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La Construccion Social de Genero y Economia, Documento Flacso Ecuador
La Construccion Social de Genero y Economia, Documento Flacso Ecuador
Sesión 1
La construcción social del género y la economía
En esta sesión realizaremos un breve recorrido histórico para comprender cómo se ha ido
instalando una idea de la economía que excluye a las mujeres y que, al centrarse sólo en las
esferas monetizadas, impide comprender el funcionamiento integral del sistema económico.
Develaremos los sesgos androcéntricos que están en la base de la visión habitual de la
economía, y la entenderemos como una construcción social y, por lo tanto, reflejo de las
desigualdades sociales imperantes y transformable.
Estamos en un curso sobre género y economía (¡un diplomado sobre género y economía!) y no
es sencillo responder a la pregunta de qué tienen que ver una cosa con la otra. ¿Cuáles son los
principales problemas de desigualdad económica entre mujeres y hombres? ¿Las políticas
económicas que ponemos en marcha favorecen la igualdad? ¿Y la economía que estudiamos
puede ser una herramienta para mejorar la posición económica de las mujeres? Todas estas
con preguntas relevantes, pero hay otra pregunta previa que tenemos que hacernos: ¿qué es
la economía? A veces, hay conceptos que parecen mostrar una realidad irrefutable, y
olvidamos que son también una construcción social (Durán, 1995). Es decir, no son un simple
espejo de la realidad, sino que muestran un consenso social sobre qué parte de la realidad
queremos mirar, desde dónde la miramos y cómo la interpretamos. Aunque hoy nos hablen de
economía y parezca que todas y todos estamos pensando en lo mismo, la idea de economía es
una construcción social. Y, ni ha existido siempre, ni es incuestionable.
1‐ Por qué cuestionar a qué llamamos hoy economía
Al hablar de economía podemos estar refiriéndonos a dos cosas diferentes: al sistema
económico que existe, o a la rama de pensamiento que lo estudia. En este curso, al hablar de
economía vamos a estar continuamente saltando de una a otra, porque, en el fondo, se trata
de lo mismo. Por ejemplo, cuando discutimos si la economía va bien o va mal, estamos
aplicando un concepto que delimita qué es eso que va bien o mal. En ambos casos, la
economía (la que existe y la que se estudia) tal como la conocemos hoy es una construcción
social y no algo que haya existido siempre.
En lengua cañarí1 las ideas de trabajo asalariado, por cuenta propia, empleo, etc. no existían.
Las distintas formas de trabajo reconocidas eran: LLAMCAY, trabajo; MINCA, trabajo
comunitario; AINI, trabajo colectivo familiar; RANTINPAC, trabajo solidario, de ayuda mutua;
MITA, trabajo obligado, forzado por los españoles / por turnos en el incaico; y
MAQUIMAÑACHII, trabajo de colaboración mutua, que se devuelve. Es decir, las formas de
organizar y de comprender el trabajo eran otras distintas a las actuales, y no venían marcadas
por el salario o por la venta de la mano de obra en el mercado. La palabra economía fue
introduciéndose con la llegada de los españoles como MISA CANA (MISA mezquino, tacaño /
CANA hacer el oficio ‐ futuro).
“Al parecer estas voces compuestas nos darían una relación de la introducción de la
visión de economía desde la colonización. Tal vez por el proceso extractivo
indiscriminado de la colonia, los indios vieron a la economía colonizadora como un
sistema egoísta con el futuro” (Escobar, 2008).
No se encuentra traducción para palabras que hoy utilizamos diariamente como sueldo,
salario, riqueza, oferta, privado, acumular, individuo, empleo. La economía, el trabajo tal como
los conocemos hoy no eran formas relevantes de organización en la cultura cañari.
Si analizamos la historia de las cosas que hoy parecen inamovibles nos damos cuenta de su
apertura y reforzamos también la idea de que es posible proponer cambios que sean
adoptados en un futuro. Este es un primer motivo para preguntarnos qué es la economía.
Nuestra forma de entender la economía surge en el siglo XVIII con la Revolución Industrial y el
capitalismo, con los autores de lo que llamamos economía política clásica (Adam Smith, David
Ricardo, John Stuart Mill, Karl Marx…).
Y hay, al menos, un segundo motivo para preguntarnos cómo se ha construido la idea de
economía; un motivo que es casi instintivo: la profunda molestia que sentimos las mujeres
cuando se dice que hemos estado durante largos años inactivas. ¿Inactivas cómo?, ¿sin hacer
nada?, ¿dependiendo de que otros nos dieran de comer?, ¿de brazos cruzados? Aunque no
1
La lengua cañari dominó la cultura cañari desde sus inicios hasta que el inca Tupac Yupanqui
introdujo el quechua. Posteriormente, cañari y quechua subsistieron en conjunto durante los
sesenta años de la dominación incaica y, paulatinamente, la lengua cañari fue quechuizándose,
encontrándose vestigios aún a principios del siglo XX. Toda esta parte está tomada del ensayo
de Lorena Escobar “Visión Económica de la Lengua Cañari” para el curso género y economía,
FLACSO-Ecuador, 2008.
tengamos una teoría clara para respaldar nuestros argumentos, aunque carezcamos de
montones de conceptos, de datos, de cifras que nos respalden, sabemos que las mujeres no se
han pasado la historia paradas (menos aún sentadas), esperando que les llegaran las cosas.
Han estado haciendo algo, haciendo muchas cosas. ¿Y esas cosas no son economía? Sabemos
también (de forma en ocasiones más intuitiva que requete argumentada) que las
desigualdades que vivimos en el mundo del trabajo que se paga algo tienen que ver con la
cantidad de responsabilidades que tenemos fuera (con el trabajo que no se paga… aunque
capaz aún nos da susto llamar trabajo a eso que se hace gratis). Es decir, que para entender
nuestra posición en la economía y en el trabajo hay que mirar también hacia otros lugares
fuera de la fábrica y de la empresa. Y que el reparto de posiciones en la economía y en el
trabajo no parece, a ojo de gato, muy justo. Porque esas otras cosas que hemos estado
haciendo históricamente las mujeres no nos permitían un salario (y el dinero es imprescindible
para vivir), ni nos daban derecho al seguro social; y porque algo tendrá que ver el que las
mujeres campesinas trabajen las pequeñas chacras pero que éstas rara vez sean de su
propiedad…
2‐ Cómo se fue instalando la idea de economía…
La idea de economía y de trabajo, los dos conceptos fundacionales del pensamiento
económico y del sistema económico actual, se han construido socialmente y no son favorables
a las mujeres… Son dos puntos de partida muy básicos, pero también muy potentes.
2.1‐ Primeras visiones de la economía: potencia y límites de un concepto amplio
Como decíamos, la economía surgió en el siglo XVIII y abarcaba “el estudio de las leyes sociales
que gobiernan la producción y la distribución de los medios materiales para satisfacer las
necesidades humanas” (Barbé 1996: 18). De aquí hay que destacar varios factores:
- El reconocimiento de la importancia de las necesidades como el eje central de lo que
definía la economía. Esto estaba muy ligado a la idea de necesidades materiales
(alimentarse, vestirse, tener un techo, etc.).
- El reconocimiento del conflicto social: la economía se entendía como un proceso social
y, por lo tanto, político, de establecimiento de mecanismos para regular el proceso de
satisfacción de necesidades y de generación de valor.
- El reconocimiento de un nexo sistémico entre los subsistemas de producción (de
bienes) y de reproducción (de personas). Como decía Engels:
“Según la teoría materialista, el móvil esencial y decisivo al cual obedece la humanidad
en la historia es la producción y reproducción de la vida inmediata. A su vez, éstas son
de dos clases. Por una lado, la producción de los medios de existir; de todo lo que sirve
para alimento, vestido, domicilio y los utensilios que para ello se necesitan; y por otro,
la producción del hombre mismo, la propagación de la especie.” (Engels, 1884: 12)
Todo lo anterior lo podemos ver más claramente analizando la teoría del salario que
manejaban: ¿qué es el salario, cómo se determina?
- Para Adam Smith el salario viene impuesto por los patronos, pero existe un límite
inferior que no puede rebasarse, llamado salario natural o de subsistencia, que viene
determinado exógenamente por las necesidades de reproducción de la mano de obra.
- Para Karl Marx el salario toma su valor exacto por la interacción de la oferta y la
demanda, pero pivota en torno a un valor básico que es el valor de la fuerza de
trabajo. “El valor de la fuerza de trabajo, como el de cualquier otra mercancía, se
determina por el tiempo de trabajo necesario para la producción, o sea, también
reproducción, de este artículo específico” (Marx, 1867: 229). Este valor se determina,
de nuevo, por un límite de subsistencia y, luego, una componente social que está en
función del nivel de vida de un país, con lo que las dimensiones sociales e
institucionales se sitúan como elementos cruciales de la teoría.
Por lo tanto, vemos los tres elementos que decíamos antes: lo importante es cómo se
(re)produce esa mercancía que se vende, en este caso, la fuerza de trabajo (¡las personas!).
Hay un nexo entre la producción (en el mercado y la fábrica) y la reproducción de la vida; y la
reproducción tiene que ver con las necesidades. Además, se reconoce que hay un conflicto
social: los patronos quieren pagar lo menos posible, y los trabajadores luchan por que se les
pague más, por que aumente el coste de su reproducción:
“Un trabajador inglés consideraría su salario inferior a su tasa natural e insuficiente
para mantener a su familia si la única comida que le permitiese comprar fueran
patatas, y la única vivienda que pudiera conseguir, una cabaña de barro; sin embargo,
estas demandas de carácter tan modesto son con frecuencia más que suficientes en
países donde ‘la vida del hombre es barata’.” (Ricardo, 1817: 96‐ 97)
Pero… ¿qué es lo que permite la producción de la mercancía trabajo, o sea, la reproducción de
las personas? Aquí Ricardo lo deja claro: “El precio natural del trabajo depende, por lo tanto,
del precio de la comida, de las necesidades básicas y de las comodidades requeridas para
mantener al trabajador y a su familia” (1817: 93). Depende… de todo lo que se compra en el
mercado… ¡el trabajo no pagado, el trabajo doméstico, no existe! Parece que la familia de la
que habla Ricardo come las patatas crudas o va siempre a un restorán.
La idea inicial de economía permitía entender el proceso de reproducción de las personas y
atender al trabajo doméstico (trabajo de reproducción o como queramos llamarlo, luego
discutiremos más sobre esto), pero los economistas clásicos no lo hicieron. Para Ricardo, ya
hemos visto, el trabajo de reproducción de los obreros no existe; todo lo que necesitan, lo
compran. Para Adam Smith sí existía, pero era invariable y anacrónico, con el avance del
capitalismo dejaría de existir, por lo tanto, no merecía la pena estudiarlo ni fijarse en él. Para
Marx, también existía, pero como estaba fuera de la relación capitalista, no merecía tampoco
atención y podía dejarse al instinto de conservación de las familias:
“La constante conservación y reproducción de la clase obrera es siempre condición
constante de la reproducción del capital. [Pero] el capitalista puede confiar
tranquilamente su cumplimiento al instinto de conservación y reproducción de los
trabajadores.” (Marx, en Gardiner, 1999: 85)
Por lo tanto, el ámbito de fuera del mercado sí se ve, pero no se considera económico, ni
merecedor de atención, ni lo que ocurre ahí es trabajo… De hecho, se considera que todo lo
que está fuera del mercado depende de lo que pasa en el mercado. El ámbito de fuera de la
economía es importante, pero no es economía, y ni siquiera debe regirse por leyes políticas. En
él no hay conflicto, sino armonía familiar. El ámbito de la producción se rige por el conflicto
social que requiere mediación de fuerzas políticas, el ámbito de la reproducción se rige por la
moral.
Para Adam Smith está claro: asocia la producción con el mundo de lo público y con los
hombres y le aplica la doctrina del liberalismo económico desarrollada en La riqueza de las
naciones (1759). Ahí, lo conveniente es que los sujetos, los agentes económicos, velen por su
propio interés egoísta, y así se logrará el mayor bienestar general posible (es la idea de la
mano invisible del mercado, que subyace a la filosofía de las políticas neoliberales hoy día). La
reproducción, en cambio, se realiza en lo privado‐doméstico, espacio asociado a las mujeres y
regido por la filosofía política patriarcal de la Teoría de los sentimientos morales (1776). Ahí las
mujeres deben ser altruistas y dedicarse por completo (sacrificarse, inmolarse) por la familia.
Las relaciones entre mujeres y hombres que son las que gobiernan la reproducción son
importantes para la moral, pero no para la economía. La idea es clara: ¡no hay conflicto
económico entre mujeres y hombres!
2.2‐ Una visión reduccionista: economía = dinero
Después de los clásicos, fue ganado terreno la llamada escuela marginalista (que, a muy
grandes rasgos, podemos decir que luego derivó en la economía neoclásica, que es la que hoy
sustenta la doctrina de corte neoliberal). La escuela marginalista pierde toda noción de la
interrelación entre la producción y la reproducción. La economía deja de ser un análisis de las
relaciones sociales que determinan el valor, para pasar a concentrarse en el mercado como un
terreno impersonal donde el valor se mide de forma perfecta y natural a través de los precios
de mercado2. Para ellos, economía es “el estudio de la conducta humana como relación entre
los fines y los medios escasos que tienen aplicaciones alternativas” (Robbins: 1932: 212),
considerándose escaso aquello que tiene precio:
“La economía política es la ciencia que investiga la naturaleza de la riqueza y las leyes
que gobiernan su producción, intercambio y distribución [...] riqueza es cualquier cosa
que tenga un valor de cambio [...] Esta definición será rápidamente comprendida si el
estudiante piensa en algunas cosas que, sean como sean de útiles e indispensables, no
pueden ser consideradas riquezas. Así, el aire que respiramos no tiene valor de
2
Es interesante ver que los primeros autores, en el contexto de un conflicto de definiciones,
dedicaron mucho esfuerzo a definir la economía; luego se perdió este interés, al considerarlo
ya un lugar común, pero se mantuvieron los ejes definitorios. Hoy día, si vamos a una clase de
economía, muy rara vez comenzarán explicándonos qué es economía, qué es eso que vamos
a estudiar. Mucho menos nos permitirán discutir si lo que dicen que es economía efectivamente
lo es… Al contrario de lo que ocurre, por ejemplo, con el género; casi todos los cursos de
género tienen que comenzar explicando qué es el género (si no tiene que empezar
defendiendo que es algo). Esto no significa que la economía sea autoevidente y el género no,
sino que hemos aceptado socialmente una determinada forma de ver la economía… y no la
discutimos; vuelta el género sigue siendo algo polémico.
cambio; nadie daría nada por ninguna cantidad de aire; porque cada individuo puede
obtener gratuitamente y sin ningún trabajo todo el aire que desee [...] Sin embargo, el
agua se convierte en riqueza allí donde la oferta natural es insuficiente para satisfacer
las necesidades de todos los habitantes.” (Fawcet, 1870: 1)3
Por lo tanto, hasta que algo no se paga, no es económico, no es importante. Ahora, con la crisis
ecológica y de contaminación del aire, el aire empieza a tener precio… ¡y a ser economía! Con
la escuela marginalista se produjo un cambio que afectó muy negativamente a las mujeres:
- La economía ya no es producir valor ni satisfacer necesidades, sino que lo económico
viene definido (de manera muy tautológica) por los movimientos de dinero. Economía
y flujos monetarios vienen a ser lo mismo; economía es dinero y dinero es economía,
no hay más. Y trabajo es el que se paga, no hay otro. Trabajo es aquello que haces sólo
si te pagan por hacerlo, ya que el placer (la utilidad) que te proporciona lo que puedes
comprar con ese salario contrarresta el malestar del propio trabajo (Jevons, 1871).
- La reproducción desaparece por completo; ya no importa cómo se reproduce la clase
obrera, sólo importa cuánta oferta y demanda de trabajo hay.
- La economía deja de ser escenario de conflicto y de relaciones sociales y pasa a ser
escenario de interacción de las fuerzas impersonales de la oferta y la demanda. La
economía va dejando de ser social, y cada vez es más técnica. Va dejando de ser el
estudio del conflicto, para empezar a ser el estudio del equilibrio… por lo tanto, un
terreno libre de luchas de poder, un escenario perfecto para la ciencia pura.
- Y, por supuesto, si las relaciones de género no importaban antes cuando las relaciones
sociales eran importantes, mucho menos importan ahora.
Se va instalando una visión de la economía que deja fuera el ámbito principal de actividad de
las mujeres: el de la reproducción y el trabajo doméstico. Las mujeres pasan a ser invisibles
para la economía. Esto es ya un sesgo clarísimo, pero hay más. Porque… ¡siempre ha habido
mujeres trabajando en el mercado, en la fábrica! Y, sin embargo, tampoco sus experiencias se
tuvieron en cuenta al construir la teoría económica. No sólo economía y mercado se
entendieron como sinónimos, sino que el mercado se entendió como el espacio de actividad
de los hombres. Las mujeres no debían estar ahí y, cuando estaban, su presencia se
consideraba una anomalía. Veamos algunos ejemplos:
- Para Adam Smith el salario de subsistencia era el que permitía mantenerse al
trabajador… ¡y a sus dependientes!
“Un hombre ha de vivir siempre de su trabajo, y su salario debe al menos ser
capaz de mantenerlo. En la mayor parte de los casos debe ser capaz de más; si
no le será imposible mantener a su familia, y la raza de los trabajadores se
extinguiría pasada una generación” (Smith, 1776: 112‐113).
Pero, para una trabajadora, el salario de subsistencia era el que le permitía
mantenerse a sí misma. No se entendía que una mujer pudiera tener dependientes.
3
Atención, esta definición la dio una mujer. Es interesante, porque, como veremos, decimos
que esa definición de economía ha sido negativa para las mujeres, pero ha habido igualmente
mujeres que la han defendido… ¿Qué relación hay entre la posición que ocupa cada quien y el
conocimiento que genera desde ahí? Sobre esta pregunta volveremos en la próxima sesión.
- Las experiencias propias de las mujeres no cuentan para definir lo económico, como
explica Mill al hablar de la especialización como el criterio para definir la eficiencia en
el trabajo:
“Las mujeres son por lo general […] de una versatilidad muchísimo mayor que
la de los hombres; este es un ejemplo entre muchos, de lo poco que la
experiencia y las ideas de las mujeres han contado a la hora de configurar las
opiniones de la humanidad. Pocas mujeres aceptarían la idea de que un
trabajo mejora al ser prolongado y de que es ineficiente porque se cambia a
una nueva tarea. Incluso en este caso, en mi opinión, la costumbre más que la
naturaleza, es la causa de esta diferencia. De cada diez hombres nueve tienen
una ocupación especializada, en tanto que, por el contrario, de cada diez
mujeres nueve tienen ocupaciones de carácter general y que comprenden una
multitud de detalles, cada uno de los cuales requiere poco tiempo.” (Mill,
1869: 127‐8)
- Poco a poco, se instaura una doble teoría de la oferta de trabajo. Para los hombres, se
supone que la decisión de trabajar en el mercado es una decisión entre dedicar tiempo
a algo desagradable a cambio de ganar dinero, o dedicar tiempo a gastar el dinero; es
una elección entre trabajo y ocio. Para las mujeres, en cambio, la elección es entre
tiempo dedicado a ganar dinero, tiempo dedicado a gastarlo… y tiempo dedicado a
trabajar en el hogar; es una elección entre trabajo, ocio y trabajo doméstico. Ni qué
decir que la teoría de la oferta laboral que se estudia hoy en cualquier clase de
economía es la primera…
Es decir, es la experiencia masculina la que se convierte en la normal, las mujeres en la
economía son una anormalidad. Los conceptos, las herramientas teóricas y metodológicas se
construyen para entender la experiencia de los hombres. Como afirma Pujol (1995), la
economía se construye sobre la idea de que:
- Todas las mujeres están casadas y tienen hijas/os; están en el ámbito de lo doméstico,
en su hogar.
- Todas las mujeres dependen del salario, primero, de sus padres, luego, de sus maridos.
- Todas las mujeres son amas de casa y se especializan en trabajo doméstico (¡pero no lo
llaman trabajo!).
- Todas las mujeres son improductivas.
- Todas las mujeres son irracionales. Porque no se guían por el egoísmo (que es el motor
del crecimiento en el mercado, y es lo racional), sino por el amor y el altruismo a su
familia (que está muy bien, pero no es racional, ni económico). Esto lo veremos más
adelante.
Esas son las mujeres que aparecen en la economía, cuando aparecen. Las mujeres que rompen
con esa norma no existen para los economistas. Como afirma Pujol: “Hay que buscar mucho
para encontrar referencias a mujeres solteras, o que ya no están casadas, por no hablar de
lesbianas, de las cuales los economistas no han debido oír hablar nunca” (Pujol, 1995)
3‐ …a la par que fue instalándose el capitalismo
Esos cambios conceptuales sucedieron a la par que profundos cambios históricos. La economía
como ciencia surge a la par que se instala el capitalismo, y esto trajo consigo entre otros
cambios fundamentales. Hay dos que nos interesan especialmente:
- La instauración de los mercados capitalistas como epicentro de toda la sociedad: será
el proceso de valorización del capital el que rija todas las estructuras e instituciones
sociales, al igual que rige todos los conceptos (punto sobre el que volveremos en
próximas sesiones)
- La instauración de una división de espacios público/privado‐doméstico4, que va
asociada a un reparto de tareas entre mujeres y hombres (a ellas se les adscribe al
trabajo de reproducción, como decíamos; y a ellos, al de producción) y a una
construcción sexuada de las identidades (las mujeres deben ser madres y esposas,
cuidar a su familia, ser altruistas en el hogar; mientras que los hombres deben
realizarse a través de su profesión y ser egoístas en el mercado). Es una escisión
jerárquica que está en la base misma del sistema patriarcal.
3.1‐ La imposición de la familia nuclear fordista como lo ¿normal?
La división público/privado‐doméstico impone lo que se ha llamado la familia nuclear fordista
(¡un familia radioactiva!) como la familia normal. Con este concepto nos referimos al
matrimonio heterosexual con hijos en la que el hombre es el ganador del pan y la mujer es el
ama de casa. Es la familia normal en el sentido de que se piensa que es lo que debería ser…
pero no es la normal en el sentido de que la mayor parte de la población haya vivido nunca en
ese tipo de familia. Por ejemplo, las mujeres de clase obrera siempre han trabajado, y el
trabajo de cuidado de la familia no lo han organizado nunca solas cada una en su casa, sino a
través de redes de mujeres. Al igual que ocurre hoy con las mujeres de barrios populares. Pero,
como decíamos, sus experiencias se consideraban anormales y por eso no se construyó una
teoría para explicarlas. De hecho, las mujeres obreras siempre han sido doblemente invisibles:
en el mercado, tenían que esconder sus responsabilidades familiares y rendir como la que más.
En su hogar, tenían que acercarse al ideal de madre abnegada por sus hijas/os y esposos,
intentando que su trabajo asalariado interfiriera lo menos posible con sus tareas domésticas.
Lo normal no ha sido ese tipo de familia… pero ha sido el tipo de familia que se fue
imponiendo… por la fuerza; era la normalidad de la que se desviaban los grupos sociales
problemáticos. Era la normalidad sobre la que se construyó el estado del bienestar, como
4
No decimos público o privado en el sentido de quién posee los medios de producción. Lo
público aquí se refiere a la esfera del estado y de los mercados. Lo privado es el ámbito del
hogar. Murillo ha señalado que el concepto de privacidad tiene dos acepciones diferentes. En
un sentido masculino, la idea de vida privada “tiene que ver con el recogimiento del varón en la
vida familiar, pero al margen de obligaciones y prestaciones públicas (1996: xvii), el hombre
mira para sí, se atiende a sí mismo. En cambio, en su acepción femenina aparece “un segundo
tratamiento [que] se desarrolla en el hogar, con la familia y las necesidades que ésta genere.
Aquí se carece del sentido positivo de lo propio y el sujeto se especializa en la cobertura de lo
ajeno”. (1996: xvii). En adelante, al hablar de la escisión público / privado referida al género,
estaremos asumiendo esa segunda connotación de la privacidad, a la que algunas autoras
denominan “domesticidad” para evitar otorgarle esas connotaciones positivas que son un “mito”
en el caso de las mujeres (ver por ejemplo, Murillo, 1996; Feminismo y Cambio Social, 2001).
veremos en la sesión 7. ¿Hasta qué punto sigue siendo la normalidad hoy día? Es una pregunta
importante que debemos hacernos.
3.2‐ ¿Y qué opinaban los economistas del lugar que les corresponde a mujeres y hombres?
Todos los economistas de los que hablábamos al principio se preocuparon, y mucho, por el
lugar correcto de las mujeres en la economía. Eran tiempos de cambio, y en tiempos de
cambio los conflictos salen a la luz. Luego ya se impuso una forma de entender qué era lo que
estaba bien y lo que no… y se dejó de hablar del conflicto (al igual que se dejó de hablar de qué
era la economía).
Al principio de la Revolución Industrial había muchas mujeres en las fábricas, y en la
agricultura… y también en los servicios (por ejemplo, en el empleo de hogar ¡como ahora,
como siempre! Esto lo explica bien para Inglaterra Mayordomo, 2000). Pero ganaban menos
que los hombres, y había muchísimo debate sobre si debían o no trabajar, o sea, trabajar a
cambio de un salario.
Grandes economistas que estudiamos en la historia del pensamiento económico, abogaban
por negar educación a las mujeres para que no se animaran a trabajar asalariadamente; por
pagarles menos para desincentivarles de trabajar en el mercado; o incluso por sacarles a la
fuerza. Obviamente, cuanta menos educación tuvieran, cuanto menos cobrasen, o incluso se
las prohibiera… menos iban a buscar trabajo en el mercado si podían elegir. Aquí vemos
claramente que la construcción de las mujeres como sujetos no económicos es una
construcción social, ¡un performance! Igualmente es un performance la construcción de los
hombres como trabajadores (asalariados). Así, se les niega el derecho a la educación… para
asegurar que se dediquen a ser madres y esposas:
“No hay ninguna institución pública para la educación de las mujeres y no hay nada
inútil, absurdo o fantástico en la educación que reciben habitualmente. Se les enseña
lo que sus padres o guardianes juzgan útil y necesario que aprendan y no se les enseña
nada más. Cada parte de su educación sirve, evidentemente, a algún propósito útil: a
mejorar el atractivo natural de su persona o a preparar su mente para la reserva, la
modestia, la castidad y la economía; a prepararla adecuadamente para que llegue a ser
ama de casa de una familia y para que se comporte debidamente cuando llegue a
serlo.” Smith (1759) 5
Y se les impone lo que podemos llamar una ética reaccionaria del cuidado, como decíamos
antes. Los hombres en el mercado deben ser egoístas, porque eso es ser racionales y es el
motor del crecimiento. Pero las mujeres en el hogar deben ser altruistas, (hasta el punto de
inmolarse por la familia) porque eso es bueno para la familia; eso sí, es irracional y no
económico:
5
Tomada de Mayordomo (2000: 10)
“El capital más valioso de todos es el que se invierte en los seres humanos; y la parte
más preciosa del mismo es el resultado del cuidado y la influencia de la madre,
siempre que ésta conserve sus instintos tiernos y altruistas y no se haya endurecido a
causa del esfuerzo y la tensión de un trabajo poco femenino.” (Marshall, 1890: 469)
Esto sigue siendo lo que se fomenta hoy día. Veamos lo que decía Ratzinger cuando aún era
cardenal:
“Entre los valores fundamentales que están vinculados a la vida concreta de la mujer
se halla lo que se ha dado en llamar la ‘capacidad de acogida del otro’. No obstante el
hecho de que cierto discurso feminista reivindique las exigencias ‘para sí misma’, la
mujer conserva la profunda intuición de que lo mejor de su vida está hecho de
actividades orientadas al despertar del otro, a su crecimiento y a su protección’”
(Joseph Card Ratzinger, Carta a los obispos de la iglesia católica sobre la colaboración
del hombre y la mujer en la iglesia y el mundo, agosto de 2004)
¿Y hasta qué punto es la idea que subyace a los programas de transferencias condicionadas de
ingresos (como el bono de Desarrollo Humano), que dan el dinero a las madres, porque ellas lo
gastan bien, y no en su propio beneficio? ¿Hasta qué punto la loa a las mujeres migrantes que
envían tantísimas remesas (a costa de malvivir muchas veces en los países de destino) no es
una manera de seguir reforzando esta lógica?
Desde siempre ha habido una fuerte culpabilización de las mujeres que rompen con esa norma
de género: “La gran mortalidad infantil entre los pobres se debe en gran parte a la falta de
cuidado y buen criterio en la preparación de sus alimentos” (Marshall, 1890: 163). Cuando las
mujeres quieren trabajar a cambio de un salario, se convierten en las culpables de grandes
desgracias sociales. Para Edgeworth (1922), altos números de mujeres en el mercado laboral
traerían “una debacle, arruinarían por igual la riqueza y la familia”. Más aún, una madre obrera
es peor que “las mismas bestias del campo [que] cuidan a sus cachorros con afecto instintivo.
Sólo las madres humanas se niegan a alimentarlos” (Jevons, 1883).
¿No nos suena esto conocido? ¿Qué se ha dicho muchas veces de las madres que migran y
dejan a sus hijos solos?, ¿no hemos oído un discurso alarmista de cómo esos niños caen en el
pandillismo, y las niñas en embarazos adolescentes, y se destruye la familia, y…? Veamos este
ejemplo, absolutamente actual y cercano:
“Este cambio en el rol ‘tradicional’ de los miembros familiares se siente también en las
mujeres. En la industria florícola, la preferencia por la mano de obra femenina para las
etapas de cultivo y post‐cosecha permite que las mujeres se incorporen a estas
actividades desde temprana edad. […] para muchas mujeres su incorporación al
trabajo supone el dejar a los niños al cuidado de otros, lo cual provoca un
reordenamiento o desintegración de los roles tradicionales de la familia. En este
mismo sentido, en sectores como Bastión Popular en Guayaquil, son las mujeres las
que tienen un mejor trabajo y una remuneración estable. La posibilidad de trabajar en
el servicio doméstico o en pequeñas empresas les permite encargarse de la
reproducción material de la familia, convirtiéndose en jefas de hogar. Esta crisis
interna provoca un acelerado proceso de desestructuración familiar, donde cada
miembro de la familia lucha por su propia subsistencia” (Red de la sociedad civil, 2004)
En España, se acusa a las mujeres de que los niños están solos delante de la tele porque sus
madres están en su empleo; y de que los ancianos mueren solos porque no hay quien los
atienda… No se cuestiona la estructura que impide estar satisfactoriamente en el empleo y en
el hogar, no se cuestiona la inexistencia de servicios públicos, o los horarios locos del mercado
laboral, o que los hombres no asuman responsabilidades… No se cuestiona la estructura, sino a
las mujeres. La tendencia a su culpabilización es histórica, y la veremos recurrentemente al
hablar de las mujeres en la economía. Y se asocia muy peligrosamente con la reticencia a que
sean independientes en términos financieros…
Los economistas se preocupaban por la familia y su bienestar: “No hay tarea más importante
en todo sentido que aquella que liga a una madre con sus hijos… el derecho del niño al pecho
de su madre” (Jevons, 1883). Pero, como asegura Pujol, “Los derechos de las mujeres nunca se
mencionan de la misma forma” (Pujol, 1995).
Aunque también es cierto que hubo quienes exigieron el derecho de las mujeres a tener un
trabajo (asalariado… del no pagado siempre han tenido, por eso desde el feminismo se dice
“queremos empleo, trabajo nos sobra”), o a la educación:
“Las mujeres quieren trabajar […] porque deben comer y porque tienen hijos e hijas y
otras personas dependientes a su cargo; por todas las razones por las que los hombres
desean trabajar. Se ven expuestas a una gran desventaja en el mercado de trabajo
porque no son trabajadoras cualificadas y, por tanto, son muy mal remuneradas”
(Bodichon, 1857: 63‐4)
Y quienes criticaron la desigualdad salarial:
“Cuando la eficiencia es la misma, pero el salario es desigual, la única explicación
posible es la costumbre: basada en prejuicios o en la constitución de la sociedad
actual, la cual –al hacer que la mujer casi siempre sea, socialmente hablando, un
apéndice de algún hombre‐ permite que los hombres tomen sistemáticamente la parte
del león de todo lo que pertenece a ambos” (Mill, 1869)
Pero estas voces se han escuchado poco, y, desde luego, no se explican nunca en las clases de
historia del pensamiento económico…
3.3‐ ¿Y qué pasó en las calles mientras se construía esa teoría?
Decíamos que al principio de la Revolución Industrial las mujeres acudieron en masa a las
fábricas. Y fue luego, poco a poco, cuando se fue instaurando el modelo de familia hombre
ganador del pan / mujer ama de casa, con cambios en las leyes también. ¿Cómo se fue
instaurando ese modelo? Muchas veces, con la fuerza: con la negación del derecho a la
educación de las mujeres, con las leyes protectoras (así se las llamaban) que prohibían el
trabajo asalariado de mujeres y niños (por completo o, por ejemplo, el trabajo nocturno),
incluso, a menudo con la prohibición de la sindicación de las mujeres que operó en muchos
sindicatos europeos hasta bien entrado el siglo XIX.
Este modelo de familia se concretaba en la ideología del salario familiar, en la idea de que el
salario ha de permitir a un trabajador mantenerse a sí mismo y a su familia. En algunos países,
a la vez que se prohibía el trabajo de las mujeres en las fábricas, se legisló un salario mínimo
como ese salario familiar… pero, como decíamos antes, esto no operó para las mujeres, su
salario mínimo era, por ley, el que les cubría sólo a ellas.
Se va imponiendo ese modelo de organización social y familiar. Y los hombres tienden a
acercarse más o menos a esa figura ideal, al tener una relación más permanente con el
mercado. Las mujeres, en cambio, tienen una relación mucho más flexible con el trabajo
remunerado. Entran y salen del mercado según las necesidades del hogar, según el ciclo vital,
según su situación familiar… Es decir, las posiciones económicas de las mujeres son mucho más
diversas (en términos de sus posiciones múltiples en el complejo entramado de trabajo de
mercado y de no mercado). Como dice galcerán:
“Se observa, por un lado, la separación entre hogar y fábrica, característica de las
sociedades industriales, que concentran los trabajos de producción en las fábricas y
talleres y los de reproducción en los hogares, a la vez que se produce simultáneamente
la fragmentación de los colectivos femeninos, no sólo por género, sino también por
edad y situación. Las mujeres jóvenes trabajan en las fábricas y talleres hasta el
matrimonio, luego se ocupan de la casa y los hijos y sólo a partir de la cincuentena,
especialmente si quedan viudas, vuelven al trabajo fuera de casa. Excepto en el caso
de las, abundantísimas, madres solteras, obreras y especialmente criadas, que
difícilmente se casan y que en muchos casos, se refugian en la prostitución, por lo que
la crítica de la sociedad industrial reviste en tantos casos y en lo que se refiere a las
mujeres, fuertes acentos de crítica moral.” (2007: 15)
Y aquí aparece un gran debate: la instauración del salario mínimo y las leyes para prevenir que
las mujeres se deslomaran en las fábricas ¿fue un logro del movimiento obrero, para mejorar
las condiciones de vida de la familia y de la clase trabajadora?, ¿o fue un pacto entre obreros y
capitalistas, para que las mujeres no lograran autonomía financiera y se mantuvieran
dependientes del salario de sus maridos? Este es un debate histórico que en absoluto está
cerrado. Podéis ver más en Galcerán (2007) o en el texto que ya es canónico de Hartmann
(1979)6.
6
Esta discusión luego se hizo muy fuerte durante los años sesenta y setenta y se relacionó con
el debate sobre el enemigo principal: ¿las mujeres están económicamente oprimidas por el
capitalismo?, ¿por el patriarcado?, ¿o por los dos sistemas a la vez? ¿Es el capital el que
decide cuándo quiere que las mujeres estén en el mercado y las echa cuando no las quiere?
¿Afectan además otras normas sociales, más allá de los intereses del capital? En ese sentido:
¿si ahora el capital quisiera que las mujeres volvieran a casa, lo haríamos?, ¿o afectan también
cambios en las subjetividades, en la construcción generizada de las identidades, cambios que
no se pueden manejar como simples marionetas según los intereses del capital? Es más, ¿qué
es el capital si no personas concretas, con intereses de clase, pero también de género?
La construcción diferenciada de las identidades de mujeres y hombres marca también su
posición diferente como sujetos políticos. Decíamos que las mujeres siempre han estado en el
mercado, pero que la teoría económica no se ha preocupado por verlas y ha construido sus
conceptos para entender las experiencias de los hombres. Igual podemos decir que las mujeres
siempre han estado en el movimiento obrero, pero que este movimiento las ha invisibilizado a
menudo. Si miramos las reivindicaciones históricas de los obreros, podemos ver que algunas
coinciden con las de las obreras, por ejemplo, en la reducción de la jornada laboral. Pero
también hay diferencias. Mientras que los hombres han centrado (y siguen centrando) la lucha
en el salario (¿es una forma de centrarse en lo mercantil?), las mujeres muchas veces han
incluido reivindicaciones más allá del dinero y del mercado, relativas al bienestar en un sentido
amplio (por ejemplo, las lavanderas del XIX reclamaban lavaderos públicos, guarderías y
comedores colectivos). Pero estas reivindicaciones siempre se han considerado como las
específicas de las mujeres, no las de todos. Lo universal sigue siendo lo masculino.
La idea del salario familiar, de la familia nuclear fordista sigue vigente. La misma Constitución
del Ecuador, reconoce que “El trabajo es un derecho y un deber social, y un derecho
económico, fuente de realización personal y base de la economía” (art. 33). Y lo reconoce para
mujeres y hombres, por supuesto. Es más, ¡reconoce que existen más trabajos además del
asalariado! “Se reconocen todas las modalidades de trabajo, en relación de dependencia o
autónomas, con inclusión de labores de autosustento y cuidado humano” (art. 325), ¡¡Y
reconoce el derecho a la seguro social a las amas de casa!! (art. 333). A lo largo del curso
iremos discutiendo sobre el alcance de estos cambios7. Ahora interesa enfatizar que, a pesar
de todos esos avances, sigue habiendo contradicciones, por ejemplo, en el mantenimiento de
la idea del salario familiar: “La remuneración será justa, con un salario digno que cubra al
menos las necesidades básicas de la persona trabajadora, así como las de su familia” (art. 328).
Y aquí la figura de la persona trabajadora vuelve a encerrar la figura de un hombre.
En conjunto, lo que podemos ver es que se va imponiendo una división de espacios entre lo
público (la producción) y lo privado‐doméstico (la reproducción), que impone una férrea
distribución de roles sociales en función del sexo, a mujeres y hombre se les adscribe un
trabajo como el propio y natural, cuando de natural tiene muy poco… o nada. Es esta la forma
que tomó la división sexual del trabajo con el capitalismo.
4‐ La economía que debemos desmontar
Se impuso, en conjunto, una forma de entender la economía que era:
- Mercantilista: porque equiparaba lo económico a lo que ocurría en el mercado, y el
trabajo al trabajo pagado en el mercado.
- Androcéntrica: porque excluía a las mujeres de dos formas:
o Al excluir de la definición de la economía el ámbito de trabajo principal de las
mujeres: la reproducción.
7
Y sobre el alcance de otro cambio fundamental: el objetivo ya no es el desarrollo entendido como
crecimiento de la economía de mercado. El objetivo ahora es el buen vivir. Esto es un cambio muy
potente, pero surgen dos preguntas: ¿qué se va a entender por buen vivir? Y ¿cuán consecuentes son
las políticas con este cambio?, ¿es un cambio retórico o real?
o Al excluir sus experiencias para entender el ámbito que sí se consideraba
económico y al excluir del estudio los temas que les interesaban (no estudiaba
las relaciones de género, ni la discriminación laboral, ni…).
- Clasista: porque ponía como modelo aquel que era sólo de la clase burguesa. Las
mujeres obreras nunca fueran sólo amas de casa, siempre estaban en el mercado (con
trayectorias laborales mucho más flexibles que las de los hombres y que dependen
mucho más del ciclo vital); las mujeres obreras nunca han gestionado el cuidado de la
familia sola cada una en su casa (en ese modelo de hogar de lo doméstico), sino en
redes, que excedían las cuatro paredes del hogar (pero la teoría sólo reconocía dos
espacios: público y privado‐doméstico).
- Etnocéntrica: es decir, ha impuesto como la norma lo que ha ocurrido en los países de
la industrialización temprana: la teoría económica no sirve para entender la economía
de subsistencia, ni muchas de las actividades que suceden en el ámbito rural, ni
siquiera la economía informal… Todos estos ámbitos de actividad económica se han
incorporado a la teoría como anormalidades, como excepciones, como algo residual
con lo que el progreso acabaría… Nunca como algo normal, habitual, económico. Para
estudiar sociedades no capitalistas, rara vez nos sirve la economía (con todo su
aparataje matemático y sus rígidos conceptos)… ¡ahí usamos la antropología!
Nuestra forma de entender la economía refleja, en conjunto, las desigualdades sociales
imperantes, entre ellas, las de género. Refleja igualmente la centralidad de los mercados
capitalistas. Y refleja el menosprecio por la naturaleza, al imponer una idea de economía como
el control y dominio de los recursos naturales. Y al construir lo que se ha llamado la metáfora
de la producción, la idea de que el hombre (y el masculino no es casual) produce algo, crea
algo, cuando, realmente, lo único que hace es extraer recursos, transformarlos y generar
residuos, usar energía solar y degradarla. El hombre, el sistema capitalista, no crea nada, pero
necesita imaginar que crea para poder seguir confiando en la idea del crecimiento ilimitado,
que es otra de las bases ideológicas del sistema económico en que vivimos.
Al igual que se fue construyendo esta idea de economía, se fue asentando un modelo
capitalista que impuso el proceso de valorización y de acumulación de capital como el eje en
torno al cual giraba toda la sociedad. Y se fue imponiendo el modelo de familia nuclear fordista
como la norma social, y la división sexual del trabajo que excluía a las mujeres de los ámbitos
que reconocía como económicos. Un modelo extractivista, medioambientalmente insostenible,
y basado en el expolio de los países de la periferia. La teoría y la realidad se van construyendo
simultáneamente. Y son procesos ni inocentes, ni neutros, sino plagados de sesgos que son
reflejo de relaciones de poder. Entre ellos, sesgos androcéntricos que reproducen relaciones
de desigualdad entre mujeres y hombres. Estos serán los que intentaremos desmontar a lo
largo del curso, intentado, así sea un poco, relacionarlos con las otras críticas a un sistema
económico que es insostenible en un sentido multidimensional (como dice Carrasco, 2009) y
que es profundamente injusto y que es, argumentaremos, una forma de economía pervertida.
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