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Los criollos, a pesar de los privilegios que tenían, habían desarrollado un sentimiento
particular del «ser americano» que los invitaba a la rebeldía: "Estábamos (explicaría
Bolívar más tarde) abstraídos y, digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es
relativo a la ciencia del gobierno y administración del Estado. Jamás éramos virreyes ni
gobernadores sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces;
diplomáticos nunca; militares sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios
reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aun comerciantes; todo
en contravención directa de nuestras instituciones".
Ésta era, por lo demás, la clase a la cual pertenecían sus padres, Juan Vicente Bolívar
y Ponte y María de la Concepción Palacios y Blanco. El niño Simón era el menor de
cuatro hermanos y muy pronto se convertiría, junto a ellos, en heredero de una gran
fortuna. Disfrutó de una infancia privilegiada, pero cuando tenía nueve años de edad
quedó huérfano de padre y madre, víctimas de la tuberculosis, pasando al cuidado de su
abuelo materno y posteriormente de su tío Carlos Palacios; ellos velarían por su
educación, aunque también la negra Hipólita, su esclava y nodriza, continuaría cuidando
del muchacho. En su niñez fue alumno de los ilustres Simón Rodríguez y Andrés Bello.
Allí, Bolívar y Mariño ven su autoridad desconocida por sus propios compañeros de
armas. El Libertador halla de nuevo fraterno asilo en la Nueva Granada, donde
interviene con varia suerte en las contiendas políticas internas y logra que la ciudad de
Bogotá se incorpore a las Provincias Unidas. En mayo de 1815, hallándose frente a
Cartagena, Bolívar abandona el mando para evitar el estallido de la guerra civil.
En 1823, llegó a Lima para luchar por la Independencia del Perú. Al mando del
Ejército Unido Libertador, logró las brillantes victorias de Junín y Ayacucho (1824).
Permaneció en Lima hasta 1826 organizando la Federación de los Andes, proyecto que
uniría a la Gran Colombia, Perú y Bolivia. Retornando a Bogotá no pudo superar los
planes nacionalistas de Caracas y Quito. Lima y La Paz también se le sublevaron.