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Historias del mundo, parte uno: Ford.

Aú n recuerdo el día que nos conocimos como si fuera ayer. Era un día tranquilo en
ciudad Carmín, típica tarde de verano donde las familias y parejas salen a disfrutar el resto del
día en las playas viendo salir los ú ltimos barcos del puerto mientras el sol se posa en el
horizonte tiñ endo de naranja las aguas de nuestro mar. Si tienes suerte a veces podrá s ver
algunos Dragonair saltar sobre las aguas y ver como hacen pequeñ os diamantes con las gotas
de agua en el reflejo de la escasa luz, un espectáculo realmente hermoso.
Yo estaba allí, sentado en la arena mirando el espectáculo de la naturaleza con mis
libros tirados en la arena cruzado de brazos sobre mis piernas. Era el ú ltimo día de escuela y
no quise entrar, era un día hermoso para perder tiempo dentro de una habitació n
aprendiendo cosas que ya sabía y escuchar a mis compañ eros alardear sobre qué pokemon
escogerían como inicial al inicio de su aventura. Mi familia era humilde. No teníamos el dinero
para que yo pudiera pagar el pokemon que el Teniente ofrece en su gimnasio, y tampoco para
iniciar mi viaje hacia otra ciudad donde los regalan. Por lo que decidí quedarme con mi padre
y mi madre trabajando en nuestro pequeñ o bote pescando algunos peces para venta. 
Mis padres siempre fueron humildes y generosos con lo que tenían. Mi padre provenía
de una familia de marinos y pesqueros, siempre vivieron del mar y el océano. É l siempre me
contó que en su familia tenían un pokemon que pertenecía a su abuelo, un Ampharos
magnífico que fue heredado por el padre de él pero que lamentablemente falleció salvando a
mi abuelo en una tormenta. Dio su vida haciendo brillar su pelaje para que los botes de la
Guardia Costera pudieran encontrarlos y salvarlos. Desde ese día no tuvieron má s
acompañ antes, ya que mi abuelo entró en una depresió n ante la pérdida de su compañ ero y
mi padre no quiso que nos pasara lo mismo. Luego, el resto es historia. Murió mi abuelo y con
él el ingreso má s grande de la familia, por lo que tuvimos que ajustarnos aú n má s en nuestros
gastos. Eso quiso decir adió s pokeballs, adió s viajes por Kanto, adió s aventura pokemon.
Estuve un tiempo enojado con mi destino. No era má s que un chico de 10 añ os con
todas las ansias de comerme el mundo con mi compañ ero, pero todas mis ilusiones fueron
desplomadas por nuestra incipiente economía. Por suerte nunca fui caprichoso, por lo que
aceptar mi nueva situació n no me costó mucho. Mis padres siempre me dieron todo, nunca me
faltó el plato de comida, ni la ropa, ni la educació n. Ellos dejaron lo suyo para verme feliz a mí,
por lo que siempre estaré agradecido a ellos.
Ese día tuvimos nuestro primer incidente de verano. Un grupo de Tentacruel salió del
mar y comenzaron a atacar el puerto y las casas de la costa. Muchos barcos sufrieron graves
averías y otros se hundieron, los astilleros comenzaron a arder en llamas formando extrañ as
sombras ante las lenguas del fuego en la arena y el agua. Algunos pokemon salían asustados
del agua, huyendo de la destrucció n que dejaban a su paso las enormes medusas. La gente
gritaba a mi alrededor mientras huían aterrorizados ante la terrible imagen frente a nuestros
ojos, y ahí fue cuando caí en la cuenta de la situació n. Mis padres estaban en el puerto.
Inmediatamente me paré y comencé a correr hacia allí, haciendo caso omiso de mi
impulso de correr en direcció n contraria y salvarme en la ciudad donde la policía sabría qué
hacer, pero no podía dejar atrá s a mis padres, no al menos sin saber que estaban sanos y
salvos. Corría a todo lo que mi cuerpo me permitía, sentía mis pulmones arder debido a la
agitació n y el humo del lugar, mis piernas dolían tanto que trastabillé má s de una vez y caí
muchas má s pero la adrenalina impedía que me detuviera. "¡Mamá ! ¡Papá !" gritaba mientras
corría, en el estú pido intento de escuchar sus voces entre el estrépito de las maderas arder, las
bocinas de los barcos y las sirenas de los mó viles. El sonido del motor de un helicó ptero llamó
mi atenció n, alcé mi vista y vi el escudo de los Ranger pintado en sus costados. El helicó ptero
se detuvo en el agua y el haz de luz rojo de la liberació n de un pokemon brilló levemente en el
aire hasta que se materializó un Feraligatr brillante. ¡El Capitá n Sanders había venido a
ayudarnos! Su pokemon se zambulló en el agua, perdiéndose de vista. 
Cuando llegué a los puertos, la destrucció n era enorme. Barcos incendiados y los
Tentacruel golpeaban con sus tentá culos los edificios y navíos. Algunos rayos y relámpagos
indicaban que el Teniente Surge ya estaba en acció n con sus hombres, pero eso aú n no me
tranquilizaba. Seguí buscando a mis padres, gritando sus nombres mientras corría entre las
llamas, tapá ndome el rostro para no aspirar el humo. Luego de unos minutos de intensa
bú squeda, escuché la voz de mi madre que me llamaba. Me volví, buscando su voz entre todo
el estruendo de la batalla, cuando la vi parada en el otro muelle de madera agitando sus
brazos para llamar mi atenció n. Comencé a correr por el puente de que unía los dos muelles
cuando el rugido de uno de los Tentacruel me hizo voltear y vi al monstruoso pokemon que
me observaba con su terrible mirada. Levantó su gigante tentá culo cuando comencé a correr y
al bajarlo hacia mí, desde el agua salió como un torpedo el brillante Feraligatr, mordiendo con
su poderosa mandíbula al pokemon. Los dos se enfrascaron en un terrible combate, yo estaba
paralizado del miedo, no podía mover un mú sculo de mi cuerpo cuando sentí que alguien
tiraba de mi brazo. Era mi madre que intentaba sacarme de allí. Dejé que mi cuerpo se dejara
llevar, comenzamos a correr cuando el rugido de uno de los pokemon nos distrajo y sentí
como el suelo cedía a nuestros pies, caímos al agua y luego el golpe de unos de los tentá culos
nubló mi visió n.
Cuando desperté, estaba en la orilla, empapado y lleno de algas. Al lado mío estaba
recostada con los ojos cerrados una pequeñ a Horsea que con su cola tenía agarrada una de las
mangas de mi remera y sus aletas estaban lastimadas. Miré a mi alrededor, los pokemon ya no
estaban y el incendio estaba siendo controlado. Me acerqué a la pequeñ a, la alcé y sujeté entre
mis brazos, mientras caminaba gritando el nombre de mi madre. La Horsea abrió sus ojos y
comenzó a gemir tristemente. Cuando la miré, en sus ojos había una pena inmensa. "Tu... Tu
nos salvaste, ¿verdad?" le pregunté, y ella asintió . "Mi madre..." pero no terminé mi oració n al
ver que el pequeñ o caballito de mar comenzó a llorar con los ojos cerrados. Miré sus aletas y
caí en la cuenta. "Tú hiciste todo lo que pudiste por salvarnos, ¿verdad? ¿Te lastimaste por
salvarnos?" La pequeñ a asintió nuevamente sin dejar de llorar y gemir. La abracé y caí de
rodillas mientras mis lá grimas caían por mi rostro. "Gracias", le dije. Y le repetí
constantemente sin dejar de llorar. 
Pronto la Guardia Costera nos encontró . Nos llevaron junto a un grupo de gente que
también estuvo en el momento del ataque, pero mi madre no estaba entre ellos. Me sentaron
en el grupo mientras un policía me pedía mis datos. A lo lejos, el Teniente ordenaba a sus
hombres mientras el Capitá n estaba parado con su Feraligatr parado a su lado. El pokemon se
volteó y cruzamos miradas por un segundo. Tiró del brazo de su entrenador quien volvió su
vista hacia mí. Dio media vuelta y comenzó a caminar en mi direcció n con su pokemon a su
lado. Cuando estuvo frente a mí me miró , miró a Horsea y me dijo "Ustedes son realmente
valientes, en especial esta jovencita de aquí." dijo señ alá ndola. "¿Es tuya?" me preguntó . "No...
digo, sí" respondí. El Capitá n sonrió , metió una mano en su bolsillo y sacó una diminuta
pokeball. "Hazlo oficial" me dijo estirando la pequeñ a bola sonriendo. Cuando la sujeté, miré a
Horsea y le dije "¿Te gustaría ser mi compañ era de aventuras?". La pequeñ a cerró sus ojos y
comenzó a aullar de alegría mientras asentía enérgicamente. El Feraligatr hizo un ruido
parecido a una risa y el Capitá n me miraba sonriente. Abrí la pokeball y capturé a Horsea...
Perdó n, a Lin. Cuando dejó de moverse el dispositivo, nuevamente las lá grimas comenzaron a
rodar por mis mejillas. "Hey, ¿qué sucede? ¿No está s contento de tener a tu primer
pokemon?". "Si", respondí, "pero me hubiera gustado que mis padres compartieran conmigo
este momento". El Capitá n me miró ceñ udo y dijo "¿Y qué te hace pensar que no lo han
hecho?" y señ aló con su cabeza detrá s de mí. Cuando volteé, vi a mi madre parada cubierta
con una frazada llorando con una enorme sonrisa. "Ve y abrá zala, chico. Ha estado muy
preocupada por ti". Corrí hacia ella y nos fundimos en un abrazo.
"Señ ora" dijo el Capitá n pará ndose a nuestro lado, "Quiero informarle que su hijo será
acreedor de la Beca Anual otorgada por los Ranger de Kanto para estudios en el Instituto
Nacional de Kanto. No se preocupe por ningú n gasto, todo corre bajo nuestra cuenta. Ha sido
un placer poder servirle" y tanto él como su pokemon se cuadraron en saludo a mi madre. Ella
le agradeció con la voz entrecortada de la emoció n, dieron media vuelta y se retiraron. 
Luego me enteré que el Feraligatr había salvado a mi madre, y ella, en un mar de
lá grimas y tristeza, le comentó al Capitá n que mi padre murió y que yo estaba perdido en el
agua. Le pidió que me describiera y su pokemon volvió a buscarme pero nunca me
encontraron. Mientras esperaban el retorno del pokemon del Capitá n ella le contó sobre mi
sueñ o, por eso luego me regaló la pokeball y pude estudiar para convertirme en entrenador.
Desde ese día admiré a los Ranger, en especial al Capitá n Sanders y su Feraligatr, quienes
salvaron mi vida y me volvieron el hombre que soy hoy por hoy.

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