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“LA PSICOLOGÍA DE
BRANDTSTÄDTER
Mg. JOYA BETTINA CONTRERAS FLÓREZ.
SEMESTRE 2021 – II
BRANDTSTÄDTER Y LA TEORÍA DE LA ACCIÓN
Las acciones pueden ser conceptualizadas como comportamientos que(a) pueden ser predichos
y explicados con referencia a estados intencionales (metas, valores, creencias, voliciones); (b)
están al menos en parte bajo control personal, y han sido seleccionadas de entre un abanico más
o menos amplio de alternativas comportamentales; (c)están constituidas y restringidas por reglas
y convenciones sociales o por la representación que el sujeto mantiene sobre esas restricciones
contextuales; y (d) pretenden transformar las situaciones de acuerdo con representaciones
personales de estados futuros. (Brandtstädter, 1998; p.815).
Como veremos, las trayectorias evolutivas a lo largo de la vida son para Brandtstädter
construcciones personales intencionales contextualizadas culturalmente. A partir de este
concepto fundamental de acción, expondremos las propuestas de Brandtstädter articulándolas en
torno a tres principios generales:
Desde la teoría de la acción, al individuo se le dota de agencia, para, a partir dela acción
intencional, poder determinar la trayectoria de su propia vida. La persona, desde este punto de
vista, no es arrastrada ni determinada totalmente por variables o factores contextuales o biológicos,
sino que, a partir de la acción intencional, es capaz de tomar decisiones e implicarse en cursos de
acción auto determinados, de reflexionar sobre sus propias acciones y tomar medidas
correctivas si es necesario.
Podemos contemplar la acción intencional como un logro evolutivo, como un producto del
desarrollo, pero, a partir de cierto momento, también como un determinante del propio
desarrollo. De esta manera, la persona es, al mismo tiempo y por medio de la acción intencional,
producto y productor de su propio desarrollo. Los objetivos, las metas los valores que nos
proponemos a nosotros mismos y que guían nuestras acciones intencionales, siguen, sujetos a
cambios evolutivos a lo largo de todo el ciclo vital. Se trata de añadir una dimensión más al
desarrollo de la persona, dejándolo de considerar como determinado exclusivamente por fuerzas
ajenas a ella para pasar a considerar también sus propios esfuerzos por auto determinarse y
encauzar en ciertas direcciones su propio desarrollo. Además de tener en cuenta la cultura
como elemento que interviene en este proceso (como veremos en los siguientes apartados), el
desarrollo de la persona escapa al poder de la acción intencional al menos de tres maneras
(Brandtstädter, 1999a; p. 39-40):
• En este proceso evolutivo de formación de la intención, nuestro desarrollo va a estar guiado
por fuerzas ajenas a nuestro control
• En ocasiones los efectos de una acción no coinciden con los previstos, con las intenciones del
actor que la ejecuta. El desarrollo tiene un componente también de azar, de incontrolabilidad
que es también un motor importante del desarrollo personal.
• Algunos aspectos de nosotros mismos son poco susceptibles de ser cambiables intencionalmente.
Por ejemplo, no somos libres de decidir muchas veces que nos gusta o que no nos gusta, que
creemos o dejamos de creer, que deseamos y que no.
Esta teoría se fundamenta en la capacidad intencional de las personas para contribuir a su propio
desarrollo. En una disciplina que estuviese dominada únicamente por la noción de causalidad
como el establecimiento de cadenas y secuencias de antecedentes y consecuencias, unidos por
vínculos deterministas y universales, una teoría de la acción intencional tendría poco futuro.
A parte de esta restricción, otras restricciones también blandas. En conjunto, estas restricciones
‘blandas’ son mucho más concretas que las ‘duras’, pero, al mismo tiempo, son susceptibles de
cambiar históricamente. Como vemos, las restricciones blandas son de naturaleza
fundamentalmente cultural, lo que nos habla de la gran importancia de la cultura dentro de la
perspectiva de Brandtstädter: una cultura que nos proporciona instrumentos para ir más allá y
aumentar nuestra potencialidad como seres humanos
Este énfasis en la cultura como configuradora de la acción intencional de las personas, pero, al
mismo tiempo, modelada y cambiante en función de estas mismas acciones intencionales, es
otro de los pilares fundamentales de la propuesta de Brandtstädter.
Una psicología cultural, casi por definición, no estará preocupada por el ‘comportamiento’, sino
por la ‘acción’, su contrapartida basada intencionalmente, y, más específicamente, con la acción
situada – la acción como situada en un entorno cultural, y en los estados mutuamente
interactuantes de los participantes (Bruner, 1990a; p. 15).
Regulación cultural del desarrollo
• No supone una aceptación pasiva de la norma, sino una reelaboración personal, una
transformación y adaptación personal, de manera que la persona crea una ‘cultura personal’ en
la que se concreta el macro sistema cultural más amplio.
• Es susceptible de cambiar, hasta cierto punto, a partir de la acción reflexiva e intencional de la
persona o de la interiorización en momentos posteriores de nuevas metas culturales estandarizadas.
• La cultura ofrece soluciones a problemas que surgen de la constitución biológica del ser humano,
así como de problemas en referencia al propio mantenimiento del sistema cultural.
• Ofrecen guías, orientaciones, que los individuos siguen, en busca de un significado y
propósito.
La persona puede desviarse o no de estas reglas, aunque esta desviación en ocasiones podrá
implicar ciertas consecuencias no deseables. Sin embargo, la acción y el desarrollo humano no
únicamente se encuentra configurado por reglas externas o internalizadas. En un sentido aún
mayor, se encuentran constituidos por otro tipo de reglas: las reglas constitutivas. Estas reglas se
refieren a qué forma ha de tomar algo (por ejemplo, una determina acción intencional) para ser
considerada como tal (como un acción común determinado objetivo) dentro de una cultura.
De esta manera, la acción intencional con relevancia para el desarrollo personal está
íntimamente vinculada con estas estructuras de reglas (a estas ‘estructuras semióticas’ a las que
nos referíamos en páginas anteriores) que la posibilitan. A partir de la comprensión de cómo las
reglas regulativas (la norma) y constitutivas (la estructura semiótica) de cierta cultura influyen
en la acción intencional y en el desarrollo personal, podemos entender la aparición de
universales’ o de regularidades dentro del desarrollo, más allá de las regularidades que la propia
biología impone, regularidades de las que vamos a hablar a continuación.
El papel de la biología
• En primer lugar abre las posibilidades para adaptarnos a un amplio rango de variaciones
ambientales, ya que en principio no estamos pre-diseñados para un nicho ecológico concreto.
• Por otra parte, posibilita que la cultura actúe compensando la falta de automatismos adaptativos:
la cultura se convierte en una especie de ‘segunda naturaleza humana’ que asegura la
supervivencia ofreciendo una serie artificial de medios compensatorios de adaptación. La
ontogenia humana es en sus aspectos biológicos, psicológicos y sociales dependiente de las
influencias regulativas, constitutivas y protectoras del contexto cultural en el que nacemos.
El self, en tanto agente donde residen esas representaciones que dan sentido a la acción intencional
(metas, valores, creencias, deseos) y desde el que parte y se ejecutan las propias acciones, se
convierte en el verdadero protagonista. Así, podemos decir que la teoría de Brandtstädter es,
fundamentalmente, una teoría del self y su papel en el desarrollo. Veamos ahora el origen
evolutivo del self por lo que se refiere a las acciones intencionales y algunos de los componentes
y restricciones que influyen en su formación y relevancia para el desarrollo.
El self autorregulador
La autorregulación evolutiva del desarrollo es el medio por el que las intenciones guían la
construcción de nuestra trayectoria evolutiva. Esta autorregulación opera a partir de tres funciones
(Brandtstädter, 1999a, p. 53; Brandtstädter, 1998, pp. 828 y siguientes):
• La acción autocorrectiva, que, en caso de una autoevaluación que encuentre discrepancia entre
las trayectorias evolutivas que seguimos y las deseadas, pone en marcha nuevas acciones
intencionales para reducir esa brecha.
REFERENCIA BIBLIOGRAFICA: