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Siempre se ha dicho que ISRAEL es “el pueblo de la ley”, y esto es de tanta
importancia para los israelitas, que el estudio de la Torah (ley) se impone
no solo a los rabinos, sino a todos, convirtiéndose en su primer y superior
deber. Y les enseñada no solo a un grupo de personas privilegiadas que
podían pagar la educación de sus hijos por las diversas escuelas
estudiadas anteriormente, sino que se le enseña al pueblo en las
sinagogas.
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¿Qué enseñó Jesús acerca de la Ley?
“No piensen ustedes que he venido para abolir la ley o los profetas; no he
venido para abolir, sino para cumplir. Porque de cierto les digo que,
mientras existan el cielo y la tierra, no pasará ni una jota ni una tilde de la
ley, hasta que todo se haya cumplido.
“La jota fue la letra más pequeña del alfabeto griego, pero aquí…
normalmente se entiende que se refiere a la yodh, la letra más pequeña
del alfabeto hebreo… Jesús dice 'Ni la letra más pequeña, ni la parte más
pequeña de una letra’”
Jesús reconoció plenamente la ley, la afirmó públicamente, y la obedeció.
Él vino, “no como destructor o innovador, sino para cumplir”. El texto
de Mateo 5:17-20 es claro en su significado cuando se reconcilia con su
contexto histórico, cultural, y homilético. Jesús declara explícitamente que
no había venido a abrogar la ley, a cancelarla, a anularla, sino a
cumplirla, a ponerla en fuerza, a permitir que su pueblo hiciera de la ley
una realidad interior. Formando parte de un sermón mayor, el Rey y el
Legislador anunció el restablecimiento de la voluntad de Dios y la
inauguración de su reino, restableciendo las mismas exigencias éticas del
Antiguo Testamento y confirmando su enseñanza y autoridad con señales
y milagros en los futuros capítulos.
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El reino de Dios no es sin ley en su naturaleza; se caracteriza por su ética
divina y justa establecida por Dios y habilitada por el Espíritu Santo. La ley
puede hacer que los hombres sean declarados culpables por sus
pecados, puede contener el mal en el mundo, y puede guiar al creyente
en su progresiva santificación.
• La ley ceremonial. Tenía que ver con todos los rituales, sacrificios
realizados en el templo y la adoración a Dios que ellos debían realizar
(Levítico).
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