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ULRICH MÜCKE. LA HISTORIOGRAFÍA SOBRE EL PERÚ DECIMONÓNICO.

DEBATES PRINCIPALES Y
PUBLICACIONES RECIENTES.

El siglo XIX es un siglo problemático para la historiografía y la conciencia nacional peruana. Es el


siglo en el cual se consiguió la independencia de España y se construyeron los fundamentos del
Estado-nación, es decir, del Perú actual. La república liberal nació al igual que la libertad individual,
tanto política como económicamente. Sin embargo, generalmente el siglo XIX no es considerado
una época gloriosa de la historia nacional. Al contrario, se critica que no había verdadera
independencia ya que el país dependía totalmente del extranjero debido a sus estrechos vínculos
económicos con países europeos, sobre todo. La republica liberal, se supone, no existió en
realidad porque la sociedad peruana mantenía muchas estructuras del sistema colonial. Por eso,
se distingue entre un Perú oficial y un Perú profundo. Mientras que el primero sólo existía en
discursos y leyes, el segundo era el Perú real cuya historia habría que estudiar. Este artículo
resume debates principales sobre la historia del Perú decimonónico que se llevaron a cabo en los
últimos treinta años [1]. En algunos casos estos debates trascendieron el ámbito puramente
académico y se discutió el carácter mismo de la nación peruana. Por eso, las interpretaciones
actuales del siglo XIX son en gran parte fruto de la producción historiográfica (no sólo de
historiadores) de las últimas décadas. A partir de estas interpretaciones, el artículo analizará unos
libros publicados entre 1996 y 1998. Naturalmente, estos libros no constituyen la totalidad de la
producción historiográfica sobre el Perú decimonónico, pero sí proporcionan una buena idea
sobre los cambios y continuidades en el discursos historiográfico en la segunda mitad de los años
noventa. 1. La nueva historia a partir de los años setenta El mundo académico peruano vivió
profundos cambios a fines de los años sesenta y principios de los setenta. El número de
estudiantes se incrementó vertiginosamente, lo que permitió el ingreso en la universidad a hijos
de familias con ingresos modestos. Al mismo tiempo, en humanidades se experimentó un cambio
de paradigmas de tal grado que en la historiografía se habló de la nueva historia del Perú
subrayando que esta historia era completamente diferente de la se había estudiado y enseñado
hasta entonces [2]. Si uno quisiera fijar un año preciso para el comienzo de la nueva historia, se
podría proponer 1971. Se celebró el sesquicentenario de la declaración de independencia, y entre
los muchos discursos había uno de Heraclio Bonilla y Karen Spalding, el cual no celebró a los
héroes de la independencia sino que sostuvo la tesis de que las élites criollas peruanas no habían
deseado la independencia, que fue conseguida en el Perú por ejércitos foráneos y con el apoyo de
Inglaterra[3]. En el Perú, esta tesis fue interpretada como traición a la patria. Incluso se propuso
despojar a Bonilla de su nacionalidad porque su interpretación de la independencia contribuía «a
distorsionar las bases en que reposan los hechos históricos de un pueblo, la fuerza espiritual, la fe
en sus prohombres y en sus instituciones»[4]. Sin embargo, también había críticas más lúcidas.
Scarlett O’Phelan, por ejemplo, sostuvo que había una conexión entre las rebeliones de fines del
siglo XVIII y la independencia, y que sectores criollos y mestizos buscaban una alternativa al
gobierno español desde la época de las reformas borbónicas para finalmente aprovecharse de la
coyuntura favorable a principios del siglo XIX[5]. El debate sobre la «independencia concedida»
puso sobre la mesa, en primer lugar, la cuestión de si las élites políticas y sociales habían preferido
la dependencia colonial al Estado nacional. En segundo lugar, hizo surgir un problema de
cronología política: ¿cuándo empezaron las luchas independentistas? ¿En 1780, con la rebelión de
Túpac Amaru, o incluso anteriormente con otras rebeliones? ¿O empezó la independencia con la
llegada de José de San Martín en 1820? En el primer caso, se podría hablar de un largo siglo XIX
que comienza en las últimas décadas del XVIII, mientras que en el segundo se trataría de un corto
siglo XIX prorrogándose la época colonial hasta los años veinte del nuevo siglo. Obviamente, la
tesis de Bonilla y Spalding fue inspirada por la teoría de la dependencia. Se pensó que los peruanos
ni siquiera eran responsables de su propia independencia. Pero la influencia de la teoría de la
dependencia fue mucho más allá. Todo el desarrollo económico del siglo XIX fue interpretado
como consecuencia de las relaciones mercantiles con el extranjero[6]. De ahí, se pensó, había
surgido una situación neocolonial que se parecía mucho a la del XVIII. En uno de los libros más
importantes de las ciencias sociales peruanas, Julio Cotler sostuvo que «no ha existido un corte
histórico desde el siglo XVI que haya significado un momento nuevo y diferente en su formación
social [del Perú, U.M.]»[7]. Cotler hizo de los peruanos un pueblo sin historia. La historiografía
dependentista en el Perú se basaba en un número muy reducido de estudios empíricos. El tema
más investigado fue la exportación del guano entre 1840 y 1879. Se sostuvo que tal exportación
había producido una economía de enclave sin ningún impacto sobre el resto de la economía
nacional y que la riqueza generada por el guano no hizo surgir una burguesía emprendedora sino
una burguesía «rentista y parasitaria» que no estaba interesada en el desarrollo del país[8].
Aunque la teoría de la dependencia tuvo mucha influencia en la nueva historiografía, nunca la
dominó por completo. El interés en la historia de los campesinos indígenas y en la de las diferentes
regiones del Perú supuso un contrapeso, ya que estos estudios se realizaron con la idea de que los
campesinos y las diferentes regiones andinas tenían su propia historia que no era un simple
apéndice de historias extranjeras. No se trataba simplemente de escribir, sino de devolver la
historia a grupos sociales-étnicos que habían quedado marginados por la historiografía. Por eso se
rechazó la teoría de la dependencia, ya que según ella, la historia de estos grupos era totalmente
dependiente de países europeos y norteamericanos. El auge de los estudios regionales se dio en
los años ochenta. En estos años, se estudiaron dos regiones principalmente: la sierra sur y la sierra
central[9]. En el sur andino, los ciclos de la economía regional dependían, en gran medida, de la
exportación de las lanas y las fibras de los camélidos andinos. Su precio en el mercado exterior
tuvo muchas veces más importancia para la región que los sucesos en el centro o norte del país. La
segunda región bastante estudiada es la sierra central, es decir, el valle del Mantaro con sus tierras
fecundas, los centros mineros más al norte y la vertiente oriental de los Andes. La historia de esta
región se diferenció en varios aspectos de la de otras regiones. Los ciclos económicos seguían un
ritmo propio y la región fue mucho más independiente de la demanda exterior que el sur andino o
la costa. A diferencia de otras regiones, existían un importante mercado interno, un conjunto de
ciudades medianas y una fracción importante de comerciantes-mineros-terratenientes con un
espíritu empresarial, los cuales invertían sus ganancias dentro de la región. Finalmente, la
estructura social también se diferenciaba del sur y de la costa. No había grandes haciendas en las
zonas de tierras más fecundas, dominando un campesinado libre organizado en comunidades. En
los últimos treinta años, se produjeron muchos estudios sobre la costa[10]. Sin embargo, la costa
no se articuló como una región ya que el desarrollo de los diferentes valles estaba tan relacionado
con factores externos (andinos o extranjeros) como con el desarrollo de otros valles costeños. El
estudio de las regiones andinas venía unido con un mayor interés por los indios-campesinos. Se
estudiaba su posición social, su rol en las economías locales, etc.[11]. El debate más importante se
llevó a cabo acerca de la participación y conciencia políticas de los indios-campesinos. La discusión
surgió a raíz del centenario de la guerra con Chile discutiendo el carácter de las luchas en la sierra
central. Ahí se había desarrollado una tenaz resistencia contra el ejército invasor basada
principalmente en el campesinado libre de la región. Al final de la guerra, una parte del
campesinado empezó a enfrentarse a grupos terratenientes de la zona. La primera interpretación
de estos enfrentamientos afirmó que las tensiones étnicas en la sociedad peruana habían jugado
un rol más importante que la solidaridad nacional, llevando a enfrentamientos entre diferentes
grupos étnicos (negros contra chinos en la costa, indios contra criollos en la sierra), lo que dejó en
segundo plano la lucha contra el ejército invasor. Como la burguesía peruana no había formado un
Estado-nación, el campesinado no tenía conciencia nacional sino étnica[12]. Otros historiadores
sostuvieron que, al contrario, los indios-campesinos fueron el grupo social que con más ímpetu
defendió la patria. Según esta interpretación, el enfrentamiento entre campesinos y hacendados a
finales de la guerra se debió a la traición de los terratenientes que habían empezado a colaborar
con el enemigo chileno. De ahí, los campesinos defendieron la causa nacional al castigar a
terratenientes colaboradores [13]. La cuestión principal del debate tenía mucho que ver con el
debate sobre la independencia: ¿había grupos sociales comprometidos con un proyecto nacional?
Bonilla y otros autores dependentistas dijeron no a esta pregunta: al principio del siglo XIX, la
mayoría de los criollos no apoyaron la independencia, y los enfrentamientos entre campesinos y
terratenientes en la sierra central durante y después de la ocupación chilena no formaron parte de
una guerra nacional, sino de un conflicto étnico-social. Otros contestaron sí a la pregunta diciendo
que la independencia y los conflictos entre indios-campesinos y terratenientes en los años ochenta
fueron consecuencia de una conciencia nacional existente. Si el Perú en el siglo XIX fue
simplemente un territorio habitado o una nación en vía de construcción, esta pregunta quedó sin
respuesta definitiva. El mayor interés por los indios-campesinos y las regiones andinas significó un
giro importante en la historiografía. Tanto la historiografía tradicional como la dependentista
habían prestado muy poca atención a los indios-campesinos. Mientras que en la historiografía
tradicional sobre la República, campesinos pobres quechua hablantes simplemente no se tomaban
en cuenta, para los nuevos modernizadores, el rol del campesinado se limitaba a sufrir los efectos
de la modernización. Se negaba cualquier valor a la cultura indígena. Ella no aportaba nada a la
nación peruana sino que estaba condenada a desaparecer. Ya no iba a haber indios sino
campesinos [14]. En contra de este modelo histórico e influido por la historia de las mentalidades
francesa, surgió el concepto de la «utopía andina»[15]. Según éste, la utopía andina es una
creación colectiva elaborada a partir del siglo XVI. Es la utopía de una reversión de la dominación
colonial. Como tal no es un pensamiento prehispánico sino más bien una mezcla de aspectos del
imaginario europeo -como por ejemplo la utopía- y elementos pre-hispánicos. Se ha intentado
demostrar que esta utopía ha sobrevivido hasta hoy desarrollándose y cambiándose en el
transcurso de los siglos. Obviamente ya no se trata de una dominación colonial-española sino de
otras formas de dominación. La utopía andina es también una crítica a la historia regionalista.
Hace hincapié en la creación de una mentalidad propiamente peruana. Además supone que esta
mentalidad ha sido creada por todos los estratos de la sociedad incluyendo a los indígenas y los
pobres. La utopía andina parece ser la mentalidad nacional peruana. Es un intento de dar una
conciencia nacional a una sociedad que es percibida como dividida. Aunque el concepto de la
utopía andina no encontró muchos seguidores entre los historiadores, ayudó, junto con el interés
en la historia regional andina, a revalorizar el rol histórico de los indios-campesinos. Desde los
años ochenta, los indios-campesinos juegan un rol importante en la historiografía sobre el Perú
decimonónico. Las rebeliones indígenas siguen siendo un tema de mucha importancia, pero
existen también otros temas, como por ejemplo la criminalidad rural[16]. Finalmente, Florencia
Mallon sostuvo la tesis de que había habido proyectos nacionales campesinos en el Perú
decimonónico. Estos proyectos fueron suprimidos por las clases dominantes que no tenían interés
alguno en incluir a los indios-campesinos en el Estado-nación[17]. Siguiendo el desarrollo
historiográfico de los últimos años, Mallon puso cabeza abajo la historiografía tradicional. Los que
nunca habían entrado en la historia nacional republicana -los campesinos-, ahora serían los
verdaderos defensores de una nación peruana no excluyente. Sin embargo, también hay otras
visiones del campesinado y su rol en la construcción del Estado nacional. Según Marie-Danielle
Demélas, la historia política del siglo XIX se caracterizó por las estructuras tradicionales de una
sociedad mayoritariamente rural que no conocía el actuar político moderno, es decir,
individual[18]. En la sociedad tradicional, el hombre formaba parte de un colectivo de modo que
los actores políticos estaban constituidos por colectivos, como pueblos, haciendas, familias (en un
sentido extendido), etc. Era muy reducido el número de ciudadanos, es decir, de personas que
actuaban según patrones modernos, individuales. Sin embargo, ellos también utilizaban
mecanismos tradicionales para movilizar al resto de la población en las luchas políticas. Como la
política se realizó con vocabulario republicano respetando avant la lettre las instituciones
nacionales, se mantenía una apariencia moderna. No obstante, el trasfondo era tradicional. Hablar
de proyectos nacionales de indios-campesinos sería, por eso, un error. Los campesinos vivían
dentro de un mundo colectivo en el cual no se conocía ni se imaginaba al ciudadano libre e
individual. Aunque el mayor interés por los indios-campesinos y por la historia andina ha sido una
de las características de la historiografía en las últimas décadas, ha habido otros enfoques de gran
importancia también. De ellos surge una imagen del Perú decimonónico mucho más polifacética y
dinámica de lo que se pensó hasta hace poco. La teoría de la dependencia recibió el golpe
definitivo por los estudios de Paul Gootenberg que demostraron que el Estado peruano no adoptó
una política de libre comercio hasta los años cincuenta del siglo pasado [19]. A falta de una política
de libre comercio, la crisis económica de la postindependencia no se puede explicar por las
relaciones económicas con Europa. Al contrario, se podría concluir que la política proteccionista
dañó la economía peruana irreversiblemente. La política de libre comercio sólo pudo ser
implantada después de prolongados conflictos entre diferentes grupos sociales, sobre todo
urbanos. En un segundo libro, Gootenberg intenta demostrar que los debates sobre política
económica seguían durante la época del guano (1840- 1879). Según Gootenberg, hasta los
librecambistas buscaron un camino para el progreso económico de la nación, es decir, no fueron
vendepatrias interesados exclusivamente en sus ingresos personales [20]. Esta visión se encuentra
también en un estudio biográfico de Manuel Pardo, uno de los más importantes políticos y
comerciantes-empresarios de la época [21]. Hay todo un conjunto de estudios que confirman que
los grupos burgueses y urbanos eran mucho más dinámicos de lo que sostuvieron las
investigaciones dependentistas y estructuralistas. Fernando de Trazegnies estudió la historia de
derecho llegando a la conclusión de que la clase dominante desarrolló su propio proyecto de
«modernización tradicionalista» que le permitió introducir medidas de modernización sin perder
su posición dominante [22]. Efraín Kristal analizó el indigenismo literario demostrando que este
género ya había surgido a mediados del siglo XIX. Los intelectuales urbanos discutieron la situación
de los indios-campesinos y posibles medidas de remediarla con la idea de ayudar a hacer
progresar la nación peruana [23]. Pilar García Jordán estudió las relaciones entre iglesia, Estado y
sociedad describiendo los conflictos y luchas que cambiaron el rol de la iglesia en el Perú [24]. Este
cambio se debió en gran parte a los liberales anti-clericales empeñados en la modernización de su
país. Otro enfoque importante lo forman los estudios sobre grupos sociales específicos, como por
ejemplo los artesanos, negros, chinos, japoneses o italianos. Thomas Krüggeler resaltó la
importancia de los artesanos dentro de la política y la vida social cuzqueña [25]. Carlos Aguirre
sostuvo la tesis de que la liberación de los esclavos negros se debió, en gran medida, a las acciones
de los esclavos mismos [26]. Los estudios sobre inmigración vivieron un verdadero auge [27]. Se
publicó la segunda gran monografía sobre la inmigración china (el grupo inmigratorio más
importante en el XIX) después de la obra pionera de Watt Stewart [28]. Sobre la inmigración
italiana, mucho menos importante que en el Cono Sur, se publicaron muchos estudios siendo los
más importantes los de Giovanni Bonfiglio [29]. Aunque el auge en los estudios sobre la
inmigración japonesa es muy reciente, ya hay varias publicaciones que dan una idea general sobre
este grupo social [30]. 2. La historia decimonónica en manuales publicados a mediados de los años
noventa Los avances en las investigaciones históricas hicieron cada vez más urgente la publicación
de un manual que resumiera el estado actual de la historiografía. Efectivamente, a mediados de
los noventa se publicaron tres manuales de historia peruana desde los tiempos precolombinos
hasta el siglo XX [31]. Los tres tienen características muy diferentes. Franklin Pease publicó un
pequeño libro de bolsillo que resume -tal como indica el título- brevemente la historia peruana.
Eduardo Lores editó cuatro tomos de los cuales dos se ocupan de los tiempos precolombinos, uno
de la colonia y el cuarto de la historia republicana [32]. El proyecto más ambicioso fue el de José
Antonio del Busto Duthurburu, que publicó nueve tomos gruesos de más de 5000 páginas en total.
Los tres primeros tomos se ocupan de la época precolombina, el cuarto trata de la conquista y el
quinto de la colonia. Es decir, en toda la colección hay sólo un tomo sobre una época que duró casi
tres siglos. Felizmente, esta falta de interés por la colonia se subsana en cierto grado con el tomo
sobre la independencia, escrito por José Agustín de la Puente Candamo, quien presenta un largo
análisis del siglo XVIII para explicar las raíces del proceso emancipador. Los últimos tres tomos
están dedicados a la época republicana. Estos tomos fueron redactados por Margarita Guerra
Martinière, Aquí vamos a ocupamos del tomo VII ya que éste trata del siglo XIX [33]. A primera
vista resalta que, para Guerra, la historia republicana del siglo XIX se extiende de 1827 a 1899. Esto
contradice la costumbre de fechar el comienzo de la historia independiente en 1821 (declaración
de la independencia) o en 1824 (derrota de las tropas realistas). En 1827, las tropas colombianas
salieron del Perú, y por eso, este año marcó más bien un cambio en el gobierno que el comienzo
de la independencia nacional. Sin embargo, Guerra de hecho discute en los primeros capítulos el
proceso emancipador de modo que salva este error en la división de los tomos. El tomo VII llega
hasta el año 1899 contradiciendo así la costumbre de escribir la historia del XIX hasta 1919 (fin de
la República Aristocrática) o hasta 1930 (fin del oncenio de Leguía). Guerra dice que hay «ciertos
elementos de unidad» (p. 16) entre 1827 y 1899 y además ve en el año 1899 el fin de la
participación política de los protagonistas de la guerra con Chile. El libro se divide en 13 capítulos.
Aparte de la introducción hay dos capítulos introductorios más, sobre «La formación del Estado
peruano» y «La delimitación territorial». Después viene un capítulo cronológico que llega hasta
1879. El grueso del volumen lo componen ocho capítulos temáticos sobre economía, sociedad,
religión y cultura, administración pública, comunicaciones, ciencia, relaciones internacionales y
defensa nacional. Los dos últimos capítulos son cronológicos, ocupándose nuevamente de la
guerra con Chile y de los últimos 16 años del siglo. Pease y Manrique optan por una descripción
más cronológica del siglo XIX. Empiezan con introducciones a la época republicana en las cuales se
analiza el carácter de la independencia. Para los dos, la historia del siglo XX empieza en 1895, con
la instauración de la República Aristocrática. La historia presentada por Pease se centra en el
desarrollo político limeño. El lector se entera, por ejemplo, de quiénes eran Bartolomé Herrera,
González Vigil y los hermanos Gálvez, pero no encontrará información sobre las luchas internas
durante la guerra con Chile o los levantamientos indígenas anteriores. Pease inserta algunos
capítulos temáticos dentro del orden cronológico. Doce de las 72 páginas dedicadas al siglo XIX se
ocupan del desarrollo demográfico. Otro capítulo temático trata de «militarismo e historia
republicana». Sin embargo, estas inserciones no quiebran un orden cronológico que permite una
lectura fácil y amena. El libro de Nelson Manrique combina magistralmente el orden cronológico
con la discusión de problemas históricos y debates historiográficos. Divide la historia entre 1821 y
1969 en siete capítulos, y cada uno discute los problemas principales de la respectiva época. Llama
la atención que, según Manrique, no hay historia nacional entre la postindependencia y la guerra
con Chile. El capítulo respectivo presenta la historia regional del sur andino, de la sierra central y
de la costa como si hubieran tenido poco en común. Aquí desaparece la historia nacional, que sí
está presente en los capítulos sobre los inicios de la República, la guerra con Chile y en todos los
que siguen. El libro de Manrique se basa en la historiografía actual y discute los temas más
importantes, pero naturalmente prevalece la interpretación favorecida por Manrique. No
obstante, el libro es la mejor introducción a la historia republicana que existe actualmente. De los
tres manuales, el más rico en datos empíricos es el de Margarita Guerra. En más de 600 páginas,
Guerra ha reunido una impresionante cantidad de información. Como indican los temas
mencionados más arriba, no hay asunto que se escape del interés de Guerra. Sin embargo, algunas
coyunturas históricas se describen sin ni siquiera mencionar las más importantes interpretaciones
historiográficas. Guerra ha preferido presentar la mayor cantidad posible de datos en vez de
repasar críticamente la historiografía reciente. Cada uno de los tres libros encontrará un público
diferente. Pease ha escrito un texto para escolares y para personas interesadas en la historia del
Perú que no tienen mucho conocimiento sobre el país. El libro de Manrique será consultado por
estudiantes de historia o ciencias sociales y por historiadores no especializados en historia
peruana. Tiene la mejor bibliografía de los tres y por eso es el más útil para seguir profundizando
los conocimientos del lector. El manual de Guerra, finalmente, es un banco de datos que ayudará a
cualquier persona que necesite información precisa sobre un tema especial. 3. Publicaciones
recientes, 1996-1998 La historia económica es la gran ausente de los ocho libros que se van a
presentar aquí. Los libros son una muestra del auge que vive actualmente la historia política y la
historia de ideas y mentalidades. El más ambicioso de todos los trabajos es el estudio de Carmen
McEvoy sobre La utopía republicana [34]. Intenta cambiar la visión prevaleciente sobre la cultura
política peruana entre aproximadamente 1850 y 1920. Según su tesis central, en la mitad del siglo
XIX se había establecido una cultura política patrimonial caracterizada por un ejecutivo autoritario
que por medio del soborno complacía a todos y podía controlar tanto al poder legislativo como a
la administración estatal. Este modelo llegó a su fin con el surgimiento del Partido Civil en 1871.
Por un lado, los ingresos del Estado disminuyeron, lo que hizo imposible la corrupción
generalizada, y por el otro, un espíritu cívico se había difundido dentro de la población, que estaba
descontenta con los gobiernos de turno. El proyecto político del Partido Civil fue «’civilizar’ los
espacios políticos» (p. 75), lo que equivalía a democratizar la vida política. Por eso, McEvoy lo
llama «republicanismo cívico» (p. 437) enfrentado al patrimonalismo tradicional. Este modelo
democrático consistía en movilizar a la población adulta masculina durante las campañas
electorales por medio de la prensa y de clubs electorales. Como la movilización de la gente fue
voluntaria, McEvoy la llama democrática. Según McEvoy, el modelo tuvo algún éxito durante los
años setenta del siglo pasado. Se inauguró la llamada República Práctica, es decir, una cultura
política que realizó los ideales democráticos de los que todos habían hablado. Sin embargo, la
crisis económica antes y después de la guerra con Chile hizo imposible que este modelo triunfara
definitivamente. El país volvió al viejo patrimonalismo, respectivamente caudillismo. La
experiencia de la guerra y de las guerras civiles distanció a las élites políticas del modelo
republicano. De ahí, el Partido Civil adoptó un «republicanismo conservador» (p. 376) Y más tarde
un «civilismo autoritario» (p. 440). Ya no se intentó incluir a la población adulta masculina en el
juego político republicano sino más bien se trató de excluirla. Este modelo sobrevivió hasta 1919,
año en que desaparece el Partido Civil. La tesis de McEvoy se basa principalmente en el discurso
de los líderes del Partido Civil. Sólo analiza las instituciones políticas y la acción política en cuanto
las encuentra en el discurso del Partido Civil. De ahí, su interpretación es muy parcial[35]. El
Partido Civil no se diferenció tanto de sus adversarios y tampoco fue muy democrático. Que el
Partido Civil no realizaba el ideario liberal de sus discursos no se debía principalmente a sus
enemigos o a alguna crisis económica, sino a la estructura misma de la sociedad. En un país
mayoritariamente rural dominado por relaciones sociales tradicionales, la acción política se
caracterizó por patrones menos modernos de lo que piensa McEvoy. Sin embargo, su libro tiene el
mérito de haber abierto un campo de investigación hasta ahora poco estudiado. El libro de Mark
Thurner tiene, a primera vista, un propósito mucho más reducido que el de Carmen McEvoy[36].
Se trata de una historia regional de Huaylas-Ancash, una región en el norte de Lima. Thurner
describe las relaciones entre el campesinado y el Estado partiendo de algunos estudios de caso.
Según Thurner, los campesinos sufrieron durante todo el siglo XIX los ataques de los criollos que,
controlando el Estado nacional, intentaron despojar a las comunidades indígenas de sus tierras y
de sus derechos políticos que les fueron otorgados durante el período colonial. Los campesinos
reaccionaron de diferentes modos. Por un lado, trataron de integrarse en el Estado liberal,
declarándose «los verdaderos ciudadanos de la nación» (p. 18) y reclamando sus derechos
políticos. Por otro lado defendieron sus títulos de origen colonial estableciendo, para eso, un
discurso sobre la colonia que se diferenció fundamentalmente del discurso criollo. Mientras que el
último pintó una imagen muy negativa de la colonia, las comunidades vieron la sociedad colonial
como originaria de sus derechos, y por eso, como un sistema legítimo. Según Thurner, nunca se
logró una integración satisfactoria de las comunidades en el Estado-nación. Más bien, se trató de
una «integración separatoria» (p. 19). Thurner concluye que los indios-campesinos construyeron
sus propias prácticas y discursos republicanos y por eso habla de «campesinos patrióticos y [ ... ]
republicanos» (p. 152). Mientras que McEvoy, siguiendo la línea de investigación de Paul
Gootenberg, sostiene que los burgueses liberales eran republicanos verdaderos, Thurner,
siguiendo las líneas trazadas por Florencia Mallon y Nelson Manrique, es de la opinión de que los
indios-campesinos eran los verdaderos republicanos. Finalmente, uno se pregunta por qué no
funcionó el sistema republicano si todos eran republicanos. En el estudio de Thurner hace falta un
análisis más profundo del Estado y de la política. No hay ninguna reflexión teórica sobre conceptos
fundamentales del libro como Estado, sistema colonial o política liberal. Critica al indigenismo del
temprano siglo XX por haber sostenido que los indios eran «prepolíticos» (p. 152) pero no discute
modelos más actuales que diferencian entre actuar político liberal y actuar político tradicional,
como lo hace por ejemplo Marie-Danielle Demélas. De ahí, el libro de Thurner es un estudio
excelente porque se trata de una historia política republicana con protagonistas indios que aporta
muchos enfoques novedosos. Sin embargo, algunas de sus conclusiones ignoran aportes
importantes a la historia política latinoamericana y por lo tanto son poco convincentes. Bajo el
título Modernity at the Edge of Empire, David Nugent ha presentado un estudio sobre el rol de las
clases populares en el desarrollo del Estado-nación [37]. Nugent analiza los conflictos políticos que
surgieron en los años veinte en Chachapoyas, una región en el norte ubicada en la vertiente
oriental de los Andes. Es decir, se trata de una región muy apartada y poco estudiada. Según
Nugent, hasta 1930 una pequeña élite local ejercía el poder en la región. Su poder se basaba tanto
en su posición destacada dentro de la jerarquía social local como en sus buenas relaciones con los
gobiernos de turno en Lima. Pero no se trataba de una élite homogénea. Al contrario, las
diferentes facciones de la élite se combatían buscando el apoyo del poder central para encargarse
de la administración local. A pesar de su actuación aristocrática que excluía a la mayoría de la
gente de cualquier participación democrática, el discurso público de la elite defendía los principios
rectores de la nación liberal: la democracia, la ciudadanía, la igualdad de derechos, etc. En sus
luchas contra la élite, las clases medias se apropiaron de este discurso para defender sus derechos
como ciudadanos. Dentro de una coyuntura política nacional favorable a las clases medias, ellas
finalmente tomaron el poder en la región a principios de los años treinta para poner en práctica el
Estado-nación que hasta entonces sólo había existido en los discursos públicos. Según Nugent, el
caso de Chachapoyas demuestra que la construcción del Estado-nación peruano se ha hecho -por
lo menos en Chachapoyas- desde abajo. Esto contradice la teoría según la cual el Estado-nación se
hizo desde arriba forzando a las clases populares a integrarse en un sistema político-social que no
reconocía sus tradiciones culturales y políticas. Como en el caso descrito por Thurner, en
Chachapoyas grupos sociales no pertenecientes a la élite usaron el discurso y las instituciones
republicanos para avanzar sus proyectos políticos. Ellos eran los verdaderos republicanos y
construyeron el Estado-nación. Sin embargo, se podría argumentar igualmente que el proyecto
nacional de las élites había triunfado completamente, ya que los grupos subalternos aceptaron el
discurso y el sistema nacional implantados en el siglo XIX. Como demuestra Thurner, los indios-
campesinos en Huaylas-Ancash por mucho tiempo defendían una visión positiva de la época
colonial. Esta visión ya no estaba presente en Chachapoyas en los años veinte. El discurso y las
instituciones nacionales surgidos en el siglo XIX estaban totalmente aceptados. Esto no significa
que las clases medias no pudiesen ganar más poder a nivel regional, proceso descrito por Nugent
en su libro. Nugent presenta un caso extraordinario de política popular. Sin embargo, este caso no
invalida los modelos actuales sobre el Estado-nación. El libro editado por Charles Walker Entre la
retórica y la insurgencia también centra su interés en un acercamiento a la historia de las
mentalidades y de los movimientos sociales [38]. Reúne ponencias presentadas en un coloquio
sobre «El siglo XVIII en los Andes» realizado en París en 1993. Casi todos los artículos se ocupan
del último cuarto del siglo XVIII o del temprano XIX, de modo que este libro forma parte de los
estudios sobre el largo siglo XIX. Tres artículos enfocan la historia de las mentalidades, cinco
analizan las rebeliones en el último cuarto del siglo, y un artículo describe los conflictos dentro de
la élite paceña antes y durante la independencia. En la introducción, Walker recalca que los
estudios de la historia de las ideas se interesan cada vez más por las mentalidades populares. Al
mismo tiempo, los que estudian los movimientos sociales populares prestan mayor atención a la
historia de ideas y mentalidades. Basta citar las obras de Thurner y Nugent para aceptar esta
afirmación. El artículo de Juan Carlos Estenssoro es otro ejemplo. Estenssoro analiza una academia
de baile organizada por negros y las controversias originadas por su existencia llegando a la
conclusión de que la Ilustración llegó a impactar en ciertos sectores de la plebe. Víctor Peralta y
Charles Walker se ocupan de discursos no plebeyos en sus respectivas contribuciones. Peralta
analiza tres trabajos mayores del pensamiento del XVIII y rechaza la interpretación dominante de
que formaron parte de una corriente anticolonial. Walker estudia el discurso sobre el indio
encontrando que dentro de un discurso generalmente anti-indígena sí había «voces discordantes»
que defendían a los indios-campesinos. Los artículos sobre las rebeliones estudian muy diferentes
regiones (Huarochirí, Arica, Tarapacá, Atacama y Cuzco) y aspectos como por ejemplo el rol de la
iglesia, el impacto de las reformas borbónicas, etc. En conjunto, recalcan la necesidad de llegar a
un mayor nivel de diferenciación en el análisis de las rebeliones cuyas causas y desarrollos eran
muy diferentes según las regiones. El libro de Walker es una colección excelente de artículos
(aunque no todos los artículos sean excelentes) ya que logra unir historia de ideas y de
movimientos sociales manteniendo un alto nivel analítico en los dos campos a la vez. Esta
combinación de historia social y de mentalidades no se encuentra en el libro de Fernando Armas
Asin titulado Liberales, protestantes y masones. Modernidad y tolerancia religiosa. Perú, siglo
XIX[39]. Armas estudia el discurso sobre la tolerancia religiosa desde la independencia hasta 1915,
año en el cual se promulgó la ley de tolerancia religiosa. No estudia la historia social de los grupos
religiosos minoritarios aunque en su libro se encuentra mucha información dispersa sobre los
protestantes. Armas distingue tres fases en el discurso sobre la tolerancia. En la
postindependencia, la gran mayoría de los políticos rechazó los proyectos legales de tolerancia
religiosa. A partir de los años cuarenta había algunas medidas secularizadoras, como por ejemplo
la abolición del diezmo. Debido al auge del liberalismo y al debate sobre la inmigración, la
tolerancia religiosa encontró más seguidores, aunque no había mayoría parlamentaria para ella.
Después de la guerra con Chile, se establecieron misiones de metodistas extranjeros en el Perú, lo
que llevó a un giro en el debate. Mientras que antes se trataba de un debate más bien teórico,
ahora la cuestión era si se iba a permitir a los metodistas seguir trabajando en el Perú. Finalmente,
los metodistas se quedaron, y en 1913 tuvieron 826 miembros y novatos, respectivamente. El
juicio a uno de ellos, que terminó con la absolución ante la Corte Suprema en 1891, se puede
considerar como el momento en el cual se introdujo la tolerancia religiosa de hecho. La reforma
legal en 1915 solamente ratificó una práctica existente desde hacía décadas. Armas presenta un
estudio profundo y bien documentado. Lamentablemente hay algunos temas que el autor no toca.
Por ejemplo, prácticamente no hay ninguna información sobre masones y tampoco sobre el
discurso acerca de los masones. Tampoco encontramos información sobre las prácticas religiosas
de los chinos y de los japoneses. Los chinos por mucho tiempo constituyeron la gran mayoría de la
población extranjera. Armas dice que tardaron treinta años en cambiar su religión (p. 249). ¿Qué
pasó durante estas tres décadas y qué discurso había acerca de las prácticas religiosas chinas?
Resumiendo, el libro de Armas no es una historia cultural de la diversidad religiosa en el Perú
decimonónico, sino un estudio de los debates sobre los proyectos legales de tolerancia religiosa
entre 1821 y 1915. Para este tema, el libro de Armas presenta información abundante y una
interpretación convincente y coherente. El abanico y la cigarrera, de Francesca Denegri, también
es una historia de ideas y mentalidades[40]. Estudia la producción literaria de cinco escritoras
femeninas entre 1859 y 1895 proponiéndose «dar inicio a un enfoque sistemático de la historia de
la literatura femenina en el Perú» (p. 12). Según Denegri, en el Perú el rol de la mujer experimentó
importantes cambios a mediados del siglo pasado, especialmente en los años sesenta y setenta.
En la moda desaparecieron la saya y el manto. Las mujeres se vestían a la moda europea de
manera que ya no se cubrían el cabello y el rostro cuando salían a la calle. Los hogares se
convertían en centros de atención. En una palabra, las mujeres dejaron de pertenecer a un mundo
escondido entrando en el mundo público. A la vez, las mujeres eran responsables de un hogar
idealizado en el cual no había problemas ni conflictos, de modo que el hombre podía reposar en el
hogar olvidando los problemas del mundo público. Este discurso sobre la mujer formaba parte de
un discurso sobre la nación en el cual se propagaba la idea de una nación homogénea excluyendo
todo lo cultural y racialmente heterogéneo, es decir, no criollo. En esta coyuntura, las mujeres
entraban en el mundo literario y se esperaba que ellas defendiesen la imagen idealizada de la
mujer y de la sociedad en general. Denegri presta mucha atención a Manuela Gorritti y Clorinda
Matto de Turner porque las dos criticaban el discurso dominante en dos importantes aspectos. Los
relatos de Gorritti cuestionaban la visión idealizada del hogar describiendo la vida de los
empleados y dependientes domésticos. Los malos tratos que ellos sufrían contradecían la imagen
oficial del hogar burgués. Asimismo, Gorritti criticaba en sus relatos a las clases dominantes por la
explotación de la población india y mestiza. A diferencia de Gorritti, Matto de Turner no sólo
criticaba la explotación de los indios-campesinos, sino que desarrollaba una visión positiva del
mundo andino. De ahí que fue la primera escritora que contradecía al discurso homogenizador
nacional. La tradición literaria femenina fue interrumpida a finales del siglo ya que se empezó a
reclamar una literatura políticamente comprometida y masculina. El romanticismo de mediados
de siglo había aceptado mujeres escritoras considerando la literatura un asunto de la vida privada.
A finales de siglo, esto había cambiado. La primera generación de mujeres escritoras no encontró
sucesoras inmediatas. El libro de Denegri es un muy interesante estudio de historia literaria
femenina. Hay algunas pequeñas incursiones en la historia de género analizando las relaciones de
poder entre hombres y mujeres. Mientras que hay muchos estudios sobre historia literaria hace
falta este tipo de indagaciones sobre historia de género. La interpretación de las obras de Gorritti
y Matto de Turner presentada por Denegri es bastante polémica. Según Denegri, ambas criticaron
a la «clase dominante» (p. 101). Sin embargo, esta clase estaba compuesta por varias facciones.
Gorritti y Matto criticaron a curas, terratenientes y militares (serranos sobre todo), pero no
criticaron a los representantes de la burguesía liberal. La literatura de ambas no era tan subversiva
como piensa Denegri. Las dos defendían una facción de la «clase dominante» atacando a otra
facción. Es una cuestión abierta si Matto de Turner defendió el mundo andino. Sus libros están
llenos de discursos muy negativos sobre los Andes. En sus libros, propone educar a los indios-
campesinos según modelos de educación europeos. Esto no era ninguna defensa de los Andes
aunque Matto fue la primera autora que logró escribir sobre la sierra con cierto cariño habiendo
vivido mucho tiempo en el sur andino. Donde el libro de Denegri termina, comienza el de Karen
Sanders, Nación y Tradición[41]. Sanders analiza el discurso sobre la nación peruana de Manuel
González Prada, Francisco García Calderón, José Carlos Mariátegui, Víctor Andrés Belaúnde y
Víctor Raúl Haya de la Torre. El libro de Sanders se divide en tres partes. En la primera, hace un
análisis del concepto de nación. En la segunda describe la historia de la nación entre 1885 y 1930
en América Latina y en el Perú. La tercera parte discute las obras de los autores mencionados. La
primera parte es, sobre todo, un resumen de los estudios más conocidos sobre la nación, y la
segunda parte está basada principalmente en manuales de historia latinoamericana y peruana. De
ahí que aquí nos ocupemos de la tercera parte, que es la más interesante del libro. En su análisis
de los cinco pensadores, Sanders ha optado por presentar cinco estudios separados en vez de un
estudio comparativo con capítulos temáticos. El primer escritor presentado es González Prada,
sobre cuya obra Sanders dice que era «nihilista y, por lo tanto, destructiva» (p. 240). González
Prada representó la «tradición antitradicional» negando el legado español incluida la religión
católica. Quería construir la nación sin recurrir a ninguna tradición, lo que, según el concepto de
Sanders, es imposible. Francisco García Calderón representó la tradición latina. No se interesó por
los indios-campesinos y tampoco por una cultura nacional propiamente peruana sino que propagó
la idea de una cultura latina mediterránea. Totalmente diferente fue la idea de la nación de José
Carlos Mariátegui. Mariátegui quiso unir todas las tradiciones (españolas, indígenas, mestizas, etc.)
formando una nación que -según él- aún no existía. Para Víctor Andrés Belaúnde, la base de la
nación peruana fue la religión católica, lo que implicaba una visión muy positiva de la tradición
española. Sin embargo, Belaúnde defendía un proyecto nacional mestizo que no se limitaba a la
herencia peninsular. En Haya de la Torre, finalmente, la nación se redujo al partido aprista, lo que
se expresó en el lema «sólo el APRA salvará al Perú». Sanders analiza extensamente el concepto
de la nación, la historia latinoamericana y peruana y el pensamiento de cinco intelectuales
peruanos. Toca muchísimos temas de gran interés. Lamentablemente, en numerosos casos
desconoce la bibliografía fundamental sobre el tema tratado. De ahí, sus conclusiones son
problemáticas. El análisis de los cinco intelectuales a veces se parece más a un juicio que a un
intento de comprender una manera de pensar la nación. No tiene lógica caracterizar a González
Prada (muy comprometido en la política peruana) de destructivo mientras que se alaba el
«optimismo» (p. 418) de García Calderón, autor que la mayor parte de su vida vivió fuera del Perú
y publicaba en francés. En la obra de Mariátegui, Sanders ha encontrado los «derroteros» que
conducen a Sendero Luminoso (p. 338). Pero no le parece necesario fundamentar tal afirmación y
además no cita ningún estudio importante sobre Sendero Luminoso (y hay muchos). En resumen,
Sanders ha presentado una interpretación polémica de la idea de la nación en el Perú. Se
necesitarán estudios mejor documentados para que esta interpretación tenga una base empírica
sólida. El libro editado por Pilar García Jordán y Núria Sala i Vila enfoca un tema de suma
importancia que aún no se ha estudiado mucho: «La nacionalización de la Amazonía»[42]. Reúne
siete ponencias presentadas en el 49° Congreso Internacional de Americanistas en julio de 1997 en
Quito. De las siete contribuciones, tres tratan temas peruanos, y tres historia ecuatoriana,
boliviana y argentina respectivamente. El artículo introductorio, escrito por Pilar García Jordán,
analiza la función desempeñada por las misiones católicas entre 1850 y 1920. Sostiene que los
gobiernos nacionales sólo en la segunda mitad del siglo XIX empezaron a interesarse por las
regiones orientales. Sobre todo la explotación del caucho a partir de 1880 ayudó a fomentar el
interés en la Amazonía. Las misiones eran vistas como agentes eficaces para la consolidación del
Estado-nación, y sin embargo resultó sumamente difícil establecer y mantener misiones en la
Amazonía. Núria Sala i Vila aporta un estudio de la legislación peruana sobre la selva y su impacto
en la selva sur. Concluye que no tuvo mucho efecto hasta finales del siglo a pesar de que se
concedió la titularidad de tierras de forma gratuita y sin mayores requisitos. Sólo con el boom del
caucho se llegó a una mayor explotación de la selva. La legislación tuvo efectos muy diversos en
los diferentes valles, pero a falta de una infraestructura vial no logró una expansión considerable
de la frontera agrícola. Ascensión Martínez Riaza estudia el discurso modernizador de la Sociedad
Geográfica de Lima entre 1891 y 1919 tomando como ejemplo la incorporación de Loreto al
Estado-nación. A partir de un estudio detallado del Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima
demuestra que la sociedad discutió los temas claves de la incorporación de la Amazonía al Estado-
nación, como por ejemplo los recursos económicos, la demarcación territorial, la población actual
y futura. Un tema muy polémico fue la construcción de una línea férrea. Finalmente, ninguno de
los proyectos ambiciosos se realizó y la nacionalización de la Amazonía resultó un proyecto mucho
más arduo de lo que se pensaba en la Sociedad Geográfica. En el último aporte sobre el Perú,
Isabelle Lausent-Herrera estudia a los chinos pioneros en la selva central. Desde la segunda mitad
del siglo pasado, los chinos eran una fuerza de trabajo muy estimada en la selva, y generalmente
eran mejor tratados que en la costa. Con los años, muchos chinos compraban tierras, algunas de
ellas de gran extensión. A fines del siglo, la organización comunal china fundó el Campamento
Chino, que funcionó como asilo para chinos pobres. Cuando este campamento desapareció en
1970 debido a la reforma agraria, la comunidad china ya había dejado de ser una realidad viva
debido al continuo mestizaje de los chinos con otros grupos locales. Los diferentes trabajos
publicados en el libro de García Jordán y Sala i Vila dan una visión polifacética e interesante de la
historia de la Amazonía y su inclusión en la nación peruana. A falta de aportaciones sobre este
tema, es de esperar que sus autores sigan esta línea de investigación. Casi todos los libros aquí
reseñados combinan elementos de historia política y social con la historia de ideas y mentalidades
respectivamente. Por un lado, se estudian los movimientos indios-campesinos o en general lo que
se llama historia subalterna. Así, los actores sociales populares aparecen con voz propia porque
sus consideraciones acerca de la realidad peruana son tomadas en serio. Por otro lado, se estudian
discursos de la élite, sea de política en general, de literatura femenina, de legislación religiosa o en
torno a la nación. Esto nos hace comprender mejor el complejo desarrollo de la élite, que era
mucho más dinámico de lo que por mucho tiempo se ha pensado. Así surge una visión muy rica del
siglo XIX. Ya no se trata de «un siglo a la deriva»[43], sino de un siglo lleno de cambios, proyectos,
ideas y esperanzas.

* Publicado en Notas. Reseñas iberoamericanas: Literatura, sociedad, historia, Vol. 6, Nº 3 (18),


1999, págs. 11-29. Agradecemos al autor y a la revista por autorizar la publicación de este artículo.

[1] Hay que advertir que en un resumen de este tipo, muchas obras de gran calidad no podrán ser
mencionadas. Tampoco se analizarán los puntos de partida de la historiografía aquí presentada,
como por ejemplo las obras de Jorge Basadre y Pablo Macera. Jorge Basadre: Historia de la
República del Perú. Lima: Editorial Universitaria 1968/69 (17 tomos, 6ª ed. corregida y aumentada,
hay una séptima y última edición nuevamente corregida y aumentada de 1983); Pablo Macera:
Trabajos de historia. Lima Instituto Nacional de Cultura 1977 (4 tomos). Para el desarrollo de la
historiografía véase también Nelson Manrique: «La historiografía peruana sobre el siglo XIX». en:
Revista Andina 17 (Primer semestre 1991), pp. 241-259; Heraclio Bonilla: «The New Profile of
Peruvian History», en: Latin American Research Review 15, 3 (198l), pp. 210-224; Alberto Flores
Galindo: «La imagen y el espejo: la historiografía peruana (1910-1986)», en: Márgenes 4 (1988),
pp. 55-84; Manuel Burga: Para qué aprender historia en el Perú. Lima: Editora Magisterial 1993.

[2] Un buen resumen se encuentra en: Nueva historia general del Perú. Lima: Mosca Azul, 1979.
Incluso un libro publicado en 1988, reuniendo textos publicados en los veinte años anteriores,
resaltó lo nuevo en su título: Nueva visión del Perú. Lima: Tarea / Democracia y Socialismo 1988
(T. 1) No hay tomo segundo.

[3] HeracIio Bonilla, Karen Spalding: «La independencia en el Perú. Las palabras y los hechos», en:
La independencia en el Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos (en adelante: IEP) 1972, pp. 15-
64.

[4] Citado en: Nelson Manrique: «La historiografía peruana sobre el siglo XIX», p. 246. Desconozco
si Bonilla sigue teniendo la nacionalidad peruana.

[5] Scarlett O’Phelan: «El mito de la independencia concedida: los programas políticos del siglo
XVIII y del temprano siglo XIX en el Perú y Alto Perú (1730-1814)», en: Alberto Flores Galindo (ed.):
Independencia y Revolución. Lima: Instituto Nacional de Cultura 1987.

[6] El libro más importante de esta corriente que da una visión global del XIX es: Ernesto Yepes del
Castillo Perú. 1820.1920. Un siglo de desarrollo capitalista. Lima: IEP 1972.

[7] Julio Cotler: Clases. estado y nación en el Perú. Lima: IEP 1978, p. 15.

[8] La cita. en Heraclio Bonilla: Guano y burguesía en el Perú. Lima: IEP 1974. Los estudios pioneros
fueron: Jonathan Levin: The Export Economies: Their Pattern of Development in Historical
Perspective. Cambridge. Mass.: Harvard University Press 1960; Juan Maiguashca: «A
Reinterpretation of the Guano Age, 1840-1880». Tesis doctoral inédita: Universidad de Oxford
1967. Una crítica muy temprana fue la de Shane Hunt: «Guano y crecimiento en el Perú del siglo
XIX», en: HISLA. Revista Latinoamericana de Historia Económica y Social 4 (1984). pp. 35-92
(Primera publicación 1973).

[9] Para el sur andino, véase Manuel Burga / Wilson Reátegui: Lanas y capital mercantil en el sur.
La Casa Ricketts. 1895-1935. Lima: IEP 1991; Alberto Flores Galindo: Arequipa y el sur andino:
ensayo de historia regional (siglos XVIII-XX). Lima: Editorial Horizonte 1977; Nils Jacobsen: Mirages
of Transition. The Peruvian Altiplano, 1780-1930. Berkeley. Los Angeles, London: University of
California Press 1993. Para la sierra central. véase José Deustua: La minería peruana y la iniciación
de la República. 1820-1840. Lima: IEP 1986; Nelson Manrique: Mercado interno y región. La sierra
central. 1820-1930. Lima: Desco 1987; Florencia Mallon: The Defense of Community in Peru’s
Central Highlands. Peasant Struggle and Capitalist Transition, 1860-1940. Princeton: Princeton
University Press 1983.

[10] Véase por ejemplo Manuel Burga: De la encomienda a la hacienda capitalista. El valle de
Jequetepeque del siglo XVI al XX. Lima: IEP 1976; Alberto Flores Galindo: La ciudad sumergida.
Aristocracia y plebe en Lima, 1760-1830. Lima: Mosca Azul 1984; Juan Rolf Engelsen: Social
Aspects of Agricultural Expansion in Coastal Peru, 1825-1878. Tesis doctoral inédita, Los Angeles:
Universidad de California 1977.

[11] Véase por ejemplo Víctor Peralta: En pos del tributo. Burocracia estatal, elite regional y
comunidades indígenas en el Cusco rural (1826-1854). Cusco: Centro de Estudios Regionales
Andinos «Bartolomé de las Casas» (en adelante: CBC) 1991: Carlos Contreras: Mineros y
campesinos en los Andes. Mercado laboral y economía campesina en la sierra central, siglo XIX.
Lima: IEP, 1987.

[12] Henri Favre: «Remarques sur la lutte des classes au Pérou pendant la guerre du Pacifique».
en: Litterature et Société au Pérou du XIXème siècle à nos jours. Grenoble: Université des Langues
et Lettres de Grenoble 1975, pp. 51-81; Heraclio Bonilla: «El campesinado indígena en el Perú en el
contexto de la guerra con Chile», en: HISLA. Revista Latinoamericana de historia económica y
social 4 (1984).

[13] Nelson Manrique: Campesinado y nación. Las guerrillas indígenas en la guerra con Chile. Lima:
Centro de Investigación y Capacitación / Editora Ital Perú 1981; id. Yawar mayu. Sociedades
terratenientes serranas. 1879-1910. Lima: Desco / Instituto Francés de Estudios Andinos 1988;
Florencia Mallon: The Defense of Community.

[14] Véase por ejemplo ¿He vivido en vano? Mesa redonda sobre Todas las Sangres. 23 de junio de
1965. Lima: IEP 1985. Mientras que este pensamiento fue característico para los años sesenta y
setenta debido a las teorías de modernización, sorprende mucho que alguien siga sosteniendo
esta tesis en los años noventa. No obstante, Mario Vargas Llosa utiliza los conceptos de
«modernización» e incluso «progreso» (concepto generalmente atribuido al siglo pasado) como si
no hubiera habido una crítica de estos modelos. Vargas Llosa cree que la modernización y la
cultura indígena son totalmente opuestas, de modo que la primera va a destruir a la segunda en
vez de que surja una modernización andina. Mario Vargas Llosa: La utopía arcaica. José María
Arguedas y las ficciones del indigenismo. México. D.F Fondo de Cultura Económica (en adelante:
FCE) 1996. p. 276 (citas).

[15] Manuel Burga. Nacimiento de una utopía: muerte y resurrección de los Incas. Lima: Instituto
de Apoyo Agrario 1988: Alberto Flores Galindo: Buscando un Inca: identidad y utopía en los Andes.
La Habana: Casa de las Américas 1986.

[16] Steve J. Stern (ed.): Resistance, Rebellion, and Conciousness in the Andean Peasant World,
18th to 20th Centuries. Madison: The University of Wisconsin Press 1987; Carlos Aguirre / Charles
Walker (eds.): Bandoleros, abigeos y montoneros. Criminalidad y violencia en el Perú, siglos XVIII-
XX. Lima: Instituto de Apoyo Agrario 1990. Para una buena compilación de las investigaciones
acerca del Estado-nación en la cual se analizan los temas mencionados, véase Jean Paul Deler /
Yves Saint-Geours: Estados y naciones en los Andes. Hacia una historia comparativa: Bolivia –
Colombia – Ecuador – Perú. Lima: IEP 1986 (2 tomos).

[17] Florencia E. Mallon: Peasant and Nation. The Making of Postcolonial Mexico and Peru.
Berkeley, Los Angeles, London: University of California Press 1995.

[18] Marie-Danielle Demélas-Bohy: L’invention politique. Bolivie, Equateur, Pérou au XIXe siècle.
Paris: Editions Recherche sur les Civilisations 1992.

[19] Paul Gootenberg: Between Silver and Guano: Commercial Policy and the State in Post-
Independence Peru. Princeton, Princeton University Press, 1989.

[20] Paul Gootenberg: Imagining Development: Economic Ideas in Peru’s “Fictitious Prosperity” of
Guano, 1840-1880. Berkeley, Los Angeles, London: University of California Press 1993.

[21] Carmen McEvoy: Un proyecto nacional en el siglo XIX. Manuel Pardo y su visión del Perú.
Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú (en adelante PUCP) 1994.

[22] Fernando de Trazegnies: La idea de derecho en el Perú republicano del siglo XIX. Lima: PUCP
1980.

[23] Efrain Kristal: The Andes Viewed from the City: Literary and Political Discourse on the Indian in
Peru, 1848-1930. New York: Peter Lang 1987.

[24] Pilar García Jordán: Iglesia y poder en el Perú contemporáneo, 1821-1919. Cusco: CBC 1991.

[25] Thomas Krüggeler: «Unreliable Drunkards or Honorable Citizens? Artisans in Search of their
Place in the Cusco Society, 1825-1930». Tesis doctoral inédita: Universidad de Illinois en Urbana-
Champaign 1993.

[26] Carlos Aguirre: Agentes de su propia libertad. Los esclavos de Lima y la desintegración de la
esclavitud. 1821-1854. Lima: PUCP 1993.
[27] Una buena colección de estudios inmigratorios es: Primer seminario sobre poblaciones
inmigrantes. Lima: Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología 1988 (2 tomos).

[28] Humberto Rodríguez Pastor: Hijos del celeste imperio en el Perú (1850-1900). Migración,
agricultura, mentalidad y explotación. Lima: Instituto de Apoyo Agrario 1989; Watt Stewart:
Chinese Bondage in Peru. A History of Chinese Coolie in Peru, 1849-1874. Durham: Duke University
Press 1951.

[29] Giovanni Bonfiglio: Los italianos en la sociedad peruana: una visión histórica. Lima: Asociación
de Italianos del Perú 1993; id.: «Introducción al estudio de la inmigración europea en el Perú». en:
Apuntes. Revista de ciencias sociales 18 (1986), pp. 93-127.

[30] Amelia Morimoto: Los inmigrantes japoneses en el Perú. Lima: Universidad Nacional Agraria
1979; Isabelle Lausent: Pasado y presente de la comunidad japonesa en el Perú. Lima: Instituto
Francés de Estudios Andinos / IEP 1991.

[31] José Antonio del Busto Duthurburu (ed.): Historia general del Perú. Lima: Editorial Brasa 1994
(9 tomos); Franklin Pease: Breve historia contemporánea del Perú. México, D. F.: FCE 1995;
Eduardo Lores (ed.): Nuestra historia. Lima: Corporación Financiera de Desarrollo 1995 (4 tomos).

[32] Nelson Manrique: Historia de la República. T. IV de Eduardo Lores (ed.), op. Cit.

[33] Margarita Guerra Martinière: La República 1827-1899. T. VII de José Antonio del Busto
Duthurburu (ed.), op. cit. El torno VIII se ocupa de la época entre 1900 y 1948; el torno IX llega
hasta 1980.

[34] Carmen McEvoy: La utopía republicana. Ideales y realidades en la formación de la cultura


política peruana (1871-1919). Lima: PUCP 1997.

[35] Para una interpretación diferente, véase Ulrich Mücke: Der Partido Civil in Peru, 1871-1879.
Zur Geschichte politischer Parteien und Reprasentation in Lateinamerika. Stuttgart: Franz Steiner
Verlag 1998. [La edición en español se titula: Política y burguesía en el Perú. El Partido Civil antes
de la Guerra con Chile. Lima: IFEA /IEP 2010]

[36] Mark Thurner: From two Republics to one Divided. Contradictions of Postcolonial
Nationmaking in Andean Peru. Durham, London: Duke University Press 1997.

[37] David Nugent: Modernity at the Edge of Empire. State, Individual, and Nation in the Northern
Peruvian Andes, 1885-1935. Stanford: Stanford University Press 1997.

[38] Charles Walker (ed.): Entre la retórica y la insurgencia: las ideas y los movimientos sociales en
los Andes. siglo XVIII. Lima: CBC 1996.

[39] Fernando Armas Asin: Liberales, protestantes y masones. Modernidad y tolerancia religiosa.
Perú siglo XIX. Lima: CBC / PUCP 1998.
[40] Francesca Denegri: El abanico y la cigarrera. La primera generación de mujeres ilustradas en el
Perú. Lima: Flora Tristán / IEP 1996.

[41] Karen Sanders: Nación y Tradición. Cinco discursos en torno a la nación peruana, 1885-1930.
Lima: FCE / PUCP 1997.

[42] Pilar García Jordán / Núria Sala i Vila (ed.): La nacionalización de la Amazonía. Barcelona:
Universidad de Barcelona 1998.

[43] Heraclio Bonilla: Un siglo a la deriva. Ensayos sobre el Perú, Bolivia y la guerra. Lima: IEP 1980

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