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En mi iglesia perfecta los hermanos siempre llegan a tiempo. La predicación expositiva es aplicable
a la vida diaria. Rara vez hay malos entendidos. Casi nunca escuchamos chisme, y las familias
viven prácticamente sin problemas, poniendo en práctica lo que oyen los domingos. Nuestra casa
de reunión es preciosa: la arquitectura ni demasiado contemporánea, ni muy anticuada. Los
jóvenes viven en santidad para Cristo, los padres son líderes en la casa, y las esposas se someten
amorosamente a sus maridos.
Mi iglesia, en realidad, es muy diferente. Es más hospital que museo de cera. Hay personas que
llegan siempre a tiempo… a la predicación. Y nuestro local de reunión es pequeño y multipropósito.
¿Y sabes? Me encanta.
El problema es que nunca la encontrarán. La iglesia perfecta no existe, o por lo menos, no como la
están buscando.
Déjame repetir eso de nuevo: la iglesia perfecta no existe. Antes de que respondas: “¡Por supuesto
que es perfecta, ya que es el cuerpo de Cristo!”, sí, en eso tienes razón, y hablaremos de eso más
abajo. A lo que me refiero es que hay muchas personas que buscan iglesias de la misma manera
que buscan restaurantes: buen ambiente, asientos cómodos, y un menú para cualquier paladar.
Los cristianos nos hemos vuelto bastante requisitosos al ir de compras en busca de iglesia. Rara
vez se piensa en términos de lo que se puede aportar. Más bien, en lo que se puede recibir.
Por supuesto, hay congregaciones que hace mucho que deberían haber hecho algunos cambios, y
soy el primero en decir que me desespera ver la increíble desorganización y falta de esfuerzo que
abunda en las iglesias hispanas. Pero al mismo tiempo me entristece la constante rotación de
personas en nuestras congregaciones debido a que “no encuentran lo que estaban buscando”, sea
lo que sea.
Perfecta y perfeccionándose
“Por tanto”, dice Pablo, “ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8:1).
De manera real, todo hijo de Dios es perfecto. Ha sido declarado justo por el poder de Dios y a
través de la obra santificadora en Cristo. Esta es una verdad impresionante. A los ojos de Dios
somos declarados perfectos con base en la obra perfecta de Jesucristo. De manera posicional,
somos justos, ¡aunque sigamos cometiendo pecado en nuestra carne! De allí que Lutero decía que
somos simul justus et peccator: simultáneamente justos y pecadores.
En Cristo, la iglesia es santa y perfecta, ya que “Cristo amó a la iglesia y se dio El mismo por ella,
para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de
presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa
semejante, sino que fuera santa e inmaculada” (Ef. 5:25b-27). En ese sentido, ¡toda verdadera
iglesia es perfecta! Cristo mismo la ha santificado y purificado, con el propósito de presentársela a
sí mismo. De una manera real, toda (verdadera) iglesia imperfecta es en realidad perfecta en
Cristo.
Pero al mismo tiempo, toda iglesia —compuesta por cristianos individuales— está en un proceso
continuo de santificación. Por eso los apóstoles constantemente exhortan a la santidad.
Escucho a personas decir que debemos ser como a las iglesias del Nuevo Testamento. Me
pregunto, a qué iglesia en específico se refieren. ¿La de Corinto? ¿La de Galacia? ¿Pérgamo?
Uno no tiene que ser un erudito para ver que la mayoría de las iglesias del Nuevo Testamento
tenían problemas. Muchos problemas. Serios problemas.
En realidad, todas dejan mucho qué desear. Los corintios tienen un desorden en la iglesia (1 Cor.
14:40). A los gálatas Pablo dice, “¡Oh, gálatas insensatos! ¿Quién los ha fascinado…?” (Gál. 3:1).
La palabra “fascinó” puede traducirse como “hechizó” (léxico BDAG). Pablo simplemente no podía
creer lo sucedido en Galacia. ¡Era como si alguien los hubiera hechizado! En Apocalipsis, las
iglesias de Éfeso, Pérgamo, Tiatira, Sardis, y Laodicea son exhortadas a arrepentirse (Apoc. 2:5,
16, 21–22; 3:3, 19).
Pero hay algo que me llama la atención. Aun con los problemas, con las rebeldías, con las malas
actitudes, siguen siendo iglesias de Jesús. A los Corintios, Pablo los llama la “iglesia de Dios”, y
“santificados” (1 Co. 1:2). A los Gálatas los llama “hijos” (Gá. 4:6). Inclusive las siete iglesias de
Asia claramente pertenecen a Jesucristo mismo; el hecho de que las llame al arrepentimiento habla
de la preocupación que Jesús tiene por ellas.
Y entonces comprométete. Asiste. Ponte bajo la autoridad de los ancianos. Busca servir en lugar
de criticar. Recuerda, la posición del crítico es la más cómoda: no hace nada pero encuentra fallas
en todo.
Y si ya te encuentras en una iglesia fiel pero imperfecta, deja de esperar a que la gente se te
acerque, ¡tú acércate! Deja de esperar a que alguien te visite, ¡tú visita! Conviértete en un agente
de cambio con toda humildad y mansedumbre. Emociónate con tu iglesia. Apoya a los líderes.
Involúcrate con los hermanos.
Las iglesias necesitan una multitud de hermanos comprometidos con el servicio y sacrificio. Que
piensen más en otros y menos en ellos mismos.
Si tu iglesia parece más hospital que museo de cera, da gloria a Dios. Estás en el lugar correcto.
La iglesia ideal
Según Dios
Y usted, querida alma, ¿qué más ama? ¿Qué es su tema de todos los días? ¿El
enfoque de su vida? ¿Acaso la política, placeres, trabajo, deportes, dinero,
condiciones o causas sociales, familia, espectáculos de entretenimiento o ecología?
Billones de seres humanos gastan billones de palabras en estos temas, girando
todos ellos en torno a cosas o asuntos materiales que evolucionan y, a la larga,
fenecen. Algunos se revisten de cierta importancia para esta existencia, pero ninguno
supera el del “reino de Dios” (la iglesia), teniendo esta entidad divina incalculable
importancia tanto para esta vida como para la existencia eterna del mañana.
¿Acaso discrepe usted fuertemente? ¿Le aburre el tema “iglesia”? ¿No ama a
ninguna? “Esas iglesias que yo conozco, ¿para qué sirven? ¿Por qué darles
importancia? Están llenas de hipócritas, vividores, mercaderes, adúlteros, cleros
culpables de delitos sexuales contra menores y adultos, gente desquiciada.” Pues, no
se puede tapar el cielo con la mano; esos males existen y se multiplican en muchas
iglesias. ¿Acaso constituyan su justificación para no tomar usted en serio el tema
“iglesia”, no congregarse en ninguna, quedarse en casa, olvidarse de iglesia, echar a
todas en el mismo saco? ¿Acaso vaya usted aún más lejos, mofándose de ellas,
gastando chistes a expensas de sus líderes, ridiculizándolos? De ser así,
psicológicamente usted se habrá librado de “las iglesias, con sus ministros”.
Pero, ¡alto! ¿No estará usted enredado en una trampa tan hábilmente tejida para su
alma que no la sienta ni la vea? ¡Usted no se está fijando en la iglesia que Dios
concibió y Cristo ama, sino en iglesias moral o doctrinalmente enfermizas! Estas
decepcionan en gran manera. Quítese su mirada de ellas, se lo suplicamos. Para su
bien presente y eterno, usted necesita ver la IGLESIA IDEAL, según Dios.
¡De modo alguno! Al contrario, comparativamente fácil, ya que el modelo divino para
ella es sencillo. Cualquier persona de capacidad intelectual normal, honesta y
amante de la verdad, discierne pronto sus atributos esenciales básicos. Además, dada
la enorme importancia de la iglesia en el “propósito eterno” de Dios, deberíamos estar
totalmente dispuestos a conocerla perfectamente, cueste lo que cueste en términos de
lectura, estudio y análisis, ¿de acuerdo?
Según Dios, la iglesia es la desposada de Cristo. Como tal, ella ha de ser intachable y
absolutamente fiel a su esposo. “Porque os celo con celo de Dios; pues os he
desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a
Cristo” (2 Corintios 11:2). La iglesia ideal es, pues, “como una virgen pura”. Debemos
fijarnos en esta iglesia. Esta es la que deberíamos hacer realidad en la tierra –la pura
y fiel.
¿Por qué existen iglesias que no son “como una virgen pura”? El siguiente versículo
descubre la razón: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a
Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera
fidelidad a Cristo” (2 Corintios 11:3) . “Sentidos… extraviados…” Desviado o
perdido hasta el sentido común de lo correcto y decente; corrompido el sentido de
compromiso y del rol asignado por Dios. ¡Falta de “sincera fidelidad a
Cristo”! Fidelidad profesada, pero no practicada.
La “virgen pura” de Cristo se cuida de no asociarse con mujeres impuras, sabiendo
que estas manchan y arrugan vestimentas espirituales. Por ejemplo, abrazar a Doña
Cultura Liberalizada o a su muy atractiva hija, la Srta. Farándula, ¡puede resultar
fatal! La primera es una dama muy agresiva y popular que aboga causas contrarias a
la voluntad de Cristo: el matrimonio de homosexuales (Romanos 1:26-32;1 Corintios
6:9-11), la convivencia de parejas sin casarse (1 Corintios 7), el derecho al divorcio, no
importando la razón (Mateo 19), el uso de estupefacientes, la libre expresión y
diseminación de pornografía, maldiciones, blasfemias (Gálatas 5:16-26), etcétera.
(2) “...como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las
congregaciones...” (1 Corintios 14:33-34).
(5) “A causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una
tenga su propio marido” (1 Corintios 7:2).
Para su iglesia ideal Dios establece un fundamento ideal, a saber: Cristo, los apóstoles y
los profetas. “Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual
es Jesucristo” (1 Corintios 3:11). El “templo santo en el Señor” (la iglesia) está
edificado “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra
del ángulo Jesucristo mismo” (Efesios 2:19-22).
Puesto una sola vez para siempre, este fundamento es intocable, inconmovible,
perfecto y sellado, no añadiéndose nadie más. “Sobre esta roca edificaré mi iglesia”,
proclamó Cristo (Mateo 16:18), y lo hizo, edificándola sobra la sólida roca masiva de su
propia divinidad: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. El apóstol Pedro
figura en el fundamento, juntamente con los demás apóstoles, no siendo superior a
ellos, ni mucho menos “la principal piedra del ángulo”.
En la iglesia ideal, según Dios, todos los miembros están “perfectamente unidos en una
misma mente y en un mismo parecer”, hablando “todos una misma cosa” (1 Corintios
1:10). Son “uno”, como Dios y Cristo son uno, “perfectos en unidad” (Juan 17:21-
23). Enseñan “un cuerpo… una misma esperanza… una fe, un bautismo” (Efesios 4:1-
6), contando “divisiones” entre las “obras de la carne” (Gálatas 5:19-21).
Los seguidores de Cristo que reconocen y aprecian la iglesia ideal se reúnen en
congregaciones dedicadas a hacerla realidad en la tierra.
Amando a Dios, Cristo, la verdad y la salvación, usted no puede menos que amar también
a la iglesia. No a cualquier iglesia sino a la que la Deidad concibió y estableció,
adquiriéndola a precio de la sangre inocente vertida en la cruz. Procurará ser añadido a
ella, como los tres mil que “se añadieron aquel día” de Pentecostés, al recibir la palabra,
bautizándose “para perdón de los pecados” (Hechos 2:37-47). No permitirá que el popular
refrán “la iglesia no salva” lo lleve a despreciar a la iglesia de Dios como inconsecuente e
innecesaria. Tendrá presente que Cristo “es su Salvador” (Efesios 5:23). Los redimidos
se encuentran en ella. ¿Dónde se encuentra usted?