo y luego enjaboné mi cuerpo, creando tal espuma gruesa con mi esponja que
podía pintar un bikini de jabón en mi piel, ocultando mis partes privadas
completamente. Fue una de las mejores duchas que jamás había tomado, y era reacia
a cerrar el grifo.

Me tensé de inmediato, mientras veía una toalla volar sobre la barra de la ducha
a mi cabeza. Me envolví en ella rápidamente y aparté la cortina. Mark estaba sin
camisa, cerca de la puerta mirándome. Di un paso fuera de la bañera y limpié los pies
en la alfombrilla. Nunca había estado desnuda con un hombre. Mi corazón latió con
fuerza dolorosamente cuando lo vi caminar hacia mí, parándose a centímetros de mi
cara.

—Estoy hambriento, Cadence.

Asentí, y me levanté. Envolví mis piernas alrededor de él y aplasté mi pecho


contra el suyo mientras sentí la toalla aflojarse. Me aferré a él con fuerza para evitar
que se cayera, pero no había nada que pudiera hacer sobre la desnudez entre mis
piernas. Esta apretó contra su bajo vientre, su piel desnuda.

—Eres tan caliente —dijo en mi oído— Como un pequeño petardo.

Me acompañó a su habitación y me puso en la cama. La toalla se abrió, e


instintivamente la agarré para cubrir mis partes bajas. Él me la dio modestamente,
subiendo a mi lado y besándome largo y lento. Su mano fue a mi pecho, ahuecándolo
suavemente mientras rodaba su pulgar sobre mi pezón.

—Me encanta como tu pecho encaja perfectamente en mi mano —dijo. Se


inclinó y tomó mi pezón en su boca, burlándolo con su lengua hasta que me quejé —
Ahí vamos —dijo— Estaba esperando eso —y continuó lamiendo y chupando mi
pecho antes de pasar al otro.

Giré mis dedos en su pelo, retorciéndome como un gusano en un anzuelo porque


el placer era casi demasiado intenso. Todo mi cuerpo se estremecía como si fuera
agua eléctrica, el concentrado shock doliendo entre mis piernas. Me sacudí cuando la
mano de Mark se deslizó por mi vientre para tocarme entre mis muslos. Él retiró su
mano inmediatamente.

—¿Cadence?—Preguntó, cerniéndose sobre mí.

—¿Hmm?

—¿Qué está pasando ahí abajo?

Me reí y miré hacia otro lado.

—Sólo quería ver cómo era.

—¿Conseguiste esta idea de una de tus pequeñas revistas? —Preguntó.

—Sí —No había manera de que le dijera que Avery me obligó a ir. No quería su
nombre en la cama con nosotros— ¿Te gusta?

—¿A ti? —Preguntó.

Asentí.
—Entonces a mí también —dijo. Observó mi cara mientras deslizaba su mano
por mi estómago, una vez más, tocándome tentativamente entre mis piernas.

—¡Oh! —Grité, sintiendo sus dedos sondeándome con cautela.

Me había tocado a mí misma muchas veces, pero esto era diferente. Se sentía
diferente cuando una persona lo hacía, y sobre todo se sentía diferente sin pelo. Es
como mis terminaciones nerviosas se multiplicarán por un trillón. Podía sentir cada
leve movimiento de sus dedos, y no había manera de aliviar la intensidad de sus
caricias. Además, no quería.

Abrí mis piernas un poco más para acomodar su mano. Se burló de mi carne
tierna y me froto rítmicamente, observándome retorcerme y arquear la espalda y
sacudir la cabeza de lado a lado como si le estuviera diciendo que se detuviera. Pero
no lo decía que se detuviera. Lo insultaría si lo hacía.

—¿Puedo besarte, Cadence? —Preguntó.

Asentí, cerrando los ojos, esperando el primer contacto de sus labios sobre los
míos. Pero seguí esperando, sintiendo el cambio de la cama, pensando que me estaba
tomando el pelo, pidiéndome silenciosamente que rogara por ello.

—Por favor bésame —dije, con los ojos cerrados, inmersa en una dulce
oscuridad.

Sentí algo cálido y húmedo entre mis piernas, y mis ojos se abrieron de golpe.

—¡Oh Dios mío! —Grité, y miré la cara de Mark entre mis piernas.

Él levantó la cabeza.

—Dijiste que podía besarte.

—¡En mis labios!

—Ya estoy —respondió, sonriendo como un malvado.

—Oh. Dios. Mío.

—Relájate, Cadence. Puedes recostarte —dijo— A menos que quieras mirar —


Pasó la lengua sobre mí, mientras sus ojos se quedaban pegados a mi cara.

Caí sobre la almohada, incapaz de mirar porque era demasiado íntimo. Debería
haber mirado, esto me estaba pasando a mí, después de todo, pero me cubrí la cara
con las manos en su lugar, empujando las caderas hacia arriba, instintivamente
invitándolo a continuar. No tenía control sobre mi cuerpo. Este hacía cosas aparte de
mi voluntad. Esto lo animó a lamer y mordisquear y besar. Y cuando todas esas cosas
se detuvieron abruptamente, grité. No tenía control sobre eso tampoco.

—¡No te detengas, maldita sea!

—¿No puedo mirarte por un momento? Cosa glotona —murmuró, y luego


contuvo el aliento bruscamente— Tienes un pequeño coño dulce, Cadence. Podrías
volver a un hombre loco con él —Deslizó un dedo dentro de mí con cuidado. Me sentí
extenderme en torno a él, mi respiración llegando en jadeos.

Y entonces forzó otro dedo dentro.

—¡No! —Y me moví y retorcí mis caderas, tratando de sacar sus dedos. Me


lastimaron.

—Mierda. Lo siento —dijo, y retiró la mano— Lo siento mucho, Cadence.

Subí las rodillas hasta mi pecho y me abracé de manera protectora.

Mark suspiró.

— Soy un idiota. Lo siento mucho, Cadence.

—Está bien —dije— No estoy enojada ni nada. No pensé que dolería así.

De repente me pregunté si Mark tendría la fuerza de voluntad de detenerse si yo


decidía justo cuando él estuviera entrando en mí que no quería tener sexo. Pensaba
que lo haría, pero también pensé que detenerse podría matarlo, y me di cuenta en
ese momento del tipo de poder que ejercía sobre él.

—¿Qué harías por esto? —Pregunté. Señalé entre mis piernas.

Mark me miró confundido, así que repetí mi pregunta.

—No estoy tratando de ser evasiva ni nada —dije— ¿Qué harías por esto?

—Cualquier cosa —respondió— Pondría mi vida del revés.

Así que yo tenía razón. Ejercía poder sobre él.

—Bueno, no estoy lista para que poner la vida del revés aún —le dije
juguetonamente.

—Una vez más. Lo siento. Ni siquiera estaba pensando.

—Está bien —Me mordí el labio inferior—¿Mark?


—¿Hmm?

—¿Vas a bajar ahí otra vez? —Y entonces añadí— ¡Pero sólo si quieres! No
quiero que lo hagas si no quieres.

Mark se rió con fuerza.

—¿Qué?

—Oh Dios mío, Cadence. Estaría ahí todo el día si me dejas —contestó.

Me sonrojé y bajé mis piernas, dejándolas caer abiertas, invitándolo a que me


saboreara.

—Quiero que me digas lo que se siente bien —dijo— Lo que te gusta. ¿De
acuerdo?

—Sólo haz lo que quieras —contesté.

—No, Cadence. Quiero que esto sea espectacular para ti. Así que dime lo que te
gusta y lo que no. Quiero darte lo que tú quieras.

—Está bien.

Pasó la lengua por mi abertura.

—¿Te gusta eso?

—Sí —susurré.

Lo hizo de nuevo, más lento.

—¿Esto?

Me moví.

—Sí.

Él hundió su lengua en mí.

—¿Esto?

—¿SÍ?

—Estoy confundido —dijo Mark.

Gemí.

Él mordió mi clítoris suavemente.


—¿Qué tal eso?

—Ohhhh.

Chupó mi clítoris en su boca y succionó suavemente, haciendo que mis dedos de


los pies hormiguearan y palpitaran.

—¿Hmm?—Preguntó, continuando su trabajo.

—Ahhhh.

Encontró un ritmo y continuó chupando, provocándome con su lengua de vez en


cuando, haciéndome poner rígida con anticipación. Estaba a punto de despegar hacia
el espacio, y esta era mi única clase de entrenamiento.Tarareoó entre mis piernas,
las vibraciones haciéndome pensar absurdamente en los propulsores de un cohete.
Mantuvieron la conexión, una tras otra, y ahora no había manera de que pudiera
salir de la cabina. O de mi asiento. Estaba sujeta, y la cuenta atrás había comenzado.
Tiré del cabello de Mark, pero no lo dejé levantarse. No quería que lo hiciera. No,
quería que lo hiciera. No no, no quería que lo hiciera. Tres, dos, uno. Despegando y
ahhhh…

Grité, arqueando mi espalda, aferrándose al cabello del capitán, sintiendo la


presión atmosférica cambiar. Mis oídos estallaron, y grité de nuevo, hormigueo
explotando por todas partes mientras mi cuerpo se rasgó en dos. Pero entonces la
cabina se presurizó, se normalizaó, y sentí mi cuerpo tirar hacia el techo. Floté en
agotamiento y gravedad cero. Aflojé mi agarre, oí un débil “gracias” en segundo
plano, y caí en dulce estupefacción.

Me desperté un poco más tarde con el olor del tocino. Mi estómago se contrajo
furiosamente, y yací paralizada, esperando que el calambre se calmara. Necesitaba
comida, Ahora.

Me puse mi pijama y me dirigí a la cocina.

—Buenos días. De nuevo —dijo Mark, volteando los pedazos de tocino.

—¿Cuánto tiempo he dormido? —Pregunté.

—Treinta minutos más o menos —respondió.

—Me dejaste fuera de combate.

—Lo sé. Estoy bastante orgulloso de mí mismo por eso —Él me dio una taza de
café.

Sonreí.
—Sí, apuesto a que lo estás.

—Azúcar y crema —dijo, señalando la mesa del comedor.

Me dejé caer en una silla y arreglé mi café. Observé a Mark moverse en la cocina,
preparando lo que parecía ser un festín de desayuno.

—¿Te gusta cocinar? —Pregunté.

—Aprendí a que me guste —dijo.

—¿A qué te refieres?

—Cuando vives solo, o aprendes a cocinar o comes fuera todo el tiempo y


engordas —explicó.

Asentí.

—¿Necesitas ayuda?

—¿Sabes cocinar?

—No.

—Entonces quédate ahí —respondió, y me dio un guiño.

Rodé los ojos y tomé otro sorbo de café.

Cuando todos los golpes y chisporroteos y rechines y palmadas estaban hechos,


Mark llenó la mesa con varios platos de delicias de desayuno: panqueques, tocino,
salchichas, croquetas de patata, huevos revueltos, tostadas, y rollos de canela.
También había zumo de naranja recién exprimido.

—Buen toque —dije, echando un poco de jugo.

—Estoy intentando con todas mis fuerzas impresionarte —respondió— Y estoy


hambriento.

—Tú y yo, ambos —dije, y bajé mi cabeza. No pensé en ello. Era automático.
Incluso lo hacía en la escuela, aunque era mucho menos explícita al respecto. No es
que me diera vergüenza rezar sobre mi comida, pero no quería incomodar a los
demás. No quería incomodar a Mark, así que dije un rapidito: Querido Dios, gracias
por este increíble desayuno, y levanté la cabeza.

Mark me estaba sonriendo. Él había esperado para acumular su plato hasta que
terminé.

—¿Sobre qué has rezado?


—La comida —dije.

—¿Rezando para que esté buena? —Preguntó.

Me eché a reír.

—No. Sé que va a estar buena. Agradecí a Dios por ella.

—Pero soy yo quien la hizo —dijo.

—Bueno, gracias —contesté.

Él inclinó la cabeza, luego vertió una enorme cantidad de jarabe en sus


panqueques.

—¿Sobre qué más rezaste? —Preguntó mientras paleaba panqueques en su


boca.

—Nada.

—¿No agradeciste a Dios por algo más que recibiste esta mañana?

Me quedé inmóvil, el tenedor a centímetros de mis labios.

—¿Se supone que eso es gracioso?

—Un poco —dijo, y mordió un trozo de salchicha.

—No lo es —espeté, y empujé croquetas de patata en mi boca.

—¿Cadence? ¿En serio? Sólo estoy bromeando contigo —dijo Mark.

—Estás burlándote de mí.

—No lo estoy. Eso no es justo.

Lo ignoré y seguí comiendo.

—Realmente no estaba tratando de ser un imbécil, Cadence —dijo Mark


suavemente.

Me quedé en silencio por un momento.

—Lo que estoy haciendo está mal —dije finalmente.

—¿Qué quieres decir?


—Estar contigo. Escabullirme. Mentir. Permitirte hacerme cosas —dije— Está
mal, y me siento culpable.

—¿De verdad crees que es un error que estemos juntos? —preguntó Mark— ¿O
piensas que está mal porque eso es lo que te enseñaron?

—¿Cuál es la diferencia?

—La diferencia es que eres una mujer joven, con edad suficiente para tomar tus
propias decisiones.

—Ah, sí, relativismo moral —dije.

—Nop. No estoy hablando de relativismo moral. Estoy hablando de que eres lo


suficientemente mayor para definir tus límites, decidir tus valores basados en lo que
te permite vivir una buena vida.

Abrí mi boca para protestar.

—Siempre y cuando no hagas daño a nadie —terminó Mark.

Solté un gruñido y empujé un panqueque en mi boca.

—¿Estás disfrutando el desayuno? —Preguntó Mark.

—¿El desayuno actual? Sí. ¿La conversación? No lo sé —contesté, derribando el


resto de mi zumo.

—Bueno, yo estoy disfrutando ambos —dijo Mark.

—¿Cómo podemos pasar del sexo oral a hablar de Dios? —Pregunté.

—¿Por qué no podemos?

—¿No es una falta de respeto?

—No lo creo.

Mordí mi labio inferior.

—Hay mucho más para comer, ya sabes —dijo Mark, observándome.

—Gracioso —contesté, y apilé mi plato de nuevo.

—No estás haciendo nada malo, Cadence —dijo Mark— Quiero decir, no estás
haciendo nada malo conmigo.

—Es fácil para ti decirlo. No compartes mis valores —contesté. No sabía lo que
significaba, sobre todo porque no estaba segura de cuáles eran sus valores.

—¿Entonces por qué estás conmigo?

Giré la cabeza para mirarlo.

—¿Qué significa eso?

—Cálmate. No quería sonar agresivo. Me encanta que estés conmigo. Espero


que sigas estando conmigo. Pero no quiero que te sientas culpable por ello todo el
tiempo.

—No lo hago —dije— Quiero decir, la mayoría de las veces no lo hago. Pero
realmente no me gusta mentir a mis padres.

—Lo sé.

—No porque me gusten especialmente ellos en este momento. Creo que son
crueles conmigo. He sido tan buena. Lo he intentando tan duro. Y nada. Nunca me
habrían dejado conducir si no estuviera fallando en tu clase, y nunca me dejarían ir a
ningún sitio si Avery no hubiera entrado en la imagen —Empujé mis huevos
alrededor del plato.

—Bueno, tal vez puedes ver esas cosas como intervención divina —dijo Mark.

Estudié su rostro, pero no había ningún indicio de sarcasmo. No se estaba


burlando de mí. Estaba tratando de hacerme sentir mejor.

—Entonces, ¿qué pasó esa noche?

Me senté, insegura de si quería revelar los detalles de aquella fatídica noche.

—No tienes que contarme —dijo rápidamente.

—No, está bien. Siempre y cuando no me juzgues.

—Nunca he juzgando a nadie por nada —dijo.

—¿Esqueletos en tu armario? —Pregunté, riendo.

—Varios. Pero no estamos yendo allí todavía —dijo— Estamos hablando de ti.

—Ah, sí. Yo. Yo y mi gran error —dije, sirviendo más huevos en mi tenedor.

—Bueno, no hay mucho que contar.

—Estoy seguro de que lo hay —bromeó Mark.


Suspiré.

—Muy bien. Cometí un error. No escuché a Gracie cuando me dijo que no fuera
a esa fiesta. Fui porque Dean me invitó.

—¿Dean?

—Sí, Dean.

—Pero él es un perdedor —dijo Mark.

Rodé los ojos.

—Estoy al tanto. Pero mi novio acababa de romper conmigo, y yo era


vulnerable, ¿de acuerdo?

—Entiendo —dijo Mark.

Me reí entre dientes. No entendía, pero lo que sea.

—Así que de todos modos, él me invitó a una estúpida fiesta. Nunca había sido
invitada a una fiesta. Yo no era popular ni nada, pero no era una paria tampoco. Sólo
una de las chicas regulares mayormente transparentes.

—Chicas regulares mayormente transparentes —repitió Mark— Me gusta eso.

Asentí.

—Fui, y pasé la mitad de la noche intentando llamar la atención de Dean. Fue una
estupidez. Me estaba yendo, pero fui al baño primero. Y entonces él entró y me
ofreció cocaína.

—¿Y la tomaste sólo así? —Preguntó Mark.

—Bueno, no. No quería, pero él era muy lindo, y yo era muy vulnerable.
¿Recuerdas que te dije sobre la parte vulnerable?

Mark asintió.

—Así que lo hice. Y no voy a mentir. Se sintió increíble. Me sentí como que podía
hacer cualquier cosa, como si fuera la persona más alta en el planeta estirándome
hasta el cielo. Me sentí como un ángel, como si pudiera volar y salvar personas y
saltar edificios y descubrir los secretos del universo.

Mark frunció el ceño.

—Sólo estoy siendo honesta--, dije.


—Lo sé. Sólo que es difícil de entender para mí. No veo el encanto.

—¿No ves el encanto de sentirse invencible? —Pregunté.

—Pero no eras realmente invencible. Sólo te sentías de esa manera —dijo Mark.

Pensé por un momento. Tenía razón, y no había nada que pudiera decir, así que
sólo seguí adelante.

—Y entonces me lié con Dean.

—Oh, Jesús —gimió Mark.

—¡¿Qué?! ¡Tú preguntaste! —Dije.

—Eso es peor que esnifar cocaína.

Me eché a reír.

—Realmente lo fue. No sé por qué pensé que él era todo eso. Se burló de mi
pecho.

—No quiero saber nada más de esta parte, Cadence —interrumpió Mark.

—Está bien, está bien —dije— Así que algunas otras personas entraron en el
baño. Yo no sabía quiénes eran, pero no me importaba. Recuerdo convertirme en la
mejor amiga de todos ellos, y fue entonces cuando urdimos nuestro plan genial para
robar esa tienda de oportunidades en el Condado de Old Line Road.

—Que Dios nos ayude.

—¡Eso es lo que dije en la corte!

Mark entrecerró los ojos mientras rompí una sonrisa.

—Estás consiguiendo frustrarte con esta historia.

—No lo estoy —dijo Mark— Nunca he robado una tienda de oportunidades, pero
he hecho algunas cosas locas en mi pasado.

Me animé.

—¿Ah, sí? ¿Cómo qué?

—Buen intento. No hemos terminado contigo todavía.


Me encogí de hombros.

—Bueno, fuimos andando desde la casa a la tienda de oportunidades. Así de cerca


estaba. Y Dean tuvo la brillante idea de retener al dueño de la tienda con una pistola
tranquilizante.

—Inteligente —dijo Mark, rodando los ojos.

—Yo era la encargada de vigilar la puerta. Realmente no sé lo que pasó en el


interior, pero recuerdo la sensación de que podíamos salirnos con la nuestra.
Supongo que eso es lo que la cocaína te hace sentir. Como que puedes conseguir
cualquier cosa. Pero no lo hicimos. Éramos estúpidos y desaprovechados, y el dueño
de la tienda llamó a la policía.

Mark gruñó.

—Para resumir, fuimos arrestados. Fui a la corte. El juez me dio una charla y
diez meses de tiempo duro

—Tiempo duro, ¿eh?

—Eso es lo que dije. Tiempo duro. Y luego salí y me di cuenta de que había
vuelto a casa para nada. Sin libertad. Sin coche. Nada. Casi perdí todo, como sabes.

—Tú eras la chica más triste del mundo las primeras semanas de escuela —dijo
Mark. Estaba probándome un poco.

—Sé agradable. Fue duro.

—Lo sé, Cadence. Y es por eso que traté de hacerlo mejor para ti —dijo Mark.

—Hmm. Terminaste haciéndolo peor porque eras tan confuso —admití.

—Lo siento.

—No, no lo haces--, repliqué. –No lo sientes en absoluto.

Mark sonrió.

—¿Sabes por qué estoy entusiasmado?

—¿Por qué?

—Porque te tengo todo el día. Y toda la noche otra vez.

Me sonrojé.

—No podemos ir exactamente a ninguna parte. Siento que tengas que


refugiarte en tu apartamento conmigo.

—No quiero ir a ninguna parte. Tengo grandes planes para nosotros que
incluyen juegos de mesa y películas y cocinar.

—Pensé que no tenía permitido ayudarte a cocina —dije.

—Te estaba tomando el pelo antes, Cadence —contestó Mark.

—Pero realmente no sé cocinar.

—Eso está bien. Sólo te voy a poner un delantal y dejar que me traigas cosas.

Lo miré con rotundidad.

—Oh, y estarás desnuda bajo el delantal. Para que lo sepas.

—Ha. Ha.

—¿Estás emocionada por hoy?

Me sonrojé de nuevo y asentí.

—Bien.
16
Traducido por Blinda
Corregido por Clau :)

—Tenía esa canción sobre el lazo sin fin en mi cabeza la primera vez que te vi
— Mark se sentaba sobre el canapé viéndome manosear sus vinilos.

Nosotros escuchábamos el “consiguiendo acercarse a Dios” de DJ PREMIER, y


dejé de saquear sus álbumes.

—¿Lo hacías?

Mark sonrió. —Pensé que eras un ángel. El sol estaba a tu espalda e


iluminaba tu pelo. Tu cara. ¿Recuerdas esa luz que te estaba diciendo?

Asentí. Todavía no le entendía.

—Eras la cosa más hermosa que hubiera visto alguna vez. Y cuando entraste
en mi aula el primer día de clase, pensé que había muerto y había ido al cielo.

—Cielo para ti, tal vez. Para mí fue el infierno —dije. Traté de hacerlo
parecer casual, como si realmente no me preocupara.

—Sé que fue un día duro para ti, Cadence.

—No me ayudaste gritándome —le recordé.

—Tienes razón. No tenía porque gritarle a un ángel —dijo Mark. Él se levantó


y apago el tocadiscos. Lo miré explorar su colección de CD´s y sacar un estuche del
estante. —Hiciste que mi corazón se pareciera a esto la primera vez que me hiciste
un guiñó.

Él puso a tocar una nueva canción, una brillante explosión de sonidos, alegre
y funky y divertida.

—¿Cuándo te guiñé?

—Ese sábado que nos ofrecimos a limpiar aquellas casas —dijo Mark.

Ah, sí. Ahora lo recuerdo.


— ¿Cuál es el nombre de esa canción? —Pregunté.

— “Boom”.

— ¿El nombre de la canción es “Boom”?

Mark asintió.

—Desde luego que lo es —dije, riendo—. ¿Realmente hice explotar tu


corazón?

—Sí, lo hiciste. Todavía lo haces.

Él se sentó en el suelo a mi lado y cruzó las piernas al estilo indio.

—Así que, ¿qué quieres hacer cuándo crezcas? —preguntó.

—Realmente no lo he pensado —dije—. Supongo que aun así debería, ¿eh?


no quisiera vagar sin rumbo durante los primeros años de universidad.

—Chica lista.

—Realmente me gustan las flores —dije—. Mi parte favorita del día, aparte
de verte a ti, por supuesto, es trabajar en lo de Millie.

—Entonces tal vez deberías considerar una carrera como florista. Poseer tu
propia tienda —sugirió él.

Sonreí. —Sí, creo que me gustaría eso.

—Luego puedes ser mi florista —dijo Mark

Sonó como que él me incluía en sus futuros proyectos, y eso me hizo sentirme
segura.

Desconozco si, como suponía, se sentía así, o si, se suponía, que debería
querer independencia, pero de una u otra forma, me gustó oírlo reclamarme para
sí. Su florista. Nadie más.

Comprendí en aquel momento que yo era su mujer al cien por cien. Sonaba
tonto. Lo supe todo el tiempo mientras miraba mi cuerpo desnudo, pero por
primera vez veía mi mente desnuda, abierta y vulnerable, revelando el
funcionamiento femenino tan claramente diferente del mundo. No algo de menor
valor. Solamente diferente. Tal vez más suave. Y aquel funcionamiento me mostró
mis deseos. Quería estar en la horquilla de sus brazos, que me dijera que era
hermosa, y que cuidara de mí. A cambio, pensé, yo podía hacer lo mismo.
—¿Te acostaras encima de mí? —pregunté. Esto salió de ninguna parte.

—¿Quieres que me acueste encima de ti?

—Sí. Justo aquí en el suelo. Quiero sentir todo tu peso sobre mí —contesté.

—Te aplastaré, Cadence —dijo.

— No creo que me importe. —Y era la verdad. Pensé que me gustaría sentir el


aire empujado fuera de mi pecho, el peso de sus masculinos músculos fijándome al
piso, conduciéndome dentro. El peso de alguien, exactamente de mi antítesis.

—¿Por favor?

Mark avanzó lentamente encima de mí, y me puse atrás sobre la alfombra,


extendiendo mis piernas para acomodarlo.

—Realmente no quiero aplastarte —dijo él, cerniéndose sobre mí, con la


mayor parte de su peso sobre sus codos.

—No soy completamente frágil —discutí.

Él sonrió con satisfacción y se inclinó sobre mí, e inmediatamente sentí la


apacible expulsión de todo mi oxígeno, como si lo hubiera escamoteado con un
beso, aunque sus labios nunca tocaran los míos.

—No puedo respirar —dije, pero no lo hice con pánico.

Mark se apoyó sobre sus codos inmediatamente.

—No, dije que podía hacerlo. Échate sobre mí otra vez.

—Dijiste que no podías respirar, Cadence.

—Solamente hazlo —exigí, y encajó su pecho sobre el mío una vez más.

Inmediatamente, forzó la mayor parte del aire fuera mí, y me deleité en el


sentimiento de la completa falta de poder. Intente hablar, aunque sabía que
comería por completo la pequeña reserva de oxígeno en mi boca. —Podrías hacer
conmigo lo que quisieras.

—Lo sé —dijo él en mi oído.

Comenzó el dolor entre mis piernas.

—Pero nunca te haré daño, Cadence. ¿Confías en mí?


—Sí —dije, y sentí mí último aliento ir, arrastrándose por delante de mis
labios sin ninguna prisa en particular. Y luego él puso todo su peso sobre mí por
primera vez y entre en pánico, sacudiendo mis brazos y piernas. Se sentó encima
sobre sus talones y miró abajo, hacía mí. Su expresión en la cara decía, “mira son
más de 86 kg”.

Le miré fijamente con una nueva apreciación de su fuerza.

—¿Estas bien? —preguntó.

Asentí en silencio y luego le agarré de la parte delantera de su camisa y lo


derribé sobre mí de nuevo. Lo besé aproximándome, envolviendo mis piernas
alrededor suyo, desafiándolo a poner su peso entero sobre mí una vez más. —No,
Cadence —dijo en mi boca.

—Haz el amor conmigo.

—Aún no —contestó él, besando mi frente, mis mejillas y mi nariz.

—¿Por qué?

—Ten paciencia Cadence —dijo—. No voy a ninguna parte.

—Pero lo quiero ahora —me quejé.

—Lo sé —contestó él—. Pero te alegraras de que esperemos. Y de todos


modos, no quiero que mi primera vez contigo sea sobre el suelo de la sala de estar.

—Entonces vayamos al dormitorio —sugerí.

—No.

—Odio esa palabra.

—Odias todo lo que sale de la boca de tu padre. No de la mía.

—La odio a pesar de todo—, puse mala cara

Mark se inclinó y besó mi cuello. —No, no lo haces.

Sentí verdadera frustración sexual por primera vez, un intenso, casi injusto
dolor entre mis piernas que gritaba dentro de mí, ¡Pon algo ahí! ¿Cómo podía estar
dolida por algo que nunca antes había experimentado? Era inquietante y me forzó
a enfrentarme a mi naturaleza animal. Siempre pensé que los hombres eran cr uda
y áspera sexualidad animal. Son gilipolleces. Las mujeres pueden ser igual de
bruscas y crudas. Y de repente, no pensé que estuviera preparada para ser testigo
del trance de la brusquedad y de la crudeza.
—Tienes razón —dije rápidamente—. Quítate.

Mark se echó a reír. —Seguramente. Después simulamos.

***
El sábado fue un día de ensueño. No quería que se terminara y me mantuve
comprobando cuanto tiempo nos quedaba. Nunca era bastante, y yo estaba en
pánico, examinando sus cosas, tratando de aprender tanto como podía antes de la
mañana de mañana, cuando tendría que marcharme para estar temprano en casa a
tiempo para la iglesia.

—Cadence, actúas como si este fuera el único momento para ti y esto se


terminara aquí —dijo Mark, golpeando alrededor algunas cazuelas de la cocina.

No sé por qué tenía la inquietante sensación de que eso podría ser así, y lo
expresé en voz alta.

—Eres una paranoide —dijo Mark—. Ahora entra aquí y ayúdame.

Después de que comimos, escuchamos discos mientras trabajé sobre una


corta asignación de Ingles. Mark clasificó papeles. Y me dio la prueba de su cerveza
cuando se lo pedí, luego se rió cuando torcí la nariz.

—Totalmente —refunfuñé—. Prefiero el vino.

—Sí, sé que lo haces. Pero no te voy a dar nada mientras haces la tarea.

—¿Vas a ayudarme con las matemáticas, cierto? —Pregunté—. Si creo que


esa es la completa y real razón por la que vine. Conseguir algo de ayuda con estos
límites.

—Sabía que sólo me usabas por mi cerebro —dijo él.— Tal vez te ayudé,
¿pero qué harás tú por mí?

—Un intercambio de servicios, ¿eh? —Pregunté—. Bien, ¿qué quieres?

—Bastante —contestó.

—Tendrás que reducirlo a un poco —dije.


Los ojos de Mark brillaron con la picardía de un niño. Arqueó su ceja, e
instintivamente coloque mi mano sobre el aumento entre sus piernas. Sus ojos se
abrieron incrédulos. — ¡No, Cadence! ¡Eso no es lo que quise decir!

—¿Qué? ¿Tienes un problema con eso? —Pregunté—. ¿Por qué piensas que
no quiero tocarte?

—Solamente no quiero asustarte —dijo él. Creo que comprendió cuan


estúpido o completamente engreído sonó.

Me eché a reír. —¿Así que tu polla normalmente asusta?

—No lo sé. No sé lo que piensan las mujeres.

—Bien, tampoco sé lo que piensan las mujeres, pero creo que me gustaría
tocarte.

Traté de no reírme cuando pensé en el intercambio de servicios: un trabajo


manual por ayuda en cálculo. Dije esto en voz alta, y Mark se estremeció.

—Dejemos lo que hacemos en la escuela fuera de esto —dijo él.

—¿Qué? Es gracioso —contesté—. Deja de tensarte.

Él se relajó entonces y me miró detenidamente cuando desabroche sus


vaqueros. Definitivamente no tenía ni idea de lo que hacía. Nunca había tocado una,
ni tan siquiera visto una en vivo. Mi limitado conocimiento de penes se extendía a
la clase de educación sexual en la escuela. Pero una imagen plana en un libro
estaba con diferencia lejos de la cosa real. No podía pretender tener idea.

—No sé qué hacer —dije, y esto salió con una mezcla de miedo e irritación. Y
tal vez, también con una pizca de lanzada fascinación.

Mark suspiró. No de frustración, más bien sonó a suspiro de impotencia. ¿No


sabría él dirigirme?

—Cadence, me siento raro sobre esto —dijo él. Desabroché sus vaqueros,
pero me detuve cuando agarró mi mano—. Simplemente vamos a esperar.

—¿Por qué?

—No sé. Algo se siente extraño en esto —dijo él.

Incliné la cabeza. —¿Realmente? me comiste hasta acabar esta mañana.

—Eso es diferente.
—¿Cómo?

—No sé. Solamente lo es.

—Vas a tener que hacerlo mejor que eso —dije.

—No quiero ser quien te enseñe a hacer eso —soltó él.

—¿Por qué?

—Porque me hace sentirme culpable.

—¿Por qué?

—¡Jesús, Cadence! No lo sé.

—No tomes el nombre del Señor en vano —contesté automáticamente.

—Oh, hombre. Bien, ese es el porqué —dijo, y apartó mi mano, cerrando la


cremallera y abrochando sus pantalones.

—¿Qué? ¿Por qué soy cristiana? ¿No puedo tocarte o hacerte correr porque
soy cristiana? —No estaba alterada cuando lo dije. Estaba confundida. Realmente
quise entender de donde procedía.

—¿Por qué no regresamos al trabajo? —sugirió Mark, recogiendo su


bolígrafo.

—¡No! —Grité, y azote el bolígrafo directamente de su mano. Este voló a


través del cuarto y golpeó su pantalla plana—. Lo siento —mascullé.

—Cadence, eres adorable, y quiero mantenerte así —dijo Mark, mirándome


de frente.

Sacudí mi cabeza. — Aún no sé lo que eso significa.

—Si me tocas, cambiará las cosas —dijo Mark.

—¿Qué? ¿No seré la inocente Cadence más?

—Bueno, sí.

—¿Comprendes cómo de estúpido suena? me has visto desnuda —dije.

—Sé eso.

Silencio.
—¿No quieres que te toque? —pregunté suavemente.

—Sí —contestó Mark igual de suave. Agarró la parte de arriba de sus muslos
mientras lo dijo, como si las palabras doliesen al salir de sus labios.

—Todavía seré inocente. No es como si me fuera a dar la vuelta para tocar y


pajear a un montón de tíos. Sólo serías tú. Siempre.

Mark asintió.

—Mírame —exigí. Él lo hizo—. ¿Cómo esperas tener alguna vez sexo


conmigo si no me dejarás tocarte? Tienes que darte a mí como me doy a ti. No es
equivocado. Ni sucio. No me cambiará de un modo malo. Me acercará más a ti. Y
eso está bien, ¿no lo crees?

Entonces vi la tensión de su cuerpo escaparse. Él en realidad se hundió un


poco más profundo en el canapé mientras asentía.

—Eres tan interesante y profunda —dijo él después de un rato.

—¿Y puedes creer que solo tengo diecisiete? —Bromeé.

—Eso es lo que me gusta de ti, Cadence. Definitivamente tienes diecisiete


años en muchos aspectos. Te gustan tus pequeñas revistas de moda, el chismorreo
y las compras. Y me encanta oír todo eso. Pero también tienes la sabiduría y la
madurez que pocas muchachas de tu edad tienen. Me gusta esa dicotomía.

—¡Conozco esa palabra! —bromee.

Mark sonrió abiertamente. —Es por eso que eres irresistible. Es por eso que
me enciendes.

Seguí adelante encima de él, sentándome a horcajadas sobre sus caderas.

—No sabías lo que era un programa doctoral cuando te lo mencioné,


¿verdad?

—No realmente —admití—. Me fui a casa y lo busqué.

—Sé que lo hiciste. Pero podrías haberme preguntado.

—No quise parecer estúpida —confesé.

—No eres estúpida en absoluto. ¿Cómo puedes pensar eso siquiera después
de decirte algo tan importante para mí? —Ahuecó mi cara y estudió mis ojos—. Me
gustas sin maquillaje.
—Solamente quiero ser capaz de continuar —dije. Lo que fuera que
significase.

—Lo haces.

—Así qué, ¿estamos bien? —pregunté.

—Sí, estamos bien. Pero seré honesto, no estoy listo para que me toques
ahora mismo. Por lo menos no de esa manera.

—Oh, de acuerdo. Estoy bien con eso.

Mark se rió cuando descendí de su regazo. Volvimos a nuestro trabajo,


charlando en un agradable e intermitente tono conversacional sobre cosas al azar.

—¿Cuál es tu color favorito? —pregunté tras cinco minutos de silencio.

—El verde.

—¿Por qué?

—Porque es agradable al ojo.

Pasaron diez minutos antes de romper el silencio.

—Leí en algún sitio que el cerebro de la mujer parecen espaguetis cocinados,


y que el cerebro de los hombres es más bien como una red eléctrica —dije.

—¿Ah sí? —contesto—. ¿Cómo te los figuras tú?

—Bien, los espagueti, como se supone, representan como a mujeres capaces


de realizar múltiples tareas. Como que tenemos miles de cosas en nuestros
cerebros en cierta época, y de laguna forma los controlamos todos a la vez.

—¡Uh, uh!.

—Pero los hombres compartimentan las cosas. Es por eso que sus cerebros
se parecen a una red eléctrica. Todo está organizado en pequeñas, agradables y
pulcras cajas —expliqué—. Y tú puedes enfocar más de una cosa a la vez.

—Interesante —dijo Mark. Él agarró su tablet HTC de la mesa del centro y


escribió algo. Él sostuvo el dispositivo de modo que yo pudiera ver la pantalla. —
Cadence, esto es a lo que se parece un cerebro.

Me reí. —¡Cállate! Quería decir metafóricamente.

—Ah, bien. Solamente asegúrate.


Otro combate de silencio antes de que abriera la boca.

—¿Cómo se chupa una polla? —pregunté. Quizás en un mal momento. Mark


estaba tomando un sorbo de su cerveza y se ahogó. Exactamente se pareció a algo
de comic. La cerveza volando fuera de su boca en un incontrolable rocío, y me caí
de la risa.

—Cadence, ¿cómo lo voy a saber? —dijo Mark, agarrando algunos pañuelos


de papel del final de la mesa.

—Supongo que tienes razón —dije—. Pienso que tengo que hacer alguna
investigación.

Él rió en silencio. —Yo no pondría demasiado esfuerzo en ello.

—¿Realmente?

—Te diré lo que me gusta cuando lo hagas.

—Bien.

Fue todo tan normal, con nosotros planificábamos nuestro menú de cena.

Unos minutos pasaron.

—Tu nombre significa 'rítmo'— dijo Mark.

—Lo sé.

—¿Es así como te mueves por la vida?

Me reí tontamente. Era tan cursi. —Hum, seguro —Yo tuve una visión
inmediata de estar realizar una rutina de gimnasia con una de aquellas largas
cintas. Haciendo piruetas con bonitos diseños por encima de mi cabeza mientras
seguía a la cuadrilla de mi tienda de conveniencia. —Incluso cuando estoy
cometiendo una fechoría.

—Hombre, eso es atractivo —dijo Mark.

—¿Y en cuanto a ti? —pregunté—. Tu vida esta puesta en la música. Tienes


una canción para todo.

—Sólo para los acontecimientos importantes —explicó.

Me puse caliente por la adulación.

Una larga extensión de silencio antes de que Mark hablara otra vez.
—Estoy tan contento que haberte encontrado, Cadence —dijo él.

—Yo también.

Esa noche cocinamos juntos, y justo como Mark prometió en el desayuno, me


tuvo envuelta en un delantal completamente negro y completamente desnuda
debajo. Él pasó la mayor parte del tiempo dirigiéndome mientras sus manos
estaban pegadas a mi descubierta inferior. Nos decidimos por el mismo cuscús con
camarones con el que me alimentó el primer día que lo visité. Se cernió sobre mi
hombro mientras piqué el ajo, dirigiéndome en todo momento para asegurarse de
que no troceaba mis dedos. Caminó detrás de mí y se mantuvo de pie abrazándome
mientras raspaba el ajo en la cazuela con el salteado de espinacas. Mi inferior salto
cuando no esponje inmediatamente el cuscús al sonido del zumbante
temporizador.

Él no hizo una maldita cosa, pero apretó mi trasero todo el tiempo. Hice la
cena según sus instrucciones, y todo lo que hizo fue meter la cuchara en un gran
tazón una vez que hube acabado.

Ah, y él roció feta por encima. Gran cosa. Saqué una silla para sentarme, y él
sacudió su cabeza. Me recogió y me colocó sobre el borde de la mesa, dando un
codazo para separar mis piernas hasta estar de pie entre ellas. Me alimentó
mientras comió: un trozo para mí, un trozo para él. Adelante y atrás hasta que el
tazón estuvo vacío.

—¿Más?

Asentí.

Él llenó el tazón una vez más, rociándolo de queso, y volvió, a colocase de pie
entre mis piernas. Comimos, mayormente en silencio, hasta que el tazón estuvo
limpio.

—¿Más?

Sacudí mi cabeza.

—Bien. —Él aventó el tazón sobre la mesa y se arrodilló entre mis piernas.
Empujó hacia arriba el delantal y me colocó más cerca del borde.

Y luego él tuvo el postre.

***
—Alguna cosa te enciende —dijo Oliver, mirándome con desconfianza
durante nuestro camino a la escuela el lunes por la mañana.

—¿Ah si? —Sonreí ampliamente de oreja a oreja

—Sí. ¿Qué sigue? —preguntó Oliver—. ¿De repente te gusta la escuela o algo
así?

—Me gusta tener una amiga —contesté.

No era exactamente verdad. Avery no era mi amiga según la definición


clásica, pero ella me ayudaba a ver a mi hombre misterioso, y ese era un gesto
amistoso.

—Sí, Avery parece bastante cool —contestó Oliver—. Un poco demasiado


buena si me lo preguntas, aunque…

—Totalmente aburrida, lo sé.

—Me alegro de que seas feliz, Cay —dijo Oliver después de un rato.

—Sí, justo.

—En serio. Realmente lo estoy.

—¿Por qué?

Oliver se encogió. —Por como estuviste de triste después de que saliste del
reformatorio.

—¿Y por qué te preocupa que yo fuera miserable en todo aquel tiempo?

— No soy un idiota total —dijo Oliver—. Deberías saberlo a estas alturas.

Recordé nuestra conversación en mi dormitorio durante el primer día de


escuela. Él no era un idiota total. Ni siquiera estaba cerca de serlo.

—Tienes razón —dije, metiendo el coche en un espacio vacío.

—¿Y qué estamos escuchando? —dijo Oliver.

Sonreí abiertamente. —Esto es DJ Shadow.

Oliver puso sus ojos en blanco. —No eres cool, Cay. Ni siquiera trates de
serlo.

—Como sea. No trato de ser cool.


—¿Dónde siquiera conseguiste un CD como eso? No. Corrección. ¿A quién
conoces que te recomendaría algo como esto a ti?

—Nadie —mentí—. Lo descubrí en YouTube.

—Eres una mentirosa malísima —se rió Oliver. —Pero tengo que admitir que
esta mierda es buena.

Ahora mis ojos en blanco. —No eres cool, Ollie. Ni siquiera trates de serlo.

—Ah, tengo que discrepar, mi hermana mayor se equivocada. Ruego ser friki
es la diferencia.

Me reí tontamente todo el camino en coche hasta el edificio de la escuela.


Oliver camino conmigo, explicando porque no tenía el look para estar de acuerdo
con lo que escuchaba, ¿Qué fue lo que preguntaba? Por supuesto. Hip hop
instrumental.

Quien no tiene Hip hop instrumental. Cuando le pedí describir el look para
mí, él dijo—, Cay, simplemente lo sabrás cuando lo veas. —Y cuando camine a mi
primera clase y vi al Sr. Connelly delante del blanco encerado, lo hice.
17
Traducido por Eni
Corregido por Alee Foster

Seguí a Oliver al restaurante. No tuve opción. Mis padres estaban decididos a


mostrarle al mundo que tenían una familia normal, funcional y feliz. Y estuve de
acuerdo con la treta porque quería seguir “pasando la noche” con Avery. La ironía
de toda esta situación era que por dos meses después de mi liberación del
reformatorio, trabajé duro para ser buena. Genuinamente buena. Y eso no me llevó
a ninguna parte. Ahora que estaba viéndome a escondidas con el Sr. Connelly y
mintiéndole a todo el mundo, mis padres confiaban más en mí. Era un desastre
total.

La anfitriona nos sentó y tomó la orden de nuestras bebidas. Era un viernes


por la noche especialmente ocupado, y me alegré de que mi papá llamara antes. Me
estaba muriendo de hambre ahora que mi apetito estaba de vuelta con toda su
fuerza. Incluso había ganado tres kilos desde que empecé a ver al Sr. Connelly. Él
parecía aliviado al respecto. Entendía completamente. Me había pesado justo antes
de entrar al año escolar y fue una alarmante cifra de 97 libras. Nada saludable.

Escuchaba a medias la conversación entre mi papá y Oliver. Tenía algo que


ver con los nuevos zapatos de fútbol y las practicas fuera de temporada. Sin
embargo, estaba distraída, porque seguía escuchando una voz conocida. Una voz
masculina profunda y firme en algún lugar a mi derecha. Eché una oje ada, y ahí
estaba: El Sr. Connelly. Con una mujer.

Di un grito ahogado y sin querer derramé mi bebida.

—Mierda —siseé, y sequé el agua con la servilleta de tela.

—Cadence, no uses ese lenguaje a nuestro alrededor. ¡O en absoluto! —Ladró


papá.

—Lo siento —murmuré. Le eché un vistazo al Sr. Connelly una vez más.

Él estaba completamente ajeno a mi presencia. Estudié a la mujer. Se veía


como mi opuesto: alta, con curvas, cabello oscuro en un estilo bob angulado. El Sr.
Connelly debió haber dicho algo inteligente porque ella rió, poniendo su mano
derecha sobre su amplio pecho. Supongo que quería llamar su atención hacia sus
pechos. Funcionó. Lo atrapé mirándolos antes de mirar su rostro de nuevo.

Me excusé y me fui tan rápido como pude al baño. Apenas me había


encerrado en un cubículo antes de echarme a llorar. ¿Cómo pude ser tan estúpida?
¿Por qué pensaría que un hombre hecho y derecho estaría interesado en mí? ¿Qué
me sería fiel? Era una adolescente sin ninguna experiencia. Sin perspectiva. Vivía
en un capullo. Era un cebo fácil. Era ingenua y confiada, la presa perfecta para un
depredador.

Por lo menos no tuve relaciones sexuales con él, pensé. Sin embargo, era poco
consuelo, cuando mi corazón estaba partido en dos. Realmente me gustaba. Creo
que lo amaba. Era una tonta, y esperaba que mi conciencia me lo restregara en la
cara. Pero no lo hizo. Se mantuvo en silencio. Supongo que estaba enojada
conmigo.

Tomó cada onza de mi fuerza de voluntad dejar el baño y me senté durante


una comida entera con mi familia, pretendiendo que el Sr. Connelly no estaba a
unos metros de distancia en una cita. Nunca sospechó que yo estaba allí. Nunca
miró en mi dirección. Nunca quitó sus ojos de esa mujer. La escuchó con la misma
atención que me prestaba a mí cuando me sentaba en su regazo y charlábamos.

Y eso era lo que más dolía.

***
Mark: Pensé que podríamos salir este viernes en la noche.

Yo: (Sin respuesta)

Mark: ¿Qué te parece?

Yo: (Sin respuesta)

Mark: ¿Cadence? ¿Estás ocupada en este momento?

Yo: (Sin respuesta)

Mark: ¿Estás durmiendo? Sé que es tarde. Lo siento por enviarte mensajes


tan tarde.

Yo: (Sin respuesta)

Mark: Bueno, dulces sueños.


Miré la pantalla, viendo borroso y luego enfoqué mi mirada cuando parpadeé.
Las lágrimas corrían de forma continua, una tras otra durante una hora hasta que
me quedé dormida. Y no tuve dulces sueños.

Al día siguiente fingí estar enferma. Lo bueno era que al ser una chica podía
usar mi periodo como una excusa para salir de situaciones desagradables. No
quería ir a la iglesia. No quería ver al Sr. Connelly. Me molestaba que incluso
asistiera. Él no creía en Dios. Bueno, eso no es verdad. Él creía en Dios. No creía en
Jesús.

Está bien, eso no es del todo cierto. Él creía que Jesús existía y era un buen
hombre, pero no creía que era el hijo de Dios. Lo que sea. El punto es que nuestra
iglesia era todo acerca de Jesús, así que, ¿por qué se molestaba en ir? Supongo que
para hacer feliz a su madre. Realmente me molestaba que el hombre fuera tan
amable y dulce con su madre y pudiera ser un imbécil co n otras mujeres. ¿Sabía
ella que él era un imbécil? Tal vez debería decirle.

— ¿Cariño? Realmente no me gusta cuando no vas a la iglesia —dijo papá en


mi puerta.

Tenía la compresa de calor en mi estómago con mis rodillas dobladas contra


mi pecho. Estaba ardiendo, pero si me iba a salvar de ir a la iglesia, tenía que ser
convincente. Hasta me puse en la actitud, tengo-el maldito-periodo-así-que-
déjenme-sola.

— ¡No me siento bien! —espeté.

— ¿Qué pasa? —preguntó papá.

Volví la cara a su dirección.

—Tengo el periodo, ¿vale papá? —ladré—. ¡Tengo cólicos muy fuertes y


desearía que me dejaras sola!

Y fue todo lo que necesite decir. Papa asintió y se fue sin decir ni una palabra,
cerrando la puerta suavemente y mandó a callar a Oliver, que estaba en el pasillo
quejándose sobre la ecuanimidad.

— ¿Sí? —grité—. ¡No es justo que tenga que ser una mujer y pasar por esta
mierda todos los meses!

Pensé que fue un buen toque.

No escuché más voces en el pasillo. Oí a mi familia subirse al SUV de papá y


salir del camino de entrada, e inmediatamente apagué la compresa eléctrica y la
arrojé al suelo. Respiré profundamente, acostándome en mi cama para refrescarme.
Estaba sudando, con gotas en la frente y las axilas empapadas.
En ese momento mi teléfono sonó. Lo tomé de la mesita de noche.

Mark: ¿Cadence? ¿Te veré hoy en la iglesia?

Me debatí en si debía responderle. La mujer madura en mi dijo que no porque


escribiría algo de lo que me arrepentiría pero la inmadura de diecisiete años me
dijo que lo hiciera.

Yo: No

Mark: Oh. Eso es decepcionante. Tenía la esperanza de verte hoy.

Yo: ¿Por qué?

Mark: ¿?

Yo: Quiero decir, sólo me imaginé que tu nueva novia te mantendría


acompañado.

Hubo una pausa corta. Pensé que no respondería.

Mark: ¿De que hablas?

Yo: Estoy hablando de la mujer con que estabas saliendo anoche.

Otra pausa.

Yo: Es verdad. Estuve allí anoche. Te vi.

Mark: No es lo que piensas, Cadence.

En realidad podía escuchar la condescendencia a través del texto.

Yo: No seas condescendiente. Evidentemente era una cita. No soy una maldita
idiota. ¡Pero tú eres el idiota!

Mark: ¿Por qué no hablamos en lugar de enviarnos mensajes?

Yo: Vete al infierno.

Mark: ¿Cadence? ¿Dejarías por favor que te llame?

Yo: Jódete.

Mark: Muy maduro.

Yo: No me hables de…

Mi celular sonó, la pantalla automáticamente cambió a modo llamada y ya


que estaba escribiendo contesté accidentalmente.

— ¿Cadence?
— ¿Qué? —grité.

—Por favor no me cuelgues —dijo Mark.

— ¡Creo que eres el pedazo de mierda más grande del planeta! ¡No puedo
creer que alguna vez confiara en ti! ¡Has estado saliendo con chicas a mis espaldas
todo este tiempo! ¡Sabía que había una razón por la que no querías verme este fin
de semana!

Esperé por su respuesta. Se tomó su tiempo.

—Su nombre es Tiffany —dijo.

—Me importa una mierda.

—Ella trabaja con mi madre, y sin mi conocimiento, mi mamá nos preparó


una cita. Cuando me dijo, era demasiado tarde para echarme para atrás. Hubiera
quedado como un idiota.

— ¿Por qué no le dijiste a tu mamá que ya estabas saliendo con alguien? —


espeté.

— ¿Qué quieres que diga, Cadence? —Dijo Mark—. ¿Quieres que le diga a mi
mamá que estoy saliendo con una de mis estudiantes que ni siquiera es legalmente
un adulto?

Di un grito ahogado. —Estás avergonzado de mí.

—Cadence, no estoy avergonzado de ti. Soy práctico. Sabías desde el principio


que teníamos que mantener lo nuestro en secreto. Por lo menos hasta que
hayamos terminado con la escuela.

El lado racional de mi cerebro sabía que tenía razón, pero el lado emocional
estaba dolido. Y enojado.

— ¡Mirabas a sus pechos! —grité.

— ¿Qué?

— ¡Te vi mirando sus pechos después de que la hiciste reír!

— ¿Estás hablando en serio? —preguntó Mark.

—Sí, habló en serio —escupí—. Y no trates de negarlo.

—No lo haré.

Di un grito ahogado de nuevo.


—Soy un hombre de 28 años. Miro pechos. Es algo biológico. Lo siento si eso
te hace enojar.

Quería meterme por el celular y estrangularlo.

—No dejaré que toques los míos nunca más —siseé.

Mark resopló. —Tienes que estar bromeando.

—En realidad, no. No lo estoy —espeté.

— ¿Cadence? creo que deberíamos hablar más tarde cuando estés calmada.

Bien podría haber dicho: “Vamos a hablar más tarde cuando no estés siendo
irracional y una mujer emocional”. Mi ira se intensificó a furia.

—Estoy calmada. Estoy muy bien, muchas gracias. Solamente me limitaba a


dejarte saber que te puedes ir olvidando de tocarme íntimamente desde ahora
porque no me respetas lo suficiente para mantener tus ojos alejados de otras
mujeres —dije.

Mark suspiró. —Muy bien, Cadence.

No esperaba que dijera eso. Esperaba que discutiera conmigo, que me rogara
que lo dejara tocarme. Tengo diecisiete años. Quería que se arrastrara, ¡maldita
sea!

— ¡Tal vez no deberíamos hacerlo nunca más! —grité—. ¡Quizás no


deberíamos estar juntos!

Contuve el aliento, esperando su respuesta.

—Te veré mañana —respondió, entonces colgó.

***
Garabateé en mi cuaderno mientras el Sr. Connelly explicaba algo sobre los
límites. No lo miré ni una sola vez, y mientras temía que la clase sería complicada e
incómoda, descubrí sorprendentemente que estaba aburrida. No esperaba que él
pidiera perdón en frente de toda la clase, y él no esperaba que hiciera una escena.
Ambos éramos sabios. Me sentí muy madura en ese momento, después de haber
ganado una gran cantidad de perspectiva la noche anterior. Había llamado a Avery
para hacerle unas cuantas preguntas.

— ¿Gavin mira a otras chicas? —pregunté.

—Todo el tiempo, ¿por qué? —respondió Avery.

— ¿No te pones celosa? —pregunté.

—No.

—Eso es imposible, Avery. ¿Ni siquiera un poco? —pregunté.

—Cadence, los hombres miran a otras mujeres. Sus cerebros están diseñados
de esa manera. Así fue como Dios los hizo. Y no hay nada malo, siempre y cuando
sean fieles —dijo.

—Bueno, ¿cómo sabes que Gavin te es fiel? —pregunté.

—Porque es un mentiroso terrible. Lo sabría en un segundo si no lo fuera —


respondió Avery. Se detuvo por un momento—. ¿Está el hombre misterioso
echándole un vistazo al menú?

Solté un gruñido. —A sólo una parte.

— ¿Entonces por qué te preocupas? ¿Quiere estar con esa parte o contigo?

—Creo que conmigo —repliqué.

—Está bien entonces. Deja de ser insegura. Él sólo está haciendo lo que es
natural.

Me encogí de hombros. —Creo que es una pésima excusa.

Avery resopló. —No. Lo que es pésimo es estar reprendiendo a los hombres


todo el tiempo por mirar a otras mujeres. ¿A quién carajo le importa? Si él te ama,
te ama. Caso cerrado.

Solté un gruñido. Todavía tenemos que intercambiar los “te amo”

— ¿Ese hombre misterioso te hace sentir especial?

—Sí.

— ¿Te hace sentir hermosa y querida?

—Sí.

—Entonces sobreponte. Él probablemente esté enamorado de ti, y tú estás


preocupada por otras mujeres que ni siquiera importan.
— ¿Cómo es que eres tan sabia a los dieciocho? —pregunté. Quise ser un
poco burlona, pero ella contestó con seriedad.

—He leído un montón de revista Cosmo y eróticas —respondió Avery—. Y la


biblia, leo eso también.

—No seas irrespetuosa —dije.

—No lo soy —resopló—. Leo la biblia, putita. Acabo de terminar Gálatas.

Sonreí, pensando en Avery usando las palabras “biblia” y “putita” en la misma


frase cuando fui traída de vuelta al presente por la voz del Sr. Connelly.

— ¿Hmm? —pregunté.

—Dije que me gustaría que fueras al tablero e hicieras ese problema —


replicó el Sr. Connelly.

Me tensé inmediatamente. No podía hablar en serio. Nunca antes le había


pedido a un estudiante que fuera al tablero. Siempre preguntaba, sin querer poner
a un estudiante en una situación incómoda. Pensaba que era una práctica terrible.
Eso fue lo que me dijo. Eso fue lo que le dijo a todo el mundo en este salón. Lo
recordé. Fue durante la primera semana de clases.

Sacudí la cabeza.

—No te lo pedí, Cadence. Y lo que necesitas de todos modos es un poco de


práctica —dijo el Sr. Connelly.

¿Por qué estaba haciendo esto? ¿Estaba realmente tan enojado por la
conversación de ayer? Había ganado perspectiva, y le iba a decir eso, pero no me
dio la oportunidad.

—No lo entiendo —dije, agarrando los lados de mi escritorio.

—Te ayudaré —contestó. Entregándome su marcador borrable—. Vamos.

Me deslicé fuera de mi asiento y caminé hacia el tablero porque eso es lo que


haces. Cuando un profesor te dice que hagas algo, lo haces. No te quejas. No
discutes. Lo hice una vez y recibí un grito por eso.

—Todo el mundo, preste atención a Cadence, por favor —dijo. Me miró por
un momento, y sabía que podía ver el pánico escrito en mi rostro—. Todos los ojos
en ella.

Me quedé mirando fijamente el tablero. No tenía idea de que estaba mirando.


Un montón de números, líneas y símbolos raros que se suponía debía conocer. Y
letras. El marcador borrable estaba resbaladizo en mi mano, y pensé que se me
caería si trataba de escribir. Miré al Sr. Connelly expectante.
—No hay razón por la que no puedas comenzar ese problema, Cadence —dijo
el Sr. Connelly—. El comienzo no es ni siquiera la parte difícil.

Oí crujidos detrás de mí, como si los estudiantes estuvieran en sus asientos


inquietos cambiando de posición. La clase sabía que el Sr. Connelly me estaba
acosando. Y no les gustaba.

— ¿Bien? —dijo el Sr. Connelly.

—No sé —susurré.

—Um, ¿Sr. Connelly? ¿Tal vez podríamos ayudar a Cadence?

Me volteé y vi a Jacob de pie al lado de su escritorio.

Jacob. Él había estado enamorado de mí desde séptimo grado.

—Siéntate, Jacob —ordenó el Sr. Connelly—. Cadence tiene que aprender


cómo hacerlo por su cuenta.

—No sé cómo hacerlo —repetí. Mi voz tembló. Mi cuerpo se estremeció. Todo


había terminado en cuestión de segundos. Podía sentirlo.

— ¿Cuál es el límite, Cadence? —preguntó—. El limite. Hemos estado


repasándolo todo el año. Tal vez necesitas prestar más atención en clase.

Llevé el marcador al tablero y escribí el número tres.

—No estoy seguro de que lo eso significa —replicó el Sr. Connelly.

Borré el “3” y escribí el número cinco.

—Intenta de nuevo —dijo con sorna.

Borré el “5” y escribí un número que ni siquiera podía decir en voz alta. Todo
el trayecto del tablero de izquierda a derecha, y al final, era de unos 45 dígitos.

Había llegado a mi límite.

El Sr. Connelly me miró antes de decir—: Vienes a tutoría dos veces a la


semana, Cadence. Esas son cuatro horas extras cada semana de tiempo de
instrucción. Entonces, ¿por qué no puedes resolver ese problema como el resto de
tus compañeros?

Mis ojos se llenaron de lágrimas instantáneamente. Puse el marcador en la


placa del tablero y caminé hacia mi escritorio. Vi las lágrimas caer en mi cuaderno
abierto. Lo cerré, reuniendo mis libros, y salí del salón. Cerré la puerta con cuidado,
asegurándome de que estuviera bien cerrada antes de dejar escapar un sollozo.
Nunca había sido tan humillada en mi vida, ni siquiera cuando estuve frente al juez
en mi sentencia. Esto fue peor porque el Sr. Connelly se suponía que se preocupaba
por mí.

Caminé hacia el baño de chicas y saqué mi celular. Abrí la mensajería.

Yo: Tengo que irme. Ahora.

Avery: ¿Qué pasa?

Yo: Muy mal día.

Avery: ¿Puedes esperar hasta después de la cuarta hora? Tengo un examen.

Yo: Sí.

Avery: Bien.

Sequé las lágrimas que cayeron en la pantalla de mi celular y lo puse en mi


bolso. Entonces lloré por el resto del primer periodo hasta que sonó la campana.
18
Traducido por Lililamour
Corregido por Alee Foster

—Tengo que decirte algo —dije, estando sentada junto a Avery en una banca
fuera del taller de autos donde Gavin trabajaba. Él bajaría en quince minutos, y
habíamos planeado pasar el rato en su casa.

— ¿Es acerca del Hombre Misterioso? —preguntó ella, lamiendo el cono de


su helado de chocolate.

—Sí.

—Muy bien. Escúpelo, a pesar de que estamos rompiendo totalmente las


reglas. Todavía no puedo creer que te traje aquí —dijo Avery.

Yo tampoco podía creerlo. Avery me había mantenido completamente


separada de su mundo con Gavin hasta hoy. Supongo que sintió pena por mí
cuando se me acercó en mi casillero después del cuarto período. Traté de
aguantarlo, pero rompí a llorar inmediatamente cuando la vi. Agarró mi mochila y
bolso y me llevó afuera por la entrada lateral del edificio. Me sorprendí cuando me
llevó al taller de autos.

—Avery, tienes que jurar por Dios que no vas a decir nada —dije.

—Cadence. ¿Por cuánto tiempo hemos estado haciendo este pequeño


arreglo?

—Desde hace tiempo.

— ¿Y qué has aprendido de mí en todo ese tiempo? —preguntó.

—Casi nada —confesé.

—Exactamente. Si yo no quiero que la gente sepa de mis asuntos, entonces no


lo saben. Y si tengo una amiga que comparte sus asuntos conmigo y no quiere que
otros lo sepan, entonces ellos nunca lo sabrán —dijo—. Mira a mi novio, por el
amor de Dios. ¿Crees que mis padres saben algo acerca de él? —Negué con la
cabeza—. Entonces relájate. Tus secretos están a salvo conmigo —dijo, mordiendo
el borde de su cono.
—Me estoy viendo con el Sr. Connelly —solté.

Avery dejó caer su cono de helado. — ¡Maldita sea, Cadence! ¡Te agradecería
una pequeña advertencia!

—Lo siento —dije.

Frunció el ceño hacia mí y luego miró al suelo. — ¡Caray, ni siquiera sé qué


enfrentar primero! No puedo… tienes que… qué demo...? ¡Mira mi helado! —Bajé la
vista a sus pies—. ¡En verdad me quería comer eso! —Pateó el cono manchado de
tierra.

—Siento mucho lo de tu helado. Te compraré otro.

Me miró de nuevo. —Cadence, ¡no puedo creer que te acuestes con tu


profesor!

No pude evitar reírme. —En primer lugar, me gusta cómo el helado ganó. En
segundo lugar, no estamos teniendo sexo.

—Todavía.

Puse los ojos en blanco. —No es sólo una cosa física. Realmente me gusta.
Creo… creo que podría amarlo.

— ¿Qué pasa con él? —preguntó Avery.

—Creo que siente lo mismo por mí, pero nos metimos en una discusión ayer,
y hoy se burló de mí enfrente de la clase —dije, sintiendo mis ojos hacerse agua de
nuevo—. Es por eso que necesitaba irme.

—Qué idiota —dijo Avery.

Asentí.

— ¿Cómo se burló de ti? —preguntó.

Limpié bajo mis ojos. —Me hizo ir al pizarrón para hacer un problema de
matemáticas que él sabía que yo no entendía.

— ¡Idiota! ¿Por qué te haría eso?

—Porque yo le dije que terminábamos. Bueno, algo así. Quiero decir, como
que lo dejé colgando.

—Oooh. Así que lo hiciste enojar —dijo Avery.

—Supongo —susurré.
—Y si tiene ese tipo de reacción, significa que realmente le gustas y que
quiere estar contigo.

— ¡Me humilló, Avery! ¿Cómo me muestra eso que le gusto?

—Cadence, los hombres tienen orgullo. Es como una de sus principales


características o algo así. Y tú lastimaste el suyo. No estoy diciendo que lo que hizo
estuvo bien, pero al menos muestra la cantidad de poder que tienes sobre él. Eso
tiene que hacerte sentir un poco mejor, ¿eh?

Estaba confundida. No creía que tuviera ningún poder sobre Mark. Y


ciertamente no quería que nuestra relación cayera en una lucha de poder. No sabía
mucho sobre eso, pero estaba segura de que una relación así no era saludable.

—No quiero hablar más de esto —dije.

—Qué lástima. Estás en una relación con tu profesor. Necesita ser discutida
—contestó Avery.

Abrí mi boca para protestar, pero ella me interrumpió.

—Ahora, ¿quién la inició?

—Para alguien que no quiere que yo sepa acerca de su vida secreta, seguro
que eres cotilla acerca de la mía —dije—. Y él lo hizo.

— ¿Cómo?

—Me dio su pañuelo.

Avery me miró sin expresión alguna. — ¿Su pañuelo? Este chico suena como
un idiota.

Me reí de nuevo. —No es un idiota —comencé y luego escupí mis entrañas


sobre ella. Escuchó todo el tiempo, intercediendo aquí y allá con preguntas
mientras explicaba lo de su pañuelo, y la comida que me compró, y cuando limpió
mis manos y cara.

—De acuerdo, eso es caliente —dijo—. Y nunca pensé que cualquier cosa que
involucrara una toallita húmeda podría ser caliente. Ese hombre te ama, Cadence.

Mi corazón dio un sobresalto. — ¿Lo hace?

—No puedes ser tan ciega —dijo.

—Si me ama, entonces ¿por qué me trató tan mal en clase esta mañana?
Avery resopló. — ¡Ubícate, chica! Amor no significa que no te vas a enojar a
veces. O decir cosas hirientes. O hacer cosas realmente estúpidas. Oye, somos
humanos. No somos perfectos.

Bajé la mirada a mi regazo.

—Mírame —exigió Avery, y yo obedecí—. Cadence, no puedes ser tan


ingenua como para pensar que el amor nunca va a doler o que las relaciones están
bien todo el tiempo.

— ¡Por supuesto que no! —chillé ofendida—. ¡Pero él me humilló delante de


toda la clase!

Avery asintió. —Y te puedo garantizar que se siente como una mierda al


respecto. Se sintió como una mierda tan pronto como lo hizo.

Solté un gruñido.

—Sólo espera la disculpa. Ya viene —dijo Avery.

—Más vale que sea una buena —murmuré.

Justo en ese momento sonó mi celular. Lo saqué de mi bolso y miré la


pantalla. Mark. Ignoré la llamada. Avery me miró con curiosidad mientras
deslizaba el teléfono en mi bolso.

— ¿Qué? —pregunté.

—Al igual que una niña —dijo.

—Sí, y ¿adivina qué? Tú eres una, también —espeté.

—Oh, no te doy la contraria. Ignoro las llamadas de Gavin todo el tiempo.


Incluso cuando no estoy enojada con él —dijo, empujándome.

Me reí. —Bien, así que ¿por qué me estás dejando conocer a Gavin? —
pregunté.

—Estoy matando dos pájaros de un tiro —respondió.

— ¿Qué quieres decir?

—Bueno, estaré ahí para ti emocionalmente y podré ver a mi hombre al


mismo tiempo —dijo—. Además, pensé que ya era hora de que lo conocieras de
todos modos. Me di cuenta de que tendríamos que empezar a compartir un poco
sobre nuestras vidas secretas.

Asentí.
—Sólo para asegurarme de que esta gran red de mentiras que hemos creado
se mantiene intacta —explicó.

Asentí de nuevo.

—Gracias por compartir sobre el Sr. Connelly. Sabes que puedes confiar en
mí, ¿cierto?

Yo sabía que podía confiar en Avery. Los dejaría que la quemaran en la


hoguera antes que decirlo. Ella era esa clase de persona. Leal. Digna de confianza.
¿Una amiga, tal vez?

Asentí por tercera vez.

—Usa tus palabras, Cadence.

Sonreí. —Sí, Avery. Confío en ti.

Gavin salió del garaje, y Avery se levantó para saludarlo.

—Hola, bebé —dijo ella, inclinándose por un largo y buen beso a lengua
trabada. Aparté mis ojos—. Me gustaría saltar sobre ti pero estás todo grasiento.

—Mmm. Salta sobre mí. Lavaré tu ropa —dijo Gavin—. Te desnudaré y lavaré
tu ropa.

Oh Dios. Tal vez debería haber ido a la tienda de discos.

— ¡Detente, Gavin! —Chilló Avery—. Quiero que conozcas a alguien.

Finalmente miré a Gavin y sonreí. Se veía exactamente como esperaba:


camiseta blanca manchada de grasa tirante sobre formidables músculos. Jeans
rasgados. Pelo rubio desordenado con flequillo que cae sobre sus ojos. Lucía como
si perteneciera a un taller mecánico. Y tengo que admitir que era bastante caliente.
Sólo que no de mi tipo.

— ¡Oye, te conozco! —Dijo Gavin—. ¿Qué hay, Cay-Cay?

¿Cay-Cay? ¿Qué demonios era eso?

Como si Avery pudiera leer mi mente, dijo—: Oh, algunas veces yo te llamo
Cay-Cay cuando hablo de ti a Gavin.

— ¿Por qué estás hablando de mí? —pregunté. Y entonces negué con la


cabeza—. No, no. ¿Por qué diablos me llamas “Cay-Cay”? Odio eso completamente.

—Lo sé. Y es por eso —dijo Avery, sonriendo.

—Bien. Te daré un nombre estúpido —dije. Levanté la vista hacia las nubes y
entrecerró los ojos—. ¿Qué tal “Avers”?
—Me encanta totalmente —respondió Avery.

—Lo que sea. Es estúpido y lo sabes —espeté.

—Yo seré Gavvy —sugirió Gavin.

Nos reímos. Era probablemente la conversación más estúpida que he tenido.


Y es exactamente lo que necesitaba para sentirme mejor. Me reí tanto que no
escuché mi teléfono zumbar otra vez. Y no lo oí zumbar cuando nosotros tres,
Gavvy, Avers, y yo, Cay-Cay, fuimos a comer pizza. Sólo cuando llegué a casa vi las
decenas de llamadas perdidas. De Mark. No dejó mensajes, y me alegré. Si se
disculpaba vía correo de voz, me perdía.

***
Desvié mis ojos cuando el Sr. Connelly entró por la puerta del salón. La sala
quedó en silencio inmediatamente. Los estudiantes parecían tener miedo de él,
supongo que debido a su pequeña demostración de poder del día anterior.
Conseguí olvidar todo sobre el asunto durante varias horas ayer mientras andaba
con Avery y Gavin, quienes eran la pareja más linda y más molesta que había visto
nunca.

—Buenos días —dijo el Sr. Connelly, dirigiéndose a la clase.

Algunos murmuraron "buenos días" en respuesta, pero casi todo el mundo se


quedó en silencio. Temor absoluto.

El Sr. Connelly suspiró y jaló un taburete cerca de la primera fila. Los


estudiantes se alejaron tanto como pudieron.

El Sr. Connelly se sentó y examinó la habitación.

—Soy un maldito idiota —dijo—. Quiero decir, fui un idiota ayer. Y les debo
una disculpa a todos por la manera que traté de Cadence. —Me miró, y me
congelé—. Y sobre todo te debo una disculpa, Cadence. Me gusta pensar que soy un
tipo bastante agradable, un maestro justo, y ayer no fui ninguna de esas cosas. Te
traté injustamente, abusé de mi poder como maestro para humillarte, y fui
desagradable. —Todo mundo parecía estar conteniendo la respiración—. Nunca te
trataré así de nuevo —dijo, con los ojos fijos en los míos antes dirigirse a toda la
clase una vez más—. Y nunca trataré a alguno de ustedes de esa manera. No quiero
que tengan miedo de mí. No quiero que teman mi clase. Quiero que sientan que
pueden venir a mí y pedir ayuda. —Fue entonces que todo el mundo expulsó al
mismo tiempo el aliento que sostenían. Los estudiantes se relajaron, y la tensión
desapareció—. Por favor, perdóname, Cadence —dijo el Sr. Connelly, viéndome
una vez más.
Asentí a pesar de que todavía estaba lastimada. Pero también estaba
impresionada de que un hombre adulto y maestro tuviera las pelotas para admitir
su error delante de todo un grupo de estudiantes y pedir per dón.

Podría haber sido un terrible error, mostrar vulnerabilidad frente a jóvenes


de diecisiete y dieciocho años, pero algo me dijo que la clase lo respetaría más a
causa de su disculpa.

***
Me quedé parada en la puerta incapaz e indecisa de entrar. Él me miró
avergonzado.

—Lo siento mucho —dijo en voz baja.

Entré entonces y cerré la puerta.

—Cadence, siento mucho la forma en que te traté. Fue repugnante.


Simplemente vergonzoso.

—Lo siento —dije.

Pareció sorprendido.

—Fui… fui manipuladora al teléfono. Dije esas cosas para hacerte enojar, esas
cosas acerca de que no me puedes tocar nunca más y cómo probablemente no
deberíamos estar juntos. No quería decir nada de eso. Lo dije para que fueran
hirientes. —Me miró confundido—. No me di cuenta de lo mucho que te lastimó —
continué—. Al menos, no me di cuenta hasta la clase de ayer.

Hizo una mueca. —Por favor no trates de justificar mi comportamiento,


Cadence. Fue enfermo.

—No lo estoy justificando —dije—. Pero entiendo de dónde vino. Fui una
perra total.

—No te llames a ti misma así —dijo, y luego hizo una pausa por un
momento—. Con… confieso que me volviste loco todo el domingo. Y cuanto más
tiempo pasaba sin hablar contigo, más enojado me ponía. Pero debería haber sido
más maduro.

—Yo debí de haber sido más madura.

—Cadence —dijo Mark exasperado—. Por favor, dejar de culparte a ti misma,


¿de acuerdo? Yo fui un idiota, y lo siento. No espero que me perdones pronto, pero
espero que en el futuro…
—Te perdono —interrumpí.

Mark sonrió. Aunque no se veía feliz. Parecía triste y derrotado. —No debí de
haber salido en una cita con Tiffany.

—Entiendo por qué lo hiciste —contesté—. Y tienes razón. No es como si


pudiéramos hacer pública nuestra relación. Tu madre querría saber con quién
estás saliendo. —Bajé la cabeza—. Me gustaría que no fuera tan duro.

Mark se acercó a mí y envolvió sus brazos a mí alrededor. Me levantó del


suelo, me acunó como a un bebé, y me llevó hasta el sofá. Se sentó con cuidado,
sosteniéndome cerca de su pecho, y besó la cima de mi cabeza.

—No será duro por siempre —dijo—. Cumplirás dieciocho y te graduarás. Yo


terminaré de dar clases en Crestview. El mundo entero se abrirá a nosotros.

Sonreí. —Cumpliré dieciocho el próximo viernes.

—Lo sé.

— ¿Te acuerdas?

—Cadence, ¿crees que soy idiota? Por supuesto que sé cuándo es tu


cumpleaños —dijo.

Acaricié su cuello. —Quiero decirte un secreto.

—Tú dirás —respondió.

Ahuequé su oreja y me incliné para susurrarle—: Me gustas desde el primer


día de clases. Es por eso que actuaba tan raro a tu alrededor. —Me aparté y le
sonreí.

Se inclinó y ahuecó mi oído, susurrando—: Lo sé.

Golpeé su brazo. — ¡Mark!

Se rió entre dientes. —Lo sé porque me sentí de la misma manera.

—Entonces, ¿por qué esperaste tanto tiempo para decírmelo?

—No es exactamente la cosa más fácil de hacer, Cadence. Quiero decir, lo que
estamos haciendo aquí es… peligroso. Pensé que tal vez mi atracción hacia ti se
desvanecería con el tiempo, y por eso no dije nada. Casi que lo quería así porque
sabía lo difícil que sería.

—Pero entonces, ¿por qué hiciste todas esas cosas buenas para mí si estabas
tratando de no sentirte atraído?
Mark se rió entre dientes. —Porque es imposible no sentirse atraído por ti.
No pude evitarlo. Todos los días después de la escuela, resolvía empezar de nuevo
en la siguiente clase, ignorar lo hermosa que eras, tratar de no ser afectado por ti. Y
entonces entrabas a clase el día siguiente, y mi decisión se fundía en la nada. Me
sentía impotente, pero no de una manera frustrada. Me gustaba la sensación.
Todavía me gusta la sensación.

Sonreí y me senté en su regazo. —Me alegra que tu voluntad se derritiera en


nada.

—Yo también. Porque no podía imaginarte no estando en mi vida. —Tomó


mis manos y las sostuvo con las palmas hacia arriba—. ¿Te acuerdas cuando limpié
tus manos?

—Sí.

Se inclinó y besó mis palmas abiertas. —Fue ahí cuando realmente supe que
no había vuelta atrás. —Trató de besar mis manos otra vez, pero las coloqué a
ambos lados de su cara y en su lugar lo hice besar mis labios—. Nunca te
menospreciaré de nuevo, Cadence —dijo en mi boca—. Te lo juro.

—Te creo. —Y con cada beso, el dolor se desvaneció hasta que mi corazón
estuvo sano de nuevo.
19
Traducido por Mais020291
Corregido por Alee Foster

—Te amo.

Dejé caer los platos con un fuerte golpe. Uno se rompió e hice una mueca. Me
agaché para recoger las piezas.

—Lo siento mucho—, dije, agachándome, recogiendo y reproduciendo sus


palabras una y otra vez en mi cabeza.

—Cadence, está bien, —dijo Mark. —Puedo conseguir más platos. —Se
agachó a mi lado y cogió mis manos. —Detente. Escúchame.

Me congelé, incapaz de mirarlo a la cara. En lugar de eso, fijé mi mirada en las


piezas rotas del plato.

—Te amo. Me di cuenta de ello la semana pasada. Sé la fecha y hora exacta.

— ¿Lo haces?

—Mmhmm—. Se puso de pie y me alzó. —Fue el lunes pasado a las 4:37 P.M.
Te sentaste en mi regazo y me susurraste tus secretos en el oído, y fue ahí cuando
me di cuenta que te amaba.

Enterré mi rostro en su pecho, y él envolvió sus brazos a mí alrededor.

— ¿Por qué no me lo dijiste en ese entonces? —pregunté.

—Porque no estaba listo.

—Oh.

—No espero que me lo digas, Cadence —dijo Mark.

—De acuerdo.

—Quiero que lo digas cuando lo sepas.

—De acuerdo.
Me sacudió suavemente.

— ¿Pero no te pone nervioso? ¿Esperar a que yo lo diga? —pregunté.

—No. No es condicional. No te amo porque tú me amas. Te amo porque te


amo.

Bueno, eso tenía sentido. Y me llenó de felicidad. Pensé que nunca podría ser
feliz. Recuerdo pensarlo al principio del año escolar, pero ahora todo había
cambiado. Era feliz. Finalmente feliz.

—Yo…

—No te atrevas —me advirtió Mark.

Lo miré y noté su sonrisa.

— ¿Por qué no?

—Porque no estás lista. Y sólo lo estarías diciendo porque yo lo dije.

Sonreí. —No.

—Lo digo en serio, Cadence.

—Pero yo…

— ¡No lo hagas! —dijo, alzándome del suelo. Envolví mis piernas a su


alrededor.

— ¡Mark! ¡Tengo permiso de decirlo si es verdad! —argumenté.

—No estoy convencido de tus motivaciones —replicó, colocándome en la


encimera de la cocina. Se ubicó entre mis piernas, sosteniendo mi cadera .

—No tengo ninguna motivación excepto decirte lo que es verdad.

—Cadence…

— ¡Te amo! —espeté, antes que pudiera interrumpirme.

Mark suspiró, luego dejó que su boca se convierta en una pequeña sonrisa
perversa.

—Bueno, eso lo hace. — Me tiró sobre su hombro y caminó hacia la


habitación. Chillé todo el tiempo, golpeando su estómago hasta que me sentí caer
de espaldas hacia su cama.

—Te advertí.

Reí y me retorcí cuando sentí sus manos ir hacia el botón de mis vaqueros.
—Nunca podrás quitarlos —reí. —Son vaqueros ajustados.

—Oh, me subestimas —replicó Mark. —Si quiero entrar, entraré.

Retorcí mi cadera sin entusiasmo en un intento de pretender que estaba


peleando. Me gustaba la lucha juguetona, y parecía llenar su necesidad por mi
cuerpo. La verdad es que él no podía quitarme los vaqueros lo suficientemente
rápido.

—Dios, ¿acaso esta cosa está pegada o algo? —dijo, tirando y jalando.

— ¡Detente! —lloré. — ¿Estás intentando hacerme daño? —. Alejé sus manos


y me escurrí fuera de mis vaqueros. Él observó con fascinación.

—No sé cómo ustedes las chicas lo hacen, pero es fantástico —dijo, cuando
una vez más estaba recostada en su cama con solo mis bragas y mi top. Se colocó
encima de mí y bajó la mirada hacia mi rostro. —Ahora, aquí están todas las cosas
que planeé hacerte.

Cerré mis ojos.

—No. —Dijo — Abre tus ojos y mírame.

Obedecí.

—Primero, voy a deslizar tus bragas por tus piernas.

Volteé mi rostro.

—Cadence, mírame.

—No puedo. ¡Es vergonzoso! Sólo hazlo. ¡No me lo digas!

Colocó sus manos a cada lado de mi rostro y gentilmente me volteó para que
lo mirase una vez más.

—Eres muy impaciente.

Tomé un respiro profundo y esperé.

—A continuación, voy a deslizar mi mano entre tus piernas y jugar contigo.

Mi respiración se aceleró un poco.

— ¿Qué piensas de ello?

Asentí.

— ¿Quieres que deslice mi dedo en tu coño?

— ¡Mark!
—O tal vez quieres que frote tu pequeño clítoris. Sé que realmente te gusta
eso.

— ¡Detente!

— ¿Detener qué? ¿Dejarte de decir lo que planeo hacerte? ¿Por qué estás
avergonzada?

—No lo sé —me las ingenié decir, sintiendo el calor de la vergüenza quemar


mi piel y latir entre mis piernas.

—Sólo quiero que te mojes, Cadence —continuó Mark. —Para lo que he


planeado a continuación.

— ¿Ah?

—Bueno, ¿pensaste que no pondría mi boca en ti? ¿Cómo no lo haría? Tiene s,


baja las manos, el más dulce y pequeño coño en el planeta.

—Oh mi Dios…

—Y voy a enterrar mi rostro en él.

—Jesucristo…. —Y nunca digo Jesucristo.

—No, Cadence. Mi nombre es Mark Connelly. Y estoy por darte el orgasmo


más explosivo de tu vida.

Y mierda, él lo hizo.

***
Recuerdo muy poco de mi cena de cumpleaños. Sé que el restaurante era
lindo. La atmósfera era acogedora. Recuerdo estar ligeramente nerviosa al inicio
por salir en público. El club fue diferente. No tenía miedo de encontrarme con
miembros de la iglesia ahí. ¿Pero la cena? No importaba que estuviéramos en un
restaurante a una hora de casa. Estaba al borde. Y recordaba a Mark diciéndome
una docena de veces que me relajara.

Relájate. Repetí la palabra una y otra través durante toda la cena. Y el postre.
Y en el auto de regreso al departamento de Mark. Y en su habitación cuando me
dijo que quería desnudarme y hacerme el amor.

—Pero si no estás lista Cadence, está bien —dijo. Estaba vestida con mi
corpiño y mis bragas, y él estaba de rodillas en frente de mí, su rostro enterrado en
mi estómago, inhalando mi aroma.
—Estoy lista —repliqué. Mi voz no tembló ni un poco. Sonaba bastante
confiada para una chica que ha tenido un trillón de preguntas corriendo por su
cabeza.

— ¿Pero?

De acuerdo. Aparentemente no soné tan confidente. Aparentemente sonaba


como si tuviera un trillón de preguntas corriendo por mi cabeza.

—Sé que dolerá, ¿pero dolerá mucho? —Decidí empezar por lo que más
miedo daba.

— ¿Mucho? No lo sé. Sólo sé que duele —replicó Mark.

— ¿Usarás un condón?

—Sí.

—Si estuviera tomando pastillas anticonceptivas, ¿usarías un condón?

Mark dudó un momento. — ¿Estás tomando?

—No.

— ¿Entonces qué importa?

— ¿Pero qué harías si estuviera?

—Te dejaría decidir.

— ¿Tienes alguna enfermedad?

Mark miró mi rostro y sonrió. —No, Cadence.

— ¿Te has hecho exámenes?

—Sí, Cadence.

— ¿Cuándo?

—Hace cinco años.

—Es bastante tiempo —dije.

—Lo sé. Pero estaba con pareja cuando me chequeé. Y solo ella desde
entonces.

— ¿Sólo una?

—Solo una.
— ¿Era linda? —Qué estúpida pregunta. Ni siquiera supe de dónde vino. Creo
que estaba poniéndome demasiado nerviosa y necesitaba seguir hablando para
que los latidos de mi corazón disminuyeran.

El rostro de Mark se nubló. —Sí —susurró en mi estómago.

— ¿Por qué ya no estás con ella? —pregunté. ¿Cadence, qué diablos estás
haciendo? ¡Deja de hacer esas preguntas! ¡Estás siendo grosera!

Mark se puso de pie. —Cadence, no tenemos que tener sexo si no estás lista.
Realmente está bien—. Pasó sus dedos a través de mi pelo, estudiando los
mechones.

—Quiero, Mark —susurré—, realmente lo quiero.

Se agachó para besar mis labios cuando me levantó y me recostó en la cama.

— ¿Estás segura? —preguntó.

Asentí y sonreí. Realmente estaba segura. Sabía que si había alguien en el


mundo a quién quería darle mi virginidad, era a él. Confiaba en él. Completamente.

—Seré muy gentil —me aseguró.

Asentí de nuevo y sentí sus labios en mí una vez más, haciendo su camino en
mi mejilla, por mi cuello, entre mis senos. Desabrochó el seguro delantero de mi
corpiño y dejó abiertas las copas, fijando su mirada en mis pezones. Cerré mis ojos
por instinto.

—«Esta es la forma femenina9» —citó, arrastrando su dedo índice alrededor


de mis senos. Lentamente. Suavemente. Casi hacia cosquillas, pero sabía que debía
tomarlo en serio, así que no me reí.

—«Una divina aureola emana de ella, desde la cabeza hasta los pies» —
continuó, dejando que su mano se deslizara sobre mis senos. Recorrió su pulgar
sobre un pezón, luego sobre el otro, haciendo que jadeara y me retorciera.

—«Atrae con furiosa e indiscutible atracción» —dijo Mark, luego se inclinó y


lamió mis pezones.

Arqueé mi cuerpo hacia él, rogándole tomar más de mí en su boca.

Habló en mi seno. —«Me siento transportado por el aliento del cuerpo, como
si sólo fuera un indefenso vaho. Todo se derrumba en torno, salvo yo y la forma

9
Wal Whitmann, poema “A partir de la Paumanok”
femenina»—. Y luego presionó sus labios contra los míos, y jadeé en su boca
mientras sus manos recorrían la longitud de mi cuerpo.

—«Libros, arte, religión, tiempo, la visible y sólida tierra…» —Su mano estaba
entre mis piernas, acariciándome sobre mis bragas. —«…y lo que se espera del
cielo o se teme del infierno, de pronto desaparecen.»

Él incrementó la presión de sus dedos hasta que gemí.

—«Filamentos enloquecidos…» —Sus dedos se movieron a un lado de mis


bragas y me tocaron suavemente.

—Mark…

—Ah, ¿quieres que lo haga más rápido? —retó. —Veamos, filamentos


enloquecidos y algo sobre ser ingobernable….lo tengo—. Enganchó sus dedos
alrededor de mis bragas y me las quitó, lanzándolas sobre su hombro. —Ah, eso es
—dijo, estudiándome entre mis piernas.

— ¿Qué es?

Se inclinó una vez más sobre mí y susurró en mi oído. —«Creo que es carne
amorosa que se dilata y duele deliciosamente.»

Quería morir. En lugar de eso grité cuando deslizó un dedo dentro de mí. Lo
mantuvo ahí por un largo tiempo mientras me susurraba cosas incomprensibles en
mi oído. No sé si aún estaba citando el poema. Todo lo que sé es que no podía
concentrarme, especialmente cuando deslizó un segundo dedo dentro de mí.

Me encorvé y él me dejó. Retorcí mi cuerpo y él me dejó. Enterré mis uñas en


sus hombros y me dejó. Pero nunca quitó sus dedos. Los mantuvo ahí, y me sentí a
mí misma estrechándome a su alrededor.

—Por favor, Mark—. No sé por qué le rogaba ahora.

—Cadence, cuidaré de ti —replicó, moviendo sus dedos dentro y fuera de mí,


lentamente.

Y luego los retiró completamente y besó mi cuerpo hasta que su boca estaba
entre mis piernas. Me hizo cosas que me llevaron al borde de lo que podría haber
sido un grito por un orgasmo, pero nunca llegué ahí porque se detuvo.

— ¡Injusto! —chillé, golpeando las sábanas a cada lado de mí.

Rió y se sentó sobre los talones.

—Ah, sé lo que te sucede cuando te vienes. Y no quiero que te desmayes


todavía, Cadence. Tengo un montón de otras cosas que quiero que hagas.
Enterré mi rostro en mis manos.

— ¿Cadence?

— ¿Sí?

—Me voy a desnudar ahora. Si eso está bien.

Me tensé. No sé por qué. Obviamente esperaba que se desnudase conmigo si


íbamos a tener sexo. Pero estaba asustada de verlo sin ropa.

Me di cuenta que no tenía opción en este momento: podía ser realmente muy
inmadura y hacerlo esconderse debajo de las sábanas o podía intentar algo más.

— ¿Entonces, qué piensas? —preguntó Mark.

Le respondí sentándome sobre mis rodillas. — ¿Me permites?

— ¿Permitirte desnudarme?

Asentí. Esta era la “otra cosa” que iba a probar: desvestir a un hombre.

—Claro.

Le quité la camisa por encima de su cabeza y la lancé al suelo. Fijé mi mirada


en su pecho por un momento antes de tentativamente correr mis manos sobre
este. Me incliné para besarlo, trazando mi boca todo el camino hacia su ombligo. Lo
escuché gruñir y lo tomé como señal que había hecho algo bien.

Desabroché su cinturón y sus vaqueros. Se sentó en la cama y me ayudó a


quitarle sus pantalones. Y luego solo era él ahí sentado con su bóxer. Y yo estaba
desnuda, cernida sobre él, completamente insegura de qué hacer. Pensé que tenía
que decirlo.

—De acuerdo. Voy a quitarte tu ropa interior y luego probablemente solo


mirarte por un tiempo porque nunca he visto un pene en la vida real. Como sabes.

Mark sonrió. —De acuerdo.

—Y no voy a actuar como si supiera lo que estoy haciendo, ¿de acuerdo? No


sé cómo tocarlo. Tengo una comprensión rudimentaria sobre lo que se hace y cómo
funciona, pero estoy segura que tengo bastante por aprender.

Mark rió. —Realmente no es complicado.

Asentí. —Y aún no sé cómo me voy a sentir sobre colocar mi boca en él, pero
mayormente eso es porque no sé cómo hacerle sexo oral a un hombre, así que solo
voy a ver cómo se siente después de haberte quitado la ropa interior.

—Entiendo.
—Y no quiero que me asustes con eso. Como, forzar mi rostro hacia él o
frotarlo sobre mi cuerpo. No creo que eso funcione para mí.

Mark masajeó su frente. —No frotaré mi pene sobre ti, Cadence.

Tomé un profundo respiro. —De acuerdo. ¿Estás listo?

—Umm…voy a ser honesto contigo ahora mismo.

—De acuerdo.

— ¿Esta conversación que acabamos de tener? Sí…realmente no es


sexualmente estimulante. Así que, eh, ahora estoy algo flácido.

Mi rostro cayó y lo notó.

— ¡Pero puedo ponerme duro de nuevo, Cadence! No quise decir que no me


excitas. Es solo que, todo lo que dijiste fue más humor que sexy. ¿Eso hiere tus
sentimientos?

Sacudí mi cabeza y sonreí. —No. Aunque siento ser tan principiante.

—Me gustas de esa forma. Realmente.

— ¿Honesto?

—Te lo juro por Dios.

—Deja a Dios fuera de esto —dije.

Mark rió.

—De acuerdo. Recuéstate.

Cumplió. Coloqué mis dedos alrededor de la liga de su ropa interior y la bajé


tan rápido como pude. Él siseó.

—Lo fácil lo hace, Cadence —dijo. Aparentemente se puso rápidamente duro


de nuevo porque la liga se quedó atrapada en su pene mientras bajaba su ropa
interior.

Me reí. —Oh hombre, esta va a ser una experiencia de la que aprender.

— ¿Te estás riendo de mi pene?

— ¡No! ¡Me estoy riendo de lo torpe que soy!

Mark colocó sus manos detrás de su cabeza y observó mi rostro mientras yo


lo escrutaba.

—Así que ahí lo tienes —dije, pensativa.


—Sip.

Estiré mi mano, dejándola cernirse sobre su pene. Se retorció.

— ¡Oh mi Dios, Mark, se movió!

—Hará eso, Cadence.

—Oh. De acuerdo.

Tentativamente envolví mis dedos alrededor de él y me quedé ahí,


sosteniéndolo. Él cerró sus ojos, y nunca vi tanta felicidad en la cara de una
persona.

— ¿Qué se supone que debo hacer? —pregunté suavemente. No quería


interrumpir cualquier fantasía que tuviera planeada en su cabeza, pero necesitaba
saber.

—Nada, Cadence. Sólo haz exactamente lo que estás haciendo —susurró.

Así que lo hice. Me quedé a su lado, sosteniendo su pene, viendo como la


sonrisa aparecía sobre sus labios mientras soñaba despierto. Y luego abrió sus ojos
y me miró.

—Te haré el amor ahora.

Mi corazón explotó en mi pecho.

— ¿Estás lista?

Apreté su pene por instinto.

—Um….eso creo.

—Recuéstate —ordenó—. ¿Va a doler, de acuerdo? Pero solo un ratito.


¿Confías en mí?

Asentí.

Mark enterró su cara entre mis piernas una vez más.

—Sólo me aseguro que aún estás linda y mojada —dijo, y me sonrojé


bastante.

Después de una serie de apretones y besos, se cernió sobre mí mientras lo


veía ponerse un condón.

—Voy a hacerte daño Cadence. Pero no es porque quiera —dijo, situándose


entre mis piernas. Empujó gentilmente y sentí una sensación completamente
nueva. Como si mi mundo se abriera hacia él, pero no de buena gana.
Besó mi mejilla y empujó un poco más allá.

— ¿Estás bien? —preguntó.

Me agarré con fuerza de sus hombros. Él empujó de nuevo.

—Auch.

—Lo sé—. Atrapó mi rostro entre sus manos y me forzó a mirarlo. — ¿Te dije
lo asustado que estaba el día que quité la harina de tu rostro y manos?

—No.

—Bueno…—Movió su cadera una vez más, haciéndome acostumbrarme a su


tamaño antes de insertarse completamente. —Sabía que estaba corriendo un
enorme riesgo…

—Mark…

—Y que podías botarme por ser completamente inapropiado…

Empujó con más fuerza, y lloré. No pude evitarlo. Sabía que lloraría. Sabía que
dolería. Dios, ¡realmente dolía! ¿Chicas que dicen que no es tan malo? Sí, ¡estoy
diciendo que es pura mierda!

—…pero tú no hiciste eso del todo… —siguió, moviendo su cadera atrás y


adelante en un movimiento lento y monótono. —Me dejaste, y fue ahí cuando
pensé que tal vez esto podía funcionar.

Se inclinó y besó mi frente, y nariz, y mejillas, y mentón.

—Duele —lloriqueé, intentando ignorar la quemazón entre mis piernas. Yo


estaba llena de fuego y él no estaba apagando las llamas. En lugar de eso, las estaba
insertando, haciéndolas más altas y brillantes. Me quemaría viva.

—No dolerá por siempre —replicó.

Sacudí mi cabeza. No le creía.

—Lo prometo, Cadence —dijo Mark. Y mientras más se movía en mí, más mi
cuerpo empezaba a aceptarlo. Y mientras más mi cuerpo lo aceptaba, mejor me
sentía.

Estuve sorprendida a la primera sensación sexual. Pensé que no sentiría nada


la primera vez…que sería muy doloroso para sentir. Pero lo estaba disfrutando, y
más alarmante, me di cuenta que me gustaba ser estirada, estar atrapada debajo de
él, bajo la merced de sus empujes. Era un placer doloroso.
Quería someterme a ello completamente, así que relajé mis tensos músculos,
forzándome a convertirme en goma. Él notó el sutil cambio de mi cuerpo y dobló
sus esfuerzos, empujando por más tiempo y más profundo, demandando una
respuesta verbal. La obtuvo. Grité, y él cubrió mi boca con la suya. Era un
movimiento hambriento, como si quisiera probar mi agotamiento.

Pero luego disminuyó el esfuerzo, moviéndose lentamente y gentilmente


dentro de mí una vez más. Y no estaba segura si me gustaba. Tampoco estaba
segura si podía pedirle que vaya con fuerza de nuevo. No era una amante con
experiencia. No podía saber lo que quería. Tal vez así es como funcionaba. Fuerte
luego suave. Fuerte luego suave.

Me moví debajo de él.

— ¿Esto es complemente horrible para ti? —preguntó.

—No, Mark. ¿Por qué dirías eso?

—Acabo de percibir que querías que se terminara de una vez.

—Para nada. Ya no duele. Quiero decir, ya no tanto, de todos modos —dije.

—No debí ser rudo contigo justo ahora. ¿Quieres que me detenga?

— ¡No! —Me sonrojé y miré a mi derecha.

— ¿Qué pasa, Cadence?

—No creo que pueda pedir. Creo que si lo hago pensarás que hay algo mal
conmigo.

—Nunca pensaré eso. Puedes pedirme cualquier cosa —dijo Mark.

Me quedé en silencio por un momento, y luego explotó de mi boca. — ¡Ya no


quiero que seas gentil!

— ¿Eh?

—Quiero que seas duro como lo hiciste hace un minuto—. Me sentí como una
rara que disfruta del dolor.

Los labios de Mark se curvaron en una sonrisa. Una sonrisa conocedora. ¿Qué
diablos sabía que yo no?

—Y no me hagas decirte por qué —continué.

—No tienes que —replicó.

—Oh, ¿así que supongo que ya sabes por qué?


—Sí.

— ¡Entonces tal vez puedas explicármelo, porque no sé qué sucede en mí loco


cerebro ahora mismo! ¿Por qué quiero que seas rudo conmigo? ¡¿Qué está mal
conmigo?!

—Cadence, relájate —dijo Mark. —Es natural.

— ¿Natural? ¿Para quién? No quiero ser golpeada, Mark.

—Nadie te va a golpear —replicó. Juro que lo sentí hincharse dentro de mí.


Mis ojos se abrieron ampliamente.

— ¿Quieres golpearme, verdad? —lloré.

—No, Cadence. Pero te haré el amor con fuerza si así lo quieres —dijo.

Asentí.

Y luego se movió dentro de mí una vez más, pero esta vez nunca quitó sus
ojos de mi rostro. Fijó su mirada en mí todo el tiempo que empujó dentro de mí
hasta que explotó con un grito tenso.

Estaba orgullosa de mí misma. Logré que hiciera eso. Hice que se sintiera así
de bien.

Colapsó en mi cuerpo, asegurándose de colocar la mayor parte de su peso en


sus antebrazos.

—Oh, hombre —dijo, riendo. —Una vez que aclaramos todo eso, no me tomé
mucho tiempo, ¿verdad?

— ¿Usualmente es más largo? —pregunté.

Rió de nuevo. —Bueno, a las mujeres usualmente les gusta que dure lo
máximo posible…a menos que el sexo sea realmente malo, supongo.

Solté una risilla.

— ¿El sexo fue malo? —preguntó.

—Fue mi primera vez, ¿así que, qué sé yo?

Mark se retiró gentilmente. —Mala respuesta, Cadence. Me hace sentir como


si fuera realmente terrible.

—No fue terrible, lo juro. Me gustó al menos el 25 por ciento de ello .

Mark carcajeó. — ¿Dándomelo en términos matemáticos, eh? ¿Estás


intentando ser linda?
—Un poco —repliqué.

— ¿Te importa si me deshago de esto? —preguntó, mirando hacia el condón


que aún estaba envuelto sobre su pene.

— ¿Lo puedo ver primero?

—No.

—Quiero verlo.

—Cadence, no.

—Pero nunca he visto semen en un condón.

—Realmente eres una pequeña cosita curiosa. Y no.

—Eres gracioso —observé, observando a Mark caminar hacia el baño. Me


gustaba su trasero. No mentiré.

— ¿Cómo así? —preguntó en voz alta. Escuché el inodoro.

—Creo que quieres protegerme de ciertas cosas —dije.

Se inclinó contra la puerta, considerándome.

—Tienes razón. ¿Y qué hay de malo con eso?

—Nada, supongo—. Rodé sobre mi cuerpo y noté una mancha de sangre en la


sábana.

— ¡Oh, mierda!

— ¿Qué?

— ¡Sangré en tu sábana! —dije, juntando mis piernas debajo de mí.

—Cadence, está bien. No hay gran problema. Sabía que pasaría. ¿Tú no?

—Sí, pero me olvidé. Debimos poner algo abajo.

— ¿Por qué?

— ¡Porque las manchas de sangre no salen!

—De acuerdo.

— ¡Arruiné tu sábana!

—Lejos de eso.
Caminó hacia mí y se sentó. Lo observé pasar su mano sobre la mancha de
sangre, lentamente y pensativamente. La movió adelante y hacia atrás, luego trazó
el contorno con su índice.

—No arruinaste mi sábana para nada.

Colgué mi cabeza, avergonzada. ¿Qué estaba haciendo? ¿Pensando? ¿Por qué


le gustaba mi sangre en su sábana? ¿Es normal?

— ¿Cadence?

— ¿Hmm?

—Tengo otra sorpresa por tu cumpleaños, pero puede que pienses que es
algo superficial.

Me calenté. ¿Otra sorpresa? Ya me había sorprendido con un viaje a Savannah


este verano. Nunca había ido, y había vivido en Georgia toda mi vida. Lo llamó mi
viaje de cumpleaños/graduación/tomando-el-siguiente-paso. No estaba segura de
a lo que se refería por tomar el siguiente paso, pero supongo que lo descubriría
cuándo llegáramos ahí.

—No creeré que es superficial —repliqué.

—De acuerdo. Bueno, pensé que tal vez te gustaría tomar un baño después de
lo que hicimos. Tal vez ayudaría con el dolor o algo. No sé porque no tengo idea
cómo se siente el cuerpo de una mujer después de eso.

—Estoy un poco adolorida.

—De acuerdo. Así que compré unas cuantas cosas para un baño de burbujas,
y pensé que te haría un baño —Mark enrojeció. —No te preocupes. La chica de
Bath and Body Works me ayudó. Me dio unas sales para el baño. ¿Qué diablos son?
Y otras cosas.

Solté una risilla.

—Y podría sentarme contigo, o puedo dejarte a solas si quieres tiempo a


solas. Es lo que tú desees—. Hizo una pausa por un momento. — ¿Qué piensas?
¿Soy completamente superficial?

—Creo que eres el enamorado más dulce en todo el mundo. —Me abalancé
sobre él, envolviendo mis brazos sobre su cuello y besándolo fuerte. No se me
ocurrió que aún estaba sangrando. Estaba manchada en mis piernas y ahora en él.
—Te quiero. De nuevo.

—Oh, Cadence. Tal vez debamos esperar.

—No.
—Bueno, no sé si pueda… —Miró hacia abajo y se dio cuenta que podía.

Me hizo el amor de nuevo, tan gentil pero más demandante que antes, y luego
me puso en un baño, me echó vino y me dio un “tiempo a solas”. Y yo me catalogué
como una de las chicas más afortunadas en el mundo, que mi primera vez fue se tan
especial, dulce y significativa.

Lo nuestro fue un sueño por las siguientes cuatro semanas.


20
Traducido por Evarg7
Corregido por EffyVas

Nadie puede vivir en un mudo de ensueño para siempre. La realidad se ocupa


de eso. Y me di cuenta de que estaba empezando a descuidarme con mi mentira.
Casi tuve un ataque al corazón cuando llegué tarde a casa de la de Mark el viernes
por la tarde.

¿Dónde estabas? preguntó papá.

¿A qué te refieres? Estaba con Avery.

Llamé.

Me congelé. Hubo un impacto, un apretón en mi corazón y supe que el mundo


había terminado.

Llamé a la madre de Avery. Ella dijo que te fuiste del evento temprano
dijo papá ¿Dónde estabas?

No tenía elección. Tenía que volver a mentir. Una mentira sobre otra. Se
estaba haciendo más difícil respirar.

Mentí empecé.

Eso lo sé, Cadence. Y ahora me vas a decir dónde estabas.

Fui al centro comercial.

¿Al centro comercial?

Pensé que no me dejarías ir, así que me fui pronto. Yo sólo… ha pasado
mucho tiempo desde que fui de compras. Lo echo de menos, papa. Me imaginé que
dirías que no. Lo siento.

Quería matar a Avery. Le había enviado un mensaje de texto y ella había


respondido con un emoticón guiñando un ojo. Maldita Avery. Era la persona más
cuidadosa que conocía. ¿Qué demonios pasó para que no recuerde que se suponía
que yo estaba con ella?
¿Dónde están tus compras?

Pensé con rapidez.

No compré nada porque no te había dicho a dónde fui. ¿Por qué entraría
aquí con bolsas de ropa?

¿Por qué me mentirías sobre el centro comercial, Cadence? Ni siquiera es


importante. Has demostrado que eres digna de confianza. No te hubiera dicho que
no.

Lo siento. Debí haber preguntado. Pensé que no me dejarías ir sola.

¿Al centro comercial? No me importa si vas al centro comercial sola.

Bueno, no sé qué puedo pedirte y qué no, papá. Has sido realmente duro
conmigo por primera vez durante esta conversación, dije la verdad.

Te lo has ganado, Cadence. Te has ganado la confianza. Y lo hiciste, así que


no empieces a recaer. Sólo dime a dónde vas a ir.

Sí, señor quería desesperadamente preguntarle por qué había llamado a


la mamá de Avery, y él pareció leer mis pensamientos.

Sólo llamé a la Sra. Thatcher porque Avery no estaba respondiendo y


tampoco tú. Quería saber lo que querías para cenar.

Mi corazón se derritió. Sólo un poco. Usualmente, papá no hacía cosas lindas


como ésa, y me hizo sentir extra mal por mentirle.

Mexicano dije y sonreí.

Papá sonrió con suficiencia.

Bueno, supongo que puedo hacer dos paradas.

¿Quién era este hombre? Me debería haber gritado y haberme castigado por
mentir.

Prácticamente corrí escaleras arriba y me encerré en mi habitación después


de que papá se fuera a recoger la cena. Llamé a Avery de forma inmediata.

¿Só?

¡¿Qué demonios, Avery?! grité al teléfono.

¿Qué demonios? dijo ella, confundida.


¡¿No puedes recordar que estoy donde Mark?! No puedes pensar para
mentir por mí. ¡Se supone que eras jodidamente buena en eso!

No tuve opción, Cadence. Mamá apareció sin anunciarse. Sabía que no


estabas aquí. Le dije que te habías ido a casa pronto porque no te sentías bien. No
sabía que tu papá la llamaría. Infiernos, ¿cuándo empezó tu papá a llamar a mi
mamá?

Llamó porque yo no respondía espeté.

¿Y de quién es la culpa de eso?

¡Que te den!

No, que te den a ti, tú, pequeña zorra. ¡Empieza a responder tu jodido
teléfono cuando la gente te llama!

¡Estaba en mitad de follar con mi novio!

¡Entonces deberías dejar de follar tanto por ahí y ten presente a tu padre
para que jodas nuestro arreglo!

¿Sí? ¡Bueno, quizá sólo necesitaba ser follada, ¿de acuerdo?! ¡No sabía que
follar a mi novio me pudiera joder a mí!

¡Joder! gritó Avery.

Ouch.

Cadence, ¿qué le dijiste a tu papá?

Resoplé.

Le mentí y le dije que fui al centro comercial.

¿Al centro comercial? Oh, ésa es realmente buena. Buen trabajo, Cadence.
Ésa es una historia muy buena. Ir al maldito centro comercial. Guau.

¡Me creyó!

Uh huh.

Lo hizo insistí Le dije que no quería decírselo porque me imaginé que


diría que no, y que echaba de menos ir de compras.

Es lo más estúpido que he oído en mi vida.

Me senté en silencio.

¿Y bien?
No dije nada.

¿Cadence?

Nada.

Avery suspiró.

¿Cay-Cay?

Estás siendo realmente odiosa.

Lo siento. De verdad. Mira, no es una historia tonta. Si tu padre la creyó,


entonces estoy segura de que está bien. Sólo perdí los papeles por un segundo.

De acuerdo.

Siento lo que pasó. No tenía idea de que mi mamá aparecería.

Siento no responder mi teléfono.

¿Viste mis millones de mensajes? Los envié a hurtadillas cuando mi mamá


no estaba mirándome.

No. Ni siquiera miré. Sólo te llamé tan pronto como pude dije.

Bueno, tómate una hora para leerlos todos dijo Avery.

Lo siento, Avery.

De acuerdo. Suficientes disculpas. Ambas la jodimos. Estemos mejor, ¿sí?


Nos estamos poniendo un poco chapuceras. Hay que mejorar esa mierda, ¿de
acuerdo?

De acuerdo.

Dijimos nuestros adioses y me quedé en mi habitación hasta que papá volvió


a casa con la cena. Avery tenía razón: teníamos que mejorar algunas cosas. Sólo
que no tenía idea de que mi vida se estaba metiendo en la dirección opuesta de
precaución. No tenía idea de lo chapucera que estaba a punto de ser.

***
Divisé a la Srta. Gibbons sentada en el escritorio del Sr. Connelly, sus piernas
colgaban sobre el frente de sus cajones laterales. ¿Quién demonios se creía que era
esa zorra para sentarse en una posición tan íntima con mi novio? Los celos fueron
instantáneos, y entré de forma atropellada por la puerta.
¿Perdona? dijo la Srta. Gibbons, mirándome con la molestia pintada en
toda su cara.

Tengo que preguntarle algo al Sr. Connelly repliqué.

Bueno, por si no lo habías notado, estamos en una reunión dijo la Srta.


Gibbons Lo que debiste haber hecho era llamar a la puerta. Así que vuelve a salir,
cierra la puerta y llama a la puerta educadamente.

No soy una persona violenta. Nunca. Pero tomó toda mi fuerza de voluntad no
golpearla, agarrar su estúpida cola de caballo y arrastrarla al suelo, donde la
golpearía hasta hacerla mierda.

¿Oíste lo que dije? preguntó la Srta. Gibbons.

Está todo bien, Sarah dijo el Sr. Connelly No me importa. Cadence,


¿qué necesitas?

¿Qué necesitaba? No había pensado tanto. Todo lo que sabía era que una
zorra estaba tratando de abalanzarse sobre mi hombre, y tenía que entrar por la
puerta. No se me ocurrió tener que dar una razón del porqué.

Me quedé boquiabierta, incapaz de pensar una respuesta.

La Srta. Gibbons puso los ojos en blanco y se volvió a girar hacia el Sr.
Connelly.

De todas formas, sólo será una pequeña reunión. Algunos profesores de


matemáticas. Deberías venir dijo ella, y puso una mano sobre su antebrazo.

Él se aclaró la garganta.

Lo pensaré.

Por favor, hazlo replicó la Srta. Gibbons. Sus ojos permanecieron en él


por unos segundos antes de que se bajase del escritorio. Salió de la sala, cerrando
la puerta detrás de ella.

Miré fijamente al Sr. Connelly.

¿Qué, Cadence? preguntó él.

¿Qué fiesta?

No tengo idea. Alguna fiesta que Sarah hará.

¿Irás?

Probablemente no replicó.
¿Te gusta?

El Sr. Connelly me miró sin expresión.

No seas ridícula.

Bueno, parecía que te gustaba su culo dije.

¿Eh?

Te vi mirar su culo cuando salió de aquí.

Celos. Qué cualidad tan poco atractiva. Yo estaba derramándola, y sabía que
lucía fea.

Cadence, no estaba mirando su culo.

No lo dejé pasar. Sabía que debía, pero no podía.

La vi cerniéndose sobre ti en la cafetería ayer dije ¿Por qué estabas


comiendo con ella?

Porque soy profesor y ella es profesora dijo.

¿Y qué?

No puedo sentarme contigo todos los días en la comida, Cadence. La gente


puede empezar a preguntar replicó el Sr. Connelly.

Y tú preferirías comer con ella añadí.

No seas ridícula era la segunda vez que me lo decía y me llevó al


extremo.

¡No estoy siendo ridícula! Espeté.

Cadence, tengo trabajo que hacer respondió el Sr. Connelly. Sonaba


aburrido.

Oh, caray, no.

¿Y qué? ¿Ahora estás cansado de tener una novia adolescente? ¿En lugar de
eso quieres follar con alguna perdedora profesora de matemáticas de instituto?
espeté.

El Sr. Connelly levantó su lápiz y empezó a trabajar. Eso me enfureció.

¡Vi la forma en que la mirabas! grité.


¿Quieres ponernos a ambos en problemas? siseó el Sr. Connelly Baja la
voz.

No me hables como si fuera una niña espeté.

Entonces deja de actuar como tal argumentó él.

¡No lo soy! ¡Te estoy reprochando por ser un idiota!

Ella es una colega del trabajo, Cadence. Míralo con perspectiva. Sabes que
no me gusta ella. Esto tiene que ver con tus inseguridades. Tus celos fuera de
control. Debería haber estado preparado para esto él dejó caer el lápiz y caminó
hacia mí.

¿Preparado para qué? ¿El hecho de que reacciono como una típica chica de
diecisiete años? Bueno, ¡siento muuuuuucho no poder ser lo suficientemente
madura para ti! ¡Obviamente eres mucho más sabio y centrado que yo!

Evidentemente.

¡Eres un tarado condescendiente!

Y tú estás actuando como una pequeña zorra.

Lo abofeteé. Con fuerza. Con tanta fuerza que, de hecho, él siseó, luego frotó
el lado de su mandíbula para aliviar el dolor.

Me agarró del brazo.

Vuelve a hacer eso y follaré ese coño de dieciocho años tuyo justo aquí, en
esta sala.

¡¿Qué?!

El Sr. Connelly me tiró hacia el closet de almacén y cerró la puerta.

¿Qué, Cadence? ¿De verdad vas a tratar de actuar toda ofendida? Apuesto a
que si meto mi mano en tus bragas, encontraría que no lo estás.

Levanté mi mano hacia él otra vez y él agarró mi muñeca por encima de mi


cabeza.

Esto me está hartando. Y te advertí. ¿Crees que esto es alguna película?

Atrapó mis brazos detrás de mi espalda y me acercó a su pecho.

¿Es eso lo que crees? arrulló él. Era una oleada de calor y arrogancia,
todo en uno ¿Quieres transformar esto en una película?
Chocó mi boca con la suya, y mordí su labio inferior. No podía culpar de eso a l
instinto. Hice esa mierda a propósito.

¡Mierda! siseó, alejándose para mirarme a la cara.

Luché contra él para liberar mis manos, pero él sujetó mis muñecas con
firmeza con una mano mientras que la otra fue a mi nuca. Tiró fuerte de mi pelo,
obligando a que mi cabeza cayera hacia atrás en un ángulo antinatural. Gimoteé.

Quiero que me beses, Cadence. Sin morderme.

Puso su boca sobre la mía una vez más, y me rendí al beso. Estaba
completamente a su merced con mi cabeza inclinada en un grado tan agudo. Él
abrió mi boca con su lengua, probándome con violencia, chupando mi labio inferior
hasta que dolió. Volví a gimotear.

Me liberó y me dio la vuelta, forzándome contra la pared. Sus manos fueron al


botón de mis jeans y no peleé contra él. No quería. Algo en el beso cambió toda mi
perspectiva. Él no deseaba a la Srta. Gibbons. Me deseaba a mí. Me amaba. Y estaba
a punto de probarlo.

Bajó de un tirón mis jeans y mis bragas, dejándolos descansar alrededor de


mis tobillos. Oí que se desabrochaba su cinturón y luego la realidad interrumpió,
alta y clara.

Sr. Connelly, estamos en el colegio susurré.

Me importa una mierda dijo él.

Era la segunda vez que decía “mierda”. Nunca decía esa palabra, y eso me
asustó. Lo vi fuera de control por primera vez.

Sujétate fuerte, Cadence dijo él, y sentí su brazo alrededor de mi bajo


vientre. Me aupó del suelo, los pies me colgaban a centímetros de las frías baldosas.

¡Sr. Connelly, no creo…!

Cadence, por el amor de Dios. ¡Deja de hablar! se sumergió dentro de mí.

Jadeé por el repentino empalamiento, mi cuerpo estaba resbaladizo por la


excitación de nuestra pelea. ¿Qué pasaba conmigo para que una pelea me excitase
sexualmente? O quizá no fue la pelea. Quizá fue el beso del Sr. Connelly, su ira, su
determinación para hacerme suya en el closet, sin importar que yo quisiera o no.

¡Dios, te sientes tan asombrosa! Tan apretada respiró, bombeando en mí


con fuerza desde atrás mientras yo me aferraba desesperadamente a la pared.
Me sentí a mí misma resbaladiza y me agarré al estante encima de mí,
colgando mientras él usaba mi cuerpo de una forma nueva. Era rudo, pero no como
la fuerza que él había usado en el pasado. Ésta era rudeza por el cabreo, y juro que
él quería follarme para que dejara de ser una zorra. No había nada poético ni
hermoso en la forma en que él lo hizo. Fue bruto y animal. Deseo masculino
profundo y oscuro. Y mi cuerpo respondió a ello, lo moldeó, le cedió el paso.

Ni siquiera le tomó mucho tiempo.

Me. Corrí. Con. Fuerza. Pero tuve el buen sentido de mantener mi b oca
cerrada. Era desesperadamente injusto porque quedarse quieta parecía agravar la
intensidad de mi orgasmo, y pensé que moriría. Me retorcí mucho, de forma
salvaje, involuntariamente animando el orgasmo de él, y él se corrió en mí con un
grito cansado desde algún lugar en las profundidades de su garganta.

Él continuó sujetándome, suspendida en el aire después de que terminase,


respirando con dificultad.

¿Cadence? Esto será un desastre dijo.

¿A qué te refieres? pregunté.

¿Puedes llegar a esas servilletas de papel por encima de ti?

Agarré el rollo.

Corta una dijo, y yo hice lo que me decía.

Él tomó la servilleta y la puso entre mis piernas.

¿Lista?

¿Para qué?

Él me puso sobre mis pies al mismo tiempo que salió de mí, y sentí el chorreo
instante de semen. Estaba mortificada. Siempre habíamos usado condón; nunca
había sentido lo que era tener semen derramándose por mi cuerpo. Agarré la
servilleta entre mis piernas, de cara a la pared porque estaba demasiado
avergonzada para darme la vuelta. Oí al Sr. Connelly abrocharse el cinturón.

¿Estás bien? preguntó con suavidad.

Asentí.

¿Te hice daño?

Negué con la cabeza.

¿Vas a mirarme?
Volví a negar con la cabeza.

Él se puso cerca, detrás de mí, y sostuvo la servilleta de papel entre mis


piernas.

¿Estás enfadada conmigo? susurró.

No respondí en un susurro No estoy enfadada en absoluto. Sólo me


siento estúpida. No sabía que esto es lo que pasaba.

Estoy seguro de que ya todo está fuera dijo el Sr. Connelly. Tomó la
servilleta y la hizo un bollo en su puño.

Me incliné y levanté mis bragas y jeans mientras el Sr. Connelly estaba


mirando. Cuando estaba vestida y tranquila una vez más, lo miré. Parecía cansado,
pero feliz.

Te amo dijo Sé que puedes pensar que estoy usándote, y me doy


cuenta de que estaba siendo rudo, pero estaba demostrándote lo mucho que te
amo. No deseo a nadie más. Te deseo a ti, Cadence.

Asentí y envolví mis brazos alrededor de su cintura, aferrándome a él con


fuerza.

Él se inclinó y susurró en mi oreja.

Pero no diré que no fue divertido enderezar esa actitud tuya.

Empujé su pecho, dejando colgando mi cara cuando la sentí tornarse roja


como un tomate. Él se rió por lo bajo y abrió la puerta del closet.

Voy al baño para deshacerme de esto dijo, levantando la servilleta


usada . Tienes que comer algo antes de la primera clase.

Asentí y lo seguí fuera de la sala.

***
¿Qué estabas haciendo allí? La campana va a sonar en, como cinco minutos
dijo Avery, observándome mientras me dejaba caer junto a ella con una Cola y
una bolsa de patatas fritas.

Me dijeron que comiera algo dije, todavía aturdida.

¿Por qué estás toda roja? preguntó ella, mirándome con sospecha No
tienes Educación Física antes de la comida, ¿cierto?
No, pero tuve un montón de ejercicio.

Negué con la cabeza.

Avery entrecerró los ojos.

Oh. Dios. Mío.

¿Qué? espeté.

Acabas de follar con el Sr. Connelly, ¿verdad? susurró ella.

¡Shhh! ¿Quieres contárselo a toda la cafetería?

Avery miró alrededor.

¿Cadence? Somos las únicas en esta mesa. Bueno, ¿follaste o no follaste a tu


muy caliente profesor de matemáticas del colegio?

Sólo no pronuncies la palabra con “F” dije No quiero oírla.

Supéralo y contéstame.

¡Sí! ¿De acuerdo? ¡Sí, lo hicimos! me metí una patata en la boca.

Avery palmeó con su mano la mesa.

¡Oh. Dios. Mío!

Deja de decir eso siseé.

¿Estuvo bien? me preguntó, codeándome.

Sonreí reluctantemente.

Asombroso.

¿Dónde? chilló ¿Dónde pasó?

En el closet de su clase.

Ooo, ustedes dos son sucios. ¡Me encanta! dijo ¿Ha pasado antes?

No.

Bueno, ¿Qué hizo que lo hicieran? Quiero decir, es un riesgo enorme.

Una pelea.

Avery suspiró, de forma soñadora.

Dios, me encanta follar después de una buena pelea.


¡¿Vas a parar de decir la palabra con “F”?!

¿Por qué pelearon?

La Srta. Gibbons dije, refunfuñando.

Oh, Dios mío. Ella es una gran puta. ¿Estaba tratando de conseguir a tu
hombre?

Asentí.

Una puta y una zorra dijo Avery pero no lo entiendo. ¿Por qué te
enfadarías con el Sr. Connelly por eso?

¿Podemos hablar de otra cosa? pregunté, rellenando mi cara.

Oh, entiendo. Estabas súper celosa y decidiste empezar una pelea. ¿Tengo
razón? preguntó Avery sonriendo.

Quizá murmuré.

Jesús, Cadence. Madura de una jodida vez10 dijo Avery.

Me iré si dices la palabra una vez más advertí.

Bien. Pero tienes que madurar replicó Avery Quiero decir, ¿te dio él
alguna razón para creer que quería meterse con esa bruja y puta de Gibbons?

Negué con la cabeza.

¿Entonces cuál es tu problema?

Suspiré.

Me aterra perderlo, ¿de acuerdo? Yo sólo soy esta chica ordinaria q ue no es


muy buena en matemáticas. No sé por qué me ama. Me lo dice, pero no puedo
ingresarlo en mi memoria. Soy totalmente insegura, y me odio por ello. No quiero
ser la chica insegura.

¿Sabes lo que estoy escuchando mucho? preguntó Avery Yo.

Volví a suspirar.

Esto no tiene nada que ver con el Sr. Connelly y la forma en que él se siente
por ti. Es evidente. Él fo…

10
Madura un poco ya: “Grow the fuck up already” en el original. Antes ella usaba la palabra “fuck”.
¡AVERY!

Lo siento. Él te hizo el amor a ti en su closet dijo En el colegio. Un gran


riesgo. Eso es amor total.

Me reí por lo bajo porque sonaba tan estúpido, él haciéndomelo en su closet.

El problema aquí eres tú y cómo te sientes sobre ti misma. Necesitas un


cambio de actitud.

Bueno, tengo una repliqué antes de poder detenerme.

¿De verdad? Avery sonó intrigada.

La campana sonó. Me levanté y agarró mi muñeca.

Siéntate. Cuéntamelo. Y rápido ordenó.

¿Estás hablando en serio?

Puedes apostar a ello.

Puse mis ojos en blanco.

Me levantó contra la pared y me lo hizo desde detrás.

Nunca había visto a alguien sonreír tan brillantemente. Juro que podía ver
todos los dientes de Avery. Incluyendo sus muelas de atrás.

Pero tú eres, como, una chiquilla dijo ella . Ergonómicamente, no


podría funcionar. ¿Qué? ¿Te puso en sus rodillas?

Me sonrojé ferozmente.

Me levantó del suelo.

¿Repite eso?

¿Estás tratando de ser una listilla? pregunté.

¿Te levantó del suelo? ¿Cómo?

Vamos a llegar tarde a clase repliqué.

Claramente me importa ahora. Dime cómo lo hizo dijo.

Él me rodeó son su brazo y lo enganchó alrededor de mis caderas. Y luego


sólo me levantó. Como si no pesara nada. Antes de saberlo, me lo estaba haciendo.

La boca de Avery quedó abierta por la incredulidad.


Eso. Es. Muy. Caliente. E. Imposible. Y jodidamente caliente.

Me encogí de hombros.

Este chico te gusta completamente dijo Avery ¿Te ha dicho que te


ama?

Asentí.

¿Te lo hace en el closet y te ama? Bueno, Cadence. Es obvio que este chico
es un tesoro.

Lancé una carcajada.

¿Podemos ir a clase ahora?

Ugh. Lo que sea dijo Avery Escucha, sé que tenemos esa regla…

Creo que ya pasamos la regla, Avery dije.

Muero por saber más confesó.

Sonreí. Usualmente era yo la que suplicaba a Avery más información. Nunca


estaba en el otro lado. Parecía que ella sabía todo. Experimentado todo. ¿Qué podía
decirle que no supiera ya?

Me observó mientras sacaba mis libros de mi taquilla.

¿Y bien? insistió.

Cerré la puerta de la taquilla suavemente.

Te contaré más. Si eres buena.


21
Traducido por 3lik@
Corregido por EffyVas

Me quedé mirando la pequeña “x” roja en la esquina superior derecha del 29


de enero en mi calendario de escritorio. Eché un vistazo a mi teléfono celular; 9 de
febrero. Miré a la “x” de nuevo. Entonces miré a mi teléfono celular de nuevo.
Apreté mis pechos suavemente. Sin dolor. Normalmente estarían adoloridos e
hinchados antes de mi periodo.

—Está bien, —me mentí a mí misma. No estaba segura de si debo llamar a


Mark o a Avery.

— ¿Once días? —Avery preguntó por teléfono. Ella sonaba ligeramente


preocupada—¿Estás en tu día normal?

—Bueno, no. Por lo general, uno o dos días antes o después de que esté
programada para comenzar —le contesté.

—Hmmm. Estás en una zona gris, a ciencia cierta —dijo Avery.

Mi corazón cayó.

—Tienes que hacerte una prueba —dijo ella.

Y entonces me puse a llorar.

—Cadence, estoy segura que todo está bien.

—¡Deja de mentirme! ¡Sabes que no usamos un condón! —Grité.

—Bueno, ¿estabas ovulando?

—¡Qué diablos voy a saber! —Lloré.

Avery suspiró pacientemente. —Ovulas en el día catorce entre los ciclos.


Normalmente.
— ¡Sé cuando ovulo! —le espeté y miré a mi calendario, una vez más. Me
sequé los ojos, sobre todo para que pudiera ver lo que estaba haciendo, y conté de
nuevo los días hasta cuando Mark y yo tuvimos sexo en su armario del aula. Sin
protección. Sin la píldora. Sin condón. Sin sentido alguno.

15 de enero.

—Voy a enfermar —di un grito ahogado.

—No, no lo harás. Vas a estar bien —dijo Avery. Había una ternura en su voz
que nunca había oído.

—¡No puedo ir a la escuela! —estaré presa del pánico.

—Cadence, toma una respiración profunda. Ni siquiera has tomado la prueba


todavía. Te estás asustando prematuramente.

—¡No puedo tener un bebé, Avery! ¡No sé nada acerca de los bebés! ¡Oh, Dios
mío! ¡Mi vida se acabó!

—¡Calma! ¡Tranquila! —Avery gritó a través del teléfono—. Vendrás conmigo


a casa después de la escuela, y vamos a resolver todo esto. Y si—y esto es un gran
si—estás embarazada, lo resolveremos, ¿de acuerdo? Pero creo que esto es solo
una falsa alarma de tu cuerpo. Creo que estás bien.

Traté de concentrarme en las palabras de Avery; “Lo resolveremos”. Como si


ella y yo estuviéramos juntas en esto. Tal vez ella se sentía responsable de alguna
manera, aunque no estoy segura de por qué. Ella no tuvo relaciones sexuales sin
protección conmigo y tal vez me embarace.

—Tengo que ir a vomitar antes de la escuela —dije, y colgué antes de que


contestara.

Grité cuando vi a Oliver de pie en mi puerta. No lo había oído en absoluto.

—¿Qué estás haciendo? —Chillé.

—No lo sé —dijo, sacudiendo la cabeza de lado a lado rápidamente.

—¿Qué has oído?


—No lo sé —. Sus ojos estaban prácticamente saliéndose de su cabeza.

Le agarré del brazo y tiré de él dentro de mi habitación, cerrando la puerta.


No sé por qué. Ambos mamá y papá ya se habían ido a trabajar.

—¿Qué has oído, Oliver? —Le pregunté pacientemente.

—Sólo algo sobre la ovulación y la forma en que podrías estar embarazada —


respondió.

Bajé la cabeza y empecé a llorar de nuevo.

—Por favor —le susurré.

—Por favor, ¿qué? —preguntó —. ¿No decirle a mamá y papá? ¿De verdad
piensas por un segundo que lo haría?

Lo miré, las lágrimas corrían por mi rostro.

—No lo sé. No sé lo que voy a hacer —. Me derrumbé en mi cama, y él se


sentó a mi lado.

—Está bien —dijo. Me palmeó el hombro con torpeza.

Me sequé los ojos.

—Cay, ¿cómo sucedió esto?

Yo sabía lo que quería decir, pero me eché a reír de todos modos. Era
exactamente la pregunta que necesitaba escuchar.

—Bueno, Oliver, cuando dos personas se aman, ellos...

—Cállate. Sabes lo que quiero decir. ¿Por qué has tenido relaciones sexuales?
¿Y con quién?

—Como me gustaría decirte eso. Y no es de tu incumbencia con quien tengo


sexo.

—Es un pecado, Cadence —dijo Oliver en voz baja.

—No, para mí no lo es —le contesté.


Oliver me miró sorprendido. —Es, como, en la Biblia y esas cosas, Cadence.
No tener relaciones sexuales antes de estar casada.

—¿Lo es?

Oliver frunció el ceño. —Bueno, sí. ¿No es así?

—Nunca he leído sobre eso —le contesté.

—Pero, es, como, lo que nos han enseñado —dijo Oliver.

—Yo sé lo que me han enseñado, Ollie.

—Entonces ¿por qué no estás siguiendo las reglas? —preguntó.

—Porque yo no las creo, ¿de acuerdo? —le espeté.

Oliver se echó hacia atrás y me miró como si yo fuera un extraño.

—¿Tú no crees en Dios? —suspiró.

—Por supuesto que creo en Dios —Resoplé —. ¿Podrías calmarte?

—¿No crees lo que está en la Biblia?

—Por supuesto que sí. Tal vez sólo interpreto las cosas diferentes a ti. Lo
siento si te molesta el hecho de que no tenga un problema con el sexo antes del
matrimonio.

—Bueno, deberías. Podría estar embarazada —dijo Oliver.

—Vete a la mierda.

—¡Cadence!

—Yo no necesito tu piedad, ni tu mierda condescendiente en este momento,


¿de acuerdo?

—Cay, lo siento. Lo siento mucho. Sólo estoy tratando de entender.

—¡Tengo dieciocho años, Oliver! ¡Soy un adulto! Puedo tener relaciones


sexuales, ¿de acuerdo? No me hace una mala persona ¿porque tengo relaciones
sexuales fuera del matrimonio? Yo no quiero casarme hasta tener, como, treinta.
¿Tengo que esperar hasta tener treinta para tener relaciones sexuales?

Oliver se encogió de hombros. —Bueno, de acuerdo a la Biblia...

—¡Deja de hablar de la Biblia! —grité —. ¡No necesito escucharlo! ¡Y de todos


modos, la gente se casaba, como, a los doce años de edad en aquel entonces! Eso
malditamente no cuenta.

—Pero Cadence, ¿no te sientes culpable en absoluto?

—¿Te sientes culpable cada vez que te masturbas?

—¡Cadence!

—Ven a hablarme acerca de la inmoralidad sexual cuando dejes de jugar


contigo mismo, Oliver —dije, poniendo la “inmoralidad sexual” entre comillas en el
aire.

Era la conversación más estúpida que podía tener en el calor de esta crisis
muy real, pero me alegré por ello. Por un lado, me hizo olvidar que yo podría estar
embarazada. Dos, me permitió elevar mi voz por primera vez lo mucho que me
pareció que el “pecado” de las relaciones sexuales prematrimoniales era una
mierda. Y no tenía nada que ver conmigo, no amar a Dios y querer ser una buena
cristiana. Tres, eso me hizo sentir como si tuviera una pizca de control sobre algo.
Tengo que hacer que Oliver cierre su boca, y él ni siquiera parecía estar pensando.

—Vamos a llegar tarde a la escuela —dije, agarrando mi bolsa de libros y las


llaves del coche.

—Voy a tomar el autobús —dijo Oliver.

—El autobús se ha ido, Ollie. ¿Qué? ¿No quieres ser visto en el mismo coche
con tu zorra hermana?

Oliver rodó los ojos.

—¡Rayos, ahora todas esas notas de odio en mi casillero son realmente


verdad!

Me encantaba el sarcasmo. Era una poderosa panacea como tal, y cuanto más
sarcástica era la situación, más me sentía como si pudiera manejarlo. Sonreí.
—Ya basta —dijo Oliver —. Si estás embarazada, me escaparé, porque no hay
manera en el infierno que viva en nuestra casa contigo, mamá y papá. No voy a
tratar con tus hormonas y todas esas estupideces que les suceden a las mujeres
cuando están embarazadas.

Abrí la boca para responder.

—Cállate. No he terminado.

Cerré la boca.

—Y creo que es realmente jodidamente injusto ser un tío a los quince años,
¿de acuerdo? No sé todas las cosas que se supone un tío deba saber, sin embargo, y
tú eres una perra egoísta.

Me quedé muy sorprendida. Y entonces me entró un ataque de risa.

—¡Lo digo en serio, Cadence! —dijo Oliver, pero luego él se echó a reír
también.

—Llamaré a mi bebé como tú —le dije, alborotando su cabello.

—¡Suéltame! —gritó, poniendo distancia —. ¡Y no, no harás!

—Estoy por nombrar a mi bebé como tú. Y voy a dejar que me ayudes a
cambiar pañales, también—. Le pellizqué la mejilla mientras me estacionaba en
una plaza.

—Asquerosa —Oliver murmuró, y salió del coche.

Caminamos juntos hacia el edificio de la escuela, y el silencio era


preocupante. De pronto, no era tan gracioso, y sentí la misma sensación de
hundimiento en el pecho que experimento cada vez que me montaba en una
montaña rusa. Era un miedo evidente. Que gritaba; “¡Puedes morir hoy!” Y
mientras caminaba a través de las puertas de la escuela, me preguntaba por qué
demonios incluso me montaba en las montañas rusas. La presión del grupo, me di
cuenta, y en ese momento, decidí no más montañas rusas. Al diablo con las
montañas rusas, pensé, y mi mano instintivamente fue a parar a mi vientre.

***
—¿Qué está pasando? —preguntó el Sr. Connelly, cerrando la puerta de la
clase.

—¿Qué quieres decir?

—Cadence, apenas me miraste esta mañana —respondió —. Has estado


nerviosa. Actuando extraño, sobre el límite.

Me encogí de hombros, bajando mi cabeza.

—Mírame —dijo el Sr. Connelly.

—No puedo —dije susurrando, mirando la primera la lágrima caer sobre el


suelo de baldosas.

—Cadence, ¿qué pasa? —preguntó el Sr. Connelly. Tomó mi mano y me llevó


al armario.

—¡Yo no quiero ir ahí!

—Está bien —respondió el Sr. Connelly, dejando caer mi mano —. Nosotros


no tenemos que entrar ahí.

Me limpié el rostro mientras me movía de lado a lado, esperando a que él


hiciera algo. Tenía la esperanza de que sólo dijera que podía irme.

—¿Por qué ese armario te asusta? —preguntó con cautela.

Hice una pausa antes de soltarme. —¡Porque creo que me quedé embarazada
en él!

Vi como el Sr. Connelly fruncía el ceño. Esa fue la magnitud de su reacción


inicial. ¿Él no sólo escuchó lo que dije?

—Así que ¿no sabes? —preguntó en voz baja.

Negué con la cabeza.

—¿De cuánto es el retraso?

—¿Eh?
—¿Cuán retrasada estas? —preguntó.

—Once días —respondí.

Él se pasó una mano nerviosamente por su cabello. —Estabas...

—¿Ovulando? Sí. Al menos de acuerdo con el calendario lo estaba. No sé


exactamente —contesté.

Escuché el siseo cuando respiró rápidamente.

—Lo siento —susurré. De alguna manera pensé que era mi culpa. Fue una
estupidez. Comprendí que ambos teníamos la misma responsabilidad, pero no lo
creí porque yo sería la única que podría llevar a un niño, no él. Era injusto de mi
parte, pero es así como me sentía.

—¿Por qué lo sientes, Cadence? —preguntó el Sr. Connelly —. Tú no has


hecho nada malo. Yo sí. Yo soy el que no uso protección. Fui impulsivo y fuera de
control.

—Yo estaba allí, también —discutí — Fui igual de impulsiva.

—Pero yo tengo veintiocho años —respondió él —. Lo sé mejor.

Me enfadé. —Así que, ¿porque yo tengo dieciocho años, no sé cómo controlar


mis impulsos?

El Sr. Connelly negó con la cabeza. —No quise decir eso.

Asentí con la cabeza. Sabía exactamente lo que quiso decir por la forma en
que lo dijo, pero yo no quería discutir. Estaba demasiado asustada.

—Me haré la prueba después de la escuela —le dije.

—Lo sé —respondió el Sr. Connelly —. Vendrás a mi apartamento.

—Oh. Bueno, yo simplemente lo puedo hacer en casa —dije.

—¿Por qué harías eso? No quiero que estés sola. Yo soy tan responsable de
esto como tú. Ven a mi apartamento después de la escuela, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.
El Sr. Connelly suspiró pesadamente y se dirigió a su escritorio.

—¿Qué pasa si estoy? —pregunté.

—No hay que preocuparse por ello hasta que no sepamos a ciencia cierta —
respondió.

—¿Quieres que me deshaga de él?

—¿Quieres?

—¿Qué significa eso? —pregunté.

—Sólo estoy haciendo una pregunta, Cadence.

—¿No es el aborto un pecado?

—¿Me estás preguntando? —El Sr. Connelly se sentó y agarró su lápiz —. No


sé si es un pecado, pero no creo que sea malo.

—¿Así que quieres que tenga un aborto? —pregunté, presa del pánico.

—Nosotros ni siquiera sabemos si estás embarazada todavía.

—Pero si lo estuviera, ¿quieres que mate al bebé? —presioné. Me sentía


mareada.

—No es un bebé. Es un parásito.

Di un grito ahogado y lo vi estremecerse.

—¿Un parásito? —susurré.

—Lo siento. No debí haber dicho eso. —Él me miró con atención—.
¿Cadence? Siento haber dicho eso. No quise ser ofensivo.

—¿Por qué dices algo así? ¿Qué te pasa?

Yo nunca había visto esa expresión en el rostro del Sr. Connelly, y recé por
nunca verla de nuevo. Pensé que él podría cortar mi cuerpo en dos con sus ojos.
Eran como dagas y me apuntaban.

—No insinúo, soy un maldito idiota. No sabes mi pasado —dijo.


Me quedé muy sorprendida y lo miré fijamente durante varios minutos. Él me
devolvió la mirada, pero sus ojos eran más suaves ahora, y yo ya no les temía.

—¿De qué estás hablando? —pregunté.

—Cadence, no quiero hablar de esto ahora. Vendrás a mi apartamento


después de la escuela, y ya... veremos.

Yo no podía soportar su falta de emociones. Yo era un desastre, y él estaba


sentado en su escritorio calificando otra prueba de matemáticas.

—¿Qué hay con tu pasado? —exigí.

—No es de tu incumbencia, Cadence.

—¡Al diablo con que no lo es! ¡Soy tu novia!

—No voy a discutir contigo.

—¡Deja de hablarme como si yo fuera una niña!

—No lo estoy.

—¡Deja de actuar como si estuvieras en control! ¡Sé que estás enloqueciendo


tanto como yo! grité.

—¡Lo estoy! gritó, y luego miró alrededor de la habitación. Tomó una


respiración profunda —. No hay nada que podamos hacer al respecto aquí. No
sabemos si estas embarazada. No tiene sentido preocuparse por eso.

—¿Cómo no lo hago? lloré.

—¡Porque no tenemos opciones ahora mismo!

Di un paso atrás, mi cabeza daba vueltas. El miedo y la rabia me consumían, y


la única manera que sabía cómo lidiar con esto era arremeter contra él. —No vas a
estar allí, ¿verdad? Si estoy embarazada. No vas a estar allí.

—No vuelvas a decir eso gruñó —. Yo siempre estaré allí, pase lo que pase.

Se levantó de su silla y se acercó a mí. Fue instintivo estremecerme cuando él


me agarró, aunque no estoy segura de por qué. Él nunca había hecho algo en el
pasado para hacerme daño, incluso cuando me tomó por la fuerza en el armario.
Envolvió sus brazos alrededor de mí, aplastándome contra su pecho, y yo lloré lo
más fuerte que pude por toda su camisa mientras me acariciaba el cabello,
haciéndome callar.

—Todo irá bien, Cadence dijo con ternura, mientras me besaba en la


cabeza. Se inclinó y murmuró en mi oído —. Vamos a estar bien.

Sonreí en su camisa y me aferre a él. Sabía que en un par de segundos él me


dejaría ir tenía que pero quería engañarme a mí misma en la creencia de que
me iba a sostener para siempre. Él olía a seguridad. Se sentía cálido. Era alto,
fuerte y tenía control. Le creí cuando dijo que siempre estaría ahí. Sabía eso incluso
antes de desafiarlo, pero tuve que desafiarlo para asegurarme. Necesitaba decirlo
en voz alta.

—Yo siempre estaré allí, pase lo que pase.

***
Soy pragmática sólo en ciertas cosas. No es parte de mi diseño genético a
menos que tenga que ver con el cabello o productos de maquillaje. Y en cuanto me
enteré esta tarde, cual prueba de embarazo es la adecuada para mí.

—Cadence dijo Mark pacientemente —. Por favor, elije uno —. Él miraba


alrededor de Walgreens, pero nadie que conocíamos estaba aquí.

Fuimos en coche a una farmacia a través de ciudad. Le dije que podía parar de
camino a su apartamento, pero él insistió en venir. Él no quería que fuera sola.
Seguía diciéndolo una y otra vez, y eso empezaba a molestarme.

—Bueno, sólo estoy decidiendo si prefiero leer líneas o palabras textuales


dije, levantando las dos pruebas y comparando las imágenes. Eso era importante
para mí, también. Si los gráficos parecían cursi y baratos, o confiaba en ellos.

—Cariño, esta es perfecta dijo Mark, señalando la prueba en mi mano


izquierda —. Pero toma ambas.

Tome ambas pruebas para estar seguros.

—¿Me acabas de llamar ‘cariño’? pregunté.


—Concéntrate, Cadence.

—¿’Cariño’?, al igual ¿que la gente vieja se llaman entre sí? pregunté — O la


gente rica. Puedo oír totalmente a los ricos llamarse unos a otros ‘cariño’.

Mark rodó los ojos y me arrebató las dos pruebas de mis manos, caminando a
la caja. Rápidamente lo seguí.

La chica detrás del mostrador sonrió mientras examinaba los artículos.


Parecía que se moría por decir algo, y cuando Mark sonrió cortésmente hacia ella,
ella lo tomó como una invitación.

—Oh, Dios mío. ¡Me gusta tanto cuando las parejas vienen juntas para
comprar pruebas de embarazo! Chilló.

No pude evitar sonreír ante su entusiasmo. Me gustaría que ella pudiera


tomar la prueba para mí. Estaría más que encantada de hacerlo, me imagino. Nunca
se me ocurrió que sus presunciones eran totalmente inadecuadas porque no había
nada malicioso en su comportamiento. Ella genuinamente y erróneamente pensaba
que éramos una pareja joven tratando de tener un bebé.

—Y sé que vas a decir, ‘Oh, sólo queremos un bebé sano’ cuando respondas la
pregunta, pero contéstame honestamente, ¿quieres? ¡Nunca nadie me contesta
honestamente! ¿Quieres un niño o una niña? ella preguntó, mirándome.

—Um…

—No seas tímida. Está bien querer uno sobre otro. Eso no quiere decir que si
consigues el otro no vayas amar a esa cosita dulce tanto como si fuera el género
que realmente querías.

—Um...

—Mamá se quedo sin palabras dijo la chica, mirando a Mark—. Está bien,
papá. ¿Tú qué quieres?

A Mark nunca se le trababa lengua, y él nunca se queda sin palabras.


Improvisó. Estaba amable y considerado. Así que dijo. —Estas no son para
nosotros. Estamos llevándolas para su hermana.

—Oh —La chica parecía decepcionada —. Bueno, ustedes dos harán un


hermoso bebé juntos.

—Gracias contestó Mark, y deslizó su tarjeta de crédito. Tomó nuestra


bolsa, me agarró la mano y me llevó afuera.
—¡Espere! ¡Su recibo! La cajera llamó.

—¡Quédatelo! Le dijo.

Rezaba mientras orinaba en el palo. Se sentía mal y una falta de respeto


hablar con el creador del universo, mientras estaba vaciando la vejiga, pero no
tenía elección. Tenía que orinar en el palillo para saber si estaba embarazada, y
tenía que orarle a Dios para pedirle no estarlo. No había nada gracioso acerca de
esos pocos segundos en el inodoro. Me sacudí malamente en realidad me oriné en
mi mano en ese momento. Me agarré de la vanidad para controlarme, pero fue
inútil. Era un desastre.

—Querido Dios, por favor no me dejes estar embarazada susurraba una y


otra vez mientras tapaba el extremo del palo.

Mark estaba esperando en su habitación cuando entré. Le entregué


automáticamente la prueba y me metí en la cama. Me acurruqué en posición fetal y
de inmediato comencé a llorar.

Dos minutos.

Todo mi mundo podría cambiar en dos minutos. ¿Qué podría pasar en dos
minutos? Nada, me di cuenta. Nunca terminé de leer todos los libros de Jane
Austen. Nunca escribí uno propio. No me graduaría de la secundaria. Tal vez nunca
si no pasaba cálculo. Miré a Mark, que estaba sentado mirando por la ventana con
el palo, esperando. A la espera de las líneas.

Seguí llorando sobre la almohada. ¿Cómo diablos podría ver toda Europa en
dos minutos? ¿Cuánto tiempo me tomaría en recorrer la Capilla Sixtina? ¿Podría
ver Dublín en dos minutos? ¿Quizás correr hacia abajo por la Calle O'Connell? 11 ¡El
Ojo de Londres12! ¡A la mierda! ¿Cómo seré capaz de ver eso si estoy corriendo por
la Calle O'Connell?

¡Quiero ver el mundo! Chillé, la almohada hacía un buen trabajo


asfixiando mis palabras y la desesperación.

Lo sé, Cadence contestó Mark.

¡No quiero ser una madre adolescente!

11
La Calle O’Connell: La Principal Calle de Dublin.
12
El Ojo de Londres: es una noria-mirador de 135 m situada sobre el extremo occidental de
los Jubilee Gardens.
Lo sé, cariño.

El llanto se intensificó hasta que no podía respirar. Me lancé y agarré a Mark,


sujetándolo como loca, y me puso en su regazo y me abrazó con fuerza,
meciéndome de lado a lado, mientras los segundos pasaban.

Ya casi susurró en mi oído Vamos a estar bien.

Negué con la cabeza violentamente. ¡No, no es cierto! Grité por dentro. Iba a
tener un bebé, y mi vida estaba acabada. La adrenalina se convirtió en ira.

¡Yo no quiero un maldito bebé! Grité en su hombro.

Yo tampoco respondió.

¡Odio los bebés! ¡Joder, los odio!

Yo también.

¡No quiero nunca un maldito bebé!

Pensé que si seguía gritándolo, usando la peor palabra que se me ocurriera


para describir un bebé, entonces no tendría uno. Estaría a salvo.

Shhh, Cadence dijo Mark Está bien.

Sentí que toda la tensión salió de su cuerpo al escuchar esas palabras.

Está bien.

Esta.

Bien.

Lo miré a través de una capa de lágrimas, frunciendo las cejas. Creo que no lo
estaba comprendiendo del todo. Me chorreaban los mocos por la nariz, pero no me
limpie. Me imaginé que parecía devastada. Mi vanidad me dijo que ocultara mi
rostro ¡todo este tiempo sería en vano! pero no pude. No podía dejar de
mirarlo. Mi cerebro funcionaba con lentitud, pero al final lo reconocí.

Alivio.

¿No estoy...?
No.

¿Estás seguro?

Sí.

¿Lo revisaste dos veces?

Tres veces.

Oh, Dios mío. Oh Dios mío, oh Dios mío, ¡oh Dios mío! ¡Te amo!

Envolví mis brazos alrededor de su cuello, apretando con fuerza hasta que
gruñó.

Te amo también, Cadence dijo con cansancio, frotando mi espalda.


Alisando mí cabello.

Salté de su regazo y corrí a la cocina. Me serví agua y bebí el vaso. Le creí, de


verdad, pero compré otra prueba, y yo quería tomarla. No había nada de malo en
ver las líneas negativas en dos ocasiones. En todo caso, me iba a traer una mayor
comodidad.

Esperé unos minutos para dar tiempo al agua para trabajar su camino a
través de mi sistema, demorándome en la cocina y hurgando en la despensa para
una merienda. Mark se quedó en el dormitorio. Me imaginé que él seguía mirando
la prueba, la línea plana que le decía, “Relájate. Ella no está embarazada”.

Después de terminarme una bolsa casi vacía de pretzels, fui al baño y repetí
todo el proceso. Esta vez, sin embargo, no estaba tan asustada, y no me oriné en mi
mano. Tapé la prueba y entré en la habitación de Mark. No le lancé el palo, sin
embargo. Me senté a su lado y lo sostuve yo misma.

Dos minutos de espera, y sin darle un solo pensamiento a Europa. Estaba


pensando, en cambio, acerca de cuán famélica estaba. Igual que la primera vez que
visité la casa de Mark. Quería comer todo en su apartamento.

Negativo. Una vez más. Otra oleada de alivio. La vida seguía siendo mejor y
mejor.

Mark me apretó la mano, sonriéndome amablemente antes de tomarme en


sus brazos una vez más y tirando de mí en su regazo.
Nunca te daré un susto así de nuevo dijo Siento mucho que pasaras
por eso.

Me acarició el cuello y me dejó caer sobre su pecho.

Estoy cansada y hambrienta murmuré, sintiendo el instante la pesadez


de mis párpados. Se cerraron, y los obligué abrirlos. Cerrarlos. Abrirlos. Cerrarlos...

Me dormí en una especie de éxtasis lánguido, sin darme cuenta del cambio
sutil. No estaba embarazada. Las dos pruebas lo confirmaron. Pero mi mundo
había cambiado de todos modos. Simplemente no lo sabía aún.
22
Traducido por Vale
Corregido por Morin

Miré hacia arriba desde mi examen y le sonreí al Sr. Connelly, pero el no vio.
No, eso no está bien. Él me miro. Me miro directamente. Pero no me sonrió de
regreso. Me sentí extraña y puse una señal de advertencia en mi corazón. Algo iba
mal, y yo quería preguntarle enseguida., pero estábamos en la mitad de la clase.
Trate de enfocarme en mi trabajo. No podía permitirme ir mal en el grado. Quizá
estaba viéndome pero centrado en otra cosa, y no quería registrar en su cerebro
que yo le estaba sonriendo.

Sí, eso suena bien.

Fui a visitarlo durante el almuerzo, pero no estaba en su salón. Estaba


deambulando por el pasillo, espiando a través de la ventana de la sala de
profesores. Lo vi sentado en una mesa leyendo y comiendo. Y casi empuje la puerta
para que se diera cuenta de que no estaba solo. Varios profesores estaban con él, y
no se me estaba permitido estar en sala de profesores de todas formas. Pensaba
que era extraño. El Sr. Connelly nunca come en la sala de profesores. El prefiere
comer en su salón donde puede escuchar su hip hop mientras come y califica.

Trate de visitarlo después de la escuela, pero su puerta ya estaba bloqueada


cuando iba a entrar en su salón. Las luces estaban apagadas. Se había ido. La
confusión creció de manera constante de manera que aumentaba cada hora hasta
que finalmente sucumbió el pánico.

Maneje hasta su apartamento y golpee la puerta. Fue lento para responder y


por un segundo, pensé que no estaba en casa. Cuando me abrió la puerta, vaciló
como si realmente no quisiera que entrara.

— ¿Por qué estas actuando tan extraño?— pregunté, pasándolo hasta llegar a
su sala de estar —. Has estado distante todo el día.

Mark se rasco la parte de atrás de su cabeza.

—He estado ocupado. — respondió.


— ¿De verdad? Te vi en la sala de profesores en el almuerzo. Tú nunca comes
allá. — dijé.

— Necesitaba un lugar para trabajar sin interrupciones. — dijo él.

— A interrupciones te refieres a mí. — espeté, ofendida.


— Me refiero a muchos estudiantes, Cadence. — dijo Mark pacientemente. —
Estoy atrás calificando.

Sacudí mi cabeza. — ¿Atrás calificando?

— Sí.

Nos quedamos en un incómodo silencio hasta que yo hablé.

— ¿Qué es lo que en realidad está pasando aquí?— pregunté

Pauso por un breve segundo antes de responder.

— No puedo hacer esto. — dijo, no mirándome. Aquello era de cobardes, y él


lo supo inmediatamente porque me miro directamente a la cara y repitió las
palabras. —No puedo hacer esto.

— ¿Hacer qué? — mi corazón estaba acelerado, rebotando en mi pecho sin un


ritmo.

— Cadence, ya no podemos hacer esto más. — dijo Mark.

— ¿A qué te refieres?
— A esto. — dijo señalando de ida y vuelta entre nosotros —. Esta cosa que
estamos haciendo. Tiene que detenerse. Yo podría perder mi trabajo. Tú eres mi
estudiante. Esto tiene que detenerse.

— No lo entiendo. Pensé que todo estaba bien. No estoy embarazada. Está


bien.— mi corazón estaba siendo aplastado.

— Esto no tiene nada que ver con el susto del embarazo. — dijo Mark —. Pensé
que eso era parte de esto.

— Pero tu dijiste que estaba bien…

— ¡No está bien, Cadence! ¡Tienes dieciocho! Eres demasiado joven para mí, y
estamos en diferentes lugares en nuestras vidas. ¿Entiendes eso?

Me estremecí.
— Ahora, he estado pensando mucho sobre esto. No quiero hijos. Nunca. Tu
probablemente los quieras en algún punto. Tenemos sueños diferentes. Valores
diferente. Tú dijiste eso. ¿Recuerdas?

¿Lo hice? ¿Cuando?

— Lo siento, pero no podemos hacerlo funcionar.

— ¿A qué te refieres? Podemos hacerlo funcionar.


—Cadence, esto es demasiado peligroso, lo que estamos haciendo. No es
saludable.

— ¿Cómo el amor no es saludable?— pregunté


—No… no me gusta perder el control. — dijo Mark —. Me siento como si
siempre estuviera fuera de control contigo. Eso no es saludable. Y el susto del
embarazo me hizo finalmente verlo. No me gusta esta persona en la que he
convertido. Impulsiva. Emocional.

— ¿Te refieres a humano?— espeté.

— No, Cadence. No me refiero a ser humano. — respondió Mark —Yo no actúo


de esta manera. Este no soy yo. Y está pasando factura. Tenemos que parar.

— Yo quiero estar contigo. — susurré. La primera lágrima calló.

— Es imposible, Cadence. Tienes dieciocho. Yo tengo veintiocho.

— ¡No me importa!

— ¡A mí sí! Está mal. Está mal en diferentes niveles.

— Dijiste que me amabas. — lloré, sorbiendo y limpiando mi nariz.

Mark suspiró. — Cadence, por favor, no hagas esto más duro.

— ¡Tú me perseguiste! — grité.

— Lo sé.

— ¡Me hiciste creer que me amabas!

— Lo hago, te amo.

— Entonces, ¿Por qué estás haciendo esto?— lloré — ¿Por qué estas
rompiendo conmigo?

— Porque es muy difícil, Cadence. Es solamente demasiado duro. Y creo que


nos estamos haciendo daño el uno al otro.
— No, no lo estamos. — discutí.

— Las peleas. Las dificultades a las que nos enfrentamos todo el tiempo
tratando vernos el uno al otro. Las escapadas. Es solo demasiado difícil. Quiero
una relación normal. Esta no la es. No es el tipo de relación que quiero.

— ¡Ten las agallas para decirlo!— grité —¡Tu no me quieres! ¡De eso es de lo
que se trata todo!

— ¡Para!— gritó Mark —¡No estoy tratando de discutir contigo! ¡Estoy


cansado de hacer eso! Te amo demasiado, y te quiero demasiado. Y ese es el por
qué estoy terminado esto antes de que algo desastroso pase.

¿A qué es lo que se refiere con ‘’desastroso’’? Eso estaba pasando ahora mismo.

El golpeteo de mi corazón en mi pecho se movió a mis manos. Las alce hacia él.

— ¡Por favor no hagas esto!— lloré.

— Cadence, no.

Corrí hacia él y arrojé mis brazos alrededor de su cuello. — ¡Tú me amas! ¡Yo
sé que tú me amas!

Mark vaciló antes de atraparme en sus brazos. Me apretó duro, sacando el aire
fuera de mí.

— Te amo. — susurró —Demasiado. Eso duele, Cadence. Me duele.

Me apoderé de él duro. Pensé que si le mostraba cuan desesperada estaba, el


cambiaria de parecer. Puse mis extremidades contra las de él, y entonces él no
podría romper conmigo porque él estaría igual de desesperado por mí.

Mark me empujó hacia atrás. Y yo me aferre a el.

— Cadence, por favor, déjalo ir.

— ¡No lo hare!

— Cadence…— Mark intentó quitar mis brazos fuera de su cuello.

— No me dejes sola. — me ahogue.

— Lo siento. Pero no puedo hacer esto.

No podía escuchar nada más. Era muy doloroso. Pero no lo podía dejar de
cualquier forma. Sabía que no podría ser capaz de manejar. Estaba llorando
incontrolablemente, y mi único pensamiento fue alejarme de él, así que corrí al
baño y golpee la puerta.

Me senté en el piso y llore todo el miedo y el dolor. Estaba asustada. Asustada


de estar sola. Asustada de verlo al día siguiente. Asustada porque había perdido a
mi real y único amigo. Era Agosto una vez más, y estaba comenzando la escuela con
nadie a la vista. Nadie con quien compartir nada. Nadie a que le importe
escucharme. Nadie que pasase tiempo conmigo. Solamente sola y asustada.

Me concentre en Avery. Quizá ella si fuera una amiga. Quizá no estaba


completamente sola. Quizá todo este tiempo que pasamos juntas creció una
verdadera amistad, no una falsa como con la que nos topamos a inicio de año. Tal
vez pueda llamarla.

Tal vez.

Mire la hora. Estuve en el baño por media hora. Estaba cansada y quería irme a
casa.

Mark estaba sentado en la cama cuando abrí la puerta del baño. — ¿Estas en
buenas condiciones para conducir?

Asentí.

—Me… me doy cuenta de que podrías arruinarme. — dijo Mark.


Estaba en shock. — ¿Qué?

Desvió la mirada. —No te estoy pidiendo que te quedes callada sobre esto.
Tienes que hacer lo que sientas que es correcto.

— ¿Crees que yo le diría a la gente sobre nosotros solo por venganza? ¿Crees
soy así de inmadura y malévola?

—No. No lo hago.

Nos miramos el uno al otro.

— ¿Entiendes que estoy hacienda lo que creo que es mejor?

Asentí.

—Lo siento, Cadence. — dijo Mark suavemente.

Asentí y me voltee para irme. Estaba en automático, mis articulaciones


moviéndose, dirigiéndome hacia la puerta, abriéndola, cerrándola, entrando en mi
coche. Girando la llave para encenderlo. Poniéndolo en reversa.
Dando marcha atrás. Retrocediendo. Estaba en piloto automáticamente por
que los sentimientos se habían ido. Los dejé en suelo del baño.

***
— ¿Cadence?— pregunto mama durante la cena.

— ¿Si, señora?

— ¿Estas bien?

—Si, señora.
Miro a papa y le envió un mensaje no hablado. Ella estaba preocupada, pero no
sabía que decir.

— ¿Cadence?

— ¿Si, señor?

— ¿Vas a pasar la noche del Viernes con Avery?

—Sí, señor.
— ¿Que van a hacer?

—Ir al centro comercial.

Papá rió entre dientes. — Sé que a ustedes las chicas les gusta el centro
comercial.

Asentí.

— ¿Qué más?— pregunto mama en tono alentador

—Ver una película. — ni siquiera sabía lo que estaba diciendo. Solo estaba
diciendo cosas.

— ¿Necesitas algo de dinero?— preguntó papa.

—No, señor.

— ¿Tienes ganas de repartir programas este domingo?

—Sí, señor.
Silencio por unos cuantos segundos.

— ¿Me disculpan?— pregunté. Fue bueno que mis padres no digieran que no.
ellos siempre dicen que no cada vez que pregunto cualquier cosa a menos que
tenga que ver con Avery. Me di cuenta de que tuve que haber dicho.

— ¿Me disculpan así puedo ir a la casa de Avery?— sacudí mi cabeza a la


respuesta de mama.

—Claro.

Creí que si me quedaba un Segundo más mama cambiaría de opinión. Salí


corriendo a mi cuarto. Me acurruque en mi cama debajo de las sabanas. Quería
llamarlo. Quería verlo.

Sabía que tenía dieciocho. Si tuviera treinta, yo probablemente tendría más


auto respeto, o al menos, perspectiva. El me pateó fuera de su vida, después de
todo, y no quería reaccionar fuera de la desesperación.

Pero era una tortura no hablar con él. Y esta noche, no iba fingir que no lo era.

***
Al día siguiente en la escuela fue el más duro de mi vida. Mucho peor que mi
primer día.
Incluso más malo que mi primer día en el reformatorio. Vague por los
corredores buscando a Avery. No podía encontrarla en ningún lugar y entre en
pánico. Intente concentrarme. Luego me enteré de que tenía la gripe, así que
estaba por mi cuenta.

Calculo fue enloquecedor. Realmente lo fue. No es que no me importara ni un


poco por la material. Pero necesitaba concentrarme en eso para distraerme,
mantenerme alejada del llanto histérico. Mire al Sr. Connelly unos pocos minutos,
lo suficiente para ver que tenía bolsas bajo sus ojos. Su cabello era un desastre.
Tenía la corbata torcida y camisa arrugada. Era un desastre, y esperaba que su
corazón estuviera igual que su apariencia.

— ¿Sr. Connelly? ¿Tiene resaca?—preguntó alguien.

— ¿Qué?

—Está confundido.
Buenas palabras.

—Estoy bien. Ahora de vuelta al problema. — el Sr. Connelly espetó, y nadie


más menciono su apariencia otra vez.

Yo generalmente almuerzo con Avery, así que cuando ella no venía a la


escuela, me iba yo misma a la mesa de los rechazados. Era adecuado. Yo estaba
siendo rechazada. Nicole y Riley sabían que algo estaba pasando por que fueron
amables conmigo. Era patético y dulce.

— ¿Quieres dividir mi sub?— preguntó Nicole mientras yo empezaba a comer


mi bandeja de almuerzo.
— ¿Hmm?— respondí, mirando hacia arriba. Mis ojos empañados con
lágrimas.

— ¿Mi sub? Mama me lo trajo. — dijo ella.


Era un sub de Subway, y si no hubiera perdido por complete mi apetito de
nuevo, tal vez hubiera aceptado su oferta. Olía divino.

Sacudí mi cabeza.

— ¿Esta segura?— preguntó suavemente.

Asentí y sentí la primera lagrima caer.

— ¿Quieres mis galletas?— preguntó Riley.

—No.
Estaban actuando como dulces abuelitas, tratando de aliviar mi dolor con el
confort de la comida.
— ¿Estas bien?— preguntó Nicole.

Sacudí mi cabeza, las lágrimas cayendo. — Solo tengo un mal día. — me


ahogué, y luego dejé la mesa.

Decidí que estaba siendo patética e inmadura porque me lo gané. Pero una vez.
Mi corazón latió dolorosamente mientras abría su salón de clases. Miró hacia
arriba desde su trabajo, y vi una leve sacudida de su cabeza, un silencio de súplica
para no hacer una escena. Eso no me podría callar.

— Me humillaste. — dijé, cerrando su puerta —Me lastimaste más que nadie.

El no dijo nada. Sollocé descaradamente.

—Me usaste. — subí.


—No lo hice. — dijo.

—Lo hiciste. — insistí —. ¡Tomaste ventaja de mí porque soy joven y estúpida!

—No lo hice, Cadence.

— ¡No digas mi nombre! ¡Nunca más vuelvas a decir mi nombre!

Estaba callado.

—Odio tener que verte todos los días. Odio tener que estar en tu clase. Odio
que rompieras mi corazón y no lo pueda arreglar. — paré por un momento —. Te
odio. Realmente, realmente te odio.

Hizo una mueca de dolor y volvió al trabajo. Estaba frio y sin corazón, y eso me
hizo rabiar por dentro. No sabía que era lo que esperaba que hiciera o dijera, pero
no esperaba que volviera a sus calificaciones. Mi cuerpo se movió mientras mi
mente gritaba ‘’¡Para!’’ pensé que podía pegarle, pero no lo hice. Estire mis brazos
frente mío y barrí su escritorio. Su soda, archivos, papeles de calificaciones,
papeles no calificados, carpetas, libros, laptop. Todo se fue. Todo cayó al suelo en
un montón de desorden, liquido naranja manchaba los papeles.
El no reaccionó, y estaba contenta por eso. Caminé fuera de su salón,
templando por mis acciones y satisfecha de haber tenido las agallas para hacerlo.
Solo sentí el menor pinchazo de culpa por su laptop en el suelo. No tenía ni idea
por qué, pero mientras caminaba a mi casillero, me pregunté si la había roto y si el
me haría pagar por ello.

***
—¿Por qué?— preguntó Fanny mientras ponía una taza de te frente a mi.

—Sabes que no me gusta el té.— dijé.

—Eso ayuda con los asuntos del corazón, querida.— respondió —. Créeme.

No discutí. Puse un azucarillo en mi taza de té y puse una generosa cantidad de


leche.

—Él dijo que estábamos en diferentes lugares. —dije.


—¡Pues, claro que lo están! ¡Él es un hombre y tu una mujer! ¿El chico es un
idiota?
Eso me hizo sonreír. —Él se refiere a los escenarios de vida y madurez.

Fanny lo pensó por un momento.

—Está bien. Así que no es lo ideal. Aquí hay una edad diferente, y tus estas
todavía en la escuela.

Asentí.

—Pero antes él estaba bien con eso.— ella siguió.

—Sí, antes de que tuviera un susto de embarazo.— espeté.

Los ojos de Fanny se abrieron como platos. —Oh, querida.


Sentí que tenía que explicarlo. —Fue una vez. Una muy irresponsable vez por
parte de ambos, pero no estoy embarazada, así que pensé que todo estaba bien.

Fanny estaba callada.

—Piensas que está mal tener sexo, ¿Correcto?

— ¿Por qué piensas eso?—preguntó.


—Porque soy cristiana y los cristianos no se supone que tengan sexo hasta que
se casen.

— ¿Es así?

Me encogí de hombros. —No lo sé. Eso es lo que me han enseñado.

—Hmm.

Sorbí mi té y esperé por una explicación.

—Eres una chica inteligente, Cadence.

— ¿Hacia dónde te diriges con esto?

— ¿Hacia dónde te diriges con esto?— pregunto.

Suspiré. — Probablemente haya sido mejor que rompiera conmigo. Soy


cristiana y el no. Estaba teniendo sexo cuando no debería. Estaba haciendo todo
mal. Soy una terrible cristiana.

—¿Lo eres?

—¡Sabes que lo soy!— lloré —. ¡Bien no podría serlo más!

Silencio.

—¿Cadence? ¿Cuándo permitiste que la gente dictara tu relación con Dios?


—¿Huh?

—¿Ya no quieres una relación con Dios porque otras personas en tu vida te
hacen sentir como que haces todo mal? ¿Te das cuenta de que tan tonto es eso?

—Bueno, ellos son los expertos.

—¡Ja! Experto mi trasero. Solo conozco a un experto.

—Estás hablando de Dios, ¿Lo estás?— pregunté

—Sí, lo estoy. Y quizá necesites ser escuchada por él en lugar de las personas a
tu al rededor. ¿Alguna vez pensaste en eso? Me refiero a que, él es Dios después de
todo. ¿No crees que es un poco más que tus padres o Gracie o quien quiera que te
haga sentir como la mierda por tus decisiones?

Estaba pegada al suelo.

—Ahora, volviendo a Mark. Dudo que el haya roto contigo por el susto del
embarazo. — dijo Fanny.

Seguía pegada al suelo.

—Esto es algo más complejo.— siguió.

La mire con ojos saltones.

—Cadence, eres parte de la conversación. Habla.

—Bien, um, el mencionó algo sobre sentirse fuera de control todo el tiempo. —
dije —. Realmente no entiendo a lo que se refiere. Para mi el nunca parecía fuera
de control.

—Quizá lo hacías sentir demasiado. — dijo Fanny.

— ¿Eso es malo?— pregunté, revolviendo mi te.

—Para algunas personas lo es. — explicó Fanny

—Entonces, ¿Por qué se fue?

—Quizá no entendía como se sentía por ti. — Dijo Fanny —.Quizá pensó que
podía controlarlo. O controlarte.

Me tense. —No me gusta eso, Fanny.

—Oye, solo estoy expresando mis pensamientos. Él es diez años mayor que tú,
Cadence. Quizá pensó que sería el tipo de relación en la que te entregar ías a él.
—No lo entiendo. — dije

Fanny dibujo en su respiración. —No conozco a este hombre. Solo sé que es


bueno arreglando cosas en casa y que lo amas.

Sonreí a regañadientes.

—Sorbe. — Ordenó Fanny, y me obligo a llevar el vaso a los labios —El


obviamente necesita sentirse como si estuviera controlado. Tal vez por eso fue a
alguien tan joven.

Me enfadé y Fanny lo vio.

—Cálmate. Todos tenemos problemas, Cadence. Solo porque saliste con él y


sigues enamorada de él no significa que tengas que hacer todos a tu al rededor
creer que él es perfecto. Nadie en el maldito mundo es perfecto.

—Eso no es verdad. — murmuré.

—Algo le pasó, y ese es el por qué es un maniaco al control. Empezó a sentirse


fuera de control contigo, y creo que eso ha traído algo de mierda dolorosa de su
pasado. Así que fue más fácil terminarlo que volverlo a atravesar.

— ¿Eres, como una terapeuta o algo?— pregunté.

—No, solo he vivido un tiempo. — Respondió Fanny —Sorbe.

Puse la taza de té automáticamente en mis labios.

—También creo que él te ama demasiado y que nunca realmente quiso romper
contigo.

— ¿Y por qué piensas eso?

—Porque, querida. ¿Por qué alguien querría romper tu corazón?

—Dices que las personas se dañan unas a otras todo el tiempo. Que las
mariposas mueren y es cuando pasa el rompimiento. — le recordé.

—No, Cadence. No estoy hablando de mariposas. Estoy hablando de ti. ¿Por


qué alguien querría romper tu corazón?

No tenía ni idea. Y no creía que yo fuese la novia perfecta, pero creía era una
buena. Creía que era una buena porque le amaba.

Sacudí mi cabeza y tome otro sorbo.


23
Traducido por MewHiine
Corregido por Morin

El Sr. Connelly rompió conmigo dos días antes del día de San Valentín. Me di
cuenta de que tendría que hacer un infierno de actuación hoy para ocultar mi
humillación y dolor. Globos de corazón rojos y blancos obstruían los pasillos el
viernes por la mañana. La oficina había sido atacada por ramos de todos los colores
de rosas. Los estudiantes entregaron gramos de caramelos a lo largo del día,
interrumpiendo la clase y provocando los celos entre las chicas. Yo no fui una
excepción, pero escondí mis celos en mi corazón donde nadie podía verlos.

La clase de matemáticas fue una completa pérdida de tiempo. El Sr. Connelly


no enseñó. Entregó hojas de práctica en su lugar, y estuvimos trabajando en grupos
de tres.

Jacob se acercó a mí y me puso una sola rosa rosa en mi escritorio.

— ¿Qué es esto? — Le pregunté, cogiendo la flor.

— Te veías un poco triste desde ayer. Pensé que una rosa podría ayudar para
animarte, —contestó. — ¿Quieres que trabajemos juntos en esta hoja de práctica?

Asentí con la cabeza. — Gracias por la rosa. Estoy segura que los rumores ya
están empezando, —le dije, mirando alrededor de la habitación. Unos pocos
estudiantes miraban curiosos, pero la mayoría no hicieron caso.

— ¿Te molesta? —, preguntó, sentándose a mi lado.

— ¿Qué? — Le contesté. — ¿Los rumores de que estamos juntos?

Él asintió con la cabeza.

— No. — Lo dije sobre todo para no herir los sentimientos de Jacob. Pero había
una pequeña parte de mí a la que realmente no le importaba. Por otra parte, no me
importaba mucho nada. No por supuesto esta hoja de trabajo en frente de mí. —
No tengo ganas de hacer esto.

— Oh. ¿Quieres que me vaya?


Me reí entre dientes. — No. Puedes quedarte. Podemos hablar.

Jacob se vio sorprendido. — Genial. Bueno, ¿de qué quieres habl...

La campana de alarma sonó. ¿Por qué iba alguien a programar un simulacro de


incendio el Día de San Valentín? Pasar a través de los globos en e l pasillo se
convirtió en una maraña de ramas y cintas, y una vez que llegamos afuera, nos
quedamos de pie en el frío durante veinte minutos mientras que los maestros
terminaban la ronda. Algunos estudiantes habían desaparecido, por lo que nos
vimos obligados a esperar fuera mientras que el edificio era allanado. Resulta que
los estudiantes fueron descubiertos en las escaleras y los salones de clase,
haciéndolo. Idiotas. Cuando finalmente se nos permitió a entrar, había poco tiempo
de clase para hacer, y Jacob parecía decepcionado.

Reuní el valor de mirar al señor Connelly una vez durante la clase. Quería ver
si había algún tipo de vergüenza escrita en su rostro por haber roto conmigo justo
antes de este desagradable día de fiesta. Él sólo estaba concurrido, muy ocupado
encorvado sobre su escritorio. Calificando. Garabateando. ¿Quién sabe? Tenía la
esperanza de que se sintiera como una mierda.

Llevé mi flor durante todo el día porque era reconfortante. No me gustaba


Jacob románticamente, pero me gustaba lo amable que era. Y reflexivo. Creo que él
entiende que yo no estaba interesada en él, sin embargo, aún así, me dio una rosa.
No era más que uno de esos tipos realmente buenos, y decidí que llevaría mi rosa a
casa y lo pondría en agua. Trataría de mantenerla viva el mayor tiempo posible.

—Este día es una mierda completa, — dijo Avery, tomando la silla vacía al lado
mío en el almuerzo. Miré hacia abajo a su camisa que decía: “El Día de San Valentín
es una fiesta satánica.” Me reí y me sentí tan bien.

— ¿Por qué dices eso? — Le pregunté. —Tienes un novio.

— ¿Y qué? Sigo pensando que es un día de fiesta de mierda, — respondió ella.


— Y puedo garantizar que Gavin no ha pensado en hacer nada especial para mí.

Su tono era tan malhumorado y triste que instintivamente puse mi brazo


alrededor de su hombro.

— ¿Yo no debería reconfortarte? — Pregunté.

Le apreté entonces volví a mirar a mi comida. No había comido en dos días.


Perdí el apetito alrededor de las 4:27 en la tarde del miércoles.

—Estoy bien. Bueno, en realidad eso no es cierto. Estoy entumecida. —Pensé


por un momento entonces sonreí, y añadí, — Confortablemente entumecida.

— Lamento que te hiciera eso, Cadence, — dijo Avery.


—Lo sé, Avery.

Ella me había dicho esto una docena de veces, y sabía que estaba tratando de
ser solidaria, pero yo no quería escucharlo más. No significaba nada. No me hacía
sentir mejor. No me ayudaba a entender. Todavía no podía comprender cómo una
persona podía pretender amar a alguien “mucho” y luego romper con ella. No tenía
absolutamente ningún sentido, y creo que mi perplejidad ante la dura prueba había
sido lo único que evitaba que estuviera constantemente alrededor de las
veinticuatro horas sollozando. Yo no era buena pensando y llorando al mismo
tiempo.

— ¿De dónde sacaste la rosa? — preguntó Avery, acariciando los pétalos de


color rosa pálido.

— Jacob me lo dio — le contesté.

— Qué lindo — dijo Avery , entonces se puso el dedo en la boca como si


estuviera tratando de hacerse vomitar.

— Muy madura, —le contesté. — Y es lindo. ¿Sabes lo que me dijo esta


mañana?

— ¿Qué fue eso?

— Me dijo: « Te veías triste desde ayer, así que pensé que esto podría
animarte».

— ¿Con una flor que se va a marchitar al final del día? — preguntó Avery.

— Hombre, eres una perra sin corazón, —le contesté.

Avery se rió. —En serio, aun así. Eso es un gesto muy dulce. ¿Cuándo te la dio?

— Durante la clase de matemáticas.

— Oh, — dijo Avery, animándose. — ¿Lo vio el Sr. Cretino?

—No lo sé.

— Bueno, espero que sí lo hiciera. Idiota.

Me encogí de hombros.

—Deberíamos hacer algo esta noche, — Avery sugirió. —Al igual que una
noche de chicas. Una mega noche de fiesta anti-San Valentín. — Sus ojos brillaban
con picardía, y supe que había problemas.

— ¿Qué quieres decir con «mega noche de fiesta »? — Le pregunté.


— Nada muy travieso. Vamos mezclar bebidas y emborracharnos mientras
vemos pelis de los 80. —Dijo Avery.

— ¿Dónde vamos a hacer eso?

Avery pensó por un momento y luego se le iluminó el rostro. — ¡En el


apartamento de Gavin!

Solté un gruñido. — ¿Cómo va a ser una noche de chicas si él está allí?

—No va a estar. Voy a hacer que se vaya pasar la noche con uno de los
perdedores de sus amigos, — dijo Avery.

—No sé...

— ¿Qué es lo que no sabes? ¡Es perfecto! Lo llevaré para comprar alcohol y


tenerlo esperando por nosotras cuando lleguemos allí. Me aseguraré de que limpie
su cuarto de baño. Es bastante bueno manteniendo el lugar limpio, en realidad.

— Avery, ¿no quieres pasar el Día de San Valentín con tu novio? — Le


pregunté.

Ella negó con la cabeza. —Lo veo todo el tiempo, Cadence. Prefiero pasar éste
día de fiesta tan intensamente de mierda contigo.

Y ese fue el punto de inflexión en nuestra relación. En ese momento, Avery se


convirtió en una verdadera amiga.

No nada más falso. Ella era mi amiga, y ella quería que me sintiera mejor.

— Gracias, — dije en voz baja, luchando contra las lágrimas.

— No te atrevas a llorar, pequeño coño, — contestó ella. — Y será mejor que te


pongas muy pedo esta noche.

— No vamos a ir a ninguna parte, ¿verdad? — le pregunté.

— De ninguna manera, — respondió Avery. — Sin repeticiones de tu gran


error. — Ella sonrió, y yo me reí.

— Bien, porque tengo dieciocho años, ya sabes. Esta vez podría ir a la cárcel
real, — le dije.

— ¿En lugar de pretender en ir a la cárcel?

— Bueno, la cárcel de niños, de todos modos, — dije. Cogí mi rosa y olí.

—No quiero ir a la cárcel real, tampoco, así que sólo vamos a mantenernos
dentro. — Avery me guiñó un ojo.
— Estoy emocionada, —le dije después de un tiempo.

— Yo también, — Avery respondió, pero pensé que estaba hablando sobre


tener una amiga de verdad en lugar de nuestra mega-noche de fiesta.

***
Click flash de Ciara es siempre una buena opción cuando eres una chica y estás
sin un novio, y bebiendo hasta el culo. Oh sí. Y si tienes un teléfono co n cámara.

— ¡Ahora es mi turno, Avery! — Me quejé, empujando mi culo fuera y mirando


por encima del hombro con recato. Hice un puchero para la cámara.

Avery se balanceó peligrosamente de lado a lado mientras tomaba la foto,


levantando su copa de martini y salpicando su bebida por toda la alfombra.

— Estás tan jodidamente caliente, Cadence , — dijo Avery, inclinando el vaso a


los labios. Lo empujó lejos, confundida. — ¿Dónde está mi bebida?

— Las has derramado por todo el suelo de Gavin. Uh oh. Estás en problemas,
— me reí

— Oh, hombre. — Ella se veía tan decepcionada, como si se hubiera olvidado


que teníamos toda una jarra de martinis de granada en la cocina. Deslizó su vaso
sobre la mesita de café y empezó a hojear nuestra selección de películas.

— ¿Alguna vez deseas ser una adolescente en los años 80? — Le pregunté,
sentándome a su lado en el sofá.

— Hmm. Bueno, mira la cultura pop. Los 80 no son muy diferentes de ahora, si
se piensa en ello, —Avery respondió.

— ¿No son diferentes? ¿Has visto los contestadores automáticos de los años
80?

— La cultura pop, Cadence. Yo no he dicho nada acerca de la tecnología.

— ¿Qué quieres decir? — Le pregunté.

— Bueno, la moda de los años 80 está de vuelta. Hollywood está rehaciendo


todos los clásicos de los 80. Incluso la música empieza a sonar como cosas de los
años 80, — explicó.

Pensé por un momento. — Tienes toda la razón.

— Todo lo viejo es nuevo otra vez, — dijo Avery, e hipo.


— ¿Eres mi amiga? — Le pregunté a la nada.

— ¿Eres tú la mía? —Respondió ella.

Breve pausa.

— ¡Oh Avery! — Dije, y arrojé mis brazos alrededor de ella. — ¡Yo sabía que
quería ser mi amiga desde el momento en que me hablaste en la cafetería! Y tú
estabas tratando de actuar todo grandota y mala en caso de que no quisiera ser tu
amiga. ¡Pero yo quiero ser tu amiga, Avery! ¡Quiero!

— Oh, Dios mío. Eres muy sabia, — Avery respondió, pero ella me devolvió el
abrazo. — Y sí, yo quería ser tu amiga.

Me eché hacia atrás y estudié su rostro. — Así que ahora somos realmente
amigas!

— Sí, Cadence.

—No sólo pretender ser amigas, —le aclaré.

— No, Cadence. No sólo pretender ser amigas.

Chillé. — ¡Se siente tan bien tener una amiga!

— Sí, Cadence. ¿Ahora te quieres centrar? — preguntó Avery.

Asentí con entusiasmo.

—Está bien, así que tenemos Fast Times, Can’t Buy My Love, Lucas, Say
Anything . . .

— Espera, ¿Es esa donde él sostiene el equipo de sonido mientras está


acostado en la cama? — Le pregunté.

—Uh huh. Jodidamente impresionante, — respondió Avery.

— Vamos a hacerlo, —le dije, y salté a la cocina para conseguir nuestra jarra de
alcohol.

Nos acomodamos en el sofá con nuestras recargas y empezamos la película. En


ese momento oí el tintineo de las llaves en la cerradura de la puerta, y la puerta del
apartamento se abrió.

— ¡Hey! ¿Qué estás haciendo aquí? — Avery exigió mientras veíamos a Gavin y
uno de sus amigos caminar dentro, — Se supone que debes estar muy lejos. Esta
es noche de chicas.

— Lo siento, cariño, — respondió Gavin. — Me olvidé de algunos videojuegos.


— ¿Videojuegos? —preguntó Avery sospechosamente. — ¿Cómo la biblioteca
llena de videojuegos que tiene aquí tu amigo el retrasado?

—Encantado de verte también, Avery, — dijo el amigo de Gavin.

Yo le miré. Descaradamente. No tenía otra opción porque estaba borracha, y


cuando estás borracha, es difícil encubrir nada. El hombre era todos músculos,
vibrante delantera, antebrazos tatuados como si fuera el propietario de una sala.
Parecía exactamente lo contrario de mi ex-novio, y me gustó inmediatamente.

Avery resopló. — Cadence, este es Nick.

—Hola, Cadence, — dijo Nick.

—Hola, Nick, — le contesté, y luego reí.

— ¿Qué es tan divertido, Cadence? —preguntó, acercándose a sentarse a mi


lado en el sofá.

—Mi martini, —respondí en broma.

— Vosotras chicas os veis como si no estuvierais haciendo nada bueno , — dijo


Nick, sentado tan cerca de mí que nuestras piernas se tocaban.

— Estamos siendo perfectamente buenas, —le contesté. — Estamos viendo


una película.

— ¿Y por qué no estás pasando la noche con tu novio, Cadence? — preguntó


Nick. —Es el Día de San Valentín.

Mi cara cayó, y él vio.

— Lo siento. No quise golpear un nervio.

Negué con la cabeza. — Me halaga que supusieras que tendría novio.

— Bueno, ¿una cosa tan bonita como tú? ¿Cómo no hacerlo? — Preguntó Nick.

— Voy a vomitar, —oí murmurar a Avery, pero no le hice caso.

— Yo tenía un novio. Hace dos días, — le expliqué. — Él rompió conmigo.

Nick me miró. — Entonces es un idiota.

No me había dado cuenta de Gavin tumbándose en el sofá junto a Avery, pero


de alguna manera en el lapso de unos quince minutos, de nuestra noche de chicas
se convirtió en una noche de parejas. A mitad de la película, Avery y Gavin
desaparecieron a su dormitorio, y yo me quedé sola en la sala de estar con Nick.
Continuamos viendo la película por un tiempo, y tal vez debería haberme sentido
un poco incómoda de estar con un chico que no conocía, pero el calor y la
relajación que acompañaba mis martinis me hicieron todo lo contrario. Dejé que
Nick pusiera su brazo alrededor de mí mientras yo apoyaba la cabeza en su
hombro.

— Eres una linda pequeña cosita, — dijo en mi cabello.

No me gustaba que él utilizara el adjetivo pequeña. Me recordaba al Sr.


Connelly y cómo le gustaba llamarme “mi pequeña Cadence.” Traté de bloquear
esas palabras. Quería olvidarme de él por completo.

—Gracias, — le susurré.

— ¿Estás triste, Cadence? — preguntó Nick. Creo que él quería que lo


estuviera, y yo no iba a mentirle.

— Sí.

Me levantó la cara hacia él, rozando mi cabello a un lado y metiéndolo detrás


de mi oreja.

— ¿Quieres que te ayude a no sentirte tan triste?

No lo dudé. — Sí.

Fue una mancha borrosa. El beso. Las lenguas torciéndose. A caballo entre sus
muslos. Sintiendo su boca en mi cuello, sus dientes hundiéndose suavemente en mi
piel. Llevándome a un lugar oscuro y secreto. Nunca protesté cuando me tuvo
desnuda, poniéndome cuidadosamente en la cama. Nunca protesté cuando besó
todo mi cuerpo, extendiendo mis piernas y degustándome. Nunca protesté cuando
se deslizó dentro de mí y me acarició suavemente. Se sentía como hacer el amor,
aunque no había amor. Nunca protesté ni una vez, pero lloraba en silencio, y él
nunca lo escuchó.

Por la mañana, yacía en la cama de invitados de Gavin sola, sintiendo el peso


del pecado sobre mis hombros. No porque hubiera tenido relaciones sexuales fuera
del matrimonio, sino porque había entregado mi cuerpo a un hombre al que no
amaba.

***
— ¿Vamos a hablar de esto? — Avery preguntó durante el almuerzo la semana
siguiente.

— No.
— Me siento totalmente responsable, Cadence, — dijo ella. —Yo no debería
haberte dejado a solas con él.

—Fue mi decisión. No es como si me hubiera obligado.

—Lo sé, pero aún así. No eres el tipo de chica que tiene sexo con chicos al azar.

Me enfadé. — Yo no tengo sexo con chicos al azar. Tuve sexo con un chico al
azar.

— Bueno, no eres el tipo de chica que tiene sexo con un tipo al azar.

— ¿Por qué te importa? — Ladré.

— Porque eres mi amiga, ¿de acuerdo?

Yo no dije nada.

—Quiero decir, entiendo por qué lo hiciste. Pero el punto era tener una noche
de chicas y olvidarse de los chicos.

— Avery, —le dije con paciencia —tú desapareciste en la habitación de Gavin.


Con él. No parecías intentar demasiado tener una noche de chicas.

— Lo sé, y me siento mal por ello.

— No quiero hablar más de esto. Lo hecho, hecho está.

— ¿Usaste protección?

— ¿Escuchaste lo que acabo de decir?

— Cadence, ¿usaste protección?

— ¡Sí! ¿De acuerdo? ¡Sí lo hicimos! ¿Por qué coño es esto tan importante para
ti? ¡No he dicho nada que te haga sentir culpable por ello! ¡Mi vida! ¡Mi decisión!

Agarré mi bandeja y me fui pisoteando. Avery se quedó atrás. Necesitaba un


tiempo a solas. Tiempo para resolver mi culpa. Tiempo para averiguar la forma
saludable de reparar mi corazón. De ninguna manera iba a reparar bien las
costuras, pero sentí el ligero desenlace de mi moral. Yo era una chica mejor que esa
persona en la noche del viernes. La quería de vuelta, pero tenía miedo de que esta
nueva golpeada y dañada chica no la invitase.

Oliver me estaba esperándome en mi coche al final del día.

— Kim va a una cita conmigo, —dijo. Sonaba como un niño pequeño


alardeando de su viaje a Disney World, y mi molestia creció al instante.

—Súper, — respondí, tirando de la puerta del coche.


— ¿Cuál es tu problema?

—Nada, — murmuré, subiendo al asiento del conductor. — Date prisa y entrar.


Quiero ir a casa.

— ¿Quieres ir a casa?— Preguntó Oliver, poniéndose el cinturón de seguridad.

— Lo que sea.

Oliver suspiró. — ¿Qué está pasando, Cay? — Y luego se quedó sin aliento. —
¿Has averiguado que estás embarazada?

Me eché a reír, y mi mal humor se levantó un poco.

— ¿Qué?

— Me encanta la forma en que, de repente, recuerdas que puede que esté


embarazada.

— Lo siento, ¿de acuerdo? He tenido cosas pasando.

— Al parecer, —le contesté, sacándonos del estacionamiento de estudiantes.

— Sólo dime si estás embarazada o no, —dijo Oliver.

— No, no lo estoy. Y será mejor que no lo menciones nunca más en tu vida, —


le advertí.

— Ya lo he olvidado.

— Bien. Ahora háblame de Kim, — le dije. Eché un vistazo a Oliver y vi una


sonrisa tonta propagándose por su cara.

—Vamos a ir a una cita. — No dio más detalles.

— Sí. Ya has dicho eso. ¿A dónde vais y quien va a llevarte? —Le pregunté.

— Oh, bueno, pensé que tú lo harías, — respondió Oliver. — Y pensé en


llevarla a la Churrasquería de Ruth’s Chris.

— Wow, eso es muy caro. ¿Cuántos céspedes has cortado?

— Un trillón. Y he estado ahorrando cada centavo.

— Y ahora vas a gastarlo todo en ella, — dije, divertida.

— ¿Tienes problema con eso?— preguntó Oliver.

¿Tenía un problema con ello? Tenía un problema con cualquier cosa


últimamente que tuviera que ver con el amor.
— No, Ollie. Creo que es dulce, — le dije en voz baja. — ¿A qué hora quieres
que te lleve?

— A las siete de este viernes.

— Es mejor hacer una reserva. Los viernes son noches de citas.

— Lo sé.

Sonreí, porque sabía que no tenía ni una maldita idea. Una pequeña parte de
mi corazón estaba dolorido y celoso, pero sobre todo estaba feliz por Oliver. Él
había estado suspirando por esta chica todo el año, y finalmente ella se había
dignado a pasar el rato con él. Ella mejor que lo trate bien, pensé, o la dejaría
tenerlo.

Perra.

— Cay, ¿alguna vez se lo dirás el chico? — Oliver preguntó de la nada.

— ¿Decir qué a quién?

— Decirle al chico que fornicó contigo que piensas que podrías estar
embarazada.

— ¿De verdad acabas de decir fornicar? — Le pregunté e hice una mueca.

—Sólo respóndeme.

— ¿Sabes? Tienes cara al sentarte ahí en silencio y juzgarme cuando sabes que
quieres atornillar a Kim de arriba abajo.

— ¡CADENCE!

— Oh, cállate. Sabes que es verdad.

— ¿Quién eres? Juro por Dios que no sé quién eres, —dijo Oliver.

— Sí, bueno, no me conozco tampoco. Así que ahí lo tienes. Y a pesar de que no
es asunto tuyo, te lo diré de todos modos. Sí, se lo dije. Y sí, él corrió hacia las
colinas.

— Idiota.

—Bueno, qué se va hacer, ¿no?

— ¿Te estás convirtiendo en una mujer amargada?

— Sí.

— Genial. Simplemente genial. Aléjate de mí en casa, — dijo Oliver.


— Yo no quiero estar cerca de ti en cualquier lugar, Ollie. De hecho, preferiría
atarte a la parte superior del coche cuando tengo arrastrar tu culo alrededor, —le
contesté.

— Eres una perra.

— Como si no lo supiera.

No hay manera que pueda describir la enorme cantidad de celos que sentí la
noche del viernes, cuando acerqué a Oliver para recoger a Kim por su cita. Yo sabía
que provenía por la amargura y la humillación, y una parte de mí se sentía culpable
por odiar a Oliver tanto ahora. No era su culpa. Pero yo estaba herida, y él era feliz.
No, era más que feliz. Él estaba fuera-de-los-diagramas del delirio.

— ¿Así que supongo que irás sentado en el asiento trasero con ella? — Le
pregunté a Oliver en nuestro camino hacia el barrio de Kim.

— Uh, sí, —respondió.

— No quiero ningún tipo de tonteo ahí atrás. ¿Entiendes?

— Eso es gracioso viniendo de ti.

— Ya has oído lo que dije. Toda la idea de mi hermano haciéndolo me dan


ganas de vomitar.

— Deja de ser tan dramática. Y yo nunca lo haría con una chica en cualquier
lugar cerca de ti. Eso es, como, enfermo.

Sonreí. — Ella no va sólo a salir contigo porque tienes dinero, ¿verdad?

Oliver se echó a reír. — No tengo dinero.

— Bueno, ella piensa que lo tienes. Te llevaré al la Churrasquería de Ruth’s


Chris, después de todo, —le dije, mirando a Oliver. Estaba bien vestido con unos
pantalones y una corbata. Aquello era lindo. — Todo lo que sé es que es mejor que
esa perra no se esté aprovechando de ti.

— No llames perra a mi chica, Cay, — dijo Oliver. — Y no se está aprovechando


de mí. Le gusto. Ella me lo dijo.

— ¿Cuándo?

— Hace como una semana.

— ¿Dónde?

— En la escuela.
— ¿Ella simplemente se acercó a ti y te dijo que le gustabas? — Le pregunté,
girando en Maple Drive.

— No. Su amiga me lo dijo.

— ¿Su amiga te lo dijo? ¿De qué estamos hablando aquí? Qué, ¿ella se acercó a
ti en el cafetería y te deslizó una nota?

— No seas una idiota, Cadence.

— No lo soy. Sólo estoy tratando de entender realmente este escenario. ¿Hizo


Kim que su amiga fuera a decírtelo? Qué, ¿ella es demasiado cobarde para decirlo
ella misma? Estoy confundida.

Entré en la calzada de Kim y aparqué el coche. Oliver me frunció el ceño.

— No abras la boca cuando ella entre en el coche, —exigió. —Estás siendo una
perra porque estás mal porque quien sea que te haya dado un susto de embarazo
te dejó. Siento que lo haya hecho, pero no eches tu mierda sobre mí. Estoy muy
entusiasmado con esta cita y no voy a dejar que la arruines.

Salió del coche sin decir una palabra, y quedé sentada allí sin habla, mirando al
frente a las puertas de garaje.

Y luego la culpa me invadió como un viento caliente. Incómodo. Punzante.


Quemando. Mis ojos se llenaron.

Me había convertido en una perra. Y yo no era una perra. Soy una buena chica.
¿Qué m estaba sucediendo? ¿Y por qué había permitido a alguien tener tanto
control sobre la forma en que me sentía por mí mismo y cómo trataba a las otras
personas? Vi como Oliver escoltaba a Kim al coche, abriendo la puerta para ella
como un perfecto caballero. Sé que no debía hablar, pero lo decidí de todos modos,
porque todo lo que estaba a punto de decir iba a ser bueno.

— Hola, Kim, —dije, dándome la vuelta y sonriendo. Oliver entrecerró los ojos
hacia mí.

— Hey, Cadence, — contestó Kim. — Gracias por llevarnos.

— Oh, no es nada del otro mundo. No tengo nada mejor que hacer, —le dije.

Oliver se aclaró la garganta. Encendí el coche y me dirigí a la calle.

— Así que Kim, juegas la crosse, ¿verdad?

— Uh huh.

— Eso es, como, súper duro — le dije.


— Sí, lo sé. Todo el mundo piensa que los jugadores de la crosse son lesbianas,
pero totalmente no lo somos.

— Oh, yo nunca pensé que fueras lesbiana. Sólo quería decir súper duro, como
!vamos chica! Patea-culos, ¿sabes?

— Así que, — Oliver intervino. — Espero que te guste este restaurante, Kim.

— Nunca he estado, —respondió ella. — Y estoy muy emocionada.

Pude oír el vértigo en su voz y me relajé. Ella estaba realmente feliz de estar en
esta cita con mi hermano. Decidí callarme y darles su tiempo, así que encendí la
radio y escuché como Jonn Hart cantaba sobre un botín? especialmente “Quién
botín” No sé si alguna vez descubrió de quien era el botín, pero espero por su bien
que lo hiciera. Nunca había oído a alguien tan desesperado por un culo, y yo pensé
que perdería la cabeza si no encontraba ese botín.

Pensé que yo estaba perdiendo la cabeza.


24

Traducido por MaryJane♥


Corregido por Lucean

De alguna manera, supongo que por la gracia de Dios, me las arreglé para
levantar mi nota de cálculo a una “B”. Así que dejé de ir. Hubiera dejado de ir a
tutoría, independientemente, pero al menos mi promedio actual mostraba que
empezaba a comprender mejor los conceptos. Además, siempre estaría Jacob para
ayudarme si me quedaba atrás de nuevo. Él lo ofrecía cada dos días. Es curioso
cómo se acercaba a mí en mi casillero en el momento exacto en que pensaba en él.

—Hola, Cadence —dijo, cambiando su mochila de un hombro al otro.

—Hola —contesté, en cuclillas en el suelo y embalando mi propia mochila

—Mi mamá quería que te dijera que le gustó mucho ese arreglo floral que
hiciste —él dijo—. Iba a enviarte una tarjeta de agradecimiento pero insistió en
que te dijera en persona.

Sonreí.

—Me alegro de que le gustara.

—Eres muy buena en eso, ya sabes —dijo Jacob— ¿Alguna vez pensaste en una
carrera en plantas?

Me reí entre dientes.

—Eso sonó tan estúpido —murmuró.

—Me gusta la botánica, de hecho —le dije—. Y sí, he pensado en una carrera
en plantas. Específicamente sería como tener mi propia tienda de flores. —Me puse
de pie— ¿Creciste?

Él se rió entre dientes.

—Te has dado cuenta. Y sí. Dos pulgadas desde el comienzo de este año.

—¡Oh, Dios mío! ¡Eso es una locura!


—Y extraño. No crecí en todo el año pasado —respondió.

Me puse de puntillas y nivelé mi mano sobre mi cabeza, guiándola hacia Jacob.


Golpeó justo debajo de su hombro.

—Santo cielo. Vas a tener que conseguirte una mujer alta que se nivele con
todo eso.

Jacob se movió incómodo.

—No sé si me gustan las chicas altas.

—¿Por qué no? Las chicas altas son modelos —le contesté.

—Eh. —Se encogió de hombros, y me reí— ¿Trabajas hoy?

—Nope. Sólo vuelvo a casa.

—¿Piensas que tus padres te permitan tomar un café conmigo? Quiero decir, si
quieres —dijo.

Lo consideré.

—¿No hay drogas en tus bolsillos?

—Ni una sola.

—¿Ni pistola tranquilizante en tu mochila?

—La dejé en casa.

—Entonces creo que estaría de acuerdo con esto. Tengo que llamar primero —
le dije.

Él asintió y esperó por mí cerca de mi casillero. Caminé un poco más abajo en


la sala para realizar la llamada. Me estremecí cuando vi al El Sr. Connelly a la vuelta
de la esquina. Habían pasado tres semanas, pero todavía me sentía herid a. Y
ridícula. Sobre todo me sentía ridícula.

Se detuvo frente a mí.

—Buen trabajo en tu examen de hoy, Cadence.

—Gracias, Sr. Connelly —dije, y luego le di la espalda y llamé a papá.

La conversación fue fácil, corta y dulce. Papá no parecía tener un problema con
nada de lo que hacía ahora. O con quien me juntaba. Mi corta depresión de dos
semanas lo asustó tanto que estaba más que feliz de verme de nuevo en
funcionamiento. Pensé que incluso me dejaría pasar el rato con Dean porque
estaba tan desesperado por verme sonreír.
—Nos encontraremos allí —le dije a Jacob.

—¿Dónde? —preguntó.

—El Starbucks calle abajo, —aclaré.

—Está bien.

Nunca había pasado algún tiempo significativo con Jacob y no me di cuenta de


lo divertido que era. Él me hizo reír tan fuerte que derramé café en la parte
delantera de mi camisa.

—¡Oh, mierda! ¡Lo siento! —dijo, y me entregó una pila de servilletas.

—Está bien —me reí, limpiando mi camisa.

—Bueno, de todos modos. Esos fueron mis días de Pokémon —dijo, tomando
otro sorbo de su café—. No se lo digas a nadie.

Negué con la cabeza.

—No lo haré.

—No recuerdo que fueras así de tonta —dijo, mirándome pensativo.

—Oh, créeme. Lo era. Aún lo soy, en realidad.

—No lo creas. Eres una de las chicas geniales ahora —dijo.

—¿Y de dónde sacas eso? Soy un paria social —le dije.

—Bueno, eso es lo que te hace genial —dijo— Quiero decir, ¿quién quiere
estar en con los perdedores en nuestra escuela?

—Eso no tiene ningún sentido —le dije— Los chicos populares no son
perdedores. Nosotros somos los perdedores —le aclaré.

Jacob se rió.

—Y de todos modos, estar dentro haría las cosas mucho más fáciles —admití.

— Ya encuentras sorpresas en tu armario, ¿verdad? —preguntó.

—Oh, no. Nada de eso, gracias a Dios. Sólo quería decir. . . —Me detuve por un
momento— En realidad, no sé lo que quería decir. Y tienes razón. No creo que
estar dentro con chicos populares haría mi vida más fácil.

—Probablemente más difícil —dijo Jacob.


—Si. Demasiada presión para lucir y actuar de cierta manera. —Terminé mi
café y me recosté en mi silla—. Gracias por ser agradable conmigo este año.

Jacob sonrió.

—Bueno, tenía un motivo ulterior, pero decayó.

Me retorcí, y él lo vio.

—No te preocupes. Creo que por fin he conseguido superar mi enamoramiento


por ti. Me conformo con la mistad si quieres —dijo.

Lo miré. Él era alto y delgado con nariz de botón y orejas demasiado grandes.
Tenía los ojos azules y el tipo de pelo rubio más rizado que había visto nunca.

—Amigos —le dije, y extendí mi mano. Él la estrechó—. Deberíamos haber


sido amigos de verdad hace mucho tiempo.

—Nah, mira, eso no habría funcionado, porque estaba perdidamente


enamorado de ti.

Me eché a reír.

—¿Eso cambió una vez que escuchaste que terminé en el reformatorio?

—Por supuesto que no. Si hay algo que creía, era que eras la chica más mala de
todas.

Me reí fuerte. Ni siquiera vi al Sr. Connelly entrar.

—Estaba muerta de miedo el primer día que fui al reformatorio —le dije.
Entonces lo vi. Él me miraba con disimulo. Me tensé inmediatamente.

—¿Estás bien? —preguntó Jacob.

—Claro, —le dije, limpiando mi camisa de nuevo.

Jacob vio al Señor Connelly .

—Dios, odio ver a los profesores fuera de la escuela.

Me reí con nerviosismo.

—Yo también.

—¿Hay que saludar? —preguntó.

—Um. . .

—Demasiado tarde —susurró Jacob mientras el Sr. Connelly se acercaba a


nuestra mesa— Hola, Señor Connelly.
—¿Qué pasa, Jacob? —respondió, y se giró hacia mí— Cadence —dijo con una
leve inclinación de cabeza. Era una cosa de mierda para hacer. Comprendía que
habíamos terminado, pero no tenía que tratarme como a una completa extraña
intrascendente. El tipo solía poner su boca entre mis piernas.

Hubo un incómodo silencio antes de que Jacob interviniera.

—Tech jugará esta noche —dijo.

—Lo sé —respondió el Señor Connelly — He quedado con unos amigos para


ver el partido.

—Espero que sea mejor que el anterior —dijo Jacob.

El Sr. Connelly se rió entre dientes. —Ni que lo digas. ¿Ves baloncesto
universitario, Cadence?

Vete a la mierda.

—No.

El Sr. Connelly asintió.

—¿Apostará? —preguntó Jacob.

—¿En este juego? De ninguna manera —dijo el Sr. Connelly—. No soy un


jugador de todos modos.

Sé todo sobre eso.

—Bueno, es pecado de todos modos —dijo Jacob en broma— ¿Correcto,


Cadence?

—Entre muchas otras cosas —le dije.

—¿Cómo qué? —preguntó el señor Connelly .

—Hmm. No soy experta en la Biblia, pero la mentira, el engaño, el robo, el


tratar a la gente como mierda. . . Creo que todas esas cosas serían consideradas
pecaminosas —contesté.

Bueno, lo hice tres semanas. Tuve que darme apoyo para eso. Y también tuve
que ser más tolerante. Era una enojada y dañada adolescente de dieciocho años, no
virgen con una incómoda conversación con el hombre de 28 años que tomó mi
virginidad. Sí, se me permitía ser un poco sarcástica.

Ni el señor Connelly ni Jacob supieron qué decir y murmuraron —adioses— vi


como el señor Connelly miró en mi dirección antes de salir por la puerta.

—¿Qué fue eso? —preguntó Jacob.


—¿Qué fue qué?

—Esa respuesta —dijo Jacob—. ¿Qué pasó con eso?

Me encogí de hombros.

—Solamente respondí a su pregunta.

—¿Sigues molesta con el Sr. Connelly por el incidente de la tarjeta blanca?

—¿Eh?

—Cuando te hizo ir al frente para resolver un problema —aclaró Jacob.

Si sólo fuera eso.

Negué con la cabeza.

—No estoy enojada del todo. Preguntó por algunos pecados, y los enumeré.
Eso es todo.

—Fue jodidamente raro —dijo Jacob.

—Bueno, soy rara, ¿de acuerdo?

—Está bien, está bien —contestó Jacob, asintiendo.

Me puse de pie abruptamente. —Mira, me tengo que ir.

—No dije que fueras rara, Cadence —dijo Jacob—. Dije que lo fue eso.

—Lo sé.

—Bueno, pareces enojada conmigo de repente.

—No estoy enojada contigo.

—¿En serio?

—Soy positiva, Jacob. Realmente, lo soy. Me he divertido pasando el rato, pero


tengo que irme a casa. Ha sido un largo día —le dije. Y esa era la verdad completa.

—Muy bien —dijo, su tono resignado.

Pude sentir sus ojos en mí, mientras salía por la puerta de la tienda de café.

***
Lo vi por el vestíbulo mirándome, y quise darle celos.
—Tengo que ir a mear —dijo Tate, y me entregó las palomitas de maíz.

—Que elegante —murmuré.

—Oh, lo siento. Eso fue grosero —respondió, rascándose la parte posterior de


la cabeza. Él me miró con curiosidad.

—Mira, sólo voy a decirlo.

—Está bien.

—Estoy nervioso de estar en esta cita contigo. Quiero decir, esperaba que
dijeras que no, así que como que me exalté cuando aceptaste.

Sonreí.

—Estamos simplemente pasando el rato. No es gran cosa.

Él asintió.

—Puedes besarme si quieres. —No podía creer mi audacia. Pero a algo en mí


simplemente no le importaba—. Quiero decir, antes de ir al baño. Si quieres darme
un beso en la mejilla, no me importaría.

Tate me miró sorprendido. A pesar de su cuestionamiento, seguro que era una


persona completamente diferente cuando llegaba el momento de actuar. Y para
que conste, me sentí absolutamente horrible usándolo de esta forma. No quería los
labios de Tate en ninguna parte de mi cara, pero sabía lo que iba a hacerle al
hombre de pie a metros lejos de mí mirando la escena.

Tate sonrió y se inclinó, plantando un beso en mi mejilla. Y no fue tan malo.

—Hazlo de nuevo —le dije. De repente me sentí coqueteando.

Se inclinó y me besó en la mejilla, dejando que sus labios permanecieron por


un momento.

—Una vez más —le exigí. No podía conseguir suficiente. ¿Por qué quería que
siguiera besando mi mejilla?

Se inclinó, sus labios se cernieron sobre mi mejilla antes de dirigirse de forma


inesperada a mis labios. No estaba muy sorprendida. No me sorprendió. No estaba
loca. No estaba contenta. No sentía nada mientras lo dejaba besar mis labios.

Fue un beso inocente. Sin lengua. Sin chuparse el labio. Sólo ligero y dulce.

Se puso de pie y estudió mi rostro. Miré fijamente sus ojos.

—No te gustó del todo —dijo después de un momento. Y luego se echó a reír.
No sabía qué decir.

—Está bien. Todavía podemos ver la película juntos —dijo, y luego se alejó
hacia los baños.

—¿En serio estás en una cita con ese tipo? —preguntó el Sr. Connelly desde
atrás. Salté.

Sus palabras cáusticas me proporcionaron una medida de satisfacción.

—Sí.

—Dijiste que era un juguete —dijo el Sr. Connelly .

—Lo sé.

—Cadence, vamos. ¿Qué estás haciendo?

Estaba tan tentada a gritarle. Pero no lo hice.

—Estoy en una cita con Tate —le contesté. Ni siquiera dejé que me molestara
que mi frase rimara.

Bueno, eso es una mentira total. Jodidamente odiaba que mi frase rimara, y
odiaba lo estúpido que sonaba.

Y odiaba estar en una cita con un juguete. Y odiaba que el Sr. Connelly me
hiciera sudar mi camisa nueva.

Sin hacer un buen trabajo manteniendo las emociones bajo control.


Internamente de todos modos. Pero que me aspen si dejaba algo remotamente
apasionado escapar de mis labios. Malas palabras. Suplicas. Declaración de mi
amor eterno.

Él no conseguiría nada.

—¿Quieres estar en una cita con él? —preguntó el Señor Connelly .

—Sí.

—¿En serio?

Jodete.

—Sí.

—Cadence. . .

Te odio y Te amo. ¿Contento?

—¿Sí?
La actitud del Sr. Connelly cambió. De pronto parecía enojado. No le estaba
dando lo que él quería. Él quería que me tirara a su cuello. Quería ver a la loca,
Cadence impulsiva porque entonces eso le daría licencia a ser impulsivo, también.
Le gustaba echarme la culpa de esta persona fuera de control en la que se había
convertido, pero ¡oh, Dios mío, por fin me di cuenta de ello! A él le gustaba. Le
gustaba sentirse de esa manera. Le gustaba ser provocado.

Probablemente quería follar conmigo en alguna parte. Un armario, sin duda.

—Ese tipo no es bueno para ti —dijo.

—Me gusta —contesté alegremente.

—Sí, apuesto a que sí. —Me tomó del brazo y me llevó al otro lado de la sala. Él
me condujo a una alcoba oscura cerca del final del pasillo.

—Um, mi pareja se preguntará dónde estoy —le dije.

—¿Quieres que te diga que estoy celoso de un muchacho de dieciocho años de


edad? —susurró en mi oído.

— Sr. Connelly, estamos en público —le recordé.

—Llámame Mark —espetó.

Y fue entonces cuando le espeté. Sólo un poco.

—Usted no será llamado 'Mark' más. No tengo ese tipo de relación con usted.

—¿Entiendes lo que ha sido para mí? —preguntó— ¿Estar lejos de ti?

—¿En serio?

—¡Me estoy volviendo loco! —dijo— No puedo comer. No puedo dormir. No


me puedo concentrar en el trabajo. No me gusta, Cadence. Nada de esto. Estoy
enloqueciendo.

Sentí una ligera punzada. Dejé mi armadura deslizarse, y allí estaba. Una
punzada de culpabilidad. Y entonces me acordé de que él rompió conmigo.

—Usted lo terminó, Sr. Connelly —dije— Sólo estoy tratando de seguir


adelante.

—Cadence. . .

Nunca había visto al Sr. Connelly verse desesperado. Lo había visto nervioso,
preocupado. Avergonzado.

Incluso físicamente y emocionalmente desaliñado. Pero nunca desesperado. Y


no me gustaba. Sé que debería haberme sentido poderosa en ese momento.
Debería haber celebrado mi victoria. Pero realmente no gané. Me estaba haciendo
daño. Nos estábamos haciendo daño, y no sabía cómo solucionarlo.

—Olvidé que era el día de San Valentín —dijo después de un tiempo— No me


di cuenta.

—¿De verdad esperas que crea eso?

—Sí.

—Lo que sea. Tienes problemas de compromiso. Las personas con problemas
de compromiso son conocidas por romper con sus parejas cerca de las vacaciones.

El señor Connelly me miró fijamente. Y entonces vi una media sonrisa. Sé lo


que estaba pensando el hijo de puta.

—Y no, no he leído eso en mi Marie Claire. Lo he oído en alguna parte.

—No tengo una fobia al compromiso, Cadence.

—Lo que sea.

—Por favor, no te encojas de hombros. Realmente no me di cuenta de que el


día de San Valentín se acercaba. Debería haberlo hecho, pero no lo hice. No trataba
de ser doblemente hiriente.

No quería empezar a llorar. Había estado haciendo un buen trabajo hasta


ahora.

—Tengo que encontrar a Tate —le dije.

—No.

Ahora eso no era desesperado. Eso era exigente.

—No puedo ser grosera.

—Sí puedes.

— Sr. Connelly, me tengo que ir.

—No.

Y ahí fue cuando lo perdí por completo.

—¡Dijiste que siempre estarías ahí para mí! ¡Eso fue lo que dijiste! ¡Y te creí,
porque soy una idiota!

Algunas cabezas se volvieron en nuestra dirección.


—Sé lo que te dije, Cadence. Y es por eso que estoy aquí ahora, para llevarte a
casa conmigo.

—¡Vete a la mierda! ¿Crees que sólo puedes bailar el vals de nuevo en mi vida
después de seis semanas, alejarme de mi cita, y llevarme a tu casa? ¡Tienes un
montón de agallas, amigo!

—Ya creo que eso es lo que planeo hacer —dijo el Sr. Connelly—. Porque soy
tu cita esta noche, no él.

Lo miré con incredulidad. Entonces mi teléfono sonó. Era Tate.

—No seré grosera con él —le dije— No importa que sea un completo idiota.

—Bien, entonces escríbele y dile que te enfermaste.

—¿Por qué debo ir contigo? ¿Y cómo supiste que estaba aquí?

—Hablé con Avery.

—¿Qué?

—Bueno, ella me habló, en realidad.

—¿Qué?

—Gracias por compartir nuestro secreto, por cierto.

—Avery es de confianza —dije, despidiéndole con un gesto de la mano.

—Sí, esperemos que sí —respondió el Señor Connelly .

Negué con la cabeza.

—¿Qué te ha dicho?

—Ella me dijo que dejara de ser un idiota e hiciera las cosas bien contigo.

No dije nada.

—Ella es inteligente —dijo el señor Connelly— Y grosera.

Solté una sonrisa.

—¿Quieres venir conmigo? —preguntó.

Quería ir con él, más que nada, pero estaba aterrorizada.

—Temo que me lastimes de nuevo —susurré. Y entonces dejé que las lágrimas
cayeran. Las lágrimas que determiné no llorar. Le dejé ver lo frágil que era
realmente.
—Cadence Miller, —dijo Connelly. Me tomó la mano y la sostuvo con
suavidad— Tienes toda la razón del mundo para odiarme y alejarte. Pero te estoy
pidiendo en este momento, por favor, que no vayas. Ven conmigo. Déjame
mostrarte lo mucho que te amo. Lo mucho que siempre te he amado. Permíteme
disculparme. Y te juro que te lo compensaré por siempre. Sólo ven conmigo.

Tomé una respiración profunda.

—Ven conmigo —rogó.

Dudé por un momento, con los pulgares preparados sobre la pantalla de mi


teléfono antes de enviar un texto corto a Tate. Le dije que tuve una emergencia de
chicas con mi amiga, Avery. No podía decirle que me iba a casa. Podría llamar al
teléfono de casa para ver si llegué a casa con seguridad. Dejé caer el celular en mi
bolso y miré al Sr. Connelly.

Asentí.

Se inclinó y me besó en la mejilla. No me aparté cuando tomó mi mano y me


llevó fuera del teatro. Gracias a Dios nunca nos encontramos con Tate. Ni pensé en
las otras personas allí observándonos.

***
Tuve que esperar fuera de su apartamento mientras él “se hacía cargo” de un
par de cosas. Cuando por fin abrió la puerta, me dio instrucciones de cerrar los
ojos, llevándome con cuidado para no tropezar con el umbral. Olí las velas
encendidas de inmediato, y sonreí.

—Cadence, esto es sólo el comienzo —dijo— Abre los ojos.

No podía creer lo que veía. Era una explosión de amor, y toda para mí.

—¿Cómo hiciste eso? —jadeé, absorbiendo en los detalles.

Globos rojos y rosados atados con cintas blancas revoloteaban alrededor del
techo. Velas abarrotaban las mesas de centro y de comedor, emitiendo un
resplandor romántico. Ramos de flores adornaban todas las superficies de la sala
de estar. Había rosas, claveles, tulipanes, margaritas, lirios. Noté pequeñas cajas
envueltas con cintas de color rosa colocadas estratégicamente por toda la
habitación.

—Feliz día de San Valentín —dijo Mark.


Caminé alrededor de la habitación lentamente, fijándome en cada detalle.
Confeti rosa llenaba la mesa de café. Apreté mi dedo índice en una pieza y la
levanté para enseñarle.

—¿De dónde sacaste esos corazones? —pregunté.

—Party City.

—¿Y los globos?

—Party City. Sólo tenían dos más en forma de corazón —dijo, señalando a la
esquina.

—¿Una para ti y otra para mí? —bromeé.

—Eso es lo que espero.

Eché un vistazo alrededor de la habitación.

—Dios. ¿Qué habrías hecho si me negaba a volver a casa contigo? —le


pregunté.

—Me suicidaría, —respondió Mark— En serio. Si tuviera que entrar aquí solo,
me mataría.

Me eché a reír. —Realmente exageraste.

—Y me gustaría hacerlo de nuevo, —dijo— Y una y otra vez.

Sacudí el confeti de corazón de mi dedo y cogí una de las cajitas.

—¿Puedo?

Mark asintió.

Abrí la caja para hallar un pedazo de chocolate envuelto en un pedazo de papel


delgado de color rosa. Lo abrí lentamente y leí el mensaje: —Soy un idiota. —Miré
a Mark y asentí, y luego mastiqué el chocolate en mi boca. Pasé a otra caja y la abrí.
Otro chocolate envuelto con un mensaje: —Puedes castigarme como quieras. —
Miré a Mark.

—¿En serio? —dije, entregándole el papel.

—Sí, Cadence.

Bueno, tal vez podría tener un poco de diversión con esto.

—Ponte de rodillas. —No creí que realmente lo haría. Cuan degradante. Pero lo
hizo, y él esperó para obtener más instrucciones—. Umm. . . besa mis pies.

Mark sonrió y se inclinó. Salté hacia atrás.


—¡No! No beses mis pies. Gérmenes. Gérmenes en mis zapatos. Eso es
asqueroso.

—Voy a besarlos, Cadence —dijo Mark, mirándome.

Negué con la cabeza.

—Entonces, ¿qué quieres que haga? —preguntó.

Lo consideré un momento antes de responder: —Quiero que me hagas confiar


en ti otra vez.

—Haré lo que sea para sientas eso, Cadence.

—Quiero que me digas por qué seguías diciendo que tenía que confiar en ti, y
cuando lo hice, me dejaste.

Mark me miró directamente a los ojos.

—Fui un cobarde. Tenía miedo. Pensé que mi vida se había vuelto más difícil,
cuando en realidad, se volvió insoportable al momento en que saliste de aquí.

—Sé que es difícil para nosotros —susurré.

—Pero no va a ser para siempre, Cadence. Y siempre supe eso. Tuve miedo. No
tengo otra excusa —respondió Mark.

—Dijiste que no te gustaba sentirte fuera de control. Que te volvía demasiado


emocional o algo. —Lo miré expectante.

—No había. . . sentido cosas en mucho tiempo. Había olvidado lo que era. Tú
despertaste todas estas emociones, y no supe cómo manejarlas. Pensé que no me
gustaban, y cuando te fuiste, me di cuenta de que no me gustaba no sentirlas.

Sonreí.

—Que eres humano.

Él asintió.

Pensé por un momento. —¿Por qué no has sentido las cosas desde hace mucho
tiempo?

Lo vi tensarse como lo hizo ese día en la iglesia, cuando su madre casi reveló
un secreto.

—Yo. . . de verdad no quiero hablar de eso ahora. Quiero compartirlo contigo.


De verdad, pero no ahora. ¿Está bien?
Asentí, aunque no podía soportar que hubiera una parte de él no estaba
dispuesto a compartir. Pero lo respetaba lo suficiente como para dejarlo seguir.

—¿No crees que soy dramática?

Mark sonrió.

—Creo que eres el mejor tipo de drama. Y quiero que seas mi drama, y me
hagas sentir todo el tiempo, y me des vuelta al revés, y hagas a mi corazón y mi
mente lo que quieras.

Salté a sus brazos abiertos, y cayó de espaldas en el suelo del salón. Él me


envolvió en un desesperado abrazo machacante en su pecho que me dejó sin
aliento.

—Te amo, Cadence —susurró en mi oído—. Nunca he dejado de amarte.

—Te creo —le dije, enterrando mi cara en su cuello.

Y lo hacía.

***
—Tuve relaciones sexuales con otra persona. —Pensé que debía decir la
verdad antes de que él me hiciera el amor como si yo fuera, y siempre hubiera sido
únicamente suya.

Mark frunció el ceño como si no entendiera mis palabras. Abrí la boca para
repetirlas.

—No, te he oído —dijo, interrumpiéndome.

Bajé la cabeza.

—Fue el día de San Valentín. Me sentía sola.

Mark se movió incómodo en la cama.

—Lloré todo el tiempo. —Pensé que él podría proporcionar algún alivio.

Él levantó la vista bruscamente.

—¿Él te obligó?

—No. Nada de eso —dije— Lloré porque me sentía sola. Y porque no lo


quería.
—Jesús, Cadence —susurró Mark. Él me agarró bruscamente y me llevó a su
regazo. Me abrazó con fuerza— Siento haberte hecho eso.

Y entonces lo sentí temblar esa señal de desesperación. Y lágrimas.

Le susurré al oído: —Lamento haberte hecho eso.

—No te disculpes. No hiciste nada malo. Fui el idiota que te alejó —dijo Mark.

Sentí sus lágrimas caer sobre mi hombro desnudo y no podía soportarlo. No


sabía qué decir ni qué hacer, así que me aferré a él con más fuerza, intentando
calmar los temblores de su cuerpo mientras derramaba su dolor. Las lágrimas
empaparon mi cuello, mis hombros, y me asusté.

—¡Basta! —grité— ¡Ya basta! —Y salté de su regazo, arrancando mi sujetador


y bragas.

Mark me miró confundido.

—No necesito tus lágrimas —le dije— Necesito que me ames.

Me subí encima de él, a horcajadas sobre él, y lo besé en los labios. Sentí su
cuerpo temblar de nuevo, pero no por el llanto. Él se despertó y luchó contra este.

—Cadence, no en este momento. Te deseo. Lo hago. Pero me temo que voy a


lastimarte a porque te deseo demasiado. Y no puedo controlarlo —dijo.

—Quiero que me hagas daño —le dije—. Quiero que hagas lo que quieras.

—Cadence. . .

—¡Por favor, ámame! —grité, y Mark no discutió. Él me levantó y me puso en


la cama con un movimiento rápido. Se desnudó y se subió encima de mí, apoyando
su peso sobre mí.

—Me siento posesivo contigo. —Sonó como si le doliera decir las palabras.

—Te deseo también —le contesté— Quiero que me poseas.

Él asintió y tomó mi cara con ternura.

—Voy a tomar todo tu aliento, Cadence. —Mis ojos se abrieron con miedo
hasta sus siguientes palabras— Pero voy devolvértelo todo. Lo prometo.

Se inclinó y me besó, sellando su boca sobre la mía. Respiró profundamente,


aspirando todo el oxígeno de mi cuerpo, y empujé frenéticamente contra sus
hombros. Se levantó sobre sus codos, y tosió y jadeó, respirando el aire fresco
hasta que yació sobre mí una vez más, sellando su boca sobre la mía, y robando mi
aire de nuevo.
Una y otra vez me robó el aliento, me lo devolvió, sólo para quitármelo de
nuevo. Peleé con él, retorciéndome violentamente bajo su peso. Era una reacción
natural, aunque no quería que se detuviera. Nunca quería que dejara de tomarlo de
mí. No se detendría, y me rendí a su boca, me rendí a la sensación de mi vida
pendiendo de un hilo cada vez que me robaba el aire.

Este era mi castigo.

Metió la mano debajo de mí y levantó mis caderas, hundiéndose en mí. Grité,


sólo para ser silenciada por su boca una vez más. Movió las manos a mi cara,
ahuecando mis mejillas, me acarició suavemente mientras miraba fijamente mis
ojos.

—Eres mía. Para siempre, —susurró, y nos dio la vuelta con cuidado para no
romper nuestra unión.

—Soy tuya —contesté, a horcajadas sobre él. Respiré profundamente,


deleitándome con la seguridad de ser reclamada, el placer de ser castigada por mi
infidelidad. Pero me di cuenta de que tenía que ser castigado, también. Me rompió
el corazón. Él me dejó sufrir sola por semanas y semanas. Él me llevó a dormir con
otro hombre.

Puse mi mano al lado de su cara para apoyarme, mientras que la otra fue a su
garganta. Él no me alejó. Me miró todo el tiempo mientras aumentaba la presión de
mis dedos alrededor de su cuello, lentamente negándole el aire.

—Eres mío, —le dije— Para siempre. —Y lo monté lentamente, apretando su


garganta hasta que gruñó y rogó por aire.

Solté mi poder sobre él, le permití absorber un rápido aliento antes de apretar
su garganta de nuevo.

—Sólo mío, —dije, sintiendo una especie extraña de energía fluir a través de
mis extremidades. Pensé que podía asfixiarlo más tiempo, haciéndolo perder el
conocimiento, luego inclinarme y resucitarlo de vuelta a la vida.

Trayéndonos de vuelta a la vida.

—¡Mío! —grité, sintiéndome ambiciosa y peligrosa, apretándole más fuerte.

—¡Sí! —Jadeó, agarrando mi mano y liberando su cuello. Retorció sus dedos en


mi pelo y dirigió a mis labios en los suyos. Fue un beso brutal, nuestros dientes
chocaron dolorosamente. Labios amoratados y mordidos. Las lenguas peleando y
retorciéndose. No había nada lindo sobre ello. Era ira y pasión y castigo, todo al
mismo tiempo. Y no podía conseguir suficiente de él.
Aplasté mi cuerpo contra el suyo, frustrada de no poder estar más cerca. No
sabía cómo, pero la piel desnuda contra la piel no era suficiente. Necesitaba más,
necesitaba una fusión de corazones.

—Júralo —le dije en su boca— Júrame que eres mío para siempre.

—Lo juro, Cadence. Lo juro por mi vida. Soy tuyo para siempre.

Me amó toda la noche hasta la mañana. Él me amó hasta que quedé tan
dolorida que apenas podía sentarme con las piernas juntas. Me amó hasta que no
me quedó nada que darle, hasta que estuve famélica. Y entonces me acunó en su
regazo, me alimentó, me acarició el pelo, y me dijo todos sus planes.

Y cada uno me incluía.


25
Traducido por Escritora
Corregido por Armonía&paz

—¿Hay algo que necesitas decirme? —le pregunté.

Gracie se encogió de hombros. Ella se me había acercado en el


estacionamiento de la escuela. Por un instante tuve la esperanza de que quisiera
hacer las paces por nuestra amistad, pero la siniestra sonrisa bailando en sus
labios me dijo lo contrario.

—¿Por qué estas sonriendo de esa manera? —pregunté.

—Fui al cine este fin de semana —respondió.

—Bien por ti.

—Vi una película a las 9:30 —explicó. Mi corazón se hundió rápidamente.


¿Cuánto había visto ella? ¿Cuánto sabía?

—Ahora que lo pienso, tú también estabas allí —Gracie continuó.

La mire hacia abajo, en un intento por asustarla. No parecía funcionar.

—Los vi a los dos como en una cita.

—No lo estábamos.

—Bueno, vi que te fuiste con él.

—Sí. Me acompaño hacia mi auto. Estaba oscuro a fuera.

Gracie continuaba sin inmutarse. —Él estaba sosteniendo tu mano, Cadence.

No tenía nada que decir a eso.

—Sin mencionar que el hecho de que antes de que él tomara tu mano,


parecían tener una pelea de amantes.

—¿Una pelea de amantes? —me reí. — ¿Quién dice ahora “una pelea de
amantes”?

Gracie se erizo. —Ya sabes, ¡solía gustarte Cadence! ¡Te gustaba mi manera
de hablar!
—Tienes razón. Lo hacía. Y luego tú decidiste abandonarme en mi último año,
por Sophia. Quiero decir, ¿Qué demonios Gracie? ¡Ni siquiera te caía bien!

—¡Me gustan las personas que son leales a mí!

—¡Nunca te fui desleal!

—¡Fuiste a esa fiesta! ¡Tú me dejaste! ¡No era lo suficientemente genial para
ti!

Las lágrimas de Gracie brotaron en una violenta explosión. Ella quería que
viera cada una de ellas mientras me miraba.

—Nunca pensé que no fueras lo suficientemente genial para mí—dije


suavemente. —Cometí un error. ¡Un error! ¡La gente comete errores!

Gracie se limpió la cara y respiro hondo.

—No juegues como si fuera así Cadence. Estabas buscando una razón para
deshacerte de mí. Ya no querías tener una amiga impopular. Para ti fue bastante
fácil usar esa fiesta como excusa cuando lo que debiste haber hecho era decirme a
la cara que ya no querías volver a pasar el rato conmigo.

No podía creer lo que estaba escuchando. Ella estaba delirando.

—Gracie, nada de eso es cierto.

—Demonios si no lo es—escupió y se estremeció.

Paró de llorar, y yo observaba las contorsiones de su rostro. Pasó por una


gama de emociones, hasta que se decidió por la ira. La ira vengativa.

—Como sea—dijo airadamente—Te vi discutiendo con tu novio. Tu novio el


profesor. Tu profesor. Tu novio profesor...

—¡Para!

—Oh, así que no lo niegas, —dijo Gracie. —Bueno, ¿Cómo pudiste? Era
bastante obvio.

—¿Qué es lo que quieres? —le pregunté.

—¿Qué es lo que quiero? — Repitió, y luego se hecho a reír. —No quiero nada

—Entonces ¿por qué sientes la necesidad de decirme que me viste en el cine?


—le pregunté. Empezaba a perder la paciencia.

Gracie ladeo la cabeza. —Solo quiero que sepas que lo sé.

Su amenaza criptica envió ira por mis venas.


—¿Qué es lo que quieres Grace?

No recuerdo la última vez que la llame “Grace.” Era lo que llamábamos su


nombre de “adulta” cuando teníamos siete. A ninguna de las dos nos gustaba, nos
gustaba Gracie.

—Quiero que dejes de verlo.

—¿Por qué?

—Porque es pecaminoso, Cadence.

—¿Por qué siquiera te importa? No tiene nada que ver contigo.

—Por supuesto que tiene que ver conmigo. Es mi deber como cristiana
ayudarte cuando veo que te tropiezas—dijo.

—No estoy tropezando— afirmé.

Gracie se rió con desdén. —Oh, sí lo estás Cadente. A lo grande. ¡Te estás
viendo con tu profesor!

—¡Cállate!—siseé, y miré alrededor en el aparcamiento de estudiantes.


Estábamos solas.

—Quiero decir, primero drogas. Luego robo. ¿Ahora una relación con un
profesor? Me pregunto. ¿Estás teniendo sexo con él?

—¿Disculpa? — le pregunté. Estaba cabreada y ofendida.

—Bueno, eso responde mi pregunta.

—Déjame en paz, Grace, —le escupí. —Soy feliz. ¿Por qué no puedes dejarme
ser feliz?

Grace frunció el entrecejo. —Creo que la peor parte es la chica Avery. Sabía
que ella era un problema cuando empezó a asistir al grupo de jóvenes. Me llevo un
tiempo, pero finalmente lo descubrí. Vosotras dos os cubrías la una a la otra, para
que así pudierais iros a hacer lo que sea que hagan. Todo mientras pretendían ser
buenas, pequeñas cristianas. Están ensuciadas.

Me di la vuelta y empecé a caminar hacia mi coche.

—¡No te alejes de mi Cadence! —gritó Gracie. —¡Les diré a tus padres!

Me volteé y volví a ella. Fue instintivo, completamente. La abofetee en la cara


y grité.

—¡Tu estúpida perra! — le grité. —¡No digas una palabra!


Gracie se froto la mejilla por un segundo, y luego me abofeteo a mí. No estaba
preparada para eso. No pensé que tuviera las agallas. La intensidad del golpe me
hizo lagrimear al instante.

—¡Te odio Cadence! —gritó y me golpeó de nuevo.

No sé qué era lo que estaba latente en mi corazón todo el año, pero era feo y
vengativo y perverso. Y quería actuar en consecuencia. Quería ser una puta mierda
recta.

Trabajando mi mandíbula a ambos lados, aflojando todas las palabras que


picaban por salir.

—¿Qué, tienes algo por mi novio? —me burlé. —¿Eso es de lo que se trata
todo esto?

—Supéralo, —espetó Gracie. —Estás loca.

—¿Lo estoy? —le pregunté. Avance hacía ella, y retrocedió contra su auto. Se
veía como si quisiera golpearme por tercera vez, pero algo en mi expresión la hizo
cambiar de idea. Ella estaba asustada de mí. —Porque creo que quieres follar a mi
novio.

Gracie negó con la cabeza. Vi como nuevas lágrimas caían de sus ojos, y si no
me hubiera convertido en un monstruo, me habrían afectado.

—Eres una perra celosa, porque quieres lo que yo tengo. Bueno, ¿adivina qué?
No puedes. Tú no le gustas. El nunca iría por alguien como tú. —Me incline a
centímetros de su rostro. — Él me quiere a mí. Él me folla a mí —le susurre. —Y
vas a mantener tu maldita boca cerrada al respecto.

Gracie tomo aire una vez que me alejé. —¿Quién eres tú? —susurró.

Negué con la cabeza, aturdida por mi repugnante comportamiento.

—No lo sé.

***
—¿Segura que debo decirle? —le pregunté a Avery a través del teléfono.

La ansiedad me consumía. Solo era valiente en los momentos en que me


convertía en mi estrafalario alter ego. Ahora volvía a ser la Cadence que temía que
Gracie hablara.
—¿Qué clase de pregunta es esa? —preguntó Avery. —Claro que debes
decirle. Tiene derecho a saber.

—Pero no sé si ella dirá algo. —discutí.

—Mierda. ¿Por cuanto tiempo has conocido a esa chica?

—Pero creo que ella está más que nada molesta porque ya no somos
amigas—seguí.

—Maldita sea, crece Cadence, —esperó Avery. —Esa chica tiene algo contigo,
y esta cabreada.

—Eres una idiota si piensas que no le dirá a tus padres. Por otra parte.

—¿Por otra parte? —le pregunte.

—Sí, “por otra parte”, tu pequeña perra. Mira, no es mi culpa que vosotros dos
no podáis conteneros en público.

—¡Nosotros no estábamos haciendo nada! —lloré.

—Peleaste. ¡Y dejaste que besara tu mejilla, Cadence!

No dije nada.

—¡Él tomo tu mano fuera del cine!

—Está bien, —ladré. —Cometí un error.

Hubo una breve pausa antes de que Avery hablara. —¿Gracie dijo algo sobre
mí?

Mi corazón se detuvo inmediatamente. —No.—Fue el peor intento de sonar


indiferente.

—¿Qué fue lo que ella dijo? —Avery preguntó.

—Nada.

—¿Qué fue lo que dijo, Cadence? —demandó Avery.

Tome un profundo respiro. —Ella piensa que eres una mala influencia. Sabe
que nos escapamos y hacemos cosas, y que nos cubrimos la una a la otra. — solté.

Otra pequeña pausa.

—¿Se lo dijiste?

—Lo juro por Dios, ¡que no dije nada Avery!


—Debo irme. —eso fue repentino. Avery sonaba asustada.

—No, Avery, por favor.

—Cadence, te lo juro por Dios...

—¡Por favor escúchame! ¡No sé cómo ella lo descubrió! Yo no he dicho nada.


—empezaba a llorar. Se sentía como la cosa más natural.

—Estoy tan muerta —susurró Avery.

Apenas la escuche, pero lo escuche, y mis suaves gritos se convirtieron en


completos sollozos. El ruido llenaba el silencio en mi habitación, y sabía que estaba
experimentando la antesala. La apertura de la sinfonía de Beethoven, golpeando
fuertemente, donde el público contiene la respiración a lo largo de toda la canción,
rezando por la esperanza de una conclusión rápida y contundente. A ellos no les
importa cómo termine. Ellos solo necesitan parar la carrera de sus corazones.
Necesitan tomar un nuevo respiro. Para sentirse normales otra vez. Pero no sería
nada fácil y no sería bonito, y ellos lo sabían.

—¡Para! — Avery siseo mientras yo lloraba en el teléfono. —¡Déjame pensar!

¿Pensar? ¿Pensar sobre qué? Mi conclusión estaba llegando, podía sentirla al


otro lado de la puerta. Iba a estallar en cualquier momento, por ser mala. Por ser
engañosa. Por ser corrupta e inmoral y mala. Por ser todo menos buena.

—Avery —lloré, luego el sonido de un golpe, y deje caer el teléfono. Sentí


cuando el repentino golpe dio en la dura madera. Estaba congelada en mi lugar en
la cama.

—Cadence, cariño — dijo mamá a través de la puerta. — La cena esta lista.

La cena esta lista. No voy a matarte. Por lo menos, no todavía. Después de


todo, no sé qué has hecho. Pero estoy segura de que lo averiguare muy pronto. Te
voy a encontrar Cadence. No puedes guardar secretos de mí. Descubriré tu engaño
y te hare pagar por ello. Pero por ahora, la cena esta lista. Así que ven abajo y come,
querida.

***
Doblé la esquina del vestíbulo y fui recibida por mis padres, mi hermano y
Gracie.

Me congele.
Gracie estaba sentada en el sofá, encorvada y llorando. Mamá estaba llorando.
Oliver la veía confundido. Papá estaba furioso.

—¿Por dónde empiezo? —me preguntó papá.

—¿Qué quieres decir? —sabía a qué se refería, pero me contuve de todos


modos. No sabía que decir o hacer. No tenía un plan de escape. Estaba furiosa
conmigo misma por no tener nada preparado para esto. Las dos semanas que
pasaron sin ningún incidente, me hicieron creer que Gracie no les había dicho a mis
padres.

—¿Es eso cierto? —preguntó papá.

—¿Es cierto que?

—¡No te hagas la tonta, Cadence! —Gritó, y me estremecí.

Mi respiración se volvió rápida, y miré a Gracie, había parado de llorar. Pensé


que esas eran lágrimas de cocodrilo, después de todo. No estaba molesta, ella había
estado esperando por este momento, para arruinar la única cosa buena en mi vida.
Era el castigo por destruir nuestra amistad. Ella era una perra. Una perra
vengativa. Y aparentemente mi perra alter ego, no fue lo suficientemente
convincente como para asustarla en silencio.

—Responde mi pregunt, Cadence—dijo papá.

Asentí. No tenía opción.

Mamá dejo escapar un gemido lastimero. Oliver se quedó sin aliento.

—¿Qué está mal contigo? —preguntó papá. Lo dijo como la peor acusación,
como si hubiera cometido un atroz crimen, y necesitara ser encerrada en un
manicomio.

—No hay nada malo conmigo —repliqué. Trataba de ser estoica.

—¿Metiéndote en una relación con tu profesor —preguntó papá. — ¿Y no hay


nada malo contigo?

Levanté la cabeza desafiante.

—¿Por qué? — me preguntó mamá.—¿Por qué nos haces esto?

—¿A ti?― le grité.—¡No tiene nada que ver contigo!

—¡Al infierno que no es así! —Papá respondió. —¿Es esta tu forma de


vengarte por haberte castigado? ¿Eres así de inmadura, Cadence?

—¡No soy inmadura! —lloré.


Papá dio un paso hacia mí y luego se detuvo.

—Gracie, necesitas irte —le dijo.

Ella se levantó del sofá y camino hacia mí.

—Lo lamento Cadence—susurra.

—Apuesto a que sí —le respondí, y fue ahí cuando cayó la primera lagrima.

Cuando Gracie se fue, la tormenta estalló.

—¿Qué se supone que hagamos contigo? —papá rugió.

—¡Nada!—le grité de vuelta—¡Tengo dieciocho! ¡No hay nada que puedas


hacer!

—¿Cuándo comenzó esto?

—Eso no importa, —le respondí. —Lo amo. —me voltee para irme, y papá me
tomo de la parte superior del brazo, llevándome a un silla del club y arrojándome
en ella.

—Tú no te vas en frente mío, cuando estoy hablándote, — me advirtió,


cerniéndose sobre mí. —Ahora quiero saber cuándo comenzó esto.

—Septiembre—respondí. Mi voz era repentinamente asustada y pequeña.

—Oh mi Dios, —mamá susurro. —¡Liam, ella tenía solamente diecisiete. Aun
tenia diecisiete!

Papá me miro y luego sus ojos se suavizaron. —¿Este hombre tomo ventaja
sobre ti?

Sacudí mi cabeza.

—¿Tuviste sexo con él?

No me moví. Esa era una pregunta privada y había cruzado la línea.

—¿Tuviste sexo con él?

Empecé a llorar de verdad.

—Respóndele a tu padre, Cadence —mamá dijo. Sorprendentemente ella no


se echó a llorar. Se veía tan molesta como papá.

—Sí. —no fui yo quien dijo esa palabra. Mi hermano lo hizo. Y no podía creer
que me hubiera traicionado con eso.

—¿Qué?—preguntó papá mirando a Oliver.


—Yo… yo sabía que Cadence estaba teniendo sexo con alguien, pero ella no
quería decirme quien era—dijo.

—Cierra la boca Oliver—le dije.

—¿Cómo lo sabías? —le preguntó mamá.

—Yo oí…

—¡Cierra la boca! —Le grité.

—Ella pensó que estaba embarazada — Oliver dijo.

Tenía un pensamiento. Tenía que irme de esta casa. Estaba temiendo la


reacción de mi padre, y necesitaba un lugar seguro. Un lugar con Mark.

Papá se giró hacia mí. —¿Es cierto?

Sentía que no tenía opción, y derrame todo en ese momento.

—¡Lo amo! —lloré. —Lo amo. No puedo evitarlo. Estoy enamorada de él. Y el
de mí. No es asunto tuyo lo que hagamos a puerta cerrada, te he avergonzado, pero
esto no tiene nada que ver contigo. No me quieres. No me has querido desde que
me metí en problemas. No me muestras amor. No estuviste allí para mí. Pero otra
persona sí estuvo. Él estaba allí para mí. Y fue amable conmigo. Y me demostró
amor.

—¡Él tomo ventaja de ti, Cadence! —papá me gritó. —¿no lo ves? ¡Él te uso
porque vio un blanco fácil!

—¡Eso no es cierto! —grité de vuelta. — ¡Él no tomo ninguna ventaja de mi!


¡El me quiere tanto como yo lo quiero! Pero yo era un blanco fácil. Tienes razón
sobre eso. ¿Y quién tiene la culpa de eso?

Papá cogió mi brazo y me saco fuera de la silla. Me dejo a escasos centímetros


de su rostro.

—¡No te atrevas a actuar como la victima aquí! rompiste la ley. Iras a la cárcel.
Avergonzaste a tu familia, ¡y si por un momento pensaste que no mereces todo un
castigo, entonces eres una chica estúpida, Cadence!

Esas palabras no dolieron tanto como las que vinieron después.

—No volverás a verlo de nuevo, —dijo papá. — Y vamos a presentar cargos.

Mi corazón cayó. ¿Cargos? ¿Cargos porque? No entendía.

— ¡No! — lloré. —¡Lo amo! ¡Quiero estar con él!


—No lo amas Cadence. No puedes amar a un hombre que te ha hecho esto —
dijo mamá.

—¿Hecho que? ¡Él no ha hecho nada, más que mostrarme amor! —les grité.

—¡Deja de decir amor! —rugió papá. — ¡Tú no sabes qué es eso!

—¡Si lo sé! —lloré. — Lo sé, lo sé, lo sé. Lo amo, lo amo. Lo a...

Solo sentí el palpitar una vez que mi trasero golpeó el suelo. Al fondo escuche
gritar a mi madre, pero no podía hacer que las palabras salieran. Mis ojos estaban
cerrados: uno cerrado por el golpe y el otro cerrado por el miedo de lo que
sucedería después. Podía sentir el pulso de mi corazón en mi ojo, latiendo duro y
rápido. Pensé que mi ojo podría salirse, así que puse mi mano sobre la herida para
evitar perder mi ojo. Mi vista.

Mamá se cernía sobre mí. Trataba de ayudar a levantarme, pero la empuje a


un lado. Necesitaba algo para mi ojo. Estaba gritando de dolor.

—¿Avery ha formado parte de esto? —preguntó papá.

No podía creer que siguiera interrogándome después de haberme golpeado.


Pero no me importaba lo que hiciera a continuación. Nunca le diría sobre Avery.

—No.

—Entonces ¿por qué Gracie dijo que si lo estaba?

—Porque Gracie es una pequeña perra—respondí.

—Bueno, ella tenía razón sobre ti,—dijo papá. — Llamare a los padres de
Avery.

No dije nada. No había nada que pudiera hacer excepto orar porque Avery me
perdonara por arruinar su vida. Debí haber tenido más cuidado en el cine. No debí
haber peleado con Mark en público.

No espere un permiso para irme. Mi ojo negro me ganaba la excusa para


poder irme sin permiso. No se me ocurrió en aquel momento que mi papá me daría
una tarjeta para jugar. No me daría cuenta de ello hasta el día siguiente.

Papá me vio hurgar en el congelador por una bolsa de hielo.

—¿Dónde está tu teléfono? —me preguntó.

Me tense, cerré la puerta del congelador de golpe. ¿Por qué no recogí mi


bolso?
—No lo sé—le respondí. Eche un vistazo a mi mochila en el suelo, y él lo vio.
Corrí tan rápido como pude, pero él ya tenía el teléfono.

—¡Devuélvemelo! —lloré. Fue dolorosa la lágrima que resbalo de mi ojo


magullado.

—Ve a tu habitación—respondió papá.

—¡No soy una niña!

—¡VE A TU HABITACION!

Salí corriendo escaleras arriba. Me encerré en mi habitación, cogí una


camiseta del armario, y envolví la bolsa de hielo en ella. Me acosté y puse la bolsa
de hielo sobre mi ojo, escuchando los sonidos del final, el empujón final de una
frenética carrera de un corazón palpitante. Un acorde enojado. Un ojo pulsante. Y
luego nada. Nada más que la quietud de mi habitación, el latido tranquilizante de
mi viejo corazón. Estaba agonizante, y no quería hacer nada para salvarlo. Apenas
me alejo de allí, y escucho los latidos irregulares. Escuche como se desvanecía,
como una línea de tambor que marcha hacia la distancia. No sabía hacia donde iba,
y no quería seguirlo. Ese corazón era ocupado por el amor que sentía por mi
familia, y no los amaba más.

***
Un golpeteo ligero. No me moví.

—Cadence. —escuche la voz apagada de Oliver al otro lado de la puerta.

Silencio.

—Cadence, por favor quiero ayudarte—dijo en voz tan baja que apenas lo
escuche.

No sé porque fui a la puerta. Por supuesto no la abrí. Me quede con la oreja


pegada a la puerta para poder escucharlo mejor.

—Dilo de nuevo—le dije.

—¿Hug?

—Lo que acabas de decirme. No pude escucharte.

—Dije, quiero ayudarte —Oliver respondió. Sonaba como una disculpa.

—¿Cómo? —le pregunté.


—No puedo decirlo a través de la puerta Cadence. No quiero que mamá y
papá escuchen. ¿Podrías dejarme entrar?

Me quede quieta por un segundo. No estaba segura de sí era un truco. Abr í la


puerta, y se deslizo dentro, cerré dejándonos adentro.

—Soy el mayor idiota—dijo envolviéndome en un abrazo. Mi hermano no me


abrazaba desde que éramos niños, y no puedo recordar eso. Solo sabía que lo hacía,
por la fotografías.

—Quítate de encima —fue mi respuesta. Despiadada, pero eso tenía sentido.


Había sido inculcada hacia lo desconocido.

Oliver retrocedió. Estaba llorando. Me moví incomoda.

—No sé porque les dije. Pensé que tal vez estabas metida hasta el fondo en
algo y no sabías como salir. No sabía que papá iba a golpearte Cadence, casi me fui
hacia él. Lo hice, pero tuve miedo.

Evitó mis ojos.

—¿No podías decir lo feliz que estaba? —le recrimine.

—¿Feliz? Pasaste por un periodo de mal humor. ¿Cómo diablos iba a saber?

Me encogí de hombros.

—Las parejas pelean, Ollie—le explique en mi voz más condescendiente.

—Me dijiste que él rompió contigo luego del susto del embarazo. —
argumentó.

—Como sea. No debiste sacar el tema—le espeté.

—Cadence, escúchame ¿de acuerdo?

Me quede viendo la pared opuesta.

—¿Vas a enloquecer si miras mi rostro? Por favor.

Me volví hacia él de mala gana.

—Yo lo siento. Lo siento Cay, —dijo. —No lo sabía. No sabía que lo amabas. No
lo entendí. Y no sabía que papá lo haría, Cay, realmente no lo sabía. Creo que se
volvió loco o algo. Pero voy a ayudarte. Si quieres irte, te ayudare. —me cogió
nuevamente y me envolvió en un abrazo.

En ese momento le devolví el abrazo. Y lloré sobre su chaqueta. Y le dije que


tenía miedo.
—¿Él es bueno contigo ti, Cay? Porque el rompió contigo, y creo que eso es
una mierda.

—Él es bueno conmigo Ollie. Lo juro. Cometió un error. Pero no lo hará de


nuevo. Creo en él. Confió en él— me separe de mi hermano y mire su rostro. Él
estudiaba mi ojo.

—¿Quieres darle una paliza a papá?

Me eche a reír. —No. ¿Estás loco?

—Bueno, ya no debemos pretender ser una familia perfecta. Quiero decir,


mira tú maldito ojo. Voy a golpear la mierda de él si quieres—dijo Oliver.

Seguía riendo. No podía parar.

—¿Qué? —preguntó Oliver, su boca se convirtió en una sonrisa.

—¿Crees que podrías con papá?

—Directo al suelo, —dijo Oliver ofendido.

Negué con la cabeza y él se rio entre dientes. —¿Qué tal si me ayudas a salir
de este infierno?

—Hecho.

Pase los siguientes 45 minutos empacando las maletas. Oliver me dio la suya,
dijo que la recogería luego. No entendía que quería decir. Él no podía conducir. Yo
lo llevaba a todas partes. Sabía que no podía empacar todo mi armario y mis
cajones en la maleta, pero tenía que intentarlo. No quería volver a esta casa. Así
que trabaje rápido y duro para empacar lo más que podía, asegurándome de tomar
todas mis prendas y joyas favoritas, mis artículos de maquillaje. Todo casual, me
apresure a empacar.

Oliver abrió la puerta y se asomó por ella. Y volteó a verme.

—De acuerdo, no podemos pasar por delante de ellos—dijo en voz baja, y


entendí.

Alcé la maleta del suelo, y gruñí. Pesaba demasiado, y la deje caer


accidentalmente con un ruido sordo. Me encogí. Oliver cerró la puerta
accidentalmente.

—Lo siento—susurre.

—Está bien, — dijo Oliver. —Escucha, llevaré las maletas al pasillo. Tú


mantén un ojo en papá y mamá. ¿De acuerdo?
Asentí con la cabeza y pasaron diez insoportables minutos, vigilando mientras
Oliver llevaba una maleta grande en silencio por el pasillo hacia su dormitorio.
Nunca discutimos lo que debía hacer o decir si mamá o papá volteaban por la
esquina. Pensé tontamente que debía gritar ¡Fuego! Para llamar la atención de
Oliver. No lo sabía. Nunca antes me había escapado de casa. Y ciertamente nunca
con la intención de no volver jamás.

Oliver entro nuevamente en la habitación y miro hacia mi cama. Solo mi bolso


y una y una maleta estaban allí. Cogió la maleta y me entrego el bolso.

—¿Estas lista?

Negué con la cabeza. Luego asentí. Después sacudí la cabeza de nuevo.


Entonces las lágrimas comienzan a fluir.

—Cay, no tienes tiempo para llorar. De ninguna manera puedes conducir y


llorar. Eso no es seguro. Toma un pequeño respiro.

Seguí su consejo.

—Mírame.

—Estarás bien. El Sr. Connelly no dejara que nada te suceda —dijo Oliver.

Esa declaración me hizo llorar más fuerte. Oliver estaba haciendo lo que los
padres hacen para calmar a sus hijos. Ellos les dices cosas con la certeza de cosas
que no conocen, porque ellos son los adultos, y los niños les creen naturalmente.

—No lo conoces, Ollie —le dije.

—Pero tú sí. ¿Así que, él cuidara de ti? —preguntó Oliver.

Asentí.

—Ok, entonces. Seca tus ojos. Es hora de irnos.

Oliver me ayudo a salir a escondidas a través de la ventana. No fue fácil, o más


bien, no fue fácil para él. Hizo cuatro viajes por la escalera, llevando una pesada
maleta cada vez. Me aterraba que Oliver dejara caer la maleta con un ruido sordo al
lado derecho de la casa, que despertaría a mis padres y nos descubrirían. Pero no
lo hizo.

—¡Cay, vamos! —susurró Oliver desde su posición en la base de la escalera.

Di un último vistazo a la habitación de mi hermano antes de bajar. Una vez


que mis pies estaban firmemente en el suelo, me di cuenta de algo.

—¡Oliver! ― lloré, mi estómago retorciéndose. —¡No puedo conducir!, ellos va


a oírme.
Quería llorar de nuevo, a causa del miedo y la frustración.

—Cay, todo está bien. Escucha, pondremos el auto en neutro y retrocedemos


por la calle.

Pise fuerte. —¡Mírame! ¿Crees que puedo ayudarte a empujar el auto?

Oliver me cogió del brazo. —Tienes que intentarlo Cay, ¿de acuerdo? ¿Quieres
irte de aquí? ¡Entonces tienes que intentarlo!

Asentí con la cabeza y ayude a Oliver a empacar todo en el auto. Cerró el


maletero sin hacer ruido y luego explico el plan para salir de la entrada. Gracias a
Dios era por la noche, y camufló nuestro engaño, porque de lo contrario nunca
hubiéramos podido salir.

Me hubiera quedado como prisionera en mi habitación para siempre.

He oído hablar de gente que hace cosas impresionantes bajo presión, como
levantar un coche para sacar a un niño que estaba atrapado debajo. Sabía que tenía
que ver con la adrenalina, pero creo que tenía más que ver con Dios. No se cómo
Dios me dio fuerza para ayudar a Oliver a empujar mi auto para huir, pero creo que
lo hizo. Creo que él me quería fuera de allí, como si supiera que estaba en peligro y
necesitara ir a un lugar seguro. Un lugar como la casa de Mark.

Estaba sudando profusamente cuando movimos el auto fuera de la entrada a


la calle.

—De acuerdo. Creo que eso estuvo bien—dijo Oliver.

No podía creer mi buena fortuna de que papá no hubiera preguntado por las
llaves de mi coche. Por supuesto, sabía que él no pensó ni por un segundo que yo
tratara de huir. Además, estaba tan enojado, que no podía verlo hurgando en mi
bolso. Cruzo una línea, tal vez peor que él golpeándome.

Me eche a reír.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Oliver.

Pero no podía parar de reír para decirle de mi ridículo pensamiento.

—Cadence, tenemos que conseguir irnos juntos—dijo Oliver.

—¡Estoy tra-tratando! —me atragante, riendo aún más duro. —¡Mi-mira mi


ojo! —señale mi rostro, completamente histérica.

Oliver se quedó mirándome.

—Entra al auto, Cadence—me ordenó.


Me reí. —Sí señor—dije, saludándolo.

Camine hacia el lado del conductor y fui arrastrada en otro abrazo. No estaba
acostumbrada a Oliver abrazándome tanto. Caray, no estaba acostumbrada a que
Oliver me abrazara en absoluto. Y este fue especialmente extraño, porque se sentía
como un final. Y no me gustaba.

—Ve, —me susurró en el oído.

—¿Quieres venir conmigo?

Negó con la cabeza y me apretó más fuerte. —No. Ve vive en pecado y me


informas.

Asentí. —De acuerdo.

Miré a Oliver lo menos posible mientras subía al coche. Una vez que lo
encendí, arranque y conduje despacio por miedo a que mamá y papá reconocieran
el sonido del motor y me persiguieran. Nuestra despedida fue apresurada al final, y
debí haberle dicho algo más a Oliver antes de irme. Tendría que haberle dicho que
lo amaba. Vi el espejo retrovisor y lo vi de pie en medio de la calle, solo una sombra
oscura en contraste con el cielo aún más oscuro.
26
Traducido por Escritora
Corregido por Armonía&paz

—¿Ellos saben? —preguntó Mark. Tomó mi mano y me llevo hasta el sofá.

—Sí. Gracie les dijo. Nos vio en el cine.

—Cadence, ¿Qué le sucedió a tu ojo?

—Tenia esta mirada culpable en su rostro. Pero era rara. Era culpa mezclada
con emoción, como si estuviera secretamente feliz por arruinarme. Yo…

—¡Cadence! Tienes que parar ¿de acuerdo? Puedes decirme todo en un


minuto. Pero primero, ¿Qué le sucedió a tu ojo?

Tome un profundo respiro. —Papá se enojó.

Mark se tensó de inmediato, recogió los puños apretados.

—¿Tu padre te golpeó?

Asentí.

—Voy a matarlo. —Mark rugió. —Voy a matarlo. —desapareció rumbo a su


habitación, y lo seguí.

—¿Qué estás haciendo? — le pregunté.

—Cambiándome.

—¿Por qué?

—Porque voy a tu casa, Cadence. A matar a tu maldito padre.

Mi pulso se aceleró. Todas las emociones dormidas apenas unos minutos


antes inundaron mi corazón y mi mente. Tenía miedo, y Mark estaba haciéndolo
peor.

—Por favor, no lo hagas, — le dije. —Mark, escúchame por favor.

—Cadence, ¡tu padre te golpeó en el ojo!

—¡Lo sé! —lloré. —¡Él va a presentar cargos!


—Oh, ¿lo va a hacer? ¿Presentar cargos contra mí? —Mark se echo a reír. —
No sé cómo un hombre muerto puede presentar cargos. —Se puso los zapatos y
salió de la habitación. Corrí tras él y bloquee la puerta.

—¡No lo hagas! —le grité.

—¿Cadence? Muévete.

—¡No lo hare! ¡Cometerás un error! ¡Todo se está cayendo a pedazos, y tú lo


vas a empeorar!

—¡Tu padre te golpeó, Cadence!

—¡Maldita sea, lo sé! —le grité. — ¡Para de decirlo! ¡Sé que me golpeo! ¡Y tú
quieres ir a matarlo cuando te necesito aquí conmigo! ¡Solo préstame atención!

Mark dejo las llaves del coche y me levanto, me acuno como un bebé y se
dirigió al sofá.

—Lo siento, Cadence—me dijo, con sus labios pegados a mi frente. Se sentó y
me atrajo hacia sí, meciéndome suavemente mientras yo derramaba lagrimas por
todo su cuello y hombro.

—Tengo miedo—sollocé.

—Lo sé, —respondió Mark. —Yo también. Pero aquí estoy. No voy a ir a
ninguna parte. Lo siento, me moleste contigo. Es solo que nadie le pega a alguien a
quien que amo. ¿Lo entiendes?

Asentí con la cabeza aun en su cuello.

—Moriría si algo te pasara, Cadence. Lo haría.

—¡Estoy arruinando toda tu vida!

—No lo estás. Tú la haces mejor y mejor cada día.

—No debería haber venido así—continúe.

—Por Dios, Cadence, —dijo Mark. —No hables así. Estoy tan feliz de que estés
aquí. No me gustaría que fueras a otro lugar.

—No quiero ser una carga—dije.

—¿Cadence? Mírame —ordenó Mark.

Alce mis ojos hacia él.

—Nunca serás una carga. Nunca. ¿Me entiendes?

Asentí y metí la cabeza en el hueco de su cuello.


—Te amo, y voy a cuidar de ti —dijo Mark.

—¿Lo harás?

—Oh sí. Planeo cuidar de ti para siempre.

—Ellos vendrán para llevarme, —solté. Tenía que decirlo de nuevo para hacer
que entendiera. Ellos tratarían de llevarme lejos de él, y el pensamiento me hizo
estremecer. No podía parar, y Mark aumento la presión sobre mí.

—Bueno, ellos no pueden tenerte, —dijo.

—Vas a tener problemas Mark. Perderás tu empleo. Papá dijo que presentaría
cargos. —Mis dientes castañeaban.

—No me importa perder mi trabajo, Cadence.

—Pero estas ahorrando para la escuela —dije.

—He ahorrado para la escuela. Estoy bien.

—¿Qué pasa con la acusación de violación? —le pregunté. Odiaba decir la


palabra “violación” en voz alta.

—No fue violación, así que no tienes nada de qué preocuparte, —replicó
Mark.

—Entonces, ¿Qué quiere decir con que presentara cargos?

—Estoy en una relación con mi estudiante, Cadence. Eso es lo que quiere decir
tu padre.

—Pero fue consensual. Tenía dieciocho—afirmé.

—Eso no importa, —dijo Mark. —Y ¿sabes por qué? nada de eso importa. Lo
que importa es que te amo.

Eso no fue suficiente para tranquilizarme, pero pretendería que lo fue.

—Nada va a pasar Cadence. Estaremos bien—dijo.

—¡Tres semanas! —lloré. — ¡Tres semanas y todo habría estado bien!

Mark me apretó y suspiro. — Bueno, algunas veces no funciona de esa


manera.

—¿Deseas que nunca hubiera pisado tu aula? —le pregunté.

—No puedo imaginar mi vida si no hubieras puesto un pie dentro de mi salón


de clases. Bueno, si puedo. Seria aburrida. Poco interesante. Solitaria. Y sin amor.
—besó la parte superior de mi cabeza.
—Voy a matar a Gracie,—dije después de un rato.

—No lo harás.

—La odio.

—Pensó que estaba haciendo lo correcto.

—No es cierto. Ella quería herirme, —contrarresté.

—¿Lo hizo?

—Lo vi escrito en todo su rostro, —explique.

—Supongo entonces que quieres matarla.

Lo mire mal y observe su rostro. Un lado de su boca se curvo.

—La gente dice cosas como esas, —expliqué tratando de volver atrás.

—Lo sé —contestó. Ahora lucía una sonrisa completa. Como si fuera un reto.

—¡Lo haría! — lloré. — Si tuviera las agallas.

Él asintió.

—Si no pensara que me quemaría por toda la eternidad, —murmuré.

—Bueno, todavía planeo matar a tu padre Cadence. Y no me importar si ardo


en el infierno por la eternidad.

Mis ojos se ensancharon.

—Dios puede castigarme, sin embargo, a él le gustaría. No me importa.


Llámame loco. Llámame posesivo o inestable o lo que sea. No me importa. Matare a
cualquiera que te haga daño.

Lo mire fijamente con la boca abierta.

—Pero te amo y te respeto Cadence. Y si me dices que no lo haga. No lo hare.

—¡No lo hagas! —espete. —Quiero decir, por favor no mates a mi padre. —


instintivamente toque mi ojo. —Es mi padre.

—Es uno malo ahora mismo —dijo Mark. Quité mi mano y tocó suavemente la
piel amoratada alrededor de mi ojo.

—Lo sé Mark. Pero no quiero que vayas a matarlo. Por favor no lo hagas.

—No lo hare. Pero si te toca de nuevo, voy a lastimarlo gravemente. Y tienes


que dejarme hacer eso Cadence. Tienes que hacerlo.
Asentí. Mark tomo mis mejillas y me atrajo hacia su rostro. Me beso. Lento.
Profundamente.

—¿Qué vamos a hacer? — pregunté luego de romper nuestro beso.

—Ahora solo tendremos que sentarnos aquí. Es todo lo que necesitamos


hacer.

Así que me senté en el regazo de Mark hasta bien entrada la mañana.


Hablamos sobre nuestro futuro, y no me asustaba en absoluto estar separada de
mis padres. Sin saber realmente como cuidar de mi misma. Como me gustaría
comer. Donde quería dormir. Como haría para pagar la escuela. Y todas las cosas en
las que los adolescentes no piensan: seguro, impuestos, dinero. No había pensado
sobre todas esas cosas. Pensaba en Mark diciendo una y otra vez “Cuidare de ti.”
Así que deje de escuchar los inevitables golpes en la puerta repitiendo justamente
las mismas palabras en mi mente, hasta que se fundieron en mí, convirtiéndose e n
una parte de mi masa cerebral hasta que no tuve más remedio que creer en ellas.
Una vez que lo hice, cerré mis ojos. Y me dormí.
Proximo libro
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