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Índice de capítulos
Cubierta
Portada
Página de créditos
Colaboradores
Biografía
Prefacio
Agradecimientos
Glosario
Técnicas
Exploración
Valoración
Conclusiones
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Categorías hipotéticas
Reconocimiento de patrones
Relación terapéutica
Comunicación e interacción
Ejemplos textuales
Conclusión
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Cerebro y dolor
Mecanismos de respuesta
Exploración física
Pruebas neurodinámicas
Mejoría de los signos y síntomas en áreas alejadas de la columna tras movilización pasiva de la región
vertebral mediodorsal
Movilización/manipulación del tórax: ¿cuándo se deben incorporar técnicas que aborden directamente
los signos/síntomas neurodinámicos en el proceso de curación de una lesión de discos
intervertebrales lumbares?
Exploración para determinar el uso de las técnicas de movilización pasiva y las intervenciones
asociadas
Razonamiento clínico
Exploración física
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Estudio de casos
Razonamiento clínico
Valoración subjetiva
Exploración física
Tratamiento
Papel del movimiento pasivo en el fomento del movimiento activo y la actividad física
Principios cognitivo-conductuales
Conclusión
Apéndice 4: Registro
Índice alfabético
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Página de créditos
Revisión científica
Josep Ferrer
Terapeuta manual, fundador y director del centro de masajes y salud global
CANVI GLOBAL, Terrassa (Barcelona)
Profesor de Masaje Avanzado en la Escuela de Masaje Superior Quirotema,
Barcelona
Formado en Quiropraxia e Integración estructural por el Kinesis Myofascial
Institute y en Cadenas musculares y articulares por Método GDS
Colabora como traductor con el equipo docente del Kinesis Myofascial
Institute y es asistente de los seminarios de Anatomy Trains
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Adve r te ncia
La medicina es un área en constante evolución. Aunque deben seguirse unas
precauciones de seguridad estándar, a medida que aumenten nuestros
conocimientos gracias a la investigación básica y clínica habrá que introducir
cambios en los tratamientos y en los fármacos. En consecuencia, se
recomienda a los lectores que analicen los últimos datos aportados por los
fabricantes sobre cada fármaco para comprobar las dosis recomendadas, la
vía y duración de la administración y las contraindicaciones. Es
responsabilidad ineludible del médico determinar las dosis y el tratamiento
más indicados para cada paciente, en función de su experiencia y del
conocimiento de cada caso concreto. Ni los editores ni los directores asumen
responsabilidad alguna por los daños que pudieran generarse a personas o
propiedades como consecuencia del contenido de esta obra.
El Editor
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Colaboradores
Kevin Banks BA MMACP MCSP SRP IMTA Member, Chartered
Physiotherapist, Rotherham, UK
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Biografía
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Dentro de este contexto parece adecuado terminar con una cita del profesor
Lance Twomey, viceconsejero, profesor de Fisioterapia en la Curtin
University of Technology, en Perth, Australia:
Kevin Banks
Elly Hengeveld
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Prefacio
Esta es la primera gran revisión de la obra Vertebral Manipulation desde 1986.
Los directores, en homenaje al legado de Geoff Maitland, han reunido a un
equipo de fisioterapeutas de todo el mundo con experiencia en la aplicación
clínica de los principios y la práctica del «concepto Maitland».
Una característica fundamental del texto revisado es un alejamiento del
estilo narrativo de redacción de Geoff Maitland para utilizar una percepción
más analítica basada en la evidencia de la utilidad de la movilización y la
manipulación en la práctica clínica.
En los 26 años que han transcurrido desde que Geoff Maitland actualizara
de forma exhaustiva su obra, se han producido muchos avances en el
conocimiento de la práctica de la fisioterapia. El papel del concepto Maitland
para el tratamiento de los trastornos vertebrales relacionados con el
movimiento debe ser puesto en el contexto de dichos avances. La práctica
contemporánea de la fisioterapia se basa en la evidencia, y se han
desarrollado recomendaciones como el protocolo de toma de decisiones, los
instrumentos de validez y fiabilidad para la valoración clínica, las reglas de
predicción clínica, los cuestionarios centrados en la persona, las escalas de
valoración numérica, los estudios de resultado, etc.
A pesar de todo, los principios básicos de este concepto de la fisioterapia
musculoesquelética siguen siendo tan válidos como en los orígenes de su
desarrollo:
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Agradecimientos
Kevin Banks y Elly Hengeveld desean dar las gracias a todos los participantes
en esta obra por compartir su experiencia y perspectiva del concepto
Maitland. Desean expresar su gratitud a Sheila Black y Rita Demetriou-
Swanwick de Elsevier por su apoyo, asesoramiento y paciencia. Kevin
también está agradecido a Rich y Sarah, Will y Rachel por su ayuda con
Paintbrush®, a Stefan por sus fotografías, a Steve y Abi por posar y a todas
las personas cuyas fotografías se muestran y que han posado para las
imágenes. Elly desea expresar su agradecimiento a Kevin: «Ha sido un
privilegio colaborar contigo durante 20 años en escribir esta obra y también
en la docencia. Siempre es una experiencia enriquecedora». Gracias a Hugo
Stam por su compromiso y a Harry von Piekartz por su apoyo en el trabajo
realizado en Holanda. Elly le está también muy agradecida a Matthew
Newton por su inestimable ayuda para terminar la versión electrónica de esta
publicación.
Por último, aunque no por ello sea menos importante, Kevin y Elly desean
decir: «Geoff y Anne, estamos seguros de que nos veis y esperamos que os
sintáis contentos de lo que hemos hecho con el trabajo de toda vuestra vida».
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Elly Hengeveld
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Glosario
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Apéndice 4 Registro
Comentarios SOEP – El registro de las sesiones de tratamiento ha de incluir
información detallada, aunque breve y sencilla, para que se identifique a
primera vista. En tal contexto se emplean los llamados comentarios SOEP
(Weed, 1964; Kirk, 1988), acrónimo inglés (SOAP) que hace referencia a las
distintas partes del proceso de valoración, a saber:
1. Obtención de información subjetiva.
2. Obtención de información objetiva.
3. Realización de la evaluación.
4. Desarrollo y formulación de un plan.
RMOP – Registros médicos orientados al problema.
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Bibliografía
Butler DS. The sensitive nervous system. Adelaide: NOI Publications; 2000.
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Gifford L. Pain, the tissues and the nervous system: a conceptual model. Physiotherapy. 1998;84:27–33.
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Schulz von Thun F. Miteinander Reden – Störungen und Klärungen. Allgemeine Psychologie der Kommunikation.
Reinbek bei Hamburg: Rowohlt Taschenbuch Verlag; 1981.
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Watzlawick P, Beavin J, Jackson DJ. Menschliche Kommunikation. Bern: Huber Verlag; 1969.
Weed L. Medical records, medical education and patient care. Irish Journal of Medical Science. 1964;6:271–282.
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Té r m inos cla ve
Primacía de la evidencia clínica, compromiso hacia el paciente, habilidades
de comunicación, movimiento pasivo, movilización, manipulación
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Este tema debe ser tenido en consideración de forma especial porque para mí
constituye la esencia de «Maitland».
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«escucha»:
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3. Tras completar la técnica, valorar el efecto que esta ha tenido sobre los
síntomas del paciente, incluido el movimiento.
4. Tras valorar los pasos 2 y 3 y teniendo en consideración los conocimientos
teóricos existentes, planificar el siguiente abordaje terapéutico y repetir el
ciclo desde el paso 1.
Resulta evidente que esta secuencia podrá resultar útil e informativa solo
cuando tanto la anamnesis como la exploración física sean exactas.
El verdadero patrón del concepto obliga a mantener el pensamiento en dos
compartimentos distintos, pero interdependientes: el marco teórico y la
valoración clínica. Podemos aclarar estos conceptos con un ejemplo. Sabemos
que un disco intervertebral se puede herniar y provocar dolor, con frecuencia
referido hacia la pierna. Sin embargo, una hernia puede provocar muchas
presentaciones distintas (tabla 1.1).
Tabla 1.1
Un diagnóstico con muchas presentaciones
Tabla 1.2
Diagnósticos diferenciales a partir de un conjunto de signos
y síntomas
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Dadas las circunstancias recogidas en las tablas 1.1 y 1.2, es evidente que no
siempre se puede tener un diagnóstico (biomédico) preciso de los pacientes
tratados. Cuanto más adecuado y completo sea el marco teórico que
tengamos, más apropiado resultará el tratamiento. Si el marco teórico está
equivocado o tiene deficiencias (como se admite en la mayoría de los casos),
podrá llegar a ser imposible comprender de forma exacta y completa el
trastorno del paciente. Por eso resulta fundamental que el terapeuta sea
humilde y mantenga la mente abierta para no colgar al paciente una etiqueta
diagnóstica errónea de forma prematura. Sin embargo, los componentes
teóricos y clínicos deben influirse entre sí. Con esta idea en la cabeza, he
desarrollado un abordaje que separa el conocimiento teórico de la
información clínica a través de lo que he denominado pared de ladrillos
permeables simbólica (tabla 1.3). Este muro permite separar la teoría de la
práctica y también logra que cada una ocupe su propio compartimento
(aunque no de forma exclusiva). De este modo, la información de un lado se
puede filtrar al otro, y esto permite que los conceptos teóricos influyan sobre
la exploración y el tratamiento y también que la exploración y el tratamiento
lleven a reconsiderar los aspectos teóricos.
Tabla 1.3
Pared de ladrillos permeable simbólica
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FIGURA 1.1 Diagrama de flujo que muestra las relaciones y contextos de los
conocimientos teóricos y clínicos con las hipótesis relacionadas. (Hx, historia; S,
signos; Si, síntomas.) Reproducido de Twomey LT, Taylor JR, eds. (1988) Physical therapy
of the low back, p. 140, Churchill Livingstone con autorización de Elsevier.
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Técnicas
Muchos fisioterapeutas clínicos están continuamente buscando técnicas
nuevas de movilización articular. Cuando escuchan un nombre nuevo o
cuando un autor nuevo escribe una obra sobre manipulación, tratan de
adquirir las «nuevas» capacidades técnicas y aplicarlas de forma inmediata.
En realidad, las técnicas solo tienen una importancia secundaria. Por
supuesto, cuando se aplican de forma inadecuada o errónea, el tratamiento
podrá fallar y el terapeuta perderá la confianza en ellas. Sin embargo, yo
considero que existen muchas técnicas aceptables, cada una de las cuales se
puede modificar para adaptarse al trastorno de un paciente y al estilo y la
forma física del clínico. En consecuencia, opino que ningún conjunto de
técnicas concreto puede pertenecer o atribuirse a una persona aislada. No
deberían ponerse límites a la selección de las técnicas: las técnicas de base
biomecánica de Kaltenborn; las técnicas de «desplazamiento» de McKenzie;
la técnica de los movimientos combinados de Edwards; la técnica osteopática
y quiropráctica; las técnicas de Cyriax; la técnica de Stoddard; las técnicas de
los ajustadores de huesos; las técnicas de Maigne; y las técnicas de Mennell.
Todas estas técnicas pertenecen a nuestros tiempos y todos los terapeutas
expertos deben sentirse totalmente libres para emplear cualquiera de ellas. La
consideración más importante es que la técnica elegida sea adecuada para el
paciente o la situación concreta y que se realice una valoración detenida y
continua de su efecto.
Técnicas de tratamiento
Dentro del amplio concepto de este capítulo, existen una serie de técnicas de
tratamiento que se utilizan de forma continua, pero no se describen por otros
autores. Dichas técnicas se exponen a continuación.
A la hora de tratar los trastornos muy dolorosos, es posible emplear los
movimientos pasivos terapéuticos de forma oscilatoria («agitación de la
superficie», como describió Maitland, 1985), pero con dos importantes
condiciones:
1. El movimiento oscilatorio se realiza sin que el paciente tenga dolor ni
tampoco molestia alguna.
2. El movimiento solo debe realizarse en la parte del arco de movimiento en el
que no se encuentre resistencia, es decir, en el que no aparezcan rigidez o
espasmo muscular que limiten la oscilación.
Cabría preguntarse cómo es posible que un movimiento oscilatorio
indoloro, que evita cualquier intento de distender las estructuras, consiga
mejora alguna de los síntomas del paciente. Se ha sugerido una respuesta
científica a esta duda (Maitland, 1985), pero existe una conclusión clínica
todavía más importante. Se ha demostrado de forma repetida en la clínica
que este tipo de técnica consigue una mejora medible en el arco de
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Exploración
El cuidado, la precisión y la amplitud de la exploración que deben realizar las
personas que aplican este «concepto» son superiores y más exigentes que los
necesarios para otros métodos clínicos que he observado. Las exigencias de
«el concepto» son distintas a las de otros métodos en muchos aspectos.
La anamnesis y la exploración exigen un compromiso total hacia el
conocimiento de lo que siente el paciente y los efectos que para él tienen el
dolor y la discapacidad. Naturalmente, tratamos continuamente de
comprender la causa del trastorno (el compartimento teórico de «el
concepto»).
La exploración debe tratar de aclarar de forma sensible la relación de los
síntomas del paciente con:
1. Un área determinada indicada sobre la superficie corporal.
2. La profundidad a la que se perciben los síntomas.
3. Si el dolor se origina en más de un punto y si los focos múltiples se solapan
o están separados.
4. Cambios de los síntomas en respuesta a los movimientos o diferencias en
las posiciones articulares en las distintas regiones corporales.
La siguiente parte importante y propia de la exploración es que el paciente
repita el movimiento que mejor pone de manifiesto el trastorno o, si se puede,
que reproduzca el movimiento que ocasionó la lesión. Posteriormente se
analizan la función o el movimiento dividiéndolos en sus componentes, para
poder comprender el sentido clínico de las respuestas al dolor de un
movimiento articular concreto, que se puedan aplicar a la queja del paciente.
La exploración habitual de los movimientos fisiológicos se realiza con un
grado de precisión que raras veces es empleado por otros profesionales. Si el
trastorno del paciente se produce al «final del arco de movimiento», los
detalles de la exploración del movimiento necesarios serán:
1. ¿En qué punto del arco aparecen por vez primera los síntomas; cómo se
modifican al seguir el movimiento; y cómo se comportan los síntomas dentro
del arco sintomático?
2. De la misma forma y con el mismo grado de precisión, ¿en qué medida
varían el espasmo muscular o la resistencia durante el arco sintomático?
3. Por último, ¿cuál es la relación entre los síntomas: a) el espasmo o la
resistencia (respuestas motoras), y b) durante el propio movimiento? A pesar
de todo, puede no existir relación alguna y en este caso, por ejemplo, la
rigidez tendrá relativamente poca importancia. Sin embargo, cuando la
conducta de los síntomas se ajusta al comportamiento de la rigidez, ambos
deberían mejorar de forma paralela durante el tratamiento.
Un método eficaz para registrar los hallazgos de todos los componentes de
un trastorno del movimiento es representarlos a través de un «diagrama de
movimiento». Esto constituye también una parte innovadora de «el
concepto». El uso de los diagramas de movimiento facilita la demostración de
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los cambios en la situación del paciente de una forma más precisa y objetiva.
Estos aspectos se comentan en detalle en el apéndice 4.
Si el trastorno del paciente es «dolor dentro del arco de movimiento», los
detalles de la exploración del movimiento necesarios serán:
1. ¿En qué punto del arco de movilidad aumentan por vez primera el dolor o
la molestia?
2. ¿Cómo se comportan los síntomas si el movimiento se inicia a una distancia
cercana a la aparición de las molestias? ¿Aumenta mucho la intensidad o se
amplía la zona de dolor referido?
3. ¿Se corresponde el movimiento con un movimiento fisiológico normal
dentro del arco disponible o está protegido por espasmo muscular o rigidez?
Hay que tratar de oponerse al movimiento anormal y observar cualquier
cambio en la respuesta sintomática, comparándolo con los datos observados
en la entrada 2 para valorar su repercusión durante el tratamiento.
Técnicas de palpación
Los movimientos accesorios se exploran mediante técnicas de palpación, que
buscan el mismo tipo y cantidad de información que se han descrito con
anterioridad. Se realiza la exploración en distintas posiciones articulares. Las
tres fundamentales son:
1. Posición en arco medio neutro para cada movimiento disponible, es decir, a
mitad de camino entre la flexión y la extensión, la rotación a la derecha o la
izquierda, la flexión lateral derecha o izquierda, y la distensión y la
compresión.
2. La articulación se encuentra en una «posición máxima» (MacConaill y
Basmajian, 1969) en el momento en que aparecen los síntomas del paciente o
empiezan a aumentar.
3. La posición se encuentra en los límites del arco de movilidad disponible.
Estas técnicas de palpación para la exploración y el tratamiento son propias
de «el concepto» desde sus inicios. Además de buscar respuestas sintomáticas
al movimiento, como se ha descrito anteriormente, la palpación permite
también valorar trastornos posicionales y alteraciones de los tejidos blandos,
que resultan por lo menos igual de importantes para el «concepto» que las
pruebas de movimiento.
La valoración de los movimientos fisiológicos y accesorios se puede
combinar de distintas formas en un intento de encontrar el signo de
movimiento comparable más estrechamente relacionado con el trastorno del
paciente. Edwards (1983) fue el autor que originalmente describió un método
formal para analizar las respuestas sintomáticas y tratar a los pacientes
adecuados con «técnicas de movimiento combinadas». Además, se pueden
comprimir las superficies articulares, bien de forma prolongada y mantenida
con una presión firme, bien como complemento de los movimientos
fisiológicos y accesorios. Estos son dos ejemplos más de la exploración
desarrollada dentro del «concepto Maitland».
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Valoración
En estos últimos años parecería que los fisioterapeutas han descubierto una
nueva «habilidad», que recibe el curioso nombre de «resolución de
problemas». Este aspecto siempre ha sido, y siempre debería ser, parte clave
de cualquier tratamiento en fisioterapia. Ser capaz de resolver los problemas
diagnósticos y terapéuticos y conseguir aliviar de este modo los síntomas del
paciente es justamente lo que los fisioterapeutas han aprendido a hacer.
Durante muchos años se ha clasificado correctamente la fisioterapia basada
en la manipulación como un tratamiento empírico. Sin embargo, desde que
los fisioterapeutas que aplican la manipulación empezaron a implicarse de
forma más intensa en las capacidades para la resolución de problemas, el
tratamiento ha pasado a ser menos empírico y más lógico. Basándose en el
hecho de que la patología sigue siendo desconocida en la mayor parte de los
casos y los efectos del tratamiento sobre los tejidos se desconocen (a
diferencia de lo que sucede con los síntomas), en cierto sentido el tratamiento
sigue siendo empírico. Esto sucede con casi toda la ciencia médica. A pesar de
todo, la aproximación al paciente y la fisioterapia se han vuelto más lógicas y
científicas dentro del «concepto Maitland».
La mente existía antes de que se desarrollaran los ordenadores, y los
terapeutas de manipulación están formados para elegir y acceder a la
«información entrante» para poder elaborar una «respuesta» más lógica y
adecuada. La lógica de resolución de problemas adecuada tratará de
relacionar los hallazgos clínicos con la patología y los trastornos mecánicos.
Este proceso de «selección» se ha denominado valoración, y resulta clave para
realizar un tratamiento de manipulación adecuado y exitoso, que, dada la
fiabilidad de este abordaje detenido y lógico, debería traducirse en un
tratamiento cada vez mejor de los pacientes.
La valoración se emplea en seis situaciones distintas:
1. Valoración analítica en la primera consulta.
2. Valoración previa al tratamiento.
3. Revaloración durante cada una de las sesiones de tratamiento para
demostrar la eficacia de una técnica en un estadio de tratamiento concreto.
4. Valoración progresiva.
5. Valoración retrospectiva.
6. Valoración analítica final.
Valoración analítica
Para la primera consulta se necesitan habilidades en muchos aspectos, pero
los objetivos exigen decisiones y juicios acerca de las cinco áreas siguientes:
1. Diagnóstico.
2. Fase del trastorno.
3. Grado de estabilidad del trastorno en el momento del tratamiento.
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aplicando a un paciente.
Valoración progresiva
En cada sesión de tratamiento se valoran los cambios en los síntomas y los
signos en relación con las sesiones de tratamiento previas y las actividades
«extracurriculares». Aproximadamente después de la cuarta sesión se realiza
una valoración subjetiva, en la que se compara la sensación que tiene el
paciente en ese momento y la que tuvo en los cuatro tratamientos previos. El
objetivo de esta evaluación progresiva es aclarar y confirmar el tratamiento
mediante la valoración de la respuesta al mismo. A menudo se sorprende uno
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ante la respuesta del paciente a una pregunta como: «¿Cómo se siente ahora
mismo en comparación a cómo se sentía hace 10 días (cuatro tratamientos)?».
El objetivo es mantener la valoración entre tratamientos con una perspectiva
adecuada en relación con el trastorno original del paciente.
Valoración retrospectiva
El primer tipo de valoración retrospectiva es el realizado de forma habitual
en cada grupo de tres o cuatro sesiones de tratamiento, cuando se comparan
los síntomas y signos del paciente con los que tenía antes del tratamiento,
como se ha descrito anteriormente.
Un segundo tipo de valoración retrospectiva se realiza hacia el final del
tratamiento, y en este caso las consideraciones guardan relación con una
evaluación final. Esto implica que el clínico debe determinar:
1. Si se debe proseguir el tratamiento.
2. Si se está consiguiendo una recuperación espontánea.
3. Si se necesitan otros tratamientos médicos o pruebas adicionales.
4. Si los componentes médicos del trastorno están impidiendo la recuperación
completa.
5. Cuál es el pronóstico futuro del paciente.
Un tercer tipo de valoración retrospectiva se realiza cuando el trastorno del
paciente deja de mejorar en las últimas sesiones de tratamiento. En estas
circunstancias, la evaluación subjetiva, que precisa una gran habilidad, y sus
hallazgos tendrán una importancia muy superior a la realizada con pruebas
objetivas. El clínico debe saber qué información concreta buscar. Este
comentario no resulta tan obvio, dado que es el campo en el que con más
frecuencia se cometen errores que arruinan, de este modo, la utilidad de la
evaluación. Los tipos de preguntas que el clínico debería realizar incluyen:
«¿Algo que hayamos hecho durante el tratamiento ha empeorado su
situación?»
«De todas las medidas que le he aplicado, ¿cuál es la que siente que más le ha
ayudado?»
«¿Le dice su cuerpo algo sobre lo que le gustaría que se le hiciera para
empezar a mejorar?»
«¿Le dice su cuerpo algo sobre lo que le gustaría que se le hiciera para que el
efecto del tratamiento empezara a mejorar?»
«¿Le indican sus síntomas que podría ser buena idea detener el tratamiento,
durante dos semanas, por ejemplo, y posteriormente repetir la evaluación y
la toma de decisiones?»
Se debe continuar con este interrogatorio hasta obtener dos o tres
respuestas positivas, que deberían orientar las medidas adicionales que se
deberían adoptar. Las preguntas son aquellas que tratan de involucrar al
paciente en la toma de decisiones y, posteriormente, orientar al clínico a la
hora de adoptar una decisión final sobre el tratamiento.
Existe un cuarto tipo de valoración retrospectiva. Si el tratamiento sigue
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Conclusiones
Con frecuencia se ha planteado la siguiente pregunta: «¿Cómo evolucionó
este método de tratamiento?». Las exigencias para tener éxito en este método
de tratamiento incluyen una mente analítica y autocrítica y la capacidad de
improvisación.
A partir de esta base, el paso siguiente es aprender a entender en qué
medida el trastorno del paciente le afecta. Asociada a esta se encuentra la
necesidad de tener unos motivos sólidos para probar una técnica concreta y
contar con la paciencia suficiente para valorar su efecto. En lo que respecta al
«concepto Maitland», este concepto se ha convertido con los años en una serie
interrelacionada compleja de valoraciones, según se describe en el cuerpo del
texto.
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Bibliografía
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MacConaill MA, Basmajian SV. Muscles and movements. Baltimore: Waverley Press; 1969.
MacNab I. Negative disc exploration: an analysis of the causes of nerve root involvement in 68 patients. J
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McNair JFS, Maitland GD. The role of passive mobilization in the treatment of a non-uniting fracture site –
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Maitland GD. Passive movement techniques for intra-articular and periarticular disorders. Aust J Physiother.
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Este capítulo es una reimpresión de Twomey LT y Taylor JR (1987). Physical Therapy of the Low Back.
Churchill Livingstone, New York. Con autorización de Elsevier.
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Té r m inos cla ve
Razonamiento clínico, pensamiento crítico, biopsicosocial, perspectivas del
paciente, razonamiento diagnóstico, razonamiento narrativo, categorías de
hipótesis, reconocimiento de patrones
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Introducción
Geoff Maitland siempre insistía en la exploración sistemática y exhaustiva del
paciente, que según decía él «te permite vivir los síntomas del paciente
durante las 24 h». Se debería analizar toda la información sobre el problema
del paciente, en qué medida afecta a su vida y los trastornos físicos asociados
que se encuentran en la exploración física con la finalidad de «hacer que las
cosas encajen». Los tratamientos de los pacientes nunca han sido recetas o
protocolos, sino que los tratamientos específicos se deberían basar en un
análisis exhaustivo de los hallazgos subjetivos (entrevista del paciente) y
físicos, combinados con los conocimientos derivados de la investigación, los
patrones clínicos, las estrategias de tratamiento con éxito para presentaciones
parecidas y una reevaluación sistemática de todas las intervenciones. Aunque
Geoff no describía este proceso de recogida de información, análisis, toma de
decisiones, intervención y reevaluación como razonamiento clínico,
claramente se trataba de un abordaje estructurado y lógico en concordancia
con la teoría del razonamiento clínico actual. En concordancia con el objetivo
de la práctica basada en la evidencia actual, su concepto de la «pared de
ladrillos» enfatizaba la importancia tanto de la investigación como de la
evidencia basada en la experiencia derivada de la misma para conseguir una
orientación general y que la presentación propia de cada paciente
determinaba la forma de aplicar la investigación y, en último término, las
intervenciones específicas que se deberían aplicar. La filosofía de práctica
biopsicosocial abierta que aplicaba Geoff, aunque sometida a la reflexión
crítica, se pone de manifiesto en la siguiente cita:
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las pistas verbales y los consejos) como para permitir que los clínicos puedan
replicar las evaluaciones y tratamientos (educativos, conductuales y
humanísticos) con confianza. La aplicación de la evidencia a la práctica
necesita de un razonamiento clínico experto. Este razonamiento clínico
experto necesita de un razonamiento crítico experto.
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Un reto para la práctica basada en la evidencia es realizar una aproximación
crítica a las fuentes de evidencia basadas en la investigación y en la
experiencia, y usar el pensamiento y la capacidad de razonamiento crítico
para aplicar dichas evidencias a la práctica.
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La investigación sobre la experiencia y el razonamiento clínicos muestra que
muchos de los atributos de los expertos también se asocian a la habilidad
para el razonamiento clínico. Los fisioterapeutas expertos razonan y ejercen
su práctica dentro de un modelo biopsicosocial holístico de salud y
discapacidad, en concordancia con los protocolos ICF de la Organización
Mundial de la Salud y la asistencia sanitaria contemporánea.
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debe percibir la información acerca del paciente, o la aportada por este como
relevante, para después interpretarla. La percepción y la interpretación
guardan relación directa con la base de conocimiento del terapeuta (los
novatos no perciben información importante, luchan por identificar y dar
valor a la información más relevante y pueden interpretarla de forma
superficial o incorrecta). Tras identificar e interpretar la información, esta se
debe sintetizar con otras informaciones obtenidas. Este es un pensamiento de
orden más alto, que de nuevo guarda relación directa con la organización del
conocimiento por parte del clínico. Es útil conceptualizar las interpretaciones
de trabajo realizadas mediante la exploración y el tratamiento continuado del
paciente en forma de hipótesis, dado que esto reduce la probabilidad de
establecer conclusiones prematuras. Con esta forma de actuar, la información
adicional que se obtiene se interpretará y considerará en comparación con las
hipótesis existentes (demostradas) y se clasificará como favorable o contraria.
Este proceso de generación de hipótesis implica una combinación de la
interpretación de datos específicos o inducción (generalizaciones a partir de
lo específico) y la síntesis de las múltiples pistas o deducciones (ejemplos a
partir de las generalizaciones), proceso que, en su conjunto, se ha descrito
como razonamiento hipotético-deductivo o «retrógrado» (Arocha et al., 1993;
Patel y Groen, 1991). En este sentido, el razonamiento clínico es un proceso
cíclico de percepción e interpretación de información (generación de
hipótesis), seguido de una posterior recogida de información adicional, con
interpretación y síntesis de la misma (demostración de hipótesis,
modificación y generación de hipótesis adicionales). Las reevaluaciones tras
las intervenciones terapéuticas representan otro ejemplo de demostración de
las hipótesis, como se muestra en la flecha de la figura 2.2, que va desde la
reevaluación a la constante evolución de la comprensión por parte del
terapeuta del problema y la persona. Es importante que los estudiantes de
Fisioterapia aprendan a pensar por sí mismos. Aunque las rutinas para la
exploración resultan útiles para garantizar que la valoración del sistema
neuromusculoesquelético sea exhaustiva y sistemática, la exploración con un
protocolo establecido, que se sigue sin razonar, resultará ineficiente y puede
conducir al desarrollo de tratamientos que no se adapten al paciente
individual, por lo que resultarían menos eficaces.
El proceso de razonamiento hipotético-deductivo representado en la parte
izquierda de la figura 2.2 resalta el proceso diagnóstico empleado en
Medicina y Fisioterapia. Aunque los expertos con amplia experiencia y
conocimientos superiores pueden, a menudo, usar el reconocimiento de
patrones (que se comenta más adelante) para evitar la generación de hipótesis
extensas y contradictorias y su demostración a la hora de afrontar una
presentación familiar (Elstein y Schwarz, 2002; Kaufman et al., 2008; Patel y
Groen, 1986; Patel et al., 1986), todavía se mantiene el proceso de diagnóstico
diferencial, porque, típicamente, plantea los dos o tres patrones más
probables. Sin embargo, mientras que el diagnóstico médico se suele centrar
en la patología o la enfermedad, el razonamiento diagnóstico físico en
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Tabla 2.1
Ejemplos de cuestionarios para la detección selectiva psicosocial
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El razonamiento clínico es un proceso colaborativo entre el terapeuta y el
paciente. El primero debe pensar continuamente a través de un proceso
cíclico de percepción e interpretación de la información, generación de
hipótesis, recogida de más datos, síntesis de las interpretaciones de trabajo y
modificación de las hipótesis, que sucede durante la evaluación inicial y a lo
largo del tratamiento y las reevaluaciones. De forma simultánea, con esta
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Razonamiento clínico y
conocimiento/metacognición
Además de la organización del conocimiento por parte del terapeuta, sus
habilidades cognitivas (síntesis/análisis de los datos y estrategias
intencionadas de entrevista) y sus capacidades metacognitivas
(autoconsciencia y reflejo crítico) son factores clave que influyen en la
eficiencia del razonamiento clínico del mismo. La cognición en el
razonamiento clínico comienza con la percepción de lo que es importante. En
relación estrecha con el conocimiento, la percepción incluye el reconocimiento
de posibles pistas relevantes recogidas en la historia/informes médicos y
también la información del paciente (verbal y no verbal) obtenida
directamente mediante la entrevista y la exploración física. El razonamiento
de un estudiante puede verse limitado sencillamente por su incapacidad para
reconocer la información importante.
Las decisiones de los fisioterapeutas sobre la evaluación física (amplitud de
la evaluación que se puede realizar de forma segura y valoraciones que
deberían ser priorizadas para la primera visita), el diagnóstico físico, la
influencia de los factores ambientales y psicosociales, el tratamiento y el
pronóstico guardan relación con su capacidad para sintetizar y analizar la
masa de información derivada de la presentación del paciente y el peso que
se atribuye (de forma consciente o inconsciente) a los diversos hallazgos. La
síntesis (coherencia de la información) y el análisis (que busca el significado y
el reconocimiento de patrones) son formas de orden más elevado de
cognición. Un aspecto estimulante del análisis es que una pista puede
modificar la interpretación de otra. Por ejemplo, los pacientes con una
importante sensibilización central en la presentación clínica pueden tener
unas pruebas de la exploración física estimuladoras, que por sí solas pudieran
sugerir patología/alteración de una estructura/tejido concreto. Sin embargo,
cuando se considera el dolor provocado a la luz del dolor central que parece
dominar, en realidad podría tratarse de un falso positivo relacionado con la
sensibilización, en lugar de una verdadera patología local (Meyer et al., 2006;
Nijs et al., 2010; Wolff, 2011).
La metacognición es una forma de autoconsciencia, que incorpora la
monitorización del yo (el propio rendimiento, pensamiento y conocimiento)
como si uno estuviera fuera de su propio cuerpo, observando y criticando la
práctica realizada. Existe una vinculación integral entre la cognición, la
metacognición y la adquisición de conocimientos, o aprendizaje, a partir de la
experiencia clínica práctica (Eraut, 1994; Higgs et al., 2004; Schön, 1987). Por
ejemplo, seguir una evaluación mediante protocolo sin razonamiento necesita
poca capacidad cognitiva, más allá de recordar una rutina que ha sido
memorizada. Por el contrario, cuando las preguntas y la evaluación física se
realizan con una finalidad específica en mente, se consigue una imagen más
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Paul y Elder (2006, págs. 5-7, 20-23) recogieron algunos ejemplos de los
distintos tipos de preguntas socráticas relacionadas con el pensamiento crítico
en general (pero también importantes en la clínica), según se pone de
manifiesto en el cuadro 2.1.
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que otros han dicho o la actitud/apoyo de los demás (médicos, jefes, familia),
que puede reflejar la perspectiva del paciente, pero no siempre la realidad.
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La conciencia metacognitiva acerca de nuestro propio pensamiento,
rendimiento y conocimiento es clave para la autocrítica y el aprendizaje. El
cuestionamiento socrático es una táctica de razonamiento crítico, útil para
aclarar y comprender la lógica de los pensamientos de los demás y los
propios. Una pregunta socrática fundamental con especial importancia para
el interrogatorio experto en la práctica clínica es la aclaración del significado
de precisión, exactitud e importancia. Se puede determinar si algo es
completo usando las cuestiones del epígrafe «Preguntas de detección
selectiva» para otros tipos de síntomas, otros factores agravantes/aliviadores
y la detección selectiva médica de la seguridad. Se debería prestar atención
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Diagnóstico
1. Razonamiento diagnóstico es la formación de un diagnóstico relacionado con
una limitación funcional y los trastornos físicos asociados, considerando los
mecanismos del dolor, la patología tisular y la amplia gama de posibles
factores implicados.
2. Razonamiento narrativo implica comprender la experiencia del dolor, la
enfermedad y/o la discapacidad del paciente, o dicho de otro modo, su
«historia». En él se debe incorporar el conocimiento del problema y también
de los efectos que tiene sobre su vida, expectativas en relación con el
tratamiento, sentimientos y capacidad de afrontamiento, y los efectos que sus
perspectivas personales tienen sobre la presentación clínica, especialmente si
están facilitando u obstruyendo la recuperación.
Tratamiento
3. Razonamiento acerca del procedimiento es la toma de decisiones que subyace a
la selección, aplicación y progresión de las técnicas terapéuticas.
4. Razonamiento interactivo es el establecimiento intencionado y el uso
permanente de la empatía entre terapeuta y paciente.
5. Razonamiento colaborativo es el mantenimiento de una alianza terapéutica
orientada a la interpretación de los hallazgos de la exploración, la
determinación de los objetivos y prioridades, y la aplicación y progresión del
tratamiento.
6. Razonamiento sobre la enseñanza es la planificación, ejecución y evaluación de
una enseñanza individualizada y sensible al contexto, que debe incluir la
formación para la comprensión conceptual y la formación para el
rendimiento físico (ejercicio, postura, corrección de la técnica deportiva).
7. Razonamiento predictivo es el juicio que hace el terapeuta sobre el pronóstico
y su interacción con el paciente para prever escenarios futuros mediante la
valoración colaborativa de las distintas vías identificadas y las implicaciones
de cada una de ellas.
8. Razonamiento ético implica el reconocimiento y resolución de los dilemas
éticos que influyen sobre la capacidad del paciente de adoptar decisiones en
relación con su salud, la conducta terapéutica y los objetivos deseados.
El razonamiento y el enjuiciamiento realizados dentro de estas distintas
estrategias de razonamiento abarcan un continuo, que va desde el
razonamiento diagnóstico de enfoque biomédico al razonamiento «narrativo»
de enfoque psicosocial. El razonamiento diagnóstico y el tratamiento
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Categorías hipotéticas
Aunque las estrategias de razonamiento clínico son un marco para ayudar a
los estudiantes y fisioterapeutas en activo a reconocer los distintos focos de
pensamiento necesarios, también resultan útiles para reconocer los distintos
tipos de decisiones clínicas necesarios para aplicar estas estrategias de
razonamiento diferentes. No es preciso, ni tampoco adecuado, estipular una
lista definitiva de decisiones que todos los terapeutas que trabajan en los
distintos campos de la práctica de la fisioterapia deban plantearse, dado que
esto podría constreñir el pensamiento creativo e independiente, tan
importante para la evolución de la profesión. Sin embargo, se debería
plantear una lista mínima de categorías de decisión, para facilitar el
aprendizaje del razonamiento clínico, dado que sería una guía inicial para
comprender el objetivo de las preguntas y la exploración física, fomentar el
razonamiento holístico y la amplitud de miras, y crear un marco desde el cual
organizar el conocimiento clínico, dada la relación con las decisiones que se
deben adoptar (diagnóstico, comprensión de la perspectiva del paciente,
determinación de las intervenciones terapéuticas, establecimiento de un
pacto/alianza terapéutica, dilemas éticos en la colaboración, enseñanza,
pronóstico y tratamiento de dilemas éticos). Cualquier grupo (profesión, área
práctica, formadores en Fisioterapia y departamentos/servicios de
fisioterapia) pueden reflexionar de forma crítica sobre las categorías de
decisiones importantes para una práctica biopsicosocial y un cuidado óptimo
del paciente. A continuación se recoge una lista de «categorías hipotéticas»,
propuesta inicialmente por Jones (1987), que ha seguido evolucionando
mediante la discusión profesional hasta su formato actual (cuadro 2.2).
Existen algunas evidencias a favor de estas categorías porque se demuestra
que los fisioterapeutas generan y comprueban las hipótesis diagnósticas y de
tratamiento mediante sus encuentros con los pacientes (Doody y McAteer,
2002; Rivett y Higgs, 1997). Las evidencias anecdóticas de fisioterapeutas y
formadores clínicos expertos también apoyan la importancia y el uso de estas
categorías hipotéticas concretas en todas las áreas de la fisioterapia, con
algunas variaciones en el interés que les prestan los terapeutas especializados
en trastornos neurológicos, pediátricos o cardiopulmonares en comparación
con los terapeutas que se encargan de pacientes musculoesqueléticos
ambulatorios o de fisioterapia deportiva. A pesar de todo, no se recomienda
un uso exento de crítica de estas categorías hipotéticas por parte de todos los
terapeutas, y se debería revisar de forma continua qué categorías de
decisiones se eligen, para confirmar que se correspondan con la práctica
contemporánea de la asistencia sanitaria y la fisioterapia.
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Capacidad/limitación de la actividad
Las capacidades y las limitaciones de la actividad del paciente se relacionan
directamente con el marco ICF de la salud y la discapacidad recogido en la
figura 2.1, y se refieren a las capacidades y limitaciones funcionales de los
pacientes (caminar, levantar pesos, sentarse, etc.), para las que se ofrece
voluntario, y que deben ser valoradas con mayor detalle. Para conseguir una
imagen completa, es importante que el terapeuta identifique las actividades
que el paciente puede realizar además de las que presentan limitaciones.
Capacidad/limitación de la participación
Las capacidades y limitaciones para la participación de los pacientes se
corresponden con la capacidad o limitación que encuentra el paciente para
participar en las situaciones de la vida diaria (trabajo, deportes/ocio, familia).
También en este caso es importante determinar la capacidad de participación,
incluida la participación modificada (actividades laborales adaptadas), dado
que esto contribuirá a otras decisiones, como el pronóstico y el tratamiento.
Es especialmente importante prestar atención a la proporcionalidad de las
limitaciones de la actividad, la participación y la patología/alteraciones físicas
identificadas mediante la exploración. Cuando las limitaciones para la
actividad y la participación son desproporcionadas para la patología y los
trastornos físicos identificados, es probable que la perspectiva del paciente
sobre su experiencia (factores psicosociales) esté influyendo de forma
negativa sobre su discapacidad.
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Mecanismos biopatológicos
La categoría de mecanismos biopatológicos incorpora hipótesis acerca de la
patología o los mecanismos tisulares e hipótesis sobre los mecanismos del
dolor. Aunque ninguna de estas se puede validar exclusivamente en función
de la exploración clínica, el conocimiento biomédico sobre la patología y el
dolor, combinado con el conocimiento apoyado por las investigaciones y la
clínica sobre los patrones clínicos característicos, permitirá a los terapeutas
establecer hipótesis sobre la patología posible y el mecanismo dominante del
dolor con una seguridad razonable, y estos dos aspectos tendrán
implicaciones sobre otras categorías de toma de decisiones, como las
precauciones/contraindicaciones, el tratamiento y el pronóstico.
La patología del sistema neuromusculoesquelético puede considerarse a
nivel estructural y de proceso. Por ejemplo, en algunas presentaciones es
posible identificar el proceso (inflamatorio, degenerativo, isquémico,
infeccioso) o el síndrome (estenosis, atrapamiento, inestabilidad) que subyace
al dolor y la discapacidad de la persona, aunque no sea posible confirmar la
estructura o tejido exactos. En otras presentaciones se puede confirmar la
patología mediante la combinación de pruebas clínicas y médicas
(espondilolistesis, desgarros musculares/tendinopatías, enfermedad discal,
etc.). Como la patología puede ser asintomática y las presentaciones clínicas
de una patología sintomática podrán variar en función de la extensión de la
misma y la influencia de factores físicos y psicológicos, el razonamiento
clínico experto necesita que el terapeuta evite la mera administración de
tratamientos centrados en la patología. En lugar de ello, los terapeutas deben
considerar la seguridad y las implicaciones de cara al tratamiento de la
patología hipotética y, posteriormente, llegar a un equilibrio entre el
tratamiento de los trastornos físicos asociados y las perspectivas poco
cooperadoras del paciente, al tiempo que se emplean las evidencias derivadas
de la investigación y los tratamientos orientados a la patología apoyados en la
teoría (tendinopatía: Cook y Purdam, 2009; disco intervertebral: Adams et al.,
2010; ejercicios para la reparación tisular: Khan y Scott, 2009; Van Wingerden,
1995, etc.).
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tiempo que aumentaba sus niveles de actividad física. Linton y Nordin (2006)
publicaron el seguimiento a 5 años de un ensayo clínico aleatorio que valoró
la eficacia de una intervención cognitivo-conductual para la prevención de la
lumbalgia crónica. Se compararon los efectos de seis sesiones (de 2 h) de
terapia cognitivo-conductual para facilitar la resolución de problemas
individualizadamente por parte del paciente, el análisis de riesgos, la
programación de actividades y otras estrategias de afrontamiento con un
grupo de referencia que recibió información convencional mediante panfletos
en los que se resaltaba la necesidad de autoayuda, de permanecer activos y
ergonómicos, con información de base «escolar». Las mejoras demostradas en
el grupo de tratamiento cognitivo-conductual en el año de seguimiento inicial
(Linton y Andersson, 2000) se mantuvieron en el seguimiento a los 5 años, e
incluyeron un dolor significativamente menor, mayores niveles de actividad,
mejor calidad de vida, mejor salud general y significativamente menos días
de baja laboral por enfermedad.
Por último, los mecanismos de eferencia aluden a los efectos de la
modulación del sistema nervioso central/neuromatriz, que producen, por
ejemplo, nuestra capacidad cognitiva, emociones, aprendizaje, sueño y
lenguaje, además de las funciones de nuestros sistemas motor, autónomo,
endocrino e inmunitario; todos los cuales pueden verse afectados de forma
negativa en algunos cuadros de dolor agudo y, sobre todo, crónico. De hecho,
el dolor se considera en sí mismo una eferencia porque es una percepción de
nuestro cerebro en respuesta a influencias internas y externas comentadas con
anterioridad. Aunque queda fuera del objetivo de este capítulo abordar la
neurofisiología y las presentaciones clínicas de estos distintos sistemas, el
lector puede consultar diversas fuentes, en las que se incluyen resúmenes de
importancia clínica en relación con las investigaciones de las ciencias básicas
(Butler, 2000; Gifford, 1998c; Jänig y Levine, 2006; Mackinnon, 1999; Martin,
1997; Sapolsky, 1998).
En la actualidad, el pensamiento contemporáneo mantiene que si un
paciente se presenta con un mecanismo de dolor adaptativo «normal», de
forma que los síntomas sean consecuencia de una patología o carga anormal
sobre estructuras/tejidos específicos, es adecuado definir y tratar los
trastornos físicos importantes al tiempo que se abordan los factores de tipo
físico, ambiental y psicosocial que participan. Sin embargo, cuando se plantea
la existencia hipotética de mecanismos de dolor central inadaptados
«anormales», se debería prestar atención en el tratamiento a los factores de
estrés (físicos y no físicos) que se considere que sensibilizan al sistema
nervioso, así como al uso de estrategias cognitivo-conductuales para
fomentar el aumento de la actividad, la participación y la forma física general.
La realización de estos juicios no es tan sencilla, porque a menudo aparecen
las características clínicas de varios mecanismos de dolor junto con claras
alteraciones físicas, que pueden resultar importantes o no. Es en este caso en
el que un razonamiento clínico experto para reconocer los patrones
solapados, junto con los tratamientos y reevaluaciones a corto plazo para
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Tabla 2.2
Diagrama del cuerpo que muestra un ejemplo de localización de los
síntomas y los posibles orígenes que se deberían considerar para dicha
zona sintomática
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Factores contribuyentes
Las hipótesis acerca de los posibles factores contribuyentes representan los
factores asociados o predisponentes implicados en el desarrollo o el
mantenimiento del problema del paciente. Incluyen factores psicosociales,
ambientales, conductuales, físicos/biomecánicos y hereditarios.
Los posibles factores físicos implicados que pueden generar una tensión
excesiva y determinar que otra estructura se vuelva sintomática son muy
variados. Entre los ejemplos de este tipo se incluyen la rigidez para la
extensión de la rodilla, que sobrecarga la columna lumbar durante la
deambulación, y la debilidad de los rotadores ascendentes de la escápula, que
aumentan la tensión subacromial durante la elevación del hombro. Aunque
es frecuente que estos trastornos existan sin volverse sintomáticos (fuentes
del dolor), las alteraciones físicas también pueden aumentar la tensión sin
que los tejidos desarrollen síntomas. Aunque estos trastornos siguen siendo
factores de riesgo para la aparición posterior de síntomas
musculoesqueléticos (análogos a los factores de riesgo dietéticos para la
cardiopatía), para poder establecer su importancia en la clínica del dolor
actual que presente un paciente, se requerirá una intervención sistemática
orientada a modificar el trastorno y reevaluar el efecto obtenido. A menudo
esto se puede conseguir con relativa rapidez mediante técnicas que valoran
de forma inmediata el trastorno (ayuda manual o sujeción con cinta adhesiva
de la escápula) o breves tratamientos de prueba para valorar su beneficio.
Incluso cuando sufren la misma patología, los distintos pacientes pueden
presentar distintos factores físicos, ambientales y psicosociales
contribuyentes, que exigen un tratamiento bastante diferente. Por ejemplo,
tres pacientes pueden presentar una bursitis subacromial similar con dolor
subacromial, pero tener factores contribuyentes distintos que necesitan
tratamientos distintos. Por ejemplo, el paciente 1 puede presentar una tensión
en la cápsula de la articulación glenohumeral posterior, que aumente el
desplazamiento anterosuperior de la cabeza del húmero durante las
actividades realizadas por encima del nivel de la cabeza, y que provocará
irritación de la bolsa. El paciente 2 tiene una buena movilidad de la cápsula
posterior, que se refleja en un buen arco de movilidad durante la rotación
interna y la flexión horizontal del húmero, pero tiene mal control/potencia en
los pares de fuerza escapulares, que son necesarios para la rotación hacia
arriba de la escápula, y esto determina una rotación inadecuada, con
estrechamiento de la salida subacromial durante las actividades realizadas
por encima de la cabeza e irritación de la bolsa. El paciente 3 también tiene un
problema de control motor/potencia, pero no a nivel escapular, sino de los
pares de fuerza del manguito de los rotadores, responsables de mantener la
depresión de la cabeza del húmero durante la elevación; la insuficiencia de
estos músculos determinará un aumento de la traslación superior con
irritación de la bolsa. El conocimiento de los factores contribuyentes
habituales en los distintos problemas clínicos, combinado con un
razonamiento experto, resulta esencial para establecer su importancia.
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Manejo y tratamiento
El término manejo en este contexto alude a todo el tratamiento general de la
salud del paciente, incluida la consulta y derivación a otros profesionales
sanitarios, las intervenciones para fomentar la salud (valoración y control de
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Pronóstico
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Tabla 2.3
Componentes típicos de la exploración subjetiva y física empleada por
los fisioterapeutas musculoesqueléticos
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Para comprender el problema del paciente y su experiencia con el dolor o la
discapacidad y adoptar las decisiones necesarias de cara al tratamiento, son
precisos distintos focos de pensamiento o «estrategias de razonamiento».
Cuando el razonamiento diagnóstico y el tratamiento asociado mediante
procedimientos de las alteraciones físicas se pueden relacionar con
paradigmas de la investigación cuantitativa experimental, que enfatizan las
medidas objetivas frente a un estándar normativo, el razonamiento narrativo
estará más alineado con la investigación cualitativa interpretativa; mientras
que cuando las medidas objetivas independientes de normalidad resultan
menos adecuadas, será obligado que los terapeutas validen sus
interpretaciones de las perspectivas de los pacientes con estos. Las categorías
de hipótesis representan distintos tipos de decisiones clínicas que los
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Reconocimiento de patrones
El reconocimiento de patrones es característico de todo el pensamiento
maduro (Nickerson et al., 1985). Los expertos de una amplia gama de
profesiones han aprendido a procesar un gran repertorio de patrones
específicos de cada profesión, que les permiten reconocer con mayor rapidez
problemas familiares y las soluciones asociadas (Chi et al., 1988; Higgs y
Jones, 2008; Jensen et al., 2007; Schön, 1983). El reconocimiento de patrones se
relaciona con el almacenamiento de los recuerdos: se ha demostrado que el
conocimiento se almacena en forma de conjuntos o patrones que facilitan una
comunicación y pensamiento más eficientes (Anderson, 1990; Ericsson y
Smith, 1991; Hayes y Adams, 2000; Newell y Simon, 1972; Rumelhart y
Ortony, 1977). Estos patrones forman categorías o prototipos de situaciones
experimentadas con frecuencia (síntomas, signos, factores predisponentes),
que los individuos emplean para reconocer e interpretar otras situaciones; un
proceso que en la bibliografía médica se denomina «razonamiento
anterógrado» (Elstein y Schwarz, 2002; Patel y Groen, 1986; Boshuizen y
Schmidt, 2008; Higgs y Jones, 2008). Los patrones clínicos pueden ser
prototipos genéricos, tal como se encuentran en los libros de texto, o pueden
ser recuerdos de la presentación de pacientes concretos (Brooks et al., 1991;
Schmidt et al., 1990), en los que el patrón clínico adquiere significado
mediante su asociación con un paciente real (Boshuizen y Schmidt, 2008).
La información contenida en un patrón clínico es bastante variada.
Boshuizen y Schmidt (2008) revisaron las investigaciones sobre el desarrollo
de la experiencia en medicina y sugirieron que los patrones clínicos médicos,
denominados «guiones de la enfermedad» (término propuesto
originariamente por Feltovich y Barrows, 1984), incluyen típicamente las
«condiciones posibilitadoras», es decir, aquellas condiciones o limitaciones
bajo las cuales se produce una enfermedad (sociales, médicas, personales,
hereditarias, ambientales); el «fallo», que es el proceso fisiopatológico que
sucede; y las «consecuencias del fallo», que son los signos y síntomas. Los
guiones de la enfermedad son compatibles con los patrones clínicos que
aprenden los fisioterapeutas, y que posteriormente buscan en el contexto del
razonamiento diagnóstico, aunque no siempre se confirme el proceso
fisiopatológico.
Los patrones clínicos también existen a la hora de interpretar las
perspectivas de los pacientes a través del razonamiento narrativo y deberían
incorporarse a un nivel más profundo; no limitándose a la perspectiva del
paciente, sino buscando también la base de la misma y su relación con el
comportamiento y la historia de los síntomas/discapacidad. De un modo
parecido, los patrones clínicos existen dentro de las categorías hipotéticas de
las precauciones/contraindicaciones (reconocimiento de las características
clínicas típicas que indican la necesidad de precaución ± derivación) y del
pronóstico (reconocer las características típicas que indiquen un pronóstico
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Los expertos en todas las profesiones, incluida la fisioterapia, adquieren un
amplio repertorio de patrones específicos de su profesión que les permiten
reconocer con rapidez los problemas y sus soluciones (presentaciones
clínicas frecuentes y tratamiento adecuado). Existen los patrones clínicos,
que se pueden aprender dentro de todas las categorías de hipótesis. Sin
embargo, a pesar de que los patrones clínicos sean útiles para la práctica
clínica eficiente, también pueden ser una de las mayores fuentes de errores
en el razonamiento, dado que incluso los terapeutas expertos pueden caer en
la costumbre de la práctica, y una concentración excesiva en sus patrones
clínicos favoritos puede condicionar que no detecten o malinterpreten
información importante sobre las demás hipótesis.
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Todos los terapeutas resultan vulnerables a los errores de razonamiento en
su razonamiento diagnóstico y orientado por la narración. Los conocimientos
inadecuados, la mala capacidad para recoger la información (comunicación,
observacional y manual), la falta de exhaustividad (exploración y
reevaluación), los hábitos de pensamiento (excesivo interés en los patrones
clínicos) y la ausencia de reflexión/metacognición son algunas de las causas
frecuentes. Aunque son menos conocidos, los errores de razonamiento
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Mapas mentales
Los mapas mentales (Buzan, 2009) (llamados también mapas conceptuales y
cognitivos, aunque existen algunas diferencias) son otra estrategia de
enseñanza y valoración útil para facilitar la metacognición, la organización de
los conocimientos y el razonamiento clínico. Un mapa mental es una
representación gráfica de los conocimientos de una persona sobre un tema
determinado y su organización. Como tal, externalizan para el aprendiz y el
asesor la profundidad y extensión de los conocimientos del aprendiz, y
pueden poner de manifiesto ideas preconcebidas, asunciones, malos
entendidos y sesgos. Cahill y Fonteyn (2008) revisaron la bibliografía sobre
los mapas mentales y les atribuyeron una base teórica en la teoría del
aprendizaje expuesta por Ausubel (1963), que fue el primero en reconocer la
importancia de las relaciones entre los conceptos y las ideas y pensamientos
de las personas. El aprendizaje significativo (o profundo en contraposición
con el superficial) se produce cuando se relaciona el aprendizaje nuevo con
conceptos o estructuras de conocimiento existentes, con aparición de algún
cambio en las ideas. Esto puede ser una revisión de un concepto previo y/o
una nueva percepción de las relaciones con otros conceptos, que antes no se
había apreciado. Buzan y Buzan (1996) establecen un paralelismo entre el
mapa conceptual y la naturaleza asociativa de las vías cerebrales, y defienden
la importancia de las asociaciones de aprendizaje para mejorar los
conocimientos y la memoria. Cada vez existen más evidencias en la
investigación sobre educación acerca de la eficacia de los mapas mentales
para fomentar un aprendizaje significativo (v. Cahill y Fonteyn, 2008).
La bibliografía describe distintos procesos para la creación de los mapas
mentales. Durante la educación en ciencias naturales, es frecuente explicar a
los alumnos una serie de conceptos relacionados acompañados de una
conferencia, y se les pide tras la misma que creen un mapa mental que
muestre sus conocimientos sobre los conceptos y cualquier relación entre
ellos. En general se emplean las flechas para ilustrar las relaciones, y se
pueden escribir palabras a lo largo de las flechas para cualificar la naturaleza
de la relación concreta («causa», «conduce a», etc.). Cahill y Fonteyn (2008)
describen cómo piden a los alumnos de enfermería que completen los mapas
mentales para representar sus «pensamientos sobre un caso», y que deben
incluir los problemas del paciente, las evaluaciones realizadas, las
interpretaciones y el tratamiento. En el programa del máster sobre
Fisioterapia Musculoesquelética y deportiva de la University of South
Australia, hemos utilizado los mapas mentales como herramienta tanto
docente como de evaluación. Empezamos pidiendo a los alumnos que
escriban en un papel todo lo que sepan sobre un tema específico antes de leer
o recibir una conferencia sobre el mismo (inflamación, pinzamiento
subacromial). Posteriormente se les pide que numeren los aspectos que han
recogido en el papel agrupando los que tengan relación entre ellos
(otorgando el mismo número a los aspectos que consideren que deberían
clasificarse juntos; p. ej., para una presentación clínica común como «dolor
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inguinal» todos los síntomas deberían recibir un «1», los signos un «2», las
patologías posibles un «3», etc.). Tras terminar la categorización de estos
aspectos, los alumnos tendrán que copiar los epígrafes de las categorías y los
distintos elementos dentro de cada una de ellas en otro papel. Por último, se
les pide que ilustren las relaciones entre las categorías (o conceptos)
colocándolos en un papel (los factores predisponentes pueden quedar por
encima de la patología y de los signos o síntomas) y que unan con flechas las
distintas categorías indicando con palabras encima de las flechas cuál es la
relación. El proceso de construcción de un mapa mental en sí mismo resulta
clarificador para el alumno, porque le indica las lagunas de su conocimiento.
Cuando los alumnos disponen de tiempo para completar los mapas antes de
iniciar otra actividad de aprendizaje (leer, conferencia, demostración), el
mapa conceptual previo fomenta la autoconsciencia (metacognición) de sus
conocimientos sobre un tema y de los aspectos que desconocen. Esto, en sí
mismo, resulta útil para los alumnos, debido a que fomenta una participación
más interesada y una mayor interacción en la actividad de aprendizaje,
porque analizan y preguntan para tratar de completar las lagunas de sus
conocimientos. Sería ideal completar un mapa conceptual después de la
actividad de aprendizaje, para que el alumno pudiera revisar la información
nueva y revisar sus nociones previas. El segundo mapa casi siempre tendrá
una información más amplia y profunda y las relaciones representadas
reflejarán el aprendizaje y la reorganización de los conocimientos obtenidos.
Nosotros hemos empleado esta herramienta formativa para facilitar un
aprendizaje más profundo, y también como método para la evaluación
continua de un curso completo sobre ética y comunicación, en el que se pide a
los alumnos que dibujen un mapa conceptual antes y después del curso, para
mostrar sus conocimientos sobre las construcciones y las relaciones entre el
razonamiento clínico y ético (Jones et al., 2013). En este caso también se pide a
los alumnos que redacten un texto corto para explicar el segundo mapa, en el
que deben reflejar sus mejores conocimientos y el aprendizaje durante el
curso.
Pensamiento lateral/creativo
El pensamiento lógico (llamado también vertical) es clave para el
reconocimiento inductivo de los patrones clínicos y para la justificación
deductiva de estos patrones mediante el interrogatorio, orientado por
hipótesis, y la evaluación física (diagnóstico diferencial). Aunque este proceso
hipotético-deductivo tiene una importancia clara en el razonamiento
diagnóstico y consigue el avance del conocimiento a través de la
investigación cuantitativa, el pensamiento lateral también es clave para la
generación de nuevas perspectivas y descubrimientos, que permitan al
terapeuta individual y a toda la profesión mejorar los conocimientos y
avanzar en la práctica. De hecho, Kuhn (1970) destaca en su obra The structure
of scientific revolutions que muchos de los principales avances científicos no se
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Para que los estudiantes de Fisioterapia puedan desarrollar sus capacidades
de razonamiento clínico, es preciso que la teoría del razonamiento y la
aplicación clínica supervisada formen parte explícita de su formación
profesional. Algunos marcos de referencia, como la ICF de la OMS, los
modelos de razonamiento clínico, las estrategias de razonamiento clínico y
las categorías de hipótesis, pueden ser de ayuda. Su reflejo en forma de
autocrítica del conocimiento, razonamiento y rendimiento facilitará el
aprendizaje a través del razonamiento clínico, sobre todo cuando se analizan
de forma crítica las asunciones que justifican la práctica clínica. Existen
muchas actividades de aprendizaje para facilitar una mejor capacidad de
razonamiento clínico, que incluyen: comprensión de la teoría del
razonamiento clínico (revisión de la bibliografía); razonamiento supervisado
mediante el estudio de casos y pacientes reales; las hojas de trabajo de
autorreflejo del razonamiento clínico; los diarios de patrones clínicos, y los
mapas conceptuales. Aunque el razonamiento/pensamiento lógico resulta
esencial para una práctica eficaz y segura, el pensamiento lateral/creativo es
importante para generar nuevas ideas y descubrimientos. Se conoce poco
sobre el uso y el valor de la intuición o los sentimientos viscerales en el
razonamiento clínico, aunque las investigaciones sobre la toma de decisiones
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Geoffrey D. Maitland
Té r m inos cla ve
Comunicación verbal, comunicación no verbal, interacción, relación
terapéutica, fases críticas del proceso terapéutico
200
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Introducción
Como se ha descrito en ediciones previas de la obra de Maitland (Maitland,
1986, 1991), las habilidades de comunicación bien desarrolladas son
elementos esenciales del proceso de la fisioterapia. Sirven a varios fines:
• Facilitar el proceso de recogida de la información en relación con el
diagnóstico fisioterápico, la planificación del tratamiento y la reevaluación
de los resultados.
• Posiblemente, ayudar a comprender mejor las ideas de los pacientes, sus
creencias y sentimientos en relación con su problema. Esta información
ayudará a valorar los aspectos psicosociales que pueden dificultar o
facilitar la recuperación completa de las funciones de movimiento.
• La comunicación empática con los objetivos anteriormente mencionados
también fomenta el desarrollo de una relación terapéutica.
201
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Relación terapéutica
Basada en la introspección cambiante acerca del dolor como experiencia
multidimensional, se considera que la relación terapéutica tiene una
importancia cada vez mayor en la bibliografía sobre Fisioterapia. Se discute si
la comunicación interpersonal constituye uno de los aspectos clave de la
actividad de los profesionales sanitarios, junto con los conocimientos
académicos y la experiencia técnica (Gartland, 1984a). Además, se considera
que el proceso fisioterápico depende en gran medida de la interacción entre el
fisioterapeuta y el paciente, de forma que la propia relación en sí misma
puede resultar terapéutica (Stone, 1991). La World Confederation of Physical
Therapy (WCPT, 1999) describe la interacción entre el paciente y el
fisioterapeuta como una parte integral de la fisioterapia, que trata de
conseguir una comprensión mutua. Se considera la interacción como un
«requisito previo para conseguir un cambio positivo en la conciencia del
cuerpo y las conductas motrices, que puede fomentar la salud y el bienestar»
(WCPT, 1999, pág. 9). El fisioterapeuta puede ser considerado como una
modalidad de tratamiento próxima a los agentes físicos aplicados (Charmann,
1989), en la que resultará preciso emplear todos los recursos mentales,
sociales, emocionales, espirituales y físicos del fisioterapeuta para establecer
la mejor relación de ayuda posible (Pratt, 1989). Se recomienda a todos los
profesionales sanitarios establecer una relación terapéutica con una
orientación basada en el cliente, con empatía, confianza incondicional y de
carácter genuino (Rogers, 1980). En concreto, la empatía y las formas de
autoentrega por parte del terapeuta se consideran elementos importantes del
entorno curativo (Schwartzberg, 1992), en el que una comprensión muy
empática puede ayudar a los pacientes a mostrar sus sentimientos e ideas en
relación con el problema por el cual han solicitado la ayuda del clínico (Merry
y Lusty, 1993).
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interpretarse como algo distinto de ser un consejero, dado que este papel es
función de los psicólogos, trabajadores sociales o psiquiatras (Burnard, 1994).
Sin embargo, se recomienda que todos los clínicos aprendan a emplear las
capacidades de asesoramiento dentro de su esquema de práctica clínica
(Horton y Bayne, 1998).
Parece que, a lo largo de los años de experiencia clínica, los fisioterapeutas
consideran su papel en relación con los pacientes de un modo distinto.
Cuando son jóvenes, consideran su papel más como experto y curativo, y
realizan sus tratamientos desde la perspectiva de su experiencia profesional;
mientras que, cuando son mayores, parecen centrarse más en satisfacer las
preferencias de los pacientes acerca del tratamiento (Mead, 2000) y se
implican más en la interacción social con los pacientes (Jensen et al., 1990), de
manera que se consideran más como asesores o guías.
Los efectos positivos de una relación terapéutica se reconocen en:
• Integración activa del paciente en el proceso de rehabilitación (Mattingly y
Gillette, 1991).
• Capacitación del paciente (Klaber Moffet y Richardson, 1997).
• Cumplimiento de los consejos, instrucciones y ejercicios (Sluys et al., 1993).
• Resultados del tratamiento, como aumento de las ideas de autoeficacia
(Klaber Moffet y Richardson, 1997).
• Generación de confianza para revelar información que el paciente puede
considerar fuente de descrédito (French, 1988).
• Confianza para probar de nuevo determinadas actividades temibles o
restablecer la confianza en sí mismo y el bienestar (Gartland, 1984b).
Destaca que la relación terapéutica se suele considerar como un efecto
inespecífico del tratamiento, por lo que se encuentran prejuicios frente a ella
en la investigación y se considera un efecto placebo, que se debería evitar
(Van der Linden, 1998). Sin embargo, se plantea que cualquier tipo de
tratamiento en medicina contiene respuestas placebo, que deben ser
investigadas de forma más profunda y utilizadas de forma positiva en el
entorno terapéutico (Wall, 1994). Estos efectos placebo parecen más
determinados por las características del clínico que de los pacientes, incluidas
la amigabilidad, la tranquilidad, la confianza, la preocupación, la experiencia
y la capacidad de establecer una relación terapéutica (Grant, 1994).
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Comunicación e interacción
La mayor parte de la gente considera que la comunicación entre dos personas
que hablan el mismo idioma es sencilla, rutinaria, automática y exenta de
complicaciones. Sin embargo, incluso en las comunicaciones diarias, existen
muchos casos en los que se producen malentendidos. Aunque se utilicen las
mismas palabras, puede que tengan significados distintos para los individuos
implicados en la comunicación.
Se puede considerar que la comunicación es el proceso de enviar mensajes,
que tienen que ser decodificados por el receptor de los mismos. Un mensaje
puede contener diversos aspectos: el contenido, una llamada, una indicación
de la relación con la persona a la que se dirige el mensaje que revele algo
acerca de la persona que lo envía (Schulz von Thun, 1981). Esto sigue algunos
de los axiomas de la comunicación definidos por Watzlawick en los que se
discute que «no existe la no comunicación» o, dicho de otro modo, siempre
existe una comunicación, independientemente de que los participantes sean
conscientes de ella o no. En toda comunicación existe un aspecto de contenido
y relación, y la comunicación humana sigue una modalidad digital y
analógica, esta última referida a la comunicación verbal y no verbal, que
deberían ser congruentes en condiciones ideales (Watzlawick et al., 1969).
Muchos errores en la comunicación son consecuencia de una comprensión
e interpretación distintas, y también de la selección de las palabras. El dibujo
de la figura 3.1 pone de relieve algunas de las dificultades que pueden surgir
durante la comunicación verbal. Las tres últimas líneas del mismo tienen la
máxima significación. Se podría decir que «lo que dije estaba tan mal
expresado en palabras, que no reflejaba el pensamiento que tenía en la
cabeza», o también es posible que el receptor solo conectara y escuchara con
atención aquellas partes del mensaje que se ajustaban a su propia forma de
pensar, ignorando aquellas otras que no. Es posible que las expectativas del
receptor o su patrón mental modificaran la percepción.
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Aspectos de la comunicación
La comunicación incluye varios componentes:
• Componentes verbales.
• Componentes no verbales, como el tono de voz, la postura corporal y los
movimientos, entre otros.
Es importante que el fisioterapeuta cree un ambiente en que sea posible un
flujo libre de la comunicación, que permita un intercambio sin complicaciones
de la información. La atención a la distancia física en relación al paciente, ni
demasiado lejos ni demasiado cerca, suele mejorar el proceso de recogida de
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pueden oír lo que esperan oír en lugar de escuchar las palabras que
verdaderamente usa el paciente. La siguiente afirmación puede servir para
recalcar este principio:
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Técnicas de comunicación
La comunicación es al tiempo una habilidad y un arte. Pueden emplearse
diversas técnicas de comunicación para fomentar el flujo de información y el
desarrollo de una relación terapéutica.
• Tipo de preguntas:
Preguntas abiertas («¿Cuál es el motivo de su visita?»)
Preguntas dirigidas («¿Me podría describir en detalle su mareo?», «¿Qué
quiere decir con nervios pinzados?»)
Preguntas semiabiertas, según sugiera la exploración subjetiva. Estas
preguntas tienen un objetivo, pero se deja al paciente la libertad de
responder de forma espontánea. Suelen comenzar con cómo, cuándo, qué,
dónde (p. ej., «¿Cómo comenzó?», «¿Cuándo lo percibe más?», «¿Qué
repercusión tiene en su vida diaria?», «¿Dónde lo siente por la noche?»)
Preguntas alternativas: dejan al paciente una gama de respuestas
limitada («¿Le duele solo la espalda o se le irradia hacia la pierna?»)
Preguntas cerradas: solo permiten la respuesta sí/no («¿Ha mejorado algo
el dolor?»)
Preguntas sugestivas: dejan al paciente poca opción a la expresión propia
(«Pero está mejor, ¿no?»)
Puede ser necesario emplear una mezcla de distintos tipos de preguntas
para obtener la información. Las preguntas semiabiertas y dirigidas pueden
aportar información sobre los diagnósticos biomédicos y de fisioterapia,
aunque con frecuencia resultan demasiado restrictivas para que el
fisioterapeuta consiga comprender los sentimientos, pensamientos y creencias
del paciente en relación con la experiencia individual de la enfermedad y la
evaluación psicosocial. Estas preguntas pueden dar lugar a respuestas de
deseabilidad social, o puede que el paciente no revele lo que en realidad está
sintiendo:
• Modulación de la voz y lenguaje corporal; como se ha descrito
anteriormente.
• Resumen de la información: durante la fase inicial esta técnica suele ser útil
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Paralelismo
Cuando un paciente comenta un aspecto de su problema, su pensamiento
sigue una línea de pensamiento específica. Es probable que el paciente pueda
tener más de un punto que desea expresar. Interrumpir al paciente le hace
perder el hilo de la historia. Por tanto, salvo que exista riesgo de que el
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Sesgo
Resulta relativamente fácil caer en la trampa de preguntar de forma que el
paciente vea condicionada la respuesta de alguna manera. Por ejemplo,
puede que el terapeuta desee saber si las dos últimas sesiones han conseguido
algún cambio en los niveles de actividad o los síntomas del paciente. La
pregunta se puede enunciar de varias formas:
1. «¿Considera que los dos últimos tratamientos le han servido de ayuda?»
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Asunciones
Si un paciente afirma que el dolor es «constante», resulta erróneo asumir que
esto implica constante durante todo el día y la noche. El paciente puede
querer decir que, cuando aparece, el dolor es constante, pero no que lo siente
durante todo el día. Es importante aclarar el significado de forma más
concreta: ¿«Constante» implica que «no cambia de intensidad», que «la
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expectativas.
• Aclaración de las preguntas relacionadas con la determinación, la
frecuencia y la duración del tratamiento.
• Hipótesis y resumen de los hallazgos del fisioterapeuta y aclaración de las
posibilidades y limitaciones del fisioterapeuta, para poder llegar a
acuerdos, definición colaborativa de objetivos y contrato terapéuticos
verbal o, en ocasiones, escrito.
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Exploración subjetiva
La exploración subjetiva tiene varios objetivos, según se describe en los
capítulos sobre evaluación y exploración (v. capítulos 1 y 2 de este volumen y
capítulos 1 y 2 del volumen sobre manipulación periférica).
Es esencial prestar atención no solo a lo que se dice, sino también a cómo el
paciente dice las cosas. Las palabras clave, los gestos y las frases pueden abrir
una ventana al mundo de la experiencia individual de la enfermedad, que
puede resultar decisiva para planificar el tratamiento.
Además el fisioterapeuta se debe asegurar de que el paciente comprende el
objetivo de las preguntas, bien como nivel de partida para comparar los
resultados del tratamiento durante las posteriores técnicas de reevaluación, o
para confirmar el diagnóstico de fisioterapia, incluidas las precauciones y
contraindicaciones.
Lo más importante son los diversos pasos del establecimiento colaborativo
de objetivos, que deben ocurrir durante el proceso global de la exploración
subjetiva. Con la información sobre el problema principal y el «diagrama
corporal», el fisioterapeuta puede desarrollar una primera idea general de los
objetivos del tratamiento; al aumentar la información durante toda la
exploración, esta imagen de los diversos objetivos del tratamiento debería
volverse más refinada cada vez.
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Exploración física
Para poder integrar al paciente de forma activa en esta fase de la exploración,
se recomienda que el fisioterapeuta le explique por qué se realizan algunas
pruebas y le enseñe a ser consciente de los diversos parámetros importantes
desde la perspectiva del fisioterapeuta; así, por ejemplo, durante los
movimientos de prueba activos puede ser importante enseñar al paciente que
el fisioterapeuta no solo tiene interés en cualquier síntoma que el paciente
pueda notar, sino también en el arco de movilidad, la calidad del movimiento
y la confianza que tiene el paciente a la hora de realizar ese movimiento
concreto. Durante las sesiones de palpación y la exploración de los
movimientos accesorios, se debe animar al paciente no solo a describir
cualquier posible dolor, sino también la sensación de rigidez en un nivel de la
columna comparado con el adyacente. Esta técnica exige una alta capacidad
de comunicación, pero es una fase importante para el entrenamiento de la
percepción del paciente.
Además, se recomienda que el fisioterapeuta informe a los pacientes, no
solo sobre las pruebas que le sirven para reevaluarle, sino también sobre los
movimientos de prueba que considere normales. Parece que a menudo los
fisioterapeutas se orientan más hacia las deficiencias durante la exploración,
pero muchos pacientes se sienten aliviados si el terapeuta les dice qué
movimientos y pruebas considera normales.
En ocasiones, los pacientes reflejan su ansiedad a la hora de realizar
algunas pruebas (p. ej., EPR [elevación de la pierna recta]) a partir de su
experiencia previa. En estos casos es preciso negociar directamente con el
paciente hasta qué grado puede mover el terapeuta la extremidad. De hecho,
la «confianza en el movimiento» se convierte en un parámetro medible
importante, que puede indicar los primeros cambios beneficiosos en el cuadro
del paciente.
Finalización de la sesión
Se debe planificar un tiempo suficiente para terminar la sesión. Por un lado,
el fisioterapeuta puede enseñar al paciente cómo observar y comparar los
posibles cambios en los síntomas y los niveles de actividad. Además, puede
que el terapeuta tenga que advertir al paciente sobre la posible exacerbación
de los síntomas en determinadas circunstancias. Puede ser necesario repetir
las primeras instrucciones, recomendaciones o estrategias de autotratamiento
para mejorar el cumplimiento a corto plazo (Hengeveld, 2003). Como se ha
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Reevaluaciones
Como se ha comentado anteriormente, es fundamental que los pacientes
puedan reconocer las técnicas de reevaluación como tales, y no confundirlas
con una amplia gama de intervenciones en las que no se distinguen el
tratamiento y la evaluación. Puede ser necesario educar a los pacientes para
que observen los cambios posibles mediante comparaciones, en lugar de con
afirmaciones taxativas. El refuerzo cognitivo al final de la técnica de
reevaluación puede ser útil para fomentar el proceso de aprendizaje de los
pacientes y fisioterapeutas. Si el fisioterapeuta utiliza estrategias educativas,
puede ser necesario realizar una reevaluación de este objetivo cognitivo
también. A menudo resulta útil integrar preguntas sobre las estrategias de
autotratamiento durante la fase de apertura de cada sesión durante la
reevaluación subjetiva. Sin embargo, desde la perspectiva cognitivo-
conductual, la forma de preguntar a un paciente si puede hacer los ejercicios
o evaluar los efectos de los mismos puede resultar decisiva para el desarrollo
de conocimiento y para el cumplimiento.
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Evaluación retrospectiva
En la edición previa del trabajo de Maitland se decía que las evaluaciones
retrospectivas son clave dentro del «concepto». En ellas el fisioterapeuta
evalúa la conciencia que los pacientes tienen de los cambios en los síntomas
como uno de los aspectos más importantes dentro de la valoración. La única
forma de obtener esta información es a través de la capacidad de
comunicación y de la conciencia de los posibles cambios en los síntomas,
signos, niveles de actividad y comportamiento de la enfermedad. El
fisioterapeuta evalúa los resultados obtenidos con el tratamiento hasta ese
momento, incluidos los efectos de las estrategias de autotratamiento. En esta
fase resulta fundamental redefinir los objetivos del tratamiento para la
siguiente fase del mismo en colaboración con el paciente, preferiblemente en
relación con los niveles de actividad y participación (OMS, 2001) («evaluación
prospectiva») y conseguir así un nivel óptimo de bienestar en relación al
movimiento.
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Ejemplos textuales
Aunque la comunicación con el paciente es un aspecto bidireccional, la
principal responsabilidad de su eficacia radica en el terapeuta más que en el
paciente. El terapeuta debe pensar en tres cosas (Maitland, 1991):
1. Debo hacer el máximo esfuerzo posible por comprender lo que el paciente
trata de decirme.
2. Debería estar preparado para reconocer cualquier posible fallo en la
comunicación con el paciente, y debería tratar de resolverlo realizando las
preguntas oportunas.
3. Debería aprovechar todas las oportunidades posibles de emplear mis
propias expresiones no verbales para demostrarle al paciente que le
comprendo y me preocupo por él y su problema.
Los siguientes ejemplos textuales se emplean para aportar orientación que
contribuya a ayudar al fisioterapeuta a conseguir la profundidad, precisión y
refinamiento necesarios para una buena evaluación y tratamiento.
No se deben interpretar estas orientaciones como una increpación al
ignorante, sino que se incluyen para resaltar la esencia de la comunicación
cuidadosa y exacta como parte integral de la práctica de la fisioterapia.
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P «Me ha comentado que este episodio comenzó hace unas 3 semanas. ¿Lo
hizo súbitamente?»
R «Sí, con bastante rapidez.»
PE Con bastante rapidez significa «súbitamente» para el paciente, pero no es
lo bastante preciso para mí, de forma que tengo que profundizar en este
tema.
P «¿Qué notó primero?»
R «Sencillamente me empezó a doler.»
P «¿Por la mañana o por la tarde?»
R «No me acuerdo.»
P «¿No se acuerda de si comenzó un día? O, dicho de otro modo, ¿no le dolía
un día y al día siguiente sí?»
Tras una pausa, durante la cual medita sobre la pregunta, la respuesta es:
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predisponentes».
P «¿Hizo algo el miércoles anterior que le hiciera daño en la espalda, aunque
fuera poco, o se notó la espalda en algún sentido?»
R «No, he tratado de recordarlo, pero no consigo saber en qué momento me
pude haber hecho daño.»
PE Ahora me queda el recurso de los «factores predisponentes» que he
comentado antes. Mientras su cabeza se orienta hacia la actividad física, si
sigo preguntando sobre las actividades, posiblemente las respuestas serán
más rápidas y más fiables. Para preguntarle sobre los «factores
predisponentes» no vinculados a la actividad física (fatiga, enfermedad,
etc.), tendría que forzarle a cambiar su línea de pensamiento, y esto puede
tardar más. Seguiré en paralelo con su línea de pensamiento, tratando de
no perder la perspectiva y no olvidarme de las demás preguntas.
P «¿Hizo algún trabajo infrecuente el miércoles o en esos días?»
R «No.»
P «¿Estuvo realizando algún trabajo más intenso de lo habitual?»
R «No.»
P «¿Estuvo realizando trabajo más prolongado de lo habitual?»
R «No.»
P «¿Se produjo algún cambio en el trabajo, un cambio de mobiliario por
ejemplo?»
R «No.»
PE Por tanto, no se ha producido ninguna actividad física concreta como
causa del dolor. El siguiente paso sería investigar otros «factores
predisponentes», porque debe existir un motivo para que apareciera dolor el
jueves por la mañana.
P «¿En aquel momento se sentía mal, cansado o estresado?»
R «Bueno, estaba bastante cansado. Tenía mucho trabajo durante las
vacaciones y había dos personas de baja por enfermedad y, ahora que lo
dice, estuvimos haciendo horas extras para cumplir unos plazos. Me había
olvidado de ello. Además, esos días tuve que transportar y levantar
muchas cosas.»
PE A menudo a una persona le lleva mucho tiempo (algo que es razonable)
recuperar información, de forma que en lugar de pensar: «¿Por qué no me
lo ha dicho cuando le pregunté antes?», debería pensar: «Bueno, por lo
menos no se ha perdido esta información».
P «Y esto no era habitual para usted, ¿verdad?»
R «Sí, lo es. Tengo que levantar bastantes pesos, pero la presión fue especial
durante esos días.»
PE Muchas gracias, esto es justo lo que estaba buscando. Ahora todo tiene
sentido, la anamnesis y los síntomas son compatibles.
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P «¿Cuándo comenzó?»
R «Bien, fue mientras iba a visitar a una tía anciana y estaba…»
Esta situación suele ser difícil. ¿Es este el tren de pensamiento del paciente
que puede acabar aportando información espontánea valiosa al terapeuta o es
mejor interrumpir al paciente? Algunas preguntas interpuestas para
mantener controlada la entrevista incluyen:
P1 «¿Qué sucedió?»
P2 «¿Se cayó?»
P3 «¿Cuánto hace de esto?»
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ponerse de pie. He comprendido que para usted es importante ser capaz de volver
a correr pronto y tener invitados en su casa. ¿Tengo razón? (El paciente
asiente.) Ahora me gustaría valorar de forma más específica el movimiento de su
hombro y cuello para comprobar que cumplen los requisitos básicos para realizar
estas tareas.
Se le pide al paciente que incline el cuello hacia delante y luego que vuelva
a la posición erecta.
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Palpación
Durante las secuencias de palpación y exploración de los movimientos
accesorios, es importante integrar de forma activa al paciente en la
exploración. A menudo se pide exclusivamente al paciente que comente si
siente algún dolor. Sin embargo, si se orienta al paciente a dar información
sobre su percepción de la calidad del tejido y a comparar el movimiento de
los diversos niveles de la columna, aprenderá que algunos parámetros mucho
más sutiles pueden ser relevantes durante las técnicas de reevaluación y para
su bienestar.
Por ejemplo, mientras se realizan movimientos accesorios de la unión
cervicotorácica, puede ocurrir la siguiente interacción verbal:
El fisioterapeuta realiza movimientos accesorios de los segmentos C5-C7.
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del miedo se ha descrito como uno de los factores que más contribuye a la
discapacidad mantenida secundaria al dolor (Klenermann et al., 1995;
Vlaeyen y Linton 2000). Sin embargo, entre los factores contribuyentes no
solo se cuenta la evitación de la actividad, sino también la evitación de los
contactos sociales y de los estímulos interesantes, como ir al teatro (Philips,
1987). Además, la falta de relajación o de conciencia corporal durante las
actividades de la vida diaria puede ser un factor contribuyente importante,
que tiene que ser incluido dentro del proceso de establecimiento colaborativo
de objetivos.
Podría ocurrir la siguiente interacción:
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Interacción directiva
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P «Me parece que usted resiste bastante bien el estrés cuando veo todo lo que
hace todos los días.»
R «Oh, bueno, puede…» (Dubitativa.)
P «¿Sí?» (Hace una pequeña pausa y mira a los ojos a la paciente.)
R «Oh, bien, a veces es un poco demasiado.»
P «¿Qué puede usted hacer si siente que está siendo demasiado?»
R «Bien, dentro de 3 meses mi marido y yo nos vamos a ir a pasar un fin de
semana largo en París sin los niños.»
P «¡Guau, eso es maravilloso! ¡Espero que lo disfrute! Sin embargo, todavía
falta mucho para París. ¿Qué podría usted hacer mientras tanto cuando se
sienta sobrecargada? ¿Ha descubierto algo que pudiera hacer durante el
día?»
R «No sé, no hago nada especial. No estoy acostumbrada a hacer nada
especial por este motivo. Además en casa, cuando era pequeña, también
trabajaba mucho en el negocio de mis padres.»
P «Creo que resultaría útil encontrar algunos momentos del día para recargar
pilas antes de continuar con todas las tareas. Creo que su hombro se podría
beneficiar mucho de ello.» (Hace una pausa y observa a la paciente.)
R «He pensado sobre este tema también.»
P «¿Qué le parecería buscar cosas sencillas, que pudiera integrar en su vida
diaria y que le permitan recuperar un poco de energía? Puede que usted
sea capaz ya de hacer cosas muy útiles en ese sentido, pero si no las hace de
forma consciente, puede que no sea capaz de hacerlas con la frecuencia
suficiente.»
R «Esto es correcto.»
P «¿Podría describir una situación en la que crea que usted se sienta
sobrecargada y durante la cual haya percibido dolor?»
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P «La última vez le recomendé que probara dos ejercicios; ¿lo ha pensado?»
R «Sí, los he realizado por la mañana y por la noche.»
P «¡Muy bien! Me comentó que notaba síntomas en el cuello y el hombro tras
escribir al ordenador. ¿Se ha planteado realizar los ejercicios también en ese
momento?»
R «No, en ese momento concreto no. Quizá debería probarlos también.»
P «Sí, es una gran idea. Parece raro, pero justo en el momento en que algo
duele puede ser bueno probar estos movimientos. Quizá la próxima vez me
pueda contar qué efectos ha observado. ¿Va a volver a trabajar en el
ordenador?»
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Puede ser útil, sobre todo si el paciente percibe que sus síntomas no han
cambiado, preguntarle sobre posibles cambios en la cantidad o calidad del
movimiento. Existen situaciones en las que el paciente empieza a moverse
con mayor libertad y con un arco mayor, pero el dolor sigue igual, de forma
que el paciente siente que todo está igual, aunque una parte de su
movimiento está cambiando ya. Si se le pregunta sobre los demás aspectos
del movimiento, puede aprender acerca de ellos y concentrarse más en los
aspectos del movimiento de prueba. Resumir la información obtenida
durante la reevaluación suele reforzar el proceso de aprendizaje.
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PE Ahora que he empezado a realizar la técnica, debo saber de forma inmediata qué
sucede con los síntomas del paciente.
P «¿Siente alguna molestia mientras estoy haciendo esto?»
R «No, no siento molestias, solo el estiramiento.»
PE Esta situación puede cambiar con bastante rapidez, por lo que en unos 10 s
preguntaré de nuevo.
P «¿Sigue igual?»
R «No, me molesta un poco la nalga izquierda ahora.»
P «¿Y al empezar no notaba nada?»
R «Sí, ya lo notaba, siempre lo noto.»
P «¿Se ha modificado desde que empezamos?»
R «Sí, ha empeorado ligeramente.»
PE Lo que necesito saber ahora es si se trata de un dolor de aparición gradual o si va a
aparecer y desaparecer con el ritmo de la técnica. Para facilitarle la respuesta, debo
formular la pregunta de forma que pueda elegir entre dos afirmaciones.
P «¿La molestia aparece y desaparece siguiendo el ritmo del movimiento o
permanece constante?»
R «Es una molestia ligera.»
PE Tengo que determinar con la mayor rapidez posible si va a agravarse al seguir
usando la técnica, si seguirá igual o si puede reducirse y desaparecer.
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Comunicación directiva
P «No se debería sentar así. Esto le producirá sin duda dolor. Creo que sería
mejor que tuviera cuidado durante su vida diaria en no sentarse tan tensa.
Le mostraré el ejercicio una vez más y le sugiero que lo haga tres veces
diarias y, por supuesto, también siempre que le duela.» (Enseña de nuevo a la
paciente a relajar los hombros en una posición más neutral.)
R «De acuerdo.»
P «La veré el próximo día.»
Siguiente sesión:
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P «Veo que ha llevado los hombros hacia delante y arriba.» (Imita la posición.)
R (Se observa a sí misma ahora.) «Oh, tiene razón.» (Pero no cambia nada de forma
inmediata.)
P «¿Podría cambiar algo?»
R (Tira de los hombros muy hacia abajo y en retracción.) «¿Así?»
P «Puede que algo menos.» (Orienta el movimiento.) «¿Qué tal ahora?»
R «Bien.»
P «¿Le duele ahora algo?»
R «No.»
P «¿Quiere decir que no nota nada del dolor de hombro que me comentaba
antes?»
R «No.»
P «¿Podría elevar los hombros hacia arriba y adelante, como estaba antes?»
R (Realiza el movimiento.)
P «¿Cómo se siente justo en este momento?»
R «Me duele el hombro.» (Pero no cambia su postura de forma automática.)
P «¿Qué le parece tratar de relajar de nuevo los hombros?» (Orienta el
movimiento con tacto.)
R «Ahora ha desaparecido.»
P «¿Podría volver a hacerlo, por favor?»
R (Vuelve a elevar los hombros.) «Me duele otra vez.»
P «¿Y si vuelve a cambiar de postura?»
R (Realiza los movimientos sin ayuda del fisioterapeuta.) «Ahora está mucho mejor
otra vez.»
P «Le sugiero que se vigile un poco durante el día, esta tarde y mañana.
Puede que observe que eleva los hombros con bastante frecuencia. A
menudo nos movemos todos de forma automática, sin pensar. Yo mismo
observo que lo hago. ¿Le explico lo que le sucede a su cuerpo al realizar
este tipo de movimiento?»
R «Sí, por favor.»
P (Explica el principio del dedo inclinado; McKenzie, 1981.)
R «¡Ah!»
P «¿Podría imaginarse que pasara lo mismo en su hombro?»
R «Oh, bien, claro.»
P «Le he explicado muchas cosas. Sin embargo, no estoy segura de haber
hecho un buen trabajo. ¿Le importaría explicarme con sus propias palabras
qué ha comprendido?»
R «Si me siento muy tensa, se dificulta la circulación de la sangre. Si me
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Siguiente sesión:
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P «He realizado varias cosas durante las primeras sesiones. ¿Hay algo que
usted considere especialmente útil? ¿Hay algo que usted considere que no
debería volver a hacer?»
P «De todas las cosas que hemos comentado y hecho, ¿cuál considera
especialmente útil para usted? Dicho de otro modo, ¿qué ha aprendido
hasta ahora con el tratamiento?»
R «Entiendo que permanecer durante demasiado tiempo en la misma postura
puede provocarme dolor. He trabajado mucho en los dos últimos años y no
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Tras establecer esto, puede ser útil una evaluación prospectiva con
redefinición de los objetivos del tratamiento:
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puede que con el tiempo se le olvide alguno de los ejercicios. ¿Qué ejercicio
haría el primero si le volviera a doler la espalda?»
R «Creo que comenzaría con ejercicios de estiramiento.»
P «¿Cuándo los haría especialmente?»
R «Creo que, sobre todo, tras estar sentado o inclinarme.»
P «¿Algo más?»
R «Bueno, si permanezco inclinado mucho rato, también es útil introducir la
tripa hacia dentro, de forma que tampoco debería olvidarme de esto.»
P «¿Considera usted que pueden aparecer dificultades con alguna actividad
laboral?»
R «Bien, ayudo al jardinero en ocasiones. En primavera ponemos las vallas y
entonces tengo que levantar muchos pesos y utilizar un martillo neumático
muy pesado.»
P «Oh, esto puede ser importante. ¿Me podría mostrar cómo lo utiliza?»
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Conclusión
Aunque este comentario sobre la comunicación y sus problemas puede
parecer demasiado largo, se limita a abordar la superficie de la materia. La
comunicación y el establecimiento de una relación terapéutica se consideran
en este momento parte integral de la fisioterapia (WCPT, 1999; Mead 2000).
Sin embargo, la comunicación es un arte y una habilidad, que exige atención
cuidadosa y formación mantenida para fomentar el proceso de valoración y
tratamiento entre el paciente y el fisioterapeuta.
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Tim Beames
Té r m inos cla ve
Dolor, sensibilización, nervio, neuromatriz, respuesta, neurodinámica,
palpación de los nervios
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Introducción
El presente capítulo tiene por objeto ofrecer información adecuada que
permita al terapeuta valorar y tratar los trastornos dolorosos más frecuentes
que afectan a la columna cervical, utilizando un abordaje basado en un sólido
razonamiento clínico. Estas alteraciones comprenden el trastorno asociado a
latigazo cervical (TALC), las cefaleas y las lesiones de raíces nerviosas
cervicales. La epidemiología será contemplada en el marco de un paradigma
biopsicosocial, demostrándose que las características de la experiencia de
dolor de cada individuo pueden identificarse en la entrevista clínica y
mediante exploración física. Después, se considerará el tratamiento
correspondiente a los mencionados trastornos.
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Cefalea
Las cefaleas constituyen un motivo frecuente de consulta. Se han propuesto
diversas causas (The International Headache Society [IHS], 2004). Puede
tratarse de un trastorno primario como la migraña, de tipo tensional o de tipo
en racimo, o de una cefalea cervicógena, a la que se hace referencia como
trastorno de índole secundaria.
Los orígenes principales de la cefalea cervicógena son los episodios
anatomopatológicos y fisiopatológicos que afectan a estructuras
neuromusculoesqueléticas, si bien puede existir un solapamiento importante
de tipos primarios de cefaleas (Vincent, 2011). La sensibilidad del sistema
nervioso central desempeña un papel importante en todos los tipos de
cefaleas. En el proceso de diferenciación, la cefalea cervicógena suele ser
unilateral y constante para ese lado, mientras que la migraña puede cambiar
de lado dentro de un mismo ataque o de un ataque a otro (HIS, 2004).
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maduro (Gifford, 1998; fig. 4.1), así como del paradigma de la neuromatriz
(Melzack, 1989, 1990). También es deseable el conocimiento de los modelos
psicológicos. Los modelos de miedo/evitación son de gran valor para la
comprensión de pensamientos y creencias relevantes en estados de dolor
continuado (Vlaeyen y Linton, 2000), y guardan relación con la idea de
enseñanza de conocimientos y con la noción del grado de exposición, que los
terapeutas aplican a menudo en rehabilitación del movimiento. La
información extraída de modelos como el de biología evolutiva puede
favorecer el proceso de razonamiento, en beneficio tanto del profesional como
del paciente. En el cuadro 4.1 se ofrece un ejemplo de abordaje del
razonamiento clínico para el TALC.
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Nocirreceptores y nocicepción
Las temperaturas altas extremas potencialmente dañinas son registradas por
diferentes nocirreceptores localizados en las terminaciones nerviosas (Dhaka
et al., 2006). El más habitual es el canal TRPV1, que en circunstancias
normales recoge temperaturas nocivas por encima de 43 °C y es responsable,
por otra parte, de las sensaciones que se perciben, por ejemplo, al frotarse los
ojos u otras áreas después de haber tocado una guindilla.
Para que se produzca la conducción de un impulso eléctrico, debe existir
un número suficiente de receptores abiertos durante la estimulación, es decir
mientras actúa el calor, para que sea posible que una cantidad suficiente de
iones con carga positiva fluyan al interior de la célula nerviosa, causando la
despolarización y la creación de un mensaje electroquímico –el potencial de
acción– o, en el caso de la nocicepción, un mensaje de advertencia. Cuanto
mayor es la estimulación de un nocirreceptor, más intensa es su activación.
En última instancia, la nocicepción podría definirse como la emisión de una
señal o de un mensaje de peligro.
Tabla 4.1
Características de las fibras nerviosas
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Nocicepción mecánica
Cuando existen presión o estiramiento suficientes, se produce la activación de
los mecanorreceptores locales, lo cual genera nocicepción. Sin embargo, no se
conoce aún la magnitud exacta del umbral de los mecanotransductores,
aunque sí se sabe que los estímulos mecánicos nocivos pueden dar lugar a la
activación de los nocirreceptores (Hu et al., 2006). En circunstancias normales,
cuando se sufre un golpe en un dedo del pie, los nocirreceptores se activan y
envían un mensaje al cerebro a través de neuronas nociceptivas de segundo
orden específicas. Muchas pruebas clínicas sistemáticas pueden generar
nocicepción mecánica, especialmente cuando se utiliza sobrepresión para
valorar la amplitud o la estabilidad de una articulación.
Nocicepción isquémica
Como consecuencia del mantenimiento de ciertas posturas durante un tiempo
considerable, se producen cambios locales en la oxigenación de los tejidos. En
última instancia, esta circunstancia conduce a un aumento de los iones
hidrógeno, que son recogidos por los canales iónicos sensibles al nivel ácido
local y por los receptores TRPVI. Estos se localizan en las terminaciones
periféricas de neuronas nociceptivas y, si son suficientemente estimulados,
generan nocicepción. A menudo, este mecanismo basta para motivar un
cambio de comportamiento sin ser consciente de ello, es decir, un
movimiento. La motivación que lleva a la persona a moverse y que favorece
el flujo sanguíneo y la normalización de la oxigenación tisular reduce el
proceso nociceptivo isquémico. A una persona con dolor de cuello que se
exacerba cuando mantiene ciertas posturas de forma prolongada, por ejemplo
frente a la mesa del ordenador, se le puede ayudar fácilmente
recomendándole que se mueva con regularidad, lo cual reducirá la
nocicepción causada por la isquemia.
Nocicepción inflamatoria
Cuando los tejidos sufren una agresión, se produce una respuesta de curación
inmunomediada. Las células inmunitarias locales, macrófagos, neutrófilos y
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• Enrojecimiento/eritema local.
• Presión incrementada en los tejidos.
• Respuesta motora protectora.
• Dolor agudo y dolor de fondo.
El cuadro 4.3 resume los patrones nociceptivos que tienen lugar en el
TALC.
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Nota clínica
Cuanto mayor es la afectación y la inmovilidad del sistema nervioso, mayor
es la probabilidad de desarrollo de ectopias; allí donde exista alteración de
flujo axoplásmico, hay también la probabilidad de que se generen ectopias,
que actúan como «puntos calientes». Ello se debe al incremento en la
disponibilidad de receptores y canales iónicos. Es probable que se trate de
características de las lesiones de raíces nerviosas, pero también pueden estar
presentes en TALC y cefaleas.
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Flujo sanguíneo
Los nervios son estructuras que presentan una importante avidez de sangre.
En el tejido nervioso y alrededor del mismo existe un gradiente de presión
para garantizar el mantenimiento de una nutrición adecuada. Dicho
gradiente debe existir para que la sangre fluya al interior del tejido nervioso y
después salga del túnel que rodea el nervio. Este proceso puede verse
alterado (p. ej., por inflamación, tejido cicatricial o un músculo con excesiva
actividad) y en tal caso es posible que el médico quiera evaluar el estado de
los tejidos circundantes para conocer el impacto sobre el flujo sanguíneo local.
Las dimensiones de los túneles neurales pueden disminuir por invasión de
estructuras vecinas. En el ejemplo de los agujeros intervertebrales cervicales,
el estrechamiento de los agujeros puede ser el resultado de hinchazón de las
articulaciones de las carillas articulares, protrusión o degeneración de disco
intervertebral o postura anómala –que tiene un efecto «de cierre» de los
agujeros, como la posición con barbilla adelantada, en la que la columna
cervical superior se mantiene en extensión–. La inflamación intraneural
reduce también el espacio disponible para un flujo sanguíneo y un
movimiento neural sin obstáculos.
Flujo axoplásmico
El flujo axoplásmico (fig. 4.2) es el mecanismo que permite que los
componentes celulares (p. ej., canales iónicos, neurotransmisores contenidos
en sacos y mitocondrias) sean transportados a sus sitios funcionales y
devueltos a la célula nerviosa para su reciclaje. Al igual que ocurre con el
flujo sanguíneo, un flujo axoplásmico sin obstáculos es esencial para la salud
del nervio (Delcomyn, 1998). Las propiedades tixotrópicas del axoplasma
requieren movimientos corporales regulares, con objeto de mantener el flujo.
Si el movimiento es insuficiente, el axoplasma se hace más denso y la
velocidad de flujo disminuye, lo cual en última instancia afecta a la velocidad
de recuperación de la lesión nerviosa. Esto tiene evidentes implicaciones
clínicas, es decir, indica la necesidad de mantener cierto grado de movimiento
del sistema nervioso para mantener la normalidad del flujo sanguíneo y del
flujo axoplásmico.
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Apunte clínico
En las lesiones de raíces nerviosas, TALC y cefaleas, es frecuente que la
persona permanezca relativamente inmovilizada durante cierto tiempo.
Desde el punto de vista terapéutico, puede ser beneficioso para la salud del
sistema nervioso mantener cierto grado de movimiento. Para ello se llevan a
cabo ejercicios de movilización neural sin dolor, como deslizamientos, o se
mantiene una actividad moderada, por ejemplo, caminando.
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Cerebro y dolor
El SNC es el instrumento fundamental desde el punto de vista
representacional. Tiene la capacidad de representar todo el organismo,
abarcando anatomía, fisiología, movimientos, emociones y enfermedades. A
este respecto, se ha propuesto una visión del dolor y de la intervención del
SNC en términos de neuromatriz de la conciencia corporal (Melzack, 1990).
La neuromatriz puede considerarse como una extensa red plástica de grupos
de neuronas –tremendamente flexible y en interconexión– presente en el
cerebro, la cual resulta activada y moldeada por todas y cada una de las
experiencias y acciones de la vida.
Los estímulos de la neuromatriz de la conciencia corporal proceden de
influencias sensitivas, cognitivas y emocionales. La consiguiente respuesta
del cerebro se conoce habitualmente como neurofirma y supone la activación
de diferentes áreas del cerebro. La neurofirma, también conocida como
neurotag (Butler y Moseley, 2003), consiste en cambios en la regulación de
numerosos sistemas que intervienen en la homeostasia, el comportamiento y
la percepción. Este enfoque coincide con nuestros conocimientos actuales
sobre el dolor, en virtud de los cuales se considera que el dolor es una
respuesta a múltiples estímulos (Moseley, 2003), y con el modelo de
organismo maduro que se ha venido utilizando en el estudio de los
mecanismos del dolor (Gifford, 1998).
Los estudios por imagen demuestran que no existe un único «centro del
dolor». Numerosas áreas se activan de forma casi simultánea durante la
experiencia del dolor (Tracey y Bushnell, 2009) y se observa una amplia
variabilidad entre individuos y en un mismo individuo (Ingvar, 1999). Véase
en el cuadro 4.5 un ejemplo de las áreas del cerebro que integran la
neuromatriz en una experiencia nociceptiva aguda.
C u a d r o 4 . 5 Ár e a s de l ce r e br o im plica da s con
m a yor f r e cue ncia e n una e x pe r ie ncia de dolor e n
im á ge ne s ce r e br a le s. Eje m plo de m e ca nism os de dolor
nocice ptivo
• Corteza somatosensitiva primaria y secundaria.
• Corteza motora primaria.
• Corteza insular o ínsula.
• Corteza cingulada anterior.
• Corteza prefrontal.
• Tálamo.
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• Ganglios basales.
• Cerebelo.
• Amígdala.
• Hipocampo.
Lamentablemente, existen muy pocos estudios de imagen del cerebro para
los trastornos de dolor cervical. Estas áreas son las que suelen encontrarse
afectadas en los estados de dolor experimental, es decir, durante un estímulo
nociceptivo controlado. Sin embargo, varían considerablemente en personas
con problemas de dolor en curso.
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Mecanismos de respuesta
El cerebro está realizando constantemente pequeños ajustes en los sistemas
de regulación/homeostasis, con objeto de proporcionarnos el máximo
bienestar posible en el entorno en el que nos encontramos. Ello forma parte
del modelo que conocemos de organismo maduro y del paradigma de la
neuromatriz. El cerebro controla los niveles de diferentes hormonas y
sustancias químicas (interocepción), pensamientos, emociones, estímulos
sensitivos y perceptivos, incluidas las experiencias dolorosas que llegan a la
neuromatriz. Las alteraciones de la actividad de los diferentes sistemas
reguladores (neurofirma) se verán influidas por cualquier amenaza percibida
(Moseley, 2007). Si alguien se siente amenazado, incluso de forma
inconsciente, el cerebro actúa modificando la actividad en los diferentes
sistemas, lo cual afecta a distintos mecanismos fisiológicos y a respuestas de
adaptación conductual, todo ello con el fin de afrontar el elemento generador
de estrés (Chrousos, 2009). Ello puede traducirse en un cambio en el
movimiento, mediado por las cortezas prefrontal y motora, o en un
incremento de la frecuencia cardíaca, como consecuencia de la alteración de
la actividad del sistema nervioso simpático. Como ya se ha mencionado, en
un estado de dolor se producen cambios mensurables y visibles en
numerosos sistemas, así como cambios cerebrales. Los sistemas de respuesta
habituales que el profesional ha de considerar durante la evaluación y que
están relacionados con la experiencia de dolor son:
• Sistema nervioso simpático (SNS).
• Sistema endocrino.
• Sistema nervioso parasimpático (SNP).
• Sistema inmunitario.
• Sistema motor.
• Control modulador descendente.
• Estado de ánimo.
• Lenguaje.
• Sistema respiratorio.
• Dolor.
• Pensamientos/creencias.
Los cambios en algunos de estos sistemas resultarán evidentes por simple
observación del paciente, mientras que otros saldrán a la luz con un
cuidadoso interrogatorio y otros requerirán una exploración física específica.
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Respuesta endocrina
Junto con el SNS, el sistema endocrino es el otro sistema esencial en la
respuesta al estrés. Las reacciones del sistema simpático son rápidas y de
corta duración, mientras que la respuesta del sistema endocrino puede
requerir más tiempo, debido al efecto hormonal sistémico. Los centros
superiores estimulan el hipotálamo (especialmente durante la percepción de
amenaza), que libera hormona liberadora de corticotropina. Esta, a su vez,
estimula la liberación por parte de la hipófisis de hormona
adrenocorticotropina (o corticotropina) (ACTH) al torrente sanguíneo. La
ACTH activa la corteza suprarrenal para que libere a la sangre
glucocorticoides como el cortisol, la conocida como hormona del estrés.
Las acciones generales que se desencadenan como consecuencia de un
incremento de la activación de los sistemas de estrés suelen definirse como
respuesta de «lucha o huida» (si bien se trata de una visión bastante
simplista). Tales acciones son: aumento del tono cardiovascular y de la
respiración, aumento de la oxigenación y nutrición del cerebro, del corazón y
del músculo esquelético, aumento del metabolismo (con inhibición de la
reproducción y del crecimiento) y favorecimiento de los estados de
excitación, alerta, conocimiento y atención (Chrousos, 2009). Véase también el
cuadro 4.8 para conocer ejemplos de los efectos de la respuesta al estrés.
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Así pues, los efectos generales de los sistemas de respuesta al estrés ayudan
a liberar energía y a conducirla hasta las áreas y los órganos que más la
necesitan. Es probable que la activación continuada de estos sistemas de
estrés tenga efectos no deseados sobre la salud de tejidos y órganos.
Apunte clínico
La activación del SNP se consigue mediante:
• Aplicación de técnicas de tratamiento indoloras y no estresantes.
• Motivación positiva.
• Educación en neurociencia.
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• Técnicas de relajación.
Sistema inmunitario
El sistema inmunitario es un poderoso sistema de protección, especialmente
en caso de enfermedad o traumatismo. Desempeña asimismo un importante
papel en el dolor persistente. Las células gliales del cerebro (es decir,
astrocitos y microglias) contribuyen a la presentación y al mantenimiento de
estados dolorosos, particularmente del dolor neuropático (Thacker et al.,
2007). En la rigidez existe un claro vínculo sistema inmunitario/dolor
(Watkins y Maier, 2000).
Las sustancias químicas mensajeras, como las citocinas proinflamatorias
interleucina-1β, interleucina-6 y factor de necrosis tumoral α, median en
conjunto en la respuesta inflamatoria. Son, asimismo, importantes proteínas
de señalización entre el sistema inmunitario y el sistema nervioso central, y
pueden mediar efectos sobre las vías aferentes vagales a través de los
ganglios parasimpáticos. Mediante esta señalización, el cerebro propicia
cambios en el comportamiento y en la sensibilidad (como la conducta de
enfermedad), con objeto de abordar mejor la experiencia.
Apunte clínico
Los principales comportamientos que suponen un refuerzo inmunitario son:
• Capacidad de desarrollo de aptitudes de afrontamiento.
• Percepción de agentes estresantes.
• Percepción del estado de salud: cuanto más sano se sienta el individuo
mejor será su perfil inmunitario.
• Interacción social.
• Apoyo familiar y médico, con acuerdo entre todos.
• Lenguaje.
• Creencias e ideas.
• Ejercicios adecuados.
• Entrenamiento físico gradual.
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• Estado de ánimo.
(Butler y Moseley, 2003)
Sistema motor
En ocasiones, los cambios en el sistema motor se observan incluso antes de
abordar la evaluación del paciente. Pueden manifestarse a través del
mantenimiento del cuello en posición hacia delante, de la protección de una
extremidad, de expresiones faciales o de la voz del paciente (cuadro 4.9).
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• Concentración.
• Memoria a corto plazo.
• Resolución de problemas complejos.
Estas son capacidades susceptibles de cambios en las personas con
trastornos que cursan con dolor neuropático. Es posible medirlas en la
evaluación del paciente y relacionarlas con los cambios hallados en las
imágenes del cerebro (Moriarty et al., 2011). Constituyen ejemplos de lo que
puede ser la experiencia de dolor de una persona y ponen de manifiesto
posibles orientaciones para tratamientos futuros.
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C u a d r o 4 . 1 2 Conside r a cione s pa r a la
e x plor a ción f ísica de los m e ca nism os subya ce nte s a l
dolor
• Los trastornos de raíces nerviosas pueden tener un efecto de latencia de
entre 2-3 días y unas semanas, debido a variaciones en el procesamiento y
la sensibilización. Es importante tener en cuenta estos tiempos y su relación
con la probable respuesta en la exploración física.
• ¿Qué debe evitar o qué necesita explorar si alguien se halla en peligro de
escalada del sistema nociceptivo?
• Una persona con dolor generalizado y pensamiento alterado puede resultar
más dañada que beneficiada por la terapia manual, que podría
desencadenar o mantener la sensibilización central (Nijs y Van
Houdenhove, 2009).
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Exploración física
Los objetivos de la exploración física son los siguientes:
1. Mantener o rechazar la hipótesis identificada en la exploración subjetiva en
términos de los probables mecanismos del dolor subyacentes, por ejemplo:
a. reconocimiento de la presencia de una contribución nociceptiva
mecánica con origen en la columna cervical o de un problema
inflamatorio
b. movimiento o comportamiento de adaptación/inadaptación debido a un
cambio en la respuesta motora
c. cambio en la mecanosensibilidad del sistema nervioso, indicativo de
mecanismo de dolor neurógeno periférico
d. contribución a la sensibilidad del SNC
e. consideración de otros mecanismos de respuesta y su efecto sobre el
problema del dolor, por ejemplo, la activación del sistema nervioso
simpático durante las pruebas
2. Identificación de las posturas y movimientos de mínima provocación.
3. Observación de la función y la limitación funcional en el momento actual.
4. Confirmación o descarte de la necesidad de actuar con precaución y de los
casos en los que no procede una intervención física.
Observación
La observación del paciente comienza con la presentación, o si es posible
antes. Si el paciente adopta una postura concreta, ¿lo hace para aliviar sus
síntomas o es normal en él (recuerde la función de las neuronas espejo en la
comprensión del movimiento del paciente y de su estado emocional en ese
momento)? ¿En qué casos debe modificarla? Ello dirigirá la evaluación y, en
última instancia, el tratamiento, a través de la demostración de la postura más
cómoda.
Es lamentable pensar en cuántos pacientes han sido forzados a alterar una
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postura antiálgica. Por ejemplo, es posible que un paciente con lesión de una
raíz nerviosa irritable adopte una postura característica de barbilla
adelantada, con cierto grado de flexión ipsolateral del cuello y elevación del
hombro de ese mismo lado, postura que le supone alivio y le resulta
segura/cómoda. Sin embargo, puede que el terapeuta le fuerce a retraer la
barbilla, con objeto de recuperar lo que considera una postura óptima. Una
postura antiálgica proporciona gran cantidad de información relevante al
fisioterapeuta en los peritajes judiciales.
Evaluación funcional
Este es un momento idóneo para que el paciente muestre sus principales
problemas funcionales en relación con los síntomas. En definitiva, eso es lo
que le ha llevado a la consulta del fisioterapeuta. Puede tratarse, por ejemplo,
de dificultad para girar la cabeza en el coche cuando conduce marcha atrás.
No es necesario evaluar cada posible movimiento, pues en algunos casos es
probable que lo único que se logre sea empeorar el estado del paciente.
Además, de esta manera demostrará al paciente que se interesa por su
problema y que le ha escuchado atentamente. En esta fase de evaluación es
posible incorporar estrategias de cambio de contexto.
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C u a d r o 4 . 1 3 Br e ve r e sum e n de la s té cnica s de
e x plor a ción ne ur ológica que se pue de n r e a liz a r a la
ca be ce r a de l pa cie nte
El examen neurológico puede incluir:
Prueba muscular manual (PMM): tiene por objeto valorar la fuerza de los
músculos individuales y de los grupos musculares de manera isométrica o
isotónica y, por tanto, proporciona datos sobre las propiedades de
conducción del sistema motor y sobre posibles cambios presentes. Los
cambios pueden indicar alteraciones en el material contráctil y/o en los
mecanismos de activación, incluidos los que tienen lugar en la corteza
cerebral (p. ej., en las regiones premotora y motora suplementaria y en la
corteza somatomotora primaria). La presencia de dolor afecta a la precisión
en la medición de la fuerza muscular.
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Pruebas neurodinámicas
Otra técnica utilizada para valorar la mecanosensibilidad del sistema
nervioso es la realización de pruebas neurodinámicas (Dilley et al., 2005). A
diferencia de la valoración de la capacidad del sistema nervioso para aceptar
la presión ejercida sobre los nervios mediante palpación, las pruebas
neurodinámicas evalúan la mecanosensibilidad a movimientos específicos.
Más recientemente, se ha apuntado que las pruebas hemodinámicas evalúan
también la representación para movimientos específicos de partes del cuerpo,
es decir, la representación cortical o la neurofirma del movimiento. Por
consiguiente, la mecanosensibilidad hallada durante las pruebas puede tener
origen periférico o central, o probablemente ambos.
Existen numerosas pruebas básicas que han sido diseñadas para
movimientos y vías nerviosos específicos. Sin embargo, es necesario saber
adaptarlos a la valoración concreta del paciente con dolor de cuello. Tal
adaptación pasa por cambios referentes a la posición de inicio, al orden de los
movimientos de la prueba y al uso de diferenciación estructural.
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FIGURA 4.10 Palpación del nervio radial en el surco del nervio radial.
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FIGURA 4.12 Palpación del nervio radial, rama sensitiva, sobre el escafoides.
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FIGURA 4.19 A. Comience esta prueba con el brazo del paciente al costado y el
codo apoyado en su muslo anterior. Junte la palma de su mano con la del
paciente y extienda suavemente su muñeca y sus dedos. B. Después añada
flexión de codo. C. Siga con rotación lateral de hombro. D. Por último, realice una
abducción de hombro, que puede llevarse a cabo moviendo el brazo del paciente
con su muslo y trasladando su peso de un pie al otro. E. Si es necesario, puede
añadir depresión de hombro. Este paso suele realizarse antes de añadir
abducción del hombro y puede ser un movimiento muy sensibilizante. F. Se puede
utilizar la columna cervical para la diferenciación estructural, y es posible palpar el
nervio cubital en su recorrido.
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Inestabilidad craneovertebral
La inestabilidad craneovertebral ha sido reconocida como una posible causa
de DAC y, como tal, todo terapeuta con criterio ha de tomarla en
consideración. Si se encuentra con pacientes que muestran los síntomas
descritos más adelante, la inestabilidad craneovertebral es una valoración
necesaria. Unos buenos conocimientos y el uso del razonamiento clínico
deben guiar al terapeuta cuando se enfrente a estos síntomas, ya que, por
ejemplo, las pruebas de inestabilidad craneovertebral pueden orientar en los
casos de cefalea y TALC.
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Posición inicial
La paciente se tumba en decúbito prono, con la frente apoyada
cómodamente sobre las manos. El fisioterapeuta se coloca de pie frente a la
cabeza de la paciente. Sitúa las puntas de las yemas de los pulgares, dorso
con dorso y enfrentados, sobre la superficie posterior de la articulación que
desea movilizar. Sus brazos deben estar orientados 30° en dirección medial
para que los pulgares no resbalen fuera de la apófisis articular. Los dedos de
la mano que queda arriba se posan sobre la cara posterior del cuello de la
paciente y los de la otra mano alrededor del cuello, hacia la garganta. La
mayor parte del contacto se establece con el pulgar que queda más abajo (fig.
4.22).
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Método
La presión oscilatoria dirigida en sentido posteroanterior contra una apófisis
articular, si se realiza con mucha suavidad, produce una sensación de
movimiento; pero para prevenir cualquier deslizamiento lateral en el punto
de contacto, debe mantenerse una suave presión constante en sentido
medial. Si se realiza correctamente el movimiento, se producirán pequeños
movimientos de asentimiento de la cabeza, pero sin movimiento alguno de
rotación o flexión lateral.
Como en otras técnicas que implican presión con los pulgares, este
movimiento no debe producirse por acción muscular intrínseca.
Variaciones locales
Cuando se moviliza la primera vértebra cervical, el fisioterapeuta ha de
inclinarse sobre la cabeza del paciente, de manera que la línea de sus
pulgares esté orientada hacia los ojos de la persona. En el área cervical
inferior, la línea sigue una dirección más caudal.
La segunda, la tercera y la cuarta apófisis articulares resultan mucho más
fáciles de percibir correctamente que las demás. La primera vértebra cervical
se palpa lateralmente y las apófisis articulares más bajas pueden notarse si se
deslizan los pulgares por debajo del borde lateral del trapecio.
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deficiencia funcional.
Rota ción
Posición inicial
La posición que se describe es para una «rotación» hacia la izquierda. Se
elige esta posición inicial porque es la más adecuada para aprender a percibir
mediante la palpación y porque es la posición inicial para la técnica de
manipulación que se describe más adelante.
El paciente se tumba sobre la espalda, de manera que la cabeza y el cuello
queden fuera de la camilla. El fisioterapeuta se sitúa en ese extremo de la
camilla y coloca su mano derecha bajo la cabeza y la parte superior del cuello
del paciente, con los dedos extendidos sobre el lado izquierdo del occipucio
y parte del cuello adyacente. Con los dedos de la mano izquierda, abarcará la
barbilla del paciente, manteniendo la palma de esta mano y el antebrazo a lo
largo del lado izquierdo de la cara y la cabeza del paciente, justo por delante
de la oreja. Se debe sujetar la cabeza del paciente en una posición cómoda
para este, pero con firmeza, entre el antebrazo izquierdo y la parte más
carnosa de la palma de la mano derecha, y también entre la mano izquierda
y la parte delantera del hombro izquierdo del terapeuta.
Cuando se están realizando movimientos oscilatorios cerca del inicio del
recorrido del movimiento de rotación, el fisioterapeuta se coloca de pie frente
al paciente y centra el occipucio en la palma de su mano derecha. Cuando los
movimientos se realizan en el límite del recorrido del movimiento, el
terapeuta debe mover su cuerpo hacia la derecha hasta quedar de lado al
paciente, y mover su mano alrededor del occipucio hacia la oreja. La cabeza
del paciente ha de estar en todo momento cómodamente sujeta desde abajo.
El fisioterapeuta debe flexionar el cuerpo sobre el paciente, como para
abrazar su cabeza. La posición de la cabeza y del cuello del paciente puede
elevarse o bajarse, para situar la articulación que está siendo tratada
aproximadamente a mitad de camino entre los límites de flexión y extensión.
En las figuras se muestra una posición de flexión.
La posición inicial adoptada finalmente debe ser tal que cada brazo pueda
realizar el movimiento por sí solo (fig. 4.23).
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Método
Se adopta la posición girando la cabeza hacia la izquierda mediante una
acción sincronizada de ambas manos. Lo más importante es que los dedos de
la mano derecha produzcan el mismo grado de movimiento del occipucio
que la mano izquierda imprime a la barbilla. Este movimiento de giro de la
cabeza del paciente puede equipararse al de un pollo girando en un asador.
En la mayoría de las demás técnicas, el movimiento oscilatorio se produce
mediante un movimiento corporal, pero, en este método de rotación, el
tronco del fisioterapeuta se mantiene firme y la rotación se obtiene
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inhibición segmentaria.
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Información y comunicación
Parte del proceso de rehabilitación consiste en fomentar los conocimientos del
paciente en materia de salud. La cultura en este campo equivale al grado
hasta el cual el individuo es capaz de obtener, procesar y comprender la
información y los servicios básicos de salud, necesarios para tomar las
decisiones más apropiadas. En general, los individuos con menor cultura en
este sentido tienen un peor estado de salud, lo cual influye también, en última
instancia, en la economía sanitaria y en la prevalencia del pronóstico de dolor
de cuello. Una mejor educación sanitaria favorece la capacidad y la
motivación del paciente para resolver sus problemas de dolor mediante la
aplicación de sus conocimientos sobre salud, y promueve el acceso a la
atención sanitaria de un modo adecuado y eficaz (Ishikawa y Kiuchi, 2010).
La información que se facilita y la manera de comunicarse con el paciente
son fundamentales. La comunicación no es solo un conjunto de instrucciones
verbales, sino que también tiene componentes no verbales. Entre ellos se
cuentan las capacidades de manipulación, la manera de tocar al paciente y el
cuidado con el que se aplican las técnicas. Todo ello favorece una respuesta
positiva continuada por parte del paciente desde su presentación y le ofrece
la oportunidad de comprender su problema de forma más completa.
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Nota clínica
El uso de la palabra «dolor» es frecuente en el entorno clínico, de manera que
los terapeutas la utilizan en numerosas ocasiones. No obstante, existen
importantes evidencias de que dicha palabra genera una agitación
indeseada, especialmente en la persona que está experimentando dolor.
Puede ocurrir que el mero hecho de escuchar la palabra «dolor» o de verla
escrita sea suficiente para activar una experiencia de dolor o, al menos,
incrementar el nivel de sensibilidad del paciente (Asmundson et al., 2005;
Dehghani et al., 2003; Flor et al., 1997b). Tal constatación avala la necesidad
de que el terapeuta lleve a cabo un abordaje calculado y cuidadoso cuando se
comunique con el paciente, especialmente si su actuación incluye
información relativa al dolor.
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Apunte clínico
La instrucción en materia de neurobiología suele incluir conocimientos sobre
los mecanismos del dolor, como la nocicepción, los procesos relacionados
con la sensibilización central y los cambios cerebrales en los estados de dolor
(Moseley, 2004b). Tal como cabe esperar de un abordaje individualizado, la
cantidad y el tipo de información deben ser valorados y adaptados a cada
paciente.
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FIGURA 4.25 Presión posteroanterior unilateral con inclinación medial sobre C2,
III.
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Manipulación
Se ha observado una incidencia elevada de episodios adversos en individuos
sometidos a manipulación cervical, habida cuenta de que uno de cada cinco
pacientes experimentan efectos leves o transitorios después del tratamiento
(Kerry et al., 2008). La probabilidad de presentación de accidentes
cerebrovasculares es cinco veces mayor en una persona que ha sido objeto de
manipulación cervical en un plazo de una semana antes del episodio. En
personas que han sufrido un accidente isquémico de arteria vertebral, la
probabilidad de que se hayan sometido a manipulación cervical en algún
momento en la semana anterior al accidente es cinco veces mayor. Esta
información apunta a la conveniencia de un peritaje judicial antes de la
aplicación de manipulación cervical, razón por la cual los autores no se
decantan por esta técnica.
No obstante, las técnicas de manipulación de grado V defendidas por
Maitland, que tienen en cuenta todos los aspectos relativos a seguridad,
pueden ser aplicadas por los fisioterapeutas. Su uso es adecuado cuando se
desea la activación de una respuesta neuroinmunitaria local o un
silenciamiento neural. El inconveniente es que, cuando el nervio comienza a
activarse después del período silente, puede producirse un incremento de los
síntomas por activación nociceptiva.
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Apunte clínico
Se ha puesto de manifiesto que las técnicas de movilización neural, aplicadas
en combinación con la movilización pasiva de la columna cervical, tienen
efectos beneficiosos inmediatos en las personas con dolor de cuello y brazo
relacionado con el sistema nervioso (Nee et al., 2012). Este enfoque
demuestra, asimismo, que existe una baja incidencia de episodios adversos
debidos al tratamiento. Resulta razonable sugerir que se considere dicho
enfoque con objeto de reducir la mecanosensibilidad y mejorar la salud y la
función del sujeto con dolor neuropático.
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Masaje
El masaje debe considerarse parte importante del tratamiento. Puede consistir
en masaje directo sobre los troncos nerviosos, para crear un efecto puerta de
entrada/inhibición del problema doloroso. En presencia de alodinia se debe
tener el mismo cuidado que con otras técnicas manuales. No obstante, el
masaje o las técnicas de desensibilización en el borde de un área sensibilizada
o alodínica pueden tener beneficiosos efectos inhibidores.
Las técnicas más enérgicas e intensas son más apropiadas después de haber
reducido cualquier sensibilidad en medida suficiente para poder aplicarlas, o
como paso progresivo cuando el paciente vaya aceptando la aplicación de
fuerza o carga mayores sobre sus tejidos.
Autotratamiento y autoasistencia
El tratamiento y el abordaje llevados a cabo por el propio paciente se incluyen
en la mayor parte de las opciones de tratamiento. Favorecen un autocontrol
eficaz y potencian los efectos beneficiosos propuestos por los distintos
métodos de tratamiento. Lo más apropiado es que el paciente sepa con
claridad lo que está haciendo y por qué. Ello implica que hay que dedicar
tiempo suficiente a enseñarle y a asegurarse de que el paciente realiza el
autotratamiento de manera correcta. Es imprescindible que sea consciente de
que puede realizar cualquier pregunta, y es conveniente interesarse por lo
que sabe del problema después de la aplicación del tratamiento.
La figura 4.31 ilustra la técnica de automovilización por deslizamiento para
el nervio radial utilizando rotación ipsolateral de cuello con extensión de
codo, y puede utilizarse para mantener un sistema nervioso sano.
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un tratamiento mucho más suave (dosis baja). Esto significa menos tiempo y
menos repeticiones del tratamiento y, probablemente, una técnica menos
contundente.
Ante un trastorno estable, se puede ir más allá con el tratamiento. Para
obtener efectos duraderos, puede ser beneficioso enseñar al paciente algunas
técnicas de autotratamiento, o concertar citas a intervalos regulares y
razonables de tiempo. Un factor de riesgo para el paciente con trastorno
crónico es el exceso de confianza en una intervención pasiva, es decir, que el
paciente no se haga responsable de su propia atención.
En casos de estados más graves y con mayor sensibilidad, no supone
ningún beneficio concertar citas muy frecuentes con el paciente para la
aplicación de terapia manual. En este caso, es mucho más importante
alcanzar antes cierta estabilización del estado, lo cual se consigue mediante
una labor de información y enseñanza, farmacoterapia y el abordaje
adecuado del problema por parte del propio paciente.
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E s t u d i o d e c a s o 4 . 1 Abor da je de le sión de r a íz
ne r viosa ce r vica l
Exploración subjetiva
Antecedentes sociales
Pat tiene 50 años y es propietaria de un centro hotelero en Yorkshire Dales,
que lleva regentando desde hace 10 años. El establecimiento cuenta con seis
apartamentos independientes de alquiler para vacaciones. Está siempre muy
ocupada y se encarga personalmente de la mayor parte de las múltiples
tareas necesarias para mantener la buena marcha del negocio.
Situación actual
Hace 5 semanas le sobrevino un dolor agudo de cuello en forma de
sacudida. En un principio, el dolor remitió al cabo de unos 2 días, pero luego
reapareció 2 semanas más tarde. Esta vez el dolor de cuello empeoró,
extendiéndose a la región escapular izquierda en forma de dolor sordo y
de intensa sensación dolorosa en la extremidad superior izquierda , con
hormigueo en la mano . Pat refería que notaba el cuello rígido y cada vez
más dolor con el movimiento. Observe el mapa del cuerpo de la figura 4.34,
que ilustra las categorías de dolor aquí descritas.
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Antecedentes médicos
Pat es una persona sana y en buena forma física, sin antecedentes de
enfermedad grave alguna. No existe indicación subjetiva alguna de posible
señal de alarma o DAC.
Hipótesis de trabajo
Actualmente, parece tratarse de un problema de dolor neuropático periférico
si se consideran los patrones de presentación, como la descripción del
síntoma, la distribución, el dolor nocturno y las posiciones que calman. Es
posible que exista una respuesta aprendida y mantenida a partir de
experiencias anteriores y, por consiguiente, reguladas por una interacción
neuroinmunitaria.
Planificación de la exploración física con modelos de razonamiento
clínico
Debido a la gravedad entre moderada y alta del trastorno y a la irritabilidad
con la que cursa, será conveniente llevar a cabo la menor cantidad posible de
pruebas, y siempre intentando que las posturas y movimientos empleados
no provoquen dolor. Es importante valorar la integridad del sistema
nervioso e intentar confirmar o descartar las hipótesis en curso referentes a
los mecanismos de dolor subyacentes:
1. Posturas calmantes
La exploración subjetiva indica que la cabeza, el cuello y los brazos han de
estar totalmente apoyados antes de intentar cualquier movimiento activo
o pasivo. La sujeción del brazo para generar alivio ha sido descrita como
una manera de conseguir alivio en trastornos de dolor neuropático
(Gifford, 2001). Una postura que se adopta con frecuencia es la del
«brazo por encima de la cabeza», como una forma de conseguir calmar el
dolor a corto plazo. Esta postura se conoce como «signo de abducción del
brazo» (Fast et al., 1989), y se ha observado que reduce de manera
significativa la presión sobre las raíces nerviosas de C5, C6 y C7 en los
agujeros vertebrales (Farmer y Wisneski, 1994). Esto indica
mecanosensibilidad subyacente a la presión y a la carga soportada por el
sistema nervioso.
Dadas las actuales circunstancias de la paciente, parece totalmente
adecuado un cambio de postura.
2. Palpación nerviosa
La palpación de los nervios periféricos en su recorrido, y de los tejidos de
alrededor, ayuda a confirmar cualquier sensibilidad aumentada y a
distinguir un proceso nociceptivo de uno neuropático. En el nervio
sensibilizado, la palpación en un punto puede dar lugar a que los
síntomas neurológicos se propaguen en ambas direcciones a lo largo del
recorrido del nervio (Butler, 2000). La sensibilidad extendida del sistema
nervioso, por ejemplo, por todo un lado del cuerpo o por toda una
extremidad superior, indica sensibilización central, y debe ser abordada
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Dolor actual: los síntomas representados en el mapa corporal (v. fig. 4.34)
estaban todos presentes.
La paciente se sentó en posición encorvada, con ligera flexión de cabeza y
cuello y flexión cervical contralateral, es decir, hacia el lado derecho. La
cintura escapular izquierda se encontraba elevada y adelantada. Esta postura
antiálgica indica que el paciente está tratando, de manera inconsciente, de
descargar su sistema nervioso. Probablemente, las técnicas pasivas aplicadas
a distancia del lado afectado o que descarguen el sistema nervioso sean las
más apropiadas.
Hasta el más ligero movimiento pasivo del cuello hacia la línea media
aumentaba los síntomas, de modo que se abandonó inmediatamente esta
estrategia. Al pedirle a la paciente que corrigiera la posición «encorvada», los
síntomas aumentaron solo ligeramente.
Posturas calmantes en sedestación
Cervical: el ligero movimiento combinado de flexión y flexión contralateral
reducía los síntomas.
Torácico: la rotación del tórax hacia la derecha cubría todo el recorrido sin
incrementar los síntomas. El encorvamiento toracolumbar (slump) aliviaba
los síntomas de forma moderada.
Cintura escapular: con el antebrazo izquierdo sujeto en flexión de 90°, la
elevación de la cintura escapular constituía la posición y el movimiento que
mayor alivio proporcionaba.
Hombro izquierdo: Con el antebrazo fijo en posición de sujeción, los
síntomas cedieron un poco con la abducción/flexión activa asistida hasta
alrededor de 100° de movimiento. Los movimientos del hombro derecho
eran prácticamente completos.
Palpación en posición sentada
Existía una marcada sensibilidad dolorosa tisular en la cara anterolateral
izquierda del área cervical, entre las vértebras C5 y D1; tan solo un ligero
toque de los tejidos que cubren esta área provocaba síntomas de tipo
nervioso con irradiación a la extremidad superior izquierda. A la palpación,
los troncos nerviosos del plexo braquial encima de la clavícula mostraban
también sensibilidad dolorosa al tacto, con síntomas irradiados en brazo y
mano. Los hallazgos fueron muy diferentes en el brazo derecho, que no
presentaba ningún signo destacable y se palpaba sin molestias.
Pruebas neurodinámicas
La PNES1 en posición sentada incrementó los síntomas a –40° de extensión
del codo. Una ligera elevación activa del hombro mitigaba tales síntomas. En
la figura 4.35 se ilustran los movimientos de sensibilización de la PNES1 para
la extremidad superior derecha. Se realizaron seis repeticiones de flexión a
extensión de codo, sin que se observara ningún cambio significativo de los
síntomas.
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… para los pacientes, la «buena noticia» es que los síntomas remiten, la «mala
noticia» es que pueden tardar 3 meses o más en recuperar la función completa.
Gifford (2001)
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Técnica 2
• Posición: posición supina con sujeción («cabestrillo») y dos almohadas para
el cuello.
• Método: deslizamiento hacia la cintura escapular izquierda y codo. Supone
depresión pasiva de la cintura escapular hacia la posición neutra con
flexión simultánea del codo, seguida de elevación del hombro hasta la
mitad de la amplitud del movimiento y extensión del codo hasta 90° de
flexión –seis repeticiones de movimientos pasivos lentos y rítmicos dentro
de un recorrido sin dolor (fig. 4.37)–. Una vez más, la paciente consideró
que la técnica le proporcionaba alivio y, concretamente, apreció que,
durante el tratamiento, disminuyera la sensación de hormigueo en la mano
izquierda. Se repitió la misma técnica de tratamiento.
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Té r m inos cla ve
Sistema nervioso simpático, nervios meníngeos recurrentes (sinovertebrales),
neurodinámica, costovertebral, costotransverso, nervio hipogástrico, nervio
ilioinguinal, nervio genitofemoral, EPR, dolor cervical, dolor de hombro
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FIGURA 5.1 Dolor dorsal y de tórax, dolor de cuello y escápula, cefalea y dolor
facial, y lumbalgia y ciática.
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Terapeuta: Bien, Sra B., veo que se queja de numerosas dolencias, pero ha
sido derivada a mi consulta para que le trate un problema cervical. No
puedo centrarme también en los dolores de la espalda, las piernas y las
demás zonas doloridas. Tengo que concentrarme en una región
problemática, que según parece es la que está en peor estado, y ver si
podemos solucionar eso en primer lugar.
¿No habrá cierto tono de frustración, si no de escepticismo, en la voz del terapeuta?
Pensamiento del terapeuta: ¿Cómo puede alguien tener tantas áreas con
dolor, molestia, parestesia o rigidez? ¿No se tratará de un problema
psicológico?
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FIGURA 5.5 Ramas primarias posteriores de D2, D7 y D12 y áreas que inervan.
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FIGURA 5.7 Dolor dorsal en el tórax superior izquierdo con cierto grado de
irradiación descendente a la cara interna de la parte superior del brazo izquierdo y
la axila desde los niveles de D1 y D2, indicativo de implicación cardíaca.
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FIGURA 5.8 Dolor torácico irradiante agudo relacionado con movimientos del
tórax, como en la respiración, indicativo de origen pleural.
Igual que los procesos somáticos pueden simular los viscerales, estos
pueden hacer lo propio con los somáticos, o bien es posible que ambos
coexistan. Un ejemplo de este último caso lo constituyó el de una mujer que,
durante algunos años, sufrió episodios de dolor abdominal superior anterior
intenso (fig. 5.9). En una minuciosa valoración médica no se detectó patología
visceral alguna, siendo derivada a fisioterapia.
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El dolor y los trastornos dolorosos benignos en áreas del cuerpo que no son
indicativas de derivación neural torácica directa, que se cronifican y que no
responden a un tratamiento razonable, a menudo guardan relación con la
columna dorsal. Cualquiera que sea la localización del problema, es habitual
que se refieran rigidez, dolor sordo y molestias o dolor manifiesto en las áreas
de las vértebras dorsales 4-7. Una vez que se haya procedido a la inclusión en
el plan terapéutico de la movilización adecuada de la correspondiente área de
la columna dorsal, se puede efectuar una reevaluación de los progresos
registrados.
Ejemplo de un paciente
Una mujer de 40 años de edad que se ha sometido a diversas intervenciones
ginecológicas por dolor inguinal y púbico (fig. 5.10), sin que se registrara un
alivio duradero de sus síntomas, quedó libre de sintomatología tras un breve
ciclo de movilización y manipulación de las uniones dorsolumbares (D12/L1),
manipulación mediodorsal y técnicas de movilización neurodinámica,
aplicadas en decúbito lateral y dirigidas a los nervios ilioinguinales y
genitofemorales (v. figs. 5.28-5.31, 5.45 y 5.62).
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Tabla 5.1
Comparación de los dolores sistémico/visceral y
neuromusculoesquelético (NME)/somático (Goodman y Snyder, 1995;
Evans 1997)
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C u a d r o 5 . 1 Se ña le s de a la r m a
• Edad de aparición < 20 o > 55 años
• Dolor no mecánico, constante y progresivo [no se alivia ni empeora con el
reposo en cama]
• Dolor torácico
• Antecedentes de tumor maligno
• Uso prolongado de corticoesteroides
• Consumo de drogas, inmunodepresión, VIH
• Malestar sistemático
• Pérdida de peso no explicada
• Síntomas neurológicos diseminados (incluido síndrome de la cola de
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caballo)
• Deformidad estructural
• Fiebre
Signos y síntomas de afectación vertebral grave que requieren derivación
de urgencia (Greene, 2001)
• Dificultad de micción
• Pérdida de tono del esfínter anal/incontinencia fecal
• Anestesia en silla de montar en torno al ano, el perineo o los genitales
• Trastorno de la marcha
(Michael et al., 2009)
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con impulso a alta velocidad en la columna dorsal o las costillas superiores (v.
fig. 5.44), en una muestra de pacientes cuyo principal síntoma era el dolor de
hombro. Los resultados de este estudio indican que este tipo de
intervenciones tienen un efecto inmediato sobre dicho dolor y sobre la
amplitud de movimiento del hombro, lo que resalta la necesidad de que el
fisioterapeuta sea consciente de la interdependencia regional de la columna
dorsal, las costillas y los hombros.
En una revisión de los hallazgos de exploración de una muestra de
pacientes con y sin dolor de codo, Berglund et al. (2008) observaron que se
registraba una significativa presencia de dolor de columna cervical y torácica
en la exploración del grupo que padecía dolor de codo lateral, mayor que la
apreciada en el grupo sin dolor (70 frente al 16%, respectivamente). Los
resultados indican que existe una considerable prevalencia de dolor y
disfunción de la columna cervical y dorsal en los pacientes que padecen dolor
de codo lateral. Como consecuencia de ello, resulta fundamental que los
fisioterapeutas incluyan la columna cervical o dorsal en la evaluación de los
pacientes con dolor de codo lateral.
El autor de este texto conoce diversos casos en los que el dolor inguinal
crónico se ha atribuido a lesiones musculotendinosas, mientras que, de hecho,
los síntomas se han aliviado por medio de movilización pasiva de la columna
dorsolumbar (v. fig. 5.31) y movilización neurodinámica de los nervios
ilioinguinal y genitofemoral (v. fig. 5.6). Gilmore (1995) presentó un informe
sobre la denominada «ingle de Gilmore», una lesión musculotendinosa
tratada de manera satisfactoria mediante cirugía. No obstante, el autor
recuerda el caso de un colega que estableció un diagnóstico diferencial de
«ingle de Gilmore», en lugar del de afectación dorsolumbar, por medio de
una cuidadosa evaluación y del reconocimiento de características que no se
ajustan a la afectación dorsolumbar. Se llegó a la conclusión de que era
necesario proceder a derivar al paciente para obtener la opinión de un
cirujano, ya que el caso presentaba los siguientes rasgos:
• Episodios previos de «distensión inguinal».
• Ausencia de signos comparables en la región dorsolumbar.
• «Dolorimiento» profundo local con resistencia moderada a la abducción de
la cadera.
• Dolor al contraer con suavidad la parte inferior del abdomen (activación
abdominal transversa que genera tensión en las inserciones fasciales).
• Ausencia de signos comparables en la prueba de provocación de dolor en la
articulación sacroilíaca (ASI).
• Ausencia de signos neurodinámicos equiparables.
Así pues, es importante que los fisioterapeutas sean capaces de identificar
los casos en los que no existe evidencia de signos comparables en regiones de
posible dolor diferido y, también, de reconocer los casos en los que tales
signos sí están presentes.
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Sra. A
Una mujer joven estaba siendo tratada de dolor de cuello y dolor
circunferencial de brazo, con hormigueo en una mano con distribución en
guante (fig. 5.14). La movilización pasiva y el programa de autotratamiento,
que incluía tratamiento activo de la columna cervical y estaba diseñado para
restaurar la movilidad articular y tisular neural y para activar el control de la
estabilización de los músculos de la región, dio lugar a cierta mejoría del
trastorno, aunque derivó en una fase de estancamiento. Se solicitó al autor de
este texto que revisara la evolución y el tratamiento del trastorno. Se
apreciaron tres cosas que llamaban la atención, sobre todo al repasar los
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Tabla 5.2
Modelo de «pared de ladrillo» de razonamiento clínico aplicado.
Conocimiento de la columna dorsal, avalado por la práctica clínica
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Exploración física
En el cuadro 5.4 se enumeran las pruebas de exploración física más utilizadas,
aunque no todos los movimientos son necesarios para todos los pacientes.
Observación
Postura, disposición al movimiento
Valoración breve
Movimientos
Movimiento hasta dolor o hasta el límite
F, E, FL y R en F y E, Rotn L y R en F y E, dolor y evolución, amplitud,
compensación de la deformidad protectora, localización, sobrepresión,
movimiento intervertebral (movimiento repetido y velocidad aumentada)
Cuando sea posible, posición sedente
Los movimientos del cuello han de valorarse para detectar el posible dolor
torácico superior. Puede ser necesaria rotación cervical para superponerla a
la rotación dorsal en las pruebas de las articulaciones dorsales
E sostenida, FL hacia el dolor, Rotn hacia el dolor (cuando sea necesario
reproducir el dolor referido)
Prueba de percusión (cuando F, E, FL y Rotn y percusión son negativas)
Compresión y tracción (cuando F, E, FL y Rotn y percusión son negativas)
Pruebas de movimientos combinados
Pruebas articulares periféricas activas
Primera costilla
Intercostal, costovertebral
MIVFP de D4-D12, con F, E, FL y Rotn
Pruebas del conducto (slump, posición contraída)
Decúbito supino
F pasiva de cuello; amplitud, dolor (de espalda y/o referido)
Articulación sacroilíaca (ASI) (espondilitis anquilosante)
Primera costilla
Exploración neurológica
Pruebas articulares periféricas pasivas
Decúbito lateral
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, , de columna y costillas)
Pruebas de MIVAP combinadas con posiciones de movimiento fisiológico
Prueba isométricas de dolor muscular
Exploración de otros factores relevantes
Otras pruebas
Comprobación de «notas de caso» para informes sobre pruebas relevantes
(rayos X, pruebas sanguíneas)
SEÑALE LOS HALLAZGOS IMPORTANTES CON ASTERISCOS
Instrucciones al paciente
(i) Advertencia de posibles exacerbaciones
(ii) Solicitud de informes sobre los detalles
(iii) Instrucciones sobre «cuidados de la espalda» si es necesario
Observación
La observación de la columna dorsal a menudo no reporta información
significativa. En ocasiones son patentes adaptaciones posturales, tales como
hombros redondeados, seudoaleteo escapular, proyección del mentón hacia
delante, tórax plano, cifosis y escoliosis de la columna dorsal. No obstante,
para que adquieran significación, estas observaciones han de correlacionarse
con los signos y síntomas del paciente.
Dolor presente
Antes de comenzar la exploración de los movimientos funcionales activos de
la columna dorsal, siempre se ha de preguntar al paciente por cualquier
posible síntoma que se padezca en el momento presente y, en caso de que
tales síntomas existan, en qué consisten y dónde se localizan. Es importante
que la valoración del dolor (síntomas) con respuesta al movimiento se inicie
en esta fase.
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FIGURA 5.15 A. Paciente sentado visto desde arriba. B-E. Diversas posiciones
de rotación.
Breve evaluación
Cuando la demostración funcional ofrece información de utilidad sobre el
origen de los síntomas del paciente, el fisioterapeuta manual ha de evaluar
brevemente las áreas afectadas, a fin de hallar indicios que permitan
profundizar en la exploración. Tomando como referencia el ejemplo antes
mencionado, en caso de que la columna dorsal parezca estar más implicada,
es necesario iniciar una exploración detallada de la misma. La columna
cervical también debe ser explorada, de modo que se pueda descartar o
solventar su eventual afectación.
Rotación torácica
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Flexión
En la posición descrita, se indica al paciente que flexione los codos en
dirección a la ingle para generar una flexión torácica. El terapeuta anota la
amplitud de movimiento, la respuesta de los síntomas y la calidad de dicho
movimiento. Si es necesario, se aplica sobrepresión a través de las áreas
supraclavicular y supraescapular. El terapeuta se mantiene en pie frente al
paciente y coloca sus manos sobre la parte superior de los hombros del
paciente, con los pulgares colocados en la parte anterior y los demás dedos en
la posterior. La sobrepresión se aplica en continuidad con el arco de flexión.
Dirigida craneal, horizontal o caudalmente, dicha sobrepresión puede
centrarse en las áreas superior, media e inferior de la columna dorsal,
respectivamente (fig. 5.16B),
Extensión
Para la extensión se adopta la misma posición inicial que para la flexión,
aunque con una excepción: el paciente coloca uno o ambos pies sobre una
silla, con el fin de flexionar la columna lumbar. Se indica al paciente que dirija
los codos hacia arriba. El terapeuta anota la amplitud de movimiento, la
respuesta de los síntomas y la calidad de dicho movimiento. Si es necesario,
aplica sobrepresión, situándose en pie al lado del paciente y pasando un
brazo bajo ambas axilas y por delante del esternón. La otra mano se sitúa
sobre la columna dorsal del paciente para localizar la sobrepresión,
flexionando al mismo tiempo el tronco en la dirección de la extensión torácica
(fig. 5.16C).
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Prueba de percusión
Cuando los movimientos activos son completos y libres de síntomas, el
paciente se sienta sobre la camilla con la columna flexionada, procediéndose a
percutir con un martillo de reflejos cada una de las apófisis de las vértebras
dorsales y los correspondientes ángulos costales. Es posible que una apófisis
o un ángulo determinados presenten una sensibilidad muy superior a la de
los demás. En ciertos casos, este efecto de resonancia sirve para detectar
cuadros de desmineralización ósea, fractura por sobrecarga o tumor óseo.
Palpación
El paciente se coloca en decúbito prono con los brazos a los lados o en los
bordes de la camilla, a fin de ampliar el espacio interescapular.
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C7-D4 (flexión)
Posición inicial
Con el paciente sentado, el fisioterapeuta se sitúa frente a él, ligeramente a su
derecha. Coloca su mano izquierda sobre el hombro derecho del paciente, con
el dedo medio situado entre las dos apófisis espinosas, mientras que el dedo
índice palpa el borde superior de la apófisis espinosa de la vértebra superior
y en el anular palpa el borde inferior de la apófisis espinosa inferior. Para
producir un agarre firme y cómodo con la mano izquierda, la yema del
pulgar se sitúa en la fosa supraclavicular. La mano y el antebrazo derechos se
colocan sobre la parte superior de la cabeza del paciente, de modo que
puedan ubicarse en el plano sagital. El pulgar y los demás dedos agarran el
occipucio en proximidad de las líneas de la nuca, y la muñeca se flexiona para
permitir una presión en la zona frontal de la cabeza por parte del antebrazo
(fig. 5.22).
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Método
El movimiento de la cabeza del paciente es controlado por la mano y el
antebrazo derechos del fisioterapeuta. Toda la holgura del cuero cabelludo
debe ser abarcada por la sujeción entre los dedos y el antebrazo, con el fin de
completar el control de la cabeza del paciente y de que el paciente perciba que
el apoyo de su cabeza queda a cargo del fisioterapeuta.
Dado que la cantidad de movimiento que puede sentirse a este nivel es
muy inferior a la de cualquier otra localización en la columna vertebral, son
necesarias dos acciones complementarias para producir un movimiento
intervertebral máximo. En primer lugar, la oscilación de la cabeza y el cuello
debe producirse a lo largo de una amplitud de al menos 30° en proximidad
del límite de flexión hacia delante. Como segundo factor a considerar, dado
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C7-D4 (flexión/extensión)
Un método alternativo para poner a prueba la flexión, más adecuado cuando
se necesita también valorar la rotación y la flexión lateral, se lleva a cabo con
el paciente en decúbito lateral.
Posición inicial
El paciente se coloca cómodamente tumbado sobre un costado cerca del
borde anterior de la camilla, con la cabeza apoyada sobre una almohada. El
fisioterapeuta se sitúa frente a él, sujetando la cabeza del paciente con el
brazo izquierdo, con los dedos colocados sobre la parte posterior de la cabeza
y el meñique izquierdo aproximándose al nivel vertebral que se va a explorar.
El terapeuta estabiliza la cabeza del paciente con el antebrazo izquierdo y la
parte delantera del hombro izquierdo. A continuación, se inclina sobre el
paciente, situando el brazo derecho a lo largo de su espalda para estabilizarle
el tórax, y palpa bajo la superficie del espacio interespinoso con la yema del
dedo índice o medio, orientada hacia arriba (fig. 5.23).
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Método
Con el brazo izquierdo, el fisioterapeuta flexiona y extiende lo más posible la
parte inferior del cuello del paciente. La columna por encima de C6 y la
cabeza no se flexionan ni se extienden, ya que ello haría que el movimiento en
la zona puesta a prueba fuera menos controlado y menos aislado. La cabeza y
el cuello del paciente se desplazan solo hasta que la articulación evaluada
alcanza el límite de su amplitud de movimiento.
Método
La posición inicial es idéntica a la descrita para la flexión/extensión. El
objetivo de este método es conseguir la flexión lateral a nivel de la
articulación que se pone a prueba, por lo que la cabeza no se flexiona
lateralmente, sino que, más bien, se desplaza hacia arriba. La flexión lateral es
generada por la elevación por parte del fisioterapeuta de la cabeza del
paciente, que es «abrazada», cargando la mayor parte del movimiento de
elevación sobre el borde cubital de la mano izquierda, contra el lado inferior
de la unión cervicotorácica (fig. 5.24). Para valorar la flexión lateral en la otra
dirección, el paciente debe apoyarse sobre su otro costado. El dedo que palpa
percibe el movimiento entre las dos apófisis espinosas adyacentes. En primer
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C7-D4 (rotación)
Método
La posición inicial es también la misma que la de flexión/extensión. Para
producir una rotación de forma adecuada, es necesario concentrarse en
desplazar la articulación evaluada sin que se registren inclinación ni flexión
de la cabeza y el cuello. El movimiento de la apófisis espinosa superior en
relación con la adyacente distal se palpa con la yema del dedo índice o medio,
dirigido hacia arriba y presionando contra la parte inferior del espacio
interespinoso.
Con la cabeza del paciente contra el pecho del fisioterapeuta, sujeta entre el
antebrazo y el hombro izquierdos y con la parte posterior del cuello
firmemente sostenida con el borde cubital de la mano –entre el dedo meñique
y la eminencia hipotenar–, el fisioterapeuta rota la columna cervical inferior
del paciente hacia él. Ello se consigue elevando la escápula hasta el punto
máximo y manteniendo el tórax estable (fig. 5.25). En esta área, este
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D4-11 (flexión/extensión)
Posición inicial
El paciente se sienta con las manos sujetas detrás del cuello, mientras que el
fisioterapeuta, situado a su izquierda, coloca su brazo izquierdo bajo la parte
superior del brazo izquierdo del paciente y sujeta la parte superior de su
brazo derecho con la mano en supino. El fisioterapeuta coloca su mano
derecha sobre la columna del paciente, inmediatamente por debajo del nivel
que se va a evaluar, con la yema del dedo medio en el lado más alejado del
espacio interespinoso para percibir las apófisis espinosas adyacentes.
Método
Mientras el paciente se relaja para que el tórax pueda ser flexionado y
extendido, el fisioterapeuta carga el peso del tronco superior del paciente
sobre su brazo izquierdo.
Para evaluar la flexión, el fisioterapeuta hace descender el tronco del
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paciente desde la posición neutra hasta que puede percibir movimiento con el
dedo medio derecho; a continuación se vuelve a situar al paciente en la
posición neutra levantándolo bajo los brazos. El movimiento oscilatorio del
tronco en una amplitud de, aproximadamente, 20° se ve facilitado si el
paciente es sujetado con firmeza y si el fisioterapeuta flexiona lateralmente el
tronco hacia la izquierda, inclinándolo para producir la flexión. Ello hace que
el movimiento de retorno lo realice flexionando el tronco lateralmente hacia
la derecha, en vez de elevarlo con su brazo izquierdo.
La parte de extensión de la prueba se lleva a cabo de la misma manera,
excepto por el hecho de que el fisioterapeuta ayuda a extender el tronco con
el talón (palma proximal) y el borde cubital de la mano derecha. Al hacerlo,
debe prestar atención a mantener la yema del dedo medio en una posición
constante entre las apófisis espinosas adyacentes. El tronco del paciente se
desplaza desde la posición neutra a la extensión. Es importante recordar que
se trata de producir movimiento solo en la articulación que se evalúa, por lo
que no son necesarios movimientos más amplios del tronco, que, en realidad,
restan valor a la exploración.
Posición inicial
El paciente está sentado y sujeta sus manos por detrás del cuello o cruza los
brazos delante del tórax, mientras el fisioterapeuta se sitúa a su lado derecho
pasando su brazo derecho sobre el hombro izquierdo del paciente a modo de
«abrazo». Sujeta el tronco del paciente con firmeza con su brazo y su costado
derechos, apoyando la axila derecha sobre el paciente. Este agarre alto con la
mano derecha es necesario para la exploración de los niveles superiores. A
medida que la exploración se extiende por debajo de D8, el agarre se hace
descender también hacia el área escapular inferior. El fisioterapeuta coloca el
talón de la mano izquierda sobre el lado derecho de la espalda del paciente, al
nivel que se ha de evaluar, abre los dedos para conseguir mayor estabilidad y
sitúa la yema del dedo medio flexionado en la parte alejada del espacio
interespinoso de la articulación que se examina (fig. 5.26).
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Método
El fisioterapeuta flexiona lateralmente el tronco del paciente, aproximándolo
hacia él y alejándolo con el talón de la mano izquierda y el borde costal, y
flexionando lateralmente la parte superior del tronco del paciente, levantando
su brazo derecho y presionando hacia abajo con la axila derecha. A
continuación, palpa el movimiento interespinoso con la yema del dedo
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D4-11 (rotación)
Posición inicial
Aunque es posible valorar la rotación con el paciente sentado, es más fácil y
más eficaz hacerlo con él tumbado. El paciente se coloca en decúbito sobre el
costado izquierdo, con las caderas y las rodillas cómodamente flexionadas,
mientras el fisioterapeuta, en pie frente a él, se inclina sobre su tronco para
rodear la pelvis con el costado y el brazo izquierdos. Esta posición estabiliza
la pelvis del paciente. A continuación, el fisioterapeuta alinea el antebrazo
izquierdo con la columna del paciente y su mano se sitúa al nivel en el que se
va a evaluar el movimiento. Después coloca la mano izquierda sobre la
columna del paciente, con la yema del dedo medio presionando hacia arriba
bajo la superficie del espacio interespinoso, a fin de percibir los bordes óseos
de las apófisis espinosas adyacentes. La mano derecha del fisioterapeuta
sujeta –lo más medialmente que sea posible– el área supraescapular del
paciente e impulsa con el antebrazo derecho, o bien hace que el codo del
propio paciente quede apoyado sobre el esternón (fig. 5.27).
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Método
El tronco del paciente se gira repetidas veces hacia atrás y hacia delante con el
impulso del antebrazo y la mano derechos del fisioterapeuta, a lo largo de
una amplitud aproximada de 25°. Se ha de prestar atención a asegurar que el
movimiento no incluya el área escapulotorácica. Para evaluar el movimiento
en las articulaciones intervertebrales torácicas superiores, la amplitud de
movimiento debe extenderse hasta inmediatamente por detrás del plano
frontal. Cuando se exploran las articulaciones intervertebrales inferiores, el
arco de rotación empleado para valorar el movimiento se desplaza hacia atrás
–hasta una amplitud comprendida entre 40 y 60° desde el plano frontal– en la
exploración del movimiento entre D10 y D11. El dedo que palpa ha de seguir
el movimiento del tronco del paciente y, cuando este se produzca en la
articulación que se está evaluando, debe percibirse que la apófisis espinosa
superior presiona sobre la yema del dedo medio, que apunta hacia arriba. El
inicio del desplazamiento de la apófisis espinosa inferior señala el alcance de
la rotación a nivel intervertebral.
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Movilización
Posición inicial
El paciente se sitúa en decúbito prono, con la frente apoyada sobre el dorso
de las manos o con la cabeza cómodamente girada hacia un lado y los brazos
a los lados de la camilla. La posición depende de la magnitud de la opresión
torácica generada por la posición de «brazos arriba», habitualmente
reservada para la movilización del tórax superior.
Si el paciente está sobre una camilla baja, para movilizar la columna dorsal
superior (aproximadamente de D1 a D5), el fisioterapeuta debe colocarse a la
cabecera con los hombros sobre el área que debe movilizarse, de modo que la
dirección de la presión aplicada esté en ángulo recto con la superficie del
cuerpo. Las yemas de los pulgares se sitúan sobre la apófisis espinosa, en
sentido transversal a la columna vertebral, y los demás dedos de cada mano
se extienden sobre la pared posterior del tórax, dando estabilidad a los
pulgares. Dado que las apófisis espinosas son grandes, los pulgares han de
posicionarse con las yemas enfrentadas, o bien en contacto con los lados, con
los bordes superior e inferior de una misma apófisis. Para optimizar el control
y la percepción de movimiento con el menor grado de molestia para el
paciente, la presión debe transmitirse por medio de los pulgares, de forma
que las articulaciones interfalángicas estén hiperextendidas. Así se permite
que la parte más blanda de la yema del dedo quede plana sobre las apófisis
espinosas, con un ligero nivel de flexión en las articulaciones
metacarpofalángicas. Ello resulta más cómodo para el paciente, pero hace
más difícil la aplicación de presión para los músculos intrínsecos del
fisioterapeuta.
Para movilizar la columna mediodorsal (D5-9), el fisioterapeuta se sitúa al
lado del paciente, con los pulgares dispuestos longitudinalmente a lo largo de
la columna, de modo que apunten el uno al otro. El resto de los dedos se
abren sobre la pared torácica posterior, a los lados de la columna vertebral,
por encima y por debajo del nivel de los pulgares.
A veces es más cómodo para el fisioterapeuta (y más sencillo si se trabaja
sobre una camilla baja), situarse al costado del paciente, aproximadamente a
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Método
La movilización se efectúa con presión oscilante sobre las apófisis espinosas,
generada por el cuerpo y transmitida a través de los brazos a los pulgares. Es
importante que dicha presión sea aplicada por el peso del cuerpo sobre las
manos y no apretando con los propios pulgares. Los demás dedos, abiertos
sobre la espalda del paciente, no han de ejercer presión alguna, limitándose a
actuar como estabilizadores de los pulgares, ya que es fácil disipar la presión
y, en consecuencia, perder eficacia en los pulgares por un uso inadecuado de
los restantes dedos.
Si los codos del fisioterapeuta se mantienen ligeramente flexionados y los
pulgares se colocan de forma que haya hiperextensión de las articulaciones
interfalángicas y ligera flexión de las metacarpofalángicas, la presión puede
transmitirse a las yemas de los pulgares por medio de series de potentes
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Variaciones locales
El grado de presión en la columna dorsal superior requerido para generar
movimiento es muy superior al necesario en la columna cervical y
ligeramente mayor que el preciso para el resto de la columna dorsal.
El nivel de movimiento posible en las partes media e inferior de la columna
dorsal es considerable, y es en esta localización en la que es más fácil percibir
movimiento. En cambio, en la parte superior dicha percepción está
sensiblemente limitada, sobre todo entre D1 y D2.
Usos
La presión vertebral central posteroanterior es tan útil para la columna dorsal
como lo es la rotación para la cervical. En todos los síntomas originados en las
vértebras dorsales, merece la pena probar esta técnica en primer lugar.
La «presión central» presenta mayores probabilidades de éxito en los
síntomas localizados en la línea media o distribuidos de modo uniforme a
ambos lados del cuerpo, si bien también se aplican a síntomas unilaterales,
sobre todo si presentan una distribución indefinida o generalizada.
Entre los ejemplos de alteraciones a las que se aplica esta opción cabe citar
los síntomas con distribución en guante, figura 5.14; el dolor de espalda a
nivel torácico, figura 5.1, y el dolor de cinturas de origen traumático, figura
5.13.
Posición inicial
El paciente está en decúbito prono con los brazos a los lados, mientras que el
fisioterapeuta manual se coloca a su lado (en este caso, en el lado derecho). El
fisioterapeuta coloca su mano derecha entre la columna y la escápula derecha
del paciente, su mano izquierda entre la columna y la escápula izquierda, y
transmite presión a través de la superficie lateral de la eminencia hipotenar,
cerca del hueso pisiforme. Para llegar a la posición final, el primer paso es
situar el borde cubital de cada mano en una línea a través de la espalda del
paciente, en líneas paralelas, con la mano derecha ligeramente caudal a la
articulación que se va a movilizar y la mano izquierda levemente distal a ella.
En esta etapa preliminar, los antebrazos del fisioterapeuta se dirigen también
a través de la espalda del paciente en ángulo recto con respecto a la columna
vertebral, y el pisiforme de la mano se introduce en el espacio comprendido
entre los músculos paravertebrales y las apófisis espinosas. El siguiente paso
se centra en relajar los tejidos blandos. Ello se consigue aplicando presión
tanto posteroanterior como rotatoria. Esta última se consigue cambiando la
dirección de los antebrazos, en un desplazamiento de balanceo o giro, desde
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Método
Cuando se emplea en la movilización, la técnica consiste en realizar un
movimiento de oscilación en tres direcciones: posteroanterior, cefálica y
caudal, y lateral. Es posible aplicarla en forma de movimiento muy
localizado, utilizando el pisiforme como punto de contacto principal para la
transmisión de presión, o bien puede aplicarse, más cómodamente, sobre un
área amplia, empleando la base de la palma de la mano junto con las
eminencias tenar e hipotenar.
La técnica puede aplicarse rítmicamente, aumentando y reduciendo la
presión posteroanterior en coordinación con el ritmo de la respiración del
paciente.
Asimismo, es posible aplicar un impulso manipulativo, habitualmente al
final de la espiración del paciente. A veces la técnica se ha utilizado con éxito
en la columna lumbar.
Usos
La técnica se aplica cuando se desea un movimiento en dirección
posteroanterior, pero las apófisis espinosas son demasiado blandas para
mantener un contacto directo.
Las amplitudes de movimiento de las articulaciones costovertebrales,
costotransversas e intervertebrales individuales son en general reducidas y,
aunque esta técnica se realiza con la palma de la mano, según se ha indicado,
es posible conseguir desplazamientos considerables entre tres o cuatro niveles
contiguos. Ello da lugar a una inmediata mejora de la comodidad y el
movimiento (fig. 5.29B).
Posición inicial
Cuando las vértebras dorsales medias e inferiores son movilizadas con
presiones transversales, el paciente se sitúa en decúbito prono con los brazos
colgando a los lados de la camilla o apoyados en ella, a fin de facilitar la
relajación de la columna vertebral. Es necesario dejar que la cabeza repose
cómodamente, girando la cabeza hacia un lado, preferiblemente hacia aquel
en el que está el fisioterapeuta. No obstante, dado que esta posición de la
cabeza tiende a dar lugar a cierto grado de rotación de las vértebras dorsales
superiores, es preferible que el paciente adopte una postura de «apoyo de la
frente» cuando estas vértebras han de ser movilizadas, con el fin de eliminar
cualquier posible grado de rotación. Como alternativa, algunas camillas
cuentan con un agujero que permite que la cabeza quede en una posición
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Método
La presión se aplica sobre la apófisis espinosa a través de los pulgares,
mediante el movimiento del cuerpo. La presión y la relajación alternadas se
repiten de forma continuada, a fin de inducir un movimiento de tipo
oscilatorio de la articulación intervertebral. En los niveles de movilización
más suaves es necesaria muy poca presión. Si son mayores, ha de participar el
movimiento del tronco del paciente y el ritmo de las presiones debe coincidir
con los desplazamientos rotatorios del paciente o, si se desea aplicar más
fuerza, oponerse a ellos.
Variaciones locales
Las apófisis espinosas dorsales superiores (D1-3/4) son fácilmente accesibles,
aunque su capacidad de desplazamiento es limitada, siendo casi nula en D1.
Las vértebras dorsales inferiores (D8/9-12) se mueven con mayor facilidad y
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Usos
Esta técnica es particularmente útil para el dolor de distribución unilateral en
el área torácica. En tales casos, la presión se aplica mejor contra el lado de la
apófisis espinosa más alejado del dolor y en dirección al más dolorido. Al
emplear la técnica es a menudo preciso movilizar la jaula torácica mediante
una presión posteroanterior dirigida a través del ángulo costal. Si se
necesitara progresión, el fisioterapeuta necesita a veces detectar los posibles
signos articulares aplicando presión sobre la apófisis en el lado dolorido y
hacia el lado libre de dolor.
Entre los ejemplos de alteraciones tratadas mediante esta opción se cuentan
el dolor que simula enfermedad cardíaca, figura 5.1; el dolor escapular, el
dolor de la parte dorsal de la espalda y el dolor de cinturas de origen
traumático, y el dolor abdominal y los dolores difusos.
Posición inicial
El paciente está en decúbito prono con la cabeza girada hacia la derecha y los
brazos colgando sueltos de los lados de la camilla o apoyados en ella.
Para movilizar el lado izquierdo de la columna dorsal media o inferior
(aproximadamente D5-12), el fisioterapeuta se sitúa al lado izquierdo del
paciente, colocando las manos sobre su espalda, de modo que las yemas de
los pulgares, apuntando la una hacia la otra, se sitúan sobre las apófisis
espinosas. Los restantes dedos de la mano izquierda se abren sobre la pared
torácica, apuntando hacia la cabeza del paciente, mientras que los dedos de la
mano derecha se orientan hacia sus pies, mientras los pulgares se mantienen
en oposición. Al aplicar una leve presión con las yemas de los pulgares, estas
se hunden en el tejido muscular adyacente a las apófisis espinosas, hasta
alcanzar la apófisis transversa. La articulación metacarpofalángica del pulgar
debe estar ligeramente flexionada, mientras que la interfalángica ha de estar
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Método
Se requiere una aplicación muy firme de la presión, a fin de que sea posible
desplazar y retirar parte del vientre muscular, estableciendo contacto hueso-
hueso. Dado que esta técnica puede ser bastante molesta para el paciente, se
ha de prestar atención a la posición de los brazos y las manos para conseguir
que se genere una acción de tipo muelle a nivel de codos y pulgares. Ello
reduce la sensación de rigidez y molestia en el contacto entre los pulgares del
fisioterapeuta y la apófisis transversa del paciente, presente cuando la presión
se aplica mediante una acción muscular intrínseca.
Una vez alcanzada la profundidad necesaria, se genera el movimiento de
oscilación en la articulación intervertebral, aumentando y reduciendo la
presión producida por el movimiento del tronco.
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Variaciones locales
Debido a la estructura y a las inserciones de la jaula torácica, con esta
movilización no es posible generar mucho movimiento.
Algunos consideran que es más fácil llevar a cabo la movilización
utilizando las manos (como en la columna lumbar) en vez de los pulgares, si
bien no se trata de un planteamiento que deba aconsejarse, ya que los
pulgares aportan un mayor grado de «percepción» y permiten localizar la
movilización con mayor precisión. Además, así se provocan menos molestias,
aspecto este de singular importancia. Cuando se emplean las manos, la
técnica se aplica a menudo con mayor intensidad de la necesaria.
Usos
La presión vertebral unilateral posteroanterior se emplea, casi
exclusivamente, para tratar el dolor de distribución unilateral con origen en la
columna dorsal, y se aplica sobre el lado dolorido. A no ser que el dolor sea
intenso, de este modo es mayor la probabilidad de inducir cambios favorables
de signos y síntomas que si se aplica en el lado más alejado del dolor. Cuando
la técnica se emplea en presencia de espasmo, la presión se aplica de modo
firme y sin prisa, para dar tiempo a que dicho espasmo se relaje.
Posición inicial
El paciente está en decúbito prono con los brazos en los costados o colgado a
los lados de la camilla, mientras que el fisioterapeuta se sitúa junto a él, en el
lado en el que vaya a realizar la movilización. Los pulgares del fisioterapeuta
se colocan a lo largo de la línea de la costilla y su ángulo, de forma que el área
de contacto entre dedo y costilla sea los más amplia posible (fig. 5.32A).
Alternativamente, el movimiento es generado por el borde cubital de la mano
y el dedo meñique (fig. 5.32B).
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Método
Los pulgares o las manos transmiten a la costilla un movimiento oscilatorio,
comparándose la amplitud de movimiento producida en un ángulo costal con
la originada en los ángulos costales superior e inferior. El dolor generado por
el movimiento de la costilla anómala se compara igualmente con el que se
siente (si es que es así) en las costillas superior e inferior. De manera similar,
tanto la amplitud de movimiento como el dolor han de equipararse a los de la
costilla del lado opuesto.
Variaciones locales
Primera costilla. La exploración de la primera costilla es en cierto modo
diferente de la de las demás, debido a que es posible aplicar la técnica de tres
formas distintas, por la mayor superficie palpable en ella.
1. La presión se puede aplicar contra la costilla en sentido posterior a través
del músculo trapecio, y su dirección no es solo posteroanterior, sino que
también se inclina en dirección a los pies (fig. 5.33).
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FIGURA 5.34 Presión aplicada contra la primera costilla en sentido posterior por
debajo del trapecio.
C1.
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Usos
Cuando el tratamiento se aplica en las articulaciones vertebrales dorsales, se
ha de considerar la movilización de las costillas, por dos razones:
1. A menudo es difícil valorar si el dolor de un paciente tiene su origen en la
articulación intervertebral, la costovertebral o la costotransversa. Así pues, si
la movilización de la articulación intervertebral dorsal no induce una mejoría
adecuada, se ha de añadir a ella la movilización de la costilla en su ángulo.
2. Cuando se procede a movilizar una costilla como medio de tratamiento, la
técnica debe producir también cierto grado de movimiento en la articulación
intervertebral. La combinación puede acelerar el ritmo del progreso.
Cuando el dolor se localiza en un área referida de la jaula torácica, los
síntomas se originan en ocasiones en alguna anomalía entre las costillas
adyacentes. En tal caso, la palpación pone de manifiesto anomalías de
posición y movimiento en las costillas adyacentes. Este aspecto del
tratamiento del dolor costal se describe en Peripheral Manipulation (Maitland,
1970).
Posición inicial
El paciente está en decúbito supino con los brazos cruzados por delante del
pecho tocando con las manos los hombros opuestos (fig. 5.36). El
fisioterapeuta se sitúa en pie, al lado derecho del paciente, colocando la mano
izquierda sobre el hombro izquierdo del paciente y la mano derecha sobre la
cresta ilíaca izquierda (fig. 5.37). A continuación, el tronco se hace rotar hacia
el fisioterapeuta de forma que el hombro izquierdo se levante de la camilla
dejando expuesta la columna dorsal. La mano derecha se sitúa de modo que
la articulación interfalángica flexionada del pulgar se coloque sobre la
apófisis transversa de la vértebra dorsal que se vaya a rotar, haciendo que los
demás dedos queden apoyados sobre la apófisis espinosa dorsal.
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Método
A continuación, el fisioterapeuta efectúa la movilización rotando el tronco del
paciente sobre la mano derecha, con un movimiento oscilante.
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Tracción dorsal
Un ejemplo de tratamiento es el del dolor de espalda en la zona dorsal.
La tracción puede aplicarse a la columna dorsal con la misma facilidad que
a la cervical o a la lumbar, y los principios que rigen para las tres áreas son
exactamente los mismos. No obstante, hay que reconocer que resulta
satisfactoria con menos frecuencia que en las otras dos localizaciones, lo que
puede deberse, al menos en parte, a la presencia de la jaula torácica.
El principio en el que se basa es el posicionamiento de la columna de modo
que la articulación que se vaya a tratar esté en posición relajada, a la mitad de
la amplitud de movimiento posible. La cantidad de presión a aplicar
depende, en primer lugar, del movimiento de la articulación, incorporando
cambios en la tensión en función de los cambios registrados en los síntomas
del paciente, según se indicó también para la tracción cervical. Las
intervenciones subsiguientes son determinadas por la variación de los
síntomas y signos.
Posición inicial
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El paciente está tumbado sobre la espalda, con una o dos almohadas bajo la
cabeza para flexionar el cuello, hasta que el nivel intervertebral tratado queda
a medio recorrido entre la flexión y la extensión. Se aplica un dispositivo de
sujeción cervical (halter), del mismo modo que en la tracción cervical en
flexión. Si se debe tratar un nivel inferior y la fuerza de tracción ha de ser
firme, es a veces necesario aplicar alguna forma de contratracción. Se coloca
una faja que envuelve la pelvis y que se sujeta al soporte de tracción de la
parte inferior de la camilla para estabilizar la parte distal de la columna. A
continuación, el dispositivo de tracción cervical se fija al soporte de tracción,
de modo que el ángulo de tracción del cuello sea de unos 45° con respecto a la
horizontal. En realidad, el ángulo varía en función del grado de cifosis de la
columna dorsal superior y debe permitir que la articulación intervertebral
dorsal se desplace longitudinalmente en una posición intermedia entre los
límites de flexión y extensión. Para atenuar la tensión en la zona lumbar del
paciente mientras se aplica la tracción, puede mantener las caderas y las
rodillas flexionadas (fig. 5.41).
Método
La tracción puede ajustarse desde la parte inferior o desde ambos extremos,
pero, cualquiera que sea el método utilizado, se ha de prestar atención a que
la fricción entre el tronco del paciente y la camilla sea mínima. Ello puede
conseguirse mientras se está aplicando la tracción, elevando suavemente el
peso del tórax y la pelvis del paciente sobre la camilla y dejando que se relaje
para adoptar otra posición. La fricción se elimina casi por completo con una
camilla cuya superficie esté separada en dos mitades que no puedan
enrollarse en sentido longitudinal. La liberación de la tracción no presenta
ningún problema, aunque es recomendable realizarla despacio.
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Posición inicial
Para la columna dorsal inferior se emplea una faja similar a la usada en la
tracción lumbar, en lugar del dispositivo de sujeción cervical. La tracción
suele ser más eficaz cuando se efectúa con el paciente en decúbito supino,
aunque también se realiza en decúbito prono.
La faja torácica se aplica para sujetar el tórax por encima del nivel de la
columna que ha de ser tratado y, a continuación, se fija al soporte de tracción.
Después se aplica una faja pélvica, también unida al correspondiente punto
de fijación. La dirección de la tracción es longitudinal, en línea con el tronco
del paciente, aunque a veces son necesarias almohadas para ajustar la
posición de la columna, de manera que la articulación que se mueve es
relajada a mitad del recorrido entre la flexión y la extensión (fig. 5.42).
Método
La tracción puede aplicarse desde la parte inferior o desde ambos extremos,
pero, de nuevo, se ha de prestar atención a que la fricción entre el tronco del
paciente y la camilla sea mínima, a nivel tanto dorsal como pélvico. Como ya
se ha indicado, una camilla con la superficie adecuada evita la fricción. Más
adelante se describe una camilla de este tipo (sencilla, poco costosa y de la
máxima eficacia).
La liberación de la tracción debe efectuarse de manera firme, y el paciente
ha de reposar un tiempo antes de incorporarse.
En esta área de la columna también se emplea la tracción variable
intermitente. Los períodos de tracción y relajación son los mismos que en la
tracción cervical.
Variaciones locales
La cifosis dorsal varía sensiblemente de persona a persona y la posición del
paciente depende de esta curvatura. En teoría, la dirección de la tracción debe
orientarse en ángulo recto con respecto a las superficies superior e inferior del
disco intervertebral al nivel en el que se vaya a proceder a la movilización. La
cifosis suele influir más en la tracción de la columna dorsal superior que en la
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de la inferior.
Precauciones
Es preciso verificar que la tracción no causa ningún tipo de dolor lumbar al
paciente.
Como en la tracción cervical en flexión, es posible que el uso del dispositivo
de sujeción cervical (halter) en la tracción dorsal superior cause cefalea
occipital, aunque este riesgo puede aminorarse por medio de los medios ya
descritos.
Usos
La tracción resulta muy útil para pacientes que presentan dolor dorsal
distribuido en áreas extensas, particularmente si van asociados a cambios
radiológicos degenerativos en la columna dorsal. También es un valioso
recurso para pacientes cuyos síntomas dorsales no parecen verse agravados
por los movimientos vertebrales activos, o cuando hay alteraciones
neurológicas. De manera similar, es el tratamiento de elección en pacientes
con dolor radicular intenso. Siempre que se emplean técnicas de movilización
sin un resultado satisfactorio del tratamiento, se han de intentar
procedimientos de tracción.
En ocasiones, un paciente está en condiciones de orientar al terapeuta sobre
lo que ha de hacer, porque su cuerpo le «dice» que es lo que desea (y lo que
no). La figura 5.43 es un perfecto ejemplo de este tipo de casos. El trastorno
del paciente había resultado difícil de abordar, ya que el avance conseguido
en una sesión de tratamiento no se consideró suficiente. Dicho trastorno se
localizaba a nivel de D6/7 y había respondido a una tracción extremadamente
leve. Cierto día, el paciente afirmó que requería la aplicación de tracción, pero
también que necesitaba que las vértebras fueran impulsadas delante y atrás
hacia la izquierda, por tener los niveles superior e inferior de esas vértebras
desplazados a la derecha. La figura 5.43 muestra cómo se obtuvo la posición
mientras se procedía a la movilización sobre el esternón del paciente, quien
afirmó que había experimentado una mejoría del 60% tras el primero de estos
tratamientos y una del 80% tras el segundo. Llegados a este punto, el
tratamiento fue interrumpido y, en una revisión 12 meses más tarde, el
paciente no mostró signos de recidiva.
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Técnica manual que implica un impulso directo para desplazar una articulación
más allá de su amplitud de movimiento fisiológica, sin sobrepasar el límite
anatómico.
(Gatterman y Hansen, 1994)
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Indicaciones
• ¿Hay rigidez segmentaria que no responda a la movilización intensa?
• ¿Hay evidencias de movimiento segmentario bloqueado en pruebas con
movimiento activo y con movimiento pasivo fisiológico y accesorio?
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Contraindicaciones absolutas
• Hueso:
cualquier trastorno generador de debilitamiento óseo significativo
tumores, p. ej., con depósitos metastásicos
infección, p. ej., tuberculosis
alteraciones metabólicas, p. ej., osteomalacia
alteraciones congénitas, p. ej., displasia
alteraciones yatrógenas, p. ej., esteroides a largo plazo
alteraciones inflamatorias, p. ej., artritis reumatoide grave
traumatismos, p. ej., fractura
• Trastornos neurológicos:
compresión medular
compresión de la cola de caballo
compresión de una raíz nerviosa con déficit neurológico progresivo
• Trastornos vasculares:
aneurisma aórtico
en hemorragia articular, p. ej., por hemofilia grave
• Falta de diagnóstico.
• Falta de consentimiento del paciente.
• Imposibilidad de conseguir la posición adecuada del paciente por dolor,
resistencia o espasmo protector.
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Posición inicial
El paciente se sienta sobre una camilla de altura media y el fisioterapeuta se
sitúa de pie detrás de él. Para proporcionar un apoyo adecuado, el
fisioterapeuta pone su pie izquierdo sobre la camilla, cerca de la nalga
izquierda del paciente, deja que el brazo izquierdo del paciente repose sobre
su muslo izquierdo e indica al paciente que apoye su espalda relajada sobre
él. La localización de la manipulación se determina situando con firmeza la
punta del pulgar derecho sobre el lado derecho de la apófisis espinosa de la
vértebra inferior de la articulación intervertebral. Se aplica presión en sentido
horizontal en el plano frontal con este pulgar, mientras que el resto de los
dedos se extienden hacia delante en el área clavicular derecha del paciente.
Estos dedos también sirven para estabilizar la vértebra. El siguiente paso
consiste en flexionar lateralmente la cabeza del paciente hacia el lado derecho
hasta que se perciba la tensión en el pulgar. Manteniendo la tensión de la
flexión lateral, se halla la posición intermedia entre la flexión y la extensión,
balanceando el cuello hacia delante y hacia atrás sobre el tronco. Una vez
determinada esta posición, se añade la rotación (con la cara girada hacia
arriba), con pequeños movimientos oscilatorios hasta el límite de la amplitud
de rotación. A continuación, el terapeuta sitúa ambos antebrazos en posición
para trabajar el lado opuesto (fig. 5.44).
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Método
La manipulación consiste en un impulso repentino de escasa amplitud
aplicado con el pulgar en sentido transversal por medio del cuerpo, mientras
que se aplica un contraimpulso con la mano izquierda hacia el lado izquierdo
de la cabeza del paciente.
Posición inicial
El paciente está en decúbito supino sin almohada, manteniendo unidas sus
manos detrás del cuello, mientras el fisioterapeuta se coloca a su derecha.
Sujetando el hombro izquierdo del paciente con su mano derecha y ambos
codos con su mano izquierda, el fisioterapeuta mantiene al paciente en esta
posición. Suelta el hombro y se inclina sobre el paciente para palpar la
apófisis espinosa de la vértebra inferior de la articulación intervertebral que
ha de manipularse. Manteniendo al paciente en esa postura, el fisioterapeuta
cierra el puño de la mano derecha, flexionando los dedos medio, anular y
meñique, pero dejando extendidos el índice y el pulgar. Una pequeña
almohadilla de material sujeto entre los dedos dará apoyo adicional. En esta
posición, la mano se aplica sobre la columna del paciente (con el pulgar
apuntando hacia su cabeza), de modo que la apófisis espinosa inferior quede
sujeta entre la falange terminal del dedo medio y la superficie palmar de la
cabeza del primer metacarpiano opuesto. A continuación, el paciente es
descendido hacia atrás hasta que la mano derecha del fisioterapeuta queda
entre la espalda del paciente y la camilla. El peso del tronco del paciente se
carga sobre la parte plana del dorso de la mano (no sobre los nudillos) y el
antebrazo se proyecta lateralmente, a fin de evitar una posible interferencia
con el movimiento del tronco del paciente. Si la superficie de la camilla es
demasiado dura, puede ser difícil para el fisioterapeuta mantener la sujeción
sobre la apófisis espinosa. A fin de conseguir un control adecuado del tronco
del paciente, sus codos han de sostenerse con firmeza, presionándolos contra
el esternón del fisioterapeuta. No obstante, cuando un paciente presenta unas
articulaciones excesivamente móviles, en ocasiones es necesario sujetar sus
hombros con las manos opuestas mientras se mantienen los codos en estrecha
aposición, en vez de mantener las manos agarradas detrás del cuello. A
continuación, la parte superior del tronco del paciente es desplazada con
suavidad hacia delante y hacia atrás, de la posición de flexión a la de
extensión y en amplitudes decrecientes, hasta que se llega a la fase en la que
el único movimiento que se produce es percibido por la mano situada debajo
del tronco en la articulación intervertebral sometida a manipulación (fig.
5.45).
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Método
La presión se incrementa mediante los dedos del paciente, generando tensión
en la articulación intervertebral, y la manipulación es llevada a cabo a
continuación mediante un impulso descendente a través de los codos en
dirección a la parte superior de los brazos. Este impulso es transmitido al
tronco del paciente por encima de la mano situada bajo el tronco. Es
conveniente aplicar el impulso cuando el paciente ha exhalado todo el aire.
Posición inicial
El paciente permanece sentado cerca del borde opuesto de la camilla y
mantiene las manos agarradas detrás del cuello, haciendo que los codos se
proyecten hacia delante. El fisioterapeuta se coloca en pie detrás del paciente
y pasa las manos bajo las axilas de este para sujetar sus brazos por el dorso de
las muñecas. Mientras sujeta las muñecas, hace que el paciente proyecte los
codos hacia delante mientras, al mismo tiempo, sujeta las costillas del
paciente con firmeza con los antebrazos a cada lado. A continuación, el
fisioterapeuta gira levemente el tronco hacia un lado para colocar sus costillas
apoyadas sobre la columna del paciente al nivel en el que se requiere
manipulación. Mientras percibe el movimiento sobre su jaula torácica, el
fisioterapeuta flexiona y extiende la columna dorsal del paciente por encima
del nivel que se ha de manipular, hasta que halla la posición neutra entre la
flexión y la extensión de la articulación a tratar (fig. 5.46).
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Método
El fisioterapeuta levanta el tronco del paciente en la dirección del eje largo de
la articulación a tratar, y realiza un ajuste final de la posición de
flexión/extensión, para asegurarse de que se mantiene la posición media. La
manipulación consiste en un levantamiento repentino de amplitud corta.
Es posible incorporar a la técnica cierto grado de extensión. Este
desplazamiento añadido se consigue mediante un movimiento muy pequeño
de las costillas del fisioterapeuta contra la columna del paciente, al mismo
tiempo que se efectúa el levantamiento con los brazos.
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Posición inicial
Si se va a efectuar una rotación hacia la izquierda, el paciente se sienta cerca
del borde derecho de la camilla y el fisioterapeuta se coloca detrás de él, a su
derecha. El paciente se abraza el tórax con los brazos y gira el tronco hacia la
izquierda. Para movilizar el área mediodorsal, el fisioterapeuta rodea con su
brazo izquierdo los brazos del paciente y sujeta el hombro derecho de este
con la mano izquierda, mientras coloca el talón de la mano derecha en línea
con la costilla situada por encima de la articulación que se manipula. El
fisioterapeuta sostiene el hombro izquierdo del paciente reteniéndolo bajo su
axila izquierda (fig. 5.47A). Para los niveles dorsales inferiores sujeta el tórax
del paciente bajo los brazos para alcanzar la escápula. En esta ocasión, el
fisioterapeuta sitúa el borde cubital de su mano derecha a lo largo de la línea
de las costillas (fig. 5.47B). En ambos casos, después realiza un movimiento
hasta el límite de la amplitud de movimiento, relajando toda el área.
Método
La manipulación consiste en un movimiento sincrónico del tronco del
fisioterapeuta y en la aplicación de una presión adicional con su mano
derecha. El fisioterapeuta efectúa una rotación oscilatoria con el tronco, hacia
delante y hacia atrás, hasta el límite de la amplitud de rotación. Al mismo
tiempo mantiene una presión constante con el talón o con el borde cubital de
la mano derecha, ejerciendo un empuje rotatorio adicional hasta el límite de
la rotación. Se trata, pues, de aplicar una sobrepresión al límite del arco de
desplazamiento, con amplitud muy reducida y de forma repentina.
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Posición inicial
El paciente está en decúbito supino. No se utiliza almohada a no ser que el
paciente presente una anomalía postural de «mentón prominente». El
fisioterapeuta se coloca cerca de la cabeza del paciente y establece con ambos
pulgares un amplio contacto, medial a la apófisis transversa de la vértebra
que se vaya a movilizar. Los pulgares se han se mover con precaución, ya que
el contacto directo hueso-hueso puede resultar molesto. El fisioterapeuta
apoya los demás dedos en torno al área adyacente del cuello para que la
estabilidad sea mayor cuando cargue los hombros sobre la articulación que se
trata (fig. 5.48A).
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Método
Las presiones anteroposteriores oscilatorias son aplicadas muy suavemente y
el movimiento debe ser producido por los brazos y el tronco del
fisioterapeuta. Cualquier posible intento de inducir movimiento mediante
acción del músculo tenar intrínseco genera molestias de inmediato.
La técnica no resulta cómoda, a no ser que se efectúe con sumo cuidado.
Además, los músculos del área implicada hacen que el contacto directo sea
difícil, por lo que se ha de actuar con precaución para comprobar que los
pulgares están dispuestos en posición medial a la apófisis transversa. Ello
supone que, a determinados niveles, el vientre del músculo que cubre el área
ha de ser desplazado hacia un lado.
Variaciones locales
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Esta técnica puede ser unilateral o bilateral, según se ilustra en las figuras (v.
figs. 5.48A y 5.48B). El nivel intervertebral que se alcanza varía sensiblemente
de paciente a paciente. En pacientes de baja estatura y complexión fuerte, con
cuello corto y grueso, es prácticamente imposible conseguir la extensión al
área dorsal. En cambio, en personas delgadas, de cuello largo, hay suficiente
espacio para llegar hasta aproximadamente D3 (fig. 5.48C). En todos los
pacientes es posible aplicar la técnica a nivel de C1.
El movimiento anteroposterior puede inducirse con el paciente en decúbito
prono. El paciente apoya la frente sobre las palmas de las manos y el
fisioterapeuta sujeta los lados del cuello formando un «gancho» con la
superficie palmar de las yemas de los dedos en sentido medial al área de la
apófisis transversa. Si los dedos se colocan con cuidado, es fácil localizar la
articulación que ha de movilizarse (fig. 5.48D).
Precauciones
La única precaución necesaria se centra en evitar las molestias ocasionadas
por la presión indebida.
Usos
La aplicación de esta técnica queda reservada a los pacientes cuyos síntomas,
percibidos anterolateralmente, pueden reproducirse mediante presión
anteroposterior en el lado del dolor. El dolor referido al oído o la garganta a
menudo se reproduce con esta técnica, con lo que también se reproducen el
dolor en el hombro anterior o la escápula (Cloward, 1959) y la cefalea,
asociados a irritación de los ganglios estrellados de la cadena simpática. En
tales circunstancias, la técnica aquí descrita ha de ser el tratamiento de
elección.
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Esta prueba es eficaz para todos los niveles de la columna, y forma parte de
la exploración en trastornos tanto cervicales como dorsales y lumbares.
Cuando para la valoración es necesaria una sobrepresión más firme, la técnica
puede efectuarse con el paciente sentado sobre la camilla con las piernas
estiradas hacia delante (fig. 5.60).
Al establecer un criterio de valoración de los hallazgos de la prueba, las
respuestas de dolor, particularmente en lo que respecta a la liberación del componente
de flexión cervical, son las más importantes. Una falta de extensión de la rodilla
de 30° indolora puede resultar normal, ya que el dolor se percibe
centralmente a nivel de D9/D10 (Maitland, 1980).
El inmediato alivio de los síntomas al liberar la flexión cervical indica
afectación de las estructuras sensibles al dolor del conducto vertebral y,
aunque puede haber cierta restricción de la extensión de la rodilla por
retracción de los isquiotibiales, la amplitud no se ve afectada por la liberación
de la flexión del cuello. Tras la extensión de la columna cervical, que reduce
la tensión sobre las estructuras del conducto, el paciente puede ganar una
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FRP/slump
Posición inicial
El paciente se coloca en decúbito lateral, con el tronco paralelo al borde de la
camilla, con la pierna que se va a someter a prueba en extensión de cadera y
flexión de rodilla, y con la otra pierna a 90° de flexión de cadera y rodilla,
sujeta por el propio paciente.
El terapeuta se sitúa detrás del paciente, a la altura de la pelvis. Con una
mano el terapeuta estabiliza la pelvis del paciente para prevenir la extensión
lumbar. Con la otra, sujeta la rodilla y la parte inferior de la pierna del
paciente (fig. 5.62).
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Método
Mientras estabiliza la pelvis del paciente, el terapeuta extiende la cadera de
este hasta que se produce dolor o se alcanza el límite de movimiento y, a
continuación, añade una rotación medial de la cadera hasta que se produce
dolor o se alcanza el límite para inducir tensión en el (los) nervio(s)
ilioinguinal (y genitofemoral).
El cambio en los síntomas y en la amplitud de la rotación medial de la
cadera, con adición y sustracción de flexión cervical, es indicativo de
afectación del (los) nervio(s) ilioinguinal (y genitofemoral) como parte de la
respuesta sintomática.
Posición inicial
El paciente está en decúbito supino sobre el lado de la camilla que se ha de
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someter a prueba.
El terapeuta se sitúa al lado del paciente, a nivel de su rodilla, mirándole de
frente. Una de las manos del terapeuta mantiene la rodilla en extensión
completa, mientras la otra sostiene la pierna por debajo del talón.
Método
El terapeuta eleva la pierna estirada del paciente con la cadera en
aducción/abducción neutra y rotación neutra, con el pie relajado. Al alcanzar
el punto de inicio de dolor de la espalda o el tórax, o bien el límite de la EPR,
la pierna del paciente se deja reposar sobre el hombro del terapeuta. A
continuación, este dorsiflexiona el tobillo del paciente. Un cambio en el dolor
de espalda o tórax con esta maniobra del pie avala la hipótesis de que el dolor
neural está implicado en la respuesta sintomática (fig. 5.63).
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Posición inicial
El paciente está en decúbito supino, cerca del borde de la camilla, sobre el
lado que se ha de someter a prueba. El terapeuta se sitúa al lado de la camilla,
a nivel de la articulación esternocondral/costocondral que ha de movilizarse.
Los pulgares del terapeuta se colocan uno junto al otro a lo largo de la línea
de la articulación esternocondral/costocondral. Los demás dedos del
terapeuta se abren sobre el tórax para conseguir una mayor estabilidad.
Método
El terapeuta se inclina sobre el paciente. Sus codos están ligeramente
doblados y metidos hacia dentro. Su cuerpo induce movimiento por el efecto
de los pulgares sobre la articulación (fig. 5.64).
504
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Kevin Banks
Té r m inos cla ve
Desmedicalización, dolor lumbar inespecífico, lumbago, competencias,
hipótesis, pronóstico, práctica optimizada
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Introducción
El dolor de la zona lumbar se caracteriza por sensación dolorosa y molestias
localizadas por debajo del borde costal y por encima del pliegue glúteo
inferior, con o sin dolor en las piernas (Burton et al., 2009). El dolor lumbar
forma parte de la vida diaria en las sociedades industrializadas occidentales y
afecta al 80% de los adultos a lo largo de su vida (Nachemson y Jonsonn,
2000). El dolor lumbar agudo se presenta habitualmente en períodos de 4-6
semanas, aunque la mayoría de las personas experimentan recidivas en un
momento u otro (Burton et al., 2009). En un pequeño porcentaje de casos el
dolor se hace persistente y esto tiene significativas repercusiones sobre la
salud y sobre el coste económico que genera (Burton et al., 2009).
Aunque estos últimos parecen ser un porcentaje de casos minoritario, la
prevalencia de la incapacidad crónica debida a dolor lumbar inespecífico
(DLI) aumentó de manera sustancial en los países occidentales en las dos
últimas décadas del siglo xx. Ello generó un activo debate sobre las premisas y
paradigmas básicos referidos a las causas del dolor y la discapacidad, al
tratamiento y la investigación implicados (Borkan et al., 1998; Waddell 2004)
y al desarrollo de programas de prevención secundaria de la discapacidad
crónica debida a dolor lumbar.
En caso de que se descarten como origen del dolor patologías graves, tales
como cáncer, fracturas, enfermedades viscerales, inflamación sistémica,
infección o déficit neurológico grave, se ha propuesto que el DLI ha de ser
desmedicalizado y que los síntomas de los pacientes deben agruparse en
cuatro categorías (tabla 6.1; International Paris Task Force on Back Pain:
Abenhaim et al., 2000).
Tabla 6.1
Abenhaim et al. (2000) definieron cuatro categorías de dolor
lumbar inespecífico, basadas en los síntomas de los
pacientes, y establecieron recomendaciones para el
tratamiento de cada una de ellas
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Reconociendo que:
El dolor lumbar y sus consecuencias no son problemas aislados, sino que están
asociados a factores sociales, psicológicos y laborales, tales como el estrés, las
preocupaciones y la ansiedad; una prevención y un tratamiento eficaces han de
tener en cuenta este hecho. La forma de abordar estas cuestiones puede ser de
capital importancia para la prevención del desarrollo de dolor lumbar crónico.
(OMS/Europa, 2000, pág. 1)
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Conceptualización
Como se ha indicado en el epígrafe previo, parece necesario establecer una
definición más clara de la noción de desmedicalización del DLI. En
consecuencia, la conceptualización de los factores que contribuyen al
desarrollo y mantenimiento del DLI, incluidos su valoración y su tratamiento
clínicos, ha de ser investigada. Tal investigación debe plantearse en estudios
sistemáticos y en la práctica clínica. Parece, por otra parte, que es también
necesario adoptar decisiones en el plano de las directrices políticas, en tanto
que las profesiones del ámbito sanitario desempeñan un papel esencial en la
prevención y tratamiento del DLI y la discapacidad asociada a él.
Se han diseñado algunos estudios sobre la base de la evaluación del modo
en el que los médicos perciben la naturaleza del DLI.
Basándose en la información aportada por un cuestionario planteado a 544
asistentes a las principales conferencias internacionales desarrolladas sobre
dolor lumbar en Europa, Kent et al. (2009a) concluyeron que existía consenso
entre los diferentes grupos de profesionales clínicos en los aspectos que a
continuación se citan:
• Es más probable que el DLI sea la expresión de diferentes trastornos que de
una sola alteración, hecho que tiene implicaciones en los estudios
sistemáticos. En la actualidad, numerosos estudios incluyen cohortes
heterogéneas de personas con DLI. Así pues, su validez externa se ve
condicionada, lo que repercute en la capacidad de generalización de la
práctica clínica.
• La mayor parte de las personas que respondieron al cuestionario eran
partidarias de la asignación a subgrupos de DLI sobre la base de un
conjunto de síntomas y signos, más que en virtud de los cambios
anatomopatológicos.
• El dolor, la afectación física (amplitud de movimiento [ADM], fuerza
muscular), la actividad (capacidad para el desarrollo de actividades de la
vida diaria, como sentarse, caminar, ponerse en pie o cargar peso),
participación (capacidad de desempeñar funciones sociales en ámbitos tales
como trabajo, familia, aficiones, relaciones sociales), y funciones
psicosociales (con aspectos como depresión, ansiedad, afrontamiento,
creencias sobre la evitación del miedo), se consideran aspectos esenciales
en la valoración clínica de los pacientes y requieren abordajes de
tratamiento diferentes e individualizados.
Por otro lado, en otro estudio realizado también en Australia, se ha
determinado que parece que profesionales tales como terapeutas manuales,
quiroprácticos y osteópatas a menudo asocian los subgrupos a las
necesidades terapéuticas en mayor medida que los médicos (Kent et al., 2004).
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Apunte clínico
Los autores del presente capítulo proponen que un modelo alternativo del
DLI ha de basarse en el planteamiento de que el dolor lumbar es un
problema constituido por movimientos dolorosos y sensibilidad al
movimiento, aunque pueden estar presentes ciertos cambios estructurales y
ciertas patologías.
Valoración clínica
La valoración clínica de personas con dolor lumbar y/o dolor en las piernas
comprende diversos aspectos del análisis clínico referidos a procesos
biopatológicos, análisis de movimientos y factores psicosociales implicados.
Por otra parte, el profesional clínico necesita incorporar diferentes
paradigmas o perspectivas a sus procesos de razonamiento, a fin de poder
desarrollar un programa terapéutico global, significativo e individualizado
para el paciente.
Cuando una persona presenta dolor lumbar y/o en las piernas, el
profesional clínico ha de considerar todos los puntos siguientes:
• La disfunción de presentación –referida a los mecanismos nociceptivos del
dolor–, que se halla en relación directa con las disfunciones
anatomopatológicas y fisiopatológicas en los tejidos corporales
(«disfunción endoorgánica», Apkarian y Robinson, 2010).
• Desde esta perspectiva, el profesional clínico ha de valorar si patologías
graves, como cáncer, fracturas, enfermedades viscerales, inflamación
sistémica, infección o déficit neurológico grave están implicadas, en cuyo
caso es necesaria una atención médica especializada. Cuando estas son
descartadas, es en ocasiones necesario considerar posibles aspectos
tisulares como precaución antes del tratamiento (fisioterapéutico). Por otra
parte, en ausencia de contraindicaciones y precauciones para el tratamiento
de fisioterapia, cuando considera las posibles opciones terapéuticas, el
fisioterapeuta puede tener en mente ciertas estructuras que contribuyan al
patrón clínico del trastorno del movimiento del paciente (p. ej., es posible
que, en el tratamiento de la alteración del movimiento de una persona, el
fisioterapeuta seleccione en primer lugar, entre las diversas técnicas, la
rotación de la columna lumbar, debido al reconocimiento de un trastorno
del movimiento basado en una disfunción discógena).
• Si las patologías graves son descartadas, el núcleo del tratamiento ha de ser
el análisis de la alteración del movimiento y de la capacidad y potencial de
movimiento del paciente (Cott et al., 1995; v. también capítulos 1 y 2 del
volumen 2).
• El diagnóstico de la alteración del movimiento puede expresarse en
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Paradigmas
Es importante precisar que cada intervención dirigida a las estructuras
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Parece que, desde que se propuso este planteamiento, han sido numerosos
los estudios que han tratado los puntos de vista biopsicosociales del trabajo
del fisioterapeuta. Sin embargo, a pesar del creciente número de estudios
sobre este tema, es probable que los fisioterapeutas continúen trabajando el
paradigma biopsicosocial de manera más implícita que explícita (Hengeveld,
2001). Cuando los efectos biopsicosociales son reflejados y conceptualizados,
pueden ser convenientemente integrados en el tratamiento, en vez de
permanecer como componente implícito e intuitivo. De hecho, se recomienda
que los fisioterapeutas desarrollen una perspectiva fenomenológica de su
labor, que les permita guiar a los pacientes desde la experiencia individual
sobre la enfermedad –y sobre el comportamiento relacionado con ella– hasta
la percepción de salud individual y el fomento de las conductas de
promoción de la salud, tanto en lo que respecta a las funciones del
movimiento como en lo referente al bienestar general (Hengeveld, 2001).
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Tabla 6.2
Actividades fisioterapéuticas recomendadas para las diferentes fases
del DLI a partir de una extensa revisión de la bibliografía (Maher et al.,
1999)
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*
Nota adicional de los autores de este capítulo.
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Tabla 6.3
Modelos de clasificación del dolor lumbar
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periféricos).
• Dolor por sensibilización central (procesamiento aberrante y sensibilidad en
la neuromatriz del dolor del sistema nervioso central).
Al analizar los datos autorreferidos en cada subgrupo, quedó claro que los
pacientes con dolor nociceptivo comunicaban niveles de dolor menos
intensos, presentaban menos rasgos que afectaran a la discapacidad y la
calidad de vida, y sufrían menores índices de ansiedad y depresión. Por
contra, los pacientes de la subclase de sensibilización central refirieron tasas
superiores en cada una de las áreas. Los datos aportados por los pacientes
con dolor neurógeno periférico se situaban entre los de los otros dos grupos.
Cabe deducir que, si los fisioterapeutas son capaces de identificar a los
pacientes de cada uno de estos subgrupos de mecanismos, pueden, en
general, confiar en que los afectados por dolor nociceptivo responderán a las
intervenciones en los tejidos (terapia manual, estrategias activas) sin que se
presenten obstáculos conductuales cognitivos. Los pacientes con dolor
neurógeno periférico responderán a la movilización neural, siendo necesario
abordar ciertas cuestiones cognitivo-conductuales. Por su parte, los pacientes
con dolor por sensibilización periférica requerirán más intervenciones
dirigidas hacia los procesos inadaptados del sistema nervioso central (es
decir, estrategias cognitivo-conductuales), además de la aplicación de los
enfoques basados en los tejidos.
May y Aina (2012) investigaron la centralización de los síntomas y la
preferencia en las direcciones del movimiento en una revisión de la
bibliografía. Estos autores hallaron que el fenómeno de la centralización es
más prevalente en los síntomas agudos que en los subagudos o los crónicos.
Determinaron que 21 de un total de 23 estudios avalaban la validez
pronóstica de la centralización, siendo 3 de ellos de alta calidad. Los
investigadores concluyeron que los hallazgos de centralización o preferencia
direccional pueden ser indicadores útiles en lo que respecta a estrategias y
tratamiento y pronóstico del dolor lumbar.
Kent y Kjaer (2012) estudiaron en una revisión de la bibliografía si los
subgrupos de personas con características psicosociales particulares, como
evitación del miedo, ansiedad, o actitud catastrofista, podrían ser sometidos a
diferentes abordajes terapéuticos. Según parece, la actividad gradual, más
tratamiento en función de la clasificación de personas con alto nivel de miedo
al movimiento, resultó más eficaz en la reducción de ese miedo que el
tratamiento basado solamente en la clasificación. Estos investigadores
también indicaron que la rehabilitación activa, con diferenciación de clases de
ejercicio físico, basada en los principios conductuales cognitivos resultó más
eficaz que el abordaje general en la reducción de la limitación de las
actividades. No obstante, concluyeron que solo unos pocos estudios han
investigado intervenciones dirigidas en el ámbito psicosocial. En términos
globales, proponen que se realicen ensayos mejor diseñados y con la
suficiente potencia estadística para hallar nuevas respuestas a estos
planteamientos.
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Cabe deducir, pues, que los investigadores del dolor lumbar reconocen la
necesidad de establecer subgrupos en las clasificaciones de los estudios
científicos. Muchos de estos estudios parecen reflejar los procesos de
razonamiento clínico de los fisioterapeutas, si bien en la actualidad resulta
más tentador desarrollar estudios que reflejen en su totalidad la complejidad
de los procesos de toma de decisiones.
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Razonamiento clínico
El ámbito de aplicación del concepto Maitland, apoyado por pautas de
razonamiento clínico de planteamiento abierto y por una práctica centrada en
el paciente, queda incluido en el campo de la rehabilitación. Un ejemplo
típico de dicho ámbito se hace evidente en la siguiente experiencia de uno de
los autores de este capítulo:
En el marco de un seminario de una semana sobre el concepto Maitland,
desarrollado en una ciudad europea, y en el que participaron 20 asistentes, se
preparó un caso de muestra relativo a un paciente.
Dicho paciente, un joven jugador de balonmano de 17 años, presentaba
dolor lumbar y ciática en el lado izquierdo. Se golpeó en la espalda al efectuar
un lanzamiento en el aire y caer en mala postura sobre la espalda doblada.
Durante varios meses experimentó síntomas, que no remitían, y solo podía
entrenar una media hora antes de que los síntomas se intensificaran,
obligándolo a parar.
Comunicó al grupo que padecía espondilolistesis. En una radiografía se le
había detectado un defecto en la pars interarticular de origen congénito en L4.
El grupo en su conjunto comenzó a considerar exclusivamente a la
espondilolistesis como factor principal del problema, centrándose en ella en
el tratamiento.
Sin embargo, la exploración clínica puso de manifiesto una restricción de la
flexión lumbar, que se acentuaba con la flexión cervical y se atenuaba cuando
se activaban los músculos abdominales profundos. La extensión lumbar
quedaba muy limitada y reproducía un dolor en las nalgas y las pantorrillas.
Cuando practicaba su deporte, al saltar perdía el control de la flexión lateral
del tronco al comienzo del salto. La EPR quedaba limitada en la pierna
izquierda y se registraba rigidez en el segmento L5. El paciente estaba más
cómodo cuando se situaba en decúbito lateral izquierdo.
A partir de tales hallazgos y evidencias, el paciente comenzó a ser capaz de
controlar sus síntomas y de aumentar la tolerancia al ejercicio (admitiendo 1 h
de entrenamiento) tras 4 sesiones de tratamiento con las siguientes
intervenciones:
• Restablecimiento de la EPR indolora mediante el uso de técnicas de
deslizamiento neural en el lado derecho, tumbado con rotación lumbar y
activación de los músculos abdominales profundos.
• Movilización de L5 mientras se procedía a la activación de los músculos
abdominales profundos.
• Control tónico del tronco en posiciones en las que la carga se aumentaba
gradualmente hasta el salto o el lanzamiento.
En este caso el mensaje es que, independientemente de los defectos
anatomopatológicos de la columna, que no explican de manera completa el
desarrollo y la naturaleza de los síntomas del paciente, el restablecimiento y
el acondicionamiento funcionales pueden ejercer un efecto sobre el
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específicas.
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Cuadro 6.5
Técnicas de reevaluación
Las técnicas de reevaluación son uno de los pilares del concepto Maitland de
fisioterapia ME. Es esencial que los profesionales de la fisioterapia
encuentren evidencias clínicas, en colaboración con el paciente, de la eficacia
de los tratamientos-intervenciones seleccionados. Este proceso puede
considerarse como un arte en sí mismo, debe contemplarse como parte
integral del tratamiento y ha de enfocarse a partir de una actitud cognitivo-
conductual. Ningún tratamiento debe elegirse sin proceder a una valoración
en profundidad del mismo e, igualmente, no ha de aplicarse sin un
minucioso control de sus resultados.
Las técnicas de reevaluación deben aplicarse en cada una de las sesiones
de tratamiento:
• Durante la fase de exploración física inicial del primer encuentro, tras la
exploración de diversos movimientos activos y pasivos y antes de
investigar la posibilidad de que otros componentes del movimiento estén
afectados
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(«refuerzo»)
• En ocasiones, cuando el dolor parece constituirse en rasgo dominante en la
experiencia patológica del paciente, sin que se registren variaciones del
mismo en el tiempo, resulta útil recurrir a metáforas que definan la
experiencia del paciente (p. ej., una ola que puede ser creciente o irse
atenuando). En otros casos se puede aludir a movimientos más funcionales,
como, por ejemplo, un «servicio de tenis» o una actividad de trabajo, a
partir de los cuales el paciente aprenda a observar distintos parámetros, en
vez de tener el dolor como percepción única
• Es importante que el fisioterapeuta mantenga el control del tratamiento en
cooperación con el paciente. Con la práctica y la experiencia adecuadas, el
tratamiento que incluya técnicas de reevaluación aplicadas en profundidad
no es un proceso que lleve mucho tiempo
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Tabla 6.4
Factores implicados en el pronóstico
Factores fáciles de abordar Factores que pueden ser más difíciles de abordar
Relación estrecha entre síntomas y movimiento Relación poco significativa entre síntomas y movimiento según la
percepción del paciente
Síndrome o patología reconocibles/característicos Patrones, síntomas o patologías atípicos, poco definidos
Predominio de hiperalgesia primaria y mecanismos de dolor Predominio de hiperalgesia secundaria por sensibilización del sistema
asociados a los tejidos (nocicepción, dolor neurógeno nervioso central, más que por respuestas tisulares relacionadas con
periférico) respuesta a estímulos
Modelo de paciente: pensamientos y conductas útiles («Puedo Pensamientos y conductas inadaptados («No creo que pueda mejorar
hacer algunas cosas», «He encontrado formas de conseguir nunca», «No me atrevo a moverme porque siempre siento dolor») y otras
alivio») señales de advertencia
Síntomas familiares que el paciente reconoce como asociados a Síntomas poco familiares, difíciles de describir en términos sensitivos por
los tejidos («Lo siento como una magulladura») parte del paciente
Obstáculos inexistentes o mínimos para la recuperación en Síndromes dolorosos regionales multifactoriales/con múltiples
relación con los factores predictivos de cronicidad (signos de componentes/complejos
advertencia)
La gravedad, la irritabilidad y la naturaleza de los síntomas se La gravedad, la irritabilidad y la naturaleza de los síntomas no se
corresponden con los antecedentes del corresponden con los antecedentes o la fase de evolución natural del
trastorno/lesión/sobrecarga de las estructuras del sistema de trastorno
movimiento
El paciente ha tenido una experiencia previa favorable con Experiencia previa o conocimiento de una experiencia previa desfavorable
fisioterapia de manipulación con fisioterapia de manipulación («Mi pareja se sometió a una
manipulación de hombro y se sentía mucho peor después de ella»)
Hay signos de deterioro y limitaciones de la actividad Hay indicios de afectación del movimiento, aunque con escasa
fácilmente identificables y estrechamente relacionados con el correspondencia con el grado de limitación de la actividad
movimiento
Los pacientes toleran el tacto (siente alivio con el tacto, el Los pacientes son intolerantes al tacto («No quiero que nadie toque mi
frotamiento o el masaje) rodilla»)
Existencia de un locus de control interno («Solo necesito saber Existencia de un locus de control externalizado («Usted es el fisioterapeuta
cómo ayudarme a mí mismo»); locus de control referido a la y el que debe resolver el problema») o incongruencia en el locus de control
salud y el bienestar congruente en lo que respecta a la salud y el bienestar
El paciente tiene expectativas realistas de recuperación que se Expectativas de recuperación poco realistas («Me gustaría despertarme y
corresponden con la evolución natural del trastorno que el dolor hubiera desaparecido»)
Los pacientes reanudan la actividad y el ejercicio adecuados en El dolor se mantiene con escasos cambios de los síntomas durante
las fases de recuperación previstas períodos prolongados
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Tabla 6.5
Reglas de predicción clínica seleccionadas referidas a la columna
lumbar
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Práctica reflexiva
El razonamiento clínico y las técnicas de valoración son elementos afines en el
ámbito de la fisioterapia NME. A fin de fomentar la práctica reflexiva y de
desarrollar los conocimientos teóricos y prácticos, es esencial que los
terapeutas planteen sus hipótesis y decisiones de forma explícita durante las
fases críticas de los procesos de valoración y tratamiento, reflexionen sobre
ellas y planifiquen los siguientes pasos de la acción terapéutica.
La estructuración de los procesos de pensamiento se explicita mejor
siguiendo la siguiente secuencia de fases críticas del proceso terapéutico:
• Después de la derivación.
• Durante el contacto inicial («fase de bienvenida»).
• Primera sesión: durante la valoración subjetiva.
• Primera sesión: planificación de la exploración física y el primer
tratamiento.
• Planificación de la segunda (y la tercera) sesión.
• Planificación de todo el tratamiento (hacia el final de la tercera sesión).
• Planificación de las valoraciones retrospectivas (cada cuatro o cinco
sesiones).
• Planificación de la conclusión del tratamiento.
Un registro general sencillo resulta de la máxima importancia, ya que
permite proceder a una revisión rápida de los detalles más esenciales. Los
registros han de incluir los siguientes elementos:
• Toda la información relevante derivada de la valoración subjetiva y física y
el tratamiento.
• Todas las reflexiones, hipótesis y fases de la planificación considerados por
el fisioterapeuta.
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Problema principal
Es esencial definir cuál es el problema principal actual desde la perspectiva
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del paciente. Hacer que el paciente exprese con sus propias palabras qué es lo
que le incomoda proporciona al terapeuta diversas hipótesis, entre las que
cabe citar las siguientes:
• ¿Parece que el problema del paciente se debe a un trastorno del
movimiento, o da la impresión de que se trata de algún otro problema que
requiera la asistencia de otro profesional clínico?
• ¿Parece que el trastorno del movimiento puede ser tratado con un enfoque
monodimensional o es necesario uno multidimensional, en el que se preste
atención adicional a la comunicación y a los procesos de estilo de
interrogatorio y de información durante la exploración general y el
tratamiento? A veces es necesario dedicar más tiempo a la entrevista y se
ha de prestar atención a formular preguntas no solo sobre el dolor, sino
también sobre la capacidad de movimiento y las limitaciones de la
actividad. Las preguntas centrales, planteadas en la última parte de la
entrevista, se correlacionarán con el modo en el que el paciente afronta el
problema en su vida diaria.
• ¿Parece que hay una alteración del movimiento con síntomas graves o de
irritación, que obliga a mantener precauciones adicionales durante la
exploración inicial y la aplicación del tratamiento?
Las personas afectadas por trastornos del movimiento lumbares a menudo
presentan dolor lumbar y dolor en las nalgas y/o las piernas. Otros posibles
síntomas son rigidez o sensación de cansancio en la espalda y/o las piernas y
entumecimiento o parestesia en determinadas áreas de la pierna.
Tales síntomas se pueden expresar en diferentes términos, que en ocasiones
ofrecen al terapeuta primeras hipótesis sobre las posibles estructuras
afectadas y los eventuales síndromes clínicos o componentes del movimiento
implicados. Cabe mencionar, por ejemplo, los siguientes:
• La sensación de cansancio en la espalda, sobre todo si se extiende en una
estrecha banda desde la columna, puede ser indicativa de un trastorno de
la estabilidad, con discrepancias entre los segmentos intervertebrales más
móviles y los segmentos rígidos en la columna lumbar.
• Una sensación de rigidez distribuida en banda en la zona lumbar de la
espalda en ocasiones es indicio de una alteración del movimiento con
rasgos discógenos, sobre todo si los síntomas se manifiestan al levantarse
de la cama por la mañana o al levantarse de una silla después de
permanecer sentado un tiempo prolongado.
• El cansancio muscular con sensación de calambre avala, en ocasiones, la
hipótesis del mecanismo de dolor neurógeno y disfunción neurodinámica.
Discapacidad percibida
Una vez concretado el problema principal desde la perspectiva del paciente,
es importante obtener información en términos generales sobre el modo en el
que los pacientes perciben su discapacidad y relacionan su actual capacidad
de movimiento con los síntomas. Es necesario plantear hipótesis iniciales
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ASI y/o los tejidos blandos (p. ej., puntos gatillo). El área rígida de la espalda
puede deberse a un trastorno discógeno del movimiento. C. Mapa corporal
indicativo de procesos nociceptivo y neurógeno periférico, posiblemente debidos a
trastorno de la columna lumbar y radiculopatía. D. Mapa corporal que revela
diversas áreas de síntomas. Puede tratarse de procesos nociceptivos; no
obstante, son también posibles hipótesis referidas a sensibilización regional del
sistema nervioso central.
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Tabla 6.6
Diferenciación de tipos frecuentes de dolor (son posibles las
combinaciones) (Bogduk, 2009)
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impulsa ligeramente hacia arriba sobre los brazos del asiento para aliviar el
dolor, se puede sospechar de un posible trastorno de la cadera concomitante a
la disfunción de la columna lumbar.
Al recabar información referida a las estrategias de afrontamiento, es
importante obtener datos detallados relativos a las pautas voluntarias o
intuitivas que una persona haya podido desarrollar.
Las estrategias voluntarias y explícitas pueden englobar, entre otras, las
siguientes:
• Sugerencias del fisioterapeuta (cuáles y para conseguir qué efectos).
• Sugerencias del médico.
• Sugerencias de profesionales de la medicina alternativa.
• Otras estrategias, como el uso de medicamentos dispensados sin receta.
En el caso de las estrategias intuitivas, es posible que los pacientes indiquen
que se sienten indefensos cuando el dolor aumenta. No obstante, algunos de
ellos tenderán a adaptar o desplazar intuitivamente el área afectada, aun sin
ser conscientes de ello. A veces, exactamente estas mismas estrategias pueden
emplearse terapéuticamente o como autotratamiento. En este contexto, es
necesario proceder a una detallada observación del comportamiento de los
síntomas relacionados con el movimiento, manteniendo una comunicación
fluida para orientar al paciente hacia una conciencia corporal adecuada, en la
que las estrategias de autotratamiento adquieren una notable consideración.
En ocasiones este proceso comienza ya durante la valoración subjetiva
(cuadro 6.6).
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la respiración.
FT: Veo que se ha inclinado hacia delante y hacia un lado, y que contiene un
poco el aliento y se sujeta la espalda.
Pac.: Sí, el dolor me hace adoptar esta postura.
FT: ¿Cree que eso hace que se alivie el dolor en cierta medida?
Pac.: Sí, pero el alivio dura poco.
FT: Al menos es una estrategia con la que instintivamente hace lo que parece
correcto desde el punto de vista de un fisioterapeuta. A menudo aplicamos
exactamente esa misma pauta en el tratamiento; por ejemplo, cuando
muevo muy suavemente su espalda o cuando hacemos un movimiento
repetido con control de la respiración. ¿Qué opina al respecto?
Nota del autor: en este caso, las técnicas de tratamiento iniciales
consistieron en movilizaciones pasivas combinadas en F/FL en decúbito
lateral. Como estrategia de autotratamiento que permitiera al paciente
controlar el nivel de dolor/bienestar, se animó al paciente a que efectuara
movimientos repetidos de protección en F/FL, intentando mantener patrones
de movimiento y respiración relajados. En una fase ulterior, se incorporaron
otras técnicas de movimiento activo al tratamiento (p. ej., control muscular,
entrenamiento cardiovascular).
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Anamnesis reciente
En esta etapa se formulan preguntas como:
• ¿Cuándo aparecieron los síntomas por primera vez (cuándo se
incrementaron los síntomas actuales)?
• ¿Qué circunstancias han dado lugar al desarrollo/incremento de los
síntomas (inicio traumático, espontáneo)?
• ¿Cuál ha sido la evolución de los síntomas y de los niveles de actividad
desde la presentación/intensificación?
• Comparación de los síntomas y grado de discapacidad actuales con los del
inicio/intensificación (p. ej., «¿Cómo son ahora los síntomas en
comparación con los de hace 2 semanas, cuando empeoraron?»).
En casos de presentación espontánea, las preguntas sobre el uso del cuerpo,
la capacidad de las estructuras para soportar cargas y los niveles generales de
sobrecarga/capacidad de sobrecarga de una persona aportan información
significativa para la selección de opciones relativas a las estrategias de
autotratamiento y prevención (p. ej., movimientos unilaterales largos en
posiciones incómodas, sin interrupción, pueden requerir interrupción a
intervalos regulares con movimientos repetidos en direcciones
contralaterales, o soporte ligero en las acciones de control motor).
Particularmente problemáticas para el paciente y el terapeuta son las
situaciones de trabajo en las que se requiere un alto grado de concentración,
en especial en circunstancias en las que resulta difícil modificar los patrones
habituales de movimiento y tensión general. Considérese, por ejemplo, el
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Anamnesis anterior
En episodios de larga duración o recurrentes, la información sobre el contexto
de los antecedentes de un problema permite definir factores de mediación y
de riesgo, que han de ser sometidos a seguimiento en la planificación del
tratamiento. La anamnesis sobre los antecedentes anteriores ha de incluir
preguntas referidas a aspectos como los siguientes:
• Episodios de síntomas y limitaciones de la actividad: ¿qué episodios se
experimentaron y cuándo?
• ¿Cómo solían empezar esos episodios? (Patrones de tiempo y patrones de
comportamiento del movimiento habituales, p. ej.: síntomas lumbares en
períodos de alto nivel de estrés y concentración en la oficina, y actividades
cíclicas a lo largo del año, como la recogida de la cosecha de patatas en un
campo de cultivo.)
• ¿Cómo se aliviaban?
• ¿Cómo se comportaban los síntomas y los niveles de actividad entre los
episodios? (Algunos pacientes, en especial después de un traumatismo
importante con afectación nerviosa subclínica o clínica, pueden afirmar que
el dolor se reproducía en ocasiones, pero que los niveles de actividad
general mejoraron a lo largo de los años.)
• ¿Cómo cambiaron los síntomas y, particularmente, los niveles de actividad
con el tiempo?
• ¿Cómo eran los episodios recurrentes en comparación con el inicial? (Es
posible que un trastorno degenerativo del movimiento de tipo más «discal»
evolucione hacia una presentación de tipo estenosis lumbar; otros pacientes
pueden afirmar que el episodio actual de dolor lumbar es mejor que el
anterior, ya que caminan más regularmente desde que han dejado un
trabajo sedentario.)
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• «Señales de alarma».
• Información relativa a osteoporosis, uso prolongado de esteroides y
anticoagulantes, diabetes, trastornos neurógenos (polineuropatía).
• Preguntas relativas a los sistemas corporales –tales como cardíaco,
pulmonar, gastrointestinal o genitourinario– y sobre las funciones vascular
y musculoesquelética, que forman parte del proceso de valoración de una
posible patología biomédica. Tales preguntas son particularmente
importantes en casos de contacto directo/autoderivación del paciente,
aunque también son relevantes en caso de derivación médica, dado que la
presentación clínica puede haber cambiado desde el primer contacto con el
médico (v. capítulo 2).
• Preguntas adicionales referidas a señales de advertencia, siempre que la
información no se haya obtenido en las preguntas previas de la valoración
subjetiva.
Tabla 6.7
Presentaciones clínicas características que afectan a la columna lumbar
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Exploración física
Una vez concluida la valoración subjetiva, es a menudo aconsejable resumir
en primer lugar la principal información de la entrevista, aclarar las dudas de
las preguntas abiertas y ponerse de acuerdo con el paciente en lo que respecta
a las limitaciones de la actividad que han de ser sometidas a rehabilitación y a
las estrategias de afrontamiento relativas al control del dolor.
La posterior exploración debe ser considerada y comunicada como la
exploración de las disfunciones del movimiento que a menudo, aunque no
siempre, son condiciones previas al restablecimiento de una capacidad
funcional óptima. Desde la perspectiva del razonamiento clínico, la
exploración física es una de las etapas del proceso terapéutico en la que las
hipótesis pueden ser confirmadas y/o modificadas.
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Tabla 6.8
Posibles técnicas de exploración física de la columna lumbar y
componentes de movimiento asociados
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Observación
Observar al paciente en una amplia diversidad de posturas y perspectivas
estando de pie, sentado y/o tumbado hace que el profesional clínico pueda
comenzar a identificar trastornos estructurales, signos de alteración –como
atrofia o equimosis–, mecanismos adaptativos y protectores que deriven en
asimetría postural, y alteraciones del equilibrio y la alineación de las partes
del cuerpo (tales como deficiencias frecuentes asociadas al riesgo de
desarrollo de dolor lumbar; p. ej., espalda arqueada o plana y cifolordosis).
• Por otra parte, la observación permite al terapeuta obtener una percepción
de la voluntad y la confianza en lo que respecta al movimiento.
• El conocimiento en profundidad por parte del terapeuta de la alineación, la
posición neutra de la pelvis, la zona neutral, el tono, etc., facilitan la
capacidad de reconocimiento de las deficiencias del control motor que, a su
vez, contribuyen a las del movimiento (Sahrmann, 2011).
• Dolor presente: cualquier síntoma en posturas de reposo ha de ser definido
antes de iniciar las técnicas de exploración activa.
• La corrección de alteraciones aclara si estas están relacionadas o no con los
síntomas actuales del paciente. Cuando los síntomas son reproducidos por
la corrección, la postura puede ser considerada antiálgica o inducida por
una deformidad protectora. La figura 6.4 ilustra la corrección del
desplazamiento pélvico.
Demostración funcional
Las pruebas de demostración funcional sirven para diferentes propósitos:
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FIGURA 6.6 Flexión lumbar con sobrepresión en la parte superior del tórax,
dirigida a la pelvis.
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+ Rot I; C. F + FL + Rot D.
Variantes:
• Aplicación de flexión cervical al final de la amplitud de flexión lumbar (fig.
6.10)
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Cuadrante lumbar:
a. El cuadrante lumbar puede estar constituido como en la extensión normal;
se aplica primero extensión, añadiendo luego flexión lateral izquierda y a
continuación rotación (como en la fig. 6.14)
b. En pie detrás del paciente, el terapeuta coloca las manos sobre su hombro
para controlarlo, después de que el paciente haya realizado la extensión.
Con sus manos, el terapeuta ejerce cierta presión a la extensión. Mediante
las manos sobre los hombros del paciente, el terapeuta orienta el tronco del
paciente hacia el ángulo, flexionando lateralmente y rotando el tronco
mientras lo aleja de él. Se llega al final de la amplitud del movimiento (fig.
6.16)
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Variantes:
a. Extensión en sentido caudal-cefálico hacia arriba; sobre todo si la extensión
mientras se arquea el tronco hacia atrás es indolora y se sospecha de un
trastorno lumbosacro (fig. 6.17AB)
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FIGURA 6.19 FL + E.
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FIGURA 6.20 FL + F.
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Aplicación de fuerzas:
• Sobrepresión de movimientos generalizados y localizados: la mano situada
en la cresta/apófisis espinosa del paciente estabiliza el movimiento, que se
inicia con presión por parte del terapeuta sobre el hombro izquierdo del
paciente, hacia la mano que estabiliza la pelvis. La sobrepresión solo se
aplica después de que el paciente haya efectuado movimiento activo hacia
el límite del movimiento
• Movimientos combinados: como en la sobrepresión generalizada. La mano
del terapeuta situada en la cresta ilíaca puede desplazarse en sentido
anterior y posterior, a fin de estabilizar los movimientos (figs. 6.19-6.22)
Variantes:
a. Flexión lateral en sentido caudal-cefálico-hacia arriba (fig. 6.23ABC)
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Observaciones/variantes:
a. Si la sobrepresión generalizada provoca síntomas en el área de las nalgas,
se pueden considerar las pruebas de diferenciación (v. fig. 6.5, pruebas de
diferenciación)
b. Rotación en sentido caudal-cefálico hacia arriba (fig. 6.30AB)
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Pruebas neurodinámicas
Las pruebas de conducción neurológica de la extremidad inferior se recopilan
en la tabla 6.9.
Tabla 6.9
Pruebas de conducción neurológica de la extremidad inferior (Banks y
Hengeveld, 2010)
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Aplicación de fuerzas
En posición intermedia entre RM/RL y Ab/Ad de la cadera, se levanta la
pierna hasta el inicio del dolor/resistencia. Dependiendo de la localización de
los síntomas, puede producirse diferenciación, añadiendo dorsiflexión del
pie, flexión cervical o aducción o rotación medial de la cadera (fig. 6.32)
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Observaciones/variantes
• Una falta de extensión de rodilla de 30° indolora puede ser normal, y el
dolor se puede percibir al nivel de D9-10 en la columna (Maitland, 1980)
• Si es necesario aplicar flexión más firme, la prueba puede efectuarse en
posición sentada, con las piernas estiradas (fig. 6.40)
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Palpación
El diagnóstico manual de la columna, incluyendo en él la palpación de tejidos
blandos y las pruebas intervertebrales pasivas, se ha constituido en un medio
fiable para identificar los niveles segmentarios lumbares sintomáticos, en
comparación con las técnicas de bloqueo anestésico vertebral (Jull et al., 1988;
Phillips y Twomey 1996). Los estudios de este tipo ponen de manifiesto que
los coeficientes de fiabilidad interoperador son muy elevados cuando se
emplea un patrón de referencia distinto de la comparación en la palpación de
un terapeuta en particular. Por otra parte, tales estudios ponen de manifiesto
que el entrenamiento mejora las cualidades discriminativas de la capacidad
de palpación (Jull et al., 1997).
En la exploración mediante palpación se recomienda seguir los siguientes
pasos:
A. Palpación de tejidos:
1. Palpación cutánea (temperatura, sudoración, tono cutáneo mediante
estiramiento suave de un pliegue cutáneo).
2. Músculo (tono y textura).
3. Alineación ósea.
4. Espacios interespinosos y áreas de las láminas (figs. 6.43-6.46).
Un terapeuta experimentado puede distinguir pequeñas diferencias de
temperatura (Lando, 1994). Un incremento reducido de la temperatura, la
sudoración y el tono cutáneo es en ocasiones indicativo de un defecto a
nivel vertebral. Todas las apófisis interespinosas lumbares han de ser
palpadas con el necesario criterio, al igual que la superficie lateral de las
apófisis espinosas. Es posible detectar engrosamiento en uno o ambos lados
de la apófisis o en el espacio, incluso hasta en el punto en el que la apófisis
espinosa está completamente obstruida por tejido duro engrosado.
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La figura 6.43 muestra el modo en el que se puede efectuar esta maniobra sin
que el responsable de la exploración tenga que desplazar su posición. El
terapeuta se coloca al lado del paciente, enfrentado a sus pies, y usa la
yema del dedo medio para profundizar en el espacio derecho y el índice
para penetrar medialmente en el espacio izquierdo. Puede pasar de
inmediato de un lado al otro e, igualmente rápido, de un nivel al sucesivo
en sentido ascendente o descendente.
También se emplean los dedos índice y medio para la palpación en el
espacio interespinoso. Cuando se hace esto, los dedos se mantienen
estrechamente unidos y oscilando lateralmente hacia delante y hacia
atrás para intentar penetrar más profundamente en el espacio (v. fig.
6.44).
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FIGURA 6.43 A. Palpación medial hacia el lado derecho con el dedo medio. B.
Palpación medial hacia el lado izquierdo con el dedo índice.
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Pruebas pasivas
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FIGURA 6.47 Movimiento intervertebral de D11 a L5-S1. Posición del dedo que
palpa en la columna lumbar.
Aplicación de fuerzas
El movimiento se efectúa en flexión o en extensión, según la dirección del
movimiento de la pelvis del paciente (según un patrón circular del dedo que
palpa)
Observaciones/variantes:
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• Técnica con una sola pierna: como alternativa, la prueba puede realizarse
con una sola pierna (fig. 6.49)
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Posición inicial del paciente: decúbito prono con los brazos a los lados
Posición inicial del terapeuta: al lado de la camilla, frente a la columna
lumbar del paciente. Las manos o los pulgares se emplean como puntos de
contacto; los codos se mantienen relajados, pero estables. El esternón se
mantiene sobre las manos
Localización de fuerzas
• PA unilateral: ambos pulgares se sitúan en contacto directo con el opuesto,
adyacentes a la apófisis espinosa en la lámina intervertebral (fig. 6.52)
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Observaciones/variantes
La técnica puede identificarse sujetando la pierna del paciente en
abducción, dando lugar a flexión lateral de la columna lumbar
1. En flexión lateral: realizar movimientos tranversales
2. Con movimientos transversales: realizar flexión lateral de la columna
lumbar (desplazando la pierna a más/menos abducción) (fig. 6.60B)
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Aplicación de fuerzas
El movimiento es producido por el cuerpo del terapeuta
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Té cnica s de f le x ión
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FIGURA 6.65 Posición inicial para flexión, extensión, flexión lateral, rotación de
abajo arriba o movimiento «acoplado», utilizando el fémur y la pelvis.
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Localización de fuerzas
• Decúbito supino/prono: el contacto se establece con la EIAS de la pelvis
• Decúbito lateral: ambas manos están en contacto con la columna lumbar
Aplicación de fuerzas
El movimiento es producido por el cuerpo del terapeuta
Adaptación de las técnicas a la E, FL
La técnica puede adaptarse a diferentes direcciones:
• Decúbito lateral: extensión (fig. 6.67)
• Decúbito lateral, con las piernas del paciente sobre las del terapeuta: flexión
lateral y/o rotación (fig. 6.68)
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FIGURA 6.68 Posición inicial para flexión, extensión, flexión lateral, rotación de
abajo arriba o movimiento «acoplado» utilizando el fémur y la pelvis.
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FIGURA 6.72 Rotación en flexión y flexión lateral izquierda, de arriba abajo con
FIGURA 6.73 Rotación en flexión y flexión lateral izquierda, de arriba abajo (en
F + FL , sobre el tórax).
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FIGURA 6.74 Rotación en flexión y flexión lateral izquierda, de arriba abajo (en
F + FL , en ).
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Técnicas neurodinámicas
El sistema neurodinámico puede abordarse de diferentes formas. Por una
parte es posible tratar el entorno inmediato de los nervios –por ejemplo,
mediante movilizaciones pasivas o técnicas aplicadas a los tejidos blandos–, o
bien se puede optar por tratar los nervios directamente, diferenciándose en
este caso las modalidades de «deslizamiento» y de «tensionamiento» (Butler,
2000; Coppieters y Butler, 2008; Shacklock 2005).
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Variantes
• La técnica puede progresar transformándose en una técnica de «tensión» en
la que el paciente deja de mover la columna cervical, especialmente si la
ERP se ve limitada por resistencia y si el dolor presenta un comportamiento
de «conexión-desconexión»
• Pueden aplicarse técnicas similares a la aquí descrita en decúbito supino y
sedestación
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Tratamiento integrado
En la práctica clínica, los fisioterapeutas han establecido una serie de
competencias y capacidades destinadas a abordar las alteraciones de la
movilidad segmentaria (artrógenas), del control motor y la estabilidad
postural (miógenas), y de la mecanosensibilidad nerviosa.
Los fisioterapeutas deben diseñar programas de tratamiento
individualizados, en cooperación con el paciente, tomando como base el
ámbito de actuación contemporáneo, del que forma parte el conocimiento de
los mediadores contextuales del dolor y la discapacidad, y de si son
modificables o no. Todos los tratamientos orientados a la corrección de estas
alteraciones han de proceder centrando su atención en el restablecimiento de
la capacidad funcional y en la orientación del paciente durante la transición
de la necesidad de asistencia sanitaria a la consecución de una vida o estilo de
vida saludable.
Es importante que las intervenciones terapéuticas, de orientación
artrógena, miógena y/o neurodinámica, estén relacionadas con los hallazgos
de la exploración. Si es posible, deben aplicarse reglas de predicción clínica a
la selección de las intervenciones en contra del dolor lumbar, así como pautas
de medición de resultados –como la del Measure Yourself Medical Outcome
Profile† (MYMOP; Patterson, 1996)– pueden incorporarse a los procesos de
reevaluación. La valoración durante la aplicación de una intervención y la
valoración retrospectiva se resumen en el cuadro 6.8.
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autónomos).
• Creencias sobre autoeficacia/externalización del locus de control/desarrollo
de estrategias de afrontamiento pasivas (en casos en los que los pacientes
parecen atribuir los efectos del tratamiento solo a las manos del terapeuta,
sin considerar las estrategias de autotratamiento sugeridas).
• Miedo al movimiento (p. ej., con incremento de la conducta de evitación del
miedo).
• Confusión (p. ej., en sesiones formativas en las que se aporta gran cantidad
de información sin reevaluación ni consideración del nivel cognitivo, el
conocimiento previo y las creencias del paciente).
Valoración retrospectiva
Una de las más importantes pautas de valoración, a menudo pasada por alto,
es la valoración retrospectiva, combinada con comunicación inteligente
(Maitland, 1986). La valoración retrospectiva ha de producirse a intervalos
regulares a lo largo de todo el proceso y, en ella, el fisioterapeuta ha de
reflexionar sobre todas las decisiones e hipótesis adoptadas hasta el
momento, al tiempo que se exhorta al paciente a que compare los cambios
registrados en su estado tomando como referente un período prolongado,
mejor que los lapsos entre sesión y sesión.
Es necesario considerar los siguientes aspectos:
• Valoración del bienestar general del paciente en comparación con las
primeras sesiones.
• ¿Qué parámetros subjetivos y físicos («asteriscos») han mejorado hasta el
momento? ¿Cuáles no han experimentado cambios?
• ¿Se están consiguiendo los objetivos del tratamiento acordados?
• ¿Qué ha aprendido el paciente hasta ahora? ¿Qué aspectos son los más
relevantes en el proceso de aprendizaje?
• Control de los efectos de las diversas intervenciones terapéuticas
(información del paciente y comprobación de los registros terapéuticos).
Valoración prospectiva: (re)determinación de los objetivos para el
siguiente período de tratamiento
• ¿Debe adaptarse el tratamiento a los objetivos de nueva definición? A veces
es útil pensar retrospectivamente, planteándose qué objetivos han de
perseguirse para optimizar la «percepción individual de bienestar» en lo
que respecta a las actividades de la vida diaria (v. capítulo 8).
• Es necesario determinar si son necesarias otras medidas terapéuticas o
médicas.
• ¿Necesita el terapeuta plantear más estrategias de favorecimiento del
cumplimiento para prestar apoyo al paciente en el cambio conductual en lo
que respecta a las propuestas, los ejercicios y las recomendaciones?
• (Re)determinación de los parámetros para someter a seguimiento los
objetivos terapéuticos acordados (a veces es más práctico recurrir a
referentes de movimiento, como el servicio en el tenis o las actividades del
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FIGURA 6.79 A. Flexión cervical con flexión plantar (FP) de tobillo. B. Flexión
cervical con dorsiflexión (DF) de tobillo. Reproducido con autorización de Banks y
Hengeveld (2010).
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FIGURA 6.80 A. Flexión cervical con flexión de rodilla. B. Extensión cervical con
extensión de rodilla.
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Aplicación de fuerzas
Aplicar la fuerza de tracción apropiada para reducir los síntomas, junto
con:
A. El terapeuta moviliza el tobillo en dorsiflexión con EPR
B. En decúbito supino con piernas flexionadas, el paciente activa los
abdominales, y luego disocia la abducción de cadera y la rotación lateral
para rotación o extensión de tronco
C. El terapeuta realiza movilización con rotación lumbar sujetando la cresta
ilíaca
D. El terapeuta realiza una movilización posteroanterior de L4 con el paciente
en decúbito supino y aplica con los dedos índices presión de movilización
contra la apófisis espinosa de L4
Usos
A. En los casos en los que la tracción permite removilización con EPR grado
III, IV
B. En los casos en los que la tracción contribuye al control motor disociado
C. Cuando la tracción reduce el dolor, para contribuir al alivio del dolor como
efecto de la rotación lumbar de grado I, II
D. En los casos en los que la tracción contribuye a la movilización
segmentaria grados I-IV
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Estudio de casos
A continuación se exponen en este capítulo dos ejemplos de casos para poner
de manifiesto:
• La integración y el análisis de los problemas e informaciones referidos por
el paciente.
• El uso de las estrategias de razonamiento clínico para organizar con
amplitud de miras y eficacia la información clínica.
• La relación de los problemas del paciente con la exploración y las
intervenciones impulsadas por las necesidades funcionales y cognitivas del
mismo.
• La evidencia de la selección, convenientemente informada, de las
intervenciones y técnicas de tratamiento más apropiadas.
• El uso de la evaluación para orientar la progresión del tratamiento en
función de los resultados referidos por el paciente.
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Demostraciones funcionales
*Sentado, inclínese hacia delante como para ponerse los calcetines ,
flexionándose a la derecha al sentir estiramiento [flexión y rotación
lumbares, flexión de cadera en 90° y rotación lateral en 30° alcanzando el
tobillo]. Sin cambios con activación de los músculos abdominales,
deslizamiento lateral de la cadera y carga neural [flexión cervical en flexión
lumbar y flexión lateral izquierda].
**FD 40° + FLI 20° . Sin cambios con activación de los músculos
abdominales y carga neural.
E .
E 30 + FLI 20 + RL 20 . Sin cambios con activación de los músculos
abdominales y carga neural.
*Los MIVFP y MIVAP revelan hipomovilidad en L3/4, mayor en el lado
izquierdo (flexión lateral, rotación y MPAU). Dolor local provocado al final
de la amplitud.
*Rigidez en la flexión/aducción de cadera a la izquierda y debilidad en el
glúteo medio.
Amplitud completa en la extensión de rodilla en la prueba de slump en
posición contraída.
Plan de tratamiento
• Restablecimiento de la movilidad segmentaria sin resistencia ni dolor en la
localización de la lesión en L3/4.
• Movilización de la cadera rígida y activación del glúteo medio en
posiciones funcionales que reproduzcan el .
• Reacondicionamiento para el trabajo, incluyendo estrategias de
autotratamiento con movimientos repetidos de extensión y rotación
contralaterales/FL.
• Medición de resultados principales – FD + FLI + CARGA (SIN DOLOR): a
fin de facilitar el restablecimiento funcional (sentarse sin rigidez,
realización de las tareas relacionadas con el trabajo sin dolor ni rigidez)
Evidencias de apoyo para el plan
• Los datos aportados por la valoración subjetiva y por los conocimientos
clínicos, funcionales y conductuales avalan el uso de la movilización y la
actividad física para mejorar la salud y el bienestar (CSAG, 1994).
• Hay evidencias de la eficacia de la movilización de cadera con ejercicios en
el tratamiento de la artrosis temprana (Sims, 1999; Van Baar et al. 2000).
• Los MIVFP ayudan a localizar el trastorno segmentario (Cook y Hegedus,
2010).
• MIVAP: la rigidez posteroanterior segmentaria sirve como regla de
predicción de la efectividad de la manipulación lumbar (Flynn et al., 2002).
• Se sabe que la pérdida de control motor influye en el dolor de cadera y
espalda (Macedo et al., 2012).
• El acondicionamiento físico y conductual es esencial para mantener un
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control motor no se ha recuperado del todo. La cadera aún está rígida, por lo
que requiere movilización, a fin de asegurar que los factores implicados son
abordados eficazmente.
Al proceder a exploración mediante presión posteroanterior unilateral de
L3/4 no se aprecia pérdida de amplitud, sino un leve dolor al empujar hasta
el final de la misma. Cuando se indica al paciente que contraiga los músculos
glúteos activamente, el dolor a la palpación disminuye de forma
significativa. Cuando se le indica que realice una flexión y una flexión lateral
izquierda de la columna lumbar, experimenta molestia y sensación de
debilidad, en una posición en la que debe sentirse sin dolor y fuerte para
trabajar. Cuando se le pide que contraiga los músculos en flexión lumbar y
en flexión lateral, la molestia también se reduce sensiblemente. La misma
respuesta a la activación glútea se produce en la posición de inclinación para
ponerse los calcetines y en sedestación.
Lo más importante ahora es trabajar para conseguir una capacidad
funcional sostenida de cara a la reincorporación al trabajo. Se procede a
movilización de la cadera para ver si se mejora la inhibición del dolor en el
glúteo medio y su capacidad de estabilización.
Tratamiento: movilización con flexión/ad de cadera de grado III durante 3
min, repitiendo dos veces. Durante el tratamiento, la rigidez y las molestias
se redujeron gradualmente en los 3 min de tiempo de aplicación.
Efectos: el tratamiento mejora la amplitud de la flexión de cadera en la
inclinación para ponerse los calcetines, pero no la capacidad de activación
del glúteo medio.
Tratamiento: ejercicios activos para activar el glúteo medio en decúbito
lateral en 3 series × 10 al día.
Programa domiciliario: se le enseña al paciente la automovilización con
flexión/ad de cadera, así como ejercicios para el glúteo medio y la activación
de los músculos glúteos cuando se efectúan tareas funcionales, como
inclinarse y doblarse o ponerse los calcetines.
1 semana más tarde
Pensamiento: el paciente domina la activación del glúteo medio. Ello mejora
la inclinación hacia delante, dado que los isquiotibiales están menos tensos.
La cadera está más flexible y la inclinación y el giro con cargas equivalentes a
las que se manejan en el trabajo son indoloros. Esta última sesión se emplea
para dar explicaciones al paciente, referidas a la necesidad de mantener la
fuerza y la movilidad para reducir el riesgo de una nueva lesión en el trabajo,
así como a la función del dolor en la protección y al modo en el que este
puede inducir faltas de adaptación y desacondicionamiento crónicos.
Tratamiento: asesoramiento e información sobre la actividad física y el
dolor. Revisión de los ejercicios y la capacidad funcional.
Efectos: el paciente comprende mejor la importancia de la actividad física,
del mantenimiento de la capacidad funcional para su trabajo, del
conocimiento del dolor y de su papel en la protección y la recuperación de
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una lesión.
Programa domiciliario: reanudación progresiva del trabajo; remisión a
personal especializado en salud laboral y alta para la reanudación de una
vida saludable.
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†
El MYMOP es un cuestionario sobre resultados generado por el paciente, o individualizado. Se plantea a
partir de problemas específicos, aunque incluye nociones relacionadas con el bienestar general. Es aplicable
a todos los pacientes que presentan síntomas físicos, emocionales o sociales. La primera vez el cuestionario
es cumplimentado en la consulta o con cierta orientación confidencial. El paciente elige uno o dos de los
síntomas por los que requiere ayuda, por considerarlos los más importantes. También eligen una actividad
de la vida diaria que se ve limitada o impedida por el problema. Estas elecciones son transcritas por el
paciente con sus propias palabras, asignándoles a las opciones seleccionadas puntuaciones de
gravedad/intensidad durante la última semana comprendidas entre 1 y 7. Por último, en una escala similar
se valora el grado de bienestar. En los sucesivos cuestionarios de seguimiento la expresión de los términos
previamente elegidos no debe modificarse, siendo posible proceder a su gestión por correo si así lo solicita
el paciente. (Fuente: www.sites.pcmd.ac.uk/mymop/)
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Elly Hengeveld
Té r m inos cla ve
Dolor de cintura pélvica (DCP), articulación sacroilíaca (ASI), cierre de
fuerza, cierre de forma, complejo lumbopélvico-cadera, pruebas funcionales
de transferencia de carga, pruebas de provocación de dolor, mecanismo de
autobloqueo de la ASI, nutación/contranutación del sacro, control motor,
sistemas musculares locales y globales, compresión excesiva/insuficiente de
la ASI, movilizaciones/manipulaciones de la ASI
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Introducción
El dolor de la región lumbar y la pierna puede obedecer a diferentes causas y
presentar diversos factores contribuyentes. Entre ellos se cuentan elementos
biomédicos, como los procesos biopatológicos, y alteraciones del movimiento
del complejo lumbopélvico-cadera.
A lo largo de las últimas dos décadas numerosos trabajos de investigación
han contribuido a incrementar el conocimiento referido al papel de la cintura
pélvica en los trastornos del movimiento que generan dolor pélvico, lumbar y
de piernas.
Nota clínica
Se ha acabado por admitir que el dolor de cintura pélvica (DCP) debe ser
tratado como una entidad clínica diferenciada del dolor lumbar.
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Nota clínica
Los objetivos del tratamiento han de centrarse en los trastornos del
movimiento, las limitaciones de la actividad y las restricciones en los
recursos y la participación, según se establece en la International Classification
of Functioning, Disability and Health (OMS, 2001).
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Nota clínica
Las disfunciones coexistentes en áreas adyacentes a la pelvis, como los
trastornos del movimiento de la cadera o la columna lumbar o los de tipo
neurodinámico, son muy frecuentes.
Nota clínica
La principal función del complejo lumbopélvico-cadera es transferir las
cargas de manera segura, cumpliendo los requerimientos de movimiento y
control de una tarea (Lee y Lee, 2010). La cintura pélvica es parte de una
unidad funcional que se mueve con la columna lumbar y las caderas.
Nota clínica
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Nota clínica
El término cierre de forma hace referencia a una situación estable con ajuste
estrecho de las superficies articulares en la que no son necesarias fuerzas
adicionales para mantener el estado del sistema cuando este se halla
sometido a cierto grado de fuerza (Vleeming et al., 1997).
El sacro, con su forma de cuña, queda suspendido entre los huesos ilíacos y
aporta estabilidad en el plano transversal, debido a su conformación articular
en forma irregular de media luna y a la conexión con los ligamentos
sacroilíacos dorsales (cortos) y los ligamentos sacrotuberosos (Kapandji, 2008;
Vleeming et al., 1997). Por otra parte, la sínfisis del pubis contribuye a
reafirmar la estabilidad de la cintura pélvica (Kapandji, 2008). En este
mecanismo de autobloqueo, la nutación del sacro desempeña un papel
esencial, que regula la función de la mayor parte de los ligamentos
sacroilíacos (Vleeming et al., 1997).
De todos modos, si el sacro se ajustara perfectamente entre los huesos
ilíacos, en la práctica no sería posible el movimiento. En cambio, en las
articulaciones sacroilíacas se ha descrito cierto grado de movimiento,
habiéndose medido hasta 1,6 mm de traslación y hasta 4° de rotación en los
análisis radioestereométricos de los desplazamientos sacroilíacos (Sturesson
et al., 2000b). Para soportar las cargas verticales –impuestas, por ejemplo, por
la posición de bipedestación– y para evitar fuerzas de cizallamiento, son
necesarias una fuerza y una fricción laterales que mantengan la estabilidad.
Tales fuerzas se generan a través del movimiento de nutación del sacro en
relación con los huesos ilíacos y por la compresión generada por las
estructuras miofasciales (cierre de fuerza; v. fig. 7.2)
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Nota clínica
Se ha venido aceptando cada vez en mayor medida que la mejora en los
patrones de control motor debe incorporarse al tratamiento del DCP, a fin de
reforzar la compresión articular y de mejorar el cierre de fuerza (O’Sullivan y
Beales, 2007a, 2007b; Vleeming et al., 2008; Laslett, 2008; Lee y Lee 2010).
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Nota clínica
Este concepto es avalado por diversos estudios clínicos:
• En un grupo de 14 hombres con diagnóstico clínico de dolor de ASI,
Hungerford et al. (2003) observaron patrones de reacción electromiográfica
(EMG) retardados en el oblicuo interno, los multífidos y el glúteo mayor
durante la flexión de cadera de pie, en tanto que el bíceps femoral
presentaba un patrón de reclutamiento más rápido, en comparación con
controles sanos. También se estableció que, en hombres con dolor de ASI,
los registros EMG eran diferentes en los lados sintomático y asintomático.
• En otro estudio con análisis de movimiento y observación de marcadores en
vídeo, Hungerford et al. (2004) apreciaron que los hombres sintomáticos
presentaban alteraciones significativas en el movimiento de los huesos
ilíacos en el apoyo sobre una sola pierna mientras se efectuaba una flexión
de cadera en el lado de la pierna opuesta. El ilíaco expuesto a carga fue
rotado en sentido posterior y sometido a traslación superior en los
controles sanos, en tanto que, en los participantes sintomáticos, el ilíaco
expuesto a carga fue sometido a rotación anterior y traslación posterior en
relación al sacro. Se concluyó que la rotación anterior del hueso ilíaco
durante la carga sobre una sola pierna con flexión de la cadera contralateral
era indicativa de fallo del mecanismo de autosoporte y de transferencia de
carga a través de la pelvis, con la consiguiente disminución de la capacidad
de oposición a las fuerzas de cizallamiento verticales durante la carga de
peso.
• Un tercer estudio investigó la fiabilidad de la prueba de carga sobre una
pierna con flexión de cadera («prueba de la cigüeña»). Se pidió a tres
fisioterapeutas que detectaran los patrones de movimiento alterados en los
huesos ilíacos sometidos a carga. Se llegó a la conclusión de que la
capacidad de distinción entre un movimiento no relacionado y la rotación
anterior era buena cuando se empleaba una escala de 2 puntos. Se apreció
que esta prueba no valora la movilidad relativa de la ASI y que no es
adecuada como técnica de provocación de dolor. Sí evalúa, en cambio, la
capacidad de una persona para mantener una alineación estable del hueso
ilíaco en relación al sacro, durante las acciones de transferencia de carga
funcional. El resultado positivo es indicativo de fallo en la activación del
mecanismo de autosoporte en su función de mantener el sistema de
autobloqueo de las articulaciones sacroilíacas (Hungerford et al., 2007).
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Nota clínica
Se considera que el sistema muscular local, integrado por (la actividad
tónica de) el transverso del abdomen (TA), los multífidos (MF) lumbosacros,
el diafragma y los músculos del suelo pélvico (SP), desempeña un papel
destacado en la estabilización lumbopélvica (activa) (estabilizadores
primarios; Richardson et al., 2004; Lee 2004).
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Modelo de clasificación
O’Sullivan y Beales (2007a) proponen un amplio modelo de clasificación para
el abordaje de los trastornos que cursan con DCP, en el que, entre otros, han
de considerase los siguientes aspectos para tratar adecuadamente los
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FIGURA 7.5 Clasificación de los trastornos con dolor pélvico crónico basada en
su mecanismo. (Tomado de O’Sullivan y Beales [2007a], con autorización.)
Tratamiento
En función de las mejores evidencias actualmente disponibles, las Directrices
Europeas para el Diagnóstico y Tratamiento del Dolor de Cintura Pélvica
(Vleeming et al., 2008) ofrecen diversas recomendaciones terapéuticas.
Los objetivos del tratamiento son aliviar el dolor, mejorar la estabilidad
funcional y evitar las recidivas y la discapacidad crónica asociada a dolor.
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Nota clínica
El tratamiento debe incluir:
• Información y reforzamiento de la confianza del paciente
• Ejercicios individualizados para mujeres embarazadas
• Tratamiento multimodal individualizado para otros pacientes
• Medicación analgésica, si es necesaria, para aliviar el dolor (excepto en
embarazadas)
Tabla 7.1
Recomendaciones de las directrices europeas para el diagnóstico y
tratamiento del DCP (adaptado de Vleeming et al., 2008)
Información, Aunque no hay evidencias que avalen la recomendación de la información como tratamiento único, dicha información –en
reforzamiento el marco de un tratamiento multimodal– reduce los temores y anima a los pacientes a tomar parte activa en su
rehabilitación
Ejercicios de … el uso de un programa de tratamiento individualizado basado en ejercicios de estabilización específicos como parte de
estabilización un abordaje multimodal (Vleeming et al., 2008, pág. 808). En este contexto, los tratamientos individualizados han
demostrado ser más eficaces que los del grupo de tratamiento general o que los de los no tratados. Los ejercicios de
estabilización han de centrarse en la normalización del control y la estabilidad del cierre de fuerza
Movilización y La movilización y la manipulación articulares pueden utilizarse para valorar el alivio de los síntomas, aunque solo se
manipulación deben emplear en pocos tratamientos
articulares
Faja pélvica La faja pélvica se puede indicar como posible medio de alivio de los síntomas, aunque solo se ha de emplear durante
períodos breves
Medicación Puede usarse, si es necesario, para aliviar el dolor. Primera opción: paracetamol; segunda opción: AINE
contra el dolor
Inyecciones Pueden recomendarse en la espondilitis anquilosante (con guía de imagen)
intraarticulares
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lugar a DCP
En la presentación de síntomas no mecánicos o poco claros, que no responden
bien al tratamiento, los profesionales clínicos han de tener en cuenta que
diferentes procesos biopatológicos pueden causar DCP o contribuir a su
desarrollo, con la consiguiente necesidad de atención médica (tabla 7.2).
Tabla 7.2
Alteraciones biopatológicas causantes de DCP (adaptado de Hansen y
Helm, 2003; Huijbregts, 2004)
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Razonamiento clínico
Como se ha indicado anteriormente, es esencial que los fisioterapeutas sean
conscientes de la trascendencia de las decisiones que toman a lo largo de todo
el ciclo terapéutico. Los procesos de razonamiento clínico resultan
ciertamente complejos. En consecuencia, con objeto de orientar la práctica
clínica, es esencial definir las hipótesis que se hayan ido generando durante la
valoración y el tratamiento, explicitándolas a intervalos regulares en el curso
de las sesiones y reflexionando sobre ellas.
A fin de optimizar su eficacia, se aconseja la categorización de las hipótesis
(Jones, 1995; Thomas-Edding, 1987). Las posibles hipótesis aparecen
enumeradas en la tabla 7.3.
Tabla 7.3
Categorías de hipótesis que orientan las decisiones en el proceso
clínico general
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Nota clínica
Maitland reconoció los problemas asociados al diagnóstico de las
disfunciones de la ASI y recomendó un planteamiento equilibrado entre la
entrevista al paciente y la exploración física completa y detallada, que son los
factores en los que el primer tratamiento ha de basarse:
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Valoración subjetiva
Un importante atributo del concepto Maitland es la realización de una
entrevista pormenorizada al paciente, en la que han de integrarse la
perspectiva de este en lo que se refiere al dolor, la discapacidad concomitante,
las estrategias de afrontamiento y las ideas sobre el dolor, las causas del
problema y las pertinentes estrategias terapéuticas.
Durante el proceso de valoración subjetiva se pueden aplicar diferentes
formas de razonamiento clínico. En el proceso diagnóstico y la determinación
del tratamiento a menudo desempeña una función importante el razonamiento
procedimental, con generación de hipótesis y reconocimiento de patrones
(Payton, 1987). Otras formas de razonamiento clínico empleadas
habitualmente son los razonamientos clínicos interactivo, condicional y narrativo
(Edwards, 2000; Jones y Rivett 2004;). Se considera que las diversas
estrategias de razonamiento clínico mantienen una estrecha relación en la
práctica clínica, en la que el fisioterapeuta maneja diferentes formas de
razonamiento con objeto de configurar un proceso de exploración y
tratamiento óptimo, en colaboración con el paciente (Edwards et al., 2004). El
razonamiento procedimental ayuda en el proceso diagnóstico y en la
planificación del tratamiento. A menudo se utilizan formas de razonamiento
clínico narrativas e interactivas, orientadas a alcanzar un conocimiento más
profundo de la experiencia individual del paciente en relación al dolor y la
discapacidad, que comprenda creencias, pensamientos, sentimientos e
influencias socioculturales.
Cabe deducir, pues, que las capacidades adecuadamente desarrolladas de
comunicación son componentes esenciales del proceso fisioterapéutico y que
sirven a la consecución de numerosos objetivos, entre los que cabe citar los
siguientes (Hengeveld y Banks, 2005):
• Resultan útiles en el proceso de recopilación de información de cara al
diagnóstico fisioterapéutico, a la planificación del tratamiento y a la
reevaluación de resultados.
• Pueden servir para alcanzar un conocimiento más profundo de las
creencias, pensamientos y sentimientos relativos al problema. Esta
información ayuda a valorar aspectos sociales que pueden entorpecer o
facilitar la plena recuperación de las funciones motoras.
• La comunicación empática también favorece el desarrollo de la relación
terapéutica.
• Son útiles en el proceso de formulación cooperativa de objetivos, en el que
se determinan dichos objetivos de acuerdo siempre con el paciente, los
parámetros de las técnicas de reevaluación y la selección de las
intervenciones terapéuticas.
En el capítulo 3 se incluye información detallada sobre la comunicación y la
relación terapéutica.
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Fase de información
En esta fase se le informa al paciente de cuál es el ámbito de cobertura de la
fisioterapia, como disciplina centrada en el análisis y el tratamiento de los
trastornos del movimiento, así como sobre la evolución de las primeras
sesiones y sobre el papel de las técnicas de valoración empleadas. Se
investiga, asimismo, si el paciente cree que la fisioterapia es la mejor opción
para tratar su problema, si comprende la perspectiva del terapeuta en lo que
respecta al movimiento y si existen reservas o falta de confianza en lo que se
refiere al tratamiento.
Valoración subjetiva
En ocasiones, el fisioterapeuta opta por un abordaje más procedimental en la
entrevista y/o por seguir la línea de pensamiento del paciente
(«paralelización»), por una parte, y por mantener un enfoque más narrativo
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1. Problema principal
Es imprescindible determinar cuál es el problema principal desde la
perspectiva del paciente, expresado con sus propias palabras. En el caso de
los trastornos sacroilíacos, el paciente refiere dolor y sensación de cansancio
en la pierna, especialmente durante las actividades de carga.
Puesto que el dolor puede ser agudo, de aparición repentina, algunos
pacientes ven sensiblemente restringidas sus actividades diarias. Sin
embargo, son muchos los que refieren un tipo de dolor que no interfiere en
demasía sus actividades de la vida diaria, ya que son capaces de efectuar
movimientos compensatorios.
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Tabla 7.4
Limitación de actividades por dolor originado en la ASI (Mens et al.,
1996)
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4. Anamnesis (Hx)
Puesto que la distribución de los síntomas y las actividades asociadas al dolor
son condicionadas a veces por estructuras distintas de la ASI, la anamnesis
influye a menudo en la determinación de si un trastorno sacroilíaco es el
factor contribuyente dominante en el dolor y la discapacidad.
El DCP suele asociarse a embarazo, traumatismo o trastornos inflamatorios
(Vleeming et al., 2008):
• Las preguntas referidas a la aparición de los síntomas son fundamentales.
Los síntomas relacionados con el embarazo, los primeros meses del
posparto o el incremento de los mismos en el segundo o el tercer embarazo
son indicadores significativos de la presencia de un trastorno con DCP,
posiblemente asociado a fallo en el mecanismo de control motor y a mayor
movilidad de la ASI.
• Los detalles sobre los episodios de traumatismo proporcionan indicaciones
referentes a las estructuras potencialmente afectadas. El episodio puede ser
un macrotraumatismo, por ejemplo, un accidente de coche, una fractura
pélvica o una caída sobre las nalgas. También puede tratarse de un
microtraumatismo por tensión repetida o sobreuso, a menudo asociado a
posturas defectuosas, movimientos erróneos y/o alteración del control
motor en el complejo lumbopélvico-cadera.
Los movimientos restringidos de la cadera o la columna lumbar
contribuyen al exceso de tensión en las articulaciones sacroilíacas y a la
compensación de las mismas. Las tensiones repetidas en los grupos
musculares aductores o en los isquiotibiales también afectan a la pelvis y
generan tensión añadida sobre la sínfisis púbica o las articulaciones
sacroilíacas.
La rigidez matutina duradera (de más de 2-3 h) es a menudo indicación de
trastorno inflamatorio.
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Exploración física
El cuadro 7.1 ofrece una perspectiva general de la exploración física.
Observación
• Marcha
• Postura
Movimientos activos
Tronco
• Flexión hacia delante
• Flexión hacia atrás
• Flexión lateral
• Rotación
• Movimientos de abajo arriba
Cadera
• Agacharse
• Movimientos de tijera
• Pruebas de carga de peso sobre una pierna
• Movimientos activos sin carga de peso
Pruebas funcionales de transferencia de carga
• Prueba de la cigüeña
• Elevación de la pierna recta activa
Pruebas de provocación de dolor en la ASI
• Prueba de provocación de dolor pélvico posterior (P4)
• Prueba de tracción
• Prueba de contracción
• Prueba de Gaenslen
• Prueba de empuje del sacro
• Prueba de Patrick (o Faber)
• Prueba del ligamento SI dorsal largo
• Palpación de la sínfisis púbica
Pruebas pasivas de la ASI
Pruebas posicionales
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Nota clínica
En la práctica clínica es frecuente hallar combinaciones de trastornos (de la
movilidad o del control motor) en las tres regiones del complejo
lumbopélvico-cadera en un mismo paciente.
Nota clínica
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La evidencia actual indica que una única prueba no resulta fiable para el
diagnóstico del dolor o la disfunción de la ASI, por lo que es preferible
recurrir a un conjunto de pruebas (Laslett et al., 2005; Robinson et al., 2007).
Observación
Marcha
El análisis de la marcha aporta información valiosa sobre el modo en el que el
paciente transfiere la carga a la pelvis y las extremidades inferiores. He aquí
algunos aspectos esenciales a este respecto.
• Desviaciones mínimas de la cabeza y el cuerpo, vertical y lateralmente
(unos 5 cm).
• Ausencia de signo de Trendelenburg o Trendelenburg compensado.
• Mantenimiento de un control motor idóneo y de la alienación articular de
columna lumbar, pelvis, cadera, rodilla y pie.
• Mínima rotación de la pelvis en el plano transversal.
Manifestaciones frecuentes de un mal control motor son:
• Desviaciones del tronco.
• Cadera caída.
• Excesiva pronación del pie.
• Rotación medial del fémur.
• Excesiva rotación de la columna lumbar/pelvis.
• Espalda arqueada.
Nota clínica
Si se aprecia un fallo en la transferencia de la carga, se ha de intentar corregir
la alineación para modificar la biomecánica y observar el efecto de la
corrección en los síntomas y en la marcha. Ello resulta muy útil en la
detección del área primaria en la que la transferencia es defectuosa.
Postura
La observación de la cintura pélvica debe incluir los siguientes aspectos:
• Orientación del sacro en relación con los ejes horizontal y sagital y relación
del sacro con respecto a la lordosis lumbar, tanto de pie como sentado.
• Puntos de referencia óseos tales como crestas ilíacas, espinas ilíacas
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Nota clínica
El terapeuta ha de intentar corregir las estrategias fallidas para comprobar si
los síntomas pueden modificarse. Esta diferenciación permite orientar al
terapeuta en la decisión de qué pruebas se deben realizar o qué región ha de
evaluarse con detalle para deducir el origen de los síntomas.
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Inclinación lateral
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Rotación
Durante la rotación del tronco a la derecha, el sacro ha de seguir la dirección
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Nota clínica
La atención en las técnicas de valoración clínica de la CP se ha desplazado en
la última década de las pruebas de movilidad de la ASI a las técnicas de
valoración funcional, que determinan la capacidad de la pelvis para
mantener la estabilidad durante la transferencia de carga entre la columna y
la extremidad inferior (Hungerford et al., 2007).
Prueba de la cigüeña
Nota clínica
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Nota clínica
La prueba de EPRA valora la capacidad del paciente de transferir la carga a
través de la pelvis en decúbito supino. La prueba se ha demostrado fiable,
sensible y específica para pacientes con DCP después del embarazo (Mens et
al., 1999, 2001, 2002).
Posición inicial del paciente: decúbito supino, con las piernas extendidas.
Posición inicial del terapeuta: de pie, cerca del paciente, para observar la
estrategia que este emplea en la realización de la prueba y para hallarse en
una posición idónea que permita incorporar compresión en distintas partes
de la pelvis.
Movimiento: se indica al paciente que eleve una pierna de la camilla unos 20
cm, anotándose la diferencia en el esfuerzo realizado con ambas piernas.
Dicho esfuerzo puede puntuarse con una escala de 0 a 5 (Mens et al., 1999).
La pierna tiene que elevarse con facilidad de la camilla y la pelvis no debe
moverse en ninguna dirección con respecto al tórax o a la extremidad
inferior. Para efectuar la prueba sin esfuerzo es necesario reclutar músculos
tanto locales como globales (fig. 7.16).
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Nota clínica
Szadek et al. (2009) indican que las evidencias optimizadas muestran que al
menos tres pruebas de provocación de dolor de la ASI han de reproducir el
dolor del paciente para que este se considere originado en esa articulación.
Laslett et al. (2005) observaron que, cuando dos cualquiera de las cuatro
pruebas de provocación inespecíficas (tracción, compresión, empuje del
muslo y empuje del sacro) es positiva, la ASI puede considerase el origen del
dolor. Si todas las pruebas son negativas, es posible descartar una patología
de la ASI sintomática (Laslett, 2007).
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FIGURA 7.20 Compresión anterior del lado anterior izquierdo de la pelvis (EIAS)
y el lado posterior derecho (EIPS), lo que se considera que simula la acción del
transverso del abdomen izquierdo y del multífido derecho.
Nota clínica
Las pruebas de provocación en la ASI no son específicas de ninguna
estructura y se plantean para someter a tensión la articulación y los
ligamentos y estructuras adyacentes, con el fin de provocar los síntomas
(Cyriax, 1975; Laslett et al., 2003). Conviene puntualizar que muchas de estas
pruebas de provocación del dolor también implican tensión sobre la sínfisis
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Pruebas pasivas
Nota clínica
Aunque la fiabilidad de las pruebas posturales y de movilidad aún debe
confirmarse, se sabe que la ASI se desplaza; por consiguiente, estas pruebas
pasivas resultan de notable utilidad y forman parte esencial de la valoración
de la cintura pélvica.
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Pruebas posicionales
El análisis posicional de la cintura pélvica ha de ser evaluado antes de valorar
la movilidad articular, ya que cualquier diferencia en la movilidad puede ser
solamente debida a una modificación en la posición ósea inicial. La pelvis es
objeto del efecto de múltiples vectores de fuerza mediados por los músculos
que se insertan en ella y que afectan a su posición. Las pruebas posicionales
han de realizarse en decúbito supino y prono. Lee y Lee (2010) han propuesto
que se utilice toda la mano para evaluar con mayor exactitud la posición de
los huesos ilíacos, en vez de visualizar solo un punto del hueso. Nuevamente
es importante puntualizar que las deficiencias posicionales por sí mismas no
están necesariamente relacionadas con los síntomas del paciente y que no es
posible deducir conclusiones solamente a partir de estos hallazgos.
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FIGURA 7.31 Prueba posicional del ilíaco, con los pulgares bajo la EIAS.
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FIGURA 7.33 Prueba posicional de los ángulos laterales inferiores del sacro.
FIGURA 7.34 Prueba posicional de los ángulos laterales inferiores del sacro
utilizando los pulgares.
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Nota clínica
Cuando se pone a prueba la movilidad pasiva de la ASI, se valoran tanto los
movimientos fisiológicos pasivos de los huesos ilíacos (rotaciones anteriores
y posteriores) como los accesorios de estos, del sacro y del cóccix.
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Nota clínica
Las pruebas de movimientos accesorios comprenden las que afectan a la
movilidad/estabilidad articular de la ASI. En las pruebas de la función
articular, el terapeuta ha de valorar la resistencia de los tejidos al
movimiento, así como la presencia de dolor o respuestas motoras
(«espasmo»).
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Nota clínica
La investigación indica que la ADM no es un indicador de la función o la
disfunción de la CP. En las pruebas de movimiento manual, la atención se ha
de centrar menos en la magnitud del movimiento de la ASI y más en la
simetría o asimetría del movimiento palpado.
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Para todos los casos citados, también es posible valorar ángulos variables
de los movimientos accesorios. Se observan la calidad de la resistencia y
cualquier posible provocación de dolor, comparándolas con el mismo
movimiento en el otro lado.
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Posición inicial del paciente: decúbito supino con las rodillas flexionadas y
las piernas con apoyo (en esta posición, el sacro está en contranutación, por
lo que la articulación se halla en una posición suelta, de reposo), con los
brazos a los lados para atenuar la influencia de las tensiones miofasciales y
para asegurar una relajación máxima de los músculos superficiales, que
pueden influir en el movimiento del juego articular.
Posición inicial del terapeuta: las puntas de los dedos de una mano se
colocan en sentido posterior en el surco sacro, inmediatamente por encima
y mediales a la EIPS. El talón de la otra mano se coloca sobre la EIAS
ipsolateral (fig. 7.46).
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FIGURA 7.46 Posición de las puntas de los dedos en el surco del sacro.
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Nota clínica
El cizallamiento en la ASI se evita mediante la combinación de los rasgos
anatómicos específicos (cierre de forma) y la compresión generada por las
estructuras miofasciales adyacentes a la ASI y la pelvis (cierre de fuerza;
Vleeming et al., 1990).
Nota clínica
Van Wingerden et al. (2004) observaron que incluso una leve activación
muscular puede comprimir la ASI, aumentar su firmeza y hacer mayor la
resistencia a las fuerzas de cizallamiento.
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Palpación
Los objetivos de la valoración mediante palpación son detectar:
• Cambios de temperatura o indicios de sudoración.
• Alteraciones de los tejidos blandos (superficiales o profundos; generales o
localizados).
• Anomalías óseas.
• Anomalías en los movimientos accesorios pasivos (relacionándolas con los
hallazgos del movimiento fisiológico pasivo).
• Respuestas dolorosas a la palpación de los tejidos blandos y los
movimientos accesorios pasivos.
La palpación debe incluir:
• Valoración de temperatura cutánea, sudoración y pinza rodada de la piel.
• Diferentes capas de músculos para valorar cambios en los tejidos blandos,
tales como engrosamiento, hipotonicidad e hipertonicidad.
• Músculos posteriores, como glúteos, piriforme, isquiococcígeo, rotadores
externos de la cadera, isquiotibiales, erector de la columna y multífidos.
• Músculos anteriores, como aductores, recto del abdomen, oblicuo interno,
oblicuo externo, recto femoral, tensor de la fascia lata, psoas.
• Ligamento sacrotuberoso, ligamento SI dorsal largo, área sacrococcígea,
sínfisis púbica e ingle.
• Estructuras neurales tales como nervio ciático, nervio femoral y nervio
cutáneo lateral del muslo.
• Línea alba, con valoración de su integridad y tensión, en especial en el
posparto, en mujeres con DCP y/o incontinencia urinaria.
Todas las áreas en las que aumenta el dolor a la palpación han de
examinarse, correlacionándolas con otros hallazgos de la exploración. Estas
referencias también se pueden emplear en la reevaluación.
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Nota clínica
Al valorar cualquier posible deficiencia del control motor, es importante
identificar las diversas estrategias utilizadas por el paciente cuando se le
indica que reclute músculos específicos. Es habitual atender a pacientes que
no pueden reclutar músculos a nivel local, debido a que los músculos
globales son demasiado dominantes o hiperactivos. En tales casos, la
disfunción de los músculos globales ha de ser abordada en primera instancia,
puesto que en ocasiones inhibe la acción de los músculos locales. Los datos
de investigación indican que uno de los trastornos esenciales del sistema
muscular es el del control motor, más que el de la fuerza (Richardson et al.,
1999).
Nota clínica
El principal grupo de músculos locales que genera tensión para estabilizar la
columna lumbar y la cintura pélvica comprende el transverso del abdomen
(TA), las fibras profundas de los multífidos (MFp), los músculos del suelo
pélvico (SP), el diafragma (Richardson et al., 1999) y, posiblemente, las fibras
posteriores del psoas mayor (Gibbons, 2007).
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2. Despacio y con suavidad, contraiga los músculos del suelo pélvico, como si
se deseara interrumpir la micción.
3. Imagine que intenta levantar el sacro hacia la columna sin moverla.
Respuestas:
El músculo debe percibirse simétrico bajo los dedos que palpan (Richardson
et al. 2002) y debe haber más resistencia bajo los dedos
No tiene que haber indicios de sustitución de los músculos globales, ni
movimiento pélvico o lumbar
La columna lumbar ha de mantenerse en posición neutra
Es posible la respiración costal lateral normal
D. Diafragma:
Posición inicial del paciente: decúbito supino, con las piernas rectas o
flexionadas.
Posición inicial del terapeuta: de pie, observando el patrón de respiración del
paciente y registrando los momentos en los que hay una expansión máxima
en la inspiración (tórax superior, apical), en la jaula torácica inferior lateral
(costal lateral) o en el abdomen. A continuación, se observa la espiración
para comprobar si es pasiva o activa y si el paciente usa los músculos del
abdomen.
Aplicación de fuerzas: el terapeuta coloca las manos en la cara lateral de la
jaula torácica y percibe el movimiento y la simetría de las costillas
inferiores.
El patrón más idóneo es el de respiración costolateral en la inspiración y la
espiración debe ser relajada.
Variantes: la capacidad del diafragma para expandir las costillas inferiores
puede evaluarse en diversas posiciones. La simetría de la expansión
torácica lateral se compara y se correlaciona con cualquier posible
hipertonicidad de los músculos globales, que pueda limitar la respiración
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costolateral.
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Tratamiento
Una perspectiva general del contenido de la sección de tratamiento se ofrece
en el cuadro 7.2.
Nota clínica
Todos los pacientes que presentan una transferencia de carga defectuosa en
el complejo lumbopélvico-cadera desarrollan estrategias subóptimas durante
la realización de tareas específicas.
Las razones por las que se adopta en ocasiones una estrategia no óptima
son variables, y el razonamiento clínico resulta esencial para diferenciar las
causas potenciales de ello (Lee y Lee, 2010). Es importante reflexionar sobre
los hallazgos tanto de la valoración subjetiva como de la exploración física,
para verificar que las características concuerdan y para generar las hipótesis
más probables que expliquen la presentación del paciente.
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Nota clínica
La reproducción de los síntomas del paciente es solo uno de los aspectos del
concepto Maitland, y se ha de considerar que el dolor siempre se
correlaciona con el movimiento o la resistencia percibidos durante el
movimiento, y viceversa.
La reproducción del dolor en una prueba solo le indica al terapeuta que las
estructuras sintomáticas están siendo sometidas a tensión y que se relacionan
con los síntomas del paciente (asumiendo que no hay hipersensibilización
debida a procesos del sistema nervioso central). No es necesariamente una
indicación de que una técnica concreta deba emplearse en el tratamiento.
Nota clínica
Al decidir cuáles son las técnicas óptimas y cuáles los grados de movimiento
que se han de emplear en el tratamiento, el terapeuta debe tener en cuenta la
gravedad, irritabilidad y naturaleza (GIN), la fase de curación de los tejidos y
los mecanismos del dolor implicados, además de determinar si cree que la
ASI es responsable de los síntomas o es solo el área afectada por alteraciones
originadas en otros puntos.
Nota clínica
La reevaluación durante el tratamiento es de máxima importancia y sirve
para convalidar o negar las hipótesis originales del terapeuta sobre el origen
de los síntomas del paciente (Maitland et al., 2005; Lee y Lee, 2010).
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Nota clínica
Las evidencias actuales demuestran que un abordaje multimodal del
tratamiento resulta más eficaz.
Las presentaciones clínicas frecuentes que afectan a las ASI son descritas en
la bibliografía como aquellas en las que la articulación es sometida a una
compresión excesiva o insuficiente por parte de los sistemas articular y
miofascial (O’Sullivan et al., 2002; Hungerford et al., 2003; O’Sullivan y
Beales, 2007a, 2007b; Lee y Vleeming, 2007).
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Nota clínica
Al establecer un programa de ejercicios, la individualización, la corrección y
la supervisión de los mismos resultan fundamentales. El paciente debe
conocer la razón por la que los efectúa, no solo cómo realizarlos, y ha de
estar plenamente comprometido con el cumplimiento del programa (Stuge et
al., 2004).
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Nota clínica
Aunque los mecanismos en función de los cuales actúan la sujeción con faja o
la aplicación de vendajes neuromusculares aún no están claros, se sabe que la
firmeza de la ASI mejora cuando se utiliza una faja colocada inmediatamente
por debajo de la EIAS (Damen et al., 2002).
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Nota clínica
La rigidez es a menudo un factor a tener en cuenta cuando los músculos
globales son dominantes.
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Movilizaciones/manipulaciones de la ASI
Movimientos accesorios
La mayoría de las técnicas de exploración se pueden emplear como técnicas
de tratamiento. Ello es especialmente cierto en el caso de los movimientos
accesorios, muy específicos en el marco del concepto Maitland.
Nota clínica
La elección de movimientos accesorios (considerando, p. ej., su dirección,
grado, ritmo) como técnica de tratamiento se basa fundamentalmente en la
reproducción de los síntomas y en la resistencia hallada, más que en
consideraciones biomecánicas.
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hipertónicos.
Manipulación
Nota clínica
En el tratamiento del dolor, la manipulación (técnica de grado V) puede
emplearse para reducir la rigidez articular, liberar las adherencias y
fijaciones articulares, y cuando se llega a una fase de estancamiento con las
movilizaciones articulares pasivas.
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FIGURA 7.48 Rotación anterior del ilíaco izquierdo con la rodilla izquierda en
extensión.
FIGURA 7.49 Rotación anterior del ilíaco izquierdo con la rodilla izquierda
flexionada.
B. Posición inicial del paciente: decúbito lateral con la cadera y la rodilla inferiores flexionadas a 90°, la
cadera superior extendida y la rodilla superior flexionada a 90°, apoyada en el terapeuta (fig. 7.50)
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FIGURA 7.50 Rotación anterior del ilíaco izquierdo con la rodilla izquierda
flexionada en decúbito lateral derecho.
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FIGURA 7.51 Rotación anterior del ilíaco izquierdo con la columna lumbar en
rotación izquierda; este movimiento ajusta la columna lumbar y hace que la
técnica sea más específica.
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B. Posición inicial del paciente: decúbito lateral, con la pierna derecha recta, la cadera y la rodilla
izquierdas flexionadas a 90° y la pierna izquierda sujeta por el terapeuta (fig. 7.53)
Posición inicial del terapeuta: de pie, mirando al paciente.
Localización de fuerzas: el terapeuta apoya el talón de la mano derecha sobre
la EIPS izquierda del paciente y el ilíaco posterior, mientras que la mano
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FIGURA 7.53 Rotación posterior del ilíaco izquierdo en decúbito lateral derecho.
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FIGURA 7.54 Rotación anterior del ilíaco izquierdo en decúbito lateral derecho con
la columna lumbar en rotación izquierda; este movimiento ajusta la columna
lumbar y hace que la técnica sea más específica.
FIGURA 7.55 Rotación posterior del ilíaco izquierdo en decúbito lateral derecho
con la columna lumbar en rotación derecha; este movimiento ajusta la columna
lumbar y hace que la técnica sea más específica.
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B. Posición inicial del paciente: decúbito lateral sobre el lado derecho, cerca del borde de la camilla (fig.
7.57)
Posición inicial del terapeuta: de pie, mirando al paciente.
Localización de fuerzas: la columna dorsolumbar se sitúa en rotación
izquierda completa hasta L5/SI (incluidas estas). El terapeuta fija el sacro
(S2) y el ilíaco derecho con el pulgar y la mano izquierdos. La cara medial
del antebrazo derecho del terapeuta se coloca sobre el ilíaco izquierdo, a
mitad de la distancia entre el trocánter mayor y la cresta ilíaca.
Aplicación de fuerzas: se aplica presión a la rotación axial empujando el ilíaco
hacia delante y hacia abajo. Si la presión es bien tolerada por el paciente y
no se produce dolor, se aplica un empuje de alta velocidad y baja amplitud
(grado V), al final de la amplitud de movimiento, espaciando el ilíaco
izquierdo en relación al sacro.
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Usos:
• Rigidez articular.
• Adherencias articulares.
• Fijación articular.
• Tratamiento que se ha estancado con las movilizaciones pasivas.
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relacionado con .
relacionado con .
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y
• Media sentadilla a la D; desbloqueo de la ASI D (rotación anterior del ilíaco
D; aumento de la rotación medial del fémur; mal control del pie D);
produce , y
Movimientos lumbares activos
• Flexión + flex. cervical + 2 SF
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y leve
• Mov. PA unilat. a la D en L5, D10-L1 = rígido
• Mov. PA unilat. a la D en L5-D10 = rígido
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Mantenimiento de la capacidad
funcional y el rendimiento
Elly Hengeveld
Té r m inos cla ve
Teoría del continuo del movimiento, cumplimiento, educación del paciente,
fases del cambio, establecimiento colaborativo de objetivos, banderas
amarillas
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Introducción
Los fisioterapeutas juegan un papel central en mantener y mejorar la
capacidad de movimiento de los individuos de una sociedad. El objetivo
global del tratamiento fisioterápico se puede resumir en lo siguiente:
fomentar las funciones de movimiento, el bienestar global y las acciones
intencionales en la vida diaria para permitir que el paciente participe en las
actividades de la vida que elija (dentro de sus papeles como cónyuge,
miembro de una familia, amigo y en actividades profesionales, deportivas y
lúdicas).
Dentro de la descripción que hace de la fisioterapia la World Confederation
of Physical Therapy (WCPT, 1999), el núcleo central de la profesión se
describe de la siguiente forma:
• El movimiento humano es clave para la habilidad y el conocimiento de los
fisioterapeutas.
• Estas habilidades resultan especialmente importantes en aquellas
circunstancias en las que el movimiento y la función se ven amenazados
por el proceso de envejecimiento o por lesiones o enfermedades.
• La fisioterapia centra la idea de la salud en un movimiento pleno y
funcional.
• Los fisioterapeutas tratan de identificar y aumentar al máximo el potencial
de movimiento dentro de los ámbitos de la promoción, la prevención, el
tratamiento y la rehabilitación.
• Las intervenciones se aplican y modifican para conseguir los objetivos
pactados, y pueden incluir: manipulación manual; fomento del
movimiento; agentes físicos, electroterápicos y mecánicos; entrenamiento
funcional; aporte de ayudas y dispositivos; enseñanza relacionada con el
paciente; documentación, coordinación y comunicación.
• Las intervenciones también pueden orientarse a la prevención de los
trastornos, las limitaciones funcionales, la discapacidad y la lesión, e incluir
la promoción y mantenimiento de la salud, la calidad de vida y la forma
física en todas las edades y grupos de población.
Dentro de la fisioterapia existen muchos métodos terapéuticos que buscan
obtener los objetivos descritos antes. Se ha comentado que muchos terapeutas
se identifican con diversos métodos de tratamiento (KNGF, 1992), sin
identificar un núcleo central para la rehabilitación de la movilidad. Aunque
esta idea se forjó hace unas décadas, parece seguir teniendo vigencia en el
momento actual, en el que aparentemente otros métodos terapéuticos
«nuevos» han adquirido dominancia y a menudo se aplican de forma
exclusiva. En lugar de especializaciones dentro del campo de la fisioterapia,
es preciso que los fisioterapeutas desarrollen habilidades en una amplia gama
de métodos terapéuticos, incluida la comunicación y la educación de los
pacientes.
Este principio queda demostrado en la siguiente frase:
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(1995) (v. capítulo 1 [y 2] del volumen 2). Se postula que todos los niveles
del continuo del movimiento son interdependientes. Por ejemplo, un
movimiento de la cadera condicionado por el dolor puede limitar
actividades como levantarse de una silla, inclinarse hacia delante o caminar
–con aparición de una falta de confianza para las actividades de la vida
diaria– y convertirse en un factor que contribuya a la pérdida de
independencia en los ancianos. Por tanto, la optimización del potencial de
movimiento de este nivel de las «partes corporales» puede ser una
condición esencial para recuperar la capacidad total de movimiento. A
partir de la información derivada de la exploración subjetiva se podrá
definir el objetivo de la rehabilitación del nivel de movimiento de cada
persona dentro de la sociedad y el entorno. Sin embargo, las técnicas de
exploración física específica del fisioterapeuta manipulativo, como las
pruebas de movimiento pasivo, mostrarán si se están cumpliendo las
condiciones en el nivel de movimiento de las «partes corporales» y se
deberán definir dentro de los objetivos del tratamiento.
• Puede ser necesaria la movilización pasiva para conseguir una función
articular óptima en las denominadas «columnas funcionales», como el
cuadrante del hombro, la extensión-abducción y extensión-aducción del
codo o la rodilla o la flexión/aducción (F/Ad) de la cadera (Maitland, 1991).
De este modo, se garantiza que las articulaciones tengan una capacidad de
reserva funcional cuando se solicite al sistema de movimiento una
actividad ligeramente superior a la normal. Esta capacidad de reserva
funcional puede ser un factor que contribuya a reducir la incidencia de
episodios repetitivos.
• Es frecuente que se piense que el tratamiento mediante movilización y/o
manipulación pasiva consigue reducir el dolor a corto plazo; sin embargo,
para mantener los efectos del tratamiento a largo plazo es preciso integrar
el movimiento activo para controlar el dolor y los trastornos del
movimiento, como la movilidad y el control motor, dentro de una fase
precoz del tratamiento.
• Parece que la integración del abordaje cognitivo-conductual a la fisioterapia
manipulativa puede mejorar los resultados terapéuticos (Bunzli
et al., 2011). Ello incluye resolver los temores del paciente, valorar su
conocimiento sobre las causas y opciones terapéuticas para su problema, la
determinación colaborativa de objetivos, el seguimiento de la fase de
motivación de un modelo de cambio y las estrategias que fomentan el
cumplimiento, incluida la educación. Además, es importante permanecer
atento a los gestos y comentarios clave del paciente durante las distintas
exploraciones y técnicas de tratamiento y darles respuesta. Por ejemplo,
durante la palpación y la exploración de los movimientos accesorios, un
paciente podría decir «¡El punto en que me aprieta me está provocando
dolor!». Su explicación podría ser: «Este punto, especialmente, necesita
tratamiento, no los que no le producen dolor; sin embargo, voy a tener
cuidado para mover este punto de forma que se mantenga por debajo del
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actividad.
1. Estrategias de autoayuda para controlar el dolor y fomentar la
sensación de bienestar. Pueden incluir:
a. Movimientos repetidos.
b. Automovilización.
c. Estrategias de relajación, incluidos ejercicios pendulares, técnicas
de visualización, distracción.
d. Consciencia corporal y propioceptiva.
e. Ejercicios de control motor.
f. Otras estrategias de tratamiento del dolor, p. ej., compresas frías,
paños calientes.
En primer lugar el terapeuta deberá establecer las fuentes de la
nocicepción y la disfunción del movimiento mediante la exploración
específica propia de la fisioterapia manipulativa. Posteriormente,
será preciso determinar la forma de tratar la disfunción del
movimiento en colaboración con el paciente: 1) por parte del
terapeuta, mediante movimientos pasivos y contacto; y 2) mediante
estrategias de autotratamiento por parte del paciente, orientadas a
mantener los beneficios obtenidos con el tratamiento. Es necesario
basar los ejercicios y otras estrategias de autotratamiento en la
información obtenida mediante la exploración subjetiva
(comportamiento de los síntomas durante 24 h, anamnesis, factores
que contribuyen), en lugar de limitarse a la información derivada de
la inspección y las pruebas activas. Por ejemplo, una mujer con una
columna torácica plana, que acostumbre a trabajar en posturas
flexionadas, podrá controlar mejor su dolor mediante movimientos
repetidos en extensión y/o rotación, a pesar de que la columna esté
plana.
2. Rehabilitación de los trastornos del movimiento, como la movilidad
articular, la neurodinámica y la función muscular, incluidos los
ejercicios de automovilización, las técnicas de «deslizamiento y
tensión» neurodinámica, el estiramiento/inhibición muscular y el
reclutamiento muscular. Se deben tener en consideración los siguientes
aspectos:
a. La mayor parte de los ejercicios deberían mantener los beneficios
obtenidos durante el tratamiento de movilización pasiva.
b. Los ejercicios deberían reflejar el estadio clínico actual del
trastorno del paciente, igual que sucede a la hora de elegir y
progresar en el tratamiento mediante movimientos pasivos.
c. Especialmente en las articulaciones periféricas, la
automovilización puede ser parecida a la movilización pasiva
realizada por el terapeuta.
3. Prevención de nuevos episodios sintomáticos.
a. Pueden incluir recomendaciones de escuelas de refuerzo,
reclutamientos musculares en las actividades de la vida diaria
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Tabla 8.1
Diversos estilos de comunicación que consiguen distintas respuestas y conciencia
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P: ¡Ajá!
FT: ¿Podría imaginarse que algo similar le pasara en
el hombro?
P: Oh, sí, claro
FT: Ya le he explicado muchas cosas. Sin embargo,
no estoy seguro de haberlo hecho bien. ¿Le
importaría repetirme con sus propias palabras lo que
ha comprendido?
P: Estoy sentada en una posición tensa, tengo
problemas de circulación. Si me muevo de una
forma distinta, estaré mejor
De este modo se ha reevaluado el nivel cognitivo. Si
se invita a la paciente a explicarse con sus propias
palabras, el fisioterapeuta podrá observar de forma
inmediata si la explicación ha calado en ella y esto
también aumenta la profundidad del conocimiento
por parte de los pacientes.
FT: Me gustaría sugerirle que preste atención unas
pocas veces durante el día a si eleva los hombros.
Hágalo sobre todo cuando note dolor de nuevo. Si
fuera así, podría ensayar un ejercicio sencillo. Si le
ayuda suficiente, estaremos más cerca de
comprender su problema. Si no es así, habría que
buscar alternativas. Por tanto, si puede probar,
hágalo y siéntase libre de decírmelo si considera que
no obtiene resultados lo bastante buenos […]
Reproducido de Banks y Hengeveld (2010) con autorización de Elsevier.
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forma automática.
c. Las movilizaciones pasivas pueden ser un método para que los
pacientes experimenten con los movimientos de nuevo si no se
atrevían a hacerlo. La movilización pasiva puede acelerar el
movimiento activo.
6. Aumento de la forma física general, optimización de los niveles de
actividad y modificación de la forma de vida.
a. Puede que muchos pacientes tengan que aumentar su forma física
general con estímulos fisiológicos para mejorar su forma
cardiovascular, la potencia global y la agilidad.
b. Las personas que han estado evitando la actividad pueden estar
fuera de forma física y necesitar programas de
reacondicionamiento con exposiciones graduales a la actividad.
c. Sin embargo, el movimiento pasivo puede interpretarse como una
carga gradual de las estructuras y puede convertirse, combinado
con las técnicas de reevaluación bien dirigidas, en un primer paso
para la exposición gradual a la actividad. De hecho, los
movimientos pasivos pueden ser un apoyo para recuperar la
tolerancia y la aceptación del movimiento, sobre todo en aquellos
casos en los que el paciente ha perdido la confianza en todos los
movimientos activos.
d. Además, el movimiento pasivo puede asegurar una capacidad de
reserva para la movilidad que aumente al máximo el rendimiento.
Esto sigue el mismo principio descrito antes en el epígrafe sobre
prevención (optimización de la movilidad en las «esquinas
funcionales» de, por ejemplo, la rodilla, el codo, la cadera o el
hombro).
A la hora de planificar los programas de recuperación funcional, se debe
plantear que los principios cognitivo-conductuales mejoran los resultados del
tratamiento.
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Principios cognitivo-conductuales
Como se afirma en el capítulo 2, los fisioterapeutas juegan un papel
importante en la modificación de los comportamientos de los pacientes, sobre
todo en los aspectos relacionados con el movimiento y la capacidad funcional.
Se ha postulado que la integración de los principios cognitivo-conductuales
puede mejorar el resultado terapéutico (Bunzli et al., 2011). Es esencial
considerar estos principios como parte integral de la práctica de la
fisioterapia, no como sustitutos de ella.
Se reconoce que los comportamientos y costumbres no se pueden cambiar
de la noche a la mañana tras enseñar un ejercicio una vez. Parte del trabajo de
los fisioterapeutas consiste en manejar el cambio, para lo cual son claves la
motivación, el aumento de la conciencia y la planificación cuidadosa de todos
los pasos del proceso terapéutico. Es preciso reconocer que los pacientes
pueden atravesar diversas fases de motivación, en las que el reconocimiento y
la orientación por parte del terapeuta pueden ser claves para el resultado
terapéutico final.
El papel del tratamiento cognitivo-conductual se puede aplicar tanto a la
hora de emplear la movilización y la manipulación como, de forma más
concreta, para conseguir el efecto deseado de mejorar al máximo la capacidad
funcional. Puede incluir:
• Cambios en el comportamiento del movimiento en la vida diaria –si
aparecen dolor o molestias, los individuos aprenden a realizar ciertos
movimientos–.
• Cambios en los patrones habituales de movimiento de la vida diaria, que
pueden ser un factor causante de dolor.
• Motivación para el cambio de comportamiento en relación con el
entrenamiento y el mantenimiento de la forma física.
• Mediante las estrategias de información y educativa, los pacientes pueden
desarrollar una perspectiva distinta de su problema; por ejemplo, el
significado del dolor como amenaza puede cambiar y esto capacita al
paciente para desarrollar distintas estrategias de afrontamiento.
Además de la comunicación experta, los aspectos cognitivo-conductuales
clave que deben ser integrados en un abordaje de la fisioterapia incluyen:
• Reconocimiento de las posibles barreras para la recuperación funcional
completa.
• Proceso de establecimiento colaborativo de objetivos.
• Fases del cambio.
• Fomento del cumplimiento.
• Educación del paciente.
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Por otro lado, se han descrito diversas posibles barreras psicosociales para
la recuperación funcional completa, que se han resumido con el nombre de
«banderas amarillas» (Kendall et al., 1997; Watson y Kendall, 2000;
Waddell, 2004). Se han descrito con una regla mnemotécnica «ABCDEFW»
(por sus siglas en inglés), aunque esto no indica ningún orden de importancia
relativa (Kendall et al., 1997). El cuadro 8.2 resume las banderas amarillas
relacionadas con la práctica de la fisioterapia.
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«Discapacidad percibida»
La discapacidad percibida es un elemento importante de la experiencia
individual de la enfermedad. Cuando parezca que esta percepción no se
relaciona con las fases de la regeneración tisular o con la normalización de los
procesos nociceptivos, se debería tratar de forma específica durante el
tratamiento, mediante estrategias educativas o experiencias directas con
actividades que el paciente pueda percibir como imposibles. Sin embargo,
puede ser necesaria paciencia y una planificación cuidadosa por parte del
terapeuta. Es posible obtener una primera impresión de la discapacidad
percibida si durante la evaluación inicial el terapeuta pregunta al paciente
sobre su problema principal y, posteriormente, completa esta pregunta con
una más general: «¿En qué sentido interfiere este problema con su vida
diaria: en absoluto, de forma moderada o mucho?».
«Creencias y expectativas»
El término «creencias y expectativas» puede aludir a las causas del problema
y también a las posibles opciones terapéuticas.
• En relación con las causas y opciones terapéuticas, el terapeuta debe ser
consciente de que el paciente puede seguir paradigmas distintos de los
suyos. Si el paciente sigue un paradigma de orientación estructural más
biomédico, mientras que el fisioterapeuta apuesta por un paradigma de
movimiento, podrán aparecer confusión e inseguridad si este aspecto no se
aclara en las primeras fases del tratamiento. Por tanto, se debería reservar
un tiempo en la «fase de bienvenida» del tratamiento para analizar los
distintos abordajes posibles y explicar los paradigmas del fisioterapeuta
como especialista en el diagnóstico y tratamiento de las disfunciones del
movimiento. En el capítulo 3, «Comunicación y relación terapéutica», se
recogen algunos ejemplos de comunicación.
• Durante la evolución del tratamiento, cuando los pacientes relacionen su
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Por eso los miembros del equipo deben tener mucho cuidado no solo con lo que
dicen, sino con la forma de hablar y comportarse. Deberían tener la capacidad
de tranquilizar al paciente. Los pacientes transmitirán más información si
confían en la sinceridad de los clínicos y su falta de prejuicios. Los pacientes
habrán sido valorados ya por otros especialistas. En general, se habrá tratado de
consultas muy cortas; a menudo no con un experto, sino con un especialista en
formación, cuya capacidad de comunicación podría no estar bien desarrollada
todavía. Puede haberse dado a entender que «todo está en la cabeza del paciente»
o que este está exagerando el dolor. Puede incluso que se le haya comentado al
paciente que consulte con un psiquiatra.
Por tanto, los miembros del equipo suelen tener un gran trabajo de reparación
que hacer para conseguir ganarse la confianza del paciente y darle la sensación
de que esta consulta va a ser distinta.
(Main y Spanswick, 2000; págs. 120 y 121)
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C u a d r o 8 . 4 Fa se s de m ode lo de ca m bio
1. Precontemplación: en esta fase no se plantea cambiar el comportamiento
2. Contemplación: se plantea el cambio de comportamiento, pero no existe un
plan concreto
3. Preparación: se desarrollan planes activos para modificar el
comportamiento a corto plazo
4. Acción: fase en la que se lleva a cabo el comportamiento deseado
5. Consolidación: se mantiene el comportamiento deseado, también sin
contacto con el clínico, y se previenen los retrocesos en el comportamiento
1. Precontemplación
• Investigación de las creencias y expectativas del paciente
• Es esencial el proceso colaborativo de establecimiento de objetivos
• Información y educación en relación con los mecanismos del dolor; utilidad
de los movimientos para fomentar el bienestar, para influir sobre el dolor
y para fomentar los procesos de curación (p. ej., en los problemas discales o
la artrosis)
• El paciente debe experimentar de forma directa que los ejercicios
contribuyen a su bienestar (mediante técnicas de reevaluación expertas)
• Es esencial la atención a la calidad de los procesos educativos: ¿ha
contribuido la educación a una mejor comprensión y motivación?
2. Contemplación
• Con frecuencia se descuida en las sesiones formativas: ¿ha comprendido el
paciente el mensaje educativo?
• ¿Considera útil el paciente la información recibida?
• Dele tiempo para preguntar sus dudas sobre la información recibida
• Además, durante un período de varias sesiones, es importante dar al
paciente suficiente tiempo para preguntar dudas y aclararlas
• Fomente la retroalimentación positiva mediante la reevaluación después de
dar indicaciones sobre un ejercicio (a veces buscando solo información
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Parece que reconocer de forma explícita y trabajar con las fases del cambio
puede fomentar el cumplimiento o seguimiento de las sugerencias y ejercicios
más que otras intervenciones, como los materiales de apoyo. A partir de una
revisión de la bibliografía, McLean et al. (2010) llegaron a la conclusión de
que existen evidencias moderadas de que un programa de tipo cognitivo-
conductual motivacional (CC) puede mejorar la asistencia a las sesiones
clínicas basadas en el ejercicio.
Cumplimiento
Se describe el cumplimiento como el grado en el que la conducta de un
paciente coincide con las recomendaciones del clínico (Schneiders et al., 1998).
A veces se usa también el término «adherencia». Sin embargo, ambos
términos son un poco extraños, porque enfatizan demasiado una relación
unidimensional paciente-clínico bastante autoritaria, en la que el paciente
tiene que seguir las órdenes del clínico de un modo pasivo (Kleinman, 1997).
Dentro de este contexto se recomienda centrarse en conseguir el cambio de
las conductas desfavorables (movimiento) de la vida diaria, adoptando una
perspectiva cognitivo-conductual según la cual el término «cumplimiento» se
asocie a un papel más activo por parte del paciente.
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vida).
• Anticipe las dificultades: tras seleccionar y dar instrucciones sobre un
ejercicio, el fisioterapeuta tendrá que comentar con el paciente si espera que
aparezcan dificultades; algunos ejercicios pueden ser útiles, pero quizá no
durante una situación laboral determinada. La resolución de problemas en
colaboración resulta esencial para este tipo de situaciones y será preciso
introducir variaciones en los ejercicios.
• Al finalizar la serie de tratamientos, y con la intención de fomentar el
cumplimiento a largo plazo, será preciso anticipar posibles recaídas futuras
y la solución para ellas.
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Hermans, 1990). Parece que muchos terapeutas utilizan estos principios, pero
de una forma más intuitiva e implícita (Hengeveld, 2000; Green et al., 2008;
Sandborgh et al., 2010). Antes de embarcarse en una sesión informativa, es
importante plantearse varios principios educativos (Brioschi, 2005):
• ¿Cuál es el objetivo de las sesiones educativas? Por ejemplo, explicar el
dolor y la implicación del movimiento/actividad en el tratamiento del
mismo; la utilidad del movimiento y la relajación en el mantenimiento de la
salud; el papel del movimiento activo en la regeneración discal o del tejido
cartilaginoso.
• Establezca el nivel cognitivo del paciente: ¿qué complejidad de educación
se necesita?
• Desarrolle una estrategia educativa: la información se puede administrar (y
reevaluar) en pequeños fragmentos a lo largo de varias sesiones; la
progresión en la información puede fomentar el proceso educativo.
• Desarrolle metáforas sencillas para explicar aspectos del dolor y su
tratamiento desde la perspectiva del fisioterapeuta.
• Prepare material educativo para apoyar el proceso educativo.
• Plantéese formas de reevaluar el proceso, por ejemplo, pidiendo a los
pacientes que repitan con sus propias palabras lo que recuerden de una
sesión.
• Pregúntese a sí mismo: ¿la información aportada contribuye a que el
paciente comprenda mejor o a confundirle?
• Dele al paciente un tiempo para hacer preguntas, también en las sesiones de
seguimiento.
Además, se deberían elegir las palabras de forma que el paciente se integre
de forma directa en la discusión, es decir, hablando con el paciente en lugar
de al paciente. Es pertinente recordar que los pacientes se pueden motivar
con más rapidez y a más largo plazo si se escuchan a sí mismos hablar sobre
sus opciones y posibilidades.
Un lenguaje que fomenta el cambio debería girar alrededor de cinco
aspectos:
1. Deseos («Me gustaría volver a jugar con mis hijos de nuevo»).
2. Motivos («Consulté al fisioterapeuta porque quiero aprender qué puedo
hacer por mí mismo»).
3. Posibilidades («Podría nadar con mayor regularidad»).
4. Confianza («Podría tratar de ir al trabajo en bicicleta, como hacía antes»).
5. Necesidad («Si no hago algo, creo que mi espalda solo podrá empeorar»).
Si la persona está cambiando su motivación, podría emplear un lenguaje
que indique compromiso por el cambio. Los clínicos deben desarrollar una
sensibilidad hacia estas sutilezas del lenguaje. Los pacientes podrían, por
ejemplo, afirmar (van Merendonk et al., 2012):
• Me lo pensaré.
• Lo haré cuando disponga de tiempo.
• Haré lo imposible por incorporarlo a mi agenda.
• Espero poder empezar mañana.
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Conclusión
Los fisioterapeutas (manipulativos) musculoesqueléticos juegan un papel
fundamental en el tratamiento de los pacientes con trastornos del movimiento
y en su orientación hacia la recuperación de la función y de hábitos vitales
saludables. En determinados momentos del proceso no se debería olvidar el
arte del movimiento pasivo y se debería plantear la incorporación de los
principios cognitivo-conductuales durante todas las fases del proceso. Para
garantizar un tratamiento óptimo de los pacientes, estos elementos se
merecen un lugar justificado en la práctica contemporánea igual que
cualquier otra información obtenida de la práctica contemporánea basada en
las evidencias.
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Apéndice 1
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Por tanto, se sugiere que no existe un punto de transición claro entre la punta
y la región lineal, que era el punto empleado antes para definir R1. La
ausencia de una transición definida puede explicar la escasa fiabilidad de los
terapeutas a la hora de juzgar la aparición de la resistencia al movimiento
pasivo (R1) (Latimer et al., 1996).
Petty et al. (2002) sugieren que R1 se debería mostrar en A dentro del
diagrama de movimiento (A es el punto de inicio del arco de movilidad). La
consecuencia sería poner en duda la precisión terapéutica basada en la
resistencia de los grados de movilización/manipulación (grados I-V), con
pérdida de los grados I y II y limitación de las definiciones a los grados III y
IV.
Tras considerar adecuadamente el caso presentado por Petty et al. (2002), los
autores de esta edición de Maitland’s Peripheral Manipulation han propuesto lo
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siguiente:
1. Conservar los grados I y II en el contexto de la redefinición de R1.
2. Redefinir la resistencia.
3. Representar los diagramas de movimiento.
Por tanto, los autores asumen que este replanteamiento puede influir sobre la
orientación futura de las investigaciones cualitativas y cuantitativas acerca de
los diagramas de movimiento, sobre todo en lo que respecta a la fiabilidad de
la definición por parte de los terapeutas de R1 y la calibración exacta de los
grados de movilización y manipulación durante el tratamiento.
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Redefinición de la resistencia
La resistencia (R1) en este contexto se podría redefinir como:
• R1 (suave): aparición de resistencia en el momento inmediato de comienzo
del movimiento. Mínima, incluso puede ser imperceptible.
• R1 (firme): aparición de resistencia debida a rigidez, porque las
articulaciones se comprimen entre ellas y se mueven, sensación normal de
dureza y suavidad final de una articulación normal, espasmo muscular
involuntario protector (S1 sería el término cualificador en este caso) o
mantenimiento voluntario.
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Dolor
P1
Lo primero que se debe establecer es si el paciente presenta algo de dolor y, si
fuera así, si existe en reposo o solo en movimiento. Para comenzar el ejercicio,
se asume que el paciente solo tiene dolor durante el movimiento.
El primer paso consiste en mover la articulación lentamente y con cuidado
en el arco que se está valorando, pidiendo al paciente que indique de forma
inmediata si percibe cualquier molestia. Se deberá registrar la posición en la
cual se percibe por vez primera.
El segundo paso es realizar varios movimientos oscilatorios pequeños en
distintas partes del arco libre de dolor, moverse de forma gradual hasta el
rango en el cual se percibe por vez primera dolor y establecer entonces la
posición exacta en la que se produjo la aparición del mismo. No existe riesgo
de exacerbación si:
• Se tiene cuidado suficiente.
• El explorador recuerda que se busca el primer momento de provocación de
dolor.
Este punto se llama P1 y se marca en la línea basal del diagrama (fig. A1.9).
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L (2 de 3) qué
El siguiente paso consiste en determinar cuál de los componentes impide o
inhibe el movimiento adicional. Como solo estamos comentando el dolor en
este estadio, se marca P2 en vertical por encima de L a nivel de calidad,
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L (3 de 3) cualificar
Tras haber tomado la decisión de detener el movimiento en L por haber
alcanzado la máxima «calidad o intensidad» del dolor y dibujar por ello el
punto P2 en la línea CD, se hace necesario cualificar lo que representa P2; si se
tratara de la intensidad del dolor que obliga a detener el movimiento en L, P2
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P1P2
El siguiente paso será representar el comportamiento del dolor durante el
movimiento entre P1 y P2. Si el dolor aumenta de forma regular con el
movimiento hasta llegar al arco doloroso, la línea que une P1 y P2 será una
línea recta (fig. A1.13). Sin embargo, puede que el dolor no aumente de forma
regular. El desarrollo puede ser irregular y generar un gráfico curvo o
angulado. Es posible que se perciba por vez primera el dolor en un cuarto del
arco, e inicialmente puede cambiar con rapidez, aunque posteriormente se
podría seguir el movimiento hasta el límite de tres cuartos de arco (fig.
A1.14).
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En otro ejemplo, es posible que el dolor se perciba por vez primera con un
arco de movilidad de un cuarto y siga a un nivel bajo hasta que, de repente,
cambie súbitamente, alcanzando P2 en los tres cuartos de movimiento (fig.
A1.15).
Los ejemplos que se han citado muestran un dolor que impide el arco de
movimiento articular completo, pero existen casos en los que nunca se
alcanza la intensidad limitante. La figura A1.15 es un ejemplo en que se
percibe escaso dolor a mitad del arco de movilidad, pero este apenas cambia
una vez superado este punto y sería posible alcanzar el extremo del arco
normal sin provocar nada similar a una limitación en el arco de movilidad
completo. Por tanto, no existe ningún punto L, y P’ (P’ indica P prima)
aparecerá en la línea vertical BD para indicar el significado relativo del dolor
en aquel punto (fig. A1.16). El uso matemático de «prima» en este contexto se
debe a que representa un «valor numérico que solo se tiene a sí mismo y a la
unidad como factores» (Concise Oxford Dictionary).
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R1
Al valorar la resistencia, la mejor forma de apreciar si el movimiento de la
articulación es libre consiste en apoyar y rodear la articulación con una mano,
mientras esta produce un movimiento oscilatorio hacia atrás y adelante
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L: dónde, L: qué
A continuación se lleva el movimiento hasta el límite del arco. Si la resistencia
limita el movimiento, se valora el arco de movilidad y se marca con una L en
la línea basal. En la vertical por encima de L, se dibuja R2 sobre CD para
indicar que es la resistencia la que limitó el arco de movilidad. R2 no indica
necesariamente que el fisioterapeuta no tenga fuerza suficiente como para
empujar con más fuerza, sino que representa la fuerza de la resistencia por
encima de la cual el fisioterapeuta no está dispuesto a empujar más. Pueden
existir factores, como la artritis reumatoide, que limiten la potencia
representada por R2 a moderadamente suave. Por tanto, igual que sucede con
P2, será preciso cualificar R2. Es preciso cualificar dos características si es
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suave (p. ej., R2 [IV–, RA]), la primera indica la potencia y la segunda indica el
motivo por el que hubo que detener el movimiento aunque la potencia era
débil (fig. A1.24). Cuando R2 indica una resistencia potente (p. ej., R2 [IV++]),
solo será preciso especificar la potencia (v. fig. A1.24).
R1R2
El siguiente paso será determinar la conducta de la resistencia entre R1 y L, es
decir, entre R1 y R2. El comportamiento de la resistencia entre R1 y R2 se valora
con movimientos hacia delante y atrás en el arco entre R1 y L, y se dibuja en el
diagrama la línea que refleja el comportamiento de la resistencia (fig. A1.25).
Igual que sucede con el dolor, el comportamiento de la resistencia puede
variar y se muestran ejemplos en la figura A1.25.
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S1
Para valorar este tipo de espasmo, se debe mover la articulación lentamente
hasta el punto en el cual se produce por vez primera el espasmo y este punto
se anota en la línea basal como S. Posteriormente se trata de ampliar el
movimiento. Si se alcanza la intensidad máxima antes del final del arco de
movimiento, el espasmo se convierte en un factor limitante.
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L: dónde, L: qué
El límite se registra como L en la línea basal y S2 se marca verticalmente por
encima en la línea CD. Igual que sucede con P2 y R2, S2 debe ser cualificado en
términos de potencia y calidad, por ejemplo S2 (IV–, muy agudo).
S1S2
Se dibuja el gráfico de comportamiento del espasmo entre S1 y S2 (fig. A1.29).
Cuando el espasmo muscular limita el arco, siempre se alcanza el máximo
con rapidez y por eso ocupa solo una pequeña parte del arco de movilidad.
Por tanto, siempre aparecerá como una línea prácticamente vertical (fig.
A1.29AB). En algunos casos con un trastorno articular menos grave, se puede
percibir un pequeño espasmo que aumenta ligeramente, pero nunca impide
el movimiento completo, justo antes del extremo del arco de movilidad (fig.
A1.29C).
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Modificación
Existe una modificación de la línea basal AB, que se puede emplear cuando el
arco de movimiento significativo que se desea mostrar representa solo, por
ejemplo, 10°, pero se encuentra a 50° de B. El diagrama de movimiento sería
como el representado en la figura A1.31 y, cuando se utiliza para mostrar un
movimiento, se debería recoger el arco entre «L» y «B».
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Representación de un diagrama de
movimiento
Este texto pone mucho énfasis en los tipos y los comportamientos del dolor
que aparecen con los distintos movimientos de las articulaciones patológicas.
El dolor tiene una importancia muy grande para el paciente y por eso se le
otorga un carácter prioritario en la exploración del movimiento articular. A
continuación se muestra cómo formular el diagrama. Al explorar la
articulación acromioclavicular (A/C) mediante presión posteroanterior sobre
la clavícula (por ejemplo), la rutina sería la siguiente.
Paso 1. P1
Se aplica una presión creciente suave de forma muy lenta sobre la clavícula
en dirección posteroanterior y se pide al paciente que diga cuándo percibe
por primera vez dolor. Se registra este punto en el arco y entonces el
fisioterapeuta alivia parte de la presión ejercida desde la clavícula y realiza
algunos movimientos oscilatorios, preguntando de nuevo al paciente si
percibe algún dolor. Si no es así, debería realizar oscilaciones ligeramente más
profundas dentro del arco. Por el contrario, si apareciera dolor, se debería
mantener el movimiento oscilatorio dentro del arco. Realizando estos
movimientos oscilatorios en distintas partes del arco de movilidad, será
posible identificar el punto en el cual el dolor se percibe por vez primera con
los movimientos y registrarlo en la basal del diagrama de movimiento como
P1 (fig. A1.33). La estimación de la posición en el arco de P1 se consigue mejor
mediante oscilaciones en lo que el fisioterapeuta considere una cuarta parte
del arco, posteriormente en un tercio del mismo y luego a la mitad. Esto
permite valorar de forma muy exacta P1. Por tanto, los dos pasos para valorar
P1 son:
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Paso 2. L: dónde
Tras identificar P1, el fisioterapeuta debería seguir dentro del arco con
movimientos posteroanteriores hasta alcanzar el límite del mismo. El
terapeuta identifica dónde está la posición en relación con el arco normal y la
registra en la línea basal como punto L (fig. A1.34).
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Paso 3. L: qué
El siguiente paso para las articulaciones hipomóviles será decidir por qué se
interrumpió el movimiento en el punto L. Esto implica que la articulación se
ha movilizado todo lo que el explorador quería, pero no ha alcanzado «B».
Tras decidir dónde se encuentra «L», el explorador tendrá que determinar el
motivo por el que se ha detenido allí; «qué» será lo que impidió al examinador
alcanzar «B». Asumamos, a los efectos de este ejemplo, que el movimiento
más allá de L fue impedido por resistencia física, libre de espasmo muscular.
La línea vertical por encima de L que se cruza con la proyección horizontal
CD se marca como R2 (fig. A1.35). Es preciso cualificar R2 usando palabras o
símbolos para indicar qué produjo la resistencia que impidió al explorador
distender más. Por ejemplo, el paciente puede presentar una artritis
reumatoide, y puede que el explorador no esté preparado para avanzar más
(v. fig. A1.24) o empujar con más fuerza que un grado IV (v. fig. A1.35).
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Paso 4. P’ y definida
A continuación el fisioterapeuta decide la calidad, naturaleza o intensidad del
dolor en el límite del arco de movilidad, algo que se puede estimar en
relación a dos valores:
1. Cómo se percibiría el máximo.
2. Cómo se percibiría la mitad de distancia (50%) entre la ausencia de dolor y
el dolor máximo.
Con este método resulta relativamente sencillo decidir la intensidad del
dolor, permitiendo de este modo al fisioterapeuta representar P’ en la vertical
por encima de L en su posición estimada de forma correcta (fig. A1.36).
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Paso 6. R1
Tras completar la representación del dolor, se debería valorar la resistencia.
Esto se consigue retrocediendo más en el arco que P1 donde se valorará
mediante movimientos oscilatorios aplicados y palpados de forma cuidadosa
la aparición o no de cualquier grado de resistencia. Se anota dónde comienza
y se marca en la línea basal AB como R1 (fig. A1.39).
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Paso 8. S1S’
Si durante la exploración no se percibe ningún espasmo muscular y el dolor
del paciente no resulta excesivo, el fisioterapeuta debería continuar los
movimientos posteroanteriores oscilatorios, pero realizarlos de una forma
más abrupta y rápida para determinar si se puede provocar algún espasmo.
Si no es así, no habrá nada que registrar en el diagrama de movimiento. Sin
embargo, si con los movimientos rápidos y más abruptos se consigue
provocar un tipo reflejo de espasmo muscular para proteger el movimiento,
esto se debería representar en el diagrama de movimiento de una forma que
indique la dificultad o facilidad para provocarlo (colocando una línea de
espasmo hacia A si resulta sencillo provocarlo o hacia B si es difícil). La
potencia del espasmo provocado se indica con la altura de la línea del
espasmo S1S’ (fig. A1.41).
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Tabla A1.1
Pasos que se adoptan para cumplimentar un diagrama de movimiento
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1. Medida entre L y B.
2. Medida entre R1 y L.
Saber que R1 a L equivale a 12° facilita ver que R1 es unos 7° antes de P1.
Como el aumento del espacio permite representar los elementos del
movimiento, resulta mucho más fácil demostrar el comportamiento.
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Paso 1. P1
El método es igual al descrito en el ejemplo 1; véase también figura A1.47.
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Paso 2. L: dónde
El método es igual al descrito en el ejemplo 1; véase también figura A1.48.
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Tratamiento
La hipermovilidad no es una contraindicación para la manipulación. La
mayor parte de los pacientes con articulaciones hipermóviles, que desarrollan
dolor en una de ellas, tienen una situación de hipomovilidad a nivel de la
misma. Por eso se tratan sobre la misma base empleada para tratar la
hipomovilidad. No marca ninguna diferencia si se encuentra que el límite (L)
del arco de movilidad en la exploración está más allá del extremo del arco
normal para la media (como sucede en el ejemplo anterior, en el que L está
más allá de B) o antes del mismo (L situado al lado de B). La demostración de
la hipomovilidad se valida valorando al final de un tratamiento con buenos
resultados.
939
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Bibliografía
Chesworth BM, MacDermid JC, Roth JH, et al. Movement diagram and ‘end-feel’ reliability when
measuring passive lateral rotation of the shoulder in patients with shoulder pathology. Phys Ther.
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Snow CP. Strangers and Brothers. London: Penguin Books; 1965:p67.
940
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Apéndice 2
941
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Hipermovilidad
Este ejemplo se incluye aquí para aclarar los errores de concepto existentes
sobre la hipermovilidad y la influencia directa que algunos autores y médicos
tienen en la limitación del tratamiento.
Si el movimiento (usando la misma articulación C3/4 empleada con AP en C3,
apéndice 1) fuera hipermóvil antes de volverse doloroso, el formato básico
del diagrama de movimiento se correspondería con el de la figura A2.1.
Paso 1. P1
El método es el mismo que en el ejemplo 1 (v. fig. A2.2).
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Paso 2. L: dónde
El método es el mismo que en el ejemplo 1 (v. fig. A2.3).
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Paso 4. Definir P’
(Fig. A2.5)
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Paso 6. R1
(Fig. A2.7)
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Tratamiento
La hipermovilidad no es una contraindicación para la manipulación. La
mayoría de los pacientes con articulaciones hipermóviles, que desarrollan
dolor en una de ellas, tienen una situación de hipomovilidad a nivel de la
misma. Por eso se tratan con las mismas bases empleadas en la
hipomovilidad. No se deben hacer diferencias en función de que el límite del
arco (L) se encuentre a la exploración más allá del extremo de los valores
normales promedio (como se muestra en el ejemplo anterior, en el que L está
por encima de B) o antes del mismo (L está al lado de B).
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Enfermedad de Scheuermann
Con frecuencia se pide a los fisioterapeutas manipulativos que traten a
pacientes con lumbalgia en relación con la rigidez ocasionada por una
enfermedad de Scheuermann antigua inactiva. El objetivo de la presentación
de esta serie de diagramas de movimiento es resaltar la característica
«sensación final» de las presiones centrales posteroanteriores en la columna
de Scheuermann.
Estos diagramas de movimiento solo representan el elemento de resistencia
(libre de espasmo muscular). Se asume que el pico de la cifosis característica
se localiza en L1 y que el paciente se sitúa en decúbito prono, lo que coloca a
la(s) principal(es) vértebra(s) afectada(s) en el límite del arco de extensión y
movimiento posteroanterior (punto A en la línea basal del diagrama) (fig.
A2.9).
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Apunte
Resulta sorprendente lo precisa que puede ser la valoración sobre los
pequeños cambios en la resistencia.
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Bibliografía
Evans DH. Accuracy of Palpation Skills. South Australian Institute of Technology; 1982.
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Apéndice 3
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Apunte
El objetivo de modificar el ángulo de inclinación y el punto de contacto es
identificar el movimiento que provoca los síntomas comparables a los que
sufre el paciente.
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FIGURA A3.4
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FIGURA A3.5
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Apunte
Los movimientos anteroposteriores en posiciones combinadas son útiles para
tratar de identificar el movimiento que provoca los síntomas del paciente.
Esto se puede utilizar posteriormente como técnica de tratamiento o como
progresión del mismo.
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FIGURA A3.7 Los mismos movimientos de la figura A3.6, con ligera flexión
lateral hacia la izquierda y rotación a la izquierda de la cabeza.
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Apunte
Dibujar los diagramas para las distintas direcciones del movimiento en un
paciente con un trastorno ayudará a determinar cuál de estas direcciones es
la que con más probabilidad puede resultar eficaz como técnica terapéutica.
Además, la reevaluación determinará la relación entre los signos y síntomas
del paciente y el diagrama del movimiento.
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Los tres diagramas de movimiento son distintos entre ellos y confirmar que
son distintos ayuda a determinar cuál emplear (si acaso alguno) como técnica
de tratamiento. Además, cuando se opta por uno y se tienen buenos
resultados, cabría esperar que los tres diagramas muestren el mismo tipo de
mejoría. Sin embargo, si dos de ellos mejoraran y el tercero no lo hiciera, o si
el paciente no sintiera que estaba mejorando, quizá se podría emplear el
diagrama de movimiento no cambiado como técnica de tratamiento.
Existe otro aspecto importante que se debe considerar. Además de los tres
diagramas mostrados, la rotación cervical hacia la derecha podría ser un
diagrama útil que sirviera como técnica terapéutica (fig. A3.10).
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Apéndice 4
Registro
Elly Hengeveld
Té r m inos cla ve
Registro, reevaluación, comentarios SOEP
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Introducción
La evaluación y el tratamiento exigen un registro por escrito en profundidad
que recoja los hallazgos y resultados de cada sesión. En condiciones ideales,
una documentación sistemática, consecuente y de fácil lectura (relectura) en
un corto plazo de tiempo dotaría al fisioterapeuta de un marco que le debería
guiar durante todo el proceso terapéutico. Los registros sistemáticos sirven
como recordatorio y medio de comunicación con otros profesionales. Apoyan
al fisioterapeuta en varios aspectos:
• Reflejan las decisiones adoptadas.
• Controlan las acciones emprendidas.
• Si fuera preciso, permiten una adaptación rápida del tratamiento a una
situación cambiante.
Por tanto, los registros escritos resultan clave en el proceso de control de
calidad permanente.
Se dice que muchos fisioterapeutas consideran la documentación de las
sesiones como un mal necesario. En consecuencia, muchos registros parecen
superficiales e incompletos (Cohen, 1997). Aunque es probable que el registro
no genere un montón de expectativas positivas durante el aprendizaje del
«arte de la fisioterapia», existen diversos motivos por los que un
fisioterapeuta se debería plantear el registro de las sesiones que realiza:
• Le sirve como sistema de recuerdo de lo que se ha hecho, pensado y
planificado.
• El registro sistemático sirve a los procesos de razonamiento clínico y
aprendizaje; trasladar los pensamientos a un papel fuerza a los terapeutas a
pensar de una forma más precisa y exacta y a ser conscientes de sus
propios procesos de razonamiento. Fomenta la reflexión y monitoriza las
decisiones adoptadas y las acciones emprendidas.
• Transcribir la esencia de los hallazgos de la exploración y el tratamiento a
un papel es una experiencia de aprendizaje útil. Fuerza a la persona a
identificar las cosas esenciales y registrarlas, dejando de lado la
información menos importante.
• Transcribir los pensamientos a un papel mediante el registro sistemático
ayuda a aclarar las ideas, dado que permite organizar la información y las
impresiones obtenidas.
• El registro de la información, las acciones y los pasos de planificación de los
pacientes apoyan el desarrollo de patrones clínicos en la memoria. Por
tanto, el registro puede ser una parte esencial dentro del desarrollo del
conocimiento derivado de la experiencia (Higgs y Titchen, 1995; Nonaka y
Takeuchi, 1995).
• En condiciones ideales, los registros deberían reflejar el sendero por el que
circula el proceso de evaluación y tratamiento.
• Los registros sistemáticos y exhaustivos acerca del paciente pueden ser la
base para el estudio de casos clínicos.
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Comentarios SOEP
El registro de las sesiones de tratamiento debe incluir información detallada,
pero al tiempo debe ser breve y realizar un resumen sencillo. Dentro de este
concepto, se han empleado los denominados comentarios SOEP (Weed, 1964;
Kirk, 1988). El acrónimo SOEP alude a las distintas partes del proceso de
evaluación:
1. Recogida de la información subjetiva.
2. Recogida de la información objetiva.
3. Realización de la evaluación.
4. Desarrollo y formulación de un plan.
No es obligatorio seguir estas recomendaciones y abreviaturas tal como se
recogen en esta obra; sin embargo, se debería determinar algún método para
ajustarse a los comentarios del paciente y el patrón de pensamiento del
terapeuta. Los elementos básicos de la regla SOEP pueden servir como
formato útil para seguir todos los pasos del proceso terapéutico de una forma
breve y exhaustiva.
Se ha planteado que el término «objetivo» de los comentarios SOEP resulta
algo sorprendente, dado que el fisioterapeuta evalúa la experiencia subjetiva
del paciente mientras realiza las pruebas de movimiento. Además, se afirma
que el fisioterapeuta como «instrumento de medida» prestará atención a los
aspectos de una prueba que le parezcan más relevantes en ese momento, lo
que puede condicionar que no exista una objetividad auténtica en las pruebas
realizadas (Grieve, 1988). Por eso se ha decidido sustituir el término
«exploración objetiva» por el de «exploración física» (EF).
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Asteriscos
Durante la exploración subjetiva, el paciente puede afirmar algunos datos
vinculados con la discapacidad, que pueden resultar parámetros útiles
durante las reevaluaciones. Estos deben ser resaltados inmediatamente en la
historia y se puede emplear un «asterisco».
Aunque no es obligatorio emplear asteriscos, puede acelerar todo el
proceso. Ahorran tiempo y sirven como recordatorios e indicadores de
hechos de gran importancia para la persona concreta. Identificar los
marcadores principales de la evaluación con un asterisco grande y evidente
no solo refuerza el compromiso, sino que también acelera, facilita, completa y
hace más valiosas las sesiones de reevaluación.
El uso de asteriscos tiene tanta utilidad para los parámetros de la
exploración física como para la exploración subjetiva. Además, se recomienda
el uso de los asteriscos de forma progresiva durante la exploración física en
lugar de hacerlo después de la misma. Este principio se debe aplicar también a
cada una de las sesiones posteriores.
En ocasiones parece que el término «asterisco» se ha convertido en una
jerga; sin embargo, esta no era la intención. Las personas que enseñan y
trabajan con este concepto pueden emplear con frecuencia el término
«asteriscos para la exploración subjetiva y física». Este término alude
fundamentalmente a la información obtenida de los parámetros de la
exploración física y subjetiva, que serán reevaluados de forma regular
durante todo el proceso terapéutico para monitorizar la progresión durante la
rehabilitación y los efectos del tratamiento (cuadro A4.1).
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Condiciones
Algunas personas pueden preferir otras formas de registro de la información.
Sin embargo, sea cual sea el método elegido, es necesario cumplir una serie
de condiciones. Los registros acerca de los pacientes deberían ser:
• Organizados.
• Claros.
• Exhaustivos.
• Sencillos de leer (releer).
• De escritura concisa, telegráfica.
• Homogéneos, consecuentes.
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Diagrama corporal
• Con frecuencia, tras establecer el problema fundamental del paciente y
recibir una información más general sobre la discapacidad percibida, se
aclaran y representan el área, la profundidad y la naturaleza, la cronología
y el comportamiento de los síntomas en un «diagrama corporal» (fig. A4.1).
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Apunte clínico
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Anamnesis
En ocasiones resulta difícil mantener un esquema global de toda la
información relacionada con la historia del problema del paciente y
monitorizar si se ha obtenido toda la información relevante. Esto puede
ocurrir, especialmente, en aquellas circunstancias en las que se ha producido
más de un episodio y el problema lleva recidivando muchos años.
Aunque no es obligatorio, el fisioterapeuta puede dibujar una línea
indicativa de la evolución temporal para mantener la idea de la anamnesis
actual y antigua (figs. A4.2 y A4.3 ).
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Tabla A4.1
Símbolos de registro
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Datos vertebrales reproducidos con la amable autorización de Maitland GD, Hengeveld E, Banks K &
English K. 2001. Maitland’s Vertebral Manipulation, 6th edn. Oxford: Butterworth-Heinemann.
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Movimientos activos
A la hora de registrar el arco y la calidad de un movimiento y la respuesta
sintomática al mismo, se debería desarrollar un patrón de registro y seguirlo
de forma estricta. Al hacerlo, será posible recordar más hechos, al tiempo que
se deja más tiempo para que los procesos mentales del terapeuta analicen
otros detalles. Los hallazgos en los movimientos activos pueden registrarse
de la siguiente forma:
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Movimientos pasivos
Con el movimiento pasivo se monitoriza el comportamiento del dolor, la
resistencia y las respuestas motoras (espasmos). El fisioterapeuta tiene interés
especial en conocer el comportamiento de estos componentes y la relación
entre ellos. Se trata de una técnica de exploración muy detallada y se puede
considerar parte del «arte de la fisioterapia manipulativa». Una forma muy
sencilla, aunque no obligatoria, sería dibujar un diagrama de movimiento,
como se indica en los apéndices 1-3. Los hallazgos anormales en el
comportamiento de P1 y P’ y R1 y R2, incluida la relación entre ellos, se
podrían registrar verbalmente.
Si determinados movimientos pasivos se clasifican como normales, se
podría utilizar el mismo método [(√), (√)] que para los movimientos activos.
Sin embargo, en presencia de cambios anormales importantes, este método
no se considera lo bastante exhaustivo.
Ejemplo:
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Ejemplos
• Movimiento pasivo:
Rx G/H supino
En: 150 °F (antes de P1)
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Ejemplo
• Advertido acerca de posible agravamiento; sin embargo, si la zona
disminuye de tamaño, puede ser un buen signo.
• Se debería observar y comparar:
– Por la mañana, al levantarse: ¿cambios en la rigidez?
– Trabajo en el jardín: ¿cambios respecto de la situación previa?
– Por la noche: ¿cambios en el patrón de sueño?
– ¿Efecto del ejercicio, si aparece dolor?
• Instrucciones (p. ej., ¿recuerda algo especial sobre su caída mientras
practicaba judo?).
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Evaluación retrospectiva
El registro de la evaluación retrospectiva debe destacar en relación con las
demás partes del tratamiento, porque es importante localizar la información
con facilidad cuando se revisa la evolución en sesiones posteriores. Esto tiene
especial importancia en pacientes con trastornos extensos y considerable
tratamiento. Para ser prácticos, se debe tener en consideración el tiempo,
aunque nunca a expensas del detalle y la precisión.
Dentro de la evaluación retrospectiva y en el registro por escrito se
deberían cumplir tres requisitos:
1. Destacar en relación con los demás datos (resaltarlo para que se visualice
con facilidad al revisar las notas).
2. Indicar en qué tiempo se hizo la comparación (p. ej., R× 5 frente a R× 1).
3. Enfatizar la información espontánea.
En las evaluaciones retrospectivas se deberían incluir las siguientes
comparaciones e información:
• Bienestar general en comparación con la situación hace cuatro sesiones.
• Síntomas comparados con, por ejemplo, cuatro sesiones antes (indicadores
de cambio conocidos: v. capítulo 5).
• Nivel de actividad comparativo.
• Efecto hasta el momento de las intervenciones (P/E y movimientos pasivos).
• Efecto de las instrucciones, recomendaciones y ejercicios hasta el momento.
• Aprendizaje del paciente hasta la fecha: ¿qué ha sido especialmente
importante para el paciente?
• Comparación de todos los parámetros importantes de la exploración física
en contraste con, por ejemplo, cuatro sesiones antes.
• ¿Qué intervenciones consiguieron resultados y cuáles fueron estos?
(Algunos hallazgos de la exploración física pueden mejorar más con
algunas intervenciones que con otras.)
• Objetivos de las siguientes fases del tratamiento (proceso de determinación
de objetivos en colaboración: redefinición o confirmación de los objetivos
pactados sobre el tratamiento, intervenciones y parámetros que se deberían
medir en caso de conseguirse los objetivos).
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Conclusión
Aunque el registro de los hallazgos de la exploración, las intervenciones y
resultados del tratamiento y la planificación regular pueden no ser la parte
más interesante del aprendizaje, se trata de un elemento esencial para la
calidad de todo el proceso terapéutico global. Monitoriza al fisioterapeuta
durante todo el proceso y permite adaptar con rapidez las intervenciones si
fuera preciso. Cuando los registros son precisos y sucintos, y pueden ser
interpretados de forma correcta por otra persona que los revise, se convierten
en una guía única para el autoaprendizaje, que puede ayudar a los
fisioterapeutas en su ganancia de pericia y en el mantenimiento de la misma.
995
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Bibliografía
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Therapists. Boston: Butterworth-Heinemann; 1997.
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Weed L. Medical records, medical education and patient care. Ir J Med Sci. 1964;6:271–282.
996
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Índice alfabético
Los números de página que van seguidos de una «f» hacen referencia a
figuras, los que van seguidos de una «t» se refieren a tablas y los que se
consignan con una «c» remiten a cuadros.
A
Aβ, fibras, 121, 122t
Aδ, fibras, 121, 122t
ABCDEFW, regla mnemotécnica, 390-391
abordaje, see tratamiento, y trastornos específicos
accidente cerebrovascular y manipulación cervical, 159
aceptación del paciente, 2
aclaración
exactitud, 28
exhaustividad, 28
importancia, 28
precisión, 28
ACTH, 129
actitud profesional, 86
actividad(es)
capacidades, 34, 93, 395
física, 381
movimiento pasivo en la promoción, 381-384
de la vida diaria
dolor
de cintura pélvica, 344t
lumbar, 233
ritmo, 388
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adrenalina, 128
afrontamiento, estrategias, 263c, 392
dolor de cintura pélvica, 343
«agitación superficial», 5
AINE, 234
dolor de cintura pélvica, 338t
alodinia, 125, 179, 186
amplitud
de movimiento
articulación sacroilíaca, 347
columna lumbar, 232
determinación, 409, 409f
de pensamiento, 47
anamnesis, 101-103
comunicación, see comunicación
exploración/valoración subjetiva, 42t, 96, 99-103
cintura pélvica, 341-344,
columna
cervical, 131, 131c
dorsal, 176-182, 184c
lumbar, 255-265
mantenimiento de registros, 437, 438f
preguntas, see preguntas
trastornos
de la columna lumbar, 263-265
sacroilíacos, 343-344
visita inicial, 42t, 96, 99-103, see also exploración física; exploración,
valoración subjetiva
ángulos funcionales, 383, 388
animales, respuesta a estímulos nocivos, 125
anomalías del movimiento
cadera, 331c
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manipulación, 369
espaciamiento, 371-372, 372f
movilidad/estabilidad pasivas, plano
AP, 360-361, 361f
craneocaudal, 361-362, 362f
movimientos accesorios, 358-362, 369, see also región sacroilíaca
asesoramiento, 84
aspectos psicosociales, 392c
valoración, 23
asteriscos, 434-435
uso, 435c
valoración, 268, 277
asunciones, 47, 93
causales, 48
paradigmáticas, 47
prescriptivas, 48
ATP, 122
autoconciencia, 46, see also metacognición
autoeficacia en el abordaje de la enfermedad crónica, escala de 6 puntos, 24t
autorreflexión, hojas de trabajo, 49
autotratamiento, estrategias, 109, 237-238, 386-390
columna
cervical, 162, 162f-163f
dorsal, 187c
B
Babinski, prueba, 134c
banderas amarillas, 95, 233, 391
bíceps femoral, 335
bloqueo(s)
de movimientos articulares, 306c, 414
nerviosos, 292
1000
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bradicinina, 122
Brookfield, Steven, 16
Buteyko, técnica, 129
C
C1-2 (columna cervical), see columna cervical, áreas C1-2
C2-3 (columna cervical), see columna cervical, áreas C2-3
C2-12 (columna dorsal), see columna dorsal, áreas C2-12
C3-4 (columna cervical), see columna cervical, áreas C3-4
C7-D3 (columna dorsal), see columna dorsal, áreas C7-D3
C7-D4 (columna dorsal), see columna dorsal, áreas C7-D4
cadera
aductores, 335
anomalías del movimiento, 331c
hipomovilidad, 38
movilización, 349f
movimiento activo, 348-349
prueba de diferenciación, 276c, 276f-277f, see also región sacroilíaca
cambio(s)
de contexto en la columna cervical, 128c, 153-155, 159
óseos en la columna dorsal, 197
capacidad(es)
definición, 47
expresivas
paralelismo, 91, 255
sesgo, 15-16, 92, see also comunicación
funcional, 380-401
de participación, 34, 395
profesional, conocimiento, 26
capacitación, 84
cara, inervación de músculos cutáneos, 137f
carga
1001
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1002
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1003
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observación, 133
planificación, 131-132
posiciones de prueba, 133
reevaluación, 133
sistema nervioso, 133-134, 134c
valoración funcional, 133
subjetiva, 131, 131c
extensión, 150, 159f
flexión, 142f-144f
MIVFP, 153-155
prueba rotatoria, 150
International Classification of Functioning, Disability and Health (ICF), 118
manipulación (grado V), 159-160
MIVAP, 152-153
MIVFP, 153-155
movilización, 123, 152-155
cambio de contexto, 153-155, 159
pasiva, 157, 158c, 158f
presión vertebral
anteroposterior, unilateral, 218-220, 219f
bilateral anteroposterior, 138f
posteroanterior, unilateral, 152c-153c, 152f
tratamiento, 157-158
palpación, 135-139
prueba de diferenciación, 164c-170c
presión vertebral
anteroposterior
bilateral, 138f
unilateral, 138f, 218-220, 219f
posteroanterior, unilateral, 152c-153c, 152f
razonamiento clínico aplicado, 118-119, 118f, 119c
rotación, 153c-155c, 153f-154f, 156f
1004
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
autotratamiento, 163f
síndromes clínicos
cefalea, 117, 175f
dolor cardíaco, 177f, 180f
lesiones de las raíces nerviosas, 117-118
trastorno asociado a latigazo cervical, see trastorno asociado a latigazo
cervical
síntomas en el hombro, 117,
tracción, 164c-170c
tratamiento, 155-160
autotratamiento, 162, 162f-163f
cambio de contexto, 159
educación sobre el dolor, 156-157
estudio de caso, 164c-170c
exposición gradual, 163, 163c
información/comunicación, 156
masaje, 162
movilización neural, 160-162, 160f
neurodinámica, 160-163
posición de prueba, 158-159
sensibilización central, 159
terapia manual, 159, see also columna lumbarcolumna dorsal,
y trastornos específicos
dorsal, 174-226
áreas
C2-12 movilización de costillas, 210, 211f
C7-D3, manipulación (grado V), 216
C7-D4
flexión, 198, 198f
flexión/extensión, 198-199, 199f
flexión lateral, 199, 199f
rotación, 199-200, 200f
1005
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
D1-12, 176
ramas primarias posteriores, 179f
D2-12, rotación a la derecha, 209-210, 210f-211f
D3-10, manipulación (grado V), 216-217, 217f
D4-11
D4-7, 178
flexión/extensión, 200
flexión lateral, 200-201, 201f
rotación, 201-202, 201f
D5-7, 189
concepto Maitland aplicado, 174-176, 175f
diagnóstico diferencial, 182
dolor presente, 190-191
estudios de caso, 178-182, 182f
exploración física, 190-202, 191c
cambios óseos y pruebas de posición, 197
demostración funcional de los síntomas, 191-192
flexión y extensión, 193-194, 195f
MIVAP, 197
observación, 190
rotación, 192-193, 192f-193f, 195f
exploración/valoración
subjetiva, 176-182, 184c
técnicas de tratamiento
EPR, 225, 225f
FRP/slump, 224-225, 224f
movilización articular esternocondral/costocondral anteroposterior,
225-226, 226f
presión vertebral unilateral cervical anteroposterior, 218-220, 219f
prueba de slump (posición contraída), 196, 220-224, see also columna
dorsal, movilización
extensión
1006
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1007
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1008
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
palpación, 273t-274t
rotación, 296c, 303f
L4-5, 258, 261
rotación, 304c
L5/S1
flexión/extensión, 295c-296c
flexión lateral, 297c
movimiento intervertebral, 295f
palpación, 273t-274t
rotación, 296c
dolor lumbar, see dolor, educación, dolor lumbar
estabilidad, disfunción, 265t-268t
estabilización, 254t
estenosis, 254t, 265t-268t
estudios de caso, 320
exploración física, 269-295, 273t-274t
demostración funcional, 273t-274t, 274-277, 275f
extensión, 295f-296f
flexión, 295f-296f
MIVAP, 273t-274t, 297
MIVFP, 273t-274t, 295, 295c-297c, 296f
observación, 272, 273t-274t
planificación, 269
precauciones, 269
pruebas
de conducción neurológica, 273t-274t, 278-288
neurodinámicas, 273t-274t, 288-292, 288t
trastorno motor, 273t-274t, 300
exploración/valoración subjetiva, 255-265
anamnesis, 263-265
comportamiento de los síntomas, 262
discapacidad percibida, 258,
1009
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1010
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
artrógeno, 313f-318f
miógeno, 310f-312f, 318f
neurógeno, 310f-315f, 318f
movilización/manipulación dorsal de lesiones discales, 189
palpación, 273t-274t, 292-295, 293f-295f
áreas D1/11-S1, 273t-274t
prueba de diferenciación, 276c, 276f-277f
sudoración, 251, 292-294
temperatura cutánea, 292-294, 363
planificación del tratamiento, 256f
presentación clínica, 265, 265t-268t
pruebas
activas, 273t-274t, 277-278
de slump (posición contraída), 290c, 290f-292f, 292
en decúbito lateral, 293c, 293f
reevaluación, 308c-309c
reglas de predicción clínica, 254t
rotación
énfasis neurodinámico, 305c, 305f
EPR, 305f
exploración física, 296c
técnica de movilización, 286c, 302c-303c
tracción, 318-319, 318f
tratamiento integrado, 307-309
valoración, 257, 308c-309c, see also columna cervical; columna dorsal,
y trastornos específicos
vertebral
cervical, see columna cervical
dorsal, see columna dorsal
lumbar, see columna lumbar
compensación, aspectos, 392c
complejo lumbopélvico-cadera, 331c, 345
1011
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1012
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
enfermedad, 395
fases del cambio, 396
síntomas, see síntomas, comportamiento
confianza, 2
incondicional, 90
en propias capacidades, 393
conocimiento(s), 25-26
basado en la experiencia o experiencial, 249-250
en materia de salud, 156
no proposicional, 26
personal, 26
proposicional, 26
consulta
bienvenida al paciente, 95-96, 98-99
evaluación y reflexión, 97
exploración/valoración, see exploración, valoración
final, 97
inicial, 42t, 96, 99-103, see also anamnesis; exploración física; exploración,
valoración subjetiva
contacto visual, 87
contenedores neurales, 160
continuidad del movimiento, teoría, 380-401
contraindicaciones
exploración física, 39-40
manipulación, 215-216
región sacroilíaca, 338t-340t
técnicas de tratamiento, 39-40
control motor
modelo de dolor lumbar, 242t
reentrenamiento, 367
costillas, movilización, 210, 211f
«creación del ingenio», técnica, 6
1013
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
D
D + 1, respuesta, 197
D1-12 (columna dorsal), see columna dorsal, áreas D1-12
D2-12 (columna dorsal), see columna dorsal, áreas D2-12
D3-10 (columna dorsal), see columna dorsal, áreas D3-10
D4-7 (columna dorsal), see columna dorsal, áreas D4-7
D4-11 (columna dorsal), see columna dorsal, áreas D4-11
D5-7 (columna dorsal), see columna dorsal, áreas D5-7
D10/11-S1 (columna lumbar), see columna lumbar, áreas D10/11-S1
Dallas, cuestionario del dolor, 232
1014
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1015
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
prematuro, 45
problemas, 3t, 52
«pared de ladrillo», 4t, 14-15
síntomas y signos, 3t, see also razonamiento clínico
diagramas de movimiento, 6, 404-422
ajustes de exploración, 428-432
arco
limitado un 50%, 419-420, 420f
de movimiento, 409, 409f
ayuda al aprendizaje/medios de comunicación, 407-408
compilación, 407, 407f, 415-419, 419t
conducta
de resistencia, 413, 413f-414f, 418f
con respecto al dolor, 87, 410-411, 410f-411f, 418, 418f
curva
carga-desplazamiento, 405f
fuerza-desplazamiento, 405f
descripción, 404-406
dolor, 408-411
ejemplos clínicos, 423-427
columna cervical espondilítica, 425-427
enfermedad de Scheuermann, 424-425
hipermovilidad, 416f, 417, 420-421, 423
espasmo muscular, 405f, 407, 413-415, 414f-415f, 419f
fiabilidad, 406
inicio del dolor, 408-409, 409f
intensidad del dolor, 409, 409f-410f, 417f
márgenes de error, 406f
modificados, 415, 416f, 419, 420f
movimientos pasivos, 440f
paciente con un trastorno, 431-432, 431f-432f
resistencia, 404-406, 405f
1016
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
terminación, 408f
diferenciación estructural, 141
discapacidad
modelo de dolor lumbar, 242t
percibida, 391
columna lumbar, 258
disco(s)
herniado, 3, 3t
trastornos de la columna cervical, 116
intervertebrales
curación, 307
degeneración, 124, 190t
hernia, 3, see also trastornos discógenos
discriminación
entre dos puntos, 127c, 134c
izquierda/derecha, 127c
disfunción arterial cervical, 150, 150c
dispositivo de sujeción cervical (halter), tracción dorsal, 184, 212f
dolor, 93, 156c
abdominal, 181f
actitudes y creencias, 392c
brazo, 188f
síntomas en la columna dorsal, 188f
cambios cerebrales, 127, 127c
cardíaco, 177f, 180f
ciático, 189
cintura
pélvica, see región sacroilíaca
torácica, 186f
codo, 185
comportamiento, 87
comprensión, 22-23
1017
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1018
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
latente, 36
lumbar, 175f, 228, 228c
afectación de carillas articulares, 265t-268t
asesoramiento a los pacientes, 233-234
clasificaciones, subgrupos y modelos, 240-244, 242t
conceptualización, 230-231
crónico, 265t-268t
derivación, 234
desmedicalización, 229-230
dominios de la CIF, 231, 232f, 239c-240c
función del fisioterapeuta, 234-244
generación/pruebas de hipótesis, 245-249
inespecífico (DLI), see dolor, educación, dolor lumbar
mecanismos nociceptivos, 265t-268t
modelo alternativo, 231c
multifactorial, 265t-268t
Paris Task Force, 228-229, 232-234, 238
presentación clínica, 265t-268t
razonamiento clínico, 244-255
reevaluación, 247c-248c
regla de predicción clínica, 243c
tratamiento, 230, 233-234
directrices, 235c
estabilización lumbar, 254t,
por fases, 240, 241t
terapia manual, 243c
valoración clínica, 231-233, see also columna lumbar
mecanismos, 35, 119c, 120-121
estímulo dominante, 121-123
marco de razonamiento, 120-121
nocicepción, see dolor nociceptivo
respuesta dominante, 127-131
1019
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1020
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
sistémico, 182t
somático, 182t
referido, 261-262, 261t
tipos, 261t
torácico, 175f
demostración funcional de los síntomas, 191-192
irradiante, 176, 181f
lado derecho, 176, 177f, 180f
tórax, see dolor torácico
visceral, 182t
zona lumbar, see dolor, educación, dolor lumbar
dorsal ancho, 334
E
edad del paciente, 42
trastornos de la columna
cervical, 116
lumbar, 254t, 265t-268t
educación
conciencia corporal, 111-112
diagramas de movimiento como ayuda en la enseñanza, 407-408
dolor, see dolor, educación
pacientes, 400-401
principios, 400-401
relación terapéutica, 85-86
eje simpático-neural, 128
ejercicios
columna
cervical, 125c, 162, 162f-163f
dorsal, 187c
cumplimiento, 94, 107, 399-400
dolor lumbar, 234, 241t
1021
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1022
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
escala(s)
de autoeficacia para enfermedades crónicas, 24t
de confianza percibida en la salud, 24t
de estrés percibido, 24t
escápula
dolor, 175f
seudoaleteo, 190
escoliosis, 182, 190
escucha, 2, 89-90
activa, 90
pasiva, 90
esguince costovertebral, 178f-180f
eslabones débiles, 252, 326
espaciamiento, manipulación de la articulación sacroilíaca, 371-372, 372f
espalda
arqueada, 272
plana, 272
espasmo muscular, 405f, 407, 413-415, 414f-415f, 419f
espina ilíaca anterosuperior (EIAS), 352f, 353
espondilitis anquilosante, 101, 254t
compresión excesiva, 367-368
inyecciones intraarticulares, 337t
estabilidad lumbopélvica, 333-336, 334f
establecimiento colaborativo de objetivos, 94-95, 105-107
estilo de vida, 381
estiramiento, técnicas, 160
nervio cubital, 161, 161f
estrés, respuesta, 129, 129c
estudios de caso
columna
cervical, 164c-170c
dorsal, 178-182, 182f
1023
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
lumbar, 320
región sacroilíaca, 372c-377c
evaluación, 48
evidencia clínica, 2-5, 4f
evitación del miedo, modelo, 118, 119c, 258
exploración
física, 6, 42t, 103-105, 394c
diagramas de movimiento, 428-432
mantenimiento de registros, 437
movimientos activos, see movimientos activos
palpación, see palpación
planificación, 97, 131-132, 269
precauciones/contraindicaciones, 39-40
transporte, 97, see also exploración, valoración subjetivapruebas, y
regiones específicas
neurológica a la cabecera del paciente, 134c
valoración subjetiva, 42t, 96, 99-103
categorías hipotéticas, 33-42, 34c
cintura pélvica, 341-344
columna
cervical, 131, 131c
dorsal, 176-182, 184c
lumbar, 255-265
mantenimiento de registros, 436-437
preguntas especiales, 344
exposición gradual guiada a la actividad, 393
extensión, columna
cervical, 150, 159f
dorsal
exploración física, 194
MIVFP, 198-202
lumbar
1024
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
F
factor(es)
contribuyentes, 39
de necrosis tumoral α, 122, 130
faja
pélvica, 338t
sacroilíaca, 367
familia, 392c
fascia
toracodorsal, 334
toracolumbar, 334
fase(s)
del cambio, 396, 397c
críticas, 95-98, 96f
bienvenida e información, 95-96, 98-99, see also comunicación;
exploración, valoración
fémur
rotación medial, 346, 374
transferencia de fuerzas, 332f
fibras C, 121, 122t
fisioterapeutas/fisioterapia
1025
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1026
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
sanguíneo, 124
FRP, see flexión de rodilla en prono (FRP)
fuerza-desplazamiento, curva, 405f
G
Gaenslen, prueba, 354, 354f
generador de dolor periférico, modelo de dolor lumbar, 242t
Gilmore, ingle, 185-186
glúteo
mayor, 334-335
medio, 335
menor, 335
grados de movimiento, 404-406
grupo
lateral de la cintura pélvica, 335
longitudinal de la cintura pélvica, 335
oblicuo
anterior de la cintura pélvica, 330, 335-336
posterior de la cintura pélvica, 334-335
H
«hacer que las cosas encajen», principio, 262-263
Health Evidence Network, 230
hiperalgesia, 125, 186
primaria, 123
secundaria, 123, 125
hiperestesia, 186
hipermovilidad
diagramas de movimiento, 416f, 417, 420-421, 423
tratamiento, 421, 423
hiperpatía, 125
hipersensibilidad, 117
1027
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
hipervigilancia, 21
hipomovilidad
articulación sacroilíaca, 330
cadera, 38
columna lumbar, 243c, 254t, 320-321
hipótesis
categorías, 33-42, 34c
capacidades
de actividad, 34
de participación, 34
factores contribuyentes, 39
interpretación de la información, 42
manejo y tratamiento, 40-41
mecanismos biopatológicos, 35-37
perspectivas del paciente, 34-35
pronóstico, 41-42
seguridad del paciente, 39-40
trastornos físicos, 37-39
generación/pruebas, 245-249
histamina, 122
hombros
amplitud de movimiento, 130c
pruebas neurodinámicas de la extremidad superior, 141, 141c, 166f
redondeados, 190
rotación lateral, 143f-144f
síntomas, 117, see also columna cervical
I
ICF, see International Classification of Functioning, Disability and Health (ICF)
ilíaco
movilización pasiva, 357-358, 357f-358f
movimientos oscilatorios, 358-360, 359f-360f
1028
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
posición
decúbito prono, 356-357, 357f
decúbito supino, 356, 356f
rotación, 357-358, 357f-358f
anterior, 369-370, 369f-370f
posterior, 370-371, 370f-371f
ilion
movilización, 376
posición anterior, 375
importancia, 28
impostura, 52
impulsos ectópicos, 124, 128-129
inclinación, 428-430, 429f
incontinencia
de esfuerzo, 335
urinaria, 335, 344
inestabilidad craneovertebral, 150, 151f
inflamación neurógena, 123
información
búsqueda, 95-96
interpretación, 42
ingle, dolor, 178f-180f, 185-186
derecha, 176
insuficiencia vertebrobasilar, 265
integridad de la exploración, 28
interacción, 83-84, 86-93
directiva, 107
fase
final, 89
inicial, 89
intermedia, 89
forma, 89-90, see also relación terapéutica
1029
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
K
Kessler, escala de sufrimiento fisiológico, 24t
Kuhn, Thomas, 15-16
L
L4-5 (columna lumbar), see columna lumbar, áreas L4-5
L5/S1 (columna lumbar), see columna lumbar, áreas L5/S1
lenguaje corporal, 87, 91
lesión
alta velocidad, 182
nervios periféricos, 124
plexo braquial, 117-118
raíz nerviosa cervical, 117-118, 121c
cambio de contexto, 128c, 153-155
exploración/valoración subjetiva, 131c
trastorno asociado a latigazo cervical, see trastorno asociado a latigazo
cervical
ligamento(s)
esguinces, 45
estiramiento intermitente, 5
prueba del ligamento
alar, 151f
1030
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
M
Maitland, concepto, 1-13, 15
columna dorsal, 174-176, 175f
malinterpretación
información no contributiva, 45
sensaciones corporales, 21, see also comunicación, errores
manipulación, 1-13, 382
articulación sacroilíaca, 369
espaciamiento, 371-372, 372f
columna
cervical, manipulación (grado V)
dorsal, see columna dorsal, manipulación (grado V)
lumbar, see columna lumbar, manipulación (grado V)
empuje a alta velocidad, 185
proceso terapéutico, 387f
mano
hormigueo, 188f
supinación pasiva, 7
mantenimiento de registros, 433-443
apunte clínico, 436
asteriscos, 268, 277, 434-435, 435c
comentarios SOEP, 434
comportamiento de los síntomas, 436-437
exploración física, 437
exploración/valoración subjetiva, 436-437
información, instrucciones, ejercicios y advertencias, 441-442
1031
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1032
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1033
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1034
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
cadera, 348-349
columna lumbar, 273t-274t, 277-278
mantenimiento de registros, 440
promoción, 381-384
tronco, 345c, 347-348, see also movimiento activo
bloqueo de movimientos articulares, 306c, 414
combinado, pruebas, 430, 430f-431f
columna dorsal, 194-195, 194f-195f
criterios de movilidad, 232-233
fisiológicos
accesorios, see movimientos accesorios
activos, see movimiento activo, see also MIVFP
grados, 404-406
intervertebrales, 295f
accesorios pasivos, see MIVAP
fisiológicos pasivos, see MIVFP
longitudinales, 438t-439t
columna dorsal, 217
optimización de la capacidad, 238
oscilatorios, 5
ilíaco, 358-360, 359f-360f
sacro, 358-360, 359f-360f
pasivo, 1-13, 408
articulación sacroilíaca, plano
AP, 360-361, 361f
creaneocaudal, 361-362, 362f
columna
cervical
tratamiento, 157, 158c, 158f
valoración, 152-153
dorsal, 189-202
EPR, see elevación de la pierna recta (EPR)
1035
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
función, 381-384
lesiones discales de la columna lumbar, 189
mantenimiento de registros, 440, 440f
mecanismos subyacentes, 384
MIVFP, see MIVFP
prueba de slump (posición contraída), see slump (posición contraída),
prueba
región sacroilíaca, 357-358
ilíaco, 357-358, 357f-358f
patrones habituales, 388
posteroanterior
sagital, 429f
posiciones combinadas, 430, 430f-431f
vertebral de la columna lumbar, 298f
pruebas de movimientos combinados, 430, 430f-431f
columna dorsal, 194-195, 194f-195f, see also movilización, y áreas
específicas
multífidos, 363, 363c
lumbosacros, 333c
valoración, 364
músculo(s)
del diafragma, 363
valoración, 364-365
oblicuo
externo, 334
interno, 334, 335
peroneos, 335
suelo pélvico, 333c, 363, 363c
valoración, 364
N
nervio(s)
auditivo, 137f
1036
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1037
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
radial
palpación, 140f
PNES, 147f
técnica de deslizamiento, 162f
sensitivo, palpación, 140f
neurofirma, 126-128
neuromatriz
modelo, 119c, 126
del propio cuerpo, 36
neuronas
espejo, 127
flujo axoplásmico, 125, 125f
impulsos ectópicos, 124, 128-129
nociceptivas, 121, 122t
activación, 121
localización, 121
segundo orden, 122
sensibilidad, 124, see also nervios específicos
nocicepción
inflamatoria, 122-123
contribuciones neurógenas, 123
isquémica, 122
mecánica, 122
nocirreceptores, 121-123
noradrenalina, 128
Nottingham, perfil de salud, 232
O
objetivos, establecimiento, 383, 395-396
obstáculos para la recuperación, 390-395
confianza en las propias capacidades, 393
creencias y expectativas, 391-393
1038
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
P
P4, prueba, 340, 353, 353f
pacientes
aspectos psicosociales, 392c
capacidades
de actividad, 34
de participación, 34
compromiso del terapeuta, 2
confianza, 175
en las propias capacidades, 393
conocimiento en materia de salud, 156
cumplimiento, 396-400
educación, 400-401
efecto de las preguntas, 31-32
entorno social, 395
percepción de control, 236-238
perspectivas sobre la experiencia, 23, 34-35
presentación, 87
1039
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
proceso de razonamiento, 21
registros por escrito, 443,
PainDETECT, cuestionario, 125
palabras/frases clave, 92
palpación, 7, 97, 105
columna
cervical, 135-139
prueba de diferenciación, 164c-170c
raíces nerviosas, 136-139
dorsal, 196-198
lumbar, 273t-274t, 292-295, 293f-295f
áreas
D1/11-S1, 273t-274t
L5/S1, 273t-274t
prueba de diferenciación, 276c, 276f-277f
sudoración, 251, 292-294
temperatura cutánea, 292-294, 363
dolor neuropático, 135
inclinación y puntos de contacto, 428-430, 429f
nervio(s)
de cabeza, cuello y brazo, 135-139, see also nervios específicos
frontal (supraorbitario), 136f-137f
mandibular, 136f-137f
maxilar, 136f-137f
mediano, 139f-140f
occipital, 136c
periféricos, 134-139
dolor neuropático, 135
respuesta, 135
plexo braquial, 136-139
prueba de diferenciación, columna
cervical, 164c-170c
1040
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1041
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
piernas
dolor, 265t-268t
rigidez, 258
placebo, efecto, 84
planificación
exploración física, 97, 131-132, 269
tratamiento, 97, 105-107, 256f
plexo braquial
lesión, 117-118
palpación, 136-139
pruebas neurodinámicas, 141
PNES, see extremidad superior, pruebas neurodinámicas
postura, 346, 347f
antiálgica, 123, 133, 140-141, 165, 168, 272, 346
práctica
basada en la evidencia (PBE), 15-16, 47
definición, 340
dolor de cintura pélvica, 340-341, see also razonamiento clínico
clínica, 28-32
experta, 17-18
reflexiva, 255
sensible, 395
precisión, aclaración, 28
preguntas, 93, 99, 111-112, 389t
abiertas, 90
alternativas, 90
cerradas, 90
cuestionamiento socrático, 17, 27-28, 29c-30c, 32c
de detección selectiva, 24t, 28-31, 45
columna lumbar, 265
efecto en el paciente, 31
especiales, 344
1042
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
objetivo, 93
práctica clínica, 28-32
razonamiento crítico/aprendizaje, 27-28
de respuesta inmediata, 91-92, 99
semiabiertas, 90
sugestivas, 90
preocupación por los pacientes, 2
presión costovertebral unilateral posteroanterior, columna dorsal, 207-209,
208f-209f
presión
intervertebral
posteroanterior
rotatoria, 204-205, 204f
unilateral, see presión vertebral posteroanterior, unilateral
transversal, 205-206, 206f
vertebral
anteroposterior
bilateral, columna
cervical, 138f
dorsal, 219f
central, columna lumbar, 300f
unilateral, columna
cervical, 138f, 218-220, 219f
dorsal, 218-220, 219f
posteroanterior
central, columna
dorsal, 202-204, 203f
lumbar, 298f-299f
unilateral, columna
cervical, 152c-153c, 152f
dorsal, 206-207, 207f
lumbar, 298f
1043
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
transversal, columna
lumbar, 299f
dorsal, 205-206, 206f
unilateral anteroposterior cervical, 218-220, 219f
procesamiento central, 36
proceso(s)
orientados a hipótesis, 19-25
terapéutico, 385f
pronóstico, 41-42, 250-255, 252t
provocación de dolor, pruebas, 352-355
compresión, 354, 354f
de empuje del sacro, 354, 355f
de Gaenslen, 354, 354f
del ligamento SI dorsal largo, 355, 355f
palpación de la sínfisis púbica, 355, 355f
de Patrick (o Faber), 355, 355f
pélvico posterior (prueba P4), 340, 353, 353f
tracción, 354, 354f
prueba(s)
de Babinski, 134c
de carga sobre una pierna con flexión de cadera, 333c
cierre
de forma, 362-363
de fuerza, 363-365
de la cigüeña, 333c, 350-351, 350f-351f
columna cervical, 133, 158-159
de conducción neurológica, 273t-274t, 278-288
de cuadrante, 283f
de demostración funcional, see demostración funcional, pruebas
de diferenciación, 7
columna
cervical, 164c-170c
1044
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
dorsal, 197-198
lumbar, 276c, 276f-277f
de empuje del sacro, 354, 355f
del ligamento
alar, 151f
SI dorsal largo, 355, 355f
movimiento(s)
accesorios, 7, 105
combinado, 430, 430f-431f
columna dorsal, 194-195, 194f-195f
de compresión, 195-196, 196f
muscular manual, 134c,
neurodinámicas, 138c, 139-141
columna
cervical, 141, 141c
lumbar, 270c-271c, 273t-274t, 288-292
diferenciación estructural, 141
extremidad superior, see extremidad superior, pruebas neurodinámicas
posición inicial, 141, 149f
respuestas, 140-141, see also nervios específicos
pasivas
columna lumbar, 295
región sacroilíaca, 345c, 356
de percusión, 196
posicionales
columna dorsal, 197
región sacroilíaca, 356-357
ilíacos, decúbito
prono, 356-357, 357f
supino, 356, 356f
sacro en decúbito prono, 357, 357f
tubérculos púbicos, 356
1045
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
Q
Quebec, escala de discapacidad por dolor de espalda, 232
R
radiculopatía, 118, 261t
raíces nerviosas cervicales
lesiones, 117-118, 121c
cambio de contexto, 128c, 153-155
exploración subjetiva, 131c
palpación, 136-139
razonamiento
anterógrado, 43
clínico, 14-52, 53f-71f
aprendizaje, 46-52
cognición/metacognición, 26-27
columna cervical, 118-119, 118f, 119c
complejidad, 44-45, 44f
conocimiento, 25-26
definición, 15
dolor
de cintura pélvica, 337-341, 338t-340t
1046
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
lumbar, 244-255
errores, 45-46
estrategias, 33
facilitación, 48-49
modelo de la pared de ladrillo, see “pared de ladrillo», modelo
paradigma biopsicosocial, 15, 18-19
práctica
basada en la evidencia, 15-16
experta, 17-18
proceso(s)
colaborativo, 25
orientados en hipótesis, 19-25
razonamiento crítico, 16-17
teoría, 48
colaborativo, 19-25, 20f, 33
fisioterapeutas, 19-21
pacientes, 21
perspectivas de salud, 21-25
condicional, 341
crítico, 16-17
preguntas, 27-28
diagnóstico, 32
ético, 33
hipotético-deductivo, 20, 51
interactivo, 33, 341
narrativo, 32, 341
errores, 45-46
predictivo, 33
procedimental, 33, 341
reconocimiento de patrones, 43-44
diarios de patrones clínicos, 49
errores, 45-46
1047
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1048
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1049
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1050
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
S
sacro, 332
movimientos oscilatorios, 358-360, 359f-360f
posición en decúbito prono, 357, 357f
Scheuermann, enfermedad, 182, 424-425
segundas opiniones, 52
obstáculos para la recuperación, 393-394
Semmes-Weinstein, monofilamentos, 134c
sensibilización central
cefalea, 126c
columna cervical, 125-126, 130, 159
señales de alarma, 40, 390
1051
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1052
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
sistema(s)
corporales, valoración, 391c
endocrino, 129
inmunitario, 129-130
motor, 130, 130c
muscular local, cintura pélvica, 333-336
nervioso
exploración, 133-134, 134c
parasimpático, 129
simpático, 128-129
slump (posición contraída)
prueba, 6
columna
dorsal, 186, 196, 220-224
lumbar, 290c, 290f-292f, 292
lesiones de discos lumbares, 189
sentado con piernas estiradas con énfasis en el simpático, see SSPES
SOEP, comentarios, 434
sobrepresión, columna
dorsal, 193f-194f, 221f
lumbar, 277, 278c-279c, 278f-279f, 281c-282c
«sopa inflamatoria», 122
SSPES, 176
Stacey, acuerdo, 44, 44f
sudoración, palpación, 196
T
tacto, 383, see also manipulación; palpación; movimientos pasivos
Tampa, escala de cinesiofobia, 24t
técnicas, 5-6
artrógena, 305
Buteyko, 129
1053
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
comunicación, 90-92
creación del ingenio, 6
deslizamiento, 160
flexión de codo, 161f
lateral cervical, 157, 158f, 168f
nervio
ciático, 306c
mediano, 160-161, 160f
radial, 162f
posición de brazo en cabestrillo, 168f
grados de movimiento, 404-406
manipulación, see manipulación
movilización, see movilización
neurodinámica, see movilización neurodinámica, columna
registros, see mantenimiento de registros
tratamiento, 5-6
utilidad, 10-11, see also tratamiento y regiones específicas
tejidos blandos
cambios, 7
columna
cervical, 166
dorsal, 196-197
exploración por palpación
columna lumbar, 292, 294, 295f
región sacroilíaca, 363
distensibilidad, 408
temperatura(s)
extremas, 121
palpación, 196, 292, 363
tensor de la fascia lata, 335
teorías implícitas de la enfermedad, 22
terapeutas, see fisioterapeutas/fisioterapia
1054
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1055
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
artrógeno, 315f-318f
neurógeno, 310f-312f, 318f
motor, 273t-274t, 300
neurógeno con trastorno
artrógeno, 313f-315f, 318f
miógeno, 310f-312f, 318f
tratamiento, 5-6, 33, 40-41
cognitivo-conductual, 237-238, 270c-271c, 380
consulta, 86
enfoque unidimensional, 386f
ejemplos
columna
cervical, 155-160, 164c-170c
dorsal, 178-182, 182f
lumbar, 230, 233-234, 235c, 320
estudios de caso, 164c-170c
región sacroilíaca, 372c-377c
estrategias de autotratamiento, see autotratamiento, estrategias
fallido, 52
fracaso, 52
mantenimiento de registros, 441
objetivos, 236-244
aspectos psicosociales, 238-240
optimización de la capacidad de movimiento, 238
percepción de control, 236-238
planificación, 97, 105-107
precauciones/contraindicaciones, 39-40
sesiones, see valoración, see also consulta, y áreas y trastornos específicos
técnicas, see técnicas
terapia cognitivo-conductual, 237-238, 270c-271c, 380
valoración de los efectos, 9
traumatismo, see lesión
1056
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
V
valoración, 7-12
analítica, 8, 26, 98, 113
asteriscos, 268, 277
columna
cervical, 133
lumbar, 231-233, 308c-309c
conducta de resistencia, 413, 413f-414f, 418f
dolor, see dolor
efectos del tratamiento, 9
valoración final, 11-12
escucha, see escucha
exploración inicial, 42t, 96, 99-103
final, 11-12
funcional, 133
músculos
del diafragma, 364-365
del suelo pélvico, 364
pretratamiento, 8-10
previa al tratamiento, 8-10
progresiva, 11
prospectiva, 308c-309c
1057
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
W
World Confederation of Physical Therapy, 83-85, 380-381
1058
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
Index
Portada 2
Índice de capítulos 4
Página de créditos 8
Colaboradores 10
BiografÍa 11
Prefacio 18
Agradecimientos 22
In memoriam: Kevin Banks (1959-2012) 23
Glosario 25
1: El concepto Maitland: valoración, exploración y tratamiento
41
de los trastornos del movimiento mediante el movimiento pasivo
Compromiso personal con el paciente 43
Un modo de pensar: primacía de la evidencia clínica 45
Técnicas 50
Exploración 53
Valoración 56
Conclusiones 64
2: Razonamiento clínico: más allá del concepto Maitland 68
Introducción 70
Razonamiento clínico y práctica basada en la evidencia 72
Pensamiento crítico y razonamiento clínico 74
Importancia del razonamiento clínico experto para la práctica experta 77
Razonamiento clínico y el modelo biopsicosocial de salud y discapacidad 79
Razonamiento clínico como proceso orientado por hipótesis y colaborativo 82
Razonamiento clínico y conocimiento 92
Razonamiento clínico y conocimiento/metacognición 94
Interrogatorio experto, importante para el pensamiento y el aprendizaje
96
críticos
Interrogatorio experto, importante para la práctica clínica 101
Facilitación de la aplicación de la práctica biopsicosocial: estrategias de
106
razonamiento clínico y categorías de las hipótesis
Categorías hipotéticas 109
Reconocimiento de patrones 127
Complejidad del razonamiento clínico 129
1059
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1060
ERRNVPHGLFRVRUJ
ERRNVPHGLFRVRUJ
1061
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